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Where the dead man called out for his love to flee?
INSPIRED
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The Hunger Games
Aaron Mason se convirtió en el primer vencedor del Distrito Siete al ser el último en quedar en pie durante los 40° Juegos del Hambre. Ganar los juegos también lo convirtió en Mentor, en un producto empacado y hecho a medida de las masas del Capitolio, que estaban encantados con él por ser el primer vencedor de su distrito. Aaron tenía sólo dieciséis años recién cumplidos y desconocía de antemano las reglas del Capitolio y todo lo que involucraba ser realmente un vencedor, pero le quedó bastante claro que estaba atrapado en una jaula de oro luego de la Gira de la Victoria.
En sus andares en el Capitolio, de ser solicitado en fiestas de personas cuyo nombre y rango casi siempre ignoraba, conoció a Flavius. La extraña combinación entre lo que estaba prohibido con una insaciable curiosidad, convirtió su relación en una danza de complicidad que sólo sonaba cuando estaban juntos.
Aaron ganó experiencia como mentor al mismo tiempo que Flavius se adentraba en el mundo de las apuestas y pujas por los tributos durante los juegos. Ninguno de sus allegados confiaba en apostar por el Distrito Siete, porque era una pérdida de dinero segura, pero el año que Flavius decidió apostar en contra de las posibilidades, consiguió que uno de los tributos de Aaron quedara entre los cinco últimos sobrevivientes. Al año siguiente, sin ninguna estrategia particular ni mucho menos un plan maestro, Flavius patrocinó al tributo ganador de esa edición, Karl, procedente del Distrito Siete.
Después de una vibrante Gira de la Victoria, Karl fue solicitado para una infinita lista de fiestas en el Capitolio. Debía estar de regreso en el Distrito Siete para las próximas Cosechas, pero nunca regresó a casa. La noticia de su fallecimiento en un trágico accidente de tránsito en el Capitolio llegó a todo Panem y durante tres días pasaron noticieros sobre su vida y reproducciones de sus momentos de gloria en los Juegos del Hambre. Pero con la próxima Cosecha, no se volvió a mencionar su nombre y su legado quedó enterrado en los bosques del Distrito Siete, sin que nadie le diera más importancia.
Nadie, por supuesto, excepto Aaron, quien aceptó con impotencia la pérdida de un chico que había estado a su cargo y por quien había hecho lo imposible porque sobreviviera. Para Aaron estuvo siempre claro que no se trató de un accidente y culpó al Capitolio de su desgracia, pero también a Flavius, a quien no volvió a dirigirle la palabra, ni tampoco acudió a ninguno de sus innumerables llamados a lo largo de los años. La última vez que cruzaron miradas fue en una fiesta de la que Aaron se fue temprano, sin que le importaran las consecuencias de ello.
Ahora, durante la 71° edición de los Juegos del Hambre, Aaron vio cumplir una de sus peores pesadillas al ver cómo su única sobrina, hija de su fallecido hermano, fue cosechada como tributo. Para salvar a Johanna, Aaron estará dispuesto a cualquier cosa, incluso si eso significaba hacer un trato con la única persona a quien preferiría no volver a ver en su vida.
En sus andares en el Capitolio, de ser solicitado en fiestas de personas cuyo nombre y rango casi siempre ignoraba, conoció a Flavius. La extraña combinación entre lo que estaba prohibido con una insaciable curiosidad, convirtió su relación en una danza de complicidad que sólo sonaba cuando estaban juntos.
Aaron ganó experiencia como mentor al mismo tiempo que Flavius se adentraba en el mundo de las apuestas y pujas por los tributos durante los juegos. Ninguno de sus allegados confiaba en apostar por el Distrito Siete, porque era una pérdida de dinero segura, pero el año que Flavius decidió apostar en contra de las posibilidades, consiguió que uno de los tributos de Aaron quedara entre los cinco últimos sobrevivientes. Al año siguiente, sin ninguna estrategia particular ni mucho menos un plan maestro, Flavius patrocinó al tributo ganador de esa edición, Karl, procedente del Distrito Siete.
Después de una vibrante Gira de la Victoria, Karl fue solicitado para una infinita lista de fiestas en el Capitolio. Debía estar de regreso en el Distrito Siete para las próximas Cosechas, pero nunca regresó a casa. La noticia de su fallecimiento en un trágico accidente de tránsito en el Capitolio llegó a todo Panem y durante tres días pasaron noticieros sobre su vida y reproducciones de sus momentos de gloria en los Juegos del Hambre. Pero con la próxima Cosecha, no se volvió a mencionar su nombre y su legado quedó enterrado en los bosques del Distrito Siete, sin que nadie le diera más importancia.
Nadie, por supuesto, excepto Aaron, quien aceptó con impotencia la pérdida de un chico que había estado a su cargo y por quien había hecho lo imposible porque sobreviviera. Para Aaron estuvo siempre claro que no se trató de un accidente y culpó al Capitolio de su desgracia, pero también a Flavius, a quien no volvió a dirigirle la palabra, ni tampoco acudió a ninguno de sus innumerables llamados a lo largo de los años. La última vez que cruzaron miradas fue en una fiesta de la que Aaron se fue temprano, sin que le importaran las consecuencias de ello.
Ahora, durante la 71° edición de los Juegos del Hambre, Aaron vio cumplir una de sus peores pesadillas al ver cómo su única sobrina, hija de su fallecido hermano, fue cosechada como tributo. Para salvar a Johanna, Aaron estará dispuesto a cualquier cosa, incluso si eso significaba hacer un trato con la única persona a quien preferiría no volver a ver en su vida.
× × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×
C A P Í T U L O S
I. Our lives were never ours
II. Put on a show
III. A Long Time Ago {Flashback}
IV. Someone I Know {Flashback}
V. An Ache I still Remember
VI. Even Now
VII. We Usted to be Friends {Flashback}
VIII. It's Something I Said {Flashback}
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V. An Ache I still Remember
VI. Even Now
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VIII. It's Something I Said {Flashback}
Aaron Mason
Mentor D7 — 47 años — Pedro Pascal — Minerva
Flavius Dovecote
Capitolio — 42 años — Oscar Isaac — Juno
∞
- Post de rol:
- Código:
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VI. Even Now
El Capitolio
19.30hrs
Aaron
Aaron sonrió cuando lo escuchó reír. ¿Hacía cuánto tiempo no hacía a Flavius reír? Todavía antes de que dejaran de hablarse, desde Karl, no hacían más que discutir y preocuparse.
Sonrió al hacerlo reír. Era uno de sus sonidos favoritos en el mundo.
—Yo fui quien tuvo suerte esa noche—le aseguró.
Lo miró a los ojos mientras sentía un nudo en la garganta. Había tanto que debería decirle pero no era el momento. Mientras tanto, Flickerman hacía un chiste tonto en la televisión y se oían las risas del público.
Odiaba todo esto tanto.
Dio un largo trago a su bebida. Necesitaría alcohol para superar esas entrevistas, y, sobre todo, superar esa noche sabiendo que al día siguiente se despediría de su sobrina tal vez para siempre.
No se veía con fuerzas para ir a despedir a Johanna al día siguiente.
Que Flavius estuviera allí con él en ese momento tal vez le ayudaría a pasar las entrevistas, pero después de eso, estaría solo.
—¿Qué me quieres que decir?—preguntó, frunciendo un poco el ceño. —Di lo que sea que me haga olvidar lo que estamos viviendo.
No tenía idea de por dónde quería ir Flavius, pero no sabía qué tanto podía soportar esa noche en particular.
∞
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El Capitolio
19.30hrs
Flavius
"Yo fui quien tuvo suerte esa noche".
En otro momento le habría dicho a Aaron que no era justo que dijera semejante cosa después de cómo lo había echado de su vida. Sin embargo, Flavius había meditado mucho sobre eso estos días.
Si seguía guardándole rencor, no sería bueno para ninguno de los dos. La única manera de que esto funcionara, era si dejaban el pasado atrás. Flavius estaba dispuesto a hacerlo. Sonrió a medias al pensar que quizás lo que dijera no haría precisamente a Aaron olvidar cosas, pero creía que tenía que ser consecuente con sus sentimientos.
Se imaginaba que Plutarch no estaría de acuerdo con esta conversación. Su viejo amigo quería que no tuviera contacto con Aaron, porque habían demasiadas cosas en juego. Era por eso, que no le comentaría a Plutarch nada, Flavius podía estar perfectamente comprometido con la rebelión y echarle una mano a Aaron con los Juegos del Hambre de su sobrina. Podía hacer ambas cosas, no tenía por qué rendirle cuentas a nadie.
—Estuve pensando en lo que me dijiste hace unos días. Dijiste que lamentabas todo lo que sucedió entre nosotros. Sé que me pediste perdón, quiero que entiendas que para mí… para mí no fue sencillo que la persona a la que más amaba en ese entonces me despreciara de pronto. Lo pasé… lo pasé muy mal. Pero quiero que sepas que con el paso del tiempo lo entendí y lo acepté —Flavius suspiró hondo antes de continuar. Era difícil para él, incluso cuando sabía lo que tenía que decir, poner con palabras todo lo que estaba sintiendo—. Si vamos a dejar el pasado atrás, quiero que sepas ahora, mirándome a los ojos, que nada de lo que sucedió con Karl, tuvo que ver conmigo.
