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Timelady
Dornish Sun
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—Juliet's Letters—
Original — Realista — 1x1
¿Estás harta de las aplicaciones y web de citas que te prometen compatibilidad y amor a primera vista? ¿Cansada de que tus amigos intenten emparejarte con pariente pesados?
No busques más, en Juliet’s Letters tenemos la solución, os ponemos en contacto con solteros y solteras en la zona que deseáis para que podáis ir conociendo mediante cartas antes de decidir si queréis dar el paso de tener una cita cara a cara…
Holly estaba cansada de aquel anuncio, más que nada porque antes de que lo grabaran ya había escuchado a Sarah recitarlo como medio millar de veces. Y es que su propuesta como encargada de publicidad y redes de una de las sedes había salido seleccionada y no dejaba de hablar del tema.
Ella no creía en esas cosas, creía que para conocer a alguien bastaba con tomar unas copas, que podría conocer al hombre de su vida en cualquier lugar, después de todo así se habían conocido sus padres y les había ido fenomenal, sin test de compatibilidad ni preguntas absurdas y preparadas.
Pero estaba claro que el mundo había evolucionado desde el pleistoceno y ahora tocaba ajustarse a esas cosas. Así que se terminó tragando su orgullo y pidiendo a Sarah que le dejara ver todo lo que hacía falta para unirse a esa “secta” de románticos que apostaban por las cartas.
Lo que no sabía era que su querida amiga tenía ciertos planes para el momento de su entrada en el grupo. No es que ella se encargase de las selecciones ni mucho menos, pero tenía el candidato ideal para Holly allí mismo. Nada menos que su jefe, Zack, el coordinador de la sede. Un tipo majísimo y romántico hasta la médula que tampoco tenía mucha suerte y que sería ideal para su mejor amiga. Además, era el mejor amigo de su marido, así que si algo salía mal podía dejar que David hiciera de parachoques.
Movió los hilos en la oficina et voila, los dos recibieron sus correspondientes mails con los datos ajenos.
∞No busques más, en Juliet’s Letters tenemos la solución, os ponemos en contacto con solteros y solteras en la zona que deseáis para que podáis ir conociendo mediante cartas antes de decidir si queréis dar el paso de tener una cita cara a cara…
Holly estaba cansada de aquel anuncio, más que nada porque antes de que lo grabaran ya había escuchado a Sarah recitarlo como medio millar de veces. Y es que su propuesta como encargada de publicidad y redes de una de las sedes había salido seleccionada y no dejaba de hablar del tema.
Ella no creía en esas cosas, creía que para conocer a alguien bastaba con tomar unas copas, que podría conocer al hombre de su vida en cualquier lugar, después de todo así se habían conocido sus padres y les había ido fenomenal, sin test de compatibilidad ni preguntas absurdas y preparadas.
Pero estaba claro que el mundo había evolucionado desde el pleistoceno y ahora tocaba ajustarse a esas cosas. Así que se terminó tragando su orgullo y pidiendo a Sarah que le dejara ver todo lo que hacía falta para unirse a esa “secta” de románticos que apostaban por las cartas.
Lo que no sabía era que su querida amiga tenía ciertos planes para el momento de su entrada en el grupo. No es que ella se encargase de las selecciones ni mucho menos, pero tenía el candidato ideal para Holly allí mismo. Nada menos que su jefe, Zack, el coordinador de la sede. Un tipo majísimo y romántico hasta la médula que tampoco tenía mucha suerte y que sería ideal para su mejor amiga. Además, era el mejor amigo de su marido, así que si algo salía mal podía dejar que David hiciera de parachoques.
Movió los hilos en la oficina et voila, los dos recibieron sus correspondientes mails con los datos ajenos.
Zachary (Zack) Sanders Anthony Mackie — Mahariel | Holly Daniels Adelaide Kane — Timelady |
Sarah Higgins Amiga de H — Yael Grobglas — PNJ | David Higgins Amigo de Z — Dan Jeannotte — PNJ |
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- — TITULO —SUBTÍTULO O NÚMERO DE CAPÍTULO O LO QUE QUERÁIS AQUÍVUESTRO POSTQUIÉN ERES — DONDE ESTÁS — CON QUIÉN ESTÁS∞
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— EMPTY ENVELOPES —
CAPÍTULO I
Debía de ser cierto aquello que decían de que cuando llegaba un nuevo año se llenaban las libretas de propósitos navideños que, al menos durante las primeras semanas de enero, la gente trataba de cumplir. Eso y que las fiestas se hacían especialmente duras cuando uno no tenía una pareja con la que compartir mesa y tocaba responder las preguntas de más de uno y dos familiares especialmente cotillas. Esa era la explicación que se le ocurría a Zack para justificar la cantidad de trabajo que se le había venido encima en cuanto puso un pie en la oficina.
— Es lo normal, ya sabes cómo son estas fechas — le decía David mientras trasteaba la nueva cafetera —. Y no tiene nada de malo.
— No he dicho que sea malo — replicó Zachary apartando por un instante la vista del centenar de correos que se agolpaban en su bandeja de entrada —. Pero paso.
— ¿Por qué? — su amigo y compañero de bolos dio un sorbo a su tacita. — ¡Joder, cómo quema esto! — Zack lo miró con una sonrisa socarrona en los labios y él arqueó una ceja. — ¿Qué? — le lanzó una mirada acusadora. — No me has contestado.
— Pues porque paso — alzó una mano —. Y es un motivo perfectamente válido, así que cállate.
— ¡Boh! — resopló. — No seas así, Zack. Ya sabes que lo digo por tu bien — ante la inquisitiva mirada ajena, añadió —. ¡Y porque no tiene sentido, tío! Eres Zachary Sanders. Coordinador del mejor servicio de citas postal de norteamérica. Y un soltero de oro — Zack se inclinó sobre la mesa y David carraspeó —. ¿Qué hay de malo probar el producto que estás vendiendo?
— Pues…
— Yo te lo diré, Zack: nada. Absolutamente nada.
— Es lo normal, ya sabes cómo son estas fechas — le decía David mientras trasteaba la nueva cafetera —. Y no tiene nada de malo.
— No he dicho que sea malo — replicó Zachary apartando por un instante la vista del centenar de correos que se agolpaban en su bandeja de entrada —. Pero paso.
— ¿Por qué? — su amigo y compañero de bolos dio un sorbo a su tacita. — ¡Joder, cómo quema esto! — Zack lo miró con una sonrisa socarrona en los labios y él arqueó una ceja. — ¿Qué? — le lanzó una mirada acusadora. — No me has contestado.
— Pues porque paso — alzó una mano —. Y es un motivo perfectamente válido, así que cállate.
— ¡Boh! — resopló. — No seas así, Zack. Ya sabes que lo digo por tu bien — ante la inquisitiva mirada ajena, añadió —. ¡Y porque no tiene sentido, tío! Eres Zachary Sanders. Coordinador del mejor servicio de citas postal de norteamérica. Y un soltero de oro — Zack se inclinó sobre la mesa y David carraspeó —. ¿Qué hay de malo probar el producto que estás vendiendo?
— Pues…
— Yo te lo diré, Zack: nada. Absolutamente nada.
ZACK — EN LA OFICINA — CON DAVID
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— EMPTY ENVELOPES —
CAPÍTULO I
Que la tercera mujer de su padre pudiera pasar por su hermana mayor no era precisamente un problema para ella. El desgaste que habían supuesto aquellas vacaciones, sí.
Porque claro, la pareja feliz en su mundo de cuento tenía que casarse en una isla paradisiaca llena de mosquitos y de hombres que buscaban un rollo de una noche y si te he visto no me acuerdo. Que no tenía nada de malo, para un rato. Pero cuando vas 3-0 en bodas comparada con tu propio padre, pues... como que escuece un poco no ser capaz de pasar de la primera cita.
Y decir que aquella mañana en la que aún hacía mella el jet lag, la despertase una llamada no parecía que fuera a ser la mejor del mundo.
- ¡HOLLYYYYYYY! -Saludó la voz cantarina de Sarah, que parecía demasiado alegre.- Estoy abajo. Ábreme para que no tenga que molestar a la señora Doubtfire. -La señora Doughbird, el nombre real, era su vecina, encantadora y muy muy cotilla. Así que la idea de que Sarah la llamase y activase su radar de novedades como que no era la situación ideal.
Holly se levantó de la cama y se acercó al telefonillo para abrir la puerta a su amiga.- Te odio. -Le dijo por teléfono con su voz soñolienta.
- Me adoras y lo sabes. -Respondió Sarah antes de colgar para poder subir tranquilamente. Holly abrió la puerta del piso y fue a encogerse en el sofá.- ¡Buenos días, princesa! -Exclamó al llegar a la puerta.- Te he traído el desayuno. Me lo tienes que contar todo.
- No hay mucho que contar, es su tercera boda, no puede ser que no sepas cómo va la cosa, tú también pasaste por el aro con David. -Le recordó.
- Pero yo no me casé en las maldivas. El paraíso. El romance... -Holly terminó bufando ante todo eso y Sarah sabía que lo haría. Porque bueno, la experiencia había hecho que Holly pensara que el romance estaba muriendo a causa de toda esa publicidad que le daban a determinadas cosas, incluidas agencias como Juliet's Letters.- Vamos, ¿tan mal ha ido? ¿Tampoco ha aparecido nadie que merezca la pena? -Ni siquiera le respondió.
- No empieces... -Murmuró viéndose lo que venía ahora mientras le daba un buen bocado a su donut. Pero no pudo evitarlo, Sarah comenzó a hablar de las bondades del sistema que utilizaban para que la gente se conociera de verdad antes de pasar por el posible trauma de la primera cita. Y ya fuera por cansancio o porque de verdad sentía que necesitaba un poco de ayuda, terminó diciendo algo de lo que posiblemente se arrepentiría.- VALE, de acuerdo, lo haré.
- Estupendo. -Sonrió mientras le pasaba su móvil.- Toma, ya te he descargado la aplicación. Rellena los datos que me faltan.
Holly miró a Sarah casi sin pestañear.- ¿Cuándo has desbloqueado mi móvil? -En algún momento mientras hablaba había cogido el teléfono y había empezado a rellenar su perfil. Lo miró por encima.- Me da un poco de miedo que sepas todo esto de memoria.
Porque claro, la pareja feliz en su mundo de cuento tenía que casarse en una isla paradisiaca llena de mosquitos y de hombres que buscaban un rollo de una noche y si te he visto no me acuerdo. Que no tenía nada de malo, para un rato. Pero cuando vas 3-0 en bodas comparada con tu propio padre, pues... como que escuece un poco no ser capaz de pasar de la primera cita.
Y decir que aquella mañana en la que aún hacía mella el jet lag, la despertase una llamada no parecía que fuera a ser la mejor del mundo.
- ¡HOLLYYYYYYY! -Saludó la voz cantarina de Sarah, que parecía demasiado alegre.- Estoy abajo. Ábreme para que no tenga que molestar a la señora Doubtfire. -La señora Doughbird, el nombre real, era su vecina, encantadora y muy muy cotilla. Así que la idea de que Sarah la llamase y activase su radar de novedades como que no era la situación ideal.
Holly se levantó de la cama y se acercó al telefonillo para abrir la puerta a su amiga.- Te odio. -Le dijo por teléfono con su voz soñolienta.
- Me adoras y lo sabes. -Respondió Sarah antes de colgar para poder subir tranquilamente. Holly abrió la puerta del piso y fue a encogerse en el sofá.- ¡Buenos días, princesa! -Exclamó al llegar a la puerta.- Te he traído el desayuno. Me lo tienes que contar todo.
- No hay mucho que contar, es su tercera boda, no puede ser que no sepas cómo va la cosa, tú también pasaste por el aro con David. -Le recordó.
- Pero yo no me casé en las maldivas. El paraíso. El romance... -Holly terminó bufando ante todo eso y Sarah sabía que lo haría. Porque bueno, la experiencia había hecho que Holly pensara que el romance estaba muriendo a causa de toda esa publicidad que le daban a determinadas cosas, incluidas agencias como Juliet's Letters.- Vamos, ¿tan mal ha ido? ¿Tampoco ha aparecido nadie que merezca la pena? -Ni siquiera le respondió.
