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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Sáb 3 Jul 2021 - 8:05
    Cuéntame un cuento
    Los cuentos lo son porque se consideran universales. En cualquier época, en cualquier lugar… Una princesa puede encontrar un príncipe… O un lobo feroz podría atacar a su presa. ¿Se puede ser felices para siempre también en el siglo XXI?

    Érase una vez, tres cuentos que podrían pasar en una ciudad cualquiera, entre personas cualquiera...

    CAPERUCITA ROJA: Cati es la chica perfecta. Maravillosa en los estudios, la hija perfecta para sus padres, y menos mal, porque su familia es de mentalidad muy cerrada y conservadora, seguros de que el mundo exterior es depravado y falto de valores, y no quieren que ella se contamine. Por eso no le permiten tener amigas, ni salir sola de casa a sus dieciséis años, más que para ir a visitar a su abuela, de la que es el ojito derecho, para llevarle la comida todos los días. Lo que sus padres no saben es que Cati es una chica distinta en cuanto se planta su gabardina roja, que está deseando descubrir ese muno de depravación, por muy inexperta que sea en él, cuanto más extremo mejor.

    En esos viajes en metro que hace para ir a ver a su abuela ha conocido a un chico que coge el mismo metro que ella, aunque sea de otro barrio, y que el primer día que se la encontró la ofreció llevarla en moto. Solo por la experiencia aceptó, pero ahora ese chico está muy dispuesto a enseñarle otra cosas que están muy muy alejadas de su mundo habitual, siempre que lo haga de su mano. Y a Cati le interesa hasta extremos que él ni se imagina.

    — Caperucita Roja: Cati - Laia Costa - Ivanka
    — El Lobo Feroz: Yeray - Nicolás Coronado - Freyja

    LA BELLA DURMIENTE: Fairytail textiles fue una empresa de producción de telas importantísima para los mejores diseñadores del país. Una vez los dos socios fundadores fallecieron, sus respectivos hijos tomaron las riendas: el del primero, Esteban no entendía nada de telas y la del otro, Malena, lo sabía todo sobre el asunto. Durante quince años, Malena se ha hecho cargo de todo y ha llevado la empresa a lo más alto, hasta que la hija de Esteban entró en escena. Aurora dijo que quería dedicarse al negocio familiar, así como si nada, al mismo nivel que Malena, solo por ser nieta del fundador. Y encima se paseaba por ahí, alardeando de lo bien que se le daba la costura, con su riquísimo novio abogado, y confraternizando con las trabajadoras… Al menos hasta la desgracia de que el pavoroso incendio que arrasó la fábrica, la pillara a ella dentro y la dejara en coma. Ahora su novio, Felipe, busca respuestas y culpables, pero Mal no sabe ni de qué le están hablando… Ella ni siquiera estaba en la ciudad…

    — Maléfica: Malena - Angelina Jolie - Ivanka
    — Príncipe: Felipe – Patrick Criado - Freyja

    MOANA: ¿Quién quiere estudiar cuando puedes viajar por el mundo, hacer yoga y encontrar tu conexión con la tierra? Eso le pasó Mar, que al terminar el instituto en su pueblo, en vez de irse a la universidad, quiso salir a explorar el mundo y conocerse a sí misma. Pero para eso tiene que trabajar. Mientras es camarera en un restaurante, ha estado un año acudiendo a un taller de mindfulness y yoga, pero ahora de repente su profesora y guía en la vida, ha renunciado no solo a los talleres si no a la forma de vida que llevan. ¿Y todo por qué? ¡Por un hombre!

    Por su parte, Mali, el mencionado hombre, es un encanto, hace muchísimas obras benéficas, y por un terrible malentendido ha acabado rompiéndole el corazón a la que no sabía ni que que era su novia. Y el está a sus iniciativas sociales, pero ahora ha aparecido una niñata enfurecida que le da un poco de miedo buscando a quien ha roto un corazón… Y él se ha agobiado tanto que ha asegurado que el ex novio no es él y que la ayudará a buscarlo… Para exigirle cuentas.

