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Timelady
Dornish Sun
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A million dreamsfor the world we're gonna make
Original | Épocas Pasadas | Años 50
Muchas publicaciones hablan de Bonnie Lambert, apreciada actriz de Hollywood, pero muy pocos saben que hace poco más de un año trajo consigo a la ciudad a su hermana Annalee. La pequeña de los Lambert llegó con la ilusión de convertirse en guionista, muchas ideas e historias en su cabeza.
Pero aunque la sociedad de las grandes estrellas parece mucho más avanzada, los principios por los que se rige son tan o más corruptos que fuera y las mujeres siguen teniendo pocas o ninguna oportunidad de prosperar.
Gracias a su hermana consiguió trabajo en una oficina de guionistas, donde la acogieron con alegría y apreciaban su trabajo. No obstante, hasta el momento todo lo que ha publicado ha llevado el nombre de su jefe y ella ha figurado como simple ayudante, cuando lo ha hecho.
Jack Avery, el jefe de Annie, hace no tanto era uno de los guionistas mejor valorados de Hollywood, pero la gallina de los huevos de oro perdió a su musa en algún momento y no ha vuelto a ser el mismo. Gracias a la chica nueva los éxitos vuelven a llegarle. Esa mente creativa ha conseguido cautivarle y la idea de que pueda marcharse para trabajar en solitario o con quienes la permitan poner su nombre en los guiones se le hace insoportable.
¿Podrían llegar a un acuerdo? ¿Utilizará su influencia en su favor o contra ella? ¿Le molesta perder sus ideas brillantes o hay algo más?
Cojan las palomitas y siéntense, la película está a punto de comenzar.
Pero aunque la sociedad de las grandes estrellas parece mucho más avanzada, los principios por los que se rige son tan o más corruptos que fuera y las mujeres siguen teniendo pocas o ninguna oportunidad de prosperar.
Gracias a su hermana consiguió trabajo en una oficina de guionistas, donde la acogieron con alegría y apreciaban su trabajo. No obstante, hasta el momento todo lo que ha publicado ha llevado el nombre de su jefe y ella ha figurado como simple ayudante, cuando lo ha hecho.
Jack Avery, el jefe de Annie, hace no tanto era uno de los guionistas mejor valorados de Hollywood, pero la gallina de los huevos de oro perdió a su musa en algún momento y no ha vuelto a ser el mismo. Gracias a la chica nueva los éxitos vuelven a llegarle. Esa mente creativa ha conseguido cautivarle y la idea de que pueda marcharse para trabajar en solitario o con quienes la permitan poner su nombre en los guiones se le hace insoportable.
¿Podrían llegar a un acuerdo? ¿Utilizará su influencia en su favor o contra ella? ¿Le molesta perder sus ideas brillantes o hay algo más?
Cojan las palomitas y siéntense, la película está a punto de comenzar.
Jack Avery Guionista - Enver Gjokaj - Mahariel |
Annalee "Annie" Lambert Guionista - Daisy Ridley - Timelady |
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Tratar de hacer entrar en razón a Annie había sido tan inútil como haber pretendido convencer a Monroe de que su chica no era la más adecuada para interpretar el papel protagonista del proyecto que tenían entre manos. Jack tenía ya la experiencia suficiente como para saber cuándo abandonar una batalla que ni siquiera era digna de considerarse como tal. Su asistente era demasiado joven como para tomársela tan en serio, y siendo eso precisamente lo que la molestaba, no dejaba de resultar irónico que, en cierto sentido, le estuviera dando la razón.
El guionista, por supuesto, no consintió en abandonar a la joven a su suerte en unas calles a medio inundar por el temporal, y exigió al conductor que no se detuviera hasta no alcanzar su destino, por más que la tensión que se adueñó del vehículo amenazase con hacerlo estallar de un momento al otro. Por fortuna, el viaje transcurrió sin más problema que la incomodidad que la discusión había provocado, y pudieron olvidarse el uno del otro hasta que no les quedó más remedio que volver a verse en la oficina.
Pasaron unos días en los que tanto Jack como su ayudante estuvieron más centrados en sus propios menesteres que en lo que había ocurrido a la vuelta del estudio. Cada uno se mantuvo en su mesa y no cruzaron más palabras de las que fueron estrictamente necesarias, y así, poco a poco, la tormenta que se había roto sobre ellos se fue disolviendo hasta convertirse en una sutil llovizna que ya casi ni les molestaba.
Jack revisaba el último borrador que le habían entregado cuando llegó Julia con el correo en las manos. Avery reconoció la firma de una importante productora y dejó a un lado la pluma y los papeles para abrir el sobre y leer el contenido.
— ¡Eh! — exclamó. — ¡Escuchadme todos! — se quitó las gafas y se puso en pie, alzando la carta para que pudieran verla. — Nos han invitado a una fiesta en la Mansión Wilder — comenzaron los cuchicheos —. Habrá directores, productores, actrices, guionistas y Dios sabe qué tipo de gente allí reunida — sonrió —. Es el momento perfecto para promocionar nuestros proyectos y que se sepa que nuestro estudio está volviendo a ser el que era. Espero que tengáis la ropa de fiesta planchada, porque quiero veros a todos allí este fin de semana, y quiero veros dejándoos la piel para conseguirnos otro contrato — paseó la mirada por sus trabajadores y dejó la carta sobre el escritorio —. Eso es todo. Seguid con lo vuestro.
Cuando terminó de hablar, se acercó al puesto de trabajo de Annie y carraspeó para llamar su atención.
— Tú también vendrás a la fiesta de Wilder. Sin “peros”.
El guionista, por supuesto, no consintió en abandonar a la joven a su suerte en unas calles a medio inundar por el temporal, y exigió al conductor que no se detuviera hasta no alcanzar su destino, por más que la tensión que se adueñó del vehículo amenazase con hacerlo estallar de un momento al otro. Por fortuna, el viaje transcurrió sin más problema que la incomodidad que la discusión había provocado, y pudieron olvidarse el uno del otro hasta que no les quedó más remedio que volver a verse en la oficina.
Pasaron unos días en los que tanto Jack como su ayudante estuvieron más centrados en sus propios menesteres que en lo que había ocurrido a la vuelta del estudio. Cada uno se mantuvo en su mesa y no cruzaron más palabras de las que fueron estrictamente necesarias, y así, poco a poco, la tormenta que se había roto sobre ellos se fue disolviendo hasta convertirse en una sutil llovizna que ya casi ni les molestaba.
Jack revisaba el último borrador que le habían entregado cuando llegó Julia con el correo en las manos. Avery reconoció la firma de una importante productora y dejó a un lado la pluma y los papeles para abrir el sobre y leer el contenido.
— ¡Eh! — exclamó. — ¡Escuchadme todos! — se quitó las gafas y se puso en pie, alzando la carta para que pudieran verla. — Nos han invitado a una fiesta en la Mansión Wilder — comenzaron los cuchicheos —. Habrá directores, productores, actrices, guionistas y Dios sabe qué tipo de gente allí reunida — sonrió —. Es el momento perfecto para promocionar nuestros proyectos y que se sepa que nuestro estudio está volviendo a ser el que era. Espero que tengáis la ropa de fiesta planchada, porque quiero veros a todos allí este fin de semana, y quiero veros dejándoos la piel para conseguirnos otro contrato — paseó la mirada por sus trabajadores y dejó la carta sobre el escritorio —. Eso es todo. Seguid con lo vuestro.
Cuando terminó de hablar, se acercó al puesto de trabajo de Annie y carraspeó para llamar su atención.
— Tú también vendrás a la fiesta de Wilder. Sin “peros”.
CAPÍTULO III. APARIENCIAS Y VERDADES.
CON ANNIE . EN LA FIESTA DE WILDER. DE NOCHE.
₊˚⊹ 27·03·2023 ⊹˚₊
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Después del desencuentro en el taxi, Annie incluso había pensado en disculparse. Después de todo su conducta no había sido para nada profesional y era algo que lamentaba, ya que no le gustaba que nadie pudiera tener nada que reprocharle.
Sin embargo, en cuanto llegó al despacho y vio a Jack recordó tan nítidamente lo sucedido que decidió que aún no estaba preparada para esa conversación, para rendirse sin más. Además, él era quien debía disculparse por la forma en que la había decepcionado.
Sí, desde luego.
Y así pasaron los días.
Trabajaba sin que pudiera haber motivo de queja, respondía con cordialidad cuando se le hablaba, pero en cuanto llegaba su hora no pasaba un minuto más allí. Era como si aquel lugar la asfixiara y no era para eso para lo que había viajado hasta Hollywood.
Bonnie se había dado cuenta de estas cosas, incluso a pesar de su trabajo, la conocía demasiado bien para saber que algo le ocurría y cuando se lo explicó, se ofreció a mover algunos hilos y buscarle una oportunidad de trabajar en alguna otra oficina donde de verdad la apreciaran como la artista que era, palabras de su hermana, claro.
Aquel día no iba a ser muy distinto del anterior, hasta que Jack reclamó la atención de los presentes para anunciar que había recibido la invitación a una fiesta importante. Annie ya estaba buscando excusa para no asistir cuando él se acercó a su mesa y dijo aquello, como si fuera una orden.
- Como usted diga, señor Avery. -Respondió en un tono monocorde con una fría sonrisa antes de volver la vista a su trabajo y seguir con él.
El fin de semana llegó y se encontró con un bonito y elegante vestido color cereza con adornos en crema. Bonnie había insistido en que debía llamar la atención de las personas adecuadas, quizá su oportunidad de cambiar estuviera en esa fiesta.
Asistió en el coche con ella, también invitada, y entró en un discreto segundo plano mientras la mayor de las Lambert acaparaba la atención general. No sabía por qué Avery había insistido en su presencia allí, pero de momento iba a quedarse algo apartada.
Sin embargo, en cuanto llegó al despacho y vio a Jack recordó tan nítidamente lo sucedido que decidió que aún no estaba preparada para esa conversación, para rendirse sin más. Además, él era quien debía disculparse por la forma en que la había decepcionado.
Sí, desde luego.
Y así pasaron los días.
Trabajaba sin que pudiera haber motivo de queja, respondía con cordialidad cuando se le hablaba, pero en cuanto llegaba su hora no pasaba un minuto más allí. Era como si aquel lugar la asfixiara y no era para eso para lo que había viajado hasta Hollywood.
