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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Abr 23, 2022 4:25 am
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




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    Lun Sep 19, 2022 8:29 am


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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    Se estaba poniendo hasta arriba de comer. Después de que los demás tuvieran que aguantar varias quejas y tiritos por no haberle dejado comer más dulces a pesar de que las pruebas eran después de comer, se desquitó con el almuerzo. Estaba hasta arriba, aunque también bastante convencido de que le seguía quedando un buen hueco para los dulces que ganaran con las pruebas. Mientras comía, observó divertido como Theo y Hillary intentaban adivinar comida a ciegas, aunque el comentario del chico le hizo chistar, fingiendo fastidio. - ¡Vaya! Yo no soy Marcus, pero no porque Marcus es listísimo, no. No porque Marcus tiene un cerebro privilegiado, tampoco. No porque Marcus... - Añadió una serie de frases de queja más que incluían pomposos adjetivos sobre su persona, pero cuando vio que perdía la atención del público, concluyó. - Sino yo no soy Marcus porque Marcus es un glotón. Por lo que es conocido uno. Algún día os arrepentiréis. -

    Apuró la comida y se levantó de un entusiasta salto para seguir a su novia. Aunque no sin contestar primero a André. - Antes estábamos haciendo una exhaustiva investigación sobre las flora de tan maravilloso puesto, hipotetizando sobre tus posibles usos. Los no-Ravenclaw no lo podéis entender. - Obviamente, nadie se creyó su sobrada, pero él pensaba llevarla por bandera con mucha dignidad. El libro para apuntarse era chulísimo, y se quedó mirándolo embobado mientras apuntaba los nombres de su equipo. - ¿Te imaginas que el día de mañana, cuando seamos grandes alquimistas como mi abuelo, tuviéramos tantos aprendices en el taller que tuviéramos que usar uno de estos para apuntarlos? - Se puso muy bien puesto, haciendo un teatrillo, y dijo con voz ceremoniosa. - Por favor, futuras mentes brillantes del futuro, futuros dueños de esta ciencia ancestral, pasen por aquí e inscríbanse para ser aprendices del matrimonio O'Donnell. - Rio justo después de su propia broma... Aunque... en verdad no tenía por qué ser tanta broma... que sonaba alucinante... Ya estaba divagando y soñando despierto otra vez.

    Aunque Alice parecía haberse visto interrumpida por algo que había llamado su atención. En ella no era raro, de repente veía algún estímulo que la atrapaba y allá que iba corriendo. Y allá que iba Marcus detrás. La historia de su vida. Lo que no esperó fue que, de todo lo que había en la feria, precisamente fuese un puesto de adivinación lo que llamara su atención. Por eso la miró extrañado, pero la siguió igualmente. El puesto era, ni más ni menos, lo que cabía esperar de una sala dedicada a la adivinación: muchos trastos dispuestos de forma caótica y un montón de utensilios que estaba seguro de que solo servían para algo en la mente de la persona que los había adquirido, porque no parecían tener un uso concreto. Alice, al parecer, no estaba allí por la mera curiosidad, sino que conocía de algo a la mujer del puesto. Alguna conocida del pueblo, quiso suponer.

    Pero, en cuanto las oyó hablar, conectó con algo. ¿No había oído en alguna que otra ocasión la anécdota de que, en su juventud, William había estado saliendo con una adivina de La Provenza? ¿Sería aquella mujer? Puso una sonrisa educada, aunque la sugerencia de si se trataba del hermano de Alice le hizo dar un leve respingo. - No, no no. En absoluto. - Dijo entre risas, aunque ya se encargó su novia de aclararlo. - Encantado. - Cortés y protocolario, a diferencia de la dueña del lugar, que se abalanzó sobre ellos con total confianza y le dio unos fuertes besos que le abrieron mucho los ojos y le dejaron un tanto tambaleante solo por la impresión, mirando a Alice de reojo.

    Lo bonito de todo aquello fue oír a la mujer hablar de Janet. Se le dibujó una sonrisa y mantuvo la mirada en Alice de soslayo, porque sabía lo importante que era para la chica todo aquello. Pero enseguida la mujer se ofreció a echarles las cartas. - Oh, es usted muy amable, pero no tiene por qué... - ¡Bobadas! Yo hago esto encantada. - Y ya estaba sacando las cartas, de hecho, sentada tras su puesto, por lo que no había mucha vuelta atrás. A Marcus le tensaba lo incontrolable y poco científico, pero... estaba feliz allí, de muy buen humor, y aquella mujer (y la adivinación en general, porque no se creía nada) parecía bastante inofensiva. Ladeó una sonrisa y le susurró a Alice. - Bueno... la profecía de Hawkins no hizo bastante justicia, y no sería la primera vez que jugamos con unas cartas. - Se encogió de un hombro y añadió. - Por Janet, por lo que hubiera hecho ella en esta feria. - Y avanzó, con una sonrisa serena para dar confianza a su novia, de su mano, hasta sentarse ante la mujer.




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    Lun Sep 19, 2022 12:01 pm


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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    La cara de confusión y de “socorro” de Marcus se la esperaba, aunque él siempre tenía que ser un caballero, dejarse dar dos besos y todas esas cosas. Pero lo que sí que la dejó en el sitio fue que accediera a lo de que les leyeran las cartas. — Bueno… Es verdad que una vez nos acertaron… — Se encogió de hombros y ladeó una sonrisa. — ¿Por qué no? — Y su expresión se ablandó y endulzó aún más cuando dijo que lo harían por su madre. — Hubiera venido directa. — Dijo, casi pudiendo ver la cara de ilusión de su madre cada vez que le leían la mano o le echaban unas cartas. Ladeó la sonrisa y se acercó al oído. — Al fin y al cabo la última vez con las cartas prácticamente me las inventé y no pasó nada. — Y avanzó de la mano a la mesa, donde Marianne estaba haciendo hueco para poner las cartas.

    No era el tarot, eran otras, y Alice no las controlaba para nada, así que levantó un ceja al verlas, cosa que no le pasó desapercibida a la adivina. — Es que el tarot es muy impreciso, estas dicen cosas más interesantes. — Impreciso, le daban ganas de echarse a reír, vaya. — Te gustan mucho las plantas, ¿no? — Asintió. Vaya, como a mi madre, que vino más de una y más de dos veces aquí y seguro que algo le contó, pensó, tratando de no cambiar de expresión. — Sí, veo tres semillas… Bastante claras. — Les miró y puso cara pillina. — No vais a perder el tiempo, eh… — Ya iba a protestar y decir que a ver de qué estaban hablando, si de plantas o de humanos, pero se controló… Sobre todo porque no había olvidado aquel sueño… Yo soy la tierra… También había tres semillas en él. — ¿He dicho algo que te resuene, Alice? — Ella simplemente amplió la sonrisa. — No, bueno… Siendo yo, tres semillas no es nada extraño. Estoy todo el día con las plantas. — Marianne asintió lentamente. — Qué suerte que tengas tanta tierra entonces… — Arrugó el ceño, pero la mujer seguía. — Eso es lo que más claro está en vuestro futuro. Tres semillas que definirán vuestra vida. Ya cada uno… Sabrá lo que querrá plantar. — Y dejándoles con esa ambigüedad levantó la carta de en medio.

    ¡Vaya! Un cambio de destino, y esta es el futuro más inmediato. Parece que, juntos, vais a tomar un cambio de rumbo. ¿Nosotros? — Preguntó, como si hubiera alguien más. — Sí, así, de la mano como estáis ahora pero… A un lugar diferente al que esperabais ir. — Ella rio un poco y se encogió de hombros. — Mira qué bien, nada de volver a Inglaterra, más vacaciones en La Provenza. — Bromeó. Decir cambio de destino era lo más ambiguo que podía haber, porque podía ser un cambio de destino figurado o literal, y de la cosa más nimia a la más trascendental. Es decir, en cualquier cosa lo podrías identificar y pensar que se ha hecho realidad. Y aún quedaba la tercera.

    Pero es así que le sorprendió. Estaba en blanco, no había ni dibujo, ni número, ni una mísera línea, y de ahí levantó la mirada hacia Marianne. — ¿Qué es? — La mujer pareció pensárselo. — Es… El futuro a medio plazo, pero… Parece que… — La mujer se mordió los labios por dentro y miró a Marcus, que estaba justo delante de la carta. — Ni siquiera las cartas están seguras de vuestro futuro. Podréis dibujarlo vosotros mismos. — Ya, qué conveniente, estaba bien meter una carta de esas para, de cuando en cuando, no tener que inventarte historias. — Pero bueno ya ves que en vuestro futuro a largo plazo hay tres semillas estupendas, y con ese pensamiento me alegra dejaros. — Bueno, bien, se conformarían. Alice sacó unas monedas dispuesta pagarle, pero Marianne le agarró de las manos. A la hija de William no podría cobrarle. Dile a tu padre que venga a verme, que hace mucho que no le veo el pelo, y nos ponemos al día, aunque no me deje echarle las cartas. — Había que ver el poder de su padre a pesar de los años… Menudo peligro el terremoto de Hogwarts. — Pues… Se lo diré, muchas gracias, Marianne. A vosotros cariño, mucha suerte… con las semillas y eso. — Alice se rio, y justo se giró para ver a Hillary cruzada de brazos y con cara de superioridad, apoyada por Sean y a sus primos muertos de risas. Se acercó y dijo en voz baja. — Tiene una explicación… Esa fue novia de mi padre. — Contó con el mismo tono que una niña contaría un cotilleo del colegio. Modo en el que Sean y Hillary, que no estaban al tanto de la historia, entraron en un momento. — ¡Ojo! Las conquistas de William Gallia. Puf, ya ves, el tío William es legendario por aquí, y todo el mundo sabe que Marianne estaba enamoradísima de él. ¿Y os ha echado las cartas? ¿Qué os ha dicho? — Inquirió su amiga, como siempre, muy dispuesta a meterse en todo lo que tuviera que ver con aquella patraña. — Nada concreto la verdad…Oye, llama a tu novio que los juegos empiezan ya. — Dijo Jackie, alejándose hacia la puerta del recinto de los mismos. Entonces se fijó que, efectivamente, Marcus se había quedado atrás. Ah, él y sus caballerosidades. — ¡Cariño! Vamos… Tenemos unos juegos que ganar. — Le dijo con una sonrisa, tendiéndole la mano. Esperaba que no se hubiera rayado demasiado.






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    Lun Sep 19, 2022 2:51 pm


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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    No le gustaba la adivinación, aparte de por imprecisa, porque le incomodaba. Se había venido muy arriba con el buen humor y con tener un gesto bonito con Janet y con Alice, pensando con racionalidad, que era como a él le gustaba pensar: si aquello no era nada científico, si era hablar por hablar, no podía afectarle absolutamente en nada. Pero cuando se vio sentado en la mesa, empezó a tensarse. ¿Por qué me meteré yo en estas cosas? Sin embargo, miró a Alice, apretó su mano con cariño y sonrió. Nada, Marcus, no significa nada. Solo estás haciendo un pasatiempo más de esta feria como otro cualquiera. Se repetiría mucho eso a sí mismo y ya estaba. Tenía que dejar de ser un niño asustón y empezar a comportarse como el erudito que decía ser.

    Miró a la mujer cuando, tras sacar unas cartas que él nunca había visto, aseguró que esas eran más precisas. Igual no necesitamos tanta precisión, pensó, pero en vez de decir esto, por algún motivo que hasta él desconocía, dijo todo lo contrario. - Bueno, somos gente que valora ante todo las cosas precisas y bien hechas. - No quieres precisión en esto, Marcus. Él y su maldita manía de querer quedar bien siempre: ante la adivina, ante su novia, ante el recuerdo de Janet... en fin. Al menos habían empezado hablando de plantas, y él volvió a mirar a su novia y sonreír... hasta que tomó conciencia de lo de las semillas. Sintió un violento latido. Alice... le había contado una vez un sueño... pero eso fue antes de... la bronca que tuvieron por... pero luego habían hablado cosas y... Espera ¿¿tres?? Se estaba mareando y todo, pero si limitó a tragar saliva, aclararse inaudiblemente la garganta y bajar la mirada. O al menos la tenía baja hasta la bromita de la mujer, que le hizo abrir mucho los ojos y mirarla con cara casi asustada mientras se ponía colorado hasta las orejas. Bajó la vista de nuevo. ¿¿Ves?? ¡Y nor eso no es buena la adivinación! Porque ahora iba a estar dándole vueltas a eso hasta Merlín sabía cuando. Tres... ¿Tres hijos, quería decir? Ya le parecía una hazaña que Alice quisiera tener uno solo. Es una metáfora, Marcus. Y está lanzada al aire, la adivinación es imprecisa e irreal. Iba a tener que concienciarse mucho de eso.

    Alice desvió el tema a las plantas, claro, y él se mantuvo dando la callada por respuesta, como si no estuviera allí, como si fuera un mero espectador, como si aquello no fuera con él, como si fuese simplemente un acompañante ciego, sordo y mudo. Pero la mención a la tierra hizo que mirara delatoramente a la mujer una vez más, con sus ojos muy abiertos y las mejillas en claro rubor. Así no llegaba a ninguna parte y no quería que aquel día se torciera porque Alice sintiera que la estaba presionando o cualquier cosa de esas. ¡Que él no había dicho nada! Ah, pero había sido su maldita idea la de sentarse a que les leyeran las cartas. Si es que... para matarlo, la verdad.

    Tras decir que eso era lo más claro que veía, si bien no especificaba a qué se refería (por mucho que Marcus se lo hubiera llevado a su terreno, reforzado por la bromita de la señora), destapó otra carta. La siguiente hablaba de un cambio de rumbo, y Marcus frunció levemente el ceño. Aquí, en cambio, sonrió levemente, porque con esto sí que podía bromear. - Quizás nos replanteamos lo de la alquimia. Yo como arquitecto... no voy nada mal ¿eh? Pregúntale a Jackie. - Sí, bromas. Así se relajaban ambos. Al menos era bonito que les viera de la mano... es decir, exactamente como estaban ante ella. La apretó un poco más y le dijo, cómico pero tierno. - Pues nada, aplazamos lo de Irlanda. Elige destino, alguno que no hayamos dicho nunca. - Rio levemente, acentuando dicha risa cuando Alice dijo lo de La Provenza. - Me parece perfecto. - Esa carta había sido más sobrellevable que la anterior.

    Pero aún les quedaba una, y lo que salió fue una carta en blanco. Marcus, más relajado y con un punto escéptico en la mirada, puso los ojos en la mujer esperando a su veredicto... y la encontró mirándole con una cara que le produjo un leve escalofrío. Parpadeó. La mujer parecía estar buscando las palabras. Otro escalofrío. Eso... le había dado muy mal rollo, la verdad. Pero entonces dijo poco menos que nada, que aquello era prácticamente un lienzo en blanco en el que podrían dibujar. Lo que pensaba hacer sin necesidad de pasar por una adivina, vamos. Miró a Alice y volvió a sonreír. - Eso se nos da genial. - Dijo, convencido. Lo único que la mujer veía claro, al parecer, era lo de las tres semillas metafóricas, a lo que Marcus decidió que no le pensaba dar más vueltas por el bien de su salud mental, por no hablar de que eso estaba en la categoría de "a largo plazo", no ganaba nada dándole vueltas ahora. Se iban de allí más o menos como habían entrado, para sorpresa de ninguno de los dos.

    La mujer se negó a ser pagada y ambos se levantaron, aguantando Marcus una risilla por el interés de la señora por ver a William. En la cabeza de Marcus, William era el fiel y devoto esposo de Janet, pero esa mujer formaba parte de una vida de William pre-Janet, y era divertido contemplar parte de ese pasaje. Cuando fueron a salir, vio que sus amigos les esperaban fuera. Suspiró, rodando los ojos, y fue a decirle a su novia algo así como "la que nos espera", mientras elaborada su palabrería clásica para contradecir a aquellos, cuando Marianne le detuvo, agarrando su muñeca con ligereza. - Marcus. - Le llamó con tono grave, pero suave. Se giró, y la mirada que encontró le dio un escalofrío de nuevo, tan fuerte que le borró la sonrisa de golpe. - Lo vas a recordar todo. Ya verás. - Marcus parpadeó, con el ceño fruncido de extrañeza. ¿Recordar? ¿Lo que le acababa de decir? A ver... tampoco le había dicho tanto, y él tenía buena memoria. Podría acordarse. Despegó los labios para responder, pero la mujer se adelantó. - Solo confía en ello. Y no tengas miedo. - Estaba totalmente descuadrado... y se estaba empezando a asustar. - Gracias, señora. - Dijo, cortés aunque con el tono levemente atemorizado en su voz, moviendo el brazo lo mínimo necesario como para que la mujer, poco a poco, le dejara ir. Ella sonrió con calidez y asintió, y él devolvió el asentimiento a modo de despedida, si bien su sonrisa era mucho más tensa. Y por eso no le gustaban los adivinos. Directamente, le daban miedo.

    Casi se sobresaltó cuando Alice le llamó, pero se recompuso rápidamente, disimulando, y salió de la tienda tratando de sonreír. - ¿Qué? ¿No podéis vivir sin mí ni diez minutos, o qué pasa? - ¿Se lo pones en bandeja a tu novia para que diga...? - Empezó Hillary, tras lo cual se llevó teatralmente las manos al pecho y dijo con un suspiro muy teatral y una cara muy ridícula. - "No, mi amor, mi príncipe, no puedo estar ni un segundo de mi vida sin tus chulerías de prefecto y tus besitos de pajarito". - Sean, atiende a tu no-novia, que la veo muy necesitada de atención. - Estúpido. Pienso comerme todos los peeeezooones que ganes. ¿Oyes eso, O'Donnell? Venga, repite conmigo el nombre del postre: pe-zo-nes. - Por favor, necesito relacionarme con mayores de edad. ¿Alguno disponible? - Al menos los piques con Hillary eran una buena manera de desviar su atención.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Hizo una pedorreta al escuchar las tontería de Hillary. — Sííí vaya, muy madura, Hills, has dicho pezones. — Su amiga se enganchó del brazo de Sean y se dirigió. — Ya, ya, pues tu novio aún no lo ha dicho. — Alice volvió a poner los ojos en blanco y se enganchó ella también al brazo de su novio y susurró. — No hace falta que lo digas, amor mío… Total, sabes perfectamente donde están y qué hacer con ellos, pensó, pero no dijo, porque no pretendía que su novio se desmayara ahí mismo. — Oye, ¿te ha dicho algo más Marianne? — Preguntó manteniendo el tono bajo. Le había dado una sensación… Rara, no sabía explicarlo. Pero si Marcus no había venido con la cara hasta el suelo, malo malo no habrá sido.