    — Moana: Mar - Auli’I Carvalho - Ivanka
    — Maui: Mali - Adam DeVine - Freyja


    Cronología
    Inspired | Series | Freyja & Ivanka


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    El Pájaro en el espino, el comienzo:

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    Miér 14 Jul 2021 - 12:58


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    Yeray
    A la entrada del metro — Día 1
    Se encendió el cigarro y echó el humo hacia un lado, mientras seguía mirando hacia la calle por la que debería verla aparecer. Estaba con un pie puesto sobre el pedal de su moto, y esta a la vez apoyada en la pared de la boca del metro. En la acera, sí, pero bueno, estaba aparcado. Con el cigarro en la boca, se guardó el mechero y echó un poco más de humo y vaho. Hacía bastante frío, pero bueno, la chupa de cuero amortiguaba bien cuando ibas en moto. Se iba a dar un buen paseíto ese día.

    Cogía el metro solo de vez en cuando, y rara era la vez que no conocía a una chavala cuando se montaba. Qué se le iba a hacer, demasiadas chicas guapas y todas acababan cruzando la mirada con él tarde o temprano. Solo hacía falta una sonrisa y agarrarse a la barra del vagón adecuada, y el contacto ya estaba hecho. Todo lo demás era un saludo sutil, un par de frases correctas y la sugerencia de ir a donde quiera que fuera en moto la próxima vez. No era tan complicado.

    Lo bueno de ser guapo es que no podían acusarte de ser un acosador por saber qué metro cogía una chica concreta y a qué hora, todos los días, sin falta. Eran demasiado previsibles, siempre tenían las mismas rutinas. Y allí estaba él, dispuesto a romperla por ganarse una aventura y, de paso, compartirla con alguien. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, solo era un paseo en moto. Todavía no se había comido a nadie por ello.

    Esbozó una sonrisa en cuanto vio la gabardina roja aparecer. Esta chica en concreto, además, era poco discreta. Tiró la colilla por ahí, echó los restos de humo y lanzó un silbido. - ¡Eh! ¡La de la caperuza roja! - Ladeó una sonrisa encantadora y esperó a que la chica le detectase. Una vez se hubo acercado un poco más, se agachó para agarrar el casco de su moto y lo mostró. - ¿Es compatible con esto? - Lo movió un poco entre sus manos, con una leve risa, y se acercó a ella, mojándose los labios. - Venga, ahórrate hoy el metro. Yo te llevo. -
    I. CAPERUCITA ROJA


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    Miér 4 Ago 2021 - 14:17


    Cati
    A la entrada del metro — Día 1
    Su madre le subió la capucha roja y la cerró con la cremallera hasta el cuello. — Ea, ya estás. No te vayas a desabrigar, eh, tú no te quites esto hasta que estés en casa de la abuela.Sí, mami. — Dijo ella dulcemente, metiendo una mano en el bolsillo y cogiendo la bolsa que le daba su madre con la otra. Vaya ocurrencias tenía, a ver qué iba a hacer ella con esa capucha y todo tan atado en el metro, teniendo que ir hasta la otra punta de la ciudad. Pero qué más daba, solo la acompañaba hasta el portal y la veía marchar, en realidad, en cuanto desapareciera por aquella boca de metro.

    Y allí precisamente quería llegar. Había visto a ese chico por ahí, hablando con chicas siempre, con su chupa de cuero negra... Y era guapo, tremendamente guapo. La vida de Cati era muy aburrida, siempre siendo perfecta, hablando lo justo con los chicos, de casa al instituto y viceversa... Estaba cansada ya. Ella quería probar cosas, algo dentro de ella se lo pedía. Y lo que más la incitaba a hacerlo era la posibilidad de hacer todo eso pero que todo el mundo creyera que seguía siendo la perfecta Cati... Uf, se venía arriba solo de pensarlo. Y como si alguien o algo hubiera escuchado sus deseos, vio acercarse a ella, fumando, por supuesto, al chico del metro.

