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El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
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Damocles Con Marcus | En Nueva York | 9 de septiembre de 2002 |
Marcus se crecía en el ambiente familiar, se reía con Jason y era más que capaz de mermar ese enorme pastel del pastor. Estar así les daba vida, y si Rylance tenía que aguantar un poquito por tal de ver a su novio coger fuerzas así y que ella sintiera que no vivían en lo hondo de un pozo, pues que así fuera. No creía que se quejara mucho de la comida de Maeve. Y oye, se estaba desenvolviendo sorprendentemente bien, porque claro, la exquisita educación de un Ravenclaw perfectón siempre entraba bien en casi cualquier lado.
Alice se limitó a asentir cuando Jason dijo lo de leer, y vio que Aaron bajaba discretamente, como un cangrejillo, y aprovechaba la estructura ósea de Frankie Jr. para ocultarse un poco. — Sí, básicamente leemos lo que él nos manda, así que lo sabe. — Dijo ella con una risita. Edward asintió también. — Es un gusto trabajar con clientes así, la mayoría no aguantan tanto texto legal y al final tengo que hacerlo yo todo. — Si es que usted un santo, se le nota. — Insistió Jason, y ya todos tuvieron que contener una risita, hasta sus padres. Pero Jason es que estaba desatado. Alice se asomó para mirar a Edward. — Con enfrentarse se refiere a que fuimos a su casa a dejar que nos insultaran a base de bien, básicamente. Pero es que Jason es nuestro mejor patrocinador. — Rylance rio un poco y miró al primo. — Podría usted haber sido abogado. — ¿DE VERDAD? — Preguntó Jason abriendo mucho los ojos y gritando, aunque Maeve y Betty se echaron a reír. — ¡YA ESTÁ! ¡Esa era mi auténtica profesión, cariño! — Hijo, pero si te lías entre abogado, fiscal, juez y jurado. — Pero si el señor Rylance dice abogado, pues con que sepa que yo soy el abogado vamos bien. — Betty palmeó su hombro. — Mejor no le preguntes a este caballero cuántos libros ha leído de la primera a la última página durante toda su vida y su formación en leyes. — Jason le miró con pánico y dijo. — ¿Muchos? — Rylance asintió, con una expresión un poco cómica. — ¿Enteros? — Enteritos. — Y todos se echaron a reír.
Entonces Rylance se fijó en Aaron, que por algún motivo estaba muy reservado, pero Edward trabajaba mejor con eso que con el frenético entusiasmo de Jason. — Sus primos me han contado que es el heredero de la casa de Bethany. — Él asintió y rio un poco nerviosamente. — Eso parece. Pero ni hemos ido al notario aún ni tengo ni idea de cómo abordar el asunto. — Le he pedido permiso a la señora O’Donnell para representarle en la lectura también, si usted accede. — Aaron abrió mucho los ojos, mientras por lo bajo se oía a Jason. — Un santo, eso es lo que es, un santo… — ¿De verdad? — Claro, usted está en nuestro equipo. Los Van Der Luyden le han hecho mucho daño a usted también, es lo mínimo. — Aaron agachó la cabeza y asintió. Ahí Alice se vio en la necesidad de intervenir. — Está muy agradecido, Edward, es que estamos teniendo unos días particulares cuanto menos. Y bueno sus padres… — Él levantó la mano. — Me hago cargo, solo quería dejárselo claro, para que sepa que no tiene que enfrentarse usted solo a esto. — La miró directamente a ella. — Igual que tú. Esto se va a acabar muy pronto, Alice. — Luego miró a los demás. — Espero que no me odien por llevármelos de vuelta a Inglaterra. — Maeve se llevó las manos al pecho. — Ay, Merlín sabe cuánto voy a echar de menos a mis niños en la casa, pero el sufrimiento que llevan estas criaturas encima, y el pobre Dylan… No, señor Rylance, es que le voy a obligar a que se los lleve. Mi cuñada me retiraría la palabra si le retengo más de la cuenta aquí a sus niños. — ¡Bueno! — Saltó Frankie Jr. dando una palmada. — Venga, ya está bien de sentimentalismos. Señora Rylance, cuéntenos, ¿ha defendido asesinos? ¿Magos oscuros? ¿Celebridades del quidditch con demandas de divorcio? — Alice se tapó la cara, pero no podía evitar reír. La familia de Jason era única para crear el caos, parecían Gallia.
Alice se limitó a asentir cuando Jason dijo lo de leer, y vio que Aaron bajaba discretamente, como un cangrejillo, y aprovechaba la estructura ósea de Frankie Jr. para ocultarse un poco. — Sí, básicamente leemos lo que él nos manda, así que lo sabe. — Dijo ella con una risita. Edward asintió también. — Es un gusto trabajar con clientes así, la mayoría no aguantan tanto texto legal y al final tengo que hacerlo yo todo. — Si es que usted un santo, se le nota. — Insistió Jason, y ya todos tuvieron que contener una risita, hasta sus padres. Pero Jason es que estaba desatado. Alice se asomó para mirar a Edward. — Con enfrentarse se refiere a que fuimos a su casa a dejar que nos insultaran a base de bien, básicamente. Pero es que Jason es nuestro mejor patrocinador. — Rylance rio un poco y miró al primo. — Podría usted haber sido abogado. — ¿DE VERDAD? — Preguntó Jason abriendo mucho los ojos y gritando, aunque Maeve y Betty se echaron a reír. — ¡YA ESTÁ! ¡Esa era mi auténtica profesión, cariño! — Hijo, pero si te lías entre abogado, fiscal, juez y jurado. — Pero si el señor Rylance dice abogado, pues con que sepa que yo soy el abogado vamos bien. — Betty palmeó su hombro. — Mejor no le preguntes a este caballero cuántos libros ha leído de la primera a la última página durante toda su vida y su formación en leyes. — Jason le miró con pánico y dijo. — ¿Muchos? — Rylance asintió, con una expresión un poco cómica. — ¿Enteros? — Enteritos. — Y todos se echaron a reír.
Entonces Rylance se fijó en Aaron, que por algún motivo estaba muy reservado, pero Edward trabajaba mejor con eso que con el frenético entusiasmo de Jason. — Sus primos me han contado que es el heredero de la casa de Bethany. — Él asintió y rio un poco nerviosamente. — Eso parece. Pero ni hemos ido al notario aún ni tengo ni idea de cómo abordar el asunto. — Le he pedido permiso a la señora O’Donnell para representarle en la lectura también, si usted accede. — Aaron abrió mucho los ojos, mientras por lo bajo se oía a Jason. — Un santo, eso es lo que es, un santo… — ¿De verdad? — Claro, usted está en nuestro equipo. Los Van Der Luyden le han hecho mucho daño a usted también, es lo mínimo. — Aaron agachó la cabeza y asintió. Ahí Alice se vio en la necesidad de intervenir. — Está muy agradecido, Edward, es que estamos teniendo unos días particulares cuanto menos. Y bueno sus padres… — Él levantó la mano. — Me hago cargo, solo quería dejárselo claro, para que sepa que no tiene que enfrentarse usted solo a esto. — La miró directamente a ella. — Igual que tú. Esto se va a acabar muy pronto, Alice. — Luego miró a los demás. — Espero que no me odien por llevármelos de vuelta a Inglaterra. — Maeve se llevó las manos al pecho. — Ay, Merlín sabe cuánto voy a echar de menos a mis niños en la casa, pero el sufrimiento que llevan estas criaturas encima, y el pobre Dylan… No, señor Rylance, es que le voy a obligar a que se los lleve. Mi cuñada me retiraría la palabra si le retengo más de la cuenta aquí a sus niños. — ¡Bueno! — Saltó Frankie Jr. dando una palmada. — Venga, ya está bien de sentimentalismos. Señora Rylance, cuéntenos, ¿ha defendido asesinos? ¿Magos oscuros? ¿Celebridades del quidditch con demandas de divorcio? — Alice se tapó la cara, pero no podía evitar reír. La familia de Jason era única para crear el caos, parecían Gallia.
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Damocles Con Alice | En Nueva York | 13 de septiembre de 2002 |
Habían querido ser hospitalarios con Rylance no solo inundándole a comida, sino dándole tiempo para que se acostumbrara al desfase horario y descansara del viaje. Tenían mucha prisa y necesidad por empezar, pero encima que el hombre se había venido, habían preferido dejarle respirar al menos, era lo mínimo que podían hacer en agradecimiento por tanta entrega con su caso. Igualmente, Edward tenía un sentido del trabajo tan estricto (y claramente no había ido allí de vacaciones aunque los Lacey se empeñaran en incluirle en la familia) que él mismo había insistido en ponerse manos a la obra al día siguiente de su llegada. Había dormido sus buenas horas, lo cual todo buen Ravenclaw agradece para poner su cerebro en funcionamiento, y había salido de la habitación de Shannon (vacía y habilitada para él al estar Alice durmiendo con Marcus) perfectamente trajeado y con los papeles, Marcus apostaría una mano y no la perdería, ordenados al milímetro y hasta por orden alfabético si le apurabas. Lo dicho: no querían presionar, pero sí que agradecían enormemente que estuviera tan dispuesto. Porque lo cierto era que querían solucionar aquello lo antes posible.
Nicole había accedido a reunirse con ellos en su despacho, reunión en la que estaría presente también el señor Wren, y Howard Graves también había acudido para ayudar con lo que pudiera aportar. Marcus había querido también avisar a su primo George, no solo por deferencia por la gran ayuda prestada con lo del notario, sino porque creía que era quien más conocimiento directo tenía de los Van Der Luyden en el presente y su visión empresarial les podía venir muy bien. Desde la casa de los Lacey se aparecieron George, Edward, Aaron, Alice y él a las puertas del MACUSA, donde les esperaba Howard, y juntos entraron en el enorme ministerio.
Ir con un diplomático facilitaba mucho las cosas, por lo que aparecieron en la puerta de Nicole en apenas segundos desde que habían entrado. Marcus y Alice iban ligeramente tensos, pero si alguien estaba encogido y agobiado era Aaron. - Piensa que, en estos momentos, ser vistos aquí y en nuestra compañía os puede reportar más ventajas que desventajas. - Le dijo George, rompiendo el tenso silencio que llevaban por los pasillos, de camino al despacho de Nicole. - No es una cuestión de exhibicionismo, pero sí de demostrar que habéis dejado de esconderos. Que no tenéis por qué esconderos, y que estáis bien respaldados. Que vais a luchar por esto con armas legales. Y con muchas y buenas armas. - Le dio un par de palmadas al chico en el hombro y dijo. - Confiad en mí: ya queda menos. - Con esa voz profunda y serena que tenía. Ya sí, entraron en el despacho de la mujer.
- ¡Mira qué buen equipo! Ahí, con la cabeza bien alta, que os vea el MACUSA entero. - Nikki. - Suspiró Wren. George rio levemente con los labios cerrados y le dijo a Aaron. - Lo que he dicho yo pero con otras palabras. - Oyeron un leve carraspeo incómodo por parte de Edward. - Me presento debidamente: soy Edward Rylance, abogado de los señores O'Donnell, Gallia y McGrath. Un placer conocerles. - Lo había dicho un tanto cabizbajo y ruborizado... Bueno, es que la presencia de Nicole imponía bastante. El señor Wren saludó afectuosamente a Alice, con los ojos brillantes de quien ha vivido muchos años, visto a muchas personas... y dejado a otras atrás a las que aún recuerda. Les señaló los asientos y dijo. - Por favor, poneos cómodos. - Y eso hicieron. Porque tenían muchos temas que tratar.
Nicole había accedido a reunirse con ellos en su despacho, reunión en la que estaría presente también el señor Wren, y Howard Graves también había acudido para ayudar con lo que pudiera aportar. Marcus había querido también avisar a su primo George, no solo por deferencia por la gran ayuda prestada con lo del notario, sino porque creía que era quien más conocimiento directo tenía de los Van Der Luyden en el presente y su visión empresarial les podía venir muy bien. Desde la casa de los Lacey se aparecieron George, Edward, Aaron, Alice y él a las puertas del MACUSA, donde les esperaba Howard, y juntos entraron en el enorme ministerio.
Ir con un diplomático facilitaba mucho las cosas, por lo que aparecieron en la puerta de Nicole en apenas segundos desde que habían entrado. Marcus y Alice iban ligeramente tensos, pero si alguien estaba encogido y agobiado era Aaron. - Piensa que, en estos momentos, ser vistos aquí y en nuestra compañía os puede reportar más ventajas que desventajas. - Le dijo George, rompiendo el tenso silencio que llevaban por los pasillos, de camino al despacho de Nicole. - No es una cuestión de exhibicionismo, pero sí de demostrar que habéis dejado de esconderos. Que no tenéis por qué esconderos, y que estáis bien respaldados. Que vais a luchar por esto con armas legales. Y con muchas y buenas armas. - Le dio un par de palmadas al chico en el hombro y dijo. - Confiad en mí: ya queda menos. - Con esa voz profunda y serena que tenía. Ya sí, entraron en el despacho de la mujer.
- ¡Mira qué buen equipo! Ahí, con la cabeza bien alta, que os vea el MACUSA entero. - Nikki. - Suspiró Wren. George rio levemente con los labios cerrados y le dijo a Aaron. - Lo que he dicho yo pero con otras palabras. - Oyeron un leve carraspeo incómodo por parte de Edward. - Me presento debidamente: soy Edward Rylance, abogado de los señores O'Donnell, Gallia y McGrath. Un placer conocerles. - Lo había dicho un tanto cabizbajo y ruborizado... Bueno, es que la presencia de Nicole imponía bastante. El señor Wren saludó afectuosamente a Alice, con los ojos brillantes de quien ha vivido muchos años, visto a muchas personas... y dejado a otras atrás a las que aún recuerda. Les señaló los asientos y dijo. - Por favor, poneos cómodos. - Y eso hicieron. Porque tenían muchos temas que tratar.
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Damocles Con Marcus | En Nueva York | 9 de septiembre de 2002 |
— Cada vez tenemos una comitiva más grande. — Dijo por lo bajo y entre dientes, mientras veía a Rylance y George presentarse en la puerta del jardín. — Bueno, te quejarás de caballeros andantes que hay para protegerte. — Dijo Frankie a su lado, con sorna. Alice rio y se cruzó de brazos. — No has visto a Nicole Guarini… Los va a enterrar a todos con carisma y presencia. — Ambos rieron y se reunió con los demás. Cuando se aparecieron en el MACUSA se preguntó cuántas veces más le quedaban de cruzar esas malditas puertas y mirar de reojo a los lados, preguntándose si ese sería el día en el que se encontrara de frente con algún Van Der Luyden. Nunca llegaba el día, y ya empezaba a conocerse cada maldito pasillo, o sería que todos le parecían iguales, son sus brillantes maderas nobles, mármoles oscuros y olores a perfumes agobiantes.
Howard le pasó un brazo por los hombros y le sonrió. — Estás a punto de conseguirlo, Alice. Estamos muy muy cerca. — Y agradeció tener a su comitiva cada vez más grande, porque animaban a Aaron, mantenían a Marcus con los pies en el suelo y la sacaban de la oscuridad a ella. Un buen equipo, una bandada como Merlín manda. Y esa bandada encontró a sus pájaros más grandes dentro del despacho de Nicole. Le arrancó una sonrisa el saludo de la mujer, y recibió al hombre con cariño, porque sabía que cuando la veía, veía a Janet, y era lo mínimo que podía hacer por la persona que perdió su puesto prácticamente por nunca ponerse en contra de su madre, ahora lo veía más claro. — Quién lo iba a decir, hija, ¿quién? Bethany… Legeremante y encima dejando de heredera a tu madre… Cuando me lo contaron no daba crédito. — La miró apretando los labios. — Al final sí que la quería. — Alice negó con la cabeza y apretó su brazo. — Usted la quería, Nikki la quería. Eso sí es querer, y no dejar millones por mala conciencia y por llevar la contraria a tu hermana. — El hombre suspiró y asintió y ella se dirigió a Nikki y cogió a Aaron del brazo. — Aaron, ella es Nicole Guarini, amiga de mi madre y muy importante aquí. Puedes confiar en ella. — La mujer le sonrió y le apretó la mano. — He oído hablar mucho de ti, Aaron. Recuerdo a tu madre embarazada paseándose por aquí con tu padre, pero te perdimos la pista enseguida. Tu padre ha movido cielo y tierra para encontrarte. — Su primo tragó saliva. — No sé si es bueno o malo. — Eso hizo reír a Nicole. — Eres listo, chico, entiendo por qué te han conservado a su lado, sabes lo que te conviene. — Y con esa sentencia de la jefa, se sentaron, poniéndose Alice entre Marcus y Rylance, que parecía un poco azorado.
Nikki presidía la realmente enorme mesa de reuniones de su despacho y comprobaba con la varita que todo estaba debidamente insonorizado y libre de espías. Cuando lo hizo, sacó una carpeta y una vuelapluma apareció en su hombro. — Bien, comencemos. Estamos, pues, seguros de que los tres herederos de Bethany Levinson con Alice, Dylan y Aaron. — Así lo dice el notario del testamento y la carta de la propia Bethany. — Y Peter y Lucy no saben nada de lo de Aaron. — Los afectados asintieron. — ¡Vale! Primer punto de extorsión. — Dictó Nikki a la vuelapluma sin cortarse un pelo. — Teddy Van Der Luyden está viviendo en una casa que no es suya. — Podríamos denunciar el hecho al registro de la propiedad. — Propuso George. — Eso por descontado. Le voy a meter un puro a ese cabrón como llevo tiempo queriendo… — Dijo la mujer. — Nikki… Primero esperemos a ver qué propone el abogado de los chicos. — Rylance carraspeó, claramente un poco avasallado. — No, pero la seño… rita — dudó, aunque ante la mirada de Nikki vio que no se había equivocado. — Guarini tiene razón. Será nuestro primer punto de negociación con ellos, pero luego cualquier funcionario del MACUSA podrá actuar de oficio. — Uy ya te digo yo que sí, encanto… Vale, más. — Manipularon información del Ministerio británico desde dentro. — Aportó Howard. — ¿Tenemos pruebas de eso? — Preguntó, con el ceño fruncido Nikki. — Esta carta de la auror Geller, miembro del departamento de asuntos exteriores del MACUSA, y compañera mía. — Alice abrió mucho los ojos y miró a Marcus. ¿Maggie les había hecho un informe? No iba a tener palabras para agradecérselo lo suficiente. — Esto es magnífico. — Aseguró Nikki. — Tenemos suficiente como para intimidar de entrada. — ¿Qué tenían ellos contra William? — Preguntó Wren. Es verdad que hasta entonces no se lo habían preguntado, y, de repente, Alice sintió un miedo atroz a que, al hablarlo, al plantear lo del giratiempo o que sus hechizos daban fallos, esa gente que tanto la ayudaba, se pusiera en su contra.
Howard le pasó un brazo por los hombros y le sonrió. — Estás a punto de conseguirlo, Alice. Estamos muy muy cerca. — Y agradeció tener a su comitiva cada vez más grande, porque animaban a Aaron, mantenían a Marcus con los pies en el suelo y la sacaban de la oscuridad a ella. Un buen equipo, una bandada como Merlín manda. Y esa bandada encontró a sus pájaros más grandes dentro del despacho de Nicole. Le arrancó una sonrisa el saludo de la mujer, y recibió al hombre con cariño, porque sabía que cuando la veía, veía a Janet, y era lo mínimo que podía hacer por la persona que perdió su puesto prácticamente por nunca ponerse en contra de su madre, ahora lo veía más claro. — Quién lo iba a decir, hija, ¿quién? Bethany… Legeremante y encima dejando de heredera a tu madre… Cuando me lo contaron no daba crédito. — La miró apretando los labios. — Al final sí que la quería. — Alice negó con la cabeza y apretó su brazo. — Usted la quería, Nikki la quería. Eso sí es querer, y no dejar millones por mala conciencia y por llevar la contraria a tu hermana. — El hombre suspiró y asintió y ella se dirigió a Nikki y cogió a Aaron del brazo. — Aaron, ella es Nicole Guarini, amiga de mi madre y muy importante aquí. Puedes confiar en ella. — La mujer le sonrió y le apretó la mano. — He oído hablar mucho de ti, Aaron. Recuerdo a tu madre embarazada paseándose por aquí con tu padre, pero te perdimos la pista enseguida. Tu padre ha movido cielo y tierra para encontrarte. — Su primo tragó saliva. — No sé si es bueno o malo. — Eso hizo reír a Nicole. — Eres listo, chico, entiendo por qué te han conservado a su lado, sabes lo que te conviene. — Y con esa sentencia de la jefa, se sentaron, poniéndose Alice entre Marcus y Rylance, que parecía un poco azorado.
Nikki presidía la realmente enorme mesa de reuniones de su despacho y comprobaba con la varita que todo estaba debidamente insonorizado y libre de espías. Cuando lo hizo, sacó una carpeta y una vuelapluma apareció en su hombro. — Bien, comencemos. Estamos, pues, seguros de que los tres herederos de Bethany Levinson con Alice, Dylan y Aaron. — Así lo dice el notario del testamento y la carta de la propia Bethany. — Y Peter y Lucy no saben nada de lo de Aaron. — Los afectados asintieron. — ¡Vale! Primer punto de extorsión. — Dictó Nikki a la vuelapluma sin cortarse un pelo. — Teddy Van Der Luyden está viviendo en una casa que no es suya. — Podríamos denunciar el hecho al registro de la propiedad. — Propuso George. — Eso por descontado. Le voy a meter un puro a ese cabrón como llevo tiempo queriendo… — Dijo la mujer. — Nikki… Primero esperemos a ver qué propone el abogado de los chicos. — Rylance carraspeó, claramente un poco avasallado. — No, pero la seño… rita — dudó, aunque ante la mirada de Nikki vio que no se había equivocado. — Guarini tiene razón. Será nuestro primer punto de negociación con ellos, pero luego cualquier funcionario del MACUSA podrá actuar de oficio. — Uy ya te digo yo que sí, encanto… Vale, más. — Manipularon información del Ministerio británico desde dentro. — Aportó Howard. — ¿Tenemos pruebas de eso? — Preguntó, con el ceño fruncido Nikki. — Esta carta de la auror Geller, miembro del departamento de asuntos exteriores del MACUSA, y compañera mía. — Alice abrió mucho los ojos y miró a Marcus. ¿Maggie les había hecho un informe? No iba a tener palabras para agradecérselo lo suficiente. — Esto es magnífico. — Aseguró Nikki. — Tenemos suficiente como para intimidar de entrada. — ¿Qué tenían ellos contra William? — Preguntó Wren. Es verdad que hasta entonces no se lo habían preguntado, y, de repente, Alice sintió un miedo atroz a que, al hablarlo, al plantear lo del giratiempo o que sus hechizos daban fallos, esa gente que tanto la ayudaba, se pusiera en su contra.
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Damocles Con Alice | En Nueva York | 13 de septiembre de 2002 |
Frunció los labios y agachó la cabeza, pero por dentro estaba aplaudiendo a Alice con todas sus fuerzas y, de no haber estado en las formales circunstancias en las que estaban, le habría dado un buen beso. Esa era la Alice luchadora que él quería ver, la que tenía las cosas claras y decía con todas las letras: no, esas personas no querían a mi madre. Ni la conocían, dicho fuera de paso, porque lo último que Janet hubiera querido era no solo ese dinero, sino la situación que se había generado por culpa de él. Era lo más anti Janet que podía hacerse. Pero entendía que el hombre, que sí que tenía un afecto especial por ella y estaba conmocionado por lo ocurrido, dijera eso para intentar hacer sentir mejor a su hija. Solo que, por desgracia, Marcus y Alice ya venían más que de vuelta con esas.
Miró a Aaron con cierto pesar cuando Nicole dijo que su padre le estaba buscando. Él había visto a Michael McGrath en persona y... sí, se le veía afectado, pero Marcus tenía tanto rencor por lo sucedido que no había llegado a albergar la menor pena por él. Su propio hijo tampoco parecía tenérsela, y no le extrañaba. Ahora que caía... Aaron había dicho con mucha seguridad que, cuando todo aquello acabase, se iría bien lejos a empezar de cero, lo cual Marcus secundaba. Pero ¿se despediría de sus padres antes de hacerlo? Echó aire por la nariz, reflexionando y mirando al chico de soslayo, que estaba tan agobiado por la situación que no debían estar ni llegándole sus pensamientos. Decidiera lo que decidiera... lo podría entender. Y le apoyaría en ello. Demasiado había pasado ya como para cuestionar más sus decisiones.
Sentados ya a la mesa, puso todo su cerebro a funcionar en lo que tenían delante, sin querer perder el menor detalle. Estaban en el principio del final de ese tedioso caso y se sentía ciertamente esperanzado en que pudiera salir lo más favorablemente posible hacia ellos, porque confiaba muchísimo en todas las personas que tenía allí presentes. Le iba a faltar vida para agradecerles lo que estaban haciendo. Asintió a lo que dijeron sobre Teddy, y la reacción de Nicole le hizo apretar los labios para contener una sonrisa entre lo divertido y lo satisfecho. Se los mojó para disimular y miró de reojo a Aaron, quien le devolvió una mirada nerviosa. ¿Qué se siente cuando tanta gente defiende tu futura vida? Pensó, y el chico sonrió disimuladamente, agachando la cabeza, sonrisa que se mimetizó en Marcus, y él también miró a otra parte. Que no pareciera que estaban tomándose aquello como una broma o una venganza personal... Bueno, quizás un poco de lo segundo sí. Pero igualmente estaban muy centrados en lo que estaban, que era un tema muy serio.
Si por él fuera ni siquiera negociarían con lo de la casa, directamente denunciarían a Teddy, pero ciertamente era un buen punto de negociación: podían usar esa baza a cambio de que dejaran a los Gallia tranquilos y con lo que les correspondía por derecho. Aunque se imaginaba que los Van Der Luyden tendrían muchos ases en la manga y no habrían cometido una torpeza tan obvia como para que ellos lo pudieran resolver con tanta facilidad. Lo que fue una sorpresa fue la prueba que aportó Howard, que venía ni más ni menos que de... - ¿Maggie? - Se le escapó espontáneamente, generando miradas hacia su persona. Carraspeó, disimulando. - Una antigua compañera. Me ha pillado por sorpresa. - Todos volvieron a su conversación sin darle mayor importancia. Menos mal... Pero le debían una bien grande a Maggie. Eso sí que no se lo había esperado para nada.
La pregunta de Wren fue la que les complicaba las cosas. Rylance tomó aire, revisó sus papeles y, tras una pausa meditada, empezó a enumerar. - Estos son los motivos que alegan, los cuales ninguno de ellos está... probado, propiamente dicho. - ¿A qué se refiere? - Preguntó Nikkie. Rylance movió la cabeza varias veces. - A que no hay pruebas irrefutables y contrastables de los hechos que ellos les acusan, pero la mayoría de las cosas son lo suficientemente subjetivas o susceptibles a manipulación como para que, según quien hable del caso y cómo lo exponga, pueda considerarse prueba válida. - Respiró de nuevo y, mientras sacaba a la superficie un papel en concreto, recitó. - Alegan en primer lugar que el señor Gallia llevaba a cabo un cuidado negligente a su hijo menor de edad, al que tenía desatendido y viviendo en condiciones inadecuadas en el tiempo que pasaba en casa. - Cómo se puede tener tan poca vergüenza. - Masculló Nicole, indignada, y Wren fue a calmarla poniendo una mano sobre la de ella, pero la mujer reaccionó rápidamente. - No, es que no pueden decir eso. Y yo no estaba en la casa, es cierto, ¿pero ha podido salir esta chica de un padre negligente? - Dijo señalando a Alice. Marcus se incomodó. Prefería que no hicieran a Alice entrar en esas disensiones porque no estaba en su mejor momento con su padre... - Por no hablar de que esa gente es una torturadora, y a saber cómo han tenido al pobre chico. Dando lecciones de educación semejantes... - Negligencia educativa. - Cortó Howard, tan diplomático como siempre. - Una de las razones que alegan, y claramente hay muchísimos testigos que dirían lo contrario. Ellos viven a muchos kilómetros, decir que tienen pruebas de ellos evidenciarían el espionaje, y ni que decir tiene no solo que es un delito, sino que no se va a tener como válida ninguna prueba obtenida del espionaje. - Totalmente cierto. - Corroboró Rylance. - De ahí que, si bien es el punto sobre el que más se sustentan, sea el que menos me preocupa. Además, en el caso de que consiguieran demostrar que William Gallia no es apto para el cuidado de su hijo, tendrían que demostrar también que no lo es Alice Gallia, o los abuelos paternos del menor, o incluso su tía. Tiene familiares de sobra que pueden hacerse cargo de él y no pueden demostrar la negligencia de todos, no se sostiene... Sin embargo... - Cambió un papel por otro. - Sí que alegan otras cosas que, como he comentado, con la manipulación justa de las pruebas, sí son más problemáticas. Son las que han hecho que se le conceda la cautelar. -
- Una de ellas es que, según ellos, William Gallia supone un peligro por sus hechizos fuera de control debido a su estado de ánimo. - Rylance hizo una pausa. - El estar de excedencia y, por tanto, pasar más tiempo con su hijo en casa, no ha ayudado... Pero sí que tenemos un dato que ayuda. - Sacó un papel y lo tendió a los presentes. - Es un informe de la doctora Mafalda Dubois, sanadora mental del hospital Pierre Bonaccord de Marsella. Lleva atendiendo al señor Gallia allí desde el mes de abril y ha emitido un informe en el que afirma que el hombre se encuentra actualmente en tratamiento, que su estado de ánimo se encuentra más estabilizado y que su disposición a la curación es muy positiva, además de no suponer un peligro para quienes le rodean ni para sí mismo en estos momentos. - Los presentes estaban en silencio sepulcral. - Está firmado a 30 de agosto del 2002, última vez que acudió William a consulta, es decir, es muy reciente. Confirma que lleva en terapia continuada todos estos meses y, por tanto, la medida cautelar se tomó sin tener en cuenta el estado mental del progenitor por parte de una profesional. - Solo con esto ya deberíamos tener para desmantelarles. - Se esperanzó Nicole. Wren echó aire por la boca. - ¿Dónde está el problema, señor Rylance? Esa gente ha cometido multitud de ilegalidades y manipulado pruebas, y se basa en hechos erróneos... Les conozco lo suficiente como para saber hasta dónde pueden llegar con sus influencias, pero ¿no tenemos armas suficientes todos los aquí reunidos? - Rylance miró de soslayo a Alice. Había algo que complicaba las cosas... y ahí estaba.
- Hay algo más. - Marcus estaba muy tenso, a pesar de que estaba convencido de que lo de la alquimia no había transcendido absolutamente a nadie y debía seguir siendo así. - Hay... una investigación abierta en el Ministerio de Magia inglés contra el señor Gallia. - Los presentes abrieron mucho los ojos, y Nicole preguntó con un hilo de voz. - ¿Qué? - Rylance tomó aire de nuevo. - El pasado mes de marzo, desapareció un giratiempo del departamento de misterios del Ministerio de Magia. Hay... un registro de entrada del señor Gallia al Ministerio, en fechas coincidentes, no estando citado ni apareciendo la actividad que fue a realizar. - Se rascó la frente. - Dicho giratiempo no ha aparecido. - Ni va a aparecer, pensó Marcus no sin cierta tranquilidad, aunque siguió escuchando. - Pero es cuestión de tiempo, estando abierta la investigación, que un juez autorice el registro de las propiedades del señor Gallia para buscarlo. Si no lo encuentra y no se detecta ningún uso indebido de las leyes del tiempo fuera de los límites del Ministerio, no hay pruebas concluyentes contra él y por tanto no se podrían prestar cargos contra su persona... Pero los temas de burocracia ministerial se prolongan... mucho. Y la situación actual que tenemos, la realidad, es que el señor Gallia está expedientado por posible robo de material mágico en una sede gubernamental. Y eso... es una espada de Damocles sobre nuestras cabezas ahora mismo. Resuelto este juicio, no tendrían nada contra él. El problema... - Es que podríamos estar hablando de hasta tres años de demora. - Completó Howard, lo que espantó a Marcus, pero Rylance asintió. - Efectivamente. - Pues eso sí les complicaba mucho las cosas.
Miró a Aaron con cierto pesar cuando Nicole dijo que su padre le estaba buscando. Él había visto a Michael McGrath en persona y... sí, se le veía afectado, pero Marcus tenía tanto rencor por lo sucedido que no había llegado a albergar la menor pena por él. Su propio hijo tampoco parecía tenérsela, y no le extrañaba. Ahora que caía... Aaron había dicho con mucha seguridad que, cuando todo aquello acabase, se iría bien lejos a empezar de cero, lo cual Marcus secundaba. Pero ¿se despediría de sus padres antes de hacerlo? Echó aire por la nariz, reflexionando y mirando al chico de soslayo, que estaba tan agobiado por la situación que no debían estar ni llegándole sus pensamientos. Decidiera lo que decidiera... lo podría entender. Y le apoyaría en ello. Demasiado había pasado ya como para cuestionar más sus decisiones.
