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A million dreamsfor the world we're gonna make
Original | Épocas Pasadas | Años 50
Muchas publicaciones hablan de Bonnie Lambert, apreciada actriz de Hollywood, pero muy pocos saben que hace poco más de un año trajo consigo a la ciudad a su hermana Annalee. La pequeña de los Lambert llegó con la ilusión de convertirse en guionista, muchas ideas e historias en su cabeza.
Pero aunque la sociedad de las grandes estrellas parece mucho más avanzada, los principios por los que se rige son tan o más corruptos que fuera y las mujeres siguen teniendo pocas o ninguna oportunidad de prosperar.
Gracias a su hermana consiguió trabajo en una oficina de guionistas, donde la acogieron con alegría y apreciaban su trabajo. No obstante, hasta el momento todo lo que ha publicado ha llevado el nombre de su jefe y ella ha figurado como simple ayudante, cuando lo ha hecho.
Jack Avery, el jefe de Annie, hace no tanto era uno de los guionistas mejor valorados de Hollywood, pero la gallina de los huevos de oro perdió a su musa en algún momento y no ha vuelto a ser el mismo. Gracias a la chica nueva los éxitos vuelven a llegarle. Esa mente creativa ha conseguido cautivarle y la idea de que pueda marcharse para trabajar en solitario o con quienes la permitan poner su nombre en los guiones se le hace insoportable.
¿Podrían llegar a un acuerdo? ¿Utilizará su influencia en su favor o contra ella? ¿Le molesta perder sus ideas brillantes o hay algo más?
Cojan las palomitas y siéntense, la película está a punto de comenzar.
Pero aunque la sociedad de las grandes estrellas parece mucho más avanzada, los principios por los que se rige son tan o más corruptos que fuera y las mujeres siguen teniendo pocas o ninguna oportunidad de prosperar.
Gracias a su hermana consiguió trabajo en una oficina de guionistas, donde la acogieron con alegría y apreciaban su trabajo. No obstante, hasta el momento todo lo que ha publicado ha llevado el nombre de su jefe y ella ha figurado como simple ayudante, cuando lo ha hecho.
Jack Avery, el jefe de Annie, hace no tanto era uno de los guionistas mejor valorados de Hollywood, pero la gallina de los huevos de oro perdió a su musa en algún momento y no ha vuelto a ser el mismo. Gracias a la chica nueva los éxitos vuelven a llegarle. Esa mente creativa ha conseguido cautivarle y la idea de que pueda marcharse para trabajar en solitario o con quienes la permitan poner su nombre en los guiones se le hace insoportable.
¿Podrían llegar a un acuerdo? ¿Utilizará su influencia en su favor o contra ella? ¿Le molesta perder sus ideas brillantes o hay algo más?
Cojan las palomitas y siéntense, la película está a punto de comenzar.
Jack Avery Guionista - Enver Gjokaj - Mahariel |
Annalee "Annie" Lambert Guionista - Daisy Ridley - Timelady |
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¡Pop!
El corcho salió disparado hacia el techo. La espuma ascendio de manera súbita y se derramó sobre la alfombra.
— ¡Por nosotros! — Jack alzó la botella, con una sonrisa de oreja a oreja, y le dio un pequeño sorbo. No tomó nada más que pequeñas burbujas de champán. Al explotar, le dejaron un leve cosquilleo en los labios. Sirvió la bebida en las copas de sus compañeros. Cuando sostuvo la suya propia entre los dedos, observó su contenido. Tiempo atrás, el oro y la espuma eran tan habituales en su despacho como lo había sido el café en cualquier otra oficina. Los éxitos se convirtieron en rutina. Avery se codeó con las más brillantes estrellas de Hollywood. Cuando llegó la oscuridad, trajo consigo el olvido. Los lujos que antes eran lo habitual se convirtieron en recuerdos, ensoñaciones. — Nuestro guión ha sido aceptado. Tendremos que trabajar duro para desarrollarlo, pero esta noche es nuestra — Julia, su secretaria, una belleza rubia de ojos claros y labios rojos, le dirigió una sonrisa cómplice —. Volveremos a ser los mejores guionistas de Hollywood, chicos. No lo dudéis.
Los trabajadores brindaron. Sus voces se entremezclaron con la música de la radio. Algunos charlaban sobre el proyecto. Otros, sobre sus vidas privadas. Una pareja comenzó a bailar tras terminar sus respectivas bebidas. Julia se había sentado sobre la mesa de Jack. Sus pies, que colgaban sobre el suelo, se movían al ritmo de la música. Tenía una sonrisa contagiosa y la vitalidad propia de una muchacha de su edad. Avery apreciaba tenerla a su lado. Le hacía olvidar los años que habían pasado.
— Echaba de menos el sabor de la victoria, ¿sabes?
— Oh, Avery, seguro que después de este éxito, vendrán muchos más.
— ¿Tú crees? — ladeó una sonrisa.
— Estoy convencida de ello — asintió. Ambos miraron al resto. Era difícil no sentirse optimista. Jack dio un último sorbo a su copa y se levantó de su silla.
— Voy a por otra copa.
Fue a la mesa donde había dejado la botella. Cuando virtió el champán sobre su copa, vio a su ayudante sentada en un escritorio cercano y se acercó a ella. En su rostro no vio la alegría que sí pintaba las caras del resto de trabajadores de la oficina. Era una mujer formal, sí, pero la idea que habían enviado a Hollywood había sido de su invención. Debería estar dando saltos de alegría y, sin embargo, no lo hacía. Avery se apoyó sobre la mesa.
— ¿No bebes, Anita? — señaló con un gesto la copa de la joven, que aún seguía llena de un champán que ya había perdido casi todas sus burbujas.
CAPÍTULO I. TINTA Y CHAMPÁN.
CON ANNIE . EN EL ESTUDIO . DE NOCHE
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La noticia había llegado en una de las últimas llamadas de la tarde. Una de las ideas de la oficina había sido escogida por una productora para convertirse en un proyecto.
Annie estaba contenta, claro. Esa idea, el borrador, todo lo que había hecho que se decidieran por hacerla, había salido de ella. Pero no había sido su teléfono el que había sonado. Y eso hacía que el éxito para ella fuera amargo.
Porque debía acostumbrarse, su nombre no llegaría a los carteles, ni a la prensa. Ni siquiera es que hubiera querido nunca ese reconocimiento. Eso pertenecía más a Jessie, o a Bonnie como todos la conocían allí.
Pero aún faltaba mucho para que pudiera dejar de lado ese sentimiento de que le estaban robando su propio éxito y limitarse a celebrar y alegrarse porque el proyecto fuera a ver la luz algún día. Y no es que no se alegrara de que fuera así, al contrario, solo que la situación lo empañaba todo un poco.
Había aplaudido como el resto las palabras de Jack, no había duda que tenía un don para ellas. Pero había terminado volviendo a su escritorio, no queriendo que sus pocos ánimos aguaran la fiesta de nadie. Y empezó a anotar alguna cosa en su cuaderno.
Levantó la mirada cuando sintió a alguien cerca, casi sorprendiéndose de que fuera el propio Avery. Miró su copa y de nuevo a él y se esforzó por no responder que su nombre no era Anita sin Annalee.- No tengo por costumbre beber fuera de horas. -Con eso se refería a las comidas, y ni aún así bebía demasiado. Siempre se contenía y trataba de evitar los excesos.- Además, me marcharé pronto, pero quería anotar un par de ideas.
Annie estaba contenta, claro. Esa idea, el borrador, todo lo que había hecho que se decidieran por hacerla, había salido de ella. Pero no había sido su teléfono el que había sonado. Y eso hacía que el éxito para ella fuera amargo.
Porque debía acostumbrarse, su nombre no llegaría a los carteles, ni a la prensa. Ni siquiera es que hubiera querido nunca ese reconocimiento. Eso pertenecía más a Jessie, o a Bonnie como todos la conocían allí.
Pero aún faltaba mucho para que pudiera dejar de lado ese sentimiento de que le estaban robando su propio éxito y limitarse a celebrar y alegrarse porque el proyecto fuera a ver la luz algún día. Y no es que no se alegrara de que fuera así, al contrario, solo que la situación lo empañaba todo un poco.
Había aplaudido como el resto las palabras de Jack, no había duda que tenía un don para ellas. Pero había terminado volviendo a su escritorio, no queriendo que sus pocos ánimos aguaran la fiesta de nadie. Y empezó a anotar alguna cosa en su cuaderno.
Levantó la mirada cuando sintió a alguien cerca, casi sorprendiéndose de que fuera el propio Avery. Miró su copa y de nuevo a él y se esforzó por no responder que su nombre no era Anita sin Annalee.- No tengo por costumbre beber fuera de horas. -Con eso se refería a las comidas, y ni aún así bebía demasiado. Siempre se contenía y trataba de evitar los excesos.- Además, me marcharé pronto, pero quería anotar un par de ideas.
CAPÍTULO I. TINTA Y CHAMPÁN.
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Annie era una mujer particular, de rasgos delicados y gesto serio. Era muy habitual encontrarla sumergida entre papeles, ya fueran de periódico o de ficción, absorta en sus letras, intentando sobreponerse al muro infranqueable de la hoja en blanco y consiguiéndolo con éxito una y otra vez. En ocasiones, se centraba tanto en sus escritos que se perdía en ellos, y las charlas que sobrevolaban por el estudio no lograban alcanzarla. Por ello, a Avery no le extrañó verla con una pluma en la mano.
— ¿Ni siquiera en ocasiones especiales? — Dejó su copa en la mesa y cruzó las manos sobre el regazo. — ¿Tampoco en fin de año? — arrugó la frente, inquisitivo. — Este éxito también es tuyo. Deberías disfrutarlo.