    Así, del brazo, se dirigieron a la entrada de los juegos, donde había una tribuna en la que había unos espectros hechos por hechizos, representando a Eleanore y su corte. — ¡Mira, Marcus! Como tu amiga la del antro francés. — Dijo Sean con recochineo. — Esa historia querré oírla. — Dijo André, acercándose justo entonces y tendiendo a sus amiga y a Marcus unas pociones. — ¿Qué es? — Saltó Alice, inquisitorial. — Idiomática, para que no se pierdan con las instrucciones. Mira, ya verás, habla con Theo, le ha salido acento de París. — Alice se rio y acarició la espalda de su novio. — No te lo tomes a mal, mi amor. Algún día no te hará falta, pero es que es tu primer año. — Y ya se calló, porque el espectro de Eleanore se había acercado a la barandilla y parecía que iba a hablar.

    ¡Bravos y valientes caballeros de Francia! Veo que venís hasta aquí para pedir mi mano. Los peligros a los que se puede ver sometida una reina pueden ser muy diversos, por eso, os permitiremos trabajar en equipo, y al final, decidiréis quién es el merecedor del premio final que recibirá… De mi mano. — Hizo un lento gesto con la mano hacia la explanada. — Pues que comiencen los juegos. — Y todos los grupos se dirigieron a unos setos perfectamente recortados y ante cada grupo apareció una puerta y una Eleanore.

    Lo primero que un caballero ha de demostrar para ser digno de una reina, es que puede defenderla de cualquier peligro, pero sin arrasarlo todo en el proceso, pues en un buen reino, siempre debe quedar lugar para la armonía y la belleza. — Les hizo un gesto para que entraran y vieron lo que Alice esperaba: un laberinto. Pero era un laberinto con aspecto de… — Una muralla es el brazo armado de una ciudad, deben permanecer intactas el mayor tiempo posible. Pero hay que saber moverse por ellas. Encontrad la salida, eliminad a los invasores… Y tratad que sean dañadas lo menos posible. — Y desapareció. Hillary, ya en tensión y con la varita en la mano, se puso a mirar alrededor. — ¿De qué hay que defenderla…? Solo veo los bichitos estos… — Y fue a espantar una con la mano, pero Theo la agarró de la muñeca. — ¡No! ¿Ninguno ha dado Cuidado o qué? — Todos le miraron con caras de besugo y Theo suspiró. — Son libélulas de aquitania… Si las tocas se empiezan a encender, y si las rozas demasiado, explotan. Si las hechizas, explotan directamente. Así que a eso se refería con lo de preservar la belleza… No se deben dañar las murallas con los estallidos de las libélulas. — Dijo Alice, terminando de deducir. — ¡Pero están por todas partes! ¿Cómo hacemos para no… Enfadarlas como ha dicho Theo? — Preguntó Marine, que también había sacado ya la varita.





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    Mar Sep 20, 2022 2:45 am


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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    Se enganchó muy digno del brazo de su novia, con la cabeza bien alta, aunque dirigió la mirada a ella cuando esta preguntó. Hizo un gesto con la mano y respondió sin darle la menor importancia. - Algo así como que tenga muy en cuenta lo que nos ha dicho. - No, no se lo había dicho exactamente con esas palabras, pero era como Marcus había decidido interpretarlo. - Tú sabes, cosas de los adivinos. -

    El lugar donde se llevaban los juegos a cabo era espectacular, y lo que desde luego no esperaba ver era a la propia Eleonore (bueno, un espectro que la representaba) allí inaugurándolos. Puso cara de impresión e ilusión y fue a decirle algo a su novia cuando escuchó la burlita. Le miró con mala cara. - Sí, esa que prefería bailar conmigo que contigo, veo que lo tienes bien clavado. - Y lo de contarle a André la historia, ya lo irían viendo, en cuanto supiera cómo adornarla adecuadamente para quedar bien. El chico, no obstante, estaba a otras cosas, porque les tendió una poción idiomática. - ¡Oh! Esto nos va a venir bien. - Miró a Alice y negó con la cabeza, quitándole importancia con una sonrisa. - No te preocupes, mi amor. Me gusta estar preparado en el aquí y ahora, y así no pierdo detalle y puedo ir a por todas. - Levantó un poco la voz. - Claramente a ganar a todo el mundo con mi ingenio y saber hacer. - Y ya estaba Hillary mascullando. Es que era facilísimo picarla.

    Estaba alucinando con la explicación del espectro de Eleanore, conteniéndose para no ponerse a botar en el sitio, porque se sentía como cuando el prefecto Graves y la prefecta Harmond explicaban las pruebas del día del Orgullo Ravenclaw. Miraba a Alice y a su equipo deseando salir corriendo a empezar las pruebas, aunque muy atento a todo lo que decía para no perder un detalle... Sí que funcionaba bien la idiomática, ahora que lo pensaba. Se dirigieron hacia los setos en los que apareció una puerta que les daría paso a la primera prueba, tras la explicación de otro de los espectros-Eleanore, y la cruzaron para conocer en qué consistía y qué tendrían que hacer.

    Y lo que vieron fue alucinante, pero también impresionaba muchísimo. - Hostias. - Murmuró Sean a su lado. Marcus estaba sin habla, directamente. En su cabeza ya se estaba haciendo una composición de lugar del reto: encontrar la salida, eliminar a los invasores y hacer el menor daño posible. Eran tres cosas diferentes y las tres igual de importantes, había que tener muy en cuenta las palabras escogidas por el espectro. ¿Qué clase de invasores serían? Ya sentía un cosquilleo en el pecho y en el estómago, pero no tardaron en verlos. Los supuestos "invasores" parecían... - ¿Libélulas? - Preguntó, más extrañado que defraudado, porque no podía ser tan fácil. Efectivamente, no lo era, ya estaba Theo para resolver la duda. - Uf. Me dan mal rollo las cosas que explotan. - Dijo Sean, dando un paso atrás. Marcus frunció los labios y empezó a pensar a toda velocidad. Vale, su amigo no iba a ser de gran ayuda en esa, todos tenían sus traumas al fin y al cabo. Como pasaran dos minutos más de la cuenta, Hillary iba a perder la paciencia, y Theo parecía más dispuesto a ponerse a darle de comer a las libélulas que a neutralizarlas... Él solo cayó en la cuenta con su propio pensamiento. Neutralizarlas... Quizás matarlas o batallar con ellas no era la solución. Quizás la clave estaba, precisamente, en no dañar la muralla. Sabía que el mensaje tenía truco.

    - Vale, que nadie las toque. -  Dijo, sacando la varita. Jackie avanzó hacia él. - ¿¿Qué vas a hacer?? No sabemos si lanzarles algún hechizo que las espante las va a hacer explotar también por el estallido de viento. - Habrá que ser menos violentos, entonces. - Dijo él con una sonrisilla ladina, y afinó la puntería para señalar a una sola de las libélulas. - ¡Ebublio! - La libélula quedó atrapada dentro de una burbuja que la seguía a la perfección, por lo que esta seguía moviéndose como si nada, como si ni siquiera se hubiera dado cuenta de lo que la rodeaba. Con esa protección, ella no tocaría las paredes de la burbuja, y ellos no llegarían a entrar en contacto con ella. - ¡Pero qué ingenioso el tío! - Dijo André, pero la exclamación más dramática llegó de parte de Sean, que echó los brazos al cielo y le faltó ponerse de rodillas. - ¡¡ESTAMOS SALVADOS!! - Pero mira que es dramático el tío. Y encima en cinco minutos se le olvidaría y empezaría a burlarse de él.

    Ahora era el momento de establecer una estrategia. - Vale, hay muchísimas, así que necesito que vayamos haciendo esto todos. - Y así hicieron. Se escuchaba el grito de sus hechizos entremezclándose unos con otros, mientras iban corriendo en busca de la salida. Pero había demasiadas libélulas, empezaban a ponerse nerviosos y el grupo se estaba desperdigando. - ¡¡Es por aquí!! - ¡No! Por ahí ya he tirado yo. - ¡Por Merlín, aquí hay muchísimas, hay que tirar por otra parte! - ¿¿Dónde está Marine?? - ¡Aquí! - ¡Tenemos que ir todos juntos! - ¡Pero por ahí ya hemos tirado! - Aquello era un caos, y en un momento determinado, todos acordaron tirar por cierta dirección por descarte... Y se encontraron tal nube de libélulas que era inviable encapsularlas a todas. Se estaban agotando de correr y de usar su potencial mágico. - Hay que cambiar de estrategia. - Dijo Marcus, jadeando. Hillary le miró, casi desesperada. - ¿¿Aquí en medio?? ¡Nos van a comer los bichos! - Pero es que esto no es viable, hay que hacer otra cosa. - Concordó Jackie, aunque también se la veía agobiada. - ¿Levitar no vale? - Apuntó André, y su hermana le miró mal. - ¡Uy, cómo no se nos había ocurrido! ¡Vencer a unos bichos que vuelan volando nosotros! - ¡Calla ya, niñata, no grites tanto! - ¡Pues no digas tantas tonterías! - ¿A que no se te ha ocurrido pensar que pueda ser para ver la salida desde arriba? - ¿A que no se te ha ocurrido pensar que puede NO VALER HACER TRAMPA? - ¡¡Se llama estrategia!! - ¡VALE! - Bramó Marcus, que intentaba pensar y con semejante griterío no podía.

    Y entonces, Marine, en su tranquilidad, dio con la clave. - Si pudiéramos meternos en la burbuja nosotros, sería más fácil. - Todos la miraron, sobre todo Marcus, con los ojos muy abiertos. - Eso es. ¡Eso es! ¡Tenemos que protegernos nosotros! - Tiró del grupo y se apiñaron todos. - A la de tres, varitas arriba. Tenemos que lanzar el Protego más grande que hayamos lanzado jamás. ¿Estamos? - Y miró a su novia, sonriéndole y guiñándole un ojo. Inició la cuenta atrás, y al acabar, bramaron al unísono. - ¡PROTEGO! - Una enorme cúpula les cercó a todos, llena de colores y brillos, y dejando fuera todas las libélulas. - ¿Preparados para atravesar la nube de libélulas? - Preguntó André con una sonrisilla traviesa. Sean dejó escapar el aire entre los dientes. - No las tengo todas conmigo de que no vayan a explotar al chocar con la pared. - En realidad, son bastante asustadizas, como cualquier insecto. Si nos ven llegar en tropel y envueltos por semejante pompa de luz, es probable que se aparten. - A ver, yo también me apartaría, sinceramente. - Dijo Hillary, lo cual distendió bastante el ambiente. - ¡Busquemos la salida! - Clamó Marcus, lleno de energía, y todos corrieron en la misma dirección, espantando a la nube de libélulas y divisando la luz que se filtraba hacia el final del pasillo. Estaban llegando a la meta de su recorrido.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Estaba un poco paralizada, porque no quería siquiera hacer pensar a las libélulas que eran un peligro, sobre todo por Sean, que, efectivamente, tenía sus traumas al respecto. Pero Marcus puso la cara de pensar y, aunque su prima Jackie ya tuviera mucha premura por saber cómo eliminar a las libélulas, ella supo que Marcus había dado con la solución. ¡Claro! La cosa era conseguir que aquella libélulas no pudieran rozarles a ellos… — Un poquito exagerado sí eres. — Le comentó a Sean, con aquel teatrito, pero lo mejor es que su amiga Hillary bien que le estaba riendo la gracia. Luego tenía que oír lo que tenía que oír ella.

    Se aplicó, como todos los demás, en hechizar las libélulas, pero Marcus tenía razón, había muchísimas y todavía tenían que salir del laberinto. La tensión aumentaba, y se sentía acalorada y mareada por tanto giro por el laberinto, esperando en cualquier momento encontrarse a aquellas libélulas y acabaran volando una almena. Sus primos peleándose no ayudaban, qué facilidad tenían para engancharse, desde que nacieron. Y entonces, Marine dio con la solución. — Sabía yo que había que traerla. — Susurró a André, para que quedara constancia. Por fin algo en lo que podía ayudar, los Protegos eran lo suyo, y sabiéndolo, le devolvió el guiño a su novio, antes de alzar la varita, recordando todos los duelos llevados a cabo en Hogwarts. La verdad es que la situación era cómica y sus amigos, como siempre, acabaron por hacerla reír.

    Costó, pero por fin llegaron a la salida. Alice echó un vistazo atrás y comprobó que no habían dañado nada, y cuando se aseguró que estaban fuera, soltó el hechizo y se puso a saltar. — ¡Toma, toma! — Se fue directa a su novio y le rodeó con los brazos. — Si es que es listísimo. — Luego se fue para Marine y le apretó los hombros. — Y tú también, te quiero en este equipo más veces. — Si no lo decía, reventaba. La que también parecía tener algo que decir era Eleanore, que apareció por allí. — Gracias a vosotros, mi bella ciudad ha permanecido como tal y sin ningún rasguño. Parecéis ser los únicos que lo han conseguido, enhorabuena de corazón. — Dijo con su dulce tono de voz. — Seguidme, pues vuestro viaje tan solo acaba de empezar. — Y les condujo por unas escaleras bajo tierra.

    Un buen caballero ha de ser aguerrido, sí… Pero también compasivo. — Con un gesto de la mano, aparecieron ante ellos cuatro dragones de piedra y un fuego central. — Un dragón podría ser el enemigo natural de un caballero, y sin su fuego, no representaría ninguna amenaza… Pero un buen corazón siempre sabrá sentir compasión por un ser indefenso. Debéis devolver el fuego al dragón sin atacarlo, y trabajar en parejas… Pues uno de vosotros irá con los ojos vendados. Cuando decidáis cuando de los dos, apuntad a sus ojos y decid “velata”... — Y desapareció. Qué misteriosa podía ser la dichosa reinita.

    ¿Y cómo vamos a lanzar un incendio sin ofender al dragón? — Dijo André. — Y lo peor… ¿Cuál es la consecuencia? — Dijo Sean tragando saliva. — Pues que no ganamos la prueba, Sean, hijo, mira que eres dramático… — Contestó Jackie entornando los ojos. Hillary, por su parte, mientras su novio agonizaba, ya se había encaramado en uno de los dragones con Marine. — Dentro de la boca tiene una boquilla de la que sale gas, por lo que, si una llama le toca se incendiará de inmediato. — Alice asintió. — O sea, que es puntería. Con los ojos vendados. — Matizó Theo. — Claro, pero por eso es por parejas, tienes que confiar en que el otro te guiará bien para lanzar el Incendio. — Ella miró a Marcus y sonrió. — Yo me pongo la venda si te parece bien, soy muy buena en puntería, y confío ciegamente en ti. — No iba a perder el tono romanticón en toda la semana, estaba segura.





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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    Al igual que Alice, él también soltó el hechizo para celebrar su victoria, alzando los brazos con un grito triunfal y automáticamente girándose hacia ella entre risas victoriosas para cogerla en sus brazos mientras saltaba y elevarla, dándole un par de vueltas. Pareciera que acababan de ganar en una lotería la titulación de alquimista carmesí o las escrituras de su taller, pero así eran ellos, se emocionaban ante cualquier juego. Cuando el espectro de Eleanore le dio las gracias, Marcus se hinchó de orgullo como cuando Anne Harmond le decía "qué chico más listo y más mono tenemos en Ravenclaw", con las manos tras la espalda y una enorme sonrisa. Si algún día era compañero de trabajo de ella (¡de Anne, no del espectro de Eleanore!) iba a tener que contener mucho estas reacciones, porque le salían solas.

    Hizo un cortés gesto, reverenciándose con una mano en el pecho, antes de seguir al espectro hacia la segunda prueba. Mucho estaba tardando en ponerse a hacer caballerosidades con ella, siendo Marcus. Al fin y al cabo, ese espectro no daba ni muchísimo menos miedo, no tenía nada que ver con el de aquel bar, se parecía más a los fantasmas de Hogwarts, con quienes, dicho fuera de paso, él se llevaba bastante bien. Tras bajar unas escaleras, aparecieron ante ellos tres dragones de piedra. Escuchó a la mujer y luego volvió a llevarse la mano al pecho. - Descuide, hermosa reina, pues todo caballero que se precie debe ser compasivo con aquellos que lo necesiten. - Ya estaba tardando... - Masculló Sean con cansancio, pero a Marcus le dio igual, porque la mujer le dedicó una sonrisa y una leve inclinación de cabeza antes de finalizar su explicación e irse. Marcus se giró a su amigo. - Hay que ser educado, Hasting. Un caballero, no para de pedirlo bien clarito. - El otro simplemente farfulló incomprensiblemente, así que prefirió centrarse en la prueba.

    Tocaba pensar en cómo hacerlo, porque el que lo haría con Alice estaba clarísimo. Se quedó pensativo y en silencio, mirando a los dragones, calculando su puntería, pero su novia se había ofrecido para vendarse ella los ojos. Mejor, Marcus no tenía mala puntería y, desde luego, confiaba muchísimo en Alice... pero ella era mucho más certera y habilidosa, y él... dejémoslo en "más ordenado". Si su novia empezaba a darle indicaciones a mil palabras por segundo, se iba a agobiar. Su capacidad certera estaba en la oratoria, así que desde luego era la mejor combinación posible.

