Here are the new

Lo que se suponía que iba a ser una fiesta de sábado por la noche, acabó en despedida.

Cuando Gabriel y Ben llegaron con pocos minutos de diferencia se encontraron a Adrien y Patrick peleándose, nada nuevo bajo ese techo, parecía un día normal en aquel apartamento, de momento solo habían compartido un puñado de ellos y ya sabían a la perfección de qué pie cojeaba cada uno, lo que no se esperaban era que Ben los reuniese a todos en el salón con una noticia que darles.

Adrien tenía que ser sincero, no sentía lástima por la pérdida, pero sí inquietud, no había conocido lo suficiente al chico como para que su marcha le afectase, si se había reconciliado con su padre y su familia pues se alegraba por él, pero poco más, lo que a él le afectaba era que eso significaba que tendrían un nuevo inquilino, uno que podía ser parecido a Gabriel y aportar algo de clase y calma a aquella casa o ser el extremo contrario y parecerse a Patrick, no se veía con fuerzas para lidiar con dos de ellos, ya tenía bastante con uno. Lo que no se esperaba era que Gabriel tomase el mismo camino, puso una excusa, sí, pero Adrien intuía que era porque se negaba a quedarse solo para lidiar con él y Patrick, le jodía un poco más que se fuese, pues creía que era con el único con el que se podía haber entendido a la larga.

Como los ánimos se quedaron un poco bajos no dudó en ser él quién limpiase el baño, no era momento de otra bronca mientras Ben y Gabriel hacían su maleta y se iban de allí dejándoles las habitaciones libres

El domingo pusieron el anuncio en el periódico y esa misma tarde ya tenían dos interesados, al parecer era un buen barrio para vivir y con un precio más que asequible, por lo que no duró demasiado, pero eso solo consiguió ponerle aún más nervioso. Por la mañana aprovechó para cambiar todas sus pertenencias al que antes era el cuarto de Ben, los nuevos podían pelearse por la habitación pequeña, era lo justo, prefería no tener que pasar por un nuevo sorteo, porque con la suerte que tenía seguro que le volvía a tocar la misma. Pero la mudanza de habitación resultó ser mucho más complicada de lo que había pensado por culpa de Patrick, como siempre.

Y había llegado el lunes y por consiguiente la llegada de los nuevos inquilinos, Adrien llevaba ya medio paquete de tabaco para intentar calmar los nervios mientras esperaba a que los nuevos hiciesen acto de presencia, estaba ansioso por descubrir qué tipo de chicos serían, ahora mismo hasta echaba en falta que Patrick estuviese por ahí molestándole, una buena bronca con él era lo que necesitaba para desahogarse y tranquilizarse.

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Vaya bajona. Ben, el único al que "conocía de antes" (sí, que lo vio liándose con un colega y se quedó con ganas de probar, poco más) se había ido. El Martin Luther King debió entrar en pánico de verse solo con el violinista y el loco de Patrick y decidió tomar el mismo camino. Total, que se había quedado solo con el único al que tenía ganas de tirar por una ventana. O contra el colchón, aún no lo tenía muy claro. Al paso que iban, puede que pasaran ambas cosas, sobre todo si se quedaban solos mucho más tiempo.

Al menos Don Vivaldi había hecho algo bien: poner un anuncio de que se buscaban compañeros. Anda que le había faltado tiempo al cabrón para salir escopetado de la habitación pequeña. A ver cómo le sentaba eso al nuevo que tuviera que quedarse con el cuchitril. Porque eso era otra, ¿cómo serían los nuevos? La parte sensata de Patrick debería pedir que fueran tranquilos y pacíficos, pero ¿desde cuando Patrick tenía parte sensata? Como fueran unos tocapelotas, veía el piso en llamas en apenas días. Ya le extrañaba que no hubiera echado a arder a esas alturas, y solo llevaban unos días.

Se dirigió al salón y, en el balcón, fumando de espaldas, se encontró al francés. Los nuevos debían estar apunto de llegar y Patrick tenía una curiosidad que se moría, pero ese crío seguro que estaba nerviosito perdido. Se recreó unos instantes en mirarle de espaldas, apoyado contra la baranda, y cuando decidió que ya había tenido suficientes buenas vistas por un rato salió al balconcito con él y se apoyó en silencio (por ahora) en la barra, a su lado.

Sin decir ni media palabra, le quitó un cigarro del paquete que tenía en las manos y se lo llevó a la boca, guiñándole un ojo con una sonrisa fruncida contra el cigarro y acercándose un poco a él para que se lo encendiera. Cuando lo hizo, dio una profunda calada sin dejar de mirarle, hasta que giró la cabeza para echar el humo a otro lado. Cerró un poco los ojos, sintiendo el placer de la nicotina danzando por su cuerpo mientras dejaba la vista perdida al frente y decidía que ya había pasado demasiado tiempo en silencio por hoy. ¿Me echabas de menos?

