JUST SAY YES

La rutina está en ocasiones salpicada por algún que otro tropiezo que a veces se convierte en un problema. Lo importante, por supuesto, es tener amigos en los que apoyarse, que son los que hacen de lo irresoluble algo más manejable. Por esa misma razón, Wynonna y Kevin tenían un acuerdo con el resto de sus amigos, que consistía en reunirse todos los jueves para cenar en un apartamento, y no dejar de hablar, independientemente de lo lejos que los llevasen sus vidas adultas. Lo que ninguno de los dos imaginaba, claro, era que faltarían a su compromiso, encontrándose de pronto a varios cientos de kilómetros de su ciudad y, por si eso fuera poco, a unos cuantos siglos antes del año que habían marcado sus calendarios.

Un día, la pareja de amigos se encontró con que su mundo había desaparecido, y algo los había arrastrado a la época victoriana que solo habían visto en la pequeña y gran pantalla. Todas aquellas cosas que en la ficción les resultaban tan divertidas como absurdas eran ahora parte de sus vidas, y si algo les quedó claro en el momento en el que se encontraron en el pasado, es que necesitarían mantenerse unidos si querían salvar su honra y sobrevivir a los afilados comentarios de la sociedad inglesa mientras encontraban la forma de regresar a casa.

Wynonna Reyes Eloise Smyth — Mahariel

Kevin Walters Jack Lowden — Timelady

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EP.3	EP.4

— take me somewhere —

Miró el contenido de la lata con cierta curiosidad. En su interior había una especie de algodón. A Wynonna le parecía poco probable que comenzase a arder de manera espontánea, así que siguió observando la herramienta con el ceño fruncido, pensando en lo bien que le vendría que estuviese por allí Teresa, su compañera de máster que siempre llevaba un mechero a todas partes. La curiosidad se transformó en frustración y gruñó al ver que no era capaz de hacer funcionar la dichosa lata de combustible.

— Por lo menos esto no es Aventura en pelotas — suspiró Wynnie, entregando la lata a Kevin para que llevase a cabo su ocurrencia.

Ese era el tipo de situaciones que no mostraban en las películas. Al menos, no las que estuvieran fuera del género de la comedia. Wynonna, como todas las chicas a las que había conocido, se había imaginado alguna vez en la preciosa época de la regencia inglesa, pero nunca de esa manera. Pensaba protagonizar una versión de Orgullo y Prejuicio con menos sutilezas y un perfecto caballero inglés de sonrisa bonita y ojos claros, no una tragicomedia con tintes de horror psicológico en la que se viera atrapada en una época que no era la suya con un señor que la quería cambiar por un trozo de terreno.

En ello pensaba cuando las chispas que logró Kevin le iluminaron a ella la vista.

— Eres un genio, ¿lo sabías?

Con un fuego encendido, la perspectiva de que anocheciera no terminaba de hacerse agradable, pero sí menos preocupante. Tuvieron tiempo de estudiar el mapa, organizar sus provisiones y pensar en lo que harían al día siguiente, aunque sus opciones fueran reducidas. La noche los encontró mirando el fuego, las llamas brillantes sobre los tablones a medio consumir, sin oír más que el chisporroteo de la combustión en el silencio del campo. Wynonna estaba sentada al lado de Kevin y apoyaba en su hombro la sien.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

No sabía qué hora era, pero debía de ser tarde. Quizá habría podido averiguarlo por la posición de las estrellas si las hubiese visto así en su ciudad. El cielo tenía un aspecto completamente distinto en aquel lugar: estaba lleno de destellos, tantos que no habría podido contarlos. Al notar el abrazo de Kevin, se acurrucó mejor y se encontró tan cómoda que supo que no le importaría permanecer así un rato.

— Ah, sí — Wynonna también estaba cansada, pero no estaba pensando en dormir.

Cuando empezó a darle explicaciones, lo miró con cierta extrañeza. No sería la primera vez que durmiesen juntos: alguna vez, de viaje, se habían quedado cabeza con cabeza mientras Jo conducía, pero también era cierto que la situación en la que se encontraban no se parecía en nada a nada de lo que hubiesen vivido hasta el momento.

— Venga ya, Kev, no me digas que te está afectando estar aquí y te vas a volver un mojigato tú también — se quejó, dándole un codazo —. Hay confianza, ¿no?

No quiso darle importancia, pero no pudo evitar pensar en ello mientras se acostaban a un lado del fuego. La manta estaba áspera; Kevin, no. Su ropa era suave y su piel tenía una calidez distinta a la de las llamas.

