Playing with fire

¿Una fiesta? no sabía de cuál de los tres había sido la idea, si es que se habían puesto todos de acuerdo o si había sido algo que alguno había soltado al azar y que les había parecido algo grandioso, a él no se lo parecía, desde luego. ¿Un montón de desconociendo deambulando por su casa? no le hacía ninguna gracia, si fuese gente con la que tuviese confianza la habría hecho encantado, pero allí no conocía a nadie y desde luego no se fiaba de los amigos que pudiesen traer sus compañeros, si no los soportaba a ellos estaba claro que a sus amigos tampoco.

Suspiró y salió de su habitación malhumorado, al parecer todos habían salido a comprar reservas para esa noche, puede que se apuntase a beber algo, pero solo para olvidar lo nefasta que estaba siendo su semana, tampoco es que tuviese intención ninguna de relacionarse con los demás.

Hoy no se había atrevido a ensayar con el violín, puede que Patrisse tuviese en parte la culpa, aún se acordaba de la amenaza del día anterior, pero sobre todo había sido porque estaba bloqueado, lo había intentado con un par de composiciones, pero había desafinado como si no llevase toda su vida tocando, puede que aparte del alcohol esa noche cayese un poco de María que tenía guardada, igual así le venía un poco la inspiración.

Aprovecharía que no había nadie en casa para darse una ducha larga, siempre estaban quejándose de que tardaba demasiado o estaba ocupada cuando él quería entrar, no había manera de que se pusiesen de acuerdo, lo suyo sería hacer un horario, pero de momento el resto no estaba por la labor.

Se quitó la camiseta y los vaqueros y se entretuvo en buscarse canas en el espejo, hasta ahora no se había encontrado ninguna, pero era un ritual que había visto hacer a su padre desde que era un niño y ya se había acostumbrado a imitarlo.

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Una fiesta. Guay. Le gustaban las fiestas. No con esos gilipollas que tenía de compañeros (bueno, algunos más que otros, había que ser honestos), pero y qué. Iría más gente. Y podría mostrarles a todos lo grande que era su habitación en comparación con las de los demás. Y seguro que no era lo único que tenía más grande que los demás. Y era bien recibido todo el que quisiera comprobarlo.

No es que fuera alguien especialmente puntual ni muchísimo menos, todo lo contrario. Pero quería ponerse guapo y estar apunto para recibir el primero a la gente. Que su cara fuera lo primero que vieran al llegar y, con suerte, lo último antes de irse.

Se metió en la ducha y se tomó su tiempo, le encantaba hacerlo. Era un fanático del agua calentita y de quedarse debajo de esta como si le hubiera dado una crisis existencial. Ni de coña tenía una crisis existencial, más bien todo lo contrario: elaboraba una detrás de otra intrincadas fantasías de las cosas que podían pasar esa noche. Se había enjabonado el pelo y ya lo tenía más que aclarado, pero siguió un buen rato más debajo del agua. Un ruido le hizo salirse de su ensimismamiento, y por un momento pensó que alguien había abierto la puerta. Pero serían imaginaciones suyas. Entonces cerró el grifo porque ya que estaba gastando tanta agua solo en divagar, al menos ahorrar un poco mientras se enjabonaba el cuerpo. Pero antes de volver a abrirlo para aclararse fue cuando, en el silencio, oyó un ruido otra vez. Demasiado cercano. Qué coño, ¡era un ruido del lavabo! Alguien había entrado allí.

Asomó la cabeza agarrando con los dedos la cortina y le vio. El puto niño francés. ¿En serio? Primero en su cuarto y ahora en el baño mientras se duchaba. Como odiaba a los pasivo-agresivos sexuales. Si quería un polvo que lo dijera y punto. Eeh... ¿Te importa? Preguntó con expresión de desdén. Ya sé que "es tu casa y puedes hacer lo que quieras". Perdón, "haceg". Volvió a burlarse. Pero si pudieras esperar a que salga de la ducha...

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Estaba tan concentrado en lo suyo que ni siquiera había escuchado que el grifo de la ducha estaba abierto, el agua corriendo era un sonido que siempre le había resultado relajante, por lo que era normal que no lo hubiese notado como algo extraño, por eso cuando la cortina se abrió pegó un pequeño grito ridículo y patético, de verdad, nunca había oído nada tan agudo como aquello, ni siquiera cuando más desafinaba, se llevó una mano al corazón, sintiendo como los latidos iban mucho más rápidos de lo normal, fuese quién fuese casi le mataba de un jodido infarto.

