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Freyja
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Aceptó con un asentimiento a las disculpas de su primo y miró a Marcus con infinito cariño cuando dijo esas palabras. Solo de escucharlo, se sintió más tranquila, acogida, querida, que hacía veinte segundos. — No sé qué haría sin esas palabras. — Dijo de corazón. Entonces se dio la vuelta y vio a sus tíos observándoles. Y en ese momento, sintió que su familia entendía por qué debía estar allí, que juntos conseguirían cualquier cosa. Se acercó a despedirse de todos, y tuvo un abrazo especial para su prima. — Gracias por hacer esto. No voy a poder agradecérselo suficiente, y me parece que Arnold tampoco. — Jackie rio un poco. — Es lo que hay que hacer. Si así ayudo a mi tío favorito a que esté mejor cuando vuelva nuestro patito. — Alice se limpió una lágrima furtiva y dio un abrazo a Theo. — Te dije que te metías en líos entrando en los Gallia. — Su amigo acarició su espalda. — Aceptados desde primerísima hora. — Ambos rieron y Theo la miró. — Te mandaré todo lo que encuentre que crea que puede ayudarte antes de que te vayas. Sé que tienes muchos papeles que mirar, pero… — Me lo leeré todo y te lo agradeceré mucho. — Aseguró. Miró a Marcus y dijo. — Les acompañas fuera, ¿porfa? — No quería separarse de su novio, pero quería asegurarse de que su familia se iba y tendían a enrollarse.
Tan pronto como les vio desaparecer, se dejó caer al lado de Emma y les miró a ella y a Lex. — No sé cómo haces esto siempre. — Dijo mirando a su suegra. — Decirles las cosas comos on a los demás, aguantar las críticas, la emocionalidad… — Resopló y se frotó la cara. — Y enterarte de todo lo que dice Rylance, pensar en la comida y todo eso sin llorar… — Alice. — Interrumpió Emma. — Tú lo haces. Todos los días desde que empezó todo esto. Yo solo lo hago más fácil porque llevo muchos años apagando más incendios de los que provoco. — Le apretó el brazo y la miró con comprensión. — Ahora puedes llorar. Marcus no está así que no se va angustiar, Lex no se va a chivar y yo tengo más años de aguante de estas cosas que tú. — Y ya con las lágrimas brotándole de los ojos, se recogió las piernas en el sofá y se echó a llorar, sin soltar la mano de Emma. — Yo también me he estado acordando de cuando nació. Y cuando mi madre me lo puso en brazos y me dijo “es tu hermano pequeño, va a serlo para siempre, tienes que cuidarlo”. — Notó cómo Lex se ponía a su lado. No le dio la mano ni nada, simplemente se quedó… Ahí. Emma rio un poco. — Al mío no hizo falta decírselo. Desde que vio a su hermano no paraba de preguntar, con aquella lengua de trapo, qué había que hacer para cuidarle. — Alice sonrió con ternura entre las lágrimas, y Emma apretó su mano. — No has roto tu promesa, cielo. Sigues cuidando de él. Esto también es cuidar de él. Y en mucho menos de lo que esperas… Lo estarás cuidando aquí. Y mientras tanto, llora si tienes que llorar. Alguien como yo y un legeremante somos ideales para esto. — Y, de nuevo, volvió a sentir que se quitaba un peso del corazón, respiraba mejor y confiaba en que, realmente, volverían a ser una familia dentro de poco.
Tan pronto como les vio desaparecer, se dejó caer al lado de Emma y les miró a ella y a Lex. — No sé cómo haces esto siempre. — Dijo mirando a su suegra. — Decirles las cosas comos on a los demás, aguantar las críticas, la emocionalidad… — Resopló y se frotó la cara. — Y enterarte de todo lo que dice Rylance, pensar en la comida y todo eso sin llorar… — Alice. — Interrumpió Emma. — Tú lo haces. Todos los días desde que empezó todo esto. Yo solo lo hago más fácil porque llevo muchos años apagando más incendios de los que provoco. — Le apretó el brazo y la miró con comprensión. — Ahora puedes llorar. Marcus no está así que no se va angustiar, Lex no se va a chivar y yo tengo más años de aguante de estas cosas que tú. — Y ya con las lágrimas brotándole de los ojos, se recogió las piernas en el sofá y se echó a llorar, sin soltar la mano de Emma. — Yo también me he estado acordando de cuando nació. Y cuando mi madre me lo puso en brazos y me dijo “es tu hermano pequeño, va a serlo para siempre, tienes que cuidarlo”. — Notó cómo Lex se ponía a su lado. No le dio la mano ni nada, simplemente se quedó… Ahí. Emma rio un poco. — Al mío no hizo falta decírselo. Desde que vio a su hermano no paraba de preguntar, con aquella lengua de trapo, qué había que hacer para cuidarle. — Alice sonrió con ternura entre las lágrimas, y Emma apretó su mano. — No has roto tu promesa, cielo. Sigues cuidando de él. Esto también es cuidar de él. Y en mucho menos de lo que esperas… Lo estarás cuidando aquí. Y mientras tanto, llora si tienes que llorar. Alguien como yo y un legeremante somos ideales para esto. — Y, de nuevo, volvió a sentir que se quitaba un peso del corazón, respiraba mejor y confiaba en que, realmente, volverían a ser una familia dentro de poco.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
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Freyja
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
- Sí necesitas lo que sea, avísame ¿sí? - Sonrió levemente y dio un toquecito en el bolsillo del pantalón de Alice. - Solo tienes que hacer piar al pajarito. - Trató de bromear con calidez, en referencia a la palomita de papel que le regaló en Hogwarts y que le buscaría rápidamente de necesitarlo. Posó sus labios en su mejilla con cariño, quedándose unos segundos allí, y se separó lentamente. - Nos vemos esta tarde. - Y, tras la despedida, vio como Alice se desaparecía en su jardín.
Con el espíritu resignado que parecía vivir con él desde hacía días, volvió a entrar en la casa, con las manos en los bolsillos y cabizbajo, arrastrando los pies. Se fue al salón y se dirigió a su madre. - Voy a aprovechar que Alice no está para ir a visitar a Olive Clearwater, la amiguita de Dylan. - Su madre asintió levemente, pero notó encima la mirada de Lex, que también estaba allí. Antes de poder girarse para ir a por sus cosas, el chico se levantó de un salto. - ¿Puedo ir contigo? - Marcus le miró y asintió. - Claro. - Y, sin decir nada más, Lex subió a su dormitorio a cambiarse tan veloz como cuando le dices a un niño que vas a llevarle a una feria.
Salieron juntos de la casa, en silencio, y se aparecieron en la calle de los Clearwater. La fortuna había querido que los padres de la niña les dieran su dirección cuando el cumpleaños de Dylan, lo cual le sirvió para orientarse. En lo que se acercaban a la valla del jardín, resopló, aunando fuerzas. - ¿Tienes pensado...? Ah, qué tonterías pregunto, claro que tienes pensado lo que le vas a decir. - Se autocorrigió Lex. Marcus encogió un hombros. - No te creas que lo tengo tan claro... No va a ser una conversación fácil. - Echó aire por la nariz y miró a su hermano. - Gracias por acompañarme. - Chasqueó la lengua. - En este año le he cogido un cariño especial a esa niña... y ha hecho mucho por Dylan, y Dylan por ella. Se hacen mucho bien. Esto... se va a hundir. - Y no sabía si estaba preparado para ver llorar a otra persona.
- ¿Puedo...? Da igual, no es el momento. - Volvió a interrumpirse Lex solo. Pero Marcus, bastante apegado a su responsabilidad y obligaciones de normal, de repente había visto un pretexto al que agarrarse para retrasar un poco aunque fuera la entrada a esa casa. Y estaba demasiado cansado de ser responsable, así que no lo pensaba dejar pasar. - Dime. No tenemos prisa. - Lex estaba cabizbajo. Tragó saliva y, tras unos segundos, dijo. - ¿De verdad de pequeño querías cuidar de mí? - Marcus le miró con confusión. Lex negó y se explicó mejor. - Ayer, mientras te despedías de los Gallia... Alice se vino un poco abajo... por eso de que... de pequeña quería cuidar de su hermano, o sea, que su padre le decía que tenía que cuidar de su hermano, y... bueno, lo que tú ya sabes que dice, que le ha fallado y eso. Que no es verdad, pero que lo dice. - Sí, era consciente de que lo decía, y de que era muy difícil sacarla de ahí. Mínimo hasta que no tuvieran a Dylan de vuelta. Lex encogió un hombro. - Cuando dijo eso... Mamá le dijo, bueno, la intentó consolar y eso, al estilo de mamá vaya, y Alice pues ya sabes, lo escuchó pero a medias, vamos, que... En fin, a lo que iba. - Se rascó la nuca. - Mamá dijo... que cuando yo era pequeño, tú preguntabas continuamente cómo me podías cuidar. - Marcus ladeó una sonrisa. - Bueno... nos llevamos tan poco tiempo, que lo cierto es que no lo recuerdo muy bien... no te recuerdo tan pequeño como Alice recuerda a Dylan, crecimos bastante a la par... pero supongo que me pega. - Dijo con una leve risa. Lex rio también.
- Hay por ahí una foto en la que salgo enganchado a tu cuna mirándote. - Lex le miró extrañado. - Ah ¿sí? - Marcus le miró con las cejas arqueadas, pero sin poder evitar una sonrisa. - ¿No la has visto? - ¡No! ¿Dónde está? - Te dejo que lo adivines. - Ahora fue Lex quien chasqueó la lengua. - ¿Debajo de la almohada de papá? - Marcus no pudo evitar reír. - Casi. En esa carpeta en la que supuestamente solo tiene papeles del trabajo pero tiene un montón de fotos nuestras. - Papá es un blando. - Y tú otro. Me dirás a qué ha venido esta pregunta. - Solo era curiosidad. - Pero ahora quieres ver la foto. - La verdad es que sí. - Los dos rieron. Marcus puso una mano en el hombro de su hermano. - Hoy eres tú el que está cuidando de mí. - Lex le miró apenado. - No lo siento así para nada... - ¿Te crees que un Marcus de un año era muy útil cuidando de un bebé? - Al menos hizo a su hermano reír de nuevo. - Y da gracias a que no me dio por inflarte a maíz como hice con el pobre Elio. - Lex rio más fuerte y Marcus también.
- Ya en serio... gracias por acompañarme. - Se le ensombreció un poco el rostro al ir a decir. - Espero... poder estar de vuelta para acompañarte yo a ti. - Lex le miró como si por unos instantes no le comprendiera, hasta que lo entendió. - ¿Te refieres al andén? Va, tío... esto es mucho más importante, no me jodas. - Pero quería estar ahí contigo. - Bueno... haré de O'Donnell mayor por una vez. - Lex miró entonces a la puerta de la casa y dijo. - Voy a intentar empezar ahora, ¿qué te parece? - Marcus frunció los labios en una sonrisa triste y dijo. - Que me va a venir de lujo la ayuda. -
Con el espíritu resignado que parecía vivir con él desde hacía días, volvió a entrar en la casa, con las manos en los bolsillos y cabizbajo, arrastrando los pies. Se fue al salón y se dirigió a su madre. - Voy a aprovechar que Alice no está para ir a visitar a Olive Clearwater, la amiguita de Dylan. - Su madre asintió levemente, pero notó encima la mirada de Lex, que también estaba allí. Antes de poder girarse para ir a por sus cosas, el chico se levantó de un salto. - ¿Puedo ir contigo? - Marcus le miró y asintió. - Claro. - Y, sin decir nada más, Lex subió a su dormitorio a cambiarse tan veloz como cuando le dices a un niño que vas a llevarle a una feria.
Salieron juntos de la casa, en silencio, y se aparecieron en la calle de los Clearwater. La fortuna había querido que los padres de la niña les dieran su dirección cuando el cumpleaños de Dylan, lo cual le sirvió para orientarse. En lo que se acercaban a la valla del jardín, resopló, aunando fuerzas. - ¿Tienes pensado...? Ah, qué tonterías pregunto, claro que tienes pensado lo que le vas a decir. - Se autocorrigió Lex. Marcus encogió un hombros. - No te creas que lo tengo tan claro... No va a ser una conversación fácil. - Echó aire por la nariz y miró a su hermano. - Gracias por acompañarme. - Chasqueó la lengua. - En este año le he cogido un cariño especial a esa niña... y ha hecho mucho por Dylan, y Dylan por ella. Se hacen mucho bien. Esto... se va a hundir. - Y no sabía si estaba preparado para ver llorar a otra persona.
- ¿Puedo...? Da igual, no es el momento. - Volvió a interrumpirse Lex solo. Pero Marcus, bastante apegado a su responsabilidad y obligaciones de normal, de repente había visto un pretexto al que agarrarse para retrasar un poco aunque fuera la entrada a esa casa. Y estaba demasiado cansado de ser responsable, así que no lo pensaba dejar pasar. - Dime. No tenemos prisa. - Lex estaba cabizbajo. Tragó saliva y, tras unos segundos, dijo. - ¿De verdad de pequeño querías cuidar de mí? - Marcus le miró con confusión. Lex negó y se explicó mejor. - Ayer, mientras te despedías de los Gallia... Alice se vino un poco abajo... por eso de que... de pequeña quería cuidar de su hermano, o sea, que su padre le decía que tenía que cuidar de su hermano, y... bueno, lo que tú ya sabes que dice, que le ha fallado y eso. Que no es verdad, pero que lo dice. - Sí, era consciente de que lo decía, y de que era muy difícil sacarla de ahí. Mínimo hasta que no tuvieran a Dylan de vuelta. Lex encogió un hombro. - Cuando dijo eso... Mamá le dijo, bueno, la intentó consolar y eso, al estilo de mamá vaya, y Alice pues ya sabes, lo escuchó pero a medias, vamos, que... En fin, a lo que iba. - Se rascó la nuca. - Mamá dijo... que cuando yo era pequeño, tú preguntabas continuamente cómo me podías cuidar. - Marcus ladeó una sonrisa. - Bueno... nos llevamos tan poco tiempo, que lo cierto es que no lo recuerdo muy bien... no te recuerdo tan pequeño como Alice recuerda a Dylan, crecimos bastante a la par... pero supongo que me pega. - Dijo con una leve risa. Lex rio también.
- Hay por ahí una foto en la que salgo enganchado a tu cuna mirándote. - Lex le miró extrañado. - Ah ¿sí? - Marcus le miró con las cejas arqueadas, pero sin poder evitar una sonrisa. - ¿No la has visto? - ¡No! ¿Dónde está? - Te dejo que lo adivines. - Ahora fue Lex quien chasqueó la lengua. - ¿Debajo de la almohada de papá? - Marcus no pudo evitar reír. - Casi. En esa carpeta en la que supuestamente solo tiene papeles del trabajo pero tiene un montón de fotos nuestras. - Papá es un blando. - Y tú otro. Me dirás a qué ha venido esta pregunta. - Solo era curiosidad. - Pero ahora quieres ver la foto. - La verdad es que sí. - Los dos rieron. Marcus puso una mano en el hombro de su hermano. - Hoy eres tú el que está cuidando de mí. - Lex le miró apenado. - No lo siento así para nada... - ¿Te crees que un Marcus de un año era muy útil cuidando de un bebé? - Al menos hizo a su hermano reír de nuevo. - Y da gracias a que no me dio por inflarte a maíz como hice con el pobre Elio. - Lex rio más fuerte y Marcus también.
- Ya en serio... gracias por acompañarme. - Se le ensombreció un poco el rostro al ir a decir. - Espero... poder estar de vuelta para acompañarte yo a ti. - Lex le miró como si por unos instantes no le comprendiera, hasta que lo entendió. - ¿Te refieres al andén? Va, tío... esto es mucho más importante, no me jodas. - Pero quería estar ahí contigo. - Bueno... haré de O'Donnell mayor por una vez. - Lex miró entonces a la puerta de la casa y dijo. - Voy a intentar empezar ahora, ¿qué te parece? - Marcus frunció los labios en una sonrisa triste y dijo. - Que me va a venir de lujo la ayuda. -
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Sonrió con calidez y ladeó la cabeza ante las palabras de su novio. — ¿Cómo he tenido la suerte de dar contigo en la vida? — Preguntó enternecida. Devolvió el beso y le acarició los rizos emocionada. — Volveré pronto. — Cuanto más pronto volviera mejor, a decir verdad, pero no iba a darle muchas más vueltas. Hizo tap tap en su bolsillo y sonrió con dulzura. — Siempre puede confiarse en el pajarito. — Pero vamos, que no le iba a dar tiempo de mandarlo. Solo tenía que poner en orden sus cosas antes de desaparecer para los próximos… Nadie sabía cuánto. Liberó su mente, se concentró en su casa, y se apareció allí.
El jardín volvía a languidecer, al menos el delantero. La última vez que estuvo en él, vio cómo se llevaban a su hermano sin poder hacer nada. Estaba a punto de darse la vuelta, pero su tía abrió la puerta. — Hola… Has venido… — Dijo con un tinte de esperanza en la voz. Ella asintió. — Sí, tengo que… Recoger… Todo, básicamente. — Vivi atravesó el jardín y llegó hasta ella, dándole un fuerte abrazo, en el que se fundieron. — ¿Habéis estado aquí todo el tiempo? — Preguntó, porque vio cómo Erin salía detrás. — Mejor aquí que con tu abuela. — Se separaron y ambas rieron. — ¿No os morís de pena estando aquí? — Las mujeres se miraron, y su tía suspiró y la condujo hacia dentro, rodeándole los hombros. — Venga, vamos dentro… Te ayudamos a recoger. — Y las tres entraron y subieron por las escaleras.
Cada rincón de esa casa le devolvía pinchazos al corazón, le quitaba todo el aire y la calma que le daban los O’Donnell, pero tenía que hacerlo. Llegaron las tres a su cuarto y empezaron a coger todo lo que podían: libros, material de papelería, ropa, zapatos… — ¿Cómo están mis chicos? — Preguntó Erin rompiendo el silencio. — Bueno… Lex ha asumido que es nuestro guardián y… Marcus… — Suspiró y se sentó en la cama, frotándose la cara. — Marcus lo aguanta todo por mí, pero sé que está al límite, como yo. — Su tía se sentó junto a ella y agarró su mano. — Perdónanos, Alice. Intenté parar a la familia de Francia, pero últimamente siento que solo meto una y otra vez la pata. — Erin puso la mano en el regazo de Violet y la miró con infinito amor. ¿Qué estaría siendo de su tía sin ese amor, sin ese ancla tranquila que era Erin O’Donnell? El rostro de su tata se iluminaba al mirarla y ella no pudo por menos que sonreír. — No… Todos estamos metiendo la pata, tata. Yo simplemente me alegro de que estéis juntas, de que nos os dejéis hundiros. — Erin amplió la sonrisa y volvió a mirar a su tía. — ¿Ves? Te dije que no estaba enfadada. — Volvió la cabeza hacia ella. — Es que ella pensaba que no querías vernos y pensé, “sí, claro, qué va, si es que si cuñada ha dichos ue la va a preparar es que la va a preparar en serio”. — Erin amplió la sonrisa. — Mira, soy una patata hablando de sentimientos y eso, pero tu tía está muerta de miedo de que la dejes de querer, pero no te lo va a decir por si te agobia y al final la caga más. — Esa forma de decirlo hizo reír un poco a Alice. — Habéis pasado mucho rato hablando del tema, ¿eh? — Las dos mujeres rieron también. — Sí, un poquito. — Un poquito bastante. — Corrigió de nuevo la pelirroja. — Pero yo sabía que no era así. Desde que naciste supe que tu tía y tú erais inseparables… — Dijo con cariño y Alice apoyó la cabeza en el hombro de Vivi. — Solo nos peleamos alguna vez, pero yo te voy a querer siempre, tata. —
Oyó sorber a su tía y apretó su mano. — Ojalá pudiera hacer algo más. Ojalá me dejaras ir a Nueva York a mí. — Alice se separó y la miró con una ceja alzada. — Créeme, habrías desconectado a los diez minutos de charla legal rodeada de papelotes de Rylance. Estudiar nunca fue lo tuyo. — Vivi chasqueó la lengua. — Pero podría ir y encararme a esos desgraciados, tengo más mala leche que tú, para eso soy Slytherin. — Ella sonrió y negó con la cabeza. — Tata, te necesito aquí. Estás cuidando de la casa, de la economía… Te quedas al mando cuando yo me vaya. — Jackie está al mando, sabe lidiar mucho mejor con memé, y ni hablemos con tu padre, solo la escucha a ella. — Alice asintió. — Ya, pero a alguien hay que darle las noticias, tiene que lidiar con las cosas oficiales, en fin… Hacer mi trabajo. — Las tres rieron, pero su tía seguía negando. — Aaaaay, Gal… Soy un fracaso, de verdad te lo digo. — Vale, oficialmente has sido poseída por el espíritu de esta casa. — ¿Qué espíritu? — El que te hace cuestionarte y criticarte a ti misma constantemente. Lo conozco, es invasivo, es convincente… Y no es cierto. — Se levantó y tiró de las manos de su tía para que hiciera lo mismo. — Os vais a ir de esta casa. No tiene por qué quedarse nadie aquí, ya no tiene sentido. Recogemos las cosas de todas y nos vamos, cerramos y solo volvéis, cuando yo me haya ido, para ver que no se ha derrumbado nada. — Erin pareció estar bastante de acuerdo con el plan pero Vivi la miró con esa cara que ponía cuando sabía algo que tú no sabes. — Sé que odias esta casa, Gal, pero… Creo que se te escapan unos cuantos motivos por los que volver. —
El jardín volvía a languidecer, al menos el delantero. La última vez que estuvo en él, vio cómo se llevaban a su hermano sin poder hacer nada. Estaba a punto de darse la vuelta, pero su tía abrió la puerta. — Hola… Has venido… — Dijo con un tinte de esperanza en la voz. Ella asintió. — Sí, tengo que… Recoger… Todo, básicamente. — Vivi atravesó el jardín y llegó hasta ella, dándole un fuerte abrazo, en el que se fundieron. — ¿Habéis estado aquí todo el tiempo? — Preguntó, porque vio cómo Erin salía detrás. — Mejor aquí que con tu abuela. — Se separaron y ambas rieron. — ¿No os morís de pena estando aquí? — Las mujeres se miraron, y su tía suspiró y la condujo hacia dentro, rodeándole los hombros. — Venga, vamos dentro… Te ayudamos a recoger. — Y las tres entraron y subieron por las escaleras.
Cada rincón de esa casa le devolvía pinchazos al corazón, le quitaba todo el aire y la calma que le daban los O’Donnell, pero tenía que hacerlo. Llegaron las tres a su cuarto y empezaron a coger todo lo que podían: libros, material de papelería, ropa, zapatos… — ¿Cómo están mis chicos? — Preguntó Erin rompiendo el silencio. — Bueno… Lex ha asumido que es nuestro guardián y… Marcus… — Suspiró y se sentó en la cama, frotándose la cara. — Marcus lo aguanta todo por mí, pero sé que está al límite, como yo. — Su tía se sentó junto a ella y agarró su mano. — Perdónanos, Alice. Intenté parar a la familia de Francia, pero últimamente siento que solo meto una y otra vez la pata. — Erin puso la mano en el regazo de Violet y la miró con infinito amor. ¿Qué estaría siendo de su tía sin ese amor, sin ese ancla tranquila que era Erin O’Donnell? El rostro de su tata se iluminaba al mirarla y ella no pudo por menos que sonreír. — No… Todos estamos metiendo la pata, tata. Yo simplemente me alegro de que estéis juntas, de que nos os dejéis hundiros. — Erin amplió la sonrisa y volvió a mirar a su tía. — ¿Ves? Te dije que no estaba enfadada. — Volvió la cabeza hacia ella. — Es que ella pensaba que no querías vernos y pensé, “sí, claro, qué va, si es que si cuñada ha dichos ue la va a preparar es que la va a preparar en serio”. — Erin amplió la sonrisa. — Mira, soy una patata hablando de sentimientos y eso, pero tu tía está muerta de miedo de que la dejes de querer, pero no te lo va a decir por si te agobia y al final la caga más. — Esa forma de decirlo hizo reír un poco a Alice. — Habéis pasado mucho rato hablando del tema, ¿eh? — Las dos mujeres rieron también. — Sí, un poquito. — Un poquito bastante. — Corrigió de nuevo la pelirroja. — Pero yo sabía que no era así. Desde que naciste supe que tu tía y tú erais inseparables… — Dijo con cariño y Alice apoyó la cabeza en el hombro de Vivi. — Solo nos peleamos alguna vez, pero yo te voy a querer siempre, tata. —
Oyó sorber a su tía y apretó su mano. — Ojalá pudiera hacer algo más. Ojalá me dejaras ir a Nueva York a mí. — Alice se separó y la miró con una ceja alzada. — Créeme, habrías desconectado a los diez minutos de charla legal rodeada de papelotes de Rylance. Estudiar nunca fue lo tuyo. — Vivi chasqueó la lengua. — Pero podría ir y encararme a esos desgraciados, tengo más mala leche que tú, para eso soy Slytherin. — Ella sonrió y negó con la cabeza. — Tata, te necesito aquí. Estás cuidando de la casa, de la economía… Te quedas al mando cuando yo me vaya. — Jackie está al mando, sabe lidiar mucho mejor con memé, y ni hablemos con tu padre, solo la escucha a ella. — Alice asintió. — Ya, pero a alguien hay que darle las noticias, tiene que lidiar con las cosas oficiales, en fin… Hacer mi trabajo. — Las tres rieron, pero su tía seguía negando. — Aaaaay, Gal… Soy un fracaso, de verdad te lo digo. — Vale, oficialmente has sido poseída por el espíritu de esta casa. — ¿Qué espíritu? — El que te hace cuestionarte y criticarte a ti misma constantemente. Lo conozco, es invasivo, es convincente… Y no es cierto. — Se levantó y tiró de las manos de su tía para que hiciera lo mismo. — Os vais a ir de esta casa. No tiene por qué quedarse nadie aquí, ya no tiene sentido. Recogemos las cosas de todas y nos vamos, cerramos y solo volvéis, cuando yo me haya ido, para ver que no se ha derrumbado nada. — Erin pareció estar bastante de acuerdo con el plan pero Vivi la miró con esa cara que ponía cuando sabía algo que tú no sabes. — Sé que odias esta casa, Gal, pero… Creo que se te escapan unos cuantos motivos por los que volver. —
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
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Un jour viendra tu me dira je t'aime
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
- ¡Marcus! Hola, qué alegría verte. - Buenos días, señor Clearwater. Siento mucho habernos presentado sin avisar. - ¡Para nada! Tú eres su hermano ¿no? - Sí. Alexander O'Donnell, encantado. - Dijo Lex, tímidamente aunque tratando de mantener firmeza en su voz, y Marcus se guardó para sí la expresión de sorpresa. Su hermano no solía presentarse con el nombre completo, claramente estaba haciendo un ejercicio de madurez. - Sí, te recuerdo del cumpleaños de Dylan. El jugador de quidditch. - Ahora el que claramente se estaba guardando las expresiones para sí era Lex, pero Marcus le miró de reojo y le vio un brillo de ilusión en la mirada que le hizo contener una sonrisa de ternura. - Sí... bueno, aún estudio... - Respondió con timidez, pero eso de que le identificaran como "el jugador de quidditch" le había gustado y mucho. El hombre rio levemente. - Lo sé, lo sé. Mi Olive estaba encantada de seguir teniendo un referente mayor en Hogwarts ahora que Marcus no estaba. - Ah, genial. Ya solo con eso les había vuelto a tumbar el humor a los dos, teniendo en cuenta lo que habían ido allí a decir... - ¡Pero pasad, pasad! Estáis en vuestra casa. -
La casa era modesta, no tan grande como la de ellos pero sí mayor que la de los Gallia, aunque estaba distribuida de forma curiosa, con largos pasillos y habitaciones amplias. El pasillo de entrada estaba cubierto con una alfombra gigantesca cuyas proporciones parecían haber sido alteradas con magia, y a los lados había muchísimas macetas de distintos tamaños. Mientras lo recorrían, el hombre dijo. - ¿Os gusta? - Ah, les había pillado mirando la alfombra. - La compré en Turquía, en un bazar muggle... - Se detuvo en mitad del pasillo y se giró hacia ellos. - Bueno, lo cierto es que habíamos ido a hacer una redada del Ministerio. Es una alfombra incautada. Algún elemento estaba hechizando alfombras muggles para convertirlas en alfombras voladoras y las estaban dejando en los bazares, broma de mal gusto para muggles y un enorme quebradero de cabeza para los obliviadores si empezaban a aparecer alfombras voladoras en casas... - La señaló. - Me dejaron quedármela, pero era demasiado ancha, así que la tuve que alterar un poco para poderla poner en el pasillo. ¡Tiene la edad de mi Olive! Porque me enteré de que Pam estaba embarazada cuando volv... - ¡¡MARCUS!! - La historia del señor estaba muy interesante, pero la niña había bajado de su habitación y ahora corría a toda velocidad hacia él, lanzándosele a los brazos. - ¡Pero si es mi Gryffindor favorita! - Dijo alzándola, y ya se estaba notando el nudo en la garganta. Le iba a romper el corazón... Tenía ganas de salir huyendo.
- ¡¡Hola, Lex!! - Saludó alegre Olive, cuando Marcus la dejó en el suelo, y fue a darle un fuerte abrazo al chico que el otro correspondió con tensión. Se les notaba a leguas que eran portadores de malas noticias. - ¿Y Alice? ¿No viene? ¿Habéis venido a verme? - Preguntó con carita de ilusión. Marcus sonrió levemente. - Alice está ocupada con una cosilla que ahora te contaré. Y sí... hemos venido a verte... tenemos que hablar contigo de una cosa. - Olive asintió contenta, pero según le miraba se le fue diluyendo la sonrisa poco a poco. - ¿Qué pasa? ¿Es una mala noticia? Pareces triste. - Marcus miró al señor Clearwater. El hombre pareció captar que sí, que era una mala noticia, así que se adelantó. - Pasad, pasad al salón. ¡Pam! Perdón, creo que estaba haciendo algo con Rose. ¡¡Pam!! - ¡¡Voy!! - Oyeron a la señora Clearwater bajar las escaleras, con Rose siguiéndola detrás. - ¡Oh! ¡Hola, Marcus! ¡Hola! ¿Tú eras su hermano, no? El jugador de quidditch. - Vaya, sí que estaba asociado a su profesión antes de empezar.
El señor Clearwater se ofreció a quedarse con Rose mientras la madre les conducía al salón y les ofrecía asiento. Ella se sentó en un lado del sofá y Olive a su lado, y Marcus se sentó al otro lado de la niña. Lex se sentó en un sillón frente a ellos. - Olive... - Empezó Marcus. No tenía ni idea de cómo iniciar aquello... pero de alguna forma tenía que hacerlo. - Ha pasado una cosa... importante. No es grave ¿vale? Y estamos haciendo todo lo que podemos por solucionarla. Pero quería que lo supieras lo antes posible y quería ser yo quien te lo contase, para que lo supieras en persona. - La niña le miraba con los ojos muy abiertos. La madre, asomada tras ella, parecía preocupada, alternando la mirada entre los dos hermanos. - ¿Es Alice? ¿Está bien? - Sí, tranquila, Alice está bien. - Confirmó. Y ahí notó como a Olive le tembló un poco más la voz a preguntar. - ¿Es Dylan? - Marcus se mojó los labios. - Sí... es Dylan. -
Agarró sus manos. - Tú sabes... que Dylan tenía una mamá, Janet, que ya no está con nosotros. - Olive asintió. - ¿Te habló alguna vez de la familia de su madre? - Olive pareció hacer memoria unos segundos. - Una vez me dijo que no sabía nada de ellos, que estaban en América. Sé que en mi casa está Aaron McGrath, que es primo suyo por parte de su madre, pero el me dijo que no conocía a nadie más, y que sus abuelos eran malos porque cuando su madre murió no vinieron al funeral. - Marcus asintió. Volvió a mojarse los labios. - Es cierto... no son buenas personas. Pero son su familia. - Tomó aire. - Han... han estado haciendo algunas gestiones, es muy complicado de entender, nosotros tampoco lo entendemos... pero... Dylan está en América ahora. - Vio cómo Pamela parpadeaba, sorprendida. Olive parecía haber decidido que no entendía lo que había querido decir. - ¿Cómo que en América? ¿Ha ido a conocerles? ¿Por qué, si no le caen bien? - Marcus negó con la cabeza y apretó sus manos un poco más. - No... se lo han llevado. - La mujer se tapó la boca con una mano y con la otra abrazó los hombros de su hija, pero Olive no dejaba de mirar a Marcus. - ¿Cómo que llevado? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Y cuando vuelve? Tiene que entrar en Hogwarts. - Le preguntó, y ya le estaba notando la voz más quebrada y los ojos llorosos. - Eso es lo que intentamos arreglar, Olive. Queremos que vuelva cuanto antes, pero... ahora mismo, Dylan está con esa familia. Le han quitado a custodia a su padre y a Alice. Y... aún no sabemos cuándo podremos conseguir que vuelva. Ojalá me equivoque, pero... no creo que le dé tiempo de estar aquí para septiembre. - Olive arrugó los labios, mirándole, y se le inundaron los ojos. Si supiera que eso le estaba doliendo más a él que a ella...
La casa era modesta, no tan grande como la de ellos pero sí mayor que la de los Gallia, aunque estaba distribuida de forma curiosa, con largos pasillos y habitaciones amplias. El pasillo de entrada estaba cubierto con una alfombra gigantesca cuyas proporciones parecían haber sido alteradas con magia, y a los lados había muchísimas macetas de distintos tamaños. Mientras lo recorrían, el hombre dijo. - ¿Os gusta? - Ah, les había pillado mirando la alfombra. - La compré en Turquía, en un bazar muggle... - Se detuvo en mitad del pasillo y se giró hacia ellos. - Bueno, lo cierto es que habíamos ido a hacer una redada del Ministerio. Es una alfombra incautada. Algún elemento estaba hechizando alfombras muggles para convertirlas en alfombras voladoras y las estaban dejando en los bazares, broma de mal gusto para muggles y un enorme quebradero de cabeza para los obliviadores si empezaban a aparecer alfombras voladoras en casas... - La señaló. - Me dejaron quedármela, pero era demasiado ancha, así que la tuve que alterar un poco para poderla poner en el pasillo. ¡Tiene la edad de mi Olive! Porque me enteré de que Pam estaba embarazada cuando volv... - ¡¡MARCUS!! - La historia del señor estaba muy interesante, pero la niña había bajado de su habitación y ahora corría a toda velocidad hacia él, lanzándosele a los brazos. - ¡Pero si es mi Gryffindor favorita! - Dijo alzándola, y ya se estaba notando el nudo en la garganta. Le iba a romper el corazón... Tenía ganas de salir huyendo.