    Su primera expresión fue de altanería, aderezada con una mirada de arriba a abajo al chico. — Tengo un nombre. — Que se ahorrara el metro... Y le enseñaba un casco de moto. Hm, no estaría mal para empezar. Nunca se había subido en una, ¿por qué no hacerlo con aquel chico tan guapo y claramente interesado en ella? Creía que iba a su instituto, lo había visto de lejos, pero no tenían conocidos en común. Definitivamente era perfecto para probar... La vida en sí misma. Miró el casco y alzó las cejas. — Y también tengo cosas que hacer, no te conozco de nada, y siempre me advierten de que no ande con desconocidos. ¿Tienes si quiera el carnet para conducir ese trasto? — Luego entornó los ojos y dirigió la mirada a los cigarrillo. — Dame uno de esos y a lo mejor me lo pienso. — Ya que iba a probar, mejor ir con todo.
    I. CAPERUCITA ROJA


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    Miér 8 Sep 2021 - 15:53


    L
    Yeray
    A la entrada del metro — Día 1
    Arqueó las cejas y colocó los labios en forma de silbido, aunque sin emitir sonido, y con las comisuras levemente arqueadas. - ¿Sí? ¿Y cuál es? - Preguntó, mojándose los labios y acercándose a ella con una sonrisa ladeada. - Yo soy Yeray. - Ya que estaban con presentaciones... La miró con los ojos entrecerrados y mordiéndose el labio. Estaba haciendo la de "no me fío de ti", pero bien que estaba hablando con él. Eso era un sí claro, solo se lo estaba poniendo un poquito difícil. Bien. Justo el rollo que a él le gustaba.

    - Bueno, toda buena amistad empieza con dos personas que no se conocían de nada hasta que se conocieron. Amistad o... Compañeros de moto. - Dijo con una sonrisa de gamberro conquistador que tenía más que trabajada. - Es una buena advertencia. - Añadió con un gesto de la cabeza. - Pero te hace perderte muchas cosas, ¿no crees? - Lo de si tenía carné le hizo reír. - Si quieres te lo enseño. - Dijo con las cejas arqueadas, sacándose la cartera del bolsillo, y de esta un carné que mostró entre los dedos. - Mira. Y me llamo Yeray y todo, lo puedes comprobar. No pone lobo feroz ni nada. - Rio otro poco, mirándola y mojándose los labios, guardando de nuevo su cartera.

    Ladeó de nuevo la sonrisa. - ¿Y fumar sí te dejan? - Preguntó, pero le dio el cigarro y esperó a que se lo colocara en los labios, quedándose mirándola mordiéndose él el suyo. Escondió una carcajada muda de garganta y dijo. - Querrás fuego, supongo. - Claro, porque le había dado el cigarro, pero no el mechero, eso era parte del plan "préstale a una chica un cigarro". Lo sacó del bolsillo de su chupa y se acercó a ella. - Perdona, es que está medio roto, tiene su truquillo. - Dijo como excusa para encenderlo él. Se aproximó mucho más y encendió el fuego, haciendo pantalla con una mano para que el aire no lo apagara, prendiendo el cigarro y mirándola desde allí con los ojos entornados y media sonrisa doblada. - Es para que no se apague. Hace un poco de viento. - Se excusó por la cercanía, pero ese tono de voz no le hacía parecer muy arrepentido de la circunstancia.

    Sacudió un poco el mechero y se lo guardó de nuevo, pasándose la lengua por los dientes, sin dejar de mirarla. Era importante que las miradas no pararan. - Ya sí nos conocemos de algo. Soy el tío que te ha enseñado su carné y te ha dado un cigarro. - Se apoyó en la moto, apenas sentado y con un pie en un pedal y el otro en el suelo, dándole una calada al cigarro en silencio, soltando el aire por los labios entreabiertos sin dejar de mirarla. - ¿Qué me dices, entonces? ¿Te montas? -
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    Jue 9 Dic 2021 - 18:11


    Cati
    A la entrada del metro — Día 1
    Miró al problemático con una ceja alzada y torció un poco los morros. — Cati.Demasiado infantil.Catalina.Ahora no lo estás arreglando.Pero me llaman Cati. Tus padres te llaman Cati. Tus amigos no, porque no tienes. — Puedes llamarme así... Yeray. — Vaya entrada. Y sí, Cati se perdía cosas TOOODO el tiempo, y aquel tenía pinta de querer enseñarle muchas. Suspiró y sonrió de lado. — Bueno, ya veremos. — Concedió como toda respuesta a lo de compañeros de moto.

