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Que se te pasa el arroz
Por norma general todos nos ponemos unas expectativas de futuro siendo niños, a veces son las familias, a veces la cultura... el caso es que hay una lista de objetivos que ir cumpliendo y que, muchas veces, generan bastante presión.
Puedes llegar a creer, con la edad, que estas cosas han dejado de tener importancia, que ya no tienes que cumplir las expectativas de nadie. Bueno... salvo que ese alguien sea tu madre.
Y cuando tu madre no deja de presentarte a todo tipo de hombres que serían maravillosas incorporaciones a la familia, te hartas y tomas la decisión más drástica. Presentarle a alguien para que te deje en paz.
Claro que no todo sale de acuerdo con los planes, ¿verdad?
Puedes llegar a creer, con la edad, que estas cosas han dejado de tener importancia, que ya no tienes que cumplir las expectativas de nadie. Bueno... salvo que ese alguien sea tu madre.
Y cuando tu madre no deja de presentarte a todo tipo de hombres que serían maravillosas incorporaciones a la familia, te hartas y tomas la decisión más drástica. Presentarle a alguien para que te deje en paz.
Claro que no todo sale de acuerdo con los planes, ¿verdad?
Julián Rivero Profesor · Pedro Pascal · Mahariel | Penélope Posadas Profesora · Salma Hayek · Timelady |
Original · Realista · RomCom
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A Julián le parecía que su vida estaba perfectamente bien tal y como estaba. Tenía un buen trabajo de profesor en la Universidad de Baltimore, que era una de las mejores instituciones educativas donde estudiar Letras, en la Maestría de Escritura Creativa y Edición. Entre las asignaturas que impartía, se encontraban Escritura de Guiones, Escritura Creativa, Arte Editorial y, de vez en cuando, tutorías para los alumnos que decidían emplear sus becas como adjuntos para trabajar con él.
No le importaba dedicarle más horas de las que tenía su jornada al trabajo porque disfrutaba lo que hacía. Seguía en constante formación, buscaba nuevas líneas de investigación, atendía las dudas de sus estudiantes incluso contestando a sus correos desde el teléfono, pasaba horas en la biblioteca seleccionando nuevas lecturas para sus asignaturas y procuraba estar al día en tendencias editoriales aunque no fuese aquel su campo.
Pasaba largas horas en su despacho, que parecía la habitación de un hogar lleno de recuerdos, y a menudo abandonaba la facultad cuando ya se había hecho de noche y no quedaban estudiantes fuera de las aulas de estudio. Como en su casa ya solo lo esperaba una gata ceniza llamada Llaima, aquello no suponía un problema. A su familia paterna no le agradaba la idea de que estuviera separado. Estaban mucho más contentos con su hermano pequeño, Juan, que se había casado hacía poco más de un lustro y había tenido ya dos niñas y un niño. Mientras estuvieran pendientes de él, pensaba Julián, lo dejarían tranquilo.
El martes por la tarde tenía dos horas libres antes de dar la última de las clases del turno de tarde. Julián había ido a la cafetería más cercana a la facultad a por un café. Se negaba a probar los brebajes infames que tenían las máquinas expendedoras ubicadas en las zonas de descanso en la facultad, por lo que se conformaba con los que servían en la cafetería.
— Un café con leche…
— Descafeinado y con sacarina — lo interrumpió Joseph, el camarero que siempre lo atendía —. Enseguida, señor Rivero.
— Oh, gracias — asintió él, rebuscando en su cartera. Se encontró varios papelitos que no venían a cuento: recibos, un teléfono que ya había apuntado en su agenda, el envoltorio de un chicle que no había querido tirar al suelo —. Siempre igual, desde luego.
No le importaba dedicarle más horas de las que tenía su jornada al trabajo porque disfrutaba lo que hacía. Seguía en constante formación, buscaba nuevas líneas de investigación, atendía las dudas de sus estudiantes incluso contestando a sus correos desde el teléfono, pasaba horas en la biblioteca seleccionando nuevas lecturas para sus asignaturas y procuraba estar al día en tendencias editoriales aunque no fuese aquel su campo.
Pasaba largas horas en su despacho, que parecía la habitación de un hogar lleno de recuerdos, y a menudo abandonaba la facultad cuando ya se había hecho de noche y no quedaban estudiantes fuera de las aulas de estudio. Como en su casa ya solo lo esperaba una gata ceniza llamada Llaima, aquello no suponía un problema. A su familia paterna no le agradaba la idea de que estuviera separado. Estaban mucho más contentos con su hermano pequeño, Juan, que se había casado hacía poco más de un lustro y había tenido ya dos niñas y un niño. Mientras estuvieran pendientes de él, pensaba Julián, lo dejarían tranquilo.
El martes por la tarde tenía dos horas libres antes de dar la última de las clases del turno de tarde. Julián había ido a la cafetería más cercana a la facultad a por un café. Se negaba a probar los brebajes infames que tenían las máquinas expendedoras ubicadas en las zonas de descanso en la facultad, por lo que se conformaba con los que servían en la cafetería.
— Un café con leche…
— Descafeinado y con sacarina — lo interrumpió Joseph, el camarero que siempre lo atendía —. Enseguida, señor Rivero.
— Oh, gracias — asintió él, rebuscando en su cartera. Se encontró varios papelitos que no venían a cuento: recibos, un teléfono que ya había apuntado en su agenda, el envoltorio de un chicle que no había querido tirar al suelo —. Siempre igual, desde luego.
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Penélope
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El día a día de Penélope era bastante rutinario. Despertarse, asegurarse de que los chicos estuvieran listos, desayunar, llevarlos al colegio y llegar a la universidad. Y hasta ahí todo había ido bien.
Hoy tenía un par de horas para preparar una de sus clases, corregir trabajos y leer las increíbles peripecias de los alumnos que eran incapaces de recordar una fecha de entrega en sus mails.
Pero su rutina se vio interrumpida por una llamada de teléfono. Por lo visto la vecina de su madre tenía un hijo encantador, dentista, de su mismita edad, y se había encargado de organizarle una cita para el siguiente fin de semana, no tenía que preocuparse por la niñera porque ya se podía quedar ella con sus nietos adorados.
Sinceramente, lo último que quería hacer Penélope era quedar con un desconocido, que para más inri era dentista, de toda la profesión médica la que ella más odiaba desde que tenía diez años. Así que empezó a inventarse compromisos profesionales para toda la semana siguiente que fueron cayendo como un castillo de naipes hasta que su madre decidió comprender por su cuenta que había alguien en su vida y aún no se lo había presentado. Y ella dijo que sí. Porque ¿qué otra cosa iba a decir, verdad?
Solo que ahora la cita incómoda organizada por su madre se había convertido en una cena con su madre y un amante secreto que no tenía.
Así que ahí estaba Penélope, en la cafetería, después de comer, con su tercera taza de café vacía... todavía esperando que la cafeína le diera la solución a aquel estúpido problema.
Se acercó al mostrador para pedir el siguiente y se encontró allí con Julián rebuscándose en los bolsillos.- Puedo invitarte yo a este, si quieres. -Le ofreció.
- ¿Otro, profesora Posadas? -Preguntó el chico con esa expresión entre la sorpresa y la pena.
- Cualquiera diría que soy yo la que tiene los exámenes, ¿verdad? -Bromeó ella.- Aunque bien podía serlo, uno para el que no tengo temario... -Se dio cuenta demasiado tarde de que lo había dicho en voz alta. Y cuando iba a disculparse se quedó mirando a Julián, como si fuera una aparición. Quizá...- Julián, ¿crees que podrías agradecerme este café, y los de una semana a los que pienso invitarte, escuchando una pequeña idea que se me ha ocurrido?
Hoy tenía un par de horas para preparar una de sus clases, corregir trabajos y leer las increíbles peripecias de los alumnos que eran incapaces de recordar una fecha de entrega en sus mails.
Pero su rutina se vio interrumpida por una llamada de teléfono. Por lo visto la vecina de su madre tenía un hijo encantador, dentista, de su mismita edad, y se había encargado de organizarle una cita para el siguiente fin de semana, no tenía que preocuparse por la niñera porque ya se podía quedar ella con sus nietos adorados.
Sinceramente, lo último que quería hacer Penélope era quedar con un desconocido, que para más inri era dentista, de toda la profesión médica la que ella más odiaba desde que tenía diez años. Así que empezó a inventarse compromisos profesionales para toda la semana siguiente que fueron cayendo como un castillo de naipes hasta que su madre decidió comprender por su cuenta que había alguien en su vida y aún no se lo había presentado. Y ella dijo que sí. Porque ¿qué otra cosa iba a decir, verdad?
Solo que ahora la cita incómoda organizada por su madre se había convertido en una cena con su madre y un amante secreto que no tenía.
Así que ahí estaba Penélope, en la cafetería, después de comer, con su tercera taza de café vacía... todavía esperando que la cafeína le diera la solución a aquel estúpido problema.
Se acercó al mostrador para pedir el siguiente y se encontró allí con Julián rebuscándose en los bolsillos.- Puedo invitarte yo a este, si quieres. -Le ofreció.
- ¿Otro, profesora Posadas? -Preguntó el chico con esa expresión entre la sorpresa y la pena.
- Cualquiera diría que soy yo la que tiene los exámenes, ¿verdad? -Bromeó ella.- Aunque bien podía serlo, uno para el que no tengo temario... -Se dio cuenta demasiado tarde de que lo había dicho en voz alta. Y cuando iba a disculparse se quedó mirando a Julián, como si fuera una aparición. Quizá...- Julián, ¿crees que podrías agradecerme este café, y los de una semana a los que pienso invitarte, escuchando una pequeña idea que se me ha ocurrido?
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Julián
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La aparición de la profesora Posadas fue una agradable sorpresa con la que Julián no contaba. Era probable que tuviera que ir al oculista para revisarse la vista y ver si le habían subido las dioptrías, porque solo eso explicaba que no se hubiera dado cuenta de la presencia de su colega al otro lado de la barra, pero ya tendría tiempo de ocuparse de ello en cualquier otro momento.
— Gracias, gracias — aceptó la cortesía y le dio unos toquecitos a la barra con la yema de los dedos mientras esperaban a que les preparasen sus respectivos cafés —. Mi madre me desheredaría si supiera que tomo el café descafeinado. Diría que vivir aquí me ha americanizado, pero yo ya tengo una edad, ¿sabes? No estoy para arriesgarme a quedarme despierto hasta las tantas de la madrugada por un café.
No es que fuera un anciano decrépito, pero vaya. Había tenido que empezar a cuidar un poco mejor de sí mismo: empezó a salir a caminar los fines de semana y a cenar más ligero, se apuntó a pilates y puso un par de plantas en su apartamento porque su sobrina le había dicho que purificaban el ambiente.
Julián notó a la señorita Posadas preocupada y cuando fue a preguntarle qué le ocurría, ella se le quedó mirando. Mantuvo su posición un par de segundos, hasta que se sintió extraño, y cuando la profesora decidió romper el silencio con una propuesta.
— ¿Qué tiene en mente, señorita Posadas? — inquirió levantando una ceja. — ¿Necesitas ayuda vigilando un examen? ¿Tu auxiliar de prácticas ha vuelto a ponerse enfermo? Puedo prestarte a uno de los míos. Esos críos tienen muchas ganas de trabajar y seguro que pueden echarte una mano — dejó de hablar cuando algo le hizo intuir que no iban por ahí los tiros —. ¿En qué puede ayudarte un profesor de Escritura Creativa? — sintió un arrebato de inspiración y abrió mucho los ojos. — No me digas que quieres apuntarte a uno de mis talleres.