    Con una sonrisa enorme dibujada y gran superioridad, cogió la venda y, mientras se acercaba de nuevo a Alice, dijo. - Somos la mejor pareja de caballeros que jamás se ha visto, por lo que sí, obviamente devolveremos el fuego a estos pobres dragones, y lo haremos juntos. Por la reina Eleanore. - Qué fácil le resultaba meterse en el papel. Con delicadeza, fue vendando los ojos de Alice, diciéndole al oído con suavidad. - Tú sigue mi voz... esto lo tenemos ganado. Lo tuyo es la habilidad, Gallia. - ¡A ver, esos dos! - Menos mirarnos a nosotros y más a vuestros dragones, que se os enfrían. - Dijo él como toda respuesta al comentario absurdo de Hillary, terminando de anudar la venda de Alice. Puso sus manos en sus hombros y dijo. - Vale, alza la varita poco a poco. Un poco más arriba. Perfecto, ahora, poquito a poco, vamos a girar hacia la izquierda, muuuuy despacito, un pasito muy pequeño... Uno más... Uno más... - Fue guiándola, y de fondo escuchaba a los otros pegando gritos. "¡Arriba! ¡No, abajo! ¡Ahí no! ¡Estás torcido! ¡Espera espera, a ver cómo te lo digo!". Igualito que ellos. - Vale... Estás casi casi. - Le dijo a Alice. Es verdad que casi estaba. - Mantén el brazo firme. No muevas un ápice. Imagina... que es un dragón de verdad. - Si lo fuera, mejor que se quedaran inmóviles hasta que no les percibiera como una amenaza ¿no? - Estamos ante un dragón herido... pero dragón, al fin y al cabo. - Fue narrando, mientras Alice se mantenía tan de piedra como el dragón. - Hay que esperar... a que confíe en nosotros... - Lo que estaba haciendo Marcus era calcular bien la trayectoria del hechizo. Para afinar eso, Alice apenas tenía que bajar la varita un centímetro o menos. Si le decía que lo hiciera, podía pasarse. De ahí la narrativa. - Vale, parece que ya confía... Y acabas de ver que está herido, que necesita de tu ayuda. - Bingo. Alice acababa de relajar los hombros. El efecto de la compasión, y con ello, el leve movimiento en su brazo que necesitaba. - ¡Lanza! - Su novia lo hizo y el fuego penetró directamente en la boca del dragón, haciendo que en este se formara una hermosa bola de fuego. Marcus le quitó a Alice la venda de los ojos para que no se perdiera el espectáculo. - Lo has conseguido, desde ahora domadora de dragones. - La miró con una mezcla entre cariño y superioridad y le dijo. - Esto hay que contárselo a mi tía Erin. -




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Miraba orgullosa a su noble caballero, que era capaz de hipnotizar hasta a un espectro. No así a sus amigos, claro, porque parecía que se empeñaban en ridiculizar todas las cosas bonitas que hacían o les pasaban. Envidia, pura envidia de que a vosotras no os levanta Marcus O’Donnell en brazos por cualquier tontería. — Si fuera Eleanore ya habría elegido al caballero de verdad de aquí. Sí, sí, veremos qué tal se le dan los dragones al caballerito. — Saltó André. — No te piques, primito. — Respondió ella guiñándole un ojo. — Además, la que se va a dedicar a los dragones es la princesa. — Dijo señalándose a sí misma.

    Por la reina Eleanore. — Convino ella, dejando un piquito en los labios de su novio y concentrándose. Pero esa concentración estuvo a punto de irse al traste rápidamente al notar cómo su novio le vendaba los ojos y le susurraba que se siguiera su voz. Le dio un escalofrío por todo el cuerpo y se le pusieron los pelos de punta. Las imágenes del baño de prefectos y de otros momentazos más recientes aparecieron en su mente sin permiso, y tuvo que contestar. — Cuidado, O’Donnell, que me estás evocando cosas que no me vienen nada bien ahora. Dragones, Alice, dragones. Hasta los demás se habían dado cuenta, vaya.

    Ya concentrada de nuevo, se dedicó a seguir minuciosamente las instrucciones de su novio, que además estaba metidísimo en la historia, a lo cual, sobre todo estando con los ojos vendados, era muy fácil engancharse, y así, tal como él había dicho, concentrarse solo en su voz y sus instrucciones, tratando de tener precisión cirujana en lo que le decía. Pero es que la historia estaba siendo muy mona y no pudo evitar decir. — Oh… Pobre dragoncillo. Quiero devolverle el fuego. — Dijo con voz adorable. Y entonces le dijo que lanzara el hechizo y ahí lo entendió todo. ¿Cómo podía tener un ingenio tan fino? Congeló el pulso, tal como hacía en los duelos para apuntar y gritó. — ¡Incendio! — Y a los pocos segundos, su novio le quitó la venda y pudo ver al dragón recuperar su fuego, y moverse, craquelando la piedra como si se liberara de un hechizo y salir volando hasta desvanecerse como el espectro que era. — ¡Me encanta eso de domadora de dragones! — Se enganchó al cuello de su novio y sonrió. — Me ha gustado lo de domadora de dragones. — Le guiñó el ojo y se separó con una gran sonrisa. — ¡Somos los mejores! — O no. Porque se paró a mirar alrededor y había auténticos desastres con el resto de dragones. — Esto no se lo vamos a contar a Erin. Veo quemaduras de primer grado por aquí. — El dragón de Hillary y Sean era un desastre, y la chica parecía tener intenciones de asesinar a Sean. El de Jackie y Theo no estaba mucho mejor, pero por lo menos su prima estaba muerta de risa en el suelo mientras el pobre chico daba bandazos con los ojos vendados. El único que estaba decente era el de André y Marine y ahora se estaban diciendo ellos también cosas al oído. — No se puede ser tan cabezota como mi primo, vaya. Mira qué conexión… — Chasqueó la lengua y suspiró. — No saben lo maravilloso que es tener un amor como el nuestro. — Aseguró, poniéndose de puntillas para dejar un besito en la mejilla de su novio.

    El espectro de Eleanore apareció en la puerta, más tristona que antes. — A veces es difícil encontrar la piedad en nuestro corazón para ayudar a los enemigos, ¿verdad? Pero, ah, ¿quién sabe cuando nos podría tocar a nosotros mismos? Habéis puesto triste a la reina, vergüenza debería daros. — Regañó Alice en voz baja, mirando a Sean y Hillary que todavía estaban discutiendo en susurros agresivos. — Para la próxima prueba debéis demostrar que un buen caballero es bueno tanto en puntería como en ingenio y memoria… Tal y como un buen gobernante debe ser, pues las luchas no solo con fuerza se ganan, y el ingenio sin brazo armado es inservible. — Y, de nuevo, salieron a un campo abierto. No había nada, solo un enorme claro de césped (Alice estaba segura de que estaban todo el rato moviéndose en las mismas habitaciones, pero con hechizos que cambiaban el entorno). Con un gesto de la reina, aparecieron un montón de aros azules, amarillos y rojos flotando y moviéndose, no muy rápido, pero sí incesantemente. — ¿Habéis notado que los escudos de los reyes de Francia y la de Inglaterra enarbolan los mismos colores… Solo que en distintos dibujos? A veces es difícil distinguirlos… Sí, sobre todo para ti, que estuviste casada con los dos, pensó Alice entornando los ojos. Eleanore hubiera sido de esas Slytherin que te hacen creer que son cuquísimas hasta que les pisas los intereses. — Pero en ambos representan lo mismo: lo que defienden. Primero: a su sangre. Segundo: a su riqueza. Y por último: la gloria. — Alzó la mano y de ella salió un haz de luz que atravesó uno de los aros. — Debéis atravesar así los aros, pero en el orden correcto, si no, se multiplicarán. Cuando eliminéis todos, saldrá una nueva tanda. — Ahí todos abrieron mucho los ojos. — ¿Pero cuántas veces? Preguntó Jackie, alucinada. — Uno nunca sabe cuándo acabará la batalla, mi joven caballero… — Y tan tranquila, se fue. — ¿Me ha llamado caballero? — Preguntó su prima, ofendida, señalándose. — Te ha llamado caballero, tía, lo he oído. — Corroboró Hillary. Al final la hacían reír son sus tonterías en cada prueba. — No he entendido lo de los colores… — Aportó Theo, ella se mordió el labio. — Yo solo sé que el hechizo ese tiene que ser un Baubillilo, se me dan de lujo por los duelos, incluso en movimiento… El problema es que temo apuntar al que no es y que esto se nos llene de aros.






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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    El cuadro que tenían montado los demás era para verlo, el único dragón que se salvaba era el de André y Marine. Marcus hizo una mueca con la boca. Se suponía que iban en equipo, ¡no quería quedarse atrás por culpa de la falta de coordinación de los demás! Si la reina Eleanore era justa, vería quiénes eran realmente dignos allí... Se estaba metiendo demasiado en el papel.

    Hablando de la dicha reina, allí apareció. Se unió a la indignación de su novia por la tristeza de la mujer, mirando a los demás con un mohín de desaprobación. Literalmente parecían los dos niños que jugaban en el Orgullo Ravenclaw en los primeros años de colegio. Habría que darlo todo en la siguiente prueba, para la cual salieron a campo abierto. Marcus atendió a las instrucciones con atención, con mucha atención, pues la mujer había resaltado que aquí no solo necesitarían la puntería, sino también el ingenio y la memoria. Cada palabra del espectro era, por tanto, importante. Tampoco perdió la vista de los aros que, flotando, no paraban de moverse, mientras su cerebro iba ya a pleno funcionamiento, almacenando cada palabra, calculando la trayectoria que debería seguir su hechizo y atando cabos con lo que la reina decía. Y, ciertamente y salvo que se estuviera perdiendo algo, no le pareció especialmente complicado.

    Sangre, riqueza y gloria. Así lo había descrito la mujer, y Marcus estaba seguro de que no había sido casual el orden empleado. Al fin y al cabo, en eso consistía la prueba, en atinar a los aros por orden. De lo contrario, se multiplicarían. - Porque batallar al enemigo equivocado, o luchar a destiempo, solo haría tu problema más grande. - Filosofó en voz alta, lo que le granjeó la mirada alucinada y ceñuda de Sean. - Tío, no puede ser que pilles hasta lo más críptico. - Esto no iba de cosas crípticas, iba de escuchar, pero estaba tan concentrado que ni respondió. Sangre, riqueza y gloria... Y tres aros que había que atravesar por orden... Parecía sencillo. Ahora quedaba ver si lo era realmente.

    Todos parecían más agobiados con el tema del orden, pero Marcus omitió entrar al debate. Cuando fijaba su concentración en algo complicado, mientras todos entraban en crisis y él creía saber cómo solucionarlo si le dejaban pensar con tranquilidad, su semblante se tornaba prácticamente idéntico al de su madre. Sin quitar la vista de los aros, alzó la varita y apuntó al rojo. - ¡Baubillio! - Bramó. El haz de luz penetró limpiamente por el centro del aro rojo... Y este no se multiplicó. - ¿¿En serio?? - Alucinó Sean. - ¿Cómo lo has sabido a la primera? - Preguntó Marinne, y luego se unió Hillary, soltando antes una carcajada incrédula. - Desde luego, si ha sido suerte, menuda tienes, O'Donnell. Aunque como hubieras fallado, a ver qué haces con tu fachadita de interesante... - Creo que intenta pensar en cuál sigue ahora. - Dijo Theo, que le miraba como si realmente intentara averiguar el proceso mental que Marcus estaba siguiendo para adivinar el orden de los aros. Marcus, por su parte, estaba callado, afinando la puntería, pensando. Y, al crearse el silencio tras la intervención de Theo, aprovechó para lanzar. - ¡Baubillio! - El hechizo atravesó esta vez el aro amarillo... Y desapareció, de nuevo, sin multiplicarse. Ya se empezaban a oír vítores, y no quiso demorarlo más. - ¡Baubillio! - Bramó por última vez, haciendo desaparecer el aro azul, y celebrando todos el orden descubierto.

    - ¿¿Cómo lo has sabido?? - Preguntó André, mientras se generaba una tanda nueva. Marcus puso una sonrisilla de superioridad y dijo. -  Puntería, para lanzar el hechizo; memoria, para recordar las palabras del espectro; e ingenio, para saber interpretarlas. Ella misma nos ha dado el orden. Primero: sangre. Segundo: riqueza. Tercero: gloria. Parece bastante evidente que el color rojo representa la sangre, así como el amarillo la riqueza, por el oro. La gloria, por tanto, solo podía ser el que quedaba, el azul. - Y, después de tan sereno y lógico argumento, hinchó el pecho y dijo más alto y con más pompa. - Porque azul es el color de los gloriosos hijos de Rowena, que con su ingenio y sabiduría, derrotan a los enemigos que... - ¡Vale! Tiro yo la siguiente. - Cortó Hillary, avanzando y afinando la puntería. Lanzó los tres hechizos en su orden, celebraron el acierto y una nueva tanda apareció otra vez. - ¡Me toca! - Se adelantó André. Casi falla en el segundo y les provoca un infarto a todos, porque había lanzado tan rápido y a lo loco que el hechizo se desvió y por poco impacta con el aro amarillo. Pero lo terminó, y apareció una nueva tanda. - ¿¿Pero cuántos hay?? - Volvió a indignarse Jackie, a lo que Marcus alzó una mano. - Sean cuantos sean, hacemos bien en turnarnos. La lucha en equipo se hace mejor. - Miró a Alice y, tras el susto con la puntería de André (y porque también quería la gloria para su novia, obviamente) le dijo. - Y creo que debemos dejar a la persona con mejor puntería del equipo el honor de intentar una aunque sea ¿no? -




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Cuando su novio hacía aquellas deducciones, tan rápido, tan exactas. — Es que es verdad… — Jackie resopló. — No, si es que la otra cae genuinamente… Ya ves, así toda la vida, tía. — Aseguró Hillary. No, si es que la envidia flotaba en el ambiente, vaya, cada vez entendía más a su novio. — Al menos los chicos parecen un poquito más atentos. — Lanzó cual tirito.

    Pero Marcus, cómo no, parecía el que más metido estaba en harina, y ya había sacado el primer aro. Estaba a punto de decirles a los demás que se callaran, pero Theo se le adelantó, y parecía genuinamente interesado en el procesamiento de Marcus. Bueno es que no le extrañaba nada. Y, cómo no, el segundo también lo dedujo, lo cual le llevó a acertar el tercero también. — ¡Toma ya! ¡Ese es mi Marcus! — Dijo dando saltitos a su lado y apretándole el brazo. Asintió a todo el procesamiento del chico, como si se le hubiera ocurrido a ella también, cuando en verdad estaba muy ocupada admirando la inteligencia de su novio. — Lo es. — Dijo embobada a lo del color de Ravenclaw, aunque ya tuvo Hillary que cortarle el rollo. Y el que se embobó entonces fue Sean, viendo cómo su novio lanzaba hechizos a los aros como si mismamente quisiera matarlos. — Qué valiente es… — Dijo con voz atontadísima, haciendo reír a Alice mientras se cruzaba de brazos. — Tú ves valentía, yo ganas de ganar, dos casas distintas. Y en verdad vais todos a la misma. — Terminó Theo con una risita, lo que le dio la risa a ella también.

    Pero para impetuosos su primo, que casi la lía con sus prisas y su fuerza. — Tanto aritmántico para que al final no seas preciso aquí… — Le dijo, picajosa. — Además de verdad. — Pinchó Jackie detrás, que no perdía oportunidad. — A ver lista… — Empezó André, pero Marcus se le adelantó a lo que claramente su primo iba a sugerir, pero con muchísimo más cariño y elegancia. Y ella con una gran sonrisa se fue hacia el centro del verdín, dejando una caricia en la mejilla de su novio. La verdad es que le encantaba la puntería, no hacía ni un mes que no estaba en el club y ya lo echaba de menos.

    La nueva tanda de aros apareció, y esta vez se movían más rápido, pero eso solo le picó más las ganas de acertar. Los primeros Baubillios los lanzó de forma directa y correcta, pero se fue viniendo arriba y empezó a lanzarlos con florituras aquí y allá. Cuando solo le quedaba el último, lanzó el hechizo por encima de la cabeza y sonrió, jadeando al terminar, y haciendo una reverencia. — ¡Pero qué flipada es la tía! — Dijo Hillary con una risa. — No me extraña. ¿Tú sabías que la canija hacía eso? — Preguntó André mirando a Jackie, que negaba incrédula. — Cuidado la que nos contaba que siempre “jugaba a la defensiva” — Dijo haciendo las comillas con los dedos. Ella rio y se acercó a darle la mano a Marcus. — Una buena bruja debe ser competente en todos los campos, hombre… — Y hablando de virtudes, por allí volvió Leonor, ahora más contenta.

    Sin duda, sois un equipo de caballeros que sabrían librar con sabiduría y justicia las batallas de un reino… — Y volvió a hacer un gesto hacia la entrada de la cueva donde antes estaban los dragones, reforzando la teoría de Alice de que estaban todo el rato en el mismo sitio. — Pero la guerra y el gobierno cuesta dinero… Y la mejor arma de un mago siempre deben ser sus hechizos. — Continuó la reina mientras entraba con ellos a la cueva. — Ahí arriba tenéis un caldero de la abundancia. Hay un hechizo que vuelca todo su contenido… Pero debéis descubrirlo… A base de probar. — Puf, ya se iba a poner tenso su novio, que eso no era muy concreto. — Pero recordad, lo importante es que, cuando el contenido se derrame, tengáis un hechizo preparado que recoja todo… Pues un buen caballero siempre ha de tener recursos… — Y se fue desvaneciendo. Alice miró a Marcus y le señaló. — Vale, propuesta. Nosotros nos ponemos a probar todos los hechizos que se nos ocurran y tú, mi amor, estás listo y preparado con un hechizo impecable de los tuyos para recogerlo todo en el momento. ¡Eh! ¿Por qué él? — Se quejó Hillary. André le puso una mano en el hombro y dijo. — Venga, rubia, que tanto orgullo no es bueno ni para mí. Si el inglesito cobarde se parece más a su madre de lo que quiere admitir, todos sabemos que si hace falta un hechizo certero, hay que pedírselo a él. — Su amiga sacó los morros y se cruzó de brazos, lo que por cierto, con ese vestido, le hacía recordar mucho a su tía Vivi. — Pienso ser yo la que de con el hechizo para derramar el caldero.