Fijó su mirada por fin en la ducha y aspiró hondo al ver a Patrisse, sí, ya sabía que se llamaba Patrick, gracias a Gabriel se lo había aprendido, pero como el idiota seguía burlándose de él por su idioma o básicamente por cualquier cosa, él no iba a ser menos, además, ¿qué clase de nombre estúpido era Patrick?

Apretó los puños al escucharlo hablar, sí, recordaba las amenazas y que puede que fuese más fuerte que él, pero si se atrevía a ponerle una sola mano encima entonces lo denunciaría y con suerte puede que se lo quitase de encima, tampoco era tan mala idea al fin y al cabo, prefería un ojo morado a tener que seguir soportando sus gilipolleces —¿no se supone que tú tienes un baño para ti solito?— se quejó cruzándose de brazos, porque mandaba narices, tenía la habitación más grande, tenía baño propio y tenía que venir al que compartían los otros tres, que vale, era más grande, pero eso no era ninguna excusa —pero claro, como quieras, no quisiera ser yo el que perturbe tu momento de relax— sonrió con la expresión más falsa que había puesto en su vida y se acercó para volver a abrir el grifo, solo con el agua fría, retirándose en cuanto esta impactó en el cuerpo de Patrick, estaba en calzoncillos, por lo que evitó que le salpicase, no quería morirse congelado.

Empezó a recoger su ropa con desgana, es que ni un momento de tranquilidad tenía en aquella maldita casa, las cosas no podían seguir así, intentaría hablar con todos y poner un poco de orden, un horario para el baño, repartir tareas, lo normal joder.

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Encima se asustaba él. Entraba, le interrumpía y se asustaba. De verdad, media neurona tenía el chico... Y un paquete interesante, ahora que se fijaba. Que el muy capullo se había metido en calzoncillos.

¡Esa ducha es diminuta! Dijo como si fuera lo más obvio del mundo. En ese baño había una bañera mientras que lo suyo era un plato de ducha. Le daba claustrofobia. Además, era más divertido pasearse en toalla por la casa que guardarse sus encantos solo para su habitación.

Gracias, muy amable. Contestó con una sonrisa muy falsa. Sabía que el otro estaba siendo irónico, pero él también sabía serlo. Pero no solo fue un comentario irónico, además parecía que era todo lo contrario de lo que pensaba hacer, pues se dirigió hacia él. Eso sí que le pilló por sorpresa. ¿Iba a meterse con él en la ducha, o qué? ¿Se le habían cruzado los cables? ¡Eeeh eehh! Dijo entre sorprendido y vacilón. Si quieres verme el pene solo tienes que decAAHH. El cabrón le había abierto el agua fría y Patrick tuvo que dar un salto hacia atrás, protegiéndose inútilmente con las manos y soltando un grito casi más agudo que el de su compañero. ¡HIJO DE PUTA! Bramó. Oh, eso no iba a quedar ahí. Por supuesto que no.

A la muy rata cobarde le había faltado tiempo para recoger sus cosas y salir por patas... Pero aún seguía allí. Cabrón... Murmuró entre dientes mientras descolgaba la alcachofa de la ducha de su enganche. Con el agua aún helada, abrió la cortina y apuntó hacia él. No solo anegó medio cuarto de baño, sino que le dio una buena ducha de agua helada al niñato ese. Ahora sí que iba a gritar.

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Se cruzó de brazos al escucharlo, no podía estar más indignado, osea, que se quedaba con la habitación más grande, cuando estaba claro que no la necesitaba, tenía su propio baño en el que podía hacer lo que le diese la gana y a la hora que quisiese, sin depender de que hubiese otros dos compañeros que quisiesen usarlo a la misma vez que él ¿y encima tenía las narices de quejarse? porque Adrien se consideraba una persona civilizada, que si no le hubiese dado un buen sopapo —pienso hablar con Gabriel y Ben— sí, ya por fin se había aprendido el nombre de todos, pero a Patrick seguiría llamándole Patrisse solo por el lujo de molestar, que tenía que admitir que le había cogido gustillo —y esto no va a quedar así, es la última vez que usas nuestro baño, si no tendremos que sortear otra vez la habitación— y ojalá pasase, quizás aquella vez tuviese suerte y le tocase, aunque se conformaría con cualquiera de las otras dos, la verdad.

