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Mahariel
Phoenix
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WICKED OR NOBLE
INSPIRED — SERIES — 1x1
Qué poder el de la perspectiva. Puede resolver un problema que creías imposible y reducir a una mera anécdota los errores que un día te atormentaron. Con perspectiva, un amasijo de hierros puede convertirse en una escultura digna de un museo, pero una lente mal calibrada también es capaz de deformar una obra de arte hasta dejarla irreconocible, al igual que podría torcerte los rasgos y hacer de ti una caricatura, o transformar las palabras escritas sobre un papel en un montón de rayajos sin sentido.
Es curioso, ¿verdad?
Algo parecido sucede con nuestros recuerdos, con aquellas partes de nuestro pasado que observamos tras nuestras lentes, a veces empañadas de sentimientos tan cegadores como la ira, el amor o la tristeza, y al compartirlos con otra persona nos encontramos con que puede que sus memorias sean distintas a las nuestras, hasta tal punto que nos resulten ajenas.
Quizá te suenen unas siglas, las de los Voluntarios contra el Fuego y el Desastre. Quizá, incluso, hayas conocido, aunque sea de oídas, a alguno de sus miembros a través de las historias que todavía hoy corretean entre los callejones. Quizá los recuerdes con cariño, y quizá te sorprendería averiguar que no todos los que fueron miembros de aquella organización hacen lo mismo. Quizá, aunque para ti estas siglas no signifiquen nada, para otros hayan quedado clavadas, como un puñal en la espalda.
¿Has oído hablar de La Escisión?
Será mejor que te acomodes bien en tu asiento, porque esta historia, la de la ruptura de la que un día fue la asociación más elitista y bien posicionada de su tiempo, se partió en dos mitades que se tornaron del todo irreconciliables, no será una historia breve.
∞Es curioso, ¿verdad?
Algo parecido sucede con nuestros recuerdos, con aquellas partes de nuestro pasado que observamos tras nuestras lentes, a veces empañadas de sentimientos tan cegadores como la ira, el amor o la tristeza, y al compartirlos con otra persona nos encontramos con que puede que sus memorias sean distintas a las nuestras, hasta tal punto que nos resulten ajenas.
Quizá te suenen unas siglas, las de los Voluntarios contra el Fuego y el Desastre. Quizá, incluso, hayas conocido, aunque sea de oídas, a alguno de sus miembros a través de las historias que todavía hoy corretean entre los callejones. Quizá los recuerdes con cariño, y quizá te sorprendería averiguar que no todos los que fueron miembros de aquella organización hacen lo mismo. Quizá, aunque para ti estas siglas no signifiquen nada, para otros hayan quedado clavadas, como un puñal en la espalda.
¿Has oído hablar de La Escisión?
Será mejor que te acomodes bien en tu asiento, porque esta historia, la de la ruptura de la que un día fue la asociación más elitista y bien posicionada de su tiempo, se partió en dos mitades que se tornaron del todo irreconciliables, no será una historia breve.
AMELIA STEWART ZOEY DEUTCH — MAHARIEL | OLIVER BLACKWELL NICHOLAS HOULT — TIMELADY |
Cronología
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- — TITULO —SUBTÍTULO O NÚMERO DE CAPÍTULO O LO QUE QUERÁIS AQUÍVUESTRO POSTQUIÉN ERES — DONDE ESTÁS — CON QUIÉN ESTÁS∞
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
Se encontraba en la biblioteca, empezando su propia investigación sobre la figura de Vlad Teppes, con la esperanza de que le permitiera visitar la siempre agradable Transilvania, así como la vieja Valaquia. Un viaje de placer y conocimiento en el que esperaba que Amelia quisiera acompañarle. Pero eso sería en algunos meses, por supuesto, aún tenía que intentar desentrañar la diferencia entre realidad y leyenda que envolvía aquellos parajes.
O quizá sería después de más tiempo, dado que alguien entró en la biblioteca para buscarle y encontrarle detrás de una generosa pila de libros que había estado posicionando en la que le gustaba considerar "su mesa". Por supuesto, los libros quedaron de lado inmediatamente pues se le informó de la posibilidad de un incendio en una de las residencias que tenían vigiladas. Los Pennyworth apuntaban maneras para que su hijo fuera miembro de la organización en un futuro cercano y era importante mantenerle con vida hasta entonces, por supuesto, además de apagar un incendio de forma literal.
Se alegró de contar, de nuevo, con la compañía de Amelia en aquel viaje que les llevó hasta el lugar para así rescatar a la familia que se encontraba en serios y calurosos apuros.
- Iré a comprobar que todas las ventanas se encuentran cerradas, será más fácil controlar el fuego una vez hecho. ¿Quieres asegurarte de que la familia se encuentra a salvo? -Consultó, esperando que así fuera, temía que si quedaba alguien más en el interior de la residencia no pudieran rescatarle a tiempo.
O quizá sería después de más tiempo, dado que alguien entró en la biblioteca para buscarle y encontrarle detrás de una generosa pila de libros que había estado posicionando en la que le gustaba considerar "su mesa". Por supuesto, los libros quedaron de lado inmediatamente pues se le informó de la posibilidad de un incendio en una de las residencias que tenían vigiladas. Los Pennyworth apuntaban maneras para que su hijo fuera miembro de la organización en un futuro cercano y era importante mantenerle con vida hasta entonces, por supuesto, además de apagar un incendio de forma literal.
Se alegró de contar, de nuevo, con la compañía de Amelia en aquel viaje que les llevó hasta el lugar para así rescatar a la familia que se encontraba en serios y calurosos apuros.
- Iré a comprobar que todas las ventanas se encuentran cerradas, será más fácil controlar el fuego una vez hecho. ¿Quieres asegurarte de que la familia se encuentra a salvo? -Consultó, esperando que así fuera, temía que si quedaba alguien más en el interior de la residencia no pudieran rescatarle a tiempo.
Oliver — Mission Pennyworth — con Amelia
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
Amelia se inclinó sobre el motor del vehículo con una llave inglesa en la mano. La máquina rugía como una bestia defendiendo su madriguera. El humo que salía por el tubo de escape se derramaba sobre el asfalto como si fuese una mancha de aceite fugada de un depósito mal cerrado. La joven había detectado una incidencia semanas atrás, y en ese periodo de tiempo se le habían unido otras tantas que ahora tenía que reparar. En el taller brillaban toda clase de herramientas. Algunas de ellas llevaban allí más tiempo que ella, guardadas en cajas de madera astillada por los años, y muchas otras le resultaban un misterio, puesto que nunca las había usado y desconocía por completo su función.
Durante las horas que pasó en el taller se fundió el ronroneo del motor con las canciones que iban sonando en la radio. Los golpes de herramienta se sincronizaron con el ritmo de aquellas piezas musicales y, al final, parecía todo parte de una misma melodía. A medio compás sonó el estridente grito de la alarma. Amelia levantó la cabeza para cerciorarse de que una emergencía requería de su presencia y cerró el capó de la camioneta con un golpe seco. Trató de limpiarse las manchas de hollín del rostro con el dorso de la mano, aunque lo cierto es que aquel gesto hizo más por ensuciarla que por limpiarla, y corrió a por sus herramientas antes de regresar al vehículo.
La acompañaría Oliver, claro, como ya era costumbre. Separar a una pareja de voluntarios que trabajando juntos superaban lo extraordinario era sencillamente absurdo. Nadie creería conveniente asignar a ninguno de ellos otro compañero. De hecho, lo sabían contraproducente, y si había algo que no soportaba aquella organización era no exprimir al máximo las cualidades de sus miembros.
En fin, que se hicieron a la carretera y llegaron en un santiamén a la mansión de los Pennyworth. Aquella casa, otrora imponente, preciosa muestra de la mejor arquitectura colonial a la que se podía aspirar en aquellos tiempos, era devorada por un fuego que parecía dispuesto a reducir a cenizas hasta la última de sus estancias.
— Cuenta con ello. Nos vemos en un rato — asintió Amelia antes de desaparecer por unos pasillos que apenas lograban permanecer en pie —. ¡Y ten cuidado! — le gritó desde el otro lado.
Las cenizas y el humo transformaron la mansión en un laberinto. El crepitar de las llamas y el crujir de las vigas impedían a la voluntaria escuchar los gritos de auxilio de la familia allí atrapada. Chasqueó la lengua y marchó en dirección a la planta superior. Quizá en los dormitorios podría ver algo.
Durante las horas que pasó en el taller se fundió el ronroneo del motor con las canciones que iban sonando en la radio. Los golpes de herramienta se sincronizaron con el ritmo de aquellas piezas musicales y, al final, parecía todo parte de una misma melodía. A medio compás sonó el estridente grito de la alarma. Amelia levantó la cabeza para cerciorarse de que una emergencía requería de su presencia y cerró el capó de la camioneta con un golpe seco. Trató de limpiarse las manchas de hollín del rostro con el dorso de la mano, aunque lo cierto es que aquel gesto hizo más por ensuciarla que por limpiarla, y corrió a por sus herramientas antes de regresar al vehículo.
La acompañaría Oliver, claro, como ya era costumbre. Separar a una pareja de voluntarios que trabajando juntos superaban lo extraordinario era sencillamente absurdo. Nadie creería conveniente asignar a ninguno de ellos otro compañero. De hecho, lo sabían contraproducente, y si había algo que no soportaba aquella organización era no exprimir al máximo las cualidades de sus miembros.
En fin, que se hicieron a la carretera y llegaron en un santiamén a la mansión de los Pennyworth. Aquella casa, otrora imponente, preciosa muestra de la mejor arquitectura colonial a la que se podía aspirar en aquellos tiempos, era devorada por un fuego que parecía dispuesto a reducir a cenizas hasta la última de sus estancias.
— Cuenta con ello. Nos vemos en un rato — asintió Amelia antes de desaparecer por unos pasillos que apenas lograban permanecer en pie —. ¡Y ten cuidado! — le gritó desde el otro lado.
Las cenizas y el humo transformaron la mansión en un laberinto. El crepitar de las llamas y el crujir de las vigas impedían a la voluntaria escuchar los gritos de auxilio de la familia allí atrapada. Chasqueó la lengua y marchó en dirección a la planta superior. Quizá en los dormitorios podría ver algo.
Amelia — Mission Pennyworth — con Oliver
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
- ¡Tú también! -Gritó de vuelta a la chica cuando le dijo que tuviera cuidado.
Una mansión en llamas no era el lugar más fiable, pero por su estructura, parecía poder aguantar. Tenían la suerte de que el fuego se había iniciado en la planta baja, de tal forma que no caían vigas ni materiales desde la parte superior. Porque sí, dentro de la tragedia de un lugar en llamas, había cierta suerte en que fuera de un modo u otro.
Aún así, el fuego ya ascendía hacia los pisos superiores a través de los pasillos para los empleados, un conducto muy útil en circunstancias normales que comunicaba toda la residencia, lo que lo hacía más peligroso en situaciones como aquella.
Oliver tuvo que entrar en cada habitación y ver que las ventanas seguían cerradas, dejando también la puerta cerrada al salir, para que así el fuego no entrase con tanta facilidad en ellas y fuera posible que se rescatase algún objeto de valor. Por suerte, los Pennyworth parecían ser poco propensos a la ventilación, al menos a aquellas horas.
Una vez hecha aquella comprobación, la salida fue en cierto modo más compleja, dado que las escaleras de su lado se encontraban en llamas y también parecía que el pasillo del servicio le cortaba el paso, por lo que tuvo que deslizarse precisamente por una de esas ventanas hacia la cornisa y llegar al suelo desde allí, haciéndose el menor daño posible... por desgracia para aquellos matorrales que frenaron su caída.
