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Even stone will crack and melt if a fire is hot enough
INSPIRED
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House of the Dragon
En los Siete Reinos corre el mismo rumor desde hace muchos años: la Reina Alicent y la Princesa Rhaenyra, quienes alguna vez se tuvieron un inmenso cariño, cada vez se soportan menos. Años de rencor cociéndose poco a poco, no ha hecho más que salpicar al resto de sus familias.
Los rumores son tan fuertes y vuelan tan lejos, que en las Ciudades Libres la Triarquía está esperando el momento justo para utilizar las grietas de la familia Targaryen a su favor. Llevan varios meses planeando una estrategia perfecta que dé un golpe perfecto al envejecido Rey Viserys, que lo obligue a recordar que su imperio no es indestructible ni intocable, como llevan pensándolo por tanto tiempo.
Ajeno al conflicto, Aegon vive todos los días de su vida como si fueran el último, fastidiado al ver cómo su padre se consume cada minuto que pasa y eso significa que tanto su madre como su abuelo van a poner sobre su cabeza una corona que nadie le preguntó si quiere. En el otro extremo de la familia Targaryen, Jacaerys vive angustiado al saber que no todos en la Corte aceptan a su madre como la legítima heredera al trono, y además cuestionan de manera constante su origen y el de sus hermanos.
Un día como cualquier otro, de manera inesperada, la Triarquía ataca. Aegon desaparece en medio de la noche, aunque las malas leguas dicen que dos hombres encapuchados lo sacaron de uno de los burdeles que el príncipe frecuentaba a escondidas de la Corte. Jacaerys es visto por última vez en el puerto de Marcaderiva, cuando hacía una visita de rutina a la familia de su padre. Alicent y Rhaenyra lloran la pérdida de sus hijos, pero las noticias vuelan muy rápido y por primera vez no parece que tengan razones para culparse la una a la otra.
Los rumores de la desaparición de los príncipes corren como pólvora por todo Poniente y cada quien tiene sospechosos diferentes. Algunos culpan a Dorne, aquel reino de salvajes que juró venganza eterna contra la dinastía Targaryen. Los más atrevidos apuntan a la Mano del Rey, Lord Hightower, que busca a la vez deshacerse de la descendencia de Rhaenyra y colocar al más apto de sus nietos en el Trono de Hierro. Otros pocos aciertan con la Triarquía, enemiga jurada de Daemon Targaryen. Pero los días pasan y nadie se pronuncia al respecto, mientras el paradero de los príncipes es desconocido.
A pesar de los crecientes rumores de sus muertes, Aegon y Jacaerys están cautivos en las Ciudades Libres, luego de que la unidad de la Triarquía se tambaleara al verse incapaces de ponerse de acuerdo con la negociación de su rescate. Nadie les da noticias sobre dónde están, ni qué piensan hacer con ellos ni tampoco qué noticias tienen sus familias sobre el secuestro. Cada día que pasa, Jacaerys tiene claro que la única opción que tienen es trabajar juntos para volver a casa, mientras que Aegon empieza a preguntarse si no tiene con qué negociar su propia libertad para nunca más volver a la Fortaleza Roja.
Los rumores son tan fuertes y vuelan tan lejos, que en las Ciudades Libres la Triarquía está esperando el momento justo para utilizar las grietas de la familia Targaryen a su favor. Llevan varios meses planeando una estrategia perfecta que dé un golpe perfecto al envejecido Rey Viserys, que lo obligue a recordar que su imperio no es indestructible ni intocable, como llevan pensándolo por tanto tiempo.
Ajeno al conflicto, Aegon vive todos los días de su vida como si fueran el último, fastidiado al ver cómo su padre se consume cada minuto que pasa y eso significa que tanto su madre como su abuelo van a poner sobre su cabeza una corona que nadie le preguntó si quiere. En el otro extremo de la familia Targaryen, Jacaerys vive angustiado al saber que no todos en la Corte aceptan a su madre como la legítima heredera al trono, y además cuestionan de manera constante su origen y el de sus hermanos.
