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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Abr 23, 2022 1:25 pm
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Alchemist
    Freyja
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    Miér Ene 04, 2023 5:27 pm


    El ejército
    Con Alice | En Casa O'Donnell | Del 16 de julio al 1 de agosto de 2002
    Su madre y Janet eran dos personas muy diferentes, pero en su día fueron buenas amigas. Una amistad bastante improbable teniendo en cuenta... todo. Básicamente, la procedencia, la edad, el estilo de vida, la personalidad... Eran dos polos opuesto. Y, sin embargo y llegando desde rutas muy distintas, ambas le habían trasmitido a Alice le mismo mensaje: que fuera libre de elegir su propio camino, asumiendo los aciertos y los errores del mismo. Volvió a sonreír a su chica con calidez, aunque no dirigió la mirada directamente a sus familiares, porque el nudo en su garganta era cada vez más fuerte. Esperaba y confiaba de verdad en tener un buen refugio en los Lacey... porque iba a echar muchísimo de menos a su familia. Al brindis de su abuelo, en cambió, se armó de valor, alzó la mirada y la copa y sonrió con orgullo. - Por nuestra familia. - Miró a Alice y, antes de chocar los vasos, añadió. - Porque somos imparables. -

    Su pobre tía estaba pasando su cumpleaños con un aura alrededor bastante dramática, y el año anterior Marcus no estaba mucho mejor de ánimos. Sentía que le debía algo, pero afortunadamente la mujer no era especialmente festiva así que le daba un poco igual (casi que agradecía que no hubiera muchas ganas de fiestas). Marcus se había quedado a un lado por unos instantes, simplemente mirando el cuadro de su familia reunida. Lo cierto era... que estaba un poco en su mundo, con la mirada perdida, cruzado de brazos y mirando sin ver, hasta que alguien se sentó a su lado. - Creo que lo que vas a llevar peor es convivir con este. - Dijo Lex, señalando con un gesto de la cabeza a Aaron, que en ese momento hablaba con Alice. A Marcus se le escapó una muda carcajada de garganta, con los labios cerrados. - Más le vale no dar muchos problemas. Ni hacerse el mártir. - Chasqueó la lengua. - No me fio nada de lo que vaya a hacer cuando vea a su familia de nuevo... - Tú eres el tío más familiar del mundo. - Precisamente por eso lo digo. - Afirmó, mirando a su hermano. - Yo no traicionaría a mi familia. Es Percival, que es un capullo integral, y ponerme en contra de él tan abiertamente me costó un mundo. - Pero no consentirías que le hiciera a otras personas algo como lo que los Van Der Luyden le están haciendo a los Gallia. - Pero Aaron no soy yo. - Exactamente. - Puntualizó Lex. - Ni para tus elevados principios, ni para tu amor por tu familia. Aaron no es tú. - Lex miró ahora hacia el frente y se encogió de hombros con brusquedad, como siempre hacía. Tenía los brazos cruzados, como él, aunque su complexión era tan distinta que, si bien el gesto de ambos hermanos era idéntico, se percibía bastante distinto. - Y a unas malas, si hace cualquier gilipollez, te lo traes y yo le corto los huevos. Trabajo en equipo. - Marcus bajó la cabeza y, tapándose la boca con una mano, le dio por reír. Silenciosamente. Pero no podía parar.

    - Idiota. Cállate ya, que vamos a llamar la atención de todo el mundo. - Le dijo Lex al cabo de un rato, pero Marcus seguía riéndose, de hecho hasta se estaba secando las lágrimas disimuladamente. Le estaba pegando la risa a su hermano, y ahí se quedaron los dos un buen rato, riendo disimuladamente como dos idiotas, Lex cruzado de brazos y Marcus haciendo gestos muy pocos naturales para taparse la cara. Cuando se le fue pasando, respiró hondo y le salió espontáneamente. - Voy a echarte de menos un montón. - Lex le miró de golpe, cortándosele la risa. Marcus, con una sonrisa ladina, le devolvió la mirada. - ¿Te sorprende? - Hace un año, justo hoy, estabas planeando cuál sería la manera más cruel de asesinarme. - Qué exagerado. No estaba pasando por mi mejor momento. - ¿Y ahora sí? - Marcus retiró la mirada y echó aire por la nariz, haciendo una pausa. - No... Supongo que no. - Silencio unos instantes. - Me has ayudado mucho. Supongo... que siempre has intentado ayudarme a tu manera. Ahora es cuando lo estoy valorando de verdad. - Encogió un hombro y volvió a mirar a Lex. - Perdón por haber tardado tanto. - Lex se encogió también de hombros otra vez. - No es que yo sea muy bueno con las demostraciones de afecto. Supongo que podía haberlo hecho de otra manera. - Marcus hizo un gesto con la cabeza y, mirando de nuevo a su familia, sentenció. - Agua pasada. - Volvió a mirar a Lex. - Cuídate ¿vale? - Le dijo con cariño. Su hermano le miró y dijo. - Lo mismo digo. - Se sonrieron y devolvieron la mirada a su familia, y allí se quedaron. No necesitaba ponerse demasiado empalagoso... al fin y al cabo, su hermano sabía lo que estaba pensando. Y lo cierto era que, sin necesidad de legeremancia, él también.




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    Alchemist
    Ivanka
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    Jue Ene 05, 2023 1:55 am


    They made their way
    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002
    Estaba profundamente mareada y muerta de calor. Cuando se despidió de los O’Donnell en Londres hacía una suave brisa y había muchas nubes en el cielo, pero a través del viaje de tres aduanas, con trasladores a lo largo del Atlántico incluidos, había cogido un calor y un agobio considerables, y, para ser sinceros, no todo tenía que ver con las aduanas o los viajes en grupo, sino con saber hacia dónde se dirigía. Le sudaban las manos y notaba cómo su corazón no latía a un ritmo normal, de repente desbocado, de repente demasiado lento para lo que fuera que estaba intentando hacer. Cuando por fin llegaron a la aduana en la que había un cartel enorme que ponía “BIENVENIDO A LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA”, debería haber respirado hondamente y con alivio, pero solo sintió aún más peso en el pecho y casi ni pudo tragar saliva. — Pues ya hemos llegado, señorita Gallia. — Le dijo el funcionario transportador. — Espero que tengan muy buena estancia en América, y salude cuando pueda a su abuelo de mi parte, dígale que en la delegación de transportes se le echa de menos. — Ella trató de poner una sonrisa cordial y asintió. — Muchas gracias, se lo diré, ha sido un viaje excelente. — No lo había sido, para nada, pero no por culpa del pobre hombre, que además era un antiguo compañero de su abuelo. — Te daría la mano pero estoy sudando y un poco temblando, ahora mismo lo que necesito es aire. — Le dijo a Marcus, antes de comprobar que el equipaje del seguía y Aaron también.

    Cuando pasarona  la siguiente sala, vio un gran espacio, lleno de unas vallas enroscadas en sí mismas para realizar una cola ordenada, que acababan en unas vitrinas. A ella le sonaba ese sitio. — ¿Esto… Es Ellis Island? Bienvenida a Nueva York, prima. — Dijo Aaron poniéndose a su espalda. — El Ellis Island mágico va por debajo el nomaj, aunque ahora el nomaj ya no se usa, tienen aviones y esas cosas. — Señaló la hilera de ventanillas del final de la cola. — Viajeros locales por ahí, que esta vez nos quedamos en Nueva York. Mucho más cómodo que cuando tienes que ir a otro estado. — Mira tú por dónde, iba a venir a mano tener a Aaron cerca tan pronto habían pisado aquel sitio que ya se le antojaba grande y ruidoso de más. Llegaron a la ventanilla y cuando oyó. — Alice Gallia, visado de permanencia indefinida por filiación familiar. Bienvenida a los Estados Unidos de América. — Sintió un tremendo alivio. Por algún motivo, aún esperaba que todo se viniera abajo en cualquier momento.

    En cuanto pasaron las ventanillas, subieron unas escaleras y salieron al aire libre, y Alice no pudo agradecerlo más. Sintió el sol y el viento del mar en la cara y cerró los ojos y se limitó a respirar aquella brisa, que llenaba sus pulmones y aliviaba su peso. Y cuando los abrió, allí estaba, al otro lado del mar, en otra isla. — ¿Eso es la Estatua de la Libertad? — Aaron la miró con una sonrisa y asintió. — Es bonita, ¿eh? Da igual cuántas veces la veas, siempre tiene… Algo. — Ella se acercó a Marcus y le dio la mano. — Fue lo último que vio mi madre antes de irse de aquí para siempre y quiso que algún día yo volviera y la viera. Por fin he cumplido eso. — Luego dirigió la mirada a la jungla de edificios que se levantaba en la costa. — ¿Cuál es el Empire State? — Aaron frunció el ceño y puso la mano de visera. — No se ve desde aquí, lo tapan los demás. — Eso la hizo reír un poco. — Ya no es el sitio más cercano al cielo en Nueva York. — Eso hizo reír a su primo. — Ni de coña, además. Bueno, hay que ir por ahí. — Y señaló un agujaro muy grande en el suelo. — ¿Cómo? Sí, te tiras y apareces en el lobby de llegadas internacionales a Estados Unidos. — Alice parpadeó. — Es como un traslador, aquí lo llaman el sumidero. — No es invitador. — Aaron se encogió de hombros y se lanzó sin pensarlo. Ella se giró a Marcus y suspiró. — Estos americanos… — Y saltó. Realmente le hizo hasta gracia, porque se sentía una sensación muy rara como de saltar y rebotar, y de repente aparecías en una sala muy grande (todo empezaba a parecerle muy grande) parecida a Kings Cross, donde había un montón de gente claramente esperando a que otros llegaran. Se giró a su novio y preguntó. — ¿Distingues a tus tíos? — Y cuando vio a una pareja de ancianos con un cartel verde donde ponía “Laceys” detrás flotando tuvo, por lo que fuera un presentimiento.





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    Alchemist
    Freyja
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    Jue Ene 05, 2023 4:13 pm


    They made their way
    Con Alice | En Nueva York | Del 1 de agosto de 2002
    Nunca había hecho un viaje tan largo, pero sobre todo, nunca había hecho un viaje... así. Para lo que iban y, sobre todo, sin su familia. Sentía una fuerte opresión en el pecho que le acompañó hasta que pusieron los pies en Nueva York, donde tuvo que dejar sus penas a un lado y activar el modo supervivencia. Ya estaban allí, ya no valía dejarse llevar por el miedo o echarse atrás. Estaban más cerca de Dylan, pero también de los Van Der Luyden. Su madre le había dicho que no podía bajar la guardia ni medio segundo. Eso pensaba hacer.

    Junto a Alice, asintió con cortesía al funcionario que les dijo que habían llegado y que esperaba que tuvieran una buena estancia. Ya... él también. No era ese el primer viaje con su novia que tenía en mente, por no hablar del invitado indeseado. Él había enterrado el hacha de guerra con Aaron en vistas de que tendría que pasarse viviendo casi un mes con él, y de la situación en la que estaban, pero debía reconocer que le había costado. Ahora, su rivalidad con él estaba en un plano muy inferior. Era lo suficientemente inteligente como para saber que estar a la gresca con una de las piezas fundamentales de su plan era bastante absurdo. Y el chico, por ese motivo o por el que fuera, pareció pensar como él. - ¿Estás bien? - Le dijo en voz baja, junto a su hombro. Marcus le miró y trató de esbozar una sonrisa leve, tan leve que apenas se apreciaba. - Sí... Un poco nervioso. - El otro puso una sonrisa comprensiva. - Vamos a estar con tu familia, al fin y al cabo. Si son como tus abuelos de Inglaterra, estarás bien. Aunque entiendo tus nervios. - Marcus volvió a tratar de sonreír y asentir. No le salían muchas más palabras... pero agradecía la comprensión.

    Se acercó a Alice y emitió una muda y leve risa, con los labios cerrados. - Si te sirve de consuelo, yo también estoy sudando. Ni me daría cuenta. - Trató de bromear, bajando un poco la tensión de ambos (o intentándolo). Lo cierto era que él tampoco atinaba ni a darle la mano, ni a agarrarla ni a darle un beso, estaba mirando a todas partes, intentando localizar por dónde habían entrado, por dónde se salían e incluso si podría haber por allí alguien sospechoso. Quizás estaba más tenso y asustado de lo que debería, pero Aaron tenía razón: se encontraría mejor cuando se reuniera con sus tíos. Pasaron a otra sala y escuchó a Alice hablar, en silencio. Conocía de lo que hablaban: a Marcus le encantaba la historia y tenía familia irlandesa, Ellish Island era conocimiento obligatorio para él. Ojalá estuviera de mejor ánimo para ponerse a contar historias y a explorarlo todo. Siguieron a Aaron por donde indicaba y, tras pasar Alice, le tocó su turno en ventanilla. - Marcus O'Donnell, visado de permanencia indefinida por filiación familiar. Bienvenido a los Estados Unidos de América. - Asintió con cortesía, de nuevo con la sonrisa leve. Estaban allí, estaban en Estados Unidos. Nunca imaginó que en su primer viaje sentiría tanto vértigo.

    Nueva York se abrió ante ellos en cuanto salieron al aire libre, y por un momento sintió un escalofrío de emoción. En el fondo... estaban conociendo un nuevo lugar, estaban de viaje juntos. - Guau. - Murmuró, con los ojos muy abiertos, al distinguir la estatua de la libertad. Alice se acercó a él y, esta vez, su sonrisa fue más sincera, más de corazón. - Seguro que está muy feliz. Y muy orgullosa de ti. - Apretó su mano y dejó un beso en su mejilla. - La veremos de nuevo cuando nos vayamos, y Dylan la verá con nosotros. Y será una visión mucho más bonita que la de ahora, ya lo verás. - De repente le había inundado una emoción diferente, un sentimiento de confianza y ganas, de saber que todo aquello, por duro o largo que fuera, saldría bien.

    Se le fue un poco cuando Aaron dijo que había prácticamente que lanzarse por un boquete. Le miró con una ceja alzada. - Perdona ¿qué? - Porque si era una broma, no era el momento. Por un momento se planteó si Aaron había sido tan pérfido de esperar a matarles cuando estuvieran ya en suelo americano, porque aquello no le parecía muy seguro. Pero tras observarlo, supuso que sería algo parecido a una red flu muy grande... En su familia no eran especialmente amantes de la red flu. Aaron se lanzó, su novia le miró y, antes de que pudiera articular una palabra de vuelta, se lanzó también. Marcus cerró los labios y echó aire fuertemente por la nariz. - Esta familia me va a matar. - Y, decidiendo que no podía pensárselo más (y total, si era un conducto a la muerte, Alice ya se había lanzado, así que él sin duda iba detrás), saltó al agujero.

    No fue tan desagradable como imaginaba, aunque hiciera el trayecto tenso y con los ojos cerrados. Apareció rápidamente y aterrizando de pie, con mucha menos violencia de la que había esperado, en una sala de enormes dimensiones en la que había personas que parecían esperar la llegada de viajeros. Parpadeó un poco y se reubicó, justo cuando Alice le preguntó por sus tíos. Con una rápida visual, vio a una pareja mayor con un cartel que ponía "Laceys", e inmediatamente sonrió. - Sí. - Miró a su chica y, con un guiñó, dijo. - Un irlandés siempre sabe dónde está su familia. - Y él proclamaba a los cuatro vientos que era inglés, pero le venía muy bien aquello en ese momento.

    Tomó la mano de Alice y, con paso decidido, se acercó a sus tíos, con Aaron unos pasos por detrás. Frankie seguía mirando a todas partes, pero Maeve les había visto acercarse y les miraba pensativa, como si tratara de identificar que efectivamente eran ellos. Conforme se fueron acercando (y tras una llamada de atención en el brazo de su mujer), Frankie les miró también. Marcus sonrió, con esa sonrisa cálida y de chico perfecto que sacaba a relucir sobre todo con su familia, y mirándoles dijo. - Tío Frankie, tía Maeve. - Y antes de despegar los labios, la mujer ya estaba juntando las manos y poniendo una expresión que le recordaba tanto a la de su abuela que podría haber dicho que su hermana era ella en vez de él. Pero el hombre no tardó en reaccionar, con los ojos iluminados y una enorme sonrisa. - ¡Marcus! ¿Eres tú, hijo? - Él asintió, y el hombre se dirigió hacia él y le puso ambas manos en los hombros, mirándole emocionado. - Cuanto te pareces a tu padre, y tan alto como Larry. Pero esa elegancia... Apenas he visto a tu madre en fotos de su boda, y en felicitaciones navideñas cuando tu hermano y tú erais bebés. Pero ese porte es muy fácil de identificar. - Y le abrazó, y Marcus sintió un fuerte nudo en su garganta. Estaba muy tentado de echarse a llorar, pero... estaba muy feliz. Estaba naturalmente feliz por primera vez desde hacía un mes. - La última vez que te vi apenas tenías dos años, seguro que tú no te acuerdas de mí. - Le dijo el hombre, sin soltarle. Y, por supuesto y recordándole de nuevo terriblemente a su abuela, la mujer se metió en medio. - Ya, ya, que vas a hacer llorar al chiquillo, guarda algo para estos días, que vamos a pasar mucho tiempo con ellos. ¡Marcus, cariño! ¡Qué alegría tenerte aquí! - Y una vez hubo apartado a su marido, fue ella quien le abrazó. - Pedidnos lo que necesitéis. Estáis en vuestra casa. - Le dijo mientras le achuchaba. No atinaba a responder, solo podía sonreír y contener las ganas de llorar.

    - Tú debes ser Alice. - Le dijo Frankie a su novia, y Maeve le soltó a él para girarse a ella. - Mi hermana me ha hablado mucho de ti. Dice que eres una mujer decidida e inteligente. - Y bien bonita. También lo decía y ya compruebo yo que es verdad. - Añadió la mujer, y se fue directa a abrazar a Alice. - Ya eres nuestra familia, cariño. Ya estás en casa. - Tú... ¿eres Alexander? - Preguntó Frankie, confuso, pero Aaron negó. - No, no, yo... - Se llama Aaron McGrath. - Presentó Marcus. - Puede que... tenga que estar unos días con nosotros. - ¡Ah, sí, sí, me lo dijo mi hermana! Perdonad, hijos, estoy un poco despistado. Venga, vayamos a casa y pongámonos al día. Vamos a estar mucho más cómodos. -




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    Ivanka
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    Sáb Ene 07, 2023 7:00 pm


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    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002
    Se alegraba de ver a Marcus haciendo una de sus sobraditas, de esas frases que soltaba con seguridad, aun sabiendo que era imposible no ver aquella enorme pancarta. Los destellos de normalidad aquellos días le estaban salvando la vida. Frankie y Maeve parecían un adorabilísimo matrimonio irlandés, y, si le hubieran hecho jurarlo, hubiera dicho que Maeve era la auténtica hermana de Molly, solo viendo su reacción inicial. Una sonrisa emocionada le surgió con la reacción de Frankie, solo de imaginarse la sensación que debía dar haber visto a su adorable Marcusito de bebé y verle ahora. Y su sonrisa se amplió cuando le sacó los parecidos, haciéndola reír un poquito. Sí, desde luego, era inconfundible si conocías a los O’Donnell de dónde le venían los rasgos y la actitud.