Sentados ya a la mesa, puso todo su cerebro a funcionar en lo que tenían delante, sin querer perder el menor detalle. Estaban en el principio del final de ese tedioso caso y se sentía ciertamente esperanzado en que pudiera salir lo más favorablemente posible hacia ellos, porque confiaba muchísimo en todas las personas que tenía allí presentes. Le iba a faltar vida para agradecerles lo que estaban haciendo. Asintió a lo que dijeron sobre Teddy, y la reacción de Nicole le hizo apretar los labios para contener una sonrisa entre lo divertido y lo satisfecho. Se los mojó para disimular y miró de reojo a Aaron, quien le devolvió una mirada nerviosa. ¿Qué se siente cuando tanta gente defiende tu futura vida? Pensó, y el chico sonrió disimuladamente, agachando la cabeza, sonrisa que se mimetizó en Marcus, y él también miró a otra parte. Que no pareciera que estaban tomándose aquello como una broma o una venganza personal... Bueno, quizás un poco de lo segundo sí. Pero igualmente estaban muy centrados en lo que estaban, que era un tema muy serio.
Si por él fuera ni siquiera negociarían con lo de la casa, directamente denunciarían a Teddy, pero ciertamente era un buen punto de negociación: podían usar esa baza a cambio de que dejaran a los Gallia tranquilos y con lo que les correspondía por derecho. Aunque se imaginaba que los Van Der Luyden tendrían muchos ases en la manga y no habrían cometido una torpeza tan obvia como para que ellos lo pudieran resolver con tanta facilidad. Lo que fue una sorpresa fue la prueba que aportó Howard, que venía ni más ni menos que de... - ¿Maggie? - Se le escapó espontáneamente, generando miradas hacia su persona. Carraspeó, disimulando. - Una antigua compañera. Me ha pillado por sorpresa. - Todos volvieron a su conversación sin darle mayor importancia. Menos mal... Pero le debían una bien grande a Maggie. Eso sí que no se lo había esperado para nada.
La pregunta de Wren fue la que les complicaba las cosas. Rylance tomó aire, revisó sus papeles y, tras una pausa meditada, empezó a enumerar. - Estos son los motivos que alegan, los cuales ninguno de ellos está... probado, propiamente dicho. - ¿A qué se refiere? - Preguntó Nikkie. Rylance movió la cabeza varias veces. - A que no hay pruebas irrefutables y contrastables de los hechos que ellos les acusan, pero la mayoría de las cosas son lo suficientemente subjetivas o susceptibles a manipulación como para que, según quien hable del caso y cómo lo exponga, pueda considerarse prueba válida. - Respiró de nuevo y, mientras sacaba a la superficie un papel en concreto, recitó. - Alegan en primer lugar que el señor Gallia llevaba a cabo un cuidado negligente a su hijo menor de edad, al que tenía desatendido y viviendo en condiciones inadecuadas en el tiempo que pasaba en casa. - Cómo se puede tener tan poca vergüenza. - Masculló Nicole, indignada, y Wren fue a calmarla poniendo una mano sobre la de ella, pero la mujer reaccionó rápidamente. - No, es que no pueden decir eso. Y yo no estaba en la casa, es cierto, ¿pero ha podido salir esta chica de un padre negligente? - Dijo señalando a Alice. Marcus se incomodó. Prefería que no hicieran a Alice entrar en esas disensiones porque no estaba en su mejor momento con su padre... - Por no hablar de que esa gente es una torturadora, y a saber cómo han tenido al pobre chico. Dando lecciones de educación semejantes... - Negligencia educativa. - Cortó Howard, tan diplomático como siempre. - Una de las razones que alegan, y claramente hay muchísimos testigos que dirían lo contrario. Ellos viven a muchos kilómetros, decir que tienen pruebas de ellos evidenciarían el espionaje, y ni que decir tiene no solo que es un delito, sino que no se va a tener como válida ninguna prueba obtenida del espionaje. - Totalmente cierto. - Corroboró Rylance. - De ahí que, si bien es el punto sobre el que más se sustentan, sea el que menos me preocupa. Además, en el caso de que consiguieran demostrar que William Gallia no es apto para el cuidado de su hijo, tendrían que demostrar también que no lo es Alice Gallia, o los abuelos paternos del menor, o incluso su tía. Tiene familiares de sobra que pueden hacerse cargo de él y no pueden demostrar la negligencia de todos, no se sostiene... Sin embargo... - Cambió un papel por otro. - Sí que alegan otras cosas que, como he comentado, con la manipulación justa de las pruebas, sí son más problemáticas. Son las que han hecho que se le conceda la cautelar. -
- Una de ellas es que, según ellos, William Gallia supone un peligro por sus hechizos fuera de control debido a su estado de ánimo. - Rylance hizo una pausa. - El estar de excedencia y, por tanto, pasar más tiempo con su hijo en casa, no ha ayudado... Pero sí que tenemos un dato que ayuda. - Sacó un papel y lo tendió a los presentes. - Es un informe de la doctora Mafalda Dubois, sanadora mental del hospital Pierre Bonaccord de Marsella. Lleva atendiendo al señor Gallia allí desde el mes de abril y ha emitido un informe en el que afirma que el hombre se encuentra actualmente en tratamiento, que su estado de ánimo se encuentra más estabilizado y que su disposición a la curación es muy positiva, además de no suponer un peligro para quienes le rodean ni para sí mismo en estos momentos. - Los presentes estaban en silencio sepulcral. - Está firmado a 30 de agosto del 2002, última vez que acudió William a consulta, es decir, es muy reciente. Confirma que lleva en terapia continuada todos estos meses y, por tanto, la medida cautelar se tomó sin tener en cuenta el estado mental del progenitor por parte de una profesional. - Solo con esto ya deberíamos tener para desmantelarles. - Se esperanzó Nicole. Wren echó aire por la boca. - ¿Dónde está el problema, señor Rylance? Esa gente ha cometido multitud de ilegalidades y manipulado pruebas, y se basa en hechos erróneos... Les conozco lo suficiente como para saber hasta dónde pueden llegar con sus influencias, pero ¿no tenemos armas suficientes todos los aquí reunidos? - Rylance miró de soslayo a Alice. Había algo que complicaba las cosas... y ahí estaba.
- Hay algo más. - Marcus estaba muy tenso, a pesar de que estaba convencido de que lo de la alquimia no había transcendido absolutamente a nadie y debía seguir siendo así. - Hay... una investigación abierta en el Ministerio de Magia inglés contra el señor Gallia. - Los presentes abrieron mucho los ojos, y Nicole preguntó con un hilo de voz. - ¿Qué? - Rylance tomó aire de nuevo. - El pasado mes de marzo, desapareció un giratiempo del departamento de misterios del Ministerio de Magia. Hay... un registro de entrada del señor Gallia al Ministerio, en fechas coincidentes, no estando citado ni apareciendo la actividad que fue a realizar. - Se rascó la frente. - Dicho giratiempo no ha aparecido. - Ni va a aparecer, pensó Marcus no sin cierta tranquilidad, aunque siguió escuchando. - Pero es cuestión de tiempo, estando abierta la investigación, que un juez autorice el registro de las propiedades del señor Gallia para buscarlo. Si no lo encuentra y no se detecta ningún uso indebido de las leyes del tiempo fuera de los límites del Ministerio, no hay pruebas concluyentes contra él y por tanto no se podrían prestar cargos contra su persona... Pero los temas de burocracia ministerial se prolongan... mucho. Y la situación actual que tenemos, la realidad, es que el señor Gallia está expedientado por posible robo de material mágico en una sede gubernamental. Y eso... es una espada de Damocles sobre nuestras cabezas ahora mismo. Resuelto este juicio, no tendrían nada contra él. El problema... - Es que podríamos estar hablando de hasta tres años de demora. - Completó Howard, lo que espantó a Marcus, pero Rylance asintió. - Efectivamente. - Pues eso sí les complicaba mucho las cosas.
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Ivanka
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Damocles Con Marcus | En Nueva York | 9 de septiembre de 2002 |
Cuando se tocaba el tema de su padre, empezaba a venirse abajo otra vez. Se tensaba solo de oír aquellas cosas, tratando de discernir de cuáles podrían encontrar, cómo podrían retorcer la verdad para hacerles parecer culpables. Miró a Nikki con una débil sonrisa de agradecimiento, pero prefirió no hablar. Su padre había sido MUY negligente, y como se pusieran a cavar en cómo estaba la casa hacía poco más de un año, iban a encontrar muy buenas pruebas de ello. Respecto a lo de la negligencia educativa… Era mucho más difícil de probar, porque eso, su padre no lo había sido nunca, y además, como había señalado Howard, señalaría el uso de espionaje. ¿Cuántas veces les habrían espiado de verdad y cuántas simplemente les habían temido y realmente no habían hecho nada? Exactamente como ahora. ¿Qué temía Alice? Como Rylance decía, aún quedaba ella para hacerse cargo de Dylan, y no tenían nada contra ella.
Lo del informe le hizo abrir mucho los ojos. A veces perdía la cuenta de los papeles que tenían, y miró aquel informe del hospital de Marsella con auténtico interés. Treinta de agosto. Su padre había estado hasta hacía menos de dos semanas atendido por esa señora, y ella consideraba que estaba bien. O al menos sano mentalmente. Parpadeó. Pues ella no lo habría dicho ni delante de un juez, pero si aquella mujer lo consideraba curado… — Eso es bueno. — Se le escapó. — Pues claro que sí, Alice. — Aseguró Wren. — Tu padre es un genio. Que haya pasado una etapa depresiva es casi lo esperable, y si pidió la excedencia, eso es un gesto que le honra. — Si usted supiera… Se encontró pensando. Se sentía mal por mentir a Wren, u ocultarle información, vaya, con lo que el hombre adoraba a sus padres, pero… Tenía que mantener la versión ante todo el mundo y ya está.
Pero claro, llegaban al tema del giratiempo. Ahí Alice carraspeó e intervino. — Mi padre no robó el giratiempo, pero aunque lo hubiera hecho, eso ocurrió cuando yo estaba en Hogwarts, y prácticamente no he estado con él ni un mes entero desde que salí. Se pongan como se pongan, yo no soy inadecuada para cuidar a Dylan. De ahí nuestra propuesta. — Todos les miraron a ella y a Rylance y Alice le hizo un gesto para que lo explicara, mejor que ella. — Tenemos planeado personarnos en la notaría del señor Hagen con el señor McGrath también para la lectura del testamento de forma oficial. Ahí será cuando las partes, si llegan a acuerdo, podrán tener acceso a la herencia. — ¿Por qué dejó Bethany en manos de su familia ponerse de acuerdo? — Se aquejó Wren. — No lo hizo, pero nunca contó con que ellos obtendrían la custodia de Dylan. — Dijo Alice con un suspiro. — Simplemente… No contaba con esto. Pero ahora tenemos que ponernos de acuerdo con ellos. La cosa es que, obviamente, ellos no van a consentir que Aaron se quede la casa y yo parte de la herencia. — Explicó, antes de dejar paso de nuevo al abogado. — El plan es usar el más que probable desacuerdo de los señores Van Der Luyden con la repartición de la herencia para exponer nuestros argumentos. La señorita Gallia se compromete a donarles su parte, al mismo tiempo que ellos renuncian a la patria potestad sobre Dylan y sobre ella, para que no haya forma de que vuelvan a contactar con ellos. — Hubo un murmullo provocado por los presentes resoplando y removiéndose en las sillas. — Aquí traigo un informe favorable de la señora McCrory, auror de servicios sociales y de familia mágica del Ministerio de Magia que dice que el gobierno británico favorece que la custodia le sea entregada a Alice Gallia y que podría usarse como demanda judicial por la misma. — Miró a Howard. — Señor Graves, corríjame si me equivoco, si entregamos este informe en nuestra embajada británica aquí en el MACUSA, sería entregada a los servicios de protección de la infancia del mismo y prácticamente tramitada con efecto inmediato si los Van Der Luyden renuncian a la custodia. — Así es. — Y sin el prácticamente, yo me encargo de que sea cursada en el mismo momento en el que firmen la renuncia. — Aseguró Nikki con la firmeza de quien sabe que lo va a conseguir. Edward asintió, un poco azorado de nuevo. — Como probablemente se nieguen a la primera, nuestro plan es sacar todo eso que la señorita Guarini está apuntando. — Y si siguen cabezotas, yo, que soy la tercera parte, me pondré en desacuerdo y pondré la denuncia contra mi tío Teddy, que yo también le tengo muchas ganas, y a ver cuánto aguantan así. — Dijo muy firme Aaron, cruzándose de brazos. Claramente le satisfacía todo aquello. — ¿Y la parte de Dylan? — Al ser la señorita Gallia la tutora, pasaría a su administración. — Y yo lo guardaría hasta que mi hermano sea mayor de edad y la usaría para lo que necesiten él y mi padre de la casa o de Hogwarts… — Especificó. — Yo creo que si le preguntas a él te dirá que os la repartáis o que directamente no quiere saber nada. — Respondió su primo. Ella suspiró y negó con la cabeza. — No vendamos la piel del oso antes de matarlo. — Vale, pensemos muy bien — saltó Nikki — cuáles van a ser nuestras respuestas si los Van Der Luyden atacan. Aaron, Chris, vosotros les conocéis bien, ¿qué creéis que pueden intentar lanzarnos? —
Lo del informe le hizo abrir mucho los ojos. A veces perdía la cuenta de los papeles que tenían, y miró aquel informe del hospital de Marsella con auténtico interés. Treinta de agosto. Su padre había estado hasta hacía menos de dos semanas atendido por esa señora, y ella consideraba que estaba bien. O al menos sano mentalmente. Parpadeó. Pues ella no lo habría dicho ni delante de un juez, pero si aquella mujer lo consideraba curado… — Eso es bueno. — Se le escapó. — Pues claro que sí, Alice. — Aseguró Wren. — Tu padre es un genio. Que haya pasado una etapa depresiva es casi lo esperable, y si pidió la excedencia, eso es un gesto que le honra. — Si usted supiera… Se encontró pensando. Se sentía mal por mentir a Wren, u ocultarle información, vaya, con lo que el hombre adoraba a sus padres, pero… Tenía que mantener la versión ante todo el mundo y ya está.
Pero claro, llegaban al tema del giratiempo. Ahí Alice carraspeó e intervino. — Mi padre no robó el giratiempo, pero aunque lo hubiera hecho, eso ocurrió cuando yo estaba en Hogwarts, y prácticamente no he estado con él ni un mes entero desde que salí. Se pongan como se pongan, yo no soy inadecuada para cuidar a Dylan. De ahí nuestra propuesta. — Todos les miraron a ella y a Rylance y Alice le hizo un gesto para que lo explicara, mejor que ella. — Tenemos planeado personarnos en la notaría del señor Hagen con el señor McGrath también para la lectura del testamento de forma oficial. Ahí será cuando las partes, si llegan a acuerdo, podrán tener acceso a la herencia. — ¿Por qué dejó Bethany en manos de su familia ponerse de acuerdo? — Se aquejó Wren. — No lo hizo, pero nunca contó con que ellos obtendrían la custodia de Dylan. — Dijo Alice con un suspiro. — Simplemente… No contaba con esto. Pero ahora tenemos que ponernos de acuerdo con ellos. La cosa es que, obviamente, ellos no van a consentir que Aaron se quede la casa y yo parte de la herencia. — Explicó, antes de dejar paso de nuevo al abogado. — El plan es usar el más que probable desacuerdo de los señores Van Der Luyden con la repartición de la herencia para exponer nuestros argumentos. La señorita Gallia se compromete a donarles su parte, al mismo tiempo que ellos renuncian a la patria potestad sobre Dylan y sobre ella, para que no haya forma de que vuelvan a contactar con ellos. — Hubo un murmullo provocado por los presentes resoplando y removiéndose en las sillas. — Aquí traigo un informe favorable de la señora McCrory, auror de servicios sociales y de familia mágica del Ministerio de Magia que dice que el gobierno británico favorece que la custodia le sea entregada a Alice Gallia y que podría usarse como demanda judicial por la misma. — Miró a Howard. — Señor Graves, corríjame si me equivoco, si entregamos este informe en nuestra embajada británica aquí en el MACUSA, sería entregada a los servicios de protección de la infancia del mismo y prácticamente tramitada con efecto inmediato si los Van Der Luyden renuncian a la custodia. — Así es. — Y sin el prácticamente, yo me encargo de que sea cursada en el mismo momento en el que firmen la renuncia. — Aseguró Nikki con la firmeza de quien sabe que lo va a conseguir. Edward asintió, un poco azorado de nuevo. — Como probablemente se nieguen a la primera, nuestro plan es sacar todo eso que la señorita Guarini está apuntando. — Y si siguen cabezotas, yo, que soy la tercera parte, me pondré en desacuerdo y pondré la denuncia contra mi tío Teddy, que yo también le tengo muchas ganas, y a ver cuánto aguantan así. — Dijo muy firme Aaron, cruzándose de brazos. Claramente le satisfacía todo aquello. — ¿Y la parte de Dylan? — Al ser la señorita Gallia la tutora, pasaría a su administración. — Y yo lo guardaría hasta que mi hermano sea mayor de edad y la usaría para lo que necesiten él y mi padre de la casa o de Hogwarts… — Especificó. — Yo creo que si le preguntas a él te dirá que os la repartáis o que directamente no quiere saber nada. — Respondió su primo. Ella suspiró y negó con la cabeza. — No vendamos la piel del oso antes de matarlo. — Vale, pensemos muy bien — saltó Nikki — cuáles van a ser nuestras respuestas si los Van Der Luyden atacan. Aaron, Chris, vosotros les conocéis bien, ¿qué creéis que pueden intentar lanzarnos? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Damocles Con Alice | En Nueva York | 13 de septiembre de 2002 |
Miró al señor Wren cuando defendió a William y sonrió. Él llevaba diciendo eso toda la vida... y, lo cierto era, que William había cometido errores muy graves. Pero Marcus seguía pensando que era una víctima de sus circunstancias... Claro que Alice también lo era y estaba actuando de forma totalmente diferente, pero a Marcus le costaba no justificar a William de todas las formas que encontrase.
Sí le sorprendió la serenidad con la que Alice afirmó que lo del giratiempo no había ocurrido, él había preferido no intervenir, pero la miró con orgullo y la cabeza bien alta cuando afirmó que ella era perfectamente apta para cuidar de Dylan. Estaba volviendo a pensar, a más escuchaba los datos, que ellos tenían las de ganar y que no entendía dónde estaba el punto de la negociación, que los Van Der Luyden podrían salir perdiendo si se ponían tozudos. Pero cuando aquellas personas seguían hablando en términos de negociar era por algo. Aunque él cada vez lo entendiera menos.
Fue a replicar que peor para ellos si no consentían que se quedaran con la herencia, porque de verdad que aquella situación le quemaba por dentro, pero dejó hablar. Y, entonces, Rylance sacó un informe de servicios sociales. Marcus miró a Alice y sonrió, esperanzado. Tenían tantísima gente de su parte, como debía ser, porque eran ELLOS quienes tenían la razón... - Un momento. - Ya sí que no pudo evitar interrumpir. - Si hay una carta de la titular de la herencia dejando claros quiénes son sus herederos, si las pruebas de ellos son falsas e inconsistentes, y si tenemos todos estos datos a nuestro favor... - Miró a los presentes y, en última instancia, a Rylance. - ¿Por qué negociar? No hay nada que negociar. - Negó, haciendo un gesto con las manos. - Lo siento, es que... Si con tanta presteza podría actuar servicios sociales, nuestro punto de negociación no debería ir más allá de "sabemos que nos habéis espiado y nos habéis quitado a Dylan por medios ilícitos y motivos falsos. Leamos este testamento y vayámonos y no tomaremos represalias." - Yo estoy con el chico. - Afirmó Nicole. Además, Aaron estaba dispuesto a denunciar a Teddy, lo que hizo que Marcus pusiera una expresión de obviedad e hiciera un gesto con los brazos. Igual... debería plantearse por qué los Ravenclaw le miraban con condescendencia y los Gryffindor (o Ave del Trueno en este caso) estaban tan de su parte...
No iba a tardar en descubrirlo. - Marcus, hijo. - Empezó el señor Wren, con mirada triste. - Esa gente es malvada y tiene muchas influencias en este mundo... Si os oponéis diametralmente a ellos... siempre van a ganar. A la larga, siempre ganan. - Tragó saliva. Eso solo aumentaba su rabia. ¿Debían entonces renunciar a sus derechos y razones por miedo? Soltó aire por la nariz, y George habló también. - Pueden decir que no están de acuerdo con la herencia... - Es que ellos no tienen nada que opinar ahí. - Interrumpió, y se arrepintió en el acto. - Perdón, primo George... - Se frotó la cara. - Están desheredados. - Dijo más tranquilo. - Bethany Levinson lo pone muy claro en su carta: los herederos son los hijos de Janet y Aaron. Ellos no tienen nada que decir. - Están allí en condición de tutores legales de Dylan. - Especificó Rylance. - Cautelares. - La cautelar puede prolongarse mucho, Marcus. - Pero con este informe de servicios sociales, le darían la custodia a Alice de inmediato ¿no? Y ahí ya no pintarían nada. - ¿Y qué nos harán mientras tanto? - Le dijo Aaron, interviniendo, con voz apenada. - Marcus, sé de lo que son capaces. Se convertiría en una carrera contrarreloj, y en lo que nosotros estamos entregando ese papel, ellos... a saber qué podrían alegar, de qué hilo podrían tirar, y paralizarlo todo eternamente. Aligerar las cosas y que les concedan a ellos la custodia permanente de Dylan y, en ese caso, no volveríamos a verle hasta que sea mayor de edad. Y de aquí a entonces se habrán fundido ya el dinero, por no hablar de que no queréis estar cuatro años sin ver a Dylan. - Marcus se mojó los labios y echó aire por la nariz, molesto. - Exactamente ese es el peligro al que nos enfrentamos. Y lo que queremos por todos los medios evitar. - Apuntó Rylance.
- Si bien todo eso es cierto. - Empezó Howard, con tono tranquilizador. - También lo es que, con todo lo que tenemos a nuestro favor, no les conviene obstinarse. Con un acuerdo se acabarían los problemas para todos, y ellos verían parte de ese dinero, que al fin y al cabo es lo que quieren, y los Gallia recuperarían a Dylan. Parte de la herencia a cambio de que no volváis a saber de ellos nunca más. - No querría darles ni un knut, pero me parece el trato más beneficioso que vamos a tener en nuestra vida. - Suspiró Aaron. Marcus volvió a echar aire por la nariz, pero finalmente asintió. - De acuerdo. - Dijo con resignación. No, no lo terminaba de ver, seguía pensando que esa gente no tenía derecho alguno a protestar y que no tendrían que ser ellos quienes se curraran el acuerdo, y podría estar argumentando hasta el infinito qué iban a hacer si ni por esas accedían. Pero era consciente de que su obstinación estaba paralizando la reunión.
Wren y Aaron habían sido preguntados por Nicole, y el primero en hablar fue el menor. - Tienen un montón de patrañas contra los Gallia en general y Alice en particular. - Miró a Rylance y se encogió de hombros. - Todas mentira, obviamente, lo que no sé es si lo podemos demostrar. - Más que demostrar su falsedad, nos agarraríamos a que no son pruebas consistentes para retirar una custodia. - Pero ¿qué alegan? - Insistió Nicole. Edward carraspeó un tanto incómodo, miró de soslayo a Alice pero no perdió su tono profesional antes de hablar. - Conductas inapropiadas por parte de la señorita Gall... - ¡Por favor! - Resopló la mujer. - Ya estamos como con Janet. No puedo con esa gente, de verdad que no... - En todo caso. - Retomó Rylance, visiblemente incómodo. - En primer lugar, que una chica joven tenga... diversas relaciones dentro de su etapa escolar no la hace menos apta para el cuidado de su hermano menor. - ¡¡Desde luego que no!! Que se guarden sus moralinas para otros, con lo malos que son, es que hay que fastidiarse... - Y en segundo lugar, la información es inconsistentes, en muchos casos demostrablemente falsa, y en el hipotético caso de que igualmente pudieran alegar que llevaba un estilo de vida inestable... - Señaló a Marcus. - Claramente ya no lo lleva, y esto sí que es demostrable con evidencias. - Mandaba narices que tuvieran que estar hablando de la vida privada de Alice. Gentuza... Mejor respiraba hondo, que no quería dejarse llevar por la rabia.
- En... el peor de los casos... - Empezó Wren, que se estaba pasando un pañuelito por la frente para limpiarse el sudor. El hombre suspiró y se veía bastante nervioso. Los demás se miraron. ¿Qué? ¿Qué más podría decir esa gente que no hubieran dicho ya? - Podrían... - Volvió a suspirar y miró a Alice. - Son personas crueles, hija. Esto... esto que voy a decir... es irreal, pero es... tienen muchas armas. - Chris, por favor. Estamos preparados para oírlo. - Trató de acelerar Nicole, pero Marcus empezaba a dudar de que lo estuvieran. - Podrían alegar... secuestro. Por parte de William. - ¿Secuestro? - Preguntó Marcus. - ¿De Dylan? Pero si es su hijo. Nació en Inglaterra... - Marcus... - Dijo el hombre, apenado. - Nuestra Janet... tenía diecinueve años, hijo. Apenas tenía un año más que vosotros. - Les miró con ternura. - ¿La podéis imaginar? Yo... aún es como si la viera delante de mí... - Suspiró y volvió a pasarse el pañuelo por la frente. - Janet era muy joven. William... era un hombre ya experimentado, con una profesión, diez años mayor que ella y que vino aquí y la conoció en calidad de su secretaria. - No. - Detuvo Nicole, negando. Veía sus ojos brillantes de lágrimas, probablemente entre la pena y la rabia, y no dejaba de negar. - No, Chris, no vayas por ahí... - Yo sé la verdad, Nikki, yo y todos los que estamos presentes. Pero ellos no van a usar eso y lo sabes. - No se les caería la cara de vergüenza. - Per... - ¡¡Y podríamos demostrarlo!! ¡¡Se tuvo que venir a vivir a mi casa porque la echaron de la suya!! ¡¡La abofetearon, Chris!! ¡La lanzaron a la calle embarazada! - Y alegarían lo mismo de ti, Nikki: odio irracional hacia ellos, que claramente demuestras, y que William te había manipulado a ti como hizo con ella, o la propia Janet, de quien dirían que no estaba en sus cabales por su juventud y por haberse dejado embaucar por un hombre más mayor. - Wren miró a Alice, compungido. - Lo siento, hija... Pero, en última instancia, podrían decir que tu padre se llevó a tu madre usando malas artes y aprovechándose de su candidez, y que ha retenido a los hijos de ambos en Inglaterra impidiendo deliberadamente su contacto con ellos. Si a eso le sumas... lo que dicen de su estado y el expediente del Ministerio... - Podrían incluso interferir en tu propia relación con los Gallia, Alice, si consiguen que un juez afirme que William ha sido y es peligroso para vosotros. - Dijo Rylance, apesadumbrado. - No... he querido contar con esa posibilidad hasta ahora. Pero tenemos que ser conscientes de que existe. -
Sí le sorprendió la serenidad con la que Alice afirmó que lo del giratiempo no había ocurrido, él había preferido no intervenir, pero la miró con orgullo y la cabeza bien alta cuando afirmó que ella era perfectamente apta para cuidar de Dylan. Estaba volviendo a pensar, a más escuchaba los datos, que ellos tenían las de ganar y que no entendía dónde estaba el punto de la negociación, que los Van Der Luyden podrían salir perdiendo si se ponían tozudos. Pero cuando aquellas personas seguían hablando en términos de negociar era por algo. Aunque él cada vez lo entendiera menos.
Fue a replicar que peor para ellos si no consentían que se quedaran con la herencia, porque de verdad que aquella situación le quemaba por dentro, pero dejó hablar. Y, entonces, Rylance sacó un informe de servicios sociales. Marcus miró a Alice y sonrió, esperanzado. Tenían tantísima gente de su parte, como debía ser, porque eran ELLOS quienes tenían la razón... - Un momento. - Ya sí que no pudo evitar interrumpir. - Si hay una carta de la titular de la herencia dejando claros quiénes son sus herederos, si las pruebas de ellos son falsas e inconsistentes, y si tenemos todos estos datos a nuestro favor... - Miró a los presentes y, en última instancia, a Rylance. - ¿Por qué negociar? No hay nada que negociar. - Negó, haciendo un gesto con las manos. - Lo siento, es que... Si con tanta presteza podría actuar servicios sociales, nuestro punto de negociación no debería ir más allá de "sabemos que nos habéis espiado y nos habéis quitado a Dylan por medios ilícitos y motivos falsos. Leamos este testamento y vayámonos y no tomaremos represalias." - Yo estoy con el chico. - Afirmó Nicole. Además, Aaron estaba dispuesto a denunciar a Teddy, lo que hizo que Marcus pusiera una expresión de obviedad e hiciera un gesto con los brazos. Igual... debería plantearse por qué los Ravenclaw le miraban con condescendencia y los Gryffindor (o Ave del Trueno en este caso) estaban tan de su parte...
No iba a tardar en descubrirlo. - Marcus, hijo. - Empezó el señor Wren, con mirada triste. - Esa gente es malvada y tiene muchas influencias en este mundo... Si os oponéis diametralmente a ellos... siempre van a ganar. A la larga, siempre ganan. - Tragó saliva. Eso solo aumentaba su rabia. ¿Debían entonces renunciar a sus derechos y razones por miedo? Soltó aire por la nariz, y George habló también. - Pueden decir que no están de acuerdo con la herencia... - Es que ellos no tienen nada que opinar ahí. - Interrumpió, y se arrepintió en el acto. - Perdón, primo George... - Se frotó la cara. - Están desheredados. - Dijo más tranquilo. - Bethany Levinson lo pone muy claro en su carta: los herederos son los hijos de Janet y Aaron. Ellos no tienen nada que decir. - Están allí en condición de tutores legales de Dylan. - Especificó Rylance. - Cautelares. - La cautelar puede prolongarse mucho, Marcus. - Pero con este informe de servicios sociales, le darían la custodia a Alice de inmediato ¿no? Y ahí ya no pintarían nada. - ¿Y qué nos harán mientras tanto? - Le dijo Aaron, interviniendo, con voz apenada. - Marcus, sé de lo que son capaces. Se convertiría en una carrera contrarreloj, y en lo que nosotros estamos entregando ese papel, ellos... a saber qué podrían alegar, de qué hilo podrían tirar, y paralizarlo todo eternamente. Aligerar las cosas y que les concedan a ellos la custodia permanente de Dylan y, en ese caso, no volveríamos a verle hasta que sea mayor de edad. Y de aquí a entonces se habrán fundido ya el dinero, por no hablar de que no queréis estar cuatro años sin ver a Dylan. - Marcus se mojó los labios y echó aire por la nariz, molesto. - Exactamente ese es el peligro al que nos enfrentamos. Y lo que queremos por todos los medios evitar. - Apuntó Rylance.
- Si bien todo eso es cierto. - Empezó Howard, con tono tranquilizador. - También lo es que, con todo lo que tenemos a nuestro favor, no les conviene obstinarse. Con un acuerdo se acabarían los problemas para todos, y ellos verían parte de ese dinero, que al fin y al cabo es lo que quieren, y los Gallia recuperarían a Dylan. Parte de la herencia a cambio de que no volváis a saber de ellos nunca más. - No querría darles ni un knut, pero me parece el trato más beneficioso que vamos a tener en nuestra vida. - Suspiró Aaron. Marcus volvió a echar aire por la nariz, pero finalmente asintió. - De acuerdo. - Dijo con resignación. No, no lo terminaba de ver, seguía pensando que esa gente no tenía derecho alguno a protestar y que no tendrían que ser ellos quienes se curraran el acuerdo, y podría estar argumentando hasta el infinito qué iban a hacer si ni por esas accedían. Pero era consciente de que su obstinación estaba paralizando la reunión.
Wren y Aaron habían sido preguntados por Nicole, y el primero en hablar fue el menor. - Tienen un montón de patrañas contra los Gallia en general y Alice en particular. - Miró a Rylance y se encogió de hombros. - Todas mentira, obviamente, lo que no sé es si lo podemos demostrar. - Más que demostrar su falsedad, nos agarraríamos a que no son pruebas consistentes para retirar una custodia. - Pero ¿qué alegan? - Insistió Nicole. Edward carraspeó un tanto incómodo, miró de soslayo a Alice pero no perdió su tono profesional antes de hablar. - Conductas inapropiadas por parte de la señorita Gall... - ¡Por favor! - Resopló la mujer. - Ya estamos como con Janet. No puedo con esa gente, de verdad que no... - En todo caso. - Retomó Rylance, visiblemente incómodo. - En primer lugar, que una chica joven tenga... diversas relaciones dentro de su etapa escolar no la hace menos apta para el cuidado de su hermano menor. - ¡¡Desde luego que no!! Que se guarden sus moralinas para otros, con lo malos que son, es que hay que fastidiarse... - Y en segundo lugar, la información es inconsistentes, en muchos casos demostrablemente falsa, y en el hipotético caso de que igualmente pudieran alegar que llevaba un estilo de vida inestable... - Señaló a Marcus. - Claramente ya no lo lleva, y esto sí que es demostrable con evidencias. - Mandaba narices que tuvieran que estar hablando de la vida privada de Alice. Gentuza... Mejor respiraba hondo, que no quería dejarse llevar por la rabia.
