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Juno
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INSPIRED
TV Series
Queen Charlotte
Universidad de Oxford
Inglaterra, Reino Unido
Actualidad
Inglaterra, Reino Unido
Actualidad
La universidad de Oxford es conocida por ser la segunda universidad más antigua del mundo y alberga los sueños de innumerables estudiantes, que aspiran abrirse paso en un mundo cada vez más competitivo. Para algunos, Oxford puede ser una oportunidad de reinventarse a sí mismos y para otros es el trampolín perfecto para alcanzar sus ambiciones.
Para Charlotte, Oxford fue la salida perfecta para alejarse de su natal Alemania y desprenderse un poco de la presión familiar, sobre todo de la intensidad de su hermano, completamente empeñado en dictar los hilos de su vida. Se enroló en la facultad de Ciencias Políticas ayudada por su abuela materna y está abriéndose camino por cuenta propia, completamente orgullosa de la independencia que tiene ahora. Además, lleva excelentes calificaciones y todos sus profesores le aseguran que tiene un brillante futuro.
En contraste, George, su compañero de facultad, hace un esfuerzo por permanecer en el anonimato, a pesar de que buena parte de la gente reconoce el adinerado apellido de su familia. Algunos piensan que la única razón por la que tiene notas decentes o destaca de alguna manera es porque su familia tiene contactos en todos lados. Aunque no es la mejor reputación, George no se preocupa en desmentirlos porque oculta un secreto que le consume la calma todo el tiempo.
Por su parte, Reynolds tiene muy claro que la generosa beca que le permitió enrolarse en la carrera de sus sueños fue gracias a la fiel amistad que mantiene con George. Enfocado completamente en sus calificaciones, en aplicar para futuras pasantías y cuidar de su mejor amigo. Reynolds sabe ser agradecido y no piensa desaprovechar la oportunidad que le dio la familia de George, mucho menos si lo mínimo que puede hacer es mantener a George vigilado, ayudándolo como ha hecho desde que se conocen.
Y por último, Brimsley se esfuerza todos los días para mantener su beca de estudios y con su trabajo de medio tiempo en una cafetería que queda a media cuadra del campus universitario. Sabe que es el orgullo de la familia por haber sido aceptado en una universidad tan prestigiosa y no tiene tiempo para desviarse en minucias. Sin embargo, algunos días sueña despierto más de la cuenta.
En una fiesta de facultad, la vida de los cuatro colapsa de manera irremediable y con consecuencias completamente impredecibles.
× × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×
Charlotte
Ciencias Políticas — India Amarteifio — Minerva
George
Ciencias Políticas — Corey Mylchreest — Juno
Reynolds
Relaciones Internacionales — Freddie Dennis — Minerva
Brimsley
Sociología — Sam Clemmett — Juno
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Cuando George abrió los ojos, le tomó un instante darse cuenta de que no estaba en su habitación. Le dolía el cuello y el costado, tenía un cojín a sus pies y con el roce se dio cuenta de que no llevaba medias puestas. Estaba descalzo y el frío le hacía cosquillas en las puntas de los dedos. Se tomó un par de segundos más hasta que por fin se sentó sobre el sofá, donde había dormido probablemente toda la noche.
Lo próximo que escuchó, cuando empezó a sentirse cómodo en su propio cuerpo, fue las gotas de lluvia contra la ventana que estaba a sus espaldas. Llovía a cántaros y por eso la sala del apartamento parecía todavía más gris que de costumbre. George suspiró cuando vio una bandeja con lo que seguramente era su desayuno y estuvo a punto de hacerle caso a su estómago vacío hasta que reparó en el frasco que pastillas que había sobre la mesa circular.
Había tomado pastillas para conciliar el sueño. Más de una. De pronto la certeza lo sacudió con susto porque George había perdido la cuenta de cuándo fue la última vez que necesitó de más de una pastilla para dormir. Cuando escuchó pisadas, procedentes del pasillo, se hundió un poco más en el sofá. Se cubrió la cara con las manos para evadir la mirada de su mejor amigo.
—No necesito que me lo digas, ya te lo voy a decir yo: tenías razón. Lo de fiesta no fue tan buena idea, después de todo —dijo George con voz apagada, descubriéndose el rostro por fin, para mirar a Reynolds. Su amigo no parecía enfadado, pero sí que llevaba ojeras que denotaban lo poco que había dormido. Estaba seguro que se habían regresado pasada la medianoche—. Lo siento, no pensé que… bueno, supongo que ese fue el problema, ¿cierto? No pensé.
George quiso ignorar a sus compañeros, pero la fiesta que iban a hacer en el último pub de moda estaba en boca de todo el mundo. Él nunca iba a esos sitios, su psiquiatra siempre le recomendaba mantenerse alejado en lo posible de multitudes y de ruidos incómodos. Estuvo a punto de zafar de la fiesta, pero entonces Charlotte lo había invitado. A él. Mirándolo directamente a los ojos y con esa sonrisa que lo hipnotizaba cada vez que la veía.
No pudo negarse.
Lo próximo que escuchó, cuando empezó a sentirse cómodo en su propio cuerpo, fue las gotas de lluvia contra la ventana que estaba a sus espaldas. Llovía a cántaros y por eso la sala del apartamento parecía todavía más gris que de costumbre. George suspiró cuando vio una bandeja con lo que seguramente era su desayuno y estuvo a punto de hacerle caso a su estómago vacío hasta que reparó en el frasco que pastillas que había sobre la mesa circular.
Había tomado pastillas para conciliar el sueño. Más de una. De pronto la certeza lo sacudió con susto porque George había perdido la cuenta de cuándo fue la última vez que necesitó de más de una pastilla para dormir. Cuando escuchó pisadas, procedentes del pasillo, se hundió un poco más en el sofá. Se cubrió la cara con las manos para evadir la mirada de su mejor amigo.
—No necesito que me lo digas, ya te lo voy a decir yo: tenías razón. Lo de fiesta no fue tan buena idea, después de todo —dijo George con voz apagada, descubriéndose el rostro por fin, para mirar a Reynolds. Su amigo no parecía enfadado, pero sí que llevaba ojeras que denotaban lo poco que había dormido. Estaba seguro que se habían regresado pasada la medianoche—. Lo siento, no pensé que… bueno, supongo que ese fue el problema, ¿cierto? No pensé.
George quiso ignorar a sus compañeros, pero la fiesta que iban a hacer en el último pub de moda estaba en boca de todo el mundo. Él nunca iba a esos sitios, su psiquiatra siempre le recomendaba mantenerse alejado en lo posible de multitudes y de ruidos incómodos. Estuvo a punto de zafar de la fiesta, pero entonces Charlotte lo había invitado. A él. Mirándolo directamente a los ojos y con esa sonrisa que lo hipnotizaba cada vez que la veía.
No pudo negarse.
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I. Rainy Season
Apartamento
10.00AM
George
Reynolds estaba preocupado.
La verdad, eso no era nuevo, ni extraño. De hecho, se podría decir que era su estado natural. No sabía cómo se había dejado convencer el día anterior de que todo saldría bien. Debía haber hecho caso a su instinto en lugar de permitirse relajarse. George podía hacerse ilusiones de que todo saldría bien, pero Reynolds lo conocía mejor que nadie. Incluso mejor que él mismo.
Cuando George le dijo de ir a la fiesta supo de inmediato que era mala idea, pero su amigo estaba tan entusiasmado de que Charlotte lo hubiera invitado que se sentía invencible. Estaba segurísimo de que todo saldría bien, y Reynolds no tuvo corazón para insistirle en no ir. Además, se había permitido ilusionarse de que, si George iba a estar con Charlotte, había una posibilidad de que Brimsley estuviera solo. Podría hablar con él.
Eso había pensado. Luego se le ocurrió tomar un par de cervezas para darse valor y, de repente, perdió la cuenta y las cosas se habían salido de control.
Solo pensar en cómo había dejado a Brimsley la noche anterior se moría de vergüenza, pero tal y como temía en un inicio, George había enviado su señal de alerta y habían tenido que salir corriendo de ahí.
Hacía rato que George no tenía una crisis como la de la noche anterior. Reynolds le había dado la medicación y luego había pasado una noche terrible entre esperar no haberse excedido en la dosis y que su amigo despertara bien, y pensando si debería ponerle un mensaje a Brimsley pero sin saber qué decirle.
"Perdona que salí corriendo cuando te besé, ojalá repitamos otro día".
No podía decirle eso.
Durmió mal y a primera hora fue a bañarse para quitarse de encima la goma de la borrachera del día anterior. Cuando regresó a la habitación, se encontró con que George había despertado y estaba ahogado en culpa.
—Quisiste creer que todo estaría bien por una noche, no te puedo culpar —dijo con pesar. Él también lo había pensado por un momento.—. ¿Cómo te sientes ahora?
Le inquietaban un poco las secuelas que tendría lo sucedido la noche anterior. George últimamente había estado tan feliz y seguro que le rompía el corazón pensar que tendrían un retroceso. En especial porque la noche anterior lo había visto muy bien con Charlotte.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
El recuerdo de la sonrisa de Charlotte en medio de la fiesta se mezcló con las palabras de Reynolds, quien quería saber cómo se sentía. George pasó la vista de su mejor amigo a su desayuno e hizo un esfuerzo por mostrarse animado. Dio un bocado a los wafles que había sobre el plato, a pesar de que ya no estaban tibios, pero el sirope de fresa todavía tenía un sabor dulce que aplacó un poco la angustia que sentía en su interior.
