"No se suponía que estuvieras tú ahí, era obvio que iban tras los documentos".

Fue así como Reese tuvo que escuchar a Marlon Cobbert, con una enorme y estúpida sonrisa, llamarle la atención por haber estado en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Porque si él hubiese muerto en aquel incendio, él y su padre tan sólo hubieran lamentado que se perdieran documentos importantes. Papeles que, como buen abogado que era, Reese no había dejado en original en un sitio tan expuesto como aquella bodega. Reese era bueno en su trabajo, el problema era que sus jefes tenían demasiados enemigos.

Según Marlon, el causante de todo era Deacon Sullivan, traficante de armas, que acababa de pelearse abiertamente con Lucius porque éste no le había pagado lo acordado por una mercancía. ¡Reese no tenía la culpa que no supieran repartirse sus millones! Al menos Lucius había tenido la decencia de decirle que se tomara una semana libre, porque necesitaba recuperarse, pues las heridas que sufrió en el incendio lo habían dejado en el hospital unos cuantos días.

Reese, que no tomaba vacaciones, había tenido demasiadas horas de ocio para decidir que, luego de estar cerca de la muerte, lo mínimo que podía hacer era ser agradecido. Fue por eso que averiguó con sus contactos quién demonios había sido el buen bombero que le salvó y lo dejó con los paramédicos. Lo que Reese no esperaba, era escuchar un nombre que no había oído en demasiado tiempo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que hablaron? Años. Tantos, que Reese temía contarlos y sentirse más viejo de la cuenta. Se la pasaba diciéndose que, mientras no llegara a los cuarenta, todavía estaba a tiempo de hacer algo de provecho con su vida.

Al menos, con su vida personal.

Fue por eso que se aproximó al Cuartel de Bomberos de la ciudad, justo un par de horas después de que le dieran el alta. En teoría, tenía hasta el próximo lunes para volver a presentarse con Lucius Cobbert y había apagado su teléfono. Si a Marlon se le ocurría llamar, estaría decepcionado.

Cuando habló con el jefe que estaba de turno, se sentó en la recepción, en una silla completamente destartalada, a esperar. Reese ya no venía demasiado por esta zona de la ciudad. Procuraba no hacerlo de manera consciente, pues le recordaba a la vida que había llevado, cuando su madre se partía el lomo teniendo dos trabajos, para tan sólo llegar míseramente a fin de mes. Reese había dejado esa vida atrás y no pensaba volver.

Sin embargo, cuando aquella silueta cruzó la puerta, Reese sintió como si estuviera entrando en una máquina del tiempo.

Además de su madre, la única persona que realmente apreciaba de su pasado, era Noah Brett.

Hacía unos cinco años que Noah había sido trasladado a la estación 01, la principal de la ciudad. Había sido después de un incendio en el que recibió una condecoración por su valor por el rescate realizado, y un ascenso. Aunque había quien debatiría si trabajar en la estación 01 era relamente un premio, considerando que no había un día que no hubiera un fuego que apagar o un rescate que atender.

Tara se caía en pedazos, y también se incendiaba.

Noah hacía lo que podía en su día a día por mejorar las condiciones de su ciudad. Le gustaba la estación 01, aunque después tuviera que hacer un largo recorrido en tren para regresar a la zona de la ciudad en la que vivía.

Algunos de sus compañeros le decían que su vida sería más fácil si se limitara a realizar los rescates y se olvidara de las víctimas una vez que los dejaran en el hospital de Tara. Pero Noah tenía una tendencia poco saludable a seguir pensando en lo sucedido en cada rescate e identificar cuando algo no cuadraba. Eso a veces lo metía en líos cuando intentaba averiguar qué pasó.

Eso le estaba pasando hacía unas semanas con el caso del incendio en la bodega de archivos legales.

Muchas cosas de aquel incendio le sonaban mal. Lo primero era que resultaba sospechoso que precisamente lo que se perdiera con el mismo fueran documentos legales. Sonaba a una maniobra burda y directa para desaparecer documentación sobre alguien o algún tema. Lo segundo era que en aquella bodega no se suponía que hubiera algo que pudiera alzar la llama, aunqu eel papel sirviera de acelerador. No era normal, seguro que se encontrarían rastros en la escena de algún acelerante que ayudó a quemar el papel.

Lo tercero, era que la víctima había entrado a la bodega solo, pero la puerta de esta estaba trabada y Noah juraría que había sido trabada por dentro. Quería seguir investigando el tema porque la víctima casi había muerto. Le había correspondido sacarlo alzado de allí, y de paso había recuperado sus anteojos, aunque probablemente tuviera que hacerse otros porque aquellos estaban manchados de ceniza.

Lo habían dejado en el hospital y Noah había confirmado, con una llamada consultando por el paciente que la fantasma de la unidad 01 había dejado en el hospital, que el hombre estaba mejor.

Quería su contacto para hablarle y dar seguimiento a sus sospechas. Tal vez le ayudaría a definir si alguien tenía razones o podía tener intención de matarlo.

Aunque había pensado ir al hospital para que le dieran sus datos de contacto, las emergencias de ese día no habían parado y no había tenido tiempo. Sin embargo, no esperaba la sorpresa de que la víctima llegara a buscarlo a la estación.

No era algo inusual, era normal que las víctimas buscaran agradecer a las personas que consideraba como héroes. Pero esta vez no lo había esperado. Cuando le avisaron que tenía la visita de una víctima venía de regreso, así que cuando entró a la estación se acercó hablando de una vez.