Flavius sabía que mencionar a Karl, incluso después de todo el tiempo, era complicado. Sabía todo lo que Karl significó para Aaron, Flavius también le había tomado cariño sincero. Le dolió mucho saber que había muerto, en su momento creyó que él y Aaron podían compartir esa pena, pero se equivocó.
—Me gustaría saber si ahora, después de tanto tiempo, al menos tengas un atisbo de duda de que yo no tuve algo que ver. No tenía tanto poder en ese entonces. De hecho, tampoco tengo tanto poder ahora, es sólo que ahora sé manejar mejor las piezas que tengo.
En otro momento le habría dicho a Aaron que no era justo que dijera semejante cosa después de cómo lo había echado de su vida. Sin embargo, Flavius había meditado mucho sobre eso estos días.
Si seguía guardándole rencor, no sería bueno para ninguno de los dos. La única manera de que esto funcionara, era si dejaban el pasado atrás. Flavius estaba dispuesto a hacerlo. Sonrió a medias al pensar que quizás lo que dijera no haría precisamente a Aaron olvidar cosas, pero creía que tenía que ser consecuente con sus sentimientos.
Se imaginaba que Plutarch no estaría de acuerdo con esta conversación. Su viejo amigo quería que no tuviera contacto con Aaron, porque habían demasiadas cosas en juego. Era por eso, que no le comentaría a Plutarch nada, Flavius podía estar perfectamente comprometido con la rebelión y echarle una mano a Aaron con los Juegos del Hambre de su sobrina. Podía hacer ambas cosas, no tenía por qué rendirle cuentas a nadie.
—Estuve pensando en lo que me dijiste hace unos días. Dijiste que lamentabas todo lo que sucedió entre nosotros. Sé que me pediste perdón, quiero que entiendas que para mí… para mí no fue sencillo que la persona a la que más amaba en ese entonces me despreciara de pronto. Lo pasé… lo pasé muy mal. Pero quiero que sepas que con el paso del tiempo lo entendí y lo acepté —Flavius suspiró hondo antes de continuar. Era difícil para él, incluso cuando sabía lo que tenía que decir, poner con palabras todo lo que estaba sintiendo—. Si vamos a dejar el pasado atrás, quiero que sepas ahora, mirándome a los ojos, que nada de lo que sucedió con Karl, tuvo que ver conmigo.
Flavius sabía que mencionar a Karl, incluso después de todo el tiempo, era complicado. Sabía todo lo que Karl significó para Aaron, Flavius también le había tomado cariño sincero. Le dolió mucho saber que había muerto, en su momento creyó que él y Aaron podían compartir esa pena, pero se equivocó.
—Me gustaría saber si ahora, después de tanto tiempo, al menos tengas un atisbo de duda de que yo no tuve algo que ver. No tenía tanto poder en ese entonces. De hecho, tampoco tengo tanto poder ahora, es sólo que ahora sé manejar mejor las piezas que tengo.
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El Capitolio
19.30hrs
Aaron
Aaron suspiró. Era obvio que no iba a ser tan fácil retomar las cosas entre ellos. Flavius quería algo más que una disculpa y no podía culparlo por ello. Le debía demasiado.
Se levantó y se dirigió a Flavius. Lo tomó de ambas manos y lo miró a los ojos.
Quería saber que no lo culpaba ya por lo de Karl. Era más largo de explicar que solo eso.
—Flavius, cuando éramos jóvenes eras todo para mí. Creía que podías con todo. Sabía que eras menor que yo, pero de alguna forma siempre resolvías las cosas. Siempre estabas ahí para mí y te salías con la tuya—empezó.
Era totalmente sincero. Aaron o era más que un Vencedor, una pieza rota de los distritos que el Capitolio usaba a su favor. Flavius era un hijo del Capitolio, con el dinero para invertirlo en él, siempre dispuesto a cumplir los caprichos del propio Aaron y los suyos. Gracias a él, Aaron se había librado de muchas cosas.
Cuando lo ayudó a sacar a Karl campeón, pensó que sería lo mismo.
—Creía que lo podías todo, así que creía que podrías proteger a Karl como me habías protegido a mí por años. Una parte de mí siempre se sintió culpable de haber ayudado a Karl a sobrevivir. No pudo soportar ser vendido a la gente del Capitolio. Necesitaba drogarse para resistir y yo no sabía cómo ayudarlo—admitió. Se le quebró un poco la voz al hacerlo—Creía que tú sí podrías, así que cuando vino solo al Capitolio pensé que estaría bien. Que tú podrías ayudarlo donde yo no. Cuando recibí la noticia de su muerte te culpé... Estaba lleno de rabia y de dolor. Lo siento.
Era muy díficil aguantarle la mirada a Flavius mientras decía todo eso.
—Sé que no fue tu culpa. Sé que no podías hacer nada, pero en ese momento no podía pensar claro. Solo quería morirme de dolor yo y alejarme de todo. Nunca debí culparte, y mucho menos reprochártelo tanto tiempo—añadió.
Tal vez tras oír su explicación Flavius lo dejaría solo del todo. Se lo merecía.
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El Capitolio
19.30hrs
Flavius
"Cuando éramos jóvenes eras todo para mí".
Flavius contuvo el aliento cuando escuchó aquello. Por un instante fue como si tuviera veinte años de nuevo, rebosante de amor y devoción hacia Aaron. Se sintió un poco estúpido, porque se suponía que a estas alturas de su vida podría manejar mejor sus sentimientos. Pero el corazón le latía desbocado, cargado de demasiados recuerdos que se superponían uno tras otro.
Por lo visto, ni con el paso del tiempo los recuerdos pesarían menos. Era obvio que seguiría amando a Aaron hasta el día en que muriera. Flavius sintió un revés en el pecho cuando escuchó cómo la voz de Aaron se quebraba mientras le hablaba. A él también le dolía el peso de los recuerdos.
—No me enteré hasta la muerte de Karl mucho después, entonces corrí a buscarte. Sé que no tiene caso decírtelo ahora, pero justo en esa época mi madre había muerto, así que en realidad… no estaba prestándole mucha atención a nada más —Flavius volvió a sentirse estúpido porque estas explicaciones habría querido dárselas unos veinte años antes, para que Aaron supiera que él también lo necesitaba.
Recordaba exactamente el momento en que su madrastra le dijo lo que había pasado. La primera persona que quería ver, la única en quien quería encontrar consuelo, fue en Aaron. Pero eso se había desdibujado apenas consiguió verse a solas con él. Fue espantoso.
—Lo siento, no sé por qué estoy diciendo estas cosas. Lo que en realidad quería decir… —Flavius contuvo la respiración, pero tomó las manos de Aaron entre las suyas. Quiso detenerse, pero no pudo hacerlo. Fue como si su cuerpo actuara en piloto automático—. Era que podemos dejar el pasado atrás. Por eso quiero que las cosas quedaran claras entre nosotros. Vamos a ser un equipo y sacar a tu sobrina de la Arena, haré todo lo posible para que eso suceda.
Le regaló una tenue sonrisa, justo cuando Ceasar anunciaba, en medio de aplausos, que los siguientes tributos en presentarse serían los del Distrito Siete.
Flavius contuvo el aliento cuando escuchó aquello. Por un instante fue como si tuviera veinte años de nuevo, rebosante de amor y devoción hacia Aaron. Se sintió un poco estúpido, porque se suponía que a estas alturas de su vida podría manejar mejor sus sentimientos. Pero el corazón le latía desbocado, cargado de demasiados recuerdos que se superponían uno tras otro.
Por lo visto, ni con el paso del tiempo los recuerdos pesarían menos. Era obvio que seguiría amando a Aaron hasta el día en que muriera. Flavius sintió un revés en el pecho cuando escuchó cómo la voz de Aaron se quebraba mientras le hablaba. A él también le dolía el peso de los recuerdos.
—No me enteré hasta la muerte de Karl mucho después, entonces corrí a buscarte. Sé que no tiene caso decírtelo ahora, pero justo en esa época mi madre había muerto, así que en realidad… no estaba prestándole mucha atención a nada más —Flavius volvió a sentirse estúpido porque estas explicaciones habría querido dárselas unos veinte años antes, para que Aaron supiera que él también lo necesitaba.
Recordaba exactamente el momento en que su madrastra le dijo lo que había pasado. La primera persona que quería ver, la única en quien quería encontrar consuelo, fue en Aaron. Pero eso se había desdibujado apenas consiguió verse a solas con él. Fue espantoso.
—Lo siento, no sé por qué estoy diciendo estas cosas. Lo que en realidad quería decir… —Flavius contuvo la respiración, pero tomó las manos de Aaron entre las suyas. Quiso detenerse, pero no pudo hacerlo. Fue como si su cuerpo actuara en piloto automático—. Era que podemos dejar el pasado atrás. Por eso quiero que las cosas quedaran claras entre nosotros. Vamos a ser un equipo y sacar a tu sobrina de la Arena, haré todo lo posible para que eso suceda.
