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En un reino como Lansoth, la magia corre como un río sin freno. Muchos hechiceros, malos y buenos, caminan por el mundo sin piedad, como si les perteneciera, y aquel reino no era la excepción.
El príncipe Fadrar no podía decir que vivía en armonía. Era un buen monarca cuando quería, pero muchas veces no sólo era mal llevado sino que le gustaba molestar y torturar (aunque no tan literalmente) a su pueblo. Era altivo, vanidoso y egocéntrico. Y a muchos de los habitantes del reino no le agradaba nada.
Un buen día, un grupo de hombres del reino hablaron con varios magos, brujos que les gusstaba hacer maldades y se la habían jurado al príncipe porque se había portado mal con ellos. Entonces decidieron hacer una pequeña venganza. No lo podían matar, por supuesto, porque era un monarca, pero un bache legal los ayudó: Le lanzarían la maldición del sueño. Gracias a ella, el monarca sólo se despertaría con el beso del verdadero amor, y como todos sabían que nadie podría amar a Fadrar, tenían asegurada su prisión.
O eso creían.
Los Moroth eran una dinastía de brujos de otro tipo. No estaban encasillados en buenos o malos, aunque puntualmente Alistair era bastante malvado y no tenía reparos en qué magia utilizar. Moroth no era el apellido real sino el que habían adoptado del reino que había sido quemado a cenizas gracias a los dragones, que en venganza los Moroth los cazaron y los mataron uno a uno hasta existinguirlos. Alistar fue uno de ellos y el que le dio caza al Dragón Rey.
Después de eso, utilizando su inmortalidad, se dedicó a pasear de reino en reino, robándole (literalmente) el corazón a sus enemigos para sus hechizos, pociones y ungüentos que utilizaba solamente para beneficio propio. Brindaba sus servicios cuando tenía ganas a cambio de dinero y algunas cosas más. Hasta que un día decide ir más allá.
Escuchó sobre la historia del príncipe dormido y no pudo evitarlo. Tenía que ir y robarle el corazón. Podría utilizar el poder del monarca desde su corazón para crear un hechizo tan poderoso que devolvería la vida al reino de Moroth, destruído tanto tiempo atrás y sin poder reconstruirse. Fue destruido por magia y sólo con una magia tan poderosa podía ser devuelto. El corazón de Fadrar sería perfecto para eso.
Cuando llegó, encontró la estancia vacía. Al parecer no se habían dedicado a cuidar el cuerpo del príncipe, sobre todo siendo que su tío se había hecho del control del reino. Alistair se preparó para arrancarle el corazón, pero un terremoto proveniente del Monte Aesthor hizo que se tambaleara sobre el monarca.
Al parecer la maldición del sueño no especificaba dónde tenía que ser el beso, pues cuando la boca de Alistar se posó sin querer sobre la frente del príncipe, éste abrió los ojos. Y ahora, Fadrar y Alistair tienen que convivir obligatoriamente, ya que la magia no les permite alejarse más que unos metros, como si un hilo invisible los conectara y del que no pueden escapar.
¿Podrán encontrar la cura de aquella maldición?
El príncipe Fadrar no podía decir que vivía en armonía. Era un buen monarca cuando quería, pero muchas veces no sólo era mal llevado sino que le gustaba molestar y torturar (aunque no tan literalmente) a su pueblo. Era altivo, vanidoso y egocéntrico. Y a muchos de los habitantes del reino no le agradaba nada.
Un buen día, un grupo de hombres del reino hablaron con varios magos, brujos que les gusstaba hacer maldades y se la habían jurado al príncipe porque se había portado mal con ellos. Entonces decidieron hacer una pequeña venganza. No lo podían matar, por supuesto, porque era un monarca, pero un bache legal los ayudó: Le lanzarían la maldición del sueño. Gracias a ella, el monarca sólo se despertaría con el beso del verdadero amor, y como todos sabían que nadie podría amar a Fadrar, tenían asegurada su prisión.
O eso creían.
Los Moroth eran una dinastía de brujos de otro tipo. No estaban encasillados en buenos o malos, aunque puntualmente Alistair era bastante malvado y no tenía reparos en qué magia utilizar. Moroth no era el apellido real sino el que habían adoptado del reino que había sido quemado a cenizas gracias a los dragones, que en venganza los Moroth los cazaron y los mataron uno a uno hasta existinguirlos. Alistar fue uno de ellos y el que le dio caza al Dragón Rey.
Después de eso, utilizando su inmortalidad, se dedicó a pasear de reino en reino, robándole (literalmente) el corazón a sus enemigos para sus hechizos, pociones y ungüentos que utilizaba solamente para beneficio propio. Brindaba sus servicios cuando tenía ganas a cambio de dinero y algunas cosas más. Hasta que un día decide ir más allá.
Escuchó sobre la historia del príncipe dormido y no pudo evitarlo. Tenía que ir y robarle el corazón. Podría utilizar el poder del monarca desde su corazón para crear un hechizo tan poderoso que devolvería la vida al reino de Moroth, destruído tanto tiempo atrás y sin poder reconstruirse. Fue destruido por magia y sólo con una magia tan poderosa podía ser devuelto. El corazón de Fadrar sería perfecto para eso.
Cuando llegó, encontró la estancia vacía. Al parecer no se habían dedicado a cuidar el cuerpo del príncipe, sobre todo siendo que su tío se había hecho del control del reino. Alistair se preparó para arrancarle el corazón, pero un terremoto proveniente del Monte Aesthor hizo que se tambaleara sobre el monarca.
Al parecer la maldición del sueño no especificaba dónde tenía que ser el beso, pues cuando la boca de Alistar se posó sin querer sobre la frente del príncipe, éste abrió los ojos. Y ahora, Fadrar y Alistair tienen que convivir obligatoriamente, ya que la magia no les permite alejarse más que unos metros, como si un hilo invisible los conectara y del que no pueden escapar.
¿Podrán encontrar la cura de aquella maldición?
Fadrar Grirsk | 18 años Regé-Jean Page Dauntless |
Inmortal Henry Cavill Moonchild | Alistair Moroth |
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The downfall and the fate
Los mataría a todos, Fadrar sabía que tal vez su arrogancia había sido mucha, pero no les daba el derecho de atacar a un monarca como él, y cuando pudiera, recordaría los rostros de todos y cada uno de ellos, los encontraría de eso estaba seguro. Dejaría caer en ellos torturar inimaginables, ningún maldito brujo quedaría con vida.
Desconocía que problema tenían ellos con su persona, pero claramente lo encontraron y emboscaron cuando volvía de una fallida cacería con los que consideraba algo como unos cercanos, un príncipe como él no tenía amigos.
Estaba enfadado por la torpeza de estos para hacerle perder a su presa, y sin más los había dejado atrás galopando velozmente en su corcel. Que llegaran cuando quisieran, hasta cerraría la reja de entrada al reino para hacerlos sufrir.
