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A Change in the Weather
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Realista
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"¿Qué no lo viste en las noticias? Es un escándalo, todo el mundo habla de eso, el club no ha parado de sacar comunicados. El traspaso millonario se cayó a pedazos cuando se supo que tenía una hija no reconocida. ¡No sabía nada de la niña hasta ahora! Es una vergüenza, debería pensar en el retiro".
La carrera de Santi iba en ascenso: era el delantero estrella, el jugador más valioso de toda la plantilla del Arsenal y era muy querido en el club londinense. Pretendido por los clubes más prestigiosos de Europa, Santi estaba a punto de hacer historia con un traspaso de muchos millones de libras.
Sin embargo, aquel traspaso que pretendía borrar de un plumazo el vacío que dejó la muerte de su padre, se cayó a pedazos cuando las noticias lo pusieron en el ojo del huracán. Intempestivamente, una mujer tocó a su puerta para decirle que habían tenido una hija. La noticia sacudió no sólo a Santi sino a todo el club londinense, así como a la prensa rosa.
Santi ahora tenía su vida hecha completamente pedazos, una vida cuyos planes inmediatos se fueron a la basura. Unos días antes del inicio de la nueva temporada deportiva, tenía que encontrar la manera de reconstruir su vida con los trozos que le quedaban. Compaginar su calendario futbolístico en un club que estaba preparado para decirle adiós, junto con su nueva tarea de ser padre soltero no podía ser tan difícil. Muchos otros de sus colegas lograban compaginar la apretada vida de un deportista con tener una familia. Eso se repetía todos los días cuando se miraba al espejo, pero el hechizo no parecía estar funcionando.
"¿No lo sabes? Es un secreto a voces, el viejo Alfred se está muriendo y dicen las malas lenguas que sus hijos ya se están relamiendo para repartirse los bienes. Con tanto revuelo familiar, debería ya soltar el fútbol, el club no merece drama innecesario. Además, no es que necesite el trabajo".
Neil Carter siempre lo tuvo todo: encanto innato, talento deportivo y el peso de un respetable legado familiar. Pudo escoger cualquier cosa para su futuro, pero decidió romper la tradición familiar y decirle a su padre que quería probar suerte en el fútbol. Esa decisión supuso el inicio de una tensa y larga relación con su padre, quien esperaba que siguiera el legado de sus negocios.
Luego de una participación prácticamente perfecta en una Copa del Mundo, Neil regresó a casa para encajar la noticia de que el cáncer de su abuelo, la cabeza de la familia, estaba avanzando a pasos agigantados. Neil no quería oír hablar al respecto, sobre todo porque sabía lo que representaba la posible lucha de poderes que sucederá después de la muerte de su querido abuelo.
La inminente hecatombe familiar amenazaba la frágil tranquilidad de Neil, que llevaba mucho tiempo pendiendo de un hilo. Porque Neil, desde hacía años, llevaba sonriendo en alto frente a las cámaras, aparentando ser alguien que no era. Cada día, cuando se miraba al espejo, Neil se recordaba que sólo estaba interpretando un papel que cada vez le disgustaba más y más.
"Yo creo que esta temporada del club va a ser un completo desastre".
A pocas semanas del inicio de la nueva temporada de fútbol, Santi y Neil estaban al borde del abismo, sin poder prever que sus vidas cambiarían para siempre.
La carrera de Santi iba en ascenso: era el delantero estrella, el jugador más valioso de toda la plantilla del Arsenal y era muy querido en el club londinense. Pretendido por los clubes más prestigiosos de Europa, Santi estaba a punto de hacer historia con un traspaso de muchos millones de libras.
Sin embargo, aquel traspaso que pretendía borrar de un plumazo el vacío que dejó la muerte de su padre, se cayó a pedazos cuando las noticias lo pusieron en el ojo del huracán. Intempestivamente, una mujer tocó a su puerta para decirle que habían tenido una hija. La noticia sacudió no sólo a Santi sino a todo el club londinense, así como a la prensa rosa.
Santi ahora tenía su vida hecha completamente pedazos, una vida cuyos planes inmediatos se fueron a la basura. Unos días antes del inicio de la nueva temporada deportiva, tenía que encontrar la manera de reconstruir su vida con los trozos que le quedaban. Compaginar su calendario futbolístico en un club que estaba preparado para decirle adiós, junto con su nueva tarea de ser padre soltero no podía ser tan difícil. Muchos otros de sus colegas lograban compaginar la apretada vida de un deportista con tener una familia. Eso se repetía todos los días cuando se miraba al espejo, pero el hechizo no parecía estar funcionando.
"¿No lo sabes? Es un secreto a voces, el viejo Alfred se está muriendo y dicen las malas lenguas que sus hijos ya se están relamiendo para repartirse los bienes. Con tanto revuelo familiar, debería ya soltar el fútbol, el club no merece drama innecesario. Además, no es que necesite el trabajo".
Neil Carter siempre lo tuvo todo: encanto innato, talento deportivo y el peso de un respetable legado familiar. Pudo escoger cualquier cosa para su futuro, pero decidió romper la tradición familiar y decirle a su padre que quería probar suerte en el fútbol. Esa decisión supuso el inicio de una tensa y larga relación con su padre, quien esperaba que siguiera el legado de sus negocios.
Luego de una participación prácticamente perfecta en una Copa del Mundo, Neil regresó a casa para encajar la noticia de que el cáncer de su abuelo, la cabeza de la familia, estaba avanzando a pasos agigantados. Neil no quería oír hablar al respecto, sobre todo porque sabía lo que representaba la posible lucha de poderes que sucederá después de la muerte de su querido abuelo.
La inminente hecatombe familiar amenazaba la frágil tranquilidad de Neil, que llevaba mucho tiempo pendiendo de un hilo. Porque Neil, desde hacía años, llevaba sonriendo en alto frente a las cámaras, aparentando ser alguien que no era. Cada día, cuando se miraba al espejo, Neil se recordaba que sólo estaba interpretando un papel que cada vez le disgustaba más y más.
"Yo creo que esta temporada del club va a ser un completo desastre".
A pocas semanas del inicio de la nueva temporada de fútbol, Santi y Neil estaban al borde del abismo, sin poder prever que sus vidas cambiarían para siempre.
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Santi Gutierrez
Delantero — AFC — Taylor Z. Perez — Minerva
Neil Carter
Portero — AFC — Nicholas Galitzine — Juno
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
En realidad, Neil ya no tenía más nada que hacer en ese hospital. Tan sólo se había quedado allí en el sofá, llorando como un niño, porque el dolor le había sobrepasado. Sin embargo, ahora se sentía en la obligación de quedarse allí, porque no podía rechazar la invitación de la pequeña Marian.
Sobre todo cuando la niña se giró hacia él, con una sonrisa cargada de ilusión.
—¿Me esperas, Neil? Voy a ver a mamá y ya vuelvo, para que comamos helado —tenía una sonrisa francamente preciosa. Neil no sabía si era su propia locura o si tan sólo estaba particularmente sensible, pero en ese gesto le parecía que estaba calcada a Santi. Sin darse cuenta, estaba asintiendo, mientras se acomodaba mejor en el sofá.
—No te preocupes, Marian. Los esperaré, quiero disfrutar de ese helado —anunció mientras le hacía un suave gesto de despedida con la mano.
Cuando la vio alejarse, suspiró hondo, reclinándose en el sofá mientras se preguntaba qué demonios estaba haciendo. Santi y él eran amigos, se habían llevado bien desde su época en la filial, pero hasta ahora había conseguido mantener su cordura al quedarse a una distancia prudente. No tan lejos como para enfriar su amistad, pero no lo bastante cerca para que Santi siquiera sospechaba qué escondían los latidos de su corazón.
Basándose en esa estrategia, no podía simplemente ir a comer helado con Santi y su hija. Neil resopló, enfadado consigo mismo, llevándose ambas manos al rostro, frotándose las mejillas, sin saber cómo era que siempre acababa lastimándose a sí mismo.
Cuando escuchó las pisadas de regreso, ladeó el rostro en dirección a Santi. Venía solo, por supuesto, porque le había prometido a su hija darle un momento a solas con su madre enferma. Neil lo miró y, de pronto, recordó bien la primera vez que lo había visto. Santi hablaba un inglés muy fluido incluso en ese entonces, pero recordaba su cara sorprendida al escucharlo a él hablar en un español que, en esa época, era un poco mejor que ahora.
—Lo siento, no pude decirle que no a Marian. Me parecía que estaba muy emocionada por ese helado —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero si piensa que incomodaré o algo por el estilo, le podemos inventar una excusa.
Neil no sabía si lo estaba diciendo de verdad para no incomodar, o porque en realidad se estaba protegiendo a sí mismo.
Cuando se trataba de Santi, todo siempre era complicado.
Sobre todo cuando la niña se giró hacia él, con una sonrisa cargada de ilusión.
—¿Me esperas, Neil? Voy a ver a mamá y ya vuelvo, para que comamos helado —tenía una sonrisa francamente preciosa. Neil no sabía si era su propia locura o si tan sólo estaba particularmente sensible, pero en ese gesto le parecía que estaba calcada a Santi. Sin darse cuenta, estaba asintiendo, mientras se acomodaba mejor en el sofá.
—No te preocupes, Marian. Los esperaré, quiero disfrutar de ese helado —anunció mientras le hacía un suave gesto de despedida con la mano.
Cuando la vio alejarse, suspiró hondo, reclinándose en el sofá mientras se preguntaba qué demonios estaba haciendo. Santi y él eran amigos, se habían llevado bien desde su época en la filial, pero hasta ahora había conseguido mantener su cordura al quedarse a una distancia prudente. No tan lejos como para enfriar su amistad, pero no lo bastante cerca para que Santi siquiera sospechaba qué escondían los latidos de su corazón.
Basándose en esa estrategia, no podía simplemente ir a comer helado con Santi y su hija. Neil resopló, enfadado consigo mismo, llevándose ambas manos al rostro, frotándose las mejillas, sin saber cómo era que siempre acababa lastimándose a sí mismo.
Cuando escuchó las pisadas de regreso, ladeó el rostro en dirección a Santi. Venía solo, por supuesto, porque le había prometido a su hija darle un momento a solas con su madre enferma. Neil lo miró y, de pronto, recordó bien la primera vez que lo había visto. Santi hablaba un inglés muy fluido incluso en ese entonces, pero recordaba su cara sorprendida al escucharlo a él hablar en un español que, en esa época, era un poco mejor que ahora.
—Lo siento, no pude decirle que no a Marian. Me parecía que estaba muy emocionada por ese helado —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero si piensa que incomodaré o algo por el estilo, le podemos inventar una excusa.
Neil no sabía si lo estaba diciendo de verdad para no incomodar, o porque en realidad se estaba protegiendo a sí mismo.
Cuando se trataba de Santi, todo siempre era complicado.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Santi
Ava le sonrió dulcemente a Marian cuando llegó con ella a la habitación. Santi le dijo que esperaría afuera, y escuchó a Marian empezar a contarle a su madre sobre Neil cuando él se alejaba.