— Gracias, gracias — aceptó la cortesía y le dio unos toquecitos a la barra con la yema de los dedos mientras esperaban a que les preparasen sus respectivos cafés —. Mi madre me desheredaría si supiera que tomo el café descafeinado. Diría que vivir aquí me ha americanizado, pero yo ya tengo una edad, ¿sabes? No estoy para arriesgarme a quedarme despierto hasta las tantas de la madrugada por un café.
No es que fuera un anciano decrépito, pero vaya. Había tenido que empezar a cuidar un poco mejor de sí mismo: empezó a salir a caminar los fines de semana y a cenar más ligero, se apuntó a pilates y puso un par de plantas en su apartamento porque su sobrina le había dicho que purificaban el ambiente.
Julián notó a la señorita Posadas preocupada y cuando fue a preguntarle qué le ocurría, ella se le quedó mirando. Mantuvo su posición un par de segundos, hasta que se sintió extraño, y cuando la profesora decidió romper el silencio con una propuesta.
— ¿Qué tiene en mente, señorita Posadas? — inquirió levantando una ceja. — ¿Necesitas ayuda vigilando un examen? ¿Tu auxiliar de prácticas ha vuelto a ponerse enfermo? Puedo prestarte a uno de los míos. Esos críos tienen muchas ganas de trabajar y seguro que pueden echarte una mano — dejó de hablar cuando algo le hizo intuir que no iban por ahí los tiros —. ¿En qué puede ayudarte un profesor de Escritura Creativa? — sintió un arrebato de inspiración y abrió mucho los ojos. — No me digas que quieres apuntarte a uno de mis talleres.
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Penélope
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Penélope le ofreció una sonrisa comprensiva a Julián, porque sí, sabía a lo que se refería. Quizá no con el café, pero por supuesto que su madre consideraba que se había americanizado demasiado. Y ya ni hablemos de lo que opinaba de algunas de las costumbres de los niños...
- Y luego está el riesgo para el corazón. -Añadió a las razones que había para pasarse al descafeinado. Aunque ella no se aplicaba sus propios consejos y menos ese día. Lo estaba tomando bien cargado y parecía que sus neuronas estaban haciendo las conexiones correctas.
Bueno, "correctas" era mucho decir, porque aquello era una locura más propia de críos inmaduros, pero si servía para salir del atolladero, le daba igual.
Julián, evidentemente, no entendió lo que estaba a punto de proponerle. Cosa que no era de sorprender porque qué mujer hecha y derecha, de su edad, le miente a su madre con una cosa tan tonta como que tiene pareja y encima es incapaz de eludir concretar una cita para presentar a ese hombre totalmente inventado... Si es que era ridículo.
Negó con la cabeza a sus propuestas, aunque agradecía la predisposición y lo tendría en cuenta en el futuro.- En realidad, es bastante más... grande que eso. -Reconoció- ¿Te importa si nos sentamos?
Cuando tuvieron sus cafés, volvieron a la mesa que ella había estado ocupando. Dejó que bebiera primero.- Verás, sé que lo que te voy a pedir es una completa locura, una estupidez. Así que, por favor, no me juzgues muy duramente. -Le pidió, casi rogándole un poquito de comprensión. Como no sabía muy bien cómo plantear la cuestión sin parecer más loca todavía... decidió sacarlo todo de un golpe.- ¿Tienes algún plan para el sábado de la semana que viene? Y, si no es así... ¿aceptarías acompañarme a una cena con mi madre y hacer ver que somos pareja solo por unas horas? -Concluyó con una mezcla entre sonrisa y mueca de desesperación, confiando en que el golpe del rechazo no fuera demasiado duro y Julián no echara por tierra toda su reputación contándole aquello a todo el claustro.
- Y luego está el riesgo para el corazón. -Añadió a las razones que había para pasarse al descafeinado. Aunque ella no se aplicaba sus propios consejos y menos ese día. Lo estaba tomando bien cargado y parecía que sus neuronas estaban haciendo las conexiones correctas.
Bueno, "correctas" era mucho decir, porque aquello era una locura más propia de críos inmaduros, pero si servía para salir del atolladero, le daba igual.
Julián, evidentemente, no entendió lo que estaba a punto de proponerle. Cosa que no era de sorprender porque qué mujer hecha y derecha, de su edad, le miente a su madre con una cosa tan tonta como que tiene pareja y encima es incapaz de eludir concretar una cita para presentar a ese hombre totalmente inventado... Si es que era ridículo.
Negó con la cabeza a sus propuestas, aunque agradecía la predisposición y lo tendría en cuenta en el futuro.- En realidad, es bastante más... grande que eso. -Reconoció- ¿Te importa si nos sentamos?
Cuando tuvieron sus cafés, volvieron a la mesa que ella había estado ocupando. Dejó que bebiera primero.- Verás, sé que lo que te voy a pedir es una completa locura, una estupidez. Así que, por favor, no me juzgues muy duramente. -Le pidió, casi rogándole un poquito de comprensión. Como no sabía muy bien cómo plantear la cuestión sin parecer más loca todavía... decidió sacarlo todo de un golpe.- ¿Tienes algún plan para el sábado de la semana que viene? Y, si no es así... ¿aceptarías acompañarme a una cena con mi madre y hacer ver que somos pareja solo por unas horas? -Concluyó con una mezcla entre sonrisa y mueca de desesperación, confiando en que el golpe del rechazo no fuera demasiado duro y Julián no echara por tierra toda su reputación contándole aquello a todo el claustro.
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Julián
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La señorita Posadas, fiel a la encantadora personalidad que mostraba durante las reuniones de facultad en las que coincidía con Julián, no lo juzgó por tomarse el café descafeinado, sino que le dio otro argumento que esgrimir la próxima vez que su madre quisiera pelearse con él por eso.
Ya podía imaginar la réplica de su madre, que seguramente tendría algo que ver con que los disgustos que le daba a ella bien podrían haberle provocado un infarto, pero decidió no pensarlo. Su madre era una mujer magnífica, con excelentes dotes comunicativas y una memoria prodigiosa para todo cuanto le interesaba, pero en ocasiones era demasiado dramática, y Julián ya se había acostumbrado a lidiar con ello.
El hecho de que su compañera no le dijera exactamente qué era lo que pretendía despertó su curiosidad.
— Ah, ¿de verdad? — levantó las cejas y ladeó la cabeza. — Sí, claro. Tengo un rato libre.
En realidad, sentarse a tomar un café no solo no entraba en sus planes, sino que, además, contravenía uno de sus propósitos de año nuevo: pasar menos tiempo al día sentado para combatir el sedentarismo, pero algo le decía que aquella conversación bien se merecía aquel esfuerzo.
— ¡Que me quemo, carajo! — se reprendió a sí mismo cuando el café le quemó la lengua. Podría haberlo dejado enfriarse por su cuenta, aunque eligió soplar hasta poder dar el primer sorbo. — Fantástico.
Entonces, dejó el vaso en la mesa, apoyó la mejilla en la mano y miró a la señorita Posadas esperando a que revelase el motivo de su generosidad. No le transmitió demasiada confianza el principio de su discurso. Le parecía una mujer razonable, pensó que debía de estar exagerando, aunque rápidamente cambió de tercio cuando le propuso salir el sábado. Levantó tanto las cejas que por poco no se le salieron de la frente, y después frunció el ceño, absolutamente perplejo por el resto de la propuesta.
— Espera, espera, espera, espera — levantó las manos, volvió a reproducir lo que le había dicho y la miró sin comprender nada —. ¿Quieres que… me haga pasar por tu pareja? ¿Con tu mamá? — parpadeó varias veces. Lo tentó preguntar si estaba hablando en serio, pero al ver su expresión de desespero comprendió que su compañera no estaba bromeando, por lo que decidió reformular la pregunta. — ¿Por qué?
Ya podía imaginar la réplica de su madre, que seguramente tendría algo que ver con que los disgustos que le daba a ella bien podrían haberle provocado un infarto, pero decidió no pensarlo. Su madre era una mujer magnífica, con excelentes dotes comunicativas y una memoria prodigiosa para todo cuanto le interesaba, pero en ocasiones era demasiado dramática, y Julián ya se había acostumbrado a lidiar con ello.
El hecho de que su compañera no le dijera exactamente qué era lo que pretendía despertó su curiosidad.
— Ah, ¿de verdad? — levantó las cejas y ladeó la cabeza. — Sí, claro. Tengo un rato libre.
En realidad, sentarse a tomar un café no solo no entraba en sus planes, sino que, además, contravenía uno de sus propósitos de año nuevo: pasar menos tiempo al día sentado para combatir el sedentarismo, pero algo le decía que aquella conversación bien se merecía aquel esfuerzo.
— ¡Que me quemo, carajo! — se reprendió a sí mismo cuando el café le quemó la lengua. Podría haberlo dejado enfriarse por su cuenta, aunque eligió soplar hasta poder dar el primer sorbo. — Fantástico.
Entonces, dejó el vaso en la mesa, apoyó la mejilla en la mano y miró a la señorita Posadas esperando a que revelase el motivo de su generosidad. No le transmitió demasiada confianza el principio de su discurso. Le parecía una mujer razonable, pensó que debía de estar exagerando, aunque rápidamente cambió de tercio cuando le propuso salir el sábado. Levantó tanto las cejas que por poco no se le salieron de la frente, y después frunció el ceño, absolutamente perplejo por el resto de la propuesta.
— Espera, espera, espera, espera — levantó las manos, volvió a reproducir lo que le había dicho y la miró sin comprender nada —. ¿Quieres que… me haga pasar por tu pareja? ¿Con tu mamá? — parpadeó varias veces. Lo tentó preguntar si estaba hablando en serio, pero al ver su expresión de desespero comprendió que su compañera no estaba bromeando, por lo que decidió reformular la pregunta. — ¿Por qué?
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no le tuvo en cuenta la exclamación al quemarse con el café. Cosas peores había soltado ella antes de que su lengua se inmunizara, la pobre ya ni sentía ni padecía. Lo que la ayudaba a beber su primer sorbo de café sin preocupaciones, probar sopas y comidas y no inmutarse.
Trató de ser clara y concisa con su petición. Pese a que clara y concisa no fueran los mejores adjetivos para describirla. Solo intentaba exponerla de un modo en el que Julián no saliera corriendo de allí como alma que lleva el diablo.
Y, bueno, al menos eso no lo hizo. Pero sí necesitó que se lo aclarase.
Asintió como primera respuesta, solo que él le pidió una justificación. Como todo buen hombre inteligente, o profesor.
- Sinceramente, podría invitarte a mi taller sobre las sociedades matriarcales y como la gran mayoría no terminan de ser un modelo de feminismo debido a la enorme presión que se sigue poniendo sobre la mujer para cumplir una serie de reglas absurdas y requisitos aún más absurdos. -Había bajado de la nube a muchas chicas que pensaban que el mundo gobernado por mujeres sería ideal. No, mi ciela, el verdadero feminismo es otra cosa.- Podría también hablarte de cómo mi madre sigue presionándome para que tenga un hombre en mi vida, a pesar de que ya le he dado dos maravillosos nietos y lo mal que salió la última vez. -Realmente, podría contarle todas las razones del mundo.
- Pero creo que voy a limitarme a admitir que la he cagado al intentar rechazar la nueva cita a ciegas que me había preparado con el hijo de una vecina, dentista. -No sabía si para Julián el detalle era relevante, pero para ella lo era.- Y he terminado diciendo que tenía a alguien ya. Y, por supuesto, ahora estoy en la obligación de presentarlo como es debido. -Suspiró al final y se quedó mirando su café, derrotada. Odiaba esa sensación.