Anoche había sido como un sueño hermoso. Charlotte estaba preciosa, llevaba un vestido floreado y parecía brillar a cada paso que daba. George no tenía idea cómo iba a quitarse esa imagen de la cabeza. Recordaba la chica le llamó la atención desde que la vio por primera vez en el salón que compartían, pero nunca pensó que Charlotte acabara por hacerle plática. George normalmente se esforzaba por un trato cordial aunque distante, pero Charlotte había derrumbado sus barreras con tan sólo batir las pestañas.
—Estoy mejor… —comentó, haciendo su mejor esfuerzo por dar buena cara. Sin embargo, pudo darse cuenta por la expresión de Reynolds que éste no estaba muy convencido—. Pero puedo preguntar si es mejor que me adelanten la próxima cita de seguimiento. No más fiestas para mí, lo prometo. Es sólo que…
George dejó la frase a medias, pero tampoco hacía falta ser todavía más patético en voz alta. “Tan sólo quería ser normal por una noche”. Desde que empezó la universidad, George se convenció a sí mismo de que podría lograrlo, pero siempre estaba la espinita de angustia clavándole el pecho. Con lo sucedido anoche, volvió a sentirse con quince años de nuevo, un extraño en su propio cuerpo.
—Ya no me mires así, voy a estar bien. Si te deja tranquilo le puedo escribir al doctor… —aunque apreciaba mucho lo que sus padres habían hecho por su mejor amigo, George en el fondo se sentía culpable. No era responsabilidad de Reynolds cuidar de él. Eran sólo amigos, Reynolds no era su enfermero, no era justo para él.
Anoche había sido como un sueño hermoso. Charlotte estaba preciosa, llevaba un vestido floreado y parecía brillar a cada paso que daba. George no tenía idea cómo iba a quitarse esa imagen de la cabeza. Recordaba la chica le llamó la atención desde que la vio por primera vez en el salón que compartían, pero nunca pensó que Charlotte acabara por hacerle plática. George normalmente se esforzaba por un trato cordial aunque distante, pero Charlotte había derrumbado sus barreras con tan sólo batir las pestañas.
—Estoy mejor… —comentó, haciendo su mejor esfuerzo por dar buena cara. Sin embargo, pudo darse cuenta por la expresión de Reynolds que éste no estaba muy convencido—. Pero puedo preguntar si es mejor que me adelanten la próxima cita de seguimiento. No más fiestas para mí, lo prometo. Es sólo que…
George dejó la frase a medias, pero tampoco hacía falta ser todavía más patético en voz alta. “Tan sólo quería ser normal por una noche”. Desde que empezó la universidad, George se convenció a sí mismo de que podría lograrlo, pero siempre estaba la espinita de angustia clavándole el pecho. Con lo sucedido anoche, volvió a sentirse con quince años de nuevo, un extraño en su propio cuerpo.
—Ya no me mires así, voy a estar bien. Si te deja tranquilo le puedo escribir al doctor… —aunque apreciaba mucho lo que sus padres habían hecho por su mejor amigo, George en el fondo se sentía culpable. No era responsabilidad de Reynolds cuidar de él. Eran sólo amigos, Reynolds no era su enfermero, no era justo para él.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
George sonaba mejor de lo que esperaba, pero no estaba bien por más que quisiera disimularlo. Tenía grandes ojeras y estaba intentando tranquilizarlo, pero también tranquilizarse a sí mismo.
Tomó asiento al lado de George. No era la primera vez que pasaban por esto.
—Confío en tu criterio de cuándo llamar al doctor, lo sabes —le dijo con suavidad, poniéndole una mano en el hombro.—. Hoy podemos llevar todo con calma, está lloviendo mucho y después de la fiesta de ayer, nadie esperará vernos. Además, es sábado.
Ese periodo ninguno tenía clases fin de semana, así que estaban a salvo. Le habría gustado ir a buscar a Brimsley, estaba seguro de que tenía turno esa tarde en la cafetería, pero no se atrevería a dejar a George solo recién pasado un ataque. Además, tampoco sabía qué le iba a decirle.
Igual debía centrarse. Ahora lo importante era que George se recuperara, y sabía que eso implicaba lidiar con la culpa que sentía de hacerlo pasar por esto, por más que Reynolds le había dicho mil veces que estaba ahí para apoyarlo.
—Confío en tu criterio de cuándo llamar al doctor, lo sabes. Intenta desayunar algo, te vendrá bien tener comida en el estómago—le insistió, por algo se había asegurado de tenerle algo listo cuando despertara.
Dudó si preguntarle directamente cómo le había ido con Charlotte. Los había visto muy bien al inicio de la fiesta, y por la manera en que brillaban los ojos de la chica había pensado que realmente estaba feliz de estar ahí con él, pero todavía no sabía que había disparado el cuadro de George.
Así que decidió hacer la pregunta más vagamente.
—Y si quieres, puedes contarme de tu noche de ayer—añadió.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Para George, escuchar que alguien dejaba alguna cosa a “su criterio”, lo hacía sentir intimidado. Aunque fuera bienintencionado, esa frase solía recordarle que muchas veces su criterio no era el correcto. O no estaba lo bastante equilibrado como para tomar buenas decisiones. Esta vez, estaba dispuesto a hacer las cosas bien: llamaría al psiquiatra, adelantaría la cita. Tenía que hablar con el doctor, incluso si le ponía de los nervios la posibilidad de cambiar de medicación. Llevaba con la misma dosis por meses, a tal punto que empezó a creerse la fantasía de que la única preocupación sería tomarse sus pastillas.
Pero el control, como bien le había dicho su psiquiatra hacía muchos años, no era más que una ilusión.
—Lo llamaré el lunes a primera hora. Ahora mismo no quiero fastidiarlo, además de que no estoy seguro si me van a responder en fin de semana… —George quizás exageraba, las pocas ocasiones que escribió a su psiquiatra fuera de horas de oficina, éste solía responderle—. Gracias por el desayuno, Reynolds.
George se sintió un poco avergonzado, porque Reynolds solía hacer eso cuando él se descuidaba con sus rutinas de comidas. El primer semestre de la universidad, cuando todavía estaba adaptándose, George tenía horarios demasiado flexibles y era Reynolds quien se aseguraba de que la rutina fuera rígida, como el psiquiatra le había recomendado. Al final George agarró las riendas de su vida movido por la culpa, Reynolds no tendría que encargarse de sus cosas, ni de hacerle de comer. Incluso si eso implicaba perderse el rico desayuno que Reynolds sabía hacer, George sería incapaz de cocinar algo tan rico.
Sonrió cuando recordó la fiesta. Antes de la crisis, George no había pensado en otra cosa más que Charlotte.
—Charlotte estaba preciosa, ¿no te pareció? —comentó con voz ilusionada, sin preocuparse por disimular. Con Reynolds no tenía que aparentar dignidad, su mejor amigo sabía exactamente de qué pie cojeaba—. Me dijo que estaba encantada de verme, ya sé que seguro pudo decírselo a la mitad de nuestros compañeros, pero cuando habla conmigo estoy convencido de que solo existimos nosotros dos. Debo… debo parecer un romántico un poco patético, ¿no te parece?
George dio un sorbito al té que Reynolds le había preparado. Ya había dejado de estar tan caliente, pero estaba igual de delicioso. Reynolds tenía razón, comer le haría mucho bien.
Pero el control, como bien le había dicho su psiquiatra hacía muchos años, no era más que una ilusión.
—Lo llamaré el lunes a primera hora. Ahora mismo no quiero fastidiarlo, además de que no estoy seguro si me van a responder en fin de semana… —George quizás exageraba, las pocas ocasiones que escribió a su psiquiatra fuera de horas de oficina, éste solía responderle—. Gracias por el desayuno, Reynolds.
George se sintió un poco avergonzado, porque Reynolds solía hacer eso cuando él se descuidaba con sus rutinas de comidas. El primer semestre de la universidad, cuando todavía estaba adaptándose, George tenía horarios demasiado flexibles y era Reynolds quien se aseguraba de que la rutina fuera rígida, como el psiquiatra le había recomendado. Al final George agarró las riendas de su vida movido por la culpa, Reynolds no tendría que encargarse de sus cosas, ni de hacerle de comer. Incluso si eso implicaba perderse el rico desayuno que Reynolds sabía hacer, George sería incapaz de cocinar algo tan rico.
Sonrió cuando recordó la fiesta. Antes de la crisis, George no había pensado en otra cosa más que Charlotte.
—Charlotte estaba preciosa, ¿no te pareció? —comentó con voz ilusionada, sin preocuparse por disimular. Con Reynolds no tenía que aparentar dignidad, su mejor amigo sabía exactamente de qué pie cojeaba—. Me dijo que estaba encantada de verme, ya sé que seguro pudo decírselo a la mitad de nuestros compañeros, pero cuando habla conmigo estoy convencido de que solo existimos nosotros dos. Debo… debo parecer un romántico un poco patético, ¿no te parece?
George dio un sorbito al té que Reynolds le había preparado. Ya había dejado de estar tan caliente, pero estaba igual de delicioso. Reynolds tenía razón, comer le haría mucho bien.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Reynolds estaba seguro de que el médico contestaría pronto a George y él también lo sabía, pero prefirió no presionarlo al respecto. Su familia era muy poderosa y adinerada para que el médico no le diera un tratamiento especial a un paciente tan recurrente como él. Además, el cuadro de George era complejo, así que no era como que le escribiera por minucias. Sabría que era en serio.
Así que decidió centrarse en la emoción de su amigo al hablar sobre Charlotte. Reynolds no tenía la menor duda de que realmente estaba muy enganchado de ella desde la primera vez que la vio. Había regresado de clases hablando de la magnífica compañera que tenía.
Le alegraba que Charlotte también estuviera interesada en su amigo, porque seguro que George nunca habría tomado la iniciativa.
—No creo que seas para nada patético, lo serías si a Charlotte no te interesara, pero creo que es todo lo contrario —declaró, arqueando ambas cejas—. Ella fue la que te invitó a la fiesta después de todo.