Pronunció las últimas palabras con cierta melancolía. En otro tiempo, cuando florecían cientos de ideas en su cabeza, subestimó el dulzor de sus frutos. El éxito le vino dado casi sin buscarlo. Su talento era suficiente, no necesitó más. Cosechó triunfos, ganó dinero, estableció buenos contactos y se hizo un nombre en la ciudad dorada. Al principio, como Annie, pasaba días y noches escribiendo sus ideas. Con el tiempo, se dejó llevar por los encantos de la farándula. Cuando quiso darse cuenta, la tinta ya no fluía. El río se había secado. Todo lo que dio por sentado, desapareció. De nada le servía ya su talento, solo le quedaba dejarse la piel buscando una manera de regresar a las pantallas. Quiso regresar al pasado y disfrutar de la sencillez de su principio. Resopló pesadamente. Miró las hojas que había sobre el escritorio.
— ¿Qué escribes? — frunció el ceño, intentando leerlo por sí mismo, pero las letras se difuminaban y bailaban sobre el papel.
— ¿Ni siquiera en ocasiones especiales? — Dejó su copa en la mesa y cruzó las manos sobre el regazo. — ¿Tampoco en fin de año? — arrugó la frente, inquisitivo. — Este éxito también es tuyo. Deberías disfrutarlo.
Pronunció las últimas palabras con cierta melancolía. En otro tiempo, cuando florecían cientos de ideas en su cabeza, subestimó el dulzor de sus frutos. El éxito le vino dado casi sin buscarlo. Su talento era suficiente, no necesitó más. Cosechó triunfos, ganó dinero, estableció buenos contactos y se hizo un nombre en la ciudad dorada. Al principio, como Annie, pasaba días y noches escribiendo sus ideas. Con el tiempo, se dejó llevar por los encantos de la farándula. Cuando quiso darse cuenta, la tinta ya no fluía. El río se había secado. Todo lo que dio por sentado, desapareció. De nada le servía ya su talento, solo le quedaba dejarse la piel buscando una manera de regresar a las pantallas. Quiso regresar al pasado y disfrutar de la sencillez de su principio. Resopló pesadamente. Miró las hojas que había sobre el escritorio.
— ¿Qué escribes? — frunció el ceño, intentando leerlo por sí mismo, pero las letras se difuminaban y bailaban sobre el papel.
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Las preguntas de Jack le hicieron soltar un suspiro, porque no esperaba ese tipo de entrevista, o que le importase lo más mínimo lo que pudiera decir, o si bebía o no bebía.
De todos modos respondió.- Eso son ocasiones especiales con mi familia, no es lo mismo. -Suponía que para alguien como él, que llevaba tanto tiempo en Hollywood era difícil de creer, pero lo cierto es que ella seguía, un año después, intentando mantener aún las costumbres de casa, donde todo era mucho más tradicional.- El éxito es de todo el equipo. -Respondió a lo último, "también" era suyo, claro.- Y lo disfruto, de verdad, pero no creo que cambie mucho si yo bebo o no.
Y a pesar de lo que había dicho, terminó cogiendo su copa y chocando delicadamente con la del hombre antes de beber un poco más. Porque no pasaba nada por darle ese pequeño capricho y no quería que pensara que no se alegraba por el trabajo que estaban haciendo o lo que habían conseguido.
Fue en ese momento cuando él se fijó en sus notas, que ella trató de ordenar un poco mejor sobre la mesa.- Solo algunas ideas, conceptos para mejorar el guión. Detalles sobre los personajes para darles algo más de profundidad. -Sabía que no podía entrar en muchos detalles con el aspecto o lugar, porque la productora tomaría las decisiones finales sobre el casting y la localización en sí. Pero sí creía que sus personajes debían ser en cierto modo únicos.
De todos modos respondió.- Eso son ocasiones especiales con mi familia, no es lo mismo. -Suponía que para alguien como él, que llevaba tanto tiempo en Hollywood era difícil de creer, pero lo cierto es que ella seguía, un año después, intentando mantener aún las costumbres de casa, donde todo era mucho más tradicional.- El éxito es de todo el equipo. -Respondió a lo último, "también" era suyo, claro.- Y lo disfruto, de verdad, pero no creo que cambie mucho si yo bebo o no.
Y a pesar de lo que había dicho, terminó cogiendo su copa y chocando delicadamente con la del hombre antes de beber un poco más. Porque no pasaba nada por darle ese pequeño capricho y no quería que pensara que no se alegraba por el trabajo que estaban haciendo o lo que habían conseguido.
Fue en ese momento cuando él se fijó en sus notas, que ella trató de ordenar un poco mejor sobre la mesa.- Solo algunas ideas, conceptos para mejorar el guión. Detalles sobre los personajes para darles algo más de profundidad. -Sabía que no podía entrar en muchos detalles con el aspecto o lugar, porque la productora tomaría las decisiones finales sobre el casting y la localización en sí. Pero sí creía que sus personajes debían ser en cierto modo únicos.
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Jack entrelazó los dedos, queriendo evitar las monerías que solía hacer con las manos cuando estaba inquieto, nervioso o ligeramente pasado de copas. Le preocupaba que Annie no lo estuviera pasando bien. Él era de los que creían que la celebración del trabajo bien hecho era casi tan importante como el trabajo en sí, puesto que eran reuniones como aquellas las que fortalecían los lazos de amistad entre los compañeros de trabajo y, además, les subían la moral. Avery sabía que aquella jovencita tenía grandes dotes para convertirse en una gran guionista. Lo último que querría era perderla.
— Oh — musitó, elevando la vista para mirar el rostro de Annie —. Entiendo.
Lo cierto es que, en cierto modo, lo molestó el hecho de que la chica hiciese tal distinción entre su familia, digamos, biológica y sus compañeros de estudio. Jack consideraba a sus trabajadores sus hermanos, sus hijos, incluso, y la lealtad que sentía hacia ellos era tan grande como la que unía a dos personas cualesquiera que compartiesen sangre. Era lógico, de todas formas, que Annie no pensase de la misma forma. Al fin y al cabo, acababa de llegar. Quizá, al cabo de los años, cuando hubiese pasado incontables horas en el estudio, empezaría a considerarlo algo más que su lugar de trabajo. Algún día, con un poco de suerte, amaría aquellas paredes como Jack lo hacía hoy.
De todas formas, no pudo evitar que una tenue aura de tristeza, hasta puede que de melancolía, tiñese su rostro y apagase su sonrisa. Por ello no respondió a las palabras de su ayudante, ni siquiera cuando consideraba que el éxito era más suyo que de nadie, puesto que de ella habían salido las ideas que los demás habían debatido, modificado y plasmado sobre el papel. Quedó reflexionando sobre todos aquellos pensamientos que se le habían agolpado en la sesera, y solo el delicado tintineo de los cristales lo despertó de su sueño. Bajó la mirada y vio a Annie brindar con su propia copa. Volvió a sonreír, complacido. Puede que, después de todo, no estuvieran tan lejos el uno del otro.
— Ya veo — asintió, incorporándose —. ¿Puedo? — señaló los papeles y, con la aprobación de la muchacha, lanzó un rápido vistazo a sus bocetos. La suya era una caligrafía bonita, elegante, aunque desenfadada. La vista cansada no dejó a Jack leer más que un par de notas, y entonces conversó con Annie sobre ellas. Pasaron unos minutos, quizá más, hablando sobre su historia, perdiéndose en sus ramificaciones, charlando sobre arquetipos de personaje, actores, desenlaces. Se sintió henchido de emoción, expectante por ver cómo se desarrollaba su proyecto. — Oh, discúlpame, quizá lo último que quieras ahora mismo sea hablar del trabajo — dijo Jack cuando alcanzó el final de su copa.
— Oh — musitó, elevando la vista para mirar el rostro de Annie —. Entiendo.
Lo cierto es que, en cierto modo, lo molestó el hecho de que la chica hiciese tal distinción entre su familia, digamos, biológica y sus compañeros de estudio. Jack consideraba a sus trabajadores sus hermanos, sus hijos, incluso, y la lealtad que sentía hacia ellos era tan grande como la que unía a dos personas cualesquiera que compartiesen sangre. Era lógico, de todas formas, que Annie no pensase de la misma forma. Al fin y al cabo, acababa de llegar. Quizá, al cabo de los años, cuando hubiese pasado incontables horas en el estudio, empezaría a considerarlo algo más que su lugar de trabajo. Algún día, con un poco de suerte, amaría aquellas paredes como Jack lo hacía hoy.
De todas formas, no pudo evitar que una tenue aura de tristeza, hasta puede que de melancolía, tiñese su rostro y apagase su sonrisa. Por ello no respondió a las palabras de su ayudante, ni siquiera cuando consideraba que el éxito era más suyo que de nadie, puesto que de ella habían salido las ideas que los demás habían debatido, modificado y plasmado sobre el papel. Quedó reflexionando sobre todos aquellos pensamientos que se le habían agolpado en la sesera, y solo el delicado tintineo de los cristales lo despertó de su sueño. Bajó la mirada y vio a Annie brindar con su propia copa. Volvió a sonreír, complacido. Puede que, después de todo, no estuvieran tan lejos el uno del otro.
— Ya veo — asintió, incorporándose —. ¿Puedo? — señaló los papeles y, con la aprobación de la muchacha, lanzó un rápido vistazo a sus bocetos. La suya era una caligrafía bonita, elegante, aunque desenfadada. La vista cansada no dejó a Jack leer más que un par de notas, y entonces conversó con Annie sobre ellas. Pasaron unos minutos, quizá más, hablando sobre su historia, perdiéndose en sus ramificaciones, charlando sobre arquetipos de personaje, actores, desenlaces. Se sintió henchido de emoción, expectante por ver cómo se desarrollaba su proyecto. — Oh, discúlpame, quizá lo último que quieras ahora mismo sea hablar del trabajo — dijo Jack cuando alcanzó el final de su copa.
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Jack decía que la entendía, pero no estaba segura de que pudiera ser así.
