El profesor de Herbología amaba la asignatura, pero no estaba seguro de que hubiera dedicado a ella su vida de no haber sido por los conjuros de limpieza que había aprendido para deshacerse de la suciedad que siempre lo encontraba en los invernaderos. Soltó una risita por la observación de su compañera. Estaba seguro de que la Astrología, en ese sentido, tenía que ser más tranquila. No terminaba de imaginar a Honora llena de tierra. De hecho, le sorprendió que hubiera conseguido no mancharse con la escena que habían montado los dichosos gnomos.

— Estas cosas no pasan en tu torre, ¿a que no?

Cuando Honora se acercó a él para quitarle la tierra de la cara, Gabriel permaneció inmóvil. Durante aquel instante de cercanía contuvo el aliento. Las manos de la profesora estaban suaves y sorprendentemente cálidas para el frío que hacía. Al separarse, Gabriel carraspeó e intentó olvidarse de la fragancia floral de la crema hidratante de su compañera.

— ¿Para qué vamos a esperar a que vuelvan los monstruitos? Ya que estamos aquí en las vacaciones, tendremos que tomarnos un descanso. Que adoro a mis alumnos, a ver si me explico, pero hay días que… bueno. Preferiría oír a una mandrágora fuera de la maceta. Yo sé que me entiendes — le dijo —. A veces, los amigos que tengo que no son profesores se horrorizan cuando me oyen decir estas cosas, pero es que no saben lo que es dedicarse a esto.

Terminó de recoger el invernadero, lo cual no le llevó demasiado tiempo, y dejó atrás las peonías para organizar los maceteros.

— Vayamos este fin de semana, por ejemplo. No tengo guardia, no sé si tú también estarás libre, pero si lo estás… pues eso. Con este frío, apetece encerrarse en las Tres Escobas, aunque si está muy lleno, podremos buscar otra cosa.

Gabriel - Hogwarts - 22 de diciembre

Aunque el profesor Bancroft aún tenía muchas cosas que hacer, se aseguró de haber despejado su agenda para la víspera de Navidad. Nunca le había gustado trabajar en festivos, por lo que todos los años procuraba organizar sus tareas para estar libre en días señalados. En aquella ocasión en particular tenía un compromiso con la señorita Nightshade, con la que había quedado la semana anterior para visitar Hogsmade durante el fin de semana. Gabriel había estado contando los dos días que quedaban hasta que, al fin, llegó la citada fecha, para la cual pasó más tiempo del que jamás admitiría frente a su armario, pensando en qué ponerse.

Era una cita. A las citas había que ir bien vestido. Él siempre iba de traje, por lo que ese día no podía ser menos, así que escogió un dos piezas oscuro. Después se arrepintió. Era demasiado formal. Al fin y al cabo, solo iban a tomar algo a las Tres Escobas. No era el baile de Navidad, por lo que tampoco iba a ir de gala. Tenía que ir como siempre iba él, es decir, arreglado pero sin pasarse, ¿pero qué pasaría si a Honora le daba por engalanarse para la ocasión? Quedaría Gabriel como un estúpido al presentarse de cualquier manera, y al revés sucedería lo mismo: si él aparecía de punta en blanco y ella con su aspecto habitual, se habría puesto en evidencia.

Gabriel resopló y de un golpe de varita devolvió todos sus atuendos al armario. Estaba dándole demasiadas vueltas. Quizá ni siquiera se trataba de una cita. Al menos, no en el sentido habitual de la palabra. No eran más que dos compañeros de trabajo que habían logrado ser capaces de mantener una conversación de más de cinco minutos sin discutir que iban a ir al pueblo de al lado a por unas bebidas aprovechando que estaban de vacaciones. No había nada raro en eso. No tenía por qué romperse la cabeza con una cosa tan tonta.

No cambió gran cosa su aspecto. Llevaba un traje oscuro, perfectamente combinado con sus accesorios y a juego con la capa que se echó sobre los hombros para soportar las nevadas que ni en festivos descansaban. Descendió por las escaleras flotantes, saludó a varios cuadros al pasar y se negó a darle explicaciones a las pinturas más chismosas, que lo siguieron saltando de marco en marco hasta que se perdió por los pasillos de camino a uno de los recibidores del ala este del castillo. Si Gabriel hubiera ido a buscar a su compañera a sus aposentos, las habladurías habrían sido difícilmente manejables.

— ¿A dónde tan guapo, profesor? — le preguntó un estudiante de séptimo curso que llevaba varios libros en los brazos.

— Métase en sus asuntos, Brown — respondió el profesor, levantando una ceja.

— ¿Es una cita?

— No se pase.

— Eso es que sí.

Gabriel - Hogwarts - 24 de diciembre

El profesor Bancroft puso los ojos en blanco, pero su alumno no se dio por aludido. Continuó con su interrogatorio como si estuvieran hablando sobre la influencia de la continuada elevación de la temperatura del Mar Mediterráneo en el crecimiento de las branquialgas.

— ¿La conozco? — Brown ladeó la cabeza. — ¿Lo conozco?

— No pienso decirle nada.

— No sea así, profesor. Llevo muchos meses encerrado en la biblioteca estudiando para los ÉXTASIS. Necesito pensar en algo que no sean tipos de herbáceos usados para la fabricación de venenos y antídotos.

— Vuelva usted a la biblioteca, señor Brown — le advirtió Gabriel —. He oído que el examen de Herbología de este año será especialmente complicado.

— Eso se lo acaba de inventar — dijo el estudiante —. Nadie sabe cómo son los ÉXTASIS — como el profesor no dijo nada, el chico palideció —. ¿Verdad? ¿¿Verdad??

— No querrá usted decepcionarme frente al tribunal de los exámenes.

Y aunque fuera por pura sugestión, el estudiante se marchó de vuelta a la biblioteca. Otros alumnos pasaron por el pasillo, pero ninguno se detuvo a charlar. Al cabo de unos minutos, la profesora de Astrología acudió a la cita, y al verla Gabriel supo que le costaría quitarle los ojos de encima.

— Llegas justo a tiempo, querida — le respondió —. Me gusta el fular. El color te sienta bien.

Lo cierto es que no había una parte de su atuendo que estuviera mal escogida, pero a Gabriel no le pareció prudente no reservarse los cumplidos para más adelante. En otras circunstancias, le habría ofrecido el brazo a Honora para acompañarla al exterior, pero dado que seguían en el colegio y las murallas del castillo tenían ojos, oídos y fantasmas de lo más chismoso, se limitó a hacer un gesto en dirección a la salida.

— Estaremos de vuelta para el banquete de nochebuena — miró su reloj de pulsera y asintió —. ¿No es genial salir sin los chicos de vez en cuando? Por una vez no voy a tener que sacar a nadie de una oreja de la tienda de los Weasley.

Gabriel - Hogwarts - 24 de diciembre