Dinamita

Aún era temprano. En condiciones normales todavía esperaría una hora más para salir, pero... Bueno, así había más noche por delante, ¿no? Además, estaba de buen humor. De tan buen humor que estaba dispuesto a no salir solo de esa casa. Al fin y al cabo, no había quedado con nadie en concreto, solo iba... A salir, a ver qué se encontraba. No le importaba salir de allí acompañado. Por tal de que no le tocaran mucho los cojones y le aguaran la fiesta... Nah, lo dicho, estaba de buen humor. El que quisiera amargarse, que se amargara solo. No sería la primera vez que dejaba a un pamplinas tirado y se iba a otra parte a buscar a gente más soportable.

Se arregló el pelo frente al espejo y se tiró de los cuellos de la camisa azul eléctrico que se había puesto. Muy guapo. Se follaría si pudiera. Anda, a ver si tengo suerte y me encuentro con alguno que piense lo mismo... Por ahora iba a sacar al porno-escritor de su cueva, a ver como se las gastaba en ambientes menos controlados. Ya esa mañana le había dejado caer que esa noche había fiesta, así que esperaba que no se hiciera mucho de rogar. Porque Patrick no rogaba a nadie.

Vamos que nos vamos. Dijo entrando por la habitación de Max dando una palmada. Se sorprendió al verle empanado perdido (bueno, no era ninguna sorpresa, pero esperaba verle al menos dispuesto para salir). Abrió los brazos en cruz. ¿Todavía estás así? ¡Venga, que no tengo toda la noche! Porque él había dado por hecho que ese se iba con él de fiesta. Que a más tarde salgamos más orcos nos encontramos. Venga, con brío. Le arreó y salió de allí rumbo a su habitación de nuevo.

Cogió su cartera, las llaves y se echó colonia por segunda vez. Volvió a repasarse el pelo ante el espejo y de nuevo fue hacia el cuarto de Max. Esperaba que le hubiera dado tiempo ya a vestirse. Pero al pasar de su cuarto al del otro... Vio la puerta de Adrien abierta. Y se le esbozó una sonrisilla malvada en el rostro. Y con esta puesta, se plantó en la habitación de Max y apoyó el brazo en el quicio de la puerta. ¡Tss! ¡Eh! Lo llamó, como si quisiera llamar la atención de alguien que pasaba por ahí. Tenía una cara de niño a punto de hacer una travesura que no podía con ella. ¿Nos llevamos al francés? Porque dudaba que Doctor House se quisiera unir. Pero el otro... Pagaría por verle borracho.

No esperó la respuesta de Max. Se giró sobre sus talones y, apoyando esta vez la espalda en el quicio de la puerta, bramó desde allí. ¡¡EEH, VIVALDI!! FIESTA ESTA NOCHE. TÚ, YO, MAX Y LO QUE SURJA, ¿TE APUNTAS? Se giró hacia Max y le guiñó un ojo con una sonrisa, como si, efectivamente, hubiera hecho una travesura. Y entonces vio pasar por allí al sanitario del grupo. Tú también estás invitado. Hay Patrick para todos.

Dinamita

Que todavía estaba con su mano en su pecho, de una forma bastante poco heterosexual todo había que remarcarlo, intentando asimilar ese ardor recorriendo todo su esófago y sin poder pararse a ver la reacción de sus compañeros de piso, que Patrick ya estaba pidiendo otra ronda...
En esa ocasión de rojo pasión...
Pues venga. Que probablemente era una mala idea, y sin tener que pensarlo demasiado, era una malísima idea, pero cuando iba contentillo pensaba poco, ya se arrepentiría después.

—¡Rojo pasión!—Es lo único que gritó, porque cuando iba bebido no era de ser muy elocuente. Solo sonrió y se acercó a ellos, mirándoles.
Aquello era algún tipo de indirecta entre ellos... ¿A qué si? Les miró con esa sonrisilla de saber que ha descubierto algo—sin poder preocuparse si era real o no, claro—y con la rissilla de más por el alcohol.

—¡Pues brindemos por la pasión!—Aunque aquello tal vez era contraproducente, que como esos dos se animaran mucho con la pasión que Max daba por hecho que tenían, iba a ser una noche un tanto incómoda... Aunque con lo que había bebido probablemente dormiría todo el día y ya podrían montar una orgía fuera que no se daría cuenta.
Pero vaya, que se si daba cuenta igual podría tomar notas para su libro... ¡Ah! Que Patrick se había ofrecido para referencias, igual le dejaban mirar...

En fin, que cuando tuvo el chupito en la mano e hizo todo aquello de taparlo y demás, lo alzó acercándoselo a los labios.—¡Salud!—Gritó y volvió a beberlo, aunque en aquella ocasión si que tosió un poco y se tuvo que apoyar en la barra, intentando tomar aire. —Creo que prefiero el Drácula...—Dijo referente al chupito, sonriendo mientras intentaba recuperarse un poco. Aquel si que había pegado fuerte después del anterior.—Creo que acabo de quedarme sin estómago...

Dinamita

En cuanto escuchó a Patrick supo que la cosa se le estaba yendo de las manos, se había atrevido a jugar con fuego y ahora se estaba quemando, porque su compañero de piso no parecía aminorar con sus comentarios, más bien todo lo contrario, la mirada que le había dedicado había resultado tan caliente que Adrien no había podido evitar excitarse, allí, en un antro oscuro repleto de gente, ¿qué no conseguiría de él una vez que volviesen al apartamento? ¿era buena idea seguir bebiendo si quiera? ¿haría bien en dormir esa noche en un hotel? ¿querrían Patrick y Max apuntarse?

Dios mío, tenía que plantearse dejar de beber, sus pensamientos se estaban volviendo cada vez más inconexos.

Tragó saliva y miró el chupito que le ofrecían, rojo, sí y lleno de fuego también, agarró el vaso con dudas y los miró a ambos, ¿tan malo sería dejarse llevar una sola noche? Mañana podrían volver a la rutina de esa semana, a ignorarse por el pasillo de casa o a llevarse como el perro y el gato, pero una noche de diversión no iba a hacerle daño a nadie o al menos eso pensaba.

—¡Salud!— brindó también antes de tragar el líquido, sintiendo como su esófago ardía, literalmente, la absenta había resultado ser un caramelito de menta al lado de lo que acababa de beber.

—¡QUEMA!— gritó, por un momento tuvo miedo real de que se le estuviesen quemando los órganos, pero la sensación fue efímera, dejando a su paso solo el sabor amargo —lo que pretendes esta noche es matarnos ¿verdad?— se quejó mirando a Patrick y eso que conociéndolo había pensado que su idea inicial sería intentar llevárselos a la cama.

Bufó y soltó el vaso en la barra —no contéis conmigo para otra ronda de ácido— estaba de acuerdo con Max, hasta ahora el Drácula era el chupito que más le había gustado y el único que no le había provocado ganas de llorar.

Dinamita

Se echó a reír con una sonora carcajada. ¿De verdad crees que lo que pretendo esta noche es mataros, Frenchie? A polvazos en todo caso. Este francés... Empezaba la noche con absenta y ahora le venía grande más absenta.

¡Por la pasión! Sí, por qué no. Pero entonces el chico soltó el vaso en la barra y Patrick frunció el ceño, volviendo a reír. ¡Venga ya, Adrien! Le había llamado por su nombre. Ni se había dado cuenta. Solo estamos en la segunda fiesta, no puedes empezar a rajarte ahora. Miró a Max, le guiñó un ojo e hizo chocar su vaso contra el de él. ¿Le hacemos una demostración, Shakespeare? Y se tragó a pecho el chupito.

Dejó el vaso de un sonoro golpe en la barra y se dirigió a Adrien, colocándose quizás demasiado cerca y con un brazo por encima de su hombro, frente por frente. Ya se le estaba subiendo el alcohol. Es rojo pasión, como tú decías, ¿acaso no te ha gustado? Miró a Max y esbozó una sonrisa socarrona. Qué pena, Max, no le ha gustado la pasión. Volvió a mirar a Adrien y se mordió el labio. Aunque mirando al francés, parecía seguir hablando con Max. Vamos a tener que ayudarle con eso.

