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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Abr 23, 2022 1:25 pm
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




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    Jue Mayo 05, 2022 1:30 am


    La eternidad es nuestra
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Suspiró imaginándose aquel viaje al Caribe. — No puedo esperar… — Se rio con lo de la cabaña y le miró con ojos y sonrisa traviesos. — Si está tan alejado de todo… Podremos… Hacer retos de los nuestros… En la playa, por ejemplo… Con el mar bañándonos… Sin nada más que la arena y nuestros cuerpos… — Le gustaba imaginarlo, pero más le gusta hacérselo imaginar a Marcus, lo cual hacía que su sonrisa se pusiera más traviesa, se pareciera más a la sonrisa Gallia habitual. Y ya sabía ella que bastaba que le propusiera un reto a su Marcus para que él se muriera por cumplirlo. Sin quitar la sonrisa, se aferró de su mano y le siguió y, la verdad, ni le importaba si les habían visto. Que todos supieran quién era el objeto de los deseos del prefecto O’Donnell.

    Puede que estuviera complicada la cosa, porque aquello estaba bastante lleno de gente, y quién sabía cuál era el plan de Marcus. De hecho, estaba tan mareada, y su novio tiraba de ella tan rápido, que de repente se vio en otro sitio y ni siquiera lo reconoció (es que era confuso lo de que pareciera de día y tal). Pero, de la misma forma, en un momento, se vio dentro de un lugar… Estaba también hecho de cañas y era pequeño… Y dejó de ver, porque sintió la mano de Marcus acariciándole la pierna. — Tu reina quiere que la hagas tuya. — Buena respuesta, porque no ubicaba donde estaba. Hasta que vio a Marcus dejar la copa en el retrete, y ya se dio cuenta de que estaban en un baño. ¿Y toda esa gente estaba fuera? Bueno, es que le daba igual, la verdad. Le recibió con besos salvajes, dejando a Marcus caer sobre ella. Rio un poco entre besos. — Me pone tanto cuando me miras así, es que nada me enciende más. — Le aseguró besando su cuello y bajando las manos por su cuerpo.

    A ver, composición de lugar. Estaba en un baño, no muy privado, con Marcus, pero ya había dicho Emma que esa noche tenían que dormir separados, había ruido allí… Y no sería la primera vez que hacían algo así en un baño. — ¿Te gustó lo del baño abandonado? — Preguntó en un susurro contra su oreja, dando un mordisquito en la misma. — Pero aquí sí que no podemos hacer ruido mi amor… — Llegó acariciando hasta su entrepierna, y luego subió la mano hasta su vestido, deslizándose un tirante. — Ni podremos quitarnos toda la ropa… — Cada vez hablaba de forma más aterciopelada y sugerente. — ¿Crees que podrás probar todo lo que quieres de mí… Con estás condiciones? — Bajó un poco más el tirante y se pasó al otro. Le rodeó un una pierna y se rozó más aún con él volviendo a acariciarle. — Yo sé que yo puedo volverte loco a ti.






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    Jue Mayo 05, 2022 12:05 pm


    La eternidad es nuestra
    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Uf, y encima le daba alas, que era lo peor (o lo mejor, según se mirase) que se le podía dar a Marcus. Se mordió los labios tan fuerte que parecía querer contenerse con ello, y eso que no se pensaba contener lo más mínimo después de esa afirmación. - ¿Ah sí? ¿Eso quiere? - Preguntó sugerente, apretándose aún más contra ella. La cabina era diminuta, pero Marcus tenía tanta necesidad de cercanía que sentía estar en una habitación gigante, le sobraba espacio por todos lados. - Pues lo pienso hacer. - Respondió. Puede que no hubiera sido la respuesta más ingeniosa y elegante del mundo, pero lo sentía en el alma, no estaba en un estado de lucidez tan bueno como para que se le ocurriera otra mejor. Y no recordaba que Alice hubiera incluido respuestas elaboradas en su petición.

    Tuvo que resoplar de lo mucho que se estaba encendiendo, porque encima su novia no dejaba de provocarle, ni con sus besos, ni con sus manos, ni con sus palabras. - No sabes cuánto me pones. - Respondió él también, porque total, ya que se estaban sincerando. Volvió a besarla y, entre besos, le dijo. - Me hubiera lanzado encima tuya cuando te he visto con ese vestido. - ¿Por qué no lo había hecho? Ah, claro, porque estaban en su casa con toda su familia allí. Ah, maldita sea, qué oportunidad perdida, allí había un montón de camas en las que hacer mucho más cómodamente que allí lo que pretendía hacer... Un momento. A ver, ya para esperar no estaba, y su madre había dejado muy clarito que tenían que dormir en habitaciones separadas. Que igualmente, en Navidad no se enteró de que no lo hicieron... Bueno, sí se enteró, pero ya estaba hecho, y tampoco le castigó ni nada... Bueno, tuvieron una bronca al día siguiente, pero eh, al final aceptó ser suegra de Alice y todo, ni tan mal. Y ahora efectivamente era su suegra, si le dio igual entonces... No, no le terminaba de pegar con su madre que eso le diera igual nunca, fueran novios o no.

    ¿Y si se aparecían ahora? Uh, eso podría ser. ¡Eran magos! Podían aparecerse. Aunque, y esto le costaba reconocerlo pero no le iba a quedar de otra que hacerlo, la verdad es que había bebido un poquito. Le daba susto aparecerse bebido, una cosa era enfrentarse a un toro de mentira y la otra era arriesgarte a desmembrarte por ahí. Y si cogían el traslador, se dejarían a Lex... Bueno, Lex podía irse con Darren... ¿Y como volvía al día siguiente? Pf, ese plan tenía lagunas. Vale, aparecerse mejor, con cuidadito. ¿Y dónde se aparecían? ¿En su casa? ¿Y si quedaba alguien despierto? Buf, es que estaban sus padres, y estaba William también, y Dylan... Oh. William y Dylan estaban en su casa. Entonces, la casa de Alice... ¡Estaba vacía! ¡Dios, qué gran idea! Aunque Alice se ponía triste cuando iba a su casa. Eso sería una cortada de rollo... ¡Joder! Qué difícil le iba a hacer cumplir los designios de su reina. Pues nada, a hacerlo en el baño. Si total, lo dicho, le sobraba hasta espacio.

    Se había cabreado un poquito consigo mismo muy tontamente, aunque no dejaba de besar a Alice, ni de tocarla, porque en fin, ese vestido le llevaba toda la noche volviendo loco y ahora no iba a dejar pasar la oportunidad. Hasta que ella habló. - Mucho. - Respondió con la voz cargada de deseo y puede que una risa un poco tonta, que tembló absolutamente cuando notó el mordisco en su oreja. Ah, y Alice empezó a tocarle. Y a bajarse los tirantes del vestido. - Por Merlín... - Susurró. El deseo le estaba nublando tanto que le estaba jugando, de hecho, una mala pasada, porque la veía hasta borrosa, y no quería verla borrosa. No quería perderse un detalle de lo que tuviera que ver. - Sí. - Fue lo único que acertó a responder, lanzándose hacia ella de nuevo, devorando sus labios. ¿Que no podían quitarse toda la ropa? Ni quería. No lo necesitaba. Buf, ese vestido, estaba deseando quitárselo, pero si se lo dejaba puesto también le iba a venir muy bien para las fantasías que llevaba toda la noche teniendo. Y si ella no le quitaba la ropa a él y aún así lo hacía, pensaba guardar ese traje toda su vida como una reliquia, como la mejor compra jamás hecha.

    - Me vuelves loco. - Respondió casi sin voz, entre jadeos. - No sabes cuánto. - Lo suficiente como para que estuviera ya desabrochándose el pantalón, sin dejar de besarla ni de tocarla, y maldita sea, o el pantalón era muy complejo de desabrochar (no lo recordaba así cuando se lo probó la primera vez) o el deseo le estaba volviendo especialmente torpe, y un Marcus torpe se enfadaba, y no estaba ahora para enfadarse, ya suficientes emociones tenía en el cuerpo como para lidiar con una más. Agarró con firmeza una pierna de Alice, aprisionándola para encajar con ella, sin dejar de besarla, y la otra mano se dirigió a su pecho, que dudaba que la chica se hubiera bajado el tirante por nada. Pero de repente sintió como si estallara una bomba. No, no una, como tres seguidas, al menos los milisegundos que su cerebro tardó en identificar el ruido como que estaban aporreando la puerta. - ¡¡Eh!! ¿¿Os dejamos aquí otra vez?? - Dijo la burlona voz de Darren, entre risas, y escuchaba otra risa de fondo mezclada con una frase que le pareció que decía algo así como. - Tío, no me obliguéis a estar tan cerca, si ya desde fuera les oía. - Creía que te gustaba meterte con tu hermanito. - Y más risas descaradas. ¿Eran Darren y Lex? Sí que estaba embotado, le costaba reconocer a la gente. Y, por supuesto, no había dejado de besar a Alice. Después del sobresalto por los golpes, había vuelto a su tarea y los estaba ignorando por completo. Por suerte determinaba que no estaban allí y les dejaban tranquilos. Total, si no respondían, no tenían por qué saberlo. - ¡¡A ver, los de la alquimia de vida!! ¿Os falta mucho? - Vaya, ahora Sean. - Oye, que si vais a hacer alquimia de vida, no os olvidéis luego de ciertas cositas, a ver si vamos a tener una alquimia de vida de verdad dentro de nueve meses. - Añadió Darren, y más golpes a la puerta, y más risitas. Marcus resopló, rodando los ojos hacia arriba, y al siguiente golpe en la puerta respondió él, dando también un puñetazo desde dentro. - ¡IDOS YA! - ¡Uh, el alquimista, que se enfada! - Y más risitas. - ¡Os va a matar la envidia! - A este paso el que nos va a matar es él, a ver si va a ser de los borrachos violentos, que ya ha enjaulado a un toro. - Dijo Lex, tras lo cual sintió como se acercaba a la puerta y le decía. - Tranquilo, hermanito, ya le digo yo a mamá que estás más que bien. - ¡MIRA, ME CAGO EN TODO! - Abrió la puerta bruscamente, pero los otros tres salieron correteando como ratillas entre risas, hasta que oyó a Darren decir. - ¡Nos vemos en Irlanda, señor de sangre irlandesa, que mi amor ha ganado a los cocos! -




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    Vie Mayo 06, 2022 2:47 am


    La eternidad es nuestra
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    “Pues lo pienso hacer”. Uf, cuando se ponía mandón, podía con ella, porque de repente le daban todas las ganas de obedecer que nunca tenía. Verse a los dos tan encendidos y pasionales, era todo lo que necesitaba Alice para perder la cabeza y simplemente dejarse llevar por lo que deseaba. — Me encanta ponerte. — Le susurró entre besos y caricias. Estaba tan mareada que no sabía donde empezaba Marcus y terminaba Alice, eran una fusión de sensaciones más que placenteras. Vale, nota mental: conservar ese vestido con su misma vida si hacía falta, que era infalible para provocar a un Marcus que cada vez se le hacía más desconocido al mismo tiempo que tremendamente atrayente. Igual todo el alcohol tenía que ver también, pero si decía que ya quería quitárselo al principio de la noche…

    Esa mirada y ese “sí” susurrado al extremo, era lo último que su mente requería para seguir como una loca el camino del deseo. No era la primera vez que lo hacían de pie en un baño, solo tenía que acordarse de cómo lo lograron la otra vez. De momento, Marcus estaba teniendo problemas para desabrocharse el pantalón, y ella estaba teniendo problemas para algo que no fueran sus manos, haciéndola cerrar los ojos y disfrutar sin más de ello. Ah sí, así lo habían hecho, con Marcus agarrándola la pierna y levantándola un poco. Si es que, qué listo era su novio… Más le valía darle un buen premio. Pero no pudo ser.

    El sonido en la puerta la hizo sobresaltarse y mirar de reojo, pero su novio seguía a lo suyo, y no iba a ser ella la que iba a parar. Pero reconoció la voz de su cuñado y sus amigos, y paró de golpe cuando Darren dijo lo de la alquimia de vida. Espera, ¿por qué a su cerebro eso le había parecido una señal de alarma? ¡Oh! La poción… ¡Pero si llevaba la remesa de tarritos en la maleta! Se la tomaba al llegar a casa y ya está… Ay, ya tenían que cortarles el rollo. Sin preguntar siquiera, Marcus abrió la puerta, y ella le dio el tiempo justo para subirse el tirante, y probablemente, no bajarse mucho la falda. Y aunque los tres estaban más pendientes de reírse de ellos que de otra cosa, sí escuchó a Lex decir mientras se alejaba. — Joder, las cosas que tiene uno que ver. Calla, anda, que más de uno y de una hubiera dado por ver a esos dos como les hemos pillado. — Aseguró Sean.

    Suspiró y miró a su novio. Menuda cortada de rollo. — Se van sin nosotros, mi alquimista… — Negó con la cabeza y se acercó a besarle, esta vez con más ternura que pasión. — No te preocupes, que yo esto te lo voy a dar más temprano que tarde. — Aseguró entre besos. La verdad es que se estaba encendiendo un poco otra vez, así que se separó de sus labios, aunque siguió rodeándole. — Yo soy tuya para siempre, Marcus. No hay prisa. — Sonrió y dijo. — Tenemos toda la eternidad. — Y con media sonrisilla, salió del baño, recolocándose el vestido, mientra oía silbidos y “uhhhh” de los presentes en el baño. Si llega a ser en Hogwarts, con toda la cohorte de admiradoras de Marcus, hubieran sido amenazas de muerte. Se reunión con los demás, con Marcus tras ella. — Parece que alguien ha deshecho cierto hechizo. — Pinchó Hillary. Sí, claro, Sean y Darren habían tardado la friolera de dos minutos en contárselo a todo el mundo. Ellos que habían sido los reyes de la discreción esta vez. — Sí, tía, eso ha sido en el francés ya. — Le dijo Donna, que parecía muy seria. Ah no, no estaba seria, es que estaba… ¿Menos perjudicada que los demás? Por todos los centauros, ella misma iba fatal. No más alcohol esta noche, Gallia, se dijo a sí misma, porque de verdad que se veía perdidísima. Se enganchó al brazo de su novio y, por primera vez en su vida, no notaba más estabilidad y seguridad en ello, pero el resultado fue que entre los dos, más o menos, se iban apoyando, y fueron hacia el irlandés.

    ¡Eh! ¡Es irlandés como vosotros! — Señaló Alice, repentinamente contenta de estar allí. — Te lo acabamos de decir, Gal, lo ha elegido mi Lexito. — Le dijo Darren, dándole un codazo con una risita. — Tu abuela estaría orgullosísima, Alexander, cuéntaselo mañana. — Le dijo, con más gravedad, de corazón. Lex no lo interpretó así, porque soltó una carcajada y miró el reloj. — Más bien será hoy, dentro de unas horas. Verás las risas. Sí, la abuela Molly se ríe mucho, en líneas generales. No, no quería decir… Me refería… Bah, da igual, si no estás en condiciones de entender nada. Mira, leprechauns. — Dijo señalando a los hombrecillos, que les recibían bajando desde el techo, dejando una estela verde de la que salían brillitos. — ¡Buah qué pasada! — El sitio era un pub clásico, con mucha madera, una gran barra y montonazo de botellas cubrían la pared de detrás de la misma. La música era absolutamente irlandesa, y había verde por todas partes. Y entonces le dio una sensación en el estómago que no supo explicar, como cuando llegaba a La Provenza en verano y veía el mar brillar bajo el sol del Mediterráneo y olía a lavanda. Miró a Marcus con una sonrisa y le apretó un poco más. — No sé por qué, pero… Acabo de sentirme en casa. — Y se lo decía de corazón, pero bueno, esperaba que no le diera la risa como antes le había pasado con Lex.

    La bandeja que Ethan trajo, gracias al cielo, era cerveza, la cual era fácilmente sustituible por cerveza de mantequilla sin alcohol, así que se acercó a la barra a pedir una, a lo que el tabernero rio. — Jovencita, esto es un pub irlandés, ¿cómo vamos a tener algo tan insulso e inglés como cerveza de mantequilla? — Ella rio y asintió. — Tiene razón. ¿También le resultaría insulso algo sin alcohol? — El hombre rio. — Mire, por ser una mocita tan alegre, y porque le he oído decir que se siente en casa, y eso es porque lleva Irlanda en la sangre, le voy a poner un licor de manzana sin alcohol que es una delicia y es tan verde como mi condado de Wexford. — Alice le sonrió de vuelta y dijo. — Pues que sean dos. Y no, yo no tengo sangre irlandesa, pero mis hijos sí la tendrán. — Y según lo soltó, miró a los lados a ver si Marcus estaba por ahí. No, menos mal. Pero sí había otra persona. — Te he oído. — Theo estaba apoyado con los codos en la barra y una sonrisita muy de haberse pasado también un poquito, tratando que pareciera que ya sabía lo que acababa de oír. — Que no queríais lo mismo decía… Que no iba a ceder ninguno de los dos… — Él sí había cogido la pinta y le dio un trago. — ¿Pretendías intentarlo esta noche ahí en el Caribe? — Preguntó con una expresión pillina que no le había visto nunca. — Si pretendes intentarlo tú algún día con mi prima, deja de reírte de mí. — Amenazó, señalándole, aunque sin borrar la sonrisa. Justo el camarero le trajo los dos vasos con líquido muy verde y ella levantó uno. — Slaínthe, señor mío. Y muchas gracias.De nada, moza, pásalo bien y tráeme a ese heredero de la sangre irlandesa por aquí que yo lo vea. — Se rio y señaló a Marcus. — Es fácil verlo, es el chico más guapo de toda la sala, seguido de este. — Dijo señalando a Theo. — Pero este es un poquito bocazas, cosas de su casa. — Pero riéndose los dos, se fueron hacia Marcus. — Toma, mi vida, es sin alcohol. — Y volvió a agarrarse a él. — ¿Cuál es el reto? ¿No caerse redondo después de toda la que llevamos.¡Es muy sencillo! — Saltó Ethan, en un tono que consideró intolerablemente alto. — Hay que encontrar la olla de los leprechauns. Está escondida en el pub, y no se vale usar magia para encontrarla. Por lo demás, como queráis. Eso sí… Quién sabe qué cositas os surgirán durante la búsqueda. — Sí, como que no tenían ya suficiente con cómo iban.





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    Alchemist
    Freyja
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    Sáb Mayo 07, 2022 10:40 am


    La eternidad es nuestra
    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Frunció los labios con reproche, viendo a esos tres como se iban... En fin, lo dicho, se habían ido. Podía volver a lo que estaba. Pero fue a cerrar de nuevo y besar a Alice y vio como le decía con pena que se iban sin ellos. Y encima a Irlanda... Joder, su puto hermano molestando siempre, ¡¿no podían haber elegido que el próximo país fuera otro?! ¡¿Tenía que ser Irlanda?! Es que vaya fastidio, porque él tampoco se lo quería perder. Al menos Alice le devolvió la sonrisilla cuando le dijo que se lo daría más temprano que tarde, notando un escalofrío en el pecho. Dejó escapar una especie de ronroneo quejoso, besándola otra vez. - Yo quiero ahora. - Se lamentó. Bueno, no importaba. Marcus O'Donnell había conseguido enjaular a un toro esa noche, podía conseguir quedarse a solas con su novia. Pocas cosas tenía él más claras que esa.

    Estaba muy decidido (bueno, lo había decidido porque no le quedaba de otra) a irse cuando ella le miró, rodeándole, y le dijo que la eternidad era de ellos. Fue a abrir los labios para responder, pero estaba un poco lento y ella se le fue antes, dejándole allí como un pasmarote. Le hubiera encantado decirle no sabes cuánto te amo, Alice Gallia, me casaría contigo aquí mismo si pudiera. ¿No sería romántico? En el Caribe, como llevaban desde niños diciendo, en la intimidad de los dos solos... Vale, quizás al Marcus sobrio un baño público no le parecía el mejor sitio del mundo, pero ese Marcus lo percibía como una idea tan buena que le parecía insultante no haberla tenido antes. ¡Maldita sea! Podrían haberse casado en su pasillo de Hogwarts, por ejemplo. Y ahora no podían volver... Bueno, mejor no lo pensaba más, que le estaban dando ganas de llorar.

    - Buen trabajo, tío. - Le dijo un desconocido en tono burlón, junto a las risas de los suyos. Marcus hizo un gesto con la cabeza un tanto errático, con una sonrisa, porque no tenía ni idea de quiénes eran ni por qué le felicitaban... ¡Ah! Debía ser que le habían visto en el bar español. - Gracias. Alquimia, transmutación de madera. Soy alquimista. - Los otros pusieron cara confusa, pero él se fue de ahí bien orgulloso. Y tan orgulloso iba de pensar que su epopeya contra el toro al que venció con alquimia sería algo de lo que hablarían generaciones y todos los que esa noche tuvieron la suerte de estar allí, que entró por el bar irlandés con los brazos abiertos en cruz. - ¡Fáilte! - Gritó, lo que hizo que tanto sus amigos como más de un presente por allí le pusiera cara de extrañeza. Otros no, otros alzaron sus pintas y le contestaron, y por supuesto Marcus prefería quedarse con eso. - ¿Qué dice este ahora? - Preguntó Donna, y Lex respondió. - Por algún motivo ha sido él el que le ha dicho a los demás "bienvenidos". - Porque esta es mi casa y un buen irlandés siempre recibe a sus invitados en su casa. - Dios, ahora habla como nuestra abuela. - Se quejó Lex, lo cual Marcus ignoró por completo, y como Alice se puso a hablar con él, él se dedicó a observar la sala a su alrededor, contentísimo. Qué orgullosa iba a estar su abuela, como decía Alice, pensaba contárselo en cuanto la viera.

    Perdido en mirar el entorno estaba cuando Alice le dijo que se sentía en casa. Se le hizo un nudo en la garganta y la agarró de las manos, con mucha seriedad. - Es tu casa, Alice. Siempre lo será. Y el día que vayamos, también lo será. Siempre lo será. - Empezaba a sonarle como que repetía mucho lo mismo, pero es que quería enfatizarlo bien y que quedara claro. Pasó por allí Ethan con una bandeja y pensó primero voy a terminarme la copa, que la tengo casi entera todavía, y entonces cayó, abriendo mucho los ojos. - ¡Me he dejado la copa en el baño! -Chasqueó la lengua con fastidio. - Ahora van a pensar que soy un desordenado. - ¡¡Yo te la recojo, tío!! ¿¿Dónde está?? ¡Yo voy! - ¡Peeeeter! - Agarró Poppy a su novio casi del cuello de la camisa y ya en dirección al bar caribeño de nuevo. - Dudo que la copa esté ahí ya. Lo siento, Marcus. - ¡Pero que yo voy rapidísimo y la cojo! - No, Peter, da igual... Ya está perdida. - Resolvió con mucho dramatismo. Pues nada, esperaba que la cerveza negra estuviera igual de buena. No la había probado nunca.

    - Venga, guapísimo, haz honores a tu casa y pilla algo de la bandeja de este camarero tan guapo. - Le dijo Ethan, que se acercaba a él contoneándose, bandeja en mano. Marcus pilló una cerveza negra y el otro rio. - O sea, que no ibas a emborracharte pero sí a desfasar. Sí que estás desfasando más de lo que creía yo, pero estás bastante borracho, me vas a permitir. - Un irlandés nunca se emborracha. - Estaba empezando a inventarse cosas, pero bueno, él siempre salía del paso con sus dotes oratorias. Dio un trago y... Uf, qué amarga. Debía habérsele puesto una cara parecida a la que pone un bebé cuando chupa un limón, porque Ethan soltó una carcajada muy fuerte. - Vaya con el irlandés... - ¿Licor de espino no tienes? - Preguntó, mirándole la bandeja. El otro volvió a reír. - A ver, hermoso, que no soy camarero de verdad. Aunque para ti, soy lo que tú me pidas. Al fin y al cabo, algo me dice que yo tengo más oportunidades contigo que mi hermana... - Da igual, me la quedo. Me acostumbraré. - Continuó él con su discurso, porque detectaba que Ethan había seguido hablando pero no estaba atendiéndole.

