Aunque Mariana Gutiérrez siempre lo recibía con una sonrisa amable, la verdad era que Neil tenía la estúpida sensación de que la mujer podía ver a través de él. ¿No decían que existía eso del instinto materno? Por alguna razón se sentía expuesto, incómodo, porque sabía que cada vez que pisaba esa casa, estaba mintiéndole a la cara. Sí, era amigo de Santi, lo apreciaba mucho, pero esa no era toda la historia.

Lo amaba. Desde hacía demasiado tiempo para que fuera sano.

Neil había intentado poner distancia de muchas maneras, creía que tendría una salida cuando clubes de España pretendían a Santi, pero ahora parecía que en lugar de haberse distanciado, había sucedido todo lo contrario. Por supuesto que Marian tenía algo que ver, pero no era lo único. La verdad era que Neil nunca había podido negarse a nada de lo que Santi le pidiese.

—¡Neil! —exclamó Marian de pronto, acercándose a él con mucha rapidez, para tomarlo de la mano—. Ven, ven a conocer a mi mamá, porfi.

La vocecita de la niña fue como un canto de sirena, al que no podía negarse. Tan sólo intercambió una mirada rápida con Santi, como para disculparse. Pero lo que se encontró fue un gesto de aceptación.

La manito de Marian siguió sosteniéndolo de la mano hasta que llegaron frente a una puerta de color blanco. Neil contuvo la respiración con un instante, estaba dispuesto a tocar, a prepararse, pero Marian simplemente empujó la puerta para desvelar el interior de la habitación. Ava estaba recostada en una cama de hospital, era un rincón que, guardando las diferencias, le recordaba a la habitación que habían acomodado para el abuelo Alfred.

—¡Mamá! ¡Mira…! —exclamó Marian, señalándolo como si Neil fuese un holograma—. ¡Es Neil! ¿Verdad que se ve más alto que en la tele?

Neil lo único que pudo hacer fue regalar una sonrisa a manera de saludo.

—Lo siento, Marian… bueno, insistió en que quería que nos conociéramos.

Cuando Ava había buscado a Santiago lo había hecho solo pensando en lo mejor para Marian. Tras mucho meditarlo había decidido qeu su hija estaría mejor con su padre. Santiago tenía los recursos para que a su hija no le faltara nada. Además, Marian seguro crecería en un ambiente menos opresor y más libre que con su abuela.

Sin embargo, lo que nunca pensó fue que Santiago iba además a hacerse responsable de ella y su estado de salud.

Tenía muy buenos recuerdos de la semana que había pasado con él. Todavía entonces perseguía sus sueños en el mundo de la moda que se estrellaron poco después, cuando tuvo que dejar todo para dedicarse a criar a su hija. No lo buscó entonces porque no era ninguna cazafortunas y creía poder hacerse cargo de la niña sin exponerla a los medios. No contó con enfermar de gravedad después.

Ahora, sin embargo, Santiago la había instalado en su casa y estaba dispuesto a tenerla ahí el resto de su enfermedad para que estuviera cerca de su hija. La verdad era que Santiago no había manifestado el menor interés en ella como pareja desde su regreso, pero el apoyo que le había brindado era algo que no podría terminar de agradecerle nunca.

Incluso estaba dispuesto a casarse con ella para resolver las cosas legales entre ellos, de manera que pudiera realmente hacerse cargo de ella. Ava se había mostrado resistente al inicio a la idea, pero la verdad era que no tenía mejores opciones. Santi incluso le había prometido que no tenía nada de qué preocuparse porque no pensaba tocarla ni siquiera, aquella no era su intención sino cuidarla.

En su momento no había llegado a conocerlo demasiado. Era un tipo reservado, y el tiempo que se habían tratado era poco aunque habían estado juntos varias veces. Pero estaba confirmando su impresión de que era una buena persona, y ahora además, un buen amigo. No había sabido qué esperar de su entorno, pero se había encontrado con que tenía una madre muy agradable (por suerte, porque por ella le había puesto el nombre a su hija), y muy buenos amigos.

Del que más le había hablado Santi había sido de Neil Carter, y desde que lo había conocido su hija no paraba de hablar de él. Ava lo conocía de la selección, por supuesto, pero no había esperado a tenerlo de testigo de su futura boda. Ahora moría de curiosidad de conocerlo porque ni Santi ni Marian le hablaban de alguna otra persona como de él.

Había esperado que Santi se lo presentara, pero fue su hija quien lo metió rápidamente a la habitación, tirando de él y preguntándole si le parecía más alto que en la televisión.

En efecto, se veía más grande ahí en su nueva e improvisada habitación. Estaba vestido muy elegante, lo que le hacía pensar que solo había pasado por ahí, no que había venido a verla. Era muy atractivo y tenía un aspecto muy benevolente. Ava le sonrió.

Si su hija quería así a alguien, era porque era buena persona.

—Mucho gusto, señor Carter... Marian y Santi me han hablado mucho de usted —respondió, dedicándole una suave sonrisa. Luego se dirigió a su hija—Sí, es muy alto, Marian. Gracias por presentarnos.

En una ocasión, Tony, valiéndose de su condición de amigo-de-toda-la-vida, le preguntó cómo era que conseguía meterse en situaciones comprometidas en las que la única persona que salía lastimada era él mismo. En ese entonces, Neil no supo qué contestarle, pero sabía que esta era una de esas situaciones de las que Tony hablaba.

A veces le parecía que no tenía instinto de conservación ni tampoco tenía un ápice de amor propio. Neil sabía que no debía de estar en esa casa, ni tampoco debería de haber aceptado ser testigo en la boda de Santi con una mujer moribunda, que además era la madre de su hija.

Pero allí estaba, exponiendo su corazón, sonriéndole a Ava, mientras Marian todavía estaba sosteniendo su mano, con una sonrisa radiante.

—Por favor, puedes… puedes llamarme Neil. Cada vez que alguien dice “señor Carter” creo que están hablando de mi padre o de mi abuelo —Neil rompió la tensión del momento con una frase ligera que le arrancó a Marian una carcajada.

—¡Es cierto, mamá! Yo sólo lo llamo Neil… —sin embargo, la expresión de Marian cambió a mitad de camino y luego de mirarlo a él, se volvió hacia su madre con un gesto preocupado—. ¿Fui grosera, mamá?