- ¡¡Hola, Lex!! - Saludó alegre Olive, cuando Marcus la dejó en el suelo, y fue a darle un fuerte abrazo al chico que el otro correspondió con tensión. Se les notaba a leguas que eran portadores de malas noticias. - ¿Y Alice? ¿No viene? ¿Habéis venido a verme? - Preguntó con carita de ilusión. Marcus sonrió levemente. - Alice está ocupada con una cosilla que ahora te contaré. Y sí... hemos venido a verte... tenemos que hablar contigo de una cosa. - Olive asintió contenta, pero según le miraba se le fue diluyendo la sonrisa poco a poco. - ¿Qué pasa? ¿Es una mala noticia? Pareces triste. - Marcus miró al señor Clearwater. El hombre pareció captar que sí, que era una mala noticia, así que se adelantó. - Pasad, pasad al salón. ¡Pam! Perdón, creo que estaba haciendo algo con Rose. ¡¡Pam!! - ¡¡Voy!! - Oyeron a la señora Clearwater bajar las escaleras, con Rose siguiéndola detrás. - ¡Oh! ¡Hola, Marcus! ¡Hola! ¿Tú eras su hermano, no? El jugador de quidditch. - Vaya, sí que estaba asociado a su profesión antes de empezar.
El señor Clearwater se ofreció a quedarse con Rose mientras la madre les conducía al salón y les ofrecía asiento. Ella se sentó en un lado del sofá y Olive a su lado, y Marcus se sentó al otro lado de la niña. Lex se sentó en un sillón frente a ellos. - Olive... - Empezó Marcus. No tenía ni idea de cómo iniciar aquello... pero de alguna forma tenía que hacerlo. - Ha pasado una cosa... importante. No es grave ¿vale? Y estamos haciendo todo lo que podemos por solucionarla. Pero quería que lo supieras lo antes posible y quería ser yo quien te lo contase, para que lo supieras en persona. - La niña le miraba con los ojos muy abiertos. La madre, asomada tras ella, parecía preocupada, alternando la mirada entre los dos hermanos. - ¿Es Alice? ¿Está bien? - Sí, tranquila, Alice está bien. - Confirmó. Y ahí notó como a Olive le tembló un poco más la voz a preguntar. - ¿Es Dylan? - Marcus se mojó los labios. - Sí... es Dylan. -
Agarró sus manos. - Tú sabes... que Dylan tenía una mamá, Janet, que ya no está con nosotros. - Olive asintió. - ¿Te habló alguna vez de la familia de su madre? - Olive pareció hacer memoria unos segundos. - Una vez me dijo que no sabía nada de ellos, que estaban en América. Sé que en mi casa está Aaron McGrath, que es primo suyo por parte de su madre, pero el me dijo que no conocía a nadie más, y que sus abuelos eran malos porque cuando su madre murió no vinieron al funeral. - Marcus asintió. Volvió a mojarse los labios. - Es cierto... no son buenas personas. Pero son su familia. - Tomó aire. - Han... han estado haciendo algunas gestiones, es muy complicado de entender, nosotros tampoco lo entendemos... pero... Dylan está en América ahora. - Vio cómo Pamela parpadeaba, sorprendida. Olive parecía haber decidido que no entendía lo que había querido decir. - ¿Cómo que en América? ¿Ha ido a conocerles? ¿Por qué, si no le caen bien? - Marcus negó con la cabeza y apretó sus manos un poco más. - No... se lo han llevado. - La mujer se tapó la boca con una mano y con la otra abrazó los hombros de su hija, pero Olive no dejaba de mirar a Marcus. - ¿Cómo que llevado? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Y cuando vuelve? Tiene que entrar en Hogwarts. - Le preguntó, y ya le estaba notando la voz más quebrada y los ojos llorosos. - Eso es lo que intentamos arreglar, Olive. Queremos que vuelva cuanto antes, pero... ahora mismo, Dylan está con esa familia. Le han quitado a custodia a su padre y a Alice. Y... aún no sabemos cuándo podremos conseguir que vuelva. Ojalá me equivoque, pero... no creo que le dé tiempo de estar aquí para septiembre. - Olive arrugó los labios, mirándole, y se le inundaron los ojos. Si supiera que eso le estaba doliendo más a él que a ella...
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Alice alzó una ceja. — No os vayáis a poner sentimentales ahora, no vosotras por favor. — ¿Sentimental? Por favor, mi intención era ponerte en vergüenza. — Y su tía tiró de ella escaleras abajo hasta el salón, señalando donde ahora había una pequeña mesa con cuatro sillas. — ¿Les recuerdas aquí subidos, todo hinchados de orgullo aquella Navidad? — Preguntó su tía a Erin, que asintió con una gran sonrisa. — “Oh Marcus, cógeme, me subo hasta al sauce boxeador pero no puedo bajar solita de una silla a la que me he subido para hacer el paripé de reina ganadora de todo”. — La imitó con una voz muy ridícula y muchos gestos, pero no pudo por menos que reírse y entornar los ojos, porque en verdad era cierto, no podía negarlo. — Y todo porque habían ganado a tus sobrinos, porque en fin, ni nosotras ni Arnie y William éramos competencia real. — ¡Eh! Habla por ti. — Saltó su tía, antes de tirar de nuevo de ella hacia las escaleras.
— Oh, oh, déjame recordar aquí un drama tremendo. — Volvió a poner cara ridícula. — ¡Tata! ¡Se me ve demasiado el pecho! ¡Que vuelvan a ser como antes! ¡Las odio! — Las tres rieron y Alice se tapó la cara. — Me estaban pasando muchas cosas, ¿vale? — Su tía asintió, alzando las cejas. — Sí, sí, cierto es, pero ya no te quejas tanto. — Se le echó encima y le miró dentro de la camiseta. — Pero yo diría que ahora están más grandes y no te quejas tanto. — Ella se llevó los brazos cruzados al pecho y la empujó. — ¡Pero tata! — Buen uso le estarás dando, solo digo eso. — Erin se levantó, riéndose pero un poco sonrojada (era una O’Donnell, le pasaban esas cosas, aunque viviera con su tía) y señaló la cocina. — Yo tengo un recuerdo allí, probablemente no te acuerdes porque eras muy pequeña… — Y se acercaron a donde señalaba.
— Una vez, cuando Dylan aún no había nacido, tus padres se fueron una noche fuera, un viaje cortito, y te dejaron aquí con Vivi. Y yo… — Un momento. — Dijo Alice levantando las manos y mirando a su tata. — ¿Me usabais para tener un picadero donde veros? — Vivi se cruzó de brazos y soltó una seca carcajada. — ¡JA! Espérate a oír el resto de la historia. Mi intención era esa, desde luego, pero ya aprendí que no era buena técnica. — Erin se rio y la señaló. — De repente, no te encontrábamos. Te juro que fue un segundo, y así, sin más, desapareciste. Solo había rastros de pintura por ahí, porque habíamos estado pintando con temperas en el jardín. Registramos toda la casa, el invernadero, todo, te lo juro, Vivi estaba ya en plan “no podemos avisar a mis padres porque me matan por haber perdido a la niña”, pero te juro que estábamos desesperadas, te buscamos durante horas. Así que la magizoóloga tuvo que tomar partido. — Vivi se echó a reír con una pedorreta. — Yo le dije que su técnica no iba a funcionar, que podías pasar días sin comer, pero… — Peeeero, una magizoóloga trata con todo tipo de crías de todas las especies. — Continuó Erin, con voz de enterada, lo que daba un aire parecido a su sobrino por una vez. — Así que puse en práctica la táctica más básica para atraer a una cría. Cogí un cuenco de arándanos y empecé a decir “voy a comérmelos tooooodos toooodos”. Si hubiera sido Marcus, a los dos segundos ya habría caído, pero contigo tardé un rato, hasta que llegué aquí a la cocina y dije “voy a ponerme azul de tantos que me voy a comer” y de repente oí una risa incontrolable, que venía… De ahí. — Y Alice tardó en identificar el sitio. — ¿Entre el armario y el techo? ¿Pero cómo cabía ahí? — Eras muy chica, pero la duda era cómo habías llegado ahí. Pero eso es un secreto entre la casa y tú, porque cuando te bajamos, cada vez que te preguntábamos, te daba la risa. — Eso la hizo reír automáticamente, junto a las tías, por lo absurdo de la situación. — Lo bueno es que de tanto reírte te agotaste y por fin te dormiste, terremoto. — Dijo su tía haciéndole cosquillas en el costado.
De repente, a Violet se le cortó la risa y se quedó solo con una sonrisa. — Pero hay dos motivos esenciales por los que no puedes odiar esta casa. — Ella la miró con un suspiro. Agradecía las risas, y apreciaba la intención de sus tías, pero todo aquello le sonaba a “perdona también a tu padre” y no quería tener esa conversación. Se dejó llevar una vez más, hacia la ventana que estaba entre la puerta de salida al jardín y la pared del despacho. — ¿Te acuerdas de qué había aquí? — Los ojos se le anegaron en lágrimas. — La cunita de Dylan. Mamá se la ponía aquí, junto a la ventana, para poder verle desde el jardín y que él no se sintiera abandonado, con su mantita amarilla y sus peluches. — Su tía asintió y puso una mano sobre su hombro. — Esta es la casa de tu hermano, Alice. Tú puede que no tengas buenos recuerdos de aquí, pero sabes que para Dylan esta es su casa… Que todos sus recuerdos están aquí. Tienes que perdonarte con esta casa porque, cuando vuelva, y va a volver, porque para eso estáis Marcus y tú en ello, sienta que todo vuelve a como estaba antes. — Sorbió y se limpió las lágrimas. — ¿Y el segundo motivo? —
Su tía volvió a conducirla, esta vez al jardín, hasta la esquina donde habían estado en Navidad. — ¡Los díctamos! — Exclamó al verlos. Estaban crecidos y muy bonitos. Verde y morado, como le gustaba a su madre, fuertes, juntos. — Exacto, los díctamos. Parece que se te olvida que esta es la casa que tu madre quiso construir como su hogar, donde fue feliz. Sí, también sé que la casa se hundió en la oscuridad cuando murió pero… Incluso en lo más crudo del invierno… — Su tía señaló los díctamos. — Marcus y tú sois capaces de hacer crecer algo fuerte y hermoso. Alice se giró y la abrazó. — A veces, cuando te pones a ello, das muy buenos consejos, tata. Eres la mejor. — Su tía la estrechó en el abrazo, pero ella alargó un brazo en dirección hacia Erin. — Las dos lo sois, y tengo mucha suerte de teneros a vosotras también. — Se le puso un nudo en la garganta. — Voy a traeros a Dylan, lo prometo. — Nadie duda de ti, Alice. De vosotros. — Dijo Erin acariciándole la espalda. — Ya nos dimos cuenta aquí mismo, en el cumpleaños de Dylan. — Se separó un poco y las miró. — Somos, y siempre seremos una familia. Y eso los Van Der Luyden ni lo entienden ni lo respetan. No volverán a tener lugar en nuestra vida. Os lo juro. —
— Oh, oh, déjame recordar aquí un drama tremendo. — Volvió a poner cara ridícula. — ¡Tata! ¡Se me ve demasiado el pecho! ¡Que vuelvan a ser como antes! ¡Las odio! — Las tres rieron y Alice se tapó la cara. — Me estaban pasando muchas cosas, ¿vale? — Su tía asintió, alzando las cejas. — Sí, sí, cierto es, pero ya no te quejas tanto. — Se le echó encima y le miró dentro de la camiseta. — Pero yo diría que ahora están más grandes y no te quejas tanto. — Ella se llevó los brazos cruzados al pecho y la empujó. — ¡Pero tata! — Buen uso le estarás dando, solo digo eso. — Erin se levantó, riéndose pero un poco sonrojada (era una O’Donnell, le pasaban esas cosas, aunque viviera con su tía) y señaló la cocina. — Yo tengo un recuerdo allí, probablemente no te acuerdes porque eras muy pequeña… — Y se acercaron a donde señalaba.
— Una vez, cuando Dylan aún no había nacido, tus padres se fueron una noche fuera, un viaje cortito, y te dejaron aquí con Vivi. Y yo… — Un momento. — Dijo Alice levantando las manos y mirando a su tata. — ¿Me usabais para tener un picadero donde veros? — Vivi se cruzó de brazos y soltó una seca carcajada. — ¡JA! Espérate a oír el resto de la historia. Mi intención era esa, desde luego, pero ya aprendí que no era buena técnica. — Erin se rio y la señaló. — De repente, no te encontrábamos. Te juro que fue un segundo, y así, sin más, desapareciste. Solo había rastros de pintura por ahí, porque habíamos estado pintando con temperas en el jardín. Registramos toda la casa, el invernadero, todo, te lo juro, Vivi estaba ya en plan “no podemos avisar a mis padres porque me matan por haber perdido a la niña”, pero te juro que estábamos desesperadas, te buscamos durante horas. Así que la magizoóloga tuvo que tomar partido. — Vivi se echó a reír con una pedorreta. — Yo le dije que su técnica no iba a funcionar, que podías pasar días sin comer, pero… — Peeeero, una magizoóloga trata con todo tipo de crías de todas las especies. — Continuó Erin, con voz de enterada, lo que daba un aire parecido a su sobrino por una vez. — Así que puse en práctica la táctica más básica para atraer a una cría. Cogí un cuenco de arándanos y empecé a decir “voy a comérmelos tooooodos toooodos”. Si hubiera sido Marcus, a los dos segundos ya habría caído, pero contigo tardé un rato, hasta que llegué aquí a la cocina y dije “voy a ponerme azul de tantos que me voy a comer” y de repente oí una risa incontrolable, que venía… De ahí. — Y Alice tardó en identificar el sitio. — ¿Entre el armario y el techo? ¿Pero cómo cabía ahí? — Eras muy chica, pero la duda era cómo habías llegado ahí. Pero eso es un secreto entre la casa y tú, porque cuando te bajamos, cada vez que te preguntábamos, te daba la risa. — Eso la hizo reír automáticamente, junto a las tías, por lo absurdo de la situación. — Lo bueno es que de tanto reírte te agotaste y por fin te dormiste, terremoto. — Dijo su tía haciéndole cosquillas en el costado.
De repente, a Violet se le cortó la risa y se quedó solo con una sonrisa. — Pero hay dos motivos esenciales por los que no puedes odiar esta casa. — Ella la miró con un suspiro. Agradecía las risas, y apreciaba la intención de sus tías, pero todo aquello le sonaba a “perdona también a tu padre” y no quería tener esa conversación. Se dejó llevar una vez más, hacia la ventana que estaba entre la puerta de salida al jardín y la pared del despacho. — ¿Te acuerdas de qué había aquí? — Los ojos se le anegaron en lágrimas. — La cunita de Dylan. Mamá se la ponía aquí, junto a la ventana, para poder verle desde el jardín y que él no se sintiera abandonado, con su mantita amarilla y sus peluches. — Su tía asintió y puso una mano sobre su hombro. — Esta es la casa de tu hermano, Alice. Tú puede que no tengas buenos recuerdos de aquí, pero sabes que para Dylan esta es su casa… Que todos sus recuerdos están aquí. Tienes que perdonarte con esta casa porque, cuando vuelva, y va a volver, porque para eso estáis Marcus y tú en ello, sienta que todo vuelve a como estaba antes. — Sorbió y se limpió las lágrimas. — ¿Y el segundo motivo? —
Su tía volvió a conducirla, esta vez al jardín, hasta la esquina donde habían estado en Navidad. — ¡Los díctamos! — Exclamó al verlos. Estaban crecidos y muy bonitos. Verde y morado, como le gustaba a su madre, fuertes, juntos. — Exacto, los díctamos. Parece que se te olvida que esta es la casa que tu madre quiso construir como su hogar, donde fue feliz. Sí, también sé que la casa se hundió en la oscuridad cuando murió pero… Incluso en lo más crudo del invierno… — Su tía señaló los díctamos. — Marcus y tú sois capaces de hacer crecer algo fuerte y hermoso. Alice se giró y la abrazó. — A veces, cuando te pones a ello, das muy buenos consejos, tata. Eres la mejor. — Su tía la estrechó en el abrazo, pero ella alargó un brazo en dirección hacia Erin. — Las dos lo sois, y tengo mucha suerte de teneros a vosotras también. — Se le puso un nudo en la garganta. — Voy a traeros a Dylan, lo prometo. — Nadie duda de ti, Alice. De vosotros. — Dijo Erin acariciándole la espalda. — Ya nos dimos cuenta aquí mismo, en el cumpleaños de Dylan. — Se separó un poco y las miró. — Somos, y siempre seremos una familia. Y eso los Van Der Luyden ni lo entienden ni lo respetan. No volverán a tener lugar en nuestra vida. Os lo juro. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
- Entonces... ¿no va a estar en Hogwarts el año que viene? - Preguntó Olive, con la voz rota, y ya empezó a llorar abiertamente, sin esperar respuesta. Marcus se acercó a ella, abrazándola, y la niña siguió llorando en su pecho. Marcus miró a la mujer, con los ojos húmedos, y esta le devolvió igualmente una mirada triste. El señor Clearwater se asomó a la puerta del salón, extrañado por el llanto de su hija, y la mujer se levantó y le informó en voz baja, mientras Olive seguía llorando y los dos hermanos en silencio.
- Yo quiero que venga, Marcus. - Le dijo por fin, entre sollozos, separándose un poco de él. Marcus le intentó limpiar las lágrimas pero ella no dejaba de llorar, limpiándose el otro ojo con un puño mientras decía. - ¿Eso está haciendo Alice? ¿Está viendo cómo puede hacer para que vuelva? - La niña sollozó otro poco, y entonces le miró con los ojos muy abiertos como si se le hubiera ocurrido una gran idea. - ¿Y no puede venir a Hogwarts aunque esté con ellos? Que se queden la custodia ellos, y vaya con ellos en vacaciones, pero puede venir a Hogwarts igual ¿no? Si no le van a ver, si de todas formas no va a estar en la casa. ¿Qué más da? Se pueden aparecer, le dejan en Hogwarts y luego en Navidad se vuelve, y mientras vosotros hacéis las gestiones esas para que se lo vuelvan a dar a su padre y ya está. ¿No se puede? - Marcus sonrió con ternura y le acarició el pelo. - Ojalá se pudiera... nos encantaría hacerlo así, es verdad, es mucho más fácil. Pero no son buenas personas así que se ve que no se les ha ocurrido... - ¡Decídselo! - Lo intentaremos... pero Olive, quería ser sincero contigo. Ahora Dylan está matriculado en Ilvermorny, así que... - ¡¡No!! ¡No, allí no tiene casa! ¡Él es de Hufflepuff! Allí va a estar solo, ¡y estudian diferente! - Y volvió a romper a llorar.
La madre se acercó de nuevo y le rodeó los hombros. - Olive, hija... escucha a Marcus ¿sí? Mira, ha venido a contártelo en persona... - ¡Pero es que no es justo! - ¿Qué iban a decirle? ¿Que no tenía razón? Es que la tenía, aquello no era justo, aquello era una auténtica mierda, hablando claro. Y Olive estaba reaccionando ni más ni menos que como era esperable que reaccionara una niña de doce años a la que le habían arrebatado a su mejor y casi único amigo por la fuerza. Y encima Gryffindor, con el sentido de la justicia que tenían... - Olive... - Dijo entonces Lex. Su hermano se levantó del sillón y se arrodilló frente a la niña, que no paraba de llorar desconsolada, entre hipidos. - Lo siento mucho, pero tú confías en Marcus y en Alice ¿verdad? - La niña asintió, con las manos en los ojos y sin dejar de llorar. - Yo también... van a ir a Nueva York a buscar a Dylan. - Olive, la madre y el padre, que seguía observando la escena desde la puerta, automáticamente miraron a Marcus. - ¿Es eso cierto? ¿Os vais? - Preguntó Pam. Marcus asintió. - ¿Pero solos? - Marcus respiró hondo y volvió a asentir. - Nos estamos preparando concienzudamente para ello. - Pero hijo... ¿no será muy peligroso? - Marcus se mordió un poco el labio y miró al señor Clearwater. - De hecho... quería preguntarle una cosa sobre Nueva York, señor Clearwater, si luego puedo hablar con usted. Es por un asunto de artefactos muggles, allí están muy mezclados. - ¡Por supuesto! Lo que sea. - Y ya ambos adultos entendieron que les daría más explicaciones, pero cuando no tuvieran a la niña delante.
Olive había relajado un poco el llanto, ya no eran tan violentos los sollozos, pero seguía derramando lágrimas sin parar. Lex volvió a hablarle. - Janet estudió en Ilvermorny... ¿te dijo Dylan cuál era su casa? - Olive asintió. - Pukwudgie. - Exacto. Se parece mucho a Hufflepuff, así que... estará allí, y le tratarán bien. - Olive arrugó los labios otra vez, mirando a Lex. - Pero yo quiero que venga a Hogwarts. - Ambos tragaron saliva. - Lo sé... - Dijo su hermano. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas. - Sé que... no es lo mismo, porque yo no soy Dylan. No me parezco en nada, vamos... Lo que quiero decir... es que, si he venido hoy con Marcus, es porque... yo estoy en Hogwarts. Para ti, me refiero. - La niña le miraba. - Que no te quedas sola, Olive ¿vale? Yo también quiero mucho a Dylan, y quiero que vuelva, y sé que Marcus y Alice van a hacer que vuelva... pero no sabemos cuándo, así que... si estás triste o... sola, o aburrida, o lo que sea, en Hogwarts... puedes venir a buscarme. No soy el tío más divertido del mundo, aviso, pero te divertías con Dylan, que es casi tan callado como yo, así que... - Olive rio un poquito, y vio a los padres sonreír también. - En fin, que... cuenta conmigo ¿vale? - La niña se tiró al suelo y le abrazó con fuerza, y ahora fue en su abrazo donde se echó a llorar. Lex la recogió con los brazos. Se la veía tan menudita al lado de su hermano que parecía aún más vulnerable...
Consolar a Olive era tarea difícil, casi imposible, porque la niña no tenía consuelo. Lo que sí tenía era una batería de preguntas para la mayoría de las cuales no tenían respuesta, y de tanto en cuando volvía a echarse a llorar con fuerza. Pero Lex y Marcus habían ido a hacer frente común precisamente para eso, para que no se sintiera sola y para que conociera la noticia por ellos. En un momento determinado, dejó a Olive con Lex y su madre y fue a hablar con el señor Clearwater sobre el viaje a Nueva York, cómo se estaban preparando y las preguntas que tenía con respecto a dónde conseguir un móvil, cómo se usaba y si había formas mágicas de alterarlo. Le arrojó bastante luz sobre el tema y, ciertamente, tranquilidad, porque el hombre concordaba con Hillary en que veía poco probable que una familia de esas características accediera a uno o lo supiera manipular. También parecía ciertamente preocupado por los Gallia, sobre todo por William, sobre lo que Marcus le puso levemente al corriente. Los Clearwater les ofrecieron quedarse a comer, pero Alice probablemente volviera para la comida, así que lo agradecieron pero prefirieron marcharse a casa para estar con ella.
- Hola. - Rose se había animado a salir antes de que se fueran, cuando estaban ya en el pasillo. La niña habría intuido que no era momento para intromisiones. - Hola, Rose. - Saludó, y esta sonrió un poquito. - Me gustó mucho la flor que me regalaste. - Me alegro. -Dijo él con una sonrisa. La niña parecía querer pedir algo y no saber cómo. - Pero se me puso fea y la tuve que tirar. - Normal. Las flores duran poquito. - No es mi cumple, pero me siguen gustando las flores. - Rooooose, no pidas. - Riñó su padre, rodando los ojos y suspirando. - Nos ha salido una niña caprichosa. Rose, no es de buena educación pedir. - No se preocupe, me halaga. - Dijo Marcus, y luego la miró. - ¿Sabes qué? Para tu próximo cumple, te voy a regalar una flor que no se va a poner mala nunca. ¿Qué te parece? ¿Podrás esperar por una flor que nunca se va a poner mala? - La niña asintió con energía. - ¡Quiero una rosa amarilla! - ¡Rose! - Hecho. - Respondió Marcus entre risas, saltándose el regaño del señor Clearwater. Total, qué más le daba el color de la flor, si el trabajo de preservarla iba a ser el mismo, y ya que se ponía...
Abrazó a Olive antes de salir. - Te prometo que te mantendremos informada. Tú vuelve a Hogwarts y disfruta mucho por él, estudia, pásatelo bien. Para que cuando vuelva puedas contárselo todo. - La niña asintió, aún sin despegarse de su abrazo. Le miró entre lágrimas y le dijo. - Traedle de vuelta, porfi. - Él la acarició, asintiendo. No pensaba volver a Inglaterra sin Dylan, lo tenía más que claro. Después de que Olive le diera un fuerte abrazo a Lex, se despidieron de los Clearwater y atravesaron el jardín, dispuestos a aparecerse de nuevo en su casa. Al aparecer de nuevo en el suyo, Marcus echó aire por la boca en un fuerte resoplido, como si quisiera eliminar todo lo acumulado en sus pulmones. - ¿Estás bien? - Tragó saliva a la pregunta de Lex y optó por ser sincero. - No. - Dijo con la voz quebrada. Lex miró de refilón la casa y dijo. - Oye... no tenemos por qué entrar todavía. Alice a lo mejor no ha vuelto, y si ha vuelto... creo que tampoco le sienta mal estar sola y tranquila de vez en cuando. - Lex metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros. - ¿Te apetece pasear un rato? Te invito a una cerveza de mantequilla en el pub de abajo dela calle. Y así... hablamos de otras cosas, y te despejas. - Marcus le miró con agradecimiento. - Me apetece un montón. - Dijo de corazón, y no porque fuera verdad. Como apetecerle, le apetecía meterse en la cama, taparse con la sábana, llorar un rato y echarse a dormir y no despertar hasta que todo aquel asunto se hubiera resuelto mágicamente. Pero eso no lo podía hacer, así que... irse a tomarse una cerveza de mantequilla con Lex y hablar de cualquier otra cosa que no fuera todo el tema de Dylan, se le antojaba la mejor opción en sustitución. Enfilaron la calle y, tras darle un toquecito hombro con hombro a su hermano, le dijo. - Eh... me gusta esta versión de Alexander O'Donnell... muchas gracias por lo de hoy, ha sido genial. - Qué va. Estoy con el corazón destrozado, te lo juro. - Pero Olive te lo ha agradecido. Y yo también... - Ladeó una sonrisilla y le dijo. - Jugador de quidditch. - Lex rio levemente y Marcus le preguntó. - ¡Empiezan a reconocerte por tus logros! ¿Qué tal sienta? - Lex sacó el labio inferior y dijo. - Bastante bien, no te voy a engañar. Ahora te entiendo un poco mejor... alquimista. - Ambos rieron y, juntos, fueron a tomarse esa cerveza de mantequilla que tanta falta les hacía.
- Yo quiero que venga, Marcus. - Le dijo por fin, entre sollozos, separándose un poco de él. Marcus le intentó limpiar las lágrimas pero ella no dejaba de llorar, limpiándose el otro ojo con un puño mientras decía. - ¿Eso está haciendo Alice? ¿Está viendo cómo puede hacer para que vuelva? - La niña sollozó otro poco, y entonces le miró con los ojos muy abiertos como si se le hubiera ocurrido una gran idea. - ¿Y no puede venir a Hogwarts aunque esté con ellos? Que se queden la custodia ellos, y vaya con ellos en vacaciones, pero puede venir a Hogwarts igual ¿no? Si no le van a ver, si de todas formas no va a estar en la casa. ¿Qué más da? Se pueden aparecer, le dejan en Hogwarts y luego en Navidad se vuelve, y mientras vosotros hacéis las gestiones esas para que se lo vuelvan a dar a su padre y ya está. ¿No se puede? - Marcus sonrió con ternura y le acarició el pelo. - Ojalá se pudiera... nos encantaría hacerlo así, es verdad, es mucho más fácil. Pero no son buenas personas así que se ve que no se les ha ocurrido... - ¡Decídselo! - Lo intentaremos... pero Olive, quería ser sincero contigo. Ahora Dylan está matriculado en Ilvermorny, así que... - ¡¡No!! ¡No, allí no tiene casa! ¡Él es de Hufflepuff! Allí va a estar solo, ¡y estudian diferente! - Y volvió a romper a llorar.
La madre se acercó de nuevo y le rodeó los hombros. - Olive, hija... escucha a Marcus ¿sí? Mira, ha venido a contártelo en persona... - ¡Pero es que no es justo! - ¿Qué iban a decirle? ¿Que no tenía razón? Es que la tenía, aquello no era justo, aquello era una auténtica mierda, hablando claro. Y Olive estaba reaccionando ni más ni menos que como era esperable que reaccionara una niña de doce años a la que le habían arrebatado a su mejor y casi único amigo por la fuerza. Y encima Gryffindor, con el sentido de la justicia que tenían... - Olive... - Dijo entonces Lex. Su hermano se levantó del sillón y se arrodilló frente a la niña, que no paraba de llorar desconsolada, entre hipidos. - Lo siento mucho, pero tú confías en Marcus y en Alice ¿verdad? - La niña asintió, con las manos en los ojos y sin dejar de llorar. - Yo también... van a ir a Nueva York a buscar a Dylan. - Olive, la madre y el padre, que seguía observando la escena desde la puerta, automáticamente miraron a Marcus. - ¿Es eso cierto? ¿Os vais? - Preguntó Pam. Marcus asintió. - ¿Pero solos? - Marcus respiró hondo y volvió a asentir. - Nos estamos preparando concienzudamente para ello. - Pero hijo... ¿no será muy peligroso? - Marcus se mordió un poco el labio y miró al señor Clearwater. - De hecho... quería preguntarle una cosa sobre Nueva York, señor Clearwater, si luego puedo hablar con usted. Es por un asunto de artefactos muggles, allí están muy mezclados. - ¡Por supuesto! Lo que sea. - Y ya ambos adultos entendieron que les daría más explicaciones, pero cuando no tuvieran a la niña delante.
Olive había relajado un poco el llanto, ya no eran tan violentos los sollozos, pero seguía derramando lágrimas sin parar. Lex volvió a hablarle. - Janet estudió en Ilvermorny... ¿te dijo Dylan cuál era su casa? - Olive asintió. - Pukwudgie. - Exacto. Se parece mucho a Hufflepuff, así que... estará allí, y le tratarán bien. - Olive arrugó los labios otra vez, mirando a Lex. - Pero yo quiero que venga a Hogwarts. - Ambos tragaron saliva. - Lo sé... - Dijo su hermano. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas. - Sé que... no es lo mismo, porque yo no soy Dylan. No me parezco en nada, vamos... Lo que quiero decir... es que, si he venido hoy con Marcus, es porque... yo estoy en Hogwarts. Para ti, me refiero. - La niña le miraba. - Que no te quedas sola, Olive ¿vale? Yo también quiero mucho a Dylan, y quiero que vuelva, y sé que Marcus y Alice van a hacer que vuelva... pero no sabemos cuándo, así que... si estás triste o... sola, o aburrida, o lo que sea, en Hogwarts... puedes venir a buscarme. No soy el tío más divertido del mundo, aviso, pero te divertías con Dylan, que es casi tan callado como yo, así que... - Olive rio un poquito, y vio a los padres sonreír también. - En fin, que... cuenta conmigo ¿vale? - La niña se tiró al suelo y le abrazó con fuerza, y ahora fue en su abrazo donde se echó a llorar. Lex la recogió con los brazos. Se la veía tan menudita al lado de su hermano que parecía aún más vulnerable...
Consolar a Olive era tarea difícil, casi imposible, porque la niña no tenía consuelo. Lo que sí tenía era una batería de preguntas para la mayoría de las cuales no tenían respuesta, y de tanto en cuando volvía a echarse a llorar con fuerza. Pero Lex y Marcus habían ido a hacer frente común precisamente para eso, para que no se sintiera sola y para que conociera la noticia por ellos. En un momento determinado, dejó a Olive con Lex y su madre y fue a hablar con el señor Clearwater sobre el viaje a Nueva York, cómo se estaban preparando y las preguntas que tenía con respecto a dónde conseguir un móvil, cómo se usaba y si había formas mágicas de alterarlo. Le arrojó bastante luz sobre el tema y, ciertamente, tranquilidad, porque el hombre concordaba con Hillary en que veía poco probable que una familia de esas características accediera a uno o lo supiera manipular. También parecía ciertamente preocupado por los Gallia, sobre todo por William, sobre lo que Marcus le puso levemente al corriente. Los Clearwater les ofrecieron quedarse a comer, pero Alice probablemente volviera para la comida, así que lo agradecieron pero prefirieron marcharse a casa para estar con ella.
- Hola. - Rose se había animado a salir antes de que se fueran, cuando estaban ya en el pasillo. La niña habría intuido que no era momento para intromisiones. - Hola, Rose. - Saludó, y esta sonrió un poquito. - Me gustó mucho la flor que me regalaste. - Me alegro. -Dijo él con una sonrisa. La niña parecía querer pedir algo y no saber cómo. - Pero se me puso fea y la tuve que tirar. - Normal. Las flores duran poquito. - No es mi cumple, pero me siguen gustando las flores. - Rooooose, no pidas. - Riñó su padre, rodando los ojos y suspirando. - Nos ha salido una niña caprichosa. Rose, no es de buena educación pedir. - No se preocupe, me halaga. - Dijo Marcus, y luego la miró. - ¿Sabes qué? Para tu próximo cumple, te voy a regalar una flor que no se va a poner mala nunca. ¿Qué te parece? ¿Podrás esperar por una flor que nunca se va a poner mala? - La niña asintió con energía. - ¡Quiero una rosa amarilla! - ¡Rose! - Hecho. - Respondió Marcus entre risas, saltándose el regaño del señor Clearwater. Total, qué más le daba el color de la flor, si el trabajo de preservarla iba a ser el mismo, y ya que se ponía...
