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El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Había bebido, a ver, no mucho, pero había bebido, había muchos movimientos que aprender, y las palabras de Marcus, con esa mención a la lista, la había desestabilizado mentalmente y, con todo eso, su concentración y coordinación estaban mermadas. Pero si algo tienen los Gallia es que saben moverse por impulso, y la verdad es que la música era alegre, y Sophia se reía y, milagrosamente Sandy también, haciendo bailar a su amigo jugador. — ¡Ya sabía yo que esto era buena idea! — Le comentó Frankie, aunque un segundo después tuvo que darle la vuelta para hacerla ir en la dirección correcta, lo cual le daba la pista de que probablemente todo lo demás tampoco lo estaba haciendo bien, pero le daba bastante igual. — ¡La izquierda primero, hermana, por Dios! — Le gritaba Dylan muerto de risa con Monica. Bah, les ignoraba, a ella le interesaba ver a Marcus, que estaba haciendo aquello para él.
Su novio estaba con la cara de un niño ilusionado, dando palmas y disfrutando al máximo, con Nicole y Rylance al lado. Su hermano riendo, su novio ilusionado, bailando con aquella familia que cada vez era más grande y que les había ayudado tanto. Necesitaba celebrar y aquel baile, por mal que le estuviera saliendo, parecía talmente perfecto para ello. Frankie le agarró la mano y la hizo girar sobre sí misma. Ah, sí, ahora iba eso. — Da gusto verte así, pareces otra persona. — Ella asintió, con los ojos brillantes. — Y no me conoces organizando fiestas familiares, ahí me vengo arribísima. — Le dio la vuelta hacia el otro lado. — Lo comprobaré en Navidad. — ¡Es verdad! — Contestó ella como si se le acabara de ocurrir. — El futuro es brillante, Frankie. — Él se rio y dijo. — Me alegro de que por fin lo veas, primita O’Donnell. — Eso le hizo reír y ponerse un poco roja, y menuda tontería, porque vamos, ella ya pensaba de sí misma como una O’Donnell, pero en fin, así de tonta estaba.
Cuando paró la canción, aplaudió y levantó los brazos. — ¿Estoy aceptada pues en la familia irlandesa? — Nacida en San Mungo en parte… — Dijo Monica cerca de ella. Pero si San Mungo estaba en… Bueno, daba igual. — Aceptadísima. — Dijo Sophia abrazándola de la cintura. Frankie tomó una de sus manos y la señaló. — Señora y señores, oficialmente, una irlandesa más en Nueva York. — Y además esta con estilo, porque la viste su prima irlandesa guay. — Aportó Sandy entre risas, y ella dio un saltito. — ¡Toma! — Esto ha sido más fácil que lo del colega. — Alice señaló a Dylan y dijo. — Veremos qué tienes que pasar tú cuando te toque… Algo relacionado con plantitas, intuyo… — Su hermano se puso muy colorado y se refugió en Monica. — Y ahí, vendrás a pedir ayuda. — Uhhhhh, ¿pero y eso? — Prgeuntó la chica, haciendo cosquillas a su hermano. — ¿Hay una niña especial por ahí? — ¿QUÉ ME DICES? — Saltó Sandy dirigiéndose a su hermano. — ¡Ya sabía yo que este escondía algo! — Exclamó Frankie, y aprovechando el cambio de foco, fue y se acercó a Marcus.
Como todo le daba ya un poco igual, y Rylance estaba literalmente del brazo de semejante mujer, ella se sentó en el regazo de Marcus y rodeó sus hombros con un brazo. — Hola, guapo, ¿estoy aceptada pues por la sangre irlandesa? — Nikki rio y dijo. — En Italia, en Sorrento, de donde es mi familia, no harían a un novio hacer un bailecito o unas pruebas medievales. Ahí le someterían a un interrogatorio entre veinte o treinta miembros masculinos de la familia, mientras las mujeres observan sentadas abanicándose con esta cara. — Y se puso a imitar el gesto de abanicarse y una expresión muy inquisitiva que le hizo morirse de risa. — Eso en La Provenza también se hace un poco, no te creas. — Rylance tragó saliva. — He visto jurados que daban menos miedo que eso que planteas. — Nikki sonrió sugerente y apretó las mejillas de Edward como si fuera un niño. — No te preocupes, cariño, es solo con las casaderas. — Y todos se rieron, aunque la risa del abogado era un poco nerviosa. Y aprovechando que aquellos dos tenían su mundo particular también, ella se inclinó al oído de su novio. — Me he ganado el derecho irlandés de tenerte… Creo yo que podrías susurrarme un poquito de esa lista, aquí, al oído. — Y su mano libre había subido hasta su cuello y estaba deslizando el índice sobre su piel, activando más aún el olor de su perfume, que la volvía más loca todavía.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Ver a Alice bailar estaba siendo muy divertido, mientras él intentaba seguir la música con sus palmas. - Colega... - Dijo Howard a su lado, poniéndole las manos tiernamente en las muñecas para separárselas y bajárselas lentamente. - Mejor disfruta del espectáculo. No querrás perder ni un detalle de la música ¿no? - Es verdad. - Respondió feliz, volviendo la vista a Alice y sin ser consciente del intercambio de miradas entre Monica y Howard. Él ya estaba embriagado del son irlandés y los preciosos movimientos de su Alice... Puede que un poquito de alcohol, también.
Volvió a los aplausos (aunque estos para vitorear, no para seguir ritmo alguno) cuando paró la música y Alice fue debidamente celebrada por sus primos, añadiendo exclamaciones de júbilo. Estaba muy contento, pero el comentario le Dylan le trajo de vuelta un argumento que había dejado por unos instantes de lado. - ¡Eso es cierto! Lo mío era ostensiblemente más difícil. - Y le hubiera defendido como buen colega que era cuando, por hablar en favor de él, se le echó un montón de gente encima, pero Alice venía hacia él y Marcus tenía una calurosa felicitación que dar.
- ¿Eso que estoy viendo es una recién bautizada irlandesa? - Comentó, conquistador. - Qué suerte la mía. - Se lamió los labios. - Aceptadísima. Y si no fuera porque justo después de hacerme esa broma de muy mal gusto para que le preguntara a nuestra amiga cierta cosa indecorosa en francés me diste un buen susto, ahora me acordaría bien de la frase y podría decírtela... - Hizo una caída de ojos. - Solo para demostrarte que yo también puedo ser aceptado por la sangre francesa. - Sonrió, cómico. - ¿Qué crees que será más complicado? ¿Que yo aprenda francés o que tú aprendas gaélico? - Se acercó a su oído y susurró. - Pregunta trampa: a ninguno de los dos hay reto que se le resista. - Estaba muy arriba en la chulería, y cómo lo disfrutaba.
Rio a los comentarios de Nicole. - Si estuviera aquí mi padre, te diría que su pedida ante los Horner fue mucho peor. - Eso hizo a Edward reír entre dientes, tapándose la sonrisilla con la copa. Estaba coloradito y eso le hacía parecer más joven, aunque seguía atribulándose ante los comentarios y gestos de Nicole. Qué divertido era verlo. Sin embargo, se centró en su novia, que tenía cosas muy interesantes que plantearle. Sonrió levemente y se pegó a ella. - ¿Más cosas? ¿No te he dicho suficientes? - Comentó, sugerente. - ¿Quieres más? - Siguió, sabiendo que así la picaría. Se mordió el labio y se acercó un poco más. - Puessss... - Empezó, susurrando muy cerca. Pero quería seguir estirando esa cuerda. - Perdona, es que si no me acerco mucho, con tanto ruido, no se nos oye. - Se mojó los labios. - Como decía... - Hizo otra pausa. - Me gusta... cuando hablas de alquimia. Me gusta... como te quedan los vestidos. Todos. Y... cómo te queda... no llevarlos... - Pausa de nuevo. - ...Porque llevas el uniforme de Ravenclaw, por ejemplo. - No se creía ni él que ese era el final de la frase, pero es que le encantaba tentarla. - Y me gusta... cuando me... - ¡Eh, tortolitos! - Antes de que le llegara la frase al cerebro, ya tenía a Frankie chasqueando los dedos ante sus narices, rompiendo su pompa de tonteo. - Que nos mudamos. - ¡Oh! ¡Ya era hora! - Clamó Nicole, contentísima y levantándose de un salto, tirando de Rylance con ella, quien casi se tira la copa encima que justo en ese momento estaba bebiendo. - ¿Nos vamos ya? - Preguntó Marcus, extrañado. Sandy apareció por allí apremiando, tocando las palmas como quien arría un rebaño de ovejas. - Sí, a otra parte. Para estas horas y estas dosis de alcohol, esto empieza a estar ya muerto. - Les miró con ojos urgentes. - ¡¡Venga!! Esto solo era la antesala, no íbamos a quedarnos aquí toda la noche. - ¡Eso, vamos a moveeernos un poquitoooo! - Exclamó más contenta de lo que la había visto nunca Sophia, lo que hizo que la mirara con los ojos muy abiertos. - ¡Vamos, que os quedáis los últimos, que el niño está ya saliendo por la puerta! -
Volvió a los aplausos (aunque estos para vitorear, no para seguir ritmo alguno) cuando paró la música y Alice fue debidamente celebrada por sus primos, añadiendo exclamaciones de júbilo. Estaba muy contento, pero el comentario le Dylan le trajo de vuelta un argumento que había dejado por unos instantes de lado. - ¡Eso es cierto! Lo mío era ostensiblemente más difícil. - Y le hubiera defendido como buen colega que era cuando, por hablar en favor de él, se le echó un montón de gente encima, pero Alice venía hacia él y Marcus tenía una calurosa felicitación que dar.
- ¿Eso que estoy viendo es una recién bautizada irlandesa? - Comentó, conquistador. - Qué suerte la mía. - Se lamió los labios. - Aceptadísima. Y si no fuera porque justo después de hacerme esa broma de muy mal gusto para que le preguntara a nuestra amiga cierta cosa indecorosa en francés me diste un buen susto, ahora me acordaría bien de la frase y podría decírtela... - Hizo una caída de ojos. - Solo para demostrarte que yo también puedo ser aceptado por la sangre francesa. - Sonrió, cómico. - ¿Qué crees que será más complicado? ¿Que yo aprenda francés o que tú aprendas gaélico? - Se acercó a su oído y susurró. - Pregunta trampa: a ninguno de los dos hay reto que se le resista. - Estaba muy arriba en la chulería, y cómo lo disfrutaba.
Rio a los comentarios de Nicole. - Si estuviera aquí mi padre, te diría que su pedida ante los Horner fue mucho peor. - Eso hizo a Edward reír entre dientes, tapándose la sonrisilla con la copa. Estaba coloradito y eso le hacía parecer más joven, aunque seguía atribulándose ante los comentarios y gestos de Nicole. Qué divertido era verlo. Sin embargo, se centró en su novia, que tenía cosas muy interesantes que plantearle. Sonrió levemente y se pegó a ella. - ¿Más cosas? ¿No te he dicho suficientes? - Comentó, sugerente. - ¿Quieres más? - Siguió, sabiendo que así la picaría. Se mordió el labio y se acercó un poco más. - Puessss... - Empezó, susurrando muy cerca. Pero quería seguir estirando esa cuerda. - Perdona, es que si no me acerco mucho, con tanto ruido, no se nos oye. - Se mojó los labios. - Como decía... - Hizo otra pausa. - Me gusta... cuando hablas de alquimia. Me gusta... como te quedan los vestidos. Todos. Y... cómo te queda... no llevarlos... - Pausa de nuevo. - ...Porque llevas el uniforme de Ravenclaw, por ejemplo. - No se creía ni él que ese era el final de la frase, pero es que le encantaba tentarla. - Y me gusta... cuando me... - ¡Eh, tortolitos! - Antes de que le llegara la frase al cerebro, ya tenía a Frankie chasqueando los dedos ante sus narices, rompiendo su pompa de tonteo. - Que nos mudamos. - ¡Oh! ¡Ya era hora! - Clamó Nicole, contentísima y levantándose de un salto, tirando de Rylance con ella, quien casi se tira la copa encima que justo en ese momento estaba bebiendo. - ¿Nos vamos ya? - Preguntó Marcus, extrañado. Sandy apareció por allí apremiando, tocando las palmas como quien arría un rebaño de ovejas. - Sí, a otra parte. Para estas horas y estas dosis de alcohol, esto empieza a estar ya muerto. - Les miró con ojos urgentes. - ¡¡Venga!! Esto solo era la antesala, no íbamos a quedarnos aquí toda la noche. - ¡Eso, vamos a moveeernos un poquitoooo! - Exclamó más contenta de lo que la había visto nunca Sophia, lo que hizo que la mirara con los ojos muy abiertos. - ¡Vamos, que os quedáis los últimos, que el niño está ya saliendo por la puerta! -
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Al muy maldito no podía dársele armas, porque luego las usaba sin piedad. Aquel tono, la lengua por los labios… Sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y ella descendía por aquella cuesta con los ojos cerrados, porque sabía lo que le esperaba al final. Se rio como una tonta a lo de la frase y entornó los ojos, acariciando distraídamente los rizos que tenía más a mano. — Puedes intentarlo, yo lo valoraría mucho… Mucho… — Rozó su nariz con la mejilla de él cuando le dijo aquello en el oído. — Me gustan muuuucho los retos, pero, ¿qué gana el que lo supere primero? — Preguntó juguetona.
Aquel juego se les estaba yendo, como les solía pasar con los juegos, y ya estaba mordiéndose el labio solo de oír esas cosas que a Marcus le gustaban. — No me digas eso del uniforme que no sabes la de cosas que se me ocurren. — Tentó en su oído. Uf, desde luego que no lo sabía… — Lo mejor de este vestido es que se quita superrápido… Y te digo más, si te gusta mucho… Se sube muy rápido también, para dejarlo ahí, pero… — Pero nada, porque ya tenían que interrumpirles. Menos mal que todo pasaba tan rápido que no les daba para quejarse demasiado, especialmente porque su hermano, haciendo gala de ser un Gallia Hufflepuff allá que iba, sin considerar que debía pedir permiso, avisar, ni nada que se le pareciera. Rio y negó con la cabeza. — Vamos, que nos están tomando la delantera preocupantemente. —
Se reunieron con los demás y Frankie dio una palmada. — Bueeeeeno, ya estamos todos. Venga Klaus, haz tu los honores. — Dijo señalando un… ¿Pulsador? ¿Qué era aquello? — A ver a donde nos lleva este ahora… — Susurró Sandy, pero los hermanos Lacey estaban muy motivados y muertos de risa (el tal Dewar tenía a Sophia rodeada desde la espalda, vaya, vaya…) y Monica tenía los ojos brillando, sin separarse de su hermano, pegándose a ellos. — Mira, mira las caras de tu hermana y tu cuñado, están que deseando pasárselo bien, pero se sienten poseídos por los espíritus de lo viejos que son. — Y se reían de ellos. — Señora Graves, no la he visto bailar todavía esa noche. — Uy, dame tiempo… Donde nos lleve ese locuelo de ahí, me desato. — Efectivamente, Klaus llegó, tirando de Aaron, con una gran sonrisa y preguntó. — ¿Todos dentro de círculo? — ¿Qué círculo? — Preguntó ella en pánico, pero Frankie le empujó ligeramente antes de que Klaus gritara. — ¡Nos vamos! —
De alguna forma, tras dar un palmetazo al botón, notó como si el suelo bajo sus pies desapareciera y cayeran en caída libre a otra parte. Debía ser una especie de traslador comunitario, pero masivo, como todo en América. Donde aterrizaron, las luces eran completamente rojas y la música era muy sugerente… — Vaya sitio… — Masculló Howard, mirando de reojo a Dylan, que a su vez lo miraba todo con curiosidad alegre. — Aquí reserva también. Lorraine y Frankie saben. — Y subieron unas escaleras con mucho menos glamour que la de Sandy. Pero en aquella discoteca había un grandísimo espacio central, también abierto a su reservado, y aunque no había sofás había… — ¿Son como celdas? — Preguntó Howard, atónito. — Sip, caben dos personas, y solo tienen el sofacito que podéis ver pero… Bueno, da un poquito e intimidad, y si quieres conocer a alguien… — Aportó Nikki. — Tú has estado aquí antes. — Aseguró Alice. — Sí, es un buen sitio. Venga, ¿pido yo las copas? — Y se fue hacia la barra, dejando a un confusísimo Rylance allí con ellos, sin ser capaz de articular palabra. Pero Alice tenía otro lado que picar. — Señora Graves… Usted iba a bailar… Mire qué bien le va a venir esa pista tan grande y roja… — Monica cogió una de las copas que venían levitando, bebió del tirón y dijo. — Atento, mi amor, que esta va por ti. — Y se fue muy directa escaleras abajo, como si tuviera todo aquello planeado.
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Estaba siendo arrastrado por el torrente de sus primos y compañía mientras procesaba aún la insinuación de Alice con su vestido, que ahora hacía que no pudiera dejar de mirarlo y fantasear al respecto. Frunció el ceño, en cambio, cuando la realidad se plantó ante sí en forma de extraño aparato con forma de pulsador y que olía bastante a que era un traslador. - A ver si este al menos nos lleva donde no haya muggles cerca. - Sandy hizo un gestito con la mano, rodando los ojos. - Eso en Nueva York es complicado, cielo. - Pues vaya.
De repente se vio empujado por Frankie al interior de un supuesto círculo y, antes de poder decir nada más, sintió la caída libre del traslador, y apenas le había dado tiempo a agarrar a Alice de la mano para asegurarse de que no iban por separado. Se quedó un tanto aturdido al llegar y ver ese lugar... tan... Bueno, nunca había estado en un sitio así, pero el instinto le daba señales de que era... un poco... - Invitador. - Dijo Aaron a su lado, con una sonrisita ladeada. - Sugerente. - El chico miró a Klaus de reojo. - Qué buen gusto. - Muchos así en alemania. - Hizo una caída de ojos y añadió. - Querer sentirme como en casa. - ¿Alice? - Buscó, porque él ahí estaba ya más que sobrando.
Menos mal que su novia no andaba muy lejos, lo justo para alejarse apenas un par de pasos, pegarse a ella y dejar a los otros aparte, al menos hasta que Klaus afirmó que allí también tenían lugar reservado y les guio hasta allí. Parpadeó a la mención de las supuestas celdas "para tener intimidad", mirándolas desde la distancia. - Pero si se ve todo. - Comentó, extrañado. Monica le miró de reojo. - ¿Demasiado público para ti? - ¡Que no he hecho nada en público! - Se tiró de la camisa con dignidad. - Soy un hombre muy pudoroso. - No le des armas, colega. - Aconsejó Howard. Menos mal que Alice había distraído a Monica, o se habría cavado su propia tumba. Otra vez.
Eso sí, como hubiera hecho la suya propia, se escurrió tan rápido que dejó a su marido descuadrado. - ¡Pero, Moni! - Llamó Howard, pero la chica ya iba para la pista, y arrastraba con ella a todo el que pillaba. Dylan estaba enganchado a una de las barandillas, mirando todo muy jovial y divertido. - Colega, ve tu también. - ¿Yo? - Preguntó Marcus. Miró alrededor. - Yo aún intento entender por qué todo esto está tan rojo. - Dylan soltó una carcajada. - No es la sala común de Ravenclaw. - ¿Acaso a ti te recuerda a la de Gryffindor, gracioso? - El chico se puso colorado, pero le sacó la lengua, picón. No perdía la expresión infantil a pesar de la barba y la voz. - Yo me apunto también. - Dijo Nicole, contoneándose y dejando la copa que acababa de coger en manos de Rylance. - Volveré a por ella. - Dijo sugerente, y a Marcus casi le llegaron las ondas de temblor del abogado. Lo cierto era... que ver a Nicole moverse mientras iba hacia la pista... era... hipnótico. - Colega. - ¿Y Alcie? - Preguntó otra vez, saliendo del hechizo, en cuanto oyó la voz de Dylan. Pero este no le estaba llamando la atención, solo miraba muy confuso a Nicole. - ¿De verdad esa mujer es... como mamá? - Marcus ladeó la cabeza, mirándola. No sabía la edad exacta de Nicole, pero si eran amigas... - Nunca habría visto así a mamá. - Se sinceró Dylan. No, desde luego, él tampoco.
De repente se vio empujado por Frankie al interior de un supuesto círculo y, antes de poder decir nada más, sintió la caída libre del traslador, y apenas le había dado tiempo a agarrar a Alice de la mano para asegurarse de que no iban por separado. Se quedó un tanto aturdido al llegar y ver ese lugar... tan... Bueno, nunca había estado en un sitio así, pero el instinto le daba señales de que era... un poco... - Invitador. - Dijo Aaron a su lado, con una sonrisita ladeada. - Sugerente. - El chico miró a Klaus de reojo. - Qué buen gusto. - Muchos así en alemania. - Hizo una caída de ojos y añadió. - Querer sentirme como en casa. - ¿Alice? - Buscó, porque él ahí estaba ya más que sobrando.
Menos mal que su novia no andaba muy lejos, lo justo para alejarse apenas un par de pasos, pegarse a ella y dejar a los otros aparte, al menos hasta que Klaus afirmó que allí también tenían lugar reservado y les guio hasta allí. Parpadeó a la mención de las supuestas celdas "para tener intimidad", mirándolas desde la distancia. - Pero si se ve todo. - Comentó, extrañado. Monica le miró de reojo. - ¿Demasiado público para ti? - ¡Que no he hecho nada en público! - Se tiró de la camisa con dignidad. - Soy un hombre muy pudoroso. - No le des armas, colega. - Aconsejó Howard. Menos mal que Alice había distraído a Monica, o se habría cavado su propia tumba. Otra vez.
Eso sí, como hubiera hecho la suya propia, se escurrió tan rápido que dejó a su marido descuadrado. - ¡Pero, Moni! - Llamó Howard, pero la chica ya iba para la pista, y arrastraba con ella a todo el que pillaba. Dylan estaba enganchado a una de las barandillas, mirando todo muy jovial y divertido. - Colega, ve tu también. - ¿Yo? - Preguntó Marcus. Miró alrededor. - Yo aún intento entender por qué todo esto está tan rojo. - Dylan soltó una carcajada. - No es la sala común de Ravenclaw. - ¿Acaso a ti te recuerda a la de Gryffindor, gracioso? - El chico se puso colorado, pero le sacó la lengua, picón. No perdía la expresión infantil a pesar de la barba y la voz. - Yo me apunto también. - Dijo Nicole, contoneándose y dejando la copa que acababa de coger en manos de Rylance. - Volveré a por ella. - Dijo sugerente, y a Marcus casi le llegaron las ondas de temblor del abogado. Lo cierto era... que ver a Nicole moverse mientras iba hacia la pista... era... hipnótico. - Colega. - ¿Y Alcie? - Preguntó otra vez, saliendo del hechizo, en cuanto oyó la voz de Dylan. Pero este no le estaba llamando la atención, solo miraba muy confuso a Nicole. - ¿De verdad esa mujer es... como mamá? - Marcus ladeó la cabeza, mirándola. No sabía la edad exacta de Nicole, pero si eran amigas... - Nunca habría visto así a mamá. - Se sinceró Dylan. No, desde luego, él tampoco.
