Cada cosa que Wang decía, encendía más sus alarmas. Tenía toda la razón en haber venido y, sobre todo, Declan no descansaría tranquilo hasta dejarlo en casa y asegurarse de que nadie los hubiera seguido.

Suspiró hondo y negó con la cabeza, mientras buscaba las llaves de  su auto en el bolsillo de su chaqueta. Tara no era una ciudad para fiarse, ni para ser poco paranoico. El peligro acechaba en cada esquina, sobre todo desde rostros conocidos, que eso era lo más peligroso de todo.

Nunca se sabía quién te podía traicionar. Declan tenía suerte de haber encontrado a Adam, en quien confiaba ciegamente. Ahora, Declan le debía la misma lealtad a Wang, no podía exponerlo. No había nada que valiese la vida de una persona, ni siquiera una maldita investigación policial.

Eso Declan lo había aprendido de la peor manera.

—En esta maldita ciudad lo más prudente es tener miedo, ser un temerario no te lleva a ningún sitio. Así que no te preocupes, hiciste bien —quiso repetírselo mil veces, para asegurarse de que se le quedaba grabado en la cabeza. No quería que Wang creyera que lo estaba incomodando, pues entonces no volvería a acudir a él.

Cuando llegaron al estacionamiento, Declan se giró en ambas direcciones, buscando cualquier movimiento sospechoso. Pero todo estaba quieto a su alrededor. Eso también era un problema, había demasiada quietud. El silencio era ensordecedor, no le gustaba para nada.

Declan abrió el auto y sólo caminó hacia su puerta hasta que Wang estuvo dentro.

—No quiero escuchar más tonterías, por supuesto que te llevo a casa —dijo Declan, sentándose en el asiento del conductor. Miró a Wang de reojo, quien todavía parecía nervioso—. Ponte el cinturón de seguridad, este año no llevo ninguna multa de tránsito y pretendo llegar limpio a fin de año.

Aquello último lo dijo con una sonrisa, como para amenizar el ambiente, antes de encender el auto y enfilar fuera del estacionamiento.

Declan se sintió un poco avergonzado porque, al parecer, Wang se sentía en deuda con él lo suficiente para hacerle de cenar. Quiso decirle que no era nada, pero tampoco quería despreciar sus buenas intenciones. Después de todo, eso hacía falta en esta maldita ciudad. Buenas intenciones.

Declan recordaba bastante bien dónde vivía Wang, nunca lo había llevado hasta allí, pero tenía buena memoria y además conocía al dedillo esa zona de la ciudad. Salió del estacionamiento y se fijó en el retrovisor varias veces hasta que llegaron al primer semáforo. Todavía era de día, así que era fácil saber que nadie los estaba siguiendo.

De momento, parecía que el peligro había pasado.

—Con pedir a domicilio estará bien, mientras llegues a casa sano y salvo. Por eso no te preocupes, soy un hombre de paladar simple —comentó con una sonrisa, echando otro vistazo al retrovisor, solamente para cerciorarse que su paranoia no lo estaba traicionando—. Mira, hace mucho que entendí que no puedo salvar a todas las personas de esta ciudad, pero si tú sabes que puedes recurrir a mí, no dejes de hacerlo.

Declan decía la verdad, ni siquiera había sido capaz de proteger a su propia familia. Todavía la escocía en el pecho cuando pensaba en Anne y en su pequeña hija. Ni siquiera la habían inscrito en el jardín de niños. Inspiró hondo, espantando los recuerdos, porque no tenía caso volver a pensar lo mismo una y otra vez. Eso no las devolvería a la vida.

Tenía que concentrarse en el presente y en lo que haría ahora. Iba a proteger a Wang, porque no estaba dispuesto a cometer el mismo error dos veces.

Cuando llegaron frente al apartamento de Wang, Declan se estacionó pero colocó una mano sobre el hombro de Wang, para impedir que se quitara el cinturón de seguridad.

—Espera un instante… —dijo, verificando de nuevo que no los seguían. Luego, volvió a mirarlo—. Wang, voy a bajarme yo primero y quiero que luego vayas delante de mí. Sólo por si acaso, deja que sea yo quien abra la puerta del apartamento.

