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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb 23 Abr - 11:25
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Alchemist
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    Jue 22 Jun - 21:23


    Sueños de paz (+18)
    Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002
    Las reacciones de Alice le desataban, le activaban un instinto que se le iba de las manos, y no le importaba lo más mínimo, todo lo contrario. Se aferró a ella, cediendo al deseo y a la buena acogida que había tenido su idea, intensificando el ritmo y su respiración. Decía que no podía pensar, pues anda que él. Tenía la mente absolutamente bloqueada en ese momento, con un cartel enorme y brillante en el que Alice estaba escrito a fuego, y no había nada más. - ¿Ah sí? - Preguntó, con tono suspirado. - ¿Tan fuerte? - Devoró sus labios, y al separarse dijo. - Querría que te escuchara el mundo entero. - Susurró. Tenía tanto amor y tanto deseo dentro de sí que lo gritaría a los cuatro vientos, y querría que ella hiciera lo mismo. Dudaba mucho que nadie, jamás, fuera a entender la magnitud de lo que sentía.

    Se tomó sus deseos como si fueran órdenes, y fue ciego a cumplirlo, acariciándola y besándola con frenesí, sintiendo todo lo que podía sentir y sin detenerse lo más mínimo. Cada uno de sus besos le erizaban la piel por completo. - Llevo... desde que te vi... - Susurró, con los ojos cerrados, sintiéndolo todo. - Desde que apareciste... con ese vestido... - Siguió besándola antes de decir. - Sintiendo esto. Anticipándome a esto. - Se aferró más a ella. - En mi mente ya estaba aquí. Así. Esto empezó hace horas. - Y así estaba, que sentía que, como se descuidara, su límite iba a llegar muy pronto.

    Y no tenía intención de parar tan pronto, así que cambió de postura, colocándose sobre ella completamente, besándola con una mezcla entre deseo y ternura, aferrando sus mejillas. Susurrando su nombre y repitiendo cuánto la quería una y otra vez. Para eso sí que no tenía límite.




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    Jue 22 Jun - 22:28


    Sueños de paz (+18)
    Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002

    ¡Sí! — Gimió a su pregunta. Sí, tan fuerte, tan intenso, tan real como lo que estaban viviendo. Abrió los ojos para mirarle cuando le dijo aquello y sonrió. — Y yo llevo toda la noche queriendo que me subieras la falda y me hicieras tuya. — Le devolvió la confesión. Se gustaban demasiado, se deseaban demasiado, y lo sabía desde que se rozaron las manos durmiendo en Saint-Tropez, hasta ese mismo momento de unión y pasión infinitos, todo formaba parte de una misma cosa. — Ojalá llevara horas de este placer. — Susurró entre gemidos, enredándole en sus brazos y tratando de tomar aire entre los jadeos que le salían por la intensidad del momento.

    Se dejó dar la vuelta sobre la cama y simplemente admiró la figura de Marcus sobre ella por unos segundos, con los ojos brillantes, con una mirada de adoración completa, separando los labios con deseo cada vez que notaba su movimiento dentro de ella, extasiada con ello. Pasó las manos por su rostro, recogiéndolo y haciendo que la mirara. — Soy la mujer más afortunada del mundo. La más feliz, la más completa, cuando estoy contigo así. — Y en un impulso que decidió seguir, porque cuando seguía sus impulsos con Marcus en ese ámbito, siempre salía bien, y le empujó hasta sentarle en la cama, incorporándose ella también para no perder su unión. Cuando se vio sobre su regazo, miró hacia abajo y apartó los rizos de su frente. — ¿Ves cómo eres mi tierra? ¿Ves cómo me anclas a ti? — Entrelazó sus manos y estiró los brazos, abriéndolos, sin dejar de moverse. — ¿Y ves cómo vuelo también? Cómo soy tu pajarito… — Un latigazo de placer provocado por la postura le detuvo el discurso y le hizo ralentizar un poco el ritmo, pero casi que así lo sentía más. — Sabes en qué momento me haces volar del todo, ¿verdad? — Preguntó, con un punto de picardía. Le miró a los ojos y le soltó las manos, aunque ella dejó los brazos en alto. — Hazme volar, mi amor, y mírame mientras lo haces, sé que te gusta mirarme. — Terminó, pegando muy fuerte sus caderas a él, que se sintiera muy dentro de ella, que volaran juntos.





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    Vie 23 Jun - 8:52


    Sueños de paz (+18)
    Con Alice | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002
    Se dejó llevar hasta sentarse en la cama, con ella sobre él. La miraba con adoración. - Eres fuego. - Susurró. - Y aire. Mi aire. No podría respirar sin ti. - De verdad que le tenía totalmente cautivado, no podía dejar de mirarla. Entrelazó sus manos y sonrió a su alegoría. Que Alice sea siempre feliz. No había día que no se repitiera su deseo en su cabeza, y cuando veía esas cosas, se sentía pleno, dichoso, pensando que lo estaba consiguiendo, que se acercaba mucho a lograr esa felicidad en ella. Que cuando lo pidió había mucha oscuridad a su alrededor, y que esa oscuridad volvía a veces, como la que les había rodeado los últimos meses. Pero que él tenía ese poder, el de hacerla feliz, el de hacerla sentir libre. Cuánto le había atormentado enjaularla, y solo bastaba con dejarse llevar con y por ella.

    Al soltar sus manos, él las pasó por su espalda, rodeándola y acercándose un poco más a ella. - Me encanta. - Afirmó. - Es lo que más me gusta del mundo. - Sin dejar de moverse con ella, suspiró y, con una sonrisa, dijo. - Alice Gallia siendo mi pajarito libre. - Acercó su rostro al de ella, rozando su nariz. - Has descubierto un apartado secreto de mi lista. Siempre estuvo ahí. Solo había que... mirarlo con los ojos adecuados... - Y la miró a los ojos, y benditos ojos que le provocaban de todo. Volvió a besarla, porque sentía que aquello se descontrolaba poco a poco, que empezaban a fallarle las fuerzas. Y quería verla, como ella había dicho, así que se dejó caer en la almohada de nuevo, mirándola desde su postura. - Eres una diosa. - Afirmó, convencidísimo, porque Alice así brillaba con luz propia. Fue decirlo y todo se aceleró, las sensaciones se multiplicaron y sabía que no era el único que las sentía, que ella también estaba en lo más alto, porque había aprendido a verlo. Porque disfrutaba viéndolo como no disfrutaba de nada en el mundo.

    Había vuelto a abrazarse a ella cuando se notó cegado por el placer, y allí estaba, rodeándola con sus brazos y con la mejilla en su pecho, regulando su respiración poco a poco y dejando que el silencio fuera cayendo donde hacía segundos había muchísimo ruido. Alzó lentamente la cabeza para mirarla con una sonrisa casi infantil, dejando un beso en sus labios. Le encantaría hablar, pero no tenía ni aire ni mucha capacidad mental, porque si ya iba mareado de antes, ahora sí que estaba en un barco que ha cedido el timón a la tormenta y cuyo capitán está negligentemente cantando canciones de piratería y que pase lo que tenga que pasar. Se dejó caer en la cama y se giró de costado, con ella dándole la espalda para poder abrazarla de la cintura, y conforme fue relajando la respiración empezó a dejar besos en su piel, en su espalda, su hombro y bajando por su brazo, con ternura infinita. - Quería estar así. - Susurró, acariciándola con la mejilla y sin dejar de desperdigar besos distraídos. - Lo echaba muchísimo de menos. - Eso, ese estado. No dormir juntos simplemente, eso llevaban haciéndolo muchos días. - Quiero volver a casa... pero... - Suspiró en silencio, con los labios apoyados en su piel, haciendo una pausa. - Va a ser muy duro estar sin ti todos los días. -




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    Lun 26 Jun - 11:13


    Sueños de paz (+18)
    Con Marcus | En Nueva York | 15 de septiembre de 2002

    Rio un poquito ante la confesión del sitio secreto de su lista, jugueteando con su nariz, tan cerquita, tan tiernos a la vez que pasionales, siendo como eran ellos en su quintaesencia. Pero entonces se tumbó, pudo verlo en toda su plenitud, y aquellas palabras: eres una diosa. Aquellas palabras le dieron un escalofrío, su cuerpo se revolvió, y el cerebro ya no funcionaba, solo su cuerpo, su cuerpo encontrándose con Marcus con pasión y sin reservas, solo buscando el placer máximo, su cuerpo respondiendo al de él, dejándose llevar. — Mi amor… — Le llamó a la desesperada, y sintió el placer recorriéndola entera, el punto álgido, ese en el que se contraía y gritaba sin control.

    Aún estaba recuperándose, cuando Marcus se aferró a ella, y ella le recibió, agarrándose a su pelo y su espalda, dentro de ella, como si quisiera quedarse así unida, como si no pudieran despegarse. Entre jadeos, acarició los rizos de su novio, dejando tiernos besos sobre su pelo y susurró. — Tú y yo haciendo el amor, siempre en lo más alto de la lista. — Y se dejó tumbar en la cama, con una sonrisa de satisfacción absoluta.

    Amplió la sonrisa al sentir sus besos y sus caricias. — Esto debe ser el cielo… — Susurró, ronroneando como un gato. Abrió los ojos y suspiró. — Yo también lo echaba de menos, es como si los Van Der Luyden hubieran sido unos dementores para nosotros… — Negó con la cabeza y cogió una de sus manos para besarla. — Ha sido como despertarse de una pesadilla. — Pero claro, el buen sueño no les iba a durar mucho tampoco. Se dio la vuelta para poder mirarle y se puso a juguetear con sus rizos. — Tú y yo hemos superado cosas mucho peores. Hemos salido de situaciones mucho más difíciles… — Suspiró y parpadeó. — No sé… qué me espera al volver. Dylan se irá a Hogwarts y yo… Tengo todo ese dinero de los Van Der Luyden. Solo sé que quiero tocarlo lo menos posible, quiero que sea suyo, cuando acabe el colegio… Y yo quiero ganar el mío propio cuanto antes. — Se acercó a Marcus sin soltar sus manos, y dijo. — Además de esto — comentó con una risilla — lo que mejor se nos da hacer es la alquimia. No esperemos más al volver. No voy a dejar que nada más se ponga en el camino de mi vida contigo. Aun estamos a tiempo de presentarnos al examen de alquimistas de piedra… Y luego veremos. — Juntó su frente con la suya. — Confío en nosotros, en nuestra inteligencia, en nuestro amor irrompible… — Abrió los ojos y miró a la espalda de Marcus con una sonrisa de victoria. — Porque si solo confías en el sol no sobrevives a la noche… — Señaló con el dedo a la ventana y se incorporó, tirando de él para se sentara también, abrazándose a su espalda mientras veía el sol asomarse. — Pero siempre amanece.





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    El Pájaro en el espino, el comienzo:

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    Alchemist
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    Lun 26 Jun - 13:54


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Alice | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Le despertó un olor intensísimo directo a la nariz que le hizo fruncir el ceño y emitir un leve gruñido de disgusto... aunque olía bien. Y, sin embargo, el olor le había dado náuseas. Por no hablar de que sentía que había dormido dos minutos.

