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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb 23 Abr 2022, 13:25
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    La eternidad es nuestra:
    Freyja
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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Dom 13 Nov 2022, 21:57


    El largo vuelo
    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    No podía moverse, no podía abrir los ojos. No sabía dónde estaba, pero estaba cómoda… Aunque un poco agobiada por no poder moverse, a decir verdad. Recordó un truco que le habían dado para esos momentos, que era empezar por mover el dedo gordo del pie. Está bien, lo movió. Ahora había que mover el pie… Bueno, iba moviéndose poco a poco, ya era algo. ¿Dónde estaba? Notó alguien removiéndose al lado. Ah, claro, Marcus… Estaba en casa de los O’Donnell. Seguía sin ser capaz de abrir los ojos, pero notaba cómo Marcus le cogía las manos. Poco a poco todo fue volviendo a ella, mientras trataba de parpadear. — Marcus… — Dijo, con la boca muy pastosa. — Dame agua, por favor. — Y notó que se le acercaba un vaso, acercándoselo poco a poco a los labios y bebiendo a sorbitos.

    ¿Cómo había llegado allí? No se acordaba. Obviamente se acordaba de Dylan, de todo lo que le había dicho a su padre… Su padre… ¿Dónde estaría ahora? Y ella había llegado a casa de los O’Donnell, pero… — Alice, ¿estás bien? — Lex. Estaba con Lex, imaginando el invernadero, hace un rato, y entonces lo recordó. — ¿Me has dormido? — Preguntó, incorporándose con cautela en la cama y frotándose los ojos. — Probablemente era lo más prudente… — Suspiró y se restregó los ojos. — Las pociones siempre han sido más lo mío. Te has pasado con la dosis, estoy abotargadísima. — Se quejó, tratando soltar la lengua, pero imposible. Bebió hasta acabarse el vaso y carraspeó. Era como si todo su cuerpo fuera una escoba estropeada que intentaba levantarse pero no llegaba a hacerlo. — Dame… Lex… — ¿Qué? — Preguntó, acercándose apremiantemente, como si tuviera una urgencia tremenda. — Hazme una infusión de menta por favor, 6 hojas, veinticinco mililitros de agua, sesenta y cinco grados, cuatro minutos de reposo. — Dio las proporciones de memoria y precisas, para que su cuñado no entrara en pánico y se lo hiciera cuanto antes. — Es para contrarrestar los efectos de la poción… — Y Lex no necesitó más pistas, así que salió corriendo a la cocina.

    Alice recogió las piernas y se las abrazó, aunque dejó una mano en las de Marcus. — Cuando Florence te hizo esto mismo, te enfadaste con ella de por vida. — Sonrió y suspiró, acariciando con el pulgar la mano que seguía agarrando. — No te culpo, no podía ni pensar. Ahora tampoco, pero por lo menos no por la ira sino por… — Hizo un gesto con la mano. — Esa cosa que me has dado. — Suspiró y se atusó el pelo. — Debo estar horrible. — Se acercó por la cama hasta su novio y se apoyó en el hombro. — Esto es como una pesadilla, pero no se acaba… — Las lágrimas acudieron de nuevo a sus ojos y parpadeó para alejarlas, abrazándose. — Gracias por no haberte separado de mí, mi amor. — No podría culparte si lo hicieras, pensó, pero no le apetecía cabrear a Marcus con esas afirmaciones, le conocía demasiado bien.

    Lex entró con la infusión y ella la tomó inmediatamente entre sus manos. — Gracias. — Dijo con voz ronca. Había llorado y gritado bastante. Bebió un poco y preguntó. — ¿Qué hora es? ¿Habéis cenado todos ya? — Y Lex y Marcus se miraron un segundo. — ¿Qué pasa? — Preguntó mientras bebía de nuevo y notaba cómo la infusión la iba despertando. Y entonces oyó el timbre, y los chicos dieron un respingo. Ella frunció el ceño. Había asumido que era tarde porque parecía oscuro fuera, pero si alguien estaba llamando… Lo más curioso era que no oía pasos hacia la puerta, que, de hecho, sonó otra vez. — Yo me quedo aquí. — Dijo Lex poniéndose a su lado en la cama, mientras Marcus se levantaba. Alice miró a su cuñado y preguntó. — ¿No están tus padres? — Lex negó con la cabeza. No era bueno. — ¿Dónde están?No lo sé, Alice. — Contestó él, sacando al varita del pantalón y agarrándola con fuerza. — ¿Qué haces, Lex? No puedes hacer magia. — El chico la miró, como pensándose mucho lo que iba a decir, hasta que oyeron una voz inconfundible en el piso de abajo.

    ¡HE VENIDO A DORMIR CON MIS NIÑOS! — Molly. No sonaba tan alegre como siempre, pero no había duda. Lex y ella se levantaron y bajaron las escaleras. En cuanto Molly la vio, se acercó y la achuchó. — Mi niña. Estamos todos con vosotros. Tú no te preocupes por nada. Los O’Donnell te cuidan y te protegen, y vamos a recuperar a mi patito precioso antes de que nos demos cuenta. Nadie puede separaros. — Ya le volvieron las lágrimas otra vez, pero asintió entre los brazos de Molly. Ella la separó. — Mira, ¿sabes que vamos a hacer? Vamos a poner una mesa bonita y llena de cosas ricas que la abuela Molly os va a hacer, y mientras, mi nieto Lex nos va a preparar la habitación de invitados, y tú te vas a dar una duchita, para sentirte un poco mejor y cambiarte a algo más cómodo. — Alice no tenía ganas de objetar a nada, así que asintió y subió a ducharse, pero antes preguntó. — ¿Dónde están Arnold y Emma? — Molly la empujó un poquito por las escaleras. — Ocupados, haciendo todo lo que pueden por vosotros. Ahora mismo todo es un galimatías, hija, y tú no puedes hacer literalmente nada. Cuando haya algo que contar y afrontar, ellos vendrán a contártelo, de verdad te lo digo. — Le empujó un poquito más. — Pero ahora, a ducharse, y yo te tengo algo ligerito para cuando bajes, algo que te asiente el estómago y te reconstituya un poco, hija, venga, Lex, ve con ella, hijo. — Mucho interés tenía la abuela en quedarse con Marcus, pero es que no podía ni quejarse ya. La ducha al menso le vendría bien para terminar de despejarse después de aquella poción.  






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    Alchemist
    Freyja
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    Lun 14 Nov 2022, 00:33


    El largo vuelo
    Con Alice | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Marcus estaba tan destruido y tan preocupado por Alice que no estaba demasiado pendiente de cualquier cosa que no fuera estrictamente eso. Al menos Lex parecía estar ese día poniendo todos los ojos que él no ponía, porque Marcus se tensó en el acto cuando Alice pidió agua y ya iba a empezar a dar palos de ciego, pero su hermano rápidamente le acercó un vaso. Debió traerlo en algunas de sus idas y venidas en las que le insistía que tenía que comer. Gracias, pensó, mirando a su hermano, pero se centró en darle a Alice de beber.

    Su novia se incorporó poco a poco... y la pregunta le impactó en el pecho. Tragó saliva y notó cómo se le llenaban los ojos de lágrimas mientras se planteaba cómo contestar, lo cual ella pareció notar. Sonrió levemente y asintió, mirando a Lex de reojo. No, no se había pasado con la dosis, le había dado el vial diluido en agua como su padre había indicado... solo que no era poción tranquilizante sino sedante. ¿Iba a seguir mintiendo a Alice? No, en algún momento le confesaría lo que le había dado realmente. Pero el momento no era ese.

    No había atinado a decir nada desde que Alice se había despertado, solo la miraba con expresión culpable. Al menos su novia parecía seguir sin querer despegarse de él, por lo que se sentó junto a ella en la cama, después de que le pidiera a Lex una poción para contrarrestar los efectos. Esperaba que esta no la activara de nuevo, aunque al menos, quería pensar, el sofocón se le había disipado bastante. Se quedó en silencio junto a ella hasta que Alice lo rompió... y lo que dijo hizo que la mirara de nuevo con culpabilidad. Bajó la mirada. - Lo siento... - Musitó. Frunció los labios y negó levemente, apartando la mirada. - Supongo que no sirve de nada decirte ahora que no quería hacerlo... pero... - No pensaba echar balones fuera y culpar a su padre. Tragó saliva. - No podía soportar verte tan mal. No sabía qué hacer, estabas... sufriendo mucho... Lo siento, Alice. - Tenía la voz quebrada y la mirada esquiva, pero al menos no estaba diciendo nada que fuera mentira. Solo ocultando parte de la información.

    Pero al menos Alice no le culpaba, en sus propias palabras. Sonrió levemente, con los ojos humedecidos, y dejó un beso en su mejilla, deteniéndose unos segundos en esta, con ternura y con arrepentimiento. Al separarse, ella dijo que estaba horrible y él la miró enternecido, sonriendo un poco más y acariciando su pelo. - No podrías estarlo ni aunque quisieras. Para mí siempre estás preciosa. - Tragó saliva. - Te quiero mucho, Alice. - Que no lo dudara ni por un instante. La abrazó, apretándola levemente contra sí, al notarla acercarse y oírla decir esas cosas. - No voy a separarme de ti ni un segundo, mi amor. Te lo he prometido y lo voy a cumplir. No querría estar en ninguna otra parte. -

    Se separó un poco para darle a Alice espacio para beberse la poción, mirando a su hermano con agradecimiento. Y entonces, Alice preguntó si habían comido. A ver... Lex había comido, pero a saber hacía cuánto y qué. Marcus ni eso. Se miraron un segundo, pero antes de que pudiera abrir la boca para responder, el sonido del timbre le puso en alerta. Se tensó entero, irguiéndose en su asiento y pensando a toda velocidad. ¿Quién era a esas horas de la noche? ¿Quién llamaba a su casa? Sus padres no estaban y no necesitaban llamar al timbre, directamente entraban. Miró a Lex un segundo e instantáneamente fue a llevarse la mano al bolsillo... pero no quería alertar a Alice. La segunda llamada volvió a tensarles a todos, y Lex determinó que se quedaba con Alice. No era necesario ser legeremante para intuir lo que estaba pensando: si había que defenderse, él no podía hacer magia de manera legal. Sí podría si se demostraba que era en defensa propia, pero... Por Merlín, no podía estar pensando eso en serio.

    - Vengo ahora mismo. - Afirmó, apretando un poco la mano de Alice antes de levantarse de la cama y salir. La casa estaba muy oscura, y desde arriba, las escaleras y el pasillo hacia la puerta, entre tanta oscuridad, soledad e incertidumbre, se antojaban aterradores. Apretó los dientes y sacó la varita. Si era alguien que no debería estar allí, alguien a quien no querrían tener dentro de casa... mejor que ni siquiera supieran que había nadie dentro. La habitación estaba oscurecida para mostrar el cielo nocturno, toda la casa estaba a oscuras. Podría haber ido encendiendo las luces... pero prefirió dejarlo así. Estaba temblando pero tenía muy claro que si alguien tenía que ir a abrir la puerta, era él. No iba a dejar que su novia y su hermano pequeño se enfrentaran a... quien fuera que había al otro lado.

    Se acercó con pasos sigilosos, con cautela y con la varita alzada. Pero la persona al otro lado de la puerta, en vistas de que no respondían al timbre, se manifestó. - ¿Marcus? ¿Lex? Soy la abuela. - Casi se desmaya de la destensión. Bajó la varita y soltó muchísimo aire por la boca, aire que llevaba un buen rato conteniendo en el pecho, cerrando los ojos. Igualmente, abrió la puerta con prudencia. Tenía tanto miedo que no descartaba que fuera una impostora... pero no, era su abuela. - Ay, mi niño. - Debió verle la cara de miedo nada más la puerta se entreabrió, porque entró, lanzó las luces a la entrada y cerró tras ella, dándole un abrazo. - Qué asustado estás. - No podía ni contestar, solo dejarse abrazar por su abuela. Molly, intuyendo que los otros podrían estar igual que él, bramó su identidad y el motivo de que estuviera allí. No es como que hiciera mucha falta preguntar entonces.

    - Marcus, cariño, mírame. - Le dijo su abuela. Volvía a sentirse en shock, le temblaban hasta los ojos. - Tengo que hablar contigo ahora. No sé gran cosa, pero lo poco que sé, tienes que saberlo tú también. - Le acarició. - Mi pequeño, esto es demasiado grande para vosotros, pero ahora mismo... tú eres en este grupo el que tienes que estar más despierto y mantener la calma, ¿me oyes? No te preocupes, tu abuela te va a ayudar en todo lo que esté en su mano, y tú lo vas a hacer muy bien. - Marcus asintió, pero se le cayó una lágrima. Molly chistó con pena, limpiándosela y dándole un fuerte beso en la mejilla. - Esta noche te voy a preparar una infusión calentita, como cuando eras pequeño. Y me voy a quedar en la camita con cada uno de vosotros leyéndoos un cuento hasta que os durmáis si es necesario. - Eso le hizo reír. - No creo que haga falta tanto. - Bueno, ahí dejo la oferta. - Dijo la mujer antes de irse, y Marcus se quedó mirándola mientras iba a buscar a Alice, dando gracias a Merlín por tener a esa mujer como abuela.

    Asistió a la conversación entre su abuela y Alice mirando a Lex de reojo, miradas que su hermano le devolvía. No había que ser un lince: su abuela quería quedarse a solas con él. Tú eres en este grupo el que tienes que estar más despierto y mantener la calma. Algo quería decirle. Respiró hondo, haciendo acopio de serenidad, cerrando los ojos. Cuando los abrió, miró a Alice y le sonrió con tranquilidad. - Yo me quedo montando la mesa. Para que comas como una reina. - Esperaba que le hubiera salido tan convincente como decía siempre las cosas, aunque estuviera temblando por dentro. Lex y Alice se fueron y su abuela señaló la cocina con un gesto de la cabeza. - Ven, échame una mano con la cena. - Y allá que fue Marcus.

    - ¿Has comido? - Fue lo primero que le preguntó. Marcus negó lentamente. Su abuela sacó una hogaza de pan de la bolsa que había traído. - Toma. No se puede pensar con hambre, y te me vas a desmayar. No creo que te quite el hambre para cenar. - Fue cogerla y notar cómo le rugía el estómago, de hecho tuvo que respirar hondo con el primer bocado. En todas esas horas ni había sentido ni había padecido, pero al entrar en la cocina sintió el peso de todas las horas sin comer. Se apoyó en la encimera, y en lo que Molly abría el frigorífico y sacaba varias cosas de la bolsa que había traído, comenzó. - ¿Quién creías que había al otro lado de la puerta? - Marcus tragó, con la mirada perdida. - No lo había pensado. - La conversación tenía largas pausas entre intervención e intervención. - No parece que haya nadie rondando por aquí. Estáis a salvo, mi amor, por ahora al menos, puedes relajarte. Y nadie iba a permitir que os enfrentarais solos a un ataque, si estabais aquí es porque tus padres saben que es donde más protegidos podéis estar. - Molly suspiró. - Y esa gente venía por Dylan. Ya lo tienen, nosotros... me temo que ya no le interesamos lo más mínimo. - El trozo que llevaba un rato masticando le costó tragárselo.

    - Quiero que atiendas bien a cada una de mis palabras como yo sé que tú atiendes a las cosas. - Fue diciendo la mujer, pero sin dejar de preparar la comida, como si narrara algo totalmente cotidiano. Pero su firmeza no dejaba lugar a dudas. - Y tienes una muy buena capacidad O'Donnell para no ver más allá cuando no te interesa, ceñirte a la información que tienes por delante. Bien, hoy la vas a usar más que nunca. Hoy y hasta nueva orden. - Marcus la miraba con los ojos entornados y el corazón latiéndole con violencia en el pecho. - Tu madre lleva hablando con todos sus contactos tanto en su oficina como en el Ministerio desde que tu padre ha ido a hablar con ella. Si no está aquí, es porque aún no ha terminado. Bien sabes que es capaz de pasarse la noche en vela si lo requiere la situación, no va a venir aquí a plantarse delante de Alice hasta que no tenga información concreta que darle. Si no ha venido, es que no la tiene. - Marcus tragó saliva. Su abuela seguía preparando comida a punta de varita sin dejar de hablar. - Violet ya está aquí, con tu tía. Se van a quedar las dos en casa de William por si alguien va allí o por si hace falta entregar algún documento... o esconderlo. - El corazón se le iba a salir del pecho. - Y William no puede estar en esa casa, mucho menos solo. Si Alice necesita cualquier cosa de su casa, irás tú y se la pedirás a Violet. Alice no se va a mover de aquí hasta que tus padres digan lo contrario, ni tu hermano ni tú. Hablaré con Lex, por ahora... no puede salir esto de aquí, no puede escribirle a Darren ni a ninguno de vuestros amigos. - Llevaba un rato con el pan en la mano sin darle ni un mordisco. Su abuela siguió. - Tu padre va a quedarse al menos esta noche con William en casa de Helena y Robert, porque están todos muy alterados. Y yo no podía dejaros solos y tampoco iba a hacer nada útil esta noche, así que dormiré aquí. Mañana puede que tenga que irme a echarle una mano a tu abuelo, pero os dejaré la comida hecha y, con lo que necesitéis, solo tienes que avisarme. Yo voy a ser la que esté con vosotros hasta que tus padres puedan volver con algo un poco más firme. - ¿Qué está haciendo el abuelo? - Se atrevió a preguntar, aunque con prudencia y la voz quebrada. Era la única pieza que le faltaba, y al parecer una muy importante. Porque fue la única que hizo a su abuela detenerse y mirarle.

    - Tu abuelo está recolectando muy a fondo todo lo que William ha tocado en relación con la alquimia. - Marcus y su abuela se sostuvieron la mirada durante un largo rato, hasta que esta añadió. - Cabe la posibilidad de que los experimentos que William pretendía llevar a cabo con alquimia hayan llegado a oídos de los Van Der Luyden y que sea eso lo que están usando en su contra. Tu abuelo está recopilando toda la información que está en su mano, sobre todo valorando si esta pueda haber salido de los círculos más estrechos de la alquimia. Creemos que no ha sido así, y de ser así, serán otras las cosas de las que le acusan... pero si lo es... puede que estemos ante un problema muy grave, cielo. - Marcus tragó saliva y negó con la cabeza, con los ojos llorosos otra vez. - William no ha hecho nada. - Cariño, escúchame. - Dijo Molly, acercándose a él y acariciando su mejilla, pero sin dejar de mirarle con firmeza. - Hay muchas cosas que William no ha llegado a hacer, y eso intentan buscar tu abuelo y tu madre, que está hablando con los abogados de la familia. - ¿Abogados de la familia? ¿Tenían abogados propios? - Pero hay otras cosas que sí ha hecho, y puede que sean demostrables. La cuestión es si son de peso para que pierda la custodia. Y de ser así, está la parte de que no permitan que le tengan los Gallia por encubrirle. Eso es más fácil de demostrar, que Alice no sabía nada. Al fin y al cabo, se ha pasado el último año en Hogwarts. - Molly suspiró. - Cariño, ya te he dicho toda la información en firme que sé. Lo demás son conjeturas, y de conjeturas no vamos a hablar esta noche, no sirve para nada. - Le puso las manos en los hombros y le miró a los ojos. - Termínate ese pan, acuérdate bien de lo que te he dicho y ve a poner la mesa. Y cuando baje tu novia, sé como siempre has sido con ella. Y descansa, tú mejor que nadie sabes que se necesita un cerebro descansado para que este rinda. Pero, sobre todo... - La mujer sonrió con ternura. - Confía en tu familia. -




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    Alchemist
    Ivanka
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    Lun 14 Nov 2022, 14:57


    El largo vuelo
    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    La ducha hizo que llorara automáticamente, como si con el grifo hubiera dado rienda suelta a su ojos. ¿Se podía llorar tanto? ¿Había llorado tanto cuando lo de su madre? Sí, probablemente. Pero también, cuando pasó lo de su madre, ella sabía que iba a pasar, que no era culpa suya y que no había posibilidad de solución. Aquí, era la perspectiva de qué iban a tener que hacer y demostrar para recuperar a su hermano… ¿Estaba dispuesta a volverse contra su padre? Lo peor es que había un rincón de su cerebro que gritaba “SÍ” con una seguridad y una rapidez que… Para qué negarlo, le daban miedo de sí misma. Sí, lo haría por Dylan, y si su padre se quedaba desprotegido… Todo esto había sido culpa suya desde el principio, ella solo intentaría arreglarlo todo una vez más.

    Salió de la ducha y se puso el pijama, porque ya dudaba que fuera a salir, aunque dudaba también que fuera a dormir, y eso que seguía teniendo el cerebro cargadísimo y lentísimo. No, definitivamente, Marcus no volvía a prepararle una poción relajante en la vida, vaya. Hasta los genios tenían sus días, y no era de extrañar con lo que estaban viviendo. Al salir del baño, se topó con Lex, que señaló al cuarto de invitados. — Te he hecho la cama. Porque, bueno… No sé si vas a dormir ahí o a lo mejor prefieres quedarte con Marcus… — Ella suspiró y se encogió de hombros. — Hoy no tomo decisiones. Que me digan lo que hacer. — Lex sonrió y asintió. — Estoy de acuerdo. Y yo me quedo a tu servicio, total otra cosa no puedo hacer… — Negó con la cabeza y se quedó mirando al frente. — Qué horroroso inútil me siento… — Y, mientras bajaban las escaleras, Alice murmuró. — Creo que hoy todos nos sentimos así. Hasta tu madre, que no me cabe duda de que es la que se está tragando este marrón, debe sentirse así. Porque cualquier cosa que intentemos, que pensemos, no va a devolvernos a Dylan inmediatamente, así que… — A Alice le pasaba mucho eso. Pasada la tormenta, se queda extrañamente serena, como abstraída, asimilándolo todo en paz… Y eso siempre precedía a una honda tristeza de la que era muy muy difícil sacarla, y si no que le preguntaran a Marcus por cuarto curso.

    Llegaron a la mesa y, como había prometido, Molly le había hecho una sopita de pollo fácilmente digerible, si tuviera ninguna gana de digerir alguna cosa. Pero se sentó, con su plato por delante, y pasó el tragó, tomándose unas cuantas cucharadas en silencio. — Alice, mi vida, un poquito de pan, para rellenar ese estómago también, que la sopa es poco. — Pidió Molly, pasándole un trozo de pan y un plato con queso, ya que estaba. — ¿Dónde está mi padre? — Preguntó sin más. Molly y Marcus se miraron, y con mucha calma, ella se cruzó de brazos y se apoyó en la silla. — Yo no voy a ir a ninguna parte donde esté él, os lo aseguro. Solo quiero saberlo. — Está en casa de tus abuelos. — Contestó Molly. Alice suspiró. — ¿Y la tata? — En tu casa, por si acaso. — Como ya había obtenido la respuesta que quería, se inclinó sobre la sopa y comió un poco más, cogiendo un trozo de pan además. — ¿Cómo está el abuelo Robert? — Molly movió la cabeza de un lado a otro. — Fastidiado, como todos. ¿Y mi familia de Francia? — Molly negó con la cabeza. — No lo sé, eso lo tienen que decidir tu padre y Emma... En base a muchas cosas que ahora no te deben atribular. — Le tendió una mano por la mesa. — Cariño, cuando pase algo te vas a enterar, pero ahora estamos mejor así, los cuatro aquí, con menos trasiego y agobios… Lo último que necesitas, que necesitan ellos, de hecho, es estar entrando en pánico todos juntos. — Tendió la otra mano a Lex y miró a Marcus. — Lo vamos a solucionar, somos una familia, y solucionamos las cosas todos juntos.

    Cuando terminaron de cenar, no la dejaron recoger, y ella caminaba como un fantasma, pero se acercó a Marcus y quiso pedir algo más. — ¿Puedo dormir contigo? O sea… No sé ni si voy a dormir… Pero… No quiero sentirme sola. — Se giró expectante a lo que dijera Molly, que estaba recogiendo todo a punta de varita, y se rio un poco. — Ay, hija, Dios me libre de ponerme como una señora mayor quejosa en ese sentido. Duerme con él, nadie te va a regañar. Pero eso sí, duerme, porque quedándonos despiertos no hacemos nada. ¿Te hace la abuela Molly una tilita y te la sube? Puedo contaros alguna historia allí en la cama. De cuando el abuelo y yo éramos jóvenes… Y yo le llevaba a ver plantitas de Irlanda solo para que pasara tiempo conmigo. — Rio un poco y la acarició. — Venga, subid y ahora os llevo la infusión y estoy un ratito con vosotros. — Y ella simplemente asintió, y subió de la mano de Marcus, dejándose caer de nuevo en la cama. No le apetecía para nada volver a meterse en la cama… O sí… — Ya no sé ni lo que quiero. — Dijo dejándose caer sobre las almohadas. Los ojos se le llenaron de lágrimas. — Bueno, sí lo sé. Quiero volver a esa noche… A como era entonces… Igual no… No sabía que me querías, no eras mi novio entonces, pero… Ahí estábamos, juntos y felices también, y nada nos preocupaba. Solo las olas, dónde poníamos las manos para bailar o qué vestido o qué camisa nos poníamos para impresionar al otro… — Las lágrimas cayeron silenciosas. — ¿Cómo ha cambiado todo tanto? ¿Por qué tenía que saber lo que sé ahora?