Le regaló una tenue sonrisa, justo cuando Ceasar anunciaba, en medio de aplausos, que los siguientes tributos en presentarse serían los del Distrito Siete.
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El Capitolio
19.30hrs
Aaron
Mientras lo escuchaba, Flavius sintió que el peso de la culpa lo iba a aplastando. Sintió cómo le presionaba el pecho y lo ahogaba. En su momento, separarse de Flavius había sido muy doloroso, como si le arrancaran un órgano interno. Pero en ese momento todo le dolía, veía todo en su contra. Flavius había intentado hablar con él más de una vez pero Aaron lo había rechazado. Dolía demasiado pensar que ni siquiera podía confiar en él.
Luego, con el paso del tiempo, pensó que había sido lo mejor. Lo que Flavius y él tenían era... iba en contra de todo lo que significaba Panem. Tal vez Flavius se había dado cuenta de eso. De que no podía invertir su vida, su energía y su dinero en ayudar gente de los Distritos. Había pensado todo lo malo posible para explicar aquel vacío que había quedado dentro de él junto a la culpa por la muerte de Karl. La única forma de resistirlo era no ser el único culpable.
Pero ahora... ahora se daba cuenta de que Flavius lo había necesitado y él le había dado la espalda.
¿Cómo le había hecho? ¿Cómo después de todo lo que había hecho por él?
En ese momento sintió un impulso que no podía contener. Tenía que darle al menos ahora un abrazo.
Se acercó y lo abrazó con fuerza, enterrando la cara en su hombro.
—Lo lamento tanto, Flavius... No sé si podrás perdonarme... No lo merezco, lo sé. Pensé solo en mi dolor y... te fallé. Yo fui el que te traicinó al darte la espalda
Sentía ganas de sollozar, pero por suerte no había tomado tanto, logró contenerlo. En ese momento Ceasar anunciaba al Distrito 7. Le daba culpa solo pensar en su pobre tributo masculino al que había prestado p oca ayuda en realidad. Tenía intereses personales en este juego que no podía evitar.
Se separó de Flavius y lo miró a los ojos.
—Si realmente podemos dejar el pasado atrás será lo mejor que nos pueda pasar—dijo con sinceridad—Ser un equipo y sacar a Johanna de la Arena viva es el mejor objetivo que he tenido por años.
Le sonrió ligeramente. No iba a poder agradecerle nunca en la vida.
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El Capitolio
19.30hrs
Flavius
Flavius no se esperaba el abrazo. Soltó un respingo al principio, pero después se entregó a lo inevitable. Tenía la sensación de que ese abrazo estaba pendiente desde hacía veinte años. El gesto parecía estar congelado en el tiempo, como si acababa de ver a Aaron apenas ayer y habían quedado de verse en el penthouse para estar a solas, preparando la estrategia que usarían en los próximos Juegos del Hambre.
¿Por cuánto tiempo soñó con un escenario como éste? Tenía mucha gracias que lo hubiera obtenido años después, cuando ya había hecho su vida y ésta lo había llevado a un sinnúmero de decisiones que ya no podía echar para atrás. Flavius ahora tenía una familia, estaba comprometido con una causa y tenía muchas cosas qué proteger. No podía decirle a Aaron lo que pasaba por su cabeza.
—Ya no tiene caso hablar de eso, Aaron. Mi intención era que pudiéramos aclarar todo, ¿sabes? —comentó, alejándose un poco de él. Tenía la sensación de que si no ponía distancia entre los dos acabaría arrepintiéndose—. Creo que podemos hacer un esfuerzo por dejar el pasado atrás. Ahora tenemos un objetivo en común.
Johanna estaba en la televisión, lucía impecable. Aaron tenía todo el motivo para sentirse orgulloso de ella. Flavius esperaba que su plan funcionara y que pudiera sobrevivir los primeros días en la Arena.
—Conseguiremos esto, Aaron. Antes me manejaba en los juegos casi que por cuestión de azar, era más cuestión de suerte que te astucia. Pero ahora creo que tenemos un buen plan. Por eso quería aclarar las cosas contigo, porque necesito saber si puedes fiarte de mí.
Para Flavius, eso era lo más importante. Limar asperezas, para asegurarse de que Aaron confiaría en él a pesar de todo, incluso del pasado que los aquejaba.
¿Por cuánto tiempo soñó con un escenario como éste? Tenía mucha gracias que lo hubiera obtenido años después, cuando ya había hecho su vida y ésta lo había llevado a un sinnúmero de decisiones que ya no podía echar para atrás. Flavius ahora tenía una familia, estaba comprometido con una causa y tenía muchas cosas qué proteger. No podía decirle a Aaron lo que pasaba por su cabeza.
—Ya no tiene caso hablar de eso, Aaron. Mi intención era que pudiéramos aclarar todo, ¿sabes? —comentó, alejándose un poco de él. Tenía la sensación de que si no ponía distancia entre los dos acabaría arrepintiéndose—. Creo que podemos hacer un esfuerzo por dejar el pasado atrás. Ahora tenemos un objetivo en común.
Johanna estaba en la televisión, lucía impecable. Aaron tenía todo el motivo para sentirse orgulloso de ella. Flavius esperaba que su plan funcionara y que pudiera sobrevivir los primeros días en la Arena.
—Conseguiremos esto, Aaron. Antes me manejaba en los juegos casi que por cuestión de azar, era más cuestión de suerte que te astucia. Pero ahora creo que tenemos un buen plan. Por eso quería aclarar las cosas contigo, porque necesito saber si puedes fiarte de mí.
Para Flavius, eso era lo más importante. Limar asperezas, para asegurarse de que Aaron confiaría en él a pesar de todo, incluso del pasado que los aquejaba.
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El Capitolio
19.30hrs
Aaron
Aaron tenía ganas de llorar, pero con el paso de los años había ganado un gran autocontrol. Se separó de Flavius y lo miró a los ojos. Levantó una mano hacia él y por un momento casi lo toma del rostro, pero mantuvo la cordura y la puso sobre su hombro.
—Dejemos el pasado atrás—acordó y lo miró a los ojos fijamente por un momento.
Quizá un momento más largo de la cuenta.
Desvió la mirada de Flavius hacia el televisor, donde estaba su sobrina. Johanna. Preciosa. Poderosa. Intentando no destacar.
—Si confío en alguien para esto es en ti—dijo con sinceridad—Pero no voy a esperar milagros. Seré justo esta vez. Confío en ti.
Estrechó su hombro con fuerza, y cuando Ceasar le preguntó a Johanna si su tío le había dado tips sobre los juegos, tuvo que sostenerse de él, por lo que se alegró de no haber retirado la mano.
—No esperas que te comparta nuestra estrategia, ¿verdad?—respondió su sobrina con una pequeña sonrisa de burla.
Aaron sabía que tenía ganas de gritarle a Ceasar y al Capitolio. Estaba controlándose mucho. El autocontrol iba a ser muy importante.
Segura, coqueta, sin revelar demasiado. Lo estaba haciendo bien. Miró a Flavius de reojo para saber si tenía algún comentario.
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19.30hrs
Flavius
Flavius pronunció la sonrisa cuando escuchó a Aaron decir que no esperaría milagros. Era una curiosa elección de palabras, pues era justo lo que Flavius estaba haciendo ahora mismo, aunque Aaron no supiera.
Esperaba hacer un milagro para, por fin, derrocar a Snow. Plutarch insistía en que era un trabajo que venía de muchos años, pero Flavius no se engañaba: también había un componente milagroso y algo de suerte en todo lo que estaban haciendo.
El problema era que no podía contarle nada de eso a Aaron porque no estaba dispuesto a ponerlo en peligro. Ya estaba arriesgando demasiado a su familia, pues no se imaginaba qué tipo de represalias podrían suceder en caso de que se descubriera lo que estaban haciendo. Plutarch y él eran la cabeza de la rebelión, hasta ahora ninguno de los dos había levantado sospechas, pero todo se volvía más tenso cuando empezaban los Juegos del Hambre cada año.
—No necesitamos un milagro, necesitamos una buena estrategia y creo que eso es lo que tenemos en nuestras manos.
Justo en ese entonces, Johanna se ganó los aplausos del público y Flavius dirigió la mirada hacia la pantalla de televisión. Johanna lucía bastante bien, sin una postura especialmente amenazante, pero el vestido le quedaba como un guante y era inevitable que llamara algo la atención. Tendría que empezar a preguntar entre sus conocidos la impresión que tenían de los tributos de este año.
—Johanna lo hará bien, así que nosotros debemos trabajar como un equipo —dijo, volviéndose de nuevo hacia Aaron—: Sé que podemos hacerlo.
Ya no eran unos niños, podrían lograrlo. Flavius tan sólo esperaba mantener su corazón en una pieza en el proceso.
Esperaba hacer un milagro para, por fin, derrocar a Snow. Plutarch insistía en que era un trabajo que venía de muchos años, pero Flavius no se engañaba: también había un componente milagroso y algo de suerte en todo lo que estaban haciendo.