Dinamita

Bueno... pues al menos no era el único que sentía que se le había quemado todo lo que había en su torso, el francés estaba más o menos igual solo que era algo más expresivo, probablemente más sensato también y tendrían que hacerle un poco más de casito y parar con aquellas cosas...
Pero ya que estaban allí...

En realidad él solo se rió mirándoles, Patrick le había pasado el brazo por encima del hombro y volvían a estar muy cerca...
Max se apoyó en la barra mirándoles, de nuevo pensando en lo monos que se veían solo que sin filtro para disimularlo, por lo que la risa se le escapó bastante.

—Ay, no... es francés y músico... es imposible que no le guste la pasión.—Dijo como algo lógico. Claro que aquello sonaba más romántico que pasional... Ah pero siempre iba de la mano. Así que sonrió y se acercó a ellos, pasando su brazo por encima de los hombros de Adrien pero al otro lado de Patrick.—Pero el Drácula si le gustó... Ah... romanticismo por encima de pasión... Eso también es tan... ah...— Dijo sonriendo, ni si quiera tenía muy claro qué era lo que estaba haciendo, pero si estaba de acuerdo en que si seguían bebiendo ese aliento de dragón la noche iba a durar más bien poco.—¿Qué más puede haber que supere esto?—Preguntó sin apartarse porque... en fin, a saber por qué...

Tal vez porque ya estaba más que perjudicado con el alcohol, porque sí, tenía aguante, pero parecía que se le subía mucho antes a la cabeza o que no le importaba mostrarse más... Simpático con un poco de alcohol en su cuerpo.—¡Y todavía no hemos bailado! Si seguimos bebiendo al final me voy a tambalear tanto que no se va a saber si bailo o intento no caerme.—Pero claro, dicho entre risas sonaba menos serio.

Dinamita

Aquel chupito le sentó como si se hubiese bebido cuatro de golpe, sobre todo al bajarse del taburete,  sintió un ligero mareo y luego se echó a reír sin poder evitarlo, los efectos del alcohol ya haciendo estragos en su mente, si seguían así el pobre chófer iba a tener que llevarlos hasta la cama y arroparlos, porque no se iban a poder mover.

Abrió los ojos como platos cuando escuchó su nombre de labios de Patrick y aunque fuese con aquella voz pastosa y ronca por el alcohol, le sonó a pura poesía, por fin dejaba de llamarlo con algún diminutivo francés.

Y demasiado cerca otra vez, era como si Patrick quisiese derribar todas sus barreras aquella noche y no sabía si estaba dispuesto a dejarle, aunque por otra parte se moría de ganas —eres idiota— medio sonrió a pesar de todo y apoyó sus manos en las cinturas de ambos chicos cuando Max se unió a aquella especie de triángulo extraño que estaban formando en medio de aquel antro.

¿Cómo se verían desde fuera? Raros, desde luego, aunque no sabría decir si como algo adorable y cómico o como algo escandaloso, pero no le importó ni lo más mínimo.

Se mordió el labio inferior —¿aquí?— preguntó en un susurro y enseguida negó con la cabeza porque era una ridiculez pensar que iban a enseñarle allí, delante de un montón de personas, lo que era la pasión, además, como si él no lo supiese de sobra, vale, quizás no la había experimentado tantas veces como le gustaría, pero tampoco estaba dispuesto a dejar que Patrick le diese lecciones de nada, se comportaba como si él fuese el lobo y ellos sus corderitos y quizás eran Max y él los que tenían que demostrarle que con ellos no se jugaba.

—Max tiene razón, nos prometiste una buena fiesta y aún no hemos bailado, tu manera de organizar  eventos deja un poquito que desear— dijo solo para molestarlo.

Dinamita

Estaba intentando insinuársele al francés, y al escritor, y a los dos a la vez, si total, por tirar fichas que no faltase. Y entonces el más pequeño hizo la peor pregunta que se le puede hacer a alguien como Patrick: "¿aquí?". Se mordió el labio, reprimió una carcajada muda y se acercó a su oído para susurrarle. Aquí y ahora, si hace falta. Volvió a alejarse, dando por hecho que ese "¿aquí?" había sido una manera sutil y poco inteligente de decirle que sí.

Clavaba una mirada claramente lasciva en el violinista cuando Max empezó a decir a saber qué de romanticismo que le hizo mirarle con cara de no entender nada. ¿Pero de qué coño habla este tío? Si de normal lo entendía a medias, borracho él y borracho el otro ya desde luego que hablaban otro idioma.

Estaban los tres bastante cerca, así que cuando Max dijo eso de que se tambaleaba, Patrick (que aún seguía con un brazo por los hombros del francés) pasó el brazo libre por su cintura. Tú por eso no te preocupes, que yo te sujeto. Te sujeto lo que haga falta. El truco está en bailar pegaditos, así nadie se cae. Ya, claro.

Y entonces el chico empezó a pincharle y Patrick le miró con los ojos entrecerrados y pasándose la lengua por las muelas, en expresión desafiante. ¿Te crees que esto es todo lo que tengo que enseñarte? Soltó una carcajada sarcástica. Esto acaba de empezar, chaval. Miró a Max, buscando un compinche "contra" Adrien y, con un gesto sobrado de la cabeza, lanzó. Dice aquí el croassantcito que "dejo que desear", cuando él todavía no se ha bebido su chupito. Empezó a negar con la cabeza, acompañando cada movimiento con ruidosos chasquidos de su lengua. Mal, mal...

Pero que muy mal, ese no sabía donde y con quién se estaba metiendo. Con una parsimonia casi agresiva, se mojó los labios, se dirigió a la barra y tomó el chupito que Adrien aún no se había bebido, haciéndole un gesto al camarero para que volviera a prenderle fuego. Tapó el vaso con la mano para guardar el humo, se volvió hacia los chicos y miró a Max. ¿Me lo sujetas? Y, entonces, giró la vista al francés, e hizo un gesto con la cabeza. No, el chupito no... A él. Volvió a hacerle un gesto a Max con la cabeza, guiñándole un ojo con peligro como si fuera un mafioso dando una orden de asesinato. Agárramelo fuerte, anda. Esperó a que Max hiciese lo que le pedía y se mojó los labios con una sonrisilla, poniéndose frente a frente con el chico. Vamos, frenchie... Abre la boquita... Se acercó tanto que casi podía rozar su nariz con la de él, bajando el tono. ¿Me vas a hacer suplicártelo? Quitó la mano de la boca del vaso y se lo acercó a los labios, inclinándolo. Más le valía tragar.

Dinamita

Aquello era, de lejos, lo más raro que había hecho nunca en una fiesta. Bueno al menos en las que recordaba, que alguna vez se había levantado demasiado borracho como para tener las cosas claras—además bebido no siempre todo era raro—pero sin duda estar abrazado a dos tipos en medio de un local... No recordaba haberlo hecho.
Porque Adrien se aferraba a su cintura, por la espalda, mientras él mismo tenía su brazo encima del francés, y Patricl... Pues se acercó a agarrarle también...
Bailar los tres pegaditos... Se rió un poco porque de verdad que aquello era muy nuevo. Tres personas bailando juntitas debían verse ridículas... ¡Y eso lo hacía bastante divertido!

Aunque de haberle preguntado diría que se estaban metiendo en territorio pantanoso, sobretodo porque Adrien parecía estar retando a Patrick... Y hacerlo cuando ya estaban doblados con el segundo local no era como buena idea... Pero parecía que ese era el tipo de relación que tenían...
Ah... esos amores escondidos en peleas constantes... O algo así...

Y claro, acción, reacción. Patrick tenía un plan y Max le miró pedir ese chupito aún apoyado en el francés. No entendió muy bien por qué le había pedido que se lo sujetara pero bueno... el problema fue que cuando hizo el amago de alzar el brazo para sostenerlo... Le aclaró que no era al chupito lo que quería que sujetara.—Oh...—Y miró a Adrien y soltó una risilla.
Se encogió de hombros pero esta vez exagerando el gesto y le soltó solo para ponerse a su espalda, pasando sus brazos por debajo de las axilas del chico, afianzando sus brazos sobre su pecho y dejando el mentón sobre el hombro del francés sin dejar de mirar a Patrick, porque su idea pues... Le inquietaba.