—Disculpa, me avisaron que habían venido a buscarme pero estábamos en una llamada de emergencia. Soy Noah Brett, ¿y tú?

Se detuvo en seco cuando vio la cara del hombre. Durante el incendio había estado con la cara manchada de hollín e inflamada por un golpe, así que no había detallado sus rasgos. Pero ahora...

Ahora se le hacía conocido.

Cuando eran niños, Noah y Reese eran completamente inseparables. Reese vivía en casa de Noah y viceversa, incluso cuando empezaron a crecer y no compartían clases, en los recesos casi siempre estaban juntos. Su madre adoraba a Noah y estaba convencida de que era una buena influencia para su hijo. Estaba segura de que a ella, si estuviera viva, le habría puesto muy triste saber que sus vidas se habían separado de manera irremediable. Aunque nunca habían discutido, ni mucho menos, en realidad sus vidas tomaron giros completamente distintos.

Reese siempre tuvo claro que no podía quedarse en el mismo miserable vecindario donde creció, él aspiraba a más cosas, se lo dijo a Noah antes de empezar a aplicar para la escuela de leyes. Estaba orgulloso de todo lo que había avanzado, pero eso lo alejó de quizás la única persona que le había importado, aparte de su madre.

Todavía no procesaba que la vida los estaba juntando de nuevo.

Quizás Reese tenía algo que agradecerle, de forma muy retorcida, a Deacon Sullivan. Era tan irónico que resultaba hasta gracioso.

Reese se acomodó los lentes con el dedo anular, como solía hacer cuando era más pequeño y Noah le decía que estaba aprovechándose tan sólo para ser vulgar.

—Sé que hace muchísimo tiempo que no nos vemos —empezó a decir Reese, acercándose a él y regalándole una sonrisa sincera. Reese estaba seguro, sin lugar a dudas, que era la sonrisa más sincera que le había ofrecido a nadie en muchísimo tiempo. Desde que se mudó a su nuevo y lujoso apartamento, en el centro de la ciudad, después de que su madre muriese, Reese no tenía sonrisas sinceras para nadie—: Pero quiero creer que no me has olvidado, ¿cierto Noah? Cuando pregunté quién me había salvado del incendio y me dijeron tu nombre, no lo podía creer.

Cunado escuchó su voz, Noah se quedó de piedra. Siempre que regresaba a la estación venía algo disperso, con la mente en el último trabajo, y no se había detenido a alzar la mirada para ver al hombre que lo esperaba. Pero esa voz... Esa voz la conocía.

No podía ser.

Reese.

Cuando levantó la mirada, lo vio frente a él. Se quedó con la boca abierta, sin poder creer que realmente tenía a Reese Moore frente a él. En su infancia había sido su mejor amigo. Habían crecido juntos y Noah podría ser que hubiera estado un poco enamorado de él, pero entonces no había entendido ni procesado sus sentimientos.

Solo sabía que Reese era la persona más importante para él, pero después se fue a estudiar y terminaron por perder contacto. Noah no tenía la ambición que Reese tenía en la vida. Él quería irse, buscar algo mejor. Noah solo quería hacer el bien. Y sobrevivir.

A juzgar por su aspecto, Reese había logrado lo que quería. Llevaba unos anteojos de marca, y ropa cara. Tenía todo el aspecto de un hombre con dinero en Tara.

—¡Reese! ¿Eres tú? ¡¿Qué haces aquí?!

La sorpresa se traslucía en la voz. Tuvo el impulso de acercarse a abrazarlo pero se contuvo en principio, inseguro de cuál era el estatus de su relación ahora. Hacía tanto tiempo que no sabía nada de él...

¿Lo había buscado hasta encontrarlo ahí? Tampoco era que fuera difícil, todavía vivía muy cerca del barrio donde se habían criado juntos.

—¡Ven! Vamos a la sala de descanso para que podamos hablar con calma—le propuso, y le dedicó su mejor sonrisa. —¿Puedo darte un abrazo?

No podía evitar que ese fuera su primer impulso.

Reese se sintió en el paraíso cuando vio cómo la expresión de Noah cambiaba por completo al reconocerlo. Éste pronunció la sonrisa, era un gesto sincero y parecía genuinamente feliz de verlo. Eso lo alivió, evaporando cualquier tipo de tensión de la situación. Reese parecía que había abandonado cualquier tipo de resquicio que había tenido desde que terminó la universidad y decidió probar suerte en una de las mejores firmas de abogados de la ciudad. La firma no tenía buena reputación, pero facturaba cantidades ridículas de dinero anualmente y de la misma forma le pagaba a sus abogados. Desde que atendía de manera personal a Lucius Cobbert, el nivel de vida de Reese había subido como la espuma.

Sin embargo, a pesar de estar contento por todo lo que tenía ahora, sí era cierto que decidió dar carpetazo y olvidarse de la vida miserable que tuvo por mucho tiempo. Algunos de sus antiguos amigos de la infancia, cuando se lo habían topado por la calle, se lo habían hecho saber. Por eso se alegró tanto ver que Noah parecía no guardarle rencor y que estaba feliz de verlo.

—Sí, soy yo. ¡Aunque casi pude no serlo! —exclamó, con una media sonrisa. La verdad era que, ya se lo habían dicho en la firma, se estaba tomando bastante a la ligera lo sucedido. Pudo haberse muerto—. Había venido aquí a darle las gracias al bombero que me salvó el pellejo, no tenía idea con quién me iba a encontrar.