    Entonces Aaron se inclinó ligeramente hacia ella y susurró. — Ehhhh, ¿la familia de Marcus se apellida Lacey? — Ella frunció el ceño y rió un poco, confusa. — Sí, ¿dónde estabas cuando hablábamos de con quién nos quedábamos? — Su primo puso la cara de Gryffindor confundido más conseguida de toda su vida. — A ver, Gal, que habéis dicho muchas cosas y muchos nombres. — Ella suspiró con impaciencia. — Bueno, ¿y qué pasa? — Que… Bueno… ¿Frankie Lacey y Sophia Lacey serán familia también? — Ella asintió. — Sí, ¿qué pasa? ¿Los conoces de Ilvermony? Ehm, pues sí… Y me temo que no deben opinar muy bien de mí… Por lo de ser… de nuestra familia y los círculos en los que me veía obligado a moverme y eso… — Otra dificultad más, aunque, la verdad, viendo a Frankie y a Maeve, dudaba que esa gente tuviera ningún problema con nadie. Pero sintió que la llamaban, y lo mínimo era atender, ya lidiaría con eso más tarde.

    Asintió con una sonrisa a la llamada de Frankie. — Esa soy yo, señor Lacey. — ¡Tío Frankie, como me llama Marcus! — Y a mí tía Maeve. — Insistió la mujer, después de considerarla ya de la familia. — Gracias por acogernos aquí, de verdad. ¡Oh cariño, ni lo menciones! Vamos, no estoy yo poco contenta de volver a tener jóvenes en mi casa. — Definitivamente, “abuela irlandesa” era toda una categoría de mujeres. Pero claro, llegaba el punto de tener que dar explicaciones sobre Aaron, pero para eso, su siempre tan bien puesto novio, era mejor y más claro que ella, que ya le había vuelto el embotamiento de cabeza. — McGrath, ¿como el senador? — Preguntó Frankie. Aaron ladeó la sonrisa. — Sí… Eh… Es mi padre… — Y Frankie y Maeve se volvieron con los ojos muy abiertos. — Ah, claro, ahora todo cuadra, Frank, piénsalo… — Dijo la mujer agarrándose de su brazo. Sí, Molly les habría contado la historia, y ya podía empezar a acostumbrarse que todo el mundo supiera quiénes eran los Van Der Luyden y de qué pie cojeaban. — Bueno, hijo, en casa sois todos bienvenidos. Ahora nos pones al día cuando lleguemos, pero mejor vayámonos ya, que Nueva York nada más llegar puede ser muy agobiante. — Comentó Maeve.

    Cuando nosotros llegamos a América esto estaba absolutamente lleno de inmigrantes, toda esta sala llena… Afortunadamente ahora hay más turistas que inmigrantes. — Iba contando la mujer. — Y todos veníamos un paquetes enorme, todo lo que podíamos llevarnos… Sobrevivir a la aduana era la primera prueba para vivir aquí. — Alice le miró con dulzura. Aquellas personas habían sido tan pobres como para dejar su casa… Por tiempo indefinido. Ella no podía esperar a volver a ver el cielo de Inglaterra, Saint-Tropez… Y ellos nunca volvieron. Era triste, pero bueno, tambien habían formado una familia. — Ahora, Alice, tú agárrate a Maeve, y estos dos chicarrones conmigo. — Y en un segundo, desaparecieron del lobby.

    El barrio de los Lacey era una barriada mágica muy tranquila y de casitas muy sencillas y cucas. — Me recuerda a Inglaterra. — Dijo al mirar alrededor. — A Irlanda más bien, hija, aquí vivimos todo inmigrantes. Los viejos, que hemos pasado toda una vida juntando. Qué bonitos los jardines. — Tuvo que admirar, viendo las flores y la cantidad de mariposas y bichitos que había por ahí (siempre muy buena señal para las plantas) — ¿Verdad? Las flores siempre dan mucha alegría, hija, especialmente en ciudades tan grandes con tanto cemento y cristal. — Alice asintió con una sonrisa. — Esto no se parece en nada al Long Island que yo conozco. — Murmuró Aaron. — ¡Uy! Eso es por los… Bueno, tu familia, hijo, ya sabes… Viven en la parte de Long Island en la que los ricachones se hicieron sus casas cuando Nueva York se hizo invivible, pero nosotros nos vinimos aquí en los sesenta, cuando aún no había casi nada, y nos construimos nuestra casita, porque Frankie es constructor, igual que nuestro Jason… Que por cierto, le dijimos que viniera ya mañana, pero si le conozco de algo... ¡YA HAN LLEGADO LOS INGLESITOS! — Sonó una voz atronadora desde la puerta a la que se dirigía Frankie. — Sí, hijo, sí, haz el favor de no chillarles, que estarán cansados y confusos con el desfase horario… — Contestó el tío, con la voz de un padre que está acostumbrado a hijos MUY ruidosos.





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    Alchemist
    Freyja
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    Dom Ene 08, 2023 11:42 pm


    They made their way
    Con Alice | En Nueva York | Del 1 de agosto de 2002
    Estaba encantado con sus tíos, le habían aligerado bastante la opresión que sentía en el pecho, porque era como estar con sus abuelos. Iba ya a encaminarse hacia la casa cuando el tío Frankie pareció caer en algo: en que el padre de Aaron era senador. No es como que pudieran pasar muy desapercibidos con él por allí. Su abuelo Lawrence era muy conocido, pero no tanto en América como en Europa y Asia, y a los Gallia era altamente probable que nadie les conociera allí. Confiaba en pasar desapercibidos... No iba a ser posible con Aaron.

    Las miradas y comentarios de sus tíos, tratando de no incomodarles pero claramente incómodos ellos en sí mismos, hizo que Marcus intercambiara una mirada con Alice. Afortunadamente, la mujer no le dio más importancia y dictaminó que siguieran su camino a casa. Caminando junto a ella, escuchó la historia que les contaba, y si bien era triste y agobiante, no pudo evitar una ligera sonrisa. - Mi abuela habla muchísimo de vosotros, y me ha contado muchas historias de Ellish Island y de los irlandeses que hay repartidos por el mundo, sobre todo aquí en América. - Y por eso sonreía, por su recuerdo infantil. En su momento lo escuchaba como cuentos... ahora estaba tomando mucha más conciencia de lo que todo aquello significaba y el sufrimiento que conllevaba.

    Alice se agarró del brazo de Maeve y los chicos se colocaron a ambos lados de Frankie, apareciéndose poco después en la que era la casa de ambos. Era muy bonita y acogedora, tenía un poco de miedo de lo que se fuera a encontrar: Nueva York, por lo que había leído y oído, parecía bastante agobiante. De hecho, se veía una manta de edificios altísimos nada más llegar nada inspiradora. Pero aquello era, de nuevo, como ir al barrio de sus abuelos. Rio un poco cuando Maeve matizó que no era a Inglaterra a lo que les recordaba, sino a Irlanda. - Eso debe ser. Lo cierto es que me recuerda más a la casa de mis abuelos que a la mía, ¿verdad? - Preguntó a Alice. No es como que estuviera exultante de felicidad, pero estaba más relajado de lo que lo hubiera estado desde hacía un mes. Esperaba que no estuviera bajando la guardia a la primera o teniendo una falsa sensación de confianza, como su madre le había advertido. Pero es que... era muy tentador relajarse un poquito.

    Y ya se llevó el primer susto. Por poco saca la varita. Al final no iba a estar tan relajado como parecía. - ¡Jason! ¡Oish, este niño! - Reprendió Maeve, menos conciliadora que Frankie. Le haría más gracia el parecido con su abuela si no estuviera intentando que el corazón no se le saliera por la boca. - Ay, Marcus, hijo, ¿estás bien? - Sí, sí, claro. - Respondió, aparentando normalidad. Por Merlín, que vergüenza. Con lo que le gustaba a él quedar bien. Rápidamente, carraspeó y se dirigió hacia Jason (aunque ya le tenían prácticamente encima). - ¿Eres el primo Jason? - ¿¿ERES MARCUS?? - Bramó, y luego subió ambas manos y puso una expresión de júbilo tal como si hubiera visto a su famoso favorito. - ¡¡Cómo te pareces a Arnie!! ¡¡Creo que llevo sin ver a tu padre casi desde que tenía tu edad!! - Marcus fue a responder con su frase correcta de "mi padre me ha hablado mucho de ti, tenía ganas de conocer al primo más divertido de la familia" pero no le dio tiempo, porque el hombre le abrazó con la fuerza de una boa constrictor. - ¡Qué ganas tengo de que conozcas a tus primos! ¡Bienvenido a Nueva York, muchacho! - Gracias. - Respondió con la ridícula voz residual de quien se está quedando sin aire.

    Le soltó y miró a Alice, y rezó todas las plegarias que se sabía porque no le hiciera a ella lo mismo, porque la rompería. - ¡Pero Marcus, qué novia más guapa! - La señaló con un índice balanceado. - Tú tienes cara de llevarte divinamente con mi Sophie. - Agarró su mano y Marcus tuvo la fútil esperanza de que se marcara un O'Donnell y se la besara caballerosamente, pero no. Se la estrechó, sacudiéndola con tanta fuerza que de verdad temió que la tirara al suelo. Si llega a ser un pajarito de verdad ahora estaría todo el entorno lleno de plumas. - ¡Bienvenida a la familia! Alice ¿no? - Se dirigió a Aaron. - ¿¡Tú eres el hijo del senador McGrath!? - ¡Jason! - Volvió a reprender Maeve. - ¡Deja a los chicos entrar en casa, hombre! - La mujer puso un brazo por encima de los hombros de Marcus y Alice y miró a Aaron mientras decía. - Primero os voy a servir un té, que lo he comprado expresamente para nuestros invitados ingleses, y luego nos vamos a sentar a comer, que vendréis cansadísimos. ¿Qué hora era cuando habéis salido de Inglaterra? Yo me pierdo con los cálculos, pero bueno, hambre tendréis seguro. -




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    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002
    No pudo evitar que se le escapara una risita solo de ver cómo su siempre bien puesto novio se veía arrasado por un huracán, claramente Gryffindor, de familiaridad y muy alto volumen. Tanto que dejaba al prefecto O’Donnell con la única posibilidad de decir “gracias” con lo protocolario y discursivo que le gustaba ser a él. No fue la única que se dio cuenta, porque Maeve ya estaba riñendo a su propio hijo y acogiendo a su de repente muy confuso novio. A parte de todo eso, se alegraba de ver tanta efusividad y un poquito de alegría, porque el último mes en casa había sido criminal, y era muy tierno cómo todos se acordaban de Arnie y veían su parecido en Marcus.

    Le tocó el turno a ella, que ya venía en sobreaviso de la efusividad, visto lo visto, y tenía un poco más de margen de reacción. — Sí, soy yo. Tú eres Jason según he entendido. — Contestó con una sonrisa, porque es que aquel hombre te invitaba a sonreírle. Le tendió la mano y de repente sintió como si una corriente eléctrica la recorriera de arriba abajo, electrocutándola, porque se sintió agitada por la fuerza del hombre. — Ah, sí, Sophia, me han hablado de ella… — Trató de decir, mientras Maeve volvía a regañar a su hijo. — Mira que eres burro. Saluda como las personas normales, hijo, que esta chica está en los huesos y la vas a doblar. — Y para rematar reconoció de inmediato a Aaron. O sea, que encima a la gente le podía sonar su cara, no solo su apellido. De verdad, su primo era el necio más grande que había conocido nunca, porque no acertaba jamás en lo que era fundamental dar a conocer y lo que no. — Perdón. — Susurró cerca suyo. Ella suspiró y le miró. — No me leas la mente. Lo has pensado muy alto. Ya. — Cortó tajantemente entre susurros agresivos.

    Afortunadamente, Maeve seguía controlando la situación y les hizo pasar a todos. Adoraba a la gente como ella, como Emma y Molly, que se encargaban de que no tuvieras que pensar, que tenían en cuenta lo que te podía gustar, el cambio de hora, el cansancio y la tensión y estaban preparadas para ello, haciendo que no tuvieras que pensar y preocuparte. No era lo que le solía pasar con su familia, a decir verdad, y era un alivio poder dejar de sentirse así. — Gracias, tía Maeve, te voy a agradecer el té, porque tantas apariciones me han revuelto un poco el estómago. — La mujer le acarició el pelo. — Normal, hija, normal, venga vamos al jardín y nos sentamos allí, ya que te ha gustado tanto. — A la pregunta del cambio horario, contestó. — Hemos salido de allí a las cinco y media de la tarde, así que ahora serán las siete y media. Para nosotros será como cenar. — Maeve amplió la sonrisa. — Perfecto entonces, voy a poder daros de comer a gusto. Abuelas irlandesas, sin duda, se dijo a sí misma.

    Frankie se sentó frente a ella y agravó un poco el gesto, señalando el jardín. — Le tenemos echado al jardín trasero una cúpula antirruido, así que podéis hablar con tranquilidad. En esta familia gritamos mucho, y cuando vienen todos mis nietos a las barbacoas armamos tremendo jaleo, así que, para no volver locos a los vecinos, intentamos mantenerla lo más intacta posible. En realidad la pusieron por mí, desde que nací soy un voceras. — Aportó Jason, sentándose, también con una gran sonrisa. — Así que… Contadme, hijo. Molly me contó un poco por encima, pero prefiero oírlo de vosotros. Sé que… Tu madre era una Van Der Luyden, que en paz descanse. — Ella asintió, pero Jason dio un salto en el asiento. — ¿Eres una Van Der Luyden? — Nunca nadie se había referido a ella así, ahora que lo pensaba, pero en fin, había conseguido el visado gracias a esa filiación, negarlo tampoco tenía sentido. — Mi madre era una Van Der Luyden, sí… Pero yo nunca les he conocido. Nunca supe nada de ellos y mi madre prácticamente no contaba nada de su familia. De hecho, es que me sorprende que la gente sepa de quién estoy hablando. Uy, hija, aquí todo el mundo conoce a los Van Der Luyden. — Dijo Maeve, que traía la bandeja con el té y se puso a servirlo con la varita mientras se sentaba. — Ahora caigo, McGrath está casado con la hija mayor de los Van Der Luyden. — Siguió Jason. — Ah, por eso estarás tú aquí, sois primos, ¿no? — Correcto. — Contestó Aaron. Luego miró a Alice. — Creo que mi hermana fue con tu madre a Ilvermony, con las dos Van Der Luyden, vaya… Pero a tu madre se le perdió la pista un poco, no se casó con nadie de renombre de aquí y… — Sí, bueno, la echaron de casa, básicamente. — Acortó ella. Los otros tres hicieron unos gestos que venían a evocarle un “sí, bueno, nada nuevo bajo el sol”. — Ojalá no creyera que son capaces de eso y de más… — Dijo Jason, y Frankie le dio en el brazo. — ¡Hijo! Que son su familia. — No. — Saltaron los dos a la vez. Alice suspiró y se apartó el pelo de la cara. — Lo cierto es que tanto a Aaron como a mí solo nos han hecho daño. Nos han humillado, espiado y perseguido. — Le tenía un poco preocupada que todo eso no sorprendiera a los tres Laceys. — Pero… Ahora nos han quitado legalmente la custodia de mi hermano y está aquí con ellos. Tiene doce años recién cumplidos, no ha estado en América nunca y es un niño… Muy tierno y especial. Ha sufrido mucho por la muerte de mi madre y por… Bueno, mi padre ha tenido unos años duros. — Duros, dice, yo sería un despojo humano si algo le pasara a mi Betty… — Dijo Jason. Se inclinó hacia ella y la agarró de la mano. — Nos pasa a los hombres cuando hemos tenido una mujer excelente a nuestro lado. — Ella sonrió con cariño a aquellas palabras. — Hemos venido para intentar recoger pruebas de lo que le hicieron a mi madre y demostrar que ellos no son aptos para cuidar de mi hermano, que tiene que volver con nosotros a casa. — Y ya los ojos se le inundaron y la voz se le quebró. — Hay que ser desalmado para separar a un angelito de su familia. — Dijo Maeve indignada.






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    Mar Ene 10, 2023 11:35 am


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    Con Alice | En Nueva York | Del 1 de agosto de 2002
    Sonrió y pasó él también al jardín, escuchando hablar a Alice del cambio de hora. Sí, ahora en Londres serían las siete y media, ya habrían cenador... Y allí eran... - ¿Son las dos y media de la tarde? - Preguntó a Frankie, con tono confuso, sin estar seguro de si había calculado bien. El hombre asintió. - Vosotros ya habríais cenado, y nosotros ya hemos comido. - A Marcus le rugió un poco el estómago. Estaban bien elegidos esos tiempos verbales, porque entre los nervios, el viaje y el cambio de hora, al final no había comido nada. Como si le hubiera leído la mente (o el estómago se le hubiera escuchado de más), Jason respondió. - ¡Pero a mamá siempre le sobra comida! Más aún si tiene invitados, así que no os preocupéis que tenéis para comer. - Lo mismo que Maeve confirmó acto seguido. Una vez más, le recorrió la sensación de alivio de sentirse casi como en casa.

    Lo de la cúpula antirruido le pareció una idea fantástica, sobre todo si estaba echada por defecto. Sería muy raro ponerla justo ahora que llegaban invitados extranjeros a la casa, pero si la tenían de siempre... podrían hablar con tranquilidad y sin levantar sospechas. Se sentaron en las mesitas del jardín y Marcus miró a Alice y apretó levemente su mano con una sonrisa cálida. Esperaba que, dentro de las circunstancias, estuviera lo más cómoda posible. Tocaba empezar a contar qué les había traído allí, y lo cierto era que, sorprendente aunque no mucho en vistas de la situación en la que estaban, todos parecían conocer de sobra a los Van Der Luyden... y no tenían muy buena fama. Definitivamente, en Inglaterra les había faltado datos todo este tiempo, porque de vivir allí se les habría visto venir a lo lejos.