Declan no pudo evitar reírse cuando el pobre Wang dijo que no esperaba visitas, que por favor lo disculpara. Se notaba que Wang nunca había ido a su apartamento, que más bien parecía un museo que una casa. Negó con la cabeza, mientras volvía a mirar lo que había a su alrededor. Sí era cierto que había cosas sobre el sofá y que el desorden se esparcía un poco por el resto de la sala, pero en realidad no era nada grave. Su apartamento había tenido peores momentos, Declan no se espantaba fácilmente.

Alzó ambas manos, en señal de rendición, para que Wang no pensara que estaba burlándose de él.

—No te preocupes, lo que pasa es que no has ido a mi casa. Este es un desorden aceptable, considerando que debes pasar buen aparte de tu día en el hospital. Así que no te preocupes… —Declan pronunció la sonrisa, suavizando un poco la expresión. Se encogió de hombros, pues quería dejar atrás el tema de que Wang le estaba agradecido. En realidad, no creía que estuviera haciendo nada fuera de lo común. Después de todo, Wang le estaba ayudando con su investigación, estaba arriesgándose por él, cuidarlo era su responsabilidad—: Por favor, no vuelvas a decirlo así. Es lo mínimo que puedo hacer por ti. No olvido que te estás arriesgando por mí.

Declan extendió la mano en dirección a Wang, colocándola sobre su hombro. Cuando sus miradas chocaron, Declan sintió cómo una sensación extraña se le acumulaba en el pecho. Era como una tonada rítmica, quizás porque Wang estaba un poco más cerca de la cuenta.

Reaccionó segundos más tarde, recordando que Wang le había hecho una pregunta.

—Bueno, si tienes algo de cerveza no voy a negarme —dijo, mientras daba un paso atrás, devolviéndole a Wang su espacio personal.

Declan no estaba seguro por qué se sentía de pronto incómodo. Era Wang quien le estaba diciendo todo aquello. Se conocían desde hacía mucho tiempo y estaban trabajando juntos porque tenían confianza el uno en el otro. Eso era todo. Sin embargo, era la primera vez que estaba en casa de Wang, que estaban completamente solos en un ambiente íntimo, a diferencia del hospital, la comisaría o el bar donde se veían con frecuencia.

Quizás era que su relación estaba cambiando luego de esta tarde, y Declan no era la mejor persona lidiando con los cambios drásticos. Sobre todo porque, además de Adam, Wang era la única persona en la que Declan se podía permitir confiar.

—La comida italiana nunca cae mal, estaré encantado. ¿Dónde está la cerveza? Puedo buscarlo yo mismo, no te preocupes —dijo mientras se aproximaba con cuidado a la cocina. Escuchó los pasos de Wang detrás de él, quien quizás lo seguía muy curioso—. En realidad, no sé si te lo he dicho, pero la italiana suele ser mi favorita. Fue la primera cosa que aprendí a cocinar, de hecho, creo que es lo único decente que puedo cocinar hoy día.

A su hija le encantaba cuando Declan le hacía spaguettis con albóndigas, ella decía que era su comida favorita en todo el mundo. En las extrañas ocasiones en las que Declan estaba en clase temprano entre semana, nunca dejaba que Anne se hiciera cargo de la cena, lo hacía él, tan sólo para ver la cara emocionada de su pequeña.

Quizás hablar de la pasta no fue lo más inteligente en este momento. Cuando colocó la mano en la puerta de la nevera, se giró en dirección a Wang antes de abrir.

—¿Me vas a leer el menú o vas a sorprenderme? Porque cualquier tipo de pasta siempre es bienvenida. Puedes escoger tú, si quieres, ya que me estás invitando.

La pregunta de Declan flotó en el ambiente y él acabó con una sonrisa, le parecía que entonces la tensión había disminuido entre los dos. Se sintió aliviado, pues no deseaba que entre él y Wang se pusieran las cosas incómodas. Eso era lo último que necesitaba en este momento.

Miles sabía que estaba siendo imprudente. Todavía le dolía el costado, habían pasado tan sólo unos cuantos días desde que intentaron atracarlo en plena calle. Había sido demasiado afortunado de que Hammond hubiera estado por ahí y decidiera apiadarse de él. Por eso, ese día decidió seguir a los tipos que estaban tras Wang a plena luz del día. Para su sorpresa, Wang no fue directamente hacia su casa, sino que se desvió en la comisaría. Miles soltó un respingo al comprobar que salía de allí con un policía, quien además lo había llevado en coche a su casa.