- No empieces... -Murmuró viéndose lo que venía ahora mientras le daba un buen bocado a su donut. Pero no pudo evitarlo, Sarah comenzó a hablar de las bondades del sistema que utilizaban para que la gente se conociera de verdad antes de pasar por el posible trauma de la primera cita. Y ya fuera por cansancio o porque de verdad sentía que necesitaba un poco de ayuda, terminó diciendo algo de lo que posiblemente se arrepentiría.- VALE, de acuerdo, lo haré.
- Estupendo. -Sonrió mientras le pasaba su móvil.- Toma, ya te he descargado la aplicación. Rellena los datos que me faltan.
Holly miró a Sarah casi sin pestañear.- ¿Cuándo has desbloqueado mi móvil? -En algún momento mientras hablaba había cogido el teléfono y había empezado a rellenar su perfil. Lo miró por encima.- Me da un poco de miedo que sepas todo esto de memoria.
Holly — en Casa — con Sarah
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— EMPTY ENVELOPES —
CAPÍTULO I
Zack suspiró, resignándose a escuchar por enésima vez el discurso de su amigo sobre lo bien que le vendría probar su propio producto para comprobar su efectividad y, de paso, encontrar una mujer con la que empezar a salir. Aunque David estuviese empeñado en que lo hacía por puro altruismo y por el convencimiento de que en la base de datos de Juliet’s Letters estaría esperándolo el amor de su vida, Zack sabía que, en realidad, sus motivaciones eran tan sencillas como el querer que su mejor amigo tuviese novia para hacer planes con ellos de parejitas.
— Ya hemos tenido esta conversación — elevó ambas cejas en gesto de cansancio.
— Y la seguiremos teniendo — sentenció David —. Hasta que te des cuenta de que tengo razón.
— Esto es idea de Sarah, ¿verdad? — inquirió con los ojos entrecerrados.
— Está bueno el café este, ¿eh? — su amigo dio otro sonoro sorbo a la tacita.
— Contesta.
David chasqueó la lengua varias veces, degustando el café, antes de responder. Dejó la taza en el escritorio de Zack. Se dio la vuelta y se metió las manos en los bolsillos. Suspiró pesadamente, como siempre hacía cada vez que quería hacerse el interesante, y se giró para mirar a su amigo.
— Mira, Zack, no te lo quería decir, pero… — frunció los labios. — Empieza a ser raro.
Él lo miró sin comprender a qué se refería.
— ¿El qué? — David comenzó a mover los brazos, gesticulando en su dirección, pero sin mediar palabra. — ¿Te está dando un ictus?
Su amigo resopló.
— ¡Esto, tío! — lo señaló directamente y se apoyó sobre su escritorio. — ¡Que estés soltero con treinta y tantos tacos! — Zack lo miró con la boca abierta de la confusión. — Empiezo a pensar que andas metido en la cienciología o en alguna mierda de esas.
— ¿Perdona? — preguntó antes de estallar de risa. — No estarás hablando en serio, ¿no? — cuando vio que David no se reía, frunció el ceño. — ¿No?
Se hizo el silencio.
— No me jodas, David.
— Ya hemos tenido esta conversación — elevó ambas cejas en gesto de cansancio.
— Y la seguiremos teniendo — sentenció David —. Hasta que te des cuenta de que tengo razón.
— Esto es idea de Sarah, ¿verdad? — inquirió con los ojos entrecerrados.
— Está bueno el café este, ¿eh? — su amigo dio otro sonoro sorbo a la tacita.
— Contesta.
David chasqueó la lengua varias veces, degustando el café, antes de responder. Dejó la taza en el escritorio de Zack. Se dio la vuelta y se metió las manos en los bolsillos. Suspiró pesadamente, como siempre hacía cada vez que quería hacerse el interesante, y se giró para mirar a su amigo.
— Mira, Zack, no te lo quería decir, pero… — frunció los labios. — Empieza a ser raro.
Él lo miró sin comprender a qué se refería.
— ¿El qué? — David comenzó a mover los brazos, gesticulando en su dirección, pero sin mediar palabra. — ¿Te está dando un ictus?
Su amigo resopló.
— ¡Esto, tío! — lo señaló directamente y se apoyó sobre su escritorio. — ¡Que estés soltero con treinta y tantos tacos! — Zack lo miró con la boca abierta de la confusión. — Empiezo a pensar que andas metido en la cienciología o en alguna mierda de esas.
— ¿Perdona? — preguntó antes de estallar de risa. — No estarás hablando en serio, ¿no? — cuando vio que David no se reía, frunció el ceño. — ¿No?
Se hizo el silencio.
— No me jodas, David.
ZACK — EN LA OFICINA — CON DAVID
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— EMPTY ENVELOPES —
CAPÍTULO I
- Habría preferido hacer esto en el ordenador o la tablet. -Se quejó Holly mientras seguía rellenando una interminable lista de cuadros para completar su perfil en el dichoso sistema de las cartas.
- Vamos cariño, sabes que si no te lo llego a empezar yo habrías encontrado cualquier excusa para posponerlo. -Respondió Sarah, siempre tan sabelotodo mientras miraba su propio teléfono. Sin que su amiga lo viera escribía a David: "TE LO DIJE. Lo he conseguido. Te toca convencer a Zack. Ve pensando en el premio."
Holly seguía a lo suyo.
Había campos que entendía que fueran obligatorios. Otros que suponía que podían ayudar a que los que se encargaban de esas cosas la emparejasen con alguien compatible. Pero a ver, es que había cosas muy raras.
¿De verdad la relación con sus padres era importante? ¿Era necesario escribir como mínimo un momento vergonzoso de su vida?
Si es que parecía que iban a chantajearla con esa información.
- ¿En serio necesitan todo esto para encontrarme novio?
- Oye, que se trata de un sistema infalible para ayudarte a dar con el amor de tu vida. -Replicó Sarah.- ¿Has llegado ya a la de la anécdota? -Preguntó, inclinándose un poco más hacia su pantalla para leer.- Puedes contar la vez que Tinder te recomendó a tu propio padre... como rompehielos y razón para venirte a nuestro programa es la mejor del mundo. -La mirada de Holly debió responder por sí sola.- Creo que puedes poner fotos, ¿qué tal una de la función de Cats? ¡O mejor, de la del Grinch!
- ¿Pero no se supone que esto es sin fotos? ¿Para que nos conozcamos sin juzgar el físico? -Preguntó algo irritada.- Además, nadie tiene que saber que estaba en el grupo de teatro para intentar impresionar a Nolan y terminaba con todo tipo de disfraces ridículos.
- Vale, vale. -Sarah rodó los ojos.- Pues... aquella vez que fuimos a hacer un trabajo a casa de mi abuela mientras estaba ella de vacaciones y cuando saliste a la puerta creíste que el gato se había escapado. Lo encontraste en la calle y lo metiste en la casa a la fuerza... Tardamos una hora en descubrir que teníamos dos gatos casi idénticos y en liberar al pobre rehén.
- Bueno... esa no está mal, es entretenida.
- Es adorable. -Corroboró ella mientras la veía escribir.- Por cierto... -Exclamó de pronto.- Como sabía que en cuanto te comieras el desayuno me harías caso, te he comprado un regalo. -Sacó de su bolso una carpeta floreada, casi parecía estar decorada con una tapicería propia de la regencia.
- ¿Y esto qué es? -Holly dejó el móvil un momento para abrir la carpeta y descubrir un bloc de papel de carta también con un decorado elegante, una pluma y un paquete de sobres, estos más propios del siglo XXI.- ¿De verdad que lo tenías todo planeado?
- Lo llevo en el bolso desde hace un par de meses. -Respondió la rubia y las dos se echaron a reír.
- Vamos cariño, sabes que si no te lo llego a empezar yo habrías encontrado cualquier excusa para posponerlo. -Respondió Sarah, siempre tan sabelotodo mientras miraba su propio teléfono. Sin que su amiga lo viera escribía a David: "TE LO DIJE. Lo he conseguido. Te toca convencer a Zack. Ve pensando en el premio."
Holly seguía a lo suyo.
Había campos que entendía que fueran obligatorios. Otros que suponía que podían ayudar a que los que se encargaban de esas cosas la emparejasen con alguien compatible. Pero a ver, es que había cosas muy raras.
¿De verdad la relación con sus padres era importante? ¿Era necesario escribir como mínimo un momento vergonzoso de su vida?
Si es que parecía que iban a chantajearla con esa información.
- ¿En serio necesitan todo esto para encontrarme novio?
- Oye, que se trata de un sistema infalible para ayudarte a dar con el amor de tu vida. -Replicó Sarah.- ¿Has llegado ya a la de la anécdota? -Preguntó, inclinándose un poco más hacia su pantalla para leer.- Puedes contar la vez que Tinder te recomendó a tu propio padre... como rompehielos y razón para venirte a nuestro programa es la mejor del mundo. -La mirada de Holly debió responder por sí sola.- Creo que puedes poner fotos, ¿qué tal una de la función de Cats? ¡O mejor, de la del Grinch!
- ¿Pero no se supone que esto es sin fotos? ¿Para que nos conozcamos sin juzgar el físico? -Preguntó algo irritada.- Además, nadie tiene que saber que estaba en el grupo de teatro para intentar impresionar a Nolan y terminaba con todo tipo de disfraces ridículos.
- Vale, vale. -Sarah rodó los ojos.- Pues... aquella vez que fuimos a hacer un trabajo a casa de mi abuela mientras estaba ella de vacaciones y cuando saliste a la puerta creíste que el gato se había escapado. Lo encontraste en la calle y lo metiste en la casa a la fuerza... Tardamos una hora en descubrir que teníamos dos gatos casi idénticos y en liberar al pobre rehén.
- Bueno... esa no está mal, es entretenida.
- Es adorable. -Corroboró ella mientras la veía escribir.- Por cierto... -Exclamó de pronto.- Como sabía que en cuanto te comieras el desayuno me harías caso, te he comprado un regalo. -Sacó de su bolso una carpeta floreada, casi parecía estar decorada con una tapicería propia de la regencia.
- ¿Y esto qué es? -Holly dejó el móvil un momento para abrir la carpeta y descubrir un bloc de papel de carta también con un decorado elegante, una pluma y un paquete de sobres, estos más propios del siglo XXI.- ¿De verdad que lo tenías todo planeado?
- Lo llevo en el bolso desde hace un par de meses. -Respondió la rubia y las dos se echaron a reír.
Holly — en Casa — con Sarah
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— EMPTY ENVELOPES —
CAPÍTULO I
En el denso silencio que se instaló en el despacho, David miraba a su amigo como quien mira a un niño que trata de entender las conversaciones de los mayores, con algo así como un sutilísimo aire de superioridad mezclado con una compasión demasiado cercana a la pena como para pasarla por alto. Zack contemplaba la escena desde la más absoluta perplejidad, sin llegar a entender cómo habían llegado a una conversación que tan poco le interesaba mantener, y aquel silencio fue aprovechado por su amigo para continuar con su disertación.
— Mira, Zack, yo no te lo quería decir, pero creemos que este rollito que te traes de soltero de oro… empieza a oler raro.
— ¿Creemos? ¿Quiénes? ¿Sarah y tú?
Antes, de recién casados, era por completo insoportable la simbiosis que habían alcanzado. Zack estuvo meses sin ver a su amigo. De hecho, creía estar seguro de que en su primer año de matrimonio solo lo había visto dos veces, y una de ellas había sido por casualidad. Pasaron gran parte de su luna de miel viajando por los rincones más inexplorados del planeta. En el Tíbet, por lo que sea, no había muy buena cobertura.
— No — replicó él, con un ligero tono mordaz en la voz —. Robert también lo piensa. Y Adrián. Lo estuvimos hablando la última vez que nos vimos —. Zack seguía sin dar crédito a nada de lo que estaba ocurriendo —. Mira, te voy a hablar claramente, porque creo que has perdido la perspectiva en todo este asunto, y porque te quiero y solo quiero lo mejor para ti y…
— Al grano, David, haz el favor — lo interrumpió.
— Alguna vez te he hablado de mi teoría, ¿no? — Zack frunció el ceño, pensativo. — Sí, hombre, sí, aquello que te conté sobre tener una cierta edad y no comerse un… digo, no conseguir pareja.
— Ah, sí, esa estúpida teoría tuya, ya me acuerdo, ya.