La verdad era que la situación era de lo más graciosa. Neil tuvo que inclinarse un poco en dirección a la niña. Santi nunca se había referido a él de una manera tan formal, así que era lógico que Marian lo hubiera tratado con familiaridad desde el primer día.

—No hace falta que tú tampoco me llames así. Soy amigo de tu papá y ahora conozco a tu mamá.

Quiso decirle que eso los hacía amigos también, pero no era tan fácil portarse tan familiar con Marian en presencia de Ava. No la conocía, tampoco le parecía una mala persona, pero no estaba seguro de qué opinaba ella de que tuviera ese nivel de cercanía con su hija. Eso sólo le recordaba que las cosas ahora eran increíblemente complicadas y que Neil, quizás, no debería estar allí.

—Lo siento —dijo con aprehensión—. Marian y yo nos hemos hecho muy amigos.

Sonrió al escuchar el intercambio entre Neil y Marian. Le resultaba enternecedor la forma en que Neil le hablaba y cómo Marian parecía tan cómoda con él.

—Bueno, Marian, estabas con tu padre cuando conociste a Neil, ¿cierto? —le preguntó, haciendo una pausa antes de usar el nombre de pila, tal y como se lo acababa de pedir—Si Santi no te corrigió, es que no hay problema.

Luego volvió a dirigir su mirada a Neil.

—No tiene que disculparse —le dijo con una sonrisa—Me enternece el corazón ver que mi hija tiene nuevas personas que la quieran..

Lo iba a necesitar. El día que Ava faltara, si se cumplían sus deseos y la niña se quedaba con Santiago, iba a estar en un contexto totalmente nuevo para ella, no quería que se sintiera sola. Saber que desde ahora se estaba rodeando de personas que la querían le daba paz.

—Marian, cariño, ¿puedes ir a traerme un vaso de agua? —le preguntó con suavidad a su hija.

La niña asintió y salió de la habitación, y Ava miró a Neil a los ojos.

—Quiero darle las gracias por su forma de ser con Marian. Ella lo quiere mucho. Si algo le hace falta ahora mismo es sentirse querida también —dijo con sinceridad.

Sabía, por todo lo que Santiago le había dicho, que Neil estaba siendo un gran apoyo para Marian y él en el proceso de pasar a vivir como padre e hija. Dios sabía que Santiago iba a necesitar ayuda, no tenía idea sobre niños.

Y para Marian no sería fácil su muerte. Toda su vida habían sido ellas dos nada más.

Neil seguía sin saber por qué demonios estaba allí en esa habitación. Pero últimamente no estaba tomando buenas decisiones, estaba demasiado sensible y su vida estaba yéndose a la deriva sin que él pudiera evitarlo de verdad.

Cuando Ava le pidió a Marian que le buscara un vaso con agua, Neil se sintió más tenso de la cuenta porque ahora estaban solos y era mucho más complicado evadir su mirada. Ava parecía cómoda en su presencia, lo que Neil no estaba seguro si era algo bueno o algo malo. Neil estaba tratando de hacer paces con la idea de que Santi se casaría y que, además, él tendría que ser el padrino de su boda. No quería ni pensar en ello todavía, pero era una situación que llegaría, más temprano que tarde.

—No tienes… no hay nada que agradecer. Tampoco creo que haya hecho demasiado, es tan sólo que nos caímos muy bien desde que nos conocimos —Neil estaba diciendo la verdad, no exageraba por quedar bien.

De hecho, no estaba seguro de qué tanto sabía Ava, Santi ni siquiera había planeado que se conocieran, fue algo que surgió de manera espontánea. Desde ese entonces se cayeron muy bien. Marian era una niña adorable y él estaba feliz de poder contribuir un poco con sus alegrías, que sabía bien que eran escasas últimamente.

Era una buena niña. No merecía nada de lo que estaba viviendo.

—Santi estaba muy preocupado al principio, pero yo le dije que Marian estaría bien, era cuestión de que se tomaran el tiempo para conocerse mutuamente. Me alegra saber que no me equivoqué y que se acopló bastante bien a esta casa.  

Neil pronunció la sonrisa lo mejor que pudo, pues creía las palabras que estaba diciendo. Él siempre supo que, a pesar de las circunstancias, Santi sería un buen padre para Marian. Santi no era el tipo de persona que dejaba cosas a medias, incluso si era algo tan complejo como la paternidad.

Santiago ya le había dicho que Neil era una persona humilde y que aveces no parecía darse cuenta de lo importante que era para los otros. No lo había dicho como una crítica. Al contrario, lo había dicho como algo admirable en él. Probablemente porque Santiago no era particularmente humilde.

Lo que estaba viendo confirmaba todo lo que Santiago y Marian le habían dicho sobre él. Su hija era muy buena juzgando el carácter de la gente, así que le parecía que no se había equivocado en nada de lo que había dicho y sí tenía mucho que agradecer.

—Santiago tiene sus razones para estar preocupado —le dijo, comprobando que su hija no había vuelto a aparecer—Marian tiene un carácter difícil, y siempre hemos estado solas y unidas. No hay forma de que esto no le afecte mucho y él nunca ha lidiado con algo así. Va a necesitar mucho apoyo.

En el breve tiempo que había salido con él Santiago le había parecido una buena persona, pero no era realmente un hombre de familia. Tal vez sí, de su familia de origen, pero no era alguien que se visualizara fácilmente con familia propia. Tampoco habría aposado por su agilidad con los niños más allá de firmarles un autógrafo.

Neil Carter, por otro lado, sí parecía ese tipo de persona. Ava odiaba ser calculadora, pero cuando se tenía poco tiempo no había otra opción.

—Me voy a quedar más tranquila sabiendo que ellos cuentan contigo —añadió—Yo estaré aquí muy poco tiempo y no creo estar en situación de mediar lo suficiente entre ellos. Técnicamente eres nuestro padrino de bodas, pero eso no va a durar mucho ni Santaigo me verá nunca como una esposa: tómalo como ser el padrino de Marian más bien.

Marian regresó en ese momento con el vaso de agua. Ava lo tomó y le dedicó una sonrisa a su pequeña. Suponía que ya le había dicho lo que necesitaba a Neil.

—Gracias cariño, ¿qué se hizo tu padre? —le preguntó con suavidad a su hija.

Marian se encogió de hombros.

