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Juno
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Recuerdo del primer mensaje :
The night is darkest
just before the dawn
"Esta ciudad se cae a pedazos".
Desde pequeño, Al Hammond siempre supo que debía de cuidarse las espaldas. Cuando empezó a trabajar para Lucius Cobbert, uno de los peces gordos que manejaban el bajo mundo de Ciudad Tara, pensó que tenía algo de inmunidad. Pero su vida cambió de la noche a la mañana cuando fue acusado de un asesinato y procesado, sin posibilidad de fianza. Le tomó algo de tiempo descubrir que fue el mismo Cobbert quien lo inculpó, porque necesitaba un chivo expiatorio y Al era el primero que tuvo a mano.
Siete años de cárcel endurecieron el carácter de Al, quien obtuvo la ayuda de quien menos lo esperaba. El hijo de su antiguo jefe, quien fuera el dueño del mercado negro de la ciudad, recuperó el control del mismo y le ofreció ayudarlo con su libertad a cambio de lealtad como su hombre de confianza.
Con la libertad recuperada y bien posicionado dentro del mundo criminal de la ciudad, Al empezó a rehacer su vida. Sin embargo, incluso con el pasar de los meses, la realidad era que lo único que alimentaba sus días era la sed de venganza. Sin importar cuánto le costara ni cuánto tiempo le tomara, estaba determinado a hacer pagar a Cobbert por su tiempo en prisión y por la traición de la que fue víctima. Luego de investigar a Cobbert de manera minuciosa, vio un punto de entrada que parecía sencillo: uno de sus hijos.
Miles Smith no llevaba el apellido de su padre Lucius pero era un secreto a voces que era el único de sus hijos no reconocidos al que había reclamado. Criado desde muy pequeño por la Madame del prostíbulo que regentaba su padre, Miles creció con el único propósito de serle útil a su padre y para hacer el trabajo sucio que sus medios hermanos no podían hacer, porque podrían estropear la imagen que tenía su padre de cara a la falsa legalidad que le brindaba su apellido.
Deseoso por mantener el favor de su padre, Miles siempre ha sido obediente y procuraba hacer con soltura todos los encargos de su padre, pues sabía bien que la consecuencia de fallar o de desobedecerlo podían ser terribles.
Por eso, cuando Lucius lo mandó en su nombre a negociar tratos con Ben Carson, Miles fue allí diligente, dispuesto a hacer su trabajo a la perfección. Cuando quien lo recibió en su lugar fue Al Hammond, Miles no pudo evitar pensar que no era su día de suerte.
Pero la suerte en ciudad Tara a veces era muy retorcida. Miles y Al estaban a punto de averiguarlo.
Desde pequeño, Al Hammond siempre supo que debía de cuidarse las espaldas. Cuando empezó a trabajar para Lucius Cobbert, uno de los peces gordos que manejaban el bajo mundo de Ciudad Tara, pensó que tenía algo de inmunidad. Pero su vida cambió de la noche a la mañana cuando fue acusado de un asesinato y procesado, sin posibilidad de fianza. Le tomó algo de tiempo descubrir que fue el mismo Cobbert quien lo inculpó, porque necesitaba un chivo expiatorio y Al era el primero que tuvo a mano.
Siete años de cárcel endurecieron el carácter de Al, quien obtuvo la ayuda de quien menos lo esperaba. El hijo de su antiguo jefe, quien fuera el dueño del mercado negro de la ciudad, recuperó el control del mismo y le ofreció ayudarlo con su libertad a cambio de lealtad como su hombre de confianza.
Con la libertad recuperada y bien posicionado dentro del mundo criminal de la ciudad, Al empezó a rehacer su vida. Sin embargo, incluso con el pasar de los meses, la realidad era que lo único que alimentaba sus días era la sed de venganza. Sin importar cuánto le costara ni cuánto tiempo le tomara, estaba determinado a hacer pagar a Cobbert por su tiempo en prisión y por la traición de la que fue víctima. Luego de investigar a Cobbert de manera minuciosa, vio un punto de entrada que parecía sencillo: uno de sus hijos.
Miles Smith no llevaba el apellido de su padre Lucius pero era un secreto a voces que era el único de sus hijos no reconocidos al que había reclamado. Criado desde muy pequeño por la Madame del prostíbulo que regentaba su padre, Miles creció con el único propósito de serle útil a su padre y para hacer el trabajo sucio que sus medios hermanos no podían hacer, porque podrían estropear la imagen que tenía su padre de cara a la falsa legalidad que le brindaba su apellido.
Deseoso por mantener el favor de su padre, Miles siempre ha sido obediente y procuraba hacer con soltura todos los encargos de su padre, pues sabía bien que la consecuencia de fallar o de desobedecerlo podían ser terribles.
Por eso, cuando Lucius lo mandó en su nombre a negociar tratos con Ben Carson, Miles fue allí diligente, dispuesto a hacer su trabajo a la perfección. Cuando quien lo recibió en su lugar fue Al Hammond, Miles no pudo evitar pensar que no era su día de suerte.
Pero la suerte en ciudad Tara a veces era muy retorcida. Miles y Al estaban a punto de averiguarlo.
× × × × × × × × × × ×
C R O N O L O G Í A
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I. A Cease-Fire
II. Forty-Eight Hours
III. The Long Night
IV. Just Breathe
V. Red-Lights District
VI. Serious Business ft. Ben
II. Forty-Eight Hours
III. The Long Night
IV. Just Breathe
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Al Hammond 38 años — Mafioso — Colin Morgan — Minerva | Miles Smith 23 años — Delincuente — Tanner Buchanan — Juno |
ONE ON ONE — ORIGINAL — REALISTA — Juno & Minerva
- Codigo de respuesta:
- Código:
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Chapter IV
Al había preparado con cuidado esa noche. Había visitado previamente la exposición para moverse con facilidad por ella. Había buscado también sobre restaurantes y bares en la zona para ir a comer después. Tenía la impresión de que Miles no solía tomarse una noche para algo así para él. Quería que aquella noche fuera una buena experiencia.
Realmente contaba con terminar de ganarse el favor de Miles ese día. Parecía ser la única entrada visible a acercarse a los asuntos de Lucius Cobbert. Pero además el chico le gustaba mucho. Era realmente agradable.
Cuando recibió su mensaje confirmando que se encontraban en el centro en una hora sonrió. Todo iba a salir bien.
O eso pensaba, al menos hasta que pasó la hora y Miles no aparecía. A la media hora le puso un mensaje, no quería parecer un ansioso, pero a la hora ya estaba genuinamente preocupado. Intentó llamarlo pero el teléfono debía estar apagado. A la hora y media decidió acercarse a la exposición por si Miles había ido ahí directamente y había olvidado su punto de encuentro. A las dos horas decidió que ya era demasiado.
Regresó a la zona de Tara donde vivía Miles. La primera vez que pasó por su apartamento no lo encontró, pero tampoco vio rastro suyo en los otros lugares que sabía por ahora que le eran habituales. Sin embargo, cuando regresó por su apartamento se le encogió el estómago al ver sus peores temores concretados.
Miles estaba ahí.
Estaba en el suelo, frente a la fachada de su ejercicio. Tiritaba de frío, pero también había golpes y sangre visible, al menos con lo que Miles podía ver con la luz de la calle.
—¡Miles! —gritó, mientras corría hacia él. Se agachó a su lado y lo levantó, buscando su mirada— ¿Qué pasó? Miles, mírame. Te llevaré a tu apartamento, necesitas curarte estas heridas.
Lo levantó a fuerza, pues no parecía que Miles fuera capaz de levantarse a sí mismo. Recordaba el camino a su apartamento, así que lo llevó hasta el ascensor y puso el piso indicado.
—¿Tienes tus llaves?—preguntó con urgencia.
No quería lastimarlo pero lo ayudó a buscarlas en sus bolsas. No quería hacerle saltar la cerradura de su apartamento cuando apenas estaban entrando en confianza.
12:15AM — Apartamento — Con Hammond
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Chapter IV
Alguien lo estaba llamando por su nombre. A Miles le tomó un instante salir de su propia ensoñación y abrir los ojos, después le tomó otro instante enfocar la vista lo suficiente para saber quién estaba allí, a su lado. Su primer instinto fue pensar que podía ser Noah, pues era normal que tuviera turnos rotativos y podía estar llegando a casa desde la estación de bomberos y encontrarse con él en medio de la calle.
Sin embargo, quien estaba allí frente a él, sosteniéndolo de la cintura para que no volviera a caerse, era Al Hammond. Miles abrió mucho los ojos, sorprendido por un momento, pero luego recordó que se suponía que iban a verse hoy. Hammond lo estaba mirando con expresión preocupada, de seguro que Miles tenía mal aspecto, Marlon lo había golpeado un par de veces antes de ahogarlo en el barril. Su ropa también debía de estar empapada, y su espalda le ardía muchísimo, como un recordatorio de lo que Lev le había hecho.
Hammond le preguntó qué había pasado, pero Miles no estaba seguro de que podía responder. ¿Cómo empezar a explicar lo sucedido? Se sentía avergonzado, débil y muy adolorido, así que se dejó llevar hasta la puerta de su apartamento.
Miles se recostó en la puerta del pasillo, pero no creía poder soportar demasiado tiempo. Tan sólo estaba de pie porque Hammond seguía sosteniéndolo. Estaba preguntándole por sus llaves y él negó con la cabeza, aunque en realidad no estaba seguro. Tampoco tenía su teléfono, debió de haberse quedado en la bodega donde lo habían encerrado por tantas horas. Miles cerró los ojos un instante e intentó recordar, mientras sentía las manos de Hammond tantearle los bolsillos de la chaqueta. Con cuidado, tomó una mano de Hammond y la llevó hacia uno de los bolsillos de su pantalón. Sentía su tacto frío, estaba empapado todavía, pero cuando sintió las llaves en su bolsillo izquierdo, se sintió aliviado.
Cuando le entregó las llaves a Hammond, no pudo mirarlo a la cara. Sentía vergüenza, pero, sobre todo, se sentía inmensamente confundido. ¿Qué hacía allí? ¿Había venido a buscarlo al ver que nunca llegó a su cita? ¿Cuánto tiempo había esperado? ¿Qué hora era? Tampoco lo sabía. Quizás no había pasado tanto tiempo, tal vez estuvo en esa bodega por menos horas de las que creyó.
Miles suspiró hondo cuando, por fin, escuchó el sonido de la puerta abrirse. Al menos, Marlon lo había secuestrado justo saliendo de su apartamento. No habría soportado que también destruyesen sus pertenencias en un arrebato, porque su hermano mayor era capaz de hacerlo.
