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Juno
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La universidad de Oxford es conocida por ser la segunda universidad más antigua del mundo y alberga los sueños de innumerables estudiantes, que aspiran abrirse paso en un mundo cada vez más competitivo. Para algunos, Oxford puede ser una oportunidad de reinventarse a sí mismos y para otros es el trampolín perfecto para alcanzar sus ambiciones.
Para Charlotte, Oxford fue la salida perfecta para alejarse de su natal Alemania y desprenderse un poco de la presión familiar, sobre todo de la intensidad de su hermano, completamente empeñado en dictar los hilos de su vida. Se enroló en la facultad de Ciencias Políticas ayudada por su abuela materna y está abriéndose camino por cuenta propia, completamente orgullosa de la independencia que tiene ahora. Además, lleva excelentes calificaciones y todos sus profesores le aseguran que tiene un brillante futuro.
En contraste, George, su compañero de facultad, hace un esfuerzo por permanecer en el anonimato, a pesar de que buena parte de la gente reconoce el adinerado apellido de su familia. Algunos piensan que la única razón por la que tiene notas decentes o destaca de alguna manera es porque su familia tiene contactos en todos lados. Aunque no es la mejor reputación, George no se preocupa en desmentirlos porque oculta un secreto que le consume la calma todo el tiempo.
Por su parte, Reynolds tiene muy claro que la generosa beca que le permitió enrolarse en la carrera de sus sueños fue gracias a la fiel amistad que mantiene con George. Enfocado completamente en sus calificaciones, en aplicar para futuras pasantías y cuidar de su mejor amigo. Reynolds sabe ser agradecido y no piensa desaprovechar la oportunidad que le dio la familia de George, mucho menos si lo mínimo que puede hacer es mantener a George vigilado, ayudándolo como ha hecho desde que se conocen.
Y por último, Brimsley se esfuerza todos los días para mantener su beca de estudios y con su trabajo de medio tiempo en una cafetería que queda a media cuadra del campus universitario. Sabe que es el orgullo de la familia por haber sido aceptado en una universidad tan prestigiosa y no tiene tiempo para desviarse en minucias. Sin embargo, algunos días sueña despierto más de la cuenta.
En una fiesta de facultad, la vida de los cuatro colapsa de manera irremediable y con consecuencias completamente impredecibles.
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Queen Charlotte
Universidad de Oxford
Inglaterra, Reino Unido
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La universidad de Oxford es conocida por ser la segunda universidad más antigua del mundo y alberga los sueños de innumerables estudiantes, que aspiran abrirse paso en un mundo cada vez más competitivo. Para algunos, Oxford puede ser una oportunidad de reinventarse a sí mismos y para otros es el trampolín perfecto para alcanzar sus ambiciones.
Para Charlotte, Oxford fue la salida perfecta para alejarse de su natal Alemania y desprenderse un poco de la presión familiar, sobre todo de la intensidad de su hermano, completamente empeñado en dictar los hilos de su vida. Se enroló en la facultad de Ciencias Políticas ayudada por su abuela materna y está abriéndose camino por cuenta propia, completamente orgullosa de la independencia que tiene ahora. Además, lleva excelentes calificaciones y todos sus profesores le aseguran que tiene un brillante futuro.
En contraste, George, su compañero de facultad, hace un esfuerzo por permanecer en el anonimato, a pesar de que buena parte de la gente reconoce el adinerado apellido de su familia. Algunos piensan que la única razón por la que tiene notas decentes o destaca de alguna manera es porque su familia tiene contactos en todos lados. Aunque no es la mejor reputación, George no se preocupa en desmentirlos porque oculta un secreto que le consume la calma todo el tiempo.
Por su parte, Reynolds tiene muy claro que la generosa beca que le permitió enrolarse en la carrera de sus sueños fue gracias a la fiel amistad que mantiene con George. Enfocado completamente en sus calificaciones, en aplicar para futuras pasantías y cuidar de su mejor amigo. Reynolds sabe ser agradecido y no piensa desaprovechar la oportunidad que le dio la familia de George, mucho menos si lo mínimo que puede hacer es mantener a George vigilado, ayudándolo como ha hecho desde que se conocen.
Y por último, Brimsley se esfuerza todos los días para mantener su beca de estudios y con su trabajo de medio tiempo en una cafetería que queda a media cuadra del campus universitario. Sabe que es el orgullo de la familia por haber sido aceptado en una universidad tan prestigiosa y no tiene tiempo para desviarse en minucias. Sin embargo, algunos días sueña despierto más de la cuenta.
En una fiesta de facultad, la vida de los cuatro colapsa de manera irremediable y con consecuencias completamente impredecibles.
× × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×
Charlotte
Ciencias Políticas — India Amarteifio — Minerva
George
Ciencias Políticas — Corey Mylchreest — Juno
Reynolds
Relaciones Internacionales — Freddie Dennis — Minerva
Brimsley
Sociología — Sam Clemmett — Juno
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III. Sunny Sky
Universidad
4.45PM
Charlotte
No era ninguna experta en ataques de pánico ni nada similar. Sin embargo, Charlotte siempre había creído en ser directa y franca con la gente, así que pensó que no había razón por lo que eso dejara de ser una buena política.
—Pues me quedaré aquí contigo de todas formas —le aseguró—. No me iré a ningún lado.
Estaba más que dispuesta a cumplir su promesa, aunque una parte de sí esperaba que Reynolds respondiera, porque contaría con la ayuda de alguien que sabría mejor que ella qué se debía hacer.
Le dirigió una mirada molesta a un par de estudiantes que se habían asomado a ver qué pasaba, seguro al escuchar sus voces, y fue al parecer lo suficientemente severa para que se alejaran de ellos y los dejaran solos en esa mesa apartada.
Charlotte se acercó un poco más a George. No quería hacerlo sentir invadido en su espacio personal o sin aire, pero quería que sintiera su cercanía. Ella realmente no iba a dejarlo. Estrechó su mano y le dedicó una dulce sonrisa. No quería que la viera preocupada.
—Vamos, respira conmigo —lo animó, intentando recuperar su atención sobre la respiración.
Creía que estaban logrando algún progreso cuando escuchó pasos rápidos que se acercaban, y cuando levantó la mirada vio llegar a Reynolds, quien tenía aspecto de haber venido corriendo.