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Se detuvo frente al edificio, se colocó bien sus gafas y resopló un poco mientras dejaba sus cosas en el suelo y sacaba el móvil de su bolsillo para asegurarse de que la dirección era la correcta...
Y eso parecía, que después de dar unas cuantas vueltas de más había conseguido llegar. Bien, bien...

Tenía bastantes expectativas puestas en aquello, el lugar parecía ideal, estaba bien situado, tendría acceso a un ambiente joven que tal vez le dieran inspiración y bueno, parecía un sitio tranquilo, el barrio era agradable, había visto tiendas donde conseguir comida sin tener que alejarse mucho...
Y el dinero estaba bien. Y ahora debía mirar esas cosas porque como no consiguiera terminar su maldita  novela, iba a tener que irse debajo de un puente. Los pequeños inconvenientes de ganar mucho dinero de golpe y querer tener detalles con tu familia.

Pero ese era otro asunto, por el momento tendría tiempo de vivir tranquilo y solo centrarse en escribir. Solo tenía que hacer eso... Centrarse en escribir...
Suspiró y volvió a tomar su mochila y sus cosas, no eran demasiadas, una mochila donde llevaba las cosas de oficina y dos maletas con su ropa y algunos trastos más.

Al entrar al edificio frunció el ceño al encontrar la puerta del portal abierta, vaya... Eso no parecía muy seguro... Aunque no iba a vivir solo, no debía tener miedo a que les asaltaran de noche o algo así...
El ascensor o no funcionaba o estaba ocupado, acabo subiendo a pie.
Volvió a dejar las cosas en el suelo, se adecentó y resopló, quería verse bien para causar buena impresión. Sacó un par de toallitas del bolsillo para limpiarse las manos y con un empujoncito tocó al timbre.

Allí estaba... Y esperaba que todo saliera bien.
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Aquello despedía un aroma desagradable por los cuatro costados, y no se refería al cubo de basura a rebosar que descansaba en la acera de enfrente esperando que alguien decidiese arrojar una bolsa más para ponerse a hacer malabares sino a la situación. ¿Un apartamento de cuatro dormitorios a la altura del Bridge Park, por semejante precio? Debía tratarse de un fraude. Tal vez su propietario utilizase el alquiler para blanquear dinero, o tal vez fuesen los propios inquilinos quienes hubieran convertido el alojamiento en un comercio de drogas. En tal caso, se contendría de advertir a la Metropolitana, siempre que no lo involucrasen.

Un tal «Adrien» había insistido en que podía trasladar su equipaje aquel mismo día, pero Alexis tan solo llevaba encima una mochila. Había sonado joven por teléfono, sin embargo nadie le aseguraba que no fuese un pervertido que buscaba alguien a quien prostituir, de ahí el alquiler casi irrisorio. Prefería comprobarlo con sus propios ojos.

Empujó la puerta con el hombro, dirigiéndose a la escalera sin molestarse en llamar al ascensor, estos nunca funcionaban —o no lo hacían en su distrito— y en el rellano del piso que le habían indicado, tropezó con otro joven. Lo observó con los ojos entrecerrados, evaluándolo indiscretamente con la mirada; no sabía decir si parecía un chiflado o no. Por lo menos no se trataba de un hombre de mediana edad y apariencia desesperada. Aunque, bien pensado, si podría ser el amante. —¿Vives aquí? —Preguntó con cautela, antes de que la puerta entreabierta revelase a los otros inquilinos.

Sus compañeros de apartamento.

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Puso los ojos en blanco en cuanto Patrick llegó a su lado, al menos se había dignado a darle la bienvenida a los nuevos, conociéndolo había esperado que no se levantase hasta las doce de la mañana, seguramente fuese solo por la curiosidad de conocer a los chicos, pero se alegraba, no habría podido enfrentarse solo a la presentación.

Soltó un bufido y apagó la colilla en la barandilla del balcón para luego meterla en el bolsillo de su pantalón, la tiraría más tarde —claro que sí Patrisse, todos los días de mi vida— ironizó justo antes de salir del balcón.

Echó un vistazo rápido al salón y movió un poco la mesa para que estuviese justo en su sitio, quería dar una buena imagen, con Ben y Gabriel había empezado fatal y no estaba dispuesto a que le pasase lo mismo con los nuevos, más le valía tener a alguien de su parte en aquel piso, si no la convivencia iba a ser insoportable.

Dio un brinco cuando sonó el timbre y no tardó ni medio segundo en ir a abrir la puerta —pasad, pasad, estáis en vuestra casa— invitó apartándose, sí, sabía que lo lógico es que hubiesen hecho un par de entrevistas antes de dejar que entrasen a vivir allí dos auténticos desconocidos, pero había temido que si dejaban pasar muchos días acabaría asesinando a Patrick, por lo que le había parecido la mejor solución.