— Esa genial teoría mía, querrás decir — lo corrigió él —. Pues mira, empiezo a pensar que algo te pasa, porque no es normal que sigas soltero a estas alturas de la vida. ¿Cuánto ha pasado desde que te dejó Marta? ¿Dos? ¿Tres años? — Pronto serían tres años y medio. Casi cuatro, en realidad, pero Zack prefirió no decir nada. — Eres un tío guapo, inteligente, carismático, con la suficiente pasta como para no tener que preocuparte de casi nada en lo que te queda de vida — David miró a su amigo y después negó con la cabeza —. Podrías tener a cualquier mujer que quisieras… y, sin embargo, aquí estás, sin nadie con quien compartir esa estupenda máquina de hacer cafés.
— Te recuerdo que tú le das bastante uso — arqueó una ceja acusadora.
— Sí, pero no la compartimos. Yo me aprovecho de nuestra amistad y me hago los cafés que me da la gana, pero no la compartimos. ¿Captas el matiz?
— Ajá…
— Lo que quiero decir es que la única razón que se me ocurre para explicar esta extraña soltería tuya es que ya se te haya olvidado lo que es hablar con una mujer, y que tengas miedo de apuntarte a lo de las cartas porque no tienes ni la más remota idea de cómo conquistar a esa encantadora dama que te esté esperando al otro lado de la base de datos. Eso o que te vayan cosas tan raras que sabes que nunca encontrarás a nadie que vaya a aceptarlas, y, francamente, tío, espero que no sea el caso — se encogió de hombros y se terminó el café.
— No… no sé cómo sentirme — atinó a responder —. De verdad que no. ¿Estás insinuando que soy una especie de maníaco sexual con problemas socioafectivos para relacionarme?
Su amigo se limitó a encogerse de hombros.
— Demuéstrame que me equivoco, Zack — David se sentó y se inclinó sobre la mesa —. Es una cuestión de dignidad.
— Esto es increíble — resopló y alzó ambas manos antes de ponerlas sobre el teclado para abrir la aplicación de Juliet’s Letters —. Increíble, de verdad.
— Sabía que entrarías en razón — David dio una palmada y sonrió ampliamente. Sacó el teléfono de su bolsillo y vio la burbuja del chat de Sarah flotando entre sus notificaciones. Aprovechó que Zack no lo veía para responder.
“¡Sabía que lo conseguirías, cariño! Por aquí todo va sobre ruedas. Luego te cuento.”
— Bienvenido a Juliet’s Letters, amigo.
— Mira, Zack, yo no te lo quería decir, pero creemos que este rollito que te traes de soltero de oro… empieza a oler raro.
— ¿Creemos? ¿Quiénes? ¿Sarah y tú?
Antes, de recién casados, era por completo insoportable la simbiosis que habían alcanzado. Zack estuvo meses sin ver a su amigo. De hecho, creía estar seguro de que en su primer año de matrimonio solo lo había visto dos veces, y una de ellas había sido por casualidad. Pasaron gran parte de su luna de miel viajando por los rincones más inexplorados del planeta. En el Tíbet, por lo que sea, no había muy buena cobertura.
— No — replicó él, con un ligero tono mordaz en la voz —. Robert también lo piensa. Y Adrián. Lo estuvimos hablando la última vez que nos vimos —. Zack seguía sin dar crédito a nada de lo que estaba ocurriendo —. Mira, te voy a hablar claramente, porque creo que has perdido la perspectiva en todo este asunto, y porque te quiero y solo quiero lo mejor para ti y…
— Al grano, David, haz el favor — lo interrumpió.
— Alguna vez te he hablado de mi teoría, ¿no? — Zack frunció el ceño, pensativo. — Sí, hombre, sí, aquello que te conté sobre tener una cierta edad y no comerse un… digo, no conseguir pareja.
— Ah, sí, esa estúpida teoría tuya, ya me acuerdo, ya.
— Esa genial teoría mía, querrás decir — lo corrigió él —. Pues mira, empiezo a pensar que algo te pasa, porque no es normal que sigas soltero a estas alturas de la vida. ¿Cuánto ha pasado desde que te dejó Marta? ¿Dos? ¿Tres años? — Pronto serían tres años y medio. Casi cuatro, en realidad, pero Zack prefirió no decir nada. — Eres un tío guapo, inteligente, carismático, con la suficiente pasta como para no tener que preocuparte de casi nada en lo que te queda de vida — David miró a su amigo y después negó con la cabeza —. Podrías tener a cualquier mujer que quisieras… y, sin embargo, aquí estás, sin nadie con quien compartir esa estupenda máquina de hacer cafés.
— Te recuerdo que tú le das bastante uso — arqueó una ceja acusadora.
— Sí, pero no la compartimos. Yo me aprovecho de nuestra amistad y me hago los cafés que me da la gana, pero no la compartimos. ¿Captas el matiz?
— Ajá…
— Lo que quiero decir es que la única razón que se me ocurre para explicar esta extraña soltería tuya es que ya se te haya olvidado lo que es hablar con una mujer, y que tengas miedo de apuntarte a lo de las cartas porque no tienes ni la más remota idea de cómo conquistar a esa encantadora dama que te esté esperando al otro lado de la base de datos. Eso o que te vayan cosas tan raras que sabes que nunca encontrarás a nadie que vaya a aceptarlas, y, francamente, tío, espero que no sea el caso — se encogió de hombros y se terminó el café.
— No… no sé cómo sentirme — atinó a responder —. De verdad que no. ¿Estás insinuando que soy una especie de maníaco sexual con problemas socioafectivos para relacionarme?
Su amigo se limitó a encogerse de hombros.
— Demuéstrame que me equivoco, Zack — David se sentó y se inclinó sobre la mesa —. Es una cuestión de dignidad.
— Esto es increíble — resopló y alzó ambas manos antes de ponerlas sobre el teclado para abrir la aplicación de Juliet’s Letters —. Increíble, de verdad.
— Sabía que entrarías en razón — David dio una palmada y sonrió ampliamente. Sacó el teléfono de su bolsillo y vio la burbuja del chat de Sarah flotando entre sus notificaciones. Aprovechó que Zack no lo veía para responder.
“¡Sabía que lo conseguirías, cariño! Por aquí todo va sobre ruedas. Luego te cuento.”
— Bienvenido a Juliet’s Letters, amigo.
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CAPÍTULO I
Sarah guardó de nuevo el papel de carta y los sobres en la carpeta que le había regalado y la dejó sobre la mesa, mientras insistía en que completase de una vez el cuestionario.
- Créeme, será cuestión de un par de días. -Le fue diciendo.- No solo porque yo vaya a mover los hilos para que mi mejor amiga del mundo entero tenga al hombre de sus sueños lo antes posible... -Como si no se hubiera puesto ya manos a la obra con su plan maquiavélico.- Sino porque no dudo que está ahí en nuestra base de datos, esperándote.
- ¿Y cómo estás tan segura de eso? -Preguntó Holly alzando una ceja. La seguridad de Sarah era en general aplastante, así que no le extrañaba que hablase de ese modo, como si todo estuviera hecho.
- Oh, pues porque esta forma de conocerse es la que más te pega, las dos lo sabemos. -Cambió la ceja alzada.- Que sí, que sí, que se te llena la boca quejándote de las comedias románticas y de que todo eso ha muerto por culpa de plataformas como la nuestra... pero en el fondo tienes un corazoncito la mar de tierno, cielo. Si lo sabré yo.
Holly frunció los labios y volvió a retomar el cuestionario. Es que era incapaz de llevarle la contraria a Sarah, más que nada porque sí, quería enamorarse de una vez por todas y si tenía que ser por carta, pues sería por carta. Total, ya lo había probado todo, una más no debería doler mucho.
- Vale... creo que está todo. -Le dio a enviar y un aviso rojo saltó llenando toda la pantalla.- ¿PERO QUÉ PASA?
- A ver, déjame... -Dijo Sarah con toda su tranquilidad, cogiendo el móvil.- Pues lo que esto dice es que se te ha olvidado ingresar el nick. No vamos a dar tus datos reales, ya sabes... privacidad, querida.
- Si solo ibas a leerlo, haberme dejado a mí. -Se quejó, recuperando un móvil y empezando a rebanarse los sesos tratando de dar con un apodo bonito.
- Parecías a punto de entrar en pánico. -Ella a lo suyo, como si nada.- Igual que ahora mismo... -Añadió inclinándose un poco para mirarle la cara.- ¿Entre cuántos estás decidiendo?
- No lo sé, es que se me ocurren un montón. Quiero decir, Elizabeth Bennet, Beatrice (por mucho Ruido y Pocas nueces), Brighit, Hestia, Atenea... Bridget Jones o Donna... -Fue apagándose al ver a su amiga aguantarse las ganas de reír.
- Estás escogiendo los más típicos... intenta algo nuevo, diferente.
La morena se puso pensativa, intentando encontrar un nombre bonito, que inspirase algo y que no se quedara en un simple nombre, porque eso también era importante. Sin decirle nada a la rubia, lo escribió para comprobar que nadie lo había usado y le dio a enviar.- Perseida. -Resolvió con orgullo.
- Oh, eres una estrella fugaz. Preciosooo -Sarah la estrechó en sus brazos.- No te arrepentirás de esto, encanto.
- Créeme, será cuestión de un par de días. -Le fue diciendo.- No solo porque yo vaya a mover los hilos para que mi mejor amiga del mundo entero tenga al hombre de sus sueños lo antes posible... -Como si no se hubiera puesto ya manos a la obra con su plan maquiavélico.- Sino porque no dudo que está ahí en nuestra base de datos, esperándote.
- ¿Y cómo estás tan segura de eso? -Preguntó Holly alzando una ceja. La seguridad de Sarah era en general aplastante, así que no le extrañaba que hablase de ese modo, como si todo estuviera hecho.
- Oh, pues porque esta forma de conocerse es la que más te pega, las dos lo sabemos. -Cambió la ceja alzada.- Que sí, que sí, que se te llena la boca quejándote de las comedias románticas y de que todo eso ha muerto por culpa de plataformas como la nuestra... pero en el fondo tienes un corazoncito la mar de tierno, cielo. Si lo sabré yo.
Holly frunció los labios y volvió a retomar el cuestionario. Es que era incapaz de llevarle la contraria a Sarah, más que nada porque sí, quería enamorarse de una vez por todas y si tenía que ser por carta, pues sería por carta. Total, ya lo había probado todo, una más no debería doler mucho.
- Vale... creo que está todo. -Le dio a enviar y un aviso rojo saltó llenando toda la pantalla.- ¿PERO QUÉ PASA?
- A ver, déjame... -Dijo Sarah con toda su tranquilidad, cogiendo el móvil.- Pues lo que esto dice es que se te ha olvidado ingresar el nick. No vamos a dar tus datos reales, ya sabes... privacidad, querida.
- Si solo ibas a leerlo, haberme dejado a mí. -Se quejó, recuperando un móvil y empezando a rebanarse los sesos tratando de dar con un apodo bonito.
- Parecías a punto de entrar en pánico. -Ella a lo suyo, como si nada.- Igual que ahora mismo... -Añadió inclinándose un poco para mirarle la cara.- ¿Entre cuántos estás decidiendo?
- No lo sé, es que se me ocurren un montón. Quiero decir, Elizabeth Bennet, Beatrice (por mucho Ruido y Pocas nueces), Brighit, Hestia, Atenea... Bridget Jones o Donna... -Fue apagándose al ver a su amiga aguantarse las ganas de reír.
- Estás escogiendo los más típicos... intenta algo nuevo, diferente.
La morena se puso pensativa, intentando encontrar un nombre bonito, que inspirase algo y que no se quedara en un simple nombre, porque eso también era importante. Sin decirle nada a la rubia, lo escribió para comprobar que nadie lo había usado y le dio a enviar.- Perseida. -Resolvió con orgullo.
- Oh, eres una estrella fugaz. Preciosooo -Sarah la estrechó en sus brazos.- No te arrepentirás de esto, encanto.
Holly — en Casa — con Sarah
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
Zack llevaba un rato contemplando la hoja en blanco, y, por alguna extraña razón, eso no hacía que aquella dichosa carta se escribiera sola. Habría podido desear que sus pensamientos se trasladaran al papel sin necesidad de escribirlos, pero lo cierto es que ni por esas habría conseguido estampar una sola palabra en la hoja, porque tenía la mente por entero vacía, y no parecía que se le fuese a ocurrir nada en, por lo menos, otro par de horas.