No pudo evitar soltar una carcajada cantarina al escuchar su grito, ahora se sentía menos ridículo —¿yo a ti? no quiero tener que arrancarme los ojos después de esa vista tan desagradable— vale, ahora sí que estaba mintiendo, porque tenía que reconocerse a sí mismo que el chico era bastante guapo, pero lo suficientemente idiota como para que eso quedase en segundo plano.

Se le borró la sonrisa de golpe en cuanto vio sus intenciones, pero no fue lo bastante rápido como para poder salir de allí por patas, antes de darse cuenta el agua fría impactó en su piel —¡maldita sea!— gritó intentando parar el chorro con las manos, misión imposible, puesto que todo se estaba poniendo perdido.

Cuando por fin apagó el grifo estaba tiritando, los dientes le castañeteaban, tenía la piel de gallina y seguramente podría haber rallado rallado diamantes con los pezones —te voy a matar, te lo juro— tiró la ropa al suelo, porque total, ya estaba empapada e inservible, así que usó las manos para algo mejor como forcejear con él para intentar quitarle la alcachofa, quizás ahora abriría el grifo de agua caliente y lo abrasaría hasta que le ardiese la piel, sí, sin duda era una buena idea, estaba harto de ese idiota.

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"Piengso hablag con Gabgiel y Ben" Dijo en tono de burla mientras seguía apuntándole con la alcachofa de agua helada. Ese crío insoportable, de verdad, ¿por qué a él? Sí, a ti te voy a sortear. Este tío es tonto, en serio.

Se estaba quedando congelado, así que decidió cerrar el grifo y correr de nuevo la cortina. Anda, vete ya a tocar el violín y deja de joder. Al menos lo había puesto chorreando. Ahora se había quedado tiritando como un chihuahua mojado. Seguro que para la próxima se lo pensaba.  

Al otro lado de la cortina escuchó la amenaza del crío, pero lo único que hizo fue soltar una carcajada déspota. Abrió de nuevo el grifo con agua a temperatura de persona para entrar de nuevo en calor cuando el crío intentó meterle mano de nuevo. ¿Otra vez? ¡Pero que te vayas a tu cuarto, subnormal! Pero nada.  

Empezó a forcejear con él para quitarle la alcachofa, que estaba regando agua por todas partes como una serpiente enloquecida, y a él ya se le hincharon las narices. La agarró con fuerza pero no se quedó en la bañera, sino que salió fuera. Lo que le faltaba era resbalarse y partirse la crisma. Y se salió, por supuesto, como estaba y sin soltar la alcachofa, el objeto de disputa. Patrick no tenía problema alguno con su cuerpo, y menos aún se iba a achantar ante un esmirriado como ese que solo pretendía provocarle. Pisó el suelo con fuerza y empezó a forcejear. ¿Me vas a matar tú a mí de qué, payaso? Consiguió doblarla lo suficiente para apuntarla directamente a la cara del crío y empezar a reírse como un abusón de instituto. Eso, traga agua. A ver si con esas salía corriendo y le dejaba terminar de ducharse de una puta vez.

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No pudo evitar sentirse incómodo cuando Patrick salió de la ducha como Dios lo trajo al mundo, Adrien no tenía problema con el cuerpo masculino, ninguno de hecho, ni con el suyo propio, ir en calzoncillos por su propia casa le parecía de lo más normal, incluso teniendo compañeros, pero joder, ¿un integral? no se conocían lo suficiente como para que ya tuviese que tener esa imagen rondándolo por las noches, lo que no tenía claro es si sería en sueños o en pesadillas, prefería no pensarlo siquiera.

Así que cometió el error de girar un poco la cara para no tener que verlo demasiado y entonces perdió la poca probabilidad que tenía con hacerse con el mando de la alcachofa, a ver, que alguien le explicase como dos adultos de más de veinte años habían acabado en aquella situación, si se lo hubiesen dicho antes de mudarse se habría reído a carcajadas de la escena surrealista, Patrick conseguía sacar su parte más enrabietada e infantil, pero es que joder, siempre tenía que salirse con la suya y no le parecía justo y además era irritante, insoportable, imposible, idiota, imbécil, bueno y todos los insultos que se le ocurriesen y que empezasen por i.