Un día como cualquier otro, de manera inesperada, la Triarquía ataca. Aegon desaparece en medio de la noche, aunque las malas leguas dicen que dos hombres encapuchados lo sacaron de uno de los burdeles que el príncipe frecuentaba a escondidas de la Corte. Jacaerys es visto por última vez en el puerto de Marcaderiva, cuando hacía una visita de rutina a la familia de su padre. Alicent y Rhaenyra lloran la pérdida de sus hijos, pero las noticias vuelan muy rápido y por primera vez no parece que tengan razones para culparse la una a la otra.
Los rumores de la desaparición de los príncipes corren como pólvora por todo Poniente y cada quien tiene sospechosos diferentes. Algunos culpan a Dorne, aquel reino de salvajes que juró venganza eterna contra la dinastía Targaryen. Los más atrevidos apuntan a la Mano del Rey, Lord Hightower, que busca a la vez deshacerse de la descendencia de Rhaenyra y colocar al más apto de sus nietos en el Trono de Hierro. Otros pocos aciertan con la Triarquía, enemiga jurada de Daemon Targaryen. Pero los días pasan y nadie se pronuncia al respecto, mientras el paradero de los príncipes es desconocido.
A pesar de los crecientes rumores de sus muertes, Aegon y Jacaerys están cautivos en las Ciudades Libres, luego de que la unidad de la Triarquía se tambaleara al verse incapaces de ponerse de acuerdo con la negociación de su rescate. Nadie les da noticias sobre dónde están, ni qué piensan hacer con ellos ni tampoco qué noticias tienen sus familias sobre el secuestro. Cada día que pasa, Jacaerys tiene claro que la única opción que tienen es trabajar juntos para volver a casa, mientras que Aegon empieza a preguntarse si no tiene con qué negociar su propia libertad para nunca más volver a la Fortaleza Roja.
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Jacaerys Velaryon
Fugitivo — 16DNN — Harry Collett — Minerva
Aegon Targaryen
Fugitivo — 20DDN — Tom Glynn-Carney — Juno
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IX. The Wars to Come
Yunkai
Noche
Con Aegon
Meereen.
Jace debía admitir que ya lo había pensado desde antes. Que eventualmente habría que avanzar hacia aquella ciudad. Seguía siendo una ciudad esclavista, pero era más grande que Yunkai y tendrían más oportunidades de camuflarse entre la gente. Había más variedad de personas también, tal vez el cabello de Aegon no sería tan llamativo.
Era una ciudad con sus problemas, pero mientras no se metieran en lo que no les incumbía no debían tener mayor problema.
—Puede ser un buen lugar para continuar nuestra vida—comentó. —He ahorrado algún dinero con mi trabajo en la compañía, lo traje conmigo, tal vez podamos obtener otro lugar para vivir al que nos acostumbremos, que lo hagamos nuestro como el piso sobre el bar.
No sería lo mismo, pero no tenía por qué ser malo.
La pregunta sobre la compañía tenía lógica. Aegon parecía estar empezando a pensar de manera lógica, tal vez estaba saliendo de su confusión inicial tras el secuestro. Descansar y comer bien le ayudaría a recuperarse, tenían que alcanzar un refugio.
—Creo que me he hecho una buena reputación. Conseguiré trabajo en otra compañía.
Quería sonar optimista. No sabía si sería tan simple, pero en su compañía actual sabían que se había marchado para auxiliar a Aegon. Todos sabían que Aegon era lo más principal en suv ida, siempre lo había dejado claro. No creía que a nadie le extrañara que se hubiera ido por él.
Y creía ser lo suficientemente bueno con la espada para que lo aceptaran de nuevo en otro sitio. Sus entrenamientos con Harwin Strong y las cosas que había aprendido de Daemon le daban una ventaja especial.
Estrechó las manos de Aegon, con intención de animarlo.
—Confío en nosotros, Aegon. Vamos a salir adelante donde sea que vayamos.