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Se tuvo que contener la risa, entre las insinuaciones de Klaus y las reacciones de su novio a los piques de Monica. Pero es que fue verla irse así y le dieron muchas ganas de seguirla, de bajar a la pista y que todo el mundo la viera bailar, como le dijo aquel día en la discoteca. Y, como hacía mucho que no se permitía, se dejó llevar por el instinto, por su alma de pajarito travieso, y se bajó a la pista, hacia Monica que le hacía gestos para que bajara con los dedos y la sonrisa traviesa. Nada más estuvo a su alcance, la chica la tomó de la mano y la arrastró hacia donde estaba el DJ. — Hola, guapo. — Dijo Monica. — Podría contarte una historia muy larga, pero esta chica de aquí y yo nos conocemos desde hace siete años, mi marido, su novio, ella y yo somos un precioso y británico sistema de amistades y mentorías, y ha pasado por una época malísima, necesito que nos pongas una sola canción, luego te dejo en paz. — El chico sonrió, tocó un par de cosas en toda aquella cacharrería que tenía y dijo. — A ver qué me pides. — Girls just wanna have fun. — Alice se echó a reír y asintió fervientemente. Y efectivamente, el chico les puso una versión más discotequera, pero no se podía quejar.
Se dejó llevar a la pista con Monica de nuevo, saltando y bailando, riéndose como locas. Sin darse cuenta, Nicole apareció por allí y la agarró de la mano dándole la vuelta sobre sí misma, acercándose después a su oído. — Tu madre estaría feliz y orgullosa de verte así. Libre, viviendo tu vida. — Los ojos se le inundaron. Toda la vida preguntándose eso, si estaría haciendo lo correcto, y al final, lo que quería su madre era que fuera libre y feliz, y lo era, en ese momento lo era. Se abrazó a Nicole, emocionada, y enseguida notó a Monica. — Yo también quiero. — ¡¡¡¡Y YOOO!!! — Exclamó Sandy que también estaba por ahí.
Cuando se separaron, se giró hacia Sandy. — Qué rico huele eso que tienes. — Dijo señalando a la copa. — ¡No se hable más! — Y desapareció hacia la barra, momento que volvieron a aprovechar para bailar como locas, hasta que la chica volvió con una botella que tenía como una boquilla muy estrecha al final. — Es de piña colada, que es lo que estaba bebiendo yo. — ¿Y los chupitos? — Preguntó Monica, a lo que Sandy sonrió con malicia y alzó una ceja. — A ver, enrolladísima y nada mayor ni casadísima señora Graves, abre la boca y echa la cabeza para atrás. — Alice abrió mucho los ojos, pero Monica se rio e hizo lo que Sandy le dijo, a lo que la chica inclinó la botella sobre ella, haciendo que le cayera el líquido dircetamente en la boca. Claro, al tener la canulilla esa no caía mucho, y realmente era como un chupito. Cuando Monica volvió a su posición normal Sandy la jaleó. — ¡Toma! ¡No veas la señora! No la han domesticado. — Monica rodeó a Sandy y la inclinó sobre su propio brazo. — A ver, Barbie, abre tú la boquita y calla un poco. — Y le arrebató la botella y le hizo lo mismo. Cuando terminaron, estaban todas muertas de risa, pero las chicas la miraron muy traviesa y ella movió el dedo en negación. — No, eh. Nonono… — La tengo. Con lo atrevida que tú eres, Alice, no seas mojigata. — Dijo Nicole agarrándola de los hombros. — Venga, no te resistas tú, señora O’Donnell, que vaya tela… — Dijo Sandy. — ¡Un momento! ¡Necesito cabeza aquí! ¿Dónde está Sophia? — Pasándoselo mejor que tú. — Dijo su prima, entornando los ojos. — Con Dewar por ahí. Ahora sé buena y abre la boca que no quiero llenarte mi vestido de piña colada. — Cerró los ojos con una sonrisa e hizo lo mismo que había hecho Monica. La piña colada estaba buenísima, era como los caramelos tropicales todos juntos, pero quemando en la garganta un poquito. Cuando pudo tragar, se incorporó entre risas, agarrándose a Monica. — ¿Dónde están nuestros señores? Quiero ver sus caras. — Yo ahora mismo me quedo con la de Sandy preguntándose como le va a echar la piña colada a una señora que mide dos cabezas más que ella. — Dijo señalando a las otras dos mujeres. Entre risas, se abrazó a Monica. — Gracias, Monica. Por ayudarme, por haber estado ahí desde que te conocí, por haberme enseñado tanto. — Le dio un beso en la mejilla y ella la estrechó. — De nada, Gal. Mira a dónde hemos llegado estas dos Ravenclaws desastrosas… — Señaló arriba a los chicos, que las miraban… No sabía bien cómo las miraban, porque no veía tan bien ya. — Somos libres, pero nos llevamos el premio gordo. — ¡Howard! ¡Mi amor! ¡BAJAD! — Dijo muy alto haciéndoles gestos con una gran sonrisa.
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
- Mírala. - Dijo Howard a su lado, con una risita. - Ya va a molestar al DJ. - Eso hizo a Marcus reír. - Oh, y por allí va mi pajarito volando. - Añadió, porque Monica la llevaba tras ella. Sí que la había perdido de vista. Pues estaba Nueva York de vacío y organizado como para ir perdiendo a su novia por ahí. - Bébete eso, que se va a aguar. - Le dijo Frankie a Edward, de risas con Lorraine. El hombre le miró. - Es de Nicole. - Uh. - Escuchó a Howard a su lado, con una risilla. Algo le decía que ese también estaba un poquito piripi. - Ya no es la señorita Guarini, ha ascendido a Nicole. - Marcus se tuvo que tapar la risa. Frankie, a lo suyo, insistió. - Creo que Nicole está ahora con otras bebidas. - Y, al fijarse, vieron a Sandy acercarse a las demás con una botella, y justo después... - ¡Hala! - Exclamó Howard, alzando los brazos y dejándolos caer. Frankie soltó una carcajada. - Calienta, O'Donnell, que ya mismo sales. - Le dijo, y al mirarle, vio como Edward, tímidamente y como si estuviera cometiendo un robo, al final sí que estaba dándole un sorbo a la copa.
Lo que se preguntaba era por qué se lo había dicho a él en vez de a Howard... Vale, solo tuvo que mirar a la pista para hallar la respuesta. - ¡Yo también quiero! - No. - Contradijo rápidamente Marcus a Dylan. El niño le miró con el ceño fruncido. - ¡Eh! No vale, lo estáis haciendo todos. - Yo estoy aquí. - Tú vas a estar ya allí. - Dijo Klaus, apareciendo con Aaron y tirando de él hacia la pista, animándoles con un gesto del brazo. Dylan se puso muy digno y dijo. - Voy a bajar. - Edward carraspeó. - O podemos quedarnos aquí los dos y valorar si es conveniente bajar o no. - ¿Todos los ingleses son así? - Le preguntó Lorraine a Frankie, extrañada. El otro suspiró. - Estos, en concreto, son un poco para echarles la piña colada por encima, a ver si espabilan. - Les miró. - ¡Venga! ¡Que vuestras esposas os llaman! - Efectivamente, Monica y Alice ya les estaban llamando a gritos desde su posición, y Howard diciendo que no con gestos de las manos.
- Será mejor que bajéis por vuestro pie. - Les comentó Lorraine, muy enganchada a Frankie, con una risilla. - Antes de que venga Klaus y os lleve cargados como un saco. - Voy. - Aseguró Marcus, y miró a Howard, presionando. - Colega... me debes muchas ya. - Eh, que la que ha llamado primero ha sido tu mujer. - Y los dos bajaron, dejando arriba a Edward y Dylan. Este último gritó. - ¡Pienso reírme de vosotros desde mi posición privilegiada! - Lo peor es que lo veía bastante posible, pero seguía prefiriendo eso a que se emborrachase.
- ¡¡Pero si es mi amorcitoooo!! - Gritó Monica, enganchándose a los brazos de Howard. - Míralo, el Ravenclaw más guapo y recto de todo el colegio, arrastrado a una pegajosa discoteca neoyorkina. - Y le zampó un morreo que probablemente ni el propio Howard se viera venir. Marcus, con una sonrisilla, se acercó a Alice, tomándola de la cintura. - Vaya con el pajarillo, sí que ha salido volando. ¿Qué pasa? ¿No hay vasos en este sitio, o qué? - Preguntó entre risas, y ya se estaba viendo a Sandy venir (un poco zigzagueante) con otra botella en la mano. - ¡Marchando otra para los hombres! - ¡Yo se la doy al mío! - Clamó Monica, quien prácticamente se la arrancó de las manos, aunque Sandy estaba muerta de risa. A Howard apenas le dio tiempo a alzar las palmas. - Cariño, que ya ando un poco mareadillo... - Inclínate a mí, bombón. - Uuuuuuuuuh. - Dijo su prima, encantada con la escena, y ciertamente Monica ya estaba inclinando a su marido como si estuvieran bailando un exagerado tango, y Marcus empezaba a temer que se cayeran los dos al suelo. La precisión de Monica lanzando la bebida era admirable... pero estaban tan en equilibrio que el líquido hizo de las suyas. - ¡Ay! ¡Moni! - ¡Calla, hombre, que al hablar cierras la boca! - ¡¡Que me PPPPZZZ los ojos!! - Todos estaban muertos de risa con el numerito.
- ¡Me toca! - Clamó Frankie. - Que esta muchacha de aquí se ha saltado el reto. - ¡Oye! ¿Y tú qué? - Ahora me lo das tú. - ¿Sí? ¿Esas tenemos? - Vaya tonteo entre su primo y Lorraine. La chica, con cara pilla, se dejó inclinar por Frankie, quien vertió una cantidad sorprendente de líquido en su boca (Marcus temió seriamente que se ahogara o que se derramara), con increíble precisión, y súbitamente, esta se incorporó de nuevo y le plantó un morreo a su primo que dejó a Marcus con los ojos como platos. - ¡Buenísima la piña! - Clamó el chico, con Lorraine riendo y Marcus alucinando. Se giró a Alice. - Alegrándome muchísimo de haber dejado a tu hermano arriba. - ¿Por eso no está aquí el abogado? - Preguntó Nicole. La mujer rodó los ojos, suspiró y dijo. - Estos niños... Ahora vuelvo. - Y se fue.
No le dio tiempo ni a reaccionar, ni a protestar, porque vio la cara divertida y los ojos muy abiertos de Frankie y Lorraine mirando algo que estaba a sus espaldas y, de repente, le cayó un montón de líquido encima que le puso empapado. - ¡¡ASÍ CELEBRAR VICTORIAS!! - Y un montón de gritos de júbilo y animados, mientras Klaus lanzaba champán como un loco por todas partes, pero había ido a empezar encima de su cabeza. Llevaba a Aaron recolgado y claramente ya con bastante alcohol en el cuerpo. Aquello se estaba desmadrando ya tanto que no era capaz de procesar.
- Bueno. - Dijo, sacudiéndose las manos y mirándose. - Pues ya hemos probado champán también esta noche. - Comentó, y se relamió un poco, porque a la boca por supuesto que le había llegado también. - No iba a parar hasta que te mojara la camisa. - Comentó Aaron apareciendo a su lado. Se encogió de hombros. - No se lo he leído, piensa en alemán. Lo ha dicho abiertamente. - Marcus parpadeó. Iba a girarse de nuevo a Alice, pero a quien vio fue a Frankie acercándose peligrosamente con la botella. - Este todavía no ha bebido. - Yo creo que ya he tenido sufic... - ¡¡¡QUE BEBA EL ALQUIMISTA!!! ¡¡¡QUE BEBA EL ALQUIMISTA!!! - De repente sentía que había media discoteca gritando lo mismo, incluso gente que no conocía de nada y que se había sumado al grito porque sí. No iba a tener escapatoria.
Lo que se preguntaba era por qué se lo había dicho a él en vez de a Howard... Vale, solo tuvo que mirar a la pista para hallar la respuesta. - ¡Yo también quiero! - No. - Contradijo rápidamente Marcus a Dylan. El niño le miró con el ceño fruncido. - ¡Eh! No vale, lo estáis haciendo todos. - Yo estoy aquí. - Tú vas a estar ya allí. - Dijo Klaus, apareciendo con Aaron y tirando de él hacia la pista, animándoles con un gesto del brazo. Dylan se puso muy digno y dijo. - Voy a bajar. - Edward carraspeó. - O podemos quedarnos aquí los dos y valorar si es conveniente bajar o no. - ¿Todos los ingleses son así? - Le preguntó Lorraine a Frankie, extrañada. El otro suspiró. - Estos, en concreto, son un poco para echarles la piña colada por encima, a ver si espabilan. - Les miró. - ¡Venga! ¡Que vuestras esposas os llaman! - Efectivamente, Monica y Alice ya les estaban llamando a gritos desde su posición, y Howard diciendo que no con gestos de las manos.
- Será mejor que bajéis por vuestro pie. - Les comentó Lorraine, muy enganchada a Frankie, con una risilla. - Antes de que venga Klaus y os lleve cargados como un saco. - Voy. - Aseguró Marcus, y miró a Howard, presionando. - Colega... me debes muchas ya. - Eh, que la que ha llamado primero ha sido tu mujer. - Y los dos bajaron, dejando arriba a Edward y Dylan. Este último gritó. - ¡Pienso reírme de vosotros desde mi posición privilegiada! - Lo peor es que lo veía bastante posible, pero seguía prefiriendo eso a que se emborrachase.
- ¡¡Pero si es mi amorcitoooo!! - Gritó Monica, enganchándose a los brazos de Howard. - Míralo, el Ravenclaw más guapo y recto de todo el colegio, arrastrado a una pegajosa discoteca neoyorkina. - Y le zampó un morreo que probablemente ni el propio Howard se viera venir. Marcus, con una sonrisilla, se acercó a Alice, tomándola de la cintura. - Vaya con el pajarillo, sí que ha salido volando. ¿Qué pasa? ¿No hay vasos en este sitio, o qué? - Preguntó entre risas, y ya se estaba viendo a Sandy venir (un poco zigzagueante) con otra botella en la mano. - ¡Marchando otra para los hombres! - ¡Yo se la doy al mío! - Clamó Monica, quien prácticamente se la arrancó de las manos, aunque Sandy estaba muerta de risa. A Howard apenas le dio tiempo a alzar las palmas. - Cariño, que ya ando un poco mareadillo... - Inclínate a mí, bombón. - Uuuuuuuuuh. - Dijo su prima, encantada con la escena, y ciertamente Monica ya estaba inclinando a su marido como si estuvieran bailando un exagerado tango, y Marcus empezaba a temer que se cayeran los dos al suelo. La precisión de Monica lanzando la bebida era admirable... pero estaban tan en equilibrio que el líquido hizo de las suyas. - ¡Ay! ¡Moni! - ¡Calla, hombre, que al hablar cierras la boca! - ¡¡Que me PPPPZZZ los ojos!! - Todos estaban muertos de risa con el numerito.
- ¡Me toca! - Clamó Frankie. - Que esta muchacha de aquí se ha saltado el reto. - ¡Oye! ¿Y tú qué? - Ahora me lo das tú. - ¿Sí? ¿Esas tenemos? - Vaya tonteo entre su primo y Lorraine. La chica, con cara pilla, se dejó inclinar por Frankie, quien vertió una cantidad sorprendente de líquido en su boca (Marcus temió seriamente que se ahogara o que se derramara), con increíble precisión, y súbitamente, esta se incorporó de nuevo y le plantó un morreo a su primo que dejó a Marcus con los ojos como platos. - ¡Buenísima la piña! - Clamó el chico, con Lorraine riendo y Marcus alucinando. Se giró a Alice. - Alegrándome muchísimo de haber dejado a tu hermano arriba. - ¿Por eso no está aquí el abogado? - Preguntó Nicole. La mujer rodó los ojos, suspiró y dijo. - Estos niños... Ahora vuelvo. - Y se fue.
No le dio tiempo ni a reaccionar, ni a protestar, porque vio la cara divertida y los ojos muy abiertos de Frankie y Lorraine mirando algo que estaba a sus espaldas y, de repente, le cayó un montón de líquido encima que le puso empapado. - ¡¡ASÍ CELEBRAR VICTORIAS!! - Y un montón de gritos de júbilo y animados, mientras Klaus lanzaba champán como un loco por todas partes, pero había ido a empezar encima de su cabeza. Llevaba a Aaron recolgado y claramente ya con bastante alcohol en el cuerpo. Aquello se estaba desmadrando ya tanto que no era capaz de procesar.
- Bueno. - Dijo, sacudiéndose las manos y mirándose. - Pues ya hemos probado champán también esta noche. - Comentó, y se relamió un poco, porque a la boca por supuesto que le había llegado también. - No iba a parar hasta que te mojara la camisa. - Comentó Aaron apareciendo a su lado. Se encogió de hombros. - No se lo he leído, piensa en alemán. Lo ha dicho abiertamente. - Marcus parpadeó. Iba a girarse de nuevo a Alice, pero a quien vio fue a Frankie acercándose peligrosamente con la botella. - Este todavía no ha bebido. - Yo creo que ya he tenido sufic... - ¡¡¡QUE BEBA EL ALQUIMISTA!!! ¡¡¡QUE BEBA EL ALQUIMISTA!!! - De repente sentía que había media discoteca gritando lo mismo, incluso gente que no conocía de nada y que se había sumado al grito porque sí. No iba a tener escapatoria.
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Jaleó como todas las demás cuando Monica le plantó semejante morreo a Howard, y abrió mucho los ojos, tapándose la boca. Rio, dejándose coger por su novio y acarició aquella cara tan bonita que tenía. — Pasa que el pajarillo quería romper un par de normas esta noche, tú sabes, emoción controlada, como beber de una botella… — Pero se vio interrumpida de nuevo por el espectáculo de Monica y Howard, al cual aplaudió y se rio como la que más, porque en la vida se hubiera imaginado a su adorado prefecto Graves de esa guisa en, como decía Monica, una pegajosa discoteca de moral distraída neoyorquina.
Para seguir con las parejas venidas arriba (empezaba a encelarse de no ser ella ESA pareja, por no hablar de la que formaban Sophia y Dewar que no paraban por allí desde hacía un rato) Frankie y Lorraine se revelaron como la clásica pareja gryffindor pasional que no mide mucho pero que se lo pasa muy bien. — Los Lacey tienen un tipo, eh. — Susurró al oído de Marcus. Y lo que vino después pasó muy rápido.
Nicole se quitó de en medio, había dicho algo de Rylance, Frankie y Lorraine se alejaron un poco, y al final sintió un liquido frío y a presión sobre parte de ella. Y era sobre partes porque el grueso se lo estaba llevando Marcus. Se tapó la boca con las dos manos, aguantándose la risa, mirando a Klaus y a su primo, más feliz de lo que le había visto nunca. Se acercó a Marcus riéndose sin saber bien por dónde agarrarle. — Madre mía, mi amor… — Ladeó la cabeza y se rio a lo de su primo. — No puedo culparle… Estás supersexy. — Admitió, aún riéndose y acercándose a él. Y claro le vio lamerse y… — A mí me encanta el champán, ¿sabes? Es francés… — Y besó sus labios atrapándolos en los de ella, para luego seguir besando por su cuello que… Efectivamente, sabía a champán.
Pero ya tuvo que cortarle Frankie el rollo. Oye, mono, que yo no te he interrumpido cuando tú estabas con tu Lorraine, pensó mosqueada. Pero sí, su novio estaba ya evitando la botella. Ante tantas voces coreando aquello, alargó la mano hacia la botella y miró a su novio entre sexy, retadora y traviesa, o quizá una combinación de las tres. — Alquimista… Yo no tengo fuerza para inclinarte, pero… — Alzó la ceja. — Arrodíllate delante de mí, que ahí arriba no llego. — ¡UHHHHHHHH! ¡QUE FUERTE! — Exclamó Sandy sacudiendo las manos. — ¿Ves? Te dije que era interesante ver esto. — Dijo Nicole, apareciendo por allí con Rylance y su hermano. Ella suspiró y dijo. — Tú no bebas, eh, patito. — Su hermano se rio y se encogió de hombros. — No me hace falta. — Ella movió la botella ante Marcus y dijo. — Venga, alquimista. — Se echó un traguito a ella misma rápido y dijo. — Yo diría que te va a gustar. Emoción controlada... Por mí. — Empezó a verter líquido entre los labios de su novio, y al poco, levantó la botella y le miró sugerente, inclinándose para susurrar en su oído. — ¿Y si le dejo la botella a Klaus para agradecerle que te haya dejado tan sexy? — Pero luego se separó y dijo. — Venga, un poquito más. — Y un poquito más vertió, mordiéndose el labio de gusto. Luego dejó la botella en las manos de Frankie y le ayudó a levantarse y señaló a Howard, rodeando a Marcus por la cintura. — ¡Hurra por los prefectos desmelenados! —
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Arqueó las cejas, sin perder la sonrisilla. - Ah ¿tú concepto de "emoción controlada" es "romper un par de normas"? Eso explica muchas cosas. - Dijo, feliz entre el tonteo, el ambiente y el alcohol que llevaba ya en el cuerpo. Después de ponerse chorreando gracias a la ideíta del alemán, mientras se miraba a sí mismo con resignación, su novia se le acercó entre risas y él levantó la mirada con las cejas arqueadas... aunque se tuvo que reír también. - ¿Te gusta? ¿Te hace gracia? - Preguntó cómico, porque ¿qué iba a hacer? ¿Llorar? Con la que habían tenido encima, llenarse una camisa de champán era, desde luego, el menor de sus problemas. - Al final me obligan a quitármela y tú te sales con la tuya. - Por lo pronto iba a desabrocharse otro de los botones de arriba, porque se notaba pegajoso. De hecho, no pudo evitar una onomatopeya siseante y asqueada al notarse la camisa tan pegada al cuerpo. Con suerte se le secaba un poco la piel así, pero pegajoso iba a quedarse igualmente.