    Lo que no dejaba de sorprenderle era que Aaron y sus padres fueran tan conocidos, aunque eso explicaba lo oculto que estaba en Inglaterra para que no le pillaran. Pero la declaración de Jason de que Shannon había estado en Ilvermorny con Janet y su hermana le hizo abrir mucho los ojos y sentir un fuerte latido en el pecho. Nunca habían estado tan cerca del entorno de Janet, de gente que la conociera fuera de sus dos familias. ¿Cómo se estaría sintiendo Alice? Porque Marcus se sentía muy cerca no solo de un misterio que llevaba sin resolver toda su vida, sino de conocer más de una persona muy importante para ellos y a la que ya no podían preguntarle directamente.

    Las declaraciones de Alice eran duras y contundentes, y ver que no parecían sorprender a nadie era... preocupante. Aquella familia era peor a cada dato que conocían de ellos. Oír hablar de Dylan le volvía a poner sensible, pero la reacción de Jason cuando dijo que William había tenido unos años duros, directamente le hizo un nudo en la garganta que le obligó a tragar para que no se le saltaran las lágrimas. Alice empezó a quebrarse, así que agarró su mano y decidió tomar un poco el testigo. - Todo este mes hemos estado preparándonos e informándonos, no queremos irnos de aquí sin Dylan... Pero lo cierto es que, a más conocemos de los Van Der Luyden, menos alentador parece. - Los tres Lacey asintieron, y Frankie respiró hondo y habló. - Si os habéis estado informando, supongo que sabréis que son una de las familias más poderosas no solo de Nueva York, sino de Estados Unidos en general. - De hecho ni siquiera son de aquí, son de Maine. - Especificó Maive, y Marcus asintió. - Lo sabemos... - ¿Y cómo es que tú estás con ellos? - Preguntó entonces Jason, mirando a Aaron, quien pareció verse de repente en el foco del interrogatorio y puso cara de asustado (aunque Jason parecía tan normal haciendo la pregunta). - Si ellos apenas conocían a los Van Der Luyden... y de hecho, has dicho que con tu madre no tenían relación ¿no? - Le preguntó a Alice. Marcus miró a Aaron, esperando que hablara. El chico se lo pensó un poco, pero finalmente se aventuró. - Mi abuela me mandó a espiar a Alice con la excusa de un intercambio a Hogwarts. - Eso ya provocó que Maeve soltara un sonidito indignado, girando los ojos. - ¡Una abuela haciendo esas cosas! Por Merlín... - El caso es que yo nunca quise espiarla, no lo hice, de hecho, mandaba informes falsos. Pero evidentemente no tardaron en darse cuenta de que les estaba dando esquinazo, y... Bueno... ya... - ¿Te dejaron en Inglaterra? ¿No te permitían volver? - Preguntó Frankie, preocupado e indignado. Aaron ladeó la cabeza. - No exactamente... Lo contrario, más bien. Querían traerme aquí de vuelta porque no estaba cumpliendo con lo que había mandado, pero me daba miedo volver. - Pobre chico... - Y, además... Conocí a alguien allí. - Jason chasqueó la lengua. - Claro, y esta gente las historias de amor, como que no. Y si encima la chica no era la aprobada por ellos... - Es un chico. - Remató Aaron. Los tres Lacey le miraron y él se encogió de hombros. - Soy gay. - Pausa. - Lo cual... no es como que me facilitara las cosas con ellos. - La siguiente pausa apenas duró dos segundos, porque Jason dio una fuerte palmada en el aire y dijo. - ¡Pues con nosotros ningún problema! ¡Traete al muchacho, que le invitamos a comer! - ¡Jason! Está en Inglaterra, hijo. - ¡Bueno! Quiero decir, que en los Lacey todo el mundo tiene cabida. ¡El amor es amor! ¿No? -




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    Miér Ene 11, 2023 11:40 pm


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    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002
    Había que fastidiarse, ellos un mes teniendo que informarse y llegaban a América y hasta los Lacey, que no podía ser más distinto a los Van Der Luyden, sabían más o menos lo mismo que ellos. Fue asintiendo a todo lo que iban diciendo y agradeció con la mirada a Marcus haberla relevado un poco en la conversación, porque le dio la ocasión de recomponerse. Obviamente, cuando le tocó el turno a Aaron, subió el pan, para variar, pero al menos sirvió para escandalizar por primera vez a los Lacey. Eso sí, el momento fue tremendamente aliviado por Jason, que hasta le arrancó una sonrisa con tanta naturalidad y que hizo que mirara a Marcus. Desde luego, si Lex tenía alguna duda de si su pareja sería aceptada por su familia extensa, podía perderla por completo, Darren entraría en esa casa por la puerta grande, no le cabía ninguna duda.

    Por todo esto… Tenemos que actuar rápido. Es muy posible que hoy mismo se enteren de que estamos aquí. También es posible que el señor McGrath esté buscando a Aaron, desde que se escondió en Inglaterra, y en cuanto le suenen campanas de que está aquí va a alertar a los demás. — Jason torció la cabeza. — Pues habiendo pasado la aduana… Nuestra esperanza, y la de nuestro abogado, es que le buscan entre las listas de ciudadanos americanos, y antes de irnos le conseguimos pasaporte británico, eso puede que les retrase. — Luego repartió su mirada entre toda la familia. — Por eso Aaron no puede salir de aquí, a no ser que salga con nosotros. — Los abuelos miraron un poco preocupados al chico, sintiéndolo por él, y rápidamente Aaron levantó las manos. — No, no, no se preocupen… He vivido cosas mucho peores que estar con una familia amable, en una casa adorable y aceptado… Como soy. — Maeve, como buena abuela irlandesa, se inclinó y le acarició la mejilla. — Pues claro, hijo, ¿cómo no vamos a aceptar a una buena persona? Especialmente a una a la que su propia familia no ha tratado bien… Tú te quedas aquí con Frankie y conmigo, que en esta casa siempre hay faena que hacer.

    ¿Y por dónde queréis empezar? — Preguntó Frankie, que era el que más preocupado parecía, probablemente pensando en el pobre Dylan. — Por el MACUSA. Cuando a mi madre la echaron de casa, se quedó con una amiga suya italoamericana que también era administrativa allí… — Jason soltó una carcajada. — Espero que sepas el nombre porque decir eso es aludir al veinte por ciento del MACUSA. — Eso hizo sonreír un poco a Alice. — Nicole Guarini, o así se llamaba de soltera, si se ha casado lo tengo más difícil. Y su jefe se llamaba Christopher Wren, él también la ayudó mucho. ¡Oh! El delegado Wren, sí sí, fue jefe de seguridad durante la Guerra Fría. — Dijo Frankie, claramente sorprendido. — Vaya, sí que quieres empezar alto… Pero hacéis bien. — Nos gustaría ir mañana al MACUSA. — Planteó. — ¡Pero si vienen todos los Laceys a comer! Mañana es la gran barbacoa para conoceros a todos. — Alice tragó saliva. A ella le encantaban las movidas familiares, pero, de verdad, necesitaba poder sentir que hacía algo y que empezaba cuanto antes. — Jason, hijo, que no han venido aquí de fiesta… Si les viene mal mañana se busca otro día. — No, no… De verdad, tía Maeve, no cambiéis nada por nosotros… — Miró a Marcus y puso una leve sonrisa, que intentaba aliviar el agobio. — Mañana solo vamos a ver si podemos encontrar a Nicole y al señor Wren. Iremos a primera hora, y ¿quién sabe? Quizá ya no estén allí o nadie sepa darnos razón de ellos… Sea como sea, volveremos a tiempo para la comida, ¿verdad, mi amor? — No quería por nada del mundo hacer sentir mal a esa familia tan excelente y que les había acogido en su casa. Había tiempo para todo. — Bueno, hija, como quieras, pero si queréis, se cambia a otro día. — Se levantó y dijo. — Voy a traeros algo de comer y luego os enseño vuestras habitaciones. — Acarició su cara y dijo con cariño. — A ti te voy a poner en la de mi Shannon. — Y mientras se iba, Jason dijo bajito. — La mejor. La más grande y bonita, porque aunque ella diga que no, la niña pequeña es la favorita de todos. — Y eso la hizo reír con ternura, porque ver una familia así le devolvía un poco de dulzura y tranquilidad.

    Oye, Aaron y tú no... Quiero decir... ¿No quieres ir a ver a tus padres tampoco? ¿Ni siquiera a tu madre? — Aaron suspiró y perdió la mirada. — En realidad... Está cerca de aquí incluso, pero es que... — Tragó saliva y negó con la cabeza. — Mal por mi casa pero... No me atrevo. Mi madre es muy miedosa de su familia, no creo que me delatara pero si mi abuela la interrogara... — Alice le puso la mano en el hombro. — Todo a su tiempo. Iremos, en algún momento. — Jason también le palmeó el hombro. — Venga, chico, todas las aves de trueno hemos tenido momentos de debilidad. — Rio y movió la cabeza. — Y no a todas nos han puesto en la picota por simplemente querer a alguien. — Desde luego, era un regalo tener a esa familia allí.






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    Jue Ene 12, 2023 11:35 am


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    Con Alice | En Nueva York | Del 1 de agosto de 2002
    Alice tenía razón: no era solo cuestión de sus ganas de recuperar a Dylan, es que tenían cierta prisa real, ya que en cualquier momento, fuera por medio de descubrir a Aaron o de un chivatazo de uno de sus topos, se enterarían de que estaban allí y todo serían problemas. Cuanto más rápidos actuasen, más desprevenidos les pillarían. Y sí, no debería salir de la casa, le gustase o no... pero, al parecer, le gustaba y bastante. Le miró y, puede que más sinceramente que nunca, no pudo evitar una sonrisa leve. Al menos agradecía las buenas palabras hacia su familia. Lo cierto era, y por muy mal que le cayera Aaron... que, a más sabía de los Van Der Luyden, más pena sentía por él. ¿Qué habría sido de Marcus en una familia así? ¿Cómo sería ahora? Desde luego y como mínimo, no estaría con el amor de su vida en esos momentos.

    Marcus miró a Jason cuando dio a entender que había muchas mujeres italoamericanas en el MACUSA. Marcus no se había parado a pensarlo, pensaba que ese dato sería bastante descriptivo, pero al parecer no. Al menos tenían nombres y apellidos y datos mucho más concretos. Pensar que esas personas no fueran tan fácilmente localizables le tensaba, pero su madre y Edward parecían tenerlo todo tan atado que confiaba bastante en sus posibilidades. Asintió a lo de ir mañana al MACUSA, pero Jason tenía planes familiares. Se mordió el labio y miró a su novia de reojo. ¿Cómo le decían que no? Eran su familia y estaban siendo superamables, y a Marcus solo de oír "barbacoa familiar" se le hacía la boca agua. Por no hablar de lo necesitados que estaban de buenos momentos... Pero habían ido allí con una misión y no podían dejarla pasar, ya habría tiempo para barbacoas. Por suerte, su novia propuso una opción bastante inteligente. Asintió. - ¡Claro! El MACUSA abre temprano, si estamos allí a primera hora, estaremos de vuelta para la comida. Al fin y al cabo, si les encontramos con facilidad nos va a sobrar tiempo, y si la cosa se complica... claramente tendremos que volvernos a casa a replantear nuestra estrategia. Igualmente, estaremos aquí para la hora de comer. - Jason le dio entonces una fuerte palmada en el hombro que no se esperaba y que casi le derriba. - A ti te voy a enseñar yo a montar buenas barbacoas, que estás muy flacucho. - Uy, pero que no te engañe esto. - Dijo Marcus entre risas, señalándose su propio estómago. - Como muchísimo. Aquí el pajarito que solo picotea es... - Y señaló con un gracioso gesto de la cabeza a Alice, guiñándole un ojo. Jason hizo otro cómico aspaviento. - Pues eso en una familia americano-irlandesa no puede ser. ¡Mañana vais a ver más carne que en toda vuestra vida! -

    Cuando la tía Maeve se fue, Jason le dio otra palmada en el hombro. A ese paso no volvía vivo a Inglaterra. - Tú dormirás en mi habitación. Espero que te guste el quidditch, tengo un montón de cosas. - Entonces el que disfrutaría muchísimo sería mi hermano Lex. - Dijo entre risas, y Aaron asomó la cabeza para mirarles. - A mí sí me gusta mucho el quidditch. - ¡Pues tengo que enseñarte mis cosas de cuando jugaba en Ilvermorny! Nunca se ha visto equipo mejor. ¡Así ha salido mi Frankie Jr.! ¿Os he dicho que vende escobas? Bueno, ya os lo dirá él mañana. ¡No me extrañaría que saliérais de aquí con una nueva! - Marcus rio levemente, porque la alegría de Jason era ciertamente contagiosa. Pero el tío Frankie preguntó a Aaron por su familia. Debía ser doloroso... no poder ver a tu madre, o no querer. Compartió una mirada con Alice. Sí, todo a su debido tiempo. En ese viaje iban a arreglarse muchas cosas.

    ***

    No estaba nada acostumbrado a comer a esas horas de forma tan copiosa, pero estaba muerto de hambre, y Maeve era una auténtica abuela irlandesa a la hora de servir comida. Estuvieron un buen rato charlando y compartiendo anécdotas en la comida, lo cual les vino muy bien para relajarse y le mostro una faceta tanto de su padre de pequeño como de sus abuelos de jóvenes que no conocía tanto. También le contaron cosas de sus primos, ya tenía ganas de conocerles. Pero debía notársele el cansancio en la cara, porque rápidamente la tía Maeve propuso enseñarles las habitaciones para que pudieran descansar.

    - ¡A mi primo le enseño yo la habitación, que para eso es la mía! ¡Vente conmigo, primo! - Dijo alegremente Jason, llevándose a Marcus enganchado por los hombros. Oyó a Frankie suspirar tras de sí. - Jason... creo que tu madre ha dicho que los chicos estarían cansados... - Que sííííí que me estaba echando. Le enseño la habitación y me voy. - Afirmó, y Marcus no pudo evitar reír. - ¡Te veo mañana, Ave del Trueno! - Le bramó a Aaron y, acto seguido, se lo llevó escaleras arribas.

    - ¡Y esta es la habitación del tío de la casa! - Exclamó, con los brazos en cruz, haciendo a Marcus reír mientras la observaba. - Definitivamente, a mi hermano le encantaría. - Y aquello debía haber sonado más alegre, pero sonó bastante triste. Jason chasqueó la lengua y se acercó a él. - Eh... Ni tú ni yo somos irlandeses de nacimiento, pero sentimos como ellos. Y a ningún irlandés le gusta estar separado de su familia. - Marcus frunció los labios, pero Jason pronunció una sonrisita jovial y añadió. - Estás enamoradito ¿eh? He visto cómo la miras. Yo miraba igual a mi Betty, y la sigo mirando así. Ya la conocerás mañana, sin querer hacer sombra a tu Alice pero es la mejor mujer del mundo. - Marcus rio un poco. - No lo dudo. - Y otra vez había sonado triste. Esperaba no estar así delante de toda la familia...

    - Desde luego... debes quererla un montón para haberte venido aquí a lo loco para ayudarla a recuperar a su hermano. Eso es muy de Ave del Trueno ¿sabes? A ver si vas a ser un poquito de los míos. - Marcus rio levemente. - Dylan es como si fuera mi hermano también... Tengo muchas ganas de que le conozcáis, os encantaría. - ¡Seguro que sí! Y si la barbacoa de mañana va a ser grande, ¡no te cuento cómo va a ser la fiesta de cuando recuperéis a tu cuñadito! - Jason se giró entonces y empezó a rebuscar en los cajones de su escritorio. Aquello era un maremágnum de cachivaches sin ton ni son, y el hombre parecía un perro escarbando para encontrar un hueso. Marcus se planteaba qué estaba haciendo hasta que le vio girarse hacia él. - Toma. - Y le puso en la solapa una chapita en la que se veía un ave dorada, de grandes alas, sobre un fondo rojo. - He oído dos cosas: que los Ravenclaw también tenéis un pájaro en el escudo, y que estás acostumbrado a llevar insignia porque eras prefecto, así que no creo que te estorbe. - Marcus rio un poco y Jason prosiguió. - El ave del trueno es valerosa, fuerte y poderosa, legendaria. Puede con todo. - Le señaló con un gesto y puso una expresión comprensiva, a juego con el tono, que había bajado por primera vez desde que conocieron. - A parte de inteligencia, que no dudo que la tienes... te va a hacer falta mucho valor. Quédatela, y que el valor del ave del trueno vaya contigo. Además de la inteligencia de las cigüeñas. - Águilas. - Corrigió, aunque sin poder evitar la sonrisa. Ni la emoción. - Muchas gracias, primo Jason. No pienso separarme de ella. - El otro puso una sonrisilla burlona y preguntó. - ¿Del ave del trueno, o de tu pajarilla? - Marcus no pudo evitar reír y, con una palmada nueva (más suave esta vez, o sería que se estaba acostumbrando), su primo añadió. - No me cabe duda. -




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    Jue Ene 12, 2023 6:26 pm


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    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002

    Habían salvado la situación de la barbacoa, esperaba que de buena manera, y su conciencia se quedaba más tranquila sabiendo que se podían poner desde ya mismo a actuar. Pero no le vendría mal, después de pisar Nueva York por primera vez y enfrentarse a todo lo que se tenía enfrentar al día siguiente. — Y le encantan las barbacoas, y en mi casa de Saint-Tropez se hacen mucho el catorce de julio… — Solo de decirlo se dio cuenta… De que ese año se les había pasado por completo el catorce de julio. Era como si La Provenza fuera un sitio reservado a ser feliz y no se hubiera planteado otearla ni en su mente estando rodeada de tanta negrura. — ¡Oh! Saint-Tropez. Yo estuve en esa casa. — Alice abrió mucho los ojos. — ¿Perdón? — ¡Claro! En el setenta y… Bueno, setenta y algo. William y su hermana, esa rubia impresionante que… — Soltó una risita y luego carraspeó, mirándola un poco avergonzado. — Que imagino que es tu tía, claro… Bueno eso, los Gallia, habían invitado a Arnold y Erin por Nochevieja allí y como ese año lo celebramos todos en Irlanda pues me encasquetaron con ellos, pero yo creo que me integré de maravilla, lo di todo vamos, qué sitio… — Suspiró. — Tengo que volver con Betty…

    Desde luego, comer con familias irlandesas era garantizarse, primero, que uno no se iba a aburrir oyendo historias, y segundo, que no ibas a morir ni por asomo, pero Marcus (y por lo visto Aaron también) lo estaba agradeciendo. Lo que ella iba a agradecer era la cama, era poder descansar, cerrar ese día y hacerse a la idea de que estaba en América, que tenía que ponerse la coraza de alma más dura que le quedara disponible. Jason se ofreció muy ufano a acompañar a Marcus a su cuarto y ella le dedicó una sonrisa que quería decir “yo estoy bien, y muy cansada, disfruta de tu familia”. — Venga, cariño, que te llevo al cuarto de mi Shannon, que tienes que estar agotada. Frankie, acompaña a Aaron, por favor. — Hala, como en Hogwarts, cada uno a su cuarto. — Rio el hombre. — Ah, los buenos años… — Se sentía un poco mal de solo participar sonriendo, pero era todo lo que le salía. De todas formas, se dejó arrastra por Maeve escaleras arriba y tan solo dedicó un leve gesto a los chicos de buenas noches.

