Gentlemen's dinner

El principio del día había sido una absoluta mierda, en menos de media hora se había dado cuenta de que no soportaba a sus compañeros de piso, aunque quizás con el diplomático llegase a un entendimiento con el tiempo, pero a los otros dos no quería verlos ni en pintura, aunque pasar el día en la escuela lo había tranquilizado bastante.

Había sido mucho más perfecto de lo que alguna vez había soñado, sus profesores se habían quedado encantados con él cuando les interpretó una de sus más recientes composiciones, cosa que le provocó una subida de ego, al principio tenía miedo de que ser el mejor de Francia no le valiese para estar entre los mejores de Nueva York, pero había pasado la prueba.

Estaba en Juilliard, estaba en Nueva York y no iba a dejar que el piso y lo que iba con él le arruinase aquel año, intentaría habituarse lo mejor que pudiese, de todas formas no tenía pensado pasar mucho tiempo allí pues en la escuela podía ensayar toda la tarde.

De camino al piso se paró para comprar una botella de vino para la cena, en son de paz, sabía que esta mañana se había puesto un poco histérico, le pasaba siempre que todo no salía según tenía organizado, pero ahora no estaba solo en casa con sus padres que prácticamente le daban la razón en todo, tenía que convivir con tres tíos más e iba a tener que aceptarlo.

Cuando entró dejó el violín en su cuarto y el vino en la mesa antes de dejarse caer en el sofá agotado, no sabía si había alguien en el piso o no, pero tampoco iba a ponerse a averiguarlo, ya saldrían cuando creyesen conveniente.

Gentlemen's dinner

El único día libre que se había pedido, lo había dedicado a hacer del apartamento un sitio más pulcro. Había contado con la ayuda de Gabriel, el cuál no tan sorpresivamente le iba cayendo mejor por cada hora que pasaba. 1 de 3, no estaba mal. Patrick estaba en su habitación seguramente, que no le había visto en lo que llevaba del día así que él se apiadó de sus compañeros preparando la cena. Aún se estaba guardando el secreto de que estaba a nada de convertirse en chef así que no intentó presumir tanto de sus habilidades culinarias durante la realización de la comida.

Lasagna, no muy laborioso que tampoco es como que Adrien o Patrick dejasen mucho dinero. ¿Sería posible evitar la plática de su reencuentro durante la cena? Lo veía poco probable, así que esperaba la comida le pudiera gustar al grado de mantener la boca llena de esta lo que le restaba de la velada. Cuando todo estuvo listo fue directo a la ducha, buscando relajarse del día tan agitado que todos en ese piso habían experimentado. Una sonrisa adornó su rostro al recordar. Estaba seguro de que se volvería loco, más habría días interesantes y nada monótonos, no había duda.

—Miren lo que el viento trajo.—Hablaba de Adrien tras salir de la ducha, secándose el cabello rubio con una toalla que el sombrero lo había dejado ya guardado. De seguro se creían la idea de que en el sur todos eran vaqueros y vestían a botas y camisas cuadriculadas todo el tiempo. Ya bien vestido, se fue a sentar en el sofá apartado de él, acostándose en este mientras veía su celular. La botella le llamó la atención, leyendo la etiqueta por lo que no pudo evitar reír. —Eres demasiado europeo, aunque buen gusto. —Volvía a su teléfono, esperando a los demás. No se molestaba en hacer plática con él que no creía ser de sus personas favoritas en ese momento y su atención estaba en la chica de Tinder que le había dado super like y con la que planeaba salir al fin. ¿Qué podía decir? Las morenas eran lo suyo.  

Gentlemen's dinner

Sí, se había pasado todas esas horas en su habitación. Bueno, todas no. Bajó a por una hamburguesa para comer y, cuando terminó, se volvió a la casa. No es que él fuera alguien de pasarse mucho tiempo en casa precisamente, pero sí era alguien de tocar las narices. Y disfrutar de la habitación grande sabiendo que sus queridos nuevos compañeros de casa estarían rabiando de envidia le ponía hasta cachondo. Sí, hoy era el día de tocarse los huevos sin salir del cuarto hasta la cena.