- En... el peor de los casos... - Empezó Wren, que se estaba pasando un pañuelito por la frente para limpiarse el sudor. El hombre suspiró y se veía bastante nervioso. Los demás se miraron. ¿Qué? ¿Qué más podría decir esa gente que no hubieran dicho ya? - Podrían... - Volvió a suspirar y miró a Alice. - Son personas crueles, hija. Esto... esto que voy a decir... es irreal, pero es... tienen muchas armas. - Chris, por favor. Estamos preparados para oírlo. - Trató de acelerar Nicole, pero Marcus empezaba a dudar de que lo estuvieran. - Podrían alegar... secuestro. Por parte de William. - ¿Secuestro? - Preguntó Marcus. - ¿De Dylan? Pero si es su hijo. Nació en Inglaterra... - Marcus... - Dijo el hombre, apenado. - Nuestra Janet... tenía diecinueve años, hijo. Apenas tenía un año más que vosotros. - Les miró con ternura. - ¿La podéis imaginar? Yo... aún es como si la viera delante de mí... - Suspiró y volvió a pasarse el pañuelo por la frente. - Janet era muy joven. William... era un hombre ya experimentado, con una profesión, diez años mayor que ella y que vino aquí y la conoció en calidad de su secretaria. - No. - Detuvo Nicole, negando. Veía sus ojos brillantes de lágrimas, probablemente entre la pena y la rabia, y no dejaba de negar. - No, Chris, no vayas por ahí... - Yo sé la verdad, Nikki, yo y todos los que estamos presentes. Pero ellos no van a usar eso y lo sabes. - No se les caería la cara de vergüenza. - Per... - ¡¡Y podríamos demostrarlo!! ¡¡Se tuvo que venir a vivir a mi casa porque la echaron de la suya!! ¡¡La abofetearon, Chris!! ¡La lanzaron a la calle embarazada! - Y alegarían lo mismo de ti, Nikki: odio irracional hacia ellos, que claramente demuestras, y que William te había manipulado a ti como hizo con ella, o la propia Janet, de quien dirían que no estaba en sus cabales por su juventud y por haberse dejado embaucar por un hombre más mayor. - Wren miró a Alice, compungido. - Lo siento, hija... Pero, en última instancia, podrían decir que tu padre se llevó a tu madre usando malas artes y aprovechándose de su candidez, y que ha retenido a los hijos de ambos en Inglaterra impidiendo deliberadamente su contacto con ellos. Si a eso le sumas... lo que dicen de su estado y el expediente del Ministerio... - Podrían incluso interferir en tu propia relación con los Gallia, Alice, si consiguen que un juez afirme que William ha sido y es peligroso para vosotros. - Dijo Rylance, apesadumbrado. - No... he querido contar con esa posibilidad hasta ahora. Pero tenemos que ser conscientes de que existe. -
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Damocles Con Marcus | En Nueva York | 9 de septiembre de 2002 |
Mucho estaba tardando su amado en recordar que él prefería no negociar, que en su cabeza eran ganadores. Alice quería creerlo, de verdad, pero la vida le había demostrado que no era así, y si fuera solo ella en juego, pues iría de cabeza, pero no se la jugaría con Dylan. Miró con pena a Marcus. De verdad que le dolía no estar de acuerdo, o no sentir que pudiera estarlo, en algo tan importante, pero… Tenía que mantenerse firme, y más si había encontrado una aliada como Nikki. Quién te iba a decir que estarías de acuerdo con la Gryffindor impetuosa en tu vida. Wren y George intentaron hacer el acercamiento intelectual que ella y Rylance ya habían intentado, pero Marcus seguía en sus trece, y vuelta al argumento circular de cómo de cautelar era la custodia. La verdad es que no quería descubrirlo. En otro momento de su vida, reflexionaría cuánto se estaba perdiendo al tomar una decisión. Actualmente, la respuesta era: la que más rápido le devolviera a Dylan. Pero, una vez más, quien le dio la respuesta definitiva fue Aaron, y la verdad es que todos tendían a escuchar más a Aaron porque, estaban de acuerdo, era el que más había sufrido en su propia piel a los Van Der Luyden.
Y, claro, para terminar de poner todo sobre la mesa, tenía que llegar el momento en el que hablaran de lo que decían de ella. Al menos Nikki se ofendió bastante, poniendo ya a Rylance al borde de la vergüenza absoluta. — Además de que es mentira. — Dijo ella encogiéndose los hombros con tranquilidad. Ya se había martirizado bastante con ese tema. — Tuve un juicio por acoso sexual en calidad de denunciante que gané, como intenten tirar por ahí se van a llevar un buen chasco. — Ya lo intentaron. — Dijo Aaron, con cierto pesar. — Nunca me he sentido tan satisfecho de enviar una información. — Ella sonrió débilmente y le miró con agradecimiento, y acercó una mano a Marcus y la tomó, susurrándole al oído. — Ahora tengo a quien camina por el lado seguro, siempre a mi lado. — Recordaba la primera carta de los Van Der Luyden, y cómo no, recordaba lo que había pasado después. Y, aunque había sido maravilloso, ahora recordaba cuánto le afectó, cuánto se creyó las palabras de aquella gente, tanto como para no haber ido corriendo hasta Marcus y haberle declarado su amor, decirle la verdad, empezar un año antes… Esa gente le había afectado de muchas formas, pero ellos prevalecían.
Y entonces, el señor Wren pareció dudar sobre si decir algo. ¿Qué se les podía ocurrir ahora? Pues algo que, por lo visto, Chris era capaz de atisbar, pero que a ella jamás se le habría pasado por la mente. Por un momento, le dieron ganas hasta de reír. Cualquiera que conociera a su padre, sabría que era incapaz de embaucar a nadie, por joven que fuera. Ni a Dylan le vendía el truquito de la grúa y hacer el tonto en las carreras de verano. Su padre era disparatado y a veces un poco peligroso por no medir bien el propio peligro, pero secuestrar… Por Merlín… Suspiró y se pasó las manos por la cara. Nikki estaba tremendamente ofendida, como se ofenden los Gryffindor, y además porque vivió en su propia piel que aquello no tenía ni pies ni cabeza, pero Alice entendía el punto de Wren y, por sus caras, y claramente desde un punto de vista legal, Rylance y Howard también. Tragó saliva. — No, ninguno queremos contar con esa posibilidad. — Dijo con un hilo de voz. Los Van Der Luyden podían hacer aquello eterno.
— Por eso, Rylance nos ha ayudado a discernir esta estrategia. — Dijo ella. — Y gracias a la gente como Maggie o Howard tenemos con qué presentar batalla al menos, aunque sea conscientes de que no somos probables ganadores, solo posibles. — Y no son los únicos que están de tu parte. La enfermera Durrell, tu jefa de casa, la profesora Granger, y Silver Handsgold, además de los O’Donnell, están detrás de ese informe. — Señaló Rylance. — Todos están contigo. — Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero las contuvo. — La coordinación es fundamental para el éxito. — Continuó su abogado. — El señor Graves y la señorita Guarini se quedan el informe, y el señor Wren y yo una copia compulsada cada uno, solo por si acaso. La señora O’Donnell tiene otro en Londres. — Wow, eso sí que era previsión. — Y yo enviaré el patronus en cuanto tengamos confirmación de que hay negociación. — Señaló a Aaron. — El señor McGrath servirá para oponerse a lo que no nos convenga, con cabeza. — Dijo con cierta insistencia en las palabras. — Y el señor Wren estará atento a todos nuestros movimientos. Yo acompañaré al señor McGrath hoy al notario para dar fe de la tercera parte y que haga llamamiento oficial a la lectura. — Se giró a George. — Señor Lacey, confío en usted como mensajero seguro de todas las novedades que se produzcan en el caso. — Rylance tomó aire y terminó diciendo. — Es posible que terminemos con este asunto en no más de una semana. —
Y, claro, para terminar de poner todo sobre la mesa, tenía que llegar el momento en el que hablaran de lo que decían de ella. Al menos Nikki se ofendió bastante, poniendo ya a Rylance al borde de la vergüenza absoluta. — Además de que es mentira. — Dijo ella encogiéndose los hombros con tranquilidad. Ya se había martirizado bastante con ese tema. — Tuve un juicio por acoso sexual en calidad de denunciante que gané, como intenten tirar por ahí se van a llevar un buen chasco. — Ya lo intentaron. — Dijo Aaron, con cierto pesar. — Nunca me he sentido tan satisfecho de enviar una información. — Ella sonrió débilmente y le miró con agradecimiento, y acercó una mano a Marcus y la tomó, susurrándole al oído. — Ahora tengo a quien camina por el lado seguro, siempre a mi lado. — Recordaba la primera carta de los Van Der Luyden, y cómo no, recordaba lo que había pasado después. Y, aunque había sido maravilloso, ahora recordaba cuánto le afectó, cuánto se creyó las palabras de aquella gente, tanto como para no haber ido corriendo hasta Marcus y haberle declarado su amor, decirle la verdad, empezar un año antes… Esa gente le había afectado de muchas formas, pero ellos prevalecían.
Y entonces, el señor Wren pareció dudar sobre si decir algo. ¿Qué se les podía ocurrir ahora? Pues algo que, por lo visto, Chris era capaz de atisbar, pero que a ella jamás se le habría pasado por la mente. Por un momento, le dieron ganas hasta de reír. Cualquiera que conociera a su padre, sabría que era incapaz de embaucar a nadie, por joven que fuera. Ni a Dylan le vendía el truquito de la grúa y hacer el tonto en las carreras de verano. Su padre era disparatado y a veces un poco peligroso por no medir bien el propio peligro, pero secuestrar… Por Merlín… Suspiró y se pasó las manos por la cara. Nikki estaba tremendamente ofendida, como se ofenden los Gryffindor, y además porque vivió en su propia piel que aquello no tenía ni pies ni cabeza, pero Alice entendía el punto de Wren y, por sus caras, y claramente desde un punto de vista legal, Rylance y Howard también. Tragó saliva. — No, ninguno queremos contar con esa posibilidad. — Dijo con un hilo de voz. Los Van Der Luyden podían hacer aquello eterno.
— Por eso, Rylance nos ha ayudado a discernir esta estrategia. — Dijo ella. — Y gracias a la gente como Maggie o Howard tenemos con qué presentar batalla al menos, aunque sea conscientes de que no somos probables ganadores, solo posibles. — Y no son los únicos que están de tu parte. La enfermera Durrell, tu jefa de casa, la profesora Granger, y Silver Handsgold, además de los O’Donnell, están detrás de ese informe. — Señaló Rylance. — Todos están contigo. — Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero las contuvo. — La coordinación es fundamental para el éxito. — Continuó su abogado. — El señor Graves y la señorita Guarini se quedan el informe, y el señor Wren y yo una copia compulsada cada uno, solo por si acaso. La señora O’Donnell tiene otro en Londres. — Wow, eso sí que era previsión. — Y yo enviaré el patronus en cuanto tengamos confirmación de que hay negociación. — Señaló a Aaron. — El señor McGrath servirá para oponerse a lo que no nos convenga, con cabeza. — Dijo con cierta insistencia en las palabras. — Y el señor Wren estará atento a todos nuestros movimientos. Yo acompañaré al señor McGrath hoy al notario para dar fe de la tercera parte y que haga llamamiento oficial a la lectura. — Se giró a George. — Señor Lacey, confío en usted como mensajero seguro de todas las novedades que se produzcan en el caso. — Rylance tomó aire y terminó diciendo. — Es posible que terminemos con este asunto en no más de una semana. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Alice | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Echó aire por la boca y miró a Alice. Ya había terminado de arreglarse, estaba retocándose frente al espejo como tantas veces hacía antes de salir, solo que... con más tensión y menos ilusión. No iba a una celebración o una fiesta, aunque probablemente fuera a uno de los acontecimientos más importantes de lo que llevaba de vida. Era consciente de que su presentación no iba a jugar absolutamente ningún papel en la resolución de aquello, pero aún así, quería verse formal y sereno. Se quedó unos segundos simplemente mirándola... Quería preguntarle cómo estaba, pero ¿era necesario? Estaba intentando aparentar tranquilidad pero muerta de nervios por dentro, como él, probablemente peor. La pregunta solo serviría para hablar por hablar, así que mejor ir directamente a la respuesta.
- Esto se acaba hoy, Alice. - Dijo. No estaba al cien por cien convencido de ello, pero era lo que quería creer con todas sus fuerzas. Y Merlín sabía lo que se odiaría a sí mismo si le daba a Alice falsas esperanzas. Pero estaba confiando mucho en todas esas personas que les estaban ayudando, y queriendo creer firmemente que aquello estaba llegando a su ansiado final. Sonrió levemente, agarrando sus manos. - Lo hemos hecho todo. Todo lo que estaba en nuestra mano. - Otra cosa que... no creía al cien por cien, pero no le había quedado de otra que claudicar. Eran muchas voces razonables diciendo que aquello era lo mejor, y sobre todo quería acabar con aquel sufrimiento, quería volver a ver a su Alice feliz. Era su mayor objetivo en la vida, y esta fuera de Hogwarts acababa de empezar y ya no se estaba cumpliendo. Ese beneficio sí que no quería dárselo a los Van Der Luyden. - Recuerda... que estoy contigo. Siempre lo voy a estar. Y que no soy el único, estamos más respaldados que nunca, Alice. - Al decir eso, sonrió con más sinceridad e incluso esperanza. - Estamos más respaldados que nunca. - Repitió, en un tono susurrado y agradecido. Porque de todo aquel drama habían sacado algo muy bueno: a toda la gente que estaba dispuesta a ayudarles. Eran muchos y eran muy buenos. Y lo iban a conseguir todos juntos.
Besó sus manos y, con un gesto de la cabeza, tratando de no perder la sonrisa serena, le indicó salir de la habitación. Al bajar al salón vio al tío Frankie hablando con Aaron, a quien se veía visiblemente nervioso. Ambos se giraron para mirarles, y el hombre les dedicó una sonrisa tranquila, mientras apoyaba la mano en un hombro del chico. - Va a salir bien, chicos. Tenéis a muchas personas muy buenas y muy preparadas de vuestro lado. Vamos a tener mucho que celebrar. - Con la otra mano, agarró la de Alice, mirándola. - Es normal que estéis nerviosos, y agotados, y tristes. Pero os vamos a estar esperando para recibiros con lo que vengáis, con lo bueno o con lo malo. Siempre nos vais a tener aquí. - Sonrió un poco más. - Y ya mismo tendremos a Dylan. - Cambió la mirada entre ellos y, con un toque un poco más cómico para distender el ambiente, añadió. - No quisiera meter presión a esos Van Der Luyden, pero creo que Jason ya tiene la carne para la barbacoa comprada. - Eso hizo reír levemente a Marcus. - Gracias, tío Frankie. - El hombre apretó el hombro de Aaron y la mano de Alice con afecto. Se despidieron de sus tíos y se unieron a Rylance en el porche. Tocaba marchar. Tocaba enfrentarse a la gran prueba de aquel largo camino.
- Esto se acaba hoy, Alice. - Dijo. No estaba al cien por cien convencido de ello, pero era lo que quería creer con todas sus fuerzas. Y Merlín sabía lo que se odiaría a sí mismo si le daba a Alice falsas esperanzas. Pero estaba confiando mucho en todas esas personas que les estaban ayudando, y queriendo creer firmemente que aquello estaba llegando a su ansiado final. Sonrió levemente, agarrando sus manos. - Lo hemos hecho todo. Todo lo que estaba en nuestra mano. - Otra cosa que... no creía al cien por cien, pero no le había quedado de otra que claudicar. Eran muchas voces razonables diciendo que aquello era lo mejor, y sobre todo quería acabar con aquel sufrimiento, quería volver a ver a su Alice feliz. Era su mayor objetivo en la vida, y esta fuera de Hogwarts acababa de empezar y ya no se estaba cumpliendo. Ese beneficio sí que no quería dárselo a los Van Der Luyden. - Recuerda... que estoy contigo. Siempre lo voy a estar. Y que no soy el único, estamos más respaldados que nunca, Alice. - Al decir eso, sonrió con más sinceridad e incluso esperanza. - Estamos más respaldados que nunca. - Repitió, en un tono susurrado y agradecido. Porque de todo aquel drama habían sacado algo muy bueno: a toda la gente que estaba dispuesta a ayudarles. Eran muchos y eran muy buenos. Y lo iban a conseguir todos juntos.
Besó sus manos y, con un gesto de la cabeza, tratando de no perder la sonrisa serena, le indicó salir de la habitación. Al bajar al salón vio al tío Frankie hablando con Aaron, a quien se veía visiblemente nervioso. Ambos se giraron para mirarles, y el hombre les dedicó una sonrisa tranquila, mientras apoyaba la mano en un hombro del chico. - Va a salir bien, chicos. Tenéis a muchas personas muy buenas y muy preparadas de vuestro lado. Vamos a tener mucho que celebrar. - Con la otra mano, agarró la de Alice, mirándola. - Es normal que estéis nerviosos, y agotados, y tristes. Pero os vamos a estar esperando para recibiros con lo que vengáis, con lo bueno o con lo malo. Siempre nos vais a tener aquí. - Sonrió un poco más. - Y ya mismo tendremos a Dylan. - Cambió la mirada entre ellos y, con un toque un poco más cómico para distender el ambiente, añadió. - No quisiera meter presión a esos Van Der Luyden, pero creo que Jason ya tiene la carne para la barbacoa comprada. - Eso hizo reír levemente a Marcus. - Gracias, tío Frankie. - El hombre apretó el hombro de Aaron y la mano de Alice con afecto. Se despidieron de sus tíos y se unieron a Rylance en el porche. Tocaba marchar. Tocaba enfrentarse a la gran prueba de aquel largo camino.
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Marcus | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Inspiró y revisó su look, intentando no parecer nerviosa. Dormir y poder estar en la habitación con Marcus era una bendición, porque se sentía protegida todo el tiempo. El problema es que, con Marcus al lado, no quería mostrarse tan mal, tan destruida, sabía que así le hacía daño, y que podía dar la impresión de que se estaba arrepintiendo. Pero no se arrepentía, solo se sentía, una vez más, que no era suficiente. Suficientemente valiente, fuerte, inteligente, adelantada a aquella gente. Miró a lo lejos por la ventana, donde el océano brillaba. Si ahora simplemente saliera volando, como las gaviotas y las pardelas, volvería a casa, a través del océano, a sentirse segura. Pero necesitaba hacerlo con su patito en sus garras y su amor al lado. Y fue su amor precisamente quien interrumpió sus pensamientos. Ella se giró y le miró, asintiendo. — O al menos hoy empieza a acabarse. — Matizó, por tal de no hacerse demasiadas esperanzas. Se mordió los labios por dentro y asintió. — Y yo voy a estar siempre contigo. Siempre. Te he amado desde que te conocí, y siempre pensé que el amor incondicional no era bueno… Pero esto… — Le señaló a él y luego a ella. — Esto es incondicional, mi amor. Ahora que has hecho algo como… Venir hasta aquí conmigo, luchar a mi lado e incluso… Renunciar, por mucho que te cueste, a tu solución por respetar la mía… — Dio un paso a él y dejó un beso en sus labios. — Es incondicional y es para siempre. — Y dicho eso, bajaron de la mano.
Agradeció las palabras tremendamente hufflepuffs de Frankie con una sonrisita y se despidió con solo un gesto de la mano. Ya había gastado todas sus fuerzas de hablar al hacerlo con Marcus, era como si tuviera un nudo tan grande en la garganta que le impedía hablar. Salieron al jardín, donde ya estaba Rylance, con su impecable traje, que de seguro había tenido que planchar como muy tarde diez minutos antes de ponérselo, porque no tenía ni la más mínima arruga. Les miró a los tres para terminar en ella. — Temple y seguridad, chicos. ¿Listos? — No. Estaba segura que pensaron los tres, pero Alice alargó la mano para que se engancharan a ella y visualizara el MACUSA, desde donde irían andando.
Nunca se le hizo tan ajeno Nueva York. Los coches, la gente, el humo, los sonidos… Todo estaba acolchado en su cabeza, en sus oídos, solo podía visualizar a lo lejos de la calle el edificio del notario, tan integrado en todo lo muggle como siempre en Nueva York. ¿Cómo llegarían los Van Der Luyden? ¿Caminando entre muggles como ellos? Le extrañaba, la verdad… ¿Pero por qué estaba pensando en aquellas tonterías? Probablemente para no pensar en lo que se le cernía encima. Casi sin darse cuenta, estaban subiendo al piso de la notaría, y las lustrosas y enorme puertas se abrieron ante ellos. — Oh, por Dios, debimos haber previsto esto. — Y allí estaba ella, cómo no.
Lucy Van Der Luyden iba como siempre, oliendo a ese perfume invasivo, peinadísima, arregladísima y con unos tacones que a Alice le hacía sentir una seta a su lado. Peter con su traje, probablemente carísimo, y un señor que no había visto nunca pero que, por sus ojos y la forma de su cara, dedujo que era Teddy, el hermano pequeño de su madre. Se le hacía imposible relacionar a esa persona con Janet de ninguna forma. Había tres señores de traje más, que deducía que eran el equipo legal de los Van Der Luyden, y todos estaban mirando a su lado. Claro, Aaron. — Tú, pequeña rata desviada, siempre supe que no eras de fiar. — Pero si la tía Bethany lo debió ver tres o cuatro veces en su vida. — Replicó Teddy, que parecía no salir de su asombro. — ¿Qué le prometiste? ¿Hiciste alianza con ella o qué? — Interrogó Lucy, andando hacia él. — Señora Van Der Luyden, propongo que ninguna de las dos partes se dirija a la otra en la medida de lo posible. — La otra se rio y lo miró de arriba abajo. — ¿Tú eres su abogado? Qué triste. Un equipo de niños. — Alice simplemente no dijo nada, y entraron a la sala, sentándose en la gran mesa, cuyo uso ahora entendía.
Se fueron asentando sin necesidad de pronunciar palabra, con el señor Hagen a la cabeza. — Buenos días a todos. Vamos a proceder a la lectura del testamento de la señora Bethany Adler Levinson, ante todos sus herederos, a saber: el señor Aaron McGrath, la señorita Alice Gallia y, en representación del señor Dylan Gallia, sus tutores cautelares, sus abuelos maternos, los señores Van Der Luyden. — Señor Hagen, reclamamos que sea eliminado de inmediato de esta mesa el señor McGrtah por encontrarse en situación ilegal en este país, ya que solicitó la nacionalidad británica. — Hagen suspiró. — El señor McGrath está aquí en calidad de visitante con filiación familiar con los Estados Unidos por sus padres, y si no lo estuviera, estaría en calidad de implicado en una transcacción legal de presencia obligatoria. Le recomiendo, como ya ha hecho el letrado Rylance, señora Van Der Luyden, que no interrumpa más y procedamos a la lectura lo antes posible. — Alice tuvo que reprimir una sonrisa de satisfacción. Empezaban bien.
— Procedo a la apertura del testamento de la señora Levinson donde se relata: que los hijos legítimos de la señora Jane Gallia, sobrina de la legataria, reciban todo su capital monetario habido a día de la lectura en las cuentas del banco mágico de Nueva Jersey, dividido en partes iguales entre ambos. — Hagen levantó la mirada y sacó un recibo. — A día de hoy son 2,7 millones de galeones cada uno. — A Alice casi se le corta la respiración. ¿De verdad podían tener TANTÍSIMO dinero? — Si la cuestión es por los herederos legales, esa niña no debería tener ni un knut. — Saltó Teddy. — Mi hermana se largó con ese inglés cuando ya estab preñada. Bastarda es, no cabe duda. — Pues sí que empezaban bien.
Agradeció las palabras tremendamente hufflepuffs de Frankie con una sonrisita y se despidió con solo un gesto de la mano. Ya había gastado todas sus fuerzas de hablar al hacerlo con Marcus, era como si tuviera un nudo tan grande en la garganta que le impedía hablar. Salieron al jardín, donde ya estaba Rylance, con su impecable traje, que de seguro había tenido que planchar como muy tarde diez minutos antes de ponérselo, porque no tenía ni la más mínima arruga. Les miró a los tres para terminar en ella. — Temple y seguridad, chicos. ¿Listos? — No. Estaba segura que pensaron los tres, pero Alice alargó la mano para que se engancharan a ella y visualizara el MACUSA, desde donde irían andando.
Nunca se le hizo tan ajeno Nueva York. Los coches, la gente, el humo, los sonidos… Todo estaba acolchado en su cabeza, en sus oídos, solo podía visualizar a lo lejos de la calle el edificio del notario, tan integrado en todo lo muggle como siempre en Nueva York. ¿Cómo llegarían los Van Der Luyden? ¿Caminando entre muggles como ellos? Le extrañaba, la verdad… ¿Pero por qué estaba pensando en aquellas tonterías? Probablemente para no pensar en lo que se le cernía encima. Casi sin darse cuenta, estaban subiendo al piso de la notaría, y las lustrosas y enorme puertas se abrieron ante ellos. — Oh, por Dios, debimos haber previsto esto. — Y allí estaba ella, cómo no.
Lucy Van Der Luyden iba como siempre, oliendo a ese perfume invasivo, peinadísima, arregladísima y con unos tacones que a Alice le hacía sentir una seta a su lado. Peter con su traje, probablemente carísimo, y un señor que no había visto nunca pero que, por sus ojos y la forma de su cara, dedujo que era Teddy, el hermano pequeño de su madre. Se le hacía imposible relacionar a esa persona con Janet de ninguna forma. Había tres señores de traje más, que deducía que eran el equipo legal de los Van Der Luyden, y todos estaban mirando a su lado. Claro, Aaron. — Tú, pequeña rata desviada, siempre supe que no eras de fiar. — Pero si la tía Bethany lo debió ver tres o cuatro veces en su vida. — Replicó Teddy, que parecía no salir de su asombro. — ¿Qué le prometiste? ¿Hiciste alianza con ella o qué? — Interrogó Lucy, andando hacia él. — Señora Van Der Luyden, propongo que ninguna de las dos partes se dirija a la otra en la medida de lo posible. — La otra se rio y lo miró de arriba abajo. — ¿Tú eres su abogado? Qué triste. Un equipo de niños. — Alice simplemente no dijo nada, y entraron a la sala, sentándose en la gran mesa, cuyo uso ahora entendía.
Se fueron asentando sin necesidad de pronunciar palabra, con el señor Hagen a la cabeza. — Buenos días a todos. Vamos a proceder a la lectura del testamento de la señora Bethany Adler Levinson, ante todos sus herederos, a saber: el señor Aaron McGrath, la señorita Alice Gallia y, en representación del señor Dylan Gallia, sus tutores cautelares, sus abuelos maternos, los señores Van Der Luyden. — Señor Hagen, reclamamos que sea eliminado de inmediato de esta mesa el señor McGrtah por encontrarse en situación ilegal en este país, ya que solicitó la nacionalidad británica. — Hagen suspiró. — El señor McGrath está aquí en calidad de visitante con filiación familiar con los Estados Unidos por sus padres, y si no lo estuviera, estaría en calidad de implicado en una transcacción legal de presencia obligatoria. Le recomiendo, como ya ha hecho el letrado Rylance, señora Van Der Luyden, que no interrumpa más y procedamos a la lectura lo antes posible. — Alice tuvo que reprimir una sonrisa de satisfacción. Empezaban bien.
— Procedo a la apertura del testamento de la señora Levinson donde se relata: que los hijos legítimos de la señora Jane Gallia, sobrina de la legataria, reciban todo su capital monetario habido a día de la lectura en las cuentas del banco mágico de Nueva Jersey, dividido en partes iguales entre ambos. — Hagen levantó la mirada y sacó un recibo. — A día de hoy son 2,7 millones de galeones cada uno. — A Alice casi se le corta la respiración. ¿De verdad podían tener TANTÍSIMO dinero? — Si la cuestión es por los herederos legales, esa niña no debería tener ni un knut. — Saltó Teddy. — Mi hermana se largó con ese inglés cuando ya estab preñada. Bastarda es, no cabe duda. — Pues sí que empezaban bien.
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Alice | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
¿Había dicho ya que odiaba Nueva York? Era una sensación que no podía evitar, y quizás, si salían victoriosos de aquella notaría, o si paseaban por aquellas calles con Dylan... seguiría sin gustarle, pero al menos no le produciría tantísimo rechazo todo lo que estaba relacionado con ella. El humo de los coches se le metía en los pulmones y el ruido aturdía, y los edificios eran fríos y feos. Al menos la notaría estaba bastante cerca del MACUSA, aunque el camino se le hizo eterno e innecesario.
Al comentario de Lucy ni reaccionó, ni la miró, iba con la vista puesta al frente, hacia el notario, a quien saludó con la educación y cortesía que le caracterizaban y de la que claramente carecían todos los Van Der Luyden. Con Lucy y Peter había un hombre de gran parecido con el otro, pero con los mismos ojos de Janet... Bueno, por el color, porque esa mirada despreciativa y altanera, desde luego, Janet no la había tenido en su vida. Iba muy dispuesto a ignorarles a todos, pero el insulto hacia Aaron le hizo apretar los dientes. Sabía que no iba a tardar en llegar otro hacia Alice y ahí iba a tener que sacar toda su fortaleza para seguir ignorándoles, pero lo pensaba a hacer. Iba a bañar a esas personas en absoluto desprecio. Se llevarían el dinero, pero no iban a llevarse el gusto de hacerle reaccionar ni una sola vez más.
Edward atajó a Lucy, haciendo no solo de abogado para ellos sino casi de escudo, y no fue el único, porque menudo corte le dio el notario. Marcus por fuera apenas había elevado muy levemente una de las comisuras de sus labios, mientras seguía con la barbilla elevada y una mirada tranquila clavada en el frente, en un gesto claramente heredado de su madre. Por dentro se estaba riendo con saña. La estrategia de aquella gente era sacarles de sus casillas, pero aunque lo consiguieran, eso no iba a cambiar el testamento de Bethany Levinson, ni el notario era un profesor de colegio que les fuera a castigar. Dais vergüenza ajena.
Hasta el momento no habían sabido a cuánto ascendía la fortuna de Bethany Levinson. Lo cierto era que Marcus ni se había parado a calcularlo mentalmente, estaba a otras cosas que le importaban muchísimo más. Dio por hecho que era una cantidad elevada... no sabía cuánto de elevada, aunque sí había supuesto que lo suficiente como para aquella gente hubiera montado semejante dispositivo para obtenerlo. No reaccionó... hasta que escuchó a Teddy llamar a Alice bastarde, y Marcus giró la mirada hacia él ipso facto. Lo dicho, tenía una cantidad limitada que insultos que estaba dispuesto a tolerar. Rylance pareció detectarle e intervino antes de que él pudiera reaccionar. - La señorita Alice Gallia es hija legítima y reconocida de Jane Gallia, su heredera y, por lo tanto, beneficiaria de este testamento. - El hombre entrelazó los dedos y añadió. - Si desean ustedes recurrir la legitimidad del nacimiento de la señorita Alice Gallia, por extensión, se recurrirá también la legitimidad del señor Dylan Gallia. No siendo ambos hijos legítimos de Jane Gallia, lo cual, por mera biología, os va a costar demostrar, ya que hay registros de que son hijos biológicos de Jane y esta no les deslegitimó en vida, no sería posible que fueran ustedes tutores legales de Dylan y, por tanto, no serían beneficiarios de su herencia. - Y no teniendo Jane Gallia herederos, por lo que este testamento plantea, el dinero se donaría íntegramente a causas benéficas. - Marcus volvió a alzar la barbilla y a mirar al frente, no a ninguno de los Van Der Luyden, pero por dentro estaba deseando gritarles que a ver si eran tan listos ahora. Se habían quedado bastante calladitos con aquello.
Por unos segundos. - Quisiera saber. - Hablo Peter Van Der Luyden por primera vez, con un tono tan altivo como despreciativo. - Qué pinta ese chico en esta reunión. - Vaya. Iba a tardar mucho en caerle algo a él, porque aunque Marcus no le estaba mirando, había detectado cómo le señalaba con un gesto desdeñoso de la mano. - No es de nuestra familia, no está relacionado de ninguna manera con el testamento, y por no ser, no es ni americano. No es absolutamente nadie. - Tiene razón. - Respondió Hagen. - El señor O'Donnell viene meramente en calidad de acompañante, y si así lo solicitan todos los presentes, puede abandonar la sala... junto con Theodore Van Der Luyden. - Los tres familiares se envararon, y el aludido respondió con indignación. - ¿Perdón? - Usted tampoco es mencionado de ninguna manera en el testamento. No está aquí, al igual que el señor O'Donnell, ni en calidad de beneficiario ni en calidad de tutor legal de un beneficiario. Por no hablar de que hay aspectos legales a debatir con usted que solo podrían ser disruptivos en esta reunión, mientras que la presencia del señor O'Donnell no aporta nada ni para bien ni para mal. - El notario cruzó los dedos ante la mesa. - Ustedes deciden: solo los beneficiarios directos pueden estar presentes en la reunión, o nos quedamos los ya presentes. Lo que sea, agradecería que se resolviera a la mayor prontitud posible para poder agilizar la lectura de este testamento y su negociación. - Marcus seguía con la mirada puesta al frente, digno. Si se lo pedían, se iría, y le fastidiaría enormemente no estar con Alice, pero no pensaba rogar. Eso sí, se iba con Teddy. Tras una tensa pausa, en la que casi podía oír el rechinar de los dientes de los Van Der Luyden, Peter, con otro gesto despreciativo de la mano, pidió que procedieran sin echar a nadie. Piensa mejor la próxima vez con qué vas a interrumpir.
Al comentario de Lucy ni reaccionó, ni la miró, iba con la vista puesta al frente, hacia el notario, a quien saludó con la educación y cortesía que le caracterizaban y de la que claramente carecían todos los Van Der Luyden. Con Lucy y Peter había un hombre de gran parecido con el otro, pero con los mismos ojos de Janet... Bueno, por el color, porque esa mirada despreciativa y altanera, desde luego, Janet no la había tenido en su vida. Iba muy dispuesto a ignorarles a todos, pero el insulto hacia Aaron le hizo apretar los dientes. Sabía que no iba a tardar en llegar otro hacia Alice y ahí iba a tener que sacar toda su fortaleza para seguir ignorándoles, pero lo pensaba a hacer. Iba a bañar a esas personas en absoluto desprecio. Se llevarían el dinero, pero no iban a llevarse el gusto de hacerle reaccionar ni una sola vez más.