Sin embargo, quien estaba allí frente a él, sosteniéndolo de la cintura para que no volviera a caerse, era Al Hammond. Miles abrió mucho los ojos, sorprendido por un momento, pero luego recordó que se suponía que iban a verse hoy. Hammond lo estaba mirando con expresión preocupada, de seguro que Miles tenía mal aspecto, Marlon lo había golpeado un par de veces antes de ahogarlo en el barril. Su ropa también debía de estar empapada, y su espalda le ardía muchísimo, como un recordatorio de lo que Lev le había hecho.
Hammond le preguntó qué había pasado, pero Miles no estaba seguro de que podía responder. ¿Cómo empezar a explicar lo sucedido? Se sentía avergonzado, débil y muy adolorido, así que se dejó llevar hasta la puerta de su apartamento.
Miles se recostó en la puerta del pasillo, pero no creía poder soportar demasiado tiempo. Tan sólo estaba de pie porque Hammond seguía sosteniéndolo. Estaba preguntándole por sus llaves y él negó con la cabeza, aunque en realidad no estaba seguro. Tampoco tenía su teléfono, debió de haberse quedado en la bodega donde lo habían encerrado por tantas horas. Miles cerró los ojos un instante e intentó recordar, mientras sentía las manos de Hammond tantearle los bolsillos de la chaqueta. Con cuidado, tomó una mano de Hammond y la llevó hacia uno de los bolsillos de su pantalón. Sentía su tacto frío, estaba empapado todavía, pero cuando sintió las llaves en su bolsillo izquierdo, se sintió aliviado.
Cuando le entregó las llaves a Hammond, no pudo mirarlo a la cara. Sentía vergüenza, pero, sobre todo, se sentía inmensamente confundido. ¿Qué hacía allí? ¿Había venido a buscarlo al ver que nunca llegó a su cita? ¿Cuánto tiempo había esperado? ¿Qué hora era? Tampoco lo sabía. Quizás no había pasado tanto tiempo, tal vez estuvo en esa bodega por menos horas de las que creyó.
Miles suspiró hondo cuando, por fin, escuchó el sonido de la puerta abrirse. Al menos, Marlon lo había secuestrado justo saliendo de su apartamento. No habría soportado que también destruyesen sus pertenencias en un arrebato, porque su hermano mayor era capaz de hacerlo.
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Chapter IV
Cuando Miles tomó sus manos para ayudarlo a encontrar sus llaves, Al notó que estaba helado. No era de extrañar, considerando lo mojado que estaba. De hecho, Al empezaba a tener la ropa mojado de sostenerlo con el peso de su propio cuerpo mientras abría la puerta.
Apenas abrió la puerta volvió a pasarse su brazo por los hombros para tirar de él hacia adentro. Lo dejó en el sofá que estaba más cerca de la entrada y encendió la luz. Realmente tenía mal aspecto.
—Buscaré una toalla para secarte, y ropa para que te cambies —dijo de inmediato, poniéndose en acción— Me perdonarás luego el atrevimiento.
Se metió en la habitación de Miles y buscó en su armario hasta encontrar una toalla y una camiseta con algún tipo de estampado. Regresó junto a él y usó la toalla para secarle el cabello. Lo hizo con suavidad, pues era evidente que estaba golpeado. Al se temió que lo habían sometido a algún tipo de interrogatorio con sumergimiento. Estaba familiarizado con ellos.
Su cabello seguía húmedo, pero poco a poco fue retirando el exceso de agua. Cuando lo notó más seco buscó el borde de su camiseta con las mano.
—Necesitamos cambiarte esta ropa mojada o vas a enfermarte—le advirtió, antes de tirar de la camisa.
Por más exitosa que hubiera esperado que fuera su noche, no había vaticinado que terminaría quitándole la ropa a Miles. Mucho menos que estaría tan malherido.
—Además, tenemos que curarte las heridas. Creo recordar dónde tienes las cosas del botiquín, o dónde buscar—comentó, mientras le dejaba la camiseta seca a mano para que se vistiera. Esperaba que reaccionara al menos para eso.
Se dirigió a donde lo había visto buscar analgésicos la vez anterior que había estado allí. En efecto tenía gasa, alcohol, curitas... Al se llevó todo porque no sabía qué iba a necesitar.
—Tenemos que dejar de encontrarnos así—comentó en tono jocoso.
Luego miró a Miles a los ojos. Inspiró profundo. Debía bajar las revoluciones. Fuera lo que fuera que había sucedido, Miles estaba en casa ya y él iba a curarlo, todo iba a estar bien. Pero el chico no parecía reaccionar. Lo tomó del rostro con ambas manos. Podía sentir su piel fría todavía, por lo que su tacto debía resultar cálido para el chico.
—Todo va a estar bien ahora—le prometió. —Ya estás en casa y no va a pasarte nada. Déjame curarte, ¿de acuerdo? Te dije que tengo alguna experiencia con estas cosas.
Al se había curado a sí mismo más de una vez. Nadie lo había recogido de la acera las veces que había terminado tal como Miles esa noche. Le había tocado a él mismo juntar sus propias piezas y remendarse.
12:15AM — Apartamento — Con Hammond
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Chapter IV
Hammond estaba diciéndole un montón de cosas, moviéndose alrededor de su apartamento con bastante soltura, mientras que Miles no se opuso a nada. Se quedó muy quieto, sentado en el sofá, hasta que lo escuchó regresar, mostrándole una muda de ropa nueva. Miles se quedó mirando un instante, como si no estuviera hablando con él, a pesar de que supiera que se la estaba tendiendo.
Lo escuchó bromear, era obvio que estaba tratando de aligerar la situación y Miles se sintió culpable, porque fue incapaz de decir nada. Tan sólo tomó la camisa seca con ambas manos y se quedó mirándola como si no supiera qué hacer con ella. Miles se sentía a punto de desfallecer, pero entonces, Hammond lo tomó del rostro y lo obligó a mirarlo a los ojos.
El roce cálido de las manos de Hammond sobre su rostro lo hicieron sentirse avergonzado. Sobre todo por la forma compasiva en que lo estaba mirando. ¿Estaba tan mal? Le estaba repitiendo que ahora todo iba a estar bien, pero Miles sabía que no era cierto. Había traicionado a su padre, Marlon se había ensañado con él y hasta Lev tuvo que tomar parte en su castigo. Además, ni siquiera sabía a ciencia cierta si su padre dejaría en paz a Wang luego de aquello. Sin embargo, Hammond insistía en que iba a curarlo y Miles, sin fuerzas para contradecirlo, asintió con la cabeza, en silencio.
Miles hizo un último esfuerzo y se quitó la camisa, que dejó caer en el piso. Ésta cayó con gran pesadez, demostrando que la tela estaba completamente empapada. A Miles le dolía el costado, donde Marlon le había pegado con gusto, de seguro que el golpe debía empezársele a notar. Pero lo que más le incomodaba de verdad era la espalda, Lev le había golpeado con un cable varias veces y Miles estaba convencido de que le había pasado la electricidad en un par de ocasiones. No supo más, porque ahí se desmayó y lo siguiente que supo fue que estaba en el asiento trasero de un auto.
Contuvo la respiración cuando vio a Hammond rodearlo, para buscar su espalda. Miles cerró los ojos por un instante, mientras sostenía la camisa limpia y seca entre sus manos. Se sentía caliente y el tacto era un poco reconfortante, trató de no pensar en la imagen de Hammond examinándole la espalda. De seguro que debía tener heridas considerables, que quizás tardarían en sanar.
Pero Miles sabía que se merecía lo que le estaba pasando. Después de todo, su padre sólo le había pedido una sola cosa: lealtad. Aunque no se arrepentía de haberle advertido a Wang, Miles sabía que su padre tenía todo el derecho de estar enfadado con él. Marlon, en el fondo, tenía algo de razón: a otro en su lugar, ya lo habría matado. Miles sabía que tenía mucha suerte de estar vivo.
Lo escuchó bromear, era obvio que estaba tratando de aligerar la situación y Miles se sintió culpable, porque fue incapaz de decir nada. Tan sólo tomó la camisa seca con ambas manos y se quedó mirándola como si no supiera qué hacer con ella. Miles se sentía a punto de desfallecer, pero entonces, Hammond lo tomó del rostro y lo obligó a mirarlo a los ojos.
El roce cálido de las manos de Hammond sobre su rostro lo hicieron sentirse avergonzado. Sobre todo por la forma compasiva en que lo estaba mirando. ¿Estaba tan mal? Le estaba repitiendo que ahora todo iba a estar bien, pero Miles sabía que no era cierto. Había traicionado a su padre, Marlon se había ensañado con él y hasta Lev tuvo que tomar parte en su castigo. Además, ni siquiera sabía a ciencia cierta si su padre dejaría en paz a Wang luego de aquello. Sin embargo, Hammond insistía en que iba a curarlo y Miles, sin fuerzas para contradecirlo, asintió con la cabeza, en silencio.
Miles hizo un último esfuerzo y se quitó la camisa, que dejó caer en el piso. Ésta cayó con gran pesadez, demostrando que la tela estaba completamente empapada. A Miles le dolía el costado, donde Marlon le había pegado con gusto, de seguro que el golpe debía empezársele a notar. Pero lo que más le incomodaba de verdad era la espalda, Lev le había golpeado con un cable varias veces y Miles estaba convencido de que le había pasado la electricidad en un par de ocasiones. No supo más, porque ahí se desmayó y lo siguiente que supo fue que estaba en el asiento trasero de un auto.
Contuvo la respiración cuando vio a Hammond rodearlo, para buscar su espalda. Miles cerró los ojos por un instante, mientras sostenía la camisa limpia y seca entre sus manos. Se sentía caliente y el tacto era un poco reconfortante, trató de no pensar en la imagen de Hammond examinándole la espalda. De seguro que debía tener heridas considerables, que quizás tardarían en sanar.
Pero Miles sabía que se merecía lo que le estaba pasando. Después de todo, su padre sólo le había pedido una sola cosa: lealtad. Aunque no se arrepentía de haberle advertido a Wang, Miles sabía que su padre tenía todo el derecho de estar enfadado con él. Marlon, en el fondo, tenía algo de razón: a otro en su lugar, ya lo habría matado. Miles sabía que tenía mucha suerte de estar vivo.
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Chapter IV
Miles no estaba bien.
Era evidente que estaba en una especie de shock todavía, porque no hablaba. Lo habían torturado, así que no era inusual. Las marcas en su espalda le decía que lo habían golpeado con un cable. Negó, mientras se preguntaba si esto lo había hecho Lucius Cobbert y sus hombres.
¿Así trataba a su hijo? No podía decir que le extrañara. Realmente dudaba que lo hubiera hecho algún otro grupo, nadie provocaba así a Cobbert.
—Tienes varias heridas en la espalda —dijo, odiando ser tan obvio— Es mejor que te las cure antes de que te pongas la camisa, o se te va a pegar y será peor. ¿Puedes acostarte boca abajo?