Porque al parecer habían quedado para cenar juntos como una familia feliz. Le había llegado olor a comida a su habitación, lo cual le sorprendió. ¿Quién de sus compañeros era cocinero? El niño del violín estaba claro que no, entre otras cosas porque ni le había escuchado volver. Que el vaquero cocinase sería una puta sorpresa muy divertida, la verdad, porque le pegaba más ser stripper que ser cocinero. Seguro que era el Martin Luther King. Ese tío parecía jodidamente perfecto, pero perfecto de los de verdad, de los que no se les puede sacar muchas pegas. Ya empezaba a caerle mal.

Salió del cuarto intrigado por el olor y porque había oído voces en el salón y quería meterse en el sarao. Bueno, y porque ya estaba harto de estar en el cuarto. Cuando llegó al salón, se encontró al francés en un sofá y al vaquero, ya sin gorro, en el otro. Vaya, ¿qué pasa, amigo? ¿Ya te han echado de los Village People? Le dijo al rubio, poniéndole una mano en el hombro. Al otro ni lo miró. Lo que sí vio fue la botella de vino. Hum. Añadió con interés, agarrando la botella y mirándola. ¿De quién es esto? Ah, no sé para qué pregunto. Ladeó la cabeza y, con una sonrisa socarrona con los labios cerrados, miró al crío. Qué bonito, francés. Vosotros y el vino, tan inseparables. Dejó la botella en la mesa. Bueno, deduzco que es tuyo porque como tregua te pega más a ti. Nuestro amigo el tejano habría traído una pipa de la paz o algo de eso.

Se dejó caer con un ruidoso suspiro en el mismo sofá que el crío. ¿Dónde está Martin? Preguntó extrañado. ¿Sigue cocinando?
 

Gentlemen's dinner

Gabriel había dedicado prácticamente todo el día a poner en orden sus pertenencias. Las mudanzas siempre le ilusionaban, pero odiaba el desorden. Por eso, quería sentirse instalado en aquella habitación desde el primer día. A media tarde, había conseguido que las cosas quedasen más o menos como había planeado y, al escuchar a alguien trastear en la cocina, decidió salir a ver qué pasaba. La cuestión es que, al final, había acabado ayudando al vaquero a cocinar la cena.

Cuando cayó la noche, Gabs se dio una ducha rápida y luego dejó el baño libre para que Ben pudiera hacer lo propio. Arreglarse no le costó mucho, pero una llamada de uno de sus compañeros de partido lo distrajo más de lo que le habría gustado. Al final, tuvo que colgar rápidamente y excusarse con él. Habían prometido una cena de compañeros de piso, y no quería dejarlos plantados el primer día. Además, después de cómo habían ido las cosas aquella mañana, el joven tenía la esperanza de que conocerse mejor ayudase a liberar tensiones.

— Lo siento, chicos, el trabajo siempre llama —. Se excusó, al ver que ya estaban todos reunidos. Aunque, en realidad, simplemente parecía ir cada uno a su bola —. Oh, eso es una botella de vino —. Comentó animado, mientras se acercaba a ella y la observaba bien. Era un aficionado, sí. Qué podía decir —. A que adivino en un segundo quién la ha traído —. Tras aquello, apuntó con el tapón de la misma al francés —. Sabía que en el fondo eras una buena persona —. Bromeó.

Gabs volvió a dejar la botella cuidadosamente en la mesa y sonrió a Ben —. Por cierto, que sepáis que el cheff ha hecho una lasagna maravillosa para cenar. ¿Deberíamos sentarnos y probarla? No querréis hacerle el feo.
 

Gentlemen's dinner

Adrien echó un vistazo a su alrededor, notando el apartamento mucho más limpio que cuando se había ido, no sabía cuál de sus compañeros habría sido, pero al final tendría que estarle agradecido y todo, porque si había algo que no soportaba era la suciedad y el desorden, si conseguían mantener esas cosas entonces igual la cosa tampoco explotase demasiado por los aires.

Se fijó en el vaquero cuando entró, no se había parado mucho a conocer a sus compañeros de piso, por no decir nada, solo se acordaba de sus motes, no de sus nombres reales y por supuesto no sabía de qué pie cojeaba cada uno, si serían todos heteros o habría alguno homosexual, lo que sí que era imposible de ignorar es que los tres eran bastante monos.