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    Pero qué espectáculo de precisión estaba dando su novia. Ya solo con el primer hechizo, lanzado con normalidad aunque con una puntería asombrosa, le había hecho aplaudir. Pero con lo que vino después directamente se puso a vitorear. De hecho en cuanto ella hizo la reverencia, él se arrodilló ante ella para hacer una aún más exagerada, ovacionándola. Se puso de pie y proclamó. - Caballero, princesa, reina, ¡o lo que encarte! ¡Pero alguien tiene que coronar ya a Alice Gallia, reina de estos juegos y de mi corazón! - Si es que no se le podían dar alas a su grandiosidad porque se venía arriba. Agarró su mano y alzó la barbilla, mirando a los demás con superioridad. - Competente, completa y más que eso. Porque mi Alice tiene una cantidad de talentos ocultos que... - No queremos saberlos. - Cortó André con una sonrisilla, suscitando burlitas en los demás. Marcus se puso aún más digno, poniendo la mirada al frente y caminando hacia donde había vuelto a aparecer el espectro. - Y por eso son ocultos, no porque ella no los muestre, sino porque no los queréis ver. -

    Tras pasar a otra cueva que sospechaba que era la misma que la anterior, Eleanore les planteó la siguiente prueba. Eso de que el mejor arma de un mago siempre deben ser sus hechizos le gustó mucho. Marcus empezaba a comportarse con la reina-espectro como lo hacía con todo profesor o figura de autoridad a quien quisiera impresionar: sonreía, asentía fervientemente para mostrar su acuerdo y la miraba con los ojos muy abiertos en señal de profunda comprensión del tema, mostrando que allí era no solo el mejor, sino el más interesado. Miró hacia el caldero de la abundancia con ojos brillantes... pero eso de "ir probando" hechizos le descuadró un poco. ¿Cómo que "ir probando"? Hasta ahora habían seguido un método, un orden, habían usado el ingenio y la habilidad. ¿Cómo que "ir probando"? No le gustaban las cosas que dependían del azar, ¡él quería demostrar que podía ganar en base a sacar unas conclusiones sobre sus estudios y divagaciones y utilizar sus conocimientos y habilidades mentales para lograrlo!

    Por supuesto, su novia, que empezaba a sospechar que había llegado al punto de conocerle incluso mejor que sí mismo, le relegó de esa tarea y le dejó la parte de "tener recursos", que desde luego era algo que iba muchísimo más con él. Resopló al comentario de Hillary, poniendo los ojos en blanco, pero al menos fue André el que parapetó. Mejor, porque le hubiera soltado una bordería y estaban de muy buen humor ese día como para romperlo, así que simplemente se puso a pensar. - Yo hacía muy buenos encantamientos de... reforcement. - Dijo Marine, con esa sonrisa y su marcadísimo acento francés, poniéndose a su lado. - Y aprendo rápido. Puedo ayudarte con el tuyo. - ¡Perfecto! Pues nosotros dos hacemos ese, mientras los demás prueban. - Y ahí empezaron todos a pensar qué usar, pero no empezaron hasta que Marcus no tuvo el suyo. No tardó en sacarlo. Dibujó una sonrisilla y miró a Marine. - ¿Cómo se lleva Francia con Irlanda? - ¡Oh, l'Irlande, preciosa! - ¿Y te gusta cantar? - La chica soltó una risita musical y, aunque un tanto confusa por la pregunta, contestó. - Cuando estoy contenta, mucho. - ¿Y estás contenta? - ¡Sí! - Genial. Pues hoy vamos a usar todo el poder de los arcoíris, y yo te voy a enseñar una canción, ¿te apuntas? - ¡Mais oui! - Marine estaba contentísima, y Marcus, a quien no le apetecía sacar a relucir una voz de cantante que no tenía delante de los demás, le dijo a la chica que se acercara y le susurró una estrofa en el oído para que la repitiera, junto con lo que tenía que hacer. - ¿Lista? - ¡Lista! - Y entonces, él apuntó con la varita frente a sí y justo debajo del caldero y lanzando un hechizo que había aprendido de su abuela hacía muchos años, pero que no había tenido la suerte de usar nunca, solo de escuchar. Una lona brillante, que simulara una especie de arcoíris aplastado, casi transparente y luminoso, se extendía a unos centímetros por debajo del caldero, pero parecía muy poco fuerte. Ahí era donde empezaba la función de la francesa.

    - ¡Ahora! - Clamó Marcus, con una gran sonrisa, sosteniendo el hechizo que sabía que empezaría a hacerse más y más fuerte poco a poco. Marine empezó a dar vueltas alrededor de él, sorteando entre saltitos y risas a los demás mientras lanzaban hechizos al caldero a lo loco, y cantando al mismo tiempo. - Hay un leprechaun en mi habitación/ que no cesa en cantar su canción / ¡Lai lai, lai lai lo! / ¡Con este oro solo juego yo! - El arcoíris se fue haciendo más y más fuerte, más colorido y consistente, y Marcus animó a Marine a seguir (aunque, todo había que decirlo, la chica no necesitaba que la animaran mucho, se animaba sola). - Hay un leprechaun en mi buhardilla / que no para de tocar su lira / ¡Lai lai, lai lai lia! / ¡De mi oro no veréis ni una monedilla! - ¡Sigue! ¡Está funcionando! - Dijo entusiasmado, porque nunca había practicado ese hechizo y notaba como se hacía más y más fuerte. Los demás aún seguían probando hechizos, pero Marine siguió cantando, repitiendo los versos una vez más, y otra, y otra. Y cuando iba a comenzar la cuarta, de repente, el caldero rebosó, llenando el falso suelo arcoíris de monedas de chocolate. El hechizo de repente se plegó sobre sí mismo, cerrándose como un saco que almacenó todas las monedas y cayó pesadamente al suelo, haciéndolas tintinear.

    Los gritos de júbilo tuvieron que escucharse hasta en la casa. Fueron todos corriendo a asomar la cabeza en la boca de ese saco de los colores del arcoíris, ahora lleno de monedas, y Marcus no tardó ni un segundo en coger una y comprobar que... - ¡¡Son de chocolate!! - Bramó. Menos mal que no eran veneno, porque él ya se estaba comiendo una.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    No podía parar de reírse con adorabilidad, agarrándose las manos y poniendo cara de niña buena que está siendo adulada. — Con que me corones tú como tu reina, me es suficiente. — Ya es que directamente sus amigos se alejaban y pasaban de ellos. Excepto André, claro, que ya tenía que estar comentando. — Mira quién habla. El que con catorce años andaba diciendo “vuelvo por aquí cuando hayas besado a alguien y te contaré más cosas”.Y ahora sabes mucho más que besar, eh. — Y se sacaron las lenguas mutuamente. Con André a veces se volvían los dos el par de primos picajosos que habían sido siempre.

    Sabía que su novio estaría un poco contrariado por la mecánica, pero la animosidad de Marine se contagiaba enseguida, y darle la oportunidad de ser la pieza clave para la resolución de la prueba, sabía que le cambiaría el humor. Ella por su parte, se colocó bajo el caldero, repartiéndose el espacio con sus amigos. En cuanto vio a Marine y Marcus charlar sobre estrategia, se concentró en empezar a lanzar hechizos que parecía que tenían sentido, tal y como hicieron los demás: Flipendo, Accio, Ventus… Nada. La cosa es que, como nada parecía funcionar, empezaron a lanzar hechizos que no tenían mucho sentido, y empezó a darles la risa tonta. — ¡Herbivicus! — Lanzó muerta de risa, a lo que los demás se rieron más. — ¡Ya está la de las plantas! ¡Glacius! ¡Aguamenti! — Lanzó alguien por ahí, y más risas. Y en medio de aquella delirante situación, apareció un arcoiris construyéndose por ahí. Con los ojos brillantes de una niña pequeña, miró a su novio con una gran sonrisa, mientras oía a Marine cantar. — ¡Me encanta! ¡Seguid! ¡Vamos chicos hay que conseguirlo! — Ese era el espíritu que le gustaba de verdad. Y entonces Sean dijo. — ¡Espera espera! ¿Y si es como lo menos obvio para hacer que algo se mueva? — Todos pararon de golpe, confusos, y su amigo gritó. — ¡Petrificus totalus! — Y el caldero se volcó, llenando el arco iris de monedas que claramente eran de chocolate. — ¡Pero qué pasada! ¡Qué irlandés! ¡A la abuela le encantaría! — Estaba sobreestimulada por todo, la verdad.

    Corrió al lado de su novio, y estaba tan arriba, que cogió ella otra moneda y todos les imitaron. — ¡Oh! Están superbuenas, pero las de la abuela están mejor. Oye, que nos las quedamos nosotros si no queréis. — Aportó Hills, cogiendo un puñado de ellas en la mano. Se sentía como le gustaba sentirse en aquellos entornos, muy arriba, disfrutando del momento, con ganas de reír y hasta de comerse los frutos de su esfuerzo en las pruebas.

    La que también parecía venir contenta era Eleanore. — Mi más sincera enhorabuena, mis nobles caballeros. Habéis resuelto la prueba con rapidez y, más importante, con belleza. Seguidme a la siguiente. — Y con la mano, describió un arco iris hacia la puerta que apareció en la pared. Aparecieron en una sala bastante más estrecha con cuatro puertas, y la reina parecía preocupada. — Estamos llegando al final, y la prueba se complica mis caballeros. Debéis enfrentaros a fieras bestias, pero hacerlo con el respeto y la falta de violencia que se le debe a fantásticas bestias como las que vais a ver. Tened cuidado… Si os tocan, quedará una mancha en vuestro orgullo. — Sean y Jackie pusieron cara de pánico. — ¿Cómo que criaturas? — Pero en cuanto se abrieron las puertas se vio que eran espectros de criaturas a los que había que enfrentarse como si fueran reales. — Traaaaanquilos, son espectros, como el toro de Marcus. Y creo que no hay que enfrentarse a ellos de forma violenta. — Dijo Theo en su tono calmado de siempre. — A ver, primero, ¿qué son? — Preguntó Jackie. — Eso es un kelpie. — Señaló el Hufflepuff. Sí, ese lo había reconocido. — Aquello una acromántula. — Se hizo un sonido generalizado de incomodidad. Vale, ya sabía Alice a por qué iba a ir. — Un hipogrifo… Y una esfinge. — Vale, estaban todos un poco perdidos con cómo ganarles. — Del kelpie me ocupo yo, que me sé el hechizo para embozarlos y domesticarlos… Yo voy a por la acromántula. — Se ofreció Alice. — No me da tanto asco y… Tengo una idea, a ver si funciona… — Se giró a su novio y dejó un beso en sus labios. — No te preocupes, tendré cuidado. — Echó la vista hacia atrás y dejó caer con una sonrisita. — Yo diría que… Esa esfinge está pidiendo que se la venza con inteligencia nada agresiva… Lleva el nombre de Marcus, desde luego. — Dijo André, apoyándose en la pared y dando a entender que él no lo participaba para nada.






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    Jue Sep 22, 2022 2:25 pm


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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    Llevaba ya lo menos cuatro monedas (de las cuales aún intentaba masticar dos a la vez como buen glotón que era), cuando se enteró de que había sido ni más ni menos que un Petrificus Totalus lo que había hecho al caldero rebosar. Todos estaban comiendo y riendo, pero Marcus no podía ni participar de la conversación. - ¡Por Dios! ¡Respira aunque sea! - Le dijo Hillary, porque Marcus ya había acumulado más monedas en su boca de las que quizás estuviera capacitado para tragar. Fue a contestar y ni podía, por lo que se llevó una mano a la boca para tapar la ridícula imagen que empezaba a dar y, cuando le cupo el aire mínimo como para emitir sonidos, se defendió. - ¿¿Qué?? ¡Pensar me da hambre! - Bueno, no sabía si se le había entendido bien la frase, seguía con la boca bastante llena.

    Se recompuso rápido ante la presencia de la reina, porque seguía teniendo un estatus que mantener (eso sí, se guardó unas cuantas monedas en el bolsillo... y unas cuantas más para Alice, porque... quería a su novia... y que tuviera monedas... pero que no le quitara las suyas, a ser posible). Siguieron a la mujer tras el arcoíris que describió y que le sacó una sonrisa, mirando a su novia, pero cuando giró la vista de nuevo a la reina la perdió un poco, pues esta parecía preocupada. Y esas cuatro puertas daban mala espina. Algo le decía que acababan de llegar a una prueba, como mínimo, complicada... por no decir peligrosa.

    No se equivocó. Tragó saliva, con los ojos delatando levemente su miedo. ¿¿Criaturas?? Pues que no contaran con él. ¡Ah, maldita sea, pero es que quería ser el caballero elegido! ¡No quería defraudar a la reina! O sea... al espectro... que él sabía que no era de verdad... ¡Pero daba igual! ¡Él quería quedar bien! Ser caballero era lo suyo, no podía echarlo a perder por una prueba. Según la mujer, debían hacerlo desde el respeto y sin violencia. Vale, eso le gustaba, pero a ver cómo se hacía eso con una, palabras textuales, "bestia". Cuanto menos, con cuatro. Pero entonces las puertas se abrieron, y lo que había ante ellos no solo no eran bestias reales, sino espectros... También vio una que le dibujó una automática sonrisa de satisfacción en el rostro.

    Una esfinge. Esa podía ser su oportunidad. Las esfinges eran una de las pocas criaturas, por no decir la única, a la que se atrevía enfrentarse, porque lo suyo era un duelo intelectual. Y Marcus, en duelos intelectuales, entraba sin problemas. Miró a Theo con cara de circunstancias cuando usó su anécdota para relajar a los demás. Vaya con el ejemplito, pensó, pero prefirió mirar a las demás criaturas... Y entonces, Alice dijo que se enfrentaría a la acromántula. - ¿Cómo? - Se le escapó. Carraspeó casi mudo, con una sonrisa que pretendía ser de calma, y disimuladamente se acercó a su novia. - Eeem, mi amor... Que nadie como yo confía en tus poderes ocultos, pero... ¿cuándo te has enfrentado tú a una acromántula? - Porque, a ver, muy segura la veía. - No, me explico, lo digo porque... Son bastante... ¿No deberíamos dejar a Theo? - Pero Theo ya se había asignado otra. Bueno, podría con varias ¿no? Él era el experto en criaturas al fin y al cabo.

    Pues no, allí estaban ya todos los papeles asignados, y al menos todos coincidían en que la esfinge era para él. Soltó aire por la boca con resignación de saberse con la batalla perdida con Alice... pero ahí había una criatura que debía vencer, y esa batalla sí que iba a ser complicada. Así que respiró hondo, se irguió, y puso su mente en modo concentración: ya no existía nada más a su alrededor. Se la estaba jugando con eso, así que no podía tener distracciones. Cuando se supo sereno y preparado, avanzó con paso calmado pero decidido. La esfinge le estaba mirando, como si le esperase. Empezaba el duelo.

    - Saludos, venerable esfinge. - Ah, más os vale, muchacho, sed inteligente suficiente, y no estar pretendiendo ganarme con baratas alhajas.  -¡No osaría! Pocas cosas que yo valore más que la inteligencia. - No es valor en exclusiva lo que debe darse, es uso. - En eso tenéis razón, absolutamente. - ¿Vais a dármela a cada palabra que diga? - Solo si esta gana mi admiración. - ¡Oh, vaya! ¿Debo yo ganar vuestra admiración? Pensé que era al revés. - Y yo que no queríais halago vacío. - ¿Me contradecís? - Solo digo que la admiración, desde mi estudiado punto de vista, debe ser algo que se gane mutuamente. - No sois vos nada humilde. - ¿En qué os basáis? - En el hecho de que consideréis "estudiado" vuestro punto de vista, en lugar de "humilde" como es lo habitual. - No es humilde ningún punto de vista, mi señora, como no lo es quien lo dice. Es un insulto a la inteligencia de ambos conversadores afirmarlo, pues cuando alguien expone su punto de vista, se entiende que ha tenido estudio previo para darlo. Y si no es así, es que está hablando por hablar, y quizás sea el menos humilde del planeta al hacerlo. Delataría enormemente su cinismo. - No puedo sino estar de acuerdo. No acostumbro a estar de acuerdo con gente tan joven. - ¿Considera la inteligencia una cuestión de edad? - Considero la sabiduría una cuestión de experiencia. - Pensé que hablábamos de inteligencia, no de sabiduría. - ¿Cuál es la diferencia, según vos? - ¡Mucha! La inteligencia tiene parte innata y parte que se entrena y se estudia, se ejercita. La sabiduría, en cambio, es la capacidad de almacenar experiencias y usarlas para tu propio crecimiento. Se puede ser inteligente desde que se nace. Hay sabios jóvenes, sí, y viejos necios, pero es indudable que la edad da un plus de sabiduría que no necesariamente se observa en la inteligencia. - Tenéis vos buenos recursos y buena labia. - Gracias, al orden de los recursos. Labia puede tener cualquiera, pero al igual que la inteligencia y la sabiduría, del inteligente y del sabio es saber usarla correctamente. Y con quien sea merecedor de oírla. - ¿Vuelve a adularme? - ¿En algún momento lo he hecho? - La esfinge sonrió ligeramente, pausando de súbito el discurso. Sostuvo la mirada de Marcus unos segundos y, tras estos, inclinó la cabeza y, como espectro que era, se desvaneció.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    No, si ya sabía ella que a su novio no le iba a parecer buena idea. — Cariño, yo no me he enfrentado a una acromántula en mi vida, pero es que eso no es una acromántula, es un espectro, no me da ningún miedo y, de hecho, alguien que se hubiera enfrentado a una de verdad no sabría cómo hacerlo sin violencia como nos ha pedido su majestad. — Lo mejor para con su novio era usar la lógica y meterse en el papel a tope. Y ser muy dulce, eso Hillary no lo había entendido nunca, ¿ves? Señaló a Theo, que ya estaba liado con el kelpie. — Es que está liado, y somos un equipo. — Le agarró una mano y le dejó un beso en ella. — Suerte con la esfinge. — Y así como si nada, se acercó a la acromántula.