El problema era que no podía contarle nada de eso a Aaron porque no estaba dispuesto a ponerlo en peligro. Ya estaba arriesgando demasiado a su familia, pues no se imaginaba qué tipo de represalias podrían suceder en caso de que se descubriera lo que estaban haciendo. Plutarch y él eran la cabeza de la rebelión, hasta ahora ninguno de los dos había levantado sospechas, pero todo se volvía más tenso cuando empezaban los Juegos del Hambre cada año.
—No necesitamos un milagro, necesitamos una buena estrategia y creo que eso es lo que tenemos en nuestras manos.
Justo en ese entonces, Johanna se ganó los aplausos del público y Flavius dirigió la mirada hacia la pantalla de televisión. Johanna lucía bastante bien, sin una postura especialmente amenazante, pero el vestido le quedaba como un guante y era inevitable que llamara algo la atención. Tendría que empezar a preguntar entre sus conocidos la impresión que tenían de los tributos de este año.
—Johanna lo hará bien, así que nosotros debemos trabajar como un equipo —dijo, volviéndose de nuevo hacia Aaron—: Sé que podemos hacerlo.
Ya no eran unos niños, podrían lograrlo. Flavius tan sólo esperaba mantener su corazón en una pieza en el proceso.
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El Capitolio
19.30hrs
Aaron
No era fácil ver a Johanna en aquel escenario. Si bien había sabido que eso iba a pasar, verlo concreto frente a él lo aterraba. No sabía cómo iba a soportar el baño de sangre al día siguiente.
Desvió la mirada hacia Flavius, sintiendo sus palabras como un bálsamo en su corazón. Sí que pensaba ser justo con él, pero todavía ahora tenía esa capacidad de hacerlo creer cuando nadie más podía. Aaron seguía sintiendo que si alguien podía salvarlo de una situación imposible era Flavius.
Y el propio Flavius parecía tener tanta fe en esto que no podía hacer más que creerle.
—Seremos un equipo de nuevo—añadió, con un nudo en la garganta.
Lo había abrazado. Le había pedido perdón por el pasado. Y ahora eran un equipo.
Aaron no se merecía todo esto.
—Gracias, Flavius—añadió—Haré todo lo posible por no decepcionarte, pero si lo hago, dímelo. No me puedo jugar la vida de Johanna por mi estupidez.
Su sobrina justamente estaba sonriendo en la televisión, quedándose grabada en la memoria del Capitolio como una chica joven, hermosa y familia de un tributo. No creía que nadie pensara todavía que era letal.
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19.30hrs
Flavius
Johanna lo estaba haciendo bien. La verdad era que Flavius temía que Ceasar hiciera alguno de sus particulares comentarios y que eso echara sus planes por la borda. Aaron ya le había dicho que su sobrina era bastante volátil y que seguro estallaría si alguien conseguía tirar de las teclas adecuadas. Ceasar era conocido por sus preguntas irreverentes, pensaba que eso era una pésima combinación.
Pero, para su alegría, Johanna supo llevarlo bastante bien, incluso supuso que había causado una interesante impresión en un sector de la audiencia. Flavius estaba seguro que conseguirían hacerlo funcionar.
De hecho, estaba seguro que Plutarch estaría de acuerdo con él en que Johanna lo había hecho muy bien. Todavía refunfuñaba sobre Aaron, pues no creía que merecía su ayuda, pero Flavius le había sonsacado la promesa que, si Johanna hacía un buen papel, Plutarch también patrocinaría algunas de sus armas.
Tenía que reconocer que sería divertido ver la expresión de Plutarch cuando tuviera que cumplir su promesa. Después de lo bien que lo hizo Johanna esta noche, no le quedaría más remedio. Sabía que a cambio Plutarch le sonsacaría más horas de trabajo para la rebelión, pero eso no sería ningún sacrificio.
—No hace falta que hablemos de decepcionar a nadie. Tan sólo vamos a trabajar juntos para lograr salvar a Johanna… —dijo, mientras se acercaba hacia el umbral de la puerta del camerino. Escuchaba aplausos, la gente estaba recibiendo ahora a los tributos del distrito ocho, pues las entrevistas tenían que continuar—. Anda, vamos, no vamos a dejarla sola ahora. Seguro que podemos continuar escuchando la entrevistas en el edificio de tributos. Ceasar seguirá con el resto y ya nos sabemos cómo es el resto del programa. Me gustaría hablar unas cuantas cosas con Johanna antes de que tenga que ir a la Arena.
Sabía que eso sería mañana, por eso quería ultimar detalles con Johanna. Quería asegurarse de que ella entendería todo, pues los primeros días serían los más duros. Tenía que sobrevivir y nadie tenía idea de cuáles serían las características de la arena, que cambiaba año con año.
Pero, para su alegría, Johanna supo llevarlo bastante bien, incluso supuso que había causado una interesante impresión en un sector de la audiencia. Flavius estaba seguro que conseguirían hacerlo funcionar.
De hecho, estaba seguro que Plutarch estaría de acuerdo con él en que Johanna lo había hecho muy bien. Todavía refunfuñaba sobre Aaron, pues no creía que merecía su ayuda, pero Flavius le había sonsacado la promesa que, si Johanna hacía un buen papel, Plutarch también patrocinaría algunas de sus armas.
Tenía que reconocer que sería divertido ver la expresión de Plutarch cuando tuviera que cumplir su promesa. Después de lo bien que lo hizo Johanna esta noche, no le quedaría más remedio. Sabía que a cambio Plutarch le sonsacaría más horas de trabajo para la rebelión, pero eso no sería ningún sacrificio.
—No hace falta que hablemos de decepcionar a nadie. Tan sólo vamos a trabajar juntos para lograr salvar a Johanna… —dijo, mientras se acercaba hacia el umbral de la puerta del camerino. Escuchaba aplausos, la gente estaba recibiendo ahora a los tributos del distrito ocho, pues las entrevistas tenían que continuar—. Anda, vamos, no vamos a dejarla sola ahora. Seguro que podemos continuar escuchando la entrevistas en el edificio de tributos. Ceasar seguirá con el resto y ya nos sabemos cómo es el resto del programa. Me gustaría hablar unas cuantas cosas con Johanna antes de que tenga que ir a la Arena.
Sabía que eso sería mañana, por eso quería ultimar detalles con Johanna. Quería asegurarse de que ella entendería todo, pues los primeros días serían los más duros. Tenía que sobrevivir y nadie tenía idea de cuáles serían las características de la arena, que cambiaba año con año.
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Aaron
Aaron sabía bien por qué decía lo de decepcionar. Porque él era una decepción contínua, y lo sabía bien. Sintió deseos de abrazarse a Flavius, pero no era el momento. Tenía razón, ahora debían concentarse en su sobrina.
—Vamos, va a bajar del escenario buscándome—declaró seguro de lo que decía.
La idea de que Flavius y Johanna hablaran lo mareaba un poco. Nunca había imaginado un escenario donde su sobrina conocería a Flavius. No después de todo lo que había pasado.
Pero ahora parecía que era justo lo que iba a suceder, estuviera o no listo para ello.
Se obligó a tomar la delantera y salir al encuentro de Johanna, quien sonrió al verlo aparecer. Él se adelantó a tomarla de las manos y felicitarla por su entrevista.
—Estuviste perfecta, tal como lo preparamos—declaró—Ahora vamos a ir a trabajar un ratito más, tu patrocinador está aquí, tenemos que volver a las habitaciones.
Johanna miró con curiosidad detrás de él, buscando a Flavius. Aaron no le había dicho demasiado sobre él, solo que era un viejo conocido. Un viejo amigo del Capitolio.
No estaba seguro de si a largo plazo eso se lo iba a creer.
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Flavius
Flavius apenas podía creer que acabara de tener esa conversación con Aaron. Hacía tan sólo un mes atrás eso parecía completamente impensable. Flavius recordaba a la perfección la última vez que intentó hablar con él, fue horrible. La manera en que Aaron lo miraba en aquella ocasión no tenía nada que ver con la conversación que acababan de tener. Fue más consciente que nunca del paso del tiempo, ahora eran dos personas completamente diferentes. Aaron estaba más comprometido con su sobrina que enfadado con él y Flavius estaba más dispuesto a hacer lo correcto que a permitir que sus sentimientos interfirieran tanto en sus acciones.
No estaba seguro si aquello era bueno o malo, pero Flavius estaba dispuesto a hacerlo funcionar, no quería fallarle a Aaron de esa manera cuando sabía todo lo que dejó atrás para pedirle ayuda.
Flavius dejó que Aaron tomara la delantera y se acercara a su sobrina. Él hasta ahora sólo lo había visto desde una distancia prudente, no había querido interactuar mucho con ella porque temía que la chica fuera hacer preguntas que él no estaba muy seguro de cómo responder. Pero si era Aaron quien estaba junto a su sobrina, en caso de que la situación se desviara a algo incómodo, tendría que dejar que fuera él quien respondiera.
Después de todo, no sabía si Aaron le había dicho algo de antemano. Flavius hasta ahora no le había dado mayores explicaciones a su familia y ellos no se las habían pedido, excepto quizás Sirius, porque su hijo mayor era demasiado suspicaz y parecía empeñado en demostrar que Flavius le estaba ocultando algo.
Esperaba que con Johanna no fuera una situación similar.