Reese asintió cuando le preguntó si podían ir a la sala de descanso. A él le parecía maravilloso, porque eso además significaba que Noah estaba dispuesto a seguir hablando con él y que esta visita se prolongaría un poco más.

—Por supuesto que sí, uno por los viejos tiempos —Reese, por supuesto, no estaba preparado para que aquel abrazo le removiese recuerdos que creía que había perdido. Cuando eran niños, incluso de adolescentes, se abrazaban todo el tiempo. En su peor momento escolar, cuando había un grupo de niños que se metían con Reese por ser más pequeño y luego por las carencias que pasaba su familia, Noah había sido quien siempre lo defendía. En más de una ocasión, luego de salvarlo, Reese se había aferrado a él, abrazándolo en medio del llanto.

Cerró los ojos mientras abrazaba a Reese. Otra persona le habría guardado resentimiento por la forma en que había desaparecido de su vida después de irse del barrio, pero Noah sabía que él tampoco era inocente de aquel alejamiento. Había pensado que con suerte sería bueno para ambos, pues Reese deseaba otras cosas y Noah tal vez esperaba de él un afecto que no podía darle.

—Jamás se me habría ocurrido que serías una víctima de las que rescataba de un incendio—comentó, mientras lo guiaba hacia la sala que había dicho.

Ignoró las miradas de sus compañeros de escuadrón, quienes parecían intrigados sobre quién era el hombre que había llegado a visitarlo.

—¿Sabes qué fue lo que pasó?—preguntó con curiosidad genuina. —No solemos enterarnos de detalles de las escenas después de los rescates.

Intentó hacer memoria. ¿Cómo no había identificado a Reese en el rescate? Tenía que ser que había estado muy cubierto de hollín o de sangre para no poder ver sus rasgos. Probablemente estaba inconsciente.

Entraron a la sala de espera y Noah fue por dos tazas, dispuesto a servirle una taza de café a su invitado y tomar otra él. El café era algo vital en la estación. Era un espacio cómodo, diseñado para que pudieran atender personas pero también para relajarse entre llamadas, cuando no estaban en otras actividades de la estación como los entrenamientos, los simulacros o el mantenimiento de los camiones.

Aquel abrazo le recordó a Reese que, por más tiempo que hubiese pasado, en realidad seguía siendo el mismo mocoso sentimental de siempre. Cuando era pequeño, solía tomarse las cosas demasiado a pecho. Por eso le había dolido tanto que su padre les hubiera abandonado, o que su madre se matara horas trabajando o que tuvieran que pasar por tantas dificultades. Cuando empezó a trabajar en la firma de abogados, se dijo que dejaría todo aquello atrás y que la única manera de hacerlo era endurecer su corazón.

Pero, al parecer, todo lo que había hecho falta era un abrazo de Noah. Quizás Reese no había cambiado tanto como se había metido a sí mismo.

Sabiéndose superado por las circunstancias, hizo caso a Noah y lo siguió por la estación de bomberos hasta una sala bastante bien equipada. Era evidente que era una sala social, que allí Noah de seguro pasaba horas muertas junto a sus compañeros en donde no tenían que hacer trabajo administrativo.

Reese no podía decir que estuviera sorprendido que Noah le interrogara directamente sobre lo que pasó en el incendio. Aceptó de buena gana la taza de café que le estaba ofreciendo y tomó asiento en una de las sillas que estaba más cerca de él.

—En realidad… en realidad no puedo decir que recuerde mucho —eso, en parte, no era del todo una mentira. Todo se había vuelto bastante borroso desde que empezó a sentir el humo en la habitación y luego comprobó con horror que la puerta estaba atorada. Reese de verdad pensó que iba a morir—: Sé que dimos parte a la policía y que nos darán el reporte apenas llegue el dictamen forense.

Reese pronunció la sonrisa, aunque mencionar a la policía era un completo chiste. Por supuesto que iban a poner en el informe lo que Lucius quisiera: la mitad de la policía trabajaba para él. En el reporte oficial no iban a poner nada, pero, si la investigación probaba que Deacon Sullivan había sido el autor intelectual de este asunto, no dudaba que Lucius Cobbert quisiera tomar cartas en el asunto.

Pero él hubiera sido un simple daño colateral, si Noah no hubiera llegado a tiempo.

—En verdad… en verdad tuve mucha suerte de que estuvieras allí —dijo Reese, con total sinceridad—: Gracias, Noah.

Noah lo miró pensativo. Aquel tenía que ser el incendio de la bodega. Noah no guardaba recuerdos totalmente claros, siempre era muy caótico sacar personas vivas de edificios en llamas, en especial llenos de material tan inflamable como el papel.

—Espero que investiguen a fondo, fue un incendio muy particular—comentó, torciendo ligeramente el gesto.

No quería asustar a Reese, pero le parecía prudente expresar sus dudas.

—Un incendio en una bodega con papeles legales debería despertar todas las alarmas de un incendio provocado—agregó. —Pero desturir evidencia mientras hay otra persona dentro del lugar no deja de tener intenciones homicidas. ¿Crees que alguien podría querer hacerte daño?

La idea le provocaba un nudo en la garganta. No dudaba que un abogado en Tara coleccionara enemigos, pero no sabía bien a qué tipo de derecho se estaba dedicando Reese.