Intentó forcejear un poco más, pero la fuerza de Patrick era superior a la suya, así que al final la soltó de mala leche y se cruzó de brazos, dios es que lo odiaba tanto. Se inclinó en la ducha para cerrar el grifo de una buena vez —¿es que siempre tienes que ser tan desagradable?— protestó y luego miró las condiciones en las que se había quedado el baño, estaba hecho un auténtico desastre, con agua por todas partes y eso le aceleró la respiración, él no soportaba la suciedad, ni que las cosas estuviesen desordenadas, pero se negaba a limpiar todo aquello cuando la culpa había sido claramente del otro chico, además, a él no le interesaba la fiesta de esa noche, ni había invitado a ningún amigo, ya que aún no le había dado tiempo a hacer ninguno —ya puedes estar limpiando esto, o los otros dos te van a matar— dijo encogiéndose de hombros con una sonrisa.

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El niñato soltó la alcachofa de repente y Patrick casi se cae para atrás. Qué rápido te rindes. Francés tenías que ser. Y le cerró el grifo. Frunció el ceño y negó con la cabeza. No le iba a dejar ducharse el capullo.

Se metió en la bañera de nuevo mientras escuchaba sus quejas. Sí. Contestó a su estúpida pregunta, con una risa forzada en los labios, colocando la alcachofa en su sitio y abriendo el grifo de nuevo. Ya no se molestó en correr la cortina. Voy a enjabonarme. ¿Quieres mirar? Le soltó con acidez y chulería. A ver si se iba de una puta vez.

Pero no. Todavía tenía que dar la puntadita. Cuando le dio esa orden se quedó a cuadros. Le miró con la boca abierta en expresión de incredulidad, haciendo un gesto con la cabeza como si no le hubiera oído bien. Perdona, ¿qué has dicho? Madre mía qué manera de jugársela. Se creería muy valiente, pero lo que era realmente era un puto negligente. Porque le estaba hinchando los cojones ya más de lo naturalmente permisible.

Cerró el grifo de un golpe, se agarró a la cortina con una mano y se apoyó en la pared con la otra, y cogiendo aire, se mojó los labios varias veces como si quisiera reprimir las ganas de darle un puñetazo. ¿Entras aquí mientras me ducho, me abres el grifo del agua fría y ahora quieres que friegue yo esto? Se puso un índice en la sien. ¿Es que ese violín te ha frito las neuronas, chaval? Negó con la cabeza y, mirándolo de arriba a abajo como si le estuviera perdonando la vida, añadió. Te doy tres segundos para largarte de aquí o lo vas a fregar tú con la lengua.

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Apretó los puños ante la nueva mención hacia su país de origen, no es como si Adrien fuese alguien patriota o algo parecido, pero no le gustaba la idea de que usase algo que él amaba como insulto, le gustaba ser francés, el ambiente en el que se había criado, sus costumbres, todo y ese idiota no era nadie para hacerle sentir inferior por ello, ¿solo por ser neoyorquino? había millones de ellos sueltos por el mundo, así que no era algo por lo que sentirse especial.

A pesar de todo, al ver que no corría la cortina no pudo evitar echar un vistazo rápido, ¿por qué no podía tener un poco más de pudor? él no podía concentrarse en una pelea si estaba frente a él de aquella manera. No pudo evitar ponerse un poco al escucharlo, por lo que se giró para no seguir mirándolo —no estás tan bueno como te piensas— murmuró enfadado, pero al mismo tiempo delatándose un poco a sí mismo.

—Lo primero, este cuarto de baño no es tuyo y eres tú el que ha tenido la genial idea de agarrar la alcachofa y dejarlo todo perdido, pero sabes qué, sí, mejor me voy, porque eres insufrible, suerte explicándole esto a los chicos, eres tú el que se ha duchado— se encogió de hombros con una sonrisa y después de agarrar toda su ropa se largó dando un portazo.

Dejó la ropa en la cama y se puso unos pantalones cortos de chándal, de todas formas ya no iba a poder ducharse, no hasta que a Patrick le diese por limpiar el baño y dudaba de que fuese en un futuro inmediato, el muy imbécil sabía sacarle de sus casillas como el que más, él sabía que tenía sus defectos y que no era perfecto, bueno, tocando el violín sí, pero en todo lo demás sabía que era complicado para convivir, pero es que ese chaval iba a amargarle la existencia.

Buscó un cigarrillo desesperado y se asomó a la pequeña ventana para intentar relajarse un poco, por suerte aún no hacía demasiado frío, esperaba que Ben y Gabriel volviesen pronto a casa y pusiesen orden, él solo no podía con Patrick.

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Volvió a correr la cortina de la ducha y se metió debajo del agua, mientras hacía gestos de burla con la cabeza y e imitaba sus quejas con mímica. Que crío insoportable, de verdad, y no se callaba. Como cerrase el grifo y siguiese cascando le iba a meter la esponja en la boca.