    El cuarto de Shannon era talmente el de una princesita. Tenía papel pintado color crema con florecitas rojas y rosas, una cama enorme con cabecero y pies y había por ahí aún muñecas y peluches. — Quizá es un poco infantil… Pero me encanta tenerlas así. Así cuando se quedan mis nietos están en la habitación de sus padres y sus tíos. — Señaló los muñecos. — Mi Shannon jugaba a curarlos a todos, los auscultaba, les daba la medicina… Yo ya sabía que iba a ser enfermera desde chiquitita. Poor ahí estará el maletín de juguete y todo— Alice sonrió con ternura. — Yo también quiero serlo. — Maeve le estrechó el brazo y la acompañó a sentarse en la cama. — Y lo serás, en cuanto vuelvas. Las Ravenclaw siempre habéis hecho muy buenas enfermeras. Aunque mi hija iba a Pukwudgie. — Ella asintió con los ojos húmedos. — Mi madre decía siempre que era la casa de las sanadoras. — Maeve agarró su mano y la apretó. — Alice, lo que te ha pasado es terrible. — Eso la hizo reír amargamente. — Eso me decían cuando se murió mi madre. Y cuando por fin habían dejado de decírmelo… — No, no es lo mismo. — Cortó, de repente, la mujer. — Lo de tu madre fue una desgracia de la que nadie tiene culpa. Pasa, es terrible, pero pasa. Pero esto… Esto es terrible porque se podría haber evitado, si esa gente no hubiera sido tan mala. Y algo que a todos los Hufflepuffs nos ha pasado alguna vez ha sido preguntarnos: si todo el mundo sigue siendo malo, ¿qué hago yo? ¿Tiene eco mi bondad? ¿Mis ganas de ayudar? ¿Cuánto más me queda de lucha? — Las lágrimas cayeron de los ojos de Alice y Maeve le apretó más la mano. — La respuesta es que nunca se acaba de luchar, pero no solo vendrán días mejores, que lo harán, es que si no lo hacemos nosotros, contra ellos, ¿qué será de la bondad en el mundo? — Alice rompió a llorar. — Eso decía siempre mi madre. — Y Maeve la abrazó, acariciándole el pelo. — Oh, mi niña, pobrecita… si es que estás agotada… — La meció un poco en el abrazo. — Si tú supieras cuánta gente que cruzó Ellis Island pasó su primera noche llorando, preguntándose si encontraría lo que vino buscando a esta ciudad… — Le levantó la cara y le hizo mirarla. — Y casi todos los que lo hicimos, ¿ahora sabes qué respondemos? — Alice negó con la cabeza. — Que al final siempre acabas haciéndote tú mismo tu camino y encontrando lo que necesitas en él. Nosotros veníamos buscando dinero, básicamente, y la vida te acaba dando esa fortuna de otras formas, a nosotros, por ejemplo, nos dio a nuestra familia. Tú tienes la suerte de que has venido buscando a una persona, y te la vas a llevar, y, ¿quién sabe, hija? Quizá vuelvas teniendo más claro tu pasado, quién eres, quién era tu madre, y… Muchas cosas que no sabías que necesitabas. — Y tenía razón, tenía mucha razón. alice se había hecho muchas, muchas preguntas durante toda su vida sobre su madre y los Van Der Luyden. Era hora de abrir ese capítulo para poder cerrarlo como se debía y no había otro sitio mejor para hacerlo que donde todo empezó: el MACUSA y Nueva York.






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    De cara al pasado
    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Sus tíos les habían dado buenas indicaciones para llegar hasta allí por medio de un traslador, que les dejaría en un lugar lo suficientemente apartado de miradas de muggles como para no sospechar. En Nueva York todo estaba como muy... mezclado, era raro. Se encontraban en una zona de edificios gubernamentales, entre toda la gente y el tráfico, y Marcus no podría asegurar quienes de los viandantes eran magos y quienes muggles. - Supongo que será cuestión de acostumbrarse. - Le dijo a Alice, mientras miraba levemente ceñudo a los lados, caminando hacia el imponente edificio. - Parece todo como más... integrado. Pero me parece alucinante cómo lo hacen los magos para que no les pillen. Si es en Inglaterra, que estamos superseparados, y hay que echar manos todos los días de los obliviadores. - Por no decir que, lo que más increíble le parecía, es cómo lo hizo WILLIAM para que, en meses allí, no le pillasen. Quizás llevaba un obliviador tras él como un guardaespaldas.

    Subieron las escaleras con las respiraciones aceleradas, más por la emoción y la tensión que por el ejercicio, y en silencio. Ambos se detuvieron ante las puertas del MACUSA y se miraron. - Bueno... estamos aquí. - Tomó sus manos. - Alice... solo con esto ya estamos llegando muy lejos. Tu madre estaría orgullosísima. Y... bueno, no sé si hoy saldremos de manos vacías o si avanzaremos un montón, pero vamos a intentar ponerle una filosofía extra a este encuentro. - Sonrió cálidamente y picó su mejilla con un dedo. - Es la primera vez que vienes al lugar de trabajo de tu madre. Piensa que ella estuvo mucho tiempo cruzando estas puertas todos los días. Nunca pudo traerte, pero... has venido tú sola. Eres un pájaro libre y has decidido volar hasta aquí. - Dejó un leve beso en sus labios. - Vamos dentro, mi amor. Y, pase lo que pase, piensa que ella ahora mismo estaría muy contenta. -

    La entrada para magos era, a sus ojos, bastante intuitiva pero lo suficientemente críptica como para que, efectivamente, ningún muggle la detectara. Atravesaron la veloz puerta giratoria y rápidamente se vieron en el vestíbulo del MACUSA. Los ingleses eran mucho más sobrios que los excesivos americanos, y en el MACUSA quedaba clarísimo. A Marcus ya le parecía imponente el Ministerio de Magia británico, pero aquel... había oro por todas partes y las dimensiones eran incalculables, nada de estrechos pasillos de azulejos negros, allí todo brillaba y se veía en amplitud. Se agarraron de la mano y se dirigieron al mostrador de información, y cuando estuvieron a un paso miró a Alice, infundiéndole seguridad. Ella era la que debía poner voz a todo eso.




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    De cara al pasado
    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002

    Menuda locura estaban resultando ser los Estados Unidos. Cuando Frankie y Maeve se pusieron a  explicarles cómo se llegaba al MACUSA ella no daba crédito. Su madre nunca se lo había descrito ASÍ, o sea, hablaba del metro y demás pero… No se imaginaba cómo debía ser vivir así siempre… De hecho, sin Nueva York no fuera una ciudad tan estresante, no le parecería ni desdeñable vivir así. O sea era… enriquecedor hasta cierto punto. Aunque era difícil concentrarse en lo bueno con aquel calor húmedo agobiante, que hacía que aquel vestido de tela más gorda (y claro, elegante), que Emma le había comprado, se le pegara y le pesara como una condena. Obviamente, a su siempre ordenado novio no aprobaba el caos de aquella ciudad y aquello de tener que estar escondiéndose a los muggles. — Ahora entiendo por qué mi padre llegó y se adaptó. Esto es tan caótico como una ciudad llena de Gallias. Y esto también explica por qué mi madre tampoco se escandalizaba con mi familia, acostumbrada a vivir aquí… — Al final iba a tener razón Maeve e iba a acabar entendiendo muchas cosas que hasta ahora había dado por inexplicables.

    Al llegar a las puertas del MACUSA, miró a Marcus. — Casi parece irreal. Todo es tan grande y ruidoso… Me cuesta centrarme en lo que está pasando. — Admitió. Luego suspiró cuando dijo lo de su madre. — Es posible… Esto fue parte de ella durante un tiempo, y al fin y al cabo… Aquí empezó mi historia. — Tragó saliva, tratando de calmar su respiración y su ritmo cardíaco. Enfocó los ojos de su novio y sonrió un poco cuando le dijo lo del pájaro. — Pues menos mal que el espino se ha venido conmigo, porque a ver qué hubiera hecho yo. — Y el beso le vino muy bien, la verdad, porque fue como si le infusionara fuerzas.

    Como todo espacio público en América desde que había llegado hacía menos de veinticuatro horas, aquel sitio era masivo. Y no solo masivo, todo estaba cubierto de mármoles (¿serían auténticos?) las esquinas y los remates de los muebles estaban en dorado y había enormes lámparas que daban hasta demasiada luz. Llegaron al mostrador de recepción y había atendiendo como el triple de personas que en el Ministerio de Londres, de hecho, no tuvieron ni que esperar. — Buenos días, bienvenidos al MACUSA, ¿en qué puedo ayudarles? — Preguntó una chica que debía tener su edad más o menos. — Buenos días. Mire, acabamos de llegar a Estados Unidos y vengo buscando a una antigua amiga de mi familia, que trabaja aquí. Nicole Guarini. — La chica no varió la postura pero cruzó las manos. — La protección de la privacidad de magos y brujas me impide darle información de ningún mago o bruja que trabaje en este ministerio. — Alice frunció levemente el ceño. En serio, ¿qué le pasaba a esa gente? ¿Vivían en una novela de suspense perpetua? — Bueno, si está aquí, solo quiero que la avise de que necesito verla. — No quería decir el nombre de su madre por si acaso, pero confiaba en que Nicole se acordara del de su padre. — Soy Alice Gallia, usted dígale eso. — La chica la miró con un poco de desconfianza, pero escribió una notita por un sistema de mensajería muy parecido al que tenían en el Ministerio y lo envió. — ¿Pueden esperar ahí un momento? — Ahora ya le habían pegado su paranoia. Se sentó a regañadientes en unos sillones de cuero que había ahí, mientras se decía a sí misma que era prácticamente imposible que esa muchacha hubiese avisado a un ejército de Van Der Luydens o algo así.

    A los cinco minutos, la chica se asomó y les dijo. — La señorita Guarini dice que bajará en cuanto le sea posible. Está en una reunión de coordinación y no puede irse, pero ha insistido en que no se vayan. — Bueno, al menos parecía que sí que recordaba algo. Con un suspiro, se volvió a dejar caer sobre el sofá y resopló, echando la cabeza hacia atrás y tratando de relajarse. Miró a su novio, frunciendo un poco el ceño. — ¿No te parece todo esto… Un exceso innecesario? Es… — Se mordió los labios y miró con extrañeza los altos techos. — Vulgar. — Se rio un poco al decir eso y miró a Marcus. — He sonado totalmente a tu madre diciendo eso… — Pero la conversación se les agotó pronto. Habían ido allí para cumplir una misión, no para estar en aquellos sillones como jarrones, y empezaba a desesperarse. Se levantó y se acercó a la chica de nuevo. — Perdona, ¿no tenemos ni una estimación de cuándo va a acabar la señorita Guarini? Tenemos más cosas que hacer aparte de estar aquí. La señorita Guarini tiene también cosas que hacer. Les ruego que esperen y si se les ofrece algo… — Alice suspiró y se giró en su sitio, cuando se vio frente a frente con un hombre bastante mayor que la miraba directamente. Parpadeó un momento, y miró claramente con pánico a su novio, como queriendo decir “¿qué está pasando aquí?”.

    Perdone… No quería… asustarla, señorita, discúlpeme… Es que usted me acaba de recordar mucho, muchísimo a alguien, a alguien que trabajó aquí hace mucho tiempo… — Alice se miró con Marcus y entreabrió los labios, temblorosa. — ¿Quién es usted? — El hombre carraspeó incómodo y le tendió la mano. — Christopher Wren, departamento de defensa. — Alice parpadeó y casi no le dio ni para cogerle la mano. Allí estaba, por fin, un poco de suerte. Le estrechó la mano, sintiendo que no le salían las palabras. — Señor Wren… Soy Alice Gallia la… — ¡Por todos los cielos, no podías ser otra, por supuesto! — Dijo el hombre poniendo una gran sonrisa. — ¡Eres la hija de Janet! ¡Y de William, claro! Por Dios, ¿cómo puedes parecerte tanto a tu madre? Chica, casi me da un infarto al verte, creía que había vuelto a los ochenta… — El hombre parecía realmente feliz de verla, pero Alice y Marcus se miraron con pánico cuando dijo “Janet” a voz en grito ahí en medio, y Alice estaba demasiado congelada en ese momento para decir “mala idea decir esto en público, señor Wren”. — ¿Cómo están tus padres? ¿Cómo es que estás aquí?






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    Dom Ene 15, 2023 6:05 pm


    De cara al pasado
    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Se mantuvo junto a Alice, en un plano de simplemente apoyo y ayuda si le fuera requerido, mientras preguntaba por la antigua compañera de Janet. Por dentro se notaba el corazón palpitar en aceleración, no sabía qué respuesta iban a obtener y los escasos segundos entre las preguntas de Alice y las respuestas de la recepcionista se le hicieron eternos. Y la respuesta fue... en parte esperable y lógica, pero en parte desesperante. ¿Resultaba que ellos eran el peligro? Vaya por Dios. Entendía que la recepcionista no pudiera dar datos privados de los trabajadores a cualquier persona que se presentara allí preguntando, podría tener malas intenciones (que se lo dijeran a ellos, que no estarían allí si no conocieran a unos pocos). Pero, como decía Alice, solo estaban pidiendo verla. De nuevo esa desesperante sensación de que se les ponían trabas absurdas a cada paso que daban.

    No les quedaba de otra que esperar, así que a ello se fueron. Soltó aire por la boca. - Bueno, ya la van a avisar. Confiemos en que no tarde en venir. - Pero Alice estaba tensa, y no era para menos: ya venían tensos de antes por el simple hecho de estar allí y todo lo que arrastraban, toparse con una contrariedad nada más llegar no favorecía su estado. Se tensó cuando vio a la chica aparecer de nuevo, y fue para decirles que estaba ocupada pero que bajaría en cuanto pudiera y que "insistía en que no se fueran". Miró a Alice y sonrió tratando de mostrarse tranquilizador. - Eso puede querer decir que a lo mejor te ha reconocido. Vamos a tener esperanza. - Se lo estaba diciendo a Alice y a sí mismo, de paso.

    Escuchó el comentario de Alice y no pudo evitar reír disimuladamente. - Sí que has sonado a mi madre. - Confirmó divertido, y luego miró a su alrededor. Sacó un poco el labio y se encogió de hombros. - A mí el de Inglaterra me parece demasiado sobrio. Pero creo que lo ideal sería un punto intermedio... - Bajó la mirada a su novia y volvió a encogerse de hombros. - Te has emparejado con un excesivo. Lo siento. - Frunció el ceño. - Pero yo no soy nada vulgar. Y he heredado el gusto por lo ostentoso de la rama de mi madre, así que muy graciosas las dos, pero menos bromas. Ella me concibió así y tú me elegiste así, os tendréis que aguantar. - Al menos en lo que bromeaba podía descargar un poco el ambiente y aligerar la espera... o intentarlo, porque se le estaba haciendo eterna.

    No era el único. Fue a decirle a su novia que esperaran un poco más, pero se le escurrió antes de poder reaccionar y ya la vio preguntando de nuevo a la chica del mostrador. Alice se estaba desesperando, y en su desesperación se giró y se topó con alguien que estaba sospechosamente cerca de ella, tanto que Marcus frunció el ceño y se acercó rápidamente, porque detectó su mirada de agobio. Ahora sí que estaba tenso. Cuando llegó hasta ellos, sin embargo, el hombre parecía estar disculpándose. Era un señor de edad avanzada que miraba a Alice con confusión. ¿Se habría perdido? No parecía un hombre desorientado, sino alguien de allí. Y, por como vestía, se atrevería a decir que alguien importante.

    De hecho, en cuanto le oyó presentarse miró a Alice con los ojos muy abiertos. No se lo podía creer. Creían que ese hombre iba a ser de más difícil acceso que la compañera de Janet, y sin embargo, allí estaba. Y la confusión claramente venía por el parecido de Alice con su antigua trabajadora, por como la estaba mirando. Debía ser como ver un fantasma. Casi se sentía mal por él. De hecho, fue Alice decir su nombre y entró en júbilo... en un júbilo muy poco discreto para la situación que tenían. Alice estaba un poco bloqueada, y tras intercambiar una mirada con ella, carraspeó y se acercó. - Señor Wren, es un placer conocerle. - Extendió su mano para estrechársela. El hombre le miró confuso, aunque seguía muy sonriente por la presencia de Alice allí. - Mi nombre es Marcus O'Donnell. Soy la pareja de Alice. - ¡Es un placer! ¿Viaje familiar, entonces? Qué alegría... - Señor... - Se aclaró levemente la garganta y miró con sutileza a sus lados. Nadie parecía alterado por la presencia de ellos, pero aun así... - Lo cierto es que... Alice tenía algunas dudas, quería preguntarle algunas cosas. - La cara del hombre se demudó un poco, y miró a Alice. Claro, a ninguno de los presentes le había pasado por alto que a la pregunta "cómo están tus padres" no había obtenido respuesta. - ¿Sería posible... si es usted tan amable, que pudiéramos hablar en un lugar un poco más privado? - El hombre pasó la mirada por ambos y luego asintió. - Claro, claro, por supuesto. Venid, vamos a mi despacho. - Señor Wren. - Se apresuró la chica de recepción, trotando hacia ellos y mirándoles con un leve deje de reproche en los ojos. - Estos chicos habían solicitado ver a la señorita Guarini. Ya está avisada y ha pedido que la esperen... - Ah, sí sí. - El hombreo volvió a parecer confuso, o más bien un tanto aturdido por la presencia de Alice y el misterio que traían ambos. - Dígale cuando baje que los chicos la esperan en mi despacho. - La mujer asintió, aunque les miró intrigada. Normal, ¿qué hacían dos chicos de dieciocho años, con claro acento inglés, preguntando por una trabajadora concreta y yéndose con uno de los trabajadores más veteranos del departamenteo de defensa a su despacho? Marcus también sospecharía.