Puso los ojos en blanco cuando Patrisse hizo su aparición, porque con los otros dos tampoco es que se llevase bien, pero es que a este directamente lo detestaba, no le encontraba ni una sola cosa buena, vale, los ojos y las sonrisas, pero tíos guapos había a montones, eso no iba a impresionarlo en absoluto —tengamos la fiesta en paz— murmuró entre dientes ignorando la forma que tenía de chincharlo, estaba intentando ir de buenas y tener una cena tranquila, aunque fuese solo porque le quedaba un año entero conviviendo allí, no quería que se le hiciese insoportable la sola idea de volver todos los días al apartamento.

Terminó medio sonriendo cuando Martin hizo su aparición, si hubiese sabido que se iban a burlar tanto de él por llevar vino habría comprado unas simples cervezas, pero por aquella vez lo dejaría pasar, no sabía exactamente quién se suponía que era el chef, pero él estaba muerto de hambre, así que no le diría que no a nada.

Se sentó en una de las sillas vacías alrededor de la mesa, rezando porque Patrisse se sentase lo más alejado posible y empezó a servirle vino a los otros dos.

Gentlemen's dinner

Se puso el canto de la mano en la frente a modo de visera dramática y bajó la cabeza para poner los ojos en blanco. No fue un gesto especialmente discreto, más bien bastante teatral. La intención, lejos de que no le vieran, era más bien toda la contraria: que todos se dieran cuenta de lo que pensaba de los comentarios buen rollistas del Martin Luther King. "Sabía que en el fondo eras buena persona". Por favor, iba a vomitar arcoíris con eso. Además, ¿buena persona el francés ese? ¿Qué te pasa, Gabs? Al menos no poneos a follar encima de la comida, por favor.

Pero todo su hastío desapareció cuando el mismo Martin dejó caer que el cocinero no había sido él, sino el vaquero. Alzó repentinamente la cabeza con los ojos muy abiertos, como un perro que escucha un ruido, y señaló a Ben. ¿La cena la has hecho... TÚ? Abrió la boca en forma de "o" y empezó a reír como un troglodita. Joder, tío, eres una puta cajita de sorpresas. Su maldito cerebro de borracho que le impedía acordarse nítidamente de qué conocía a ese tipo. Pero ya se acordaría, ya.

¡Yo sí que voy! Dijo levantándose de un salto del sofá. Me muero de hambre y de curiosidad. Se dirigió a la mesa y estuvo tentado, tentadísimo de sentarse al lado del francés, pero pensó que había algo mejor que eso: sentarse enfrente. Que viera su carita sonriente durante toda la cena. De hecho, se sentó frente a él con una sonrisa radiante en su rostro que le hacía parecerse peligrosamente al Joker. Que bien, todos aquí juntitos compartiendo comida como buenos hermanos. Miró a Gabs y levantó las palmas de las manos. Ops, perdona tío, no quiero pisarte las palabras, que supongo que querrás bendecir la mesa o algo de eso. Dijo con sorna. Entonces agarró su copa, viendo que el francés le había echado a todos menos a él, y la inclinó hacia el chico de nuevo con una sonrisa y la cabeza ligeramente ladeada. Anda, sírveme un poquito, porfa. Dijo con melosidad. Aún podemos ser amiguitos. Piensa que podría convenirte caerle bien al chico de la habitación grande.      
 

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Gabriel prefirió ignorar el escándalo que estaban armando los otros dos y se sentó en una de las sillas alrededor de la mesa. Esperaba que no fueran a pelear por los malditos sitios también. Por suerte, parecían demasiado centrados en otros asuntos como para quejarse por ello —. Sí, de momento ya ha sido bastante más útil que tú —. Comentó, cuando Patrik manifestó de manera tan poco elegante su sorpresa ante la idea de que Ben hubiera hecho la cena. Sin embargo, aunque le dedicó una sonrisa socarrona, no habló con acritud —. En pocas palabras: Ben ha sido el chef principal, yo he hecho la compra para todos y Adrien ha traído el vino. Tú... ¿Nos has bendecido con tu presencia? Gracias tío, por el esfuerzo —. Matizó irónicamente, llevándose a los labios la copa que el francés acababa de servirle.