    Dos minutos quizás no, pero dos horas, o menos, era probable. Se removió muy levemente y se frotó un ojo, intentando abrirlos con muchísima dificultad, porque la cabeza le pinchaba y la luz le estorbaba a más no poder. Había vuelto a abrazarse a la espalda de Alice en algún momento de la noche y en esa posición, piel con piel, se había quedado dormido, y tenía una extraña sensación combinada entre estar espiritualmente en el paraíso y corporalmente en el infierno, porque de verdad que le dolía cada centímetro del cuerpo. Pero el olor estaba empezando a estorbar, por muy rico que fuera. Y Marcus, incluso con falta de sueño y resacoso, no dejaba de ser una mente para la magia... y para la comida.

    Se levantó con mucho cuidado, los ojos más cerrados que abiertos y tambaleándose. Estaba desnudo, así que tomó lo primero que pilló por el suelo y se tapó a lo justo, de verdad que no podía hacer esfuerzos mayores. Abrió la puerta. - Vaya. Llego a saber que ibas a recibirme así y vengo antes. - Marcus se escondió un poco mejor tras la puerta. Aaron soltó una única carcajada. - Quién te lo iba a decir a ti cuando me conociste, que ibas a recibirme de esta guisa... - ¿Le has lanzado un hechizo amplificador del olor a eso? - Dijo con la voz aguardentosa y los ojos pegadísimos, porque la luz le dolía, mientras señalaba el plato de gofres que el chico alzó cual trofeo ante la mención. - Habéis silenciado la habitación a prueba de bombas, sí que lo tenéis dominado el hechizo ¿eh? Vaya, que os metía el olor este directamente en la nariz, o no había quien os llamara. Porque, como comprenderás, no iba a abrir la puerta. - Le miró de arriba abajo, aunque solo se le viera medio torso tras la puerta. - Aunque capaz y veo menos... - Cancela el hechizo. - Dijo casi con súplica. - Luego... Gracias, luego si eso... - Luego van a estar fríos. - Ladeó la cabeza y volvió a reír. - Anda, sí, vete a dormir. Que sepas que, para desayunar después de una fiesta, siempre se recomienda no dormir en medio. - Arqueó las cejas cómicamente y dijo. - Buenas nocheeesss. - Con un tono que al Marcus festivo le hubiera divertido mucho, pero al de ahora le estaban dando ganas de incendiar la casa.

    Cerró de nuevo la puerta y, arrastrando los pies, volvió a tirar en el suelo lo que había cogido para taparse y se dejó caer en la cama. Cómo de destruida estaría su novia que seguía en el mismo sitio que la dejó, no había movido ni una pestaña. Se abrazó a ella otra vez, pegando la mejilla a su espalda y soltando aire por la boca, sintiendo una sensación de relajación y plenitud inmediata a pesar de los múltiples dolores, y e quedó dormido en el acto. La próxima vez que despertó sí fue por una caricia de Alice, y dio un leve sobresalto, confuso, mirando a los lados. ¿Cuántos minutos habían pasado ahora? ¿O quizás horas? Atinó a mirar el reloj: la una de la tarde. Se frotó la cara con un gruñido, y al destapársela, la miró. Eso sí le hizo sonreír perezosamente. - Buenos días... Buenas tardes, más bien. - Cerró los ojos, frunciendo el ceño y, gruñendo un poco, se enganchó a ella como un koala a una rama. - No. No lo digas. No quiero oírlo. - No, no se quería levantar. No quería salir de allí, de estar abrazadito a su novia, por muy tarde que fuera.




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    Alchemist
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    Lun 26 Jun - 15:53


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Marcis | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Estaba como fosilizada en la cama, como si le hubiesen crecido raíces y le hubiese caído todo encima y no se pudiera levantar. El trabajo de abrir los ojos fue titánico, y entraba luz brillante por entre las rendijas de las cortinas. Qué bonito había parecido cuando estaba amaneciendo y se había dormido abrazada a su novio. Al menos él seguía allí, pero parecía tan fosilizado como ella.

    Se dio unos cuantos minutos para ir recuperando la movilidad de todos sus miembros y removerse entre sus brazos. Nada, como si estuviera muerto, pero a ella le encantaba verle dormir, le daba la fuerza que necesitaba para levantarse y hacer lo que tenía que hacer. Les quedaban unos días muy largos y ajetreados, iba a necesitar las endorfinas que le proporcionaba ver a su novio dormido como un bendito, desnudo, con aquellos rizos desordenados entorno a la cara… Oh, por Merlín, no debería ser tan perfecto allí, de resaca, tirado. La que seguro que no estaba perfecta era ella, así que, muy despacito, salió de entre sus brazos y se dirigió a volver a ser persona y a estar un poco presentable para su novio.

    Lo primero que hizo fue tomarse la poción, pero lo siguiente fue ponerse un vestido por encima y ver qué había sido de su hermano. La habitación de Shannon estaba abierta y la cama hecha, como era normal, viendo que eran altas horas del día. Pero nada más asomar la cabeza por la puerta le oyó hablando con Frankie en el jardín. Bueno, parecía que estaba bien cuidado. El cuarto de George estaba cerrado, con lo cual Aaron había vuelto, pero desde ahí no veía el cuarto de abajo, así que no sabía si Rylance había corrido la misma suerte. Andando de puntillas para que nadie se enterara de que estaba despierta, se acercó a la ducha y se convirtió en persona de nuevo, y ya, envuelta en la toalla y con el pelo aún goteando, llegó silenciosamente hasta la cama, tirando la toalla, y volvió a meterse entre los brazos de su novio.

    Y a esa distancia, empezó a trazar sus rasgos con los dedos, con delicadeza, como si fuera lo más preciado del mundo, como si así pudiera adorarle. — Buenos días, mi príncipe. — ¿La hora? A quién le importaba, ella estaba ocupada amándole. — ¿Qué más da tardes o días si me despierto a tu lado? — Dijo con dulzura, sin dejar de acariciarle. — Eres condenadamente guapo hasta recién levantado, mi amor… — Rio y dejó que se abrazara a ella. — No lo digo, mi amor. Solo digo que yo ya me he duchado y me he tomado la poción y estoy hasta presentable. — Se separó un poco para verle. — Y yo sé que a mi novio le gusta ser el que esté más de punta en blanco de toda la casa… — Y estaba pinchándole con eso, cuando oyó la puerta de abajo y a Maeve de fondo. — ¡Ay, Edward, hijo! — Hola, señora Lacey… — Alice se incorporó y miró con cara traviesa a Marcus. — ¿Acabo de oír llegar a Rylance a la casa? ¿Esto es posible? — ¡RYLANCE, YA PENSÉ QUE TE IBAS A PERDER EL PASTEL DEL PASTOR DE MI MADRE! — Ella rio y miró a Marcus. — ¿Por qué no me sorprende que Jason esté aquí? — Se estiró y dejó un beso en los labios de su novio. — Voy a adelantarme para que te dé tiempo a ponerte tan ideal como te gusta a ti. — Volvió a besarle y le destapó, pasando sus manos por todo su cuerpo. — Aunque como me guste a mí… Sea así. — Dijo con voz sensual, antes de lanzarse a vestirse y a bajar las escaleras.

    En cuanto la vio aparecer, Dylan se lanzó a abrazarla y ella sintió la alegría y el descanso que eso significaba. — Frankie me ha dicho que le llame tío Frankie y me ha enseñado a perseguir a los gnomos de jardín, y he ayudado a la tía Maeve a hacer el pastel del pastor. ¿Ves? Ese borde lo he hecho yo, y he puesto la mesa y Jason ha flipado con que pudiera ponerla sin magia. — Ella asentía a todo con la mente más ralentizada de lo que le gustaría, pero estaba tan contenta que ni se preocupaba. Cuando Maeve salió dijo. — ¡Alice, hija! Qué buena cara, no parece que llegaras a la hora a la que has llegado. — Ella rio, sentándose junto a Dylan, que tiraba de ella. — Estoy tan contenta que no estoy ni cansada. — Seguro que es eso. — Dijo Aaron apareciendo por la puerta. — Pensé que estabas dormido. — El chico chasqueó la lengua. — Yo ya empalmo a la noche, solo estaba echando una cabezadita. Os he llevado gofres para desayunar, pero solos los Lacey y mi Dylan me los han aceptado. — Ella frunció el ceño y preguntó. — Oye, ¿y Rylance? — Ha pedido permiso para adecentarse para la comida. Qué tío, es casi medieval. — Aportó Jason que traía el agua, el pan y el queso. Ella se limitó a observar con una sonrisa la escena mientras esperaba a Marcus, sintiéndose tan dichosa que le costaba creérselo. — Volveréis… A Inglaterra pronto, ¿no? — Preguntó la tía Maeve así como si nada, mientras iba cortando la comida y repartiendo las cosas. Ella asintió con una sonrisa. — Por fin te dejamos la casa disponible, sin tanto jaleo. — Uy, jaleo… Si vosotros no dais un ruido y sois un encanto… — Conocía ese tono. Era el de Molly cuando decía “sí, sí, es tarde, normal que os vayáis” pero no quería que se fueran. Le cogió del brazo con ternura y le dijo. — No sabe nadie cuánto voy a echar de menos a mi gran familia americana. — Maeve la rodeó y dijo. — ¡Ay! Mira, no me hagas llorar desde ya, eh, que hemos hecho un pastel demasiado rico y… ¡AY, MIS NIÑOS YA ESTÁN AHÍ! — Y por la puerta aparecieron Marcus y Rylance, con un aspecto bastante decente para como les había visto anoche. — Se nota que habéis tenido buena noche.





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    Mar 27 Jun - 14:07


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Alice | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Se quedó mirándola con una sonrisa cansada, con la cabeza en la almohada, y lleno de ternura. - Si tu intención es que quiera levantarme de aquí, diciéndome esas cosas no lo consigues. - Se desperezó un poco y, perezoso, dijo. - Igual ya ha pasado la hora de comer. Podemos hacernos los dormidos y quedarnos aquí ¿no? - Lo intentó, pero hasta él sabía que no era muy buen plan. Algún día, simplemente algún día, no tendrían por qué levantarse de la cama y se quedaría con su novia abrazado hasta que se cansase. Y mucho tiempo iba a tener que ser para que se cansase.

    Rio con los labios cerrados. - Dudo que haya magia existente que pueda recomponerme hoy. - Bromeó, y luego la miró curioso. - ¿De verdad no te duelen hasta músculos que no sabías que tenías? - Rodó los ojos con un suspiro. - Los Gallia estáis hecho de otra pasta, definitivamente. - Aunque lo siguiente que oyó, proveniente del piso de abajo, sí que le frunció el ceño en confusión. Miró a Alice, callado unos instantes, simplemente procesando. - ¿Ahora? - Parpadeó, ya desfrunciendo el ceño. - ¿En serio? - Y descolgó la mandíbula cómicamente, riendo justo después, tapándose la boca con una mano como el niño travieso que en realidad no había sido nunca. - Me siento menos mal porque le hayamos hecho venir hasta aquí entonces. - Miró a Alice con los ojos entornados y preguntó, como si hablaran de un crimen. - ¿Crees que...? - Edward y Nicole. Era verdad que habían desaparecido misteriosamente la noche anterior, pero como para aparecer ni más ni menos que a la hora de comer del día siguiente... Qué fuerte.