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    Alchemist
    Freyja
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    Mar 15 Nov 2022, 15:29


    El largo vuelo
    Con Alice | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Hizo un esfuerzo hercúleo por sonreír a Alice, por comer y por intentar tener un ambiente lo más normal y de cena familiar posible... pero era difícil. Todos estaban tensos y tristes. Miraba a Alice de reojo y, para como ella era y para la situación, no podían quejarse ninguno porque estaba comiendo más de lo esperable. A Marcus se le había abierto un poco el estómago con el primer bocado, pero igualmente tenía el cuerpo bastante cortado. Comió lo justo para no desmayarse, y Lex igual.

    Guardó silencio durante todo el diálogo de Alice y su abuela y se limitó a comer y a compartir miradas con Lex. Él tampoco tenía demasiada información... salvo que la hubiera leído en su cabeza, claro. Mira por donde, eso era una herramienta bastante sencilla: en vez de contarlo, solo tenía que pensarlo (cosa que igualmente no podía evitar hacer) y Lex lo vería. Si lo hubiera visto así de fácil durante toda su vida, habrían tenido una infancia y adolescencia mucho más cordial entre ellos. Alice necesitaba respuestas, como era normal, pero su abuela estaba siendo tan sincera como con él, diciéndole lo que sabía, ni más ni menos. Y asegurando que, en familia, lo solucionarían todo, lo cual le hizo sonreír. Y, para su sorpresa, cuando Molly agarró la mano de Lex, su hermano buscó con la libre la de Marcus. Lex también quería a Dylan, a los Gallia, y estaba viviendo con ellos el mismo dolor. Y la misma impotencia. Podía verlo en sus ojos.

    Se apresuró en recoger la mesa y decirle a Alice que se fuera a descansar, pero ella le pidió dormir con él. Marcus tenía la respuesta a esa pregunta más que clara, pero también miró a su abuela. Afortunadamente, Molly era bastante práctica y sensata y no se dejó llevar por honores absurdos, como el propio Marcus tenía que reconocer que hacía muchas veces, y le dijo que sí. Miró a Alice y sonrió con calidez. - Claro que sí. Bajo nuestro cielo vas a estar mejor, y yo no voy a despegarme de ti. - Se pasaría la noche en vela si era necesario solo para comprobar que Alice dormía, aunque su abuela tenía razón y lo mejor que podían hacer era dormir.

    Rio levemente y miró a su novia. - Ya verás. Las historias de la abuela Molly son lo mejor para dormir. - ¡Oye, tú! No me estarás llamando aburrida ¿no? - Marcus rio y miró a la mujer con cariño. - ¡Que no, abuela! Que es porque relajan mucho y dan dulces sueños. - La mujer chistó y, mientras se giraba para seguir recogiendo, dijo. - Ay, zalamero de ti... anda, subid ya. - Y eso hicieron. Hasta las bromas y los comentarios bonitos sonaban tensos y tristes en esa situación, pero ya estaban seguros en casa, con su abuela con ellos, y lo mejor que podían hacer, como ella bien decía, era dormir.

    El dormitorio estaba ya oscuro de manera natural, y Alice se tumbó en la cama, derrotada. Él se sentó por el otro lado, mirándola y acariciando su pelo, solo escuchándola con tristeza. Sonrió con tristeza y los ojos humedecidos, notando el nudo en la garganta. Cuando acabó, le limpió una lágrima. - Aunque a nosotros precisamente nos duela reconocerlo... a veces el conocimiento puede ser... doloroso. A veces preferiríamos no saber ciertas cosas. - Frunció los labios y negó con la cabeza. - Pero solo pensamos así cuando estamos... mal. En el fondo, tú no quieres vivir en la ignorancia. No es que... no quieras saber. Lo que no quieres es que existan estas cosas, y con razón. - Se tumbó un poco junto a ella, acariciándola. ¿Y quería saber que le había dado un sedante en vez de un tranquilizante? Probablemente, al igual que todo esto, sí y no. En la ignorancia viviría más feliz pero Alice no era una persona que prefiriera eso, y Marcus tampoco. Prefería saber las cosas aunque dolieran... pero no podía decírselo estando ella sí. Por hoy, había tenido suficiente. Se lo diría en otro momento.

    Se quedó acariciando su pelo. - Tienes que dormir. Prométemelo. - Susurró. Dejó un beso en su mejilla. - Y yo te prometo no separarme de ti. - En ese momento, la puerta se entreabrió. Pensó que era su abuela, pero esa forma prudente y tímida de asomar la cabeza no era de ella. Ella a esas alturas estaría ya sentada al borde de la cama. - Perdón... solo quería dar las buenas noches. - Dijo Lex. Marcus sonrió levemente. - Buenas noches, Lex. - Respondió, pero... sentía un pellizco en el pecho, y se quedó mirando a su hermano, mientras este simplemente agachaba la cabeza y salía. Se mojó los labios y miró a Alice. Tras darle un beso en la mejilla, le dijo. - Voy al baño y a ponerme el pijama. Tardo un minuto, y no me separo de ti hasta que amanezca ¿vale? - Acarició su mejilla. - Aquí estás segura. - Añadió, señalando con la mirada su cielo. Se levantó y salió de la habitación.

    Su hermano aún estaba entrando en la suya. - Lex. - Le llamó. El chico se volvió, y se quedaron un segundo mirándose. Marcus tragó saliva. ¿Estaría viendo lo que pensaba en ese momento? Se le entremezclaban... demasiadas cosas... así que, si las veía, probablemente no las entendiera. - Gracias. Por todo lo que estás haciendo hoy. - Lex arqueó una ceja, pero no con la expresión mosqueada o helada que tenía habitualmente, sino con un velo triste. - No estoy haciendo literalmente nada. - Marcus ladeó una sonrisa. - Estás haciendo muchísimo. - Bajó la mirada. - Tampoco... es como que podamos hacer mucho más... - Lex frunció los labios y se quedó como Marcus, mirando al suelo. - ¿Cómo puedes soportarlo? Esta impotencia, no hacer nada porque no se puede. - Marcus siguió mirando al suelo, con los ojos húmedos, en silencio durante unos instantes. Finalmente, contestó. - No puedo soportarlo. Que lo haga no quiere decir que lo soporte. -Lex le miró lentamente, y Marcus hizo lo mismo. Sabía que su hermano no era muy fan del contacto físico, pero... necesitaba eso. Se dirigió a él y le dio un abrazo, y Lex le correspondió. Se quedaron un par de segundos en silencio, y al fin dijo una de las cosas que volaban por su cabeza sin dirección. - Si te hubieran hecho a ti esto... te juro que estaría como loco ahora mismo... - Cerró los ojos y notó las pestañas húmedas, y cómo su hermano le abrazaba aún más fuerte. Se quedó un poco más ahí y se permitió llorar otra vez, antes de que Alice le viera.

    Se separó y se limpió las lágrimas. Lex le miraba. - No voy a volverme a Hogwarts sin Dylan. - Marcus tragó saliva y asintió. - Ojalá sea así. - Siguió enjugándose las lágrimas y respirando hondo. Cuando ya estaba más recompuesto, fue a despedirse, pero Lex tenía algo más que añadir. - Ni su padre ha podido impedirlo, Marcus. - Se miraron. - Entiendo por qué... Dylan te quiere como si fueras su padre. Te lo has ganado. - Ah, genial. A llorar otra vez, ahora que estaba recompuesto. - Pero... no te martirices ¿vale? Sí que estás a la altura, pero joder... Que te lo digo mucho, que no eres ya el puto alquimista de la hostia que tiene un prestigio bestial y todo el mundo conoce y es Dios. - Lex, ibas muy bien... - Lo que te quiero decir... es que con dieciocho años y sin ser familia directa, tampoco es como que pudieras hacer gran cosa ¿sabes? Así que... no te tortures. - Se encogió de hombros. - Y con lo que yo pueda, pues... me lo dices y ayudo. - Marcus sonrió. - Gracias. Buenas noches, hermano. - Lex sonrió de vuelta. - Buenas noches. -

    Fue rápido al baño y se puso el pijama, que la conversación con su hermano se había prolongado más de la cuenta y no quería dejar sola a Alice. Volvió, sonrió a la chica y se tumbó con ella. Se limitó a acariciarla en silencio... pero quería decirle algo antes de que su abuela subiera con las infusiones y sus historias. - Mi amor... nos hemos prometido amarnos por toda la eternidad ¿recuerdas? - Tragó saliva. - Y... yo soy el primero que a veces se obceca con que... siempre seas feliz, y no te ocurra nada, y todo sea maravilloso y en progresión ascendente y tal... - La miró a los ojos, porque hasta en la penumbra podía distinguirlos. Podría distinguirlos aunque estuviera ciego. - Pero... amarse siempre incluye amarse en los momentos malos, en los peores de nuestra vida. No voy a soltarte, mi amor, no voy a separarme de ti. Aquí me tienes. Y esto... lo vamos a solucionar, no tengo ni idea de qué puedo hacer pero lo voy a intentar todo, sobre todo... intentaré que estés lo mejor posible. - Dejó un beso en su frente y, sin dejar de acariciar su pelo, dijo. - Intenta dormir. Intenta... mirar nuestro cielo y sentir que estoy aquí... y que todo va a mejorar en algún momento. La eternidad es nuestra. Y, por muchas dificultades que tenga, va a ser perfecta. Así lo haremos. -




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    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Vivir en la ignorancia. Realmente ni siquiera se lo había planteado en serio. No sabía lo que era vivir en la ignorancia. — Creo que un buen Ravenclaw nunca es ignorante, porque para mí, ignorante es quien evita el conocimiento, quien no ansía saber. Y eso no me ha pasado en mi vida. Hay muchas cosas que no sé, pero no las sé porque todavía no han llegado a mí, no porque haya dicho “no quiero saberlo” “mejor voy a pasar de esto”. — Suspiró y le miró, acariciándole la cara. — Tienes razón, como siempre. Ojalá todo esto no fuera real.

    Alice asintió a la promesa. Pues sí, se lo prometería, porque ella quería dormir, desde luego, para intentar despejar la mente y estar lista para cuando hubiera que entrar en acción, ahora, de ahí a que pudiera pegar ojo… Lex apareció por la puerta y ella le dedicó una sonrisilla débil. — Buenas noches. — Estaba siendo muy bueno, y la estaba apoyando a su manera, y ella lo agradecía. Ojalá tuviera más fuerzas para agradecerlo de forma más entusiasta. Asintió a lo de Marcus y se dejó caer de nuevo sobre la cama, simplemente mirando las estrellas, sin poder evitar pensar en si su hermano estaría ya en América, sí estaría con los Van Der Luyden, en aquella casa de la que habían echado a su propia madre. ¿Sería grande? ¿Tendría su cuarto? ¿Se vería ese mismo cielo en Maine? ¿Estaría su patito pensando en ella como ella en él? ¿Le habrían dicho ya algo sobre su madre? ¿Cuál sería su versión de la historia? No quería saberla, nunca había querido.

    Oyó volver a Marcus y se incorporó un poco para mirarle. Asintió, mirándole con profundo cariño, cuando dijo que se amarían para siempre. — Hasta el final, amor mío. — Que no lo dudara nunca, aunque la viera así. Rio un poco, porque era verdad que él siempre intentaba por todos los medios que su pajarito cantara y nunca estuviera triste, y asintió, cogiéndole la mano. — Lo sé. — Dijo simplemente. — No guardo ni una sola duda de que lo harás. — Tragó saliva y las lágrimas volvieron a sus ojos. — Aunque no puedes pedirme que no lamente hacerte pasar por todo esto, Marcus. — Asintió a todo lo que le estaba diciendo, y justo entró la abuela por la puerta. — ¡A veeeeer! La infusión y el cuentoooooo. — Y eso la hizo sonreír sin poder evitarlo, porque ese era el efecto de Molly.

    Le dejó la bandejita en la mesilla y se sentó en el borde de la cama con ellos. Alice tomó la taza y la olió con gusto. Iba a acabar como una rana mareada de todo lo que estaba bebiendo. — He ido a ver si Lex estaba despierto, pero parecía que no. Eso o esta cansado de mis cuentos. — Ambos rieron, recostándose en la cama. El semblante de Molly se ensombreció, aunque se la veía esforzándose por no perder la sonrisa. — Me temo que… Estáis un poco mayores para cuentos. Los cuentos nos sirven para explicar a los niños las cosas que son muy pequeños para entender. Por eso tienen feliz, porque queremos que lo crean cuanto más tiempo mejor. Y vosotros ya sabéis, por desagracia, que eso no es así. Pero las leyendas se hicieron para los adultos, para cuando has visto ya demasiadas historias sin final feliz y necesitas otra cosa. Necesitas esperanza. — Alice asintió levemente, con una triste sonrisa, y Molly le acarició la cara. — ¿Sabéis qué es Tir na Nóg? — Ella asintió de nuevo. — La tierra eterna del amor y la juventud. El hogar de las hadas. — Molly amplió la sonrisa. — Esa es mi niña irlandesa de adopción. La abuela Rosie y la abuela Martha te habrían adorado. — Asintió y sorbió un poco, porque claramente se había emocionado. — A los niños les contamos que Tir na Nóg es esa tierra, donde nada malo puede ocurrirte, un lugar de leyenda. Pero los adultos preferimos verlo más como un recuerdo… Un recuerdo de cuando el mundo era más pequeño y sencillo… Al fin y al cabo, para los irlandeses el mundo era tan pequeño que creían que Tir na Nóg estaba al oeste de Irlanda, porque ya no había nada más. — Los tres rieron. — Pero los adultos sabemos que no es así. Por eso tenemos la leyenda de Oính, el príncipe irlandés que llegó a Tir na Nog siguiendo a la hija del rey de las hadas… Y al llegar pasó con ella tres años de puro amor. Pasado ese tiempo, se casaron y él quiso llevarle la noticia a su familia y a Irlanda entera. Pero, al volver, se dio cuenta de que tres años en Tir na Nóg, eran trescientos en el mundo humano, que había perdido a toda su familia y que su reino ya no era suyo… — Negó con la cabeza. — Puede parecer un final amargo, pero en verdad es un consuelo para los que mantenemos los pies en la tierra. Por muy duro que parezca, los que no nos dejamos llevar por las ensoñaciones, las promesas baratas y las palabras bonitas, tenemos la oportunidad de defender y mantener lo nuestro, mientras que los que acceden a vivir en otra realidad… Pueden perderlo todo. — Molly apretó su mano. — Tú, mi niña, llevas anclada a la realidad mucho más tiempo del que deberías, y eres una ghilléa irlandesa como la que más. — Besó su mano y luego su frente. — Tú aguanta, como has hecho siempre. Ahora tienes un ejército detrás de ti. — La abuela se levantó y rodeó la cama para darle un beso a Marcus y luego les apagó las luces y dio las buenas noches. Pero cuando estaba en la puerta, se giró y dijo. — Alice, ¿qué hay al oeste de Irlanda? — Estuvo a punto de ser ella un poco irlandesa y responder que nada, pero al final dijo. — América. — Molly asintió, limpiándose una lágrima. — Cuando la realidad sea insoportable, nadie te culpará si quieres creer que el mundo es más pequeño y nuestro patito está echando unas horas en Tir na Nóg. Para eso también sirven las leyendas





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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    Se sentía dolorido por todas partes, como si le hubieran dado una paliza. Tenía un brazo por encima de la cintura de Alice, que estaba acurrucada con él. Probablemente hubiera dormido toda la noche en la misma postura y en tensión, de ahí los dolores. Se removió ligeramente para intentar descontracturarse, cerrando fuerte los ojos y reprimiendo varios gruñidos de incomodidad. Tampoco quería despertar a Alice, pero la chica, por fortuna, parecía bastante dormida. Echó aire por la nariz. ¿Qué hora era? No debía ser muy tarde, porque seguía estando todo más bien oscurecido. Pero oía ruidos fuera. ¿Acaso era de noche todavía? Estaba un poco confuso.

    Miró su reloj. No eran ni las seis de la mañana, debía estar todavía terminando de amanecer. Con mucho sigilo, se levantó de la cama y entreabrió la puerta, asomando solo la cabeza. Los ruidos eran inconfundibles: su abuela estaba haciendo de comer. Estaban lo suficientemente amortiguados, probablemente porque tuviera la puerta de la cocina cerrada, pero escuchaba el hervir de sus sartenes y sus pasos de un lado a otro de la cocina. Le llegaba también olor a comida, a bastante comida, como si quisiera dejar hecha para varios días. El sonido se hizo más intenso durante apenas un segundo, el tiempo de abrir la cocina y volverla a cerrar, y los pasos se acercaron. Su abuela estaba subiendo las escaleras.

    - Hola, cariño mío. - Susurró Molly, claramente para no despertar a nadie. Marcus sonrió y saludó con la mano desde la puerta, con intención de no hacer ruido. Su abuela hizo gestos para que volviera a entrar. - Es muy temprano, sigue durmiendo. - ¿Por qué has empezado tan pronto? - Preguntó sin dejar la voz susurrada. Sí que era temprano para que su abuela lo estuviera haciendo todo. - Quiero dejaros toda la comidita preparada, por si acaso. Yo me voy a ir con el abuelo después de desayunar ¿vale? - Marcus asintió. - Pero no te preocupes, que hasta que no estéis todos despiertos, yo no me voy. - Marcus volvió a asentir, y como vio que su abuela estaba muy activa adelantando trabajo, no quiso interrumpir más ni contradecir y volvió a meterse dentro de la habitación. Se frotó los ojos y volvió a acostarse en la cama, acurrucado junto a Alice. Intentaría dormir al menos un poco más.

    Se filtraba ya más luz por la ventana, debían ser al menos las ocho. Se frotó los ojos y, una vez más, comprobó que Alice seguía dormida. Había dormido a duras penas esas dos horas, con muchos despertares y sin terminar de encontrar la postura, pero le consolaba intuir que su novia estaba recuperando sueño. Dedujo que la poción no quitaba sueño para la noche, o que estaba tremendamente destruida. Se quedó con ella hasta que, minutos después, la sintió removerse y vio cómo abría los ojos. - Hola. - Susurró, sonriendo con calidez y poniéndose de costado para mirarla de frente. - ¿Cómo has dormido? -




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    Mar 15 Nov 2022, 20:10


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    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    ¿Había dormido en toda la noche? Sí, claro, algo debería de haber dormido, tenía momentos en los que era consciente de abrir los ojos, por lo que, en algún momento tendría que haberlos cerrado. Notó, en una de esas muchas veces que se despertó, cómo Molly se levantaba inconfundiblemente arrastrando las zapatillas, pero no oía nada más, ni voces ni nada, así que solo debía ser ella yendo al baño o levantándose la primera. La siguiente vez que se despertó, fue al notar que Marcus volvía de algún lado y se acurrucaba a su lado, y fue en esa vez en la que parece que haces magia, encuentras la postura perfecta y dices “¿dónde ha estado este centímetro exacto de la cama toda la noche?” y se durmió de verdad.

    La siguiente vez, se despertó bastante más descansada y espabilada, y vio que Marcus estaba despierto a su lado. Se giró parar mirarle y respondió en un susurro. — Hola. — Le acarició la cara y se encogió de un hombro. — Este último rato desde que has vuelto a la cama, siento que he descansado de verdad. El resto del tiempo… A ratos. — Suspiró. — Era como si a cada rato se me ocurriera algo que hacer, algo que lo solucionara todo… Pero al final nunca era viable, y otra vez volvía a intentar dormirme… Y otra vez a darle a la máquina de pensar… Pero bueno. — Se incorporó y tiró de Marcus. — Hay una idea de las mil que he tenido que creo que puede funcionar, pero vamos a desayunar antes, que si no nos va a regir bien el cerebro. — Y se dirigió hacia el comedor.

    La casa olía a comida, café, tostadas, y un rosario de cosas que no era capaz de distinguir. Molly debía estar haciendo comida para un regimiento, para variar. Cuando llegó a la cocina, la vio investigando por la ventana hacia el jardín trasero. — Abuela, ¿qué haces? — Molly señaló por el cristal. — Este niño lleva casi una hora sin parar de hacer ejercicio. Yo no sé a quién sale, si en esta familia la única que ha corrido, principalmente para que no se la merendara algun bicho, ha sido mi hija Erin, y no lo hacía por gusto, ya te lo digo yo. Y no me hagas hablar de los Horner, que forman parte de sus carísimos y elegantísimos sofás… — Eso le hizo reír un poco. — Serán cosas de la profesionalidad del quidditch. — Molly se giró y la miró. — Yo jugaba al quidditch y no nos hacían hacer tanto salto, ni flexión, ni esas cosas que hace Lex. Le va a dar un paraflús. — Se acercó a ella y le dejó un beso en la mejilla. — ¿Cómo estás, cariño mío? — Ella simplemente se encogió de hombros, y como la respuesta no era un “estupendamente, abuela, mucho mejor” Molly simplemente siguió con su planteamiento tal y como si no hubiera habido respuesta. — Bueno, pues ve al comedor y os llevo a mi niño y a ti el desayuno, porque se habrá despertado ya, ¿no? — Ella asintió. — Anda, hazle un favor a esta abuela y llama al otro niño, por favor, que se va a caer redondo tanto hacer ejercicio. Le voy a dar dos plátanos tan pronto se siente… — Se alejó diciendo.

    Alice salió al jardín y se arrepintió inmediatamente y se rodeó los brazos. Hacía una niebla mañanera muy propia del verano, pero era pegajosa y húmeda, muy desagradable, pero sabía que los O’Donnell no era mucho de gritarse desde las ventanas. — Lex. — Llamó cuando estuvo a su altura, donde estaba haciendo abdominales, empapado entero por estar haciéndolos en medio de la niebla. — Vamos a desayunar. Y baja un poco el ritmo, anda, que tienes a la abuela preocupada. — El chico paró y se sentó jadeando. — No puedo hacer otra cosa, si me quedo quieto me voy a volver loco. No puedo ni escribirle a Darren… No sabría tampoco qué decirle. — Ella apretó los labios y asintió. — Bueno, yo creo que sí sé a quién escribir. Ahora os lo cuento. Vamos dentro.

    Una vez sentados, porque Molly no había dejado a Lex ir a ducharse y estaba a su lado, mirándole fijamente cómo se comía los plátanos y el enorme cuenco de porridge con fruta y nueces que le había hecho, Alice cogió la taza de café y dijo. — Tengo que hablar con Ethan. — Lex frunció el ceño. — ¿Con Ethan McKinley? — Los tres la estaban mirando con un poco de condescendencia, como diciendo “ya se le está yendo un poco a la pobre”. — Solo Ethan sabe dónde está mi primo.¿André? — Preguntó Molly extrañada. — No. Aaron McGrath, el hijo de la hermana de mi madre. El espía que los Van Der Luyden mandaron a Hogwarts. ¿Había un chico espiándote? — Preguntó alarmada Molly. Ella ladeó la cabeza. — En realidad solo quería escaparse de la familia. Les mandaba informes falsos y, al terminar el curso, se escapó con Ethan. — Miró a Marcus. — Si me ha traicionado, Ethan lo sabrá, y si no, sabrá decirme dónde está. — Dejó la taza en la mesa. — Él conoce a los Van Der Luyden, a su gente… Ellos le maltrataron, le provocaron una fuente de sufrimiento suficiente para atraer a un dementor… Si alguien nos puede ayudar es él. — Tomó la mano de Marcus y dijo. — Sé que no te gusta Aaron pero es nuestra única opción. Y sé que os dijeron que me quedara aquí y esperara, pero voy a volverme loca si no hago algo. Necesito encontrar a Aaron y aprender más sobre esa gente. Ya lo hemos retrasado suficiente.





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    Mar 15 Nov 2022, 22:57


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    Torció los labios con una mueca de disculpa. - ¿Te he despertado al levantarme? Lo siento. -Escuchó lo que le decía y dejó escapar el aire por la nariz. - Ya... me ha pasado un poco lo mismo. - No había dejado de darle vueltas a la cabeza en toda la noche, aunque a diferencia de su novia no había llegado a ninguna conclusión concreta. Estaba depositando sus esperanzas absolutamente en su madre, tal y como su abuela le había recomendado y él se llevaba diciendo a sí mismo desde el jardín de los Gallia. Miró de soslayo a Alice. Igualmente... no es que desconfiara de ella, ni muchísimo menos, tenía a Alice en un pedestal en cuanto a inteligencia y sabiduría... pero dudaba que realmente tuviera un método. Lo que tenía era un gran agobio y muchas ganas de ver a su hermano, y probablemente se estuviera agarrando a algo a la desesperada. Su madre no había vuelto todavía así que tan fácil no podía ser... pero podía entender su afán, y buscaría la manera de reconducirla sin que sintiera que no la apoyaba o que la contradecía.