Bonnie se había dado cuenta de estas cosas, incluso a pesar de su trabajo, la conocía demasiado bien para saber que algo le ocurría y cuando se lo explicó, se ofreció a mover algunos hilos y buscarle una oportunidad de trabajar en alguna otra oficina donde de verdad la apreciaran como la artista que era, palabras de su hermana, claro.
Aquel día no iba a ser muy distinto del anterior, hasta que Jack reclamó la atención de los presentes para anunciar que había recibido la invitación a una fiesta importante. Annie ya estaba buscando excusa para no asistir cuando él se acercó a su mesa y dijo aquello, como si fuera una orden.
- Como usted diga, señor Avery. -Respondió en un tono monocorde con una fría sonrisa antes de volver la vista a su trabajo y seguir con él.
El fin de semana llegó y se encontró con un bonito y elegante vestido color cereza con adornos en crema. Bonnie había insistido en que debía llamar la atención de las personas adecuadas, quizá su oportunidad de cambiar estuviera en esa fiesta.
Asistió en el coche con ella, también invitada, y entró en un discreto segundo plano mientras la mayor de las Lambert acaparaba la atención general. No sabía por qué Avery había insistido en su presencia allí, pero de momento iba a quedarse algo apartada.
CAPÍTULO III. APARIENCIAS Y VERDADES.
CON Jack . EN LA FIESTA DE WILDER. DE NOCHE.
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La relación que unía a Jack Avery con la joven guionista era ahora estrictamente profesional. Las cordialidades que intercambiaron en el pasado se convirtieron en recuerdos sorprendentemente lejanos para el poco tiempo que había transcurrido desde su visita a los estudios. Ya no charlaban, ni perdían el tiempo con trivialidades que nada tuvieran que ver con su trabajo. El despacho funcionaba mejor, claro, los objetivos se cumplían algo más rápido cuando no perdían el tiempo hablando.
Avery había supuesto un intento de rebelión por parte de Annie ante la idea de presentarse en la fiesta de Wilder, pero ella recibió la invitación como quien recibe la noticia de que no lloverá durante el día. En cierto sentido, lo decepcionó su indiferencia, mas en cualquier caso estaba agradecido de no tener que discutir delante del resto del equipo.
Pasaron los días con una tranquilidad pasmosa. Conforme se aproximaba el día de la fiesta, iban creciendo los murmullos en los pasillos. Guionistas y actores empezaban a pensar sobre sus atuendos, a ensayar sus discursos para conseguir un contrato, a elucubrar qué gran estrella estaría entre los invitados a la velada. Jack había acudido ya a varias fiestas y cerrado otros tantos tratos en ellas. No tendría por qué estar nervioso, pero así era. Tiempo había pasado ya desde su última negociación exitosa, temía regresar al estudio con las manos vacías.
El guionista decidió no dejarse llevar por las sombras y se preparó concienzudamente para la fiesta. Cualquiera que lo hubiese visto no habría podido intuir las inseguridades que se escondían tras su brillante sonrisa y un carísimo traje oscuro hecho a medida para él. Las burbujas de las bebidas espiritosas le hacían cosquillas en los labios, hacían más fácil las conversaciones con el resto de asistentes a la velada.
— Esta fiesta va a dar mucho de qué hablar, ¿eh, Jack? — Víctor oteaba el horizonte con la esperanza de ser el primero en ver a la siguiente celebridad.
— Eso espero, amigo mío. Eso espero.
— Mira, por ahí viene alguien… No sé quién es.
La gente que llenaba el vestíbulo comenzó a murmurar y de sus miradas indiscretas alguien sacó un nombre.
— ¡Es Bonnie Lambert! — el escritor se alisó el traje, como si la actriz fuese a llegar a verlo.
— ¿Estás seguro?
— Sí, seguro. Es Lambert. Lo está diciendo todo el mundo. ¡Ese es su coche! Es ella, Jack, seguro.
Lograron abrirse paso entre la multitud para la recepción de la estrella. Bonnie fue la primera en apearse del vehículo con la gracia natural que tan bien la caracterizaba. Estaba preciosa, claro, pero Avery no hizo cuenta de lo ceñido de su vestido, ni de lo elegante de su maquillaje. Su mirada estaba puesta sobre la segunda figura que se bajó del vehículo. Annie se había recogido el pelo, se había vestido para la ocasión, y por primera vez Jack vio el parecido entre las dos hermanas. Bonnie tenía una belleza apabullante, pero Annie era una mujer preciosa, de un encanto arrebatador. El guionista carraspeó antes de acercarse a ella una vez despejados los focos de su alrededor.
— Me alegra que hayas venido.
Avery había supuesto un intento de rebelión por parte de Annie ante la idea de presentarse en la fiesta de Wilder, pero ella recibió la invitación como quien recibe la noticia de que no lloverá durante el día. En cierto sentido, lo decepcionó su indiferencia, mas en cualquier caso estaba agradecido de no tener que discutir delante del resto del equipo.
Pasaron los días con una tranquilidad pasmosa. Conforme se aproximaba el día de la fiesta, iban creciendo los murmullos en los pasillos. Guionistas y actores empezaban a pensar sobre sus atuendos, a ensayar sus discursos para conseguir un contrato, a elucubrar qué gran estrella estaría entre los invitados a la velada. Jack había acudido ya a varias fiestas y cerrado otros tantos tratos en ellas. No tendría por qué estar nervioso, pero así era. Tiempo había pasado ya desde su última negociación exitosa, temía regresar al estudio con las manos vacías.
El guionista decidió no dejarse llevar por las sombras y se preparó concienzudamente para la fiesta. Cualquiera que lo hubiese visto no habría podido intuir las inseguridades que se escondían tras su brillante sonrisa y un carísimo traje oscuro hecho a medida para él. Las burbujas de las bebidas espiritosas le hacían cosquillas en los labios, hacían más fácil las conversaciones con el resto de asistentes a la velada.
— Esta fiesta va a dar mucho de qué hablar, ¿eh, Jack? — Víctor oteaba el horizonte con la esperanza de ser el primero en ver a la siguiente celebridad.
— Eso espero, amigo mío. Eso espero.
— Mira, por ahí viene alguien… No sé quién es.
La gente que llenaba el vestíbulo comenzó a murmurar y de sus miradas indiscretas alguien sacó un nombre.
— ¡Es Bonnie Lambert! — el escritor se alisó el traje, como si la actriz fuese a llegar a verlo.
— ¿Estás seguro?
— Sí, seguro. Es Lambert. Lo está diciendo todo el mundo. ¡Ese es su coche! Es ella, Jack, seguro.
Lograron abrirse paso entre la multitud para la recepción de la estrella. Bonnie fue la primera en apearse del vehículo con la gracia natural que tan bien la caracterizaba. Estaba preciosa, claro, pero Avery no hizo cuenta de lo ceñido de su vestido, ni de lo elegante de su maquillaje. Su mirada estaba puesta sobre la segunda figura que se bajó del vehículo. Annie se había recogido el pelo, se había vestido para la ocasión, y por primera vez Jack vio el parecido entre las dos hermanas. Bonnie tenía una belleza apabullante, pero Annie era una mujer preciosa, de un encanto arrebatador. El guionista carraspeó antes de acercarse a ella una vez despejados los focos de su alrededor.
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Esperaba pasar desapercibida un rato, o como mucho acercarse a alguno de sus compañeros de la oficina, seguramente estarían con sus esposas y serían una compañía con la que podría sentirse cómoda.
Sin embargo, quien se acercó fue Jack. Si bien al principio la sorprendió un poco, por el carraspeo y por su aspecto. El traje era especialmente elegante y se notaba que se había arreglado de más para la ocasión. Había que admitir que era un hombre atractivo aunque ella hubiera dejado de notarlo a base de pasar días en su compañía.
De todos modos, frunció un poco los labios al escucharle.- No tenía mucha opción. -Reconoció llevándose la copa a los labios.- Tú no me diste lugar a réplica, pero menos aún Bonnie, ya me había encargado un vestido y los arreglos. -Su hermana creía que en aquella fiesta tendría la oportunidad de abrirse paso a los contactos, si bien ella no tenía intención de apresurarse de momento sabía que pronto la llamaría para presentarle a algún otro despacho de guionistas donde se la tratara mejor y le dieran crédito por sus obras a pesar de su género.
Pero ya se preocuparía de eso cuando llegara el momento, ahora estaba junto a Avery, así que no debía pensar en esas cosas.- ¿Los demás ya han llegado? -Preguntó como mera curiosidad.
Sin embargo, quien se acercó fue Jack. Si bien al principio la sorprendió un poco, por el carraspeo y por su aspecto. El traje era especialmente elegante y se notaba que se había arreglado de más para la ocasión. Había que admitir que era un hombre atractivo aunque ella hubiera dejado de notarlo a base de pasar días en su compañía.
De todos modos, frunció un poco los labios al escucharle.- No tenía mucha opción. -Reconoció llevándose la copa a los labios.- Tú no me diste lugar a réplica, pero menos aún Bonnie, ya me había encargado un vestido y los arreglos. -Su hermana creía que en aquella fiesta tendría la oportunidad de abrirse paso a los contactos, si bien ella no tenía intención de apresurarse de momento sabía que pronto la llamaría para presentarle a algún otro despacho de guionistas donde se la tratara mejor y le dieran crédito por sus obras a pesar de su género.
Pero ya se preocuparía de eso cuando llegara el momento, ahora estaba junto a Avery, así que no debía pensar en esas cosas.- ¿Los demás ya han llegado? -Preguntó como mera curiosidad.
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Avery estaba dispuesto a enterrar el hacha de guerra. Aquella fiesta estaba llena de oportunidades, de contactos que podrían florecer en contratos millonarios, de senderos que recorrer en busca de la fama. El guionista quería centrarse en conseguir nuevos proyectos para su estudio, no en las discusiones que hubiese tenido con sus empleados. Tampoco es que le entusiasmaran las hostilidades con Annie, en particular, y por ello trataba de olvidar lo que había ocurrido de camino a los estudios, aunque ese deseo pareciera unidireccional.
— Es un vestido precioso — solo comentó lo último porque prefería no responder a lo primero. No, no tenía opción. Ninguno de ellos la tenía, en realidad. Quizá Annie no se daba cuenta de ello, pero no importaba. ¿Para qué iba a discutirlo? — Sí, Joseph y Henry están por aquí. Puede que los demás hayan llegado, pero que yo no los haya visto. Parece que hoy está aquí todo Hollywood. Es difícil saberlo.