—Johanna… —dijo, dando un paso al frente y acercándose hacia ella. Le hizo un gesto cuidado de saludo, una leve inclinación y una suave sonrisa. No estaba seguro si tenía que ser demasiado formal, pero lo prefería, para darle tranquilidad a Aaron—. Tu tío me ha hablado mucho de ti y por eso insistí en que venir a verte esta noche. Creo que le diste mucho trabajo a Ceasar, lo hiciste muy bien.
Al menos en eso estaba siendo sincero, así que esperaba que la chica se lo tomara a bien.
No estaba seguro si aquello era bueno o malo, pero Flavius estaba dispuesto a hacerlo funcionar, no quería fallarle a Aaron de esa manera cuando sabía todo lo que dejó atrás para pedirle ayuda.
Flavius dejó que Aaron tomara la delantera y se acercara a su sobrina. Él hasta ahora sólo lo había visto desde una distancia prudente, no había querido interactuar mucho con ella porque temía que la chica fuera hacer preguntas que él no estaba muy seguro de cómo responder. Pero si era Aaron quien estaba junto a su sobrina, en caso de que la situación se desviara a algo incómodo, tendría que dejar que fuera él quien respondiera.
Después de todo, no sabía si Aaron le había dicho algo de antemano. Flavius hasta ahora no le había dado mayores explicaciones a su familia y ellos no se las habían pedido, excepto quizás Sirius, porque su hijo mayor era demasiado suspicaz y parecía empeñado en demostrar que Flavius le estaba ocultando algo.
Esperaba que con Johanna no fuera una situación similar.
—Johanna… —dijo, dando un paso al frente y acercándose hacia ella. Le hizo un gesto cuidado de saludo, una leve inclinación y una suave sonrisa. No estaba seguro si tenía que ser demasiado formal, pero lo prefería, para darle tranquilidad a Aaron—. Tu tío me ha hablado mucho de ti y por eso insistí en que venir a verte esta noche. Creo que le diste mucho trabajo a Ceasar, lo hiciste muy bien.
Al menos en eso estaba siendo sincero, así que esperaba que la chica se lo tomara a bien.
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Aaron
Johanna poco a poco había ido perdiendo la sonrisa falsa e inocente del escenario. Aaron sabía que estaba muy cerca de mostrar todo el fastidio que le causaban los juegos, pero por suerte pareció reconocer a su patrocinador y volvió a sonreírle.
Sabía que a Flavius no iba a engañarlo con facilidad, pero que se mostrara cordial al menos era positivo. Su sobrina sonrió ligeramente, con educación.
—Gracias, señor Dovecote—replicó Johanna, con una leve inclinación.
Luego lo buscó a él con la mirada. Aunque no dijo nada, Aaron la entendió perfectamente.
Quería saber qué se suponía que hiciera.
—No tenemos que quedarnos al final de las entrevistas—dijo con cordialidad, alternando la mirada entre ambos—Podemos ir regresando a las habitaciones para hablar tranquilamente.
Hizo énfasis en el tranquilamente. Necesitaba que Johanna compendiera que Flavius no era su enemigo. Sabía que tenía aversión al Capitolio, pero Flavius era su salvación. Estaba seguro de eso.
Solo con la ayuda de él lograrían sacar estos juegos adelante.
Paso un brazo por los hombros de Johanna, en un demán protector de tío que pocas veces había podido ejercer. Esperaba calmarla un poco con el contacto físico.
Luego miró a Flavius y le hizo señas de que avazaran juntos. Él sabía perfectamente dónde iban.
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Flavius
Johanna parecía cautelosa, Flavius no podía decir que la culpara. No le quedaba la menor duda de que sólo estaba siendo amable con él porque estaba de por medio su tío Aaron. Como confiaba en Aaron, Johanna tendría que fiarse de él.
Parecía algo sencillo, pero, según su experiencia, Flavius ya sabía que aquellas cosas que parecían sencillas eran las que se volvían complicadas de cumplir.
Flavius asintió en silencio y siguió el camino de Aaron, que seguro debería estar ansioso por salir de allí. Todavía se escuchaban los aplausos mientras se alejaban. El espectáculo había sido bueno para Johanna, pero faltaban tributos por presentarse y nunca se sabía quién daría el golpe de efecto esa noche. No siempre quien se ganaba al público se coronaba como vencedor, pero era una buena forma de empezar a medir hacia dónde se irían los patrocinadores este año. Para Flavius, eso contaba el doble en esta edición de los juegos del hambre.
Tenían que dirigirse al edificio de entrenamiento donde podrían hablar con más tranquilidad. A Johanna le correspondía el piso siete, que, sin ser el penthouse, tenía unas vistas bastante impresionantes del Capitolio. Sin embargo, Johanna no parecía interesada en nada de eso.
De nuevo, Flavius no podía culparla. Cuando llegaron al séptimo piso, Flavius supo que no tenía por qué irse con rodeos. No quería que Johanna se pusiera nerviosa y Aaron apreciaría que no desperdiciara tiempo.
—Sé que ustedes probablemente tengan mucho de que hablar, así que seré lo más breve posible —dijo Flavius, lo más serio que pudo, mientras su mirada alternaba de Aaron a Johanna—. Johanna, como parte de la estrategia es no llamar demasiado la atención, voy a proveerte de agua y algunos alimentos, algo que te permita esconderte y sobrevivir durante los primeros días. La Arena puede ser cambiante, pero mientras te mantengas en la periferia, es bastante probable que evadas sobre todo a los tributos profesionales. ¿Hemos pensado cuál será la cantidad ideal de tributos antes de enviarle un arma a la arena?
Se giró hacia Aaron, pues se dio cuenta de que eso no lo habían acordado. No estaba seguro de qué número sería cómodo para Johanna. Quizás era algo que tenían que discutir ellos dos y Flavius mantenerse al margen de esta discusión.
Parecía algo sencillo, pero, según su experiencia, Flavius ya sabía que aquellas cosas que parecían sencillas eran las que se volvían complicadas de cumplir.
Flavius asintió en silencio y siguió el camino de Aaron, que seguro debería estar ansioso por salir de allí. Todavía se escuchaban los aplausos mientras se alejaban. El espectáculo había sido bueno para Johanna, pero faltaban tributos por presentarse y nunca se sabía quién daría el golpe de efecto esa noche. No siempre quien se ganaba al público se coronaba como vencedor, pero era una buena forma de empezar a medir hacia dónde se irían los patrocinadores este año. Para Flavius, eso contaba el doble en esta edición de los juegos del hambre.
Tenían que dirigirse al edificio de entrenamiento donde podrían hablar con más tranquilidad. A Johanna le correspondía el piso siete, que, sin ser el penthouse, tenía unas vistas bastante impresionantes del Capitolio. Sin embargo, Johanna no parecía interesada en nada de eso.
De nuevo, Flavius no podía culparla. Cuando llegaron al séptimo piso, Flavius supo que no tenía por qué irse con rodeos. No quería que Johanna se pusiera nerviosa y Aaron apreciaría que no desperdiciara tiempo.
—Sé que ustedes probablemente tengan mucho de que hablar, así que seré lo más breve posible —dijo Flavius, lo más serio que pudo, mientras su mirada alternaba de Aaron a Johanna—. Johanna, como parte de la estrategia es no llamar demasiado la atención, voy a proveerte de agua y algunos alimentos, algo que te permita esconderte y sobrevivir durante los primeros días. La Arena puede ser cambiante, pero mientras te mantengas en la periferia, es bastante probable que evadas sobre todo a los tributos profesionales. ¿Hemos pensado cuál será la cantidad ideal de tributos antes de enviarle un arma a la arena?
Se giró hacia Aaron, pues se dio cuenta de que eso no lo habían acordado. No estaba seguro de qué número sería cómodo para Johanna. Quizás era algo que tenían que discutir ellos dos y Flavius mantenerse al margen de esta discusión.
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19.30hrs
Aaron
Aaron podía sentir la incredulidad de su sobrina, quien escuchaba a Flavius con respeto, pero no particularmente convencida. Sabía que lo necesitaría si quería sobrevivir, pero no parecía particularmente impresionada con que fuera a ser su patrocinador. Aaron le había dejado claro que esa era su posibilidad.
—Puedo perfectamente con unos diez—declaró Johanna.
A Aaron le seguía pareciendo un número elevado, en especial si seguían respetando las alianzas. Porque Johanna no haría alianzas, no era lo suyo tratar con otros así. Pero Johanna tampoco quería esconderse hasta el final, temía que la emboscaran y no tener armas todavía.
Así que Aaron asintió.
—Tal vez podemos empezar antes con un cuchillo que le sirva de arma y herramienta de cualquier forma—añadió—Y dejar el hacha para cuando queden diez.
Estaba seguro de que Johanna con el hacha sería letal. La había visto talar árboles desde pequeña. Era fuerte, rápida y precisa. Y tenía una sed por sobrevivir que le hacía confiar en que iba a lograrlo.
En especial con la ayuda de Flavius.
Miró a Flavius por un momento sin cuidarse de ocultar la gratitud que sentía por él en ese momento. Una vez más, Flavius volvía a ser la única luz que había en su vida. La única oportunidad de que todo saliera bien.
No se lo podría terminar de pagar nunca.