Había pensado que podía preguntarle a Brimsley al respecto. Pero claro, para eso tenían que estar en buenos términos. Había sido una suerte que Charlotte fuera con su amigo a todos lados, pero se hubiera separado de él para estar a solas con George. ¿En qué otro momento pudo Reynolds haber tenido mejor oportunidad?
Tal vez si hubiera conservado la calma y no hubiera utilizado el alcohol para darse valor habría sabido manejar mejor las cosas. No tenía idea de qué pensaba ahora Brimsley sobre él.
—Deberías escribirle más tarde, seguro que espera que sigas en contacto después de ayer—añadió.
Debería seguir su propio consejo, lo sabía, pero siempre se le había dado mejor cuidar de George que de sí mismo.
Revisó su teléfono. No tenía ningún mensaje. Seguro que Brimsley no le escribiría, aunque le había dado su número. Después de todo había salido huyendo de él. O al menos así lo debía haber sentido.
Pero no podía decirle que tenía que irse porque su amigo tenía una crisis. No era su secreto para contarlo.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Desviar la conversación hacia Charlotte lo hizo sentir automáticamente mejor. La última vez había hablado de ella con su psiquiatra, quien le había parecido bastante bien que “ampliara su círculo social”. George recordaba aquella frase tan pomposa porque en su momento se preguntó si el psiquiatra estaba haciendo un esfuerzo por no reírse de él, quien a todas luces estaba babeando por su compañera de clase.
Lo cierto era que Charlotte le llamó la atención de manera instantánea. Era maravillosa, tenía una energía que parecía inagotable y que, además, parecía interesada en ser su amiga. George no estaba seguro qué había hecho para merecer la atención de Charlotte, pero lo tomaría. A él no solían pasarle cosas buenas tan a menudo, así que quería disfrutar esto a manos llenas sin sentirse culpable.
—La verdad es que Charlotte siempre ha sido muy buena conmigo. No me podía creer que me hubiera invitado. Por eso no pensé demasiado las cosas.
El problema de su interés en Charlotte, era que la ponía como prioridad y no podía hacer eso. George era consciente de que, a pesar de que su enfermedad estaba controlada, era crónica. Recordaba exactamente el momento en que tomó conciencia de que no iba a curarse realmente, de que tendría que lidiar con eso toda la vida. La universidad y Charlotte le habían hecho creer, hasta ahora, que quizás podía llevar una vida casi normal. Pero para eso tenía que evitar cosas que dispararan su ansiedad y que mermaran la cuidadosa seguridad que hasta ahora había construido.
—¿Crees que deba llamarla? Todavía es algo temprano y seguro que ella sí se quedó más tiempo con sus amigas en la fiesta. La llamaré más tarde, o tal vez le escriba un chat. No solemos chatearnos mucho, pero supongo que puede haber una excepción… —comentó George, sintiéndose valiente de nuevo. Luego miró a Reynolds, sintiéndose un poco más relajado—. ¿Y tú? No tuve que convencerte tanto para que me acompañaras porque dijiste que querías ver a alguien. Dime por favor que no te arruiné una cita, espero que tomes tu propio consejo y le llames o escribas.
Aunque George se esforzaba todo el tiempo para ser un buen amigo y no ser una carga para Reynolds, a veces éste era demasiado evasivo. George tenía la impresión de que su amigo estaba interesado en alguien, pero hasta ahora no había dado más detalles. George, que podía estar enfermo, pero no era idiota, tenía una teoría. Porque no podía ser casualidad que a Reynolds le gustara pasar todos los días por la misma cafetería, casi siempre a la misma hora. A su amigo ni siquiera le gustaba tanto el capuchino para ir al mismo sitio religiosamente todo el tiempo.
Lo cierto era que Charlotte le llamó la atención de manera instantánea. Era maravillosa, tenía una energía que parecía inagotable y que, además, parecía interesada en ser su amiga. George no estaba seguro qué había hecho para merecer la atención de Charlotte, pero lo tomaría. A él no solían pasarle cosas buenas tan a menudo, así que quería disfrutar esto a manos llenas sin sentirse culpable.
—La verdad es que Charlotte siempre ha sido muy buena conmigo. No me podía creer que me hubiera invitado. Por eso no pensé demasiado las cosas.
El problema de su interés en Charlotte, era que la ponía como prioridad y no podía hacer eso. George era consciente de que, a pesar de que su enfermedad estaba controlada, era crónica. Recordaba exactamente el momento en que tomó conciencia de que no iba a curarse realmente, de que tendría que lidiar con eso toda la vida. La universidad y Charlotte le habían hecho creer, hasta ahora, que quizás podía llevar una vida casi normal. Pero para eso tenía que evitar cosas que dispararan su ansiedad y que mermaran la cuidadosa seguridad que hasta ahora había construido.
—¿Crees que deba llamarla? Todavía es algo temprano y seguro que ella sí se quedó más tiempo con sus amigas en la fiesta. La llamaré más tarde, o tal vez le escriba un chat. No solemos chatearnos mucho, pero supongo que puede haber una excepción… —comentó George, sintiéndose valiente de nuevo. Luego miró a Reynolds, sintiéndose un poco más relajado—. ¿Y tú? No tuve que convencerte tanto para que me acompañaras porque dijiste que querías ver a alguien. Dime por favor que no te arruiné una cita, espero que tomes tu propio consejo y le llames o escribas.
Aunque George se esforzaba todo el tiempo para ser un buen amigo y no ser una carga para Reynolds, a veces éste era demasiado evasivo. George tenía la impresión de que su amigo estaba interesado en alguien, pero hasta ahora no había dado más detalles. George, que podía estar enfermo, pero no era idiota, tenía una teoría. Porque no podía ser casualidad que a Reynolds le gustara pasar todos los días por la misma cafetería, casi siempre a la misma hora. A su amigo ni siquiera le gustaba tanto el capuchino para ir al mismo sitio religiosamente todo el tiempo.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Le encantaba escuchar a George tan ilusionado. Es que hasta la cara le cambiaba cuando hablaba de Charlotte, aunque era evidente lo inseguro que se sentía sobre ella. Pero Reynolds sabía lo mucho que valía su amigo. Si la chica era capaz de notarlo no le iba a importar nada. Porque en el fondo, Reynolds sabía perfectamente que George evitaba relacionarse con gente lo suficiente para que se enteraran de su condición.
—Puedes escribirle para preguntarle cuándo la puedes llamar—sugirió.
Hubiera preferido dejar el tema en ella, pero George era un buen amigo, y no podía molestarse porque decidiera cambiar el tema a él. Tal vez no debió mostrarse tan optimista el día anterior. La verdad era que Reynolds era de carácter reservado, mucho más que George. Su amigo se mantenía reservado por necesidad, pero era de naturaleza franca y abierta. Reynolds, en cambio, era una persona que se guardaba todo y que la gente no podía saber fácilmente viendo su rostro qué estaba sintiendo.
—No era una cita, solo... esperaba verlo allí —declaró, quitándole importancia al asunto. El problema era que George lo conocía demasiado bien, y cuando los demás no notaban nada, su amigo veía a través suyo—. Estuvo bien, supongo que debería escribirle más tarde porque al final nos vinimos temprano, él se quedó ahí.
Tragó grueso, recordando la expresión de Brimsley cuando le dijo justo después de besarse que debía irse. Había recibido la señal de George de que necesitaba ayuda, no podía darle largas. Y tampoco pudo pensar una excusa creíble para irse. Solo se retiró de ahí como si estuviera huyendo.
Tendría suerte si Brimsley quería hablarle. Tal vez debería ir a buscarlo, en lugar de mandarle un mensaje que probablemente dejarían en visto. Pero no quería dejar a George solo ese día, tan reciente lo de la noche anterior.
—Igual no es como Charlotte y tú que habían quedado de verse allí. Solo esperaba tener suerte—añadió.
La había tenido. O tal vez no.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Por supuesto que escribiría a Charlotte, ya disipado la tragedia de lo sucedido el día de ayer, no había tenido ninguna crisis en su vida universitaria. Tan sólo tenía que evitar las fiestas. Si quería volver a ver a Charlotte, quizás podría invitarla a salir. O venir al apartamento a pasar un rato juntos. Sólo tenía que encontrar el valor para planteárselo, lo haría después de ver al psiquiatra.
—Le escribiré después, seguro que ella todavía debe estar dormida. Soy poco conocedor de fiestas, pero estoy convencido de que no se fueron temprano de allí. Debió acabar muy tarde y a las chicas les gusta tener eso de sueño reparador.
George se sentía de mejor humor, así que no estaba dispuesto a dejar por la paz el tema de su amigo. Reynolds siempre había sido de naturaleza reservada y, quizás por eso, la gente tenía una percepción suya que no era la real. La gente solía decir que Reynolds era frío y antipático, cuando era todo lo contrario. George no conocía a alguien que fuera más dedicado y amable que su mejor amigo. Era tan sólo que su rostro no expresaba lo que podía estar sintiendo.
Por eso no dudaba que el pobre de Reynolds estuviera teniendo problemas para hacerle comprender al chico de la cafetería sobre sus sentimientos. Para George, que los veía desde fuera, era bastante obvio. Pero no podía juzgar a nadie por no entender las indirectas de su amigo. Reynolds era tan sutil como un témpano de hielo.
—¿Cómo es que se llama? Vamos todos los días a esa cafetería, Reynolds. Y apenas hablas con él. Tampoco soy un experto en el amor, pero para conocer a alguien tienes que hablarle. —George sabía que estaba siendo un poco duro con Reynolds, para quien las relaciones sociales no eran precisamente su mayor virtud. Pero Reynolds solía apoyarlo siempre, que lo mínimo que podía hacer George era lo mismo—. Sé que no me vas a creer, o pensarás que solo te lo digo porque somos amigos, pero he visto cómo te mira. Estoy seguro que no le eres indiferente, ¿por qué no le escribes? ¿Tienes su número?