Lo cierto es que a Avery únicamente le había interesado la llegada de Annie. Al fin y al cabo, era la más interesante de sus trabajadores, y no tenía sentido alguno negarlo.
Conforme avanzaba la noche y se vaciaban las copas, aparecían más grupitos de gente, charlando animadamente. Avery permaneció atento a Annie durante el resto de la velada. Sabía que ciertas personas podían llegar a ser muy desagradables una vez hubieran tomado ciertas sustancias. Cuando uno de aquellos productores que se creían invencibles con una copa en la mano puso la mirada sobre la joven Lambert, Jack se aproximó a ella.
— ¿Quieres que salgamos a tomar el aire?
— Es un vestido precioso — solo comentó lo último porque prefería no responder a lo primero. No, no tenía opción. Ninguno de ellos la tenía, en realidad. Quizá Annie no se daba cuenta de ello, pero no importaba. ¿Para qué iba a discutirlo? — Sí, Joseph y Henry están por aquí. Puede que los demás hayan llegado, pero que yo no los haya visto. Parece que hoy está aquí todo Hollywood. Es difícil saberlo.
Lo cierto es que a Avery únicamente le había interesado la llegada de Annie. Al fin y al cabo, era la más interesante de sus trabajadores, y no tenía sentido alguno negarlo.
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Conforme avanzaba la noche y se vaciaban las copas, aparecían más grupitos de gente, charlando animadamente. Avery permaneció atento a Annie durante el resto de la velada. Sabía que ciertas personas podían llegar a ser muy desagradables una vez hubieran tomado ciertas sustancias. Cuando uno de aquellos productores que se creían invencibles con una copa en la mano puso la mirada sobre la joven Lambert, Jack se aproximó a ella.
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Apartó la mirada al escuchar el cumplido sobre su vestido, no queriendo reconocer que era agradable escuchar algo así, o que viera sus mejillas ganando color levemente. De verdad que tendría que hacer por acostumbrarse un poco más a Hollywood y las personas que lo habitaban o todos notarían que en el fondo no era mucho más que una chica de campo. Estaba claro que no tenía la capacidad de adaptación de su querida hermana.
- Sí, hay demasiada gente. -Reconoció a lo último que dijo.- Por eso había pensado en reunirme con el resto de la oficina, supuse que vendrían acompañados y sería más entretenida la velada. -Comentó, dando por hecho que él también pensaría así. Aunque quién sabía, seguro que tenía más experiencia y facilidad para moverse en aquellos círculos, con todas las hienas aprovechadas. Como lo había hecho en aquel despacho.
Al final terminaron entre guionistas y hubo alguna que otra presentación. Había espectáculos, especialmente de los artistas y coreógrafos que participaban en algunas películas musicales y demostraban su talento ante los demás con la esperanza de que se les incluyera en más proyectos. En parte también daban la impresión de ser mascotas adiestradas que habían vendido su alma al productor de turno y ahora debían actuar para él cuando lo quisiera.
En cualquier caso eran opiniones que no compartía del todo, y trató de disfrutar de la velada en lo posible.
Llegado cierto momento, Jack captó su atención con esa pregunta.
Dado que no sabía a qué venía solo asintió y le acompañó.- ¿Te encuentras bien? -Preguntó mientras caminaban. Esperaba que sí, porque por su cabeza ya rondaba una de esas ideas que prefería no pensar siquiera sobre los motivos por los que un hombre y una mujer se alejarían de una fiesta como aquella a solas.
- Sí, hay demasiada gente. -Reconoció a lo último que dijo.- Por eso había pensado en reunirme con el resto de la oficina, supuse que vendrían acompañados y sería más entretenida la velada. -Comentó, dando por hecho que él también pensaría así. Aunque quién sabía, seguro que tenía más experiencia y facilidad para moverse en aquellos círculos, con todas las hienas aprovechadas. Como lo había hecho en aquel despacho.
Al final terminaron entre guionistas y hubo alguna que otra presentación. Había espectáculos, especialmente de los artistas y coreógrafos que participaban en algunas películas musicales y demostraban su talento ante los demás con la esperanza de que se les incluyera en más proyectos. En parte también daban la impresión de ser mascotas adiestradas que habían vendido su alma al productor de turno y ahora debían actuar para él cuando lo quisiera.
En cualquier caso eran opiniones que no compartía del todo, y trató de disfrutar de la velada en lo posible.
Llegado cierto momento, Jack captó su atención con esa pregunta.
Dado que no sabía a qué venía solo asintió y le acompañó.- ¿Te encuentras bien? -Preguntó mientras caminaban. Esperaba que sí, porque por su cabeza ya rondaba una de esas ideas que prefería no pensar siquiera sobre los motivos por los que un hombre y una mujer se alejarían de una fiesta como aquella a solas.
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El volumen de las voces a su alrededor había ido aumentando. La banda musical había seguido tal tendencia, incrementando la potencia de sus instrumentos hasta hacer del interior de la mansión un lugar infértil para cualquier conversación que no se mantuviese a gritos. Avery sonrió cuando su subordinada se mostró dispuesta a marchar a un lugar menos ensordecedor, y no fue hasta que se hubieron alejado discretamente del epicentro del ruido cuando le preguntó el motivo de su peculiar reunión.
— Oh, claro. No te he traído aquí por eso.
Lo cierto es que lo conmovió que fuera esa su primera idea. Era el tipo de cuestión que en un lugar tan sórdido solo podría plantear alguien como ella. Podría haberle dicho la verdad, que la había sacado de allí para evitar que un hombre zafio, mezquino y cruel cuya fama no llegaba a abarcar la magnitud de lo que hacía cuando nadie lo miraba; pero por alguna razón privar a Annie del inocente disfrute de su primera gran fiesta le parecía un acto desalmado.
— Me apetecía apartarme un poco de tanta gente. A estas horas es cuando suelen ponerse más pesados. Los acuerdos importantes se cierran antes de que se pierda la compostura, y yo ya he visto a un par de inversores que… bueno, dejémoslo ahí. Supuse que te podría venir bien un descanso a ti también.
Recordaba la ilusión con la que había asistido a sus primeros grandes eventos y lo mucho que lo había sorprendido ver a uno de los directores más reputados del país decorar una alfombra de varios miles de dólares con lo que fuera que hubiese cenado esa noche. Ese día aprendió que solo se bebía lo justo para no ofender al anfitrión y disimular ante el resto de invitados. Tampoco nadie quería perder los papeles frente a alguien sobrio que pudiese delatarlo ante los medios.
— Es un sitio bonito, ¿no? — De las paredes de los pasillos pendían piezas artísticas de exquisita factura. La decoración era sencilla, brillante, evocadora de los grandes días de Hollywood, cuando el dinero fluía con una facilidad pasmosa. Allí llegaba la música, pero de una manera tan discreta que les permitía hablar. — Gracias por acompañarme hoy, Annie — la miró y por un instante dudó —. Lamento lo que ocurrió en el estudio. No quería menoscavar tus esfuerzos para conseguir a los mejores profesionales para nuestra producción, y aunque en ese momento no pensé en ello, tendría que haber tenido más en cuenta tu opinión sobre ello. Al fin y al cabo, tú también escribiste ese guión.
— Oh, claro. No te he traído aquí por eso.
Lo cierto es que lo conmovió que fuera esa su primera idea. Era el tipo de cuestión que en un lugar tan sórdido solo podría plantear alguien como ella. Podría haberle dicho la verdad, que la había sacado de allí para evitar que un hombre zafio, mezquino y cruel cuya fama no llegaba a abarcar la magnitud de lo que hacía cuando nadie lo miraba; pero por alguna razón privar a Annie del inocente disfrute de su primera gran fiesta le parecía un acto desalmado.
— Me apetecía apartarme un poco de tanta gente. A estas horas es cuando suelen ponerse más pesados. Los acuerdos importantes se cierran antes de que se pierda la compostura, y yo ya he visto a un par de inversores que… bueno, dejémoslo ahí. Supuse que te podría venir bien un descanso a ti también.
Recordaba la ilusión con la que había asistido a sus primeros grandes eventos y lo mucho que lo había sorprendido ver a uno de los directores más reputados del país decorar una alfombra de varios miles de dólares con lo que fuera que hubiese cenado esa noche. Ese día aprendió que solo se bebía lo justo para no ofender al anfitrión y disimular ante el resto de invitados. Tampoco nadie quería perder los papeles frente a alguien sobrio que pudiese delatarlo ante los medios.
— Es un sitio bonito, ¿no? — De las paredes de los pasillos pendían piezas artísticas de exquisita factura. La decoración era sencilla, brillante, evocadora de los grandes días de Hollywood, cuando el dinero fluía con una facilidad pasmosa. Allí llegaba la música, pero de una manera tan discreta que les permitía hablar. — Gracias por acompañarme hoy, Annie — la miró y por un instante dudó —. Lamento lo que ocurrió en el estudio. No quería menoscavar tus esfuerzos para conseguir a los mejores profesionales para nuestra producción, y aunque en ese momento no pensé en ello, tendría que haber tenido más en cuenta tu opinión sobre ello. Al fin y al cabo, tú también escribiste ese guión.
CAPÍTULO III. APARIENCIAS Y VERDADES.
CON ANNIE . EN LA FIESTA DE WILDER. DE NOCHE.
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La verdad es que no sabía muy bien en qué pensar cuando Jack aseguró de ese modo que no se encontraba mal. Dejando entrever algún motivo. Sentía curiosidad entonces por la razón, intentando no pensar mal de su jefe y sus posibles intenciones, pero igualmente no acercándose demasiado por si acaso.
Pero él no tardó en explicárselo, diciendo que quería despejarse. Asintió a sus argumentos, suponía que tenía razón, él conocía más de esos ambientes, y ella se había ido dando cuenta de algunas cosas, como de la forma en que algún que otro invitado ya se había pasado con la bebida.
- La verdad es que sí, gracias. -Asintió, con una leve sonrisa al escuchar que ese era el motivo, simplemente se había preocupado por ella, sabiendo que no era su ambiente ideal.- Empezaba a pensar cuándo sería adecuado retirarme, si te soy sincera. -Confesó, porque en cierto modo ya había cumplido y no iba a esperar a su hermana para marcharse, sus compromisos eran demasiados.
