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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Jue Oct 26, 2023 11:11 pm
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    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2



    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Jue Oct 17, 2024 2:27 pm


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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Marcus pensaba como Alice, pero por desgracia, había visto cómo funcionaban esas familias desde dentro: podían hundirte si querían, fuera justo o no, fuera lógico o no, tuvieran ellos más o menos trapos sucios. Lo habían vivido en propia piel con los Van Der Luyden, de hecho. Y no sería que a él no era al primero que le costaba asumir algo así, y que le llevaban los demonios cuando se enteraba. Pero era consciente de que pasar, podía pasar perfectamente. No con su madre, ahí no lo veía tan claro, Emma no era tan fácil de derribar, y ya no solo Emma, todo su entorno que estaba de su parte, porque desprestigiar a un alquimista carmesí como su abuelo no iba a ser tarea fácil. Así que al menos le aliviaba saber a Hillary bajo su protección.

    Marcus asintió a las palabras de André. Alice tenía un concepto muy malo de los Gallia pero el chico tenía razón: era una familia de sangre pura. No eran ricos, es cierto, pero eran sangre pura. - Hay un término medio que a veces se nos olvida. - Le dijo a su novia. - Los Horner, los Gaunt, los Hughes, los Fenwick, son familias que, además de ser de sangre pura, son de un linaje en su mayoría o incluso en su totalidad de Slytherin, y de una posición económica muy elevada. Pero hay familias mágicas de sangre pura que, sin tener esa posición social, también son familias de sangre pura y solo por eso están más considerada que las mestizas en la comunidad mágica, y los Gallia son una de esas familias. - Soltó aire por la nariz y, mientras pinchaba con la comida, comentó. - Y nosotros somos parte de eso también, Alice. - La miró de reojo con las cejas arqueadas. - Los dos venimos de linajes puros. Los dos tenemos un progenitor de familia de alto nivel, aunque con tu madre pasara lo que pasó y con los Horner esté pasando esto, pero ahí está la sangre. Los dos somos sangre pura, por lo tanto, sin querer, seguimos perpetuando todo esto. - Volvió a mirar al plato y se encogió de hombros. - Nosotros no pensamos en esas cosas, pero por desgracia, no es lo habitual. - Y se llevó la comida a la boca, pensativo. La comunidad mágica era retrógrada, y ellos intentarían no serlo, pero tenían que convivir con la realidad.

    El comentario sobre la boda del año le hizo levantar la mirada de nuevo, ceñudo, porque algo le decía que la noticia no iba a ser para celebrar precisamente. Casi se le cae de la boca lo que estaba masticando. - Dime que no es cierto. - Dijo cuando pudo reaccionar. Sean le dedicó una burlita. - ¿Qué? ¿Haciendo el duelo por una de tus compis prefectas que ya no te va a tirar más los tejos? - Uuuuuhhh. - Provocó Jackie entre risas. Hillary soltó un bufido. - Seguro que un anillo le impide seguir siendo una... Me callo. - Marcus, en ese ir y venir de comentarios, estaba limpiándose con la servilleta como estrategia para poder aclararse mentalmente. - Ese tipo es varios años mayor que ella, y cuando digo varios me refiero a seis o siete o así. Ni siquiera llegamos a cruzarnos con él en Hogwarts. - Sus amigos pusieron cara de estar calculando fechas. - Los Gaunt no son cualquiera, son una familia no solo influyente y rica, sino peligrosa. Dejarían a los Van Der Luyden temblando, no te digo a los McKinley o a los Horner. - Dejó la servilleta a un lado con un gesto indignado. - ¿Enrollan a Eunice con un maltratador y le cambian por otro? - Bueno, yo creo que con Hughes se enrolló ella solita. - Contradijo Hillary. - Phoebus es mil veces peor que Hughes, solo con verle se le nota. Hughes era un imbécil, pero Phoebus es su versión taimada. - Soltó aire por la nariz, mirando a otra parte. - Mirad, Eunice no me caía bien, e hizo cosas muy feas en los últimos momentos de Hogwarts. Pero casarse con Phoebus... Además, solo tiene dieciocho años aún, diecinueve como mucho cuando se case. ¿Lo veis normal? ¿Cuánto creéis que va a tardar en quedarse embarazada? Eunice era capitana del equipo de quidditch, prefecta y una chica inteligente y con un expediente bastante bueno. La van a dejar encerrada en casa para los restos a este paso, teniendo hijos del tipo ese y siendo poco más que un florero. ¿Cómo puede alegraros esto? - Hubo un silencio en la mesa. - No lo había considerado tanto. - Dijo Hillary con la boca pequeña, un tanto avergonzada.

    - A ver, tío. - Aportó Sean con tono tranquilo. - No nos alegramos. Si no creemos que eso llegue muy lejos. - Claro. Solo estamos cotilleando. Y yo por mi parte estoy bastante segura de que eso va a acabar en divorcio en ¿cuánto? ¿Un año? ¿Dos, como muchísimo? Por lo que he oído del tema. - Añadió Jackie. Marcus soltó otra carcajada muda. - No estaría yo tan seguro. A Eunice le costó desprenderse de un novio en el colegio, divorciarse no es tan fácil en estas familias. Menos aún si ya tienes hijos. - ¿Por qué ves a Eunice embarazada tan pronto? Creo que ya por Hughes sabe lo que es un anticonceptivo. - Se limitó a encogerse de hombros y mostrar las palmas porque prefería no entrar en detalles, pero estaba bastante seguro de que Phoebus no pensaba sobre la descendencia lo mismo que un Hughes adolescente en el colegio, que tenía ya veintitantos. Y esa alianza no era por nada.

    Pero el tema se había desviado. Resopló sonoramente. - Me vais a hacer que me siente mal la comida. - Miró a André con reproche. - ¿¿Has invitado a una Gaunt?? - ¿Pero se puede saber qué os pasa a los dos? - Preguntó André con gran interrogante, ciertamente impactado por la actitud. - La habéis cogido con las familias puras como si, como bien ha dicho Marcus, vosotros no fuerais pertenecientes a ellas. - No es con las familias puras, es con cierta gente. Y de los Gaunt en concreto se salvan pocos o ninguno. - Bueno pues Phedra es distinta. - Jackie soltó una fuerte carcajada. André la miró mal. - Me refiero a que es buena gente. - Cuidado, a ver si te van a embarazar a ti también, chico de alta cuna. - El comentario al menos sirvió para distender el ambiente y que hubiera risitas. - Venga, al grano: Alecta. - De verdad que no quieres sacar este tema. - Advirtió Sean, que al haber estado después de que salieran del examen, ya se conocía el percal. Marcus volvió a resoplar por la nariz. - Como sabes, los ricos tienen caprichitos, y esta se ha encaprichado con ser alquimista aun no teniendo buenas facultades para ello. - Tengo que reconocer. - Interrumpió Jackie, retrepándose en su asiento. - Que esta historia mejora a cada vez que oigo una versión de ella. - La miraron y ella se encogió de hombros. - Vosotros ya me lo habíais contado, mi Hills me lo había cotilleado también y mi Theo no tiene secretos para mí. Y también se lo oí al tío William, que le debió llegar la onda por alguien. Vamos, que con esta ya van como seis o siete veces que oigo esta historia. Pero no me importa. - Bueno. - Recondujo Marcus. - Que tuvimos un mal encuentro con ella después del examen de la licencia porque nosotros sacamos las mejores notas y ella suspendió su examen de Plata, evidentemente, por no ir bien preparada y pensar que al comité de alquimistas también se le podía comprar por el apellido. - Y por lo visto le faltó echarle un mal de ojo a la salida. - Rio Sean. André, divertido, miró a Alice. - Estoy deseando conocer la opinión de mi primita sobre todo este asunto. -




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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Atendió a lo que decía Marcus, y a ver, era verdad, pero para Alice nunca habían sido del mismo tipo, y no se consideraba más que en el grupo de gente que puede hacer magia, como Hillary, como Darren o como cualquier Horner, y lo que les diferenciaba era el dinero y la posición. No solía pararse a pensar en todo aquello de la sangre y demás, no como lo estaban planteando ahí. Se miró con Marcus y dijo. — Bueno, claramente no te elegí por nada de eso, y los Gallia serán lo que sean, pero nadie nos tiene en una consideración como la de los Gaunt o los Hughes. — Se apoyó en su propia mano, pensativa. — Y bien pensado, no es tan difícil juntarse entre magos, ¿no? Quiero decir, con todo esto del secreto, estamos todos juntos, vamos a Hogwarts, vivimos en nuestros pueblos… O sea, podría haber conocido a alguien por ahí, un muggle, pero era mucho más fácil que acabara con alguien de Hogwarts o del entorno mágico. — Igual por eso el señor ese que me hizo se juntó con mi madre. — Dijo Hillary. — Igual estaba harto de toda esa vorágine y se fue a buscar a una muggle que no supiera quién eran ni él ni su familia. Que el procedimiento fuera un chasco ya es otro cantar. — Jackie asintió con expresión seria. — A veces lo pienso de la familia de Theo. Que ojalá no tuviéramos que juntarlos con los Gallia nunca, que es refrescante tener gente que no sabe nada de magia y anda a sus cosas. — Alice también había pensado a veces que preferiría que no todo el mundo prácticamente supiera los dires y diretes de su familia desde el siglo XVII, pero tampoco se había planteado nunca una vida muggle, y quizá eso le daba la razón a Marcus de que no era tan distinta a esa gente de la alta sociedad mágica. Pero ella nunca discriminaría a nadie por su procedencia ni por su orientación sexual, quizá ahí estaba la diferencia.

    El tema de la boda iba a traer cola, quizá porque Marcus estaba más sensibilizado con el asunto, y, de hecho, a Alice empezaron a entrarle escalofríos solo de pensarlo. — Tiene razón, no me gustó nada la pinta de ese tío y le habló de muy mala manera Eunice. — Y asintió a todo lo que dijo de Eunice. — Tía, no le saques tú también la cara, después de todo lo que te ha hecho. — Le increpó Hillary. — No es nada comparado a lo que se hace a sí misma. — Algo sacará también de todo ello, créeme. — Alice se encogió de hombros. — Mi tía Lucy, la madre de Aaron, tuvo un matrimonio parecido y no le sacó nada más que disgustos. Y Bethany Levinson, la tía de mi madre, tanto dinero y mira… Ella misma admitió que lo que tenían era miedo, y Eunice tiene el ejemplo de ostracismo a Ethan literalmente al lado, porque imagino que a la boda no le habrán invitado. — Sean negó con la cabeza. — Lo último que supimos de él es que estaba en Milán, haciendo no se qué pruebas. No nos ha dicho nada de que vaya a venir a la boda o de que se hable para nada con el resto de McKinleys.

    Pero Marcus tenía razón, y sus amigos, afortunadamente, claramente no habían estado cerca de gente como los McKinley. — ¿Para qué crees que quieren que se casen si no? — Suspiró. — Ahora no puedo parar de pensar en el día aquel de la pelea con Hughes, con Lex y todo eso. A nosotros nos llevaron con Kowalsky, y allí estábamos todos: Darren, Creevey… Y Eunice también. Empezamos a hablar, muy a lo Hufflepuff, de por qué había pasado todo, y vi a Eunice realmente… Atormentada, por su propia idea. Ahí vi que no odiaba a Darren, que realmente creía que es que estaba haciendo algo que ella no podía aprobar, como lo que ha dicho antes André de hacer trampas a los muggles o cosas así. Era algo que le habían metido en la cabeza que estaba realmente mal. Y Kowalsky nos contó que en su época joven decían que los magos se extinguían, que estaban en peligro… Y quizá es lo que le han dicho a toda esta gente, aunque la lógica nos dicte que es muy sencillo que la estirpe mágica se mantenga. — Gal, lo que la política se pierde contigo no lo sabe nadie. — Le dijo su primo, y ella le sacó la lengua. — No me vaciles.

    Pero el tema le dio oportunidad de devolvérsela a André. — Ah sí, distinta, como taaaaaaaantas otras. — Alarga la “a”. Taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaantas. — Respondió su prima y ambas se echaron a reír. Más se rio cuando se enteró de cuántas veces había viajado ya la historia con Alecta. — Tiene que estar que trina la compañera. Ahora todo el mundo sabe que Marcus fue muy superior a ella. — Se rio también de la contestación de Marcus y se apoyó en su hombro. — Como veis, a mi super aguililla no le sentó muy bien la salida de la rubia. — Y volvió a reírse. — Mi amor, pobrecita, ir detrás de ti es muy duro. — Se señaló cuando André la mencionó. — ¿Mi opinión? Ya ves. Yo creo que Marcus es el mejor alquimista en muchas generaciones, y esa chavala será mejor o peor, pero se habría preparado el examen, realmente tuvo MUY mala suerte. — Se encogió de hombros. — Y da igual lo que ella diga. Marcus es el mejor, y si quiere patalear y quedar así… Pues que lo haga. ¿Qué dice tu Gaunt especial y diferente de ella? — André levantó las manos. — Ni sabía que tenía una hermana, no es muy reveladora con nada de su vida. — Alice entornó los ojos y se dirigió a Hillary. — ¿Cómo lleva Ky todo esto? Me siento una amiga de mierda, he hablado poquísimo con ella.





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    Alchemist
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    Vie Oct 18, 2024 5:41 pm


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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Por supuesto que Alice no le había elegido por nada de eso, ni él a ella, pero bien que tenía grabadas a fuego en su mente las ofensas tanto de los Horner como de los Van Der Luyden a ese respecto. Marcus no perdonara nada que tuviera que ver con Alice, no se le iba a olvidar tan fácilmente, pero prefirió no verbalizarlo o le herviría aún más la sangre. Lo siguiente que dijo le hizo reflexionar: era cierto que estaban... "aislados". Para él era su mundo, lo normal, pero a medida que se relacionaba más con el entorno muggle, y sobre todo desde que vio cómo vivían en Nueva York, se dio cuenta de lo desconectados que estaban. Siempre había dado por sentado que se casaría con una bruja, pero no por clasismo, sino porque era... lo normal. Ni se había planteado por qué era tan normal, y en parte era por ese aislamiento. Y claramente así le habían criado, porque esa sensación "refrescante" que Jackie refería en contacto con los muggles, él no la sentía para nada: siempre estaba tensísimo de pensar que se desvelara el secreto mágico, que les pusiera en peligro sin querer, o ellos a él, por no hablar de la cantidad de cachivaches que tenían en sustitución de la magia y que le resultaban absurdamente complicados. Y además, sus muggles más cercanos eran los familiares de Darren, y como todos hablaran tanto como la hermana y la abuela...

    Asintió con obviedad a las palabras de Alice. Justo en Lucy McGrath estaba pensando con la historia de Eunice, y no sería porque a Marcus le hubiera conmovido lo más mínimo esa mujer. - Alguien puede caerte fatal y que aún así pienses que todo lo que le han organizado para su vida ha sido un error. - Afirmó, convencido, a lo que Jackie dijo. - En eso tienes toda la razón. - Pero Marcus aún podía indignarse más. - ¿¿Que Ethan no va a ir a la boda?? - Preguntó mirando a Alice, y luego a Sean, por confirmarlo. - No podéis estar hablando en serio. - Marcus, ¿de verdad crees que los McKinley se van a arriesgar a que Ethan se ponga hasta arriba de alcohol y haga una proclama gay delante de los Gaunt y sabe Merlín cuantos ricos más con ese lenguaje que él tiene? - Evidenció Hillary, pero Marcus solo sabía de abrir los ojos como platos y hacer aspavientos con las manos. - ¡¡Pero es su hermana!! - Marcus, sé lógico. - Soy lógico. Y hablo con conocimiento de causa. - Estaba realmente ofendido por la circunstancia. - Somos alquimistas, los dos, y mi familia es Horner, ¿te crees que no va a haber ricos en mi boda? ¿Gente de la élite mágica? - Vaya, señor importante, mejor me voy mirando ya el esmoquin, ¿hay algún código de vestimenta? - Bromeó André, pero Marcus continuó su alegato. - Y mi hermano es homosexual, con pareja. Bajo ningún concepto dejaría a mi hermano fuera de mi boda. - Dudo que Lex se pusiera a decir obscenidades borracho encima de una mesa. - Quizás Darren sí. - Dijeron Hillary y Jackie respectivamente, la última entre risas traviesas. André añadió. - ¿Sabes quién sí que lo podría hacer? Vivi. - Exacto. - Confirmó Marcus, ajeno al tono jocoso. - Y también estará en mi boda. E Ethan también. A la mía está invitado. - ¿Tenemos ya fecha? - Más risas, pero Marcus soltó aire por la nariz. Sean, que detectó que se le estaban poniendo malos humos, hizo un gesto de calma con las manos. - Tío, todos estamos contigo. Aquí nadie aprueba eso. Si es todo una mierda injusta. Y me da pena Ethan, seguro que ha tenido que dolerle un montón, aunque lo exprese... como lo expresa. - Cuenta con todo mi apoyo desde luego. - Sentenció.

    Al menos, meterse con André a cuenta de su nueva conquista le hizo reír, aunque maldita la gracia que le hacía tener a una Gaunt en la fiesta. Pasó instintivamente el brazo por la cintura de su novia cuando esta se apoyó en su hombro, pero el comentario hizo que la mirara ceñudo. - ¿Pobrecita? ¿Mala suerte? - Chistó. - Alice, parece que no estás tú misma hinchándote de investigar para la licencia DE HIELO, no te digo cómo será prepararse la de Plata. Si quería aprobar, que hubiera estudiado. - Fue decirlo y André empezó a hacer ruidos de águila y a mover los brazos como si fueran alas, lo cual sacó las carcajadas de Jackie, y una risilla escondida de Hillary, pero ofendió de rebote a Sean. - ¡Eh! Marcus tiene razón, ya vale con la suerte y la no suerte, que le quitan el mérito a uno, que se pasa la vida estudiando. - Que sí, que sí. - Resolvió el otro, riendo.

    Soltó una carcajada muda una vez más. - Una Gaunt misteriosa. Apenas indicativo de peligro. - Ironizó, pero el tema, afortunadamente, cambió de foco. - Pues... quiere aparentar que lo lleva bien, pero creo que por dentro no mucho. Tener al lado a Oly, desde luego, no es la mejor estrategia de disimule posible: está todo el tiempo hablando de sus "vibritas" tristes y negativas. - Se encogió de hombros. - Pero le hace mucho bien, la ayuda a relativizar, eso también es verdad. Si te quieres sentir menos mal, tampoco hablo mucho yo con ella del tema, sé más por Oly. Ya sabes que Kyla, cuando se agobia, se vuelve bastante hermética y huraña. - Nos hemos llevado varios cortes. - Añadió Sean, y André siseó. - Y a mí ni me conoce, así que imagínate: la primera vez que la vi casi me muerde. Luego se enteró de que era tu primo y se disculpó, y se la veía sincera en la disculpa, pero creo que la he pillado en mal momento para conocerlos porque sigue sin agradarle mucho mi presencia que digamos. - Te aseguro que no es por ti, una Kyla agobiada es una Kyla antipática. Pregúntale a Marcus. - Confirmo cien por cien. - Respondió. - En las reuniones de prefectos había veces que era mejor ni hablarle. - Hizo una mueca, pensando. - Kyla agradece el espacio... pero sí que es verdad que no sabemos nada de ella. - Miró a Alice. - Podríamos invitarlas a ambas a Irlanda a pasar un par de días... - Ahórratelo. - Resumió Hillary. - Le vendría genial salir de allí y despejarse, pero está muy paranoica con todo lo que pasa, no creo que la desconexión absoluta ayude a que esté menos ansiosa, creo que lo empeoraría. - Sean volvió a tratar de tranquilizar. - Bueno, es una mala racha. Se pasará, seguro. Las Navidades es que son fechas convulsas en el Ministerio. - Eso es verdad. - Aseguró Hills. - Todo es un tormento burocrático porque hay mucha gente de vacaciones y los que están, están dispersos. Y la gente con mala idea aprovecha el desconcierto para liarla más. Yo creo que, cuando pasen las fiestas, se irá relajando... -

    Estaban ya terminando de comer cuando le sugirieron los postres. Por supuesto, Marcus dijo que sí, y para su sorpresa, fue el único. - Tío. - Advirtió André. - Esta noche nos vamos a poner morados, tú no sabes lo que tienen mi abuela y mi tía preparado. Yo que tú me guardaba algo. - Tarde, acababan de traerle una copa de chocolate blanco cremosa con frutos rojos y ya la estaba devorando. - Queda muchísimo para la cena. - Respondió, interpelado. Hillary suspiró. - Déjalo, es caso perdido. - Además. - Siguió. - Venimos de Irlanda. Tenemos los estómagos más que preparados para las cantidades de comida. - Tú ya venías preparado de fábrica. - Se rio Sean, y luego acercó la cuchara. - Anda, dame un poquito... - ¡De eso nada! Mucho meteros con Marcus el glotón, pero ahora todos queréis probar. - ¡¡Eh!! Que yo no he dicho nada, ¡de hecho te he defendido! - Y entre piques siguieron riendo, tratando de frenar a Marcus de querer repetir postre y charlando de cosas más banales. El año estaba a punto de acabar y querían aprovechar esos últimos minutos antes de entrar de lleno en la cena y la fiesta.