Era en ese momento que el control de la situación escapo, primero era uno sujeto encapuchado parado en el medio del camino obligándole a detenerse. -Quítate del camino. Estorbas mi paso. -Dijo con su característica arrogancia, pero este no se movió, detrás suyo otro salio, y pensó en que poco normal era eso, ¿bandidos? No se veían del tipo, esos son más se habrían lanzado sobre este, así que hizo lo que siempre, adelanto al caballo, si este no se quitaba, lo quitaría, apenas galopo unos metros cuando el caballo se encabrito y lo lanzo al suelo antes de salir de ahí corriendo. -Maldito animal lo voy a decapitar. -Murmuro, sacando su espada, no importaba llegaría a enfrentarlos y se desharía de ellos.
No conto con que eran brujos, mismos que pronto lo rodearon, por lo menos conto a seis, y entre los pocos a los que logro herir, no vio bien cual de todos lanzo el hechizo, tan solo se sintió cansado, tanto que soltó su espada antes de derrumbarse al suelo.
De entre los arboles salieron aquellos hombres dando sacos de dinero a los brujos, el trato estaba completo. Fadrar no sabía por cuanto tiempo dormiría ni lo que pasaba en su reino. No supo que lo tomaban como un estorbo y dejarían su cuerpo por ahí abandonado, negando haberlo visto, si, la arrogancia fue su caída.
De pronto, sus ojos se abrieron, ¿en donde estaba? ¿Qué le había pasado y cuánto tiempo estuvo inconsciente?
Desconocía que problema tenían ellos con su persona, pero claramente lo encontraron y emboscaron cuando volvía de una fallida cacería con los que consideraba algo como unos cercanos, un príncipe como él no tenía amigos.
Estaba enfadado por la torpeza de estos para hacerle perder a su presa, y sin más los había dejado atrás galopando velozmente en su corcel. Que llegaran cuando quisieran, hasta cerraría la reja de entrada al reino para hacerlos sufrir.
Era en ese momento que el control de la situación escapo, primero era uno sujeto encapuchado parado en el medio del camino obligándole a detenerse. -Quítate del camino. Estorbas mi paso. -Dijo con su característica arrogancia, pero este no se movió, detrás suyo otro salio, y pensó en que poco normal era eso, ¿bandidos? No se veían del tipo, esos son más se habrían lanzado sobre este, así que hizo lo que siempre, adelanto al caballo, si este no se quitaba, lo quitaría, apenas galopo unos metros cuando el caballo se encabrito y lo lanzo al suelo antes de salir de ahí corriendo. -Maldito animal lo voy a decapitar. -Murmuro, sacando su espada, no importaba llegaría a enfrentarlos y se desharía de ellos.
No conto con que eran brujos, mismos que pronto lo rodearon, por lo menos conto a seis, y entre los pocos a los que logro herir, no vio bien cual de todos lanzo el hechizo, tan solo se sintió cansado, tanto que soltó su espada antes de derrumbarse al suelo.
De entre los arboles salieron aquellos hombres dando sacos de dinero a los brujos, el trato estaba completo. Fadrar no sabía por cuanto tiempo dormiría ni lo que pasaba en su reino. No supo que lo tomaban como un estorbo y dejarían su cuerpo por ahí abandonado, negando haberlo visto, si, la arrogancia fue su caída.
De pronto, sus ojos se abrieron, ¿en donde estaba? ¿Qué le había pasado y cuánto tiempo estuvo inconsciente?
Fadrar – Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
Alistar no sabía hacía cuántos cientos de años habían pasado desde aquella leyenda del príncipe embrujado. Imaginaba que habían sido aquellos brujos del Clan Rhode pero no había manera de saberlo. No al menos para él que no le podía importar menos lo que hicieran los otros con sus problemas con monarcas.
A él le importaba lo que le ayudaría a restaurar la dinastía Moroth de nuevo, y tenía que ver con ese cierto príncipe y su corazón, que decía que era tan negro como el barro del río Soth después de las lloviznas. Era lo que necesitaba.
Lo que no esperaba era que el monte maldito aquel decidiera temblar en ese momento. Había estado tan cerca de quitarle el corazón de una vez por todas. Era la clave que necesitaba para conseguir lo que quería...
El mundo se tambaleó y después de haber estado tan cerca de aquel príncipe, incluso habiendo rozado su boca con la frente del tipo, dió unos pasos hacia atrás para poder estabilizarse y volver a su tarea.
Pero unos ojos abiertos lo miraban y él volvió a dar unos pasos para atrás. —Qué mierda... —empezó, sacando su espada (porque era brujo, sí, pero tenía que saber pelear, tampoco era idiota) y preparándose para atacar a aquel sujeto. —¿Cómo y por qué has despertado? —preguntó en un gruñido. No podría haber sido Alistar el que despertó al monarca, era imposible. Según las leyendas, era imposible que despertara porque sólo lo haría con el maldito beso de su maldito verdadero amor. Y Alistar no lo era. Debía ser una trampa para evitar que hicieran algo con su cuerpo o algo por el estilo. —. Debe ser una trampa... —dijo en voz alta acercando la espada cerca de él para matarlo en caso de que fuera una amenaza.
A él le importaba lo que le ayudaría a restaurar la dinastía Moroth de nuevo, y tenía que ver con ese cierto príncipe y su corazón, que decía que era tan negro como el barro del río Soth después de las lloviznas. Era lo que necesitaba.
Lo que no esperaba era que el monte maldito aquel decidiera temblar en ese momento. Había estado tan cerca de quitarle el corazón de una vez por todas. Era la clave que necesitaba para conseguir lo que quería...
El mundo se tambaleó y después de haber estado tan cerca de aquel príncipe, incluso habiendo rozado su boca con la frente del tipo, dió unos pasos hacia atrás para poder estabilizarse y volver a su tarea.
Pero unos ojos abiertos lo miraban y él volvió a dar unos pasos para atrás. —Qué mierda... —empezó, sacando su espada (porque era brujo, sí, pero tenía que saber pelear, tampoco era idiota) y preparándose para atacar a aquel sujeto. —¿Cómo y por qué has despertado? —preguntó en un gruñido. No podría haber sido Alistar el que despertó al monarca, era imposible. Según las leyendas, era imposible que despertara porque sólo lo haría con el maldito beso de su maldito verdadero amor. Y Alistar no lo era. Debía ser una trampa para evitar que hicieran algo con su cuerpo o algo por el estilo. —. Debe ser una trampa... —dijo en voz alta acercando la espada cerca de él para matarlo en caso de que fuera una amenaza.