Siguieron paseando por aquellas galerías. Sus ojos recorrían los cuadros que las adornaban, reconociendo alguna pieza de un artista conocido que quizá era más propia de un museo. Asintió al comentario de Jack.- Sí. Esperaba que fuera más falso, más como un decorado. Aquí nunca sabes cuando algo es real. -Todo eran apariencias, cada comentario, cada acción ocultaba una segunda intención o escondía la verdad para no quedar mal. La hacía sentir como Dorothy en El Mago de Oz, ya no estaba en Kansas.
Se detuvieron un momento y llevó sus ojos a Avery cuando le agradeció su compañía.- No me diste opciones. -Recordó, aunque esta vez lo hizo con una leve sonrisa, no como un reproche. Pero dejó que siguiera hablando, ya que parecía querer decir algo más. Escuchó sus disculpas con atención, reconociendo que el trabajo había sido suyo y debería haberla tenido en cuenta.
Suspiró antes de responder.- Yo siento haber sido un poco intransigente con el asunto. -Admitió, algo apenada.- Entiendo que hay que hacer concesiones, que los productores tienen que cambiar cosas por aquellas que creen que venderán mejor. Pero esos cambios le robaban toda la esencia al guion. -En eso no le podía quitar la razón, si quería otra historia, bien podía pedirla, pero aquel guion tenía un tema y una intención que no se correspondía con esos cambios que pretendía hacer.- Todavía tengo cosas por aprender. -Afirmó como conclusión y extendió la mano hacia él con una sonrisa.- ¿Estamos en paz?
Pero él no tardó en explicárselo, diciendo que quería despejarse. Asintió a sus argumentos, suponía que tenía razón, él conocía más de esos ambientes, y ella se había ido dando cuenta de algunas cosas, como de la forma en que algún que otro invitado ya se había pasado con la bebida.
- La verdad es que sí, gracias. -Asintió, con una leve sonrisa al escuchar que ese era el motivo, simplemente se había preocupado por ella, sabiendo que no era su ambiente ideal.- Empezaba a pensar cuándo sería adecuado retirarme, si te soy sincera. -Confesó, porque en cierto modo ya había cumplido y no iba a esperar a su hermana para marcharse, sus compromisos eran demasiados.
Siguieron paseando por aquellas galerías. Sus ojos recorrían los cuadros que las adornaban, reconociendo alguna pieza de un artista conocido que quizá era más propia de un museo. Asintió al comentario de Jack.- Sí. Esperaba que fuera más falso, más como un decorado. Aquí nunca sabes cuando algo es real. -Todo eran apariencias, cada comentario, cada acción ocultaba una segunda intención o escondía la verdad para no quedar mal. La hacía sentir como Dorothy en El Mago de Oz, ya no estaba en Kansas.
Se detuvieron un momento y llevó sus ojos a Avery cuando le agradeció su compañía.- No me diste opciones. -Recordó, aunque esta vez lo hizo con una leve sonrisa, no como un reproche. Pero dejó que siguiera hablando, ya que parecía querer decir algo más. Escuchó sus disculpas con atención, reconociendo que el trabajo había sido suyo y debería haberla tenido en cuenta.
Suspiró antes de responder.- Yo siento haber sido un poco intransigente con el asunto. -Admitió, algo apenada.- Entiendo que hay que hacer concesiones, que los productores tienen que cambiar cosas por aquellas que creen que venderán mejor. Pero esos cambios le robaban toda la esencia al guion. -En eso no le podía quitar la razón, si quería otra historia, bien podía pedirla, pero aquel guion tenía un tema y una intención que no se correspondía con esos cambios que pretendía hacer.- Todavía tengo cosas por aprender. -Afirmó como conclusión y extendió la mano hacia él con una sonrisa.- ¿Estamos en paz?
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Jack recordaba con cariño las primeras fiestas a las que había asistido. La nostalgia le dio brillo a sus memorias. A sus ojos, entonces, todo resplandecía. Allá donde mirase encontraba una nueva inspiración, un trazo del glamur hollywoodiense que adherir a sus historias, una oportunidad. Sin embargo, sabía que en ocasiones el lustre cinematográfico desaparecía tras las cámaras. Él también había sido joven y se había hallado perdido entre gigantes de la industria. Podía imaginar cómo la situación podría llegar a sobrepasar a Annie porque a él también le había sucedido.
— No te las di, es cierto — asintió, esbozando una leve sonrisa.
Aquello no lo lamentaba. Su ayudante todavía no lo sabía, pero llegaría a apreciar sus tal vez en apariencia tiránicas imposiciones cuando conociese las razones que las motivaban. La conversación continuó y la señorita Lambert aceptó sus disculpas. Era bueno saber que sus discrepancias no habían herido su relación de esa manera.
— Es tu guión, claro que ibas a ser intransigente con él — replicó —. Lo raro hubiera sido que te hubiese dado igual cambiarlo. Eso querría decir que no sientes la historia como si fuera tuya, y eso es lo que necesita un buen guionista. Yo era como tú cuando empecé. Sé que te lo he dicho muchas veces, pero es verdad. Tendrías que haberme visto cuando entregué mi primer guión. Estaba tan ilusionado que en lugar de caminar, flotaba. Cuando conseguí una cita con el estudio, me sentí invencible. Creía que había escrito la mejor historia del mundo. Los guionistas de la productora comenzaron a tachar cosas y a arrancar páginas del borrador, y yo sentía que me estaban arrancando los pedazos a mí. Pensaba que me desangraba, te lo digo de verdad — rio y negó con la cabeza, recordando viejos tiempos —. Me enfadé muchísimo. Grité y hasta lloré cuando salí del estudio, pero… me sirvió para entender cómo funciona todo esto y cómo podía beneficiarme de ello. Fue toda una experiencia —. Miró a su aprendiz y sintió un cariño especial al ver en su mirada el brillo obstinado y al mismo tiempo inocente que él ya había perdido. Descendió su vista hasta la mano que le ofrecía y sonrió —. Claro que estamos en paz — concluyó con rotundidad. Miró a su alrededor —. No me entusiasma la idea de volver al salón — comenzó a bajar el tono hasta la confidencia —, y lo negaré si me lo preguntan porque no debería decirte esto, pero estoy seguro de que esta mansión está llena de maravillas que podríamos ver ahora que no hay nadie mirando.
— No te las di, es cierto — asintió, esbozando una leve sonrisa.
Aquello no lo lamentaba. Su ayudante todavía no lo sabía, pero llegaría a apreciar sus tal vez en apariencia tiránicas imposiciones cuando conociese las razones que las motivaban. La conversación continuó y la señorita Lambert aceptó sus disculpas. Era bueno saber que sus discrepancias no habían herido su relación de esa manera.
— Es tu guión, claro que ibas a ser intransigente con él — replicó —. Lo raro hubiera sido que te hubiese dado igual cambiarlo. Eso querría decir que no sientes la historia como si fuera tuya, y eso es lo que necesita un buen guionista. Yo era como tú cuando empecé. Sé que te lo he dicho muchas veces, pero es verdad. Tendrías que haberme visto cuando entregué mi primer guión. Estaba tan ilusionado que en lugar de caminar, flotaba. Cuando conseguí una cita con el estudio, me sentí invencible. Creía que había escrito la mejor historia del mundo. Los guionistas de la productora comenzaron a tachar cosas y a arrancar páginas del borrador, y yo sentía que me estaban arrancando los pedazos a mí. Pensaba que me desangraba, te lo digo de verdad — rio y negó con la cabeza, recordando viejos tiempos —. Me enfadé muchísimo. Grité y hasta lloré cuando salí del estudio, pero… me sirvió para entender cómo funciona todo esto y cómo podía beneficiarme de ello. Fue toda una experiencia —. Miró a su aprendiz y sintió un cariño especial al ver en su mirada el brillo obstinado y al mismo tiempo inocente que él ya había perdido. Descendió su vista hasta la mano que le ofrecía y sonrió —. Claro que estamos en paz — concluyó con rotundidad. Miró a su alrededor —. No me entusiasma la idea de volver al salón — comenzó a bajar el tono hasta la confidencia —, y lo negaré si me lo preguntan porque no debería decirte esto, pero estoy seguro de que esta mansión está llena de maravillas que podríamos ver ahora que no hay nadie mirando.
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Puede que el champán estuviera ayudando a que su enfado se disipara mucho mejor de lo que habían logrado los días desde aquella discusión que tuvieron tras la reunión con el productor.
Al reconocer lo que sucedió, Jack la dejaba ver que no se había inventado todo. Y que no era completamente invisible para él, como había llegado a pensar durante aquella desastrosa reunión.
Le gustó escuchar que no era la única que pasaba por algo como aquello, que también a él le sucedió al principio. Le alegró saber que no habían sido los prejuicios que acompañaban el que fuera mujer, como había pensado desde el primer momento. Parecía se lo que necesitaba para tratar de dejar aquella situación desagradable atrás.
Sonrió y apretó la mano de Jack para hacer las paces y empezar, en cierto sentido, de nuevo.
El tono bajo que adoptó su voz la intrigó y atendió a lo que decía con una sonrisa divertida.- ¿Usted cree, señor Avery? -Preguntó.- En ese caso, deberíamos descubrir los misterios que encierra esta mansión encantada. -Propuso, esperando que él indicase por dónde comenzar aquella visita, alejándose cada vez más del atestado salón.
Había una galería de arte abierta, con cuadros o representaciones muy conocidos.- ¿Crees que todos son originales? -Preguntó, dudando. Si lo eran, sería toda una fortuna lo que colgaba de aquellas paredes.
Siguiendo la galería, había una puerta de nogal bastante impresionante, cerrada.- Primer misterio a descubrir... -Se hizo con el pomo y lo giró. La habitación estaba a oscuras, pero iluminada por la luz de las farolas y la luna que entraba desde la ventana del fondo. Sin duda era un despacho... pero lo que Annie vio fue las dos figuras, de espaldas a la puerta, apoyadas en la mesa. Se tapó la boca para no gritar nada y se hizo a un lado, apoyándose en la pared de la galería, sin saber si Jack también estaba viendo lo que ella o solo lo había imaginado.
Aunque muy retorcida tendría que ser su mente para imaginarse al productor en semejante actitud con la joven actriz que había insistido en tener en su película.
Al reconocer lo que sucedió, Jack la dejaba ver que no se había inventado todo. Y que no era completamente invisible para él, como había llegado a pensar durante aquella desastrosa reunión.
Le gustó escuchar que no era la única que pasaba por algo como aquello, que también a él le sucedió al principio. Le alegró saber que no habían sido los prejuicios que acompañaban el que fuera mujer, como había pensado desde el primer momento. Parecía se lo que necesitaba para tratar de dejar aquella situación desagradable atrás.