    Por eso, simplemente asintió, con una leve sonrisa, y salió junto a ella de la habitación, aunque se quedó en el piso de arriba. - Ahora bajo. - Elio seguía en su habitación, evidentemente, pues nadie le había reclamado, y le había seguido con la mirada con ojos preocupados como si supiera lo que ocurría. Se acercó al despacho de su madre y la mirada de Cordelia se posó en él automáticamente, analítica. Tales, por su parte, estaba tranquilamente dormido en el despacho de su padre. Todo seguía tal y como lo habían dejado la mañana anterior cuando salieron de casa. Fue a ver a Lex, pero su hermano no estaba en su habitación. Sí que estaba Noora, asomada al alféizar de la ventana. Marcus suspiró. No le hacía ni falta asomarse: conociendo a su hermano, y si su hurona estaba mirando hacia el jardín, ya sabía lo que estaba haciendo. Cada uno gestionaba los nervios como buenamente sabía.

    Se quitó rápidamente el pijama y se puso una camiseta y un pantalón cómodo y bajó las escaleras al tiempo de ver a Alice saliendo hacia el jardín. Su abuela salió también de la cocina, mirándole bajar y dedicándole una sonrisa mientras llevaba tostadas a punta de varita a la mesa del comedor, en la que ya se estaba poniendo solo el mantel. - Hola, mi niño. - Hola, abue. - Respondió con cariño. - Te ayudo. - Fue tras ella a la cocina de nuevo y, al entrar, frunció un poco el ceño. - ¿Cuánta comida has hecho? - La mujer suspiró. - Tus padres pueden venir dentro de cinco minutos o dentro de cinco días. Igualmente, aunque vuelvan ya, tampoco les va a venir mal tener que ahorrarse cocinar. - Le apuntó con un índice que balanceó en el aire. - No te vendría mal tener un par de recetas almacenadas en esa cabecita tan lista tuya. Ya has visto que las cosas pueden torcerse cuando menos te la esperas y comer, hay que comer igualmente. - Marcus ladeó una sonrisa. - Me sé muchos hechizos domésticos tuyos. - Pero las recetas solo las haces leyéndolas de un papel, y a duras penas, como tu abuelo. ¿Sabes que estás en este mundo de milagro? Porque cuando tu padre tenía aún siete años estuve enferma en cama más de un mes y tu abuelo casi nos envenena a todos. - Eso hizo a Marcus reír con los labios cerrados, negando. - Qué exagerada... - Tras unos instantes de silencio, Molly le miró y suspiró. - Cómo me parte el alma verte así de triste... - Marcus frunció los labios. ¿Tanto se le notaba? - Pero soy sensata. Tampoco es que estemos ninguno como para tirar cohetes... saldremos adelante como podamos. - Pues sí, era lo que tenían que hacer.

    Se pusieron todos a desayunar en un silencio entristecido, haciendo todos un esfuerzo por disimular que estaban en la situación menos idílica del mundo. Estaba sorbiendo el café cuando Alice rompió el ambiente con la que entendía que era la maravillosa idea que se le había ocurrido. Y de maravillosa, tal y como intuyó, no tenía nada. De hecho, casi escupe el café, tuvo que toser un poco porque se le había ido por otro camino, lo que hizo que Lex reaccionara antes que él y se generara una conversación cruzada con nula intervención por su parte, porque estaba centrado en conseguir que el aire volviera a pasar por los conductos adecuados con normalidad.

    Respiró hondo, ya más recompuesto, y Alice le habló directamente. Era cierto, Aaron no era santo de su devoción, pero la cuestión no era esa. La cuestión era que habían recibido instrucciones precisas de no hablar con nadie hasta nueva orden, y alguien tan extremadamente poco discreto como Ethan y una persona del núcleo directo de los Van Der Luyden no le parecían ni muchísimo menos las personas por las que empezar a comunicarse. - Alice. - Empezó, carraspeando un poco para aclararse la garganta, ya que aún le salía la voz un tanto quebrada por el casi atragantamiento. - No... no me parece mala idea. De verdad. - Empezó. Con suerte así amortiguaba un poco el golpe. Tragó saliva y la miró directamente, colocando una mano sobre la de ella. - Y sé... sé que esto es muy duro. Sé que está siendo muy difícil e insoportable simplemente esperar. - Respiró una vez más. - Pero tú confías en mi madre ¿verdad? Tiene muchos contactos y, si no está aquí ahora, créeme que es porque está moviendo cielo y tierra por encontrar la mejor manera. - La miró a los ojos, tratando de que viera en estos que la entendía, que la quería, que la comprendía... pero que, por favor, le escuchara, porque había que ser un poco más mente fría y menos sangre caliente. - Es una buena opción, de verdad que sí. Y seguramente mi madre la valore y no la descarte para nada. Pero... creo que deberíamos esperar... al menos a que ella vuelva y nos diga. - Se mojó los labios. - Alice, ni siquiera sabemos si tu familia de Francia se ha enterado de esto. Sacar una información tan delicada... sin saber... cómo están las cosas buenas... es arriesgado. Y quizás mi madre esté moviendo hilos y nosotros no lo sabemos y esto podría ponerlo en peligro. - Apretó su mano. - Esperemos un poco más. - Miró de reojo a su abuela. Esta estaba mirándoles en pausa, sin llegar a estar en un segundo plano pero dejando a su nieto dialogar. Lex estaba en tensión, mirando al plato. Marcus volvió a mirar a Alice. - Si mañana a esta hora seguimos sin saber nada... envío un patronus a mi padre para que me diga algo, lo que sea, para que nos mantenga informados. Pero... vamos a intentar aguantar un poco más, mi amor. Sé que es difícil, pero estamos juntos. - Y la familia lucha junta, cariño. - Apuntó Molly, mirándola con dulzura. - Y, en estos momentos, es fundamental que todos vayamos a una. -




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    Miér 16 Nov 2022, 00:38


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    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Cuando a su novio le parecía buena idea algo, no tardaba ni medio segundo en apoyarlo y sugerir ideas. Así que ese “Alice” tan escueto, era que no le parecía buena idea. Inspiró y asintió a lo de Emma. — Claro que confío en ella. Pero no puede arreglarnos toda la papeleta tu madre sola, ¿no? No sé ni qué está haciendo mi padre, ni mi tata, ni mi familia en general. Sé lo que puedo hacer yo, que es averiguar cosas de los Van Der Luyden de una fuente primaria, más primaria que ninguna que podamos conocer. — Pero tenía razón en que no sabían de qué hilos estaba tirando Emma, y con qué podían entorpecer esa búsqueda. Sí, eso era verdad, pero seguía dejándola a ella fuera de la ecuación. Miró sus manos apretadas y asintió. No le quedaba de otra tampoco, y no quería pelearse con Marcus y con todos, porque claramente no había nadie ahí que compartiera su afán por ponerse en pie y hacer cosas. — Voy a esperar más. — Concedió. — Pero si mañana no sabemos nada, me voy a buscar a Ethan y a Aaron. No puedes pedirme que pase más horas sabiendo que esa gente que maltrató a mi madre y la echó de casa con diecinueve años sin nada, es quien ahora tiene todo el poder sobre Dylan. — Miró a Molly cuando dijo lo de que la familia lucha junta y torció el gesto, levantándose. — No sé, abuela. Yo ahora mismo no estoy luchando por nada, precisamente. Y me temo que mi padre se rindió hace mucho. — Y se fue, antes de enfadar a nadie o de decir algo que en verdad no quisiera decir.

    Fue a la habitación y se cambió rápidamente, dispuesta a bajarse al jardín a cuidar de las plantas, que era lo único que podía hacer. Primero hizo una poción fungicida para rociar las plantas sanas, en prevención a la niebla, y luego se dedicó a sacar todo lo que Arnold y Emma tenían en el cobertizo para meter el jardín el solfa. Si algo le había enseñado Ruth es que cualquier jardín necesita siempre mantenimiento. No podía limpiar y cocinar porque ya lo había hecho Molly, no podía hacer nada respecto a su familia porque todos consideraban que no debía, y ya había terminado el colegio, así que no había materia en la que pudiera sumergirse. Meterse ahora a estudiar, siquiera por encima, la alquimia, resultaría en bomba. Así que se dedicó al jardín mientras pensaba, pensaba sin cesar. ¿Por qué? ¿Por qué había empezado todo aquello? ¿Por su madre enamorándose de su superior extranjero? ¿Una chica de prácticamente su edad dando la espalda a todo lo que había conocido? Quizá simplemente estaba harta del mundo que la rodeaba, pensó, mientras cavaba para sanear las ramas de los grandes arbustos de la esquina del jardín, recogiendo todo después para tener algo más que hacer. ¿Y cómo habían llegado a quitarles a Dylan? Es decir, ¿cuál era el objetivo de esa gente? ¿Hundir a su padre? La vida hundió sola a su padre, sin necesidad de la intervención de los todopoderosos Van Der Luyden, no hacía falta joderle la vida a su hermano. Casi se mete un rastrillazo en la mano, así que suspiró y se secó el sudor de la frente, porque ya había salido el sol, y tras adecentar todo un poco, se llevó las macetas de hierbas aromáticas debajo del gran árbol del centro del jardín y se dispuso a, como decía siempre su madre, darles amor. Estaban estupendas, pero toda planta tiene ramitas secas, hojas más feas, trabajo en la tierra, así que a esa se dedicaría.

    Estaba a la sombra, quitando con mucha mucha delicadeza las alargadas y finísimas hojas secas de un hinojo, cuando notó a Marcus al lado. Alzó la mirada y la volvió a bajar a la planta. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Igual la abuela se había ido y ella no se había dado ni cuenta. — Perdón. He perdido la noción del tiempo. Pero creo sinceramente que me viene mejor no pensar en nada, dejar el cerebro en pausa, y eso solo lo consigo con las plantitas. — Se recostó en el tronco y miró alrededor. Aquel calor bochornoso, su tristeza, el árbol… — ¿Qué se te pasó por la cabeza aquel verano cuando me propusiste lo del círculo de piedras? — Preguntó con una pequeña risa, antes de volver a la planta. — Hacerme feliz, como siempre, supongo. Pero no pegaba nada contigo. — Puso una sonrisa triste. — Como supongo que no pega nada dejarme ir a buscar a Aaron y hacer algo por mi cuenta, pero… — Suspiró y negó, con la mirada perdida. — No sé cuánto puedo aguantar aquí parada sin hacer nada, Marcus.





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    Alchemist
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    Miér 16 Nov 2022, 22:57


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    Uy, que no, pensó espontáneamente, porque él creía firmemente que su madre era capaz de cargarse todo ese tema sola y arreglarlo. Lo cual, evidentemente, ni era justo, ni era lo que debería ocurrir, ni tranquilizaba a los que estaban mirando y esperando. Marcus confiaba ciegamente en su madre... y puede que le tuviera un poquito de miedo. En el buen sentido. Es decir, que prefería no llevarle la contraria cuando sabía que estaba dedicándose a algo importante y delicado. Sobre todo cuando, como era el caso, él no tenía la menor idea de qué hacer.

    Lo bueno es que Alice no tardó en aceptar lo que le había pedido, lo que le hizo suspirar internamente, aliviado. No le apetecía una discusión con ella ni mucho menos, estaban todos muy tensos y lo que tenían era que estar unidos, como decía su abuela. Asintió y concedió su condición, pero ahora sí que sí pensaba avisar a su padre si a la noche no sabían nada. Porque dudaba que pudiera contener a Alice mucho más tiempo de ir a buscar a Ethan, y a Marcus le parecía probablemente una de las peores personas por las que empezar a divulgar la información.

    La siguió con la mirada, con tristeza, cuando vio cómo se levantaba y se iba, con ese ánimo tan taciturno y esa impotencia. Si la entendía, claro que la entendía, la entendía perfectamente. Como le había dicho a Lex la noche anterior, si algo le hubiera pasado a su hermano... Tampoco es como que tuviera que hacer un ejercicio de imaginación muy grande, porque Dylan era como un hermano para él. Estaba desesperado, disimulaba por fuera pero por dentro tenía ganas de llorar, de gritar pidiendo ayuda e información y de darse cabezazos, de plantarse él mismo en casa de los Van Der Luyden si hacía falta y llevarse de allí a Dylan a rastras. Pero delante de Alice no podía ponerse así, no iba a ayudar en nada.

    Lex, que estaba muy callado mirando al plato, pareció ser activado con un botón, se limpió con la servilleta y se levantó, dispuesto a salir al jardín. - Ah, ah ah. Jovencito, ven ahora mismo aquí. - Lex bufó, pero volvió a la mesa, aunque se quedó de pie, mirando a su abuela entre enfurruñado y penoso. - Abuela, necesito entrenar. - ¿Te van a hacer una prueba esta tarde? ¿Te estás jugando tu vida profesional en las próximas dos horas? - No, pero... - Lo que estás haciendo es matarte a hacer ejercicio para no pensar. Cariño, que soy tu abuela, que te conozco bien. - Marcus estaba asistiendo a la conversación en silencio, moviendo apenas los ojos de uno a otro. Su abuela, muy serena y sin mirarle, señaló la silla. - Siéntate de nuevo, hazme el favor. - Lex echó aire por la nariz, pero se dejó caer con virulencia en la silla, tanto que Marcus temió que se partiera. Molly suspiró silenciosa y les miró a ambos. - Alice está muy mal. Y yo no me he creído del todo eso de "esperaré a mañana", en cualquier momento se puede desesperar y querer salir corriendo. Así que, por favor. - Les miró a uno y a otro. - Sé que estáis mal, todos queremos mucho a Dylan. Pero la familia lucha junta, ya lo habéis oído. Y como no está vuestro padre aquí para contradecirme lo voy a decir: tenéis sangre irlandesa, y si de algo sabemos los irlandeses, es de luchar unidos. - Marcus y Lex la miraban como perrillos siendo regañados. Molly siguió, mirando de nuevo a uno y a otro. - Cuando sintáis que flaqueáis, buscad al otro. Por favor, las riñas infantiles ya quedaron atrás, sé que estáis más unidos ahora así que, que lo parezca. Ya iba siendo hora. Llorad si tenéis que llorar en el hombro del otro, quejaros, desahogaros, lo que queráis. Pero con Alice... por favor, no me la perturbéis más, que suficiente tiene con lo que tiene. -

    Señaló a Marcus. - Tu novia está pasando por uno de los peores momentos de tu vida y ahora mismo la cabeza de esta casa eres tú, en ausencia de tus padres. Y tus padres se tienen que estar matando ahora mismo. Que su esfuerzo merezca la pena, tu trabajo aquí es contener las aguas ¿entendido? - Arqueó una ceja. - Y si le tienes que dar otro sedante, se lo das. - Marcus abrió mucho los ojos. - ¡Abuela! No... no pienso... Suficiente que lo hice ayer. ¿Y cómo sabes tú eso? - ¡Oh, por favor, Marcus! ¿Te crees que nací ayer? Alice iba dando tumbos, y todos tenemos sedantes en casa en caso de emergencia. - ¿¿Ah sí?? - Preguntó Lex, azorado. - Porque yo me acabo de enterar de que existen. - Pues ya lo sabéis. No te estoy diciendo que la drogues gratuitamente, que no me entere yo, vamos, que te las vas a ver conmigo. Pero si entra en crisis... ella misma es razonable y lo entenderá. - Miró a Lex. - Y en cuanto a ti... cariño, tú tienes técnicas para lidiar con esto, sé que lo estas pasando muy mal. - Lex se encogió. - No es solo... no solo vuestros pensamientos. Yo también... Es Dylan... - Lo sé, cariño. - Es que no estoy haciendo nada. - Es que no puedes hacer nada. Apoya a tu hermano, ayuda a Alice, y por favor, que no tengamos que llevarte al hospital porque te ha dado algo entrenando. Hoy no es el día, Lex, ya has hecho deporte suficiente. Hacéos compañía e intentad pasar el rato entre los tres. - La mujer se levantó y le dio varios besos sonoros en la mejilla a cada uno. - No la voy a molestar, que está muy distraída ahora. Voy a ayudar a vuestro abuelo. Si esta noche no han vuelto vuestros padres, volveré yo. -

    Se quedaron los dos unos instantes en silencio, sentados a la mesa. - ¿Y si es Darren el que me escribe a mí? - Preguntó de repente Lex. - ¿Qué hago? ¿No le contesto? - Marcus lo pensó levemente. - Pues... creo que si te escribe, nos vendría hasta mejor. - Lex le miró extrañado. - Si te escribe, contéstale con normalidad. Como si no ocurriera nada. Eso... dará sensación de normalidad, de que no estamos involucrados, de que aquí no pasa nada. - Lex parecía sin entender... hasta que de repente lo hizo. Parpadeó. - ¿Es que... crees que podrían leer mi correspondencia con Darren? - Marcus se encogió de hombros. - Lo veo poco probable, pero creo que ya ha quedado constancia de que los O'Donnell estamos involucrados en esto, así que... por si acaso. Si lo hicieran y no vieran nada, eso que nos llevamos. - Lex asintió lentamente. Marcus estaba seguro de que, con esta nueva información, ahora prefería no hablar con Darren hasta nueva orden.

    Miró a lo lejos a la ventana del jardín y suspiró. - Voy a hablar con ella... - Lex asintió. - Yo voy a ver qué ha hecho la abuela de comer. Que antes me lo ha explicado pero no me he enterado de nada, la verdad. - Marcus rio levemente con los labios cerrados. Aquello era demasiado nuevo para todos ellos. Salió al jardín y encontró a Alice a los pies del árbol que conducía a su habitación, donde no era la primera vez que se sentaban juntos. Eso hizo, sentarse junto a ella. Asintió. - Las plantas te relajan... y a mi jardín le ha venido de lujo. - Dijo con calidez, en un toque ligeramente distendido, a pesar del manto de tristeza que tenían. - Has hecho bien. - No tenía que disculparse de nada, al revés. Por él como si se pasaba todo el día perdida en las plantas si eso la ayudaba a no pensar.

    No se vio venir el cambio de tema, de hecho la miró extrañado por un momento. Cuando cayó en lo que le preguntaba, echó él también la cabeza hacia atrás, nostálgico, reflexivo. Rio en silencio, con los labios cerrados, y se tomó unos instantes para responder. - Sí... hacerte feliz, a toda costa... La desesperación. - Tragó saliva, sin dejar de mirar al cielo, y escuchó el resto del discurso de Alice. Llenó el pecho de aire y lo soltó poco a poco. - Lo entiendo. - Dijo tras una pausa. La miró. - Pedirte que aguantes sin hacer nada... es injusto. - Tomó su mano y la apretó, mirándola. - Pero estamos juntos en esto, Alice. Todos. Somos una familia y lucharemos juntos, como ha dicho mi abuela. Y... - Volvió a echar aire por la nariz. - Sé que es desesperante... pero esperemos al menos al día de hoy. - Y se quedó mirándola a los ojos, esos ojos que le enamoraban y que ahora estaban tan tristes... y eso le destrozaba.

    Se había quedado mirándola con tristeza y su mano aún agarrada. Se acercó a ella en el árbol y tomó ambas entre las suyas. - Aquel día tomé una decisión precipitada y que podía haber acabado en catástrofe... no quiero que te pase lo mismo a ti ahora, Alice. - Tragó saliva y bajó la mirada. - No es... lo único que la desesperación por verte mal me ha hecho hacer por ti sin que... sea lo más... respetuoso, supongo. - Se mojó los labios y alzó la mirada. No podía mirar al suelo mientras decía eso, tenía que mirarla a los ojos. - Alice... esto que te voy a decir... si te enfadas conmigo, lo entiendo. De verdad que lo entiendo... y lo siento, muchísimo. - Frunció los labios, soltando aire por la nariz. - La poción que te di ayer... no era un tranquilizante normal. Era una poción sedante. - Negó. - Alice, me parte el alma verte así de mal. Lo siento, lo siento mucho, pero estabas... estabas destrozada, no dejabas de llorar, no te sostenías en pie. Tenía que haberte preguntado, lo sé... pero no sabía qué hacer y... - Se le estaban humedeciendo los ojos y quebrando la voz. - Me dolió como no te imaginas hacerlo, pero no podía verte así, no lo podía soportar... Y tenías que saberlo, pero ayer no quería echarte más carga encima. Lo siento. -




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    Alchemist
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    Jue 17 Nov 2022, 00:14


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    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Sonrió de medio lado y alzó un poco las cejas. — Qué idiotas fuimos tantos años. Los dos desesperados por hacernos felices, y solo teníamos que… Estar juntos. Y ya está. — Dijo de corazón, perdiéndose en el tacto de su mano. Sí, sabía que la entendía, eso no lo ponía en duda, por eso le miró y asintió. — Lo sé. Sé que tú también adoras a Dylan, sé que lo estás pasando mal… — Se mordió el labio inferior. — Pero es que tengo tanto miedo de que esté con ellos. Si nos lo hubieran quitado y estuviera en un centro de menores o algo así… Sería terrible, pero no estaría muerta de miedo de qué le pueden hacer los Van Der Luyden. — Parpadeó y miró a lo lejos, tratando de retener las lágrimas. — Es que no paro de pensar en lo que dijo mi madre “esclavizarnos a mí y a nuestra hija por la vergüenza”. Lo decía en serio, le salía de dentro, realmente creía que era una vergüenza lo que le pasó… ¿Qué más cosas pensarán? ¿Qué le dirán a Dylan de mí o de nuestro padre? — Negó con la cabeza y miró al suelo. — No puedo dejar de pensarlo, no puedo. Por mucho que me concentre en otra cosa. — Tragó saliva y encajó la mandíbula. — Sí, pero mañana necesito respuestas. Necesito aunque sea hablar con mi tía Violet. No puedo seguir aquí aislada de todo. — Dejó claro. Porque su paciencia tenía un límite y estaba bastante mermado por las circunstancias.

    Asintió a lo de aquel día y sonrió tristemente. — Pues sí. Aunque sospecho que las piedras no habrían hecho nada, si te soy sincera. Solo estábamos tan asustados que no sabíamos bien qué hacíamos. — Se mordió las mejillas. — Como yo ahora, supongo… — Miró a su novio. — Pero es que necesito saber más de ellos. Dónde viven, dónde van a llevar a Dylan. Si tan solo pudiera hablar con la hermana de mi madre… Ella es madre también, ella quizá me entienda y me ayude… Mi madre y Aaron siempre dicen que no era mala persona, que solo tenía miedo… — Inspiró profundamente y volvió a tragar saliva. No podía pasarse todo el día llorando tampoco.

    Entonces Marcus dijo algo de la desesperación. — Si vas a volver a sacar el tema de la alquimia, Marcus, ya te dije que… — Pero no, no era eso. Y de hecho, el precedente al que ella misma se estaba refiriendo, hizo que se pusiera en guardia. Pero entonces mencionó lo de la poción, y eso la hizo respirar de alivio, tanto que se le habría notado. — Ay, Marcus, me has asustado… — Volvió a respirar con normalidad. — ¿Eso es todo? — Se apartó el pelo de la cara y perdió la mirada. — Probablemente yo habría hecho lo mismo si hubiera pasado al revés. No soy capaz de acordarme de nada desde que se llevaron a Dylan hasta que me desperté ya de noche. Pero es bueno saber que no eres tan malo en pociones, me tenías un pelín preocupada. — Se mordió los labios por dentro y le miró. — Procura no hacerlo más, pero… No estoy enfadada. No con quien cuida de mí y me protege siempre. Quien está sufriendo tanto como yo. — Tragó saliva y dudó un momento. — Oye… Ayer… Le dije cosas a mi padre… O sea me recuerdo muy enfadada, pero no sé qué dije. — Cerró los ojos y dejó salir el aire. — No me arrepiento por él. No quiero saber nada de él, de hecho, me es indiferente lo que haga a partir de ahora, no lo quiero en mi vida y punto… Pero temo haber dicho algo que pueda incriminarnos y haberlo empeorado. — Suspiró y miró a Marcus. — Así que… ¿Así fue? ¿Dije algo incriminatorio? ¿Crees que nos estaban escuchando o algo? — Resopló. — Juro que odio estar así. Me trae recuerdos del verano pasado, pero mucho peor y con todo el mundo implicado.

    Miró a su novio y se recostó sobre su pecho, abrazándose a su cintura. — No era esto el futuro que veía para nosotros, Marcus. — Controló el llanto, pero los ojos los tenía inundados. — Nos veía viajando, como decíamos de pequeños. A Irlanda, a París, a Roma, a Damasco… Pensaba… Si quizá… Si tuviéramos una casa lo suficientemente grande, Dylan podría venirse con nosotros y llevar una vida más tranquila… Que cesara ya todo este asunto, dejar atrás la tristeza, los años después de la muerte de mi madre… — Suspiró y frotó la mejilla sobre su pecho. — No toda esta tristeza, no tener que hablar de si me has dado un sedante, o si tus padres vuelven Merlín sabe cuándo, o si yo he dicho algo incriminatorio. — Suspiró de nuevo. — No era esto, definitivamente.