Después, acudió a ofrecer su ayuda a vecinos y personas que trataban de apagar las llamas y socorrer a la familia, otro tipo de voluntarios, pero igual de valiosos. A quien no veía por ninguna parte era a Amelia. Solo podía esperar que estuviera bien, o tendría que volver a entrar a por ella. No pensaba dejarla allí dentro sola.
Una mansión en llamas no era el lugar más fiable, pero por su estructura, parecía poder aguantar. Tenían la suerte de que el fuego se había iniciado en la planta baja, de tal forma que no caían vigas ni materiales desde la parte superior. Porque sí, dentro de la tragedia de un lugar en llamas, había cierta suerte en que fuera de un modo u otro.
Aún así, el fuego ya ascendía hacia los pisos superiores a través de los pasillos para los empleados, un conducto muy útil en circunstancias normales que comunicaba toda la residencia, lo que lo hacía más peligroso en situaciones como aquella.
Oliver tuvo que entrar en cada habitación y ver que las ventanas seguían cerradas, dejando también la puerta cerrada al salir, para que así el fuego no entrase con tanta facilidad en ellas y fuera posible que se rescatase algún objeto de valor. Por suerte, los Pennyworth parecían ser poco propensos a la ventilación, al menos a aquellas horas.
Una vez hecha aquella comprobación, la salida fue en cierto modo más compleja, dado que las escaleras de su lado se encontraban en llamas y también parecía que el pasillo del servicio le cortaba el paso, por lo que tuvo que deslizarse precisamente por una de esas ventanas hacia la cornisa y llegar al suelo desde allí, haciéndose el menor daño posible... por desgracia para aquellos matorrales que frenaron su caída.
Después, acudió a ofrecer su ayuda a vecinos y personas que trataban de apagar las llamas y socorrer a la familia, otro tipo de voluntarios, pero igual de valiosos. A quien no veía por ninguna parte era a Amelia. Solo podía esperar que estuviera bien, o tendría que volver a entrar a por ella. No pensaba dejarla allí dentro sola.
Oliver — Mission Pennyworth — con Amelia
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
El tiempo se le escapaba de entre los dedos de la misma manera que se perdía el oxígeno entre las llamas que se extendían por los corredores de la mansión. Amelia se deslizó entre los rincones del hogar de los Pennyworth. El humo pintó los techos, las paredes, se enredó en el mobiliario, tiñiéndolo de oscuridad.
— Piensa, piensa, piensa... — no había tenido tiempo de buscar y mirar los planos de la mansión, por lo que no tenía ni la más remota idea de dónde se podría haber escondido la familia. Puede que los Pennyworth tuviesen una habitación del pánico escondida en algún sitio, pero Amelia no podía pensar en posibilidades tan remotas cuando no tenía el tiempo para ello.
Corrió por los pasillos, dejándose llevar por el instinto en lo que no encontraba pistas del paradero de la familia. Subió a las plantas superiores, suponiendo que encontraría a alguien parapetado en los dormitorios, y cuando alcanzó las alturas, comenzó a gritar, llamando a los Pennyworth.
— ¡¿Hay alguien ahí?! — exclamó, llevándose el antebrazo al rostro, tosiendo. Amelia abrió a patadas las puertas que se le ponían por delante, perdiendo el cuidado que había llevado al principio de la búsqueda.
— ¡Ayuda! — una vocecita sonó amortiguada al otro lado del pasillo. La voluntaria tocó y pegó la oreja a cada una de las puertas, buscando a su dueño, tratando de esquivar las llamas. — ¡Ayuda!
— ¿Dónde estás? — preguntó ella.
— ¡Aquí! ¡Ayúdame!
Amelia continuó avanzando por el pasillo, hasta que un crujido llamó su atención. Se detuvo en seco y contuvo el aliento. El techo se quebró y parte de él se vino abajo, cayendo una viga sobre la voluntaria, que gritó, sin quererlo, acostumbrada a que Oliver estuviese ahí para auxiliarla.
— Piensa, piensa, piensa... — no había tenido tiempo de buscar y mirar los planos de la mansión, por lo que no tenía ni la más remota idea de dónde se podría haber escondido la familia. Puede que los Pennyworth tuviesen una habitación del pánico escondida en algún sitio, pero Amelia no podía pensar en posibilidades tan remotas cuando no tenía el tiempo para ello.
Corrió por los pasillos, dejándose llevar por el instinto en lo que no encontraba pistas del paradero de la familia. Subió a las plantas superiores, suponiendo que encontraría a alguien parapetado en los dormitorios, y cuando alcanzó las alturas, comenzó a gritar, llamando a los Pennyworth.
— ¡¿Hay alguien ahí?! — exclamó, llevándose el antebrazo al rostro, tosiendo. Amelia abrió a patadas las puertas que se le ponían por delante, perdiendo el cuidado que había llevado al principio de la búsqueda.
— ¡Ayuda! — una vocecita sonó amortiguada al otro lado del pasillo. La voluntaria tocó y pegó la oreja a cada una de las puertas, buscando a su dueño, tratando de esquivar las llamas. — ¡Ayuda!
— ¿Dónde estás? — preguntó ella.
— ¡Aquí! ¡Ayúdame!
Amelia continuó avanzando por el pasillo, hasta que un crujido llamó su atención. Se detuvo en seco y contuvo el aliento. El techo se quebró y parte de él se vino abajo, cayendo una viga sobre la voluntaria, que gritó, sin quererlo, acostumbrada a que Oliver estuviese ahí para auxiliarla.
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
El fuego en aquella zona parecía ir cediendo, cosa que no hacía la preocupación de Oliver al no ver a Amelia por ninguna parte. O quizá sería más correcto en este caso utilizar la palabra angustia, dado que imaginarse los posibles escenarios que podrían haber sucedido para que ella no apareciera a salvo allí oprimía con fuerza su pecho.
Así pues, ni corto ni perezoso, localizó una nueva entrada a la mansión, dirigiéndose a la zona por la que había marchado Amelia, cubriendo su rostro con un trapo húmedo y llevando otro preparado para ella.
Gritaba su nombre, siendo consciente de la dificultad que tenía su voz para ser escuchada con normalidad a través del trapo. La ausencia de respuesta le sobrecogía cada vez más.
Finalmente la encontró, o eso parecía, bajo una viga.- ¡Amelia! -Corrió a su lado y comprobó que al menos estaba consciente.- Ten, ya sabes lo que hacer. -Desde luego no necesitaba sus instrucciones para saber la utilidad de aquel trapo.- Voy a sacarte de aquí. -Pensó tan rápidamente como le fue posible, rompiendo una de las mesitas auxiliares del pasillo para utilizar las patas como contrapunto y así poder hacer palanca para liberarla del peso de la viga.- ¿Estás bien? -Preguntó una vez hubo salido, buscando su rostro para comprobar que se encontraba a la perfección.- ¿Queda alguien más? Deberíamos salir para extinguir las llamas.
Así pues, ni corto ni perezoso, localizó una nueva entrada a la mansión, dirigiéndose a la zona por la que había marchado Amelia, cubriendo su rostro con un trapo húmedo y llevando otro preparado para ella.
Gritaba su nombre, siendo consciente de la dificultad que tenía su voz para ser escuchada con normalidad a través del trapo. La ausencia de respuesta le sobrecogía cada vez más.
Finalmente la encontró, o eso parecía, bajo una viga.- ¡Amelia! -Corrió a su lado y comprobó que al menos estaba consciente.- Ten, ya sabes lo que hacer. -Desde luego no necesitaba sus instrucciones para saber la utilidad de aquel trapo.- Voy a sacarte de aquí. -Pensó tan rápidamente como le fue posible, rompiendo una de las mesitas auxiliares del pasillo para utilizar las patas como contrapunto y así poder hacer palanca para liberarla del peso de la viga.- ¿Estás bien? -Preguntó una vez hubo salido, buscando su rostro para comprobar que se encontraba a la perfección.- ¿Queda alguien más? Deberíamos salir para extinguir las llamas.
Oliver — Mission Pennyworth — con Amelia
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
La voz de Amelia se quebró cuando sintió la viga caer sobre su vientre. Su grito se rompió en un quejido. Le llevó unos instantes recuperar el control sobre su respiración. Aunque las llamas no la habían alcanzado, el fuego se le metía en los pulmones. Luchó por su libertad, sabiendo que no las tenía todas consigo, y al escuchar en los pasillos algo más que el crepitar de las llamas, recuperó la esperanza.
— ¡Oliver! — quizá no era momento para sonreír, pero no pudo evitarlo. — Gracias — musitó, poniéndose el paño sobre el rostro, aliviada al haber dejado de respirar las cenizas de un hogar en llamas —. De acuerdo.
Amelia se limitó a resistir el peso de la viga mientras su amigo buscaba una forma de quitársela de encima. Lo cierto es que en su situación no se le ocurría cómo ayudarlo, pero, por fortuna, a él no le ocurrió lo mismo. En menos de un minuto la había sacado del aprieto. Le tomó la mano y lo miró cuando se inclinó sobre ella.
— Ahora sí — dejando su mano sobre la ajena, que ahora le sostenía el rostro —. Ayúdame a levantarme — se sirvió de su brazo para ponerse en pie —. Sí. He oído gritos, por eso he venido aquí — la voz que había oído se había extinguido —. Ya no se oye nada… — frunció los labios. — Vamos.
La voluntaria tomó la mano de su amigo y lo guio al lugar en el que se había perdido la vocecita. Gritó y gritó, tratando de recuperar la atención de su dueño, pero no obtuvo respuesta, o, al menos, no la escuchó.
— Tenemos que encontrar a quien quiera que haya por aquí — se colocó frente a una puerta cualquiera, dado que en ese instante todas parecían iguales así como estaban devoradas por el incendio, y la abrió de una patada —. Aquí no hay nadie… — procedió a prepararse para derribar la siguiente puerta. No fue sencillo, pero en momentos como ese era prioritario sacar fuerzas de flaqueza para salvar a quien quiera que hubiese aún ahí dentro.— ¡Ollie, aquí! — anunció antes de entrar a la habitación. Un niño se había acurrucado en el otro extremo de la sala, allá donde estaba la ventana, tratando de escapar del infierno que se había desatado en los pasillos de su casa. — Vamos a sacarlo de aquí.
— ¡Oliver! — quizá no era momento para sonreír, pero no pudo evitarlo. — Gracias — musitó, poniéndose el paño sobre el rostro, aliviada al haber dejado de respirar las cenizas de un hogar en llamas —. De acuerdo.
Amelia se limitó a resistir el peso de la viga mientras su amigo buscaba una forma de quitársela de encima. Lo cierto es que en su situación no se le ocurría cómo ayudarlo, pero, por fortuna, a él no le ocurrió lo mismo. En menos de un minuto la había sacado del aprieto. Le tomó la mano y lo miró cuando se inclinó sobre ella.
— Ahora sí — dejando su mano sobre la ajena, que ahora le sostenía el rostro —. Ayúdame a levantarme — se sirvió de su brazo para ponerse en pie —. Sí. He oído gritos, por eso he venido aquí — la voz que había oído se había extinguido —. Ya no se oye nada… — frunció los labios. — Vamos.
La voluntaria tomó la mano de su amigo y lo guio al lugar en el que se había perdido la vocecita. Gritó y gritó, tratando de recuperar la atención de su dueño, pero no obtuvo respuesta, o, al menos, no la escuchó.
— Tenemos que encontrar a quien quiera que haya por aquí — se colocó frente a una puerta cualquiera, dado que en ese instante todas parecían iguales así como estaban devoradas por el incendio, y la abrió de una patada —. Aquí no hay nadie… — procedió a prepararse para derribar la siguiente puerta. No fue sencillo, pero en momentos como ese era prioritario sacar fuerzas de flaqueza para salvar a quien quiera que hubiese aún ahí dentro.— ¡Ollie, aquí! — anunció antes de entrar a la habitación. Un niño se había acurrucado en el otro extremo de la sala, allá donde estaba la ventana, tratando de escapar del infierno que se había desatado en los pasillos de su casa. — Vamos a sacarlo de aquí.