Sonrió y apretó la mano de Jack para hacer las paces y empezar, en cierto sentido, de nuevo.
El tono bajo que adoptó su voz la intrigó y atendió a lo que decía con una sonrisa divertida.- ¿Usted cree, señor Avery? -Preguntó.- En ese caso, deberíamos descubrir los misterios que encierra esta mansión encantada. -Propuso, esperando que él indicase por dónde comenzar aquella visita, alejándose cada vez más del atestado salón.
Había una galería de arte abierta, con cuadros o representaciones muy conocidos.- ¿Crees que todos son originales? -Preguntó, dudando. Si lo eran, sería toda una fortuna lo que colgaba de aquellas paredes.
Siguiendo la galería, había una puerta de nogal bastante impresionante, cerrada.- Primer misterio a descubrir... -Se hizo con el pomo y lo giró. La habitación estaba a oscuras, pero iluminada por la luz de las farolas y la luna que entraba desde la ventana del fondo. Sin duda era un despacho... pero lo que Annie vio fue las dos figuras, de espaldas a la puerta, apoyadas en la mesa. Se tapó la boca para no gritar nada y se hizo a un lado, apoyándose en la pared de la galería, sin saber si Jack también estaba viendo lo que ella o solo lo había imaginado.
Aunque muy retorcida tendría que ser su mente para imaginarse al productor en semejante actitud con la joven actriz que había insistido en tener en su película.
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Jack esbozó una sonrisa vahanera al invitar a Annie a escaparse durante un rato de la fiesta. Le brillaron los ojos cuando ella aceptó posponer su reincorporación al evento durante el tiempo justo para explorar el ala de la mansión en la que se encontraban. Transgredir las normas de vez en cuando era bueno para el ánimo, a Jack le recordaba que él también había sido joven.
— Quizá — paseó la mirada por los cuadros de la galería que su acompañante miraba con tanto interés y dedicó un momento a reflexionar sobre su pregunta —. Te aseguro que Wilder tiene dinero suficiente para comprarlos. Todas las películas que hay en cartelera están producidas por su estudio. Podría comprar todo Hollywood si quisiera.
En cierto sentido, ya lo había hecho: tenía en nómina a los actores y actrices más cotizados del momento, a los mejores maquilladores del distrito, a excelentes artistas que trabajaban como decoradores; había comprado naves tan grandes como todo el estudio que tenía la competencia. Todo el mundo quería trabajar con él porque era asegurarse el éxito: el dinero siempre llama al dinero.
Jack siguió a Annie y entró tras ella a la sala, o eso intentó, porque la joven se quedó parada en el umbral de la puerta y el guionista chocó con ella. Apoyó las manos en sus hombros para no caerse.
— ¡Ay! Annie, ¿qué es lo que…? — miró el interior de la estancia y en la penumbra reconoció el despacho de Wilder, aunque ninguna de las sombras que había en ella se correspondía con su corpulencia. — ¿Monroe? — preguntó a la oscuridad, distinguiendo detalles perfilados por las luces del exterior sobre las siluetas.
Jack oyó el frufrú de una tela y cuando Monroe se giró, vio a una chica cerrarse la camisa sobre el pecho desnudo.
— ¿Qué estás haciendo?
La atmósfera ligera de la que había disfrutado hacía un instante estalló, como una pieza de porcelana estrellándose contra el suelo.
— Quizá — paseó la mirada por los cuadros de la galería que su acompañante miraba con tanto interés y dedicó un momento a reflexionar sobre su pregunta —. Te aseguro que Wilder tiene dinero suficiente para comprarlos. Todas las películas que hay en cartelera están producidas por su estudio. Podría comprar todo Hollywood si quisiera.
En cierto sentido, ya lo había hecho: tenía en nómina a los actores y actrices más cotizados del momento, a los mejores maquilladores del distrito, a excelentes artistas que trabajaban como decoradores; había comprado naves tan grandes como todo el estudio que tenía la competencia. Todo el mundo quería trabajar con él porque era asegurarse el éxito: el dinero siempre llama al dinero.
Jack siguió a Annie y entró tras ella a la sala, o eso intentó, porque la joven se quedó parada en el umbral de la puerta y el guionista chocó con ella. Apoyó las manos en sus hombros para no caerse.
— ¡Ay! Annie, ¿qué es lo que…? — miró el interior de la estancia y en la penumbra reconoció el despacho de Wilder, aunque ninguna de las sombras que había en ella se correspondía con su corpulencia. — ¿Monroe? — preguntó a la oscuridad, distinguiendo detalles perfilados por las luces del exterior sobre las siluetas.
Jack oyó el frufrú de una tela y cuando Monroe se giró, vio a una chica cerrarse la camisa sobre el pecho desnudo.
— ¿Qué estás haciendo?
La atmósfera ligera de la que había disfrutado hacía un instante estalló, como una pieza de porcelana estrellándose contra el suelo.
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Annie solo pudo asentir a las palabras de Jack. Cierto era que la productora estaba en su momento dorado y las ganancias para Wilder tenían que ser asombrosas. Así que si aquellos cuadros no eran los originales que podrían adornar las paredes de cualquier museo, bien podrían ser las mejores representaciones existentes.
Por desgracia, cuando recordara aquella noche, lo último que pasaría por su memoría serían las obras de arte que adornaban aquella casa.
Al descubrir la indecente escena se había quedado paralizada. Notó las manos de Jack en su espalda y se giró hacia él, como si pudiera protegerse de lo que estaban presenciando. Le habría gustado marcharse corriendo, pero al encontrarse el hombre allí no parecía la opción correcta dejarle sin más.
- ¡Avery! ¡Qué inoportuno! -Exclamó el productor sin ningún tipo de pudor.- Solo estábamos cerrando algunos detalles del contrato. Ya sabes cómo funciona esto. -Annie hubiera preferido no escuchar tal cosa, la verdad. Y confiaba en que realmente no fuera así como funcionase nada en la industria, pero ahora se le hacía un pensamiento muy iluso.- ¿También vosotros habíais pensado cerrar algún acuerdo? Tu secretaria seguro que sabe ganarse un anticipo. -Se jactó. Y Annie no supo si debía sentirse más insultada o asqueada por el comentario.- Hay un cuarto de invitados al final del pasillo, pero yo prefiero los despachos.
Por desgracia, cuando recordara aquella noche, lo último que pasaría por su memoría serían las obras de arte que adornaban aquella casa.
Al descubrir la indecente escena se había quedado paralizada. Notó las manos de Jack en su espalda y se giró hacia él, como si pudiera protegerse de lo que estaban presenciando. Le habría gustado marcharse corriendo, pero al encontrarse el hombre allí no parecía la opción correcta dejarle sin más.
- ¡Avery! ¡Qué inoportuno! -Exclamó el productor sin ningún tipo de pudor.- Solo estábamos cerrando algunos detalles del contrato. Ya sabes cómo funciona esto. -Annie hubiera preferido no escuchar tal cosa, la verdad. Y confiaba en que realmente no fuera así como funcionase nada en la industria, pero ahora se le hacía un pensamiento muy iluso.- ¿También vosotros habíais pensado cerrar algún acuerdo? Tu secretaria seguro que sabe ganarse un anticipo. -Se jactó. Y Annie no supo si debía sentirse más insultada o asqueada por el comentario.- Hay un cuarto de invitados al final del pasillo, pero yo prefiero los despachos.
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A Jack no lo sorprendió tanto la escena en sí como la desfachatez de Monroe. El productor ni siquiera se molestó en disimular lo que estaba ocurriendo o fingir un pudor que estaba claro que no sentía por haber sido descubierto. Annie se dio la vuelta, con el rastro de la impresión que le había causado semejante panorama todavía en la cara, y Jack apoyó en su hombro una mano para tranquilizarla.
— Por el amor de Dios, Monroe — masculló, tratando de modular su voz para que no fuese evidente lo mucho que lo asqueaba la situación —. ¿Cómo puedes decir algo así?
Aunque era cierto que muchos contratos se cerraban en despachos a puerta cerrada, era cruel y mezquino insinuar que todos los engranajes de la industria cinematográfica estaban corruptos. Una producción era el trabajo de decenas de personas, desde maquilladoras hasta artistas de decorados, pasando por electricistas, técnicos de sonido, escritores, administrativos. Mucha gente llegaba a Hollywood forjándose su propio camino sin más ayuda que la de su propio talento. Jack había sido una de esas personas. Los comentarios del productor le incendiaron la sangre.
— Se llama Annie y no es mi secretaria, sino ayudante de guionista — siseó —. Ella fue la que escribió la historia que pretendes usar para acostarte con la señorita Harkness. Te pido, no, te exijo — se corrigió para emplear un tono glacial — que no le faltes al respeto de esa manera en mi presencia.
La actriz chasqueó la lengua, ahuecándose el pelo, y el productor miró a Jack con una expresión indescifrable en el rostro. Desvió la mirada de Jack a Annie un par de veces y soltó una risita.
— No me vengas ahora con esas, Jack, ¿quieres? Que ya nos conocemos.
— Por el amor de Dios, Monroe — masculló, tratando de modular su voz para que no fuese evidente lo mucho que lo asqueaba la situación —. ¿Cómo puedes decir algo así?
Aunque era cierto que muchos contratos se cerraban en despachos a puerta cerrada, era cruel y mezquino insinuar que todos los engranajes de la industria cinematográfica estaban corruptos. Una producción era el trabajo de decenas de personas, desde maquilladoras hasta artistas de decorados, pasando por electricistas, técnicos de sonido, escritores, administrativos. Mucha gente llegaba a Hollywood forjándose su propio camino sin más ayuda que la de su propio talento. Jack había sido una de esas personas. Los comentarios del productor le incendiaron la sangre.
— Se llama Annie y no es mi secretaria, sino ayudante de guionista — siseó —. Ella fue la que escribió la historia que pretendes usar para acostarte con la señorita Harkness. Te pido, no, te exijo — se corrigió para emplear un tono glacial — que no le faltes al respeto de esa manera en mi presencia.
La actriz chasqueó la lengua, ahuecándose el pelo, y el productor miró a Jack con una expresión indescifrable en el rostro. Desvió la mirada de Jack a Annie un par de veces y soltó una risita.
— No me vengas ahora con esas, Jack, ¿quieres? Que ya nos conocemos.