    Uf, quería mucho a Jason, pero ese tono de voz iba a ser como un clavo ardiendo en su resaca, lo estaba viendo venir. Más motivos para no querer salir de la cama. Asintió a lo que dijo Alice, y estaba tan enlentecido que no se vio venir que le destapara. Abrió mucho los ojos, pero luego se le escapó la risa. - Eres... - Dijo, riendo y negando, levantándose para vestirse. Era una locura Gallia con patas y le tenía conquistado del todo, eso era así. Y, por Merlín, qué trabajo le había costado levantarse de la cama.

    Había conseguido mantener un aspecto exterior que, si bien no impecable (porque los rizos parecían enfadados por la paliza, no había quien los domara, y las ojeras eran un poco evidentes) estaba bastante bien dado como se sentía por dentro, que solo de pensar que tenía que bajar las escaleras cualquiera diría que se había pasado siete años subiendo y bajando de la torre Ravenclaw, no se creía con fuerzas de superar semejante trago. Había olvidado momentáneamente el asunto Rylance, porque la cabeza le iba muy lenta, pero lo recordó de golpe al salir ambos de sus habitaciones simultáneamente. El hombre carraspeó avergonzado, recolocándose la corbata. - Buenos días. Tardes. - Se corrigió. Marcus, con una sonrisita, frunció el ceño. - Hola... ¿Vas tan arreglado a alguna parte? - El otro tenía la mirada esquiva, y con la mayor dignidad que pudo (aunque sin perder ese aspecto de conejillo asustado que le poseía cuando se ponía nervioso) respondió. - Me parece lo adecuado, dadas las circunstancias, este tipo de vestimenta. Soy abogado. - Y hoy estás de día libre. Ya hemos acabado con esto. - Dijo, comprensivo. El otro ladeó varias veces la cabeza. - Bueno, quedan ciertos pormenores que gestionar antes de irnos. - Lo imaginaba, pero suspiró con cansancio. - Y se van a hacer mañana. - No, por Dios, hoy no se veía con capacidad de tocar ni medio papel legislativo. Total, ya vivido lo vivido, qué más les daba un día más de espera.

    Le miró unos segundos, circunstancial. El otro seguía con la mirada esquiva, y no soportó mucho más el silencio. Carraspeó levemente. - Pido... disculpas por mi cuestionable comportamiento desde anoche. - Marcus alzó una ceja, pero no pudo evitar una sonrisita maliciosa. - ¿Y lo vas a arreglar con un traje y corbata? - El otro hizo amago de resoplar agobiado, así que soltó una risita. - ¡Edward! Vale que no somos amigos íntimos y que... en fin, no estés acostumbrado a estas cosas o estuviera en tus planes. ¡Pero no tienes que resarcir nada! Tú puedes hacer lo que quieras. - He venido en calidad de abogado de... - ¡Oh, por favor! - Al parecer, la resaca soltaba todos los amarres autoimpuestos de Marcus y le hacía graciosamente parecido a su abuela Molly. - Si lo que te preocupa es que se lo cuente a mi madre, puedes estar tranquilo. - El otro le miró con ojos de pánico. Marcus rio levemente. - Mira, ahí abajo hay dos Gryffindors que no va a ser nada discretos, y tres Hufflepuff que le van a quitar todo el hierro del mundo a esto. - Rodó los ojos, cansado. - Y me temo que los Ravenclaw de la casa no estamos en nuestro momento más lúcido para una defensa. - Eso hizo al otro reír levemente, con la cabeza agachada. Marcus ladeó una sonrisilla y, buscándole la mirada, preguntó con prudencia. - ¿Te lo has... pasado bien? - A pesar de lo gacha de su cabeza, vio que se ponía colorado, pero que no perdía la sonrisilla, y que arqueó las cejas. - Indudablemente. - Pues bienvenido fuera entonces. Eso es lo que importa. - Y se dirigió a las escaleras, cambiando de tema mientras bajaba. - ¿Tienes tan poca hambre como yo? - Ninguna. Además, Nikki ha hecho bac... - Se detuvo él solo, en el hablar y hasta en el caminar, y se puso como una bombilla. Marcus se paró también y, con una ceja arqueada, le susurró en confidencia. - Igual un poco menos revelador. - El hombre asintió, Marcus sonrió y bajaron.

    Marcus soltó un poco de aire por la boca, con deje agotado. - La mañana es lo que está siendo mejorable. - Se sentó junto a Alice y la miró con una mezcla entre picardía y ternura. - Aunque podía haber sido también muchísimo peor. - Oye, que te he llevado gofres y no los has querido. - Marcus miró con cara de cansancio a Aaron. - Y se agradece. Pero no estaba en condiciones de aceptar la oferta. - Ya. Menos mal que no es tu cuñado el que ha llamado a la puerta. - Marcus le miró con los ojos muy abiertos, en advertencia, pero tanto Aaron como Dylan se intercambiaban miradas y risitas traviesas. - Bueeeno bueeeno. - Entró Frankie por la puerta, con voz de padre de familia numerosa y una risilla, así como con un cesto de naranjas en las manos. - Eso es lo que tenéis que hacer, aprovechar las noches. Os cambiaba sin pensarlo la edad y os daba de regalo unas naranjas. - Miró a su mujer. - ¡Regalo de Joseph! - ¡Oh! Qué bien nos viene. - ¿Quién es Joseph? - Preguntó Dylan, con su inocente alegría habitual. Frankie respondió con cariño. - Un antiguo compañero de trabajo. Se jubiló y se fue a España a vivir, y cada vez que cambia la temporada de frutas, me manda unas pocas. - Maeve, revisando las naranjas, comentó. - No sé cómo consigue siempre pasarlas por la aduana... - Slytherins. - Comentó alegremente Frankie, que ya las estaba repartiendo. Marcus se limitó a observar la conversación a su alrededor. La verdad... es que iba a echarles mucho de menos.  




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    Mar 27 Jun - 17:21


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Marcis | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Volvió a fruncir el ceño a lo de los gofres. — ¿Pero cuándo ha pasado eso? — Pues como a las diez de la mañana, cuando este jovencito ha llegado todo contento con el desayuno. — Contestó Maeve, terminando de servir a todos y poniendo una sonrisilla traviesa. — A saber dónde ha dormido para venir tan contento… — Aaron se puso un poco rojito, pero cortó un trozo de pastel del pastor y levantó la mirada. — Pues… Nunca me he atrevido a decirlo en voz alta, pero ya que lo preguntáis… Con un jugador de quidditch. — Frankie hizo un gesto con la mano. — Vaya, cómo no. Ese Junior, siempre igual, nos va a casar a toda la casa con la selección de Estados Unidos. — Y Alice sabía que Rylance ahora mismo quería que la tierra lo tragara y que Marcus de esas cosas no hablaba con la familia, pero su primo lo necesitaba, y ella pensaba darle ese momento. — Este precisamente, no creo que sea de la americana. — ¡No! ¡Es Klaus! Es superfeliz y muy majo, y el colega le gustaba también. — Eso hizo reír a los tres mayores. — No veas con el jugador si miraba alto… — Comentó Maeve, comiendo para disimular la risa.

    Y en lo que me iba del piso de Klaus y Lorraine, que viven juntos, aunque el piso es tan grande que si quieren ni se ven… Me he pasado por el notario. Por eso llegué con el desayuno justo después. — Y ahí sí que se hizo un silencio y todos se quedaron mirándole. — He… Vendido ya la casa. — ¿YA? — Preguntó Jason. — ¿Pero cómo lo has conseguido tan rápido? — Aaron se encogió de hombros. — Quería cerrar el tema cuanto antes, para poderme volverme con vosotros a Inglaterra, y antes de ayer, antes de irnos, le pedí a Hagen que me lo moviera y… Esta mañana se me ocurrió pasarme por allí al abrir y me dijo “justo iba a mandarte una carta” y ya no ha hecho ni falta. — Alice parpadeó y sonrió. — Pues mira… No puedo alegrarme más. — Dime que le has sacado un buen pellizco, hijo. — Dijo Maeve cogiéndole de la mejilla. — Muy bueno, Maeve. — ¿Y todo lo de dentro? — Preguntó Frankie. — Hagen me dijo que le echaron un hechizo reductor y lo guardaron en unos almacenes mágicos de Connie Island, iré a ver si algo se puede vender y si no… Lo quemaré o algo así. A no ser que quieras joyas de señora importante, Maeve, que yo te las traigo. Bueno, si la mujer de mi tío Teddy no se lo ha llevado todo, claro. — Ahora fue la mujer la que se sonrojó. — Ay, Aaron hijo, qué cosas tienes… ¿No querrá algo tu madre? — Y se hizo otro silencio. Dylan se quedó mirando a Aaron y luego volvió al pastel del pastor con fruición. — El primo está incómodo, vamos a hablar de otra cosa. ¿Tú dónde has dormido, Edward? — Preguntó tranquilamente, a lo que todos tuvieron que esconder la risa, mientras el abogado empezaba a arrepentirse probablemente por primera vez de haber aceptado ese caso. Acto seguido, Dylan chasqueó la lengua y dijo. — Y este también está incómodo... No se os puede sacar de fiesta, si estuvierais en la sala común de Hufflepuff fliparíais... — Y los mayores ya no pudieron más y se echaron a reír abiertamente.





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    Mar 27 Jun - 21:34


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Alice | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    La verdad es que no pudo evitar mirar a Aaron con una sonrisilla. Iba a tener por fin la vida que merecía tener, como le había ocurrido a Janet en su momento. Hacía unos días le había dicho que pensaba irse bien lejos, y la verdad es que le apoyaba. Quién se lo iba a decir, pero iba a apenarle no tenerle más presente en su vida. Pero bueno, era una vida nueva, lejos de todo aquello, lo que Aaron necesitaba. Eso sí, casi se atraganta con el comentario de Dylan. -  ¡Qué dices! Si me puso perdido de champán. - Jason soltó una carcajada. - ¡Clásica estrategia para mojar la camiseta! Yo se la hacía continuamente a mi Bet... - Se detuvo, con todas las miradas encima. Movió varias veces las bolillas de los ojos y dijo. - Siempre desde el respeto. -

    Lo que no esperaba oír era lo del notario, tanto que dejó de masticar, mirando a Aaron (a ver, no tenía mucha hambre, pero estaba feo rechazar ese pastel del pastor, y en realidad llevaba sin comer nada desde la cena). La sorpresa le hizo abrir los ojos como platos. Soltó el tenedor y alzó los brazos. - ¡Eso es una noticia fantástica! - Aaron le miró con una sonrisita. - Lo cierto es que... iba a malvenderla. A posta. Para que les jodiera más. - Miró un tanto encogido a los dos mayores. - Perdón, pero es que... - Perdonadísimo. - Zanjó Maeve. Aaron prosiguió. - Pues eso. Quería que rabiaran de ver que no solo me la había quedado yo, sino que le había sacado mucho menos dinero del que valía, que claramente es a lo que ellos les importa... En mi cabeza tenía hasta pensados prototipos de personas: muggles, gais, gente tremendamente hippy... - Todos rieron. El chico se encogió de hombros. - Pero supongo que no soy tan calculador, y me ha podido más... solucionar el tema cuanto antes. - Marcus sonrió de lado. - Pues has hecho bien. - Aunque a su vena Slytherin le habría encantado ver lo otro.