Amelia — Mission Pennyworth — con Oliver
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
Oliver intentó asegurarse como pudo de que Amelia estaba bien. Que ella podría estarselo diciendo para que no se preocupara. Pero salvo por el estado de sus ropas, ya manchadas de humo y todo lo que les rodeaba, parecía a salvo.
Y ahora ya podía centrarse en lo que tenían entre manos.
- Tendremos que buscar, entonces. -Asintió al oír que había alguien allí arriba, pero que ya no respondía. Posiblemente había perdido el conocimiento por el humo.
Empezó a abrir puertas, tratando de encontrar dónde se podía esconder alguien, para que no pasara desapercibido. En el momento en que Amelia gritó su nombre lo dejó todo para acudir a su lado. Un niño estaba junto a la ventana, debía haber intentado salir.
- Tenemos que salir los tres, no sé si seguirá siendo seguro ir hacia las escaleras. -Teniendo en cuenta que se le había caído una viga encima, prefería que no se arriesgasen.- Espera un segundo.
Oliver consiguió abrir la ventana, que estaba encajada y costó, entonces se asomó para ver el tejado al que tenía acceso y si sería posible descender por ahí. Salió para buscar por donde hacerlo y encontró un buen camino. Parecía seguro, si ambos evitaban los resbalones. Regresó a la ventana.- Podemos bajar por la siguiente cornisa, no es un salto demasiado grande. -O así se lo había parecido, dadas las circunstancias.- Arranca esa cortina, la usaremos para bajarle a él de forma segura. Yo lo llevaré en brazos hasta allí. -Expuso su bosquejo de plan, que esperaba fuera bien y tiró del cuerpo indefenso del niño para poder cargarlo.- Ten cuidado y no te resbales. -Recordó a Amelia, no porque ella lo necesitase, sino porque él tenía que asegurarse.
Y ahora ya podía centrarse en lo que tenían entre manos.
- Tendremos que buscar, entonces. -Asintió al oír que había alguien allí arriba, pero que ya no respondía. Posiblemente había perdido el conocimiento por el humo.
Empezó a abrir puertas, tratando de encontrar dónde se podía esconder alguien, para que no pasara desapercibido. En el momento en que Amelia gritó su nombre lo dejó todo para acudir a su lado. Un niño estaba junto a la ventana, debía haber intentado salir.
- Tenemos que salir los tres, no sé si seguirá siendo seguro ir hacia las escaleras. -Teniendo en cuenta que se le había caído una viga encima, prefería que no se arriesgasen.- Espera un segundo.
Oliver consiguió abrir la ventana, que estaba encajada y costó, entonces se asomó para ver el tejado al que tenía acceso y si sería posible descender por ahí. Salió para buscar por donde hacerlo y encontró un buen camino. Parecía seguro, si ambos evitaban los resbalones. Regresó a la ventana.- Podemos bajar por la siguiente cornisa, no es un salto demasiado grande. -O así se lo había parecido, dadas las circunstancias.- Arranca esa cortina, la usaremos para bajarle a él de forma segura. Yo lo llevaré en brazos hasta allí. -Expuso su bosquejo de plan, que esperaba fuera bien y tiró del cuerpo indefenso del niño para poder cargarlo.- Ten cuidado y no te resbales. -Recordó a Amelia, no porque ella lo necesitase, sino porque él tenía que asegurarse.
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Capítulo 1
Los voluntarios entraron a la habitación en la que se escondía el menor de los Pennyworth. Amelia tomó la mano de Oliver cuando lo sintió a su lado. Inspeccionó el entorno de un vistazo. La alegró saber que las llamas no habían alcanzado aquel lugar. El humo, sin embargo, sí.
La joven se acercó al niño y lo estrechó entre sus brazos. Lo cierto es que venía preocupada por no haber dejado de oírlo mientras buscaban su habitación por los pasillos. Se separó de él para asegurarse de que no tenía golpes, magulladuras o lesiones que dificultasen la evacuación de la mansión.
— ¿Te encuentras bien? — le preguntó, comprobando que el aire contaminado que estaban respirando no le hubiese afectado. — ¿Cómo te llamas?
— Bruce.
— Pues encantada de conocerte, Bruce — replicó con una sonrisa —. No te preocupes, vamos a sacarte de aquí.
Lo tomó de la mano y acudió al lado de Oliver. Conforme él expuso su plan, ella se asomó a la ventana para comprobar su viabilidad. El salto del que hablaba su compañero no parecía que fuese a convertirse en un problema para dos voluntarios experimentados como ellos.
— Está bien, lo haremos — asintió, soltando durante un momento la mano del niño para agarrar la cortina que más tarde usarían como cuerda para escapar. Se la echó al hombro y agachó para mirar al joven Pennyworth a los ojos —. Puede que te asuste lo que vamos a hacer, pero tienes que confiar en nosotros. No dejaremos que te ocurra nada. ¿Podrás hacerlo? — Bruce los miró y, aunque le llevó un instante pensar en ello, asintió. — Vamos a ello. Os veo abajo — le guiñó un ojo a Ollie antes de salir por la ventana.
Siguió el plan trazado por su compañero y, tal y como había esperado, no le resultó demasiado difícil alcanzar la siguiente altura para esperar a su amigo. Lo ayudó a bajar al niño y los tres lograron descender a tierra firme sin más complicación. Llegaron a lo que parecía un jardín ubicado en la parte de atrás de la parcela. Al otro lado se oían las sirenas de un camión de bomberos que había acudido a la escena.
Los voluntarios acompañaron a Bruce junto a sus padres. Los vieron a lo lejos, absortos en la búsqueda de su hijo entre los restos de su mansión. El niño corrió hacia ellos y los tres se hicieron uno. Ninguno de ellos supo contener las lágrimas. Amelia contempló la escena con el corazón encogido.
— Bueno — musitó, parpadeando para tratar de espantar las lágrimas que amenazaban con nublarle la vista —. Parece que no tenemos nada más que hacer aquí.
La joven se acercó al niño y lo estrechó entre sus brazos. Lo cierto es que venía preocupada por no haber dejado de oírlo mientras buscaban su habitación por los pasillos. Se separó de él para asegurarse de que no tenía golpes, magulladuras o lesiones que dificultasen la evacuación de la mansión.
— ¿Te encuentras bien? — le preguntó, comprobando que el aire contaminado que estaban respirando no le hubiese afectado. — ¿Cómo te llamas?
— Bruce.
— Pues encantada de conocerte, Bruce — replicó con una sonrisa —. No te preocupes, vamos a sacarte de aquí.
Lo tomó de la mano y acudió al lado de Oliver. Conforme él expuso su plan, ella se asomó a la ventana para comprobar su viabilidad. El salto del que hablaba su compañero no parecía que fuese a convertirse en un problema para dos voluntarios experimentados como ellos.
— Está bien, lo haremos — asintió, soltando durante un momento la mano del niño para agarrar la cortina que más tarde usarían como cuerda para escapar. Se la echó al hombro y agachó para mirar al joven Pennyworth a los ojos —. Puede que te asuste lo que vamos a hacer, pero tienes que confiar en nosotros. No dejaremos que te ocurra nada. ¿Podrás hacerlo? — Bruce los miró y, aunque le llevó un instante pensar en ello, asintió. — Vamos a ello. Os veo abajo — le guiñó un ojo a Ollie antes de salir por la ventana.
Siguió el plan trazado por su compañero y, tal y como había esperado, no le resultó demasiado difícil alcanzar la siguiente altura para esperar a su amigo. Lo ayudó a bajar al niño y los tres lograron descender a tierra firme sin más complicación. Llegaron a lo que parecía un jardín ubicado en la parte de atrás de la parcela. Al otro lado se oían las sirenas de un camión de bomberos que había acudido a la escena.
Los voluntarios acompañaron a Bruce junto a sus padres. Los vieron a lo lejos, absortos en la búsqueda de su hijo entre los restos de su mansión. El niño corrió hacia ellos y los tres se hicieron uno. Ninguno de ellos supo contener las lágrimas. Amelia contempló la escena con el corazón encogido.
— Bueno — musitó, parpadeando para tratar de espantar las lágrimas que amenazaban con nublarle la vista —. Parece que no tenemos nada más que hacer aquí.
Amelia — Mission Pennyworth — con Oliver
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
El plan había sido trazado de forma apresurada, claro. Pero siendo ellos bastante experimentados y duchos a la hora de realizar ese tipo de tareas no cabía esperar ningún fallo o accidente.
Y así sucedió.
Tras un par de maniobras y cero resbalones, consiguieron llegar al suelo de los jardines, dejando al niño a salvo allí. El pequeño Bruce no tardó en ir corriendo a buscar a sus padres y él no pudo evitar preguntarse si era algo común en la mayoría de los críos. No recordaba haber sido así, a decir verdad.
La escena era conmovedora y cuando Amelia dijo aquello él no se privó de pasar un brazo por sus hombros para estrecharla un poco contra él.- Sí, creo que pueden ocuparse de lo demás. -Comentó.- Supongo que deberíamos esperar un taxi. -O llamarlo, pero estaba seguro de que alguno de sus compañeros andaba cerca ya.
A un lado de la calzada, esperando ambos, pudo ver cómo la luz de la luna caía sobre el bello rostro de Amelia y se rio por lo bajo antes de sacar su pañuelo. Había descubierto manchas de hollín en su rostro que esperaba que le permitiera limpiar.- ¿Te apetece tomar un té y unas galletas cuando regresemos? -Ofreció, frotando levemente su mejilla aunque dispuesto a cederle el pañuelo si ella prefería hacerlo sola.
Y así sucedió.
Tras un par de maniobras y cero resbalones, consiguieron llegar al suelo de los jardines, dejando al niño a salvo allí. El pequeño Bruce no tardó en ir corriendo a buscar a sus padres y él no pudo evitar preguntarse si era algo común en la mayoría de los críos. No recordaba haber sido así, a decir verdad.
La escena era conmovedora y cuando Amelia dijo aquello él no se privó de pasar un brazo por sus hombros para estrecharla un poco contra él.- Sí, creo que pueden ocuparse de lo demás. -Comentó.- Supongo que deberíamos esperar un taxi. -O llamarlo, pero estaba seguro de que alguno de sus compañeros andaba cerca ya.
A un lado de la calzada, esperando ambos, pudo ver cómo la luz de la luna caía sobre el bello rostro de Amelia y se rio por lo bajo antes de sacar su pañuelo. Había descubierto manchas de hollín en su rostro que esperaba que le permitiera limpiar.- ¿Te apetece tomar un té y unas galletas cuando regresemos? -Ofreció, frotando levemente su mejilla aunque dispuesto a cederle el pañuelo si ella prefería hacerlo sola.
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
Amelia amaba formar parte de la brigada de voluntarios. Desde que tenía uso de razón había estado enamorada de lo que hacían y más que dispuesta a entregar su vida a la causa que la había convertido en la mujer que era. No le molestaba la idea de poner en riesgo su integridad física cuando había un buen motivo para hacerlo, y, aunque se había enfrentado a todo tipo de peligros y situaciones comprometidas, casi siempre acompañada de Oliver, en momentos como aquel se sentía hecha de papel.
No se sentía capaz de explicar el porqué, solo sabía que cuando era testigo de situaciones como esa, en las que el aire se vuelve sólido y uno tiene que contener la respiración, temeroso de romperlo, a ella le afectaban de una manera distinta. En cierto sentido, podía sentir el miedo de aquellos padres al verse a punto de perder a su hijo, la tensión de una espera que por seguro les habría resultado eterna y el alivio que habrían sentido al ver a los voluntarios devolverles a su niño sin más que algún rasguño que en unos días ya habría desaparecido.