—Bueno, no tienes por qué contestarme, ya las autoridades harán su investigación... pero piénsalo —añadió. —Supongo que no viniste a buscarme para que te alimentara de mis paranoias. Pero tampoco tienes que agradecerme. Salvar vidas es mi trabajo y salver la tuya es más que suficiente para mí.

Era una increíble coincidencia del destino que le hubiera correspondido salvar la vida de Reese entre todas las personas de la ciudad.

Le dedicó una nueva sonrisa, recordándose que aquel reencuentro merecía ser agradable y no debía convertirlo en algo tétrico.

Noah seguía siendo exactamente la misma persona que conoció en su infancia. Reese lo escuchó hablar del incendio y supo que era todavía una de las pocas personas en esta ciudad que estaba dispuesta a hacer preguntas incómodas. De seguro que era un excelente bombero, porque seguro que a otro no le habría interesado los orígenes del incendio, más allá de haber hecho su trabajo que era controlar el fuego e impedir que hubiese víctimas o pérdidas materiales.

Pero Noah seguía teniendo un buen instinto, era obvio que se preocuparía si se daba cuenta de que el incendio fue ocasionado, como era el caso. Reese lamentó no poder decírselo abiertamente, confesarle que se había asustado, pero no podía cometer semejante error. Lucius Cobbert no se lo perdonaría, además de que en la firma se limpiarían las manos. Por supuesto que se tomarían cartas en el asunto, pero nunca por la vía legal.

—Si sé algo más del informe policial, puedo hacértelo saber… —dijo Reese por cortesía, esperando no tener que arrepentirse por si Noah le tomaba la palabra. Aunque se le había hecho más fácil con el tiempo mentir constantemente en su vida cotidiana, la verdad era que Reese no disfrutaba hacerlo. Mucho menos ahora que estaba mintiéndole precisamente a Noah—: La firma para la que te trabajo seguro que tiene enemigos, hace tratos muy importantes todo el tiempo. Pero no creo que haya alguien que esté buscando hacerme daño a mí en particular.

Reese de nuevo volvió a sentirse culpable porque estaba mintiendo. De hecho, aunque no iba diciéndolo por ahí, tampoco era un secreto que él se encargaba personalmente de los asuntos de Lucius Cobbert. No estaba seguro si eso lo sabía Noah ahora mismo, no tenía por qué, pero si le picaba la curiosidad, su amigo podría averiguarlo sin problemas.

Esa idea no le agradaba, pues se imaginaba que Noah sabría entonces qué tipo de tratos hacía y para quién.

—Bueno, ya sé que es tu trabajo, pero eso no quita que te esté muy agradecido. Además… bueno, para qué voy a mentir, me dio muchísimo gusto verte. ¡Así que al final sí te inscribiste en la academia! —Reese no sabía si era buena idea traer un tema que los llevaba al pasado tan rápido.

Después de todo, fue Reese quien le dijo varias veces que podían inscribirse ambos a la universidad. Pero Noah siempre tuvo bastante claro el camino que quería seguir. Al igual que Reese, por eso sus caminos se habían separado.

Torció el gesto, insatisfecho con la explicación. Algo no estaba bien, lo había sentido desde que había puesto un pie en aquella bodega en llamas. Se preguntó si podía lograr que lo asignaran a esa investigación en particular si intentaba mover algunos contactos. No era raro que en Tara alguien quisiera desaparecer papeles, o a un abogado... pero suponía que todo dependía de en qué tipo de negocios estaba Reese brindando sus servicios, y él tampoco iba a preguntar demasiado.

—Por aquello, ten cuidado. Nunca se es lo suficientemente precavido en esta ciudad—replicó.

Noah había visto cosas terribles en Tara. Las venganzas entre bandas y los ataques no solían ser pequeños ni disimulados, y solían cobrar muchas víctimas, las cuales incluían por lo general inocentes más allá de sus objetivos principales.

Pero suponía que no era apropiado poner a Reese nervioso o paranoico. Ya se pondría él a averiguar del caso por su cuenta. Tenía contactos en el departamento de investigación de incendios. Una vez había salido con un chico que seguía trabajando ahí. A Noah las parejas no le duraban, pero solía hacer amigos para toda la vida.

Así que por ahora iba a centrarse en la conversación y aquella visita inesperada de Reese.

—Por supuesto que fui a la academia—replicó. —Ambos cumplimos nuestros sueños: tú saliste de la pare mala de Tara y yo me quedé a salvarla. ¿Irónico, no?

Noah había escuchado muchas veces que los bomberos tenían un complejo de salvadores que los metía en problemas y probablemente tenían razón. Era lo único que alentaba a una persona a meterse al fuego por salvar a otra: la ilusión de salvar una vida. Lo que no había esperado era tener que salvar una que le importaba tanto.

—Ya tengo años en esta estación y me encanta. ¿Y tú? ¿Qué fue de ti? No volvimos a verte por casa desde hace muchos años.

No sabía qué había esperado. Le hubiera encantado que Reese mantuviera contacto, pero seguro que no quería nada de su antigua vida en la nueva, que debía ser brillante y llena de éxitos. Noah nunca había dudado que lo lograría. Reese era muy inteligente, y si había tenido problemas en el colegio había sido solo por los bullies que lo acosaban, no por falta de talento.

"Tú saliste de la parte mala de Tara y yo me quedé a salvarla. Irónico, ¿no?"

La frase de Noah resonó a su alrededor, una y otra vez. Si otra persona le hubiera dicho ese comentario, de seguro que Reese se lo habría tomado a mal, porque creía que se estaba metiendo con él a propósito. Pero estaba hablando de Noah, a quien creía que todavía conocía relativamente bien.