El portazo le hizo dar un respingo que por poco le provoca un resbalón en la ducha. Se mordió la lengua entornando los ojos y cerrando el puño, conteniendo las ganas de estampárselo en la jeta. Qué larga se le estaba haciendo la maldita ducha. Él que había entrado para relajarse.

Resopló debajo del agua, lanzando una fuente de gotitas. Como que se llamaba Patrick que él iba a salir relajado de la puta ducha, así que se quedó un rato más hasta que se le pasaron las ganas de pegarle al idiota. Casi se había olvidado de su altercado con él cuando salió de la bañera y el suelo empantanado le hizo recordarlo. Suspiró y empezó a secarse... Pero Patrick tenía que nacer de nuevo para que eso quedase así. El crío de verdad se pensaba que lo iba a limpiar él, y nada más lejos de la realidad.

Se envolvió la toalla en la cintura, con el pecho aún un poco mojado, y salió del baño descalzo, dejándolo todo lleno de huellas, mientras con una toalla más pequeña se secaba un poco el pelo. Y fue directo al dormitorio del francés. A seguir tocándole los cojones, básicamente.

Entró por la habitación como si fuera suya y empezó a negar con la cabeza, chasqueando la lengua. Si sigues fumando se te van a ennegrecer los pulmones, chavalín. Y así no vas a poder tocar la flauta. Se sacudió el pelo con la toalla. Ah, no, que lo tuyo era tocar el violín. Y los huevos. Bajó las manos de la toalla. Tenía el pelo completamente alborotado, a mechones mojados y de punta. Le miró con una sonrisa torcida y soberbia. Me alegro de que te hayas puesto cómodo para fregar. Señaló la puerta con el pulgar. Ah, el pasillo también está mojado, por cierto.

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La primera calada le supo a gloria, era un vicio que sabía que no le venía bien, pero era lo único que conseguía calmarle los nervios, además de tocar el violín, pero no creía que ahora mismo hacer lo segundo fuese a calmar las aguas, más bien pondría a Patrick aún más histérico y no necesitaba otro espectáculo nefasto de su verdulería o amenazas de pelea física, bastante tenía con lo que ya había escuchado.

Se pasó una mano por el pelo y miró el reloj frunciendo el ceño, ¿dónde se habían metido estos dos? quizás se habían pensado mejor lo de la fiesta, cosa que le alegría, tenían bastante con soportarse los unos a los otros como para meter a más gente en casa, no los veía preparados para pasar por aquello, estaba pensando seriamente encerrarse en su cuarto y no salir, aunque eso le colocase la etiqueta de aguafiestas para el resto de los días.

Salió de sus pensamientos al escuchar un ruido y se giró despacio, abriendo mucho los ojos, aquello tenía que ser una pesadilla, ¿de verdad lo había seguido hasta su habitación? ¿otra vez? ¿es que ese chico no se cansaba nunca? ¿podría ser que fuese él quién realmente estuviese interesado en tener algo más? porque sino no lo entendía —¿es que no puedes vivir sin mí o qué diablos te pasa?— suspiró y apagó lo que le quedaba de cigarro contra el poyete de la ventana para luego tirar la colilla a la basura

Se cruzó de brazos y se sentó en la cama tranquilamente —no voy a limpiar— dijo encogiéndose de hombros —salta a la vista que yo no me he duchado y tú sí, por lo que tendrán claro quién es el culpable de todo ese estropicio, solo tengo que esperar a que lleguen, estoy deseando verte con la fregona en la mano— dijo con una amplia sonrisa, le gustaba salirse con la suya, no lo podía negar.

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Cuando le dijo eso de que si no podía vivir sin él con ese asqueroso acentito francés, Patrick siseó con la lengua contra el paladar y se puso una mano en el pecho. Uuuh me has pillado, frenchie. Y dio un paso más hacia adelante. Si algo sabía hacer Patrick, era provocar.

Lo vio sentarse en la cama y cruzarse de brazos mientras soltaba esa tonta retahíla. Patrick le imitó la pose en una clave claramente burlona, cruzándose él también de brazos. Ah, ¿no me digas? Le iba a borrar la sonrisita de idiota de un tortazo.