    Rio un poco mientras contaba lo del almacén. - Aún tienes la oportunidad de darle todo eso a unos hippies. - Pero el gesto hacia su tía Maeve le hizo sonreír con sinceridad, sintiendo un pellizco en el corazón. Lástima que, con motivos, el chico se incomodó a la mención de su madre. Le miró un poco de reojo. ¿Querría despedirse de ella antes de irse? Indudablemente todo aquello debía ser incómodo para él... aunque no tanto como para Edward lo que estaba a punto de pasar, que le hizo tener que contenerse fuertemente una carcajada. Y la respuesta de su cuñado no tuvo desperdicio, por lo que después de reírse, le dio un toquecito en el hombro que le movió como a un junco de río. - ¡Oye, tú! ¿Ya te crees tan mayor como para dar lecciones de vida? - Anoche tenía más barba que tú. - Y dale con la barba. - Todos siguieron riendo. - Hubo mucho movimiento anoche. - Dijo Aaron entre risas, y luego miró a Jason. - De hecho, en casa de Klaus no llegué a ver a Lorraine... Yo me da que... - ¡AY! - Gritó Jason, y Marcus tuvo que cerrar con fuerza los ojos, porque el "ay" se le había clavado en su cerebro resacoso. - ¡AY! ¡QUE TENGO NUERA FAMOSA! - Y yerno. - Dijo Dylan, divertido. - Porque Sophia también estuvo un buen rato perdida con un jugador de quidditch, y cuando apareció venía superrelaj... - Colega. - Le detuvo, pero Aaron había explotado en risas, aunque automáticamente se tapó la boca por respeto, y Edward estaba con la mirada clavada en el plato y coloradísimo. Maeve había ahogado un gracioso gritito que se convirtió en risa y Frankie suspiró como si le fueran a matar entre todos. Jason, sin embargo, se retrepó con orgullo en la silla. - Han salido a su padre: conquistadores. - Ay, hijo. - Dijo Maeve, condescendiente. - Ni Betty ni tú érais así con sus edades. - ¡Eh! ¡Yo era todo un ligón! - Tú eras un parlanchín, y no me hagas hablar de tu mujer, que estaría todavía encerrada en la biblioteca si no le hubieras montado el espectáculo que le montaste. Aunque no sé cómo no salió corriendo. - La mujer hizo una caidita de ojos y, encogiéndose de hombros, dijo. - Yo sí era muy dicharachera. Pero era otra época. -




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    Miér 28 Jun - 21:32


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Marcis | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Rio ante los planes que había tenido su primo respecto a la casa, y se alegraba de oírle hablar así de ese tema. Había esperanza para ellos si era así… — Ese es tu dinero Aaron, tu pasaporte a la libertad… Todo dinero es bueno si es para que tengas libertad y borrarles del mapa. Además ellos estaban segurísimos de que la casa se la iban a quedar ellos, yo oía cómo lo hablaban, entonces no lo entendía, pero esa señora le decía mucho a Teddy “esa casa es tuya y no pueden quitártela”. — Soltó su hermano sin más. — Pero mentían mucho… ¿Por qué no también en eso? — Maeve asintió muy fuerte. — Muy bien dicho, mi niño. Nadie lo habría explicado mejor. — Alice suspiró. Tenían que hablar con su hermano, pero… No sabía ni por dónde empezar y se sentía un poco perdida al respecto, porque no podían hacer como si nada y soltarle en Hogwarts. Por eso no tener madre era tan difícil, por momentos como ese.

    Lo bueno era que él, de momento, parecía estar encantado y riéndose con su nueva familia. Ese era Dylan, llegaba, se acoplaba y sabía ser feliz. Quizá ese era su auténtico talento, saber ser feliz através de las circunstancias… Tragó saliva, pero intentó reír. — ¡Pero bueno! No vayas aireando por ahí los secretos de lo que la gente hace de fiesta, señorito. Para eso también se tiene que saber tener barba, ehhhh. — Frankie rio y se encogió de hombros. — Hija, Junior es hijo de aquel. — Dijo señalando a Jason. — Le doy media barbacoa para cantarlo todo. Si ya le hemos dicho que traiga a la tal Lorraine, y me juego una mano a que el que se fue con Sophia era el irlandés ese… — Dewar. — Dijo Jason dejando caer el tenedor. — Dime que es Dewar, ay, Dios mío, no sabes lo que me emocionaría tenerlo de yerno, si yo pudiera… — Venga, sorpréndeme, papá. — Sophia había entrado de repente y se oyeron varias risas contenidos. — Pastelito, te aseguro que papá lo único que quiere es lo mejor para ti, y te aseguro que hay pocos golpeadores como Dewar y ese metro ochenta y cinco… — La chica levantó las dos manos. — Lo he contemplado, papá. Y no he venido a hablar de esto, no soy tu hijo. Además, si vas a mencionar el metro ochenta y cinco… — Entornó los ojos hacia Edward, que se puso rojísimo otra vez. — ¡Ay, por todos los leprechauns, hijos! Pronunciaos ya, que ese muchacho lleva desde que ha llegado con cara de haber bailado desnudo. — Edward negó con la cara entre las manos. — Me moriría antes de quitarme la camisa. — Dijo sin más, y Dylan acudió en su ayuda. — Está superincómodo porque ayer se fue con Nicole. Pero yo no les vi besarse ni nada, y como no volvieron, no sé qué hicieron exactamente, pero irse con una persona está bien, Edward, no es como que hayas hecho nada malo. — El abogado ya estaba directamente riéndose. — Gracias, Dylan, lo tengo en cuenta… Pero tienes razón… No tiene nada de malo. — Y ahí no lo pudo evitar, se rio un poco y aportó. — Y menos con Nicole. Chico, has cumplido la fantasía de medio Nueva York. — Y todos rieron, Edward incluido. — Bueno, ¿y le habéis contado que Alice ya es oficialmente irlandesa gracias al reel? — Preguntó Sophia, y ya los tíos se engancharon a ello y rememoraron el gran momento, aunque tenía lagunillas aquí y allá.

    Pero Sophia tenía más que decir. — He venido a buscar a mi prima, que me quedan pocos días de tenerla por aquí, para llevarla al consultorio de los tíos, porque iba para allá a empezar a estudiar para los exámenes de medicina. — Alice asintió encantada, con una sonrisa, pero Maeve le aprisionó la mano contra la mesa, como dándole a entender que guardara silencio. — Ay, cariño, ¿y si usáis el traslador que tengo ahí? Cuando tengo que ir a por los niños me es muy útil. Ya sabes que ir a Jersey es un tostón con la aduana, que aunque esté al lado, es cambiar de estado. — Comentó la mujer. — Nah, abuela, así practico. — Insisto, sobre todo si os lleváis a Dylan, que tres personas son difíciles de aparecer. No iba a… — Empezó ella — No ibas a arriesgarte así, ya lo sabemos, y mi Sophia es igual de prudente que tú. Id con traslador. — Sonrió a su hermano y acarició sus rizos. — No me voy a quejar de llevarme a mi patito a ninguna parte, ¿verdad? — Y él sonrió. Acto seguido, miró a Marcus. — No te importa que vaya, ¿verdad, mi amor? Querría pasar una última tarde con Shannon y creo que… Me vendrá bien. — En ausencia de su madre, ella había recurrido a otras madres y que no siempre se habían parecido necesariamente a la suya. Shannon era Pukwudgie, tenía una hija de la edad de su hermano y había conocido a su madre, seguro que le venía bien hablar con ella.






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    Jue 29 Jun - 18:51


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    Con Alice | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Lo cierto era que escuchar a Dylan hablar con esa naturalidad de lo que los Van Der Luyden decían en su presencia le daba escalofríos y rabia a partes iguales, la cual punzaba aún más su dolor de cabeza. Miró de reojo a Alice. Tenían una conversación pendiente con Dylan... pero mejor otro día. Hoy dudaba que pudiera articular un discurso coherente y empático al respecto, estaba demasiado embotado. Y quería, por un día, no hablar del tema Van Der Luyden. Si bien dudaba que eso fuera en su totalidad posible hasta que no abandonaran ese país.

    Se estaba aguantando la risa, con un poco de pastel de pastor aún en la boca, ante el cruce de conversación entre Frankie y Jason, donde el primero tenía claro que acabarían enterándose tarde o temprano de todo (contento de no pertenecer a esta familia, ¿verdad, Edward?) y el segundo había puesto cara de padrino de bodas de pensar que su hija se había ido con un irlandés. Y entonces, la hija en cuestión apareció. Marcus la miró con una ceja arqueada. - Te veo insultantemente poco resacosa. - No bebí tanto como tú, primito. - Contestó Sophia, guiñándole un ojo, y Marcus la miró con cara de circunstancias, porque juraría que bebió incluso más. - Eso y que me he tomado una de las maravillosas pociones antiresaca de mamá. - ¡Las pociones! - Bramó Jason, sacándose varios tarros del bolsillo. Su padre le miró inexpresivo y dijo. - Deduzco que ese era el motivo para venir que se te había olvidado. - El hombre le entregó una botellita a cada uno. - Son las mejores. - Gracias. Me va a venir bien. - Dijo Marcus entre risas, apropiándosela para bebérsela en cuanto terminara de comer.

    Por supuesto, el foco se giró de nuevo hacia el pobre abogado. Menos mal que siempre estaba Dylan para poner el negro sobre el blanco, y Marcus no pudo evitar que se le escapara una risa que no podía contener, y se la contagió a Aaron. Ahora eran dos tontos riéndose mientras el resto hablaba. - Echo de menos eso. - Comentó Frankie, divertido. - Mi oferta de cambiaros la edad e incluir en el trato unas naranjas sigue en pie. - Pagaría por tu sabiduría, tío Frankie, pero un buen Ravenclaw quiere recorrer el camino por sí mismo. Si no, me lo pensaba. - Comentó, a lo que Aaron bufó. - Adulador... - Se miraron y se rieron. Habían rebasado el punto de ofenderse el uno por la actitud del otro, definitivamente, ya se lo tomaban a risa.

    Al parecer, Sophia quería llevar a Alice al consultorio de Shannon y Dan, y Marcus la miró con ilusión, compartiendo una mirada cómplice con Dylan. Le parecía una idea fantástica, a Alice le iba a encantar, y después de todo lo sufrido le venía muy bien despejarse. Cuando su novia se dirigió a él, rápidamente negó. - ¡Cómo me va a importar! - No le importa en absoluto, está deseando que te vayas para volverse a dormir. - ¿No te ha enseñado Klaus que no se interrumpen conversaciones de pareja ajenas? - No me tires de la lengua... - Se giró de nuevo a Alice, porque sí, solo podía salir perdiendo en esa conversación. - Me parece genial. Pásatelo bien. - Arqueó varias veces las cejas. - Y toma nota de todo, que querré que me lo cuentes. - Se despidió con un beso y las chicas y Dylan se fueron.