—No sé si fuerte es la palabra de lo que pueda hacer ahora...—Que sujetarle vale, o apoyarse más bien... ¿Pero fuerte? Aquello era otro tema.

Dinamita

No apartó la mirada de Patrick a pesar de que su reto provocó que le diese un vuelco el estómago, no sabía si deseaba que cumpliese con la promesa o no, ¿cómo sería volver a saborear sus labios? ¿sería desagradable ahora que su boca estaba mezclada con el alcohol? ¿o por el contrario le resultaría más adictivo? ¿Dejaría de parecerle tan sumamente idiota después?

Lo dudaba, porque Patrick se empeñaba siempre en que no olvidase lo terco y bruto que podía llegar a ser —¿es que te has vuelto loco?— preguntó intentando echarse hacia atrás justo cuando Max le agarró los brazos para que no se moviese, vale, los dos, se habían vuelto un par de desquiciados, ¿a qué jugaban? ¿estaban tan borrachos que no se estaban dando cuenta de lo que hacían?.

Levantó una ceja al escuchar el tono que, pese a ser meloso para querer persuadirlo, no escondía la orden que había detrás.

Tragó saliva y su pulsó se disparó, porque seguramente a causa del alcohol, no pudo evitar excitarse un poco, pero Patrick ya debería haber aprendido que él no se dejaba manipular por las buenas y que era un hueso duro de roer.

—Por supuesto— murmuró abriendo la boca para que el líquido pasase a través de su garganta, una vez más incendiando la misma, pero no se tragó todo el contenido, se guardó lo suficiente para expulsarlo en el último momento hacia delante, provocando que cayese sobre la cara de Patrick.

—Lo siento— murmuró con falso tono de disculpa —es lo que suele ocurrir cuando te obligan a hacer algo que no quieres, pero no te preocupes, todos los días se aprende algo nuevo— sonrió ampliamente y se revolvió para que Max lo soltase, se sentía más seguro si volvía a tener toda la movilidad de su cuerpo, porque Patrick podía convertirse en un miura a punto de atacar en cualquier momento, si es que no se le ocurría vengarse más adelante cuando menos se lo esperase.

Dinamita

Mira que el chupito era pequeño, era más la espectacularidad del fuego y lo fuerte de la absenta que la cantidad en sí. Pues ni eso fue capaz de tragarse el puto francés.

Se pasó la lengua por los dientes, aún con los ojos cerrados después de que le espurreara todo el líquido en la cara. Lentamente se limpió los ojos, contando hasta muchos, muchos números, porque de verdad... De ser otro ya le habría torcido la nariz, sobre todo teniendo en cuenta que seguía agarrado por Max, osea que lo tenía a puntito de caramelo para usarlo de saco de sparring. Pero no. Porque si ganas tenía de pegarle, más ganas tenía de follárselo. Y si le pegaba ahora se podría olvidar de eso. Ya le castigaría de otra forma...

Ay, frenchie. Suspiró con un tono bastante peligroso, mientras sacudía la mano con la que se había limpiado los ojos y se acercaba de nuevo a él, a pesar de que la distancia no era muy grande. A ti te quedan muchas cositas que aprender todavía. Le puso la mano mojada en las mejillas, apretando sus dedos con tanta fuerza que le estrujó los labios, y acercándose mucho a estos, susurró. Házmelo otra vez y me lo vas a limpiar con la lengua. Y eso le sonó muy atractivo. Sí, a ver si le escupía otra vez. De verdad que pensaba hacerle limpiárselo con la lengua. Eso y otra cosa.

Está claro quién es el eslabón más débil del grupo. Dijo separándose dando pasos hacia atrás, mirando a Max con malicia. Al menos él sí se había bebido los dos chupitos. Cogió una servilleta de la barra y se terminó de limpiar, mientras seguía "hablando con Max" aunque en clara referencia al otro. ¿Crees que se lo tragará todo así de mal? Habrá que tenerlo en cuenta... A tocar los cojones no le ganaba nadie.

Tiró la servilleta por ahí y pasó por el lado de los chicos de camino a la puerta del bar. A Adrien le dedicó una mirada de arriba a abajo cargada de una extraña mezcla entre el desprecio y la lujuria, y a Max le dio una palmada en el pecho. Venga, tío. Cambiamos de fiesta.

Dinamita

Que todo eran risas y buen rollo, jugueteos inocentes y divertidos dentro de una fiesta animada con sus compañeros de piso para crear lazos era algo que estaba solo en su cabeza...
Que de verdad estaba riendo de lo más divertido sujetando a Adrien de aquella forma tan poco eficaz, hasta que vio como el francés le escupía en la cara al otro.
Estaba borracho pero no tanto.
Aquello le dejó completamente paralizado y sintiendo una angustia en el estómago por el mal rollo... Que se acrecentó cuando Adrien le apartó de aquel modo.
El mal rollo reinaba en el ambiente pese a la ligera tensión y... ¿Estaba él en el medio?

—Uy...—Dijo casi de forma cantarina, moviendo su mano de arriba a abajo en un gesto muy teatral y cubriéndose la boca con la otra mano.—Pero qué mal rollo...—Dejó caer, observando como, finalmente, Patrick les decía de ir a otro lado después de haber advertido al francés, no había acabado de escuchar bien lo que decía... Y por supuesto, no había entendido lo que Patrick le había dicho acerca de si Adrien se tragaría todo así de mal y que tenían que tenerlo en cuenta... ¿Para qué? Si el chico no quería beber...

Presionó sus labios y salió del local, bailoteando y poniéndose delante de ambos.—Oye yo estaba jugando... Si hay mal rollo me voy con mis canturreos a otra parte...—Dijo alzando los brazos en son de paz, que no era que él tuviera que hacer de mediador ni mucho menos... Pero como acabaran a golpes iba a morirse. Que de esa noche acababan enrollados o matándose, y a la primera no le importaba mirar, pero a la segunda opción... Desde luego que no quería estar allí presente, ni mucho menos... ¡Si además lo estaban pasando bien! Al menos en la cabecita distraída de Max, claro.

Dinamita

¿Se había pasado? Por la forma en la que lo miraban ambos podía ser, pero es que odiaba que Patrick lo obligase a hacer cosas que no quería, como beberse ese maldito chupito, entrar a su habitación cuando le daba la gana o molestarlo constantemente, el alcohol ingerido le había dado la valentía suficiente para plantarle cara y si era sincero consigo mismo, no se arrepentía ni un poquito.

Se encogió de hombros y salió del local siguiendo a los chicos —yo también me lo estoy pasando bien, no te preocupes Max, que entre nosotros no hay nada de mal rollito, ¿verdad?— preguntó irónico después de guiñarle el ojo a Patrick.

Sí, le gustaba sacar la bandera roja delante del toro y ponerse a jugar con él, vete tú a saber porqué, quizás acababa de descubrir que era un poco masoquista o que estaba deseando que lo matasen.

Ignoró todos los comentarios sexuales, vamos, a Patrick siendo más Patrick que nunca y se metió en el coche.

—Yo sigo teniendo ganas de bailar— aclaró, por él no había acabado la fiesta, aunque le sorprendió que Max, con lo charlatán que era y la energía que llevaba siempre, estuviese cada vez más apagado, si había sido por su culpa no podía evitar sentirse mal, porque el caso es que a él no había querido molestarlo, ni arruinarle la noche, le parecía un chico demasiado adorable como para hacerle ese tipo de cosas, su único fallo había sido dejarse llevar por el idiota de Patrick.

—Ei Max, venga, anímate— dio una palmadita en el aire para intentar llamar su atención y entonces se dio cuenta de que lo que pasaba es que estaba borracho como una cuba.

Soltó una carcajada y miró a Patrick de reojo —a lo mejor deberíamos volver ya a casa— Max no parecía que fuese a aguantar mucho más, quizás al próximo chupito acababa cayéndose redondo al suelo, aunque era una lástima, porque a él, la verdad es que le apetecía seguir descubriendo lo que Patrick tenía organizado para aquella noche.