Ella no era propietaria de ninguna de aquellas emociones y, sin embargo, las sentía como suyas. Cuando notó el brazo de Ollie sobre los hombros, frunció los labios, tratando de impedir que de ellos se escapara un sollozo, y se abrazó a su amigo por la cintura, enterrando el rostro en su pecho, aún observando la escena. La tensión cristalizó en su garganta y le arrebató la voz. Asintió al oír a Oliver y rompió los caminos que habían surcado las lágrimas por sus mejillas con el dorso de la mano.
— Sí — pudo responder ya algo más capaz de dominar sus sentimientos —. Claro que me apetece — añadió, atreviéndose a sonreír —. Gracias — se lo dijo cuando lo vio con un pañuelo en la mano, pero no se lo decía por eso. Apoyó el rostro sobre la mano ajena, cerró por un instante los ojos y sostuvo la mirada de su amigo por un momento cuando volvió a abrirlos —. Solo espero que no hayan vuelto a encontrar nuestro escondite para las galletas de mantequilla — comentó, divertida, intentando recuperar el buen humor que la caracterizaba.
No se sentía capaz de explicar el porqué, solo sabía que cuando era testigo de situaciones como esa, en las que el aire se vuelve sólido y uno tiene que contener la respiración, temeroso de romperlo, a ella le afectaban de una manera distinta. En cierto sentido, podía sentir el miedo de aquellos padres al verse a punto de perder a su hijo, la tensión de una espera que por seguro les habría resultado eterna y el alivio que habrían sentido al ver a los voluntarios devolverles a su niño sin más que algún rasguño que en unos días ya habría desaparecido.
Ella no era propietaria de ninguna de aquellas emociones y, sin embargo, las sentía como suyas. Cuando notó el brazo de Ollie sobre los hombros, frunció los labios, tratando de impedir que de ellos se escapara un sollozo, y se abrazó a su amigo por la cintura, enterrando el rostro en su pecho, aún observando la escena. La tensión cristalizó en su garganta y le arrebató la voz. Asintió al oír a Oliver y rompió los caminos que habían surcado las lágrimas por sus mejillas con el dorso de la mano.
— Sí — pudo responder ya algo más capaz de dominar sus sentimientos —. Claro que me apetece — añadió, atreviéndose a sonreír —. Gracias — se lo dijo cuando lo vio con un pañuelo en la mano, pero no se lo decía por eso. Apoyó el rostro sobre la mano ajena, cerró por un instante los ojos y sostuvo la mirada de su amigo por un momento cuando volvió a abrirlos —. Solo espero que no hayan vuelto a encontrar nuestro escondite para las galletas de mantequilla — comentó, divertida, intentando recuperar el buen humor que la caracterizaba.
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— Extinguish fire —
Capítulo 1
La emotiva escena que se desarrollaba ante sus ojos no le era desconocida. Pero de algún modo no conseguía conseguir que se conmoviera al presenciar la reunión de los padres con su hijo. Al menos no del mismo modo en que lo lograba con Amelia, que se veía presa de sus emociones.
Oliver no solía permitirse mostrarlas, solo con Amelia, pues ella era de las pocas personas que conseguían importarle hasta el extremo de saber que haría cualquier cosa por salvarlas.
La sostuvo contra su pecho, apoyando el mentón en su cabeza mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Sonrió al escucharla aceptar su propuesta y contempló su rostro cuando se apoyó en su mano. No se contuvo y dejó un beso en su frente. Era un gesto casi fraternal, de lo más cariñoso que se permitía con ella, dado que aún no había reunido el valor para expresar sus sentimientos.
Se rió al escuchar que esperaba que no hubieran descubierto su escondite para las galletas.- Cierto, esos canallas tienen mejor olfato que un elefante africano. -Que como todo el mundo sabía era el animal con ese sentido más desarrollado.- Quizá debamos repartir nuestros suministros en diferentes escondites. -Propuso. De tal modo sería más difícil encontrarse sin galletas.
No siguieron hablando, pues unos faros conocidos iluminaron desde la calzada. Tomó a su compañera por la mano para poder guiarla hasta el taxi, cuya puerta abrió para ella caballerosamente. Desapareciendo todos juntos hacia la oscuridad de las afueras.
Oliver no solía permitirse mostrarlas, solo con Amelia, pues ella era de las pocas personas que conseguían importarle hasta el extremo de saber que haría cualquier cosa por salvarlas.
La sostuvo contra su pecho, apoyando el mentón en su cabeza mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Sonrió al escucharla aceptar su propuesta y contempló su rostro cuando se apoyó en su mano. No se contuvo y dejó un beso en su frente. Era un gesto casi fraternal, de lo más cariñoso que se permitía con ella, dado que aún no había reunido el valor para expresar sus sentimientos.
Se rió al escuchar que esperaba que no hubieran descubierto su escondite para las galletas.- Cierto, esos canallas tienen mejor olfato que un elefante africano. -Que como todo el mundo sabía era el animal con ese sentido más desarrollado.- Quizá debamos repartir nuestros suministros en diferentes escondites. -Propuso. De tal modo sería más difícil encontrarse sin galletas.
No siguieron hablando, pues unos faros conocidos iluminaron desde la calzada. Tomó a su compañera por la mano para poder guiarla hasta el taxi, cuya puerta abrió para ella caballerosamente. Desapareciendo todos juntos hacia la oscuridad de las afueras.
Oliver — Mission Pennyworth — con Amelia
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— JUST A SPARK —
Capítulo 2
Las letras impresas sobre el papel parecían entrelazarse entre ellas, formando así palabras por completo distintas a las que su autor había escrito, haciendo imposible comprender a qué se referían si no era leyéndolas una y otra vez hasta atinar a que se estuvieran quietas. El problema, por supuesto, no era de las páginas de la novela que Amelia estaba leyendo.
La voluntaria llevaba ya un par de días algo distraída, absorta en una maraña de pensamientos que ni ella misma había sido todavía capaz de desenredar, y dado que puso todo su empeño en aquella tarea, cualquier otra le resultaba impensable, por muy interesante que fuese el relato que tenía entre manos. Cambió una docena de veces su postura en la butaca, creyendo que quizá así podría centrarse en el libro, pero pronto lo dio por perdido y se puso en pie para marchar hacia la biblioteca, donde seguro que podría encontrar obras más interesantes, aunque no fuese ese exactamente su objetivo.
Cuando alcanzó la sala, de techos extraordinariamente altos y hermosas vidrieras que filtraban la luz del día a través de las estanterías, oteó los puestos de lectura en busca de su amigo. Al encontrarlo le dio el corazón el vuelco de alegría que se reservaba única y exclusivamente para él, y habría corrido hacia él de no haber sido por la estricta política bibliotecario al respecto de los comportamientos deseables e indeseables en aquel modesto templo del saber. Se acercó a él con premura y se sentó para encararlo.
— Ya sé lo que me pasó el otro día — le anunció en un susurro, inclinándose hacia el frente para que la oyera mejor —. Con los Pennyworth, en el incendio — recordó —. Y hola, por cierto — terminó diciendo al tiempo que ladeaba una sonrisa —. ¿Qué andabas haciendo?
La voluntaria llevaba ya un par de días algo distraída, absorta en una maraña de pensamientos que ni ella misma había sido todavía capaz de desenredar, y dado que puso todo su empeño en aquella tarea, cualquier otra le resultaba impensable, por muy interesante que fuese el relato que tenía entre manos. Cambió una docena de veces su postura en la butaca, creyendo que quizá así podría centrarse en el libro, pero pronto lo dio por perdido y se puso en pie para marchar hacia la biblioteca, donde seguro que podría encontrar obras más interesantes, aunque no fuese ese exactamente su objetivo.
Cuando alcanzó la sala, de techos extraordinariamente altos y hermosas vidrieras que filtraban la luz del día a través de las estanterías, oteó los puestos de lectura en busca de su amigo. Al encontrarlo le dio el corazón el vuelco de alegría que se reservaba única y exclusivamente para él, y habría corrido hacia él de no haber sido por la estricta política bibliotecario al respecto de los comportamientos deseables e indeseables en aquel modesto templo del saber. Se acercó a él con premura y se sentó para encararlo.
— Ya sé lo que me pasó el otro día — le anunció en un susurro, inclinándose hacia el frente para que la oyera mejor —. Con los Pennyworth, en el incendio — recordó —. Y hola, por cierto — terminó diciendo al tiempo que ladeaba una sonrisa —. ¿Qué andabas haciendo?
Amelia — En la biblioteca — con Oliver
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— JUST A SPARK —
Capítulo 2
Se llevó las manos a la nuca, notando cómo crecía la tensión en el cuello a medida que pasaban las horas. Su investigación estaba estancada, pero sabía que si lo comentaba con alguno de sus colegas lo primero que harían sería hacer referencia a que algo había en su cabeza que lo alejaba de los Cárpatos.
Lo peor es que no estarían tan equivocados.
Se levantó a por uno de los cuadernos que habían empezado todo aquello, porque se le había olvidado cogerlo antes. También estaba volviéndose olvidadizo y descuidado, al parecer. Terrible.
No hacía mucho que había vuelto a su asiento y seguía tratando de hacer anotaciones sin demasiado sentido cuando notó de un momento a otro una presencia sentada frente a él. Al levantar la mirada, lo primero que hizo fue sonreír, como respuesta instintiva a la presencia de Amelia.
Si bien, no tardó en fruncir el ceño al escucharla, dado que de buenas a primeras, no comprendió lo que quería decirle y necesitó la aclaración, asintiendo para hacerla ver que lo comprendía.
- Hola, Amelia. -Respondió al saludo, con un tono divertido en el susurro.- Sigo con mi investigación sobre Vlad Teppes, aunque estoy un poco estancado estos días. Me temo que si sigue así, tendré que retrasar mi visita a los Cárpatos. -Se lamentó, porque le apetecía ese viaje de exploración, y quería invitarla a acompañarle, pero no si todo estaba inacabado, por supuesto.
Dejó a un lado la pluma y sus cuadernos de notas.- Pero has llegado hablando de lo que sucedió en el incendio, ¿quieres contármelo? -Intuía que si había empezado por ese tema, era porque deseaba compartirlo, por eso la invitaba a hacerlo, movido por una curiosidad desorbitada.
Lo peor es que no estarían tan equivocados.
Se levantó a por uno de los cuadernos que habían empezado todo aquello, porque se le había olvidado cogerlo antes. También estaba volviéndose olvidadizo y descuidado, al parecer. Terrible.
No hacía mucho que había vuelto a su asiento y seguía tratando de hacer anotaciones sin demasiado sentido cuando notó de un momento a otro una presencia sentada frente a él. Al levantar la mirada, lo primero que hizo fue sonreír, como respuesta instintiva a la presencia de Amelia.
Si bien, no tardó en fruncir el ceño al escucharla, dado que de buenas a primeras, no comprendió lo que quería decirle y necesitó la aclaración, asintiendo para hacerla ver que lo comprendía.
- Hola, Amelia. -Respondió al saludo, con un tono divertido en el susurro.- Sigo con mi investigación sobre Vlad Teppes, aunque estoy un poco estancado estos días. Me temo que si sigue así, tendré que retrasar mi visita a los Cárpatos. -Se lamentó, porque le apetecía ese viaje de exploración, y quería invitarla a acompañarle, pero no si todo estaba inacabado, por supuesto.
Dejó a un lado la pluma y sus cuadernos de notas.- Pero has llegado hablando de lo que sucedió en el incendio, ¿quieres contármelo? -Intuía que si había empezado por ese tema, era porque deseaba compartirlo, por eso la invitaba a hacerlo, movido por una curiosidad desorbitada.