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Flavius
Diez.
A Flavius diez tributos le parecía un número considerable. De hecho, le parecía un número más que considerable, pero decidió no contradecir a Johanna. Apenas se conocían formalmente, no creía que fuera buena idea que el primer instinto de su patrocinador fuera contradecirla. De seguro que ya no se estaba llevando una buena impresión de él, podía darse cuenta por la forma en que lo estaba mirando, así que Flavius no necesitaba echarle más leña al fuego.
Miró a Aaron de reojo, preguntándose si su expresión pensativa quería decir que estaba creyendo lo mismo que él. Diez era un número temerario, pero si Aaron no había contradicho a su sobrina, Flavius no era quién para hacerlo.
—Diez tributos es prácticamente la mitad… —comentó Flavius, con voz pausada, mientras volvía la vista hacia Johanna. Ella no parecía impresionada, empezaba a darse cuenta de que la confianza que tenía Aaron en ella iba más allá de ser su sobrina. Johanna no sólo parecía muy segura de sí misma, sino que lucía dispuesta a hacer cualquier cosa para sobrevivir, justo como Aaron le había dicho antes—: Así que tendremos que asegurarnos que sobrevivas hasta entonces. No he podido averiguar qué tipo de Arena te encontrarás, así que no quedará más remedio que usar el instinto para encontrar un buen refugio.
Flavius sabía que, si lo quería de verdad, podría averiguarla. Plutarch tenía acceso, pero si daba un paso en falso, levantaría sospechas. Todo lo que le había prometido a Plutarch, era mantener un bajo perfil.
No pensaba fallarle ni tampoco pensaba discutir. Le había dicho que esta pequeña pausa por los Juegos del Hambre no iban a detener los planes de la rebelión. Tan sólo necesitaba hacer esto por Aaron.
—Tu tío cree que puedes hacerlo, así que, por extensión, yo también.
A Flavius diez tributos le parecía un número considerable. De hecho, le parecía un número más que considerable, pero decidió no contradecir a Johanna. Apenas se conocían formalmente, no creía que fuera buena idea que el primer instinto de su patrocinador fuera contradecirla. De seguro que ya no se estaba llevando una buena impresión de él, podía darse cuenta por la forma en que lo estaba mirando, así que Flavius no necesitaba echarle más leña al fuego.
Miró a Aaron de reojo, preguntándose si su expresión pensativa quería decir que estaba creyendo lo mismo que él. Diez era un número temerario, pero si Aaron no había contradicho a su sobrina, Flavius no era quién para hacerlo.
—Diez tributos es prácticamente la mitad… —comentó Flavius, con voz pausada, mientras volvía la vista hacia Johanna. Ella no parecía impresionada, empezaba a darse cuenta de que la confianza que tenía Aaron en ella iba más allá de ser su sobrina. Johanna no sólo parecía muy segura de sí misma, sino que lucía dispuesta a hacer cualquier cosa para sobrevivir, justo como Aaron le había dicho antes—: Así que tendremos que asegurarnos que sobrevivas hasta entonces. No he podido averiguar qué tipo de Arena te encontrarás, así que no quedará más remedio que usar el instinto para encontrar un buen refugio.
Flavius sabía que, si lo quería de verdad, podría averiguarla. Plutarch tenía acceso, pero si daba un paso en falso, levantaría sospechas. Todo lo que le había prometido a Plutarch, era mantener un bajo perfil.
No pensaba fallarle ni tampoco pensaba discutir. Le había dicho que esta pequeña pausa por los Juegos del Hambre no iban a detener los planes de la rebelión. Tan sólo necesitaba hacer esto por Aaron.
—Tu tío cree que puedes hacerlo, así que, por extensión, yo también.
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Aaron
Aaron miró con inquietud a Johanna. Si él podía percibir que Flavius había dudado con el número diez, seguro que ella también.
—No estoy diciendo que vaya a ir por los diez a la vez—señaló, con tono de que le parecía una sutileza que no debía ser necesaria explicar.
Aaron sí lo había entendido. Creía que podría ir atacándolos por separado y terminar con todos. Ya con diez era posible que algunas alianzas se hubieran disuelto.
—Un cuchillo es de lo mejor que se puede tener en la arena. Es tanto un arma como una herramienta— señaló Aaron, pensando que era un buen compromiso.
A Johanna le sería de mucha utilidad tanto para defenderse como para supervivencia.
—Lo malo de un cuchillo es que para matar a alguien hay que acercarse más—señaló Johanna con un suspiro.
Aaron sonrió para sí. No era agradable que su sobrina tuviera que pensar en esos términos, pero eso le ayudaría a sobrevivir. Confiaba mucho en que podía lograrlo. Más con Flavius ayudándola.
Se sentía muy completo viendo a Flavius y a Johanna en el mismo espacio. Nunca había soñado con un momento así en qeu su familia y su pasado se encontraran.
No quería pensar que se sentía feliz por aquella oportunidad. Lo mejor habría sido que Johanna no se viera nunca en esa posición. Pero en el fondo, sí que se sentía feliz de tenerlos juntos aunque fuera por un momento.
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19.30hrs
Flavius
Aaron tuvo que apretar los labios para no reírse porque, por supuesto, jamás pensó que Johanna se enfrentaría a los diez a la vez. Aunque tenía que admitir que esa sería una imagen mental que volvería locos a los patrocinadores, aceptaba que no era muy realista. Si se quería sobrevivir, seguro que no podría hacerse un ataque suicida así.
Sin embargo, diez participantes significaban que Johanna haría un esfuerzo físico por lo menos nueve veces antes de quedar con el último tributo en pie, con el fin de coronarse vencedora. Cada esfuerzo físico en los últimos días de la arena, podían significar la vida o la muerte. Pero Flavius no dijo nada, pues esa era tarea de Aaron, no dudaba de que él comentaría cualquier cosa cuando quedar de nuevo a solas con su sobrina.
Él sólo tenía que concentrarse en las armas, para eso estaba allí.
—El cuchillo es más vulnerable, es cierto, pero Aaron tiene razón, puede funcionar como una herramienta. Lo importante del cuchillo es que sepas exactamente dónde apuntar, si sabes dónde apuñalar, gastarás menos energía hasta que el hacha llegue a ti —Flavius suspiró a medias, pues, a pesar de los años que habían pasado, recordaba muy bien cómo el Distrito Diez había obtenido a su primer vencedor, quien había vencido precisamente con un cuchillo. Elliot Thorpe causó muchísimo revuelo, el mismo que sucedió con Aaron un par de años antes, porque los distritos pobres casi nunca conseguían victorias en los Juegos del Hambre. Había sido una pena lo que pasó con él, lo que pasó con Karl, lo que había pasado con tantos otros.
Cuando sintió la mirada de Aaron sobre él, se preguntó si también estaba pensando lo mismo que Flavius. Cada vez que Flavius caía en ese tipo de trampas del pasado, recordaba que estaba haciendo lo correcto. Una vez más, le habría gustado decírselo a Aaron, contarle que, si no se hubieran conocido, jamás hubiera despertado de aquel sueño tan profundo en el que parecían estar casi todos los ciudadanos del Capitolio.
Aaron lo había hecho mejor persona.
—Bueno, lo siento, quizás no debería decir tantas cosas, deberías escuchar los consejos de tu mentor —dijo, con una media sonrisa, sin saber si su presencia ahí todavía era requerida.
Sin embargo, diez participantes significaban que Johanna haría un esfuerzo físico por lo menos nueve veces antes de quedar con el último tributo en pie, con el fin de coronarse vencedora. Cada esfuerzo físico en los últimos días de la arena, podían significar la vida o la muerte. Pero Flavius no dijo nada, pues esa era tarea de Aaron, no dudaba de que él comentaría cualquier cosa cuando quedar de nuevo a solas con su sobrina.
Él sólo tenía que concentrarse en las armas, para eso estaba allí.
—El cuchillo es más vulnerable, es cierto, pero Aaron tiene razón, puede funcionar como una herramienta. Lo importante del cuchillo es que sepas exactamente dónde apuntar, si sabes dónde apuñalar, gastarás menos energía hasta que el hacha llegue a ti —Flavius suspiró a medias, pues, a pesar de los años que habían pasado, recordaba muy bien cómo el Distrito Diez había obtenido a su primer vencedor, quien había vencido precisamente con un cuchillo. Elliot Thorpe causó muchísimo revuelo, el mismo que sucedió con Aaron un par de años antes, porque los distritos pobres casi nunca conseguían victorias en los Juegos del Hambre. Había sido una pena lo que pasó con él, lo que pasó con Karl, lo que había pasado con tantos otros.
Cuando sintió la mirada de Aaron sobre él, se preguntó si también estaba pensando lo mismo que Flavius. Cada vez que Flavius caía en ese tipo de trampas del pasado, recordaba que estaba haciendo lo correcto. Una vez más, le habría gustado decírselo a Aaron, contarle que, si no se hubieran conocido, jamás hubiera despertado de aquel sueño tan profundo en el que parecían estar casi todos los ciudadanos del Capitolio.
Aaron lo había hecho mejor persona.