    Alice se acercó a él y la recibió con una sonrisa y mirada de pura ilusión, porque traía en la mano... - ¿Cómo has conseguido licor de espino sin alcohol? - Es de manzana. - Apuntó Theo. Ah, bueno, un pequeño fallito, pero no pasaba nada. - Te dejo probarla. - Le dijo sobre su pinta, acercándosela. Sí, a ver si Alice la bajaba un poquito, que no se veía capaz de beberse entera una cosa tan amarga pero tampoco quería dejársela y quedar mal. Eh, esa no era mala estrategia, ir ofreciendo su pinta por ahí y que al final se la bebieran entre todos... Ethan empezó a explicar lo que tenían que hacer, y Darren y Lex se le volvieron a acercar. - ¿Quééééé cuñaditoooo, cómo te lo estás pasanditoooo? - Estupendamente. - Yaaaaa ya te vemos... - Y, como verás, aún en pleno uso de mis facultades. - Los dos estallaron en una carcajada. - Ya, ya. Estás fresquísimo. - Y tan fresquísimo, ¿no me veis? - La parte buena es que vas a poder decirle a los abuelos que tienes el aguante de un irlandés. Más o menos. - Pinchó Lex, con una sonrisilla maliciosa. Marcus se giró y se cruzó de brazos. - Tengo mucho aguante. - Lo que quieres decir que has bebido mucho. - No he bebido tanto. - Entonces no tienes tanto aguante. - Sí ten... ¡No me líes! - Se quejó, a lo que los otros se volvieron a reír. - Tan irlandés no será, porque esa pinta no baja. - Se añadió Donna a las burlitas sobre su persona, a lo que Darren rio y dijo. - Y pienso encontrar yo la olla de los leprechauns, porque... - Dejó una caricia amorosa en el pelo de Lex y completó. - ...Tengo que honrar a mi amor, el único irlandés de verdad. - ¡Bueno, lo que me faltaba! - Saltó Marcus. O sea, ¿¿su hermano era un irlandés de verdad y él tenía que aguantar burlitas?? Eso lo zanjaba él ya mismo, vamos.

    Se dirigió a una de las mesas y se subió encima, muy decidido aunque con un poco de cuidado, que estaba un poco mareado. Lo primero que escuchó fue una voz femenina acercársele y tratar de rodearle con preocupación por si se fuera a caer (¿era Kyla? Sí, parecía Kyla, llevaba a Oly detrás), y luego varios gritos de jolgorio por parte de los que estaban en el bar, seguramente los mismos que le recibieron al entrar. Si es que los irlandeses hacen amigos con mucha facilidad, su abuela siempre lo decía. Ya tenía amigos nuevos, qué maravilla de noche. - ¡Escuchadme todo el mundo! - Joder, esto sí que no lo pensaba yo vivir. - Dijo Ethan, alucinado y entre risas. Había más de una cara sorprendida entre sus amigos y otros se estaban riendo. - ¡Quiero decir...! - Eh, tío, sigues con el pantalón desabrochado. - Le señaló Sean, y automáticamente dio un respingo y se miró, muy escandalosamente, si efectivamente se había dejado el botón abierto o la cremallera bajada. No era así, lo único que hizo fue desatar un montón de carcajadas. Se irguió de nuevo, con los labios fruncidos en expresión de reproche, y señaló a Sean. - Eres un capullo, Hastings. - Sí, pero tú no has dudado en comprobarlo, por algo será. - Contestó el otro, riendo, pero Ethan le contradijo. - Y bien capullo que eres, porque ya hay que tener mala leche para que se nos suba semejante prenda a una mesa semidesnudo y decirle que se tape. - Se estaba desviando la conversación y así no le iban a escuchar.

    - ¡Aprovecho que estoy en el hogar que corre por mis venas...! - Marcus era muy bueno y muy grandilocuente dando discursos. Solo esperaba que el alcohol no le torciera mucho las palabras. - ¡Para deciros que hoy es un gran día! - ¿Hoy día tres u hoy día cuatro? - Preguntó Lex, pinchón. Marcus le señaló con la mano que tenía la pinta. - Todos, hermanito, todos. - Miró a su público. - Acabamos de graduarnos. - Bueno... - Empezó Donna con una risilla, mirando a Lex y Cedric, pero Marcus prosiguió. - Y hoy es un gran día, y mañana también, y pasado, y el otro. Tenemos todos los grandes días por delante que queramos, ¡porque somos magos y brujas! ¡Y somos grandes! ¡Y somos valientes, y astutos, y honrados, y sabios! ¡Somos alquimistas, enfermeras, abogadas, jugadores de quidditch profesionales, pocionistas, o futuros ministras! ¡Somos lo que queramos ser y más! ¡Y por eso esta noche tiene que ser épica, como todas las de nuestra vida! - ¡Ese es el prefecto desmelenado que yo quería ver! ¡Ahora la chaqueta! - Gritó Ethan, pero Marcus de nuevo siguió. - ¿¿Porque sabéis qué?? ¡Porque el mundo es nuestro! ¡Porque podemos hacer de cada día nuestro día, porque todos son nuestros días! ¡Porque la eternidad es nuestra! - Bramó con la mano de la cerveza en alto, muy decidido. Ahí sí recibió ovaciones. Si es que a él esas cosas se le daban de miedo.




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    Dom Mayo 08, 2022 12:28 pm


    La eternidad es nuestra
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    ¿Cómo había dado la bienvenida Marcus? No se había quedado con la palabra (como para quedarse con algo así al aire de ese idioma), pero le había hecho toda la ilusión del mundo, y ya estaba visualizando un futuro en el que tuvieran un hogar trilingüe con el inglés, el francés y el gaélico. Definitivamente estaba de muy buen humor. Su novio también, aunque le dijo algo del licor de espino que no entendió, pero Theo parece que sí. Por Merlín, qué bruma mental tenía. De hecho, se vio con algo en la mano… Ah, se lo había puesto Marcus, vale, pues lo probaba, si se lo daba su novio. — Dios, qué malo está esto, mucho mejor mi licor de espino. — Dijo inmediatamente, poniendo cara de asco. — Como te oiga mi abuela… — Le picó Lex, que había aparecido por ahí con Darren y parecían estar simplemente riéndose de ellos, como llevaban haciendo toda la noche. — No creo que a una persona tan dulce como Molly O’Donnell le guste esto, de verdad te lo digo.

    De repente, había perdido a su novio de vista (de verdad, empezaba a sentir que la vida pasaba sin ella, porque como confusa estaba un rato). ¡Oh! Se había subido en una de las mesas, le recordó a sí misma hace un rato cuando se subió para verle en el bar español. Parecía estar peleándose con Sean, pero no se enteraba de por qué, pero la verdad le daba un poquito igual, porque la visión de su novio ahí subido era demasiado bonita. Se quedó mirándole con una sonrisa boba, aunque dio un respingo cuando se puso a hablar, porque lo hizo muy alto, cosa que a Ethan y Hillary, que estaban cerca de ella, les debió hacer mucha gracia. — ¿Quieres un babero, nena? Te veo extasiada.Pues sí, ¿no lo estarías tú? — Y le dio en el brazo. — Chssst, quiero escuchar.

    Qué bonito lo de que corría por sus venas, Molly estaría muy orgullosa, y era lo mismo que ella le había dicho al del bar… Mierda, ya se había perdido parte del discurso. Definitivamente, la vida iba más deprisa que ella. Reconectó en “somos grandes, somos valientes”, lo cual la puso muy contenta y la hizo levantar el brazo. — ¡Lo somos! — Coreó. — ¡Enfermera! ¡Enfermera voy a ser yo! — Dijo con entusiasmo, como si tuviera que llamar su atención. — Sí, no nos cabía duda. — Dijo su amiga, palmeándole en el hombro como si estuviera loca. — ¡Calla! ¡Que ha dicho que se va a quitar la chaqueta! ¡Dale, cariño! Que lo ha dicho Ethan. Sí que vas mal. — Se rio su amiga. Ella le sacó la lengua, pero no estaba del todo segura de que se lo hubiera dirigido a Hillary realmente. Pero ahora le daba igual, su novio acababa de decir que el mundo y la eternidad eran suyos y ella aplaudió y silbó como la que más. — Si es que ha nacido para las masas. — Dijo inclinándose hacia Hillary. Ah, no, que era Kyla. — Sí, sí, de aquí a Ministro de Magia no hay nada. — Aseguró la chica. — ¿Verdad? Nah, pero él quiere ser alquimista, la política te la deja a ti. — Dijo muy convencida. Kyla la miró como si quisiera decir algo, pero se rectificó. — Es igual. — Aseguró.

    Se acercó a él entre la gente, abriéndose paso porque, a ver, era su novia, que se apartaran, aunque oía reírse a los chicos. — ¡Me encanta el Marcus desatado! Aunque ni te enteres de si llevas el pantalón abrochado o no. — Le decía Sean, apoyado sobre él. — ¡Yo estoy contigo tío! ¡VAMOS LOCOS ESTA NOCHE! ¡A POR LA ETERNIDAD! Lo que hay que buscar es una olla, cariño. — Le decía Poppy a Peter, acariciándole la espalda, como si tratara de acallar a un caballo desbocado. — ¿La escoba cuenta como magia? — Preguntó él, que aún seguía acelerado. — Yo diría que sí. — Respondió Sean, riéndose antes de beber. — Sabéis que los muggles usamos las escobas para barrer, ¿verdad? — Dijo, Theo, que también estaba muerto de risa y bebiendo de una cerveza. — No jodas, tío. Lo siento por vosotros. — Se volvió Peter, como si diera un pésame. Bien, le habían despejado un poco el camino a su novio. — ¡MI AMOR! — Le dijo lanzándole los brazos como si no lo hubiera visto en media vida. — ¡Qué genial eres dando discursos! — Le besó y le miró a los ojos. — La eternidad es nuestra, sin duda. — Se separó y tiró de sus manos. — Y la olla también, ¡vamos, corre!

    Tiró de él fuera del grupo y le dijo, en lo que ella estaba segura que era un susurro. — Me han contado mil cuentos sobre las ollas de los Leprechauns. Viven en los acantilados Celedonios. — Espera, estaba segura de que no se llamaban exactamente celedonios, ¿Caledonios? Bueno, era igual. — Y esconden las ollas al final de los arcoiris. ¡Mira! — Señaló las paredes del sitio. — Aquí las paredes son fotos de sitios de Irlanda, solo hay que encontrar los acantilados y seguir algo que pueda ser un arcoiris. — Igual no se había explicado bien, pero ella tiró de Marcus, porque tenían que demostrar que ellos iban a ser la pareja más irlandesa del mundo mundial.

    Por fin, encontraron la foto de los acantilados Caledonios, que tenían un cartel debajo identificándolos. — ¡Eh! Eran Caledonios, lo que yo decía. — Debajo de ellos había una mesa esquinera, en la que no había nadie sentado. — La olla tiene que estar por aquí, busca un arcoiris… — Se acercaron, y en ese momento, se dio cuenta. — ¡Mira, cariño! Los cojines son de colorines, esto va a ser la olla. — Se puso a levantarlos, y en ese momento, el asiento se levantó como un baúl, y salió Ethan de dentro, con una olla entre los brazos. — ¡¡¡¡Adiós, pringuis!!!! ¡Eh! ¡Ethan! ¡Lo había encontrado yo! — Se quejó como una niña pequeña. — Reinita, estás en horas bajas de tu faceta Ravenclaw, pero yo tengo la mía Slytherin aquí arriba, y te he oído desgranar tu plan perfectamente, solo que aguanto mejor el alcohol que vosotros dos. — Aseguró, mientras se iba con su sonrisa sibilina. Alice sacó un pucherito, como si a esa niña pequeña le hubiera quitado un caramelo. — ¿Me das por lo menos monedas de chocolate para Marcus? Claro, tonti, toma. — Y le puso unas cuantas en el cuenco de la mano. Sin quitar el pucherito, se fue hacia Marcus. — Toma, me las ha dado Ethan. Yo quería ser tu princesa Firinne que te encontrara la olla, pero… Tenemos chocolate. — Terminó, encogiéndose de hombres.





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    Dom Mayo 08, 2022 11:25 pm


    La eternidad es nuestra
    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Lo del discurso había sido épico, pero cuando dejó de vitorear, reír y dar un trago a la pinta (uf, estaba amarga, de un trago a otro se le olvidaba), miró para abajo dispuesto a bajarse... Y, por Merlín, qué alto estaba. Parpadeó, tratando de enfocar. De repente tomó conciencia del peligro, ¿qué hacía en ese sitio tan inestable y alto, de pie, sin ningún tipo de sujeción? ¿Cómo había podido dar el discurso entero sin caerse? - Apóyate, anda. - Le dijo Lex, acercándose con una sonrisa de condescendencia. Tentó un poco y, finalmente, apoyó en los hombros de Lex la mano libre (y un poco también la de la pinta, puede que mojara ligeramente a su hermano, pero no se quejó. Qué bueno era, qué bien le había hecho Darren en su vida, estaba mucho más paciente) y utilizó una silla como escalera improvisada para bajarse de la mesa y, al poner los pies en el suelo, se dirigió muy serio a su hermano. - Gracias. - Se pudo una mano en el pecho. - Sé que no te lo he pedido. Sé por qué lo sabías. Y sé que lo has hecho por tu buen corazón y el cariño que me tienes. - Va, venga, de nada. Vete con tu novia, anda... - Lex. - No se iba a ir tan fácilmente. Lex suspiró un tanto incómodo, pero Marcus siguió. - No te he valorado como merecías. Y tu don, tu mayor don, no está aquí. - Le tocó la frente, y el ceño de Lex se frunció tanto que se le estaba juntando con la nariz, pero le tenía tan descuadrada la actitud de Marcus que ni respondía. - Está aquí. - Y ahora le tocó el pecho, con voz emocionada al decirlo. Porque era muy bonito el amor fraternal que se tenían. Lex volvió a suspirar. - Muy bien. - Le puso las manos en los hombros y le giró, enfocándole hacia Alice, que iba hacia él. - Ahora, a decirle cositas bonitas a ella. - Eres el mejor. - Insistió, con la voz más emocionada aún. Era muy afortunado de tener a Lex como hermano.

    Antes de que llegara Alice, llegó Sean y se le apoyó en el hombro, seguido de Peter. Rio con sus comentarios y se vino arriba de nuevo, aliviando un poco la emoción por ese momento tan intenso con Lex. - Una olla que solo puede encontrar un irlandés de verdad. Como yo. - Miró a Sean. - Ahora qué ¿eh? Pusisteis en cuestión mi capacidad de desatarme. Yo lo hago todo bien, Hastings. Hasta esto. - Mira, te voy a tener que dar la razón, la verdad. - Respondió su amigo entre risas. Estaba intentando seguir la conversación de sus amigos cuando Alice se le lanzó encima, y notó como alguien (¿Sean, quizás? Era al que tenía más cerca) le ponía las manos en la cintura rápidamente, impidiendo que cayeran los dos al suelo, porque Alice se le había lanzado con una fuerza... No estaba midiendo mucho su novia esa noche. Que él llevaba recibiendo abrazos suyos media vida y nunca había perdido tanto el equilibrio. Qué bruta. - Porque tú me inspiras. - Le dijo con mucha grandilocuencia, como si estuviera recitando una serenata bajo su balcón, después de que le besara. - La eternidad es de mi princesa y mía, y de todos nosotros. - Soltó una carcajada y la siguió cuando tiró de él. - ¡Y va a ser una eternidad estupenda si encontramos esa olla! ¡Que tienen dinero, Alice! ¡Que nos vamos al Caribe! - Y empezó a vitorear por el camino, como si realmente le hubiera tocado una olla de dinero.

    Atendió con la mayor concentración que pudo a la historia de Alice, pero la historia que estaba contando o era muy intrincada, o usaba palabras raras o algo, porque era como si le costara seguirle el hilo. Era una sensación rara, porque Marcus solía pillar al vuelo lo que le contaban, y además juraría que esa historia se la conocía, pero aun así le estaba costando seguirla. - Sí... Sí... Cele... ¿Celedonios? ¿Ciledonios? - Miró hacia arriba. - Cile... No... Era... Me suena Caledonios. Cale... Donios... - Le sonaba todo raro. Pero juraría que era Caledonios. ¿O era Celedonios? Es que Alice había dicho Celedonios. Pero recordaba a su abuela diciéndolo y... Buf, qué lio. Todo lo que intentaba recordar o procesar parecía estar cubierto por una bruma, o como si lo estuviera viendo debajo del agua. Era raro. Dejó de rayarse cuando Alice exclamó que mirara hacia un sitio en concreto, y agudizó la vista para ver dónde señalaba. - ¡Ostras! ¡Sí sí! ¡Buenísimo! - ¡Pero qué ocurrentes los de ese bar! Qué bien hilado todo. - Por Merlín, qué lista eres. Te quiero tanto. - Aseguró, dándole a su novia un fuerte beso en la mejilla antes de que se le fuera corriendo. Ay, esta Alice, tenía que ir corriendo a todas partes. - ¡Que se me escapa el pajarito! - Se quejó entre risas, y eso que le estaba llevando de la mano. Pero ni por esas la alcanzaba.

    - ¡Ves! Me sonaba Caledonios. Si me lo dijo mi abuela. - Corroboró él, mirando atentamente la foto y poniendo el dedo en el letrero, murmurando "Caledonios" a medida que pasaba el índice por el rótulo. Comprobadísimo. Pues nada, ya solo tocaba buscar la olla por allí. Se puso a buscar el supuesto arcoíris. Algunos cristales refulgían con el color del arcoíris, solo tendría que buscar una vitrina por allí. Ya está, lo tenía, si es que era listísimos. Era la pareja más lista de la historia. - Si es que somos imparables. - Se respondió a sí mismo, orgullosísimo, mientras buscaba el cristal que claramente tenía que haber por allí. Sin embargo, Alice vio unos cojines de colores, y Marcus abrió mucho los ojos y la boca y se llevó las manos a la cabeza. - ¡¡Qué fuerte!! ¡¡Pero qué ingenioso!! ¡¡Jamás lo habría imaginado!! - ¡Bua! Con lo que valoraba él el ingenio. - Somos el mejor equipo, Gallia. - Claro, él era listo, y la ingeniosa era ella, por eso había encontrado los cojines. Madre mía, estaba exultante de entusiasmo, ya solo les quedaba encontrar la olla... Por desgracia, llegaron tarde.

    Dio un brusco paso hacia atrás que casi le tira al suelo (se veía en el suelo esa noche entre una cosa y otra al final), porque Ethan salió de repente de debajo de los cojines. Menudo susto, le había puesto el corazón en la garganta. Frunció el ceño y le señaló. - ¡Eso es trampa! ¡Nos has robado el ingenio! - Os he robado la idea, mi querido prefecto melodramático. - ¡Pues también está mal! - Aseveró. Robar estaba mal, fuera lo que fuera. - ¡Esto es nuestra propiedad intelectual! - El otro soltó una carcajada. Iba a hacerse el digno, porque si Ethan se creía que iba a comprarlo con monedas de chocolate iba listo. Pero cuando quien se las ofreció fue Alice, con esa carita tan bonita y tan triste, todo su orgullo se cayó al suelo. - No, no digas eso. Tú eres mi princesa, mi mejor princesa, mi amor. - Le dijo con un fuerte tono dramático, lleno de romanticismo, agarrando sus manos y frente por frente a ella. - Eres mi princesa francesa-irlandesa-inglesa perfecta. Y eso nunca, nadie, ningún Slytherin malintencionado nos lo podrá robar. - ¡Vaya! Ahora soy un Slytherin malintencionado. - ¡Sí! - Dijo Marcus mirándole con el ceño fruncido pero sin soltar las manos de Alice. Parecía un niño pequeño enfadado. Se volvió de nuevo a su novia y cogió una de las monedas, quitándole el envoltorio y, con una sonrisa, ofreciéndosela. - Para ti, mi amor. - Esperó a que la chica se comiera la moneda que le daba y cogió otra para él, irguiéndose muy digno y diciendo en voz alta y evidente. - Lo sé, las de mi abuela Molly son mucho mejores porque son hechas por una irlandesa de verdad, pero... - Y, de repente, un dolor punzante en su dedo le hizo soltar un quejido y abrir las manos como si lo que tuviera en ellas fuera la fuente del dolor. Y lo era, solo que lo llevaba enganchado del dedo. - ¡¡VENGA YA!! - Se quejó, sacudiendo la mano en la que el duendecillo, con muy mala leche, le había clavado los dientes en el dedo. Acabó saliendo volando por ahí, y Marcus dio un par de patadas en el suelo. Definitivamente, parecía un niño pequeño. - ¡¡¿¿Por qué me tocan siempre a mí??!! - Creo que ha sido porque le has ofendido. Nos lo ha advertido el de la barra. - Dijo Theo, apareciendo por allí. Le puso una mano afectuosa en el hombro y le dijo. - Lo siento, tío. - Gracias, Theodore. No me merezco esto, ¿verdad que no? - No te lo mereces, no. - Eres buena persona, tío. - Va, coge otra, seguro que ya no se transforman más. - Asintió y, muy obedientemente, cogió una moneda, le quitó el envoltorio y se la llevó a la boca. Miró a Theo con expresión de niño apenado. - Está muy buena. - No sabes cuánto me alegro. - Qué buen tío era Theo. Ahora fue Marcus el que le puso una mano en el hombro. - Vas a ser un gran primo político. Soy muy afortunado de tenerte en mi familia. - ¡Bueno! - Cortó Ethan, dando una palmada en el aire y llamando la atención de los demás. - Antes de que nuestro guapísimo y desmelenado prefecto siga dando cariño a todo el mundo menos a mí, ya podéis estar siguiendo al menda al próximo bar, que por algo he ganado yo. - Se dirigieron a la salida pero, antes de cruzar la puerta, Marcus se giró y volvió a alzar los brazos. - ¡Adiós, Irlanda! ¡Volveremos! - Y los mismos que habían gritado para saludarle al entrar, le gritaron y alzaron sus cervezas también al salir. Pero qué simpáticos.

    - ¿No nos dices dónde nos llevas o qué? - Ahora lo veréis, no seáis impacientes. - Respondió Ethan a Sean mientras se encaminaban. Cedric soltó una risita. - Yo tengo una teoría... - Tú calla, niñata. - Le espetó el líder, que seguía encabezando la marcha. Se plantaron ante la puerta de un establecimiento con enormes cintas blancas, rojas y azules. - ¡Hala! ¡Alice, mira, Francia otra vez! - Dijo contento, pero Cedric soltó una carcajada. - Casi. No es Francia, es EEUU. - Arqueó una ceja y miró a Ethan. - Y, por si os interesa saberlo, mi teoría era cierta. - A nadie le interesa saberlo, prefectucho. - ¿En serio? - Preguntó despectivamente Eunice, mirando a su hermano, cruzada de brazos. - ¿No había un país menos interesante? - No me toques los huevos, hermanita, encima que te he traído. - Esta soltó un bufido despectivo. - Como que te tengo que dar las gracias, será por lo bien que me lo estoy pasando... - Eh, guapita de cara. - Saltó Hillary, pero Sean la agarró del brazo y trató de hacer fuerza hacia atrás, aunque la chica seguía tratando de increpar a la otra, que la miraba altiva como si realmente deseara que perdiera los papeles contra ella. - Sí, tú. No te hagas la tonta y deja a tu hermano tranquilito, ¿quieres? - Es que si esto es por lo que creo que es, me parece patético, vamos... - Pues mira, sí, es por eso. - Le espetó Ethan. - Me estoy follando a Aaron McGrath y se me ha ido a América y estoy con síndrome de abandonado. No creo que sea sorpresa para ti ni que seas la más indicada para hablar de cosas patéticas. - ¡Ahora te comes esa! - ¡Hills! - Reprendió Sean, un tanto agobiado, pero su novia se volvió hacia él y empezó a argumentarle en un tono muy poco discreto por qué Eunice se merecía sus improperios y más.

    - ¡Ea, para dentro ahora mismo todo el mundo! - Ordenó Ethan, y hacia el interior del bar de EEUU fueron. Nada más cruzar el umbral, oyó a Lex pararse en seco y decir. - ¡No me lo creo! - Darren empezó a pegar saltos, riendo a carcajadas, y tirando del brazo de Lex. - ¡Canta, mi Lexito, canta! - No, no, qué dices, que me da vergüenza. - ¡Síííí, que esta te la sabes! - ¡Que nooo! - Respondió Lex, pero sin dejar de reír, y con una cara de ilusión que ciertamente Marcus no estaba acostumbrado a verle. Se acercó a los chicos con una sonrisa de curiosidad y les preguntó. - ¿Qué pasa? ¿Quiénes son? - En referencia a esa canción tan animada que sonaba. Lex se echó a reír, aunque le brillaban los ojos de alegría, lo cual era ciertamente bonito de ver. Quien respondió, girándose hacia él de un salto, fue Darren. - ¡Son los Backstreet boooooooooooooys! -




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    Alchemist
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    Lun Mayo 09, 2022 1:00 pm


    La eternidad es nuestra
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Se le puso una sonrisa idiota en cuanto le dijo lo de la princesa inglesa-irlandesa-francesa. — Ohhhhh muchas gracias, mi amor. — Qué momento más bonito estaban viviendo, solo interrumpido por uno de esos duendes malaje. Se llevó el dedo de Marcus a los labios y le dejó un besito. — Ay, mi vida, pobrecito. Yo te curo. — Ah pero Theo estaba por ahí, y se dijeron cosas muy bonitas. De hecho, se había quedado pillada en las cosas bonitas, porque de repente, ethan les estaba moviendo a todos otra vez. — ¡Jo! No quiero irme de Irlanda. — Dijo quejosa mientras salían. La verdad es que quería intentar otra vez lo de las ollas… Pero igual ya no estaban en el mismo sitio y se había quedado sin ideas…

    No le dio tiempo a darle más vueltas, porque Ethan ya se los estaba llevando a otra parte, y la desconexión entre sus pensamientos y sus movimientos, así que sus pies seguían solos a su amigo, mientras ella seguía dándole vueltas a la cabeza. Pero Marcus dijo que volverían, eso lo había oído. — ¡Sí! Irlanda siempre será nuestra casa. — Coreó, recordando lo que le había dicho Marcus antes, cosa que, a Donna y Andrew, que pasaban por al lado, pareció hacerles mucha gracia.