Edward atajó a Lucy, haciendo no solo de abogado para ellos sino casi de escudo, y no fue el único, porque menudo corte le dio el notario. Marcus por fuera apenas había elevado muy levemente una de las comisuras de sus labios, mientras seguía con la barbilla elevada y una mirada tranquila clavada en el frente, en un gesto claramente heredado de su madre. Por dentro se estaba riendo con saña. La estrategia de aquella gente era sacarles de sus casillas, pero aunque lo consiguieran, eso no iba a cambiar el testamento de Bethany Levinson, ni el notario era un profesor de colegio que les fuera a castigar. Dais vergüenza ajena.
Hasta el momento no habían sabido a cuánto ascendía la fortuna de Bethany Levinson. Lo cierto era que Marcus ni se había parado a calcularlo mentalmente, estaba a otras cosas que le importaban muchísimo más. Dio por hecho que era una cantidad elevada... no sabía cuánto de elevada, aunque sí había supuesto que lo suficiente como para aquella gente hubiera montado semejante dispositivo para obtenerlo. No reaccionó... hasta que escuchó a Teddy llamar a Alice bastarde, y Marcus giró la mirada hacia él ipso facto. Lo dicho, tenía una cantidad limitada que insultos que estaba dispuesto a tolerar. Rylance pareció detectarle e intervino antes de que él pudiera reaccionar. - La señorita Alice Gallia es hija legítima y reconocida de Jane Gallia, su heredera y, por lo tanto, beneficiaria de este testamento. - El hombre entrelazó los dedos y añadió. - Si desean ustedes recurrir la legitimidad del nacimiento de la señorita Alice Gallia, por extensión, se recurrirá también la legitimidad del señor Dylan Gallia. No siendo ambos hijos legítimos de Jane Gallia, lo cual, por mera biología, os va a costar demostrar, ya que hay registros de que son hijos biológicos de Jane y esta no les deslegitimó en vida, no sería posible que fueran ustedes tutores legales de Dylan y, por tanto, no serían beneficiarios de su herencia. - Y no teniendo Jane Gallia herederos, por lo que este testamento plantea, el dinero se donaría íntegramente a causas benéficas. - Marcus volvió a alzar la barbilla y a mirar al frente, no a ninguno de los Van Der Luyden, pero por dentro estaba deseando gritarles que a ver si eran tan listos ahora. Se habían quedado bastante calladitos con aquello.
Por unos segundos. - Quisiera saber. - Hablo Peter Van Der Luyden por primera vez, con un tono tan altivo como despreciativo. - Qué pinta ese chico en esta reunión. - Vaya. Iba a tardar mucho en caerle algo a él, porque aunque Marcus no le estaba mirando, había detectado cómo le señalaba con un gesto desdeñoso de la mano. - No es de nuestra familia, no está relacionado de ninguna manera con el testamento, y por no ser, no es ni americano. No es absolutamente nadie. - Tiene razón. - Respondió Hagen. - El señor O'Donnell viene meramente en calidad de acompañante, y si así lo solicitan todos los presentes, puede abandonar la sala... junto con Theodore Van Der Luyden. - Los tres familiares se envararon, y el aludido respondió con indignación. - ¿Perdón? - Usted tampoco es mencionado de ninguna manera en el testamento. No está aquí, al igual que el señor O'Donnell, ni en calidad de beneficiario ni en calidad de tutor legal de un beneficiario. Por no hablar de que hay aspectos legales a debatir con usted que solo podrían ser disruptivos en esta reunión, mientras que la presencia del señor O'Donnell no aporta nada ni para bien ni para mal. - El notario cruzó los dedos ante la mesa. - Ustedes deciden: solo los beneficiarios directos pueden estar presentes en la reunión, o nos quedamos los ya presentes. Lo que sea, agradecería que se resolviera a la mayor prontitud posible para poder agilizar la lectura de este testamento y su negociación. - Marcus seguía con la mirada puesta al frente, digno. Si se lo pedían, se iría, y le fastidiaría enormemente no estar con Alice, pero no pensaba rogar. Eso sí, se iba con Teddy. Tras una tensa pausa, en la que casi podía oír el rechinar de los dientes de los Van Der Luyden, Peter, con otro gesto despreciativo de la mano, pidió que procedieran sin echar a nadie. Piensa mejor la próxima vez con qué vas a interrumpir.
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Marcus | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Alice tenía ya una edad y una seguridad suficientes como para no preocuparse de su origen. ¿Bastarda? Bueno, eso sería la opinión de ellos. Legalmente, nació dentro del matrimonio de sus padres, y cómo llegaran a ello, le importaba bien poco, así que ni contestó. La alusión a Marcus le hizo menos gracia, aunque sospechaba que era porque sus abuelos temían su determinación e inteligencia, así que también la dejó pasar. Rylance había dicho contacto menos posible, y eso era lo que les iba a dar. Aunque tuvo que contenerse la expresión victoriosa cuando el notario dejó caer lo de Teddy, y se limitó a darle la mano a Marcus.
— La tercera parte del testamento es la casa familiar de los señores Levinson, sita en el 134 de Eagles Row, Long Island en el estado de Nueva York, que queda legada en propiedad con todos sus terrenos reflejados en escrituras, al señor Aaron McGrath, hijo de Lucy Van Der Luyden McGrath, y por lo tanto, descendiente directo legítimo de la señora Levinson. — Lucy soltó una carcajada siniestra. — Increíble lo de esta rata viciosa. Traidor a tu familia. — Vosotros no sois mi familia. Vosotros sois unos torturadores que no os merecéis ni el aire que respiráis. — Escupió Aaron, con la voz tomada y los ojos llenos de lágrimas. — A este respecto, tan pronto como se dé por repartida la herencia, se les concederá a los habitantes ilegales de la casa la cortesía de veinticuatro horas para desalojarla, antes de que el señor McGrath pase a ejercer los derechos sobre ella. — Dijo Hagen, cortando el conato de enfrentamiento. La indignación fue generalizada en el entorno de los contrarios. — ¿Qué se esperaban? — Susurró Alice a Rylance y Marcus, con genuina curiosidad. — Librarse de que nadie investigara, supongo. Es lo que llevan esperando todo este tiempo. — Contestó su abogado y, por primera vez, le notó un tono diferente en la voz, un tono que denotaba desprecio por lo que estaba viendo.
— Por lo tanto, leídas las tres partes, y repartido todo lo que la señora Levinson dejó indicado, procedemos al acuerdo de las partes. ¿La parte de la señorita Gallia? — Nos oponemos. — Afirmó Rylance. — ¿Señor McGrath? — Nos oponemos también. — Volvió a decir su abogado, y Teddy se rio. — Eres tan piltrafa que te defiende el picapleitos de tu prima la pobre. Pensé que no podías caer más bajo, Aaron. Qué pensará tu madre… — Su primo se incorporó de la silla violentamente, pero Marcus lo agarró a tiempo. — Eres un desgraciado y un delincuente, tío Teddy… — Y luego puso media sonrisa. — No sabes todo lo que sé de ti ahora… Quítate de la boca el nombre de mi madre. — Consiguieron que se sentaran y Hagen pudiera continuar.— ¿Por la parte de Dylan Gallia? — Nos oponemos, por supuesto. — Declaró Peter. Hagen cerró la carpeta del testamento. — Pues no hallado acuerdo entre las partes, se procede a la negociación. ¿Alguno de los equipos legales trae una propuesta de acuerdo? —
Cómo no, los tres abogados de los Van Der Luyden, se pusieron a susurrar, y dieron el primer golpe. Contaban con ello, serían muy ricos, pero su Rylance era más listo, le había narrado paso por paso lo que iba a ocurrir y Alice contaba con ello. — La familia Van Der Luyden ofrece acuerdo a la señorita Alice Gallia de visitas regladas a su hermano, el tutelado de mis representados, así como financiar su educación y los viajes que ella se vea obligada a hacer, a condición de la renuncia de su parte de la herencia por parte de ella en favor de su hermano pequeño, y con la sola condición de que el resto de los Gallia no se vean beneficiados de dichas visitas, en base a las acusaciones en curso contra el señor William Gallia y la posible colaboración de su familia en dicha causa. — Ahí no pudo evitar que se le escapara una carcajada y entornar los ojos, para luego mirarles con incredulidad. — ¿De verdad creyeron que iba a aceptar? — Preguntó casi riéndose, pero solo la miraron con asco. Hagen miró a Rylance. — ¿Tiene otra propuesta inicial de su parte, letrado, o pasamos a la contrapropuesta de los Van Der Luyden? — Él asintió. — Proponemos que los señores Van Der Luyden renuncien de forma voluntaria a la custodia cautelar de Dylan Gallia en favor de la señorita Alice Gallia, hermana mayor del menor, en base a este informe presentado por la auror de la delegación de protección al menor del Ministerio de Magia británico que ha estudiado el caso. — Y lo entregó a Hagen. Los otros no habían entregado nada para acusar así sin más a su padre.
— ¡Señor notario! — Saltó Lucy de repente. — Requiero parar aquí la negociación porque mi nieto Aaron es legeremante y su habilidad puede ser utilizada en nuestra contra en esta sala. — Hagen suspiró y cruzó las manos. — Señora Van Der Luyden, por esta sala deben haber pasado muchos legeremantes, y nunca he interrumpido ninguna lectura ni negociación de acuerdo por la presencia de uno. Continuamos. ¿Contrapropuesta, letrado Goldsmith? — Los abogados volvieron a hablar y negaron con la cabeza. — ¿Contrapropuesta por su parte, letrado Rylance? — Sí. — Dijo él, con su calma y firmeza habitual. — Proponemos que, si lo que quieren es el dinero de mi representada, ella puede renunciar a su parte personalmente, a cambio de la firma inmediata del traspaso de custodia de Dylan Gallia y la firma de la renuncia a la patria potestad de la ya fallecida Jane Gallia, lo cual terminaría su filiación familiar legalmente. — Lucy y Teddy se rieron, aunque Peter estaba muy serio. — Estúpido… ¿Por qué íbamos a hacer eso para quedarnos con lo que ya tenemos que es la mitad del dinero? — Y ahí venía el bombardeo, lo que, por sus caras, claramente, ni se esperaban, ni estaban acostumbrados a recibir.
— La tercera parte del testamento es la casa familiar de los señores Levinson, sita en el 134 de Eagles Row, Long Island en el estado de Nueva York, que queda legada en propiedad con todos sus terrenos reflejados en escrituras, al señor Aaron McGrath, hijo de Lucy Van Der Luyden McGrath, y por lo tanto, descendiente directo legítimo de la señora Levinson. — Lucy soltó una carcajada siniestra. — Increíble lo de esta rata viciosa. Traidor a tu familia. — Vosotros no sois mi familia. Vosotros sois unos torturadores que no os merecéis ni el aire que respiráis. — Escupió Aaron, con la voz tomada y los ojos llenos de lágrimas. — A este respecto, tan pronto como se dé por repartida la herencia, se les concederá a los habitantes ilegales de la casa la cortesía de veinticuatro horas para desalojarla, antes de que el señor McGrath pase a ejercer los derechos sobre ella. — Dijo Hagen, cortando el conato de enfrentamiento. La indignación fue generalizada en el entorno de los contrarios. — ¿Qué se esperaban? — Susurró Alice a Rylance y Marcus, con genuina curiosidad. — Librarse de que nadie investigara, supongo. Es lo que llevan esperando todo este tiempo. — Contestó su abogado y, por primera vez, le notó un tono diferente en la voz, un tono que denotaba desprecio por lo que estaba viendo.
— Por lo tanto, leídas las tres partes, y repartido todo lo que la señora Levinson dejó indicado, procedemos al acuerdo de las partes. ¿La parte de la señorita Gallia? — Nos oponemos. — Afirmó Rylance. — ¿Señor McGrath? — Nos oponemos también. — Volvió a decir su abogado, y Teddy se rio. — Eres tan piltrafa que te defiende el picapleitos de tu prima la pobre. Pensé que no podías caer más bajo, Aaron. Qué pensará tu madre… — Su primo se incorporó de la silla violentamente, pero Marcus lo agarró a tiempo. — Eres un desgraciado y un delincuente, tío Teddy… — Y luego puso media sonrisa. — No sabes todo lo que sé de ti ahora… Quítate de la boca el nombre de mi madre. — Consiguieron que se sentaran y Hagen pudiera continuar.— ¿Por la parte de Dylan Gallia? — Nos oponemos, por supuesto. — Declaró Peter. Hagen cerró la carpeta del testamento. — Pues no hallado acuerdo entre las partes, se procede a la negociación. ¿Alguno de los equipos legales trae una propuesta de acuerdo? —
Cómo no, los tres abogados de los Van Der Luyden, se pusieron a susurrar, y dieron el primer golpe. Contaban con ello, serían muy ricos, pero su Rylance era más listo, le había narrado paso por paso lo que iba a ocurrir y Alice contaba con ello. — La familia Van Der Luyden ofrece acuerdo a la señorita Alice Gallia de visitas regladas a su hermano, el tutelado de mis representados, así como financiar su educación y los viajes que ella se vea obligada a hacer, a condición de la renuncia de su parte de la herencia por parte de ella en favor de su hermano pequeño, y con la sola condición de que el resto de los Gallia no se vean beneficiados de dichas visitas, en base a las acusaciones en curso contra el señor William Gallia y la posible colaboración de su familia en dicha causa. — Ahí no pudo evitar que se le escapara una carcajada y entornar los ojos, para luego mirarles con incredulidad. — ¿De verdad creyeron que iba a aceptar? — Preguntó casi riéndose, pero solo la miraron con asco. Hagen miró a Rylance. — ¿Tiene otra propuesta inicial de su parte, letrado, o pasamos a la contrapropuesta de los Van Der Luyden? — Él asintió. — Proponemos que los señores Van Der Luyden renuncien de forma voluntaria a la custodia cautelar de Dylan Gallia en favor de la señorita Alice Gallia, hermana mayor del menor, en base a este informe presentado por la auror de la delegación de protección al menor del Ministerio de Magia británico que ha estudiado el caso. — Y lo entregó a Hagen. Los otros no habían entregado nada para acusar así sin más a su padre.
— ¡Señor notario! — Saltó Lucy de repente. — Requiero parar aquí la negociación porque mi nieto Aaron es legeremante y su habilidad puede ser utilizada en nuestra contra en esta sala. — Hagen suspiró y cruzó las manos. — Señora Van Der Luyden, por esta sala deben haber pasado muchos legeremantes, y nunca he interrumpido ninguna lectura ni negociación de acuerdo por la presencia de uno. Continuamos. ¿Contrapropuesta, letrado Goldsmith? — Los abogados volvieron a hablar y negaron con la cabeza. — ¿Contrapropuesta por su parte, letrado Rylance? — Sí. — Dijo él, con su calma y firmeza habitual. — Proponemos que, si lo que quieren es el dinero de mi representada, ella puede renunciar a su parte personalmente, a cambio de la firma inmediata del traspaso de custodia de Dylan Gallia y la firma de la renuncia a la patria potestad de la ya fallecida Jane Gallia, lo cual terminaría su filiación familiar legalmente. — Lucy y Teddy se rieron, aunque Peter estaba muy serio. — Estúpido… ¿Por qué íbamos a hacer eso para quedarnos con lo que ya tenemos que es la mitad del dinero? — Y ahí venía el bombardeo, lo que, por sus caras, claramente, ni se esperaban, ni estaban acostumbrados a recibir.
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Alice | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
En el momento en el que se tocó el tema de la casa, los ánimos se tensaron aún más. Lucy no paraba de provocar y Aaron, quien por motivos obvios estaba bastante sensible a lo que esa mujer le pudiera decir, no tuvo más capacidad de aguante y saltó. A pesar de que Marcus estaba como esculpido en piedra, con la vista clavada en el frente y semblante sereno, reaccionó lo suficientemente rápido como para agarrarle y evitar que aquello se le fuera de las manos. Ni siquiera le había dado tiempo a burlarse mentalmente y escasamente a sonreírse por lo ineptos que estaban resultando Teddy y sus padres.
Aaron. Pensó con fuerza cuando consiguió sentar al chico, y notó como este hacía un leve gesto con el rostro, conteniendo el sobresalto por haberle oído con tanta nitidez. Te están provocando. Quieren que pierdas los estribos porque tienes esta batalla ganada. Se miraron durante un segundo a los ojos y ambos volvieron la vista al frente, Marcus con bastante serenidad, Aaron temblando de ira. Estaba convencido: se habían visto en un callejón sin salida y en único recurso que les quedaba era confiar en que, perdiendo ellos el control, la situación se pondría de su parte. Era caer tan bajo que no se estaba molestando ni en mirarles apenas. Con peores situaciones había lidiado con ellos delante.
Tocaba negociar, porque obviamente todos se habían opuesto. De nuevo contuvo una sonrisa de satisfacción a ver a todo el equipo de los Van Der Luyden cuchicheando para atacar primero. No os va a salvar de esta el dineral que os habéis gastado en tanta gente, no tenéis defensa posible, pensó. El acuerdo era para verlo, tanto que, nada más oírlo, mantuvo la inexpresividad pero arqueó una ceja. No podían creer en serio que iban a aceptar eso, y si no estuviera tan seguro de sus posibilidades y le pareciera tan ridículo, ahora mismo le estaría removiendo la ira por dentro, porque aquella propuesta era un auténtico insulto. Pero empezaba a acostumbrarse a los insultos de esa gente que no llevaban a ninguna parte y que era mejor ignorar. Alice sí reaccionó, con el mismo desprecio que él había mostrado mentalmente. Marcus siguió en silencio.
Ellos tenían no solo uno, sino varios informes a su favor, pero iban a empezar de uno en uno. Ahí sí, Marcus se permitió el lujo de mirar lenta y altivamente a los Van Der Luyden, que le miraron con odio. Vosotros decidís si queréis que sigamos sacando papeles. Podemos estar aquí un buen rato, parecía querer decirles con la mirada. Se sentía con la batalla ganadísima (bueno, él preferiría no negociar nada, pero dentro de lo que había, lo mejor), esperaba no llevarse una decepción. Por supuesto, Lucy tuvo que recurrir a arrastrarse por el barro una vez más, a la desesperada, y Marcus rodó discretamente los ojos a otra parte, echando aire por la nariz y negando levemente con la cabeza. Sus gestos eran muy sutiles pero es que ya no aguantaba más la inexpresividad absoluta, aquello daba verdadera vergüenza: primero se reían de Rylance, luego atacaban a Alice, luego querían echarle a él y ahora, a por Aaron. De verdad, ¿no se daban cuenta de que estaban quedando fatal? Peor de lo que estaban ya, y mira que era difícil...
Ni reacciones, le dijo Marcus a Aaron, porque lo notaba muy tenso, pero el notario no hizo ni caso a Lucy, como era de esperar. Rylance propuso su parte y los Van Der Luyden cometieron el tremendo error de envalentonarse. Marcus, ahí sí, sonrió, agachando la cabeza. ¿Querían saber por qué? Ya iba a decírselo su abogado. - En primer lugar. - Comenzó Rylance, tras su habitual carraspeo cuando quería abordar algo importante, mientras movía y mostraba los papeles a los que se iba refiriendo. - Tenemos un informe que afirma que ustedes querían la custodia de Dylan Gallia por "no ser ni su padre ni ninguno de sus familiares adecuados para su cuidado", pero esto es incierto. El señor William Gallia tiene un informe escrito por su sanadora mental que afirma que se encuentra en estado óptimo para cuidar de su hijo, por no hablar de que no hay ninguna prueba contra sus familiares. - Movió más papeles y continuó. - Lo que sí hay son pruebas de que la familia Gallia ha sido sometida a espionaje con objeto de obtener una información que posteriormente ha sido falseada y manipulada en su beneficio, además del testimonio del señor McGrath, quien afirma haber sido enviado en condición de espía a Hogwarts aprovechando, dicho sea de paso, esa legeremancia por la que hoy querían excluirle de la reunión. Ni que decir tiene que la utilización de un menor, porque así lo era cuando se pidió su solicitud de intercambio a Hogwarts, como arma de espionaje, es un delito. - Estúpido traidor. Vas a pudrirte solo en la inmundicia. - Escupió Lucy a Aaron, llena de ira, y aunque Marcus notaba como el chico temblaba en su asiento y estaba en tensión, alzó la cabeza con dignidad y no la miró ni dijo nada, manteniéndose lo más firme que pudo.
- Además. - Prosiguió Rylance. - Todo lo ocurrido relativo a esta herencia y el hecho de que todos sus procedimientos, entre los que podemos seguir entrando en detalles si así lo desean, se hayan desencadenado tras el fallecimiento e imposibilidad de lectura del testamento de Bethany Levinson, hace sospechar que sus motivos para obtener la custodia de Dylan Gallia no fueran los que alegaban. Volvemos a la utilización de un menor para fines no éticos, que en caso de juicio daría la custodia automática a los Gallia y, para ustedes, podrían constituir incluso delitos de prisión. - A Marcus le recorrió un escalofrío de satisfacción por dentro, porque hasta ahora no habían hablado en términos tan graves, pero era cierto: estaban cometiendo delitos graves. Podrían ir a la cárcel por ello, y en sus caras claramente se reflejó el miedo. - Evidentemente, hay muchos testigos que pueden decir que sus intereses para con sus nietos, y para con su hija mientras esta vivía, eran inexistentes: durante años no supieron nada de vosotros y la escasa relación que había era hostil, por medio de cartas amenazantes. No acudieron al funeral de Jane Gallia ni participaron de ninguna manera en el tratamiento o cuidado de su enfermedad, y no había habido contacto previo ni con Alice Gallia ni con Dylan Gallia. La teoría de que realmente su interés sea genuino en el cuidado del menor es bastante débil. - Cambió de papel. - También debemos contar, como ya ha sido mencionado, con el hecho de que el señor Theodore Van Der Luyden aquí presente lleva dos años viviendo, junto a su familia, en una propiedad que no le pertenece. Estamos ante un caso de ocupación que puede ser denunciado y demostrado con pruebas. - Dicho esto, Rylance alzó la mirada y volvió a cruzar los dedos sobre la mesa. - No tenemos ningún problema en llevar a cabo estos trámites, pero son conocedores de que pueden demorarse durante meses e incluso años. En este tiempo, la herencia de caracter monetario quedaría congelada. Esto es: no podrían hacer uso de ella, pero sí deberían mantener al señor Dylan Gallia y proporcionar los cuidados que han asegurado darle, corriendo con todos sus gastos. Además, la señorita Alice Gallia ha sido privada de la custodia pero no tiene orden de alejamiento alguna, como ningún otro miembro de la familia, incluido el progenitor, por lo que no se le podrían negar las visitas. Esto sería así hasta que se resolviera el caso. En cuanto a la residencia de la señora Levinson, si el señor Theodore Van Der Luyden continúa viviendo en ella seguiría siendo en régimen de ocupación y, por tanto, agravando el delito, y abandonar la residencia en este momento no inhabilitaría el ya cometido. - Hizo una pausa. - Es por esto que consideramos que el acuerdo que proponemos es beneficioso para ambas partes. Si lo aceptan, no tomaremos ninguna de estas acciones legales y el vínculo entre la familia Van Der Luyden y la familia Gallia quedará disuelto a efectos legales para siempre. - Se produjo un silencio pesado, pero Marcus se permitió el lujo de mirar directamente a los Van Der Luyden, al igual que Aaron. Se les notaba la respiración agitada. Tras unos segundos de murmullos por parte de los abogados, dijeron. - Solicitamos que se nos concedan unos minutos para deliberar. -
Aaron. Pensó con fuerza cuando consiguió sentar al chico, y notó como este hacía un leve gesto con el rostro, conteniendo el sobresalto por haberle oído con tanta nitidez. Te están provocando. Quieren que pierdas los estribos porque tienes esta batalla ganada. Se miraron durante un segundo a los ojos y ambos volvieron la vista al frente, Marcus con bastante serenidad, Aaron temblando de ira. Estaba convencido: se habían visto en un callejón sin salida y en único recurso que les quedaba era confiar en que, perdiendo ellos el control, la situación se pondría de su parte. Era caer tan bajo que no se estaba molestando ni en mirarles apenas. Con peores situaciones había lidiado con ellos delante.
Tocaba negociar, porque obviamente todos se habían opuesto. De nuevo contuvo una sonrisa de satisfacción a ver a todo el equipo de los Van Der Luyden cuchicheando para atacar primero. No os va a salvar de esta el dineral que os habéis gastado en tanta gente, no tenéis defensa posible, pensó. El acuerdo era para verlo, tanto que, nada más oírlo, mantuvo la inexpresividad pero arqueó una ceja. No podían creer en serio que iban a aceptar eso, y si no estuviera tan seguro de sus posibilidades y le pareciera tan ridículo, ahora mismo le estaría removiendo la ira por dentro, porque aquella propuesta era un auténtico insulto. Pero empezaba a acostumbrarse a los insultos de esa gente que no llevaban a ninguna parte y que era mejor ignorar. Alice sí reaccionó, con el mismo desprecio que él había mostrado mentalmente. Marcus siguió en silencio.
Ellos tenían no solo uno, sino varios informes a su favor, pero iban a empezar de uno en uno. Ahí sí, Marcus se permitió el lujo de mirar lenta y altivamente a los Van Der Luyden, que le miraron con odio. Vosotros decidís si queréis que sigamos sacando papeles. Podemos estar aquí un buen rato, parecía querer decirles con la mirada. Se sentía con la batalla ganadísima (bueno, él preferiría no negociar nada, pero dentro de lo que había, lo mejor), esperaba no llevarse una decepción. Por supuesto, Lucy tuvo que recurrir a arrastrarse por el barro una vez más, a la desesperada, y Marcus rodó discretamente los ojos a otra parte, echando aire por la nariz y negando levemente con la cabeza. Sus gestos eran muy sutiles pero es que ya no aguantaba más la inexpresividad absoluta, aquello daba verdadera vergüenza: primero se reían de Rylance, luego atacaban a Alice, luego querían echarle a él y ahora, a por Aaron. De verdad, ¿no se daban cuenta de que estaban quedando fatal? Peor de lo que estaban ya, y mira que era difícil...
Ni reacciones, le dijo Marcus a Aaron, porque lo notaba muy tenso, pero el notario no hizo ni caso a Lucy, como era de esperar. Rylance propuso su parte y los Van Der Luyden cometieron el tremendo error de envalentonarse. Marcus, ahí sí, sonrió, agachando la cabeza. ¿Querían saber por qué? Ya iba a decírselo su abogado. - En primer lugar. - Comenzó Rylance, tras su habitual carraspeo cuando quería abordar algo importante, mientras movía y mostraba los papeles a los que se iba refiriendo. - Tenemos un informe que afirma que ustedes querían la custodia de Dylan Gallia por "no ser ni su padre ni ninguno de sus familiares adecuados para su cuidado", pero esto es incierto. El señor William Gallia tiene un informe escrito por su sanadora mental que afirma que se encuentra en estado óptimo para cuidar de su hijo, por no hablar de que no hay ninguna prueba contra sus familiares. - Movió más papeles y continuó. - Lo que sí hay son pruebas de que la familia Gallia ha sido sometida a espionaje con objeto de obtener una información que posteriormente ha sido falseada y manipulada en su beneficio, además del testimonio del señor McGrath, quien afirma haber sido enviado en condición de espía a Hogwarts aprovechando, dicho sea de paso, esa legeremancia por la que hoy querían excluirle de la reunión. Ni que decir tiene que la utilización de un menor, porque así lo era cuando se pidió su solicitud de intercambio a Hogwarts, como arma de espionaje, es un delito. - Estúpido traidor. Vas a pudrirte solo en la inmundicia. - Escupió Lucy a Aaron, llena de ira, y aunque Marcus notaba como el chico temblaba en su asiento y estaba en tensión, alzó la cabeza con dignidad y no la miró ni dijo nada, manteniéndose lo más firme que pudo.
- Además. - Prosiguió Rylance. - Todo lo ocurrido relativo a esta herencia y el hecho de que todos sus procedimientos, entre los que podemos seguir entrando en detalles si así lo desean, se hayan desencadenado tras el fallecimiento e imposibilidad de lectura del testamento de Bethany Levinson, hace sospechar que sus motivos para obtener la custodia de Dylan Gallia no fueran los que alegaban. Volvemos a la utilización de un menor para fines no éticos, que en caso de juicio daría la custodia automática a los Gallia y, para ustedes, podrían constituir incluso delitos de prisión. - A Marcus le recorrió un escalofrío de satisfacción por dentro, porque hasta ahora no habían hablado en términos tan graves, pero era cierto: estaban cometiendo delitos graves. Podrían ir a la cárcel por ello, y en sus caras claramente se reflejó el miedo. - Evidentemente, hay muchos testigos que pueden decir que sus intereses para con sus nietos, y para con su hija mientras esta vivía, eran inexistentes: durante años no supieron nada de vosotros y la escasa relación que había era hostil, por medio de cartas amenazantes. No acudieron al funeral de Jane Gallia ni participaron de ninguna manera en el tratamiento o cuidado de su enfermedad, y no había habido contacto previo ni con Alice Gallia ni con Dylan Gallia. La teoría de que realmente su interés sea genuino en el cuidado del menor es bastante débil. - Cambió de papel. - También debemos contar, como ya ha sido mencionado, con el hecho de que el señor Theodore Van Der Luyden aquí presente lleva dos años viviendo, junto a su familia, en una propiedad que no le pertenece. Estamos ante un caso de ocupación que puede ser denunciado y demostrado con pruebas. - Dicho esto, Rylance alzó la mirada y volvió a cruzar los dedos sobre la mesa. - No tenemos ningún problema en llevar a cabo estos trámites, pero son conocedores de que pueden demorarse durante meses e incluso años. En este tiempo, la herencia de caracter monetario quedaría congelada. Esto es: no podrían hacer uso de ella, pero sí deberían mantener al señor Dylan Gallia y proporcionar los cuidados que han asegurado darle, corriendo con todos sus gastos. Además, la señorita Alice Gallia ha sido privada de la custodia pero no tiene orden de alejamiento alguna, como ningún otro miembro de la familia, incluido el progenitor, por lo que no se le podrían negar las visitas. Esto sería así hasta que se resolviera el caso. En cuanto a la residencia de la señora Levinson, si el señor Theodore Van Der Luyden continúa viviendo en ella seguiría siendo en régimen de ocupación y, por tanto, agravando el delito, y abandonar la residencia en este momento no inhabilitaría el ya cometido. - Hizo una pausa. - Es por esto que consideramos que el acuerdo que proponemos es beneficioso para ambas partes. Si lo aceptan, no tomaremos ninguna de estas acciones legales y el vínculo entre la familia Van Der Luyden y la familia Gallia quedará disuelto a efectos legales para siempre. - Se produjo un silencio pesado, pero Marcus se permitió el lujo de mirar directamente a los Van Der Luyden, al igual que Aaron. Se les notaba la respiración agitada. Tras unos segundos de murmullos por parte de los abogados, dijeron. - Solicitamos que se nos concedan unos minutos para deliberar. -
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Ivanka
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Marcus | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Y más papeles. Y más sacaban, más se revolvía Lucy, aunque no perdía la expresión de mala leche que llevaba siempre encima. Y a medida que Rylance hablaba, más se tensaban las mandíbulas. Teddy sudaba muchísimo y juraría que le veía temblar las manos, ¿qué le pasaba? ¿Estaba enfermo? Igual se había puesto enfermo allí, viendo que, probablemente, en veinticuatro horas se quedaba sin casa. A pesar de que Rylance seguía hablando, los otros cada vez estaban más callados, tanto que los abogados pidieron un tiempo para hablarlo, y todos tuvieron que salir.
Alice estaba de los nervios. Tenía la solución al alcance de los dedos, pero no se atrevía a cantar victoria, y temía que todo se rompiera en el último momento. Trató de hacer respiraciones profundas mientras daba vueltas por la antesala del despacho. Sin embargo, Rylance se puso a mandar un patronus, y un precioso delfín salió como si nadara en el aire hacia alguna parte. Vaya, no habría pensado en un partronus así nunca, pero tenía hasta sentido, si decían que los delfines poseían una inteligencia superior. — ¿A quién se lo has mandado? — Preguntó. — A Nik… La señorita Guarini. Para que entregue el informe y empiece a formalizar la custodia, así se haría efectiva en cuanto los Van Der Luyden firmen su renuncia… Los cauces normales no funcionan así, pero la señorita Guarini tiene mucha mano en el MACUSA. — Alice le miró con miedo. — ¿Ya? ¿Y si se niegan o piden más tiempo? — Edward ladeó la cabeza y sacó el labio inferior. — Pueden, pero sea como sea, en el momento que la firmen, nos interesa que tu seas, de facto, su tutora. — Estoy con el señor Rylance, señorita Gallia. — Dijo Hagen. — En el momento en que tenga la confirmación del MACUSA y la delegación de asuntos exteriores de su ministerio, la haré a usted administradora de la herencia en nombre de su hermano, y cuanto antes mejor. — Ella les miró esperanzada, con el corazón a mil. ¿Podía ser? ¿Podía de verdad que Dylan fuera a ser de su tutela y aun así mantener tantísimo dinero? Era agobiante de esperanzador que era.