—¡George,aquí estoy! —se anunció, arrodillándose a su lado y poniendo una mano en su hombro.
Charlotte agradeció mentalmente al verlo aparecer.
—Bien, necesitaba algo de ayuda —admitió.—Ahora, ¿qué hacemos?
Se negaba rotundamente a ser dejada por fuera de esto, a menos que George le pidiera que se fuera. Le había prometido quedarse.
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III. Sunny Sky
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4.45PM
Brimsley
Brimsley no creía que hubiera visto a Reynolds tan histérico como en el momento en que le avisaron que George lo necesitaba. De hecho, Brimsley tenía la sensación de que, desde es preciso instante, estaba viviendo una especie de película en la que él era únicamente un espectador. Le dolían las piernas, pues habían corrido desde el salón de computación hasta la biblioteca, donde estaba George.
George y Charlotte.
Cuando Brimsley llegó, tenía todavía la respiración entrecortada e intercambió miradas con su querida amiga. Conocía a Charlotte desde hacía bastante, ambos se habían vuelto muy cercanos y eran confidentes. Ella sabía prácticamente todo de la vida de Brimsley y viceversa. Así que podía afirmar sin temor a equivocarse que era la primera vez que veía a su amiga con aquella expresión desencajada. Charlotte era el tipo de chica que casi siempre sabía qué decir y que no se amedrentaba tan fácil ante las circunstancias.
Reynolds se inclinó hacia George, quien estaba en un estado más que lamentable. Brimsley sintió escalofríos, porque no entendía qué demonios estaba sucediendo. Reynolds, que no parecía estar prestando atención a nada más que no fuese George, susurró algo a su amigo, quien continuaba temblando donde estaba sentado.
Brimsley sabía ahora que Reynolds no estaba interesado en George, sin embargo, el lazo que había entre los dos no parecía el de una amistad cualquiera. ¿Qué le pasaba a George?
—¿Qué pasó, Charlotte? —preguntó, arrodillándose frente a su amiga, buscando un poco de su atención. Charlotte tenía la mirada desolada y Brimsley temió de su respuesta. Ella siempre estaba segura de sí misma, así que su expresión empeoraba la situación y le hacía temer lo peor.
—No, no quiero… no quiero ir al hospital.
Brimsley soltó un respingo cuando escuchó a George susurrar con voz muy queda, como un niño al que acababan de regañar. ¿Hospital? ¿Por qué iban a ir al hospital?
George y Charlotte.
Cuando Brimsley llegó, tenía todavía la respiración entrecortada e intercambió miradas con su querida amiga. Conocía a Charlotte desde hacía bastante, ambos se habían vuelto muy cercanos y eran confidentes. Ella sabía prácticamente todo de la vida de Brimsley y viceversa. Así que podía afirmar sin temor a equivocarse que era la primera vez que veía a su amiga con aquella expresión desencajada. Charlotte era el tipo de chica que casi siempre sabía qué decir y que no se amedrentaba tan fácil ante las circunstancias.
Reynolds se inclinó hacia George, quien estaba en un estado más que lamentable. Brimsley sintió escalofríos, porque no entendía qué demonios estaba sucediendo. Reynolds, que no parecía estar prestando atención a nada más que no fuese George, susurró algo a su amigo, quien continuaba temblando donde estaba sentado.
Brimsley sabía ahora que Reynolds no estaba interesado en George, sin embargo, el lazo que había entre los dos no parecía el de una amistad cualquiera. ¿Qué le pasaba a George?
—¿Qué pasó, Charlotte? —preguntó, arrodillándose frente a su amiga, buscando un poco de su atención. Charlotte tenía la mirada desolada y Brimsley temió de su respuesta. Ella siempre estaba segura de sí misma, así que su expresión empeoraba la situación y le hacía temer lo peor.
—No, no quiero… no quiero ir al hospital.
Brimsley soltó un respingo cuando escuchó a George susurrar con voz muy queda, como un niño al que acababan de regañar. ¿Hospital? ¿Por qué iban a ir al hospital?
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III. Sunny Sky
Universidad
4.45PM
Reynolds
Cuando recibió el mensaje, Reynolds sintió que todo se paralizaba. Miró a Brimsley, que estaba con él, con miedo en los ojos. No sabía cómo decirle que tenía que salir corriendo hacia la biblioteca porque George lo necesitaba de nuevo, y tampoco sabía cómo decirle que se quedara atrás porque no debería verlo así.
Pero si Charlotte ya estaba ahí... Tal vez era buena idea que Brimsley lo acompañara.
—George me necesita en la biblioteca—dijo.
Brimsley se dispuso a acompañaro de inmediato, así que no había tiempo que perder.
De camino se fue preocupando cada vez más. No estaban cerca, y seguro que a George le iría sentando peor el tiempo que pasara, expuesto ante otras personas. Sin embargo, cuando lo encontró con Charlotte supo que era todavía peor. Se agachó junto a él, sabía que su presencia ya en sí le ayudaría. George lo relacionaba con calmarse.
Miró a Brimsley y a Charlotte dudando.
—Creo que es mejor que lo lleve de regreso al apartamento —dijo, algo nervioso, mientras se preguntaba cómo llevarlo. No tenía dinero como un taxi. —Necesita un espacio más... discreto.
No sabía si decirles que los veían después, o si pedirles su ayuda para llevar a George de vuelta. No sabía cómo se lo tomaría George. O peor, sabía que cualquiera de las opciones se las iba a tomar mal. Nunca hubiera querido que Charlotte lo viera así.
—Vamos, los puedo llevar en mi auto.—ofreció Charlotte.
Eso podía ser una gran ayuda, no le diría que no. Pero miró a George esperando su respuesta.
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III. Sunny Sky
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4.45PM
Brimsley
Brimsley se quedó muy quieto cuando vio cómo Reynolds se inclinaba hacia George. Éste parecía inquieto, pero se dio cuenta de que la presencia y cercanía de Reynolds parecían calmarlo. Brimsley no entendía muy bien qué clase de dinámica tenían esos dos, pero ahora más que nunca estaba convencido de que Reynolds no podía culparlo por haber pensado que entre él y George había algo romántico.
Parecían muy cercanos y cómodos el uno con el otro. Además, George ya no parecía que estuviera a punto de romper en llanto sólo porque Reynolds estaba ahí cerca de él.