Alistar Moroth - Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
El fue ajeno a los años que paso dormido, incluso aquellos que alguna vez conspiraron en su contra o habían sucumbido al paso del tiempo o en su caso ya no estaban en ese reino, habiendo viajado cuando la tiranía del tío del joven monarca se había hecho con el control del reino sometiéndolo bajo otro yugo, quedando en claro que incluso algunos por lo bajo preferían al arrogante príncipe que de pronto solo se había desvanecido sin dejar rastro.
Los que ese día lo acompañaban en la caza, habían encontrado su espada, más no un cuerpo, esa misma fue arrojada lejos en el bosque, cuando fueron interrogados negaron cualquier participación al respecto de ello, fue que con ello incluso las búsquedas no fueron llevadas a cabo.
¿Quién buscaría a tan arrogante persona? Definitivamente solo se fingió una triste celebración por el príncipe perdido, fue así que unos contaban que lo habían visto en un sitio abandonado, pero que por temor a una maldición no se acercaban, otros solo lo tomaban como una leyenda de los que creían que era este.
Solo entre brujos se sabía que lo habían maldecido, más no exactamente quienes. El tan solo dormía, ajeno a lo externo, sin soñar realmente porque ni eso podía darle el embrujo, sueños dulces, su cuerpo extraordinariamente se había conservado aun con todos esos años.
Cuando el suelo se sacudió, algo lo rozo y era entonces que sus ojos se abrieron, ni siquiera había explicación alguna de como se mantuvo vivo todo ese tiempo, más que magia. - ¿Quién eres intruso? No lo digas, estas con esos malditos que me atacaron cobardemente. -El estar recostado por tanto tiempo hacia sentir a su cuerpo como un peso muerto.
¿Acaso te mofas? ¿Crees que uno no despierta luego de dormir una siesta? -lo miraba como si fuera realmente estúpido, igual lo pensaba, más este si tenía un arma a su mano, el por su parte nada, solo unas cuantas baratijas de donde estaba recostado, como una porta velas, que solo podría tirarle a la cara o cabeza.
No te acerques. -Dijo y trato de atacarlo en un modo realmente arriesgado con esa improvisada arma, perdiendo completamente equilibrio y movilidad para irse de bruces contra la primera superficie. ¿Cómo? No era tan débil, de hecho, se jactaba de eso en varias ocasiones cuando sus oponentes no estaban a su altura ni los guardias reales, y siendo este un enemigo tenía que escapar, o terminaría muerto.
Los que ese día lo acompañaban en la caza, habían encontrado su espada, más no un cuerpo, esa misma fue arrojada lejos en el bosque, cuando fueron interrogados negaron cualquier participación al respecto de ello, fue que con ello incluso las búsquedas no fueron llevadas a cabo.
¿Quién buscaría a tan arrogante persona? Definitivamente solo se fingió una triste celebración por el príncipe perdido, fue así que unos contaban que lo habían visto en un sitio abandonado, pero que por temor a una maldición no se acercaban, otros solo lo tomaban como una leyenda de los que creían que era este.
Solo entre brujos se sabía que lo habían maldecido, más no exactamente quienes. El tan solo dormía, ajeno a lo externo, sin soñar realmente porque ni eso podía darle el embrujo, sueños dulces, su cuerpo extraordinariamente se había conservado aun con todos esos años.
Cuando el suelo se sacudió, algo lo rozo y era entonces que sus ojos se abrieron, ni siquiera había explicación alguna de como se mantuvo vivo todo ese tiempo, más que magia. - ¿Quién eres intruso? No lo digas, estas con esos malditos que me atacaron cobardemente. -El estar recostado por tanto tiempo hacia sentir a su cuerpo como un peso muerto.
¿Acaso te mofas? ¿Crees que uno no despierta luego de dormir una siesta? -lo miraba como si fuera realmente estúpido, igual lo pensaba, más este si tenía un arma a su mano, el por su parte nada, solo unas cuantas baratijas de donde estaba recostado, como una porta velas, que solo podría tirarle a la cara o cabeza.
No te acerques. -Dijo y trato de atacarlo en un modo realmente arriesgado con esa improvisada arma, perdiendo completamente equilibrio y movilidad para irse de bruces contra la primera superficie. ¿Cómo? No era tan débil, de hecho, se jactaba de eso en varias ocasiones cuando sus oponentes no estaban a su altura ni los guardias reales, y siendo este un enemigo tenía que escapar, o terminaría muerto.
Fadrar – Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
No tendría que estar pasando aquello, pensaba Alistar. No esperaba aquel giro de los acontecimientos. Necesitaba poder tener el corazón de aquel príncipe y sí, que podía seguir vivo bajo la maldición, pero no así de vivo; en ese caso se le estaría complicando un poco el poder arrancárselo, aunque de todas maneras lo intentaría si le era posible.
Levantó una ceja, sin dudas sorprendido por la valentía (o la estupidez) del monarca al dirigirse de ese modo a él. No necesariamente tenía que reconocerlo como Moroth, pero al menos saber que estaba en una clara desventaja... Pero aparentemente ni siquiera eso.
—Monarca, realmente me importa poco y nada sobre quiénes te hicieron la maldición del sueño —respondió casi con aburrimiento. ¿Ya podía arrancarle el corazón a aquel tipo? No le importaba si era un príncipe, un rey o lo que fuera. Los Moroth no tenían reyes humanos (y no humanos tampoco). Ellos se pertenecían sólo a ellos mismos.
Siguió con la misma ceja levantada. Definitivamente aquel humano era valiente. —¿Acaso no sabes quién soy? —preguntó. —. En realidad estoy en posición de mofarme si quisiera, más usted no está en posición de defenderse. Pero no es lo que venía a hacer aquí —Y mucho menos había ido para despertarlo, eso seguro.
Un fantasma de una sonrisa casi de lástima apareció cuando le pidió que no se acercara. Como si Alistar realmente fuera a hacerle caso a aquel niño. Porque seguramente no tendría más de... ¿cuántos años humanos? Para Alistar el paso del tiempo no corría de la misma manera.
De todos modos admitió que el príncipe tenía agallas al intentar atacarlo con aquel portavelas. Le erró, por supuesto, y Alistar ni siquiera tuvo que correrse demasiado para esquivar el golpe. —¿Ya has terminado de intentar atacarme en vano, monarca? —preguntó con aburrimiento.
Levantó una ceja, sin dudas sorprendido por la valentía (o la estupidez) del monarca al dirigirse de ese modo a él. No necesariamente tenía que reconocerlo como Moroth, pero al menos saber que estaba en una clara desventaja... Pero aparentemente ni siquiera eso.
—Monarca, realmente me importa poco y nada sobre quiénes te hicieron la maldición del sueño —respondió casi con aburrimiento. ¿Ya podía arrancarle el corazón a aquel tipo? No le importaba si era un príncipe, un rey o lo que fuera. Los Moroth no tenían reyes humanos (y no humanos tampoco). Ellos se pertenecían sólo a ellos mismos.