Abrazó a Olive antes de salir. - Te prometo que te mantendremos informada. Tú vuelve a Hogwarts y disfruta mucho por él, estudia, pásatelo bien. Para que cuando vuelva puedas contárselo todo. - La niña asintió, aún sin despegarse de su abrazo. Le miró entre lágrimas y le dijo. - Traedle de vuelta, porfi. - Él la acarició, asintiendo. No pensaba volver a Inglaterra sin Dylan, lo tenía más que claro. Después de que Olive le diera un fuerte abrazo a Lex, se despidieron de los Clearwater y atravesaron el jardín, dispuestos a aparecerse de nuevo en su casa. Al aparecer de nuevo en el suyo, Marcus echó aire por la boca en un fuerte resoplido, como si quisiera eliminar todo lo acumulado en sus pulmones. - ¿Estás bien? - Tragó saliva a la pregunta de Lex y optó por ser sincero. - No. - Dijo con la voz quebrada. Lex miró de refilón la casa y dijo. - Oye... no tenemos por qué entrar todavía. Alice a lo mejor no ha vuelto, y si ha vuelto... creo que tampoco le sienta mal estar sola y tranquila de vez en cuando. - Lex metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros. - ¿Te apetece pasear un rato? Te invito a una cerveza de mantequilla en el pub de abajo dela calle. Y así... hablamos de otras cosas, y te despejas. - Marcus le miró con agradecimiento. - Me apetece un montón. - Dijo de corazón, y no porque fuera verdad. Como apetecerle, le apetecía meterse en la cama, taparse con la sábana, llorar un rato y echarse a dormir y no despertar hasta que todo aquel asunto se hubiera resuelto mágicamente. Pero eso no lo podía hacer, así que... irse a tomarse una cerveza de mantequilla con Lex y hablar de cualquier otra cosa que no fuera todo el tema de Dylan, se le antojaba la mejor opción en sustitución. Enfilaron la calle y, tras darle un toquecito hombro con hombro a su hermano, le dijo. - Eh... me gusta esta versión de Alexander O'Donnell... muchas gracias por lo de hoy, ha sido genial. - Qué va. Estoy con el corazón destrozado, te lo juro. - Pero Olive te lo ha agradecido. Y yo también... - Ladeó una sonrisilla y le dijo. - Jugador de quidditch. - Lex rio levemente y Marcus le preguntó. - ¡Empiezan a reconocerte por tus logros! ¿Qué tal sienta? - Lex sacó el labio inferior y dijo. - Bastante bien, no te voy a engañar. Ahora te entiendo un poco mejor... alquimista. - Ambos rieron y, juntos, fueron a tomarse esa cerveza de mantequilla que tanta falta les hacía.
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Ivanka
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
¿Dónde habían quedado los veranos en los cuales se pasaba los días en vestidos de algodón y zapatillas de lona dando saltos sin pensar en su aspecto, tanto que a veces salía en pijama y ni se acordaba? En otra vida, claramente. Empezaba a quedarse sin vestido que se consideraran formales para verano, quizá debía… — ¿Se puede? — Sí, adelante. — Emma abrió la puerta y la miró de arriba abajo. — Oh, ya estás lista. Venía a preguntarte si necesitabas ayuda, o que te prestara algo. — Luego que por qué creían que era legeremante. Alice dejó caer los brazos. — Si voy adecuada, pues sí, estoy lista. — Emma dejó caer un poco la cabeza. — Pues claro que vas adecuada… Lo que sí estaba pensando es que igual te vendría bien que fuéramos de compras antes de que os vayais a Nueva York. Allí hace mucho calor, pero llega septiembre y se pone a llover a lo loco y… En fin… Como no sabemos cuánto vais a estar… — Alice asintió de nuevo. — No te voy a mentir, me apetece entre cero y nada. — Emma la señaló. — Pero mira, puedo ir yo mientras estáis en el Ministerio. Rylance va con vosotros, no me necesitáis allí. ¿Confías en mí? — Alice rio un poco y levantó las palmas. — Al cien por cien. — Pues déjalo de mi cuenta. ¿Tienes la lista de todo lo que tenéis que pedir? — Ella asintió. — Pues esta tarde cuando vuelvas, te tengo preparado un maravilloso armario oficial para Nueva York. — Ladeó una sonrisa y agradeció con la mirada. No quería ropa, no quería pedir papeles, pero pasaría por ambas cosas, como últimamente acababa pasando por todo.
— Me está vacilando, ¿no? Me tiene que estar vacilando. — Alice soltó aire por la nariz y se volvió hacia el abogado. — Rylance, dime por favor que me está vacilando. — El hombre se acercó a la de la ventanilla, más calmado que ella, pero claramente crispado. — A ver, señorita, le estamos diciendo que la señorita Gallia necesita el visado indefinido para Estados Unidos por filiación familiar. Con el señor O’Donnell ha podido hacerlo, no puede ser tan difícil hacerlo ahora con ella. — La chica del ministerio subió la mirada del libro, a través de sus gafas de pasta afiladas, con la vuelapluma chillona con la que escribía los datos sobrevolando su hombro. — Y yo les digo que no me consta ningún parentesco de la señorita Gallia con ningún Van Der Luyden y sin filiación familiar o contrato de trabajo no puedo extender un visado indefinido. — Bueno, ¿y no puede afiliarme con los Lacey como a Marcus? — Supongo que no están casados. — ¡No! No estamos casados. — Contestó, con la paciencia colmada y resoplando, así que Rylance volvió a intervenir. — Señorita Chadwick, compruebe otra vez el registro de Jane Gallia, por favor. — La chica apuntó con la varita al libro con un suspiro de hastío, lo que casi hace saltar otra vez a Alice. Lo que tenía que aguantar. — No me constan Van Der Luydens aquí. — Ella se llevó las manos a la cabeza. — Vamos a ver, que mi madre nació en Maine, hija de Peter y Lucy Van Der Luyden, no puede ser que ahora no tenga ni siquiera el lugar donde nació ni quiénes eran sus padres. — La funcionaria negó indolentemente la cabeza. — El primer registro de Jane Gallia en este ministerio es su boda con William Gallia en 1983, antes de eso no tengo nada. — Volvió a llevarse las manos a la cabeza. — ¡Pero vamos a ver! ¿Ustedes no son conscientes de que para que una persona se case ANTES HA TENIDO QUE NACER EN ALGÚN SITIO Y DE ALGUNOS PADRES? — La señorita Chadwick se cruzó de brazos y volvió a mirarla. — Estos casos suelen ser de gente que entró en el país ilegalmente y su primer registro como ciudadana mágica británica es al casarse con un ciudadano mágico británico. — Alice volvió a resoplar y Rylance se frotó los ojos. — Hablando de eso… — Dijo una voz a su espalda. — Aaron, te sugiero que te calles ahora. Cuando solucionemos lo mío, nos ponemos con la sorpresa que tengas para esta bonita mañana. — Le dijo, bastante cortante, pero es que era demasiado para ella ya. Se acercó a Marcus resoplando y apoyó la cabeza en su hombro. Estaba más que sobrepasada ya.
— A ver, en algún sitio tiene que reflejarse ese parentesco, señorita Chadwick, porque los señores Van Der Luyden son los actuales tutores por proximidad sanguínea de Dylan Gallia. — La funcionaria apuntó de nuevo al libro y dijo. — Correcto. Peter y Lucy Van Der Luyden, abuelos maternos de Dylan Gallia. — Ahí ella se giró de golpe y puso las manos contra el mostrador. — ¡Ahí lo tiene! ¡Por fin! ¿Tan difícil era? ¿Cómo es que salen mis abuelos en el registro de mi hermano y no en el de mi madre y el mío? Es absurdo. — Porque los señores Van Der Luyden probaron ser parientes solo del señor Dylan Gallia, nada más. — ¡ESTO TIENE QUE SER UNA BROMA! ¡Señorita Chadwick, los Van Der Luyden son abuelos DE MI HERMANO! ¡DEL HIJO DE MI MADRE! ¿Se da cuenta de que esa prueba que presentan extiende su parentesco a mi madre y a mí o le tengo que enseñar genética básica? — La mujer, sin alterarse, cruzó las manos. — No, no es necesario, pero al solo presentarla por su hermano, no se había extendido el parentesco a ustedes dos. — De nuevo, abrió mucho los ojos, pero esta vez no gritó. — Claro, ¿para qué íbamos a usar la lógica? — Rylance soltó un hondo suspiro. — ¿Puede entonces extender el visado a la señorita Gallia, por favor? — No, yo no puedo. Un funcionario de exteriores tiene que dar su visto bueno y compulsar el parentesco de la señora y la señorita Gallia, y ya entonces puede venir a solicitar el visado, cuando el registro esté actualizado. — Esto no me está pasando… — Dijo ella, ya desesperada, dando vueltas sobre sí misma.
— ¿Gal? ¿Marcus? — Preguntó una voz confusa. Frunció el ceño y levantó la cabeza. — ¿Hasan? — ¿Qué hacéis aquí? ¿Pasa algo? — Preguntó, dirigiéndose a ellos. Ella le miró derrotada. — ¿No te has enterado de lo que nos ha pasado? — Hasan miró a ambos lados y reconoció a Rylance. — No… ¿Eddie? ¿Qué haces tú aquí? — Les represento en un asunto bastante… Bueno, es largo de contar. — Vale, vale… Vamos a un sitio más tranquilo, vamos los cuatro… Bueno, los cinco, por lo visto — dijo señalando a Aaron — a mi despacho y me contáis con calma. ¡Denise! — La funcionaria cambió repentinamente la cara a una dulce y bobalicona sonrisa. — Señor Jacobs… — Por favor, que mis amigos no pierdan la cita de hoy. Cuando solucionemos lo que sea que han venido a solucionar, que les atiendan inmediatamente, ¿entendido? Confío en ti. — Y la funcionaria asintió entusiasmada. — Por supuesto, señor. — Alice suspiró mentalmente con desprecio. Ah, encanto Slytherin, no se puede ser tan pazguata de caer en ello. Otro día sería más comprensiva, ese día no.
— Me está vacilando, ¿no? Me tiene que estar vacilando. — Alice soltó aire por la nariz y se volvió hacia el abogado. — Rylance, dime por favor que me está vacilando. — El hombre se acercó a la de la ventanilla, más calmado que ella, pero claramente crispado. — A ver, señorita, le estamos diciendo que la señorita Gallia necesita el visado indefinido para Estados Unidos por filiación familiar. Con el señor O’Donnell ha podido hacerlo, no puede ser tan difícil hacerlo ahora con ella. — La chica del ministerio subió la mirada del libro, a través de sus gafas de pasta afiladas, con la vuelapluma chillona con la que escribía los datos sobrevolando su hombro. — Y yo les digo que no me consta ningún parentesco de la señorita Gallia con ningún Van Der Luyden y sin filiación familiar o contrato de trabajo no puedo extender un visado indefinido. — Bueno, ¿y no puede afiliarme con los Lacey como a Marcus? — Supongo que no están casados. — ¡No! No estamos casados. — Contestó, con la paciencia colmada y resoplando, así que Rylance volvió a intervenir. — Señorita Chadwick, compruebe otra vez el registro de Jane Gallia, por favor. — La chica apuntó con la varita al libro con un suspiro de hastío, lo que casi hace saltar otra vez a Alice. Lo que tenía que aguantar. — No me constan Van Der Luydens aquí. — Ella se llevó las manos a la cabeza. — Vamos a ver, que mi madre nació en Maine, hija de Peter y Lucy Van Der Luyden, no puede ser que ahora no tenga ni siquiera el lugar donde nació ni quiénes eran sus padres. — La funcionaria negó indolentemente la cabeza. — El primer registro de Jane Gallia en este ministerio es su boda con William Gallia en 1983, antes de eso no tengo nada. — Volvió a llevarse las manos a la cabeza. — ¡Pero vamos a ver! ¿Ustedes no son conscientes de que para que una persona se case ANTES HA TENIDO QUE NACER EN ALGÚN SITIO Y DE ALGUNOS PADRES? — La señorita Chadwick se cruzó de brazos y volvió a mirarla. — Estos casos suelen ser de gente que entró en el país ilegalmente y su primer registro como ciudadana mágica británica es al casarse con un ciudadano mágico británico. — Alice volvió a resoplar y Rylance se frotó los ojos. — Hablando de eso… — Dijo una voz a su espalda. — Aaron, te sugiero que te calles ahora. Cuando solucionemos lo mío, nos ponemos con la sorpresa que tengas para esta bonita mañana. — Le dijo, bastante cortante, pero es que era demasiado para ella ya. Se acercó a Marcus resoplando y apoyó la cabeza en su hombro. Estaba más que sobrepasada ya.
— A ver, en algún sitio tiene que reflejarse ese parentesco, señorita Chadwick, porque los señores Van Der Luyden son los actuales tutores por proximidad sanguínea de Dylan Gallia. — La funcionaria apuntó de nuevo al libro y dijo. — Correcto. Peter y Lucy Van Der Luyden, abuelos maternos de Dylan Gallia. — Ahí ella se giró de golpe y puso las manos contra el mostrador. — ¡Ahí lo tiene! ¡Por fin! ¿Tan difícil era? ¿Cómo es que salen mis abuelos en el registro de mi hermano y no en el de mi madre y el mío? Es absurdo. — Porque los señores Van Der Luyden probaron ser parientes solo del señor Dylan Gallia, nada más. — ¡ESTO TIENE QUE SER UNA BROMA! ¡Señorita Chadwick, los Van Der Luyden son abuelos DE MI HERMANO! ¡DEL HIJO DE MI MADRE! ¿Se da cuenta de que esa prueba que presentan extiende su parentesco a mi madre y a mí o le tengo que enseñar genética básica? — La mujer, sin alterarse, cruzó las manos. — No, no es necesario, pero al solo presentarla por su hermano, no se había extendido el parentesco a ustedes dos. — De nuevo, abrió mucho los ojos, pero esta vez no gritó. — Claro, ¿para qué íbamos a usar la lógica? — Rylance soltó un hondo suspiro. — ¿Puede entonces extender el visado a la señorita Gallia, por favor? — No, yo no puedo. Un funcionario de exteriores tiene que dar su visto bueno y compulsar el parentesco de la señora y la señorita Gallia, y ya entonces puede venir a solicitar el visado, cuando el registro esté actualizado. — Esto no me está pasando… — Dijo ella, ya desesperada, dando vueltas sobre sí misma.
— ¿Gal? ¿Marcus? — Preguntó una voz confusa. Frunció el ceño y levantó la cabeza. — ¿Hasan? — ¿Qué hacéis aquí? ¿Pasa algo? — Preguntó, dirigiéndose a ellos. Ella le miró derrotada. — ¿No te has enterado de lo que nos ha pasado? — Hasan miró a ambos lados y reconoció a Rylance. — No… ¿Eddie? ¿Qué haces tú aquí? — Les represento en un asunto bastante… Bueno, es largo de contar. — Vale, vale… Vamos a un sitio más tranquilo, vamos los cuatro… Bueno, los cinco, por lo visto — dijo señalando a Aaron — a mi despacho y me contáis con calma. ¡Denise! — La funcionaria cambió repentinamente la cara a una dulce y bobalicona sonrisa. — Señor Jacobs… — Por favor, que mis amigos no pierdan la cita de hoy. Cuando solucionemos lo que sea que han venido a solucionar, que les atiendan inmediatamente, ¿entendido? Confío en ti. — Y la funcionaria asintió entusiasmada. — Por supuesto, señor. — Alice suspiró mentalmente con desprecio. Ah, encanto Slytherin, no se puede ser tan pazguata de caer en ello. Otro día sería más comprensiva, ese día no.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Tarde o temprano iban a tener que enfrentarse al papeleo del Ministerio, aunque Marcus lo había interpretado como un trámite más, algo bastante controlable que irían, resolverían y se volverían a casa a seguir preparándose documental y mentalmente para su viaje. Lo había interpretado como el paso más sencillo de todo aquel proceso... Estaba considerablemente equivocado. Para su desconcierto, la administrativa no solo parecía tener muy poco conocimiento sobre su propia labor y muy poco interés por trabajar, sino que todo parecía ridículamente complicado e ilógico. Estaría más al límite de su paciencia si no fuera porque estaba viendo a Alice perdiendo los nervios, y eso le había hecho desplazarse emocionalmente entre lo mucho que le irritaba la incompetencia de la gente y el miedo que le daba, en todos los sentidos, ver a su novia así.
Se rascó la frente. Alice tenía motivos de sobra para estar atacada, pero en última instancia podía "entender" (nunca entendería el hacer daño porque sí, pero peores conatos de orgullo había visto en su vida) que la trabajadora no quisiera dar su brazo a torcer ante alguien fuera de sí. Pero Rylance lo estaba explicando todo muy clarito y muy tranquilo, y era un hombre acostumbrado al papeleo y a lidiar con esas cosas, y ni por esas. Era absolutamente desesperante. Se frotó la cara, y entonces escuchó que no podía afiliarse con los Lacey porque no estaban casados. Estaba tan desesperado que, por un momento, se quedó mirando a la funcionaria y parpadeando. Como se lo pusiera muy difícil, se casaba allí mismo. Estaba dispuesto. No era la boda que deseaba pero ya la tendrían cuando recuperaran a Dylan, sería un trámite y luego lo harían bien. De hecho, bien visto, la felicidad que podrían celebrar con Dylan de vuelta y... Pero Rylance, que empezaba a conocerle ya como su madre, de repente le miró y le hizo un gesto de detención con una mano, porque Marcus ya se estaba adelantando. Se guardó las manos en los bolsillos y bajó la cabeza. Ya... No, si en el fondo, sabía que era una estupidez... Anda que tú también, Marcus...
Estaba Alice como para que le pidiera matrimonio ahora mismo, podría llevarse un bocado en la yugular como lo intentara. Pero es que él mismo se estaba empezando a poner ya histérico, aquello era ridículo. Y claro, Alice ya estaba gritando. - Mi amor... - Trató de relajar, acariciando su brazo, y aprovechó para dar un paso hacia delante. - A ver, señorita... ¿podemos recurrir a la lógica, por favor? De verdad que estamos en una situación muy complicada, esto no es una broma. - No estoy bromeando, señor O'Donnell. Solo hago mi trabajo. - Pues lo hace usted rematadamente mal, pensó, pero se ahorró de decirlo, si bien estaba bastante seguro de que se le debía haber leído su opinión en la cara.
Fulminó a Aaron con la mirada cuando fue a hablar. No, definitivamente no era el momento, Alice se lo dejó claro. Casi se ilusionó cuando dijo que habían identificado a Dylan como nieto de los Van Der Luyden... pero seguían sin hacer la analogía con Alice. Soltó aire por la boca. - Pero vamos a ver... - Dijo con resignación. De verdad, no quería ponerse como un energúmeno él también, pero se lo estaban poniendo verdaderamente difícil. Alice estaba gritando otra vez así que trató de nuevo de contenerla, sin éxito, entre otras cosas porque no se creía ni él que debían contenerse. - Muy bien, pónganos en contacto con dicho funcionario de exteriores, pues. - Pidió, al borde del abismo ya. ¡Que les facilitaran eso, aunque fuera! ¡No podían tener tantas exigencias absurdas y no facilitarles nada!
Y entonces, llegó el que quiso pensar que iba a ser su salvador. Casi se desmaya y llora a sus pies cuando le vio. - Ah, Hasan. - Suspiró, dirigiéndose a él. Lo de que conociera a su abogado ni le sorprendió. - Dime que vas a ayudarnos, por favor. Estamos un poco al límite. - Dijo con la voz tensa y casi en un ruego. Jacobs se acercó con una leve sonrisa y le palmeó un par de veces el hombro. - Venid conmigo. - Y se dirigieron tras él a su despacho, no sin que antes Marcus le dedicara a la señorita funcionaria un desdeñoso arqueamiento de cejas. Ah, ¿ahora sí parecía dispuesta a trabajar? Vaya...
El despacho de Hasan era elegante pero transmitía un aura amistosa y casi desenfadada, a pesar de no tener absolutamente nada fuera de su sitio. Con un gesto de su varita, varias sillas se dispusieron ante su mesa, y él les pidió que tomaran asiento. - Contadme. - Dijo con su sonrisa afable habitual. Claramente no era consciente de la gravedad del asunto. Apretó la mano de Alice para evitar que estallara allí, y miró de reojo a Rylance. El hombre carraspeó. - Si se me permite... - Dijo. - La señorita Gallia es mi clienta en un asunto de vital importancia que atañe a su familia, en concreto a su hermano menor. - Jacobs frunció el ceño y les miró. Empezaba a asustarse, pero Edward siguió. - Necesitamos un visado de carácter indefinido para Estados Unidos, pero estamos encontrando problemas para obtenerlo. El señor O'Donnell tiene familia allí, no ha sido problema para él. Con ella nos estamos encontrando trabas, a pesar de que la consanguineidad en su caso es aún más directa. - ¿Pero qué ha ocurrido exactamente? - Preguntó el chico, y entonces miró a su novia. - ¿Gal? -
Se rascó la frente. Alice tenía motivos de sobra para estar atacada, pero en última instancia podía "entender" (nunca entendería el hacer daño porque sí, pero peores conatos de orgullo había visto en su vida) que la trabajadora no quisiera dar su brazo a torcer ante alguien fuera de sí. Pero Rylance lo estaba explicando todo muy clarito y muy tranquilo, y era un hombre acostumbrado al papeleo y a lidiar con esas cosas, y ni por esas. Era absolutamente desesperante. Se frotó la cara, y entonces escuchó que no podía afiliarse con los Lacey porque no estaban casados. Estaba tan desesperado que, por un momento, se quedó mirando a la funcionaria y parpadeando. Como se lo pusiera muy difícil, se casaba allí mismo. Estaba dispuesto. No era la boda que deseaba pero ya la tendrían cuando recuperaran a Dylan, sería un trámite y luego lo harían bien. De hecho, bien visto, la felicidad que podrían celebrar con Dylan de vuelta y... Pero Rylance, que empezaba a conocerle ya como su madre, de repente le miró y le hizo un gesto de detención con una mano, porque Marcus ya se estaba adelantando. Se guardó las manos en los bolsillos y bajó la cabeza. Ya... No, si en el fondo, sabía que era una estupidez... Anda que tú también, Marcus...
Estaba Alice como para que le pidiera matrimonio ahora mismo, podría llevarse un bocado en la yugular como lo intentara. Pero es que él mismo se estaba empezando a poner ya histérico, aquello era ridículo. Y claro, Alice ya estaba gritando. - Mi amor... - Trató de relajar, acariciando su brazo, y aprovechó para dar un paso hacia delante. - A ver, señorita... ¿podemos recurrir a la lógica, por favor? De verdad que estamos en una situación muy complicada, esto no es una broma. - No estoy bromeando, señor O'Donnell. Solo hago mi trabajo. - Pues lo hace usted rematadamente mal, pensó, pero se ahorró de decirlo, si bien estaba bastante seguro de que se le debía haber leído su opinión en la cara.
Fulminó a Aaron con la mirada cuando fue a hablar. No, definitivamente no era el momento, Alice se lo dejó claro. Casi se ilusionó cuando dijo que habían identificado a Dylan como nieto de los Van Der Luyden... pero seguían sin hacer la analogía con Alice. Soltó aire por la boca. - Pero vamos a ver... - Dijo con resignación. De verdad, no quería ponerse como un energúmeno él también, pero se lo estaban poniendo verdaderamente difícil. Alice estaba gritando otra vez así que trató de nuevo de contenerla, sin éxito, entre otras cosas porque no se creía ni él que debían contenerse. - Muy bien, pónganos en contacto con dicho funcionario de exteriores, pues. - Pidió, al borde del abismo ya. ¡Que les facilitaran eso, aunque fuera! ¡No podían tener tantas exigencias absurdas y no facilitarles nada!
Y entonces, llegó el que quiso pensar que iba a ser su salvador. Casi se desmaya y llora a sus pies cuando le vio. - Ah, Hasan. - Suspiró, dirigiéndose a él. Lo de que conociera a su abogado ni le sorprendió. - Dime que vas a ayudarnos, por favor. Estamos un poco al límite. - Dijo con la voz tensa y casi en un ruego. Jacobs se acercó con una leve sonrisa y le palmeó un par de veces el hombro. - Venid conmigo. - Y se dirigieron tras él a su despacho, no sin que antes Marcus le dedicara a la señorita funcionaria un desdeñoso arqueamiento de cejas. Ah, ¿ahora sí parecía dispuesta a trabajar? Vaya...
El despacho de Hasan era elegante pero transmitía un aura amistosa y casi desenfadada, a pesar de no tener absolutamente nada fuera de su sitio. Con un gesto de su varita, varias sillas se dispusieron ante su mesa, y él les pidió que tomaran asiento. - Contadme. - Dijo con su sonrisa afable habitual. Claramente no era consciente de la gravedad del asunto. Apretó la mano de Alice para evitar que estallara allí, y miró de reojo a Rylance. El hombre carraspeó. - Si se me permite... - Dijo. - La señorita Gallia es mi clienta en un asunto de vital importancia que atañe a su familia, en concreto a su hermano menor. - Jacobs frunció el ceño y les miró. Empezaba a asustarse, pero Edward siguió. - Necesitamos un visado de carácter indefinido para Estados Unidos, pero estamos encontrando problemas para obtenerlo. El señor O'Donnell tiene familia allí, no ha sido problema para él. Con ella nos estamos encontrando trabas, a pesar de que la consanguineidad en su caso es aún más directa. - ¿Pero qué ha ocurrido exactamente? - Preguntó el chico, y entonces miró a su novia. - ¿Gal? -
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Al menos Marcus y Rylance estaban manteniendo la cabeza en el asunto, aunque se les veía molestos y no era para menos. Menos mal que la llegada de Jacobs había paliado un poco su tremendo agobio. Siguió a todos hacia el despacho del chico, y según entró, no dudó que era suyo. Transmitía Jacobs por cada esquina. Había que fastidiarse, veinte años y ya con un despacho así, con sillas para tanta gente y el poder de decir “oye, que no pierdan la cita” “Vamos a mi despacho y me contáis”. Ella igualita, teniendo que pedir favores a todo el mundo.
Dejó a Rylance hablar mientras se agarraba a la mano de Marcus, porque estaba muy alterada, pero el idioma del abogado era demasiado legalista para Hasan. Levantó los ojos y su mirada se cruzó con la de él. Jacobs siempre le había transmitido mucha tranquilidad, seguridad, apreciaba su criterio, y, por un lado, quería contárselo todo y que la ayudara, y por otro, le daba vergüenza exponer todos los hechos ante alguien así. — Mi madre… Mi madre tenía una familia que no conocíamos. Habían renunciado a ella cuando… — Carraspeó y se rascó la frente. Venga, Alice, por Dios, esto no te ha dado vergüenza nunca. — Cuando se fugó con mi padre de América porque estaba embarazada, y no estaban casados y eso… — Carraspeó de nuevo. — Bueno, el caso es que no habían dado señales de vida desde que yo era un bebé, hasta hace un año, nos amenazaron con quitarnos la custodia de Dylan. — No pueden hacer eso. — Contestó Hasan con aquella seguridad Slytherin. — Ya lo han hecho, Hasan. Están investigando a mi padre por crímenes contra objetos mágicos restringidos. — El hombre se inclinó hacia delante con los ojos muy abiertos. — ¿Cómo dices? Eso no puede ser. Tu padres es William Gallia, si lo hubiera oído te… — Y Alice ladeó la cabeza con cara de evidencia. — Probablemente por eso no te has enterado, Hasan. — Hay cierta lista… Hecha con muy mala intención, que… — Rylance no tuvo que decir más, Jacobs se irguió y los miró a los tres. — ¿Una lista? ¿Como una lista de qué? — De gente… Bueno de… Hombres, que han tenido relación conmigo. — Jacobs se llevó las manos a la frente. — ¿Relación? Pero Gal, si tú y yo no… — Vio como miraba a Marcus con cara de “TE JURO QUE NO”. — Lo sabemos, Hasan. Solo son tácticas de guerra sucia de los Van Der Luyden. — Joder con tus abuelos… — Jacobs suspiró y se frotó la cara. — Vale, a ver, que me entere. Se han llevado a tu hermano a América y… ¿os vais a por él? — A grandes rasgos. — Y si tus abuelos son americanos y tu propia madre lo era, ¿por qué no te dan el visado? — Rylance procedió a relatar otra vez el rollo burocrático y Alice simplemente miró a Marcus con cara de “necesito irme de cabeza a Nueva York porque prefiero enfrentarme a Lucy Van Der Luyden de cara que esto”. — Vale. ¿Y tú eras, perdona? — Dijo en dirección a Aaron. — Ah, soy el otro inmigrante ilegal, Aaron McGrath. — Un graciosillo era su primo, desde luego. — Soy nieto de los Van Der Luyden también. Vine a Hogwarts de intercambio pero al final del curso quise escaparme de mi familia y me quedé aquí. La cosa es que tenía visado de estudiante que lleva dos meses caducado, claro. — Ahí Jacobs se sentó apropiadamente en la silla y sacó pergamino y pluma. Ah, sí, conocía la postura de “vamos a empezar a trabajar en Slytherin”.
— Eddie, voy a mandarle esto a Bowes, sabes la planta y el despacho, ¿no? — Claro. — Pues ve con Aaron y seguro que tú sabes explicarle el caso rapidito y clarito. No debería llevaros más de una hora. — Ante los atónitos ojos de los tres jóvenes, Jacobs metió el pergamino enrollado en un botecito de plástico y lo metió a una portezuela en la pared que lo absorbió. Alice se dio cuenta de que había también una apertura con una bandejita pegada a la pared, por lo que dedujo que era el sistema de comunicación interna del ministerio. — Hecho. Señor McGrath, andando. — Rylance siempre tan diligente, no había conocido jamás a nadie con tanta rapidez y disposición a seguir órdenes. Aaron, como siempre, se dejó llevar por la marea y fue como un perrillo de caza detrás de
En cuanto salieron por la puerta, Hasan dio la vuelta a la mesa y se sentó sobre ella, mirándoles más de cerca. — A ver, ahora que estamos solos… Y tenemos confianza los tres. — Suspiró y a Alice no le pareció para nada buena señal. — El proceso de revisar la declaración por la que tus abuelos demostraron el parentesco con tu hermano y aplicarlo a ti sería bastante largo, porque un aurorales tiene que revisar el caso y comprobar que tiene base. Como en todo, como diría un buen Slytherin, esto solo puede solucionarse con favores que te hagan contactos. Y ahora mismo solo se me ocurre uno… Y… Digamos que mis orejas han oído ciertos rumores sobre los prefectos que dejé detrás. — Y miró a Marcus. Espera que se estaba viendo venir… — La única persona que conozco en exteriores que hoy por hoy puede haceros un favor es Maggie Geller. — Y ahí sí que se llevó las manos a la cara. Estaban bien jodidos. — Marcus, Maggie ha cambiado mucho de lo que yo recuerdo en Hogwarts… Si lo quieres intentar… No tenéis nada que perder y mucho que ganar. — Ella le miró y dijo. — Mi amor, no lo hagas si no quieres… Yo no te lo voy a pedir. Pero quizá… El pasado en el pasado, ¿no? — Sabía que él se había quedado muy decepcionado con Maggie por lo de la huelga pero… Eso había sido hacía tiempo, cosas del colegio. Quizá podían pasar por encima de ello. — Puedo mandarte con ella ahora mismo. No tiene reuniones hoy. — Remató Jacobs.
Dejó a Rylance hablar mientras se agarraba a la mano de Marcus, porque estaba muy alterada, pero el idioma del abogado era demasiado legalista para Hasan. Levantó los ojos y su mirada se cruzó con la de él. Jacobs siempre le había transmitido mucha tranquilidad, seguridad, apreciaba su criterio, y, por un lado, quería contárselo todo y que la ayudara, y por otro, le daba vergüenza exponer todos los hechos ante alguien así. — Mi madre… Mi madre tenía una familia que no conocíamos. Habían renunciado a ella cuando… — Carraspeó y se rascó la frente. Venga, Alice, por Dios, esto no te ha dado vergüenza nunca. — Cuando se fugó con mi padre de América porque estaba embarazada, y no estaban casados y eso… — Carraspeó de nuevo. — Bueno, el caso es que no habían dado señales de vida desde que yo era un bebé, hasta hace un año, nos amenazaron con quitarnos la custodia de Dylan. — No pueden hacer eso. — Contestó Hasan con aquella seguridad Slytherin. — Ya lo han hecho, Hasan. Están investigando a mi padre por crímenes contra objetos mágicos restringidos. — El hombre se inclinó hacia delante con los ojos muy abiertos. — ¿Cómo dices? Eso no puede ser. Tu padres es William Gallia, si lo hubiera oído te… — Y Alice ladeó la cabeza con cara de evidencia. — Probablemente por eso no te has enterado, Hasan. — Hay cierta lista… Hecha con muy mala intención, que… — Rylance no tuvo que decir más, Jacobs se irguió y los miró a los tres. — ¿Una lista? ¿Como una lista de qué? — De gente… Bueno de… Hombres, que han tenido relación conmigo. — Jacobs se llevó las manos a la frente. — ¿Relación? Pero Gal, si tú y yo no… — Vio como miraba a Marcus con cara de “TE JURO QUE NO”. — Lo sabemos, Hasan. Solo son tácticas de guerra sucia de los Van Der Luyden. — Joder con tus abuelos… — Jacobs suspiró y se frotó la cara. — Vale, a ver, que me entere. Se han llevado a tu hermano a América y… ¿os vais a por él? — A grandes rasgos. — Y si tus abuelos son americanos y tu propia madre lo era, ¿por qué no te dan el visado? — Rylance procedió a relatar otra vez el rollo burocrático y Alice simplemente miró a Marcus con cara de “necesito irme de cabeza a Nueva York porque prefiero enfrentarme a Lucy Van Der Luyden de cara que esto”. — Vale. ¿Y tú eras, perdona? — Dijo en dirección a Aaron. — Ah, soy el otro inmigrante ilegal, Aaron McGrath. — Un graciosillo era su primo, desde luego. — Soy nieto de los Van Der Luyden también. Vine a Hogwarts de intercambio pero al final del curso quise escaparme de mi familia y me quedé aquí. La cosa es que tenía visado de estudiante que lleva dos meses caducado, claro. — Ahí Jacobs se sentó apropiadamente en la silla y sacó pergamino y pluma. Ah, sí, conocía la postura de “vamos a empezar a trabajar en Slytherin”.
— Eddie, voy a mandarle esto a Bowes, sabes la planta y el despacho, ¿no? — Claro. — Pues ve con Aaron y seguro que tú sabes explicarle el caso rapidito y clarito. No debería llevaros más de una hora. — Ante los atónitos ojos de los tres jóvenes, Jacobs metió el pergamino enrollado en un botecito de plástico y lo metió a una portezuela en la pared que lo absorbió. Alice se dio cuenta de que había también una apertura con una bandejita pegada a la pared, por lo que dedujo que era el sistema de comunicación interna del ministerio. — Hecho. Señor McGrath, andando. — Rylance siempre tan diligente, no había conocido jamás a nadie con tanta rapidez y disposición a seguir órdenes. Aaron, como siempre, se dejó llevar por la marea y fue como un perrillo de caza detrás de
En cuanto salieron por la puerta, Hasan dio la vuelta a la mesa y se sentó sobre ella, mirándoles más de cerca. — A ver, ahora que estamos solos… Y tenemos confianza los tres. — Suspiró y a Alice no le pareció para nada buena señal. — El proceso de revisar la declaración por la que tus abuelos demostraron el parentesco con tu hermano y aplicarlo a ti sería bastante largo, porque un aurorales tiene que revisar el caso y comprobar que tiene base. Como en todo, como diría un buen Slytherin, esto solo puede solucionarse con favores que te hagan contactos. Y ahora mismo solo se me ocurre uno… Y… Digamos que mis orejas han oído ciertos rumores sobre los prefectos que dejé detrás. — Y miró a Marcus. Espera que se estaba viendo venir… — La única persona que conozco en exteriores que hoy por hoy puede haceros un favor es Maggie Geller. — Y ahí sí que se llevó las manos a la cara. Estaban bien jodidos. — Marcus, Maggie ha cambiado mucho de lo que yo recuerdo en Hogwarts… Si lo quieres intentar… No tenéis nada que perder y mucho que ganar. — Ella le miró y dijo. — Mi amor, no lo hagas si no quieres… Yo no te lo voy a pedir. Pero quizá… El pasado en el pasado, ¿no? — Sabía que él se había quedado muy decepcionado con Maggie por lo de la huelga pero… Eso había sido hacía tiempo, cosas del colegio. Quizá podían pasar por encima de ello. — Puedo mandarte con ella ahora mismo. No tiene reuniones hoy. — Remató Jacobs.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Jacobs no sabía nada, absolutamente nada de ese tema, y aquello... era mala señal. Hasan estaba en esa famosa lista de nombres que pretendían usar contra Alice y, por tanto, se las habían ingeniado para taparle la información. Eran bastante más influyentes de lo que pensaban si podían no solo conseguir información sino decidir a quién le llegaba y a quién no, y Hasan era auror y un tío muy sociable y con muchos contactos, y que activaría todos los radares en cuanto oyera "Gallia" por alguna parte. Debían haber hecho auténticos malabares para que no se enterara.