Estaba aún calculando cómo ponerse o si podría dibujarse en su propia camisa un círculo de transmutación que evaporara el champán (igual era un poco peligroso, sobre todo en su estado) cuando Alice se lanzó a sus labios y se le olvidó todo por completo, porque se quedó tan colgado en ellos que incluso dio un traspiés hacia delante cuando se apartó. Claro, Frankie y sus cosas, que no estaban solos.
Alzó un índice. - ¡Este alquimista está pensando la mejor forma de...! - Nada, no le dejaban hablar con los gritos. Cuándo aprendería Marcus que dar un elaborado y argumentado discursos en ciertos contextos era absolutamente inútil. Igualmente ya venía su Alice hacia él, y esa expresión... Oh, ya tenía mucha experiencia con esa expresión, y ya sabía cómo acababa, y el Marcus desinhibido decía a eso que "sí" con mucha más facilidad que el prudente, que claramente debía seguir dormido todavía desde la noche anterior. La propuesta de Alice le hizo arquear una ceja y ladear la sonrisa. - Como ordene mi princesa. - Afirmó, y allá que fue a arrodillarse, sin dejar de mirarla a los ojos... Ah, espera, que no era un juego sin más, que era para beber. - ¿Pero eso qué es? - Preguntó de nuevo. Vaya pregunta más tonta: fuera lo que fuese, que veneno no iba a ser, alcohol llevaría fijo. Seguiría mejor en el juego de la seducción si no fuera por... - ¡Y no mires! - Ordenó, señalando a Dylan, lo cual levantó muchas risas. Dylan reía a carcajadas con malicia. - Ya te estoy perdiendo el respeto, colega. - ¿A que me levanto? - Amenazó, pero obviamente no lo hizo, porque ya estaba su novia llamando su atención lo suficiente.
Esa forma de beber en ella le había dejado atontado. ¿Por qué era tan hipnótica? ¿Por qué cada cosa que hacía le resultaba tan excitante? Y lo más importante, ¿qué había pasado aquellos malditos meses para que no hubiera tenido esa sensación cada cinco minutos? Porque ahora le resultaba imposible mirar a Alice de otra manera que no fuera desbordando amor y deseo, ¿cómo lo había hecho todos esos años y, sobre todo, en todos esos días de convivencia? Si hasta habían dormido en la misma cama. Uf, mejor no pensaba en eso ahora, que se le nublaba la vista y no dejaba de mirar hacia arriba y... - Qué vista más privilegiada la mía ahora. - Le dijo, con un tono para que solo le oyera ella... O quizás ni ella le había oído con tanto ruido, esperaba que le hubiera leído los labios al menos.
Sorprendentemente, no estaban derramando nada de líquido y... sí que estaba bueno, sabía a piña, era como los caramelos tropicales. Pero con alcohol, por supuesto. - Vamos mejorando en lo de darnos el sabor este el uno al otro. - Se le ocurrió, espontáneo. Ah, cómo habían cambiado las cosas desde que Alice le daba caramelitos tropicales en su cumpleaños. Lo de Klaus le hizo alzar una ceja. - No me líes. - Fue lo que atinó a decir, que igual mucho sentido no tenía, pero creía haberse hecho entender. Sin embargo, Alice lo que quería era darle más. - A ver... - Empezó, pero ya ella estaba derramando líquido, así que si no quería ponerse aún más pringando, más le valía concentrarse. Terminó de beber entre risas. - Qué interés en emborracharme, Gallia. - Comentó. Se dejó levantar y se pegó mucho a ella, mirándola con deseo. Ni siquiera coreó los vítores, estaba a otras cosas.
Se apoyó él también en su cintura, mirándola. - Mira lo que haces conmigo. - La miró de arriba abajo. - ¿No te doy pena? - Porque le manipulaba como quería, pero él iba a llevarse un premio por ceder a su caos. Todos estaban desmelenados allí ¿no? Y él se moría de ganas por besar a su novia, así que eso hizo, dejándose llevar por las ganas que tenía, y por ese agradable sabor a piña que ella también tenía en sus labios. Se permitió el lujo de quedarse allí, moviéndose instintivamente al ritmo de la música discotequera que sonaba de fondo, pero sin separarse de ella, sin romper ese beso apasionado en el que se estaba deleitando. Sentía que era como ese caprichito con el que llevaba meses y meses soñando, pero que hasta ahora no se había podido permitir, pero al fin lo tenía y se iba a regodear.
Se separó para hablarle y, al hacerlo, reparó en la música. Miró hacia arriba, tratando de reconocerla, parpadeando... Oh, esa canción. - Vaya. - Dijo. - Las circunstancias han mejorado un poco. - Afirmó. Era esa misma canción la que desató sus instintos aquella noche, la única que habían salido solos por Nueva York y que acabó... como acabó. Sonrió levemente, relajado, sabiendo ahora con certeza que todo había salido bien. - Eres a prueba de balas. - Afirmó, escuchando la letras. - No han conseguido derribarte... Eres de titanio, Alice Gallia. - Dijo, agarró sus mejillas y volvió a besarla. No era nada consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Para él, era como si estuvieran solos.
- Esto es una locura. - Se le escapó, entre risas, al separarse de sus besos. Rio un poco más y lo explicó. - Son... No sé ni qué horas son, pero debe ser la madrugada. Estamos en otro país, en una discoteca de otro país, abarrotada, con... ¿jaulas para liarse con gente? - Dijo entre risas. - Y borrachos. - Mejor lo reconocía ya. - Y hemos venido aquí con tu hermano envejecido, tu primo al que mandaron a expiarte, una antigua amiga de tu madre, el abogado de mi familia, nuestro antiguo prefecto y su mujer, un montón de primos míos que hasta hace unos meses no sabía ni que existían y otro montón de jugadores de quidditch, que a saber si alguno no será internacionalmente famoso. - Rio de nuevo, pero sin dejar de agarrar sus mejillas y mirándola a los ojos. - Es una locura. Es la locura más grande que hemos hecho en la vida. - Soltó aire por la boca. - Y qué lleno de vida me siento. Tenías razón, Alice: la vida es emoción no controlada a veces. Y... no sabes cuánto te amo. - No era capaz de hacer un discurso más largo, pero la conclusión la tenía clara, y que sentía que necesitaba besarla de nuevo, en mitad de aquel caos, también.
Estaba aún calculando cómo ponerse o si podría dibujarse en su propia camisa un círculo de transmutación que evaporara el champán (igual era un poco peligroso, sobre todo en su estado) cuando Alice se lanzó a sus labios y se le olvidó todo por completo, porque se quedó tan colgado en ellos que incluso dio un traspiés hacia delante cuando se apartó. Claro, Frankie y sus cosas, que no estaban solos.
Alzó un índice. - ¡Este alquimista está pensando la mejor forma de...! - Nada, no le dejaban hablar con los gritos. Cuándo aprendería Marcus que dar un elaborado y argumentado discursos en ciertos contextos era absolutamente inútil. Igualmente ya venía su Alice hacia él, y esa expresión... Oh, ya tenía mucha experiencia con esa expresión, y ya sabía cómo acababa, y el Marcus desinhibido decía a eso que "sí" con mucha más facilidad que el prudente, que claramente debía seguir dormido todavía desde la noche anterior. La propuesta de Alice le hizo arquear una ceja y ladear la sonrisa. - Como ordene mi princesa. - Afirmó, y allá que fue a arrodillarse, sin dejar de mirarla a los ojos... Ah, espera, que no era un juego sin más, que era para beber. - ¿Pero eso qué es? - Preguntó de nuevo. Vaya pregunta más tonta: fuera lo que fuese, que veneno no iba a ser, alcohol llevaría fijo. Seguiría mejor en el juego de la seducción si no fuera por... - ¡Y no mires! - Ordenó, señalando a Dylan, lo cual levantó muchas risas. Dylan reía a carcajadas con malicia. - Ya te estoy perdiendo el respeto, colega. - ¿A que me levanto? - Amenazó, pero obviamente no lo hizo, porque ya estaba su novia llamando su atención lo suficiente.
Esa forma de beber en ella le había dejado atontado. ¿Por qué era tan hipnótica? ¿Por qué cada cosa que hacía le resultaba tan excitante? Y lo más importante, ¿qué había pasado aquellos malditos meses para que no hubiera tenido esa sensación cada cinco minutos? Porque ahora le resultaba imposible mirar a Alice de otra manera que no fuera desbordando amor y deseo, ¿cómo lo había hecho todos esos años y, sobre todo, en todos esos días de convivencia? Si hasta habían dormido en la misma cama. Uf, mejor no pensaba en eso ahora, que se le nublaba la vista y no dejaba de mirar hacia arriba y... - Qué vista más privilegiada la mía ahora. - Le dijo, con un tono para que solo le oyera ella... O quizás ni ella le había oído con tanto ruido, esperaba que le hubiera leído los labios al menos.
Sorprendentemente, no estaban derramando nada de líquido y... sí que estaba bueno, sabía a piña, era como los caramelos tropicales. Pero con alcohol, por supuesto. - Vamos mejorando en lo de darnos el sabor este el uno al otro. - Se le ocurrió, espontáneo. Ah, cómo habían cambiado las cosas desde que Alice le daba caramelitos tropicales en su cumpleaños. Lo de Klaus le hizo alzar una ceja. - No me líes. - Fue lo que atinó a decir, que igual mucho sentido no tenía, pero creía haberse hecho entender. Sin embargo, Alice lo que quería era darle más. - A ver... - Empezó, pero ya ella estaba derramando líquido, así que si no quería ponerse aún más pringando, más le valía concentrarse. Terminó de beber entre risas. - Qué interés en emborracharme, Gallia. - Comentó. Se dejó levantar y se pegó mucho a ella, mirándola con deseo. Ni siquiera coreó los vítores, estaba a otras cosas.
Se apoyó él también en su cintura, mirándola. - Mira lo que haces conmigo. - La miró de arriba abajo. - ¿No te doy pena? - Porque le manipulaba como quería, pero él iba a llevarse un premio por ceder a su caos. Todos estaban desmelenados allí ¿no? Y él se moría de ganas por besar a su novia, así que eso hizo, dejándose llevar por las ganas que tenía, y por ese agradable sabor a piña que ella también tenía en sus labios. Se permitió el lujo de quedarse allí, moviéndose instintivamente al ritmo de la música discotequera que sonaba de fondo, pero sin separarse de ella, sin romper ese beso apasionado en el que se estaba deleitando. Sentía que era como ese caprichito con el que llevaba meses y meses soñando, pero que hasta ahora no se había podido permitir, pero al fin lo tenía y se iba a regodear.
Se separó para hablarle y, al hacerlo, reparó en la música. Miró hacia arriba, tratando de reconocerla, parpadeando... Oh, esa canción. - Vaya. - Dijo. - Las circunstancias han mejorado un poco. - Afirmó. Era esa misma canción la que desató sus instintos aquella noche, la única que habían salido solos por Nueva York y que acabó... como acabó. Sonrió levemente, relajado, sabiendo ahora con certeza que todo había salido bien. - Eres a prueba de balas. - Afirmó, escuchando la letras. - No han conseguido derribarte... Eres de titanio, Alice Gallia. - Dijo, agarró sus mejillas y volvió a besarla. No era nada consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Para él, era como si estuvieran solos.
- Esto es una locura. - Se le escapó, entre risas, al separarse de sus besos. Rio un poco más y lo explicó. - Son... No sé ni qué horas son, pero debe ser la madrugada. Estamos en otro país, en una discoteca de otro país, abarrotada, con... ¿jaulas para liarse con gente? - Dijo entre risas. - Y borrachos. - Mejor lo reconocía ya. - Y hemos venido aquí con tu hermano envejecido, tu primo al que mandaron a expiarte, una antigua amiga de tu madre, el abogado de mi familia, nuestro antiguo prefecto y su mujer, un montón de primos míos que hasta hace unos meses no sabía ni que existían y otro montón de jugadores de quidditch, que a saber si alguno no será internacionalmente famoso. - Rio de nuevo, pero sin dejar de agarrar sus mejillas y mirándola a los ojos. - Es una locura. Es la locura más grande que hemos hecho en la vida. - Soltó aire por la boca. - Y qué lleno de vida me siento. Tenías razón, Alice: la vida es emoción no controlada a veces. Y... no sabes cuánto te amo. - No era capaz de hacer un discurso más largo, pero la conclusión la tenía clara, y que sentía que necesitaba besarla de nuevo, en mitad de aquel caos, también.
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Lo que Alice estaba sintiendo en esos momentos no los había nadie. El hechizo que Marcus tenía sobre ella, con aquellas palabras, aquella mirada, esa forma de obedecerla, pero decirlo en voz alta y con esa sonrisita… Iba poco vestida, y aun así, no podía consigo misma con el calor. Mientras dejaba caer el líquido sobre su boca, no podía parar de mirarle y… Cómo me gustaría hacerle esto mismo, pero estando solos y en una cama. Wow, ese pensamiento había sido muy concreto. Ella adoraba a Marcus, pero en los último dos meses, había tenido la cabeza tan centrada en sus problemas, en resolverlo todo y no cargarse nada bueno en el camino, que sus fantasías, esas que le salían solas, como acababa de ocurrirle, habían estado apagadas en su mente. Pero se acababan de encender de golpe, vaya que sí. Y más leyendo lo que acababan de decir sus labios. Lo había entendido perfectamente. — Puedo darte mejores vistas aún. — Dijo tentadora. Que viera por qué camino iba, que viera lo que quería. Al fin y al cabo, no era ni más ni menos que lo que todos parecían querer ahí…
Cuando le ayudó a levantarse, le dejó apoyarse en su cintura y acarició su nariz con la de él. — No era pena lo que me estabas provocando precisamente hace un momento. — Comentó aterciopelada. Pero aquel beso que le dio acababa con el jueguecito y los rocecitos. Un beso así era exactamente lo que necesitaba, era todo lo bueno de su vida resumido en una sola acción, la de besar desesperadamente a Marcus, disfrutando de cada milímetro en el que se encontraban, se sentían, se disfrutaban. Y entonces empezó aquella canción, aquella que estaba segura que no iba a poder olvidar por el punto de inflexión que supuso para ella en ese momento, y se separó solo para mirar a Marcus y disfrutar del momento.
Rio y asintió a lo que le dijo su novio. — Han cambiado y mucho. Pero siento esto… Esta… Hambre animal por ti. — Apoyó su frente en la de él y asintió, bajando los ojos. — Lo soy. — Levantó los ojos y los enfocó a los de él. — Pero tú eres parte de ese titanio, Marcus. Soy indestructible porque tú me sujetas siempre. — Se señaló a ella y a él. — Hemos transmutado la sustancia más fuerte del mundo, Marcus: nosotros. Y el precio ha sido nuestro amor. — Y volvió a enredarse en su beso, sellándolo, demostrándose una vez más que eran ellos y nadie más en el mundo.
Se rio a lo que dijo después. — Sí que lo es. — Negó entre risas y miró a su alrededor. A más lo decía Marcus más locura parecía, pero… — Las locuras son el terreno de un Gallia. — Le dijo con una enorme sonrisa. — Es una discoteca donde todo el mundo puede expresarse como quiera, como queremos nosotros siempre, donde ser libres… Mi hermano ha envejecido, pero no por la barba, porque esto le ha hecho crecer, y aun así mírale… — Le señaló, porque estaba dando saltos y duchando a Aaron con el champán de Klaus. — Sigue siendo él, vacilando al primo que venía a espiarme y que solo quería exactamente eso… — Rio un poco emocionada. — La amiga de mi madre y tu abogado se merecen más que nadie esta fiesta, porque sin ellos no habríamos logrado nada, y tus primos, por mucho que no les conocieras, eran de tu sangre irlandesa, y la abuela estaría MUY de acuerdo conmigo en que no hay nada que tire más que la sangre irlandesa. Y en cuanto a los jugadores, acostumbrémonos, porque si mal no he entendido, ya tenemos oficialmente uno que lo va a ser. — Le acarició mirándole con cariño. — Para mí todo tiene perfecto sentido. — Pero aquello último que le dijo, dándole la razón sobre la vida, sobre esa máxima que ella tantas veces había dudado. — Eres perfecto, Marcus O’Donnell. Y brillante. Y no solo por ser un genio a tu edad sino… Por ser capaz de llegar a la verdad, a la quintaesencia y de sacarle todo su potencial, como llegaste a mi felicidad, y sabes explotarla todos y cada uno de los días… — Se unió a sus labios y se separó solo un momento para decir. — Y lo vas a hacer para siempre. Yo también te amo. — Antes de volver y enredarse en sus brazos.
Cuando acabó la canción, y realmente sintiéndose de titanio, se separó de Marcus y tiró de él hacia donde estaba Dylan. — ¡Hermana! El primo me ha dejado darle de la botella esa y Klaus se ríe un montón, es superfeliz, me encanta estar aquí. — Monica y Howard estaban cerca, pero no eran los cuidadores con los que le había dejado la última vez. — ¿Dónde estan Edward y Nicole? — Monica se dio la vuelta con los ojos muy abiertos. — ¡Eso mismo digo yo! — Yo hace rato que no los veo. — Admitió Dylan con tranquilidad. — ¿Chico tímido y gran mujer? — Preguntó Klaus, que luego puso una gran sonrisa. — Desaparecer hace rato. No creo que tímido quiera jaulas, pero yo no buscar aquí, casi seguro fuera de aquí. Igual que Lacey pequeña y Dewar. Siempre que ven, ¡fuera! — Alice parpadeó y miró a Marcus. — ¿Y decías tú que esto era una locura? No habías escuchado esto último. — Si el bueno de Rylance se ha llevado a la cama a Nicole Guarini voy a necesitar de la botella esa. — Dijo Howard. — ¡Pero bueno, prefecto Graves! — Le dijo ella abriendo mucho los ojos. — Perdón, a veces cuando bebo descuido el lenguaje. ¡Venid aquí, enanos! ¡Monica y yo os queremos un montón! — Uy, alguien está ya de exaltación de la amistad, igual hay que ir pensando en irse. — Dijo Monica con una risa, pero aun así, abrazándose.
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
- Alice Gallia hablando de alquimia. - Dijo simplemente, antes de volver a sus besos con ese hambre animal que su novia describía. No había disminuido ni un ápice su amor por Alice, sería imposible, pero esos meses habían estado tan ocupados, que esa sensación de que el pecho le iba a explotar de tanto quererla, al sentirla de nuevo ahora, le pareció que llevaba mucho más tiempo del que él se consentía a sí mismo sin sentirla. Ahora estaba viniendo con toda la intensidad acumulada.
- Lo tiene. - Corroboró, aunque la verdad es que estaba tan hechizado mirándola y oyéndola, que le podría haber hablado en otro idioma y también habría dicho que tenía sentido. - No he oído nada con más sentido en mi vida. - Afirmó, y de verdad lo creía... Al menos, lo creía en ese momento. A ver de cuánto de eso se acordaba al día siguiente y a ver si le veía el mismo sentido. Siguió escuchándola, y de verdad que sus palabras le estaban derritiendo y encendiendo cada vez más. - Eres perfecta. - Afirmó también. - Eres la mujer más perfecta del mundo. - Y hubiera seguido con una perorata mucho más larga que le podía haber durado hasta la mañana siguiente si fuera necesario, pero le interrumpieron antes.
Tan metido en el ambiente estaba, que en otras circunstancias habría dado un salto al verse ante Dylan, porque tenía las manos en el cuerpo de Alice de forma sugerente y la estaba devorando con la mirada, por no hablar de la cercanía, pero su cerebro feliz y bebido determinaron que dudaba que a esas alturas el niño se fuera a espantar, y que lo que estaba haciendo era la perfecta expresión del amor que sentía por su hermana y eso seguro que le gustaba, peor sería no sentirlo ¿no? Intentó seguir el hilo de la conversación, y a la mención de Nicole y su abogado miró a los lados. Era cierto, ¿dónde estaban? ¿Se habrían ido juntos? Eso le hizo reír, sobre todo porque la explicación de Klaus no tenía desperdicio.
Y más se rio con la reacción de Howard. Si su prefecto podía hablar así, él también. - ¡Primer triunfo de la noche para la casa O'Donnell! - Dijo, alzando la copa que tenía en la mano... Un momento, ¿cuándo le había aparecido una copa en la mano? - Siempre seréis mis mentores. - Afirmó de corazón, y se unió al abrazo con los demás, con cuidado de no tirar el contenido de la copa sobre nadie. No sabía ni lo que era, así que cuando se separó le dio un sorbo. Tosió. - Oh. - Dijo con la voz quebrada. - Esto está demasiado fuerte. - A ver. - Dijo Monica, y antes de poder reaccionar, se la había quitado y estaba bebiendo. Abrió mucho los ojos, mirando a su marido. - ¡Uh! ¡Cariño, tequila! - ¡Eso me gusta! - Dijo Howard, y tercera mano a la que iba la copa. Monica le dijo. - Pero eso está incompleto. El tequila hay que tomarlo con más cosas. - Pues las demás cosas, en el próximo bar. - Saltó Frankie, con Lorraine del brazo. Marcus le miró. - ¿Otro? - ¡YUHUUUU! - Llegó Sandy, bailando bajo la mano de... Espera, ese no era el mismo jugador de quidditch con el que entró al bar. - ¡Que siga la fiestaaaaa! - Lo dicho: nos vamos. - Pero. - Dijo Marcus, y tras unos segundos de búsqueda, localizó la botella. - Sigue medio llena. - ¡Reduccio! - Dijo Sandy, con una floritura, volviendo la botella diminuta y metiéndosela en el bolsillo. - ¡Arreglado! - Miró a Alice y se encogió de hombros. Bueno, pues se iban.
Al salir del local, miró al grupo. - ¿No falta... mucha gente? - Eran la mitad de los que empezaron, de hecho. Habían perdido a Nicole, Edward, Sophia y Aaron por el camino, estos dos últimos con sus respectivos jugadores. - Quienes quieran nos encontrarán, no te preocupes. - Dijo Frankie, despreocupado, y luego alzó un brazo. - ¡Rumbo al nido de las aves del trueno! - ¡¡Nido!! - Gritó, ilusionado, mirando a Alice. - ¡Un nido! - Se unió Howard. - ¡¿Dónde están mis águilas orgullosas?! - ¡¡AQUÍ!! - Gritó con todas sus fuerzas. Frankie les miraba ceñudo, pero sacudió la cabeza. - Vale, no me entero, pero no importa. ¡¡Volando vamos!! - Y, enganchándose entre todos, desaparecieron de allí.