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    Jue 17 Nov 2022, 16:04


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    Sonrió con tristeza, pero también con una especie de tierna nostalgia. Pues sí, fueron unos idiotas, le dieron demasiadas vueltas a la cabeza... De repente, recordó las palabras que su abuelo le había dicho hacía apenas unos meses, en Navidad, cuando Marcus estaba dándole tantas vueltas a si tenía futuro con Alice o no. Es curioso como con diecisiete años es cuando más fáciles son las cosas y cuando más difíciles se ven. Si supiera que en ese mismo verano iba a estar así... con el amor de Alice garantizado y un futuro prometedor por delante, juntos, pero con esa situación con Dylan y los Van Der Luyden, por no hablar de todo lo que habían vivido en Pascua y creían haber dejado atrás... Aquel Marcus del pasado solo tenía unos meses y ya le daban ganas de decirle que menudo inocente idiota.

    Tragó saliva y asintió, pero con la mirada baja, porque se emocionaba con facilidad y le costaba deshacer el nudo de su garganta. Dylan... ¿cómo estaría? El momento de esas personas llevándoselo ante él se le repetía en la mente una y otra vez. Negó con la cabeza. - Lo que sean que digan... será absolutamente mentira. Y Dylan no lo creerá. Dylan es feliz con vosotros, sabe que sois su familia, la única y verdadera. Sabe quién era su madre y quiénes sois tu padre y tú. Y además, ya sabes el don que tiene. Va a oler la maldad a lo lejos, no se creerá nada. No podrán cambiar su forma de pensar. - Apretó su mano. - Y nosotros, tarde o temprano, vamos a sacarle de allí. - A lo de la hermana de Janet, hizo una mueca con los labios... y no dijo nada. Prefería no decir nada, pero Marcus, personalmente, no pensaba fiarse de nadie en esa familia. Esa mujer dejó que su hermana fuera agredida y expulsada de su casa, que tuviera a sus hijos lejos de su país y que muriera, sin venir ella a su funeral. Y cuando lo único que había hecho Janet había sido enamorarse y querer formar una familia con esa persona. Nunca le iban a convencer de que una buena persona haría eso. Él jamás, bajo ningún concepto, le haría ni la quinta parte de esas cosas a su hermano. No encontraba justificación algunas, pero entendía que Alice necesitara agarrarse a algo.

    Debía reconocer que estaba en tensión por la reacción de Alice a su confesión, pues contara con que se enfadara, o como mínimo que se ofendiera... pero no. Se veía que, con la situación que tenían encima, era lo que consideraba menos importante, porque incluso pareció aliviada de que no quisiera decirle algo peor. ¿Que si eso era todo? ¿Le parecía poco? Se encogió de hombros. - Bueno... es que no te pedí permiso, y tú no querías tomártela, siento que te la di a traición... bueno, es que te la di a traición. - Reconoció, con la mirada en otra parte. - Y por mucho que fuera lo que tenía que hacer y que mi intención fuese buena, me siento mal... y quería disculparme. No quiero que pienses que... en fin, que voy a ir por ahí... haciéndote cosas que no quieres a la primera de cambio. - Empezaba a sentirse un poco estúpido en el proceso de disculpa, sobre todo en vistas de que Alice no le estaba dando tanta importancia. Y él llevaba desde que lo hizo fustigándose.

    Tragó saliva y negó con la cabeza. - No lo haré más. - Aseguró, aunque con la boca pequeña. Visto lo que la vida podía hacerte de un segundo a otro y sin vérselo venir... ya no se atrevía a jurar ciertas cosas. Afortunadamente, Alice cambió de tema... o desgraciadamente, más bien. Porque lo que dijo le partió el corazón. - Alice... va, no digas eso. - Dijo con voz suave y triste, acercándose a ella. Negó. - No, no has dicho nada incriminatorio... - Pero sí cosas muy duras, que Alice no necesitaba que le echaran en cara ahora, así que las dejó correr. - Entiendo que te sientas así, pero... es tu padre. Os quiere, esto... esto era muy difícil de... - Frunció los labios. Intentaba defender a William con argumentos sólidos, pero... - Ha sido un error. Todo esto. Una artimaña de mala fe de los Van Der Luyden, no es su culpa. - Al menos esa afirmación no era del todo falsa y no le obligaba a mentir. Porque lo cierto era que... William había hecho cosas que, de demostrarse, efectivamente podían meterle en un buen lío. Y entendía el enfado de Alice. Pero le partía el alma verla así con su padre, que al fin y al cabo solo era un hombre destrozado por haber perdido al amor de su vida... De verdad que, por mucho que quisiera, Marcus no le podía culpar.

    La rodeó con sus brazos cuando se recostó en su pecho, cerrando los ojos y echando aire por la nariz. - Lo sé... - Susurró. Dejó un beso en su pelo. - Aún nos queda mucha vida, Alice, toda una eternidad. Muchísimos años en los que seremos felices... - Trató de sonreír, aunque con tristeza. - El año que viene, volveremos a celebrar el cumpleaños de Dylan y recordaremos esto. Y diremos, qué mal lo pasamos, pero qué bien lo hicimos. Porque lo vamos a lograr ¿me oyes? Dylan volverá. - Arqueó las cejas. - Por lo pronto, Lex dice que no se vuelve a Hogwarts sin él, y tiene un contrato con los Montrose Magpies para julio de 2003 que no piensa perder y necesita tener los estudios terminados. Así que... - Esperaba que al menos el tono distendido relajara a Alice. Volvió a besar su pelo y a achucharla contra sí. - Haremos todas esas cosas, mi amor. Nosotros no dejamos nada a medias. Pero recuerda que los buenos alquimistas, los sabios de verdad, aprenden del camino, no solo ansían llegar a la meta... Tú me lo enseñaste. Tú me enseñaste a tener paciencia y a mirar, a disfrutar de las cosas, a aprender de ellas. Esto es... terrible. Pero es parte del camino. Y lo conseguiremos. -

    ***

    La espera se estaba haciendo eterna, y Marcus estaba cada vez más tenso de pensar que empezaba a caer la noche y por allí no había aparecido nadie. Miró disimuladamente el reloj, porque no quería alterar a los otros dos mostrándose impaciente. Las ocho y media. Se frotó la cara. Estaban conteniéndose de cenar, habían comido de hecho bastante tarde porque todos andaban con poca hambre, y quizás deberían ir cenando. Pero cenar era prácticamente asumir que el día estaba llegando a su fin y seguían sin noticias.

    Habían intentado distraerse como habían podido, jugando a las cartas, leyendo, charlando, echándose siestas por mero aburrimiento... los tres estaban con la cabeza a mil por hora y se notaba y los silencios se hacían largos y espesos, y cuando querían darse cuenta estaban volviendo al tema, hasta que Marcus o Lex hacían un esfuerzo para reconducir que no llegaba más que a quedarse en silencio otra vez. De hecho, en silencio estaban, sentados en el salón. Lex jugaba con Noora como ido, moviendo una pelota de lana por el suelo que su hurona perseguía, tratando de alegrar a su dueño con movimientos graciosos pero sin mucho éxito. Elio también estaba abajo con ellos, pero ya le había dado suficientes chucherías, mejor parar. Ahora simplemente le hacía compañía a Alice, a la que Marcus le había dejado un viejo libro de herbología que tenían allí de su abuela que la chica no había leído, a ver si se distraía. Él fingía leer sobre aritmancia, con la excusa de una cosa que le había dicho André el otro día y que era mentira, pero de verdad que tenía que hacer ALGO. Lo único que estaba haciendo era tener el libro en las piernas y perder la mirada en ninguna parte.

    - ¿Queréis cenar? - Preguntó Marcus en voz alta. Lex le miró y se encogió lentamente de hombros. Dejó de darle vueltas a la pelota de lana y dijo. - Si queréis, voy yo a por... - Pero el discurso de su hermano se vio interrumpido por el sonido de la puerta de la casa abriéndose, y los tres dieron un sobresalto en su sitio, con los ojos muy abiertos, mirando a la puerta del salón. Marcus, de hecho, se puso de pie, y estuvo tentado de ir en busca de quien fuera que hubiera entrado (no era su abuela porque no había llamado al timbre, o era su padre o era su madre... esperaba), pero se quedó paralizado en el sitio. Las pisadas eran inconfundibles, lo cual le tranquilizó y le aceleró el corazón a partes iguales. Por fin iban a recibir noticias. En unos segundos que se hicieron eternos, la espigada figura de Emma apareció en la puerta del salón.

    Los cuatro se quedaron en silencio, paralizados unos segundos, los tres chicos mirando a la mujer y la mujer devolviéndoles la mirada. Se intuía muy levemente el cansancio de quien lleva sin parar de luchar más de veinticuatro horas seguidas, pero mantenía su pose estoica y elegante como si por ella no pasaran las horas ni las desgracias. - ¿Estáis bien? - Preguntó, rompiendo el hielo. Los tres asintieron en silencio. Noticias, lo que querían eran noticias. - ¿Habéis cenado? - Los tres negaron. Emma suspiró, y ahí sí se notó el cansancio. - Es muy tarde... - La mujer se frotó un poco los ojos. Su madre estaba agotada, por mucho que lo disimulara, nunca la había visto así. - Sé que me estabais esperando. Arnold viene de camino... le esperamos y luego cenamos todos y nos vamos a dormir. Hasta mañana ya no podemos hacer nada. - Miró a Alice. - Pero puedo contaros lo que tenemos hasta ahora. - Sí, por favor. Suplicó Marcus mentalmente.

    Lex cambió su asiento del suelo a uno de los sillones y Marcus se sentó a un lado de Alice del sofá. Emma se sentó al otro, dejando a la chica en medio de ambos. La mujer la agarró de una mano con delicadeza pero con firmeza y comenzó a hablarle, mirándole a los ojos. - Tu hermano está ahora mismo en casa de Peter y Lucy Van Der Luyden, los padres de tu madre. Hemos localizado a la persona del Ministerio que estaba filtrando la información, ahora mismo se encuentra expedientada y fuera del Ministerio. Su contacto no era de los Van Der Luyden sino del MACUSA, pero aún no sabemos quién es. No quería esperar a más tiempo para venir a informaros porque la información llega con cuentagotas, e imagino que estabas muy preocupada. - Marcus y Lex se miraron de reojo. Tenían el aire contenido en el pecho. Su madre estaba hablando directamente para Alice, con un tono lo más neutro posible pero cálido, bastante cálido para ser Emma. Eso sí, sin conceder demasiado. Nadie se atrevía a chistar, solo a escuchar. - Nuestros abogados han contactado con las personas de nuestro Ministerio que están en el MACUSA para encontrar información. Los Van Der Luyden son bastante conocidos allí por ser una familia de gran influencia que a nadie le extrañaría que hubiera sobornado a quien haga falta por cierta información, veraz o no. - Emma hizo una leve pausa y añadió. - Hasta donde nosotros sabemos, no tienen absolutamente ningún dato que relacione a tu padre con ningún experimento con alquimia. Comprobado por nosotros, por nuestros abogados, por Lawrence y por algunas personas de su equipo. - Marcus respiró con tanto alivio que cerró los ojos, aunque tras el alivio inicial, resonaron de nuevo las palabras en su cabeza. ¿Su equipo? ¿Nuestros abogados? Por Merlín, pero ¿a cuántas personas conocía su familia? ¿Por qué sentía que estaba en la inopia?

    - Lo que sí tienen son otros datos, pero no todos se pueden contrastar. El robo del giratiempo del Ministerio, por ejemplo, lo fundamentan en las informaciones del espía y en la objetiva desaparición del giratiempo, pero no tienen evidencias sólidas, y el giratiempo, como bien sabéis, no lo van a encontrar porque ya no existe. - Notaba la mirada interrogante de Lex. A su hermano le faltaban datos, pero ya tendría tiempo para dárselos. - Los pormenores... los estudiaremos cuando hayamos cenado. Lo que quiero dejar es una cosa bien clara: esto va a ser un proceso duro, complejo y muy delicado. No se puede actuar impetuosamente o movido por la rabia, la desesperación o la tristeza. Hay muchas cosas pendentes de un hilo, y si bien nosotros tenemos más a nuestro favor que ellos, y también tenemos influencia, la realidad es que Dylan no está aquí sino allí, y eso nos complica las cosas. Así que tenemos que ser muy pero que muy inteligentes a la hora de mover nuestras piezas. - Marcus estaba escuchando con la mirada perdida, con la cabeza a mil. - Marcus. - La llamada directa le sacó de la pompa casi con un sobresalto. Su madre le miraba directamente. - Tengo que hablar contigo. Es hora de que tengas más información sobre personas que son útiles a esta familia. - Miró a Lex. - Si se lo cuento solo a tu hermano y no a ti, es por protegerte. Aún te queda un año de Hogwarts, y créeme que esta información también te será muy útil a ti, pero en su debido momento. Ahora, olvida que esto existe, como habéis hecho hasta ahora. - Joder, mamá, a ver cómo hago yo ahora eso. - Dijo Lex, con voz asustada. - Si casi no sé ni de lo que estáis hablando. Me está dando mucho mal rollo todo... - No es nada peligroso ni malo, solo es documentación y contactos de los O'Donnell que, como adultos, tenéis que manejar. Pero es una información delicada que es mejor que no tengáis mientras estáis en Hogwarts, así que a ti, Lex, te la daré en su debido momento. - Le miró entonces a él y sintió que la mirada le helaba las venas. - Pero tú y yo, Marcus, tenemos que hablar esta noche. Hay muchas cosas que tenemos que poner en pie. -




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    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Marcus estaba muy seguro de que Dylan iba a saber distinguir entre la verdad y la mentira, y no es que dudara de ello o no, pero… — ¿Y sí es peor para él llevarles la contraria? ¿Y si vuelve a no hablar? — Suspiró y se frotó la cara. — No sé qué estoy pensando ya, de verdad te lo digo. — Y seguía confiando en que iban a recuperarle. No pudo controlar el llanto al recordar el cumpleaños de Dylan, donde todo le había parecido ideal y perfecto… ¿Cómo había bajado tanto la guardia? ¿Cómo había permitido que las cosas acabaran así? — Solo quiero que tengas razón, de verdad. — Aseguró, llorando sobre el pecho de su novio, dejándose cuidar y abrazar.

    No digas tonterías, Marcus. Si confío en ti es porque te lo mereces y punto. Y confío en ti porque sé que sabes cuándo usar algo así sin preguntar y dónde dibujar la línea. — No estaba enfadada por lo de la poción, pero cuando mencionó lo de su padre sí que sintió su pecho arder. Pero no iba a discutir con Marcus sobre ese tema, y menos ahora. Además, que no había discusión posible, Alice había terminado con su padre, había aguantado y luchado suficiente, en algún punto había que parar, y le daba igual lo que le dijeran, ninguno había estado en su posición y nadie podía entender lo que había significado para ella esto, y no la iban a hacer cambiar de idea. — Bueno, esa es tu opinión. Yo tengo otra, bastante diferente, en base a ser una de las dos personas de las que tenía que haber cuidado como padre y, como ves, no ha ocurrido. — Sentenció sin más.

    Solo la perspectiva de los años que le quedaban por delante con Marcus le hacía querer seguir adelante. Cumplir sus sueños, reencauzar su vida. Rio un poco a lo de Lex y asintió. No el quedaba de otra más que pensar que sería así, si no, no podría luchar, no le quedarían fuerzas. Giró la cabeza para mirarle a los ojos cuando le habló de los alquimistas y el camino. — Tienes razón. Tenía razón yo, más bien. Es solo que nunca pensé que el camino pasaría por aquí. — Suspiró. — Supongo que es parte del propio camino… No saber por dónde vas a pasar. — Le miró con amor. — Menos mal que te tengo a ti para viajar conmigo. — Y allí se quedó, en silencio, mirando el jardín, como cuando tenía catorce años y se sentía igual de perdida que ahora.


    ***

    El día había sido un auténtico suplicio. Cada acción que Lex y Marcus trataban para distraerla se le tornaba más tediosa, y no quería hacerles sentir mal, así que consentía todo: cartas, charlas absurdas… Solo quería que llegara su plazo impuesto y ponerse a hacer cosas, que la soltaran legalmente y ella pudiera actuar por su cuenta. Por eso, cuando su novio le dio el libro de herbología, se puso obedientemente a leerlo hasta que llegara el momento después de cenar en el que cogiera sus cosas y se fuera a buscar a Ethan y a Aaron. Pero entonces ocurrió, en el ultimísimo momento, el evento por el que había aceptado esperar.

    Dio un salto del sofá y se quedó mirando a Emma, sin poder articular palabra. Era como si se le hubiera olvidado que esa era también su casa, que de hecho era ella quien gobernaba allí, y a la propia Emma parecía habérsele olvidado que llevaba dos días sin pasar por allí, porque llegaba con el mismo aplomo que cuando venía de la oficina. Pero cuando preguntó por la cena y miró la hora, se vio que ella también estaba destruida. A pesar de eso, y aunque Alice no quería parecer desagradecida, estuvo a un segundo de protestar, pero Emma estuvo más rápida y accedió a contar lo que sabían.

    Cuando Emma dijo “Peter y Lucy Van Der Luyden” se dio cuenta de que nunca nadie había pronunciado aquellos nombres en su presencia, como si es que fueran a invocarlos o algo así. Agradecía que Emma fuera bastante más clara en ese aspecto que su familia. No parecían salirle las palabras, así que se limitó a asentir a lo del empleado del Ministerio que filtraba la información. Le sorprendió no escuchar un nombre, y más le sorprendió que ya hubiera sido expedientado con tanta celeridad. Eso sí que era eficacia, sin duda. Asintió también a lo de la alquimia, cosa que le aliviaba. Pero sabía que el tema del giratiempo estaba ahí, y, efectivamente, iba a ser más rápido y fácil pillarles por ahí que por el otro lado. Pero Emma declaró que los pormenores los aclararían después de cenar y que poco más había que hacer, y le quedó claro que no podía hacer nada por su mano. Bueno, aportar lo que sabía, y de hecho iba a hablar (por fin, porque de verdad que se había quedado muda ante la oportunidad de por fin tener noticias) cuando Emma recalcó lo que había dejado intuir en el resto de la conversación: que tenía un auténtico ejército de gente respaldándoles. Algo que un Gallia jamás podría permitirse. Miró a Marcus e inspiró. Sí, habían hecho bien en no darles esa información en Hogwarts, que había mucho aprovechado por ahí suelto. Igualito que ella, que se sentía terriblemente culpable por que Arnold y Emma tuvieran que estar haciendo eso por ella.

    Hay un Van Der Luyden en Inglaterra. — Esa información tendría que haberla dado de alguna otra manera, pero le había salido así, porque veía venir que se iban a poner a hablar de otras cosas y no podía retrasarlo más. Emma se giró mirándola con el ceño fruncido. — Alice, ¿has hablado con…? — No estos días. De hecho, no tengo ni la más remota idea de dónde está. Se ha escapado de ellos, como hizo mi madre, y solo Merlín sabe dónde está ahora. Bueno, sí hay alguien que lo sabe: Ethan McKinley. — Su suegra estaba intentando poner las cosas en pie, por la mirada que traía. — ¿Y cómo le conoces? — Es mi primo, no nos llevamos ni un año. Se llama Aaron McGrath, y lo mandaron a Hogwarts. Lo conocí a principios de curso, pero mantuve las distancias, nunca me fie mucho de él, pero fue sincero, nos enseñó cartas de mi abuela y… — Suspiró y se mordió los labios por dentro. — Es gay, cosa que, por lo visto, los Van Der Luyden no toleran, así que le hicieron cosas… Tipo Van Der Luyden. Así que a eso se refería Dylan… — Arnold acababa de entrar por la puerta, y estaban todos tan tensos que ni se habían dado cuenta. — No lo entendía, trataba de ponerlo en pie… Dijo “que maltrataron a mi madre y a mi primo”. Traté de pensar que quizá era algo que Janet os había contado, pero se refería a ese chico… A ver. — Cortó Emma, con un tono un poco tenso. — Un momento. Esto es… Información nueva y valiosa que… Estoy demasiado agotada para gestionar. — Resopló y se frotó los ojos de nuevo. — Vamos a cenar. Necesito ducharme también, y, cuando acabe ese proceso, me cuentas paso por paso todo lo que sabes de ese Van Der Luyden. Y mañana actuamos en consecuencia. — Y se fue del salón. Arnold, por su parte, se acercó a abrazarles y comprobarles. — ¿Estáis bien? ¿Vamos a cenar entonces? — Llegó a Alice y le acarició la cara. — Tu padre está bien.Me da igual, dijo su voz interior. — El abuelo Robert pasó un mal rato ayer, pero ya está mejor. La tata y Erin están en tu casa, tu gata está claramente encantada de tenerlas allí. — La pobre Condesa, con el agobio se la había dejado. Arnold la abrazó. — Venga, hay que comer, ¿vale? Y luego ya veremos. Venga, vamos a cenar…





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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    Las palabras de su madre le cortaron el aliento, sentía una opresión en el pecho y la sensación de que había olvidado cómo respirar. Y aquello ni siquiera había terminado. Cuando su madre dijo lo que tenía que decir, Alice no se lo pensó dos veces y soltó el plan que sabía que llevaba rondando su mente desde que lo hubiera soltado esa mañana en el desayuno. Marcus y Lex volvieron a mirarse, pero se mantuvieron en silencio. Marcus no había llegado a decirle a sus padres que había un espía de los Van Der Luyden en Hogwarts, y lo cierto era que ahora... no sabía por qué lo había ocultado. Probablemente por temor a que se hiciera demasiado real si lo sacaba de allí, o a que su madre hiciera justo lo que estaba haciendo ahora: mover hilos. También porque Alice parecía confiar en él, y si sus padres no lo hacían y activaban un protocolo similar al de ahora, su novia le diría que se estaba metiendo donde nadie le llamaba. Ahora, sin embargo, se planteaba si no hubiera sido mucho mejor que sus padres hubieran estado puestos sobreaviso.

    Cuando apareció su padre en la puerta sintió un fuerte vuelco en el corazón, y los ojos se le humedecieron en el acto. Su padre... era especial para él. Llevaba dos días deseando ver qué estaba haciendo su madre, pero ahora que veía a Arnold... había tomado conciencia de lo mucho que le había necesitado y echado de menos. Estaba acostumbrado a no ver a su padre después de tantos años en Hogwarts. Pero él siempre había sido cariñoso y cálido, siempre había estado en los malos momentos. Le había necesitado mucho en esas más de veinticuatro horas en casa, sintiendo que el peso de aquello caía sobre él. Y que no tenía capacidad suficiente para llevarlo.

    Apenas correspondió el abrazo, sin embargo, estaba un poco aturdido. Solo asintió cuando preguntó si estaban bien. Sus padres acababan de determinar que era el momento de cenar, y sí, era lo mejor que podían hacer. - Voy a ducharme rápidamente y estoy aquí enseguida. Así le doy luego el relevo a vuestra madre y no os dejamos solos más. - Trató Arnold de poner un toque un poco más familiar y distendido. Marcus sonrió vagamente y, junto con Lex y Alice, se dirigió a la cocina. Allí estaba Emma, delante del frigorífico, parada. La vieron suspirar mudamente con la mano apoyada en uno de los envases etiquetados que había dentro. - Vuestra abuela nos ha hecho comida para un mes... - Y Marcus conocía ese tono. Emma estaba dando las gracias a gritos. Su madre estaba ciertamente cansada, nunca la había visto así.

    - Cenaremos esto. - Sacó un par de recipientes y comenzó a servirlos, mientras Marcus, Alice y Lex, en silencio, ponían la mesa. Todos estaban ya sentados cuando Arnold volvió, y juntos empezaron a comer. Su padre intentó romper el hielo varias veces con temas varios, bromeando sobre que su abuela había puesto el grito en el cielo al enterarse de que estaban solos y no había tardado ni medio segundo en volver. Lex, sorprendentemente, también intentó hablar un poco, recurriendo a uno de los pocos temas que controlaba: los animales. Ahí Marcus se dio cuenta de que su hermano se había estado ocupando de todos los animales de la casa... incluido de Elio, lo que le hizo girar la mirada a su lechuza, que seguía en el salón y que, convenientemente, se hizo el tonto, a pesar de estar a varios metros. Osea que Lex ya te había dado de comer. Pues no has rechazado mi comida. Esa lechuza glotona suya... un día se iba a poner malo de verdad.