— ¿ESE MARICÓN VA A QUEDARSE CON MI CASA? — Se oyó a Teddy gritar desde dentro. Todos se giraron y luego se miraron entre ellos, a lo que Alice se envaró y dijo cargada de odio. — Que sienta una mínima parte de lo que sintió mi madre cuando la echaron mientras él se quedaba mirando. — Luego se giró a los demás. — ¿Os habéis dado cuenta de lo mucho que sudaba y temblaba? Da muy mala impresión. — Sin querer meterme donde no me llaman, es muy posible que esté provocado por alguna sustancia… No legal, claro, a la que son adictos bastantes magnates de Wall Street. — Pues eso explicaría su situación económica. — Dijo Aaron apoyado desde la pared con los brazos cruzados y mirando a la nada. — Siempre he pensado que era gilipollas sin más, quizás es que estaba drogado. — Suspiró y se encogió de hombros. — Me da igual. Mañana está en la calle y esa será mi casa. — Os veo a todos muy… — Empezó a decir ella, pero la puerta se abrió y volvieron todos dentro.
De nuevo sentados en torno a la mesa, vio a Teddy muy alterado, Peter muy blanco y Lucy bastante desquiciada, resoplando, aunque se resistía a mostrarlo. — Quisiéramos hacer una aclaración. — Dijo el tal Goldsmith. — Renunciarán a la custodia, pero no ante Alice Gallia, aunque ella sí que tendrá que renunciar al dinero. La harán en favor de Violet Gallia. — Alice abrió mucho los ojos y notó el corazón en las sienes, mirando a Rylance en pánico, pero él dijo. — No. ¿Se creen que no nos damos cuenta de lo que intentan? Violet Gallia no está aquí, y el informe favorable no está a su nombre, la cosa podría alargarse eternamente. — ¡No voy a dejar que esa pequeña perra se salga con la suya! — Gritó Lucy ya desencajada, señalándola. — ¡Igualita que su madre! ¡Acostándose con quien tenía que hacerlo para hundirnos! ¡Sin todo el dinero y lso abogados de los O’Donnell no serías nada, niña! ¡Estarías en el fango! Algún día… algún día se van a dar cuenta de la fregona trepa y avariciosa que tienen en casa y te lo quitarán todo. — Y ahí, mientras los abogados y Peter trataban de calmar a la mujer, ella sonrió y dijo. — Ya me han amenazado con eso otras veces, Lucy. Y no han salido bien para ellos. — Hagen se giró al abogado, porque veía que aquello cada vez estaba más calentito. — ¿Aceptan la propuesta de las parte de la señorita Gallia y el señor McGrath? — ¡Yo no acepto nada de ese maricón desviado! — Saltó Teddy. — ¿Señor Goldsmith? — El abogado parecía dudar pero al final dijo. — Aceptamos. — Y Alice notó como si dejara de respirar. Rylance se levantó y dijo. —Bien, pues, siendo así, tengo que hacer pasar a alguien importante. — Y abrió la puerta. Por ella apareció Howard y avanzó hasta Hagen, poniéndole delante unos papeles. — Soy Howard Graves, auror del Ministerio de Magia Británico y porto este documento que acepta a la señorita Gallia como tutora de su hermano a efectos legales internacionales en cuanto sus tutores cautelares renuncien a la custodia. — Hagen aceptó con un asentimiento de cabeza y comenzó a redactar. Las caras de los Van Der Luyden eran un poema, pero ella prácticamente ya no veía nada.
Por unos segundos, temió que todo fuera mentira, sudaba y temblaba, casi como Teddy, pero sin necesidad de ninguna sustancia, solo la vuela pluma de Hagen redactando los documentos, y casi ni podía leer el que tenía delante. Rylance lo leyó y se lo iba explicando, pero casi no podía ni entenderlo. Que sí, que renunciaba al dinero. Solo acertó a mirarle y decir. — ¿Puedo firmarlo? — Rylance asintió, con un conato de sonrisa y le tendió la pluma. Pero ese no era el que importaba. Cuando le llegaron delante los dos documentos de los Van Der Luyden no se lo podía creer. — Este primero. — Señaló Rylance. — Es la aceptación de la custodia que ellos te legan. — La firmó tan fuerte que dejó un goterón de tinta. — Y esta la renuncia a la patria potestad que aceptas por ti y por Dylan, como su tutora legal. — Y en cuanto lo firmó se levantó y se abrazó a su novio llorando, mientras Aaron terminaba de firmar lo suyo. — Mi amor. Mi amor… — No era capaz de decir nada más. — Dylan es mío, es mío… Mi patito… — Se separó y le miró, inundada de lágrimas. — Nuestro. Como siempre ha sido, como siempre ha debido ser. Nuestro patito vuelve a casa. —
Alice estaba de los nervios. Tenía la solución al alcance de los dedos, pero no se atrevía a cantar victoria, y temía que todo se rompiera en el último momento. Trató de hacer respiraciones profundas mientras daba vueltas por la antesala del despacho. Sin embargo, Rylance se puso a mandar un patronus, y un precioso delfín salió como si nadara en el aire hacia alguna parte. Vaya, no habría pensado en un partronus así nunca, pero tenía hasta sentido, si decían que los delfines poseían una inteligencia superior. — ¿A quién se lo has mandado? — Preguntó. — A Nik… La señorita Guarini. Para que entregue el informe y empiece a formalizar la custodia, así se haría efectiva en cuanto los Van Der Luyden firmen su renuncia… Los cauces normales no funcionan así, pero la señorita Guarini tiene mucha mano en el MACUSA. — Alice le miró con miedo. — ¿Ya? ¿Y si se niegan o piden más tiempo? — Edward ladeó la cabeza y sacó el labio inferior. — Pueden, pero sea como sea, en el momento que la firmen, nos interesa que tu seas, de facto, su tutora. — Estoy con el señor Rylance, señorita Gallia. — Dijo Hagen. — En el momento en que tenga la confirmación del MACUSA y la delegación de asuntos exteriores de su ministerio, la haré a usted administradora de la herencia en nombre de su hermano, y cuanto antes mejor. — Ella les miró esperanzada, con el corazón a mil. ¿Podía ser? ¿Podía de verdad que Dylan fuera a ser de su tutela y aun así mantener tantísimo dinero? Era agobiante de esperanzador que era.
— ¿ESE MARICÓN VA A QUEDARSE CON MI CASA? — Se oyó a Teddy gritar desde dentro. Todos se giraron y luego se miraron entre ellos, a lo que Alice se envaró y dijo cargada de odio. — Que sienta una mínima parte de lo que sintió mi madre cuando la echaron mientras él se quedaba mirando. — Luego se giró a los demás. — ¿Os habéis dado cuenta de lo mucho que sudaba y temblaba? Da muy mala impresión. — Sin querer meterme donde no me llaman, es muy posible que esté provocado por alguna sustancia… No legal, claro, a la que son adictos bastantes magnates de Wall Street. — Pues eso explicaría su situación económica. — Dijo Aaron apoyado desde la pared con los brazos cruzados y mirando a la nada. — Siempre he pensado que era gilipollas sin más, quizás es que estaba drogado. — Suspiró y se encogió de hombros. — Me da igual. Mañana está en la calle y esa será mi casa. — Os veo a todos muy… — Empezó a decir ella, pero la puerta se abrió y volvieron todos dentro.
De nuevo sentados en torno a la mesa, vio a Teddy muy alterado, Peter muy blanco y Lucy bastante desquiciada, resoplando, aunque se resistía a mostrarlo. — Quisiéramos hacer una aclaración. — Dijo el tal Goldsmith. — Renunciarán a la custodia, pero no ante Alice Gallia, aunque ella sí que tendrá que renunciar al dinero. La harán en favor de Violet Gallia. — Alice abrió mucho los ojos y notó el corazón en las sienes, mirando a Rylance en pánico, pero él dijo. — No. ¿Se creen que no nos damos cuenta de lo que intentan? Violet Gallia no está aquí, y el informe favorable no está a su nombre, la cosa podría alargarse eternamente. — ¡No voy a dejar que esa pequeña perra se salga con la suya! — Gritó Lucy ya desencajada, señalándola. — ¡Igualita que su madre! ¡Acostándose con quien tenía que hacerlo para hundirnos! ¡Sin todo el dinero y lso abogados de los O’Donnell no serías nada, niña! ¡Estarías en el fango! Algún día… algún día se van a dar cuenta de la fregona trepa y avariciosa que tienen en casa y te lo quitarán todo. — Y ahí, mientras los abogados y Peter trataban de calmar a la mujer, ella sonrió y dijo. — Ya me han amenazado con eso otras veces, Lucy. Y no han salido bien para ellos. — Hagen se giró al abogado, porque veía que aquello cada vez estaba más calentito. — ¿Aceptan la propuesta de las parte de la señorita Gallia y el señor McGrath? — ¡Yo no acepto nada de ese maricón desviado! — Saltó Teddy. — ¿Señor Goldsmith? — El abogado parecía dudar pero al final dijo. — Aceptamos. — Y Alice notó como si dejara de respirar. Rylance se levantó y dijo. —Bien, pues, siendo así, tengo que hacer pasar a alguien importante. — Y abrió la puerta. Por ella apareció Howard y avanzó hasta Hagen, poniéndole delante unos papeles. — Soy Howard Graves, auror del Ministerio de Magia Británico y porto este documento que acepta a la señorita Gallia como tutora de su hermano a efectos legales internacionales en cuanto sus tutores cautelares renuncien a la custodia. — Hagen aceptó con un asentimiento de cabeza y comenzó a redactar. Las caras de los Van Der Luyden eran un poema, pero ella prácticamente ya no veía nada.
Por unos segundos, temió que todo fuera mentira, sudaba y temblaba, casi como Teddy, pero sin necesidad de ninguna sustancia, solo la vuela pluma de Hagen redactando los documentos, y casi ni podía leer el que tenía delante. Rylance lo leyó y se lo iba explicando, pero casi no podía ni entenderlo. Que sí, que renunciaba al dinero. Solo acertó a mirarle y decir. — ¿Puedo firmarlo? — Rylance asintió, con un conato de sonrisa y le tendió la pluma. Pero ese no era el que importaba. Cuando le llegaron delante los dos documentos de los Van Der Luyden no se lo podía creer. — Este primero. — Señaló Rylance. — Es la aceptación de la custodia que ellos te legan. — La firmó tan fuerte que dejó un goterón de tinta. — Y esta la renuncia a la patria potestad que aceptas por ti y por Dylan, como su tutora legal. — Y en cuanto lo firmó se levantó y se abrazó a su novio llorando, mientras Aaron terminaba de firmar lo suyo. — Mi amor. Mi amor… — No era capaz de decir nada más. — Dylan es mío, es mío… Mi patito… — Se separó y le miró, inundada de lágrimas. — Nuestro. Como siempre ha sido, como siempre ha debido ser. Nuestro patito vuelve a casa. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Alice | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Salieron en absoluta tensión, y Marcus se quedó abrazándose a sí mismo, ceñudo, y queriendo pensar que iban a aceptar. No creía que fueran a tener mejores opciones, pero con esa gente nunca se sabía, y tenían un equipo de tres abogados detrás. Aunque cuando vio cómo Rylance mandaba el patronus con tanta seguridad, se esperanzó. ¿Lo iban a conseguir? ¿Aquello iba a acabar... en aquel momento? Le costaba aún creérselo.
El grito de Teddy, insulto incluido, le hizo mirar a la puerta, apretando los dientes y echando aire por la nariz mientras negaba y pensaba de todo menos bueno de ese hombre. Lo que le faltó fue el dato sobre por qué sudaba tanto, y ahí sí que bufó con desprecio, rodando los ojos. Qué vergüenza. No entendía cómo podían existir personas de semejante calaña, y que encima se consideraran gente de alto estatus o respetables. ¿Respetables? Representaban todo lo malo que podía tener una persona.
La puerta se abrió, provocando que el corazón le diera un fuerte latido y que se descruzara de brazos, tenso, entrando junto a su novia y los demás. Se sentía los latidos desbocados en el pecho, las sienes y la garganta. La intentona de darle la custodia a Violet le hizo fruncir el ceño en desconcierto absoluto, porque era lo último que se esperaba. ¿Qué? Intentaba entender el por qué de aquello cuando Rylance lo explicó, ante lo que desfrunció el ceño y volvió a retirar la mirada, negando y sin dar crédito. ¿De verdad? Por Merlín, ¿cuánto más podía alargar aquello esa gente? Habéis perdido, y dad gracias porque podíais haber salido peor parados, así que rendíos ya, pensó, bastante harto, pero seguía queriendo contener sus reacciones. Si bien la salida y entrada de nuevo le había hecho perder bastante temple.
Estuvo a punto de perderlo del todo, de hecho, cuando Lucy comenzó a insultar a Alice de esa manera, pero esta vez fue Aaron quien puso una mano en su brazo, y notaba que le miraba con intensidad. Marcus solo podía mirar a la mujer con auténtico odio. Alice se defendió, y en lo que Marcus aún intentaba calmar su ira, de repente... aceptaron. Miró súbitamente al tal Goldstein, con el corazón detenido, y luego a sus acompañantes. ¿Lo habían hecho? ¿Habían aceptado? ¿Aquello... había terminado?
Se sentía embotado y como si no pudiera reaccionar, como si todo lo que estuviera viendo ante sus ojos fuera ajeno a él, como cuando miras los recuerdos en un pensadero. Rylance se había levantado y, al abrir la puerta, entró Howard. Marcus le miró, con los labios entreabiertos, sin atinar a reaccionar pero notando un fuerte nudo en su garganta y cómo los ojos le escocían a medida que escuchaba las palabras del chico. El informe... La custodia de Dylan... ya en manos de Alice... Miró a Aaron, y vio que este también tenía los ojos llenos de lágrimas. Volvió a mirar los papeles, las firmas... No se lo podía creer... Lo habían hecho. Lo habían conseguido.
El abrazo de Alice le cayó encima cuando aún no había atinado a reaccionar, y al hacerlo cerró fuertemente los ojos, estrechándola y llorando sin poderlo evitar. - Lo es. Vuelve con nosotros. - Dijo aún en su abrazo, y cuando se separaron, respondió. - Lo has conseguido. Eres la persona más valiente del mundo, Alice Gallia. Lo has conseguido. - Qué patético, por favor... - Oyó suspirar con desprecio a Lucy... y hasta ahí su aguante. Ya no tenía nada que temer y estaba más que respaldado. No iba a consentir un exabrupto más.
La miró lentamente, con la respiración aún agitada y los ojos llenos de lágrimas y odio. - Es la última vez que insulta a Alice. - La mujer soltó una carcajada bufada y despreciativa. - Ahora nos amen... - Estoy hablando yo. - Cortó. Rylance hizo por acercarse, pero Marcus dio un paso hacia la mujer, alejándose de él. - No le hacen caso ni sus propios abogados. Se han gastado un dineral en esta pantomima y ni siquiera les ha salido bien. - La mujer se irguió y se forzó a sí misma a sonreír. - Tenemos más de dos millones de galeones. - Me alegro. - La miró de arriba abajo con desprecio y escupió. - Que lo disfruten. - Esbozó una cruel sonrisa con los labios cerrados. - Pero ustedes, a todos los efectos, para nosotros, no existen. Y eso es peor que estar muerto. Prefiero estar muerto a jamás haber existido. - Soltó una muda carcajada de garganta y dijo. - Y la que ha demostrado seguir viva, a pesar de todo lo que le habéis hecho, es Janet. Os ha vuelto a ganar. Ella es libre, y todos nosotros hemos ganado. - Y dicho esto, giró la cabeza y no volvió a mirar más a ninguno de ellos. Escuchó tras él como Teddy le decía a Aaron. - No hemos terminado contigo, desgraciado. - Ya lo creo que sí. No me vais a volver a ver el pelo en vuestra miserable vida. - Respondió el otro, y hubo un intercambio más de frases entre ellos que Marcus ya no se molestó en escuchar, porque en su lugar miraba a Alice y reforzaba. - Hemos ganado. Dylan está con nosotros. Volvemos a casa. - Y eso ya sí que, por fin, era un hecho. Habían ganado. Volvían a casa. Y lo hacían todos juntos.
El grito de Teddy, insulto incluido, le hizo mirar a la puerta, apretando los dientes y echando aire por la nariz mientras negaba y pensaba de todo menos bueno de ese hombre. Lo que le faltó fue el dato sobre por qué sudaba tanto, y ahí sí que bufó con desprecio, rodando los ojos. Qué vergüenza. No entendía cómo podían existir personas de semejante calaña, y que encima se consideraran gente de alto estatus o respetables. ¿Respetables? Representaban todo lo malo que podía tener una persona.
La puerta se abrió, provocando que el corazón le diera un fuerte latido y que se descruzara de brazos, tenso, entrando junto a su novia y los demás. Se sentía los latidos desbocados en el pecho, las sienes y la garganta. La intentona de darle la custodia a Violet le hizo fruncir el ceño en desconcierto absoluto, porque era lo último que se esperaba. ¿Qué? Intentaba entender el por qué de aquello cuando Rylance lo explicó, ante lo que desfrunció el ceño y volvió a retirar la mirada, negando y sin dar crédito. ¿De verdad? Por Merlín, ¿cuánto más podía alargar aquello esa gente? Habéis perdido, y dad gracias porque podíais haber salido peor parados, así que rendíos ya, pensó, bastante harto, pero seguía queriendo contener sus reacciones. Si bien la salida y entrada de nuevo le había hecho perder bastante temple.
Estuvo a punto de perderlo del todo, de hecho, cuando Lucy comenzó a insultar a Alice de esa manera, pero esta vez fue Aaron quien puso una mano en su brazo, y notaba que le miraba con intensidad. Marcus solo podía mirar a la mujer con auténtico odio. Alice se defendió, y en lo que Marcus aún intentaba calmar su ira, de repente... aceptaron. Miró súbitamente al tal Goldstein, con el corazón detenido, y luego a sus acompañantes. ¿Lo habían hecho? ¿Habían aceptado? ¿Aquello... había terminado?
Se sentía embotado y como si no pudiera reaccionar, como si todo lo que estuviera viendo ante sus ojos fuera ajeno a él, como cuando miras los recuerdos en un pensadero. Rylance se había levantado y, al abrir la puerta, entró Howard. Marcus le miró, con los labios entreabiertos, sin atinar a reaccionar pero notando un fuerte nudo en su garganta y cómo los ojos le escocían a medida que escuchaba las palabras del chico. El informe... La custodia de Dylan... ya en manos de Alice... Miró a Aaron, y vio que este también tenía los ojos llenos de lágrimas. Volvió a mirar los papeles, las firmas... No se lo podía creer... Lo habían hecho. Lo habían conseguido.
El abrazo de Alice le cayó encima cuando aún no había atinado a reaccionar, y al hacerlo cerró fuertemente los ojos, estrechándola y llorando sin poderlo evitar. - Lo es. Vuelve con nosotros. - Dijo aún en su abrazo, y cuando se separaron, respondió. - Lo has conseguido. Eres la persona más valiente del mundo, Alice Gallia. Lo has conseguido. - Qué patético, por favor... - Oyó suspirar con desprecio a Lucy... y hasta ahí su aguante. Ya no tenía nada que temer y estaba más que respaldado. No iba a consentir un exabrupto más.
La miró lentamente, con la respiración aún agitada y los ojos llenos de lágrimas y odio. - Es la última vez que insulta a Alice. - La mujer soltó una carcajada bufada y despreciativa. - Ahora nos amen... - Estoy hablando yo. - Cortó. Rylance hizo por acercarse, pero Marcus dio un paso hacia la mujer, alejándose de él. - No le hacen caso ni sus propios abogados. Se han gastado un dineral en esta pantomima y ni siquiera les ha salido bien. - La mujer se irguió y se forzó a sí misma a sonreír. - Tenemos más de dos millones de galeones. - Me alegro. - La miró de arriba abajo con desprecio y escupió. - Que lo disfruten. - Esbozó una cruel sonrisa con los labios cerrados. - Pero ustedes, a todos los efectos, para nosotros, no existen. Y eso es peor que estar muerto. Prefiero estar muerto a jamás haber existido. - Soltó una muda carcajada de garganta y dijo. - Y la que ha demostrado seguir viva, a pesar de todo lo que le habéis hecho, es Janet. Os ha vuelto a ganar. Ella es libre, y todos nosotros hemos ganado. - Y dicho esto, giró la cabeza y no volvió a mirar más a ninguno de ellos. Escuchó tras él como Teddy le decía a Aaron. - No hemos terminado contigo, desgraciado. - Ya lo creo que sí. No me vais a volver a ver el pelo en vuestra miserable vida. - Respondió el otro, y hubo un intercambio más de frases entre ellos que Marcus ya no se molestó en escuchar, porque en su lugar miraba a Alice y reforzaba. - Hemos ganado. Dylan está con nosotros. Volvemos a casa. - Y eso ya sí que, por fin, era un hecho. Habían ganado. Volvían a casa. Y lo hacían todos juntos.
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Marcus | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
— Y entonces entró por la puerta en plan “SOY HOWARD GRAVES Y AQUÍ ESTÁ EL INFORME”. — Imitó Aaron muy exageradamente, haciendo reír a los tíos, mientras Alice miraba de reojo, nerviosamente, al espejo. — Y mira, mi abuelo al punto del desmayo, que menos mal que no se desmayó porque con lo grandón que es… — Y Frankie y Maeve se reían con ganas, y Alice sonreía, porque estaba feliz, pero aún un poco en shock hasta que pudieran contárselo a las familias. — ¿Y esa vieja bruja de Lucy Van Der Luyden qué hizo? — Alice miró sorprendida a Maeve, a la que se le había puesto cara de Hufflepuff traviesa que se sentía haciendo una travesura por meterse con Lucy. — Llamarnos de todo, estaba como poseída, era para verla. Y entonces Marcus se giró y le hizo morder el polvo y dijo que Janet seguía viva y que ellos no habían existido nunca y puf, nadie lo entendió creo, yo, pero sonó a sentencia de muerte pero sin cometer asesinato. — Eso sí hizo reír a Alice, porque claro, las sobradas de un Ravenclaw con vena Slytherin eran demasiado para el ímpetu de su primo, pero miró a Marcus con amor. — Él dice que no es valiente, pero ha hecho todo este camino conmigo, sin desfallecer y ganando como el rey que es… — Cogió su mano y la besó. — Y todo por amor. Como hizo mi madre. Dicen que yo me parezco mucho a ella… Pero él también aprendió mucho de Janet Gallia. — Y justo en ese momento, se levantaron de un salto, porque el espejo brilló, y se fueron a la habitación de abajo.
Todos sabían que hoy era la lectura y el día que, probablemente, iba a determinar todo el resto del proceso, así que Vivi, Erin y su padre habían ido a casa O’Donnell para enterarse todos juntos del resultado. Las caras eran de preocupación y nervios, pero las sonrisas de Marcus y Alice no dejaban lugar a dudas. — Familia. — Dijo ella levantando el papel. — La custodia de Dylan es mía. Volvemos a casa. Los tres. — Y simplemente esperó al estallido. Al grito de su tía, la boca muy abierta de Erin, la enorme celebración de Arnie y la sonrisa emocionada de Emma. Pero sus ojos se fueron a su padre. Estaba llorando, y tenía las lágrimas rodándole por la cara, pero sabía qué estaba pasando por su cabeza. Que Dylan no volvía con él, volvía con ella. Ya hablarían de ese asunto… En algún momento, a solas. Pero ahora había que agradecer a quien había que agradecer. — Emma, Arnold, todo esto no lo habríamos conseguido sin vuestra ayuda. Gracias, gracias de verdad. Los informes, la astucia de Rylance… Es lo que no ha ganado todo esto. — Arnold se limpió las lágrimas y Emma se inclinó hacia el espejo. — Solo hemos ayudado con lo que teníamos, como todos. La cara la habéis dado vosotros. Y es vuestro amor y vuestra constancia la que ha podido con esto. — Marcus y Alice se miraron con cariño y ella apretó su mano.
— ¿Se han resistido? — Preguntó su tía con su sonrisa malvada. Alice rio. — Tanto que han intentado darte la custodia a ti, no te digo más. — Todos abrieron mucho los ojos. — ¿A mí? ¿Y qué hago yo con la custodia? Si no estoy ni allí, ni tengo los dichosos informes ni nada. — Probablemente por eso la han pedido, para retrasar la negociación y sabe Dios hacer qué más. — Estaba allí el hermano de mi madre, no os hacéis una idea de lo descerebrado que es… Ha tratado fatal a Aaron, pero no le podía importar menos. — Oye, ¿y el otro héroe dónde está? — Preguntó Arnold, entusiasmado. Alice sonrió con cariño. — Hablando con Ilvermony… Mañana vamos a sacar a mi niño de ahí y es muy probable que, en dos o tres días, estemos en casa todos. — ¡Ay qué alegría! — Dijo Erin, más alto de lo que la había oído hablar nunca. — ¿Cómo hablando? — Preguntó Emma. La sonrisa de Alice se amplió. — Le hemos prestado nuestro móvil. En Ilvermony tienen teléfono, por lo visto. — Emma suspiró hondamente y perdió la mirada. — Así nos va… —
Todos sabían que hoy era la lectura y el día que, probablemente, iba a determinar todo el resto del proceso, así que Vivi, Erin y su padre habían ido a casa O’Donnell para enterarse todos juntos del resultado. Las caras eran de preocupación y nervios, pero las sonrisas de Marcus y Alice no dejaban lugar a dudas. — Familia. — Dijo ella levantando el papel. — La custodia de Dylan es mía. Volvemos a casa. Los tres. — Y simplemente esperó al estallido. Al grito de su tía, la boca muy abierta de Erin, la enorme celebración de Arnie y la sonrisa emocionada de Emma. Pero sus ojos se fueron a su padre. Estaba llorando, y tenía las lágrimas rodándole por la cara, pero sabía qué estaba pasando por su cabeza. Que Dylan no volvía con él, volvía con ella. Ya hablarían de ese asunto… En algún momento, a solas. Pero ahora había que agradecer a quien había que agradecer. — Emma, Arnold, todo esto no lo habríamos conseguido sin vuestra ayuda. Gracias, gracias de verdad. Los informes, la astucia de Rylance… Es lo que no ha ganado todo esto. — Arnold se limpió las lágrimas y Emma se inclinó hacia el espejo. — Solo hemos ayudado con lo que teníamos, como todos. La cara la habéis dado vosotros. Y es vuestro amor y vuestra constancia la que ha podido con esto. — Marcus y Alice se miraron con cariño y ella apretó su mano.
— ¿Se han resistido? — Preguntó su tía con su sonrisa malvada. Alice rio. — Tanto que han intentado darte la custodia a ti, no te digo más. — Todos abrieron mucho los ojos. — ¿A mí? ¿Y qué hago yo con la custodia? Si no estoy ni allí, ni tengo los dichosos informes ni nada. — Probablemente por eso la han pedido, para retrasar la negociación y sabe Dios hacer qué más. — Estaba allí el hermano de mi madre, no os hacéis una idea de lo descerebrado que es… Ha tratado fatal a Aaron, pero no le podía importar menos. — Oye, ¿y el otro héroe dónde está? — Preguntó Arnold, entusiasmado. Alice sonrió con cariño. — Hablando con Ilvermony… Mañana vamos a sacar a mi niño de ahí y es muy probable que, en dos o tres días, estemos en casa todos. — ¡Ay qué alegría! — Dijo Erin, más alto de lo que la había oído hablar nunca. — ¿Cómo hablando? — Preguntó Emma. La sonrisa de Alice se amplió. — Le hemos prestado nuestro móvil. En Ilvermony tienen teléfono, por lo visto. — Emma suspiró hondamente y perdió la mirada. — Así nos va… —
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Alice | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Si le hubieran dicho cuando le conoció que llegaría a mirar con ternura y afecto a Aaron, hubiera dicho que lo dudaba mucho. Pero ahí estaba, contando la narración de los hechos como si fuera una hazaña épica, lo que hacía que Marcus no pudiera evitar mirarle y reír. Sentía una fuerte presión en el pecho, pero era... de emoción. De una euforia que no sabía cómo estaba logrando contener. Lo habían conseguido, estaban iniciándose los trámites para recoger a Dylan y, si todo iba bien, al día siguiente a esas horas estarían con él. No se lo iba a poder creer hasta que lo tuviera delante, y aun así le costaría.
Las palabras de Alice hicieron que la mirara y... se le llenaran los ojos de lágrimas, sin poder hablar. Tragó saliva antes de ir a decir que, por ella, haría lo que fuera, y poco le había dicho a los Van Der Luyden y que le quedaba rabia para rato que volcar contra ellos por todo lo que habían dicho. Pero mientras aunaba fuerzas para hablar sin que se le quebrara la voz, vio brillar el espejo. Saltó junto a su novia y los dos fueron rápidamente a recibir la llamada, respirando hondo y recomponiéndose.
La reacción de su familia fue demasiado para él. Rio, absolutamente feliz, de ver la felicidad en los otros, pero tuvo que limpiarse las lágrimas. - Marcus. - Oyó a su madre llamarle, con una sonrisa amplia, mientras los demás gritaban de júbilo. - Estoy muy orgullosa de vosotros. - Ah, pues qué bien, ahora sí que no iba a dejar de llorar. Ni siquiera atinaba a darle las gracias, y claro, su padre que era otro llorón, entre la emoción y verle así estaba igual. Intentó respirar hondo y recomponerse, secándose las lágrimas. Menos mal que Alice había tomado el testigo para exponer los hechos.
Eso sí, la cara de Violet cuando le dijo que habían intentado darle a ella la custodia había sido para verla, y eso le hizo reír. - Estaban dando palos de ciego de una manera tan patética que resultaba hasta difícil de creer, ni sus propios abogados les estaban haciendo caso. Fue el último intento antes de que se rindieran a la evidencia, pero se lo podían haber ahorrado. - Desde luego, porque menudo intento. - Coincidió Violet, casi con un escalofrío. Emma suspiró. - Es una sandez. - Matizó, con un gesto de la mano. - No el hecho de querer darle la custodia a Violet. Es una de las herramientas que hemos intentado usar, conceder la custodia a cualquier Gallia. - ¿En serio? - Preguntó Vivi, sorprendida, pero Emma ni le hizo caso y continuó. - Es una familia grande en la que mucha gente puede hacerse perfectamente cargo de él, pero efectivamente el proceso se habría alargado absurdamente. Además, a ellos no les convenía si lo que querían era el dinero. Un intento burdo. - Marcus asintió. Es que no tenía por dónde cogerlo.
Preguntaron por Rylance y dieron la gran noticia de que, muy probablemente, mañana fueran a por Dylan, y Marcus sonreía tanto que le dolía hasta la mandíbula, mirando tanto a Alice como al espejo, porque no quería perderse la alegría de nadie. El comentario de su madre le hizo reír. - ¿Os imagináis si Hogwarts tuviera un teléfono? - Tendrías tú la línea colapsada. - Respondió su padre, haciendo a los demás reír entre dientes y a Marcus mirarle con fingida ofensa y la boca muy abierta. - ¡Vaya! Será porque la abuela y tú no podéis vivir sin hablar conmigo, no por culpa mía. - Y porque necesitas preguntarle a tu madre si ella tiene acceso a un libro que no encuentras, a tu abuelo una duda que te ha surgido sobre alquimia que no puede esperar, a mí contarme cada segundo del castillo... - Dejaré de agobiaros con mi amor si tanto os molesta. - Dijo muy digno, cruzado de brazos y mirando a otra parte, mientras los demás reían cada vez menos disimuladamente. - Y, por supuesto, a su querido suegro para preguntarle por mil detalles sobre encantamientos. - Añadió Arnold, mirando a William y en un claro intento por traerle al presente, porque el hombre parecía en otro plano. Las risas disminuyeron, porque William pareció salir de una ensoñación al ser mencionado, pero no estar pendiente de lo que hablaban. Sorbió un poco, se aclaró la garganta y miró a Alice. - Gracias por todo lo que has hecho, mi pajarito... Esta familia no podría sostenerse sin ti... - Agachó la cabeza. - Siento ser un padre tan desastroso. - Marcus se mordió el labio y, rápidamente, pasó un brazo por encima de los hombros de Alice y dijo. - Bueno, ¿cómo va a ser nuestra fiesta de bienvenida? - ¿Cómo que fiesta? - Se enganchó Arnold, tratando de replicar el tono distendido. - Solo digo que los Lacey han planeado para mañana una barbacoa enorme, así que... vosotros sabréis si queréis estar a la altura... -
Las palabras de Alice hicieron que la mirara y... se le llenaran los ojos de lágrimas, sin poder hablar. Tragó saliva antes de ir a decir que, por ella, haría lo que fuera, y poco le había dicho a los Van Der Luyden y que le quedaba rabia para rato que volcar contra ellos por todo lo que habían dicho. Pero mientras aunaba fuerzas para hablar sin que se le quebrara la voz, vio brillar el espejo. Saltó junto a su novia y los dos fueron rápidamente a recibir la llamada, respirando hondo y recomponiéndose.
La reacción de su familia fue demasiado para él. Rio, absolutamente feliz, de ver la felicidad en los otros, pero tuvo que limpiarse las lágrimas. - Marcus. - Oyó a su madre llamarle, con una sonrisa amplia, mientras los demás gritaban de júbilo. - Estoy muy orgullosa de vosotros. - Ah, pues qué bien, ahora sí que no iba a dejar de llorar. Ni siquiera atinaba a darle las gracias, y claro, su padre que era otro llorón, entre la emoción y verle así estaba igual. Intentó respirar hondo y recomponerse, secándose las lágrimas. Menos mal que Alice había tomado el testigo para exponer los hechos.