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    Lun Oct 21, 2024 4:34 pm


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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Era difícil convivir con todo aquello. Marcus tenía razón, no se podía asumir tan fácilmente que se tratara a la familia de aquella manera, y menos por las razones que lo estaban haciendo, pero se temía que realmente gente como ellos no tenían nada que decir en aquello, aunque se lo gritaran, esa gente simplemente se daría la vuelta y les ignorarían (amén de insultarles y amenazarles, pero eso le daba más igual), pero, obviamente, su sentido de la bondad y la justicia le impedía pensar que eso simplemente iba a ser así para siempre.

    Se rio a las reacciones de su novio, tanto sobre Alecta con toda su indignación, como sobre la comida, y acarició sus rizos. — Creo que si alguien tuviera que embotellar a Marcus O’Donnell, podría haber puesto los últimos diez minutos en ella y nadie podría decir que no te define. — Todos rieron, pero Sean levantó las manos con las palmas abiertas. — Pues vuestro amigo más detallista no está de acuerdo con eso. — JOJOJO. — Exclamó André, rellenándole el vaso a Sean con algo, que Alice ni había probado. — Ilumínanos, oh, Gran Señor del Detalle. — Sean dio un golpe con el vaso en el mesa y puso una cara de chulo un poco imitada de su primo y que no le terminaba de salir bien y señaló con un dedo a Marcus. — No ha dicho por lo menos cinco veces “Alice”, y eso no puede ser. No sería mi Marcus. — ¡OHHHHHHH! ¡QUÉ CURSI! Me encanta. — Exclamó Jackie. Hillary estaba partida de risa. — ¡Es que es verdad! ¡Es que no puede ser! — E iba a quejarse. Pero no. No lo haría. Era imposible quejarse de algo así.

    ***

    Tía, ¿te puedo hacer una pregunta así rarilla? — Soltó Jackie. Estaban las tías, Hillary, Jackie y ella arreglándose en el desván. Habían dejado a los chicos a su suerte para que se arreglaran, y William, Marc y Arnold habían asegurado que ellos se encargaban de organizar la cena, así que Emma y Susanne habían aprovechado para tener un momento para sí mismas, cada una por su lado, que buena falta les hacía. Pero en su bando de chicas, se lo estaban pasando de lujo, arreglándose, vacilando a Erin con el maquillaje, y echando un rato magnífico, cuando de repente, Jackie saltó con aquello. — Dale, tienes un rimel a medio centímetro de mi ojo, creo que no puedo decirte que no. — Contestó Hillary. — ¿De verdad no quieres saber quién es tu padre? — Erin y Vivi se quedaron mirándola con cara de circunstancias, pero Alice siguió peinando a la primera como si nada, porque sabía que su amiga podía contestar sin problema. — Yo no tengo padre. Me persiguió la… angustia, vamos a decir, por mi madre, por lo que vivió y que tuviera una vida tan difícil solo por tenerme a mí, pelearse con mi abuelo… Todas esas cosas. Pero, en todo eso, no me agobiaba saber quién era él. Mi madre me ha ofrecido muchas veces contármelo, pero no… No forma parte de mí, y quiero que siga siendo así. Claro que sí, rubi. Las mujeres somos las que criamos. — Dijo su tata, dejándole un beso con el pintalabios en la mejilla. — Será que tú has criado mucho, tata. — Le recriminó Jackie. — Yo sí he criado muchas crías de muchas especies, y no es que yo sea especialmente buena con eso, pero veo que, en general, los machos solo sirven para la concepción. — Todas se quedaron mirando a Erin. — Por si querías la opinión de una magizoóloga. — Jackie parpadeó. — Graaaaaacias, tita Erin. Pero me refería a que… ¿Y si trabaja en el ministerio y te lo estás cruzando todos los días? ¿Y si tiene hijos y fuiste con ellos a Hogwarts? ¿Te imaginas que Sean fuera tu hermano? — Ahora el foco de las miradas cayó sobre la chica, que apretó los ojos y sacudió la cabeza. — Vale, acabo de darme cuenta. Pero bueno, sabes a lo que me refiero. — Hillary se levantó y rodeó a Jackie con un brazo por los hombros. — Te agradezco la preocupación, cariño, pero mira todo lo que he conseguido sin él. No lo quiero liado en esto tan tremendamente guay. Cuando tenía doce años pensaba que quería ser abogada, viajar a sitios guais, tener a mi lado a mi Gal, que me invitaran a las mejores fiestas y que la tata Vivi me considerara guay. Y mírame. Tengo aún más cosas. Y todo eso sin ese señor. — Ambas rieron. — No, ahora en serio, si trabajara en el Ministerio… Yo no podría estar a gusto con él. Él sí sabe mi apellido, y ha sabido dónde estaba mi madre todo este tiempo… Y si no ha hecho nada, es que es un tipo de mierda. — Y de esos ya hay de sobra. — Alice se pegó a las dos y las tías las rodearon también. — Estamos divinas, reinas. ¿Listas para bajar e impresionar a los chicos? — ¡SÍÍÍ! — Exclamaron ellas. — ¡EL RESTO DE MIS CHICAS! ¡Vamos a invertir los roles y esperamos a los chicos abajo de las escaleras! — Vociferó su tía. Emma salió del cuarto con un leve suspiro y perfectamente lista, y Susanne a trompicones, poniéndose los pendientes y con el vestido sin atar. — A ver, Jackie, hija, ayúdame y hacemos eso que habéis dicho. — Y entre risas bajaron las escaleras, mientras Vivi les gritaba a los chicos el desfile de modelos que esperaba que hicieran, Dylan incluido. Emma aprovechó y le acarició el pelo, mirándola de arriba abajo. — Así se despide el año, te veo brillante. — Ella sonrió. — Y mejor aún que el año pasado. Tú siempre lo estás. — Emma se puso a su lado y le dio con el codo. — Y de más gorda nada. Ninguna de las dos. Al próximo que lo diga le hechizo. — Susurró, haciendo que se rieran las dos.





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    Mar Oct 22, 2024 5:52 pm


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    - Ya estamos. - Suspiró Sean, alzando los brazos y dejándolos caer, nada más Marcus apareció por la puerta. Él miró para atrás, desconcertado. - ¿Qué? - ¿¿Tú por qué no estás más gordo, a ver?? - Marcus se sintió interpelado. Al cabo de un par de segundos de boquear como un besugo y de mirarse a sí mismo, resolvió. - Bueno, pues igual un poco más gordo sí que estoy. - Recibió una pedorreta como toda respuesta. André apareció de detrás de un biombo solo ataviado con sus calzoncillos. - Tranquilidad, caballeros. - Marcus apartó la mirada, pero el otro siguió como si nada. - Si no tenéis nada que hacer ante un galán francés en su territorio. - Le señaló. - ¿Y a ti qué te pasa? ¿No has visto nunca un tío en calzoncillos o qué? - No veo ninguna necesidad de no poder cambiarnos cada uno en la intimidad. - Gracias. - Reforzó Sean. André les miraba con aburrimiento. - Tú calla, que luego te quejas de que aquel siempre esté más elegante que tú, pero ¿en cuánto tiempo te has vestido? Cuando he entrado en el biombo estabas con la ropa de la comida y ya tienes la de la cena puesta. - Precisamente, temía que salieras tan rápido como has salido. - Tenéis un problema serio con la desnudez humana, de verdad os lo digo. - Insistió André, y luego les señaló. - Las tías se están todas desnudando delante las unas de las otras y míralas, tan contentas, se las escucha desde aquí reírse. ¡Todas cambiándose! Jackie, Hillary, Alice, Erin, Violet... - No insertes imágenes innecesarias en mi cabeza. - Respondió Sean, a lo que Marcus le miró con absoluta confusión. - ¡Y vosotros ahí con cara de imbéciles! - Refunfuñó una vez más, y ya sí, se puso los pantalones.

    - ¡Colega, que no te encontraba! - Entró Dylan. André aprovechó para seguir su discurso. - ¡Dylan! ¿A que a ti no te importa verme en calzoncillos? - Qué va, te he visto ya muchas veces. - Marcus rodó los ojos. - Pero eso es tramp... - Y la antigua prefecta Oly se paseaba mucho en sujetador por la sala común. - ¿¿Cómo?? - Así que ya no me sorprende nada. - Dylan entró como si tal cosa, pero Marcus estaba al borde del ataque de pánico. Ahora Sean estaba desternillado de risa, ya no le agobiaban tanto los desnudos. - ¿Qué pajarita me pongo? Había pensado pedirle a papá que me echara el hechizo multicolor porque no me decido, pero es que ya he tirado mucho de él y no quiero abusar. Hoy quiero ir por lo clásico. - Se aguantaron la risa, porque el chico hablaba muy serio y no le querían hundir la moral. - Tengo esta dorada. Es la que menos me convence, porque es que sieeeeempre voy de amarillo porque mira qué Hufflepuff y patito esto y patito lo otro, así que esta fuera. - Y la echó aún lado. Ahí estaban los otros tres, cuya opinión en teoría había sido solicitada pero no estaban teniendo mucho margen de opinar. - Esta negra es sobria. Me gusta. Si hoy quiero ser clásico, creo que el negro siempre es un acierto. - ¿Desde cuándo habla como tú? - Se preguntó André, y Sean soltó una carcajada. - Llegas tarde a eso, tío... - Pero también tengo esta. Es... berma... bermu... broma... - Bermellón. - Le chivó Marcus. Dylan se puso muy puesto. - ¡Eso! Bermellón. - ¿Qué? Eso es rosa oscuro. - Pinchó Sean. André seguía confuso. - ¿Rosa? Es rojo. Rojo claro. - Y precisamente por eso tiene un nombre homologado. - Intervino Marcus. - Y ese nombre es bermellón. - Te lo acabas de inventar. - Insistió André, pero Dylan siguió a lo suyo. - Bueno, total, que este no es tan clásico, al revés, es atrevido, y me gusta como me queda, pero igual es demasiado atrevido, pero quiero ver si le gusta a Erin y... - Eso último se le había escapado, y de repente los tres le miraron de golpe, y a Dylan se le puso la cara tan bermellón como la pajarita. - ¿A Erin? - Dijo lentamente Sean. Marcus se mojó los labios y, escondiendo una sonrisilla, preguntó. - ¿Por qué concretamente quieres impresionar a mi tía, colega? - El niño no sabía dónde meterse. - No, yo, a ver, a todas, las chicas, quiero que me vean guapo, en plan, no patito, sino, o sea, quiero que me deis consejos... - Recapitulemos. - Interrumpió André, mirándoles a los demás. - ¿Qué tiene Erin en concreto de entre las mujeres de la casa que no tengan las demás? - Sean alzó una mano para empezar a enumerar con los dedos. - Pues veamos: pelirroja... amante de los animales y la naturaleza... - Miró con malicia a Dylan y añadió. - Gryffindor... - ¡Que he dicho Erin porque tenía que empezar por una pero me refería a todas! - Pero ya empezaron todos a reírse y a hacerle cosquillas, aumentando el enfado de Dylan. - ¡Sois idiotas! - ¡Bermellón, con color nuevo y todo, para impresionar a la Gryffindor de la familia! - Eso es lo que quiere, ¡que haya DOS Gryffindor en la familia! - ¡Primito primito qué peligro, qué callado te lo tenías! - ¡¡Dejadme ya!! -

    Se desprendió y los dejó a todos riéndose, pero Marcus se apiadó y se acercó a él, aunque Dylan estaba reacio como un puercoespín. - Colega, yo te entiendo. Elige el bermellón. No ha habido un solo día que yo no haya pensado en tu hermana cuando me ponía mis mejores galas. - Dylan hizo un mohín digno muy gracioso. - Yo también voto por esa. - Comentó André mientras se terminaba de abotonar la camisa. - Hay que arriesgarse en la vida. - Pues a mí me gustaba la dorada. - Dylan miró a Sean con profundo hastío. Alguien llamó a la puerta y esta se abrió poco a poco. La cabeza de Robert asomó por allí. - Perdón... Quería ver cómo se arreglan los jóvenes. - ¡Pero bueno, tío Robert! Pasa, pasa. - El hombre entró y, cuando lo vieron, exageraron las loas. - ¡Pero qué elegancia! - ¡Esto sí que es un ejemplo de caballero! - ¿Dónde hay que firmar para cumplir los años así? - El hombre rio avergonzado. - Iba a ponerme los zapatos que me habéis traído, Marcus, pero Helena decía que parecía un fantoche. - Robert, es IMPOSIBLE que parezcas un fantoche. - Estoy de acuerdo, tío Robert. Tú no te preocupes que eso lo arreglamos a lo largo de la noche. -

    - Bueno, pues nada... Solo quería saber cómo ibais... - ¡No, no, tío Robert, quédate! Los caballeros también pueden arreglarse todos juntos, como las mujeres. - Resolvió André, haciendo que el hombre terminara de entrar en la habitación y cerrando tras él. Sean le miró sin entender. - ¿Qué te ha dado a ti con las chicas arreglándose? - ¡Que no es justo, tío! Nosotros también podemos tener algo así. - Ay, hijo, yo estoy ya muy mayor en comparación con vosotros... - ¡Bobadas! - Afirmó Marcus. - Estamos aquí para darnos el toque maestro. - El hombre rio mientras Marcus sacaba el perfume. - Por muy guapos que vayamos, es FUNDAMENTAL un buen perfume. - ¡Yo quiero del tuyo, colega! - Se apresuró Dylan, y Marcus le echó un poco de su perfume. Miró a los lados. - ¿Dónde está mi Elio? Él no sale a una fiesta sin su perfume. - Ya está con el pájaro... - Se burló Sean. André puso las manos en los hombros de Robert y le condujo al espejo. - Venga, tío Robert. Vamos a darnos los toques finales como buenos caballeros. - Quién me ha visto y quién me ve. Yo ni de joven hacía esto, pero tú eres igualito que mi hermano... Él sí que sabía... - Aaaaay tío Robert, nada de charla melancólica en Nochevieja. - Este ha sido un año muy malo... - ¡Pues ya está, a celebrarlo por todo lo alto, con más razón! Este tiene que ser un cierre de año como Merlín manda. - Y siguieron riendo, usando perfumes y terminando de retocarse la ropa y los complementos. - ¿Cómo estoy? - Le preguntó Dylan, pero antes de que Marcus pudiera responder, André saltó. - Oye ¿tú por qué le preguntas tanto a ese, que no es ni sangre de tu sangre, en vez de a tu querido primo? - Dylan le miró y parpadeó con desgana. - André, cuando he entrado, tú estabas en calzoncillos y Marcus impoluto. Lo siento, pero me fío más de sus criterios de elegancia. - Todos los presentes, excepto André por razones obvias, estallaron en fuertes carcajadas. - ¡Di que sí, colega! - ¡Capullo! ¡Que soy tu primo mayor! ¡Un respeto! - Y siguieron muertos de risa.

    - Ay, había olvidado deciros. - Anda, que venías con un mensaje. - Respondió André a Robert, pero seguían sin parar de reír. - Que dice mi hija que hoy ellas os esperan abajo para que desfiléis. - ¿Cómo que desfilemos? - Preguntó Sean. Algo le decía que ese mensaje venía un poco distorsionado, pero bueno. - Pues no las hagamos esperar más. - Resolvió Marcus, y salieron todos de la habitación. Ya iba Robert para la escalera cuando André le detuvo. - ¡Eh! Vamos a darle expectación ¿no? ¡¡EH, CHICAS!! ¿¿Estáis listas?? - Les llegó un sonoro "sí" desde debajo de las escaleras que les hizo reír. Dylan dio un saltito. - ¡Qué guay! Vale, colega, entonces lo mejor para el final ¿no? Abuelo, entonces tú el último. - ¿¿Yo?? - ¡Eso, tío Robert! Que te demos todos los vítores, así entras al nuevo año así. - E hizo gestos de orgullo hinchado. - El primero también tiene que llamar mucho la atención. Marcus, empieza tú. - ¡Esto es insultante! - Se quejó André una vez más. Sean se encogió de hombros. - Yo ya estoy acostumbrado a ser el desapercibido. - ¿Pues sabes qué? Hoy vas a empezar tú. - Afirmó Marcus, y todos empezaron a azuzar a Sean hasta que bajó las escaleras. Los sonidos entusiastas de las chicas les tenían muertos de risa, aunque empezaban a tomárselo tan en serio que casi se pusieron nerviosos. - ¡Que voy! - Anunció André, y eso hizo, continuar él. Cuando ya hubo bajado, animó a Dylan. - Va, colega, continua. - Y Dylan bajó, hecho un flan, pero recibiendo bastantes ovaciones en el proceso. Marcus miró a Robert. - El último, como los mejores. - Robert le miró emocionado. - La verdad es que... con vosotros se siente uno joven otra vez. - Marcus le quitó importancia con un gesto de la mano. - Tú eres muy joven, Robert. - El hombre le miraba emocionado, pero él ya estaba para bajar. - Que voy. Deséame suerte. ¡Y cierra este desfile como Merlín manda! - Robert le respondió con una risa y Marcus bajó las escaleras.




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    Mar Oct 22, 2024 10:35 pm


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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Hubo risas contenidas en cuanto vieron aparecer a Sean que, por supuesto, se ofendió. — ¡Si sabía yo que no tenía que ser el primero! — Sean, hijo, es que con ese garbo… — Amor, has bajado con cara de entrar a una fosa de colacuernos. — Erróneamente se suele pensar que los colacuernos son los dragones más violentos, pero la realidad es que pueden llegar a ser hasta dependientes del afecto que desarrollan a… — De nuevo, todos mirando a Erin, que se quedó unos segundos en silencio, como si su cerebro estuviera forzosamente generando una respuesta, y luego miró al chico y dijo. — Estás genial, Sean. Si tuviera que abrir yo un desfile, directamente no habría bajado. — Y eso hizo reír hasta al chico. — A ver, Sean, si me permites. — Dijo Emma, subiendo los escalones hasta ponerse a su altura. La mirada de pánico de su amigo no tenía desperdicio. — Claro, claro, señora… — La espalda más recta, si no, se hace arruga en la chaqueta. Este cuello más impecable, así. Barbilla arriba, la mano delicadamente sobre la barandilla, no vas agarrado, tirándote, lentamente, pero seguro de tu paso. — Le tocó medio milímetro la corbata y sonrió. — Así. Mucho mejor para abrir un desfile. ¡A ver ese entusiasmo del público! — Y cualquiera no demostraba un entusiasmo fanatismo después de semejante intervención de su suegra, con silbidos, hurras, gritos y de todo.

    Oleada que André aprovechó, bajando con la actitud más opuesta posible a Sean, saludando como si fuera una estrella, su impecable sonrisa siempre puesta y besando la mano de su madre, que, por supuesto, casi se desmaya. — ¡Pero qué guapo es mi hijo! ¡Por Merlín! ¿De quién lo has sacado tú, eh? Yo no te he enseñado a ser tan canalla. — André le guiñó un ojo. — Pero en el corazón de todo canalla hay un sitio de honor intocable para su mamá, y eso nos hace irresistibles. — Jackie y Alice entornaron los ojos, pero se sorprendió oyendo una risita astuta de Emma. Que conocía el juego ya lo sabía pero… ¿Le hacía gracia? Lo último vaya.

    Se agolparon todas en la escalera en cuanto Dylan apareció. — ¿Pero quién es ese galán? — ¡ES ES MI SOBRINO! — Rompieron el hielo, cómo no, Jackie y Violet. — Estás muy elegante, Dylan. — ¡Ay mi niño! Tan mayor. Parece que estoy viendo a tu padre vamos. — William no habría llevado esa pajarita tan bien puesta. — Aportó su suegra, tras el tierno comentario de Susanne. Pero Alice miró a su hermano, con esa mirada de “por favor no me avergoncéis” y dijo. — El Gallia más elegante de todos. — Vaya por Dios, hoy no cojo una… — Se quejó André. Pero luego señaló a Dylan de arriba abajo. — Pero es que con semejante competencia, y no sabéis lo que está por bajar… — Su hermano rio alegremente, pero en vez de quedarse a su lado, se fue a situarse entre las tías, y casi que lo entendió, cuando Erin le dio en la pajarita y le dijo. — Qué genial, Dylan. Muy Gryffindor. — Y él respondió poniéndose rojísimo. Ya, contra eso no podía competir.

    Por fin, bajó su Marcus, con su seguridad habitual, sin derrochar, como André, con más presencia que Sean, un traje que le sentaba como un guante y… — Está pensando que es perfecto. Mirad, soy yo también legeremante. — Le afeó Jackie. — ¡Cállate! Mi alquimista es perfecto, sí, lo siento. Es mío. — Se acercó a él y le tomó de las manos. — Estás increíble. — Y Emma hizo un leve asentimiento, pero con la sonrisa más orgullosa del mundo.