Siguió con la misma ceja levantada. Definitivamente aquel humano era valiente. —¿Acaso no sabes quién soy? —preguntó. —. En realidad estoy en posición de mofarme si quisiera, más usted no está en posición de defenderse. Pero no es lo que venía a hacer aquí —Y mucho menos había ido para despertarlo, eso seguro.
Un fantasma de una sonrisa casi de lástima apareció cuando le pidió que no se acercara. Como si Alistar realmente fuera a hacerle caso a aquel niño. Porque seguramente no tendría más de... ¿cuántos años humanos? Para Alistar el paso del tiempo no corría de la misma manera.
De todos modos admitió que el príncipe tenía agallas al intentar atacarlo con aquel portavelas. Le erró, por supuesto, y Alistar ni siquiera tuvo que correrse demasiado para esquivar el golpe. —¿Ya has terminado de intentar atacarme en vano, monarca? —preguntó con aburrimiento.
Alistar Moroth - Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
Fuera quien fuera este sujeto si ya estaba en esos momentos queriendo aprovecharse de que dormía, nada aseguraba que no pensara hacerle daño en otro momento, por lo cuál para el joven monarca dejaba en claro que nunca dejaría de tener enemigos que tuvieran un precio en su cabeza, aun sabiendo bajo esta arrogancia suya, que era buen espadachín, siendo complicado tener una ventaja en una pelea, tal vez no había sido vencido antes, y sería una primera vez esta, sin embargo tampoco era realmente un cobarde.
Tampoco es lo más común que alguien especialmente un enemigo tenga la cara casi encima, por eso estaba reacio a dejarse atacar por sorpresa, y si, no estaba bajo las mejores condiciones, sin embargo, si lo pensaban matar, sería con una pelea.
No se vería intimidante, lo supo en cuanto noto que ni la armadura portaba, solo unas ropas que apenas y serían suficiente para hacerlo pasar por una persona común, creyendo incluso la idea de un grupo de ladrones además de esos magos, mismos que tomarían sus cosas para venderlas jactándose de haberlo derrotado. Sentía enojo de eso, (y ni tenía idea de que no era ni remotamente verdad.)
¿Crees que me engañas? No es una maldición del sueño, claramente he dormido solo unas cuantas horas. -Como si eso pudieran haberse atrevido a lanzarle, tendrían que buscar la muerte de ser el caso ese. En el reino había rumores de que un grupo de magos juntos tenían más poder para lanzar maldiciones, pero dudaba en eso, aunque en el fondo pudiera ser la verdad, sería mejor fingir que no, para poder ver sus opciones de escapar.
No tengo idea de quien eres, o que buscas, tampoco me importa tener el nombre, si voy a matarte para salir de este sitio. -Que importaba realmente, nada, no tenia nada que perder posiblemente el reino estuviera en un pequeño desarraigo, más si salía triunfando con una cabeza enemiga el pueblo nuevamente vería que su reinado era bueno.
Fadrar no se rendía nunca, y aunque este se mofase o creyera que solo porque la primera vez había fallado, no se iba a dejar sencillamente doblegar. -Nunca, así que en la siguiente ocasión espero partir tu cabeza con esto. -Y claro que primero tendría que poder mantenerse en pie lo suficiente, pero tan impaciente como era se fue directo a este con tal intención.
Tampoco es lo más común que alguien especialmente un enemigo tenga la cara casi encima, por eso estaba reacio a dejarse atacar por sorpresa, y si, no estaba bajo las mejores condiciones, sin embargo, si lo pensaban matar, sería con una pelea.
No se vería intimidante, lo supo en cuanto noto que ni la armadura portaba, solo unas ropas que apenas y serían suficiente para hacerlo pasar por una persona común, creyendo incluso la idea de un grupo de ladrones además de esos magos, mismos que tomarían sus cosas para venderlas jactándose de haberlo derrotado. Sentía enojo de eso, (y ni tenía idea de que no era ni remotamente verdad.)
¿Crees que me engañas? No es una maldición del sueño, claramente he dormido solo unas cuantas horas. -Como si eso pudieran haberse atrevido a lanzarle, tendrían que buscar la muerte de ser el caso ese. En el reino había rumores de que un grupo de magos juntos tenían más poder para lanzar maldiciones, pero dudaba en eso, aunque en el fondo pudiera ser la verdad, sería mejor fingir que no, para poder ver sus opciones de escapar.
No tengo idea de quien eres, o que buscas, tampoco me importa tener el nombre, si voy a matarte para salir de este sitio. -Que importaba realmente, nada, no tenia nada que perder posiblemente el reino estuviera en un pequeño desarraigo, más si salía triunfando con una cabeza enemiga el pueblo nuevamente vería que su reinado era bueno.
Fadrar no se rendía nunca, y aunque este se mofase o creyera que solo porque la primera vez había fallado, no se iba a dejar sencillamente doblegar. -Nunca, así que en la siguiente ocasión espero partir tu cabeza con esto. -Y claro que primero tendría que poder mantenerse en pie lo suficiente, pero tan impaciente como era se fue directo a este con tal intención.
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The downfall and the fate
Alistar suspiró, como derrotado por el aburrimiento y por su misión, y se apoyó contra una especie de escritorio de piedra que estaba bastante roto como para cumplir su función. Evidentemente su tarea iba a ser bastante más difícil de lo que pensaba.
Se preguntó si realmente necesitaba su corazón o si podía darse media vuelta e irse, dejándolo solo y en aquel lugar. Probablemente no iba a durar mucho porque no parecía tener muchas fuerzas, pero tampoco era algo que le quitara el sueño, la verdad.
Pero por los comentarios que hacía, levantó una ceja, al parecer no estaba al tanto de la maldición del sueño que lo había afectado. —¿No recuerdas lo que te sucedió? —sonrió irónico. Vaya que le estaría dando una novedad. —. Te han echado una maldición, monarca. No sé quiénes ni me interesa. Pero mira por la ventana. Has dormido bastante más que una siesta —le hizo una seña con la cabeza para que se asomara. Por increíble que pareciera, no era una trampa. Desde la ventana podía ver el cambio que había sucedido en el reino después de tantos años de dormir. Y aquel chico ni siquiera se había dado cuenta de lo que ocurrió.
Volvió a suspirar. Iba a ser más difícil de lo que imaginaba. —Evidentemente te será bastante difícil matarme —También era evidente que no sabía a quién se enfrentaba. —. Soy un Moroth —dijo simplemente, sabiendo que su ancestral raza de brujos era conocida por todos en el reino. Y su inmortalidad, claro.
Le sorprendía bastante la necesidad de pelear que tenía aquel monarca. Su corazón era fuerte, sino no podría hacerlo, y entonces era una confirmación de que Alistar lo necesitaba para llevar a cabo su hechizo. —Ya me has aburrido. Adiós, monarca —le dijo levantando la mano y cerrando el puño...
Y no pasó nada.