George no estaba seguro hasta dónde debía tentar su suerte. Esperaba que Reynolds no se enojara de más con él.
—Le escribiré después, seguro que ella todavía debe estar dormida. Soy poco conocedor de fiestas, pero estoy convencido de que no se fueron temprano de allí. Debió acabar muy tarde y a las chicas les gusta tener eso de sueño reparador.
George se sentía de mejor humor, así que no estaba dispuesto a dejar por la paz el tema de su amigo. Reynolds siempre había sido de naturaleza reservada y, quizás por eso, la gente tenía una percepción suya que no era la real. La gente solía decir que Reynolds era frío y antipático, cuando era todo lo contrario. George no conocía a alguien que fuera más dedicado y amable que su mejor amigo. Era tan sólo que su rostro no expresaba lo que podía estar sintiendo.
Por eso no dudaba que el pobre de Reynolds estuviera teniendo problemas para hacerle comprender al chico de la cafetería sobre sus sentimientos. Para George, que los veía desde fuera, era bastante obvio. Pero no podía juzgar a nadie por no entender las indirectas de su amigo. Reynolds era tan sutil como un témpano de hielo.
—¿Cómo es que se llama? Vamos todos los días a esa cafetería, Reynolds. Y apenas hablas con él. Tampoco soy un experto en el amor, pero para conocer a alguien tienes que hablarle. —George sabía que estaba siendo un poco duro con Reynolds, para quien las relaciones sociales no eran precisamente su mayor virtud. Pero Reynolds solía apoyarlo siempre, que lo mínimo que podía hacer George era lo mismo—. Sé que no me vas a creer, o pensarás que solo te lo digo porque somos amigos, pero he visto cómo te mira. Estoy seguro que no le eres indiferente, ¿por qué no le escribes? ¿Tienes su número?
George no estaba seguro hasta dónde debía tentar su suerte. Esperaba que Reynolds no se enojara de más con él.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Reynolds se removió incómodo. Se le daba mucho mejor dar consejos a su amigo y apoyarlo que cuando la situación se invertía. George era puro optimismo y buenas intenciones, pero Reynolds se temía que sus buenas intenciones no estaban necesariamente alineadas con la realidad.
No le había hablado directamente de Brimsley, pero por supuesto que había notado su tendencia a ir a la misma cafetería siempre, cuando ni siquiera era un gran aficionado al café. Suspiró mientras desviaba la mirada.
—Ayer estuve un rato con él en la fiesta, creo que es la primera vez que hablamos fuera de su trabajo, pero no sé en qué términos quedamos—confesó, incapaz de decidir cómo contarle exactamente lo que había sucedido.
Se rascó la nuca, inquieto, repitiéndose las palabras de George. Sí que Brimsley no le había parecido indiferente... Pero después de como se había marchado estaba seguro de que no querría nada con él.
—No creo que sirva de nada escribirle, también estará durmiendo y luego se irá para el trabajo —añadió, lo cual era mejor que decirle que creía que lo dejaría en visto—. Cuando vuelva a pasar por el café hablaré con él.
No era un mal plan de hecho. Ahí Brimsley tendría que hablarle como mínimo para tomar su orden. Y podría ver de primera mano qué tan enojado estaba con él. Además, relegaba el problema al futuro, cuando ahora de manera inmediata lo que importaba era que George se recuperara.
Desvió la mirada de nuevo, cayendo en cuenta que acababa de exponer que se sabía el horario de Brimsley en la cafetería. Igual, no era difícil. Estaba ahí casi todos los días. Sabía que estaba en la universidad porque también lo había visto en el campus, pero parecía ser que asumía todas las horas que podía en la cafetería, lo que le hacía pensar que necesitaba el dinero para estudiar.
Reynolds habría estado en la misma posición de no ser por la generosidad de la familia de George, quienes le daban una beca completa y la posibilidad de vivir con su hijo a cambio de saber que no estaba solo, y tenía a quién recurrir.
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I. Rainy Season
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George
Reynolds era muy bueno disimulando. De hecho, era magnífico. Para cualquier otra persona era seguro que el chico de la cafetería no era más que una conquista eventual de su querido amigo. Quizás un enamoramiento sin demasiada importancia, pero George lo conocía demasiado bien para notar la emoción en la voz cada vez que hablaba de él.
Le emocionó al pensar que Reynolds había podido capaz de hablar con él fuera de un ambiente laboral. Se veían con regularidad, eso era cierto, pero nunca era un ambiente casual. El chico trabajaba en la cafetería y, a menos en lo que George había visto, era bastante profesional, así que siempre mantenía un tono cordial pero bastante distante. Estuvo a punto de hacerle una broma a Reynolds, pero entonces recordó que, por supuesto, se habían ido de la fiesta temprano.
“Por tu culpa, George. Como siempre”.
El pensamiento lo atacó de pronto y la culpa se le agolpó en el pecho, mirando a Reynolds con arrepentimiento.
—Mierda, lamento mucho… cuando te avisé ni siquiera se me pasó por la cabeza que estuvieras así de ocupado. De verdad, lo siento —comentó, con la voz cargada de congoja. Aunque George agradecía la amistad de Reynolds y no sabría qué haría sin su apoyo constante, cuando pasaban este tipo de cosas no dejaba de preguntarse si acaso no sería una carga para él. Algunas veces lo había hablado con su psiquiatra, angustiado porque la relación que tenía con Reynolds no era equitativa. En alguna ocasión, el doctor le preguntó si acaso él tenía la capacidad de obligar a Reynolds a ser su amigo.
Reynolds, hasta donde George supiera, seguía entregándole su amistad de manera desinteresada. No tenía por qué ser de otra manera, ¿cierto?
—Tienes que ir a verlo cuanto antes, Reynolds. Y no puedes ponerte esas camisas espantosas que siempre te pones, ¿sabes? Tienes que ir dispuesto a que se te note que estás interesado. Ese es tu problema, tú vienes con manual de instrucciones, ¿alguna vez la gente lee el manual de instrucciones antes de probar un aparato? No. —Aseguró George con emoción, dispuesto a buscarle a Reynolds la mejor camisa que había en el armario con tal de que fuera a buscar a su chico de la cafetería.
Él recordaba que era buen amigo de Charlotte, al menos parecían bastante cercanos. Pero jamás se atrevería a preguntarle a Charlotte si su amigo estaba interesado en Reynolds, pues éste lo mataría.
Le emocionó al pensar que Reynolds había podido capaz de hablar con él fuera de un ambiente laboral. Se veían con regularidad, eso era cierto, pero nunca era un ambiente casual. El chico trabajaba en la cafetería y, a menos en lo que George había visto, era bastante profesional, así que siempre mantenía un tono cordial pero bastante distante. Estuvo a punto de hacerle una broma a Reynolds, pero entonces recordó que, por supuesto, se habían ido de la fiesta temprano.
“Por tu culpa, George. Como siempre”.
El pensamiento lo atacó de pronto y la culpa se le agolpó en el pecho, mirando a Reynolds con arrepentimiento.
—Mierda, lamento mucho… cuando te avisé ni siquiera se me pasó por la cabeza que estuvieras así de ocupado. De verdad, lo siento —comentó, con la voz cargada de congoja. Aunque George agradecía la amistad de Reynolds y no sabría qué haría sin su apoyo constante, cuando pasaban este tipo de cosas no dejaba de preguntarse si acaso no sería una carga para él. Algunas veces lo había hablado con su psiquiatra, angustiado porque la relación que tenía con Reynolds no era equitativa. En alguna ocasión, el doctor le preguntó si acaso él tenía la capacidad de obligar a Reynolds a ser su amigo.
Reynolds, hasta donde George supiera, seguía entregándole su amistad de manera desinteresada. No tenía por qué ser de otra manera, ¿cierto?
—Tienes que ir a verlo cuanto antes, Reynolds. Y no puedes ponerte esas camisas espantosas que siempre te pones, ¿sabes? Tienes que ir dispuesto a que se te note que estás interesado. Ese es tu problema, tú vienes con manual de instrucciones, ¿alguna vez la gente lee el manual de instrucciones antes de probar un aparato? No. —Aseguró George con emoción, dispuesto a buscarle a Reynolds la mejor camisa que había en el armario con tal de que fuera a buscar a su chico de la cafetería.
Él recordaba que era buen amigo de Charlotte, al menos parecían bastante cercanos. Pero jamás se atrevería a preguntarle a Charlotte si su amigo estaba interesado en Reynolds, pues éste lo mataría.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Lo último que había querido era que George se sintiera culpable. Debió haber manejado esto mejor y no ceder a su presión de contarle lo sucedido, y eso que no le había dado detalles.
—No te preocupes, no es tan grave—dijo, aunque sintió la incomodidad de quien sabe que está diciendo una verdad a medias.
No tenía ni idea de qué tan grave sería.
A George no le faltaba razón en que debería ir a ver a a Brimsley. Al menos parecía entusiasmado con la idea de ayudarlo. Claro, que sus comentarios no ayudaban mucho. Arqueó una ceja al escucharlo decir que venía con manual de instrucciones.
—Vaya, George, ¿estás seguro de que eres mi amigo? —preguntó con ironía—. ¿Un manual de instrucciones? No soy tan complicado.
Lo decía en serio. Era una persona leal a sus amigos y que solo intentaba hacer lo correcto. No podía ser tan difícil de entender. Además, no había nada realmente malo con sus camisas. Empezaba a sentirse algo insultado. Aunque sí que era cierto que no tenía idea de cómo aproximarse de nuevo a Brimsley, pero George no era ningún experto.