    Abrió mucho los ojos cuando Marcus le dijo que estaban en Francia otra vez. — ¡Hala! ¿Hay dos franceses? Cuánto gustamos. — Dijo con una risita. Ah, no, que era Estados Unidos. — Bueno pero también es un poquito parte de mí, mi madre era americana. — Pero a nadie parecía interesarle, porque ya estaba la tonta de Eunice con ese tono enfadón y criticón de siempre. Ay, qué molesta. Le apreció distinguir que hablaban de Aaron, y se le activaron todas las alarmas, pero solo era Ethan diciendo que se lo estaba tirando. Bueno, ninguna novedad en el frente. Ah, pero es que a aquello molestaba a Eunice. Estúpida. Pero ahí salió Hillary. — ¡Ole mi letrada Vaughan! — Jaleó ella, un poco indiferente a la reacción de Eunice. Se enganchó del brazo de su amiga. — Solo quiere que le prestemos atención, pasa de ella y vamos a entrar.


    Estaba animadísimo aquello. Los americanos sabían dar ambiente de fiestón, desde luego, aunque, la verdad, ella seguía prefiriendo Irlanda. Pero, de repente, Hillary, Theo y Darren se pusieron a cantar la canción a toda mecha. — Creo que nos estamos perdiendo algo. Cosas de muggles, supongo. — Susurró a Marcus. Pero no contentos con eso, parecía que Lex también se sabía la canción, y eso sí que tenía que verlo ella, su cuñado cantando. — ¡DAAAAAALE LEX! ¡Que todos querermos verte! A mí que no veis nada a estas alturas de la noche. — Se quejó. Ay, que mala leche tenía cuando quería. — ¡Eh! Margaritas para todos. ¿Eso no es de México? — Preguntó Theo. — Es que los americanos no tienen nada propio. No te quejes tanto, Mattie, y bebe, mi rey, mientras os explico el reto. — Señaló unas pantallas. — ¿Veis eso? Se llama.. — ¡RECREATIVOS! ¡QUÉ CHULO! ¡Mira, Theo, es el Space Invaders! ¡Y el Tekken! — Gritó Darren, excitadísimo. — ¡Me pido el Comecocos! — Le coreó Hillary. — Están hablando en mandarín, ¿verdad? — Preguntó Sean. — Si nuestros queridos mugglecitos me dejan, lo explico para los de sangre pura, que están un poco perdiditos. — Dijo Ethan levantando la voz. Les explicó cómo funcionaba pero Alice no terminó de pillarlo mucho. — Y hay que hacer todo eso solo que en vez de con los mandos, con la varita. — Alice parpadeó. — Hay tres máquinas y tenemos tres muggles, como ellos solitos se las han repartido, tendréis que intentar batiros contra ellos. Hala, como en duelo, qué guay. — Dijo toda contenta, aunque no se hubiera enterado bien de cómo se jugaba. Dio un trago al margarita y se fue drechita a la de Theo, donde murió en la primera partida. Lo dicho, no se había enterado bien.

    El que estaba por las nubes era Darren, que iba derrotando a todo el que se le cruzaba. — ¿HAS VISTO LEXITO? ¿HAS VISTO? ¿Qué haces si gano a todo el mundo? — Le gritó, dando saltos. Lex se estaba riendo a carcajadas como no le había visto nunca. — Canto para ti, mi amor. ¡SÍ! ¡ESO MISMO! ¡Y YO BAILO PARA TI MIENTRAS CANTAS! ¡TENGO QUE GANAR! — Ethan también se estaba riendo y fue asentarse a su lado. — Por mucho que me joda reconocerlo, me gusta verlos así. Es muy feliz. — Ella se apoyó en el hombro de su amigo y dijo. — Lo has hecho muy bien, pasa de tu hermana. Está siendo una noche genial. Y tú has pillado, putón. Queeeeee va, han llegado antes. — dijo tristona. — Seguro que Aaron también está pensando en ti. — le aseguró. Y entonces se percató. — ¿Dónde está Marcus? — Ethan señaló. — Matándose con Hillary. Putón, si no existieras tú en el mundo, esos dos hubieran tenido un angry sex de manual.






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    Lun Mayo 09, 2022 11:39 pm


    La eternidad es nuestra
    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Miró a Alice con los ojos muy abiertos y cara de ilusión. - ¡Es verdad! - ¿Cómo no había caído? ¡Janet era americana! La rodeó con sus brazos, estando ella de costado a él, y la apretó contra sí en una postura un poco extraña, pero con mucha ternura. - Mi princesa francesa-inglesa-irlandesa-americana perfecta. - Sin soltarla, hizo un bailecito bastante tonto mientras reía. - Y caribeña. -

    Ya le sorprendía ver a su hermano no solo reconociendo una canción, sino con una mínima intención de cantar (aunque le estuviera diciendo a Darren que no, pero se estaba riendo). Es que, encima, Darren, Hillary y Theo estaban a tope y se la sabían entera. Les miró con los ojos entrecerrados, intentando entender... por qué... Y, en lo que pensaba, Alice le susurró. Un momento. ¡Aaaah claro! ¡Los criados en entornos muggles! - Aaaaaaaah. - Dijo en voz alta, él solo, asintiendo con la satisfacción de haber desentrañado el misterio de por qué algunos no conocían la canción y otros se la sabían de memoria. - ¿Este es el grupo que le ha dado nombre a mi bowtruckle? - Preguntó Donna con una sonrisa ilusionada, siguiendo el ritmillo de la canción, a lo que Darren y Lex contestaron a coro un sonoro "sííííí" que a Marcus le hizo tanta gracia que se echó a reír a carcajadas. - ¡Nick Carter! - Bramó, alzando los brazos, como si hubiera que celebrar el hecho de que se hubiera acordado.

    Ethan apareció con una bandeja de algo a lo que llamó margaritas, y a Marcus volvió a hacerle mucha gracia. Cuando dejó de reírse, se acercó rápidamente a la bandeja, arrasando un poco a quienes había a su paso, solo para decir. - ¡Eh, eh, eh! ¡Si es una flor, la primera para mi novia! - Cogió dos copas y, con una gran sonrisa y tan ceremoniosamente como lo hacía todo siempre, le dio una a su novia y brindó con ella. - Cuando vayamos a las fiestas del mundo a recorrer el mundo por el mundo, tenemos que probar todas estas cosas pero en el mundo. - Esperaba haber dejado claro lo que quería manifestar, él lo había dicho muy convencido. De repente, los tres criados en entornos muggles empezaron a gritar en lo que él juraría que era un idioma que no conocía. Se inclinó hacia Alice, muy serio, sin dejar de mirar a los otros tres. - ¿Tú sabías que el muggle era un idioma? - Miró a Alice. - Porque eso es otro idioma ¿no? ¿O tú lo has entendido? - Ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos. - Nah... Tiene que serlo... ¿Tú sabes si en Estudios Muggles se estudiaba? - Maldita sea, nadie le había informado de eso. Se hubiera cogido la asignatura de saber que había que estudiar un idioma nuevo. Eso le ayudaría a sus futuras relaciones internacionales. Que él iba a ser un hombre de mundo.

    ¿Ves? Sean tenía la misma duda. Abrió mucho los ojos y le dio en el brazo. - ¿Verdad? Yo creo que es otro idioma, tío. Teníamos que habernos cogido Estudios Muggles. - Uy, qué va, este sabe otra forma de estudiar a ciertas muggles mucho más interesante que esa. - Se burló Ethan, pero Sean le miró con el ceño fruncido y advirtió con un índice. - ¡Eh! Que mi Hillary es una bruja muy brillante. - Pues mira tu bruja brillante qué bien se lo pasa. - Respondió el Slytherin, señalándola con un gesto de la cabeza. Al girarse para mirarla, la vieron prácticamente encaramada a una máquina, moviendo como loca los manillares, mientras hacía con la voz un ruido que sonaba como "wiu wiu" y que les hizo fruncir el ceño como si no entendieran nada.

    Después de que Theo, Darren y Hillary toquetearan la máquina, Ethan especificó que el reto estaba en hacerlo con la varita. Marcus bufó con suficiencia. - ¿Y ese es el reto? ¿Hacer magia? - A ver, don alquimista, no nos vayas a transmutar el cacharro que me veo teniendo que pagarle los materiales a todos los bares, que ya te has cargado un taburete. - Advirtió Ethan. Marcus se cruzó de brazos con el ceño fruncido. Lo que le quedaba por ver, vamos, McKinley regañándole a él.

    - A ver, el alquimista. Tú, conmigo. - Decidió Hillary sin darle opción a réplica, y lo arrastró de tal manera que casi tropieza por el camino. De hecho, lo hizo entero trastabillando, casi se cayó encima de la máquina en cuando Hillary le soltó la chaqueta. - Este te va a gustar. Es un glotón, como tú. - Ese bicho es amarillo. Yo soy azul y bronce como la excelsa casa Ravenclaw. - No te rayes y escucha. Mi pantalla es esta y la tuya es esa. - Atendió, asintiendo gravemente, muy concentrado. - "Pantalla" está en muggle ¿verdad? - ¿Qué? Madre mía, lo que me faltaba, lidiar contigo borracho. Tú atiende y ya está. - Buf, qué borde podía ser Hillary cuando quería. Siguió explicándole en qué consistía el juego, que por lo visto era seguir un camino de bolitas y que no te pillaran unos fantasmas de colores. Parecía fácil. Pero, de repente, apareció un elemento distractor que Hillary no le había dicho. Y, para alguien como Marcus, era MUY distractor. - ¡¡Eh!! ¡¡Fruta!! - ¡Tío, no mires eso! Tienes que huir de los fantasmas. - ¡¡Eh!! ¡¡Que el plátano me huye!! - ¡Que huyas tú de los fantasmas, O'Donnell! - Va, va. - Le dijo, pero ni caso. Siguió persiguiendo la fruta. Y, de repente, el fantasma rosa se cruzó en su camino y su protagonista se convirtió en una especie de papilla y dejó de andar. - ¡Eh! ¡Iba a por la fresa! - ¡Y dale! ¡Que tienes que huir de los fantasmas! - ¿Pero entonces por qué me dan comida? - ¡Porque da puntos, pero no te pueden matar, primero tienes que huir y ya si eso luego vas a por puntos! - ¡Pero yo quiero la fruta! - ¡¡¡MIRA!!! ¡No empieces ¿eh?! El comecocos de toda la vida es: Huir. De los. Fantasmas. - Pero es que hay fruta. - ¡¡¡DIOS MÍO NO TE CREO VAMOS!!! ¿¿TÚ ME ESTÁS OYENDO?? - ¡Eh! ¿Cuándo me toca? - Preguntó Sean, pero fue flagrantemente ignorado por los dos.

    Aquello no había manera de remontarlo. - ¡¡OTRA VEZ!! ¡PERO ES QUE LOS FANTASMAS ME PARAN! - ¡¡MADRE MÍA, MARCUS!! ¡TE HE DICHO QUE TIENES QUE COGER LAS BOLAS GRANDES! - Oye, yo también quiero jugar. - Volvió a quejarse Sean. Ni caso, Marcus empezó una partida nueva, ya obcecado. Ya Hillary ni jugaba a la suya, estaba pendiente de la de él. Empezó a señalarle la pantalla como loca. - ¡¡AHORA!! ¡VE A POR LOS FANTASMAS, QUE ESTÁN AZULES! - ¡¡OSTRAS, ESTÁN AZULES!! - ¡¡CORRE, CÓGELOS!! - ¡ESPÉRATE, QUE CORREN MUCHO! - Hablaban tan a gritos que les debía estar oyendo el bar entero. - ¡¡QUE SE TE CAMBIAN DE COLOR!! - Advirtió Hillary cuando los fantasmas empezaron a parpadear, pero igualmente Marcus ya había cambiado de ruta, lo que hizo que la chica diera un golpe en la máquina. - ¡¡¿¿PERO DÓNDE VAS AHORA??!! - ¡¡QUE CASI LO TENGO!! - ¡¡¡PERO QUE ESE PASILLO ESTÁ VAC...!!! - Nada. Había muerto otra vez, a la chica ni le dio tiempo a recordarle que estaba tirando por un pasillo vacío, como si él no lo hubiera visto. Soltó un gruñido de desesperación y le gritó casi en la cara, haciendo aspavientos con las manos. - ¡¡¡QUE NO PUEDES IRTE DE CABEZA HACIA LOS FANTASMAS!! ¿¿TAN DIFÍCIL ES?? - ¡¡QUE QUERÍA ESA CEREZA!! - ¡¡¡¡MIRA YO TE MATO EH!!!! - ¡¡Bueno!! - Interrumpió Ethan. - ¡A ver, los dos Ravenclaw, antes de que acabéis a hostias! ¡Que tenemos ganador! - ¡¿Cómo que ganador?! - Preguntó Marcus, alzando los brazos con ofensa. - ¡Yo aún no he terminado mi partida! - ¡Pero si te han matado cien veces! - Dijo Sean. Marcus empezó a negar y se giró a la máquina otra vez. - No, no, no, no, no. Yo hasta que no consiga una fruta no... - ¡¡¡MIRA!!! - Gritó Hillary, y prácticamente hubo que agarrarla porque se le iba a lanzar encima para pegarle casi. Mejor lo dejaba, que su amiga se estaba poniendo un poquito violenta.

    - Para sorpresa de nadie, el ganador eeeees... - Empezó Ethan, y Peter, espontáneamente, comenzó a hacer un redoble de tambores. El Slytherin alzó el brazo de su cuñado con triunfo y dijo. - ¡Darreeeen! ¡Muggle tenía que ser! - Todos vitorearon, pero el propio Darren el que más. - ¡Voy a por mi premio! - Y, ¿has oído eso, Lex? Parece que no eres su premio. - Picó Ethan, porque Darren había salido corriendo hacia... Un señor que estaba metido dentro de una cabina. ¿Qué hacía hablando con un desconocido? A veces Marcus no entendía a los Hufflepuffs, de verdad que no. El chico volvió bien contento y se enganchó al cuello de Lex. - Alguien me ha prometido una cosiiiitaaaaa. - Ay, por Merlín. - Dijo Lex, tapándose la cara entre risas. Darren empezó a animar. - ¡¡Venga, venga!! ¡Que mi Lexito no pase vergüenza! ¡Os quiero a todos arriba eh! - Animó, justo cuando la canción acababa y empezaba a sonar, de nuevo, la misma que estaba sonando cuando entraron.

    Obviamente, Hillary y Theo se vinieron arriba de nuevo, pero Darren seguía dándole empujoncitos a Lex. Y, para sorpresa de todos, en cuanto la canción empezó a animarse, su hermano también. Se montó tal jolgorio que allí ya estaban todos saltando y gritando, y antes de que llegara el estribillo, Darren se había subido a la barra, cantando a voz en grito e iniciando un improvisado striptease que fue bastante bien acogido, porque todos gritaron aún más, saltaron aún más y gritaron aún más. Y, la verdad, la canción era bastante fácil y pegadiza, así que al cabo de un rato ya la estaban cantando todos. La chaqueta de Darren estaba ya en manos de Sean, la corbata le había caído encima a Poppy y Oly estaba pidiendo a gritos que siguiera lanzando cosas, pero cuando el chico tenía la camisa abierta pareció detener ahí su espectáculo y limitarse a bailar, y no fue el único. Por si se sentía solo, a la misma mesa se subió Peter, y el baile de ese sí que era para verlo, tanto a nivel individual como cuando Darren y él empezaron a restregarse de una forma bastante cómica. Más gritaron y más animaron y saltaron todos, y Marcus acabó casi enganchado de Lex, que estaba más venido arriba y contento de lo que le había visto en toda su vida. Aquella sí que estaba siendo una noche para la eternidad.




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    La eternidad es nuestra
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Se acercó a la máquina donde Marcus estaba jugando con Hills, y la pantalla se le antojó una auténtica locura. — ¿Te han matado pro comilón? — Señaló con una risita, picándole en las costilla. — ¿No tendrás hambre a estas horas? ¡PUES POR LO VISTO SÍ, PORQUE NECESITA CEREZAS! ¿Hay cerezas? Qué ricas.¡Otra! ¡Que no va de comer! ¿Y para qué ponen cerezas? — Hillary la miró como espantada. — Mira, es que no os aguanto. — Y se fue. Eso le hizo bastante gracia, no sabía ni por qué. Aplaudió a Darren, que al parecer había ganado. — ¡Uhhhhh, ahora toca striptease! — Gritó, juguetona. Mira, eso no se le había escapado. Se giró a su novio y dijo. — Que no es que yo tenga ningún interés especial en ello, eh. — Entonces no pudo evitar que se le saliera una carcajada de niña traviesa y se tapó la boca. — Aunque Ethan ha dicho que tendrías un angry sex con Hills muy guay si yo no existiera. — Volvió a reírse como si fuera una niña diciendo una barbaridad, pero ante la cara de su novio, le volvió a lanzar los brazos por el cuello, mirándole a los ojos. — Pero aquí estoy, y no te doy angry sex, te doy del bueno. — De momento. En verdad le había picado un poco la curiosidad por el otro.

    Pero ahora el centro de la atención de todo el mundo era el striptease de Darren. Al principio le hizo gracia y coreó a los demás, especialmente cuando vio a su cuñado ahí arriba cantando. — Mañana se lo pienso recordar y le voy a obligar a interpretarla de nuevo delante de todos. — Pero, con la subida de Peter, la expectación subió y ella aprovechó para susurrar a su novio. — Yo voy a desnudarte mucho mejor… — Y no especificó cuándo, todo fuera que al final no pudieran, pero… La imagen en el cerebro de Marcus ya estaba allí.

    La cosa se descontroló un poco y ella acabo agarrada a Poppy bailando, y aprovechó para pincharla. — Vaya, vaya, tu novio quitándote trabajo, eh… — Poppy entornó los ojos, y no se puso roja porque ya lo estaba. — Paaaara, Alice… No digas esas cosas. — Ella le puso las manos en la cintura y la hizo balancearse. — ¿Por quééééé? ¿Te da vergüenzaaaaaaa? — Poppy apretó los labios y asintió. — Un poquito. Bueeeeeeno, te dejo tranquila, pero… — Señaló a Peter, que también se había abierto la camisa. — Eso de ahí es solo para ti, chica. — Y ambas rieron, bailando abrazadas y dando saltitos, hasta que Cedric apareció por allí y dijo. — ¡Eh, Ethan! Deja de babear y vamos, que ya está preparado lo que has pedido. — Los chicos se bajaron, y ella se vio llevada por la masa. — ¡Eh! ¡Esperad! ¿Qué has elegido, Darren? ¡Italia! — Bramó el chico entre la multitud. — ¡Por el bueno de mi abuelo Tony! — Ah. Bueno, le parecía bien, ese iba a ser su primera viaje con Marcus, así que genial.

    Salieron al frente y vieron una serie de instrumentos muggles de colores. — ¿Qué es esto? — Preguntó ella, ya con los ojos brillantes por ver algo nuevo. — ¡Son vespas! — Dijo Theo ilusionado montándose en una y poniendo las manos en el manillar, porque sí, se parecían a una bici, pero diferente. — Pero no vamos a saber conducirlas. Querido, la magia todo lo puede. — Ethan y Cedric se montaron en una, este retorció el manillar y la vespa salio andando sola. — ¡Estas se conducen solas en cuanto las arrancas! Y nos llevan al Italiano.¡Qué guay! ¡Yo quiero! — Exclamó ella, buscando una vespa en la que sentarse. Al final, lo hizo aturullada y rápido, con alguien que no vio, porque todos estaban teniendo la misma idea, pero para cuando se dio cuenta, se percató de que iba con Peter. — ¡Bradley! ¡Ey, Gal! Esto son como escobas, pero van solas y no vuelan, ¿a que mola? — Se giró para ver si veía a Marcus en las demás, pero se desequilibró y Peter le agarró una mano y le hizo rodearle con ella. — ¡Que te caes! Agárrate. Ehm… Peter, no te has abrochado la camisa. — Él rio. — Ya, ¿has visto que fuerte estoy? Mira, mira qué abdominales. Lex está más petado de brazos, pero yo estoy cuadradísimo aquí… — Alice suspiró. — Ay, Merlín, que no esté muy lejos el bar… — ¡Mira, mira! Le puedo hacer esto. — Y de repente notó cómo la parte de delante de la vespa se levantaba. — ¡Para, Peter! ¡Para que nos matamos! — Oh, por Dios, la locura Gryffindor era peor que la suya, vaya, como Marcus lo estuviera viendo, se iba a desmayar.

    Todos fueron llegando, y ella se bajó toda rauda hasta encontrar a su novio. — Oh, ya pensé que te me habías perdido. — Le dio la mano y dijo. — Tenía que entrar a Italia contigo, porque nuestro primer viaje va a ser Roma. — Y a la puerta se dirigió, bien agarrada de la mano de su novio, alegrándose de estar estable otra vez. — Peter está de la olla, no dejes que me vuelva a llevar a ninguna parte en la vida. — Susurró.

    El sitio molaba muchísimo. Tenía la pinta de un palacio toscano, y también parecía que era de día allí, con sus paredes anaranjadas y sus balcones con balaustradas y plantas por todas partes. — ¡Esto me encanta! — Se puso a dar saltito al ritmo de la tarantella que sonaba. — ¡Tengamos otro taller en la Toscana, mi amor! Seríamos unos alquimistas tremendamente felices, con tanto sol y alegría, ¿no pega un montonazo con nosotros? — Preguntó, mientras no paraba de dar saltitos. — ¡A ver! ¡Un poquito de Italia para vosotros! — Dijo Cedric poniéndoles una bandeja por delante. — ¡Oh! ¿qué son? Limoncello.¡Oh! Suena delicioso. Delicioso y fuerte, pensó en cuanto se bebió uno y casi le da un atragantón fuerte.





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    Mar Mayo 10, 2022 11:21 am


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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Miró a Alice con expresión frustrada. - Tú me entiendes ¿verdad? - Y ya iba a hacer una disertación (o a intentarlo, estaba un poco lento al encontrar las palabras esa noche) sobre por qué no deberían poner comida en un juego cuyo protagonista lleva el verbo comer en el nombre si el objetivo es huir de unos fantasmas (es que de verdad que no le veía ningún sentido) cuando el triunfo de Darren le hizo olvidarse de lo que se estaba preocupando. Aunque, más que eso, fue el comentario de Alice el que le descuadró por completo. - ¿Cómo? ¿Qué? ¿Cómo? - ¿Que qué? ¿Él y Hillary qué? Enfadado sí estaba, aunque no tanto como su amiga, que se enfadaba muy rápido, pero es que... ¿¿Cómo que "sex"?? - Yo sex solo contigo, mi amor. - Aseguró, casi asustado y con una mano en el pecho. A ver, a ver, que todavía se les torcía la noche, ahora que había espantado a Eunice.

    Menos mal que el espectáculo de Darren y Peter sobre la mesa le hizo olvidarse de esa tontería que había dicho Ethan, que igualmente Alice tampoco es como que pareciera muy preocupada (aunque por un momento se alegró de que no estuviera Jacobs por allí). Saltaron, canturrearon la canción y vitorearon a los dos que estaban haciendo el striptease, y en un momento dado, su novia le susurró en el oído algo que le hizo mirarla y... Quedarse unos segundos buscando cómo responder. ¿Dónde se le había ido esa rapidez de palabra que tenía siempre? En su lugar, y tras un par de segundos pillado solo mirándola, se le escapó una risita estúpida que intentó reconducir como pudo a una especie de expresión de galán de la que él estaba muy seguro, otra cosa es como hubiera quedado en realidad. - Esa oportunidad no la pierdo. - En verdad parecía estar diciendo un fragmento de la conversación mental que traía consigo mismo esta noche, y que era esa obcecación porque Alice dormía en su casa pero su madre había dicho que cada uno en su habitación. Sí, bueno, en Nochebuena también iba a dormir cada uno en su habitación. Es que no, lo dicho, no iba a dejar pasar esa oportunidad. Que Alice quería desnudarle. Es que vamos. Ni que fuera tonto ahora.