Porque sus costumbres seguían las tradiciones con las que se había criado y educado y chocaban mucho con las de la ciudad, lo sabía, aunque como vivía con su hermana podía seguir manteniéndolas, a pesar del glamour que la rodeaba gracias al trabajo y la fama de Jessie.
Y tampoco podía creer del todo que comprendiera lo que le costaba celebrar algo que era suyo, pero que para todo el mundo tendría otro nombre, el de Jack concretamente. Nadie que leyera ese guion sabría que ella había estado implicada.
Pero decirlo en voz alta, cualquiera de las dos cosas, era algo que ella no tenía pensado hacer. Prefería dejarlo estar, simplemente. Y por eso había dejado de lado lo que pensaba y aceptado la idea de brindar y beber un poco aunque fuera. Cosa que pareció animar un poco a Avery.
No tuvo reparos en dejarle ver sus anotaciones, rápidas, desordenadas, pero quizá con el tiempo se convertirían en algo realmente bueno. Algo que realmente enriqueciera la historia que querían contar. Jack parecía estar de acuerdo, o se lo parecía por la forma en que empezaron a hablar de ello. Era en esas conversaciones cuando olvidaba un poco sus pequeños enfados por ser menos que él en aquel lugar y esas cosas. Se entendían.
Por eso se extrañó cuando él se disculpó.- ¿Qué? No... -Negó con la cabeza, con una ligera sonrisa.- En realidad a mi... me gusta hablar de las historias y los personajes y todo lo que puede hacerse. -Era una forma de dejar salir sus ideas. Pero entendía a lo que se refería, quizá no era el momento o el lugar.- Pero... supongo que está mal que nos entretengamos en estas cosas mientras otros piensan en celebrar. -Su mirada fue hacia la secretaria de Jack, que le devolvía la mirada con cara de pocos amigos. Julia no era lo que se dice una mujer que aceptara ningún tipo de competencia.- Quizá lo mejor sea que me retire y os deje seguir disfrutando de la velada, sin hablar de trabajo. -Comentó, empezando a recoger sus anotaciones, porque no le gustaba dejarlas desperdigadas por la mesa.
Porque sus costumbres seguían las tradiciones con las que se había criado y educado y chocaban mucho con las de la ciudad, lo sabía, aunque como vivía con su hermana podía seguir manteniéndolas, a pesar del glamour que la rodeaba gracias al trabajo y la fama de Jessie.
Y tampoco podía creer del todo que comprendiera lo que le costaba celebrar algo que era suyo, pero que para todo el mundo tendría otro nombre, el de Jack concretamente. Nadie que leyera ese guion sabría que ella había estado implicada.
Pero decirlo en voz alta, cualquiera de las dos cosas, era algo que ella no tenía pensado hacer. Prefería dejarlo estar, simplemente. Y por eso había dejado de lado lo que pensaba y aceptado la idea de brindar y beber un poco aunque fuera. Cosa que pareció animar un poco a Avery.
No tuvo reparos en dejarle ver sus anotaciones, rápidas, desordenadas, pero quizá con el tiempo se convertirían en algo realmente bueno. Algo que realmente enriqueciera la historia que querían contar. Jack parecía estar de acuerdo, o se lo parecía por la forma en que empezaron a hablar de ello. Era en esas conversaciones cuando olvidaba un poco sus pequeños enfados por ser menos que él en aquel lugar y esas cosas. Se entendían.
Por eso se extrañó cuando él se disculpó.- ¿Qué? No... -Negó con la cabeza, con una ligera sonrisa.- En realidad a mi... me gusta hablar de las historias y los personajes y todo lo que puede hacerse. -Era una forma de dejar salir sus ideas. Pero entendía a lo que se refería, quizá no era el momento o el lugar.- Pero... supongo que está mal que nos entretengamos en estas cosas mientras otros piensan en celebrar. -Su mirada fue hacia la secretaria de Jack, que le devolvía la mirada con cara de pocos amigos. Julia no era lo que se dice una mujer que aceptara ningún tipo de competencia.- Quizá lo mejor sea que me retire y os deje seguir disfrutando de la velada, sin hablar de trabajo. -Comentó, empezando a recoger sus anotaciones, porque no le gustaba dejarlas desperdigadas por la mesa.
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Avery había disfrutado de la compañía de Annie casi tanto como de su conversación. Aunque las circunstancias lo hubiesen hecho perder la chispa que lo había caracterizado durante tantos años, aún habitaba en su interior la pasión por contar una historia, por hablar a través de lo escrito y lo hablado, por esos pequeños detalles que completaban una narración.
Jack había visto en su ayudante la misma actitud que lo caracterizó en su día, y se dejó llevar por aquella charla hasta que no quedó más remedio que regresar a la realidad. Siguió la mirada de la chica y vio a Julia aún sentada en su mesa, esperándolo con una fingida tranquilidad en el rostro. Entonces, comprendió el súbito cambio en la actitud de Annie. La atmósfera de complicidad en la que se habían perdido por un instante desapareció, como las burbujas en el champán.
— Annie, no… — musitó, devolviendo la mirada a sus manos, que ahora recogían las notas sobre las que habían estado charlando. — No digas eso — lo último que habría deseado es que se marchara justo cuando habían comenzado a entenderse, pero, por desgracia, no se veía capaz de impedirlo —. Puedo acompañarte fuera, si quieres — se ofreció, una vez asumida su partida —. O llamarte un taxi.
Jack conocía los peligros de una ciudad tan vibrante como aquella. La celebración se había alargado y, aunque no era extraño que los trabajadores del estudio lo abandonasen a altas horas de la noche, no podía evitar preocuparse. Cuando se despidió de ella, lo hizo con un sabor agridulce en los labios. Aunque su marcha había sido algo abrupta, aquella noche había logrado acercarse a Annie. Vio a través de su faceta como trabajadora y le pareció agradable lo que había al otro lado.
Jack había visto en su ayudante la misma actitud que lo caracterizó en su día, y se dejó llevar por aquella charla hasta que no quedó más remedio que regresar a la realidad. Siguió la mirada de la chica y vio a Julia aún sentada en su mesa, esperándolo con una fingida tranquilidad en el rostro. Entonces, comprendió el súbito cambio en la actitud de Annie. La atmósfera de complicidad en la que se habían perdido por un instante desapareció, como las burbujas en el champán.
— Annie, no… — musitó, devolviendo la mirada a sus manos, que ahora recogían las notas sobre las que habían estado charlando. — No digas eso — lo último que habría deseado es que se marchara justo cuando habían comenzado a entenderse, pero, por desgracia, no se veía capaz de impedirlo —. Puedo acompañarte fuera, si quieres — se ofreció, una vez asumida su partida —. O llamarte un taxi.
Jack conocía los peligros de una ciudad tan vibrante como aquella. La celebración se había alargado y, aunque no era extraño que los trabajadores del estudio lo abandonasen a altas horas de la noche, no podía evitar preocuparse. Cuando se despidió de ella, lo hizo con un sabor agridulce en los labios. Aunque su marcha había sido algo abrupta, aquella noche había logrado acercarse a Annie. Vio a través de su faceta como trabajadora y le pareció agradable lo que había al otro lado.
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A ratos, se sentía un poco tonta. Cuando pasaban cosas como esa. Cuando olvidaba cuál era su sitio o pensaba que podía ser tratada como una igual.
La charla con Avery había sido entretenida, claro, le había gustado mucho y había sentido que tenían en común un modo de ver aquello. Por eso la vuelta a la realidad la había dejado en aquel estado después del choque brusco con sus ilusiones infundadas.
Que Julia estuviera esperando a Jack para... bueno, no era tan inocente como para no imaginar el tipo de celebración privada que iban a tener. Solo hizo que tuviera más prisa por marcar las distancias, por asegurarse de que supiera que ella no era ese tipo de mujer y que por muchas conversaciones magníficas e ideas que tuvieran, no iba a pasar otra cosa.
- Agradecería que me llamara un taxi, sí. -Aceptó entonces, terminando de recoger. Su hermana había insistido en que quizá debería aprender a conducir, que ella misma le compraría el coche que quisiera, pero lo veía un gasto innecesario, que ya mucho estaba abusando de su hospitalidad.
Annie no tardó en estar despidiéndose de todos, algunos ya dejaban ver cierta ebriedad, claro. El taxi la llevó de vuelta a la mansión de su hermana, donde no había nadie, los compromisos sociales de dos grandes estrellas hacía que su hermana y su marido no estuvieran por allí muchas noches. Pero en aquella ocasión casi lo prefirió. Aún no le contaba cómo ella ponía las ideas y otros se llevaban el mérito.
Pero no iba a poder evitar que se enterase para siempre.
La charla con Avery había sido entretenida, claro, le había gustado mucho y había sentido que tenían en común un modo de ver aquello. Por eso la vuelta a la realidad la había dejado en aquel estado después del choque brusco con sus ilusiones infundadas.
Que Julia estuviera esperando a Jack para... bueno, no era tan inocente como para no imaginar el tipo de celebración privada que iban a tener. Solo hizo que tuviera más prisa por marcar las distancias, por asegurarse de que supiera que ella no era ese tipo de mujer y que por muchas conversaciones magníficas e ideas que tuvieran, no iba a pasar otra cosa.
- Agradecería que me llamara un taxi, sí. -Aceptó entonces, terminando de recoger. Su hermana había insistido en que quizá debería aprender a conducir, que ella misma le compraría el coche que quisiera, pero lo veía un gasto innecesario, que ya mucho estaba abusando de su hospitalidad.
Annie no tardó en estar despidiéndose de todos, algunos ya dejaban ver cierta ebriedad, claro. El taxi la llevó de vuelta a la mansión de su hermana, donde no había nadie, los compromisos sociales de dos grandes estrellas hacía que su hermana y su marido no estuvieran por allí muchas noches. Pero en aquella ocasión casi lo prefirió. Aún no le contaba cómo ella ponía las ideas y otros se llevaban el mérito.