    - "No te ha enseñado Klaus..." - Empezó Aaron con tono burlón, mientras ambos iban para la salita. Marcus rodó los ojos, pero el otro rio y continuó. - ¿Tú no sabes ya lo peligroso que es retar a un Gryffindor? - Soy pura inteligencia Ravenclaw con alma Slytherin. ¿De verdad te crees que puedes conmigo? - ¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho lo que sí que me enseñó Klaus anoche y que me consta que mi prima y tú también practicasteis, viendo lo que he visto esta mañana? - Que no es ningún secreto para nadie. - Aaron soltó una carcajada. - Ya. Y no te habrías puesto nada nervioso de que dijera eso delante de toda tu familia. - No sé qué tendrás tú con Klaus, pero lo mío con Alice es la más pura expresión del amor. - Aaron hizo una pedorreta. - No te lo crees ni tú que es pura. - Y se dejaron caer en el sofá, con gruñidos de señores mayores. Por Merlín, qué agotamiento. La tía Maeve, después de que se tomaran las pociones, les había dicho que podían ir a echarse. Insistieron en recoger un poco la cocina, por ayudar, pero apenas habían quitado la mesa y ya les estaba echando. Y, sinceramente, tenían tanto cansancio encima que no se iban a oponer. A Edward también le había dicho que podía subir a echarse un rato, pero... - ¿Crees que tu abogado sobrevivirá al interrogatorio de Jason? - Marcus soltó una carcajada, pero alzó un índice. - ¡Eh! No te equivoques, has cometido un importante error en esa pregunta. - Y bajó el índice hasta señalarle. - NUESTRO abogado. - Y volvieron a echarse a reír. Qué fácil era reírse ahora que todo había pasado.




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    Vie 30 Jun - 18:28


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    Con Marcis | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Shannon y ella se miraron un momento, con una tranquila sonrisa en la cara de ambas. Si miraban a un lado, veían a Dylan organizando a Saorsie y Ada, bajo la entregada mirada de Arnie que, sentado en su manta, miraba el juego de sus hermanas y Dylan con pasión. Si miraban al otro lado, veían a Sophia, absolutamente entusiasmada mientras Dan le explicaba algo del funcionamiento de un aparato médico que Alice desconocía, pero que Sophia parecía ir viendo más claro a más hablaba con Dan. — Todo vuelve a su sitio al final. — Dijo Alice, abrazándose a sí misma. — Donde siempre debió estar. — Completó Shannon. Ella sonrió un poco y notó cómo se emocionaba. — Quiero una vida así, Shannon. No en América, por Merlín, estoy deseando perder de vista este país… — Inspiró y miró a su hermano, que seguía con su juego con las chicas. — No ha tenido una vida así. Una casa bonita, niños con quien jugar, sus padres dentro, todo en orden... ¿Qué recordará de los años buenos? No tenía ni ocho años cuando murió mamá. Y ahora esto… — Alice, cada uno tiene su vida. El pasado ya no lo puedes cambiar. — Cortó Shannon, viendo que ya empezaba a agobiarse. Tiró suavemente de ella. — Venga, vamos a la cocina y allí hablamos.

    La mujer se puso a cocinar, mientras vigilaba a los niños por la ventana, y Alice se sentó en una silla, apoyándose en la mesa. — Quería venir a darte las gracias, y al final acabo llorando, como siempre. — Shannon rio y se encogió de hombros. — Oye, que no te cobramos por lágrima derramada, eh. — Le dijo. Pero vio que se quedó muy callada, y se giró brevemente para mirarla. — ¿Qué te hace llorar ahora, Alice? — Ella se mordió los labios por dentro y tomó aire. — Todo este tiempo he querido parecer muy fuerte y segura de lo que estaba haciendo. Quería quitarles a Dylan, quería que volviera a casa a toda costa, y sé que mi padre no ha sido un buen padre, que no está disponible, pero yo no quería que estuviera con ellos y… — Se pasó las manos por la cara y volvió a tomar aire. — He dicho que yo me quedo la tutela, pero es mi primer día y… Ya me veo sobrepasada, solo de pensar en la conversación que tengo que tener con él. — Shannon frunció el ceño. — ¿Qué conversación? — Alice se abrazó las piernas. — Dylan aún… No sabe todo lo del dinero. Yo le conté que los Van Der Luyden podían querer verle, conocerle, pero es que entonces ni siquiera lo sabía. — Shannon se secó las manos con un trapo y se sentó frente a ella. — Y entonces, ¿por qué te fustigas? — Ella miró a la mujer y negó. — No, no me fustigo es que no sé… No sé cómo contárselo. — ¿Cómo te lo contaron a ti? — Alice rio y se limpió las lágrimas. — Ojalá me lo hubieran contado… Tuve que ir enterándome… Aquí y allá, tuvieron que deducirlo entre todos… — Le estaba costando respirar, así que se paró y trató de volver a recuperar su ritmo normal, y Shannon le dejó su espacio. — No sé cómo se cuentan estas cosas, no sé cómo acercarme a él, porque parece que está bien, y no quiero romper ese equilibrio, pero no quiero que se entere de mala manera como yo. — Suspiró y dejó salir el aire. La mujer alargó la mano y tomó la suya. — ¿Qué te ayudaría ahora mismo? — Mi madre. — Respondió sin pensar. Lo tenía clarísimo. — Pero no puedo contar con ella. — Shannon ladeó la cabeza. — ¿Y cómo te habría dolido menos a ti enterarte de toda la historia? — Alice se encogió de hombros, con la mirada perdida. — Pues por boca de mi madre, estando tranquilas, en una tarde que pareciera normal, no de forma tan… Tremenda. — Pues cuéntaselo como hubieras querido que te lo contaran a ti. — Ella dejó que su expresión se tornara la de una niña pequeña triste. — Es que no puedo, no tengo a mi madre. — ¿Y quién dice siempre Dylan que son como sus padres? — Shannon se encogió de hombros. — Busca una tarde tranquila, tal como a ti te hubiera gustado, ve con Marcus, habladlo, y mirad cuál es la forma más… Auténtica y sincera para contar algo así. Os tenéis a los dos, y, antes de que volváis a Inglaterra, tenéis la posibilidad de hacer esto sin que se meta nadie más. — Alice apretó su mano de vuelta. — ¿Ves como necesitaba una madre que sabe lo que se hace?





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    Sáb 1 Jul - 15:01


    Antes de despegar hay que aterrizar
    Con Alice | En Nueva York | 16 y 17 de septiembre de 2002
    Se dejó caer un poco más en el sofá. Aaron estaba en el extremo opuesto del mismo. - Así que... malvenderla. - Aaron se retrepó también y suspiró. - Al final no lo he hecho. - Marcus se encogió de hombros. - Tuya es. Tuyas son las decisiones que tomes con ella. - Aaron se mantuvo unos segundos en silencio, mirando a ninguna parte, reflexivo. - No estoy acostumbrado a tener tanto poder de decisión. - Marcus se acomodó un poco más y dijo, con una sonrisa satisfecha. - Pues vete acostumbrando. Es lo que tendrás a partir de ahora. - Aaron tenía la mirada baja. Al cabo de unos instantes de silencio otra vez, preguntó. - ¿Crees que debería ir a despedirme de mis padres? ¿Decirles dónde estoy? ¿Qué harías tú? - Ahora fue Marcus quien frunció los labios y perdió la mirada, pensativo, dándose unos momentos para valorar qué responder. - No tengo ni idea de qué haría. Creo que estaría igual de perdido que tú en tu situación... No creo que ninguna de las opciones pueda categorizarse de mala o buena, todas tienen sus pros y sus contras. - Ladeó la cabeza. - Aunque... son dos cosas distintas. Ir a despedirte es una, y contarles dónde vas es otra. - Aaron soltó un bufido. - Dónde voy no lo sé ni yo. - Eso puedes decirles. - Se mojó los labios. - Es... una decisión muy personal, la de despedirte o no de ellos. ¿Tú... qué querrías hacer? - Aaron mantuvo un silencio pensante de nuevo. - No lo sé. -

    Se le notaba atribulado al respecto, y el silencio se prolongó un poco más, hasta que el propio chico lo rompió. - No quiero que parezca que no quiero a mis padres. - No lo parece. - Atajó Marcus, convencido, lo que hizo que Aaron le mirara. - En absoluto. - ¿Tú te irías para no volver sin despedirte de los tuyos? - Mis padres no son los tuyos. - Tragó saliva, mirándole a los ojos. - Lo siento, siento ser tan franco, pero... Aaron, por desgracia, tu vida no ha sido como la mía, como la de la mayoría de la gente. No puedes pretender tomar las mismas decisiones que nosotros porque partimos de bases diferentes. - Suspiró, realmente agobiado. - ¿Qué hago entonces? - Marcus se mordió los labios otra vez. - ¿Crees que vas a volver? - Aaron bajó la mirada, jugando con los dedos de sus manos. - No... No lo sé. No lo creo. - Dijo con tristeza. - Me bastó dos días en Hogwarts para darme cuenta de que odiaba este país. Me bastaron unas horas con Ethan para darme cuenta de lo que era dejarme llevar y sentir. Me bastaron cinco minutos con los Lacey para entender lo que era una familia. - Eso provocó un nudo en la garganta de Marcus. El chico le miró, con ojos tristes. - Si me voy de aquí... si realmente encuentro mi sitio en otra parte, que es mi intención... jamás querré volver. - Negó levemente. - Quizás cuando mis abuelos hayan muerto, y siempre que tenga la certeza de que no voy a cruzarme con Teddy y su familia, y de que mis padres aceptarán a la pareja que tenga, a los hijos que tenga incluso si los tengo. - Rodó los ojos. - Me importa un bledo la genética mágica. Adoptaré. Prefiero un hijo muggle a seguir traspasando la legeremancia. Esta mierda de don muere conmigo. - A Marcus se le escapó una carcajada muda de garganta, espontánea, que extrañó a Aaron. - Perdona. Es que has dicho las mismas palabras exactas que me dijo un día mi hermano Lex. - Aaron sonrió levemente y arqueó las cejas. - No me extraña. -