Se removió inquieto. Sabía que su amigo quería ayudar. Tal vez había una forma.
—Podría pasarme más tarde por un café a su tienda —añadió—. Tal vez si te sientes mejor quieras ir conmigo.
Además, así si no le hablaba no se quedaría solo y patético con una orden de café que no tendría ánimo de tomar. Aunque no quería presionar a George a salir, sabía que a su amigo no le vendría mal algo de impulso después de un episodio para volver a exponerse a salir. Exposición de bajo riesgo. Además, como Charlotte era amiga de Brimsley, siempre cabía la posibilidad de que se apareciera por ahí, se la había encontrado más de una vez.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
George sintió una punzada de culpa cuando escuchó a Reynolds molestarse por su comentario. La verdad era que George no lo había dicho mala intención, tan sólo lo dijo para aligerar un poco la situación. Pero era evidente que no había funcionado, lo cual sólo quería decir que su amigo se estaba tomando muy en serio el tema del amigo de Charlotte. Eso era bueno, pero viniendo de Reynolds, éste podía convertir el asunto en una tragedia por ser demasiado obtuso.
El problema era que ahora menos que nunca podía decirle eso a la cara, o empeoraría la situación.
—Lo siento, no quise… sabes que no quise que sonara tan mal —dijo con voz queda, haciendo un gesto de disculpas uniendo ambas manos e inclinándose levemente hacia él—. Lo que realmente quería decir es que tú sueles ser… poco comunicativo. Eso hace que puedas parecer distante para la gente que no te conoce. Y para mí es frustrante verlo desde lejos porque sé que las apariencias engañan, cualquiera sería afortunado de lo que lo consideres su amigo. No te digo ya si te interesas en alguien para ser su pareja.
George no recordaba haberle conocido ningún novio, conquista, pareja, o nada que se le pareciera a Reynolds. Cuando eran adolescentes tuvo algunos besos con compañeros del colegio, pero nada realmente serio. Ahora que estaban en la universidad, quizás era el momento para que su amigo probara algo de vida amorosa. Esperaba que el fuera mejor que a él, al menos Reynolds no tenía secretos ocultos para nadie.
—Pero sí hablaba en serio cuando te dije que tienes que ir muy arreglado. Vamos a probar suerte en el armario, así haremos tiempo en lo que vas a buscarlo —George, sintiéndose particularmente animado, tiró a Reynolds del brazo y, sin darle derecho a réplica, lo llevó hacia su habitación. Reynolds debía tener algún resquicio de ropa decente, sino lo conseguía, George estaba dispuesto a prestarle su ropa, pues él tenía más camisas formales porque, tal y como Reynolds le decía, seguía teniendo gustos de anciano.
El problema era que ahora menos que nunca podía decirle eso a la cara, o empeoraría la situación.
—Lo siento, no quise… sabes que no quise que sonara tan mal —dijo con voz queda, haciendo un gesto de disculpas uniendo ambas manos e inclinándose levemente hacia él—. Lo que realmente quería decir es que tú sueles ser… poco comunicativo. Eso hace que puedas parecer distante para la gente que no te conoce. Y para mí es frustrante verlo desde lejos porque sé que las apariencias engañan, cualquiera sería afortunado de lo que lo consideres su amigo. No te digo ya si te interesas en alguien para ser su pareja.
George no recordaba haberle conocido ningún novio, conquista, pareja, o nada que se le pareciera a Reynolds. Cuando eran adolescentes tuvo algunos besos con compañeros del colegio, pero nada realmente serio. Ahora que estaban en la universidad, quizás era el momento para que su amigo probara algo de vida amorosa. Esperaba que el fuera mejor que a él, al menos Reynolds no tenía secretos ocultos para nadie.
—Pero sí hablaba en serio cuando te dije que tienes que ir muy arreglado. Vamos a probar suerte en el armario, así haremos tiempo en lo que vas a buscarlo —George, sintiéndose particularmente animado, tiró a Reynolds del brazo y, sin darle derecho a réplica, lo llevó hacia su habitación. Reynolds debía tener algún resquicio de ropa decente, sino lo conseguía, George estaba dispuesto a prestarle su ropa, pues él tenía más camisas formales porque, tal y como Reynolds le decía, seguía teniendo gustos de anciano.
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I. Rainy Season
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10.00AM
George
Aunque no fuera agradable oírlo, sabía que George tenía razón. Reynolds nunca había sido bueno comunicándose. Con George era diferente porque eran amigos desde pequeños. Pero nunca se le había dado bien la gente nueva. Era reservado y algunas personas dirían que mal encarado, así que eso no ayudaba a iniciar nuevas relaciones.
Pero verdad que no había sido así con Brimsley. No a propósito al menos. Algo debía haber hecho bien la noche anterior si había terminado besándolo. Pero no quería darle esos detalles a George o se sentiría peor de haberlo interrumpido.
Lo siguió con un suspiro resignado, dispuesto a dejarlo revisar todo su armario.
—Brimsley ya ha visto todo mi guardarropa—dijo, sin demasiada convicción de que eso cambiara la idea de George.
Pero era cierto. Reynolds pasaba casi todo los días por su cafetería, así que ya le había visto de todas las formas posibles, incluido el aspecto de estudiante estresado y trasnochado que necesitaba café. Así lo había visto la primera vez, y le había preparado un café que lo había devuelto a la vida. Luego lo había visto en la universidad y se había dado cuenta de que también estudiaba allí.
Después se había dado cuenta de que era amigo de Charlotte. ¿Por qué el mundo era tan pequeño?
Sin embargo, el impulso de George le estaba dando ánimo de ponerse en movimiento de nuevo. Tal vez su amigo tenía razón. Tenía que hacer algo. Solo que temía que no fuera suficiente.
—¿Entonces te sientes mejor? ¿Vendrás conmigo? —preguntó con duda—. Así si las cosas no salen bien no me quedaré ahí como un idiota.
Brimsley siempre había sido amable y profesional, pero Reynolds se temía que si estaba realmente molesto lo dejaría con su orden de café y la palabra en la boca. No sabría qué hacer si eso pasaba más que no volver por ahí de nuevo.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Brimsley todavía tenía algo de jaqueca, pero se tomó un par de analgésicos que solían contrarrestar el malestar antes de salir del apartamento que compartía con Charlotte. Su amiga, todavía adormecida, le había dicho que llegaría al final de su turno en la cafetería para que fueran a hacer las compras juntos. Con todo lo de la fiesta, se les había pasado la fecha de ir al supermercado y su nevera estaba tan poblada como un desierto.
Él se despidió de ella con una media sonrisa y le dijo que, por favor, terminara de preparar la lista de compras. A pesar de que Charlotte se comprometió efusivamente a hacerlo, Brimsley sabía que no lo haría. Así que aprovechó las horas bajas de la cafetería para anotar lo que hacía falta en una servilleta. Brimsley lo único que quería era volver a casa y dormir de manera decente, pero no podía darse ese lujo. El turno de esa tarde pagaba doble y necesitaba el dinero. Hasta ahora, Charlotte había sido muy amable con él, pero, aunque se estuviera ahorrando la renta, todo lo demás en esta maldita ciudad era muy caro.
En principio, el trabajo en la cafetería le vino como anillo al dedo. La paga era decente y le alcanzaba para cubrirse los gastos mínimos. Sin embargo, lo que nunca imaginó fue que se vería rodeado de universitarios ricachones que encontraban muy divertido meterse con él. Sabía que no todos eran así, Charlotte era prueba de ello, pero Brimsley detestaba a la gente con dinero que creía que estaba por encima de cualquier cosa.
Pero lo que más detestaba, era que él mismo flaqueó en su voluntad de mantenerse alejado de problemas. De verdad había creído, con cada visita de Reynolds, que era una buena persona. Reynolds no se parecía a ninguno de sus compañeros engreídos de la carrera. No sonreía a menudo, pero siempre fue uno de sus mejores clientes. No se dio cuenta cuándo acabaron hablando en uno de los pasillos de la universidad y lo demás fue historia.
Se permitió bajar la guardia en esa fiesta a la que jamás debió ir. El recuerdo de los labios de Reynolds le escocía en la piel, sobre todo porque el beso fue perfecto, pero luego él tuvo que irse a las prisas. Brimsley odió su maldita curiosidad, porque siguió a Reynolds, preocupado de lo angustiado que lo había visto. Pensó que, quizás, estaría dispuesto a aceptar su ayuda. Pero se quedó parado en medio de la fiesta mientras veía cómo Reynolds sostenía de la cintura a George. Conocía su nombre gracias a Charlotte, quien siempre hablaba de él a cada rato.
Brimsley recordaba el beso pero también la forma en que George abrazó a Reynolds en medio de la multitud y cómo éste le sostuvo de la cintura hasta sacarlo de allí. No recordaba haberse sentido tan estúpido en toda su vida.
—Buenas tardes, bienvenid… —Brimsley alzó la vista en automático, girándose hacia la puerta de entrada. Pero la bienvenida se le congeló en el rostro cuando vio que justo en la puerta estaba Reynolds quien, por supuesto, venía en compañía de George. Brimsley quiso tirarle la carta del menú en la cara y preguntarle cómo podía ser tan cruel de presentarse allí con su novio luego de haberle robado un beso en la fiesta. Esa clase de beso.
Él se despidió de ella con una media sonrisa y le dijo que, por favor, terminara de preparar la lista de compras. A pesar de que Charlotte se comprometió efusivamente a hacerlo, Brimsley sabía que no lo haría. Así que aprovechó las horas bajas de la cafetería para anotar lo que hacía falta en una servilleta. Brimsley lo único que quería era volver a casa y dormir de manera decente, pero no podía darse ese lujo. El turno de esa tarde pagaba doble y necesitaba el dinero. Hasta ahora, Charlotte había sido muy amable con él, pero, aunque se estuviera ahorrando la renta, todo lo demás en esta maldita ciudad era muy caro.