Cuando regresó su amigo seguía ahí, pero lo sorprendieron sus palabras.
—Claro que no incomodarás, Neil. Estaremos encantados de que vengas con nosotros. —replicó con sinceridad. —Pero si aceptaste solo por compromiso y tienes otras cosas que hacer, no te preocupes, le daré alguna excusa a Marian.
Se sentó a su lado y le sonrió.
—Pero pensé que podría hacerte compañía y podríamos hablar un rato mientras esperamos. No pinto nada ahí adentro con ellas dos.
Era extraño, porque algunas personas pensaban que eran una familia, pero él realmente no tenía mayor relación con Ava y era un extraño en medio de la relación entre ellas.
Desvió la mirada, pensando que si Neil querría irse, lo haría. Era un tipo seguro que siempre sabía qué hacer.
—Al menos ya conociste a mi hija. Darien va a estar celoso cuando se entere. Es increíble lo cómoda que estaba contigo, me alegró que te invitara a acompañarnos. Le entusiasma muchísimo el helado. Y bueno, ya quedaron en evidencia mis habilidades parentales: el helado la entusiasma tanto que nuestra relación se basa en prometerle helados de día y tomar chocolate juntos en la noche. Los preparadores físicos van a estar extasiados. —comentó.
Era muy difícil intentar negociar con Marian. La niña no lo reconocía realmente como una autoridad, solo era el que la llevaba a ver a su madre y se estaba encargando de ella. Le decía papá, pero no estaba seguro de qué implicaba esa palabra para ella.
Así que le prometía helado para animarla o para sobornarla de hacer algo. Y en la noche, cuando estaba triste y no podía dormir, le ofrecía tomar chocolate caliente con él y ver algo en televisión.
Tenía su dieta y su horario de sueño destrozado por primera vez en la vida.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil se dio cuenta de que estaba más sensible de la cuenta cuando escuchó a Santi decirle abiertamente que estaría encantado de que lo acompañara junto a Marian. Normalmente, cuando él y Darien lo dejaban atrás porque iban a discotecas a divertirse, Neil nunca se quejaba porque sabía que el plan tácito era ir a conquistar mujeres. Ninguno lo tomaba en cuenta porque asumían que a él no le interesaban esas salidas porque estaba muy ocupado siendo fiel a Ronnie. Nunca les había aclarado que Ronnie en realidad sólo era su mejor amiga, le parecía que así era más fácil.
Neil fingía, todo el tiempo, pero ahora miraba a Santi y empezaba a preguntarse si se merecía un segundo de paz. Comer helado, como Marian bien le había dicho, siempre hacía bien a la gente.
—Comer helado siempre es buena idea, sobre todo si es entre amigos —Neil no sabía si Santi recordaba en detalle todo lo que había pasado ese día en el London Eye. Había pasado tanto tiempo de aquello, pero él recordaba que cuando pararon en la heladería, insistió en pagar. Santi le había preguntado por qué era tan buena gente.
Escuchó a Santi con atención hablar de Marian. Aunque se le notaba nervioso, era obvio que estaba emocionado al hablar de ella. ¿Quién no lo estaría? Era una niña maravillosa y Neil sólo llevaba unos minutos de conocerla.
—Se me dan bien los niños. Se me dan mejor que a Darien y estoy dispuesto a defender mi caso ante la corte —comentó con una sonrisa, muy seguro de lo que estaba diciendo—. Santi no te juzgues tan duramente, hace tan sólo unos meses no tenías necesidad de habilidades parentales. ¿Sabes? Marian está pequeña, será mucho más el tiempo que pase siendo tu hija, que el tiempo que no supo que lo era. No estás comprando su amor con helado, estás tratando de hacer que esté feliz, mientras prueban todos los sabores que hay en Amorino.
Neil, sintiéndose especialmente valiente, le dio una palmada amistosa a Santi en el hombro. Fuera de los partidos y los entrenamientos, Neil nunca lo tocaba. Procuraba no hacerlo a consciencia pues, tenía la sensación de que, si lo hacía, Santi lo sabría. Lo miraría a los ojos y sabría que estaba irremediablemente enamorado de él.
Que se quedó sin aliento a los dieciocho años cuando lo vio volver de Turquía y se había quedado ahí, atascado en el tiempo.
Neil fingía, todo el tiempo, pero ahora miraba a Santi y empezaba a preguntarse si se merecía un segundo de paz. Comer helado, como Marian bien le había dicho, siempre hacía bien a la gente.
—Comer helado siempre es buena idea, sobre todo si es entre amigos —Neil no sabía si Santi recordaba en detalle todo lo que había pasado ese día en el London Eye. Había pasado tanto tiempo de aquello, pero él recordaba que cuando pararon en la heladería, insistió en pagar. Santi le había preguntado por qué era tan buena gente.
Escuchó a Santi con atención hablar de Marian. Aunque se le notaba nervioso, era obvio que estaba emocionado al hablar de ella. ¿Quién no lo estaría? Era una niña maravillosa y Neil sólo llevaba unos minutos de conocerla.
—Se me dan bien los niños. Se me dan mejor que a Darien y estoy dispuesto a defender mi caso ante la corte —comentó con una sonrisa, muy seguro de lo que estaba diciendo—. Santi no te juzgues tan duramente, hace tan sólo unos meses no tenías necesidad de habilidades parentales. ¿Sabes? Marian está pequeña, será mucho más el tiempo que pase siendo tu hija, que el tiempo que no supo que lo era. No estás comprando su amor con helado, estás tratando de hacer que esté feliz, mientras prueban todos los sabores que hay en Amorino.
Neil, sintiéndose especialmente valiente, le dio una palmada amistosa a Santi en el hombro. Fuera de los partidos y los entrenamientos, Neil nunca lo tocaba. Procuraba no hacerlo a consciencia pues, tenía la sensación de que, si lo hacía, Santi lo sabría. Lo miraría a los ojos y sabría que estaba irremediablemente enamorado de él.
Que se quedó sin aliento a los dieciocho años cuando lo vio volver de Turquía y se había quedado ahí, atascado en el tiempo.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Santi
Por suerte parecía que Neil ya no estaba pensando en marcharse. Quizá sí le vendría bien hablar con él. Era bueno comer helados entre amigos.
—Cuando estábamos pequeños, comíamos helados sin culpa. ¿Recuerdas el que me invitaste después de que subimos al London Eye? Le poníamos hasta chispitas.
Sonrió al recordarlo. Neil siempre había sido muy bueno con él. Era su turno de devolverle el favor.
Le motivaba escuchar que Neil confiaba en sus habiliaddes como padre, pero no sabía qué había hecho que justificara tanta confianza. Nadie en su sano juicio le habría dejado a cargo de una niña antes.
Ahora, como Félix le había dicho, también había gente realmente terrible criando niños por ahí, y él en definitiva haría lo posible por no ser tan malo.
—Se nota que tienes experiencia con niños. —añadió. —Si puedo aprender al menos una cosa de ti, será de gran ayuda.
Marian estaba tan encantada con Neil que no creía que pudiera tener un efecto similar en ella. Neil tenía encanto.
Lo miró de reojo cuando lo sintió tocar su hombro y le sonrió.
—¿Se puede comprar el amor con helado? Sería más fácil —añadió. —Aunque ahora tendré que conseguirle helado a Copito. ¿Cómo se te ocurrió eso?
Un helado de zanahoria... estaba seguro de que Marian no iba a olvidarlo.
—Supongo que es el efecto de Copito. Nadie puede resistirse —suspiró.
Era muy difícil para él seguirle el juego a la niña con la importancia de Copito, pero se temía que si un día perdían ese conejito, Marian iba a volverlo loco.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil parpadeó sorprendido cuando Santi sí que mencionó al London Eye. En ese entonces, Santi acababa de llegar a Inglaterra y apenas se estaba adaptando. Neil no tuvo problemas en mostrarle la ciudad, incluso a pesar que sus compañeros parecían estar empeñados en meterse con él las primeras semanas, como especie de rito de iniciación.
También recordaba el helado y las chispitas, Neil se asustó en su momento de que Santi pensara que estaba siendo demasiado infantil. Pronunció la sonrisa al evocar esas memorias, cuando la vida parecía un poco más simple.
—Podemos enseñarle a Marian a ponerle chispitas de colores, seguro que le encanta —comentó, mientras recordaba la emoción de la niña cuando mencionara el helado—. Supongo que no he perdido la práctica cuando mis hermanos estaban pequeños. Bruce sobre todo, nos llevamos muchos años, así que tuve que aprender sobre la marcha. Verás que con Marian será lo mismo.
Aunque sabía que era normal para Santi estar nervioso, Neil tenía confianza en él. Tenía la sensación de que Santi solía juzgarse muy duramente. Neil era un experto en esas cosas, pues él hacía exactamente lo mismo: era su peor juez.
—Te prometo buscar qué heladería de Londres tiene ese sabor de helado. ¡Alguna tiene que haber! Recuerdo que hace como un año Ronnie fue a una heladería donde había sabores muy excéntricos, le preguntaré… —recordó de pronto, su amiga le encantaban las cosas dulces y recordaba perfectamente cuando le mandó fotos sobre el enorme catálogo de sabores que había encontrado—. Pero Santi, de verdad que no tienes que comprar su amor. Esas cosas se ganan con la convivencia diaria, sólo tienes que ser tú mismo con ella. El día que menos te lo esperes tendrás a Marian mirándote con adoración, te lo prometo.
Neil odiaba hacer promesas vacías, pero ésta no se sentía como una. Santi era una persona maravillosa, para Neil seguía siendo exactamente la misma persona que conoció a los dieciséis. Estaba seguro de que a Marian no le sería problema darse cuenta.
También recordaba el helado y las chispitas, Neil se asustó en su momento de que Santi pensara que estaba siendo demasiado infantil. Pronunció la sonrisa al evocar esas memorias, cuando la vida parecía un poco más simple.
—Podemos enseñarle a Marian a ponerle chispitas de colores, seguro que le encanta —comentó, mientras recordaba la emoción de la niña cuando mencionara el helado—. Supongo que no he perdido la práctica cuando mis hermanos estaban pequeños. Bruce sobre todo, nos llevamos muchos años, así que tuve que aprender sobre la marcha. Verás que con Marian será lo mismo.
Aunque sabía que era normal para Santi estar nervioso, Neil tenía confianza en él. Tenía la sensación de que Santi solía juzgarse muy duramente. Neil era un experto en esas cosas, pues él hacía exactamente lo mismo: era su peor juez.
—Te prometo buscar qué heladería de Londres tiene ese sabor de helado. ¡Alguna tiene que haber! Recuerdo que hace como un año Ronnie fue a una heladería donde había sabores muy excéntricos, le preguntaré… —recordó de pronto, su amiga le encantaban las cosas dulces y recordaba perfectamente cuando le mandó fotos sobre el enorme catálogo de sabores que había encontrado—. Pero Santi, de verdad que no tienes que comprar su amor. Esas cosas se ganan con la convivencia diaria, sólo tienes que ser tú mismo con ella. El día que menos te lo esperes tendrás a Marian mirándote con adoración, te lo prometo.