Entonces sí que era cierto que Wang estaba saliendo con ese tipo. Con Ratchford. Miles sintió angustia de sólo pensarlo, porque eso significaba que los hombres de su padre no tardarían en atar cabos. El doctor Wang estaba en peligro real.

Les había seguido, manteniéndose a una distancia prudente. Necesitaba advertirle a Wang lo que estaba pasando, pero si entraba por la entrada principal del edificio, los hombres de su padre se darían cuenta. Así que Miles optó por subir por la escalera de incendios. Había ido otras veces a casa de Wang, así que sabía bien cuál era el piso en el que tenía que detenerse. Observó desde la ventana por un instante. Wang estaba de espaldas y, desde allí, Miles alcanzaba a ver la silueta del policía.

Tocó la ventana, con cuidado, para llamar la atención de Wang. Al principio éste no pareció darse cuenta, pero después volvió a tocar, un golpe seco y firme, para que Wang se volteara hacia él. Miles le regaló una sonrisa tensa, pero se inclinó hacia el marco de la ventana y la forzó hasta abrirla.

El hueco era pequeño, pero Miles era experto, así que no tuvo muchos problemas en caer sobre el piso del apartamento. Eso sí, el brazo y el costado le volvieron a doler, pues seguía algo adolorido. Lo primero que notó, después de la expresión cálida de Wang, fue cómo Ratchford había desenvainado su pistola y le estaba apuntando.

—¡No estoy armado! —exclamó, aunque luego se dijo que estaba mintiendo, porque sí llevaba su cuchillo consigo. Alzó ambas manos en señal de rendición—. ¡No busco problemas, lo juro! Wang, sólo… sólo necesitaba hablar contigo.

Lo miró desesperado, sin moverse de su posición. No quería que le dispararan gratuitamente, pero miró a Wang a los ojos. Esperaba que él sí le creyera.

Miles reconocía que ésta no había sido la más brillante de sus ideas. Quizás hubiera sido preferible enfrentarse a los hombres de su padre con alguna excusa, a que el policía ese lo estuviera apuntando con esa pistola. Se sintió avergonzado cuando Wang lo defendió, pero también muy agradecido. Miles no se equivocaba al pensar que el doctor era la mejor persona de toda esta apestosa ciudad.

Tomó la mano de Wang con firmeza cuando éste lo ayudó a levantarse.

Le sonrió apenado, para después mirar al policía. Ratchford no había bajado el arma, lo cual era una pésima señal. Tragó en seco y volvió a alzar las manos, en señal de rendición.

—Vine a hablar contigo, Wang. Están siguiéndote —explicó, con voz ahogada, viendo cómo la expresión de Wang cambiaba al escuchar aquello—. Desde hace días. Quería decírtelo desde entonces, pero era muy arriesgado, no quería acercarme y levantar sospechas. Estaba… estaba preocupado por ti. Dicen que… dicen que estabas saliendo con un policía, no sabía si era cierto.

Quería decírselo, que su padre sospechaba que estaban hurgando de más en el tema de los medicamentos y que querían acabar con su novio. Que él también estaba en peligro. Sin embargo, cuando dio un paso al frente, vio cómo Ratchford volvía a apuntarle con el arma. La mirada que éste le lanzó lo dejó helado. Ese tipo no estaba bromeando, realmente estaba dispuesto a dispararle. Y era un policía, de seguro que tenía buena puntería. Podría matarlo desde esta distancia.

—¡Eres el mocoso de Cobbert! —dijo Ratchford, mirándolo como si Miles fuese escoria. Él palideció al escucharlo, pues Miles no iba a negarlo a estas alturas. No mentiría frente a Wang, pero que lo hubiera reconocido no estaba ayudando a su situación—. ¡Quédate donde estás!

Miles retrocedió, pero la pared le impidió el paso. Estaba atrapado y con lo único que podía contar, era con que Wang fuera lo bastante convincente con su novio policía para que éste decidiera perdonarle la vida. Miles estaba asustado, pero no pensaba irse hasta que a Wang le quedara claro que tenía que irse con cuidado. No quería que a él le pasara nada y, aunque le estuviera apuntando con una pistola, si le pasaba algo a ese policía , Wang iba a sufrir. Miles no tenía suficiente influencia entre su padre y las decisiones que éste tomaba, así que sólo le quedaba tratar de advertirle a Wang.