Eso sí, la cara de Violet cuando le dijo que habían intentado darle a ella la custodia había sido para verla, y eso le hizo reír. - Estaban dando palos de ciego de una manera tan patética que resultaba hasta difícil de creer, ni sus propios abogados les estaban haciendo caso. Fue el último intento antes de que se rindieran a la evidencia, pero se lo podían haber ahorrado. - Desde luego, porque menudo intento. - Coincidió Violet, casi con un escalofrío. Emma suspiró. - Es una sandez. - Matizó, con un gesto de la mano. - No el hecho de querer darle la custodia a Violet. Es una de las herramientas que hemos intentado usar, conceder la custodia a cualquier Gallia. - ¿En serio? - Preguntó Vivi, sorprendida, pero Emma ni le hizo caso y continuó. - Es una familia grande en la que mucha gente puede hacerse perfectamente cargo de él, pero efectivamente el proceso se habría alargado absurdamente. Además, a ellos no les convenía si lo que querían era el dinero. Un intento burdo. - Marcus asintió. Es que no tenía por dónde cogerlo.
Preguntaron por Rylance y dieron la gran noticia de que, muy probablemente, mañana fueran a por Dylan, y Marcus sonreía tanto que le dolía hasta la mandíbula, mirando tanto a Alice como al espejo, porque no quería perderse la alegría de nadie. El comentario de su madre le hizo reír. - ¿Os imagináis si Hogwarts tuviera un teléfono? - Tendrías tú la línea colapsada. - Respondió su padre, haciendo a los demás reír entre dientes y a Marcus mirarle con fingida ofensa y la boca muy abierta. - ¡Vaya! Será porque la abuela y tú no podéis vivir sin hablar conmigo, no por culpa mía. - Y porque necesitas preguntarle a tu madre si ella tiene acceso a un libro que no encuentras, a tu abuelo una duda que te ha surgido sobre alquimia que no puede esperar, a mí contarme cada segundo del castillo... - Dejaré de agobiaros con mi amor si tanto os molesta. - Dijo muy digno, cruzado de brazos y mirando a otra parte, mientras los demás reían cada vez menos disimuladamente. - Y, por supuesto, a su querido suegro para preguntarle por mil detalles sobre encantamientos. - Añadió Arnold, mirando a William y en un claro intento por traerle al presente, porque el hombre parecía en otro plano. Las risas disminuyeron, porque William pareció salir de una ensoñación al ser mencionado, pero no estar pendiente de lo que hablaban. Sorbió un poco, se aclaró la garganta y miró a Alice. - Gracias por todo lo que has hecho, mi pajarito... Esta familia no podría sostenerse sin ti... - Agachó la cabeza. - Siento ser un padre tan desastroso. - Marcus se mordió el labio y, rápidamente, pasó un brazo por encima de los hombros de Alice y dijo. - Bueno, ¿cómo va a ser nuestra fiesta de bienvenida? - ¿Cómo que fiesta? - Se enganchó Arnold, tratando de replicar el tono distendido. - Solo digo que los Lacey han planeado para mañana una barbacoa enorme, así que... vosotros sabréis si queréis estar a la altura... -
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Tierra sin ley, odio que ciega Con Marcus | En Nueva York | 14 de septiembre de 2002 |
Que alguien como Emma O’Donnell les dijera que estaba orgullosa de ellos, era más de lo que podía aguantar, y sus lágrimas se desbordaron. — Pero no llores, mi niña, no llores que este día es muy alegre. — ¡Tata pero si estás llorando! — Su tía se rio y se limpió las lágrimas. — Bueno es que es un día muy feliz, y la prefecta Horner se ha planteado dejar un niño a mi cargo, no puedo evitarlo. — Y ella se rio entre las lágrimas, mientras Emma negaba con la cabeza, pero no podía ocultar su felicidad.
Volvió a reír con la alusión al teléfono de Hogwarts. — Ah, ¿pero se podría llamar al abuelo? Entonces yo también lo haría. Bueno y a Emma, todo el día con las transformaciones. — Desde luego, si quisieras que Petra no se enterara, solo tendrías que usar un cacharro muggle para contactarme. En caso de que te lo cogiera, claro. — Y vueltas a las risas. Pero casi se le cortan de golpe con los intentos de Arnold de integrar a su padre, que volvió a su discurso habitual. De verdad, que no quería discutir aquel día, solo quería asegurarse de que volvían todos juntos, sanos y salvos, y ya en Inglaterra… Pensaría, valoraría. — Bueno, lo que quiero es que estéis todos en el Ministerio para recibirnos. El abuelo sobre todo, que Dylan se muere por verlo. — ¡Claro que sí! Le va a dar años de vida cuando se lo digamos. — Dijo Vivi, ya entusiasmada. — Y mucha comida, porque en cuanto mi madre te vea se va a desmayar, Alice, estas aún más delgada que cuando te fuiste. — Erin… — La regañó Arnie. — Es verdad, perdón, que mamá siempre dice que del peso no se habla ni para de más ni de menos. — Eso lo puso de moda después de ti, fuiste la problemática. — Ella se rio del pique de los hermanos, aunque las palabras de su padre la habían incomodado bastante, así que se dispuso a dejar las cosas ya establecidas para ir finalizando la charla.
— Bueno, hay otro tema. — Sacó el otro papel. — ¿Sabéis qué es esto? — Todos se acercaron achicando los ojos al espejo. — ¿Pone NJNB ahí? ¿Es uno de vuestros acertijos? — Preguntó Arnold, y ella negó con una sonrisa. — Es una orden de traspaso, de la cuenta del New Jersey National Bank… A Gringotts. Un millón y medio de galeones está en la cuenta de Dylan, donde estaba la herencia de mamá también, y el otro, en una cuenta nueva que he creado a nombre de papá y mío. — Había sido consejo de Rylance. Alice le había preguntado qué haría él, porque no se atrevía a tenerlo todo ella, y mucho menos a dejárselo a su padre, que no era ni mucho menos un mago de las finanzas, así que su siempre astuto abogado le había dichos que hicieran una cuenta conjunta, desde la que él no podría hacer grandes movimientos sin su consentimiento, pero no parecería que estuviera quitándole nada a su padre. Las caras de los demás eran de sorpresa y, obviamente, de alegría, aunque ella estaba un poco tensa. — ¿Esto es nuestro, pajarito? — Sí, papá. — Respondió tranquila. — ¿Tuyo y mío? — Tomó aire. — Mío de momento, tuyo en cuanto vayas a Gringotts y firmes. — Claro, claro… — Y otra vez la mirada ausente. Prefería no pensar demasiado en ello. — Y volviendo a lo importante, imagino que en tres días a más tardar estaremos allí, así que ya sabéis. — Trató de volver a ser la Alice bromista y alegre. — Aquí nos han hecho barbacoas, cabañas en el salón… Incluso me han dejado reformar un jardín entero… Yo lo dejo caer. — No estaba cómoda, pero más le valía ir haciéndose a la idea, porque volver a casa también significaba lidiar con esos sentimientos.
Volvió a reír con la alusión al teléfono de Hogwarts. — Ah, ¿pero se podría llamar al abuelo? Entonces yo también lo haría. Bueno y a Emma, todo el día con las transformaciones. — Desde luego, si quisieras que Petra no se enterara, solo tendrías que usar un cacharro muggle para contactarme. En caso de que te lo cogiera, claro. — Y vueltas a las risas. Pero casi se le cortan de golpe con los intentos de Arnold de integrar a su padre, que volvió a su discurso habitual. De verdad, que no quería discutir aquel día, solo quería asegurarse de que volvían todos juntos, sanos y salvos, y ya en Inglaterra… Pensaría, valoraría. — Bueno, lo que quiero es que estéis todos en el Ministerio para recibirnos. El abuelo sobre todo, que Dylan se muere por verlo. — ¡Claro que sí! Le va a dar años de vida cuando se lo digamos. — Dijo Vivi, ya entusiasmada. — Y mucha comida, porque en cuanto mi madre te vea se va a desmayar, Alice, estas aún más delgada que cuando te fuiste. — Erin… — La regañó Arnie. — Es verdad, perdón, que mamá siempre dice que del peso no se habla ni para de más ni de menos. — Eso lo puso de moda después de ti, fuiste la problemática. — Ella se rio del pique de los hermanos, aunque las palabras de su padre la habían incomodado bastante, así que se dispuso a dejar las cosas ya establecidas para ir finalizando la charla.
— Bueno, hay otro tema. — Sacó el otro papel. — ¿Sabéis qué es esto? — Todos se acercaron achicando los ojos al espejo. — ¿Pone NJNB ahí? ¿Es uno de vuestros acertijos? — Preguntó Arnold, y ella negó con una sonrisa. — Es una orden de traspaso, de la cuenta del New Jersey National Bank… A Gringotts. Un millón y medio de galeones está en la cuenta de Dylan, donde estaba la herencia de mamá también, y el otro, en una cuenta nueva que he creado a nombre de papá y mío. — Había sido consejo de Rylance. Alice le había preguntado qué haría él, porque no se atrevía a tenerlo todo ella, y mucho menos a dejárselo a su padre, que no era ni mucho menos un mago de las finanzas, así que su siempre astuto abogado le había dichos que hicieran una cuenta conjunta, desde la que él no podría hacer grandes movimientos sin su consentimiento, pero no parecería que estuviera quitándole nada a su padre. Las caras de los demás eran de sorpresa y, obviamente, de alegría, aunque ella estaba un poco tensa. — ¿Esto es nuestro, pajarito? — Sí, papá. — Respondió tranquila. — ¿Tuyo y mío? — Tomó aire. — Mío de momento, tuyo en cuanto vayas a Gringotts y firmes. — Claro, claro… — Y otra vez la mirada ausente. Prefería no pensar demasiado en ello. — Y volviendo a lo importante, imagino que en tres días a más tardar estaremos allí, así que ya sabéis. — Trató de volver a ser la Alice bromista y alegre. — Aquí nos han hecho barbacoas, cabañas en el salón… Incluso me han dejado reformar un jardín entero… Yo lo dejo caer. — No estaba cómoda, pero más le valía ir haciéndose a la idea, porque volver a casa también significaba lidiar con esos sentimientos.
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
- Te veo nervioso. - Le comentó Aaron, con una sonrisilla. Marcus no pudo evitar que se le escapara una leve risa. - Un poco... ¿De verdad no quieres venir? - El chico negó con la cabeza, alzando las palmas. - No soy Ravenclaw, no tengo ningún interés en volver al colegio. - Rio. - No, en serio. Es un momento para vosotros. Mi papel está aquí, ayudando a tus tíos y asegurándome de que esté todo flamante para cuando venga Dylan. Esto tiene que ser el mejor fiestón que haya visto Long Island en su vida. - ¡Uy! Créeme que Long Island consideraba mucho más improbable que yo me graduara. - Dijo Jason pasando de largo por allí, quien por supuesto había llegado mientras ellos desayunaban aún (para apuro de Edward, que ya tenía de sobra con que le vieran los Lacey senior recién levantado). - Eso sí que fue una fiesta. Hubo lágrimas y todo. - Y salió al jardín de nuevo. Marcus y Aaron rieron, y el chico retomó. - Tiene que ser una bienvenida en condiciones. Aunque no dudo que tu familia es perfectamente capaz de montarla, pero bueno, pondré mi granito de arena. - Marcus sonrió agradecido.
Tras una pausa de unos segundos, preguntó. - ¿Cómo estás? - Aaron había llegado muy eufórico del notario, pero cuando Alice y él terminaron la llamada familiar, aunque fingió seguir contento, se le notaba más contrariado. A medida que la noche avanzaba se iba desinflando, e incluso le pareció oír un sollozo cuando salió al baño antes de dormir, pero no quiso invadir su intimidad. El otro se encogió de hombros, pero con la mirada baja. - Estoy bien. Soy libre, por fin. Bueno, lo seré cuando venda esa maldita casa y me vaya, pero estoy mucho más cerca de ser libre. - Marcus asintió en silencio, sin dejar de mirarle. Hubo otra leve pausa, y el chico se sinceró un poco más. - No es agradable escuchar esas cosas de tus abuelos y tu tío. Y sigo sin tener muy claro... si quiero ver a mis padres o no antes de irme. No sé si me va a doler más verles, porque no puedo evitar tener rabia hacia ellos, o irme sin hacerlo. - Marcus no sabía qué responder. ¿Qué se podía responder a eso? Era una situación terrible, entendía su desazón... Quería pensar que, algún día, cuando llevara años apartado de todo aquello, sería feliz con la vida que lograra construirse. Pero que tu familia te rechazara de una forma tan cruel debía ser muy duro.
- La señora Parker ha llegado. Alice y ella están fuera. - Anunció Rylance. Marcus asintió. - Voy enseguida. - Miró a Aaron de nuevo. - Sé que no es lo mismo... y que no son las circunstancias mejores para haberles conocido, pero... - Suspiró mudo. - Ni que decir tiene que en los Lacey tienes una familia, Aaron. Y en los O'Donnell. Y estoy seguro de que los Gallia también te recibirían con los brazos abiertos. - El chico sonrió levemente. - No te voy a negar que no me he planteado pedirle a tus tíos que me adopten. - Ambos rieron. - A tus tíos, porque no me veo de hermanastro de Frankie y dudo que Shannon quiera más hijos, ya ha cubierto el cupo. - Te queda George. - Me cae muy bien, pero quiero el mundo de Wall Street lo más lejos de mí posible. - Volvieron a reír. - Va, te están esperando. Mi prima tiene que estar ya que le queman los pies por ir a por su hermano. - Sí, me voy ya. - Confirmó entre risas, pero antes le miró. - Pero no olvides lo que te he dicho ¿vale? - Le dijo de corazón. El otro sonrió. - Créeme que no. -
Shannon le recibió con un afectuoso abrazo, enormemente feliz por la resolución de todo aquello. Miró a Rylance. - Vienes con nosotros ¿verdad? - Le dijo. No es que pensase que fueran a necesitar la ayuda de un abogado, pero... seguía con la tensión y el miedo en el cuerpo, y las alertas activadas por si aquello se torcía, se sentía más seguro con él. Además de que le parecía de recibo que estuviera en ese momento, en vez de dejarle esperando en casa. El hombre ladeó una sonrisa tímida y encogió un hombro. - Estrictamente necesario no es, pero... os acompaño encantado si así lo queréis. - Es eso o ayudar a mi hermano con la barbacoa. - Dijo Shannon, lo que hizo a todos reír solo por los ojos asustados que puso el abogado. Aunque hasta él rio también con el comentario. - Definitivamente prefiero acompañaros. - Shannon, con una sonrisa radiante, le dijo a Alice. - Agárrate a mi cintura, cielo. - Miró a los dos chicos e hizo un gestito gracioso con las manos. - Y los caballeros, dadme la mano con fuerza, como si me fuera a escapar. - Eso le hizo reír, y luego miró a Alice con emoción. Lo hemos conseguido. Vamos a por Dylan, pensó, como si pudiera decírselo con la mirada, y en ese momento desparecieron del jardín.
Tras una pausa de unos segundos, preguntó. - ¿Cómo estás? - Aaron había llegado muy eufórico del notario, pero cuando Alice y él terminaron la llamada familiar, aunque fingió seguir contento, se le notaba más contrariado. A medida que la noche avanzaba se iba desinflando, e incluso le pareció oír un sollozo cuando salió al baño antes de dormir, pero no quiso invadir su intimidad. El otro se encogió de hombros, pero con la mirada baja. - Estoy bien. Soy libre, por fin. Bueno, lo seré cuando venda esa maldita casa y me vaya, pero estoy mucho más cerca de ser libre. - Marcus asintió en silencio, sin dejar de mirarle. Hubo otra leve pausa, y el chico se sinceró un poco más. - No es agradable escuchar esas cosas de tus abuelos y tu tío. Y sigo sin tener muy claro... si quiero ver a mis padres o no antes de irme. No sé si me va a doler más verles, porque no puedo evitar tener rabia hacia ellos, o irme sin hacerlo. - Marcus no sabía qué responder. ¿Qué se podía responder a eso? Era una situación terrible, entendía su desazón... Quería pensar que, algún día, cuando llevara años apartado de todo aquello, sería feliz con la vida que lograra construirse. Pero que tu familia te rechazara de una forma tan cruel debía ser muy duro.
- La señora Parker ha llegado. Alice y ella están fuera. - Anunció Rylance. Marcus asintió. - Voy enseguida. - Miró a Aaron de nuevo. - Sé que no es lo mismo... y que no son las circunstancias mejores para haberles conocido, pero... - Suspiró mudo. - Ni que decir tiene que en los Lacey tienes una familia, Aaron. Y en los O'Donnell. Y estoy seguro de que los Gallia también te recibirían con los brazos abiertos. - El chico sonrió levemente. - No te voy a negar que no me he planteado pedirle a tus tíos que me adopten. - Ambos rieron. - A tus tíos, porque no me veo de hermanastro de Frankie y dudo que Shannon quiera más hijos, ya ha cubierto el cupo. - Te queda George. - Me cae muy bien, pero quiero el mundo de Wall Street lo más lejos de mí posible. - Volvieron a reír. - Va, te están esperando. Mi prima tiene que estar ya que le queman los pies por ir a por su hermano. - Sí, me voy ya. - Confirmó entre risas, pero antes le miró. - Pero no olvides lo que te he dicho ¿vale? - Le dijo de corazón. El otro sonrió. - Créeme que no. -
Shannon le recibió con un afectuoso abrazo, enormemente feliz por la resolución de todo aquello. Miró a Rylance. - Vienes con nosotros ¿verdad? - Le dijo. No es que pensase que fueran a necesitar la ayuda de un abogado, pero... seguía con la tensión y el miedo en el cuerpo, y las alertas activadas por si aquello se torcía, se sentía más seguro con él. Además de que le parecía de recibo que estuviera en ese momento, en vez de dejarle esperando en casa. El hombre ladeó una sonrisa tímida y encogió un hombro. - Estrictamente necesario no es, pero... os acompaño encantado si así lo queréis. - Es eso o ayudar a mi hermano con la barbacoa. - Dijo Shannon, lo que hizo a todos reír solo por los ojos asustados que puso el abogado. Aunque hasta él rio también con el comentario. - Definitivamente prefiero acompañaros. - Shannon, con una sonrisa radiante, le dijo a Alice. - Agárrate a mi cintura, cielo. - Miró a los dos chicos e hizo un gestito gracioso con las manos. - Y los caballeros, dadme la mano con fuerza, como si me fuera a escapar. - Eso le hizo reír, y luego miró a Alice con emoción. Lo hemos conseguido. Vamos a por Dylan, pensó, como si pudiera decírselo con la mirada, y en ese momento desparecieron del jardín.
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Debería mirarse por qué siempre que iba a hacer algo que la ponía nerviosa, salía sola al jardín más próximo que tuviera. Cuando Marcus le contó aquello de que a Lex los animales le calmaban porque no pensaban, no lo dijo, pero pensó que a ella le pasaba algo parecido con las plantas, solo que al contrario. Alice sentía que, cuando estaba nerviosa, sus pensamientos le agobiaban, le hacían latir la cabeza, le oprimían hasta el pecho, pero las plantas… Absorbían sus pensamientos, igual que absorbían el dióxido de carbono, y, como con ello, los convertían en algo… Respirable, tolerable, como el oxígeno. Abrió los ojos. Quizás no tenía sentido nada de lo que estaba pensando, pero… Le ayudaba. Aunque, quería creer, aquello que estaba a punto de vivir era para bien.
Shannon apareció, con una sonrisa radiante y una aparición perfecta, en la puerta del jardín, y le saludó desde allí. — ¿Cómo va esa mañana? — Ajetreada. — Respondió Alice, por resumir, con una sonrisa, dejando un beso en su mejilla. — Tu hermano se encarga de ello. Y encima encantado porque es domingo y va a poder ser barbacoa tradicional, pero con Dylan también. — ¿Ya está ese pesado por aquí? Por Dios bendito… — Suspiró Shannon. Alice se rio aún más. — Y no sabes cuánto rato lleva, ha sorprendido a Rylance antes de ponerse la corbata y todo. — Y las dos se echaron a reír. Pero Shannon la tomó de los hombros y dijo. — ¿Estás lista? Va a ser un momentazo. — Alice suspiró. — Llevo soñando con ello desde que llegué, pero no quería visualizarlo demasiado, por si no ocurría, o no llegaba el momento cuando yo esperaba. — Abrazó a la mujer y dijo. — Gracias por llevarnos. Quería que estuvieras con nosotros. Has estado todo este tiempo y tú conocías a mamá… Era importante para mí. — Shannon la tomó de las mejillas y dijo. — Pues claro que sí, mi niña. Me hace muchísima ilusión. —
Justo entonces salieron los chicos con Rylance, y ella apoyó la moción de que les acompañara. — No sé hasta qué punto estarán de acuerdo los del colegio con todo esto, así que prefiero que estés tú también. — Miró a su novio, mientras se agarraba a la cintura de Shannon y susurró. — Para sentirme segura ya te tengo a ti. — Y lo vio en sus ojos. La ilusión. Se iban a por Dylan y todo aquello acababa.
Ilvermony no se parecía en nada a como lo había imaginado. Quizá porque solo conocía Hogwarts y había visto Beauxbatons, y ambos eran grandiosos castillos, en parajes rocosos y montañosos. Pero Ilvermony era como un conjunto de casas majestuosas, no tan altas e imponentes como un castillo, sino más bien como un conjunto de las mansiones de las antiguas familias mágicas, en medio de un bosque, tan solo tapado por el bosque, ni posición estratégica ni nada. Destilaba dinero y poder, exceso, como todo Estados Unidos, pero este parecía tener un aspecto más antiguo y solariego que todo lo que había visto hasta el momento. La cerradura sacó unos labios y habló. — Identifíquense. — Ella miró a Rylance con cautela y él le hizo un gesto para que hablara. A ver, que ahora era la tutora de Dylan, más le valía ponerse a la altura. — Soy Alice Gallia, vengo a recoger a mi hermano Dylan Gallia. — Los labios se arrugaron. — ¿Y toda esa gente? — ¿Pero desde dónde les estaban viendo? Alice estaba rayadísima. — Mi abogado y dos miembros de mi familia. — Los labios resoplaron. — Bueno… El director Morgan les espera, edificio A, tercera planta, derecha. — Todos miraron a Shannon mientras se abrían las vallas para dejarles paso, y ella hizo un gesto de tranquilidad. — Me sé el camino de memoria. Cada vez que Jason la liaba, me acababan llamando a mí, porque se deshacía en tartamudeos y lloros, y nadie entendía lo que decía. — ¿Qué tal es el tal Morgan? — Preguntó ella en bajito, porque si tenía labios y ojos por ahí, también podían tener orejas. Shannon suspiró. — Un privilegiado. Jason te podría contar más cosas sobre él, pero tú no tienes que preocuparte de nada, que venimos con la ley en la mano… ¿Rylance? ¿Te estás poniendo una corbata? — El hombre la miró, mientras se hacía un perfecto nudo Windsor. — Es que siempre llevo una encima por si acaso, y es muy útil, porque mire, se ha ido usted sin darme tiempo ni de coger una, señora Parker. — Si no llega a estar tan nerviosa, se habría muerto de la risa.
Cuando llegaron al despacho, si se sintió un poco más en Hogwarts. Se parecía a los despachos de Potter y Fenwick, lo recordaba perfectamente, y olía a madera y libros, eso siempre le hacía sentirse en casa. Las puertas se habían ido abriendo a su camino, y un hombre muy arreglado, repeinado, de espesa barba negra, les recibió. — Señorita Gallia, supongo. — Le tendió la mano. — Señor Morgan. — Saludó ella, estrechándola. — Encantada. Estos son Marcus O’Donnell, mi pareja, y Edward Rylance, mi abogado. Ella es… — ¡Shannon Lacey! Te recordaba como una niña, salvando la pieza de tu hermano de los líos en los que se metía. — Al hombre se le había cambiado la cara, desde luego, ahora la fichaba de arriba abajo. La mujer sonrió. — Shannon Parker, ahora. Bueno desde hace quince años, en realidad. Tienes a mi hija por aquí correteando, Maeve Parker, y no sabes la que te queda con los tres que vienen. — Ah, claro, claro. El bueno de Dave Parker. — Dan. — Eso. Vaya, menudo… Las mataba callando por lo visto… — El hombre carraspeó y miró a Alice. — Sabía que era la hermana de Gallia pero no la imaginaba tan joven. Es poco usual que se conceda la custodia de unos abuelos a una hermana tan joven. — Eso la envaró y la tensó. — Pues así ha sido. — Sin duda… Los asuntos de familia son muy turbulentos para todos… No obstante, creo que ya le comenté a su abogado, aquí presente, que el cambio de expediente no me parecía recomendable ya comenzado el curso… — Alice mantuvo la tensión de los miembros, pero no varió en la expresión. — Apenas llevan quince días de curso. — Su hermano habrá hecho amistades. — Ella ladeó la cabeza, pero mantuvo la sonrisa. — No lo dudo, pero las mantendrá. Por no hablar de que las personas que más han estado para él, que son Fergus Lacey y Maeve Parker, son familia. — El hombre suspiró un poco, con la sonrisa tensa. — Pues nada, nada… Su custodia es suya. Sin duda sabe lo que se hace. — Dijo con retintín, pero a Alice le daba igual. — ¿Quiere, pues, que le mande llamar? — Si es tan amable… Y a Fergus y Maeve también. — No sé si eso es… — Pero los ojos fijos de las cuatro personas que le apuntaban, no dejaban lugar a dudas. — Procedo. —
Shannon apareció, con una sonrisa radiante y una aparición perfecta, en la puerta del jardín, y le saludó desde allí. — ¿Cómo va esa mañana? — Ajetreada. — Respondió Alice, por resumir, con una sonrisa, dejando un beso en su mejilla. — Tu hermano se encarga de ello. Y encima encantado porque es domingo y va a poder ser barbacoa tradicional, pero con Dylan también. — ¿Ya está ese pesado por aquí? Por Dios bendito… — Suspiró Shannon. Alice se rio aún más. — Y no sabes cuánto rato lleva, ha sorprendido a Rylance antes de ponerse la corbata y todo. — Y las dos se echaron a reír. Pero Shannon la tomó de los hombros y dijo. — ¿Estás lista? Va a ser un momentazo. — Alice suspiró. — Llevo soñando con ello desde que llegué, pero no quería visualizarlo demasiado, por si no ocurría, o no llegaba el momento cuando yo esperaba. — Abrazó a la mujer y dijo. — Gracias por llevarnos. Quería que estuvieras con nosotros. Has estado todo este tiempo y tú conocías a mamá… Era importante para mí. — Shannon la tomó de las mejillas y dijo. — Pues claro que sí, mi niña. Me hace muchísima ilusión. —
Justo entonces salieron los chicos con Rylance, y ella apoyó la moción de que les acompañara. — No sé hasta qué punto estarán de acuerdo los del colegio con todo esto, así que prefiero que estés tú también. — Miró a su novio, mientras se agarraba a la cintura de Shannon y susurró. — Para sentirme segura ya te tengo a ti. — Y lo vio en sus ojos. La ilusión. Se iban a por Dylan y todo aquello acababa.
Ilvermony no se parecía en nada a como lo había imaginado. Quizá porque solo conocía Hogwarts y había visto Beauxbatons, y ambos eran grandiosos castillos, en parajes rocosos y montañosos. Pero Ilvermony era como un conjunto de casas majestuosas, no tan altas e imponentes como un castillo, sino más bien como un conjunto de las mansiones de las antiguas familias mágicas, en medio de un bosque, tan solo tapado por el bosque, ni posición estratégica ni nada. Destilaba dinero y poder, exceso, como todo Estados Unidos, pero este parecía tener un aspecto más antiguo y solariego que todo lo que había visto hasta el momento. La cerradura sacó unos labios y habló. — Identifíquense. — Ella miró a Rylance con cautela y él le hizo un gesto para que hablara. A ver, que ahora era la tutora de Dylan, más le valía ponerse a la altura. — Soy Alice Gallia, vengo a recoger a mi hermano Dylan Gallia. — Los labios se arrugaron. — ¿Y toda esa gente? — ¿Pero desde dónde les estaban viendo? Alice estaba rayadísima. — Mi abogado y dos miembros de mi familia. — Los labios resoplaron. — Bueno… El director Morgan les espera, edificio A, tercera planta, derecha. — Todos miraron a Shannon mientras se abrían las vallas para dejarles paso, y ella hizo un gesto de tranquilidad. — Me sé el camino de memoria. Cada vez que Jason la liaba, me acababan llamando a mí, porque se deshacía en tartamudeos y lloros, y nadie entendía lo que decía. — ¿Qué tal es el tal Morgan? — Preguntó ella en bajito, porque si tenía labios y ojos por ahí, también podían tener orejas. Shannon suspiró. — Un privilegiado. Jason te podría contar más cosas sobre él, pero tú no tienes que preocuparte de nada, que venimos con la ley en la mano… ¿Rylance? ¿Te estás poniendo una corbata? — El hombre la miró, mientras se hacía un perfecto nudo Windsor. — Es que siempre llevo una encima por si acaso, y es muy útil, porque mire, se ha ido usted sin darme tiempo ni de coger una, señora Parker. — Si no llega a estar tan nerviosa, se habría muerto de la risa.
Cuando llegaron al despacho, si se sintió un poco más en Hogwarts. Se parecía a los despachos de Potter y Fenwick, lo recordaba perfectamente, y olía a madera y libros, eso siempre le hacía sentirse en casa. Las puertas se habían ido abriendo a su camino, y un hombre muy arreglado, repeinado, de espesa barba negra, les recibió. — Señorita Gallia, supongo. — Le tendió la mano. — Señor Morgan. — Saludó ella, estrechándola. — Encantada. Estos son Marcus O’Donnell, mi pareja, y Edward Rylance, mi abogado. Ella es… — ¡Shannon Lacey! Te recordaba como una niña, salvando la pieza de tu hermano de los líos en los que se metía. — Al hombre se le había cambiado la cara, desde luego, ahora la fichaba de arriba abajo. La mujer sonrió. — Shannon Parker, ahora. Bueno desde hace quince años, en realidad. Tienes a mi hija por aquí correteando, Maeve Parker, y no sabes la que te queda con los tres que vienen. — Ah, claro, claro. El bueno de Dave Parker. — Dan. — Eso. Vaya, menudo… Las mataba callando por lo visto… — El hombre carraspeó y miró a Alice. — Sabía que era la hermana de Gallia pero no la imaginaba tan joven. Es poco usual que se conceda la custodia de unos abuelos a una hermana tan joven. — Eso la envaró y la tensó. — Pues así ha sido. — Sin duda… Los asuntos de familia son muy turbulentos para todos… No obstante, creo que ya le comenté a su abogado, aquí presente, que el cambio de expediente no me parecía recomendable ya comenzado el curso… — Alice mantuvo la tensión de los miembros, pero no varió en la expresión. — Apenas llevan quince días de curso. — Su hermano habrá hecho amistades. — Ella ladeó la cabeza, pero mantuvo la sonrisa. — No lo dudo, pero las mantendrá. Por no hablar de que las personas que más han estado para él, que son Fergus Lacey y Maeve Parker, son familia. — El hombre suspiró un poco, con la sonrisa tensa. — Pues nada, nada… Su custodia es suya. Sin duda sabe lo que se hace. — Dijo con retintín, pero a Alice le daba igual. — ¿Quiere, pues, que le mande llamar? — Si es tan amable… Y a Fergus y Maeve también. — No sé si eso es… — Pero los ojos fijos de las cuatro personas que le apuntaban, no dejaban lugar a dudas. — Procedo. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Le pareció ciertamente sospechoso lo... accesible, por así decirlo, que era Ilvermorny. El acceso desde donde se aparecieron era prácticamente andando, y de lo que conocía a esas alturas de Estados Unidos, y de seguridad en los colegios, eso tenía que tener trampa por alguna parte. De repente, mientras se dirigían al colegio, una conversación en la sala común acudió a su cabeza como una flecha. Él, junto a Kyla y Hillary, mientras Sean y Alice estaban en Pociones, oyéndolas hablar sobre seguridad mágica en otros colegios. Las dos tenían la asignatura de Teoría Mágica por sus intereses para trabajar en el Ministerio. - Esos tienen cámaras por todas partes, estoy segura. - ¿Cámaras? - O lo que sea. Pero no das un paso sin que se enteren. - ¿Y eso no viola la intimidad de los alumnos? - ¡Jah! Intimidad. Los americanos no saben lo que es eso. - Tragó saliva. Hillary lo comentaba con total normalidad mientras Kyla cuestionaba cómo de ético sería eso. Marcus... se recordaba a sí mismo comiendo gominolas del bol relajadamente, simplemente empapándose de la conversación pero sin participar, porque jamás pensó que aquello fuera a ir con él. Y tanto que iba con él...