Cuanto más tiempo pasaba pensando en qué escribir en la dichosa carta, menos entendía cómo Juliet’s Letters no había entrado en bancarrota. ¿Cómo iba a creerse nadie que iba a encontrar el amor con un perfecto desconocido a través de unas cartas? ¿Y cómo era nadie capaz de escribirle auténticas estupideces a dicho desconocido sin decidir a mitad de camino que lo mejor sería arrugar el papel y enterrarlo en las profundidades de un contenedor de reciclaje? ¿Cómo creía nadie que la tontería del algoritmo de compatibilidad podía funcionar de aquella manera?
No, nada de eso tenía sentido, y la única solución lógica sería dejarlo todo de lado, borrar su perfil de la base de datos y fingir que no había ocurrido nada para continuar con su anodina y vulgar existencia sin esos absurdos quebraderos de cabeza. Él, por su parte, habría renunciado encantado a encontrar el amor, pero solo de pensar en todas las tonterías que diría David al respecto, decidió pensárselo mejor. Prefería humillarse ante una desconocida que, con un poco de suerte, vería las cartas como la tontería que eran y dejaría de responderle al cabo de un breve tiempo de correspondencia.
Suspiró profundamente y al cabo de un tiempo comenzó a escribir.
» Perseida,
Llevo un rato aquí plantado frente al papel y lo cierto es que no sé qué escribir. No puedo evitar pensar en que esto es una tontería. No te he visto, pero tampoco te he leído, y hasta ahora solo eres un nombre en un correo electrónico, y nada más. En cierto sentido, me siento hablando solo, discutiendo con el vacío, pero supongo que esto también es parte del proceso. Al fin y al cabo, tampoco tocamos las estrellas con las manos, y sin embargo encontramos en ellas historias que no nos resultan tan lejanas como podría parecerlo. Supongo que de esto tú sabrás más que yo, claro, yo llevo tantos años en la gran ciudad que ya apenas recuerdo lo que es ver un cielo estrellado. ¿No serás por casualidad astrónoma, verdad? ¿Es de ahí de donde sale tu apodo?
Sé que se supone que a través de estas cartas deberíamos conocernos, y que es injusto que te pregunte por tu apodo sin revelar el mío, pero me disculparás si no te lo cuento todo en este primer “encuentro”, sobre todo sin saber aún si esta carta llegará a su destino o si la perderán en correos. Te advierto, aunque sea inútil, que si el mensajero me devuelve el sobre después de no haberte encontrado, no escribiré una segunda carta, porque Dios sabe que no seré capaz de volver a exprimirme los sesos como hoy lo estoy haciendo.
Al final, no ha resultado tan complicado. Te prometo que haré mi próxima carta algo más interesante.
Anónimo,
de momento.«
Cuanto más tiempo pasaba pensando en qué escribir en la dichosa carta, menos entendía cómo Juliet’s Letters no había entrado en bancarrota. ¿Cómo iba a creerse nadie que iba a encontrar el amor con un perfecto desconocido a través de unas cartas? ¿Y cómo era nadie capaz de escribirle auténticas estupideces a dicho desconocido sin decidir a mitad de camino que lo mejor sería arrugar el papel y enterrarlo en las profundidades de un contenedor de reciclaje? ¿Cómo creía nadie que la tontería del algoritmo de compatibilidad podía funcionar de aquella manera?
No, nada de eso tenía sentido, y la única solución lógica sería dejarlo todo de lado, borrar su perfil de la base de datos y fingir que no había ocurrido nada para continuar con su anodina y vulgar existencia sin esos absurdos quebraderos de cabeza. Él, por su parte, habría renunciado encantado a encontrar el amor, pero solo de pensar en todas las tonterías que diría David al respecto, decidió pensárselo mejor. Prefería humillarse ante una desconocida que, con un poco de suerte, vería las cartas como la tontería que eran y dejaría de responderle al cabo de un breve tiempo de correspondencia.
Suspiró profundamente y al cabo de un tiempo comenzó a escribir.
» Perseida,
Llevo un rato aquí plantado frente al papel y lo cierto es que no sé qué escribir. No puedo evitar pensar en que esto es una tontería. No te he visto, pero tampoco te he leído, y hasta ahora solo eres un nombre en un correo electrónico, y nada más. En cierto sentido, me siento hablando solo, discutiendo con el vacío, pero supongo que esto también es parte del proceso. Al fin y al cabo, tampoco tocamos las estrellas con las manos, y sin embargo encontramos en ellas historias que no nos resultan tan lejanas como podría parecerlo. Supongo que de esto tú sabrás más que yo, claro, yo llevo tantos años en la gran ciudad que ya apenas recuerdo lo que es ver un cielo estrellado. ¿No serás por casualidad astrónoma, verdad? ¿Es de ahí de donde sale tu apodo?
Sé que se supone que a través de estas cartas deberíamos conocernos, y que es injusto que te pregunte por tu apodo sin revelar el mío, pero me disculparás si no te lo cuento todo en este primer “encuentro”, sobre todo sin saber aún si esta carta llegará a su destino o si la perderán en correos. Te advierto, aunque sea inútil, que si el mensajero me devuelve el sobre después de no haberte encontrado, no escribiré una segunda carta, porque Dios sabe que no seré capaz de volver a exprimirme los sesos como hoy lo estoy haciendo.
Al final, no ha resultado tan complicado. Te prometo que haré mi próxima carta algo más interesante.
Anónimo,
de momento.«
ZACK — CARTAS — PARA HOLLY
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
No sabía cómo ni por qué, pero después de haber estado preguntándose si era ella la que tenía que enviar la primera carta y releyendo que por sorteo había tocado empezar al chico con el que la habían emparejado... el hecho de que llegase justo en la misma semana en que Sarah había empezado a preguntar por el tema la asustó un poco. Iba a terminar pensando que su amiga era bruja o algo así.
Hacía tres días que la había encontrado en su buzón y no le había dicho nada a nadie. Porque aunque Sarah hubiera estado de lo más participativa, en cierto sentido quería guardárselo para ella, un poco al menos, hasta que tuviera una respuesta pensada, para que no hubiera influencias de la rubia.
La había leído y releído hasta casi aprendérsela. No es que le contara gran cosa, cierto, pero le gustaba saber que no era la única que veía aquello como una tontería y que no sabía muy bien como funcionar. La hacía sentir tranquila en cierto modo.
Así que al final terminó sentándose a escribir una respuesta.
»Anónimo,
(Como los escritores de algunas de las mejores obras, según dicen)
Puedo decir que tu carta ha llegado, y espero que la mía también llegue a su destino, porque siento bastante curiosidad por esa identidad secreta que no quieres revelar. Y me parece un poco injusto que a mi no me lo hayan contado... pero no me quejaré, de momento.
Lo cierto es que no soy astrónoma, y también vivo en una gran ciudad, pero recuerdo haber visto estrellas fugaces en el cielo cuando era niña, aunque esos deseos no se cumplieron siguen siendo bonitas. Quizá algún día pueda volver a verlas.
Si quieres una pista sobre mi trabajo, digamos que ayudo a que la gente pueda ver las estrellas.
A cambio espero que tú me cuentes un poco más sobre ti.
Intrigada por estos enigmas,
Perseida.«
Hacía tres días que la había encontrado en su buzón y no le había dicho nada a nadie. Porque aunque Sarah hubiera estado de lo más participativa, en cierto sentido quería guardárselo para ella, un poco al menos, hasta que tuviera una respuesta pensada, para que no hubiera influencias de la rubia.
La había leído y releído hasta casi aprendérsela. No es que le contara gran cosa, cierto, pero le gustaba saber que no era la única que veía aquello como una tontería y que no sabía muy bien como funcionar. La hacía sentir tranquila en cierto modo.
Así que al final terminó sentándose a escribir una respuesta.
»Anónimo,
(Como los escritores de algunas de las mejores obras, según dicen)
Puedo decir que tu carta ha llegado, y espero que la mía también llegue a su destino, porque siento bastante curiosidad por esa identidad secreta que no quieres revelar. Y me parece un poco injusto que a mi no me lo hayan contado... pero no me quejaré, de momento.
Lo cierto es que no soy astrónoma, y también vivo en una gran ciudad, pero recuerdo haber visto estrellas fugaces en el cielo cuando era niña, aunque esos deseos no se cumplieron siguen siendo bonitas. Quizá algún día pueda volver a verlas.
Si quieres una pista sobre mi trabajo, digamos que ayudo a que la gente pueda ver las estrellas.
A cambio espero que tú me cuentes un poco más sobre ti.
Intrigada por estos enigmas,
Perseida.«
Holly — CARTAS — PARA Zack
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
Zack se había despedido de su carta con la sensación de que había metido su corazón en el sobre. Cuando el papel se deslizó entre sus dedos comenzó a dudar de lo que había escrito, de cómo lo había escrito y de la eficacia del servicio de correos. Se imaginó a algún desaprensivo tirando una colilla encendida en el interior del buzón y prendiendo fuego a la mensajería, y no sabía decir si la perspectiva de que su carta se perdiese entre las cenizas le resultaba agradable o no. Por un lado, tendría la excusa perfecta para salir de la dinámica de las cartas a la que su amigo lo había arrastrado. Por el otro, escribir le había costado tanto que quería que el sobre llegase a su destino, aunque solamente fuese para que la tal Perseida se riera de sus tonterías.
Quiso olvidarse del asunto de la carta, pero lo cierto es que estuvo más atento de la cuenta al reparto diario del correo de lo que le habría gustado admitir. Por suerte, David tenía otras cosas mejores que hacer que revolotear por su oficina y Zack se libró de sus continuos interrogatorios a cuento de qué había escrito en la carta y de cómo la había firmado. Bastante tenía ya encima como para tener a su amigo chinchando a su lado.
Pasó una semana, pasaron dos. Los días se fueron tachando en el calendario y el joven empresario suspiró con pesar al cumplir una quincena sin saber nada de Perseida. Al cabo de un par de días, se olvidó de aquello, y como si el repartidor de correos lo hubiese intuido, dejó en su buzón un sobre del color del café diluido en la leche.
Zack dio un respingo y estuvo a punto de tirar el resto de su correspondencia. Se aferró a las cartas y las sostuvo contra el pecho. Miró a ambos lados esperando la aparición de alguno de sus amigos para pillarlo con las manos en la masa, y aunque no apareció nadie, se guardó la carta de su Julieta en el bolsillo interno de la chaqueta.
Leyó la carta a trozos, muerto de la vergüenza, y atinó a entender alguna palabra suelta. Le daba miedo leer las frases completas, por si había algo en ellas que no fuera a agradarle ver, y durante un par de vistazos solo pudo intuir el tono de la carta. No había leído ninguna «tontería», ni ningún «¡sonríe, es una cámara oculta!», así que se armó de valor y comenzó la lectura, esta vez sí, a frases, no a palabras.
A Perseida le había gustado su carta.
Y el ego de Anónimo se hinchó como el de un pavo real al desplegar las plumas. Pasó unos cuantos días pensando en qué podía responderle, esquivando no tan discretamente los mensajes y las llamadas de su amigo que se le acumulaban en la barra de notificaciones del teléfono móvil.
» Perseida,
ahora que sé que estás al otro lado de estas cartas, te prometo que me esforzaré por buscar un apodo para firmarlas. De momento no se me ocurre nada, pero me gustaría que estuviese a la altura del tuyo. Aunque no seas astrónoma, es un nombre bonito, y por el momento prefiero la neutralidad de mi anonimato a decepcionarte con lo primero que se me ocurra.
También yo vivo en una gran ciudad, así que compartimos el mismo cielo. Ni tú ni yo podremos ver las estrellas sin perdernos en las llanuras a las que ni siquiera llega la corriente eléctrica. Y puede que no sea un mal plan, pero tengo tanto trabajo pendiente que no podría escaparme de la oficina ni aunque estuviese en llamas.
Si ayudas a la gente a ver las estrellas… o eres oftalmóloga o es que eres boxeadora profesional, y creo que por lo poco que sé de ti, lo segundo no te pega demasiado. También deberías saber que soy un desastre para las sutilezas, y ya que estoy, te cuento algunas cosas más sobre mí. Mi familia vive en Georgia y solo los puedo ver en fiestas. Nunca me he atrevido a decirle a mi madre que no me gusta su gelatina de arándanos y la verdad es que no creo que lo haga. A veces me gusta ir a las ferias medievales aunque sea solo por mirar la artesanía. Desde que no tengo perro he dejado de hacer senderismo, pero supongo que algún día volveré a hacerlo. Ah, y nadie lo sabe, pero los libros que tengo en las estanterías no me los he leído.