Marcus le miró cuando empezó a agobiarse y negó con la cabeza, con tranquilidad. - Lo sabemos. - Arqueó una ceja. - A que no sabes quién NO está en esa lista. - Le dijo con una sonrisa irónica. Hasan, por un segundo, descolgó la mandíbula, y luego soltó una muda carcajada sarcástica. - Increíble... - Pues sí, ya habían puesto a Jacobs al corriente de quiénes y cómo eran los Van Der Luyden. Y dicho eso... vuelta a la burocracia. Marcus era bastante amante del papeleo y tolerante ante todo lo que otros consideraban extremadamente aburrido, pero aquello alcanzaba unos niveles de tedio insoportables, sobre todo en la situación en la que estaban.
El comentario de Aaron le hizo rodar los ojos nada disimuladamente y mirar en dirección contraria, gesto que Jacobs detectó e hizo que le mirara con una ceja arqueada. No, no lo soporto, pensó, como si el otro fuera legeremante, pero bueno, era lo suficientemente listo como para haberlo notado. El proceso de enterrar el hacha de guerra entre McGrath y él había consistido en llegar a una tensa calma en la que apenas se dirigían el uno al otro la palabra a pesar de vivir en la misma casa. Reconocía que tenía que trabajarse mejor lo de guardarse los gestos pasivo-agresivos de impaciencia hacia él... Lo haría cuando él dejara de hacer y decir estupideces.
Ver trabajar a un Slytherin de manual siempre era algo digno de admirar, y eso que estaba más que curado de espanto con su madre. Ladeó levemente la cabeza en un gesto, dicho fuera de paso, absolutamente heredado de ella, y miró con un inexpresivo alzamiento de cejas a Jacobs. ¿Puedes meter a Aaron en ese mismo bote también? Nos sería de gran ayuda, pensó, pero se conformaría por lo pronto con verle desaparecer junto con Rylance a hacer las gestiones que claramente no podían esperar por su parte... De verdad que no podía evitar que se le desbordara la ironía.
Ahora que se quedaron los tres solos, por fin iban a ir al grano, y quería pensar que a resolver lo que habían ido a hacer allí. Escuchó con atención. Pues sí, iban a necesitar contactos y Marcus estaba expectante por saber cuál iba a ser, porque por supuesto que pensaba recurrir a ellos. Pero ese preludio por parte del chico... no le estaba gustando nada. Frunció el ceño. Su primo no trabajaba en asuntos exteriores, no era auror de hecho, y no se le ocurría ninguna otra persona allí con la que pudieran tener una rencilla personal, como Jacobs parecía estar insinuando... Hasta que avanzó, y ahí Marcus destensó la cara, cerrando lentamente los ojos y echando aire por la nariz en una expresión de resignación absoluta. No me lo puedo creer. El mundo tenía millones de personas y él se llevaba bien con el noventa por ciento de sus conocidos, ¿¿por qué tenía que ser ELLA??
Abrió los ojos para atender a lo que le decía Jacobs, con tremendo hastío reflejado en el rostro. Con esa expresión de "sí, por supuesto, ¿qué más da una dificultad más para la montaña de dificultades que ya tenemos?" pintada en la cara. Alice le habló y la miró, y luego miró a Jacobs cuando volvió a hablar. No tenían que insistirle: él por Alice haría lo que fuera, y por Dylan, no hacía falta pedírselo. La cuestión no era esa, la cuestión era que no la tenía todas consigo de que fuera a funcionar. Se mojó los labios y miró al chico. - Por mí no habría problema en hablar con ella... ¿Pero no crees que hay más opciones de que te escuche a ti que a nosotros? - Se generó un leve silencio en el que Jacobs, con parsimonia, se quitó de su lugar sobre la mesa y volvió a sentarse lenta y ceremoniosamente en su silla. Tras hacerlo, se echó lentamente hacia delante en su asiento, con una sonrisa astuta y las manos entrecruzadas apoyadas en la mesa. - Respóndeme a esto, Marcus. Con esa vena Slytherin que sé que tienes, y utilizando los, como buen Ravenclaw que eres, profundos conocimientos sobre la mentalidad Gryffindor. - Hizo una breve pausa. - Si tú fueras Margaret Geller. Repito, si TÚ fueras Margaret Geller, no Marcus O'Donnell ostentando el puesto de Margaret Geller. Con el historial que este bonito triángulo amoroso parece tener por lo que he oído, si la actual novia del chico con el que querrías haber estado más liada de lo que, hablando en términos exactos, de hecho estuviste... - Menos mal que Rylance ya se había ido, porque en fin. No le apetecía quedar tan expuesto ante el siempre correcto abogado de su familia. - ...Necesita una ayuda para la que vas a tener que hacer una considerable y tediosa burocracia, ¿cómo de probable ves que te apetezca hacerla si el que te la pide es un compañero tuyo al cual han ido ellos a pedírsela porque, a pesar de lo importante y de adultos que es el caso que nos ocupa, han preferido ocultarse detrás suya por una antigua riña de colegio? - Jacobs ladeó ahora la cabeza hacia el otro lado y pronunció la sonrisa astuta. Marcus echó aire por la nariz. - ¿Dónde puedo encontrarla? - Hasan chasqueó la lengua y, haciéndose con uno de los pergaminos voladores del ministerio que Marcus sabía que usaban para contactar entre ellos, dijo. - Ese es mi chico. -
Marcus le miró cuando empezó a agobiarse y negó con la cabeza, con tranquilidad. - Lo sabemos. - Arqueó una ceja. - A que no sabes quién NO está en esa lista. - Le dijo con una sonrisa irónica. Hasan, por un segundo, descolgó la mandíbula, y luego soltó una muda carcajada sarcástica. - Increíble... - Pues sí, ya habían puesto a Jacobs al corriente de quiénes y cómo eran los Van Der Luyden. Y dicho eso... vuelta a la burocracia. Marcus era bastante amante del papeleo y tolerante ante todo lo que otros consideraban extremadamente aburrido, pero aquello alcanzaba unos niveles de tedio insoportables, sobre todo en la situación en la que estaban.
El comentario de Aaron le hizo rodar los ojos nada disimuladamente y mirar en dirección contraria, gesto que Jacobs detectó e hizo que le mirara con una ceja arqueada. No, no lo soporto, pensó, como si el otro fuera legeremante, pero bueno, era lo suficientemente listo como para haberlo notado. El proceso de enterrar el hacha de guerra entre McGrath y él había consistido en llegar a una tensa calma en la que apenas se dirigían el uno al otro la palabra a pesar de vivir en la misma casa. Reconocía que tenía que trabajarse mejor lo de guardarse los gestos pasivo-agresivos de impaciencia hacia él... Lo haría cuando él dejara de hacer y decir estupideces.
Ver trabajar a un Slytherin de manual siempre era algo digno de admirar, y eso que estaba más que curado de espanto con su madre. Ladeó levemente la cabeza en un gesto, dicho fuera de paso, absolutamente heredado de ella, y miró con un inexpresivo alzamiento de cejas a Jacobs. ¿Puedes meter a Aaron en ese mismo bote también? Nos sería de gran ayuda, pensó, pero se conformaría por lo pronto con verle desaparecer junto con Rylance a hacer las gestiones que claramente no podían esperar por su parte... De verdad que no podía evitar que se le desbordara la ironía.
Ahora que se quedaron los tres solos, por fin iban a ir al grano, y quería pensar que a resolver lo que habían ido a hacer allí. Escuchó con atención. Pues sí, iban a necesitar contactos y Marcus estaba expectante por saber cuál iba a ser, porque por supuesto que pensaba recurrir a ellos. Pero ese preludio por parte del chico... no le estaba gustando nada. Frunció el ceño. Su primo no trabajaba en asuntos exteriores, no era auror de hecho, y no se le ocurría ninguna otra persona allí con la que pudieran tener una rencilla personal, como Jacobs parecía estar insinuando... Hasta que avanzó, y ahí Marcus destensó la cara, cerrando lentamente los ojos y echando aire por la nariz en una expresión de resignación absoluta. No me lo puedo creer. El mundo tenía millones de personas y él se llevaba bien con el noventa por ciento de sus conocidos, ¿¿por qué tenía que ser ELLA??
Abrió los ojos para atender a lo que le decía Jacobs, con tremendo hastío reflejado en el rostro. Con esa expresión de "sí, por supuesto, ¿qué más da una dificultad más para la montaña de dificultades que ya tenemos?" pintada en la cara. Alice le habló y la miró, y luego miró a Jacobs cuando volvió a hablar. No tenían que insistirle: él por Alice haría lo que fuera, y por Dylan, no hacía falta pedírselo. La cuestión no era esa, la cuestión era que no la tenía todas consigo de que fuera a funcionar. Se mojó los labios y miró al chico. - Por mí no habría problema en hablar con ella... ¿Pero no crees que hay más opciones de que te escuche a ti que a nosotros? - Se generó un leve silencio en el que Jacobs, con parsimonia, se quitó de su lugar sobre la mesa y volvió a sentarse lenta y ceremoniosamente en su silla. Tras hacerlo, se echó lentamente hacia delante en su asiento, con una sonrisa astuta y las manos entrecruzadas apoyadas en la mesa. - Respóndeme a esto, Marcus. Con esa vena Slytherin que sé que tienes, y utilizando los, como buen Ravenclaw que eres, profundos conocimientos sobre la mentalidad Gryffindor. - Hizo una breve pausa. - Si tú fueras Margaret Geller. Repito, si TÚ fueras Margaret Geller, no Marcus O'Donnell ostentando el puesto de Margaret Geller. Con el historial que este bonito triángulo amoroso parece tener por lo que he oído, si la actual novia del chico con el que querrías haber estado más liada de lo que, hablando en términos exactos, de hecho estuviste... - Menos mal que Rylance ya se había ido, porque en fin. No le apetecía quedar tan expuesto ante el siempre correcto abogado de su familia. - ...Necesita una ayuda para la que vas a tener que hacer una considerable y tediosa burocracia, ¿cómo de probable ves que te apetezca hacerla si el que te la pide es un compañero tuyo al cual han ido ellos a pedírsela porque, a pesar de lo importante y de adultos que es el caso que nos ocupa, han preferido ocultarse detrás suya por una antigua riña de colegio? - Jacobs ladeó ahora la cabeza hacia el otro lado y pronunció la sonrisa astuta. Marcus echó aire por la nariz. - ¿Dónde puedo encontrarla? - Hasan chasqueó la lengua y, haciéndose con uno de los pergaminos voladores del ministerio que Marcus sabía que usaban para contactar entre ellos, dijo. - Ese es mi chico. -
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Obviamente, a Marcus no le parecieron buenas noticias que fuera Maggie la que tenía que darles el permiso. En otras circunstancias, a ella no le haría ninguna gracia deberle un favor a esa, pero tal y como estaban las cosas, prefería que la persona a la que tenían que convencer tuviera… Cómo decirlo… Debilidad, por su novio. Y Hasan también lo veía bastante clarito con la información que manejaba (que era amplísima, como la de todos los Slytherins). Alice suspiró, porque esa forma de casi reírse de Marcus no era la mejor de convencerle de algo, pero entonces su novio, aunque con cara de agotamiento, consintió. — ¿De verdad? — Preguntó esperanzada, y soltó un suspiró de alivio. — Verás, mi amor, seguro que está en buenos términos. Total, ella se olvidó bien rápido de todo aquello de la huelga y eso… — Intentó animarle. — Y yo curé a su hermana Lorraine después del incendio de Hogwarts, seguro que eso la ha ablandado. — Todo fuera encontrar algo a lo que agarrarse. Apretó su mano con fuerza y dejó un beso sobre ella cuando se iba, ya con las indicaciones de Jacobs y dijo. — Gracias. Eres el mejor. — Dejó otro beso y le miró a los ojos. — Acuérdate de que te amo. — Sí, por favor, porque si a ella la mandaban a hablar con Jean no sabía si iría de tal buena lid. — Yo te cuido a la señorita Gallia y aprovechamos para revisar que todo lo demás está en orden. — Ella asintió con una sonrisa tranquilizadora y le miró hasta que salió de allí.
Cuando se quedaron solos, miró a Hasan desde la silla y él se cruzó de brazos con un suspiro. — A ver, Gal, que yo me haga una idea de la seriedad de la situación… ¿Cómo habéis llegado a esto? ¿Qué ha pasado? — Ella tragó saliva, y al volver a mirarle, ya sí sintió cómo le temblaba el labio inferior y se le llenaban los ojos de lágrimas. — Mi padre se… Se hundió mucho después de lo de mi madre. Tenía delirios y… Fue muy duro, y mi padre no está bien, Hasan, pero él no ha hecho lo que dicen. — Le dolía en el alma mentirle a Jacobs, que lo que había querido siempre era ayudarla, pero Emma lo había dejado claro: lo de Pascua no había pasado. — ¿Qué es lo de la propiedad del ministerio que le acusan? — Ella negó con la cabeza y perdió la mirada. — Dicen que robó un giratiempo… — Se encogió de hombros y dejó caer los párpados. — No sé con qué base, ni para qué iba mi padre a hacer eso, pero es de lo que le acusan. Y a nosotros de encubrirlo. — Jacobs ladeó la cabeza. — Bueno… Será que alguien le ha acusado y faltará un giratiempo de las cámaras. — Alice le miró a los ojos. — Uno no, deben faltar varios, no me hagas creer que no se pierde nada aquí, Hasan. — Él rio. — Sí, no te lo voy a negar yo precisamente. — Alguien le ha hecho la cama a mi padre. Y sé quién, los Van Der Luyden, lo que no sé es a quien han untado de aquí. — Hasan asintió lentamente, y se quedó pensativo, mirando a la nada.
Así estuvieron unos segundos, en silencio, hasta que Jacobs puso media sonrisilla y alzó una ceja. — Así que… ¿Tu madre se escapó de casa y entró ilegalmente en el país, desde un barco muggle, embarazada de ti? — Ella rio un poco y se encogió de hombros, con las palmas hacia arriba. — Cuando creías que yo estaba loca y metía la pata repetidamente… Conociste a mi familia. — Hasan rio un poco. — No me parece que estuviera loca. Me da envidia alguien tan decidido y con suficiente confianza. — Ella chasqueó la lengua y movió la cabeza. — Creo que no se paró a pensarlo mucho. Al final le salió bien, pero… Ahora estamos pagando las consecuencias. — Él se puso en la silla de al lado y vio cómo hacía un gesto hacia ella y se retiraba al final. — Mira, Gal, si algo he aprendido es que la gente mala no necesita una excusa o un motivo para hacerte daño. Quien lo hace mal es quien hace el daño, nunca quien lo recibe. Tú habrás hecho… Pues cosas bien y mal como todos pero nada, nada de lo que hayas hecho, merece que la gente que no quiso a tu madre, que, de hecho, nos os quiso a tu padre y a ti, os quite a tu hermano. — Ella sorbió y se limpió las lágrimas y asintió. — Lo sé, pero… Esto se hace cuesta arriba y me cuesta… Admitir todo lo que hemos hecho mal, la verdad, me avergüenza. — Hasan le dio espacio para respirar y tranquilizarse y le dio un pañuelo para enjugarse las lágrimas. — ¿Es por eso que has tardado tanto en recurrir a mí? — Preguntó cuando la vio más serena Ella soltó una risa cínica, removiéndose en la silla. — Pues porque tú no eres… No estás aquí para servirme a mí, vaya. — Él se inclinó hacia ella. — ¿Crees que no te habría ayudado? ¿Que no habría movido todo lo que pudiera mover? — ¡Es que no quiero que hagas eso! — Pero, ¿por qué no? ¿Es que creías que iba a pedirte algo a cambio? Ya te lo dije, Gal, hace mucho. — Se acercó un poco más y le quitó las manos de la cara, porque ya se la había vuelto a tapar. — A ti nunca te pido nada a cambio. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Tú solo tienes que pedir. —
Cuando se quedaron solos, miró a Hasan desde la silla y él se cruzó de brazos con un suspiro. — A ver, Gal, que yo me haga una idea de la seriedad de la situación… ¿Cómo habéis llegado a esto? ¿Qué ha pasado? — Ella tragó saliva, y al volver a mirarle, ya sí sintió cómo le temblaba el labio inferior y se le llenaban los ojos de lágrimas. — Mi padre se… Se hundió mucho después de lo de mi madre. Tenía delirios y… Fue muy duro, y mi padre no está bien, Hasan, pero él no ha hecho lo que dicen. — Le dolía en el alma mentirle a Jacobs, que lo que había querido siempre era ayudarla, pero Emma lo había dejado claro: lo de Pascua no había pasado. — ¿Qué es lo de la propiedad del ministerio que le acusan? — Ella negó con la cabeza y perdió la mirada. — Dicen que robó un giratiempo… — Se encogió de hombros y dejó caer los párpados. — No sé con qué base, ni para qué iba mi padre a hacer eso, pero es de lo que le acusan. Y a nosotros de encubrirlo. — Jacobs ladeó la cabeza. — Bueno… Será que alguien le ha acusado y faltará un giratiempo de las cámaras. — Alice le miró a los ojos. — Uno no, deben faltar varios, no me hagas creer que no se pierde nada aquí, Hasan. — Él rio. — Sí, no te lo voy a negar yo precisamente. — Alguien le ha hecho la cama a mi padre. Y sé quién, los Van Der Luyden, lo que no sé es a quien han untado de aquí. — Hasan asintió lentamente, y se quedó pensativo, mirando a la nada.
Así estuvieron unos segundos, en silencio, hasta que Jacobs puso media sonrisilla y alzó una ceja. — Así que… ¿Tu madre se escapó de casa y entró ilegalmente en el país, desde un barco muggle, embarazada de ti? — Ella rio un poco y se encogió de hombros, con las palmas hacia arriba. — Cuando creías que yo estaba loca y metía la pata repetidamente… Conociste a mi familia. — Hasan rio un poco. — No me parece que estuviera loca. Me da envidia alguien tan decidido y con suficiente confianza. — Ella chasqueó la lengua y movió la cabeza. — Creo que no se paró a pensarlo mucho. Al final le salió bien, pero… Ahora estamos pagando las consecuencias. — Él se puso en la silla de al lado y vio cómo hacía un gesto hacia ella y se retiraba al final. — Mira, Gal, si algo he aprendido es que la gente mala no necesita una excusa o un motivo para hacerte daño. Quien lo hace mal es quien hace el daño, nunca quien lo recibe. Tú habrás hecho… Pues cosas bien y mal como todos pero nada, nada de lo que hayas hecho, merece que la gente que no quiso a tu madre, que, de hecho, nos os quiso a tu padre y a ti, os quite a tu hermano. — Ella sorbió y se limpió las lágrimas y asintió. — Lo sé, pero… Esto se hace cuesta arriba y me cuesta… Admitir todo lo que hemos hecho mal, la verdad, me avergüenza. — Hasan le dio espacio para respirar y tranquilizarse y le dio un pañuelo para enjugarse las lágrimas. — ¿Es por eso que has tardado tanto en recurrir a mí? — Preguntó cuando la vio más serena Ella soltó una risa cínica, removiéndose en la silla. — Pues porque tú no eres… No estás aquí para servirme a mí, vaya. — Él se inclinó hacia ella. — ¿Crees que no te habría ayudado? ¿Que no habría movido todo lo que pudiera mover? — ¡Es que no quiero que hagas eso! — Pero, ¿por qué no? ¿Es que creías que iba a pedirte algo a cambio? Ya te lo dije, Gal, hace mucho. — Se acercó un poco más y le quitó las manos de la cara, porque ya se la había vuelto a tapar. — A ti nunca te pido nada a cambio. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Tú solo tienes que pedir. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Rodó los ojos hacia Alice. No me recuerdes lo de la huelga, pensó. Cualquiera podría decirse que, con la que tenían encima, lo de la huelga le parecía ya una absoluta minucia... pero Marcus no había abandonado el cargo de prefecto con tanta facilidad ni olvidaba una traición tan rápido. Iba a tener que hacer de tripas corazón, y utilizar el arma de "Alice la enfermera de niños", a ver si era mejor que fingir que se llevaban divinamente. Porque él dudaba mucho de que Maggie estuviera en buenos términos con él, pero bueno.
Sonrió levemente. - Yo también te amo. - Devolvió con sinceridad. Mucho, la amaba mucho, no se estaría enfrentando a aquello si no, lo podían tener bien claro todos los presentes. A Jacobs le echó una mirada entornada. - Ya. - Dijo simplemente, con una sonrisa irónica. A ver si me voy a tener que arrepentir de dejaros solos. Claramente tenía el ánimo crispado con todo lo que estaba sucediendo, así que mejor se iba ya. - Vuelvo enseguida. -
"Departamento de Asuntos Exteriores". Así rezaba el letrero de la calle por la que acababa de girar, después de varios quiebros y ascensores. El Ministerio de Magia era un laberinto y tenía muchas zonas restringidas y otras tan circulares que, cuando te querías dar cuenta, estabas en el punto de inicio otra vez. Pero había llegado a dar con el lugar con relativa facilidad, teniendo en cuenta que no era nada intuitivo el camino. La vio hablando con otro mago, de espaldas. Tomó aire, acercándose a ella. No tenía ni idea de cómo le iba a recibir, pero él se tenía que mostrar lo más amable posible. Tenía las de perder si la enfadaba.
- ...Oh, creo que ahí viene la persona que te buscaba. ¡Nos vemos! - ¡Vale! Gracias, Rubens. - El otro mago le había detectado por la pista que debió lanzar Jacobs cuando envió su mensaje interno, y ahí Maggie se giró y le vio. Y Marcus vio como alzaba una ceja, con los labios ligeramente entreabiertos en una irónica sonrisa de incredulidad. - Marcus O'Donnell. - Él sonrió, frunciendo los labios, e hizo un gesto cortés con la cabeza. - Hola, Maggie. - Hizo un gesto con una mano y, tratando de sonar cordial, dijo. - Te sienta bien el Ministerio. - Maggie arqueó la ceja aún más y él carraspeó, retirando la mirada. Mala entrada. - Supongo que tú eres el "antiguo compañero que necesita un asunto muy urgente que solucionar." - Dejó escapar una leve risa incómoda y dijo. - Debo serlo, sí. - Ella asintió lentamente, mirándole. Vale, no podía dejarse arrastrar por sus prejuicios, porque ya estaba empezando a sentir que la chica estaba encantada de sentirse en una posición de poder con respecto a él, y eso no le gustaba nada. Pensó en Alice, en Dylan, en William... y tragó saliva. No se iba a mover de allí, mínimo, hasta que expusiera su caso. No podía llegar ante su novia con las manos vacías. Le había oído esperanza en la voz por primera vez desde hacía un mes y no podía tirarla a la basura solo por cuestiones de orgullo.
- ¿De qué se trata? - Dijo ella, cruzada de brazos. ¿Ni una pullita? ¿Ni una ironía? Quizás las lanzaba después... Vale, Marcus, deja de estar tan predispuesto. Llenó el pecho de aire y lo soltó poco a poco. - Estamos teniendo algunos problemas con la burocracia, por decirlo así. Ha ocurrido algo de gravedad en nuestra familia y necesitamos un visado de permanencia indefinida en Nueva York que no nos conceden. - La chica asintió, con serenidad. - Pasa. - Y entró en el despacho de al lado. Bordeó su mesa, haciéndole en el camino un gesto para que se sentara, e hizo ella lo mismo al otro lado, elevando a punta de varita una montaña de papeles que se empezaron a disponer en fila ante ella, y a desfilar y apartarse conforme no eran lo que buscaba. Hasta que llegó a un pergamino que atrapó en su mano, dejando al resto en la mesa de nuevo. - "O'Donnell, Marcus. Visado de permanencia indefinida para los Estados Unidos de América. Concedido hoy día 29 de julio de 2002 y válido desde la fecha de firma". - La mujer alzó la cabeza, con una ceja alzada una vez más, y le mostró el papel. - ¿Es esto lo que buscas? Está concedido. - Ya, ya, lo sé. Es... no es para mí. - La chica volvió a mirar los papeles y estos se elevaron de nuevo, mientras Marcus veía como se tragaba un suspiro. - Ya, te he oído hablar en plural, pero al no especificarme... ¿Algún familiar? Eres el único O'Donnell que veo... - No lleva mi apellido. - Se le escapó con una risilla. ¿Qué estás haciendo que no vas al grano, Marcus? Se dijo a sí mismo. Y Maggie también debía estar preguntándoselo, porque volvió a mirarle con las cejas arqueadas y su cara de hastío era cada vez más evidente.
Marcus se aclaró la garganta y decidió abordarlo ya de una vez por todas. - Es para mi pareja. - Y ahí vio a la chica esbozar una sonrisita con los labios fruncidos que le dio escalofríos. - Déjame adivinar... ¿Gallia, Alice? - Marcus se mojó los labios y, tras un par de segundos, asintió. Maggie dejó escapar una leve carcajada, muy baja pero muy cargada de sarcasmo. - Ya hay que tener cuajo, O'Donnell, de pedirle un favor para tu novia a la chica a la que rechazaste por ella. - No sabía que eras tú la que estaba en este departamento. - Qué mala suerte has tenido, entonces... - Y no te rechacé por ella. - Siguió, siendo bastante claro al respecto. La otra se cruzó de brazos, sin perder la sonrisilla, y se reclinó en su asiento. Aquello estaba yendo a peor... - Es verdad, no te enfadaste conmigo por ella. Cuéntame, el visado indefinido a Estados Unidos, ¿es para visitar al prefecto Graves? ¿Vais a pedirle ayuda para ver si podéis trasladar el caso de la huelga de Ravenclaw al tribunal constitucional? - Se han llevado a su hermano. - Zanjó. No estaba para ironías y no iba a dar pábulo a ninguna más. La cara de Maggie cambió de repente y se le borró la sonrisa.
Amplió la información, mirándola a los ojos. - Alice tiene un hermano pequeño, Dylan Gallia. No le conoces porque entró en primero el año pasado. Jane Gallia, su madre, falleció en 1998. Era estadounidense, su familia materna vive allí. Se apellidan Van Der Luyden, puedes buscar Jane Van Der Luyden, era su nombre de soltera. Han reclamado la custodia de Dylan y se lo llevaron hace tres semanas cautelarmente. No sabemos nada de él, no nos han dado opción de hacer nada. Me voy con ella a Nueva York, a enfrentarme a esa familia si hace falta, pero a no volvernos hasta que no tengamos a Dylan. Tengo parientes allí por parte paterna, por eso yo tengo el visado, pero esa gente se las ha ingeniado para reconocer la consanguineidad con Dylan y dejar a Alice excluida, y por eso ella no puede pedir el suyo. Querríamos irnos por las vías legales, no podemos permitirnos más problemas, pero no queremos que Dylan pase un solo día más en esa casa. - Lo había dicho todo de corrido. Ahora Maggie tenía una expresión de gravedad y leve tristeza en el rostro. - ¿Es buen resumen? - Preguntó. Maggie tragó saliva, se descruzó de brazos, se incorporó en la silla y, sin decir nada más, comenzó de nuevo a revisar papeles.
Sonrió levemente. - Yo también te amo. - Devolvió con sinceridad. Mucho, la amaba mucho, no se estaría enfrentando a aquello si no, lo podían tener bien claro todos los presentes. A Jacobs le echó una mirada entornada. - Ya. - Dijo simplemente, con una sonrisa irónica. A ver si me voy a tener que arrepentir de dejaros solos. Claramente tenía el ánimo crispado con todo lo que estaba sucediendo, así que mejor se iba ya. - Vuelvo enseguida. -
"Departamento de Asuntos Exteriores". Así rezaba el letrero de la calle por la que acababa de girar, después de varios quiebros y ascensores. El Ministerio de Magia era un laberinto y tenía muchas zonas restringidas y otras tan circulares que, cuando te querías dar cuenta, estabas en el punto de inicio otra vez. Pero había llegado a dar con el lugar con relativa facilidad, teniendo en cuenta que no era nada intuitivo el camino. La vio hablando con otro mago, de espaldas. Tomó aire, acercándose a ella. No tenía ni idea de cómo le iba a recibir, pero él se tenía que mostrar lo más amable posible. Tenía las de perder si la enfadaba.
- ...Oh, creo que ahí viene la persona que te buscaba. ¡Nos vemos! - ¡Vale! Gracias, Rubens. - El otro mago le había detectado por la pista que debió lanzar Jacobs cuando envió su mensaje interno, y ahí Maggie se giró y le vio. Y Marcus vio como alzaba una ceja, con los labios ligeramente entreabiertos en una irónica sonrisa de incredulidad. - Marcus O'Donnell. - Él sonrió, frunciendo los labios, e hizo un gesto cortés con la cabeza. - Hola, Maggie. - Hizo un gesto con una mano y, tratando de sonar cordial, dijo. - Te sienta bien el Ministerio. - Maggie arqueó la ceja aún más y él carraspeó, retirando la mirada. Mala entrada. - Supongo que tú eres el "antiguo compañero que necesita un asunto muy urgente que solucionar." - Dejó escapar una leve risa incómoda y dijo. - Debo serlo, sí. - Ella asintió lentamente, mirándole. Vale, no podía dejarse arrastrar por sus prejuicios, porque ya estaba empezando a sentir que la chica estaba encantada de sentirse en una posición de poder con respecto a él, y eso no le gustaba nada. Pensó en Alice, en Dylan, en William... y tragó saliva. No se iba a mover de allí, mínimo, hasta que expusiera su caso. No podía llegar ante su novia con las manos vacías. Le había oído esperanza en la voz por primera vez desde hacía un mes y no podía tirarla a la basura solo por cuestiones de orgullo.
- ¿De qué se trata? - Dijo ella, cruzada de brazos. ¿Ni una pullita? ¿Ni una ironía? Quizás las lanzaba después... Vale, Marcus, deja de estar tan predispuesto. Llenó el pecho de aire y lo soltó poco a poco. - Estamos teniendo algunos problemas con la burocracia, por decirlo así. Ha ocurrido algo de gravedad en nuestra familia y necesitamos un visado de permanencia indefinida en Nueva York que no nos conceden. - La chica asintió, con serenidad. - Pasa. - Y entró en el despacho de al lado. Bordeó su mesa, haciéndole en el camino un gesto para que se sentara, e hizo ella lo mismo al otro lado, elevando a punta de varita una montaña de papeles que se empezaron a disponer en fila ante ella, y a desfilar y apartarse conforme no eran lo que buscaba. Hasta que llegó a un pergamino que atrapó en su mano, dejando al resto en la mesa de nuevo. - "O'Donnell, Marcus. Visado de permanencia indefinida para los Estados Unidos de América. Concedido hoy día 29 de julio de 2002 y válido desde la fecha de firma". - La mujer alzó la cabeza, con una ceja alzada una vez más, y le mostró el papel. - ¿Es esto lo que buscas? Está concedido. - Ya, ya, lo sé. Es... no es para mí. - La chica volvió a mirar los papeles y estos se elevaron de nuevo, mientras Marcus veía como se tragaba un suspiro. - Ya, te he oído hablar en plural, pero al no especificarme... ¿Algún familiar? Eres el único O'Donnell que veo... - No lleva mi apellido. - Se le escapó con una risilla. ¿Qué estás haciendo que no vas al grano, Marcus? Se dijo a sí mismo. Y Maggie también debía estar preguntándoselo, porque volvió a mirarle con las cejas arqueadas y su cara de hastío era cada vez más evidente.
Marcus se aclaró la garganta y decidió abordarlo ya de una vez por todas. - Es para mi pareja. - Y ahí vio a la chica esbozar una sonrisita con los labios fruncidos que le dio escalofríos. - Déjame adivinar... ¿Gallia, Alice? - Marcus se mojó los labios y, tras un par de segundos, asintió. Maggie dejó escapar una leve carcajada, muy baja pero muy cargada de sarcasmo. - Ya hay que tener cuajo, O'Donnell, de pedirle un favor para tu novia a la chica a la que rechazaste por ella. - No sabía que eras tú la que estaba en este departamento. - Qué mala suerte has tenido, entonces... - Y no te rechacé por ella. - Siguió, siendo bastante claro al respecto. La otra se cruzó de brazos, sin perder la sonrisilla, y se reclinó en su asiento. Aquello estaba yendo a peor... - Es verdad, no te enfadaste conmigo por ella. Cuéntame, el visado indefinido a Estados Unidos, ¿es para visitar al prefecto Graves? ¿Vais a pedirle ayuda para ver si podéis trasladar el caso de la huelga de Ravenclaw al tribunal constitucional? - Se han llevado a su hermano. - Zanjó. No estaba para ironías y no iba a dar pábulo a ninguna más. La cara de Maggie cambió de repente y se le borró la sonrisa.
Amplió la información, mirándola a los ojos. - Alice tiene un hermano pequeño, Dylan Gallia. No le conoces porque entró en primero el año pasado. Jane Gallia, su madre, falleció en 1998. Era estadounidense, su familia materna vive allí. Se apellidan Van Der Luyden, puedes buscar Jane Van Der Luyden, era su nombre de soltera. Han reclamado la custodia de Dylan y se lo llevaron hace tres semanas cautelarmente. No sabemos nada de él, no nos han dado opción de hacer nada. Me voy con ella a Nueva York, a enfrentarme a esa familia si hace falta, pero a no volvernos hasta que no tengamos a Dylan. Tengo parientes allí por parte paterna, por eso yo tengo el visado, pero esa gente se las ha ingeniado para reconocer la consanguineidad con Dylan y dejar a Alice excluida, y por eso ella no puede pedir el suyo. Querríamos irnos por las vías legales, no podemos permitirnos más problemas, pero no queremos que Dylan pase un solo día más en esa casa. - Lo había dicho todo de corrido. Ahora Maggie tenía una expresión de gravedad y leve tristeza en el rostro. - ¿Es buen resumen? - Preguntó. Maggie tragó saliva, se descruzó de brazos, se incorporó en la silla y, sin decir nada más, comenzó de nuevo a revisar papeles.