Dinamita

Pues si le aseguraban que no había malos rollos no era él quien fuera a duda de aquello... solo sonrió un poco mientras seguía caminando tambaleándose un poquito. Tenían una relación curiosa, eso cuanto menos... Igual eran de esas parejitas a las que les gustaba hacer juegos de rol o algo de eso y esa noche tocaba la de personas que se odiaban...
Aunque bien pensado eso lo había visto ya en casa, que igual extendían los juegos por días... ¿Qué podía saber él? No era como si no hubiera escrito cosas peores...

—Ay... ¡si, si! Bailaahu...—Eso al final había sido más un bostezo que otra cosa, pero negó con la cabeza como si tratara de desperezarse.
Claro solo beber... Pero seguro que en cuanto empezara a animarse la cosa él también lo haría, que no quería ser el primero en caer, que vergonzoso... Aunque tampoco cabía muy bien vergüenza de qué, no era una competición y seguro que podía hacer cosas más comprometidas yendo borracho que el pena por caer.

—¿A casa? No... ¡que la noche es joven!—Y se apoyó un poco en el hombro de Adrien, no mucho, no fuera que se volviera a ofender o Patrick a sacar un chupito del bolsillo con fuego y dragones y en fin...
Desde luego aquello era mucho más fácil decirlo que hacerlo, porque en cuanto llegaron al coche y se sentó y su cabeza se apoyó en el cristal...
Pues se le cerraron los ojitos... que se levantó sobresaltado más de una vez, y bostezó otras cuantas. Miró a los chicos con los ojos entrecerrados, como si esperaba que hubieran hecho algo...
Eso en menos de cinco minutos. Pues igual sí que iba a caer.

—Ah... Vamos a la fiesta, siempre puedo quedarme con Ambrosio que se ve muy majo él como para cuidarme bien...—U olvidar que estaba allí.—Luego ya me recogéis...

Dinamita

Qué pesadito con el baile, colega. Dijo ladeando la cabeza a un lado y al otro mientras abría la puerta del coche. Que sepas que me estás poniendo las expectativas muy altas con eso, frenchie. Sí, a ver cómo bailaba ya que se anunciaba tanto. Que el guiñito y el "no hay nada de mal rollito entre nosotros" no le había pasado pero que nada desapercibido, aunque no hubiera contestado. Se estaba guardando para él ese "nada entre nosotros" lo que quería que significase.

Y de repente cambió de tercio. Soltó una carcajada. ¿Ya te estás arrepintiendo? Menudos huevos tienes. Se volvió en el asiento y vio que no lo decía por él, sino por Max. Cuando lo vio, tenía la cabeza pegada en el cristal como un caracol. ¡¡EH!! Bramó. ¿Ya vas a caer? Joder, chaval... Menuda cuadrilla llevaba. El primero no había llegado ni al coche, el segundo ya llevaba más bostezos que minutos fuera de casa y el tercero no paraba de quejarse... Bueno, eso era una constante en la vida del francés, pero pensó que sería capaz de dejarlo de lado aunque fuera por una noche.

Pero tan pronto despertó dijo que continuaba la fiesta. No estaba Patrick muy seguro de ese espíritu, pero bueno. Bien dicho, Max. Aquí el rajado intenta echarte a ti el muerto de irnos ya a la casa. Tanto querer bailar... Se echó a reír socarronamente. Y más se rió ante la propuesta del chico. ¡Eso, "Ambrosio"! Le puso una mano en el hombro a Adam, el conductor, con un palmetazo, y este le miró de reojo. Como si no supiera ya cuando lo contrataron en qué iba a acabar todo eso. Que eres muy majo. Se volvió a reír. Se le acercó un poco como si fuera a contar una confidencia, pero no varió lo más mínimo el tono ni dejó de reír. Ten cuidado con este que las mata callando, ¿eh? Que vaya pervertido está hecho. Él iba a hablar de perversiones.

Llegaron a la fiesta número tres. Eso ya tenía solo desde fuera más pinta de local de fiesta que los otros dos. No era una discoteca gigantesca, porque esas venían después ("in crescendo"), pero ya se escuchaba la música reggetonera retumbar a través de las paredes del edificio y atravesando hasta las ventanas del coche. ¡Hemos llegado! Abrió la puerta y salió, pero antes de cerrar, se agachó para asomarse dentro de nuevo y le preguntó a Max. ¿Entonces, qué? ¿Vienes o te quedas?

Dinamita

Esos últimos chupitos de fuego de dragón o como se llamasen, sin duda, ya estaban haciendo efecto en su organismo, se sentía eufórico, con ganas de que aquella noche no acabase, a pesar de que una pequeña parte de su conciencia, como si de un Pepito grillo se tratase, no dejaba de insistirle en que lo mejor que podía hacer era irse a casa a dormir la mona, el resto de su cerebro estaba bañado en alcohol y no pensaba hacerle caso.

En aquel coche hacía calor, se sentía desinhibido y el que Patrick se acercase a hablar con el conductor, trayendo con él su suculento aroma proveniente de su cuello, lo hizo aún más difícil.

No, no se iba a arrepentir, posiblemente mañana, pero eso sería un problema del Adrien del futuro, el Adrien del presente estaba más que dispuesto a seguir el plan trazado por Patrick y demostrarle que no era ningún cobarde, aquello era una especie de reto y pensaba proclamarse vencedor.

Salió del coche con energías renovadas, no sabía si era por haber bebido más o menos que Max, pero este parecía estar en el polo totalmente opuesto, en vez de haberse venido arriba con el alcohol este le había dejado prácticamente dormido, tanto que ni respondió a la pregunta de Patrick, solo balbuceó algo ininteligible.

Soltó una carcajada ruidosa que llamó la atención de algunas de las personas que se dirigían hasta la discoteca —Max ha sido el segundo en caer— comentó refiriéndose a Alexis — ya solo quedamos dos— levantó las cejas, divertido, entusiasmado con aquel duelo —llévalo a casa— se dirigió al chófer, porque si Max seguía durmiendo en aquella postura corría el riesgo de partirse el cuello, no creía que le viniese bien esperar el rato que ellos estuviesen de fiesta, porque por la mirada pícara que tenía Patrick, la noche aún iba para largo.

En cuanto vio el coche alejarse sintió un pequeño pinchazo que le indicaba que se estaba metiendo en terreno peligroso, pero era la última duda que se iba a permitir tener aquella noche, la suerte estaba echada.

Dinamita

Pues parecía que Max había llegado hasta ahí con la fiesta. Quién le iba a decir a él que iba a ser el francesito el que más aguante tuviera, la vida te da sorpresas. Desde la misma ventana del coche por la que estaba asomado, hizo rodar los ojos y miró al chófer. Anda Adam, llévatelo de vuelta al apartamento y luego nos recoges. Fue a separarse del hueco del cristal pero, antes de hacerlo y sin que el otro le escuchara, dio un par de palmaditas en la puerta y susurró. Pero tómate tu tiempo. Le guiñó un ojo con una sonrisilla malvada y se dio media vuelta hacia el francés. Sí, que tardara en volver... Que no había prisa ninguna. A ver si era verdad que Adrien tenía tantas ganas de bailar.

Solo quedamos dos. Repitió al otro, pasándose la lengua por los dientes y echándole una mirada cargada de intenciones. Sí, que siguiera recordándolo, como que no se había dado cuenta ya. Madre mía el chaval la que se estaba ganando. En fin. Mejor entraban en la discoteca ya.

El ruido ensordecedor de la música empezaba a latirle en el pecho y las sienes. Esto es vida, joder. Para él era lo más parecido al paraíso. Bueno, en todo caso a un infierno lleno de perversiones de las que a Patrick le encantaban. Y esa era la discoteca normal, todavía tenía unas pocas más en la lista a cual mejor. Se dirigió a la barra y pidió. Dos birras. Se volvió a Adrien, dándose la vuelta y apoyando ambos codos en la barra con una sonrisilla. Mejor empezamos flojito, que ya llevamos un buen inicio. Y la noche es larga. Tomó el botellín cuando se lo dieron y, esperando que el otro hiciera lo mismo, lo entrechocó con el suyo para brindar. Por los campeones, los que tienen aguante de verdad, no como esos sin sangre que tenemos por compañeros de piso.