Trató de ser clara y concisa con su petición. Pese a que clara y concisa no fueran los mejores adjetivos para describirla. Solo intentaba exponerla de un modo en el que Julián no saliera corriendo de allí como alma que lleva el diablo.
Y, bueno, al menos eso no lo hizo. Pero sí necesitó que se lo aclarase.
Asintió como primera respuesta, solo que él le pidió una justificación. Como todo buen hombre inteligente, o profesor.
- Sinceramente, podría invitarte a mi taller sobre las sociedades matriarcales y como la gran mayoría no terminan de ser un modelo de feminismo debido a la enorme presión que se sigue poniendo sobre la mujer para cumplir una serie de reglas absurdas y requisitos aún más absurdos. -Había bajado de la nube a muchas chicas que pensaban que el mundo gobernado por mujeres sería ideal. No, mi ciela, el verdadero feminismo es otra cosa.- Podría también hablarte de cómo mi madre sigue presionándome para que tenga un hombre en mi vida, a pesar de que ya le he dado dos maravillosos nietos y lo mal que salió la última vez. -Realmente, podría contarle todas las razones del mundo.
- Pero creo que voy a limitarme a admitir que la he cagado al intentar rechazar la nueva cita a ciegas que me había preparado con el hijo de una vecina, dentista. -No sabía si para Julián el detalle era relevante, pero para ella lo era.- Y he terminado diciendo que tenía a alguien ya. Y, por supuesto, ahora estoy en la obligación de presentarlo como es debido. -Suspiró al final y se quedó mirando su café, derrotada. Odiaba esa sensación.
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Julián solía decir que pocas cosas había que lo sorprendieran tras tantos años dedicados a la docencia. En la facultad había visto de todo: desde romances imposibles hasta enemistades juradas, pasando por idilios fugaces y alguna que otra pelea irreconciliable que había acabado con grapadoras volando por el pasillo y la ventana de un despacho rota en un millar de trocitos.
En fin, que Julián estaba acostumbrado a oír todo tipo de rumores, pero lo que no habría esperado ni en un millón de años era que su compañera le pidiera una cita, y mucho menos que tal cita fuese de mentira.
En primer lugar, porque Penélope Posadas era una mujer preciosa, bellísima, con una complexión que bien habrían querido para ellas otras mujeres más jóvenes que ella, y de un temperamento intenso, pero compensado con una brillantez única que hacía inverosímil la idea de que tuviera problemas para encontrar pareja.
En segundo lugar, porque ya tenían una edad como para que sus padres se metieran en su vida sentimental, y le parecía absurdo pensar en una mujer adulta con una exitosa carrera profesional y dos hijos en esa tesitura, aunque a Julián no le era del todo ajena la circunstancia.
Y en tercer lugar, así resumiendo, porque no tenía ningún sentido.
— Ay, Penélope… — no pudo evitar que le hiciera gracia la cita a ciegas con el dentista. — Perdona que me ría, pero es es que… ¡Virgencita del Carmen! — fue a darle un sorbo al café, pero se contuvo en el último momento. — La que tienes liada no es pequeña, ¿eh? ¿Qué le has dicho exactamente a tu madre? — quizá era un error preguntar, pero no podía evitarlo.
En fin, que Julián estaba acostumbrado a oír todo tipo de rumores, pero lo que no habría esperado ni en un millón de años era que su compañera le pidiera una cita, y mucho menos que tal cita fuese de mentira.
En primer lugar, porque Penélope Posadas era una mujer preciosa, bellísima, con una complexión que bien habrían querido para ellas otras mujeres más jóvenes que ella, y de un temperamento intenso, pero compensado con una brillantez única que hacía inverosímil la idea de que tuviera problemas para encontrar pareja.
En segundo lugar, porque ya tenían una edad como para que sus padres se metieran en su vida sentimental, y le parecía absurdo pensar en una mujer adulta con una exitosa carrera profesional y dos hijos en esa tesitura, aunque a Julián no le era del todo ajena la circunstancia.
Y en tercer lugar, así resumiendo, porque no tenía ningún sentido.
— Ay, Penélope… — no pudo evitar que le hiciera gracia la cita a ciegas con el dentista. — Perdona que me ría, pero es es que… ¡Virgencita del Carmen! — fue a darle un sorbo al café, pero se contuvo en el último momento. — La que tienes liada no es pequeña, ¿eh? ¿Qué le has dicho exactamente a tu madre? — quizá era un error preguntar, pero no podía evitarlo.
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Se sentía bastante humillada y derrotada por tener que hablar de esas cosas con alguien que era un buen compañero, pero no tan cercano como para considerarle íntimo.
Pero la verdad es que no le molestó tanto que se riera un tanto de su ridícula situación.- Al menos no has salido corriendo, todavía. -Le dijo con una mueca de circunstancia. La verdad es que no era nada extraño que lo hiciera, le estaba proponiendo una completa locura.
Posiblemente incluso estuviera rozando mucho la línea que separaba aquello del acoso laboral.
- Sí, estoy jodida. -Reconoció, a la vista estaba, ¿no?
Apoyó la cara en una mano, mientras removía el café con la otra.- Pues todo ha sido demasiado rápido, la verdad. -Antes de que se hubiera dado cuenta ya estaba metida en un problema.- Me estaba inventando algunas excusas para librarme de la estúpida cita con el dentista y mi madre ha entendido que si estaba ocupada era porque tenía a otra persona... Porque dios me libre de poder tener planes no relacionados con un hombre. -Es que estaba segura de que su madre ni se lo había planteado.- Al final le he dicho que sí, que había alguien... creyendo que así me podría librar. No esperaba lo de la cena. -La había pillado tan de improviso que no había podido negarse.- He intentado hacerle ver que no era nada serio, pero no ha funcionado. Y eso es todo. -Concluyó.
- La verdad es que si lo pienso bien, no sería tan grave que mi madre pensara que estoy con alguien. Así quizá me dejara en paz... -Terminó por darle un buen sorbo al café.- Pero entiendo que es una locura. Y seguro que tienes cosas mejores que hacer, tampoco quisiera buscarte ningún problema con... Bueno, no sé si hay alguien en tu vida. -No le extrañaría tampoco. Debería haberlo preguntado antes. Julián era un buen hombre, trabajador y atento. Creativo y divertido, le encantaba hablar con él cuando coincidían... Y también era atractivo, así que lo raro sería que no hubiera nadie detrás de él.
Pero la verdad es que no le molestó tanto que se riera un tanto de su ridícula situación.- Al menos no has salido corriendo, todavía. -Le dijo con una mueca de circunstancia. La verdad es que no era nada extraño que lo hiciera, le estaba proponiendo una completa locura.
Posiblemente incluso estuviera rozando mucho la línea que separaba aquello del acoso laboral.
- Sí, estoy jodida. -Reconoció, a la vista estaba, ¿no?
Apoyó la cara en una mano, mientras removía el café con la otra.- Pues todo ha sido demasiado rápido, la verdad. -Antes de que se hubiera dado cuenta ya estaba metida en un problema.- Me estaba inventando algunas excusas para librarme de la estúpida cita con el dentista y mi madre ha entendido que si estaba ocupada era porque tenía a otra persona... Porque dios me libre de poder tener planes no relacionados con un hombre. -Es que estaba segura de que su madre ni se lo había planteado.- Al final le he dicho que sí, que había alguien... creyendo que así me podría librar. No esperaba lo de la cena. -La había pillado tan de improviso que no había podido negarse.- He intentado hacerle ver que no era nada serio, pero no ha funcionado. Y eso es todo. -Concluyó.
- La verdad es que si lo pienso bien, no sería tan grave que mi madre pensara que estoy con alguien. Así quizá me dejara en paz... -Terminó por darle un buen sorbo al café.- Pero entiendo que es una locura. Y seguro que tienes cosas mejores que hacer, tampoco quisiera buscarte ningún problema con... Bueno, no sé si hay alguien en tu vida. -No le extrañaría tampoco. Debería haberlo preguntado antes. Julián era un buen hombre, trabajador y atento. Creativo y divertido, le encantaba hablar con él cuando coincidían... Y también era atractivo, así que lo raro sería que no hubiera nadie detrás de él.
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Julián
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La situación era igual de absurda que el argumento de una comedia romántica. Era el tipo de línea argumental en el que incurrían los escritores novatos, de la que huían los aspirantes y a la que regresaban los profesionales, porque si algo tenía la vida eran momentos inverosímiles, como el que su compañera le estaba contando. A Julián le divertia la situación: en parte porque él no era el protagonista de la historia y en parte porque, a pesar de lo primero, se identificaba con el desespero de Penélope.
— Lo estás, compañera, lo estás — asintió dándole, esa vez sí, un sorbo a su café.
A sus alumnos solía pedirles que no se dejasen llevar por los estereotipos, pero debía reconocer que ciertas personalidades se repetían en determinadas circunstancias con demasiada frecuencia. Algunos tópicos eran ciertos, como el de las madres pesadas o el de los familiares que se interesaban más por los escarceos amorosos ajenos que por los propios.
— Qué faena — frunció los labios, asintió y se abstrajo durante un momento.
Estaba seguro de que su compañera comprendería que no quisiera formar parte del engaño a la señora Posadas, pero también sabía que debía de estar muy desesperada para recurrir a él con un plan semejante. Aunque conociendo a Penélope, retiraría la propuesta si lo supiera, a Julián le estaba dando pena verla así de derrotada por una cosa tan tonta.
— Bueno, no sé yo. En principio, sí. Si le presentas a alguien, debería quedarse más tranquila, pero si ese alguien no le gusta… — sacudió la cabeza. — Ya sabes cómo son las madres con estas cosas. Al menos la mía lo es — sonrió —. La única a la que podría parecerle mal esto es a mi gata Llaima. Bueno, y a una becaria que sospecho que no me pide tutorías para corregir su tesis, pero vaya, que da igual.
» Te ayudaré. Ni siquiera tienes que regalarme los cafés de la semana. Considéralo un gesto de solidaridad entre solteros que pasan holgadamente de los cuarenta.
— Lo estás, compañera, lo estás — asintió dándole, esa vez sí, un sorbo a su café.
A sus alumnos solía pedirles que no se dejasen llevar por los estereotipos, pero debía reconocer que ciertas personalidades se repetían en determinadas circunstancias con demasiada frecuencia. Algunos tópicos eran ciertos, como el de las madres pesadas o el de los familiares que se interesaban más por los escarceos amorosos ajenos que por los propios.
— Qué faena — frunció los labios, asintió y se abstrajo durante un momento.
Estaba seguro de que su compañera comprendería que no quisiera formar parte del engaño a la señora Posadas, pero también sabía que debía de estar muy desesperada para recurrir a él con un plan semejante. Aunque conociendo a Penélope, retiraría la propuesta si lo supiera, a Julián le estaba dando pena verla así de derrotada por una cosa tan tonta.
— Bueno, no sé yo. En principio, sí. Si le presentas a alguien, debería quedarse más tranquila, pero si ese alguien no le gusta… — sacudió la cabeza. — Ya sabes cómo son las madres con estas cosas. Al menos la mía lo es — sonrió —. La única a la que podría parecerle mal esto es a mi gata Llaima. Bueno, y a una becaria que sospecho que no me pide tutorías para corregir su tesis, pero vaya, que da igual.