Neil odiaba hacer promesas vacías, pero ésta no se sentía como una. Santi era una persona maravillosa, para Neil seguía siendo exactamente la misma persona que conoció a los dieciséis. Estaba seguro de que a Marian no le sería problema darse cuenta.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Santi
Sonrió al pensar en que le iban a enseñar a su hija a poner chispitas en el helado. Su dieta estaba arruinada.
Las palabras de Neil lo llenaron de nostalgia. Cuando eran jovencitos, antes de subir al primer equipo, las palabras de Neil siempre lo animaron a pensar que podía lograr las cosas que se proponía. Fue el único amigo que tuvo entre las divisiones menores, donde era un extranjero talentoso.
Ahora parecía tan seguro de que su hija lo querría al conocerlo...
—Me gustaría entender por qué estás tan seguro de eso.
Él no lo tenía tan claro, aunque tampoco sabía por qué. La mayor cantidad de cosas que se había propuesto las había logrado, pero de esto... realmente dudaba de esto.
—Si encuentras ese helado estaré en deuda contigo —señaló. —Es bueno que cuentes con Ronnie siempre. Es una relación de toda la vida, ¿no?
En cierta forma le parecía adorable que Neil siguiera saliendo con su amiga de toda la vida. Le extrañaba que no se hubieran casado, tenía muchos compañeros casados y era algo que a los entrenadores les gustaba: que tuvieran la estabilidad de una vida en familia. Redmayne odiaba los escándalos.
Por un momento pensó si preguntarle a Neil si no pensaban tener hijos, dado que se le daban tan bien los niños, pero la verdad era una impertinencia preguntárselo, así que mejor se guardó la duda para sí.
—¿Quieres hablar de lo de tu abuelo? —preguntó, con aire dudoso. Nunca sabía si estaba bien o mal sacar temas incómodos a colación y había abandonado uno para caer en otro. Pero se suponía que estaba intentando animar a su amigo.
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II. A drop in the ocean
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9:20HRS
Neil
El problema de tener estas conversaciones con Santi significaba que, tarde o temprano, Neil caería en preguntas que no podía responder con sinceridad. A veces tenía miedo de que el amor se le notara en la cara, o que dijera una frase fuera de lugar que lo obligara a confesar todo aquello que pasaba por su cabeza. Sin embargo, después Santi hablaba de Ronnie como si fuera su novia de toda la vida y se daba cuenta de que no tenía nada de qué preocuparse.
Santi también se tragaba su puesta en escena bastante bien, como todos los demás.
—Ronnie es maravillosa… —dijo, con una sonrisa cargada de culpas y nostalgias. Neil amaba a Santi, pero sabía bien que no era correspondido. Además, mientras fuera futbolista no podía darse el lujo de confesarle su orientación sexual al mundo. Así eran las cosas, pero no todos los días la carga pesaba igual—. La verdad es que creo que sin ella ya me habría vuelto loco hace mucho, no sé cómo no se ha hartado de mí.
Sus familias se conocían de toda la vida, así que eran amigos desde antes que aprendieran a caminar. Ronnie, hasta el momento, siempre lo acompañaba a los eventos. Ella tampoco tenía una pareja estable, de hecho, le gustaba pregonar su mala suerte en el amor, así que no tenía problemas en cubrirlo.
—Lo del abuelo es… —Neil suspiró, sintiéndose desinflado de nuevo. Se hundió un poco más en el sofá y se frotó el rostro, sintiéndose de pronto inquieto e incómodo. Siempre había sabido que su familia era complicada, pero nunca lo tuvo tan claro como en este momento—. Es muy complejo. Ya sé que voy a sonar como un pobre niño rico, pero hay mucho en juego más que su enfermedad. Tengo miedo, Santi. Sé que te va a parecer ridículo, pero tengo miedo de qué va a pasar después de la muerte del abuelo. Suena terrible, ¿cierto? Soy un pésimo nieto, debería sólo importarme que no sufra al momento de morir, pero me angustia pensar qué va a pasar con las empresas o con la familia después.
Neil se asustó al terminar, sin saber por qué había dicho todo eso. No podía creer que le había dicho todo eso precisamente a Santi. Pero, por un instante, fue como sentirse libre y ligero. Cuando miró a Santi a los ojos, se sintió avergonzado, no le gustaba mostrarse vulnerable ante la gente, pero sobre todo no le gustaba ventilar sus problemas familiares. Había aprendido a ser una tumba desde el divorcio de sus padres, pero Santi no era cualquier persona.
Santi también se tragaba su puesta en escena bastante bien, como todos los demás.
—Ronnie es maravillosa… —dijo, con una sonrisa cargada de culpas y nostalgias. Neil amaba a Santi, pero sabía bien que no era correspondido. Además, mientras fuera futbolista no podía darse el lujo de confesarle su orientación sexual al mundo. Así eran las cosas, pero no todos los días la carga pesaba igual—. La verdad es que creo que sin ella ya me habría vuelto loco hace mucho, no sé cómo no se ha hartado de mí.
Sus familias se conocían de toda la vida, así que eran amigos desde antes que aprendieran a caminar. Ronnie, hasta el momento, siempre lo acompañaba a los eventos. Ella tampoco tenía una pareja estable, de hecho, le gustaba pregonar su mala suerte en el amor, así que no tenía problemas en cubrirlo.
—Lo del abuelo es… —Neil suspiró, sintiéndose desinflado de nuevo. Se hundió un poco más en el sofá y se frotó el rostro, sintiéndose de pronto inquieto e incómodo. Siempre había sabido que su familia era complicada, pero nunca lo tuvo tan claro como en este momento—. Es muy complejo. Ya sé que voy a sonar como un pobre niño rico, pero hay mucho en juego más que su enfermedad. Tengo miedo, Santi. Sé que te va a parecer ridículo, pero tengo miedo de qué va a pasar después de la muerte del abuelo. Suena terrible, ¿cierto? Soy un pésimo nieto, debería sólo importarme que no sufra al momento de morir, pero me angustia pensar qué va a pasar con las empresas o con la familia después.
Neil se asustó al terminar, sin saber por qué había dicho todo eso. No podía creer que le había dicho todo eso precisamente a Santi. Pero, por un instante, fue como sentirse libre y ligero. Cuando miró a Santi a los ojos, se sintió avergonzado, no le gustaba mostrarse vulnerable ante la gente, pero sobre todo no le gustaba ventilar sus problemas familiares. Había aprendido a ser una tumba desde el divorcio de sus padres, pero Santi no era cualquier persona.
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II. A drop in the ocean
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9:20HRS
Santi
Santi nunca hab+ia entendido el amor de pareja, si era realista. En sus padres le parecía maravilloso, pero en la mayoría de las parejas le parecía que las hacía comportarse de manera ilógica la mayor parte del tiempo. Sin embargo, sabía lo importante que era para la gente, y le parecía que Neil tenía mucha suerte de haberlo encontrado en su mejor amiga de toda la vida.
Tal vez no parecían una pareja apasionada, pero Santi creía que tal vez ese era el punto: tal vez una pareja para toda la vida era algo más tranquilo, menos intenso.
Santi, por su parte, era un hombre que disfrutaba mucho el sexo, pero no sabía asumir compromisos a largo plazo ni relaciones. Nunca había tenido una relación romántica y sus parejas sexuales eran fugaces, porque no sabía lidiar con las relaciones a largo plazo.
Tal vez por lo mismo nunca se visualizó con hijos.
Igual tuvo que cortar aquella línea de pensamiento porque Neil tenía otras cosas más apremiantes de las que hablar. Santi lamentó escuchar por dónde iban sus preocupaciones. La familia de Santi nunca había tenido ese tipo de problemas, cuando Pedro murió solo tenía a Mariana y a él, y Santi le había dicho que le dejara todo a su madre porque él tenía su propia fortuna.
Pero Neil... siempre había oído que entre los ricos los problemas de dinero eran los peores. Que por eso eran ricos. Pero sabía que Neil no era un ambicioso que fuera a pelearse con toda la familia por dinero porque sí.
—Ay, Neil... —suspió y le puso la mano en el hombro de nuevo, porque no sabía qué decir. —Estoy seguro de que ya estás haciendo todo lo posible por tu abuelo. Normal que te preocupes por el futuro también. Eres tú quien lo va a tener que enfrentar.
Nunca sabía qué decir sobre temas sensibles y delicados, pero Neil no lo había mirado mal por lo que había dicho, así que frunció el ceño, pensando qué más podía añadir.
—No tienes control sobre la mayoría de tu familia, pero supongo que puedes hablar con tus hermanos, que es la familia que siempre has tenido contigo, Esos son los que importan más, ¿no? Y a los que tengan que hacerles frente, lo harás. —dijo finalmente.
No sabía si eso era algún consuelo o era peor.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil pronunció la sonrisa cuando escuchó a Santi, porque esto le hizo recordar que quizás su amistad no estaba ni rota o mancillada como él había pensado. En las últimas semanas previas al Mundial, antes de que dejaran de verse a diario, cuando lo único que ocupaba las noticias era el supuesto traspaso millonario que iba a hacer el equipo al vender a Santi, Neil no estaba seguro de cómo hablar con él.
Ahora parecía que había pasado una vida desde ese entonces. Santi estaba en una posición completamente diferente, ya no iba a irse a España y estaba tratando de criar a una pequeña niña, además de cuidando de Ava, quien requería de mucha atención y cuidados hospitalarios. Aunque la prensa había tergiversado la situación, para hablar mal de él, Neil lo único que veía era el corazón noble de la persona que amaba.
—Supongo que tienes algo de razón, pero no puedo evitar sentirme un poco culpable, porque es como si me olvidara del momento presente —comentó Neil, mientras se frotaba las manos, en un esfuerzo por disminuir su nerviosismo—. Es que conozco a mi padre, Santi. Yo era un adolescente en ese entonces, pero sé muy bien lo que hizo en el divorcio. Estoy seguro que usó todas sus influencias para tener nuestra custodia, y eso sólo era un juego de poder, no es como que haya peleado por nosotros porque nos amaba. No me quiero imaginar lo que será revisar el testamento del abuelo.
Neil volvió a sentirse derrotado, a llenarse de angustia cuando pensó en ello. Cuando él y Santi se habían conocido, el matrimonio de los Carter acababa de disolverse. En algún momento de su adolescencia, antes de cumplir los dieciocho, Neil meditó si irse a Francia, a vivir con su madre. Pero no hubiera podido dejar atrás a Regina y Bruce, que eran mucho más pequeños.
—Regina y Bruce lo son todo para mí —comentó con nostalgia. Los dos ya no lo necesitaban realmente, Bruce acababa de cumplir la mayoría de edad, pero Neil no podía evitar seguir preocupándose por los dos—. La última vez que hablamos de la enfermedad del abuelo, Bruce no dejó de llorar, siempre fue el nieto consentido, es bastante apegado a él. Está de acuerdo conmigo en que el abuelo regrese a casa a recibir tratamiento. Pero pues, a fin de cuentas, es papá quien tiene la última palabra. Sé que vino al hospital hace unos días, pero por suerte el abuelo estaba sedado, no quisiera… de verdad no quisiera un enfrentamiento ahora, sería horrible.