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La guionista apenas podía dar crédito a lo que estaba pasando y a que aquel productor pudiera hablar tan impunemente de sus actividades en los despachos o insinuar que ella era ese tipo de mujer incluso.
Agradeció silenciosamente la defensa de Jack y su forma de hablar de ella y tratar de hacer que se la viera con el merecido respeto. Pero la respuesta de Monroe hizo que entendiera que de nada servía con aquel hombre.
Puso la mano en su brazo.- Vámonos, Jack. -Le pidió. Lo mejor era salir de allí y tratar de olvidar aquel incidente. No podía pedir que rompiera cualquier contrato de su guión con ese hombre, pero no le faltaban las ganas.
- Claro, encanto. Id a lo vuestro. -La voz la hizo sentir un escalofrío.- Pero no olvides llamarme si se te ocurre alguna otra idea para un guión, será un placer tratarlo en privado directamente contigo. Sin el bueno de Avery de por medio. Te llamabas Annie, ¿verdad?
- Por favor, Jack. -Insistió. Necesitaba irse. No solo del despacho, sino también de aquella fiesta. Sentía que necesitaba un baño para quitarse aquello de encima.
Agradeció silenciosamente la defensa de Jack y su forma de hablar de ella y tratar de hacer que se la viera con el merecido respeto. Pero la respuesta de Monroe hizo que entendiera que de nada servía con aquel hombre.
Puso la mano en su brazo.- Vámonos, Jack. -Le pidió. Lo mejor era salir de allí y tratar de olvidar aquel incidente. No podía pedir que rompiera cualquier contrato de su guión con ese hombre, pero no le faltaban las ganas.
- Claro, encanto. Id a lo vuestro. -La voz la hizo sentir un escalofrío.- Pero no olvides llamarme si se te ocurre alguna otra idea para un guión, será un placer tratarlo en privado directamente contigo. Sin el bueno de Avery de por medio. Te llamabas Annie, ¿verdad?
- Por favor, Jack. -Insistió. Necesitaba irse. No solo del despacho, sino también de aquella fiesta. Sentía que necesitaba un baño para quitarse aquello de encima.
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La rabia le había encendido la sangre. Sentía el pulso en los oídos, las manos ardiendo, la adrenalina burbujeando en la boca del estómago, los músculos tensos, el sudor frío en los costados. ¿Cómo se atrevía a faltarles el respeto de esa manera? ¿Acaso no tenía ningún tipo de vergüenza? ¿A qué estaba jugando?
Annie estaba tratando de restarle importancia a tan desagradable incidente, pero Jack mantuvo la vista fija en el productor. Puso una mano sobre la que ella había dejado en su brazo y respiró profundamente. Al fin y al cabo, no iban a sacar nada de aquella conversación. Lo mejor sería marcharse.
Al menos, eso pensó hasta que el último comentario de Monroe acabó con el autocontrol que Avery estaba ejerciendo sobre sí mismo. La incredulidad estalló, se convirtió en una repugnancia que colmó sus pensamientos y dejó tras de sí un rastro de ira candente. Jack apartó la mano de Annie, cruzó el despacho en tres zancadas y antes de ser siquiera del todo consciente de lo que estaba haciendo, golpeó a su amigo en el mentón con el puño, tirándolo al suelo. El productor gimió de dolor, se encogió sobre sí mismo cuando Jack lo agarró por el cuello de la camisa y lo levantó para apoyarlo sobre el escritorio e inclinarse sobre él.
— Como te acerques a ella, te mato — siseó —, ¿me oyes?
A su espalda, la actriz había gritado, pero no se atrevió a intervenir.
— No te lo volveré a decir.
Annie estaba tratando de restarle importancia a tan desagradable incidente, pero Jack mantuvo la vista fija en el productor. Puso una mano sobre la que ella había dejado en su brazo y respiró profundamente. Al fin y al cabo, no iban a sacar nada de aquella conversación. Lo mejor sería marcharse.
Al menos, eso pensó hasta que el último comentario de Monroe acabó con el autocontrol que Avery estaba ejerciendo sobre sí mismo. La incredulidad estalló, se convirtió en una repugnancia que colmó sus pensamientos y dejó tras de sí un rastro de ira candente. Jack apartó la mano de Annie, cruzó el despacho en tres zancadas y antes de ser siquiera del todo consciente de lo que estaba haciendo, golpeó a su amigo en el mentón con el puño, tirándolo al suelo. El productor gimió de dolor, se encogió sobre sí mismo cuando Jack lo agarró por el cuello de la camisa y lo levantó para apoyarlo sobre el escritorio e inclinarse sobre él.
— Como te acerques a ella, te mato — siseó —, ¿me oyes?
A su espalda, la actriz había gritado, pero no se atrevió a intervenir.
— No te lo volveré a decir.
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Por un momento, Annie pensó que había funcionado. Que había convencido a Jack para marcharse y dejar todo aquello atrás. A pesar de que dudaba que lo fuera a olvidar nunca. La voz de ese hombre y sus insinuaciones pasarían a formar parte del material del que estaban hechas sus pesadillas, estaba segura.
Pero antes de que pudiera insistir más, Jack ya no estaba a su lado. No reaccionó a tiempo y lo siguiente que vio fue al productor en el suelo, llevándose la mano a la mandíbula y a punto de responder al puñetazo si Jack no le hubiera cogido por las solapas. Estaba, impresionada, claro. La actriz salió corriendo a su lado, ¿quizá fuera a pedir ayuda? Eso la sacó del trance y se acercó hasta los hombres.
Tironeó de uno de los brazos de Jack.- Vamonos. ¡Jack, por favor! -En cuanto la miró, tiró un poco más de él para tratar de separarle de ese hombre.- Ven conmigo, tenemos que irnos de aquí. -No podía dejar que un escándalo les salpicara. No era solo por el trabajo, también estaba la reputación de su hermana, no podían quedarse allí.
Cogió la mano de Jack y tiró de él para salir del despacho buscando un sitio donde esconderse para que no les vieran o por donde salir de aquella mansión del demonio.
Pero antes de que pudiera insistir más, Jack ya no estaba a su lado. No reaccionó a tiempo y lo siguiente que vio fue al productor en el suelo, llevándose la mano a la mandíbula y a punto de responder al puñetazo si Jack no le hubiera cogido por las solapas. Estaba, impresionada, claro. La actriz salió corriendo a su lado, ¿quizá fuera a pedir ayuda? Eso la sacó del trance y se acercó hasta los hombres.
Tironeó de uno de los brazos de Jack.- Vamonos. ¡Jack, por favor! -En cuanto la miró, tiró un poco más de él para tratar de separarle de ese hombre.- Ven conmigo, tenemos que irnos de aquí. -No podía dejar que un escándalo les salpicara. No era solo por el trabajo, también estaba la reputación de su hermana, no podían quedarse allí.
Cogió la mano de Jack y tiró de él para salir del despacho buscando un sitio donde esconderse para que no les vieran o por donde salir de aquella mansión del demonio.
CAPÍTULO III. APARIENCIAS Y VERDADES.
CON Jack . EN LA FIESTA DE WILDER. DE NOCHE.
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Annie lo arrastró fuera del despacho mientras Monroe profería todo tipo de improperios, todavía encogido sobre sí mismo. El productor tenía un destello homicida en la mirada, pero a Jack no lo intimidó lo más mínimo. De no haber sido por la insistencia de su asistente, habría vuelto a golpearlo.
No le pareció oportuno decir nada más. Jack creía que había sido contundente respecto a sus exigencias y esperaba que su amigo conservase la suficiente capacidad de raciocinio para no atreverse a cruzar el último límite que le había sido impuesto. Una cosa era ser permisivo con los contratos que firmaba en los despachos cerrados, pero otra muy distinta era consentir que hablase de Annie como si no tuviese otro talento que poder abrirse de piernas, y Avery tenía tan claro como el día que no iba a consentirlo, por mucha influencia que tuviese Monroe sobre el panorama cinematográfico.
Abandonaron, pues, el despacho a trompicones y se encontraron en el pasillo vacío. Annie no conocía la mansión y no sabía a dónde ir, así que Jack asió su mano con firmeza y la llevó hasta los jardines por una ruta que los alejaba del corazón de la fiesta.
— Supongo que hasta aquí hemos llegado — le dijo, manteniéndose en la umbría de unos árboles ornamentales —. Se acabó la fiesta. Llamaré a un taxi para que te lleve a casa — entonces, reparó en que no había ido allí sola —. No sé si querrás despedirte de tu hermana.
El calor del momento se había ido disipando. El ritmo de su corazón se había calmado y sentía unas pulsaciones en los nudillos, desde donde se ramificaba un dolor discreto que no lo sería tanto a la mañana siguiente.
— Lo siento, Annie — murmuró, abatido —. Por todo.
No le pareció oportuno decir nada más. Jack creía que había sido contundente respecto a sus exigencias y esperaba que su amigo conservase la suficiente capacidad de raciocinio para no atreverse a cruzar el último límite que le había sido impuesto. Una cosa era ser permisivo con los contratos que firmaba en los despachos cerrados, pero otra muy distinta era consentir que hablase de Annie como si no tuviese otro talento que poder abrirse de piernas, y Avery tenía tan claro como el día que no iba a consentirlo, por mucha influencia que tuviese Monroe sobre el panorama cinematográfico.
Abandonaron, pues, el despacho a trompicones y se encontraron en el pasillo vacío. Annie no conocía la mansión y no sabía a dónde ir, así que Jack asió su mano con firmeza y la llevó hasta los jardines por una ruta que los alejaba del corazón de la fiesta.
— Supongo que hasta aquí hemos llegado — le dijo, manteniéndose en la umbría de unos árboles ornamentales —. Se acabó la fiesta. Llamaré a un taxi para que te lleve a casa — entonces, reparó en que no había ido allí sola —. No sé si querrás despedirte de tu hermana.
El calor del momento se había ido disipando. El ritmo de su corazón se había calmado y sentía unas pulsaciones en los nudillos, desde donde se ramificaba un dolor discreto que no lo sería tanto a la mañana siguiente.
— Lo siento, Annie — murmuró, abatido —. Por todo.
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Finalmente fue Jack quien marcó el camino por el que debían marcharse y la guió, aún de la mano, hasta el jardín, donde las sombras los ocultaron de miradas indiscretas.
Él empezó a hablar, de un modo algo incoherente, se preguntaba si todavía se encontraba excitado por todo lo que había pasado ahí dentro. A ella le sucedía, notaba su corazón demasiado acelerado.