A pesar de lo aterrado que estaba, Miles sí que estaba prestando atención a lo que Wang estaba hablando con Ratchford. Entonces sí que sospechaban que los estaban siguiendo, al menos le estaban creyendo a Miles incluso si eso comprometía la imagen precaria que debía de tener ante el policía. Por lo que sabía, lo que más fastidiaba a su padre, era que el policía que estaba hurgando en sus asuntos era incorruptible. Había pocos así en la fuerza policial, Miles lo sabía. Ratchford. Burrows. Esos nombres eran una pesadilla para su padre y el resto de los mafiosos de la ciudad.

Con mayor razón para que él y Wang se anduvieran con cuidado. Incluso si Ratchford intentaba pegarle un tiro, Miles se los tenía que decir.

—Hace unos días llegó un cargamento de medicamentos al puerto. Yo… no estoy muy seguro de cuál es la ruta de los mismos hasta las farmacéuticas o el hospital, pero le deja a papá mucho dinero. Realmente mucho dinero. Si interfieren con eso, se enfadará… —Miles sabía que ya había dicho suficiente información para que su padre lo despellejara vivo, pero si vino hasta aquí y subió las escaleras de incendio, tenía que llegar hasta el final. Miró a Wang, con gesto suplicante—. Les pueden hacer daño. Ya los está vigilando, por favor, lo que sea que estén investigando o haciendo, tienen que detenerse. Wang, yo… no quiero que te pase nada.

Miles se sentía un poco ridículo al estar diciendo aquello justo cuando tenía a Ratchford, que estaba saliendo con Wang, apuntándole con una pistola.

—¿Cómo sé que no estás aquí porque te mandó tu padre, mocoso? —preguntó Ratchford con cara de pocos amigos—. Eres su hijo. ¿Me voy a creer que viniste aquí porque eres buena persona? A Cobbert le gusta el juego sucio y sabe que Wang jamás le negaría ayuda a un niño roto o desvalido. ¿Acaso crees que soy estúpido?

Miles sabía que lo que estaba diciendo no era cierto pero había algo en el tono del policía que le encogió el estómago. Negó con la cabeza, mientras tenía un nudo en la garganta. Miró a Wang, por última vez, con expresión suplicante.

—Vete de aquí antes de que me arrepienta. No te quiero ver cerca ni merodeando, ¿me entendiste?

Cuando Declan vio cómo el mocoso de Cobbert se alejó, saliendo de nuevo por la ventana, su primer instinto fue guardar la pistola y acercarse hasta el marco de la misma, tan sólo para comprobar que de verdad se hubiera ido. La ventana daba justo a la escalera de incendios, si no había sido difícil para el mocoso meterse y, según él, tenía buenas intenciones, no quería ni imaginarse lo que podía hacer la gente que tenía malas intenciones.

Quiso decirle a Wang que iba muy en serio al decirle al mocoso que se mantuviera alejado, pero cuando se volteó en dirección a él, éste estaba de rodillas en el suelo. Aquel simple gesto le hizo dar cuenta de lo que estaba haciendo: Declan no tenía el más mínimo temor a la muerte, lo había perdido todo, si él moría mañana con toda probabilidad la única persona que lo lloraría sinceramente sería Adam.

Pero ahora estaba arrastrando a Wang a su espiral de autodestrucción.

Si le pasaba algo a Wang, nunca se lo perdonaría. Así que, con la certeza de aquello, tomó una decisión.

—Wang… —Declan bajó su tono de voz, olvidándose por un instante del tono tajante que usó minutos antes. Se arrodilló frente a él, buscando su mirada—. Necesito que te olvides de ese mocoso por un segundo y empieces a pensar en tu seguridad. Lo siento, cuando te pedí que me ayudaras en esto… jamás pensé que terminaríamos así. No puedo dejarte aquí, ¿entiendes? Me volvería loco si algo te pasa, no puedo… no puedo volver a pasar por esto.

Declan suspiró hondo, pensando que, si Adam lo escuchaba hablando en ese tono, lo regañaría. No le gustaba cuando entraba en ese limbo de autocompasión. Declan nunca hablaba abiertamente de Anne y Sophie, pero las tenía presente cada día. Cada vez que respiraba, recordaba que él estaba vivo y ellas no, gracias a su imprudencia.