Alistar frunció el ceño. Miró su mano y miró al hombre que tenía delante. Volvió a hacer el mismo movimiento pero aquel hombre seguía parado delante suyo. —¿Por qué no te mueres? —preguntó sin entenderlo. Jamás había tenido problemas para utilizar su poder mortal, ¿qué estaba ocurriendo?
Se preguntó si realmente necesitaba su corazón o si podía darse media vuelta e irse, dejándolo solo y en aquel lugar. Probablemente no iba a durar mucho porque no parecía tener muchas fuerzas, pero tampoco era algo que le quitara el sueño, la verdad.
Pero por los comentarios que hacía, levantó una ceja, al parecer no estaba al tanto de la maldición del sueño que lo había afectado. —¿No recuerdas lo que te sucedió? —sonrió irónico. Vaya que le estaría dando una novedad. —. Te han echado una maldición, monarca. No sé quiénes ni me interesa. Pero mira por la ventana. Has dormido bastante más que una siesta —le hizo una seña con la cabeza para que se asomara. Por increíble que pareciera, no era una trampa. Desde la ventana podía ver el cambio que había sucedido en el reino después de tantos años de dormir. Y aquel chico ni siquiera se había dado cuenta de lo que ocurrió.
Volvió a suspirar. Iba a ser más difícil de lo que imaginaba. —Evidentemente te será bastante difícil matarme —También era evidente que no sabía a quién se enfrentaba. —. Soy un Moroth —dijo simplemente, sabiendo que su ancestral raza de brujos era conocida por todos en el reino. Y su inmortalidad, claro.
Le sorprendía bastante la necesidad de pelear que tenía aquel monarca. Su corazón era fuerte, sino no podría hacerlo, y entonces era una confirmación de que Alistar lo necesitaba para llevar a cabo su hechizo. —Ya me has aburrido. Adiós, monarca —le dijo levantando la mano y cerrando el puño...
Y no pasó nada.
Alistar frunció el ceño. Miró su mano y miró al hombre que tenía delante. Volvió a hacer el mismo movimiento pero aquel hombre seguía parado delante suyo. —¿Por qué no te mueres? —preguntó sin entenderlo. Jamás había tenido problemas para utilizar su poder mortal, ¿qué estaba ocurriendo?
Alistar Moroth - Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
Fadrar solo quería abandonar ese sitio, no importaba a como diera lugar, pero lo haría, puesto que este mago debía ser otro más de los pagados por mantenerlo completamente cautivo, no era para menos, claramente estaba en una situación donde al ir despertando no tenía ventaja alguna sobre el resto.
Por estas mismas cosas es que realmente no era como por decirlo un monarca que pudiera crecer en popularidad, más siempre se le dijo que podría tenerlo todo, y como no creérselo cuando nada se le fue negado, resultando en su tan terrible actitud ante la vida y las personas. - ¿Recordar que cosa exactamente? -Dijo con la sospecha en la voz, bien que podía ser otro engaño para evitar del todo su huida, así como de poderlo atacar mientras no lo mirase directamente.
Con cautela sin dejar de mirarlo se acerco a esa ventana sucia por el tiempo, donde apenas una parte le permitía ver el exterior. -Debe ser una mentira, no pude dormir tanto tiempo, ¡es inaudito esto!
Seas lo que seas, todo puede morir, no eres una cosa fantástica o excepción a una regla. Si te mato tal vez tu cuerpo me sirva para reclamar el respeto que merezco. -Dijo en un tono de que era completamente capaz de hacerlo sin importarle para nada el otro. Nuevamente se preparó para lo peor, lo que estuviera por venir, más cuando nada ocurrió lo observó sin poder evitarlo más comenzó a reír como un desquiciado.
Lo puedo ver, el terrible poder de los Moroth, siente mi miedo. -Comento burlonamente, tras haber recobrado el aliento. -Porque mi buen hechicero no tengo ganas de morirme así que como puedes ver continuare vivo para fastidiar tu existencia.
Por estas mismas cosas es que realmente no era como por decirlo un monarca que pudiera crecer en popularidad, más siempre se le dijo que podría tenerlo todo, y como no creérselo cuando nada se le fue negado, resultando en su tan terrible actitud ante la vida y las personas. - ¿Recordar que cosa exactamente? -Dijo con la sospecha en la voz, bien que podía ser otro engaño para evitar del todo su huida, así como de poderlo atacar mientras no lo mirase directamente.
Con cautela sin dejar de mirarlo se acerco a esa ventana sucia por el tiempo, donde apenas una parte le permitía ver el exterior. -Debe ser una mentira, no pude dormir tanto tiempo, ¡es inaudito esto!
Seas lo que seas, todo puede morir, no eres una cosa fantástica o excepción a una regla. Si te mato tal vez tu cuerpo me sirva para reclamar el respeto que merezco. -Dijo en un tono de que era completamente capaz de hacerlo sin importarle para nada el otro. Nuevamente se preparó para lo peor, lo que estuviera por venir, más cuando nada ocurrió lo observó sin poder evitarlo más comenzó a reír como un desquiciado.
Lo puedo ver, el terrible poder de los Moroth, siente mi miedo. -Comento burlonamente, tras haber recobrado el aliento. -Porque mi buen hechicero no tengo ganas de morirme así que como puedes ver continuare vivo para fastidiar tu existencia.
Fadrar – Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
Alistar no le gustaba considerarse mensajero ni transportador de noticias, sean estas buenas o malas. Así que informarle de lo que le había sucedido al monarca en todo ese tiempo realmente no era su problema. Él había ido por un corazón y un corazón se llevaría, estuviera vivo o muerto.
Observó como el monarca caía en la cuenta de lo que había pasado, del paso del tiempo. Imaginaba que no del todo porque habían pasado años estando de aquella forma. En fin, ya se daría cuenta solo. Alistair no iba a ir por ahí como niñero diciéndole cómo eran las cosas.
Suspiró y sacudió la cabeza cuando el chico empezó a decir cosas como que podía morir y no sabía qué sobre el respeto que merecía. —Mira, si no puedes hacer que tu pueblo te respete, no es mi problema —dijo negando con la cabeza, preparado para matar a aquel monarca para terminar con aquel asunto, quedarse con el corazón y asunto zanjado.
Pero... No ocurrió nada.
Levantó una ceja y luego frunció levemente el ceño, sin contestar a la provocación del muchacho. ¿Por qué no funcionaba su magia? ¿Qué tenía el monarca que hacía imposible su propia muerte?
Gruñó y apuntó con su mano hacia la ventana de la torre. Sólo con el aire que envió, la ventana y gran parte de la torre se derrumbó casi con una explosión. —Es evidente que mis poderes siguen igual de fuertes —comentó sin interesarse en hablar con el monarca sino consigo mismo.
—¿Mi existencia? Oh, no, monarca. Mi existencia la dejarás de ver en este momento —dijo caminando hacia la puerta porque no tenía ninguna intención de seguir parloteando más con aquel chico...