Oliver — En la biblioteca — con Amelia
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— JUST A SPARK —
Capítulo 2
De los voluntarios se esperaba cierta seriedad, un saber estar que se iba reposand en sus personalidades conforme pasaban los años y que les confería una madurez que los distinguía de otros eruditos que no perteneciesen a la organización. Sin embargo, a Amelia le resultaba de lo más divertido el hecho de estar hablando en susurros bajo la amenaza de un menudo bibliotecario, y reproducir los ademanes, gestos y locuciones de una conversación normal en un lugar donde estaba expresamente prohibido alzar la voz hacía que tuviese siempre una risa contenida en la comisura de los labios. El hecho de estar charlando con Oliver solo hacía más probable que se le escapara más fácilmente la felicidad.
Paseó la mirada por las hojas del cuaderno y las notas que su amigo tenía distribuidas por la mesa, y suspiró, sintiendo envidia de lo prolijo de su caligrafía, cuyos trazos eran tan nítidos que facilitaban cualquier lectura, por tediosa que fuera.
— Ya veo — replicó, girando un poco la cabeza para poder hacerse mejor a la idea del estado de su investigación, aunque sin demasiado éxito, teniendo la cabeza como la tenía todavía en el incendio —. No te preocupes, los Cárpatos no se van a mover del sitio — arqueó ambas cejas —. Al menos eso espero — tendría que investigar sobre súbitos movimientos de tierra en los últimos cien años, por si a los mares les daba por devorar las montañas como hicieron un día con la Atlántida —. Y puedo ayudarte si lo necesitas, ya lo sabes.
No le ofreció antes su ayuda porque daba por sentado que Oliver ya sabría que la tenía, al igual que durante los últimos años, que, desde luego, habrían resultado mucho más infructuosos de no haberlo tenido al lado. Amelia dio un respingo cuando su amigo regresó al tema que la había llevado allí en un primer lugar.
— ¡Ah! — se encogió sobre sí misma al oírse hablar en un tono normal. Miró a su alrededor, contuvo el aliento y suspiró de alivio al no escuchar al bibliotecario sacar la regla de madera de su sitio. — Eso, sí. Somos voluntarios de la brigada antiincendios. Se supone que tendríamos que estar acostumbrados a este tipo de situaciones, pero hubo algo en el incendio del otro día que… — hizo una breve pausa, mordiéndose ligeramente el labio, pensativa. — No lo sé, Ollie, pero he estado dándole vueltas y creo que sé por qué esa noche fue distinta a las demás — se inclinó más aún sobre la mesa —. Creo… que sentí nostalgia — se sintió rara pronunciando aquella palabra, cuyo significado conocía, pero no había comprendido hasta ese mismo día. Los voluntarios no tenían una vida más allá de la organización, y allí lo tenían todo —. Por mi familia — agregó —. La familia que tenía antes de ser reclutada para VFD. No sé nada de ellos, ni siquiera sus nombres y… no sé, a veces no puedo evitar pensar en ello. ¿A ti no te sucede? — alzó la vista para cruzarse con su mirada.
Paseó la mirada por las hojas del cuaderno y las notas que su amigo tenía distribuidas por la mesa, y suspiró, sintiendo envidia de lo prolijo de su caligrafía, cuyos trazos eran tan nítidos que facilitaban cualquier lectura, por tediosa que fuera.
— Ya veo — replicó, girando un poco la cabeza para poder hacerse mejor a la idea del estado de su investigación, aunque sin demasiado éxito, teniendo la cabeza como la tenía todavía en el incendio —. No te preocupes, los Cárpatos no se van a mover del sitio — arqueó ambas cejas —. Al menos eso espero — tendría que investigar sobre súbitos movimientos de tierra en los últimos cien años, por si a los mares les daba por devorar las montañas como hicieron un día con la Atlántida —. Y puedo ayudarte si lo necesitas, ya lo sabes.
No le ofreció antes su ayuda porque daba por sentado que Oliver ya sabría que la tenía, al igual que durante los últimos años, que, desde luego, habrían resultado mucho más infructuosos de no haberlo tenido al lado. Amelia dio un respingo cuando su amigo regresó al tema que la había llevado allí en un primer lugar.
— ¡Ah! — se encogió sobre sí misma al oírse hablar en un tono normal. Miró a su alrededor, contuvo el aliento y suspiró de alivio al no escuchar al bibliotecario sacar la regla de madera de su sitio. — Eso, sí. Somos voluntarios de la brigada antiincendios. Se supone que tendríamos que estar acostumbrados a este tipo de situaciones, pero hubo algo en el incendio del otro día que… — hizo una breve pausa, mordiéndose ligeramente el labio, pensativa. — No lo sé, Ollie, pero he estado dándole vueltas y creo que sé por qué esa noche fue distinta a las demás — se inclinó más aún sobre la mesa —. Creo… que sentí nostalgia — se sintió rara pronunciando aquella palabra, cuyo significado conocía, pero no había comprendido hasta ese mismo día. Los voluntarios no tenían una vida más allá de la organización, y allí lo tenían todo —. Por mi familia — agregó —. La familia que tenía antes de ser reclutada para VFD. No sé nada de ellos, ni siquiera sus nombres y… no sé, a veces no puedo evitar pensar en ello. ¿A ti no te sucede? — alzó la vista para cruzarse con su mirada.
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— JUST A SPARK —
Capítulo 2
Pudo ver los ojos de Amelia deslizarse por sus apuntes como si patinasen sobre el hielo, podía ver cierta elegancia en todos sus movimientos. Una elegancia natural, puesto que ella no parecía considerarse tal y era un tipo de persona menos propensa a la seriedad que la mayoría de ellos.
Como por ejemplo, al hablar de los Cárpatos y que no se moverían.- Con un desplazamiento de las placas tectónicas de 2'5 centímetros al año aproximadamente... Desde que empecé mi investigación ya se habrán movido unos 10'35. -Bromeó, haciendo esos cálculos a ojo, pero no temiendo equivocarse más que por unas décimas. Era ese tipo de conocimientos que él solía acumular y no siempre salían a relucir en una conversación.
Sonrió a Amelia cuando se ofreció a ayudarle.- Quizá cuando traslade la investigación al trabajo de campo. -Propuso indirectamente el viaje al que ya pensaba invitarla. Quería su ayuda, pero sus investigaciones en la biblioteca eran demasiado caóticas y aunque no dudaba de que Amelia sería capaz de entender su sistema solo por la voluntad de ayudarle, prefería hacerlo solo... Se concentraría mejor, seguramente.
De cualquier modo y aunque las placas se movieran constantemente, Amelia había acudido a él por otro asunto muy lejano a los Cárpatos y Vlad Teppes.
Ahogó una risa al verla encogerse y mirar discretamente al bibliotecario. Pero le prestó toda su atención después.
Él no había notado nada extraño en aquel incendio, más allá de cómo reaccionó ella al final. Y era cierto de que fue una situación curiosa, si bien él no se quejaría, dado que mostrar sus emociones era una prueba de la confianza que había entre ambos.
La palabra nostalgia hizo que la mirase con detenimiento, no era una sensación propia de ellos y nadie parecía experimentar esa tristeza melancólica originada por el recuerdo de una pérdida o el anhelo de un momento o acontecimiento pasado, tal como la definían el diccionario. Él mismo era ajeno a esa sensación, no recordaba haberla experimentado una sola vez.
Amelia, sin embargo, parecía que sí, que se preguntaba por sus padres, su familia anterior. Oliver no tenía que pensar demasiado para saber su respuesta, pero no quería afligir a su compañera.- Lo cierto es que no pienso mucho en ellos. -Reconoció, con un poco más de tacto que una negativa al uso.- Sé que están bien y que nuestro trabajo sirve para que estén a salvo de peligros que no deben preocuparles. -Cierto era que no recordaba sus nombres, ni sus rostros siquiera, pero en cierto modo, para él era suficiente con saberles a salvo.- Siempre he pensado que el VFD es nuestra familia ahora. -Afirmó, dibujando una leve sonrisa que esperaba contagiarle.- Pero si quieres que intentemos averiguar algo sobre tu familia, me gustaría ayudarte. -Se ofreció, porque no quería dejarla sola con algo que pudiera causarle tristeza, aún en forma de nostalgia.
Como por ejemplo, al hablar de los Cárpatos y que no se moverían.- Con un desplazamiento de las placas tectónicas de 2'5 centímetros al año aproximadamente... Desde que empecé mi investigación ya se habrán movido unos 10'35. -Bromeó, haciendo esos cálculos a ojo, pero no temiendo equivocarse más que por unas décimas. Era ese tipo de conocimientos que él solía acumular y no siempre salían a relucir en una conversación.
Sonrió a Amelia cuando se ofreció a ayudarle.- Quizá cuando traslade la investigación al trabajo de campo. -Propuso indirectamente el viaje al que ya pensaba invitarla. Quería su ayuda, pero sus investigaciones en la biblioteca eran demasiado caóticas y aunque no dudaba de que Amelia sería capaz de entender su sistema solo por la voluntad de ayudarle, prefería hacerlo solo... Se concentraría mejor, seguramente.
De cualquier modo y aunque las placas se movieran constantemente, Amelia había acudido a él por otro asunto muy lejano a los Cárpatos y Vlad Teppes.
Ahogó una risa al verla encogerse y mirar discretamente al bibliotecario. Pero le prestó toda su atención después.
Él no había notado nada extraño en aquel incendio, más allá de cómo reaccionó ella al final. Y era cierto de que fue una situación curiosa, si bien él no se quejaría, dado que mostrar sus emociones era una prueba de la confianza que había entre ambos.
La palabra nostalgia hizo que la mirase con detenimiento, no era una sensación propia de ellos y nadie parecía experimentar esa tristeza melancólica originada por el recuerdo de una pérdida o el anhelo de un momento o acontecimiento pasado, tal como la definían el diccionario. Él mismo era ajeno a esa sensación, no recordaba haberla experimentado una sola vez.
Amelia, sin embargo, parecía que sí, que se preguntaba por sus padres, su familia anterior. Oliver no tenía que pensar demasiado para saber su respuesta, pero no quería afligir a su compañera.- Lo cierto es que no pienso mucho en ellos. -Reconoció, con un poco más de tacto que una negativa al uso.- Sé que están bien y que nuestro trabajo sirve para que estén a salvo de peligros que no deben preocuparles. -Cierto era que no recordaba sus nombres, ni sus rostros siquiera, pero en cierto modo, para él era suficiente con saberles a salvo.- Siempre he pensado que el VFD es nuestra familia ahora. -Afirmó, dibujando una leve sonrisa que esperaba contagiarle.- Pero si quieres que intentemos averiguar algo sobre tu familia, me gustaría ayudarte. -Se ofreció, porque no quería dejarla sola con algo que pudiera causarle tristeza, aún en forma de nostalgia.
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Capítulo 2
Algo sí era capaz de descifrar de los bosquejos que Ollie tenía repartidos por la mesa. Amelia podía presumir de ser de las pocas personas con la habilidad suficiente para interpretar escritos y traducirlos a la lengua común para averiguar qué significaban los garabatos y las notas que para quien no conociera al voluntario serían una suerte de jeroglífico.
— Oh, venga ya — rodó los ojos, pero su gesto no era de molestia, sino de diversión —. ¿Solo “quizá”? — arqueó las cejas. — Iré preparando la maleta.