—Te llevaré a casa. A mi apartamento —aclaró, extendiendo una mano hacia él para ayudarlo a levantarse—. Este sitio ya lo tienen marcado y está vulnerable. No vas a pasar la noche aquí.

Esperaba haber sido lo bastante firme, para que Wang supiera que no iba a cambiar de opinión.

Declan debió imaginarse que Wang se negaría a ir hasta su casa. No podía decir que no lo entendiese: Wang estaba acostumbrado a ser independiente, debía de tener turnos y horarios muy particulares en el hospital, así que de seguro que no le resultaría fácil irse de pronto a vivir a otro sitio, que además no era suyo. Sabía que era una queja razonable, pero Declan no pensaba ceder.

Iba a llevárselo a su casa, porque la alternativa era montar guardia allí durante horas, lo cual no tenía sentido alguno. Declan iba a cuidar de Wang y no había discusión sobre ese asunto.

—Wang, escucha, entiendo que no quieras, lamento mucho tener que sacarte de tu comodidad y de tus rutinas, pero si nos están vigilando, no puedo dejarte solo —dijo Declan con voz calmada. Trató de sonar razonable, de no regañarlo como si fuera un niño, pues sabía que Wang era una persona prudente, que no iba a arriesgarse de manera absurda. Pero Declan sabía que no podían ser poco cuidadosos, sobre todo si estaban lidiando con alguien de la talla de Lucius Cobbert—. Escucha, incluso si de verdad te fías que tu mocoso Miles estaba diciendo la verdad, lo que nos dijo ya es lo bastante grave. Cobbert es un pez gordo, si te está vigilando, de seguro sus hombres pueden tener órdenes de hacerte algo en cualquier momento. Ya vimos que tu apartamento es vulnerable.

Esperaba que entendiese lo que quería decir, así que Declan se acercó hacia él y le tomó del rostro. El tacto de Wang siempre era cálido, él le sacaba unos cuantos centímetros, así que siempre tenía el rostro del médico mirándolo hacia arriba. A Declan le gustaría explicarse mucho mejor, pero no quería entrar en detalles, no era el momento de hablar sobre su viudez y la muerte de su única hija. Ahora lo más importante era asegurarse de que Wang estuviera en un lugar seguro.

—Hagamos un trato —dijo Declan, tratando de sonar razonable—. Vamos a mi casa esta noche y luego con calma pensaremos qué hacer con esto. Pero no te puedes quedar aquí, es peligroso y no voy a arriesgarte. ¿Entiendes? No quiero que te pase nada.

Declan no soltó a Wang en ningún momento, esperaba que lo entendiese. Aunque era obvio que lo más práctico para él era que se quedara en su casa de tiempo indefinido, podía valorar otras opciones que dejaran a Wang más tranquilo. Lo que no iba a consentir era dejarlo solo aquí en este apartamento, que ya tenía una ventana rota.

Declan suspiró hondo, sintiéndose un poco más relajado cuando vio que Wang iba a ceder. La verdad era que a él tampoco le hacía mucha gracia tener que sacar a Wang de su rutina y ver cómo se acoplaban entre los dos en su apartamento. Pero prefería esa incomodidad a tener que preguntarse cómo estaría Wang cuando llegaba solo a casa.

No había nada más primordial que salvaguardar a Wang y mantenerlo seguro. Lucius Cobbert no iba a ganarle esta partida, no pensaba concederle nada más a la maldita mafia que manejaba esta ciudad.

—Lucius Cobbert de todas formas iba a encontrar la manera de meterse conmigo, era cuestión de tiempo. Soy uno de los pocos policías que no le tiene miedo y que está dispuesto a plantarle cara. Así que no te sientas tan culpable, hiciste lo correcto al hablar conmigo ese día. ¿Qué si hubieras ido con alguno de sus hombres? Quizás te habrían amenazado antes.

Además, Declan no descartaba su teoría de que Lucius había mandado a su hijo a vigilar a Wang. Era una coartada perfecta, Miles era un chico joven, que tenía un aspecto vulnerable, era el tipo de persona a la que Wang no le negaría ayuda y que, además, acabaría preocupado por él en un terreno más personal. Sin embargo, prefirió no hacer ningún comentario al respecto. No tenía pruebas y, por lo que había visto, Wang parecía profesar cariño por aquel mocoso.