Sin esperar una respuesta lo ayudó a acomodarse. Suspiró viendo su espalda, delgada y musculosa a la vez. Tan propia de un joven. Tomó los elementos del botiquín que había traído. Empezó por desinfectar la herida con agua oxigenada. Los cables que se usaban para esas cosas no solían estar muy limpios.
—Arde un poco, lo lamento—dijo, mientras con la otra mano le daba unas palmaditas en el hombro donde no tenía heridas ni golpes, como para calmarlo.
Después le puso una crema analgésica y cicatrizante. Se temía que erta no era la primera golpiza del chico, estaba muy bien equipado. Incluso tenía de esa gasa con vaselina que evita pegarse a las heridas, y espadadrapo para sostenerla. Al trabajó con dedicación, curando y cubriendo cada una de sus heridas.
—Puede que necesites ayuda mañana con el baño para quitarte todo esto, sería bueno que no te restriegues por unos días—añadió.
Como Miles seguía sin hablar, Al dio la vuelta al sofá y se agachó para quedar a su altura y verlo a los ojos.
—¿Mejor? Al menos deberías sentir algún alivio—preguntó con simpatía.
A él le habían golpeado más de una vez. En la cárcel sí que lo habían curado en varias ocasiones, tal vez por eso sabía lo que hacía.
—Necesitas crema para golpes también, ese costado va a tomar un tono verde feo para mañana—comentó, lamentando no tener algo a mano para ponerle. —Después le pondremos frío, pero por ahora creo que necesitas más entrar en calor. Iré a buscarte una cobija y ya puedes ponerte la camiseta.
Una vez más se metió en su cuarto para buscar algo con lo que abrigarlo. Si no se ponía solo la camiseta, le pondría una cobija encima para que fuera recuperando calor.
Estaba preocupado por el chico. Tendría que pasar la noche allí para cuidarlo, no se atrevía a dejarlo solo en ese estado.
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Chapter IV
Aunque Miles entendía todo lo que Hammond le estaba diciendo, le costaba mantenerse lo bastante alerta para responderle. Entendía que tenía que recostarse en el sofá, pero tan sólo siguió las instrucciones de Hammond sin decir nada. Cuando éste le dijo que las curaciones iban a doler, quiso decirle que no creía que doliese más a lo que había sido sometido las últimas horas. Pero se quedó quiero, estremeciéndose de tanto en tanto cuando Hammond le curaba la espalda.
Miles se quedó con los ojos abiertos, mirando detenidamente a un punto indefinido de su apartamento. Inspiró hondo varias veces, aguantando la incomodidad de las curaciones. Sí que le ardía la espalda, pero no podía compararse a todo el dolor que llevaba aguantando desde que Marlon le pegó la primera vez. Le pareció que había pasado una eternidad hasta que Hammond se arrodilló frente a él para preguntarle si estaba mejor. Miles abrió los labios, pero sólo alcanzó a asentir con la cabeza muy despacio. Cuando lo vio alejarse en dirección al pasillo, entendió que había ido a buscarle algo de la habitación.
En otro momento le habría aterrado la idea de que Hammond estuviera en su habitación, revisando sus cosas, pero Miles no tenía fuerzas ni voluntad para preocuparse por algo tan nimio como eso.
Cuando Hammond regresó, Miles hizo un esfuerzo por incorporarse despacio. Consiguió sentarse en el sofá y miró la camisa que estaba a su lado, ya no estaba doblada a la perfección, pero todavía estaba cálida. Miles miró a Hammond a los ojos y, de pronto, la palabra brotó de su garganta, transformándose en un susurro herido.
—Gracias…
Miles no reconoció su voz, le parecía un sonido que quebrado que apenas era audible. Hammond todavía estaba mirándolo y Miles, sin fuerzas, sintió cómo las lágrimas empezaron a deslizarse por ambas mejillas. Inspiró hondo, tratando de contener el llanto, haciendo un último esfuerzo por no parecer más vulnerable y débil, pero era tal cual se sentía. Se limpió las lágrimas lo mejor que pudo, mientras volvió a tomar la camisa limpia entre las manos.
—Lo siento… —susurró, sin saber con exactitud por qué se estaba disculpando. ¿Por el espectáculo patético que era? ¿Por haberlo dejado plantado? ¿Por todas las molestias al curarlo? Miles sólo sabía que esto, que él estuviera allí, era una especie de suerte que no estaba seguro que se merecía.
Miles se quedó con los ojos abiertos, mirando detenidamente a un punto indefinido de su apartamento. Inspiró hondo varias veces, aguantando la incomodidad de las curaciones. Sí que le ardía la espalda, pero no podía compararse a todo el dolor que llevaba aguantando desde que Marlon le pegó la primera vez. Le pareció que había pasado una eternidad hasta que Hammond se arrodilló frente a él para preguntarle si estaba mejor. Miles abrió los labios, pero sólo alcanzó a asentir con la cabeza muy despacio. Cuando lo vio alejarse en dirección al pasillo, entendió que había ido a buscarle algo de la habitación.
En otro momento le habría aterrado la idea de que Hammond estuviera en su habitación, revisando sus cosas, pero Miles no tenía fuerzas ni voluntad para preocuparse por algo tan nimio como eso.
Cuando Hammond regresó, Miles hizo un esfuerzo por incorporarse despacio. Consiguió sentarse en el sofá y miró la camisa que estaba a su lado, ya no estaba doblada a la perfección, pero todavía estaba cálida. Miles miró a Hammond a los ojos y, de pronto, la palabra brotó de su garganta, transformándose en un susurro herido.
—Gracias…
Miles no reconoció su voz, le parecía un sonido que quebrado que apenas era audible. Hammond todavía estaba mirándolo y Miles, sin fuerzas, sintió cómo las lágrimas empezaron a deslizarse por ambas mejillas. Inspiró hondo, tratando de contener el llanto, haciendo un último esfuerzo por no parecer más vulnerable y débil, pero era tal cual se sentía. Se limpió las lágrimas lo mejor que pudo, mientras volvió a tomar la camisa limpia entre las manos.
—Lo siento… —susurró, sin saber con exactitud por qué se estaba disculpando. ¿Por el espectáculo patético que era? ¿Por haberlo dejado plantado? ¿Por todas las molestias al curarlo? Miles sólo sabía que esto, que él estuviera allí, era una especie de suerte que no estaba seguro que se merecía.
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Just Breathe
Chapter IV
Que Miles al fin hablara fue un alivio. Al se sentía ya como que estaba hablando solo, pero lo que más le preocupaba era que el chico estuviera muy mal para siquiera articular palabra. Sin embargo, el "gracias" y el "lo siento" fluyeron de su boca con facilidad. Sin embargo, después empezó a llorar.
Al se acercó de inmediato y lo tomó de los hombros con suavidad para no lastimarlo.
—Hey, no hay nada que agradecer, me alegra haber aparecido aquí para ayudarte —replicó con seguridad.— Y no tienes que disculparte por nada... Estoy seguro de que no estás así por gusto... y si es por la exposición no te preocupes, podemos ir otro día si todavía te apetece.
Quería abrazarlo, pero temía lastimar su espada herida. Así que se sentó a su lado y lo inclinó ligeramente hacia él, para que se recostara en su hombro. Levantó una mano y le acarició la cabeza lentamente.
—No sé qué pasó, pero nadie se merece esto. Tú menos que nadie, te conozco poco pero estoy seguro de eso—añadió.
Decidió que no se movería, lo dejaría descansar contra él y si necesitaba llorar que lo hiciera. A veces curar era más que solo desinfectar heridas.
—Me quedaré contigo esta noche—declaró, sin lugar a discusión. —No estás bien como para quedarte solo, y yo tengo la noche libre. Es una buena coincidencia.
Sonrió para sí, y miró de reojo a Miles intentado captar alguna reacción.
—¿Necesitas alguna cosa? ¿Quieres que haga algo más por ti?—ofreció antes de que se instalara el silencio entre ellos.
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Chapter IV
Que Hammond insinuara que no tenía nada que agradecer le parecía una completa locura. Por supuesto que Miles tenía que darle las gracias, Hammond no tenía ninguna obligación por estar allí, por ayudarlo a llegar a su apartamento y muchísimo menos tenía que tomarse las molestias de curarle las heridas. ¿Por qué lo estaba haciendo? Miles seguía sin comprenderlo pero, por esta vez, aceptaría a manos llenas su amabilidad.
Hammond se sentó a su lado en el sofá y dejó que Miles se apoyara en su hombro para descansar. Miles no se sentía en control de su propio cuerpo en este instante, así que era buena idea quedarse allí antes de intentar levantarse. Quizás un rato allí le permitiría tomar fuerzas para ir hasta su habitación al momento de dormir. Hammond acababa de reafirmarle que se quedaría allí con él y Miles no se opuso. En realidad, su compañía le estaba haciendo bastante bien. Incluso cuando éste tuviera preguntas, era lógico que después de ayudarlo, quisiera saber qué demonios había pasado.
Miles sentía que estaba en deuda con él y que lo mínimo que podía hacer era decirle la verdad. Pero, ¿cómo empezar? Aunque había tenido buenas intenciones, Miles sabía que lo que había hecho era horrible: había traicionado a su padre, que también era su jefe. Hammond de seguro no apreciaría saber que era capaz de traicionar a la gente. En esta zona de la ciudad, en el bajo mundo de Tara, la lealtad era lo único importante.
—No… no necesito nada —alcanzó a decir con algo de vergüenza. La voz de Miles seguía pareciendo un sonido roto e incómodo. Sentía un nudo en la garganta, pero ahora que Hammond estaba a su lado y no tenía que mirarlo a los ojos, quizás era más fácil decirle lo que quería saber, así que continuó—: Es que hice algo terrible y papá… papá está muy enfadado conmigo. No sé si… no sé si estoy perdonado.
No era eso lo que Miles quería decir, pero se dio cuenta de que eso era lo que más lo angustiaba. Miles había hecho todo cuanto había podido por ganarse el favor de su padre. Incluso si sabía que éste nunca le iba a dar su apellido, Lucius Cobbert era la única familia que tenía. Si perdía su favor, no le quedaba nada. Además, si se alejaba de su padre, no habría absolutamente nadie en su sano juicio le daría trabajo. Nadie en esta ciudad querría tener problemas con Lucius Cobbert.
Miles estaba atrapado. Quizás siempre lo había sabido, pero esta noche en particular la verdad le quedó grabado a fuego, al igual que las heridas de su espalda. Fue por eso que no pudo contener más las lágrimas.
Hammond se sentó a su lado en el sofá y dejó que Miles se apoyara en su hombro para descansar. Miles no se sentía en control de su propio cuerpo en este instante, así que era buena idea quedarse allí antes de intentar levantarse. Quizás un rato allí le permitiría tomar fuerzas para ir hasta su habitación al momento de dormir. Hammond acababa de reafirmarle que se quedaría allí con él y Miles no se opuso. En realidad, su compañía le estaba haciendo bastante bien. Incluso cuando éste tuviera preguntas, era lógico que después de ayudarlo, quisiera saber qué demonios había pasado.