Neil volvió a sentirse miserable. Miró a Santi con expresión avergonzada, no tenía por qué escuchar todo aquello.
Ahora parecía que había pasado una vida desde ese entonces. Santi estaba en una posición completamente diferente, ya no iba a irse a España y estaba tratando de criar a una pequeña niña, además de cuidando de Ava, quien requería de mucha atención y cuidados hospitalarios. Aunque la prensa había tergiversado la situación, para hablar mal de él, Neil lo único que veía era el corazón noble de la persona que amaba.
—Supongo que tienes algo de razón, pero no puedo evitar sentirme un poco culpable, porque es como si me olvidara del momento presente —comentó Neil, mientras se frotaba las manos, en un esfuerzo por disminuir su nerviosismo—. Es que conozco a mi padre, Santi. Yo era un adolescente en ese entonces, pero sé muy bien lo que hizo en el divorcio. Estoy seguro que usó todas sus influencias para tener nuestra custodia, y eso sólo era un juego de poder, no es como que haya peleado por nosotros porque nos amaba. No me quiero imaginar lo que será revisar el testamento del abuelo.
Neil volvió a sentirse derrotado, a llenarse de angustia cuando pensó en ello. Cuando él y Santi se habían conocido, el matrimonio de los Carter acababa de disolverse. En algún momento de su adolescencia, antes de cumplir los dieciocho, Neil meditó si irse a Francia, a vivir con su madre. Pero no hubiera podido dejar atrás a Regina y Bruce, que eran mucho más pequeños.
—Regina y Bruce lo son todo para mí —comentó con nostalgia. Los dos ya no lo necesitaban realmente, Bruce acababa de cumplir la mayoría de edad, pero Neil no podía evitar seguir preocupándose por los dos—. La última vez que hablamos de la enfermedad del abuelo, Bruce no dejó de llorar, siempre fue el nieto consentido, es bastante apegado a él. Está de acuerdo conmigo en que el abuelo regrese a casa a recibir tratamiento. Pero pues, a fin de cuentas, es papá quien tiene la última palabra. Sé que vino al hospital hace unos días, pero por suerte el abuelo estaba sedado, no quisiera… de verdad no quisiera un enfrentamiento ahora, sería horrible.
Neil volvió a sentirse miserable. Miró a Santi con expresión avergonzada, no tenía por qué escuchar todo aquello.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Santi
Santi apretó fuertemente los labios. George Carter era una mala persona, no podía evitar pensar eso. Pero no podía decirle eso a Neil. No así.
—Si tu padre no sabe respetar los deseos de tu abuelo ni el dolor de ustedes.... —se detuvo, dejando la oración en el aire un momento. —Será algo para que pese en la conciencia de él, no en la tuya. Tú haz lo mejor qu epuedas por tus hermanos y tú, y tu abuelo. Ese será tu consuelo.
No sabía si realmente era un consuelo, pero para él lo había sido todo lo que había podido hacer por su padre. Esperaba que para Neil fuera igual.
—Entiendo que quieras ahorrarle a tu abuelo el enfrentamiento pero... bueno, es su hijo. No creo que lo sorprenda demasiado, debe conocerlo —añadió.
Se preguntó entonces qué pasaría en su vejez. ¿Iba Marian, como su hija, a cuidarlo y respetar sus deseos? ¿O sería de esas hijas que crecían para ser desapegadas de su padre? Después de todo, él no había estado en la primera parte de su infancia.
Se reprendió mentalmente. Tenía que dejar de pensar en él mismo y concentrarse en Neil, pero la verdad era que no sabía qué más decir.
—Lo lamento, tal vez no debería opinar sobre esto, después de todo no conozco tanto a tu familia. Es solo que quisiera ayudarte de alguna forma a que no te sientas tan abrumado —comentó.
Tenía la impresión de que Neil necesitaba un abrazo, pero él no era ese tipo de persona. No tenían ese tipo de relación. Los amigos del equipo se abrazaban en la cancha, no fuera de ella.
Así que se contentó con dejar su mano sobre su hombro y esperar que más tarde a Marian y Copito lo abrazaran por él.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil creía que era la primera vez que hablaba tanto tiempo con Santi sobre su vida personal de forma tan sincera. En realidad, si lo pensaba con detenimiento, a pesar de que se conocían de toda la vida, Neil seguía representando un papel para todos sus compañeros de equipo. Era la misma cara que ponía para el público, para Amy, para los fanáticos del Arsenal. Neil nunca podía ser él mismo.
Si intentara serlo, era probable que la opinión pública se lo comería vivo. Jamás podría volver a pisar una cancha de fútbol si decía la verdad. Por eso siempre se cuidaba y protegía, constantemente, incluso de Santi, a pesar de que estaba desesperado por ser sincero con él. Pero Neil sabía que no podía, estaba atrapado entre la espada y la pared.
—Gracias, Santi, yo… no te preocupes, sé que me lo dices de corazón. De hecho, no tienes por qué pensar eso, sí que conoces a mi familia. Bueno, a los importantes sí. ¿Recuerdas? Bruce solía preguntarte de todo cuando lo llevaba a los entrenamientos. Siempre fuiste muy bueno con él, te guarda aprecio —Neil sonrió, recordando aquel entonces. Regina se pasaba por los entrenamientos mucho menos que Bruce, pero Neil lo prefería así, pues estaba convencido de que cuando iba su hermana sólo lo trataban bien para ver si podían conseguir su número.
De hecho, alguna vez Regina hizo más preguntas sobre la cuenta de Santi y llegó a pensar que tenía un enamoramiento con él. Por fortuna, la vida no le jugó esa mala pasada, porque a Regina le pasó esa fase muy rápido.
—No te preocupes Santi, me ayudas mucho escuchándome, en serio. Me gustaría no sonar tan dramático, pero… te juro que hacía mucho tiempo no sentía tanto miedo. El abuelo, incluso enfermo, llevaba mucho control en las empresas, no sé qué va a pasar cuando no esté —Neil no había reparado en ello hasta hacía poco y ahora no dejaba de pensar en lo mismo.
No estaba seguro si debería preguntarle a James qué tenía que hacer si quería vender o ceder sus acciones. Quizás a su abogado quedaría al borde de una crisis si lo insinuaba siquiera. Neil apreciaba el legado familiar, incluso si su padre no le creía, por eso había conservado acciones, había terminado sus estudios en negocios y finanzas a pesar de que apenas tenía tiempo. Lo hacía porque, cuando asistía a reuniones de Carter Global, quería entender lo que la gente decía y no parecer un inepto. Pero la presencia de su abuelo nivelaba todo, no se imaginaba una junta directiva sin él al frente. Iba a ser una pesadilla.
Si intentara serlo, era probable que la opinión pública se lo comería vivo. Jamás podría volver a pisar una cancha de fútbol si decía la verdad. Por eso siempre se cuidaba y protegía, constantemente, incluso de Santi, a pesar de que estaba desesperado por ser sincero con él. Pero Neil sabía que no podía, estaba atrapado entre la espada y la pared.
—Gracias, Santi, yo… no te preocupes, sé que me lo dices de corazón. De hecho, no tienes por qué pensar eso, sí que conoces a mi familia. Bueno, a los importantes sí. ¿Recuerdas? Bruce solía preguntarte de todo cuando lo llevaba a los entrenamientos. Siempre fuiste muy bueno con él, te guarda aprecio —Neil sonrió, recordando aquel entonces. Regina se pasaba por los entrenamientos mucho menos que Bruce, pero Neil lo prefería así, pues estaba convencido de que cuando iba su hermana sólo lo trataban bien para ver si podían conseguir su número.
De hecho, alguna vez Regina hizo más preguntas sobre la cuenta de Santi y llegó a pensar que tenía un enamoramiento con él. Por fortuna, la vida no le jugó esa mala pasada, porque a Regina le pasó esa fase muy rápido.
—No te preocupes Santi, me ayudas mucho escuchándome, en serio. Me gustaría no sonar tan dramático, pero… te juro que hacía mucho tiempo no sentía tanto miedo. El abuelo, incluso enfermo, llevaba mucho control en las empresas, no sé qué va a pasar cuando no esté —Neil no había reparado en ello hasta hacía poco y ahora no dejaba de pensar en lo mismo.
No estaba seguro si debería preguntarle a James qué tenía que hacer si quería vender o ceder sus acciones. Quizás a su abogado quedaría al borde de una crisis si lo insinuaba siquiera. Neil apreciaba el legado familiar, incluso si su padre no le creía, por eso había conservado acciones, había terminado sus estudios en negocios y finanzas a pesar de que apenas tenía tiempo. Lo hacía porque, cuando asistía a reuniones de Carter Global, quería entender lo que la gente decía y no parecer un inepto. Pero la presencia de su abuelo nivelaba todo, no se imaginaba una junta directiva sin él al frente. Iba a ser una pesadilla.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Santi
Le conmovía mucho escuchar a Neil hablar así. Siempre era tan fuerte y tan ecuánime para todo... Santi se sintió muy satisfecho de sí mismo por haber sido de ayuda en ese momento, o espero esperaba.
—Puedes sonar todo lo dramático que quieras con las cosas que te pasan —replicó sorprendido por su comentario —Son tus dramas. Estoy seguro de que yo sueno patéticamente dramático todo el tiempo.
Sabía que se quejaba mucho de las cosas que le pasaban. El pobre Neil lo había oído incansablemente sobre lo de Marian. Sus amigos siempre tenían que aguantarlo. Tal vez también debía disculparse por ello.
—Vas a poder con todo, Neil. Si crees que yo, que no sé nada de niños, voy a poder ser papá, con más razón tengo yo la seguridad de que tú vas a ser brillante con los negocios o lo que se te ponga por delante. Eres brillante y te has preparado para esto toda la vida en lugar de dedicarte solo al fútbol.
Estaba muy seguro de lo que decía y esperaba que Neil lo notara.
Suspiró y chocó ligeramente su hombro contra el de él.
—Pensar que podría haberme ido para Barcelona y no habría estado aquí para oírte. Todo pasa por algo, dice mi madre. Al menos ahora voy a estar acá con todo esto tu abuelo, pudes hablarme de ello cuando quieras si realmente sientes que te ayuda. Siempre estaré disponible. para ti aunque puede que tenga una pequeña acompañante la mayor parte del tiempo.
Le sonrió. Tal vez no era tan malo todo. Se tenían el uno al otro. Eso debía valer de algo.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Aunque a gran parte de sus compañeros no les gustaba la pretemporada porque significaba, por lo general, salir del país y no ver a su familia en varias semanas, a Neil le fascinaba. Eran juegos de fútbol en los que se primaba más la diversión y el espectáculo, en donde la presión se sentía menos y él recordaba su época en el equipo juvenil.
Además, en esta ocasión particular, significaba alejarse de Londres dos semanas y dejar que entre sus padres y tíos siguieran discutiendo. Había conseguido que el abuelo estuviera instalado en casa, por fin, pero George Carter lo había llamado traidor, así que estar lejos de casa ayudaría a que a su padre se le bajara el enfado. La pretemporada de ese año era en Estados Unidos, que aunque no fuera el destino favorito de Neil, tenía la ventaja de que la barrera de lenguaje no existía, así que pudo tomarse un par de horas libres para recorrer Los Ángeles y Washington.