    ¡Quieta ahí o te lanzo mi telaraña! ¡Que te pico! — Le increpó la araña con su voz cascada según te se puso frente a ella. Chasqueó la lengua y suspiró. — Que no te voy a hacer nada, que solo voy a enseñarte una cosa guay. No quiero cosas guays, soy un animal centenario, me debes… — Sacó la varita y dijo. — Espiralia. — Y de su varita salió un polvito brillante azul, describiendo una espiral cuyo tamaño y velocidad podía modular con su propia varita. — Mira… Mira qué chulo. — Y la puso más rápido, justo delante de sus numerosos ojos. Apenas segundos, y la acromántula se tambaleó y acabó cayéndose y desvaneciéndose justo después. — ¡Toma! ¿Qué le has hecho? — Preguntó André alucinado. — Pues tiene tantos ojos que si los mareas todos a la vez se queda seca, claramente. Pero vamos, ha funcionado porque es de mentira… Si no, ya me habría matado. — Pero había terminado tan pronto, que le dio tiempo a poder asistir prácticamente a toda la conversación de Marcus con la esfinge. Se le escapó un suspirito y miró a Marine, que era la única que no le iba a ladrar. — Cuando hace esas cosas me deja desarmada… Como a la esfinge más o menos. — Y la chica se reía y asentía. ¿Ves? No era tan difícil.

    ¿Quién se ha encargado del hipogrifo? — Preguntó de repente, y André señaló con la barbilla a la esquina. — Mi hermana, están rivalizando en orgullo. — Y vaya que sí lo hizo, otra que a base de conversación orgullosa logró que el hipogrifo se le inclinara a ella. Negó con la cabeza. — Menos mal que le ha dado por la moda, porque de política sería una peligro. A mí me gustaría de colega abogada, ¿qué dices, Jackie? — Dijo Hillary con una sonrisa. Su prima se encogió de hombros y puso cara de niña buena. — ¿Quién te haría trajes de abogada sexy y exitosa si no, Hills? — No, si su amiga y su prima tendrían que haberse conocido hace años, estaban hechas la una para la otra. Alice se acercó a su novio y lo abrazó. — Eres capaz de vencer a una esfinge sin cansarte si quiera. — Le metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda, dándosela. — Ese cerebro necesita azuquitar… Azúcar la que sobra por aquí, vamos, anda… — Se quejó Hillary, acercándose a la puerta, porque esta vez, Eleanore no haba aparecido por allí, solo se había abierto la puerta sola.

    De nuevo, habían salido un escenario exterior en la que había una especie valla en medio y gradas vacías… Y justo enfrente, el equipo donde estaba la otra novieta de André con el otro chaval y cuatro personas más. De entrada, eran menos en el equipo que ellos, pero ¿por qué…? — ¡Bienvenido a la prueba definitiva de caballería! ¡La justa! — Dijo Eleanore desde la tribuna de las gradas. Inmediatamente, se llenaron de espíritus de gente medieval, animando y mirando. — Qué guay… — Susurró alucinada. Si es que era una niña, le encantaban esas cosas. — Debéis elegir al caballero que juste al caballero del equipo contrario. Montaréis escobas y podréis usar los hechizos de esta lista. — Y apareció una lista flotante delante de ellos. Todos miraron a Alice, sin que ella se lo esperara. — ¿Qué?Pues tía que eres la única que ha hecho duelos de nosotros. — Ella negó con la cabeza. — No, no, yo he hecho duelos, no justas. Es lo mismo pero en escoba. — Dijo Sean. — Noooo, no, no… ¿Os acordáis de mí en Vuelo? No me llevo bien con las escobas, hace dos semanas en el museo de quidditch di un espectáculo lamentable. ¿A que sí, cariño? Lo hago yo. — Saltó André. — No estaba en un club de duelo, pero se me da bien, y es verdad que la canija es una manta con la escoba. — Alice frunció el ceño, mientras a todos les parecía tan normal el ofrecimiento. Ese no era su primo para nada, vaya. Se acercó y le preguntó en un susurro, mientras los otros elegían la escoba y repasaban los hechizos, cual equipo de entrenadores. — ¿Qué haces? Creo que antes he quedado un poco mal, con lo de las criaturas. — Contestó él, estirando el cuello y los hombros. — ¿Delante de Marine quieres decir? — Delante de todos. — Vale, de Marine. — Concluyó ella. — ¿Tiene algo que ver con que está el otro tipo ese ahí y que probablemente le vayan a elegir a él? Nop. — Alice miró a su primo y puso media sonrisa. — André, te gusta Marine.Me encanta Marine, fíjate desde los catorce… — Ella se cruzó de brazos con cara de evidencia. — Que dejes de hacerte componendas. Me gusta.Mucho. A ratos, si no me rayo. ¡Pues no te rayes tanto y no hagas tonterías como esta! ¿Crees que no puedo ganar? — Alice resopló y se fue con los demás. — Haz lo que te dé la gana. — Y se reunió con su novio, acariciando su mano y apoyándose sobre él. — ¿No te alegras de haber pasado ya la fase de hacer estupideces por el otro pero no expresar tus sentimientos? Y ya que estaba aprovechó y le dio un beso en la mejilla, susurrando. — Por cierto, tenemos que retomar el francés porque esa idiomática te ha hecho más sexy todavía, amor mío. — La idiomática, el traje provenzal, los susurros de antes… Su Marcus era un peligro.






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    Sáb Sep 24, 2022 3:58 am


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    Se había deshecho de la esfinge casi sin respirar, hablando con ella sin dar lugar a titubeos o dudas, que no le notara inseguro. Ciertamente, cuando se trataba de usar la labia y el ingenio, así como una buena estrategia, Marcus no solía sentirse inseguro. - Acabo de presenciar lo que ocurriría si tu madre fuera de Ravenclaw. - Le dijo Hillary con una risita. Marcus amplió la sonrisa. - Gracias. Es todo un piropo. - Sí que lo era, y bien grande. Miró a los demás, porque de repente tomó tierra y recordó que su novia se estaba enfrentando a una acromántula. Pero esta ya no estaba, la había más que neutralizado y antes que él. Theo con su kelpie también había terminado, y asistió a lo justo a ver el final del duelo entre Jackie y el hipogrifo, que desde luego era otra lucha de titanes digna de ver.

    El abrazo de su novia y recompensa posterior, que hizo que Marcus pusiera una enorme y brillante sonrisa con ojos golosos, ya espantó a Hillary, que al parecer había tenido suficiente. - Ñam. - Dijo feliz como única respuesta, llevándose la moneda a la boca y dándole un piquito a Alice justo después. - Aunque no lo parezca, tengo el corazón a mil ahora mismo. - Dijo, soltando una risa jadeada, e hizo como que miraba a su alrededor mientras decía. - ¿Pero tienen más? ¡Ahora me sentiría capaz de enfrentarme a cuatro como esa! - Desde luego que cuando se venía arriba, se venía arriba. Si es que se le había hecho hasta corto.

    El siguiente escenario al que salieron tras cruzar la puerta era considerablemente más grande que los anteriores, e impresionaba bastante. Marcus no tardó en reconocer de qué iba a ir esa prueba. - Es una... - Empezó, alucinado, pero ya les sacó la reina de dudas a todos. Una justa, impresionante. Aunque, después de impresionarse y alucinar como un niño pequeño... puso la cabeza en la realidad. Poca gente había allí más metida en el papel que él, a quien más le gustara el reconocimiento y que más deseara ser coronado caballero por la reina. Supuso que debió haber pensado que una justa iba a caer sí o sí, y no se veía él justando, menos aún sobre una escoba. Ya estaba empezando a poner una mueca de "no sé yo si esto me va mucho a mí" con la boca cuando todos miraron a su novia. ¡Oh, claro! ¡Ella era una estupenda duelista, sería la persona a la que más le honraría verle llevarse los laureles y no era tan miedosa para el vuelo como él! No tardó en sumarse al sentir popular.

    Desgraciadamente, Alice tampoco parecía muy convencida. Chasqueó la lengua, pero no insistió mucho más. A ver si se iba a hacer daño, que las justas eran peligrosas, por mucho que fueran de simulación. Ella pidió que reforzase sus motivos para no asistir, pero apenas le dio tiempo a despegar los labios cuando André se ofreció, y todos le miraron un tanto sorprendidos. Marcus, tras la sorpresa inicial, soltó una carcajada y le dio un par de palmadas en el hombro. - ¡Nuestro gallardo caballero! Déjanos en buen lugar a todos. - ¡Venga, pues hay que elegir como LA MEJOR escoba que haya por aquí! Que no nos vaya a ganar esa gente. - Apremió Hillary, y de repente se generó un coro de cabecillas que establecían la mejor estrategia para la justa de André.

    - La Saeta de Trueno es insegura. - Insistía Marcus, de brazos cruzados y negando con la cabeza, mientras Hillary bufaba. - Es de todos sabido que ha sacrificado seguridad por velocidad. - ¡Ahora eres un experto en quidditch! - Soy un experto en escuchar a mi hermano experto en quidditch. Ten en cuenta que no es muy difícil, solo habla de eso, y estuvimos en el museo hace un par de semanas. - ¡Marcus, que solo es una justa ficticia! - Ficticia o no, se tiene que montar en esa escoba mientras se concentra en lanzar hechizos de duelo y esquivar los del contrario, y para eso es mejor la Saeta de Fuego, es más precisa y cómoda de montar. No necesita velocidad, necesita estar seguro sobre el mango. Apóyame en esto, Jacqueline. - Lo que no entiendo es por qué no tienen la Saeta de Fuego Suprema. ¡Si está en todas las tiendas de Marsella! - Respondió por su parte la francesa, mirando ceñuda la lista como si esperara que apareciera por allí. Hillary volvió a soltar un bufido. - ¡La habrá cogido el otro equipo! ¡Así que nada, hagamos el ridículo! Ya puestos, que se monte en una Nimbus 2000. - A decir verdad... - Interrumpió Theo, alzando un dedo tímidamente. - Las Nimbus son las que, a día de hoy, han dado siempre mejores resultados. Menos espectaculares, pero estables. Hay selecciones que solo han usado Nimbus en toda su trayectoria. - Bajó el dedo al listado con prudencia y añadió. - Y está la 2001. - Va, André, sácanos de dudas. ¿Qué escoba quieres? - Dijo Sean, porque su caballero elegido justo aparecía por allí. El chico se concentró unos instantes en el listado y, tras hacerlo, dijo. - Me quedo la Saeta de Trueno. - ¡TOMA! - ¡André! - Cabía esperar que las automáticas reacciones de Hillary y Marcus iban a ser completamente antagónicas. - ¡Es una escoba de kamikazes! - Venga, inglesito cobarde. - Le dijo el otro, con su tono de colega habitual, poniéndole una mano en el hombro con su sonrisa encantadora. - Deja que este caballero se lance también a por el amor de la reina. - Y fue a protestar, pero el otro ya se había ido.

    Soltó aire por la boca, resignado, y respondió a lo que Alice le había dicho. - ¿Insinúas que hace todo esto por...? - Miró de reojo a Marine, y luego volvió a mirar a Alice, resoplando. - Pues de nada le va a servir si se mata. - Se quejó, aunque tuvo que sonreír a lo siguiente. - Ah ¿sí? Lo tendré en cuenta... Aunque prefiero conocer el francés por ti a por una poción. Seguro que me sale mucho mejor acento. - ¡Caballeros, a sus puestos! - Proclamó la voz de Eleonore, y al ver a André sobre su escoba se fijó en su rival. - ¡Oh, Antoine! - Celebró Marine como si ella también se acabara de dar cuenta, y totalmente ajena a lo que Marcus empezaba a plantearse: que eso era una lucha de poderes real. Frunció los labios y le dijo a Alice con los dientes apretados, en tono bajo para no tener que oír las quejas de los demás si le escuchaban. - Con menos motivo aún me convence esa escoba. - Una temeridad. Eso le parecía, una temeridad absoluta.

    Pero bueno, no sería él quien no animara a su equipo y a su primo favorito, que André tenía un lugar privilegiado para Marcus y eso lo sabía todo el mundo. En cuanto se dio la señal de arranque, André se lanzó hacia el otro a tanta velocidad que todos los del equipo se asustaron, abriendo mucho los ojos y dando un paso atrás... Y, al recuperarse, Marcus frunció los labios otra vez y miró a Hillary con reproche. - ¡A mí no me mires! Él la ha elegido. - Ay, por Merlín, que se mata. - Se lamentó Jackie, que empezaba a no querer mirar, porque la salida había sido demasiado violenta. Pero Marine, que desde luego había sido diseñada con el mismo corte despreocupado que André, soltó una risita y empezó a animar a gritos. Todos los demás se miraron. Bueno, habría que hacer eso, tendrían que animar. Y aguantarse el miedo en el cuerpo.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Llegó tarde al debate sobre las escobas, pero tampoco se perdieron mucho, porque para Alice todas las escobas le parecían iguales: objetos que no fluían para nada con el viento, hacían lo que les daba la gana, no conectaban… Nada nada, nunca le habían gustado las escobas. Afortunadamente, su novio, como no sabía no atender a algo por poco que le importara, algo más sabía, y Theo también parecía controlar un poco más, aunque al final, su primo no les hizo caso a ninguno de los dos. — No me lo digas, ha cogido la más rápida y llamativa sin preocuparse de si lo va a tirar. — Le dijo a su novio, suspirando y cruzándose de brazos. — Supongo que mi sugerencia era demasiado Hufflepuff. — Alice asintió y le palmeó el hombro. — Tú has sido un buen cuñado. — Ya la broma estaba asentada y aquello parecía bastante oficial así que podía decirlo, ¿no? Ya que con Marine y André todo lo que parecía que iba a tener era absurdas demostraciones de poder masculino.

    Miró a su novio cuando le hizo aquella pregunta. — Hombre, ¿a ti qué te parece? Aquí mucho “no somos nada” “todos libres” pero no soportaría quedar de cobardica o poco válido delante de Marine. — Suspiró. — Qué difícil lo hace todo… — Difícil y arriesgado, por lo que parecía, porque ya el primer acercamiento fue demasiado turbulento. Miró alucinada a Marine, que se lo estaba pasando de lujo y negó con la cabeza. — No, de verdad que sí que son el uno para el otro. — Y, en el fondo le preocupaba, porque veía a su primo demasiado inclinado a hacer locuras. No le pegaba nada ir de Gryffindor por la vida.

    Las siguientes rondas fueron igual de turbulentas, además su primo estaba haciendo unos gestos muy raros. — No entiendo qué está haciendo. — Dijo en una de las veces en que pasó demasiado rasante, evitando un hechizo de Antoine. — Está intentando ver algo. — Dijo Jackie. Sí, sus primos se peleaban mucho, pero solo porque eran demasiado parecidos, en el fondo, se entendían entre ellos a la perfección. Y entonces su primo bramó. — ¡Accio Levis! — Alice parpadeó. — ¿Qué acaba de hacer? — Pero Hillary se estaba partiendo de risa. Antoine se había quedado parado, mirando a ambos lados, y abiertamente: sin pantalones. Eso le dejó (lógicamente) bastante parado, y André aprovechó y lanzó. — ¡Expelliarmus! — Y desarmó a Antoine, ganando la justa inmediatamente. Y ahí Alice no pudo dejar más que escapar un suspiro. — ¿En serio? ¿Mi primo se ha comido un Gryffindor cuando no estaba mirando? No, pero creo que Marine haría una buena Gryffindor en Hogwarts. — Comentó Sean. — ¿Pero a qué le ha hecho Accio que aún no lo entiendo? A los vaqueos. — Aclaró Hillary. — ¡Ahhhh ya lo entiendo! Estaba buscándole la marca de las zapatillas… Para no invocar sin querer los míos o los de cualquiera. — Completó su primo, llegando escoba en mano y rodeando a Marina con un brazo. — ¿Cómo he quedado, queridos? Me he reído un montón. — Le dijo la chica antes de dejarle un beso en la mejilla. — Hombre, muchísima gracia no me ha hecho verte hacer el loco, pero en fin. — Dejó caer Jackie. — Qué cabezota eres, eh… — Tuvo que aportar ella. Pero ya tuvieron que cortar la charla, porque aparecieron por allí otros dos grupos de participantes, probablemente de acabar de terminar su propia justa, y el espectro se levantó para hablar.

    Nobles caballeros de La Provenza. Vuestra reina está más que complacida de haber podido asistir a vuestros juegos en pos de su mano. Os estaré eternamente agradecida. Pero solo un grupo puede ganar y ese ganador será el que más juegos victoriosos haya conseguido. — Se movió ligeramente de un lado a otro y finalmente extendió la mano con un rayo de luz hasta señalarles. — Nuestros caballeros anglo-franceses, un aplauso para ellos, que han salido victoriosos de todos los juegos menos del de los dragones.Sí, se veía venir. — Susurró divertida a Marcus antes de ponerse a celebrar dando saltos con todos los demás. Dejó un beso sobre la mano de su novio y sonrió. — Otra victoria para los O’Donnell-Gallia, amor mío. — Y, en tropel se acercaron a la reina, que levitó unas bandejas a su altura. — Para vosotros, los seis dulces de La Provenza. Por la primera prueba, el gibacié, pues su pan de naranja ha quedado tan liso e intacto como las murallas que se os encomendó proteger. Por la segunda prueba, el calisson, con su almendra y su azúcar, por la dulzura y empatía que debisteis demostrar al ayudar al dragón. El nougat blanc en honor a dar siempre en el blanco en la tercera prueba. Por la cuarta prueba, el caldero, ya recibisteis las monedas. El nougat noir, por la oscuridad a la que os enfrentasteis con gran valentía en la quinta prueba y, para coronar una justa en La Provenza, la tartaleta de lavanda, en este caso, dedicada al campeón. — Dijo entregándosela a André. — Y ahora, mis nobles caballeros, os queda la decisión más difícil: ¿quién recibirá el dulce de la reina, y por lo tanto, su amor? — Y en su mano apareció un dulce blanco con forma de flor de Lis, que olía de maravilla (aunque casi todos habían empezado ya a comerse los de las bandejas). Alice miró de reojo a su novio, porque no quería ser ella la que lo dijera, pero el que se lo merecía era Marcus. Pero bueno, lo dejaría en manos de los demás.