—Bueno, lo siento, quizás no debería decir tantas cosas, deberías escuchar los consejos de tu mentor —dijo, con una media sonrisa, sin saber si su presencia ahí todavía era requerida.
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El Capitolio
19.30hrs
Aaron
Conocía lo suficiente a Flavius para notar que se estaba aguantando una sonrisa. Johanna arqueó una ceja y lo miró a él.
—Mi mentor no para de hablar, así que no dejo de oírlo—comentó, y Aaron sí que sonrió.
—Yo también te quiero—replicó a su sobrina, estirando una mano para acariciarle la mejilla, pero se arrepintió a último momento y le puso la mano en el hombro. No quería que le molestara un gesto de cariño así frente a Flavius, no querría que la viera como una niña.
Aunque no era. Una niña.
Miró a Flavius y asintió.
—Le enseñaré a dónde apuntar con el cuchillo, lo hará bien, te lo aseguro.
Confiaba mucho en ella. Eso no lo estaba fingiendo. Realmente creía que podría sobrevivir. Si no lo hacía, era muy probable que Aaron perdiera la cabeza cuando la viera morir en la arena. Si no, tendría que ahogarse en alcohol para resistirlo.
Se preguntó qué haría Flavius entonces. Nada, probablemente. Johanna era el único punto en común que tenían ahora. Cuando acabaran los juegos volverían a alejarse. No podía ser de otra forma.
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19.30hrs
Flavius
Flavius no pudo contener la sonrisa cuando escuchó a Aaron hablar con Johanna. Le parecía que estaba viendo al Aaron que recordaba, al verdadero, cuando éste hablaba con su sobrina. Flavius no sabía qué hacer con aquella información, pues para él era complicado ver cómo el Aaron que tanto había amado seguía allí, a pesar de todo.
A pesar de todos los años que habían pasado y la separación entre ambos, el Aaron que amaba, latía debajo de aquel Vencedor que estaba roto y que ahora parecía tan lejos de él.
Si Plutarch pudiera verlo ahora mismo, de seguro que le retiraría la palabra para nada más allá de lo necesario.
—Bien… —asintió Flavius, mientras trataba de sacarse a su querido amigo de la cabeza. Ya habían tenido un par de discusiones al respecto, pero al menos Plutarch estaba fiándose de su criterio. Al menos, de momento—. Si tú le enseñas, creo que será suficiente. Prometo que será un cuchillo discreto, que no llame demasiado la atención, pero será efectivo. A cambio, verás que el hacha que enviaré a la Arena será perfecta para ti.
Aunque era la primera vez en décadas que Flavius patrocinaba, su círculo social sí que lo hacía constantemente. Así que sabía de primera mano que estaba bastante de moda eso de calcular la eficiencia de las armas de acuerdo a los datos que había de los tributos. Él podía hacer lo mismo con Johanna, sólo para asegurarse que el peso y longitud del hacha serían adecuadas para ella, para aumentar su efectividad.
Eso era lo más que podía hacer por Aaron. El resto dependía de su propia sobrina, pero ahora que había hablado con ella, Flavius sabía que Aaron no había hablado por hablar: estaba convencido de que la chica lucharía hasta las últimas consecuencias.
A pesar de todos los años que habían pasado y la separación entre ambos, el Aaron que amaba, latía debajo de aquel Vencedor que estaba roto y que ahora parecía tan lejos de él.
Si Plutarch pudiera verlo ahora mismo, de seguro que le retiraría la palabra para nada más allá de lo necesario.
—Bien… —asintió Flavius, mientras trataba de sacarse a su querido amigo de la cabeza. Ya habían tenido un par de discusiones al respecto, pero al menos Plutarch estaba fiándose de su criterio. Al menos, de momento—. Si tú le enseñas, creo que será suficiente. Prometo que será un cuchillo discreto, que no llame demasiado la atención, pero será efectivo. A cambio, verás que el hacha que enviaré a la Arena será perfecta para ti.
Aunque era la primera vez en décadas que Flavius patrocinaba, su círculo social sí que lo hacía constantemente. Así que sabía de primera mano que estaba bastante de moda eso de calcular la eficiencia de las armas de acuerdo a los datos que había de los tributos. Él podía hacer lo mismo con Johanna, sólo para asegurarse que el peso y longitud del hacha serían adecuadas para ella, para aumentar su efectividad.
Eso era lo más que podía hacer por Aaron. El resto dependía de su propia sobrina, pero ahora que había hablado con ella, Flavius sabía que Aaron no había hablado por hablar: estaba convencido de que la chica lucharía hasta las últimas consecuencias.
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19.30hrs
Aaron
Aaron apenas podía procesar que estaba en ese momento con las dos personas que más había querido a lo largo de su vida. Su primer (y único) amor, y su sobrina. No quería terminar con ese momento, pero tampoco podía sostenerlo en el tiempo.
Tenía que enseñar a Johanna lo del cuchillo antes de que tuviera que marcharse al día siguiente. Debía ayudarla a que durmiera. Algo de descanso le haría bien para enfrentarse luego a la Arena. Y Flavius no podía quedarse.
Le sonrió de nuevo a su sobrina.
—Ve a ponerte cómoda—le dijo con suavidad. Suponía que Flavius podría notar en su tono de voz y en su mirada lo mucho que amaba a su sobrina. —Quítate el vestido y el maquillaje y nos vemos en el salón para practicar con el cuchillo.
Johanna sabía usar un cuchillo, pero quería darle los consejos sobre dónde cortar para matar, como acababa de asegurarle a Flavius. Luego se atrevió a mirarlo a él de nuevo.
—Puedo acompañarte a comprar el cuchillo y el hacha—le ofreció. —Sé mucho más de hachas que tú.
Era un hecho, nada más. Seguro que Flavius los podía comprar pero al menos si lo dejaba acompañarlo Aaron sentiría que estaba haciendo algo. Aparte de eso solo podría intentar conseguir algún otro patrocinador, pero con Flavius eso no sería necesario.
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19.30hrs
Flavius
Flavius escuchó cómo la voz de Aaron era completamente diferente cuando se dirigía a su sobrina. Lamentó no haber conocido esta parte de él hasta ahora. Si sus caminos no se hubieran separado hacía tanto tiempo, Flavius había conocido esta faceta de Aaron. Incluso si eso hubiera significado abrazarlo después de haber participado en la cosecha donde su única sobrina, la familia que todavía le quedaba, era seleccionada como tributo.
Hubiera pagado con gusto aquel precio, si eso significaba que él y Aaron no se hubieran separado. Sin embargo, era evidente que no podían cambiar el pasado.
Observó en silencio cómo Johanna le obedecía a Aaron y regresaba a la habitación asignada para ella en la séptima planta. Estaba finamente decorada, tal y como estaban todas las plantas dedicadas a los tributos.
Pronunció la sonrisa cuando Aaron le pidió acompañarlo a comprar el cuchillo que sería para Johanna. Sin duda Aaron sabía más de cuchillos que él, pero no estaba seguro que le gustara el ambiente donde estaban los armamentos que se compraban para los tributos. El centro de apuestas era una cosa, pero los patrocinadores que tenían el poder adquisitivo para hacer esas compras exorbitantes era completamente diferente. No le gustaría exponer a Aaron a eso, pero tampoco sabía cómo explicárselo para evitar ofenderlo.
Ya estaban llevando una relación más que cordial, Flavius no pensaba arruinarlo todo.
—Si quieres, puedes dejarme las especificaciones para poder conseguir el cuchillo más adecuado para ella —puntualizó, mientras se acercaba hacia Aaron, atreviéndose a colocar una mano sobre su hombro—: No quisiera que perdieras tiempo en eso cuando tienes pocas horas para estar a solas con ella antes de que comiencen los Juegos del Hambre. Nosotros vamos a tener tiempo para trabajar en cuanto ella llegue a la Arena.
Pronunció la sonrisa, a medias, un gesto apagado, mientras Flavius estaba desesperado por recordarle que siempre iba a poder contar con él.
Hubiera pagado con gusto aquel precio, si eso significaba que él y Aaron no se hubieran separado. Sin embargo, era evidente que no podían cambiar el pasado.
Observó en silencio cómo Johanna le obedecía a Aaron y regresaba a la habitación asignada para ella en la séptima planta. Estaba finamente decorada, tal y como estaban todas las plantas dedicadas a los tributos.
Pronunció la sonrisa cuando Aaron le pidió acompañarlo a comprar el cuchillo que sería para Johanna. Sin duda Aaron sabía más de cuchillos que él, pero no estaba seguro que le gustara el ambiente donde estaban los armamentos que se compraban para los tributos. El centro de apuestas era una cosa, pero los patrocinadores que tenían el poder adquisitivo para hacer esas compras exorbitantes era completamente diferente. No le gustaría exponer a Aaron a eso, pero tampoco sabía cómo explicárselo para evitar ofenderlo.
Ya estaban llevando una relación más que cordial, Flavius no pensaba arruinarlo todo.
—Si quieres, puedes dejarme las especificaciones para poder conseguir el cuchillo más adecuado para ella —puntualizó, mientras se acercaba hacia Aaron, atreviéndose a colocar una mano sobre su hombro—: No quisiera que perdieras tiempo en eso cuando tienes pocas horas para estar a solas con ella antes de que comiencen los Juegos del Hambre. Nosotros vamos a tener tiempo para trabajar en cuanto ella llegue a la Arena.