    Marcus respiró hondo. - Nadie va a juzgarte, de verdad. Haz... lo que te pida el corazón. - Encogió un poco el hombro. - Si quieres mi opinión, por si eso te ayuda... creo que te irás con la conciencia más tranquila si te despides, les explicas lo que vas a hacer y por qué no puedes estar aquí, siempre y cuando vayas con entereza y sin flaquear. Será duro pero... al menos no te irás con la sensación de no haberlo hecho, de qué podría haber pasado o de qué pensarán de ti. - Se encogió de hombros. - Pero si decides no hacerlo, también me parecerá bien. Desde luego tienes motivos de sobra. - Aaron sonrió débilmente. - Gracias. - Marcus hizo un gesto de quitarle importancia. El otro siguió. - Sé lo mucho que te ha cambiado el concepto que tenías de mí. - Marcus le miró, un tanto incómodo, pero Aaron continuó con naturalidad. - Y me ofendió ¿sabes? Tu entrada. Pero en el fondo... lo entendía. Solo me jodía enormemente estar en esa posición. Yo estaba viviendo un calvario y, sin embargo, intentaba salir y desde fuera se me veía como el enemigo. Y lo entendía, yo lo pensaría también, pero... es que no lo era. No quería serlo. - Marcus ladeó una mueca con la boca. - Lo siento. - Ahora fue el otro quien quitó importancia con un gesto. - No te disculpes, no tienes por qué. Adoras a mi prima. Esto que has hecho... joder, ¿conoces a mi familia? - Rio amargamente. - Esto está a años luz de parecerse mínimamente a lo que llevo viendo toda la vida. Y cuando viniste, te tomé por un matón estirado. - ¿Tenía que ser estirado? - Ambos rieron, y Aaron retomó. - Es a lo que me tienen acostumbrado, a los matones. Pero solo estabas desesperado y muerto de miedo por ella. Me cerré en banda aquel día y solo quería devolverte el trato injusto... Ahora lo veo de otra forma. - Marcus respiró hondo. - Yo también... Supongo que ambos estábamos equivocados. - Aaron le miró con los ojos entornados. - Yo sí tengo algo de qué disculparme... Lo vi. Lo de la Sala de los Menesteres. - Marcus abrió mucho los ojos, pero Aaron alzó las palmas. - ¡No vi detalles! Lo juro. De verdad que sí. Reconozco... que lo hice malintencionadamente para tener algo que echarte en cara. - Ahora me acuerdo... - Sí, la frasesita sobre los usos de las salas. Ahora tenía sentido. - Pero solo vi... que estabas perdido por ella. Ni siquiera tuve que hurgar en tu cabeza, te garantizo que lo ibas chillando mentalmente. - Otro con que chillo... - ¡Es verdad! Estoy contigo en que la oclumancia te vendría bien. - No me recuerdes el tema... - Suspiró. Ya lo trabajaría, Alice le había dejado ya claro que no era el momento. Aaron negó. - El caso es... que te debía una disculpa. - Arqueó las cejas. - Aunque realmente fui yo quien le dijo a mi prima que la amabas a rabiar cuando aún estabais peleados. - Le miró, sorprendido. - Eso no me lo había dicho. - El otro se encogió de hombros con una sonrisilla satisfecha, y Marcus solo pudo reír. Con lo mal que llevaba él la legeremancia, quién le había visto y quién le veía...

    Vio que Aaron había bostezado varias veces. Le miró, cómico. - Cansado. - Uff. - Eso le hizo reír. - "Yo con una cabezadita voy bien". - Eh, que tú no hubieras hablado tanto de no ser por esa poción de Betty. - Rio un poco y le dijo. - Anda, vete a descansar, que te hace falta. -A él tampoco le vendría mal una cabezada. Aaron, en cambio, perdió levemente la sonrisa. Con timidez, al cabo de unos segundos, dijo. - Puedo dormirme aquí mismo. - Hizo una pausa. - Y... puedes quedarte. No me molestas. En realidad... llevo demasiado tiempo solo. Y no sé el que me queda aún por delante de seguir estándolo. - Marcus le miró con emoción contenida, sonrió débilmente y se acomodó. - Me quedo, entonces. - Y, para que el ambiente fuera más distendido, añadió. - Me gusta este sofá. - Es cómodo. - Mucho. - Tomaré nota para mi futuro mobiliario, ahora me sobra el dinero. - Eso le hizo reír, y entre risas, cerraron los ojos. Les hacía falta descansar.




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    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    ¿Pero no me lo vais a decir? — Preguntó de nuevo su hermano, pegándose más de la cuenta a ella. A ellos les había costado, pero es que Dylan prácticamente nunca había abandonado entornos mágicos, y notaba como los coches le asustaban especialmente, sobre todo cuando pasaban muy rápidos, como locos, como conducían en esa ciudad. — Ay, patito, qué impaciente, ya lo vas a ver. Y tranquilo, los coches no pueden subirse a la acera, si vas por aquí, no te pueden pillar. — Ya, si ya lo sé, hermana, pero es que van tan rápido, que puede ser que se suban, ¿no crees? — Alice le palmeó la mano con la que se agarraba a su chaqueta vaquera. — Que noooo. — Oye, pues el colega también está tenso. No sé qué sorpresa va a haber que nos haga estar más contentos a todos. — Alice suspiró y le acarició los rizos. — Veeeeenga, yo sé que Nueva York nos pone tensos a todos, pero acuérdate de las cosas que contaban papá y mamá sobre Nueva York. ¿A que eran bonitas? — El agarre de Dylan se soltó un poco. — Sí que eran bonitas. — Pues claro, patito. Y, muy probablemente, no volveremos a Nueva York, es nuestra única oportunidad de hacer esto, de ver los sitios de los que hablaba mamá y… Recordarla.

    Por fin estaban avanzando hacia el edificio, así que agarró la mano de Dylan y lo señaló. — Ya estamos aquí. ¿Alguna vez imaginaste el Empire State? — Vio cómo Dylan abría mucho los ojos y separaba los labios. — ¿Es… Este? ¿El sitio más… Cómo lo decía mamá? — Eso le pinchó un poquito en el corazón. Dylan no se acordaba tanto de su madre, pero ella haría que la recordara. — Más cercano al cielo en Nueva York. — Eso. — Miró hacia arriba y suspiró. — No me extrañaría que fuera este. — Ella sonrió. — Pues ahora los hay más altos, pero este era el sitio de papá y mamá, aquí se besaron por primera vez, aquí se prometieron… Tenemos que verlo. Juntos. — Alargó la mano hacia Marcus. — Los tres.

    La cola era bastante larga, pero Alice ni estaba pensando, estaba dándole a vueltas a cómo iba a hablar con su hermano, cómo iba a elegir las palabras para contarle todo aquello. Alzó la mirada y le vio hablando con Marcus. La sonrisa de su novio era tan preciosa, y el entusiasmo de su hermano tan puro, que solo podía admirarles, sentirse afortunada por haber podido reunirse los tres, por poder estar allí. — Dylan, ¿ves eso de ahí? — Dijo señalando a una furgoneta. — Eso es un food truck. ¿Qué crees que podría hacer que esto fuera más mamá? — Su hermano sonrió. — ¿Tarta de cereza? — Alice rio y le dijo unos billetes. — Venga ve a ver si tienen, y si no, cualquier dulce valdrá, te dejo imaginar. — El chico cogió el dinero y se fue a acercar, pero antes se dio la vuelta, como si se lo pensara. — ¿Ese no va a echar a andar no? — Eso la hizo reír. — Te lo juro. — Y eso pareció convencer a su hermano.

    Una vez estuvieron solos, se abrazó a su novio y apoyó la cabeza en su pecho. — Hola, guapo. — Le estrechó y luego subió la cabeza para mirarle. — No tengo palabras para agradecer que estés aquí, conmigo, al pie del cañón, haciendo cosas difíciles… Y convirtiéndolas en casi, casi, fáciles. — Le dio un breve beso y rozó su nariz con la de él. — ¿Tienes ganas de volver a casa? ¿De empezar a ser un importante alquimista y estudiar juntos como hacíamos en Hogwarts? — Parecía que hacía una vida de eso, y solo habían pasado tres meses. Volvió a apoyarse en el pecho de Marcus y dijo. — Solo nos queda esta última prueba y... Volvemos a casa.





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    Dom 2 Jul - 15:06


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Alice | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Alzó las manos, dispuestísimo a picar a su cuñado. - ¡Y luego somos los Ravenclaw los que tenemos fama de preguntones! Y algunos no aguantan una simple intriguita. - Dylan rodó exageradamente los ojos hacia él con expresión de hastío. - ¿Simple intriguita? - Preguntó sarcástico, pero Marcus simplemente se encogió de hombros con una sonrisita. Ya sabía lo que llevaba esa frase implícito, y sí, era verdad: otro país, malas condiciones de llegada, mucho tiempo solo con torturadores... En la cabeza de Marcus, todo eso era ya pasado. Resuelto, finalizado y con buenos resultados (no los que él hubiera elegido en su totalidad, pero considerablemente buenos viéndose donde se veían ahora y donde habían estado hacía apenas unos días). Tenían ya de por sí una conversación incómoda por delante. No era necesario regodearse el resto del tiempo. Aquella ciudad tan dispuesta a hundirles iba a tener que verles disfrutarla a tope antes de irse... Y, en una nota menos Slytherin, también era bonito hacer ese homenaje en memoria de Janet.

    Marcus no había contado con la posibilidad de que un coche se subiera a la acera, y ahora Dylan le había desbloqueado un nuevo miedo. Fue bastante atento, por si tenía que hacer una aparición de emergencia, cuando el chico le hizo reconectar de golpe con la conversación. - No estoy tenso. Solo vigilante. - Estaba tenso, pero bueno, ya estaban a punto de llegar. Mereció totalmente la pena por ver la expresión de Dylan cuando vio el Empire State. Miró a Alice con cariño. Tomó su mano y avanzó, hacia ese lugar tan especial para los Gallia, el que había marcado el inicio de todo aquello. Alzó la mirada al imponente edificio y suspiró para sus adentros. Cuánto tengo que agradecerte, al parecer, pensó.

    Eso sí, menuda cola para entrar. ¿Qué pasa? ¿Es que todos vuestros padres se enamoraron y besaron aquí? Pensó, ácido. No estaba acostumbrado a que hubiera TANTA gente por todas partes, pero al parecer era la tónica habitual de Nueva York. Y creía él que el Callejón Diagon a finales de agosto era para echarse a temblar... - Colega. - Marcus le miró, con una sonrisa. Dylan escondió una risilla de diablillo. - No te gusta naaaada esto. - ¿Qué dices? Me encanta. - El chico hizo una pedorreta. - Mientes. - Marcus rodó los ojos. - ¿Sabes? A partir de ahora, te vas a ir con Lex a todas partes. - Empezó a hacerle cosquillas, y el chico a revolverse, mientras Marcus seguía. - Os voy a meter a los dos en un saquito y voy a hacer un nudito y os lo vais a pasar genial los dos solitos soltando por ahí las intimidades de la gente. - ¡Para! ¡No es una intimidad, se te nota desde fuera! ¡Y Lex no cabe en un saco! - Pero tú sí, señor sin barba. - Dylan hizo otra pedorreta, pero los dos reían.