    Y entonces, vieron bajar al abuelo, con una tímida sonrisa, y la reacción no se hizo esperar. La ovación que se llevó Robert dejó temblando a la de Sean y veía como su abuelo iba viniéndose arriba, sintiéndose querido y feliz. Era tan discreto que muchas veces quedaba en la sombra, y nadie sabía cómo hacerle feliz o qué necesitaba. Pero ahora mismo lo veía con los ojos brillantes y la sonrisa más grande que podía poner. — Estás increíble, abuelo. Un auténtico galán. — Robert negó y rio, estrechando la mano de Alice. — Calla, calla, es muchacho tuyo me ha hecho bajar... — Y muy bien que ha hecho. — Su abuelo le sonrió emocionado y dijo. — Qué bonito es esto, hija. De verdad. — ¡A ver! ¡Apártense todas, señoras! ¡Que es mi padre y me lleva a mí del brazo! — Su abuelo rio, ofreciéndole el brazo. — Claro que sí. Pero tengo dos brazos, ponme a la otra hija por el otro. — La cara de Erin primero fue de confusión (debía estar contando mentalemente cuantas hijas tenía Robert Gallia), pero cuando entendió, vio una sonrisa sincera y ciertamente emocionada, que claramente no sabía cómo expresar en palabras. Alice miró a Marcus y dijo. — Yo creo que tú también puedes llevar dos señoras, ¿no? — Y Emma y ella se engancharon a él, y salieron caminando hacia la casa de Jackie.

    No había estado allí desde el verano, y entre eso y cómo la habían decorado los señores de la familia, se quedó alucinada. — ¡Tía! ¡Este salón es una maravilla. — Aún no había muebles como tal, pero habían colocado una mesa gigante, encendido la chimenea y luces indirectas muy hogareñas y puesto decoraciones doradas y negras preciosas. — ¡Lo sé! — Exclamó Jackie, que venía del brazo de Dylan. — Es todo abierto, salón, cocina y comedor, para que cuando montemos estas cosas podamos estar todos juntos. — Vio la sonrisa satisfecha de su prima y sonrió también. — Este año nos ha dejado unas cosas preciosas. — Luego miró a los demás y dijo. — No querría estar en otro lado en este momento.






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    Vie Oct 25, 2024 1:14 pm


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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Bajó con la sonrisa de seguridad en sí mismo que siempre llevaba en esas situaciones, y no tardó en recibir los halagos. Le dio a Jackie un toque en la nariz con el índice. - La envidia hace que salgan arrugas. - Tomó a Alice de las manos y se echó unos pasos hacia atrás para verla bien. - Guau, como siempre. Estás preciosa. - Hizo como si se tirara de las solapas. - ¿Estoy guapo, entonces? Me alegro. Hoy es un día muy grande para celebrar. - Y sí que lo era, porque 2002 le había dado el inicio de relación con el amor de su vida, su graduación de Hogwarts con su ansiado premio extraordinario, su primer rango de alquimista, sus primeros viajes con Alice al extranjero, su encuentro con familiares que ya formaban parte de su vida, sus escrituras para su taller en La Provenza y, de rebote, la felicidad de su hermano en forma de contrato con un equipo de quidditch. También había sido uno de los años con más sinsabores: el pavor ante todo lo ocurrido con Dylan, la pelea con los Horner y el descubrimiento de la legeremancia de su abuela Anastasia, el juicio con Hughes y todos los malos ratos que pasaron por esto y, por si fuera poco, el secuestro de Dylan por los Van Der Luyden y toda esa vorágine legal con la que tuvieron que lidiar. Indudablemente, el año más intenso de su vida. Esperaba que los próximos fueran un poquito más tranquilos.

    Además, iban a celebrar la Nochevieja en La Provenza, en su caso por primera vez, con sus padres y con sus amigos, así que no podía estar más feliz. Vitoreó fuertemente a Robert, viendo como el hombre se sobrepasaba por tanta efusividad, lo cual era bastante tierno. - ¡Sí que he hecho bien! Porque ha sido sin duda el mejor en desfilar, es cierto que solo he visto uno pero igualmente no me cabe duda. ¿A que sí? - Y todos asintieron con convicción. Rio al verle del brazo de Erin y Violet, y luego miró a Sean y a Hillary salir acaramelados y, mientras se enganchaba él también, muy orgulloso, de su novia y su madre, pensó que esas dos uniones también eran algo muy bueno que les había dado ese año.

    - ¿Sabes? - Le dijo a su novia, inclinándose un poco de más, mientras masticaba la deliciosa carne. Lo de "un poco de más" podría venir, probablemente, por el vino francés que ya llevaba un rato corriendo por la mesa. Todos estaban prácticamente exhaustos de comer, a la espera de los postres y preguntándose si tendrían hueco para ello, pero él seguía dando cuenta de la comida. - Todas estas cosas... me dan ideas. - El tono era de experto estudioso en el asunto, de estar seriamente reflexionando sobre ello. La ocasión festiva y el tono ligeramente perjudicado por el vino no jugaban en su favor. - Siempre he tenido una cocina separada, pero este espacio abierto para las fiestas viene genial. Porque tenemos fiestas temáticas apalabradas, Gallia, espero que no se te haya olvidado. Y ADEMÁS, manteles. Tenemos manteles. Temáticos. - Se llevó un dedo a la sien. - Está todo aquí registrado. - Volvió a llevarse un trozo a la boca. - Podríamos tener... una casa a dos ambientes. Para la vida diaria, salón y cocina separados PEEEERO luego tenemos otro sitio que tenga un espacio abierto para fiestas. Y recepciones. ¡Somos gente importante! Los alquimistas van a recepciones, y alguien tiene que darlas. Pues ya tenemos espacio para ello. - Si total, soñar era gratis.

    El tintineo de un cubierto en una copa llamó la atención de todos, y vieron a Robert de pie. - Antes... - Al hablar se le quebró la voz, por lo que carraspeó fuertemente. Les miró a todos lentamente. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Cuando pudo, habló de nuevo. - Es... Perdonadme, el de los brindis era mi hermano. - Venga, tío Robert, siempre dices lo mismo pero en verdad das unos brindis geniales. Y más hoy, que vas tan galán. - Animó André, y todos se unieron a los ánimos. El hombre rio levemente y, cuando callaron las voces, retomó. - Solo pensaba... - Y una vez más les miró a todos, emocionados. - En... todas las veces que este año... he pensado que no podría... veros así más. - Marcus tragó saliva para deshacer el nudo que empezaba a formarse en su garganta, y dirigió la mirada donde el hombre la posaba. Dylan podría estar con los Van Der Luyden; William... mejor ni pensar dónde podría estar, o cómo, o si estaría, y en todo caso, había habido riesgos reales de no poder ver a Alice y a William en la misma estancia, o a William y a Emma, después de lo ocurrido con el giratiempo; Jackie también había estado a punto de desvincularse de su familia, así habría sido si la historia con Noel hubiera salido adelante; y las relaciones entre Helena y Violet siempre fueron tensas, pero cuando dijo que estaba enamorada de Erin, se corrieron muchos riesgos en la misma. El hombre tenía motivos para emocionarse viéndoles a todos juntos: ese año, desde luego, se habían jugado muchas papeletas para que no fuera así.

    - Este ha sido un año... duro. - Todos se quedaron en un silencio espeso. - Triste y lleno de sinsabores... Y honestamente, deseaba con todas mis fuerzas que se terminase. Soy Hufflepuff, soy un hombre positivo, y siempre he pensado que un año que termina se lleva todo lo que tuvo con él, y el que empieza es un nuevo punto de partida, para lo bueno y para lo malo. Y creo... que todos necesitamos cerrar el año que se va. - Sonrió. - Lo bueno es cómo empieza. Todos juntos. Con personas que, aunque ya considerábamos familia, ahora podemos llamarles como tal. - Miró a Erin alzando la copa, y luego le miró a él. Ambos respondieron con miradas emocionadas. - Y no solo son familia porque lo diga un título que nosotros mismos hemos puesto, sino porque... hay ciertas cosas que, si las haces por uno, es que eres su familia, lo diga la sangre o no, lo digan los títulos o no. Aquí solo veo familia. - Miró entonces a Sean y Hillary. - Vosotros también sois familia, por lo que acabo de decir. - Marcus alargó la mano hacia Sean, que era a quien tenía más cerca, y apretó su hombro con cariño. - Y cerrar este año, después de tanta turbulencia, rodeado de familia, en esta casa tan bonita, con tanto futuro en sus paredes... le deja a uno... tranquilo. Y feliz. - Alzó la copa. - Solo pido eso. Que no se rompa esta familia. Que siempre tengamos un hueco para celebrar juntos. Y para la felicidad. Que sea así en el año que entra, y en los venideros. -




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    Vie Oct 25, 2024 6:59 pm


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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Qué rico estaba el vino. ¿Cuál era ese? Cabernet algo… Qué bien iba con la carnes, y esas verduritas al horno, tan sabrosas… Aquí podía comer mucho menos sin que le dieran la tabarra, y el vino le empachaba mucho menos que las pintas, así que se nota que ya estaba coloradita, y mareadita, y mucho más contenta y relajada que en mucho tiempo. Escuchaba a Marcus mirándole como una boba mientras hablaba del salón, y le hubiera dicho que sí a todo, la verdad. — Yo lo veo, mi amor. — Asintió lentamente, sacando los morritos. — Sí, sí, vamos acumulando ya, desde que saquemos Hielo, los galeones contantes y sonantes para la mansión que vamos a necesitar para eso. De hecho, mansión y media. La mansión entera para vivirla, y la media solo para las fiestas. Un poco como aquí. Pero sin segunda planta. Y más amueblada. — Y le dio una risilla tontísima. Volvió a asentir muy gravemente (no debía estar saliéndole una expresión muy grave, en realidad) y dijo. — Manteles. UF. Hay que ponerlos en práctica… — Se quedó mirando a la nada. — ¿Se dice así?

    Y, de repente, oyó la copa tintinear y miró a su abuelo. Sabía que a su abuelo le costaba horrores hacer lo que hacía el tío Martin, y, realmente no podían parecerse menos, no físicamente, sino en presencia, voz… Le encantaba aquella Nochevieja, estaba feliz, pero sintió un abismo al pensar en cómo era la Nochevieja cuando su tío Martin hacía los brindis y… Puf, qué abismo. Pero se centró en su abuelo. Sorprendentemente, de repente, como tirara de un hilo de Ariadna, enlazó un discurso, y se quedó impresionada por sus palabras. Ciertamente, hubiera sido mucho más fácil no tener aquella celebración tan bonita que sí tenerla, así que todo aquel discurso le conmovió y las lágrimas no tardaron en aparecer en sus ojos. Erin, Sean y Hillary, los O’Donnell… Echaba de menos muchísimo a los que faltaban, pero… La vida le estaba dando cosas extremadamente buenas, y solo podía aplaudir y celebrar, como hicieron los demás. Y para su sorpresa, su abuela agarró la mano libre de su abuelo y dejó un beso en ella. Su abuela no era para nada cariñosa, pero tenía los ojos brillantes, y debía estar muy emocionada, porque dijo. — Eres un buen hombre, Robert Gallia. Y te haces querer mucho mucho. — A su abuelo no es que le brillaran los ojos es que estaba llorando totalmente. — Helena… — Tu hermano se habría quedado sin palabras, Robert. Le habrías hecho muy feliz. — Dijo la tía Simone, palmeando su espalda. — ¡Bueno bueno! ¡Papá! ¿Pero esto qué es? Primero todo maqueadito y ahora con dos señoras, una a cada lado… — Saltó su tata. — A ver si hemos echado toda la vida muy tranquilitos y justo antes de 2003 nos van a dar un espectáculo. — Dijo su padre, también en tono socarrón, haciendo reír a todos. — ¡Sois idiotas! ¡Y no os merecéis la cena que os he hecho! — Gritaba su abuela, ya azorada. — ¿Los abuelos se besan? — Preguntó Dylan, anonadado. Esos sí eran sus Gallias. Rio y levantó la copa mirando a su abuelo. — Para mí siempre has dado los mejores brindis del mundo, abuelo. — Y se miraron con una gran y emocionada sonrisa.

    De repente sonó una profunda campana que alteró a todos. — ¿Pero ya son las doce? — ¿Cómo que las doce? Imposible, y ni hemos puesto el muérdago ni… — ¡Perdón! ¡Perdón! — Saltó su padre. Arnold y Marc pusieron cara de circunstancias. — William te he dicho que no era una buena idea… — ¡Es un encantamiento de campana que he programado para las once y media! Para que empezaramos a prepararnos. — ¿Y no podía tener otro sonido, alma de cántaro? — Le riñó Vivi. — ¡A ver! Lo quería en tema. ¿Cómo se está más en tema en Nochevieja que con una buena campana? — Se oyeron suspiros, pero también risitas. — Se fueron levantando y se acercaron a la chimenea donde estaban puestas las bandas que ponían “feliz año nuevo” y otras decoraciones de Navidad. — Sé que es tentador lo de quedarse aquí con el fueguito, y podríamos colgar aquí el muérdago de la suerte, que es parte de las celebraciones de año nuevo… Pero hemos pensado otra cosa. — Anunció Marc. Susanne entornó los ojos. — A ver… — En Francia, nos besamos bajo el muérdago, o le mandamos un beso a quien no está con nosotros, para desearnos suerte en el año nuevo. Y aquí hay mucho que pueden besarse, pero tenemos también a los que no. Así que hemos pensado, que en vez de besarnos, cuando den las doce campanadas, apuntamos con la varita al cielo y mandamos una luz con un deseo para 2003. Y ya luego si eso, quien se quiera besar…. — Explicó William. Alice suspiró un poco, porque no entendía por qué había que cambiar tradiciones justo ahora que ella sí que tenía a quien besar, pero vio que tenía buena acogida y no quiso ser aguafiestas. — ¡Pues venga! Todo el mundo a coger sus abrigos. — ¿Y Dylan? — Preguntó con hastío. — ¡Papá me ha dado una bengala! ¡Yo la tiro! — Contestó, entusiasmado, su hermano. Vale, no iba a acabar el semejante año que había tenido, enfadada. — Perfecto, entonces. Concéntrate en el deseo. No será por cosas que quieres.





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    Dom Oct 27, 2024 4:47 pm


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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    En la nube emotiva que estaban, la campana de William sonó como si se la hubieran estampado en la cabeza, por lo que saltó en la silla como un gato asustado, no solo por el estruendo, sino de pensar que eran las doce y se les había pasado la hora. Ya iba a lanzarse en plancha a hacer todos los rituales propios de la cuenta atrás para 2003, y quizás no quedara muy ortodoxo lanzarse a besar a Alice prácticamente desde su silla así sin avisar ni nada. - Con tu suegro más te vale tener el corazón a prueba de bombas. - Se rio Sean a su lado, si bien él también estaba recuperándose del susto. Marcus seguía con la mano en el pecho. - Desde luego. - Dylan se incorporó y miró a su padre. - Papi, son muy exagerados. Yo creo que has sido muy previsor avisando con media hora y que el sonido de la Nochevieja tenía que ser una campana, ¿cuál si no? - Gracias, hijo. - Dijo el aludido de corazón. Estaba seguro de que Dylan había actuado con la mejor de sus intenciones en vistas de que todos los presentes estaban rechinando los dientes.

    Se acercaron a la chimenea, y tanto Marcus y Alice como Sean y Hillary iban acaramelados, de la mano y lanzándose miraditas, deseando su primera cuenta atrás para el Año Nuevo como pareja, poder dedicarse ese primer beso del año bajo el muérdago... Y justo había sido el año elegido para cambiar la tradición. Marcus, que en los eventos familiares solía estar a tope con todo, no pudo evitar fruncir el ceño. Al menos dejaba la puerta abierta a que quien quisiera podía besarse igualmente (vamos, se había escurrido debajo de una mesa en la Nochevieja anterior para besar a Alice, como para impedirle hacerlo esa noche que sí eran novios oficiales). Y ciertamente, lo de pedir un deseo le había gustado.

    Ya iban a salir cuando notaron que Dylan había sido agasajado con una bengala, y Marcus miró a Alice de reojo. Sabía captar sus microexpresiones de desacuerdo, y no quería que acabara el año enfurruñada, así que sonrió y la achuchó entre sus brazos mientras caminaban hacia la puerta. - Fíjate si eres mala influencia, Gallia... - Empezó con su tonito de tonteo habitual. - ...Que por ti me atrevo a desobedecer deliberadamente una directriz de un adulto. Porque, lo siento, pero pienso besarte. Pienso besarte dos veces, además: en 2002 y en 2003. Para cerrar el año y para empezarlo. ¿Qué te parece? - Dejó un beso en su mejilla. - Un avance. Y no me pienso cortar ¿eh? Voy directo a darte un beso en cuanto corresponda. No dirás que no avisé. - Y ya sí, bromeando, salieron al exterior.

    - ¡Cinco minutos! - Anunció Erin, y todos empezaron a excitarse, a hablar entre ellos, a reír y a dar grititos de emoción. - Qué año... - Suspiró Sean a su lado, con una amplia sonrisa, mirando al cielo. Hillary, emocionada, asintió. - Un año... muy intenso. - Marcus les miró con cariño y, apretando la mano de Alice, dijo. - Un año más que estamos juntos. Y todos los que nos quedan. - Sus dos amigos le miraron y él soltó a Alice un momento para abrir los brazos y abrazarles a los dos a la vez. - Gracias por venir... Gracias por todo este 2002, de principio a fin. Os quiero muchísimo, chicos. - Sin Sean y Hillary, su comienzo con Alice, el juicio a Hughes, el drama del incendio, graduarse, los finales, lo de América, las fiestas, el verano en La Provenza... Todo habría sido muy distinto. Tenía los mejores amigos que podía pedir. - Joder, tío. - Sean se separó limpiándose de la cara las lágrimas que se le caían a mares. - Para esto he dejado yo a mi abuela en Liverpool. - La frase les hizo estallar en carcajadas. - ¡¡Un minuto!! - ¡¡YA ESTÁ AQUÍ!! - Las exclamaciones entusiasmadas se elevaron, y antes de que empezara la cuenta atrás, Marcus se giró a Alice y la tomó de las mejillas. - 2002 habrá sido como haya sido, pero para mí, siempre será el año en el que tomé la mejor decisión de mi vida. - Y juntó sus labios con los de ella, sintiendo la energía que fluía entre ellos, la emoción de saber que era el último beso de ese año tan lleno de emociones, y que ahora por fin, podían hacerlo ante todos, como novios. Empezaba un año en el que eran uno de principio a fin. - ¡¡Empieza la cuenta atrás!! - ¡¡DIEZ!! ¡¡NUEVE!!... - Aferró su mano, contando hacia atrás junto con todos, y pasó la mano libre por encima de los hombros de Sean. - ¡¡CINCO!! ¡¡CUATRO!! ¡¡TRES!! ¡¡DOS!! ¡¡UNO!! - La bengala de Dylan echó a volar, y salieron cohetes de varios puntos del pueblo que podían ver desde allí. - ¡¡FELIZ 2003!! - Y todos exclamaron y celebraron, abrazándose y dándose besos. Y, por supuesto, el primero de Marcus fue para Alice, tal y como prometió. - Feliz 2003, mi novia. - Le dijo, exultante. - ¡Varitas arriba! - Exclamó Marc, y todos hicieron lo propio. Marcus tenía su deseo clarísimo, y antes de que las chispas salieran de su varita, lo pensó con claridad: Que toda la familia esté unida. Todos nosotros, los que realmente somos una familia. Estemos donde estemos.




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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Menos mal que tenía a su Marcus, que le conocía mejor que nadie en el mundo, para sacarle una sonrisa. Tuvo que reírse con lo de los besos, y se apoyó en su hombro. — No se me ocurre mejor manera de celebrarlo. Y visto que las tradiciones aquí se pueden cambiar de momento, podemos instaurar la de empezar y terminar todos los años así. — Estaba mimosona de más, y recibió el beso en la mejilla con una risilla de niña chica, pero mejor eso que cabrearse en los últimos minutos del año.

    Se quedó en corrillo con Marcus y sus amigos, escuchando lo que decía su novio y admirando las estrellas de Saint-Tropez, que tantas veces habían amparado momentos importantes de su historia, pensando en aquel 2002 que se les iba. Y se descubrió pensando: por fin. Dentro de unos años, miraría a 2002 y sería el año en el que empezó con Marcus, terminó Hogwarts y se convirtió en alquimista, y eso conservaría, pero ahora mismo, necesitaba empezar de cero de verdad, un nuevo camino en el que Marcus siempre estaría a su lado, en el que abrazaba las responsabilidades que quería como algo de ella y no una carga impuesta por los demás… De momento, reconectó y se abrazó a sus amigos, uniéndose al discurso de Marcus. — Vosotros sois parte de esta familia, y la familia celebra todo lo que puede junta. — Rio, como los demás, a la salida de Sean.