    Se acercó lentamente con el cigarrillo entre los labios, y alzó la mirada a los azulísimos ojos del chico mientras le encendía el cigarrillo. Había fumado mucho más de lo que se esperaría de una chica como ella, porque desde algo así como los doce, había tenido al tremendo impulso de hacer cosas prohibidas, y le robaba de cuando en cuando los cigarrillos a su padre. Ni siquiera le hacía mucha gracia el tabaco era solo por sentir... Que lo estaba haciendo. Pero es que encima un pasito en moto con aquel guaperas le iba a venir hasta bien. — ¿Te interesa un lista de cosas de lo que me dejan y no me dejan hacer? — Preguntó quitándose el cigarrillo de los labios, mientras exhalaba el humo y le miraba.

    Hizo como que se lo pensaba mientras seguía dándole caladas al cigarrillo. — Para eso tendría que fiarme de que vas a ir directo a la Calle Manzanos... Enfrente del parque. — Ladeó la cabeza, avanzando hacia la moto. — Solo que... Entonces voy a llegar demasiado pronto, y a ver qué le digo a mi abuela cuando me pregunte por qué no he tardado lo que tarda el metro.— Se quedó parada junto a la moto, mirando desafiante al chico. A ver que se iba a subir, pero no iba a ponérselo tan aburrido.
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    Mar 15 Feb 2022 - 19:01


    L
    Yeray
    A la entrada del metro — Día 1
    - Cati. - Repitió, con una sonrisa, y luego se pasó la lengua levemente por los dientes, oyéndola hablar. La pregunta le hizo alzar una ceja. - No me vendría mal. - Ladeó un poco la cabeza, sin perder la sonrisa. - ¿Tú que crees? ¿Crees que me haría falta? - Se mojó los labios, mordiéndose un poco el inferior. - La cuestión es lo que tú quieres hacer con esa lista, no que la tengas. - Porque algo le decía que esa chica tenía más ganas de incumplir con lo que no le dejaban que de cumplir lo que sí.

    Rio un poco, mudamente. - Entonces... Tengo que ir directamente a la Calle Manzanos, pero si tardo demasiado poco, también levantarás sospechas. - Entrecerró los ojos, sin perder la sonrisilla. - Lo pones complicado... Cati. - O eso pensaba ella. Para Yeray era extremadamente simple... Bueno, quizás no tan simple. Quizás eso era lo que le atraía de esa chica, lo que hacía que estuviera allí en ese momento, tratando de ver hasta donde podía llegar con ella. Parecía una niña buena y asustadiza, pero tenía más redaños de lo que su apariencia podía decir, aunque menos de los que ella quería demostrar. Eso... Podía ser divertido.

    - Sube. - Dijo con seguridad, tendiéndole el casco de la moto y colocándose él el suyo. Se subió al vehículo y esperó a que ella se montara también. Giró la cabeza desde su posición y preguntó a través del casco. - ¿Tu primera vez? - En moto, claro, pero era la típica chica con la que podía jugar a las ambigüedades y ver como reaccionaba. Sería divertido. - Tienes que agarrarte bien. Sin miedo. - Cogió sus manos lentamente e hizo que rodearan su cintura. Cuando le agarró bien, giró el manillar para arrancar la moto y echó a andar con ella. Era una moto ruidosa, no muy buena para salir a  autovía pero ideal para la ciudad, se escurría bien entre los coches. Llegaron en nada.

    - Directo a la Calle Manzanos. - Comentó, sacándose el casco de la cabeza y moviendo los rizos, antes de mirarla con una sonrisa. - Se me ocurre una solución para que a tu abuela no le sorprenda que hayas llegado tan pronto. - Apoyó tanto el casco como su mano en la moto y ladeó la sonrisa. - Quédate conmigo un rato. Hasta que consideres que es buena hora para irte. ¿O tienes un plan mejor? -
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    Sáb 30 Abr 2022 - 16:38


    Cati
    A la entrada del metro — Día 1
    Se estaba poniendo el casco, cuando Yeray le lanzó aquella pregunta. — ¿En moto? Sí… — Agh, la habían traicionado los nervios. Tenía que haber soltado alguna sobrada así como la que soltaría él, pero simplemente se revolvió un poco incómoda en la moto y pasó los brazos por su tronco. — No vayas muy rápido ni hagas el cabra… No quiero matarme. — Especificó, manteniendo un poco la dignidad. — Y yo no tengo miedo a casi nada.