—Adrien— se presentó estrechando la mano —el otro— dijo haciendo un movimiento de cabeza hacia Patrick —¿queréis ver la casa? las dos primeras habitaciones son las vuestras, podéis elegir la que queráis— miró a Patrick de reojo, esperando que tuviese su bocaza cerrada, tal y como habían quedado.

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Eso ya lo sabía yo. Le contestó con una amplia sonrisa de superioridad mientras giraba la cara para mirarle salir del balcón. Ese francés... Bueno, mejor se ahorraba decir lo que estaba pensando, pero en definitiva podía resumirse en qué lástima que estuvieran esperando visita. Soltó una muda carcajada socarrona y volvió a mirar por el balcón, fumando con parsimonia mientras el otro hacía lo que tuviera que hacer. El sonido del timbre le sacó de sus pensamientos. Apuró con una honda calada el cigarro, lo apagó contra la baranda y lo tiró por el balcón. Esa colilla ya no era problema suyo. Espantó el humo y entró de nuevo en la casa al tiempo de ver al francés dándoselas de buen anfitrión. Qué gracioso, con la que había liado el hijo de puta el primer día.

Se quedó con las manos en jarra en el salón, pasándose la lengua por los dientes con una sonrisa malévola mientras veía adentrarse a los que serían sus nuevos compañeros. Parecían Epi y Blas, uno muy largo y el otro un niñito. Y el francés que parecía un metre de hotel, le faltaba ofrecerles té con pastas. Cómo se estaba riendo por dentro. No sabían esos dos la que se les venía encima con el niño del violín... Y con él, claro.

Dio un paso sonriendo para presentarse cuando Don Vivaldi lo presentó como "el otro". Le miró con el ceño fruncido. Tss. Y volvió a dirigirse a sus nuevos compañeros. No le hagáis caso, tiene la cabeza llena de pentagramas. Estrechó la mano de ambos chicos mientras se presentaba. Soy Patrick. El dato que a mi compañero se le está pasando comentar es que una de las habitaciones es bastante más pequeña que la otra. Tamaño ratoncito francés. Pero Ratatouille no ha querido quedársela. Miró a Adrien con los ojos entrecerrados y se dirigió a las habitaciones. Seguidme. ¿Necesitáis ayuda con el equipaje? Se giró de nuevo sobre sí mismo y señaló al más pequeño. Aunque tú solo traes una mochililla por lo que veo. Ya sabemos quién va para la pequeña.

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Dio un pequeño saltito, de esos de levantar los talones pero mantener la punta de los pies firme en el suelo mientras esperaba a que abriera la puerta.
En aquello, se giró al escuchar a un chico dirigirse a él. No le dio tiempo a abrir la boca, porque en cuanto iba a hacerlo la puerta se abrió con un chico que les invitó a entrar de forma efusiva.
Mucha gente, mucha información... Aquello fue todo lo que pensó Max en ese entonces. ¿Además entraba otro chico más?
Bueno, calma... El lugar era bonito, al menos...

—Max.— Comentó, Adrien y Patrick, parecía que no se llevaban muy bien... En fin. Sacó una toallita de su bolsillo para lavarse las manos una vez hubo saludado a los dos y miró un poco la casa por encima. Pues se veía bien... Era bonita, tenía un balcón... Aunque.—¿Siempre está tan desordenada?— Preguntó, aunque por la mirada que le echaron... O no estaba desordenada para una persona normal o era muy descortés preguntarlo en cuanto habías puesto un pie en la casa.

—Perdonad, perdonad...— Dijo levantando un poco las manos, algo nervioso. Porque aquello debía salir bien... No encontraría otra casa allí por ese precio.—Yo no necesito mucho espacio, tiene al menos una cama y un escritorio... ¿No?—Que menos, ya que no había entrado con muy buen pie, no quería tener una disputa con el chico que había llegado nuevo también, además las confrontaciones no se le daban bien... al menos no si iba sobrio, y de momento iba muy sobrio.

—Hay... ¿Algún tipo de norma? Horarios... Limpieza...— Preguntó, teniendo la sensación que cuanto más abría la boca más raro se veía.—¿No?
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No sabía si sentirse aliviado o decepcionado. ¿Eso era todo? ¿Sin trampas? ¿Sin trucos? ¿Ni siquiera un conejo en una chistera? Los dos jóvenes parecían el tipo de impertinentes con los que nunca habría tenido relación en la universidad y el tercero aparentaba estar incluso más desconcertado que él. Por suerte para Alexis, no tenía intención de malgastar su tiempo con ellos. La única razón por la que se había molestado en buscar un alquiler en aquella zona era por su cercanía al Hospital Central de Brooklyn.