¿Es suficiente con esas respuestas o necesitas alguna más?
Anónimo,
(de momento).«
Quiso olvidarse del asunto de la carta, pero lo cierto es que estuvo más atento de la cuenta al reparto diario del correo de lo que le habría gustado admitir. Por suerte, David tenía otras cosas mejores que hacer que revolotear por su oficina y Zack se libró de sus continuos interrogatorios a cuento de qué había escrito en la carta y de cómo la había firmado. Bastante tenía ya encima como para tener a su amigo chinchando a su lado.
Pasó una semana, pasaron dos. Los días se fueron tachando en el calendario y el joven empresario suspiró con pesar al cumplir una quincena sin saber nada de Perseida. Al cabo de un par de días, se olvidó de aquello, y como si el repartidor de correos lo hubiese intuido, dejó en su buzón un sobre del color del café diluido en la leche.
Zack dio un respingo y estuvo a punto de tirar el resto de su correspondencia. Se aferró a las cartas y las sostuvo contra el pecho. Miró a ambos lados esperando la aparición de alguno de sus amigos para pillarlo con las manos en la masa, y aunque no apareció nadie, se guardó la carta de su Julieta en el bolsillo interno de la chaqueta.
Leyó la carta a trozos, muerto de la vergüenza, y atinó a entender alguna palabra suelta. Le daba miedo leer las frases completas, por si había algo en ellas que no fuera a agradarle ver, y durante un par de vistazos solo pudo intuir el tono de la carta. No había leído ninguna «tontería», ni ningún «¡sonríe, es una cámara oculta!», así que se armó de valor y comenzó la lectura, esta vez sí, a frases, no a palabras.
A Perseida le había gustado su carta.
Y el ego de Anónimo se hinchó como el de un pavo real al desplegar las plumas. Pasó unos cuantos días pensando en qué podía responderle, esquivando no tan discretamente los mensajes y las llamadas de su amigo que se le acumulaban en la barra de notificaciones del teléfono móvil.
» Perseida,
ahora que sé que estás al otro lado de estas cartas, te prometo que me esforzaré por buscar un apodo para firmarlas. De momento no se me ocurre nada, pero me gustaría que estuviese a la altura del tuyo. Aunque no seas astrónoma, es un nombre bonito, y por el momento prefiero la neutralidad de mi anonimato a decepcionarte con lo primero que se me ocurra.
También yo vivo en una gran ciudad, así que compartimos el mismo cielo. Ni tú ni yo podremos ver las estrellas sin perdernos en las llanuras a las que ni siquiera llega la corriente eléctrica. Y puede que no sea un mal plan, pero tengo tanto trabajo pendiente que no podría escaparme de la oficina ni aunque estuviese en llamas.
Si ayudas a la gente a ver las estrellas… o eres oftalmóloga o es que eres boxeadora profesional, y creo que por lo poco que sé de ti, lo segundo no te pega demasiado. También deberías saber que soy un desastre para las sutilezas, y ya que estoy, te cuento algunas cosas más sobre mí. Mi familia vive en Georgia y solo los puedo ver en fiestas. Nunca me he atrevido a decirle a mi madre que no me gusta su gelatina de arándanos y la verdad es que no creo que lo haga. A veces me gusta ir a las ferias medievales aunque sea solo por mirar la artesanía. Desde que no tengo perro he dejado de hacer senderismo, pero supongo que algún día volveré a hacerlo. Ah, y nadie lo sabe, pero los libros que tengo en las estanterías no me los he leído.
¿Es suficiente con esas respuestas o necesitas alguna más?
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
Había terminado admitiéndolo delante de Sarah en uno de sus interrogatorios y ahora la rubia sabía que había habido un primer intercambio de cartas y de que aún estaba esperando la siguiente. Y, una de dos, o el servicio de correos no funcionaba lo bastante rápido o... su relación con anónimo había caído tan rápido como las propias perseidas.
Una vez pasado el rato de consejos sobre la paciencia y ese tipo de cosas, su querida amiga tuvo que admitir que el nombre de la agencia no estaba TAN bien pensado, después de todo si Romeo y Julieta se hubieran parado a enviarse cartas y pensar las cosas seguro que no habría muerto la mitad del reparto.
La actitud hostil en que se estaba escudando por culpa de una carta tonta (estas cosas no pasaban con la mensajería instantánea) la acompañó durante algunos días. Hasta que su vecino de arriba, un viejo profesor de música que de cuando en cuando amenizaba las tardes al piano, le cortó el paso en el vestíbulo al volver de trabajar para darle algo que había terminado en su buzón por error. Había estado visitando a su nieta aquella semana, así que no sabía desde cuando estaba allí.
Reconoció la dirección y le dio las gracias al hombre antes de subir corriendo a su piso.
Podría estarse quejando de la ineficacia del cartero, pero lo importante es que tenía la carta en sus manos y solo quería leerla.
Se rio con algunas de las cosas, anónimo era un tipo divertido o así se lo parecía. Y esta vez le contaba algunos detalles más de su vida.
Puede que por la emoción o por cualquier otra razón, pero se sentó a la mesa con el juego de escritura en el momento.
»Misterioso anónimo,
Todavía sigo intrigada por descubrir tu identidad secreta y voy a terminar pensando que eres un superhéroe o algo así.
Espero que mi carta te llegue pronto, la tuya ha tardado un poco más en llegar a mis manos, porque casi se pierde en el buzón de uno de mis vecinos. Me ha dado tiempo a pensar que te habías olvidado de mi y no quiero que pienses tú lo mismo.
Me ha gustado saber algunas cosas de ti y ahora que nos conocemos un poco más, creo que puedo decir que eres bastante divertido e intuitivo. Has acertado con el trabajo y ahora quiero alguna pista sobre el tuyo, ese que no te dejaría escapar de una oficina en llamas.
Para contarte algo sobre mí, puedo decir que mi padre es la familia que me queda y también le veo solo en fiestas, aunque no hace mucho estuvimos juntos porque se casó por tercera vez, por lo visto los hay con suerte. (ignora eso). De él he heredado la incapacidad para cocinar, pero hago los mejores sandwiches de queso fundido. También tengo una mejor amiga, que fue la que me metió en esto y es como mi hermana. Aunque yo si he leído todos los libros que tengo en la estantería, no puedo decir que sean muchos, la mayoría los dono cuando los termino, porque las mudanzas y viajes han hecho que tenga que reducir el número de cajas. Así que solo me quedo los que de verdad me gustan.
¿Tendrás ya un nombre en nuestra siguiente carta?
Perseida.«
Una vez pasado el rato de consejos sobre la paciencia y ese tipo de cosas, su querida amiga tuvo que admitir que el nombre de la agencia no estaba TAN bien pensado, después de todo si Romeo y Julieta se hubieran parado a enviarse cartas y pensar las cosas seguro que no habría muerto la mitad del reparto.
La actitud hostil en que se estaba escudando por culpa de una carta tonta (estas cosas no pasaban con la mensajería instantánea) la acompañó durante algunos días. Hasta que su vecino de arriba, un viejo profesor de música que de cuando en cuando amenizaba las tardes al piano, le cortó el paso en el vestíbulo al volver de trabajar para darle algo que había terminado en su buzón por error. Había estado visitando a su nieta aquella semana, así que no sabía desde cuando estaba allí.
Reconoció la dirección y le dio las gracias al hombre antes de subir corriendo a su piso.
Podría estarse quejando de la ineficacia del cartero, pero lo importante es que tenía la carta en sus manos y solo quería leerla.
Se rio con algunas de las cosas, anónimo era un tipo divertido o así se lo parecía. Y esta vez le contaba algunos detalles más de su vida.
Puede que por la emoción o por cualquier otra razón, pero se sentó a la mesa con el juego de escritura en el momento.
»Misterioso anónimo,
Todavía sigo intrigada por descubrir tu identidad secreta y voy a terminar pensando que eres un superhéroe o algo así.
Espero que mi carta te llegue pronto, la tuya ha tardado un poco más en llegar a mis manos, porque casi se pierde en el buzón de uno de mis vecinos. Me ha dado tiempo a pensar que te habías olvidado de mi y no quiero que pienses tú lo mismo.
Me ha gustado saber algunas cosas de ti y ahora que nos conocemos un poco más, creo que puedo decir que eres bastante divertido e intuitivo. Has acertado con el trabajo y ahora quiero alguna pista sobre el tuyo, ese que no te dejaría escapar de una oficina en llamas.
Para contarte algo sobre mí, puedo decir que mi padre es la familia que me queda y también le veo solo en fiestas, aunque no hace mucho estuvimos juntos porque se casó por tercera vez,
¿Tendrás ya un nombre en nuestra siguiente carta?
Perseida.«
Holly — CARTAS — PARA Zack
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
Zack, que se describía a sí mismo en su perfil de LinkedIn como un ambicioso emprendedor, de ideas claras, personalidad fuerte y maravillosa osadía para los negocios, se sorprendió a sí mismo conteniendo la respiración frente a la oficina postal, mientras el resto del mundo se seguía moviendo a una velocidad vertiginosa. Le llevó más tiempo del que le habría gustado admitir acercarse al buzón para depositar la carta que tanto le había costado escribir. Miraba a derecha e izquierda alternativamente, sintiéndose como un ciervo observado a través de la mirilla de un rifle por un cazador.
«Solo es una carta», se dijo. «Y a no ser que me esté espiando el maldito Superman, nadie puede ver su contenido», tomó aire para llenarse de un aplomo del que carecía y frunció los labios al comprobar que no se había movido del sitio. «Venga ya. Nadie me está vigilando. Mira a toda esta gente. Todos tienen cosas que hacer. ¡Yo tengo cosas que hacer!»
Al final logró armarse de valor para dejar que el sobre se deslizara hacia el interior del buzón. Cuando cayó sobre el resto de cartas, Zack sintió una punzada en el estómago, y de inmediato deseó poder recuperarla, aunque otra parte de él sintiera un gran alivio que dejaría paso a la expectación que ocuparía su mente en lo que restaba de semana.
Lo curioso es que en esa ocasión fue que pese a que su amiga por correspondencia se paseaba de vez en cuando por su mente, no tuvo tanto tiempo libre para revisar el correo compulsivamente. De hecho, pasaron unos días hasta que abrió el buzón de su casa. No encontró nada. Pasaron otros tantos días sin noticias de la estrellada y al final Zack sacó su carta de entre un grueso fajo de propagandas.
— Ven a Tommy’s, pide dos menús y te regalamos unas patatas fritas con beicon y queso… — su estómago gimió, complacido por la idea —. No vamos a ir, amigo. Esta noche no —. Tragó saliva al distinguir la pulcra caligrafía de su nueva amiga en un envoltorio.
Volvió a leer su misiva a trompicones, por fascículos, sin atreverse todavía a leer todo su contenido. Paseó la mirada por el papel una y otra vez, hasta empezar a leer frases completas.
— Divertido e intuitivo — repitió con elocuencia —. ¿Qué te parece eso? — Estaba más que satisfecho consigo mismo, se planteó actualizar la descripción de sus redes sociales para incluir aquello. — ¡Ja! ¡Y he acertado con el trabajo! Lo sabía.
Prefería ignorar la posibilidad de que la desconocida le estuviera mintiendo en favor de una inocente autocomplacencia. Estaba tan contento que podía olvidar el hecho de que casi pierden su sentida carta en un buzón que no correspondía al de su compañera. Le había dicho cosas muy interesantes, tanto que pasaría un par de días pensando en ellas antes de sentarse a responderle.
» Perseida,
no sabes cómo me alegró recibir tu carta. No es que tenga nada en contra de tus vecinos, pero preferiría que el contenido de mis cartas siguiera siendo algo privado entre tú y yo. Espero que el cartero que haya en tu zona tenga más cuidado la próxima vez.
No te diré si has acertado tratando de adivinar mi personalidad, porque prefiero que lo descubras tú misma a través de nuestras cartas y vayas sacando tus propias conclusiones. La verdad es que no esperaba acertar con lo del trabajo… pero si era una broma, déjame seguir creyendo que tengo una inteligencia asombrosa.