Y no pudo salir por la puerta.
Era como una barrera invisible que no dejaba que se alejara más. —¿Qué es esto? ¿Qué magia es esta? —decía haciendo fuerzas e incluso recurriendo a su propia magia pero sin tener éxito. Creía que había caído prisionero en aquel lugar.
Observó como el monarca caía en la cuenta de lo que había pasado, del paso del tiempo. Imaginaba que no del todo porque habían pasado años estando de aquella forma. En fin, ya se daría cuenta solo. Alistair no iba a ir por ahí como niñero diciéndole cómo eran las cosas.
Suspiró y sacudió la cabeza cuando el chico empezó a decir cosas como que podía morir y no sabía qué sobre el respeto que merecía. —Mira, si no puedes hacer que tu pueblo te respete, no es mi problema —dijo negando con la cabeza, preparado para matar a aquel monarca para terminar con aquel asunto, quedarse con el corazón y asunto zanjado.
Pero... No ocurrió nada.
Levantó una ceja y luego frunció levemente el ceño, sin contestar a la provocación del muchacho. ¿Por qué no funcionaba su magia? ¿Qué tenía el monarca que hacía imposible su propia muerte?
Gruñó y apuntó con su mano hacia la ventana de la torre. Sólo con el aire que envió, la ventana y gran parte de la torre se derrumbó casi con una explosión. —Es evidente que mis poderes siguen igual de fuertes —comentó sin interesarse en hablar con el monarca sino consigo mismo.
—¿Mi existencia? Oh, no, monarca. Mi existencia la dejarás de ver en este momento —dijo caminando hacia la puerta porque no tenía ninguna intención de seguir parloteando más con aquel chico...
Y no pudo salir por la puerta.
Era como una barrera invisible que no dejaba que se alejara más. —¿Qué es esto? ¿Qué magia es esta? —decía haciendo fuerzas e incluso recurriendo a su propia magia pero sin tener éxito. Creía que había caído prisionero en aquel lugar.
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The downfall and the fate
Mentía, debía serlo ya que en el reino claramente él había logrado prosperidad a pesar de que otros no lo quisieran, por lo que siendo una mentira era claro que con ello no sería distraído de averiguar la verdad y en el dado caso poner al otro en su lugar, tampoco le creía aquello de la magia, en el tiempo de interacción no es como que mucho pasara.
Eso sí, se sentía altamente debilitado con su cuerpo, algo que no le terminaba de sentar bien del todo. Y si fuera verdad… ¿Cómo podría continuar reinando algo que no era ya de sus manos? ¿Estaba la posibilidad de recuperarlo? Lo dudaba mucho, pero siempre y cuando fuera con cautela podría saber que estaba pasando, había sido entrenado por sus progenitores para reinar, no para ser una persona común que sufriera carencias, así que en ese campo estaba totalmente perdido.
Fadrar tendría que resolver eso pronto. –Claro, no eres el primero o el último que pretende que me maten, así que puedes hacer una fila sobre eso, no pasa nada, todos tenemos un problema en algún momento, no eres la excepción. –Sintiendo ese breve pánico pasar al ver que nada estaba ocurriendo, que pena que el otro no mantuviera su palabra, pero era de risa ver la cara confusa de este.
Cruzo los brazos en el modo petulante de siempre. –Adelante sal corriendo o lo que sea, no puedes matarme así que iras a otro lado a lamerte las heridas, lo entiendo. –Pero al ver que este no se podía salir, pensó en que eso implicaba que los dos estarían ahí a menos que el encontrase alguna salida. - ¿Cómo? –Tambaleante se fue acercando a la puerta para tratar de abrirla por el mismo.
Esto era tan inusual, como cuando finalmente llego a esta y trato de abrirla, notando que cedía por un momento… ¿acaso es que habían cambiado algo y él ahora tenía los poderes del otro? –Extraño…se mueve la puerta. –Tiro con la fuerza restante y casi se fue de sentón al suelo cuando las piernas le fallaron, de no ser porque se sujetó de la primera cosa cercana, siendo el otro.
Eso sí, se sentía altamente debilitado con su cuerpo, algo que no le terminaba de sentar bien del todo. Y si fuera verdad… ¿Cómo podría continuar reinando algo que no era ya de sus manos? ¿Estaba la posibilidad de recuperarlo? Lo dudaba mucho, pero siempre y cuando fuera con cautela podría saber que estaba pasando, había sido entrenado por sus progenitores para reinar, no para ser una persona común que sufriera carencias, así que en ese campo estaba totalmente perdido.
Fadrar tendría que resolver eso pronto. –Claro, no eres el primero o el último que pretende que me maten, así que puedes hacer una fila sobre eso, no pasa nada, todos tenemos un problema en algún momento, no eres la excepción. –Sintiendo ese breve pánico pasar al ver que nada estaba ocurriendo, que pena que el otro no mantuviera su palabra, pero era de risa ver la cara confusa de este.
Cruzo los brazos en el modo petulante de siempre. –Adelante sal corriendo o lo que sea, no puedes matarme así que iras a otro lado a lamerte las heridas, lo entiendo. –Pero al ver que este no se podía salir, pensó en que eso implicaba que los dos estarían ahí a menos que el encontrase alguna salida. - ¿Cómo? –Tambaleante se fue acercando a la puerta para tratar de abrirla por el mismo.
Esto era tan inusual, como cuando finalmente llego a esta y trato de abrirla, notando que cedía por un momento… ¿acaso es que habían cambiado algo y él ahora tenía los poderes del otro? –Extraño…se mueve la puerta. –Tiro con la fuerza restante y casi se fue de sentón al suelo cuando las piernas le fallaron, de no ser porque se sujetó de la primera cosa cercana, siendo el otro.
Fadrar – Torre abandonada – Afueras Lansoth
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The downfall and the fate
Alistair no entendía qué sucedía. Primero, ¿por qué el monarca no moría, como el resto que cayó bajo sus garras, y así poder usar su corazón para los hechizos? Y después, ¿qué era esa magia que le impedía salir para buscar a otro monarca para utilizar su corazón?
—Puede ser, pero el resto no son tan poderosos como yo —dijo frunciendo el ceño. Intentar derrumbar la torre casi le funciona, así que el problema evidentemente no era su poder sino otra cosa. ¿Qué era? —. No siento que tengas un escudo mágico. —Él lo vería sin problema, ¿qué era entonces lo que estaba sucediendo?
Le daba lo mismo lo que el monarca hiciera o no, o lo que dijera que fuera a hacer Alistair no le molestaba, sólo quería irse de allí y nada más... ¿Pero por qué no se abría la maldita puerta? —No es un hechizo de contención, sino lo podría sentir sin problema. No hay magia que no pueda detectar. —gruñó sin saber lo que estaba pasando. ¿Existiría alguien tan poderoso que era capaz de hacer semejantes hechizos y que él no pudiera sentirlo? —. Eso mismo. —dijo sin más, sin poder abrir la puerta ni moverla, corriéndose dejando que el monarca intentara abrirla.