» Te ayudaré. Ni siquiera tienes que regalarme los cafés de la semana. Considéralo un gesto de solidaridad entre solteros que pasan holgadamente de los cuarenta.
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Penélope
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Solo podía asentir a los comentarios de Julián sobre la situación. Si es que no había forma de salir de aquel atolladero. Salvo reconocer la verdad ante su madre y terminar quedando con ese estúpido dentista, rezando para que no le hablara de su trabajo y tuviera tan pocas ganas de conocer a alguien como ella misma. Alguna vez le había pasado, las citas a ciegas más agradables eran en las que los dos dejaban claro que no querían nada.
Entonces fue cuando un rayito de esperanza se dibujó en su tormentoso cielo mental, al pensar que si su madre la creía en una relación con alguien, podría dejar de insistir. Julián le hizo ver que también podía salirle mal si a su madre no le gustaba el escogido.- Bueno, eres hombre y tienes un trabajo estable. Los requisitos para gustarle los cumples. -Por no decir que también era agradable y tenía el plus de ser latino.
- ¿La tuya también? -Preguntó por inercia. Aunque realmente no le sorprendía, antropológicamente hablando era parte inherente de sus patrones culturales. Podía decirse que tenían suerte de que se estuvieran rompiendo con las generaciones que estaban llegando y ya habían sufrido bastante. Vamos, ella se negaba a convertirse en esa clase de acosadora con su Lolita.
Aunque se alegraba de no haber metido la pata al proponerle eso estando comprometido con alguien, se extrañó de saber que solo su gata podría molestarse porque cenara con ella. Alzó la ceja ante lo de la becaria.- Si quieres, puedes deslizar mi nombre con esa chica, para que no alimente ilusiones... ya sabes. -Le ofreció. Porque las relaciones entre profesores y alumnos estaban prohibidas y siempre había alguien que se imaginaba lo que no era. Le había pasado a una compañera hacía dos años, no fue agradable.
- ¡Ay! ¿De verdad? -Casi saltó en su asiento cuando él aceptó acompañarla a esa cena y hacerse pasar por su novio.- ¡Muchísimas gracias, Julián! De verdad. -Agradeció emocionada.- Te besaría ahora mismo. -Añadió emocionada, aunque bajó de la nube un momento para aclarar.- Pero no lo haré, evidentemente, hay normas sobre eso y tampoco quiero ese tipo de relación entre nosotros.
Julián dijo que ni siquiera quería su pago simbólico por hacerle aquel favor, pero ella negó con la cabeza.- De eso nada, de alguna forma te tengo que compensar por hacer esto por mí. Puedes elegir el café o la comida, yo hay días que gasto mucho más en lo primero que en lo segundo. -Lo peor es que era en serio, como ese mismo día.- Te voy a deber una muy grande, tienes que aceptar algo a cambio.
Entonces fue cuando un rayito de esperanza se dibujó en su tormentoso cielo mental, al pensar que si su madre la creía en una relación con alguien, podría dejar de insistir. Julián le hizo ver que también podía salirle mal si a su madre no le gustaba el escogido.- Bueno, eres hombre y tienes un trabajo estable. Los requisitos para gustarle los cumples. -Por no decir que también era agradable y tenía el plus de ser latino.
- ¿La tuya también? -Preguntó por inercia. Aunque realmente no le sorprendía, antropológicamente hablando era parte inherente de sus patrones culturales. Podía decirse que tenían suerte de que se estuvieran rompiendo con las generaciones que estaban llegando y ya habían sufrido bastante. Vamos, ella se negaba a convertirse en esa clase de acosadora con su Lolita.
Aunque se alegraba de no haber metido la pata al proponerle eso estando comprometido con alguien, se extrañó de saber que solo su gata podría molestarse porque cenara con ella. Alzó la ceja ante lo de la becaria.- Si quieres, puedes deslizar mi nombre con esa chica, para que no alimente ilusiones... ya sabes. -Le ofreció. Porque las relaciones entre profesores y alumnos estaban prohibidas y siempre había alguien que se imaginaba lo que no era. Le había pasado a una compañera hacía dos años, no fue agradable.
- ¡Ay! ¿De verdad? -Casi saltó en su asiento cuando él aceptó acompañarla a esa cena y hacerse pasar por su novio.- ¡Muchísimas gracias, Julián! De verdad. -Agradeció emocionada.- Te besaría ahora mismo. -Añadió emocionada, aunque bajó de la nube un momento para aclarar.- Pero no lo haré, evidentemente, hay normas sobre eso y tampoco quiero ese tipo de relación entre nosotros.
Julián dijo que ni siquiera quería su pago simbólico por hacerle aquel favor, pero ella negó con la cabeza.- De eso nada, de alguna forma te tengo que compensar por hacer esto por mí. Puedes elegir el café o la comida, yo hay días que gasto mucho más en lo primero que en lo segundo. -Lo peor es que era en serio, como ese mismo día.- Te voy a deber una muy grande, tienes que aceptar algo a cambio.
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Una relación romántica era asunto de las dos (o más) personas que participasen en ella. Ni los padres, ni los hermanos, ni los amigos, ni nadie tenía por qué opinar nada al respecto de lo que hacía cada uno con su vida, pero a Julián lo sorprendió la brevedad de la lista de cualidades que pretendía la señora Posadas que cumpliera quien quiera que fuera que estuviera saliendo con su hija Penélope.
— Pues sí que está mal el tema, ¿no? ¿Eso es todo lo que quiere tu madre en un hombre? ¿Eres su única hija? — chasqueó la lengua. — Yo qué sé, yo pediría algo más para mi niña. Un buen trabajo es importante, desde luego, pero también que sea buena persona, amable e inteligente, altruista… — al darse cuenta de lo que estaba haciendo, dio un respingo. — Dios mío, ¿estoy sonando como ellos? Olvida lo que te he dicho.
Nada lo había impactado más que darse cuenta de que con la edad había adquirido los ademanes que tanto lo habían molestado de sus padres cuando había sido un niño. Escogió responder a la pregunta de Penélope con un gesto de la mano. No merecía la pena darle detalles: ya se los podía imaginar ella sola.
— Ah, no hace falta. No te creas que le sigo el juego. Nuestra relación es estrictamente académica. Si se ha hecho ilusiones, es cosa suya.
Penélope recibió su respuesta como una botella de agua fresca tras una travesía por el desierto. Dio un respingo, se le iluminó la cara y no cupo en sí de alivio durante un momento que a Julián le pareció absolutamente encantador.
— Por favor, Penélope, todavía no — sonrió —. Si hablamos de reglas, tendremos que dejar claras algunas cosas para que luego no haya malentendidos. Cuando estemos en situación, tenemos que parecer una pareja. ¿Tendremos que besarnos así, como quien no quiere la cosa?
No lo decía con más intención que la de establecer unos límites en los que los dos pudieran encontrarse cómodos. Aunque la situación careciera de todo sentido, podían establecer sus propias reglas, por absurdas que fueran.
— Bueno, bueno. Una comida está bien, con eso me conformo. ¿Te parece bien?
— Pues sí que está mal el tema, ¿no? ¿Eso es todo lo que quiere tu madre en un hombre? ¿Eres su única hija? — chasqueó la lengua. — Yo qué sé, yo pediría algo más para mi niña. Un buen trabajo es importante, desde luego, pero también que sea buena persona, amable e inteligente, altruista… — al darse cuenta de lo que estaba haciendo, dio un respingo. — Dios mío, ¿estoy sonando como ellos? Olvida lo que te he dicho.
Nada lo había impactado más que darse cuenta de que con la edad había adquirido los ademanes que tanto lo habían molestado de sus padres cuando había sido un niño. Escogió responder a la pregunta de Penélope con un gesto de la mano. No merecía la pena darle detalles: ya se los podía imaginar ella sola.
— Ah, no hace falta. No te creas que le sigo el juego. Nuestra relación es estrictamente académica. Si se ha hecho ilusiones, es cosa suya.
Penélope recibió su respuesta como una botella de agua fresca tras una travesía por el desierto. Dio un respingo, se le iluminó la cara y no cupo en sí de alivio durante un momento que a Julián le pareció absolutamente encantador.
— Por favor, Penélope, todavía no — sonrió —. Si hablamos de reglas, tendremos que dejar claras algunas cosas para que luego no haya malentendidos. Cuando estemos en situación, tenemos que parecer una pareja. ¿Tendremos que besarnos así, como quien no quiere la cosa?
No lo decía con más intención que la de establecer unos límites en los que los dos pudieran encontrarse cómodos. Aunque la situación careciera de todo sentido, podían establecer sus propias reglas, por absurdas que fueran.
— Bueno, bueno. Una comida está bien, con eso me conformo. ¿Te parece bien?
Capítulo 1 · En la cafetería del campus · Con Penélope
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Sonrió al escuchar su pregunta sobre los requisitos mínimos y se encogió de hombros.- No es su ideal, pero he rechazado ya tantos de sus "es el hombre perfecto para ti, cariño" -imitó la voz de su madre cada vez que le organizaba algo- que ha tenido que bajar el listón. -Aunque estaba a punto de decir algo sobre las cualidades que él pediría para su hipotética hija, y que desde luego esperaba que su Lolita encontrara en la persona que le tocara querer... terminó por reírse al ver que era evidente que empezaban a pensar como lo hacían sus madres.
Le gustaría pensar que no era tan grave, pero suponía que por ahí empezaron.
Bebió un poco más de café, ahora estaba mucho más tranquila al pensar que Julián iba a hacerle ese enorme favor para librarla de que su madre siguiera metiéndose en su vida. Era una presión sin la que vivir, una de tantas, pero de las más molestas.
Asintió cuando dijo que no hacía falta intervenir con ese crush de su becaria, si él no veía motivo, ella tampoco lo haría.
Pero se rió abiertamente, ahora sí, cuando dijo que todavía no era momento de besarle. Estaba tan contenta y aliviada por haber solucionado aquello que todo le parecía gracioso ahora mismo. Aceptó pagarle la comida, era lo menos que podía hacer, encima que le estaba haciendo aquel favor mayúsculo.
Aunque siguió pensando en esos límites.
- Bueno, por suerte para nosotros, no somos dos adolescentes salidos ni mi madre esperará que actuemos como tales. -Al menos eso esperaba.- Así que creo que podemos limitarnos a mostrar los gestos íntimos propios de una pareja bien asentada. Tomarnos de la mano, susurrarnos alguna tontería al oído, alguna broma privada... es solo una cena, no creo que haga falta mucho más. -O al menos eso es lo que esperaba.
- Pero tenemos la semana para pensarlo... -Sopesó.- Podemos ponernos límites y supongo que acordar una historia... o lo que queramos añadir a nuestra amistad para hacerla más "romántica". -Dibujó las comillas en el aire.
Le gustaría pensar que no era tan grave, pero suponía que por ahí empezaron.
Bebió un poco más de café, ahora estaba mucho más tranquila al pensar que Julián iba a hacerle ese enorme favor para librarla de que su madre siguiera metiéndose en su vida. Era una presión sin la que vivir, una de tantas, pero de las más molestas.
Asintió cuando dijo que no hacía falta intervenir con ese crush de su becaria, si él no veía motivo, ella tampoco lo haría.
Pero se rió abiertamente, ahora sí, cuando dijo que todavía no era momento de besarle. Estaba tan contenta y aliviada por haber solucionado aquello que todo le parecía gracioso ahora mismo. Aceptó pagarle la comida, era lo menos que podía hacer, encima que le estaba haciendo aquel favor mayúsculo.
Aunque siguió pensando en esos límites.