Por suerte, Reynolds consiguió convencer a George de volver al apartamento. Brimsley no entendía por qué tendrían que ir al hospital, pero eso sonaba bastante grave. La misma Charlotte también parecía alarmada ante la mención del hospital. Que fueran al apartamento sonaba mucho mejor, incluso si Brismley se sentía muy perdido todavía.
—El apartamento suena bien… —Brimsley se sintió aliviado cuando escuchó a George aceptar los términos de Reynolds. Incluso parecía dispuesto a irse en el auto de Charlotte. Ahí cabían perfectamente los cuatro, porque Brimsley no iba a consentir separarse de Reynolds, creía que necesitaba unas cuantas explicaciones.
Así que dio un paso al frente y buscó la mirada de Reynolds, quien todavía parecía algo pálido y angustiado. De seguro que no se esperaba esto.
—Vamos, los acompañaré… —dijo con la mayor tranquilidad que pudo. En realidad, no estaba tranquilo, pero era mejor aparentar a punta de fuerza de voluntad—. Bueno, si no les molesta.
Lo estaba diciendo por Reynolds, pero fue George quien negó con la cabeza, como reafirmando que no había problema que estuviera allí. Brimsley decidió aferrarse a eso, puesto que lo menos que quería era sentir que sobraba.
Parecían muy cercanos y cómodos el uno con el otro. Además, George ya no parecía que estuviera a punto de romper en llanto sólo porque Reynolds estaba ahí cerca de él.
Por suerte, Reynolds consiguió convencer a George de volver al apartamento. Brimsley no entendía por qué tendrían que ir al hospital, pero eso sonaba bastante grave. La misma Charlotte también parecía alarmada ante la mención del hospital. Que fueran al apartamento sonaba mucho mejor, incluso si Brismley se sentía muy perdido todavía.
—El apartamento suena bien… —Brimsley se sintió aliviado cuando escuchó a George aceptar los términos de Reynolds. Incluso parecía dispuesto a irse en el auto de Charlotte. Ahí cabían perfectamente los cuatro, porque Brimsley no iba a consentir separarse de Reynolds, creía que necesitaba unas cuantas explicaciones.
Así que dio un paso al frente y buscó la mirada de Reynolds, quien todavía parecía algo pálido y angustiado. De seguro que no se esperaba esto.
—Vamos, los acompañaré… —dijo con la mayor tranquilidad que pudo. En realidad, no estaba tranquilo, pero era mejor aparentar a punta de fuerza de voluntad—. Bueno, si no les molesta.
Lo estaba diciendo por Reynolds, pero fue George quien negó con la cabeza, como reafirmando que no había problema que estuviera allí. Brimsley decidió aferrarse a eso, puesto que lo menos que quería era sentir que sobraba.
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III. Sunny Sky
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4.45PM
Reynolds
Podía sentir la mirada de Brimsley fija en él. De hecho no estaba seguro de si había prestado atención al estado de George o no. Se temía que tendría mucho que explicar.
Cuando hizo su comentario de si no les importaba, Reynolds supo que era para él. Lo miró y negó. No quería decir mucho frente a George, seguro que a su amigo no le haría gracia tomar conciencia de quiénes lo habían visto en aquel estado.
—Gracias—dijo, tanto para él como para Charlotte. Hablaba de parte de George y de él mismo.
Se pasó el brazo de George por el hombro para ayudarlo a sostenerse y avanzar. Miró a su alrededor inquieto, pero no había tanta gente en la biblioteca a esa hora. Esperaba que no se esparcieran muchos rumores. George era muy sensible a la idea de que todos hablaran sobre él y su condición.
—¿Dónde tienes el automóvil? —preguntó con cierta inquietud, mientras intentaba pensar cuál sería la ruta apropiada para salir hasta el auto sin cruzarse con demasiada gente—Sería mejor ir por espacios poco concurridos.
Miró a Brismley con inquietud. Quisiera poder adivinar qué estaba pensando. Si volvería a albergar sospechas sobre ellos, si esta vez lo obligaría a contarle todo. Realmente parecía que las cosas entre ellos estaban funcionando y, por una vez, Reynolds quería una oportunidad de tener algo real. No quería violar la confianza de George pero tendría que decirle un poco más a Brimsley sobre lo que sucedía, iba a ser inevitable.
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4.45PM
Brimsley
Brimsley se había dicho a sí mismo que tenía que ser muy paciente. Él y Reynolds se habían peleado por un malentendido, casi había perdido la oportunidad de salir con él en serio. Brimsley reconoció que se había equivocado y apresurado, hasta la misma Charlotte le dijo que, por favor, pensara muy bien lo que pensaba hacer. Ahora que él y Reynolds habían aclarado todo, que estaba seguro de que Reynolds de verdad estaba interesado en él, no iba a sabotearse a sí mismo.
Sin embargo, tarde o temprano tendría que confrontar a Reynolds, porque era obvio que había algo allí que no le estaban contando. George parecía una persona completamente diferente al chico del que Charlotte estaba tan prendada. Estaba pálido, como un fantasma, y continuaba sin hacer contacto visual con nadie, ni siquiera con Reynolds.
Charlotte parecía estar bastante calmada, pero conocía a su amiga. Dejaría que bajara la marea para exigir unas cuantas explicaciones. No querría estar en los zapatos de George, la verdad.
—Conozco un atajo a los estacionamientos —dijo Brimsley de pronto, tomando la iniciativa y sosteniendo el brazo de Charlotte. Le regaló una sonrisa a su amiga, como si quisiera decirle en silencio que por favor se tranquilizara. Lo importante era salir de esa biblioteca en este momento—. Tenemos que pasar por los baños del primer piso, eso que están en reparación constante, ¿saben cuáles? Hay unas escaleras auxiliares y llegamos directo a los estacionamientos.
Le hizo una señal a Reynolds para que los siguiera, pues era consciente de que sería el único capaz de hacer mover a George de allí. Brimsley, mientras caminaban hacia la salida, empezaba a preguntarse cómo demonios haría para tener con Reynolds esa conversación un tanto incómoda.
Pero necesitaba saber qué demonios pasaba con George, pues nada de lo que había sucedido era normal.