    - Voy a subir a la ducha. - Dijo Emma al terminar. Se puso de pie y miró a Alice. - Cuando terminéis de recoger, ¿me esperas en mi despacho? Me gustaría aclarar contigo lo que me has contado antes. - Pasó la mirada por todos. - Mañana continuaremos, hoy solo hablaremos lo necesario para irnos a dormir tranquilos... que ya nos conocemos todos. - Pues sí. Ahí había bastantes personas que no pegarían ojo hasta que no aclararan ciertos temas. - Pero no son horas y estamos cansados, y cansado no se piensa bien. Lo que no podamos aclarar hoy, lo haremos mañana. - Y, dicho esto, se dirigió al piso de arriba para ducharse. Arnold suspiró y les miró con una sonrisa cálida. - Bueno... vamos a quitar esto. - Se levantaron y recogieron la mesa.

    Ya en la cocina, el hombre se dirigió a Alice. - Sube, nosotros terminamos. - Le puso la mano en un brazo con afecto. - Cuando acabéis, me avisas. Os prepararé unas infusiones, nos va a venir bien a todos. Tú que entiendes tanto de plantitas, como dice mi niño, sabrás el buen efecto que tienen. - Alice se marchó y Marcus y Lex se quedaron con su padre. - Id a poneros el pijama... ha sido un día muy largo para todos. - Pero Marcus y Lex estaban mirando a su padre. Arnold suspiró, pero antes de hablar, se adelantó Lex. - ¿Cómo están los Gallia? De verdad, no lo que le has dicho a Alice. - Arnold le miró con tristeza. - Le he dicho la verdad. - Lex frunció el ceño y Arnold suspiró de nuevo. - Hijo... - Ya sé lo que me vas a decir. Esta vez no quiero controlarlo, papá. Joder, estoy siendo el más inútil del grupo. - Bueno, has mantenido con vida a Tales y a Cordelia. Y engordado a Elio. - Va en serio. No estoy haciendo nada. - Lex, no es como que se pueda hacer mucho más. - ¡Pues al menos quiero enterarme! - Lex soltó aire por la boca y miró a Marcus, apurado. Se lo pensó unos segundos antes de contestar. - Lo siento... - Marcus parpadeó. ¿Que sentía qué?

    Lo que iba a decir, claramente. - Lo he visto. He visto lo que pasó. - Marcus miraba a su hermano, pero su visión se enturbió por las lágrimas, sin decir nada. - He visto cómo se llevaban a Dylan. He visto... la reacción de Alice. Lo siento... necesitaba verlo, y no has dejado de pensar en ello. - Marcus bajó la cabeza y se limpió las lágrimas con la manga. - Quiero hacer algo, papá. Por favor, no me digáis que es que yo estoy en Hogwarts, joder, no es justo... - Lex, si pudieras hacer algo, te aseguro que te lo diríamos. Pero ya estás haciendo mucho. - No es verdad. - Sí lo es. - Dijo Marcus. Ambos le miraron, pero él tenía la mirada llorosa clavado en su hermano. - Estás con nosotros. Sabes que estamos destruidos, tú lo puedes ver. Y tú no te mueves de nuestro lado. Ni estás deteniendo los pensamientos, en tus propias palabras, porque no quieres. Porque quieres saber cómo estamos. - Marcus tragó saliva. - Y eso es mucho, Lex. - Su hermano bajó la cabeza, con los labios fruncidos. Se quedaron en silencio. Tras unos instantes, sorbió por la nariz y, sin levantar la cabeza, dijo. - Mejor me voy a la cama. Buenas noches. - Y salió de la cocina.

    Su padre y él se quedaron en silencio. Finalmente, Arnold se acercó a él. - ¿Cómo estás? - Marcus cerró los ojos y, sin esperar más, se acercó a su padre y se dejó abrazar, permitiéndose llorar. El hombre le besó el pelo y le acarició. - Te he necesitado un montón. - Confesó a su padre, entre lágrimas. Llevaba queriendo decírselo desde que le dejó en casa de los Gallia. Y ahora que estaban solos, antes de tener que enfrentarse a ser un adulto en el despacho de su madre, quería ser niño un ratito.




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    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Efectivamente, Molly había hecho comida para un regimiento y, obviamente, todos estaban agradecidos de no tener que estar ocupándose de eso también. Ella tenía cero ganas de comer nada, pero tenía aún menos ganas de discutir con todos los O’Donnell, que se iban a abalanzar sobre ella como lechuzas juzgadoras si se le ocurría decir que no iba a cenar. Así que se limitó a poner la mesa en silencio con Lex, ciertamente más tranquila sabiendo que aquel “ejército” al que se había referido Emma se estaba ocupando de cosas mientras ellos seguían allí.

    Sonreía débilmente a los intentos de conversación, porque no quería hacerles sentir mal, pero cuando Lex dijo lo de los animales, se acordó de su gata. — Mi pobre Condesa Olenska… Con lo poco que le gustan los conflictos, debe estar oculta debajo de alguna cama. — Arnold chistó y negó con la cabeza. — De eso nada. Mi hermana la tiene todo el día en el regazo, está siendo peinada más que en toda su vida, y está encantada en la tranquilidad de estar sola con las tías. No sufras, Alice, si te viera aquí pasándolo mal estaría muchísimo más alterada y peor. — Ella asintió, y se quedó también un poco más tranquila en ese aspecto. En todos, la verdad, Emma y Arnold lo hacían todo más fácil.

    Cuando terminaron, Emma declaró que se iba a la ducha y que la esperaba en el despacho, y ni cambiarse de ropa quiso, se fue directamente allí a esperar. Necesitaba entrar acción cuanto antes, desde luego. Pero antes, informar a Emma, lo había dejado bastante claro. Se fue, silenciosa, hacia su despacho. Nunca había entrado allí, solo lo había visto desde la puerta, y siempre le había parecido elegantísimo, expresivo de Emma. Sobrio, con los expositores de varitas impolutos, los sillones frente a la mesa en terciopelo verde… Algún día querría un despacho así. ¿Para qué? No sabía, si iba a ser alquimista y enfermera, los despachos no iban a ser exactamente su lugar pero… ¿quién no querría un espacio así para sí mismo? — Perdona, ya estoy aquí. — Se giró y la vio entrar, poniéndose en su silla. — No, no me pidas perdón, bastante estáis haciendo ya. — Se percató de que era la primera vez que veía a Emma en bata (una tan elegante que bien podría haber sido ropa de calle) a excepción de la mañana de año nuevo. Sí que tenía que estar cansada.

    A ver, explícame muy bien quién es ese Van Der Luyden. — Le preguntó su suegra en tono neutro, y mirándola con toda su atención, como si no llevara casi cuarenta y ocho horas sin dejar de trabajar. Y Alice procedió a resumir sus pocos encuentros con Aaron McGrath, que era legeramente y no muy listo, cómo se había enterado de que era gay y estaba con Ethan, y que este lo había refugiado durante la Pascua, el contacto que iba al bosque de Hogwarts… Emma suspiró. — Probablemente sea el mismo que hemos expedientado. Qué desastre… ¿Por qué no nos lo contaste antes? — Alice se mordió el labio inferior y negó con la cabeza. — No lo sé. Cuando pasó lo de la alquimia y el giratiempo, y todo pareció arreglarse… — Se apartó el pelo y se tapó la cara con las manos. — Quería creer que esto se había acabado, no quería darle más vueltas… — Suspiró. — No miré a la realidad a la cara. Pensé que Aaron tenía también una oportunidad de ser feliz fuera de esas familia… — Emma ladeó la cabeza, con el puño cerrado apretado en la boca. — Sí… Tal como lo dices no ha debido tenerlo fácil. Pero no podemos descartar que haya sido él, Alice. — Ella asintió, pero pasados unos segundos. — Pero, ¿y si puede darnos más información? Él ha vivido con ellos toda la vida, yo… No sé nada de ellos. Absolutamente nada, no tengo nada con lo que trabajar, Emma, por favor… Necesito respuestas. — Los ojos se le inundaron. — La hermana de mi madre la quería. La quería mucho. Simplemente estaba muerta de miedo. Piensa… Piensa en Phillip. — Sabía que eso era terreno peligroso, pero ya qué más le daba. — Nunca creerías que te quiere menos, ¿verdad? y, sin embargo, es un cobarde y nunca se hubiera atrevido a enfrentarse a tu madre, ni digamos a tu padre. Lucy es igual. Sé que le escribió a mi padre hace un tiempo… Quizá era para advertirle o… No lo sé, Emma, pero necesitamos saber con qué cuentan, quién está de su parte… Y nosotros solos no lo vamos a averiguar. Si tan solo podemos tener un aliado allí dentro...— La mujer había tenido el ceño fruncido todo el rato, pero entonces, soltó el aire y apoyó los codos sobre la mesa del despacho. — Tienes razón. — Se mordió los labios y asintió. — Pero no se pueden hacer las cosas deprisa y corriendo. Y no puedes presentarte en casa de los McKinley como si nada, no me fío ni un pelo de ellos. — Ella arrugó un poco el gesto. — Los de vuestra clase no os fiáis nunca los unos de los otros. — Eso hizo reír a Emma, y asintió con la cabeza. — Además de verdad. Por eso traté de dejar de lado esa clase… No ha venido mal, no obstante, para conseguir parte de lo que hemos conseguido estos días. — Ella asintió también. Sí, eso tenía que concedérselo. — Bueno, el caso es que dudo que Ethan esté en casa de los McKinley. Creo que está en una casa de campo, y es muy posible que Aaron esté allí también. — Emma asintió. — Mañana trazamos una estrategia.

    Alice iba a levantarse, pero su suegra dio la vuelta a la mesa y se sentó en el sillón de al lado. — Alice, vamos a recuperar a Dylan. Eres fuerte, eres buena y eres una buena hermana mayor. Mucho mejor de lo que fue la tal Lucy para tu madre, mejor que muchos hermanos mayores que conozco. Tu hermano va a volver a tu lado, a nuestro lado. — Los ojos de Emma estaban brillantes, no inundados, pero sí brillantes. — Hay cosas que no pueden arreglarse con dinero, o que es demasiado tarde para arreglar… — ¿Se le había quebrado la voz? ¿A Emma O’Donnell? No tenía ni idea de cómo proceder, la verdad, no la había visto así nunca. — Esta no es una de ellas. Te lo juro. Todos estamos contigo. Solo, por favor te lo pido, confía en nosotros y no hagas nada por tu cuenta. — Las instrucciones eran claras, así que no podía hacer mucho más. Asintió y se levantó, e iba a irse, pero, sin saber por qué, tuvo un arrebato y abrazó a Emma, y ella se lo devolvió inmediatamente. — Nadie podía haberla salvado. No cuando supimos que estaba enferma. Preguntárselo o siquiera pensarlo, es absurdo y es lo que volvió loco a mi padre. No lo hagas tú también. — No podía explicar cómo había sabido que Emma estaba pensando en su madre, simplemente lo había sentido… Como le pasaba a Dylan. Y no se había equivocado, claramente. Emma se separó y asintió, apretando los labios. — Ve a descansar, y procura dormir, Alice. Llama a Marcus para que venga, por favor. — Ella asintió y salió hacia la cocina.

    Tu madre te espera. — Dijo cuando vio a su novio, que estaba con Arnold. — Yo… Me voy… A la cama. — No iba a empezar un debate sobre si podía dormir con Marcus o no, así que simplemente se fue al cuarto de invitados, deseando meterse en la cama, aunque no hubiera hecho nada en todo el día, con el solo objetivo de cerrar y esperar al día siguiente.






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    Sáb 19 Nov 2022, 11:25


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    - ¿Puedo hacer un trato contigo y que quede entre nosotros? - Se susurró su padre, mientras aún le tenía abrazado. Marcus, sin soltarle, separó la cabeza de su pecho para mirarle, con expresión interrogante y los ojos llenos de lágrimas. El efecto no era exactamente el mismo que cuando era pequeño porque Marcus ya era más alto que Arnold, pero se encogía y empequeñecía ante la tristeza y, sobre todo, ante su padre. Arnold sonrió con ternura y le acarició el pelo. - Como ahora tu madre te va a hablar como a un adulto... ¿Qué tal si conmigo te permites ser un niño y yo te lo consiento? - Eso le hizo reír (con cierto alivio, la verdad, porque ya se tensaba por todo y una broma le venía bien), y se volvió a dejar abrazar.

    - Siéntate aquí. Voy a preparar las infusiones. - Le dijo al cabo de unos minutos, separándole con delicadeza. Marcus se sentó en una silla y Arnold se dirigió, varita en mano, al caldero de infusiones. - A ti te hace falta con urgencia, Alice con el ritmo que lleva se meterá en la cama sin ella si no está hecha cuando baje, y a Lex se la voy a llevar cuando termine con vosotros. Si le conozco de algo, se habrá ido fingiendo que se va a echar ya a dormir pero estará tapado hasta la cabeza y con mala cara en la cama, sin permitirse ni siquiera llorar, porque como se le atreva a una lágrima caer sufrirá la ira de su puño limpiándola. - Marcus rio, pero con cierta tristeza. - Lo está pasando muy mal. - Lo sé. Como sé que me va a gruñir cuando entre con la infusión. - Arnold miró a Marcus. - Pero si soy capaz de saltarme el gruñido y el "déjame tranquilo, joder, en esta casa es que no se puede ni dormir sin que te hablen", y me siento con él, volveré a tener un rato de padre dándole cariño a su niño pequeño. Solo lo pone un poco más difícil para llegar. - Volvió a reír levemente, sin sonido, pero miraba a su padre con los ojos llenos de amor. Y por eso se le escapó sin ningún filtro lo que dijo a continuación. - Ojalá ser como tú en todo. - No es como que fuera una sorpresa para nadie que quería ser como su padre, lo decía continuamente a todo el mundo, incluido a él. Pero esa frase había salido desde la sinceridad de su alma.

    Arnold se le quedó mirando unos instantes, con cariño infinito. Tras esto, vertió en un cáliz un poco de infusión y se acercó a él, sentándose a su lado. - ¿Es buena idea que me tome un relajante antes de hablar con mamá? - No es una poción, solo es una infusión para templarte el cuerpo y ayudarte a dormir tranquilo, no tiene efecto inmediato. Y te va a venir bien ir templado a la conversación con tu madre. - Arnold le miró por encima de las gafas. - He hecho de sobra por si necesitas más después. - A Marcus se le escapó una risa un poco más brusca, y Arnold rio con él. Bebió un poco y su padre retomó el tema anterior. - Te pareces a tu madre en muchas cosas, en las mejores. Y así es como debe ser. Eso te hace ser quien eres, y te hará mucho mejor que nosotros el día de mañana. - Ahí lo que se le escapó fue una muda y amarga carcajada. - ¿Mejor? - Cuestionó, con la mirada baja. - Me siento una versión tan descafeinada de mamá que no creo que nadie me tenga en cuenta en ese aspecto, y con respecto a ti... no estoy ni a la mitad del camino. - ¿Qué tontería es esa, Marcus? - Yo no podría hacer lo que estás haciendo tú. Vivir lo que has vivido y estás viviendo tú y, encima, venir aquí, sacar temas de conversación para distraernos, hacernos pociones, ser cariñoso y que parezca que no te duele nada cuando todos sabemos que estás destrozado, pero lo disimulas por nosotros. ¿Cómo se hace eso? Yo no sé hacerlo. - ¿No es lo que llevas haciendo con Alice estos dos días? - ¡No! - Dijo frustrado y con la voz un poco más aguda de la propia impotencia. - ¿Por qué te crees que Lex ha visto lo que ha visto? Porque no dejo de darle vueltas. Y pregúntale qué pasó cuando Alice se quedó dormida. No podía dejar de llorar, me faltaba hasta el aire. Y cuando pude parar, lo único que hice fue quedarme como un idiota a su lado, abrazándola sin pestañear. Ni comí, ni dormí, ni atendí a mi hermano, ni hice nada. Si no hubiera venido la abuela a hacernos la comida, nos morimos de hambre. Y a lo largo del día de hoy solo he sabido darle libros a Alice como si fuera estúpida o algo, no sé como no me ha pegado con uno en la cabeza. ¡Lex ha estado más elocuente que yo, papá! - Bufó con fastidio consigo mismo. - Y sé que todos esperáis que sea un adulto, pero no me siento así para nada, y Dylan... Dylan me ve... - Se detuvo y agachó la cabeza, porque se tuvo que echar a llorar otra vez. - Ahora debe estar pensando que soy un inútil porque ni he hecho nada ni sé qué hacer. - Dijo entre lágrimas, sin levantar la cabeza. Y él que pensaba que estaba siendo un ídolo para Dylan por cambiarle el color a su camisa y regalarle colonia. Menudo idiota.

    Su padre dejó que se le calmara el llanto de nuevo y Marcus bebió un poco de infusión. Cuando estuvo más recompuesto, añadió. - ¿Cómo podría hacer todo esto para un hijo, como haces tú? - Arnold rio con los labios cerrados, casi en silencio, mirándole como si realmente fuera su niño pequeño que dice cosas muy graciosas. - Si Merlín quiere, y más vale que quiera, te quedan aún unos cuantos años para tener que preocuparte de eso. - Marcus, cabizbajo, arqueó las cejas con ironía. - "No creo que lo pueda conseguir nunca". ¿Es eso lo que ibas a decir? - Marcus miró a su padre con cara de circunstancias. No estaba para burlitas, pero no te podías enfadar con él. Todo lo decía con cariño... Eso y que había acertado, lo cual solo le hacía sentir más tonto.

    - Lo bueno y lo malo de ser padre, es que continuamente conoces a personas increíbles, mientras no dejas de hacer duelos por las que se están yendo. - Marcus le miró levemente confuso, y su padre le devolvió la mirada. - Nosotros vemos vuestros cambios día a día, desde que nacéis. Empiezas con un bebé muy vulnerable, muy necesitado de ti, tan tierno... Y, de repente, ese bebé desaparece y aparece otro bebé, un poco más grande y considerablemente más activo, que no para de hablar y que se te escapa de las manos cuando te descuidas. Bueno, tú te escapabas poco, para ser honesto. Eras más de quedarte mirando lo que te entusiasmaba, con esos ojazos verdes así. - Le imitó a Marcus tuvo que reír. - El que se escapaba era Lex, se subía encima de las cosas porque le gustaba estar en alto. - ¿En serio? - En serio. ¿Por qué te crees que en su habitación no hay una estantería alta como en la tuya, todas están a ras del suelo. - Ambos rieron. - Y lo peor no era eso, lo peor era cuando se escondía. Dios, la de veces que hemos entrado en pánico porque no le encontrábamos, y estaba metido en un arbusto o tumbado debajo del sofá. Tú como siempre estabas con lo que te diéramos para investigar, eras fácilmente localizable... - Lo cierto era que la imagen se le hacía bastante tierna. Pero su padre no había terminado.

    - Pero el bebé también desaparece en algún momento... y aparece una personita que crece cada día, que no para de hablar, de planear, de pedirte cosas. Una persona a la que puedes enseñarle cosas más complejas y ves cómo las aprende y las utiliza, y que quiere ser como tú. - Marcus le miró emocionado. Sigo queriendo ser como tú, pensó, pero ya lo había dicho, no necesitaba repetirlo. - Y entonces, tu niño se va a Hogwarts... pasas sin velo un montón de meses... Y de repente, un buen día, aparece ante ti un muchacho que ya es más alto que tú, con otra voz, con otro cuerpo... con otras personas a su alrededor que ahora son más importantes para él. - Volvió a mirarle por encima de las gafas. - Y que refunfuña y rueda los ojos cuando le dices las cosas... - Venga, papá. Te quejarás de hijo. - En absoluto, pero la adolescencia es complicada para todos. Aunque... también es maravilloso ver... cómo el adulto en el que vas a convertirte empieza a asomar, a dar visos de lo que será. Y tienes miedo, porque hay cosas de ese adulto que te encantan, que dices "eh, eso lo he hecho yo, ahí se parece a mí, o a mi mujer, que por cosas como esa me enamoré de ella". Pero ves otras en las que piensas... "Uf, esto le va a hacer sufrir", o quizás "en esto no me cae bien". - ¡Vaya! ¿En qué no te caigo bien? - En nada, hijo, tú eres perfecto para mí... - Ya. - Rieron ambos de nuevo.

    Arnold suspiró. - La cuestión es. - Apretó su mano. - Que conforme ellos crecen, tú creces con ellos. Que es difícil, pero... que se activa en ti un instinto de... no sé, protección, o un amor diferente, que hace que, simplemente, tu cuerpo te dé órdenes. Te diga "no hagas esto delante de esta persona que se está construyendo o vas a tener que reconstruirla tú", y como no sabrías ni por dónde empezar a reconstruir, mejor te callas y te vas a llorar a otra parte. - Ambos se sonrieron. - Me sigue pareciendo admirable. - Reconoció Marcus. Arnold le puso una mano en el hombro. - Tú me vas a dar mil vueltas. Y las cosas de tu madre que has sacado... si supieras lo orgullosa que está de ti... - Se le llenaron los ojos de lágrimas. - Esto va a ser difícil, Marcus. Y nosotros tampoco sabemos lo que hacemos siempre, solo fingimos que sí delante tuya. - Marcus chistó. Ya valía con las bromas, así que su padre suspiró. - Hablo en serio, Marcus. Ser adulto no es nada fácil, para nosotros tampoco. Y quizás nos estemos equivocando y no lo sepamos, pero solo queremos... hacerlo lo mejor posible. Y que no sufráis. Pero ya tenemos asumido que eso no siempre se puede conseguir. - Apretó un poco más su mano. - Confía en ti mismo tanto como confías en nosotros. No pretendas no equivocarte nunca, solo... intenta equilibrar al corazón y a la razón, y entre ambos te dirán lo que creen que es correcto. Obra en consecuencia... y que ocurra lo que tenga que ocurrir. - Tragó saliva y asintió.

    Tras volver a beber, preguntó. - ¿Es William un padre como el que tú describes? ¿Como tú? - Arnold ladeó los labios en una mueca. - No voy a decir que todos los padres pensamos así porque en el mundo hay de todo, pero estoy convencido de que William está en mi mismo grupo. - Marcus le miró unos instantes y dijo. - Alice está muy enfadada con él. Va a perder a sus dos hijos... No es justo. No puede pasarle eso. - Arnold suspiró. - Y no le va a pasar. Dylan volverá tarde o temprano y a Alice se le pasará el enfado. Solo... no la fuerces. - Arnold suspiró. - El dolor que tiene que estar sintiendo ahora mismo... no lo quiero ni imaginar. - "Temo por William, no lo va a superar." - Repitió. Se miraron en silencio unos segundos. Arnold frunció los labios. - Uno de mis errores como padre. Que oyeras esa frase. - Respiró hondo y dijo. - Trataremos de superarlo entre todos. -

    Alice entró en la cocina a lo justo para no pillarles hablando de su padre. Marcus sonrió hacia ella con calidez, pero Arnold directamente se levantó y se le acercó, siendo genial, siendo el mejor padre del universo... y Alice necesitaba mucho de eso ahora mismo. Y Marcus no se bajaba de su barco de pensar que nunca estaría a la altura de un padre así. - Haces bien. - Le dijo el hombre, poniendo una mano en el brazo de ella. - Ponte cómoda, he hecho infusión para todos, ahora te llevo una taza. - La miró a ella también por encima de las gafas y con esa sonrisa paternal que tan bien le salía. - Y espero que no me la rechaces, que te la he hecho expresamente, con lo cansado que estoy. - Le señaló con la cabeza. - Y tu novio ya se la ha tomado, y a mi otro polluelo voy a llevarle una ahora mismo. - Sonrió con calidez e hizo otro gesto de la cabeza. - Ve. Ahora te la llevo. - Te acompaño. - Afirmó Marcus, poniéndose en pie y saliendo con Alice de la cocina.

    - Si quieres dormir conmigo otra vez... le puedo preguntar a mis padres. - Ofreció, cuando ya estaban en la puerta del cuarto de invitados. Lo último que quería era que Alice se sintiera sola. Soltó aire por la nariz y, con la cabeza gacha, tomó su mano y la acarició. - ¿Estás bien? ¿Te ha ido bien con mi madre? - Sonrió con calidez. - Sé que no te apetece tomar nada y que solo quieres... arreglar las cosas. Pero de verdad que nos ha hecho la infusión con todo su cariño, y está muy rica. A mí me ha sentado genial. - ¿La estaba vendiendo bien? Esperaba que sí. Encogió un hombro. - Sé que... ahora mismo no hay muchos consuelos posibles, pero te vendrá bien hablar con él. Hazme caso. - Dejó un besito en sus labios, mientras seguía acariciando sus manos. - Voy a hablar con mi madre... yo también estoy cansado, así que cuanto antes empecemos, antes terminaremos. - Acarició su pelo. - Te quiero, Alice. Mañana será un nuevo día, y nos sentiremos mejor que hoy, porque vamos a hacer más cosas, ya lo verás. Intenta descansar, ¿me lo prometes? -




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    Alchemist
    Ivanka
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    Sáb 19 Nov 2022, 16:34


    Family flights together
    Con Marcus | En Casa Gallia | 13 de julio de 2002
    Cuando Arnold dijo “infusión” iba a quejarse. — La verdad es que no me… — Pero ya salió con sus cosas de papá Ravenclaw ideal y solo pudo sentir y suspirar. Si es que no merecía la pena discutir con ellos. Subió de la mano con Marcus hasta el pasillo y se dio la vuelta ante la puerta de la habitación de invitados y le miró, un poco penosa. — No te creas que no lo he pensado… Pero anoche no dormimos casi nada y… No me apetece estirar la paciencia de tus padres. — Acarició los brazos de su novio y dejó un beso sobre sus labios. — Nos quedan muchas noches juntos, Marcus. Mucho más bonitas que esta, espero. Podemos esperar. — Y le dedicó una sonrisa, y esa no tuvo ni que forzarla, porque solo de tener esa esperanza ahí, le salía sola. — No es que esté bien… Pero voy a tardar en estarlo, así que conformémonos con que estoy tranquila. — Contestó. — Baja a ver a tu madre y ella te actualizará, pero vamos, que están haciendo un montón de cosas por mí. — Asintió a lo de hablar con Arnold y acarició su cara. — Tú eres mi consuelo. Tu amor, tu cariño… Tú. — Dejó un beso sobre sus labios de nuevo. — Te lo prometo, mi amor. Buenas noches. — Y se metió a la habitación, tratando de no pensar en qué le tocaría ahora escuchar a su novio, en dónde estaría Dylan, en todo lo que no le dejaría dormir, mientras se ponía el pijama y se echaba en la cama.