Lo único malo, era que Santi no estuvo con el equipo esas semanas. Fue una decisión del entrenador, Santi necesitaba pasar tiempo con su hija y estaría entrenando por su cuenta en London Colney. Él y Neil habían estado en más comunicación esas dos semanas que en los últimos meses, a tal punto que Darien, bromeando una tarde que salieron juntos, le preguntó si estaba hablando con Santi o con su novia.
Aunque sabía bien que Darien estaba bromeando, en realidad de las primeras cosas que hizo Neil al regresar a Londres, después de visitar al abuelo y a su hermano menor, fue visitar a Santi. Se sentía un poco estúpido porque apareció con una paquete enorme de regalo para Marian, pues mientras estuvo de viaje, no pudo resistirse a comprarle unas cuantas cosas. Siempre que viajaba, solía traer detalle a sus hermanos, esta vez agregó a Marian a la lista. Llegó a mediodía y fue Mariana, con una sonrisa, quien le abrió la puerta.
—¡Buster! —exclamó Neil entre risas, mientras balanceaba el paquete que traía y se inclinaba a acariciar a la mascota de su amigo. El perro ladró varias veces y parecía visiblemente feliz de verlo, como si también lo hubiera extrañado—. Sí, yo también te extrañé, y más que a Santi, te lo prometo.
—¡Neil! —la vocecita de Marian se escuchó escaleras arriba, pero fue sólo cuestión de tiempo para que la niña bajara a la primera planta del apartamento que tenía Santi. Neil no pudo evitar alzarla en brazos, sin pensarlo demasiado—. ¡Viniste! ¡Mira papá, ya llegó Neil!
Además, en esta ocasión particular, significaba alejarse de Londres dos semanas y dejar que entre sus padres y tíos siguieran discutiendo. Había conseguido que el abuelo estuviera instalado en casa, por fin, pero George Carter lo había llamado traidor, así que estar lejos de casa ayudaría a que a su padre se le bajara el enfado. La pretemporada de ese año era en Estados Unidos, que aunque no fuera el destino favorito de Neil, tenía la ventaja de que la barrera de lenguaje no existía, así que pudo tomarse un par de horas libres para recorrer Los Ángeles y Washington.
Lo único malo, era que Santi no estuvo con el equipo esas semanas. Fue una decisión del entrenador, Santi necesitaba pasar tiempo con su hija y estaría entrenando por su cuenta en London Colney. Él y Neil habían estado en más comunicación esas dos semanas que en los últimos meses, a tal punto que Darien, bromeando una tarde que salieron juntos, le preguntó si estaba hablando con Santi o con su novia.
Aunque sabía bien que Darien estaba bromeando, en realidad de las primeras cosas que hizo Neil al regresar a Londres, después de visitar al abuelo y a su hermano menor, fue visitar a Santi. Se sentía un poco estúpido porque apareció con una paquete enorme de regalo para Marian, pues mientras estuvo de viaje, no pudo resistirse a comprarle unas cuantas cosas. Siempre que viajaba, solía traer detalle a sus hermanos, esta vez agregó a Marian a la lista. Llegó a mediodía y fue Mariana, con una sonrisa, quien le abrió la puerta.
—¡Buster! —exclamó Neil entre risas, mientras balanceaba el paquete que traía y se inclinaba a acariciar a la mascota de su amigo. El perro ladró varias veces y parecía visiblemente feliz de verlo, como si también lo hubiera extrañado—. Sí, yo también te extrañé, y más que a Santi, te lo prometo.
—¡Neil! —la vocecita de Marian se escuchó escaleras arriba, pero fue sólo cuestión de tiempo para que la niña bajara a la primera planta del apartamento que tenía Santi. Neil no pudo evitar alzarla en brazos, sin pensarlo demasiado—. ¡Viniste! ¡Mira papá, ya llegó Neil!
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Santi
Perderse la pretemporada había sido terrible para él, en su momento había resultado necesario y cuando Redmayne le dijo que se quedara había tenido que agradecer y poner buena cara. Al menos no le había dicho que no contaba con él del todo. Sin embargo, al final había sido bueno para él. La situación de Ava se había complicado bastante en esas semanas y Santi había tenido que confrontar a la abuela de Marian en varias ocasiones.
Si Marian se hubiera quedado con ella, no sabía qué habría encontardo al volver. Sin embargo, había tenido que ponerse manos a la obra para intentar resolver la situación. Así que por eso estaba en su oficina, intentando poner en orden los papeles que necesitaba enviar a los abogados.
Fue entonces cuando oyó el escándalo de Marian afuera. Cuando se dirigió a la sala se encontró a su madre cerrando la puerta y a Marian en brazos de Neil, quien la había alzado. Había un gran paquete en la mesita de la entrada que suponía que había traído su compañero. Buster, mientras tanto, ladraba y brincaba alrrededor de ellos.
—Veo que ya te dieron la bienvenida —dijo Santi acercándose con una sonrisa—. Me alegra muchísimo verte de nuevo, Neil.
También le alegraba pensar que podría volver a entrenar con el equipo, pero en especial, necesitaba hablar con Neil y le parecía que no era una conversación para tener por mensaje.
—¡Ven a saludarlo —insistió su hija, muy cómoda en los brazos de Neil, con la cabeza apoyada en su hombro.
Los últimos días había estado muy sensible, buscaba abrazos y mimos todo el rato, y lloraba con facilidad. Santi no había discutido con la abuela frente a ella nunca, pero seguro que sentía la tensión en la casa. Además, Ava no había estado bien, así que no había podido ir a verla al hospital.
Santi se acercó a Neil, pero era difícil saludarlo con la niña en brazos y Buster corriendo entre ambos, así que apenas le dio una palmada en el hombro.
—Quiero oír todas las noticias de la pretemporada —dijo, pensando en todo lo que se habría perdido por no ir con el grupo—. ¿Me extrañaron?
Lo que más le preocupaba era que le dijera que no. Que Redmayne había encontrado la forma de que no importara su ausencia y que Santi se vería condenado a la banca toda la temporada. No había dejado de pensar en eso.
Su madre intercambió una mirada con él mientras tiraba de Buster para sacarlo de la sala. Santi la entendió perfectamente. De niño la había recibido muchas veces: tenía que ser educado e invitar a Neil a comer con ellos. Por supuesto que iba a hacerlo.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Cuando era adolescente, Neil estaba convencido de que su enamoramiento con Santi se le debía notar en la cara. Conforme fue creciendo se convenció a sí mismo de que sabía disimular mejor. Pero ahora, cuando Santi le sonrió para decirle que le daba gusto verlo de nuevo, Neil se sintió expuesto. Tuvo que desviar la mirada para darle un beso suave a Marian antes de ponerla de nuevo en el piso para disimular lo nervioso que se sentía.
Recordaba que a los dieciocho le sudaban las manos, pero ahora creía que, siendo un adulto, era más cuidadoso. Neil no ponía exponerse a sí mismo, sería un suicidio mediático y también personal.
—La verdad es que Darien se sintió muy aburrido sin ti, todo lo que yo quería hacer en Washington, para él era terriblemente anticuado. Iba a venir conmigo, pero Elle está en Escocia y creo que aprovecharán unos días para estar juntos antes de que tengamos que volver a entrenar —escuchó el puchero de Marian cuando dijo por qué Dairen no había venido, pero Neil se giró hacia ella, en dirección a la caja—. Hay algunas cosas aquí que también son de tu tío Darien. Espero que te gusten.
—¿Para mí? ¡Gracias, Neil! —Marian apenas pudo musitar unas gracias cuando se abalanzó hacia la caja para desvelar su contenido. Neil no se preocupó porque todo lo que había allí era adecuado para un niño.
Neil tomó asiento en el sofá y se frotó las rodillas por un instante, mientras pensaba si debía de decirle a Santi lo que Redmayne habló con él mientras estaban de gira. Todavía estaba asimilando la noticia, en parte porque no terminaba de creérselo y también porque llevaba mucho tiempo sin recibir buenas noticias que ahora no sabía cómo encajarlo.
—También tengo noticias —dijo, con una media sonrisa, mientras veía de reojo cómo Marian abría los paquetes que con mucho cuidado él y Darien habían escogido para ella. Había un peluche en forma de unicornio del que Neil no pudo desprenderse cuando lo vio en la tienda—. Son buenas, aunque parezca increíble. Redmayne está de acuerdo en que sea el nuevo capitán del equipo.
Desde que Gary, el antiguo capitán, se había retirado a la MLS, la capitanía no duraba más que una temporada. Redmayne dio todo un discurso acerca de que él significaba la estabilidad para el equipo y hubo algo de resquemor en su tono de voz, que estuvo tentado a preguntarle si estaba también hablando de Santi. Eso, por supuesto, no pensaba decírselo a su amigo.
—¡Papá, mira! Creo que esto es tuyo —exclamó Marian de pronto y Neil recordó que, por supuesto, había echado por error el regalo que compró para Santi en el paquete de Marian.
Recordaba que a los dieciocho le sudaban las manos, pero ahora creía que, siendo un adulto, era más cuidadoso. Neil no ponía exponerse a sí mismo, sería un suicidio mediático y también personal.
—La verdad es que Darien se sintió muy aburrido sin ti, todo lo que yo quería hacer en Washington, para él era terriblemente anticuado. Iba a venir conmigo, pero Elle está en Escocia y creo que aprovecharán unos días para estar juntos antes de que tengamos que volver a entrenar —escuchó el puchero de Marian cuando dijo por qué Dairen no había venido, pero Neil se giró hacia ella, en dirección a la caja—. Hay algunas cosas aquí que también son de tu tío Darien. Espero que te gusten.
—¿Para mí? ¡Gracias, Neil! —Marian apenas pudo musitar unas gracias cuando se abalanzó hacia la caja para desvelar su contenido. Neil no se preocupó porque todo lo que había allí era adecuado para un niño.
Neil tomó asiento en el sofá y se frotó las rodillas por un instante, mientras pensaba si debía de decirle a Santi lo que Redmayne habló con él mientras estaban de gira. Todavía estaba asimilando la noticia, en parte porque no terminaba de creérselo y también porque llevaba mucho tiempo sin recibir buenas noticias que ahora no sabía cómo encajarlo.
—También tengo noticias —dijo, con una media sonrisa, mientras veía de reojo cómo Marian abría los paquetes que con mucho cuidado él y Darien habían escogido para ella. Había un peluche en forma de unicornio del que Neil no pudo desprenderse cuando lo vio en la tienda—. Son buenas, aunque parezca increíble. Redmayne está de acuerdo en que sea el nuevo capitán del equipo.
Desde que Gary, el antiguo capitán, se había retirado a la MLS, la capitanía no duraba más que una temporada. Redmayne dio todo un discurso acerca de que él significaba la estabilidad para el equipo y hubo algo de resquemor en su tono de voz, que estuvo tentado a preguntarle si estaba también hablando de Santi. Eso, por supuesto, no pensaba decírselo a su amigo.