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Ella se mordió los labios por dentro y negó. — No puedo hacer eso. Además puede que ya te haya metido en bastantes líos con la dichosa lista. — Él soltó una risa entre dientes. — ¿Y qué me van a hacer? Llamarme pardillo, como mucho, por haberte rechazado cuando tuve la oportunidad y luego tirarme dos años detrás de ti como un auténtico paleto, mientras interrogan a todas las chavalas de Hogwarts con las que me lie en aquella época para comprobar que no me tenías hechizado ni nada de eso. — Los dos se rieron con ganas de eso, y Alice negó con la cabeza. — Pero bueno, a parte de eso, da igual que no me pidas nada a cambio. Marcus es mi novio y la persona que amo y ya me pesa que haga todo esto por mí. — Pues no sé por qué, la verdad. Te quiere de verdad, y por la gente que amas se hace esto y mucho más. — Ella negó, volviendo a llorar. — Tú no sabes todo lo que cargamos en la mochila, Hasan, ha sido un año… Un año muy muy complicado. Ya no puedo pedirle más. Ni a él ni a nadie. — El chico pareció suspirar y valorar mucho sus palabras antes de hablar. — No conocía a tu madre, pero… Ella sí parecía tener bastante claro que por lo que uno ama se hace lo que se tenga que hacer. ¿No irás a decirle a Marcus O’Donnell que es menos que nadie en algo, aunque esa persona sea tu madre? — Los dos rieron y ella volvió a limpiarse las lágrimas residuales.
— Pero sí hay una cosa que me… Descuadra. — Ella le miró con el ceño fruncido. — ¿Por qué ahora? Es decir, hace un año. Tu madre ya había fallecido casi tres años antes, ese hubiera sido el momento si realmente querían hacer algo. — Ella frunció el ceño, pero luego entornó los ojos y negó con la cabeza. — Y yo que sé, Hasan… Si lo que importa es que lo han hecho. — Él movió la cabeza de lado a lado. — Bueno, yo diría que sí importa bastante, si lo que quieres es traerte de vuelta a tu hermano. Piénsalo, Gal: echaron a tu madre por la vergüenza de que su hija se hubiera quedado embarazada fuera del matrimonio, y porque, seamos sinceros, era una provocación. — Alice abrió mucho los ojos. — Se nota que no conocías a mi madre. Te aseguro que en toda su vida pensó en provocar a nadie. — No, pero sí conozco, y muy bien, a la gente como los Van Der Luyden, y sé que el hecho de que les desafíen, se lo toman como una provocación. — Ella suspiró. De verdad qué ajeno y difícil se le hacía ese mundo. — Bueno, y si se lo tomaron así, ¿qué? Sigue sin explicar que se hayan llevado a mi hermano. — ¡Exacto! Eso es lo que me escama de todo esto. Porque bueno, ante todos sus conocidos no podrían negar que tenían una hija y que dicha hija se ha escapado, en un escándalo enorme, con su superior a Inglaterra, sin el beneplácito y en semejantes circunstancias… Pero sí podían hacer un ejemplo de ella y condenarla al ostracismo, hasta tal punto de no ir ni al funeral. Pero entonces, tres años después, deciden traerse… ¿Solo a uno de sus hijos? ¿Y arriesgarse a que les vean como unos blandos que al final perdonaron al menos a uno de los hijos de la hija díscola que llevan renegando Merlín sabe cuánto tiempo? — Ella se encogió de hombros. — Será que me han dado por perdida. O que, a estas alturas, solo podrían tener poder sobre Dylan, por ser menor. — Jacobs apretó los labios y negó, pensativo. — ¿Este primo tuyo… te ha contado algún cambio en casa de tus abuelos? Algo que haya hecho que tengan que recurrir a esa rama perdida de tu madre. — Ella suspiró y trató de hacer memoria, pero se desesperó una vez más. — No lo sé, Hasan, de verdad que yo tampoco lo entiendo. Y claramente no soy la mejor a la que preguntar, porque… — Dejó salir el aire y cerró los ojos un momento. — Para mí no todas las acciones van aparejadas a una búsqueda de un beneficio o una ventaja. — El chico aceptó el dardo con tranquilidad. — Ya, pero para esa gente sí. Tienes que preguntarte qué ganan los Van Der Luyden con Dylan allí. — Ella levantó las palmas de las manos y apretando los labios. — Hacernos daño. Castigarnos. — Jacobs negó. — Hay algo más. Y eso es lo que tienes que averiguar… Si lo haces, ahí tendrás con qué puedes negociar. Y conozco alguien que te puede ayudar inmensamente con eso en América. — Tocó otro pergamino, que pareció que iba a despegar, pero Jacobs se arrepintió y lo dejó en el mismo sitio. — Y ahora que lo pienso, con ese no vas a necesitar mi influencia, precisamente. — Ella le miró con desconcierto. — ¿No has tenido noticias de la señora Graves y su esposo últimamente? Creo recordar que ambos te tenían un cariño especial. — Dijo con una sonrisilla traviesa.
— Pero sí hay una cosa que me… Descuadra. — Ella le miró con el ceño fruncido. — ¿Por qué ahora? Es decir, hace un año. Tu madre ya había fallecido casi tres años antes, ese hubiera sido el momento si realmente querían hacer algo. — Ella frunció el ceño, pero luego entornó los ojos y negó con la cabeza. — Y yo que sé, Hasan… Si lo que importa es que lo han hecho. — Él movió la cabeza de lado a lado. — Bueno, yo diría que sí importa bastante, si lo que quieres es traerte de vuelta a tu hermano. Piénsalo, Gal: echaron a tu madre por la vergüenza de que su hija se hubiera quedado embarazada fuera del matrimonio, y porque, seamos sinceros, era una provocación. — Alice abrió mucho los ojos. — Se nota que no conocías a mi madre. Te aseguro que en toda su vida pensó en provocar a nadie. — No, pero sí conozco, y muy bien, a la gente como los Van Der Luyden, y sé que el hecho de que les desafíen, se lo toman como una provocación. — Ella suspiró. De verdad qué ajeno y difícil se le hacía ese mundo. — Bueno, y si se lo tomaron así, ¿qué? Sigue sin explicar que se hayan llevado a mi hermano. — ¡Exacto! Eso es lo que me escama de todo esto. Porque bueno, ante todos sus conocidos no podrían negar que tenían una hija y que dicha hija se ha escapado, en un escándalo enorme, con su superior a Inglaterra, sin el beneplácito y en semejantes circunstancias… Pero sí podían hacer un ejemplo de ella y condenarla al ostracismo, hasta tal punto de no ir ni al funeral. Pero entonces, tres años después, deciden traerse… ¿Solo a uno de sus hijos? ¿Y arriesgarse a que les vean como unos blandos que al final perdonaron al menos a uno de los hijos de la hija díscola que llevan renegando Merlín sabe cuánto tiempo? — Ella se encogió de hombros. — Será que me han dado por perdida. O que, a estas alturas, solo podrían tener poder sobre Dylan, por ser menor. — Jacobs apretó los labios y negó, pensativo. — ¿Este primo tuyo… te ha contado algún cambio en casa de tus abuelos? Algo que haya hecho que tengan que recurrir a esa rama perdida de tu madre. — Ella suspiró y trató de hacer memoria, pero se desesperó una vez más. — No lo sé, Hasan, de verdad que yo tampoco lo entiendo. Y claramente no soy la mejor a la que preguntar, porque… — Dejó salir el aire y cerró los ojos un momento. — Para mí no todas las acciones van aparejadas a una búsqueda de un beneficio o una ventaja. — El chico aceptó el dardo con tranquilidad. — Ya, pero para esa gente sí. Tienes que preguntarte qué ganan los Van Der Luyden con Dylan allí. — Ella levantó las palmas de las manos y apretando los labios. — Hacernos daño. Castigarnos. — Jacobs negó. — Hay algo más. Y eso es lo que tienes que averiguar… Si lo haces, ahí tendrás con qué puedes negociar. Y conozco alguien que te puede ayudar inmensamente con eso en América. — Tocó otro pergamino, que pareció que iba a despegar, pero Jacobs se arrepintió y lo dejó en el mismo sitio. — Y ahora que lo pienso, con ese no vas a necesitar mi influencia, precisamente. — Ella le miró con desconcierto. — ¿No has tenido noticias de la señora Graves y su esposo últimamente? Creo recordar que ambos te tenían un cariño especial. — Dijo con una sonrisilla traviesa.
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Durante al menos dos minutos completos, Maggie se dedicó concienzudamente a mirar papeles, uno por uno, casi con lupa. Al principio simplemente parecía estar pasando páginas, buscando un nombre extraviado que debía andar por alguna parte, zanjar ese asunto y que Marcus se fuera. Pero no lo estaba encontrando, y Marcus podía detectar en la mirada de alguien cuando no estaba comprendiendo por qué algo en apariencia muy simple se estaba tornando absurdamente complicado. Mientras Maggie buscaba insistentemente, en silencio, Marcus miraba a ninguna parte en particular: a la mesa, a la ventana tras ella, a la pared, a los papeles que iba descartando... a ella de refilón, para verla ciertamente interesada en encontrar el maldito papel. En silencio y prácticamente para sí, llenó el pecho de aire y lo echó lentamente. Les estaban haciendo un trato de favor y ni por esas iban a poder conseguir el dichoso visado. La incomodidad por estar a solas con Maggie Geller no era ya absolutamente nada en comparación con la desagradable sensación que sentía ante la perspectiva de quedarse con ese asunto sin resolver.
- Van Der Luyden. - Dijo Maggie muy concentrada, rompiendo el silencio de repente, con un papel en la mano. Marcus se inclinó hacia delante y ella comenzó a leer. - Peter y Lucy Van Der Luyden. Dos hijos: Theodore Van der Luyden y Lucy Van Der Luyden. - Le miró. - Me has dicho que su madre se llamaba Jane. - Marcus asintió. Maggie siguió mirando, pero le llevó otro rato dar con ella. - Aquí. Jane Van Der Luyden... - Más silencio y más inspección ceñuda por parte de la mujer. - No hay rastro de ella. - Pasó más papeles. - Debería haber al menos un informe de fallecimiento... Ah, espera. Gallia. - Marcus empezó a jugar con las manos, nervioso, pero al menos no se podía decir que la otra no lo estaba intentando. - Jane Gallia, aquí sí aparece. Descendencia... Dylan Gallia. Hijo de William y Jane Gallia. - ¿Y Alice? - Maggie tenía el ceño tan fruncido mientras daba más y más vueltas a los documentos que casi se le juntaban por la nariz. - A ver... esto está alterado. Por Merlín, alguien ha metido la mano aquí. ¿Sabes si...? ¿Cabe la posibilidad de que...? - ¿Hubiera un topo de los Van Der Luyden en el Ministerio? - Completó Marcus. Maggie hizo una mueca. - No quería decirlo así pero... sí. - Te confirmo que lo había. - La chica abrió mucho los ojos y parpadeó. - ¿Cóm...? - No sé su identidad, pero por lo que me ha dicho mi madre ha sido expulsado de aquí y se tomarán medidas. - Maggie soltó un bufido indignado, dando con los papeles en la mesa. - No me lo puedo creer... - Marcus frunció los labios, asintiendo con resignación. Pues sí, así estaban las cosas.
- Vale, dame un minuto. - Dejó los papeles a un lado y, al igual que hizo Jacobs, tomó uno de los pergaminos de mensajería, escribiendo un mensaje y enviándolo. Luego suspiró y volvió a su tarea, pero esta vez hablando. - Vale, te explico así un poco... por encima, porque ni yo misma alcanzo a la complejidad de esto, solo llevo un año aquí y apenas unos meses en este puesto, pero para que te hagas una idea aproximada: alguien de asuntos internos ha alterado este expediente. De cara a toda la documentación interna, a gestiones del país por así decirlo, a todo lo que tengáis que hacer en Inglaterra, la documentación familiar comienza con el matrimonio de William y Jane Gallia, que tienen dos hijos, Alice y Dylan Gallia. Jane falleció efectivamente en 1998. La familia de William Gallia figura sin problemas, pero de Jane solo tenemos que es inglesa por matrimonio, estadounidense de nacimiento. - Maggie echó aire por la nariz. - El problema es la documentación que aparece en asuntos externos. Por algún motivo absolutamente ilógico, lo que en Inglaterra figura como un matrimonio con dos hijos, en documentación para extranjería figura como un matrimonio de un solo hijo: Dylan. - Marcus frunció el ceño. - Pero eso no tiene ningún sentido. - Lo sé, porque de hecho, Alice figura como persona física, es decir, documentalmente existe. Pero solo figura como hija de William Gallia, no como hija de Jane Gallia. - Marcus se frotó la cara. - Vale, aunque parece muy engorroso, porque lo es, solo hay que acudir a la lógica para demostrar que aquí hay un error. - ¡Gracias! - Respondió con un gran componente sarcástico, destapándose la cara súbitamente, en un acto impulsivo. Se arrepintió al segundo, pero Maggie parecía estar escondiendo una sonrisilla. Marcus soltó aire. - Perdón... estamos muy nerviosos. - No te preocupes. No es la primera vez que hablo con Marcus O'Donnell. - La miró con los ojos entornados, pero ella solo rio levemente y continuó su explicación.
- He pedido información al departamento de legal de lo que me acabas de decir, porque que un infiltrado de una familia poderosa que ni siquiera es del país altere documentación de civiles es un absoluto escándalo. El Ministerio... tiene sus cosas, y una de ellas es que no tolera los escándalos. - Rodó los ojos. - Pero una cosa es que no se sepa fuera, y otra es que no lo sepamos los trabajadores. Esto me va a costar repararlo a mí... - Murmuró eso último, y después se frotó la frente. - Pero tiene arreglo. Probablemente... tenga que... - Siguió frotándose la frente. Se notaba que se estaba estrujando el cerebro y pensando en voz alta. - Vale, eeemm... vale, lo intentaré así. Dame un minuto. - Y volvió a los papeles.
Silencio otra vez, aunque este duró menos. Marcus intentó relajarse un poco y echarse hacia atrás en el asiento, aunque seguía en tensión. Fue ella quien, mientras miraba documentos, empezó a hablar. - Hubo un incendio. En Hogwarts, en mayo del curso pasado ¿no? - No sabía bien a qué venía eso, pero Marcus la miró y asintió. - Sí, sí... Pasamos un buen susto, pero se controló relativamente rápido. - ¿Tuviste que intervenir? - Un poco... Bueno, sí, estuve donde el fuego. - Se detuvo, aunque esta vez no soltó los papeles de golpe, y le miró con comprensión. - Debiste pasar mucho miedo. - Marcus frunció los labios y asintió. - Aunque no me pasó nada, afortunadamente. A Olympia sí. - ¿¿En serio?? ¿Pero está bien? - ¡Sí, sí! Está perfectamente, pero... casi me cae una viga encima y ella me empujó, lo cierto es que me salvó la vida. - Por Dios, Marcus... - Le cayó en la pierna, se hizo una quemadura muy fea, pero se curó rápido. Por fortuna no hay que lamentar nada. - Maggie soltó aire, apesadumbrada. - Fue en la Torre Gryffindor... ¿quedó muy mal? - Marcus negó rápidamente. - Qué va. Antes de irnos pudimos ver la sala común por dentro y los profesores y los alumnos de Gryffindor habían hecho un trabajo excelente, y la torre está bien. Fue más aparatoso que grave. Tus compañeros fueron muy valientes... dignos de su casa. - Ella sonrió levemente, asintió y volvió a los papeles... Pero apenas habían pasado unos segundos cuando precisó el por qué del tema que acababa de sacar.
- Cuando nos enteramos en casa, ya había pasado todo, por fortuna. Nos llegó una misiva del director y nos asustamos muchísimo. Mi hermana pequeña está en Gryffindor también, y aunque en la misiva ponía que estaba en perfecto estado, ella y todos los alumnos, hasta que no nos llegó su carta al día siguiente no pudimos respirar tranquilos. - Había comentado eso como quien no quería la cosa. De repente, una vuelapluma se había activado tras ella, escribiendo a toda velocidad, mientras Maggie pasaba los ojos por el documento que tenía en sus manos, y rozaba el pergamino con el dedo, como siguiendo la línea de texto. Sin embargo, no estaba leyendo en voz alta, quizás mentalmente. Su conversación iba por otro lado. - Nos contó que pasó mucho miedo, que estuvo en la enfermería y que estaba a rebosar, que la enfermera Durrell no daba abasto... y que, como ella no estaba grave, la había atendido una alumna. Era una chica de séptimo, de Ravenclaw, y la ponía por las nubes: cariñosa, simpática, no le había dolido nada de nada lo que le había hecho, también tenía un hermano pequeño, le había dicho que no se preocupara... y que, cuando le preguntó por mí, dijo que me conocía, aunque no éramos del mismo curso. - Ahí, la vuelapluma se detuvo, porque Maggie había alzado la vista hacia él con una fina línea en los labios que parecía una sonrisa resignada. - Alice Gallia. - Marcus tragó saliva. Se le había olvidado ese pasaje por completo.
Maggia ahogó una risita y volvió a lo suyo, y la vuelapluma retomó su trabajo. - Se ve que no entró en detalles sobre de qué me conocía... - Hizo una pausa y, en tono más bajo, añadió. - Y eso también es de agradecer. - Marcus la miró a los ojos. Cuando la pluma se detuvo, la mujer tomó el documento, pero antes de especificarle qué era le miró a los ojos. - Cuando tienes un hermano pequeño y no puedes estar con él, no sabes lo que le está pasando, y te enteras de que ha ocurrido algo grave... lo pasas muy mal. No quieres que nada le dañe. - Hizo otra pausa. - Una persona que ha tratado a mi hermana así no se merece pasar por esas circunstancias con su propio hermano. - A Marcus le dio un fuerte latido el corazón. Entre otras cosas porque, dicho esto, Maggie tomó un sello de su mesa y lo estampó en el pergamino que tenía en las manos. Mientras lo hacía y dejaba su firma en este, explicó. - Es un documento provisional. Arreglar este entuerto lleva varios días, pero tienes mi palabra de que entre mañana y pasado estará resuelto, le pondré prioridad. Igualmente, tenéis este, que acredita desde asuntos exteriores que se trata de un fallo documental y que autoriza a Alice Gallia a viajar a Estados Unidos. Te enviaré una lechuza cuando el asunto esté arreglado. Solo tienes que venir con este documento en la mano y en la misma ventanilla te lo sustituirán por el visado oficial. - Maggie le miró a los ojos. - Yo no soy una Slytherin, Marcus. No pienso que lo hiciera para que yo le debiera nada, entre otras cosas porque no teníamos por qué volvernos a ver jamás. Pero lo cierto es que... no puedo dejar pasar una cosa así. - Le tendió el documento. - Ahora estamos en paz. - Marcus, que se había quedado mirándola con los ojos casi inundados de la propia tensión, lo tomó con manos temblorosas. Tragó saliva para que la voz no le saliera demasiado quebrada y respondió. - Gracias. - Maggie asintió y, con serenidad, dijo. - Hacédmelo saber cuando estéis de vuelta con él. Os deseo mucha suerte, Marcus. -
- Van Der Luyden. - Dijo Maggie muy concentrada, rompiendo el silencio de repente, con un papel en la mano. Marcus se inclinó hacia delante y ella comenzó a leer. - Peter y Lucy Van Der Luyden. Dos hijos: Theodore Van der Luyden y Lucy Van Der Luyden. - Le miró. - Me has dicho que su madre se llamaba Jane. - Marcus asintió. Maggie siguió mirando, pero le llevó otro rato dar con ella. - Aquí. Jane Van Der Luyden... - Más silencio y más inspección ceñuda por parte de la mujer. - No hay rastro de ella. - Pasó más papeles. - Debería haber al menos un informe de fallecimiento... Ah, espera. Gallia. - Marcus empezó a jugar con las manos, nervioso, pero al menos no se podía decir que la otra no lo estaba intentando. - Jane Gallia, aquí sí aparece. Descendencia... Dylan Gallia. Hijo de William y Jane Gallia. - ¿Y Alice? - Maggie tenía el ceño tan fruncido mientras daba más y más vueltas a los documentos que casi se le juntaban por la nariz. - A ver... esto está alterado. Por Merlín, alguien ha metido la mano aquí. ¿Sabes si...? ¿Cabe la posibilidad de que...? - ¿Hubiera un topo de los Van Der Luyden en el Ministerio? - Completó Marcus. Maggie hizo una mueca. - No quería decirlo así pero... sí. - Te confirmo que lo había. - La chica abrió mucho los ojos y parpadeó. - ¿Cóm...? - No sé su identidad, pero por lo que me ha dicho mi madre ha sido expulsado de aquí y se tomarán medidas. - Maggie soltó un bufido indignado, dando con los papeles en la mesa. - No me lo puedo creer... - Marcus frunció los labios, asintiendo con resignación. Pues sí, así estaban las cosas.
- Vale, dame un minuto. - Dejó los papeles a un lado y, al igual que hizo Jacobs, tomó uno de los pergaminos de mensajería, escribiendo un mensaje y enviándolo. Luego suspiró y volvió a su tarea, pero esta vez hablando. - Vale, te explico así un poco... por encima, porque ni yo misma alcanzo a la complejidad de esto, solo llevo un año aquí y apenas unos meses en este puesto, pero para que te hagas una idea aproximada: alguien de asuntos internos ha alterado este expediente. De cara a toda la documentación interna, a gestiones del país por así decirlo, a todo lo que tengáis que hacer en Inglaterra, la documentación familiar comienza con el matrimonio de William y Jane Gallia, que tienen dos hijos, Alice y Dylan Gallia. Jane falleció efectivamente en 1998. La familia de William Gallia figura sin problemas, pero de Jane solo tenemos que es inglesa por matrimonio, estadounidense de nacimiento. - Maggie echó aire por la nariz. - El problema es la documentación que aparece en asuntos externos. Por algún motivo absolutamente ilógico, lo que en Inglaterra figura como un matrimonio con dos hijos, en documentación para extranjería figura como un matrimonio de un solo hijo: Dylan. - Marcus frunció el ceño. - Pero eso no tiene ningún sentido. - Lo sé, porque de hecho, Alice figura como persona física, es decir, documentalmente existe. Pero solo figura como hija de William Gallia, no como hija de Jane Gallia. - Marcus se frotó la cara. - Vale, aunque parece muy engorroso, porque lo es, solo hay que acudir a la lógica para demostrar que aquí hay un error. - ¡Gracias! - Respondió con un gran componente sarcástico, destapándose la cara súbitamente, en un acto impulsivo. Se arrepintió al segundo, pero Maggie parecía estar escondiendo una sonrisilla. Marcus soltó aire. - Perdón... estamos muy nerviosos. - No te preocupes. No es la primera vez que hablo con Marcus O'Donnell. - La miró con los ojos entornados, pero ella solo rio levemente y continuó su explicación.
- He pedido información al departamento de legal de lo que me acabas de decir, porque que un infiltrado de una familia poderosa que ni siquiera es del país altere documentación de civiles es un absoluto escándalo. El Ministerio... tiene sus cosas, y una de ellas es que no tolera los escándalos. - Rodó los ojos. - Pero una cosa es que no se sepa fuera, y otra es que no lo sepamos los trabajadores. Esto me va a costar repararlo a mí... - Murmuró eso último, y después se frotó la frente. - Pero tiene arreglo. Probablemente... tenga que... - Siguió frotándose la frente. Se notaba que se estaba estrujando el cerebro y pensando en voz alta. - Vale, eeemm... vale, lo intentaré así. Dame un minuto. - Y volvió a los papeles.
Silencio otra vez, aunque este duró menos. Marcus intentó relajarse un poco y echarse hacia atrás en el asiento, aunque seguía en tensión. Fue ella quien, mientras miraba documentos, empezó a hablar. - Hubo un incendio. En Hogwarts, en mayo del curso pasado ¿no? - No sabía bien a qué venía eso, pero Marcus la miró y asintió. - Sí, sí... Pasamos un buen susto, pero se controló relativamente rápido. - ¿Tuviste que intervenir? - Un poco... Bueno, sí, estuve donde el fuego. - Se detuvo, aunque esta vez no soltó los papeles de golpe, y le miró con comprensión. - Debiste pasar mucho miedo. - Marcus frunció los labios y asintió. - Aunque no me pasó nada, afortunadamente. A Olympia sí. - ¿¿En serio?? ¿Pero está bien? - ¡Sí, sí! Está perfectamente, pero... casi me cae una viga encima y ella me empujó, lo cierto es que me salvó la vida. - Por Dios, Marcus... - Le cayó en la pierna, se hizo una quemadura muy fea, pero se curó rápido. Por fortuna no hay que lamentar nada. - Maggie soltó aire, apesadumbrada. - Fue en la Torre Gryffindor... ¿quedó muy mal? - Marcus negó rápidamente. - Qué va. Antes de irnos pudimos ver la sala común por dentro y los profesores y los alumnos de Gryffindor habían hecho un trabajo excelente, y la torre está bien. Fue más aparatoso que grave. Tus compañeros fueron muy valientes... dignos de su casa. - Ella sonrió levemente, asintió y volvió a los papeles... Pero apenas habían pasado unos segundos cuando precisó el por qué del tema que acababa de sacar.
- Cuando nos enteramos en casa, ya había pasado todo, por fortuna. Nos llegó una misiva del director y nos asustamos muchísimo. Mi hermana pequeña está en Gryffindor también, y aunque en la misiva ponía que estaba en perfecto estado, ella y todos los alumnos, hasta que no nos llegó su carta al día siguiente no pudimos respirar tranquilos. - Había comentado eso como quien no quería la cosa. De repente, una vuelapluma se había activado tras ella, escribiendo a toda velocidad, mientras Maggie pasaba los ojos por el documento que tenía en sus manos, y rozaba el pergamino con el dedo, como siguiendo la línea de texto. Sin embargo, no estaba leyendo en voz alta, quizás mentalmente. Su conversación iba por otro lado. - Nos contó que pasó mucho miedo, que estuvo en la enfermería y que estaba a rebosar, que la enfermera Durrell no daba abasto... y que, como ella no estaba grave, la había atendido una alumna. Era una chica de séptimo, de Ravenclaw, y la ponía por las nubes: cariñosa, simpática, no le había dolido nada de nada lo que le había hecho, también tenía un hermano pequeño, le había dicho que no se preocupara... y que, cuando le preguntó por mí, dijo que me conocía, aunque no éramos del mismo curso. - Ahí, la vuelapluma se detuvo, porque Maggie había alzado la vista hacia él con una fina línea en los labios que parecía una sonrisa resignada. - Alice Gallia. - Marcus tragó saliva. Se le había olvidado ese pasaje por completo.
Maggia ahogó una risita y volvió a lo suyo, y la vuelapluma retomó su trabajo. - Se ve que no entró en detalles sobre de qué me conocía... - Hizo una pausa y, en tono más bajo, añadió. - Y eso también es de agradecer. - Marcus la miró a los ojos. Cuando la pluma se detuvo, la mujer tomó el documento, pero antes de especificarle qué era le miró a los ojos. - Cuando tienes un hermano pequeño y no puedes estar con él, no sabes lo que le está pasando, y te enteras de que ha ocurrido algo grave... lo pasas muy mal. No quieres que nada le dañe. - Hizo otra pausa. - Una persona que ha tratado a mi hermana así no se merece pasar por esas circunstancias con su propio hermano. - A Marcus le dio un fuerte latido el corazón. Entre otras cosas porque, dicho esto, Maggie tomó un sello de su mesa y lo estampó en el pergamino que tenía en las manos. Mientras lo hacía y dejaba su firma en este, explicó. - Es un documento provisional. Arreglar este entuerto lleva varios días, pero tienes mi palabra de que entre mañana y pasado estará resuelto, le pondré prioridad. Igualmente, tenéis este, que acredita desde asuntos exteriores que se trata de un fallo documental y que autoriza a Alice Gallia a viajar a Estados Unidos. Te enviaré una lechuza cuando el asunto esté arreglado. Solo tienes que venir con este documento en la mano y en la misma ventanilla te lo sustituirán por el visado oficial. - Maggie le miró a los ojos. - Yo no soy una Slytherin, Marcus. No pienso que lo hiciera para que yo le debiera nada, entre otras cosas porque no teníamos por qué volvernos a ver jamás. Pero lo cierto es que... no puedo dejar pasar una cosa así. - Le tendió el documento. - Ahora estamos en paz. - Marcus, que se había quedado mirándola con los ojos casi inundados de la propia tensión, lo tomó con manos temblorosas. Tragó saliva para que la voz no le saliera demasiado quebrada y respondió. - Gracias. - Maggie asintió y, con serenidad, dijo. - Hacédmelo saber cuando estéis de vuelta con él. Os deseo mucha suerte, Marcus. -
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Ivanka
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Y podría jurar que, por primera vez en los últimos días, sintió un soplo de esperanza, la alegría de saber que, por fin, no había contado con algo, y ese algo era bueno. No se le había ocurrido pensar, para nada, que Howard y Monica estaban viviendo en Estados Unidos. Howard era diplomático, no debía ser difícil encontrarlo en cuanto llegaran al MACUSA. Al fin, alguien de referencia, alguien a quien recurrir, que podría cuidar de ellos como ya lo había hecho en Hogwarts hacía cinco años. — Tienes razón. Es el mejor contacto que puedo tener. — Jacobs rio entre dientes y movió la cabeza. — Que no vea tu novio cómo se te ha iluminado la cara solo de nombrar al prefecto Graves. — Alice rio un poco. — No seas tonto. Hay pocas cosas en la vida de las que Marcus y yo estemos tan seguros como de cómo nos amamos el uno al otro. — Eso hizo asentir al chico, mientras fruncía una sonrisa. — Y lo vuestro os costó, Ravenclaws. — Alice entornó los ojos. — Fundad un club de quejicas. No te veo con consecuencias a largo plazo. — Él se llevó una mano al pecho y puso una expresión teatral. — Señorita Gallia, probablemente futura señora O’Donnell en cuanto me distraiga un día y tu novio se arrodille con sus rizos perfectos y sus ojos de cordero degollado, sepa usted que hay muchas mujeres, de verdad, muy numerosas, ansiosas por descubrir qué esconde la oscura pero atractiva aura de este auror. — Eso la hizo reír sin poder evitarlo. — La señorita Chadwick sin ir más lejos. — Jacobs chasqueó la lengua. — Tonterías, con ella es todo muy… Inocente. — Rieron un poco más, pero al poco, él cambió la expresión. — Ahora en serio, Gal, investiga el por qué. Mirad qué pasó hace año y medio, ahí va a estar la clave. Algo tuvo que agitar a esas personas para actuar como están actuando. — Esa vez sí que le tendió la mano y Alice se la dio, estrechándola durante unos segundos. — No te mereces todo esto, pero saldréis adelante. Podría haberle pasado a personas menos inteligentes o con menos gente dispuesta a ayudarles. — En eso también tenía razón, desde luego.
Llamaron a la puerta y miró esperanzada, deseando que fuera Marcus, pero no, eran Rylance y Aaron. — ¿Cómo ha ido? — Rylance resopló un poco y Aaron puso su cara de inocente de siempre. — A ver, solo he dicho la verdad. — El abogado meneó la cabeza. — Yo hubiera hecho otra elección de palabras. El caso es que le han dado asilo, puede volver a Inglaterra sin consecuencias. — Alice frunció el ceño. — ¿Te pueden dar asilo de tu propia familia? — ¡Por lo visto sí! — Exclamó Aaron, claramente gratamente sorprendido. — Había pruebas de sobra. — No hacía falta tampoco contarles lo de la legeremancia. Le recomiendo que sea más discreto al respecto, señor McGrath. — Alice suspiró, y Jacobs la miró claramente sorprendido. — Bueno, ya está, lo importante es que lo habéis solucionado. Y lo mío espero que lo esté pronto. —
Y entonces Edward hizo lo que no le había visto hacer hasta ese momento, que fue derrumbarse en una de las sillas con notorio cansancio. Ella lo miró con lástima. — Lo siento, Rylance, estamos acabando con tu salud, me da un poco de pena tenerte así. — Jacobs rio y le palmeó el hombro. — Que no te engañe, que a él le encanta ser el héroe legal de las historias. — Y para su mayor sorpresa aún, Rylance rio entre dientes. Juraría que no le había visto ni sonreír, pero, cuando lo hacía, parecía definitivamente mucho más joven. — Realmente yo les tengo pena a ustedes, señorita Gallia. — Negó con la cabeza, con la mirada perdida. — Es un caso tan retorcido e… innecesariamente cruel, diría. Con todos ustedes. — Dijo mirando a Aaron también. — Para estas cosas me hice abogado, así que no lo sienta por mí. — ¿Ves? El picapleitos también piensa que hay gato encerrado. — Rylance se inclinó hacia delante y se rascó la barbilla. — Sí que es… inexplicable en cierto modo el comportamiento de su familia… — Oye, ilegal, — llamó Jacobs a su primo — ¿tú recuerdas que pasara algo raro en los Van Der Luyden hace cosa de un año y medio? — Aaron se quedó como un poco bloqueado, pensativo. — Lo cierto es que yo estaba… En Ilvermony, y en verano o Navidades no pasó nada que recuerde. Bueno, murió la tía Bethany, la hermana de mi abuela, pero en fin, era una señora mayor solterona, era muy muy mayor y llevaba muchos años enferma. Ni siquiera nos sacaron a mí y a mis primos de Ilvermony para el funeral, no la veíamos mucho. — Alice frunció ligeramente el ceño porque todo aquello quería como… Recordarle algo, pero al final lo dejó pasara, porque no estaba para pensar más aquel día. — No creo que tenga nada que ver con esto, pero quién entiende los designios de mi abuela. Simplemente es una mujer horrible… —
Jacobs se puso a preguntarle cosas a Aaron, pero ella estaba mentalmente agotada y un poco sobrepasada, y Rylance debió darse cuenta, porque se agachó junto a su silla. Desde luego que la estaba sorprendiendo, vaya. — Señorita Gallia, no desfallezca ahora. Está muy muy cerca de llegar a América y tener realmente mano en este asunto. Va a ser más duro, pero va a estar mucho más cerca de su hermano. — Ella asintió. — Sí, pero no voy a teneros cerca ni a ti ni a los O’Donnell… Vamos a estar un poco perdidos. — Ahí el hombre sonrió débilmente. — Un buen Ravenclaw nunca está perdido ante un reto intelectual, y este lo va a ser. El señor O’Donnell y usted están a la altura. — Le miró con una sonrisa agradecida, y justo en ese momento, abrió Marcus la puerta, y debió sentir cómo cuatro miradas inquietas se clavaban en él. Por favor, que sea verdad que Maggie ha cambiado, le deberé las que haga falta, pero por favor, que lo haya logrado.