Pero no iba a poder evitar que se enterase para siempre.
CAPÍTULO I. TINTA Y CHAMPÁN.
CON Jack . EN EL ESTUDIO . DE NOCHE
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El estudio no tardó en regresar a la normalidad. Los documentos volvieron a volar entre los escritorios, la tinta corrió sobre los papeles, los teléfonos hicieron sonar sus estridentes tonos y, en general, el despacho se llenó de trabajo.
— Ya ha llegado el taxi, Avery — le dijo su secretaria, sosteniendo el auricular del teléfono contra el pecho.
— Gracias, Julia — Jack alcanzó el perchero y se echó la chaqueta sobre los hombros —. Nos vamos enseguida.
Juntó sus papeles para meterlos en el maletín. Lo cerró con un chasquido. Se aseguró de tener la pluma en el bolsillo de la chaqueta. Entonces, se acercó a la mesa de Annie y le hizo un gesto para que lo acompañase.
— Vamos, nos están esperando — le abrió la puerta y juntos alcanzaron el exterior. La luz del día era blanca, brillante, matizada por las nubes que tapizaban el cielo. Jack arrugó la nariz cuando se dio cuenta de que estaba lloviendo —. Ah, vaya — chasqueó la lengua y se subió las solapas de la chaqueta. Regresó al interior de la oficina y se apropió de uno de los paraguas que había abandonados junto a la papelera —. Vamos.
A las puertas del estudio los esperaba un taxi de brillante carrocería, cuyo motor ronroneaba por encima del ruido ambiente. Avery sostuvo a Annie por los hombros para esquivar la lluvia. La acompañó hasta el interior del vehículo. Después, se subió él. Una vez le dio las indicaciones precisas al conductor, se permitió un suspiro. Recompuso la figura y miró a su compañera.
— Estamos yendo a los estudios de grabación, para intervenir en la asignación del reparto. No siempre nos hacen caso, ¿sabes? — a veces, las decisiones comerciales opacaban a los creativos. — Pero tenemos que estar ahí — hizo una pausa para mirar las calles que iban dejando atrás —. ¿Es la primera vez que vas a los estudios?
— Ya ha llegado el taxi, Avery — le dijo su secretaria, sosteniendo el auricular del teléfono contra el pecho.
— Gracias, Julia — Jack alcanzó el perchero y se echó la chaqueta sobre los hombros —. Nos vamos enseguida.
Juntó sus papeles para meterlos en el maletín. Lo cerró con un chasquido. Se aseguró de tener la pluma en el bolsillo de la chaqueta. Entonces, se acercó a la mesa de Annie y le hizo un gesto para que lo acompañase.
— Vamos, nos están esperando — le abrió la puerta y juntos alcanzaron el exterior. La luz del día era blanca, brillante, matizada por las nubes que tapizaban el cielo. Jack arrugó la nariz cuando se dio cuenta de que estaba lloviendo —. Ah, vaya — chasqueó la lengua y se subió las solapas de la chaqueta. Regresó al interior de la oficina y se apropió de uno de los paraguas que había abandonados junto a la papelera —. Vamos.
A las puertas del estudio los esperaba un taxi de brillante carrocería, cuyo motor ronroneaba por encima del ruido ambiente. Avery sostuvo a Annie por los hombros para esquivar la lluvia. La acompañó hasta el interior del vehículo. Después, se subió él. Una vez le dio las indicaciones precisas al conductor, se permitió un suspiro. Recompuso la figura y miró a su compañera.
— Estamos yendo a los estudios de grabación, para intervenir en la asignación del reparto. No siempre nos hacen caso, ¿sabes? — a veces, las decisiones comerciales opacaban a los creativos. — Pero tenemos que estar ahí — hizo una pausa para mirar las calles que iban dejando atrás —. ¿Es la primera vez que vas a los estudios?
CAPÍTULO II. VOCES DISCORDANTES.
CON ANNIE . EN EL ESTUDIO DE GRABACIÓN . DE DÍA
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Después de la alegría propia del primer momento con el anuncio del nuevo trabajo para el estudio, todo había vuelto a la normalidad, o así lo parecía. Porque era una normalidad un poco más estresante, tenían que elaborar sobre la marcha las ideas que iban llegando, reorganizar alguna escena y tantas otras cosas.
Además, Jessie había estado preguntando sobre el tema, por lo visto su agente le había pasado el guión para el papel protagonista, Annie estaba segura de que pronto descubriría que ella lo había escrito y que no estaba su nombre... Su hermana sabía reconocer demasiado bien sus textos y sus ideas, para algo llevaba toda la vida leyéndolos.
Pero aquel día, su trabajo se interrumpía por una reunión. Cuando Jack la había avisado no había entendido muy bien por qué quería que fuera con él, pero no iba a rechazar la oportunidad de hacer un poco de trabajo a la altura. Así que cuando la avisó de que el taxi estaba llegando, ya estaba preparada. Únicamente tuvo que coger su abrigo, que apretó un poco más contra sí cuando al salir vio que estaba lloviendo.
La tomó por sorpresa verse apretada contra Avery bajo aquel paraguas, pero no dijo nada hasta que llegaron al taxi. Que tampoco es que fuera la primera vez que iba así con un hombre, con su hermano mayor, por ejemplo... pero no era lo mismo tampoco.
Entró en el taxi, saludó al conductor mientras se sacudía un poco el abrigo y arreglaba su apariencia. Jack hizo lo mismo mientras empezaban el viaje y le contó un poco lo que iban a hacer. La idea de la asignación del reparto sonaba realmente bien, pero entendía que no era decisión suya. Si lo fuera sabía para quienes irían todos los papeles femeninos protagonistas.
- Es la primera vez que estaré en una reunión allí. -Respondió a su pregunta.- Bonnie me enseñó los estudios cuando llegué a la ciudad. Pero hay tantos que tampoco puedo decir si es el mismo o no. -Lo cierto es que aquella ciudad la mareaba un poco. Por eso apenas se movía en taxi de un lugar a otro o por caminos muy concretos que ya se había aprendido.
Además, Jessie había estado preguntando sobre el tema, por lo visto su agente le había pasado el guión para el papel protagonista, Annie estaba segura de que pronto descubriría que ella lo había escrito y que no estaba su nombre... Su hermana sabía reconocer demasiado bien sus textos y sus ideas, para algo llevaba toda la vida leyéndolos.
Pero aquel día, su trabajo se interrumpía por una reunión. Cuando Jack la había avisado no había entendido muy bien por qué quería que fuera con él, pero no iba a rechazar la oportunidad de hacer un poco de trabajo a la altura. Así que cuando la avisó de que el taxi estaba llegando, ya estaba preparada. Únicamente tuvo que coger su abrigo, que apretó un poco más contra sí cuando al salir vio que estaba lloviendo.
La tomó por sorpresa verse apretada contra Avery bajo aquel paraguas, pero no dijo nada hasta que llegaron al taxi. Que tampoco es que fuera la primera vez que iba así con un hombre, con su hermano mayor, por ejemplo... pero no era lo mismo tampoco.
Entró en el taxi, saludó al conductor mientras se sacudía un poco el abrigo y arreglaba su apariencia. Jack hizo lo mismo mientras empezaban el viaje y le contó un poco lo que iban a hacer. La idea de la asignación del reparto sonaba realmente bien, pero entendía que no era decisión suya. Si lo fuera sabía para quienes irían todos los papeles femeninos protagonistas.
- Es la primera vez que estaré en una reunión allí. -Respondió a su pregunta.- Bonnie me enseñó los estudios cuando llegué a la ciudad. Pero hay tantos que tampoco puedo decir si es el mismo o no. -Lo cierto es que aquella ciudad la mareaba un poco. Por eso apenas se movía en taxi de un lugar a otro o por caminos muy concretos que ya se había aprendido.
CAPÍTULO II. VOCES DISCORDANTES.
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Jack asintió, ligeramente distraído, cuando Annie respondió a su pregunta. Era de suponer su falta de experiencia en asuntos como el que entonces se traían entre manos. Al fin y al cabo, acababa de comenzar su andanza como guionista en Hollywood, y a pesar de los intentos de la joven Lambert por ocultar su inexperiencia tras una máscara de extrema profesionalidad, a todas luces se la veía algo perdida por aquellos bulevares.
— Claro, es normal — sonrió —. Al final son todos iguales.
Todos los estudios tenían por dentro el mismo aspecto. Ríos de cables surcaban suelos pálidos y grises; focos de enorme tamaño caldeaban el ambiente; decenas, si no cientos de personas corrían de un lado a otro para cumplir con las demandas de estrellas y directores; y en esto último quedó Jack pensando en lo que retomaban la marcha tras encontrarse con un semáforo en rojo.
— Espera un segundo — devolvió la mirada a su compañera. — ¿Bonnie? — un genuino gesto de confusión fue apoderándose de su rostro, sin que él pudiese hacer nada para evitarlo. Si algo había conseguido Avery a lo largo de más de dos décadas de carrera en Los Ángeles era conocer a casi todo el mundo, y solo había una mujer por ese nombre que pudiese tener acceso a los estudios de grabación —. ¿Quién es Bonnie?
Annie no podía estar refiriéndose a quien él tenía en mente, pero, por otra parte, era la única explicación que tenía algo de sentido. Bonnie Lambert era una afamada actriz a la que no le faltaba trabajo en Hollywood. Por supuesto que alguien como ella tendría acceso a todos y cada uno de los estudios de grabación que hubiese en la zona, no en vano se codeaba con la jet-set californiana, pero aún quedaba por despejar la incógnita que la relacionaba con Annie. Ambas compartían el apellido, sí, mas por lo que a Jack respectaba era eso lo único que las unía, porque, aunque no había tenido un íntimo trato con la actriz, sí conocía algo más a la guionista, y no les podía parecer que fuesen más distintas.