Y justo cuando estaba dando el primer sorbo, empezó a sonar. ¡Hostia! Se emocionó, dejando el botellín en la barra de un golpe y mirando a Adrien. Temazo, loco. Esa puta canción, la ponían siempre y le despertaba todo. Absolutamente todo. Agarró la mano de Adrien con algo de brusquedad y lo sacó a la pista. Venga, ¿no tenías tantas ganas de bailar? Preguntó desafiante, empezando a bailar moviendo su cuerpo contra el otro, dejándose llevar por esa canción que tanto le calentaba. Cuando esta estaba ya bastante avanzada y él se había permitido alguna que otra licencia, como agarrarle de la cintura o poner su rostro bastante cerca del de Adrien, se acercó a su oído y le susurró algo. ¿Te confieso un secreto, frenchie? Aunque no le pudiera ver la cara, se le notaba la sonrisilla malévola en cada sílaba. Esta canción me pone cachondísimo.

Dinamita

Aquel ritmo vibrante no era para nada su estilo de música y sin embargo, no le desagradaba, en absoluto, lo consideraba otra forma de expresión y de arte y tenía que reconocerlo, le gustaba bailar, no lo hacía  a menudo, por desgracia no tenía ni el tiempo ni los amigos suficientes como para irse de fiesta siempre que quisiese, por eso aquella noche pensaba disfrutar de todo lo que tenía al alcance, no estaba seguro de cuando sería la próxima vez que pisase una discoteca, mañana tenía que volver a enfrentarse al hecho de que era un portento del violín que se estaba jugando su beca en una de las escuelas de arte más importantes del mundo, pero esta noche solo era un chico francés con ganas de divertirse y olvidarse de todo.

Sonrió y aceptó la cerveza, brindando con él —¿y te sorprende? Creo que en una noche he bebido todo el alcohol que podría haber tomado en un solo año, no sé como tu hígado aguanta— porque era evidente que Patrick estaba acostumbrado a aquello, tanto que parecía mimetizado con el ambiente y a él le apetecía dejarse llevar, por lo que se dejó arrastrar hasta la pista.

Durante unos segundos sintió vergüenza, porque sí, no se le daba mal, pero allí había demasiada gente, pero se dio cuenta de que todos estaban metidos en su propio mundo, disfrutando, así que divertido comenzó a moverse, desinhibiéndose cada vez más.

Tenía que admitirlo, Patrick bailaba bien, sus movimientos eran sensuales, sabía cuando hacerlos rápidos o lentos y algo le decía que era igual de bueno en todo.

Suspiró al escucharlo y sus manos apretaron sus caderas sin dejar de moverse —estoy seguro de que ahora mismo podría estar sonando la Macarena y tú seguirías cachondo— rebatió jovial, pero lo admitía, él también estaba caliente, sentía la sangre latiendo en sus oídos con fuerza, el calor en su estómago, sus manos ansiosas por explorar un poco más de Patrick —no lo haces mal— confesó en un susurro, echando más dinamita a una explosión que ya parecía estar haciendo estragos.

Dinamita

Y bien que el otro le agarró las caderas. Se tuvo que morder los labios para no meterle boca instantáneamente, se iba a controlar porque... No sabía por qué coño se estaba controlando, supuso que porque así era más divertido. Adrien no era un tipo cualquiera que se hubiera topado en la discoteca, se lo estaba poniendo jodidamente difícil y si se lo tiraba esa noche no iba a ser un si te he visto no me acuerdo, porque iban a seguir compartiendo piso. Así que más le valía currárselo... Además, tenía ganas de regodearse. Y, además también, tenía ganas de calentarlo. Con suerte hasta conseguía que diera él el primer paso. Eso sí que iba a ser ya la hostia.

Soltó una carcajada seductora y malintencionada sin separarse de su oído ni dejar de moverse, dejándose llevar por la música y por esas manos que ahora le agarraban. Eso es porque tú me conoces en mi mejor faceta. Bromeó en un susurro. Sí, ahí tenía razón, él estaba cachondo el noventa por ciento del tiempo, así en líneas generales. Si estaba de fiesta, directamente era el cien. Y si estaba ese francesito delante, pues... ¿había algo más que el cien por ciento? Es que él era de letras. O lo poco que estudiaba eran letras, más bien.

Se retiró de su oído para mirarle, con la sonrisa ladeada y sin dejar de bailar. Tocó su nariz con la de él y dijo en tono grave. Yo no hago nada mal. Y si quería, que lo comprobara. Verás que bien. A cada segundo que pasaba tenía más claro que ese chavalito le estaba pidiendo guerra. Y a Patrick no hacía falta decírselo dos veces.

Lo poco que le había dicho le había servido de pretexto sobrado para intensificar el baile, haciéndolo bastante menos sutil (si es que en algún momento lo fue) y arrimándose más al cuerpo del otro. Pero ninguna canción era eterna y esa tampoco, para su desgracia, aunque hubiera matado al DJ porque la pinchara otra vez. Sobre todo porque la que vino después era un peñazo bestial... Pero no había mal que por bien no viniera y Patrick no iba a desmejorar su humor lo más mínimo porque la música no fuera la adecuada. Esta es una mierda. Ven. Zanjó, volviendo a tomar de la mano a Adrien y arrastrándolo hasta la barra. Tú y yo nos vamos a divertir mucho esta noche. Dijo guiñándole un ojo con una sonrisita, mientras se sentaba en uno de los taburetes. Acto seguido, se giró al camarero. Dos tequilas. Todavía no había dejado que Adrien se pidiera nada por sí mismo, pero oye, no se estaba quejando. Bueno, el aliento de dragón tuvo que dárselo a beber como un ganso, pero por lo demás... Si tenía quejas, que fuera más rápido pidiendo. Que desde que empezó con la absenta se había venido abajo.

¿Sabes como se toma, verdad? Pensaba enseñarle de todas formas, fuera cual fuera la respuesta. Le dio un chupito al chico, que ya llevaba su correspondiente rodaja de limón enganchada en el borde, y cogió el salero. Sal, tequila y limón. Ese es el orden. Le agarró la mano y echó un poco de sal en el lateral, en la base entre el pulgar y el índice. Luego hizo lo mismo con la suya, sin soltar la mano del chico. Con sus manos aún agarradas, soltó el salero en el mostrador y cogió el vaso de chupito. Yo primero. Paladeó, con una expresión altiva. Lentamente se acercó a las manos, sacando la lengua, pero en vez de lamer la sal de la suya, se llevó la de Adrien, clavando la mirada en el chico mientras lo hacía. Justo detrás, se bebió su chupito de un trago, dejó el vaso con un golpe sonoro en la barra y, volviendo a atravesarle con la mirada, mordió el limón lentamente, dejando escapar un gruñido placentero al notarse el alcohol bajando por su esófago. Tiró el resto del limón al vaso, sacudiéndo la cabeza con los párpados apretados y, lamiéndose los labios, señaló con un gesto su mano, que seguía agarrando la del chico, y le lanzó con una sonrisa retadora. Tu turno.

Dinamita

Por un momento se preguntó donde estaba ese Pepito Grillo que habitaba su cabeza y que siempre le hacía parar antes de cometer una locura como aquella, seguramente estaría intoxicado por todo el alcohol que fluía por su torrente sanguíneo y la verdad es que no lo echaba de menos, aquella noche no parecía que las buenas decisiones tuviesen cabida.

Se mojó los labios al escucharlo, apenas se conocían de hacía un par de semanas y Adrien ya creía conocerlo bien, tanto lo bueno, como lo malo, aunque una pequeña parte de él creía que aún le quedaba mucho por descubrir.

—El problema de ser tan creído es que luego puedes no cumplir con las expectativas— a esas alturas ambos debían ser conscientes de como iba a acabar aquello, a pesar de lo mucho que se había esforzado para que no ocurriese, pero evitarlo en el piso era más fácil que hacerlo en aquella discoteca, con sus sentidos multiplicados y el calor recorriendo todo su cuerpo, cuando los movimientos del contrario al ritmo de la música le impedían pensar en otra cosa que no fuese en sábanas revueltas.

En cuanto la música cambió se rompió un poco la ensoñación, pero Patrick siempre parecía tener un as bajo la manga —¿es una promesa?— preguntó alzando la ceja, metido de lleno en aquel juego de tira y afloja que ambos se traían, porque sí, Adrien quería descubrir lo bien que se lo podían pasar aquella noche.