    Cuando escuchó la decisión de su cuñado, abrió los ojos con cara de niño ilusionado y le gritó a Alice. - ¡Mi amor! ¡Que nos vamos a Italia! - ¡Increíble! Es que estaban haciendo todas sus próximas rutas esa noche. Que de ideas iban a llevar a sus viajes. Se sentía como si volvieran a ser esos niños que planeaban ir a las fiestas tradicionales juntos. Vamos, es que se cogería ahora el primer traslador que les llevara a cualquiera de esos destinos y se iría con los ojos cerrados. Lo que parecía que iba a llevarles al siguiente bar era una especie de bicicleta un poco más robusta, aunque tampoco lo suficiente como para que a Marcus le diera confianza. De nuevo, tendió a pensar que era un objeto decorativo hasta que vio a Theo montarse. - Espera ¿qué? - Bueno, por supuesto que pensaba subirse con Alice, de la cual no es como que se terminara de fiar mucho pero prefería ir pidiéndole a ella que tuviera cuidado, que en el fondo un poco de caso le hacía, y además ya la conocía lo suficiente como para saber por dónde podía tirar su imprudencia, que hacerlo con cualquiera de los que estaban allí (que, la verdad, iban todos un poco borrachos, pero no estaba allí para juzgar a nadie). El problema fue que, en lo que pensaba, Alice se estaba yendo de allí con Peter, dejándole con una cara de desconsuelo peor que si fuera un niño abandonado en mitad de la calle.

    De repente solo veía gente montarse en las vespas muy rápido y él aún no atinaba a nada. Solo vio de refilón a Eunice, quien también se había quedado desparejada porque su hermano se había ido con Cedric, pero vamos, ni de coña se subía con ella en la vespa. Antes se iba andando (que tampoco se le antojaba una mala solución, dicho fuera de paso). - Marcusito Marcusitooo. - Dijo la voz de Donna. Ella y Hillary venían apoyadas la una en la otra entre risillas, y traían una cara de querer cotorrear que les estaba haciendo gracia hasta ellas mismas. - ¿No te montas con Eunice, que se ha quedado sola? - Ni de coña, vamos. - Las otras dos se echaron a reír, y Hillary se acercó a decirle en confidencia (aunque no se molestó en bajar el tono de voz). - La puedes tirar de la vespa en marcha. - ¡Hala! Qué burra. - Se rio Donna a carcajadas. - Aunque le puedes hacer un truquillo de esos de los tuyos y te enganchas detrás y le quemas el pelo o algo. - ¿Magia, dices? - Contestó él, y las dos se echaron otra vez a reír. Hillary volvió a hablar. - Que nos ha chivado Theo que te pones muy maloteeeeeee. - Frunció el ceño, sin ni idea de qué le hablaban, mientras las dos se morían de risa ellas solas. Donna especificó. - Cuando lo del novio de Jackie, la prima de Alice. Dice que los dejaste por los suelos a los dos. - Yo quiero ver una actuación de esas, Marcus. - Le dijo Hillary, sugerente, y ahí sí que vio él una señal de alarma, tanto que alzó las manos. - Hills, que Alice ya se ha ido y luego Ethan dice cosas raras de nosotros. - ¿Eh? - Se extrañó la otra, que claramente estaba de broma, pero él especificaba por si acaso.

    - ¡Bueno! ¿Cuál de estas bellas damas me acompaña? - ¡Uy, yo! - Respondió rápidamente Hillary a Andrew. - Me voy con el capitán del equipo de quidditch, que seguro que es el que mejor conduce, ¡ahí os quedáis! - Andrew se fue con ella a carcajadas, y Donna se cruzó de brazos y chistó. - Lo que hay que ver y oír, no va el tío y pregunta, en vez de llevarme a mí en prioridad. - Hillary le sacó la lengua mientras el otro arrancaba y se iba con ella, y Donna le gritó. - ¡Pues yo me voy con el tío más guapo de la fiesta! - Marcus la miró gratamente halagado. - ¡Oh! ¿Soy el tío más guapo de la fiesta? - Marcus, por favor. A los Ravenclaw no nos gusta tener que resaltar obviedades. - Le contestó, con ese tono borde que usaba siempre, pero le daba igual porque se había llevado un piropo, así que se montó detrás de ella en la vespa, se agarró fuerte a su cintura (porque seguía sin fiarse del cacharro ese) y, con un ruido infernal que se le estaba metiendo en el cerebro, fueron hasta el bar italiano.

    Lo primero que vio al bajarse fue a su novia, hacia la cual corrió y se abrazó como si llevara un siglo sin verla. - ¡Mi amor! Te he echado de menos. - Aunque luego la miró un tanto suspicaz. - Te has ido sin mí. - Miró a su alrededor y se le pasó al ver lo impresionante que era todo, sonriendo y mirándola con amor. - Pero mira qué bonito es esto. Algún día te llevaré. Y vamos a ser tan felices. - Si el reto de este bar es una opereta romántica, ya podéis darle el premio a estos dos. - Se burló Sean al pasar por su lado. Marcus le miró mal. - Que sepas que tu novia se ha ido con el capitán de quidditch y aún no ha vuelto. - ¿Qué dices, tío? Si lleva ya dos chupitos de la cosa esa italiana. - Contestó Sean, señalando a Ethan con la bandeja y a Hillary muerta de risa a su lado. Pff, bueno, pero seguro que llegó después de él, Marcus no la había visto al entrar... También es que se había ido directo hacia Alice, pero... ¡Bueno, él sabía lo que decía!

    Agarró fuerte a su novia cuando le dijo lo de Peter. - No, mi amor. Yo te protejo con mi vida. - Aseguró con dramatismo y luego puso cara de impotencia. - Pero es que te me vas muy rápido. ¿Y si un día te me escapas? Que hay pajaritos que se van... Y luego no los ves... - No, no. No podía pensar en eso porque se iba a echar a llorar y estaban de fiesta. Sacudió la cabeza y redirigió el tema. - Yo he venido con Donna. - Miró de reojo a las dos chicas, aunque cada una estaba en un sitio distinto, y sin perderlas de vista se acercó a Alice para susurrar. - Me han dicho que soy muy guapo y que quieren que les haga un espectáculo... No sé si se estaban metiendo conmigo o iban en serio, pero yo me he ido por si acaso. - Bueno, se había ido con Donna, pero no le quedaba otra opción. Desde luego prefería con ella a con Eunice, que esa sí que lo decía en serio y con mala leche, encima, al menos sus amigas le querían.

    Se quedó un tanto absorto mirando el bar hasta que Alice le hizo esa propuesta. Abrió mucho los ojos. - ¡Sí! - Dijo inmediatamente, y sin pensárselo ni un segundo, como si acabara de tocarle dicho taller en una rifa, puso una mano bajo sus piernas para cogerla en brazos y empezó a darle vueltas. - ¡Sí, sí, sí, mi amor! ¡Alquimistas en la toscanas! ¡Alquimistas en el sol! - ¡Tíos, ya, que se van a pensar que sois parte de la atracción del bar! - Se rio Peter, levantando también las risas del resto. Dejó de dar vueltas (uh... no tenía que haber dado tantas... Mejor se quedaba con Alice en brazos hasta que estuviera lo suficientemente estable él como para saber en qué parte del suelo tenía que dejarla) y miró a su amigo. - Tenéis muchísima envidia. - ¡Ahora a mí, ahora a mí! - Pidió Oly, llegando hasta él a saltitos, como una niña pequeña que quiere que le hagan la misma tontería que le han hecho a su amiga. - Mejor no te arriesgues, que está intentando no caerse al suelo. - Advirtió Kyla entre risas, y Oly se giró entonces a ella. - ¡Pues házmelo tú! - Ay, Oly... - ¡Wiiiiiiii! - Daba igual, ya se le había subido encima, así que la otra, que no dejaba de reírse, hizo un intento de moverla y darle vueltas, aunque su novia en sus brazos no paraba de moverse como si tuviera pulgas. Marcus dejó finalmente a Alice en el suelo y la miró, condescendiente. - No les ha quedado igual que a nosotros. - Aseguró. Si es que ellos tenían felicidad y talento natural para ser la mejor pareja del mundo.

    Cedric se acercó con una bandeja, Marcus cogió un vasito y brindó de nuevo con Alice, con una radiante sonrisa. - ¡Por nuestro nuevo taller! - Se llevó un buen trago, pero acabó tosiendo y cerrando fuertemente los ojos. - Oh, pero mejor de esto no tengamos. - Dijo con un hilo de voz. Su hermano apareció por allí, poniéndole una mano en el hombro y riendo. - Mira, llevo toda la vida deseando reírme de ti y esto está siendo muy divertido. - Ladeó la cabeza y bajó un poco el tono. - Pero ya en serio, deberías dejar de beber. Te vas a poner malo. - No he bebido tanto. - Marcus, que tú no tienes fondo para tragar. Has bebido mucho. - Marcus chistó. - ¡Es que un hombre sabio experimenta y no deja pasar las nuevas experiencias que le ofrece la vida! - Ya, pues tú ya has cubierto el cupo de buenas experiencias por esta noche. - Le dijo Lex, quitándole el limonchelo y poniéndolo a un lado. Marcus le miró con indignación. - Se lo pienso decir a mamá. - No, no creo que lo hagas. - Dijo el otro entre risas. Suspiró y le recondujo hasta donde estaban los demás. - Anda, atiende al reto, que este te va a gustar. - Dijo llevándoselo, pero a su espalda notó como le soltaba un hombro y se estiraba para alcanzar a Alice, agarrarla de la muñeca y tirar de ella también, mientras la chica parecía estar yéndose a otra parte. - Y tú ven también, pajarita. No os vayáis a perder y ya la tenemos montada. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    ¡Oh! Que la había echado de menos y todo, sí ella a él también. — Es que no me he dado cuenta de dónde me sentaba. Pensé que estabas a mi lado e iba yo toda segura. — Acarició susu rizos y luego la mejilla. — Contigo siempre voy segura de que estarás a mi lado, amor mío. — Luego asintió fuertemente a todo lo que decía. — Sí que lo vamos a ser. — Sean les cortó un poco el rollo, pero tal y como iba ya esa noche, ni el cenizo de su amigo podía cortarle el rollo de verdad. Marcus volvió al modo protector, y ella sacó un pucherito. — Pero, ¿a dónde me voy a ir? Dime, Marcus O’Donnell. — Tomó su cara entre sus manos y le miró a los ojos. — Si eres mi presente y mi pasado, ¿cómo no vas a ser mi futuro? — Le dio un piquito y susurró. — Un halcón siempre vuelve al brazo de su dueño.

    Parecía que entre eso y la mención al taller, le había quitado las penas a su novio. Bien, estaban en Italia, no podían estar tristes. Rio cuando la levantó, sintiéndose ligera y feliz. — ¡Me encanta! ¡Alquimistas del sol! — Se dejó bajar sin dejar de reír. — No sabes cuánto te amo… — Le dijo de corazón. Qué le gustaba hacer esos planes con su novio, le daba muchísima alegría. Ahora Oly quería que la cogieran. — Ya, no me extraña que quieras. — Dijo haciéndose la interesante, aunque no le salía tan bien como a Marcus. Al final se tiró encima de Kyla, pero Alice no pudo más que asentir a la afirmación de su novio. — Es que no solo somos imparables. Somos inimitables, cariño. — Dijo ofreciéndole la mano para que chocara, como si acabaran de ganar algo. Bueno, en su cabeza si, ¿vale?

    Lex vino también un poco aguafiestas, reteniéndola. — ¡Eh! ¡No me agarres, que yo seré un halcón pero tú no eres mi dueño! Lo que hay que aguantar. Nada de limoncello para ti tampoco. — Si ya habían quedado en que no iba a beber limoncello, a ninguno de los dos les había gustado. — No te nos vayas a poner paternalista ahora, que te acabo de ver cantar a los Cuackstreet Boy. Backstreet. Eso. Mañana otra vez, pero delante de todos. — Lex se rio y negó con la cabeza. — Mañana no me toques las narices, que yo tengo más cositas que contar que tú. — Pero bueno, atendieron al reto, esta vez explicado por Darren, ya que él había elegido el bar. — A todos nos gusta la pasta, ¿no? Pero aquí vamos a tener que demostrar hasta qué punto. — Señaló una mesa muy larga con una hilera de platos en medio. — Se juega por parejas uno en cada lado. La pasta aparece en el plato, y tenéis que decir en alto de qué tipo de pasta es y la salsa. A medida que acertéis, el plato se acercará, pero cada vez que os equivoquéis el, plato se os irá alejando, hasta que lo gane uno de los dos. — Alice dio unos saltitos en su sitio. — ¡Que guay, mi amor! Te va a encantar el reto. — Además, pensaba ponerse ella al otro lado, porque como no tenía ninguna intención de comer, se lo regalaría como quien dice, a Marcus. Pero entonces Cedric puso las manos entre ellos. — Nope. Eso sería algo así como supertrampa, os lo digo yo que soy prefecto. No te lo crees ni tú. — Se quejó Alice como una niña chica. — ¡ALISITA MÍAAAAAAA! — Gritó de repente alguien por ahí. — ¡YO QUIERO CONTIGO! ¡NO HEMOS HECHO NADA JUNTAS! Ah, era Poppy. Como si no la hubiera visto hace años dijo.¡Mira sí! Si las normas me prohiben estar con mi Marcusito, que sea contigo. — Le tiró un beso a su novio antes de irse con Poppy y dijo. — ¡Dale, mi amor! Que esto lo ganas. — Y se colocó con Poppy. La cosa estaba reñida, porque las salsas todavía, pero los tipos de pasta se le perdían bastante a Alice, y Poppy no era mucho mejor. — ¡Farfalle! ¿Otra vez? Alice, que ya lo has dicho. ¡Vale! ¡Macarrones! ¡Que no se dice así! — Y ya estaban las dos muertas de risa sobre la mesa. Al menos se hizo con unos tagliatelle al pesto buenísimos, y tuvo tan cerca los rabioli gorgonzola (ya no se le olvidaba, que por eso había perdido) que había llegado a pescar uno que estaba bien bueno. Pero el concurso terminó y se proclamó ganador Theo. — Ay, me voy con mi pobre Marcus, que estará muy afectado. — Se disculpó con Poppy, que parecía bien a gusto con sus penne a rabiatta.

    ¡Mi amor! ¿Qué ha ocurrido? — Dijo corriendo hacia él con los brazos abiertos. Llegó a su altura y le rodeó. — ¡Bueno! Y esto no sería Italia si no supiéramos dar un buen espectáculo en el escenario, así que ya que mi Lexito se ha animado y que mi cuñadito no ha podido ganar, queremos dedicarles a él y a la cuñi una cancioncita. — Y se subieron en unas mesas. Ella zarandeó a Marcus con una sonrisa. — ¡Mira, mi amor! Que nos van a cantar una cosa, así te animas. — Ya aprovechó y le hizo un gesto con un guiño a Theo a modo de felicitación. Claro, tanto viaje con sus padres, le había dado conocimiento de cosas como la pasta.






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    Mar Mayo 10, 2022 11:42 pm


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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Lex les estaba arrastrando a los dos, y Marcus puso cara de niño al que sus padres han sacado de la sala de juegos prácticamente a rastras. Pero cuando Alice dijo mal el nombre de esa banda, le dio tal ataque de risa que casi se cae al suelo. Lex chistó y tiró de su chaqueta hacia arriba, moviéndole como un muñeco de trapo. - Buf, menos mal que no voy a tener hijos... - Cuackstreet Boys. - Repitió él, llorando de la risa. Le puso una mano en el hombro a su hermano y, cuando la risa le dejó hablar, dijo. - No me digas que no es la mujer más divertida del mundo. - Sí, sí... - Respondió el otro, y Marcus se siguió riendo un rato más.

    Abrió mucho los ojos y preguntó prácticamente a gritos. - ¿¿Es un concurso de comer?? - Alzó los brazos con un grito de victoria. - ¡¡POR FIN!! - Anda, hijo, a ver si así dejas de perseguir cerezas. - Picó Hillary, recuperando su ofensa anterior, aunque Darren rio un poquito y dijo. - Bueno, no va exactamente de eso. - Marcus chistó. ¡Pues nada! ¡Se moriría de hambre esa noche! Luego que si se le subía el alcohol, ¡normal, si no le daban de comer! Atendió a la explicación de su cuñado, y por supuesto él ya tenía claro que iba a ponerse con Alice, ¿con quién si no? Era su novia y su equipo de toda la vida, siempre se ponía con ella en todo, y además... Alice no comía nunca y él tenía mucha hambre. Era la mejor combinación posible... Lástima que aquello estuviera lleno de Slytherins envidiosos que le rompieron la estrategia. Frunció el ceño, mirando a Cedric. - ¡Eh! Que yo soy prefecto también, que yo te he visto nacer en el puesto. ¿Y cómo que trampa? - Negó con el dedo índice. - No no no, no de prefecto. - Que él también sabía usar su título. Dio igual, porque ya vino Poppy y se llevó a su Alice. Miró a Cedric con los ojos entrecerrados. - Esto ha sido por tu culpa. - Lo sé. - Dijo el otro con una sonrisilla maliciosa. - Pero si quieres... - PUES YO CONTIGO, TÍO. - Interrumpió Peter, justo cuando Cedric parecía ir a proponer ponerse juntos. Y Peter no solo hablaba a voces y se metía por mitad de la conversación, sino que arrollaba. Tanto que, cuando se quiso dar cuenta, estaba sentado frente a un plato. No sabía ni como había llegado ahí, solo había visto un borrón y ya estaba sentado. Parpadeó, aturdido. Cabía la posibilidad de que Peter se lo hubiera cargado al hombro y lo hubiera sentado donde le había dado la gana.

    - JODER QUÉ BIEN ¿NO? ¿NO O QUÉ? ALICE Y POPPY EN PLAN DE QUE SON AMIGAS DE NIÑAS Y ESO Y NOSOTROS, TÍO, JODER, QUE NOSOTROS TAMBIÉN SOMOS AMIGOS DE CHICO, QUE NO HEMOS HECHO NADA JUNTOS, TÍO, PERO ES BONITO ¿NO? TÍO, VAMOS A JUGAR A ALGO JUNTOS, VENGA, COMO DE NIÑOS, COMO POPPY Y ALICE, HOSTIA, ¿HAS VISTO? QUÉ COINCIDENCIA ¿NO? - ¿Qué había que hacer? - Preguntó, de verdad que estaba muy aturdido. Solo veía gente sentarse a su alrededor y a Peter hablando sin parar, y un plato vacío delante. - VA, TÍO, VENGA, QUE TU ERES EL LISTO ¿EH? TENEMOS QUE GANAR. - Sabéis que no sois del mismo equipo ¿no? Que jugáis uno contra el otro. - Apuntó Sean, y cuando lo oyó hablar Marcus dio un respingo, porque su amigo había aparecido sentado a su lado de repente. Peter abrió mucho los ojos. - ¿¿QUÉ?? NOOOOO TÍO NOOO MARCUS YO QUERÍA CONTIGO NO CONTRA TI. SEAN, CÁMBIAME EL SITIO. - ¡Empezamos! - Anunció Darren, cantarín, y de repente el plato se llenó de pasta. Pues nada, ya no había tiempo de cambiarse de sitio.

    - ¡Hala, qué bueno! ¡Spaghetti carbonara! - Celebró Marcus, y de repente el plato se acercó a él, lo cual le hizo botar en su sitio de nuevo. Aaaaaah eso era, había que acertar lo que había. Peter empezó a aplaudir. - QUÉ BUENO. VA, TÍO, VENGA, DI OTRO. - ¡Que sois contrincantes! - Insistió Sean, pero Marcus le hizo un gesto de la mano. - Tú a tu juego. - Resolvió. Se quedó pensando. - Eso son... ¿Ravioli? - El plato se alejó de él. Abrió la boca. - Nooo. Se va. - Mira, como las frutas del comecocos. Ahora persíguelo también. - Ironizó Hillary, pero al verla al lado de Peter, Marcus se distrajo y empezó a señalarla. - ¡¡Eh, no vale, ellos son novios y están juntos!! - Se levantó, buscando a Cedric con la mirada, y dio una palmada en la pesa. - ¡Prefecto! ¡Impugno! - ¡Tío! ¡Que si te levantas, pierdes! - Volvió a poner cara de espanto y, efectivamente, al bajar la mirada, el plato estaba vacío. Frunció los labios, miró al plato de Sean y Hillary y... Definitivamente, no se lo pensó. - ¡Pues como! - Y directamente metió la mano y se llevó un puñado de ñoquis a la boca. La chica soltó un grito y empezó a increparle. - ¡¡Pero qué haces, idiota!! - For framfofos. - Respondió con la boca llena. Vaya, pues estaban buenos. Aunque... No había quedado muy elegante eso de comer con las manos. - ¡¡YO TE MATO!! - ¡¡Yyyyyy tenemos ganador!! - Clamó Darren, alzando victorioso el brazo de Theo. Pues nada. Al final, ni ganaba, ni estaba con Alice, ni comía, ni nada.

    Cuando su novia se le acercó, se dispuso a iniciar una melodramática e infantil exposición de por qué le habían hecho un boicoteo injusto a su persona y eran todos unos tramposos menos él, pero una proclama de Darren le interrumpió. Eso sí, le sorprendió gratamente el motivo, y miró a Alice con los ojos muy abiertos en señal de grata sorpresa... Al menos hasta que empezó a sonar la canción. - ¡Oh, venga ya! - Se quejó, porque la reconoció en el acto. La maldita cancioncita italiana esa que puso Darren en Pascua y que habían usado para meterse con él. - ¡Yo la canto en italiano y mi Lexito en inglés para que todos la entendáis y veáis por qué es la canción perfecta para Marcus! - Dijo Darren, y eso mismo hicieron, y las risas no tardaron en asomar. - ¡¡Si ardiera la ciudad, hacia ti, hacia ti, hacia ti correrííííaaa!! - Marcus rodó los ojos. - ¿¿Pero dónde ha estado esta canción toda mi vida?? - Clamó Sean, llorando de la risa. Marcus frunció los labios y, en lo que acababa el estribillo e iba a comenzar la siguiente estrofa, gritó. - ¿¿Sabéis qué?? - Se irguió. - ¡Que sí, es mi canción! - Y, muy raudo, se dirigió hacia la mesa y se subió él también, siendo fuertemente ovacionado.

    - ¡¡ALICE, MI AMOR!! - Gritó, mientras los otros dos le miraban de reojo y reían, pero no dejaban de cantar la canción. - ¡¡ESTO VA PARA TI, PORQUE TE AMO!! - Y lo que vino después fue un espectáculo que, por su bien, no recordaría al día siguiente, o no saldría de su casa en varios años. - Noooo séééé cantar en italiaaanoooooo. - Entonó, según él, con la misma melodía de la canción, pero con la letra a conveniencia. Darren y Lex tuvieron que parar para doblarse a carcajada limpia. Marcus, siguiendo con su teatro, apuntó con el brazo estirado hacia Alice, ente el público, y siguió con su canción improvisada. - Pero síííí que cruzaría una ciudaaaaad en llaaaaaamas por tiiiiiiii. - ¡¡EN LLAMAS NOS TIENES A TODAS, TÍO BUENO!! - Le gritó Ethan, y él le guiñó un ojo seductor, a lo cual el otro respondió fingiendo un teatral desmayo pero muerto de risa. Se giró a Alice de nuevo. - Y yoooo séééé que túúúú me buscarííías a míííí porque eeeeeres mi princeeeeesa perfeeeeectaaaa. - No puedo más. - Dijo Lex, literalmente llorando de la risa y tan doblado que prácticamente estaba dando con las rodillas en la mesa y Darren tenía que aguantarlo para que no se cayera. El que sí hincó una rodilla en la madera, pero deliberadamente, fue Marcus, señalando a Alice una vez más. - Mi amor, ven y búscame, como dice la canción. Sube aquí conmigo. - Le pidió, y esperó a verla acercarse para levantarse de nuevo, tenderle la mano y ayudarla a subir. - Me casaría contigo aquí y ahora si pudiera. - Le dijo, y luego miró al público. - ¿¿HABÉIS OÍDO?? ¡¡ES MI NOVIA Y ME VOY A CASAR CON ELLA!! - Eso fue fuertemente vitoreado y, acto seguido, se lanzó a los brazos de su chica, apretando su cintura contra él, en el beso más romántico que ese bar hubiera visto en toda su historia, estaba segurísimo.