El joven ensanchó su sonrisa para el apelado, aunque decidió que no se seguiría metiéndose mucho más con él. Si algo había aprendido de sus nuevos compañeros, era que tenían la mecha escandalosamente corta. Más o menos como la de un niño de dos años.

Cuando Patrick comenzó con sus mierdas de bendecir la mesa, Gabs puso los ojos en blanco. ¿Por qué era tan pesado? De entre todas las personas que buscaban piso en Nueva York, ¿tenía que tocarle a él el mayor incordio? Joder. Al menos tenía su gracia. Esa era la única ventaja que podía sacarle. Y que era más o menos guapo.

— Por cierto, buen vino —. Añadió, después de probarlo. Ya que Adrien se había tomado las molestias de quedar bien con ellos, qué menos que reconocérselo mínimamente —. ¿Es francés? —. Preguntó, con genuina curiosidad.
 

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Estaba a punto de abrir la boca cuando un móvil sonó en mitad del parloteo. Miró como Ben se disculpaba para atender la llamada y luego volvió a centrar su atención en sus otros dos compañeros, aunque sinceramente, esperaba que Patrisse se atragantase con la lasaña y les dejase disfrutar de la cena en paz al resto.

Levantó una ceja al escucharlo y se encogió de hombros —no creo que sepas apreciar su sabor, la miel no fue hecha para la boca del asno— ni siquiera sabía si sería lo suficientemente avispado como para pillar el insulto, a veces creía que era un poco estúpido e inculto, no tenía pinta de ser una persona leída, no.

Le sonrió a Martin, al parecer él tampoco era muy fan de Patrisse, ya solo quedaba ver si el vaquero lo soportaba o no, aunque parecían tener una especie de historia, recordaba vagamente haber oído algo de que ya se conocían de antes, pero había estado tan cabreado con el sorteo de habitaciones que tampoco había prestado mucha atención, ya se enteraría, quizás si todos se ponían de acuerdo podían conseguir que Patrisse se largase del piso y con los otros puede, por un milagro, que acabase llevándose bien al final, quién sabía.

Estaba muerto de hambre y estuvo a punto de atacar la lasaña, pero le parecía mal hacerlo teniendo en cuenta que el chef estaba ocupado, así que empezó por los palillos y puso los ojos en blanco —solo es bueno si es francés, si eso responde a tu pregunta— se había cansado un poco del cachondeito por ser de otro país, aunque él no parecía ir a malas, pero empezaba a intuir que la bromita iba a ir para largo y no le hacía ni pizca de gracia.

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Ante el comentario del crío francés se limitó a no dejar de sonreír y a guiñarle un ojo. No iba a entrar en un juego tan tonto. Pero, por el otro lado, al Martin Luther King parecía que el nombre le venía un poco grande ya, pues la paciencia se le había agotado en apenas horas. Sabía que no podía haber nadie tan santurrón. Veremos a ver si al final no iba a ser el peor de todos. Eeehh wooo caaalma. Dijo haciendo gestos con las manos como para indicarle que echara el freno. Efectivamente, eso es justo lo que he hecho. Con mi presencia y con mi maravilloso humor ácido. Dijo con una sonrisa socarrona. Y yo he sido muy útil: os he ahorrado pelearos por la habitación grande porque me la he quedado yo. ¡He prevenido la primera pelea! Me merezco el Nobel de la Paz.

Decidió que era mejor callarse si no quería acabar con un tenedor en el ojo antes siquiera de probar la lasaña. Qué, por cierto, estaba mucho mejor de lo que había imaginado. ¡Muy buena, tío! En serio. Le bramó a Ben con la boca llena mientras salía a atender la llamada, por lo que quizás ni le había escuchado. Pero al menos ahí quedaba su gesto amable de la noche. Para que vieran los demás que no solo sabía meterse con la gente.