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    Hasta él se estaba planteando ya no mirar tampoco. Aun así, él había ido ahí con el firme propósito de animar a André, por lo que, después de encogerse con expresión de dolor y miedo cada vez que hacía una de esas barrabasadas que no entendía por qué estaba haciendo, rápidamente se ponía recto de nuevo y empezaba a aplaudir y a animar. - ¡Vamos, André! ¡Viva nuestro caballero! - Y como había quedado demasiado conciso el gripo de apoyo, siguió aplaudiendo y añadió. - ¡Porque eso define a un buen caballero! ¡Salir victorioso y vivo! ¡Sobre todo vivo! - Porque parecía que esa parte no la tenía muy clara el francés, así que mejor incidir en ella.

    El siguiente movimiento, previo a que André desarmara a su oponente, le dejó a cuadros. De hecho, detuvo los aplausos y se quedó con la boca y los ojos muy abiertos, y con las manos a mitad de camino de aplaudir. Y se ruborizó de inmediato, sintiendo muchísimo calor, solo de pensar que eso pudiera haberle pasado A ÉL. Se moría, vamos. Él, que quería ser el caballero que todo lo hacía, a pesar de lo que odiaba las escobas, si se lo hubieran propuesto, hubiera salido a combatir la justa. De pensar que podría haberse visto sin pantalones delante de la reina y de todo el mundo... Era como espectador y solo la imagen le estaba haciendo hasta marearse. - Recuérdame que nunca me enfrente en un duelo a André. - Le pidió a Alice, mirando aún con cierta expresión traumatizada la escena. Pero, fuera como fuere, habían ganado, por lo que en cuanto André fue proclamado vencedor, volvió a aplaudir y vitorear como el que más.

    Tras acabar el resto de las justas, la reina comenzó a hablar. Marcus sonrió con emoción, mirando a Alice como un niño que espera con intriga a los ganadores de las pruebas que acababan de hacer... lo que estaba ocurriendo, básicamente. Se sentía nervioso y emocionado, entre otras cosas porque se consideraba con muchas posibilidades de ganar... y así fue. No sabía ni por qué estaba tan sorprendido, ni que no se lo esperara, pero sobre todo estaba entusiasmado. No podía negar que le había molestado un poquito que la prueba de los dragones se considerase "no superada", pero bueno, Alice y él sí la habían hecho, se conformaría con ello. Al beso de su novia en su mano, correspondió tanto con una sonrisa como con otro beso, pero en los labios de ella. Estaba demasiado feliz como para no hacerlo.

    Y más feliz que iba a estar cuando les dieran el premio, porque este consistía nada más y nada menos que en dulces. Ya se le estaban poniendo los ojos como platos, podría jurar que se les había cambiado el color a morado solo por ver esas tartaletas de lavanda. - Majestad, mi gentil señora, me siento profundamente honrado y agradecido por este premio. - No iba a ponerse a comer sin darle las gracias con su exceso de cortesía habitual y la pompa que requería la situación. Estaba ya comiendo cuando la mujer lanzó una última pregunta, que Marcus tardó en procesar porque estaba degustando ese nougat noir que tenía una pinta estupenda y sentía haberse ganado de sobra tras su enfrentamiento con la esfinge. Le pilló con la boca llena darse cuenta de que todos le estaban mirando, y por un momento se quedó paralizado, en una posición muy poco caballeresca, con el nougat a mitad de comer y pasando los ojos de unos a otros. Hillary soltó un hondo suspiro. - Con lo que me va a costar reconocerlo, pero es que encima no lo favoreces nada, hijo. - Marcus se apuró en terminar de masticar para preguntar qué pasaba y por qué le miraban todos, aunque realmente acababa de procesar en su cabeza la pregunta de la reina.

    ¿Su equipo... quería nombrarle...? - Si hay un caballero andante aquí, es nuestro inglesito cobarde. - Dijo André mirando a la reina y señalándole a él. Jackie, en un gesto de brazos cruzados y peso apoyado en una pierna demasiado similar al de Hillary, dijo con una sonrisilla. - Si se lo ha trabajado, se lo ha trabajado. - Claramente, aquí si hay alguien que le da importancia a estas ficcioncitas, es él. - Añadió Sean. - Y si no fuera por ti, todavía estaríamos dando vueltas por un laberinto en ruinas, o intentando que dejaran de multiplicarse los aros. Para ir a que nos coma una esfinge. - Apuntó Theo, haciendo reír a los demás. Marcus seguía mirando a unos y a otros. - ¡Venga, O'Donnell! No te hagas más de rogar. - Pero... ¿En serio? ¿No os importa? - Preguntó un tanto azorado. Marine soltó una risita y dijo. - He aprendido una canción irlandesa. Un brave chevalier que enseña canciones. - Miró a Alice, con una sonrisa sobrepasada y emocionada, y todos empezaron a animarle a ir con la reina, que le esperaba. - ¡El caballero entre los caballeros! ¡Un aplauso! - Jaleó André, haciendo que todos empezaran a aplaudir y vitorear. Marcus avanzó entonces, erguido y sonriente, hacia la reina, como cuando le nombraron prefecto y fue a recoger su insignia. Al llegar a ella, dejó el azoramiento y el rubor a un lado e hizo una profunda reverencia. - Majestad, no soy digno de un premio de vuestra mano. - ¡Lo sois, de eso y mucho más! Os otorgo mi bien más preciado: mi amor. - Le entregó el dulce, pero él tenía que ampliar esa parafernalia, así que se arrodilló como si fuera a ser proclamado caballero de verdad, haciendo que aumentara el clamor de la gente, y recibió el dulcecito entre sus manos. Y, tras una última sonrisa, se esfumó, y el escenario a su alrededor empezó también a desvanecerse, dejándoles en medio del campo de lavandas y muy cerca de los puestos de la feria en los que estaban antes de comenzar con las pruebas.

    Se fue hacia sus amigos, que por supuesto le recibieron con las bromitas propias asociadas a lo de ser caballero y "merecedor del amor de una reina espectro". Se irguió sonriente y dijo. - ¿Sabéis que es un buen caballero también? Generoso. - Sacó la varita y apuntó al dulce. - ¡Engorgio! - La flor de lis se hizo mucho más grande, tanto que rápidamente tuvo que hacer un juego de manos para sostenerla con ambas. Olía tan bien que nadie puso objeción alguna a darle un pellizquito para que todos la pudieran probar, pero su reina tenía que ser la primera, por supuesto. Y no, no se refería al espectro. - Un caballero no es nada si no tiene una reina a la que servir y adorar. - Le dijo a Alice, acercándole un pellizquito de dulce a los labios, para que tuviera el privilegio de ser la primera en probarlo.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Merecía la pena hacer cualquier cosa por Marcus y, cómo no, elegirle caballero, por tal de ver la ilusión que le causaba, cómo todos los demás reconocían su valía, le hacía querer hacerlo mil veces más, todos los años si así él lo quería. Miró a Theo, que era el que había dicho las cosas más bonitas y le sonrió. Qué bueno era y qué bien sabía hacer sentir a los demás. “Gracias” vocalizó, para que le viera, y él sonrió más y dirigió la mirada a Jackie un momento antes de vocalizar “a ti”. Sonrió a su novio y besó sus labios. — Enhorabuena, caballero, no me cabía ninguna duda de que serías tú. Corre con la reina. — Y aplaudió con los demás, sin dejar de mirarle. Se acercó entonces Hillary y dijo. — La verdad es que se lo merece, pero no le digas que lo he repetido. — Luego se enganchó de su brazo y dijo. — Y merece la pena solo por ver cómo le miras. — Ella entornó los ojos y se encogió de hombros. — Cuando quieras lo hacemos a la inversa y convierto al tuyo en un héroe.

    Amplió la sonrisa, mientras se comía el gibacié, que era su dulce favorito, y miraba a Marcus arrodillarse ante la reina. Le habían elegido porque se lo merecía, pero es que no había tampoco nadie que pudiera dar mejor espectáculo. — ¡Ojo! Que el inglesito deja a la canija por la reina. Hombre, es una reina. — Aportó Jackie. — No, no, ni reina ni nada. Si deja a Gal después de todo lo que nos han hecho aguantar, lo mato, vaya. — Dijo Sean, lo cual le hizo reír. — Yo te nombro chevalier royale, mi futuro rey, de la reina Eleanore D’Aquitaine. Alzaos, mi joven enamorado. — Y todos los espectros corearon hurras y aplausos, así como los demás participantes (Michelle la que menos, esa no le gustaba nada, Marine mucho mejor). Con un último gesto de la reina, todo desapareció y se reveló dónde estaban: el mismo lugar de la inscripción, en un recinto de vallas de madera que debía ser como un cuarto de campo de quidditch. Todo había sido un hechizo, y pocas cosas había que le gustaran más.

    Apenas había terminado el torno y su Marcus, ese erudito con vena Slytherin, ya estaba demostrando que tenía un corazón de oro y amplió el dulce. Pero ya cuando aludió a ella no pudo evitar que se le pusiera esa cara de tonta que se le ponía cuando su novio hacía moñerías por ella y la metía de lleno en las ficcioncitas, completamente entregada. — Es un caballero que se ha ganado el amor de muchas reinas, pero de esta de la que más. — Abrió la boca y dejó que le diera el dulce, cerrando los ojos del gusto. Qué rico estaba, ¿no sabía aquello a…? — Me pido ser yo la que le diga que ha agrandado un pezón de venus y se lo ha dado en la boca a su reina. — Dijo Jackie con toda la malicia del mundo. Alice la fulminó con la mirada, mientras su prima cogía un cachito para ella y se lo comía. — Oye, que no pasa nada por comértelos… — Y ya se tuvo que reír e ir a donde su novio. — Que se rían, tú eres el único merecedor de dos reinas, la de Aquitania y la de Ravenclaw. — Y cogió otro cachito, la verdad, porque le encantaba ese condenado dulce.

    Otro que estaba bastante contento e hinchado como un pavo era André, que tenía a Marine enganchada a él y una sonrisa que era para verla. — ¿Qué? ¿Seguimos comiéndonos esta delicia en las gradas? ¿Qué gradas? — Preguntó Hillary. Y entonces se acordó y se ilusionó como una niña pequeña. — ¡La cabalgata de las flores! — Miró a Marcus y le agarró del brazo, emocionada. — Ahora, antes de que anochezca y nos vayamos a la playa, hay una cabalgata con carros flotantes en los que los comerciantes hacen un arreglo floral, y nos dan una cartillita para que vayamos puntuándolos, y al final hay tres ganadores. Algunos simplemente ponen las flores en plan bonito, pero otros hacen figuras y eso y está chulo. — Aportó Jackie, que ya estaba tirando de Theo hacia afuera. — No te metas con los que exponen las flores ordenaditas, resaltando su valor sin florituras ni barrocadas, son preciosos. — Rebatió ella. — Síííí sí, y si hubiera uno que las pusiera todas en macetas y con un cartelito identificativo, sería tu favorito. ¡Pues sí! Le pondría la estrella morada. — Respondió con indignación Ravenclaw. — ¿Hay que poner una estrella? — Preguntó Hillary. — Sí, a la que más te guste, cuando termine el desfile.

    Salieron hacia las gradas, que estaban muy cerca de su campo de lavandas, lo que le hizo agarrarse un poco más a su novio. — No puedo esperar a que quiten todo esto y podemos venir a pasar un rato aquí, entre las flores… — Sonrió y le miró a los ojos. — Haciendo planes, mirando al futuro… — Rio un poco. — ¿Quién sabe? Quizás cambiando de destino… — Dijo en referencia a lo de Marianne. De momento, se sentarían a ver carrozas de flores, que pocas cosas le gustaban más a Alice, junto a Theo y Jackie, pegado a ellos, y viendo a André y Hillary reírse de algo, y a Marine y Sean contestándoles… ¿Cambiar de rumbo? ¿Para qué? No podría haber un lugar mejor en la tierra en ese momento.





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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    Nunca había visto un espectáculo tan colorido como la cabalgata de las flores, y Alice estaba disfrutando allí como una niña, y por ende él también. Su voto se fue a la misma carroza: era un carro pequeñito, con unas ruedas enormes y aspecto antiguo, con multitud de flores muy frondosas pero dispuestas de una manera muy natural. Tal y como su novia había dicho, mostrar su esencia real sin necesidad de florituras ni barrocadas. Era de los más sencillos pero era hipnótico por la cantidad de colores que tenía y lo sano de sus flores. Ni que decir tenía que el resto se había decantado por los de las florituras, pero Marcus y Alice tenían muy clara su decisión. El dueño, en agradecimiento, le dio a Alice un ramito de alysias, en honor a su nombre, y una flor de lis al caballero que había conseguido el amor de la reina, que Marcus se prendió muy orgulloso de su solapa. Hasta a los participantes de la cabalgata de las flores había llegado la noticia. Así iba como iba, hinchado como un pavo.

    La noche estaba cayendo y, antes de que cerraran los puestos, habían vuelto sobre sus pasos para poder comprar algunas cosas interesantes que habían visto aquí y allá, tras fueron hacia la playa. La feria se había expandido hasta allí y todo estaba lleno de luces y música, así como puestos de comida. Compraron algunas cosas para llevar y se sentaron en la mesa a comérselas. - Y por eso yo llegó un punto en que decidí que con Marcus no se podía debatir. En primero creo que fue. - Dijo Sean, haciendo reír a todo el mundo, incluido al propio Marcus, porque se pondría como fuera pero le estaba alabando a su manera. - Venga ya, Hastings. Reconoce que te has rendido a mis pies con el numerito de la esfinge. - Reconozco lo que acabo de reconocer: que ni una esfinge soporta un debate contigo, que no tienes fondo. - Yo como oponente de debate no sé, bueno, sí sé, no lo quiero después de lo que he visto hoy. - Añadió André, todos entre risas de nuevo. - Pero como enemigo... Se de dos que no han venido a la feria por tal de no cruzárselo. - Anda, anda. - Dijo Marcus entre risas, mojando la patata en kétchup. - Qué exagerado... - Esa parte de la historia no la conozco yo. - Preguntó Hillary, pero Jackie dio un sonoro suspiro y rodó los ojos, aunque con una sonrisilla y muy pegadita a Theo. - Digamos que le puso los puntos sobre las ies muy bien puestos a dos cretinos que yo me conozco. Y que misteriosamente hoy no nos hemos cruzado. - Porque son dos muermos a los que no les gustaba hacer nada divertido. - Apuntó Jackie, siendo ampliamente coreada por el grupo. - ¡Vaya, vaya! ¡Por fin lo reconocemos! - Oh, venga ya, nunca dije que Noel fuese el alma de la fiesta. Iba por ir, como el otro. Por hacerse los interesantes. Ahora estará en su casa lamentándose de su existencia. - ¿Alguien se sabe alguna canción de despecho? Podríamos ponernos debajo de su ventana como la tuna a cantársela. - Dijo Hillary, y Theo estalló en una carcajada mucho más fuerte de lo que le hubieran visto nunca. Los demás rieron por inercia, aunque no sabían de qué se estaban riendo hasta que André preguntó. - ¿La qué? - Siguió riendo y, con un gesto de la mano, dijo. - Da igual, yo lo haría. -




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    Lun Sep 26, 2022 5:50 am


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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Era el más bonito y lo sabéis.Venga, Alice, déjalo ya, si os ha regalado las florecitas y lo habéis votado y dejado claro que era el que os gustaba. — Le dijo Marine dejándole la mano en el hombro. — Es que siempre les pasa lo mismo, se dejan llevar por la espectacularidad y… — Bueno, sí, mejor lo dejaba, porque su novio, que estaba claramente a otro nivel de inteligencia y comprensión, la entendía, y los demás eran como moscas que se iban a la luz que más brillaba. Al menos ahora tenía a Marcus, porque era para verlo cuando era pequeña y se enfadaba hasta con su madre por votar el carro que llevaba una gran lavanda formada a base de flores moradas. Suspiró para sí misma. Ahora tenía una alysia bien bonita y un novio que la comprendía y le seguía el rollo en todo, no podía por menos que estar contenta por eso.