    Llamaron a su puerta y entendió que Arnold no le había hecho mucho caso cuando le dijo que mejor quería simplemente dormir y descansar. — Adelante. — Dijo. No le iba a echar, al fin y al cabo. — ¿Estabas dormida ya? — Preguntó, asomando la cabeza por el marco, con la bandeja flotando al lado. Ella negó y se reacomodó en la cama, sentándose con la espalda apoyada en el cabecero. — Qué va. — Y con otra sonrisita satisfecha, Arnold entró y cerró, sentándose justo después en el borde de la cama. — Estoy un poco cansada de infusiones. Entre la abuela y tú me tenéis como una rana. — Arnold se encogió de hombros con cara inocente. — Pero seguro que te están ayudando, ya verás. Nos lo vas a agradecer. Ya os agradezco todo lo que estáis haciendo. — Dijo con voz ronca. Arnold suspiró, y ya se le cayó un poco la sonrisa, acariciando su mano. — Y más nos gustaría hacer. Si me preguntas a mí, os mandaba de vacaciones a Marcus y a ti a vuestro adorado Caribe, para que vivierais en una burbuja lejos de todo eso. — Ella sonrió tristemente. — Lo malo de eso es que tendríais que llevaros a Lex y Darren, y no veo paz en el horizonte en esa combinación. — Eso la hizo reír un poquito y se frotó la cara. — No me he reído mucho en las últimas horas. — Arnold asintió y le tendió la infusión. Bueno, que no se iba a librar de ello.

    Soy experto en consolar a mis hijos. Lex puede llegar a ser complicado con la hostilidad, pero en cuanto sobrepasas esa barrera es todo dulzura. Pero Marcus… Ay, Marcus. — Arnold rio un poco, mirando a la nada. — Marcus siempre ha sido muuuucho más difícil, porque le da tantas vueltas a la cabeza que ninguno podemos seguirle el ritmo. — La miró. — El único que ha podido seguirle ese ritmo ha sido su abuelo, porque él era bastante parecido. Pero ahora mismo lo tenemos haciendo cosas mucho más importantes, y Marcus tiene que conformarse conmigo. — Alice ladeó la cabeza. — Arnold, por favor, he visto el pecho de Marcus liberarse cuando has entrado por esa puerta. — Él asintió. — Pero creo que era más porque ha sentido que por fin hay alguien más para hacer de contención, está muerto de miedo por ti. Tiene una auténtica obsesión por hacerte feliz. — Ella tragó saliva y trató de retener las lágrimas un poco más.

    ¿Sabes? Desde que os recuperamos, a los Gallia, he tenido, desgraciadamente, muchas oportunidades de consolarte a ti, y creo que, sin duda, eres bastante más difícil que mis hijos. — Ella abrió mucho los ojos. — Sí, sí, no me mires así. Y es porque tú te pones triste para dentro, y como te cierres no hay forma de entrar aquí. — Y le dio en la frente. — Lex te ladra, te echa, pero, en cuanto se le pasa, te deja entrar. Pero tú nos enseñas un porción muy pequeña de tristeza, nos dejas consolarte, y, con la mayoría de la gente, te funcionará, porque creerán que han hecho su papel y todo eso… Pero yo he aprendido a ver la inmensa pena que eres capaz de guardar en ti, Alice. Y no sé cómo acercarme a ella. — Apretó los labios. — En eso, también eres como Janet, ella para fuera siempre tenía una sonrisa y dulzura, y por dentro… Quién sabe lo que traía por dentro. — Alice agachó la cabeza, un poco sintiéndose pillada en su técnica infalible de no preocupar a los demás. — Ya no me queda pena que manifestar. Tú estabas ahí, Arnold, sabes perfectamente lo que tengo dentro. Me siento sola, desvalida, siento que os estoy cargando con problemas, como sabía que pasaría… Ese es mi problema — levantó la vista, ya con las lágrimas bajando por su cara — que todo esto lo vi venir. Que mi padre cruzaría una línea irretornable, que los Van Der Luyden podrían con nosotros, que yo traería los problemas a la familia O’Donnell… Y ahora tenéis a toda esa gente que ha mencionado Emma solo por nosotros, y Marcus y Lex sufren y… Todo está mal. — Arnold se acercó a ella por la cama. — Sí. Ahora mismo todo está mal. Pero tú no has traído ningún problema, más bien las cosas… Se nos han ido de las manos. — Tiró de ella y se abrazaron. — Pero lo vamos a arreglar. Confía en nosotros, Alice, tú no has estropeado esto, así que no vas a tener que arreglarlo tú sola.

    Se separaron y Arnold le cogió la taza. — Mira, yo no puedo contarte cuentos irlandeses como mi madre, pero… ¿Te he contado cómo fue el día que conocimos a tu madre? — Ella negó con la cabeza. — Pues quiero que visualices este momento. Emma y yo terminando de poner en pie esta casa, intentando desde hacía meses que se quedara embarazada de Marcus, los dos con nuestro trabajos. Y entonces tu padre, que ya habíamos asumido que iba a ser el amigo soltero eternamente en casa de sus padres, le dice a Emma en el trabajo que tenemos que vernos con urgencia. Y total, que Emma le dice “bueno, pues vente a casa conmigo al salir” y tu padre “no es que tengo que ir a buscar… Bueno que voy justo después”. — Es como si pudiera oír suspirar el cerebro de Emma. — Dijo ella con una risita y Arnold se rio también. — Efectivamente. Y en estas que aparece tu padre con tu madre, que se la veía muchísimo más joven que él, y nosotros pensando “por favor, que no sea la chica de América” y él con una sonrisa inmensa “Chicos, esta es Janet” así, Janet, nada de Jane Van Der Luyden, y ya sabes lo mucho que le gustan a Emma esas presentaciones. Y sin entrar aún en la casa, todavía en el caminillo del jardín, dice “¡Y nos vamos a casar!”, y Emma tan confusa, que se fue a la cocina a por la bandeja del té y la trajo sin levitar por tal de hacer algo. Y nos ponemos a hablar con ellos y tu madre era la viva imagen de la adoración y tu padre de la ilusión, y yo encantado, porque vale, era joven, pero se les veía tan felices… Y en estas, se va Emma a la cocina con Janet y yo con tu padre, ahí hablando que si de ir a mirar casas para comprar y demás, y a los diez minutos, vuelve Emma y dice “a ver, vamos a poner las cartas sobre la mesa”. — Arnold reprodujo la cara que debió poner en ese momento. — Emma, en diez minutos, había desarmado a tu madre y le había sacado que estaba embarazada de tres meses, que la habían echado de casa, que había venido ilegalmente a Inglaterra y que tus abuelos aún no sabían nada. — Arnold se encogió de hombros. — Ella sabía ahondar en tu madre, y tu madre lo sabía, y por eso en aquella boda no le quedó de otra que atacarla, porque eso Emma no se lo iba a esperar. Si no lo hubiese hecho, Emma le hubiera vuelto a sacar toda la verdad, y quizá ahora estaríamos hablando de algo diferente. — Aquella posibilidad se quedó flotando en el aire. Sí, quizá la enfermedad de su madre no hubiera estado tan avanzada, Marcus y ella habrían crecido prácticamente juntos… — Déjanos entrar, Alice. Lo único que hemos querido siempre es ayudaros, porque os queremos con todos nuestro corazón. — Ella ladeó una sonrisa y dijo. — Muto. — ¿Cómo? — Ella acarició sus manos. — Mi padre tiene un recuerdo de cuando éramos bebés y casi no hablábamos. Y ahí tú me lanzabas los brazos así y me decías “¿Tú me quieres, Alice?” y yo iba corriendo y decía “Muto”. — Los ojos de Arnold se pusieron brillantes. — Es verdad. — Se inclinó y le abrazó. — Pues eso. Mucho. Muchísimo. Gracias por cuidar de mí. Aunque ahora mismo no sea capaz de decir cosas bonitas o levantar cabeza. Con vuestra ayuda lo haré.





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    Alchemist
    Freyja
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    Sáb 19 Nov 2022, 21:40


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 14 de julio de 2002
    Dejó un tierno beso en sus manos, mirándola a los ojos. Quería tanto a esa chica que se desesperaba cuando la veía sumida en la tristeza, no lo podía soportar. Al final, acababa lidiando con dos tristezas a la vez: la de la situación en sí y la de ver a Alice de esa forma. - Buenas noches. - Le dijo con dulzura, despidiéndose de ella en la puerta. Porque, sí, Alice tenía razón: les quedaban miles de noches juntos, mucho mejores que esa. Esa noche lo que necesitaban era dormir y tratar de desconectar de esa pesadilla en la que estaban sumidos.

    Bajó las escaleras y se dirigió al despacho de su madre. La puerta estaba entreabierta, y la mujer sentada en su escritorio, ante muchos papeles colocados, al parecer, con una disposición concreta. Alzó la mirada al verle aparecer y sonrió levemente. - Hasta yo me he puesto el pijama, Marcus. - Él sonrió de lado y encogió un hombro. - En cuanto me lo ponga me va a dar sueño. Y quiero estar atento. - Emma frunció los labios en una sonrisa de corazón, contenida como era ella, pero sincera. Estiró el brazo. - Ven aquí. - Marcus se acercó y ella tomó sus mejillas, dándole un beso en la frente. - Te quiero mucho, cariño. Lo sabes ¿verdad? - A Marcus se le escapó una carcajada muda de labios cerrados. - ¿Que si lo sé? - Suspiró, mirando todo lo que había en la mesa. - Mamá... es... no sé cómo vamos a agradecerte lo que estás haciendo. - No seas bobo, Marcus. Por mi familia hago lo que haga falta. - Él la miró, con los ojos brillantes. Emma puso expresión circunstancial. - Por mucho que me pese, el día que empecé a salir con tu padre asumí a William como parte de mi vida. Más aún cuando Janet y yo tuvimos a nuestros primogénitos prácticamente a la vez. Y ahora que dichos primogénitos están en una relación sentimental... - Suspiró. - No me hagas tener que explicar una obviedad. Estoy muy cansada. - Marcus rio levemente otra vez, sin despegar los labios. Qué distintas eran las conversaciones que se tenían con su padre y con su madre. Pero qué bien le hacían sentir ambas.

    Emma se puso de pie y rodeó la mesa. Marcus la siguió con la mirada y ella empezó a hablar. - Aquí tengo una lista de contactos que, de ahora en adelante, es importante que sepas que tenemos. - Marcus miró las hojas con el ceño fruncido, pero había... listas y listas. - Espera... - Miró a su madre. - ¿Me estás diciendo que todo esto son... gente que nos conoce? - Porque él juraría que no conocía a tanta gente. Emma siguió mirando los documentos. - A mí, a tu padre, a tus abuelos, a los Horner... Nuestra familia es extensa e influyente de diferentes formas. Hasta tu tía Erin tiene contactos, solo que no los sabe usar. - Marcus arqueó una ceja. Le costaba imaginarse a Erin con contactos, pero su madre le miró. - Tu tía, ahí donde la ves y aunque no sea consciente de ello, le ha salvado la vida a mucha gente. ¿Recuerdas cuando se pasó seis meses en Brasil? - Marcus asintió. - Había una epidemia por una enfermedad transmitida por a saber qué bicho que estaba matando a muggles y magos sin distinción y que se había extendido por cuatro pueblos. Tu tía y su equipo la erradicaron antes de que llegara al quinto. ¿Y sabes qué tenía ese quinto pueblo? - Marcus negó, y Emma sonrió levemente. - Un alcalde que está muy agradecido por sus servicios. - Tragó saliva. Si su madre contaba los contactos así... empezaba a entender por qué tenía un ejército.

    Emma volvió a sus papeles y, señalando los diferentes montones, empezó a narrar. - Compañeros de trabajo de tu padre o asociados. Compañeros de trabajo míos o asociados, y aquí los de William. Tenemos muchos en común, pero también tenemos otros diferentes. Contactos de la familia Horner. - Miró a Marcus, porque ya se estaba viendo venir que su hijo iba a protestar. - No te haces una idea de la cantidad de contactos que tiene mi familia, Marcus, ya sea por mis abuelos, mis padres o mis hermanos. Trapos sucios internos tienen todas las familias y no se saben, los nuestros, tampoco. Solo tienes que decir que eres hijo de una Horner y nadie hará preguntas. - Es una cuestión de... - ¿Principios? - Finalizó Emma, con un tono escéptico que le hizo sentir ridículo. - ¿Han tenido los Van Der Luyden principios, acaso? - Entonces atacamos a gente sin principios teniendo nosotros aún menos principios, quieres decir. - Te guste o no, tu segundo apellido es Horner. No puedes evitar que tu primo Percival y tú tengáis la misma sangre, ¿pero por qué él va a tener más derecho a usar un contacto de la familia que tú? Fuera de nuestras puertas, los Horners son conocidos por sus abogados, sus médicos y sus creadores de hechizos, y pronto también lo serán por sus alquimistas y sus deportistas de élite. Eso también se hereda, Marcus. - No dijo nada. No podía objetar nada.

    Su madre siguió narrando. - Contactos en Irlanda. - Marcus parpadeó. Había un montón... - Este es importante, Marcus. - Le mostró una lista, y Marcus abrió mucho los ojos. - ¿Es... es el...? - Miró a su madre. - ¿¿Cómo tenemos contacto con el Primer Ministro muggle?? - Por tu tía Andrómeda. - Descolgó la mandíbula. Emma se irguió ante él. - Marcus, no estamos tan ocultos como queremos creer, solo fingimos todos que sí. Los altos cargos muggles saben de nuestra existencia pero todos preferimos estar en paz. Todos los obliviadores tienen contacto directo con el gobierno muggle. - Per... - No es el momento de una clase de política, Marcus. No vas a acceder al Primer Ministro muggle, solo quiero que sepas que tenemos manos también en el ministerio de allí. Por si en algún momento las necesitas. - Cerró la boca. ¿Aquello era real? Porque si alguien se lo hubiera insinuado hacía tan siquiera dos días, se habría reído abiertamente. - Por último... - Soltó un poco de aire y agarró ciertos folios entre sus manos, dejándolos en las de Marcus. Este leyó antes de que su madre empezara a explicar.

    - Son los contactos de tu abuelo Lawrence. Son los contactos dentro del mundo de la alquimia. - Marcus alzó la mirada hacia su madre. - Ya son tus contactos también, y lo serán cada vez más. Pero son unos contactos... muy delicados. Hasta que no tengas al mínimo la primera licencia, no los uses, déjalo en manos de tu abuelo. Yo, de hecho, he preferido no meter la mano aquí. Tu abuelo es el que mejor puede hablar de estas cosas. La alquimia... es muy peligrosa, Marcus, lo sabrás bien cuando estés dentro. Cuando alguien de fuera de la alquimia intenta entrar, los resultados no suelen ser buenos. - Emma puso una mano sobre las suyas, que aún sujetaban los papeles. - Guárdalo, simplemente guárdalo y tenlo. Pero siempre, siempre, deja a tu abuelo un paso por delante. Sabrás cuándo estás preparado para ser tú quien haga las cosas. Mientras tanto, síguele a él, hasta que deje de estar o hasta que no pueda hacerlo por sí mismo. ¿Entendido? - Marcus asintió.

    Emma se sentó en uno de los dos sillones y le hizo un gesto a Marcus para que se sentara a su lado. Se giró en su asiento y tomó un último papel, tendiéndoselo a Marcus. - Lee esto. - Conforme lo hizo, fue frunciendo el ceño. - ¿Por qué están aquí estos nombres? - Preguntó, extrañado. Esa lista... Hasan Jacobs. Layne Hughes. Aleksei Lyevin. Jean Malreaux. Oh... - ¿Sabes qué es esa lista? O qué pretende ser. - Dijo Emma. Marcus frunció los labios. - Alice no ha estado con... no con todos ellos. - Emma asintió. - Lo sé. ¿Pero es eso lo que te parece más llamativo? - Marcus se extrañó, de nuevo frunciendo el ceño, y releyó la lista. Ahí había nombres hasta inventado, había gente que no conocía. Pero... - Yo no estoy. - Eso, eso era sin duda lo más llamativo. Emma asintió. - Y eso, indudablemente, es una baza muy a nuestro favor. - Marcus la miró sin desfruncir el ceño. - Están cuestionando la moral de Alice. La están tratando de... Pretenden usar esto para atestiguar que no puede cuidar de su hermano. ¿Cómo juega esto a nuestro favor? - Porque te han obviado por completo. - ¿¿Y qué?? - Es que no se estaba enterando. Su madre le miró como si estuviera siendo tremendamente inocente. - No pueden ponerte a ti, Marcus, porque tú eres su pareja oficial desde hace siete meses. Porque eres el hijo de una familia de sangre pura y de mucho prestigio, con todos esos contactos que acabas de ver, un expediente académico impecable y un futuro prometedor. Alice está en una relación formal con una persona difícil de mejorar. - Emma arqueó una ceja. - Tú mismo lo has dicho, Marcus. Intentan manchar su imagen, si te contaran a ti como un amante más, sería tan fácilmente desmontable que solo se lanzarían piedras a su propio tejado. Han preferido ignorarte, y al ignorarte a ti, nos han ignorado a todos. -Con la mirada ligeramente perdida, dijo. - Nos han quitado a Dylan como quien le quita un caramelo a un niño. Y eso dice más de ellos que de nosotros. - Le miró. - Percival no ha dicho nada, por cierto. - Marcus la miró, sorprendido. - Hemos analizado el Ministerio de arriba abajo. Parece que tu primo, por primera vez en su vida, ha tenido un arrebato de sensatez. Su principal baza contra Alice se va a caer en cuanto cualquiera de nosotros abra la boca. El objetivo principal va a ser devolver la custodia a William, pero si esto se dificulta, dársela a Alice nos va a costar muy poco trabajo. No tienen nada sólido contra ella. - Emma respiró hondo. - No han atado sus cabos tan bien como piensan. Nosotros también podemos llegar hasta el MACUSA. Tus contactos propios ahora mismo son débiles, pero no tardarás en tenerlos más sólidos. De hecho... - Tengo a alguien. - Dijo de repente, mirando a su madre con ojos esperanzados. - Howard Graves. Trabaja para el Ministerio de Magia inglés pero está destinado en América. - Emma asintió. - Le tendremos en cuenta si es necesario, aunque ya tenemos a los nuestros moviéndose allí. - "Los nuestros". No podía evitar que se le pusieran los vellos de punta al oírlo.

    - ¿Estás sobrepasado? - Preguntó su madre de repente, y él, que se había quedado mirando a la nada unos segundos, la miró. - Puedes reconocerlo, Marcus, no pasa nada. - Es que no quiero estarlo. Quiero solucionar esto. Quiero ser un adulto, mamá, que todo esto que me estés diciendo sirva para algo... - Marcus, Marcus. Va a servir. - Le calmó, apretando su mano, porque él ya se estaba empezando a acelerar otra vez. - Escúchame, porque esto es lo más importante que te voy a decir. - Le dijo, acercándose a él y bajando el tono. - Has salido de Hogwarts y apenas te ha dado tiempo a enterarte de lo que es la vida adulta, pero es esto. Esto es ser adulto, Marcus, y durante el día tendrás que serlo todo el tiempo... pero eso no significa no derrumbarse. - Sus ojos se inundaron y respondió a su madre con voz quebrada. - Tú no te derrumbas. - Ella sonrió levemente. - Sí lo hago, solo que tú no lo ves. - Apretó su mano. - Siempre, siempre, siempre, Marcus, puedes venir a derrumbarte aquí. Con tu padre, con tu madre, con tu hermano y con ella, con Alice, siempre podrás llorar. Siempre te vamos a acoger. Yo... llevo mucho más tiempo fingiendo ser dura, no tenía en mi casa muchos lugares en los que derrumbarme y tuve que aprender antes a hacerlo en soledad. Pero tú tienes a tu familia, y tienes amor. Pregúntale a tu padre si yo no me derrumbo. Es él el que seca todas mis lágrimas. - Le pasó un dedo por la mejilla y se dio cuenta de que a él también se le había caído una mientras escuchaba a su madre. - Yo siempre estaré aquí para secar las tuyas, tu padre y tu hermano también. Y Alice. -

    Le acarició el pelo. - Marcus... has escogido como compañera de vida a una de las personas más fuertes que me he cruzado en mi vida. - Miró a su madre, emocionado. - ¿De verdad lo piensas? - Emma arqueó una ceja. - ¿No lo piensas tú? - Claro que yo lo pienso. Lo que me sorprende es que lo pienses tú. - Emma rio levemente, negando con la cabeza. - No estoy ciega, Marcus. Sé lo que soy yo, y ser ver ciertas cosas en otras personas. Las veo en Alice. Con diferente ejecución, pero con un fondo muy similar. - Ladeó una sonrisa. - ¿Sabes qué me ayudó a hacer que pudiera desahogarme con tu padre? Lo que hizo que pudiera llorar tranquila con él, y recargar mis fuerzas, para ser una adulta que se enfrenta a la vida ahí fuera. - Sonrió un poco más. - Su cariño, por supuesto, ya sabes cómo es... pero, sobre todo, ver que él lo hacía. Ver que se emocionaba conmigo y que no temía mostrarse roto si necesitaba hacerlo. Si tienes que llorar delante de Alice, Marcus... hazlo. - Él se encogió de hombros. - Y lo hago. - Te estás conteniendo. Estás fingiendo delante de ella, y Alice no es tonta. - No puedo derrumbarme delante de ella. Es ella la que lo está pasando fatal. - Y la que lleva media vida aprendiendo a contenerse porque siente que tiene que arreglarlo todo. Y sí, lo tendrá que hacer, créeme que sé lo que siente. Pero permite que, al menos contigo, pueda llorar y derrumbarse. Pueda reconocer que no sabe lo que hace. Y si le cuesta... empieza tú. No tengas miedo a ello. Os ayudará a ambos. - Marcus asintió.

    Emma le dio un beso en la frente. - Ve a la cama. Mañana seguiremos... Hoy todos necesitamos descansar. - Volvió a asentir y ambos se pusieron de pie, abandonando el despacho. Antes de llegar a la escalera, vieron la luz de la cocina encendida. - Creo que papá nos quiere ahogar a infusiones. - Eso hizo que a su madre le atacara una carcajada, y se tuvo que tapar la cara, porque le había dado por reír. Marcus no recordaba haberla visto reírse tanto en una situación tan tensa jamás, hasta la miró un poco sorprendido... hasta que le dio por reírse a él también. - ¡Mamá! - Nada, Emma seguía riéndose. La mujer se limpió un poco las lágrimas y, sorbiendo, dijo. - Ay, cielo... es que estoy muy cansada. - Eso le hizo reír a él. - Como nos escuche Lex, nos mata. - Y vuelta Emma a reírse, y él también, tanto que llamaron la atención de Arnold. Cuando vieron su cara interrogante asomarse por la cocina, les hizo reír más aún. - Vaya con los dos Horner. ¿Debo entender que esa risa es vuestro nuevo código de la mafia? - Y más se rieron. Pero Marcus tiró de su madre y se dirigió hacia su padre, abrazándoles a ambos. - Sois los mejores padres del mundo. - Se apretaron en el abrazo y se quedaron ahí, hasta que las risas se diluyeron poco a poco y volvió a reinar el silencio. Necesitaban dormir, sí. Pero también necesitaban eso.