Estaba comiendo tan tranquilo e ignorando los pomposos comentarios de Martin sobre el vino cuando el francés le dio un corte que ni con un hacha. Se quedó a medio masticar, alzando la vista y alternándola de uno a otro, con las cejas arqueadas. Mi puto ídolo, chaval. Pensó. Menudo corte. Se lo hace a él y se traga la botella, pero al ver que se lo hacía a otro le hizo hasta gracia. Empezó a soltar una risita con la cabeza mirando al plato que soñaba como un "jojojo" de adolescente de instituto. Casi se le va el trozo de lasaña por otro lado, por lo que carraspeó un poco tratando de disimular la risa. Perdón. Agarró la copa de vino y dio un sorbo. Es que esta cena... Soltó la copa en la mesa y, riendo, pinchó otro trozo de lasaña. Está siendo de lo más divertida.    
 

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Gabriel dio otro sorbo al vino, tratando de disociar su sabor de fondo. Tenía intenciones de quedarse calladito un rato y dejar que los otros se tirasen de los pelos, pero el comentario agresivo del francés le obligó a alzar las cejas al tiempo que se apartaba la copa de los labios. Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro y, antes de poder frenarse, comentó como si nada —. Supongo que eso solo aplica al vino —. A pesar de lo insultante del comentario, lo dejó salir con voz suave y luego amplió todavía más su sonrisa.

Por supuesto, el idiota de Patrick estaba disfrutando como un niño pequeño del altercado, pero prefirió ignorarlo por un rato. Tampoco tenía mucho que decirle, y lo último que le apetecía en ese momento era enzarzarse en una pelea de patio de colegio. Por un momento, miró hacia el pasillo y se preguntó dónde narices se había metido Ben. Desgraciadamente, parecía que se había quedado solo ante el peligro para un rato bien largo. Joder, el único normal y no estaba presente en la mesa.
 

Gentlemen's dinner

En un principio había intentado tener la cena en paz, ¡si hasta había llevado vino en claro signo de ofrenda! pero es que Patrisse conseguía sacarlo de sus casillas y eso le hacía saltar a la mínima ante cualquier comentario, no creí que Martin estuviese intentando decirle nada a malas, pero ver al otro estúpido riéndose por detrás hacía que le diesen ganas de clavarle un tenedor en el ojo. Genial, solo llevaba un par de días en Nueva York y ya sentía instintos homocidas, se estaba convirtiendo en el típico americano de las películas.

—¡Touché!— le dijo al chico, aunque no, tenía un millón de cosas por decir en las que lo francés superase a cualquier americanada, pero prefería no entrar en ese debate, estaba en clara minoría en aquello, así que de esa forma zanjó el tema y luego se giró hacia el otro —¿y tú por qué no aprendes a estar un ratito callado?— preguntó —por si no te has dado cuenta, tu humor ácido no le hace ni pizca de gracia a nadie— se encogió de hombros, no era como si Martin y el vaquero le hiciesen una fiesta cada vez que abriese la boca, en eso estaban un poco de su parte, Patrisse era insoportable se mirase por donde se mirase, ¿sería un poco más llevadero con el tiempo? ¿o acabarían saliendo en los noticieros por llegar a las manos? prefería no saberlo siquiera, con lo tranquilo que solía ser él y lo revolucionado que se sentía con su sola presencia.

Suspiró un poco y se tomó el vino de un trago, para intentar tranquilizarse, cediendo finalmente y llenando también la copa de Patrisse, rellenó la de Martin y miró hacia el pasillo al ver que la de Ben seguía intacta, pues apenas había estado un par de minutos con ellos antes de atender la llamada —tiene pinta de ir para largo y yo me muero de hambre— se quejó mirando la lasaña, a esas alturas le daba igual que estuviese fría o asquerosa, se comería su propio brazo de ser necesario, llevaba todo el día sin probar bocado.

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Tenía la boca llena de lasaña cuando el francesito volvió a dirigirse a él. Se detuvo un segundo de masticar, mirándole con cara de interrogante, e hizo un gesto con los hombros. ¿Qué? Preguntó con la boca llena. Tragó y añadió. No te hará gracia a ti, que eres un soso. Yo soy un tipo muy divertido. Y siguió comiendo.

Cuando vio como el chico le rellenaba la copa sin pedírselo le guiñó un ojo de forma seductora. No, si al final hasta iba a ceder el crío. Seguro que lo que le pasaba es que era una pobre baguette reprimida y no sabía como decirle que le ponía cachondo sin poner esa cara de asquito continua y decir snobadas.