«Estáis en vuestra casa», mencionó el joven que les había abierto la puerta, posiblemente tratando de ser amable. Alexis no pudo evitar puntualizar entre dientes—. Literalmente. —A fin de cuentas, aquella sería su residencia tanto como la de él. Aunque su paso por ella se resumiría a escasas horas de sueño y un par de duchas diarias. Los infernales turnos en la clínica y el horario de biblioteca apenas le dejaban unos minutos de libertad.

—Alexis. —Se presentó, tomando la mano de ambos inquilinos con toda la cortesía de la que fue capaz, lo cual tampoco decía mucho a su favor—. El resto de mis cosas llegarán mañana. —Enarcó una ceja ante la mención de su equipaje—. Hay que ser muy idiota o un poco camicace para meterte en un apartamento con un montón de desconocidos el primer día, en pleno Nueva York. —Y se apresuró a añadir, por si alguien se había dado por aludido—. Sin ofender.

Estuvo cerca de ofrecerse como el sacrificado al que no le importaba el espacio pero el joven de los rizos se le adelantó, de modo que encogió los hombros en respuesta. Se quedaría con el dormitorio restante, entonces—. ¿Es por aquí? —Preguntó, señalando el estrecho corredor.

Esperaba fervientemente que sus compañeros les aclarasen que podían hacer y deshacer a su antojo y casi fulminó con la mirada al otro cuando lo escuchó.

¿Horarios? ¿Qué le pasaba, tenía complejo de ciudadano oprimido?

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Puso los ojos en blanco, como cada vez que Patrick decidía abrir la boca, pero enseguida temió que no cumpliese con lo que había dicho y se fuese de la lengua, no quería que sus nuevos compañeros supiesen que él se quedaba antes en la habitación pequeña, lo último que le apetecía era que le mandasen allí de vuelta ahora que por fin tenía una habitación decente, con una ventana al exterior y en la que podía componer a gusto.

Le lanzó una mirada de advertencia a Patrick, que por suerte decidió cambiar de conversación, por lo que sus hombros se relajaron por fin y se centró en las nuevas incorporaciones, intentando analizarlos para ver de qué pie cojeaba cada uno de ellos.

Miró a Max con interés y no pudo evitar medio sonreír, por fin alguien que querría limpieza y organización como él, vale, quizás lo llevaba al extremo, pero Adrien no se iba a quejar, mucho menos después de haber convivido con Patrick —culpa de este— lo señaló y luego negó con la cabeza —solo llevamos aquí una semana y bueno, no hemos conseguido ponernos de acuerdo en muchas cosas, pero sí, tenemos que poner unas normas claras de convivencia y que todos las cumplamos, yo tampoco puedo vivir rodeado de este desorden—.

El otro chico, en cambio, no le agradó mucho a simple vista, no parecía ser muy amable y sí, lo pretendiese o no, ofendía igualmente, pero se forzó a sí mismo a darle una oportunidad, necesitaba aliados, los iba a conseguir —sí— se adelantó por el pasillo y abrió ambas habitaciones —el baño está al final, hay otro, pero en la habitación de Patrick, así que imagino que este nos lo tendremos que quedar nosotros tres— bien podía fastidiarse Patrick si el suyo era más pequeño, al menos no tendría que compartirlo con nadie más.

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Max y Alexis. Bueno, por ahora, hasta que les buscara un mote mejor. Alzó las cejas y se quedó mirando al tal Max tratando de disimular las ganas de soltar una carcajada cuando dijo eso de que la casa "estaba muy desordenada". Después de que el francés se hubiera pasado la mañana tratando de ordenarlo todo. Esto promete...

Giró la vista hacia él para ver por dónde empezaba a estallar pero el crío le echó las culpas. Negó con la cabeza poniendo los ojos en blanco, no se iba a molestar en desmentir eso, ciertamente. ¡Que le perdonaran todos si no era un maniático del orden hasta el punto de entrar el colapso si había algo un milímetro separado de su sitio! ¡O un poquito de polvo! ¡O un montón de ropa sucia en el suelo! Tss, minucias.

El otro abrió la boca para decir esa tontada pretenciosa de que "quién se metía en una casa el primer día con el equipaje". O eficiente. Contestó él. A mí me parece un poco estúpido dar dos o tres vueltas pudiendo mudarte solo en una. Esbozó una sonrisa falsa, con los labios fruncidos. No te ofendas. Le estaba viendo la carita al niño francés. Ah, de repente ya no soy yo el más desagradable de la casa, ¿verdad, frenchie?

Miró a los chicos con una sonrisilla de sobrado y balanceándose de los talones a las puntas de los pies. Correcto. Pero no me importa compartirlo con quien se porte bien. Y miró al tal Max de arriba a abajo de una forma bastante descarada. Mejor ir viendo de qué pie cojeaba cada uno desde primera hora. Con este baño hay que tener un poquito de cuidado, eso sí. A veces mientras te estás duchando se cuela gente, ¿verdad Adrien? Le miró y luego volvió a dirigirse a los chicos, haciendo un gesto con la mano como si hubiera dicho algo irrelevante. Nah, pero no os preocupéis. Si se mancha algo luego lo limpia.