Frunció de nuevo el ceño cuando vio que el monarca sí pudo mover la puerta. —Extraño —murmuró. Quizás el hechizo no lo podía detectar porque sólo abría con el tacto del monarca. —. En fin, será algo extraño. Ahora sí, me voy. —dijo sacándoselo de encima porque el chico cayó sobre él cuando la puerta se abrió de un momento a otro.
Dio unos pasos hacia fuera de la torre, donde estaban las escaleras, preguntándose a qué reino podría ir cuando una fuerza invisible lo hizo tambalear. —¿Pero qué demonios negros? —empezó tirando como si una soga invisible lo empujara hacia atrás. —¡Monarca! Ven aquí para saber si podemos bajar juntos. —gritó mirando hacia el interior de la recámara, esperando que ese tonto hechizo no fuera tan grave, porque parecía que solamente se abría paso con el monarca.
—Puede ser, pero el resto no son tan poderosos como yo —dijo frunciendo el ceño. Intentar derrumbar la torre casi le funciona, así que el problema evidentemente no era su poder sino otra cosa. ¿Qué era? —. No siento que tengas un escudo mágico. —Él lo vería sin problema, ¿qué era entonces lo que estaba sucediendo?
Le daba lo mismo lo que el monarca hiciera o no, o lo que dijera que fuera a hacer Alistair no le molestaba, sólo quería irse de allí y nada más... ¿Pero por qué no se abría la maldita puerta? —No es un hechizo de contención, sino lo podría sentir sin problema. No hay magia que no pueda detectar. —gruñó sin saber lo que estaba pasando. ¿Existiría alguien tan poderoso que era capaz de hacer semejantes hechizos y que él no pudiera sentirlo? —. Eso mismo. —dijo sin más, sin poder abrir la puerta ni moverla, corriéndose dejando que el monarca intentara abrirla.
Frunció de nuevo el ceño cuando vio que el monarca sí pudo mover la puerta. —Extraño —murmuró. Quizás el hechizo no lo podía detectar porque sólo abría con el tacto del monarca. —. En fin, será algo extraño. Ahora sí, me voy. —dijo sacándoselo de encima porque el chico cayó sobre él cuando la puerta se abrió de un momento a otro.
Dio unos pasos hacia fuera de la torre, donde estaban las escaleras, preguntándose a qué reino podría ir cuando una fuerza invisible lo hizo tambalear. —¿Pero qué demonios negros? —empezó tirando como si una soga invisible lo empujara hacia atrás. —¡Monarca! Ven aquí para saber si podemos bajar juntos. —gritó mirando hacia el interior de la recámara, esperando que ese tonto hechizo no fuera tan grave, porque parecía que solamente se abría paso con el monarca.
Alistair Moroth - Torre abandonada – Afueras Lansoth
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No comprendía como debía de funcionar la magia del sujeto, comenzando por verle la cara, el otro tampoco parecía tener una clara idea de siquiera porque era que todo esto le pasaba, bueno tampoco es como que el pudiera saberlo, eran una raza a la que no le daba la debida importancia, casi estaban extintos, salvo tal vez este, quien sabe.
La magia en realidad ni era parte de esto ahora, tampoco por qué la puerta le impedía salir, solo sabía que se mantuvo dormido bajo un hechizo por un largo tiempo, el reino y su mundo ya no eran lo que antes, debía reaprender que paso, para saber qué decisión tomar al respecto. –Se nota bastante el poder, déjame decir que se siente tanto. –Expreso en el tono burlón que usaba cuando buscaba humillar a quienes consideraba completamente inferiores.
No me mires, yo no sé de esas cosas, tu eres el que supuestamente sabe todo de la magia, y acabo de despertar. –Por si eso no era obvio, en su reino jamás se había escuchado sobre un monarca poseyendo poderes mágicos. Luego de eso solo lo miraba buscando alguna solución, sentía algo de cansancio, pese a dormir mucho, su cuerpo carecía de la energía para moverse por largo tiempo, el estar recostado, no ayudo a las funciones motrices, ahora adormecidas, con ello.
Por eso en sus manos estaba probarle lo contrario, mirando con incredulidad como se abría ante ambos, el solo la toco, y por más que el otro dejara o usara cualquier clase de método mágico, esta no cedió. –Siento que lo hacías para parecer menos amenazante y luego matarme. –Ni sentía vergüenza de decirlo en su cara. Incluso encima de este cuando su mismo cuerpo lo hizo caer sin fuerza alguna, viéndose empujado, pero incrédulo, mejor que se marchase, una persona menos que lo matase.
Quedando a solas, veía un poco de lo que fuera su prisión durante años, curioso, se veía igualmente olvidada, la suciedad era una fina cortina, dejando entrever las pisadas del mago y las propias, ahora era libre, podía ir a donde quisiera. –Libre para marcharme, ¿pero a dónde? – Se preguntaba, incluso su forma era reconocible, debía buscar como pasar desapercibido.
Escucho el grito del otro, casi de nuevo soltando una risa al verlo regresar con su metafórica cola entre las patas. - ¿Y si no quiero ayudarte? Prefiero que me des algo a cambio de mi ayuda. –Era un juego arriesgado pedir algo de un mago, bueno peores cosas habían pasado con él. -Podría irme y dejarte acá, lo cual me parece una excelente idea.
La magia en realidad ni era parte de esto ahora, tampoco por qué la puerta le impedía salir, solo sabía que se mantuvo dormido bajo un hechizo por un largo tiempo, el reino y su mundo ya no eran lo que antes, debía reaprender que paso, para saber qué decisión tomar al respecto. –Se nota bastante el poder, déjame decir que se siente tanto. –Expreso en el tono burlón que usaba cuando buscaba humillar a quienes consideraba completamente inferiores.
No me mires, yo no sé de esas cosas, tu eres el que supuestamente sabe todo de la magia, y acabo de despertar. –Por si eso no era obvio, en su reino jamás se había escuchado sobre un monarca poseyendo poderes mágicos. Luego de eso solo lo miraba buscando alguna solución, sentía algo de cansancio, pese a dormir mucho, su cuerpo carecía de la energía para moverse por largo tiempo, el estar recostado, no ayudo a las funciones motrices, ahora adormecidas, con ello.
Por eso en sus manos estaba probarle lo contrario, mirando con incredulidad como se abría ante ambos, el solo la toco, y por más que el otro dejara o usara cualquier clase de método mágico, esta no cedió. –Siento que lo hacías para parecer menos amenazante y luego matarme. –Ni sentía vergüenza de decirlo en su cara. Incluso encima de este cuando su mismo cuerpo lo hizo caer sin fuerza alguna, viéndose empujado, pero incrédulo, mejor que se marchase, una persona menos que lo matase.