    Por supuesto, tener un novio tan ideal también traía sus consecuencias, como que quisiera siempre comprar cosas que a ella le generaba un poco de inquietud comprar, y no por el producto, sino por el dinero que se estaba gastando, pero dile tú a Marcus O’Donnell, con lo hinchado de orgullo que iba y con los efectos de la poción idiomática todavía encima, que no se parara en todos los puestos del mundo a ver qué podía pillar. De entrada, pillaron comida, por supuesto, aunque la verdad es que, contra lo que le solía pasar, estaba muerta de hambre de todas las cosas que habían estado haciendo, además, la comida de La Provenza le daba hambre. Si tuvieran pan bagnat en Inglaterra, comería más, estaba segura. Se había hecho también con varias jarras de limonada de lavanda y había pedido varios platos de patatas con hierbas provenzales, que estaba esperando a que le fuera servidos con Marine al lado. — Gracias por ofrecerte a ayudarme, no había mucho espíritu en la mesa. — Se rio de su propia afirmación. — He hecho mal al pedirlo cuando Marcus todavía no había llegado, se cargaría él solo de todos los platos, aunque.. Bien pensado, alguno llegaría medio vacío. — Ambas se rieron. — Sí, sí, menudo comer tiene… Pero sí, está hecho todo un caballero medieval. — Lo vio de lejos, con más comida y cosas que había comprado, hablando con Sean, picándose probablemente. — Se te ve contenta con nosotros, puedes venirte también al castillo de Montsegur, que vamos pasado mañana. — Marine le sonrió y asintió. — Sí, André ya me había invitado. Vaya tela con mi primo… Luego querrá que no vea cosas, reflexionó en silencio. — Ah, pues… Me alegro. Me caes muy bien, no tengo muchos amigos en La Provenza, porque casi siempre estoy con mi familia, y en mi experiencia no me ha ido muy bien con los de fuera. — La otra se rio y dijo. — A mí también me caes muy bien, y tu novio y tus amigos también, sois muy monos. Puedes contar conmigo cada vez que vengáis y yo esté por aquí. Ya, claro, si fueras la novia de André, esta conversación no sería necesaria, pensó, sin quitar la sonrisa. — ¿Dónde vives el resto del año? En París. Soy archivera del ministerio.¡VAYA COMO ANDRÉ! En París y en el Ministerio, es que vamos, en bandeja está, pero no, no quería meterse, que al final la acababa liando. Entre Marine y ella, levitaron todos los platos y fueron hacia la mesa, y la conversación se quedó en eso.

    Nada más llegar ya oyó a Sean quejarse de los debates con Marcus. — Yo debato muy bien con él. — Dijo con una sonrisa, dándole una patata en la boca. — Sííí, sí, vosotros todo lo hacéis bien, pero yo te he oído decir que es extenuante. — Le reprochó Sean. Ella ladeó la cabeza. — A veces es… Tenaz en sus argumentos. Y puede resultar canso intentar sacarle de su discurso, pero, generalmente, con pruebas lógicas y contundentes de lo que estás diciendo, al final comprende y escucha. Es muy bueno escuchando. — Se rio de lo que dijo su primo y asintió con la cabeza. Sí, ella también había valorado encontrarse con los dos elementos, pero viendo las horas que eran y que no se habían manifestado, dudaba mucho que lo hicieran. Y más gracia le hizo lo que dijo su prima Jackie, mientras ella terminaba de masticar, haciendo que casi se atragantara. — Completamente cierto la verdad. — Y miró con admiración a su novio cuando Hillary preguntó. Desde luego, les había dejado en su sitio. — Es que un buen caballero medieval sabe apartar a los fraudes. — Dijo como toda respuesta.

    Miró a su amiga con el ceño fruncido, pero asumió que estaban hablando de cosas de muggles, porque Theo se rio mucho. — ¿Es un grupo de gente que canta canciones tristes o algo así? — Hills la señaló, mientras seguía comiéndose su cena. — Sip, algo así diría yo.Pues sí, sí, llámales que esos son muy dramáticos y les va a gustar más que la buena fiesta que hay por aquí. — Apoyó la cabeza en el hombro de su novio y dijo. — Cuando hayamos comido un poquito más, tengo ganas de bailar. — Levantó de nuevo la cabeza y le miró. — La verdad es que llevo todo el día acordándome de la feria de San Lorenzo… Estaría bien que nos pusieran música para bailar en parejitas… — Entornó los ojos a los demás. — No creo que nadie se quejara por aquí… Igual ya la canción esa que os gustaba se ha quedado un poquito antigua. — Acusó André, mientras devoraba su pan bagnat. — Y hoy no pueden verse perseidas a las que pedir deseos al terminar, pero todo es cuestión de disfrutar juntos. — Marine levantó el dedo índice. — No hay perseidas, pero aquí casi todos hacemos lo de, a las doce de la noche meter los pies en el agua y pedir un deseo. — Alice sonrió y se puso el dedo en los labios. — Hmmmm eso me gusta. Te lo tengo dicho, Marine, molas mucho. — Se levantó de un salto y tiró de su novio. — ¿Hacemos tiempo hasta ese momento bailando, O’Donnell? — Y mientras se iban a donde estaba la música señaló a los demás. — No seáis sosas, parejitas, y bailad vosotros también. —

    Ya situados, se agarró al cuello de novio y empezó a moverse, no muy concentrada tampoco, al ritmo de la música. — Otra vez aquí. Te dije que volveríamos, que bailaríamos y que te enseñaría francés para entender la canción. — Se rio y juntó su frente con la de él. — Será que tengamos que volver para cumplir la última parte. Qué pena. — Le miro a los ojos con dulzura. — Aquella noche algo cambió para mí, aquella noche sentía que estaba tan enamorada de ti, y te veía tan lejos que solo se me ocurrió pedirle el deseo a la estrella. — Se rio y negó con la cabeza. — Resultó que solo había que decírtelo a ti. Que te amaba. Que te amo. Que te amaré. — Y le besó suavemente. Miró a su alrededor y vio que ambos Gallias con sus parejas se habían animado a bailar. — Creo que cierta pareja de Hogwarts va hasta a agradecer quedarse solos sin bailar, es más su estilo. — Rio otro poquito y rozó su nariz con la de Marcus. — A ver, sorpréndeme, ¿qué estabas comprando con tu amigo Sean mientras yo tenía una interesante aunque infructuosa conversación con Marine? — Preguntó mientras se balanceaba al suave ritmo de la música en sus brazos. Le encantaba hacer eso, era como si hablaran normal, pero con más intimidad y en un mundo paralelo creado por la música.





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    Puso esa expresión tan suya de niño siendo alabado cuando Alice llegó y dijo lo bien que debatía con él, abriendo la boca para recibir la patata que le ofrecía, y a mitad de masticar le pilló la confesión de Hillary. Estuvo a punto de mirar a su novia con ojos de acabar de recibir el impacto de una traición, pero en su lugar, se irguió y dijo con una digna caída de ojos. - Seguid intentando hacer muescas en nuestro indestructible amor. - Lo peor era que, si Alice realmente confirmaba que podía llegar a ser extenuante, intentaría refutar dicho argumento a base de realizar una extenuante exposición. Su novia se explicó y... bueno, él la parte del cansancio la hubiera ahorrado, pero por lo demás mantuvo su posición digna sin inmutar un párpado. - Gracias, mi amor. - Dijo con mucha seguridad, demostrando eso, que su amor era indestructible... Pero eso de tenaz había sido un eufemismo y lo sabía. Graciosilla... Menos mal que con recordarle lo de que era un caballero medieval para ella le compraba rápido. Y con darle más patatas.

    Automáticamente apoyó él también la cabeza en la de ella, cariñosamente, cuando Alice la reposó en su hombro. Sonrió, emitiendo una leve risa tierna mientras terminaba de masticar. - Este caballero no puede esperar a sacar a bailar a su reina. - La sonrió, mirándola. - ¿Crees que podremos pedir la nuestra? - Pero claro, por mucho que Marcus se sintiera a solas en el mundo con Alice solo con mirarla, no lo estaban. Y ya tuvieron que venir sus amigos con burlitas. Se encogió de hombros y miró a su novia de nuevo. - Pues si no está esa, tendremos otra. Al fin y al cabo, ninguna canción de amor puede llegar a representar lo que siento por ti... - Y vuelta a las interrupciones y a los ruiditos de pasteleo. Los ignoró y, en su lugar, se acercó a ella y le dijo con una sonrisa, en un tono más confidencial. - Y al fin y al cabo, esa canción hablaba de que llegaría un día en que nos diríamos te quiero... y ese día ya ha llegado. - Era preciosa y siempre sería su canción, le traía los mejores recuerdos de su vida. Pero seguro que ahora las había mucho más representativas de su momento actual. La pensaba encontrar.

    La idea de Marine le gustó... a medias. Estaba muy motivado con todo, pero eso de meter los pies en el agua helada a las doce de la noche... ¿no era un poco llamar a un resfriado a gritos? Por no hablar de que no se fiaba de alguno de los presentes y su tendencia a las bromitas, a ver si le iban a tirar al agua. Pero claro, con esa sonrisa radiante con la que su novia había recibido la idea y ahora le proponía ir a bailar hasta entonces, los dos solos, fuera la canción que fuera, ¿quién decía que no? Desde luego, no Marcus O'Donnell. Se alejaron del grupo y puso sus manos en las caderas de ella, viéndola bailar. - Aquí estamos. - Confirmó, con una sonrisa iluminada que se le debía salir de la cara. - Estás preciosa cuando bailas. Siempre lo estás, pero bailando... No te lo dije aquel día, pero claramente lo pensé. - Juntaron sus frentes y añadió. - No podía dejar de mirarte. Y sigo sin poder. - Se le escapó entre los labios una risa de pura felicidad, sin separarse de ella. - Sí, qué pena. Aunque ya me sé algunos versos... "Je t'aime..." - Y conforme ella hablaba, él la miraba, sus ojos brillaban más y su corazón se inflaba. Soltó un poco de aire entre los labios. - Definitivamente... debí decírtelo aquel día. - Dijo con voz embobada, sin poder evitar reír ligeramente. Negó con la cabeza. - Alice... Ese deseo que pediste estaba ya más que cumplido. Te he querido desde que te conocí. Te quería aquella noche con todo mi corazón. - Encogió un hombro, con una graciosa sonrisilla de disculpa ladeada. - Pero fuiste a enamorarte del niño más miedoso del colegio. Uno que no sabía nada que no estuviera escrito en un libro. Y ante la perspectiva de poder no ser correspondido, y que ese pajarito que tan feliz le hacía saliera volando y no volviera... se moría de miedo. - Acarició su mejilla y cambió la expresión a una más pícara. - Espero que no me estés intentando sonsacar mi deseo. - Se irguió. - Vas a tener que esperar un poquito más, hasta que se cumpla. Tendrás que contener tu curiosidad. - Y lo mejor de todo era que, al igual que Alice tenía en su mano cumplir su deseo, Marcus debió ver también que en su mano estaba cumplir el de Alice. Que no estaba pidiéndole una ayuda a las perseidas, al destino o a una magia superior, como él pensaba, estaba pidiéndole permiso. Permiso para ser él mismo quien la hiciera feliz por siempre.

    Rio con su comentario sobre sus amigos, y la pregunta le hizo arquear las cejas. - ¡Ah! ¿O sea que intentas sorpasar una curiosidad con la otra? - Encogió un hombro. - Luego te lo enseño. Intentaba dar lecciones de caballero medieval a mi Sancho Panza particular. - Alzó el índice. - Sí, sé lo que he dicho. Consiento que me llames larguirucho, pero yo no estoy loco. Que veo tu bromita venir. - Suspiró. - A quién quiero engañar... - La apretó contra él, entre risas, agarrada de la cintura, y le dijo. - Estoy loco por ti, Dulcinea. - Besó sus labios, feliz, entre risas, y al separarse siguió moviéndose con ella. Y justo le llegó a sus oídos la letra de la canción que sonaba de fondo. "Eres mi sol y mi luna". Se quedó parado, con los ojos muy abiertos y mirando a Alice con un atisbo de sonrisilla. - ¡Eh! ¿Lo has oído? La canción, lo que ha dicho. - Siguió moviéndose con ella, pero ya con el oído puesto. Le gustaba el estribillo, era alegre y fresco, como aquel lugar. Como Alice. A medida que la canción avanzaba e intentaba oír la letra, más le sonreía. - Esta me gusta. - Se recompuso un poco en su posición, bailando con ella, sin perder la atención. Decía muchas cosas que se les aplicaban, y a medida que avanzaba la canción se fue soltando un poco, haciéndola girar, riendo y sonriendo. Pero había estado tan concentrado que no la había disfrutado mucho. Iba a reparar eso.

    - Ven. - Dijo en cuanto empezó a sonar la siguiente canción, tirando de la mano de ella. Rio y la miró. - ¿Qué pasa, Gallia? ¿Sorprendida de que sea yo quien tire de tu mano para a saber qué locura y no al revés? - Trotó un poco hacia el puesto del que salía la música y se acercó al muchacho que estaba encargado de ella. Menos mal que aún le duraban los efectos de la idiomática. - ¡Hola! ¿Podrías volver a poner la canción de antes? - El chico parecía amable, pero aun así le dijo con educación. - Acaba de sonar. Tengo muchas para poner, una repetida... - Es que... - Miró a Alice. Algo le decía que el argumento "estamos muy enamorados y queremos escuchar una canción que nos representa de nuevo" sonaba muy convincente para él pero no iba a ser muy sólido para el otro. Se mojó los labios y miró al chico de nuevo. - Es mi premio. Venía a canjearlo. - El otro se extrañó genuinamente. - ¿Premio? - Marcus asintió, convencido. - Sí, me lo ha concedido... - Hizo un gesto pomposo. - Su majestad la reina Eleanore D'Aquitaine. - El otro esbozó una muy sutil expresión sorprendida. - ¡Oh! ¿Tú eres el que ha ganado? - El mismo. - Pero... - Miró unos papeles que tenía por allí, confuso. - Creía que... el premio eran... dulces... - Siguió pasando papeles. - Nadie me avisó de que podía ser repetir canción. - Me concedieron el honor de un premio a mi elección, y bueno... uno es caballero, y un buen caballero debe otorgar el mayor de sus privilegios a la dueña de su corazón. - Afirmó, mirando a Alice. Luego miró orgulloso al otro, convencido de haber dado un argumento irrefutable... pero el muchacho, aunque majo, debió considerar aquello demasiado pasteloso como para rebatirlo y le miraba con profundo hastío y expresión circunstancial. Emitió un profundo suspiro resignado y masculló. - Si es que no sé ni para qué debato, ni que fuera la primera vez que me pasa. - Toqueteó su aparataje musical y afirmó. - En cuanto acabe esta, vuelve a salir. - Mil gracias. Vos sí que sois un verdadero caballero. - El otro le volvió a mirar con aburrimiento. Ya. Mejor se iba antes de que se arrepintiera.

    Volvió con Alice de la mano a ponerse donde estaban y a colocarse en posición de baile. - ¿Qué? ¿Qué te ha parecido mi incursión? - Rio y la canción, efectivamente, volvió a sonar. Se dedicó a bailar con ella, feliz. - Sí, me gusta esta canción. Me recuerda a ti... Es feliz. Te veo feliz. -El mayor de mis deseos. Rio, trató de seguir la letra de la canción y repetir las frases que más les identificaban y bailó con ella, haciéndola girar y recogiéndola en sus brazos, abrazándola y moviéndose al son de la canción. Representando la mayor felicidad que podían representar en ese preciso lugar.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Puso cara de niña buena, con ojos brillante y una sonrisita. — Sé que te gusta cómo bailo. Por eso me encanta bailar para ti. Cada vez que empezaba a moverme, buscaba tu mirada… Y me la encontraba encima. Y no sabes la de cosas que eso me hacía sentir. Cuando éramos más pequeños, me hacía sentir importante, y ya de más mayores… — Cambió el tono y se mordió el labio inferior. — Me hacía sentir otras cosas. — Y para cosas que le hacía sentir, ese “je t’aime”. Pasó lentamente los brazos por su cuello y jugueteó con los rizos de su nuca sin dejar de mirarle. — Cada vez que dices eso, me sube un escalofrío por la espalda que… — Suspiró y dejó salir el aire por los labios mientras cerraba los ojos. — Controla eso de ser tan terriblemente deseable, amor mío, que estamos en público. — Le advirtió, aunque con voz muy seductora.

    Entornó los ojos a lo de la curiosidad. — Ay, O’Donnell, deberías saber que yo siempre quiero saber más, y si puedo investigar… — Dejó un besito en sus labios. — Me gustaría saberlo, eso es todo. — Y se echó a reír con lo de Sancho Panza y la alusión de sí mismo a Don Quijote. — A ver, mi amor, tú no estás loco. Si tú alguna vez vas contra unos molinos, yo te apoyaré. Algo habrán hecho esos maldito molinos. Tú ves cosas que los demás no podemos ni imaginar… Hay que escucharte y saber entenderte, eso es todo. — Y aquella frase y su propia convicción le dieron un poco de abismo porque… Había sonado demasiado a su madre. Pero su novio solo podía hacerla sonreír y sentirse dichosa. — Me gusta eso de Dulcinea, pero tú sí eres un caballero de verdad, no como Don Quijote. Lo ha dicho una reina.

    Y tan feliz y en su nube estaba, que se le pasó lo que su novio le había señalado de la canción. — ¡Anda, es verdad! Está en inglés. Jo, y yo me lo he perdido… — Pero se movió entre los brazos de su novio. — Aunque la canción suena preciosa, me encanta… — Y cerró los ojos para poder disfrutarla bien. Y, de repente, su novio tiró de su mano, y le miró con los ojos muy abiertos y una sonrisilla. — Pero bueno, prefecto, ¿a dónde me llevas? — Y se tuvo que reír, porque cuando su novio tenía esos arranques, ella prácticamente volaba tras él. Ah, pero no les llevaba a estar solos (bueno, ya tendrían las noches en su habitación, que aún no se acostumbraba a tener siempre esa oportunidad). Completamente en silencio, asistió a la conversación en perfecto francés de Marcus con el chico que ponía la música, y se aguantaba la risa porque no se esperaba para nada una maniobra tan tremendamente caradura de su perfecto novio, caballero medieval, gran erudito, perfecto alumno de Slytherin cuando le da la gana. Asintió, llevándose las manos al pecho cuando Marcus aludió a ella y asintió, ante la mirada del chico que claramente no se creía nada, pero bueno, al final se habían salido con la suya.

    Ya alejándose, se permitió echarse a reír, agarrando las manos de su novio. — ¡Pero bueno! ¿Cuando me he liado yo con el caradura de la clase? Me has dejado impactada, ladrón. — Dijo dándole en la nariz con cariño y sin dejar de reír. Así era como más se disfrutaba de las cosas, sin duda. Se dejó coger por los brazos de su novio y volvió a moverse al ritmo de la música. — Es que estoy feliz. ¿Cómo no estarlo aquí, así, contigo? — Y entonces oyó una de las frases y sonrió, juntándose más a él. — ¿Has oído eso? “Envuelta en tus brazos, pacíficamente, donde soy feliz”, eso sí que me representa. — Giró bajo sus brazos dando varias vueltas para volver a caer en ellos. — Puede que tengamos otra canción ganadora para cuando queramos bailar así… — Y volvió a encajar con el ritmo, moviéndose en aquellos brazos donde siempre quería estar.