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    Miér Mayo 11, 2022 9:27 am


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Estás lleno de pesto. — Dijo riendo al mirarle la cara, cogiendo una servilleta y limpiándole con ternura. — Tíos, dais grima. — Les dijo Hillary con hastío. — Awwwww a mí me parece adorable. — Dijo Poppy. — Mi amor, mi zorrita, yo también estoy lleno de tomate. ¿ME LIMPIAS? — Eso sí les hizo reír fuertemente a todos. ¿Por qué tenía tanta gracia Peter? Pero su novio no parecía tan contento. — ¡Pero, mi amor! Si es una canción para ti, lo hacen con todo su cariño. — Es verdad que parecía una canción un poco dramática, pero… Espera, ¿no conocía ella esa canción de algo? Se giró hacia Sean. — Anda, ¿a ti también te suena de algo? — Y más se reía Sean. Si es que el caso es que el ritmillo lo tenía metido en la cabeza…

    La cosa es que su novio decidió que era su canción, a lo que ella tiró un poco de su brazo. — No, mi vida, nuestra canción es Un jour viendra y está en francés. — Pero nada, él estaba segurísimo de que era su canción. Bueno, igual era por eso que le sonaba, claro. Y de repente, estaba allí mismo subido, diciéndole muy románticamente que eso iba por ello. Y ella soltó un gritito y se puso a dar salto, como buena fan, con una enorme sonrisa y sin dejar de mirarle mientras, por supuesto, los demás se reían, pero era de pura envidia. Cuando le guiñó el ojo, Alice le dio un codazo a Ethan. — ¿Has visto qué sexy? Y esta noche me voy a casa con él.Si es que lo he dicho siempre, que eres un putón. Con él lo que me pida, la verdad. — Dijo ya abiertamente, provocando que su amigo se muriera de risa. Buah, qué bonita le estaba quedando la canción, si es que era único, y qué bien le quedaba ese traje, para arrancárselo.

    ¿Que subiera? Allá iba. — ¡AHORA MISMO! — Dijo lanzándose a la mesa como si le fuera la vida en ello. Por algún motivo, hubo como un murmullo de preocupación, y varios de sus amigos se lanzaron hacia ella. Claro, sería para ayudarla a que no se le viera nada al subir, que aquel vestido era complicado — Ay, qué caballerosos, muchas gracias. — Dijo con una sonrisa. Entre brazos que la rodeaban, y tomando la mano de su novio, se puso de pie junto a él en la mesa. Tuvo que poner una sonrisa enorme y asentir con aquella declaración tan bonita. — ¡Sí! ¡Por supuesto que sí! Sí, claro, ¿qué va a decir ella? — Oyó que soltaba Donna, muerta de risa sobre la mesa. Y en ese momento, Marcus le dio un beso espectacular y ella enterró los dedos en su pelo, devolviéndoselo con pasión. — Bueno, bueno, ya estamos, eh… — Notó que decía Lex, poniéndoles las manos en medio como para separar. — No seas aguafiestas, Lexito y ven aquí. — Dijo Darren. Alice abrió los ojos y se separó para mirar a sus cuñados, que ahora estaban besándose aún. — ¡Ojo! ¡Qué pareja más bonita! ¡Vivan los cuñaditos! — Jaleó ella, porque estaba muy contenta, y quería que todo el mundo tuviera su historia de amor. — La música cambió a otra muy alegre y empezó a moverse al ritmo de la misma, cogiendo una mano de su novio para hacerle bailar y otra de Darren. — ¡Uhhhh! El baile del amor. — ¡Eh! ¡Ese lo quiero bailar yo también! — Dijo Oly intentando subirse, lo cual a ella le pareció una idea preciosa, y no sabía por qué Kyla la agarró tan frenéticamente, como si fuera a entrar en el cráter de un volcán. Eh, esa era buena. ¡Esto es un volcán de amor! — Exclamó toda contenta, levantando las manos mientras seguía bailando.

    En algún momento, perdió un poco de pie y se desequilibró, pero algo la sujetó fuertemente. — ¡Wow, Lex! Eres superfuerte, ¿te habías dado cuenta? — Sí, me había dado cuenta, sí. Siéntate, anda. Y a lo mejor es hasta buena idea que te quites los tacones. — Ah, fíjate, no se me había ocurrido, pero no es mala ida. ¡MI AMOR! — Le llamó como si le fuera la vida en ello, y señaló los zapatos. — Quítale los tacones a tu princesa. — Y se quedó sentadita con cara de niña buena mientras su novio le quitaba los tacones, que la verdad es que le empezaban a sobrar. — Darren, hazle un hechizo protector a los pies, todo sea que haya cristales por ahí. — Añadió Lex. — ¡Jo! Eres superlisto, cuñadito, ¿te lo había dicho? — Eso le hizo reír. Bueno, bien, no era fácil hacer reír a Lex, aunque antes se había reído mucho y ni se acordaba ni por qué. — Pues no, no me lo habías dicho. Pues podrías ser un Ravenclaw maravilloso. — Dijo palmeándole la pierna con cariño. Él mantuvo la sonrisa y suspiró. — ¿Nos podemos plantear irnos ya a casa?¡Pero si te estás divirtiendo! ¿No te estás diviertiendo? — Dijo poniendo cara de cachorrito. — Es que estáis un poco perjudicados. Venga, solo un poquito más, Lexito, porfi.Eso, Lex, déjales un ratito más. Al menos que vayan al bar que ha elegido Theo. — Dijo Sean, llegando de repente. ¿A dónde había ido? Pues parecía que quería irse otra vez, porque agarró a Hillary de la cintura y tiró de ella. — Yo a mi rubia voy a llevármela a otro lado. ¡UHHHHHHHHHHH! — Corearon Alice y Darren muy alto. Pero justo llegó Theo muy contento. — ¡Ya he elegido! ¿Y qué has elegido? — Preguntó ella llena de ilusión Gallia ante algo nuevo. Theo le puso un sombrero muy grande, lo cual le hizo bastante gracia y dijo. — ¡México! ¡BIEEEEEEN! — Celebró muy contenta, porque, ¿por qué no? Miró a Darren y luego los dos a Lex. — Veeeeeenga. Pero nada de beber, solo agüita, eh, que yo os vea.






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    Jue Mayo 12, 2022 4:55 pm


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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Se estaba dando el beso de su vida con Alice hasta que entró Lex a separar, y le costó separar, porque Marcus no soltaba a su novia. Parpadeó. Ah, en verdad estaba bien eso de que les separara, porque ahora que se daba cuenta seguía subido encima de la mesa, pero con Alice se perdía tanto que se estaba empezando a venir arriba. Y claro, eso no quedaba elegante tan a la vista pública, aunque todos supieran ya que todo su cuerpo y su alma eran de ella. - Pero tampoco es necesario que lo vea todo el mundo. - Le dijo Lex. ¿Eh? Pensó él por un momento, mirando a su hermano confuso, pero luego chistó. - ¡Que no me leas la mente! ¡Fu, qué pesado! - Bastante menos hostil que cuando le tenía miedo, pero acababa de sonar exactamente igual que cuando se quejaba de eso mismo con ocho años.

    Igualmente, Darren agarró a su hermano para hacer justo lo mismo que estaba haciendo él con Alice. - Ah, tú sí puedes ¿no? - Se volvió a quejar, pero estaba tan contento que se le pasó en seguida, y en su lugar, alzó los brazos y proclamó. - ¡¡SOMOS LA ORDEN DE MERLÍN!! - Si es que hacían una unidad familiar espectacular los cuatro, nada más había que verles. - Anda, Orden de Merlín, bajaros antes de que la mesa no aguante tanto peso. - Advirtió Kyla entre risas, ante lo cual Marcus se irguió y dijo con pomposa grandilocuencia. - Es verdad. Es difícil aguantar el peso de tanta grandeza junta. - Lo dicho, eran los mejores.

    Claro, eran tan buenos que la gente no podía soportar la tentación de unirse a su grupo, y allá que iba Oly. Marcus alzó los brazos, triunfal. - ¡¡OLYYYY!! ¡SI PUDIERA ELEGIR HERMANAS, TÚ LO SERÍAS! - ¡AY, MI MARCUSITO, QUE LO QUIERO YO MÁS! - Gracias por la parte que me toca. - Se quejó Lex, y Marcus soltó un bufido. - ¿No se puede tener más de un hermano o qué? - ¡¡MUCHOS!! - Se alegró Oly, subiendo también las manos, pero Kyla le estaba intentando impedir que se subiera. La señaló con un índice. - Prefecta, no te pega ser tan envidiosa. - ¡Que os vais a matar, melón! - ¡Serías la cuñada de Marcusito! ¡No! ¡Tú la hermana y yo la cuñada! - Se alegró Oly, y Marcus hizo un puchero. - ¿No me quieres de hermano, Oly? - Ay, es que de personalidad eres más como la Ky, y además, prefiero no ser tu hermana porque uuuuuuhhhh tus vibras sexuales, y sería rarillo. - ¡¡Alice!! ¡Dile a Oly que no me voy a acostar con ella! - ¡Porque no queréis, que si no, nos iríamos todos! - Por lo pronto nos vamos a ir todos al suelo de nuevo antes de que se rompa la mesa. - De verdad, qué capacidad tenía su hermano de cortar el rollo.

    Al final procedieron a bajarse, pero por lo visto mientras él lo hacía, Alice perdió el equilibro o algo porque Lex se estaba quejando de que la había tenido que coger. ¿Por qué sentía que iba como a cámara lenta? Desde que puso un pie en el suelo hasta que se giró y vio a su novia sentada en la mesa, sintió que había pasado como mucho tiempo. Tanto que Alice hasta le estaba llamando y todo. Puso una sonrisa radiante, porque, ah, las palabras "mi amor" en boca de Alice y dirigidas a él sonaban a melodía para él. Lo que sí no se pensó ni por un instante fue dirigirse a ella para cumplir lo que le había pedido. Oh, qué bien le quedaban los tacones, pero más bien le sentaba no llevarlos. - Será un placer, princesa. - Y, por supuesto, tenía que aprovechar para hacerlo todo mucho más teatralmente, arrodillándose con expresión seductora y agarrando su pierna con suavidad. Estaba viendo a Lex rodar los ojos, echar aire por la boca y frotarse el puente de la nariz con dos dedos, en un gesto idéntico al que hacía su padre. Marcus, muy despacio y sin quitar la mirada de los ojos de ella, le quitó primero un tacón y luego el otro, y tras el segundo, como hizo al ponérselo, besó su pierna con delicadeza, mirándola a los ojos. - ¡Nop, nop! Malos recuerdos. -Irrumpió Lex, obligándole a levantarse, aunque Marcus seguía poniendo su mirada seductora sobre Alice, a pesar del tambaleo. Eso sí, cuando se vio de pie, reaccionó hacia su hermano. ¿Qué? ¿De qué hablaba ahora? ¡Ah, claro, de eso! - ¡Bueno! O sea, que no te fue suficiente con interrumpirnos en Nochevieja, sino que lo vuelves a hacer. ¿Qué tienes contra nosotros? ¿Eh? - Hizo amago de encararse, pero entre que se tambaleó un poco y que Lex le miraba con cara de aburrimiento extremo, quizás no quedara tan imponente como estaba en su cabeza. - Si quieres destruir esta relación, tendrás que pasar por encima de mí. - Marcus... - Disuelvo la Orden de Merlín ahora mismo. - Ay, por Dios... - ¿De verdad quieres enfrentarte a mí? ¿Eh? ¿Has visto lo que le he hecho a ese toro? - Sin embargo, su hermano le ignoró por completo y, en su lugar, pidió a Darren que hechizara los pies de Alice. Eso le dejó descuadrado. ¿La estaba... protegiendo? Eso sí que no lo esperaba.

    Se quedó unos instantes en silencio, observando la escena, viendo como Alice le decía que podía ser un buen Ravenclaw. Se le llenaron los ojos de lágrimas, se llevó una mano al pecho y miró a su hermano. - Lex. - Dijo con la voz quebrada, y el otro, nada más verlo, profirió un lamento. - Por Merlín, ¿por qué a mí? ¿Qué te pasa ahora, Marcus? - Su respuesta fue lanzarse a abrazarle. - No sabes cuánto te quiero, de verdad. Perdóname. - Lex suspiró y le palmeó la espalda. - Va, va... Joder, que me quiero reír de ti mañana, no me lo pongas tan complicado. - Le separó, Marcus se limpió las lágrimas y, ya sí que sí, le llegó la noticia de cuál sería el próximo bar. Sí, mejor, necesitaba salir de ese momento tan tenso.

    Se unió a esa especie de petición de permiso a su hermano (porque de repente, por algún motivo, sentía que tenía que hacerlo) y celebró como el que más, con vítores y gestos, el que decidiera que sí, que podían ir. Aunque no por eso no iba a engancharse de la última palabra de Lex. Se puso tras la espalda de Alice y, cogiéndola de las manos, empezó a hacer el tonto, contoneándose y moviéndole a la chica los brazos como si fueran sus alas (unas alas que iban muy desincronizadas la una de la otra). - Agüita agüita, queremos agüita fresquita... - Mi madre no puede ver esto, que al final me la cargo yo. - Oyó que Lex le susurraba a Darren, pero su novio se rio y le dijo. - ¡Qué va, Lexito! ¡Si nos lo estamos pasando genial! Y mañana, ¡MÁS CUMPLE! - ¡MAÑANA ES MI CUMPLEAÑOOOOOOS! - Tu cumpleaños fue ayer, porque de hecho ya es día cuatro. - Apuntó Lex, pero Marcus ya había soltado a Alice y se dirigía junto a los otros al bar mexicano pero saltando en vez de andando. - ¡¡MARCUS O'DONNELL CUMPLE AÑOS Y LA FIESTA NO PARA!! - ¡NOS VAMOS DE EMPALMEEE! - Coreó Darren, y Lex empezó a reír sarcásticamente. - Eso no os va a hacer tanta gracia cuando os levantéis. - ¿¿Tú sabes lo que significa empalme?? - Preguntó Marcus, burlón y sin perder los gestos de victoria. - EMPALME ES EMPALMEEEE. - ¿Quién está empalmado? - Preguntó Ethan, socarrón, y luego le pasó un brazo a Marcus por los hombros. - ¿Tú, precioso? - No, no exactamente. Es que voy a mi cumple de empalme. - Eso ya me lo imaginaba. ¿Y qué? ¿Qué ha hecho que... Empalmes tan bien? - Siguió el Slytherin, con tonito. Marcus, muy metido en la conversación, estiró el brazo para señalar descaradamente a Alice. - Esa preciosidad que tenéis ahí. - Uuuuhh ¿eso es lo que te empalma, prefecto? - Mucho. Muchísimo. A todas horas. - Marcus, deja el temita, anda. - Le advirtió Lex entre risas. Ethan soltó una carcajada y le miró. - Venga, Lexito, no me cortes al prefecto, ahora que me estaba hablando con tanta naturalidad de lo que le emp... - Ya. - Volvió a cortar Lex, aunque veía que intentaba aguantarse la risa. Ethan se volvió a dirigir a Marcus. - He de reconocer que no me has defraudado, al revés, estoy gratamente sorprendido. Has cumplido tu promesa de desfasar. - ¡TE LO DIJE! - Bramó Marcus. ¡Si es que de verdad! Si le hicieran más caso...




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Todavía iba aturdida de cuando Marcus le había dado ese beso en la pierna. Cómo le aceleraba aquel chico, qué habilidad para turbarla y meter imágenes en su cabeza. Sus labios en su piel, sus ojos clavados sobre ella, y esa postura… Oh, se lo iba a pedir la próxima vez, con lo que a él le gustaba complacer a su princesa perfecta. — Basta. — Dijo Lex levantándole el sombrero y dejándoselo caer otra vez. — ¿Has oído todo eso? Alto y claro. Perdón. — Dijo de corazón y un poco coloradita, aunque su cuñado hizo un gesto como de que no importaba. Pero ahora su novio la había cogido por detrás y se había puesto como a bailar con ella, pero a hacer que tenía alas. Le encantaba. — Wiiiiii, somos el aire y el agua… — Qué geniales eran, los cuatro elementos… Bueno les faltaban dos. Bueno, en verdad, en la tierra estaban y el fuego lo tenían siempre entre ellos… Eso le hizo reír. — Qué perfectos somos.

    Y qué arriba estaban. Trató de engancharse al entusiasmo de Marcus por su cumple (¡por Merlín, qué suerte! Mañana les quedaba otra fiesta), pero Hillary tiró de ella. — ¡Ven aquí, señora O’Donnell, vamos a hacer retos antes de que tu amorcito te lleve al altar. — Eso le hizo mucha gracia y se enganchó de su amiga. — Yo contigo, mi galesita, voy a hacer retos tooooooooda la vida. — De repente sintió como si el suelo se pusiera cuesta abajo, pero se chocaron con Theo, y él devolvió el suelo a su sitio. — Bueeeeeeeno, ¿ya estamos así? ¿Cómo? — Preguntó Hillary, y Sean, que venía detrás de Theo se rio tan fuerte que se le metió a Alice hasta lo más profundo del cerebro. — Qué escandaloso eres. Anda, mira quién habla. ¡A ver prestad atención! — Yo otra vez, iba a acabar con ella de verdad.

    Aprovechó para reunirse con su Marcusito, justo cuando le señalaba todo contento y los demás hacían ruidos muy de… — ¿Qué les estás contando, picarón? Está confirmándonos lo que siempre he sabido yo, ¡QUE ERES UN PEDAZO DE PUTÓN QUE SABE LO QUE HACE! — Se apoyó en el hombro de Marcus y puso una sonrisa de suficiencia. — Pues sí.No veas Mata-Hari la seductora con el sombrero. — Dijo Darren con una carcajada. — ¡Callaos ya! He venido a llevarme a mi novio al reto. — Y de repente, se dio cuenta de que no se habían fijado en el sitio. — Oye, cómo mola esto, es una casita superbonita. Se llama hacienda. — Explicó Theo. — Por fuera son blancas para evitarel calor y por dentro del color tierra este para que parezca más hogareño. — ¡Sí que da auras de hogar! — Confirmó Oly. Se sentaron en una mesa llena de mantelitos coloridos, que pegaban mucho con la música y todo el ambiente. Alice aspiró fuerte y sonrió. — Me encantan estos olores. Quiero aprender a cocinarlo todo. Mira, pues eso que vas adelantando porque con el novio que te has echado. — Dijo Darren, sentándose al lado suyo. — Ja-ja, al menos al mío sabemos lo que le gusta, ¿qué le gusta al tuyo?Yo sé muy bien lo que le gusta al mío. — Y todos se empezaron a reír y hasta Lex sacó una sonrisa, aunque evitaba la mirada de todos.

    ¡Bueno, el reto! Otra vez Sean gritando, porque no quería arruinar la fiesta, pero le iba a echar un Pallalingua. Eso son gelatinas mexicanas, el juego e suna ruleta rusa. ¡Eh! En La Provenza tenemos eso. Una pica, ¿verdad? — Dijo ella incorporándose de la ilusión en el asiento. Sean chistó. — Joe, tía, para uno que puedo explicar… Perdón, perdón. — Y se volvió a sentar. — Como Gal ha dicho… Todos tienen el mismo color y consistencia, pero uno de ellos es de tequila y tabasco, o sea, que pica un montón, y el resto son de aguasfrescas. El que pierda no solo se lleva pique, si no que acto seguido tiene que subir ahí con los mariachis a cantar. Yo no pienso hacerlo, no veo la ventaja por ningún sitio. — Aseguró la prefecta Farmiga. — ¡Ay Ky! No seas así, vaaaaamos. — Le dijo Oly. — Eeeeeeeeeso Ky, anímate veeeeeenga. — Se unieron Alice, Hillary y Donna, y al final, la chica acabó riéndose y tragando con ello. — Y después de esto, ¡tequilita con limón para todos! — Exclamó Ethan. — Bueno, ya veremos. Ay, Lex que aguafiestas… Y después de este nos vamos. — Aseguró mirándola. Jo. Ya le había leído la mente. — Y cuando nos la vayamos a comer, decimos todos ¡ÁNDALE! — Sugirió Theo, que llevaba otro sombrero él también, y parecía muy alegre.

    Se puso a mirar las gelatinas, como si estrechando los ojos pudiera adivinar cual era la mala, y estuvo a punto de coger tres distintas, y al final se decidió por la cuarta, ante lo que le parecieron quejas de los demás, pero que ni escuchó. Cuando todos tuvieron la suya, a la cuenta de tres se la comió. — ¡ÁNDALE! — Gritó con todos sus pulmones. Y sabía buenísima, como a melón y lima y todo muy suavecito. — ¡Toma! Mi sexto sentido funcionó. — Miró a Marcus y dijo. — ¿Tú estás bien cariño?Gracias por la parte que nos toca a los demás. — Soltó Darren entre risas. No, pues a él tampoco le había tocado.






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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Miró un poco mal a Ethan. Ni que fuera la primera vez que llamaba a Alice así, pero seguía sin hacerle ninguna gracia, menos aún que insinuara que había sido idea suya. Pero cuando su novia se apoyó en él solo pudo sonreír y acariciarle la mejilla. - Te queda bien ese gorro tan enorme. Te queda bien todo lo que te pones. - Se acercó a su oído y le dijo, técnicamente en un susurro, pero al parecer no había calculado bien eso de bajar el tono y lo había dicho igual que si no se le hubiera acercado. - Y lo que no te pones. - Pienso volcar todo esto en un pensadero y ponérselo a vuestros hijos y a vuestros nietos. - Amenazó Ethan, pero Marcus simplemente caminó con su novia junto a él, bien orgulloso, hacia donde ella le quisiera llevar.

    - Hay un montón de sitios en los que es de día. - Reflexionó. El bar español, el del Caribe, ese... - Ya mismo va a ser de día en la vida real también. - Comentó Lex. Marcus le hizo una pedorreta. - Vale, papá. - Nunca le has hablado así a papá. - Se burló el otro entre risas. Se sentaron en una mesa y Marcus cayó en algo que le hizo sonreír ilusionado, alzando una mano. - ¡Eeehh! ¿Este no es el país en el que se comen "naaachoossss"? - Preguntó lo que él creía que era acento mexicano. Hillary empezó a golpearle con el bolso en la cabeza. - Deja. De comer. Ya. - ¡Que no he comido nada! Me voy a morir el día de mis cumpleaños y en mis memorias va a quedar fatal eso. - Es que de verdad, qué poca paciencia le tenían. Llenó el pecho de aire, soltó un sonidito de gusto con los ojos cerrados, pero acto seguido se quejó. - ¡Es que huele muy bien! - De verdad ¿por qué le tenían castigado sin comer? Tiró de la manga de su hermano. - Lex. Lex. Lex. - Puf, madre mía. ¿QUÉ? - Tráeme algo de comer. - Definitivamente, me has confundido con papá. - A ver, si te vas a pasar la noche regañándome, al menos dame de comer o algo. - Es que de verdad, lo que tenía que aguantar.

    Su radar de comidas escuchó que Alice quería aprender a cocinar todo lo que se servía allí. La miró con ojos ilusionados. - ¿¿De verdad?? -Se mojó los labios y calibró, ladeando la cabeza. - ¿Cuánto crees que puedes tardar? - Dudo que lo tenga listo de aquí a los próximos cinco minutos. - ¡Eh! No subestimes a mi novia, que es la más lista del mundo. Es Ravenclaw. - Le contestó a su hermano, pero el tema se había desviado un poco por un comentario de Darren que él no había atinado a entender. Al menos el reto consistía en comer... Gelatina, que eso no llenaba nada de nada, pero al menos estaría fresquita. Se frotó las manos, removiéndose en su asiento y relamiéndose, como un niño glotón. - No vayas tan rápido y escucha las instrucciones. - Le advirtió Donna entre risas, poniendo un brazo por delante de él para pararle. Él la miró con una soberbia caída de ojos. - Yo siempre escucho las instrucciones. - Perdona, me ha despistado tu cara de hipopótamo a punto de abrir la boca a ver cuántos peces se lleva. - Marcus le hizo burlas y, como había asegurado que haría, siguió escuchando las instrucciones.

    Asintió, porque la dinámica parecía fácil, riendo junto a su novia con cariño cuando dijo lo de La Provenza. Ah, qué buenos recuerdos. Y, como hizo aquel día, esperó a que todos cogieran el suyo para quedarse él con él último, garantizándose si era el picante o no... Solo que, esta vez, no le dejaron. - ¡Venga, O'Donnell! Que esa estrategia nos la conocemos ya. - No sé de qué me hablas. - Kyla le miró con cara de circunstancias. - Hasta que no cojas la tuya, no coge nadie más. - ¡Oish! ¡Qué estrictos sois todos! - Eso provocó tal carcajada general estruendosa que hasta se sobresaltó. - ¡Manda huevos, vamos! - ¿¿Qué?? - Preguntó desconcertado al comentario de Sean. - ¡Tú, quejándote de que somos estrictos! ¡Lo que hay que oír! - Marcus hizo una pedorreta. - Es que ya no estoy de servicio. - Tú llevas así toda la vida. - ¡Bueno, ya está! ¿No queríais verme de fiesta? ¡Pues de fiesta estoy! - Afirmó, y todos volvieron a reír. - Mira, ahí hay que darle la razón. - Aseguró Darren. - ¡Venga! No desvíes la atención y bebe ya. - Le instigó Kyla, así que cogió un vasito. A la cuenta de tres, todos bebieron. - ¡ÁNDALE! - Clamó, riendo mientras bebía. Hizo un exagerado sonido de gusto, girándose luego a Alice para responder a su pregunta. - ¡¡Sabe a lima!! ¡Yo quiero otra! ¡Eh, Theo, pide otra! - Espera, que estamos a punto de perder a la abogada del grupo. - Dijo el chico entre risas. Todos miraron a Hillary. La chica estaba con las manos en la boca, pataleando, colorada y con las lágrimas saltadas, mientras Sean le intentaba preguntar por su estado, pero ella no podía ni responder. - ¡¡TRAEDME AGUA!! - Pidió por su chica, a lo que Marcus se reenganchó entre risas. - ¡¡AGÜITA FRESQUITA!! - Al menos se estaban todos muriendo de risas. Bueno, no todos, Hillary se estaba muriendo a secas.