- Bueno, por suerte para nosotros, no somos dos adolescentes salidos ni mi madre esperará que actuemos como tales. -Al menos eso esperaba.- Así que creo que podemos limitarnos a mostrar los gestos íntimos propios de una pareja bien asentada. Tomarnos de la mano, susurrarnos alguna tontería al oído, alguna broma privada... es solo una cena, no creo que haga falta mucho más. -O al menos eso es lo que esperaba.
- Pero tenemos la semana para pensarlo... -Sopesó.- Podemos ponernos límites y supongo que acordar una historia... o lo que queramos añadir a nuestra amistad para hacerla más "romántica". -Dibujó las comillas en el aire.
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El hecho de que la madre de Penélope hubiera preferido bajar el listón para encontrarle un pretendiente a su hija en lugar de dejar que se lo buscase ella misma habría indignado a Julián de no haber sido porque ya nada le sorprendía. A él también lo habían intentado emparejar con quien fuera, por poco que tuvieran en común, y hasta no hacía tanto habían sido habituales las miradas de reproche cuando se juntaba toda la familia y el hermano de Julián aparecía con su pareja y él seguía yendo por su cuenta.
— Oye, y que no se rinden, ¿eh? Es una cosa…
Si algo tenía que reconocer a sus familias era la obstinación al perseguir un objetivo en común. No conocía personalmente a la familia de Penélope, pero ya era capaz de hacerse una idea. Intuía que por más que le hubiera explicado Penélope a su madre que no estaba interesada en sus servicios casamenteros, ella habría hecho oídos sordos y habría seguido presentándole a individuos de cada vez peor condición para ver si así la salvaba de la maldición de su soltería.
— Es increíble lo mucho que los horroriza la idea de que un adulto pueda vivir sin una pareja. Como si no hubiera divorcios o matrimonios que estarían mejor divorciados — le dio un sorbo a su café — . Yo te puedo hablar de unos cuantos, así, sin pensármelo demasiado.
Cuando llegó el momento de hablar sobre qué podrían hacer durante la cena y qué no, Julián respondió con un resoplido a la mención de su compañera de los calores propios de la adolescencia.
— Dios, qué pereza — se rio — . Bueno, está bien. A mí no me importaría que nos demos un pico, pero claro, tú no eres yo y creo que es mejor hablarlo antes de que se me ocurra darte un beso en mitad de la cena y tú me claves el tenedor en la mano — Julián pensó que se lo merecería, por listillo, pero no añadió nada — . Pues… pensaré en algo, sí. Si no tienes tú alguna historia ya que creas que pueda cuadrar, claro. Tienes mi número de teléfono, ¿no? Podemos ir hablando para ir planeando.
Al fin y al cabo, la especialidad de Julián era contar historias.
— Oye, y que no se rinden, ¿eh? Es una cosa…
Si algo tenía que reconocer a sus familias era la obstinación al perseguir un objetivo en común. No conocía personalmente a la familia de Penélope, pero ya era capaz de hacerse una idea. Intuía que por más que le hubiera explicado Penélope a su madre que no estaba interesada en sus servicios casamenteros, ella habría hecho oídos sordos y habría seguido presentándole a individuos de cada vez peor condición para ver si así la salvaba de la maldición de su soltería.
— Es increíble lo mucho que los horroriza la idea de que un adulto pueda vivir sin una pareja. Como si no hubiera divorcios o matrimonios que estarían mejor divorciados — le dio un sorbo a su café — . Yo te puedo hablar de unos cuantos, así, sin pensármelo demasiado.
Cuando llegó el momento de hablar sobre qué podrían hacer durante la cena y qué no, Julián respondió con un resoplido a la mención de su compañera de los calores propios de la adolescencia.
— Dios, qué pereza — se rio — . Bueno, está bien. A mí no me importaría que nos demos un pico, pero claro, tú no eres yo y creo que es mejor hablarlo antes de que se me ocurra darte un beso en mitad de la cena y tú me claves el tenedor en la mano — Julián pensó que se lo merecería, por listillo, pero no añadió nada — . Pues… pensaré en algo, sí. Si no tienes tú alguna historia ya que creas que pueda cuadrar, claro. Tienes mi número de teléfono, ¿no? Podemos ir hablando para ir planeando.
Al fin y al cabo, la especialidad de Julián era contar historias.
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Se alegraba de estar hablando con alguien que entendiera el infierno que era soportar a una familia que solo podía verte con un hombre al lado (o una mujer, en su caso), porque les parecía imposible que pudieras funcionar sin otro ser humano que te completara. Como si sus matrimonios fueran perfectos...
- A las pruebas me remito. -Alzó la taza de café a modo de brindis cuando Julián habló de divorcios y parejas que estaban mucho mejor cada uno por su lado.- Al menos tuvo la deferencia de esperar un año tras el divorcio antes de empezar a presentarme candidatos... aunque creo que esperaba que solo fuera una fase y volviera con mi ex. -Se encogió de hombros.- Una pena que no soporte las infidelidades, ¿verdad? -Su madre no la apoyó demasiado en su decisión de divorciarse de forma definitiva, pero tampoco insistió demasiado. Decidió solo callarse y cuidar de los niños cuando lo necesitaba.
Pensar en las cosas que tendrían que hacer en la cena para convencer a su madre, llevó a hablar de la idea de besarse o hacer otro tipo de cosas íntimas propias de una pareja.- Tampoco he dicho que me horrorice la idea de besarte. -Bromeó ella. No, mejor a él que a un completo desconocido, eso seguro.- Pero prefiero dejarlo como salida de emergencia si vemos que no está colando la historia.
Trató de idear una historia, pero lo bueno de la situación era que su madre había pasado a invitarle a la cena sin pedir más detalles, así que tenían total libertad.- No creo que haya que inventar nada rocambolesco. Nos conocemos desde hace tiempo y tenemos alguna que otra anécdota en común para hacer conversación y que se vea que tenemos alguna relación. Creo que bastará si acordamos el momento en que pasamos de ser compañeros a pareja o algo así. -Una semana era bastante para pensar en esas cosas.
- De verdad que no sabes cuánto te agradezco esto, Julián. -Repitió.
- A las pruebas me remito. -Alzó la taza de café a modo de brindis cuando Julián habló de divorcios y parejas que estaban mucho mejor cada uno por su lado.- Al menos tuvo la deferencia de esperar un año tras el divorcio antes de empezar a presentarme candidatos... aunque creo que esperaba que solo fuera una fase y volviera con mi ex. -Se encogió de hombros.- Una pena que no soporte las infidelidades, ¿verdad? -Su madre no la apoyó demasiado en su decisión de divorciarse de forma definitiva, pero tampoco insistió demasiado. Decidió solo callarse y cuidar de los niños cuando lo necesitaba.
Pensar en las cosas que tendrían que hacer en la cena para convencer a su madre, llevó a hablar de la idea de besarse o hacer otro tipo de cosas íntimas propias de una pareja.- Tampoco he dicho que me horrorice la idea de besarte. -Bromeó ella. No, mejor a él que a un completo desconocido, eso seguro.- Pero prefiero dejarlo como salida de emergencia si vemos que no está colando la historia.
Trató de idear una historia, pero lo bueno de la situación era que su madre había pasado a invitarle a la cena sin pedir más detalles, así que tenían total libertad.- No creo que haya que inventar nada rocambolesco. Nos conocemos desde hace tiempo y tenemos alguna que otra anécdota en común para hacer conversación y que se vea que tenemos alguna relación. Creo que bastará si acordamos el momento en que pasamos de ser compañeros a pareja o algo así. -Una semana era bastante para pensar en esas cosas.
- De verdad que no sabes cuánto te agradezco esto, Julián. -Repitió.
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Aunque Julián nunca se había casado, no le resultaba ajena la complejidad de una separación. Con la última de sus parejas, Jessica, había convivido durante casi diez años, de los cuales solo los dos últimos habían sido realmente malos. A la familia de Julián le había costado aceptar que vivieran juntos sin estar casados, pero les resultó aún más difícil asimilar que después de tanto tiempo fueran a dejar de ser pareja. La madre de Julián le pidió respuestas que no tenía a preguntas que él mismo ya se había hecho, y no dejó a un lado el tema hasta que su hijo le pidió explícitamente que lo hiciera al cabo de un año de su ruptura. No quería imaginar qué habría ocurrido de haber estado casados. Solo podía suponer lo difícil que habría sido para su compañera Penélope aguantar ese tipo de comentarios.
— Al menos esperó un año — Julián se encogió de hombros porque, desde luego, habría podido ser mucho peor, y arrugó el gesto cuando Penélope mencionó el deseo de su madre por que su separación no hubiera sido más que una pelea tonta que se fuera a arreglar al cabo de unos días. Aquella idea le resultaba familiar —. ¡Por Dios!
No había llegado a conocer personalmente al exmarido de Penélope, pero estaba seguro de que tenía que faltarle un hervor. ¿Qué clase de ser humano sin algún tipo de defecto congénito se atrevía a engañar a una mujer como ella? Ya sabía Julián que la infidelidad no dependía de la persona a la que engañaban, sino de quien tomaba la decisión consciente de engañar a su pareja, por lo que daba lo mismo que la persona engañada fuera más o menos guapa, inteligente o amable, y aun así, a Julián no le entraba en la cabeza.
Le dedicó a Penélope la más seductora de sus miradas cuando mencionó la posibilidad de besarse y se rio inmediatamente después.
— Está bien, está bien — coincidió él —. Dejaré que lleves tú la iniciativa.
Tenían una semana para pulir los detalles de su historia: la clave sería que fuese sencilla. Al fin y al cabo, Julián y Penélope ya se conocían de antes, por lo que podían basar gran parte de su relato en la realidad, y eso lo haría mucho más creíble que una completa improvisación. No serían ellos los primeros profesores que acabasen compartiendo algo más que su profesión. Cuando Julián volvió a mirar a Penélope, le sonrió.
— Está bien, mujer. Si no nos ayudamos entre nosotros, ¿quién lo va a hacer?
— Al menos esperó un año — Julián se encogió de hombros porque, desde luego, habría podido ser mucho peor, y arrugó el gesto cuando Penélope mencionó el deseo de su madre por que su separación no hubiera sido más que una pelea tonta que se fuera a arreglar al cabo de unos días. Aquella idea le resultaba familiar —. ¡Por Dios!
No había llegado a conocer personalmente al exmarido de Penélope, pero estaba seguro de que tenía que faltarle un hervor. ¿Qué clase de ser humano sin algún tipo de defecto congénito se atrevía a engañar a una mujer como ella? Ya sabía Julián que la infidelidad no dependía de la persona a la que engañaban, sino de quien tomaba la decisión consciente de engañar a su pareja, por lo que daba lo mismo que la persona engañada fuera más o menos guapa, inteligente o amable, y aun así, a Julián no le entraba en la cabeza.
Le dedicó a Penélope la más seductora de sus miradas cuando mencionó la posibilidad de besarse y se rio inmediatamente después.
— Está bien, está bien — coincidió él —. Dejaré que lleves tú la iniciativa.
Tenían una semana para pulir los detalles de su historia: la clave sería que fuese sencilla. Al fin y al cabo, Julián y Penélope ya se conocían de antes, por lo que podían basar gran parte de su relato en la realidad, y eso lo haría mucho más creíble que una completa improvisación. No serían ellos los primeros profesores que acabasen compartiendo algo más que su profesión. Cuando Julián volvió a mirar a Penélope, le sonrió.
— Está bien, mujer. Si no nos ayudamos entre nosotros, ¿quién lo va a hacer?