La cerradura de la puerta, que aparentemente solo tenía labios, les dejó bien claro que estaban siendo vistos de alguna manera, pero no sabía cómo. - La ética es cuestionable. - Le susurró Edward mientras Alice negociaba con la puerta, en vistas de que Marcus no dejaba de mirar a todas partes a la vez. - Pero no hay denuncias en materia de intimidad o seguridad hacia Ilvermorny. Está considerado un colegio prestigioso y su alumnado sale preparado y contento, así que... - Miró a Marcus y se encogió de hombros. - No es nuestro estilo, pero ¿cuánto de lo que hemos hecho en los últimos meses lo ha sido? - Eso hizo a Marcus reír con los labios cerrados, rodando los ojos hacia el frente justo cuando la verja se abría. - Pues tienes razón. -
Rio levemente con el comentario de Shannon, así como con la salida de Edward (vaya, luego era él el raro por llevar en el bolsillo pergaminos siempre), aunque se notaba en absoluta tensión mientras recorría la distancia entre la entrada y el despacho. Soltó aire por la boca lentamente, tratando de liberar la opresión de su pecho. Jamás pensó que se enfrentarían a algo de semejante envergadura y tan jóvenes... Sí que se sentía un poco como si fuera el padre de Dylan. Hasta ese momento, lo había tomado como un hermoso cumplido, y había hecho todo lo posible por quererle y cuidarle, pero siempre desde el lugar que le correspondía. Pero allí estaba. Alice, la tutora legal de Dylan, le llevaba de la mano bajo el título de "su pareja" y no había dudado en que tenían que ser ambos quienes fueran a recogerle, por no hablar de que ese caso había sido para él una cuestión personal todo ese tiempo. Era... un poco abrumador. Pero ya estaban en la meta. Lo iban a resolver en cuestión de minutos. Estaba muy contento, pero la perspectiva mareaba.
Llegaron al despacho del director. Parecía un empresario más de tantos que había visto en esos días, pero bueno, ya había aprendido que los americanos en general eran así. Se presentó con educación, dándole la mano, y quedó a un segundo plano mientras el hombre hablaba con Alice y Shannon. La conversación con Shannon le hubiera agradado más si no fuera porque estaba muy nervioso y deseando ver por fin a Dylan, y verse con él en casa, porque hasta que no estuvieran allí no iba a sentir alivio real, no iba a dar por finalizado aquel periplo. Escuchó con una sonrisa... hasta que empezó a detectar que el director parecía poner impedimentos. No estaba diametralmente opuesto, pero... ¿intentaba darle lecciones a Alice sobre qué era lo mejor para Dylan? Esta chica "más joven de lo que imaginabas" ha hecho lo que ningún adulto de su familia ha sabido hacer, así que no necesita directrices, pensó, pero por supuesto que no iba a hablarle así a un director... O no era su idea hacerlo. Por algo se habían llevado al abogado.
- Señor Morgan. - Sí que iba a hablar. Total... después de lo hecho con los Van Der Luyden. - Si me permite. - Dijo, tan educado y comedido como buenamente había heredado de su madre. - Efectivamente, los niños hacen amistades con mucha prontitud en el colegio. Como bien sabrá, Dylan está en segundo, es decir, este no es su primer curso... Sus verdaderas amistades están en Hogwarts, donde ha cursado un año entero. - Amplió levemente la sonrisa. - Y están deseando verle. - Claro, claro. Mis palabras siempre van dirigidas al bien del menor. - Y al suyo propio, pensó, pero se lo ahorró y simplemente mantuvo la sonrisa. Luego miró a su novia. - Alice Gallia es una hermana fantástica. Usted mismo se ha sorprendido de su juventud, así que... imagínese cómo de buena es para él. Ella sí que va a hacer siempre lo mejor para su hermano. - Le miró de nuevo. - Aquí estamos por él, de hecho. - Por supuesto. - Corroboró el hombre. Shannon y Edward estaban en un silencio tensísimo. Por fin, el hombre aceptó mandar llamar no solo a Dylan, sino a sus primos, lo que hizo mirar a la mujer de reojo y compartir una sonrisa. Cuando se fue, soltó aire por la boca. - Siempre le encantó dar su humilde opinión. - Les dijo Shannon en confidencia, pero con un clarísimo tono sarcástico. Edward les miró con una sonrisa tranquila. - Ya está hecho. Queda menos, chicos. - Marcus suspiró y miró a Alice, apretando su mano con fuerza. - Por fin. - Sí, lo habían conseguido, por fin. El momento que llevaban meses esperando.
La cerradura de la puerta, que aparentemente solo tenía labios, les dejó bien claro que estaban siendo vistos de alguna manera, pero no sabía cómo. - La ética es cuestionable. - Le susurró Edward mientras Alice negociaba con la puerta, en vistas de que Marcus no dejaba de mirar a todas partes a la vez. - Pero no hay denuncias en materia de intimidad o seguridad hacia Ilvermorny. Está considerado un colegio prestigioso y su alumnado sale preparado y contento, así que... - Miró a Marcus y se encogió de hombros. - No es nuestro estilo, pero ¿cuánto de lo que hemos hecho en los últimos meses lo ha sido? - Eso hizo a Marcus reír con los labios cerrados, rodando los ojos hacia el frente justo cuando la verja se abría. - Pues tienes razón. -
Rio levemente con el comentario de Shannon, así como con la salida de Edward (vaya, luego era él el raro por llevar en el bolsillo pergaminos siempre), aunque se notaba en absoluta tensión mientras recorría la distancia entre la entrada y el despacho. Soltó aire por la boca lentamente, tratando de liberar la opresión de su pecho. Jamás pensó que se enfrentarían a algo de semejante envergadura y tan jóvenes... Sí que se sentía un poco como si fuera el padre de Dylan. Hasta ese momento, lo había tomado como un hermoso cumplido, y había hecho todo lo posible por quererle y cuidarle, pero siempre desde el lugar que le correspondía. Pero allí estaba. Alice, la tutora legal de Dylan, le llevaba de la mano bajo el título de "su pareja" y no había dudado en que tenían que ser ambos quienes fueran a recogerle, por no hablar de que ese caso había sido para él una cuestión personal todo ese tiempo. Era... un poco abrumador. Pero ya estaban en la meta. Lo iban a resolver en cuestión de minutos. Estaba muy contento, pero la perspectiva mareaba.
Llegaron al despacho del director. Parecía un empresario más de tantos que había visto en esos días, pero bueno, ya había aprendido que los americanos en general eran así. Se presentó con educación, dándole la mano, y quedó a un segundo plano mientras el hombre hablaba con Alice y Shannon. La conversación con Shannon le hubiera agradado más si no fuera porque estaba muy nervioso y deseando ver por fin a Dylan, y verse con él en casa, porque hasta que no estuvieran allí no iba a sentir alivio real, no iba a dar por finalizado aquel periplo. Escuchó con una sonrisa... hasta que empezó a detectar que el director parecía poner impedimentos. No estaba diametralmente opuesto, pero... ¿intentaba darle lecciones a Alice sobre qué era lo mejor para Dylan? Esta chica "más joven de lo que imaginabas" ha hecho lo que ningún adulto de su familia ha sabido hacer, así que no necesita directrices, pensó, pero por supuesto que no iba a hablarle así a un director... O no era su idea hacerlo. Por algo se habían llevado al abogado.
- Señor Morgan. - Sí que iba a hablar. Total... después de lo hecho con los Van Der Luyden. - Si me permite. - Dijo, tan educado y comedido como buenamente había heredado de su madre. - Efectivamente, los niños hacen amistades con mucha prontitud en el colegio. Como bien sabrá, Dylan está en segundo, es decir, este no es su primer curso... Sus verdaderas amistades están en Hogwarts, donde ha cursado un año entero. - Amplió levemente la sonrisa. - Y están deseando verle. - Claro, claro. Mis palabras siempre van dirigidas al bien del menor. - Y al suyo propio, pensó, pero se lo ahorró y simplemente mantuvo la sonrisa. Luego miró a su novia. - Alice Gallia es una hermana fantástica. Usted mismo se ha sorprendido de su juventud, así que... imagínese cómo de buena es para él. Ella sí que va a hacer siempre lo mejor para su hermano. - Le miró de nuevo. - Aquí estamos por él, de hecho. - Por supuesto. - Corroboró el hombre. Shannon y Edward estaban en un silencio tensísimo. Por fin, el hombre aceptó mandar llamar no solo a Dylan, sino a sus primos, lo que hizo mirar a la mujer de reojo y compartir una sonrisa. Cuando se fue, soltó aire por la boca. - Siempre le encantó dar su humilde opinión. - Les dijo Shannon en confidencia, pero con un clarísimo tono sarcástico. Edward les miró con una sonrisa tranquila. - Ya está hecho. Queda menos, chicos. - Marcus suspiró y miró a Alice, apretando su mano con fuerza. - Por fin. - Sí, lo habían conseguido, por fin. El momento que llevaban meses esperando.
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Todos estaban un poquito tensos con la vigilancia, y sabía que las palabras de Morgan no iban a caer bien en Marcus, pero ellos habían ido allí a por su hermano, nada les iba a detener. Qué buena idea había sido traerse a Rylance, porque a Marcus le daba mucha seguridad, y le paraba los pies cuando empezaba a enervarse. Morgan dio unas directrices a un aparato que parecía un teléfono antiguo y luego sacó unos papeles. — Supongo que, aprovechando que está su abogado aquí, podremos proceder a la firma de la autorización del traslado del expediente a Hogwarts… — Dijo el nombre de su colegio un poco entre dientes, como dando a entender cierta inquina. Te fastidias, todo tu dinero no cambiará que Hogwarts sea el mejor colegio del mundo, pensó, y se sintió un poco Marcus y agradeció estar interpretando el papel de tutora responsable para no decirle cuatro cosas a ese tipo.
En cuanto tuvo los papeles en la mano, los leyó y se los dio a Rylance, aunque a ella no le parecía que tuvieran trampa. Rylance asintió rápidamente, y ella se sentó para firmarlos, cuando una elegante pluma negra y larguísima le fue tendida. — Si me permite, he visto que no lleva pluma. — No, no llevo. — Contestó a Morgan, mientras revisaba y firmaba y rellenaba los datos. — Puedo comprender sus diferencias con sus abuelos, pero los Van Der Luyden pueden proveer muy bien a su hermano, y cuando él termine la escuela, podría volver con ustedes y visitarles sin problema en Inglaterra en vacaciones. — Alice terminó de firmar y le entregó el legajo. — Los Gallia y los O’Donnell, incluso los Lacey, puede proveer a mi hermano perfectamente. Los Van Der Luyden, por otro lado, han renunciado a la patria potestad, así que ya no son nuestros abuelos. Nosotros somos Gallia. Y a mucha honra. — Terminó levantándose de la silla. La tensión era palpable, pero entonces oyó un murmullo al final del pasillo, y a Alice ya no le importó nada más.
Podía ver la sonrisa de Maeve, que fue la primera que les vio, y acto seguido a Fergus llevándose las manos a la cabeza. A Dylan, por lo que fuera, le costó más, pero entonces solo oyó. — Hermana… — Y le vio correr hacia ella, y Alice trató de no hacer lo mismo para pegarse un chocazo, solo se tiró de rodillas para abrazarle cuando estuvo suficientemente cerca. — Hermana, hermana, hermana… — Su patito solo lloraba y la abrazaba con toda la fuerza del mundo. — Hermana, qué miedo he pesado de que os hubiera ocurrido algo… — Ya estoy aquí patito, ya estoy… — Hizo un esfuerzo por separarle y mirarle, cogiendo sus mejillas entre las manos. — Dylan, Dylan, mírame, patito… — Y clavó sus ojos en él. — Volvemos a casa. Los tres. Juntos. ¿Me entiendes? Marcus, tú y yo, volvemos a Inglaterra, y tú a Hogwarts, con Olive, con Lex, con todos los Hufflepuffs. — Y Dylan se derrumbó en lágrimas. — Ay, hermana… Colega… Gracias por venir a pro mí... Os quiero tanto... No os voy a decepcionar, vamos a ser una familia de verdad, con los O'Donnell, y papá, y los abuelos... — Dijo mirando a Marcus y tirando de él al suelo, para abrazarse los tres. — ¿Me prometéis que es verdad? ¿Nos vamos ya? — Ella estrechó el abrazo, llorando también. — Ahora mismo. Recoges las cosas y nos vamos— Alzó la vista y dijo. — Por eso he querido que las mejores personas de Ilvermony vinieran también. — Con esfuerzo, se separó a su patito y avanzó hacia Maeve y Fergus, abrazándolos a los dos. — Gracias, gracias, mil gracias. Vosotros sois nuestra familia de verdad. Nuestra familia americana. — Para siempre. — Murmuró Maeve, y Fergus simplemente apoyó la cabeza en su hombro.
En cuanto tuvo los papeles en la mano, los leyó y se los dio a Rylance, aunque a ella no le parecía que tuvieran trampa. Rylance asintió rápidamente, y ella se sentó para firmarlos, cuando una elegante pluma negra y larguísima le fue tendida. — Si me permite, he visto que no lleva pluma. — No, no llevo. — Contestó a Morgan, mientras revisaba y firmaba y rellenaba los datos. — Puedo comprender sus diferencias con sus abuelos, pero los Van Der Luyden pueden proveer muy bien a su hermano, y cuando él termine la escuela, podría volver con ustedes y visitarles sin problema en Inglaterra en vacaciones. — Alice terminó de firmar y le entregó el legajo. — Los Gallia y los O’Donnell, incluso los Lacey, puede proveer a mi hermano perfectamente. Los Van Der Luyden, por otro lado, han renunciado a la patria potestad, así que ya no son nuestros abuelos. Nosotros somos Gallia. Y a mucha honra. — Terminó levantándose de la silla. La tensión era palpable, pero entonces oyó un murmullo al final del pasillo, y a Alice ya no le importó nada más.
Podía ver la sonrisa de Maeve, que fue la primera que les vio, y acto seguido a Fergus llevándose las manos a la cabeza. A Dylan, por lo que fuera, le costó más, pero entonces solo oyó. — Hermana… — Y le vio correr hacia ella, y Alice trató de no hacer lo mismo para pegarse un chocazo, solo se tiró de rodillas para abrazarle cuando estuvo suficientemente cerca. — Hermana, hermana, hermana… — Su patito solo lloraba y la abrazaba con toda la fuerza del mundo. — Hermana, qué miedo he pesado de que os hubiera ocurrido algo… — Ya estoy aquí patito, ya estoy… — Hizo un esfuerzo por separarle y mirarle, cogiendo sus mejillas entre las manos. — Dylan, Dylan, mírame, patito… — Y clavó sus ojos en él. — Volvemos a casa. Los tres. Juntos. ¿Me entiendes? Marcus, tú y yo, volvemos a Inglaterra, y tú a Hogwarts, con Olive, con Lex, con todos los Hufflepuffs. — Y Dylan se derrumbó en lágrimas. — Ay, hermana… Colega… Gracias por venir a pro mí... Os quiero tanto... No os voy a decepcionar, vamos a ser una familia de verdad, con los O'Donnell, y papá, y los abuelos... — Dijo mirando a Marcus y tirando de él al suelo, para abrazarse los tres. — ¿Me prometéis que es verdad? ¿Nos vamos ya? — Ella estrechó el abrazo, llorando también. — Ahora mismo. Recoges las cosas y nos vamos— Alzó la vista y dijo. — Por eso he querido que las mejores personas de Ilvermony vinieran también. — Con esfuerzo, se separó a su patito y avanzó hacia Maeve y Fergus, abrazándolos a los dos. — Gracias, gracias, mil gracias. Vosotros sois nuestra familia de verdad. Nuestra familia americana. — Para siempre. — Murmuró Maeve, y Fergus simplemente apoyó la cabeza en su hombro.
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Alice Gallia
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Sabía él que era buena idea llevarse a Rylance. No hubieran consentido irse de manos vacías, pero al menos la presencia del abogado allí hacía que las probabilidades de entrar en conflicto con el director se redujesen. Estuvo a punto de adelantarse y sacar su pluma del bolsillo, primero porque él sí que llevaba (siempre llevaba) y segundo porque no le gustaba nada el tono de ese señor... Aunque, ciertamente, le parecían un tanto patéticos sus intentos de hacer desprecio a Alice solo porque sí. Si el hecho de que no lleve una pluma encima es lo mejor que has encontrado... pensó con desdén, pero solo por dentro. Por fuera se mantuvo como si nada pasase, mirando sereno y formal cómo su novia hacía los trámites pertinentes.
Lo que sí le hizo entornar los ojos hacia el hombre y hacer que su expresión de pocos amigos fuera más notable fue, una vez más, su "humilde opinión" sobre lo bien que le iría a Dylan con los Van Der Luyden. Oyó un leve carraspeo a su lado de Rylance que claramente era un "cálmate, Marcus, que lo que diga este hombre no influye en nada". Respiró hondo y, sin descruzar las manos ante el regazo, miró a la puerta. Sí, mejor se ahorraba lo que podía decir, porque tenía argumentos de sobra en contra de esa afirmación.
Pero entonces, casi a la vez, oyó el ruido al final del pasillo y vio a sus primos... y a Dylan. El corazón le dio un vuelco, pero el chico iba flechado hacia su hermana, evidentemente, y se contuvo mucho de interrumpir hasta ser llamado, pero... tenía ya los ojos llenos de lágrimas y el corazón desbocado. Demasiada tensión acumulada, y la escena ante él era difícil de aguantar sin llorar. Y entonces el chico le miró, y tiraron de él, y Marcus se abrazó con fuerza a Dylan, entre lágrimas. - Nos vamos, Dylan. Volvemos a casa. - Aseguró él también a su pregunta, porque a él también le resultaba difícil de creer, pero era real. - Tú nunca podrías decepcionarnos, Dylan. - Afirmó, y abrazándole con más fuerza le dijo. - Te quiero muchísimo, colega. - De todo corazón, porque así lo sentía. Llevaba queriendo a ese niño desde que le conoció y había sufrido mucho de pensar que se lo habían arrebatado. Eran todos una familia y así debían seguir, unidos.
Alice se levantó y abrazó a sus primos, y Marcus miró a Dylan a los ojos. - ¿Estás bien? ¿Ha ido bien aquí? - Le dijo, aún con la cara llena de lágrimas, y Dylan asintió, pasándose el puño por las mejillas. - Tenía miedo por vosotros, pero el colegio es guay, y Maeve y Fergus han estado siempre conmigo y me han cuidado un montón. - Sonrió enternecido y miró a los chicos, que abrazaban a Alice. Le iba a faltar vida para agradecerle a los Lacey, a todos ellos, lo que habían hecho. - Me tienes que contar un montón de cosas de aquí. Sigo siendo un prefecto curioso. - Le dijo a Dylan, revolviéndole los rizos y sorbiendo un poco, y el niño rio. - En cuanto tengas tus cosas recogidas, nos vamos a casa. Hay una barbacoa en tu honor. - ¿¿De verdad?? - Preguntó, y luego miró a Maeve y Fergus. Se notaba un poco culpable. Se mordió el labio y miró al director. - Señor Morgan... ¿No pueden salir un ratito? - El otro suspiró. - Si dejara salir a todos los alumnos por reuniones familiares, el colegio estaría vacío. - Va, no te preocupes, bro, disfruta. Si mi padre es un pesado, ya pagaré la cuota de barbacoas cuando salga de vacaciones. Una detrás de otra. - Bromeó Fergus, haciéndoles reír. Dylan sorbió otra vez y, con una expresión mucho más risueña, dijo. - ¡Voy a por mis cosas! - Y salió corriendo.
Cuando desapareció por el pasillo, Marcus miró a Maeve. La chica le miraba con las mejillas sonrosadas, y él puso una sonrisa traviesa. - ¿Quién es la mejor Pukwudgie que haya visto Ilvermorny jamás? - Y, antes de darle tiempo a reaccionar, la cogió en volandas, haciéndola soltar un gritito, y empezó a dar vueltas con ella. - ¿¿Puede ser mi prima Maeve la mejor del mundo mundial?? ¿Cuántas casas quieres que te compre? ¿Dos? ¿Tres? ¿Diez? - ¡¡Marcus!! ¡Que me mareo! - ¿Cincuenta? - La chica seguía riendo a carcajadas, y ya sí la dejó en el suelo (asegurándose de que no se cayera, aunque trastabilló un poco y tuvo que apoyarse en Alice entre risas). Se giró entonces a Fergus. - Eres el mejor, ¿lo sabías? - Pues claro. - Dijo el otro, con una sonrisita sobrada. Marcus rio y le abrazó. - Mil gracias, Fergus. De verdad. Os debemos una. - Cuando se separaron, el chico se encogió de hombros como si nada. - Le vamos a echar de menos en verdad, es buen tío. Y sí, sí que me debes una, me debes un tío al que proteger. Mi pandilla se ha quedado ahora sin objetivo. - Puedes proteger a tu prima. - Maeve le miró con ojitos ilusionados. Fergus arrugó un poco la nariz y dijo. - Qué va, paso. - Qué tonto. - Respondió la otra, y luego miró a Marcus. - En verdad es un buenazo pero le gusta hacerse el interesante. - ¿Ves? No puedo meter a esta tipa en mi pandilla, arruinaría mi reputación. - Esta tipa ni se ha dado cuenta de que su madre está aquí. - Comentó Shannon con tonito, y ya sí, Maeve dio un saltito y fue a abrazarla. Marcus miró a Alice, radiante. Eran felices. Su esfuerzo se había visto recompensado.
Lo que sí le hizo entornar los ojos hacia el hombre y hacer que su expresión de pocos amigos fuera más notable fue, una vez más, su "humilde opinión" sobre lo bien que le iría a Dylan con los Van Der Luyden. Oyó un leve carraspeo a su lado de Rylance que claramente era un "cálmate, Marcus, que lo que diga este hombre no influye en nada". Respiró hondo y, sin descruzar las manos ante el regazo, miró a la puerta. Sí, mejor se ahorraba lo que podía decir, porque tenía argumentos de sobra en contra de esa afirmación.
Pero entonces, casi a la vez, oyó el ruido al final del pasillo y vio a sus primos... y a Dylan. El corazón le dio un vuelco, pero el chico iba flechado hacia su hermana, evidentemente, y se contuvo mucho de interrumpir hasta ser llamado, pero... tenía ya los ojos llenos de lágrimas y el corazón desbocado. Demasiada tensión acumulada, y la escena ante él era difícil de aguantar sin llorar. Y entonces el chico le miró, y tiraron de él, y Marcus se abrazó con fuerza a Dylan, entre lágrimas. - Nos vamos, Dylan. Volvemos a casa. - Aseguró él también a su pregunta, porque a él también le resultaba difícil de creer, pero era real. - Tú nunca podrías decepcionarnos, Dylan. - Afirmó, y abrazándole con más fuerza le dijo. - Te quiero muchísimo, colega. - De todo corazón, porque así lo sentía. Llevaba queriendo a ese niño desde que le conoció y había sufrido mucho de pensar que se lo habían arrebatado. Eran todos una familia y así debían seguir, unidos.
Alice se levantó y abrazó a sus primos, y Marcus miró a Dylan a los ojos. - ¿Estás bien? ¿Ha ido bien aquí? - Le dijo, aún con la cara llena de lágrimas, y Dylan asintió, pasándose el puño por las mejillas. - Tenía miedo por vosotros, pero el colegio es guay, y Maeve y Fergus han estado siempre conmigo y me han cuidado un montón. - Sonrió enternecido y miró a los chicos, que abrazaban a Alice. Le iba a faltar vida para agradecerle a los Lacey, a todos ellos, lo que habían hecho. - Me tienes que contar un montón de cosas de aquí. Sigo siendo un prefecto curioso. - Le dijo a Dylan, revolviéndole los rizos y sorbiendo un poco, y el niño rio. - En cuanto tengas tus cosas recogidas, nos vamos a casa. Hay una barbacoa en tu honor. - ¿¿De verdad?? - Preguntó, y luego miró a Maeve y Fergus. Se notaba un poco culpable. Se mordió el labio y miró al director. - Señor Morgan... ¿No pueden salir un ratito? - El otro suspiró. - Si dejara salir a todos los alumnos por reuniones familiares, el colegio estaría vacío. - Va, no te preocupes, bro, disfruta. Si mi padre es un pesado, ya pagaré la cuota de barbacoas cuando salga de vacaciones. Una detrás de otra. - Bromeó Fergus, haciéndoles reír. Dylan sorbió otra vez y, con una expresión mucho más risueña, dijo. - ¡Voy a por mis cosas! - Y salió corriendo.
Cuando desapareció por el pasillo, Marcus miró a Maeve. La chica le miraba con las mejillas sonrosadas, y él puso una sonrisa traviesa. - ¿Quién es la mejor Pukwudgie que haya visto Ilvermorny jamás? - Y, antes de darle tiempo a reaccionar, la cogió en volandas, haciéndola soltar un gritito, y empezó a dar vueltas con ella. - ¿¿Puede ser mi prima Maeve la mejor del mundo mundial?? ¿Cuántas casas quieres que te compre? ¿Dos? ¿Tres? ¿Diez? - ¡¡Marcus!! ¡Que me mareo! - ¿Cincuenta? - La chica seguía riendo a carcajadas, y ya sí la dejó en el suelo (asegurándose de que no se cayera, aunque trastabilló un poco y tuvo que apoyarse en Alice entre risas). Se giró entonces a Fergus. - Eres el mejor, ¿lo sabías? - Pues claro. - Dijo el otro, con una sonrisita sobrada. Marcus rio y le abrazó. - Mil gracias, Fergus. De verdad. Os debemos una. - Cuando se separaron, el chico se encogió de hombros como si nada. - Le vamos a echar de menos en verdad, es buen tío. Y sí, sí que me debes una, me debes un tío al que proteger. Mi pandilla se ha quedado ahora sin objetivo. - Puedes proteger a tu prima. - Maeve le miró con ojitos ilusionados. Fergus arrugó un poco la nariz y dijo. - Qué va, paso. - Qué tonto. - Respondió la otra, y luego miró a Marcus. - En verdad es un buenazo pero le gusta hacerse el interesante. - ¿Ves? No puedo meter a esta tipa en mi pandilla, arruinaría mi reputación. - Esta tipa ni se ha dado cuenta de que su madre está aquí. - Comentó Shannon con tonito, y ya sí, Maeve dio un saltito y fue a abrazarla. Marcus miró a Alice, radiante. Eran felices. Su esfuerzo se había visto recompensado.
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Ver a Dylan y a su novio juntos de nuevo la hacía sonreír entre las lágrimas, y notaba hasta calor en las manos y en todo el cuerpo de la pura emoción. Shannon le acarició la espalda. — Lo has conseguido Alice. Lo habéis conseguido. — Dylan salió volando a por sus cosas y ella le gritó. — ¡Con cuidado, patito! No vayamos a empezar esta andadura con un chichón, por Merlín… — Pero entendía su euforia, era la de ella, solo quería que lo recogiera todo lo más rápido posible y salir de allí. Miró a Fergus, mientras Marcus levantaba a Maeve de forma absolutamente adorable. — Sé lo que te cuesta hacer estas cosas, Fergus. — Se acercó y le revolvió el pelo. — Algún día vas a estar más orgulloso de cuidar de tu familia que de ser el guay de serpiente cornuda. — El chico la miró con ternura, pero luego recuperó la sonrisita. — Bueno, eso dices tú… — Pero luego entornó los ojos y dijo. — ¿Es lo que hace Marcus? — Alice asintió. — Te lo puedo asegurar. — Bueno, si me aseguras que voy a tener ese porte, esa novia y esa labia, igual sí empiezo a plantearme el bien. — Ambos rieron, y se limitó a escuchar cómo volvía a convertirse en el joven chulito que le gustaba aparentar ser.
En cuanto Shannon liberó a Maeve, ella se acercó a la chica. — Vas a ser una arquitecta magnífica. Pero a lo que no va a ganarte nunca nadie es a buena persona. Tienes lo mejor de los Lacey sin el ruido y el escándalo de tu parte irlandesa. — Maeve tomó sus manos y dijo. — Dylan me dijo que las hermanas mayores tienen que ser como tú, y lo voy a ser Alice. Tú sí que eres un ejemplo. — Ella abrazó a la chica emocionada y Shannon las abrazó a las dos. — Estoy muy orgullosa de las dos, mis niñas. Si esto ha salido tan bien al final es porque hemos estado todos juntos. — Se separó y miró a Morgan… Regular nada más. No quería cabrear más al director estando tan cerca de irse, pero… Vaya mala baba no dejar salir a los chicos a celebrar tremendo momento. — Bueno, estas Navidades en Irlanda os vais a hartar de celebraciones. — Maeve asintió con el entusiasmo que solo un Hufflepuff sabe mostrar, y se agarró al brazo de su primo dando saltitos, que reprimió poner los ojos en blanco claramente, queriendo dar ese momentito a la chica.
Dylan volvió, a la misma carrera, y ya vestido de calle, con su baúl y varias cosas flotando detrás, además de la vuelapluma como loca dando volteretas en el aire. — Míralo. Es un Gallia. — Le dijo cómicamente a Marcus. Según llegó, se echó a los brazos de Maeve y dijo. — Nunca voy a olvidar lo que has hecho por mí. Y un buen Hufflepuff sabe ser más agradecido que nadie. Vas a ser mi amiga toda la vida, aunque tú estés aquí y yo allí. — Maeve asintió y le miró. — Sé feliz en Inglaterra, Dylan. Cuida de tu familia, termina Hogwarts… Y volveremos a vernos, ya verás. — Se dieron otro abrazo y su hermano terminó diciendo. — Vas a ser la mejor arquitecta hermana mayor del mundo. — Claramente habían hablado de aquel tema bastante. Luego se fue hacia Fergus con la misma fuerza. — Eh, patito, ya está, que me tiras. — Le hizo ilusión oír el mote de su hermano en labios de Fergus. — Eres mucho más bueno de lo que quieres hacer creer a la gente. Ya sabes que yo lo siento todo. — El chico le revolvió los rizos. — Ya lo sé yo, ya. Cuídate, Dylan, y cuida de todos por nosotros. Nos veremos más pronto de lo que piensas. — Y su hermano volvió entre ellos para salir por fin de aquel sitio. Por fin se iba a aparecer en Long Island con su hermano, y en menos de lo que creía, en casa. — Adiós, señor… — Su hermano ni se sabía el apellido del director. — Y gracias por todo. — Él siempre tan correcto, aunque Alice estaba segura de que no habrían cruzado ni cinco palabras.
Entre despedidas, salieron del edificio, y el breve silencio, lo rompió su hermano. — Hermana. — Dime. — ¿Quién es este señor? — Preguntó asomándose para ver a Rylance. Eso la hizo reír. Tenía muchas ganas de reír. — ¡Ay! Perdona, ha estado tanto con nosotros que se me olvida que tú no le conoces. Es Edward Rylance, cariño, nuestro abogado, y el que ha ayudado a traerte aquí. — Encantado de conocerte, Dylan. Tienes mucha gente que te quiere y que ha luchado por tenerte a su lado. — Su hermano sonrió. — Más encantado estoy yo, señor. Muchas gracias por ayudarles a traerme. Yo me temía que mi hermana se peleara con todo el mundo e intentara hacerlo todo sola, como cuando los Gallia son un caos y acaban con su paciencia. — Eso hizo a Rylance soltar una fuerte y sincera carcajada, y así como a Shannon. — Sí que destaca por la sinceridad. — Dijo ella, lo que hizo que su hermano la mirara. — Y usted es la madre de Maeve, ¿verdad? — Llámame de tú, Dylan. — Le contestó ella, pellizcándole la nariz. — Tenía muchas ganas de conocerte yo también. — Yo tengo ganas de conocer a todos los que han ayudado al colega y a mi hermana a encontrarme y traerme a casa. — Shannon rio. — Pues tranquilo, están todos convocados, te vas a hartar. — Tengo ganas de hacer algo así con mucha gente. — Su hermano claramente estaba muy arriba. — Pues mira, vamos a hacer una cosa. Nos vamos a aparecer Rylance y yo, y vosotros dentro de cinco minutitos, y así os hacemos un gran recibimiento. — Alice amplió al sonrisa y Dylan dijo. — Eso le va a encantar al colega. — Y de nuevo rieron todos. Aquello le parecía un sueño.
En cuanto Shannon y Rylance desaparecieron, Dylan se volvió hacia ella. — Contadme la verdad, por favor. ¿Papá está en problemas? La agente social dijo muchas cosas, y los Van Der Luyden… — Sus ojos se pusieron vidriosos. — Pero yo no les creí, ni dije ni una palabra. — Les dio una mano a cada uno y Alice contuvo el llanto. — Escúchame, Dylan. Los Van Der Luyden han renunciado a ser familia nuestra. — ¿Eso se puede? — Y tanto que se puede. Nunca podrán volver a por ti, jamás. — Entornó los ojos y miró a Marcus. — Y por papá no tienes que preocuparte. En cuanto vuelvas, empezará a mejorar otra vez, como todos. Y a partir de ahora, tu tutora soy yo. — Los ojos de su hermano se iluminaron y apretó sus manos. — ¿Ahora sí puedo decir que sois mis padres? — Alice tragó saliva y le miró. — Patito, escúchame. Tus padres siempre serán papá y mamá. Porque han sido unos padres buenos y cariñosos, porque tú eras el solecito de su vida, su angelito rubio, y eso nunca jamás lo va a poder sustituir, ni yo ni nadie. — Miró a Marcus y dejó que las lágrimas resbalaran. — Pero a partir de ahora, podrás contar con nosotros como tu referencia, para loq ue necesites, porque, legalmente ya eres mi responsabilidad, y mi obligación es cuidarte. — Su hermano rio y dijo. — Pues vaya… Si todo eso ya lo hacíais, hermana… — Miró a Marcus y dijo. — Decid lo que queráis. Vosotros sois mis padres, y mi familia son los Gallia-O’Donnell. — Que gusto tener las cosas tan claras, desde luego.