Sin embargo, tarde o temprano tendría que confrontar a Reynolds, porque era obvio que había algo allí que no le estaban contando. George parecía una persona completamente diferente al chico del que Charlotte estaba tan prendada. Estaba pálido, como un fantasma, y continuaba sin hacer contacto visual con nadie, ni siquiera con Reynolds.
Charlotte parecía estar bastante calmada, pero conocía a su amiga. Dejaría que bajara la marea para exigir unas cuantas explicaciones. No querría estar en los zapatos de George, la verdad.
—Conozco un atajo a los estacionamientos —dijo Brimsley de pronto, tomando la iniciativa y sosteniendo el brazo de Charlotte. Le regaló una sonrisa a su amiga, como si quisiera decirle en silencio que por favor se tranquilizara. Lo importante era salir de esa biblioteca en este momento—. Tenemos que pasar por los baños del primer piso, eso que están en reparación constante, ¿saben cuáles? Hay unas escaleras auxiliares y llegamos directo a los estacionamientos.
Le hizo una señal a Reynolds para que los siguiera, pues era consciente de que sería el único capaz de hacer mover a George de allí. Brimsley, mientras caminaban hacia la salida, empezaba a preguntarse cómo demonios haría para tener con Reynolds esa conversación un tanto incómoda.
Pero necesitaba saber qué demonios pasaba con George, pues nada de lo que había sucedido era normal.
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4.45PM
Reynolds
Podría haber besado a Brimsley por aquel atajo a los parqueos, pero tenía que sostener a George y guiarlo hasta el auto. Además, estaba seguro por lo poco que podía ver de su expresión que esta vez no se iba a librar de las explicaciones.
Cuando llegaron al auto se sentó atrás con George, quien lo había agarrado de la mano y estaba teniendo problemas para mantener la respiración ligeramente controlada. Reynolds trató de ayudarle mientras le daba a Charlotte indicaciones de por dónde llevarlos. Intentó captar alguna expresión de Brimsley a través de los retrovisores, pero no tenía un buen ángulo para su rostro.
¿En qué estado se encontraba su apartamento? No recordaba haber acomodado ni limpiado en días. Eran estudiantes en finales, eso por lo general podía esperar. Pero nno había esperado que tuvieras visitas.
Mucho menos esas visitas.
Charlotte no hizo más preguntas, aunque Reynolds sí que notaba su mirada buscarlos por el retrovisor en cada parada que tenían que hacer.
Tal vez él no era quien más explicaciones tendrían que dar.
Al llegar al apartamento les dio indicaciones de a cuál torre subir y le pidió a Brimsley que sacara las llaves de su bolsillo para abrir la puerta, pues él seguía sosteniendo a George, quien ya parecía más desfallecido que otra cosa. Tenía que meterlo en cama y dejarlo descansar para que se recuperara de aquel episodio.
—Gracias—repitió, sintiéndose muy torpe.
No había parado de darles las gracias desde que llegó a la biblioteca.
—No se fijen mucho en como está todo, pero pueden pasar —les invitó—Sólo dejenme llevar a George a su habitación.
Sonrió forzadamente, y se obligó a no reparar en sus expresiones mientras llevaba a George hasta el cuarto. Lo acostó en la cama y dedicó otra sonrisa forzada para él.
—Estarás bien—le prometió.
No exageraba, siempre lo estaba, así que no creía que fuera de otra forma esta vez. El problema no era el pánico, era todo lo que venía después. Pensó en comentar algo sobre Charlotte y Brimsley, pero al final desistió. Él no había dicho nada, así que tampoco le estaba pidiendo que los hiciera irse.
Inspiró profundo y regresó a la sala, donde seguían ambos. Tenía que ser un buen anfitrión ahora que estaban ahí, más después de lo que le habían ayudado.
—¿Quieren algo de tomar?—les ofreció con toda la amabilidad del caso.
Reynolds no tendría el dinero que tenía George, pero había tenido una crianza impecable en lo que a etiqueta se refería.
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III. Sunny Sky
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4.45PM
Brimsley
Brimsley y Charlotte eran buenos amigos, lo suficiente para que hubiera confianza entre los dos, en el apartamento había muchos silencios durante su convivencia. Sin embargo, este silencio tan incómodo nunca lo habían vivido y todo se debía a que Brimsley no tenía la más mínima idea de qué decir.
Charlotte sí que había tomado asiento, pero él sentía el cuerpo revuelto. No estaba seguro si sentarse, o si dar vueltas alrededor de todo el apartamento hasta sentirse mejor. Era evidente que todo lo que había pasado tenía una explicación, pero él no podía imaginarse cuál.
Se decía a sí mismo que tenía que ser muy paciente, porque era evidente que, cualquiera que fuera la explicación, George no estaba del todo bien. Quiso preguntarle a Charlotte si ella pensaba qué podía estar sucediendo, pero entonces Reynolds regresó a su campo de visión.
Paciencia. Brimsley no era una persona particularmente paciente, pero estaba haciendo un esfuerzo, porque si hacía una escena, su relación con Reynolds volvería a colgar de un hilo. Apenas estaban empezando, no quería volver a caer en un enorme malentendido.
—Reynolds, no creo… bueno, al menos yo no necesito nada para tomar —dijo Brimsley, con una media sonrisa, como agradeciéndole a Reynolds sus atenciones. Luego miró de reojo a Charlotte, quien tenía una expresión indescifrable, Brimsley no sabía si era George el que estaba de verdad en problemas—. Yo… mira, quizás no sea de nuestra incumbencia, pero ¿podemos al menos saber qué fue lo que pasó? ¿George va a estar bien? Porque se veía muy alterado en la biblioteca.
Brimsley no estaba seguro si su pregunta iba a recibir respuesta, pero tampoco le parecía descabellado o grosero lo que había dicho. Si Reynolds no respondía, eso ya no estaba en su control.
Charlotte sí que había tomado asiento, pero él sentía el cuerpo revuelto. No estaba seguro si sentarse, o si dar vueltas alrededor de todo el apartamento hasta sentirse mejor. Era evidente que todo lo que había pasado tenía una explicación, pero él no podía imaginarse cuál.
Se decía a sí mismo que tenía que ser muy paciente, porque era evidente que, cualquiera que fuera la explicación, George no estaba del todo bien. Quiso preguntarle a Charlotte si ella pensaba qué podía estar sucediendo, pero entonces Reynolds regresó a su campo de visión.