—No es mi primera vez— medio sonrió, pero una vez más lo sorprendió.

Soltó un pequeño jadeo cuando la lengua del contrario raspó la delicada piel de su mano, Patrick jugaba fuerte y él iba a corresponderle de la misma forma.

Se acercó despacio a su mano y sin apartar la mirada de la suya lamió lentamente la sal, saboreando su aroma, deleitándose en él, se bebió el chupito con rapidez y agarró la rodaja de limón, pero en lugar de llevársela a la boca se pegó aún más a Patrick, sin pudor, pensando que si alguien estuviese observando la escena desde fuera conseguiría ponerse tan caliente como lo estaban ellos.

Estrujó el limón sobre el cuello de Patrick y antes de que las gotas resbalasen pasó su lengua por él, llevándose el jugo ácido consigo, recorriendo la tirantez hasta llegar al lóbulo de su oreja, dejando un pequeño mordisco en la misma.

Se separó un poco con la respiración agitada, la nueva canción subiendo aún más la temperatura y sin aguantar más, terminó de acortar la distancia para saborear el tequila directamente de los labios del contrario.

Dinamita

Había visto esa reacción, Patrick se alimentaba de esas reacciones. Sabía que al francesito le quedaban dos segundos para caer en sus garras, porque aquello ya venía cultivado de casa y la noche se estaba poniendo intensita. Joder, qué bien le había venido que se quedasen solos tan pronto, no habría sido igual si estuviera ya acabadísimo. Que quizás acabaran en el mismo sitio, sí, pero el cortejo quieras que no calentaba más el ambiente. Y no era lo mismo follar por follar que follar calentito. Y Patrick llevaba ya muchos días calentito y no le importaba calentarse un poco más (y calentar al otro).

Observó con una sonrisa granuja y de satisfacción, mordiéndose el labio, como el otro lamía la sal de su mano y le devolvía esa mirada cargada de intenciones, entrando de lleno en el juego que había empezado él. Vio como se bebía el chupito y, a la hora de morder el limón, lo que hizo fue acercarse a él. Sss... Siseó al contacto de las gotas de limón por su piel, no porque le picaran o estuvieran frías, solo para darle efectos sonoros a como le estaba poniendo. Sabía lo que venía después pero aun así lo hizo demasiado rápido, y soltó un gruñidito placentero, mordiéndose el labio y cerrando los ojos, cuando notó su lengua recorriendo su piel. Y para Patrick ya estaba todo el pescado vendido ahí.

Pero Adrien aún tenía una nota más que añadir. Cuando se separó Patrick ya le estaba devorando con la mirada, pero el francés decidió devorarle a él de manera literal. Joder si había surtido efecto lo del tequila, lo llega a saber y lo pide desde la puerta. Colocó una mano tras su nuca para acercarse aún más, para intensificar ese beso y saborear el limón que acababa de robarle del cuello directamente de su lengua. Aún metido en ese beso se levantó del taburete para acercarse a él, y cuando lo consideró suficiente (por ahora) se separó bruscamente y le miró, mojándose los labios. Vamos a ver si cumplo las expectativas. Sentenció, bajando la mano de su nuca para agarrar la de Adrien y arrastrarle una vez más.

Sorteó a la gente hasta que llegó a los cuartos de baño, metiéndose directamente en el de los tíos y viendo como, de las dos cabinas, una estaba ocupada y la otra vacía. De puta madre, no tenía ganas de esperar. Tiró de Adrien hasta allí, entrando en la cabina sin soltarle, y nada más hacerlo cerró la puerta de un portazo, ayudándose del cuerpo del chico, a quien empujó contra esta al cerrarla. Se puso frente a frente, con las palmas de las manos apoyadas en la puerta a cada lado de la cabeza del otro, y le miró con una sonrisa maliciosa, mojándose los labios. De ser cualquier otro de una noche y fuera ya le habría puesto de espaldas, pero con Adrien se quería deleitar. O empezar por otro camino, que tampoco le parecía mala idea.

En el fondo esta fiesta era para nosotros. Lo sabes, ¿verdad? Preguntó con voz grave, como un lobo feroz, con su nariz rozando la de él y su mirada clavada en la del otro. Separó una de sus manos de la puerta y la pegó al vientre de Adrien, solo para ir bajando rozando su cuerpo con esta hasta su entrepierna. Espero que para esto tampoco sea tu primera vez. Bromeó con voz melosa, dejando un suave mordisco en su labio inferior. Y antes de lanzarse a devorar su boca una vez más y de acariciar su entrepierna con mucha menos sutileza, susurró rozando sus labios al hablar. Has hecho estallar la dinamita, Adrien.

Dinamita

Se sintió poderoso durante unos segundos, conseguir que un tío como Patrick, que miraba a todo el mundo por encima del hombro, estuviese tan desesperado por saquear su boca, era un gran logro, del cual podría haberse mofado, si él no estuviese en la misma situación.

Podría haberse separado, cortar aquello, llevarse esa pequeña victoria para su ego y no incrementar el del contrario, pero sentía que podía explotar en cualquier momento, su piel ardía, literalmente, el alcohol nublaba su raciocinio, su parte más primitiva tenía el control aquella noche, el Adrien comedido y prudente había quedado olvidado en un rincón de su mente y el más apasionado había salido a la luz.

Jadeó cuando su espalda chocó contra la puerta y al escucharlo tragó saliva. ¿Había sido tan idiota como para caer en la telaraña? Peor aún, ¿había ayudado él a tejerla? Porque tendría que haber imaginado que la fiesta acabaría de aquella manera, después de como habían dejado las cosas antes de que llegasen los nuevos inquilinos, pero se había creado una falsa seguridad al verse respaldado por ellos y ahora que estaban solos los dos, no tenía donde esconderse y lo que era aún peor, no quería hacerlo —¿quién busca a quién Patrick?— susurró con media sonrisa, porque al final tenía razón, Patrick no había parado hasta conseguirlo y él se había visto atraído como una polilla hacia la luz.

Echó la cabeza hacia atrás cuando la mano del chico hizo contacto con su piel, siendo por fin consciente de donde se encontraban —espera— pidió con urgencia —¿aquí? ¿te has vuelto loco?— si sus padres se enterasen, después de los modales refinados que se habían esforzado por inculcarle, se morirían —puede vernos alguien— gruñó, pero al parecer a su cuerpo no le desagradaba del todo la idea, pues creció aún más entre los dedos de Patrick.

Adrien no conocía esa faceta de sí mismo, pero la adrenalina, el peligro, el miedo a ser descubiertos, no hizo si no aumentar su excitación, había tenido relaciones con anterioridad, pero nada que no hubiese escapado de su control y ahora estaba dispuesto a dejar a Patrick al mando.

Arqueó la espalda, separó un poco más las piernas y llevó sus manos bajo la camiseta del contrario, incapaz de dejarlas quietas, era su forma más fácil de expresar lo que sentía, tocando su cuerpo como si de su propio violín se tratase, dejando la huella de sus dedos entre los surcos de sus músculos.

—Más— pidió echando las caderas hacia adelante, desesperado porque la explosión estallase de una vez por todas.

Dinamita

¿Alguna propuesta mejor? Contestó con la sonrisa gamberra, los ojos entrecerrados e intensificando más las caricias. No pareces muy incómodo. Desde luego que no lo estaba, que lo estaba notando pero que bien animado. Y más animado que se estaba poniendo él.

Soltó una carcajada entre los dientes. Pues que miren. Sacó la lengua y lamió sus labios, pegando sus caderas a la del otro mientras seguía moviendo su mano alrededor del miembro de Adrien. Besó su boca con ansias y notó como arqueaba la espalda, separaba las piernas y buscaba tocarle por debajo de la camisa. Eso le hizo soltar un gruñido y mirarle. Joder como le estaba poniendo, mira que quería deleitarse con aquello, pero le estaban entrando unas prisas difíciles de gestionar.