Neil se conmovió mucho al escuchar hablar a Ava de esa manera. Hasta ahora no había pensado en nada más que llevarse bien con la pequeña Marian porque eso le vendría bien a Santi, porque sería capaz de ayudarlo de verdad. Sin embargo, si lo miraba desde la perspectiva de Ava, ella también llevaba toda la razón: Neil iba a ser una figura de seguridad para Marian una vez ella faltara.

Contuvo la respiración al pensarlo, sobre todo porque Ava acababa de decirle que, para motivos prácticos, era una especie de padrino para Marian. Quizás para otra persona eso hubiera supuesto una enorme carga emocional, pero para Neil no era problema. Sabía que cuando un niño se había encariñado contigo, no te quedaba otra que corresponderle con igual intensidad. El momento posterior al divorcio de sus padres, tenía edad suficiente para irse con su madre, a vivir a Francia y tener una vida menos asfixiante gracias a su padre. Pero hacer eso habría significado dejar atrás a Regina y Bruce, que todavía eran más pequeños. Neil nunca se hubiera perdonado hacer algo semejante, así como no se permitiría dejar a Marian a la deriva.

—Bueno, todavía no tengo sobrinos, así que estaré encantado y honrado de que Marian sea mi ahijada —dijo con voz solemne, mientras le regalaba una sonrisa que era sincera—. Realmente me encariñé con ella. No sé si… bueno, no importa si nadie te lo contó, después del divorcio de mis padres me encargué lo mejor que pude de mis dos hermanos. Se me dan bien los niños. Ayudaré a Marian todo lo que pueda.

Por fortuna, no tuvo que agregar que también cuidaría de Santi porque Marian regresó a la habitación. Llegó diligente, sosteniendo un vaso con sus dos manos y sonriéndole a su madre. Parecía otra niña, era evidente que estaba demasiado contenta por tener a su madre en casa. Esperaba que los médicos la dejaran estar allí y no regresar al hospital. ¿Qué caso tenía, además? Era el mismo caso de su abuelo.

—Papá está con la abuela en la cocina. Neil se va a quedar a comer —anunció Marian con una voz intransigente y Neil alzó ambas cejas, mirándolo sorprendido.

—¿En serio? —dijo, mientras ella lo miraba sonriendo. Sí que se parecía a Santi cuando sonreía, nadie lo convencería de lo contrario.

—¡Neil! —dijo Marian, dando un saltito en dirección a él—. ¿Te quedas a comer?

Ava se sintió complacida al ver la expresión de Neil. Creía haber logrado su cometido. Realmente quería y esperaba que su hija estuviera bien junto a Santiago, y se había dado cuenta en esas semanas que había estado en su vida que Neil era parte muy importante de eso.

No podía saber con tan poco tiempo de tratarlo si sus sospechas eran verdad, pero le parecía que Neil tenía una cercanía con la familia mayor a la de un amigo común. Por eso había querido hablar con él, y darle un lugar más cercano que un simple testigo civil en aquella boda por conveniencia.

Además, Neil Carter le daría legitimidad a su precipitado matrimonio. Le preocupaba la reputación de Santiago pues tendría consecuencias para Marian.

Su hija había regresado ajena a la conversación y había declarado que Neil se quedaría, de lo que este, obviamente, no se había enterado.

—Tienes que preguntarle a las personas antes de asumir —dijo con cariño, corrigiendo a su hija, quien ahora miraba a Neil con ansiedad esperando su respuesta.

Le acarició el cabello y le devolvió el vaso de agua.

—Yo no los acompañaré a la cena —añadió—Lo lamento, pero necesito descansar, no creo poder estar a la mesa.

Marian la miró con los ojos muy abiertos.

—¡Puedo comer contigo aquí! —le ofreció con esa calidez propia de su hija.

Ava sonrió pero negó. No estaba reteniendo bien el alimento, la enfermera se encargaría de su alimentación, pero no iba a preocupar a su hija con esas cosas.

—Gracias, pero voy a dormir, cariño —le respondió, acariciando su mejilla—.Además, tú invitaste a Neil a cenar, no lo vas a dejar solo, ¿verdad?.

Miró a Neil y le sonrió. Aunque no le hubiera respondido, suponía que diría que sí.

Neil tuvo que morderse la lengua cuando escuchó a Ava pedirle a Marian que preguntara primero las cosas. Ese tipo de actitudes también las tuvo Bruce, su hermano pequeño, cuando era un niño. Marian ni siquiera dudó por un instante en que Neil iba a aceptar su propuesta. Era una niña encantadora. Incluso Ronnie, que tan sólo era consentidora con sus sobrinos, le había dicho que era una niña encantadora. Aunque claro, su amiga tenía una opinión diferente de por qué Neil encontraba a Marian tan irresistible.

"Bueno, se parece un poco a su padre, ¿no? Tú tienes debilidad por los genes Gutiérrez". La frase de Ronnie, dicha un par de días atrás, todavía le daba vueltas en la cabeza.  

—No puedo dejar solo a Neil, pero mamá… —Marian se quedó callada un instante, como si no supiera bien qué decir a continuación. La niña todavía lo estaba tomando de la mano, pero miraba con duda hacia su madre, así que él le sostuvo la mano con más firmeza.

Ava de seguro que no tenía fuerzas para ir hasta la mesa, ni tampoco iba a poder comer todo lo que servirían a la mesa. Pero Marian era muy pequeña para comprenderlo, así que Neil esperaba poder aliviar esa carga un poco.

—¿Por qué no comemos nosotros y luego le traemos a tu mamá un trocito de postre? —preguntó, tratando de mediar la situación. En cuanto Marian escuchó la palabra “postre” suavizó su expresión y se le iluminó la mirada de nuevo. Neil sonrió, agradecido de que su plan hubiera funcionado—. Pero tienes que comerte toda la comida como la otra vez.

Por suerte, la mención a la comida no fue suficiente para amedrentar a Marian. Creía que Santi le había dicho que ya no podía tanto problema a la hora de comer. Neil creía que eso era un avance, pero lo mejor era no hacer mención a ello por el momento. Era suficiente con que Marian aceptara sus términos y dejara a Ava descansar un rato.

—¡Sí, le traeremos postre!

Miró a Neil Carter llena de agradecimiento porque hubiera encontrado la forma de llevar a su hija a comer. La verdad a veces dudaba de las fuerzas que tenía para lidiar con su hija cuando se ponía testaruda.