Tu padre parece un tipo interesante. Al menos, espero que lo sea, porque si no, las fiestas que organice serán de lo más aburridas, y pocas cosas hay más insoportables en esta vida que una boda soporífera. Si te gusta salir, quizá algún día pueda acompañarte a algún sitio. Hay unos cuantos lugares en mi ciudad que merecen mucho la pena, pero espero poder enseñártelo a su debido tiempo. Eso y un sándwich de queso, claro. ¿Qué variedad de queso crees que es la mejor para fundirlo? Yo no sé si puedo elegir, es como pedirme que diga cuál de mis hijos es mi favorito (es una forma de hablar, no tengo hijos).
¿Te puedes creer que a mí también me metió en esto un amigo? Joder, parece que esté hablando de una secta… o intentando negar la realidad, pero es que fue así. En su momento lo habría matado, la verdad, pero ahora mismo la verdad es que no me arrepiento. Soy bastante más cursi de lo que él o nadie piensan. No saben que me vuelvo a ver Orgullo y Prejuicio cada mes enterrado en las mantas que tengo en el sofá.
Espero saber de ti pronto. Me está gustando tener algo que esperar cuando vuelvo a casa y abro el buzón.
Atentamente,
el Señor Darcy.«
«Solo es una carta», se dijo. «Y a no ser que me esté espiando el maldito Superman, nadie puede ver su contenido», tomó aire para llenarse de un aplomo del que carecía y frunció los labios al comprobar que no se había movido del sitio. «Venga ya. Nadie me está vigilando. Mira a toda esta gente. Todos tienen cosas que hacer. ¡Yo tengo cosas que hacer!»
Al final logró armarse de valor para dejar que el sobre se deslizara hacia el interior del buzón. Cuando cayó sobre el resto de cartas, Zack sintió una punzada en el estómago, y de inmediato deseó poder recuperarla, aunque otra parte de él sintiera un gran alivio que dejaría paso a la expectación que ocuparía su mente en lo que restaba de semana.
Lo curioso es que en esa ocasión fue que pese a que su amiga por correspondencia se paseaba de vez en cuando por su mente, no tuvo tanto tiempo libre para revisar el correo compulsivamente. De hecho, pasaron unos días hasta que abrió el buzón de su casa. No encontró nada. Pasaron otros tantos días sin noticias de la estrellada y al final Zack sacó su carta de entre un grueso fajo de propagandas.
— Ven a Tommy’s, pide dos menús y te regalamos unas patatas fritas con beicon y queso… — su estómago gimió, complacido por la idea —. No vamos a ir, amigo. Esta noche no —. Tragó saliva al distinguir la pulcra caligrafía de su nueva amiga en un envoltorio.
Volvió a leer su misiva a trompicones, por fascículos, sin atreverse todavía a leer todo su contenido. Paseó la mirada por el papel una y otra vez, hasta empezar a leer frases completas.
— Divertido e intuitivo — repitió con elocuencia —. ¿Qué te parece eso? — Estaba más que satisfecho consigo mismo, se planteó actualizar la descripción de sus redes sociales para incluir aquello. — ¡Ja! ¡Y he acertado con el trabajo! Lo sabía.
Prefería ignorar la posibilidad de que la desconocida le estuviera mintiendo en favor de una inocente autocomplacencia. Estaba tan contento que podía olvidar el hecho de que casi pierden su sentida carta en un buzón que no correspondía al de su compañera. Le había dicho cosas muy interesantes, tanto que pasaría un par de días pensando en ellas antes de sentarse a responderle.
» Perseida,
no sabes cómo me alegró recibir tu carta. No es que tenga nada en contra de tus vecinos, pero preferiría que el contenido de mis cartas siguiera siendo algo privado entre tú y yo. Espero que el cartero que haya en tu zona tenga más cuidado la próxima vez.
No te diré si has acertado tratando de adivinar mi personalidad, porque prefiero que lo descubras tú misma a través de nuestras cartas y vayas sacando tus propias conclusiones. La verdad es que no esperaba acertar con lo del trabajo… pero si era una broma, déjame seguir creyendo que tengo una inteligencia asombrosa.
Tu padre parece un tipo interesante. Al menos, espero que lo sea, porque si no, las fiestas que organice serán de lo más aburridas, y pocas cosas hay más insoportables en esta vida que una boda soporífera. Si te gusta salir, quizá algún día pueda acompañarte a algún sitio. Hay unos cuantos lugares en mi ciudad que merecen mucho la pena, pero espero poder enseñártelo a su debido tiempo. Eso y un sándwich de queso, claro. ¿Qué variedad de queso crees que es la mejor para fundirlo? Yo no sé si puedo elegir, es como pedirme que diga cuál de mis hijos es mi favorito (es una forma de hablar, no tengo hijos).
¿Te puedes creer que a mí también me metió en esto un amigo? Joder, parece que esté hablando de una secta… o intentando negar la realidad, pero es que fue así. En su momento lo habría matado, la verdad, pero ahora mismo la verdad es que no me arrepiento. Soy bastante más cursi de lo que él o nadie piensan. No saben que me vuelvo a ver Orgullo y Prejuicio cada mes enterrado en las mantas que tengo en el sofá.
Espero saber de ti pronto. Me está gustando tener algo que esperar cuando vuelvo a casa y abro el buzón.
Atentamente,
el Señor Darcy.«
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
En aquella ocasión la carta no se había perdido, había llegado puntual y su conserje había estado atento, como le había pedido, para contarle que ya estaba en su buzón.
Esto pasó por la mañana, cuando salía hacia el trabajo, así que tuvo que resistir sus ganas de leerla escondiéndola en el bolso.
Tenía la esperanza de leerla en alguna pausa, pero los astros se habían alineado para que aquella mañana fuera de las más ajetreadas que había tenido nunca. Apenas tuvo tiempo de comerse un bollo a media mañana para intentar seguir adelante con la jornada.
Estuvo a punto de cancelar su quedada con Sarah para ir de compras de cara a la boda a la que iban a asistir juntas por el cansancio acumulado, pero sabía que necesitaba sí o sí un vestido nuevo, y que cuanto más tardase iba a ser peor. Así que apenas pudo echarle un vistacito mientras esperaba, escondiéndola dentro del libro que solía llevar para matar esos ratos muertos.
Así pudo ver algunas pinceladas como la firma de su ya no tan anónimo amigo.
Pero en lo que correspondía a Sarah, había recibido la carta, pero la había dejado en casa. Así no querría que se la leyera. Vale que ya le había contado algunas cosas, pero no estaba dispuesta a leerle nada sin haberlo hecho ella antes en privado, como poco.
Cuando por fin llegó a casa, con unas cuantas bolsas y casi arrastrándose al fin tuvo un momento de sentarse tranquilamente, acomodarse y disfrutar de las palabras que iban escritas solo para ella y que respondería un par de días más tarde, cuando su vida por fin pareció volver a la calma.
»Estimado Señor Darcy,
No estoy segura de si tengo que empezar a tratarte de un modo más formal por la posición que ese título te otorga. Ya que es uno de mis personajes preferidos de la literatura. Pero ya que hablamos de las adaptaciones, voy a tener que preguntar cuál de ellas es la que no dejas de ver, porque una tiene sus preferencias. Aunque tranquilo, si no la compartimos no pasa nada, quizá nos podamos hacer cambiar de opinión mutuamente cuando nos conozcamos más.
No te preocupes por tus cartas, hago lo posible por ser la única que lee lo que me escribes. Y créeme que no es muy fácil, ya que mi amiga está muy interesada en conocerte y saber si su gran idea ha funcionado. Como has dicho, parece que estemos hablando de una secta, pero me tranquiliza saber que ella no probó esto, así que no es como si la obligaran a meterme dentro y yo tuviera que hacer lo mismo con otro.
Pero la verdad es que tampoco yo me arrepiento de nada, estoy disfrutando más de lo que pensaba de nuestras cartas.
En cuanto a mi padre, sí, es un tipo interesante y siempre fue muy divertido. Y después de tantos intentos sabe mucho de cómo organizar la mejor boda, o al menos de contratar a quien lo haga. Así que él no tiene ese problema, pero te doy la razón en que no hay nada peor que una boda aburrida, sobre todo cuando no conoces a nadie.
Quizá sea buena idea quedar, aunque no sé muy bien cuál se supone que es el protocolo en estos casos, si hay que esperar algunas cartas más o qué, pero me gustaría mucho conocerte en persona y puede que te deje probar mis sandwiches. Uso tres tipos de queso a la vez, pero no te voy a desvelar los secretos del chef.
Por cierto, ¿cuáles son tus sitios favoritos de la ciudad?
Esperando saber más de ti,
Perseida.«
Esto pasó por la mañana, cuando salía hacia el trabajo, así que tuvo que resistir sus ganas de leerla escondiéndola en el bolso.
Tenía la esperanza de leerla en alguna pausa, pero los astros se habían alineado para que aquella mañana fuera de las más ajetreadas que había tenido nunca. Apenas tuvo tiempo de comerse un bollo a media mañana para intentar seguir adelante con la jornada.
Estuvo a punto de cancelar su quedada con Sarah para ir de compras de cara a la boda a la que iban a asistir juntas por el cansancio acumulado, pero sabía que necesitaba sí o sí un vestido nuevo, y que cuanto más tardase iba a ser peor. Así que apenas pudo echarle un vistacito mientras esperaba, escondiéndola dentro del libro que solía llevar para matar esos ratos muertos.
Así pudo ver algunas pinceladas como la firma de su ya no tan anónimo amigo.
Pero en lo que correspondía a Sarah, había recibido la carta, pero la había dejado en casa. Así no querría que se la leyera. Vale que ya le había contado algunas cosas, pero no estaba dispuesta a leerle nada sin haberlo hecho ella antes en privado, como poco.
Cuando por fin llegó a casa, con unas cuantas bolsas y casi arrastrándose al fin tuvo un momento de sentarse tranquilamente, acomodarse y disfrutar de las palabras que iban escritas solo para ella y que respondería un par de días más tarde, cuando su vida por fin pareció volver a la calma.
»Estimado Señor Darcy,
No estoy segura de si tengo que empezar a tratarte de un modo más formal por la posición que ese título te otorga. Ya que es uno de mis personajes preferidos de la literatura. Pero ya que hablamos de las adaptaciones, voy a tener que preguntar cuál de ellas es la que no dejas de ver, porque una tiene sus preferencias. Aunque tranquilo, si no la compartimos no pasa nada, quizá nos podamos hacer cambiar de opinión mutuamente cuando nos conozcamos más.
No te preocupes por tus cartas, hago lo posible por ser la única que lee lo que me escribes. Y créeme que no es muy fácil, ya que mi amiga está muy interesada en conocerte y saber si su gran idea ha funcionado. Como has dicho, parece que estemos hablando de una secta, pero me tranquiliza saber que ella no probó esto, así que no es como si la obligaran a meterme dentro y yo tuviera que hacer lo mismo con otro.
Pero la verdad es que tampoco yo me arrepiento de nada, estoy disfrutando más de lo que pensaba de nuestras cartas.
En cuanto a mi padre, sí, es un tipo interesante y siempre fue muy divertido. Y después de tantos intentos sabe mucho de cómo organizar la mejor boda, o al menos de contratar a quien lo haga. Así que él no tiene ese problema, pero te doy la razón en que no hay nada peor que una boda aburrida, sobre todo cuando no conoces a nadie.
Quizá sea buena idea quedar, aunque no sé muy bien cuál se supone que es el protocolo en estos casos, si hay que esperar algunas cartas más o qué, pero me gustaría mucho conocerte en persona y puede que te deje probar mis sandwiches. Uso tres tipos de queso a la vez, pero no te voy a desvelar los secretos del chef.
Por cierto, ¿cuáles son tus sitios favoritos de la ciudad?
Esperando saber más de ti,
Perseida.«
Holly — CARTAS — PARA Zack
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— STRUGGLING WITH WORDS —
CAPÍTULO II
Zack había adquirido el hábito de asomarse al buzón cada vez que volvía a casa. En ocasiones era absurdo, puesto que hacía menos de doce horas que había enviado su carta, pero la expectación dominaba su razón.
Las misivas de Perseida continuaban llegando y los sobres eran ya demasiados como para tenerlos de cualquier manera, así que compró un libro vacío que le servía como caja en la que guardarlos.