— Claro, es normal — sonrió —. Al final son todos iguales.
Todos los estudios tenían por dentro el mismo aspecto. Ríos de cables surcaban suelos pálidos y grises; focos de enorme tamaño caldeaban el ambiente; decenas, si no cientos de personas corrían de un lado a otro para cumplir con las demandas de estrellas y directores; y en esto último quedó Jack pensando en lo que retomaban la marcha tras encontrarse con un semáforo en rojo.
— Espera un segundo — devolvió la mirada a su compañera. — ¿Bonnie? — un genuino gesto de confusión fue apoderándose de su rostro, sin que él pudiese hacer nada para evitarlo. Si algo había conseguido Avery a lo largo de más de dos décadas de carrera en Los Ángeles era conocer a casi todo el mundo, y solo había una mujer por ese nombre que pudiese tener acceso a los estudios de grabación —. ¿Quién es Bonnie?
Annie no podía estar refiriéndose a quien él tenía en mente, pero, por otra parte, era la única explicación que tenía algo de sentido. Bonnie Lambert era una afamada actriz a la que no le faltaba trabajo en Hollywood. Por supuesto que alguien como ella tendría acceso a todos y cada uno de los estudios de grabación que hubiese en la zona, no en vano se codeaba con la jet-set californiana, pero aún quedaba por despejar la incógnita que la relacionaba con Annie. Ambas compartían el apellido, sí, mas por lo que a Jack respectaba era eso lo único que las unía, porque, aunque no había tenido un íntimo trato con la actriz, sí conocía algo más a la guionista, y no les podía parecer que fuesen más distintas.
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Annie simplemente asintió al comentario sobre los estudios. Ella solo había visitado uno, pero podría ser cierto que no hubiera demasiadas diferencias entre unos y otros, después de todo, lo único que cambiaría serían los decorados. Y, estaba claro, que no había asistido hasta el momento a ninguna reunión de guionistas ni nada por el estilo. Pese a llevar meses trabajando, era la primera vez que tenía aquella oportunidad de participar de forma activa en algo así.
No obstante, aunque habría querido preguntar alguna cosa, si debía estar atenta a algo o así. Jack la interrumpió con un gesto de confusión para preguntarle por Bonnie. Aunque la confusa fue ella misma cuando pidió con algo más de vehemencia aquella aclaración.
Claro que terminó por responder igualmente.- Mi hermana. Bonnie Lambert. -Dijo sin más detalle. No creía que hiciera falta, pero parecía que sí.- La actriz. -Pronunció con algo de duda. Era imposible que no la conociera, aunque... bueno, podía entender que no las asociara directamente. Su hermana ahora llevaba el pelo rubio y ante las cámaras no era la chica adorable que tanto la quería.- Ella fue quien me consiguió el trabajo en su oficina, señor Avery. -Claro que lo hizo por intermediación de alguien y, visto lo visto, él no sabía nada de eso.- Creía que todos en la oficina lo sabían. Lamento la confusión. -Se disculpó al final.
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Annie lo miró sin comprender su confusión, como si Jack le estuviese preguntando por la lluvia que caía sobre el parabrisas y la respuesta fuese tan obvia que ni siquiera hacía falta mencionarla. Al final, la muchacha se apiadó de él, y, al ver que su desconcierto era genuino, decidió ofrecerle la contestación que tanta falta le hacía.
— Oh — musitó él —. Claro, sí — parpadeó rápidamente y se llevó una mano al rostro, para pellizcarse el puente de la nariz —. Discúlpame, Annie, no sé dónde tengo la cabeza últimamente… — suspiró y volvió a acomodarse en el asiento. — No sabía que era tu hermana, qué… qué pequeño es el mundo, ¿verdad?
Bonnie Lambert era una mujer extraordinaria, de un talento incomensurable y un carisma inigualable, cuyo encanto en pantalla solo era superado por su atractivo en la vida real. Jack podría haber compartido con Annie decenas de historias que conocía sobre su hermana, pero dio por hecho que la conocía de sobra, y que quizá aquel no sería su tema favorito de conversación, teniendo en cuenta la apabullante fama de aquella actriz.
El resto del camino lo pasaron en silencio, comentando alguna cosa sobre el tipo de profesionales que tenían en mente para los protagonistas de su guión, intercambiando ideas y matices sobre sus personajes. Así, aunque el tráfico en días como aquel era insufrible, el trayecto se les antojó breve, demasiado, quizá, y a Jack lo sorprendió hallarse en la manzana del estudio de grabación.
El coche se detuvo. La lluvia caía con fuerza sobre el capó. Avery le pidió a Annie que esperase en el interior del vehículo. Desplegó el paraguas, fue a su puerta y así se aseguró de que no la molestara el temporal.
— Vamos — le ofreció la mano y la acompañó al interior de los estudios —. No sé quién se encarga del reparto, pero ten cuidado — susurró —. A veces es imposible hacerlos callar, y, claro… — lo interrumpió una mujer que los recibió con una carpeta en la mano. — ¡Bethany! ¿Cómo estás? — le dejó dos besos en la mejilla, al estilo europeo que tanto se llevaba en los platós. — Te presento a Annie. Está empezando — avanzaron al interior de los estudios, hacia los despachos —. ¿Con quién vamos a trabajar hoy?
— Oh — musitó él —. Claro, sí — parpadeó rápidamente y se llevó una mano al rostro, para pellizcarse el puente de la nariz —. Discúlpame, Annie, no sé dónde tengo la cabeza últimamente… — suspiró y volvió a acomodarse en el asiento. — No sabía que era tu hermana, qué… qué pequeño es el mundo, ¿verdad?
Bonnie Lambert era una mujer extraordinaria, de un talento incomensurable y un carisma inigualable, cuyo encanto en pantalla solo era superado por su atractivo en la vida real. Jack podría haber compartido con Annie decenas de historias que conocía sobre su hermana, pero dio por hecho que la conocía de sobra, y que quizá aquel no sería su tema favorito de conversación, teniendo en cuenta la apabullante fama de aquella actriz.
El resto del camino lo pasaron en silencio, comentando alguna cosa sobre el tipo de profesionales que tenían en mente para los protagonistas de su guión, intercambiando ideas y matices sobre sus personajes. Así, aunque el tráfico en días como aquel era insufrible, el trayecto se les antojó breve, demasiado, quizá, y a Jack lo sorprendió hallarse en la manzana del estudio de grabación.
El coche se detuvo. La lluvia caía con fuerza sobre el capó. Avery le pidió a Annie que esperase en el interior del vehículo. Desplegó el paraguas, fue a su puerta y así se aseguró de que no la molestara el temporal.
— Vamos — le ofreció la mano y la acompañó al interior de los estudios —. No sé quién se encarga del reparto, pero ten cuidado — susurró —. A veces es imposible hacerlos callar, y, claro… — lo interrumpió una mujer que los recibió con una carpeta en la mano. — ¡Bethany! ¿Cómo estás? — le dejó dos besos en la mejilla, al estilo europeo que tanto se llevaba en los platós. — Te presento a Annie. Está empezando — avanzaron al interior de los estudios, hacia los despachos —. ¿Con quién vamos a trabajar hoy?
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Lo cierto es que un poco de gracia le hacía ver el gesto entre confuso y sorprendido en el rostro de Jack Avery, pasando después al momento en que por sus palabras entendió finalmente a quien se estaba refiriendo al mencionar a Bonnie.
- No se preocupe. -Dijo negando con la cabeza y una ligera sonrisa.- En realidad, prefiero estar un poco al margen de su fama. Así siento que lo que hago tiene valor más allá de la fama de mi hermana. -En los primeros días había incluso recibido regalos sin venir a cuento de quienes lo sabían, había sido un poco chocante. Por eso no acudía a esas fiestas de estrellas y gente importante aunque pudiera, o se mezclaba con ese tipo de gente.
Además, era consciente de que cualquiera intentaría utilizarla de alguna forma para acceder a su hermana. No había tardado mucho en ver la hipocresía de ese ambiente.
De todos modos durante el viaje siguieron hablando. Annie tomó algunas notas en su libreta, por si las necesitaba durante la reunión, aunque tenía claro que por ser la primera y como mujer, lo mejor era que no hablase demasiado. Y entre conversaciones e ideas sobre las mismas, llegaron al estudio.
Esperó dentro hasta que Jack pudo ir a su puerta con el paraguas, despidiéndose del taxista antes de salir. Aceptó la mano del hombre y su cercanía bajo el paraguas hasta que llegaron al edificio. Allí sacudió un poco su abrigo y escuchó los últimos consejos.
Una mujer les interrumpió, debía ser la secretaria de alguien importante,- El señor Stahr les está esperando, será mejor que no se retrasen. -Indicó la mujer casi como una advertencia. Y no le extrañaba, Monroe Stahr era uno de los productores más conocidos de aquel estudio... conocido por sus éxitos y porque no le temblaba el pulso en echar a nadie si el material no funcionaba.
Eso hizo que Annie se pusiera un poco nerviosa, porque no se sentía preparada para enfrentarse a alguien como el señor Stahr, que pese a ser joven se había vuelto imprescindible para su estudio, además de ser envidiado por todos los demás.- No deberíamos hacer esperar. -Asintió más para sí misma que para ninguno de los otros y siguieron hacia los despachos, donde se encontraron con el hombre en persona, acompañado también por el otro dueño del estudio. Esperó a que Jack la presentara para hacer un saludo apropiado y tomar asiento, sacando la libreta para cualquier cosa que debieran apuntar y cambiar o mejorar en el guión, aunque en principio ambos hombres parecían estar conformes con el resultado.