    - ¡¡POR DIOS!! - Consiguió decir con un gruñido después de beberse como media jarra de leche... Espera ¿leche? - ¡Eh! ¿Por qué leche? - Preguntó Marcus, pero Hillary le echó tal mirada asesina que alzó las manos. - Que solo es curiosidad, que no me la quiero beber... - Es que el picante mexicano se contrarresta con leche. - Explicó Theo, a lo que Marcus asintió con comprensión y los ojos muy abiertos. Le dio un leve codazo a Alice. - ¿Has oído, mi amor? Cuando vayamos a México, tenemos que llevar mucha leche. - Porque él ya había dado por sentado que a ese país irían también. Lex se levantó, suspiró como un señor mayor y dijo. - Bueno, pues dicho esto, nosotros nos... - Para el carro, monada. - Interrumpió Ethan, apareciendo por allí con una bandeja. - De aquí no se va nadie hasta que no hayamos probado... Teeeeeeequilaaaaaa. - Recibió una ovación de todos, excepto de Lex, que solo rodó los ojos, y de Hillary, que trataba de recuperarse aún.

    - A ver, esto requiere demostración. Así que, por favor, el glotón oficial, que alguien lo pare. - Dijo Ethan, y Marcus de repente se vio con todos los ojos encima cuando ya tenía el diminuto vasito cerca de los labios. Movió las bolillas de los ojos con culpabilidad y, cuando se sintió observado, levantó la palma de la mano libre. - Solo lo estaba oliendo. - Vale, pues que así sea, que esto hay que tomárselo de una forma especial. - Ethan arqueó las cejas varias veces, y acto seguido, tiró de Theo y lo puso al lado de él, mientras el chico se reía. - A ver, Mattie, por ser quien ha elegido el sitio, te cedo los honores de hacer la explicación. - No, no, no... - Dijo el chico, colorado y mirando hacia abajo. - Hazlo tú, mejor. - Oish, qué tímidas son algunas. Vale, pues entre los dos. - Ethan se recolocó, muy puesto y cogió lo que parecía un salero. - Lo primero que hay que hacer es esto. - Tomó la mano de Theo y le echó en el dorso, bajo el pulgar, un poco de sal. Él hizo lo mismo en su propia mano. - Después, con una mano nos armamos del vaso. - Lo hizo. - Y, con la otra, de una rodajita de limón. - También lo hizo. - Y, una vez hecho esto, primero hay que chupar la sal, luego te bebes el vaso y, por último, muerdes el limón. - ¿Y no se puede beber y ya está? - Preguntó Kyla, un tanto asqueada, mientras Oly estaba dando aplausitos y Peter ya se estaba echando como una montaña de sal en la mano. - A ver, a ver, tranquilidad, que aún no habéis visto la demostración. - Dijo Ethan entre risas. Miró a Theo y le dijo. - ¿Preparado, Mattie? - El Hufflepuff asintió y el Slytherin dijo. - Vale, yo primero. - Y, acto seguido, agarró la mano con sal de Theo y la lamió, sugerente, mirándole, lo cual levantó muchos "uuuuuhhhh" entre el público. Luego, efectivamente, se bebió de un trago el vaso y mordió el limón, sacudiendo la cabeza y haciendo ruidos con la boca porque, al parecer, la combinación estaba bastante fuerte. - ¡Ah! Qué ganas tenía de darte un buen lametón. - Todos rieron, hasta el propio Theo, a quien Ethan le ofreció su mano para que hiciera lo mismo. Se lo pensó un poco, medio riendo, pero al final, más tímidamente que el otro, hizo lo mismo.

    Marcus miró a Alice con sonrisilla pilla. - Me ha gustado el invento. - Tomó la mano de su novia y le echó un poco de sal, y luego se la echó en la suya. - ¿Preparada, Gallia? - Preguntó sugerente. Tal y como había hecho antes al besar su pierna, se acercó su mano y, clavando la mirada en sus ojos, lamió la sal. Justo después, sin pensárselo demasiado, se bebió del tirón el líquido y mordió el limón... Y se le cayó toda la seducción al suelo, porque empezó a toser como un loco. - Joder. - Dijo con un hilo de voz. Le había dado un ataque de tos tremendo, ahora era a él a quien le lloraban los ojos. De hecho, se le tenía que haber caído toda la sal de la mano. Cuando se recuperó un poco (más o menos), le tendió la mano a su novia, aunque aún le lloraban los ojos e intentaba coger aire. - Vale, te toca. - Carraspeó fuertemente, porque la voz le había salido rota. Eso sí, buscó a Theo con la mirada y preguntó. - Oye, ¿de lo que tenía la gelatina no hay? -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Soltó un suspiro de alivio cuando vio que Marcus estaba bien. — ¿Ves? A veces puedes puedes ganar sin la técnica esa… Si la suerte siempre está de tu parte, O’Donnell. — Le dijo con cariño, acariciando sus rizos. Pero pronto cayó en que justo al otro lado, la pobre Hillary estaba rojísima y pasándolo fatal. — Ay, letrada, pobrecita… No se puede ganar siempre… — Eso hizo reír a todos menos a Sean, y a la propia Hillary, claro, que la miraron con muy mala cara. Bueno, si solo estaba diciendo algo evidente, ni que fuera mentira, y era ella la que había querido jugar… Si es que le pasaba como a su Marcus, llevaba muy mal lo de perder. Y peor lo llevó cuando Marcus volvió a decir lo del agüita fresquita, aunque a ella le hizo mucha gracia, por el tono con el que lo decía. Cuando vio pasar la leche por ahí, recordó que sí, claro, exactamente eso tenía que beber. — Sí, sí. — Le confirmó a su novio. — Es superimportante… Es por eso de la leche… — Se dio en la frente, cómo le estaba costando poner en orden los conocimientos de su cabeza. — La proteína… Que contrasta el germen del… De la cosa esa… El… — Suspiró. Cómo odiaba un Ravenclaw no tener un cerebro a pleno rendimiento. — ¡CHILE! ¡ESO! Contrasta el germen, las simillitas del tabaco, las destruye… Un poco alquímico, vamos, básicamente la reacción es una separación. — Pero había tardado tanto, que ya todos estaban enganchados a Ethan diciendo “teeeeeeeequila”. Claro, si es que él tenía el discurso mucho más estructurado que ella… Esa noche iba ganándole en todo. Menos en irse con Marcus a casa… Eso era solo suyo.

    Para tomarse el tequila, por lo visto, también había normas, y ella tenía el cerebro en horas bajas, pero trató de atender a Ethan, que lo estaba explicando con Theo. — Bah, no se lo cree ni él. — Le dijo Alice a Marcus, inclinándose sobre él de brazos cruzados. — Lo que quería era meterle un lametón a Theo aunque sea en la mano. — Cosa que confirmó el propio Ethan poco después. — Pues sí que es complicado tomarse eso. — Se temía que a ella se le iba a caer todo por todas partes, viendo lo torpe que estaba. Pero su novio, claramente, no pensaba como ella, porque tomó su mano y se fue muy dispuesto a por dos chupitos y ella, por su Marcus, intentaba lo que sea.

    Lo cierto es que lo hizo muy bien, tan bien que le recorrió un escalofrío entero cuando le lamió la mano así mirándola… Vale, empezaba a no parecerle tan descabellado lo de irse a casa cuanto antes. Además así dejaban de beber, que la reacción del pobre Marcus había sido bastante reveladora. Pero él le había dicho que lo hiciera, y ella lo iba a hacer. Imitándole, le miró mientras pasaba la lengua lentamente por su mano y se llevaba la sal. Sin pensárselo mucho, le pegó un tragó rápido al chupito y se llevó el limón a la boca. Aquello podía ser lo más asqueroso que hubiera probado en la vida, y era como fuego por su garganta. — Es… Como los quesos esos que te hacen soltar fuego pero… — Trató de carraspear y tragar saliva. — Como diez mil veces más. — Y sin soltar fuego después, que era la parte divertida del asunto.

    Bueno, pues ya habían cumplido, aunque aún se están recuperando, y tenía un Marcus con muchas ganas de lamer cosas y más cerca de la hora de levantarse de Emma de lo que le gustaría a ella, así que, cuanto antes se fueran… — ¡Eh, el cumpleañero! ¡Tenemos una sorpresa para ti! Joe, ni en la vida fuera de Hogwarts nos van a dejar tranquilos. Pero miró lo que les señalaba Ethan y era como… Una cosa que… Colgaba, no, estaba levitando realmente, y parecía de papel de colorines, y ya está, dale colorines a un Gallia y ya tienes toda su atención. — ¿Qué es? — Preguntó ilusionada. — Es una piñata, querida. — Dijo Ethan poniendo un palo de madera en manos de su novio. — Una tradición mexicana. El cumpleañero tiene que golpearla hasta que se rompe y caen muchos caramelos. Nos parecía perfecta para nuestro pequeño exprefecto, como fin de fiesta. — Ya se le había quitado la prisa, estaba tan emocionada como los demás. — ¡Ya ves! ¡Cómo mola!En la original hay que ir con los ojos cerrados, pero hemos considerado que tal y como va, vale con los ojos abiertos. — Dijo Sean con una gran sonrisa y Hillary apoyada en el hombro. Eso la hizo reír un poco. — ¡Venga mi amor! ¡Dale que lo quiero ver!






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    Sáb Mayo 14, 2022 5:54 pm


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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Respiró hondo y se limpió las lágrimas que se le habían saltado con tanto toser. Mereció la pena solo por ver a Alice haciendo lo mismo que había hecho él antes, lamiendo su mano, y mirándole y... - Quieto, tigre. Guarda algo para la intimidad. - Le dijo Darren a su espalda, riendo con malicia y poniéndole una mano en el hombro para echarle de nuevo hacia atrás. Marcus simplemente bufó y dijo. - No a qué nada. - Lo cual provocó más risas en Darren. Vale, iba a decir "no sé a qué te refieres" y "no he hecho nada" y, al parecer, había creado una frase nueva que un Hufflepuff no era capaz de pillar. Tss. Se centró en su novia, que era lo que a él le importaba, de hecho estaba en eso cuando se había acercado a ella claramente sin querer, solo que Darren era muy malpensado. Al menos su novia no sufrió tanto como él con el chupito, pero por la cara que estaba poniendo claramente tampoco le había gustado. Rio y fantaseó unos segundos con lo que dijo. - Oh, los quesos... Es verdad... Pero esos estaban más buenos. - Por Merlín, se comería ahora una bandeja entera de quesos si pudiera. ¿Por qué le tenían que tener matado de hambre, en serio? Prefería ni mirar el reloj, porque como tomara conciencia de las horas que llevaba sin comer le iba a dar un mareo.

    De repente le llamaron y Marcus se irguió en su sitio como un perrillo que oye abrirse un paquete de galletas, con la ilusión del niño que, en el fondo, aún no había dejado de ser del todo. Ah, le encantaba su cumpleaños, y por lo visto tenían una sorpresa para él, con lo que le gustaban a Marcus esas cosas. Si es que sus amigos eran los mejores del mundo. Apareció entonces una cosa flotante que Marcus identificó en seguida, por lo que los ojos le brillaron, pero el que saltó fue Lex. - ¡Hostia! ¡Una piñata! - Celebró, contentísimo. Darren le miró con una sonrisita enamorada. - Mira mi Lexito, que le gustan las cositas de niño, qué mono es. ¿Qué historia tiene esto detrás? - Su hermano rio un poco, quitándole importancia, pero no dejaba de mirar la piñata. - Cuando cumplí siete años, mi tía Erin había estado en México y me la trajo por mi cumpleaños. Yo tenía que subirme en mi escoba y golpearla en el aire, y se caían los caramelos. - Y abajo estaba yo dispuesto a recoger. - Dijo Marcus contento, lo cual hizo mucha gracia a los presentes. Sí, es que dicho así sonaba a plan infalible. Se puso de pie, muy dispuesto. - Pero esta vez voy a ser yo el que rompa la piñata, hermanito. - Muy bien. Yo recojo, entonces. - Ni se te ocurra robarme mis caramelos. - Amenazó, pero solo provocó más risas. Se dirigió directamente a la piñata, pero antes de arremeter contra ella, abrazó a Ethan. - ¡OY! ¡OY SI YO LLEGO A SABER ESTO EN HOGWARTS TE COMPRO CIEN! - Gracias, Ethan. Ha sido un detallazo, me encanta, es perfecto. - ¡Eh! ¡Que ha sido idea de todos! - Puntualizó Sean, y Hillary, que estaba apoyada en su hombro, le miró con un punto extrañado. - Tú tienes que hacerte mirar eso de que te de celos esto ¿eh? - ¡Bueno! Que esta ricura está deseando coger sus caramelos. Si es que míralo, si es que no te lo tienes ni que imaginar de niño, ya lo tienes aquí. - Dijo Ethan, mientras Marcus, ya con el palo en la mano, miraba la piñata mordiéndose los labios y calculando como darle para reventarla a la primera. Quizás eso, solo por su fuerza bruta en vez de su poder mágico, fuera mucho pedir. Que él no era Lex.

    - ¡Bueno! ¡Quien quiera caramelos, que yo lo oiga! - Jaleó, y en cuanto empezaron todos a gritarle y animarle, se dedicó a darle golpes a la piñata. Casi se lleva a alguien por delante, no estaba él en su mejor momento de lucidez como para darle un palo tan largo. Tras unos pocos de golpes al objeto y otros cuantos a la nada, la piñata explotó y todo el suelo se llenó de caramelos, y allá que fueron todos, como si tuvieran siete años, a tirarse a por ellos. Hubo varios rodar por el suelo, muchas risas y alguna que otra pelea por la misma chuchería, pero ahí estaban todos, tirados en el suelo a carcajadas y acaparando el mayor número de caramelos posible. - ¡¡¡Bolitas de mousse!!! - ¡¡Son mías!! - Marcus respondía a todo que era suyo, aunque más de una chuchería desapareció de su poder irrecuperablemente. Hillary había alcanzado las bolitas antes que él, pero ya le robaría alguna.

    Al cabo de un buen rato seguían todos sentados o directamente tirados en el suelo, muertos de risa, y comiendo chucherías. - Por Dios, ¿cuántas llevas ya? - Le preguntó Poppy entre risas mientras chupaba una piruleta. Marcus terminó de tragar y empezó a enumerar. - He cogido una bolita de mousse, tres caramelos tropicales, una varita de caramelo, cuatro dragones de regaliz, mmm... - Rebuscó en su bolsa. - Y aquí me quedan diablillos picantes y meigas fritas. - Más la escoba chamuscada que tienes en la boca. - ¡Ah, sí! De esas me he comido... Alice, ¿cuántas me he comido? - Le preguntó a su novia, lo cual hizo tanto reír a Poppy que se dejó caer hacia atrás, tumbándose en el suelo. Marcus la señaló entre risas. - ¡Menos burlas, zorrita, que te he visto ya con dos piruletas de esas! - ¡Mentiraaaa! Es la primera que cojo. - Ya, ya. - Que sepas que he echado de menos un paquetito de galletas tuyo. - Poppy puso entonces una sonrisilla y dijo. - ¿Seguuuuro? - Se abrió la manga de su vestido, rebuscó un poco y sacó un paquetito. - ¡¡Oh!! ¡¿En serio?! - Mi abuela me enseñó a guardar comida entre la ropa. - Respondió con su risilla adorable. Marcus soltó una carcajada, mientras miraba las galletas con adoración. - Tu abuela es una sabia. Dile que se lo enseñe a la mía. - Se acercó a la chica y le dio un abrazo. - Gracias, Pops. - De nada. - Se separó y se encogió de hombros. - Es un hechizo que viene muy bien si tu ropa no tienes bolsillos, no quieres que tu bolso pese tanto y, si se lo das a tu novio, probablemente llegue hecho puré. - Pues mi madre tiene un hechizo para aligerar el peso en los bolsos de extensión indetectable. Nos intercambiaremos los conocimientos. - Ambos rieron.

    Empezaron a levantarse del suelo poco a poco y Lex dio un suspiro y dijo. - Bueno... - NOOOOOOO. - Dijo Marcus, que ya se estaba viendo venir lo que iba a decir. Lex puso cara de circunstancias. - Yo creo que ya está bien. - Sí, ya está bien de imitar a papá. ¡Es mi cumple y no me quiero ir! - Por Dios bendito. - Suspiró Lex, frotándose los ojos. Cedric chistó. - Yo siento ser el primer cortarrollos, pero la verdad es que yo sí que me debería ir yendo. - Miró el reloj y puso una mueca. - Nunca había salido hasta esta hora... Como no vuelva ya, mis padres me van a matar. De hecho creo que aun volviendo ya, me van a matar igualmente... - Yo también debería irme. - Apuntó Theo, tímidamente. - El traslador no me deja directamente en mi barrio sino en la zona mágica más cercana, e igualmente me tengo que coger un autobús que sale en media hora. Diría que voy un poco tarde, de hecho... - Darren soltó un gemidito apenado y miró a Lex, cogiendo su mano y balanceando sus brazos. - Jo, no había caído... Yo quiero que mi novio mago me deje en la puerta de mi casa. - Lex suspiró, mirándole también. - Si no tuviera niños a mi cargo, te aseguro que lo haría. - ¡Eh! Niño serás tú, que el hermano mayor soy yo, un respeto. - Se ofendió Marcus, y luego miró a los demás. - Entonces ¿os vais todos? - Preguntó un tanto triste. A ver... Aún quedaba la segunda parte de la noche, porque estaba seguro de que podía usar aún la baza de buscarse la manera de acostarse con Alice. Pero es que se lo estaba pasando tan bien en la fiesta... No quería que terminara.

    - Yo también debería irme entonces, que estoy lejísimos. - ¿No te acompaño, entonces? - Bueno, si quieres... - Tontearon Sean y Hillary en tono meloso. Poco a poco estaba cada uno hablando con su compañero más cercano sobre irse o no, hasta que Darren, de repente, frunció el ceño y preguntó. - Oye, Ethan. ¿Dónde está Eunice? - Marcus miró a su alrededor. Es verdad, llevaba un rato sin ver a Eunice. El mellizo soltó una fuerte carcajada y dijo. - No sé qué le va a ofender más, si saber que te has dado cuenta antes tú que los dos O'Donnell, o que nadie haya reparado en que se ha ido hace casi una hora. - Eso sorprendió a Marcus. ¿Una hora? Pues... Sí que la estaban ignorando. Pero también era señal de que, en esa fiesta, lo poco que había aportado había sido malo, y ni siquiera lo suficientemente relevante como para acordarse. - ¡Va! Que como no empecemos a despedirnos ya, no nos vamos. - Resolvió Donna, y eso hicieron, empezar a despedirse. Marcus se abrazó a todos y cada uno y empezó una sarta de alabanzas, agradecimientos y comentarios cariñosos. Es que quería muchísimo a sus amigos, de verdad que sí. - Gracias, Hills. - Ay, mi Marcus, si es que te tengo que querer al final aunque me desquicies. - Yo también te quiero, aunque no me expliques bien los juegos. - Todavía te tragas la cereza virtual, de verdad que sí. - Se separaron del abrazo y fue a por Sean. - Tío, quiere que la acompañe a su casa. - Le susurró en el oído mientras se abrazaban. Vale, Marcus, estrategia de conversación confidencial, no te separes. - Eemm, pues, eso está bien ¿no? - Si nos pilla su madre nos mata a los dos. Y la abuela ni te cuento. - A lo mejor tiene un plan. - El de los planes era yo. - Tío, no te ofendas, pero ellas son más listas para esto. Tú hazle caso. - Va, va. Si en verdad nos hemos liado antes y todo. - ¿Sí? Joder, qué bien. - ¿Y tú qué? - Tío, tengo que buscarme la manera de dormir con Alice. Joder, que está en mi misma casa. - Ya, tío, pero tu madre. - Lo sé, lo sé, pero es que tío, está en mi casa. - ¡¡A VER!! ¿¿Ahora nos vamos a poner con el manoseo, cuando ya nos vamos?? Sois de lo que no hay ¿eh? - Bramó Ethan. Vale, quizás llevaban abrazados más tiempo de lo normal y todos se estaban riendo. - Bueno, eso, tío, que nos vemos. - Sí, sí, nos vemos. - Trataron de disimular al separarse, pero se echaron los dos esa mirada de "no sé cómo te lo vas a montar esta noche pero más te vale no dejar pasar esta oportunidad". Si es que, estaban los dos apañados.

    Alice aún seguía despidiéndose de gente, pero él ya había terminado, y la necesitaban para irse. Se fue junto a su hermano y puso una mano en su hombro. - Eh, Lex. - Le dijo con los ojos muy abiertos, y el otro soltó aire por la boca, con los ojos hacia arriba, claramente aunando paciencia. - ¿Qué, Marcus? - Preguntó con tono cansado y casi paternalista. Sí que se estaba pareciendo a su padre esa noche, nunca se había fijado. - ¿Has oído eso que ha dicho Alice de las encimas de la leche? - El otro, sin quitar la cara de circunstancias, asintió lentamente. - Sí, Marcus, lo he oído. - Él se llevó una mano al pecho, con expresión impresionada. - ¿Verdad? O sea, y lo ha comparado con la alquimia, y lo sabía, lo del chile, y claro porque eran semillas, que a ella se le dan muy bien las semillas, pero ha dicho lo de alquimia, y eso de encimas y tal. - Soltó un bufido impresionado, mirando a su hermano con completo alucine. - Es que es listísima. Sabe una cantidad de cosas que, buah... - Que sí, Marcus, que sí. Si a mí no me tienes que convencer, es mamá la que no quiere que durmáis en la misma habitación. - Marcus chistó, quitando la mano de su hombro, ofendido. - ¡Que no era por eso! Es solo que, buah, la admiro tanto. O sea, ¿tú no la has visto? Es que es listísima... - Había sido TAN impresionante lo que había dicho, él se había quedado tan embobado, que de verdad a veces se planteaba cómo era posible que no hubiera más personas enamoradas de Alice. Qué suerte había tenido de que se quedara con él. - Me encantaría decirle eso a la Alice de quinto. - Dijo Lex entre risas, así sin venir a cuento. Marcus se extrañó. - ¿El qué? ¿Que es lista? Yo creo que ya lo sabía. - Ya, ya... - Fue lo único que dijo el otro. Finalmente, cada uno se fue por su lado y Alice, Lex y él volvieron al punto en el que les había dejado el traslador, dispuestos a emprender el camino de vuelta a casa.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Abrió mucho los ojos y la boca cuando dijeron lo de la piñata que les había traído Erin. — ¡Cómo mola! En verdad vuestra tía os conoce de maravilla, eh. — Como la tata… Ahora iban a hacer un equipo invencible. Eso sí, se giró a su novio y dijo. — Pero tú no te subas a ninguna escoba, mi vida, a ver si te me vas a caer… Que es muy tarde y estás muy cansado. — Lo que estaba era borracho, pero si decía eso ya lo había perdido para toda la noche. Aunque saltaba a la vista, porque Marcus no había estado tan cariñoso con Ethan JAMÁS, y hasta el Slytherin se daba cuenta de eso y, por supuesto, lo hacía notar escandalosamente. Pero en algo tenía razón, y es que a Marcus se le veía tan emocionado como a un nene pequeño por lo de la piñata, y eso la hizo sonreír de ternura. — ¿Quiere un babero, señora O’Donnell? — Preguntó Hillary. Ella se rio y le dio flojito. — Calla, tonta, ¿no has visto qué bonito se pone cuando está contento? — Hillary rio y asintió. — Y tú también cuando le ves a él así. — Luego ambas se sumaron al jaleo que pedía su novio, con grandes sonrisas. Porque sí, estaban borrachas, y era muy tarde, pero anda de todo eso invalidaba el hecho de que habían terminado en colegio de forma excelente, y eran muy felices en esos momento.