Cuando la conversación regresó al cauce por el que Amelia había pretendido que fluyera en un primer lugar, la voluntaria contuvo el aliento, escudriñando las facciones de su amigo en busca de algún gesto que le indicase que, como ella, él había tenido los mismos pensamientos al respecto ya no solo del incendio, sino de su pasado, en general. Sin embargo, no fue así, y Amelia no pudo evitar que el suspiro que se le escapó de los labios revelase parte de su decepción a su interlocutor. Comenzó entonces a dar vueltas al anillo que siempre portaba en la mano derecha con su siniestra, buscando algo en lo que entretener los nervios y las dudas, pero no le sirvió de mucho. Cuando empezaba a rodar su sortija era ya tarde para contener sus pensamientos.
— ¿No? — inquirió. — ¿Ni un poco? — volvió a insistir aunque ya sabía la respuesta. Oliver no era de los que guardaban segundas intenciones en sus palabras, y Amelia no hallaría lo que había venido buscando por más que se empeñara. — ¿Cómo sabes que están bien? Ni siquiera sabemos dónde están — matizó con suspicacia. A punto estuvo de dejarse llevar por el desasosiego cuando oyó a Ollie afirmar que ya tenía cerca a su familia. Amelia sonrió con tristeza y alargó el brazo sobre la mesa para tomar su mano —. Gracias. Por las dos cosas. Pero tú tienes tus propios asuntos que atender, y no sé si… — frunció el ceño, pensativa. — No tienes por qué hacerlo, ya lo sabes. Puede que sea una tontería después de todo y que termine olvidándome de esto y… oh, ¡a quién quiero engañar! — se derrumbó teatralmente sobre la mesa. — Esto me perseguirá mientras viva. Necesito saber de dónde vengo. Quizá eso me ayude a ser una mejor voluntaria… o quizás solo estoy tratando de autoconvencerme de algo que sé que puede que no nos lleve a ninguna parte — alzó la vista hacia Ollie para terminar haciéndole un pucherito —. Todavía estás a tiempo de retirarte.
— Oh, venga ya — rodó los ojos, pero su gesto no era de molestia, sino de diversión —. ¿Solo “quizá”? — arqueó las cejas. — Iré preparando la maleta.
Cuando la conversación regresó al cauce por el que Amelia había pretendido que fluyera en un primer lugar, la voluntaria contuvo el aliento, escudriñando las facciones de su amigo en busca de algún gesto que le indicase que, como ella, él había tenido los mismos pensamientos al respecto ya no solo del incendio, sino de su pasado, en general. Sin embargo, no fue así, y Amelia no pudo evitar que el suspiro que se le escapó de los labios revelase parte de su decepción a su interlocutor. Comenzó entonces a dar vueltas al anillo que siempre portaba en la mano derecha con su siniestra, buscando algo en lo que entretener los nervios y las dudas, pero no le sirvió de mucho. Cuando empezaba a rodar su sortija era ya tarde para contener sus pensamientos.
— ¿No? — inquirió. — ¿Ni un poco? — volvió a insistir aunque ya sabía la respuesta. Oliver no era de los que guardaban segundas intenciones en sus palabras, y Amelia no hallaría lo que había venido buscando por más que se empeñara. — ¿Cómo sabes que están bien? Ni siquiera sabemos dónde están — matizó con suspicacia. A punto estuvo de dejarse llevar por el desasosiego cuando oyó a Ollie afirmar que ya tenía cerca a su familia. Amelia sonrió con tristeza y alargó el brazo sobre la mesa para tomar su mano —. Gracias. Por las dos cosas. Pero tú tienes tus propios asuntos que atender, y no sé si… — frunció el ceño, pensativa. — No tienes por qué hacerlo, ya lo sabes. Puede que sea una tontería después de todo y que termine olvidándome de esto y… oh, ¡a quién quiero engañar! — se derrumbó teatralmente sobre la mesa. — Esto me perseguirá mientras viva. Necesito saber de dónde vengo. Quizá eso me ayude a ser una mejor voluntaria… o quizás solo estoy tratando de autoconvencerme de algo que sé que puede que no nos lleve a ninguna parte — alzó la vista hacia Ollie para terminar haciéndole un pucherito —. Todavía estás a tiempo de retirarte.
Amelia — En la biblioteca — con Oliver
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— JUST A SPARK —
Capítulo 2
Era evidente la imposibilidad que poseía Oliver para ocultar sus intenciones a Amelia, al menos en lo que a su propuesta de viaje se refería. Así que solo pudo dedicarle una sonrisa tímida cuando inquirió por su "quizá".
- Solo si tú quieres. -Reforzó, pero ella ya había decidido ir preparando la maleta y él no podía sentirse más alegre de ello.
En cualquier caso, una alegría pasajera, dado el asunto que preocupaba en verdad a Amelia. La nostalgia, su familia, las emociones que parecía contener y la decepción que había cruzado sus ojos al escuchar su respuesta sobre el tema. No deseaba que se sintiera así, en absoluto, pero poco podía hacer por aliviarla más que ofrecer su ayuda en la búsqueda de aquello, aún sin muchas esperanzas de que pudiera conseguir algo.
Por supuesto, esperó cuando dijo que podría ser una tontería y que lo olvidaría con el tiempo. Oliver sabía que la cabeza de su compañera era como una trampa, todo lo que entraba difícilmente salía y aquella idea la perseguiría. Por no hablar de que, por su trabajo como voluntarios, posiblemente volverían a ver más escenas como la ocurrida en el hogar de los Pennyworth y que él no deseaba tener que ocultarle.
Así que estaba decidido, habría que encontrar una solución.
Apretó su mano cuando miró de nuevo hacia él.- Me ofrezco voluntario. -Sonrió levemente.- Seré tu ayudante en esta investigación. Pero tienes que sonreír. -Le pidió, esperando que su gesto cambiara. No soportaba verla triste o seria.
- Solo si tú quieres. -Reforzó, pero ella ya había decidido ir preparando la maleta y él no podía sentirse más alegre de ello.
En cualquier caso, una alegría pasajera, dado el asunto que preocupaba en verdad a Amelia. La nostalgia, su familia, las emociones que parecía contener y la decepción que había cruzado sus ojos al escuchar su respuesta sobre el tema. No deseaba que se sintiera así, en absoluto, pero poco podía hacer por aliviarla más que ofrecer su ayuda en la búsqueda de aquello, aún sin muchas esperanzas de que pudiera conseguir algo.
Por supuesto, esperó cuando dijo que podría ser una tontería y que lo olvidaría con el tiempo. Oliver sabía que la cabeza de su compañera era como una trampa, todo lo que entraba difícilmente salía y aquella idea la perseguiría. Por no hablar de que, por su trabajo como voluntarios, posiblemente volverían a ver más escenas como la ocurrida en el hogar de los Pennyworth y que él no deseaba tener que ocultarle.
Así que estaba decidido, habría que encontrar una solución.
Apretó su mano cuando miró de nuevo hacia él.- Me ofrezco voluntario. -Sonrió levemente.- Seré tu ayudante en esta investigación. Pero tienes que sonreír. -Le pidió, esperando que su gesto cambiara. No soportaba verla triste o seria.
Oliver — En la biblioteca — con Amelia
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Capítulo 2
Amelia tenía mucho en lo que pensar. Emprender una búsqueda sin tener siquiera idea de qué era exactamente aquello que quería encontrar se presentaba como una tarea ardua, que aumentaría la ya de por sí importante carga de trabajo que soportaban los voluntarios. Por un lado, no quería cargar a Oliver con más responsabilidades de las que tenía, pero, por el otro, no se imaginaba yendo a ninguna parte si no lo tenía a su lado. Eran el mejor equipo de la organización, y no sin un buen motivo.
En fin, que la voluntaria se hallaba en plena lucha interna, tratando de disimular ante su amigo lo mucho que deseaba su compañía en la absurda empresa en la que estaba a punto de sumergirse cuando él tomó su mano y la estrechó con la suya. Todas las vocecillas que expresaban las dudas que rondaban por la mente de Amelia se callaron. La voluntaria alzó la vista, expectante, y cuando su amigo expresó su voluntad de acompañarla, la joven sintió que se le desbordaba la alegría del pecho.
— Oh, Ollie… — murmuró tratando inútilmente de contener la emoción. Soltó su mano para levantarse de su sitio. Rodeó la mesa y se sentó a su lado. — Gracias — se enredó en su brazo y apoyó la mejilla en su brazo —. Te prometo que no te arrepentirás — alzó la vista y recorrió con la mirada las líneas de su perfil —. Palabra de voluntaria.
Levantó la mano brevemente a modo de juramento. Después, se estiró para alcanzar el rostro de Oliver. Era bastante más alto que ella, por lo que tuvo que elevarse sobre el asiento para dejarle un beso en la mejilla y volver a su sitio con una sonrisa.
— Creo que deberíamos empezar por el archivo de la organización. Tienen un registro con todos nuestros datos, ¿no es cierto? En mi expediente debería haber alguna mención a mis padres o al lugar donde nací… Tendremos que hablar con la archivera. No debería ponernos problemas. Intentaré buscar algo de información por otro lado, por si acaso. Supongo que Percival, nuestro tutor, también sabrá algo.
Y así, poco a poco, Amelia empezó a trazar el plan.
En fin, que la voluntaria se hallaba en plena lucha interna, tratando de disimular ante su amigo lo mucho que deseaba su compañía en la absurda empresa en la que estaba a punto de sumergirse cuando él tomó su mano y la estrechó con la suya. Todas las vocecillas que expresaban las dudas que rondaban por la mente de Amelia se callaron. La voluntaria alzó la vista, expectante, y cuando su amigo expresó su voluntad de acompañarla, la joven sintió que se le desbordaba la alegría del pecho.
— Oh, Ollie… — murmuró tratando inútilmente de contener la emoción. Soltó su mano para levantarse de su sitio. Rodeó la mesa y se sentó a su lado. — Gracias — se enredó en su brazo y apoyó la mejilla en su brazo —. Te prometo que no te arrepentirás — alzó la vista y recorrió con la mirada las líneas de su perfil —. Palabra de voluntaria.
Levantó la mano brevemente a modo de juramento. Después, se estiró para alcanzar el rostro de Oliver. Era bastante más alto que ella, por lo que tuvo que elevarse sobre el asiento para dejarle un beso en la mejilla y volver a su sitio con una sonrisa.
— Creo que deberíamos empezar por el archivo de la organización. Tienen un registro con todos nuestros datos, ¿no es cierto? En mi expediente debería haber alguna mención a mis padres o al lugar donde nací… Tendremos que hablar con la archivera. No debería ponernos problemas. Intentaré buscar algo de información por otro lado, por si acaso. Supongo que Percival, nuestro tutor, también sabrá algo.
Y así, poco a poco, Amelia empezó a trazar el plan.
Amelia — En la biblioteca — con Oliver
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Capítulo 2
Oliver había esperado, ansiado, que sus palabras consiguieran arrancar de los labios de Amelia una de las bellas sonrisas que a veces le regalaba. Pero obtuvo mucho más que eso, pudo ver la alegría bailar en sus ojos con emoción y la siguió con la mirada mientras rodeaba la mesa.
Pronto su calidez se hizo presente a su lado y él solo pudo sonreír a sus agradecimientos y todo lo que decía.
Una sonrisa que se quedó no congelada, sino transformada, en una más simplona al recibir aquel suave y dulce beso en su mejilla. No podría encontrar las palabras para describir la forma en que su corazón pareció danzar en su pecho al recibirlo. Como tampoco supo cómo fue capaz de no alzar la mano para acariciar aquel trozo de piel que sus labios habían rozado.
La sintió alejarse para volver al otro lado de la mesa y empezar a trazar un plan, sin dudas y previendo los obstáculos, como solía pasar cuando Amelia se centraba en una misión. Era como si no pudiera detenerse una vez comenzaba y él disfrutaba cada vez de participar en ese proceso, de ver su mente brillar de ese modo.