Paciencia. Brimsley no era una persona particularmente paciente, pero estaba haciendo un esfuerzo, porque si hacía una escena, su relación con Reynolds volvería a colgar de un hilo. Apenas estaban empezando, no quería volver a caer en un enorme malentendido.
—Reynolds, no creo… bueno, al menos yo no necesito nada para tomar —dijo Brimsley, con una media sonrisa, como agradeciéndole a Reynolds sus atenciones. Luego miró de reojo a Charlotte, quien tenía una expresión indescifrable, Brimsley no sabía si era George el que estaba de verdad en problemas—. Yo… mira, quizás no sea de nuestra incumbencia, pero ¿podemos al menos saber qué fue lo que pasó? ¿George va a estar bien? Porque se veía muy alterado en la biblioteca.
Brimsley no estaba seguro si su pregunta iba a recibir respuesta, pero tampoco le parecía descabellado o grosero lo que había dicho. Si Reynolds no respondía, eso ya no estaba en su control.
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Reynolds
Había sido ingenuo de su parte pensar que no tendría que dar explicaciones de una vez. Evidentemente tanto Charlotte como Brimsley querrían entender qué era todo lo que acababa de pasar. Reynolds se removió incómodo. No se suponía que contara los secretos de George, pero se temía que ya no era un secreto.
Suspiró.
—Tal vez soy yo quien necesita algo de tomar—replicó.
Fue a la cocina y sacó tres cervezas de la refrigeradora. Con eso se acababan sus provisiones. Sin embargo, Brimsley la había rechazado, así que volvió a guardar las otras dos. Regresó y se sentó junto a ellos a tomar de la suya.
—No puedo contarles demasiados detalles —señaló—Pero George tiene algunos problemas de ansiedad y a veces... se sale de control.
Aquello era quedarse corto, pero no creía que fuera su lugar contarles de los internamientos que había tenido y las otras complicaciones de salud mental que había enfrentado a lo largo de su vida. Reynolds simplemente era el amigo que siempre había estado ahí para él.
—Nos conocemos desde niños, así que sé qué hacer en estos casos. George confía mucho en mí—añadió.
Miró a Brismley de reojo. Realmente esperaba que esto no llevara a otro mal entendido. Ni despertara sus viejos temores sobre ellos. Una parte de él quería rogarle que le creyera, pero no estaban solos.
—Lamento mucho el susto que se llevaron, —añadió. —George estará mortificado también, no está acostumbrado a que nadie más sepa que le pasan estas cosas. Pero sé que estará muy agradecido también.
Al decir esto último, miró a Charlotte. No le daba la impresión del tipo de persona que salía huyendo al enterarse de algo así. Quería confiar en ella y pensar que no iba a romper el corazón de su amigo desapareciendo después de esto.
Luego miró a Brimsley. Quería pensar que él no lo dejaría tampoco.
—¿Puedo llevarle algo de agua a George? —preguntó Charlotte. —Me dio la impresión de que podría necesitarla.
No esperó realmente su respuesta antes de levantarse y dirigirse a la cocina, como una mujer totalmente empoderada de la situación. Reynolds se encogió de hombros. A George le gustaba. Ya su amigo sabría qué hacer con ella después, solo que no sabía si ahora estaba en estado de lidiar con ella.
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III. Sunny Sky
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5.30PM
George
"Estarás bien".
George recordaba con claridad las palabras de Reynolds, pero conocía bastante bien a su mejor amigo para saber que eso no era una afirmación, sino más bien una súplica. Conocía bien esa expresión, la había visto antes en sus padres, en sus doctores. Era una esperanza de mejora, un deseo aferrado a las buenas intenciones, pero a ninguna evidencia en concreto. George se hundió un poco más en la cama, después de haberse tomado sus pastillas, pues sabía que eso acabaría por calmarlo.
El doctor les había recetado aquellas para una emergencia, George sabía que podía permitírselo, que no era infalible, pero seguir dependiendo de medicamentos era para él una señal de que no había mejorado. De que nunca mejoraría realmente.
Aquella idea era horrible. Una completa pesadilla.
Estaba todavía pensando en ello cuando escuchó que llamaban a la puerta. Soltó un respingo al darse cuenta que quien se había asomado era Charlotte y no Reynolds. George se sintió más rígido que nunca en la cama.
En este momento se dio cuenta de que hubiera preferido ir directo al hospital, a que Charlotte estuviera allí. Ella tenía un vaso de agua en la mano y parecía interesada en estar allí. Su expresión no era aterrada, o disgustada, pero George tenía miedo. ¿Cómo había dejado Reynolds que Charlotte entrara en la habitación?
—Charlotte… —la llamó, sin saber bien cómo sonaba su voz. Apretó los labios y desvió la mirada, se fijó en sus manos, que estaba aferrándose con fuerza a las sábanas, al punto de tener los nudillos blancos—. Lo siento mucho, Charlotte. Lamento… lamento haber hecho una escena. Perdóname.
“No lo puedo controlar. Esto es lo que soy” quiso decir, pero se arrepintió. Tenía miedo de iniciar esa conversación, en especial con ella.
George recordaba con claridad las palabras de Reynolds, pero conocía bastante bien a su mejor amigo para saber que eso no era una afirmación, sino más bien una súplica. Conocía bien esa expresión, la había visto antes en sus padres, en sus doctores. Era una esperanza de mejora, un deseo aferrado a las buenas intenciones, pero a ninguna evidencia en concreto. George se hundió un poco más en la cama, después de haberse tomado sus pastillas, pues sabía que eso acabaría por calmarlo.
El doctor les había recetado aquellas para una emergencia, George sabía que podía permitírselo, que no era infalible, pero seguir dependiendo de medicamentos era para él una señal de que no había mejorado. De que nunca mejoraría realmente.
Aquella idea era horrible. Una completa pesadilla.
Estaba todavía pensando en ello cuando escuchó que llamaban a la puerta. Soltó un respingo al darse cuenta que quien se había asomado era Charlotte y no Reynolds. George se sintió más rígido que nunca en la cama.