Y menudo vértigo, porque aparecieron en lo más alto de un edificio terroríficamente alto, y las paredes estaban tan acristaladas que daba la sensación de estar en el aire. - Uy, un poquito justo el aterrizaje. - Recriminó Monica, porque habían aparecido pegados a la pared y de verdad que parecía que se iban a caer al vacío. Sin embargo, no pudieron reaccionar, porque un grito de júbilo les sobresaltó, y ya vieron a alguien dirigirse hacia ellos. - ¡¡Mis ingleseeees!! ¡Pero bueno! - Abrió mucho los ojos. - ¡¡Blyth!! - ¡¡Pero si es el hermano alquimista de mi nuevo compi de equipo!! - ¡LE HAN FICHADO LOS MONTROSE! - Chilló Lorraine, señalándole. - ¡¡Lo sabía!! - ¡Pero es secreto! No digas nada, que me mata. - La chica hizo un gesto de cremallera en la boca. - Soy una tumba voladora. - ¡Chica escoba! - Vaya, sí que Klaus les había encontrado rápido. Iba tan sonriente como siempre y con un Aaron muy despeinado y atontado detrás. - ¡Siempre en fiestas! - Contigo no hablo. - Le dijo Blyth. Klaus respondió con una fuerte carcajada. - Es graciosa. - ¿Chica escoba? - Preguntó Marcus, que iba un poco lento. Klaus explicó. - Muy delgada y color madera. - No es medio lelo, se lo hace muy bien. - Dijo Blyth con una sonrisilla irónica. - Para intentar matarme a golpe de blugder es listísimo. - Mi trabajo es. - Dijo el otro, encogiéndose de hombros. - ¡Eh, Blyth! - Clamó Frankie. - Estos ingleses no han probado nunca el tequila. - La chica aspiró una teatral exclamación, mirándoles con los ojos y la boca muy abiertos. - Eso lo soluciono yo ahora mismo. -
- Lo tiene. - Corroboró, aunque la verdad es que estaba tan hechizado mirándola y oyéndola, que le podría haber hablado en otro idioma y también habría dicho que tenía sentido. - No he oído nada con más sentido en mi vida. - Afirmó, y de verdad lo creía... Al menos, lo creía en ese momento. A ver de cuánto de eso se acordaba al día siguiente y a ver si le veía el mismo sentido. Siguió escuchándola, y de verdad que sus palabras le estaban derritiendo y encendiendo cada vez más. - Eres perfecta. - Afirmó también. - Eres la mujer más perfecta del mundo. - Y hubiera seguido con una perorata mucho más larga que le podía haber durado hasta la mañana siguiente si fuera necesario, pero le interrumpieron antes.
Tan metido en el ambiente estaba, que en otras circunstancias habría dado un salto al verse ante Dylan, porque tenía las manos en el cuerpo de Alice de forma sugerente y la estaba devorando con la mirada, por no hablar de la cercanía, pero su cerebro feliz y bebido determinaron que dudaba que a esas alturas el niño se fuera a espantar, y que lo que estaba haciendo era la perfecta expresión del amor que sentía por su hermana y eso seguro que le gustaba, peor sería no sentirlo ¿no? Intentó seguir el hilo de la conversación, y a la mención de Nicole y su abogado miró a los lados. Era cierto, ¿dónde estaban? ¿Se habrían ido juntos? Eso le hizo reír, sobre todo porque la explicación de Klaus no tenía desperdicio.
Y más se rio con la reacción de Howard. Si su prefecto podía hablar así, él también. - ¡Primer triunfo de la noche para la casa O'Donnell! - Dijo, alzando la copa que tenía en la mano... Un momento, ¿cuándo le había aparecido una copa en la mano? - Siempre seréis mis mentores. - Afirmó de corazón, y se unió al abrazo con los demás, con cuidado de no tirar el contenido de la copa sobre nadie. No sabía ni lo que era, así que cuando se separó le dio un sorbo. Tosió. - Oh. - Dijo con la voz quebrada. - Esto está demasiado fuerte. - A ver. - Dijo Monica, y antes de poder reaccionar, se la había quitado y estaba bebiendo. Abrió mucho los ojos, mirando a su marido. - ¡Uh! ¡Cariño, tequila! - ¡Eso me gusta! - Dijo Howard, y tercera mano a la que iba la copa. Monica le dijo. - Pero eso está incompleto. El tequila hay que tomarlo con más cosas. - Pues las demás cosas, en el próximo bar. - Saltó Frankie, con Lorraine del brazo. Marcus le miró. - ¿Otro? - ¡YUHUUUU! - Llegó Sandy, bailando bajo la mano de... Espera, ese no era el mismo jugador de quidditch con el que entró al bar. - ¡Que siga la fiestaaaaa! - Lo dicho: nos vamos. - Pero. - Dijo Marcus, y tras unos segundos de búsqueda, localizó la botella. - Sigue medio llena. - ¡Reduccio! - Dijo Sandy, con una floritura, volviendo la botella diminuta y metiéndosela en el bolsillo. - ¡Arreglado! - Miró a Alice y se encogió de hombros. Bueno, pues se iban.
Al salir del local, miró al grupo. - ¿No falta... mucha gente? - Eran la mitad de los que empezaron, de hecho. Habían perdido a Nicole, Edward, Sophia y Aaron por el camino, estos dos últimos con sus respectivos jugadores. - Quienes quieran nos encontrarán, no te preocupes. - Dijo Frankie, despreocupado, y luego alzó un brazo. - ¡Rumbo al nido de las aves del trueno! - ¡¡Nido!! - Gritó, ilusionado, mirando a Alice. - ¡Un nido! - Se unió Howard. - ¡¿Dónde están mis águilas orgullosas?! - ¡¡AQUÍ!! - Gritó con todas sus fuerzas. Frankie les miraba ceñudo, pero sacudió la cabeza. - Vale, no me entero, pero no importa. ¡¡Volando vamos!! - Y, enganchándose entre todos, desaparecieron de allí.
Y menudo vértigo, porque aparecieron en lo más alto de un edificio terroríficamente alto, y las paredes estaban tan acristaladas que daba la sensación de estar en el aire. - Uy, un poquito justo el aterrizaje. - Recriminó Monica, porque habían aparecido pegados a la pared y de verdad que parecía que se iban a caer al vacío. Sin embargo, no pudieron reaccionar, porque un grito de júbilo les sobresaltó, y ya vieron a alguien dirigirse hacia ellos. - ¡¡Mis ingleseeees!! ¡Pero bueno! - Abrió mucho los ojos. - ¡¡Blyth!! - ¡¡Pero si es el hermano alquimista de mi nuevo compi de equipo!! - ¡LE HAN FICHADO LOS MONTROSE! - Chilló Lorraine, señalándole. - ¡¡Lo sabía!! - ¡Pero es secreto! No digas nada, que me mata. - La chica hizo un gesto de cremallera en la boca. - Soy una tumba voladora. - ¡Chica escoba! - Vaya, sí que Klaus les había encontrado rápido. Iba tan sonriente como siempre y con un Aaron muy despeinado y atontado detrás. - ¡Siempre en fiestas! - Contigo no hablo. - Le dijo Blyth. Klaus respondió con una fuerte carcajada. - Es graciosa. - ¿Chica escoba? - Preguntó Marcus, que iba un poco lento. Klaus explicó. - Muy delgada y color madera. - No es medio lelo, se lo hace muy bien. - Dijo Blyth con una sonrisilla irónica. - Para intentar matarme a golpe de blugder es listísimo. - Mi trabajo es. - Dijo el otro, encogiéndose de hombros. - ¡Eh, Blyth! - Clamó Frankie. - Estos ingleses no han probado nunca el tequila. - La chica aspiró una teatral exclamación, mirándoles con los ojos y la boca muy abiertos. - Eso lo soluciono yo ahora mismo. -
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Se habría quedado bien a gusto dejándose llamar “mujer perfecta” por su novio mientras la besaba y la acariciaba, o abrazándose a Monica y Howard, o viendo qué llevaba aquella copa misteriosa… Pero Frankie y Sandy tenían otros planes. Igual era por el alcohol, pero todo le parecía que iba a toda velocidad. Solo se enganchó a la palabra “nido” y a lo animados que parecían los dos exprefectos. — ¡Eh! ¿Dónde está el águila que nos falta? — Preguntó buscando a Edward. — Que se ha ido con Nicole, hermana. — Le recordó su hermano, que estaba por ahí. — ¿La amiga de mamá se puede liar con alguien tan joven? — Qué pregunta más complicada… Menos mal que había que irse. — Concentración, patito. Que vamos a otro lado, por lo visto. — Ya mañana… Trataría de poner orden ahí.
Entre la pregunta, el hecho de que su hermano supiera lo que era liarse con alguien (de verdad, la sala común de Hufflepuff) y el transporte, estaba tan desorientada que pegó un salto en la dirección contraria del cristal (no había detectado que fuera cristal de verdad), chocándose con alguien. — ¿Blyth? — Preguntó anonadada. Pero es que los demás iban a mucha más velocidad que ella, y solo pudo enterarse de que ya todas sabían, de alguna forma, lo de los Montrose. Se rio como una niña traviesa y dijo. — Lex se va a cabrear… — Pero luego le dio la risa con lo de la tumba voladora y pensó… ¿Blyth no era legeremante? Ah, no, legeremante no, lo otro, lo de que no se podía saber lo que pensaba… Un poco como ella ahora, que no sabía ni ella misma lo que pensaba, aparte de que se lo estaba pasando de lujo con Marcus y quería más… — Pues te has perdido la oportunidad en el otro lado. — Dijo su primo apareciendo a su lado, ajustándose un poco la ropa. — Deduzco que tú si la has cogido. — Él asintió y sonrió mucho. — ¿Qué menos, prima? Para lo que me queda aquí… Quiero recordarlo sintiéndome libre. — Eso le hizo sonreír y le pasó un brazo por los hombros abrazándole. — Creo que tienes más de Gallia que de Van Der Luyden, Aaron. — Él asintió. — Si llego a ser la mitad de listo o apasionado que un Gallia, me daré por satisfecho. — Ella le miró con cariño. — Bueno, haberte ido con aquel a disfrutar de la oportunidad, citando tus palabras, haría muy orgullosa a mi tía. — Y se limitaron a ver el pique con Blyth y Klaus, muertos de risa.
— ¡A ver, el inglesito más valiente, que venga para acá! — Ordenó de repente Blyth. Se vio agarrada de la muñeca por Monica. — ¡Nosotras somos inglesitos valientes! — La chica sacó el labio inferior y asintió. — Ya veo, poder femenino, me gusta. Blyth Jennings, para servirla, señorita. — Dijo ofreciéndole a Monica una mano que ella estrechó. — Monica Graves, y es señora, pero puedo patearles el culo a todos. — Eso les hizo reír a las otras dos. — Me parece estupendo. Pues a mí me llaman la reina del tequila. — Yo llamo chica escoba. — Aportó Klaus. — TÚ CALLAR, MONO. ¿Por dónde iba? El tequila. — Señaló una tablita con limones y sal. — ¿Lo vamos a transmutar? — Preguntó ilusionada. Blyth arrugó el gesto. — ¿Qué? No. Te lo vas a beber, Alice… Estos serpientes cornuda, siempre igual… — Dijo la chica entornando los ojos. — A ver, atención, que para eso sois los listos. Os echais el limón y la sal en la mano, chupáis, y justo después: chupito. — A ver si no se lo tiraba encima, con la que llevaba. — Trae la mano. — Y se dejó hacer, a la vez que Monica, que parecía tener más práctica. Al final, de alguna manera lo logró, y la sensación fue… — ¡Brutal! ¡Pruébalo amor! — Blyth puso carita traviesa y la agarró el ante brazo, poniéndole la cara anterior hacia arriba. — La gracia está en ir probando otra cositas… — Le echó el limón y la sal desde la muñeca hacia arriba. — Cógelo de aquí, chico listo. — Le dijo Blyth a Marcus, dejándole el vaso de chupito en la mano a Marcus. Y otra vez se encontraban sus miradas, y ya solo oía a Monica riéndose de fondo, diciéndole a Howard que la iba a llenar de limón entera si no se lo bebía rápido, o a Frankie y Lorraine… ¿Era eso Sandy tumbando al jugador, y levantándole la camiseta? Pero ya solo le importaba Marcus, sus ojos, y el jueguecito nuevo que les acababan de enseñar.
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Por supuesto que no se dio por aludido con lo de inglesito valiente, estaba mirando los alrededores con curiosidad cuando se vio empujado hacia Blyth, lo que le obligó a dar un traspiés. - ¿Qué pasa? - ¡Que te estoy llamando! - ¿A mí? - Estaba muy confuso, pero ah, allí estaba Alice, y donde estaba Alice, Marcus ponía una sonrisita boba. - Hola, princesa. - Saludó con tono seductor, como si llevara una semana sin verla. Cuando dijo que la llamaban la reina del tequila, la miró con los ojos muy abiertos. - ¿En serio? - Qué coincidencia, le ponían en la mano una copa de tequila y justo se encontraba con Blyth y a Blyth la llamaban así. Se irguió, orgulloso, junto a Alice. - Pues nosotros somos los reyes de Ravenclaw. - Ya. Esta noche pega más ser reyes de la disco. - Y le guiñó un ojo. Rio un poco, pero no lo entendió muy bien. Ni que los títulos se pudieran quitar y poner según el día...
Ya se estaba preparando por si había que transmutar algo, como sugería su novia, pero al parecer no. Igualmente, como veía que la pobre se había quedado con las ganas, se acercó a ella y dijo, chulesco. - Yo luego te transmuto lo que tú me pidas. - Que su Alice no se quedara con ganas de ver alquimia en práctica. Atendió al procedimiento, pero frunció el ceño, reflexivo. ¿Y no era más fácil echarse la sal y el limón en la boca directamente? Menuda pringue echarlo todo en la mano y chuparlo todo después, aunque en fin, ya más pringoso de lo que se había quedado con el champán, no podía estar.
Pues a Alice le había gustado, y una alarma interna debió recordarle que el hecho de que a Alice le gustara algo no necesariamente significaba que a él también, que ella era mucho más arrojada y abierta con las emociones fuertes. No se activó dicha alarma, por lo que allá que fue, diligente y confiado de que esa mezcla suavizara el sabor (porque ya le había dado un sorbo en la discoteca anterior y de brutal nada, sentía que le había dado un sorbo a un bote de alcohol de la enfermería). Pero Blyth tenía planes y... Sonrió de lado. - Me gusta como piensas. - Le dijo, señalándola y haciendo a la chica soltar una divertida carcajada. Tomó la muñeca de Alice, pero antes miró a la otra y arqueó las cejas. - Soy muy listo. - Tanto como para no dejar esa oportunidad pasar. Dicho eso, clavó la mirada en los ojos de Alice. - ¿Me permite, princesa? - Y pasó la lengua por su antebrazo, sin dejar de mirarla. Puede que, aparte de llevarse el limón y la sal, se regodeara un poquito en la caricia, más allá por su piel, lo que provocó varios "uuuh" en los alrededores.
Eso sí, el líquido estaba brutal, pero brutalmente fuerte. La tos que le dio, probablemente, lanzara al traste la sensualidad que pudiera haber conseguido segundos antes. - Oh. - Dijo girando sobre sí mismo, para que Alice no viera más de ese tremendo espectáculo, sin dejar de toser y con dificultades para abrir los ojos en su totalidad entre el lagrimeo y las punzadas que recibía de sus propias papilas gustativas. En una de las veces que parpadeó, cuando la visión dejó de ser turbia, le pareció ver a su prima Sandy literalmente encima de un tío medio desnudo y haciéndole lo mismo que él le había hecho a Alice pero en el pecho. - Wow. Vaya. - Se giró, un poco inestable, y se topó con Dylan. - Colega, no mires. - Y le giró de los hombros, pero no sabía ni hacia dónde le estaba girando. Puede, de hecho, que le hubiera puesto incluso de cara a la escena. Pero es que estaba muy aturdido.
- Yo conocer más formas. - Escuchó a Klaus, y para cuando miró (¿era él o sentía que la mente le iba a menos velocidad de lo normal, y las imágenes le hacían como eco al pasar la mirada y estaban turbias?) el chico le estaba dando una rodaja de limón con la boca a Aaron, pero o se cayó, o se la tragaron, o algo pasó, pero se habían olvidado de la parte del chupito y se estaban dando un morreo estupendo. - ¡Eh! ¡Que se os pasa el sabor! - Avisó, porque con tanto entretenimiento, al final se tomaban el tequila sin limón, o se iban a tener que tomar otro limón. Pero no le hicieron mucho caso.
De repente pusieron una música estruendosísima y un montón de luces de colores se movían por todas partes. Uf, qué mareo. Debería sentarse un poco aunque fuera. Se acercó a Alice, que estaba muy animada bailando, y le susurró. - Estoy por ahí. - Señalando de aquella manera a unos sillones que había visto, para que no pensara que se había ido. Pero claro, al acercarse... - Estás impresionante. - Es que, cómo se movía, cómo le quedaba el vestido, y las luces hacían que le brillaran los ojos. Antes de irse, necesitaba llevarse un buen beso de su parte, y eso hizo, y por Merlín, casi se queda allí, pegado a ella, acariciándola y besándola. Pero de verdad que se tenía que sentar, que en una de sus apasionadas maniobras para pegarse a su cuerpo casi tropieza y caen los dos al suelo. Mejor recomponerse un poco para poder mantenerse más tiempo en pie.
Llegó al sofá a lo justo, porque se lanzó de una forma muy poco propia de él en un lugar público, y sintió que caía en el sitio más cómodo que había probado nunca. - Dios. - Gruñó un poco, recolocándose. - Me duele todo. - Menos mal que no estaba hablando solo, sino con quien tenía al lado, y que era un conocido y no uno de por allí. Howard rio. - Naciste viejo. - ¡Eh! Que llevo mucho rato de pie. Me duelen los pies. - Estás como para llevar tacones. - Siguió riendo. - Si te oye Monica, te da una colleja. - Continuó, y la verdad es que se rio, y al hacerlo miró a Monica en la distancia... y a Alice, porque estaba con ella. Y ya se volvió a perder.
- Cómo me gusta. - Suspiró, de corazón y con la mirada perdida en ella. El alcohol le sinceraba y le hacía hablar sin filtros. - Es que... la veo y me pierdo... - Howard reía entre dientes, aunque sin perder su punto tierno habitual. Marcus seguía a lo suyo. - Desde que la conocí... pero es que cada vez más... y la miro... y es como... y cuando me acerco... bufff... - Se mordió el labio. - Hace que piense de todo, te lo aseguro. - Howard soltó una carcajada, y eso le sacó de la pompa y le hizo recomponerse en el sitio. - Perdón. Eso no ha sido nada educado. Oh... qué visión de mí tendrás ahora. - Tranquilo. - Dijo el otro entre risas. - Sabía desde que os conocí que ibas a acabar así. - ¡Pero si me conociste siendo muy pequeño! - Se espantó, llevándose las manos al pecho. - ¡Yo no pensaba esas cosas! - Howard estaba muerto de risa. - ¡Claro que no, colega! Pero cuando veías a gente besándose, o alguien hablaba del amor o algo, siempre hacías... - Y entonces puso una cara de bobo total, con una sonrisilla tímida, y miró de reojo hacia donde estaba Alice. Frunció el ceño. - ¡No es verdad! - Pensabas el equivalente de once años a lo que piensas ahora con dieciocho. No digas que no. - No sabes lo que estoy pen... Está bien. - Lo dejó, porque como entraran en detalles iba a salir perdiendo.
Hubo unos instantes de silencio entre ellos (no sabría decir cuánto, ni era silencio como tal, más bien un estado de no-conversación con muchísimo ruido ambiente y luces de colores que iban y venían), mientras ambos, derretidos en el sofá y con una copa en la mano (¿por qué tenía otra vez una copa en la mano? ¿De dónde salían?) miraban a sus respectivas parejas como hechizados. - Howard. - Hm. - Dijeron Marcus y Graves respectivamente, a cual más monocorde. - Intenté liarme con Alice en Hogwarts. Un montón de veces. En quinto, cuando acababa de coger el puesto. - El otro le miró, girando la cabeza con un extraño ángulo de torsión para poder seguir desparramado en el sofá. - ¿Solo en quinto? - Me refiero, que ahí empezó todo. Me cegaba. La veía y... se me iba la cabeza. Y estaba con el puesto recién empezado. Y pensaba: Graves no lo haría. - Graves lo hizo. Pero sigue. - Confesó el otro con normalidad, pero Marcus estaba tan metido en su revelación particular que ni se impresionó al respecto. - Y había un chico, Colin Evans. Mi sucesor. Qué buen chico, cuánto le quiero. Se ha quedado de prefecto. Un gran chaval. - Joder, cuánto me alegro, me hubiera gustado conocerle. - Te lo presentaré. - Me encantaría. - Se parece un montón a mí. - ¿En serio? Qué suerte. Tú fuiste una suerte para mí, Marcus. - ¿De verdad? - Te lo juro. - Le iba a hacer llorar... Pero espera, el había sacado el tema por otra cosa. - Pues eso, muy buen tío, pero... me interrumpió. Una vez. Bueno, alguna que otra. Pero sobre todo una, en quinto... - Le miró. - Prefecto Graves. - El tono serio hizo que el otro girara la cabeza de nuevo para mirarle. - Sé sincero conmigo, por favor: ¿te he interrumpido alguna vez? - Howard frunció el ceño. - ¿Interrumpido? - Interrumpido. Con... - Nada discretamente, señaló a Monica con la cabeza. El otro abrió los ojos. - Oooooh. - Pareció entender. - Sí. - A Marcus se le cayó el alma a los pies. - ¿En serio? - Más de una vez. - Descolgó la mandíbula. - No. - Quiso rescatar, pero el otro asentía lentamente, mientras miraba a su mujer a lo lejos. - ¿Y más de dos? - Seguía asintiendo. - ¿Más de tres? - Colega, estás perdonado, no te preocupes. - Marcus echó la cabeza hacia atrás con un gruñido lastimero. Alzó los brazos, como un niño dramático (y derramó un poco de la copa en el proceso). - ¡Pero eso es horrible! - Bueno, pero te apreciaba mucho. Y siempre pensaba: en algún momento se acostará y yo me quedaré levantado. - Marcus ladeó la cabeza, pensativo. - No es mal consuelo. -
Ya se estaba preparando por si había que transmutar algo, como sugería su novia, pero al parecer no. Igualmente, como veía que la pobre se había quedado con las ganas, se acercó a ella y dijo, chulesco. - Yo luego te transmuto lo que tú me pidas. - Que su Alice no se quedara con ganas de ver alquimia en práctica. Atendió al procedimiento, pero frunció el ceño, reflexivo. ¿Y no era más fácil echarse la sal y el limón en la boca directamente? Menuda pringue echarlo todo en la mano y chuparlo todo después, aunque en fin, ya más pringoso de lo que se había quedado con el champán, no podía estar.