Y esa petición fue lo que le quedaba por oír. Se mordió el labio, clavando una mirada fiera en él, y repitió. ¿Más? Pues que no se lo dijera dos veces. Quitó la mano de su miembro y, junto con la otra, desabrochó por completo el pantalón de Adrien y tiró de este hacia abajo, así como de la ropa interior. Le miró con una sonrisa ladeada y se arrodilló frente a él, sin preguntar ni pensárselo dos veces. Volvió a agarrar su miembro con una mano y, tras pasear su lengua por él, lo envolvió con su boca. Iba a poner a ese francés a tono lo justito para que se dejara hacer todo lo que a él le diera la gana, fuera en ese puto cuarto de baño o en lo alto de la Torre Eiffel.

Pero no llevaba ni treinta segundos con aquello cuando alguien empezó a aporrear la puerta. No le hizo ni puto caso, y no parecía que al otro le estuviera afectando mucho tampoco en el ánimo. Pero el gilipollas de fuera siguió aporreando la puerta, con tanta fuerza que estaba moviendo a su amante y empezaba a tocarle los cojones. A la siguiente que aporreó la puerta añadió un berrido. ¡Dejad de follar, coño! ¡Que lleváis media hora! Si lleváramos media hora nos habríamos corrido siente veces ya, flipao. Pensó, y se le estaba empezando a cortar el rollo. Su puta madre.

Y otra vez aporreando la puerta. Ya no aguantaba más. ¡JODER! Se quejó, separándose de él y levantándose con ganas de partirle la boca a ese tipo fuera quien fuera. Empujó a Adrien de mala manera hacia dentro para retirarlo de la puerta y, de peor manera todavía, la abrió y salió como un toro de allí, dando directamente un empujón con las dos manos en los hombros del gilipollas que estaba aporreando la puerta. ¿Qué quieres? ¿Eh? ¿Qué quieres, subnormal? ¿Qué coño te pasa? ¡Que esto es un puto baño público! ¡Que está para mear! ¡Está para lo que me sale a mí de los huevos! Y otro empujón. La gente de alrededor ya había empezado a meterse en medio para separar. Vete a follar a tu puta casa. Me voy a ir a follar a la tuya, desgraciao. Dijo saltando la barrera de gente para darle otra. Lo mataba. ¡Joder! Con el puto trabajo que le había costado tocarle la polla al francés y ahora iba ese y se iba a poner a darle lecciones de dónde se hacían las cosas. Que lo mataba era que lo mataba.

Y ya tenía que llegar allí el gorila amenazando. Nada más notó el puto toquecito en el hombro se revolvió. ¡No me toques, hostias! O sales de aquí ahora mismo o llamo a la policía. Volvió a ponerle una mano en el brazo y se revolvió otra vez. ¡Fuera! No te lo digo otra vez. Apretó los dientes con impotencia y miró hacia atrás. No se iba de allí sin el francés, vamos, lo tenían que sacar de allí muerto. Fue a volverse hacia él y otra puta amenaza. ¡No te lo digo m...! ¡QUE YA, HOSTIAS! COJONES. Agarró al francés de la mano y lo sacó casi en volandas, con el puto cabreo que llevaba, de esa mierda de discoteca.

Dinamita

¿Incómodo? No, no era así como se sentía, más bien libre, capaz de todo, deseando ir más allá sin miedo a las consecuencias, a aquellas alturas su orgullo había quedado relegado por el placer que estaba sintiendo.

La boca de Patrick sabía a una mezcla de alcohol y limón que le resultaba adictiva, no quería dejar de besarlo, pero el chico parecía tener otros planes, unos que casi consiguen volarle la cabeza, porque mientras tuviese los pantalones puestos se sentía con un poco de control aún, pero ahora estaba ahí, expuesto, ante él, ante cualquiera, pero ni siquiera tuvo tiempo de decidir si le parecía una buena idea o no, la lengua de Patrick haciendo virguerías sobre su piel le hizo olvidarse de todo.

Sus sentidos no eran capaces de captar nada que no fuesen los sonidos provenientes de su propia garganta. Bajó las palmas de las manos hasta los hombros del contrario, necesitaba aferrarse a algo, antes de que sus rodillas temblorosas decidiesen fallarle.

Quería abrir los ojos y disfrutar del espectáculo, deleitarse en los movimientos, recordad que una vez tuvo a Patrick arrodillado ante él, seguramente no volvería a repetirse ni en mil años, pero antes de que pudiese hacerlo, se vio privado de repente de todo aquello.

Desconcertado se vio a sí mismo, desnudo y solo en el pequeño habitáculo, con el water clavado a su espalda —¿pero qué cojones Patrick?— preguntó estupefacto, ¿aquello había sido una especie de venganza o algo por el estilo? ¿solo había querido calentarlo para dejarlo con las ganas? ¿era por lo que había pasado en la habitación? Porque desde luego lo felicitaba, lo había conseguido, había estado dispuesto a dejar que hiciese cualquier cosa con él.

Se apresuró en vestirse y al salir pudo ver con sus propios ojos la reyerta, sin poder evitar que sus mejillas se coloreasen, vale, los habían pillado y a pesar de que seguía excitado ver a Patrick tan cabreado no le hacía tanta gracia.

—¿Quieres dejarlo ya?— pidió intentando separarlo del chico, que por más que le jodiese que lo hubiese interrumpido, no le faltaba razón, pero no hubo manera hasta que no los sacaron de la discoteca a patadas, bueno, por suerte, no era como si tuviese pensado volver alguna vez.

—¿Es que siempre tienes que comportarte como un neandertal? No sé si sabes que hace siglos que hemos evolucionado— estaba cabreado, con el chico, con Patrick, consigo mismo, porque las cosas no habían salido como quería y lo que era aún peor, seguía caliente, no había conseguido llegar al final y se sentía jodidamente frustrado.

Por suerte el chófer ya se encontraba allí, esperándolos, por lo que se sentó en el asiento del copiloto y cerró de un portazo, tenía que relajarse antes de llegar a casa, quizás conseguía que el alcohol se evaporase de su cuerpo, que la excitación pasase y aquella noche quedaba solo en un recuerdo de lo que pudo ser y no fue, pero por desgracia, en todo el camino, no pudo hacer otra cosa que pensar en la boca de Patrick sobre su cuerpo.

Dinamita

Y claro, el francés se había cabreado. Porque ese crío vivía cabreado y para una vez que había conseguido ponerle en modo cachondo va un cualquiera y les corta el rollo. Todavía estaba a tiempo de entrar de nuevo a partirle la cara por la putada que le acababa de hacer. Sus muertos. Masculló entre dientes, mirando para la discoteca y pensándose de verdad muy seriamente volver a entrar a vengarse. Porque claro, la culpa era del otro. No de él que había salido del baño como un energúmeno. Del otro por aporrear la puerta.

Pero las malhumoradas palabras de Adrien le sacaron de su fantasía homicida y le hicieron girar su mirada a él, aunque con la misma cara de mala lecha, abriendo los brazos en cruz. ¡Perdona si te la quería chupar tranquilito! No, si encima iba a tener la culpa él. No te estabas quejando del neandertal hace un rato. Añadió casi ofendido. Pero el otro ya se estaba dando media vuelta para dirigirse frustrado hacia el coche. Puto Adam, qué rápido había llegado, joder, ¿¿pues no le había dicho que se tomara su tiempo?? Putos conductores aburridos y excesivamente educados. Se dio media vuelta para morderse el puño con frustración y, tras hacerlo, echó aire por la boca. Vale, todavía podía salvar la noche.

Aunque su primera táctica ya había sido anulada al sentarse el francés en el asiento del copiloto. No le iba a valer lo de meterle mano hasta la casa. Algo se le tendría que ocurrir en sustitución. Se metió en el coche y, con una sonrisita de dientes apretados, dio un par de palmaditas en el hombro del conductor. Vaya, Adam, qué rapidito has venido. Qué bien. Que apenas se notara que estaba siendo irónico. He dejado aquí a mi colega disfrutar de la primera fila en este viaje, espero que no te importe. Sí, como que había sido idea suya eso.

¿A casa? Preguntó el chofer. Pues ya estaba decidido el destino, al parecer. Sí que tenemos prisa por llegar, ¿eh? Bromeó con el tono más cordial que encontró para ser de Patrick, dando un pequeño toque en la mejilla del francés. Pues no estaba de humor, al parecer, ¡pues anda que él! Sí, a casa. Corroboró, y el coche volvió a ponerse en marcha. En otras circunstancias estaría dando por culo como había hecho hasta ese momento, pero por Dios que se quería llevar a ese crío a la cama y quería hacerlo HOY, él con ese calentón no se acostaba, vamos que no. Así que más le valía currárselo.