    Ya sí se envía lista para recibir el año, pero su novio, siempre capaz de hacerla explorar hasta el último límite de sí misma, incluso en los instantes finales del año, le dijo aquello y la dejó sin palabras. Otra vez sintió que era esa niña pequeña enamorada, la chica que le dijo a Marcus que estaba enamorada de él sin estar segura de cuál iba a ser la respuesta, la que no podía evitar admirarlo como el hombre más increíble del mundo. La cuenta atrás vino justo después, mientras se recuperaba de aquel beso y se preparaba para el siguiente. — ¡Feliz 2003! — Exclamó antes de dejarse besar, esta vez con una gran sonrisa, por Marcus, y celebrar así que sí, lo habían conseguido, allí estaban. — Y esta vez sin mesas de por medio, novio. Y así serán el resto de Nocheviejas de nuestra vida. — Le dio otro beso y susurró. — 2003 lo construiremos como nuestro taller: juntos, desde los cimientos.

    Repartió abrazos y buenos deseos, y se encontró con Dylan que ya había tirado su bengala y estaba enganchado a su cintura, y los O’Donnell, abrazados cual adolescentes, tras ella. Miró a Marcus y se dio cuenta de que no le quedaba otra más que pensar rápidamente en un deseo. Pero llegó enseguida a su mente. Levantó la varita, mirando a las estrellas e inspiró. Siempre pedía por los demás. Por estar juntos y cuidarse. Pero ahora iba a pedir por ella, porque era ella quien más lo necesitaba. Solo quiero reconciliarme con el pasado. Aprender de verdad a que me complete, me haga más feliz y que no me pese.

    Por supuesto, la intensidad se fue al traste con la tata y André haciendo toda clase de ruidos estruendosos de celebración con las varitas, a los que Erin aportó también un barritar de erumpent, y su padre, por supuesto, fue de cabeza. Dylan, que no la había soltado, rodeó a Marcus también y dijo. — Feliz 2003, hermana, colega. Mi deseo es para vosotros, pero no os lo puedo decir, porque no se cumple. Y el beso se lo he mandado a mamá, que le habría encantado. — Alice sonrió y le acarició los rizos. — Así me gusta, patito. Eres el mejor. — Justo el timbre sonó en la puerta delantera, y todos entraron del jardín para recibir a los Sorel y a los amigos que Jackie y André habían invitado. Su tía, por supuesto, descorchó un champán muy sonoramente y puso media sonrisa. — Ahora sí que empieza la fiesta.





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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Alzó la mano de Alice, sin dejar de moverse ni de reír, para que diera la vuelta. - Ya podemos bailar hablándonos claro delante de todo el mundo, novia. - Movió varias veces la cabeza. - No voy a negar que tenía su punto eso de... tontear... pensar cuál será el próximo movimiento... - Chasqueó la lengua, juntándose con ella, siguiendo el ritmo animado de la música. - A quién quiero engañar: odio la incertidumbre. Prefiero saber con total claridad que nos amamos muchísimo y que esto es una relación consolidada, sólida y debidamente anunciada a la vista pública. - Pégate mááááás. - Jackie había aparecido por detrás y, en lo que decía una frase que Marcus, en su burbuja de tonteo, no había pensado que fuera para él, había puesto una mano en su espalda y otra en el trasero de Alice y les había estrujado como quien estruja un sándwich. - Que ahora se baila más pegadito, que no estamos en un baile de la realeza medievaaaaaaaaaal. - ¡Jackie! - Se revolvió con incomodidad, a lo que esta respondió con una fuerte carcajada. - Qué alelados estáis. Si estuviera aquí mi Theo os íbais a enterar. ¡Bueno, espera! Que os hago una demostración. ¡SEAN! Ven aquí, bombón. - Marcus miró a Alice aguantando la risa y dijo. - Mira, esta no me la pierdo. - Y menos mal, porque Sean se vio sin esperárselo asaltado por Jackie, que de repente empezó a bailar de una forma muy sugerente y tan pegada que casi se estaba restregando con él, y su expresión era de auténtico pavor. No así la de Hillary, que reía tanto que estaba casi en el suelo ya.

    Debían ser cerca de las dos de la madrugada, y los más mayores ya se habían retirado, aunque habían tenido un momento muy divertido en el que Robert se había marcado un baile con los zapatos de leprechaun, y la tía Simone se había animado a cantar por María Callas junto con una de las señoras Sorell. Sus padres, Marc, Susanne y William seguían por allí, charlando animadamente con unos y otros, pero bastante retirados del jolgorio de jóvenes. Se había ido llenando la casa de tal manera que, llegados a cierto punto, habían dejado de saludar a gente, porque eran más desconocidos que conocidos y no atinaban a tanto, simplemente se movían de grupo en grupo por momentos.

    De hecho, pasado un rato de estar bailando con Alice, fue arrastrado de un lado a otro hasta que quedó charlando con Sean junto a la mesa de las bebidas. - Por nosotros. – Comentó con una sonrisa ladina, vertiendo con el cazo el contenido en el vaso de su amigo. Sean rio. – O’Donnell sirviendo ponche alcohólico con un cazo en una fiesta. Esto sí que no pensaba verlo yo en vida. – Me tenéis por lo que no soy. - ¿Eres un animador de fiestas? – Oye, pues sí, yo he animado muchas fiestas. – Sean soltó una carcajada. – Tío, por favor, que te conozco desde los once años. – Y antes de los once años también animaba fiestas. – Volvieron a reír y chocaron los vasos para brindar, delante de la mesa con el ponche, de espaldas al resto. Fue desde allí desde donde les llegó la voz de André.

    - ¡Eh, chicos! – Se giraron al unísono, como si tal cosa, y entonces vieron que detrás de André venía una chica que no conocían. – Os presento a… - Marcus O’Donnell. – Dijo la chica, y Marcus se tensó en el acto, pero solo en su interior, por fuera no mostró nada. La muchacha había pasado elegantemente por el lado de André, adelantándose a su presentación, y le miraba con una sonrisa ladina. Rubia, tono serpenteante, sonrisa de superioridad y sin necesidad de carta de presentación. Marcus ya sabía quién era. – Enhorabuena. – Le dijo directamente. Marcus, que también sabía poner sonrisas interesantes y ladinas (no como Sean, que ahora mismo miraba a todos de hito en hito como si estuviera en un desconcertante partido de quidditch), dijo, levemente apoyado en la mesa y con el vaso de ponche en la mano. - ¿Puedo saber el por qué de la felicitación? – La chica alzó ambas palmas hacia arriba a la altura de los codos. – He oído que has hecho uno de los mejores exámenes de licencia de Piedra de los últimos tiempos. No se me ocurre otra cosa que pueda tener tan desquiciada a mi hermana. – Él asintió, con un rictus de sonrisa sarcástico y la mirada en otra parte. Phedra Gaunt, si es que lo dicho, no necesitaba ni que se la presentaran para verla venir.

    - Me encantaría darte la enhorabuena también por eso, pero me temo que tener a Alecta en contra es más motivo para que te dé el pésame o te pida disculpas, lo que prefieras. – Marcus se limitó a hacer una leve caída de ojos sin comprometerse a nada y a dar un sorbo a su copa. Oía a André aguantarse una risa alucinada y sentía la mirada desencajada de Sean encima. Se había generado un silencio pesado, en el que Marcus fingía magistralmente no estar corpóreamente allí mientras Phedra le taladraba con la mirada sin inmutar un ápice la sonrisa. – Yo soy Sean Hastings. – Se presentó el otro, en un intento o bien por romper el hielo o bien por hacer notar que él también existía (o ambas). Ella le miró y le dijo con cortesía, aunque sin mucho entusiasmo. – Un placer. – Y volvió a mirar a Marcus antes de decir. – Yo soy Phedra Gaunt. Aunque deduzco que tu amigo ya me conoce. – No te creas que me relaciono mucho con los Gaunt. – Atajó, pero sin variar el tono de fiesta distendida, aunque el helor se notaba como si hubiera pasado un dementor por allí. – Raro viniendo de un Horner. – Marcus puso expresión pensativa, mirando hacia arriba. – Creía que sabías que mi apellido era O’Donnell. Me has reconocido bastante bien. - Phedra rio entre dientes, de brazos cruzados. – También eres Horner. El día de mañana, mis hijos serán Gaunt, por mucho que lleven el apellido de otro. – Marcus amplió las comisuras. – Touché. – Respondió con desgana y dio otro sorbo al ponche.

    - Tranquilo, que no vengo a picarte, aguililla, aunque me está quedando claro que eres bastante más serpiente que yo. – Sean estaba empezando a rascarse y frotarse los brazos y la nuca, como hacía cuando estaba incómodo, pero a André le faltaban las palomitas para disfrutar del espectáculo. Marcus se quedó mirándola impasible mientras la chica sentía la clara necesidad de hacer su espectaculito de cobra a la que le tocan la flauta. – Nadie elige la familia en la que nace. Y tú eres de los buenos. – Eso le pilló levemente desprevenido. Ladeó la cabeza. - ¿Cómo estás tan segura? – Porque nada lleva más al histerismo a gente como los Gaunt, los Horner o tantos otros que encontrarse a alguien tan genuinamente bueno que no necesita el apellido como carta de presentación para que le consideren. Por eso sé que tu examen fue brillante: Alecta vino calificándote de tramposo. – A Marcus se le escapó una risa bufada y sarcástica. Phedra aclaró. – Tramposo es el término que utilizan para todo aquel que no lo es. Paradójico. Ya sabes, cree el ladrón que todos son de su condición. Ellos se mueven con trampas, y a los que se mueven también con trampas les llaman otras cosas, pero tramposos, no. Acusan de hacer trampa al que ha ganado limpiamente, fíjate qué curioso. Pero yo ya me sé su idioma. Tú eres ya el tramposo oficial para Alecta, es decir, un rival que sabe que no puede batir con artimañas, que no juega su juego. – Se encogió de un hombro. No perdía la sonrisita leve. – Por eso sé que haces las cosas como las tienes que hacer. – Se descruzó de brazos y miró a André. – En fin. – Les miró de nuevo. – Os dejo tranquilos. Solo quería que supieras que no todo van a ser enemigos para ti en los Gaunt. – Se giró de costado, sin dejar de mirarles, y antes de marcharse, añadió. – Me alegra conocerte. – Le guiñó un ojo y ya sí, se fue, seguida de André, que parecía encantadísimo con el espectáculo que acababa de presenciar.

    Marcus dejó escapar un suspiro resignado mientras recolectaba frutos secos con la mano, llevándoselos a la boca. Sean le miraba desencajado. - ¿Hola? – Marcus, masticando desganadamente, le miró como si nada. – Te ha guiñado un ojo. – Ya lo he visto. - ¡Tío! – Sean, créeme, sé lidiar con una Slytherin elitista. - ¿Seguro? Yo creo que esa no andaba pensando en el apellido precisamente. – Marcus negó, de nuevo con un suspiro cansado, como si aquello le aburriera tremendamente. Ambos se apoyaron, con gesto parecido, en la mesa, mirando la fiesta ante ellos. – A ver si el primo le presenta a Alice pronto. O mejor, a Hillary. Que conociéndola, es capaz de lanzarse a degüello antes incluso que tu propia novia. -




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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Si me hacen jurar que tu abuelo Robert podía realizar simplemente la acción de bailar, digo con contundencia que no. — Se rio fuertemente, y Jackie levantó. — Más que tu novio baila. Sacre bleu, nunca había visto a un hombre ponerme semejante cara de miedo cuando le bailo. — Estaban las tres sentadas entre una parte de la mesa y un par de sillas, con Lucille, la más joven de las primas Sorel, y Remy, el mejor amigo de Jackie, con el que había cortado relación cuando Noel, pero con el que Theo le había ayudado a reconectar. Habían perdido a Marcus y Sean, pero tampoco le importaba mucho, que se merecían tiempo juntos también.

    Jackie, ¿qué hace aquí Marine? — Preguntó Remy de repente. Todos miraron como gatos curiosos a la vez cómo efectivamente Marine entraba, acompañada además por un maromo altísimo de larga melena rubia. — Si no fuera un tío, diría que es una veela. — Dijo Hillary alucinada, lo que provocó las risas de los otros. Jackie se encogió de hombros. — La habrá invitado mi hermano, claro. O sea, la habría invitado yo encantada, pero no sabía en qué términos estaba con André. Pues a eso mismo me refiero. Y ha venido con ese… Muchacho. ¿Será el novio? — Aportó Lucille, que parecía que se iba a subir en la mesa con ella para ver mejor. — No seáis metiches. Marine y André con así. — Les riñó. — Ya, si él también ha venido con la inglesa esa… Que por cierto, prima, está con tú chico… — Alice se giró y vio desde donde estaba el duelo de miradas y sonrisas Slytherin que se estaba llevando a cabo. Nada que no esperara. — Todo controlado, según veo desde aquí. Tenían un tema pendiente, mejor resolverlo ya. — Lucille y Remy se miraron y dijeron. — Simplemente Gallias, da igual si de Francia o Inglaterra. — ¡HOLA, MARINE! — Exclamó Hillary de repente. La chica se acercaba a ellos con su habitual sonrisa, encantada de la vida. — ¡Mis chéries inglesas! Sabía que Alice iba a estar, pero Hillary es una sorpresa. — Se abrazaron y saludaron, pero no podían evitar mirar al chico todos. — Ah, este es Magnus. Con vosotras igual se entiende, solo habla danés e inglés.Hola, Magnus. — Saludaron todos a coro, como si lo hubieran ensayado. Y así como si nada, se pusieron a hablar de un poco todo, como si nada, pero Remy se puso a su lado para susurrar. — Ellos dirán lo que quieran, pero a mí me parece que esto de pasearse cada vez con un acompañante más sexy delante del otro y hacer como si nada es un show que nos ofrecen para evitar el miedo que ambos tienen a que el compromiso los vuelva feos y aburridos. — Casi escupe la bebida de la risa. — Qué mala leche tienes, te he echado de menos en la vida de mi prima, sois tal para cual. Si a mí me fueran las tías, me habría casado con ella antes de que ese cabrón de Noel me la quitara, pero tu inglesito cuqui me cae bien. A ver, demasiado cuqui para mí, pero para ella es muy bueno. — Hillary, que por supuesto estaba poniendo la oreja dijo. — Hay que presentarle a Ethan. O quizá no, qué peligro. — Acto seguido tiró de ella y dijo. — Remy, perdona, voy a llevar a Gal a marcar territorio. — Alice entornó los ojos y resopló. — Ya estaba tardando… — Ninguna clasista mágica ronda tan de cerca a Marcus O’Donnell y yo lo permito. — Y así, con Alice riéndose y Hillary como un bicornio enfurecido, se dirigieron hacia donde estaban André y la Gaunt.

    ¡Primita! ¿Dónde andabas? — Se la había puesto botando. La rubia le tenía despistado, claramente. — Con Marine. Ha venido con un vikingo de dos metros. — Su primo puso media sonrisa y se encogió de un hombro. — A ese no le invité, fíjate. Bueno, ahora voy a investigar. — Puso muy caballerosamente una mano en la espalda de la chica. — Esta es Phedra Gaunt, compañera mía en el Ministerio. Esta es mi prima, Alice Gallia. — Ya me imaginaba que erais familia. — La chica la miró de arriba abajo y le tendió la mano. — Un placer conocer a una mujer con tanto poder. — Alice parpadeó mientras se la estrechaba. Qué mal se le daban los jueguecitos de esta gente. — Ahora mismo lo que tengo es ponche. — Dijo levantando el vaso. Phedra rio ligeramente, entornando los ojos. — Humildad, no suelo tratarla. La mujer que rompió el corazón del auror Jacobs, enamoró al más prometedor alquimista de nuestro tiempo, hundió al cretino del hijo de los Hughes y cabreó al tonto de Longbridge por ser más creativa y lista que él, tiene poder. — Parpadeó y se miró con Hillary. — Pues… Encantada, Phedra. ¿Conoces a… toda esa gente? — La chica volvió a entornar los ojos, con dejadez. — Solo a Hasan. Somos… Amigos. — Dijo cambiando un poco el tono y la sonrisa. — Creo que es mi Marine particular. — Aportó, antes de mirar de reojo a su primo, que, para variar, lo aprovechó para arrimarse más. — A Longbridge es imposible no conocerle por las quejas incesantes de mi hermana, colega tuya, rubia, agresiva, seguro que te suena. — De poco rato. — Admitió. — Al hijo de Hughes le conoce todo el mundo, de ser una vergüenza para la sangre mágica y a tu novio lo acabo de conocer. — Alice asintió lentamente. — Pues nada, un placer, bienvenida a La Provenza, espero que disfrutes de la fiesta. — Vaughan, ven conmigo que vamos a hablar de negocios, así André gestiona las cositas que no ha gestionado antes de que yo llegue. — Y de repente, se quedó sola, porque su amiga, de buenas a primeras, desapareció en las garras de la Gaunt, así que se redirigió a sí misma hacia su novio y Sean, abrazándose a él por la espalda y asomándose por el costado. — Acabo de tener una experiencia casi exploratoria con Phedra Gaunt. — No me hables del tema. — Dijo Sean suspirando, lo cual le hizo reír por su penosidad. — Y Marine se ha presentado aquí con un danés altísimo. Ahí hay tensión. — Dejó un beso en la mejilla de su novio. — ¿Vosotros qué tal?





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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    - ¿Sabes una de las cosas que más me alucina de ti? - Comentó Sean, reflexivo pero con ese tono de absoluta sinceridad, de hablar desde el corazón, que ponía a veces. Estaba apoyado como quien no quería la cosa en la mesa del ponche y había soltado aquello tras unos segundos de silencio, así que Marcus no dudaba de su sinceridad, pero tampoco de que no estuviera siendo producto del alcohol. - Tu capacidad para lidiar con ese tipo de gente como quien no quiere las cosas. No te digo con Slytherins como concepto, porque hay muchos, vamos, con Ethan te pones de los nervios sin ir más lejos... - Creo que pretendías hacer un piropo. - Pero con gente como esa. - Continuó Sean, ignorando su puntualización. - Te mueves como pez en el agua. Es que no te tiembla un músculo. Yo alucino, tío. - Marcus rio entre dientes. - ¿Por qué te sorprende tanto? Soy hijo de mi madre, y nieto de mi abuela Anastasia muy a mi pesar. Y siendo prefecto he hablado con el castillo entero. - Porque tú no eres así. - Respondió el otro rápidamente. Le dejó callado. - Tú eres buena persona, Marcus. Te conozco desde los once años, he dormido contigo un total de nueve meses por año, o sea sesenta y tres meses, que redondeando serían unos mil novecientos días, aunque no tengo el cálculo exacto. - Eso... es... - Se quedó balbuceando, porque él tampoco estaba muy lúcido entre el vino y el ponche, pero es que no se había visto venir la bomba de números (inexacta, ya que se ponía, pero es que también era hijo de aritmántico, y su padre se habría puesto nervioso con esa aseveración). - Sé cómo eres. Sé cómo eres con tus amigos, con tu novia, con los profesores, con los alumnos pequeños que te pedían ayuda e incluso con los mayores, porque con dos huevos empezaste la prefectura en quinto cuando había un montón de gente en el castillo que te sacaba dos años. O más, que tú eres de junio. - Esperaba que no le calculara también los meses exactos que se llevaba con el más veterano de Hogwarts. - Tú no eres así. Tú TE COMPORTAS así a elección, o sea que podría ser así si quisieras, pero no es lo que te sale de natural. Y tío... eso es admirable. - Hizo un gesto de encogimiento como si no hubiera dicho nada del otro mundo. - Ya está, solo quería dejar constancia. - A Marcus le dejó sin saber qué decir, desde luego. - Joder, Sean... Es precioso para entrar el año. - Lo sé, no te he preparado mentalmente para esta declaración afectiva, pero tampoco lo estabas para enfrentarte a una Gaunt así que pensé que no podía ser peor. - Marcus arrugó los labios y le puso una mano en el hombro. - Eres un gran amigo. - Tragó saliva. - El mejor que podía pedir para compartir mil novecientas noches juntos. - El otro le miró. - Joder, para qué te diré nada, ahora me vas a hacer llorar. - Has empezado tú. Y con el cálculo también. Ahora necesito saber cuántas horas de clase hemos compartido. - ¡Sí hombre! Que muchas de esas estabas con otra gente sentado, ¿te crees que estoy loco? Me llevaría la vida contabilizarlo. - Tengo los calendarios de todos los años. Lo podríamos sacar. - ¡Que no! - ¡Hostia! Se lo pido a mi padre. - Sean le miró en silencio. Al cabo de unos segundos, dijo. - ¿Crees que podría sacarlo? - ¡Sí! - ¡Hostia! En verdad estaría guapo! -

    Y ahí llegó Alice, menos mal, porque aquello estaba escalando hacia lo ridículo de una forma espectacular. Lástima que lo hiciera sacando el tema de Phedra Gaunt otra vez, reactivando con ello la paranoia de su amigo. Rodó los ojos y suspiró, mientras colocaba románticamente la mano sobre el brazo de Alice con el que le rodeaba. - He visto encuentro muchísimo peores. - Taladró a Sean con la mirada antes de que empezara a soltar su teoría de la insinuación. - En todos los sentidos. - Vamos, si su amigo hubiera estado presente en ciertas reuniones de prefectos y hubiera visto lo que Eunice le dedicaba...