Pues a Alice le había gustado, y una alarma interna debió recordarle que el hecho de que a Alice le gustara algo no necesariamente significaba que a él también, que ella era mucho más arrojada y abierta con las emociones fuertes. No se activó dicha alarma, por lo que allá que fue, diligente y confiado de que esa mezcla suavizara el sabor (porque ya le había dado un sorbo en la discoteca anterior y de brutal nada, sentía que le había dado un sorbo a un bote de alcohol de la enfermería). Pero Blyth tenía planes y... Sonrió de lado. - Me gusta como piensas. - Le dijo, señalándola y haciendo a la chica soltar una divertida carcajada. Tomó la muñeca de Alice, pero antes miró a la otra y arqueó las cejas. - Soy muy listo. - Tanto como para no dejar esa oportunidad pasar. Dicho eso, clavó la mirada en los ojos de Alice. - ¿Me permite, princesa? - Y pasó la lengua por su antebrazo, sin dejar de mirarla. Puede que, aparte de llevarse el limón y la sal, se regodeara un poquito en la caricia, más allá por su piel, lo que provocó varios "uuuh" en los alrededores.
Eso sí, el líquido estaba brutal, pero brutalmente fuerte. La tos que le dio, probablemente, lanzara al traste la sensualidad que pudiera haber conseguido segundos antes. - Oh. - Dijo girando sobre sí mismo, para que Alice no viera más de ese tremendo espectáculo, sin dejar de toser y con dificultades para abrir los ojos en su totalidad entre el lagrimeo y las punzadas que recibía de sus propias papilas gustativas. En una de las veces que parpadeó, cuando la visión dejó de ser turbia, le pareció ver a su prima Sandy literalmente encima de un tío medio desnudo y haciéndole lo mismo que él le había hecho a Alice pero en el pecho. - Wow. Vaya. - Se giró, un poco inestable, y se topó con Dylan. - Colega, no mires. - Y le giró de los hombros, pero no sabía ni hacia dónde le estaba girando. Puede, de hecho, que le hubiera puesto incluso de cara a la escena. Pero es que estaba muy aturdido.
- Yo conocer más formas. - Escuchó a Klaus, y para cuando miró (¿era él o sentía que la mente le iba a menos velocidad de lo normal, y las imágenes le hacían como eco al pasar la mirada y estaban turbias?) el chico le estaba dando una rodaja de limón con la boca a Aaron, pero o se cayó, o se la tragaron, o algo pasó, pero se habían olvidado de la parte del chupito y se estaban dando un morreo estupendo. - ¡Eh! ¡Que se os pasa el sabor! - Avisó, porque con tanto entretenimiento, al final se tomaban el tequila sin limón, o se iban a tener que tomar otro limón. Pero no le hicieron mucho caso.
De repente pusieron una música estruendosísima y un montón de luces de colores se movían por todas partes. Uf, qué mareo. Debería sentarse un poco aunque fuera. Se acercó a Alice, que estaba muy animada bailando, y le susurró. - Estoy por ahí. - Señalando de aquella manera a unos sillones que había visto, para que no pensara que se había ido. Pero claro, al acercarse... - Estás impresionante. - Es que, cómo se movía, cómo le quedaba el vestido, y las luces hacían que le brillaran los ojos. Antes de irse, necesitaba llevarse un buen beso de su parte, y eso hizo, y por Merlín, casi se queda allí, pegado a ella, acariciándola y besándola. Pero de verdad que se tenía que sentar, que en una de sus apasionadas maniobras para pegarse a su cuerpo casi tropieza y caen los dos al suelo. Mejor recomponerse un poco para poder mantenerse más tiempo en pie.
Llegó al sofá a lo justo, porque se lanzó de una forma muy poco propia de él en un lugar público, y sintió que caía en el sitio más cómodo que había probado nunca. - Dios. - Gruñó un poco, recolocándose. - Me duele todo. - Menos mal que no estaba hablando solo, sino con quien tenía al lado, y que era un conocido y no uno de por allí. Howard rio. - Naciste viejo. - ¡Eh! Que llevo mucho rato de pie. Me duelen los pies. - Estás como para llevar tacones. - Siguió riendo. - Si te oye Monica, te da una colleja. - Continuó, y la verdad es que se rio, y al hacerlo miró a Monica en la distancia... y a Alice, porque estaba con ella. Y ya se volvió a perder.
- Cómo me gusta. - Suspiró, de corazón y con la mirada perdida en ella. El alcohol le sinceraba y le hacía hablar sin filtros. - Es que... la veo y me pierdo... - Howard reía entre dientes, aunque sin perder su punto tierno habitual. Marcus seguía a lo suyo. - Desde que la conocí... pero es que cada vez más... y la miro... y es como... y cuando me acerco... bufff... - Se mordió el labio. - Hace que piense de todo, te lo aseguro. - Howard soltó una carcajada, y eso le sacó de la pompa y le hizo recomponerse en el sitio. - Perdón. Eso no ha sido nada educado. Oh... qué visión de mí tendrás ahora. - Tranquilo. - Dijo el otro entre risas. - Sabía desde que os conocí que ibas a acabar así. - ¡Pero si me conociste siendo muy pequeño! - Se espantó, llevándose las manos al pecho. - ¡Yo no pensaba esas cosas! - Howard estaba muerto de risa. - ¡Claro que no, colega! Pero cuando veías a gente besándose, o alguien hablaba del amor o algo, siempre hacías... - Y entonces puso una cara de bobo total, con una sonrisilla tímida, y miró de reojo hacia donde estaba Alice. Frunció el ceño. - ¡No es verdad! - Pensabas el equivalente de once años a lo que piensas ahora con dieciocho. No digas que no. - No sabes lo que estoy pen... Está bien. - Lo dejó, porque como entraran en detalles iba a salir perdiendo.
Hubo unos instantes de silencio entre ellos (no sabría decir cuánto, ni era silencio como tal, más bien un estado de no-conversación con muchísimo ruido ambiente y luces de colores que iban y venían), mientras ambos, derretidos en el sofá y con una copa en la mano (¿por qué tenía otra vez una copa en la mano? ¿De dónde salían?) miraban a sus respectivas parejas como hechizados. - Howard. - Hm. - Dijeron Marcus y Graves respectivamente, a cual más monocorde. - Intenté liarme con Alice en Hogwarts. Un montón de veces. En quinto, cuando acababa de coger el puesto. - El otro le miró, girando la cabeza con un extraño ángulo de torsión para poder seguir desparramado en el sofá. - ¿Solo en quinto? - Me refiero, que ahí empezó todo. Me cegaba. La veía y... se me iba la cabeza. Y estaba con el puesto recién empezado. Y pensaba: Graves no lo haría. - Graves lo hizo. Pero sigue. - Confesó el otro con normalidad, pero Marcus estaba tan metido en su revelación particular que ni se impresionó al respecto. - Y había un chico, Colin Evans. Mi sucesor. Qué buen chico, cuánto le quiero. Se ha quedado de prefecto. Un gran chaval. - Joder, cuánto me alegro, me hubiera gustado conocerle. - Te lo presentaré. - Me encantaría. - Se parece un montón a mí. - ¿En serio? Qué suerte. Tú fuiste una suerte para mí, Marcus. - ¿De verdad? - Te lo juro. - Le iba a hacer llorar... Pero espera, el había sacado el tema por otra cosa. - Pues eso, muy buen tío, pero... me interrumpió. Una vez. Bueno, alguna que otra. Pero sobre todo una, en quinto... - Le miró. - Prefecto Graves. - El tono serio hizo que el otro girara la cabeza de nuevo para mirarle. - Sé sincero conmigo, por favor: ¿te he interrumpido alguna vez? - Howard frunció el ceño. - ¿Interrumpido? - Interrumpido. Con... - Nada discretamente, señaló a Monica con la cabeza. El otro abrió los ojos. - Oooooh. - Pareció entender. - Sí. - A Marcus se le cayó el alma a los pies. - ¿En serio? - Más de una vez. - Descolgó la mandíbula. - No. - Quiso rescatar, pero el otro asentía lentamente, mientras miraba a su mujer a lo lejos. - ¿Y más de dos? - Seguía asintiendo. - ¿Más de tres? - Colega, estás perdonado, no te preocupes. - Marcus echó la cabeza hacia atrás con un gruñido lastimero. Alzó los brazos, como un niño dramático (y derramó un poco de la copa en el proceso). - ¡Pero eso es horrible! - Bueno, pero te apreciaba mucho. Y siempre pensaba: en algún momento se acostará y yo me quedaré levantado. - Marcus ladeó la cabeza, pensativo. - No es mal consuelo. -
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Ivanka
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
La tenía en el “hola, princesa”, pero esa mirada, cómo agarró su muñeca y cómo paseó la lengua por su brazo… Se le cerraron los ojos y se le escapó un jadeo, y debió ser bastante evidente, porque oyó a Monica reírse muy fuertemente, y se dio cuenta de que tenía la mano cerrada en un puño, claramente canalizando todo lo que le fluía ahora por las venas. Pero antes de que pudiera tontear y tentar a su novio, a este se le atravesó el tequila. Sí, quizá era un poco fuerte, y ella tuvo que contenerse la risa, porque su hermano allá que fue a intentar socorrerle, y Marcus, entre toser y todo, trató de que no viera lo que andaba haciendo Sandy. Frunció el ceño al mirarla y se inclinó hacia Frankie. — Ese no es el de antes. — Señaló. El chico se encogió de hombros y Lorraine, que estaba enganchada a él, dijo. — Depende de la hora, coge uno u otro. Da igual, todos están locos por ella, esto es su buffet. — ¿Y por mí no? — Preguntó el chico con exagerada ofensa. Lorraine se rio y dijo. — Klaus te ha pretendido varias veces. — Y los tres se rieron. — Pero ahora ese chico le tiene bastante entretenido, así que no tengo que pegarme con nadie por ti. — Vale, empezaba a sobrar, así que se fue a buscar a su alma gemela en la fiesta: Monica.
Pero, no bien había empezado a bailar con ella y con Blyth, que todavía estaba burlándose de cómo bebían tequila todos los que no eran “reyes del tequila” y Marcus se pegó a ella. Le había dicho algo más, pero ella se quedó con lo de impresionante, así que se pegó a él, moviéndose, ya no sabía si al ritmo de la música, pero moviéndose. El problema es que entre besos y movimientos, casi pierden el equilibrio una vez, y Marcus dijo que tenía que sentarse. Jo, yo quiero seguir… Pensó. Pero ya seguiría en casa, no podía quedarles mucho rato por allí, lo disfrutarían a tope cuando estuvieran solos y un poquito más serenos.
Se acercó de nuevo a Monica y Blyth, haciéndose pasos de baile entre ellas, haciendo mucho el tonto, a cada cual más, y le salió del corazón decir. — Qué ganas de que vengas ya a Inglaterra… De que vengáis las dos. — Dijo mirándolas. — Eh, a mí me queda solo una semana aquí, de ahí que me esté pegando semejante fiesta. — Contestó Blyth levantando los brazos y moviendo muy exageradamente las caderas. — Estoy dispuesta a repetir una vez en Inglaterra. — Ambas rieron, y justo apareció Dylan por ahí, abrazándose a Monica. — ¡Sí, Moni! Tienes que convencer al prefecto Graves de que volváis a Inglaterra! — La chica le miró derretida y muerta de risa. — Al prefecto Graves dice. Eres lo más adorable que he visto en la vida, Dylan. — Alice rio también. — Es que en mi casa siempre será el prefecto Graves. — Y estaban riéndose los cuatro, y Blyth le preguntó a su hermano que cómo le había salido la barba, y ahí estaba Dylan con sus salidas Gallia, haciendo reír a la chica, pero Monica se había quedado un poco ausente. Ella también pareció darse cuenta, y la tomó de la mano. — ¿Me acompañas al baño? — Alice asintió y fue con ella.
El baño estaba bastante abarrotado, pero ella aprovechó para mirarse un poco en el espejo y ver que, a pesar del champán, todos los alcoholes y las altas horas, no estaba tan mal como esperaba. Y que ese vestido parecía más revelador a cada paso. Monica la sorprendió por detrás. — Ya estoy. Oye… ¿vamos ahí donde las ventanas, donde nos hemos aparecido? Para respirar un poco. — Alice asintió y alzó una ceja. Sí, muy lúcida no estaba, pero ya se olía que algo no iba muy allá.
Llegaron a la cristalera, y se sentaron sobre un poyete, que claramente era para mirar por ahí. — No es que no quiera volver a Inglaterra, ¿sabes? Es más… Ahora que os hemos tenido aquí… Sinceramente, hemos echado de menos tener un grupo cercano, de confianza, echamos de menos a nuestras familias… En fin, ya sabes. Nos encantaría volver. — Y se quedó mirando a la inmensidad de los edificios de Nueva York. — ¿Pero? — Le ayudó Alice. Monica nunca estaba cabizbaja, y nunca perdía la sonrisa, pero había que saber leer en las variaciones de su rostro. — Llevo… meses, medio año, de hecho, intentando quedarme embarazada. Y no pasa. Y, sinceramente, tampoco estaba muy segura de ello, y me agota el tema, me angustia y me frustra a la vez… Y le dije a Howard que bueno, que así es la vida, y que es que la vida aquí es muy estresante, y que quizá no es inteligente tener un hijo en Nueva York, que podemos esperar a volver a Inglaterra, porque lo veía como algo lejano y un “ya lo pensaré”… Pero parece que cada vez es más una realidad, y, cuando lleguemos, habrá que intentarlo otra vez, y volverán las pruebas negativas y esa angustia de si me vendrá o no… Y siempre viene. Y otro mes que le digo a Howard “no, esta vez tampoco ha podido ser”… — Suspiró y Alice entrelazó su mano con la de ella, y se quedaron así, en silencio, dejándole su espacio. — Moni, yo no sé nada de esas cosas. Es más, lo pienso y me muero de miedo, pero… — Se levantó y la miró. — Howard te adora. Te adora a ti, con lo que tú tengas, hijos o no hijos. Te adora más que a nada en el mundo, y yo te odiaba porque ese brillo en los ojos, esa sonrisa estúpida… Solo se le ponía contigo. No tienes que hacer esto, pasar por todo eso, solo por él… Si queréis los dos, en Nueva York, o Inglaterra o China… Pues genial. Pero si Howard supiera que te hace sufrir esto, aunque sea por un minuto, abandonaría la idea para siempre. Así que deduzco que no se lo has dicho. — Ella negó con la cabeza. — No, y vamos a seguir sin decírselo. Promesa de meñique. — Dijo teniéndole el dedo. Ella lo abrazó con el suyo y dijo. — Prometido. Pero dile al menos parte de la verdad. Dile que quieres esperar, que lo necesitas. Sabes que solo vas a necesitar una palabra para convencerle. — La mujer asintió y suspiró. — Es la primera noche que salgo en mucho tiempo sin tener que pensar en todo eso… Y no sabes cómo lo agradezco. — Ella sonrió. — Nos hacíamos falta entre los cuatro. — Monica la abrazó y frotó su espalda. — Te has convertido en una mujer ideal, Gal. — Ella rio, y sin separarse dijo. — Marcus ha tenido su prefecto… Yo tuve a mi maestra. Y es la mejor. — Se separaron del abrazo y vio que Monica estaba llorando un poco. — Vamos a buscar a ese par de viejos que nos echamos por maridos, y terminemos de quemar la noche. — Lo veo. — Dijo ella con una sonrisa.
Volvieron a los sofás con los chicos y ambas se dejaron caer en sus regazos. — Pero bueno, caballeros, ¿no buscan un poquito de compañía ni nada? — Dijo Monica con tono sugerente. — Estábamos hablando entre hombres y os hemos perdido de vista. — Se quejó Howard. — He pensado en fugarme con Gal, pero luego imaginé vuestras caras de perrillos apaleados, y la he convencido de volver. — Alice se rio y rozó su nariz con la de Marcus. — ¿Estás mejor? No pierdes ni un ápice de sensualidad, ni media desmayado en un sofá remojado en champán. — Le dio un piquito. — Deberías estar prohibido. Eres demasiado sexy y perfecto. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Al levantar la cabeza, frunció el ceño. ¿Dónde estaba Alice? Hacía un momento estaba bailando, pero ahora la había perdido de vista, y a Monica también. - ¿Dónde están? - Preguntó en voz alta, y entonces una idea cruzó su mente. Miró a Howard con los ojos muy abiertos. - ¿No estarán haciendo una travesura? - ¿Esas dos poniéndonos a prueba? No me extrañaría. - Meditó. Hmmm... Así que querían a los prefectos de guardia... Ah, no, ya las había visto, y estaban hablando junto al cristal. Bueno... mejor... así sabía que no les había pasado nada...
- Si tuvierais un hijo... - Howard era ahora el que reflexionaba en voz alta, mirando a la nada, retrepado en el sofá y moviendo distraídamente la copa en su mano. - ¿A quién te haría más ilusión que saliera? ¿A ella o a ti? - Pensó. - Pues... no lo sé. - Ladeó la cabeza al otro lado. - Me encantaría un mini Marcus, un chico al que le gustaran los libros y la alquimia y aprender, y que fuera tranquilito y cariñoso, le enseñaría un montón de cosas. - Ladeó la cabeza al otro lado. - Pero amo a Alice con toda mi alma. Si tuviera una mini Alice, estaría derretido. Sería un regalo tener una niña como ella. - Howard sopesó. - Yo también lo he pensado así... - Le miró. - ¿Pero cómo te ves de ágil para trepar a los árboles? - Marcus hizo una mueca. Luego la relajó. - Bueno. Yo soy el adulto y ella una niña. Lo podría manejar. - ¿Seguro? He visto la cara que has puesto y solo habían ido al baño. - ¡Aquí hay mucha gente! Podrían haberlas secuestrado. - Howard se puso la mano en la barbilla. - Algún día, nuestros hijos saldrán de fiesta y se emborracharán y harán estas cosas. - ¡¡Howard!! - Se quejó. - ¡No tengo ninguna necesidad de que me metas pesadillas en la cabeza! - Y además, ¿a qué venía esa conversación?
Las chicas llegaron y se le olvidó todo. Mientras Alice se acercaba y se sentaba en su regazo se mordió el labio, mirándola, y tenía tan a mano la piel de sus piernas que se permitió acariciarlas mientras la miraba a los ojos. - Hola, princesa. ¿Necesitas algo? - Tonteó. Su novia rozó la nariz con él, quien no perdió su tonito sugerente. - Estoy mejor que nunca, ¿es que no lo parece? - Rio ante sus palabras. - Estaríamos prohibidos ambos, en ese caso. - La miró de arriba abajo. - Aunque tú no estás bañada en champán. Y eso me parece tremendamente injusto. - Y ya iba directo a darle un prolongado beso en los labios cuando alguien interrumpió a gritos por allí. - ¡¡HERMANA!! ¡¡MIRA!! - Lo cierto es que ni se sobresaltó ni se quitó de debajo de Alice (ni dejó de tener las manos sobre las tenía), solo miró a Dylan con cara de circunstancias... y frunció el ceño. ¿Con quién iba? - ¡Esta chica se llama Alice, como tú! - ¡Encantada! - Saludó la susodicha, con un gestito alegre de la mano. Marcus parpadeó. Esa chica... ¿no era de su edad, más o menos? ¿Qué hacía Dylan tirando de ella de la mano? ¿Quién narices era?
- Esa es mi hermana y ese es mi cuñado. - Señaló Dylan. Marcus seguía intentando comprender. - Ahá... - Y esos dos fueron sus prefectos. - Un momento, ¿tu hermana no era mayor que tú? - Dylan miró a la chica y asintió, contento. Marcus carraspeó. - Colega... - Bueno, ¿vamos a por una copa? - Recondujo la chica. Vale, tenía que parar eso. - Yo tomo zumo. - Colega. - Insistió, y ya sí se intentó levantar, un poco torpemente porque tenía a Alice encima y se tenía que escurrir a duras penas. La otra frunció el ceño. - ¿Qué edad tienes? - ¡Eh! ¿No son esos de los Montrose Magpies! - ¿¿Dónde?? - Preguntó la chica, girándose a todos los lados. Marcus señaló a un lugar indefinido. - ¡¡Allí!! ¡Se van! - Y la chica se dispuso a correr hacia allí, tirando de Dylan, pero Marcus dio un salto, le agarró de la otra mano y tiró de él en dirección contraria, haciendo que se soltara de la chica y se quedara con ellos. - ¡¿¿Estabas ligando??! - ¡Se llama como la hermana! Y me ha dicho que era un chico muy simpático. - Me va a dar algo. - Se oyó a Monica, que estaba literalmente rodando por el suelo. Howard intentaba contenerse la risa por respeto, pero se le estaba escapando también. Marcus miró a la mujer con los ojos entrecerrados. - No le veo la gracia. - Más fuerte fue la carcajada y más que rodó por el suelo, contagiándole la risa a Dylan. - Te estás llevando todos los charcos de la discoteca. - Tú has estado a punto de llevarte a otra Alice a casa. - Y ahora el que estalló fue Howard, agarrándose el estómago y echado hacia atrás. Lo que tenía que aguantar...