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    Sáb 19 Nov 2022, 23:45


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    Con Marcus | En Casa O'Donnell | 15 de julio de 2002
    Volvieron a sentarse a la mesa del comedor como si se sentaran a una reunión de trabajo. Alice (y todo en verdad) había dejado de lado su vestimenta habitual de verano y se había puesto un vestido más sobrio y con menos vuelo del habitual. Ahora sí que Lex podía decirle que se parecía a Emma. Habían desayunado en una tensión increíble apenas una hora antes, con comentarios aquí y allá pero respirando una atmósfera muy clara: hoy van a pasar cosas. Afortunadamente, había descansado mejor que la noche anterior, y aunque se había levantado tremendamente temprano y había dado muchas vueltas por el dormitorio, se sentía con mucha más energía que el día anterior.

    De acuerdo, plan de acción. — Dijo Emma, que se había sentado a la cabecera de la mesa. — Tengo que recordaros a todos que la clave de esto es la: discreción. Discreción absoluta. Pretendemos volar bajo todavía, no llamar la atención, no porque los Van Der Luyden crean que no estamos haciendo nada, sino que no sepan QUÉ estamos haciendo y a qué puertas estamos llamando. — Cruzó las manos sobre la mesa. — Dicho esto, ha llegado la hora de entrar en acción, así que algunas puertas va a haber que tocar. — Se giró a su marido. — Arnold. Te necesito de enlace con los Gallia. Marc y Susanne no pueden estar más tiempo en la inopia de esto, y André y Jackie merecen saberlo también. Además alguien tiene que vigilar a William y a Vivi. — Arnold la miró significativamente y se le escapó una mirada fugaz hacia ella misma. — Alice no es ninguna tonta y sabe que su padre necesita vigilancia y su tía es una alabardera, no es ningún misterio que te necesitan allí, Arnie, eres el único que sabe poner cabeza en el caos Gallia sin que saquen las uñas. — Alice ni varió la expresión porque todo lo que decía su suegra era verdad, palabra por palabra.

    Emma se giró hacia ellos. — Ahora, tú, Alice, y yo, vamos a ir en busca de tu primo Van Der Luyden. Supongo que querrás venir, Marcus. — Dijo mirando a su hijo. Luego cambió a Lex. — No quiero que te quedes aquí solo, Lex, así que he pensado que vamos a llevarte a casa de Darren. ¿En transporte muggle? Eso tarda muchísimo. — Dijo el chico abriendo mucho los ojos y claramente tratando de contener la emoción. — Es una emergencia, yo sé aparecerme con discreción, y es una ocasión excepcional. Si hay que hacer una obliviación exprés tampoco tengo mayor problema. Te llevaremos a casa de Darren y luego nos iremos los tres a donde Alice crea que debemos buscar primero porque, si no entendí mal, no sabemos con seguridad dónde está Aaron. — Ella asintió y ladeó la cabeza. — Pero esta mañana he tenido una idea… Y creo que no puede venirnos mejor. — Tomó aire y se miró las manos. — Si hay una sola persona en Inglaterra que pueda saber donde está Aaron es Ethan. El problema con él es que se lleva fatal con sus padres, y tengo entendido que desde que salió de Hogwarts está refugiado en la casa del campo , que él mismo admite que es un sitio difícil para aparecerse. Llegar y preguntar a los McKinley sería peligroso y demasiado notorio, pero puede ser un último recurso. ¿Y no conocéis a nadie que haya estado allí? — Y Alice pensó en un nombre, para que Lex lo escuchara primero en sus pensamientos. No quería provocarle un momento violento a su cuñado con el pasado de su novio. — ¿DARREN? — Vale no estaba ninguno de ellos especialmente diplomático dada la situación. Todos habían mirado a Lex, cada uno con una expresión diferente en la cara. La de Emma era la menos halagüeña. Lex tragó saliva y movió los ojos. — Que sí, que Darren estuvo con McKinley… Hace tiempo ya, nada que ver desde hace mucho… ¿Por qué crees que va a saber algo de donde está la choza esa? — Siendo los McKinley, me extrañaría que la choza tuviera menos de cinco habitaciones. Alice tiene razón, si Darren puede ayudarnos, no perdemos nada por preguntar, y si no… Pues habrá que usar la diplomacia con los McKinley. — Emma se levantó y todos se pusieron en pie. — Coged vuestras cosas y nos vemos en el recibidor. Rápido. Cuanto antes empecemos, mejor.

    Cuando bajó de nuevo, Arnold se estaba despidiendo, se acercó a ella y le dio un abrazo. — Puedo esperarme un momento si quieres que lleve alguna carta a tu padre o a la tata…Arnold… — Advirtió Emma, que ya tenía un pie fuera de la puerta. Alice negó con la cabeza. — No, ya… Ahora no tengo ánimo ni fuerzas para escribir y… Ya les veré cuando se pueda. Ahora hay cosas más urgentes, sé que cuidarás bien de los Gallia. — Arnold asintió y, tras despedirse de todos. Salió al jardín para aparecerse. Emma les condujo fuera y cerró con una cantidad de hechizos que Alice no hubiera sido capaz de detectarlos todos. — ¿Listos? — Los tres asintieron y, en un santiamén, aparecieron en la barriada de Darren.

    Era una barriada bonita y, afortunadamente, no había nadie a esas horas. Eran casitas muy monas, todas con coches en la puerta, y coches aquí y allá pasando todo el rato. Lex corrió hacia la que Alice dedujo que era la valla de Darren y Noora saltó directamente de su bolsillo hacia la puerta, que abrió el propio Darren. — ¿Lexito? ¡Pero bueno qué sorpresa, mi amor! Como has estado dos días tan calladillo ya pensé que había pasado algo. — Se asomó por detrás de su cuñado y les miró. — ¡Y los cuñaditos! ¡Y Emma! ¿Qué hacéis todos aquí? Ay con lo que me gusta a mí recibir gente… — Pero en seguida se dio cuenta de las caras que traían. — ¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo? ¿dónde está Arnold?





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    Dom 20 Nov 2022, 11:31


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 15 de julio de 2002
    Ahora entendía lo que quería decir su madre con "no perder el tiempo en tonterías" y ser prácticos. Marcus solía dedicar sus buenos minutos mentales a decidir la vestimenta adecuada fuera el día que fuera: hoy, no podía perder ni tiempo ni energías en eso. Hoy quería estar concentrado, y lo importante era salir vestido, daba igual con qué. Por eso se puso unos vaqueros y una camiseta lista normal y corriente y bajó a desayunar, sonriendo con calidez a su novia y dando los buenos días a sus padres y a su hermano con esa mezcla de gratitud infinitas, tristeza y tensión que sentía inundando su cuerpo desde hacía ya dos días. Sobre todo la tensión se apoderó de la mesa durante el desayuno, pero, de nuevo en otro arranque más propio de su madre, prefirió no gastar energías en darle vueltas. Pues claro que estaban tensos, la situación era para estarlo. Lo que tenían que hacer era terminar de comer y ponerse manos a la obra.

    Se sentó a la mesa con los codos apoyados en esta y la barbilla en sus manos, mirando a su madre con concentración y serenidad. La noche le había serenado bastante, y ya había llorado todo lo que tenía que llorar, destensado y tomado conciencia de que la cosa, si bien estaba delicada, estaba bastante estudiada por sus padres, lo cual le daba sensación de control. Marcus trabajaba bien si tenía sensación de control. Lo de que enviara a su padre con los Gallia no sorprendió a ninguno de los presentes, su incógnita era dónde les enviarían a ellos. Porque si algo tenían todos claro en esa mesa es que Marcus de Alice no se pensaba separar salvo que fuera estrictamente necesario.

    Por eso asintió una única vez para confirmar que iría con ellas a buscar a Aaron McGrath, aquello estaba clarísimo. Sí es cierto que, a pesar de la serenidad que trataba de mantener, sintió un escalofrío al oír hablar a su madre con esa naturalidad de aparecerse en territorio muggle y obliviar a alguien si fuera necesario. El plan, sin embargo, iba a ser costoso de llevar a cabo, porque como bien decían ellas, el paradero de Aaron era desconocido... pero Alice tenía un plan, y Marcus la miró y parpadeó. Claro, Darren, ¿cómo no se les había ocurrido antes? Mentalmente le tenían ya mucho más asociado con ellos mismos que con Ethan. Y a eso debía referirse su madre con tener contactos. Más bien era recordar todas y cada una de las conexiones de las personas con las que te relacionas.

    Su madre dio la sesión por zanjada así que subió rápidamente a coger lo poco que no había cogido ya, se despidió de Elio (que estaba un poco alterado por el trasiego de esos días y le tocaba dormir) y bajó las escaleras. - Dile a William de mi parte que... Alice está bien. Y que tiene mi apoyo. - Le pidió en voz baja a su padre, aprovechando que su novia no estaba por allí. El hombre asintió con afecto y le abrazó para despedirse, justo antes de que Alice bajara. La oportunidad de darle un mensaje de su parte a su familia fue rechazada por la chica y Marcus miró a su padre de reojo. Había hecho bien en dar aunque sea un mensaje él. Agarró su mano, salieron al jardín y, tras cerrar la casa, desaparecieron de allí para aparecer en la barriada de los Millestone.

    No se acostumbraba a la presencia de coches por todas partes, pero la barriada en sí era bonita, modesta... como Darren en sí mismo. Tanto el chico como Noora parecieron detectarse el uno al otro porque salieron a su encuentro mutuo con una rapidez pasmosa. Cuando les detectó, Marcus sonrió levemente. Y, por supuesto, Darren no tardó en darse cuenta de que faltaba alguien, y en asustarse levemente. ¿Qué hacían? ¿Le decían "no te preocupes, no pasa nada"? Sí que pasaba algo. - Hola, Darren. Sentimos habernos presentado sin avisar. - Dijo su madre, muy correcta y con un tono cordial. Darren hizo un gesto con los hombros que quería transmitir que no tenía que disculparse en absoluto, pero seguía preocupado por la ausencia de Arnold. - Mi marido está bien, realizando unas gestiones... sobre un tema que venimos a comentarte. Pero está bien. - Darren soltó aire por la boca. - Uf, qué susto... Aunque... por las caras que traéis... - Y ahí pareció reparar en Alice. - ¿Qué pasa, Galita? - ¿Darren? ¿Quién es? - Dijo una voz de mujer tras él, que llevaba un delantal puesto y un trapo en las manos. - ¡Oh! ¡Lex! Hijo, qué alegría verte. ¡Oh! Hola, Emma. - Esa era la madre de Darren. Se parecían bastante, era una mujer con una sonrisa luminosa. Terminó de secarse las manos con el trapo y dijo. - Pero por Dios, no os quedéis ahí. Pasad, por favor. - ¡Ay, sí, eso! Pasad. Perdón, perdón. - Se atropelló Darren, y todos pasaron al interior de la casa.

    - Disculpad el desorden, no esperábamos visitas. - Dijo la mujer con una risita un tanto nerviosa. - Bueno, a quién vamos a engañar, siempre está un poco trasto esto. ¡Rudolf! ¡Gandalf! ¡Ya, sit! - Le bramó a dos perros que salieron rápidamente al encuentro de ellos, ladrando sin parar. Todos se quedaron un tanto petrificados. Todos excepto Lex, y en cuanto los animales detectaron su presencia se fueron a lamerle las manos y a mover el rabo con felicidad cerca de él, que ya se agachaba para saludarles. Al menos, el resto de invitados había pasado a un segundo plano. La mujer se giró hacia ellos mientras se quitaba el delantal. - Se llama Rudolf porque siempre tiene el pelillo así tieso, parecen cuernos, y tiene la nariz muy grandecilla. Y ese es Gandalf porque... es gris. Cosas de mi marido, que le gusta mucho la fantasía. A veces pienso que nos ha salido un hijo mago por él. - La mujer volvió a reír. Soltó el delantal y se fue directa a darle un afectuoso beso a su madre. - Bienvenida, Emma, querida. - Les miró a ellos. - Vosotros debéis ser Marcus y Alice. ¡Uy! Tu hermano y tú sois muy distintos. Bueno, en la altura y eso... - Mamá. - Interrumpió Darren, un poco apurado. - Creo que... vienen... - La mujer se extrañó, pero luego les miró de nuevo. Y ya se le fue la sonrisa. - ¿Arnold no viene? ¿Pasa algo? - Mi marido está bien, tranquila. - Relajó Emma. La mujer asintió, con los labios fruncidos. - Pasad al salón, por favor. Os hago un poco de té, ¿o preferís zumo? Estamos solos los dos en casa. Mi marido ha ido con mi madre y la niña a comprar unas cosas. - Les señaló el salón y todos pasaron, y ella se perdió de nuevo en la cocina.

    Pasaron al salón y Marcus se sentó junto a Alice, apretando su mano. Darren parecía estar conteniendo el aliento. - Por Dios, me vais a matar, ¿qué pasa? - Se han llevado a Dylan. - Recortó Lex. Darren parpadeó. - ¿Cómo que se han llevado a Dylan? ¿Quién? ¿A dónde? - Les miraba a todos de hito en hito. Emma suspiró levemente. - Esta historia... es un poco larga, Lex te la contará más detenidamente, se va a quedar contigo al menos unas horas, si no te importa. - ¿Importarme? Claro que no. ¡Mamá! ¡Lex se queda a comer! - ¡Vale! ¡Voy ya mismo! - Se contestaron a gritos. Darren volvió a mirarles con preocupación. - ¿Pero qué pasa? Alice, ¿dónde está tu hermano? -




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    Dom 20 Nov 2022, 12:44


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    Con Marcus | En Casa O'Donnell | 15 de julio de 2002
    La madre de Darren era como tener delante a su cuñado pero con una peluca y unos cuantos años más. En otra ocasión, le habría hecho mucha gracia ese exceso de familiaridad con Emma y la entrada triunfal con los escandalosos perros. Cuando era pequeña le divertía mucho los perros, porque no paraban quietos y le seguían los juegos, y viendo aquella casa tan familiar y luminosa, con tanta alegría, se apenó de no haber podido venir en una mejor ocasión, pero ya no tenía remedio. — Hola, señora Millestone. — Saludó, con una leve sonrisa, cuando la señora se dirigió a ellos. Lo bueno era que Darren detectó que algo pasaba, y les hizo pasar.

    Se agarró fuertemente a la mano de Marcus, porque se sentía como en una pecera, como si el mundo de alrededor fuera demasiado y tuviera que filtrarlo para soportarlo. No había pensado en cómo sería contarle a la gente lo que había pasado, simplemente no le salían las palabras. Lex y Emma se le adelantaron pero, obviamente, a Darren le hacían falta más datos ahí. — Se lo ha llevado la familia de mi madre. — ¿La familia de tu madre? Pero si… tu madre… O sea, no sabía ni que tenías familia por parte de tu madre. — Ella suspiró. — Para resumir, son gente muy rica y con muchos contactos, echaron a mi madre de casa cuando se quedó embarazada y estuvieron sin hablarse con ella toda la vida, ni siquiera vinieron al funeral. Pero ahora quieren ser ellos los que eduquen a Dylan y nos lo han quitado de forma legal… — ¡Qué malnacidos! — Dijo una voz femenina, mientras dejaba una bandeja con un golpe en la mesita de enfrente. Era la señora Milestone. — Perdón, es que justo te he oído, vaya gentuza. Pero no pueden quitaros a tu hermano así como si nada. — Ella suspiró. — Han acusado a mi padre de cosas muy gordas, y a mí de encubrimiento, así que de momento, cautelarmente, lo tienen ellos. — Darren estaba pálido y con la mano delante de la boca. — Gal, no sabes cuánto lo siento… Yo… Pobre patito… Esto ha tenido que ser una bomba… — Negó con la cabeza y se apoyó un poco en Lex. — Pero bueno, los magos tendréis vuestros abogados y esas cosas, ¿no? — Insistió la madre de Darren. Emma se giró. — Sí, tenemos gente en ello, pero hay un aspecto en el que Darren puede ayudarnos más que ellos. — ¿Yo? — Preguntó su amigo abriendo mucho los ojos y señalándose.

    Alice miró a la señora Millestone y se preguntó cuánto sabría aquella mujer de la vida de su hijo. No parecía que se ocultaran muchas cosas en esa familia, y Darren nunca había mencionado que precisamente sus padres tuvieran ningún problema con su vida amorosa. Aun así, carraspeó y se revolvió un poco incómoda. — ¿Recuerdas a Aaron McGrath? — ¿El novio de Ethan? Es familia tuya, ¿no? — Exacto. Ah, pero espera, ¿familia de esos? — Alice asintió. — En principio le mandaron para espiarme y ver si podían sacar algo malo de mí, pero en verdad… Bueno, te imaginarás que esa familia no es muy tolerante… ¡No, ya lo creo! Si echaron a su hija de casa por quedarse embarazada ya me imagino lo que opinan del pobre muchacho si dices que está con Ethan. — La señora Millestone estaba ya a tope dentro del problema, y lo bueno era que con eso ya le dio la pista de que al menos sabía quién era Ethan. — Efectivamente. Aaron utilizó lo de venirse aquí para escapar y… De hecho lo ha hecho. Pero es que necesito encontrarle para que me ayude con los Van Der Luyden, él sabe mucho más de ellos que yo, que ni siquiera les he visto en mi vida. — Darren suspiró y la miró con cara de “ya, pero yo qué puedo hacer”. — El caso es que creo que el único que sabe dónde está es Ethan. — Darren parpadeó. — Ah, pues… ¿Quieres que le pregunte o…? Quiero decir, tú eres una de sus mejores amigas seguro que… — Alice suspiró y se rascó la nuca, incómoda. — No, si es que… Para empezar, las cartas no son seguras, así que no escribas sobre nada de esto a nadie. De hecho, no has sabido nada de Lex por lo mismo. — Darren asintió y miró con pena a su novio. — Creo que Ethan está en la casa del campo, y deberíamos ir allí a buscarle. Pero yo no sé dónde está… Y me preguntaba si tú… — Su cuñado dio un saltito en su asiento. — ¡Oh! Pues… Yo no he estado nunca pero… — Se rascó la frente. — Me escribió cartas desde allí, así que la dirección debería estar, pero… No sé si guardo alguna. No, cariño, las quemamos todas en una noche de San Juan… — Le dijo su madre con un tono de pena en la voz. — Ya ves… Pero… Vale, esperadme aquí. — Y salió corriendo escaleras arriba, con los dos perros tras de él. La señora Milestone se volvió hacia ellos y bajó la voz. — A mí no me gusta hablar mal de la gente, pero Ethan hizo mucho daño a mi niño. Era muy impresionable, y era su primer novio, aunque ahora sean amigos, porque hay que saber perdonar, tampoco queríamos demasiadas cosas que le recordaran a él, ¿sabéis? — Suspiró y se acercó a Alice. — Lo siento si al final no podemos ayudaros… Pero seguro que hay otra manera de encontrar… ¡LA TENGO! — Dijo Darren, bajando corriendo por las escaleras y soltando unos papeles en el regazo de Alice. Ella lo miró y frunció el ceño. — Darren, esto son apuntes de Herbología de quinto. ¡Que no! Mira aquí. — Y señaló una esquina. — El día que cogí esos apuntes, me dio la dirección para escribirle en vacaciones, y claro, los apuntes no los iba a quemar, por si las moscas. — Efectivamente, ahí estaba la dirección, pero era rara, no era como una calle… — Son coordenadas. Se dan cuando donde quieres mandar la carta está tan alejado de lo demás que no se puede dar una dirección normal. — Dijo Emma, con tono triunfal y apremiante. Se giró y miró a la madre de Darren. — Tessa, no tendréis por aquí un atlas de Inglaterra, ¿verdad? — La mujer saltó del sofá. — ¡Uy, lo que mi marido no tenga por aquí! — Y se puso a rebsucar en la estantería hasta que sacó un atlas enorme que abrieron en la mesa.

    Emma pasó las páginas a toda velocidad hasta que llegó a un área concreta. ¿Ha sabido en qué área mirar solo con ver las coordenadas una vez? Los talentos de su suegra eran un mundo, sin duda. Señaló uno de los cuadrantes del mapa y dijo. — Aquí está esa dirección. — Miró la página un poco más y se levantó. — Vamos, no tenemos tiempo que perder. — ¿Pero cómo vamos a ir? — Preguntó Alice. — En escoba. — Dijo simplemente Emma, como si fuera lo más normal del mundo. Las caras de Marcus y Alice debían ser un poema. — ¿Mi hermano? ¿En escoba? ¿Y mi cuñada? ¿La que se quedó colgando por jugar un amistoso de quidditch en un museo? — Expresó Lex, hablando un poco por todos. Emma se giró, con el movimiento de una muñeca de porcelana de lo tensa y estirada que estaba. — Los dos saben volar y van conmigo. Los tres podemos hacer magia, y no es un viaje tan largo desde casa. Oye, si hace falta… Os puedo acercar en coche aunque tardemos un poco... — Sugirió Tessa. — NO. — Contestaron Emma y Alice al unísono. La mujer asintió. — Ya, ya me imaginaba, si sé que a los magos no os van mucho los coches… — Alice suspiró y asintió. — Venga, es la mejor opción y todos lo sabemos. En marcha. — Se acercó a su cuñado y le agarró las manos. — Gracias, Darren, gracias de verdad. — Darren chasqueó la lengua y soltó un sonidito que era de reprimir un lloro. — ¡Ay, Galita, tonta! — Tiró de ella y la abrazó. — Solo quiero que hagas lo que tengas que hacer para traer de vuelta a mi patito… Pobrecito mío. Qué mierda es todo esto. — El chico se acercó a Marcus y le apretó el brazo. — Lo siento de verdad, Marcus. Sé lo que es Dylan para vosotros… Parece mentira que hace una semana estuviéramos celebrando su cumple y ahora… — Suspiró. — Mucha suerte. — Alice se dio cuenta de que se estaba conteniendo de no reaccionar más dramáticamente, y lo cierto es que lo agradecía. Se dirigió a la madre de Darren. — Gracias por todo, señora Millestone, tenemos que irnos. — Claro, cariño. — La tomó de la mano. — Espero que encontréis pronto lo que necesitáis. — Ella asintió y, despidiéndose con un gesto de Lex, salió de nuevo al jardín, terriblemente impaciente por coger las escobas de casa e irse.






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    Correspondía a Alice dar las explicaciones pertinentes y a Emma trazar la hoja de ruta, por lo que se mantuvo callado y en un discreto segundo plano, simplemente asintiendo a lo que decían cuando Darren cruzaba la mirada con él y cumpliendo con la función para la que se le había requerido allí: dar apoyo a Alice. Y, de paso, aprender de primera mano cómo se gestionaba una crisis, por si le tocaba a él en algún momento. Porque desde luego que tener a su madre allí hablando era como recibir una clase magistral de cómo ser adulto en tiempos convulsos.

    Estaba tan metido en la dolorosa exposición de Alice que la nueva entrada de la madre de Darren le hizo sobresaltarse (y la forma en que dejó la bandeja en la mesa, que le hizo temer por la integridad de las tazas). Soltó un poco de aire por la nariz. Pues sí, eran unos malnacidos, y a una mujer tan dulce como aquella le debería parecer impensable todo lo que estaba ocurriendo. Qué pena tener que ir a casa de Darren por primera vez en esas circunstancias... - Muchas gracias, señora Millestone. Es usted muy amable. - Le dijo con tono suave, que al fin y al cabo acababa de recibirles sin avisar y no había tardado ni dos minutos en prepararles té. Y sin magia, que intuía que debía ser más difícil. La mujer le puso una afectuosa mano en el brazo y le sonrió. - No hay de qué, cielo, ojalá pudiera hacer más. Anda, toma, que venís con unas carillas... - Y directamente le puso una taza en la mano. Le recordó a Darren intentando quitarle la pena con muffins.

    Ahora venía la parte en la que tenían que pedir a Darren la información que buscaban, y Marcus sorbió un poco de té, aprovechando para taparse la boca tras la taza. Siendo Darren, podía apostar porque Ethan había estado como mínimo invitado a esa casa, otra cosa es que hubiera ido, y por tanto sus padres conocerían de su existencia. De hecho ¿no fue ese el motivo por el que rompieron, porque le quería presentar a su familia? No se equivocó, porque la mujer parecía perfectamente enterada de la existencia de Ethan. Se agradecía una casa en la que las cosas se hablaban con tanta naturalidad en vez de tener que luchar por sacar la información. No iban especialmente holgados de tiempo.

    Casi pierden la esperanza cuando dijeron que habían quemado las cartas. Frunció los labios y volvió a beber. Maldita sea, ¿podía estar siendo MÁS inútil? Mira que se había dicho a sí mismo que había ido allí a apoyar a Alice y que iba a dejar a las mujeres hablar, pero sentía que lo único que estaba haciendo era beber té. Lex y él se miraron de reojo. Su hermano debía estar sintiéndose exactamente igual. Pero entonces, Darren pareció recordar algo y salió corriendo de allí. La confesión de la mujer le hizo sonreír levemente. - Es comprensible. - Fue lo único que dijo, por intentar relajarla y por aportar algo, porque encima la pobre señora se iba a sentir culpable. Ya sabía en qué casa estaría de no ser muggle, sin ninguna duda.