Pronunció la sonrisa, a medias, un gesto apagado, mientras Flavius estaba desesperado por recordarle que siempre iba a poder contar con él.
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VI. Even Now
El Capitolio
19.30hrs
Aaron
Vio a su sobrina retirarse con la certeza de que podía ser una de las últimas veces que podía verla alejarse de él, sin contar al día siguiente cuando se marchara a la Arena.
Pero si alguien iba a ayudar a que tuviera esperanza de verla de nuevo, era Flavius.
Le debía tanto que no sabría cómo pagárselo.
—Tengo todas las medidas anotadas aquí—dijo, entregándole una tarjeta donde había anotado todo. —Lo mejor será un cuchillo de una sola pieza, firme, con una hoja flexible para que no vaya a quebrarse al chocar con hueso si tiene problema al apuñalar.
No debía saber estas cosas, pero si esos conocimientos podían salvar a su sobrina iba a usarlos.
Flavius parecía dispuesto a irse, así que Aaron lo acompañó, al menos para llevarlo hasta la puerta de su suite.
—Gracias de nuevo, Flavius—insistió, aunque temía que no lo tomara en serio. —Fuiste muy bueno con ella. Johanna no es fácil de manejar.
De hecho, una parte de él temía qué pasaría con su sobrina si mostraba su carácter confrontativo con Snow. Debía ayudarla a prepararse para eso si sobrevivía. Pero por ahora tenía que centrarse en eso.
No sabía si le había quedado claro a qué se refería.
—Usualmente es muy arisca y recelosa con la gente del Capitolio—añadió. —Pero creo que te tomó confianza.
Una parte de él era lo suficientemente egoísta para sentirse satisfecho de pensar que su sobrina y su ¿ex-pareja? se habían entendido. Si no fuera por una razón tan terrible diría que era uno de los mejores momentos de su vida.
—No puedo esperar para que trabajemos juntos—añadió. Dudó un momento, y quizá habría sido mejor no decir nada, pero no se pudo contener—Se nos daba bastante bien..
Le dedicó a Flavius una sonrisa cargada de arrepentimiento y nostalgia.
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VII. We used to be friends
Mansión
11.15hrs
Flavius
Las notas de Flavius no sólo habían sido buenas, sino que había conseguido ser el primer alumno de su clase. Todavía tenía una nota de voz en su teléfono de Plutarch, quien estaba mitad sorprendido, mitad enfadado. Flavius la escuchaba cada vez que quería sentirse mejor consigo mismo y también cuando necesitaba meterse con su mejor amigo, pues en ese mismo mensaje Plutarch admitía su derrota, cosa que no sucedía muy a menudo.
El padre de Flavius estaba más que contento, por eso había aceptado, otra vez, pagar una cantidad absurda de dinero para tener a Aaron Mason en su casa toda la mañana. Se acercaban los próximos Juegos del Hambre, así que sabía que el precio era mayor. Flavius tenía que graduarse como el mejor estudiante de las últimas cinco generaciones, como mínimo, para compensárselo.
Sin embargo, su madrastra le había dicho, en un tono consolador, que no se preocupara, pues su padre de todas formas había pagado una fiesta para sus hermanas mayores en la que el invitado de honor había sido Elliot Thorpe y que a él le encantaba complacer a todos sus hijos. Flavius quiso protestar, pero justo con ese entonces el mayordomo les había dicho que Aaron estaba esperándolo. Flavius se alegró de no tener ese tipo de conversación con su madrastra.
Como sus hermanas estaban fuera, Flavius decidió que podía tener el invernadero para él solo, y para Aaron, por unas horas. Había un montón de flores, pero lo que a Flavius más le gustaba era la laguna artificial que había mandado a construir su padre. Cuando se mudó aquí, ese se convirtió en su sitio favorito de toda la casa.
—¿Te gusta? Cuando era niño podía pasar horas aquí, pero a veces mis hermanas lo monopolizan y era difícil poder estar tan solo… —Flavius tomó asiento la borde de la laguna, mientras se quitaba con cuidado los zapatos. Pronunció la sonrisa, buscando a Aaron con la mirada y le hizo una seña para que se acercara, animándolo a sentarse a su lado—. ¿Adivina qué? Saqué las notas más altas, mi padre no pensó que lo conseguiría, así que quiere complacerme en todo.
Se sintió un poquito culpable al decir eso, porque normalmente no fanfarroneaba así. Pero Flavius ahora tenía otra motivación, pues quería que él y Aaron siguieran viéndose con relativa frecuencia.
—Te eché de menos, Aaron… —confesó, con una media sonrisa, tratando de ignorar el cosquilleo en su pecho.
El padre de Flavius estaba más que contento, por eso había aceptado, otra vez, pagar una cantidad absurda de dinero para tener a Aaron Mason en su casa toda la mañana. Se acercaban los próximos Juegos del Hambre, así que sabía que el precio era mayor. Flavius tenía que graduarse como el mejor estudiante de las últimas cinco generaciones, como mínimo, para compensárselo.
Sin embargo, su madrastra le había dicho, en un tono consolador, que no se preocupara, pues su padre de todas formas había pagado una fiesta para sus hermanas mayores en la que el invitado de honor había sido Elliot Thorpe y que a él le encantaba complacer a todos sus hijos. Flavius quiso protestar, pero justo con ese entonces el mayordomo les había dicho que Aaron estaba esperándolo. Flavius se alegró de no tener ese tipo de conversación con su madrastra.
Como sus hermanas estaban fuera, Flavius decidió que podía tener el invernadero para él solo, y para Aaron, por unas horas. Había un montón de flores, pero lo que a Flavius más le gustaba era la laguna artificial que había mandado a construir su padre. Cuando se mudó aquí, ese se convirtió en su sitio favorito de toda la casa.
—¿Te gusta? Cuando era niño podía pasar horas aquí, pero a veces mis hermanas lo monopolizan y era difícil poder estar tan solo… —Flavius tomó asiento la borde de la laguna, mientras se quitaba con cuidado los zapatos. Pronunció la sonrisa, buscando a Aaron con la mirada y le hizo una seña para que se acercara, animándolo a sentarse a su lado—. ¿Adivina qué? Saqué las notas más altas, mi padre no pensó que lo conseguiría, así que quiere complacerme en todo.
Se sintió un poquito culpable al decir eso, porque normalmente no fanfarroneaba así. Pero Flavius ahora tenía otra motivación, pues quería que él y Aaron siguieran viéndose con relativa frecuencia.
—Te eché de menos, Aaron… —confesó, con una media sonrisa, tratando de ignorar el cosquilleo en su pecho.
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VII. We used to be friends
Mansión
11.15hrs
Aaron
Aaron no terminaba de entender lo que ocurría recientemente en su vida. Cuando había sido elegido en la Cosecha había pensado que todo lo que tenía que hacer era sobrevivir. Pero nadie les advertía a los tributos lo que sería de su vida si sobrevivían. Sí era más usual que te dieran consejos para seguir siendo un Vencedor sin perecer en el intento, y de todos el más útil para él hasta ahora había sido el alcohol.
Sin embargo, cuando tenía que ir a la propiedad de los Dovecote, no necesitaba beber.
De alguna forma, la expectativa de ver a Flavius lo hacía todo más fácil. Más llevadero. Realmente le gustaba ir a verlo. Ayudaba que no era un pervertido que quisiera hacer cosas asquerosas con él, por supuesto. Era un chico dulce, bueno, qeu realmente se alegraba de tener un tiempo para hablar con él.
Aaron no estaba acostumbrado a eso. Pero... cómo le gustaba.
No estaba bien, o eso pensaba. Flavius era muy inocente en comparación al resto del Capitolio. Aaron sabía que a su lado él era un tipo sucio y repelente. Flavius no podía ni imaginar las cosas que había tenido que hacer en el Capitolio, y si se lo contara se escandalizaría. Así que Aaron se limitaba a seguirle la corriente en lo que Flavius quisiera hacer.
Y se guardaba muy bien de las cosas que le gustaría hacer o decir a Flavius cuando estaba con él.
Lo mejor era que Flavius siempre tenía nuevas ideas y de qué hablar cuando se veían. En esa ocasión lo había llevado a un invernadero. Era curioso ver las cosas que cultivaban en el Capitolio. Las plantas que les parecía bonito tener. Aaron que tenía hectáreas y hectáreas de bosque en su casa no les terminaba de encontrar el gusto.
Este, sin embargo, con las explicaciones de Flavius y su sonrisa tenía una calidez especial.
—Felicidades por tus notas —replicó con sinceridad. Él nunca había sido brillante en el colegio, y no había terminado de estudiar, pero estaba seguro de que Flavius tenía que ser muy inteligente—. Yo también te extrañé mucho.
Era una declaración sincera. Antes, cuando volvía a casa, Aaron se sentía atormentado por las cosas que había tenido que hacer en el Capitolio. Pero desde que conocía a Flavius lo que más hacía era soñar despierto con él y recordar el tiempo que habían pasado juntos en el Capitolio.
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