Pasó ambos brazos por los laterales del asiento del copiloto, cayendo por los hombros de Adrien, y asomó la cabeza. Adam, este trasto tenía esa cosa de... Hizo un gesto con la mano para señalar el espacio entre el techo y el suelo, justo en la línea que separaba los asientos de delante de los de detrás. La pantalla esa que daba intimidad y esas cosas. El chófer corroboró y Patrick chasqueó la lengua. Vaya, me voy a quedar con ganas de usarla esta noche. Qué lástima. Miró a Adrien desde su posición. A no ser que quieras venirte aquí atrás conmigo. Se mojó los labios y, acercándose a su oído, susurró. Aunque mi cama es más cómoda pero... Ya sabes, los preliminares. Que habían tenido cero preliminares en el baño, también era verdad. Pero que quería llevarse a ese tipo a la cama y punto, tenía que sacar todo su arsenal de estrategias.

Se quedó simplemente ahí todo el viaje, tocando con un dedo o rozando a Adrien de vez en cuando, sin dejar de mirarle desde su posición, de respirar cerca de su piel y de morderse el labio, como un lobo al acecho que quiere torturar un poquito a su víctima antes de comérsela. Cuando el coche paró, dio un par de palmadas en el hombro del chófer y le dijo. Gracias Adam, eres un buen tío. Volveremos a vernos. Salió del coche y dejó que Adrien en su mosqueo se adelantara a él unos pasos, siguiéndole en silencio y con una sonrisa de malas intenciones. Y porque aún estaban en mitad de la calle. En cuanto no les viera nadie se iba a enterar.

Efectivamente, entró tras él en el portal y apenas dejó que el otro subiera el primer rellano de la escalera, cuando aceleró el paso para alcanzarle, arrinconándole contra la pared como hubiera hecho contra la puerta del baño. Haz que me crea que no quieres terminar lo que hemos empezado antes. Susurró con tono grave. Volvió a mojarse y a morderse los labios lentamente mientras le devoraba con la mirada y esbozaba una sonrisilla ladeada. Ya puedes ser convincente.

Dinamita

Se pasó una mano por el pelo, pensando en que esa interrupción era lo mejor que le podía haber pasado, había estado a punto de cometer una locura de la que estaba seguro que se arrepentiría toda la vida, dejar que Patrick hiciese lo que quisiese con él era una mala idea, por mucho que aún lo estuviese deseando, de que tuviese la excitación a flor de piel, de que se muriese por descubrir como sería en la cama.

Maldito alcohol, maldito Patrick, maldito Alexis, maldito Max y maldito él.

No tendría que haber salido esa noche, confiado de que estarían los cuatro, tendría que haberse quedado en casa tranquilito, allí se creía con la fuerza suficiente de evitarlo a toda costa, pero era quedarse solos y sus neuronas parecían ponerse de vacaciones, dejando su cuerpo al mando.

Al menos el paseo en coche le serviría para calmarse y volver a tomar las riendas de la noche o eso pensaba hasta que Patrick se le echó prácticamente encima, sin importarle en absoluto lo que el tal Adam pudiese pensar de ellos, aunque no parecía estar haciéndoles ningún caso, pues solo tenía ojos para la carretera, como un buen profesional.

—Patrick, cállate— gruñó en tono amenazante, pero tal y como le había ocurrido en el baño, su cuerpo reaccionó al riesgo, a la adrenalina, al contacto de piel con piel y el ambiente volvió a caldearse en cuestión de segundos.

Tenía que admitirlo, el chico sabía bien lo que se hacía, dándole la dosis necesaria para mantenerlo caliente durante todo el trayecto.

—Por fin— salió del coche bruscamente en cuanto el chófer apagó el motor, ni siquiera fue capaz de despedirse del pobre hombre o de comprobar si Patrick lo seguía o por el contrario decidía seguir con la fiesta él solo.

Le urgía llegar a casa y darse una ducha de agua fría, helada más bien, hasta que consiguiese calmarse, quizás plasmar sus emociones en una partitura le vendría bien, pero tendría que haber imaginado que su compañero de piso no iba a dejarlo escapar tan fácilmente, era incansable.

Suspiró al tenerlo tan cerca, ni siquiera les había dado tiempo a encender la luz del portal, pero entraba claridad suficiente como para ver sus movimientos —no deberíamos— dijo agarrando sus muñecas, quizás con un poco más de fuerza de la que pretendía —esto va a acabar fatal— bueno ¿y no lo estaba ya?.

El daño estaba hecho, quizás sería peor preguntarse como podría haber sido, quedarse con las ganas, a terminarlo de una jodida vez y pasar a otra cosa.

No sabría decir si la última decisión la tomó debido a que el alcohol lo volvía más desinhibido e idiota o a que el aliento de Patrick acariciaba sus labios instándolo a hacerlo, pero al final lo tuvo claro —a la mierda— soltó sus muñecas y terminó de acortar la distancia para besarlo de nuevo, enredando sus dedos entre los mechones de su pelo.

Dinamita

Soltó un gruñido deliberadamente placentero, sin disimular la sonrisa, cuando el otro agarró sus muñecas. Así me gusta, fiera, que te revuelvas. Tenía una cara de acabar en su cama que no podía con ella. Pero sí, que se hiciera de rogar un ratito, que así era más divertido. ¿Y eso quién lo dice? Preguntó pegado a los labios del chico, con voz seductora pero con ese toque retador y agresivo tan propio de Patrick. Que iba a acabar fatal... Puede. Que no deberían, en serio, ¿quién coño decía eso? ¿Él? Porque por como se había puesto en el baño, poca credibilidad le daba. Y dudaba que ninguno de sus compañero tuviera voz ni voto ahí.

Pero, como era de esperar, acabó sucumbiendo. Se lanzó a besarle y Patrick se dejó caer contra su cuerpo, aprisionándole entre el suyo y la pared y correspondiendo ese beso con ansias. Se quedó unos instantes allí, presionando sus caderas contra él mientras buscaba su boca con todas esas ganas que le tenía, contenidas desde prácticamente que le conoció y aguantadas muy mucho a lo largo de esa noche. Que la cortada de rollo en el baño había sido bestial, pero no lo suficiente como para apagarlo. Ni un camión de bomberos apagaba a Patrick.

Se separó de él cuando consideró que era el momento de trasladar aquello a un plano horizontal y tiró un poco de su muñeca para separarle de la pared y guiarle escaleras arriba, sin perder la sonrisilla socarrona. Cuando llegaron a la puerta hizo un paripé de los suyos, palmeándose los bolsillos. ¿Puedes abrir? No encuentro las llaves. Mentira, pero es que no tenía ganas de concentrarse ni lo más mínimo en nada que no fuera el cuerpo de ese francés. Se mordió los labios con malas intenciones en cuanto el chico se dirigió a la puerta, viéndole de espaldas. Se acercó a él y se pegó a su cuerpo, estrujándole contra la puerta mientras el chico aún estaba en vías de abrirla, y dejando un suave mordisco en la piel de su nuca. Va... Que tengo un poquito de prisa... Susurró en su oído. Si escuchabas con atención casi podías oír su risa de villano de fondo como un hilo musical.

Al fin el chico abrió la puerta y Patrick cerró tras él. Sin decir ni media palabra, solo se pasó la lengua por los labios y pasó por su lado, mirándole con fiereza y dirigiendo sus pasos a su propia habitación. Dio unos pasos marcha atrás para no dejar de mirarle, y estiró un brazo para agarrarle de la camisa y pegarle a él. Te indico el camino, por si te pierdes. Besó de nuevo sus labios y, al separarse, siguió caminando hacia atrás y tirando de él. Entró en su dormitorio, cerró la puerta tras de sí y se acercó al otro, colocando una mano en su cintura. Hasta que no has conseguido pasar una noche en esta cama no has parado, ¿eh? Susurró, de nuevo rozando su nariz contra la de él, mientras le guiaba hacia la cama. Que oye, si le tienes manía, no te preocupes... Se acercó a su oído y susurró. Por mí la podemos romper.