No sabía cómo iba a lidiar Santiago con ella. Su hija tenía una voluntad de hierro y era muy cabeza dura. A veces pensaba que lo había sacado de ella, así se había esforzado para seguir su carrera contra la voluntad de su madre... pero tal vez le venía de los genes de Santiago quien también parecía igual de terco. Esperaba que sus personalidades aprendieran a congeniar.

Su mirada se encontró con la de Neil y le sonrió con dulzura.

—Eso me alegra mucho, Marian, escuchar que te vas a comer todo —comentó.

Ya antes Santiago le había comentado que Neil siempre la hacía comer más que él.

—Esperaré mi postre para más tarde —añadió—Creo que ahora tomaré una siesta...

Se acomodó un poco mejor en la cama, pero seguro que ahorita regresaría la enfermera y la ayudaría a terminar de encontrar una buena postura para dormir. Sonrió a su hija y después regresó su atención a Neil.

—Gracias, Neil —dijo con toda sinceridad—.Santiago y Marian son muy afortunados de tenerte.

Lo decía totalmente en serio. Debía hablar luego con Santiago para que cuidara esa relación. Tenía la impresión de que Neil iba a ser mucho más que su padrino de bodas.

Faltaba exactamente una semana para que arrancara la nueva temporada de fútbol y todo el equipo tenía entrenamiento en una hora, pero Neil le había dicho a Santi y Darien que llegaran una hora antes. Sin embargo, a medio camino, Darien les había dicho que llegaría un poco tarde. Neil tan sólo puso un emoji de caballo en el chat e ignoró el resto de los mensajes de su amigo, que intentó ofenderse cuando era él quien les estaba quedando mal.

Santi, por supuesto, sí que le había confirmado y él siempre llegaba antes que todos los demás a los entrenamientos. Esa mañana, Neil pasó por casa de su padre para saludar a su abuelo bien temprano antes de echarse el viaje hasta las afueras, donde estaba el centro de entrenamiento. Había manejado con el volumen en alto todo el rato, como siempre hacía cuando estaba solo en el carro y estaba cargado de ansiedad.

Neil llevaba en el Arsenal desde la filial, así que se conocía de nombre y apellido a cada uno de los trabajadores y asistentes del centro. Se sintió un poco culpable porque casi siempre llevaba café cuando llegaba tan temprano, pero ese día no le dio tiempo por haber ido primero a ver al abuelo. Cuando llegó a la cancha secundaria, la que usaban para calentar antes de repartirse para jugar en la práctica, la portería ya estaba instalada.

Neil no alcanzó a tomar el teléfono para preguntarle a Santi cuánto faltaba para que llegara, porque escuchó su nombre a sus espaldas. Cuando se giró, vio a Santi aparecer tras el pasillo de las gradas. Neil creía que era la primera vez que lo veía tan contento desde que él regresó de la pretemporada. También tenía su uniforme de entrenamiento y Neil estaba convencido de que el corazón le estallaría en el pecho.

—¿A que te sientes diferente en la cancha? —comentó con una sonrisa, mientras se acercaba a él. Neil tuvo que contener las ganas que tenía de darle un sentido abrazo. Era una de esas ocasiones en que tenía que sus propios sentimientos fueran a traicionarlo—. Bienvenido a casa, Santi.

Neil se quedó allí de pie, tan sólo viendo cómo la mirada de Santi se iluminaba. Se había tardado demasiado en volver a la cancha de fútbol, pero estaba seguro que cuando la temporada comenzara, el fútbol lo ayudaría muchísimo. A él le estaba ayudando también, la pretemporada le sirvió para recordar que la vida no era sólo hospitales y luchas de poder con su padre.

La vida para Neil también era el olor a césped del Emirates, los gritos de la hinchada y el sonido del balón al chocar contra sus guantes.

—Como puedes ver, Darien nos dio el plantón, pero todavía podemos hacer méritos hasta que llegue Redmayne y nos diga que sólo queremos quedar bien con él —dijo Neil, pues era bien sabido que Redmayne llegaba al menos media hora antes que cualquier jugador.

Regresar a entrenar era lo mejor que le podía pasar. Se había tomado su tiempo, intentando amoldarse a Marian y la presencia de Ava. No estaba siendo fácil. Marian quería estar todo el tiempo con su madre y no entendía que Ava no siempre estaba en condiciones de estar con ella.

Cada vez tenía que pasar más tiempo sedada.

A Santi el ambiente en la casa se le hacía asfixiante, y su madre prácticamente setaba viviendo con ellos. Le ayudaba mucho su presencia, pero le hacía sentir muy inútil a la vez. Debería poder con todo esto, le había tocado... pero no lo habría logrado solo.

Su madre no era la única de la que dependía. Neil era probablemente quien más lo había sostenido en todo ese tiempo. Cuando le dijo de verse temprano, antes del entrenamiento, le había alegrado mucho la idea. Le preguntó a su madre si podía quedarse desde más temprano, y a la enfermera si no había problema. Marian había hecho pucheros al despedirse.

Pero él... seguro que era la peor persona del mundo, pero se había sentido libre cuando se encontró solo en el auto camino a la práctica.

Ahora, en la cancha, definitivamente se sentía mejor.

Bienvenido a casa, Santi

Aquellas palabras resonaron dentro de él y sonrió. Era la peor persona del mundo, pero allí podía ser feliz. Lo sabía.

Miró a su alrededor, y vio que, en efecto, no había rastro de Darien. Seguro que Eleanor lo había detenido. Ahora, lo de entrenar una hora antes le parecía magnífico, aunque fueran ellos dos. Entrenar con Neil siempre era agradable.

—Es el mejor lugar del mundo —declaró, dedicándole a Neil su mejor sonrisa—. Realmente me hacía falta regresar

Le habría gustado dedicarse solo al balón sin pensar en nada, pero era imposible. Su cabeza nunca paraba. Además, ahora que veía a Neil se daba cuenta que, como solía pasarle, la última vez que hablaron había estado muy agobiado por Ava y no le había preguntado por su abuelo.

—¿Tú cómo has estado? ¿Cómo sigue tu abuelo?—preguntó con interés sincero.