Llamaron a la puerta y miró esperanzada, deseando que fuera Marcus, pero no, eran Rylance y Aaron. — ¿Cómo ha ido? — Rylance resopló un poco y Aaron puso su cara de inocente de siempre. — A ver, solo he dicho la verdad. — El abogado meneó la cabeza. — Yo hubiera hecho otra elección de palabras. El caso es que le han dado asilo, puede volver a Inglaterra sin consecuencias. — Alice frunció el ceño. — ¿Te pueden dar asilo de tu propia familia? — ¡Por lo visto sí! — Exclamó Aaron, claramente gratamente sorprendido. — Había pruebas de sobra. — No hacía falta tampoco contarles lo de la legeremancia. Le recomiendo que sea más discreto al respecto, señor McGrath. — Alice suspiró, y Jacobs la miró claramente sorprendido. — Bueno, ya está, lo importante es que lo habéis solucionado. Y lo mío espero que lo esté pronto. —
Y entonces Edward hizo lo que no le había visto hacer hasta ese momento, que fue derrumbarse en una de las sillas con notorio cansancio. Ella lo miró con lástima. — Lo siento, Rylance, estamos acabando con tu salud, me da un poco de pena tenerte así. — Jacobs rio y le palmeó el hombro. — Que no te engañe, que a él le encanta ser el héroe legal de las historias. — Y para su mayor sorpresa aún, Rylance rio entre dientes. Juraría que no le había visto ni sonreír, pero, cuando lo hacía, parecía definitivamente mucho más joven. — Realmente yo les tengo pena a ustedes, señorita Gallia. — Negó con la cabeza, con la mirada perdida. — Es un caso tan retorcido e… innecesariamente cruel, diría. Con todos ustedes. — Dijo mirando a Aaron también. — Para estas cosas me hice abogado, así que no lo sienta por mí. — ¿Ves? El picapleitos también piensa que hay gato encerrado. — Rylance se inclinó hacia delante y se rascó la barbilla. — Sí que es… inexplicable en cierto modo el comportamiento de su familia… — Oye, ilegal, — llamó Jacobs a su primo — ¿tú recuerdas que pasara algo raro en los Van Der Luyden hace cosa de un año y medio? — Aaron se quedó como un poco bloqueado, pensativo. — Lo cierto es que yo estaba… En Ilvermony, y en verano o Navidades no pasó nada que recuerde. Bueno, murió la tía Bethany, la hermana de mi abuela, pero en fin, era una señora mayor solterona, era muy muy mayor y llevaba muchos años enferma. Ni siquiera nos sacaron a mí y a mis primos de Ilvermony para el funeral, no la veíamos mucho. — Alice frunció ligeramente el ceño porque todo aquello quería como… Recordarle algo, pero al final lo dejó pasara, porque no estaba para pensar más aquel día. — No creo que tenga nada que ver con esto, pero quién entiende los designios de mi abuela. Simplemente es una mujer horrible… —
Jacobs se puso a preguntarle cosas a Aaron, pero ella estaba mentalmente agotada y un poco sobrepasada, y Rylance debió darse cuenta, porque se agachó junto a su silla. Desde luego que la estaba sorprendiendo, vaya. — Señorita Gallia, no desfallezca ahora. Está muy muy cerca de llegar a América y tener realmente mano en este asunto. Va a ser más duro, pero va a estar mucho más cerca de su hermano. — Ella asintió. — Sí, pero no voy a teneros cerca ni a ti ni a los O’Donnell… Vamos a estar un poco perdidos. — Ahí el hombre sonrió débilmente. — Un buen Ravenclaw nunca está perdido ante un reto intelectual, y este lo va a ser. El señor O’Donnell y usted están a la altura. — Le miró con una sonrisa agradecida, y justo en ese momento, abrió Marcus la puerta, y debió sentir cómo cuatro miradas inquietas se clavaban en él. Por favor, que sea verdad que Maggie ha cambiado, le deberé las que haga falta, pero por favor, que lo haya logrado.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
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Freyja
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Hasta que no tuviera el permiso oficial, el definitivo, el pasaporte para que Alice y él pudieran irse a los Estados Unidos de manera indefinida a traer a Dylan de vuelta, no iba a respirar tranquilo... pero aquello era, innegablemente, un avance. Un avance con el que no creía que fuera a salir de allí en vistas de como se habían puesto las cosas, desde la ineficacia de la funcionaria hasta saberse en manos de Maggie Geller para solucionar el asunto. No sabía cómo lo había hecho, pero había conseguido lo que quería. Y solo de pensar que pudiera provocar en Alice una alegría, por mínima que fuera, en mitad de toda aquella negrura en la que estaban sumidos, hacía que estuviera recorriendo los pasillos a más velocidad de lo normal.
Había llegado tan acelerado que abrió la puerta sin llamar. Cuando Hasan era prefecto en Hogwarts, si tenía que ir a buscarle al aula de prefectos, llamaba antes de entrar. Cómo debía estar para haber entrado de semejante manera en ni más ni menos que el despacho de un auror del Ministerio. Aunque teniendo en cuenta las caras con las que todos los presentes le miraban, su entrada, lejos de mal recibida, estaba siendo justo lo que esperaban. Más iba a serlo cuando diera los resultados. Detenido aún en la puerta, soltó un resuello por la velocidad y, mirando a Alice, simplemente alzó el papel en su mano. Hasan dio una fuerte palmada en el aire y se levantó de su asiento. - Lo sabía. - Sonrió ampliamente y, rodeando la mesa, se acercó hacia él. - Lo que este tío no consiga. - Marcus aún ni podía hablar, solo respiraba acelerado. Jacobs, con esa mirada de orgullo que perfectamente sabía reconocer en él, le dio un par de palmadas en el hombro. - Te dije que Maggie había cambiado, y que no dudaría en ayudaros. Y tú consigues todo lo que te propones, Marcus. Esto también lo vais a conseguir, ya verás. - Le devolvió una sonrisa agradecida y asintió levemente.
Pero necesitaba hablar con ella. Mirarla a los ojos y contárselo todo. Se sentó a su lado y, como si no hubiera nadie más (con Rylance ya hablaría detenidamente, Jacobs ya sabía de sobra cómo iban aquellas cosas y Aaron... no necesitaban darle tantos datos), agarró sus manos y la miró a los ojos. - Vale, no es... no es el definitivo. - Procedió a contárselo todo: en qué consistía ese documento, por qué no tenían aún el oficial, la búsqueda exhaustiva que Maggie había hecho y su dictamen sobre que el infiltrado había alterado la documentación, de ahí que no pudiera pedirse el permiso. - Me ha asegurado que tratará de tenerlo en un máximo de dos días... - Soltó aire por la boca. Notaba cómo se le humedecían los ojos, pero como tantas veces hubiera hecho esos días, se contuvo y apretó sus manos con más fuerza aún. - Dos días más, mi amor. Dos días y tendremos lo que necesitamos. - Tragó saliva. - Nos vamos. Vamos a recuperar a Dylan. - Se llevó sus manos a los labios y dejó un beso en ellas. - Vamos a conseguirlo. Juntos. No pudieron con tu madre y no podrán con nosotros. Porque ella lo sabía mejor que nadie: somos imparables. -
Había llegado tan acelerado que abrió la puerta sin llamar. Cuando Hasan era prefecto en Hogwarts, si tenía que ir a buscarle al aula de prefectos, llamaba antes de entrar. Cómo debía estar para haber entrado de semejante manera en ni más ni menos que el despacho de un auror del Ministerio. Aunque teniendo en cuenta las caras con las que todos los presentes le miraban, su entrada, lejos de mal recibida, estaba siendo justo lo que esperaban. Más iba a serlo cuando diera los resultados. Detenido aún en la puerta, soltó un resuello por la velocidad y, mirando a Alice, simplemente alzó el papel en su mano. Hasan dio una fuerte palmada en el aire y se levantó de su asiento. - Lo sabía. - Sonrió ampliamente y, rodeando la mesa, se acercó hacia él. - Lo que este tío no consiga. - Marcus aún ni podía hablar, solo respiraba acelerado. Jacobs, con esa mirada de orgullo que perfectamente sabía reconocer en él, le dio un par de palmadas en el hombro. - Te dije que Maggie había cambiado, y que no dudaría en ayudaros. Y tú consigues todo lo que te propones, Marcus. Esto también lo vais a conseguir, ya verás. - Le devolvió una sonrisa agradecida y asintió levemente.
Pero necesitaba hablar con ella. Mirarla a los ojos y contárselo todo. Se sentó a su lado y, como si no hubiera nadie más (con Rylance ya hablaría detenidamente, Jacobs ya sabía de sobra cómo iban aquellas cosas y Aaron... no necesitaban darle tantos datos), agarró sus manos y la miró a los ojos. - Vale, no es... no es el definitivo. - Procedió a contárselo todo: en qué consistía ese documento, por qué no tenían aún el oficial, la búsqueda exhaustiva que Maggie había hecho y su dictamen sobre que el infiltrado había alterado la documentación, de ahí que no pudiera pedirse el permiso. - Me ha asegurado que tratará de tenerlo en un máximo de dos días... - Soltó aire por la boca. Notaba cómo se le humedecían los ojos, pero como tantas veces hubiera hecho esos días, se contuvo y apretó sus manos con más fuerza aún. - Dos días más, mi amor. Dos días y tendremos lo que necesitamos. - Tragó saliva. - Nos vamos. Vamos a recuperar a Dylan. - Se llevó sus manos a los labios y dejó un beso en ellas. - Vamos a conseguirlo. Juntos. No pudieron con tu madre y no podrán con nosotros. Porque ella lo sabía mejor que nadie: somos imparables. -
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Miró de nuevo el visado y acarició un poco a Elio que la miraba todo contento y esperanzado por verla bien por primera vez en muchos días. — Ahora tienes que llevarle esta carta a Maggie Geller, ¿eh? Y formal, que vas al ministerio. — Elio pio, ajeno a todo compromiso. — No vayas a pedir chuches, ¿eh? Te damos a la vuelta. — Y la lechuza se encogió entre sus propias plumitas, menudo pícaro estaba hecho.
Después de tantos días de angustia y preparación, por fin lo tenían todo listo. Al día siguiente a esa hora… Estarían llegando a Nueva York. Bueno, en realidad en Nueva York estaría amaneciendo… — Qué raro va a ser todo esto, Elio. Espero que estés preparado. — Rio un poco y entornó los ojos. — Te va a pillar dormido, verás cuando te despiertes en otro continente… Ojalá yo, la verdad. — Le daba pánico que todo hubiera sido tan rápido. Tenía un armario prácticamente nuevo, cortesía de Emma, las maletas hechas, los permisos, los billetes, un lugar donde quedarse… Y ella no había sido casi consciente de nada, ella solo había estado estudiando a fondo con Rylance. Lo cual, dicho fuera de paso, no era precisamente poco, pero es que…
Marcus bajó y le dio la cartita a Elio, y ella aprovechó y le obligó a sentarse a su lado en el escalón del porche, disfrutando de aquel solecito suave de pleno verano. Apoyó la cabeza en su hombro y suspiró. — Mañana vamos a estar muy lejos de casa. — Deslizó su mano hacia la de él y la apretó, mordiéndose los labios. — Aunque… Yo no sé dónde está mi casa ahora, sinceramente. — Suspiró y puso media sonrisa. — Supongo que allá donde estés tú, y como vas a venir conmigo pues… — Dejó un beso en sus labios. — Marcus, no sé cómo voy a agradecerte esto, pero ya lo pensaré cuando acabemos. — Apoyó su frente sobre la de él y sonrió un poco. Aquel gesto le quitaba kilos y kilos de la mochila que llevaban, le hacía feliz, les trasladaba por un momento a un lugar más amable y precioso. — Démonos dos minutos en silencio de las preocupaciones, solo como aquellos niños de las barcas, Marcus y Alice, deseando comerse el mundo… — Y no que el mundo les comiera a ellos. — Te amo. — Susurró con amor, porque, en el fondo, nada les definía mejor que amarse.
— ¿ESTAMOS YA? — Papá, déjales que estaban… — Ay, perdón… ¿Y tú qué hacías, precisamente? — Yo me había acercado y al verles así me he ido… — Discutían Lex y Arnold. En verdad, ya daba igual, el momento se había acabado y tenían que ponerse en pie para ir a casa de los abuelos. — Eso también es verdad. — Concedió Lex, y ella rio. — ¿Viene Darren entonces? — En sus propias palabras “ay, tengo que despedirme de los cuñados, sí, sí, no quiero que se vayan tan lejos sin haberles dado mucho cariño antes”. — Tu abuela va a estar encantada. Pudiendo hablar de toda su familia delante de tanta gente. — Dijo Arnold, ajustándose la camisa mientras iban hacia la puerta. Sí, de hecho, ahí estaba el quid de la cuestión: se quedaban en casa de los Lacey, con Frank, el hermano de Molly, y su mujer, Maeve. Todos decían que eran encantadores, y Alice no lo dudaba, siendo hermano de la abuela, pero… Para ella era un número más en la cuenta de personas a las que les debía muchísimo, y aunque no quería pensar así, no lo podía evitar.
Después de tantos días de angustia y preparación, por fin lo tenían todo listo. Al día siguiente a esa hora… Estarían llegando a Nueva York. Bueno, en realidad en Nueva York estaría amaneciendo… — Qué raro va a ser todo esto, Elio. Espero que estés preparado. — Rio un poco y entornó los ojos. — Te va a pillar dormido, verás cuando te despiertes en otro continente… Ojalá yo, la verdad. — Le daba pánico que todo hubiera sido tan rápido. Tenía un armario prácticamente nuevo, cortesía de Emma, las maletas hechas, los permisos, los billetes, un lugar donde quedarse… Y ella no había sido casi consciente de nada, ella solo había estado estudiando a fondo con Rylance. Lo cual, dicho fuera de paso, no era precisamente poco, pero es que…
Marcus bajó y le dio la cartita a Elio, y ella aprovechó y le obligó a sentarse a su lado en el escalón del porche, disfrutando de aquel solecito suave de pleno verano. Apoyó la cabeza en su hombro y suspiró. — Mañana vamos a estar muy lejos de casa. — Deslizó su mano hacia la de él y la apretó, mordiéndose los labios. — Aunque… Yo no sé dónde está mi casa ahora, sinceramente. — Suspiró y puso media sonrisa. — Supongo que allá donde estés tú, y como vas a venir conmigo pues… — Dejó un beso en sus labios. — Marcus, no sé cómo voy a agradecerte esto, pero ya lo pensaré cuando acabemos. — Apoyó su frente sobre la de él y sonrió un poco. Aquel gesto le quitaba kilos y kilos de la mochila que llevaban, le hacía feliz, les trasladaba por un momento a un lugar más amable y precioso. — Démonos dos minutos en silencio de las preocupaciones, solo como aquellos niños de las barcas, Marcus y Alice, deseando comerse el mundo… — Y no que el mundo les comiera a ellos. — Te amo. — Susurró con amor, porque, en el fondo, nada les definía mejor que amarse.
— ¿ESTAMOS YA? — Papá, déjales que estaban… — Ay, perdón… ¿Y tú qué hacías, precisamente? — Yo me había acercado y al verles así me he ido… — Discutían Lex y Arnold. En verdad, ya daba igual, el momento se había acabado y tenían que ponerse en pie para ir a casa de los abuelos. — Eso también es verdad. — Concedió Lex, y ella rio. — ¿Viene Darren entonces? — En sus propias palabras “ay, tengo que despedirme de los cuñados, sí, sí, no quiero que se vayan tan lejos sin haberles dado mucho cariño antes”. — Tu abuela va a estar encantada. Pudiendo hablar de toda su familia delante de tanta gente. — Dijo Arnold, ajustándose la camisa mientras iban hacia la puerta. Sí, de hecho, ahí estaba el quid de la cuestión: se quedaban en casa de los Lacey, con Frank, el hermano de Molly, y su mujer, Maeve. Todos decían que eran encantadores, y Alice no lo dudaba, siendo hermano de la abuela, pero… Para ella era un número más en la cuenta de personas a las que les debía muchísimo, y aunque no quería pensar así, no lo podía evitar.
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Necesitaba un momento a solas. Alice estaba esperando la carta que él ya había escrito a Maggie hacía un buen rato, y sus padres terminaban de prepararse para ir a casa de sus abuelos... Simplemente, quería estar solo en su habitación. Cerró la puerta y se tumbó en la cama, mirando su cielo estrellado, que de día aunque difuso se dejaba ver. Al día siguiente... estarían en Nueva York. Iba con Alice, iría hasta el fin del mundo con Alice. Y se alojarían con sus familiares... a quienes no había llegado a conocer nunca, pero sus familiares al fin y al cabo. No debería suponer... gran cosa... Pero no era el viaje que habían elegido como primer destino. No eran los motivos ni las condiciones en las que querían viajar. Y sentía... que el desenlace de aquello dependía de ellos más que de ninguna otra persona. Sentía una gran determinación y decisión, ganas de resolver ese maldito problema... pero también le recorría el miedo por todo su cuerpo.
Respiró hondo y, en un gesto perezoso, abrió desde la cama la puerta a punta de varita, mientras se incorporaba y se ponía los zapatos. Ya bastaba de hacerse el lastimero. Estaba terminando de atarse los cordones cuando el colchón cedió un poco ante el peso de alguien que se sentaba a su lado. Miró a su hermano y este le miró a él, ambos en silencio. Lex le puso una mano en el hombro y no dijo nada. Con lo que siempre había odiado que le leyera la mente... pero qué bien se sentía en esos momentos. No tener que decir absolutamente nada, porque hasta hablar sentía que le gastaba la energía. Simplemente su hermano sabiendo cómo se sentía y qué pensaba, y acercándose a él para ofrecerle su silencioso apoyo. Estaba bien. Podía no solo acostumbrarse a eso, sino ser uno de los puntos fuertes de su relación... Definitivamente, estaba madurando.
Vio a Alice en el porche con Elio. Le dedicó una sonrisita y una caricia en las plumitas a su lechuza antes de darle la carta. - Sé bueno. - Pidió, como si hiciera falta. Elio pio y salió volando rumbo al Ministerio de Magia, con su carta de agradecimiento en el pico. Se sentó junto a Alice en el escalón del porche y él también suspiró en silencio. Lo sabía, sabía que mañana estarían muy lejos, por eso... había necesitado esos minutos a solas en su habitación. Apretó él también su mano y esbozó una sonrisa leve. - Conmigo siempre tendrás un nido ¿recuerdas? - Recibió su beso y cerró los ojos cuando apoyó su frente con la de él. - No tienes nada que agradecerme... - Susurró de vuelta. Era verdad, no le debía nada, Dylan también era su familia. Pero lo de los dos minutos en silencio, juntos, solo acompañándose el uno al otro, no solo le pareció bien, sino justo lo que más necesitaban. - Te amo. - Susurró de vuelta, y allí se quedaron, el uno junto al otro.
Lo cierto es que la discusión de fondo de su padre y Lex, que claramente rompía el silencio, le hubiera importunado más en otro momento de su vida. Ahora, simplemente les escuchó de fondo y sonrió con cierta tristeza, pero también con cariño, sin moverse de su posición apoyado en Alice. Tenía una gran familia que les quería muchísimo, y ninguno de ellos sabía muy bien qué hacer con el papel que les había tocado representar. Lo mejor que podían hacer... era quererse y desear que aquello pasara lo antes y lo mejor posible. Se puso de pie con un suspiro, junto a Alice, pero Lex dijo algo que intuyó que lo sacó de la cabeza de su novia. - Ya. - Le dijo con un falso tono de regaño, porque la sonrisa de cariño no se le había ido. - Tampoco te pases. - A ver si ahora lo iba a resolver todo leyendo la cabeza de los demás. Lex se encogió de hombros, pero también le vio la sonrisilla. La legeremancia había dejado de ser un tema hostil a tratar entre ellos... y eso sí que era un gran alivio.
Lo de Darren le hizo reír levemente, y cuando su madre salió al jardín, se dirigieron juntos a la valla de la entrada y se aparecieron en casa de los abuelos. - ¡YA ESTÁN AQUÍ MIS NIÑOS! - Su abuela tenía un radar, de verdad que sí. Al aparecerse había oído como prácticamente soltaba en el aire todos los cacharros de la cocina, y vio su silueta corriendo a través de una ventana. Segundos después, se abrió la puerta. - Lo más bonito de mi casa. - Gracias. - ¡Oish! Este hijo mío, debería haber sabido que ibas a decir esas tonterías cuando te puse el nombre de mi hermano. Te ha dejado sus bobadas enteramente. - Reprendió Molly a Arnold mientras se dirigía con sus pasitos rápidos y ancianos hacia ellos. Agarró a Marcus con fuerza de las mejillas y le llenó de besos. - Ay, mi niño, lo lejos que se va... - Eso se le había escapado, le había salido del alma y lo notaba. Luego se fue hacia Alice y le hizo lo mismo. - ¿Cómo está mi reina? - Mientras Molly achuchaba a Alice, vio a Lawrence salir, mucho más pausado. Luego la abuela se fue hacia Lex y le apretó contra sí (o lo intentó) con otro montón de frases cariñosas sobre su otro niño que debía estar pasándolo fatal, qué pena de él. De repente se acordó de una vez que se le cayó un diente justo antes de ir a casa de sus abuelos y llegó llorando al jardín, y a su abuela parecía que la estaban matando. Y solo se le había caído un diente. No se quería imaginar cuánto estaría sufriendo ahora... - Hemos preparado la mesita del jardín, aprovechando este tiempo tan bueno. - Dijo su abuelo, después de acercarse a ellos y saludarles. Miró a Alice con su serena sonrisa y añadió. - Para que estés entre flores, además de entre familia. -
Respiró hondo y, en un gesto perezoso, abrió desde la cama la puerta a punta de varita, mientras se incorporaba y se ponía los zapatos. Ya bastaba de hacerse el lastimero. Estaba terminando de atarse los cordones cuando el colchón cedió un poco ante el peso de alguien que se sentaba a su lado. Miró a su hermano y este le miró a él, ambos en silencio. Lex le puso una mano en el hombro y no dijo nada. Con lo que siempre había odiado que le leyera la mente... pero qué bien se sentía en esos momentos. No tener que decir absolutamente nada, porque hasta hablar sentía que le gastaba la energía. Simplemente su hermano sabiendo cómo se sentía y qué pensaba, y acercándose a él para ofrecerle su silencioso apoyo. Estaba bien. Podía no solo acostumbrarse a eso, sino ser uno de los puntos fuertes de su relación... Definitivamente, estaba madurando.
Vio a Alice en el porche con Elio. Le dedicó una sonrisita y una caricia en las plumitas a su lechuza antes de darle la carta. - Sé bueno. - Pidió, como si hiciera falta. Elio pio y salió volando rumbo al Ministerio de Magia, con su carta de agradecimiento en el pico. Se sentó junto a Alice en el escalón del porche y él también suspiró en silencio. Lo sabía, sabía que mañana estarían muy lejos, por eso... había necesitado esos minutos a solas en su habitación. Apretó él también su mano y esbozó una sonrisa leve. - Conmigo siempre tendrás un nido ¿recuerdas? - Recibió su beso y cerró los ojos cuando apoyó su frente con la de él. - No tienes nada que agradecerme... - Susurró de vuelta. Era verdad, no le debía nada, Dylan también era su familia. Pero lo de los dos minutos en silencio, juntos, solo acompañándose el uno al otro, no solo le pareció bien, sino justo lo que más necesitaban. - Te amo. - Susurró de vuelta, y allí se quedaron, el uno junto al otro.
Lo cierto es que la discusión de fondo de su padre y Lex, que claramente rompía el silencio, le hubiera importunado más en otro momento de su vida. Ahora, simplemente les escuchó de fondo y sonrió con cierta tristeza, pero también con cariño, sin moverse de su posición apoyado en Alice. Tenía una gran familia que les quería muchísimo, y ninguno de ellos sabía muy bien qué hacer con el papel que les había tocado representar. Lo mejor que podían hacer... era quererse y desear que aquello pasara lo antes y lo mejor posible. Se puso de pie con un suspiro, junto a Alice, pero Lex dijo algo que intuyó que lo sacó de la cabeza de su novia. - Ya. - Le dijo con un falso tono de regaño, porque la sonrisa de cariño no se le había ido. - Tampoco te pases. - A ver si ahora lo iba a resolver todo leyendo la cabeza de los demás. Lex se encogió de hombros, pero también le vio la sonrisilla. La legeremancia había dejado de ser un tema hostil a tratar entre ellos... y eso sí que era un gran alivio.
Lo de Darren le hizo reír levemente, y cuando su madre salió al jardín, se dirigieron juntos a la valla de la entrada y se aparecieron en casa de los abuelos. - ¡YA ESTÁN AQUÍ MIS NIÑOS! - Su abuela tenía un radar, de verdad que sí. Al aparecerse había oído como prácticamente soltaba en el aire todos los cacharros de la cocina, y vio su silueta corriendo a través de una ventana. Segundos después, se abrió la puerta. - Lo más bonito de mi casa. - Gracias. - ¡Oish! Este hijo mío, debería haber sabido que ibas a decir esas tonterías cuando te puse el nombre de mi hermano. Te ha dejado sus bobadas enteramente. - Reprendió Molly a Arnold mientras se dirigía con sus pasitos rápidos y ancianos hacia ellos. Agarró a Marcus con fuerza de las mejillas y le llenó de besos. - Ay, mi niño, lo lejos que se va... - Eso se le había escapado, le había salido del alma y lo notaba. Luego se fue hacia Alice y le hizo lo mismo. - ¿Cómo está mi reina? - Mientras Molly achuchaba a Alice, vio a Lawrence salir, mucho más pausado. Luego la abuela se fue hacia Lex y le apretó contra sí (o lo intentó) con otro montón de frases cariñosas sobre su otro niño que debía estar pasándolo fatal, qué pena de él. De repente se acordó de una vez que se le cayó un diente justo antes de ir a casa de sus abuelos y llegó llorando al jardín, y a su abuela parecía que la estaban matando. Y solo se le había caído un diente. No se quería imaginar cuánto estaría sufriendo ahora... - Hemos preparado la mesita del jardín, aprovechando este tiempo tan bueno. - Dijo su abuelo, después de acercarse a ellos y saludarles. Miró a Alice con su serena sonrisa y añadió. - Para que estés entre flores, además de entre familia. -
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Llegar a casa de los abuelos O’Donnell siempre le hacía sentir bastante mejor, fuera cual fuera la circunstancia, era el hogar más bonito que había visto nunca. Las bienvenidas de la abuela Molly también tenían mucho que ver, claro, solo oírla le hizo sonreír ampliamente, y se rio un poco al ver la reacción de Arnold, y se dio cuenta de cómo su mente estaba involuntariamente registrándolo todo, sabiendo que pronto estarían muy lejos, que no sabía cuándo volvería a vivir esos momentos como parte de su vida diaria. Ya se le había empañado la mirada solo de pensarlo, aunque Molly le dijera las cosas bonitas de siempre. — Pues… Un poco nerviosilla, ya sabes… — La abuela le pasó la mano por la cara y el pelo, con un suspiro. Estaba segura de que estaba tan triste como todos, solo que nunca podría admitirlo abiertamente delante de ellos. — Ya lo sé, hija, ya… Te veo muy pachuchilla, hoy tienes que comer bien, ¿eh? Que tengo mucho que contaros, y quiero que recordar a mis niños sanos y bien alimentados. — Sí, haces bien en no decir felices, aunque sé que es lo que querrías. Alice asintió y se acercó a Larry.
Alice adoraba a los O’Donnell, pero no había nadie que la hiciera sentir en el mundo tan tranquila como el abuelo Lawrence. Se acercó a él y se dejó rodear los hombros, mientras salían a la mesa de hierro blanco, tan bonita, que le traía recuerdos de momentos mejores. — Qué bien me conoces. Son las dos cosas que más me gustan. — Larry dejó un beso en su frente. — Ya lo sé yo. — Alice suspiró y miró el jardín. — ¿Te acuerdas de la primera vez que vinimos aquí? Era treinta de julio también. — Se mordió el labio. — Entonces veníamos los cuatro, y nunca creí que pudiera haber otra combinación posible que no fuéramos mis padres, mi hermano y yo… — Y ahora allí estaba ella sola, siendo cuidada por los demás, como siempre. — Ven, siéntate. — Dijo simplemente el abuelo, conduciéndola a la silla y sentándose a su lado. — ¿Qué tal se ha tomado tu primo que lo dejéis con las tías?— Ella se encogió de hombros y suspiró. — Tampoco se expresa mucho. Pero vamos, que no lo he mandado al Averno tampoco. — El abuelo se rio y alzó las cejas. — Vivi puede manejarlo seguro. Y Erin pues… Se esconderá por ahí, sabe quitarse de en medio. — Ella solo pudo sonreír un poco, aunque estaba tremendamente triste. — Odio que Erin tenga que celebrar su cumple así. En este ambiente, con tan poca celebración. Viniendo después de comer porque tiene que vigilar a un Van Der Luyden mientras hablamos. — Molly bufó, trayendo una fuente con patatas y varios platos tras de ella. — Ella te lo va a agradecer. En verdad las fiestas nos gustan a nosotros. — Y Alice sabía que sí, quizá a Erin no le gustaban las fiestas y todo eso, pero… La situación dejaba mucho que desear. — Y si crees que su mamá no le ha hecho una tarta para después… — Arnold también traía cosas, y todos los demás se sentaron alrededor, a lo cual aprovechó para darle la mano a Marcus. — Mamá, si alguien se plantea por algún momento que vas a dejar de hacer una tarta de cumpleaños es que no te conocen, y Alice te conoce muy bien. — Ni en la guerra dejé de hacerlas. — Confirmó la abuela muy orgullosa. — Y además, como es el primer año que ya no vive aquí, he ido esta mañana a llevarle el desayuno al barrio ese muggle donde viven, y eso para mi niña ya es celebrar el cumpleaños. — Terminó Larry con una sonrisa orgullosa, mientras Molly le hacía burla por detrás.
— ¡Bueno a comer que esto se enfría! — Alice se sirvió patatas y un poco de las verduras al horno, porque no tenía ganas de nada más, aunque se lanzó a comer, con intención de que la abuela viera y valorara su buen hacer. Lo cierto es que había cero ambiente festivo y habían hecho bien en pedir a Erin que viniera más tarde. — Antes de que nos cuentes, abuela, quería haceros una pregunta… — Todos la miraron y tragó saliva. — El cuadro… Sigue aquí, ¿no? — Todos se miraron incómodos. — Sí, hija, arriba, en el antiguo cuarto de Arnold. — Ella se mordió los labios. — ¿Le habéis dicho algo de esto? — Larry y Molly se miraron. — Quizá no sea muy ético, pero… No. — Confirmó Larry, y ella respiró tranquila. — Es… Un cuadro. Un truco de magia. Con parte de su alma sí, pero no… — Yo estoy de acuerdo. — Confirmó Alice, antes de que el abuelo se explicara más. — Bastante estáis haciendo ya. No quería cargaros con nada más. — Molly alargó la mano y la estrechó. — No hables así, cariño. No nos cargas con nada. — Ella simplemente suspiró y les miró a todos. — Y… Ya os juro que es lo último que digo… — Miró a Emma y Arnold, y cogió con la otra mano la de Marcus. — Nunca me siento más feliz y estable que cuando estoy entre O’Donnells — miró a la abuela con media sonrisa — y dentro de nada lo voy a extender a los Lacey. — Miró a todos de nuevo. — Gracias a todos. No sería Alice Gallia sin los O’Donnell. Estaría perdida sin mis O’Donnell. —
Alice adoraba a los O’Donnell, pero no había nadie que la hiciera sentir en el mundo tan tranquila como el abuelo Lawrence. Se acercó a él y se dejó rodear los hombros, mientras salían a la mesa de hierro blanco, tan bonita, que le traía recuerdos de momentos mejores. — Qué bien me conoces. Son las dos cosas que más me gustan. — Larry dejó un beso en su frente. — Ya lo sé yo. — Alice suspiró y miró el jardín. — ¿Te acuerdas de la primera vez que vinimos aquí? Era treinta de julio también. — Se mordió el labio. — Entonces veníamos los cuatro, y nunca creí que pudiera haber otra combinación posible que no fuéramos mis padres, mi hermano y yo… — Y ahora allí estaba ella sola, siendo cuidada por los demás, como siempre. — Ven, siéntate. — Dijo simplemente el abuelo, conduciéndola a la silla y sentándose a su lado. — ¿Qué tal se ha tomado tu primo que lo dejéis con las tías?— Ella se encogió de hombros y suspiró. — Tampoco se expresa mucho. Pero vamos, que no lo he mandado al Averno tampoco. — El abuelo se rio y alzó las cejas. — Vivi puede manejarlo seguro. Y Erin pues… Se esconderá por ahí, sabe quitarse de en medio. — Ella solo pudo sonreír un poco, aunque estaba tremendamente triste. — Odio que Erin tenga que celebrar su cumple así. En este ambiente, con tan poca celebración. Viniendo después de comer porque tiene que vigilar a un Van Der Luyden mientras hablamos. — Molly bufó, trayendo una fuente con patatas y varios platos tras de ella. — Ella te lo va a agradecer. En verdad las fiestas nos gustan a nosotros. — Y Alice sabía que sí, quizá a Erin no le gustaban las fiestas y todo eso, pero… La situación dejaba mucho que desear. — Y si crees que su mamá no le ha hecho una tarta para después… — Arnold también traía cosas, y todos los demás se sentaron alrededor, a lo cual aprovechó para darle la mano a Marcus. — Mamá, si alguien se plantea por algún momento que vas a dejar de hacer una tarta de cumpleaños es que no te conocen, y Alice te conoce muy bien. — Ni en la guerra dejé de hacerlas. — Confirmó la abuela muy orgullosa. — Y además, como es el primer año que ya no vive aquí, he ido esta mañana a llevarle el desayuno al barrio ese muggle donde viven, y eso para mi niña ya es celebrar el cumpleaños. — Terminó Larry con una sonrisa orgullosa, mientras Molly le hacía burla por detrás.