Sabía que Noah lo estaba diciendo solamente como un dato curioso, más que un reclamo. Aunque Reese sí que tenía razones para sentirse mal. Sabía bien que la última vez que vio a Noah fue el día en que murió su madre. Ella había sido su única familia, su padre nunca estuvo presente en la vida de Reese, así que cuando su madre murió, él no encontró motivos para volver a esta zona de la ciudad o de mantener un contacto continuo con nadie.

Reese se había sentido más solo que nunca, pero su nuevo apartamento y su nuevo trabajo había ayudado muchísimo. Pero, ahora que veía a Noah, se preguntaba si había sido suficiente.

Había sido un pésimo amigo, Noah tenía todo el derecho a estar resentido con él.

—Me alegra que hayas seguido tus sueños, Noah. Soy el último en quejarse, te debo la vida por ello.

Reese bajó la mirada, un poco avergonzado. Tenía que admitir un poco sus culpas, porque no había sido la mejor persona con él. De hecho, Reese no era la mejor persona últimamente, desde que había ascendido en la firma y le asignaron los asuntos de Lucius Cobbert, ni siquiera podía decir que estaba haciendo todo de manera muy legal.

Si Noah supiera, se sentiría decepcionado de él.

—Lo siento mucho, realmente me desconecté del pasado luego de la muerte de mamá. Sé que no lo gestioné de la mejor manera. Tú no lo merecías, nunca me hiciste nada malo —dijo Reese con mucha sinceridad, mirando a Noah a los ojos—: Dejé de vivir en los dormitorios de la universidad poco después de la muerte de mamá, conseguí una pasantía pagada de medio tiempo. Después de graduarme, uno de mis profesores me contrató como su asistente en su despacho y desde entonces no he parado de trabajar.

Eso resumía, más o menos, su vida. Lo que no le había dicho exactamente a Noah era para quién trabajaba. Si mencionaba a Lucius Cobbert, en especial en esta zona de la ciudad, podía imaginarse lo que sucedería.

Noah lamentó por un momento que al parecer Reese creyera que esperaba explicaciones de su parte. Negó, mientras se inclinaba hacia él.

—No tienes que explicarme nada, Reese. Solo estoy muy feliz de verte y más todavía de haberte podido salvar.

Se sentía más que satisfecho por eso. Noah amaba salvar personas, pero era la primera vez que salvaba a alguien importante para él.

—Me alegra mucho que hayas encontrado un buen trabajo—añadió. —No siempre es fácil en esta ciudad.

Noah sabía lo que decían de los abogados. Especialmente de los adinerados. El abogado más honesto que conocía trabajaba en una oficina pequeña y desordenaba en el centro, y dormía en un cuartito en el fondo. Pero no iba a saltar a conclusiones sobre Noah y lo que hacía solo porque le fuera bien.

Él conocía a Noah desde niño. Sabía que era ambicioso, pero también era buena persona.

—Lamenté mucho la muerte de tu madre. Quisiera haber podido apoyarte más en ese momento—dijo con verdadero pesar. —Me habría gustado ayudar más cuando enfermó.

Era muy joven entonces, sin recursos ni opciones. No fue de mucha ayuda. Reese después voló lejos y Noah tuvo que aceptar que había desaparecido para siempre. No sabía cuánto tiempo lo había lamentado hasta que tuvo que acostumbrarse a su ausencia.

Pero ahora había reaparecido y esta vez tenía que hacer algo para no perderlo de nuevo por varios años.

Reese sonrió con sinceridad cuando escuchó a Noah decir que se alegraba mucho de haberlo vuelto a ver. ¿Quién iba a decirle que un incendio le traería tan buena fortuna? No sólo tenía suerte de estar vivo, que ya era decir, sino que además se había reencontrado con Noah. Quizás tendría algo que agradecerle a Deacon Sullivan, si era que al final se comprobaba que él era el autor intelectual del siniestro. Eso sí que sería irónico.

Sin embargo, no supo qué responder cuando le dijo que había tenido buena suerte al encontrar un buen trabajo. Reese por lo general diría que sí, era un hombre con suerte, pero también porque había querido hacerse su propia suerte. El problema era que, para llegar donde estaba, había tenido que tomar decisiones un tanto cuestionables.

Al menos, Noah los consideraría bastante cuestionables.

—No, en esta ciudad nada es fácil, me alegra que a ti también te esté yendo muy bien. Eres muy valiente, yo soy demasiado cobarde para una profesión como la tuya —Reese también sabía que tenía que ver con lo poco remunerado que era, pero ni aunque fuera la mejor paga del mundo, lo consideraría. No tenía madera de bombero ni aunque volviera a nacer otra vez.

Hablar de su madre lo puso nostálgico, sobre todo porque no tenía oportunidad de hablar sobre ella y mucho menos con alguien que la hubiera conocido. Reese la había amado de verdad, por eso se sentía culpable al pensar que su madre no se habría dejado engañar con su hermoso y amplio apartamento: ella se habría sentido decepcionada al ver todo lo que había hecho por conseguirlo.