- ¿¿Qué hacéis ahí tirados?? - Se giró. - ¡Sophia! - ¡Marcus! - Ironizó la chica, con una sonrisilla. Dio una palmada en el aire. - ¡Venga! Todo el mundo a la pista, que la noche se acaba. - ¡Eso no puede ser! - Clamó Monica, levantándose de un salto. - Ven conmigo, bombón. Voy a llamarte simpático yo a ti también. - Bromeó, llevándose a un muerto de risa Howard con ella. Sophia se dirigió a Dylan. - ¡Pero bueno! Sí que te aguanta la barba. - Sí. Estás mucho más relajada que la última vez que te vi, me alegro. - Anda, el niño. Como para ocultarle algo. - Eso sí le hizo gracia, tanto que le dio la risa. Tiró de Alice hacia él y fueron para la pista. - Ven, chica simpática. Me encantaría relajarme contigo, pero me voy a conformar con bailar por ahora. - Dijo, entre divertido y sugerente. La música era aún más invasiva en el centro de la pista, la percusión le martilleaba dentro del cuerpo, y las luces mareaban. Pero eso, por algún motivo, le animaba mucho más. Le dio el beso que se le había quedado pendiente, prolongándolo todo lo que pudo y acariciando su cuerpo, mientras se movían, ajenos al entorno. - ¿Sabes qué? - Le puso un índice entre el pecho y el cuello, donde reposaba el colgante que él mismo le regaló en La Provenza. - Te voy a hacer una joya, con alquimia. - Miró alrededor, envolviendo el entorno con un gesto de una mano (la otra la tenía muy bien colocada). - Voy a transmutar esto. Toooodo esto. Esta música. Este sitio. La gente. Las emociones, todas las buenas emociones. Todo lo que siento por ti ahora. Lo mucho que te quiero, lo mucho que me gustas. - Se acercó a sus labios. - Lo muchísimo que me pones. - Los besó y continuó. - ¿Se podrá transmutar un recuerdo? En una joya. Todo esto. Todo esto lo voy a guardar. Y haré una perla, un brillante. Un brillante así. - Señaló el supuesto tamaño con los dedos, y lo simuló sobre su piel, al lado del otro. - Y te lo voy a regalar. Para que te lo pongas aquí. Para que siempre lleves esto, todo esto, todo lo que siento, lo que tú sientes, lo que todos sentimos aquí. Contigo. Para que siempre puedas vivirlo. -
- Si tuvierais un hijo... - Howard era ahora el que reflexionaba en voz alta, mirando a la nada, retrepado en el sofá y moviendo distraídamente la copa en su mano. - ¿A quién te haría más ilusión que saliera? ¿A ella o a ti? - Pensó. - Pues... no lo sé. - Ladeó la cabeza al otro lado. - Me encantaría un mini Marcus, un chico al que le gustaran los libros y la alquimia y aprender, y que fuera tranquilito y cariñoso, le enseñaría un montón de cosas. - Ladeó la cabeza al otro lado. - Pero amo a Alice con toda mi alma. Si tuviera una mini Alice, estaría derretido. Sería un regalo tener una niña como ella. - Howard sopesó. - Yo también lo he pensado así... - Le miró. - ¿Pero cómo te ves de ágil para trepar a los árboles? - Marcus hizo una mueca. Luego la relajó. - Bueno. Yo soy el adulto y ella una niña. Lo podría manejar. - ¿Seguro? He visto la cara que has puesto y solo habían ido al baño. - ¡Aquí hay mucha gente! Podrían haberlas secuestrado. - Howard se puso la mano en la barbilla. - Algún día, nuestros hijos saldrán de fiesta y se emborracharán y harán estas cosas. - ¡¡Howard!! - Se quejó. - ¡No tengo ninguna necesidad de que me metas pesadillas en la cabeza! - Y además, ¿a qué venía esa conversación?
Las chicas llegaron y se le olvidó todo. Mientras Alice se acercaba y se sentaba en su regazo se mordió el labio, mirándola, y tenía tan a mano la piel de sus piernas que se permitió acariciarlas mientras la miraba a los ojos. - Hola, princesa. ¿Necesitas algo? - Tonteó. Su novia rozó la nariz con él, quien no perdió su tonito sugerente. - Estoy mejor que nunca, ¿es que no lo parece? - Rio ante sus palabras. - Estaríamos prohibidos ambos, en ese caso. - La miró de arriba abajo. - Aunque tú no estás bañada en champán. Y eso me parece tremendamente injusto. - Y ya iba directo a darle un prolongado beso en los labios cuando alguien interrumpió a gritos por allí. - ¡¡HERMANA!! ¡¡MIRA!! - Lo cierto es que ni se sobresaltó ni se quitó de debajo de Alice (ni dejó de tener las manos sobre las tenía), solo miró a Dylan con cara de circunstancias... y frunció el ceño. ¿Con quién iba? - ¡Esta chica se llama Alice, como tú! - ¡Encantada! - Saludó la susodicha, con un gestito alegre de la mano. Marcus parpadeó. Esa chica... ¿no era de su edad, más o menos? ¿Qué hacía Dylan tirando de ella de la mano? ¿Quién narices era?
- Esa es mi hermana y ese es mi cuñado. - Señaló Dylan. Marcus seguía intentando comprender. - Ahá... - Y esos dos fueron sus prefectos. - Un momento, ¿tu hermana no era mayor que tú? - Dylan miró a la chica y asintió, contento. Marcus carraspeó. - Colega... - Bueno, ¿vamos a por una copa? - Recondujo la chica. Vale, tenía que parar eso. - Yo tomo zumo. - Colega. - Insistió, y ya sí se intentó levantar, un poco torpemente porque tenía a Alice encima y se tenía que escurrir a duras penas. La otra frunció el ceño. - ¿Qué edad tienes? - ¡Eh! ¿No son esos de los Montrose Magpies! - ¿¿Dónde?? - Preguntó la chica, girándose a todos los lados. Marcus señaló a un lugar indefinido. - ¡¡Allí!! ¡Se van! - Y la chica se dispuso a correr hacia allí, tirando de Dylan, pero Marcus dio un salto, le agarró de la otra mano y tiró de él en dirección contraria, haciendo que se soltara de la chica y se quedara con ellos. - ¡¿¿Estabas ligando??! - ¡Se llama como la hermana! Y me ha dicho que era un chico muy simpático. - Me va a dar algo. - Se oyó a Monica, que estaba literalmente rodando por el suelo. Howard intentaba contenerse la risa por respeto, pero se le estaba escapando también. Marcus miró a la mujer con los ojos entrecerrados. - No le veo la gracia. - Más fuerte fue la carcajada y más que rodó por el suelo, contagiándole la risa a Dylan. - Te estás llevando todos los charcos de la discoteca. - Tú has estado a punto de llevarte a otra Alice a casa. - Y ahora el que estalló fue Howard, agarrándose el estómago y echado hacia atrás. Lo que tenía que aguantar...
- ¿¿Qué hacéis ahí tirados?? - Se giró. - ¡Sophia! - ¡Marcus! - Ironizó la chica, con una sonrisilla. Dio una palmada en el aire. - ¡Venga! Todo el mundo a la pista, que la noche se acaba. - ¡Eso no puede ser! - Clamó Monica, levantándose de un salto. - Ven conmigo, bombón. Voy a llamarte simpático yo a ti también. - Bromeó, llevándose a un muerto de risa Howard con ella. Sophia se dirigió a Dylan. - ¡Pero bueno! Sí que te aguanta la barba. - Sí. Estás mucho más relajada que la última vez que te vi, me alegro. - Anda, el niño. Como para ocultarle algo. - Eso sí le hizo gracia, tanto que le dio la risa. Tiró de Alice hacia él y fueron para la pista. - Ven, chica simpática. Me encantaría relajarme contigo, pero me voy a conformar con bailar por ahora. - Dijo, entre divertido y sugerente. La música era aún más invasiva en el centro de la pista, la percusión le martilleaba dentro del cuerpo, y las luces mareaban. Pero eso, por algún motivo, le animaba mucho más. Le dio el beso que se le había quedado pendiente, prolongándolo todo lo que pudo y acariciando su cuerpo, mientras se movían, ajenos al entorno. - ¿Sabes qué? - Le puso un índice entre el pecho y el cuello, donde reposaba el colgante que él mismo le regaló en La Provenza. - Te voy a hacer una joya, con alquimia. - Miró alrededor, envolviendo el entorno con un gesto de una mano (la otra la tenía muy bien colocada). - Voy a transmutar esto. Toooodo esto. Esta música. Este sitio. La gente. Las emociones, todas las buenas emociones. Todo lo que siento por ti ahora. Lo mucho que te quiero, lo mucho que me gustas. - Se acercó a sus labios. - Lo muchísimo que me pones. - Los besó y continuó. - ¿Se podrá transmutar un recuerdo? En una joya. Todo esto. Todo esto lo voy a guardar. Y haré una perla, un brillante. Un brillante así. - Señaló el supuesto tamaño con los dedos, y lo simuló sobre su piel, al lado del otro. - Y te lo voy a regalar. Para que te lo pongas aquí. Para que siempre lleves esto, todo esto, todo lo que siento, lo que tú sientes, lo que todos sentimos aquí. Contigo. Para que siempre puedas vivirlo. -
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Oh, sí, su novio seguía en ese humorcito que se le ponía al emborracharse en el que no le importaba decirse esas cosas… Y lo agradecía. Tenía una necesidad muy grande Marcus ahora mismo, y ese tonteíto se la paliaba. Pero justo cuando llegaba a la mejor parte, oyó a su hermano. Se giró y le vio con una chica que no conocía. ¿Sería otra jugadora? ¿Y por qué iba de la mano de Dylan? Y entonces vio la miradita de la chica, justo cuando Marcus prácticamente la arrumbaba para evitar que su hermano se fugara con una chica más mayor que ni se había extrañado de que su ligue bebiera zumo y que estaba buscando a los Montrose Magpies por ahí. Y claro, entre la situación, la cara de Dylan, las expresiones de Marcus y, sobre todo, las risas de Monica y Howard, antes de querer contenerse ya estaba muerta de risa. Alice le tendió las manos a Dylan, para que le ayudara a levantarse, mientras seguía llorando de la risa. — Eres el digno hijo de papá. Las mujeres te caen del cielo y tú ea, dejándote querer. — Su hermano se encogió de hombros. — A ver, hermana, que se llamaba como tú y era maja, ya está… — Ella se rio más todavía y acarició sus rizos. — Eres un peligro, pero ya me preocuparé de eso en otro momento. —
Justo en ese momento llegó Sophia y, como ya había señalado su hermano, venía muy relajada y contenta, así que se limitó a mirarla apoyando el peso en una pierna y con la ceja alzada. La chica se encogió de hombros y dijo. — No me mires así. Es que ya conocía yo a Dewar de antes, de la tienda, por mi hermano, y… — Habrás estado mucho tú por ahí. — Ironizó Alice. — Qué fuerte, señorita Lacey, ¿en la tienda? — Interrumpió Howard. La chica se cruzó de brazos. — Bueno, vamos a ver, prefecto Graves, aquí no tienes jurisdicción. — Aseguró entre risas y Alice los rodeó a los dos. — Venga, que se acaba la noche como tú misma has dicho, que viva la noche y el amor, y a disfrutarlo entre todos. — Y ella, por su parte, a ello se dispuso y le tendió la mano a Marcus, que tiró de ella. Pocas sensaciones la hacían sentir más viva. — Por ahora. — Recalcó Alice con una sonrisilla traviesa. Ella no se quedaba sin su parte de Marcus esa noche.
De entrada, ya empezaron besándose, solo sintiendo como se besaban y se tocaban porque la música era demasiado estruendosa para nada más, y aquel ambiente la poseía, como la pasó la otra noche, pero ahora lo que le corría por las venas era felicidad, era ese sentimiento de estar llena, de que, por fin, volvía a ser libre, en su lugar favorito del mundo.
Pero Marcus se separó de ella y empezó a hablar, y ella se pegó más aún para oírle, embelesada. A lo de la joya alquímica puso una sonrisilla infantil. Siempre que decía eso le recordaba en la enfermería en primero, y su corazón y su ternura viajaban a aquel Marcus. Rio con la descripción de la joya, aunque toda su piel se había puesto de gallina al notar su dedo ahí. — Estoy deseando ver cómo haces todo eso. Va a tener que tener muuuuuuchos colores, no solo azul. — Le advirtió. Rodeó la cintura de Marcus y le pegó más todavía a él, era como si a cada palabra que dijera le necesitara más cerca aún. Especialmente con eso último, y, replicando los sentimientos de su novio, se puso como loca, mordiendo su labio al separarse, como intentando frustrar todo lo que traía dentro. — A ver cómo reflejas eso sin que la perla salga ardiendo o el brillante queme. — Le dijo, ardiendo ella misma. — Cuando hablas así, cuando dices esas cosas… No respondo de mí, alquimista. — Y pegó las caderas a las suyas con un jadeo, pero se separó un poco para mirarle a los ojos. — No creo que haya nada que no puedas conseguir, mi alquimista, pero ya que lo preguntas… Creo que se puede transmutar un recuerdo. Viviendo acorde a él, haces un recuerdo eterno. — Dijo, cambiando un poco el tono y mirándole a los ojos. — Si recordamos esto y todo lo que hemos aprendido, todo lo que hemos sentido… Como nos quisimos, nos apoyamos, nos deseamos através de la tormenta, y no lo olvidamos, lo honramos, vivimos… Eso sí que es la alquimia de vida. El poder de crear nuestra propia vida, de que pasado, presente y futuro vivan en nosotros… — Rio un poco y le rozó con la nariz. — Pero una joya me encantaría, ya que lo dices, justo al lado de esta. — Y subió la mano, apretando la de Marcus contra su piel y acercando sus labios a su oreja. — Mira cómo me haces sentir solo con rozarme… Esto, estas sensaciones, son la vida. — Aseguró.
Y en medio de otro beso estaban, cuando el DJ anunció que era la última canción, y todos (los que quedaban, al menos) se acercaron hacia ellos, dando saltos, y Alice puso un momento en pausa su amor y su pasión para saltar con todos, para perderse en las luces y en el ritmo y volar como un pájaro completamente alocado, un pájaro Gallia que solo actúa por instinto, aunque sea por unos minutos, siendo realmente libre, sin pensar, sin preguntarle al corazón y la cabeza, puro instinto, y de hecho abrió los brazos como si fueran alas y cerró los ojos, para disfrutar a tope de lo último de la noche.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
- Todos los colores. - Dijo con una sonrisa embobada, moviéndose con ella, dejándose completamente llevar por el ambiente. - Un pajarito de colores que tiene todos los colores del mundo. - En su cabeza tenía mucho sentido, pero a saber cómo se estaba oyendo eso desde fuera. Era tan fácil dejarse llevar por los gestos de Alice, por sus besos, por esa forma ardiente que tenía de expresarse con él. Podría arrastrarle al infierno y se iría gustoso. - Soy alquimista, princesa. - Susurró, colgado de sus labios aún, entre chulesco y deseoso. - Puedo transmutar el calor para que no queme... Para que solo lo sintamos tú y yo... - Bueno, no es como que fuera a ponerse a comprobar ahora si eso era o no posible, y estaba quedando divinamente diciéndolo. - Alquimia de vida. - Susurró, embelesado por su discurso. - No voy a olvidarlo en la vida. Te lo juro. -
La noche seguía avanzando y él estaba más y más encendido cada vez, tanto que estaba pasando por alto bastante el hecho de tener tanta gente alrededor, desconocida y conocida, incluyendo entre estos últimos al hermano de doce años de su novia, a la que no dejaba de besar y toquetear como le venía en gana, y bien que lo estaban disfrutando ambos. Lo de las copas que levitaban a tu lado cuando detectaban que habías acabado la tuya era un auténtico peligro, porque tenía mucho calor y, a falta de aire por la cantidad de gente, bueno era calmar un poco la sed, y todo estaba dulce y tenía colorines que lo hacían llamativo. Y, por qué no reconocerlo, no tenía ganas de medir. No era tonto, sabía que estaba borracho, muy borracho, más que en la fiesta de despedida de la graduación, y después de ella había jurado que no volvería a beber así. Pero lo había pasado fatal esos meses. Solo quería divertirse un poco y desinhibirse lo suficiente como para que no le importara hacer con su novia lo que le apetecía hacer hubiera quien hubiera delante. Se lo había ganado.
- Hooowi. - Escuchó a Monica. El chico estaba muerto de risa y ella peligrosamente recolgada de él, como a Howard le fallaran las fuerzas iría al suelo sin remedio. - Estoy vieja. - Más se reía el otro. - Definitivo, estoy vieja. - ¿Quieres ir a casita, mi amor? - Quiero ir a casita. Pero vienes conmigo ¿no? - Vivimos juntos. - Y dormimos juntos. Rawr. - Más se reía Howard, y Marcus también, solo con la escena. Pero entonces el chico se giró a ellos. - Sí que nos vamos a ir ya. - Nooooooooo. - Se lamentó Marcus. Como si en la última media hora le hubiera hecho el menor caso, cuando estaba centrado en exclusividad en darse el lote con Alice. - Aún tengo la oportunidad de llevármela consciente. - ¡Eh! - Saltó Monica, fingiendo indignación, aunque las fuerzas no le respondían mucho. - Que yo aún puedo dar mucha guerra. Mañana les llamas y se lo confirmas, listo de pacotilla. - Otra vez Howard riéndose. Sí que le hacía gracia su mujer.
- Colega. - Llamó Dylan, y cuando Marcus se giró hacia él, entre risas, se sobresaltó. - ¡Oh, mierda! - Venía a decirte que se han quedado sin zumos. - Empezó el chico, con la voz considerablemente más infantil, y luego se puso la mano en la barbilla. - Pero quizás debería decirte que creo que se me está pasando el efecto de ser mayor. - Ya te veo. - Se apuró Marcus. Howard siseó. - Mejor que os vayáis vosotros también antes de que tengáis un problema. - Para eso tienen abogado... ¿Dónde está el abogado? - Preguntó Monica. Marcus y Dylan se encogieron de hombros. - Vale... ¿Y cómo nos vamos? - Preguntó él. Miró a su alrededor (casi se desequilibra al hacerlo, sí que había bebido). - No tengo ni idea de dónde estamos... Y aparecerse así... - Hay trasladores en la puerta, fijo. - Comentó Howard. - Suele haberlos en las discotecas. Son trasladores de usar y tirar. Los coges, les dices la dirección a la que quieres ir y te llevan, y puedes dejarlos donde sea, se autodestruyen en una hora. Solo dan para un viaje. Si no, imagínate, todo el mundo ahí, fium, fium, traslador para acá, traslador para allá... Pero están bien para no aparecerte borracho. - Ay mi maridito. - Dijo Monica, apretándole un moflete con tono cariñoso. - Qué bien se le da el protocolo a mi niño. - Se hubiera quedado más tiempo riéndose de la escena si no fuera porque Dylan era ya, en su totalidad, un niño de doce años. Y podría confiar en el estado de embriaguez de todos los presentes, pero prefería no jugársela demasiado.
Se despidieron rápidamente de quienes vieron (estaba convencido de que le faltaba MUCHA gente de los que habían ido con ellos), y bajaron a la puerta principal, donde, efectivamente, había trasladores de un solo uso. Se despidieron afectuosamente de Howard y Monica con la promesa de verse antes de volver a Inglaterra y, tras decir la dirección al traslador, se aparecieron en el jardín de los Lacey. El aterrizaje fue para verlo: Marcus se cayó exageradamente al suelo, rodando como un escarabajo y como si tuviera más piernas y brazos de los que le correspondían, y casi arrastra a Alice con él, pero la chica, bastante más ágil, se mantuvo en pie, aunque el traspiés entre el agarre y los tacones fue cómico cuanto menos. Dylan les miraba y negaba con la cabeza. - Qué buenos custodios. - Marcus le señaló con un índice, mientras se levantaba. - Menos quejas. Hemos arriesgado mucho por ti. - Te veo tristísimo por ello, colega. - He llorado mucho. - ¿Hoy? - ¡No hablo de hoy! - Ya estaba de pie y recompuesto (más o menos). Hizo un gesto con la mano hacia la casa. - Ea, a dormir. - No sabía ni lo que decía ya. Estaba aturdidísimo, ¿por qué pesaba tanto el silencio? Dios, no había sido tan consciente del ruido que había en la discoteca hasta ahora.
Subieron al piso de arriba, Marcus y Alice en un cómplice y tenso silencio muy poco discreto, porque ambos sabían lo que iba a pasar a continuación, pero querían disimular delante de Dylan. No eran los mayores maestros del disimule en esas condiciones. - ¿Te lo has pasado bien? - Le preguntó a Dylan, y el niño (uy, qué pequeño lo veía ahora) asintió enérgicamente con la cabeza, con una sonrisa. - Me alegro. Buenas noches, colega. - Dijo, revolviéndole los rizos. - Buenas noches. - Respondió él tras despedirse tanto de Marcus como de Alice, y se fue a su cuarto, pero parecía como dubitativo o triste. Lástima que Marcus no estuviera especialmente espabilado como para darse cuenta, y tenía un tema muy presente en la cabeza, así que entró en la habitación y cerró la puerta tras él. - Por fin. - Suspiró, tomando a Alice de las mejillas y besándola con desenfreno. - ¿Te has mirado al espejo? ¿Has visto cómo estabas hoy? - Dijo entre besos, casi sin aire, acariciándola con deseo desmedido. - ¿Qué decías de que esto se subía con facilidad? - Preguntó con tonito, y ya estaba pasando las manos por debajo de su falda cuando... - ¡Colega! - Escuchó la voz de Dylan de fondo. Se detuvo en el acto, con la mirada perdida, como quien ha oído un ruido indescifrable. Miró de reojo a Alice. - ¿Has...? - ¿Marcus? - Efectivamente, Dylan, y se le escuchaba tembloroso en la voz. Soltó aire por la boca, agachando la cabeza con resignación. ¿Por qué? Él solo quería hacer el amor con su novia, ¿tanto le pedía a la vida? - Vuelvo ahora mismo. - Afirmó, con pesadumbre. Se dirigió a la puerta y rogó desde ella. - No te vayas, por favor te lo pido. - Esperaba poder gestionar aquello rápido.
La noche seguía avanzando y él estaba más y más encendido cada vez, tanto que estaba pasando por alto bastante el hecho de tener tanta gente alrededor, desconocida y conocida, incluyendo entre estos últimos al hermano de doce años de su novia, a la que no dejaba de besar y toquetear como le venía en gana, y bien que lo estaban disfrutando ambos. Lo de las copas que levitaban a tu lado cuando detectaban que habías acabado la tuya era un auténtico peligro, porque tenía mucho calor y, a falta de aire por la cantidad de gente, bueno era calmar un poco la sed, y todo estaba dulce y tenía colorines que lo hacían llamativo. Y, por qué no reconocerlo, no tenía ganas de medir. No era tonto, sabía que estaba borracho, muy borracho, más que en la fiesta de despedida de la graduación, y después de ella había jurado que no volvería a beber así. Pero lo había pasado fatal esos meses. Solo quería divertirse un poco y desinhibirse lo suficiente como para que no le importara hacer con su novia lo que le apetecía hacer hubiera quien hubiera delante. Se lo había ganado.