En principio, el trabajo en la cafetería le vino como anillo al dedo. La paga era decente y le alcanzaba para cubrirse los gastos mínimos. Sin embargo, lo que nunca imaginó fue que se vería rodeado de universitarios ricachones que encontraban muy divertido meterse con él. Sabía que no todos eran así, Charlotte era prueba de ello, pero Brimsley detestaba a la gente con dinero que creía que estaba por encima de cualquier cosa.
Pero lo que más detestaba, era que él mismo flaqueó en su voluntad de mantenerse alejado de problemas. De verdad había creído, con cada visita de Reynolds, que era una buena persona. Reynolds no se parecía a ninguno de sus compañeros engreídos de la carrera. No sonreía a menudo, pero siempre fue uno de sus mejores clientes. No se dio cuenta cuándo acabaron hablando en uno de los pasillos de la universidad y lo demás fue historia.
Se permitió bajar la guardia en esa fiesta a la que jamás debió ir. El recuerdo de los labios de Reynolds le escocía en la piel, sobre todo porque el beso fue perfecto, pero luego él tuvo que irse a las prisas. Brimsley odió su maldita curiosidad, porque siguió a Reynolds, preocupado de lo angustiado que lo había visto. Pensó que, quizás, estaría dispuesto a aceptar su ayuda. Pero se quedó parado en medio de la fiesta mientras veía cómo Reynolds sostenía de la cintura a George. Conocía su nombre gracias a Charlotte, quien siempre hablaba de él a cada rato.
Brimsley recordaba el beso pero también la forma en que George abrazó a Reynolds en medio de la multitud y cómo éste le sostuvo de la cintura hasta sacarlo de allí. No recordaba haberse sentido tan estúpido en toda su vida.
—Buenas tardes, bienvenid… —Brimsley alzó la vista en automático, girándose hacia la puerta de entrada. Pero la bienvenida se le congeló en el rostro cuando vio que justo en la puerta estaba Reynolds quien, por supuesto, venía en compañía de George. Brimsley quiso tirarle la carta del menú en la cara y preguntarle cómo podía ser tan cruel de presentarse allí con su novio luego de haberle robado un beso en la fiesta. Esa clase de beso.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Esto era una mala idea.
No sabía cómo había dejado que George lo animara a esto, pero ahí estaba, afuera del café, viendo por la ventana a Brimsley atender a los demás y recordando lo que había sido besarlo el día anterior. El mejor momento de su vida universitaria hasta el momento. No se lo había querido decir así a George, porque sabía que ya se sentía lo suficientemente culpable... pero su llamada había sido la pedida de ayuda más inoportuna de toda su vida también.
¿Qué se suponía que le diría a Brimsley? George había intentando animarlo a ensayar de camino pero le había resultado demasiado ridículo, así que lo había hecho descartar la idea. Ahora se arrepentía porque debería tener al menos una frase para abrir.
Iba a echar a perder esto cuando la fila se acabara. ¿Cierto?
Lo peor de todo era que mientras pensaba en todo ello, sabía que la expresión de su rostro no era la más amigable del mundo, pero apenas podía contener la ansiedad que tenía, no era como que tuviera fácil poner su mejor aspecto. Ni siquiera sabía cuál era ese. Según decía la gente siempre se veía serio y distante. Hasta George lo decía, a pesar de que sabía que no era así.
Inspiró profundo y siguió a George al interior del café, pero su amigo se movió con rapidez, dirigiéndose a su mesa, dejándolo ahí plantado en la puerta. O quizá era su culpa porque cuando vio a Brimsley no fue capaz de avanzar. Sintió un nudo en la garganta cuando Brimsley se interrumpió al mirarlo.
No quería hablarle. Tal y como había temido.
Volvió a inspirar profundo.
—Buenas tardes, venía por un café y... Quería hablar contigo —dijo de corrido.
Lo miró a los ojos, mientras se sentía altamente nervioso. Estaba seguro de verse estoico, pero sentía la garganta cerrada y las manos agarrotadas. Miró a su alrededor nervioso. El local estaba concurrido pero al menos Brimsley no estaba atendiendo solo.
—¿Tienes unos minutos? —preguntó, más por miedo a perder el impulso que porque se sintiera valiente. Luego pensó que era inapropiado y desvió la mirada. —Puedo esperar a que tengas un momento.
Tragó grueso y frunció el ceño, intentando mantener la compostura.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Brimsley se sintió ligeramente mareado, a tal punto que tuvo que apoyar ambas manos en el mostrador porque estaban temblando. Se aferró con fuerza a la madera del mostrador, antes de sopesar lo que acababa de escuchar de Reynolds. Su primer instinto fue decirle qué demonios iban a hablar, pero no podía hablar de malos modos en su lugar de trabajo, mucho menos a un cliente.
A pesar de que Reynolds se había burlado de él, en este momento no era más que un cliente como cualquier otro de la cafetería. Pero era difícil concentrarse sobre qué decir, o sobre tener buenos modales, cuando un par de metros más allá, dispuesto a buscar un buen sitio en los sofás de la cafetería, estaba George.
Brimsley hizo gala de toda su voluntad para no hacer una escena, por reprimir las lágrimas.
—Todavía falta más de media hora para que termine mi turno… —confesó, pues tampoco tenía caso negárselo. Si Reynolds deseaba hacerle una escena o algo por el estilo, quizás lo mejor era decirle la verdad. Aunque no dejaba de resultarle ridículo pues, ¿qué pensaba hacer Reynolds? ¿Esperarlo sentado al lado de George?
Quizás esto sólo significaba que pensaba disculparse porque el beso fue un error. En ese caso, Brimsley estaba dispuesto a limar asperezas y perdonarlo, siempre y cuando no se le ocurriera volver a cruzar palabras con él. Creía que ese, dadas las circunstancias, era un trato justo.
—¿Ya me vas a decir qué quieres ordenar? ¿Para ti y para… George? —Brimsley estaba al borde de un ataque de histeria, pero se atrevió a mencionar a George porque no podía creer que Reynolds se hubiera atrevido a venir con él.
Cómo era posible que una persona se besara con otra en una fiesta y al día siguiente llevara a su novio al lugar de trabajo de la persona con quien se besó en primer lugar. Parecía un guión de una pésima película. No tenía sentido.
—¿La orden? —dijo Brimsley, con labios apretados, presa de la angustia.
A pesar de que Reynolds se había burlado de él, en este momento no era más que un cliente como cualquier otro de la cafetería. Pero era difícil concentrarse sobre qué decir, o sobre tener buenos modales, cuando un par de metros más allá, dispuesto a buscar un buen sitio en los sofás de la cafetería, estaba George.
Brimsley hizo gala de toda su voluntad para no hacer una escena, por reprimir las lágrimas.
—Todavía falta más de media hora para que termine mi turno… —confesó, pues tampoco tenía caso negárselo. Si Reynolds deseaba hacerle una escena o algo por el estilo, quizás lo mejor era decirle la verdad. Aunque no dejaba de resultarle ridículo pues, ¿qué pensaba hacer Reynolds? ¿Esperarlo sentado al lado de George?
Quizás esto sólo significaba que pensaba disculparse porque el beso fue un error. En ese caso, Brimsley estaba dispuesto a limar asperezas y perdonarlo, siempre y cuando no se le ocurriera volver a cruzar palabras con él. Creía que ese, dadas las circunstancias, era un trato justo.
—¿Ya me vas a decir qué quieres ordenar? ¿Para ti y para… George? —Brimsley estaba al borde de un ataque de histeria, pero se atrevió a mencionar a George porque no podía creer que Reynolds se hubiera atrevido a venir con él.
Cómo era posible que una persona se besara con otra en una fiesta y al día siguiente llevara a su novio al lugar de trabajo de la persona con quien se besó en primer lugar. Parecía un guión de una pésima película. No tenía sentido.
—¿La orden? —dijo Brimsley, con labios apretados, presa de la angustia.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
Media hora.
No era tanto tiempo, aunque estaba dispuesto a esperar horas de ser necesario. Además, Brimsley parecía dispuesto a hablar con él, o no le hubiera dicho lo de la hora. Sin embargo, su rostro estaba muy serio y no parecía nada complacido de verlo. Comprensible, a como lo había dejado el día anterior.
Iba a decirle lo de que podía esperar cuando le pidió la orden. Parpadeó un par de veces mientras lo procesaba. Claro, no podía quedarse ahí media hora haciendo nada. Tenía que consumir para estar en el café.
—Ah. Cierto. Un capuccino para mí y para George un café negro con uno de esos de aguacate —dijo, señalando las tostadas en el menú.
No se molestó en ir a preguntarle, conocía las rutinas y gustos de su amigo. Sacó la tarjeta de su billetera rápidamente, no quería que eso los distrajera de lo importante.
—Puedo esperar —dijo atropelladamente. —A tu hora de salida, quiero decir.
Estaba siendo estúpido, lo sabía. Recordó las palabras de George sobre lo difícil de leer que era, así que intentó sonreír un poco. Pero no estaba seguro de que estuviera funcionando.
Miró a su alrededor para encontrar dónde se había sentado George. Había encontrado lugar junto a una ventana y veía hacia afuera, como si esperara a alguien. Seguro que estaba al pendiente de que apareciera Charlotte. Pero por su parte le alegró que se hubiera sentado aparte, se sentiría menos agobiado si el lugar se llenaba mucho.
—Estaré por allá—añadió, señalando hacia donde estaba su amigo.
Se alegró de no haber pedido nada de comer para él, porque tenía el estómago cerrado.