— Vaya día, desde luego… — murmuró Wynonna cuando encontró una postura más o menos cómoda. — A ver si se acaba ya.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

Aunque le hacía gracia que su amigo se hubiera puesto nervioso ante la perspectiva de dormir juntos, también la preocupó la perspectiva de tener que someterse al recato victoriano si es que no encontraban la manera de regresar a casa. No es que Wynonna saliera de fiesta todas las noches y volviera a su apartamento de la mano de una persona distinta cada vez que lo hacía (cosa que, por cierto, no tiene nada de malo), pero la idea de que la tratasen como a una criminal por haberse quedado un rato hablando con un amigo suyo solo porque él era un hombre y ella era una mujer no le resultaba en absoluto agradable.

¿Era así como iban a ser las cosas a partir de entonces? Si las opciones eran tratar a Kevin como un perfecto desconocido para olvidarse de él o huir juntos a ninguna parte, Wynonna tenía claro que prefería lo segundo.

— Pues ojalá — asintió, acurrucándose mejor entre sus brazos, pensando en que mañana sería otro día.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— Don't be afraid, we'll make it out of this mess —

Cuando Wynonna despertó a la mañana siguiente, no supo dónde estaba. Durante un maravilloso, perfecto y efímero momento, no recordó que había pasado la noche junto a Kevin en un granero. Por un instante, pudo creer que estaba en el sofá de su apartamento, pasando frío en los pies porque la manta se le había quedado corta mientras dormía, que podría hacerse un ovillito para seguir dormida, pero pronto regresó a la realidad y se encontró con el césped clavándosele en las mejillas, lo tosco de la tela que la cubría, el olor a tierra mojada mezclada con la ceniza.

Echó de menos los panecillos con mermelada en el desayuno, desde luego, pero si a cambio de aquel esponjoso manjar tenía que hipotecar su futuro (¿o su pasado?), se los podían quedar.

— ¿Un puerto? Mira, déjalo. Con la suerte que tenemos, acabaremos rumbo a Sudáfrica, y a ver cómo salimos de allí.

En cualquier caso, en lo que sí estaban de acuerdo era en que sería mejor salir del granero cuanto antes, porque Wynnie todavía no estaba nada segura de que no fuera a aparecer por allí el dueño del lugar para echarlos a patadas por haber pasado allí la noche sin pedir permiso.

— Casi me siento mal por el pobre caballo — murmuró Wynnie acariciándole el cuello —. No, sin el casi. Me siento mal por el pobre caballo.

WYNNIE — Granja — CON Kevin

— Don't be afraid, we'll make it out of this mess —

Lo cierto es que Wynonna no tendría que estar pensando en el caballo, sino en sí misma y en su supervivencia junto a Kevin, y como bien le había dicho su amigo, debía ser más optimista. Al fin y al cabo, ya estaban más que jodidos. Recordarlo no les serviría de mucho y, sin embargo, Wynnie no lo podía evitar. Le parecía todo tan absurdo que no podía dejar de pensar en ello ni aunque quisiera. ¿Qué clase de coña mala era que hubiera acabado en el periodo de la regencia con un amigo suyo y que estuvieran fugándose de donde quiera que fuera que hubieran aparecido porque querían casarla a ella con un señor con el que no había cruzado más de dos frases seguidas?

Wynnie agarró la mano de Kevin y logró subir al caballo al tercer intento. Estaba cansada, se acababa de despertar, hacía frío por las mañanas y nadie avisa en las películas de lo grandes que son los caballos y lo altos que están los estribos, así que cuando consiguió sentarse resopló y abrazó a Kevin por la cintura.

— Vámonos.

Iniciaron la marcha en la dirección que les pareció mejor. Como no sabían dónde estaban, todo lo que fuera alejarse del camino por el que habían venido serviría. Mientras estaban en movimiento era más sencillo dejar de pensar en la situación que tenían encima, quizá por la sensación de estar haciendo algo, fuera lo que fuera.

Al cabo de un rato, cuando aún no debía de ser mediodía, atravesaron una calzada que debía ser una vía transitada de transporte por lo bien conservada que estaba. Pasaba más gente que por los caminos que habían estado recorriendo hasta el momento.

«¿Y si nos reconocen?», pensó inmediatamente. «No pienses en eso, agorera», se reprendió, pero ya no podía evitarlo.