    Lo del food truck le entusiasmaba más, y mientras Alice lo explicaba, miró a Dylan y arqueó varias veces las cejas, lo cual al chico le hizo mucha gracia. Se frotó las manos. - Uuuhh, si consigues esa tarta, mejor trae dos, porque una va a ser para mí entera. - Qué glotón. - Dijo el otro entre risas, no creyéndose la broma, y saliendo a por la tarta mientras Marcus miraba a lo lejos. A ver si se lo iban a secuestrar otra vez, pero esta un desconocido, y ya la tenían liada... Igual sí que estaba un poquito tenso. Nada que no pudiera solucionar su novia abrazándose a él. - Hola, pajarito. ¿Lista para volar? Porque ahí arriba va a ser como estar volando. - Rio levemente. - Aunque si no salimos volando del edificio del otro día con lo que habíamos bebido, es que tenemos los pies más en la tierra de lo que parecía. - Madre mía, recordaba ahora la altura, el aterrizaje y la borrachera y se le ponían los pelos de punta. Lo que hacía el alcohol... Sonrió ampliamente a sus palabras. - No tienes que dármelas. Gracias a ti, por la ruta turística, que yo me habría ido sin hacer, y por ese dulce que voy a comerme gracias a tu idea, sea cual sea. - Lo dicho, hoy quería desdramatizar, suficiente llevaban ya sufrido. Pero su novia sabía que sus palabras siempre le llegaban al corazón, y él la miraba de forma que lo entendiera. Porque a esas alturas ya solo con leerse la mirada no hacía falta que se dijeran nada.

    Suspiró, cerrando los ojos y abrazándola un poco más. - Eso suena a música para mis oídos. - Ladeó una sonrisa un tanto más triste. - Me muero de ganas... pero eso no estar contigo las veinticuatro horas... lo voy a llevar regular. - La miró y se encogió de hombros con una sonrisita. - Pero será temporal. El camino que construiremos para una vida entera juntos. - Se mojó los labios y asintió. - Lo es... pero mira. - Tomó sus manos, dejó un beso en ella y la miró a los ojos, con una sonrisa. - Esta ciudad... es fea de narices. - Rio levemente. - Pero... va a ser como vencer a un boggart. Es horrible, ha sido malo y nos ha hecho sufrir. Pero tenemos el suficiente poder mágico como para vencerle, y una oportunidad de oro para ridiculizarle. Para decir: "ah ¿sí? ¿Esas tenemos? Pues voy a coger esto que me has dado y lo voy a transformar en una oportunidad para pasar un buen rato". Eso vamos a hacer. - Le acarició la mejilla. - Esta es la ciudad que le dio alas a tu madre. Es la ciudad en la que tus padres empezaron su historia y en la que... - Le dio un toque en la nariz. - Sin entrar en detalles, tiene su origen una que yo me sé. - Se encogió de hombros. - Pasémonoslo bien. Vayamos a los sitios que a ella le gustaban, y si a nosotros no nos gustan, nos reímos de ello. Saquemos un buen día. Y en cuanto a la conversación... estamos más que preparados para ello, tú lo sabes. - Arqueó las cejas. - Y lo vamos a hacer con un plato de comida italiana por delante. Yo creo que podría ser peor. - Bromeó, y justo llegó Dylan, un tanto contrariado. - Hermana, no había tarta de cereza. He traído un trocito de tarta de zanahoria y un brownie. - ¡Uh, buenísimo! - Dijo Marcus. - Y ¿sabes qué? Que acabas de darme una excusa estupenda para querer entrar en una pastelería a pesar de haber comido ya dulce sin que tu hermana me regañe. - Y, mientras Dylan reía, miró a la chica y le guiñó un ojo.




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    Lun 3 Jul - 20:00


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Le encantaba cómo respondía su novio a las cosas. De hecho, esa forma de responderle al saludo le hizo estrecharle más. Qué afortunada se sentía de haber recuperado ese modo con su novio. Miró hacia arriba, mirando el edificio y asintió. — Sí que va a ser como volar… Y vamos a hacerlo juntos, cómo no. — Rio y rozó de nuevo la nariz con él. — Alguna idea tengo, sí. Pero sobre todo verte sonreír como te he visto hacerlo cuando te has dado cuenta de que íbamos a comer dulce. — Sí, desde luego, la forma más rápida y sencilla de hacer feliz a su novio que trayendo comida.

    Sonrió con cariño y le dio con el índice en la nariz. — Ay, mi amor, parece que no me conoces. — Se llevó el mismo dedo a la sien. — Esta cabecita ya está maquinando cómo lo vamos a hacer para estar toooooodo el tiempo posible juntos. — Y el menor tiempo posible en su casa con su padre. De hecho, estaba por verse que se quedara en casa de su padre. Le dio una carcajada fuerte cuando se metió con Nueva York, y no pudo por menos que asentir. — Lo es. — Pero luego se quedó mirándole embobada, mientras decía lo del boggart y… — Tiene todo el sentido del mundo. ¿Por qué todo tiene más sentido cuando tú lo dices? — Se encogió de un hombro, con una sonrisilla cuando habló de su origen. — ¿Te has parado a pensar que me hicieron aquí? Menuda locura, en verdad soy un poquito de Nueva York. — Y se volvió a reír. Tenía ganas de eso, y se agarró a las solapas de la chaqueta de Marcus. — La risa es lo que espanta a un boggart, ¿no? — Le dio otro beso. — Tengo ganas de eso. De reírme contigo, con vosotros… A pesar de las conversaciones y de todo… Quiero cumplir lo que soñábamos aquel día tan dispuestos a irnos por el círculo de piedras… Estar juntos, unir a la familia y recordar a mi madre. Ahora somos más maduro y los cauces más apropiados así que simplemente… Hagámoslo. — Y justo en ese momento llegó Dylan.

    Rio después de oír lo que traía. — Bueno, a Marcus no le va a importar, podemos tomárnosla de postre después de la comida. Con esto que has comprado me servirá. — Aún vacilaron un poco más a su novio con los dulces y, por tal de hacer la espera un poco menos pesada, Alice propuso hacer una lista de los dulces favoritos de todos. — Memé no tiene. — Sostenía ella. — ¡Que sí! Todo el mundo tiene dulce favorito, hermana, no puede ser que memé no tenga, solo tengo que pensar… — Pues si no lo sabes tú que eres el predilecto estamos apañados… — Dijo ella, manteniendo la broma y el tono cómico. Pero Dylan se había quedado serio. — Me han echado mucho de menos, ¿verdad? — Alice le acarició los rizos. — Pues sí. Como todos. Pero están perfectamente, patito, te lo prometo. Y van a estar TAN felices cuando te vean, que todo va a compensar. — No quiero que memé piense que yo era feliz aquí ni nada. Que mira que ella es muy celosa. — Eso le hizo reír un poco. — Mira, si repites esa misma frase delante de ella, yo creo que te revela el terrible secreto de su dulce favorito. — El del abuelo Lawrence no lo sabemos tampoco, y el de la abuela Molly seguro que es alguno irlandés, ¿a que sí colega? — Claramente, su hermano hablaba del trauma de aquellos meses y, como cualquier otra cosa, cambiaba de tema y todo bien.

    Afortunadamente, la cola por fin avanzó, y entraron al enorme ascensor, con un montón de gente más. Igual así les daba un poco más de vergüenza lo que quería hacer, pero los neoyorquinos y sus visitantes, para lo bueno o para lo malo, pasaban muchísimo de todo. Así que Alice empujó a Dylan hacia el otro extremo de la puerta del ascensor donde sabía que, eventualmente, se veía la ciudad desde un cristal. — ¿Listo para volar, patito? — ¿Cómo volar, hermana? — Se agachó un poco hasta la altura de su hermano y dijo. — Tápame los ojos y yo te los tapo a ti y, cuando yo te diga, nos los destapamos y… A volar. — Le dio la mano que tenía libre y se puso a contar mentalmente y, más o menos, calculó cuándo llegaban a la parte de cristal y dijo. — ¡Ahora! — Y ambos se destaparon los ojos y vieron la ciudad a sus pies. La sensación en el estómago era tremenda y, con la mano que acababa de liberar, se agarró a Marcus también. — Madre mía… — Murmuró.

    Cuando salieron a la azotea, aún le temblaban las piernas, y el viento le vino hasta bien, aunque iba agarrada muy fuerte a la mano de Marcus. — ¿A dónde vamos, hermana? — Preguntó Dylan, entre sobrexcitado y asustado. — A buscarla a ella. — ¿A mamá? — Alice negó. — A algo que mamá siempre quiso volver a ver con nosotros… — Tiró de su hermano y señaló lo que buscaba. — La estatua de la libertad. Somos libres como ella quería, Dylan, y estamos donde tenemos que estar, juntos, viendo lo que ella quería. Hemos ganado y estamos por encima de todo. — Dylan se giró y la miró con cariño. — Se te está pegando la manera de hablar del colega. — Ella aprovechó y miró a Marcus, rodeando con su otro brazo su cintura y mirándole, pletórica. — Porque todo lo bueno se pega, patito. — Le dio unos toques en el hombro. — A ver, saca esos dulces que vamos a honrar a mamá de verdad. — Partió con los dedos un trocito de la de zanahoria. — Comiendo dulce mientras vemos la estatura de la libertad. — Y tenían que hablar de cosas, pero se daría aunque fuera unos minutos de simplemente, reír y comer dulces.





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    Mar 4 Jul - 8:45


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Alice | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Arqueó las cejas. - Eso suena bien. - Si Alice estaba pensando cómo pasar más tiempo juntos, acabaría llegando a alguna idea que les beneficiara, seguro. Y como estaba en ese modo de desdramatizar, puso expresión cómicamente interesante y respondió a su pregunta. - Son los años de prefecto. Te dan empaque. - Rio. - ¡Tengo una novia neoyorkina! Eso sí que no lo esperaba. ¿Vas a llevarme a comer hamburguesas? Uuuh ahora que lo pienso, te gustan a ti mucho los foodtruck. Debí vérmelo venir, llego a saberlo y pongo las bandejas de comida de Hogwarts en un cacharro de esos con ruedas. - Bromeó para picarla antes de que Dylan llegara.

    Sí, desde luego que eran cauces mucho más apropiados que ir por los círculos de piedra. Antes se acordaba y se le ponían los pelos de punta. Ahora... también, porque vaya temeridad lo del viaje del tiempo, pero era como si sintiera que había derrotado a un monstruo mucho más grande y temible de lo que aquellos niños podían imaginar. Y eso que acababan de pasar por la muerte de Janet, pero jamás pensaron las consecuencias que esto traería, aparte de las obvias. Sonrió ampliamente, en cambio, al ver a Dylan volver con el dulce, aunque los hermanos parecían bastante dispuestos a meterse con él. Se hizo el digno y el ofendido, pero estaba encantado. Quería verles unidos y felices, por todo lo que habían tenido que pasar.

    - ¿Y la tarta de melocotón? - Propuso él como dulce favorito de Helena. Hizo una caída de ojos. - Desde luego, por el interés que tenía en mandarnos a recolectar melocotones, yo diría que le gustaba bastante. - Y miró a Alice levemente de reojo y con una sonrisilla. Eran tiempos tan felices que solo de rememorarlos daban alegría. No pudo evitar reír levemente y con ternura cuando Dylan temió que Helena se encelara, y porque sabía que aquello no podía ocurrir bajo ningún concepto, pero el trasfondo era amargo, y sabía que incomodaba a Alice. Chasqueó los dedos. - ¡Eh! Estrategia para desviar el tema de los dulces, que te conozco. - Sí, mejor volvían a hablar de cosas divertidas.