    No es como que le hubiera hecho mucho caso, porque había que ver como iba con la cacharra esa por entre los coches y los semáforos, pero cuando se bajó… Oh, cómo se sentía. Estaba como llena de energía y no podía evitar sonreír cuando se quitó el casco. — Si no tuviera que irme con mi abuela en… Poco menos de una hora y tú no tuvieras que conducir, te pediría algo más fuerte. — Eso había sido un poco sincero y espontáneo. Literalmente, la había dejado en el portal del edificio de su abuela, y ahora temía que bajara algún vecino y la viera. Todos la conocían, llevaba yendo desde pequeña. Miró de reojo a Yeray, que ya estaba sugiriendo otra vez. Bueno, podría llevárselo a su terreno y salirse con la suya. — No es mala ocurrencia. Pero no más paseos en moto, he tenido suficiente. — Señaló al parque con la barbilla. — ¿Vamos? — Y sin esperar respuesta, avanzó hacia allí.

    Cuando ya estaban más dentro del parque, en una zona más arbolada y oculta, se dio la vuelta y metió las manos en los bolsillos, mirando al chico. — En el fondo, lo estoy pensando y, ¿por qué debería quedarme contigo? No sé nada de ti, solo que vas a mi instituto y que estabas casualmente en la estación del metro que siempre cojo. ¿No deberías darme mal rollo o algo? — Ladeó una sonrisa y se cruzó de brazos. — Pero soy muy curiosa, así que hagamos una cosa: yo te pregunto algo y, si me gusta tu respuesta, o me parece creíble, te dejo que me preguntes. Sabré si me mientes. — Dijo alzando una ceja, antes de acercarse a él lentamente. Oh, Dios, era guapo, distraía con esa sonrisa… Tuvo que contenerse de no suspirar. — ¿Estabas en la estación por casualidad o no?

    I. CAPERUCITA ROJA


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    Dom 9 Oct 2022 - 13:12


    L
    Yeray
    A la entrada del metro — Día 1
    Arqueó una ceja, con los labios entreabiertos en una muy sutil sonrisa ladina. - ¿Más fuerte? - Ladeó la cabeza hacia el otro lado, mojándose los labios, sin perder la sonrisilla y entrecerrando un poco los ojos. - ¿Segura? Porque juraría que ibas un poco asustada en la moto. - Sacó un poco el labio inferior. - O eso, o eres muy obediente. Porque te has agarrado bien fuerte a mí. - Había notado cómo agarraba su cintura, cómo no. Y eso tenía varios significados, y todos jugaban en favor de Yeray como mínimo. Si jugaban también en favor de Cati, eso tendría que decidirlo ella.

    Con una hora se podían hacer maravillas, y una vez más, en manos de Cati estaba usarla o no. Él, al menos, ya se había llevado suficiente de ese encuentro: su nombre, la confianza suficiente como para aceptara montarse en moto con él y la puerta de la casa de su abuela, donde según ella iba con frecuencia. Él ya había ganado con ese encuentro, y al parecer no había acabado todavía, porque ella, muy segura, se dirigió hacia el parque. Dejó salir una risa muda entre los labios, aún en su sonrisa ladeada, y la siguió.

    Ella sola se estaba metiendo en lo oculto del parque con él, lo cual no dejaba de resultarle, cuanto menos, gracioso. En cierto sentido. Sabía cuando una chica pretendía hacerse la valiente, lo cuál... no sabía por qué se sentía en la necesidad de hacer con él. Ni que fuera el lobo feroz. Pero ahí estaban, ambos en mitad de esa especie de bosque, y él siguiéndole a ella. Y ella fingiendo que, si va con él, es solo porque quiere. - No lo sé, ¿por qué deberías quedarte conmigo? - Devolvió, pero la continuación de la frase le hizo sacar una carcajada. Él también se guardó las manos en los bolsillos, y siguió mirándola con la cabeza ladeada, en su estudiadísima pose seductora que usaba siempre. - ¿Sueles meterte en bosques con gente que te da mal rollo? - Amplió la sonrisa y bajó la voz. - Cuidado, caperucita. A ver si un día te va a pillar un lobo. - Rio un poco, quitándole hierro. - Solo soy un tío normal, ¿de qué tienes tanto miedo? Hasta ahora, he hecho todo lo que me has pedido. - Y, ciertamente, mentira no era.