WYNNIE — Granja — CON Kevin

— Don't be afraid, we'll make it out of this mess —

La idea de que los descubrieran creció y creció hasta ocupar por completo su mente y desplazar al resto de sus pensamientos. Wynnie intentó no perder los nervios, ser racional y mantener la calma, porque era plenamente consciente de que el desquiciamiento no los ayudaría a salir de allí más deprisa, pero no pudo hacerlo. Una vocecita en su cabeza se dedicaba a recordarle continuamente lo mal que podía salir todo.

Lo peor es que al final tuvo que darle la razón.

Kevin no le dijo nada, pero Wynonna supo que los habían encontrado antes incluso de que pusiera el caballo al galope para volver a emprender una huida hacia ninguna parte. De pronto, el caos se hizo con la situación. Wynnie abrazó a su amigo con quizá demasiada fuerza. Tenía miedo y nunca había montado así a caballo. El animal corría tan deprisa y tan violentamente que parecía que fuera a tirarlos a Kevin y a ella en cualquier momento.

Wynnie intentó sostenerse al animal con las piernas, pero no le sirvió de mucho. No encontraba la manera de hacerse a la cadencia del trote. Ni siquiera había podido responder a las maldiciones de Kevin: no sabía cómo los habían encontrado, solo que le faltaba el aire y que la silla de montar le parecía mucho menos estable de lo que le hubiera gustado. Oía las voces de sus perseguidores y quería mirar hacia atrás, pero no se atrevió a hacerlo.

«Mierda, mierda, mierda…»

Como su situación no era lo suficientemente mala, Wynonna notó cómo se iba escurriendo de la montura hasta que, ni agarrándose a Kevin con toda la fuerza que tenía, fue capaz de mantenerse a lomos del caballo. Cayó al suelo y ahogó un grito. Si la tierra hubiera estado completamente seca en lugar de tupida de césped, Wynonna se habría levantado sangrando. El golpe la aturdió, oyó los cascos de los caballos y al abrir los ojos descubrió que veía doble.

— Oh, no…

«Lo que me faltaba», pensó amargamente. «Ahora estoy lisiada».

WYNNIE — Granja — CON Kevin

— Don't be afraid, we'll make it out of this mess —

Con el plan de huida que llevaban tampoco es que hubieran llegado mucho más lejos. No iban a recorrer toda Inglaterra a caballo y, además, ni siquiera sabían a dónde estaban yendo. Aunque les doliera reconocerlo, “lejos” no era un destino fijo, por lo que tarde o temprano se habrían encontrado en un punto muerto. Aun así, a Wynonna no le gustó ser quien pusiera fin a la huida de una manera tan lamentable.

El golpe la había dejado más tonta de lo que ya era. La cabeza le daba vueltas, sabía que no iba a poder levantarse y ni siquiera tuvo la capacidad de preocuparse por morir aplastada por el caballo cuando Kevin volvió a por ella. Lo pensó después, cuando ya la habían alcanzado sus perseguidores, y respondió a las preguntas de su amigo con un gemido de cansancio.

— Da igual, Kev — murmuró —. Nos han pillado.

No tenía ningún caso negarlo. Ella no podía levantarse, ni mucho menos volver a montar. Él había vuelto a por ella, así que todos sus esfuerzos por poner distancia habían quedado reducidos a nada.

— ¡Por fin! — exclamó un hombre de nariz alargada y pelo cano al que Wynnie tenía la impresión de haber visto en alguna parte. — ¡Vosotros dos! ¿¡Sabéis lo que estáis haciendo!?

— No se os ocurra moveros de ahí — los amenazó otro, y Wynonna se rio. — ¿Acaso he dicho algo gracioso?

— Caballero, haga usted el favor de dejarme en paz, que me acabo de partir la crisma — replicó ella ya sin molestarse en disimular su hastío.

— Los llevaremos de vuelta con sus familias y pondremos fin a todo esto.

— Todavía estamos a tiempo de arreglar esto… — intervino alguien a quien Wynonna sí reconoció: era uno de sus tíos, lo había visto al salir del laberinto con Kevin.

— De verdad, ¿todavía estáis con esas? — ellos parecieron profundamente ofendidos por la informalidad, pero lo estarían más todavía con la idea que se le había ocurrido. — Se acabó. Vamos a acabar con esta tontería — agarró a Kevin del brazo, lo sujetó por el chaleco, tiró de él y lo besó.