Miles sentía que estaba en deuda con él y que lo mínimo que podía hacer era decirle la verdad. Pero, ¿cómo empezar? Aunque había tenido buenas intenciones, Miles sabía que lo que había hecho era horrible: había traicionado a su padre, que también era su jefe. Hammond de seguro no apreciaría saber que era capaz de traicionar a la gente. En esta zona de la ciudad, en el bajo mundo de Tara, la lealtad era lo único importante.
—No… no necesito nada —alcanzó a decir con algo de vergüenza. La voz de Miles seguía pareciendo un sonido roto e incómodo. Sentía un nudo en la garganta, pero ahora que Hammond estaba a su lado y no tenía que mirarlo a los ojos, quizás era más fácil decirle lo que quería saber, así que continuó—: Es que hice algo terrible y papá… papá está muy enfadado conmigo. No sé si… no sé si estoy perdonado.
No era eso lo que Miles quería decir, pero se dio cuenta de que eso era lo que más lo angustiaba. Miles había hecho todo cuanto había podido por ganarse el favor de su padre. Incluso si sabía que éste nunca le iba a dar su apellido, Lucius Cobbert era la única familia que tenía. Si perdía su favor, no le quedaba nada. Además, si se alejaba de su padre, no habría absolutamente nadie en su sano juicio le daría trabajo. Nadie en esta ciudad querría tener problemas con Lucius Cobbert.
Miles estaba atrapado. Quizás siempre lo había sabido, pero esta noche en particular la verdad le quedó grabado a fuego, al igual que las heridas de su espalda. Fue por eso que no pudo contener más las lágrimas.
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Chapter IV
Al hubiera querido poder decirle que todo estaría bien. Que un padre siempre amaba a su hijo y le perdonaba todo. Pero él no tenía cómo decirle eso. Su propio padre no había sido precisamente alguien presente o amoroso. Y no tenía idea de lo que era el perdón paterno, o no habría acabado en la calle desde tan joven.
Pero sí que tenía experiencia en Lucius Cobbert y podía confirmar que, aunque los padres fueran todos buenos y piadosos, ese no lo era.
Sin embargo, la condición de Miles era muy diferente. No era un hijo legítimo, y eso influía, para bien o para mal.
—Tu padre es ante todo un hombre práctico —replicó con suavidad.— Podrá estar muy enfadado, y mandarte a castigar, pero no querrá perderte.
No le pareció conveniente añadir que para Lucius era una ventaja tener un hijo bastardo que le debiera fidelidad sin él tener ningún deber como padre sobre él. Eso le permitíra manipularlo y un nivel de fidelidad mayor que de cualquier otro subordinado.
Lo tomó de la barbilla y buscó su mirada.
—No creo que puedas haber hecho algo tan imperdonable tampoco, ¿cierto? Y a juzgar por el estado en que te encontré ya te hicieron pagar por ello con creces.
Le acarició la mejilla con suavidad. Los ojos claros de Miles seguían anegados de lágrimas. Limpió los rastros de lágrimas de sus mejillas.
—No puedo saber si te hará sufrir un poco más todavía—añadió. —Pero te perdonará.
De eso sí que estaba seguro. Aunque fuera por egoísmo, porque, ¿por qué más hacía algo Lucius Cobbert?
—Por ahora concentrémonos en que te recuperes. Después de un castigo así lo mejor que puedes hacer es aparecer lo más entero posible la próxima vez que te vean.
Lamentaba saber eso por experiencia. Al menos había sido así en la cárcel. Después de cada paliza, si te dejabas ver débil, seguirían siendo su víctima. Pero si regresabas fuerte después de todo lo que te habían hecho, en cierta forma te admiraban.
—¿Quieres que te aliste algo caliente para tomar?—preguntó, pensando que le ayudaría a relajarse. —O algo de comer. Sería buena idea para que tomes analgésicos después.
Una cosa era curar y desinfectar, y otra desaparecer el dolor.
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Chapter IV
Hammond parecía convencido de que la tormenta había pasado y que su padre acabaría por perdonarlo. Miles no estaba tan seguro, sobre todo porque él era consciente de que lo había traicionado y que estaba vivo tan sólo porque era su hijo. Además, las palabras de Marlon le hicieron plantearse algo que no había pensado hasta ahora, porque su padre todavía era un hombre muy sano. Pero, ¿qué pasaría cuando no fuera así? Marlon era el mayor de sus hijos legítimos y el que más estaba involucrado en sus negocios. ¿Qué sería de Miles entonces?
Se estremeció de sólo pensarlo, pero escuchó las palabras de Hammond, que seguía insistiendo en que tenía que comer. Miles sentía el estómago revuelto, pero sabía por experiencia que si se tomaba los analgésicos con el estómago vacío, podía ser mucho peor. El día de mañana quería sentirse un poco mejor, así que tendría que comer algo.
—No tengo hambre —confesó con algo de vergüenza—. Pero… supongo que tienes razón. Debería comer algo.
Miles no conseguía recordar si había algo que recalentar en la nevera. Desde que vivía solo, Miles descubrió que se le daba bastante bien cocinar. Nadie le había enseñado, al igual que sus dibujos, Miles había aprendido por su cuenta, a punta de ensayo y error. Sí que recordaba que había ingredientes suficientes, porque hacía dos días que había ido al supermercado que quedaba a unas cuantas cuadras de su edificio.
Si hacía memoria, Miles había olvidado cuándo fue la última vez que alguien cocinó para él. Cuando vivía con Madame, nunca se iba a la escuela sin desayunar y siempre tenía comida calentita al regresar, pero Miles jamás hacía demasiadas preguntas sobre cómo regentaba el burdel Madame. Recordaba que, cuando reunió la valentía para preguntarle si acaso ella era su madre, la mujer estuvo riéndose por días.
Cuando empezó a vivir solo, un par de meses antes de cumplir la mayoría de edad, Miles tuvo que arreglárselas por su cuenta. Por eso, que Hammond dijera de pronto que iba a preparle algo de comer, sonaba increíble.
—Comeré, lo prometo. Yo… mañana me gustaría sentirme un poco mejor —confesó, todavía con voz ronca después de haber llorado—. Para eso necesito los analgésicos.
Se estremeció de sólo pensarlo, pero escuchó las palabras de Hammond, que seguía insistiendo en que tenía que comer. Miles sentía el estómago revuelto, pero sabía por experiencia que si se tomaba los analgésicos con el estómago vacío, podía ser mucho peor. El día de mañana quería sentirse un poco mejor, así que tendría que comer algo.
—No tengo hambre —confesó con algo de vergüenza—. Pero… supongo que tienes razón. Debería comer algo.
Miles no conseguía recordar si había algo que recalentar en la nevera. Desde que vivía solo, Miles descubrió que se le daba bastante bien cocinar. Nadie le había enseñado, al igual que sus dibujos, Miles había aprendido por su cuenta, a punta de ensayo y error. Sí que recordaba que había ingredientes suficientes, porque hacía dos días que había ido al supermercado que quedaba a unas cuantas cuadras de su edificio.
Si hacía memoria, Miles había olvidado cuándo fue la última vez que alguien cocinó para él. Cuando vivía con Madame, nunca se iba a la escuela sin desayunar y siempre tenía comida calentita al regresar, pero Miles jamás hacía demasiadas preguntas sobre cómo regentaba el burdel Madame. Recordaba que, cuando reunió la valentía para preguntarle si acaso ella era su madre, la mujer estuvo riéndose por días.
Cuando empezó a vivir solo, un par de meses antes de cumplir la mayoría de edad, Miles tuvo que arreglárselas por su cuenta. Por eso, que Hammond dijera de pronto que iba a preparle algo de comer, sonaba increíble.
—Comeré, lo prometo. Yo… mañana me gustaría sentirme un poco mejor —confesó, todavía con voz ronca después de haber llorado—. Para eso necesito los analgésicos.
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Al asintió al escucharlo y sonrió. Levantó una mano para acariciarle la mejilla de nuevo.
—Te hará bien comer. Prometo esforzarme en hacerte algo rico —respondió dispuesto a levantarse.— No soy un gran cocinero, pero me he tenido que recuperar de muchas palizas en mi vida.
Tuvo la tentación de darle un beso en la frente para calmarlo, pero sería muy inapropiado. Apenas se conocían. Así que se limitó a darle una palmadita en el hombro y se levantó para dirigirse a la cocina.
Se puso a buscar entre la nevera y una canastita con verduras que tenía Miles ahí. Se decidió a hacerle un caldito con un poquito de carne molida y papas. Tal vez su estómago no resistiría la carne, pero el caldo le haría bien, y la papa asentaría su estómago. Se puso manos ala obra, picando y condimentando en la cocina.
—Me echaron de casa cuando era apenas más joven que tú, y en la vida había cocinado nada. ¿Sabes? Mi casa era una de esas a la antigua donde solo mamá cocinaba y si me acercaba a los fogones papá me acudaba de ser una mujercita. Así que tuve que aprender en la calle.
No sabía si Miles encontraría interesante su cháchara, pero sospechaba que agradecería no tener que hablar y que se encargara de llenar el silencio por él.
—El viejo Carson me acogió, y él me enseñó a preparar esto—añadió. —Te entonará el estómago y las medicinas te caerán bien.
Se ponía nostálgico de pensar en esa época. Era tan joven e inocentón todavía. Una parte de él creía que su padre lo perdonaría algún día. Pero no había nada que perdonar. Su padre simplemente no lo aceptaría nunca. Vago, tonto y homosexual.
Puso una olla a cocer lentamente en la cocina. La carne molida se cocinaba rápido, habría que esperar a que las papas se suavizaran pero sin que llegaran a hacerse puré.
—Los primeros intentos que hice fueron desastrozos, pero te prometo que ahora me queda algo bastante decente.
Regresó junto a él al sofá y buscó su mirada.
—Si quieres contarme lo que sucedió, soy todo oídos—le dijo con seriedad. —Pero si no quieres, no te haré preguntas y puedo utilizar mi gran repertorio de anécdotas personales para distraerte.
Le sonrió de nuevo. Quería tranquilizarlo, que entendiera que él no era una amenaza, sino un apoyo.
Ni en sus planes más elaborados y retorcidos Al habría encontrado una mejor oportunidad para ganarse la confianza del chico, pero ahora que estaba allí lo único en lo que podía pensar era en animarlo y hacerlo sentir mejor. Miles era un bueno chico, no merecía que lo trataran así.