    En principio, temió un poco que Marcsu se acabara llevando a alguien por delante antes que a la piñata, y por las quejas que oía alrededor, todos pensaban lo mismo. Solo podía pensar en el buen juicio que había supuesto que no tuviera que hacerlo en escoba, o se lo veía recolgado en las guirnaldas de papelitos de colores tan alegres y bonitas que había por todas partes. Eso sí, cuando los caramelos cayeron, todos se lanzaron como locos. Alice reconoció unos caramelos de chocolate y café, que tenían forma de cafeteras italiana y se lanzó a por ellos, porque sus favoritas eran las bolitas de mousse, pero vio la pelea que traían Hillary y Marcus por ellas y no tenía ninguna necesidad de tenerlas. Pero su novio le estaba haciendo una pregunta mientras hablaba con Poppy. — ¡Ah! ¿Escobas? Todas las que hayas podido comer, seguro. — Dijo con una risita. Pero Poppy siempre podía dar más e hizo un hechizo superchulo. — ¡Qué dices! Cómo mola, Pops, me va a hacer falta si quiero llevarme a Marcus de viaje por ahí, que este hombre siempre tiene hambre. — Su amiga se rio y dijo. — Mi madre siempre dice que es el hechizo más útil que existe después de los limpiadores y el bauleo. — Pero Lex ya vino a seguir insistiendo en que se fueran. Jo, qué pena.

    ¿Qué has pillado? — Preguntó Darren, apareciendo a su lado, con varias cosas en las manos. — Los bombones de café, ¿quieres? — Dijo ofreciéndole, a lo que Darren puso cara de asquete. Acto seguido, la ayudó a levantarse y fueron a sentarse mientras Marcus parecía ponerse de acuerdo con Sean en algo. Estaba tan perjudicada que hasta la batalla por los caramelos la había dejado jadeando. — Ya vais a tener que iros. — Alice asintió. — Sí, sí, va a ser lo mejor. Y tú lo estás deseando, diablilla. — Dijo su cuñado con una sonrisa maliciosa, dándole en la mejilla. — ¡Ay, tonti! — Dijo, quitando la cara, entre risas. — Solo procura no meterte en la cama de Lex sin querer que ese te pega una patada para tirarte. — Y los dos se rieron fuertemente. De repente, Darren se quedó un poco más callado. — Estoy un poco preocupadillo por lo de mañana. — ¿Por la familia? Si ya les conoces. — No a los señores Horner. — A Alice se le activó la alarma interior habitual de cuando oía “Horner”, hasta que cayó en quiénes eran. — ¡Ah bueno! Pero son Phillip y Andrómeda, son buena gente. Tienen niñitos chicos, fáciles de llevar. Phillip, cuando no está bajo el radio de acción de su madre, es un tío muy majo. — Darren chasqueó la lengua. — Pero mi Lexito está nervioso. — Alice se encogió de hombros. — Es por la costumbre, pero a las malas, estarán ahí los abuelos, y no seréis la única pareja anticonservadora, porque van las tías también, por fin juntas… — Se apoyó en su hombro. — Todos te queremos, Darren. Y yo a vosotros, cariño. — Le aseguró el chico.

    Vio que todo el mundo se estaba despidiendo, y guiñó un ojo a sus amigos, que parecían muy acaramelados y dispuestos a irse juntos. Se despidió de Theo que le dijo. — Vamos hablando para lo de La Provenza. — Ella asintió. — Reláááájate, Theo, que va a ir todo bien. — Le dejó un beso en la mejilla. Primito. — Dijo mientras le guiñaba un ojo e iba a despedirse de los demás. — Avisad cuando estéis en España y contadnos todo. — Pidió a Donna y Andrew. — Bueno, todo no hace falta, vosotros tened cuidadito. — Recomendó Kyla, que estaba por ahí con Oly recogida de su cuello, a la parejita. Donna rio. — Hecho. Y en cuanto volvamos, quedamos, que quiero veros todo lo posible antes del último año solita. — Ella acarició el pelo a su amiga. — Eso dalo por hecho. — Y se fue hacia Marcus y Lex, pasando un brazo por los hombros de cada uno. — ¿Estabais hablando de mí, tunantes? — Preguntó con una risita, mientras Darren se les unía por el otro lado. — Anda vamos…

    Sus cuñados se despidieron y ellos se acercaron a la puerta, cuando Lex sacó el traslador. — A ver, dadme una mano cada uno y, por Merlín y todo lo que admiréis.Fulcanelli. — Cortó Alice, toda contenta. — Es una forma de hablar, Alice, pero venga, por Fulcanelli: NO OS SOLTÉIS. — Ella asintió muy formal y le dio la mano a Lex. La agarraba muy fuerte el tío, nada que ver cuando se la daba a Marcus. Y como estaba tan mareada, casi ni sintió el traslador, de repente, simplemente, estaban en casa de los O’Donnell. — ¡Wiiii! ¡Ya estamos aquí! — Dijo toda contenta. — CHSSSTTTT que vas a despertar a todo el mundo, tía. — La regañó Lex. Se iba a quejar, pero es que le convenía el silencio. Se fue hacia Marcus y le dio la mano. — ¿Te lo has pasado bien, amor mío? ¿Has celebrado como querías?— Susurró en su oído mientras iban de camino a la puerta. — No se me ha olvidado lo que te he prometido antes, pero hay que ser más discretos que en el Caribe. — Advirtió.






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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Dio un suspiro cuando se vio fuera de la feria y puso una carilla nostálgica aunque sonriente, mirando a sus dos acompañantes. - Este sitio es bonito. - Comentó, de corazón. - Hemos vivido muy buenos momentos aquí... - Lex se limitó a suspirar, pero Marcus perdió la mirada en el entorno, sin perder la sonrisa. Esas cosas... Esas pequeñas cosas de la vida... Eran hermosas. Era bonito reflexionarlo. Y quería tanto a Alice y a su hermano, y a sus amigos. Y a sus padres y a sus tíos por haberle traído de pequeño. Qué afortunado era de tener a tanta gente buena a su lado. Mañana pensaba darle un enorme abrazo a cada uno de ellos. No se lo daba ahora porque no eran horas, pero mañana los iba a ver a todos. Se moría de ganas.

    Le sacó de su ensimismamiento la forma en la que Lex le cogió la mano, que por un momento sí que le llevó a la infancia directamente, casi le saltó el corazón. De hecho, le miró con carilla asustada. - Uh, mamá hacía eso. - Por eso solía ir de la mano de su padre, dicho fuera de paso, porque cuando su madre llegaba al punto de considerar que tenía que darte la mano porque, de lo contrario, hacías lo que no tenías que hacer, impresionaba un poco en su forma de agarrar. Si tenías ganas de hacer algo, desde luego se te quitaban. Y Lex había usado la misma intensidad pero con una mano más grande y más fuerte. - Pues ya sabes, no te escapes. - No, no. Yo hago caso. - Dijo con voz de niño asustado. Lo dicho, se había retrotraído a la infancia con su madre tal cual. Eso sí, se le escapó una sonrisilla más infantil todavía cuando Alice dijo lo de Fullcaneli, asomándose por el lado de su hermano para mirarla, estaba seguro, con la misma cara que la miraba con once años cuando la chica tenía una buena idea... Pero su madre había decidido que tenía que quedarse donde estaba. O sea, su hermano. Uf, qué lío.

    El aterrizaje en su casa le hizo tambalearse un poco, pero su hermano le agarró de la cintura en un acto reflejo mientras Alice celebraba haber llegado. Rio un poco. - Gracias. - Le dijo a Lex, y luego miró a Alice con una sonrisilla y la señaló con un gesto de la cabeza, poniéndole mirada de colegueo a su hermano. - Mírala... - No vayamos a empezar ¿eh? - Le susurró su hermano con un tono serio que también pretendía emular a su madre... Pero ya no tenía efecto. Ya Marcus estaba en la seguridad de su casa y con un objetivo tan claro en su cabeza que no veía ninguno de los intentos de su hermano por pararle. Se acercó a su novia, trayendo a sí la expresión de galán seductor que estaba segurísimo de que le salía muy bien (a saber si desde fuera se veía igual) y la miró con una sonrisa ladina mientras le preguntaba, deteniéndose frente a ella, cerca de la puerta de la casa pero aún sin entrar, mientras Lex abría. - Muy bien. - Respondió meloso, mirándola a los ojos y colocando las manos en su cintura. - Y aún no ha terminado mi cumple. - Sí lo ha hecho. Hace seis horas. - Comentó Lex, terminando de abrir la puerta y entrando en la casa. Marcus no le hizo ni caso. - ¿Ah no? Hmm... Me temo que tengo un poco de mala memoria esta noche... ¿Me recuerdas lo que me habías prometido? - Los dos le habéis prometido a mamá dormir cada uno en su cama. - Volvió a apuntar Lex, esta vez desde dentro de la casa y mirándoles con impaciencia, haciéndoles un gesto para que entraran. Marcus rodó los ojos. - Dame un minuto. - Le pidió a su novia, y se separó de ella apretando levemente su mano, guiñándole un ojo y sin perder la sonrisilla.

    Se fue hacia Lex, respiró hondo y empezó. - A ver... - No. No. Esta vez, no me liais. - Cortó su hermano. Como ni tenía ganas ni podía ponerse ahí a discutir porque estaba todo el mundo dormido, usó la estrategia de poner cara de pena. Lex arqueó las cejas. - Orden directa de mamá. - Hermano, querido hermano, cargas una responsabilidad muy grande que nadie te ha solicitado. No es justo para ti. - Que no me líes, hostia. Además. - Arqueó la ceja aún más y puso una sonrisilla maliciosa. - ¿También lo vas a hacer con tu suegro aquí? - Mamá me da más miedo, sinceramente. - Lex bufó fuertemente. - Tío, por favor. - Eh, que he dejado a Alice sola. - Se alteró de repente, y se giró, dispuesto a buscarla con la mirada, mientras Lex ponía cara de no comprender. - ¡Estamos ya dentro de la casa! Y bajad la voz, que vais a despertar a todo el mundo. - Insistió Lex entre susurros. Qué pesado con lo de la voz, ni que estuviera gritando.

    Se acercó de nuevo a su novia, sonrisa en rostro una vez más, como si hubiera solucionado algo. - Hola, guapa. ¿Te has perdido? - Bromeó mientras le pasaba una mano por la cintura. Lex rodó los ojos y se les acercó. - Estoy por meterte debajo de la ducha de agua fría. - Uuuhh, ¿has oído eso, princesa? ¿Te das una duchita conmigo? - No me puedo creer esto. - Murmuró Lex, mirando a otro lado y negando. Marcus estaba ya haciendo intentos mimosos con Alice, acercándose a su rostro y dejando besos furtivos en su cuello, mirándola con deseo, mientras el otro farfullaba, tratando de no mirarles. - Pero es que la culpa es mía... Porque a ver a mí qué me va en esto... Ellos sabrán lo que hacen... - Uf, qué cortarrollos su hermano sin callarse. No hablaba nunca y ahora tenía que estar ahí charlando.

    - Escápate conmigo. - Le susurró a Alice en el oído. - Lex está deseando acostarse. Puedo... Entretenerme en el baño... Y tú... - Le arqueó las cejas, con una sonrisilla. Es que el plan no era tan difícil, vamos, y una mente traviesa como la de Alice iba a pillarlo a la perfección: Marcus se entretenía en el baño mientras Alice "se iba a acostarse" y, en cuanto Lex entrara al suyo, ella reptaba hasta el de Marcus y él, casualmente, se la encontraba allí al volver. Luego solo tenía que volverse al suyo para que no les pasara lo de Nochebuena y ya estaba. - Tengo un cielo estrellado que quiero enseñarte. - Insistió en sus insinuaciones. Para él no tenía ninguna laguna ese plan.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Marcus parecía que se estaba yendo con Lex, y ella aprovechó y caminó un poco por el césped, aprovechando que iba descalza, porque le encantaba, aunque se dio cuenta de que llevaba aún el hechizo protector de Darren para no cortarse ni nada, pero ya no le hacía falta. Se lo quitó, pero le costó, Darren se lo había hecho fuerte (o ella no había tirado el mejor Finite Incantatem de su vida) y ya sí, se dedicó a dar saltitos y bailar por el césped con una sonrisa. Le encantaba sentirse libre y hacer esas cosas, y el hecho de no seguir sintiendo que tenía que aparentar alguien que no era con los O’Donnell, le hacía sentirse muy libre, y por lo tanto, feliz. Pero Marcus llegó y la rodeó de la cintura, haciéndola reír. — Ahora mismo te lo recuerdo. — Dijo melosa, pero ya tuvo que llegar Lex a recordarles aquello. — ¿Pero quién está hablando de dormir, Lexito? — Dijo ella muy segura. Pero bueno, Marcus iba a convencer a Lex, seguro, así que sin problemas, ella se volvió a bailar descalza sobre el césped.

    Rio cuando le hizo la pregunta. — Me acabo de encontrar. — Le contestó, acercando su cuerpo al de él, con voz juguetona. Le hizo muchísima gracia lo de la ducha, combinado con los besos en su cuello y, la verdad, algo dentro parecía estar incomodándola, como si no fuera aquel el mejor plan del mundo, pero es que Marcus besándole el cuello de esa forma… Solo podía reírse y dejarse llevar. — Oye, eso de la ducha aún no lo hemos probado… — Porque el baño de prefectos no contaría, ¿no? — ¡Mierda! ¡Tío, que no lo quiero saber! ¿Podéis por favor dejar de hacer… ESO, e iros cada uno a vuestro cuarto?

    “Escápate conmigo” y Alice no necesitaba oír absolutamente nada más para convencerse. Esa frase se la había dicho ella a él mil veces, y el mero hecho de que ahora fuera al revés, le ponía a mil. — Estoy deseando verlo, desde la posición más privilegiada que existe. — Le respondió en un susurro, acercándose a su oreja y mordiéndole ligeramente, antes de salir dando pasitos ligeros hacia la casa, porque había entendido lo que quería Marcus hacer perfectamente.

    Al entrar tuvo que desacelerar, porque en la noble madera del suelo de casa O’Donnell, los pasitos sonaban más. Tratando de ir más ligera, subió las escaleras, con Lex detrás, por alguna razón. — ¿Qué haces? ¿Escoltarme? — Preguntó en un susurro. — Ver que no te matas, que no las tengo todas conmigo. Que no, hombre, ¿me vas a dejar en la camita y me vas a arropar también? — Lex suspiró y rodó los ojos. — Voy a ver cómo te quedas ahí dentro, por lo pronto. — Ella le sacó la lengua y se dirigió a la puerta de su cuarto muy segura. Llegó hasta la cama y se dejó caer, con los brazos en cruz, levantando la cabeza justo después. — ¿Contento? — Preguntó desde ahí. — Si no te mueves de ahí, sí. — Ella levantó el pulgar y giró sobre sí misma. — Dile a mi novio que le amo y que buenas noches, ya que no me dejas moverme de aquí. — Y esperó a oír cerrar la puerta y unos segundos. Lex no podía tardar mucho en meterse a dormir. Aprovechó para dejar los tacones y atusarse un poco el pelo, aunque pensaba despeinarse en seguida. Se levantó suavecito y, en lo que se acercaba a la puerta, tuvo una idea. Marcus era capaz de ponerla muy muy a mil, de hecho, era acordarse del baño, o de los besos por el cuello y… Por Merlín, ya estaba jadeando. Quería hacer algo por ponerle ella así también a él. Estaba acordándose del día de San Valentín, y gabardina no tenía por ahí, y no había tiempo para el navarryl, pero podía sorprenderle de forma parecida… Se quitó la ropa interior y la dejó por ahí apartadita, pero se dejó el vestido. Con lo que le había gustado a Marcus, podrían hacerlo así, sin quitárselo, no le veía fisuras. Entreabrió la puerta y miró que no hubiera nadie antes de salir dirección del cuarto de su novio, cuya puerta estaba en el lado contrario del pasillo un poco más adelante.






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    Lun Mayo 16, 2022 12:56 pm


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    Con Alice| En Fiesta desmadrada | 3 de junio de 2002
    Se mordió fuertemente los labios, porque de alguna manera tenía que contenerse de no lanzarse encima de su novia ya y poder hacer la cuidadísima estrategia que habían planteado. Alice se fue hacia la casa y él se la quedó mirando, inundado de deseo, y en un momento que ella le miró a él, respondió. - Pienso ponerte en la posición más privileg... - ¡Tira ya! - Le empujó Lex, cortándole su ardiente discurso y casi haciéndole trastabillar, en dirección a la casa. Le miró con el ceño fruncido y chistando, pero bueno, igualmente tenían que entrar en la casa y cuanto antes lo hicieran, más cerca estaría su objetivo.

    Entraron en casa y al ver como Alice andaba más cuidadosa, él hizo lo mismo. Pero en un momento determinado, al verla de lejos, se detuvo, conteniendo un suspiro, bajando los hombros como un idiota. Frunció los labios y miró a Lex, con una expresión tan emocionada y los ojos tan brillantes que cualquiera podría decir que iba a echarse a llorar de un momento a otro. - La quiero mucho. - Lex rodó los ojos, pero parecía que le daba hasta pena cortarle otra vez, por un momento hasta parecía levemente compasivo. - Ya, pues la vas a tener que querer mucho otro día. - Yo la amo igual todos los días. - Creo que me has entendido. - Miró él también hacia su novia y se le acercó mientras decía. - Y mejor me pongo tras ella antes de que se mate. - Y eso hizo, subir las escaleras detrás de Alice, mientras Marcus aún reflexionaba un poco más sobre la suerte que tenía de tener una familia tan bonita.

    Cuando llegaron arriba, puso cara pilla y fingió (muy bien desde su punto de vista) que se iba al baño y se despedía de Lex y Alice hasta la mañana siguiente. - Buenas noches, hermano. Buenas noches, mi amor. - Y al mirarla a ella, le guiñó un ojo, mientras Lex le miraba a él con expresión de cansancio y de "no me puedo creer que seas tan descarado". Se fue, no obstante, bien seguro y chulito al baño, donde se encerró a esperar. Estaba segurísimo de su plan así que simplemente se puso a acicalarse de nuevo ante el espejo... Y, uf, casi se tambalea. Lo veía todo borroso, de repente el baño tenía una luz muy incómoda y mirar un cristal reflectante no le había parecido del todo buena idea. Entrecerró un poco los ojos. Vale, Marcus, tienes que espabilar. Agua. Sí, mejor se echaba agua. Abrió el grifo y, sin pensárselo mucho, se mojó la cara, pero debió lanzarse un poco violentamente el agua porque se le colaron un par de chorros por el cuello, lo cual fue MUY desagradable, porque notaba el agua helada. Bueno, le iba a venir bien enfriarse un poco, que se notaba ardiendo (y lo que el quedaba por arder).

    Dejó su diatriba con el grifo y el agua en cuanto oyó una puerta cerrarse. Puso una sonrisilla de niño malo y, de puntillas, se acercó a la puerta y la abrió con mucho sigilo, asomando la cabeza. Lex estaba en mitad del pasillo, mirándole con los brazos caídos y cara de hastío total. - ¿De verdad? - Sssshhh. - Pidió Marcus, mirando hacia la puerta de Alice como si esperara verla ejecutar su estrategia desde allí. El otro rodó los ojos hacia un lado, con una expresión casi triste, y tras soltar aire por la boca dijo. - Me rindo. - Y se fue a su habitación. Eso lo sabía él, que no iba a tardar mucho en querer acostarse. Aunque antes de entrar añadió. - Tenéis suerte de que el único legeremante de la casa sea yo. -Sí, bueno, las cosas de su hermano, ni caso le hizo.

    Cerró un poco más la puerta, solo asomando los ojillos, para que su novia no le viera espiando, porque estaba seguro de que de un momento a otro abriría la puerta de su habitación. Efectivamente, allí estaba ella y allí estaba la anchísima e inevitable sonrisa de él al verla. De hecho, técnicamente el plan era esperar a que ella se colara en su cuarto y después ir él como si no supiera nada, pero no pudo esperar. En cuanto la vio de espaldas abriendo su puerta, salió a pasito rápido del baño y la agarró por la cintura. - ¿Colándote en mi cuarto sin permiso, princesa? -Susurró en su oído, dándole la vuelta para mirarla de frente justo después. Puede que no tuvieran que estar haciendo eso cuando aún seguían en el pasillo, pero qué más daba, estaba todo el mundo dormidísimo. - ¿Has elegido ya la posición desde la que quieres que te haga ver las estrellas? - Le encantaban los juegos de palabras, pero no más que su novia siguiéndoselos y escalándolos donde nadie más los podría llevar. Estaba yendo todo como la seda... Hasta que su hermano lo rompió otra vez.

    - ¡Ts! ¡Eh! - Les llamó con urgencia desde su cuarto. Tenía los ojos muy abiertos y les hacía gestos con las manos mientras Marcus le miraba con aburrimiento. - ¿Qué ahora, Lex? - Joder, hacedme caso. - Tío, acuéstate ya... - ¡Joder, que está...! - Creo que intenta avisaros de mi presencia. - Marcus abrió tanto los ojos que se le iban a caer de la cara, aún mirando a Lex, porque... No, no podía mirar. No quería mirar y comprobarlo. Pero, finalmente y a cámara lenta, lo hizo. - Bonita estampa, esta. - William alzó las palmas. - Que no es como que tenga yo especial interés en presenciar ciertas cosas, si bien creo que soy menos sensible a ellas que mis compañeros del otro dormitorio. - Marcus quitó las manos de la cintura de Alice inmediatamente, con la boca entreabierta y cara de tonto que trata de buscar una excusa convincente a su comportamiento. Ah, mierda, al final les habían pillado. Con lo bien confeccionado que estaba su plan, le habían podido las prisas.

    Lex carraspeó un poquito y, con la cara un tanto apurada, se movió como un cangrejito hacia ellos y puso levemente las manos en los hombros de Alice. - Ah, em, señor Gallia... - Llámame William, hombre, si está claro que aquí hay confianza. - Dijo el otro. Parecía estar haciendo un fuerte esfuerzo por aguantarse la risa. Lex se sacudió un poco. - Ya, sí, señ-o sea, William. Es que... No queríamos encender las luces, por no despertar y... - Miró a Alice, buscando complicidad. - Iba a su cuarto ¿verdad? Pero se habrá confundido. Em, yo, lo siento, la iba a acompañar, es que me he despistado yo también. - Ah, hijo, no lo intentes. He convivido quince hermosos años con la mujer más buena del mundo y hasta ella sabía ver que lo que no tenía arreglo, no lo tenía. - Al menos parecía que se estaba aguantando la risa mientras hablaba, aunque para ser honestos, William hablaba la mitad del tiempo así. Lex soltó una especie de risilla bastante incómoda, como si quisiera hacer ver a William que su comentario le había relajado pero sin salirle muy bien, y trató una vez más de salir del paso, llevándose a Alice en base a empujarla despacito con los hombros. - Ya... Le digo donde está su cuarto... Para la próxima. - Sí, te lo va a agradecer. - Contestó el hombre, mirando a su hija con una ceja arqueada y una mirada que a Marcus, en el estado que estaba, le costaba demasiado descifrar.

    - Solo una última pregunta. - Interrumpió William, cuando se había creado una calma tensa en la que aparentemente estaba ya todo solucionado, Alice ya a punto de entrar en su cuarto reconducida por Lex y Marcus como un pasmarote en la puerta del suyo, aún con el susto reflejado en su cara. Para aumentarlo, le miró a él ladeando la cabeza en una mezcla entre comicidad e ironía. - ¿Cómo pensabas enseñarle a mi hija las estrellas? No te referirás a mi hechizo ¿no? - Ya sí que se le pusieron unos delatores ojos de terror, mientras Lex se frotaba la cara con una mano y suspiraba. Marcus miró un segundo a su hermano. Rápido. Dime en qué está pensando. Dime si me quiere matar. Lex volvió a mirarle con cara de hastío. Ya, claro, que no funcionaba bidireccional eso, que el legeremante solo era Lex. Bueno, igualmente eso lo tenía que arreglar, así que... - No hace falta. - No, no, déjalo que se explique. - Contradijo William a Lex, que hizo un intento en balde de parar a Marcus, que ya estaba en posición de ataque de caballero medieval y dispuesto a soltar un pomposo discurso.

    - Señor Gallia. - Dijo con una mano en el pecho. Sí, mejor volvía al trato respetuoso, que ya estaba la situación lo suficientemente tensa. - Amo a su hija más que a mi propia vida y quiero que sepa que yo a ella solo la trato desde el más absoluto y profundo respeto. - No me cabe duda de que ibas a hacerle todo lo que ibas a hacerle desde el respeto. - Por supuesto. - Marcus. - Advirtió Lex, mirándole casi con miedo y un punto de súplica. Marcus ni caso, solo dio un paso adelante hacia el hombre, que le escuchaba con mucha serenidad y atención (al menos así lo percibía él). - Le digo con sinceridad, en nombre de Marcus O'Donnell. - Bien, bien. Me interesa saber en qué nombre hablas. - Lex se estaba frotando la cara con tanta desesperación que se bajaba las mejillas con ambas manos, pero Marcus seguía con su discurso. - Que mi amor por ella es tan profundo y sincero que es alquimia de vida. - Ay, por Dios... - Suspiró Lex. William había arqueado las cejas. Ah, eso le había impresionado. Iba bien por ese camino, entonces. - Somos uno y somos el Todo. - Sin detalles, amigo. - Puntualizó William. Vale, en ese caso, tenía que abreviar... No había entendido bien a lo que se refería pero intuía que se refería a que no se extendiera. - Y yo la quiero, y por si no he dejado constancia, sepa también que la amo. - Acabas de repetir lo mismo. - Le chivó Lex en un susurro. Marcus le miró mal. ¡No era lo mismo! Era... Bueno, era casi lo mismo, pero tenía connotaciones distintas. Creía.