—Noah, por supuesto que no tienes que disculparte. Tú estabas en igual o peor situación que yo, ¿qué más se podía hacer? De todas maneras, ella no tenía posibilidad con ese precario sistema de salud que tenemos —Reese frunció el ceño con desprecio, sabiendo que ahora, con el cargo que tenía y con su cuenta bancaria, iba a poder recibir atención médica donde quisiera. Su madre no había podido tener esa posibilidad, eran otros tiempos para él—: Ella también te quería como un hijo, seguro que tu compañía le hacía bien y era más que suficiente. Yo… la verdad es que te lo dije, no lo gestioné bien. Sufrí demasiado con su muerte, por eso no volví y corté contacto con la gente. Sentía que necesitaba empezar de cero, pero lo lamento, porque sí te he echado de menos todo este tiempo.

Noah había sido todo para Reese en algún punto de su vida. Cuando se alejó y miró las cosas con más frialdad, se dio cuenta de que lo que había sentido por él, no era otra cosa que amor. Aquel amor ridículo y edulcorado de la juventud.

Sonrió al escuchar sus palabras. Era algo recurrente, que la gente los calificara de valientes por su trabajo. Noah conocía muchas personas que no se dedicaban a rescatar gente del fuego, pero que en una emergencia eran valientes como los que más.

—Eso no lo puedes saber hasta que te toque hacerlo. No podrás saber qué tan valiente eres hasta que te veas en una emergencia y te arriesgues por salvar a alguien más.

La diferencia era que los bomberos escogían hacer esto con su vida, pero tampoco podía decir que todos sus colegas fueran un ejemplo de valentía.

Reese seguía hablando con amargura sobre la ciudad. Tenía razón. Se había cobrado la vida de su madre. Quizá lo sorprendente era que siguiera en Tara, podría haberse marchado de allí.

—Creo que cada quien hizo lo mejor que pudo—comentó. —Así que tampoco te castigues, yo también pude haber insistido en buscarte, pero opté por darte espacio hasta que nos distanciamos.

Extendió una mano hacia él y se la puso en el hombro.

—Pero ahora que nos encontramos de nuevo deberíamos intentar mantener el contacto—propuso. —Ahora estoy de turn, pero quizá podamos quedar para tomarnos unas cervezas luego. Déjame tu número, prometo escribir.

Le pasó su teléfono desbloqueado para que le dejara su contacto. No pensaba dejar que desapareciera de nuevo cuando había aparecido como por arte de magia de nuevo.

Reese soltó una risita incrédula cuando se imaginó a sí mismo en un incendio, tratando de salvar a alguien. Ni siquiera pudo ponerse a sí mismo a salvo, menos podría poner a salvo la vida de alguien más. Para eso existían personas como Noah, que estaban dispuestos a arriesgarse para salvar a otros. En una ciudad como Tara, esa era una cualidad en grave peligro de extinción.

Después de la muerte de su madre, Reese estaba convencido de que no volvería a preocuparse por nadie más nunca más. Pero allí estaba Noah frente a él, para recordarle que a veces nuestro pasado regresar con fuerza sin que podamos evitarlo.

Noah estaba dejándole carta blanca para que volvieran a verse y Reese, sin poder explicar la emoción que sentía en ese instante, sonrió como un niño pequeño. Después de haber sobrevivido al incendio, a pasar una incómoda estancia en el hospital, este premio inesperado era maravilloso.

Por supuesto que quería volver a ver a Noah y mantenerse en contacto. Era lo que más deseaba en este momento.

Reese tomó el teléfono de Noah y en un par de segundos grabó su número en él, devolviéndoselo con una sonrisa.

—Mi horario de trabajo es desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, eso es lo que pone mi contrato, pero por lo general salgo más tarde de la oficina, así que puedo adaptarme a cualquier horario nocturno que tengas sin problema. ¿Cuándo sales de turno? Escoge el lugar, yo invito —dijo con más valentía de la cuenta, sabiendo que esto no era técnicamente una cita. Además, ya no tenía diecisiete años, tenía que tomarse esto como lo que era: un viejo encuentro entre amigos. Nada más—. Es lo mínimo que puedo hacer luego de que me salvaras la vida, ¿no te parece?

Reese además, quería que Noah escogiese dónde ir, no estaba seguro si invitarlo a su restaurante favorito ocasionaría muchas más preguntas. O, aún peor, toparse con la gente con la que trabajaba o eran sus colegas. Si en una cena con Noah llegaba a saludarlo el estúpido de Marlon Cobbert, estaba perdido.

Noah sonrió. Al parecer Reese también quería que se siguieran viendo. Se iba a ilusionar con la idea de retomar su amistad, aunque estuviera ya muy viejo para pensar en revivir su enamoramiento adolescente. ¿Cierto?

Tomó nota mental de su horario.

—Mañana estoy libre. Puedo pasar por ti a tu trabajo a la salida si quieres—propuso.

Si todavía fuera adolescente podría haberse sentido avergonzado por intenso, pero a estas alturas de la vida Noah no sentía vergüenza de ir por lo que quería. Sabía que la vida quitaba en un pestañeo, así que había que aprovechar las oportunidades.

—No te creas que conozco muchos lugares para elegir—añadió. —Los bomberos somos animales de costumbres y vamos todos siempre al mismo bar, pero prefiero que no nos veamos donde están el resto de mis colegas o no nos dejarán en paz, deseosos de chismear con quién estoy hablando. Al día siguiente la estación estaría convencido de que tengo novio nuevo.

Estaba seguro que les encantaría, no solía darles mucho de qué hablar, y algunos habían tomado como misión personal encontrarle alguien en la vida para que no estuviera solo.

Pero Noah estaba bien. No necesitaba estar saliendo con muchas personas, podía esperar a que apareciera algo real. Pero hasta ahora eso no había sucedido.