    Lo de Marine le extrañó, pero antes de buscarla con la mirada, recibió el besito de Alice, sonrió y alzó la copa. - Bebiendo ponche. - Miró a Sean. - Y diciéndonos cosas bonitas. - ¡Es que no me digas que no tiene un don para tratar con gente así! - Marcus rio levemente, se giró a Alice y le dijo. - Sean ha calculado aproximadamente mil novecientos días que hemos compartido dormitorio, así que por extensión tú debes haber tenido los mismos con Hi... - JOOOODER. - Se giraron ambos a Sean, que tenía la mandíbula en el suelo. Su amigo miró impactado a Alice. - ¿¿Ese tío es novio de Marine?? - Vale, ya sí quería curiosear. Estiró el cuello y, al localizar a la chica, vio también a su acompañante. Arqueó las cejas. - Wow. - ¿Pero de dónde ha salido semejante puto dios nórdico? - Sean estaba escandalizado, y acto seguido dijo. - ¿Y dónde está Hillary, por cierto? - Marcus también la buscó con la mirada, y al encontrarla tuvo que aguantarse una risa. - La respuesta a eso tampoco te va a gustar. - Sean también la vio. Parpadeó y miró a Alice. - Emmm... ¿Sabes si el tono en el que están hablando... Hillary y la Gaunt...? Es decir... ¿Cómo lo has visto de hostil? - Si es que tienes que tener cuidado con lo que deseas, Hasting. - Se burló.




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    Se rio ante la respuesta de su novio y dejó otro besito en su mejilla. — No me cabía duda de que habías sabido manejar la situación. — Levantó su propio vaso y dijo. — Eso, que no le falten piropos al que, según Phedra Gaunt, ni más ni menos, es el alquimista más prometedor de nuestro tiempo. — Vaciló un poquito a Marcus. — De mí me imagino que no habrá dicho nada. — ¿No lo prefieres así? — La verdad es que sí. — Intercambió con su amigo. Ante el dato de las noches, abrió mucho los ojos. — ¡Por los siete! ¿Es eso cierto? No veas si me queda a mí para llegar a ese número… Habrá que ponerse a ello. — Y le hizo cosquillitas a su novio. Luego entornó los ojos a la pregunta del chico. — Con los sangre pura nunca se sabe. ¿Solo son etéreos o verdaderos psicópatas? Quizá tus labores de caballero medieval se necesitan más que nunca. — Sean pareció evaluar la situación y al final se fue hacia donde estaba Hillary, y Alice rodeó a su novio y se enganchó a su cuello. — Por fin juntos, alquimista. Transmútame un poquito este ponche en pasos prohibidos de baile. — Y le arrastró a bailar al ritmo de la música, como les gustaba a ellos.

    Al poco de estar bailando, Jackie les dio un caderazo, porque solo podía ser ella, y la tata apareció regando de champán al pobre danés de Marine, que estaba muerta de risa por ahí, mientras Remy también tiraba de Sean y Hillary para hacer una conga. La cara de Phedra era para verla, y aunque André estaba susurrándole cosas al oído, Alice la veía cortadilla y casi asustadiza (aunque no pretendiera para nada demostrarlo). — Vamos a usar mi carácter Gallia y tu labia para hacer que una Gaunt se lo pase bien por una vez en su vida. — Y se acercó a ellos. — Phedra, no osaría yo darte consejos en el ámbito del Ministerio, o de una fiesta de la alta sociedad. Pero esto es La Provenza. Aquí nadie sabe quién eres excepto nosotros, y creo que estamos de acuerdo en que mi primo no te ha invitado por tu apellido precisamente. — ¡Oye! ¿Qué insinúas? — Contestó ofendido André, aunque ella lo ignoró. — Si quieres mi consejo, como Gallia que sabe pasárselo bien y disfrutar del sur de Francia, suéltate, aprovecha, nadie va a juzgarte o hacerte una foto, nosotros no somos así. Y si quieres la confirmación de uno de los tuyos… ¿Te vale la de un Horner? — Dijo señalando a Marcus con la cabeza. Phedra pareció pensárselo y luego señaló a Vivi con la cabeza. — Es tu tía, ¿no? Es famosa en mis círculos por convertir a un gilipollas en cerdo y fotografiarle como tal por meterse con… — Pareció pensar y luego señaló a Marcus. — Tu madre, precisamente. Luego diréis que no estáis bien conectados. — Alice parpadeó, pero hizo un gesto de ligereza. — Esa justo no me la sé, pero suena muy plausible. No cabrees a nadie, por si acaso, pero yo diría que ahora mismo no está servicio. — De hecho estaba jaleando al tal Magnus y a Erin a echar un pulso. No quería saber. André sonrió y le ofreció la mano a Phedra. — ¿Me concede este baile, madmoiselle? — La chica rio un poco e hizo un gesto con la cabeza. Su primo, por su parte, hizo un gesto con la varita y se puso otra canción, que Alice reconoció al instante. — Esta te la debía. — Susurró el chico pasando por su lado, y haciéndola sonreír.

    Un jour viendrá era su canción con Marcus, y más en La Provenza, así que se dedicó a llevarle, lentamente, balanceándose, para bailarla. — Cómo hemos mejorado bailando desde aquel San Lorenzo. — Se inclinó para besarle. — Je t’aime. Je t’aimaré. — Le susurró en el oído. — Estaba pensando en el pasado, en que no quiero que me defina negativamente. — Le siguió hablando, muy cerca. — Quiero recordar que fui lo bastante valiente aquella noche como para bailar contigo, para besarte en aquella playa. Que soy más valiente que gente tan inteligente y poderosa como las Gaunt, porque corro sin descanso en la dirección que quiero y lo cojo. Es lo que voy a hacer este año. Correr de tu mano en dirección a todo lo que queramos atrapar, mi amor.




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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Rodó los ojos. - Alice, la literatura está llena de serpientes embaucadoras, Slytherin no tiene el blasón así de forma aleatoria. No me creo nada de lo que diga un Gaunt. - Y no necesitaba una Gaunt para decirle que era un alquimista con proyección, eso ya lo sabía. Lo siguiente le gustó más y le hizo reír. - Pues sí. Estaría feísimo que nos superara Sean. - Es que ya hasta me meten en sus guarradas. - Se quejó el otro. Al menos Alice consiguió un espacio para ellos, y el comentario sobre la transmutación le hizo arquear una ceja. - Puedo transmutarte lo que me pidas, ¿acaso no soy, cómo era, "el alquimista más prometedor de nuestro tiempo"? - Y, tonteando, se fueron a bailar de nuevo.

    Entre el baile con Alice, el ponche y la cantidad de eventos que había por allí, no paraba de reír, se lo estaba pasando en grande y, por supuesto, le pilló desprevenido el movimiento de su novia. - ¿Qué? - Preguntó entre risas como si nada, dejándose arrastrar... hasta que se dio cuenta de dónde le llevaba. - ¿Qué? No. Alice. - Intentó detener con susurros tensos y frenándose, pero ya era demasiado tarde. Tuvo que recomponerse rápidamente para volver a mostrar seguridad y estoicismo, porque su novia ya se había plantado delante de la Gaunt y le hablaba con ese aplomo que sacaba cuando veía algo perfectamente lógico. Y entonces le mencionó a él. La mirada de sorpresa e incredulidad que le lanzó a Alice duró menos de una fracción de segundo, porque evitarla por completo era mucho pedir, pero se recolocó rápido. - Confirmo al cien por cien. Así es como se lleva una vida normal. - Eso arrancó una muda carcajada sarcástica con los labios cerrados por parte de la otra. Se le daría genial y todo lo que Sean quisiera decirle, pero odiaba interrelacionarse con gente así, no en balde había estado toda la vida incómodo en casa de su abuela Anastasia. Que supiera hacerlo no quería decir que le gustara.

    La otra cambió rápido de tema, solo aparentemente, porque en el fondo seguía evaluando el entorno. Se ahorró suspirar. Lo que no se vio venir fue el dato que soltó sobre su madre, y ahí sí que no disimuló el ceño fruncido de sorpresa. - No sé de qué me hablas. - Y Alice tampoco, y además no parecía importarle, porque lo que quería era hacer entender a Phedra que en ese entorno se podía relajar. Suerte con eso. De todas formas, si alguien tenía allí interés en divertir a la Gaunt era André, por lo que se la llevó a bailar, y de paso les dejó un regalo que le hizo sonreír agradecido.

    - ¿Mademoiselle? - Se ofreció hacia Alice, emulando el tonito de galán de André de forma divertida. Se tomaron de las manos y bailaron juntos, y el comentario de su novia le sacó una leve risa. - Ya te digo. Yo me sentía muy seguro de mí, no obstante... Bueno, digamos más o menos seguro. Aunque no querría verme desde fuera, con lo desgarbado que estaba en aquella época. - Rio de nuevo. - Hace un año también estábamos bailando esta canción... Y yo diría que también hemos mejorado bastante desde entonces. - Correspondió a su beso, susurrando él también. - Je t'aime. - Sus siguientes palabras le hicieron mirarla a los ojos y notar que el corazón se le aceleraba. Sonrió. - Eres la persona más valiente que he conocido jamás, Alice. Sabes que te lo digo desde que te conocí. - Acentuó la mirada. - Y yo voy a estar contigo. Siempre. De tu mano. Para que no tengas que ser valiente sola. Siendo una luz, como te dije aquel día en la playa. Tú lo eres para mí. - Se permitió besarla, lentamente, y a sentir que estaban por un momento solos en aquel salón.

    - ¿Vosotros sabíais...? - Hillary se les había enganchado a ambos pasando cada brazo por sus cuellos, y hablando con tono de investigación policial pero en su oreja, lo que provocó que los dios dieran un sobresalto, saliendo de su burbuja personal. - ¿...Que tu tía...? - Dijo mirando a Alice. - ¿...Metió en un follón tremendo a un pez gordo gilipollas que estaba acosando a tu madre? - Ahora miró a Marcus, y la noticia le hizo parpadear. Hillary detectó, por sus caras, que la respuesta a esa pregunta era "no". - ¡Qué fuerte! Escuchad. - Hillary directamente les separó y se metió en medio, emocionadísima de poder contar un chisme. Jackie también había aparecido por allí y le faltaba tener las orejas levantadas como los perrillos curiosos. No sabían qué había sido de Sean. - Resulta que en una de estas cenas pomposas a la que estaban invitados los Horner, los Gaunt y toda esta gente, fue tu madre, jovencísima, porque no estaba ni casada, tu padre no, por supuesto, y ahora verás por qué, y estaba un imbécil al que por lo visto tu abuelo quería casar con tu madre, una movida vamos. - Qué fuerte. - Apuntó Jackie, emocionada. - Total, que adivina qué becaria recién salidita de Hogwarts estaba allí cubriendo el evento como periodista explotada. - ¡Me encanta! - Al menos Jackie daba feedback, porque Marcus y Alice no habían tenido tino ni para abrir la boca. - Total que por lo visto el tío fue un capullo integral y ya no sé qué pasó pero Violet le sacó unas fotos jodidísimas y las publicó. Las hicieron desaparecer, pero ya tarde, toda la comunidad mágica lo había visto. - Me encanta. Momentazo de sororidad entre Violet y Emma, hubiera pagado por verlo. - Añadió Jackie, y luego le dio un tortazo a Hillary en el brazo. - ¡Sí que os habéis hecho amiguitas, que ya te cuenta cosas de su vida y todo! - Eso no lo sabes por mi madre. - Dijo Marcus con total seguridad, mirando a Hillary con el ceño fruncido. - ¿Quién te lo ha contado? - Hillary rodó los ojos con malísimo disimule hacia arriba, enredando un dedo en un mechón de pelo. No necesitaba más datos. Bufó fuertemente. - ¡Dejad de creeros testimonios de la Gaunt! - ¡Esto es verdad! Me ha dicho el nombre del tipo y es verdad que está canceladísimo en el Ministerio. - Pero qué mala suerte que no hay fotos que lo demuestren. Y seguro que un tío así no ha dado más motivos que no son un chismorreo entre, qué casualidad, mi madre y la tía de mi novia. - Hizo una pedorreta. - En serio, alejaos de los Gaunt. - ¡Oy, chico! Ni que fueran portadores de la Peste. - Son peor que eso. - ¡Qué exagerado! - Yo mientras el chisme sea bueno me conformo. - Resolvió Jackie como si nada, y luego se encogió de hombros. - Y gracias a que mi hermano quiere tirársela tenemos a semejante regalo para la vista. - Señaló con ambas manos al supuesto ligue de Marine, que ahora hacía una exhibición de, al parecer, tragar cerveza como si llevara cuarenta años vagando por el desierto. Marcus rodó los ojos y suspiró, pero antes de decir nada, Hillary le dijo. - Tú haz la prueba y le preguntas a tu madre. Y con lo que saques me cuentas. - Hizo un gesto con la mano. - Otro día. - Desvió, y luego miró a Alice. - Hoy tengo otros planes. - IUGH. - Dijo descaradamente Hillary, con tonito infantil, y ella y Jackie se fueron a otra zona de la fiesta. Marcus miró a su novia con una sonrisilla. - Perdona, alguien me había pedido antes cierta transmutación. -




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    Con Marcus | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Estaba acariciando los rizos de su nuca, aprovechando la postura, y haciendo cosquillas con su nariz en la de él, en esa nube romántica en la que se metían, embriagada por sus palabras, sus halagos… Cuando Hillary y, por supuesto, su prima (por Merlín, como no estaba Theo estaba descontrolada) se les metieron por medio hablando de no se qué chisme. Parpadeó. — A ver si es que no os habéis enterado bien con la música y todo… — La cosa es que se parecía a lo que acaba de contar Phedra, ¿no? Trató de reconectar. Ah, la historia del prometido de Emma la había oído flotar por ahí alguna vez. No debían conocer a la misma Emma que ella si intentaron casarla con alguien que ella no había elegido. Parpadeó de nuevo con lo de las fotos. — Lo peor es que suena a algo que haría la tata al cien por cien. — Su novio, por supuesto, saltó con lo de la Gaunt, porque claramente le había pillado torcidísimo, pero Hillary y Jackie ya estaban en otra, más concretamente en la escena del danés bebiendo sin piedad. Desde luego, si Phedra no se relajaba ahí, no lo iba a hacer en ninguna parte.

    La invitación de su novio le gustó y me puso una sonrisita muy pilla, que venía a invitarle a largarse de allí y celebrar la llegada del año como solo ellos sabían, pero entonces la música se paró y su tía se subió a una mesa. — A ver, a petición popular, se me ha pedido que cuente cierta historia… Así que quien quiera, que se venga. — Miró a Marcus. — Se vienen malas palabras a tu familia materna, te advierto, y la tata lleva ya un número indeterminado de copitas de champán. — Erin estaba sentada a sus pies, muerta de risa y sin perderla de vista, como una fan. — Yo siempre quise ser reportera. Bueno, no, quería viajar por todo el mundo, y me dijeron que si hacía buenas fotos podía serlo y eso hice. Y yo estaba haciendo las prácticas en Corazón de Bruja, y me mandaron a una fiesta muuuuuuuuucho más aburrida que esta, a cubrir lo que entonces se llamaba “crónica de sociedad”. Y allí estaba, muerta de asco, cuando vi a la prometida de mi buen amigo Arnold, y exprefecta que me había castigado más veces de las que podía imaginar, con toda su familia, que siempre me han parecido regalices, así oscuros y muy estirados. Menos Phillip, Phillip es la nube en ese cuenco de chuches. — Ahí se le escapó una carcajada, no lo pudo evitar. — Total, que me quedo cotilleando sin más y aparece por ahí un tío que… Todos sabéis de qué tipo de tío hablo, ¿no? Rico, gilipollas, de traje, que lleva de lejos muchas más copas y sustancias de las que debería llevar… Pues ese tío. Le veo que está vacilando a Emma, y yo esperando a que le soltara una de las suyas, y la tía se queda callada. Y el padre burlándose de mis O’Donnell, y una pareja al lado riéndose, que resultó que eran regalices también, y un hermano y cuñada DE MIERDA, si queréis mi opinión… Y mira, no pude más. Es que odio a esa gente y habían bloqueado a mi prefecta, eso está muy mal, niños. Así que le transformé en cerdo y le hice unas fotos, como lo que era. Y ya está, el final fue feliz. ¡Y ME ECHARON! ¡BIEN! — E hizo una reverencia, mientras todos aplaudían.

    Obviamente, Alice tuvo que girarse, anonadada hacia Marcus. — ¿Realmente esto pasó? No doy crédito. — Se mordió el labio inferior. — Tu madre está hecha de una materia que debería ser transmutable. Increíble oye. Hay que enterarse mejor de esto. ¡PONED MUSICOTE EN HONOR DEL SEÑOR CERDO! — Gritaron por ahí, y en un momento, la fiesta se reactivó y se pusieron a bailar y desenfrenar un rato más. Pero a Alice no se le olvidaba cierta miradita y promesa, y aprovechando que la marea humana les arrimaba más los unos a los otros, se acercó al oído de Marcus y dijo. — Yo había oído algo de planes… Para esta noche. — Dejó un besito en su mejilla. — ¿Quieres recibir el año nuevo como no nos dejaron el año pasado? Te dejo que me subas en brazos a casa.





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    Lun Nov 04, 2024 12:03 pm


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    Con Alice | En Saint-Tropez | 31 de diciembre de 2002
    Estaba ya haciendo uso de sonrisitas ladinas y miradas de las que le encantaban a Alice cuando la música se paró de golpe. Le pilló de espaldas, pero ya sabía perfectamente a qué se debía. - No, por Merlín. - Suspiró, pero para su desgracia había acertado, porque fue terminar de lanzar su plegaria cuando la voz de Violet empezó a tronar en el ambiente. Se giró para mirar con cara de absoluta resignación. Esto no le va a gustar nada a mi madre, pensó, y agradeció que Emma no estuviera ya por allí, aunque no dudaba ni por un instante que se acabaría enterando y volvería a su ya trillada costumbre de asesinar mentalmente a Violet.

    Al comentario de Alice respondió con un gesto lánguido de la mano, porque no podía darle más igual lo que escuchara de los Horner (probablemente todo verdad, y con casi total seguridad las exageraciones de Violet se quedarían cortas o serían demasiado fantasiosas para lo que él conocía), le preocupaba más la reacción de Emma cuando se enterase, solo esperaba que la historia no pretendiera dejarla muy mal. Soltó una carcajada. - ¿Ves? - Dijo a Alice como si ella hubiera estado presente en su última línea de pensamiento. - Ojalá fueran regalices. Al menos le gustarían a Lex. - Bromeó con amargura. Él se había enterado hacía poco de que existía tal cosa como un prometido amañado para su madre, pero no pudo evitar investigar un poco sobre él una vez lo supo, y era de lo peor: de hecho había acabado en la cárcel por a saber qué chanchullo, porque se jugaba una mano y no la perdía a que no saltó a la prensa todo lo que hizo, sino una versión muy edulcorada. De nuevo dándole la razón a su hilo mental, "gilipollas con traje" se quedaba bastante corto.