En este momento se dio cuenta de que hubiera preferido ir directo al hospital, a que Charlotte estuviera allí. Ella tenía un vaso de agua en la mano y parecía interesada en estar allí. Su expresión no era aterrada, o disgustada, pero George tenía miedo. ¿Cómo había dejado Reynolds que Charlotte entrara en la habitación?
—Charlotte… —la llamó, sin saber bien cómo sonaba su voz. Apretó los labios y desvió la mirada, se fijó en sus manos, que estaba aferrándose con fuerza a las sábanas, al punto de tener los nudillos blancos—. Lo siento mucho, Charlotte. Lamento… lamento haber hecho una escena. Perdóname.
“No lo puedo controlar. Esto es lo que soy” quiso decir, pero se arrepintió. Tenía miedo de iniciar esa conversación, en especial con ella.
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5.30PM
George
Por un momento tuvo la impresión de que Reynolds estaba pensando en una manera de negarle entrar a ver a George, pero Charlotte no iba a aceptar un no por respuesta. Se levantó y se dirigió a la cocina por un vaso de agua, y luego a la habitación. Pudo notar un intercambio de miradas entre Brimsley y su novio, y confió en que su amigo lograría explicarle que no habría forma de que evitara que ella hablara con George después de lo sucedido.
Charlotte había estado muy asustada, sin saber qué hacer, y ahora estaba muy preocupada de que George quisiera evitarla después de lo sucedido. Así que no le daría tiempo para ello.
—Pensé que tendrías sed —dijo con resolución, muy segura de sí misma—. Así que te traje un vaso de agua para poder hablar contigo. Reynolds parecía dispuesto a detenerme pero no pensaba irme sin verte.
Ella no iba a dejar que la hicieran a un lado porque sí.
—¿Te sientes mejor? —preguntó, mientras le entregaba el vaso—. Lamento no haber sabido reaccionar en su momento, pero me alegra haber podido ayudarte a escribirle a Reynolds. Él sí que sabía qué hacer.
Esperaba algún día estar lo suficientemente cerca de él para poder decir lo mismo. Que ella sabría que hacer si algo así sucedía, que no la tomara por sorpresa. Charlotte no era una mujer débil y asustadiza. Si George tenía una situación de salud mental, eso no la iba a echar para atrás.
George le gustaba mucho.
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George
George no tenía la más mínima idea de cómo debía sentirse. Por un lado, estaba infinitamente agradecido de que Charlotte estuviera allí en su habitación, de que hubiera decidido quedarse e interesarse lo suficiente en él como para llevarle un vaso con agua. Por otro lado, George estaba aterrado de que Charlotte estuviese allí, porque estaba viéndolo en su peor momento de vulnerabilidad. ¿Qué iba a pensar de él? ¿Reynolds le habría dicho algo?
El primer instinto fue sentirse culpable, pues sabía que su amigo no traicionaría su confianza bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, George tenía que ser racional: era obvio que había hecho todo un escándalo en la biblioteca. Ni Charlotte ni Brimsley podrían quedarse tranquilos luego de haberlo presenciado. Como mínimo, iban a pedir una explicación de qué estaba pasando y quizás habrían acorralado al pobre Reynolds. George se sintió angustiado de sólo pensarlo.
Sin embargo, Charlotte no parecía dispuesta a llenarlo de preguntas. ¿Era eso una especie de truco para que George se sintiera obligado a dar explicaciones él mismo?
Reynolds tenía toda la razón cuando le decía que tratar con chicas en general era bastante problemático.
—Gracias, Charlotte… —dijo George, acomodándose mejor para sostener el vaso que ella le ofrecía. No se sentía particularmente sediento, pero se llevó el vaso a los labios, tan sólo para que Charlotte viera que apreciaba su gesto. Luego de ello, carraspeó un poco, sosteniendo el vaso con ambas manos y desviando la mirada de Charlotte—. Lo siento mucho, Charlotte. No quise asustarte así. Normalmente… no pensé que pasaría, de verdad lo lamento.
George no estaba seguro cómo iba a sacar más el tema, pero pensó que empezar con una disculpa sería lo mejor. Después de todo, sí que lamentaba lo ocurrido. George hubiera preferido que Charlotte no lo viera nunca en un estado tan vulnerable.
—No tienes que lamentar nada tú, Charlotte. Gracias por traer a Reynolds. Él… nos conocemos desde niños, Reynolds sabe qué hacer cuando… cuando sucede.
El primer instinto fue sentirse culpable, pues sabía que su amigo no traicionaría su confianza bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, George tenía que ser racional: era obvio que había hecho todo un escándalo en la biblioteca. Ni Charlotte ni Brimsley podrían quedarse tranquilos luego de haberlo presenciado. Como mínimo, iban a pedir una explicación de qué estaba pasando y quizás habrían acorralado al pobre Reynolds. George se sintió angustiado de sólo pensarlo.
Sin embargo, Charlotte no parecía dispuesta a llenarlo de preguntas. ¿Era eso una especie de truco para que George se sintiera obligado a dar explicaciones él mismo?
Reynolds tenía toda la razón cuando le decía que tratar con chicas en general era bastante problemático.
—Gracias, Charlotte… —dijo George, acomodándose mejor para sostener el vaso que ella le ofrecía. No se sentía particularmente sediento, pero se llevó el vaso a los labios, tan sólo para que Charlotte viera que apreciaba su gesto. Luego de ello, carraspeó un poco, sosteniendo el vaso con ambas manos y desviando la mirada de Charlotte—. Lo siento mucho, Charlotte. No quise asustarte así. Normalmente… no pensé que pasaría, de verdad lo lamento.
George no estaba seguro cómo iba a sacar más el tema, pero pensó que empezar con una disculpa sería lo mejor. Después de todo, sí que lamentaba lo ocurrido. George hubiera preferido que Charlotte no lo viera nunca en un estado tan vulnerable.
—No tienes que lamentar nada tú, Charlotte. Gracias por traer a Reynolds. Él… nos conocemos desde niños, Reynolds sabe qué hacer cuando… cuando sucede.
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5.30PM
George
Le complació ver que George empezaba a tomar agua, pero le dolió ver que su primer impulso era disculparse. Segyro qeu no era la primera vez que esto ocurría, pero seguramente no solía pasarle frente a otras personas. Tal vez por eso era tan reservado.
—No tienes que disculparte —le dijo con suavidad, dedicándole una sonrisa corta y dulce, y encogiéndose ligeramente de hombros—. Son cosas que pasan.