Neil conocía a Santi lo suficiente porque seguramente estaba sintiéndose culpable por haber venido aquí y dejado atrás a Marian. Santi era ese tipo de persona, especialmente porque ya se sentía mal de no haber estado presente para su hija antes. Pero Santi no podía continuar prestándole atención a una única cosa, estaba demasiado agobiado. Lo bueno de todo esto era que en una cancha de fútbol, Neil no necesitaba decirle nada. El fútbol hablaría por él.

Se encogió de hombros cuando Santi preguntó por su abuelo. La verdad era que no había muchas novedades, Neil estaba resignado a que no habría mejorías, pero se conformaba con que su abuelo estuviera estable y que no tuviera demasiadas confrontaciones con su padre. Esto último estaba siendo un poco difícil, la semana pasada había tenido una fuerte discusión después de una reunión de la junta directiva de Carter Global.

Neil no podía esperar a que empezara la temporada de fútbol y pudiera delegar un poco los temas de la empresa. James, su fiel abogado, lo iba a matar, pero Neil, al igual que Santi, también necesitaba que el fútbol lo salvara.

—Sigue estable. Sé que no va a mejorar, pero me conformo con que las enfermeras lo cuiden en casa. Estar en el hospital acabaría por volverlo loco y, la verdad, no podría soportar que estuviera tan devastado sus últimos días. Papá sigue enfadado conmigo, pero ya está hecho —Neil se encogió de hombros, mientras se acomodaba sobre el pasto de la cancha, para empezar con su rutina de estiramientos—. Los doctores dicen que serán unos meses de deterioro progresivo.

Neil se humedeció los labios, no estaba seguro si era bueno darle más detalles a Santi. Después de todo, él estaba viviendo otro tanto con Ava. Hasta ahora no habían vuelto a tocar el tema del matrimonio, pero suponía que volverían sobre él muy pronto. Ava estaba en la misma situación que su abuelo: el tiempo le jugaba en contra.

—Practicarás tiros conmigo, ¿cierto? ¿Cuántos crees que atajaré antes de que te pongas de mal humor? —comentó con una sonrisa, para aligerar la conversación.

Realmente se sentía mejor solamente de estar en la cancha. No haber hecho pretemporada le había pasado factura, en especial con todo lo que había tenido que lidiar en casa en su lugar. Sin embargo, Neil había tenido razón en citarlo allí. Tenía que darle las gracias por eso.

Recordó las conversaciones que había tenido con Ava esos días cuando se sentía bien como para hablar. Le había insistido mucho en que creía que Neil era un buen amigo y que debía cuidarlo mucho. Que sentía que era una buena influencia para él y para Marian. Que era bueno tener un amigo de tantos años y debía cuidarlo.

Le había tenido que dar la razón con todo, pero no estaba seguro cómo Ava había entendido tan bien su relación con unos minutos que había hablado con él. Tal vez era que el propio Santi hablaba mucho de él.

Escuchó la respuesta de Neil sobre su abuelo. Nunca sabía bien qué decir, peor le parecía que un buen amigo tenía que preguntar. Realmente quería poder ayudar a Neil.

—Me alegra que esté estable —replicó, aunque no sabía bien qué más decir de lo demás, en especial de lo de su padre. Santi no podía entender a George Carter—. ¿Te molesta que te pregunte? Si te molesta mejor no lo hago, puede ser que no quieras hablar de estas cosas.

Tampoco quería ser indiscreto o ponerlo incómodo. Nunca sabía bien hasta dónde llegar y cuándo detenerse.

Sonrió ante la propuesta de Neil de practicar tiros y tomó una bola para hacer unas cuantas series de calentamiento.

—Que ahora seas campeón del mundo no quiere decir que vayas a pararme tantos tiros como crees—replicó.

Pero sabía que lo haría. Neil sí había hecho pretemporada y él no. En tres tiros seguro ya estaría de mal humor. Pero no se lo iba a reconocer tan pronto. Además, era un honor que se los parara el campeón del mundo.

Neil se quedó mirando a Santi un instante, mientras sopesaba su pregunta. La realidad era que no, no le molestaba que Santi le hiciera preguntas al respecto. Sí que estaba cansado de que últimamente ese fuera el único tema de conversación a su alrededor, pero Santi no tenía la culpa de eso. Santi no era la prensa, que buscaba cómo alimentar el morbo, los Carter habían estado bastante alejados del escándalo desde el divorcio de sus padres y la situación con su abuelo estaba despertando monstruos que Neil había olvidado que existían bajo su cama.

—Gracias, Santi. Por preguntar. Por supuesto que no me molesta, somos amigos. Sólo me afecta de verdad cuando lo hace la prensa. Casi había olvidado lo que era el acoso de los medios, fue igual de horrible cuando mis padres se divorciaron, Santi, si supieras… —a pesar de que él y Santi se conocían desde hacía mucho tiempo, cuando Santi entró a la academia de fútbol, ya los Carter se habían divorciado. Esa fue fácilmente la peor época en la vida de Neil y con la enfermedad del abuelo parecía que lo estaba reviviendo—. Lo siento, no quiero ponerme dramático. Tú puedes preguntarme lo que quieras, no puede ser que el único que haga las preguntas intensas sea Darien.

Neil pronunció la sonrisa, mientras volvía la vista hacia Santi. Tenía la sensación de que en ese minuto de silencio estaba diciéndole más de lo que debería. Siempre habían sido amigos, pero en las últimas semanas llevaban hablando de manera constante, incluso los días en que no podían verse.

Cuando se puso de pie, frunció el ceño apenas Santi mencionó el tema del Mundial. Sabía que saldría tarde o temprano. Londres no dejó de cantar las canciones de la selección por semanas, pero Neil seguía sintiendo que todo eso lo había vivido otra persona.

—¿Dices si nos divertimos mientras llega el flojo de Darien? —dijo Neil, alzando las cejas en gesto desafiante. Pudo ver la expresión animada en los ojos de Santi enseguida—. Cada vez que me metas un gol, te invitaré a comer. ¿Te parece o elevamos la apuesta?

Santi sonrió al confirmar que a Neil no le molestaba que le preguntara por su abuelo. Lo seguiría haciendo entonces, porque realmente se preocupaba por él con frecuencia.

Pero ahora debían concentrarse.

—Vamos a divertirnos —concordó. Ya Darien llegaría tarde, al filo del entrenamiento, estaba seguro de eso—. Y veamos a cuántas comidas me tienes que invitar. Vas a hacerme subir de peso.