    Al parecer, la chica tenía ganas de jugar. A él le encantaban los juegos, por lo que entrecerró los ojos, se pasó la lengua por los dientes lentamente y emuló su pose, cruzándose él también de brazos. - Vale. - Dijo con suavidad, paladeando cada letra. La pregunta hizo que le sostuviera la mirada unos instantes, sacando el labio inferior, prolongando el suspense. - Depende. - Ladeó la cabeza. - ¿Qué entiendes tú por casualidad? - Arqueó sutilmente las cejas. - Suelo pasar por ahí... y también suelo verte. Digamos que... es casualidad que te haya visto pasando por allí, pero no es casualidad... Que hoy haya querido pararme para ver si te veía. - Ladeó la sonrisa, un punto inocente, un punto chulesca, un punto pícara. - ¿Te vale como respuesta? ¿Estoy mintiendo, chica que sabe detectar mentiras? - Volvió a dejar salir esa especie de media risa muda, con los labios entre abiertos. Dio un paso hacia ella y dijo. - Me toca. - Se detuvo, se mojó los labios y, tras sostener la mirada de nuevo durante algunos instantes, preguntó. - ¿Y tú? ¿De verdad es casualidad que vayas a casa de tu abuela por esa ruta... o es que te gustan los riesgos? -
    I. CAPERUCITA ROJA


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    Sáb 8 Abr 2023 - 15:52


    Cati
    A la entrada del metro — Día 1
    Se estaba poniendo el casco, cuando Yeray le lanzó aquella pregunta. Alzó la ceja, mientras aún avanzaban hacia el parque, mirándole con evidencia. — Eres un loco conduciendo, si no me agarraba, me mataba. — De paso, había podido notar como el chaval estaba como un auténtico tren, pero eso para ella se quedaba.

    Y como él seguía acercándose a ella, y poniendo esa pose tan chulesca (y que claramente traía estudiada, porque el condenado sabía perfectamente lo bien que le sentaba), ella se paró de golpe, debajo de un árbol, de brazos cruzados y con postura de “de aquí no me muevo”. — Si me dieras miedo no me habría ido contigo, pero también creo que no me estás siendo sincero. Bueno, miedo tendrían que tener todos los conductores, y tus padres, contigo a los mandos de una moto, pero ese es otro tema. — Dio ella un paso hacia él. — Si hay un lobo que se atreva a venir a por mí, que lo intente. — Respondió retadora. Aquel chulito quería encontrar una desvalida y eso no era ella. Solitaria y puede que un poco ignorante de la vida diaria o de los tonteos, pero no desvalida, eso seguro… — No pareces de los que les gusta que le den órdenes. — Terminó con una risita. — Más que en tu propio beneficio. Yo soy igual. — Admitió.

    Asistió con demasiado deleite a cómo Yeray tenía que dar mucha pirueta dialéctica de machito para decir que sí, allí estaba esperándola. — Lo tomaré como una no-mentira, chico que pasaba mucho con la moto por allí. — Se cruzó de brazos y se puso firme. No quería que Yeray la arrinconara contra el árbol, aunque la cercanía del chico le tenía el corazón a mil. Atendió a la pregunta, y rio casi con alivio. — No es casualidad, es rutina. Pero voy a ser benévola y voy a decirte que sí, me encantan los riesgos, y deseo sentirme viva… Casi nada en mi día a día me hace sentirme viva. — Ladeó la cabeza imitándole a él, no sin antes dar un repaso visual al parque, para asegurarse de que nadie conocido les veía. — Me toca. — Paladeó, también como hacía él, y afiló los ojos. — ¿Por qué te consideras un riesgo, Yeray?