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Adrien, Patrick, Alexis... Repitió los nombres en su cabeza porque iban a ser sus compañeros de piso, al parecer. Muy concurrido, demasiada gente, cuadrar horarios con tantas personas era muy complicado y eso empezó a hacerle respirar un tanto más agitado.
Ah... para eso había quedado... ¡Era un escritor con un best seller! Pero su editor había insistido que salir de su habitación y tener contacto con alguien más le vendría bien para tomar ideas para sus escritos parados por su falta de inspiración...
Para que fueran más realistas.

Así que tenía a un chico que acababa de llegar pero creía que era una locura mudarse de la nada sin conocerles, a un chico desordenado que se colaba en baños ajenos, y al menos uno que parecía interesado en limpiar y organizar las cosas...
Ai... Pues qué bien... Sonrió de forma nerviosa y se frotó el brazo algo tenso, empezaba a dudar que fuera buena idea.

—Lo de los baños... No... no me gusta mucho compartir ese tipo de espacios si los estoy usando...— Comentó, sin saber si estaban hablando en serio, pero por si a caso.
Si, tenía que ser una broma, esperaba...

—¿Quién lo limpia?— Preguntó al tal Patrick, tal vez tenían algún tipo de servicio de limpieza, eso estaba bien... Aunque lo que le preocupaba en realidad más era saber que solo llevaban una semana y no había implementado un sistema.—Las... Compras, la distribución de la cocina y los armarios... ¿Todo eso está claro?— Comentó, necesitaba saber cuál iba a ser su espacio, claro.
El departamento era bastante amplio, pero iban a convivir cuatro personas... Su editor había perdido el juicio. ¡Ahí no iba a poder inspirarse nada!

—Estaría bien saber vuestros horarios, para saber cuando se espera que se abra la puerta y... ¿Las visitas? ¿Están permitidas? Esto no se pone muy concurrido... ¿No?— Les miró a todos, tal vez estaba haciendo demasiadas preguntas pero para él era lo básico teniendo en cuenta que iban a convivir.—¿No?
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El matón de instituto no parecía ser el tipo de persona adecuada para hablar de «eficiencia», a ojos de Alexis. Si tuviera que adivinar, apostaría porque no había tenido un solo empleo en toda su vida, o quizás sí, como enchufado de papá. Posiblemente se hubiese conformado con dar un par de pataditas a un balón y sobrevivir a base de ser un parásito de su propia sociedad. —Existen los taxis, quarterback. —Lo observó extrañado, ¿cuánto llevaba por allí para no haber tomado ninguno? Tal vez prefería presumir de un Rolls-Royce de segunda mano. No le sorprendería—. Son amarillos y salen en todas las películas de Woody Allen. Deberías probarlos.

El joven que los había recibido no parecía una persona menos clasista, al menos a simple vista. Europeo, pero no procedente de la vieja Europa como la mayor parte de los inmigrantes de Queens, incluida la familia de Alexis. Jugaba en otra liga. La de los destinos turísticos predilectos de los ciudadanos estadounidenses. ¿Se atrevía a seguir profetizando? Le habían pagado un año en el extranjero para «aprender el idioma» que él se tomaría como sabático. Típico.  

—Sin problema. —Le respondió al francés, a la vez que el obsesionado del orden mostraba su disconformidad por tener que compartir cuarto de baño—. Somos cuatro y tenemos dos baños. ¿Qué pretendes hacer, ducharte en el balcón con una manguera? —Alzó los ojos al cielo. Como mínimo, tendría que enfrentarse a algún que otro cargo por escándalo público. Brooklyn no era precisamente el paradigma de lo liberal.

Aquella conversación comenzaba a tomar la forma de un bucle cíclico, de modo que Alexis pasó por delante de sus compañeros y reclamó el dormitorio más espacioso de los dos vacíos dejando caer su mochila sobre el colchón.

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Puso los ojos en blanco, como cada vez que Puso los ojos en blanco al escuchar a Patrick, no podía evitarlo, es que era abrir la boca y sentir ganas de ponerle un esparadrapo en ella —eso no habría ocurrido si te hubieses duchado en tu maldito cuarto de baño— se quejó elevando un poco el tono de voz y dándose cuenta enseguida de que estaba a punto de montar un numerito delante de los nuevos, por lo que intentó tranquilizarse —no le hagáis ni caso, por favor, os daréis cuenta pronto de que es lo mejor que podéis hacer— se encogió de hombros e intentó prestarle atención a Max, no le hacía falta ser un lince para darse cuenta de que Alexis no iba a ser un aliado, ni mucho menos, el chico parecía tan peleón como lo podían ser él mismo o Patrick, el único que podría poner un poco de calma en aquella casa de locos era el del pelo rizado, al menos rezaba por ello y eso que no era creyente.