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IX. The Wars to Come
Yunkai
Noche
Con Jace
Aegon sabía que Jacaerys estaba siendo muy razonable en todo lo que decía. Si no estuviera tan alterado, tendría un poco de vergüenza al saber que, una vez más, era Jacaerys quien estaba sacándolos a los dos a flote. Aegon no era más que un inútil, aquella certeza lo sacudió entero.
Cerró los ojos, acariciando la espalda de Jacaerys, tratando de tranquilizarse, pero el movimiento rítmico de sus dedos contra su espalda no parecía funcionar. Aegon trató de imaginarse su nueva vida en Meeren, pero no estaba seguro de que fueran a lograrlo. Creían estar a salvo en Yunkai, a tal punto que empezó a fantasear que estaban en un lugar relativamente seguro. Pero luego de esto, Aegon empezaba a darse cuenta de que nunca escaparía de su familia.
Ser un Targaryen era una maldición.
Sin embargo, la suave voz de Jacaerys lo invitaba a mostrarse un poco más esperanzado. Se escuchaba tan seguro de sí mismo, que Aegon estuvo a punto de decirle que estaba borracho. Sonaba como uno, por supuesto.
—Me gustaría sonar tan seguro como tú… —dijo con una tenue sonrisa. Creía que le debía al menos una sonrisa a Jacaerys, aunque éste le estuviera dando la espalda y no pudiera verlo directamente—: Pero quiero decirte Jace, que donde vayas, iré contigo. Prometimos que no íbamos a separarnos, ¿cierto? Además, no puedo permitirme ser un malagradecido luego de todo este esfuerzo que hiciste por venir por mí.
Aegon acabó la frase con voz quebrada, pero hizo su mejor esfuerzo por mantenerse entero. Después de todo, lo que había dicho era cierto: no pensaba separarse de Jacaerys. Estaban juntos en esto, para bien o para mal. Él tendría que poner mucho más cuidado, quizás tendría que considerar entrenar de nuevo, para no depender de que Jacaerys siempre lo salvara.
Cerró los ojos, acariciando la espalda de Jacaerys, tratando de tranquilizarse, pero el movimiento rítmico de sus dedos contra su espalda no parecía funcionar. Aegon trató de imaginarse su nueva vida en Meeren, pero no estaba seguro de que fueran a lograrlo. Creían estar a salvo en Yunkai, a tal punto que empezó a fantasear que estaban en un lugar relativamente seguro. Pero luego de esto, Aegon empezaba a darse cuenta de que nunca escaparía de su familia.
Ser un Targaryen era una maldición.
Sin embargo, la suave voz de Jacaerys lo invitaba a mostrarse un poco más esperanzado. Se escuchaba tan seguro de sí mismo, que Aegon estuvo a punto de decirle que estaba borracho. Sonaba como uno, por supuesto.
—Me gustaría sonar tan seguro como tú… —dijo con una tenue sonrisa. Creía que le debía al menos una sonrisa a Jacaerys, aunque éste le estuviera dando la espalda y no pudiera verlo directamente—: Pero quiero decirte Jace, que donde vayas, iré contigo. Prometimos que no íbamos a separarnos, ¿cierto? Además, no puedo permitirme ser un malagradecido luego de todo este esfuerzo que hiciste por venir por mí.
Aegon acabó la frase con voz quebrada, pero hizo su mejor esfuerzo por mantenerse entero. Después de todo, lo que había dicho era cierto: no pensaba separarse de Jacaerys. Estaban juntos en esto, para bien o para mal. Él tendría que poner mucho más cuidado, quizás tendría que considerar entrenar de nuevo, para no depender de que Jacaerys siempre lo salvara.
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IX. The Wars to Come
Yunkai
Noche
Con Aegon
Jace sonrió al escucharlo y al sentirlo sujetarse con más fuerza a él.
—Lo dices como si hubiera sido un gran sacrificio venir por ti—replicó. —No podía dejar de venir a buscarte.
No habría podido vivir consigo mismo si hubiera dejado a Aegon a su suerte. No habría podido resistir perderlo de esa forma. No cuando él podía rescatarlo.
—Prometimos no separarnos, y pensaba cumplir mi promesa. No podía dejar que te llevaran así de mi lado sin dar la pelea, y esos tipos no iban a ganarme.