Lo hizo con los labios cerrados, manteniendo la posición. No fue un beso delicado, ni tampoco sentido. Nació de la desesperación por la situación en la que se habían encontrado. No era obsceno en ningún caso, pero Wynnie pensó que si estaban montando semejante pifostio por una simple charla a solas en un laberinto de arbustos, aquello sería suficiente para infartarlos.

— ¡Ja! ¿¡Ahora qué!? ¡Otro hombre me ha reclamado!

WYNNIE — Granja — CON Kevin

— Don't be afraid, we'll make it out of this mess —

Wynnie habría deseado no tener que recurrir a semejante bajeza. Era plenamente consciente de que había abusado de la confianza de Kevin plantándole un beso en los labios sin haberlo avisado, pero es que no se le ocurría otra forma de terminar con aquella estupidez.

Nunca le había prestado demasiada atención a las clases de historia, y no recordaba que sus profesores se hubiesen detenido mucho tiempo en el periodo de la regencia inglesa. Sin embargo, tenía claro que en aquella época se valoraba la honra por encima de todo y las mujeres no eran vistas como personas, sino como mercancías que se podían intercambiar por un precio más o menos elevado. Wynnie pensó que haber sido besada por Kevin haría que no valiese nada para ningún otro nombre, y si casarse no era negociable, al menos lo haría con alguien a quien apreciase.

— Oh, Kev, lo has hecho genial — le respondió en un murmullo cuando se disculpó por la peroata —. ¡Ya lo habéis oído! ¡Estamos enamorados!

Los captores estaban absolutamente horrorizados. No sabían qué decir. Al tío de Wynonna se le estaba hinchando la vena de la frente. Wynnie buscó la mano de Kevin, entrelazó sus dedos y se aferró a él cuando intentaron separarlos, aunque los hombres los superaban y tenían más fuerza que ella.

— ¡Soltadme, coño! — le arreó un codazo a uno y le pareció oír un crujido. Uno la soltó, pero otros dos todavía la sujetaban, igual que a Kevin.

— ¡Basta ya! ¡Os vamos a llevar de vuelta al condado! ¡Y entonces veremos qué hacer con vosotros!

WYNNIE — Granja — CON Kevin

— It's a love story —

Todavía faltaban unos cuantos años, por no decir siglos, para que naciese el desgraciado que le dio el nombre a la Ley de Murphy, cuyo principio fundamental es que si algo puede salir mal, saldrá mal. Aun así, la desgracia no respetó los tiempos y atrapó a Kevin y a Wynonna antes de que pudieran continuar con su ya de por sí desastrosa huida. La cuestión es que los habían pillado y separado de una manera que, en opinión de Wynnie, había sido demasiado violenta, si bien era cierto que ella habría estado más que dispuesta a dejar calvos a los guardias que la habían secuestrado de no haber sido porque su densidad ya estaba de por sí mermada.

Los habían llevado de vuelta al pueblo en carruajes separados. A Wynnie le habían cruzado la cara de un guantazo cuando intentó gritar, y sospechaba que a Kevin le habría ocurrido algo parecido. Al menos, ella se despachó a gusto: pateó al hombre que tenía delante tan fuerte que escuchó un “crac” a pesar de su aullido adolorido. Cuando miró a Wynnie, lo hizo con expresión furibunda, pero también con lágrimas en los ojos. Llegaron a un acuerdo tácito para no volver a ponerse la mano encima y, para sorpresa de Wynnie, lo mantuvieron durante el resto del trayecto.

Como era de esperar, no llevaron a Wynonna y Kevin al mismo lugar, sino que al llegar al pueblo los carros tomaron rutas diferentes. Dejó de oír el paso de los caballos y al asomarse a la ventana vio a Kevin alejarse por un sendero que no estaba segura de haber visto antes. No se atrevió a preguntar a dónde se lo llevaban. Todavía le escocía el guantazo que le habían dado y no quería arriesgarse a llevarse otro.

Al final, llegaron a la casa de los tíos de Wynnona, que en realidad no lo eran, y la recibieron entre horrorizados, furiosos y profundamente espantados. Nada más bajar del carro la acosaron a preguntas, aunque no parecían estar esperando respuestas, porque no la dejaron hablar.

— Te has metido en un buen lío, Theodora. Esta vez de verdad.

WYNNIE — Poblado — CON Kevin

— It's a love story —

A Wynonna le parecía que haber retrocedido un par de siglos en el tiempo, estar en un condado perdido de la mano de Dios y haber sido secuestrada por una familia de dementes ya era estar en un buen lío, pero prefirió no decir nada porque tenía la sensación de que hablar era un gasto de saliva completamente inútil. Desde que estaba allí no le habían hecho ningún caso ni una sola vez, por lo que no tenía sentido seguir intentándolo.