Pues... Yo creo recordar que, como bien decías, tengo una ducha en mi cuarto, ¿por qué iba a ducharme en el cuarto de baño común? Soltó una carcajada de superioridad y, pasándose la lengua por los dientes y sin descruzar los brazos, dio otro paso amenazante hacia el chico, que seguía sentado. La distancia estaba bastante recortada, lo suficiente como para que si el francés se quisiera levantar le costara bastante hacerlo sin tocarle. Es tu palabra contra la mía, chaval. Ladeó la cabeza para mirarle con un puchero hiriente. ¿Qué vas a hacer para convencerles? ¿Comprarles otra botella de vino? ¿Lloriquear? ¿Amenazarles con tocarles el violín hasta la muerte? ¿O colarte en el baño mientras se duchan fingiendo que no lo sabías, a ver si ellos sí se dejan toquetear? Entrecerró los ojos, clavando la mirada en él, y con una sonrisa y un tono desafiante, susurró. Sorpréndeme.

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Aquella pelea ya le estaba pareciendo absurda, Patrick en sí lo era, puede que él un poco también, tenía que admitirlo, no entendía como podían enzarzarse en una bronca con tanta facilidad, estaba claro que se repelían, pero al final, como dos polos opuestos parecían estar destinados a atraerse de una forma u otra.

Suspiró al escucharlo, la verdad es que él estaba seguro de que los otros dos acabarían creyéndole a él antes que a Patrick, a él le gustaba el orden y su compañero era el caos, ¿quién si no habría dejado el baño de aquella forma? así que no estaba preocupado por eso, lo que sí que le consiguió poner nervioso fue que cada vez se acercarse más, sin duda, aquel chico no entendía lo que era el espacio personal, siempre acababa invadiéndolo.

Tragó saliva al sentirse un poco acorralado y echó los brazos hacia atrás para apoyarse en la cama e intentar aumentar la distancia, cosa inútil, pues Patrick se encargó de volver a acortarla. Adrien intentaba concentrarse en sus palabras, pero estaba demasiado cerca, se parecía demasiado a la situación que ya habían protagonizado en la habitación grande y en cuanto se acordó del beso todo se volvió aún más confuso, no pudo evitar fijarse en sus labios, era un poco surrealista que con solo un par de segundos aún pudiese acordarse de su sabor, era algo que le cabreaba bastante y fue eso precisamente lo que le hizo salir de la ensoñación, no iba a dejarse llevar, no con un idiota que lo único que hacía era molestarle a la mínima ocasión, por mucho que su olor recién salido de la ducha estuviese inundando sus fosas nasales, que su sabor siguiese en su cerebro y que su cercanía le acelerase el pulso, aquello no iba a pasar.

Puso las manos en su pecho, para intentar poner algo de distancia, aunque quizás no fue buena idea tocarlo, por lo que enseguida lo empujó un poco y lo soltó rápidamente —con mi palabra basta, ellos también te tienen calado y ahora, hazme el favor de largarte y dejarme en paz— Adrien se conocía lo suficiente para saber que si Gabriel y Ben no ponían un poco de orden, él mismo acabaría limpiando el baño, era débil en ese sentido, no podía evitarlo, la limpieza era una de su larga lista de manías.

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¿Estaba poniendo al francesito nervioso? Podría ser. No iba a negar que no fuera cien por cien lo que estaba pretendiendo. El crío se mantenía en una pose y con una cara que trataba de disimular y aparentar tranquilidad... Pero no era la primera vez que Patrick ponía nervioso a alguien, y a gente con más espíritu que ese canijo. Te voy a comer, chavalín. Pensó mientras le miraba con una sonrisa malvada. Se lo iba a comer... Ya vería como.

Entonces Adrien puso una mano en su pecho para empujarle hacia atrás. Le dio una pequeña oleada de excitación, le dieron ganas de agarrarle de la muñeca para que no le tocara más sin su permiso y enseñarle quién mandaba ahí... Ya vería cómo le daba la lección. Ese crío le estaba poniendo muy, pero que muy nervioso en poquitos días.

¿O qué? Siseó desafiante, dispuesto a dar un nuevo paso hacia delante. Ahí iban a pasar cosas. Ahí podían pasar muchas cosas... Pero entonces escuchó la llave del piso abriendo la puerta, así como dos voces familiares.

Bajó la cabeza y se mordió el labio para tragarse una carcajada. No sabes la suerte que tienes. Musitó. ¿A quién le estaba diciendo eso? Clavó la mirada en él, sin dejar de morderse el labio, y empezó a dirigirse hacia la puerta andando lentamente hacia atrás. Me voy a MI cuarto de baño, antes de que alguien pueda acusarme de algo que no he hecho. Alzó las palmas de las manos en señal de inocencia y, tras soltar una carcajada de superioridad, salió de la habitación.