Había algo de orgullos en su rescate, pero sí, pero en especial no estaba dipuesto a perder a Aegon. Menos de esa forma.
—Elegiremos juntos un lugar que nos guste en Meeren. Y estoy seguro de conseguir trabajo allá en otra compañía. Podrías entrenar y trabajar conmigo, si quisieras. O te buscaremos otro empleo. Y lamento decirte que seguiremos con el tinte para tu cabello, eso sigue sin ser negociable a menos que consideres raparte.
Se rió de solo pensarlo. No podía imaginar que Aegon renunciara del todo a su cabellera.
Acarició el brazo con el que sostenía su cintura.
—Ya puedes respirar tranquilo, Aegon. Ya estamos a salvo.
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Mereen
Mañana
Con Jace
Tal y como Jacaerys se lo había prometido, la vida en Mereen, aunque monótona, les había venido bien. A Jacaerys no le había resultado tan difícil encontrar trabajo como mercenario, parecía que en las Ciudades Libres la gente no conocía la diplomacia, eran más de armas tomar antes de siquiera plantearse resolver el conflicto con diálogos. Estaba seguro que Aemond estaría aquí a sus anchas, le encantaría usar su espada para dialogar con gente.
Aunque practicaba con Jacaerys con la espada cuando éste estaba en casa, Aegon había encontrado afición a apostar en la taberna cercana y, a pesar de que Jacaerys creía que no era buena idea, se dio cuenta de que tenía bastante maña para ello. Pero así había conseguido algo de dinero para adecentar el cuarto en el que él y Jacaerys vivían. Además, después de que Jacaerys volviera a teñirle el cabello, se había aventurado con más frecuencia al mercado, en donde había estado pendiente de las noticias que llegaban de Poniente.
Al menos, le llegaban noticias sobre la Triarquía, que al parecer seguía en una alianza con Dorne, en sus esfuerzos por doblegar las flotas del reino. Aegon quería información más precisa, pero, hasta el momento no había conseguido demasiada. Aunque le daba mucho miedo averiguar cuál era el estado de la guerra creciente entre sus familias, Aegon también sabía que para Jacaerys era importante tener noticias de casa. No podía culparlo, la relación que él tenía con Rhaenyra era completamente diferente a la que él tenía con los suyos.
Cada día que pasaba, Aegon sabía que tenía menos ganas de regresar. El problema era que no sabía cómo decírselo a Jacaerys. Sabía que él no querría consentir que se quedaran aquí, pero Aegon no veía cuál era la ventaja de regresar. Allí podían sufrir un destino todavía peor.
Aegon estaba todavía pensando eso, recostado entre las sábanas con Jacaerys, cuando se dio cuenta de que la luz empezaba a colarse en la habitación. Soltó un respingo al darse cuenta de que ya había amanecido y dio un tirón a la sábana, llamando la atención de Jacaerys.
—¡Jace! —exclamó a todo pulmón, quien seguía bastante dormido. Aegon tuvo que espantar el sueño a fuerza de voluntad, en especial porque Jacaerys estaba semidesnudo, abrazándolo por la cintura. Desde que llegaron a Mereen, se besaban a plena luz del día, incluso en el mercado. Que a nadie parecía importarle había ayudado mucho—: ¡Jace! ¡Te dije que quería ir al mercado temprano antes que se atestara de gente! Odio cuando está lleno de buscapleitos y borrachos. ¡Jace! ¡Despiértate!
Aunque practicaba con Jacaerys con la espada cuando éste estaba en casa, Aegon había encontrado afición a apostar en la taberna cercana y, a pesar de que Jacaerys creía que no era buena idea, se dio cuenta de que tenía bastante maña para ello. Pero así había conseguido algo de dinero para adecentar el cuarto en el que él y Jacaerys vivían. Además, después de que Jacaerys volviera a teñirle el cabello, se había aventurado con más frecuencia al mercado, en donde había estado pendiente de las noticias que llegaban de Poniente.