— ¡Bueno a comer que esto se enfría! — Alice se sirvió patatas y un poco de las verduras al horno, porque no tenía ganas de nada más, aunque se lanzó a comer, con intención de que la abuela viera y valorara su buen hacer. Lo cierto es que había cero ambiente festivo y habían hecho bien en pedir a Erin que viniera más tarde. — Antes de que nos cuentes, abuela, quería haceros una pregunta… — Todos la miraron y tragó saliva. — El cuadro… Sigue aquí, ¿no? — Todos se miraron incómodos. — Sí, hija, arriba, en el antiguo cuarto de Arnold. — Ella se mordió los labios. — ¿Le habéis dicho algo de esto? — Larry y Molly se miraron. — Quizá no sea muy ético, pero… No. — Confirmó Larry, y ella respiró tranquila. — Es… Un cuadro. Un truco de magia. Con parte de su alma sí, pero no… — Yo estoy de acuerdo. — Confirmó Alice, antes de que el abuelo se explicara más. — Bastante estáis haciendo ya. No quería cargaros con nada más. — Molly alargó la mano y la estrechó. — No hables así, cariño. No nos cargas con nada. — Ella simplemente suspiró y les miró a todos. — Y… Ya os juro que es lo último que digo… — Miró a Emma y Arnold, y cogió con la otra mano la de Marcus. — Nunca me siento más feliz y estable que cuando estoy entre O’Donnells — miró a la abuela con media sonrisa — y dentro de nada lo voy a extender a los Lacey. — Miró a todos de nuevo. — Gracias a todos. No sería Alice Gallia sin los O’Donnell. Estaría perdida sin mis O’Donnell. —
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Sus abuelos eran reconfortantes, cada uno en su estilo. Les llenaban de cariño y tranquilidad y su sola presencia le hacía sentirse protegido... eso hacía que diera aún más vértigo el viaje. Cualquiera diría que no llevaba siete años viviendo fuera de su casa, pero era absolutamente distinto. Estaba seguro de que Alice pensaba lo mismo, porque podía ver cierto alivio en su expresión cuando ellos aparecieron, pero también temor. Los dos estaban asustados. No soportaba ver a Alice así... pero tampoco podía pretender que no lo estuviera. La situación era como para estarlo.
Iba unos pasos tras ella y su abuelo, mientras su abuela hablaba con sus padres unos pasos más atrás y él escuchaba de fondo la conversación de delante, mirando al hombre y a la chica con tristeza. Lex iba junto a él. - Hostia, es verdad, que hoy es el cumple de la tía. - Marcus miró a su hermano con una sonrisa triste. - Y en unos días el tuyo... - Bajó la mirada. - Es muy probable que me lo pierda. - Eh. - Cortó su hermano. Marcus le miró. - No te rayes para nada. No me importa. Bueno, no es que no me importe que no estés, pero no me importa. Es decir, que yo no hago grandes fiestas como tú. Que no la vamos a hacer si no estás, vamos. Pero no porque no estés... mira, da igual. - Es tu mayoría de edad, Lex. - Bueno pues lo celebraré enviándote una bengala mágica. - Marcus le miró y se le escapó una carcajada de garganta, sin poderlo evitar. A su hermano se ve que le gustó provocar esa reacción y, con una sonrisa ladina, añadió. - O veneno para que se lo lances a esos capullos a la cara. - Marcus rio un poco más, por lo bajo, y negó con la cabeza. - Pienso hacerte el fiestón de tu vida cuando vuelva. - No, gracias. Te aseguro que no me debes nada. Ya me va a costar contener a Darren. - Lex miró hacia atrás. - Que, por cierto, espero que no se pierda viniendo... -
Llegaron todos a la mesa justo cuando Alice hablaba, precisamente, del cumpleaños de su tía. Tomó la mano de Alice y le sonrió con calidez, mientras su abuela seguía manifestando que nadie impediría que hiciera una tarta de cumpleaños. Sentados ya a la mesa iban a disponerse a comer, pero Lex seguía mirando en dirección al jardín. Darren y la impuntualidad, entre eso y que su abuela no consentía que pasaran un segundo en su casa sin comer... Antes de que su hermano pudiera pedir tiempo para esperar a Darren, Alice habló, y Marcus la miró. Tragó saliva, notando un nudo en su garganta y mirando de reojo a sus padres, sobre todo a su madre.
No había esperado esa pregunta de Alice, entre otras cosas... porque se había olvidado del cuadro. Y ahora se sentía fatal. Para él, Janet fue la persona que conoció, la madre de Alice que ya no estaba físicamente con ellos pero sí en su recuerdo. El cuadro ya ni siquiera estaba en su casa, él había interactuado muy poco con la Janet retratada y, además, a Alice no le gustaba nada hacerlo. Y todo aquello había ocupado tanto su cabeza que el retrato ni siquiera había aparecido por ella. Ahora... se planteaba si no... deberían contarle algo. No era Janet, solo su retrato, pero... Aquello era confuso. Alice, sin embargo, tenía muy clara su postura, y no era la única. - Estoy totalmente de acuerdo. - Dijo Emma, y no añadió nada más, pero Marcus casi podía leerle el pensamiento: no estaba ahora para lidiar con el drama de un cuadro al que a saber si no se le olvidaba en cuanto se durmiera y despertara de nuevo lo que acababa de oír. Iba a ser un trago innecesario y una pérdida de tiempo. Su padre parecía más incómodo, en cambio. Es que... era difícil. Era parte del alma de Janet. No era tan fácil decidir ignorarla simplemente y ya estaba...
Lo siguiente que dijo Alice también le emocionó, aunque le hizo sonreír. Se acercó a ella y dejó un tierno beso en su mejilla. - Eres mi familia. Nuestra familia. Siempre lo has sido. - Y que se sintiera así con ellos le hacía inmensamente feliz, aunque preferiría sin duda otras circunstancias. - ¡Hola, perdón, perdón! Ay, lo siento. - Entró Darren a trompicones. Emma se mantuvo como siempre, Arnold y Lawrence parecían estar tapándose las sonrisas y Molly alzó los brazos. - ¡Hijo! No te has quedado sin comida de milagro. - Ay, lo siento, abuela, es que me he aparecido en otra barriada. - Lex se rascó la frente. Parecía que le estaba oyendo suplicar mentalmente "no des tantas explicaciones, Darren, no si son de ese tipo". Molly estaba muy lejos de estar molesta, de hecho, si con familiaridad le había tratado Darren, con más familiaridad le habló ella. - Pues venga, siéntate que voy a empezar a repartir comida. - Darren terminó de llegar al trote hasta ellos y le dio un abrazo a Alice y otro a Marcus. - Hola, cuñaditos. Ni loco me quedaba yo sin veros. - Dijo con la respiración jadeante por la carrera. - Hola, car... Lex. - Ya tenía la mirada de Emma encima por llegar tarde, no se iba a columpiar más, claramente, así que le dio un casto besito a Lex en la mejilla que hizo a su hermano encogerse como un armadillo y a Marcus mirar a Alice con complicidad y una sonrisa escondida. - Señores O'Donnell, siento la tardanza, de verdad, mucho. - Darren, la tardanza te la perdonamos, pero que llames a mi madre abuela y a mi señor, a lo mejor no tanto. - Respondió Arnold, y eso hizo al Hufflepuff reír. Se sentó junto a Lex en la mesa después de saludarles a todos y, cuando se quiso dar cuenta, ya estaban todos los platos servidos. - La primera mi niña, por bonita. - Dijo, acariciando el pelo de Alice. - Siempre vamos a ser tu familia, mi amor. Llevamos siendo una gran familia muchos años. Y créeme, los Lacey, y los irlandeses en general, entendemos mucho de grandes familias. Y estar lejos. Y no por ello dejamos de sentirnos unidos ni de querernos. Tu hermano volverá con nosotros, pero sigue siendo tu hermano esté donde esté. No hay distancia que pueda con la familia. -
Iba unos pasos tras ella y su abuelo, mientras su abuela hablaba con sus padres unos pasos más atrás y él escuchaba de fondo la conversación de delante, mirando al hombre y a la chica con tristeza. Lex iba junto a él. - Hostia, es verdad, que hoy es el cumple de la tía. - Marcus miró a su hermano con una sonrisa triste. - Y en unos días el tuyo... - Bajó la mirada. - Es muy probable que me lo pierda. - Eh. - Cortó su hermano. Marcus le miró. - No te rayes para nada. No me importa. Bueno, no es que no me importe que no estés, pero no me importa. Es decir, que yo no hago grandes fiestas como tú. Que no la vamos a hacer si no estás, vamos. Pero no porque no estés... mira, da igual. - Es tu mayoría de edad, Lex. - Bueno pues lo celebraré enviándote una bengala mágica. - Marcus le miró y se le escapó una carcajada de garganta, sin poderlo evitar. A su hermano se ve que le gustó provocar esa reacción y, con una sonrisa ladina, añadió. - O veneno para que se lo lances a esos capullos a la cara. - Marcus rio un poco más, por lo bajo, y negó con la cabeza. - Pienso hacerte el fiestón de tu vida cuando vuelva. - No, gracias. Te aseguro que no me debes nada. Ya me va a costar contener a Darren. - Lex miró hacia atrás. - Que, por cierto, espero que no se pierda viniendo... -
Llegaron todos a la mesa justo cuando Alice hablaba, precisamente, del cumpleaños de su tía. Tomó la mano de Alice y le sonrió con calidez, mientras su abuela seguía manifestando que nadie impediría que hiciera una tarta de cumpleaños. Sentados ya a la mesa iban a disponerse a comer, pero Lex seguía mirando en dirección al jardín. Darren y la impuntualidad, entre eso y que su abuela no consentía que pasaran un segundo en su casa sin comer... Antes de que su hermano pudiera pedir tiempo para esperar a Darren, Alice habló, y Marcus la miró. Tragó saliva, notando un nudo en su garganta y mirando de reojo a sus padres, sobre todo a su madre.
No había esperado esa pregunta de Alice, entre otras cosas... porque se había olvidado del cuadro. Y ahora se sentía fatal. Para él, Janet fue la persona que conoció, la madre de Alice que ya no estaba físicamente con ellos pero sí en su recuerdo. El cuadro ya ni siquiera estaba en su casa, él había interactuado muy poco con la Janet retratada y, además, a Alice no le gustaba nada hacerlo. Y todo aquello había ocupado tanto su cabeza que el retrato ni siquiera había aparecido por ella. Ahora... se planteaba si no... deberían contarle algo. No era Janet, solo su retrato, pero... Aquello era confuso. Alice, sin embargo, tenía muy clara su postura, y no era la única. - Estoy totalmente de acuerdo. - Dijo Emma, y no añadió nada más, pero Marcus casi podía leerle el pensamiento: no estaba ahora para lidiar con el drama de un cuadro al que a saber si no se le olvidaba en cuanto se durmiera y despertara de nuevo lo que acababa de oír. Iba a ser un trago innecesario y una pérdida de tiempo. Su padre parecía más incómodo, en cambio. Es que... era difícil. Era parte del alma de Janet. No era tan fácil decidir ignorarla simplemente y ya estaba...
Lo siguiente que dijo Alice también le emocionó, aunque le hizo sonreír. Se acercó a ella y dejó un tierno beso en su mejilla. - Eres mi familia. Nuestra familia. Siempre lo has sido. - Y que se sintiera así con ellos le hacía inmensamente feliz, aunque preferiría sin duda otras circunstancias. - ¡Hola, perdón, perdón! Ay, lo siento. - Entró Darren a trompicones. Emma se mantuvo como siempre, Arnold y Lawrence parecían estar tapándose las sonrisas y Molly alzó los brazos. - ¡Hijo! No te has quedado sin comida de milagro. - Ay, lo siento, abuela, es que me he aparecido en otra barriada. - Lex se rascó la frente. Parecía que le estaba oyendo suplicar mentalmente "no des tantas explicaciones, Darren, no si son de ese tipo". Molly estaba muy lejos de estar molesta, de hecho, si con familiaridad le había tratado Darren, con más familiaridad le habló ella. - Pues venga, siéntate que voy a empezar a repartir comida. - Darren terminó de llegar al trote hasta ellos y le dio un abrazo a Alice y otro a Marcus. - Hola, cuñaditos. Ni loco me quedaba yo sin veros. - Dijo con la respiración jadeante por la carrera. - Hola, car... Lex. - Ya tenía la mirada de Emma encima por llegar tarde, no se iba a columpiar más, claramente, así que le dio un casto besito a Lex en la mejilla que hizo a su hermano encogerse como un armadillo y a Marcus mirar a Alice con complicidad y una sonrisa escondida. - Señores O'Donnell, siento la tardanza, de verdad, mucho. - Darren, la tardanza te la perdonamos, pero que llames a mi madre abuela y a mi señor, a lo mejor no tanto. - Respondió Arnold, y eso hizo al Hufflepuff reír. Se sentó junto a Lex en la mesa después de saludarles a todos y, cuando se quiso dar cuenta, ya estaban todos los platos servidos. - La primera mi niña, por bonita. - Dijo, acariciando el pelo de Alice. - Siempre vamos a ser tu familia, mi amor. Llevamos siendo una gran familia muchos años. Y créeme, los Lacey, y los irlandeses en general, entendemos mucho de grandes familias. Y estar lejos. Y no por ello dejamos de sentirnos unidos ni de querernos. Tu hermano volverá con nosotros, pero sigue siendo tu hermano esté donde esté. No hay distancia que pueda con la familia. -
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
El momento estaba siendo precioso, aunque fue un poco roto por Darren. Pero Alice lo agradecía, porque ya iba a tener muchos momentos intensos, y había tenido estas últimas semanas, y Darren era frescura e improvisación, esas cosas que a ella la habían caracterizado hace no mucho. Rio un poco y miró a los O’Donnell. Ella siempre tan preocupada de causar buena impresión allí y Darren llegando abiertamente tarde, era un poco como su tata, y ambos habían acabado metidos en la familia, así que, suponía, sería que en el fondo a los O’Donnell les gustaba aquello, y, para muestra, un botón, porque ahí estaba Lex recogidillo de vergüenza y felicidad, y Molly repartiendo la comida.
Sonrió al piropo de la abuela, y sus ojos se inundaron poco después. — Lo somos, Alice. — Confirmó Arnold. — Y la familia siempre va primero. — Dijo Emma con voz firme. Ella se mordió los labios por dentro y asintió, a modo de agradecimiento, porque si hablaba, se le rompería la voz y se echaría a llorar. — Bueno, pues ya que está la comida servida, voy a hablarte de mi hermano y su familia, que es con quien os vais a quedar. — Alice se recolocó y asintió, mientras se comía un cachito de patata. — De entrada, espero que estés dispuesta a comer más que eso, porque Maeve es más exagerada aún que Molly con la comida. — Señaló Larry con una risita. Arnold asintió y suspiró. — Qué meriendas hacía la tía Maeve cuando venían a Ballyknow. Encima traían un montón de cosas de América que eran auténticas guarrerías. — ¡Vaya! Mucha queja tendrás de las que te hacía tu madre. — Contestó Molly, inmediatamente, airada. — Bueno, ¿le dejan a una decir lo que tenía ya estructurado en la cabeza? Que luego decís que soy caótica y no paro de hablar. — Sonó una risita generalizada y Lawrence hizo un gesto muy exagerado hacia ella. — Por favor, continúe señora O’Donnell. — Bueno, pues mi hermano Frankie se fue a América cuando mi padre y Arnie, mi hermano mayor, murieron en la guerra, como tantos otros, porque no había oportunidades en Irlanda. Y allí conoció a una americana, Claire, que no era muy del gusto de mi madre, todo sea dicho… — ¿No había dicho el abuelo que se llamaba Maeve? — Intervino Darren, con la boca llena de comida. — ¿PUEDE UNA ABUELA HABLAR? — El enfado de Molly solo hizo reír más a los demás. — El asunto es que Claire era buena chica, pero… Mi hermano era muy parado y siempre pensando en Irlanda… Y se divorciaron después de tener dos hijos. Justo a esos dos, dudo que los veáis mucho, porque el mayor vive por ahí… — En Washington. — Apostilló Larry. — Eso, que allí todo suena igual. — No como en Irlanda que nadie es capaz de pronunciar los pueblos… — Aportó Arnie. — COMO IBA DICIENDO… — Interrumpió la abuela subiendo la voz. — Después encontró una muy buena chica irlandesa, Hufflepuff, otra inmigrante, que le entendía como debía, y esa es Maeve. — No sabía que teníamos divorciados en la familia. — Dijo Lex. — Bueno, es que en América es muy normal, y entre los muggles también. — Señaló Darren. — Exactamente. Y tuvieron otros dos hijos. Mi Jason, que me recuerda mucho mucho a mi hermano Arnie, aunque… Bueno, igual es un poco más payasito. — Arnold se rio fuertemente. — Porque mamá se adelantó a ponérmelo a mí, si no, al primo Jason le hubiera pegado mucho más el nombre. Yo le tengo mucho cariño, jugábamos mucho de chicos en el pueblo. — Y luego tuvieron a Shannon, que también es una Huffie como sus padres y como mi Darren. Y es enfermera, como tú cariño, y está casada con un médico, tienen un consultorio y todo, seguro que te llevas muy bien con ellos. — Dijo estrechándole la mano. Ella asintió. — Seguro que sí, abuela. Bastante que nos dejan quedarnos en su casa. — Uy, si es que viven en Long Island en una casa enorme, para todos los que eran, y ahora que todos los hijos están casados y con familias y eso, ellos os van a agradecer teneros por allí. — Frunció el ceño y miró hacia arriba, como queriendo recordar algo. — No me acuerdo de como se llama la chiquilla de Jason, pero es Ravenclaw, bueno, o serpiente algo que son allí, pero os va a caer muy bien. A mí me recuerda mucho a mí cuando era joven, ha cogido todo el pelirrojo de la familia. — Dijo con orgullo.
— Bueno, Molly, disculpa pero tengo que abordar cierto tema con mi hijo y mi nuera. — Claramente Emma había respetado a su suegra, pero andaba como loca por decir lo que tenía que decir. — Os hemos preparado muy bien, de verdad que confiamos en vosotros. Pero tenéis que tener una línea directa con nosotros y Edward en caso de que lo necesitéis y también para contarnos cómo se desarrolla todo. — Con un gesto de la varita, algo salió comprimido de su bolsillo y se quedó flotando en el aire. — Es un espejo de dos direcciones. Hemos mandado ya uno a casa de los tíos, y lo tendréis en vuestro cuarto. Podremos hablar al momento, solo hay que tener en cuenta la diferencia horaria. — Suspiró y miró a Marcus. — Aunque bueno… He consultado y… Parece que los teléfonos esos son seguros, si quieres utilizarlo con alguien que no sea yo. —
Sonrió al piropo de la abuela, y sus ojos se inundaron poco después. — Lo somos, Alice. — Confirmó Arnold. — Y la familia siempre va primero. — Dijo Emma con voz firme. Ella se mordió los labios por dentro y asintió, a modo de agradecimiento, porque si hablaba, se le rompería la voz y se echaría a llorar. — Bueno, pues ya que está la comida servida, voy a hablarte de mi hermano y su familia, que es con quien os vais a quedar. — Alice se recolocó y asintió, mientras se comía un cachito de patata. — De entrada, espero que estés dispuesta a comer más que eso, porque Maeve es más exagerada aún que Molly con la comida. — Señaló Larry con una risita. Arnold asintió y suspiró. — Qué meriendas hacía la tía Maeve cuando venían a Ballyknow. Encima traían un montón de cosas de América que eran auténticas guarrerías. — ¡Vaya! Mucha queja tendrás de las que te hacía tu madre. — Contestó Molly, inmediatamente, airada. — Bueno, ¿le dejan a una decir lo que tenía ya estructurado en la cabeza? Que luego decís que soy caótica y no paro de hablar. — Sonó una risita generalizada y Lawrence hizo un gesto muy exagerado hacia ella. — Por favor, continúe señora O’Donnell. — Bueno, pues mi hermano Frankie se fue a América cuando mi padre y Arnie, mi hermano mayor, murieron en la guerra, como tantos otros, porque no había oportunidades en Irlanda. Y allí conoció a una americana, Claire, que no era muy del gusto de mi madre, todo sea dicho… — ¿No había dicho el abuelo que se llamaba Maeve? — Intervino Darren, con la boca llena de comida. — ¿PUEDE UNA ABUELA HABLAR? — El enfado de Molly solo hizo reír más a los demás. — El asunto es que Claire era buena chica, pero… Mi hermano era muy parado y siempre pensando en Irlanda… Y se divorciaron después de tener dos hijos. Justo a esos dos, dudo que los veáis mucho, porque el mayor vive por ahí… — En Washington. — Apostilló Larry. — Eso, que allí todo suena igual. — No como en Irlanda que nadie es capaz de pronunciar los pueblos… — Aportó Arnie. — COMO IBA DICIENDO… — Interrumpió la abuela subiendo la voz. — Después encontró una muy buena chica irlandesa, Hufflepuff, otra inmigrante, que le entendía como debía, y esa es Maeve. — No sabía que teníamos divorciados en la familia. — Dijo Lex. — Bueno, es que en América es muy normal, y entre los muggles también. — Señaló Darren. — Exactamente. Y tuvieron otros dos hijos. Mi Jason, que me recuerda mucho mucho a mi hermano Arnie, aunque… Bueno, igual es un poco más payasito. — Arnold se rio fuertemente. — Porque mamá se adelantó a ponérmelo a mí, si no, al primo Jason le hubiera pegado mucho más el nombre. Yo le tengo mucho cariño, jugábamos mucho de chicos en el pueblo. — Y luego tuvieron a Shannon, que también es una Huffie como sus padres y como mi Darren. Y es enfermera, como tú cariño, y está casada con un médico, tienen un consultorio y todo, seguro que te llevas muy bien con ellos. — Dijo estrechándole la mano. Ella asintió. — Seguro que sí, abuela. Bastante que nos dejan quedarnos en su casa. — Uy, si es que viven en Long Island en una casa enorme, para todos los que eran, y ahora que todos los hijos están casados y con familias y eso, ellos os van a agradecer teneros por allí. — Frunció el ceño y miró hacia arriba, como queriendo recordar algo. — No me acuerdo de como se llama la chiquilla de Jason, pero es Ravenclaw, bueno, o serpiente algo que son allí, pero os va a caer muy bien. A mí me recuerda mucho a mí cuando era joven, ha cogido todo el pelirrojo de la familia. — Dijo con orgullo.
— Bueno, Molly, disculpa pero tengo que abordar cierto tema con mi hijo y mi nuera. — Claramente Emma había respetado a su suegra, pero andaba como loca por decir lo que tenía que decir. — Os hemos preparado muy bien, de verdad que confiamos en vosotros. Pero tenéis que tener una línea directa con nosotros y Edward en caso de que lo necesitéis y también para contarnos cómo se desarrolla todo. — Con un gesto de la varita, algo salió comprimido de su bolsillo y se quedó flotando en el aire. — Es un espejo de dos direcciones. Hemos mandado ya uno a casa de los tíos, y lo tendréis en vuestro cuarto. Podremos hablar al momento, solo hay que tener en cuenta la diferencia horaria. — Suspiró y miró a Marcus. — Aunque bueno… He consultado y… Parece que los teléfonos esos son seguros, si quieres utilizarlo con alguien que no sea yo. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
Apretó la mano de su novia y esbozó una sonrisa leve pero cálida. Hacía mucho que le había dicho a Alice que para él era su familia, antes de ser pareja de hecho, y si lo eran para lo bueno, también lo eran para lo malo. Su abuela entonces empezó su exposición sobre sus familiares y Marcus escuchó con atención. La mayoría de los nombres le sonaban, porque Marcus se había pasado la infancia estando horas y horas casa de sus abuelos, y cuando no podía entrar con Lawrence en su taller, se quedaba con Molly, escuchando sus historias de Irlanda y la familia. La diferencia es que a los americanos nunca les había visto, y eso había hecho que, a lo largo de los años, los nombres y parentescos se le diluyeran un poco. Pero Marcus era muy familiar y tenía mucha memoria, por lo que en cuanto Molly empezó a narrar, él comenzó a recordar.
Tuvo que reír ligeramente, mirando con complicidad a Lex, que también aguantaba la risa. Los comentarios en idas y venidas de Arnold y Molly hablando de la familia siempre eran graciosos. Esperaba que algún día, cuando todo aquello hubiera pasado, pudieran reunirse todos en una gran celebración de todos juntos, de verdad lo deseaba... pero primero tenían que solucionar ese tema. Porque por lo referente a llevarse bien con ellos, Marcus tenía pocas dudas de que sería así, su familia les recibiría con los brazos abiertos, estaba convencidos de que se parecerían mucho. Al fin y al cabo, su padre y sus abuelos siempre hablaban de los más mayores con mucho cariño, y los más jóvenes tenían edades similares a las suyas.
Siguió escuchando y, cuando Lex hizo el comentario sobre los divorciados, Marcus miró hacia arriba, pensativo, y ladeó varias veces la cabeza. Lo cierto era... que se le había pasado ese dato a él también. Su abuela hablaba sobre todo de Maeve y la familia construida con ella, y como Marcus era pequeño cuando se lo contaba, no se había planteado tantos detalles. Sabía que eran muchos y que tenía muchos tíos y primos y fin. El dato que le sorprendió fue el de que su prima mayor era Ravenclaw, tanto que hasta se irguió arqueando las cejas y mirando a su abuela. Lex rio entre dientes. - Ya has captado la atención del perro azul. - Varios rieron, pero Marcus no hizo ni caso. Miró a Alice y sonrió, tratando de aportar un punto bueno a todo aquel calvario. - Vamos a tener una compañera de casa en la familia. Eso es bueno, seguro que nos entendemos genial con ella. Nos servirá para despejarnos. - Darren emitió una risita de fondo y le dijo a Lex en el oído (aunque perfectamente audible). - Hablar sobre estudios es lo ideal para despejarse, dónde va a parar. - Los dos se rieron como ratillas y Marcus les miró con los ojos entrecerrados. - Estáis hechos el uno para el otro. - Dijo, burlón.
Emma había tardado mucho en hablar, y después del momento de charla familiar, tenía que volver a ponerles a todos los pies en el suelo. Tenía que reconocer que, por unos leves instantes, le había invadido la ilusión de las reuniones familiares y se había evadido un poco... pero la realidad no tarda demasiado en manifestarse. Cuando sacó el espejo llenó los pulmones de aire casi imperceptiblemente. Sabía que su madre estaba barajando la idea del espejo bidireccional, y si la conocía de algo, querría que ese fuera su método de contacto. No se equivocó. Lo del teléfono le sorprendió más, aunque no pudo reaccionar. Ya se le adelantó antes. - ¿Vais a compraros un móvil? - Preguntó, entre sorprendido y encantado, y dando un botecito en el asiento para mirarles, dio una palmada en el aire. - ¡Yo os lo consigo! - Es mejor que lo adquieran allí. - Cortó Emma, y volvió a mirarle a él. - Vuestra amiga, Hillary, ¿os dio indicaciones de cómo usarlo? - Más o menos. - Respondió Marcus. - Nos dio su número de contacto para hablar con ella. Y como allí los magos y los muggles viven mezclados, probablemente conseguir uno sea fácil. - Estupendo. ¿Sabéis si Theodore dispone de uno? - Marcus parpadeó. Qué localizado tenía su madre a Theo, no se lo esperaba. - Emm... supongo, sí. Imagino que sí. - Nosotros contactaremos mediante el espejo. Alice. - Miró a la chica. - Si Theo tiene número de teléfono, puede ser tu contacto con tu familia. Él y Hillary, y nada más. Por mucho que parezca un artilugio de fiar de cara a otros magos, prefiero que no tengáis tantos contactos. A más frentes abiertos, más fáciles seréis de rastrear. - Marcus asintió. - Iréis con Sophia a comprarlo. - Marcus frunció el ceño. ¿Quién? Su madre precisó, al ver su cara. - Tu prima. La hija mayor de Jason, es serpiente cornuda, el equivalente americano a Ravenclaw. Una chica joven probablemente entienda más de cómo funciona la tecnología que el resto, tendrá más contacto con jóvenes muggles. Y será de vuestra cuerda, más prudente y racional. - Que su padre, seguro. -Añadió Arnold en tono distendido, mientras daba un sorbo a su bebida. Emma continuó. - Cuando estéis asentados, le pediréis por favor que os acompañe a comprar uno, o incluso que ella lo compre y os lo dé. No hay prisa, con el espejo nos podemos comunicar, que es lo que importa. El teléfono sería complementario. - Pues ya estaba establecido por su madre. No había más que hablar.
Tuvo que reír ligeramente, mirando con complicidad a Lex, que también aguantaba la risa. Los comentarios en idas y venidas de Arnold y Molly hablando de la familia siempre eran graciosos. Esperaba que algún día, cuando todo aquello hubiera pasado, pudieran reunirse todos en una gran celebración de todos juntos, de verdad lo deseaba... pero primero tenían que solucionar ese tema. Porque por lo referente a llevarse bien con ellos, Marcus tenía pocas dudas de que sería así, su familia les recibiría con los brazos abiertos, estaba convencidos de que se parecerían mucho. Al fin y al cabo, su padre y sus abuelos siempre hablaban de los más mayores con mucho cariño, y los más jóvenes tenían edades similares a las suyas.
Siguió escuchando y, cuando Lex hizo el comentario sobre los divorciados, Marcus miró hacia arriba, pensativo, y ladeó varias veces la cabeza. Lo cierto era... que se le había pasado ese dato a él también. Su abuela hablaba sobre todo de Maeve y la familia construida con ella, y como Marcus era pequeño cuando se lo contaba, no se había planteado tantos detalles. Sabía que eran muchos y que tenía muchos tíos y primos y fin. El dato que le sorprendió fue el de que su prima mayor era Ravenclaw, tanto que hasta se irguió arqueando las cejas y mirando a su abuela. Lex rio entre dientes. - Ya has captado la atención del perro azul. - Varios rieron, pero Marcus no hizo ni caso. Miró a Alice y sonrió, tratando de aportar un punto bueno a todo aquel calvario. - Vamos a tener una compañera de casa en la familia. Eso es bueno, seguro que nos entendemos genial con ella. Nos servirá para despejarnos. - Darren emitió una risita de fondo y le dijo a Lex en el oído (aunque perfectamente audible). - Hablar sobre estudios es lo ideal para despejarse, dónde va a parar. - Los dos se rieron como ratillas y Marcus les miró con los ojos entrecerrados. - Estáis hechos el uno para el otro. - Dijo, burlón.
Emma había tardado mucho en hablar, y después del momento de charla familiar, tenía que volver a ponerles a todos los pies en el suelo. Tenía que reconocer que, por unos leves instantes, le había invadido la ilusión de las reuniones familiares y se había evadido un poco... pero la realidad no tarda demasiado en manifestarse. Cuando sacó el espejo llenó los pulmones de aire casi imperceptiblemente. Sabía que su madre estaba barajando la idea del espejo bidireccional, y si la conocía de algo, querría que ese fuera su método de contacto. No se equivocó. Lo del teléfono le sorprendió más, aunque no pudo reaccionar. Ya se le adelantó antes. - ¿Vais a compraros un móvil? - Preguntó, entre sorprendido y encantado, y dando un botecito en el asiento para mirarles, dio una palmada en el aire. - ¡Yo os lo consigo! - Es mejor que lo adquieran allí. - Cortó Emma, y volvió a mirarle a él. - Vuestra amiga, Hillary, ¿os dio indicaciones de cómo usarlo? - Más o menos. - Respondió Marcus. - Nos dio su número de contacto para hablar con ella. Y como allí los magos y los muggles viven mezclados, probablemente conseguir uno sea fácil. - Estupendo. ¿Sabéis si Theodore dispone de uno? - Marcus parpadeó. Qué localizado tenía su madre a Theo, no se lo esperaba. - Emm... supongo, sí. Imagino que sí. - Nosotros contactaremos mediante el espejo. Alice. - Miró a la chica. - Si Theo tiene número de teléfono, puede ser tu contacto con tu familia. Él y Hillary, y nada más. Por mucho que parezca un artilugio de fiar de cara a otros magos, prefiero que no tengáis tantos contactos. A más frentes abiertos, más fáciles seréis de rastrear. - Marcus asintió. - Iréis con Sophia a comprarlo. - Marcus frunció el ceño. ¿Quién? Su madre precisó, al ver su cara. - Tu prima. La hija mayor de Jason, es serpiente cornuda, el equivalente americano a Ravenclaw. Una chica joven probablemente entienda más de cómo funciona la tecnología que el resto, tendrá más contacto con jóvenes muggles. Y será de vuestra cuerda, más prudente y racional. - Que su padre, seguro. -Añadió Arnold en tono distendido, mientras daba un sorbo a su bebida. Emma continuó. - Cuando estéis asentados, le pediréis por favor que os acompañe a comprar uno, o incluso que ella lo compre y os lo dé. No hay prisa, con el espejo nos podemos comunicar, que es lo que importa. El teléfono sería complementario. - Pues ya estaba establecido por su madre. No había más que hablar.
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
La forma en la que dirimían todo entre Emma y Marcus, con aquel lenguaje tan correcto, casi le haría reír si no fuera porque no estaba para fiestas, y la tensión se palpaba un poco entre todos. Alice lo entendía, quedaban horas para separarse como nunca se habían separado, y además en un terreno más que peligroso… Ya le atacaba la culpa otra vez.
Trató de concentrarse en la conversación y asintió a lo de que fuera la prima de Marcus quien les comprara el teléfono y a lo de Theo y Hillary. — Creo que mi prima Jackie también tiene. Para hablar con Theo más rápido, así que sí, me parece buena idea tenerlos solo a ellos. — Pensaba que habían abandonado por fin esa etapa de la vida en la que tenían que desconfiar, guardar secretos, ocultar información… Por fortuna, la única ventaja que tenían es que no eran primerizos en ello precisamente. Puso una sonrisa de medio lado y asintió a lo del espejo también. — Si podéis, de cuando en cuando, traed a la tata para que hable con ella también por el espejo. Sé que es más abierta con los cacharros muggle, pero no está la situación para ponernos a enseñarle algo que no conoce. — Emma asintió tranquilamente, pero Alice se dio cuenta de que Arnold, Molly y Lawrence estaban incómodos.
— ¿Qué pasa? — Preguntó. Arnold suspiró y le miró con esa cara de padre comprensivo que se le ponía cuando iba a tratar un tema delicado. — Alice, ¿no querrás también hablar con tu padre? Aunque sea para ponerle al día de todo… — Ella suspiró. No, no quería hablar con su padre, no quería tener nada que ver con su padre hasta que estuvieran de vuelta, sinceramente, y solo porque sabía que Dylan querría estar con él, nada más. Pero no podía decirle eso a Arnold, claro. — No. Mi padre ahora mismo… Me desestabiliza, Arnold, lo siento. Necesito estar tranquila y concentrada en lo que tengo que estar, y si hablo con mi padre, no va a ocurrir. Que le informe la tata, o tú, de lo que está pasando. — Pero su suegro no iba a dejarlo ahí, a pesar de que claramente todos estaban deseando dejar el tema. — Pero, Alice, escúchame… Sé que estás enfadada con él, pero es que es su hijo, es su derecho que… — Arnold, no me hables de derechos de mi padre, te lo pido por favor. Y si quieres entender por qué, analiza cómo has sido tú como padre y compáralo con él. — Había sonado demasiado cortante, y ahora se había hecho un silencio muy tenso en la mesa. Alice se apoyó con los codos y se tapó la cara. — Perdón. No quería hablarte así. Perdonadme todos… — Quería levantarse e irse, pero eso sería aún más de niñata. — Venga, cariño, ya está. Si en verdad todos te entendemos, pero también queremos mucho a tu padre, y no podemos evitar querer que os vaya mejor… — Dijo Molly acariciándole con cariño la espalda. — Alice necesita tranquilidad para concentrarse, como ella misma ha dicho. Y tiempo. Cuando volváis, podremos hablar de estas cosas. — Sentenció Emma.