- Hooowi. - Escuchó a Monica. El chico estaba muerto de risa y ella peligrosamente recolgada de él, como a Howard le fallaran las fuerzas iría al suelo sin remedio. - Estoy vieja. - Más se reía el otro. - Definitivo, estoy vieja. - ¿Quieres ir a casita, mi amor? - Quiero ir a casita. Pero vienes conmigo ¿no? - Vivimos juntos. - Y dormimos juntos. Rawr. - Más se reía Howard, y Marcus también, solo con la escena. Pero entonces el chico se giró a ellos. - Sí que nos vamos a ir ya. - Nooooooooo. - Se lamentó Marcus. Como si en la última media hora le hubiera hecho el menor caso, cuando estaba centrado en exclusividad en darse el lote con Alice. - Aún tengo la oportunidad de llevármela consciente. - ¡Eh! - Saltó Monica, fingiendo indignación, aunque las fuerzas no le respondían mucho. - Que yo aún puedo dar mucha guerra. Mañana les llamas y se lo confirmas, listo de pacotilla. - Otra vez Howard riéndose. Sí que le hacía gracia su mujer.
- Colega. - Llamó Dylan, y cuando Marcus se giró hacia él, entre risas, se sobresaltó. - ¡Oh, mierda! - Venía a decirte que se han quedado sin zumos. - Empezó el chico, con la voz considerablemente más infantil, y luego se puso la mano en la barbilla. - Pero quizás debería decirte que creo que se me está pasando el efecto de ser mayor. - Ya te veo. - Se apuró Marcus. Howard siseó. - Mejor que os vayáis vosotros también antes de que tengáis un problema. - Para eso tienen abogado... ¿Dónde está el abogado? - Preguntó Monica. Marcus y Dylan se encogieron de hombros. - Vale... ¿Y cómo nos vamos? - Preguntó él. Miró a su alrededor (casi se desequilibra al hacerlo, sí que había bebido). - No tengo ni idea de dónde estamos... Y aparecerse así... - Hay trasladores en la puerta, fijo. - Comentó Howard. - Suele haberlos en las discotecas. Son trasladores de usar y tirar. Los coges, les dices la dirección a la que quieres ir y te llevan, y puedes dejarlos donde sea, se autodestruyen en una hora. Solo dan para un viaje. Si no, imagínate, todo el mundo ahí, fium, fium, traslador para acá, traslador para allá... Pero están bien para no aparecerte borracho. - Ay mi maridito. - Dijo Monica, apretándole un moflete con tono cariñoso. - Qué bien se le da el protocolo a mi niño. - Se hubiera quedado más tiempo riéndose de la escena si no fuera porque Dylan era ya, en su totalidad, un niño de doce años. Y podría confiar en el estado de embriaguez de todos los presentes, pero prefería no jugársela demasiado.
Se despidieron rápidamente de quienes vieron (estaba convencido de que le faltaba MUCHA gente de los que habían ido con ellos), y bajaron a la puerta principal, donde, efectivamente, había trasladores de un solo uso. Se despidieron afectuosamente de Howard y Monica con la promesa de verse antes de volver a Inglaterra y, tras decir la dirección al traslador, se aparecieron en el jardín de los Lacey. El aterrizaje fue para verlo: Marcus se cayó exageradamente al suelo, rodando como un escarabajo y como si tuviera más piernas y brazos de los que le correspondían, y casi arrastra a Alice con él, pero la chica, bastante más ágil, se mantuvo en pie, aunque el traspiés entre el agarre y los tacones fue cómico cuanto menos. Dylan les miraba y negaba con la cabeza. - Qué buenos custodios. - Marcus le señaló con un índice, mientras se levantaba. - Menos quejas. Hemos arriesgado mucho por ti. - Te veo tristísimo por ello, colega. - He llorado mucho. - ¿Hoy? - ¡No hablo de hoy! - Ya estaba de pie y recompuesto (más o menos). Hizo un gesto con la mano hacia la casa. - Ea, a dormir. - No sabía ni lo que decía ya. Estaba aturdidísimo, ¿por qué pesaba tanto el silencio? Dios, no había sido tan consciente del ruido que había en la discoteca hasta ahora.
Subieron al piso de arriba, Marcus y Alice en un cómplice y tenso silencio muy poco discreto, porque ambos sabían lo que iba a pasar a continuación, pero querían disimular delante de Dylan. No eran los mayores maestros del disimule en esas condiciones. - ¿Te lo has pasado bien? - Le preguntó a Dylan, y el niño (uy, qué pequeño lo veía ahora) asintió enérgicamente con la cabeza, con una sonrisa. - Me alegro. Buenas noches, colega. - Dijo, revolviéndole los rizos. - Buenas noches. - Respondió él tras despedirse tanto de Marcus como de Alice, y se fue a su cuarto, pero parecía como dubitativo o triste. Lástima que Marcus no estuviera especialmente espabilado como para darse cuenta, y tenía un tema muy presente en la cabeza, así que entró en la habitación y cerró la puerta tras él. - Por fin. - Suspiró, tomando a Alice de las mejillas y besándola con desenfreno. - ¿Te has mirado al espejo? ¿Has visto cómo estabas hoy? - Dijo entre besos, casi sin aire, acariciándola con deseo desmedido. - ¿Qué decías de que esto se subía con facilidad? - Preguntó con tonito, y ya estaba pasando las manos por debajo de su falda cuando... - ¡Colega! - Escuchó la voz de Dylan de fondo. Se detuvo en el acto, con la mirada perdida, como quien ha oído un ruido indescifrable. Miró de reojo a Alice. - ¿Has...? - ¿Marcus? - Efectivamente, Dylan, y se le escuchaba tembloroso en la voz. Soltó aire por la boca, agachando la cabeza con resignación. ¿Por qué? Él solo quería hacer el amor con su novia, ¿tanto le pedía a la vida? - Vuelvo ahora mismo. - Afirmó, con pesadumbre. Se dirigió a la puerta y rogó desde ella. - No te vayas, por favor te lo pido. - Esperaba poder gestionar aquello rápido.
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Sueños de paz Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Colores, calor, luces, alquimia de vida… Todo aquello bailaba en su cabeza como la propia música y todos los demás, aunque cada vez quedara menos grupo. Sonrió a Monica cuando dijo aquello a Howard y le guiñó un ojo, acercándose a su oído para decir. — Sácale partido maestra, hoy va a ser una muuuuuy buena noche. — Ya se iba a encargar ella de llevarse su buena dosis también. Ambas rieron, y ella iba a volver a bailar pero, al igual que el propio Dylan, se dio cuenta de que la poción se estaba empezando a pasar. Se miró con Marcus y suspiró, rodeando a su hermano con un hombro. — Vuelves a ser patito. — Su hermano sonrió pero se abrazó muy fuerte a su cintura. — Para ti voy a ser siempre patito, aunque sea viejo y tenga barba. — Ella besó los rizos de su coronilla y dijo. — Pues claro que sí. — Y ni siquiera se extrañó, porque ese era su hermano, siempre tan cariñoso, y más después de tanto tiempo sin poder demostrarlo.
La idea de los trasladores le pareció tan ideal, y la despedida tan alegre y esperanzadora que el aterrizaje ni siquiera se le atravesó, logró salvarlo, no con dignidad, pero sí con todos los miembros intactos. Levantó un índice, mirando a su hermano, aún con las piernas separadas y semflexionadas para estabilizarse, en un susurro muy exagerado, porque después de salir de la discoteca todo le sonaba exageradamente fuerte en el silencio. — Custodios que te han sacado de fiesta por Nueva York sin ser interceptados por la ley y que han hecho que bailes como loco y conozcas a otra Alice… No es poco. ¿Tú estás bien, mi amor? — Su hermano la ayudó dándole la mano y ella aprovechó para quitarse los tacones y no hacer ruido al entrar en la casa, para no alterar más de lo que ya debían haber sonado. — Tu amor está bien. — Confirmó Dylan con una sonrisita. — Tú vas a dormir en el cuarto de Shannon, ¿vale? — ¿Y tú? — En el de Jason, con Marcus. — ¿Y los demás? — Ahí contuvo una risa. — Dudo que los demás vengan hasta mañana. — Y la envidia que les tenía no la podía describir. Necesitaba entrar en el dicho cuarto cuanto antes.
Dio las buenas noches a su hermano, pero casi no podía ni pensar. Desde que Marcus cerró la puerta, le besó como si lo fuera a devorar. — ¿Y tú? Te has puesto esa camisa para volverme loca, no me mientas. — Le recriminó en tono sugerente, antes de volver a besarle, sintiendo tanta pasión que no sabía ni por dónde empezar con las manos, porque quería esa camisa, pero le quería desnudo… Bueno de momento, la camisa se quedaba ahí, y bajó las manos muy dispuesta a desabrocharle el pantalón. Se rio un poco cuando dijo lo de la falda y jadeó al notar sus manos por esa zona. — Marcus… — Susurró con deseo. Pero alguien aparte de ella estaba llamando a Marcus, en otro tono completamente distinto. — ¿Es Dylan? — Preguntó, tontamente. Claro que era Dylan, pero…
Marcus reaccionó más rápido que ella. Simplemente asintió mientras él se iba. Temía que se hubiera roto el momento, pero claramente no era el caso, porque nunca había visto a su novio pedirle algo con tanto anhelo. Cuando se quedó sola en la habitación, se tiró sobre la cama, abrazándose las piernas. ¿Por qué le había llamado a él? Ella era su hermana, su tutora ahora, siempre había recurrido a ella… Y entonces se recordó a sí misma chillando a su padre, sentada en la escalera de su casa, con la misma postura que tenía ahora. No quería que su padre ni se le acercara, necesitaba a su madre, a una mujer con la que no se sintiera TAN incómoda… Y tantas veces en su vida había pensado “ojalá pudiera hablar con mi madre”... Y Dylan podía. Dylan podía recurrir a la figura masculina en la que más confiaba, estaba en la habitación de enfrente. Qué menos que darle ese espacio. Suspiró y se dejó caer en la cama… Bueno, al menos podía esperar a Marcus allí… Con una sorpresita. Se quitó el vestido y lo metió en el armario, y se metió en la cama tapándose hasta la garganta. Cuando Marcus llegara, se haría la dormida hasta que se metiera en la cama, y entonces… Tendría el camino ya trazado. Solo esperaba no quedarse dormida de verdad.
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Sueños de paz Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Menos mal que había visto a Dylan entrar en la habitación, porque con el mareo que tenía, en ese pasillo tan oscuro y pretendiendo no hacer ruido, le iba a costar desenvolverse... Un momento. Se le detuvo el corazón y empezó a palparse, pero enseguida respiró aliviado, tanto que casi se le baja la tensión. Uf, por un momento temió haber perdido la varita. Llevaba demasiado tiempo sin usarla, y había conectado en su cabeza que no había cerrado la puerta cuando entró con Alice y que podría echar un Lumos en el pasillo... En fin, mejor iba al grano, que tenía otras cosas que hacer.
Cuando entró a la habitación de Shannon, Dylan estaba sentado en la cama, con las manos entre las rodillas, mirándole con cara de pena desde allí y la respiración un poco acelerada. Vaya, cuánta luz, ahora no veía pero por el motivo contrario. - Ey. - Comentó, parpadeando con fuerza y tratando de abrir poco a poco los ojos y acostumbrarlos a tanta luminosidad. - ¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre? - En verdad hacía un montón que no comían nada. Dylan negó. - Perdona... Te prometo que ya te dejo irte, que sé que prefieres estar con mi hermana. - No, hombre. - Afirmó, quitándole hierro y sentándose a su lado... pero sí, estaba deseando irse con Alice. Dylan jugó con los dedos entre sus manos. - Marcus... ¿es verdad que mi hermana tiene mi custodia? - Parpadeó. No sabía qué se había perdido, porque no se esperaba esa pregunta en ese momento. - Claro. - El niño tragó saliva. - ¿Seguro? ¿Cien por cien? - Vale, estaba asustado.
Se giró para mirarle. - Cien por cien. Nunca te mentiríamos con algo así. - Dylan entornó los ojos hacia arriba para mirarle. - Pero mi padre también la tenían y me llevaron igual. - Marcus frunció los labios. - Esta vez es... ligeramente distinto. - Le agarró de la mano. - ¿Tienes miedo? ¿Es eso? - El niño asintió, con los ojos brillosos. Suspiró. - Colega, no va a pasarte nada. Ya no. Es... largo de explicar a estas horas. - Bueno, tampoco esperaba que me dieras una explicación muy elaborada así. - Oye, no te metas conmigo, que intento consolarte. - Al menos eso le hizo reír como un diablillo. Marcus se frotó la cara. Sí que le estaba costando hilvanar un discurso... - No tienes nada que temer, Dylan. Confía en mí. Ya no van a llevarte más, estamos contigo. Ha pasado todo. - Dylan siguió mirándole unos instantes, y tras estos le abrazó con fuerza. Marcus devolvió el abrazo. - Os he echado mucho de menos. He pasado muchísimo miedo. - Al final le hacía llorar. Le apretó con fuerza. - Nosotros también... Pero estamos aquí. - Se quedaron unos instantes abrazados y en silencio. - Quiero volver a casa. - Marcus dejó un beso en su pelo. - Volveremos a casa, Dylan. -
Le separó con cuidado y sacaron su pijama de su baúl, y cuando se lo puso, se metió en la cama. - ¿Mejor? - El chico le miró con una sonrisilla. - Gracias... Tranquilo, no tienes por qué quedarte a contarme un cuento. Sé que quieres hablar el lenguaje del amor con mi hermana. - ¡Dylan! - Bufó, recomponiéndose, azorado. El otro reía entre dientes. - De verdad... - No pasa nada, Marcus. Mejor tú que cualquier otro. - Vale, definitivamente estás mejor, me puedo ir. - Te quiero mucho. - Eso le dejó parado. El chico sonrió, con ese toque entre tierno y pillo, y se giró en la cama, apagando la luz. - Buenas noches. -
Ahora iba de vuelta por el pasillo con un nudo en la garganta y ganas de llorar. Ese maldito niño sabía darle en su toque más sensible... Ah, y su hermana también le tenía la medida bastante cogida, pero en otro sentido, porque estaba girando el pomo de la puerta y estaba volviendo a recordar lo que sentía cuando salió de la habitación. Cerró tras de sí, con una sonrisilla y sacando la varita para cerrarla, pero justo al silenciar la habitación vio que estaba metida en la cama y tapada. Oh. Pensó, apenado. Al final se le había dormido mientras estaba fuera...
Cuando entró a la habitación de Shannon, Dylan estaba sentado en la cama, con las manos entre las rodillas, mirándole con cara de pena desde allí y la respiración un poco acelerada. Vaya, cuánta luz, ahora no veía pero por el motivo contrario. - Ey. - Comentó, parpadeando con fuerza y tratando de abrir poco a poco los ojos y acostumbrarlos a tanta luminosidad. - ¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre? - En verdad hacía un montón que no comían nada. Dylan negó. - Perdona... Te prometo que ya te dejo irte, que sé que prefieres estar con mi hermana. - No, hombre. - Afirmó, quitándole hierro y sentándose a su lado... pero sí, estaba deseando irse con Alice. Dylan jugó con los dedos entre sus manos. - Marcus... ¿es verdad que mi hermana tiene mi custodia? - Parpadeó. No sabía qué se había perdido, porque no se esperaba esa pregunta en ese momento. - Claro. - El niño tragó saliva. - ¿Seguro? ¿Cien por cien? - Vale, estaba asustado.
Se giró para mirarle. - Cien por cien. Nunca te mentiríamos con algo así. - Dylan entornó los ojos hacia arriba para mirarle. - Pero mi padre también la tenían y me llevaron igual. - Marcus frunció los labios. - Esta vez es... ligeramente distinto. - Le agarró de la mano. - ¿Tienes miedo? ¿Es eso? - El niño asintió, con los ojos brillosos. Suspiró. - Colega, no va a pasarte nada. Ya no. Es... largo de explicar a estas horas. - Bueno, tampoco esperaba que me dieras una explicación muy elaborada así. - Oye, no te metas conmigo, que intento consolarte. - Al menos eso le hizo reír como un diablillo. Marcus se frotó la cara. Sí que le estaba costando hilvanar un discurso... - No tienes nada que temer, Dylan. Confía en mí. Ya no van a llevarte más, estamos contigo. Ha pasado todo. - Dylan siguió mirándole unos instantes, y tras estos le abrazó con fuerza. Marcus devolvió el abrazo. - Os he echado mucho de menos. He pasado muchísimo miedo. - Al final le hacía llorar. Le apretó con fuerza. - Nosotros también... Pero estamos aquí. - Se quedaron unos instantes abrazados y en silencio. - Quiero volver a casa. - Marcus dejó un beso en su pelo. - Volveremos a casa, Dylan. -
Le separó con cuidado y sacaron su pijama de su baúl, y cuando se lo puso, se metió en la cama. - ¿Mejor? - El chico le miró con una sonrisilla. - Gracias... Tranquilo, no tienes por qué quedarte a contarme un cuento. Sé que quieres hablar el lenguaje del amor con mi hermana. - ¡Dylan! - Bufó, recomponiéndose, azorado. El otro reía entre dientes. - De verdad... - No pasa nada, Marcus. Mejor tú que cualquier otro. - Vale, definitivamente estás mejor, me puedo ir. - Te quiero mucho. - Eso le dejó parado. El chico sonrió, con ese toque entre tierno y pillo, y se giró en la cama, apagando la luz. - Buenas noches. -
Ahora iba de vuelta por el pasillo con un nudo en la garganta y ganas de llorar. Ese maldito niño sabía darle en su toque más sensible... Ah, y su hermana también le tenía la medida bastante cogida, pero en otro sentido, porque estaba girando el pomo de la puerta y estaba volviendo a recordar lo que sentía cuando salió de la habitación. Cerró tras de sí, con una sonrisilla y sacando la varita para cerrarla, pero justo al silenciar la habitación vio que estaba metida en la cama y tapada. Oh. Pensó, apenado. Al final se le había dormido mientras estaba fuera...
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Sueños de paz (+18) Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
No podía oír lo que decían, pero, sinceramente, se enteraría mañana, a no ser que Marcus tardara mucho. Y no fue el caso. Le costó mucho aguantarse la risa cuando notó la decepción de su novio, pobrecillo… Bueno, enseguida se le iba a quitar la pena. Esperó que estuviera más cerca de la cama y simplemente dijo. — ¿De verdad creías que me iba a quedar dormida? — Preguntó aún sin abrir los ojos. De entre las sábanas sacó la varita y la agitó en círculo. — Silentium. Que creo que vas a querer gritar. — Y acto seguido, apartó las sábanas de golpe, revelándose en ropa interior. — Yo esta noche no me duermo hasta que me hagas tuya, mi sol. — Dijo girando lentamente sobre sí misma para que su novio se deleitase con las vistas.
Se incorporó de rodillas en la cama y miró a Marcus con hambre animal, acercándose a gatas hacia él en la cama. — ¿Crees que puedes estar toda la noche calentándome y que yo me dueram tan tranquila? — Llegó a dónde estaba y lo paró con las manos. — Quieto ahí, alquimista… — Ronroneó. — Llevo queriendo abrirte esta camisa toda la noche… — Dijo deslizando los dedos por los botones mientras le besaba con ardor. Cuando la tuvo abierta, deslizó la lengua por su cuello. — Déjatela, de momento… — Susurró, separándose de su piel solo para decirlo.
Como Marcus estaba de pie aún y ella en la cama de rodillas tenía muy accesible lo que quería hacer, así que simplemente fue descendiendo mientras desabrochaba su pantalón y bajaba lo justo su ropa interior. — Voy a demostrarte cuánto te he echado de menos y cuánto me has puesto esta noche. — Anunció, sibilina, antes de terminar de bajar y deslizar su boca por la entrepierna de Marcus. Hacía mucho que no lo hacía y quería ver esa mirada de placer, ese deseo desbocado que se le ponía a él y que a ella le encendía más que nada en el mundo.
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Sueños de paz (+18) Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
¿Y ahora qué hacía él con esas ganas que tenía? ¿Sería muy cruel despertarla? A lo mejor se despertaba sola cuando se metiera él en la cama... No hizo falta, su novia le estaba haciendo una de sus clásicas bromas, y podía jurar que nunca se había alegrado tanto de que Alice le tomara el pelo. Soltó una risa muda con un suspiro de alivio. - Bueno, creía... - Le detuvo esa frase, que casi le provoca un mareo. - Oh. - Y eso no era lo mejor. - Oh... - Le había salido hasta tembloroso eso último, y ahora tenía los ojos clavados en el cuerpo de Alice. - Por Merlín... - Suspiró. Esa mujer iba a acabar con él, de verdad que sí. Sentía que se derretía.
A pesar de que lo hechizado que se sentía por Alice le tenía bastante ralentizado tanto en pensamiento como en movimiento, el instinto le hizo inclinarse hacia ella, queriendo tumbarse, pero la chica le detuvo. Pues él se dejaba detener, faltaría más, o al menos así quería hacerlo voluntariamente, otra cosa eran sus ganas, las cuales sentía como un caballo desbocado y amarrado con unas cuerdas muy finas que no iba a tardar nada en romper. Ladeó la sonrisa y dejó que le abriera la camisa, mirándola y notando cómo la piel se le erizaba a cada roce. Alternaba la mirada entre su cuerpo y sus ojos mientras le decía. - Yo llevo deseando toda la noche quitarte ese vestido... Me has privado de ello. - Dijo con falsa pena. - Pero no me oirás quejarme. - Aseguró, convencidísimo, porque vaya vistas. Ya tendría ocasiones de quitar vestidos, lo que tenía ante sí no tenía precio.
Estaba viendo el camino que estaba tomando Alice y ya se notaba temblando en anticipación, pero fue notar la primera caricia de su lengua y le recorrió un escalofrío de la cabeza a los pies, que le hizo soltar un jadeo, cerrando los ojos. Mala idea cerrar los ojos, todo le daba vueltas, pero el placer era tan intenso que le costaba mantenerlos abiertos. Y su novia había estado muy rápida con el Silentium, porque aquello le estaba arrancando los gemidos sin que él los pudiera controlar. Se estaba preguntando muy seriamente cómo había aguantado tanto tiempo sin intimar con Alice, porque dudaba que existiera una mejor sensación en la vida que esa.