Al menos, le llegaban noticias sobre la Triarquía, que al parecer seguía en una alianza con Dorne, en sus esfuerzos por doblegar las flotas del reino. Aegon quería información más precisa, pero, hasta el momento no había conseguido demasiada. Aunque le daba mucho miedo averiguar cuál era el estado de la guerra creciente entre sus familias, Aegon también sabía que para Jacaerys era importante tener noticias de casa. No podía culparlo, la relación que él tenía con Rhaenyra era completamente diferente a la que él tenía con los suyos.
Cada día que pasaba, Aegon sabía que tenía menos ganas de regresar. El problema era que no sabía cómo decírselo a Jacaerys. Sabía que él no querría consentir que se quedaran aquí, pero Aegon no veía cuál era la ventaja de regresar. Allí podían sufrir un destino todavía peor.
Aegon estaba todavía pensando eso, recostado entre las sábanas con Jacaerys, cuando se dio cuenta de que la luz empezaba a colarse en la habitación. Soltó un respingo al darse cuenta de que ya había amanecido y dio un tirón a la sábana, llamando la atención de Jacaerys.
—¡Jace! —exclamó a todo pulmón, quien seguía bastante dormido. Aegon tuvo que espantar el sueño a fuerza de voluntad, en especial porque Jacaerys estaba semidesnudo, abrazándolo por la cintura. Desde que llegaron a Mereen, se besaban a plena luz del día, incluso en el mercado. Que a nadie parecía importarle había ayudado mucho—: ¡Jace! ¡Te dije que quería ir al mercado temprano antes que se atestara de gente! Odio cuando está lleno de buscapleitos y borrachos. ¡Jace! ¡Despiértate!
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Mereen
Mañana
Con Aegon
La vida en Meeren era buena.
No estaban tan cómodos como en Yunkai todavía, pero Jace confiaba en que iban a llegar a eso. Sin que nadie sospechara de su pasado había sido más fácil encontrar un trabajo en otra compañía, y se esforzaba por ayudar a Aegon a entrenar, pensando que podría trabajar con él y así podrían ganarse la vida.
Le preocupaba un poco la costumbre de apostar que estaba adquiriendo, pero tampoco podía quejarse demasiado porque había obtenido ganancias hasta ahora. Pero temía que le llevara a algo negativo en algún momento. No se fiaba de la gente en el mundo de las apuestas.
Sin embargo, excepto por eso, Jace estaba bastante satisfecho por cómo estaban las cosas ahí. Él y Aegon estaban bien aquí. Nunca habían hablado de lo que había entre ellos, pero Jace estaba cada vez más seguro de que estaban haciendo una vida juntos allí. No sabía si algún día podrían regresar a Poniente. Aunque deseaba ver a su familia de nuevo, sabía que mientras estaban aquí ello dos estaban bien.
Aún no sabía cómo podría conciliar el lugar que tenía Aegon en su vida cuando estuvieran de regreso, pero no quería separarse de él de nuevo.
La noche anterior la habían pasado muy bien en su cama. Cada vez era más natural para ambos besarse y tener sexo hasta el amanecer. Ya no solía importar si las luces estaban encendidas o si el sol había salido. Estaban juntos sin problema alguno. Pero después se habían quedado dormidos.
No esperaba que lo despertara Aegon reprochándole que se le hubiera hecho tarde.
Rió, mientras tomaba una almohada y se la tiraba a Aegon.
—¡Óyete! —exclamó riendo—: ¡Lo dices como si fueras una persona matutina! ¡No es mi culpa que te quedaras dormido!
Quizá un poco sí, porque habían quedado agotados de la noche anterior, pero no era como que Aegon soliera madrugar con facilidad.
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Mereen
Mañana
Con Jace
Aegon era feliz. Incluso ahora, cuando el necio de Jacaerys le dijera que él se había quedado dormido. Había olvidado que se podía estar así de tranquilo. Antes, cuando estaba en la Fortaleza Roja, lleno de comodidades, embriagado de toda la riqueza y el placer que podía tener una persona, Aegon no era feliz. Sólo era capaz de verlo ahora, cuando estaban tan lejos de lo que alguna vez llamó su casa.