—¡Papá, mira! Creo que esto es tuyo —exclamó Marian de pronto y Neil recordó que, por supuesto, había echado por error el regalo que compró para Santi en el paquete de Marian.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Santi
Se sintió conmovido de que sus amigos le hubieran traído regalos a Marian. Él tenía que adaptarse a la idea de tener una hija, pero al parecer sus amigos lo estaban haciendo con él. Le hacían sentir menor solo en esto.
Sonrió al pensar en que Darien y Neil lo habían tenido presente.
—Darien tiene que aprender a comportarse como un hombre formal ahora que tienenovia —comentó sonriendo—. Y yo soy padre de familia... Tendrá que acostumbrarse a ser más anticuado.
No podía imaginarse ahora con Marian esperando en casa irse de fiesta a ligar con cualquiera. Menos todavía con lo que estaba en sus planes.
Igual no pudo pensar mucho más en ello porque Neil tenía una noticia fantástica.
—¡Capitán! ¡Felicidades! ¡Más que merecido! —declaró con sinceridad.
Él era uno de los que había dado el nombre de Neil desde la temporada pasada. Le parecía una gran opción de capitán. Una persona seria, centrada, con cabeza fría, inteligencia, capacidad de negociación y al que todos admiraban.
Tenía que hablar con Darien para planear algo con el equipo.
Marian vino entonces hacia él con un paquetito en la mano. La miró con sorpresa y luego a Neil, al reconocer que lo que traía en la mano era una miniatura de un estadio. A Santi le encantaban. Tenía varias repisas con varias de ellas, seguro Marian las había reconocido y por eso creía que era de él.
—¿Vamos a tener una fiesta? —preguntó Marian, seguro oyendo lo de la celebración.
Luego fue hacia Neil y le extendió los brazos para abrazarlo.
—Ay, Neil, es hermoso, ¡gracias! No tenías que molestarte. Lo pondré en mi colección—le dijo dedicándole una sonrisa.
Marian lo miró con interés.
—¡¿Lo puedo poner?! ¡Neil, tienes que verlos! —preguntó la niña, con los ojos brillantes.
Santi le había dicho que no podía tocar las miniaturas de su repisa, pero lo preguntó con tanto entusiasmo que no podía decirle que no. Así que asintió, y la alzó para llevarla junto a las repisas en su oficina y que ella pudiera ponerlo.
—¿Quieres venir?—le preguntó a Neil, mientras que Marian le hacía señas para que los siguiera.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Neil soltó una carcajada cuando Santi advirtió que ahora Darien tenía que comportarse como una persona comprometida. Ni él mismo podía dimensionar lo que pasaría con Darien y Elle después de que su amigo le pidiera un montón de veces que, por favor, le dejara el contacto. Pero parecían felices, Elle lo ayudó durante su recuperación después de la lesión que tuvo la temporada pasada y ahora eran inseparables.
Neil se alegraba genuinamente por ellos.
—Darien también dijo que lo de la capitanía era merecida, pero desde ya siento la presión —aunque Redmayne le había dicho bastante seguro que no había nadie mejor para el puesto, Neil no estaba tan convencido. Pero se sentía honrado y estaba listo para hacer su mejor esfuerzo.
Cuando Marian corrió a darle un abrazo, Neil respondió dándole un beso en la frente. Le conmovía mucho verla tan contenta ese día, pues recordaba cuando la conoció en el hospital, se veía muy triste. Parecía que ella y Santi ya se conocían mejor, lo cual le alegraba inmensamente, porque sabía que eso era lo que Santi necesitaba para estar tranquilo. Sobre todo de cara al inicio de la temporada de fútbol, quizás debería comentarle eso a Redmayne, pues lo vería mañana a primera hora.
—¡Ven, Neil! —antes de que Neil pudiera decir nada, la manito de Marian lo estaba guiando. Al menos, le agradaba saber que a Santi le había gustado su regalo. Eso lo había comprado sin decirle a Darien, quien estaba con él, que era para Santi. Tenía la sensación de que, si lo hacía, se delataría frente a su amigo.
Neil había escuchado siempre que Santi tenía miniaturas de casi todos los estadios en donde habían jugado con el equipo, pero estaba seguro que era la primera vez que los veía en persona. Marian estaba feliz y, tal como se lo pidió a Santi, fue ella quien colocó su regalo junto con los demás, en una hermosa mesa circular de madera. Cuando Neil alzó la vista en dirección a Santi, sentía cómo las mejillas le burbujeaban de felicidad.
—Massimo y Darien me hablaron de esto alguna vez, pero creo que nunca había estado con detenimiento en tu oficina, aunque debo decir que más bien parece un museo. Mi despacho sí que parece una oficina, es terrible —comentó con desgano, pues a veces sentía que había convertido su estudio en una sucursal de Carter Global.
Neil se alegraba genuinamente por ellos.
—Darien también dijo que lo de la capitanía era merecida, pero desde ya siento la presión —aunque Redmayne le había dicho bastante seguro que no había nadie mejor para el puesto, Neil no estaba tan convencido. Pero se sentía honrado y estaba listo para hacer su mejor esfuerzo.
Cuando Marian corrió a darle un abrazo, Neil respondió dándole un beso en la frente. Le conmovía mucho verla tan contenta ese día, pues recordaba cuando la conoció en el hospital, se veía muy triste. Parecía que ella y Santi ya se conocían mejor, lo cual le alegraba inmensamente, porque sabía que eso era lo que Santi necesitaba para estar tranquilo. Sobre todo de cara al inicio de la temporada de fútbol, quizás debería comentarle eso a Redmayne, pues lo vería mañana a primera hora.
—¡Ven, Neil! —antes de que Neil pudiera decir nada, la manito de Marian lo estaba guiando. Al menos, le agradaba saber que a Santi le había gustado su regalo. Eso lo había comprado sin decirle a Darien, quien estaba con él, que era para Santi. Tenía la sensación de que, si lo hacía, se delataría frente a su amigo.
Neil había escuchado siempre que Santi tenía miniaturas de casi todos los estadios en donde habían jugado con el equipo, pero estaba seguro que era la primera vez que los veía en persona. Marian estaba feliz y, tal como se lo pidió a Santi, fue ella quien colocó su regalo junto con los demás, en una hermosa mesa circular de madera. Cuando Neil alzó la vista en dirección a Santi, sentía cómo las mejillas le burbujeaban de felicidad.
—Massimo y Darien me hablaron de esto alguna vez, pero creo que nunca había estado con detenimiento en tu oficina, aunque debo decir que más bien parece un museo. Mi despacho sí que parece una oficina, es terrible —comentó con desgano, pues a veces sentía que había convertido su estudio en una sucursal de Carter Global.
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Apto de Santi
12:15HRS
Santi
Santi encontraba divertido y extraño a la vez pensar en Darien en una relación seria, pero sabía que si su amigo se tomaba a alguien en serio iba a ser de verdad. No dudaba de que Eleanor le gustaba muchísimo.
En el fondo Santi había pensado que él sería igual. Que si llegaba un día en que se enamorara sería de forma devota, y se casaría para toda la vida, como sus padres. Una pareja para toda la vida. Pero nunca había sentido eso por ninguna persona. Había llegado a pensar que eso no era para él.
Ahora, sin embargo, tenía que ver el matrimonio como otra cosa.
—Vas a ser un gran capitán —le aseguró—. No tengo ninguna duda de eso.
Miró con orgullo su colección de estadios miniatura y sonrió.
—Ya ves, es un poco ilógico que tenga una oficina, pero el apartamento la traía y me viene bien para firmar y revisar papeles, pero en especial para guardar todas estas cosas —aceptó encogiéndose de hombros.
Su madre la estaba usando también ahora para revisar los papeles de todo lo que ahora debían hacerse ellos cargo en lugar de su padre. Y los papeles que revisaba ahora estaban ahí en el escritorio también. Cuando Amy venía a verlo para hablar de algo lo hacían allí igual. Y cuando Ava lo vino a buscar también habían hablado ahí.
—¿Puedo conocer tu oficina? —preguntó Marian a Neil, con expresión de curiosidad.
Santi frunció el ceño. Tenía que hablar con Neil.
—Marian, ¿por qué no vas a decirle a la abuela que invitamos a Neil a cenar con nosotros? Vas y la ayudas, porque Neil y yo tenemos cosas que hablar aquí—le indicó.
La niña frunció el ceño. No le gustaba que le pidieran irse, pero frunciendo graciosamente los labios se fue.
—¡Abuela, Neil se queda a comer! —fue anunciando a voz en grito.
Santi miró a Neil con expresión culpable.
—Espero que no te moleste quedarte. Mamá no me perdonaría no invitarte y Marian no querrá que te vayas... y la verdad, necesito hablar contigo también—dijo en tono de disculpa.
Había pensado todo esto con detenimiento. Su madre creía que era una buena idea, y Amy había dicho que podrían manejarlo. Félix le había dicho que estaba demente. Pero la opinión de Neil le importaba mucho, era el amigo más sensato que tenía.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Neil creía que la oficina de Santi decía mucho de él: estaba ordenada de manera bastante simple e imperaba la practicidad por encima de lo ornamental. Además, estaban todas esas miniaturas que no hacían más que gritar la importancia que tenía el fútbol en la vida de su amigo. Marian, en cambio, parecía igual de interesada en conocer su oficina. Neil tuvo que morderse la lengua para no reírse a carcajadas, porque en realidad el estudio que tenía en casa no era más que una parte pequeña comparado con lo que tenía en Carter Global.
—Bueno, supongo que si tu papá nos da permiso, por supuesto que sí. De hecho, te confieso que yo tengo una oficina de verdad, en el último piso de un edificio —le dijo Neil, mientras veía cómo la niña abría muchísimo los ojos, encantada con todo lo que estaba oyendo.
Sin embargo, cuando Santi le dijo a Marian que fuera a avisarle a su abuela que él se quedaría a cenar, se dio cuenta de que lo hizo a propósito. Era evidente que su amigo necesitaba quedarse a solas con él. Cuando los adultos hacían eso en presencia de los niños, por lo general quería decir que querían hablar de temas delicados. Neil frunció el ceño, pero no hizo nada por impedir que la niña se fuera.
De hecho, la posibilidad de quedarse a comer con Santi en su casa, rodeado de su hija y su madre, no lo asustaban tanto como la expresión de Santi tenía justo en este momento.
—¿Santi? —Neil tomó asiento en un sofá, el primero que vio despejado. Estaba sentado justo frente a la mesa que tenía la colección de miniaturas y le hizo una señal a Santi para que se acercara, pero dado que la situación parecía grave, no sabía si Santi aceptaría o se quedaría allí de pie—. ¿Qué pasa? Suena a algo grave. ¿Ava ha empeorado?
Lanzó la pregunta al aire con genuina preocupación, pues fue lo primero que le vino a la cabeza. De seguro que Santi no podía contarle a Marian los pormenores de la enfermedad de su madre, bastaba con que la niña supiera que estaba muy enferma y que por eso debía de estar en el hospital. Sin embargo, quizás la situación estaba muy mal y Santi necesitaba desahogarse de la misma forma que hizo él semanas atrás, en el hospital, desesperado por la situación de su abuelo.