    Lo que nunca iba a dejar de sorprenderle, eso sí, era lo pequeña que Emma O'Donnell, la Emma que él y todos conocían, se hacía delante de Dorcas Horner, su padre, claro que él no vivió demasiado esos tiempos. No era ninguna sorpresa, por el contrario, que Finneas y Linda estuvieran por allí molestando. Estaba temiendo qué clase de fotos y en qué circunstancias sería, porque podría ser absolutamente de todo, cuando resultó que Violet le había convertido en cerdo, y eso eliminó por completo su expresión de hastío tenso y le hizo abrir mucho los ojos. Acto seguido, estalló en una carcajada, tanto que algunos se volvieron para mirar. Alzó el ponche y dijo. - Tres hurras por el hermanamiento Slytherin, para que luego digan que no existe tal cosa. - Sonaron los tres hurras y, tras reír escandalosamente, Violet le dijo a gritos desde su sitio. - Eso no le va a gustar nada a tu madre, prefectillo. - Me temo que a eso ya llegamos tarde. -

    Dio un sorbo y respondió a Alice. - Si te soy sincero, esperaba una historia mucho peor. - Volvió a su sonrisita ladina y se acercó a ella. - Yo sé de dos que también están hechos de materias muy transmutables. Harían una conjunción magnífica. - Se le escapó una risa absurda y dijo. - Perdón, creo que he bebido demasiado ponche. Y que se me ha bajado la tensión con la historia. - Y volvió a reír, pero esta vez de felicidad y agarrado a su cintura. Bailaron un rato y luego vino el susurro y la propuesta de Alice, al que Marcus respondió arqueando una ceja. - ¿Sabes? Siempre me has sacado tú de los sitios de una manera espectacular... Pero no sería la primera vez que te saco yo a ti de una fiesta desenfrenada ¿no? - Se mordió el labio, tiró de su mano y fue haciéndose camino entre la gente para salir de la fiesta. Cuando llegaron a un claro, se giró a ella y le dijo. - Pero esta vez sin apariciones, ¿sabes por qué? - Se acercó a ella para rozar su nariz y sus labios al hablar, diciendo de corazón. - Porque este año nos ha enseñado a los dos que se acabó esconderse; porque quiero que nos vean ser felices, porque ya no me da vergüenza lo que piensen o lo que digan, primero porque todo lo que hago lo hago de corazón, y segundo porque en esta fiesta hay dos tipos de personas: gente que nos quiere de verdad, que nos quiere bien, y gente a la que no conocemos de nada. Los primeros sé que no nos van a juzgar, y que van a ser felices si nosotros somos felices; los segundos me da absolutamente igual lo que piensen. Y por si esto fuera poco, quiero irme andando porque no tengo ninguna prisa, porque esta es una noche larga y de celebración y yo no tengo nada mejor que hacer que estar contigo, que pasear por este lugar que tan buenos recuerdos me ha dado y lo que nos queda; y porque no sería la primera vez que me escapo contigo de una fiesta aquí, y esta vez quiero que sea sin secretos y sin correr. - Sonrió, satisfecho, retirándose un poco. - Y ahora. - Se agachó y la alzó en sus brazos, tal y como le había pedido. - Vamos a dar la bienvenida a 2003. -




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    Mar Nov 05, 2024 7:57 pm


    Lo mejor de los dos mundos
    Con Marcus | En Inglaterra | 2 de enero de 2003
    Ahora mismo bajo. — Aseguró, dejando un beso sobre la frente de su novio. — ¿Puedes comprobar que el patito no se deja nada? Esto va a ser un caos para trasladarse. — Sonrió y en cuanto se quedó sola en la habitación, se sentó y respiró. Se notaba agotada. La visita con Mafalda había sido… Intensa, Marcus había vuelto con un montón de información, quería intentar colaborar con la independencia de su padre… Y todo se le estaba haciendo un poco bola. Y no quería desandar camino, no quería rechazar la invitación de los Milestone por la que estaban a punto de volverse a Inglaterra… Pero es que se notaba al borde de un ataque de ansiedad, y acababan de empezar el año. Suspiró y se tapó la cara con las manos. Luego inspiró de nuevo y notó hasta cómo se le revolvía el estómago. ¿A quién se le había ocurrido lo de viajar después de comer? ¿Y si le pedía a Marcus y sus suegros que fueran ellos a casa de los Millestone? De verdad que no quería hacerle un feo a Darren, y su madre se había portado genial con ellos cuando todo el lío de Dylan, y la abuela Adami era un encanto de mujer, pero es que…

    La puerta sonó, y como si ella estuviera estupendamente, contestó. — Adelante. — Y Emma entró y cerró inmediatamente detrás de ella. — ¿Estás teniendo dudas? — Alice parpadeó. — ¿Dudas? — Su suegra se sentó en la cama a su lado. — De ir a casa de los Millestone. — Ella carraspeó y bebió un poco de agua de la botella que tenía ahí. — No, es que… Me ha sentado fatal la comida, ¿sabes? Y no sé cómo está la casa de Guildford, y vete a saber, no quiero dejar a Dylan ahí sin más, y… — Le he dicho a Violet y Erin que se vayan con tu padre y Dylan a la feria. — Cortó Emma. Alice parpadeó de nuevo. Definitivamente el cerebro le iba regular. — Ah, eh… No lo había pensado… Gracias. — Es en mi propio beneficio. Bueno, y en el de Dylan, por supuesto. Es que no podía tenerte ausente. Lo siento, la adulta soy yo y bastante te piden los demás, pero es que me juego mucho en esto. — La cara de Alice debía ser de tanta confusión que si Emma sabía lo que se hacía, se replantearía sus alianzas. La mujer bajó la mirada y negó rápidamente. — No me mentes a mi marido, porque ya he ido con él a esa casa, e igual que le pasa aquí y en Irlanda, se mete de cabeza en el ambiente. Y en esas ocasiones me da más igual, porque yo hallo la manera de adaptarme, pero es que con los muggles no sé. Directamente. — La miró a los ojos. — Y no puedo hacer creer a mi hijo que no le apoyo sinceramente en todo esto. No quiero ser esa suegra mágica estirada que era mi madre. Otro regaliz. — Alice suspiró y la miró con cara de circunstancias. — ¿Ya has estado hablando con mi tata? — Emma agitó la mano. — Eso ahora da igual. No quiero. Y necesito a alguien que no esté atacado de los nervios y la preocupación como va a estar Lex o una superestrella como va a ser Marcus, que va a sacar el despliegue completo para que su hermano y su cuñado sean felices. Y esa persona eres tú, tú no te aturullas al verme nerviosa, ni te desconciertan los muggles. — Bueno… — No como a nosotros. Y si tú me dices que estás mal, no te hago pasar por esto, eh. De hecho, me quedo contigo, y ya iré en otra ocasión, aunque a mi hijo le duela, pero prefiero eso que meter la pata estrepitosamente.

    Y entonces, se le apareció aquella Emma que se hacía pequeña ante las críticas de su familia, ese Dorcas jugador y la Anastasia mentirosa y manipuladora. Puso una mano sobre las de su suegra y tomó aire cerrando los ojos. — Vamos a hacer dos cosas. La primera es que me vas a escuchar y me vas a creer en lo que yo te diga. La segunda, es que nos voy a hacer una poción relajante antes de irnos. — Pero nos tenemos que aparecer. — Que nos aparezcan los chicos que bien pueden. Sé que a Arnold no le encanta, pero por una vez no va a pasar nada, y Marcus ya puede aparecerse en casa de Darren, ha ido varias veces. — Ahora fue ella quien la miró a los ojos. — Vale, vamos con la primera parte. Emma, yo voy contigo, yo te doy apoyo y yo estoy pendiente de lo que tú me pidas. — Notó cómo hasta la postura de su suegra se relajaba. — Pero nadie espera que tú te mezcles a la perfección con los muggles. O que directamente hagas nada que no sea ser tú. Creo que Lex se sentiría más incómodo si agarraras una pandereta y te pusieras a bailar la conga con la madre de Darren, que si simplemente te sientas y respondes como una señora elegante, porque sabría que tú lo estás pasando mal. Tus hijos te adoran. Tu yerno te adora. Nada tiene por qué salir mal y nadie está evaluándote. — Emma asintió firmemente, pero se quedó con la mirada perdida. — Estoy un poco sensible de más desde Irlanda. Creo que soy una familia política poco deseable. — Eso no es verdad. Mira qué bien has estado estos días aquí. — Sí, pero con tu padre… — Con mi padre tenemos problemas casi todos, y lo que no lo dicen es porque no quieren admitirlo. — Emma la miró asintiendo. — Ya, también es verdad. — Y tú no tienes problemas con los Millestone. No son tu estilo, ya, pero Irlanda tampoco y mira qué bien te adaptaste. — Apretó sus manos. — Yo confío al cien por cien en ti. Hazlo tú también. — Emma asintió y se puso de pie. — Voy a comprobar que todo está bien en el equipaje. — Pues supongo que eso despeja mi diatriba de si ir o no, se dijo a sí misma, y se bajó a la cocina.

    En la entrada estaba media familia ya reunida para despedirles, que alucinó un poco cuando se metió a hacer una poción. — ¿Ahora? — Preguntó extrañada su tata. — Sí, ahora. Vosotros podéis marcharos ya si queréis, solo tienen que esperarme Arnold y Marcus. — ¿Pero estás bien? — Preguntó Erin. — Perfectamente. Solo voy a hacernos una poción a Emma y a mí para el mareo de las apariciones. — ¿Desde cuando os mareáis? — Preguntó, aún más confuso, Arnold. — No nos encontramos bien ninguna de las dos del estómago y nos parece lo más prudente. Y Marcus y tú nos tenéis que aparecer. — ¿YOOO? — Pero entre entre su tono y la lúgubre y silenciosa aparición de su suegra, todos decidieron que era mejor no preguntar más y aceptar la realidad.





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    Miér Nov 06, 2024 9:28 pm


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    Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    - Claro. - Respondió con su mejor sonrisa tranquilizador a la petición de Alice, pero era absolutamente impostada, porque estaba tenso como la cuerda de un violín. La visita con la alquimista Monad le había dejado como si la mujer le hubiera metido una colmena debajo de los pulmones, porque tenía una sensación de inquietud que no se le iba, como si tuviera un motor interno que hacía que le faltara el aire, le escocieran los ojos y tuviera una sensación de mareo permanente, como si tuviera la vista desenfocada o su cerebro pesara varios kilos más de lo normal. La visita a casa de Darren le pareció una idea fantástica y sobraba decir la ilusión que le hacía a alguien tan familiar como Marcus. Al menos así fue hasta que cayó en todos los posibles factores de estrés que podía tener: en primer lugar, muggles, como concepto. Temía hacer o decir algo inapropiado, que les asustase y les hiciera plantearse si era buena idea que su hijo se metiera de lleno en una familia mágica pura como ellos. Su madre, además, se tensaba mucho en esas situaciones, Lex se tensaba en general ante las situaciones sociales y Alice se tensaba de pensar que dejaba a Dylan y William juntos y solos en su casa nata. Además, al padre de Darren no lo conocían aún, y quería pensar que, haciendo extensiva la personalidad de quienes sí conocía, sería buena persona, pero de entrada era un desconocido. A las que sí conocía era a la abuela y a la hermana. Y a los perros. Y a los diversos pájaros. Se estaba poniendo taquicárdico solo de pensarlo.

    Entró en la habitación de Dylan arrastrando los pies, y al parecer, porque lo hizo de manera absolutamente inconsciente, dio un hondo suspiro, que hizo que el niño se girara hacia él con los ojos muy abiertos. - Vaya, colega. - Marcus pareció salir de su ensimismamiento y parpadeó mirándole. De verdad que había suspirado tan automáticamente que la sorpresa de Dylan también le pilló por sorpresa a él. - La visita con la señora esa te ha dejado tocado. ¿O estás agobiado porque Darren tiene muchos animales y su hermana y su abuela hablan mucho? Tú también hablas mucho. - Marcus hizo un gesto con las cejas. - No a ese nivel. - Movió la mano despreocupadamente. - Estoy bien. - Qué va. Estás un montón de agobiado, te sale el agobio por la cabeza con forma de símbolos raros. - Lo de que Oly haya sido tu prefecta es un problema. - Dylan rio un poquito y se puso de puntillas para ponerle una afectuosa mano en el hombro. - Colega, que te conozco, que sé cómo te sientes. Aunque seamos tan contrarios. - La última palabra le activó algo que le provocó un escalofrío. - ¡Bien! He descifrado uno de tus símbolos raros. - Para. - Atajó. No quería seguir dándole vueltas a la conversación con la albináurica. La dejaría parada hasta que pudiera volver a Irlanda y hablar con su abuelo. Hoy tenía que estar a otras cosas. - ¿Lo llevas todo? - Sí. - Respondió demasiado rápido para su gusto. Se mojó los labios con expresión resignada, sacó la varita del bolsillo y pronunció. - ¡Tracciatus! - De su varita salieron tres haces de luz: uno se coló por debajo de la cama, otro se dirigió hacia algo pisado por un libro sobre la mesa y el otro salió de la habitación. Marcus arqueó una ceja. Dylan, con expresión de haber sido pillado por completo, se agachó y sacó algo de debajo de la cama. - Solo es un calcetín. - Hubieras llegado a Hogwarts con un calcetín menos. - Bueno pero es un fallito. - ¿Y eso de la mesa? - Dylan sacó la hoja. Se encogió de hombros. - Cosas en sucio sobre unas cuentas de artmancia. - Marcus asintió. - Y hay algo más tuyo fuera de la habitación. Mínimo una cosa. - Dylan puso cara de pensar, y de repente dio un salto. - ¡El cepillo de dientes! - Y salió corriendo a por él.

    Al poco de bajar lo hicieron su madre primero y Alice después, y se fueron del tirón a prepararse una poción relajante. Ya iba a pedirse él otra cuando Alice dijo que les aparecerían ellos. Bueno, realmente él había ido ya varias veces a casa de Darren, más que Alice de hecho, así que era lógico. Venga, Marcus, lo dicho: conversación aparcada hasta la vuelta de Irlanda. - ¡Dylan! - Simone se acercó al chico, colocado al lado de él con la maleta supuestamente lista, y le dio un libro. - A ver cómo ibas a sacar tu prometido diez en Pociones sin esto. - No, no un libro, EL libro de Pociones de segundo. Marcus se giró lentamente hacia él con una ceja alzada. El niño se encogió. - ¡Es que el haz de luz ese tuyo solo era uno! - Que claramente se bifurcó al salir de la habitación. - Sacó la varita, dispuesto a lanzarlo de nuevo, pero él se defendió. - ¡Vale, vale! Repaso otra vez. - Y se puso a recorrerse la casa de nuevo. Marcus miró hacia la cocina y le instó en un susurro urgente. - No tardes, que nos tenemos que ir. - No quería que Alice, con lo tensa que estaba, le reprendiera por no haber hecho lo único que le había pedido. Malditos huffies.

    - Nos vamos. - Dictaminó Emma, dicho lo cual comenzaron las despedidas, agradecimientos por la estancia y deseos de verse pronto. Se distribuyeron como habían acordado y, antes de aparecerse, miró a su novia con una sonrisilla y le dijo. - Espero que esa poción tenga el efecto de bajarle las revoluciones también al resto. Nos va a hacer falta. - Rio levemente, se agarró fuerte a ella y les apareció a ambos en el consabido callejón junto a la casa de los Millestone.

    Fue acercarse a la misma y vio un revuelo en la ventana, que a pesar de la rapidez, no tardó en identificar como las caras de los dos hermanos Millestone, que salieron corriendo a una velocidad parecida a la de sus perros (por Merlín, a puerta cerrada y ya los escuchaba ladrar) probablemente a pelearse por ver quién abría la puerta. El que la abrió, no obstante, fue Lex, a quien vio acercarse a ellos con una sonrisa radiante que no estaba nada acostumbrado a verle, recto y a grande zancadas, con los brazos abiertos, y por supuesto a Arnold le faltó tiempo para recibirle calurosamente. Solo de ver a Lex así, sintió que se relajaba de golpe... Le duró poco. - ¡GANDALF! ¡RUDOLF! - Los perros se habían puesto a dar saltos de euforia, nada más y nada menos, que alrededor de su madre. Marcus sentía que su espíritu había abandonado su cuerpo para no volver. - MIS CUÑIIIIIIIIIIIIIS. - Y Darren, por supuesto, pasando de largo para ir a abrazarles a ellos. - AY QUE ALEGRÍA. - ¡¡VENGA!! VOLVED AQUÍ. Ay, por Dios. ¡JEROME! - ¡Bienvenidos, O'Donnells! Qué ganas de... - ¡JEROME! LOS PERROS. - ¡AH, SÍ! - El padre de Darren parecía tan ajeno como su hijo a que los dos perros seguían rodeando a su madre y ladrando mientras saltaban, y que ella estaba como si la hubieran clavado en el suelo. - ¡Venga, chicos, no seáis pesados! ¡Para dentro, que SÍÍÍÍÍÍ PODÉIS PASAAAAAR! - Darren y Lex se echaron a reír a carcajadas. Marcus no estaba entendiendo nada.

    - ¡Hola, Marcus! - Saludó Eli, que se había quedado, sorpresivamente, en un discreto segundo plano, pero que les miraba con los ojos llenos de ilusión como si hubiera visto a gente famosa. Al parecer, Darren le estaba tapando a Alice de la vista, porque de repente la vio y aspiró una exagerada exclamación. - Qué guaaaaaapa. - Se acercó a ellos y, ni corta ni perezosa, le dio un fuerte abrazo a Alice. - ¡Soy Eli, la hermana de Darren! Me llamo Elizabetta, es italiano, como mi abuelo, pero puedes llamarme Eli, que es más cortito y más moderno y eso y mola más. ¡MARCUS! - Todavía no había dejado de estrujar a Alice y estaba haciendo lo mismo con él. - ¡Cuánto tiempo sin verte! - Solo nos hemos visto una vez, pensó, y en lo que había pensado eso Eli había lanzado como cien frases más. - ¡Ay, Arnold, hijo! - Hola, Jud... - ¡No me digas que no ha venido tu madre! Ay, qué disgusto, yo la esperaba. - Ya se lo dije, suegra. - El padre de Darren había vuelto por allí, solo se había ausentado para encasquetarle los perros a la pobre mujer, que se los llevó para dentro entre suspiros resignados. - Que están los señores en Irlanda. ¿Verdad? Era en Irlanda ¿no? ¿En Ballyknow, era? - Ay, hijo, pues yo quería que viniera, porque verás, he comprado otra marca de chocolate para fundir, pero ese pone que hay que hacerlo con agua, y ayer lo hice, pero mira, me quedó líquido líquido, y yo pensé, Molly seguro que tiene alguna cosilla mágica para espesarlo, porque en verdad con agua es más sano que con leche, claro, no más sano, menos pesado, porque hijo, yo a mi edad la leche ya es que me sienta muy mal, la otra noche es que no paré de levantarme para ir al baño, y mira, ni cenar ni nada, porque está una... - Mamá. - Llamó Tessa desde la puerta, tensa. - Vamos a dejar pasar a esta familia, por favor. Que aún no han salido del jardín. -




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    Jue Nov 07, 2024 10:31 am


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    Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    Si sabría ella que hacía falta un Marcus ahí. Y querían que dejara a su padre encargarse de todo eso, cuando su padre estaba tranquilamente esperando en la puerta, con esa frase tan de hombre de “yo ya estoy listo” refiriéndose a su persona y nada más… No era su problema. Se bebió la poción y suspiró. — Hermana, te juro que no me hubiera ido sin… — Háblalo con papá. — Cortó. — Yo tengo que irme ahora, y él sigue siendo tu padre. Y si te dejas algo, gestionadlo entre los dos. él es un genio y tu muy dispuesto, seguro que podéis hacer algo. — Se generó un silencio. — Pero no estás enfadada, ¿no? — Ella abrazó a su hermano. — No. Venga, pasadlo bien en la feria. — ¿Sabes si esta noche vendrás a casa? — Preguntó su padre. Su impulso, por supuesto, fue decir “no” inmediatamente. Pero no pisaba su casa desde hacía meses, y estaba en Inglaterra, no tenía excusa. Por otro lado, probablemente debiera ir avisándolo, porque tendrían que adecentar la casa. Pero, como persona que se había autoimpuesto no echarse más piedras en su mochila, y haciendo gala de la confianza que había depositado en su padre y de su edad dijo. — No lo sé. Si no voy, te lo hago saber. — Y que se dieran con un canto en los dientes. Se agarró a Marcus y se rio. — Mira, no puedo esperar a averiguarlo.

    El barrio de Darren era muy cuco y tranquilito, y, de hecho, lo primero que se le pasó a Alice por la cabeza fue “¿no llamará esta gente demasiado la atención por aquí?”. Luego se dio cuenta de que es que la casa, por el bien de todos, estaba bien insonorizada, como fuera que insonorizaran los muggles, porque fue abrir la puerta de la casa, y el caos les sobrevino. Primero, lo último que se esperaba, que era el Lex más sonriente y relajado literalmente que había visto nunca. Igual había tanto ruido fuera de las cabezas, que el de los pensamientos ni le molestaba. Por supuesto, con Lex salieron aquellas dos bestias que los Millestone consentían en tener rondando por allí como si tal cosa, pero a Darren le dio igual, porque se lanzó a abrazarlos. Alice sonrió y le devolvió el abrazo, pero se apresuró a recomendar que paralizaran a aquellos perros de alguna forma si no querían que Emma hiciera una aparición exprés en Australia por lo menos. Para variar, otro miembro se le adelantó pidiendo que ataran a los perros y solo le dio lugar de decir. — Feliz Navidad, cuñadito.

    No estaba ella preparada para lo que se le vino encima. No contaba entre sus opciones con que otra persona la abrazara, pero allá que fue la hermana de Darren. Le devolvió el abrazo y sonrió. — ¡Hola, Eli! — Se separó un momento y la miró con ternura. — No sabes la de fotos de cuando eras más pequeñita que he visto. Tu hermano te presumía mucho. — ¿AY SÍ? Es que es el más mejor hermanito mayor. Siempre le dábamos un montón de fotos para que se llevara, y le mandábamos también de los perros. Porque es que los perros crecen en nada, ¿eh? Y claro, yo le echaba un montón de menos. Pero también nos hablaba de vosotros. De ti y de Oly sobre todo, y yo le decía “Oly y Gal son tus nooooviaaaaaas”, pero luego ya nos dimos cuenta de que no, en verdad nada de eso. Y luego ya vino Lex, y mira, es que estamos emocionadísimos de poder tener a toda la familia mágica en Navidad al completo… — Solo podía ir parpadeando y asintiendo a lo que la chica iba diciendo, mientras intentaba pasar hacia la puerta y no perdía de vista a Emma, que con los perros controlados, había recuperado un poco de su compostura. Algo habría hecho la poción. Lo malo es que igual ahora estaba tan confusa como ella, porque ni había saludado al padre de Darren y la abuela ya se había metido por medio. A una velocidad encomiable, les relató una serie de problemas que le aquejaban, y, en su lentitud mental, cometió el error de decir. — Yo la puedo ayudar, señora Adami. Se me dan bien los hechizos de cocina. — ¡AY PERO QUÉ BONITA ESTA NIÑA! ¡VEN, VEN, QUE ASÍ DEJAMOS ESO HECHO! — Al menos le estaría quitando a la abuela de encima a Emma.