    Les hizo pasar y les señaló que tomaran asiento, sentándose él al otro lado de su mesa. - Alice... Es increíble, te pareces tantísimo a ella. - Dijo mirando a la chica con ojos emocionados. Extendió las manos para agarrar las suyas. - Perdona, debo parecerte un viejo sentimental. Tu madre fue una de nuestras mejores trabajadoras, tan jovencita como era, ¡cuánto la echamos de menos cuando se fue! Pero dime, hija. ¿Cómo está ella? - Pero les estaba viendo las caras, y tras pasear de nuevo la mirada por ambos, añadió. - ¿Y cómo es que estás tú aquí sola? Bueno, con tu pareja. Pero ¿y tus padres? -




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    Dom Ene 15, 2023 10:52 pm


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    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002

    Menos mal que su novio tenía más capacidad de reacción que ella, porque se había quedado aparentemente petrificada. Al menos a Marcus se le daba genial el protocolo y el señor Wren parecía encantado de tenerlos allí. Pero Alice solo podía pensar en lo contento que se le veía, en lo mayor que parecía, y la tremenda noticia que tenía que darle. Desde luego, ya que tenía que hacerlo, desde luego mejor hacerlo en el despacho, así que siguió al señor Wren y a Marcus casi sin decir nada.

    El despacho del señor Wren era uno de esos despachos de señor tan importante que tiene una habitación de entrada que distribuye a dos salas: una de reuniones y otra que era el despacho privado en sí mismo. Pero es que el despacho era todavía más grande y tenía una zona solo para sentarse con butacones y una mesita de centro. Pero la mirada de Alice se clavó en un solo sitio: la mesa que había en la entradilla, con un montón de papeles y una máquina de escribir. Esa habría sido la mesa de su madre, allí la habría conocido su padre… Parecía mentira que estuviera allí, es que se sentía fuera de su cuerpo, como estando en una obra de teatro pero no teniendo ni idea de qué obra se representaba.

    Se sentó en una de las sillas frente a la mesa y parpadeó cuando se dirigió a ella, tratando de poner una sonrisa amable. — Gracias, señor Wren. Me lo dicen mucho, sí… — Oír hablar del trabajo de su madre, mentarla con tanto cariño, le humedeció los ojos y le hizo tragar saliva. — En absoluto, señor Wren, no había oído a nadie hablar así del trabajo de mi madre… No sabía nada de su trabajo aquí aparte de lo que siempre contaba mi padre. — Tomó aire y miró a Marcus un segundo, tratando de coger fuerza de aquellos ojos que adoraba, aquella expresión serena que siempre era un pilar para ella. — Pero… Siento decirle que mi madre falleció hace cuatro años. — La cara de Wren cambió absolutamente, y durante unos segundos se quedó como pillado, mirando a la nada, luego dio un hondo suspiro y se levantó a echarse una copa del licor que tenía en una mesita junto a la ventana. — ¿Queréis una? Pues son las nueve de la mañana, no acostumbro, pensó Alice, pero simplemente negó con la cabeza. El hombre volvió a su sitio y se sentó. — No sabes cuánto lo siento, es… Por Dios, tu madre era una niña. — Era muy joven cuando murió, sí, no llegó a cumplir treinta y cuatro años. — Wren suspiró y negó de nuevo, bebiendo del vaso. — ¿Qué le pasó? — Mi madre estuvo enferma de pequeña, no sé si lo sabe usted… — Sí, sí, yo era amigo de tus… — Y entonces Wren afiló los ojos y la miró. — ¿Estás aquí con los Van Der Luyden? — Ella negó con la cabeza y notó como se le daba la vuelta al estómago con ese “amigo de tus…” porque no indicaba nada bueno. — No, no… Yo… No… — Carraspeó y prefirió terminar la historia. — El caso es que la enfermedad de mi madre le había afectado a los pulmones y… Nunca llegaron a desarrollarse como debían y al alcanzar cierta edad y tenernos a mí y a mi hermano pues… Se hicieron insuficientes. No pudimos hacer nada. — Wren se frotó los ojos y negó con la cabeza. — Supongo que… usted es amigo de los Van Der Luyden. — El hombre negó, apretando los labios y dejando el vaso en la mesa. — No, ya no. Hace mucho tiempo, tu abuelo y yo dejamos de hablarnos. — Alice frunció el ceño y miró a Wren extrañada. — ¿Puedo preguntarle por qué? — Por tu abuela… Bueno y por tu madre, vaya. — Negó, mirando a la nada. — No les conoces entonces… Bueno, pues… Tu abuela es una mujer… — Parecía estar buscando la palabra. — Malvada, manipuladora, que metió a tu abuelo en cosas que a mí no me parecían bien. — Vale, ahí estaban empezando a decirse cosas importantes. Miró a Marcus como diciendo apunta mentalmente, que esto es oro. — Ella y tu tío Teddy pretenden manejarlo todo como les parece y entran por cualquier sitio como si lo gobernaran. Yo le hice saber a tu abuelo que le estaban manipulando y metiendo en problemas, pero él no me hizo caso, más bien se ofendió y me retiró la palabra. — Se encogió de hombros y levantó las manos. — Y luego les intenté hacer ver que… Tu madre era una buena chica, trabajadora, buena, inteligente, y que tu padre era un genio y sí… Igual no era la situación más idónea, pero, aunque no tenía la certeza, creía firmemente en que se habían encontrado en Inglaterra y que se habrían casado y tú ya habrías nacido… En fin, a la vista está que no me equivoqué. — Y justo en ese momento se oyó la puerta de fuera. — Pasa, Nikkie, estamos aquí. — Dijo en voz alta Wren, y un taconeo se dirigió hacia ellos.

    Nicole Guarini debía ser una de las mujeres más guapas que había visto en su vida. Aparte de Emma, había visto poca gente que llevara con más elegancia un traje y tacones, tenía un cuerpo increíble y una melena espesa y larguísima. La mujer se dirigió hacia ella y se tapó la boca con dos manos, ahogando un grito. — ¡Por todos los cielos eres realmente la hija de Janet y William! — Soltó una risa incrédula y la agarró de las manos, mientras ella se levantaba. — Hola, señorita Guarini… Soy Alice Gallia. — ¡Claro que sí! Tu madre estaba segura de que iba a tener una niña llamada Alice, ¿recuerdas Chris? Lo decía todo el rato. Qué emoción verte, probablemente fui la primera persona que supo que ibas a nacer. ¿Dónde está tu madre? ¿No ha venido contigo? — Siéntate, Nikkie… — Ofreció Wren, acercándole una de las butacas.

    En aquel país tenían una claramente peligrosa costumbre de beber cuando se les presentara la ocasión, porque cinco minutos después, Alice había puesto al día a Nicole, y esta estaba en shock, con las lágrimas al borde del derrame y pidiendo una copa a Wren. — Pobre Janet… Qué injusto, qué injusto… Tan joven… Y la pobre no queriendo escribirnos por no querer comprometernos con esa familia de corruptos mafiosos... Venga, Alice, ahora es el momento, ya has visto que no le tienen ninguna simpatía a los Van Der Luyden. — Lo cierto es que… He venido para… Pedirles ayuda a ustedes que… Conocen a su familia… — Notaba cómo se le quebraba la voz y se trababa otra vez, cómo aquellas dos personas la miraban preocupadas, pero de verdad que no le salía.







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    Lun Ene 16, 2023 11:53 pm


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    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Bajó la cabeza, porque sabía la expresión que iba a encontrar en los ojos de Alice: primero, porque la conocía; segundo, porque estaba oyendo su tono de voz; tercero, porque él estaba igual. Ese hombre iba a llevarse un gran palo, por no hablar de lo que provocaba en ellos oír hablar de la Janet que no conocieron con tanto cariño. Dejó a Alice hablar y exponer la situación que tenía, tratando de transmitirle todo su apoyo a su lado, tragando fuertemente saliva para deshacer el nudo que se formaba en su garganta.

    Por supuesto, el señor Wren se quedó impactado. Cuando se levantó, Marcus apretó la mano de Alice, y negó al ofrecimiento de licor. Sí, para beber estaba él, lo que le faltaba. Lo que le provocó una sorpresa que no disimuló, mirando al hombre súbitamente, fue saber que era amigo de los Van Der Luyden. Porque había dejado la frase a medias pero era fácil intuir lo que iba a decir. Escudriñó discretamente al hombre. Esa forma de dejar la frase a medias, de preguntarle a Alice si "estaba aquí con los Van Der Luyden"... Si en algún momento habían sido amigos, ya no lo eran. No les habría tratado con tanta amabilidad ni hablaría así de Janet de lo contrario, ya sabía lo suficiente de esa familia como para saber que había dos bandos muy diferenciados.

    No se equivocó, y asistió con mucha atención y el cerebro más despierto que nunca, almacenando todos los datos. Por desgracia no le estaba sorprendiendo nada de lo que estaba oyendo, pero aun así no perdió detalle, porque sí que había sido un giro inesperado el hecho de que el señor Wren hubiera sido tan amigo del padre de Janet y separado de él por la madre. Arqueó las cejas ante el dato que sí le sorprendió: el señor Wren se había posicionado claramente en favor de Janet y William ante los Van Der Luyden. Miró de reojo a Alice. La parte mala de todo aquello era que, al parecer, había afirmado su seguridad en que ambos estarían en Inglaterra, lo que podría haber facilitado que les localizaran. Pero había partido una lanza por ellos, o eso decía al menos. Sí que habían encontrado a un buen aliado.

    En ese momento, llegó Nicole. Se giró para verla entrar y... Wow. Vaya, no había podido evitarlo, esa mujer era muy atractiva. No estamos para esas cosas ahora, Marcus. Se aclaró mentalmente la garganta, como si quisiera reconducir a su cerebro, y esbozó una leve y cortés sonrisa, gesto de la cabeza incluido, a modo de presentación. La mujer ni le había visto, claro: para una amiga de Janet, la presencia de Alice debía ser, cuanto menos, impactante. Estaba encantada con el encuentro con Alice y Marcus la dejó expresarse sin querer interrumpir, fue el señor Wren el que le pidió que se sentara. Tenían que darle una noticia que no le iba a gustar.

    El impacto en Nicole fue notable, como no podía ser de otra forma. Siguió en un segundo plano, pero en un momento determinado sintió que Alice empezaba a flaquear. Ya bastaba de estar en silencio. Se aclaró la garganta y miró a la mujer. - Señorita Guarini. - La mujer pareció recabar en su presencia, mirándole con los ojos humedecidos. - Soy Marcus O'Donnell, soy la pareja de Alice. - Tragó saliva. - Verán... hemos venido a Nueva York porque los Van Der Luyden han tomado acciones contra los Gallia. Acciones... injustas y muy dañinas, y venimos buscando respuestas pero, sobre todo, a solucionar este problema. - Nicole seguía con la mirada atribulada y, ahora, levemente asustada, pero Wren frunció el ceño, temiéndose lo peor, muy concentrado. - Janet y William se casaron en Inglaterra, y seis años después de tener a Alice tuvieron otro hijo, Dylan. - Hizo una pausa, miró a Alice y decidió continuar. Sentía que tenía el permiso concedido, ya que su novia parecía necesitar recargar energía. Demasiado había soportado... - Como les ha comentado Alice... Janet falleció hace cuatro años, y hace dos, a los Gallia le llegó por primera vez una amenaza por parte de los Van Der Luyden acerca de quitarles la custodia de Dylan. - Nicole miró automáticamente a Alice con los ojos muy abiertos. - ¿Pero cómo va a ser eso? - Wren estaba callado y muy serio, claramente acumulando datos. El hecho de que pareciera decepcionado pero nada sorprendido era desalentador.

    - Al parecer, Janet estuvo recibiendo amenazas varias de su familia desde que se fue de aquí, pero no concretaban nada. Fue dos años después de morir cuando empezaron a insistir en que se quedarían con la custodia de Dylan... Con Alice no lo habían intentado nunca, solo con él. - Uno de los mayores misterios de todo aquel caso. Echó aire por la nariz. - Llegaron incluso a... enviar espías a Inglaterra. - ¿Espías? ¿A qué te refieres? - El dato había hecho saltar a Wren. Marcus se mojó los labios. - Enviaron a un familiar como alumno de intercambio a Hogwarts para espiar a Alice en su último año... - Por Dios... - Suspiró Nicole, pero Marcus siguió. - Y había, como mínimo que sepamos, un infiltrado en el Ministerio de Magia inglés, recabando datos sobre William. - Wren se frotó la cara, y entre los dedos le oyó decir. - Qué disparate... Qué despropósito. - La cuestión es... que han conseguido quedarse cautelarmente con la custodia de Dylan. - Wren se destapó la cara y de repente se encontró cuatro ojos desorbitados mirándole. - ¿Cómo dices? - ¿Tienen a tu hermano? - Preguntaron Wren y Nicole respectivamente, el primero mirándole a él, la segunda a Alice. Marcus asintió. - Dylan lleva desde mediados de julio aquí, bajo la custodia de los Van Der Luyden. - Los dos resoplaron y exclamaron incredulidad. Marcus miró a uno y a otro, y luego a Alice, apretando su mano. - Hemos venido a recuperarle... pero necesitamos ayuda. E información. Toda la que podamos tener. -




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    De cara al pasado
    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002

    Volver a oírlo todo otra vez era doloroso, pero al menos tenía a Marcus para contarlo desposeído de los insultos y las barbaridades que se le ocurrían a ella decir sobre los Van Der Luyden y el acoso a su madre. A más veces oía el caso, especialmente en boca de otras personas, más inexplicable se le hacía. Y claro, la sorpresa cuando decían que los Van Der Luyden tenía a Dylan siempre era la misma. Es que no había forma de entender a esa gente ni esa crueldad. Asintió a la pregunta de Nicole. — Pero, ¿cómo lo han logrado? — Preguntó alucinado Wren. — Pues fraudulentamente y con intimidación y dinero, como lo hacen todo, Chris. — Soltó Nicole con una furia y un tono de voz tan alto que hasta Alice se sorprendió que lo usara con él. Claramente, raro no era, porque Wren solo asintió apesadumbrado.

    Realmente… Lo lograron yendo contra mi padre. — ¿William? Pero si es un trozo de pan, por Dios. — Bufó Wren. — Sí, pero… Después de la muerte de mi madre… Se desequilibró mucho mentalmente. Él la quería más que a nada y no acaba de superarlo. — Nicole la miró y asintió lentamente, con los ojos brillantes. — Era adoración, desde luego, desde que la conoció. Si yo no hubiera visto a tu padre tan tremendamente enamorado de ella cuando estaba aquí, no la hubiera dejado irse cuando se enteró de que estaba embarazada. — Eso hizo que las lágrimas resbalaran por la cara de Alice. — Es que no ha sido él mismo desde que ella murió, y estaba tan disperso que tuvo que pedir una excedencia en el trabajo. Mi madre le centraba y le ayudaba mucho. — Vio las caras de pena pero de comprensión de ambos. Por fin alguien a parte de los O’Donnell que entendía de lo que estaba hablando porque lo habían observado directamente. — Tu padre es un genio, Alice y aquí todos le debemos mucho… Pero es cierto que todo lo que logró aquí, lo logró cuando tu madre empezó a trabajar mano a mano con él. Por desgracia… Veo claro lo que me dices. — Ella tragó saliva y se limpió las lágrimas con un pañuelito que Nicole le hechizó con la varita. — El caso es que le acusan de algo que no ha hecho, y a eso ayudaron los espías que tienen en el Ministerio, que Marcus ha mencionado. — Eso lleva el sello de los Van Der Luyden. Ojalá pudiera decir que no lo hacen en otros ámbitos. — Nikkie… — Advirtió Wren, mientras se echaba otra copa. — ¿Qué, Chris? ¿Me lo vas a negar tú precisamente? — Solo digo que aún no tenemos pruebas de nada, que estos chicos necesitan cosas en firmes. — Volvió a sentarse y suspiró. — Alice, dime exactamente qué tienen contra tu padre. — Ella se mordió los labios por dentro y se reasentó en la silla.

    Le acusan de haber robado un giratiempo del Ministerio. — Los dos estaban más callados que una tumba. — Y de intentar usarlo para traer a mi madre de vuelta. Pero es mentira, ni hay tal giratiempo ni mi madre está aquí, como ya se imaginan. — Los dos parecieron respirar un poco aliviados. Conocían tan bien a su padre que ni les había sorprendido que existiera esa posibilidad, sabían que su padre tenía poder mágico para eso y mucho más. — Y nos acusan al resto de la familia Gallia de haberlo encubierto. Es verdad que lo mandamos a Francia, con el resto de la familia, pero fue para evitar que estuviera tanto tiempo solo, todo fuera que hiciera algo contra sí mismo… — Nicole suspiró y negó con la cabeza, frotándose los ojos. — Lo tienen todo bien atado. ¿Tenéis abogado? — Sí, y nos ha dicho que la única forma de romper la medida cautelar es demostrar que los Van Der Luyden no son apto para cuidar a Dylan por cómo trataron a mi madre. — ¿Y las amenazas de estos años? — Preguntó Wren esperanzado. Ella negó. — Mi madre ni siquiera abría las cartas, las quemaba directamente. Creo que nunca contó con tener que usarlas contra ellos. — Les miró a los dos. — Ustedes pueden atestiguar cómo echaron a mi madre de casa cuando se enteraron de que estaba embarazada… — Nikkie soltó una carcajada sarcástica. — Oh, cariño, ni siquiera ella sabía que estaba embarazada cuando la echaron de casa. — Alice parpadeó sorprendida. — La echaron cuando se enteraron de que tenía una relación con tu padre, eso les pareció suficiente. — Nicole se secó los ojos rápidamente. — Eso es cierto, Alice. Y sí, podríamos atestiguar que… Bueno, aparentemente no querían saber nada de ella, que le retiraron el contacto con nadie de la familia, ni siquiera su tía Bethany o su hermana Lucy… — ¡Ja! ¡ESA! — Saltó Nicole de nuevo alzando mucho la voz. — A esa no querría verla ni en pintura. — Nikkie… — ¿Qué? ¿Quién te crees que fue la que delató a Janet? Yo no, desde luego, ni nadie del MACUSA. Fue ella, la hija perfecta, la flamante esposa del entonces Don Nadie McGrath que vaya, fíjate donde está hoy en día… ¿Por qué será? — Wren suspiró y se frotó los ojos. — El caso es que sí, nosotros podríamos atestiguar cómo la echaron de casa sin motivo… — Y la pegaron. Que tú no la viste cuando llegó con la mejilla roja e hinchada. Esa salvaje de Lucy Van Der Luyden… — El caso es que creo que podrías encontrar a más gente… Pero tienes que andarte con mucho cuidado para no llamar su atención. Ni la de Teddy o Michael McGrath. — Arrugó la expresión y se frotó la cara. — Todo el mundo menciona al hermano de mi madre, pero sinceramente no sé ni qué hace… — Amasar dinero sin escrúpulos, eso hace. — Contestó Nicole. — Tiene matones que le siguen a todas partes, porque putea a tanta gente… — Nicole… — Advirtió Wren, ya cansado. — Bueno, le hace daño a tanta gente, que vive con miedo de las consecuencias.