—Prefiero que elijas tú—añadió. —Seguro que conoces un montón de lugares interesantes que yo ni sé que existen.

No lo dudaba. Reese se había ido para llevar otra vida y era evidente solo por su aspecto que lo había logrado.

Mañana.

Reese sintió un cosquilleo en todo el cuerpo cuando escuchó a Noah decir que podía encontrarse con él a la salida de su trabajo. No esperaba que la cita fuera así, tan pronto, y entonces la ansiedad se apoderó de él con fuerza. Reencontrarse con Noah en este contexto era muy bueno, pero verlo en otro lugar, fuera de horas de trabajo, tenía un significado completamente distinto.

Cuando lo miró a los ojos, supo que esto era, a la vez, la mejor y la peor idea que había tenido en mucho tiempo.

—Mañana después del trabajo suena bien, tan sólo confírmame a qué hora sales del turno y así sé a qué ahora salir de la oficina.

Sin embargo, lo que Noah dijo a continuación no lo dejó tan contento. Le ponía a él la presión de encontrar un lugar, pero no estaba tan seguro de si alguno de los sitios que frecuentaba iban a ser buena idea. Pero, la perspectiva de que Noah escogiera un bar lleno de bomberos y que estuvieran especulando sobre la naturaleza de su relación le gustaba aún menos.

Reese quería que, lo que sea que fuera aún su relación con Noah, sólo los tuviera a ellos dos de testigos. Nunca había necesitado la opinión de la gente y justo ahora no pensaba empezar.

—Bien, tenemos un trato. Pensaré en un buen sitio, entonces. Tú sólo tienes que preocuparte por llevar tu presencia —Reese tuvo que contenerse para añadir su hermosa presencia, como solía hacerlo cuando eran adolescentes y lo decía para meterse con él.

Pero ahora que llevaban años sin verse y eran adultos, no se sentía bien. Reese tenía unas veinticuatro horas para decidir si quería convertir esto en un reencuentro de viejos amigos o una cita a toda regla.

Noah podía escuchar movimiento fuera de la habitación. Seguro que sus compañeros ya se estaban preguntando sobre quién era su visitante y no iban a esperar hasta que lo vieran con Reese en un bar para hacerle preguntas. No iba a tardar Reese en salir por la puerta cuando caerían sus compañeros de camión sobre él.

Señaló su teléfono.

—Te pondré un mensaje para confirmarte la hora siempre y cuando no haya alguna emergencia que nos haga quedarnos a todos en la estación—señaló.

Ese era un problema de salir con un bombero. Nunca podías saber cuándo una cita meticulosamente planeada podía irse a la basura por una emergencia que convocara a todos los bomberos de la ciudad. Había gente que no soportaba que el deber fuera una razón para cancelar una cita.

Pero creía, o al menos esperaba, que Reese no era así.

—Espero que no haya ningún contratiempo—añadió. —Estoy deseando ver dónde vas a llevarme.

Le sonrió, y después miró al reloj de la pared.

—Me encantaría quedarme hablando contigo el resto de la mañana—dijo con un suspiro. —Pero me temo que tengo deberes que cumplir antes de que se acabe la primera parte del turno.

Tenía que ayudar a lavar el camión y repasar el inventario del mismo para asegurarse de que todo estaba completo. Era una tarea importantísima, porque si después durante una emergencia faltaba alguna herramienta era culpa del último encargado de inventario.

Aunque eso a Noah nunca le había pasado. Era realmente bueno en lo que hacía.

Reese sí había escogido un restaurante en el centro de la ciudad. Sin embargo, no era uno de los restaurantes que más frecuentaba, donde iban la mayoría de los socios de la firma y algunos de sus clientes. Era un restaurante de comida italiana, acogedor, a unas cuadras de su apartamento, donde había reservado una mesa más apartada del resto, para que él y Noah pudieran hablar sin reservas.

Aunque Noah insistió en acercarse a la firma donde Reese trabajaba, éste se ofreció a llevarlos a ambos en su carro hasta el restaurante. Después de todo, Reese estaba invitando, así que él iba al volante marcando el camino. Su auto era su adoración, nunca lo disimulaba, pero no hizo comentario alguno frente a Noah, pues tenía al presentimiento que su amigo lo encontraría un comportamiento frívolo e inútil.

Reese fue parloteando todo el camino sobre el tráfico a estas horas en esta zona de la ciudad, haciendo un esfuerzo por no mostrarse como verdaderamente se sentía: demasiado nervioso.

Porque Reese, tal cual su vestimenta lo indicaba, había decidido que no quería que esto fuera un simple reencuentro. Para Reese, esto era una cita, sólo estaba esperando el momento propicio para hacérselo saber a Noah.

Cuando llegaron al restaurante, Reese dejó las llaves del auto con el valet y dejó que el mesero los condujera al reservado. El sitio era justo como lo había pedido: apartado e íntimo. Reese, como buen anfitrión, esperó que fuera Noah quien tomara asiento primero.

—Como dijiste que no te gustaba la idea del bar donde la gente pudiera mirarnos más de la cuenta, reservé una mesa más apartada —comentó Reese con una sonrisa, aunque sabía que aquella precaución no tenía mucho sentido. Después de todo, era obvio que en este restaurante no se iban a topar con ninguno de los compañeros de Noah.

Si estuvieran en otras circunstancias, sería capaz de bromear al respecto. Pero ahora Reese no se atrevió, porque no quería que Noah se tomar a mal sus comentarios, incluso si tenía razón.  