Sonrió ampliamente, consciente de que lo que acababa de decir era una fanfarronada. Pero Neil lo conocía. No se lo tomaría a mal. Además, tampoco era tan fácil anotarle y Santi estaba fuera de forma, lo sabían ambos.

Tomó un balón y empezó a hacer series con las rodillas y golpecitos con la cabeza para mantenerla en el aire.

Había extrañado tanto esto... Seguía teniendo dominio sobre el balón. Era cuestión de ponerse en forma de nuevo.

—¿Empezamos con penales o tiros libres?—preguntó.

Los penales eran una de las habilidades que era más necesaria para un delantero de tener a punto. El destino de un partido o una clasificación podía decidirse por un penal. Pero los tiros libres eran los que podían llegar a ser verdaderas obras de arte.

Neil sabía perfectamente lo que su propuesta provocaría en Santi. Era como si, de pronto, las pasadas semanas no hubieran existido en absoluto. Era como si hubiera recuperado a su amigo de siempre, a la persona de quien estaba tan enamorado. Santi brillaba de una manera diferente cuando estaba en una cancha de fútbol.

Era maravilloso.

—Creo que estás muy seguro de tus palabras, señor me-perdí-la-pretemporada —dijo Neil, alzando ambas cejas. La expresión de Santi luego de escucharlo decir aquello fue todo un poema—. Lo del peso no debería preocuparte, eres quien mejor cumple el régimen de ejercicios. Las calorías nunca han sido un problema para ti.

Neil tomó un balón entre las manos, mientras caminaba hacia la portería. En unos días arrancaría la temporada y lo mínimo que esperaba la fanaticada era que volvieran a pelear el campeonato, como la campaña pasada. Además, ese año además de las copas de la liga, también tenían Champions League. Redmayne esperaba que pudieran luchar por todo, había traído un centrocampista que se llevó unos cuantos elogios en el Mundial y Neil empezaba a cuestionarse si además de todo eso iba a poder con el puesto de capitán.

Redmayne le había dicho que no podía imaginar a ningún otro vistiendo la banda de capitán partido a partido. Neil, como siempre, escogió creerle.

—¿Vas a hacerme parar tiros libres sin una barrera para lucirte? ¿Dónde está Darien cuando se le necesita? —volvió a decir Neil, mirando a su alrededor exageradamente a pesar de que era obvio que su amigo aún no estaba a la vista—. Hagamos penales, escoge cuántos. Luego me gustaría ensayar algo nuevo, si no te importa.

La verdad era que no lo había pensado con detenimiento hasta ahora, pero Neil pensaba que, si se lo planteaba a Santi, éste quizás se entusiasmaría. En la cancha, durante los partidos, era con Darien con quien más se entendía, pues de su amigo dependía el marco de la defensa. Con Santi, encargado de la ofensiva, era distinto.

Santi torció el gesto ante lo de "señor me-perdí-la-pretemporada". Ya le haría pagar por esas palabras con los tiros que iba a hacerle. Sonrió. Le gustaban los retos y sabía que Neil lo estaba provocando también, para que se concentrara en lo que estaban haciendo.

Claro que iba a concentrarse. No cabía en sí de la felicidad de estar de regreso en la cancha de fútbol. Era como si todo el estrés de las últimas semanas hubiera desaparecido. Sabía que lo estaría esperando en el momento en que guardaran el balón. Así que por ahora debía disfrutarlo.

Las palabras de Neil llamaron poderosamente su atención.

—¿Quieres probar algo? —repitió—. ¿Eso es un intento de distraerme? Porque suena como que me vas a hacer una proposición indecente, ¿qué quires probar?

Había picado profundamente su curiosidad. Ahora no podría concentrarse en los tiros. Frunció el ceño, mientras intentaba decidir cuál era su mejor opción.

—Tres tiros para calentar: necesito saber qué e slo que quieres que probemos—dijo finalmente, con total resolución.

Ya podría proponerle más tiros al final. Estaba seguro de que si Neil levaba una propuesta tenía que ser algo interesante. Emocionante.

No podía evitar sentirse emocionado.

Neil no pudo evitar sonrojarse cuando Santi insinuó que estaba a punto de proponerle algo indecente. Sabía bien que Santi tan sólo estaba bromeando, pero se sintió apenado de sólo pensarlo. Había momentos como éste en que recordaba lo que Ronnie siempre le decía, que no era justa la posición en la que estaba y que, además, Santi estaba lastimándolo de manera constante sin siquiera saberlo.

Aunque sabía que su amiga tenía buenas intenciones, Neil no podía culpar a Santi por nada. Además, por encima de todo, eran amigos, lo habían sido desde hacía años. Eso sin contar que también eran compañeros de equipo. Neil estaba completamente atrapado.

Cuando miró a Santi a los ojos, le regaló la mejor de sus sonrisas. Todas las que Neil regalaba al público y a la prensa, eran perfectamente ensayadas, pensadas con cuidado qué era lo que la gente quería o esperaba de él justo en ese momento. Las sonrisas que le daba a Santi siempre eran gestos sinceros que venían desde su corazón. Tal cual una novela rosa.

—En el partido de la semifinal, contra Alemania, en un saque de puerta le hice un pase largo a Christian que acabó en un gol, no sé si… —Neil se detuvo un instante porque sabía que la época del Mundial era un tema sensible para Santi. Fue justo en ese momento cuando estalló la noticia de Marian con la prensa. Él mismo se había enterado en una rueda de prensa después de un partido. El momento en que le preguntan si sabía sobre la hija de Santi se hizo viral en todas las redes sociales por semanas—. Bueno, él y yo no lo ensayamos, hubo algo de suerte. Pero pensé que podríamos ensayarlo. Tú y yo.

Neil no estaba seguro cómo tomaría Santi semejante sugerencia. Cuando se trataba del fútbol podía ponerse bastante obsesivo y le gustaban los retos, así que para él sonaba como algo que a Santi le gustaría probar. Quizás tendrían que tomarse tiempo extra de los entrenamientos, pero no creía que eso fuera un problema para Santi. El fútbol era, después de todo, el primer amor de su vida.

Para Neil, el fútbol era lo único que lo mantenía a flote, así que suponía que ambos estaban a mano.

—¿Qué dices? —preguntó, regalándole una sonrisa—. ¿O tengo que bloquearte diez penales primero para que me hagas caso?