    Vale, aquello era mucha información y necesitaba recapitular mentalmente para contárselo a Rylance. — Entonces… Podría contar con ustedes para atestiguar que los Van Der Luyden no son aptos para cuidar de mi hermano. Por supuesto. — Contestó Nicole sin dilación. Wren se quedó callado. — Vamos, Chris, sabes que esa gente no debería estar cuidando de un hijo de Janet. Solo Dios sabe para qué lo quieren allí, y seguro que para nada bueno. — Alice le miró. — Señor Wren… Sé que le estoy pidiendo mucho, pero es lo único que puedo hacer. Ya habría decepcionado suficiente a mi madre habiendo dejado que se llevaran así a mi hermano, y más que se lo llevara la gente que le hizo lo que le hizo. — Wren cerró los ojos y negó. — No, Alice, tu madre nunca podría estar decepcionada contigo… Fue la jovencita más feliz que he visto al enterarse de que te iba a tener, ¿verdad Nikkie? — La mujer rio y acarició su mano. — Menuda loca. Parece que la estoy viendo cuando te miro… — Miró a Marcus y le acarició la mano a él también. — Cuando os miro. A Janet le encantaría saber que su hija tiene alguien que la apoya así. —






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    Mar Ene 17, 2023 9:09 pm


    De cara al pasado
    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Nicole estaba visiblemente indignada, y Marcus no pudo evitar mirar a Alice de soslayo, aunque se guardó muchísimo para sus adentros la sensación de satisfacción. Habían temido no encontrar respuestas, no encontrar contactos, o que estos no estuvieran dispuestos a ayudarle o incluso que se les pusieran en contra. Wren estaba conmocionado, aún no sabían por dónde les iba a salir. Pero de que Nicole iba a ponerse de su parte, no le cabía la menor duda.

    Creían que solo conocían a Janet en profundidad, pero al parecer, el tiempo que pasaron con William les valió para tener una opinión bien fundada de él, de su genialidad y de su bondad, con la que Marcus no podía estar más de acuerdo. El resto de datos que se estaban ahorrando... ahorrados se quedarían. Las palabras de Nicole emocionaron a Alice, y Marcus tuvo que contenerse mucho también, dejando en su lugar una sonrisa y apretando de nuevo su mano. Aquello, escuchar a personas que conocieron a Janet y William en su noviazgo, cuando empezaron a enamorarse, era doloroso, pero también precioso. Pero ahí se estaba hablando de más cosas, y aunque muy disimuladamente, Marcus alternó la mirada entre Wren y Nicole y tomó nota mental. Los Van Der Luyden tenían sus tentáculos muy largos y las manos metidas en el MACUSA, estaba clarísimo, pero ahí se estaban omitiendo datos de cosas que estaban haciendo perjudiciales para ellos y que nada tenían que ver con la historia de Marcus y Alice... pero quién sabía si podían usarla en su favor. Había que ganarse la confianza de Wren a como diera lugar.

    Dejó que Alice expusiera todos los hechos, pero la sorpresa vino cuando Nicole dijo que no echaron a Janet cuando se enteraron de su embarazo, sino antes. ¿Cuándo se enteraron entonces de la existencia de Alice? ¿Y cómo? ¿Y por qué tanto odio solo por enamorarse de alguien? Y si bien Nicole odiaba a la madre de Janet, al parecer contra quien más rabia tenía era contra su hermana... la madre de Aaron, casualmente. El chico ya les había justificado por qué su madre actuó como actuó, visión que Nicole claramente no compartía. Y la mujer dio otro dato, pero esta vez sobre el hermano de Janet. Marcus estaba almacenando mentalmente toda la información que podía. Bendita memoria la suya, qué bien le iba a venir.

    No se había equivocado: Nicole se prestó a testificar por ellos sin dudar, pero Wren no lo veía tan claro. Sonrió a la mujer. - Los Gallia tienen todo mi apoyo, porque yo he tenido todo su cariño siempre. - Miró al hombre. - Señor Wren... Yo no soy William Gallia. Más quisiera yo. - Dijo eso último entre risas. - Pero sé que mira a Alice y ve a Janet. - Al decírselo, el hombre le miró primero a él, y luego movió la vista hacia Alice, apesadumbrado y con los ojos ligeramente vidriosos. - Sé que ha echado hoy usted la vista atrás y ha recordado el amor que se tenían... Seguro que ve lo mismo en mis ojos que veía en los ojos de William cuando miraba a la chica que amaba. Por eso estoy aquí. - Se mojó los labios y entrelazó los dedos, inclinándose sobre la mesa para dar más seriedad a sus palabras. - Señor Wren, sé que para usted solo somos dos niños, pero nos ha tocado lidiar con esto, créame que no queríamos. Apenas tenemos un año menos del que tenía Janet cuando tomó las decisiones que hoy estamos hablando aquí. No hay edad para los problemas en la vida, eso lo sabe usted mejor que yo, seguro. - Y tanto que lo sé. - Suspiró el hombre, frotándose la frente. Marcus asintió. - ¿Sabe cómo hacemos que Janet siga viva? - Señaló a Alice de arriba abajo con ambas manos. - Aquí tiene su imagen. Su corazón lo tiene Dylan. - Sonrió levemente. - Es igualito que ella... bueno, tiene muchas cosas de su padre. Los rizos rubios, por ejemplo. Y la sinceridad. - Oyó que Nicole reía con adorabilidad, mientras se enjugaba las lágrimas. Wren sonrió, conmovido. - Janet también era bastante sincera ¿eh? - ¡Uy, ya te digo! Nos tenía a todos engañados con la carita de buena. - ¡Fíjate! - Dijo él, mirando a Alice con una risita. - Y nosotros culpando a tu padre de como era tu hermano. - Todos rieron levemente. Con el ambiente más distendido por un segundo, volvió a la carga. - Ya tuvimos una Janet sufriendo bajo el yugo de los Van Der Luyden. ¿Vamos a permitir que se repita la historia? - Se generó un silencio tenso.

    Wren suspiró. - Escuchad, no penséis que no quiero ayudar, bajo ningún concepto. Esto... esto no puede quedar así... pero... - Soltó aire por la nariz y les miró a los ojos. - Mi posición es altamente complicada. - Señor Wren, trabajando usted en defensa, deduzco que en su departamento tendrán los ojos siempre puestos sobre los alquimistas. - El hombre se extrañó, pero asintió. - Mi abuelo es Lawrence O'Donnell. Quizás no lo tenga tan localizado porque no es alquimista de fuego, pero es alquimista carmesí. Mi abuelo ha criado prácticamente a William, y puedo asegurarle que testificaría por él donde hiciera falta, que se jugaría su estatus por defenderle. - Negó. - No le estoy pidiendo que haga lo mismo, solo le digo que, si necesita un aval, podemos dárselo. Mi madre, Emma O'Donnell, lleva moviendo sus hilos desde que ocurrió todo esto, y también tiene una reputación que podría verse dañada. Pero hay algo que ni mi madre ni mi abuelo tienen y usted sí. - Juntó las manos, intensificando una mirada casi suplicante. - Información de primera mano. Experiencia directa con los Van Der Luyden. Señor Wren, usted conoció a Janet. Usted ha estado mano a mano con Peter Van Der Luyden. - Chris, por favor, escucha al chico. No sabe ni la mitad de las cosas y ya te está dando argumentos sobrados. - No quisiera entrometerme en asuntos que de seguro no me competen. - Continuó. - Pero estoy convencido, señor Wren, que no son los Gallia los únicos que han sufrido a manos de los Van Der Luyden. Usted es experto en defensa... - Tragó saliva y le miró a los ojos. - Defiéndanos. -




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    Miér Ene 18, 2023 12:31 am


    De cara al pasado
    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002

    Oír a Marcus hablar así del amor de sus padre la conmovió… Y veía cómo a Wren también. Sí, por eso había cruzado el océano, como hizo su madre, por amarla a ella. Y por ese amor a ella estaba viéndole sacar toda su maquinaria O’Donnell de labia y buenas formas para claramente convencer a Wren de que declarara en su favor. Se limpió las lágrimas cuando habló de Dylan y su corazón. — Sí que es igual que ella. — Y rio un poco a lo de la sinceridad. — Pues sí que teníamos que haberlo visto venir, que también era cosa de ella. Si es que se parecen demasiado… — Lo que si que era parecido era Marcus a su madre en aquel momento, con todo el encanto arrollador y familiar de Arnold O’Donnell. Menuda arma de destrucción masiva tenía oculta su Marcus con esa labia.

    Bueno, y ahora sacaba la carta del alquimista, no había mejor forma de convencer a los americanos que con su buena dosis de poder, y Marcus se desenvolvía entre ellos como si llevara haciéndolo toda la vida. Vamos, hasta con los gestos se estaba metiendo a Wren en el bolsillo. Y por supuesto Nicole estaba más que metida ya, contando con que encima parecía odiar de base a los Van Der Luyden, y el discurso de Marcus era más convincente a cada frase que decía. Eso sí, casi se le escapa una risa con lo de la analogía de la defensa, no porque fuera mala, sino porque estaba alucinando con que se estuviera sacando aquel discurso tan épico y conveniente sobre la marcha. Si Jacobs estuviera aquí, fliparía contigo, pensó para sí. Luego pensaba recalcárselo. Bueno, y tu primo Jason no daría crédito, ríete del hijo vendiendo escobas.

    Wren la miró, con los ojos humedecidos, y luego a Marcus. — Hablas muy sabiamente a pesar de ser tan joven, chico. Y tienes mucha razón. — Inspiró profundamente y perdió la mirada. — En su día… Sentí mucho, pero que mucho no haber podido ayudarles más. Sentí que dejé que Janet se marchara sin ninguna garantía y que los Van Der Luyden la enterraran de la historia… — La miró directamente a ella y dijo. — Sí que es como si pudiera verla a ella. — Es que es increíble. — Apostilló Nicole. — Ya le fallé a tu madre, Alice. No fallaré dos veces. — Se apoyó con ambas manos en la mesa. — Pero todo esto tiene que ser increíblemente discreto, todo lo que podáis. — Alice asintió fervientemente. — Sí, sí, hablaremos con nuestro abogado hoy mismo y le contaremos que ustedes están dispuestos a declarar, él nos dirá qué hacer. — Yo puedo recabar más testimonios de trabajadores de aquí, no será difícil… Y los Van Der Luyden tienen muchos enemigos, no son tan omnipotentes como parecen. Pero no debemos vernos más aquí. — En eso estaban de acuerdo. Cuanto menos se pasaran por el MACUSA, mejor. — ¿Dónde os estáis quedando? — Preguntó Wren, pero Nicole levantó la mano. — No. No lo digáis. — Alice hasta se asustó y se miró con Marcus repentinamente asustada. ¿Les estaban escuchando? ¿No se fiaba Nicole de Wren? No era lo que parecía… — Lo que no sepamos, no lo podremos contar. — ¿De verdad estaban hablando en esos términos? Contuvo un escalofrío. La mujer cogió una tarjeta y escribió una dirección y unas indicaciones. — Esa es mi casa, nos reunimos allí dentro de tres días, a las seis de la tarde. Si no estoy a las seis y cinco, os vais. — Alice leyó la tarjeta y frunció el ceño. — ¿Me ha escrito como llegar en metro? — Wren y Nicole la miraron un poco confusos. — Es la única forma de llegar, es un barrio nomaj, no te puedes aparecer allí directamente. Podéis venir al MACUSA y os montáis en esta estación. — Señaló el nombre en la tarjeta. — Y os bajáis aquí. — ¿Eso es Hell’s Kitchen? — Preguntó, probablemente con un punto de esperanza en la voz que Nicole detectó. — Sí. A tu madre le encantaba. Aunque ahora es ligeramente diferente… — Alice asintió y se guardó la tarjeta. — No sé cómo agradecérselo. — No lo hagas. Se lo debemos a Janet, por todo lo que no pudimos hacer hace diecinueve años. — Dijo Wren levantándose, los otros tres hicieron lo mismo. — Cualquier contacto con Chris, lo haréis a través de mí, así reducimos las opciones de que nadie se entere de nada. — Alice miró al señor Wren con los ojos húmedos. — Señor Wren… Mis padres siempre le han recordado. Le prometo que si todo esto pasa y se arregla, volveré con mi padre y podrá agradecérselo en persona. — Es mucho más lo que yo tengo que agradecerle, créeme… Todo el mundo aquí, realmente. Cuando ocurrió el 11-S la cúpula de tu padre nos dio la seguridad que nadie más en Nueva York tenía. — ¿El 11-S? — Preguntó desconcertada, y ambos magos la miraron confusos. — Buf… Pues esa historia es demasiado larga para contártela hoy… El próximo día ya si eso. — Ella asintió y Nicole se ofreció a acompañarlos a la puerta. Antes de salir al vestíbulo se despidió de ellos y reiteró la cita, pero Alice quería hacerle una última pregunta. — Señorita Guarini… — Nicole, cariño, o Nikkie, así me llamaba tu madre. — Nikkie… El Empire State… ¿Está muy lejos? — La mujer sonrió y negó con la cabeza. — Solo sigue recto y lo verás, es inconfundible. — Puso una sonrisa triste. — El sitio más cercano al cielo en Nueva York, ¿eh? Me temo que ya no es así… Y que en los últimos tiempos ni siquiera es una buena señal, pero puedes ir allí a recordarla. Gracias. — Tomó la mano de Marcus y le miró. — ¿Te importa? Solo quiero verlo por fuera.






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    Miér Ene 18, 2023 5:18 pm


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    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Sentía la tensión por todo su cuerpo mientras miraba al hombre hablar, esperando su resolución. Entre sus palabras y lo que le evocaba mirar a Alice, acabó decantándose por ayudarles, lo cual le hizo sonreír aliviado. - No sabes cuantísimo se lo agradecemos, señor Wren, de verdad. - Afirmó, asintiendo también a lo de la discreción. Ya venían con ese mantra de casa, su madre se lo había dejado bien clarito. Eso sí, aunque venían con la lección aprendida de que toda precaución era poca, la reacción de Nicole llegó hasta a preocuparle. Miró de reojo a Alice, ¿hasta ese punto llegaba el nivel de mafia de esa gente? No dejaba de querer aferrarse a la inútil esperanza de que eran solo gente mala y ya está, pero no, eran muchísimo más que eso. Asintió a las pautas de la mujer y le dijo también a ella. - Muchísimas gracias, señorita Guarini. - Nikki. - Le corrigió, con una sonrisa cálida que Marcus correspondió.

    Hell's Kitchen. La única referencia que tenía de ese barrio era por las anécdotas de William y Janet que padre e hija contaban, así que le hizo hasta cierta ilusión saber que irían allí. Cuando todo aquello acabara, pensaba buscar el restaurante italiano de la cita de William y Janet y llevar allí a los hermanos para celebrarlo. Se pusieron de pie para marcharse, y cuando Alice dijo en su despedida que volvería con su padre, sonrió. Eso quería oír, quería saber que volverían una padre y una hija que se querían con locura, aunque ahora estuviera la situación tan tensa. Con esa esperanza y con un gran respaldo, desde luego, se iba muchísimo más tranquilo del MACUSA.

    Justo cuando salían, Alice se giró hacia Nicole para preguntarle por el Empire State. Que estuviera pensando en eso, en homenajear a su madre, en querer ver los lugares que a ella le gustaban, le daba esperanzas. Esa era su Alice, la que por muy triste que estuviera no dejaba de hacer sus gestos y homenajes particulares. Cuando la notaba asustada, nerviosa e ida era mucho peor. Con eso podía y sabía lidiar. - Por supuesto. - Aseguró, tomando su mano. - Vamos. -

    No tardaron en llegar al, como aseguró la mujer, inconfundible edificio. Se plantaron frente a él y alzaron la cabeza, teniendo que doblar mucho el cuello para verlo. - Sí que es... sorprendentemente alto. - Miró a Alice y frunció los labios en una sonrisa. - ¿Seguro que no quieres subir? - Miró su reloj. - El tío Frankie dice que, entre una cosa y otra, les da casi las dos para empezar a comer. Aún nos quedan un par de horas. - Se mojó los labios y, sin poder remediar la sonrisa, agarró sus dos manos y le dijo emocionado. - Alice, ¿eres consciente de lo que acabas de conseguir? ¿De lo que has provocado en esas personas solo con verte? - Miró de nuevo al enorme edificio, y bajó la mirada a Alice una vez más. - Sería muy de tu madre decir algo así como "el lugar más cercano al cielo es donde tú quieras estar", o una de esas frases tan bonitas... Y hoy estamos muy cerca del cielo, Alice. Estamos más cerca de ella que nunca. - Apretó sus manos. - No sé cómo de difícil será este camino. Pero lo vamos a conseguir. Estoy convencido de ello. -




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    Miér Ene 18, 2023 10:38 pm


    De cara al pasado
    Con Marcus | En Nueva York| 1 de agosto de 2002

    Agradecía tanto poder estar andando de la mano con su novio, los dos solos, al aire libre, con tiempo para pensar… Realmente, lo que no habían tenido tiempo ni ocasión para hacer desde hacía casi un mes. De la mano de Marcus, en aquella marabunta de gente, ruidos y coches, sentía una extraña paz, algo que no podía explicar, sabiendo que caminaba por aquellas calles que sus padres habían recorrido de la misma forma, enamorados, felices, evitando ser vistos… Por la misma gente que ellos también estaban evitando. Era extraño, pero después de aquella intensa reunión, por fin sentía esa paz mental que tanto había ansiado semanas atrás.