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II. Cloudy Feelings
Cafetería
3.15PM
Brimsley
En cuanto Reynolds le dijo su pedido, Brimsley se arrepintió de ser una persona civilizada. Por supuesto, Brimsley tomó el pedido y sintió su estómago encogerse cuando se dio cuenta de que tendría que ir hacia donde estaba sentado Reynolds con George para entregarles su pedido. Le hizo un gesto suave, una media sonrisa, esperando que al menos se retirara luego de que le tomara su pedido.
El pedido de Reynolds no era nada elaborado, el capuchino estaría listo en cuestión de minutos y las tostadas de George tampoco iban a tomar demasiado tiempo. Brimsley deseó ser una mala persona y colocar algo de salsa picante en las tostadas, pero no iba a perder su trabajo tan sólo porque Reynolds jugó con él.
Decía que estaba dispuesto a esperar a su hora de salida para hablar con él. Brimsley estaba dispuesto a escucharlo, pero no entendía por qué trajo a George para hablar con él. ¿Era algo propio de la gente adinerada? Quizás le contó todo a George y a éste no le había importado lo más mínimo el beso.
Brimsley no dejó de pensar en ello cuando se acercó con la bandeja. La maniobró con destreza a pesar de que estaba muy nervioso. Colocó la bandeja sobre la mesa circular que estaba frente a Reynolds y George. Miró al último de reojo, quien estaba sonriéndole, encantado de recibir sus tostadas.
—Buen provecho a los dos… —comentó con una sonrisa cortés, mientras regresaba con la bandeja vacía tras el mostrador. Tuvo que escucharlos reír desde donde estaban sentados y Brimsley tuvo que disimular cuando se le resbaló la bandeja de las manos. Deseó con todas sus fuerzas que Reynolds solo estuviera bromeando. Atendió al resto de los clientes lo mejor que pudo y se dedicó a limpiar las mesas que iban quedando vacías.
Sin embargo, pasó el tiempo y su hora de salida llegó por fin. Brimsley recibió a su compañera con una tensa sonrisa. April llegó a cubrir el próximo turno y él ya no tenía más remedio que enfrentar lo inevitable.
Brimsley salió del mostrador, pero se quedó rezagado, a varios metros de la mesa donde estaban sentados George y Reynolds. Como si hubiera aparecido llegada del cielo, la puerta de la cafetería se abrió y allí, toda sonrisas y gestos brillantes, estaba su querida Charlotte.
El pedido de Reynolds no era nada elaborado, el capuchino estaría listo en cuestión de minutos y las tostadas de George tampoco iban a tomar demasiado tiempo. Brimsley deseó ser una mala persona y colocar algo de salsa picante en las tostadas, pero no iba a perder su trabajo tan sólo porque Reynolds jugó con él.
Decía que estaba dispuesto a esperar a su hora de salida para hablar con él. Brimsley estaba dispuesto a escucharlo, pero no entendía por qué trajo a George para hablar con él. ¿Era algo propio de la gente adinerada? Quizás le contó todo a George y a éste no le había importado lo más mínimo el beso.
Brimsley no dejó de pensar en ello cuando se acercó con la bandeja. La maniobró con destreza a pesar de que estaba muy nervioso. Colocó la bandeja sobre la mesa circular que estaba frente a Reynolds y George. Miró al último de reojo, quien estaba sonriéndole, encantado de recibir sus tostadas.
—Buen provecho a los dos… —comentó con una sonrisa cortés, mientras regresaba con la bandeja vacía tras el mostrador. Tuvo que escucharlos reír desde donde estaban sentados y Brimsley tuvo que disimular cuando se le resbaló la bandeja de las manos. Deseó con todas sus fuerzas que Reynolds solo estuviera bromeando. Atendió al resto de los clientes lo mejor que pudo y se dedicó a limpiar las mesas que iban quedando vacías.
Sin embargo, pasó el tiempo y su hora de salida llegó por fin. Brimsley recibió a su compañera con una tensa sonrisa. April llegó a cubrir el próximo turno y él ya no tenía más remedio que enfrentar lo inevitable.
Brimsley salió del mostrador, pero se quedó rezagado, a varios metros de la mesa donde estaban sentados George y Reynolds. Como si hubiera aparecido llegada del cielo, la puerta de la cafetería se abrió y allí, toda sonrisas y gestos brillantes, estaba su querida Charlotte.
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3.15PM
Brimsley
Reynolds se felicitó a sí mismo por no haber pedido nada de comer porque no habría podido bajarlo. George había intentado hacerle liviano el tiempo, aunque debía confesar que no había puesto demasiada atención. Había estado observando a Brimsley todo el rato con disimulo, y la verdad estaba cada vez más convencido de que la conversación no iba a ser fácil.
Sintió un nudo en la garganta cuando notó que Brimsley empezaba a alistarse para irse. Ya había acordado con George que se verían más tarde en el apartamento, aunque le inquietaba un poco dejarlo en un espacio público solo. Por suerte en ese momento hizo su aparición Charlotte. No solo el rostro de George se iluminó como si hubiera salido el sol.
La chica por suerte también había visto a su amigo y había sonreído ampliamente. Se había detenido a saludar a Brimsley primero, y la escuchó decir que no podía ser que ya se fuera porque quería un café hecho por él. Sin embargo, luego se giró hacia ellos y pareció conformarse con quedarse a tomar su café con George.
—Te puedes dejar mi campo, yo ya me iba —le dijo Reynolds levantándose para dejarle su silla.
Luego miró a Brismley con la expectativa escrita en el rostro.
—¿Podemos hablar? —preguntó con duda, pues no sabía bien hacia dónde ir ni qué decir, debió pensar esto mejor. Ni siquiera Brismley había dicho explícitamente que fueran a hablar si lo esperaba, sin embargo, se acercó a él—Por favor.
Puso todas las esperanzas en su mirada, realmente esperaba que hablara con él. De otra forma, era él quien debía irse solo para el apartamento y esperar a ver cuándo regresaba George.
—Ah, está bien Brimsley, vete, no te esperaré temprano en casa—dijo Charlotte a su espalda, ya acomodada al lado de George.
Reynolds arqueó una ceja. Sabía que eran amigos pero no sabía que vivían juntos. Qué pequeño era el mundo...
Pero lo mejor era que daba por sentado que se iría con él. Y era su mejor amiga. Así que esperanza tenía de repente. Sin embargo, miró a Brimsley de nuevo esperando una respuesta.
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3.15PM
Brimsley
La aparición de Charlotte cambió el ambiente al instante. Su amiga soltó una carcajada cuando se acercó a George, quien parecía desvivirse por ella. Para Brimsley resultaba un escenario incómodo, pero a la vez curioso. Durante todo este tiempo había pensado que Reynolds y George tenían una relación. Casi siempre estaban juntos y, por lo que sabía, compartían un apartamento. Pero la manera en que George estaba mirando a Charlotte, lo hacía dudar de las conjeturas que había concluido a este momento.
En especial porque Charlotte se despidió de él con una sonrisa, haciendo ademán de llevarse a George con ella. Brimsley no pudo negarse, así que asintió con una sonrisa y se despidió de su amiga con un gesto en la cabeza. George también se despidió, a media voz, mientras era arrastrado por Charlotte hacia la salida de la cafetería. Escuchó también la voz de Reynolds, despidiéndose con algo de torpeza.
Cuando Charlotte y George se alejaron, a Brimsley le parecía que los dos estaban sonrojados, cada uno a su manera. Se quedó mirándolos hasta que se perdieron entre el resto de la gente que estaba caminando por la acera.
—Bien, yo… —cuando se giró hacia Reynolds, se dio cuenta de que estaban solos, pero seguían en su lugar de trabajo. Brimsley se sentía en desventaja, además, todavía estaba procesando todo lo que acababa de suceder—. Quizás no es bueno si hablamos justo aquí. Es… es mi lugar de trabajo y no quiero problemas. Tengo una buena jefa, pero no quiero que piense que estoy usando mi lugar de trabajo para… para asuntos personales.
Brimsley suspiró hondo y le hizo una señal a Reynolds, para que lo esperara un momento. Fue hasta la trastienda, donde guardaba sus cosas personales en su vieja y fiel mochila, para después caminar de regreso hacia la parte donde estaban las mesas. Reynolds seguía allí, de pie, prácticamente en la misma posición donde lo había dejado, como si fuera una estatua.
Cuando sus miradas se cruzaron, Brimsley se aferró con fuerza a las mangas de su mochila.
—Cruzando la calle está el parque de estudiantes… —comentó, con duda en su voz. No estaba seguro si era buena idea tener una conversación sobre lo sucedido en la fiesta en público. Pero, ¿qué otras opciones tenían? Reynolds no lo llevaría a su apartamento y seguro que Brimsley tampoco se le ocurriría hacer lo mismo. Quizás el parque era terreno neutral y, si las cosas se complicaban, siempre podía salir huyendo de allí.
Si ya había perdido la dignidad al besarse con él, salir huyendo tampoco representaría más deshonra.
En especial porque Charlotte se despidió de él con una sonrisa, haciendo ademán de llevarse a George con ella. Brimsley no pudo negarse, así que asintió con una sonrisa y se despidió de su amiga con un gesto en la cabeza. George también se despidió, a media voz, mientras era arrastrado por Charlotte hacia la salida de la cafetería. Escuchó también la voz de Reynolds, despidiéndose con algo de torpeza.
Cuando Charlotte y George se alejaron, a Brimsley le parecía que los dos estaban sonrojados, cada uno a su manera. Se quedó mirándolos hasta que se perdieron entre el resto de la gente que estaba caminando por la acera.