- Por supuesto, es un buen lugar por el que empezar. -Asintió, porque no había ningún punto en el que pudiera estar en desacuerdo.- Si quieres que me adelante con alguno de ellos, no tienes más que pedirlo. -Se llevaba bien con la encargada del archivo. Y, aunque Percival era bastante más hermético, también podría intentarlo con el tutor.
Haría lo que fuera para que Amelia pudiera estar más tranquila y feliz.
Pronto su calidez se hizo presente a su lado y él solo pudo sonreír a sus agradecimientos y todo lo que decía.
Una sonrisa que se quedó no congelada, sino transformada, en una más simplona al recibir aquel suave y dulce beso en su mejilla. No podría encontrar las palabras para describir la forma en que su corazón pareció danzar en su pecho al recibirlo. Como tampoco supo cómo fue capaz de no alzar la mano para acariciar aquel trozo de piel que sus labios habían rozado.
La sintió alejarse para volver al otro lado de la mesa y empezar a trazar un plan, sin dudas y previendo los obstáculos, como solía pasar cuando Amelia se centraba en una misión. Era como si no pudiera detenerse una vez comenzaba y él disfrutaba cada vez de participar en ese proceso, de ver su mente brillar de ese modo.
- Por supuesto, es un buen lugar por el que empezar. -Asintió, porque no había ningún punto en el que pudiera estar en desacuerdo.- Si quieres que me adelante con alguno de ellos, no tienes más que pedirlo. -Se llevaba bien con la encargada del archivo. Y, aunque Percival era bastante más hermético, también podría intentarlo con el tutor.
Haría lo que fuera para que Amelia pudiera estar más tranquila y feliz.
Oliver — En la biblioteca — con Amelia
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Capítulo 3
La llegada de la canícula trajo consigo numerosas situaciones que manejar. Los incendios eran cada vez más frecuentes, accidentales o provocados, y los voluntarios tenían que dar lo mejor de sí mismos para estar allá donde se los necesitara. En ocasiones, Amelia regresaba de cualquiera de sus misiones completamente agotada, pero aunque la perspectiva de tumbarse era muy tentadora, la posponía en favor de sus propias investigaciones.
La voluntaria había comenzado a indagar en su pasado con el corazón inflamado de esperanza por conocer sus orígenes, pero el transcurrir de jornadas infructuosas estaba empezando a dinamitar su trémula motivación. Pensó en ello muchas noches en las que las expectativas y la angustia no la dejaban dormir. Al final, tomó la determinación de tomar otro camino.
— Tiene que haber algo ahí — le decía a Oliver mientras recorrían juntos los estrechos pasillos que los separaban de los archivos generales de la organización —. He estado revisando los expedientes que había en la biblioteca, pero no hay registros de más de quince años ahí, por lo que tenemos que preguntar a la archivera si nos deja consultar los que ella tiene guardados por aquí — iba leyendo las placas de las puertas; hacía mucho que no visitaba esa parte del cuartel —. Creo que tienen guardados nuestros expedientes. Ahí tendrá que haber algo sobre nosotros, ¿no? Ah, mira, aquí es.
El archivo estaba ubicado en el ala del cuartel donde menos incidía la luz del sol, puesto que era dañina para los documentos que ahí se custodiaban, lo cual unido a las sombras de las infinitas estanterías que se levantaban hasta el techo lo hacía un lugar lógrebo.
— Creo que aquí no tenemos por qué hablar en voz baja — murmuró Amelia asomándose a los pasillos que abrían los estantes —. Espero no perderme aquí dentro…
La voluntaria había comenzado a indagar en su pasado con el corazón inflamado de esperanza por conocer sus orígenes, pero el transcurrir de jornadas infructuosas estaba empezando a dinamitar su trémula motivación. Pensó en ello muchas noches en las que las expectativas y la angustia no la dejaban dormir. Al final, tomó la determinación de tomar otro camino.
— Tiene que haber algo ahí — le decía a Oliver mientras recorrían juntos los estrechos pasillos que los separaban de los archivos generales de la organización —. He estado revisando los expedientes que había en la biblioteca, pero no hay registros de más de quince años ahí, por lo que tenemos que preguntar a la archivera si nos deja consultar los que ella tiene guardados por aquí — iba leyendo las placas de las puertas; hacía mucho que no visitaba esa parte del cuartel —. Creo que tienen guardados nuestros expedientes. Ahí tendrá que haber algo sobre nosotros, ¿no? Ah, mira, aquí es.
El archivo estaba ubicado en el ala del cuartel donde menos incidía la luz del sol, puesto que era dañina para los documentos que ahí se custodiaban, lo cual unido a las sombras de las infinitas estanterías que se levantaban hasta el techo lo hacía un lugar lógrebo.
— Creo que aquí no tenemos por qué hablar en voz baja — murmuró Amelia asomándose a los pasillos que abrían los estantes —. Espero no perderme aquí dentro…
Amelia — En el archivo — con Oliver
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— A ROUGH START —
Capítulo 3
El periodo estival invitaba a pensar en viajar, conocer otros lugares, hacer investigaciones de provecho o descansar a la sombra de los árboles de los jardines más maravillosos.
Mas, al parecer, también invitaba a que los incendios, literales y figurados, sucedieran con mayor frecuencia, por lo que su trabajo se veía aumentado y no quedaba demasiado tiempo con el que disfrutar de la calma y el sosiego del estudio.
E incluso en los escasos días en que no tenían una misión de la que ocuparse, tampoco se entregaba al descanso, dado que se había comprometido a ayudar a Amelia con sus investigaciones. Y la veía tan centrada en ello que realmente esperaba que su ayuda sirviera para que pudiera relajarse un poco al menos.
Aquel día, iban a hacer una incursión en el archivo, dado que sus expedientes debían estar allí necesariamente. O, cuanto menos, una ficha que indicase la localización exacta del archivo que buscaban entre las muchas bibliotecas a las que los Voluntarios tenían acceso.
Caminaba junto a Amelia, pendiente de las puertas y letreros que se cruzaban en su camino, hasta que dieron con la del archivo. Sonrió al oír lo de que no tendrían por qué hablar bajito, aunque no negaba que la complicidad de los susurros compartidos con su compañera le resultaba agradable.
- Tranquila. -Dijo, cogiendo su mano.- No puedes perderte si vas con alguien a tu lado. -Sonrió de lado e inició el paso por los estrechos pasillos que creaban las estanterías llenas de documentos clasificados, sin duda toda la información que habían reunido alguna vez los voluntarios a lo largo de la historia en sus investigaciones.- Esto es como una cámara del tesoro de conocimientos. -Comentó, mientras permanecía atento a los carteles que indicaran alguna cifra correspondiente a un año, sin mucha suerte.- Aunque me temo que las etiquetas están encriptadas y será difícil de descubrir el archivo que queremos consultar sin la clave. -Comentó, mientras trataba de distinguir al menos una pista sobre el sistema que habían utilizado allí.
Mas, al parecer, también invitaba a que los incendios, literales y figurados, sucedieran con mayor frecuencia, por lo que su trabajo se veía aumentado y no quedaba demasiado tiempo con el que disfrutar de la calma y el sosiego del estudio.
E incluso en los escasos días en que no tenían una misión de la que ocuparse, tampoco se entregaba al descanso, dado que se había comprometido a ayudar a Amelia con sus investigaciones. Y la veía tan centrada en ello que realmente esperaba que su ayuda sirviera para que pudiera relajarse un poco al menos.
Aquel día, iban a hacer una incursión en el archivo, dado que sus expedientes debían estar allí necesariamente. O, cuanto menos, una ficha que indicase la localización exacta del archivo que buscaban entre las muchas bibliotecas a las que los Voluntarios tenían acceso.
Caminaba junto a Amelia, pendiente de las puertas y letreros que se cruzaban en su camino, hasta que dieron con la del archivo. Sonrió al oír lo de que no tendrían por qué hablar bajito, aunque no negaba que la complicidad de los susurros compartidos con su compañera le resultaba agradable.
- Tranquila. -Dijo, cogiendo su mano.- No puedes perderte si vas con alguien a tu lado. -Sonrió de lado e inició el paso por los estrechos pasillos que creaban las estanterías llenas de documentos clasificados, sin duda toda la información que habían reunido alguna vez los voluntarios a lo largo de la historia en sus investigaciones.- Esto es como una cámara del tesoro de conocimientos. -Comentó, mientras permanecía atento a los carteles que indicaran alguna cifra correspondiente a un año, sin mucha suerte.- Aunque me temo que las etiquetas están encriptadas y será difícil de descubrir el archivo que queremos consultar sin la clave. -Comentó, mientras trataba de distinguir al menos una pista sobre el sistema que habían utilizado allí.
Oliver — En el archivo — con Amelia
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— A ROUGH START —
Capítulo 3
Lo cierto es que a Amelia no la preocupaba perderse entre los compactos del archivo. Al menos, no cuando era Oliver quien la acompañaba. Sonrió cuando notó la mano del voluntario cerrándose alrededor de la suya y entrelazó sus dedos con los de él.
— Tampoco me molestaría — le confió en el último de sus susurros cómplices antes de continuar su camino.
La voluntaria observó los estantes con la mirada llena de curiosidad. Se fijó en los tejuelos que identificaban las carpetas con los documentos, tratando de encontrar un sentido por el que empezar a buscar.
— Hay patrones que se repiten — siguió la mirada de Oliver —, pero hay demasiadas variables que considerar. Podrían ser fechas o podrían ser temáticas. Quizá ni siquiera estemos en la sección adecuada, y romper alguno de estos sellos para averiguar qué quiere decir la clave… — frunció los labios y arrugó la nariz. — No me parecería bien — miró a su alrededor —. La archivera debería estar por aquí. Será mejor que hablemos con ella. Seguro que nos da la clave para descifrar todas estas etiquetas —. En esa ocasión fue Amelia quien guio a Oliver por los pasillos —. Al fin y al cabo, somos voluntarios. Deberíamos tenerlas.
Continuaron navegando a través de estantes y compactos hasta que la joven Stewart se detuvo. Se llevó un dedo a los labios para indicarle a su compañero que guardase silencio. Contuvieron el aliento hasta que la voluntaria pudo oír con más claridad un tenue traqueteo.
— Es una máquina de escribir — susurró, esbozando con la mirada una sonrisa que no llegó a sus labios —. Vamos — tomó aire antes de salir de su escondrijo.
Amelia miró a su alrededor para localizar a la archivera. Trabajaba bajo el único ventanal que había en el edificio. Tenía los cristales traslúcidos y el símbolo de la organización en un dorado envejecido. La luz se derramaba sobre un escritorio de caoba en el que había una máquina de escribir, una pluma, varios tinteros, un juego de sellos y lacre y varias carpetas apiladas unas encima de otras, separadas por montones.
— ¿Señora Bellamy? — Era una mujer de cortísima estatura, de fino pelo cobrizo siempre recogido. Tenía la piel clara, salpicada de lunares, manchas y alguna que otra verruga, y surcos alrededor de los ojos y los labios, fruto de centenares de sonrisas a lo largo de los años. Llevaba un implante en el oído izquierdo para recuperar la audición.
— ¡Oh, Amelia! ¡Oliver! — retiró las manos de la máquina y los miró con los ojos brillantes. — ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Os puedo ayudar en algo?
— Necesitamos mirar un par de expedientes.
— ¿Es para una misión?
— No, no. No es eso. En realidad… — En ese momento Amelia deseó haber tenido todavía la mano de Oliver enredada con la suya. — Es una petición personal.
— No tenemos muchas de esas por aquí — replicó con una ceja arqueada.
— Tampoco me molestaría — le confió en el último de sus susurros cómplices antes de continuar su camino.
La voluntaria observó los estantes con la mirada llena de curiosidad. Se fijó en los tejuelos que identificaban las carpetas con los documentos, tratando de encontrar un sentido por el que empezar a buscar.