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Aunque el clima invitaba a no salir de casa, la vida no se detuvo en la Ciudad de las Estrellas, y el estudio de cine los recibió con la frenética actividad que ya formaba parte de su identidad. En momentos como aquel, en los que volaban guionistas, cámaras, maquilladores y toda clase de trabajadores, sabía uno si estaba hecho para aquellos ambientes. Esa era otra de las razones por las que Jack se había llevado a Annie a los estudios. Sabía que su ayudante tenía buenas ideas y el talento para plasmarlas en el papel, pero si no era capaz de integrarse en el particular ecosistema del show business, su carrera nunca lograría despegar.
— No te preocupes — le dijo a Annie al tiempo que se ponía en marcha —. Bueno, ¿de qué humor está hoy el viejo, Bethany? — ella suspiró y se encogió de hombros. — Como siempre, ¿no?
— Más o menos — añadió ella en lo que los acompañaba a su despacho.
— ¡Puf! — resopló, haciendo amago de reír. Alcanzaron la puerta que andaban buscando y la mujer entró primero. No necesitó presentarlos, cuando Stahr puso los ojos sobre Jack, arqueó ambas cejas. Se levantó de su sillón, con el cuero ya doblegado ante lo orondo de su figura, y se colocó frente al guionista. — Monroe.
— Jack.
— Estás más viejo — comentó él, llevando la vista a las canas que le clareaban el pelo.
— Y tú más gordo.
Se miraron por un instante antes de sonreír y darse un estrenduoso abrazo. Comenzaron a hablar de la última vez que se vieron, de cuánto habían cambiado las cosas y de los nuevos proyectos que tenían por hacer, así como de otras cosas quizá menos profesionales, pero igual de importantes. Cuando se pusieron al día, Monroe hizo un gesto con las manos para empezar, esta vez sí, a discutir los temas que los habían sentado a la misma mesa.
— Quiero presentarte a Annie, Monroe. Es nueva. No lleva mucho tiempo trabajando con nosotros en el estudio, pero es buena, eso te lo aseguro. Espero que no te importe que la haya traído, es, bueno, para que vea cómo funciona esto.
El productor reparó entonces en su presencia y, encendiéndose un puro, la miró con cierta curiosidad en el rostro.
— Si Jack dice que vales… vales — concedió inclinando la cabeza. — ¿Crees que podrás seguirnos el ritmo, chiquilla?
— No te preocupes — le dijo a Annie al tiempo que se ponía en marcha —. Bueno, ¿de qué humor está hoy el viejo, Bethany? — ella suspiró y se encogió de hombros. — Como siempre, ¿no?
— Más o menos — añadió ella en lo que los acompañaba a su despacho.
— ¡Puf! — resopló, haciendo amago de reír. Alcanzaron la puerta que andaban buscando y la mujer entró primero. No necesitó presentarlos, cuando Stahr puso los ojos sobre Jack, arqueó ambas cejas. Se levantó de su sillón, con el cuero ya doblegado ante lo orondo de su figura, y se colocó frente al guionista. — Monroe.
— Jack.
— Estás más viejo — comentó él, llevando la vista a las canas que le clareaban el pelo.
— Y tú más gordo.
Se miraron por un instante antes de sonreír y darse un estrenduoso abrazo. Comenzaron a hablar de la última vez que se vieron, de cuánto habían cambiado las cosas y de los nuevos proyectos que tenían por hacer, así como de otras cosas quizá menos profesionales, pero igual de importantes. Cuando se pusieron al día, Monroe hizo un gesto con las manos para empezar, esta vez sí, a discutir los temas que los habían sentado a la misma mesa.
— Quiero presentarte a Annie, Monroe. Es nueva. No lleva mucho tiempo trabajando con nosotros en el estudio, pero es buena, eso te lo aseguro. Espero que no te importe que la haya traído, es, bueno, para que vea cómo funciona esto.
El productor reparó entonces en su presencia y, encendiéndose un puro, la miró con cierta curiosidad en el rostro.
— Si Jack dice que vales… vales — concedió inclinando la cabeza. — ¿Crees que podrás seguirnos el ritmo, chiquilla?
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No estaba muy segura de qué significaba que el señor Stahr estuviera del humor de siempre. Tampoco sabía cuál era ese humor como para hacerse una idea previa. Iba totalmente a ciegas y aunque Jack dijera que debía estar tranquila, era imposible no ponerse nerviosa.
Bethany, la agradable secretaria les condujo al despacho. Annie se aseguró de que su falda estuviera bien alisada y todo su atuendo en condiciones para la primera impresión que debía ofrecer al productor. Si bien, éste ni siquiera pareció verla al principio, dirigiéndose únicamente a Avery.
Los dos hombres se dedicaron a saludarse, de un modo un tanto fuera de lugar si le preguntaban a ella, y a hablar de los viejos tiempos. Teniendo en cuenta que la oficina de Jack llevaba tiempo sin colocar tan bien un guion era natural que llevasen tiempo sin verse y sin hablar de aquel modo. Así que simplemente permaneció a un lado dejándoles hablar, hasta que su jefe recordó que existía.
- Es un placer, señor Stahr. -Quiso saludar ella y abría ofrecido su mano de manera formal de no ser porque el hombre se estaba encendiendo un puro y no pareció verlo necesario. Únicamente reconoció su presencia y le lanzó aquella pregunta.- Lo haré. -Respondió con seguridad. Jessie siempre le decía que debía hablar así a aquellos hombres, no dejando que dudaran de ella solo porque era una chica bonita, la seguridad era la base de las estrellas y, aunque ella no pretendía serlo, no quería que la trataran de menos.
Con la copia del guion en las manos, Annie se preocupó un poco al ver todas las anotaciones que el productor parecía haber hecho en los márgenes. No se imaginaba que habría tantas cosas que querría aclarar o cambiar. Pronto comenzaron a hablar y Annie iba tomando algunas notas e intentando intervenir, aunque no la dejaban.
- He pensado que Mina sería la mejor para la protagonista femenina, Jack. Estoy seguro de que hará un buen trabajo. -Mina Harkness era la nueva estrella del estudio, a quien incluían en la mayoría de sus proyectos como protagonista, explotando su talento y lo que le gustaba al público.
- ¿No sería un poco joven para el papel? -Se atrevió a preguntar.- Lo cierto es que cuando estábamos creando el personaje pensaba en alguna actriz como Bonnie Lambert. -Por suerte, Jack no había dicho su apellido y no podían acusarla de favoritismos. Aunque era evidente que los había, ella casi siempre escribía pensando en su hermana. Aparte de eso, el papel de una viuda no parecía el mejor para una chica que apenas había cumplido los veinte años.
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Avery y Monroe no tardaron en comenzar a charlar sobre las posibilidades que ofrecía el proyecto que se traían entre manos. Lo cierto es que detrás de una película hay un sinfín de tareas que completar si uno desea que lo que comienza como un montón de hojas de papel enroscadas en una máquina de escribir se convierta en todo un mito del celuloide. Los rostros, los directores, los maquilladores, la banda sonora, los escenarios. De centenares de personas nace una sola película, y en contadas ocasiones se da crédito a quienes están tras las bambalinas sobre el éxito que cosechan los protagonistas.
Lo natural, por supuesto, es comenzar a construir lo visual una vez se tiene claro lo básico, es decir, la historia. El productor sugirió a una joven actriz de rostro amable y rasgos extraordinariamente delicados que garantizaban el éxito de cualquier largometraje. Jack arrugó la frente, pensativo, y fue a replicar cuando oyó la voz de Annie.
— ¿Lambert? — inquirió el productor, con las cejas arqueadas, mirando a la ayudante del guionista como si, en cierta manera, fuese la primera vez que la veía, sorprendido por su sugerencia. — No, no. Bonnie no — se echó sobre su sillón y entrelazó las manos sobre la barriga.
— Es una buena actriz — comentó Jack, cruzando las piernas.
— Sí, lo que quieras, pero el éxito se le ha subido a la cabeza — Monroe arrugó la nariz y chasqueó la lengua —. La última vez que quisimos trabajar por ella, nos pidió un dineral. No, prefiero que nos quedemos con Mina. Es tan bonita que lleva a las salas a hombres y mujeres por igual — aquello lo dijo mirando a Annie, en respuesta a su observación sobre la edad de la actriz al respecto del personaje que tendría que interpretar —. Ellos quieren que sea su mujer y ellas quieren ser como ella — devolvió su atención a Jack —. Y, como te digo, es una chica muy profesional.
— Mina Harkness, de acuerdo — coincidió él, dando por zanjada la discusión —. También tenemos que hablar del protagonista.
Jack no tenía demasiado problema en modificar los rostros que darían vida a sus historias, puesto que ya conocía de sobra los parámetros que tenían en cuenta los productores para financiar sus proyectos, y para él más importante era que su guión diera el salto a la gran pantalla que conseguir al intérprete perfecto para hacerlo.
Lo natural, por supuesto, es comenzar a construir lo visual una vez se tiene claro lo básico, es decir, la historia. El productor sugirió a una joven actriz de rostro amable y rasgos extraordinariamente delicados que garantizaban el éxito de cualquier largometraje. Jack arrugó la frente, pensativo, y fue a replicar cuando oyó la voz de Annie.
— ¿Lambert? — inquirió el productor, con las cejas arqueadas, mirando a la ayudante del guionista como si, en cierta manera, fuese la primera vez que la veía, sorprendido por su sugerencia. — No, no. Bonnie no — se echó sobre su sillón y entrelazó las manos sobre la barriga.
— Es una buena actriz — comentó Jack, cruzando las piernas.
— Sí, lo que quieras, pero el éxito se le ha subido a la cabeza — Monroe arrugó la nariz y chasqueó la lengua —. La última vez que quisimos trabajar por ella, nos pidió un dineral. No, prefiero que nos quedemos con Mina. Es tan bonita que lleva a las salas a hombres y mujeres por igual — aquello lo dijo mirando a Annie, en respuesta a su observación sobre la edad de la actriz al respecto del personaje que tendría que interpretar —. Ellos quieren que sea su mujer y ellas quieren ser como ella — devolvió su atención a Jack —. Y, como te digo, es una chica muy profesional.