—Bien, yo… —cuando se giró hacia Reynolds, se dio cuenta de que estaban solos, pero seguían en su lugar de trabajo. Brimsley se sentía en desventaja, además, todavía estaba procesando todo lo que acababa de suceder—. Quizás no es bueno si hablamos justo aquí. Es… es mi lugar de trabajo y no quiero problemas. Tengo una buena jefa, pero no quiero que piense que estoy usando mi lugar de trabajo para… para asuntos personales.
Brimsley suspiró hondo y le hizo una señal a Reynolds, para que lo esperara un momento. Fue hasta la trastienda, donde guardaba sus cosas personales en su vieja y fiel mochila, para después caminar de regreso hacia la parte donde estaban las mesas. Reynolds seguía allí, de pie, prácticamente en la misma posición donde lo había dejado, como si fuera una estatua.
Cuando sus miradas se cruzaron, Brimsley se aferró con fuerza a las mangas de su mochila.
—Cruzando la calle está el parque de estudiantes… —comentó, con duda en su voz. No estaba seguro si era buena idea tener una conversación sobre lo sucedido en la fiesta en público. Pero, ¿qué otras opciones tenían? Reynolds no lo llevaría a su apartamento y seguro que Brimsley tampoco se le ocurriría hacer lo mismo. Quizás el parque era terreno neutral y, si las cosas se complicaban, siempre podía salir huyendo de allí.
Si ya había perdido la dignidad al besarse con él, salir huyendo tampoco representaría más deshonra.
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3.15PM
Brimsley
Miró con un poco de envidia cómo se alejaban George y Charlotte. Par ellos parecía tan fácil. Aunque no se engañaba, sabía bien que en el fondo su amigo tenía dudas sobre cómo compaginar su condición con una relación, pero no se torturaba con la idea. Reynolds, en cambio, sentía que todo se le hacía un mundo.
Asintió a todo lo que dijo Brimsley, dispuesto a esperarlo lo que fuera necesario. Tenía sentido no hablar en su trabajo, y cuando propuso el parque tampoco se negó. Era una buena idea que fuera un espacio abierto donde si alguno no se sentía cómodo se pudiera que ir. Igual puso la vista en una banca un poco alejada, porque tampoco quería que alguien escuchara su conversación.
Sin embargo, ahora que estaban ahí no sabía bien por dónde empezar. Suponía que no estaba de más disculparse de nuevo.
—Realmente lamento como me fui anoche —dijo de golpe, sin saber cómo introducir el tema. —No quería irme, pero... bueno, tuve que hacerlo. Hubiera preferido quedarme.
Ojalá no le preguntara por qué había tenido que irse. No quería mentirle pero tampoco podía ir revelando un secreto que no era suyo. Lo miró a los ojos. Pensó en sonreír, pero se dijo que esto era serio, así que en su lugar frunció ligeramente el ceño intentando mantener la compostura.
—Si puedes perdonarme por eso, me gustaría que saliéramos un día —añadió en un ataque de valentía. Ya que había empezado a hablar mejor lo decía todo—Si tú quieres.
Listo. Ahora Brimsley le diría que no le interesaba y todo terminaría. Podría volver a casa a lamerse las heridas antes de que George volviera radiante de haber pasado la tarde con Charlotte.
O quizá, solo quizá, la vida decidiría sonreírle al menos un momento.
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3.15PM
Brimsley
Brimsley siguió los pasos de Reynolds hasta una banca vacía más alejada del centro del parque. Sin embargo, le pareció curioso que ninguno de los dos parecía dispuesto a sentarse. Era casi como si quisieran decir que esperaban pasar poco tiempo allí. Brimsley al menos tenía claro que quería huir, pero no sabía qué le parecía la actitud de Reynolds. Era evidente que estaba incómodo, por lo que quiso decirle que podía irse si tanto quería.
Pero una voz en su interior, bastante parecida a la de Charlotte, le dijo que no se precipitara. Brimsley solía ser demasiado sentimental, su amiga le recordaba que debía de tener más sangre fría para actuar en ciertas situaciones.
Era una lástima no ser más parecido a su querida amiga, seguro que a Brimsley le iría mucho mejor.
Lo que no esperó fue escuchar unas disculpas, Brimsley alzó la vista hacia él, mirándolo con sorpresa mal disimulada.
—Reynolds, escucha, no tienes… —Brimsley apretó los labios, dándose cuenta que no era eso lo que quería decir. Por supuesto que es idiota tenía que disculparse con él—. En realidad, tienes razón, no estuvo bien que te fueras sin darme ninguna explicación, ¿sabes? Pensé que… quiero decir, creía que te la estabas pasando bien conmigo, pero de pronto te fuiste. ¿Qué querías que pensara?
Brimsley se quedó a cuadros cuando lo escuchó decir que podían salir de nuevo. Juntos. ¿Era esto una broma? ¿Qué había de él y George? ¿Significaba eso que no eran pareja? Empezaba a sospechar que se había hecho una historia demasiado dramática en su cabeza, pero sí que era cierto que se fue de la fiesta, que lo dejó botado, por George.
—Antes de decidir si puedo perdonarte o no, me gustaría saber por qué. ¿Por qué te fuiste así de fiesta? Me besaste, no lo imaginé, ni te obligué a hacerlo. Significa que te gustaba lo bastante mi compañía como para que nos diéramos un beso. ¿Por qué te fuiste entonces? Quiero saberlo —si iba a considerar tener una cita con él, lo mínimo que le debía era algo de sinceridad. No podía salir con alguien que fuera a dejarlo botado también en una cita.
Brimsley entonces tomó la decisión de sentarse en la banca. Estiró las piernas, en una postura relajada y dio dos palmadas en el espacio vacío que había allí, junto a él, invitando a Reynolds a sentarse.
—Te escucho.
Pero una voz en su interior, bastante parecida a la de Charlotte, le dijo que no se precipitara. Brimsley solía ser demasiado sentimental, su amiga le recordaba que debía de tener más sangre fría para actuar en ciertas situaciones.
Era una lástima no ser más parecido a su querida amiga, seguro que a Brimsley le iría mucho mejor.
Lo que no esperó fue escuchar unas disculpas, Brimsley alzó la vista hacia él, mirándolo con sorpresa mal disimulada.
—Reynolds, escucha, no tienes… —Brimsley apretó los labios, dándose cuenta que no era eso lo que quería decir. Por supuesto que es idiota tenía que disculparse con él—. En realidad, tienes razón, no estuvo bien que te fueras sin darme ninguna explicación, ¿sabes? Pensé que… quiero decir, creía que te la estabas pasando bien conmigo, pero de pronto te fuiste. ¿Qué querías que pensara?
Brimsley se quedó a cuadros cuando lo escuchó decir que podían salir de nuevo. Juntos. ¿Era esto una broma? ¿Qué había de él y George? ¿Significaba eso que no eran pareja? Empezaba a sospechar que se había hecho una historia demasiado dramática en su cabeza, pero sí que era cierto que se fue de la fiesta, que lo dejó botado, por George.
—Antes de decidir si puedo perdonarte o no, me gustaría saber por qué. ¿Por qué te fuiste así de fiesta? Me besaste, no lo imaginé, ni te obligué a hacerlo. Significa que te gustaba lo bastante mi compañía como para que nos diéramos un beso. ¿Por qué te fuiste entonces? Quiero saberlo —si iba a considerar tener una cita con él, lo mínimo que le debía era algo de sinceridad. No podía salir con alguien que fuera a dejarlo botado también en una cita.
Brimsley entonces tomó la decisión de sentarse en la banca. Estiró las piernas, en una postura relajada y dio dos palmadas en el espacio vacío que había allí, junto a él, invitando a Reynolds a sentarse.
—Te escucho.
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3.15PM
Brimsley
Brimsley no había salido corriendo y estaba dispuesto a hablar. Ya había llegado más largo de lo que había pensado. Pero estaba enojado y quería explicaciones, que era lo mínimo que podía esperar después de su comportamiento la noche anterior. Inspiró cuando lo escuchó decir que había creído que se la estaba pasando bien con él.
Claro que sí.
Habían sido probablemente uno de los mejores momentos de su vida universitaria. No solo porque Brismley besaba muy bien, sino porque había fantaseado muchas veces con ese momento y apenas se había podido creer que se hubiera hecho realidad.
Luego, por supuesto, todo había sido demasiado bueno para ser verdad. No podía durar.
—Sí que me la estaba pasando bien contigo —afirmó de inmediato, no quería que dudara de eso. —¿Cómo podía no hacerlo? Eres increíble y al fin tenía la oportunidad de estar a solas contigo.
Se contuvo de confesar que le había sido difícil procesar que al fin habían llegado a ese punto después de tomar en esos meses más café del que había tomado el resto de su vida.
Pero ahora le estaba pidiendo una explicación que no podía dar de manera completa sin revelar el secreto de George, y no podía hacerle eso. Tenía que medir bien sus palabras, y rezar para que a Brimsley le pareciera suficiente explicación.
Frunció el ceño y tomó asiento en la banca tras ellos. No tenía sentido seguir ahí de pie, y, si Brimsley no aceptaba su invitación, podía solo dar media vuelta e irse.
—La estaba pasando bien contigo, y esperaba poder quedarme contigo el resto de la fiesta, de verdad que era mi intención —añadió. —Pero... Ocurrió una emergencia, ¿de acuerdo? Me llegó un mensaje y tuve que irme porque alguien me necesitaba. Me necesitaba en ese momento, no era algo que pudiera posponer. No quería dejarte, pero soy una persona fiel a mis amigos, y si alguien me necesita voy a responder, aunque tenga que hacer sacrificios. Realmente lo siento.
Por poco le preguntó si podía perdonarlo, si esa explicación le era suficiente, pero se limitó a mirarlo a los ojos, rogando por una respuesta positiva de su parte.
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