— Hay patrones que se repiten — siguió la mirada de Oliver —, pero hay demasiadas variables que considerar. Podrían ser fechas o podrían ser temáticas. Quizá ni siquiera estemos en la sección adecuada, y romper alguno de estos sellos para averiguar qué quiere decir la clave… — frunció los labios y arrugó la nariz. — No me parecería bien — miró a su alrededor —. La archivera debería estar por aquí. Será mejor que hablemos con ella. Seguro que nos da la clave para descifrar todas estas etiquetas —. En esa ocasión fue Amelia quien guio a Oliver por los pasillos —. Al fin y al cabo, somos voluntarios. Deberíamos tenerlas.
Continuaron navegando a través de estantes y compactos hasta que la joven Stewart se detuvo. Se llevó un dedo a los labios para indicarle a su compañero que guardase silencio. Contuvieron el aliento hasta que la voluntaria pudo oír con más claridad un tenue traqueteo.
— Es una máquina de escribir — susurró, esbozando con la mirada una sonrisa que no llegó a sus labios —. Vamos — tomó aire antes de salir de su escondrijo.
Amelia miró a su alrededor para localizar a la archivera. Trabajaba bajo el único ventanal que había en el edificio. Tenía los cristales traslúcidos y el símbolo de la organización en un dorado envejecido. La luz se derramaba sobre un escritorio de caoba en el que había una máquina de escribir, una pluma, varios tinteros, un juego de sellos y lacre y varias carpetas apiladas unas encima de otras, separadas por montones.
— ¿Señora Bellamy? — Era una mujer de cortísima estatura, de fino pelo cobrizo siempre recogido. Tenía la piel clara, salpicada de lunares, manchas y alguna que otra verruga, y surcos alrededor de los ojos y los labios, fruto de centenares de sonrisas a lo largo de los años. Llevaba un implante en el oído izquierdo para recuperar la audición.
— ¡Oh, Amelia! ¡Oliver! — retiró las manos de la máquina y los miró con los ojos brillantes. — ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Os puedo ayudar en algo?
— Necesitamos mirar un par de expedientes.
— ¿Es para una misión?
— No, no. No es eso. En realidad… — En ese momento Amelia deseó haber tenido todavía la mano de Oliver enredada con la suya. — Es una petición personal.
— No tenemos muchas de esas por aquí — replicó con una ceja arqueada.
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Capítulo 3
Aún unidos de la mano los dos jóvenes voluntarios siguieron avanzando. Oliver aún dándole vueltas a aquellas palabras sobre la posibilidad de perderse juntos. No, tampoco a él le molestaría si estaba en compañía de Amelia.
Porque con una mente tan despierta como la de la mujer, no dudarían mucho perdidos, saldrían rápidamente de cualquier laberinto o selva que pudiera ponerse en su camino.
Asintió, dándole la razón sobre que no podría ser imposible descifrar aquel sistema. Pero era cierto igualmente que no se les podía negar el acceso al mismo salvo por un motivo de peso y no se imaginaba cuál podría ser aquel que les apartase de cualquier conocimiento.
No tardaron tanto en escuchar el eco lejano de la máquina de escribir de la archivera, y juntos pero con más ánimo siguieron serpenteando entre aquellos pasillos de documentos, libros y cajas en que se encontraban hasta llegar al escritorio que quedaba iluminado por la magnífica ventana propia de la organización.
Saludó con una leve sonrisa a la mujer, llevándose la mano vacía ahora al bolsillo para notar un poco menos la ausencia de la palma de Amelia contra la suya. Dejó que ella misma se ocupase, pero notaba su nerviosismo, por lo que quiso ayudarla.
- Sí, es comprensible. -Asintió, pues era lógico que no hubiera muchas peticiones personales entre quienes se ocupaban de ayudar siempre a los demás sin caer en el egoísmo que supondría centrarse en ellos mismos.
Entendió que por ello podría haber alguna reticencia, así que trató de pensar rápidamente una excusa.- Pero lo cierto es que hemos pensado en documentar el proceso de entrada en la organización. -Expuso, ya que a fin de cuentas, eran los años que les interesaban, el momento en que se separaban de sus familias, para así encontrar alguna información sobre las mismas.- Y hemos pensado que sería más sencillo hacerlo a partir de nuestros propios expedientes, antes de entrar en la posible privacidad de otros compañeros.
Porque con una mente tan despierta como la de la mujer, no dudarían mucho perdidos, saldrían rápidamente de cualquier laberinto o selva que pudiera ponerse en su camino.
Asintió, dándole la razón sobre que no podría ser imposible descifrar aquel sistema. Pero era cierto igualmente que no se les podía negar el acceso al mismo salvo por un motivo de peso y no se imaginaba cuál podría ser aquel que les apartase de cualquier conocimiento.
No tardaron tanto en escuchar el eco lejano de la máquina de escribir de la archivera, y juntos pero con más ánimo siguieron serpenteando entre aquellos pasillos de documentos, libros y cajas en que se encontraban hasta llegar al escritorio que quedaba iluminado por la magnífica ventana propia de la organización.
Saludó con una leve sonrisa a la mujer, llevándose la mano vacía ahora al bolsillo para notar un poco menos la ausencia de la palma de Amelia contra la suya. Dejó que ella misma se ocupase, pero notaba su nerviosismo, por lo que quiso ayudarla.
- Sí, es comprensible. -Asintió, pues era lógico que no hubiera muchas peticiones personales entre quienes se ocupaban de ayudar siempre a los demás sin caer en el egoísmo que supondría centrarse en ellos mismos.
Entendió que por ello podría haber alguna reticencia, así que trató de pensar rápidamente una excusa.- Pero lo cierto es que hemos pensado en documentar el proceso de entrada en la organización. -Expuso, ya que a fin de cuentas, eran los años que les interesaban, el momento en que se separaban de sus familias, para así encontrar alguna información sobre las mismas.- Y hemos pensado que sería más sencillo hacerlo a partir de nuestros propios expedientes, antes de entrar en la posible privacidad de otros compañeros.
Oliver — En el archivo — con Amelia
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Capítulo 3
Los asuntos que se dirimían en la organización eran tan diversos y de tanta importancia que Amelia sentía cierta culpabilidad por dirigir parte de los recursos de los voluntarios para un asunto completamente personal. Los miembros de la brigada para prevenir y sofocar incendios literales y metafóricos tenían otras cosas de las que ocuparse, aunque por otra parte, a la joven Stewart le costaba creer que fuese a ser ella la primera en querer saber algo más de su pasado.
Mientras ella divagaba, cohibida por las circunstancias, Oliver tomó el hilo de la conversación para que no se les escapase de entre los dedos. La voluntaria le daría las gracias en cuanto tuviese la oportunidad de hacerlo, pero mientras, se centró en aprovechar la excusa que le había dado su compañero.
— Ah, pero… no sé si estoy autorizada para daros esos documentos — bajó la mirada a sus papeles. A Amelia le daba la impresión de que trataba de evitar la suya —. Contienen cierta información confidencial, vosotros lo sabéis tan bien como yo.
— Solo queremos ver nuestros expedientes. Eso no incurriría en ninguna falta contra el reglamento de régimen interno — lo conocía tan bien que podría haberlo redactado de memoria. La archivera levantó la vista con los labios fruncidos —. Son nuestros expedientes, ¿no tenemos derecho a verlos?
Pareció meditar por un instante la pregunta, mas retiró rápidamente el rostro para volver a refugiarse en la cantidad de útiles que tenía desperdigados en el escritorio.
— Tampoco sé dónde los tengo, ¡hay tantos papeles aquí dentro…! Además, tengo mucho trabajo, y no tengo tiempo para estas cosas — hablaba tan deprisa que apenas se la entendía —, ni tampoco…
— Por favor — susurró Amelia, deteniendo así la retahíla de excusas de la archivera —. Yo… Solo quiero saber… — tenía los ojos brillantes y la mujer la observaba con un deje de pena asomando tras su expresión pétrea. — Solo quiero saber de dónde vengo, nada más. Por favor, Evelyn.
Un silencio llenó la sala durante unos instantes eternos que concluyeron con un suspiro de la archivera. Se quitó las gafas para dejarlas sobre la mesa.
— Está bien, os ayudaré. Pero no hoy. Necesitaré unas horas para encontrar vuestros expedientes y todavía tengo cosas que hacer. Si volvéis mañana, tendréis las carpetas, pero no lo comentéis con nadie, ¿de acuerdo? — arqueó ambas cejas en gesto acusador. — Lo hago por vosotros, pero por nadie más — sacudió la cabeza —. No hay muchos voluntarios que se hayan molestado en aprender mi nombre hasta ahora.
— Mañana. Sí, vale — se apresuró a replicar Amelia antes de que cambiase de idea, conteniendo el estallido de felicidad que florecía en sus entrañas —. Señora Bellamy, yo…
La interpelada alzó una mano para detenerla.
— Ya me lo dirás mañana. Ahora, venga, dejadme trabajar.
Mientras ella divagaba, cohibida por las circunstancias, Oliver tomó el hilo de la conversación para que no se les escapase de entre los dedos. La voluntaria le daría las gracias en cuanto tuviese la oportunidad de hacerlo, pero mientras, se centró en aprovechar la excusa que le había dado su compañero.
— Ah, pero… no sé si estoy autorizada para daros esos documentos — bajó la mirada a sus papeles. A Amelia le daba la impresión de que trataba de evitar la suya —. Contienen cierta información confidencial, vosotros lo sabéis tan bien como yo.
— Solo queremos ver nuestros expedientes. Eso no incurriría en ninguna falta contra el reglamento de régimen interno — lo conocía tan bien que podría haberlo redactado de memoria. La archivera levantó la vista con los labios fruncidos —. Son nuestros expedientes, ¿no tenemos derecho a verlos?
Pareció meditar por un instante la pregunta, mas retiró rápidamente el rostro para volver a refugiarse en la cantidad de útiles que tenía desperdigados en el escritorio.
— Tampoco sé dónde los tengo, ¡hay tantos papeles aquí dentro…! Además, tengo mucho trabajo, y no tengo tiempo para estas cosas — hablaba tan deprisa que apenas se la entendía —, ni tampoco…
— Por favor — susurró Amelia, deteniendo así la retahíla de excusas de la archivera —. Yo… Solo quiero saber… — tenía los ojos brillantes y la mujer la observaba con un deje de pena asomando tras su expresión pétrea. — Solo quiero saber de dónde vengo, nada más. Por favor, Evelyn.
Un silencio llenó la sala durante unos instantes eternos que concluyeron con un suspiro de la archivera. Se quitó las gafas para dejarlas sobre la mesa.
— Está bien, os ayudaré. Pero no hoy. Necesitaré unas horas para encontrar vuestros expedientes y todavía tengo cosas que hacer. Si volvéis mañana, tendréis las carpetas, pero no lo comentéis con nadie, ¿de acuerdo? — arqueó ambas cejas en gesto acusador. — Lo hago por vosotros, pero por nadie más — sacudió la cabeza —. No hay muchos voluntarios que se hayan molestado en aprender mi nombre hasta ahora.
— Mañana. Sí, vale — se apresuró a replicar Amelia antes de que cambiase de idea, conteniendo el estallido de felicidad que florecía en sus entrañas —. Señora Bellamy, yo…
La interpelada alzó una mano para detenerla.
— Ya me lo dirás mañana. Ahora, venga, dejadme trabajar.
Amelia — En el archivo — con Oliver
∞₊˚⊹ 27·03·2023 ⊹˚₊
can i go where you go? · Ⅵ · can we always be this close?
⊹˚₊
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(ɪꜰ ʟᴏꜱᴛ, ʀᴇᴛᴜʀɴ ᴛᴏ ᴡɪꜰᴇ)
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