Aquella noche en la que pudo dormir en una cama después de varios días de viajes había sido grato. El guardia estaba acostumbrado a no tener siempre comodidades. Era parte de su trabajo y entrenamiento. Pero no se podía negar que tener un momento de descanso era reponedor, pues aún les quedaba mucho camino por recorrer. Así que se había despertado de bastante buen humor y como siempre, solía hacerlo muy temprano. Zephir no había querido despertar a la princesa, sabía que necesitaba el descanso más que él. Pues había gastado mucha energía en el entrenamiento, además de haberse lastimado el pie. Por lo que algunos minutos extra le vendrían de maravilla.

El chico miró en dirección donde estaba la joven cuando escucho su voz. — Buenos días, esas son grandes noticias. — afirmo, pues al menos eso implicaba que se podía mover. De todos modos, había que hacer algo para bajar la hinchazón. — Creo que igual es bueno que se la revisen así pueda estar más tranquila. Además, necesitamos conseguir los ingredientes para la poción para bajarle la inflamación. — o al menos conseguir los ingredientes para preparar una, lo que les saliera más económico. Porque por suerte él sabía prepararlas y estaba dispuesto a enseñarle también. — Sí los recuerdo muy bien. No nos marcharemos sin esos dulces. — le aseguro, pasara lo que pasara necesitaban de esos dulces para ayudarles en el aspecto anímico y moral. — Así es, pero aún es temprano. Si no tardamos mucho en salir al mercado tendremos tiempo de tener una clase de pociones y de estar listos para partir a tiempo. — afirmo el moreno mientras le ayudaba ponerse en pie.

No tardaron mucho en estar listos y así bajar al sector de las tiendas. Zephir se había tomado aquella encomienda de acompañarla, ser su guía y cuidar de ella, tan en serio que ahora más que nunca estaba dispuesto a lo que sea porque así fuera. Si tan solo supiera que aquello era más que una gran lealtad, más que una amistad. Pero nada podía hacer, él por muy valiente que fuera, por más que lo ascendieran de rango, los seguirían viendo como un guardia más. Desafortunadamente, no importaba cuantos méritos tuviera, no era noble y eso era suficiente para que muchos lo descalificaran de ser alguien digno de ella.

A Zephir no le entusiasmaban mucho los lugares atestados de gente. En especial cuando ante los ojos de los demás no era un guardia. Al menos como guardia no se le acercaban tan fácilmente a hacerlo perder el tiempo o buscar líos. Pero bueno, allí necesitaba pasar desapercibido. — Yo soy al revés reconozco que a veces hace falta el ruido de la gente. Pero definitivamente amo la paz y el silencio más. — Admitió el moreno. — Mire por allí, hay un puesto con buenas yerbas para las pociones. Igual hay algunas que se pueden encontrar silvestres así que esas no las podemos ahora. — comento. — No se me han olvidado los postres. — aclaro con una pequeña sonrisa.

El guardia estaba feliz de ver a la princesa con un mejor ánimo, más tranquila de lo que estuvo la noche anterior. Sin duda aquella noche en el hostal había sido muy buena para los dos. Además de que se veía que también su pie se encontraba en mejor estado. Zephir escucho sus palabras, era una preocupación válida. — Es bueno que intente caminar para así sepa cuanto realmente le sigue molestando. De todos modos, sabe muy bien que si es necesario de que le ayude me lo dice. — él estaba dispuesto a cargarla o si quería más independencia seguramente podría improvisarle algún bastón o muleta. — Así que no dude en decirme, que buscaré como resolver o nos podemos detener si prefiere descansar. — Añadió a su comentario. Pues quizás incluso hasta ni le molestaba tanto. Serena era más fuerte de lo que incluso ella misma podría imaginar y eso bien lo había descubierto el guardia en carne propia.

Habían comenzado su recorrido por aquel pueblo. El moreno estaba atento a todo su alrededor, prefería hacerlo porque aunque estaban siendo discretos nunca se estaba de más la precaución. No era cualquier persona la que lo acompañaba. Se trataba de una de las más grandes esperanzas que tenía su pueblo y, por tanto, si llegaban a descubrir su verdadera identidad podría ser peligroso. Pues debía de admitir que no todo mundo estaría de acuerdo. Porque claro, no eran sus pueblos los que tenían que vivir en el exilio. Además de que la muchacha también era especial para su corazón.

Pudo notar que la joven parecía feliz de estar entre la gente. Siempre fue dada a los demás, por lo que no le sorprendía que le gustara estar en compañía de otros. Además de que bien que se lo comentaba que le agradaba el bullicio de los pueblos a diferencia de él. Imaginaba que experimentarlo de esta forma, tan diferente a lo que estaba acostumbrada la hacía tener una experiencia totalmente nueva y emocionante. — Espero que sí, pero de todos modos. Confíe en mí, sabré donde buscar si no es el caso. — le comento para que no se preocupara por las yerbas. Tenía buen ojo para ello. Aunque también mandaba tener un poco de suerte para encontrarlas. Solo que ahora lo que los tenía con más interés eran los dulces. — En ese caso apresurémonos con las yerbas. — le sugirió el chico.

Se acercaron al lugar de las pociones y el guardia en cuestión de algunos momentos ya había seleccionado las que más les podían ser sutil, además de duraderas para el largo viaje que les esperaba aún. — Ve esta flor, es la flor de Árnica. El Árnica sirve para la hinchazón y el dolor, e incluso alivia los sarpullidos. Es perfecta para preparar una poción. — le dijo mostrándole una flor amarilla bastante bonita. Además de la flor, también las hojas servían. — Creo que su primera lección será aprender a prepararla. ¿Que le parece? — sugirio el moreno.