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Miles se quedó recostado de nuevo en el sofá mientras Hammond caminaba en dirección a la cocina. El apartamento de Miles era pequeño y la cocina era abierta, así que pudo escuchar sin ningún problema todo lo que Hammond le estaba diciendo, incluso si no lo estaba mirando directamente.
Le llamó la atención sobre quién estaba hablando, pues era obvio que el viejo Carson no podía ser otro que el padre de Ben Carson. Miles había escuchado esa historia en alguna ocasión, de cómo Carson se había hecho, a una temprana edad, con el Mercado Negro que alguna vez fuera de su padre. Que se había vengado personalmente de todos los que habían asesinado a su familia y con eso se había ganado el respeto del bajo mundo de Tara. Ahora trataba de pensar en dónde encajaba Hammond en todo esto. ¿Desde cuándo exactamente conocía a Carson?
Eran demasiadas preguntas, pero sabía que no era el momento adecuado. Todavía estaba sensible, le dolía la espalda y Hammond sólo estaba rellenando el silencio con sus charlas, quizás en realidad no estaría dispuesto a responder nada de lo que Miles le preguntara. Quiso decirle que tenían en común el ser autodidactas en la cocina, pero Miles prefirió dejarlo hablar. Había algo calmado y rítmico en la voz de Hammond que le transmitía mucha paz.
O quizás era que estaba demasiado adolorido como para pensar con claridad.
No estuvo seguro cuánto tiempo pasó, pero cuando Hammond regresó, Miles hizo un esfuerzo por volver a sentarse. El plato que le había traído Hammond tenía buen aspecto, aunque no sabía si tenía bajas o altas expectativas antes de verlo.
—Huele bien —comentó Miles, con una media sonrisa antes de mirarlo otra vez—: Gracias.
Cuando tomó la cuchara y dio el primer sorbo, sopesó la pregunta de Hammond. Miles sentía vergüenza de contar lo sucedido, pero, si lo miraba fríamente, ¿qué más daba? Hammond ya lo había visto en su peor momento, lo había encontrado tirado en la calle, como si fuera un drogadicto o un vagabundo. ¿Qué podía ser peor?
—Traicioné a papá —dijo, dejando la cuchara sobre el sofá por un instante—. Estaba… tenía a alguien vigilado y yo lo puse sobre aviso. Pensé que nadie me había visto, pero… es evidente que me equivoqué. Dejó que Marlon se encargara de mí, pero… no dije absolutamente nada, fingí que no sabía de qué estaban hablando. Lev terminó el trabajo.
Miles dio otra cucharada al caldo, para centrarse en otra cosa al hablar de Lev. Una lágrima se deslizó por su mejilla de nuevo, amenazando con volver a llorar. Sabía que a Lev no le quedó otro remedio, que quizás tenía razón y si dejaba que Marlon continuara, lo habría dejado en peor estado. Pero Lev, a pesar de todo, nunca le había puesto una mano encima hasta hoy.
Le llamó la atención sobre quién estaba hablando, pues era obvio que el viejo Carson no podía ser otro que el padre de Ben Carson. Miles había escuchado esa historia en alguna ocasión, de cómo Carson se había hecho, a una temprana edad, con el Mercado Negro que alguna vez fuera de su padre. Que se había vengado personalmente de todos los que habían asesinado a su familia y con eso se había ganado el respeto del bajo mundo de Tara. Ahora trataba de pensar en dónde encajaba Hammond en todo esto. ¿Desde cuándo exactamente conocía a Carson?
Eran demasiadas preguntas, pero sabía que no era el momento adecuado. Todavía estaba sensible, le dolía la espalda y Hammond sólo estaba rellenando el silencio con sus charlas, quizás en realidad no estaría dispuesto a responder nada de lo que Miles le preguntara. Quiso decirle que tenían en común el ser autodidactas en la cocina, pero Miles prefirió dejarlo hablar. Había algo calmado y rítmico en la voz de Hammond que le transmitía mucha paz.
O quizás era que estaba demasiado adolorido como para pensar con claridad.
No estuvo seguro cuánto tiempo pasó, pero cuando Hammond regresó, Miles hizo un esfuerzo por volver a sentarse. El plato que le había traído Hammond tenía buen aspecto, aunque no sabía si tenía bajas o altas expectativas antes de verlo.
—Huele bien —comentó Miles, con una media sonrisa antes de mirarlo otra vez—: Gracias.
Cuando tomó la cuchara y dio el primer sorbo, sopesó la pregunta de Hammond. Miles sentía vergüenza de contar lo sucedido, pero, si lo miraba fríamente, ¿qué más daba? Hammond ya lo había visto en su peor momento, lo había encontrado tirado en la calle, como si fuera un drogadicto o un vagabundo. ¿Qué podía ser peor?
—Traicioné a papá —dijo, dejando la cuchara sobre el sofá por un instante—. Estaba… tenía a alguien vigilado y yo lo puse sobre aviso. Pensé que nadie me había visto, pero… es evidente que me equivoqué. Dejó que Marlon se encargara de mí, pero… no dije absolutamente nada, fingí que no sabía de qué estaban hablando. Lev terminó el trabajo.
Miles dio otra cucharada al caldo, para centrarse en otra cosa al hablar de Lev. Una lágrima se deslizó por su mejilla de nuevo, amenazando con volver a llorar. Sabía que a Lev no le quedó otro remedio, que quizás tenía razón y si dejaba que Marlon continuara, lo habría dejado en peor estado. Pero Lev, a pesar de todo, nunca le había puesto una mano encima hasta hoy.
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Al se sintió complacido al ver que Miles se tomaba la sopa y parecía gustarle.
Escuchó sus palabras con atención. El hecho de que quisiera contarle lo sucedido era una seña de confianza. Se sentó a su lado y lo miró con profundo interés.
Lo qu eno esperaba era la mención a Lev.
Al recordaba a Lev. Era el mejor hombre de Cobbert cuando había trabajado para él. Eficiente, noble, buena persona dentro de todo. Había ayudado mucho a Al cuando se había unido a su grupo, y Al sospechaba que no había sido parte de la conspiración para enviarlo a prisión.
Pero no podía desviar la conversación a Lev. Lo importante aquí era lo que le había sucedido a Miles.
—Estoy seguro de que tuviste tus razones para poner sobre aviso a esa persona —comentó tras escucharlo hablar.— Probablemente tu padre no comparta tus razones, pero nunca es un error ser fiel al criterio propio.
El error, por supuesto, había sido dejar que lo descubrieran. Tendría que haber sido más cuidadoso, pero a Miles no le haría nada bien que se lo recalcara en aquel momento. Aunque igual y Cobbert no se había metido en persona en su castigo. Era al tal Marlon al que se le había pasado la mano. Probablemente odiaba a su hermano bastardo.
Sin embargo, Miles parecía afectado por lo sucedido, ya estaba empezando a llorar de nuevo. Al disimuló que no había visto la lágrima que caía por su mejilla.
—Hay que ser muy valiente y muy fuerte para no hablar con este tipo de tortura—señaló con sinceridad. —No necesito detalles de qué te hicieron, reconozco el tipo de heridas.
Le sonrió con un gesto de no estar orgulloso de eso.
—Tu padre no pasará eso por alto: verá que eres fuerte y valiente, y lo tomará en cuenta a futuro.
Lucius Cobbert no era el tipo de persona que desperdiciaba ningún recurso.
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Chapter IV
Hammond tenía razón: Miles sí que tenía razones para haberle avisado a Wang, de eso no se arrepentía. El problema era que no había sido lo bastante cuidadoso y ahora estaba pagando las consecuencias de lo que había hecho. No tenía apetito, pero se forzó a dar más bocados a la sopa que Hammond le había traído. Hasta se sentía un poco culpable, porque realmente no estaba disfrutando de la comida, a pesar de que reconocía que, objetivamente, tenía muy buen sabor. Pero Miles lo único que podía pensar era en el rostro de su padre, mirándolo con decepción.
"A veces haces que me arrepienta de haberme quedado contigo".
Su padre nunca lo había mirado así, ni tampoco le había dicho algo tan hiriente como aquello. Su hermano mayor estaba encantado de escucharlo decirle esas cosas, y empezó a preguntarse qué tanto hablarían Marlon y sus otros hermanos mayores. Miles en alguna ocasión había soñado con ser aceptado en la familia, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que no era más que una pobre ilusión infantil que nunca se vería materializada.
—Es que, si confesaba, iba… iba a ser mucho peor —Miles no tenía la más mínima idea de cómo había aguantado sin confesar la verdad. Tan sólo se convenció a sí mismo de que el dolor pasaría, tarde o temprano.
Suspiró hondo, mirando que el cuenco de sopa ya iba por la mitad y supo que no podía seguir comiendo. Sentía el estómago pesado, así que tendría que rogar porque esto fuera suficiente para tomarse los analgésicos más tarde. Cuando miró a Hammond de nuevo, este lo estaba viendo con una expresión indescifrable. Miles se avergonzó, sabiendo que debía verse débil y muy vulnerable en este momento.
—¿Sabes? Cuando era niño me decía que tenía mucha suerte porque papá no tenía por qué haberse quedado conmigo. Al principio tenía esta fantasía estúpida de que era porque había amado mucho a mamá o algo por el estilo, pero… —Miles supiró, negando con la cabeza, mientras sentía cómo las lágrimas se le acumulaban en los ojos—: Supongo que Marlon tiene razón, tal vez si sigo vivo es toda la suerte que me merezco.
Miles no creía haber dicho eso en voz alta nunca. Siempre lo reprimía, creía que estaba conforme con la vida que le había tocado. ¿Qué más le quedaba? Nunca conoció a su madre, la única familia que tenía era Lucius Cobbert. Pero hoy estuvo tan asustado de morir, que empezó a preguntarse si todo cuando había hecho hasta ahora, merecía la pena.
"A veces haces que me arrepienta de haberme quedado contigo".
Su padre nunca lo había mirado así, ni tampoco le había dicho algo tan hiriente como aquello. Su hermano mayor estaba encantado de escucharlo decirle esas cosas, y empezó a preguntarse qué tanto hablarían Marlon y sus otros hermanos mayores. Miles en alguna ocasión había soñado con ser aceptado en la familia, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que no era más que una pobre ilusión infantil que nunca se vería materializada.
—Es que, si confesaba, iba… iba a ser mucho peor —Miles no tenía la más mínima idea de cómo había aguantado sin confesar la verdad. Tan sólo se convenció a sí mismo de que el dolor pasaría, tarde o temprano.
Suspiró hondo, mirando que el cuenco de sopa ya iba por la mitad y supo que no podía seguir comiendo. Sentía el estómago pesado, así que tendría que rogar porque esto fuera suficiente para tomarse los analgésicos más tarde. Cuando miró a Hammond de nuevo, este lo estaba viendo con una expresión indescifrable. Miles se avergonzó, sabiendo que debía verse débil y muy vulnerable en este momento.