En cuanto Shannon liberó a Maeve, ella se acercó a la chica. — Vas a ser una arquitecta magnífica. Pero a lo que no va a ganarte nunca nadie es a buena persona. Tienes lo mejor de los Lacey sin el ruido y el escándalo de tu parte irlandesa. — Maeve tomó sus manos y dijo. — Dylan me dijo que las hermanas mayores tienen que ser como tú, y lo voy a ser Alice. Tú sí que eres un ejemplo. — Ella abrazó a la chica emocionada y Shannon las abrazó a las dos. — Estoy muy orgullosa de las dos, mis niñas. Si esto ha salido tan bien al final es porque hemos estado todos juntos. — Se separó y miró a Morgan… Regular nada más. No quería cabrear más al director estando tan cerca de irse, pero… Vaya mala baba no dejar salir a los chicos a celebrar tremendo momento. — Bueno, estas Navidades en Irlanda os vais a hartar de celebraciones. — Maeve asintió con el entusiasmo que solo un Hufflepuff sabe mostrar, y se agarró al brazo de su primo dando saltitos, que reprimió poner los ojos en blanco claramente, queriendo dar ese momentito a la chica.
Dylan volvió, a la misma carrera, y ya vestido de calle, con su baúl y varias cosas flotando detrás, además de la vuelapluma como loca dando volteretas en el aire. — Míralo. Es un Gallia. — Le dijo cómicamente a Marcus. Según llegó, se echó a los brazos de Maeve y dijo. — Nunca voy a olvidar lo que has hecho por mí. Y un buen Hufflepuff sabe ser más agradecido que nadie. Vas a ser mi amiga toda la vida, aunque tú estés aquí y yo allí. — Maeve asintió y le miró. — Sé feliz en Inglaterra, Dylan. Cuida de tu familia, termina Hogwarts… Y volveremos a vernos, ya verás. — Se dieron otro abrazo y su hermano terminó diciendo. — Vas a ser la mejor arquitecta hermana mayor del mundo. — Claramente habían hablado de aquel tema bastante. Luego se fue hacia Fergus con la misma fuerza. — Eh, patito, ya está, que me tiras. — Le hizo ilusión oír el mote de su hermano en labios de Fergus. — Eres mucho más bueno de lo que quieres hacer creer a la gente. Ya sabes que yo lo siento todo. — El chico le revolvió los rizos. — Ya lo sé yo, ya. Cuídate, Dylan, y cuida de todos por nosotros. Nos veremos más pronto de lo que piensas. — Y su hermano volvió entre ellos para salir por fin de aquel sitio. Por fin se iba a aparecer en Long Island con su hermano, y en menos de lo que creía, en casa. — Adiós, señor… — Su hermano ni se sabía el apellido del director. — Y gracias por todo. — Él siempre tan correcto, aunque Alice estaba segura de que no habrían cruzado ni cinco palabras.
Entre despedidas, salieron del edificio, y el breve silencio, lo rompió su hermano. — Hermana. — Dime. — ¿Quién es este señor? — Preguntó asomándose para ver a Rylance. Eso la hizo reír. Tenía muchas ganas de reír. — ¡Ay! Perdona, ha estado tanto con nosotros que se me olvida que tú no le conoces. Es Edward Rylance, cariño, nuestro abogado, y el que ha ayudado a traerte aquí. — Encantado de conocerte, Dylan. Tienes mucha gente que te quiere y que ha luchado por tenerte a su lado. — Su hermano sonrió. — Más encantado estoy yo, señor. Muchas gracias por ayudarles a traerme. Yo me temía que mi hermana se peleara con todo el mundo e intentara hacerlo todo sola, como cuando los Gallia son un caos y acaban con su paciencia. — Eso hizo a Rylance soltar una fuerte y sincera carcajada, y así como a Shannon. — Sí que destaca por la sinceridad. — Dijo ella, lo que hizo que su hermano la mirara. — Y usted es la madre de Maeve, ¿verdad? — Llámame de tú, Dylan. — Le contestó ella, pellizcándole la nariz. — Tenía muchas ganas de conocerte yo también. — Yo tengo ganas de conocer a todos los que han ayudado al colega y a mi hermana a encontrarme y traerme a casa. — Shannon rio. — Pues tranquilo, están todos convocados, te vas a hartar. — Tengo ganas de hacer algo así con mucha gente. — Su hermano claramente estaba muy arriba. — Pues mira, vamos a hacer una cosa. Nos vamos a aparecer Rylance y yo, y vosotros dentro de cinco minutitos, y así os hacemos un gran recibimiento. — Alice amplió al sonrisa y Dylan dijo. — Eso le va a encantar al colega. — Y de nuevo rieron todos. Aquello le parecía un sueño.
En cuanto Shannon y Rylance desaparecieron, Dylan se volvió hacia ella. — Contadme la verdad, por favor. ¿Papá está en problemas? La agente social dijo muchas cosas, y los Van Der Luyden… — Sus ojos se pusieron vidriosos. — Pero yo no les creí, ni dije ni una palabra. — Les dio una mano a cada uno y Alice contuvo el llanto. — Escúchame, Dylan. Los Van Der Luyden han renunciado a ser familia nuestra. — ¿Eso se puede? — Y tanto que se puede. Nunca podrán volver a por ti, jamás. — Entornó los ojos y miró a Marcus. — Y por papá no tienes que preocuparte. En cuanto vuelvas, empezará a mejorar otra vez, como todos. Y a partir de ahora, tu tutora soy yo. — Los ojos de su hermano se iluminaron y apretó sus manos. — ¿Ahora sí puedo decir que sois mis padres? — Alice tragó saliva y le miró. — Patito, escúchame. Tus padres siempre serán papá y mamá. Porque han sido unos padres buenos y cariñosos, porque tú eras el solecito de su vida, su angelito rubio, y eso nunca jamás lo va a poder sustituir, ni yo ni nadie. — Miró a Marcus y dejó que las lágrimas resbalaran. — Pero a partir de ahora, podrás contar con nosotros como tu referencia, para loq ue necesites, porque, legalmente ya eres mi responsabilidad, y mi obligación es cuidarte. — Su hermano rio y dijo. — Pues vaya… Si todo eso ya lo hacíais, hermana… — Miró a Marcus y dijo. — Decid lo que queráis. Vosotros sois mis padres, y mi familia son los Gallia-O’Donnell. — Que gusto tener las cosas tan claras, desde luego.
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Soltó una carcajada a la respuesta de Fergus. - Así se habla. - Claro, como lo que había dicho era para halagarle a él... - El porte y la labia ya los tienes. La novia... - Miró de reojo a Alice y dijo, con una sonrisa entre enamorada y chulesca. - Da igual cuando llegue, si cuando llega es la mujer de tu vida. - Tomando nota de la frase. - Dijo el chico, haciéndoles reír. Cuando Maeve le dijo a Alice que era un ejemplo, se le volvieron a inundar los ojos. Adoraba a esa niña, y no podía estar más de acuerdo con ella.
- Indudablemente. - Dijo entre risas y con orgullo inflado cuando Alice resaltó que Dylan era Gallia, sin poder evitar echar una miradita al director. La despedida de los chicos casi le hace llorar otra vez. Ese momento estaba teniendo demasiada intensidad, pero lo estaba disfrutando muchísimo. Despidió a sus primos con un abrazo y con la firme promesa de verse en Irlanda en Navidad, y ya sentía que no podía esperar para ello. Del director, se despidió con pura cortesía. Salir de allí se sentía como sacar la cabeza del agua, llenando los pulmones de aire después de mucho rato sin respirar. Iban con Dylan, iban a celebrarlo por todo lo alto. Y, en unos días, volverían a casa.
La carcajada que soltó cuando Dylan preguntó por Rylance la debió oír el director desde su despacho. - Es parte de la familia ya. Está invitado a Irlanda y todo, ¿no te lo hemos dicho? - ¿Cómo? - Preguntó Rylance, mirándole casi sobresaltado, y Marcus se echó a reír. Shannon, riendo con más prudencia, le puso una mano en el hombro y dijo. - Mi primo tiene muchas ganas de broma ahora, pero señor Rylance, ni que decir tiene que tiene usted las puertas de nuestra casa abiertas para cuando lo necesite. Y que por supuesto le invitaremos a una buena comida navideña irlandesa si decide pasarse por allí en las fiestas. - Tengo en cuenta su invitación y quedo muy agradecido. - Contestó con una sonrisa tímida. La respuesta de Dylan no tuvo precio, tanto que hizo a todos reír. - Te ha pillado. - Señaló a Alice, pero luego miró al niño. - Aunque debo decir que en este caso ha estado siempre muy bien rodeada y dejándose ayudar. - Dylan miró con una gran sonrisa a su hermana que hizo que su comentario mereciera muchísimo la pena.
Rio de nuevo, revolviéndole los rizos. - Olvidaba lo listillo que eras. Pues sí, las entradas hay que hacerlas triunfales. Como los reyes. - Afirmó, subiéndose como siempre a la argumentación. Shannon y Rylance se marcharon y quedaron los tres solos... Y, al hacerlo, el tono de Dylan se volvió más serio. Intercambió la mirada con Alice. Debían sentarse con él y contarle toda la verdad, pero... podían hacerlo en otro momento. Hoy les apetecía disfrutar de lo conseguido, de estar por fin juntos, y algunas cosas podrían impactar al chico. No quería que se les arruinara el humor de cara a la quedada familiar. Alice avanzó la parte buena de todo aquello, que era que tenían a los Van Der Luyden bien lejos por fin y para siempre, y Marcus se limitó a mirarles y sonreír, afirmando con su silencio. Pero la pregunta del niño le dejó el corazón parado por unos instantes, y de nuevo los ojos se le llenaron de lágrimas, mirando a Alice. Cuando tragó saliva y pudo hablar sin que la voz se le quebrara, se unió al comentario de Alice. - Tus padres son William Gallia y Janet Gallia. Tú eres parte de ambos, la mezcla perfecta de los dos, como tu hermana. Y créeme, son los mejores padres que has podido tener. - Se sonrieron mutuamente. - Pero sí, como dice tu hermana, vamos a estar siempre para ti, Dylan. Para lo que necesites. - La respuesta del chico le hizo reír levemente, y su conclusión era inamovible. - Somos familia. Todos. Eso es lo importante. - Y qué más daba el título que tuviera cada uno mientras estuvieran juntos.
- Jo... con abogado y todo. Qué nivel, hermana. No dejan de sorprenderme los O'Donnell. - Marcus rio fuertemente y le hizo cosquillas. - Tú no dejas de ser el diablillo Hufflepuff de siempre. Nos tienes a todos engañados con lo de ser tan mono. - ¡Uf! Colega, que llevo muchos meses sin poder ser como soy yo. - ¿Y cómo eres tú? Un diablillo, como tu hermana, pero en versión Hufflepuff. - El chico se retorcía entre risas. - Y ya mismo no vas a ser tan pequeño, y no va a colar. - Yo siempre voy a ser más pequeño que vosotros. - ¡Hombre, hasta ahora las leyes de la lógica no las podemos romper! Pero te tomo la palabra. Te trataré como a un renacuajo toda la vida. - Y ya puso cara de desdecirse, pero mucho se estaban retrasando ya, así que antes de darle opción a responder, dio una palmada. - ¡Bueno! ¿Nos aparecemos ya? No hagamos esperar más a los Lacey, que se van a quedar frías las hamburguesas. - ¿¿Hay barbacoa en serio?? - ¡¡Claro!! Y si ves acercarse a un loco con unas tenazas, no te asustes, es el primo Jason. - Dylan rio, los tres se dieron la mano y desaparecieron de allí, para aparecer en el jardín de los Lacey.
Todas las miradas se giraron a ellos en cuanto se aparecieron en el jardín. - ¡¡BIENVENIDO A CASA, DYLAN!! - Se escuchó, atronador, y el niño miraba con los ojos abiertísimos. Claramente no esperaba a tanta gente, ni el clamoroso aplauso que vino detrás. Genial, otra vez tenía ganas de llorar, aunque esta vez, solo por lo que le gustaba una buena entrada, lo pudo controlar mejor. - ¡Así da la bienvenida una buena familia irlandesa! - Su exclamación fue muy bien acogida con un grito de júbilo. La verdad es que no sabía a quién presentar a Dylan primero... ya eligió la persona en sí. Que, tal y como Marcus había predicho, se acercó gritando hacia él, solo que con el delantal de la vaca chivata en vez de con las pinzas de la barbacoa. Dylan puso un poco de cara de miedo, pero ni pudo reaccionar, porque Jason ya le daba vueltas en volandas en el aire. - ¡¡¡ESTE NUEVO MIEMBRO DE LA FAMILIA SE VA A COMER LA MEJOR HAMBURGUESA QUE SE LA HE RESERVADO YOOOOOO!!! - Estaba casi seguro de que Dylan estaba conteniendo la respiración. Parecía acabado de aterrizar en el planeta Tierra cuando Jason lo dejó en el suelo.
- Hooooola Dyyyyyylaaaaaan. - Se acercó con la mayor dulzura del mundo Sandy, dándole al chico dos besos. Dylan se puso inmediatamente colorado. - ¡El auténtico protagonista de la fiesta! ¡Eres toda una sensación por aquí! Mi padre me ha hablado muuuuuuuuucho de ti. - Dylan parpadeó. Marcus podía jurar que ahora mismo no sabía quién era padre o hijo de nadie ni por qué le conocían tanto. - Estoy encantadísima de conocerte. Soy Sandra, pero puedes llamarme Sandy, prima de Marcus. - Le dedicó una mirada a él y, acto seguido, se fue directa hacia Alice y le dio un fuerte abrazo. - ¡Qué valiente eres! Mi padre me ha contado y... ¡Oh, por Dios! Yo no hubiera podido, de verdad que no hubiera podido. - La separó, aunque no le quitó las manos de los hombros. - Tienes una amiga aquí para siempre, ¿me oyes? - ¿Quieres conocer a los tíos? Son Hufflepuff, como tú. - Le dijo Marcus a Dylan, quien asintió enérgicamente, pero seguía mirando aturdido la cantidad de gente que había allí. Le dio la mano y avanzó con él hacia Frankie y Maeve, quienes le miraban emocionados, como si estuvieran viendo llegar a su nieto. - No puedo. Es que me lo como entero. - Escuchó una voz familiar desde un lado, y reconoció a Monica. Howard les hizo un gesto, junto a ella. También vio a Nicole y al señor Wren. Estaban todos, todos los que les habían ayudado. Estaba su gran familia americana allí al completo.
- Indudablemente. - Dijo entre risas y con orgullo inflado cuando Alice resaltó que Dylan era Gallia, sin poder evitar echar una miradita al director. La despedida de los chicos casi le hace llorar otra vez. Ese momento estaba teniendo demasiada intensidad, pero lo estaba disfrutando muchísimo. Despidió a sus primos con un abrazo y con la firme promesa de verse en Irlanda en Navidad, y ya sentía que no podía esperar para ello. Del director, se despidió con pura cortesía. Salir de allí se sentía como sacar la cabeza del agua, llenando los pulmones de aire después de mucho rato sin respirar. Iban con Dylan, iban a celebrarlo por todo lo alto. Y, en unos días, volverían a casa.
La carcajada que soltó cuando Dylan preguntó por Rylance la debió oír el director desde su despacho. - Es parte de la familia ya. Está invitado a Irlanda y todo, ¿no te lo hemos dicho? - ¿Cómo? - Preguntó Rylance, mirándole casi sobresaltado, y Marcus se echó a reír. Shannon, riendo con más prudencia, le puso una mano en el hombro y dijo. - Mi primo tiene muchas ganas de broma ahora, pero señor Rylance, ni que decir tiene que tiene usted las puertas de nuestra casa abiertas para cuando lo necesite. Y que por supuesto le invitaremos a una buena comida navideña irlandesa si decide pasarse por allí en las fiestas. - Tengo en cuenta su invitación y quedo muy agradecido. - Contestó con una sonrisa tímida. La respuesta de Dylan no tuvo precio, tanto que hizo a todos reír. - Te ha pillado. - Señaló a Alice, pero luego miró al niño. - Aunque debo decir que en este caso ha estado siempre muy bien rodeada y dejándose ayudar. - Dylan miró con una gran sonrisa a su hermana que hizo que su comentario mereciera muchísimo la pena.
Rio de nuevo, revolviéndole los rizos. - Olvidaba lo listillo que eras. Pues sí, las entradas hay que hacerlas triunfales. Como los reyes. - Afirmó, subiéndose como siempre a la argumentación. Shannon y Rylance se marcharon y quedaron los tres solos... Y, al hacerlo, el tono de Dylan se volvió más serio. Intercambió la mirada con Alice. Debían sentarse con él y contarle toda la verdad, pero... podían hacerlo en otro momento. Hoy les apetecía disfrutar de lo conseguido, de estar por fin juntos, y algunas cosas podrían impactar al chico. No quería que se les arruinara el humor de cara a la quedada familiar. Alice avanzó la parte buena de todo aquello, que era que tenían a los Van Der Luyden bien lejos por fin y para siempre, y Marcus se limitó a mirarles y sonreír, afirmando con su silencio. Pero la pregunta del niño le dejó el corazón parado por unos instantes, y de nuevo los ojos se le llenaron de lágrimas, mirando a Alice. Cuando tragó saliva y pudo hablar sin que la voz se le quebrara, se unió al comentario de Alice. - Tus padres son William Gallia y Janet Gallia. Tú eres parte de ambos, la mezcla perfecta de los dos, como tu hermana. Y créeme, son los mejores padres que has podido tener. - Se sonrieron mutuamente. - Pero sí, como dice tu hermana, vamos a estar siempre para ti, Dylan. Para lo que necesites. - La respuesta del chico le hizo reír levemente, y su conclusión era inamovible. - Somos familia. Todos. Eso es lo importante. - Y qué más daba el título que tuviera cada uno mientras estuvieran juntos.
- Jo... con abogado y todo. Qué nivel, hermana. No dejan de sorprenderme los O'Donnell. - Marcus rio fuertemente y le hizo cosquillas. - Tú no dejas de ser el diablillo Hufflepuff de siempre. Nos tienes a todos engañados con lo de ser tan mono. - ¡Uf! Colega, que llevo muchos meses sin poder ser como soy yo. - ¿Y cómo eres tú? Un diablillo, como tu hermana, pero en versión Hufflepuff. - El chico se retorcía entre risas. - Y ya mismo no vas a ser tan pequeño, y no va a colar. - Yo siempre voy a ser más pequeño que vosotros. - ¡Hombre, hasta ahora las leyes de la lógica no las podemos romper! Pero te tomo la palabra. Te trataré como a un renacuajo toda la vida. - Y ya puso cara de desdecirse, pero mucho se estaban retrasando ya, así que antes de darle opción a responder, dio una palmada. - ¡Bueno! ¿Nos aparecemos ya? No hagamos esperar más a los Lacey, que se van a quedar frías las hamburguesas. - ¿¿Hay barbacoa en serio?? - ¡¡Claro!! Y si ves acercarse a un loco con unas tenazas, no te asustes, es el primo Jason. - Dylan rio, los tres se dieron la mano y desaparecieron de allí, para aparecer en el jardín de los Lacey.
Todas las miradas se giraron a ellos en cuanto se aparecieron en el jardín. - ¡¡BIENVENIDO A CASA, DYLAN!! - Se escuchó, atronador, y el niño miraba con los ojos abiertísimos. Claramente no esperaba a tanta gente, ni el clamoroso aplauso que vino detrás. Genial, otra vez tenía ganas de llorar, aunque esta vez, solo por lo que le gustaba una buena entrada, lo pudo controlar mejor. - ¡Así da la bienvenida una buena familia irlandesa! - Su exclamación fue muy bien acogida con un grito de júbilo. La verdad es que no sabía a quién presentar a Dylan primero... ya eligió la persona en sí. Que, tal y como Marcus había predicho, se acercó gritando hacia él, solo que con el delantal de la vaca chivata en vez de con las pinzas de la barbacoa. Dylan puso un poco de cara de miedo, pero ni pudo reaccionar, porque Jason ya le daba vueltas en volandas en el aire. - ¡¡¡ESTE NUEVO MIEMBRO DE LA FAMILIA SE VA A COMER LA MEJOR HAMBURGUESA QUE SE LA HE RESERVADO YOOOOOO!!! - Estaba casi seguro de que Dylan estaba conteniendo la respiración. Parecía acabado de aterrizar en el planeta Tierra cuando Jason lo dejó en el suelo.
- Hooooola Dyyyyyylaaaaaan. - Se acercó con la mayor dulzura del mundo Sandy, dándole al chico dos besos. Dylan se puso inmediatamente colorado. - ¡El auténtico protagonista de la fiesta! ¡Eres toda una sensación por aquí! Mi padre me ha hablado muuuuuuuuucho de ti. - Dylan parpadeó. Marcus podía jurar que ahora mismo no sabía quién era padre o hijo de nadie ni por qué le conocían tanto. - Estoy encantadísima de conocerte. Soy Sandra, pero puedes llamarme Sandy, prima de Marcus. - Le dedicó una mirada a él y, acto seguido, se fue directa hacia Alice y le dio un fuerte abrazo. - ¡Qué valiente eres! Mi padre me ha contado y... ¡Oh, por Dios! Yo no hubiera podido, de verdad que no hubiera podido. - La separó, aunque no le quitó las manos de los hombros. - Tienes una amiga aquí para siempre, ¿me oyes? - ¿Quieres conocer a los tíos? Son Hufflepuff, como tú. - Le dijo Marcus a Dylan, quien asintió enérgicamente, pero seguía mirando aturdido la cantidad de gente que había allí. Le dio la mano y avanzó con él hacia Frankie y Maeve, quienes le miraban emocionados, como si estuvieran viendo llegar a su nieto. - No puedo. Es que me lo como entero. - Escuchó una voz familiar desde un lado, y reconoció a Monica. Howard les hizo un gesto, junto a ella. También vio a Nicole y al señor Wren. Estaban todos, todos los que les habían ayudado. Estaba su gran familia americana allí al completo.
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Ivanka
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Dylan y Marcus bromeando le estaba dando vida, devolviendo el torrente a sus venas, era todo lo que necesitaba, ahora lo veía. Todo el malestar de las semanas pasadas, parecía esfumarse poco a poco, como si la salud volviera físicamente en forma de risa, del brillo en los ojos de las personas que más quería en el mundo. — Sois muy graciosos los dos, pero tú estás creciendo demasiado rápido. A saber qué te han enseñado en ese colegio que ni es castillo ni nada. — Miró a Marcus y asintió a lo de aparecerse. — No sabes todavía lo mucho que te va a gustar esa familia. — Dijo Alice, agarrando a Dylan con fuerza, mientras pensaba volvemos a casa, mamá, todos juntos. Nunca hubiera dejado que se lo quedaran.
La entrada fue triunfal, como se esperaban, aunque claramente su hermano no había caído en que pudiera ser TAN grandiosa. Marcus parecía estar recuperando la salud también, y ya estaba metido en la vorágine irlandesa. Dylan, por su parte, aún estaba un poco sobrepasado por las circunstancias al encontrarse de golpe con Jason, que lo elevó como si fuera un trofeo. Y para ya terminar de desconcertarle, Sandy se le echó encima, y Alice tuvo que contenerse la risa, porque nunca había visto así a su hermano, pero podía entender el momentazo. Allí había más gente a parte de los Lacey y familias, pero Marcus se llevó a su patito con los tíos, cosa que comprendía, porque ellos tenían preferencia para conocerle, y ella se llevó un abrazo placaje que olía a perfume muy caro. — Oh… Gracias, Sandy. — Le devolvió el abrazo y dijo. — Solo estoy siendo una hermana mayor, te lo aseguro. — Rio un poco y señaló con la cabeza a Dylan. — Aquel creo que lo considera una profesión, pero solo es… Instinto. Lo quiero desde que me lo pusieron en los brazos. — Sandy se llevó una mano al pecho con los ojos vidriosos. — La vuestra es una historia preciosa. De verdad te lo digo, Alice. Aquí estoy para ti. Para vosotros. — Ella sonrió ampliamente. — Lo mismo digo. Me han chivado que te vas de viaje a Europa, así que ya sabes dónde está tu familia. — Pero por el rabillo del ojo vio a la gente que no eran los Lacey y se excusó para acercarse a ellos.
Corrió hacia Monica y Howard y se abrazaron los tres. — Una vez más, nos habéis salvado. — Les dijo. — Una vez más, mi querida Gal, os habéis salvado vosotros solos, nosotros solo hemos estado ahí. — Replicó Howard, pero Alice miró a Monica. — ¿Te ha contado su entrada épica? — La mujer se rio. — No cuenta nada épico nunca, solo papeles. — Pues que luego lo imite Aaron que le sale ideal. — Y entonces Monica reparó en su hermano, y él se acercó a ellos. — Hola, ¿y vosotros quiénes sois? — Monica se llevó las manos a las mejillas. — ¡Oy por favor! ¿Me prestas su custodia un ratito, por favor? Es que me encanta. — Alice rio y puso las manos sobre los hombros del niño. — Dylan, estos son Howard y Monica Graves. — ¿El prefecto Graves? Mi hermana estaba enamorada de ti. — Alice dejó caer los párpados y negó con la cabeza. Hasta eso había echado de menos. — Bueno, eso dicen, pero no es cierto. — Es verdad, siempre ha estado por el colega, se sentía perfectamente. — Howard estrechó la mano de su hermano con una fuerte carcajada y Monica se fue hacia él. — Yo te achucho, ¿vale? Porque me pareces lo más adorable que he visto en mi vida. — Vale. — Se dejó Dylan. — De ti también habla mucho. Dice eso de las mujeres, y que eres un ejemplo. — La mujer hizo un sonido adorable. — ¡No puedo con tanto amor! ¡No me dan los brazos! — Se quejó y todos rieron. Pero había alguien a quien quería presentarle con calma.
— Ven un momento. — Y le condujo hacia los otros dos. — Dylan, ellos son Christopher Wren y Nicole Guarini. Trabajaban con mamá en el MACUSA, y la ayudaron a escaparse para que pudiera casarse con papá, y sin ellos no habríamos podido conseguir traerte de vuelta. — Usted era el jefe de mamá. Me contaba cosas que hacía cuando trabajaba para usted, y se acordaba de cómo le gustaban las cosas. — Wren estaba ya con los ojos vidriosos. — Es… Eres igualito que William, muchacho. Es un honor que alguien como tú me hable de los recuerdos de tu madre, no sabes cómo me alegra veros juntos por fin y oír que me recordaba y te lo contaba tantos años después de haberse ido. — Es como volver a verlos juntos, Chris, como si acabaran de volver de Monument Valley, ¿no te parece? — Dijo Nikki, y Alice rio emocionada, pero su hermano se había quedado mudo otra vez. Claro Nikki estaba dándole unos sonoros besos en la mejilla, y ese era el efecto de esa mujer en los hombres, claramente, tuvieran la edad que tuvieran. — Yo era amiga de tu madre, Dylan. Por fin siento que le hemos hecho justicia ayudándote a volver con quien debes estar. — ¿Usted… Era amiga de mamá? — Preguntó alucinado, claramente teniendo dificultades de asociar a semejante mujer con su madre, pero Nicole no se daba por aludida. — Vivió en mi piso y todo, me encantaría que fuéramos todos juntos a Hell’s Kitchen y pudieras ver el restaurante donde se veían tus padres… — Alice se giró a Marcus, porque tenía ese plan antes de irse de Nueva York, pero, antes de que pudiera decir nada, aparecieron Frankie Junior y Jason de nuevo. — ¡A ver el homenajeado! ¡Que hay que llevarle a que ocupe su lugar de honor! — Gritó el mayor, y, literalmente, se lo quitaron de las manos. — ¡A ver, O’Donnell Junior, un discursito al más puro estilo alquimista de prestigio por aquí! — Gritó Frankie. Alice miró a su novio y se apoyó un segundo sobre él. — Menos mal que tenemos experiencia de sobra con el caos Gallia. — Suspiró y dejó un beso en su mejilla. — Me encanta esto. — Miró alrededor y luego a sus ojos. — Esto. Esto es lo que siempre he querido. Gracias, una vez más, por dármelo. —
La entrada fue triunfal, como se esperaban, aunque claramente su hermano no había caído en que pudiera ser TAN grandiosa. Marcus parecía estar recuperando la salud también, y ya estaba metido en la vorágine irlandesa. Dylan, por su parte, aún estaba un poco sobrepasado por las circunstancias al encontrarse de golpe con Jason, que lo elevó como si fuera un trofeo. Y para ya terminar de desconcertarle, Sandy se le echó encima, y Alice tuvo que contenerse la risa, porque nunca había visto así a su hermano, pero podía entender el momentazo. Allí había más gente a parte de los Lacey y familias, pero Marcus se llevó a su patito con los tíos, cosa que comprendía, porque ellos tenían preferencia para conocerle, y ella se llevó un abrazo placaje que olía a perfume muy caro. — Oh… Gracias, Sandy. — Le devolvió el abrazo y dijo. — Solo estoy siendo una hermana mayor, te lo aseguro. — Rio un poco y señaló con la cabeza a Dylan. — Aquel creo que lo considera una profesión, pero solo es… Instinto. Lo quiero desde que me lo pusieron en los brazos. — Sandy se llevó una mano al pecho con los ojos vidriosos. — La vuestra es una historia preciosa. De verdad te lo digo, Alice. Aquí estoy para ti. Para vosotros. — Ella sonrió ampliamente. — Lo mismo digo. Me han chivado que te vas de viaje a Europa, así que ya sabes dónde está tu familia. — Pero por el rabillo del ojo vio a la gente que no eran los Lacey y se excusó para acercarse a ellos.
Corrió hacia Monica y Howard y se abrazaron los tres. — Una vez más, nos habéis salvado. — Les dijo. — Una vez más, mi querida Gal, os habéis salvado vosotros solos, nosotros solo hemos estado ahí. — Replicó Howard, pero Alice miró a Monica. — ¿Te ha contado su entrada épica? — La mujer se rio. — No cuenta nada épico nunca, solo papeles. — Pues que luego lo imite Aaron que le sale ideal. — Y entonces Monica reparó en su hermano, y él se acercó a ellos. — Hola, ¿y vosotros quiénes sois? — Monica se llevó las manos a las mejillas. — ¡Oy por favor! ¿Me prestas su custodia un ratito, por favor? Es que me encanta. — Alice rio y puso las manos sobre los hombros del niño. — Dylan, estos son Howard y Monica Graves. — ¿El prefecto Graves? Mi hermana estaba enamorada de ti. — Alice dejó caer los párpados y negó con la cabeza. Hasta eso había echado de menos. — Bueno, eso dicen, pero no es cierto. — Es verdad, siempre ha estado por el colega, se sentía perfectamente. — Howard estrechó la mano de su hermano con una fuerte carcajada y Monica se fue hacia él. — Yo te achucho, ¿vale? Porque me pareces lo más adorable que he visto en mi vida. — Vale. — Se dejó Dylan. — De ti también habla mucho. Dice eso de las mujeres, y que eres un ejemplo. — La mujer hizo un sonido adorable. — ¡No puedo con tanto amor! ¡No me dan los brazos! — Se quejó y todos rieron. Pero había alguien a quien quería presentarle con calma.
— Ven un momento. — Y le condujo hacia los otros dos. — Dylan, ellos son Christopher Wren y Nicole Guarini. Trabajaban con mamá en el MACUSA, y la ayudaron a escaparse para que pudiera casarse con papá, y sin ellos no habríamos podido conseguir traerte de vuelta. — Usted era el jefe de mamá. Me contaba cosas que hacía cuando trabajaba para usted, y se acordaba de cómo le gustaban las cosas. — Wren estaba ya con los ojos vidriosos. — Es… Eres igualito que William, muchacho. Es un honor que alguien como tú me hable de los recuerdos de tu madre, no sabes cómo me alegra veros juntos por fin y oír que me recordaba y te lo contaba tantos años después de haberse ido. — Es como volver a verlos juntos, Chris, como si acabaran de volver de Monument Valley, ¿no te parece? — Dijo Nikki, y Alice rio emocionada, pero su hermano se había quedado mudo otra vez. Claro Nikki estaba dándole unos sonoros besos en la mejilla, y ese era el efecto de esa mujer en los hombres, claramente, tuvieran la edad que tuvieran. — Yo era amiga de tu madre, Dylan. Por fin siento que le hemos hecho justicia ayudándote a volver con quien debes estar. — ¿Usted… Era amiga de mamá? — Preguntó alucinado, claramente teniendo dificultades de asociar a semejante mujer con su madre, pero Nicole no se daba por aludida. — Vivió en mi piso y todo, me encantaría que fuéramos todos juntos a Hell’s Kitchen y pudieras ver el restaurante donde se veían tus padres… — Alice se giró a Marcus, porque tenía ese plan antes de irse de Nueva York, pero, antes de que pudiera decir nada, aparecieron Frankie Junior y Jason de nuevo. — ¡A ver el homenajeado! ¡Que hay que llevarle a que ocupe su lugar de honor! — Gritó el mayor, y, literalmente, se lo quitaron de las manos. — ¡A ver, O’Donnell Junior, un discursito al más puro estilo alquimista de prestigio por aquí! — Gritó Frankie. Alice miró a su novio y se apoyó un segundo sobre él. — Menos mal que tenemos experiencia de sobra con el caos Gallia. — Suspiró y dejó un beso en su mejilla. — Me encanta esto. — Miró alrededor y luego a sus ojos. — Esto. Esto es lo que siempre he querido. Gracias, una vez más, por dármelo. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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