    Fue conducida a una cocina que era lo más parecido a una zona de guerra que había visto en su vida. Porque, de hecho, no es que estuviera sucia, es que había cosas por todas partes. — ¿Quiere que le ayude con esto? — Preguntó, consternada. — ¡No! ¡No molesta! Luego limpiamos, no te vas a poner ahora a fregar. — No, si con un hechizo puedo hacer que los cacharros se frieguen solos. — Judy abrió mucho los ojos. — ¿De veras? — ¿No se lo ha enseñado Darren? — La mujer rio mientras ponía milagrosamente una cacerola en el fuego. — Hija, mi Darren es más bueno que el pan, pero desgraciadamente, y en eso tengo yo también culpa, no tiene ni idea de cosas de la casa, ni se lo habrá planteado. — ¡Mamá! ¡Mira cómo tienes la cocina! Y has pasado a Alice aquí… — Hola, señora Millestone, feliz Navidad. — Saludó Alice con ternura mientras echaba hechizos aquí y allá. — ¡Uy! ¡Pero qué útiles esos hechizos! — Se sorprendió la mujer. — ¿Cómo estás, cariño? ¿Y tu hermanito? Darren me contó que ya está de vuelta en Hogwarts y todo. — Ella asintió, contenta. — Está mucho mejor. Estamos aún trabajando un poquito en dejar salir los miedos y demás, pero está mucho mejor de lo que yo podía imaginar. — ¡AY THERESA! No me la distraigas, que ya va a echar a hervir esto. ¿Otra vez con lo del chocolate con agua? ¿Por qué no lo haces con leche como todo hijo de vecino? — ¡Que me sienta mal, Tessa! Coge la bandeja de dulces y bájame la chocolatera y ahora vamos nosotras al salón, tú déjanos. — La madre de Darren entornó los ojos y suspiró, mientras se llevaba una bandeja que Alice no tenía claro dónde estaba antes. — Claro, lo que le sienta mal es la leche y no los tres pastelitos antes de dormir… — Alice tuvo que aguantarse la risa, mientras Tessa se llevaba los pastelitos y ella levitaba la chocolatera hasta donde estaban. — ¡OYYYYYY! Yo te necesito en esta casa, niña. ¡Qué inventiva! — ¿Cómo la baja usted? — La mujer rio a carcajadas y le recordó muchísimo a cuando Darren se reía así también. — Con una escalera, hija, ¿cómo si no? Aunque mi yerno ya no me deja subirme. — ¡Ay! No me he presentado al señor Millestone. — La mujer hizo como que espantaba moscas. — ¡Verás! Ahora te hará una ristra de bromas al respecto, pero tú no te lo tomes en serio. ¿A ver, qué estás haciendo ahí? ¡OYYY! Está quedando perfecto. ¿Las varitas esas se pueden comprar? — Alice la miró un poco en pánico. — ¡Que es broma, mujer! Ay, no vas a durar nada cuerda con Jerome. Venga, vamos a llevar ese chocolatito, que está perfecto ¡y qué rápido!





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    Vie Nov 08, 2024 11:03 am


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    Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    Mientras intentaba procesar la cantidad de datos por minuto que soltaban la hermana y la abuela de Darren, los ladridos ya al menos intermitentes de los perros (aunque esa incertidumbre de cuándo sería el próximo era peor), el miedo a que su madre saliera corriendo de allí y la presencia del padre de Darren, que ya le pinchaba de pensar que no se había presentado ante él como Merlín mandaba, le robaron a Alice. Vio como un niño abandonado cómo se la llevaban para la cocina y se imaginó una realidad en la que todos estarían divididos en diferentes frentes dentro de esa casa, lo que solo les pondría en desventaja.

    Estaba mirando de reojo a los perros, porque aunque ya los tuvieran sujetos él no se terminaba de fiar. ¿Se supone que tengo que cruzar el umbral de la puerta con ellos ahí? Porque la madre de Darren, tranquila y sonriente, los tenía agarrados pero no se había movido de la entrada. Mientras él miraba a los perros, notaba como Eli le miraba a él, como si fuera una especie de famoso. - ¡Buah! Es que en mi vida pensé que tendría tantos magos en mi casa. - Marcus le dedicó una sonrisa tensa, no tanto por la chica como por todos los estímulos estresantes a su alrededor. Aunque Eli, inmediatamente, sí dijo algo que le supuso un enorme factor de estrés. - Van a flipar mis amigas cuando se lo cuente. - La cara debió ser tan para verla que la chica se dobló en carcajadas. - ¡¡Es broma!! Tu hermano puso la misma cara, ¡es que sois igualitos! - Rio nervioso. Sí, igualitos eran Lex y él, todo el mundo se lo decía. Anda que...

    Hablando de Lex, su hermano finalmente se acercó a él. - ¡Hermanito! - Se dio un fuerte abrazo. Se sintió mal por haberse quedado un poco tieso, pero es que su cerebro empezaba a procesar muy lentamente. - Darren me ha recomendado un sitio que te va a flipar para que vayamos mañana. - Parpadeó. Lo dicho, iba muy lento. - ¿Se te ha olvidado? - El velo triste de Lex en la voz fue lo que necesitaba para reactivarse. - ¿Nuestra quedada de hermanos? Sí, hombre, ¿cómo iba yo a olvidar el mejor evento de esta Navidad? - Y Lex, aliviado, volvió a lucir una sonrisa radiante a la que, definitivamente, no estaban nada acostumbrados. Sonrió él también y miró hacia la puerta, donde esperaban los perros. Cruzar el umbral de casa Horner era mucho más peligroso y lo has estado cruzando toda la vida. Y, desde luego, por ver a Lex así, cruzaba todas las reservas de animales que hicieran falta.

    - ¡Bienvenidos a nuestra humilde morada! - Celebró el padre de Darren. No iba a estar cómodo del todo hasta que no se presentase, y encima el hombre parecía querer hacer un recibimiento y Alice no estaba. A su corazón iba a pasarle factura todo aquel caos. - Os enseñaría las habitaciones, pero hay alguna que después de toda una noche de juergas y juegos no está para visitas. ¿Verdad, cariño? - La mujer chistó y abrió mucho los ojos, y a Marcus le pareció ver que señalaba discretamente a Emma con la cabeza. Darren no fue tan disimulado. - Papá. - Dijo con una risilla nerviosa y los dientes apretados. - Venga, vamos a cambiar de colorcito los chistes. ¿Pasamos al comedor, O'Donnells? - Pasaron al comedor, sí, pero Marcus ya estaba haciendo un gran esfuerzo por aguantarse la risa.

    Por supuesto, como no podría ser de otra forma, no pasaron ordenadamente: Eli había salido corriendo diciendo que iba a "presentarles a alguien" y el cerebro de Marcus había optado por bloquear esa información por su bien; Tessa se había marchado a la cocina, probablemente para rescatar a Alice de las garras de la abuela, y Arnold, como buen hombre irlandés que hubiera reconectado recientemente con su espíritu, se había ofrecido, la mujer se había negado y estaban entre el pasillo y el comedor debatiendo hacia dónde iría cada uno; por último, Lex y Darren habían rodeado a Emma como previamente hubieran hecho los dos perros, y la estaban bombardeando con a saber qué información. La parte buena de todo eso es que le dejaba vía libre para presentarse al padre de Darren, que en esos momentos colocaba un mantel en la mesa de una forma tiernamente cómica mientras canturreaba por lo bajo. - Señor Millestone... - ¡Oh! Nada de señor, llámame Jerome. - No empezaba bien si le interrumpían, pero bueno, el hombre era amable y parecía bondadoso, simplemente iba por libre. Nada que no supiera de Darren. ¿Es que en esa casa eran todos Hufflepuff? - Soy Marcus, el hermano de Lex. Disculpe, no he podido presentarme antes. - ¡Ay, claro, perdona, hijo! Es que te he visto en tantas fotos que yo también había dado por hecho que te conocía. - Y fue a estrecharle la mano y se sorprendió con un abrazo coleguero. - ¡Bienvenido a casa! Tu hermanos habla maravillas de ti. Eras químico ¿no? - Rio levemente. - Casi. Alquimista. - ¿Eso no es como químico? - Bueno, es... Es parecido, ¡sí! - ¡Genial! Pues a ver si puede comentarte mi mujer una investigación que están haciendo los de su laboratorio, una cosa de aislar una enzima para prevenir la rabia en monos, seguro que tú la sabes. ¡Es que la traen loca! - Estaba absolutamente desconcertado. El otro siguió, diciéndole en tono de confidencia. - No te ofendas, pero es que los que llevan mucho en laboratorios metidos se vuelven un poco... especialitos. - Rio de nuevo como podía. Nota mental: idiomática de muggles, si es que eso existe, la próxima vez que vengas.

    - ¡Voy a presentarme a tu chica, que tampoco la conozco! - Y salió de la estancia, pero apenas en el pasillo escuchó. - ¡KABUMBA! - ¡OISH, ESTE HOMBRE! ¡Casi tiramos el chocolate, con el trabajo que ha costado hacerlo! - Puso una mueca con la boca. No quería saber. - Sentaos, por favor, estáis en vuestra casa. - Indicó Tessa con una sonrisa tranquila. Ciertamente era la persona que más le intrigaba de esa familia, porque mantener esa afable tranquilidad todo el tiempo en semejante entorno le parecía digno de estudio. Eli apareció de nuevo por allí, con una gran sonrisa. - ¡SORPRESA! Mirad qué grande esta Muffin. - Y lo sacó de tras su espalda y lo mostró, solo que el bichillo, automáticamente, dio un salto al regazo de Darren. - ¡¡MI MUFFINCITO MI COSITA BOLITA PRECIOSA DE PELITOS!! - Hijo. - Llamó Tessa. - Animales peludos en la mesa... - Ya, ya. - Que luego a los perros les da envidia. - Y de hecho por allí estaban, mirando con carita de pena la mesa como si supieran que ellos no estaban invitados. Vamos, ESPERABA que no estuvieran invitados. - ¡Cuñadita! Mira qué grande está Muffin. - Decía Darren mientras se levantaba, y en vez de depositarlo donde fuera, se lo encasqueó a Alice. - ¿¿Te acuerdas de Alice?? ¿¿Sí?? ¿¿Te acuerdas de Alice tú?? ¡¡Aaay Marcus, tenías que haberte traído a Elio, se me olvidó decírtelo! - Sí, claro, más animales. - Bueno, a la próxima, ya sabes que esta es su hora de dormir. - Me encantan las lechuzas. Son preciosas. - Aportó Tessa, y luego miró a Emma. Claramente quería conectar con ella. - La verdad es que eso de que todos tengáis vuestra propia lechuza me da muchísima envidia, Emma. Tú tienes una también ¿no? - Sí, Cordelia. Es pequeña, aunque no tanto como Elio, son de razas distintas. - ¡Oh, sí! Una maorí, nunca había visto una en persona hasta que conocí a Elio. Y una pregunta, con fines de mandar cartas, ¿los búhos también os sirven? - Claro. El hermano de Alice, sin ir más lejos, tiene un búho. - ¡Qué curioso! ¿Y cómo...? - Alice se le sentó a su lado en ese momento. La miró y sonrió, sin decir nada, como si pudieran entenderse con la mirada y acordar que, si bien no sobrevivían a aquel caos, al menos sería divertido.

    Y entonces Eli se les sentó delante, mirándoles entusiasmada. Bueno, pues si quería formar parte de ninguna otra conversación, ya no iba a poder ser. Pero de repente ocurrió algo con lo que no contaba y que podía ser su tabla de salvación. - ¿Me vais a contar toooooooooodo lo de Irlanda? - Y la chica, con los ojos muy abiertos, se inclinó hacia delante con la cabeza apoyada en las manos. Marcus compartió una mirada con Alice. Esta es la nuestra. - Por supuesto. Con pelos y señales. - Y a Eli se le iluminó la cara, y eso sí que fue por arte de magia, se quedó callada, simplemente mirándoles. Así que esa era la forma de neutralizar a Eli: hablarle como quien le cuenta un cuento. Pues ahí Marcus tenía las de ganar. Iba empezando a adquirir herramientas para lidiar con los Millestone.




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    Vie Nov 08, 2024 5:21 pm


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    Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    ¡OOOOYOYOYOY! Mira, mira, qué gloria esto. — Solo había levitado un canal de chocolate de la olla a la chocolatera, pero Judy no salía de su asombro. — Bueno, el mejor chocolate que he hecho nunca, te voy a traer en cada merienda que haga. Ay, como hubiera dicho mi marido “che bella!”. — Ya se tuvo hasta que reír, y dejó que Judy fuera toda ceremoniosa ella con la chocolatera. Y menos mal. En toda su vida, y mira que había convivido mucho con Hufflepuffs y Gallinas, y rodeada de fantasmas en Hogwarts, le habían dado un susto similar.

    Notó como un pulso de adrenalina la invadía, le entraba un calor incomparable y todos sus instintos de alarma de respuesta automática le asaltaban. Todo para luego bajarse de golpe, al darse cuenta de que “solo” era el padre de Darren, que no había tenido otra idea que gritar en su oído un sonido parecido al apocalipsis. Por suerte, la abuela Judy era claramente inmune y siguió transportando la chocolatera muy tranquila, mientras el cuerpo de Alice tenía una reacción muy particular, al acabar de pegar un petardazo a su corazón cuando llevaba encima una poción que supuestamente bajaba las revoluciones. Sintió las sienes y los dedos temblar, y no pudo articular ni un sonido. — ¡Ay! ¡Jerome! ¡Mira qué mala cara se le ha puesto a la chiquilla! Ay, la pobre… — Alice negó rápidamente con la cabeza. — No, no, es que no me lo esperaba… — Jerome le estrechó la mano. — ¡Ay! Perdona, Alison… — Alice. — Alice, Alice… Es que me gustan mucho las bromas, pero en realidad yo solo quería presentarme… Encantado, jovencita, puedes llamarme Jerome, o Jemmy, o JM… — Ahora el pobre hombre parecía un poco preocupado, así que Alice intentó sonreír mientras recuperaba la respiración. — Sí… Claro. JM me gusta. — ¡MAGNÍFICO! — Y eso le hizo dar un saltito hacia atrás, y encima los perros se alteraron otra vez. Ojalá no estuviera absolutamente abotargada por la poción, porque es que ni siquiera estaba siendo capaz de quedar bien, y el pobre Jerome también parecía bastante confuso. — Pero… ¿Estás bien? — Sí, sí, claro. — ¿Necesitas la varita para algo? — Y se dio cuenta de que tenía la varita agarrada tan fuerte que tenía hasta los nudillos blancos. Emma confiando en mí y yo que no sé ni cómo avanzar.

    Afortunadamente, en verdad, en aquel comedor todo era un poco como en casa Gallia, y reconocía los esfuerzos de Tessa por caerle bien a Emma, y sabía que ella se iba a dar cuenta también, y lo iba a valorar. De nuevo la pillaron un poco fuera de juego con Muffin, pero intentó reaccionar a tiempo. — ¡Hombre! Pero si es el señor Tomate, vaya ojazos estás sacando… — Pero Muffin rápidamente perdió interés en ella, y casi que respiró aliviada. Pasó cerca de Tessa y Emma, que estaban hablando de pájaros, así que todo bien en ese área. Logró sentarse con su Marcus y sonrió. Lex estaba más feliz que nunca, Arnold integrado, y Eli deseando oír cosas sobre Irlanda, así que todo en orden.

    Llevaban un rato explicándole a Eli lo que era una runa y por qué eran importantes para hacer magia, cuando la abuela irrumpió gritando. — ¡Bueno tanta charla! ¡A ver que sirva esos chocolates! Ha quedado perfecto, eh. — Levantó la chocolatera y dijo. — Esto nos lo regalaron al bappo y a mí cuando nos casamos, regalo de bodas, y justo entonces estábamos en posguerra y el chocolate escaseaba, por eso a él le encantaba sacarla en Navidad, para celebrar que teníamos chocolate. Y a él le hubiera encantado conocer magos, porque siempre decía que hacía magia para que no nos faltara de nada. Y ahora fíjate. — Se fue a donde estaba la madre de Darren y le puso la chocolatera delante. — Repártelo tú, Tessa, mi vida, que eres la que nos endulza a todo. Como haría tuo papa.— La mujer sonrió ampliamente y sus ojos brillaron como estrellas. — ¡Ay, mamá! Qué ilusión, a ver, traed esas tazas. — Todos admiraron la espesura del chocolate, y eso llevó a otra disertación sobre si con agua o con leche, en la cual Jerome pidió la opinión de los químicos, con Lex teniendo que aclarar que se refería a alquimistas, pero al final Tessa dijo. — ¡A ver! Para hacer esto bien, y porque queremos hacer esto divertido para nuestra familia mágica, vamos a hacer un juego. — Cogió la bandeja de dulces, que estaba tapada por un trapo muy navideño y bien planchadito. — Los magos tenéis que coger un dulce a ciegas, con los ojos cerrados, y probarlo. Darren me ha confirmado que no son dulces que tengáis en vuestro mundo, así que serán sorpresas. Hay italianos, ingleses, y alguna que otra especialidad de la abuela Judy, así que… ¿Quién quiere empezar? — Su cuñado puso cara pillina y Tessa le señaló. — Nooooo, no, no, Lex tú no vales que ya te los sabes todos. — Y soltaron unas risas tan cómplices, que hizo que hasta Alice se relajara y observara la escena con ternura. Increíble lo bien que encajaba Lex allí.






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    Mar Nov 12, 2024 7:43 pm


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    Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    Definitivamente, empezar a hablarle a Eli de Irlanda había sido un gran acierto. Notaba la mirada un tanto tensa de Emma sobre ellos, probablemente porque darle tantos detalles sobre lo que era una runa a una muggle (teniendo en cuenta que tampoco era el tema favorito de Emma entre los magos) no le estuviera terminando de parecer buena idea. Marcus, que solía ser bastante asustón con eso, sabía detectar a una alumna absolutamente perdida en lo que se estaba narrando cuando la veía, que había estado tres años de prefecto. Y Eli estaba muy interesaba, pero dudaba muchísimo de que se estuviera quedando con ni la quinta parte de la información.

    El grito de la abuela le hizo botar en el sitio (y, por supuesto, los perros se pusieron otra vez a ladrar). Sin embargo, sacó la mejor de sus sonrisas. - ¡Cuánto le agradezco que haya hecho chocolate a la taza, señora Adami! Es mi tipo de chocolate favorito. - ¡No me digas! - Ya estaba viendo a Lex chismorrear con Darren y a los dos riendo por lo bajo. Su hermano se aclaró la garganta y le preguntó, pinchón. - Oye, hermano, ¿tu chocolate favorito no eran las monedas de chocolate de la abuela Molly? - Ni se molestó en azorarse, porque tenía una respuesta perfectamente válida para eso. - Las monedas de chocolate de la abuela Molly son un dulce complejo y elaborado y dicha elaboración incluye magia. Cuando digo que el chocolate a la taza es mi favorito, hablo en términos generales sobre los chocolates convencionales. - Ay, qué majo es este muchacho. - Comentó la abuela mientras repartía servilletas nuevas, como si tal cosa, como si no hubiera entendido ni una sola palabra de lo que hubiera dicho pero por el tono hubiera interpretado que era bueno.

    Fue muy emotivo el gesto hacia su hija, y Marcus miró a Arnold y Emma, quienes le devolvieron la mirada. Lex había ido a dar con una familia cariñosa, amorosa y que tenía muy buenos recuerdos y anécdotas que compartirían con él. En ese sentido, solo podían estar felices. Sí que pareció romperse un poco el momento cuando tuvieron que explicarle a Jerome repetidas veces que no eran exactamente químicos (no para Arnold, que se estaba riendo mucho con ello), aunque Marcus tenía que reconocer que no estaba ayudando con sus aportaciones, ya que se le ocurrió decir que sí que se podría usar el chocolate en transmutaciones, metió por medio la ya mencionada magia de las monedas de su abuela y lo único que generó fue un debate lleno de confusión en el que Eli intentó aportar preguntando si las runas jugaban algún papel en todo eso. Definitivamente, iban a necesitar muchas quedadas para entenderse.