—¿Sabes? Cuando era niño me decía que tenía mucha suerte porque papá no tenía por qué haberse quedado conmigo. Al principio tenía esta fantasía estúpida de que era porque había amado mucho a mamá o algo por el estilo, pero… —Miles supiró, negando con la cabeza, mientras sentía cómo las lágrimas se le acumulaban en los ojos—: Supongo que Marlon tiene razón, tal vez si sigo vivo es toda la suerte que me merezco.
Miles no creía haber dicho eso en voz alta nunca. Siempre lo reprimía, creía que estaba conforme con la vida que le había tocado. ¿Qué más le quedaba? Nunca conoció a su madre, la única familia que tenía era Lucius Cobbert. Pero hoy estuvo tan asustado de morir, que empezó a preguntarse si todo cuando había hecho hasta ahora, merecía la pena.
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Chapter IV
Suponía que en el fondo entendía bien lo difícil que era querer la aceptación de un padre que nunca iba a darla. En su caso porque era una decepción para su padre. En el de Miles, porque no era su hijo legítimo.
En el fondo sabía ya por la experiencia de la vida lo que era querer la aceptación de un padre que no valía la pena.
Se inclinó hacia Miles, buscando su mirada.
—Creo que en cierta forma todos buscamos la aprobación de nuestors padres —replicó, con la intención de que Miles supiera que no era solo él.— Pero en el fondo, no la necesitamos. Ahora te parece que sí, pero con el tiempo verás... tú te harás tu propio camino. Con tu padre o sin tu padre en él.
Lo decía muy en serio. Eso no quería decir que fuera a ser un camino fácil o bonito. El propio Al se había hecho un camino más que largo y complicado, con momentos muy dolorosos. De todos había aprendido, pero para él eso no era consuelo. Y no pensaba decirle a Miles que se conformara con aprender del sufrimiento.
Suspiró, indeciso de si debía decir lo que estaba pensando en realidad.
—¿Puedo hablar con sinceridad sobre tu padre?—preguntó dudoso. —Tengo muchos años en estas calles, algo sé sobre él.
Sabía mucho en realidad, pero no pensaba decirle todo lo que sabía. No en ese momento. Tampoco quería que lo viera como un enemigo de su familia.
Aunque lo era.
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Miles, incluso con lo sensible que estaba, tenía que reconocer que Hammond estaba diciendo cosas muy sensatas. Sin embargo, imaginarse a sí mismo en un futuro, completamente alejado de su padre, lo asustó. Miles sabía que podía valerse por sí mismo, no era un inútil, después de todo, llevaba años viviendo de manera independiente y hasta ahora lo había hecho bastante bien. Pero todo era gracias a que sabía que contaba con el beneplácito de su padre, sería todo muy diferente si supiera que su padre lo despreciaba. En Tara, enemistarse abiertamente con su padre era una sentencia de muerte.
Si de verdad Miles quería una oportunidad, la única forma que tenía era salir huyendo de Tara. Pero, en el fondo, ni siquiera lo consideraría una opción. Para bien, o para mal, su padre era la única familia que le quedaba. Sin él, estaría completamente solo y eso para Miles era desolador. De pequeño, cuando iba a la escuela, siempre había fantaseado con una familia de verdad, con el resto de los niños que iban a clase con él.
Si Lucius era lo único que tenía, ¿cómo iba a renegar de eso?
—Pareces muy seguro cuando dices todo eso, ¿es este tu tono de adulto muy mayor con experiencia? —en otro momento, Miles lo hubiera dicho para reírse de él, recordándole que le sacaba unos cuantos años.
Sin embargo, ahora se lo preguntaba de verdad. Miles en este momento se sentía mucho más joven de lo que era, como un niño pequeño que está cayendo al vacío y que está buscando desesperadamente algo a lo qué aferrarse.
Miles sintió una oleada de curiosidad cuando Hammond dijo que quería hablar con sinceridad sobre su padre. Algo le decía que no estaría contento de escuchar lo que él tenía que decir. Sin embargo, Hammond lo había ayudado, lo había curado y seguía allí, cuidándolo, a pesar de que no tenía por qué hacerlo. ¿Cómo iba a hacerle un desaire a estas alturas de la noche?
—Está bien, te escucho —susurró, mientras volvía de nuevo la vista hacia él.
Suponía que no tendría nada bueno que decir de su padre. Después de todo, trabajaba para Ben Carson, quien hasta ahora acababa de pactar la tregua con su padre.
Si de verdad Miles quería una oportunidad, la única forma que tenía era salir huyendo de Tara. Pero, en el fondo, ni siquiera lo consideraría una opción. Para bien, o para mal, su padre era la única familia que le quedaba. Sin él, estaría completamente solo y eso para Miles era desolador. De pequeño, cuando iba a la escuela, siempre había fantaseado con una familia de verdad, con el resto de los niños que iban a clase con él.
Si Lucius era lo único que tenía, ¿cómo iba a renegar de eso?
—Pareces muy seguro cuando dices todo eso, ¿es este tu tono de adulto muy mayor con experiencia? —en otro momento, Miles lo hubiera dicho para reírse de él, recordándole que le sacaba unos cuantos años.
Sin embargo, ahora se lo preguntaba de verdad. Miles en este momento se sentía mucho más joven de lo que era, como un niño pequeño que está cayendo al vacío y que está buscando desesperadamente algo a lo qué aferrarse.
Miles sintió una oleada de curiosidad cuando Hammond dijo que quería hablar con sinceridad sobre su padre. Algo le decía que no estaría contento de escuchar lo que él tenía que decir. Sin embargo, Hammond lo había ayudado, lo había curado y seguía allí, cuidándolo, a pesar de que no tenía por qué hacerlo. ¿Cómo iba a hacerle un desaire a estas alturas de la noche?
—Está bien, te escucho —susurró, mientras volvía de nuevo la vista hacia él.
Suponía que no tendría nada bueno que decir de su padre. Después de todo, trabajaba para Ben Carson, quien hasta ahora acababa de pactar la tregua con su padre.
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Al torció el gesto ante el muy mayor,
—No soy muy mayor—lo corrigió, poniendo el énfasis en el muy. —Pero sí tengo más experiencia que tú, que eres muy joven.
No pudo evitar dejarle caer lo joven que era, aunque no había sido su objetivo enfatizar en su diferencia de edad, Miles era quien había traído el tema a colación.
Sin embargo, dejó de parecerle gracioso cuando dijo que lo escucharía hablar con sinceridad sobre Cobbert.
La verdad era que Al no podía ser sincero sobre Lucius Cobbert, o Miles no volvería a hablarle en la vida. Se daría cuenta de que odiaba a su padre como no odiaba a ningún otro ser en el planeta. Así que debía centrarse en hacer sentir mejor a Miles. ¿Qué podía decir sobre Lucius que lograra eso?
—Todos en este mundillo conocemos a tu padre —dijo finalmente, midendo cada una de sus palabras.— Nadie se engañará y lo tomará por un hombre de familia. Lucius Cobbert es fiel a sí mismo y nadie más. No hay nada sagrado para él, estoy seguro que ni siquera la sangre. Pero si algo aprecia es la fidelidad.
Miró a Miles, quien evidentemente se sentía culpable y pensaba que había traicionado a su padre.
—Puede que no entienda las razones que te llevaron a advertir a esta persona —comentó, tociendo el gesto. Él tampoco entendía por qué se arriesgaría así por alguien.— Pero estoy seguro de que sabe que, como su hijo, le tienes más fidelidad que la mayoría de sus hombres. No se deshará de ti, no desperdiciará eso. Sabrá que estás arrepentido y que ahora serás el doble de fiel que antes.
Tal vez no era algo que a Miles le gustaría oír, pero Al estaba muy seguro de lo que decía. Cobbert era un gran manipulador.
—Ahora, ¿se puede saber quién se merecía que te dieran semejante paliza por advertirlo?
La idea no dejaba de intrigarlo.
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Just Breathe
Chapter IV
Miles pronunció la sonrisa cuando Hammond dijo que él era demasiado joven. Era la primera sonrisa en muchas horas, así que se lo anotó como un triunfo, incluso si Hammond estaba metiéndose con él. Además, no podía contradecirlo, Miles sabía que, si se comparaba con alguien de la edad de Hammond, él no era más que un niño. Se preguntaba si Hammond lo veía así: como un mocoso. Seguro que después de esta noche, debía pensar algo como eso, que era un niño que no sabía cómo moverse en las calles de Tara. Esta noche, Miles no tenía cómo refutar eso, pues se había dado, hoy más que nunca, lo frágil que era en manos de su padre.
Así que, esta vez, no pensaba discutir. Sobre todo porque Hammond parecía hablar con bastante autoridad. Miles no estaba seguro si en realidad sería perdonado, pero era cierto lo que Hammond le decía: su padre sabía que, a pesar de todo, le estaba guardando fidelidad, así hubiera cometido un error terrible. Seguía vivo, eso tenía que significar algo; en un par de días, o unas cuantas semanas, el enfado se le pasaría.
Tendría que mantener un perfil bastante bajo de momento. Esperaba que con eso bastara y que luego de la humillación de hoy, Marlon lo dejara en paz.
Miles, reflexivo, asintió en silencio a las palabras de Hammond. Lo que no esperaba, era su última pregunta. ¿De verdad le estaba preguntando por quién se había arriesgado tanto? Miles lo miró con curiosidad, porque no sabía cómo tomarse la pregunta. En otro momento, le habría dicho que no se metiera en lo que no le importaba. Pero Hammond estaba allí, lo había llevado hasta su casa y lo había curado, a pesar de que no tenía por qué hacerlo. Suponía que, lo mínimo, le debía la verdad.
—Seguro que sabes de la clínica clandestina que hay de este lado de la ciudad. No es un secreto para nadie lo que hace Wang —dijo Miles, sintiéndose expuesto luego de empezar a hablar—: Wang y yo… bueno, él me conoce desde hace mucho. Siempre ha sido bueno conmigo y se fía de mí a pesar de… a pesar de quién es mi padre. No sé qué es lo que está tratando de averiguar sobre el tráfico de medicamentos que tiene mi padre, pero él está furioso y lo mandó seguir. Papá no se toma tantas molestias, si lo hizo es porque piensa que es una amenaza. Wang… es buena persona, pensé que tenía que ponerlo sobre aviso.
Ahora que lo decía en voz alta, se daba cuenta de que sonaba todavía más estúpido. Recordaba la expresión con que Declan Ratchford lo había mirado: como si fuera escoria. Miles tan sólo esperaba que le hubiera hecho caso y estuviera haciendo todo lo posible por cuidar de Wang.