—Me dijiste que podía contar contigo para lo que fuera, sabes que funciona en dos vías: puedes contarme lo que quieras.
Neil hizo un esfuerzo por terminar la frase en una sonrisa, pero había algo incómodo, quizás desesperado, en la expresión de Santi que se lo impidió.
—Bueno, supongo que si tu papá nos da permiso, por supuesto que sí. De hecho, te confieso que yo tengo una oficina de verdad, en el último piso de un edificio —le dijo Neil, mientras veía cómo la niña abría muchísimo los ojos, encantada con todo lo que estaba oyendo.
Sin embargo, cuando Santi le dijo a Marian que fuera a avisarle a su abuela que él se quedaría a cenar, se dio cuenta de que lo hizo a propósito. Era evidente que su amigo necesitaba quedarse a solas con él. Cuando los adultos hacían eso en presencia de los niños, por lo general quería decir que querían hablar de temas delicados. Neil frunció el ceño, pero no hizo nada por impedir que la niña se fuera.
De hecho, la posibilidad de quedarse a comer con Santi en su casa, rodeado de su hija y su madre, no lo asustaban tanto como la expresión de Santi tenía justo en este momento.
—¿Santi? —Neil tomó asiento en un sofá, el primero que vio despejado. Estaba sentado justo frente a la mesa que tenía la colección de miniaturas y le hizo una señal a Santi para que se acercara, pero dado que la situación parecía grave, no sabía si Santi aceptaría o se quedaría allí de pie—. ¿Qué pasa? Suena a algo grave. ¿Ava ha empeorado?
Lanzó la pregunta al aire con genuina preocupación, pues fue lo primero que le vino a la cabeza. De seguro que Santi no podía contarle a Marian los pormenores de la enfermedad de su madre, bastaba con que la niña supiera que estaba muy enferma y que por eso debía de estar en el hospital. Sin embargo, quizás la situación estaba muy mal y Santi necesitaba desahogarse de la misma forma que hizo él semanas atrás, en el hospital, desesperado por la situación de su abuelo.
—Me dijiste que podía contar contigo para lo que fuera, sabes que funciona en dos vías: puedes contarme lo que quieras.
Neil hizo un esfuerzo por terminar la frase en una sonrisa, pero había algo incómodo, quizás desesperado, en la expresión de Santi que se lo impidió.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Santi
Cerró la puerta detrás de Marian, no fuera a ser que la niña encontrara una excusa para devolverse. No quería que escuchara esto. Sin embargo, cuando se giró hacia Neil not´que lo había asustado.
Decidió quedarse de pie, sentía mucha energiá en su interior y mucha inquietud como para quedarse quieto. Asintió, porque era cierto que Ava había empeorado.
—Ha tenido algunas crisis. Están determinando el nivel de morfina diario antes de dejarla ir a casa —explicó, pero eso era solo el inicio—. El problema es que empieza a ser más frecuente que no tenga conciencia para tomar decisiones y eso ha traído algunas complicaciones con su mamá.
Al inicio, Santi no había entendido por qué Ava quería que él se quedara con Marian. Si no lo había querido en la vida de la niña, no entendía por qué de repente prefería que él la criara a que se quedara con su madre. Alguna gente le había dicho que era una cuestión de dinero, que al dejarla con él la niña quedaba segura, pero a Santi no terminaba de cuadrarle la idea.
Pero ahora empezaba a entender. La madre de Ava era muy obtusa en algunas cosas. Por ejemplo, no quería que Marian fuera al hospital bajo ningún concepto. Creía que era un trauma muy grande para la niña. Tampoco quería oír hablar de rendirse y usar solo medicina paliativa, quería autorizar los procedimientos más agresivos aunque Ava no quería eso.
Santi habría pensado que no era su lugar meterse en nada de eso, de no ser porque cuando llegó con Marian para que viera a Ava, la madre se negó a dejarlos entrar y dijo que él no era familia de Ava, lo que causó algunos conflictos en el hospital porque hasta ahora le habían dado acceso e información como si lo fuera.
Luego de aquello, cuando Ava estuvo mejor y exigió que quería ver a su hija, lo hizo entrar y le rogó que no dejara que su madre siguiera tomando esas decisiones por Marian y por ella.
Le contó todo esto a Neil de la forma más resumida posible.
—Entonces me acordé de todas las dificultades que estás teniendo con tu padre y tu abuelo, y el tema de tener derecho legal a tomar decisiones —añadió.
Pero eso era solo para ponerlo en contexto. Se retorció las manos nervioso y caminó hacia un lado de la oficina, desviando la mirada entre sus cosas.
—Tenía que encontrar una solución, y la única que se me ocurrió es un poco controversial. Félix me dijo que estaba loco, pero a mamá le parece buena idea... Lo que pensé fue en casarme con Ava. No tengo interés en un matrimonio con ella como tal, pero legalmente me daría autorización para todo: respetar sus decisiones, decidir sobre Marian y ella... Pensé que era una salida práctica.
Se encogió de hombros y miró a Neil a los ojos.
—¿Qué piensas? ¿También crees que estoy loco o te parece bien? Me siento algo culpable porque no estoy enamorado de Ava ni esto hará que la vea como mi esposa. Tampoco quiero que Marian se haga ideas equivocadas... pero siento que es como mejor puedo proteger a mi hija. ¿Me doy a entender, tiene sentido?
Se fiaba del criterio de Neil más que de ninguna otra persona, así que realmente se sentía nervioso de esperar su respuesta. Había esperado a poder hablar con él antes de hablar con Ava de esto de forma definitiva.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Mientras escuchaba a Santi hablar, no pudo más que sentir una oleada de compasión por él. Sabía exactamente a lo que su amigo se estaba enfrentando. Neil sabía bien el agobio de sentirse entre la espada y la pared, eso sin mencionar lo difícil que tenía que ser con Marian en medio. Le daba muchísimo pesar que la madre de Ava no se detuviera a pensar en el daño que le podría causar a la niña.
Sin embargo, cuando comprendió lo que Santi estaba diciéndole, Neil dejó de pensar por un instante. Parpadeó varias veces, procesando lo que Santi le decía. Hablaba de casarse con Ava, para tener los papeles en regla y poder ayudarla a decidir sin que su madre impusiera su voluntad. Neil no estaba seguro si en realidad soltó un respingo o si sólo fue su imaginación. Creía que, por supuesto, estaba preparado para que, en algún momento, Santi le dijera algo como eso.
Los primeros meses que Santi empezó a salir con Emma Stevens, aquella modelo tan guapa, Neil empezó a prepararse en caso de que la relación formalizara de verdad. Con el paso del tiempo, Emma sólo fue una compañera ocasional, pero Neil sabía que, alguna vez, Santi acabaría casándose con una chica. Lo que no esperaba era que fuera justo en estas circunstancias tan caóticas.
Aunque Santi había dicho alto y claro que no estaba enamorado, que Neil comprendía que era una movida legal, no pudo evitar sentirse mal. Fue como una puñalada en el corazón y lo único que hizo salir de ese trance, fue la expresión aterrada de Santi. Su amigo estaba esperando que le respondiese. Que lo apoyara. Que no le dijera que estaba volviéndose loco.
Neil suspiró, sabiendo que no podía dejar a Santi en la estacada. A pesar de todos los pensamientos que estaban aprisionándolo, no podía dejar a Santi a la deriva. ¿Cómo podría hacerlo? Neil no era ese tipo de persona.
—Santi yo… no creo que estés loco. Creo que estás en una situación desesperada y estás buscando una solución como puedas —comentó Neil, sin saber cómo había conseguido decir todo aquello sin la voz rota—. Asumo que Amy te está asesorando en todo esto. Con todo lo que estoy viviendo con el abuelo, sí entiendo que parece una solución legal a los problemas de Ava. Sí sabes que eso no impide que la abuela, sea como sea, quiera pelearte la custodia si así lo desea, ¿cierto?
Neil no quería sonar paranoico, o hacerlo sentir mal, pero era una posibilidad real. Incluso si Santi y Ava fueran un matrimonio muy enamorado, hecho y derecho, por lo que sabía de la abuela de Marian, se parecía bastante a su padre. El tipo de personas que estaban empecinadas a crear caos, fuera como fuera.
—Lo que te quiero decir es que… no hay manera que Marian no salga afectada, sobre todo por lo que dices de su abuela —comentó con tristeza, mientras se frotaba las manos sobre las rodillas, todavía haciéndose a la idea de lo que Santi acababa de decir—. Así que sólo te queda hacer lo que tú creas correcto.
Sin embargo, cuando comprendió lo que Santi estaba diciéndole, Neil dejó de pensar por un instante. Parpadeó varias veces, procesando lo que Santi le decía. Hablaba de casarse con Ava, para tener los papeles en regla y poder ayudarla a decidir sin que su madre impusiera su voluntad. Neil no estaba seguro si en realidad soltó un respingo o si sólo fue su imaginación. Creía que, por supuesto, estaba preparado para que, en algún momento, Santi le dijera algo como eso.
Los primeros meses que Santi empezó a salir con Emma Stevens, aquella modelo tan guapa, Neil empezó a prepararse en caso de que la relación formalizara de verdad. Con el paso del tiempo, Emma sólo fue una compañera ocasional, pero Neil sabía que, alguna vez, Santi acabaría casándose con una chica. Lo que no esperaba era que fuera justo en estas circunstancias tan caóticas.
Aunque Santi había dicho alto y claro que no estaba enamorado, que Neil comprendía que era una movida legal, no pudo evitar sentirse mal. Fue como una puñalada en el corazón y lo único que hizo salir de ese trance, fue la expresión aterrada de Santi. Su amigo estaba esperando que le respondiese. Que lo apoyara. Que no le dijera que estaba volviéndose loco.
Neil suspiró, sabiendo que no podía dejar a Santi en la estacada. A pesar de todos los pensamientos que estaban aprisionándolo, no podía dejar a Santi a la deriva. ¿Cómo podría hacerlo? Neil no era ese tipo de persona.
—Santi yo… no creo que estés loco. Creo que estás en una situación desesperada y estás buscando una solución como puedas —comentó Neil, sin saber cómo había conseguido decir todo aquello sin la voz rota—. Asumo que Amy te está asesorando en todo esto. Con todo lo que estoy viviendo con el abuelo, sí entiendo que parece una solución legal a los problemas de Ava. Sí sabes que eso no impide que la abuela, sea como sea, quiera pelearte la custodia si así lo desea, ¿cierto?
Neil no quería sonar paranoico, o hacerlo sentir mal, pero era una posibilidad real. Incluso si Santi y Ava fueran un matrimonio muy enamorado, hecho y derecho, por lo que sabía de la abuela de Marian, se parecía bastante a su padre. El tipo de personas que estaban empecinadas a crear caos, fuera como fuera.