Pues come. Yo ya empecé hace un rato. Negó con la cabeza. La cortesía para los príncipes, para los simples mortales no siempre es la opción más inteligente. Le parecía absurdo dejar que una comida se enfriase solo porque alguien había tenido la genial idea de ponerse a hablar por teléfono en mitad de la cena.

Bueno y... ¿A qué dedicáis vuestras vidas? Se metió otro trozo de lasaña y, antes de tragárselo del todo, respondió su parte. Yo estudio derecho. Decidió matizar eso con un gesto de los dedos. Bueno, "estudio".    
 

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Gabriel ya había perdido la esperanza de que Ben volviera a la mesa y pusiera un poco de cordura. Parecía ser que su conversación iba para largo, de modo que tendría que conformarse con aquellos dos. Genial, maravilloso. Al menos eran un dúo entretenido, siempre y cuando no lanzasen los dardos envenenados en su dirección.

Se acabó el vino de un trago y suspiró levemente. Por un momento, desconectó de la conversación y simplemente se dedicó a observar la lasaña. Maldita sea, tenía un hambre que se moría. Aunque, a decir verdad, le parecía absurdo seguir esperando cuando Patrick ya se la estaba comiendo como un maldito cerdo. O Adrien y él se espabilaban, o se quedaban sin cena. Por suerte, no tuvo que ser él quien tuviera la poca educación de proponerlo, pues el francés se le adelantó.

— Sí, será mejor que empecemos —. Respondió simplemente, sirviéndose un trozo no demasiado ambicioso en el plato —. Sino se enfriará y todo el trabajo no habrá servido de nada —. Luego le dedicó una rápida mirada de agradecimiento a Adrien, al ver que le había rellenado el vaso. Iba a necesitar muchos de esos para poder aguantar la que se le venía encima.

Ante la pregunta de Patrick, rio suavemente. No es que Gabs tuviera un instinto demasiado afilado, pero había supuesto algo así para el joven: estudiando por obligación una carrera que no le importaba una mierda solo para contentar a papá y mamá. En su cabeza había barajado derecho, administración o finanzas. Así que, se podía decir que había acertado —. No te veo con toga —. Dijo con una sonrisa torcida, aunque no añadió nada más hiriente. No tenía ganas de eso —. Yo estudié políticas y ahora ayudo en la campaña de Sanders —. Respondió, sin querer profundizar mucho más.
 

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Puso los ojos en blanco, si Patrisse era divertido él era un músico nefasto y no, no era el caso, pero prefería dejar ahí el tema y no empezar otra guerra absurda, ya tenía bastante cuando las comenzaba el otro.

Al ver que sus compañeros comían no dudó en hacerlo él también, no creía que a Ben le molestase demasiado y su estómago ya llevaba un rato rugiendo. Se echó una porción y la verdad es que tenía que reconocer que estaba deliciosa, pero no sabía si era por todas las horas que llevaba sin comer o porque lo estaba de verdad y tampoco es como si el chef estuviese allí para felicitarlo, así que omitió ese pequeño detalle.

—¿Derecho?— preguntó estupefacto, pues si alguien tan gandúl como él tenía que defender la ley, mal íbamos, esperaba que nunca le tocase un abogado de oficio de esas características, en cambio, que Martin fuese político sí que le pegaba más, desde el principio había mostrado esa faceta —ya sabéis a qué me dedico— dijo encogiéndose de hombros —estudio violín en Juilliard— agregó, ¿por qué no iba a vacilar de pertenecer a una de las escuelas más prestigiosas del mundo? era algo que merecía la pena ir contando por ahí.

Cuando Ben volvió a la mesa lo hizo en un silencio tan tenso que el resto se contagió de ello, incluso Patrisse soltó menos comentarios mordaces de la cuenta, nadie le preguntó por la llamada misteriosa, se limitaron a seguir comiendo entre medias de una charla tan trivial que cuando acabó se dio cuenta de que seguía sin conocer aún sus nombres reales, pero bueno, por hoy era demasiada información.

Después de cenar, recogieron la mesa y cada uno se fue a su habitación, sin duda iba a ser un año complicado.