    I. CAPERUCITA ROJA


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    Dom 28 Mayo 2023 - 14:12


    L
    Yeray
    A la entrada del metro — Día 1
    Rio levemente a lo de que todos debían tenerle miedo a los mandos de una moto y la miró con una ceja arqueada. - ¿Significa eso que no va a haber una segunda vez en montarte en la moto conmigo? - Puso una mueca ladeada. - Eso me suena bastante a tenerme miedo. Creía que habías dicho que no. - Le gustaba ese jueguecito de ver quién era más listo, y a él, en un momento dado, no le iba a importar nada hacerse el tonto si veía que dejarla ganar iba a darle beneficios. Era otra forma de ser listo.

    - Uhh. - Respondió a esa especie de amenaza a los supuestos lobos que podrían ir a por ella. La miró de arriba abajo, fugazmente pero sin disimular, porque quería que se diera cuenta. Las que parecían tiernas por fuera pero querían ir de duras eran las peores, porque nunca sabías por dónde te podían salir... Lo cual, también, aparte de peligroso, era bastante excitante. ¿Por qué era el peligro tan excitante? Lo reflexionaría en otro momento, ahora tenía cosas mejores de las que estar pendiente. - ¿No? - Chasqueó la lengua. - Bueno. No me gusta en general. Pero también depende de la persona... y de la circunstancia... - Se mordió un poco el labio. - Sí. En mi propio beneficio. Supongo. - Bah, que lo interpretara como quisiera. A veces no necesitabas hablar el mismo idioma que la otra persona, solo fingir muy bien que lo estabas haciendo. La gente tendía a interpretar de tus palabras lo que ellos querían escuchar.

    Sacó de nuevo el labio inferior y asintió lentamente, artificialmente impresionado, a la respuesta. - Vale... Lo tomaré como una no-casualidad entonces, chica de las rutinas. - Dijo, emulándola en sus palabras y tono. Ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos. - ¿Y te has planteado, para sentirte viva, romper un poco con la rutina? ¿O eres más de esperar a que la rutina te sorprenda sola? - La verdad es que el segundo caso no le había salido ni tan mal, en el caso de creerse que realmente era así. Soltó una muda carcajada de labios cerrados. - Nada para sentirse viva como subirte en una moto con un peligro al manillar como yo. - Bromeó, pero sin abandonar su tono arrastrado y casi susurrado que casi arrastraba las palabras.

    Esperó a su pregunta, y cuando la lanzó, mantuvo la sonrisa y la pose, sosteniendo la mirada como si nada. Era una estrategia muy estudiada y habitual en él: le hacía sentir con control de la situación. Y si tú sientes que controlas la situación, también lo haces creer al de enfrente. - ¿Tú no lo crees? - Ladeó la cabeza varias veces. - Riesgo sobre la moto... - Se mojó los labios y se acercó, muy poco, bajando el tono de voz. - Riesgo suficiente como para que no pares de mirar a los lados. - Se mordió levemente el labio. - ¿Qué temes, caperucita? ¿Que no haya nadie o que sí lo haya? - Rio levemente, casi en silencio, y volvió a su lugar, apenas echando atrás el pie que había echado hacia delante. - Supongo que me lo han dicho demasiado... Uno acaba creyéndose lo que oye de él. ¿No te ha pasado nunca? - Arqueó levemente las cejas. - ¿Vas a decirme que no intentas demostrar que no eres lo que pareces? -
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    Lun 19 Feb 2024 - 12:59


    Cati
    A la entrada del metro — Día 1
    Achicó los ojos y le miró con evidencia. — Y no te lo tengo, pero valoro mi vida. No quiero morir joven y sin haber probado casi nada. — Alzó una ceja y le miró de arriba abajo. Y que lo interpretara como quisiera. Aquello empezaba a convertirse en un duelo de miraditas y acabó suspirando. — La he roto contigo, ¿no? No estaba precisamente en mi plan, como tú bien dices, subirme con un peligro al manillar como tú, así que yo diría que también sé coger los mandos. — Uf, le estaba gustando mucho ese rollito. —