Quedando a solas, veía un poco de lo que fuera su prisión durante años, curioso, se veía igualmente olvidada, la suciedad era una fina cortina, dejando entrever las pisadas del mago y las propias, ahora era libre, podía ir a donde quisiera. –Libre para marcharme, ¿pero a dónde? – Se preguntaba, incluso su forma era reconocible, debía buscar como pasar desapercibido.
Escucho el grito del otro, casi de nuevo soltando una risa al verlo regresar con su metafórica cola entre las patas. - ¿Y si no quiero ayudarte? Prefiero que me des algo a cambio de mi ayuda. –Era un juego arriesgado pedir algo de un mago, bueno peores cosas habían pasado con él. -Podría irme y dejarte acá, lo cual me parece una excelente idea.
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Alistair no tenía idea de qué estaba pasando y jamás en la vida se había sentido de esa manera. Nunca dudó de sí mismo, mucho menos de sus poderes. Era un Moroth, una raza de brujos terriblemente poderosos y capaces de hacer las más terribles cosas. Mismo él estaba ahí para poder robar un estúpido corazón. Pero todo parecía desmoronarse dentro suyo. ¿Qué estaba sucediendo?
Ladeó la cabeza cuando escuchó la burla del monarca, como si realmente fuera a causarle algún tipo de efecto. Pero lo cierto era que sus palabras no lo reconfortaban, pero tampoco le pasaban eludidas. Realmente algo le estaba pasando dentro suyo con su magia y no le gustaba nada. Mucho menos que el otro lo dijera tan tranquilo. —Calla si no quieres que una de esas rocas termine sobre tu cabeza. —Podía no tener magia por alguna razón, pero seguía teniendo una fuerza descomunal y eso se notaba a simple vista por sus músculos. No necesitaba magia para reventarle la cabeza contra el suelo si era necesario. Sólo no quería hacerlo.
Frunció el ceño. Realmente era insufrible y no le parecía nada extraño que hubiera otros que lo quisieran matar por el simple placer de hacerlo. —Sí que lo sé y por eso lo digo. Es extraño. —No sabía cuál era la solución. Quería irse, no podía mover la puerta, pero evidentemente su magia seguía fluyendo, sólo que había cosas que no podía hacer. —. Seguramente es un hechizo antiguo, incluso más que yo aunque eso fuera extraño. Lo más extraño aún es que tus captures lo hayan replicado o encontrado la torre con ese poder. —dijo sacudiendo la cabeza. Serían muchas casualidades juntas y a él no le gustaban las casualidades.
Cuando se movió la puerta gracias al monarca al tocarla y darle un simple y pequeño empujón, creció la teoría de que sólo podía ser movida por él. —Bah, no. Ya he intentado matarte pero no tuve éxito. —le explicó como si le explicara una receta de cocina. —. Es posible que sólo tú fueras capaz de abrir la puerta, porque tú eras el encerrado aquí. Pero tendría más sentido que sólo tú no fueras capaz de abrirla si no querían que escaparas. Aunque quizás tus captores eran algo estúpidos. —dijo con un gruñido mientras se movía para salir.
Pero tampoco tuvo éxito y soltó una maldición. ¿Cómo podía ser que su poder poderoso, el más poderoso de todos, no pudiera con un simple hechizo escondido? Pero ahí estaba, sin poder dar un paso más fuera de esa desquiciada torre. —La próxima vez mataré al monarca que necesite directamente en su trono. —dijo entre dientes antes de tener que pedirle ayuda, muy en contra de su voluntad, al otro.
Cuando le dijo aquello, se cruzó de hombros. No iba a llegar a un acuerdo con él no importa que lo que pidiera fuera lo más insignificante del mundo. No iba a hacer tratos con aquel monarca. —Deja. Paso. Ya veré como me las ingenio —dijo acercándose de nuevo y apoyándose contra la pared. —. Ya vete, no me molestes más. —Le hizo una seña con la mano para que se fuera de una vez y lo dejara en paz.
Ladeó la cabeza cuando escuchó la burla del monarca, como si realmente fuera a causarle algún tipo de efecto. Pero lo cierto era que sus palabras no lo reconfortaban, pero tampoco le pasaban eludidas. Realmente algo le estaba pasando dentro suyo con su magia y no le gustaba nada. Mucho menos que el otro lo dijera tan tranquilo. —Calla si no quieres que una de esas rocas termine sobre tu cabeza. —Podía no tener magia por alguna razón, pero seguía teniendo una fuerza descomunal y eso se notaba a simple vista por sus músculos. No necesitaba magia para reventarle la cabeza contra el suelo si era necesario. Sólo no quería hacerlo.
Frunció el ceño. Realmente era insufrible y no le parecía nada extraño que hubiera otros que lo quisieran matar por el simple placer de hacerlo. —Sí que lo sé y por eso lo digo. Es extraño. —No sabía cuál era la solución. Quería irse, no podía mover la puerta, pero evidentemente su magia seguía fluyendo, sólo que había cosas que no podía hacer. —. Seguramente es un hechizo antiguo, incluso más que yo aunque eso fuera extraño. Lo más extraño aún es que tus captures lo hayan replicado o encontrado la torre con ese poder. —dijo sacudiendo la cabeza. Serían muchas casualidades juntas y a él no le gustaban las casualidades.
Cuando se movió la puerta gracias al monarca al tocarla y darle un simple y pequeño empujón, creció la teoría de que sólo podía ser movida por él. —Bah, no. Ya he intentado matarte pero no tuve éxito. —le explicó como si le explicara una receta de cocina. —. Es posible que sólo tú fueras capaz de abrir la puerta, porque tú eras el encerrado aquí. Pero tendría más sentido que sólo tú no fueras capaz de abrirla si no querían que escaparas. Aunque quizás tus captores eran algo estúpidos. —dijo con un gruñido mientras se movía para salir.
Pero tampoco tuvo éxito y soltó una maldición. ¿Cómo podía ser que su poder poderoso, el más poderoso de todos, no pudiera con un simple hechizo escondido? Pero ahí estaba, sin poder dar un paso más fuera de esa desquiciada torre. —La próxima vez mataré al monarca que necesite directamente en su trono. —dijo entre dientes antes de tener que pedirle ayuda, muy en contra de su voluntad, al otro.
Cuando le dijo aquello, se cruzó de hombros. No iba a llegar a un acuerdo con él no importa que lo que pidiera fuera lo más insignificante del mundo. No iba a hacer tratos con aquel monarca. —Deja. Paso. Ya veré como me las ingenio —dijo acercándose de nuevo y apoyándose contra la pared. —. Ya vete, no me molestes más. —Le hizo una seña con la mano para que se fuera de una vez y lo dejara en paz.
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