Cuando mencionó a su hermana se alarmó un instante y negó con la cabeza.- No. Ella estará ocupada y no quiero molestarla. -Y no quería volver a entrar allí.- Le dije que solo estaría el rato preciso y me iría, sabe que no me gustan este tipo de ambientes. -Ahora solo tenía un motivo más.
Jack se disculpó después, por lo que había sucedido. Annie se acercó y le cogió la mano de nuevo.- No has sido tú. -Le dijo, esperando que la mirase.- Gracias, Jack. Por todo. -Añadió, como había hecho él.- Las cosas que ha dicho ese hombre han sido... horribles. Pero me has defendido. Lo has puesto todo en peligro por mí. -Seguramente acababan de perder un buen contrato, no lo sabría hasta el día siguiente pero no le parecía una locura.- No tenías por qué hacerlo.
Él empezó a hablar, de un modo algo incoherente, se preguntaba si todavía se encontraba excitado por todo lo que había pasado ahí dentro. A ella le sucedía, notaba su corazón demasiado acelerado.
Cuando mencionó a su hermana se alarmó un instante y negó con la cabeza.- No. Ella estará ocupada y no quiero molestarla. -Y no quería volver a entrar allí.- Le dije que solo estaría el rato preciso y me iría, sabe que no me gustan este tipo de ambientes. -Ahora solo tenía un motivo más.
Jack se disculpó después, por lo que había sucedido. Annie se acercó y le cogió la mano de nuevo.- No has sido tú. -Le dijo, esperando que la mirase.- Gracias, Jack. Por todo. -Añadió, como había hecho él.- Las cosas que ha dicho ese hombre han sido... horribles. Pero me has defendido. Lo has puesto todo en peligro por mí. -Seguramente acababan de perder un buen contrato, no lo sabría hasta el día siguiente pero no le parecía una locura.- No tenías por qué hacerlo.
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Cuanto más pensaba en lo que había ocurrido, menos probable le parecía que su pelea con Monroe no fuera a tener consecuencias directas para él y Annie. Podía dar por perdido el contrato para la película que habían guionizado, aunque quizás la productora no querría afrontar los costes judiciales que supondría quebrar un acuerdo ya firmado.
Quizás Monroe querría evitar el escándalo que estallaría a raíz de su romance con la actriz protagonista de su película: las mujeres como ella debían estar emparejadas con los galanes con los que actuaban en pantalla, no con los hombres a los que no enfocaban las cámaras. No era poco común que productores y actrices empezasen una relación a raíz de trabajar juntos, ya fuera con intenciones honestas o sin ellas, pero no estaba del todo bien visto que así ocurriera. Se toleraba, eso sí, siempre que hubiera cierta discreción de por medio. Las marcas que le habría dejado Jack en el rostro magullado a su amigo, desde luego, no cumplían con tal criterio.
— Ah, de acuerdo — en cierto sentido era un alivio no tener que hablar con nadie que no fuera la centralita de los taxis.
El guionista arrugó la nariz y se pellizcó el puente, tratando de pensar. Su mente saltaba de un concepto a otro sin orden ni concierto. Con todo el ruido no era capaz de alcanzar ninguna conclusión. Al notar la cercanía de Annie, se hizo un silencio. La miró y sintió algo que no sabría cómo describir hasta mucho después.
— Claro que tenía que hacerlo — replicó él, ligeramente ceñudo —. No iba a consentir que hablase así de ti. No puede faltarte al respeto de esa manera, y menos conmigo delante, porque eso también es faltarme al respeto a mí, ¿entiendes? Aunque sea, bueno, fuera mi amigo, no podía consentirlo, ¿y sabes qué es lo peor de todo esto? — suspiró y sonrió por lo absurdo de la situación. — Que sé que estoy bien jodido y aun así volvería a partirle la cara sin ningún problema.
Pensó en decir algo más, pero no se le ocurría nada, así que permaneció en silencio un momento antes de retomar el tema.
— Vamos, Annie. Te acompañaré a casa.
Quizás Monroe querría evitar el escándalo que estallaría a raíz de su romance con la actriz protagonista de su película: las mujeres como ella debían estar emparejadas con los galanes con los que actuaban en pantalla, no con los hombres a los que no enfocaban las cámaras. No era poco común que productores y actrices empezasen una relación a raíz de trabajar juntos, ya fuera con intenciones honestas o sin ellas, pero no estaba del todo bien visto que así ocurriera. Se toleraba, eso sí, siempre que hubiera cierta discreción de por medio. Las marcas que le habría dejado Jack en el rostro magullado a su amigo, desde luego, no cumplían con tal criterio.
— Ah, de acuerdo — en cierto sentido era un alivio no tener que hablar con nadie que no fuera la centralita de los taxis.
El guionista arrugó la nariz y se pellizcó el puente, tratando de pensar. Su mente saltaba de un concepto a otro sin orden ni concierto. Con todo el ruido no era capaz de alcanzar ninguna conclusión. Al notar la cercanía de Annie, se hizo un silencio. La miró y sintió algo que no sabría cómo describir hasta mucho después.
— Claro que tenía que hacerlo — replicó él, ligeramente ceñudo —. No iba a consentir que hablase así de ti. No puede faltarte al respeto de esa manera, y menos conmigo delante, porque eso también es faltarme al respeto a mí, ¿entiendes? Aunque sea, bueno, fuera mi amigo, no podía consentirlo, ¿y sabes qué es lo peor de todo esto? — suspiró y sonrió por lo absurdo de la situación. — Que sé que estoy bien jodido y aun así volvería a partirle la cara sin ningún problema.
Pensó en decir algo más, pero no se le ocurría nada, así que permaneció en silencio un momento antes de retomar el tema.
— Vamos, Annie. Te acompañaré a casa.
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El altercado durante la fiesta había tenido consecuencias desastrosas para la oficina de guionistas. Aquella película puede que jamás viera la luz. Pero Monroe tenía algunos enemigos en el mundillo que veían una oportunidad de fastidiarle al contratar a los guionistas que él había despreciado, sobre todo reconociendo que nunca les había faltado talento.
Así que la oficina había recibido varias llamadas interesándose por los proyectos que aún estaban tomando forma y que iban a tener que salir lo antes posible. Todo esto se tradujo en horas extras para todos los que no tuvieran una familia esperando en casa.
Annie se sentía especialmente responsable de todo, así que se esforzaba más por finalizar el guión en el que llevaba un tiempo trabajando. Por desgracia, las escenas románticas siempre le habían costado especialmente, dada su inexperiencia en el asunto. Quería que el momento de la declaración apasionada que necesitaba pareciera real. Pero por más que la escribía y reescribía todo era demasiado superficial, falso... o lo había visto en otra película.
Tan concentrada en el trabajo y en la reescritura estaba que apenas era consciente de la forma en que las horas y el resto del mundo pasaba a su alrededor. Seguramente se habría olvidado de comer de no haber sido porque sus compañeros la habían hecho ir con ellos a la cantina.
La noche había llegado y ella seguía tecleando sin ver nada que no fuera el negro sobre blanco.
Así que la oficina había recibido varias llamadas interesándose por los proyectos que aún estaban tomando forma y que iban a tener que salir lo antes posible. Todo esto se tradujo en horas extras para todos los que no tuvieran una familia esperando en casa.
Annie se sentía especialmente responsable de todo, así que se esforzaba más por finalizar el guión en el que llevaba un tiempo trabajando. Por desgracia, las escenas románticas siempre le habían costado especialmente, dada su inexperiencia en el asunto. Quería que el momento de la declaración apasionada que necesitaba pareciera real. Pero por más que la escribía y reescribía todo era demasiado superficial, falso... o lo había visto en otra película.
Tan concentrada en el trabajo y en la reescritura estaba que apenas era consciente de la forma en que las horas y el resto del mundo pasaba a su alrededor. Seguramente se habría olvidado de comer de no haber sido porque sus compañeros la habían hecho ir con ellos a la cantina.
La noche había llegado y ella seguía tecleando sin ver nada que no fuera el negro sobre blanco.
CAPÍTULO IV. Creando escenas
CON Jack . EN LA Oficina. DE NOCHE.
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El estudio había regresado a una relativa normalidad tras un par de semanas difíciles. La fiesta que había organizado Monroe había terminado en desastre y aunque el productor no había vuelto a ponerse en contacto con Avery, Jack sabía que era cuestión de tiempo que tuviera que pagar por lo que había sucedido en el despacho.
Decidió hablar con sus trabajadores, explicarles que había habido un problema con la productora, recordarles que esas cosas pasaban y que así era el negocio, pedirles que siguieran trabajando en los proyectos que tuvieran asignados y decirles que no se preocuparan porque estaba seguro de que sus ideas alcanzarían la gran pantalla. De lo último no estaba del todo seguro, porque conocía a Monroe desde hacía ya unos cuantos años y sabía que tenía amigos hasta en el Infierno, y que eso bastaba para hundir una carrera.
La única razón por la que Jack no se había dejado arrastrar por la desesperanza era que él también tenía contactos. Le quedaban amigos en el mundo del espectáculo y unos cuantos favores que no había querido cobrar en su momento, a la espera de que le hicieran falta más adelante. Esperaba no tener que recurrir a ello, pero no habría podido asegurar que las cosas se fueran a mantener como hasta entonces.
Por lo demás, había retomado las rutinas de siempre y para fortuna suya había estado ocupado. Cuando abandonaba la oficina, el sol hacía horas que se había puesto. Comprobaba su agenda para el día siguiente, se llevaba algunos borradores en el maletín, cerraba puertas y ventanas y era el último en marcharse, a pesar de que la práctica totalidad de la plantilla estuviera echando horas de más para cumplir con los plazos que les habían puesto productoras y directores.
— Esto… esto no tiene sentido — murmuró para sí mismo, leyendo una escena que habían dejado sobre su mesa —. ¿Qué puñetas significa “delipato”? — se fijó mejor y entonces lo entendió. — Oh. Delicado. Eso sí tiene sentido.
Se quitó las gafas para frotarse los ojos y las dejó sobre el escritorio. Sabía que no tenía mucho sentido tratar de revisar nada cuando ya habían empezado a juntársele las líneas y las letras, así que se levantó de la silla para estirar las piernas.
— ¿No te vas a casa, Annie? — le preguntó a su ayudante, que permanecía en su puesto, inmersa en unos papeles. — Ya es tarde.