Uno de los latigazos de placer que sintió fue tan placentero que casi se desequilibra, momento que aprovechó para apartarse un poco, no porque no le gustara, sino todo lo contrario: le gustaba demasiado y necesitaba que aquello durase mucho más tiempo. No tenía ni idea de qué hora era, pero no tenía ni una gota de sueño. Quería estar haciéndolo con Alice hasta que saliera el sol, y como siguieran así, no iba a durar ni un minuto.
- Me vuelves loco. - Suspiró, acercándose a ella. - ¿Te lo he dicho alguna vez? - Con suavidad, la empujó hasta tumbarla en la cama, colocándose él sobre ella. - Me vuelves completamente loco. - Se lanzó a sus labios, a besarlos con deseo, encajándose en su cuerpo y pasando sus manos por su sujetador, deshaciéndose de este para poder besar toda su piel. - No voy a dejar de besarte. - Susurró, mientras bajaba los besos por su torso. - En toda la noche. - Siguió besándola, esta vez volviendo a subir, recorriendo su pecho y volviendo a sus labios. Puso las manos en sus mejillas y la miró a los ojos. - Alice. - Tenía la respiración muy agitada, y notaba cómo se mezclaba con la de ella. - Te quiero. - Hizo una pausa. - Te amo... con mi vida... - Sentía que no se lo había dicho lo suficiente esos meses. Ah, y lo que llevaba toda la noche pensando. - Y cómo me pones. - Solo con mirarla se sentía fuera de sí, con tener su cuerpo como lo tenía ahora, perdía la razón.
A pesar de que lo hechizado que se sentía por Alice le tenía bastante ralentizado tanto en pensamiento como en movimiento, el instinto le hizo inclinarse hacia ella, queriendo tumbarse, pero la chica le detuvo. Pues él se dejaba detener, faltaría más, o al menos así quería hacerlo voluntariamente, otra cosa eran sus ganas, las cuales sentía como un caballo desbocado y amarrado con unas cuerdas muy finas que no iba a tardar nada en romper. Ladeó la sonrisa y dejó que le abriera la camisa, mirándola y notando cómo la piel se le erizaba a cada roce. Alternaba la mirada entre su cuerpo y sus ojos mientras le decía. - Yo llevo deseando toda la noche quitarte ese vestido... Me has privado de ello. - Dijo con falsa pena. - Pero no me oirás quejarme. - Aseguró, convencidísimo, porque vaya vistas. Ya tendría ocasiones de quitar vestidos, lo que tenía ante sí no tenía precio.
Estaba viendo el camino que estaba tomando Alice y ya se notaba temblando en anticipación, pero fue notar la primera caricia de su lengua y le recorrió un escalofrío de la cabeza a los pies, que le hizo soltar un jadeo, cerrando los ojos. Mala idea cerrar los ojos, todo le daba vueltas, pero el placer era tan intenso que le costaba mantenerlos abiertos. Y su novia había estado muy rápida con el Silentium, porque aquello le estaba arrancando los gemidos sin que él los pudiera controlar. Se estaba preguntando muy seriamente cómo había aguantado tanto tiempo sin intimar con Alice, porque dudaba que existiera una mejor sensación en la vida que esa.
Uno de los latigazos de placer que sintió fue tan placentero que casi se desequilibra, momento que aprovechó para apartarse un poco, no porque no le gustara, sino todo lo contrario: le gustaba demasiado y necesitaba que aquello durase mucho más tiempo. No tenía ni idea de qué hora era, pero no tenía ni una gota de sueño. Quería estar haciéndolo con Alice hasta que saliera el sol, y como siguieran así, no iba a durar ni un minuto.
- Me vuelves loco. - Suspiró, acercándose a ella. - ¿Te lo he dicho alguna vez? - Con suavidad, la empujó hasta tumbarla en la cama, colocándose él sobre ella. - Me vuelves completamente loco. - Se lanzó a sus labios, a besarlos con deseo, encajándose en su cuerpo y pasando sus manos por su sujetador, deshaciéndose de este para poder besar toda su piel. - No voy a dejar de besarte. - Susurró, mientras bajaba los besos por su torso. - En toda la noche. - Siguió besándola, esta vez volviendo a subir, recorriendo su pecho y volviendo a sus labios. Puso las manos en sus mejillas y la miró a los ojos. - Alice. - Tenía la respiración muy agitada, y notaba cómo se mezclaba con la de ella. - Te quiero. - Hizo una pausa. - Te amo... con mi vida... - Sentía que no se lo había dicho lo suficiente esos meses. Ah, y lo que llevaba toda la noche pensando. - Y cómo me pones. - Solo con mirarla se sentía fuera de sí, con tener su cuerpo como lo tenía ahora, perdía la razón.
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Oh, esos gemidos qué loca la volvían. Esos gemidos la volvían absolutamente loca, y le hacían aumentar el ritmo y solo sentir a su lengua y Marcus, y a ratos cerraba los ojos y se concentraba, y a ratos le miraba para disfrutar de aquella vista tan privilegiada. Pero claro, su novio tenía que pararla. Le miró con media mueca. — Nunca me dejas acabar… — Le afeó, pero se dejó tumbar en la cama, porque cuando Marcus la miraba así, la verdad es que perdía toda capacidad de llevarle la contraria.
Cerró los ojos y jadeó solo con sus primeras palabras. ¿Ella le volvía loco a él? Él le provocaba placer solo con sus palabras, solo con encajarse con su cuerpo como estaba haciendo. Arqueó la espalda cuando notó que le quería quitar el sujetador, y se retorció al notar que llevaba los besos a aquella parte. — Cómo sabes hacer lo que me vuelve loca. — Y enterró una de sus manos en su pelo, porque esa siempre era la guinda del pastel, agarrarse a su pelo mientras la besaba así. Pero abrió los ojos para mirarle cuando se dirigió a ella, y ahora daba igual que el mundo le diera vueltas y sintiera los miembros cosquilleantes, ahora solo veía los ojos de su novio. — Marcus, mi amor… — Replicó cuando la llamó susurrando así su nombre. Ladeó un poco la cabeza, derretida por sus palabras. — Te amo con locura, Marcus. Con mi vida, con el corazón y la cabeza, como aman los Gallia, sin reservas ni peros… — Le besó con intensidad. — Nuestro amor es alquimia de vida, porque va más allá de la muerte. No lo dudes nunca. — Y de nuevo buscó sus labios con frenesí. Pero aquello era demasiado bueno e importante como para comportarse con prisas o imprudencias.
Bajó las manos y terminó de quitarle la ropa a Marcus. Con una sonrisilla traviesa, deslizó sus manos por la camisa. — La verdad es que me encanta, pero… Esto ya ha estado aquí demasiado rato. — Y se la quitó, dejándole completamente desnudo, y haciendo que se tumbara boca arriba en la cama. — Eres lo más hermoso que han visto jamás estos ojos de Ravenclaw. — Ya que estaba, se quitó ella también lo que le quedaba, y se tumbo de medio lado junto a él. — Cierra los ojos, Marcus. — Le susurró. — Amo tu cuerpo, lo que más me gusta del mundo es disfrutar de él. Lo adoraría como si fuera sagrado… — Y mientras lo decía, empezó a pasar sus dedos, muy suavemente por sus labios, luego en dirección a su barbilla y su garganta. — Lo adoro como mi posesión más preciada, lo toco como si fuera la superficie más satisfactoria del mundo. — Mientras bajaba la mano por su pecho, empezó a besar su cuello. — Una de mis formas favoritas de amarte es disfrutar cada centímetro de ti. — Dijo pasando la lengua por la piel de su cuello, bajando de nuevo hacia su pecho. Le miró desde allí. — Abre los ojos, mi amor. — Y cuando lo hizo, volvió sobre sus labios, mientras su mano le acariciaba muy suavemente donde hasta hace nada había estado su lengua. — Yo voy a volverte loco hasta el último día de nuestra vida. Yo voy a darte tanto placer que esa parcela tuya nunca se va a apagar. Te amo, Marcus O’Donnell, te amo como la luna ama al sol, mirándole siempre, reflejando su luz. Te amaré siempre. — Y volvió sobre sus labios, disfrutando hasta el extremo de aquella situación.
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Sueños de paz (+18) Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
La primera vez que lo hizo con Alice fue alucinante; la segunda vez, fue doblemente alucinante; pero, por alucinante que pareciera, cada vez que lo hacían era más y más alucinante. Se conocían mejor, solo con anticiparse a lo que sabía que iba a sentir le hacía sentirlo con más intensidad, y tenía mucho más claro lo que a la chica le gustaba, lo que hacer para provocarla, e iba mucho más relajado. Ni siquiera el tremendo mareo que aún llevaba, esa especie de niebla en la cabeza y los ojos, le frenaban el instinto, que tenía una dirección muy clara y le movía solo.
- Es eterno. La eternidad es nuestra. - Susurró, y no podía dejar de besarla, ni de decirle lo mucho que la amaba una y otra vez. Se dejó desnudar, sin abandonar lo que estaba haciendo, aunque su comentario le hizo reír levemente. - La verdad es que ya me estaba entrando calor. - Pero estaba tan concentrado que ni había caído en quitarse la camisa, y ahora que lo había hecho Alice por él, sí que se agradecía no tenerla. Se tumbó, mirándola embobado. - Tú eres preciosa. - Dejó una caricia en su rostro. - Me encantan esos ojos de Ravenclaw. Desde el primer día. - No había una verdad más universal en el mundo que esa, que los ojos de Alice le habían cautivado desde el primer momento. Puso una cómica expresión apenada cuando le pidió que cerrara los ojos. - ¿Y dejar de verte? ¿Por qué, qué he hecho? - Pero después de reírse tontamente de su propia broma, los cerró. Se notaba la respiración aceleradísima, el pecho le subía y le bajaba, pero al sentir el roce de Alice, sus caricias, el ritmo se hizo errático, porque seguía acelerado, pero a la vez calmado, y a la vez muy excitado, y en definitiva, sentía muchas cosas, y todas buenas, y todas le aumentaban su amor por su novia. Cada vez que creía que no la podía querer más resultaba que sí, sí que podía.
Se le escapó un leve gemido al sentir sus besos. - Vas a acabar conmigo, princesa. - Susurró, con la voz embotada. Abrió los ojos cuando se lo pidió, entregándose al beso que le daba, y el roce de su mano le hizo ahogar un suspiro en sus labios y tensarse. - Alice... - Suspiró. La miró a los ojos de nuevo. - Te amo. - Siguió sintiendo sus caricias, pero no iba a quedarse simplemente parado: él también podía provocarle a ella esas sensaciones. Le gustaba eso, le gustaba estar así, ese remanso de pausa antes del frenesí que sabía que llegaría (porque el cuerpo se lo pedía con necesidad). Pero antes, descendió sus dedos hasta encontrarse con su entrepierna, emulando las caricias. - Una duda. - Susurró, divertido, pero sin detenerse y tratando de controlar el placer que le producía lo que su novia le hacía. - ¿Sabía mucho a champán? - Menuda tontería, pero rio levemente, entre suspiros. - Alice... Ya te dije una vez... que no pienso bien mientras lo hacemos. - Ladeó la cabeza. - Me vuelves demasiado loco. - Hizo una mueca. - Y puede... que esté un poco borracho. Aunque no lo hayas... - Uf, eso había sido intenso y el gemido salió espontáneo. Si es que estaba hablando mucho más. - Disimulo muy bien. - Retomó, más o menos. Sí, la interrupción había demostrado lo bien que disimulaba, sin duda.
- Es eterno. La eternidad es nuestra. - Susurró, y no podía dejar de besarla, ni de decirle lo mucho que la amaba una y otra vez. Se dejó desnudar, sin abandonar lo que estaba haciendo, aunque su comentario le hizo reír levemente. - La verdad es que ya me estaba entrando calor. - Pero estaba tan concentrado que ni había caído en quitarse la camisa, y ahora que lo había hecho Alice por él, sí que se agradecía no tenerla. Se tumbó, mirándola embobado. - Tú eres preciosa. - Dejó una caricia en su rostro. - Me encantan esos ojos de Ravenclaw. Desde el primer día. - No había una verdad más universal en el mundo que esa, que los ojos de Alice le habían cautivado desde el primer momento. Puso una cómica expresión apenada cuando le pidió que cerrara los ojos. - ¿Y dejar de verte? ¿Por qué, qué he hecho? - Pero después de reírse tontamente de su propia broma, los cerró. Se notaba la respiración aceleradísima, el pecho le subía y le bajaba, pero al sentir el roce de Alice, sus caricias, el ritmo se hizo errático, porque seguía acelerado, pero a la vez calmado, y a la vez muy excitado, y en definitiva, sentía muchas cosas, y todas buenas, y todas le aumentaban su amor por su novia. Cada vez que creía que no la podía querer más resultaba que sí, sí que podía.
Se le escapó un leve gemido al sentir sus besos. - Vas a acabar conmigo, princesa. - Susurró, con la voz embotada. Abrió los ojos cuando se lo pidió, entregándose al beso que le daba, y el roce de su mano le hizo ahogar un suspiro en sus labios y tensarse. - Alice... - Suspiró. La miró a los ojos de nuevo. - Te amo. - Siguió sintiendo sus caricias, pero no iba a quedarse simplemente parado: él también podía provocarle a ella esas sensaciones. Le gustaba eso, le gustaba estar así, ese remanso de pausa antes del frenesí que sabía que llegaría (porque el cuerpo se lo pedía con necesidad). Pero antes, descendió sus dedos hasta encontrarse con su entrepierna, emulando las caricias. - Una duda. - Susurró, divertido, pero sin detenerse y tratando de controlar el placer que le producía lo que su novia le hacía. - ¿Sabía mucho a champán? - Menuda tontería, pero rio levemente, entre suspiros. - Alice... Ya te dije una vez... que no pienso bien mientras lo hacemos. - Ladeó la cabeza. - Me vuelves demasiado loco. - Hizo una mueca. - Y puede... que esté un poco borracho. Aunque no lo hayas... - Uf, eso había sido intenso y el gemido salió espontáneo. Si es que estaba hablando mucho más. - Disimulo muy bien. - Retomó, más o menos. Sí, la interrupción había demostrado lo bien que disimulaba, sin duda.
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Sueños de paz (+18) Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Cuando notó la bendita mano de Marcus bajar por su cuerpo, jadeó. Para dudas estaba ella ahora, que había cerrado los ojos y se había dejado caer sobre la almohada. Pero se rio con la pregunta. — Sabías a Marcus… Sé perfectamente cómo sabe tu piel y tus labios… Aunque no estuvieras conmigo… Podría sentirlo. — Como sentía ahora sus dedos, y abrió la boca buscando aire, intentando no gritar desde ya.
Se le puso toda la piel del cuerpo de gallina con aquel gemido y lo que le estaba haciendo sentir a la vez con sus caricias. — Te conozco muy bien. — Dijo entrecortada, y abrió los ojos, pegando su frente a la de él. — Me doy cuenta de que estás borracho cuando me tocas delante de todo el mundo, cuando me susurras cuánto te pongo… — Y a ella se le escapó un gemido y, con la mano que no estaba usando, se agarró al brazo de Marcus. — Y me encanta que lo hagamos cuando hemos bebido… Es tan diferente y especial... Como si pudiera sentirte aún más.— Y su respiración se aceleró, su cuerpo se empezó a contraer, y se dejó hacer por un momento, solo disfrutando del efecto de lo que Marcus le estaba haciendo, cerrando los ojos de nuevo y disfrutando del placer.
Casi sin darse cuenta, sus gemidos se habían descontrolado, llamando a Marcus, pidiendo más, que para eso era ella y siempre quería más. Abrió los ojos y tiró del brazo de su novio para que parara, entrelazando sus manos. — Lo más alto de mi lista… Marcus O’Donnell dentro de mí. — Le rodeó con una pierna y le beso con desenfreno. — No aguanto más. Te necesito más que nunca… — Se incorporó para susurrar en su oído ardientemente. — ¿En qué posición me vas a hacer ver las estrellas, mi sol? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Sueños de paz (+18) Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
La miró a los ojos cuando pegó su frente a la suya, sintiendo todas las sensaciones propias y las que podía estar provocando en ella, y soltó una leve risa. - Vaya. Mis gestos me delatan. - La miró con una caída de ojos y dijo de corazón. - Eso es porque tú me ciegas. - Normalmente hacía un gran esfuerzo por autocontrolarse. Borracho no estaba para esas cosas, claramente.
Se aferró más a ella, sintiendo aquel momento con mucha más intensidad. Escucharla le hacía emocionarse aún más, desearla aún más y querer más, mucho más. Estaba tardando en querer pasar a la siguiente parte de todo aquello, y Alice no tardó en pedírselo. - Alice Gallia y yo haciendo el amor. - Susurró. - No hay nada en el mundo, ninguna lista, que supere eso. - Susurró, deseoso y feliz, tremendamente feliz. Porque sentía muchas cosas, mucha excitación, por supuesto. Pero se sentía plenamente feliz, como hacía tiempo que no se sentía.
Soltó un jadeo ante ese movimiento y esa propuesta. La miró a los ojos. - Me haces preguntas muy complicadas. - Dijo con una risa jadeada, medio en broma medio en serio. Tenía tanto deseo dentro de él, y era tanto el placer que le generaba hiciera lo que hiciese, que ciertamente cualquier postura iba a venirle bien. - Voy a... imaginarme una cosa... a ver qué me sale. - Tentó, colocándose de lado y frente a ella. - Creo recordar... - Fue subiendo la mano por su muslo en una caricia. - Que la falda te llegaba... ¿por dónde era? - Siguió subiendo, y cómicamente la miró con el ceño fruncido. - ¿Tan alta estaba? No llego nunca. - Siguió subiendo hasta donde calculaba que estaba. - Por aquí... Eso es poca tela... Con razón me tenías como me tenías. - Se mordió el labio. - ¿Sabes qué me he contenido de hacer porque había demasiada gente presente? - Agarró su muslo, pasando su pierna por encima de su cintura y acercándose a ella. - ¿Qué hubieran dicho de nosotros si nos hubiéramos metido en esa jaula? Porque quizás... no hubiera podido evitar... - Volvió a acariciar su pierna. - Subir por aquí... para hacer esto... - Poco a poco, y como la postura le permitía, fue entrando en su interior, soltando el aire por la boca. - ¿Qué piensas? -
Se aferró más a ella, sintiendo aquel momento con mucha más intensidad. Escucharla le hacía emocionarse aún más, desearla aún más y querer más, mucho más. Estaba tardando en querer pasar a la siguiente parte de todo aquello, y Alice no tardó en pedírselo. - Alice Gallia y yo haciendo el amor. - Susurró. - No hay nada en el mundo, ninguna lista, que supere eso. - Susurró, deseoso y feliz, tremendamente feliz. Porque sentía muchas cosas, mucha excitación, por supuesto. Pero se sentía plenamente feliz, como hacía tiempo que no se sentía.
Soltó un jadeo ante ese movimiento y esa propuesta. La miró a los ojos. - Me haces preguntas muy complicadas. - Dijo con una risa jadeada, medio en broma medio en serio. Tenía tanto deseo dentro de él, y era tanto el placer que le generaba hiciera lo que hiciese, que ciertamente cualquier postura iba a venirle bien. - Voy a... imaginarme una cosa... a ver qué me sale. - Tentó, colocándose de lado y frente a ella. - Creo recordar... - Fue subiendo la mano por su muslo en una caricia. - Que la falda te llegaba... ¿por dónde era? - Siguió subiendo, y cómicamente la miró con el ceño fruncido. - ¿Tan alta estaba? No llego nunca. - Siguió subiendo hasta donde calculaba que estaba. - Por aquí... Eso es poca tela... Con razón me tenías como me tenías. - Se mordió el labio. - ¿Sabes qué me he contenido de hacer porque había demasiada gente presente? - Agarró su muslo, pasando su pierna por encima de su cintura y acercándose a ella. - ¿Qué hubieran dicho de nosotros si nos hubiéramos metido en esa jaula? Porque quizás... no hubiera podido evitar... - Volvió a acariciar su pierna. - Subir por aquí... para hacer esto... - Poco a poco, y como la postura le permitía, fue entrando en su interior, soltando el aire por la boca. - ¿Qué piensas? -
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Sueños de paz (+18) Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002 |
Rio con malicia a lo de las preguntas complicadas, mirándole con deseo y tentación. Cuando dijo lo de imaginarse algo, se mordió el labio y juraría que los ojos le brillaron de deseo absoluto, curiosidad y disposición. — Me encanta que imagines. — Le dijo ronroneante.
Cuando fue subiendo la mano, separó los labios buscando aire, viendo cómo le acariciaba el muslo, y notando como el corazón se le desbocaba con el contacto. — Estaba más alta aún. — Tentó. Muy alta, todo lo que él quisiera, si le preguntaban ahora. Negó con cara de niña buena. — No lo sé, enséñamelo. — Le tentó más aún. Quería que se lo diera todo, quería provocarle tanto que cuando por fin entrara en ella, lo hiciera a lo grande y muerto de deseo.
Pero esa suposición de la jaula, solo de imaginarlo, le hizo gemir y mirarle a los ojos. — ¿Lo habrías hecho? — Preguntó. No, ya creía ella que no, pero imaginarlo, así… Se dejó levantar el muslo, y, por una vez, la dejó descolocada. — ¿Qué vas…? — Pero entonces le sintió entrar en ella, y el grito de placer tan absoluto y profundo que salió de su garganta, y el cómo se retorció de placer junto al cuerpo de Marcus, valió de crédito de que aquella postura había sido MUY buena idea.
Sin perder más tiempo, comenzó a moverse contra Marcus, agarrándose a él, a su piel y mirándole con fiereza y diciendo. — Ahora no puedo pensar… Solo sentir… — Le salió otro gemido al notarle en su interior y provocarle tanto placer. — Gritaría tan fuerte… Que me oirían todas las jaulas. — Siguió aumentando el ritmo y se agarró a los rizos de su nuca, pegándole a ella y susurrándole, quizá un poco bruscamente. — Siénteme. Siente cuánto placer me das, siente cómo mi cuerpo se te entrega… — Otro gemido escapó de su garganta. — Tócame, bésame y no pares nunca. No sabes cuánto te he necesitado dentro de mí. — Y a modo de demostración, ella se lanzó a su cuello, besándolo frenéticamente, en aquella cercanía tan especial creada por la postura inventada por Marcus que se revelaba como una idea absolutamente brillante, y subiendo hacia su oreja y mordiéndole suavemente, dejándose llevar por la pasión.
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