— Mina Harkness, de acuerdo — coincidió él, dando por zanjada la discusión —. También tenemos que hablar del protagonista.
Jack no tenía demasiado problema en modificar los rostros que darían vida a sus historias, puesto que ya conocía de sobra los parámetros que tenían en cuenta los productores para financiar sus proyectos, y para él más importante era que su guión diera el salto a la gran pantalla que conseguir al intérprete perfecto para hacerlo.
CAPÍTULO II. VOCES DISCORDANTES.
CON ANNIE . EN EL ESTUDIO DE GRABACIÓN . DE DÍA
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La forma en que aquel hombre la miró cuando habló de Bonnie y la forma en que pronunció su apellido ya le hacían augurar que sería una clara negativa. Aunque no entendía por qué, claro. Solo que el hombre parecía decidido a no aceptar aquella idea.
Alzó una ceja mientras le escuchaba hablar de ese modo de su hermana. Estaba claro que no la conocía, habría tenido sus razones para pedir un sueldo más alto, estaba segura. Pero desde luego que no se le había subido la fama a la cabeza.
Aunque de todos modos, lo que estaba claro es que aquel tipo únicamente quería meterles en la sopa a aquella chica Mina. Pero no esperaba que Jack lo aceptara tan rápido.
- Solo era un ejemplo, podría ser otra con sus características y edad. -Trató de insistir en que el papel era para alguien con más madurez que aquella chica. Pero al parecer ninguno de los dos la escuchó o simplemente prefirieron ignorar su opinión.
El resto de la reunión avanzó y ella decidió limitarse a tomar algunas notas. Después de todo, cada vez que intentaba ofrecer algún comentario era rechazado o pasado por alto, como si no la escucharan. Y estaban proponiendo cambios en el guion que no le hacían tanta gracia.
Y Jack en lugar de luchar por su trabajo, simplemente parecía asentir a todo.
Cuando la reunión terminó, se despidió educadamente del productor y salió de la sala esperando a Jack para poder volver a la oficina o irse a casa. Estaba molesta, aunque trataba de disimularlo un poco.
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El resto de la reunión transcurrió sin sobresaltos. Guionista y productor discutieron sobre actores, localizaciones, tonos. La asistente de Avery se limitó a tomar notas de lo que se hablaba en el despacho, y de no ser por el murmullo de la pluma rasgando los papeles, habría podido hasta olvidarse de que estaba allí.
Jack habría esperado que el silencio de su ayudante no se prolongase más allá de su estancia en los estudios, pero no fue así, y al alcanzar el coche tras despedirse de Monroe, Annie se mantuvo callada. Le pareció que había esquivado su mirada hasta entonces. Cuando arrancó el vehículo y la joven prefirió mirar el tráfico por la ventana que comentar las decisiones tomadas, Jack imaginó que algo le ocurría, por lo que decidió tratar de recuperar la conversación.
— Esta no será la única reunión que tengamos con el productor — carraspeó y dejó su maletín bajo el asiento —. Aún quedan cosas por decidir, y hasta que no empiecen las grabaciones… no hay nada seguro — con ello pretendió aliviar el que suponía que era el malestar de Annie al saber que, en principio, no sería su hermana la protagonista de la película —. A veces se ha cambiado de actriz a mitad de rodaje.
No era lo habitual, claro, pero si por algo se caracterizaba su negocio era por su volatilidad, y los cambios eran algo a lo que uno se tenía que acostumbrar. En muchas ocasiones el producto final tenía muy poco que ver con los bocetos que uno trazaba en los despachos. No todos los guionistas estaban de acuerdo con las modificaciones que se iban haciendo conforme se acercaban las fechas de estreno, pero, al final, era cuestión de acostumbrarse a todos ellos.
— ¿Qué te ha parecido? — inquirió al fin, mirándola. — Monroe Stahr, los estudios, ¿te los imaginabas así?
Jack habría esperado que el silencio de su ayudante no se prolongase más allá de su estancia en los estudios, pero no fue así, y al alcanzar el coche tras despedirse de Monroe, Annie se mantuvo callada. Le pareció que había esquivado su mirada hasta entonces. Cuando arrancó el vehículo y la joven prefirió mirar el tráfico por la ventana que comentar las decisiones tomadas, Jack imaginó que algo le ocurría, por lo que decidió tratar de recuperar la conversación.
— Esta no será la única reunión que tengamos con el productor — carraspeó y dejó su maletín bajo el asiento —. Aún quedan cosas por decidir, y hasta que no empiecen las grabaciones… no hay nada seguro — con ello pretendió aliviar el que suponía que era el malestar de Annie al saber que, en principio, no sería su hermana la protagonista de la película —. A veces se ha cambiado de actriz a mitad de rodaje.
No era lo habitual, claro, pero si por algo se caracterizaba su negocio era por su volatilidad, y los cambios eran algo a lo que uno se tenía que acostumbrar. En muchas ocasiones el producto final tenía muy poco que ver con los bocetos que uno trazaba en los despachos. No todos los guionistas estaban de acuerdo con las modificaciones que se iban haciendo conforme se acercaban las fechas de estreno, pero, al final, era cuestión de acostumbrarse a todos ellos.
— ¿Qué te ha parecido? — inquirió al fin, mirándola. — Monroe Stahr, los estudios, ¿te los imaginabas así?
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Siguió en silencio hasta que llegaron al taxi, agradeciendo que hubiera dejado de llover para así no tener que caminar tan pegada a Jack, si bien el clima era tan cambiante como las decisiones de los productores y en cualquier momento podría volver a caer una buena sobre sus cabezas.
Pero no importaba, al parecer el tiempo quería acompañar su estado en aquel momento, a punto de tronar, pero conteniéndose.
Al menos hasta que Jack tuvo la necesidad de darle conversación con todo aquello de los posibles cambios que se irían haciendo durante el rodaje. Incluyendo lo de la actriz, ¿de verdad se creía que estaba así por lo de su hermana? De acuerdo, no es que le hubiera gustado el modo en que se había hablado de ella, pero no lo había dicho como una imposición, sino como un ejemplo.
Aún mirando por la ventanilla suspiró antes de decidirse a responder por fin.- Los estudios son impresionantes, como ya imaginaba. -Eso no era difícil en realidad, todo parecía básico y llegaba al cine siendo maravilloso, sin duda los estudios eran lugares mágicos.- El señor Stahr es imponente, tal como se dice de él. Hay cierta admiración en torno a su figura y cómo toma sus decisiones dejar que le convenzan de lo contrario, pero no esperaba que fuera realmente así. -Avasallador cuanto menos.- Aunque supongo que es su trabajo, dar órdenes y que los demás obedezcan sin rechistar. -Tal y como había hecho él ahí dentro.
- Lo que no entiendo es por qué he venido, más allá de tomar notas, claro. -Todo su esfuerzo en ese proyecto y se había visto reducida al papel de secretaria, porque no la habían dejado hacer nada más.
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Las nubes aún oscurecían la ciudad de las estrellas. El murmullo de la lluvia rompiéndose de nuevo contra las lunas del vehículo los acompañaría durante el resto del camino. Jack se lo tomó como un presagio de la tormenta que no terminaba de estallar dentro del coche.
— Yo no sabía qué esperar la primera vez que entré en unos estudios de grabación — le explicó —. No serían ni la mitad de grandes que los de Stahr, pero… a mí se me hicieron gigantescos — añadió, brevemente absorto en sus recuerdos.
Al inicio de su carrera no le fue fácil conseguir una oportunidad. Tuvo que aferrarse a ofertas de trabajo que harían sonrojar a cualquier administrativo. Estudios pequeños, estrellas acabadas, equipos reducidos, presupuestos ajustados hasta lo indecible… Las condiciones en las que había empezado habían sido pésimas, pero esos trabajos fueron las primeras piedras del camino que se había forjado hacia los majestuosos bulevares de la ciudad.
— Monroe puede ser un poco… vehemente — le costaba buscar las palabras para describir a su amigo —, pero es un gran profesional. Y, como bien dices, no habría llegado a ninguna parte si se dejase influenciar por cualquiera.
Lo siguiente que dijo Annie lo desconcertó. La miró sin entender a qué se refería, y dado que no parecía dispuesta a darle más detalles al respecto, Jack se vio en la obligación de preguntar.
— ¿A qué te refieres? — inquirió con cautela.
— Yo no sabía qué esperar la primera vez que entré en unos estudios de grabación — le explicó —. No serían ni la mitad de grandes que los de Stahr, pero… a mí se me hicieron gigantescos — añadió, brevemente absorto en sus recuerdos.
Al inicio de su carrera no le fue fácil conseguir una oportunidad. Tuvo que aferrarse a ofertas de trabajo que harían sonrojar a cualquier administrativo. Estudios pequeños, estrellas acabadas, equipos reducidos, presupuestos ajustados hasta lo indecible… Las condiciones en las que había empezado habían sido pésimas, pero esos trabajos fueron las primeras piedras del camino que se había forjado hacia los majestuosos bulevares de la ciudad.
— Monroe puede ser un poco… vehemente — le costaba buscar las palabras para describir a su amigo —, pero es un gran profesional. Y, como bien dices, no habría llegado a ninguna parte si se dejase influenciar por cualquiera.
Lo siguiente que dijo Annie lo desconcertó. La miró sin entender a qué se refería, y dado que no parecía dispuesta a darle más detalles al respecto, Jack se vio en la obligación de preguntar.
— ¿A qué te refieres? — inquirió con cautela.
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Fue por algo más que por educación por lo que escuchó las impresiones de Jack acerca de lo que había dicho. En cierto modo querría que le dijera cómo de mal lo pasó a sus inicios, si eran tan difíciles como para ella o si por lo menos a él le escuchaban cuando intentaba meter baza. O no, era mejor no saberlo, se sentiría mucho peor al confirmar lo que ya sabía.