Declan no sabía bien cómo sentirse al respecto, Wang había defendido a Miles con mucha devoción, pero prefería no hacer preguntas incómodas después de todo lo que habían pasado los últimos minutos.

—Vamos a empacar hoy tu ropa y tus cosas de higiene personal —dijo Declan, suavizando un poco la expresión—. Mañana vendremos por lo demás. Por ahora no perdamos más el tiempo. Lo de la cama o el sofá podremos discutirlo en el camino.

Aunque, en el fondo, sabía que no había ninguna discusión. Él dormiría en el sofá y Wang descansaría en su cama, pero no pensaba abrir ese tema de conversación hasta que éste hubiese empacado todo lo necesario para irse de ahí cuanto antes.

Domingo era el único día que Declan se permitía alejarse del trabajo y ocupar su tiempo en algo parecido al ocio. Normalmente eso implicaba dormir un par de horas más de lo normal, hacer las malditas compras de la despensa semanal y, si el horario se lo permitía, coincidir con Adam en algún sitio. Pero ahora su amigo, después de la última conversación que tuvieran, tenía asuntos que arreglar y él, por primera vez en mucho tiempo, tenía compañía un domingo en la mañana.

Ese día Wang tampoco tenía turno en el hospital, así que estaba en casa. Todavía estaba dormido porque anoche acabó su turno pasada la medianoche. Declan lo sabía porque él mismo fue a buscarlo y, para cuando llegaron, eran casi la una de la madrugada. Wang estaba tan cansado que no volvió a discutirle sobre el uso del sofá y simplemente se dejó caer en la cama de Declan. Estaba seguro que no tardó más que un par de minutos en dormirse.

Declan había preparado el desayuno, lo bueno de que Wang estuviera en su casa era que se había obligado a sí mismo a alimentarse con algo más que cereal y leche por las mañanas. Si tenía un invitado no podía mal nutrirlo, ni tampoco que pensara que se alimentaba de pura basura. Le había dejado el tocino, los huevos y tostadas sobre la sartén, aunque no pensaba que Wang demoraría tanto en despertar. Al menos recalentar el café no era tan grave.

Estaba sentado en el desayunador, terminándose el segundo café de la mañana, mientras revisaba el periódico, cuando escuchó las pisadas de Wang aproximarse por el pasillo.

—Buenos días… —Declan lo saludó con una media sonrisa. Wang todavía tenía expresión adormilada y le parecía que el pijama le quedaba más holgado de la cuenta. Declan creía que lucía adorable así, con el pelo revuelto. Si Adam pudiera leerle la mente, le diría que ese era precisamente el tipo de pensamientos que no debería tener por Wang—: Todavía queda café y sobró algo de lo que hice para el desayuno, por si quieres.

Declan estuvo a punto de decirle que podía botarlo si sabía mal. Él sabía que no era el mejor cocinero del mundo, pero Wang empezaba a hacerlo dudar, porque hasta ahora se había comido todo de lo que Declan había hecho. Aunque, hasta ahora, tampoco habían tenido demasiado tiempo para convivir con calma, Declan había tenido una semana cargada de trabajo, mientras mantenía vigilancia sobre los hombres de Lucius Cobbert, y Wang también tuvo muchísimos turnos rotativos. Este domingo era el primer espacio de pausa que estaban compartiendo en su apartamento.

"Eres un sol, Declan".

Soltó un respingo al escuchar a Wang expresarse así, con una sonrisa. Declan sabía que Wang de seguro estaba siendo sincero y que sólo estaba buscando ser agradecido. Pero tenía muchísimo tiempo que no escuchaba un halago de ese modo y no pudo evitar sonrojarse de vergüenza. Adam tenía toda la razón: esta situación estaba afectándolo de forma demasiado personal.

Tener a Wang aquí estaba haciendo algo más que alterar sus rutinas.

—En realidad, yo llamaría a lo que hago, comida de supervivencia. Llevo cocinando sólo para mí por mucho tiempo, así que no tengo la más mínima de qué tan bien lo hago —comentó con una media sonrisa, mientras no tenía corazón para decirle que, efectivamente, él también habría desayunado con cereal esa mañana.