    Levantó la mirada y enfrentó los ojos de Yeray. Menudos ojazos, gritaban peligro por todas partes. A peligroso él, peligrosa yo, aunque le latiera el corazón mucho más deprisa de lo habitual. Miró sus labios cuando se mordió el inferior y tomó una profunda respiración. — No temo nada. — Dijo, justo cuando estuvo segura de que la voz le volvía a salir normal. — Pero ¿qué crees que diría mi abuela, que vive en ese edificio delante del que has aparcado, o sus vecinas mientras pasean al perro, si me ven con un lobito como tú? — Parpadeó y sonrió tensamente, sin dejar de mirarle, ladeando la cabeza. — Esto sí que es un giro de los acontecimientos. No me digas que ahora eres un corderito, Yeray, que a mí se me estaba insinuando que íbamos a vivir la vida, escapar de la rutina… — Se dejó caer sobre el tronco del árbol que tenía detrás en cuanto el chico se apartó de ella, y no le vino ni medio mal, porque necesitaba serenarse. Uf, qué efecto tenía ese chico sobre ella. — A mí no me importa nada pero nada lo que piensen los demás. Pero mis padres no me quitan ojo de encima, así que no me queda de otra que ser dos personas… Cati y… — Se rio, alzando la ceja, citando el ejemplo que había puesto él mismo antes. — Caperucita. — Se incorporó y se acercó lentamente a Yeray, como había hecho antes él, con los ojos bloqueados en los suyos. — Verás, mi abuela va a empezar a preguntarse por qué no llego en unos… Diez minutos como mucho. Tardo dos en subir. Si tardo más, llamará a mis padres, alertará a los vecinos y esta bonita tarde se arruinará. — Puso recta la cabeza de nuevo. — He tardado un minuto en decir todo eso. Tienes siete para convencerme de que yo puedo ser Caperucita y de que tú puedes enseñarme otras cosas… Además de que eres un peligro en una moto.


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    Alchemist
    Freyja
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    Sáb 30 Mar 2024 - 10:30


    L
    Yeray
    A la entrada del metro — Día 1
    Negó y puso cara de resignación, por supuesto fingida. - Dirían que eres una causa perdida. - Expresó con falsa pena, ladeando la sonrisa maliciosa justo después. - Pero si no quieres morir sin haber... probado casi nada... - Parafraseó intencionadamente. - No le puedes tener tanto miedo al qué dirán. - Alzó las manos. - Perdón, que tú no le tienes miedo a nada. No puede importante tanto, quería decir. - Siguió tentando.

    Chasqueó la lengua. - Que yo no soy un lobo, mujer. Si soy todo un corderito. Un lobo... a estas alturas, igual ya te habría comido. - Se encogió de un hombro sin perder la sonrisilla y con los párpados caídos. - Y mírame a mí. Manteniendo todas las distancias prudenciales que no mantengo en la moto, según tú... ¿O es que querrías que lo hiciera al revés? ¿Más prudente en la moto y...? - E iba a dejar la frase en el aire, y si ella quería, que la terminara. Soltó una carcajada a lo siguiente que dijo, porque su tensión le hico mucha gracia. - Vaya, que vas buscando a todo un lobo. Pero haberlo dicho antes, mujer... - Arrastró melosamente las palabras. ¿Quería un lobo? Él sabía serlo muy bien.

    - Caperucita. - Susurró de vuelta, pasándose la lengua por los dientes y mirándola con los ojos entrecerrados. Arqueó las cejas a todo lo que le dijo, pero aquel jueguecito sí que le estaba gustando de verdad. Resultaba que aquella chica iba a ser mucho más sorprendente de lo que él creyó en un inicio. - ¿Sabes qué? - Se acercó a ella y susurró con voz grave y retadora. - Me sobran cinco. - Miró de reojo a los lados y, asegurado de que nadie mirada, recortó más la distancia, acercándose a su rostro, pero desviando en el último segundo la dirección para susurrar en su oído. - Espérame esta noche en el mismo sitio. La excusa la pones tú, chica lista. Lo demás... déjalo de mi parte. - Tomó aire deliberadamente sin separarse de ella y lo soltó suavemente mientras decía. - Sería una pena... que te quedaras con las ganas de probar cosas nuevas. Tú sabrás... si te atreves. - Y dejó escapar una especie de gruñido lobuno, que le hizo separarse con una sonrisilla traviesa, mordiéndose el labio. Dando pasos hacia atrás, le guiñó un ojo y le dijo. - Hasta la próxima, Caperucita. - Justo antes de volver a ponerse el casco de la moto y marcharse. Y estaba convencido de que la próxima sería en apenas horas. Y, tal y como le dijo, le habían sobrado minutos.
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