    Llegaron al pie del Empire State y, como tanta otra gente a su alrededor, se pararon a admirarlo, a mirar hacia arriba y observar aquel gigante. Su mente no concebía algo tan altísimo y grande, le parecía la ambición hecha edificio. — Es… Sobrecogedor. Nikkie dice que no es el sitio más cercano al cielo ya, pero… — Miró alrededor. Sí, parecía que había muchísimos rascacielos por allí pero… Ninguno se le antojaba como aquel.

    Miró a Marcus y sonrió débilmente, negando con la cabeza. — No, mi amor… Subiremos, antes de irnos. — Le miró a los ojos. — Cuando tengamos a Dylan aquí, con nosotros. Y subiremos los tres y podremos decir “ahora sí, mamá, lo hemos logrado”. — Se limpió las dos lágrimas que cayeron por sus mejillas y dejó que Marcus le cogiera las manos. — Hemos, lo hemos logrado los dos. Menudo peligro tienes con esa retórica tuya, convencerías a cualquiera de lo que quisieras, ha sido increíble. Yo solo he puesto, literalmente, la cara. — Dirigió la mirada hacia arriba como él y rio, asintiendo. — Sí que diría algo así… — Miró a su novio emocionada. — Y la verdad es que yo también lo siento. Que estamos más cerca de ella, que puedo entenderla como no la había entendido antes. Es… Es una sensación extrañísima, pero… Hasta cierto punto, estoy agradecida por ella. — Volvió a mirar al edificio y asintió. — Lo vamos a conseguir. Los dos. Volveremos. Con Dylan. Ahora quiero salir un poco de esta congestión, y juraría… Que por allí está el agua. — Dijo señalando en una dirección.

    Efectivamente, no se equivocaba. Nueva York tenía algo muy particular que era que tan pronto podías sentirte en una jaula gigante y ruidosa, como salir a mirar la inmensidad del Atlántico frente a ti. Se acercó a uno de los miradores que había y se apoyó en la baranda. — Guau, menudo vendaval, definitivamente tenía que venir aquí. — Dijo con una risa. Señaló al agua. — Por allí, muy muy lejos… Está nuestra isla. Aunque ahora estemos en otra muy distinta… El camino de vuelta lo tenemos claro. — Le miró y puso una sonrisa ladeada. — No como la primera vez que planeamos venir a Nueva York, ¿te acuerdas? — Movió una mano para rozar la de él. — También querías animarme, sacarme de mi pozo, borrarme la tristeza. ¿Qué hubieras hecho si nos llegamos a encontrar con catorce años aquí, en este pandemonio de ciudad? — Rio un poco y se giró para quedar frente a frente a su novio, y, por primera vez, sin darle tantas vueltas a la cabeza, le pasó los brazos por el cuello y se lanzó a besarle, a besarle de verdad, con amor, con pasión, envueltos por la salvaje brisa del Atlántico y el Hudson que parecía, como todo lo americano, en querer competir en fuerza y presencia con la del resto del mundo. Cuando se separó de sus labios, no varió la postura, tan solo apoyó la frente sobre la de Marcus. — Puedo enfrentar cualquier cosa si es contigo. Me das fuerza, me das esperanza, me das amor… — Dejó un breve beso sobre sus labios. — Sé que estos días no te lo he demostrado lo suficiente. Eres el mayor apoyo que podría tener, el amor de mi vida, y ha quedado demostrado que cualquiera que sea la circunstancia sé que nuestro amor es más fuerte que nada. — Inspiró y cerró los ojos. — Te amo, Marcus O’Donnell. Gracias. Gracias por hacerme sentir en casa y segura allá donde esté.





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    De cara al pasado
    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Sonrió ampliamente. Le gustaba, le gustaba mucho ese plan. - Así lo haremos. - Afirmó, más convencido que en toda su vida. Volverían allí con Dylan y subirían juntos los tres. Su afirmación le sacó una risa humilde. - He tenido una buena instrucción. - Bromeó, aunque en el fondo los dos sabían que era verdad. Acarició su mejilla. - Una cara preciosa y sincera que lo dice todo. - Nadie podía dudar que era la hija de Janet, pero no solo por su parecido físico, sino por el aura que ambas desprendían. Y sí, el también se sentía más cerca que nunca de ella.

    Sí que había congestión en esa ciudad, muchísima, y mucho ruido y gente. Pero Alice tiró de su mano y le orientó hacia donde creía que estaba el mar, y no se equivocó. Allí la brisa era ligeramente más limpia que entre los edificios, y el viento mucho más fuerte. Rio levemente. - Nadie como tú es capaz de seguir la dirección del viento. - Dijo con cariño. Miró donde le señalaba y sonrió levemente. - Allí está. - Musitó. Sí, sí que tenían claro su camino de vuelta. - Un halcón siempre sabe el camino por el que tiene que volver. - Al decir eso, la miró, con los ojos llenos de orgullo. - Sigues siendo la persona más valiente que he conocido. - Se lo había dicho muchas veces, y todas esas veces había tenido claro que ni siquiera había visto hasta donde era Alice capaz de llegar. Situaciones como la que ahora estaban viviendo le confirmaban que no se equivocaba.

    Aunque lo siguiente que dijo le hizo reír con sinceridad, echando la cabeza hacia atrás. - Dios... ¿Te puedes creer que todo este proceso ni lo había pensado? - Se llevó una mano a la cara y rio, negando. Parecía que hacía toda una vida. - ¿Cómo pude tener una idea tan peregrina? Claramente no era más que un crío. - Rio otro poco y, cómicamente, contestó entre risas. - ¿Que qué hubiera hecho? Morirme, probablemente. - Apretó sus manos, ya dejando de reír. - Pero bien dispuesto que estaba a venirme... Ahora le veo todas las lagunas al plan: que estábamos solos, que éramos muy pequeños, el sufrimiento de Lex sabiendo lo que íbamos a hacer y sin poder impedirlo, el que le hubiéramos causado a nuestros padres... ese pequeño detalle de que el viaje fuera por medio de un círculo de piedras y lo de poder alterar la línea temporal y esas cosas... - Rio otra vez. Se acercó a ella y acarició su rostro. - Y lo habría hecho encantado solo por verte sonreír. - El que dibujó una sonrisa triste fue él. - Siento que tuvieran que darse esas circunstancias para que quisiera traerte... y siento que al final hayas tenido que venir por estas. - No era el viaje que ambos tenían pensado hacer juntos, ni en aquella época ni en esta, desde luego que no.

    Y entonces ella le besó, y él rodeó su cintura y se entregó a ese beso, sintiendo la intensidad del amor en su pecho, aferrándola a él. - Alice... - Susurró al separarse de sus labios, espontáneamente. La quería tanto, la adoraba con tal intensidad... aguantaría mil ciudades como esa por ella, por no verla llorar, por hacerla feliz, por quitarle el sufrimiento. Escuchó sus palabras, mirándola a los ojos, y acarició su mejilla. - Lo sé. Claro que lo sé, mi amor. - Se lo demostraba con su mirada, no necesitaba que se lo dijera, él lo sabía. Y conocía a Alice desde hacía mucho tiempo: ella tendía a aislarse, no pocos problemas les había traído eso. Que no quisiera separarse de él ni un instante, que le hubiera llevado allí y contara con él para cada movimiento, lo decía todo. Negó. - Esto que hago lo hago con el corazón en la mano, Alice. Y por justicia. Te quiero a ti, quería a tu madre, quiero a Dylan y a toda tu familia. No tienes que darme las gracias por defender aquello en lo que creo, por querer hacer justicia, o por tener un acto de amor con quien me da la vida todos los días, que eres tú. - Dejó otro beso en sus labios y añadió. - Yo también te amo, mi amor. Con toda mi alma. Y recuerda. - Ladeó la sonrisa y la miró a los ojos. - Somos imparables. -




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    Jue Ene 19, 2023 9:45 pm


    Toda la carne en el asador
    Con Marcus | En Long Island| 2 de agosto de 2002

    Así que eso… Están muy dispuestos a declarar, gracias a Marcus, la verdad. — Terminó de contar, mirando a Emma y Arnold difusos en el reflejo del espejo. — Eso son muy buenas noticias, Alice, muy buenas. — Dijo Emma. — En tres días tendremos algo más, y ese día deberíamos hablar con Rylance de todo lo que Nikki recabe. ¿Por lo demás como estáis? ¿Cómo os vais aclimatando a América? — Preguntó Arnold, un poquito ansioso. — Los Lacey son un encanto y la casa es superacogedora, se está muy bien aquí y… Bueno ahora vamos a conocerlos a todos. Ah, las barbacoas de mis tíos… En Irlanda nos las hacían de pequeños. Verás como os viene bien. — Ella asintió con una leve sonrisa, porque no quería gastar demasiadas fuerzas, que ahora le quedaba otro asalto. — Oye, no os oigo pensar desde aquí. — Dijo Lex apareciendo por detrás. Eso la hizo reír un poquito más. — Bueno estaría, con un océano en medio. Pues pregunta, como hacemos los demás. — ¿Cómo es Nueva York? — Preguntó el chico con curiosidad. Alice hinchó los carrillos y soltó todo el aire. — Es… enorme. Masiva. Llena de muggles y de coches, son MUY desagradables. Y todos los edificios son gigantescos y horteras. — Terminó con una risita. — Yo creo que a Marcus le han gustado un poquito. — Trató de distender un poco el ambiente. — Y hemos ido al Empire State, no hemos subido, pero lo hemos visto desde abajo. Y la Estatua de la Libertad, se ve desde muchos sitios. — Y, ehm… ¿Has ido así al MACUSA? — Notó el tono de Emma, que no quería ser descortés, pero el vestido de las florecitas le estaba poniendo nerviosa. — No, es que me acabo de cambiar para la barbacoa a algo más cómodo, porque en esta ciudad hace un calor pegajoso que no os podéis imaginar. — Se giró hacia la cama y le mostró el vestido rosa clarito que había llevado. — Me puse este. — Ah, ese te queda estupendamente. Bueno, como el que llevas, verás, pero no quería que trataran como a una niña. — Eso la hizo reír. — Yo creo que la secretaria ha alucinado un poco cuando el señor Wren nos ha subido a su despacho. Y Nikkie también parece importante, más que cuando trabajaba mi madre aquí, desde luego. — Suspiró y vio las caras de los O’Donnell. Sus suegros y su cuñado era buenísimos, y estaba realmente preocupados e interesados en ella, pero sabía lo que necesitaban. — Wow, ahí abajo hay jaleo, creo que voy a ir bajando para calmar a las masas. — Les mando un beso y sonrió. — Gracias por todo. Os seguiremos informando con todo lo que sepamos. Que aproveche la cena, y dadle un abrazo a las tías de mi parte. — Y con un apretón en la mano a Marcus, salió de la habitación donde tenían el espejo.

    Lo mínimo que podía darle a su novio era un rato con sus padres y con su hermano. Ella no tenía a su madre ni a su hermano, y pasaba de intentar hablar con su padre. Si fueran otras la circunstancias, le hubiera encantado contarle dónde había estado, que Wren le recordaba con cariño, que allí era un héroe… Pero no era el caso. La verdad era que se había aferrado al supuesto jaleo, pero Jason llevaba mucho rato armando jaleo y nadie les había llamado para bajar. No es que no se sintiera a gusto con los Lacey, pero no quería bajar sin Marcus, porque a él le encantaban las presentaciones oficiales, así que simplemente se sentó en las escaleras, mirándose aquel vestido que le traía buenos recuerdos del lavadero, de sus escapadas con Marcus cuando la vida era tan fácil que el problema era buscar un lugar donde estar solos y poder besarse y tocarse. Le echaba de menos así, echaba de menos estar tumbados leyendo y preocupándose de si miraba el bajo de su falda subirse o no…

    Tú… Eres Alice, ¿no? — Levantó la mirada y vio a un chico de unos catorce o quince años de espeso pelo negro, muy larguirucho. Le recordaba un poco a Marcus con esa edad, pero desprovisto del porte elegante de Emma. — Sí, soy yo.  — El chico se sentó a su lado y le ofreció la mano. — Fergus Lacey, conoces a mi padre, no me cabe duda, se hace conocer. — Eso la hizo reír un poco, mientras le estrechaba la mano. — Alice Gallia, encantada. — Mola tu acento. Y tu vestido. A todo esto, ¿dónde está mi primo? — Hablando con sus padres por el espejo. — Fergus chasqueó la lengua y miró a la nada. — Ya, tenéis una movida encima, por lo que he oído. Pero me han prohibido asediaros a preguntas, y aun así, ya ves, no lo puedo evitar. — Ella apoyó la espalda en la barandilla de las escaleras. — ¿A qué casa vas? — Orgullosamente, a Serpiente cornuda. — Dijo poniendo los cuernos con los dedos en su frente, haciéndola reír. — Eso es como Ravenclaw. Se nota bastante. — Fergus hizo un gesto con la cabeza. — Venga, vente, mi hermana también es de mi casa, y mi hermano no, pero le cae bien a todo el mundo, y hay un montón de críos si te gustan… — Ella amplió la sonrisa, voy a esperar a tu primo, para hacer las cosas bien y salir al jardín juntos. — Ah eres de esas serpientes cornudas… Como mi madre de “las cosas se hacen bien o no se hacen, Fergus Lacey”. — Imitó el chico, poniendo una voz muy ridícula, que la hizo reír. — Exactamente. Ahora mismo vamos.






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    Dom Ene 22, 2023 12:31 am


    Toda la carne en el asador
    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Estaba contento, y orgulloso, pero también nervioso. Era la primera vez que hablaba con su familia por ese medio y tenían muchas cosas que contar. Quería mantenerse seguro y tranquilo... pero debía notársele en la sonrisa nerviosa fruncida en los labios y en el movimiento de sus dedos que no lo estaba del todo. De hecho, Lex no paraba de mirarle de tanto en cuando, compartiendo con él una mirada cómplice. Había cedido el testigo de hablar a Alice, pero la frase de su hermano le hizo ahogar una risa. Él no vería lo que pensaban ellos, pero Marcus casi podía leerle en la cara lo que estaba pensando. - Estamos bien. Estamos comodísimos aquí. - Aseguró, tranquilo y con una sonrisa leve, alternando la mirada entre sus tres familiares. - De verdad que sí. - Al menos quería dejarles tranquilos.

    Miró a Alice con un toque de reproche cómico. - ¡Eh! A mí también me parece exagerada, y ruidosa. Y con mucha polución, hay coches por todas partes, y pitan y hacen muchísimo ruido. - Miró a Lex y a su madre. - No os gustaría nada. - Emma rio levemente, pero Lex lo hizo con una carcajada. - ¿Edificios horteras? Me creo que te gusten. - Qué mal concepto tenéis todos de mí. - Bueno, les estaban viendo bien y hasta con ganas de bromear, eso les dejaría tranquilos. La apreciación de su madre hacia el vestido de Alice le hizo suspirar mudamente y mirarla con cara de circunstancias, mientras su padre y Lex aguantaban risillas. - Y si hubiera ido así, está guapísima. - No lo discuto. - Respondió su madre mirándole intensamente, y le llegó el mensaje bien nítido: "deja el amor a un lado que a estas cuestiones no hay que ir guapa sino apropiada". Estaba de acuerdo, pero es que él veía a Alice con otros ojos.

    Alice quiso darle un momento a solas con su familia y, tras mirarla con una sonrisa mientras salía de la sala, se giró a su familia. Se hizo un pequeño silencio. - ¿De verdad estáis bien? - Preguntó Arnold con suavidad. Marcus asintió. - Estar aquí es como estar con los abuelos, y el primo Jason es muy divertido. Tenemos ganas de conocer a los demás y despejarnos un poco. - Había dicho eso con un tono triste que no daba mucha credibilidad. Respiró hondo y soltó el aire. - Es... un poco raro estar aquí. - Miró hacia atrás. No parecía haber nadie cerca. - Aquí todo el mundo conoce de sobra a los Van Der Luyden y nadie parece ni mínimamente sorprendido de lo que está ocurriendo. Han reconocido a Aaron a la primera, y me da... que con los primos no se va a llevar muy bien, pero bueno. Los tíos le han acogido con uno más, de hecho parece que les da un poco de pena. - Lex estaba ceñudo, pero sus padres asintieron con comprensión. - Y... - Soltó aire una vez más. - Bueno, la llegada fue... Es raro estar aquí. - Repitió. No sabía cómo definirlo de otra forma. - Y... El señor Wren y la señorita Guarini se... Han sido muy amables, pero cuando han visto a Alice... - Tragó saliva y miró a su familia a los ojos, ya que hasta el momento había tenido la mirada baja. - Esas personas querían a Janet, la recordaban como si se hubiera ido de aquí hacía tres días, y... no sabían... - Suspiró. - Se han quedado devastados cuando se han enterado. - Alzó la mirada a sus padres. Él recordaba a Janet nítidamente, y veía fotos de ella con relativa frecuencia, por no hablar del retrato. Pero sus ojos siempre la vieron como una madre, mientras que para él Alice era Alice desde siempre, y ahora... saber que esas personas, cuando la conocieron, ella tenía su edad... - ¿Tanto se parecen? - Preguntó. Arnold y Emma se miraron, y cuando volvieron la vista a él, el hombre respondió. - Muchísimo... Ya sabes que tiene los ojos de William, y esa sonrisilla divertida... Pero es su viva imagen. - Verla ha debido ser impactante para esas personas. - Afirmó su madre. - Pero piensa, cielo, que merecían saber qué había ocurrido con Janet. Y que nos va a venir muy bien su ayuda. Ellos sentirán que hacen justicia a su memoria y nosotros conseguiremos nuestro objetivo. - Marcus asintió. Sí, su madre tenía razón, era así como había que verlo. E intentar no venirse abajo.