De hecho no pudo evitar que el chico le diese un poco de ternura, se le veía nervioso y sintió ganas de hacérselo un poco más fácil, algo que habría agradecido que hiciesen con él en su primer día allí —tranquilo, nos vamos a organizar, de hecho creo que deberíamos dejar hoy los términos más o menos claros— algo le decía que como lo dejasen luego no iban a estar por la labor de volver a reunirse los cuatro, cada uno tenía su vida y sería difícil cuadrar horarios —al menos los turnos de limpieza, no puede ser que unos lo recojamos todo y otros se limiten a tocar las narices y sí, va por ti— señaló a Patrick mientras veía como Alexis ya se adueñaba de una de las habitaciones medianas, lo sentía por Max, le había tocado el cuchitril y él, por experiencia propia, sabía lo difícil que era hacer vida allí —creo que lo más fácil sería hacerlo por semanas— sí, puede que fuese demasiada tarea para uno solo, pero estaba seguro de que así habría menos discusiones —en cuanto al espacio podéis escoger el que queráis— se encogió de hombros, cuando estaba en casa intentaba no salir de su habitación, porque estaba allí principalmente para componer o ensayar, por lo que no solía estar demasiado en los sitios comunes, ahí le daba lo mismo lo que le tocase, él ya estaba contento con su habitación nueva y nadie podía amargarle.

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Se cruzó de brazos y miró al crío nuevo, el tal Alexis, cuando le respondió de esa forma. ¿En qué momento he dicho que tuvieras que dar las vueltas andando, lumbreras? Tú sí que eres una película de Woody Allen. Sí que entraba con buen pie el crío, tocándole los cojones. Que diera las gracias a que no era un quarterback de verdad, o ya habría perdido todos los dientes. No lo descartaba, de todas formas.

Siguió mirándole desafiante mientras los otros dos cambiaban de tema hablando de nuevo de la puta limpieza. Madre del amor hermoso, qué obsesión. Él prefirió quedarse clavando la vista en el mocoso número dos que se las traía de listo deseando un pretexto para encararse con él. Hasta que oyó referencias a su persona por parte del mocoso número uno.

Alzó los brazos a media altura mirando al francés. ¿Pero qué he hecho yo ahora? Volvió a dejarlos caer y dirigió la vista al tal Max. Venga, de acuerdo. Dejemos hechos los turnos. Dio una palmada y se frotó las manos, mirando con los ojos entrecerrados al violinista. A ver si cierto llorica deja ya de quejarse. Que sepáis que esto es lo que os espera, para que veáis lo que tengo que aguantar.

Soltó un bufido desdeñoso. ¿Esa es tu organización? ¿Que cada uno de nosotros se mate haciendo el trabajo de todos una semana entera? Se colocó las manos en las caderas y se puso con actitud chulesca frente a Adrien. Claro que sí, campeón. Y cuando tú tengas un examen de flauta y te toque a ti, dejamos que nos coma la mierda, ¿no? Negó con la cabeza. Ni de coña. Yo voto porque cada actividad la haga uno siempre, y así no nos perdemos. Y si no hay leche, sabemos a quien culpar, y si el váter está hecho una ciénaga, también. Entrecerró los ojos. Porque tú eres muy listo y vas a aprovechar para hacer que nos comamos los demás todos tus marrones y salir indemne en tu semana. Miró a los otros dos. En serio, hacedme caso a mí. Este las mata callando.

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Algo se había mal interpretado de lo que había dicho, tampoco le sorprendía porque... bueno, no era muy elocuente cuando estaba nervioso, y estaba un poco nervioso, no le gustaban los lugares que no había visitado antes o que no controlaba, sobre todo si pertenecían a alguien más, y aunque fuera a ser su casa todavía no la sentía como tal, como el lugar seguo.

—Oh... no tengo problemas con compartir baño, lo que no querría es... que alguien entrara mientras estoy en él...— Como había comentado Patrick que había pasado. O al menos eso había entendido... Tal vez estaba equivocándose él, después de todo... O solo fuera una broma. A veces le costaba pillarlas.

Le animó y tranquilizó saber que al menos Adrien estaba dispuesto a hacer turnos de limpieza. Bien... Todo limpito. Se había acostumbrado a tener asistenta pero... Limpiar no le hacía mal a nadie. Las cosas limpias y ordenadas ayudaban a la concentración...
Aunque cuando mencionó lo de una semana cada uno, Patrick lo rebatió y lo cierto era que los argumentos sonaban bastante convincentes...
El problema era que los estaba mirando como si no estuvieran allí, se llamaban llorica y... lo que tenía que aguantar, frases que empezaron a aumentar el estrés de Max.