Neil le pasó el balón que tenía entre las manos, esperando que Santi le dijera que sí. De sólo pensar que funcionara y pudieran recrearlo en un partido le producía un cosquilleo de emoción en todo el cuerpo.

Santi parpadeó al escucharlo. Recordaba ese gol. No había visto el partido en vivo, en ese momento estaba reunido con Ava y con Marian. Apenas había conocido a su hija un par de días antes. Ava lo había buscado primero, y después habían concertado una chica para conocer a la niña. Luego, la abuela había ido a la prensa y todo se había disparado.

No había tenido control de cómo había salido la información a la prensa. De repente, todo era un infierno y no había sabido cómo manejarlo. Había llamado a Amy pero poco había podido hacer por él más que control de daños. Él, mientras tanto, quería conocer a su hija, y ver cómo podía ayudarla a mejorar su situación.

Tenía una hija con una madre moribunda...

Había estado tan sumido en aquel drama que no había visto la semifinal. Había visto un resumen después, ni siquiera había visto el partido completo...

Y había visto ese gol. Era una belleza. Christian Gold había hecho una maravilla con aquel pase largo de Neil. Arqueó una ceja.

—Tú y yo tenemos mucha más sintonía en la cancha que Gold y tú —le aseguró—. Esto va a ser genial.

Le emocionaba la idea de que preparan algo así. Seguro que impresionaría a Redmayne verlos coordinarse de esa forma. No lo habían hecho hasta ahora. Siempre practicaban penales y tiros libres, incluso a veces el juego de pies de Neil. Pero esto era nuevo.

¿Había estado a punto de irse sin que nunca hubieran hecho esto?

—Tres tiros de penal y nos ponemos con esto—reafirmó. —Me muero porque probemos.

Le dedicó a Neil su mejor sonrisa.

Neil no pudo evitar reírse cuando escuchó la respuesta de Santi. Suponía que, visto fríamente, él tenía razón. Aunque Neil y Christian se entendían muy bien, no era lo mismo practicar con un compañero de selección, a quien sólo podías ver en puntuales ocasiones a lo largo del año, al trabajo que hacías con tus compañeros de equipo. Además, él y Santi se conocían desde la filial, así que podían entenderse mucho mejor.

Le alegraba saber que no se había equivocado y que a Santi le entusiasmaba la propuesta que acababa de hacerle. Neil creía que si practicaban de manera incansable, conseguirían replicar eso en algún partido. Como en cualquier jugada, nunca todas eran infalibles, pero lo importante era la consistencia.

—Bien, vayamos por esos tiros penales primero —dijo Neil, mientras se acercaba hacia la portería. Terminó de colocarse los guantes justo antes de ponerse bajo los tres palos. A pesar de la distancia, Neil podía adivinar a la perfección la sonrisa de Santi.

Cuando se conocieron, Neil también le atajó unos cuantos tiros a Santi, quien parecía completamente fastidiado al respecto. Neil siempre contaba esa historia para que Santi se avergonzada. Ahora había quedado como una anécdota graciosa, que incluso la había contado en entrevistas cuando el equipo hacía promocionales para que conocieran mejor a los jugadores del Arsenal.

—¡Estoy listo! —exclamó Neil, mientras se colocaba en posición. Santi le había dicho que sólo tiraría tres penales, pero Neil lo conocía lo suficiente para saber que harían, como mínimo, cinco. Lo confirmó en el primer disparo, que Neil rozó lo justo para enviarlo al poste izquierdo de la portería. Soltó una carcajada cuando escuchó a Santi maldecir. El segundo disparo, para fortuna de Santi, fue un tiro que Neil adivinó pero que no pudo atajar.

El tercer tiro Neil no lo adivinó, pero estiró el pie izquierdo que alcanzó rozar la pelota lo suficiente para sacarla de la portería. De nuevo, se volteó hacia Santi, quien parecía bastante fastidiado con el asunto. Neil se acercó hacia la pelota, para devolvérsela con una leve patada en su dirección.

—¿Tres de cinco? Sino vas a tener que invitarme tú y te recuerdo… —dijo Neil, con voz amenazante—. Que soy tu amigo más posh.

A veces, que Neil fuera tan bueno era desesperante. Justo eso había pasado en el Mundial cuando se enfrentaron. Neil lo había parado todo. Y, como bien le había recordado, Neil había hecho pretemporada y él no.

—Tres de cinco —aceptó—. Pero porque no quiero perder, no porque me moleste invitarte a comer.

Cuando estaban en la escuela de fútbol sí que importaban esas cosas. Santi tenía dinero para invitar a sus compañeros, pero nadie tenía tanto dinero como Neil.

Su amigo más posh. Era verdad. Santi no tenía muchos amigos. Félix y Neil eran los más cercanos. Darien que era una presencia sólida y constante. Y ya. Poco más. Por suerte seguía en Londres cuando se destapó todo lo de Marian. No había podido evitar imaginarse que todo hubiera salido a la luz estando solo en Barcelona.

Respiró profundo. Tenía que concentrarse en lo que estaba haciendo.

Puso el balón en el punto de penal y retrocedió tres pasos. Levantó la mirada y la fijó en Neil, quien estaba quieto y firme delante de él. Era imposible adivinar hacia dónde se iba a tirar. Todos los porteros tenían tendencia hacia algún lado, pero Neil tenía muy buena intuición. Además, como era muy alto le era fácil llegar a los balones cerca de los palos. O para sacar el balón con los pies si se había tirado mal.

Así que decidió apuntar a las esquinas superiores sus dos tiros. Los dos al mismo lado. Tenía que perfeccionar esos tiros. Eran infalibles con cualquier portero, fueran altos, buenos o no.

Inspiró profundo y realizó el primer tiro. Lanzó un grito de euforia cuando vio entrar el balón y levantó ambos puños al aire. Corrió recoger el balón que ya Neil estaba sacando de adentro del marco, y le dedicó su mejor sonrisa.

—Uno más—señaló. —Y pasamos a tu idea.

Volvió a colocar el balón. Sonrió con seguridad e hizo el último tiro con decisión.

Nuevamente el balón entró por la esquina del marco y Santi celebró. No podía evitar sentir la euforia de anotar, aunque fuera un gol que no valía nada.

Se acercó corriendo a Neil con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

—Ahora sí, todo listo para practicar tu jugada—declaró con alegría.