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Tenía suerte de que su madre, aunque a veces lo pareciera, no tuviera contactos con el FBI o la CIA, porque sin duda se podría dar cuenta de que su flujo de mensajes con Julián había aumentado exageradamente en la última semana. Y desde luego no eran del tipo que intercambiaban antes sobre alguna anécdota del campus o cualquier cosa parecida.
Porque durante esa semana habían compartido más de un café y comida poniendo en orden las ideas que podían aportar para que aquel romance inexistente cobrara vida. Había que reconocer que Julián era un maestro en cuanto a escritura creativa, y no solo por ser profesor. Le estaba añadiendo a la historia los toques necesarios.
Pero ahora justo era sábado ya y ella se tenía que preparar para la dichosa cena.
Lolita estaba tendida en la cama mientras se terminaba de maquillar, lo justo para parecer arreglada, que tampoco es que hiciera falta demasiado para algo informal como aquello. Terminó por levantarse y alisar el vestido de flores cruzado que la había ayudado a elegir su hija.- ¿Qué tal?
- Estás guapísima, mami. -La piropeó su hija.
- Estupendo -Asintió convencida, porque otra cosa no, pero Lolita era bastante exigente. Revisó el reloj mientras bajaba al salón con ella, Diego estaba jugando a la consola, pero tal como le había educado lo pausó para verla y escucharla.- Flora llegará en unos cinco minutos. Ya sé que no hace falta que os lo diga, pero portáos bien. Comeros toda la cena que tenéis preparada y elegid una de las películas de la lista. -Siempre hacían un pequeño sorteo entre lo que les apetecía a ambos, para que no hubiera peleas.- Dieguito, nada de videojuegos ni móviles. Y lo mismo para ti. -Porque Dolores ya estaba empezando a interesarse por esas cosas, pero aún era muy nenita.
- ¿Tengo que darle la charla a ese señor? -Preguntó Diego con esa mirada seria, intento de intimidación en él, que había heredado de ella.
- Mi vida, tú nunca has dado la charla a nadie. Y no, ya sabéis que esto es solo para contentar a la abuelita. -Se lo había contado a sus hijos para que no se preocuparan de más. No había tenido pareja hasta ahora y no le interesaba tenerla, era así. Ellos lo sabían, como también eran cada vez más conscientes de cómo era su querida abuela. Así que no les había parecido del todo mal colaborar en la pequeña mentirita piadosa si es que les tocaba hacerlo. Que en principio no iba a pasar.
Porque durante esa semana habían compartido más de un café y comida poniendo en orden las ideas que podían aportar para que aquel romance inexistente cobrara vida. Había que reconocer que Julián era un maestro en cuanto a escritura creativa, y no solo por ser profesor. Le estaba añadiendo a la historia los toques necesarios.
Pero ahora justo era sábado ya y ella se tenía que preparar para la dichosa cena.
Lolita estaba tendida en la cama mientras se terminaba de maquillar, lo justo para parecer arreglada, que tampoco es que hiciera falta demasiado para algo informal como aquello. Terminó por levantarse y alisar el vestido de flores cruzado que la había ayudado a elegir su hija.- ¿Qué tal?
- Estás guapísima, mami. -La piropeó su hija.
- Estupendo -Asintió convencida, porque otra cosa no, pero Lolita era bastante exigente. Revisó el reloj mientras bajaba al salón con ella, Diego estaba jugando a la consola, pero tal como le había educado lo pausó para verla y escucharla.- Flora llegará en unos cinco minutos. Ya sé que no hace falta que os lo diga, pero portáos bien. Comeros toda la cena que tenéis preparada y elegid una de las películas de la lista. -Siempre hacían un pequeño sorteo entre lo que les apetecía a ambos, para que no hubiera peleas.- Dieguito, nada de videojuegos ni móviles. Y lo mismo para ti. -Porque Dolores ya estaba empezando a interesarse por esas cosas, pero aún era muy nenita.
- ¿Tengo que darle la charla a ese señor? -Preguntó Diego con esa mirada seria, intento de intimidación en él, que había heredado de ella.
- Mi vida, tú nunca has dado la charla a nadie. Y no, ya sabéis que esto es solo para contentar a la abuelita. -Se lo había contado a sus hijos para que no se preocuparan de más. No había tenido pareja hasta ahora y no le interesaba tenerla, era así. Ellos lo sabían, como también eran cada vez más conscientes de cómo era su querida abuela. Así que no les había parecido del todo mal colaborar en la pequeña mentirita piadosa si es que les tocaba hacerlo. Que en principio no iba a pasar.
Capítulo 2 · Casa Posadas · Con Julián
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La última semana había sido tan ajetreada como el final del semestre. Además de corregir trabajos, atender tutorías, enviar correos, avanzar en su investigación y, por supuesto, dar clase, había estado hablando con su compañera para organizar la cena del fin de semana. No bastaba con que Julián se presentase en casa de Penélope, por supuesto. Llevaban días planeando la historia de sus vidas: cómo se conocieron, en qué momento saltó la chispa, cuánto tiempo llevaban juntos, a dónde habían ido de viaje los dos solos por primera vez, cuál era su restaurante favorito. Como Julián y Penélope ya se conocían, solo tenían que ocuparse de ultimar los detalles que hicieran creíble su relación, y en realidad no había sido tan complicado. Resultó que tenían más en común de lo que creían y que algunas cosas, como cómo se pedían el café o cuáles eran sus géneros de música predilectos, ya las sabían gracias a haber compartido pasillo durante varios años.
— Pórtate bien, ¿eh? — le advirtió Julián a su gata, que lo miraba sin demasiado interés desde la cómoda a la que tenía estrictamente prohibido subirse. Ella respondió con un gorjeo; él le rascó la cabeza. — No rompas nada mientras no estoy. Y bueno, mientras esté tampoco — matizó.
Llaima le devolvió una mirada llena de desdén. Desde luego, no le hacía ninguna falta hablar para dejarle claro lo que pensaba, y si Julián no hubiera sabido que era imposible, habría dicho que su gata sabía leerle la mente. Le consultó la idea de llevar corbata y ella la descartó agitando los bigotes.
— Tienes razón, es demasiado serio — asintió —. No voy a pedirle la mano. Solo voy a cenar.
«Y a conocer a su madre y esperar que no me eche de su casa a patadas», pensó, recordando las cosas que le había contado Penélope sobre otros pretendientes a los que la señora Posadas se había encargado de espantar de una manera u otra. Se puso una camisa dorada con un patrón discreto, unos pantalones claros y unos zapatos dentro de la gama cromática. Decidió prescidir de los accesorios huyendo de cualquier pretensión de impresionar a la señora Posadas. Recurrió a su colonia de siempre, la que olía a flores, y se llegó a la dirección que le había dado Penélope once minutos antes de la hora acordada. Esperó en el coche a que llegase el momento de presentarse en su puerta. Cuando tocó el timbre, se descubrió nervioso. ¿Cuánto hacía que no tenía una cita?
Carraspeó, se arregló el pelo y esperó no tan pacientemente a que alguien le abriera la puerta. Al encontrarse allí, dispuesto a interpretar su papel, se sintió un tanto ridículo, pero en el fondo le estaba pareciendo divertido. «Ya es tarde para arrepentirse, de todas formas», concluyó, descartando la opción de volverse por donde había venido.
— Pórtate bien, ¿eh? — le advirtió Julián a su gata, que lo miraba sin demasiado interés desde la cómoda a la que tenía estrictamente prohibido subirse. Ella respondió con un gorjeo; él le rascó la cabeza. — No rompas nada mientras no estoy. Y bueno, mientras esté tampoco — matizó.
Llaima le devolvió una mirada llena de desdén. Desde luego, no le hacía ninguna falta hablar para dejarle claro lo que pensaba, y si Julián no hubiera sabido que era imposible, habría dicho que su gata sabía leerle la mente. Le consultó la idea de llevar corbata y ella la descartó agitando los bigotes.
— Tienes razón, es demasiado serio — asintió —. No voy a pedirle la mano. Solo voy a cenar.
«Y a conocer a su madre y esperar que no me eche de su casa a patadas», pensó, recordando las cosas que le había contado Penélope sobre otros pretendientes a los que la señora Posadas se había encargado de espantar de una manera u otra. Se puso una camisa dorada con un patrón discreto, unos pantalones claros y unos zapatos dentro de la gama cromática. Decidió prescidir de los accesorios huyendo de cualquier pretensión de impresionar a la señora Posadas. Recurrió a su colonia de siempre, la que olía a flores, y se llegó a la dirección que le había dado Penélope once minutos antes de la hora acordada. Esperó en el coche a que llegase el momento de presentarse en su puerta. Cuando tocó el timbre, se descubrió nervioso. ¿Cuánto hacía que no tenía una cita?
Carraspeó, se arregló el pelo y esperó no tan pacientemente a que alguien le abriera la puerta. Al encontrarse allí, dispuesto a interpretar su papel, se sintió un tanto ridículo, pero en el fondo le estaba pareciendo divertido. «Ya es tarde para arrepentirse, de todas formas», concluyó, descartando la opción de volverse por donde había venido.
Capítulo 2 · Casa Posadas · Con la familia Posadas
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Penélope se había sentado con Dolores para repasar sus deberes y así hacer algo mientras el tiempo pasaba. Aunque esos ejercicios en concreto eran tan sencillos que si hubiera detectado algún error habría sido porque su niña estaba intentando sobresaltarla. No debería estar tan nerviosa, el plan era tan sencillo que no tenía que pasar nada del otro mundo... y aún así dio un respingo cuando sonó el timbre.
Respiró hondo antes de abrir la puerta.- Buenas noches, Julián. -Le saludó con una sonrisa, revisando y aprobando su atuendo.
- Oye, pues es guapo. -Mencionó su hija, que se había asomado por debajo del brazo con que ella sujetaba la puerta.
- Lolita, por favor... vuelve dentro. -Su hija hizo caso, aunque con una sonrisa de lo más maliciosa en la cara.- Lo siento, tenía curiosidad. -Le confesó a su ¿amigo? ¿novio falso? ¿héroe sin capa?- Te parece si... Ay, un momento. -le pidió cuando vio que la niñera ya estaba llegando justo cuando iba a proponer que se marcharan ya.
- Buenas noches, señora Posadas... y compañía. -Saludó Flora cuando llegó hasta ellos, con una mirada de curiosidad hacia Julián.- Vaya, espero que ya le hayan dicho que está muy guapa esta noche, es lo que haría un buen caballero... o bueno, cualquier hombre que no estuviera ciego. -Soltó en dirección al hombre que tenía delante, como si esperase que le confirmara que lo había hecho o no.
Penélope decidió que ya había tenido bastante y cruzó el umbral para cambiar el lugar con la niñera preuniversitaria que se encargaba de los niños cuando no podía hacerlo ella.- Claro que sí, Flora, gracias por el cumplido. Te he dejado la lista en la nevera, aunque no hace falta. -Le dijo con una sonrisa.- Recuerda que me tienes que enviar esa redacción a la que querías que le echara un ojo. -Le recordó, un pequeño favor que le debía, y le haría a cambio de su discreción.
Tomó a Julián del brazo y tiró sutilmente de él.- Ahora nos tenemos que ir. Pasaoslo bien. -Sabía perfectamente que Lolita había llegado a la puerta para saludar a Flora. Resopló cuando la puerta se cerró.- Siento todo eso.
Respiró hondo antes de abrir la puerta.- Buenas noches, Julián. -Le saludó con una sonrisa, revisando y aprobando su atuendo.