—Examen de flauta...— Miró un momento a Alexis... ¿Dónde se habían metido?—Ahm... Lo de poder saber quién no ha hecho su tarea está bien pero... es difícil ser equitativo, no es lo mismo limpiar los platos que el baño, el baño debería... limpiarlo cada uno después de usarlo... Insisto en ello.— Comentó, sobretodo si iban a ser tres compartiéndolo.
¡No había caído tan bajo para tener que limpiar la mierda—literal—de nadie! ¿Verdad...?

—Porque... Si cada uno mantiene sus cosas recogidas y limpia lo que usa, ¿Y contratamos a personal que se encargue de la limpieza a fondo una vez a la semana?— Al fin y al cabo, nadie limpiaba como un profesional, después de todo.

—Y... la nevera y los armarios los podemos dividir por estantes, somos cuatro y... somos muchos. Puedo etiquetarlos con nuestros nombres.— Al menos eso lo había visto en algunas películas.
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—No os preocupéis, no vais a tener oportunidad de molestarme. No paso mucho por casa. —Aunque si aquella afirmación resultaba ser remotamente cierta, alguien terminaría tragándose dicha flauta, sin dobles sentidos. Tenía que cubrir varias noches a la semana, de modo que esperaba poder permitirse descansar como mínimo hasta mediodía. No era tanto pedir.

En cuanto a él, lo cierto era que no hacía ruido, ni ocupaba espacio. No tendrían encontronazos por su parte si se limitaban a respetar su privacidad y sus objetos personales. No le importaba demasiado que fueran unos imbéciles —lo cual, basándose en su primera impresión, no se hallaba lejos de la realidad—.

Dejó algunos de los tomos que llevaba consigo en la pequeña estantería que se encontraba encima del que había reclamado como su escritorio y mientras los colocaba, escuchó a sus compañeros debatir muy poco educadamente acerca de las tareas de cada uno. ¿Debían estar de broma, verdad? Él no tenía intención de hacerse cargo de una pila de platos o de ropa sucia porque uno de ellos, de repente, hubiera decidido que era más sencillo observar cómo los demás trabajaban mientras él, ¿qué? ¿Sacaba la bolsa de basura al contenedor de la calle de enfrente?

—Estoy de acuerdo con él. —Anunció al salir, señalando al otro novato con el mentón—. Cada uno se encarga de sus cosas. —En aquello, no pensaba dar su brazo a torcer. Si querían llamar, además, a una empresa de limpieza por alguna extraña rareza o alergia o porque no confiaban en el resto era secundario. Pagaría su parte al mes y se desentendería.

Rebuscó por el vestíbulo un colgador, un cuenco o cualquier cosa que pudiera contener un juego de llaves de sobra y cuando lo encontró, tomó las que suponía que le pertenecían a él. —No puedo quedarme. Tengo que estar en el hospital dentro de... media hora. Espero que lo hayáis solucionado para cuando vuelva.—Aclaró, saliendo por la puerta y dejándolos, posiblemente, con la palabra en la boca.

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—Violín— gruñó de mala gana a Patrick, odiaba cuando cambiaba el instrumento al que dedicaba su vida, como si fuese algo demasiado insignificante como para acordarse, cuando básicamente lo era todo para él. Levantó una ceja mientras escuchaba su genial idea, vale, puede que la suya no hubiese sido la más acertada, ¿pero en serio? —estás de coña ¿no? ¿y cuál será tu gran tarea? ¿abrir las ventanas y airear el piso? no me hagas reír, anda— con eso solo conseguirían que trabajasen ellos y él se tocase las narices, como si lo estuviese viendo vaya.

No pudo evitar sonrojarse un poco por las palabras de Max, por culpa del idiota de Patrick ahora estaba quedando como una especie de pervertido que se metía al baño mientras estaba ocupado, qué ganas de matarlo, de verdad —no, fue un malentendido, pero lo mejor será que la persona que esté dentro eche el pestillo, para que no ocurra ese tipo de cosas— y sobre todo que Patrick dejase de usar el baño común.

Se alegró inmediatamente al escuchar que Alexis no estaría mucho por casa, no podía decir que el chico le había caído bien, había sido borde y engreído y de eso ya había demasiado por el piso.

—Está bien, me parece buena idea, cada uno se hace cargo de sus cosas y podemos pagar para que limpien una vez a la semana— entre los cuatro no creía que supusiese una gran cantidad de dinero, se lo podrían permitir.

No le dio tiempo a despedirse antes de que Alexis se fuese, así que se giró hacia Max, ignorando deliberadamente a Patrick —puedes ser el primero en elegir los estantes y lo que creas necesario, no te preocupes, instálate cómodamente— medio sonrió.