— ¿Es que cómo se te ocurre? Huir con ese muchacho, así, de esa manera…

— Estaba ya todo organizado.

— ¡Qué desastre! Theodora, de verdad, solo por esto tendríamos que darte una paliza — A Wynonna la atrajo la idea de un enfrentamiento físico porque no le faltaban ganas de partirle la cara a sus dichosas tías, pero descartaron la posibilidad con un ademán —. No lo haremos porque solo faltaría que te presentaras a la boda con la cara rota…

Wynonna estuvo a punto de intervenir, pero se le adelantaron.

— ¿Todavía habrá boda? ¿Después de todo lo que ha pasado?

— Sí — dijo su tía mayor —. Está claro que ya no podemos casarla con el caballero que se interesó por ella, pero esto… Esto no puede quedar así. Si no la casamos ahora, no la casaremos nunca y se convertirá en una carga para todos nosotros. Ningún hombre la querrá sabiendo lo que ha hecho con ese zángano que intentó llevársela.

— Por el amor de… — masculló Wynnie por lo bajo.

— La única solución es casarla con ese sinvergüenza.

La indignación que había encendido el discurso de su tía fue sustituida por una perplejidad momentánea. Wynnona apenas podría creer que la situación se hubiera desmadrado de aquella manera: estaban tratándola como a una delincuente por haber tenido la osadía de hablar a solas con su amigo, y lo que era peor, estaban tratándolo a él como a un demente por lo mismo. Se habían visto obligados a fugarse para escapar de la locura colectiva de aquella aldea y habían fracasado estrepitosamente. Wynonna no sabía qué esperar, pero sí que de todas sus opciones, casarse con Kevin para que la dejasen en paz no era ni de lejos la peor de ellas.

— Si me entregáis a él, no protestaré. Me portaré bien. Haré todo lo que me digáis, lo que haga falta. No volveré a escaparme, lo juro por Dios.

— ¡Como si valiera de algo tu palabra a estas alturas! No seas ridícula, Theodora. Somos nosotras quienes tendremos que arreglar este desastre. Tú estarás aquí encerrada hasta nuevo aviso. Y por si se te ocurre hacer alguna de las tuyas, ¡estarás vigilada todo el tiempo!

WYNNIE — Poblado — CON Kevin

— It's a love story —

Dicho y hecho. A partir de entonces, Wynonna no tuvo un solo momento a solas. La acompañaban a todas partes: a desayunar, a leer, a tender la ropa, a echar la siesta. Allá donde fuera tenía una sombra que torcía el gesto cada vez que la veía desesperar por lo absurdo de su situación. Solo se libró de que una prima se metiera con ella a la bañera porque le gritó con toda la fuerza de sus pulmones que se fuera a tomar viento, y aun así se la encontró en la puerta cuando terminó. Estaba claro que la posibilidad de mantener una conversación a solas con Kevin ya no existía, y aun así cuando caía la noche, Wynnie se asomaba a la ventana de su habitación por si lo encontraba entre las sombras.

Por suerte, al cabo de un par de días la avisaron de que habían hablado con la familia de Kevin para organizar una pedida en su casa. Las tías de Wynonna no cabían en sí de gozo. Aunque intentaban disimularlo, quizá para castigar a su indiferente sobrina, estaban contentas. Después de todo, parecía que iban a librarse de Wynnona y, además, salvando la honra de la familia. ¿Qué otra cosa podían pedir, además de, bueno, salud mental?

Llegó el día de la pedida y Wynonna ya no pudo librarse del escrutinio de su familia. La bañaron sus tías, le cepillaron el pelo hasta dejarlo suave como una seda, eligieron sus mejores vestidos y la obligaron a probarse cuatro modelos unas seis veces cada uno para decidir cuál era el más apropiado para la ocasión. Al final, después de mucho valorar, se quedaron con el primero, y Wynnie se notó envejecer cinco o seis años por semejante pérdida de tiempo.

— Más te vale no estropearlo todo otra vez — le advirtió una de las primas que, a pesar de no ser la mayor, parecía un sargento de caballería.