Así que, esta vez, no pensaba discutir. Sobre todo porque Hammond parecía hablar con bastante autoridad. Miles no estaba seguro si en realidad sería perdonado, pero era cierto lo que Hammond le decía: su padre sabía que, a pesar de todo, le estaba guardando fidelidad, así hubiera cometido un error terrible. Seguía vivo, eso tenía que significar algo; en un par de días, o unas cuantas semanas, el enfado se le pasaría.
Tendría que mantener un perfil bastante bajo de momento. Esperaba que con eso bastara y que luego de la humillación de hoy, Marlon lo dejara en paz.
Miles, reflexivo, asintió en silencio a las palabras de Hammond. Lo que no esperaba, era su última pregunta. ¿De verdad le estaba preguntando por quién se había arriesgado tanto? Miles lo miró con curiosidad, porque no sabía cómo tomarse la pregunta. En otro momento, le habría dicho que no se metiera en lo que no le importaba. Pero Hammond estaba allí, lo había llevado hasta su casa y lo había curado, a pesar de que no tenía por qué hacerlo. Suponía que, lo mínimo, le debía la verdad.
—Seguro que sabes de la clínica clandestina que hay de este lado de la ciudad. No es un secreto para nadie lo que hace Wang —dijo Miles, sintiéndose expuesto luego de empezar a hablar—: Wang y yo… bueno, él me conoce desde hace mucho. Siempre ha sido bueno conmigo y se fía de mí a pesar de… a pesar de quién es mi padre. No sé qué es lo que está tratando de averiguar sobre el tráfico de medicamentos que tiene mi padre, pero él está furioso y lo mandó seguir. Papá no se toma tantas molestias, si lo hizo es porque piensa que es una amenaza. Wang… es buena persona, pensé que tenía que ponerlo sobre aviso.
Ahora que lo decía en voz alta, se daba cuenta de que sonaba todavía más estúpido. Recordaba la expresión con que Declan Ratchford lo había mirado: como si fuera escoria. Miles tan sólo esperaba que le hubiera hecho caso y estuviera haciendo todo lo posible por cuidar de Wang.
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Chapter IV
Wang.
Tenía que referirse a Wang Shen. Al estaba famiiarizado con su trabajo. Muchos en las bajas esferas de Tara pensaban que era una especie de santo, lo que era exagerado. Simplemente era un médico de buena conciencia dispuesto a atender a las personas aunque no pudiera pagar, lo que desafiaba las leyes de competiencia desleal.
Estaba prohibido en Tara donar ciertos trabajos que otros cobraban por hacer, en especial la medicina. La salud en Tara era todo un negocio, por tanto Wang quebraba la ley cada vez que curaba a alguien sin realizar un cobro, e incluso a veces iba él mismo a buscar las medicinas con Ben.
Por eso lo conocía Al. Más de una vez Ben le había mandado a dejarle algo a su clínica. Además, había escuchado rumores recientes sobre él. Decían que estaba saliendo con el policía viudo. El otro extraño caso de policía honesto que parecía albergar Tara. Lo cual era curioso porque Wang era, según todos sabían, un infractor confeso.
Pero bueno. Así que para Miles había un Wang y yo. Lo conocía desde hacía mucho decía. ¿Cuánto podía ser "hace mucho" con lo joven que era Miles?
—Es un buen tipo, pero sale con un policía, ¿no?—preguntó arqueando una ceja. —Además, media Tara lo adoro. Me temo que está más protegido que la mayoría.
Supo de inmediato que se había equivocado. Si Miles estaba dispuesto a recibir semejante paliza por él, seguro que no encontraba nada bien que no dijera más que palabras halagadoras sobre él.
—O sea, entiendo por qué hiciste lo que hiciste —se apresuró a añadir.— Pero no creo que debas preocuparte más por él después de tu advertencia. Estará bien. Se lo comentaré a Ben también. Quédate tranquilo por ahora y cuida de ti mismo. ¿De acuerdo?
Wang debía ser más listo. ¿Cómo se había expuesto así cuando tanta gente dependía de él y lo que hacía? Pero se reservó ese otro comentario.
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Chapter IV
Miles conocía el tono condescendiente que estaba usando Hammond. Era exactamente el mismo que usaba Lev cuando intentaba decirle que había metido la pata, pero se contenía para no decírselo abiertamente. Como si eso lograra que Miles se sintiera mejor.
Él ya sabía que se había equivocado, que había cometido un error de juicio porque estaba muy preocupado por Wang y que no había cuidado bien sus espaldas. Que su error fue confiarse demasiado y no creer que los hombres de su padre le informarían lo que estaba sucediendo. A diferencia de Miles, Marlon sí que tenía hombres de confianza en la organización, que le informaban todo primero a él antes que a su padre. Miles no podía soñar con tener ese poder, no había nadie que le fuera fiel antes a él, todos estaban alineados con su padre o Marlon.
Por eso había quedado en esa posición.
—Es cierto, sale con Ratchford… —dijo con un hilo de voz. Miles sabía que no debería de sonar tan afectado, pero recordaba haberse impresionado por semejante noticia. Le dolía pensar en ello, pero Wang tenía derecho a salir con quien él quisiera. Además, Miles no era un buen partido para nadie. Ser el hijo de Lucius Cobbert ya lo hacía bastante problemático—: Pero él es sólo un policía, mi padre tiene hombres en todos lados, incluido en la comisaría. Me asusté al pensar que los estaban siguiendo.
Sin embargo, Hammond tenía razón: ya había hecho lo que estaba a su alcance. Miles tenía que concentrarse en sanar, le gustaba estar vivo, así que era mejor pensar que Ratchford haría cualquier cosa por cuidar de Wang con las advertencias que le había hecho.
—¿En serio? ¿Se lo dirías a Carson? —preguntó curioso, preguntándose si eso sería bueno o malo. Contaba con que Carson fuera un tipo listo que no fuera buscando confrontación directa con su padre—: Eso… eso no estaría tan mal. Wang se ha expresado muy bien de Carson, supongo que es mutuo. Yo… estaré bien. Mantendré un bajo perfil, lo prometo. No quiero tentar la piedad de mi padre ni tampoco los límites de mi hermano.
Miles se sentía como un niño que tenía que estar haciendo promesas de ese tipo, pero estaba siendo sincero con Hammond. Cuando lo miró a los ojos de nuevo, volvió a sentirse muy avergonzado.
—De verdad muchas gracias. Por todo.
Él ya sabía que se había equivocado, que había cometido un error de juicio porque estaba muy preocupado por Wang y que no había cuidado bien sus espaldas. Que su error fue confiarse demasiado y no creer que los hombres de su padre le informarían lo que estaba sucediendo. A diferencia de Miles, Marlon sí que tenía hombres de confianza en la organización, que le informaban todo primero a él antes que a su padre. Miles no podía soñar con tener ese poder, no había nadie que le fuera fiel antes a él, todos estaban alineados con su padre o Marlon.
Por eso había quedado en esa posición.
—Es cierto, sale con Ratchford… —dijo con un hilo de voz. Miles sabía que no debería de sonar tan afectado, pero recordaba haberse impresionado por semejante noticia. Le dolía pensar en ello, pero Wang tenía derecho a salir con quien él quisiera. Además, Miles no era un buen partido para nadie. Ser el hijo de Lucius Cobbert ya lo hacía bastante problemático—: Pero él es sólo un policía, mi padre tiene hombres en todos lados, incluido en la comisaría. Me asusté al pensar que los estaban siguiendo.
Sin embargo, Hammond tenía razón: ya había hecho lo que estaba a su alcance. Miles tenía que concentrarse en sanar, le gustaba estar vivo, así que era mejor pensar que Ratchford haría cualquier cosa por cuidar de Wang con las advertencias que le había hecho.
—¿En serio? ¿Se lo dirías a Carson? —preguntó curioso, preguntándose si eso sería bueno o malo. Contaba con que Carson fuera un tipo listo que no fuera buscando confrontación directa con su padre—: Eso… eso no estaría tan mal. Wang se ha expresado muy bien de Carson, supongo que es mutuo. Yo… estaré bien. Mantendré un bajo perfil, lo prometo. No quiero tentar la piedad de mi padre ni tampoco los límites de mi hermano.
Miles se sentía como un niño que tenía que estar haciendo promesas de ese tipo, pero estaba siendo sincero con Hammond. Cuando lo miró a los ojos de nuevo, volvió a sentirse muy avergonzado.
—De verdad muchas gracias. Por todo.
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Chapter IV
Al resolpló.
—Si tu padre decide matarlo, dudo que alguien pueda detenerlo, pero tendría que tomarse muchas molestias—replicó, seguro de lo que decía. —Pero dicen que Ratchford no lo deja ni a sol ni a sombra. Estará bien. Además, medio Tara parece adorar a Wang, y eso parece que te incluye. No dejarán que le pase nada.
Miró de reojo a Miles, quien parecía algo avergonzado, pero dudaba que fuera por la devoción que evidentemente le profesaba al doctor, sino por la situación en la que se había metido a sí mismo.
—Sí, claro que se lo diré a Ben —añadió. Era mejor que el chico se quedara tranquilo, pensando que Wang estaría a salvo— Por supuesto que es mutuo. Wang Shen ha cuidado de todos nuestros hombres alguna vez.
Eso sin contar que Ben ahora tenía un niño en casa. Querría siempre tener un médico al que echar mano para verlo de ser necesario. En el fondo Al entendía por qué todo el mundo tenía al médico en tan buena estima.
Lo miró a los ojos y le pasó una mano por los cabellos.
—Así que me parece bien que dejes de preocuparte por él y te preocupes más por ti —le advirtió. — Y deja de darme las gracias. Seguro que cuando estés mejor encontrarás una forma de agradecerme si tanto insistes.
Le sonrió, y se levantó para recoger el tazón del que había comido para llevarlo a la cocina y lavarlo. Miles no estaría en condiciones todavía a la mañana siguiente de limpiar y arreglar las cosas en su casa. Así que Al lo haría por él.
Había esperado que esa noche con la exposición lograría ganarse el favor de Miles definitivamente, pero esto al final había sido mejor. Aunque no podía decir que se alegraba. Aquella tortura a Miles había sido terrible, no habría deseado que psara por semejante cosa para poder llegar a él.
Pero bueno, tampoco podía dejar pasar aquella coincidencia.
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Chapter V
Miles soltó un último respingo antes que Madame terminara de limpiarle la espalda. Después de que Hammond se fuera de su casa a la mañana siguiente, uno de los esbirros de Madame había ido a buscarlo. Miles no tenía idea cómo ella se había enterado de lo sucedido, pero como no tenía cómo limpiarse bien las heridas de la espalda, no negó los acontecimientos. Aunque ella no le dijo nada, Miles llegó a la conclusión de que había sido Lev quien le dijo todo lo que pasó.
Así, llevaba cuatro días entrando por la puerta trasera del prostíbulo, como cuando vivía allí, a que le atendieran las heridas. Miles soltó un respingo cuando volvió a escuchar la vibración de su teléfono, que estaba sobre la mesa donde Madame tenía los vendajes para curarlo.