No a todo el mundo le pasaba, pero a muchas personas les pasaba, y si George era una de ellas tal vez era mejor saberlo, en especial para no ser pillada por sorpresa.
—Tal vez en poco tiempo yo también haya aprendido qué hacer si esto pasa de nuevo —comentó intentando sonar optimista—. Porque más te vale que esto no te meta ideas extrañas de poner distancia conmigo.
Agregó el tono de advertencia porque se lo temía. Lo veía venir. Desde la expresión con la que la había mirado en la biblioteca y la que tenía ahora mientras lo veía. Como si tuviera miedo de lo que iba a suceder ahora. De lo que ella iba a hacer, decir o pensar.
Y sólo ella tenía derecho a decidir qué haría, qué diría o qué pensaría. No le daría el poder de adelantarse a ella misma.
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5.30PM
George
George se sintió infinitamente aliviado cuando Charlotte le dijo que no tenía por qué disculparse. Pero también se sintió muy asombrado. Era muy usual que alguien le dijera eso, sobre todo porque George sabía bien que acababa de hacer una escena muy incómoda y que además había puesto a Charlotte en una situación muy comprometida. A pesar de la dulzura de sus palabras, George tenía claro que Charlotte hubiera preferido ahorrárselo.
Reynolds estaba acostumbrado, George sentía vergüenza con su mejor amigo, pero él llevaba años conviviendo con su enfermedad. A pesar de que sabía que estaba molestando a Reynolds, éste ya sabía qué hacer. Para Charlotte, en cambio, todo esto era una novedad que ni siquiera parecía tener una explicación cuerda.
George volvió a mirarla, muy apenado. Tenía la sensación de que ni siquiera podría encontrar palabras para tratar de explicarse y, que de alguna manera, tan sólo empeoraría todo.
Era esa maldita voz en su cabeza, que nunca lo dejaba del todo, recordándole que no valía la pena acercarse demasiado a la gente. Tarde o temprano, estas se iban.
—Charlotte, es que… —George se mordió el labio inferior, con tanta fuerza que se hizo daño. Creía que estaba sangrando por dentro, lo supo porque sentía el olor metálico de la sangre en la punta de la lengua—. A veces… a veces no lo puedo controlar, ¿sabes? Nunca es mi intención descompensarme, pero a veces no lo consigo. Hoy ni siquiera fue una crisis de verdad, hay veces que me pongo aún peor. Es como… como si a veces no fuera yo mismo, como si despertara una parte de mí que me da miedo.
George palideció al darse cuenta lo que acababa de decir. Sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, porque acababa de cavar su propia tumba. ¿Cómo se le había ocurrido decirle semejante cosa? ¿Dónde estaba Reynolds? ¿Cómo pudo dejarlo solo?
Reynolds estaba acostumbrado, George sentía vergüenza con su mejor amigo, pero él llevaba años conviviendo con su enfermedad. A pesar de que sabía que estaba molestando a Reynolds, éste ya sabía qué hacer. Para Charlotte, en cambio, todo esto era una novedad que ni siquiera parecía tener una explicación cuerda.
George volvió a mirarla, muy apenado. Tenía la sensación de que ni siquiera podría encontrar palabras para tratar de explicarse y, que de alguna manera, tan sólo empeoraría todo.
Era esa maldita voz en su cabeza, que nunca lo dejaba del todo, recordándole que no valía la pena acercarse demasiado a la gente. Tarde o temprano, estas se iban.
—Charlotte, es que… —George se mordió el labio inferior, con tanta fuerza que se hizo daño. Creía que estaba sangrando por dentro, lo supo porque sentía el olor metálico de la sangre en la punta de la lengua—. A veces… a veces no lo puedo controlar, ¿sabes? Nunca es mi intención descompensarme, pero a veces no lo consigo. Hoy ni siquiera fue una crisis de verdad, hay veces que me pongo aún peor. Es como… como si a veces no fuera yo mismo, como si despertara una parte de mí que me da miedo.
George palideció al darse cuenta lo que acababa de decir. Sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, porque acababa de cavar su propia tumba. ¿Cómo se le había ocurrido decirle semejante cosa? ¿Dónde estaba Reynolds? ¿Cómo pudo dejarlo solo?
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5.30PM
George
George estaba realmente alterado. Por un momento le preocupó que entrara otra crisis, pero supuso que la medicación que habría tomado al llegar lo evitaría.
Se acercó un poco más y le sonrió levemente.
—Estoy segura de que si pudieras controlarlo lo evitarías. Dudo que alguien pase por esto por gusto —replicó con suavidad.
Charlotte sabía que mucha gente la consideraba brusca, y la verdad podía serlo. Pero también podía ser empática con las personas que le importaban. No conocía a George hacía demasiado, pero realmente sentía un fuerte aprecio por él.
Más que aprecio. Le gustaba, y le gustaba más de lo que le había gustado ningún chico en mucho tiempo.
—Tal vez esta vez la crisis no fue tan fuerte porque estabas conmigo —propuso, intentando sonar optimista—. Quizá me convierta en tu amuleto de la buena suerte.
Aunque lo dudó un momento, estiró una mano buscando la de George. No sabía si el contacto físico era buena idea, pero quería estrechar su mano. Que sintiera que estaba con él.
Que estaba ahí en ese momento. Pensó que tal vez podría ayudarlo a sentirse anclado en el momento. Con ella.
Tendría que leer mucho sobre estas cosas para entender qué sucedía con George y qué estaría bien o no hacer con él. Por ahora se movía por instinto.
Más le valía a Brimsley sonsacarle más cosas a su novio para saber que se ponía a investigar lo correcto.
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5.30PM
George
George no salía de su asombro al escuchar las palabras de Charlotte. Siempre que él perdía el control, que hacía una de sus "escenas", como la llamaban sus primos desde que eran niños, había alguien que se quejaba. Alguien que le recordaba que era un enfermo y que sus conductas asustaban a todo el mundo. Sin embargo, lo que Charlotte le estaba diciendo, nunca lo había escuchado antes de nadie que no fuese Reynolds o sus padres.