    - Si por mí fuera, señor Gallia, me casaría con ella ahora mismo. - El hombre puso expresión impresionada. - Vaya ¿en serio? - Lo ha repetido como quince veces a lo largo de la noche. - Dijo Lex con cansancio. William chistó. - Quince... Hmm... No sé si son suficientes. -Eso hizo a Marcus asustarse. No, no, no quería la menor sombra de duda sobre su amor en su suegro. Tras un par de segundos pensando a toda velocidad, viendo como podía repararlo, abrió mucho los ojos y le miró, diciendo. - Me caso ahora mismo. - Lex le miró súbitamente. Claro, con lo unido que estaba a mamá, no le parecería bien que se casara sin ella, pero podían despertarla a unas malas, y lo celebraban al día siguiente, que iba a estar todo el mundo. Tenía arreglo ese plan. - Alice, mi amor. - Miró a su novia, poniéndose esta vez ambas manos en el pecho. - Si tú quieres, yo me caso contigo ahora mismo. - ¿Y quién va a oficiar la boda? - Preguntó William, y Marcus le miró como si acabara de tener la mejor idea del mundo. - ¡Usted! ¡Usted podría oficiar la boca! - Dios, se iba a casar con Alice en su propia casa y casándoles ni más ni menos que William Gallia, con lo muchísimo que le admiraba. Ya le estaba viendo la cara de ilusión a Alice. Claro, tenía que ser su sueño que les casara su propio padre, y él los sueños de su princesa quería cumplirlos todos. Es que era su mismo sueño también. No había sido consciente hasta esa noche, pero claramente lo era.

    Se enganchó del brazo de su novia y, emocionado, dijo con la voz un poco rota. - Señor Gallia, sería todo un honor para mí. - Déjeme parar esto, por favor. - Rogó Lex a William. Vaya con Lex, sí que era un niño de mamá. William rio entre dientes, un tanto contenido para no despertar a los demás (suponía) e hizo un gesto a Lex con la mano. - Sí, sí, venga. - Pero señor Gallia, yo quiero, quiero que sepa que quiero, que sería todo un honor para mí. - Dijo casi lloroso, agarrado al brazo de Alice, en posición de boda perfecta. - Mañana lo hacemos mucho mejor, como a ti te gusta. Estoy segura de que mi pajarito prefiere casarse en el jardín ¿a que sí? - ¡Alice! ¡Que nos vamos a casar en un jardín! - Le dijo emocionado a su novia. Aquello mejoraba exponencialmente. Acarició su rostro y le dijo, enamorado. - Debajo de nuestro árbol. - ¿Ese que lleva justo a la ventana de tu habitación? - ¡Sí! ¡Ese! - Respondió Marcus a William, contentísimo, pero Lex volvió a suspirar y el hombre a parecer que se aguantaba la risa.

    Su hermano pareció determinar que hasta ahí llegaba el espectáculo de esa noche y se metió por medio para separarles, llevándose a Marcus de vuelta a su habitación. - Señor Gallia, ha sido un placer verle. Es usted el mejor. Le admiro muchísimo, de verdad, muchísimo. - Venga ya, Marcus, acuéstate ya. - Le dijo Lex en susurro mientras prácticamente lo empujaba hasta su habitación. El hombre escondió una risilla entre dientes y añadió. - Buenas noches, hijo. Ya mañana tenemos una conversación más seria sobre si este matrimonio ha sido consumado con anterioridad o no. - Marcus se giró, un tanto asustado, y fue a iniciar otra perorata sobre el amor y el respeto, pero Lex se le puso delante. - Para ya, Marcus. Que se está quedando contigo, parece que no lo conoces. - Marcus le miró como si acabara de hacer una ofensa a alguien de la realeza cuanto menos. - William Gallia jamás me haría eso. - Es verdad. Todo el mundo sabe que yo soy un hombre muy serio. -Respondió William, y Marcus le señaló con ambas manos, mirando a su hermano. - ¿Ves? - Vete ya a tu cuarto, Marcus, por el bien de tu salud mental cuando te levantes, hazme caso, por favor. - Sí, sí, venga hijo, hazle caso. - Dijo el hombre entre risillas, y antes de meterse de nuevo en su habitación, añadió. - Total, yo ya he ganado mi apuesta. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 3 de junio de 2002
    Contuvo un jadeo cuando sintió que Marcus la había agarrado, y sonrió, cargada de deseo. — Yo creía que mi prefecto me había dado todos los permisos. Especialmente cuando veas la sorpresita que tengo para ti… — Pasó los brazos por su cuello y rozó su nariz con la de él. — Podemos probar varias a ver cuál nos gusta más. — Susurró melosa, tirando de las solapas de su chaqueta. Pero Lex les tuvo que cortar OTRA VEZ. — ¿De verdad creías que me iba a quedar en la cama? — Le preguntó incrédula. Ah, pero no. — ¡Papi! Se me había olvidado que estabas aquí. — Dijo de corazón. No estaba acostumbrada a estar allí y que su padre andara por las habitaciones. Alice asintió a la afirmación de su padre. — ¿Verdad? Hacemos muy buena pareja. Y ahora vuélvete a dormir, que tengo un asunto pendiente, pero como le dijera eso a su padre, si que no se lo quitaban de encima.

    La conversación que empezó después fue un poco confusa. Parecía que su padre hablaba en un plano, Marcus en otro, y que Lex tenía que pagar el peaje de los dos. Negó con la cabeza a lo de que se había equivocado de cuarto, hasta que entendió a lo que se refería su novio y recondujo. — Que no, que este no es mi cuarto me ponga yo como me ponga, pero es que no sé ni lo que hago. Soy un caos Gallia, papi. — Dijo con una sonrisita angelical. Su padre rio y la miró de reojo, pero siguió hablando con Marcus, claramente ella ahí solo podía empeorar las cosas. Negarlo siempre es peor, hasta que tu padre te pilla intentando ponerte en varias posturas para ver las estrellas, por lo visto. Al menos parecía que habían sorteado el asunto.

    No, pues no. Más preguntas, ahora entendía la frustración de su padre cuando ella siempre pedía otro cuento. Esto es venganza, papá, y no me la merezco, pensó amargamente. Eso sí, Marcus estaba lento con las preguntas, parecía que no sabía con quién se jugaba los cuartos. Hala, ya iba a empezar la verborrea, y eso con su padre era peor, tenía más hilos de donde tirarte. Entornó los ojos con lo del respeto. — Te sigue vacilando como cuando teníamos doce años y nos quedábamos dormidos en el sofá de tu abuela. — Dijo con un suspiro. Qué pesado podía llegar a ser su padre, ¿no podía enfadarse sin más como Emma? Eso sí, cuando dijo lo de alquimia de vida, ella se cruzó de brazos y asintió muy seria. — Para que veas. — Es que muchas risas, pero Marcus y ella se querían de verdad. — No son detalles, papá, es alquimia de vida. — Pero mejor no tocar más el temita. Y ella empezaba a sentirse incómoda y cansada… Ay. Ay. La sorpresa.Alto. — Le advirtió Lex en un susurro agresivo, mientras Marcus seguía argumentando. — Ni se te ocurra pensarlo que no lo quiero saber. — Okey, no lo pensaré, pensó muy segura, tratando de concentrarse en otra cosa.

    ¿Casarse? ¿Ahora? ¿Así sin ropa interior y en medio del pasillo? Bueno, ya se había planteado casarse en medio de otro pasillo y, esa vez, desnuda. — ¡No! ¡Alice, por Dios!¿Alguna objeción al enlace, Lex? — Preguntó su padre haciéndose el interesado. — Muchas, pero no las quiere saber. — Contestó el otro. Delator. Como que no te delatas tú sola. — Le contestó al pensamiento. Pero Marcus parecía pasar de todo eso, y Alice tenía objeciones muy claras a ese enlace, pero dicho así, por Marcus, y con su padre oficiando… — ¡Sí, claro que sí!Ay, madre… — Se quejó de nuevo Lex. Pero Alice ya se había contagiado del humor de Marcus, porque lo que su sol le propusiera a ella le venía bien, y dio un saltito. — ¡Di que sí, papi! Sería genial. No estás de broma, ¿verdad, papi? ¿Yo desde cuándo, hija? — Lex ya estaba resoplando. Alice le señaló con el pulgar. — Aunque el testigo sea un quejica. — Aunque en verdad, lo del árbol era una grandiosa idea, y le daría tiempo a terminar de vestirse y ponerse algo mejor que el vestido de la graduación. Y que estuvieran los abuelos y las tatas. — ¡Venga! Genial, lo veo, ese árbol es importantísimo para nosotros. — Y le miró hipnotizada mientras le acariciaba la cara. — Va a ser precioso. — Luego se giró a su padre. — ¡Sí! Es que es nuestro árbol. Ya, ya me imagino. — Contestó su padre con esa risita que ponía cuando pensaba maldades. — Papi, que no, que es en plan bonito. — Sí, sí, si esto es precioso. — Ay, ya estaba vacilando otra vez, si es que luego se preguntarían por qué solo Marcus y ella podían entenderse.

    Al final no iban a poder dormir (o lo que surgiera para ver las estrellas) juntos, así que nada, resignada, se fue hacia su habitación. — Lo dicho, te sigue vacilando. — Se inclinó hacia su novio y dejó un suave beso en sus labios. — Buenas noches, amor mío. — Y se acercó a la puerta. — Oye, pajarito. — Le llamó su padre. Ella se giró, y eso no le vino bien, porque estaba que se caía, así que se agarró al marco de la puerta. — ¿Qué, papi? No te enfades conmigo, pajarito. No, papi, pero yo quería ver las estrellas. — Él rio. — Ya, ya me imagino, pero te he salvado de una bronca de Emma. — Ella se encogió de hombros. — Ya, bueno… Gracias, supongo. — Supones bien. — Antes de meterse dentro del cuarto dijo. — Papi. — ¿Me vas a pedir un cuento? No… — Levantó la mirada, con una sonrisilla tierna. — ¿De verdad nos vas a casar?Me encantaría, mi vida, pero creo que no tengo la acreditación para ello. ¿Y desde cuándo necesitamos los Gallia tal cosa? — Su padre rio y la acarició. Igual era cosa del alcohol, pero veía esa mirada que su padre le dirigía cuando era pequeña, cuando aún era él mismo. — Pues también es verdad. Pero no se puede ser padrino y oficiante al mismo tiempo. — Ella chasqueó la lengua y asintió. — Es verdad. Y yo no me voy a perder el día que lleve a mi pajarito del brazo como buen padre orgulloso. — Alice suspiró y negó con la cabeza. — Eres un dolor de muelas, pero te adoro cuando eres así. — Su padre le dio un beso en la frente. — Lo mismo digo, pajarito. Venga, vete a dormir. Sí, papi. — Y, tras cerrar la puerta y recuperar su ropa interior, se derrumbó en la cama.





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    Con Alice| En Casa O'Donnell | 4 de junio de 2002
    El peso que hizo que su colchón se venciera levemente provocó que su cuerpo se sacudiera por el sobresalto. Podría jurar que acababa de caer en la cama como podía jurar que no había inmutado su posición desde que lo hizo. Aunque... ¿Cuándo se había acostado? No lo recordaba. Tampoco es como que en esos momentos tuviera mucha capacidad para pensar.

    Frotó la cara contra la almohada, cerrando la boca, y se dio cuenta de que tenía la mandíbula contraída, a saber cuánto tiempo llevaba con la boca abierta. Estaba boca abajo y le dolían absolutamente todos los músculos del cuerpo, se notaba el pelo pegado en la cara e incluso la sensación de que estaba húmedo, lo cual solo aumentaba su confusión. Ya el movimiento de cabeza hizo que su cuerpo decidiera que hasta ahí las órdenes que estaba dispuesto a recibir por el momento, porque absolutamente nada más le respondía. Y hablando de la cabeza... Sentía como si tuviera dos clavos presionando sus ojos, otros dos en las sienes y otro en la nuca. ¿Cómo podía dolerle la cabeza ENTERA? ¿Y por qué le dolía tantísimo? Y lo más importante... ¿Cuándo se acostó? Porque no era consciente de qué era lo último que recordaba, pero de seguro no era en su casa, sino en los bares. Solo que las imágenes podían estar ordenadas cronológicamente o, dado su estado de confusión, ni siquiera ser reales.

    - Pero qué guapo eres hasta estando en semejante estado. - La voz le hizo dar otro sobresalto, como un bebé cuando oye una voz demasiado grave. Claro, el peso en su colchón era una persona, y esa persona acababa de hablar. Y tenía que estar soñando o algo, porque la voz que identificaba no pegaba nada despertándole en su habitación. - Buenos días, casi tardes ya, pricipito. Y feliz cumpleaños. - Con mucha dificultad y un gran esfuerzo, hizo por darse la vuelta, con la cara contraída y un gimoteo. No atinaba a abrir los ojos, pero en lo poco que entreabrió se dio cuenta de que no había escuchado la voz mal: le estaba despertando Violet. La mujer ladeó la cabeza, con esa sonrisilla que podía dar hasta miedo, y le pasó la mano por la solapa de la chaqueta. - Madre mía, claro, así habrá llegado la otra. Tu madre se puede dar con un canto en los dientes de que le hayáis hecho caso, me parece un milagro, vamos. - ¿Violet? - Preguntó, y la voz le salió tan rota y ronca que tuvo que toser, y eso le hizo sentir otro clavo, pero esta vez en su garganta, mientras los de su cabeza se apretaban y le hacían cerrar fuertemente los ojos. Gimió un poco y se frotó la cara... Espera, si estaba Violet allí... Dio un salto en el sitio, y eso le arrancó otra expresión de dolor, exclamación incluida, pero necesitaba comprobar su entorno. - Madre mía, ¿tan mal llegaste anoche que dudas de estar en tu propia casa? - Parpadeó con fuerza, mirando a los lados. Le había costado, pero sí, efectivamente, estaba en su habitación. Por Merlín, se le había puesto el corazón en la garganta. Soltó aire por la boca y se dejó caer en la cama de nuevo, con el consiguiente gruñido de dolor por el impacto contra el colchón, que le reverberó por todo el cuerpo. Pero es que por un momento temió haberse plantado en casa de Violet y de Erin esa noche, dado que no recordaba ni haber llegado a la suya y que no entendía qué hacía la mujer allí.

    - A un glotoncillo como tú seguro que le apetece tomarse ahora un buen desayuno. - Fue oír la palabra "desayuno" y soltar otro gemido quejoso, y no le dio una arcada de milagro. Buf, tenía el estómago vuelto del revés, no podía pensar en comer en ese momento. Esperaba que se le pasara, porque... Oh, mierda. Abrió los ojos y miró a Violet casi con espanto. La mujer amplió muchísimo la sonrisa y extendió los brazos en cruz. - ¡Sí, sorpresa! Hoy es la celebración oficial de tu cumpleaños, por todo lo alto, con mucha pompa y mucha familiariedad, como te gusta a ti. - Socorro, pensó mientras gimoteaba otra vez. De verdad que era lo único que le salía de la garganta mientras se retorcía en la cama. Violet hizo un ruidito apenado. - Oh, pobrecito. ¿Qué te pasa? ¿Te duele la cabeza? - Sí. - Dijo lastimero. Se removió otro poco y la miró. - ¿No es de noche todavía? - La mujer soltó una carcajada que le taladró el cerebro. - No era de noche ni cuando llegaste. Son las once de la mañana. - Abrió mucho los ojos, con el ceño fruncido, y parpadeó. Miró a la ventana. Pero si estaba todo oscuro. - Ah, sí, eso. - Dijo la mujer, como si hubiera adivinado su gesto. - Tu padre en su inmensa bondad os oscureció los cristales del dormitorio a los tres para que durmierais tranquilitos. Más bueno él. Todo para que su hijito querido llegara aquí dispuesto a hacer ver las estrellas a su novia. - Y, tras decir eso, soltó una risilla maliciosa. Marcus la miró extrañado. No se estaba enterando de nada.

    - ¿De verdad son las once? - Preguntó, tratando aún de ubicarse, mientras hacía por incorporarse poco a poco, porque la cabeza le daba miles de vueltas. La mujer asintió. - Y da gracias, mi intención era despertarte hace casi tres horas, pero tu padre me rogó por tu vida. Tu padre, que no tu madre. - Puso una sonrisa diabólica y añadió. - Estoy deseando ver vuestro hermoso reencuentro. - ¿Los demás? - Preguntó como pudo, no le salían las frases enteras. Mientras lo preguntaba, se miró a sí mismo. ¿Qué hacía con la ropa de la noche anterior? ¿De verdad no se había cambiado? Un fuerte escalofrío le sacudió entero, y se llevó instintivamente la mano al pelo. ¿Por qué parecía que lo tenía húmedo? ¿Es que se había mojado el pelo antes de acostarse o algo? - Aún no hay aquí ningún invitado, pero por poco tiempo. - Le dio un par de palmaditas en la pierna y le miró de arriba abajo. - Te va a venir bien una duchita. - Dio un suspirito y ladeó la cabeza. - ¿Te ayudo a empezar el día? - Sí, por favor. - Pidió sin ser consciente de lo que estaba pidiendo y a quién, frotándose la frente. Violet se levantó y apuntó con la varita a su ventana. El hechizo oscurecedor desapreció de pronto y entró una luz por la ventana tan cegadora que casi le hace gritar mientras se tapaba la cara. - ¡Pues venga, hermoso, que ya es de día! - Bramó, y al dolor por la luz se le sumó el de los gritos, que se le metieron en la cabeza. - Aaah, así que a eso te referías con las estrellas, al hechizo del techo. Eres todo un truhan tú ¿eh? - Rio escandalosamente y volvió a acercarse él para darle otra palmada, que percibió tan fuerte que casi le derriba en la cama de nuevo, pero esta vez en el hombro. - ¡Venga, arriba, rey de la fiesta! ¡Demuestra lo que hace un buen O'Donnell! - Se fue hacia la puerta y, asomada al marco y con una sonrisilla, añadió. - Y feliz cumpleaños. -




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    Mar Mayo 17, 2022 3:52 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de junio de 2002
    No podía moverse. O sea, definitivamente, o le habían echado un Petrificus, o simplemente se había pasado tanto la noche anterior que ya jamás se recuperaría. Era una posibilidad. El caso es que, cuando oyó la puerta abrirse, su cuerpo fue a reaccionar con un sobresalto y se quedó en el agónico movimiento de una sardina fuera del agua porque, lo dicho, no podía moverse. La luz que entraba no debía ser mucha, y aun así, le molestaba como si fuera una de esas plantitas que se marchitan con la luz, y se consumen según les da. — Alice, ¿estás despierta? — Mierda. La voz de Emma O’Donnell.

    Y ahí sí. Ahí su cuerpo si reaccionó, era mero instinto de supervivencia ante el peligro. No le había dado ni para ponerse el pijama, se había derrumbado sobre la cama y así tal cual se había quedado. Notaba todas las costuras y los brillitos del vestido clavados por los costados, pero estaba arremangado hasta por encima de su cadera. Su primera reacción fue removerse para hacer bajar el vestido. — Estoy despierta, Emma.Ya está todo el mundo abajo, te estamos esperando. — Respondió la mujer con un tono lúgubre que helaba el alma solo de sentir la decepción en él. Y ahí sí pegó un respingo. Tal fue la angustia que le había dado, que el respingo fue fuerte y se cayó por el otro lado de la cama, aterrizando de rodillas. Siempre le pasaba igual con esa cama, a ver si la cambiaban ya o algo. Pero ahora no podía pensar en eso. Ahora solo venían escenas a su mente. Marcus con el corazón roto, porque era su primer cumpleaños como novios y ella no había estado ni para recibir los invitados. Emma decepcionada porque no llevaba ni medio año y ya estaba metiendo patazos como nuera, encima en el día grande de su niño. El señor O’Donnell desconfiando de ella, porque claro, tremenda pasada se había tenido que pegar para estar así, los abuelos disgustados porque su nieto no había tenido el cumple que quería, y menudo ejemplo para su hermano de aún no doce años… Todo mal.

    ¿Estás bien? — Preguntó Emma, preocupada, entrando más en la habitación. Ella se puso de pie de un salto. — Sí, sí, sí, sin problemas, sí, bien. ¿Y Marcus? ¿está muy enfadado? ¿Me da tiempo a ducharme? Dile que… Alice. — La paró Emma. “Vete de mi casa ahora mismo” es lo que viene después, pensó. — No están los invitados aún. Solo quería espabilarte, que te veía muy sumida en tu sueño, y no parecía ni que te fueras a mover. — Alice se quedó mirándola, con el pelo revuelto cayéndole por la cara y la boca entreabierta. Si la que estuviera ahí fuera su tata… No, si la que estuviera ahí fuera otra persona diferente a Emma O’Donnell, su injustamente afamada cólera mañanera se habría levantado con toda su fuerza contra ella. — Entiendo. — Dijo contenidamente. — Pero no tardarán mucho en llegar. Por eso he venido a despertarte. — Alice asintió lentamente. Ahora que el momento de adrenalina había pasado, la cabeza le iba a estallar, del estómago era preferible no hablar y tenía tan mal humor en ese momento que le oprimía el pecho. — Marcus se acaba de levantar también, y se ha metido al baño. Usa el de mi habitación si quieres. ¿Y Lex? — Preguntó. Porque se negaba a creer que Emma le diera a ella prioridad en el uso de SU baño por encima del de su niñito adorado. — Lex va a dormir un ratito más. — Ah y ESO sí era retintín. Ya sabía ella que no se iba a librar. No obstante, con Emma siempre era mejor tomar lo que te daba y callarte, así que cogió su neceser y su albornoz y se fue al susodicho baño en el que, dicho fuera de paso, nunca había entrado.

    Y madre mía, lo que se había perdido. Menudo lujo de baño, la prefecta Horner quería llevarse el baño de prefectos a su casa. Poder ducharse con esa alcachofa que te caía como si fuera lluvia en la cabeza, echarse geles que olían al cielo y salir y secarse en una de las esponjosas y suaves toallas de aquella casa, hizo mucho por su estado de ánimo y de salud. Cuando salió del baño, duchada, con los dientes lavados y hechizándose el pelo, la vida se veía de otra forma. Hasta que llegó a su cuarto. — Vaya, consejo de Gallias. — Suspiró. — ¿Qué he hecho para merecer tal honor? — Sobre la cama, ya hecha, estaban su tata y Dylan, y mirando por la ventana, su padre. — Ya te he dicho yo que no podía ser eso que decía Emma de que no estaba de tan mal humor. — Dijo William. — Y yo te he dicho que era buena idea que la despertara la prefecta Horner, porque mira, ni un gritito nos hemos llevado, solo un poco de desidia. — Le respondió Violet. — Al menos está mejor que el novio, que parecía meramente un cadáver. — Alice la taladró con la mirada. — No le gusta que hablas así del colega, tata. — Aportó su hermano. — ¿Puedo saber que queréis o voy a tener que pasar desnuda mucho tiempo esperando a que os manifestéis? — Su tata se rio y se le echó encima dándole muchos besos en la mejilla. — Hoooooola preciosaaaaaaa, tu tata te ha traído todo lo que le has pedido, incluido un poquito de esa mala leche Slytherin que sé que echabas de menos en tu vida. Muchísimo. — Dijo con un mohín de cansancio. — Solo hemos venido a ver qué tal estabas y qué tal fue la graduación ayer. — Alice suspiró y revisó las cosas que, efectivamente, le había traído su tata. — Fue muy bien, estuvimos en un montón de sitios, pero preferiría contároslo con Marcus y Lex y con una poción revitalizante. — ¡Marchando! — Vociferó su tía. — ¡Tata! ¡Por Merlín y todos lo magos y brujas que ha habido hasta ahora! Baja la voz. — Y su tía se fue riéndose entre dientes. — Hermana, te noto incómoda y preocupada, pero tranquila. Si es por lo del asunto de las estrellas, los mayores están muertos de risa por dentro, aunque por fuera lo traten como si fuera un drama. — Alice frunció el ceño, completamente perdida, y solo atinó a preguntar. — ¿Qué?¡Anda vamos! — Bramó su padre poniendo las manos en los hombros de Dylan. — Deja que tu hermana se vista. Y deja de ser tan brutalmente sincero, hijo, te lo digo yo, que desde que has vuelto a hablar te pareces más a mí y… — La voz de su padre se perdió por el pasillo y ella por fin pudo vestirse y arreglarse. Toca ser una O’Donnel, Alice, se dijo mientras sacaba el maquillaje, dispuesta a arreglar la cara que traía. En cuanto terminara, se iba de cabeza a por la poción y achuchar a su novio, que debía estar pasándolo peor que ella.





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