—¿Me quieres decir quién te escribe con tanta insistencia? No será el viejo zorro de Lucius —dijo Madame, mientras Miles se colocaba la camiseta encima de las vendas. Madame tenía una mirada que podría traspasar a cualquiera, pero Miles se mantuvo firme lo mejor que pudo—: Muchacho, ¿ya te echaste novio?
Miles se sintió tan azorado por la pregunta, sobre todo porque Madame ni siquiera intentó sugerir que podía tratarse de una mujer, que negó apresuradamente con la cabeza. Por suerte, Madame nunca insistía demasiado cuando él evadía sus preguntas. Le había enviado un mensaje a Hammond hacía una hora, para avisarle que estaba un poco retrasado, después éste le dijo que podía acercarse hacia donde estaba. Miles, luego de dudarlo un instante, le dejó la dirección.
Aunque ahora estaba arrepintiéndose, la dirección claramente era en el Barrio Rojo de la ciudad, Hammond seguro lo sabía de memoria. Además, todo el mundo sabía que Madame no regentaba ni un bar, ni un casino, eso era sólo una pantalla para incautos. Sabía que Hammond haría preguntas, de seguro que empezaba a darse cuenta de que Miles era problemático. Cuando se despidió de Madame, ésta le regaló una sonrisa cargada de malicia.
Miles abrió despacio la puerta trasera del prostíbulo y no le llevó más que un instante mirar a Hammond al otro lado de la calle.
—Lo siento —dijo, con una sonrisa apenada mientras se acomodaba la chaqueta. Empezaba a hacer algo de frío—. Me atrasé, lamento que hayas tenido que acercarte, se suponía que no iba a causarte más molestias.
Hammond, sin embargo, no parecía molesto. Al menos, a opinión de Miles, parecía más bien curioso. Lo cual no ayudaba a que Miles dejara de sentirse nervioso.
Así, llevaba cuatro días entrando por la puerta trasera del prostíbulo, como cuando vivía allí, a que le atendieran las heridas. Miles soltó un respingo cuando volvió a escuchar la vibración de su teléfono, que estaba sobre la mesa donde Madame tenía los vendajes para curarlo.
—¿Me quieres decir quién te escribe con tanta insistencia? No será el viejo zorro de Lucius —dijo Madame, mientras Miles se colocaba la camiseta encima de las vendas. Madame tenía una mirada que podría traspasar a cualquiera, pero Miles se mantuvo firme lo mejor que pudo—: Muchacho, ¿ya te echaste novio?
Miles se sintió tan azorado por la pregunta, sobre todo porque Madame ni siquiera intentó sugerir que podía tratarse de una mujer, que negó apresuradamente con la cabeza. Por suerte, Madame nunca insistía demasiado cuando él evadía sus preguntas. Le había enviado un mensaje a Hammond hacía una hora, para avisarle que estaba un poco retrasado, después éste le dijo que podía acercarse hacia donde estaba. Miles, luego de dudarlo un instante, le dejó la dirección.
Aunque ahora estaba arrepintiéndose, la dirección claramente era en el Barrio Rojo de la ciudad, Hammond seguro lo sabía de memoria. Además, todo el mundo sabía que Madame no regentaba ni un bar, ni un casino, eso era sólo una pantalla para incautos. Sabía que Hammond haría preguntas, de seguro que empezaba a darse cuenta de que Miles era problemático. Cuando se despidió de Madame, ésta le regaló una sonrisa cargada de malicia.
Miles abrió despacio la puerta trasera del prostíbulo y no le llevó más que un instante mirar a Hammond al otro lado de la calle.
—Lo siento —dijo, con una sonrisa apenada mientras se acomodaba la chaqueta. Empezaba a hacer algo de frío—. Me atrasé, lamento que hayas tenido que acercarte, se suponía que no iba a causarte más molestias.
Hammond, sin embargo, no parecía molesto. Al menos, a opinión de Miles, parecía más bien curioso. Lo cual no ayudaba a que Miles dejara de sentirse nervioso.
8:00PM — Barrio Rojo — Con Hammond
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Chapter V
Miles seguía siendo un rompecabezas que resolver para Al. No era la primera vez que se enteraba que tenía relación con con los prostíbulos del Barrio rojo, pero una cosa era que le hubieran dicho que se le veía mucho por la zona de pequeño, y otra tener que ir a recogerlo por ahí.
Al nunca había sido propenso a asistir a prostíbulos. Para empezar, los dirigidos a hombres gay eran menos y a su parecer tenían peores condiciones. Era demasiado consciente de que quienes trabajaban ahí no lo hacían en las mejores condiciones ni por las mejores razones. A Al no le gustaba pagar por sexo, ni aprovecharse de las situaciones de las personas que se veían en la necesidad de trabajar en eso.
Sin embargo, conocía la reputación de los diversos prostíbulos más populares de Tara, y este era uno de esos. Esta madame estaba muy bien conectada... y por alguna razón, Miles le había pedido recogerlo ahí. Se preguntó si su madre pertenecía a aquel lugar. No había podido averiguar nada sobre quién era la madre del chico.
Lucius Cobbert tenía bien guardado aquel secreto.
Miles parecía algo avergonzado de que hubiera tenido que ir a buscarlo hasta allí. Le resultaba adorable.
—No hay problema —replicó, encogiéndose de hombros—. Tampoco es como que me hayas pedido ir a otra ciudad a buscarte.
Estuvo a punto de decir que no era su primera vez en esa zona pero prefirió no hacerlo. No quería que Miles pensara que él fuera mucho a esos espacios.
Pero por supuesto que se había movido por allí. En el Barrio Rojo se movían muchos negocios, no solo el sexo.
8:00PM — Barrio Rojo — Con Miles
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Chapter V
Miles sopesó por un instante la respuesta de Hammond. En realidad, no parecía que le estuviera pidiendo explicaciones, simplemente estaba diciéndole que no estaba molesto por haberlo desviado del camino. Sin embargo, Miles temía que la conversación se volviera incómoda. O tal vez era él mismo quien lo estaba y esa era la sensación de cosquilleo incómodo que le nacía en la boca del estómago.
Al Hammond ya lo había visto en probablemente su peor momento hasta ahora, ¿qué más daba si le contaba lo que estuvo haciendo? Era eso, o dejarlo a la libre interpretación. Suponía que no tenía nada de malo decirle que Madame lo estaba ayudando con sus heridas, la alternativa era que Hammond pensara que estaba allí pagando por una prostituta.
Aquella idea era todavía más vergonzosa que la verdad.
—Madame me estaba ayudando con las heridas —quizás, si hubiera más confianza entre los dos, Miles hubiera podido bromear diciendo que no podía esperar que Hammond también lo curara todos los días. Pero decidió no meter todavía más la pata. Así que se encogió de hombros, con una media sonrisa y mirándolo a la cara—: Solía vivir aquí hasta que cumplí los dieciocho, así que Madame a veces me ayuda, aunque no lo merezca demasiado.
Miles en realidad estaba más agradecido con la mujer de lo que podía expresar con palabras. Cuando era niño no lo entendía así, pero a medida que fue creciendo se dio cuenta de que ella ganaba nada con tenerlo viviendo allí. Por lo que sabía, su padre tan sólo le estaba pagando con algo de protección, pero la manera en que Madame se encargó de él cuando Miles no tenía una madre que lo cuidara, no tenía precio.
—Pero tardamos más de la cuenta, Madame se tomó su tiempo, así que no me puedo quejar. Sólo lamento haber cambiado los planes —comentó, apenado. Sabía que de todas formas iban a ir a la zona del puerto, pero Hammond se desvió del camino.
Al Hammond ya lo había visto en probablemente su peor momento hasta ahora, ¿qué más daba si le contaba lo que estuvo haciendo? Era eso, o dejarlo a la libre interpretación. Suponía que no tenía nada de malo decirle que Madame lo estaba ayudando con sus heridas, la alternativa era que Hammond pensara que estaba allí pagando por una prostituta.
Aquella idea era todavía más vergonzosa que la verdad.
—Madame me estaba ayudando con las heridas —quizás, si hubiera más confianza entre los dos, Miles hubiera podido bromear diciendo que no podía esperar que Hammond también lo curara todos los días. Pero decidió no meter todavía más la pata. Así que se encogió de hombros, con una media sonrisa y mirándolo a la cara—: Solía vivir aquí hasta que cumplí los dieciocho, así que Madame a veces me ayuda, aunque no lo merezca demasiado.
Miles en realidad estaba más agradecido con la mujer de lo que podía expresar con palabras. Cuando era niño no lo entendía así, pero a medida que fue creciendo se dio cuenta de que ella ganaba nada con tenerlo viviendo allí. Por lo que sabía, su padre tan sólo le estaba pagando con algo de protección, pero la manera en que Madame se encargó de él cuando Miles no tenía una madre que lo cuidara, no tenía precio.
—Pero tardamos más de la cuenta, Madame se tomó su tiempo, así que no me puedo quejar. Sólo lamento haber cambiado los planes —comentó, apenado. Sabía que de todas formas iban a ir a la zona del puerto, pero Hammond se desvió del camino.
8:00PM — Barrio Rojo — Con Hammond
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Chapter V
Al arqueó ambas cejas ante aquel poco de información nueva no solicitada. Miles necesitaba aprender a ser más discreto, en lugar de ir por ahí contándole su pasado a la gente. Sin embargo, Al lo agradecía. Tal vez solo se había ganado suficiente confianza para que le contara cosas que a otros no les diría.
Así que se había criado con Madame. ¿Por qué dejaría Lucius a su hijo en semejante lugar? Quizá nunca había pensado hacerse cargo de él, o al contrario, pensaba hacerlo pero no iba a molestarse con la parte de la crianza.
—¿Tu madre vivía aquí? —se atrevió a preguntar, pero de inmediato pensó que era indiscreto y decidión no quedarse solo en ese tema—. Espero que tu espalda esté mejor. Siempre puedes pedirme que te ayude con las curaciones si lo necesitas.
Dudaba que Miles fuera a llamarlo, pero que no fuera porque no se había ofrecido.
—Todavía tienes que contarme cuáles son nuestros planes para hoy —añadió. Miles era quien lo había citado, así que Al no había tenido injerencia en los planes para aquel día—. Así que no sabré qué tanto variaron a no ser que me lo digas.
Suponía que Miles quería agradecerle en cierta forma lo que había hecho por él la otra noche. Al solo quería seguir estrechando su relación, a ver si eventualmente podía averiguar más sobre Cobbert a través de él.
Le hizo señas para que caminaran juntos. Había dejado su automóvil cerca, pero no sabía si Miles quería que manejaran a algún sitio o si se quedarían por ahí.
8:00PM — Barrio Rojo — Con Miles
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