Kevin se personó en la hacienda familiar con una seriedad impropia de él. Wynonna no se atrevió a decir nada, porque estaba escoltada por sus parientas, sentadas a un lado y otro del sofá, pero miró a su amigo con mucha curiosidad. Él no le devolvió el gesto. Se dirigía en exclusiva a sus tías. Le recordó a los documentales que veía cuando era pequeña, acostada sobre la barriga de su padre mientras él se echaba la siesta en el sillón. Kevin era como un cazador cercado por unos tigres en la jungla. Estaba intentando que no se lo comieran vivo. Y a Wynonna le estaba costando aguantarse la risa. La situación era objetivamente absurda, pero su amigo se había metido en el papel y resultaba bastante convincente. Sintió mariposas en el estómago con el discurso de Kevin. Si lo hubiera visto en una serie, se lo habría creído.

— ¿Y cómo sabemos que vuestras intenciones son honestas? — inquirió una de sus tías, entrecerrando los ojos. — ¿Cómo sabemos que es sincera vuestra propuesta?

— La reputación de nuestra familia ya se ha visto afectada por su… huida — añadió otra, escupiendo la última palabra como si fuera un jarabe de sabor amargo —. No podemos consentir otra falta como aquella.

— Si aceptamos, será nuestra familia quien organice la boda. Y será lo antes posible, en un par de días, a lo sumo, bajo nuestras condiciones.

WYNNIE — Poblado — CON Kevin

— It's a love story —

Wynnie se sentía como el juez de silla de Roland Garros. Miraba a sus tías y a Kevin alternativamente, atenta a sus intervenciones, sin atreverse a decir nada, ni a hacer ningún gesto que pudiera revelar lo que estaba pensando. Ya le había quedado claro que aquellas mujeres no tendrían ningún problema en cruzarle la cara de un guantazo si volvía a pasarse de lista, y a Wynonna no le interesaba en absoluto poner a prueba dicha teoría, por lo que decidió quedarse callada, aunque Kevin no se lo estuviera poniendo fácil.

No pudo evitar mirar a Kevin cuando dijo que se habían fugado para casarse. Wynonna no tenía palabras para explicar de dónde se había sacado algo así de peliculero, volvió a hacer un esfuerzo para que no se le escapara una carcajada que le costase otro encierro. Cuando la miró una de sus tías, su gesto se tornó serio, y en cuanto la susodicha apartó la mirada, Wynnie volvió a desinflarse.

«Si aceptan, les aseguro que no volverán a tener queja de nosotros», les dijo Kevin, y Wynonna asintió. Y tanto que no volverían a tener queja de ellos: como que no iban a volver a verlos nunca más. De pronto, la idea de subir a un barco cuyo destino desconocieran no sonaba tan mal como en un principio, porque cualquier cosa sería mejor que permanecer allí encerrados con esos dementes.

La cuestión es que el discurso de Kevin convenció a las tías de Wynnona, que a decir verdad estaban deseando librarse de ella tanto como ella estaba deseando perderlas de vista, y empezaron a parlotear sobre la boda como si ninguno de los contrayentes estuviera presente. Kevin les preguntó si le entregarían a Wynnie, ella le devolvió la mirada y suspiró de alivio al oír a la tía mayor asentir.

— Tenéis vuestra bendición — coincidió, solemne.

— Oh, Dios mío — murmuró Wynnona llevándose una mano al pecho en un ademán teatral. Habría saltado a los brazos de Kevin si hubiera podido, pero tendría que esperar. En cuanto dejaron de prestarle atención para volver a sus parloteos, miró a Kevin para gesticular con los labios “¡lo conseguimos!”. Lo único que la aterraba más que quedarse atrapada en la regencia por el resto de sus días era perder a Kevin.

— Bien, muchacho, dale las buenas nuevas a tu tía. Hablaremos con el cura del pueblo y celebraremos vuestra boda en unos días. Espero que estéis preparados. Hasta entonces, estaréis separados. No queremos más escenitas, por supuesto.  Después… ya veremos.

— ¡Serás una novia preciosa, Theodora! — exclamó una prima suya pellizándole la mejilla con una fuerza desproporcionada.

— En fin, no es lo que habíamos previsto… — suspiró otra tía. — Pero tendrá que servir.

— Sí, sí — Wynnie se frotó la mejilla dolorida —. Tendrá que servir.

— Pero tú arrodíllate o algo, ¿no? — intervino la prima. — Vamos, digo yo.

A Wynnona le hizo tanta gracia que no pudo evitar estar de acuerdo.

— Eso, joven, hay que hacer las cosas bien.

WYNNIE — Poblado — CON Kevin