La presencia de Wang aquí lo estaba obligando a parecer una persona adulta y funcional.

De seguro que si Wang pudiera ver lo desastroso que era realmente, se habría espantado. Por eso Adam estuvo allí un par de días atrás y le recordó que tenía que empezar a ser sincero. Hasta ahora, no creía que le estuviera mintiendo a Wang abiertamente, o engañándolo, pero sí que sabía que había escogido no decirle varias cosas sobre su vida. No era un secreto para nadie que era viudo, de hecho, era un secreto a voces, pero no creía que hubiera tocado ese tema con él.

—No hay que exagerar con lo del hotel cinco estrellas, me vas a poner demasiada presión —comentó Declan con un tono más alegre, para restar importancia a la situación. Sobre todo, porque Wang había traído a la mesa, de nuevo, el hecho de que seguía durmiendo en el sofá. A Declan se le encogió el estómago al pensar de nuevo en la habitación de su amada Sophie—: Pero me alegra que te sientas cómodo, Wang. Sobre el sofá… supongo que puedo desocupar mejor la habitación secundaria.

Declan sabía que Wang, aunque era muy discreto, tenía que haber notado que había allí una segunda habitación. Por lo general, mantenía la puerta de la habitación cerrada, pero tampoco estaba bajo llave; por lo que si a Wang le mataba la curiosidad, podría haber echado un vistazo.

Pero Declan no tenía forma de saberlo, Wang de seguro que no le iba a preguntar directamente, si a duras penas estaba sintiéndose cómodo en este apartamento. Declan tendría que tocar el tema por sí mismo, lo cual ya era bastante doloroso.

Mientras escuchaba a Wang hablar, empezó a darse cuenta que aquello que no lo dejaba en paz, no era otra cosa más que culpa. Wang y él se habían conocido en extrañas circunstancias, Declan había descubierto que tenía una especie de clínica clandestina donde daba atención a gente que lo necesitaba. Luego habían terminado investigando el tema de los medicamentos, que los llevó a enemistarse con Lucius Cobbert.

Todo había sido muy atropellado, Declan no había tenido tiempo para contarle a Wang absolutamente nada de su vida personal. En ese entonces, no parecía que hicieran falta las explicaciones, pero ahora lo tenía viviendo en su casa. Adam tenía razón: si ya lo había involucrado en su intimidad, lo mínimo que podía hacer era ponerlo un poco en contexto.

Además, si de verdad iban a abrir la puerta de la habitación de Sophie, si iban a empezar a mover cosas, juntos, Declan no podía hacerlo en el más absoluto hermetismo. Tenía que hablar con él.

—Wang, antes de que empecemos con eso, quisiera que me escuches un momento —Declan dejó la taza sobre el desayunador y se volteó en dirección a Wang, que estaba todavía terminando el desayuno. Éste lo miró enseguida, de seguro atento a lo que Declan estaba a punto de decir—: No sé si alguna vez te lo comenté, o si lo habrás escuchado por ahí, pero estuve casado hace algún tiempo.

Declan no tenía problemas en decirlo, por supuesto, pero era diferente a contárselo a cualquier desconocido por la calle, que a decírselo a Wang. No sabía ni cómo abordar el resto de la conversación, sobre todo porque Wang de seguro había notado algunas cosas de Anne de las que no pudo deshacerse. Había joyas que tenían un valor sentimental, su suegra les había pedido que las conservara, después de todo, Anne había sido su única hija mujer y no tenía a quién dejárselas. Se suponía que iban a ser para Sophie, cuando creciera.

—Conocí a Anne casi al mismo tiempo que me enrolé en la academia. Trabajaba como camarera en un bar del centro de la ciudad, pero estaba estudiando cocina, quería ser chef —Declan sonrió a medias, sin saber exactamente por qué tenía que dar ese detalle. Pero era cierto, Anne cocinaba mejor que cualquier chef que hubiera conocido—: Teníamos muchos planes, pero apresuramos un poco las cosas porque Anne se quedó embarazada cuando llevábamos un poco más de un año saliendo. La habitación… la otra habitación era de Sophie, nuestra hija.

Declan no podía creer que había dicho todo eso sin llorar, ni sonar como un completo patético. Sin embargo, en silencio de Wang y sus ojos fijos en él, no estaban ayudando. Estaba demasiado nervioso.