Noah no había tenido idea de qué esperar de parte de Reese, así que se había esforzado en verse bien para esa noche. En especial porque no sabía si iba a escoger un lugar con un nivel más elegante de lo que Noah estaba acostumbrado con su bar para bomberos donde todos iban después de sus turnos.

Cuando vio su auto se felicitó por haberse esmerado tanto, o habría deslucido ya desde el automóvil que estaban utilizando. Reese realmente debía tener muy buenos ingresos para viajar en un vehículo como aquel.

Por supuesto, el restaurante al que llegaron estaba a la altura, y Noah dudó de que su saco no se viera deslucido en aquel lugar. Reese, sin embargo, se manejaba con toda seguridad, como si no tuviera la menor duda de que iban a hacer todo lo qu eles pidiera. Tal vez era un cliente frecuente. O solamente un cliente de los que gastaba mucho cuando estaba ahí.

Noah se obligó a mostrarse lo más tranquilo posible, pero la verdad estaba nervioso. No sabía si esto era solo un reencuentro o era en toda regla una cita. Cuánto hubiera dado por una cita con Reese cuando estaban jóvenes. Ahora se temía que jugaban en ligas distintas.

—No me importa mucho la gente en general, pero cuando conozcas a mis compañeros y lo metidos que son, vas a entender a lo que me refería —replicó, convencido de que sus compañeros interrogarían a Reese mucho mejor de lo que haría cualquier detective de Tara.

Tomó asiento y miró a su alrededor.

—Pero no me quejo: me gusta la discreción también —añadió, temiendo haber sonado grosero al no apreciar el esfuerzo de Reese de que estuvieran en una mesa apartada. —Tal vez aquí eres tú quien pueda querer que alguien no nos vea mucho.

Tenía mucha curiosidad por cómo era la vida de Reese ahora. ¿Estos eran los lugares habituales para él? ¿Una cena cualquier noche en la semana?

Así que, al parecer, lo que le preocupaba a Noah era que sus compañeros del cuartel de bomberos hablaran sobre su vida personal. Reese suponía que podía comprenderlo, a él tampoco le gustaba que en la firma se metieran demasiado en su vida personal.

Hasta el momento, no había tenido muchos problemas, en especial porque Reese no tenía demasiada vida personal. Después de la muerte de su madre, no tenía más familia que estuviera metiéndose en sus asuntos. Tampoco había tenido una pareja estable, tan sólo unas cuantas citas, nada lo bastante relevante para que la gente se preocupara por su vida privada. Al menos, le daba algo de consuelo el pensar que Noah también le gustaba discreción.

El problema era que no quería discreción por las mismas razones que Reese.

—Por supuesto que no me importa que alguien nos vea —dijo Reese, mintiendo de una manera descarada. Pero estaba siendo muy enfático y sonaba seguro, así que Reese esperó que Noah le creyese, no parecía que estuviera mintiendo en absoluto. De la misma forma que defendía a sus clientes en tribunales, estaba dispuesto a mantener esa mentira frente a Noah—: Pero sí pensé que apreciarías algo de discreción. Sobre todo porque hace mucho tiempo que no nos vemos, aquí les pedí que nos pudiéramos quedar hasta que cerraran el restaurante. Bueno, es contando que no te hayas cansado de hablar conmigo para entonces.

Reese pronunció la sonrisa, justo antes de que apareciera el mesero con el pomposo menú. En realidad, él sí que contaba que Noah se quedara con él hasta que cerraran en restaurante. Ahora que lo veía tan cerca, recordaba lo mucho que lo echó de menos.

Que se veía todavía más guapo de lo que recordaba.

—Recuerda que yo invito —dijo con una sonrisa, encantado, mientras miraba él mismo el menú—: Pide lo que quieras.

El lugar era lujoso y el menú se veía delicioso. Seguro que Reese tenía un gusto acorde a todo lo que siempre aspiró. Noah siempre se había conformado con poco, pero no podía dejar de admirar dónde lo habían llevado sus estudios y su trabajo.

Tuvo que contenerse para dejar de mirar a su alrededor impresionado, y volver a concetrarse en Reese. Sus palabras le habían hecho mucho bien. Quería ese reencuentro. Tal vez lo quería tanto como él.

—¿Puedo saber qué esperas de este reencuetro? —preguntó, permitiéndose ser más osado de lo que se sentía.

Tal vez ear mejor de una vez escuchar de él que solo quería hablar de nuevo con un viejo amigo para mantener sus expectativas bajo control. Pero Noah era de esas personas que prefería saber a qué se estaba enfrentando a esconderse como un cobarde que siente que no podría hacer frente a la realidad.

Intentó concentrarse en el menú, pero la mayoría de platos que había ahí ni siquiera sabía qué eran.

—Aparentemente yo espero aprender mucho de gastronomía —añadió, quitándole presión a la pregunta que él mismo había hecho. —Supongo que tengo un paladar muy simple para lo que se puede encontrar en este lugar. ¿Me quieres recomendar algo? Te haré caso a ojos cerrados.

En experiencia de Noah, cuando uno no sabía del todo de algo, era mejor apoyarse en alguien que sí que sabía. Más cuando se trataba de comida.

Seguro que Reese elegiría algo rico por él, más si iba a ser tan caro. Además, así tendría algo concreto que responderle y ya podría elegir después si quería hablarle de las expectativas por las que le había preguntado.