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Sí, bueno, cacharro que hace ruido. Dijo al aire de forma desdeñosa ante la corrección de Adrien sobre el instrumento que tocaba, como si él no lo supiera ya de sobra y solo estuviera diciendo eso para provocarle. Te puedo airear a ti las sábanas, ¿eso te parecería mejor? Insistió en su afán de molestar al francés, mirándolo con los ojos entrecerrados, con ganas de pelea otra vez. Cómo adoraba pinchar a ese crío, era tan fácil.

Yaaa, un malentendido. Dijo con una risita de vacile que sabía que herviría la sangre del otro. En fin, sea como fuere y dado que tengo mi propio cuarto de baño, no os preocupéis que yo me las ingenio allí solo. Porque ni de coña se iba a poner a limpiarlo cada vez que entrara a mear, ¿estamos locos? Si ese pirado de los rizos quería pasarse el día fregando porque no tenía nada mejor que hacer, allá él. Con él que no contase.

El cuarto en discordia, que no paraba de moverse y pasar de ellos como de la mierda, en seguida agarró unas llaves con todas las confianzas del mundo y salió de allí dándoselas de importante. Patrick se quedó mirando la ausencia que había dejado tras la puerta como si siguiera allí, con cara de asco. Yo sí que te voy a mandar al hospital. Musitó por lo bajo. Menudo imbécil. Mejor que no se cruzaran demasiado, desde luego.

Cuando dejó de fantasear con darle una hostia al tal Alexis, se giró hacia los otros dos y se encontró al frenchie poniéndole sonrisitas al nuevo y ofreciéndole los estantes. Madre mía, lo que había que ver, el crío poniéndose cachondo con Don Limpio. ¿Os dejo solos? Preguntó con sorna. Puso los ojos en blanco y suspiró, hastiado ya de esa situación tan ridícula. Bueno, como ya parece todo más que aclarado, yo me voy a pirar. Pasó por el lado del tal Max y le dio un par de sonoras palmadas en el hombro. Aprovecha ahora que está de buen humor, no es lo habitual. Le dedicó un guiño al francesito y, antes de que pudieran contestarle, ya estaba de camino a la puerta. Necesitaba tomar el aire. ¡Que os cunda el planning de limpieza!

Here's the new

Oh... Pues resultaba que no era una flauta, menos mal... Porque el sonido de la flauta iba a ponerle muy nervioso y lo último que necesitaba era eso, ponerse más nervioso aún de lo que ya estaba últimamente por él solo... Tocaba un violín...
Oh... ¡Eso era tan romántico! Quedaría perfecto en una novela, el chico francés del violín... Podría anotarlo, porque no habría forma de adaptarlo al manuscrito que tenía que escribir...

—Gracias.—Le dijo a Alexis cuando le apoyó en lo de que cada uno limpiase lo suyo, aunque estaba seguro que eso le dejaba en desventaja porque su concepto de limpieza era mayor que el del resto, pero si quitaban lo básico de la cocina y alguien profesional se encargaba de lo gordo y de desinfectar... Estaría bien.
Y no pudo evitar sonreír cuando vio que todos parecían estar de acuerdo con aquello. Bueno, Patrick no dijo que si... Pero tampoco dijo que no.

El chico que llegó cuando él acabó marchándose, habría preferido que se quedara para poder repartir de forma equitativa pero...
Había elegido la habitación, así que, tampoco era injusto del todo. Levantó la mano para despedirse de él aunque ya se había ido.

—Oh... eres muy amable con lo del estante...— Volvió a observarles a los dos, antes de que Patrick se fuera, no pudo evitar percibir cierta tensión...
¿Esos dos...? Oh, no debía apresurarse... No podía ver historias de amor por todas partes solo porque estuviera escribiendo una.

—Pues... con permiso, escogeré la estantería. Muy amables.— Dijo sonriente. Bueno... Pues no había ido tan mal... ¿No?
Si no le salía su novela siempre podía cambiarse de género y relatar aquella llegada a su nuevo piso compartido. Seguro que nadie se la creía.
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Here are the new

Por un momento se alegró de que el tal Alexis fuese tan borde, quizás así Patrick se centraba en molestarle y se olvidaba de él, porque de verdad que ya no soportaba más sus comentarios.

Se limitó a fulminarlo con la mirada cuando hizo la típica bromita, sí, Max le había caído bien, el único en esa maldita casa de locos, parecía un chico agradable, ordenado, limpio, si hasta le consideraba amable, ¿qué más le podía pedir? bueno, sí, que no le echase la bronca por ensayar tantas horas diarias, que tuviese el buen gusto suficiente como para apreciar su música y no aborrecerla, eso le encantaría.

—Tranquilo, por aquí nadie te echará de menos— sonrió de forma sarcástica y luego suspiró girándose de nuevo hacia Max —genial, tienes las llaves ahí, ponte cómodo— dijo señalando al mismo lugar del que Alexis había cogido las suyas, quedándose luego solo en el salón.

Recogió un poco más, sin poder evitarlo y luego se marchó a su habitación para intentar componer un poco.