De todos modos, no estaba segura de que aquel hombre hubiese entendido la forma en que había hablado de Starh, para ella no había admiración en esa forma de comportarse. Por mucho poder que uno tuviera, debería recibir las ideas y cuanto menos responder educadamente que se pensaría pese a que no se fuera a hacer, en lugar de hacer de menos a la gente.
Además, fue la pregunta, como si no estuviera claro lo que encendió su mirada con una chispa de enfado rara de ver en ella.- Pues que no he hecho más que actuar como su secretaria, señor Avery, y como tal he sido tratada. -Desde luego.- Cada vez que he intentado hacer un comentario he sido ignorada o, peor, silenciada por uno de los dos. -Esperaba que no intentara siquiera negarlo.- Así que si ese es el trabajo que quiere que haga en las reuniones, estoy segura de que Julia estará más que encantada de acompañarle en mi lugar. -De eso no tenía ninguna duda. Bien que había intentado contenerse, pero conforme hablaba más difícil le era parar.- Yo soy guionista y he creado esa historia. La sola idea de cambiarla por un capricho o porque alguien quiera introducir a la actriz del momento, me parece terrible. -Dicho quedaba.- Si el señor Starh quiere una historia protagonizada por alguien con los rasgos de alguna de sus amigas bien puede hacer un encargo, no tendría problema en trabajar de ese modo.
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Por suerte o por desgracia, Annie no estaba de humor para andarse con sutilezas. Por ello, verbalizó los motivos de su enfado sin darle demasiadas vueltas al asunto. Estaba molesta, eso estaba claro, y era tarea de Jack neutralizar su hostilidad antes de que la hiciese por completo ingobernable. Partía con cierta ventaja, eso era cierto, porque saber las razones de su enfado hacía más sencillo enmendar sus errores, pero también era una desventaja al implicar que el enfado de la muchacha era tan grande que le resultaba imposible ocultarlo ante su jefe.
Mantuvo la boca cerrada cuando Annie habló, porque si algo había aprendido a lo largo de los años era a no interrumpir a una mujer enfadada cuando estaba dando explicaciones, y aquel día Avery se había levantado sin ganas de ser asesinado por una de sus mejores guionistas. Escuchó sus palabras y prestó especial atención al tono con el que eran pronunciadas, tratando de averiguar si al decir todo eso la muchacha estaba empezando a sacar de sí el enfado o si, por el contrario, estaba recordando lo que la había molestado y, por tanto, su hostilidad hacia él estaba aumentando.
Jack tragó saliva cuando se dio cuenta de que lo segundo parecía más probable que lo primero. Cuando Annie terminó de hablar, durante unos momentos solo se oyó en el interior del vehículo el sonido de la lluvia rompiéndose contra los cristales, y el murmullo de los motores que surcaban los bulevares.
— Mira, Annie… — comenzó a decir con cierta cautela, tratando de escoger las palabras antes de pronunciarlas, pero sabiendo que no le quedaba más remedio que improvisar. — Siento que te haya decepcionado tu primera visita a los estudios, pero, ¿qué esperabas? — la miró y frunció los labios. — Ya te advertí que este negocio es así, y, aunque entiendo que no te hayas dado cuenta hasta ahora, tener una voz propia ahí dentro lleva tiempo — suspiró —. Me encantaría poder decirte que las cosas cambiarán a partir de ahora y que tus ideas seguirán siendo tuyas cuando salgan del estudio, pero… no es así, Annie. No te he mentido nunca y no voy a empezar a hacerlo ahora. Esto, todo esto… — señaló al exterior. — Es un mundo muy cruel para los que estáis empezando. Y créeme, sé lo que es dejarte el alma escribiendo un guión para luego verlo convertido en otra cosa completamente distinto en las pantallas, pero es el precio que hay que pagar para que las páginas se conviertan en cintas de películas. ¿Te suena Las paredes de Sylvan Terrace? La escribí yo, y, sin embargo, no volví a saber nada de aquella película desde que entregué el guión a mi jefe hasta que la proyectaron en el cine. Poco tenía que ver aquella historia con lo que yo había escrito. En aquel momento me enfadé muchísimo, claro, y sentí la misma frustración que sientes tú ahora, pero mis compañeros me advirtieron de que si abandonaba ese estudio, no me contratarían en ningún sitio, y, aunque lo hicieran, me ocurriría lo mismo. No podría imponer mis condiciones hasta que no tuviese cierta reputación a las espaldas. Y tenían razón.
Volvió a hacerse el silencio en el coche, aunque en aquella ocasión era algo distinto.
— Lo que quiero decirte con esto, Annie, es que tienes que entender cómo funciona el negocio. Hemos perdido a la protagonista, sí, pero a cambio vamos a poder elegir a Richard, a Rachel y hemos conseguido que Monroe acepte grabar las escenas en el desierto. ¿No lo ves? — volvió a mirarla. — Se trata de lo que conseguimos, no de lo que se nos escapa.
Mantuvo la boca cerrada cuando Annie habló, porque si algo había aprendido a lo largo de los años era a no interrumpir a una mujer enfadada cuando estaba dando explicaciones, y aquel día Avery se había levantado sin ganas de ser asesinado por una de sus mejores guionistas. Escuchó sus palabras y prestó especial atención al tono con el que eran pronunciadas, tratando de averiguar si al decir todo eso la muchacha estaba empezando a sacar de sí el enfado o si, por el contrario, estaba recordando lo que la había molestado y, por tanto, su hostilidad hacia él estaba aumentando.
Jack tragó saliva cuando se dio cuenta de que lo segundo parecía más probable que lo primero. Cuando Annie terminó de hablar, durante unos momentos solo se oyó en el interior del vehículo el sonido de la lluvia rompiéndose contra los cristales, y el murmullo de los motores que surcaban los bulevares.
— Mira, Annie… — comenzó a decir con cierta cautela, tratando de escoger las palabras antes de pronunciarlas, pero sabiendo que no le quedaba más remedio que improvisar. — Siento que te haya decepcionado tu primera visita a los estudios, pero, ¿qué esperabas? — la miró y frunció los labios. — Ya te advertí que este negocio es así, y, aunque entiendo que no te hayas dado cuenta hasta ahora, tener una voz propia ahí dentro lleva tiempo — suspiró —. Me encantaría poder decirte que las cosas cambiarán a partir de ahora y que tus ideas seguirán siendo tuyas cuando salgan del estudio, pero… no es así, Annie. No te he mentido nunca y no voy a empezar a hacerlo ahora. Esto, todo esto… — señaló al exterior. — Es un mundo muy cruel para los que estáis empezando. Y créeme, sé lo que es dejarte el alma escribiendo un guión para luego verlo convertido en otra cosa completamente distinto en las pantallas, pero es el precio que hay que pagar para que las páginas se conviertan en cintas de películas. ¿Te suena Las paredes de Sylvan Terrace? La escribí yo, y, sin embargo, no volví a saber nada de aquella película desde que entregué el guión a mi jefe hasta que la proyectaron en el cine. Poco tenía que ver aquella historia con lo que yo había escrito. En aquel momento me enfadé muchísimo, claro, y sentí la misma frustración que sientes tú ahora, pero mis compañeros me advirtieron de que si abandonaba ese estudio, no me contratarían en ningún sitio, y, aunque lo hicieran, me ocurriría lo mismo. No podría imponer mis condiciones hasta que no tuviese cierta reputación a las espaldas. Y tenían razón.
Volvió a hacerse el silencio en el coche, aunque en aquella ocasión era algo distinto.
— Lo que quiero decirte con esto, Annie, es que tienes que entender cómo funciona el negocio. Hemos perdido a la protagonista, sí, pero a cambio vamos a poder elegir a Richard, a Rachel y hemos conseguido que Monroe acepte grabar las escenas en el desierto. ¿No lo ves? — volvió a mirarla. — Se trata de lo que conseguimos, no de lo que se nos escapa.
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El enfado de Annie solo iba en aumento conforme hablaba. Y fue aún peor cuando Jack intentó justificar lo que había pasado, cuando intentó explicárselo y hacer que se ponía en su lugar.
No tenía ni idea de cómo odiaba la condescendencia paternalista hasta aquel momento. O quizá la odiaba de más justo en aquel momento porque no era lo que necesitaba para tranquilizarse, ni mucho menos.
- Le agradezco que comparta su experiencia con esta pobre novata, señor Avery. -Replicó a su explicación sobre sus inicios y lo que había pasado.- Y le aseguro que no es eso lo que me ha molestado, hacer concesiones es algo a lo que estoy acostumbrada y que tengo que hacer por seguir adelante, ¿o ha olvidado qué nombre aparecerá como guionista? -Porque no iba a ser "Annie Lambert".
- Pero, ¿quiere saber lo que esperaba de esta reunión? -Preguntó de forma retórica.- Esperaba ser tratada como guionista, aprender de usted, ver cómo se pactaban esos cambios, verle luchar por el proyecto que hemos sacado adelante AUNQUE después haya que hacer concesiones y permitir los cambios pertinentes. -Su enfado ahora estaba mudando en decepción.- Sin embargo, lo único que he visto es que lo único que se me permite es "ver, oír y callar". Y que usted, con toda su fama y sus años de experiencia, decide hacer exactamente eso en lugar de utilizarlo en su favor. -¿Cómo podía no verlo?- Sí, se harán escenas en el desierto, pero la historia perderá sentido por otra parte y usted ni siquiera ha intentado explicar las razones. -La inacción era la peor acción posible.
- Si no le importa, creo que será mejor que vuelva a casa por hoy. Hay una estación de autobús cerca, puede pedir que el taxi se pare. -Dicho aquello, miró hacia la ventanilla, no quería seguir en el mismo espacio que aquel hombre al que había empezado a admirar y que ahora no era ni una sombra de lo que ella pensaba.
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