    Ante lo del juego, dio una palmada y se frotó las manos. - ¡Señora Millestone! Soy tu hombre para esto, te aseguro que no voy a fallar. - La mujer soltó una risita. - Ay, por favor, Marcus, llámame Tessa. - ¿También eres adivino? - Preguntó Eli con una expresión que claramente esperaba que la respuesta fuera "sí". Lex soltó una carcajada. - Ni se lo menciones siquiera, que se lleva fatal con los adivinos. Lo que es es un glotón. - ¡Mi hijo dio Adivinación! ¿A que sí, hijo? - Saltó Jerome. Darren asintió, contento. - Pero no consentí que me dijera si era verdad que el horóscopo de mi mujer y el mío no son compatibles. - Darren suspiró fuertemente. - Papáááá que ya te he dicho mil veces que los magos no miran el horóóóóóscopo. - El mío es compatible con el de Darryl. - Comentó Eli enredando un dedo en el tirabuzón de su pelo y con expresión risueña. Lex la miró con una ceja arqueada. - Al Darryl ese me lo vas a tener que presentar... - Si estoy preparado, hijo. - Insistió Jerome con dramatismo. - Estoy preparado para escuchar lo que tengas que decirme. - Jerome... - Si total, solo sería un motivo más para que tu madre me dejara, y aquí sigue la mujer. - Tessa volvió a llamarle la atención, pero ya riéndose abiertamente. La verdad es que el hombre era una caja de bromas constante y ella se las reía todas, así que dudaba que eso fuera incompatible de ninguna forma. - ¡Venga, el juego! ¿Empiezas tú, Marcus? - ¡Claro! - ¡Yo te cierro los ojos! - Y dio un saltito, pero se frenó de golpe al pasar por al lado de Alice. La miró preocupada y le preguntó. - ¿Puedo? ¿Te importa? - Lex y Darren rieron fuertemente. - Le han hecho cosas peores y no se ha quejado. - ¡Oye! - Se quejó Marcus. Luego miró a la chica. - No te preocupes, nuestra relación se basa en un amor puro que... - ¡VALE! - Y le puso las manos en la cara. Oía a todos reírse por la neutralización absoluta a la que había sido sometido.

    Le pusieron la bandejita por delante y, al azar, tocó algo y se lo llevó a la boca, pero antes lo palpó para llevarse datos también desde el tacto. Parecía como una galleta, pero con poco que la presionó le dio la sensación de que estaba casi hueca por dentro y se podía romper, así que no tocó más y, al morder, comprobó que efectivamente era quebradiza, aunque sí que tenía cosas dentro. - ¡Mmm! Qué rico. Es... Hm, lleva canela, eso seguro. Y... ¿eso son cerezas? ¡No! Higos, son higos. - ¡Sí que es adivino! Darren, no engañes a tu padre. - ¡Y dale! - Reía Darren. - Que Marcus tiene un paladar increíble, os juro que no tiene nada que ver con la adivinación. ¿A que no, cuñado? - Y lleva mermelada. Buah, ¡qué rica! Pero no sé que es esto para nada, solo sé que parece como una galleta rellena, pero nunca la he probado. - Eli le destapó los ojos. - Jolín, lo has acertado todo. Qué flipe. - Tessa rio un poquito. - Has ido a elegir la más difícil. - ¡Y mi favorita! Pero mi Adolfo no la quería en casa ni en pintura, porque ya sabes, una galleta siciliana, con lo que era él, ¡un Toscano de corazón! Y él decía: ¡con las cosas que hay en la toscana vamos a traer nada de Sicilia! Pero vamos una vez fuimos a casa de mi cuñada y se las puso y bien que se... - Mamá, vamos a decirle lo que es. - Paró tiernamente Tessa. - Se llaman buccellati siciliani, que significa algo así como... algo crujiente, o que se muerde. Y efectivamente es una galleta de masa quebrada rellena con higos, frutos secos y mermelada, y que lleva canela y cardamomo. ¡Muy bien, Marcus! - Él puso cara orgullosa. - Se me han pasado los frutos secos, estaba tan crugiente que los he perdido, pero reconozco que el cardamomo no lo hubiera reconocido nunca. - ¡Pero está genial para ser la primera vez que la prueba! - ¡BUCCELLATI SICILIANI! ¡MAMMA MIA! - Exageró Jerome con un forzadísimo acento italiano. Lex y Darren empezaron a reír. - ¡SUEGRA MIA! ¡MI SUEGRO SE REVUELVE NELLA SUA TUMBA! - ¡Ay, calla! Vamos, lo que me faltaba, que me las impidiera comer también ahora. - Y se llevó una de las galletas a la boca con tanta brusquedad que Marcus temió que se atragantara.

    - ¡Emma! Sigue tú. - Dijo Tessa entusiasmada, y su madre, antes de poder negarse, ya tenía la bandeja de dulces delante. - ¡VOY! - Eli dio un saltito y, una vez más, no dejaron a Emma reaccionar antes de que le tapara los ojos. Arnold se inclinó hacia la chica. - Oye, a mí no me has pedido permiso. - Eli soltó una risita, mientras Emma tomaba lo que parecía un bizcocho con pasas y frutos secos. - Muy rico, tiene un sabor muy suave. De textura... es... - Sí, no es muy fino. - Se excusó Tessa como si lo hubiera hecho ella. -  Pero de sabor está delicioso. Parece un bizcocho con pasas, y ¿eso son nueces? - ¡Sí! Ya sabemos de quién ha sacado Marcus el paladar. Y también lleva arándanos secos. - Marcus miró a Alice. - Mira, ese te va a gustar. - Eli destapó los ojos de Emma y casi le chilló al oído. - ¡QUE BIEN! ¡ES UN PANETTONE! A mí me encanta. ¿Le ha gustado, señora O'Donnell? ¿Quiere que le compre uno? Conozco una pastelería que los hace buenísimos. - Gracias, cariño, pero temo explotar como siga comiendo dulces después de los días en Irlanda. - Respondió la mujer con tono afable. Eli exclamó una aspiración. - ¡Pero si tiene usted un cuerpo espectacular! Así delgada y alta y toda elegante, ¡ya quisiera yo estar así el día de mañana! - Gracias, Elizabetta. - ¡AY, HA DICHO MI NOMBRE BIEN, QUÉ ILUSIÓN! ¡PUES ESO ES PANETTONE! - Seguro que mi madre esperaba tener hoy clases de italiano. - Le susurró a Alice, y se echaron a reír por lo bajo.




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    Alchemist
    Ivanka
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    Miér Nov 13, 2024 6:01 pm


    Lo mejor de los dos mundos
    Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    Sonrió tiernamente a la reacción de su Marcus al chocolate. Emma no se equivocaba, y ella también lo tenía claro: siempre era un acierto contar con Marcus para las ocasiones familiares, aunque fueran tan caóticas como aquella. Y Lex estaba tan contento que podían hacer ese binomio de hermanos perfecto, que hacía reír a todo el mundo, quién iba a decirlo si los hubiera visto hacía dos años. Pero ahora estaban allí todos juntos, en una casa muggle, compartiendo todo lo que les hacía felices… De hecho, estaba tan contenta, que hasta se le había olvidado que su hermano estaba por ahí con su padre.

    No sabía qué se esperaba de la familia de Darren pero tenía que haber sido totalmente eso. Hablando de adivinación, a gritos, risitas… Observó a Emma de refilón y vio que removía el chocolate con muchísima elegancia y su perfecta sonrisa. Chocolate no sabía, pero las pociones se le daban de lujo. Alzó la ceja con lo de Darryl y se tapó la boca exageradamente. — Uy, Eli, pillina con todo lo que hablas tú, no has dicho nada de Darryl. — La chica se tapó la cara y le tiró una miguita a Lex. — ¡Tú calla! ¡Eres el único que dices esas cosas aquí! Mira papá, ni sabe de lo que estamos hablando. Yo ya te he dicho que si no recita poesía o canta o aunque sea te trae dulces, no merece la pena. El babbo… — Y, paralelamente al discurso de Jerome y el del resto de la mesa, la abuela Adami empezó el suyo.

    El juego de los dulces le gustó, era algo que se le podía haber ocurrido a cualquiera de sus dos familias. — Por supuesto, mi novio se ofrece el primero. — Dijo acariciando su nuca y sus rizos, mientras sacudía la mano en el aire ante la pregunta de Eli. — Todo tuyo, guapa. — Y claro, tuvo que partirse de risa con la respuesta, porque ahí no había lugar para discurso ninguno, los Millestone estaban por encim. Parpadeó, con una sonrisa incrédula (un poquito forzada) mientras Marcus iba narrando los ingredientes de la galleta aparentemente más complicada del mundo. Se rio de la intervención de la abuela Adami, que se movía de un discurso a otro sin problema ninguno, y se apoyó en el hombro de Marcus. — Mira, mi amor, no voy a tener que esperar a que te mueras para comer nada, tú no pones ninguna traba a nada. — Y cogió un trocito de la galleta y parpadeó, esta vez de forma genuina. — Esto no tiene más sabores porque no se puede. No sé ni cómo lo has sacado. — Y en esa reflexión estaba ella, cuando Jerome le dio OTRO susto más, aunque no tan grande como el que se había llevado en la cocina, y se asomó a mirarle entre los demás. — Fíjese que Darren no ha sacado su gusto por los sustos, eh. — ¿Sustos? Pero si yo no asusto nada. — Es que hablas un poco alto, papá. — Le dijo su hijo. — Bueno sí, pero no para asustar, solo para enfatizar. ¿VERDAD, ALICE? — Ella sonrió y asintió, dándolo por imposible.

    Tessa estaba muy por la labor de contentar a Emma, y esta muy en la labor de colaborar, así que eligió dulce. Solo el olor ya le atrajo y se quedó muy atenta a ver qué decía Emma y cuál era el dulce, mientras los Millestones dejaban caer todas sus alabanzas sobre su suegra y su magnífico paladar. A lo de los arándanos señaló a Marcus y cogió un trozo el panettone. — Ese era justo el dato que necesitaba. — Y mojó el bollo en el chocolate. Se deleitó con él, haciendo un ruido de gustito. — Bueno, bueno, bueno. Ya está, yo no juego, dejadme todo el panettone. Lo que nunca pensé que le oiría a decir a Alice Gallia, la chica que si había cordero o calabacín ya no comía. — Le afeó Darren, a lo que ella sacó la lengua. — Porque no me daban panettone. Además, Irlanda me ha ensanchado el estómago. — ¡CLARO QUE SÍ, BELLA! ¡LA ABUELA JUDITH TE VA A HACER PANETTONE A TI! Si total luego lanzas un hechizo y lo limpias todo. — Nunca pensó que pudiera gritarse más que en el Irish Rover hasta que entró en esa casa.

    Llegó el turno de Arnold con los dulces, y estaba haciendo una actuación bastante payasa intentando adivinar de forma muy patosa lo que estaba comiendo, haciendo reír a Emma y captando la atención de todos, por lo que Alice aprovechó para moverse al lado de Tessa. — ¡Ay! Hola, cariño, qué alegría. — Como estaba muy cerca de la puerta, uno de los perros se acercó y le puso la cabeza en el regazo. — ¡Gandalf! Deja a Alice en paz… — No, está bien, está tranquilito, ¿a que sí? — El perro, más callado que en un juicio, ponía ojazos brillantes y movía la cola dócilmente mientras Alice le rascaba la cabeza. — Es porque hueles a Muffin. A Muffin nuestro puffskein, no a uno de verdad, quiero decir… Darren no les deja jugar con él, porque claro, tiene miedo de que le hagan daño sin querer… — La mujer suspiró y Alice puso una mano sobre las suyas. — Tessa. Está todo bien. — Dijo bajando la voz y con un tono tranquilo. La mujer rio y apoyó la cabeza sobre su mano. — ¿Tanto se me nota que quiero que todo vaya rodado? — Alice ladeó la cabeza. — Igual un poquito. Pero, ¿sabes por qué lo sé? — La mujer la miró curiosa. — Porque yo también he intentado impresionarla. Todos hemos intentado impresionarla. ¿Sabes quién no lo hizo? — Y señaló a Arnold que estaba lanzando trocitos del bizcocho al aire para atraparlos con la boca con la animación de Jerome. — Y lo eligió de compañero de por vida. Tranquila. — Se acercó y susurró. — ¿Y sabes qué? — La señaló y susurró. — Ella estaba igual. Solo queréis que todos estemos felices y los chicos se sientan a gusto. Solo puede salir bien.

    Antes de poder volver a su sitio, la bandeja apareció debajo de su nariz. — ¡ALICE! — Empezaba a acostumbrarse. No así Gandalf, que ya se puso a ladrar. — DE ESTA NO TE LIBRAS. ¡VENGA! — Vio la cara de ilusión de Tessa, y Eli que venía a taparle los ojos, y entre eso y el efecto tranquilizador de la poción, simplemente se dejó y cogió un dulce una vez tuvo los ojos vendados. Era duro y cilíndrico pero, al manipularlo, se manchó de crema. — Ese es difícil comerlo con los ojos cerrados. — Comentó Eli, y razón no le faltaba. Morderlo era complicado, porque era duro pero cremoso por dentro, y se deshizo un poco al hacerlo, pero mereció la pena, porque el sabor era incomparable. — Esto está… Delicioso. La masa es casi salada, y lo de dentro es crema pastelera, pero más ligera, así que llevara leche, harina, canela… ¿Y puede que claras al punto de nieve para hacerla así? Rellenarlo tiene que ser un calvario… — ¡PERO QUÉ LISTA ES! — ¡Qué tía! — Un puntazo lo de las claras, con eso te ganas a la abuela. — Se quitó la venda y examinó lo que quedaba del dulce. — Qué curioso. Pero está buenísimo, pruébalo, mi amor. — Se llama canoli. También es del sur, pero está tan bueno que con este pasan la mano. — Alice se puso a picar de los trocitos que quedaban en el plato, y tan a gusto debía de estar que Emma bromeó y dijo. — Señora Adami, que no se entere mi suegra de que está niña está rabañando un plato. Se muere si se entera de que ha pasado con usted.





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    Alchemist
    Freyja
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    Jue Nov 14, 2024 4:12 pm


    Lo mejor de los dos mundos
    Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003
    - ¡Atentos, porque esta escena jamás pensasteis presenciarla ninguno de los presentes! - Llamó la atención, cómico, tras lo cual se giró hacia Alice y le dijo. - Mi amor, ¿me das un trocito? Que lo pruebe al menos. - Y todos rieron. Ver a Alice disfrutar comiendo sí que le hacía feliz, y sabiendo que el panettone ese le había encantado, ya iba él a tener toneladas en casa todas las navidades. Llegó el turno de su padre, que empezó a hacer tonterías y desató las risas de todos, más aún cuando uno de los perros (¿dónde estaba el otro? Ah, cerca de Alice, pero controlado al parecer) empezó a saltar a su alrededor, contagiado de su motivación, a ver si tenía suerte y le caía algo de dulce a él. Todo estaba siendo muy divertido hasta que a su padre se le cayó uno de los trozos que intentaba llevarse a la boca y, al caer al suelo a un trecho de donde estaban, el perro fue corriendo a por él. - ¡RUDOLF! ¡NO! ¡CACA, ESO PARA TI CACA! - Darren se había lanzado tan en plancha que había tirado su silla, generando un gran estrépito, aunque solo parecieron sobresaltados los O'Donnell (excluyendo a Lex). Arnold hizo una mueca. - Perdón. - Emma le miraba con cara de circunstancias, pero Jerome no entendía de qué se estaba disculpando. - Ni que fuera tu culpa que un animal que no puede comer azúcar insista en su autodestrucción. A no ser que le hayas pedido perdón a la silla que ha tirado mi hijo. -

    Plantaron seguidamente la bandeja delante de Alice, que fue a hacerse con un dulce que, si bien tenía muy buena pinta, parecía el más complicado de comer con los ojos cerrados. A Marcus se le estaba haciendo la boca agua solo de verlo, la verdad, y lo cierto era que ese le sonaba... ¡Y tanto que le sonaba! - ¡Eh! ¡Ese lo comimos en Italia! - ¡Es verdad, que estuvisteis en Roma! Lex nos lo ha contado. - Se alegró Tessa, pero Judith soltó un bufidito agudo. - Todo el mundo va a Roma, pero nadie visita Lucca. ¡Bien bonito que era el pueblo de mi Adolfo! Él se quejaba siempre de eso, y razón tenía... - Menos mal que el dato sobre el punto de nieve de las claras de huevo no solo había gustado a Marcus, sino también a Judith, que paró su indignación para alabarla. Probó el trozo que Alice le dio y cerró los ojos exageradamente, como hacía siempre que comía algo que le gustaba... O sea, la mayoría de las veces. - ¡Canoli! Eso. Pero definitivamente, el nuestro no tenía crema. - Tendría ricotta, se hace mucho con eso también. - Y pistachos. - Aportó Arnold. - Me acuerdo porque me encantan los pistachos. - Hay una variante... - Y se inició una larguísima disertación sobre dulces y comida italiana y sus variantes mientras devoraban los dulces entre todos.

    - Debo tener un porcentaje italiano, definitivamente, señora Adami. - Oy, cariño, llámame abuela Judith. - Arnold rio. - Mi hijo, el que toda la vida pregonó que había nacido en San Mungo, empieza a ser de todo menos inglés: irlandés, francés, italiano... - Y justo fue a contestar pero vio a Lex y Darren cuchichear peligrosamente, para que el segundo dijera. - Yo creo que el porcentaje de dramático italiano lo cumple bastante. - Y ya estaba abriendo mucho los ojos a ver si podía advertir mentalmente a su hermano el legeremante que NI SE LES OCURRIERA ponerle en ridículo con la maldita cancioncita italiana, cuando Tessa, que se había quedado con otro dato, cambió el rumbo de la conversación. - Oh, es cierto, los magos tenéis un hospital. Mi hijo me lo ha contado. - Puso expresión tierna. - Darren y Elizabetta nacieron en el Hospital St. Mary's. - No pareció encontrar complicidad en ninguno de sus interlocutores, que no sabían de qué hospital estaba hablando, así que se aclaró un poquito la garganta y continuó. - Está en Paddington... Nos atendieron muy bien. - Todos asentían en silencio. - ¿Solo tenéis un hospital los magos? - Bueno, San Mungo acoge a bastante población mágica de Londres, sí, pero hay más hospitales repartidos por Inglaterra. Pero San Mungo es el que cuenta con más equipos especializados. - A Tessa y Jerome se les notaba en la cara que querían preguntar cosas pero no sabían como formularlas sin parecer indiscretos. Ya se les adelantó Eli. - Pero en plan, si te rompes un brazo también puedes ir ¿no? - Arnold rio levemente. - Claro. - Bueno, em... - Tessa parecía disimular que estaba un poco azorada. - Nosotros es que no... lo sabíamos, bueno, no... sabemos dónde está y eso. Darren se fracturó el meñique, una tontería, fue jugando con Rudolf. - Bueno, tan tontería no fue, me dolió un montón. - Contestó el chico por alusiones, ofendido. - Y fuimos... en fin, al St. Mary's, aunque es verdad que cuando no escribió el director Potter y... Bueno, vino aquí, fue muy amable, para explicarnos cómo era el mundo de la magia y tal, porque nosotros no... Con Darren fue la primera noticia. Pero se nos olvidó y... - ¿No sabéis dónde está San Mungo? - Atajó Emma. Tessa se mordió el labio y Jerome miró a su mujer. Darren se aclaró la garganta. - Bueno, es que... en verdad no me ha hecho falta ni nada, afortunadamente. Soy como un roblecito. Iba a decir un bambú, pero en verdad no soy tan flexible, mira lo del meñique... - Darren, ¿cómo no me has dicho que no sabéis dónde está San Mungo? ¿Y si un día tenéis una emergencia? - Preguntó Lex, que estaba recibiendo la información al tiempo que los demás. Darren se encogió un poco.

    - Bueno, que no cunda el pánico. - Dijo suavemente Arnold, antes de que el ambiente se tensara más. Fue a abrir la boca, pero Eli volvió a la carga. - ¿Y hay, en plan, fiebres raras que solo tengáis los magos, o también podéis ir a los hospitales normales? - Elizabetta. - Intervino Jerome, echándole una mirada de cejas arqueadas. La chica se extrañó. - ¿Qué? - No seas indiscreta, hija. - Susurró Tessa. Había llegado el momento de Emma de intervenir. - Darren, ¿tienes tu tarjeta sanitaria mágica? - Se generó un silencio. Emma arqueó una ceja. - A los magos de familias mágicas se la dan al nacer en San Mungo, pero me consta que a los magos hijos de muggles se la dan el día que entran a Hogwarts, después del primer reconocimiento de la enfermería. Deberías tenerla. - De repente todos los ojos se posaron en Darren, que se hizo aún más pequeño. - Eeeh... Pues... - Hijo, ¿te dieron una tarjeta sanitaria y no nos la diste? - Jerome alzó los brazos. - ¡Y nosotros pagando el seguro de cinco! Suegra, ya no hace falta que se muera, se va a quedar una vacante. - Pero la broma de Jerome no caló en su mujer, que endureció la expresión. - Tiene que estar... por ahí... - Seguro que la tiene. - Acudió Marcus al rescate, levantándose en el acto. - Darren, vamos los tres y te la encontramos en un rato. Soy un experto buscador, y mi hermano demostró en Irlanda que también. - Bromeó, y pensó. Vamos a dejar que mamá arregle esto y a sacar a tu novio de aquí antes de que su madre lo mate, frase que Lex pilló en el acto. Miró a Alice y siguió bromeando. - Cronometra, mi amor, verás que no tardamos nada de nada. - Y entre Lex y él se llevaron a un Darren con expresión de extrema culpabilidad hacia su dormitorio.




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