    ¡EH! Esta ya la han puesto. — Se quejó de fondo su primo. — Que nos pongan algo más animado. — Alice, sin soltarse de su posición, se inclinó hacia atrás y le sonrió. — ¿Para qué quieres tú música más movidita, André Gallia?Para no dormirme porque yo no me dedico a hacer moñerías. — Le contestó, sacándole la lengua, pero sin soltar a Marine. Ella volvió a mirar a Marcus y dijo. — Me siento como… Como cuando nos olvidamos de la sala de los menesteres. Solo tengo que pedir que esto dure eternamente, Marcus. Siempre en tus brazos, siempre felices, siempre jóvenes, en La Provenza, con ganas de comernos el mundo… — Suspiró. — ¿Crees que es algo que pueda pedirle a esa estrella? EHHHH PAREJITA ¿EN QUÉ ANDÁIS? — Rugió su prima, apareciendo por ahí, llevando una copa de champán en la mano. Alice la señaló y dijo. — Si es que es la heredera de la tata. — Y Jackie tiró de ellos, porque habían puesto la canción para hacer la conga y bailar, aunque iban tan rápido y dando tantos tumbos que los chicos trastabillaban. Menos mal que no tardó en cambiar la música, poniéndose más sexy y Jackie bramó. — ¡Hillary! ¡Ven para acá! Vamos a bailar las chicas… Y a ver si los chicos nos pueden superar. — Y junto con Marine, se fueron a bailar al centro y, como siempre, aprovechó para mirar a su novio y encontrarse con su mirada, moviéndose solo para sus ojos. — Aprended que luego toca vuestro turno. — Advirtió Hillary, ya con ellas, pegándose a Alice y agarrándose de las manos, y juraría que Sean se estremeció de un escalofrío mientras se colocaba cerca de los chicos. Desde segundo bailando para él... Al principio sin darse cuenta, y desde hace al menos un año, queriendo atraer esa mirada y las consecuencias que traía.





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    Rio un poco, entre el baile, y viendo a su novia bailar recordó lo que le había dicho ella antes de irse a pedir la canción. - ¿Cómo no te voy a mirar? No eres consciente de lo hechizante que resultas. - Se acercó un poco a ella, con el ritmillo de la canción, y susurró con una sonrisa. - No sé qué cosas sientes tú cuando te miro... pero no imaginas lo que siento yo al mirarte... - Los dos sabían en el idioma que estaban hablando, y por eso le encantaba mirarla, y a ella sentirse observada, y así mantenían el juego a flote. La envolvió en sus brazos después de girarla, tal y como decía la canción, y la sonrisa se le salía de la cara. - ¿Y has oído eso otro? ¿Justo antes de lo del sol y la luna? - Rozó su nariz con la de ella, con cariño, y repitió. - "No necesito ir más lejos". No necesito ir a ninguna parte, Alice, y cualquier lugar me vale, si tú estás conmigo. Aquí, en Londres o en la otra punta del mundo. - Ladeó una sonrisa y, sin dejar de moverse con ella, añadió. - Así que podemos cambiar de destino al que quieres y cuando quieras. Si es contigo, voy a cualquier parte. -

    Estar abrazado a ella, notando como la música de la canción poco a poco se diluía, cerrando los ojos y oliendo su pelo, sintiéndola junto así... Podría quedarse allí eternamente. ¿Qué tenía esa playa que le daba sus momentos más felices? Pues, como acababa de decir, lo mismo que tenía cualquier otro lugar del mundo: a Alice allí. Donde ella estuviera, él era feliz. - Siempre. - Susurró a lo que dijo. Ni había oído las quejas de André porque solo podía mirarla a ella, oírla a ella y sentirla a ella, tal y como ella decía, como si todo lo demás no existiera. La miró a los ojos con esa pregunta y respondió de corazón. - Es algo que puedes pedirme a mí. - Ya detenido, agarró sus dos manos y se las llevó a los labios, dejando un suave beso en estas, mirándola a los ojos. - En mi mente siempre estamos aquí. Así. - Sonrió de lado. - Mi mente tiene muchas parcelas. - No se le había olvidado lo de la noche anterior, pero tras el guiñito pícaro, volvió al tono enamorado, al que hablaba desde lo más profundo de su corazón. - Esto durará eternamente si nosotros queremos, mi amor. Nadie podrá quitarnos nunca el recuerdo. Y siempre tendremos nuevos momentos que crear. - Y, convencido de lo que acababa de decir, ya sí decidió prestarle atención a los demás. Entre otras cosas porque ya tenían prácticamente encima a Jackie y su copa de champán.

    Igualmente seguía un poco en una nube amorosa y el tirón de la francesa para unirles a la conga casi le hace caer de bruces a la arena, por no hablar de Sean dando patazos a diestro y siniestro. El único hombre del grupo que mantenía un ritmo medio decente era André, y aun así empezaba a notarse el efecto del alcohol que, dicho fuera de paso, Marcus no se había dado cuenta de cuándo había aparecido pero allí estaba. Afortunadamente aquel intento de baile grupal se detuvo rápido, y entre risas se separó y observó como su novia arrastraba a las demás para ponerse a bailar. Sin perder la sonrisilla, arqueó una ceja. - Ah, que quieres que te mire. - Pensó. Pues muy bien. Encantado lo hacía, y como algo le decía que no iba a ser el único tío embobado con la escena del lugar, al menos le iban a dejar hacerlo tranquilito.

    Las chicas iban y venían y se les acercaban, y la cara de Sean era un poema, lo cual hacía a Marcus contenerse la risa todo lo que el otro intentaba contener que no se le notara mucho lo que estaba pensando. - Bonito espectáculo ¿eeeh? - Dijo André con sorna, y Sean puso una expresión de no saber ni explicarlo con palabras, Marcus rio levemente porque ya conocía a André de sobra y no tenía por qué ocultar lo que sentía por Alice, pero Theo se ruborizó ligeramente y bajó la cabeza. Lo cual le granjeó un codazo de André. - ¡Aún me tienes que conocer un poco más! Mira, cosas peores he oído decir al gilipollas de Noel de mi hermana y, por supuesto, soy consciente de que ha hecho con ella. Mira y disfruta, ¿o para qué te crees que lo están haciendo las tres? - Cambió la mirada a Sean y enfatizó la pregunta. - ¿¿Eh?? -Bueno, se están divirtiendo en una fiesta como amigas que son. - Quiso apuntar Theo, siendo como siempre el alma buena del lugar. Marcus le miró con cara de circunstancias. - Quizás Marine, ya que EN TEORÍA. - Alzó la voz con eso. - No tiene a nadie a quien la mire. - Confirmamos que Marine lo hace por divertirse, pero vamos, también sabe que yo la miro. La llevo mirando desde que vosotros llevabais pañales, listos. - Dijo André como si nada. Si, ciertamente dejarle en evidencia en ese plano no era la estrategia más fructífera. Aun así, continuó. - Pero Alice acaba de confirmarme que le gusta... reclamar mi atención. - Al decirlo, volvió a poner los ojos en ella, sonriendo. Se concedió unos instantes de regodearse en la visión antes de continuar. - Tío, y Hillary lleva intentando llamar tu atención desde yo no sé cuánto tiempo. ¿Qué necesitas? ¿Que te dé un martillazo? - ¡Eh! Que la estoy mirando, ¿por qué me regañas a mí? ¡Regaña a este! - Lo que quería decir es que yo disfruto viéndola bailar. - Intentó arreglar Theo una vez más, y lo que recibió fue un "yaaaaaaaa" coreado de los otros tres. - ¿Has oído lo que le ha dicho mi prima a Marcus? Pues quítale de encima la capa de cuentos medievales y multiplícalo por... Te calculo la progresión aritmántica cuando quieras, pero vamos a ponerle siete, que es un buen número. Ya sabes lo que piensa mi hermana. - Hasta Theo se tuvo que reír con eso, aunque más tímidamente que los otros dos. - Lástima que nosotros bailando sexy no quedemos tan bien como ellas. - Apuntó entonces, y los tres miraron al Hufflepuff. Este se encogió. - ¿Qué? Era una idea. Por compensar. - Habla por ti, inglesito suavón. Yo bailo divinamente. - Dudo que tu hermana quiera tener esa visión. - Dudo que estando este mi hermana me mire a mí, ¿o alguno de vosotros estáis mirando a alguna que no sea la vuestra? - Respondió André al comentario de Marcus. Pues ahí tenía razón.




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    Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 23 de junio de 2002

    Seguía bailando, riéndose con las chicas, pero de cuando en cuando, simplemente cerraba los ojos y, dejándose llevar por la música, pensaba en las palabras de Marcus. Que podrían estar en cualquier parte del mundo mientras estuvieran juntos, que en su mente siempre podrían recordarse así… Y una seguridad que no había sentido desde la comodidad de la infancia, le invadía y la hacía sonreír, y moverse de forma más ligera, más segura, más… Libre. — No veas a mi primita como se le va la olla, ehhh… — Le dijo Jackie golpeándole con las caderas. — Es porque aquel la está mirando así… — Dijo Hillary con una risa, lo cual le hizo mirar a su novio y cruzar la mirada con él. Puede que se mordiera el labio inferior sin pensarlo mucho, solo porque… Esa era la reacción que le salía cuando la miraba así. — Yo no me conformo con bailar eh… Yo tengo que hacer que mi inglesito suavón baile para mí. — Y agarrando las mano de Alice y Hillary, Jackie se acercó al grupo de los chicos y prácticamente las tiró encima de ellos. — Ponedles nerviosos, chicas. Marine, ¡demuestra que vales mil veces más que la Michelle esa! — Vaya, vaya, alguien estaba en su barco. Marine, por su parte, como siempre, simplemente se echó a reír y se dejó reposar sobre el pecho de André mientras seguía bailando, y Alice decidió imitarla y dejarse caer en los brazos de su novio sin dejar de moverse, bailando para él, tal y como le había dicho.

    Lo mejor de la playa era la música sin parar, que, mientras no decayera el ánimo, todos podían bailar y reírse. Saltaban, se cambiaban las parejas, hacían el tonto… Y esta vez, Alice no había probado ni una gota de alcohol, ni falta que le hacía, estaba demasiado arriba. Estaban jugando a aquello de pasar bajo los brazos de la pareja casada para que les emparejaran aleatoriamente, cuando Marine dijo. — ¡Eh! ¡Que son las doce menos diez! ¡Vamos que hay que ir al agua! — Y Alice dejó inmediatamente de bailar, buscó a su novio, y tiró de él hacia la orilla.

    Cuando ya estaban cerca del agua, Alice se giró y miró con su sonrisita de las travesuras a su novio. — Tranquilo, mi amor, aquí no hay sirenas, el agua no está tan fría, esto no es el océano, vamos de la mano… — Hizo que se pusiera ante ella y le dejó un beso en los labios. — Solo vamos a pedir más deseos. No hay nada peligroso, solo una tradición bonita más que hacer juntos. — Y entonces tuvo una idea. — ¡Eh! Vamos a escribir nuestros nombres aquí en la orilla. — ¿Para qué? — Preguntó André, llegando. — Ayer decíamos que queríamos volver todos juntos a esta playa… Y he pensado que, si dejamos nuestros nombres aquí y sube la marea… Es como si el mar se los llevara, y siempre nos quedáramos en él… — Miró a Marcus, pensando en sus parcelas mentales. — Al menos un cachito de nosotros, para siempre aquí en el Mediterráneo. — Hillary sonrió con cariño y se acercó. — Pues no se hable más. — Claro, al hacerlo Hillary, los otros no se atrevieron a reírse de ella y se pusieron a imitarla a escribir sus nombres allí. Ella, por supuesto, lo escribió al lado del de su novio y se abrazó a él. — Marcus y Alice… Siempre Marcus y Alice. — Susurró. — ¡Venga que llega la media noche! — Azuzó Marine. Ya se había fijado que ella no había escrito su nombre, probablemente para evitarse que André saliera huyendo.

    Entraron un poquito más en el agua, hasta que les cubrió por las pantorrillas (puede que a Alice se le estuviese mojando un poco el bajo del vestido, pero ¿a quién le importaba?) y Sean, que parecía venir contentillo (probablemente con ayuda del champán) dijo. — ¿Hacemos un hechizo de cuenta atrás?¡Venga! ¡Seguro que te queda muy bonito! — Animó Marine. Claramente a la chica le gustaba esa tradición. Y su amigo, con esa alegría tan particular que traía, invocó una cuenta atrás en lucecitas moradas brillantes que se inscribió en el cielo oscurísimo sobre ellos. — A mi madre le hubiera encantado. — Dijo estrechando el hombro de su amigo y dirigiendo de nuevo la mirada hacia arriba, mientras abrazaba a Marcus por la cintura y se dejaba reposar sobre él. — Escoge bien el deseo, O’Donnell. Aquí se cumplen.





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    Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 23 de junio de 2002
    Se estaba viendo a Jackie venir, aunque lo que se le vino encima literalmente fue Alice cuando su prima se la lanzó. - ¡Ey! - Dijo entre risas, recogiéndola en sus brazos para que no se cayera, sin poder evitar reír. - ¿Qué es esto? ¿Qué regalo me ha caído? ¿Es por haber sido un buen caballero? - Bromeó, pero su novia seguía bailando aun tras caer en sus brazos y, lo dicho, él no podía quitarle los ojos de encima cuando hacía eso, animándose a seguir su ritmo, apoyando levemente las manos en sus caderas y mirándola con deseo, como sabía que a ella le gustaba que la mirase.

    Estaban todos bastante arriba, riendo sin parar, bailando entre ellos. Era gracioso ver lo decidido que bailaba André mientras a Sean había casi que empujarle (aunque no se hizo mucho de rogar, nunca había visto tan feliz y en sintonía a su amigo) y Theo se movía tímidamente, mientras Marcus seguía haciéndose el galán para ser coronado también el caballero que mejor baila, y las chicas estaban encantadas con semejante cuadro. Por un momento pensó que el aviso de que casi eran las doce era una alarma para decir que ya era muy tarde y tenían que volver a casa... no contaba con la personalidad francesa, claramente. - ¿Cómo que al agua? - ¿Ah pero que iba en serio? Su novia ya estaba tirando de él, por supuesto, y Marcus dejándose arrastrar como si no tuviera alma y viéndose convertido en un cubito de hielo en cuestión de minutos, porque si de algo estaba convencido era de que el agua iba a estar congelada.

    Pero solo querían mojarse los pies, al parecer, si bien Alice avisando de que "allí no había sirenas" era casi tan relajante como un médico diciéndote que lo que va a hacerte no te va a doler antes de que le preguntes. - Más bien me preocupa que haya una temperatura lo suficientemente diferente a la mía como para que el cambio brusco me provoque una pulmonía. - Frase demasiado larga para que nadie le hiciera caso, claramente. De hecho, su novia le ignoró ampliamente y le besó. Ah... pero es que estaba tan feliz, tanto ella como él. Maldita fuera su estampa, no tenía remedio. Lo dicho, la seguiría hasta el infierno, ¿cómo no iba a seguirla al agua? Pues allá que iba, aunque suspirara con resignación. ¿Te refieres a resfriarnos juntos? Pensó, pero es que... no podía echar ese ánimo abajo, simplemente no podía.

    Y entonces Alice propuso escribir sus nombres en la arena. Eso le gustaba más, tanto que sonrió ampliamente y la rodeó con sus brazos. - Eso me encanta. - Miró a la arena mojada, con el leve oleaje pasando por encima y volviendo a marcharse. - Siempre estaremos aquí. - Se soltó y empezó a escribir junto a ella, y los demás se unieron (excepto André y Marine, pero bueno, ellos iban allí con más frecuencia, quizás no necesitaban tanto como ellos ese ritual). - Siempre. - Repitió junto a su novia, devolviendo el abrazo y besándola con cariño. Lástima que aquella preciosa idea no parecía haber solapado la anterior de tocar el agua helada.

    Tenía que reconocer que en su mente estaba más fría, pero no pudo evitar estirarse entero con una exclamación muda cuando metió los pies. Menos mal que nadie parecía haberle visto o toda su fachada de gallardo caballero se caería al agua y se la llevaría una ola en ese momento. No quería ni mojarse los pies, cuanto menos adentrarse, pero todos iban hacia delante, así que no podía quedarse atrás. Y ciertamente... aquello era bonito, y mágico. Y lo estaban viviendo todos juntos. Pasó un brazo por encima de su novia y sonrió, justo cuando Sean lanzó esa cuenta atrás, que todos empezaron a corear. La miró con cariño cuando dijo lo de su madre, mirando de nuevo al cielo. Sí... a Janet le hubiera encantado aquello, y era tan triste como hermoso pensarlo. En alguna parte, ella sería feliz de verles así, juntos, amándose. Las últimas palabras que Janet le dedicó las tenía escritas de su puño y letra en una carta, y acudieron a su mente una tras otra. Miró emocionado a Alice, ampliando la sonrisa, y dejó un beso en su sien tras decirle. - Mi mayor deseo eres tú. - Y, aun así, cerró los ojos y lo pensó. Ser lo que ella nos pidió. Ser imparables, ser mejores. Que William, Arnold y Emma estén tan orgullosos de nosotros como Janet lo estuvo en su día, honrar su memoria. Ser por siempre Marcus y Alice. Por ella. Junto con Alice, la familia era lo más importante para Marcus. Había dicho la verdad: verla feliz, verse juntos, era el mayor de sus deseos. Si podía pedir uno más... era conformar algo de lo que sus padres se sintieran orgullosos. Y que Janet siempre estuviera presente en ellos y guiando sus pasos.




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