Esto que tenía junto a Jacaerys no se comparaba en nada que hubiera sentido antes. Aegon no sabía cómo hacer con eso, pero tampoco estaba seguro si podía seguir ignorándolo de nuevo.
Por eso no quería besarse con él a la luz del día, porque despertaría sentimientos que era mejor que se quedaran encerrados para siempre. Lo peligroso de ser feliz era que después no se podía conformar con otra cosa. Incluso rodeado de lo que en otro momento de su vida definiría como miseria o carencias, Aegon era feliz.
Era una sensación aterradora.
—¡Jace! —exclamó, haciéndose más ofendido de la cuenta por sus palabras. Aegon saltó de la cama, buscando el pantalón para ponérselo encima. Todo lo que tenían, que no era demasiado, era pagado con el esfuerzo de Jacaerys, porque éste insistía en que lo que él ganaba apostado tenían que guardarlo. Jacaerys no decía exactamente por qué, pero Aegon sabía que, en el fondo, esperaba que fuera un fondo para volver a casa.
Aquella idea cada día le llamaba menos la atención.
—Pero sí vas a ir conmigo, ¿cierto? —preguntó Aegon, terminado de acomodarse la camisa y mirando a Jacaerys por encima del hombro—. No pensarás dejarme solo en el mercado como si fuera un sirviente, a ti te gusta eso de ser mi caballero de brillante armadura. Se te da bien.
Aegon lo miró con malicia, pues sabía qué iba a pasar apenas Jacaerys lo escuchara: iba a sonrojarse a las orejas, como efectivamente sucedió.
Esto que tenía junto a Jacaerys no se comparaba en nada que hubiera sentido antes. Aegon no sabía cómo hacer con eso, pero tampoco estaba seguro si podía seguir ignorándolo de nuevo.
Por eso no quería besarse con él a la luz del día, porque despertaría sentimientos que era mejor que se quedaran encerrados para siempre. Lo peligroso de ser feliz era que después no se podía conformar con otra cosa. Incluso rodeado de lo que en otro momento de su vida definiría como miseria o carencias, Aegon era feliz.
Era una sensación aterradora.
—¡Jace! —exclamó, haciéndose más ofendido de la cuenta por sus palabras. Aegon saltó de la cama, buscando el pantalón para ponérselo encima. Todo lo que tenían, que no era demasiado, era pagado con el esfuerzo de Jacaerys, porque éste insistía en que lo que él ganaba apostado tenían que guardarlo. Jacaerys no decía exactamente por qué, pero Aegon sabía que, en el fondo, esperaba que fuera un fondo para volver a casa.
Aquella idea cada día le llamaba menos la atención.
—Pero sí vas a ir conmigo, ¿cierto? —preguntó Aegon, terminado de acomodarse la camisa y mirando a Jacaerys por encima del hombro—. No pensarás dejarme solo en el mercado como si fuera un sirviente, a ti te gusta eso de ser mi caballero de brillante armadura. Se te da bien.
Aegon lo miró con malicia, pues sabía qué iba a pasar apenas Jacaerys lo escuchara: iba a sonrojarse a las orejas, como efectivamente sucedió.
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Mereen
Mañana
Con Aegon
Jace rió de nuevo. A veces no podía creer que en aquellas circunstancias fuera realmente feliz. Ya había perdido la cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que los habían secuestrado y desde que habían empezado a vivir por su cuenta. Nunca hubiera pensado que podrían ser felices sin criados, sin súbditos, sin trono.
Pero había algo reconfortante en estar juntos, subsistiendo con su propio esfuerzo, teniendo momentos cotidianos como esos.
—¿Quieres que vaya contigo al Mercado?—repitió—: Lo haré, siempre y cuando practiques conmigo en la tarde.
Seguía pensando que lo mejor sería que Aegon trabajara con él en las Compañías. Así tendrían ingresos fijos y no se expondría a pérdidas como en las apuestas. Aegon tenía las bases, después de todo ambos habían recibido el mismo entrenamiento de pequeños, y Aegon no era malo. Parecía mentira pensar que Aemond ahora era mejor.