Esto iban a dominarlo, estaba seguro.

Neil ni siquiera estaba enfadado o frustrado, la sonrisa de satisfacción genuina que tenía Santi borraba cualquier otra cosa. Ese gesto era más que suficiente para compensarlo todo. Era precisamente por eso que le pidió a Santi que se vieran antes del entrenamiento, porque quería verlo así de feliz.

Tenía que reconocerse que esto había sido una excelente idea. Y últimamente Neil no se reconocía muchas cosas, pues tenía la sensación de que estaba improvisando por el camino. Pero esto, este momento, lo había hecho bien.

Si para eso Santi tenía que ganar tres de cinco penales, lo aceptaría.

Sostuvo el balón con ambas manos, perdido por un instante en la sonrisa que Santi le ofrecía. Neil estaba sin aliento, porque tenía la sensación de que estaban más cerca de la cuenta. O quizás era sólo parte de su imaginación.

Colocó el balón a sus pies y volvió la vista hacia Santi otra vez, quien seguía con los ojos brillantes.

—Bien, tu derecha siempre es mejor, así que voy a lanzar hacia ese lado. ¿Quieres que sincronicemos de alguna forma o prefieres dejarlo al azar? Creo que puedo alcanzar tu velocidad, te conozco desde hace mucho, puedo probar suerte.

Quizás si conseguían que esto funcionara, podrían pensar en una señal para utilizarla en algún partido. Neil no se engañaba, sabía que había mucho que trabajar por delante, no iba a arriesgarse en un juego de la Premier League, pero si les iba bien practicando, se atrevería a decirle a Santi de probar en algún encuentro de Copa durante la temporada. Como siempre, Redmayne contaba con que pudieran pelear por todo. Mientras más lejos llegaran en la Copa de la Liga, seguro que Redmayne los usaría como titulares indiscutibles porque esperaba ganarlo todo.

—¿Qué dices? —comentó, conteniendo la respiración.

Neil estaba sonriente y parecía satisfecho, a pesar de que le acababa de meter tres penales. Eso siempre le había llamado la atención de él. Tenía el mejor espíritu deportivo del mundo. Santi odiaba perder, pero Neil sabía aceptar los goles con deportividad y sin perder la concentración.

Era un portero siempre enfocado y tranquilo. Eso le daba mucha seguridad a todo el equipo.

Pero al parecer quería tanto como él enfocarse en su nueva propuesta. Santi escuchó su explicación y se cruzó de brazos mientras miraba hacia el otro extremo de la cancha.

—No subestimes mi izquierda —le advirtió—. Pero tienes razón en qeu es mejor empezar a practicar con la derecha. ¿Tal vez deberíamos definir una altura de la cancha para que envíes la bola? Intentemos una vez sin planear mucho para medir cómo estamos, y empezamos a pulirlo.

No tenía duda de que les iba a salir. Neil y él siempre se habían entendido a la perfección. ¿Por qué no lo harían en esto? Claro, el problema en un partido era que solían estar en extremos diferentes, Santi solía evitar el área propia. Le tenía horror a los autogoles y sabía que para un delantero había un mayor instinto para alcanzar la portería que para desviar lo que fuera hacia ella.

—Voy hacia allá, haz tu mejor tiro—le pidió, antes de empezar a correr hacia el otro marco.

No podía ver lo que Neil hacía ni adivinarlo, pero estuvo seguro de que pasada la media cancha debía empezar a esperar la llegada del balón. ¿Qué tan lejos podía enviarlo Neil? Pero no podía ser tan lejos que no le diera tiempo de controlar y encarar a la defensa. Lo ideal era que lograra filtrarla entre la línea de la defensa pero sin caer en fuera de juego.

Esto iba a ser muy divertido de lograr. Ya sentiría culpa por estarse divirtiendo después.

Sí lamentó pensar que nadie en casa iba a entender si les contaba lo que habían estado haciendo Neil y él ese día. Tal vez llamaría a Félix para contarle, él sí que lo entendería.

Cuando lo hubieran pulido lo suficiente podrían mostrárselo a Redmayne.

No sabía cómo le iba a retribuir a Neil por haber propuesto esa idea y haberlo invitado a entrenar con él previo al entrenamiento oficial.

Neil no pudo evitar reírse cuando Santi le dijo, muy serio, que por favor no renegara de su izquierda. Se encogió de hombros, en señal de rendición, porque de todas formas Santi acabó por darle la razón. Neil se fijó en la cancha con detenimiento, mientras sopesaba las palabras de Santi. Aunque sabía que no era enteramente su trabajo, Neil siempre procuraba ponerle empeño a sus pases largos, pues nunca se sabía cuándo habría un golpe de suerte.

No empezó a creerse que, quizás, podría hacer él mismo su propia suerte, después de ese partido en el Mundial. Christian y él ni siquiera se habían puesto de acuerdo, fue uno de esos momentos en que el talento se combinaba con la suerte.

—Trataré de hacerlo cerca de la media cancha, porque como lo hagamos funcionar lo primero que van a querer es marcarnos el fuera de lugar —dijo, aunque más pensando en voz alta que una advertencia para Santi.

Neil se solía tomar el fuera del lugar muy en serio, bajo los tres palos esos detalles contaban muchísimo. Dejó caer el balón a sus pies, mientras se preparaba para lanzar. Decidió que, por ser la primera vez, se enfocaría primero en la fuerza antes que la precisión. Pateó con fuerza, viendo cómo el balón se elevaba y cruzaba la media cancha. Sin embargo, se dio cuenta rápido de que Santi no alcanzaría a tocar el balón. Se mordió el labio inferior, fastidiado.

Tendría que bajar la fuerza para el próximo disparo. Se sintió un poco más culpable de la cuenta porque se dio cuenta de que Santi fue tras el balón de todas formas, incluso si podían buscar otro en las esquinas de la cancha. Neil le sonrió avergonzado cuando éste regresó a su lado.

—¿Mucha fuerza? —comentó con tono juguetón—. Lo noté. Lo siento. Pensé que necesitaba enfocarme en cuánta fuerza necesitaba para cruzar la media cancha, luego mejoraré la precisión.

Neil no podía esconder su emoción al hablar. No bromeaba al decir que el fútbol era su tabla de salvación. Saber que estaba a las puertas de la temporada, le daba tranquilidad.