- Oye, pues es guapo. -Mencionó su hija, que se había asomado por debajo del brazo con que ella sujetaba la puerta.
- Lolita, por favor... vuelve dentro. -Su hija hizo caso, aunque con una sonrisa de lo más maliciosa en la cara.- Lo siento, tenía curiosidad. -Le confesó a su ¿amigo? ¿novio falso? ¿héroe sin capa?- Te parece si... Ay, un momento. -le pidió cuando vio que la niñera ya estaba llegando justo cuando iba a proponer que se marcharan ya.
- Buenas noches, señora Posadas... y compañía. -Saludó Flora cuando llegó hasta ellos, con una mirada de curiosidad hacia Julián.- Vaya, espero que ya le hayan dicho que está muy guapa esta noche, es lo que haría un buen caballero... o bueno, cualquier hombre que no estuviera ciego. -Soltó en dirección al hombre que tenía delante, como si esperase que le confirmara que lo había hecho o no.
Penélope decidió que ya había tenido bastante y cruzó el umbral para cambiar el lugar con la niñera preuniversitaria que se encargaba de los niños cuando no podía hacerlo ella.- Claro que sí, Flora, gracias por el cumplido. Te he dejado la lista en la nevera, aunque no hace falta. -Le dijo con una sonrisa.- Recuerda que me tienes que enviar esa redacción a la que querías que le echara un ojo. -Le recordó, un pequeño favor que le debía, y le haría a cambio de su discreción.
Tomó a Julián del brazo y tiró sutilmente de él.- Ahora nos tenemos que ir. Pasaoslo bien. -Sabía perfectamente que Lolita había llegado a la puerta para saludar a Flora. Resopló cuando la puerta se cerró.- Siento todo eso.
Capítulo 2 · Casa Posadas · Con Julián
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La profesora Posadas abrió la puerta y a Julián le costó reconocerla. No es que estuviera frente a una de las dramáticas transformaciones de patito feo a cisne que había visto en Yo soy Betty, la fea que después habían replicado decenas de telenovelas, porque cualquier persona con ojos en la cara habría visto que Penélope Posadas era una mujer guapísima, pero Julián nunca la había visto vestida para impresionar, y la diferencia con sus atuendos del día a día era importante.
— Buenas noches — la saludó Julián, esperando no haberse dejado en evidencia. Una niña de ondas caoba se había asomado para mirarlo, con los ojos brillantes de curiosidad —. Y buenas noches a usted también, señorita.
Lolita se retiró cuando su madre se lo pidió y Julián sonrió. Aunque no había ido hasta allí para impresionar a los hijos de Penélope, estaba bien saber que contaba con la aprobación de su hija pequeña. Quizá, con un poco de suerte, compartiera gustos con su abuela.
La llegada de la niñera los volvió a interrumpir. Julián la saludó y eludió la pulla que le lanzó con un gesto ofendido que venía a decir algo como «¿cómo no le voy a haber dicho lo guapa que está? ¿qué soy, un monstruo, acaso?». Por fortuna, Penélope decidió que ya había tenido suficiente y arrastró a la niñera al interior de la vivienda para despedirse de ella, cerrar la puerta y dejarla a cargo de sus niños hasta que volviera. No llevarían ni cinco minutos juntos y con eso había bastado para ver lo estresada que estaba Penélope con todo el tema de la cena.
— No te preocupes, lo entiendo — le dijo —. Quiero decir, no tengo hijos, pero… lo entiendo. Mi madre también se agobiaba cuando tenía que salir a algún lado. Y las celebraciones familiares siempre son complicadas.
Caminó junto a Penélope hasta su coche, le abrió la puerta y con un gesto le indicó que podía sentarse. Después, Julián ocupó su asiento, puso en marcha el vehículo y activó el panel de navegación.
— Tú dirás a dónde vamos — salir hacia la autovía no sería complicado, necesitaría sus direcciones más adelante —. No sé si querrás poner música. Puedes conectar tu teléfono. Tengo cedés en la guantera, pero te lo advierto: la mayoría llevan conmigo veinte años, así que te puedes encontrar cualquier cosa. Eso incluye Pies descalzos de Shakira, sí, aunque sea un topicazo — sonrió —. Y, si me lo permites, tengo que darle la razón a tu niñera. Está usted despampanante, señorita Posadas.
— Buenas noches — la saludó Julián, esperando no haberse dejado en evidencia. Una niña de ondas caoba se había asomado para mirarlo, con los ojos brillantes de curiosidad —. Y buenas noches a usted también, señorita.
Lolita se retiró cuando su madre se lo pidió y Julián sonrió. Aunque no había ido hasta allí para impresionar a los hijos de Penélope, estaba bien saber que contaba con la aprobación de su hija pequeña. Quizá, con un poco de suerte, compartiera gustos con su abuela.
La llegada de la niñera los volvió a interrumpir. Julián la saludó y eludió la pulla que le lanzó con un gesto ofendido que venía a decir algo como «¿cómo no le voy a haber dicho lo guapa que está? ¿qué soy, un monstruo, acaso?». Por fortuna, Penélope decidió que ya había tenido suficiente y arrastró a la niñera al interior de la vivienda para despedirse de ella, cerrar la puerta y dejarla a cargo de sus niños hasta que volviera. No llevarían ni cinco minutos juntos y con eso había bastado para ver lo estresada que estaba Penélope con todo el tema de la cena.
— No te preocupes, lo entiendo — le dijo —. Quiero decir, no tengo hijos, pero… lo entiendo. Mi madre también se agobiaba cuando tenía que salir a algún lado. Y las celebraciones familiares siempre son complicadas.
Caminó junto a Penélope hasta su coche, le abrió la puerta y con un gesto le indicó que podía sentarse. Después, Julián ocupó su asiento, puso en marcha el vehículo y activó el panel de navegación.
— Tú dirás a dónde vamos — salir hacia la autovía no sería complicado, necesitaría sus direcciones más adelante —. No sé si querrás poner música. Puedes conectar tu teléfono. Tengo cedés en la guantera, pero te lo advierto: la mayoría llevan conmigo veinte años, así que te puedes encontrar cualquier cosa. Eso incluye Pies descalzos de Shakira, sí, aunque sea un topicazo — sonrió —. Y, si me lo permites, tengo que darle la razón a tu niñera. Está usted despampanante, señorita Posadas.
Capítulo 2 · En el coche · Con Penélope
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Respiró un poco más tranquila cuando la puerta se cerró a su espalda y se acercó al coche de Julián. Aunque sabía que las chicas, y puede que su hijo, estarían mirando por la ventana para no perder detalle.
- La idea de que si esto sale mal voy a tener los "te lo dije" de mi madre persiguiéndome durante el resto de mis días es bastante agobiante, la verdad. -Mencionó ella cuando él le dijo que la entendía. Su situación era fácil de empatizar, sobre todo sabiendo que la madre de él también era de ese palo.- Y, bueno, que Flora sea la sobrina de la peluquera del barrio tampoco ayuda. Pero supongo que si los cotilleos le llegan a mi madre le dará veracidad a todo esto. -Estaba convencida de que habían enviado a la chica un rato antes de lo que habían quedado para que estuviera ahí si alguien venía a recogerla. Así funcionaban las cosas.
Agradeció que le abriera la puerta con una sonrisa y se sentó en el asiento, teniendo que recolocar la falda que se había abierto un poco al sentarse antes de ponerse el cinturón.
Julián se preparó para salir a la autovía, ya le indicaría las salidas y giros, que no eran mucho al menos.
Se rio por su mención a la música.- Creo que no he escogido yo la música desde... ni me acuerdo. Cuando no tengo a los niños con el control dejo la radio y me despreocupo. Pero Shakira no suena del todo mal. -Mencionó, le recordaba a una época mucho más sencilla.
Le miró cuando mencionó su aspecto y notó el calor subirle por el cuello, que se lo dijeran sus niños o la niñera era una cosa, pero viniendo de Julián, era diferente.- Gracias, hacía bastante que no me ponía uno de estos. -Sus trajes para el trabajo eran mucho más formales, claro. Y en las citas organizadas por su madre no solía apetecerle vestirse así.- Pero tengo que decir que Lolita tampoco estaba equivocada, estás muy guapo. -Que bueno, Julián era guapo al natural y con su aspecto de profesor, pero era diferente.
- La idea de que si esto sale mal voy a tener los "te lo dije" de mi madre persiguiéndome durante el resto de mis días es bastante agobiante, la verdad. -Mencionó ella cuando él le dijo que la entendía. Su situación era fácil de empatizar, sobre todo sabiendo que la madre de él también era de ese palo.- Y, bueno, que Flora sea la sobrina de la peluquera del barrio tampoco ayuda. Pero supongo que si los cotilleos le llegan a mi madre le dará veracidad a todo esto. -Estaba convencida de que habían enviado a la chica un rato antes de lo que habían quedado para que estuviera ahí si alguien venía a recogerla. Así funcionaban las cosas.
Agradeció que le abriera la puerta con una sonrisa y se sentó en el asiento, teniendo que recolocar la falda que se había abierto un poco al sentarse antes de ponerse el cinturón.
Julián se preparó para salir a la autovía, ya le indicaría las salidas y giros, que no eran mucho al menos.
Se rio por su mención a la música.- Creo que no he escogido yo la música desde... ni me acuerdo. Cuando no tengo a los niños con el control dejo la radio y me despreocupo. Pero Shakira no suena del todo mal. -Mencionó, le recordaba a una época mucho más sencilla.
Le miró cuando mencionó su aspecto y notó el calor subirle por el cuello, que se lo dijeran sus niños o la niñera era una cosa, pero viniendo de Julián, era diferente.- Gracias, hacía bastante que no me ponía uno de estos. -Sus trajes para el trabajo eran mucho más formales, claro. Y en las citas organizadas por su madre no solía apetecerle vestirse así.- Pero tengo que decir que Lolita tampoco estaba equivocada, estás muy guapo. -Que bueno, Julián era guapo al natural y con su aspecto de profesor, pero era diferente.
Capítulo 2 · Casa Posadas · Con Julián
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Julián estuvo a punto de darse la vuelta cuando su compañera le mencionó que la niñera era la sobrina de su peluquera. Las comunidades latinas eran como países en miniatura: tenían su propia jefatura y sus órganos de gobierno, y en tal caso las peluquerías equivalían a algo así como los servicios de inteligencia que recopilaban y analizaban información sobre todo lo que ocurría dentro de su jurisdicción. El FBI o la KGB no tenían nada que hacer contra un grupo de mujeres bien informadas, y cuando Penélope le dijo que la tal Flora era familiar directa de la peluquera de su barrio, supo que se hablaría de su cita durante semanas, si no meses, en el preciso instante en el que la niña se encontrase con su tía. Julián vivía a algo más de media hora en coche del barrio de Penélope, pero eso era lo de menos: si las señoras querían encontrarlo, lo harían, y sería cuestión de tiempo que averiguasen su nombre, apellidos y hasta antecedentes penales.
— Bueno, si están las peluqueras implicadas… — Julián se encogió de hombros y dejó que Penélope decidiera si eso les venía bien o no.
La profesora no pareció horrorizada por el anticuado gusto musical de Julián, así que él abrió el baúl de los recuerdos para buscar un cedé y la voz de una jovencísima Shakira comenzó a sonar poco después. Julián ladeó una sonrisa cuando Penélope le devolvió el cumplido e hizo un ademán con la mano para quitarle importancia.