Ella se descubrió la cara y miró a Arnold, que estaba como un niño cuando le regañan. — Arnold… Dame tiempo. — Dijo alargándole una mano por la mesa. Él levantó la vista y sus miradas se encontraron. — Y hazme otro favor. — Ella puso media sonrisa triste. — Dame un consejo. Uno solo, el que creas que puede ser más importante para mí allí. — Giró la cabeza por la mesa. — Aquí estáis sentadas las personas a las que más admiro y escucho, y dentro de nada, voy a estar muy lejos de vosotros… Dadme cada uno un consejo que creáis que me va a servir allí. — Arnold le apretó la mano. — Que no desconectes del resto del mundo. Tiendes a hacer eso mucho, Alice, te pones a pensar, te metes en tu mente de Ravenclaw, intentando solucionar un problema, y desconectas de todo. Mantente unida a Marcus, a la familia, a tus amigos… No te lo quedes todo dentro, no dejes que te consuma. — Sí, Arnold tenía razón, tendía mucho a hacer eso. Asintió y le devolvió una sonrisa cálida. — ¿Abuelo? — Preguntó. Lawrence suspiró y se recostó en el respaldo. — Cuando tenía tu edad, estaba deseando ser un viejo para ser sabio, para saber qué contestar, basado en años de estudios y experiencias, a cosas como la que me pides… Y cuando he llegado, me he dado cuenta de que hay infinitas preguntas sin respuesta y cuestiones sin solución. — Con una sonrisa triste, clavó sus ojos en los de ella y sonrió. — De alquimista a alquimista, hija. ¿Cuál es la primera regla del taller? — Que cuando estés en el taller hay que estar en el taller. — Pues aplícalo al asunto en el que estés. Allí, en Nueva York, no permitas que nada más invada tu mente. Ni la licencia, ni el paso de los meses, ni el qué dirán. Solo Dylan, recuperar a Dylan. Es la única forma de asegurarte que vas a hacerlo bien. — Sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas, y asintió apretando los labios. — ¿Abuela? — ¡Oy! Un consejo, hija, uno solo no sé… — Molly se llevó una mano a la cara, pensativa, y luego les señaló a todos. — No vayáis a decir que solo doy consejos de comida, que lo he pensado y no, no es lo más importante… — Suspiró y la miró a ella. — Supongo que el mejor consejo que puedo darte, hija, es que confíes en la familia. A mí siempre me ha funcionado. Cuando me he equivocado, enfadado, cuando he estado confusa… Al final, siempre han estado conmigo, haciendo lo que buenamente pueden. Y en eso incluyo a mi nieto. Para mí sois una familia ya. —
Trató de concentrarse en la conversación y asintió a lo de que fuera la prima de Marcus quien les comprara el teléfono y a lo de Theo y Hillary. — Creo que mi prima Jackie también tiene. Para hablar con Theo más rápido, así que sí, me parece buena idea tenerlos solo a ellos. — Pensaba que habían abandonado por fin esa etapa de la vida en la que tenían que desconfiar, guardar secretos, ocultar información… Por fortuna, la única ventaja que tenían es que no eran primerizos en ello precisamente. Puso una sonrisa de medio lado y asintió a lo del espejo también. — Si podéis, de cuando en cuando, traed a la tata para que hable con ella también por el espejo. Sé que es más abierta con los cacharros muggle, pero no está la situación para ponernos a enseñarle algo que no conoce. — Emma asintió tranquilamente, pero Alice se dio cuenta de que Arnold, Molly y Lawrence estaban incómodos.
— ¿Qué pasa? — Preguntó. Arnold suspiró y le miró con esa cara de padre comprensivo que se le ponía cuando iba a tratar un tema delicado. — Alice, ¿no querrás también hablar con tu padre? Aunque sea para ponerle al día de todo… — Ella suspiró. No, no quería hablar con su padre, no quería tener nada que ver con su padre hasta que estuvieran de vuelta, sinceramente, y solo porque sabía que Dylan querría estar con él, nada más. Pero no podía decirle eso a Arnold, claro. — No. Mi padre ahora mismo… Me desestabiliza, Arnold, lo siento. Necesito estar tranquila y concentrada en lo que tengo que estar, y si hablo con mi padre, no va a ocurrir. Que le informe la tata, o tú, de lo que está pasando. — Pero su suegro no iba a dejarlo ahí, a pesar de que claramente todos estaban deseando dejar el tema. — Pero, Alice, escúchame… Sé que estás enfadada con él, pero es que es su hijo, es su derecho que… — Arnold, no me hables de derechos de mi padre, te lo pido por favor. Y si quieres entender por qué, analiza cómo has sido tú como padre y compáralo con él. — Había sonado demasiado cortante, y ahora se había hecho un silencio muy tenso en la mesa. Alice se apoyó con los codos y se tapó la cara. — Perdón. No quería hablarte así. Perdonadme todos… — Quería levantarse e irse, pero eso sería aún más de niñata. — Venga, cariño, ya está. Si en verdad todos te entendemos, pero también queremos mucho a tu padre, y no podemos evitar querer que os vaya mejor… — Dijo Molly acariciándole con cariño la espalda. — Alice necesita tranquilidad para concentrarse, como ella misma ha dicho. Y tiempo. Cuando volváis, podremos hablar de estas cosas. — Sentenció Emma.
Ella se descubrió la cara y miró a Arnold, que estaba como un niño cuando le regañan. — Arnold… Dame tiempo. — Dijo alargándole una mano por la mesa. Él levantó la vista y sus miradas se encontraron. — Y hazme otro favor. — Ella puso media sonrisa triste. — Dame un consejo. Uno solo, el que creas que puede ser más importante para mí allí. — Giró la cabeza por la mesa. — Aquí estáis sentadas las personas a las que más admiro y escucho, y dentro de nada, voy a estar muy lejos de vosotros… Dadme cada uno un consejo que creáis que me va a servir allí. — Arnold le apretó la mano. — Que no desconectes del resto del mundo. Tiendes a hacer eso mucho, Alice, te pones a pensar, te metes en tu mente de Ravenclaw, intentando solucionar un problema, y desconectas de todo. Mantente unida a Marcus, a la familia, a tus amigos… No te lo quedes todo dentro, no dejes que te consuma. — Sí, Arnold tenía razón, tendía mucho a hacer eso. Asintió y le devolvió una sonrisa cálida. — ¿Abuelo? — Preguntó. Lawrence suspiró y se recostó en el respaldo. — Cuando tenía tu edad, estaba deseando ser un viejo para ser sabio, para saber qué contestar, basado en años de estudios y experiencias, a cosas como la que me pides… Y cuando he llegado, me he dado cuenta de que hay infinitas preguntas sin respuesta y cuestiones sin solución. — Con una sonrisa triste, clavó sus ojos en los de ella y sonrió. — De alquimista a alquimista, hija. ¿Cuál es la primera regla del taller? — Que cuando estés en el taller hay que estar en el taller. — Pues aplícalo al asunto en el que estés. Allí, en Nueva York, no permitas que nada más invada tu mente. Ni la licencia, ni el paso de los meses, ni el qué dirán. Solo Dylan, recuperar a Dylan. Es la única forma de asegurarte que vas a hacerlo bien. — Sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas, y asintió apretando los labios. — ¿Abuela? — ¡Oy! Un consejo, hija, uno solo no sé… — Molly se llevó una mano a la cara, pensativa, y luego les señaló a todos. — No vayáis a decir que solo doy consejos de comida, que lo he pensado y no, no es lo más importante… — Suspiró y la miró a ella. — Supongo que el mejor consejo que puedo darte, hija, es que confíes en la familia. A mí siempre me ha funcionado. Cuando me he equivocado, enfadado, cuando he estado confusa… Al final, siempre han estado conmigo, haciendo lo que buenamente pueden. Y en eso incluyo a mi nieto. Para mí sois una familia ya. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
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El ejército Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
De repente, se tensó el ambiente, y Marcus sabía perfectamente por qué. Él, a pesar de que no era el rey del disimule, estaba mejorando mucho en esa habilidad recientemente, porque optó por hacer como su madre: simplemente asistir imperturbable a la decisión de Alice de comunicarse solo con Violet por el espejo. Miró a su padre de soslayo, simplemente, pero la incomodidad en el hombre era mucho más palpable. A Marcus toda esa situación le dolía muchísimo, pero ya había determinado que era algo que sería mejor arreglar cuando volvieran, con Dylan de la mano y ese asunto zanjado. El resto de su familia (excepto su madre, por supuesto, y al parecer Lex también estaba bastante de esa cuerda, no así Darren, que miraba a los presentes con una evidente cara de pena) no parecía opinar igual.
Y el intento de su padre por mediar, con Alice en el estado de tensión y tristeza que estaba, fue de todo menos bien recibido. Ahora con quien compartió una mirada fue con Emma, ostensiblemente más tenso, porque se jugaba una mano porque su novia en estado normal jamás le habría hablado a Arnold así. Por eso él prefería no sacar el tema, no quería ponerla más contra las cuerdas... pero su padre había pasado menos tiempo con Alice y más con William en los últimos días. Afortunadamente Emma, lejos de querer echar a Alice de la familia, parecía estar conteniendo las ganas de darle una colleja a su marido por insistente. Lo peor era que Marcus estaba mucho más de parte de su padre en aquella contienda que de las dos mujeres... solo que en otro momento temporal. Porque ahí estaba la clave: en el momento. Y con Dylan en manos de esos tiranos y apunto de irse a Nueva York, desde luego y por doloroso que resultara, no era el momento para hablar de todo eso. A la vuelta cambiarían las tornas. Y ahí, quería pensar, tendrían una Alice (y una Emma) mucho más receptiva.
Pero como Alice quería muchísimo a Arnold, todos los allí presentes lo sabían, no tardó no solo en disculparse sino en agarrar su mano y pedirle un consejo. Marcus notó un nudo en su garganta que le obligó a tragar saliva para contener la emoción. En ese momento... no quería irse. Querría anclarse al suelo y abrazarse con fuerza a Alice y no moverse del refugio seguro que le suponía su familia, quería llorar y gritar que aquello era injusto y no lo quería. Pero quería tener allí a Dylan, y quería ser él, junto con su hermana, quienes le trajeran de vuelta a casa. Dos necesidades muy contradictorias... y, cuando eso ocurría, al final era el deber el que inclinaba la balanza.
Miró a su padre y le sonrió con calidez, dándole mentalmente las gracias. No sabía el hombre lo importante que ese consejo era para él, porque no soportaba ver a Alice aislada, y tendía a hacerlo. Le partía el corazón y le había dado algún que otro problema en el pasado. Luego vino el turno de su abuelo y Marcus le miró con esperanza, notando los latidos más emocionados. Su abuelo era un gran sabio que siempre tenía algo que aportar, y por un momento sintió la ilusión de que les daría el consejo definitivo que les ayudaría en todo... pero, como buen sabio que era, él mismo reconoció no ostentar toda la verdad. Tantas veces a lo largo de su vida se lo había dicho... Marcus tenía el punto de ambición de los Slytherin, heredado de la rama Horner, que Lawrence no tenía. Por eso a veces, eso de no llegar a ser el mayor sabio, el que más conocía del mundo y de la verdad... era un privilegio al que le costaba renunciar. Pero para algo tenía a su abuelo como referente, recordándole que la humildad y la sensatez son también rasgos claves para un sabio.
Y ya iba a llorar otra vez pero se contuvo, por la analogía de su abuelo con las normas del taller. Eso tendrían que estar haciendo ahora, prepararse sus licencias, felices en el taller... pero lo harían a la vuelta, con la seguridad de que Dylan estaba ya bajo su protección y que eso jamás cambiaría. Su abuela dio el consejo que Marcus sabía que oiría de ella, pero no por ello era menos necesario. De hecho, no pudo evitar sonreír mientras la escuchaba. Para su abuela, la familia era lo primero, y eso era lo que a él le había transmitido siempre y lo que llevaba por bandera. En el fondo, se sentía menos solo sabiendo que estarían rodeados de Laceys allí, aunque fueran a lo que fueran. Se hizo un leve silencio mientras Molly miraba a Alice con cariño, hasta que a su lado se oyó un tímido carraspeo. - A mí no me lo has pedido. - Dijo Lex, con la mirada baja y tímida. - Y en fin, tampoco es como que yo sea... persona de aconsejar y eso... Vamos, que ni puta idea de cómo llevar este tema. Que vaya marrón. Que... bueno, eso. - Volvió a carraspear y se quedó unos segundos en silencio, cabizbajo y con el ceño fruncido. Cuando hacía eso, había muchas probabilidades de que su conclusión fuera algo así como "bueno, en verdad no iba a decir nada" y quedarse callado de nuevo. Pero Lex también estaba sufriendo mucho con todo aquello, así que venció a su propia timidez y habló. - Los de aquí estamos bien. - Hizo una pausa. Se encogió bruscamente de hombros, tras esta. - Solo eso. Que... que tú a lo tuyo ¿sabes? O sea, que estés bien tú, y que estéis bien los dos, y joder, sobre todo Dylan, que tiene que volver... Y nosotros... Ya nos las apañamos aquí. De verdad que no te preocupes y eso, que estamos bien. Si solo queremos que volváis los tres... O sea, que os vaya bien, me refiero. - Y que os queremos mucho. - Apuntó Darren, con tono cálido. - Al final, que creo que es lo que Lex quiere decir, y yo lo comparto... lo que importa es que pienses que todos aquí os apoyamos, y que por supuesto que estaremos preocupados y os echaremos de menos, pero sabemos que vais para recuperar a Dylan, y todos estamos deseando que nuestro patito esté otra vez por aquí. Bueno, en Hogwarts, con mi Lex, que lo va a cuidar divinamente. - Dijo acariciando el pelo de Lex, quien se volvió a encoger un poco, ruborizado, aunque con una sonrisilla. - Y vosotros a lo vuestro, de verdad, que suficiente tenéis con lo que tenéis. Nosotros aquí estaremos bien. - Y no te separes de Marcus. - Saltó Lex. Ambos le miraron. - Quiero decir... sé que no os separáis ni con agua caliente, pero... lo que ha dicho mi padre... - Lex tragó saliva y le miró, pero no directamente, sino con su timidez habitual. - Marcus te quiere como nadie. No tengas tanto miedo a que sufra y quédate con él, os va a venir bien a los dos. - Dijo en tono musitado, y ya sí que Marcus temió llorar, pero en su lugar miró a su hermano con infinito cariño. Gracias, pensó, y aunque con la cabeza agachada, vio como Lex volvía a encogerse otro poco y a sonreír.
Hubo unos instantes de silencio en el que las miradas se dirigieron sutilmente (porque nadie osaría presionarla de forma tan directa) a Emma. La mujer estaba tan imperturbable como siempre, pero con solemnidad y muy tranquila, con sus manos ante el regazo, miró a Alice y dijo en su habitual tono que no dejaba lugar ni a dudas ni a réplicas - Puedes tomarlo como un consejo, o puedes tomarlo como lo que iba a ser: mi última orden antes de que os fueseis. - Marcus la miraba expectante y tenso. Ella hizo una pausa en su discurso, también un recurso muy habitual en la mujer cuando hablaba, antes de seguir. - Nunca, bajo ningún concepto, pongas en duda que la que más sabe de este tema, la que más lo controla, y la que más derecho tiene a decir tanto la primera como la última palabra aquí, eres tú. Ni Marcus, ni yo, ni Arnold. Ni mis suegros. Ni tu padre ni tu tía, ni tus abuelos, ni tu primo Aaron, ni por supuesto ningún Van der Luyden. Tampoco Edward. Tú, Alice, tú eres la persona que más sabe de este tema. Tú eres la persona que más sabe de tu hermano. - Hizo una imperceptible negación con la cabeza. - Y no me malinterpretes con esto: no quiero que te vuelvas una engreída. No quiero que, a tus dieciocho años, cierres los oídos y no aceptes ninguna sugerencia. Escucha, valora y decide. Y esa decisión será tuya. Eres una buena Ravenclaw y la persona que ha llevado esta familia hacia delante desde que tu madre murió, y con bastante sensatez. Más de la esperable en una persona de tu edad y con su contexto. - Su madre, a la hora de hablar, no se andaba con paños calientes. - No eres infalible y puedes cometer errores, pero serán TUS errores, tomados con TUS datos. Tú tienes datos, tienes conocimiento sobre esto y tienes una intuición heredada de tus dos padres pero mucho mejor encaminada. Úsalo con la tranquilidad de que sabes lo que haces, Alice. Insisto: no desoigas a la gente, ni pretendas ser infalible. Pero tampoco lo olvides: nadie, absolutamente nadie, sabrá manejar esto mejor que tú. - Arqueó entonces las cejas levemente, mirándola, y con una sonrisa levemente imperceptible, añadió. - Sé que no tendré que recordártelo. Y hazme caso, esta es la vía correcta. Si lo haces, tarde o temprano, traerás de vuelta a tu hermano. No me defraudes. -
Y el intento de su padre por mediar, con Alice en el estado de tensión y tristeza que estaba, fue de todo menos bien recibido. Ahora con quien compartió una mirada fue con Emma, ostensiblemente más tenso, porque se jugaba una mano porque su novia en estado normal jamás le habría hablado a Arnold así. Por eso él prefería no sacar el tema, no quería ponerla más contra las cuerdas... pero su padre había pasado menos tiempo con Alice y más con William en los últimos días. Afortunadamente Emma, lejos de querer echar a Alice de la familia, parecía estar conteniendo las ganas de darle una colleja a su marido por insistente. Lo peor era que Marcus estaba mucho más de parte de su padre en aquella contienda que de las dos mujeres... solo que en otro momento temporal. Porque ahí estaba la clave: en el momento. Y con Dylan en manos de esos tiranos y apunto de irse a Nueva York, desde luego y por doloroso que resultara, no era el momento para hablar de todo eso. A la vuelta cambiarían las tornas. Y ahí, quería pensar, tendrían una Alice (y una Emma) mucho más receptiva.
Pero como Alice quería muchísimo a Arnold, todos los allí presentes lo sabían, no tardó no solo en disculparse sino en agarrar su mano y pedirle un consejo. Marcus notó un nudo en su garganta que le obligó a tragar saliva para contener la emoción. En ese momento... no quería irse. Querría anclarse al suelo y abrazarse con fuerza a Alice y no moverse del refugio seguro que le suponía su familia, quería llorar y gritar que aquello era injusto y no lo quería. Pero quería tener allí a Dylan, y quería ser él, junto con su hermana, quienes le trajeran de vuelta a casa. Dos necesidades muy contradictorias... y, cuando eso ocurría, al final era el deber el que inclinaba la balanza.
Miró a su padre y le sonrió con calidez, dándole mentalmente las gracias. No sabía el hombre lo importante que ese consejo era para él, porque no soportaba ver a Alice aislada, y tendía a hacerlo. Le partía el corazón y le había dado algún que otro problema en el pasado. Luego vino el turno de su abuelo y Marcus le miró con esperanza, notando los latidos más emocionados. Su abuelo era un gran sabio que siempre tenía algo que aportar, y por un momento sintió la ilusión de que les daría el consejo definitivo que les ayudaría en todo... pero, como buen sabio que era, él mismo reconoció no ostentar toda la verdad. Tantas veces a lo largo de su vida se lo había dicho... Marcus tenía el punto de ambición de los Slytherin, heredado de la rama Horner, que Lawrence no tenía. Por eso a veces, eso de no llegar a ser el mayor sabio, el que más conocía del mundo y de la verdad... era un privilegio al que le costaba renunciar. Pero para algo tenía a su abuelo como referente, recordándole que la humildad y la sensatez son también rasgos claves para un sabio.
Y ya iba a llorar otra vez pero se contuvo, por la analogía de su abuelo con las normas del taller. Eso tendrían que estar haciendo ahora, prepararse sus licencias, felices en el taller... pero lo harían a la vuelta, con la seguridad de que Dylan estaba ya bajo su protección y que eso jamás cambiaría. Su abuela dio el consejo que Marcus sabía que oiría de ella, pero no por ello era menos necesario. De hecho, no pudo evitar sonreír mientras la escuchaba. Para su abuela, la familia era lo primero, y eso era lo que a él le había transmitido siempre y lo que llevaba por bandera. En el fondo, se sentía menos solo sabiendo que estarían rodeados de Laceys allí, aunque fueran a lo que fueran. Se hizo un leve silencio mientras Molly miraba a Alice con cariño, hasta que a su lado se oyó un tímido carraspeo. - A mí no me lo has pedido. - Dijo Lex, con la mirada baja y tímida. - Y en fin, tampoco es como que yo sea... persona de aconsejar y eso... Vamos, que ni puta idea de cómo llevar este tema. Que vaya marrón. Que... bueno, eso. - Volvió a carraspear y se quedó unos segundos en silencio, cabizbajo y con el ceño fruncido. Cuando hacía eso, había muchas probabilidades de que su conclusión fuera algo así como "bueno, en verdad no iba a decir nada" y quedarse callado de nuevo. Pero Lex también estaba sufriendo mucho con todo aquello, así que venció a su propia timidez y habló. - Los de aquí estamos bien. - Hizo una pausa. Se encogió bruscamente de hombros, tras esta. - Solo eso. Que... que tú a lo tuyo ¿sabes? O sea, que estés bien tú, y que estéis bien los dos, y joder, sobre todo Dylan, que tiene que volver... Y nosotros... Ya nos las apañamos aquí. De verdad que no te preocupes y eso, que estamos bien. Si solo queremos que volváis los tres... O sea, que os vaya bien, me refiero. - Y que os queremos mucho. - Apuntó Darren, con tono cálido. - Al final, que creo que es lo que Lex quiere decir, y yo lo comparto... lo que importa es que pienses que todos aquí os apoyamos, y que por supuesto que estaremos preocupados y os echaremos de menos, pero sabemos que vais para recuperar a Dylan, y todos estamos deseando que nuestro patito esté otra vez por aquí. Bueno, en Hogwarts, con mi Lex, que lo va a cuidar divinamente. - Dijo acariciando el pelo de Lex, quien se volvió a encoger un poco, ruborizado, aunque con una sonrisilla. - Y vosotros a lo vuestro, de verdad, que suficiente tenéis con lo que tenéis. Nosotros aquí estaremos bien. - Y no te separes de Marcus. - Saltó Lex. Ambos le miraron. - Quiero decir... sé que no os separáis ni con agua caliente, pero... lo que ha dicho mi padre... - Lex tragó saliva y le miró, pero no directamente, sino con su timidez habitual. - Marcus te quiere como nadie. No tengas tanto miedo a que sufra y quédate con él, os va a venir bien a los dos. - Dijo en tono musitado, y ya sí que Marcus temió llorar, pero en su lugar miró a su hermano con infinito cariño. Gracias, pensó, y aunque con la cabeza agachada, vio como Lex volvía a encogerse otro poco y a sonreír.
Hubo unos instantes de silencio en el que las miradas se dirigieron sutilmente (porque nadie osaría presionarla de forma tan directa) a Emma. La mujer estaba tan imperturbable como siempre, pero con solemnidad y muy tranquila, con sus manos ante el regazo, miró a Alice y dijo en su habitual tono que no dejaba lugar ni a dudas ni a réplicas - Puedes tomarlo como un consejo, o puedes tomarlo como lo que iba a ser: mi última orden antes de que os fueseis. - Marcus la miraba expectante y tenso. Ella hizo una pausa en su discurso, también un recurso muy habitual en la mujer cuando hablaba, antes de seguir. - Nunca, bajo ningún concepto, pongas en duda que la que más sabe de este tema, la que más lo controla, y la que más derecho tiene a decir tanto la primera como la última palabra aquí, eres tú. Ni Marcus, ni yo, ni Arnold. Ni mis suegros. Ni tu padre ni tu tía, ni tus abuelos, ni tu primo Aaron, ni por supuesto ningún Van der Luyden. Tampoco Edward. Tú, Alice, tú eres la persona que más sabe de este tema. Tú eres la persona que más sabe de tu hermano. - Hizo una imperceptible negación con la cabeza. - Y no me malinterpretes con esto: no quiero que te vuelvas una engreída. No quiero que, a tus dieciocho años, cierres los oídos y no aceptes ninguna sugerencia. Escucha, valora y decide. Y esa decisión será tuya. Eres una buena Ravenclaw y la persona que ha llevado esta familia hacia delante desde que tu madre murió, y con bastante sensatez. Más de la esperable en una persona de tu edad y con su contexto. - Su madre, a la hora de hablar, no se andaba con paños calientes. - No eres infalible y puedes cometer errores, pero serán TUS errores, tomados con TUS datos. Tú tienes datos, tienes conocimiento sobre esto y tienes una intuición heredada de tus dos padres pero mucho mejor encaminada. Úsalo con la tranquilidad de que sabes lo que haces, Alice. Insisto: no desoigas a la gente, ni pretendas ser infalible. Pero tampoco lo olvides: nadie, absolutamente nadie, sabrá manejar esto mejor que tú. - Arqueó entonces las cejas levemente, mirándola, y con una sonrisa levemente imperceptible, añadió. - Sé que no tendré que recordártelo. Y hazme caso, esta es la vía correcta. Si lo haces, tarde o temprano, traerás de vuelta a tu hermano. No me defraudes. -
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Ivanka
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El ejército Con Marcus | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002 |
La frase de Lex le hizo reír un poco. — Una de las cosas que más me gustan de ser Ravenclaw es ser capaz de aprender de todo el mundo Lex. De ti el primero. — Y escuchó lo que decía. A Lex, igual que a Erin, no se le daban muy bien los discursos, pero, a última hora, su discurso era bastante claro. Especialmente ahora que venía con un Darren incorporado, traduciendo al Hufflepuff todo lo que él iba diciendo. Ella les dedicó una sonrisa y asintió. — Lo sabía, pero siempre sienta muy bien que te lo recuerden. — Miró a ambos y apretó la mano de Marcus. No, no concebía la vida separada de él y no lo haría. — Confío a ciegas en los dos para cuidar de todo cuando yo me vaya. — Se dirigió a su cuñado. — Y en ti más que en nadie para que lo cuides cuando estéis los dos en Hogwarts. — Y luego a Darren. — Y en ti para cuidarlo a él, se te da muy bien, como el ajenjo. — Y le guiñó un ojo, mirando de reojo a Emma, sabiendo que ella entendería.
Pero precisamente Emma, tenía algo que decir, en sus habituales términos y condiciones, pero Alice iba aprendiendo a leer entre líneas de lo que decía, y le llegaban al corazón sus palabras. De hecho, abrió mucho los ojos y estaba segura de que su cara reflejaba bastante confusión. — Bueno, yo… — No se esperaba tanto poder intelectual recogido de manos de Emma O’Donnell precisamente. De hecho levantó las manos y negó cuando dijo lo de que se volviera engreída. — No, no, quiero decir… Te agradezco que… Bueno, que pienses que sé tanto de esto, y a ver, claro que he sacado adelante mi casa y eso pero… — Les miró a todos y dejó caer los hombros. — Sin vosotros, sin todo lo que me ha enseñado Rylance y… — Cogió la mano de Marcus y la besó. — Sin el amor incondicional de Marcus… No sabría qué hacer. — Negó con la cabeza y cerró los ojos. — Pero no, de los Van Der Luyden no quiero saber nada. Todo lo que digan para mí, serán mentiras o veneno. Conocía muy bien a mi madre, y quien fue capaz de tratarla así no merece ni medio segundo de mi atención. — Tragó saliva y las lágrimas acudieron a sus ojos. — Pero tienes razón. Sé mucho de mi hermano, sé… Sé lo que hubiera querido mi madre que hiciera. — Sonrió justo cuando recalcó lo de SUS errores y sus datos. — Creo que eso fue justo lo último que me dijo mi madre. — Todos la miraron y ella puso media sonrisa. — Que fuera libre de escoger mi propio camino. Y entonces no lo entendí, pero eso quería decir que… Escogiera lo que yo quisiera, sabiendo por qué lo hacía, tomando esa decisión por mí misma y aceptando que… Es mía. — Emma asintió con una leve sonrisa. — Pues exactamente a eso me refería. — Ella se mordió los labios por dentro y se limpió las lágrimas. — Irnos no va a ser nada fácil, no. Pero al menos tenemos buenos consejeros… — Con una familia irlandesa siempre se puede contar, cariño. — Dijo Molly cogiéndole la otra mano. Entonces Lawrence cogió la copa y la alzó. — Por reunirnos de nuevo aquí, Merlín quiera que dentro de poco, pero con nuestro patito. Celebrando que, una vez más, habéis demostrado ser una pareja inteligente y valiente, siempre juntos contra las adversidades. — Ella levantó la copa y todos se sumaron. Esa sería la imagen que se llevaría, esa justo. Todos en la mesa, brindando, bajo el sol, junto a las flores como había dicho Lawrence, y seguro de que se querían y se apoyaban. Una buena familia, como había dicho Molly.
Más tarde, mientras Erin abría sus regalos los O'Donnell aprovechaban para alejar un poco la negrura que les invadía, Alice se acercó a Aaron, que se sentía (lógicamente) un poco fuera de lugar y estaba sentado en la escalinata del porche, callado, mirando. — ¿En qué piensas? ¿Te ha traumatizado la tata o qué? — El rio y negó con la cabeza. — No... Tu tata me cae bien. Es muy maja, y Erin también, aunque se le acaba pronto la conversación. Pero bueno, como a mí, puedo empatizar. — Alice asintió. — Siento que tengas que estar así... Entiendo que sea incómodo, pero espero que lo entiendas. — Aaron se encogió de un hombro y negó con la cabeza. — Bah... Mi familia ha hecho cosas mil veces peores... No te preocupes, Gal, de verdad. — Suspiró y señaló con la barbilla a los demás. — No sabía que... Esto era una familia. La palabra para mí estaba un poco maldita. Pero tú tienes una familia de verdad... Al menos te ayudaré a pelear por ellos. — Ella le dio la mano y dijo. — Gracias, Aaron. Sé que no he estado muy pendiente... O paciente... Pero Dylan y yo sí somos tu familia. Una buena, una de verdad. — Suspiró profundamente y perdió la mirada. — El año pasado, justo este mismo día, estaba allí, en esa calle de atrás, sin atreverme a entrar en esta casa... Pensando que no me querrían aquí, pero mira dónde estamos hoy. — Acarició el brazo de Aaron. — La vida cambia, Aaron, y yo hace un año creí que nunca sería feliz. Ahora tendré problemas pero... Les tengo a ellos. Te juro que todo llega. — El chico sonrió y asintió, perdiendo la mirada también.
Pero precisamente Emma, tenía algo que decir, en sus habituales términos y condiciones, pero Alice iba aprendiendo a leer entre líneas de lo que decía, y le llegaban al corazón sus palabras. De hecho, abrió mucho los ojos y estaba segura de que su cara reflejaba bastante confusión. — Bueno, yo… — No se esperaba tanto poder intelectual recogido de manos de Emma O’Donnell precisamente. De hecho levantó las manos y negó cuando dijo lo de que se volviera engreída. — No, no, quiero decir… Te agradezco que… Bueno, que pienses que sé tanto de esto, y a ver, claro que he sacado adelante mi casa y eso pero… — Les miró a todos y dejó caer los hombros. — Sin vosotros, sin todo lo que me ha enseñado Rylance y… — Cogió la mano de Marcus y la besó. — Sin el amor incondicional de Marcus… No sabría qué hacer. — Negó con la cabeza y cerró los ojos. — Pero no, de los Van Der Luyden no quiero saber nada. Todo lo que digan para mí, serán mentiras o veneno. Conocía muy bien a mi madre, y quien fue capaz de tratarla así no merece ni medio segundo de mi atención. — Tragó saliva y las lágrimas acudieron a sus ojos. — Pero tienes razón. Sé mucho de mi hermano, sé… Sé lo que hubiera querido mi madre que hiciera. — Sonrió justo cuando recalcó lo de SUS errores y sus datos. — Creo que eso fue justo lo último que me dijo mi madre. — Todos la miraron y ella puso media sonrisa. — Que fuera libre de escoger mi propio camino. Y entonces no lo entendí, pero eso quería decir que… Escogiera lo que yo quisiera, sabiendo por qué lo hacía, tomando esa decisión por mí misma y aceptando que… Es mía. — Emma asintió con una leve sonrisa. — Pues exactamente a eso me refería. — Ella se mordió los labios por dentro y se limpió las lágrimas. — Irnos no va a ser nada fácil, no. Pero al menos tenemos buenos consejeros… — Con una familia irlandesa siempre se puede contar, cariño. — Dijo Molly cogiéndole la otra mano. Entonces Lawrence cogió la copa y la alzó. — Por reunirnos de nuevo aquí, Merlín quiera que dentro de poco, pero con nuestro patito. Celebrando que, una vez más, habéis demostrado ser una pareja inteligente y valiente, siempre juntos contra las adversidades. — Ella levantó la copa y todos se sumaron. Esa sería la imagen que se llevaría, esa justo. Todos en la mesa, brindando, bajo el sol, junto a las flores como había dicho Lawrence, y seguro de que se querían y se apoyaban. Una buena familia, como había dicho Molly.
Más tarde, mientras Erin abría sus regalos los O'Donnell aprovechaban para alejar un poco la negrura que les invadía, Alice se acercó a Aaron, que se sentía (lógicamente) un poco fuera de lugar y estaba sentado en la escalinata del porche, callado, mirando. — ¿En qué piensas? ¿Te ha traumatizado la tata o qué? — El rio y negó con la cabeza. — No... Tu tata me cae bien. Es muy maja, y Erin también, aunque se le acaba pronto la conversación. Pero bueno, como a mí, puedo empatizar. — Alice asintió. — Siento que tengas que estar así... Entiendo que sea incómodo, pero espero que lo entiendas. — Aaron se encogió de un hombro y negó con la cabeza. — Bah... Mi familia ha hecho cosas mil veces peores... No te preocupes, Gal, de verdad. — Suspiró y señaló con la barbilla a los demás. — No sabía que... Esto era una familia. La palabra para mí estaba un poco maldita. Pero tú tienes una familia de verdad... Al menos te ayudaré a pelear por ellos. — Ella le dio la mano y dijo. — Gracias, Aaron. Sé que no he estado muy pendiente... O paciente... Pero Dylan y yo sí somos tu familia. Una buena, una de verdad. — Suspiró profundamente y perdió la mirada. — El año pasado, justo este mismo día, estaba allí, en esa calle de atrás, sin atreverme a entrar en esta casa... Pensando que no me querrían aquí, pero mira dónde estamos hoy. — Acarició el brazo de Aaron. — La vida cambia, Aaron, y yo hace un año creí que nunca sería feliz. Ahora tendré problemas pero... Les tengo a ellos. Te juro que todo llega. — El chico sonrió y asintió, perdiendo la mirada también.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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