    Terminó de despedirse de su familia, con un pellizco en el corazón cuando les vio desaparecer en el espejo y este volvió a devolverle el reflejo de un Marcus que estaba muy lejos de ser el chico exultante que era siempre en las reuniones familiares. Echó aire por la nariz con resignación y bajó las escaleras, encontrándose a Alice sentada en estas. Sonrió. - Vaya, qué provenzal más guapa, ¿te has perdido? - Le tendió la mano. - Bienvenida al club, yo soy inglés, y ahí fuera nos esperan un montón de irlandeses. Supongo que será una buena manera de sobrellevar América. - Rio un poco y dejó un breve beso en sus labios. - Me encanta este vestido. Estás preciosa. - Hizo un gesto con la cabeza y señaló la puerta. - Vamos fuera. Nos espera nuestra gran familia americana. -

    Y tanto que le esperaban. Al salir se encontraron un montón de ojos mirándoles, tanto que hasta él se impresionó ligeramente, y eso que Marcus se crecía ante el público y ante las familias. - ¡Eh! Te pareces a mí un montón. - Bramó un chico de rizos negros y cara bromista. Si no le fallaban los cálculos, debía ser Fergus. - ¡Aquí están los primos nuevos! - Dijo Jason, superando considerablemente en decibelios al anterior. Venía con un delantal con una vaca estampada en un tono rosado que parecía ir tostándose poco a poco, y unas pinzas de barbacoa en las manos. Se les acercó y pasó su enorme brazo por los hombros de ambos. - ¡La carne ya se está haciendo! - Se señaló el pecho. - Cuando alcance el punto que queráis, me avisáis. Esta lo va controlando. - ¿El delantal controla el punto de la carne? - Preguntó Marcus, asombrado. El hombre soltó una cantarina carcajada. - Bue, sí y no. La carne la controlo yo, ¡un experto, no vas a comer hamburguesa mejor! Esa solo me avisa de cómo va. Cuando veas el colorcito que quieras, tú solo di: AHÍ VA MI CARNE. - Va, papá, yo creo que se ha enterado. Déjale el turno a Sophie, que no lo reconoce pero está deseando hablar con ellos. - ¿Tú es que no te callas nunca? - Le espetó una chica con impaciencia al joven de los rizos negros y cara bromista. El chico rio y la chica avanzó hacia ellos. - Hola, Marcus. Soy tu prima Sophie. Hola, Alice. Encantada de conoceros. - Rodó los ojos. - Me presento la primera para que sepáis a quien pedirle socorro si en algún momento queréis que os rescaten. Lo de mi padre con los puntos de la carne solo es el principio. - Tú eres la que está en Serpiente Cornuda ¿no? - Preguntó Marcus con esa sonrisa intelectual que le ponía a quienes consideraba como él. Sonrisa que en el acto le fue devuelta. - Y vosotros los Ravenclaw. Si sobrevivís, nos vamos a llevar bien. Salvo que seáis como mi hermano, que ahora que lo pienso, físicamente te das un aire. -Ladeó varias veces la cabeza. - En ese caso, huiré de vosotros como huyo de él. - Coronó con una risa y luego les estrechó la mano para saludarles. Sí, se sentía en familia.




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    Con Marcus | En Long Island| 2 de agosto de 2002

    Tuvo que sonreír a las palabras de su novio, era encantador, completo, ingenioso… Y Alice sabía que también lo estaba pasando mal, pero ahí estaba dándolo todo por ella, haciendo el esfuerzo de decirle cosas bonitas y de presentarse delante de todos los Lacey y darlo todo. Sonrió y dijo. — Si algo he aprendido de los O’Donnell es que las familias irlandesas lo hacen todo más alegre y llevadero. — Dejó un beso sobre sus labios. — Tú siempre estás guapo. —Ladeó la sonrisa un poco, guiñando un ojo, y dijo. — Oh, sí, ya lo creo que te gusta este vestido. Me lo he puesto para recordar días un poquito más despreocupados. — Y juntos bajaron al jardín.

    Allí había como MUCHA gente, pero Alice estaba acostumbrada por las reuniones con los Sorel. El primero en hablar fue Fergus, haciendo patente de lo que ya se había dado cuenta ella antes. Por supuesto Jason tenía que ser maestro de ceremonias, y cómo no iba a serlo con semejante delantal. — ¡Oye! Qué ingenioso, así es imposible equivocarse. — ¿Cómo la quieres Alice? — Oh, y… Me voy a esperar un poquito, que todavía no tengo hambre. — Pues más vale que vayas haciendo hueco, aquí hay comida para tres familias Lacey. — Prestó atención a Fergus de nuevo, que les presentó a Sophia, la única de la que había oído hablar. — Hola, Sophia, encantada. — Saludó con una sonrisa. — Me recuerdas un montón a tu tía Molly, tenéis el mismo color de pelo de jóvenes. ¡Ah! Genes recesivos, siempre me ha encantado tener que explicar a todo el mundo que los familiares de Jason son MUY pelirrojos cuando conocen a mis hijos. — Dijo una mujer muy alta y espigada. ¿Todo el mundo era MUY alto en América? — Soy Betty, la mujer de Jason, encantada chicos. — Sonrió a la mujer y a los comentarios de Sophia. Ya le gustaba. — Reconozco a un Ravenclaw en una familia caótica cuando lo veo. — Les dijo con una risita. — Ah, entonces mira al pobre tío Dan, que todos los domingos se busca algo que hacer para no tener que lidiar con este caos. — Señaló Sophia a un hombre de pelo rizado que estaba liado en el montaje de mesas y platos. — Ese sería mi suegro cuando nos juntamos con mi familia, definitivamente, ¿a que sí? — Le dijo a Marcus. La verdad es que habían conseguido arreglarle el humor instantáneamente entre todos.

    Vaya, vaya, si no supiera que es imposible, diría que eres mi guapísimo primo Arnold que no ha envejecido. — Dijo otra mujer, que apareció por allí con un bebé en brazos y tres niñas alrededor. Esa también era ALTÍSIMA, más alta aún que Betty y Sophia (y juraría que más alta que algunos de los señores de la familia). — Soy Shannon, chicos, y este es mi otro Arnold. — Dijo moviendo al niño en sus brazos. Era un niño precioso, la verdad. — ¡Oh! ¡Otro Arnie! Hola, precioso. — Saludó ella dándole un toquecito en la nariz. — Y estas son mis chicas… — ¿Es verdad que venís de Inglaterra? ¿Pero nuestra familia no es de Irlanda? — ¿Cuál de vosotros es el que es primo y cual el que viene pegado? — Aquella sucesión de preguntas seguidas la hizo reír mucho, y no solo a ella, porque Sophia se inclinó y se puso a hacer cosquillas a la más rubita. — ¿Pero qué descortesía es esa? Alice se va a pensar que somos una familia de preguntones desagradables. ¡Preséntate por lo menos! — La niña se rio y retorció. — Soy Saoirse. — Dijo entre risas pillas. Menudo terremoto. — Y esa es… — ¡Yo me presento sola! — Intervino la que era un poco más mayor y más pelirroja. — Yo soy Ada. — Y la otra es mi hermana Maeve, pero no sé por qué no habla. — La chica era altísima también para su edad, porque, por la cara, no debía tener más de doce años, pero ya era casi como Alice, y estaba pegada al brazo de su madre, colorada. — Hola, Maeve, soy Alice, y este es vuestro primo Marcus. — La chica se puso más roja aún y saludó solo con la mano. — Sí, hija, te entiendo, yo con mi primo Arnold era igual. — Dijo Shannon y las madres se echaron a reír.

    ¡Eh! A mí me queda uno por enseñar. ¡Junior! Ven aquí. — Y, cómo no, otra persona altísima apareció por allí, con el mismo tono de pelo que Sophia. Le recordó a Lex por el tamaño y lo musculoso, solo que, solo por el estilo y la cara que traía, lo metería en el saco de Peter Bradley. — Este es mi hijo mayor, Junior. — El chico les tendió la mano y puso una sonrisa encantadora que Alice estaba segura de que había causado estragos en Ilvermony. — Soy Francis Lacey, Frankie para los amigos, pero mi familia se empeña en llamarme Junior incluso con este tamaño que tengo ya.Encantada, Frankie. Alice Gallia. — Cuando miró a Marcus dijo. — Tú eres el alquimista, ¿no? Como el tío Larry. Y tu hermano el jugador de quidditch. Me muero por conocerlo, yo me dedico a las escobas. — A vender siempre que tienes oportunidad te dedicas. — Rectificó Sophia entornando los ojos. — No descansa nunca. — Ni tú de leer y corregir a la gente y aquí estamos. — ¿Entendéis ahora la cúpula antirruido? — Dijo Betty rodeando a sus dos hijos. — Creo que ya tenéis a todo el mundo registrado. — Excepto a tío George y Sandy, que siempre llegan tarde porque son muy importantes. — Aclaró Frankie jr. en tono de broma. Justo entonces se acercó Maeve a ella. — Alice, cariño, ¿crees que Aaron querrá bajar? Le hemos puesto plato y todo, pero no le he visto el pelo desde que empezaron a llegar… — ¿Aaron? ¿Qué Aaron? — Preguntó Sophia. — El primo de Alice, que está aquí también con ellos, fue a Ilvermony, igual el conocéis… ¿Aaron McGrath? ¿Es primo tuyo? — Preguntó Frankie. Pues sí que empezaban bien. — Si me disculpáis… Voy a buscarle… — Y se fue hacia la habitación.





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    Mar Ene 24, 2023 12:50 am


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    Con Alice | En Nueva York | Del 2 de agosto de 2002
    Señaló a Sophia. - ¡Es verdad! He visto fotos antiguas de mi abuela, puede que seas la que más se parece a ella. - Y la explicación de los genes recesivos que llegó de manos de la madre de la chica le hizo sonreír. Efectivamente, eso eran unas Ravenclaw. Iban a llevarse bastante bien con esa rama de la familia. - Encantado. Soy Marcus. - Les señaló a Daniel, el marido de su prima Shannon (sí, se había aprendido muy bien el árbol genealógico aún en su casa), y el comentario de Alice le hizo reír a carcajadas. - Definitivamente, sí. Aunque con lo que le gustan los niños, tampoco le importaría estar rodeado de ellos. - Y en eso hablaba por su padre y por sí mismo, que ya estaba oteando que había más de un pequeño por ahí. Estaba deseando lanzarse al suelo a jugar como si no existiera ningún drama en la vida.

    Y hablando de Sharon, allí estaba. El halago hizo que Marcus ampliara una sonrisa de oreja a oreja y se irguiera como el caballero que le encantaba ser, presentándose debidamente. - Prima Shannon, estaba deseando conocerte. - Le dio un galante beso en la mano y luego miró a Betty. - Estoy rodeado de enfermeras, qué afortunado soy. ¿Sabéis que Alice también quiere serlo? - ¡No me digas! - Preguntó Shannon ilusionada, y Betty también la miró. Marcus sonrió satisfecho. Ya había conseguido, de un plumazo, quedar bien los dos. Y dicho eso, podía poner su atención en otra de las cosas que a Marcus le hacían perderse: los bebés. Y encima ese se llamaba como su padre. - ¡Pero qué me dices! ¿Te llamas Arnie, tú? - Le dijo al niño, agarrando sus manitas. - Uy, sí, sí, definitivamente eres todo un Arnold, yo te lo noto, que me he criado con uno. ¿Vas a ser Serpiente Cornuda tú también? ¿Sí? Tienes cara de listo. - Los comentarios hicieron a Shannon reír, pero justo después recibió un bombardeo de preguntas infantiles de las niñas que había por allí. Definitivamente, era la hora de Marcus de crecerse.

    Se agachó para ponerse a la altura de ellas. - ¿Vosotras sois mis primas? - Giró el cuello y miró a Alice. - ¡Pero Alice! ¿Cómo llevamos tantos años sin conocer a estas chicas? ¿Has visto qué primas más guais tengo? - Se giró de nuevo hacia ellas. Ya les estaba viendo las sonrisitas. Extendió la mano. - Es un placer conoceros, chicas. Soy Marcus. - Dos de ellas le dieron la mano a la vez, por lo que generaron un gracioso choque que le hizo reír. También le hizo reír la presentación de la que tenía mirada más traviesa, a la que Sophia no tardó en hacer cosquilla. - Saoirse. Qué nombre más bonito. - Es irlandés. - Contestó la niña, contenta. - ¡Pues me encanta! - Luego miró a la otra. - ¡Ada! ¡Pero bueno, qué nombres más bonitos! - Las niñas soltaron risitas. Marcus apoyó el antebrazo en la rodilla flexionada, la que no apoyaba en el suelo. - A ver, que yo me entere. ¿Quién es la más jovencita? - Saoirse levantó la mano, pero Ada dio un salitito. - ¡El más pequeño es Arnie! - ¡Esa respuesta me ha gustado! Pero esta también es correcta, porque Arnie no podía contestar. - Le dijo a Saoirse, dándole un toquecito en la nariz. - ¿Y la mayor? - Las dos señalaron a Maeve, con quien Alice intentaba presentarse pero que estaba bastante escondida detrás de su madre. La pobre, se la veía tímida. La saludó con un gesto de la mano y una sonrisa, sin querer incomodar mucho, pero el comentario de Shannon le hizo mirarla extrañado. No ayudaron las risitas de las mujeres presentes. En fin, cosas de mujeres, él mejor seguía a sus galanterías.

    Efectivamente, le quedaba un primo al que conocer. Se incorporó de nuevo para saludarle. Rio y le estrechó la mano. - Encantado, primo Frankie. - ¡Me caes bien! Se notan los genes irlandeses, llamando primo a todo el mundo nada más conocerlo. - Respondió el chico, haciéndole reír. Lo que le sorprendió (gratamente) fue lo bien que conocía a toda su estirpe. Asintió con una risa. - Bueno, aún no estoy licenciado, pero sí, proyecto de alquimista y hermano y nieto de quienes dices. - Abrió mucho los ojos. - ¡Pues os llevaríais bien! Lex no tiene fondo para hablar sobre quidditch. Para todo lo demás es bastante tímido, de hecho. - Nunca pensó que echaría tantísimo de menos a su hermano, no es que pasaran el día juntos precisamente. Pero al mencionarle había sentido una punzada en el pecho de sentirse tan alejados. Más se acordó de él viendo las puyas entre los hermanos, que le hizo mirar a Alice escondiéndose una risa. Fíjate, no somos los únicos.

    Cuando Maeve preguntó por Aaron, de repente se generó un revuelo: todos parecían conocerle. Increíble, no dejaba de alucinarle. Ciertamente, le sabía mal que estuviera solo, había dado por hecho que bajaría. Solo esperaba que no fuera incómodo para todos. Alice subió a buscarle y él se quedó con sus primos... quienes, al girarse a ellos, vio mirándole con los ojos muy abiertos. - ¿Tu novia es una Van Der Luyden? - Qué fuerte. - A ver. - Cortó con cortesía, aclarándose la garganta, los comentarios respectivos de Frankie y Sophia, que no salían de su asombro. Fue a abrir la boca pero Fergus se metió por medio. - ¡Hostia! Menudo braguetazo. - ¡Fergus! - Reprendió Betty. La mujer chistó. - Dejad tranquilo a vuestro primo. Dijimos que nada de acosar a preguntas. - No, no, si lo entiendo, no hay problema, de verdad. - Dijo él. - Alice... Alice no es una Van Der Luyden. Es decir... - Miró hacia atrás. No estaba por allí. Se giró de nuevo a sus primos y se acercó para decir más privadamente. - Ella es una Gallia, a todos los efectos. Su padre es un creador de hechizos fantásticos. Su madre... sí, era Van Der Luyden. Pero... - ¿La Van Der Luyden a la que mataron? - ¡¡Fergus!! - ¿¿Qué?? Se decía en el colegio que mataron a una, no se sabía nada de ella. - No, no la mataron. - Corrigió Marcus. Sophia chistó y le dio una colleja a su hermano. - De verdad que eres tonto... - ¿Y entonces? Porque hubo una que sí que decían que no se sabía donde estaba. ¿Es la madre de Alice? - Preguntó Frankie. Marcus asintió lentamente. Se generó un corrillo de risas aliviadas entre los tres hermanos. - ¡Así que era eso! Se fue a Inglaterra, entonces. - Sí... - ¿Y por qué no ha venido con vosotros? - Marcus y Betty se intercambiaron miradas. - Chicos... - No, no importa. Somos familia y no tenemos nada que ocultar. - Se aclaró la garganta de nuevo. - Se llamaba Janet. - ¿Llamaba? - Preguntó Frankie, un tanto consternado. Marcus asintió. - Sí... llamaba. Falleció hace cuatro años. - Se generó un silencio de unos segundos. - Hostia... lo siento, os juro que había escuchado... eso, pero creía... que era mentira... bueno... - Fergus parecía no saber dónde meterse. - Pero... Entonces, Alice es una Van Der Luyden... ¿Repudiada? - Marcus ladeó la cabeza varias veces. - Repudiaron a Janet. Alice nació ya en Inglaterra. - Y ahora se han llevado al hermano. Eso sí lo habíamos escuchado. - Marcus asintió. - Capullos... - ¿Y por qué está Aaron McGrath con vosotros? - Preguntó Frankie, extrañado. Sophie le miró. - Eso. Que esa gente no es de fiar. - Chicos, de verdad, dejadlo ya. - Pidió Betty, y Marcus se fijó que estaba mirando hacia la puerta. Sí, Alice y Aaron venían ya de camino. - ¡¡VENGA, FAMILIA!! QUE SE ME QUEMA LA VACA. - Bramó Jason, haciéndoles reír y que se fueran acercando a la barbacoa.

    A Marcus aún le quedaba una persona a la que saludar, así que mientras Alice y Aaron estaban integrándose, se dirigió a él. - ¡Hola! Me han dicho que eres el equivalente a mi padre en esta familia. - ¡Marcus! Perdona, muchacho, en estas reuniones siempre siento que tengo que estar a mil cosas a la vez. - Dijo Daniel, estrechándole la mano mientras Maeve, que había pasado de su madre a su padre, se escondía ahora tras él. - Es un placer conocerte. - Lo mismo digo. - Se volvió a asomar. - Ey. Si te cedo la primera hamburguesa, ¿hablarías conmigo? - Le dijo sonriente a la chica, la cual se puso más colorada que la vaca del delantal. Dan rio entre dientes y le murmuró. - Algo me dice que hablar contigo sería mejor para ella que cualquier hamburguesa. - ¡¡Papá!! - Se quejó la otra con tono abrumado. Marcus se mojó los labios con una sonrisilla y, para no ponerla más nerviosa, dijo. - Bueno, yo por lo pronto voy a ir buscando cuál ha quedado mejor. - Le guiñó un ojo a la chica, que pareció ponerse como un flan, y se dirigió a la barbacoa.




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