Decidió hablar con sus trabajadores, explicarles que había habido un problema con la productora, recordarles que esas cosas pasaban y que así era el negocio, pedirles que siguieran trabajando en los proyectos que tuvieran asignados y decirles que no se preocuparan porque estaba seguro de que sus ideas alcanzarían la gran pantalla. De lo último no estaba del todo seguro, porque conocía a Monroe desde hacía ya unos cuantos años y sabía que tenía amigos hasta en el Infierno, y que eso bastaba para hundir una carrera.
La única razón por la que Jack no se había dejado arrastrar por la desesperanza era que él también tenía contactos. Le quedaban amigos en el mundo del espectáculo y unos cuantos favores que no había querido cobrar en su momento, a la espera de que le hicieran falta más adelante. Esperaba no tener que recurrir a ello, pero no habría podido asegurar que las cosas se fueran a mantener como hasta entonces.
Por lo demás, había retomado las rutinas de siempre y para fortuna suya había estado ocupado. Cuando abandonaba la oficina, el sol hacía horas que se había puesto. Comprobaba su agenda para el día siguiente, se llevaba algunos borradores en el maletín, cerraba puertas y ventanas y era el último en marcharse, a pesar de que la práctica totalidad de la plantilla estuviera echando horas de más para cumplir con los plazos que les habían puesto productoras y directores.
— Esto… esto no tiene sentido — murmuró para sí mismo, leyendo una escena que habían dejado sobre su mesa —. ¿Qué puñetas significa “delipato”? — se fijó mejor y entonces lo entendió. — Oh. Delicado. Eso sí tiene sentido.
Se quitó las gafas para frotarse los ojos y las dejó sobre el escritorio. Sabía que no tenía mucho sentido tratar de revisar nada cuando ya habían empezado a juntársele las líneas y las letras, así que se levantó de la silla para estirar las piernas.
— ¿No te vas a casa, Annie? — le preguntó a su ayudante, que permanecía en su puesto, inmersa en unos papeles. — Ya es tarde.
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CON Annie. EN LA Oficina. DE NOCHE.
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BRET (toma con gesto delicado la mano de Candance)— Te he querido desde el primer día que te vi. Aunque nunca me atrevía a decir nada. Siempre eras tan callada y tímida... no quería asustarte.
Y ahora qué demonios hace Candance, ¿desmayarse en sus brazos para que la bese? Era un recurso demasiado manido y la personalidad de la chica había evolucionado a lo largo de la historia para que una frase así le aflojara las rodillas, ¿verdad?
Annie estaba releyendo cada versión que había escrito y seguía sin saber cómo seguir. Nunca había estado en una situación así. No con alguien que le gustase. Porque era cierto que Timmy la había acorralado en una de las fiestas del granero con la intención de declararle sus nobles intenciones, creyendo que ella dejaría todos sus planes de ir a la ciudad para casarse con él...
Resopló y volvió a releer todo.
Se sobresaltó al escuchar una voz que no era la de Bret en su cabeza y cuando levantó la vista le costó un poco enfocar a Jack, que estaba fuera de la zona iluminada por la lamparita de su mesa.- ¿Es tarde? -Preguntó, como si la falta de más luz en la oficina no fuera un claro indicativo.- Oh, sí, supongo... -Empezó a decir cuando finalmente se dio cuenta de las horas que llevaba ahí atascada.- Lo siento, es que estaba intentando terminar una escena y... parece imposible.
Y ahora qué demonios hace Candance, ¿desmayarse en sus brazos para que la bese? Era un recurso demasiado manido y la personalidad de la chica había evolucionado a lo largo de la historia para que una frase así le aflojara las rodillas, ¿verdad?
Annie estaba releyendo cada versión que había escrito y seguía sin saber cómo seguir. Nunca había estado en una situación así. No con alguien que le gustase. Porque era cierto que Timmy la había acorralado en una de las fiestas del granero con la intención de declararle sus nobles intenciones, creyendo que ella dejaría todos sus planes de ir a la ciudad para casarse con él...
Resopló y volvió a releer todo.
Se sobresaltó al escuchar una voz que no era la de Bret en su cabeza y cuando levantó la vista le costó un poco enfocar a Jack, que estaba fuera de la zona iluminada por la lamparita de su mesa.- ¿Es tarde? -Preguntó, como si la falta de más luz en la oficina no fuera un claro indicativo.- Oh, sí, supongo... -Empezó a decir cuando finalmente se dio cuenta de las horas que llevaba ahí atascada.- Lo siento, es que estaba intentando terminar una escena y... parece imposible.
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Annie no parecía ser consciente de la hora que era. Al levantar la vista, la encontró ligeramente desorientada, y a Jack le recordó a la época en la que él se había pasado noches enteras sin dormir llenando cuadernos de ideas. Jack había dejado de esbozar dibujos en los márgenes de las páginas y se había limitado a trazar ideas, mapas conceptuales y escribir alguna que otra escena. Ya habían pasado unos cuantos años de aquello y la nostalgia había empañado sus memorias.
Se apoyó en la mesa de Annie y echó un vistazo a sus papeles. Aunque no podía leer nada de lo que había escrito sin las gafas, sí alcanzaba a distinguir manchas de tinta, tachones y párrafos sin terminar distribuidos de manera irregular por los folios que había desperdigados sobre el escritorio.
Aquella imagen le resultaba muy familiar. Avery había llenado más papeleras de las que habría podido contar con los inevitables descartes de todo proceso creativo. A veces guardaba algunas cosas, porque nunca sabía si podría usarlas más adelante o si una frase encajaría en un borrador posterior, pero conforme habían ido pasando los años Jack se había vuelto un hombre práctico: no había sitio en su despacho para tantísimos folios.
— No te disculpes, no tienes por qué hacerlo — cruzó los brazos y levantó la vista para encontrarse con ella —. ¿Qué estás escribiendo? ¿Te puedo ayudar en algo?
Se apoyó en la mesa de Annie y echó un vistazo a sus papeles. Aunque no podía leer nada de lo que había escrito sin las gafas, sí alcanzaba a distinguir manchas de tinta, tachones y párrafos sin terminar distribuidos de manera irregular por los folios que había desperdigados sobre el escritorio.
Aquella imagen le resultaba muy familiar. Avery había llenado más papeleras de las que habría podido contar con los inevitables descartes de todo proceso creativo. A veces guardaba algunas cosas, porque nunca sabía si podría usarlas más adelante o si una frase encajaría en un borrador posterior, pero conforme habían ido pasando los años Jack se había vuelto un hombre práctico: no había sitio en su despacho para tantísimos folios.
— No te disculpes, no tienes por qué hacerlo — cruzó los brazos y levantó la vista para encontrarse con ella —. ¿Qué estás escribiendo? ¿Te puedo ayudar en algo?
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Annie empezó a frotarse los ojos. Era como si hubiera despertado de un hechizo y a la vez que era consciente de lo tarde que debía ser, se daba también cuenta del cansancio que sentía.
Jack aseguró que no tenía que disculparse, pero lo cierto es que tenía muchos motivos para hacerlo. Y puede que fuera esa culpabilidad lo que hacía que se esforzase tanto por crear un guión tan bueno que todos los contactos de ese productor no fueran capaces de tumbarlo. El problema es que se había quedado atascada y no veía la salida.
- Es un guión nuevo. -Respondió, aunque era demasiado evidente.- Estoy en la escena romántica, de la gran declaración y... todo parece demasiado típico. -Era cierto que era uno de sus problemas, pero no el mayor de todos. Lo único es que le daba un poco de vergüenza reconocer que lo que más le estaba costando era encontrar un modo de seguir por propia inexperiencia.- Si quieres leerlo, acepto ideas. Aunque tengo como... cinco versiones más o menos convincentes. -Y otras muchas que no lo eran.
Jack aseguró que no tenía que disculparse, pero lo cierto es que tenía muchos motivos para hacerlo. Y puede que fuera esa culpabilidad lo que hacía que se esforzase tanto por crear un guión tan bueno que todos los contactos de ese productor no fueran capaces de tumbarlo. El problema es que se había quedado atascada y no veía la salida.
- Es un guión nuevo. -Respondió, aunque era demasiado evidente.- Estoy en la escena romántica, de la gran declaración y... todo parece demasiado típico. -Era cierto que era uno de sus problemas, pero no el mayor de todos. Lo único es que le daba un poco de vergüenza reconocer que lo que más le estaba costando era encontrar un modo de seguir por propia inexperiencia.- Si quieres leerlo, acepto ideas. Aunque tengo como... cinco versiones más o menos convincentes. -Y otras muchas que no lo eran.
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Jack conocía bien la frustración que fruncía el ceño de su asistente. Él había pasado más horas de las que jamás habría podido contar contemplando una hoja en blanco. A veces sabía qué quería contar, pero no cómo plasmarlo; otras veces, no sabía ni por dónde empezar, así que cuando oía a sus guionistas resoplar, se reconocía en ellos.
— Ah, es que la gran escena es la gran escena — ladeó una sonrisa —. Es la conclusión de la historia, lo que todo el mundo está esperando. Tiene que estar a la altura del resto de la historia.
No le estaba diciendo a Annie nada que no supiera ya. El principio fundamental de la escritura hacía en la afamada estructura de tres actos: planteamiento, nudo y desenlace, y lo habitual era que la declaración de amor entre los protagonistas cayera en la última categoría, dado que la mayoría de las películas que salían a producción trataban sobre romances que eran más o menos relevantes para la trama.
— De acuerdo, déjame ver — recogió las hojas del guión y comenzó a leer, aunque el cansancio le dificultaba enfocar la vista en las letras —. ¿Y tienes cinco versiones de esto? ¿Qué es lo que no te convence exactamente?
— Ah, es que la gran escena es la gran escena — ladeó una sonrisa —. Es la conclusión de la historia, lo que todo el mundo está esperando. Tiene que estar a la altura del resto de la historia.
No le estaba diciendo a Annie nada que no supiera ya. El principio fundamental de la escritura hacía en la afamada estructura de tres actos: planteamiento, nudo y desenlace, y lo habitual era que la declaración de amor entre los protagonistas cayera en la última categoría, dado que la mayoría de las películas que salían a producción trataban sobre romances que eran más o menos relevantes para la trama.
— De acuerdo, déjame ver — recogió las hojas del guión y comenzó a leer, aunque el cansancio le dificultaba enfocar la vista en las letras —. ¿Y tienes cinco versiones de esto? ¿Qué es lo que no te convence exactamente?
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CON Annie. EN LA Oficina. DE NOCHE.
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