Cada vez eran más largas sus cartas y cada vez sabía más sobre quien las escribía. Ya le había hablado sobre su versión favorita de Orgullo y Prejuicio y recomendado los libros que más le habían gustado. Conocía a parte de su familia y a algunas de sus amigas. Sabía que era algo reservada, que le gustaban las comedias románticas, pero que no creía en ellas y, sin embargo, allí estaban, carteándose sin descanso semana tras semana.
Él le había contado que su grupo favorito era Maroon 5, pero que su cantante predilecto era Bruno Mars, y que cuando se ponía nostálgico escuchaba los discos que sus padres habían rayado de tanto uso a finales de los ochenta.
» Perseida,
lamento no haberte escrito antes, pero he tenido unas semanas un poco agitadas. El trabajo se me ha puesto imposible y los pocos ratos que tenía libres los he tenido que pasar buscándome un traje. Sé que las mujeres lo tenéis más difícil para encontrar un vestido y no repetir de un evento a otro, pero nosotros también tenemos un listón que mantener y, aunque no me hayas visto, te aseguro que me cuido.»
Le habló de sus últimos días, respondió a todas las cuestiones que ella le había planteado en su anterior misiva y le lanzó unas cuantas a la espera de réplica.
» Me gustaría compensarte por esta inoportuna ausencia mía, al igual que me gustaría disfrutar de tu compañía, aunque de momento me conforme con leerte. Acepto sugerencias... o lo que tú quieras.
Sin ganas de dejar de escribirte,
el Sr. Darcy. «
— Bueno, ¿qué? ¿Cómo va tu romance decimonónico? — David lo observaba como debió hacerlo el arqueólogo que la encontró a la piedra de Rosetta: con suma curiosidad, esperando descubrir los secretos de la Antigüedad.
— Pues… va — replicó Zack con sencillez. Sabía que el momento del interrogatorio llegaría. Lo había estado posponiendo mientras había podido, pero su amigo era tan insistente que empezaba a creer que en otra vida había sido Testigo de Jehová o algo por el estilo.
— ¿”Va”? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? ¡Venga ya, tío!
— ¿Y qué quieres que te diga? Nos hemos mandado algunas cartas y nos estamos conociendo.
— Bueno, “algunas” ya son mejores que “nada”, que era lo que pretendías hacer en un principio…
Las misivas de Perseida continuaban llegando y los sobres eran ya demasiados como para tenerlos de cualquier manera, así que compró un libro vacío que le servía como caja en la que guardarlos.
Cada vez eran más largas sus cartas y cada vez sabía más sobre quien las escribía. Ya le había hablado sobre su versión favorita de Orgullo y Prejuicio y recomendado los libros que más le habían gustado. Conocía a parte de su familia y a algunas de sus amigas. Sabía que era algo reservada, que le gustaban las comedias románticas, pero que no creía en ellas y, sin embargo, allí estaban, carteándose sin descanso semana tras semana.
Él le había contado que su grupo favorito era Maroon 5, pero que su cantante predilecto era Bruno Mars, y que cuando se ponía nostálgico escuchaba los discos que sus padres habían rayado de tanto uso a finales de los ochenta.
» Perseida,
lamento no haberte escrito antes, pero he tenido unas semanas un poco agitadas. El trabajo se me ha puesto imposible y los pocos ratos que tenía libres los he tenido que pasar buscándome un traje. Sé que las mujeres lo tenéis más difícil para encontrar un vestido y no repetir de un evento a otro, pero nosotros también tenemos un listón que mantener y, aunque no me hayas visto, te aseguro que me cuido.»
Le habló de sus últimos días, respondió a todas las cuestiones que ella le había planteado en su anterior misiva y le lanzó unas cuantas a la espera de réplica.
» Me gustaría compensarte por esta inoportuna ausencia mía, al igual que me gustaría disfrutar de tu compañía, aunque de momento me conforme con leerte. Acepto sugerencias... o lo que tú quieras.
Sin ganas de dejar de escribirte,
el Sr. Darcy. «
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— Bueno, ¿qué? ¿Cómo va tu romance decimonónico? — David lo observaba como debió hacerlo el arqueólogo que la encontró a la piedra de Rosetta: con suma curiosidad, esperando descubrir los secretos de la Antigüedad.
— Pues… va — replicó Zack con sencillez. Sabía que el momento del interrogatorio llegaría. Lo había estado posponiendo mientras había podido, pero su amigo era tan insistente que empezaba a creer que en otra vida había sido Testigo de Jehová o algo por el estilo.
— ¿”Va”? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? ¡Venga ya, tío!
— ¿Y qué quieres que te diga? Nos hemos mandado algunas cartas y nos estamos conociendo.
— Bueno, “algunas” ya son mejores que “nada”, que era lo que pretendías hacer en un principio…
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— I hate weddings —
CAPÍTULO III
Había dejado la carta de su Señor Darcy para después de la boda, porque estaba segura de que tendría algo que contarle. O de lo que quejarse, porque ya había dejado caer que no le gustaban mucho las bodas.
La cuestión es que él también tenía que ir a una. Era una curiosa casualidad. Y claro, se había permitido fantasear con la posibilidad remota de que fuera la misma boda. Quizá se vieran allí. Aunque no tenían forma de reconocerse, claro. Pero igualmente se había puesto especialmente guapa, con un maquillaje apropiado y el vestido que Sarah la convenció de comprar le quedaba muy bien.
La ceremonia fue como todas, mucho discurso, algo de emoción en los votos... pero nada que destacar, se notaba que los habían sacado de internet y habían cambiado un par de cosas. El banquete estuvo de lujo y después se prometía que habría espectáculos. Holly no era muy de participar en esas cosas, siempre esperaba que empezaran para esconderse en la barra.
- Estás un poco seria, cielo. ¿Pensando en tu Señor Darcy? -Preguntó Sarah mientras se retocaban el maquillaje en el baño.- Tendrías que haberle invitado. -Holly estaba demasiado ocupada como para ver la sonrisa de su amiga.
- Claro, porque el escenario ideal para una primera cita real es una boda a la que ni te interesaba ir a ti.
- Bueno, a ti nunca te interesa ir a ninguna boda, salvo a la mía claro. Pero podría haber sido un aliciente. -La verdad es que eso no podía negarlo. Solo que era una completa locura.
- Anda, vamos, que has dejado a David solo y estáis en vuestro ambiente ideal para hacer de la pareja ideal y ejemplo para todos. -Soltó con sarcasmo, porque la verdad es que eran ese tipo de pareja que son perfectos. No tenía ni idea de cómo lo hacían.
- No te preocupes por él, creo que iba a saludar a unos amigos.
Holly — Boda — con Zack
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— I hate weddings —
CAPÍTULO III
La llegada del buen tiempo significaba muchas cosas: más horas de luz, renovar armarios, notar un mejor ambiente en la oficina, tener una mejor variedad de frutas disponibles, ver los parques llenos de gente paseando en pareja o con sus niños y, desde luego, lo que menos le apetecía a Zack; el inicio de la temporada de bodas.
Al pasar la frontera de los treinta eran pocos los amigos que le quedaban sin casar. Muchos de ellos habían formalizado su relación antes de cambiar el primero de los dígitos de sus edades. Algunos, con sus amores de instituto. Otros, con mujeres que habían conocido en la universidad o en el trabajo.
La mayoría de los amigos que había hecho en su andadura como hombres de negocio también habían pospuesto sus relaciones en favor de progresar en sus carreras, pero ninguno de ellos lo acompañaba en esa ocasión, en la que la pareja afortunada era una a la que Zack había conocido antes de concluir el posgrado.
— … así que por eso elegimos una refinanciación de la hipoteca para costear la reforma. Necesitamos más sitio ahora que están creciendo los niños, claro, no pueden seguir compartiendo cuarto eternamente.
— Violet y yo estamos mirando casas por la periferia. La ciudad ya no es para nosotros.
Zack fue a ahogar la conversación en el champán que habían repartido cuando se dio cuenta de que su copita ya se hallaba vacía y sin ninguna botella o camarero a la vista para remediarlo.
— ¿Qué te pasa? ¿Se te ha perdido algo ahí dentro? — le susurró su amigo inclinándose sobre él.
— Mis ganas de seguir escuchando esta conversación. Sácame de aquí, tío, no puedo más.
David miró el teléfono antes de responder. Zack estaba convencido de que necesitaba gafas, pero su ego le impedía rendirse ante la evidencia y arrugaba la nariz intentando descifrar lo que ponía en la pantalla.
— Sí, venga, vamos a buscarte algo de beber — se levantaron, pero no iban a la barra, sino en la dirección opuesta.
— ¿A dónde…?
— ¡Hola, chicas! ¡Cuánto tiempo! Ah, estábamos aburridísimos, menos mal que nos hemos encontrado.
— Hola, eh… — Tenía enfrente a Sarah y a una amiga en común de cuyo nombre era completamente incapaz de acordarse —. Hola — concluyó con una sonrisa de lo más convincente.
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— I hate weddings —
CAPÍTULO III
Y para muestra de que sus dos amigos eran la típica pareja inseparable, antes de salir del baño, Sarah le estaba mandando un mensajito a David. No fuera a ser que no supieran donde estaba el otro en algún momento.
De ese modo, al poco de salir se cruzaron con el marido de su mejor amiga y... alguien a quien no conocía de nada.
- Hola. -Saludó a su vez, una sonrisa algo incómoda de por medio y una mirada a los dos para saber si aquello era lo que le parecía que era.
- ¡Zack! Qué bien verte. -Exclamó Sarah, saludándole efusivamente con un par de besos.- Vaya, jefe, estás guapísimo hoy. -Tenía que reconocer que eso era verdad, pero sospechaba que la intención era que lo notara ella y no estaba por la labor de reflejarlo.- Esta es mi mejor amiga, Holly Daniels. -Holly solo le dedicó una sonrisa.- Y él es Zack Sanders, mi jefe, y el mejor amigo de David. Seguro que os hemos hablado del uno al otro alguna vez.
- Sí, puede ser. -Respondió ella, que recordaba perfectamente algún comentario sobre su amigo y jefe, guapo y soltero, al que seguro que le encantaría conocerla. Y cómo ella había rechazado cualquier intento de cita a ciegas. Pero al parecer, no podía evitarlo para siempre.- ¿Qué tal? ¿Ibais a la barra? -Preguntó, esperando que dijeran que sí. Porque empezaba a necesitar alcohol. Osea, una boda era el escenario menos ideal para ella, pero una cita a ciegas en una boda ya parecía insuperable.
Holly — Boda — con Zack
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CAPÍTULO III
Bien, nadie se había dado cuenta de que no sabía con quién estaba hablando. Años de trabajo en corporaciones gigantescas lo habían curtido en el noble arte del disimulo. Tenía que acordarse del nombre de esa chica. Ya habían coincidido otras veces, las suficientes para que se molestase si volvía a preguntarle cómo se llamaba como a una perfecta desconocida, aunque no recordaba haber hablado nunca con ella. ¿Era Johanna? Tenía cara de Johanna.
«Esta es mi mejor amiga», dijo Sarah. «Holly Daniels.»
Zack agradeció en ese instante no haberse dejado llevar por un arrebato de espontaneidad. El noble arte de cerrar el pico lo había salvado de una metedura de pata monumental. Ahora que sabía cómo se llamaba la chica, tenía que recordarlo. Obligaría a sus neuronas a aferrarse a aquella pieza de información en lugar de dejar que la tirasen a la papelera como hacían siempre que le presentaban a alguien para apenas un minuto después haber olvidado por completo el nombre de la persona.
— Ah, claro, Holly — asintió con más confianza de la que sentía —. Claro que sí.
Si ponían a prueba sus conocimientos, fallaría sin remedio. No es que no le interesara aquella chica en concreto, sino que a veces era difícil no desconectar cuando los Higgins empezaban a hablar, en especial cuando el tema de la conversación era asesinar la soltería de Zack.
— Sí, no voy a poder volver a oír a alguien hablar de lo bien que se vive en la periferia con cuatro dormitorios y una habitación solo para los perros sin una copa en la mano — resopló. David encontró su comentario especialmente divertido.
— Es que se vive muy bien en la periferia — ante su mirada asesina, añadió —. Ya me lo dirás cuando te toque a ti.
— Ya, claro — volvió la mirada a las chicas —. Bueno, ¿qué tal vosotras? ¿Hay mejores temas de conversación por aquí o tampoco?