— Tengo una estilista profesional en casa — le explicó —. Mi gata se asegura de que siga las directrices que me dio mi hermana. La última vez que se quedó unos días en casa me llevó de compras y renovamos mi armario. Se le dan bien estas cosas. Es interiorista, pero quería ser diseñadora. Se fue para Nueva York y allá se buscó la vida, pero tú sabes cómo son de complicadas esas cosas, sobre todo para los latinos — suspiró —. Igual le va bien, así que… no nos podemos quejar.
Mientras Shakira cantaba sobre un amor indeleble, Julián y Penélope se incorporaron a la autopista que, como siempre, estaba a reventar de vehículos de camino a la ciudad.
— ¿Y hay algo que tenga que saber de tu mamá? ¿Alergias, temas prohibidos, inclinaciones políticas? Que no es que me importe esto último, pero lo digo por evitar debates en la mesa, que ya sabrás tú cómo puede acabar eso.
— Bueno, si están las peluqueras implicadas… — Julián se encogió de hombros y dejó que Penélope decidiera si eso les venía bien o no.
La profesora no pareció horrorizada por el anticuado gusto musical de Julián, así que él abrió el baúl de los recuerdos para buscar un cedé y la voz de una jovencísima Shakira comenzó a sonar poco después. Julián ladeó una sonrisa cuando Penélope le devolvió el cumplido e hizo un ademán con la mano para quitarle importancia.
— Tengo una estilista profesional en casa — le explicó —. Mi gata se asegura de que siga las directrices que me dio mi hermana. La última vez que se quedó unos días en casa me llevó de compras y renovamos mi armario. Se le dan bien estas cosas. Es interiorista, pero quería ser diseñadora. Se fue para Nueva York y allá se buscó la vida, pero tú sabes cómo son de complicadas esas cosas, sobre todo para los latinos — suspiró —. Igual le va bien, así que… no nos podemos quejar.
Mientras Shakira cantaba sobre un amor indeleble, Julián y Penélope se incorporaron a la autopista que, como siempre, estaba a reventar de vehículos de camino a la ciudad.
— ¿Y hay algo que tenga que saber de tu mamá? ¿Alergias, temas prohibidos, inclinaciones políticas? Que no es que me importe esto último, pero lo digo por evitar debates en la mesa, que ya sabrás tú cómo puede acabar eso.
Capítulo 2 · En el coche · Con Penélope
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Solo pudo asentir con cara de circunstancia, los dos sabían lo que significaba que una peluquera supiera que había ido a recogerla a casa. Daba igual que fuera un abogado que la llevaba a una vista oral, aunque por las horas fuera desconcertante. Era un hombre llevándola a alguna parte. suficiente para cualquiera de ellas. Después investigarían.
Alzó una ceja cuando Julián dijo que tenía una estilista en casa, porque creía que vivía solo, hasta que aclaró que era su gata y que su hermana se había ocupado de renovar su armario en una de sus visitas.- Ya, no es fácil. -Concordó con él en que era difícil acceder a ciertos trabajos para la comunidad latina, o simplemente para los no-blancos. En ciertos ámbitos eran más que elitistas... o racistas, pero se consideraba que estaba feo decirlo así.- Me alegro de que esté bien, a pesar de que no fuera su sueño. Pero quién sabe, todavía puede conseguirlo. -Puede que no llegara Milán, pero no había que perder las opciones.
A Penélope siempre le había resultado más sencillo ser optimista para los demás que para sí misma.
Entraron en la autopista y Julián hizo las preguntas de rigor.- Como el rosario de la aurora. -Asintió ella, terminando de decir cómo podría terminar un debate semejante.- Jamás se habla de política en la mesa. Pero si sale el tema... asiente a todo, es lo que yo hago. Ya me he cansado de discutir sobre sus opiniones extrañas. -Porque mezclaba de todo, culpa de tener demasiado tiempo libre y la forma en que los medios los tergiversaban todo.- Aunque creo que será difícil que lleguemos a eso, te va a someter al tercer grado. -Quizá fuera sutil, al principio, pero no dudaba que haría a Julián preguntas que ni siquiera en el expediente que el FBI tuviera de ellos figuraban.- Como todo esto no va a ir a ningún sitio, no tienes que contar la verdad sobre tu familia o cualquier cosa que no quieras compartir. -Quiso añadir, para darle esa opción, su vida privada era su vida privada, no le iba a pedir que se expusiera para ella y su madre.- Y si te incomoda cualquier pregunta... hazme una señal o algo y trataré de cambiar de tema. He hecho fotos nuevas a los niños que no le he pasado, entre verlas, comentarlas y los reproches por no compartirlas, se le olvidará lo que te hubiera preguntado. -No iba a contarle por qué sabía que era una medida disuasoria de lo más efectiva o cuántas veces la había utilizado en el pasado. Seguía funcionando, era lo importante.
Alzó una ceja cuando Julián dijo que tenía una estilista en casa, porque creía que vivía solo, hasta que aclaró que era su gata y que su hermana se había ocupado de renovar su armario en una de sus visitas.- Ya, no es fácil. -Concordó con él en que era difícil acceder a ciertos trabajos para la comunidad latina, o simplemente para los no-blancos. En ciertos ámbitos eran más que elitistas... o racistas, pero se consideraba que estaba feo decirlo así.- Me alegro de que esté bien, a pesar de que no fuera su sueño. Pero quién sabe, todavía puede conseguirlo. -Puede que no llegara Milán, pero no había que perder las opciones.
A Penélope siempre le había resultado más sencillo ser optimista para los demás que para sí misma.
Entraron en la autopista y Julián hizo las preguntas de rigor.- Como el rosario de la aurora. -Asintió ella, terminando de decir cómo podría terminar un debate semejante.- Jamás se habla de política en la mesa. Pero si sale el tema... asiente a todo, es lo que yo hago. Ya me he cansado de discutir sobre sus opiniones extrañas. -Porque mezclaba de todo, culpa de tener demasiado tiempo libre y la forma en que los medios los tergiversaban todo.- Aunque creo que será difícil que lleguemos a eso, te va a someter al tercer grado. -Quizá fuera sutil, al principio, pero no dudaba que haría a Julián preguntas que ni siquiera en el expediente que el FBI tuviera de ellos figuraban.- Como todo esto no va a ir a ningún sitio, no tienes que contar la verdad sobre tu familia o cualquier cosa que no quieras compartir. -Quiso añadir, para darle esa opción, su vida privada era su vida privada, no le iba a pedir que se expusiera para ella y su madre.- Y si te incomoda cualquier pregunta... hazme una señal o algo y trataré de cambiar de tema. He hecho fotos nuevas a los niños que no le he pasado, entre verlas, comentarlas y los reproches por no compartirlas, se le olvidará lo que te hubiera preguntado. -No iba a contarle por qué sabía que era una medida disuasoria de lo más efectiva o cuántas veces la había utilizado en el pasado. Seguía funcionando, era lo importante.
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Es una cena, ¿qué puede salir mal? |
No había nada fuera de lo común en las recomendaciones de Penélope. Los temas delicados siempre era mejor evitarlos cuando uno estaba en presencia de la familia política, aunque fuera de mentira, por lo que quedaban descartados los amigables debates sobre política, religión y, por si acaso, ciencia, no fuera a ser que hubiera en la cena alguien orgullosamente negacionista. Julián tenía algunos familiares que habían perdido por completo el norte en lo que respectaba a ciertos temas y no siempre tenía ganas de discutir con ellos, así que entendía la postura de su compañera, dado que era la más cómoda.
— Tampoco creo yo que tu mamá me pregunte si soy demócrata o republicano, pero es mejor prevenir que curar.
Julián sonrió ante la perspectiva de ser interrogado por la madre de su compañera de trabajo. Aunque de joven se había rebelado contra los estereotipos, de mayor debía admitir que si se repetían ciertos patrones en Chile, México, Paraguay o Estados Unidos era porque las personas criadas bajo ciertas tradiciones llevaban consigo lo que habían aprendido de sus familias. En el caso de los Rivero y de los Posada, al parecer, era la pasión por inmiscuirse en las vidas ajenas.
— Bueno, a ver, tampoco nos vengamos muy arriba que hay mentiras que no… No le voy a decir a tu madre que soy especialista de cine cuando por las mañanas parezco Tutankamón cuando intento salir de la cama — dijo —. Además, ella sabe que somos compañeros de trabajo, ¿cierto? No voy a cambiar de profesión ahora, por muy bien que se me dé improvisar. Está bien que tengas el plan de los niños para desviar la atención si la cosa se nos va de las manos. Lo único que podría enseñar yo son fotos de mi gata tirada en el sofá, aunque si a tu mamá le gustan los gatos puede que nos sirva de algo.
Julián condujo hasta alcanzar el barrio de la señora Posadas. A su manera, era un lugar encantador. No era un residencial de los que se veía en las series de televisión o en los folletos de las inmobiliarias, sino que se ubicaba en el interior de la ciudad, en uno de esos barrios que un día fueron periféricos pero se hicieron céntricos con la expansión natural de la metrópolis hacia sus alrededores. Las paredes estaban pintarrajeadas y unos chavales tenían puesta música en sus altavoces inalámbricos.
— Me gusta este sitio, me recuerda al barrio de mis tíos — le comentó a Penélope —. Quédate ahí — Julián salió del coche para abrirle la puerta a su compañera y le hizo un gesto para que saliera —. ¿Vamos?
— Tampoco creo yo que tu mamá me pregunte si soy demócrata o republicano, pero es mejor prevenir que curar.
Julián sonrió ante la perspectiva de ser interrogado por la madre de su compañera de trabajo. Aunque de joven se había rebelado contra los estereotipos, de mayor debía admitir que si se repetían ciertos patrones en Chile, México, Paraguay o Estados Unidos era porque las personas criadas bajo ciertas tradiciones llevaban consigo lo que habían aprendido de sus familias. En el caso de los Rivero y de los Posada, al parecer, era la pasión por inmiscuirse en las vidas ajenas.
— Bueno, a ver, tampoco nos vengamos muy arriba que hay mentiras que no… No le voy a decir a tu madre que soy especialista de cine cuando por las mañanas parezco Tutankamón cuando intento salir de la cama — dijo —. Además, ella sabe que somos compañeros de trabajo, ¿cierto? No voy a cambiar de profesión ahora, por muy bien que se me dé improvisar. Está bien que tengas el plan de los niños para desviar la atención si la cosa se nos va de las manos. Lo único que podría enseñar yo son fotos de mi gata tirada en el sofá, aunque si a tu mamá le gustan los gatos puede que nos sirva de algo.
Julián condujo hasta alcanzar el barrio de la señora Posadas. A su manera, era un lugar encantador. No era un residencial de los que se veía en las series de televisión o en los folletos de las inmobiliarias, sino que se ubicaba en el interior de la ciudad, en uno de esos barrios que un día fueron periféricos pero se hicieron céntricos con la expansión natural de la metrópolis hacia sus alrededores. Las paredes estaban pintarrajeadas y unos chavales tenían puesta música en sus altavoces inalámbricos.
— Me gusta este sitio, me recuerda al barrio de mis tíos — le comentó a Penélope —. Quédate ahí — Julián salió del coche para abrirle la puerta a su compañera y le hizo un gesto para que saliera —. ¿Vamos?
Capítulo 2 · En el coche · Con Penélope
₊˚⊹ 27·03·2023 ⊹˚₊
can i go where you go? · Ⅵ · can we always be this close?
⊹˚₊
⊹˚₊
(ɪꜰ ʟᴏꜱᴛ, ʀᴇᴛᴜʀɴ ᴛᴏ ᴡɪꜰᴇ)
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