Lo que Charlotte decía era verdad, como si ella pudiera ponerse en sus zapatos. Tenía toda la razón: George no pasaría esto por gusto, si pudiera evitar sus ataques, lo haría. A veces creía que, con mucho esfuerzo, lo lograría, pero su enfermedad era parte de él. No podría acabar con ella por pura voluntad, si a veces a duras penas con la medicación funcionaba.
George quiso decir algo, pero sentía un nudo en la garganta, en especial cuando sintió la mano de Charlotte buscar la suya. La piel de Charlotte era delicada, mientras que George estaba segura de que la suya debía de sentirse áspera y reseca, como si Charlotte estuviera rozando una lija. Sin embargo, no se atrevió a soltarla, porque temía hacerle un desaire.
La miró a los ojos, mientras ella continuaba mirándolo. No estaba enfadada con él. George apenas podía creer su suerte, en especial luego de que estaba convencido de que Charlotte no volvería a dirigirle la palabra.
Continuó acariciando la mano de Charlotte, hasta que empezó a sentir los ojos más pesados de la cuenta.
—Gracias, Charlotte… —susurró, con voz apagada—. Tengo… tengo mucha suerte de haberte conocido.
Lo que Charlotte decía era verdad, como si ella pudiera ponerse en sus zapatos. Tenía toda la razón: George no pasaría esto por gusto, si pudiera evitar sus ataques, lo haría. A veces creía que, con mucho esfuerzo, lo lograría, pero su enfermedad era parte de él. No podría acabar con ella por pura voluntad, si a veces a duras penas con la medicación funcionaba.
George quiso decir algo, pero sentía un nudo en la garganta, en especial cuando sintió la mano de Charlotte buscar la suya. La piel de Charlotte era delicada, mientras que George estaba segura de que la suya debía de sentirse áspera y reseca, como si Charlotte estuviera rozando una lija. Sin embargo, no se atrevió a soltarla, porque temía hacerle un desaire.
La miró a los ojos, mientras ella continuaba mirándolo. No estaba enfadada con él. George apenas podía creer su suerte, en especial luego de que estaba convencido de que Charlotte no volvería a dirigirle la palabra.
Continuó acariciando la mano de Charlotte, hasta que empezó a sentir los ojos más pesados de la cuenta.
—Gracias, Charlotte… —susurró, con voz apagada—. Tengo… tengo mucha suerte de haberte conocido.
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5.30PM
George
El corazón de Charlotte se encogió por George. Tenía la impresión de que lo había pasado muy mal en la vida con aquel padecimiento. Y sentía que se había alejado mucho de otras personas por ello. Estaba casi segura de ello.
Temió estarse extralimitando, pero se acercó lo suficiente para inclinarse y darle un beso en la frente.
—Descansa —le dijo. Se suponía que era un consejo, aunque sonó a una orden.
Eso le pasaba con frecuencia.
Se separó de él y se dirigió hacia la puerta.
—Cuando estés mejor, llámame —añadió—. Salgamos.
Nada de idas a la biblioteca, estaba segura que después de ese día, se merecían algo más. Además, quería que George tuviera claro que seguía interesada. Muy interesada.
Charlotte no se dejaba amedrentar fácilamente, mucho menos por cosas ajenas al control de todos.
—Por ahora creo que debería dejarte descansar y llevarme a mi amigo, antes de que deje a Reynolds exhausto con su interrogatorio —concluyó—. Tienes un amigo muy fiel, que se las ingenia para no decir más de lo que debe.
Le sonrió, y abrió la puerta para volver a la sala, donde había dejado a Brimsley con su novio
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IV. Windy Weather
Universidad
5:30PM
Brimsley
Brimsley le había pedido a Reynolds que se vieran después de clases. Como Reynolds terminaba una hora después que el horario de Brimsley, éste decidió ir a la biblioteca mientras lo esperaba. Aunque se dijo a sí mismo que terminaría un ensayo que tenía pendiente, pero le resultó imposible hacerlo.
No podía concentrarse porque Brismley le había pedido a Reynolds que le contara la verdad. Toda la verdad. Era evidente que lo sucedido con George no era normal. Charlotte también se había quedado bastante intranquila, su amiga estaba completamente prendada de George y a estas alturas no tenía ningún caso disimularlo.
Por eso, Brimsley quería comprender un poco en qué situación se encontraban. No sólo estaba preocupado por Charlotte, quien de seguro había entregado su corazón a George sin miramientos, sino también por Reynolds. Era evidente que todo esto le afectaba, porque su mejor amigo estaba enfermo.
¿Qué tenía George?
Como no podía sacarse esa idea de la cabeza, Brimsley desistió de tratar de terminar su tarea. Salió de la biblioteca unos diez minutos antes de haber quedado con Reynolds. El punto de encuentro fue el patio central, en las escaleras que daban a los laboratorios, porque a estas horas ya los habían cerrado y nadie transitaba por allí.
Cuando escuchó los pasos de Reynolds y sus miradas se encontraron, su primer instinto fue pronuncia la sonrisa.
—Pensé que sería un buen lugar para vernos, pero hace más brisa de la cuenta, ¿no te parece? Podemos ir a la cafetería, a estas horas debe estar casi vacía.
No podía concentrarse porque Brismley le había pedido a Reynolds que le contara la verdad. Toda la verdad. Era evidente que lo sucedido con George no era normal. Charlotte también se había quedado bastante intranquila, su amiga estaba completamente prendada de George y a estas alturas no tenía ningún caso disimularlo.
Por eso, Brimsley quería comprender un poco en qué situación se encontraban. No sólo estaba preocupado por Charlotte, quien de seguro había entregado su corazón a George sin miramientos, sino también por Reynolds. Era evidente que todo esto le afectaba, porque su mejor amigo estaba enfermo.
¿Qué tenía George?
Como no podía sacarse esa idea de la cabeza, Brimsley desistió de tratar de terminar su tarea. Salió de la biblioteca unos diez minutos antes de haber quedado con Reynolds. El punto de encuentro fue el patio central, en las escaleras que daban a los laboratorios, porque a estas horas ya los habían cerrado y nadie transitaba por allí.
Cuando escuchó los pasos de Reynolds y sus miradas se encontraron, su primer instinto fue pronuncia la sonrisa.
—Pensé que sería un buen lugar para vernos, pero hace más brisa de la cuenta, ¿no te parece? Podemos ir a la cafetería, a estas horas debe estar casi vacía.
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