    Pero la llegada triunfar de Darren le volvió a sobresaltar. Soltó la taza y atendió, con los ojos muy abiertos, y cuando lo explicó miró a su cuñado. - Gracias. - Fue lo único que atinó a decir. El chico chasqueó la lengua y lo miró de reojo. - Anda, cuñadito, para que veas, no tiro los apuntes. Alma de Ravenclaw es lo que tengo. - Rio un poco. A Lex le iba a venir muy bien estar con Darren, desde luego que era mejor que todos ellos juntos consiguiendo relajar y distender el ambiente. Por supuesto, su madre no tardó nada en localizar las coordenadas. Marcus también era muy bueno ubicándose, pero no tanto. Acababa de tomar nota mental de que ese don había que tenerlo entrenado, nunca sabías cuándo te iba a hacer falta.

    ¿Y cómo iban a llegar allí? Él se imaginaba respuesta, pero no la quería pensar... Ya la confirmó su madre. Soltó aire por la nariz. - Por desgracia, no es como que haya más opciones. - Y no le gustaba nada volar, pero antes que meterse en el trasto ese metálico de los muggles que encima tardaba en llegar tantísimo a los sitios, desde luego que lo prefería. Y no era el único, a juzgar por la reacción de su madre y de Alice. - Es usted muy amable, pero... no la queremos importunar. Y controlamos más las escobas. - Otra de sus funciones allí al parecer: ser cortés mientras los demás organizan. Definitivamente le había tomado a Arnold el relevo en su ausencia.

    Se despidió de la mujer y luego Darren se acercó a él. Frunció una sonrisa agradecida ante sus palabras. - Gracias, cuñado. - Se acercó un poco a él con la excusa de darle un abrazo de despedida y le susurró. - Ahora te cuenta Lex. Está muy preocupado, sé que sabrás distraerle. -Cuenta con ello. - Le confirmó Darren, y Marcus se separó, agradeciéndoselo con una sonrisa. Fue a despedirse de su hermano. Tenía la mirada muy sombría. - Lex... - Por favor, con lo que sea, lo que sea lo que sea, cualquier novedad, o si hace falta algo, que yo me voy. Me llamáis. Me mandas un patronus. - ¿Queréis nuestro teléfono? - Ofreció la madre de Darren. Marcus negó con cortesía. - Gracias, señora Millestone, pero no hace falta. - Miró a su hermano. - Lex, ya has visto que mamá lo tiene todo bajo control... te prometo que, si avanzamos en algo, en cuanto podamos te lo contaremos ¿vale? Tú... intenta relajarte. - Lex soltó un bufido. - Sabes tan bien como nosotros que no puedes hacer otra cosa. Por favor... - Pero el chico pareció resignarse. Lex miró a Emma y dijo. - Coge tú mi escoba nueva, mamá. - Sí, contaba con ello. - Y, dicho esto, salieron de la casa.

    Cuando se aparecieron de nuevo en el jardín, Emma dijo. - Tenemos justo tres escobas, así que podemos ir cada uno en una. Marcus, coge tú mi escoba, te has montado en ella otras veces ¿no? - Marcus asintió. Sí, bueno, se había montado en esa escoba cuando era pequeño acompañando a su madre, pero sabía lo que quería decir: era una escoba ligera y para una persona bastante alta, temía que Alice no la pudiera manejar bien y no querían accidentes. Estaba claro cuál iba a quedarse Alice. - Tú llevarás la antigua escoba de Lex. No te preocupes, está en perfectas condiciones, de hecho es la que suele usar para trasladarse. Pero la escoba nueva es de competición y tiene demasiada potencia. Mejor la manejo yo. - Pues quedaba todo organizado. Ya solo quedaba armarse con las escobas y volar hasta el lugar localizado por su madre. Tocaba hablar con el primer Van Der Luyden.




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    Con Marcus | En Casa O'Donnell | 15 de julio de 2002
    Todo pasó muy deprisa, o Alice estaba tan enfocada en llegar que no se daba cuenta de lo que iba pasando. Volvieron a casa de los O’Donnell, pero no llegaron ni a entrar, se fueron directamente al cobertizo a coger las escobas. Le pareció entender que iba a usar una de Lex, y lo que fuera, en verdad le iba a parecer igual de locura, y le iba a dar exactamente lo mismo, porque necesitaba llegar hasta donde estuviera Ethan y, si no tenía la información, ponerse a trabajar desde ya.

    Cuando estuvieron montados, Emma se giró y les hizo un gesto para que se elevaran los tres. — La velocidad la marco yo, no me sobrepaséis. Cuando pasemos zona muggle, nos paramos para que os eche el hechizo camuflador. Las varitas bien sujetas y no las saquéis, concentraros en volar. ¿Todos de acuerdo? — Alice asintió y se dispuso a hacer lo que Emma mandaba. Hacía bastante que no volaba, nunca había tenido buenas escobas, y era demasiado alocada como para entenderse bien con una escoba, pero estaba tan centrada en lo suyo que ni la altura ni la falta de equilibrio la preocuparon. Y se cumplía lo que, efectivamente, le habían dicho siempre: que para volar hacía falta estar concentrada en el vuelo, y no en el viento, o las vistas, o en lo alto que ibas, es solo que a la Alice feliz y alocada que era cuando aprendió a volar, todo eso no le entraba en la cabeza. Por ello, el trayecto de casi media hora que tuvieron que hacer, se le hizo mucho más fácil que cuando era pequeña: porque ya no era la misma Alice. Eso sí, el viento le ayudó a ir más tranquila, a despejar la cabeza de los pensamientos intrusivos que la agobiaban.

    Emma no se había equivocado: la casa de campo bien podría ser un palacete de campo, muy barroco, con escalinata de acceso, balaustradas y balcones en las ventanas. Pero, por supuesto, para dar la nota discordante, alli estaba Ethan, tomando el sol en una tumbona con un bañador chillon y unas grandes gafas. Cuando por fin aterrizaron, Ethan se levantó de un salto y se quitó las gafas, avanzando hacia ellos, con los brazos abiertos. — ¡Pero bueno! ¿Será posible que sea mi putón favorito en mi refugio campestre? — Parecía que no había visto a Emma y Marcus. — ¿Qué haces disfrazada de señora respetable y como…? — Y ya, más cerca, reparó en su suegra y su novio. — ¡Oh! Señora O’Donnell y Marcus… ¿Qué…? — Hola, Ethan. — Saludó, cual dama de hierro que claramente no aprobaba lo que estaba viendo, su suegra. — ¿Puedo saber a qué debo el honor de tener a tanta gente viniendo a verme? — Ella suspiró. Otra vez a dar explicaciones. — Ethan, me encantaría poder sentarme y hablar contigo, pero tenemos una emergencia. ¿Y te ha traído aquí? — Preguntó él genuinamente curioso. — Tengo que encontrar a Aaron. Tengo problemas con los Van Der Luyden, necesito su ayuda. — Ethan alzó las cejas y se cruzó de brazos, mordiéndose el labio. — Joder… Sí que tiene que ser grave, eh… — Miró de reojo a Emma, claramente encogido. — Pero… Ya ves que estoy solo aquí, Gal, no puedo ayudarte, no sé dónde está. — Alice suspiró apoyando las manos en sus caderas, paseando en círculos nerviosamente. — ¿Y no sabes dónde estaba antes de que le perdieras la pista? ¿Alguna idea? Necesito encontrarle, Ethan. — El chico se encogió de hombros y negó con la cabeza. — Pues… Ya sabes cómo soy, Gal, es que en unos meses empiezo a modelar, así que nos hemos separado... Pero, ¿qué ha pasado? ¿Te han hecho algo los Van Der Luyden? — Soltó el aire por la boca y asintió. — Se han llevado a mi hermano. No en plan secuestro, en plan legal, se han quedado su custodia.

    Y en aquel momento, la corteza del nogal cercano se movió y, tras sacudirse el hechizo camuflador, Aaron apareció. — ¿Cómo que su custodia? ¡No tenían nada! ¡No podían quitároslo! — El suspiro y los ojos entornados de Ethan, hicieron coro a los de Emma, que estaba comprobando lo que la propia Alice la había contado sobre la inteligencia del chico. — Gryffindors… ¿verdad, señora O’Donnell? — ¿Ibas a dejar que me quedara sin ayuda? — Le espetó a Ethan. — ¿Qué quieres que haga? Está muerto de miedo, no debería explicarte el miedo que da esa familia. — ¿Sí? Pues mis miedos se han cumplido y se han llevado a mi hermano. ¡Y me has mentido a la cara, Ethan! ¡A ver! — Interrumpió Emma. — No es momento de esto ahora. — Se giró hacia su primo. — Aaron, te necesitamos para recuperar a Dylan, Alice te necesita. — El chico puso cara de susto absoluto. — ¿Pero qué puedo hacer yo? — La miró a ella. — Alice… Lo siento… Pero es que… Me ha costado mucho escapar de ellos, no puedo meterme en la boca del lobo. No te metes solo, Aaron, escúchame a mí. — Insistió Emma. — Soy la madre de Marcus, y mi familia, Ethan te lo puede confirmar, tiene mucho, pero que mucho poder en la comunidad mágica de Inglaterra e Irlanda. — Aaron se giró tímidamente hacia el chico, e Ethan levantó las manos. — Cuando tiene razón, tiene razón. Son como los tuyos pero hay gente buena entre ellos. — Concedió el chico. Aaron volvió a mirarlas con el labio temblando. — Pero yo no puedo hacer nada, no puedo hablar con ellos, señora O’Donnell. — No, no… En la medida de lo posible no hablarás con ellos. Te quedas con nosotros y con los Gallia. William no va a darte la espalda, Aaron, y, si nos ayudas, nosotros tampoco. Alice ha confiado en ti. Honra esa confianza. — Desde luego, sabía qué decirle a un Gryffindor. — ¿Qué tendría que hacer? — Preguntó el chico, con un suspiro.






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    Lun 21 Nov 2022, 20:48


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 15 de julio de 2002
    De Emma O'Donnell imponía todo, hasta la escoba. La agarró con firmeza y siguió el ritmo marcado por su madre, comprobando que Alice iba bien en la suya, porque ninguno de los dos estaba muy acostumbrados a volar. Quizás... el día de mañana, aunque no les gustase mucho, deberían tener al menos una escoba en su casa. Quedaba demostrado que nunca sabías cuándo te podía hacer falta.

    Marcus llevaba toda la vida yendo a la mansión de su abuela, y sabía lo que ciertas familias Slytherin podían tener. Aun así, no dejó de sorprenderle que el supuesto escondite secreto en mitad del campo de Ethan fuera una casa tan grande y, desde su punto de vista, tan poco discreta. Sobre todo si el supuesto prófugo estaba ni más ni menos que tomando el sol en el bañador más estridente que había en el mercado. Conociendo a Ethan, era capaz de pasarse así día y noche solo por la posibilidad de que en algún momento fueran sus padres a abroncarle, solo para darles en las narices con su descaro. Y para descaro, la manera de recibirles. Si es que no sabía de qué se sorprendía. A Marcus no le hacía ninguna gracia que llamara putón a su novia permanentemente, pero lo consentía porque a la propia Alice le hacía gracia. No había recabado en la posibilidad de que, algún día, podía soltarle ese comentario ni más ni menos que delante de su madre.

    Claro que no les había visto llegar, pues Alice se había acercado primero, lo cual ni mucho menos era excusa. Entre otras cosas porque Emma le había escuchado. - Ethan. - Saludó él también, escueto. El otro le lanzó una mirada, considerablemente más discreta que las que le dedicaba habitualmente, pero no lo suficiente. Seguía siendo Ethan. - Joder, qué caras... empezáis a darme hasta miedo. - Se llevó una mano al pecho y miró a su madre. - Puedo decir, y por primera vez es absolutamente verdad, que yo no fui el que emborrachó a su hijo el día de su cumpleaños. - Marcus ni se molestó en mosquearse como hacía siempre, y Emma, por supuesto, obvió el comentario como si fuera impermeable y este fuese agua. No estaban para tonterías.

    La forma en la que el chico miró a su madre, encogido, y trató de desviar la conversación de Alice, le hizo fruncir el ceño. Nunca se había fiado de él y ahora seguía sin poner la mano en el fuego, si estaba allí era porque era consciente de que no tenían nada mejor, pero no le parecía en absoluto buena idea. - Ethan, por favor. Esto no es un castigo de Hogwarts, es muy grave. - Vaya, me hubiera gustado recordarte la no-gravedad de las cosas en Hogwarts, prefecto. - Trató de hacerle burlita, pero se le notaba que, dentro de lo que él era, se estaba comidiendo porque la presencia de su madre le imponía. Ethan no era tonto, conocía de sobra a Emma O'Donnell, como sabía que igual que había aparecido por allí podía aparecer por las puertas de su casa y cortarle la tontería de golpe, así que más le valía no enfadarla.

    Tal y como imaginó, en cuanto Alice dijo lo que ocurría, la coartada de Ethan se vino abajo en forma de Aaron saliendo de un tronco. Marcus no pudo evitar rodar los ojos y hasta él se dio cuenta de que lo había hecho a coro con su madre, suspiro incluido. De verdad que no podía con ese chico, aunque eso no era lo peor del momento. Lo peor era, tal y como resaltaban Alice y su indignación, lo que Ethan había estado a punto de hacer. - ¿Te crees que hemos venido aquí a hacerte una visita? - El otro alzó las palmas. - Oye, pues bien podrías... - Y Marcus juraría que le hubiera soltado algún comentario fuera de lugar tipo "guapetón" o similares de no estar su madre delante. Iba a seguir increpándole cuando Emma les detuvo a todos. Sí, tenía razón, mejor se centraban en lo que tenían por delante, que no era poco.

    Menos mal que su madre estaba tomando el timón de ese barco, porque a Marcus le estaba empezando a bullir la rabia en su interior. Se limitó a apretar los labios y a mirar de reojo y con reproche a Ethan, que de repente parecía que se había quedado sin lengua. Porque si miraba a Aaron y a ese pánico tras el que quería refugiarse para no hacer nada... Quiso enterrar el hacha de guerra por diversos motivos con ese chico, y uno de ellos fue la conversación que tuvo con Lex en Pascua, donde le hizo una analogía tan clara con si situación que era difícil no empatizar. Pero veía esas cosas... no quería a ningún Van Der Luyden cerca, sin excepción. Ni siquiera a las víctimas.

    Pero, por supuesto, su madre sabía las palabras que tenía que decirle no solo a un Gryffindor, sino a uno tan poco inteligente como ese. Te va a merendar entero, pensó con soberbia, y en ese momento Aaron le miró con mala cara. Ah, malditos legeremantes, ni una parcela de privacidad en tu mente se podía tener con ellos. Lejos de achantarse, llenó el pecho de aire y se irguió en toda su altura, al lado de su madre, cruzado de brazos. Ambos eran más altos que él. - Por lo pronto, no desconfiar de nosotros. Es tu familia la que nos tiene metidos en este lío, la que se ha llevado a Dylan por las artimañas que tú bien sabes que usan y las que están haciendo a los Gallia un daño incalculable. Recuerda que esta oportunidad de estar oculto te ha venido dada porque te enviaron como espía y tu prima no ha querido denunciarte y ponerte en la palestra por ello. - Es cierto. Yo me he enterado de tu existencia hace apenas unas horas, sin ir más lejos. Ni tu prima ni mi hijo Marcus han hablado nunca de ti en mi presencia. - Vio como Aaron, que miraba alternativamente a uno y a otro, tragaba salida. Marcus volvió a hablar, aún más erguido. - Así que no olvides cuál es tu posición en esto. Si no estás con nosotros, estás contra nosotros. - Querría no estar en ninguna guerra. - Marcus soltó una única risotada sarcástica, pero no tuvo opción a contestar. Lo hizo Emma primero. - Me temo que esa elección no la tienes. Nosotros tampoco la hemos tenido. Lo que mi hijo quiere decir, Aaron, es que estamos todos en el mismo barco. Y entendemos tu miedo... pero no te puedes dejar llevar por él. El miedo puede hacerte disparar a un aliado en lugar de a un enemigo, y eso te haría tener dos enemigos. - Emma ladeó la cabeza y, con una sonrisa helada, dijo. - Y tú no quieres eso, ¿a que no? - Joder, diles que sí, que me está entrando acojone hasta a mí ya. - Remató Ethan. Aaron reprimió un escalofrío y se defendió, en ese tono de mártir que usaba siempre. - ¡Ya he dicho que sí! - Bien. Pues, en ese caso, que atendiera a las instrucciones. Su madre no iba a demorarse mucho más en darlas.




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    Mar 22 Nov 2022, 00:25


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    Con Marcus | En Casa O'Donnell | 15 de julio de 2002
    Dejó salir el aire por la boca y dio vueltas sobre sí misma mientras oía a Ethan y Marcus tirarse pullitas. — Hoy no. Así os lo voy a decir. Hoy. No. — Dijo, bastante al límite ya. Para colmo, Aaron, para no variar su santa costumbre, estaba actuando con una mezcla entre lanzado y mártir, pero a la vez muerto de miedo que no le estaba ayudando en nada. Resopló apretando las manos contra la frente, sintiendo el corazón en las sienes, mucho calor y una falta de respiración importante. Entre lo que le debía estar llegando de ella y las declaraciones (porque no, eso no eran ni amenazas, eran simples declaraciones sobre lo que pasaría) de Emma, su primo dijo por fin que sí. Alice dejó salir un suspiro y asintió. — Tienes cinco minutos para recoger tus cosas. Cuanto antes empecemos, antes terminaremos. — Dijo Emma, un poco más apremiada de lo habitual. Aaron miró un momento a Ethan y corrió al interior de la casa, porque pareció creerse fuertemente lo de los cinco minutos. No podía culparle. Emma la miró. — Voy a apartarme un momento para mandar un patronus. Esperadme aquí, y en cuanto bajo Aaron, nos vamos. — Y se alejó unos metros hacia unos árboles.

    Eso dejó a Marcus, Ethan y Alice solos, y ni ella ni su novio tenían ganas de un drama como el que se podía gestar. — Gal, escucha… No me lo tengas en cuenta, por favor… — Ya, ya, tú solo miras por ti. Me ha quedado claro. — Ethan resopló. — Mira, tú no sabes lo que es verle tan asustado y… — ¿Que no lo sé? — Se giró, ya levantando el tono de voz. — Lo sé muchísimo mejor que tú, Ethan, porque la que ha vivido aterrorizada he sido yo, precisamente. Y mis temores se han cumplido. — ¿Y yo cómo iba a saberlo? — Contestó Ethan ya desesperado. “Déjanos entrar, Alice” las palabras de Arnold se repitieron en su cabeza. Ella nunca había hablado de las amenazas, del peligro, ni de la posibilidad de que le quitaran a Dylan. En fin, Darren era su familia política y ni siquiera sabía que existían los Van Der Luyden… No podía culpar a Ethan de no estar a la altura de la situación si ni siquiera conocía la situación. Suspiró y negó con la cabeza. — No puedo hacer esto ahora, la verdad.

    Y justo, Aaron bajó con una mochila y el baúl y se acercó a Ethan, dándole un beso. — No sé cuánto nos va a llevar esto. — Ethan se apoyó en su pecho y suspiró. — Sabía dónde me metía con un héroe. Me dejas solito aquí, mamona, pero bueno… Te esperaré con más ganas. — Y eso puso una sonrisa bobísima e involuntaria en la cara de Aaron. Se dieron otro beso y se dirigieron a donde estaba Emma. Alice no se despidió, no tenía ganas, simplemente avanzó hacia Emma. Ya vería cómo gestionaba las cosas con Ethan en otro momento. Emma también estaba avanzando hacia ellos, con las escobas siguiéndola. — Coged una cada uno, y todos agarrados a mí. A ver si conseguimos aparecernos todos de una. — Y Alice se agarró fuertemente del mango de la escoba y del brazo. Podía ver la cara de susto de Aaron, pero que se fuera acostumbrando, que no sabía lo que les esperaba.

    Al aparecer en el jardín de los O’Donnell, se dio cuenta de que había alguien más allí. Era un joven de entorno a los treinta, con un traje y una túnica definitivamente caros y elegantes, pero sobrios. Emma se dirigió a él rápidamente. — Qué rápido Edward, es de agradecer. — Emma les señaló. — Marcus, Alice, este es Edward Rylance, el jefe de nuestro equipo de abogados. Era Ravenclaw como vosotros. — El hombre se acercó y le tendió la mano a ella primero. — Señorita Gallia, encantado de conocerla por fin. He estado trabajando estos días con su padre. — Ella estaba de pocas palabras, así que simplemente asintió con la cabeza. — Y usted supongo que es el señor… ¿McGrath? — Su primo asintió. — Aaron McGrath, sí. — Disculpe, acabo de enterarme de su existencia, pero es importantísimo para nuestro caso. — Vamos para dentro. — Ordenó Emma. — Nos establecemos en el comedor. — Y allá se fueron, silenciosos, enfocados, solo quería meterse en harina de una vez.

    Emma cedió la presidencia de la mesa al señor Rylance, que se estableció y sacó un montón de papeles, la varita y una vuelapluma. — Señor McGrath, necesito que sea lo más preciso posible en los datos que voy a pedirle, porque, según me ha comentado Emma, es usted el único que puede proveernos de datos personales de su familia materna, entiendo, los Van Der Luyden. — Sí. — Confirmó el chico. — Bien, entonces, ahora voy a exponerle lo que sabemos de momento y usted me confirma o me desmiente. — Carraspeó y una hoja se colocó sola frente a él. — Sus abuelos son Peter y Lucy Van Der Luyden y residen en Portland, Maine. — Aaron asintió. — Su madre, Lucy McGrath y su padre, Damon, viven también allí. — Sí, en la misma calle. — Y su tío, Theodore Van Der Luyden, el hermano menor de su madre, vive con su mujer y su familia en Long Island. — Sí, en la antigua casa de la tía abuela Bethany, que en paz descanse. — ¿Su tío trabaja en Wall Street? — Así es. — ¿Donde los muggles? — Preguntó Alice abriendo mucho los ojos. Tanto Rylance como Aaron negaron. — No, en la sección mágica. Es como Gringots aquí. — Aclaró el abogado. — Los hijos de su tío tienen edad para estar en Ilvermony, ¿es así? — De nuevo, el chico asintió. — Y su tía y su madre no tienen empleo conocido. — Se limitan a ser esposas de hombres importantes. — Dijo con un tono un poco de reproche. — Su padre, el señor McGrath, se dedica a la política. — Así es. Es asesor. — ¿De qué? — Preguntó Emma y Aaron se encogió de hombros y puso una sonrisa triste. — De hasta dónde pueden estirar los límites de la legalidad, supongo. Era el pasante del abuelo Peter, que también se dedicaba a la política, pero lo acabó convirtiendo en asesor. No de tan alto rango como él, no obstante. — Rylance asentía y su vuelapluma iba a una velocidad pasmosa. — ¿Cómo es la relación de sus padres con sus abuelos? — De absoluto terror. — Ahí sí se hizo un silencio tenso y todos le miraron. — Mi padre tiene miedo a perder su posición y mi madre… A su familia, como concepto. Sabe de lo que son capaces. — ¿Y su experiencia personal? — Pues lo mismo. Mi abuela me ha utilizado y maltratado toda la vida. Utilizado por mi legeremancia y maltratado por mi orientación sexual y, en general, mi carácter. Prefiere claramente a mi tío Teddy y su familia. Diría pues que el señor Theodore y sus abuelos tienen buena relación. — Pero él negó con la cabeza. — Buena no. Para el abuelo fue una decepción que el tío Teddy no siguiera sus pasos en política, y el tío Teddy considera que el abuelo no tiene suficiente ambición y que es mejor que todos nosotros. La abuela le adora, es su ojito derecho y sus hijos también, pero se odia con mi tía. Está todo un poco tenso. — Claro, esas eran las cosas que pasaban en familias tan perversas, que al final estaban destrozadas por dentro.

    Rylance suspiró y cruzó las manos, frunciendo el ceño. — Señor McGrath, en cuanto al MACUSA, ¿quién de su familia diría que tiene más influencia en el MACUSA? — Aaron apretó los labios y alzó las cejas. — Ahora mismo, diría que mi padre, pero realmente él trabaja más en Washington y Maine. El abuelo ya no está en política, y gran parte de sus contactos se han jubilado. No obstante, se dedica a sobornar cuando quiere saber algo. — ¿Y el señor Theodore? — Él negó con la cabeza. — No quiere saber nada de política. No sé de ningún momento en que haya recurrido al MACUSA. Ni siquiera para información. Bueno, es que no le interesa. — Rylance levantó la mirada hacia Emma y suspiró. — Confirmado, señora O’Donnell, hay que empezar por el MACUSA. Es el único sitio donde es posible que encontremos aliados. — Bajó la mirada y la dirigió a Aaron. — Ahí y en sus padres si, como usted dice, no tienen buena relación con sus abuelos. — Aaron rio. — Mi madre jamás se atrevería a hacer algo contra sus padres, y mi padre… Solo le importa su posición.






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