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CAPÍTULO III
La situación no dejaba de ser incómoda, suponía que para los dos, porque el tal Zack tampoco se le estaba tirando encima para intentar ligársela. Como sí le había pasado en más ocasiones de las que quería recordar, "Gracias de nuevo, papá."
Rodó los ojos por el comentario de la periferia. Dios, lo entendía demasiado bien.
- Y no olvides los buenos colegios y parques... -Añadió ella con tono aburrido y mirando con mala cara a David cuando defendió esa postura sobre los barrios de la periferia.
Resopló a la pregunta sobre las conversaciones en otras zonas- Pues no, no es mucho mejor. Creo que me han preguntado de cinco formas diferentes cómo es que sigo soltera. Incluido un desagradable "¿Cuál es tu fallo?" de parte de un tipo al que espero no volver a ver. -El primo del novio, un idiota al que casi le cruza la cara.- Y lo mejor ha sido cuando la Tía Daisy, que no sé de quién es tía, me ha preguntado si soy lesbiana y si conozco a su sobrino Jerry, que trabaja en seguridad, porque es muy simpático y podríamos llegar a un acuerdo. -Recitó con una sonrisa en los labios que no llegaba a sus ojos y un tono de exasperación que no le cabía.
- Holly necesita una copa. -Terció Sarah, rodeándola con un brazo.
- Sí, gracias. -Coincidió echando a andar hacia la barra. Lo mismo le había dado una impresión horrible a Zack, pero estaba un poco cansada de lo insistente que era la gente con aquello de sacar una boda de otra. Y que la cogieran como blanco para lograrlo. Y eso incluía a sus amigos al parecer.
Al llegar a la barra le pidió al camarero el cóctel más fuerte que tuviera.
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— I hate weddings —
CAPÍTULO III
Holly no formaba parte de la secta familiar que se había tragado a la mitad de sus amigos, lo cual era todo un alivio dado el contenido de las conversaciones que había mantenido a lo largo del día. Zack estaba deseando poder hablar de otra cosa y, a decir verdad, la perspectiva de poder quejarse con alguien sobre lo cargantes que eran las parejitas allí reunidas resultaba muy atractiva.
— ¡Ja! A mí eso me lo preguntó él — respondió, refiriéndose a David y a la charla motivacional que habían tenido semanas atrás, cuando había logrado convencerlo de apuntarse al rollo del amigo invisible con las cartitas de amor. Él se limitó a encogerse de hombros. Era lo bastante inteligente para no ponerse en la línea de tiro de Holly —. Eres una rata — sentenció antes de devolver su atención a la chica —. ¿Cuál es su maldito problema? ¿Tan vacías están sus vidas que tienen que meterse en la de los demás? ¿No entienden que el mundo no se acaba por que pases de los treinta y cinco sin pareja?
Lo cierto es que sentaba bien decir lo que pensaba. Sarah, por su parte, decidió interrumpir el único momento de regocijo que había disfrutado Zack en toda la fiesta para arrastrar a su amiga a la barra, lejos de donde pudiera oírla, y David tenía toda la intención de retomar su evangelio sobre por qué los solteros son aberraciones de la naturaleza solo redimibles a través del matrimonio ahora que no estaba Holly para mandarlo a callar.
— Ni se te ocurra, colega — le advirtió —. Ni se te ocurra.
Regresaron a la mesa y Zack tardó más tiempo del que le gustaría en escapar de sus amigos. Estaba cansado y le apetecía muy poco seguir hablando de un tema que no le interesaba. Revisó su teléfono, pero tampoco quería entretenerse con eso, así que cuando el resto de invitados se enzarzó en una apasionante discusión sobre guarderías, se levantó y se fue a la barra, casi dispuesto a perder del todo la consciencia. Total, no la estaba usando demasiado.
Allí todavía estaba Holly, inclinada sobre la barra, pero sin compañía. Zack se acercó a ella y agarró un taburete.
— ¿Cómo has conseguido librarte de Sarah?
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— I hate weddings —
CAPÍTULO III
Sarah había intentado echarle un sermón sobre cómo no se debe empezar una conversación con un hombre. Especialmente cuando ese hombre es el jefe de tu mejor amiga y una quiere dar una buena impresión.
Consiguió callarla cuando le preguntó si era de buena amiga intentar emparejarla sin su consentimiento haciendo una maniobra tramposa con ayuda de David.
Así fue como consiguió que cambiase de tema y se dedicaron un rato a criticar vestidos y conjuntos que parecían apropiados para un concurso de disfraces.
En algún momento se quedó sola, con su copa y un agradable camarero muy pendiente de que nunca estuviera vacía. Servicio de cinco estrellas, desde luego. Pero claro, estar sola implica que se te acerquen los moscardones. Para su sorpresa el primero fue el amigo de David.
- No te conozco lo suficiente para desvelarte mis trucos jedi. -Esgrimió como respuesta con una sonrisa cargada de sarcasmo.- Aunque en este caso yo no he hecho nada. Ha sido la llamada del instinto, supongo. -Se giró para señalar con su copa a una mesa cercana donde había varias mujeres sentadas alrededor de una embarazada. Se alegraba de no estar en ese grupo, no era su día para escuchar hablar de lactancia, tetinas de silicona y otros instrumentos de tortura maternales.
Volvió a girarse hacia la barra.- Por cierto, si te ha mandado David, puedo darte un poco de conversación para disimular hasta que puedas dejarme sola sin que se te eche encima. Pero te aclaro desde ya que no estoy interesada. -Aseguró, a pesar de que podía sonar un tanto petulante suponer que se había acercado para eso.- No tengo nada contra ti, pero el intento de nuestros mutuos amigos de emparejarnos, solo hace que quiera tenerte lo más lejos posible.
Holly — Boda — con Zack
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— I hate weddings —
CAPÍTULO III
Holly parecía cansada. ¿Cuántas horas llevaban ya ahí metidos? Entre la recepción, la ceremonia, la comida y el cóctel, Zack empezaba a sentirse como en Las Vegas: atrapado en una fiesta sin relojes ni ventanas para que perdiese completamente la noción del tiempo. Por lo que había hablado con sus amigos, la celebración se prolongaría hasta por la noche y David había hecho un solemne juramento que incluía no dejar que Zack se marchara de allí sin una chica de la mano o, por lo menos, con un nuevo teléfono guardado en la agenda, por lo que calculaba que no podría irse de allí hasta la madrugada, cuando David estuviera peonza perdido después de que se le subiera el tequila a la cabeza.
— Vaya.
Siguió el gesto de Holly con la mirada y sintió una punzada de incomidad al ver al grupo charlar sobre lo que podía intuir que serían las maravillas de la maternidad. A él ya habían empezado a hacerle preguntas indiscretas sobre sus planes de futuro, porque aparentemente eso de disfrutar de tu vida de soltero está muy bien hasta que pasas de los treinta y cinco, que es cuando empieza a ser extraño o directamente imposible para según qué personas, que no dudan en insistir una y otra vez en averiguar los motivos por los cuales Zack no tenía un niño correteando por su loft, destruyéndole el mobiliario que tantos ceros le había costado. Holly tendría que tener su misma edad, más o menos, por lo que ella tenía que tener conversaciones similares si no peores porque, claro, las mujeres caducan todavía más deprisa que los hombres.
— No me ha mandado nadie y no he venido a eso — respondió a su acusación con cierta suspicacia —. Pero gracias, ¿eh? Hay que joderse… — le dio un trago a su copa y se quedó pensando en lo que Holly le había dicho. — Que porque David esté desesperado por que yo consiga novia, no quiere decir que yo también lo esté, ¿sabes?
Zack — Boda — con Holly
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CAPÍTULO III
- Vale... -Lo que tú digas.
Se creía a medias eso de que no le habían empujado hasta aquel hueco de barra a su lado, pero igual había sido una auténtica petarda al hablarle de esa manera. Necesitaba unas copas más.
- Así que tú también eres una víctima de los casamenteros Higgins. -Mencionó, chocando su copa con la suya, decidiendo que podía ceder un poco.- Mira, lo siento, pero las bodas sacan lo peor de mí. Así en general. -Entre su padre y sus amigos no hacía otra cosa que ir a bodas y en todas eran lo mismo.- Y que mis amigos estén tan emocionados con la idea de que yo sea la siguiente a cualquier coste no es que haga que me encanten precisamente. -Suponía que no era difícil de comprender.
- Siempre termino en la barra huyendo de las preguntas incómodas del resto y ellos siempre encuentran la manera de presentarme a alguien o mandarme a uno de sus amigos para "entretenerme". -Dibujó las comillas en el aire con los dedos.- Tengo mucho más claro que ellos que si conozco al tío con el que vaya a casarme, si es que me caso, no será estando medio borracha en una boda.
Holly — Boda — con Zack
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CAPÍTULO III
¿Tenía, acaso, aspecto de estar tan desesperado como para arrimarse a una de las amigas de Sarah para ver si le caía algo, como hacía su perro cuando pedía pollo frito y se colocaba estratégicamente al lado de su asiento para no perderse las migajas que se le pudieran caer de la boca? ¿Era como los pesados que veía día sí y día también dándole el coñazo a las mujeres de su gimnasio, empeñándose en contarles cada detalle de sus rutinas de ejercicios y en seguirlas desde las cintas de andar hasta cada una de las máquinas que fueran a usar, con la excusa de ayudarlas a evitar una lesión? ¿¡Parecía el tipo de persona que se acercaba a cualquier chica que le sostuviera la mirada más de cinco segundos!?
— Mira, si David no fuese colega, habría pedido una orden de alejamiento contra él hace ya tiempo — resopló, relajando los hombros.
Todo lo que le contaba «…¿Heather? No, Heather no se llamaba, pero tenía una hache. ¿La tenía o solo me lo estoy imaginando? No, no, tenía una hache. ¿Cómo era? Harper, Heather… ¡Holly! ¡Eso!» le resultaba muy familiar. Zack estaba pasando por lo mismo, pero de otra manera.
— ¡Ja! Eso me suena. Yo he perdido la cuenta de las veces en las que David me ha llamado para, no sé, ver el partido o tomar una cerveza y me he encontrado con una cita a ciegas y teniendo que disimular una cara de gilipollas de tres pares de cojones. Estoy empezando a pensar que el tío agarra el listín telefónico, lo tira al suelo y por donde se abra la página empieza a llamar, porque no me lo explico. Y no hablemos de cuando después de pasar por las dos horas más incómodas de mi vida voy a ponerlo de vuelta y media y me dice que encima el tío lo hace por mí, que es que me estoy echando a perder. ¿Qué soy, una fruta olvidada en el cajón de la nevera? — chasqueó la lengua, negando con la cabeza. — Si quieres una prueba de que no me manda él, ahí la tienes. Si esto fuera cosa suya, estaría escondido detrás de la barra asegurándose de que todo va bien. Se cree Cyrano de Bergerac, el tío.
Zack — Boda — con Holly
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CAPÍTULO III
Ahora que estaban poniendo a caldo a sus amigos y su faceta fallida de casamenteros, podía sentir algo de simpatía, o más bien empatía, hacia el tal Zack. Después de todo pasaba por lo mismo con David que ella tenía que soportar con Sarah.
Escuchó las que le montaba David normalmente asintiendo con la cabeza.- Clásico método Higgins. -Concluyó, porque era muy propio de los dos montar algún plan solo como excusa para presentarle a alguien. También a la razón que daban cuando ya no podías más. "Es por tu bien".- ¡Buah! No me hagas hablarte del maldito arroz. -Odiaba la sensación de tener que ir con plazos por la vida solo porque la biología femenina te ponía límites.
- De acuerdo, no te han mandado. -Aceptó al final.- Pero ya te digo que me extraña que hayan esperado a presentarnos en una boda y no hayámos sido alguna vez la encerrona del otro. -Bromeó un poco con el tema. Pero sí que le sorprendía.- Yo creo que he conocido a todos los compañeros de trabajo, universidad e instituto de Sarah... y puede que algunos de David. Incluso los que no le caían tan bien, porque "la gente cambia". Para sorpresa de nadie: no habían cambiado. -Los había que hasta parecían haberse quedado anclados en esa época donde eran alguien por estar en el equipo de fútbol y por mucho que no fueran nadie ya, se quedaban con eso y no avanzaban.
Holly — Boda — con Zack
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