—Lo que te quiero decir es que… no hay manera que Marian no salga afectada, sobre todo por lo que dices de su abuela —comentó con tristeza, mientras se frotaba las manos sobre las rodillas, todavía haciéndose a la idea de lo que Santi acababa de decir—. Así que sólo te queda hacer lo que tú creas correcto.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Santi
La reacción de Neil fue un alivio para él. Tomó asiento y suspiró, pensando en sus palabras.
—Amy me dijo que lo piense bien. Que va a hacer ruido en la prensa, que habrá gente que lo tomará como un lavado de imagen de mi parte. Pero sí dice que haremos un comunicado de prensa si hacemos la boda, no sea que se filtre de otra forma.
Su agente no había estado particularmente feliz con aquella noticia, pero había dicho que lo entendía. Los futbolistas se casaban todo el tiempo y eso no dañaba su reputación. Y casarse con una mujer enferma que además era la madre de su hija tampoco sería lo más terrible.
—Ya estamos procesando que reconozca a Marian ante la ley y le de mi apellido. Esperaríamos que eso facilite el caso de la custodia, y con un matrimonio de por medio tendré más cartas a mi favor. No sé si la abuela podrá pelearlo, tendré que usar todo mi dinero si es necesario y no sé si pueda competir. No creas que me siento orgulloso de decir eso —añadió con otro suspiro.
Recostó la cabeza viendo el cielorraso.
—Gracias, Neil. Desde que apareció Marian siempre estoy lleno de dudas sobre todo. Siempre siento que voy a equivocarme y marcarla de por vida. No sé cómo hacer para explicarle que casarme con su madre no implique que somos una pareja, así que pensaba no decirle, pero si va a hasta a salir en la prensa y su abuela hará comentarios al respecto...
No había forma de tomar una decisión correcta cuando se trataba de la niña.
—Tal vez le de igual y me estoy preocupando por nada... soy incapaz de adivinar qué pasa por esa cabecita o cómo procesa el mundo alguien tan pequeñita..
Se inclinó para enterrar la cara en sus manos. Era una locura.
—Lo siento, Neil. No quiero agobiarte con mis cosas pero realmente necesito tu opinión. Me fio de tu criterio más que del de ninguna otra persona.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Si Neil fuera otro tipo de persona, si no pudiera controlarse tan bien, habría pegado un brinco apenas Santi tomó asiento en el mismo sofá que él. O le hubiera pedido que se alejara de él, porque en este momento no podía tenerlo así de cerca.
Pero Neil, por supuesto, no era ese tipo de persona. No podía hacerle un desaire a Santi, en especial porque éste parecía muy afectado por toda la situación. Casarse. Además, por lo que sabía, si Amy estaba enterada y había avalado la boda, no había nada que se pudiera hacer.
—Nunca vas a poder controlar lo que piense la prensa, Santi. Creo que, en ese caso, de lo único que puedes intentar asegurarte es que no tengan acceso a Marian. De momento es fácil, todavía es pequeña y no tiene que ir obligatoriamente a la escuela.
Neil no podía creer que estuviera hablando con propiedad, pensando con lógica, mientras sentía que tenía el pecho en carne viva. Cuando miró a Santi una vez más, éste al menos ya no tenía una expresión tan desolada.
—¿Qué abogados tiene Amy a mano? En la firma de James sé que hay abogados penalistas que son una pesadilla para las demandas lo cual, en este caso, es bueno —Neil tenía la sensación de que últimamente James había trabajado más para él que en todo el tiempo que llevaba siendo su abogado—. En cuanto a Marian… si te casas con Ava, creo que está muy pequeña para entenderlo, Santi. No tienes que mentirle, por supuesto, puedes decirle que lo haces porque quieres cuidar de ella y de su mamá, pero es difícil… es difícil que lo comprenda ahora mismo.
Neil estaba siendo lo más sincero posible, esperaba que Santi no se ofendiera. Si él, que era un adulto, apenas estaba procesando lo que acababa de oír, no se imaginaba lo que sería para Marian.
Pero Neil, por supuesto, no era ese tipo de persona. No podía hacerle un desaire a Santi, en especial porque éste parecía muy afectado por toda la situación. Casarse. Además, por lo que sabía, si Amy estaba enterada y había avalado la boda, no había nada que se pudiera hacer.
—Nunca vas a poder controlar lo que piense la prensa, Santi. Creo que, en ese caso, de lo único que puedes intentar asegurarte es que no tengan acceso a Marian. De momento es fácil, todavía es pequeña y no tiene que ir obligatoriamente a la escuela.
Neil no podía creer que estuviera hablando con propiedad, pensando con lógica, mientras sentía que tenía el pecho en carne viva. Cuando miró a Santi una vez más, éste al menos ya no tenía una expresión tan desolada.
—¿Qué abogados tiene Amy a mano? En la firma de James sé que hay abogados penalistas que son una pesadilla para las demandas lo cual, en este caso, es bueno —Neil tenía la sensación de que últimamente James había trabajado más para él que en todo el tiempo que llevaba siendo su abogado—. En cuanto a Marian… si te casas con Ava, creo que está muy pequeña para entenderlo, Santi. No tienes que mentirle, por supuesto, puedes decirle que lo haces porque quieres cuidar de ella y de su mamá, pero es difícil… es difícil que lo comprenda ahora mismo.
Neil estaba siendo lo más sincero posible, esperaba que Santi no se ofendiera. Si él, que era un adulto, apenas estaba procesando lo que acababa de oír, no se imaginaba lo que sería para Marian.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Santi
Lo peor de toda su carrera de futbolista había sido la prensa. De hecho, de no ser por ellos, tal vez su fichaje no habría sido frustrado por la noticia de su hija. Habían hecho su vida un infierno desde que empezó a destacar y cuando el año anterior se enteraron de su historia con Maías había empeorado todo.
Y ahora era lo mismo, iban a lanzarse contra él con todo. Les encantaba darle el rol de villano.
—No estoy seguro de quiénes conforman el equipo legal. Ahora que llegaste estaba revisando unos formatos de contratos prematrimoniales. Me parecen innecesarios sabiendo que Ava morirá pronto pero insisten en que es necesario.
Suspiró mientras pensaba lo que le estaba diciendo de Marian.
—Es tan pequeña para estar sufriendo todo esto... A veces me pregunta si su mamá se va a poner bien —se le encogía el corazón de solo recordar las noches que, al llevar a Marian a dormir, ella le había preguntado si los doctores iban a salvar a su mamá.
Santi no sabía bien como decirle que no. Que nada iba a salvar a su madre. Pero tampoco podía decirle que sí. Así que le daba evasivas y se sentía mal después.
Miró a Neil de nuevo.
—Gracias. Hablar contigo siempre me aclara la mente. Y es un alivio saber que me apoyas en esto. Tengo que buscar un testigo para el contrato, quería preguntarte si podrías ayudarme con eso. Sería... sería genial que estuvieras ahí. Nunca pensé que fuera a casarme, y aunque no es una boda de verdad, no deja de imponerme un poco la perspectiva.
No dejaba de sentirse culpable en el fondo por usar la figura del matrimonio de esa forma.
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III. Burned up by the fire
Apto de Santi
12:15HRS
Neil
Neil frunció el ceño cuando Santi habló de contratos prematrimoniales. Estaba seguro de que, si su padre estuviera escuchando esta conversación, le diría a Santi que estaba pensando como un perdedor sin patrimonio. O algo peor. Neil se sintió un poco culpable porque no podía evitar estar de acuerdo con el contrato prematrimonial, en especial si la abuela de Marian parecía tan problemática.
Pero ese tipo de pensamientos tan sólo le recordaba lo diferentes que eran Santi y él, a fin de cuentas.
—Puede que te parezca una tontería lo del contrato prematrimonial, pero si no establecen bienes separados con mucha claridad y la madre es el único familiar vivo de Ava… —Neil suspiró, quizás el problema era que estaba pensando demasiado en herencias y bienes porque la muerte de su abuelo se acercaba de manera irremediable—. Bueno, puede convertirse en una pesadilla. Hay ciertas cosas que parecen ridículas, pero es mejor hacer caso a los abogados.
Había vivido infinidad de horas de su vida mirando papeles que le parecían innecesarios, pero conforme pasaron los años y fue creciendo, agradeció todavía más que James siempre fuera tan cauteloso. Su abogado le había ahorrado muchos quebraderos de cabeza.
Cuando escuchó que Marian preguntaba si su madre estaría bien, se le rompió el corazón. Era de verdad muy pequeña para comprender, al menos le consolaba ver que parecía contenta viviendo con Santi y que seguro la presencia de Mariana, una abuela que sí era un apoyo positivo, la estaba ayudando mucho. Era una lástima que la madre de Ava no lo comprendiese, pero cuando la gente tenía ambición o era muy obtusa, era poco lo que se podía hacer.
—¿Quieres que sea testigo de tu boda? —Neil soltó un respingo cuando escuchó aquello. Parpadeó varias veces, mientras pensaba que la vida no podía estar jugándole una mala pasada como ésta. Santi tenía que estar bromeando, ¿cierto? No podía hablar en serio—. Pues, ¿cuándo piensan casarse?
Soltó aquella pregunta por ganar tiempo, porque no tenía la más mínima idea de cómo responder. ¿Cómo iba a negarse? No podía hacer eso a Santi. Pero, al mismo tiempo, si aceptaba, era como asestarse a sí mismo una puñalada. Neil no podía quererse tan poco.
Pero ese tipo de pensamientos tan sólo le recordaba lo diferentes que eran Santi y él, a fin de cuentas.
—Puede que te parezca una tontería lo del contrato prematrimonial, pero si no establecen bienes separados con mucha claridad y la madre es el único familiar vivo de Ava… —Neil suspiró, quizás el problema era que estaba pensando demasiado en herencias y bienes porque la muerte de su abuelo se acercaba de manera irremediable—. Bueno, puede convertirse en una pesadilla. Hay ciertas cosas que parecen ridículas, pero es mejor hacer caso a los abogados.
Había vivido infinidad de horas de su vida mirando papeles que le parecían innecesarios, pero conforme pasaron los años y fue creciendo, agradeció todavía más que James siempre fuera tan cauteloso. Su abogado le había ahorrado muchos quebraderos de cabeza.
Cuando escuchó que Marian preguntaba si su madre estaría bien, se le rompió el corazón. Era de verdad muy pequeña para comprender, al menos le consolaba ver que parecía contenta viviendo con Santi y que seguro la presencia de Mariana, una abuela que sí era un apoyo positivo, la estaba ayudando mucho. Era una lástima que la madre de Ava no lo comprendiese, pero cuando la gente tenía ambición o era muy obtusa, era poco lo que se podía hacer.
—¿Quieres que sea testigo de tu boda? —Neil soltó un respingo cuando escuchó aquello. Parpadeó varias veces, mientras pensaba que la vida no podía estar jugándole una mala pasada como ésta. Santi tenía que estar bromeando, ¿cierto? No podía hablar en serio—. Pues, ¿cuándo piensan casarse?
Soltó aquella pregunta por ganar tiempo, porque no tenía la más mínima idea de cómo responder. ¿Cómo iba a negarse? No podía hacer eso a Santi. Pero, al mismo tiempo, si aceptaba, era como asestarse a sí mismo una puñalada. Neil no podía quererse tan poco.
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