Se puso de rodillas en la cama, estirando las manos para agarrar a Aegon y atraerlo hacia él, para empezar a besarlo de nuevo.
—Claro que me gusta ser tu caballero de brillante armadura—dijo con suavidad, mientras le dejaba algunos besos húmeros en el cuello.—Siempre que sea necesario, para eso estoy.
Lo besó de nuevo y tiró de él hacia la cama. No le seducía nada la idea de levantarse para ir al mercado.
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Mereen
Mañana
Con Jace
Aegon no disimuló el puchero cuando escuchó a Jacaerys decirle que la única condición era que practicaran más tarde. Sabía perfectamente que se refería a practicar, pues él estaba empeñado en que recuperara su destreza con la espada. En cambio, Aegon estaba empeñado en darle vueltas a ese asunto. Sí era cierto que le habían enseñado, Ser Criston Cole se había empeñado en que fuera tan diestro como Aemond, a pesar de que era obvio que su hermano menor tenía más habilidad que él. Pero Aegon, comoe l futuro rey, no podía quedarse atrás.
Pero ahora que estaban tan lejos de casa, Aegon no le interesaba el arte de la espada. Sin embargo, sí que se sentía un poco culpable porque eso significaba que todo el peso de recaudar dinero recaía en Jacaerys.
—Sabes que eso no es lo mío, Jace… —dijo, encogiéndose de hombros—. Creo que sólo insistes en ello porque quieres sentirte bien de saber que vas a derrotarme fácilmente.
Aegon trató de hablar con ligereza, restándole importancia al asunto. Al menos, Jacaerys le siguió el juego, diciendo que sí podía ser su caballero. Aegon tenía miles de formas de responder a ello, pero en lugar decidió darle un suave beso en la mejilla, un gesto espontáneo que le sonrojó todo el rostro.
Cuando retrocedió, se sintió un poco más empoderado de la situación. Pero tan sólo le demoró un instante, porque entonces Jacaerys tiró de él, de regreso hacia la cama. Aegon se entregó a sus caricias, encantado de estar así de cerca de él. Sin embargo, el cosquilleo en todo el cuerpo no fue suficiente para hacerlo olvidar que, en cualquier momento, ambos empezarían a tener hambre de verdad.
—¡Jace! —dijo, incapaz de contener una carcajada—: De nada nos va a servir tu dinero de mercenario si no compramos nada para comer. ¿O es que pretendes morir de hambre?
Aegon se recostó sobre él, aspirando su aroma y esperando que éste entrara en razón.
Pero ahora que estaban tan lejos de casa, Aegon no le interesaba el arte de la espada. Sin embargo, sí que se sentía un poco culpable porque eso significaba que todo el peso de recaudar dinero recaía en Jacaerys.
—Sabes que eso no es lo mío, Jace… —dijo, encogiéndose de hombros—. Creo que sólo insistes en ello porque quieres sentirte bien de saber que vas a derrotarme fácilmente.
Aegon trató de hablar con ligereza, restándole importancia al asunto. Al menos, Jacaerys le siguió el juego, diciendo que sí podía ser su caballero. Aegon tenía miles de formas de responder a ello, pero en lugar decidió darle un suave beso en la mejilla, un gesto espontáneo que le sonrojó todo el rostro.
Cuando retrocedió, se sintió un poco más empoderado de la situación. Pero tan sólo le demoró un instante, porque entonces Jacaerys tiró de él, de regreso hacia la cama. Aegon se entregó a sus caricias, encantado de estar así de cerca de él. Sin embargo, el cosquilleo en todo el cuerpo no fue suficiente para hacerlo olvidar que, en cualquier momento, ambos empezarían a tener hambre de verdad.
—¡Jace! —dijo, incapaz de contener una carcajada—: De nada nos va a servir tu dinero de mercenario si no compramos nada para comer. ¿O es que pretendes morir de hambre?
Aegon se recostó sobre él, aspirando su aroma y esperando que éste entrara en razón.
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