    Avanzaron un poco más en la cola, mientras Marcus reía. - El dulce favorito de mi abuela es, efectivamente, irlandés. Son las trufas de whiskey. De pequeño, siempre que me decía "las trufas de whiskey", antes de llegar a la palabra "whiskey" se escuchaba una fuerte tos de mi abuelo, que creía que me iba a emborrachar solo por oírlo o algo. La discusión entre ambos era muy graciosa. - Se encogió de hombros. - Él intentaba arreglarlo diciendo que eran de chocolate, y entonces yo decía "¡chocolate! ¡Yo quiero!", y mi abuela se ponía: "¿¿ves?? ¡Será mejor esto, que se las quiera comer el niño!" - Afirmó, imitando la vocecilla indignada de Molly. - Mi abuelo dice que su postre favorito es el bizcocho de yogurt de mi abuela, pero está siempre hablando de un congreso de alquimia al que fue siendo jovencísimo, yo creo que tendría poco más de nuestra edad, en Ucrania. La madre de uno de sus compañeros llevó unos pastelitos y se negó a darle la receta por más que la pidió. Está siempre hablando de esos pastelitos como si fueran lo mejor del mundo. Pero, de cara a la galería, el bizcocho de yogurt. - Comentó entre risas.

    Intentaba entender de dónde salía tantísima gente, de verdad que sí. ¿Habrían ido algún día especial o algo? Si eso tenía esas multitudes todos los días, no sabía cómo no se había venido ya el edificio abajo. De hecho, no le dio ninguna seguridad montarse con tanta gente en el ascensor, y ya estaba barajando mentalmente todos los posibles hechizos que podría hacer en caso de que aquel cacharro se rompiera, cuando los hermanos se fueron directos al cristal y... la escena fue preciosa. Solo por verles así, merecía la pena, y no pudo evitar quedarse mirándoles. Nadie más que ellos merecían aquello. Janet había dejado un hermoso legado.

    Salieron a la azotea un tanto temerosos, porque aquello estaba ciertamente MUY alto. - Me alegro de haber estado borracho la otra noche. - Murmuró para sí, porque menudo vértigo. Y él que se creía congraciado con las alturas por dormir siete años en la Torre Ravenclaw. Siguió a los hermanos, y lo siguiente que vio le hizo sonreír, pero le apretó un nudo en la garganta. La estatua de la Libertad. La última vez que la vio... no había estado muy bien. Había discutido con Alice, y también "había discutido" con Janet. Y había llorado a los pies del mirador, en mitad de la calle, sin que nadie se apiadara, pero eso sí, con todos mirándole como si fuera un desgraciado. Se sentía así, ciertamente. La vida era muy distinta aunque apenas hubieran pasado unos días. Rio con el comentario de Dylan, aunque el nudo no se le había quitado. Respiró hondo, tratando de contener la emoción. - Somos libres. - Y estaban unidos, comiendo dulce, como a Janet les hubiera gustado verles.




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    Mar 4 Jul - 12:09


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Tenía ganas de reír, y todo lo que contaba Marcus le hacía reñir, le daban ganas de hacer bromas. — Nunca subestimes una obsesión de memé. Si ese día decidió que había que hacer tarta de melocotón, quiere decir que era absolutamente necesario hacerla. — Dylan asintió con gravedad. — Y yo no le he visto comer mucha tarta tampoco, así que es más probable que sea lo que dice la hermana. — Y eso le hacía reír más, combinado con la historia de Molly y Lawrence, para qué quería más. — Entonces, ¿no has probado aún esas trufas? ¿Las probamos todos juntos cuando vuelva? — Buen intento, vaquero. — Le contestó a su hermano. — Te quedan seis años para eso. — Y Dylan se encogió de hombros, y Alice sabía que ese sospechoso silencio correspondía a: ya lo probaré en la sala común, que seguro que no me dicen que no.

    Pero el momento que tuvieron mirando a la estatua de la libertad no se prestaba tanto a risas, sino a empezar a preparar el terreno para todo lo que tenían que hablar con Dylan. — Aquí papá le pidió matrimonio a mamá, le trajo una tarta de cereza y le metió el anillo de compromiso dentro. — Lo que me sorprende siempre de esa historia es que mamá no se lo tragara. — Todos rieron y Alice asintió. — Con lo que le gustaba la tarta de cereza, desde luego. — Acarició el pelo de su hermano e hizo que se colocara mirándole a ella. — Pero lo importante aquí es que entiendas que este es nuestro principio. Por mucho que no nos guste esta ciudad a ninguno de los dos. Aquí empezó nuestra historia, porque si mamá y papá no se hubieran conocido aquí, tú y yo no existiríamos. Esto tiene que ser un recuerdo bonito. Este lugar tan altísimo, esta ciudad ajetreada, este cielo sin estrellas de noche… Somos un poco de todo esto. — Cogió su carita entre las manos. — Dylan sé que… Tu vida ha sido… Confusa muchas veces. Sé que recuerdas solo cosas aisladas de mamá, peor tú no podías vivir sin ella, estabas todo el día enganchado a su pierna, sentado en su regazo, enganchado a su cuello… Y eso es lo que tienes que recordar. Ella era tu madre, y tú la adorabas por encima de todas las cosas. — Los ojos azul oscuro de Dylan se inundaron y asintió. — Si yo me acuerdo de ella, hermana… Mis recuerdos más bonitos son de mamá, eso te lo juro. — Alice ladeó la cabeza. — ¿Pero? — Pero… Lo que no recuerdo ha sido cuándo he necesitado a mamá y ella ha estado. Pasó tanto tiempo enferma… Que muchas veces, de mis cosas tenía que ocuparse papá, aunque ella le fuera diciendo lo que tenía que hacer. Y después de que se muriera… Ahí estabas tú. Tú me leías, tú eras la que decía que tenía que irme a la cama, con qué vestirme, que terminara de comer… En fin… Todo eso que uno necesita también que le digan. — Ella tragó saliva, tratando de deshacer el nudo de su garganta. — Yo no voy a olvidar a mamá, Alice, te lo prometo, sé que te preocupa, y sé que tú la echas de menos más incluso que yo, pero yo he tenido una suerte, que es contar contigo, tú no has podido contar con nadie para esto. — Ella sonrió y se secó las lágrimas. — Sí, sí que he podido… Emma, la tata, Molly… Incluso la enfermera Durrell, todas ellas han sabido ocupar en mi vida el lugar donde debería haber estado mamá. Y tienes razón, no pasa nada por eso. — Al final, como siempre, su hermano, con su filosofía Hufflepuff, hacía el mundo un lugar más fácil y mejor.

    Y en cuanto a papá… Yo le quiero mucho, pero estos últimos años… Han sido muy difíciles su lado, y cuando yo tenía dudas, o miedo, o quería respuestas a algo, o incluso simplemente cariño… — Dirigió los ojos a Marcus. — He tenido a mi colega. Y no podéis quitarme eso. Yo siempre voy a recordar a papá y mamá como dos personas que se quisieron por encima de todo, y gracias a las cuales estoy aquí, y soy como soy, pero que me dieron lo más importante para mí: mi hermana, y ella me dio a mi colega. — Entornó los ojos y puso expresión de cansancio. — Aunque casi me la lía con el tema colega en enero, pero bueno, se lo he perdonado ya. — Alice rio y se puso a hacerle cosquillas. — Pero qué cara más larga tienes tú… — Pero Dylan abrió los brazos y ambos se agacharon para abrazarle. — Papá y mamá estuvieron aquí y empezaron su historia. Y ahora nosotros estamos aquí… Empezadla vosotros también, hermana, ahora que todo ha vuelto a su sitio. — Ella les estrechó a los dos y le miró. — ¿Cuándo te has vuelto tú tan sabio, a ver? — Él rio. — Siento muchas cosas, y de todas me voy acordando y aprendiendo… De cuatro padres que considero que tengo, tres son Ravenclaw, de ahí voy aprendiendo. — Y allí se quedaron, sonriendo y mirando a la estatua, los tres, y Alice no pudo evitar pensar ya lo he cumplido, mamá, estáte tranquila allí arriba, con las estrellas.





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    Mar 4 Jul - 15:43


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Alice | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Sabía que había una conversación intensa que tener, y que Alice y Dylan necesitaban un momento de hermanos, de recordar a sus padres. Marcus sonrió con tranquilidad, mirando el horizonte, sintiendo la brisa del viento en aquellas alturas. Tenía las manos ante el regazo y la tranquilidad de sentir que estaban donde tenían que estar, y escuchaba la conversación junto a él, sin querer ser intrusivo con el momento. Sabía que él era una parte importante de Dylan y Alice, como ellos lo eran para él. Pero quería dejarles su parcela.

    Lo que oía le emocionaba, y le hacía sentir mucha tristeza... pero también una sensación que no sabía describir, más cercana a la felicidad, o quizás a la tranquilidad. Dylan hablaba con mucha sabiduría a pesar de su edad, de su recorrido y de ese estilo Hufflepuff de ver la vida. Y recordaba a su madre, y no solo eso. Sin quitarle su lugar, le daba a Alice el que merecía, y por ello miró a su novia, orgulloso, sonriente, pero sin intervenir ni interrumpir. Ya tenía una intensa mezcla de emociones, y el corazón desbordado por la mención a su madre y a su abuela, cuando Dylan le sacó a él a colación. Parpadeó mirándole un segundo, y luego retiró la vista a la nada, como si lo primero que se le hubiera ocurrido ante algo tan emotivo y directo hacia él fuese fingir que no estaba allí. Tuvo que respirar hondo, porque el chico seguía hablando, y él ya estaba al borde de las lágrimas por mucho que intentara mantener el tipo. Pero Dylan le miraba directamente. Chasqueó la lengua. - Bueno... - Suspiró, como si quisiera quitarle importancia. Pero la tenía, y mucha.

    Aunque la declaración sobre lo de enero le hizo soltar una carcajada. - Cosas que pasan. - Dijo entre risas, aprovechando para quitarse una incipiente lágrima de los ojos. Dylan abrió entonces los brazos y Alice y Marcus le estrecharon, y sintió un alivio inmenso en el pecho. - Toda historia tiene un principio, Dylan. - Dijo. - Y, si así lo queremos... pueden no tener un final. Pueden ser eternas. - Se separó y le miró a los ojos, emocionado. - La historia de William y de Janet... es eterna. Janet sigue viviendo en los dos, en ambos. Vivirá en todos los que la recuerden. - Miró a su alrededor. - Vive en sitios como este... - Alzó el dulce en sus manos. - Y en cosas como esta. No en la tarta, en el gesto. - Todos rieron. - Habrá que comer mucha tarta entonces ¿no? - ¡Muchísima! - Respondió Marcus a la broma del chico. Y entonces, el niño les dijo que tenían que empezar su historia. Le miró, conmovido... y, tras unos instantes, chasqueó de nuevo la lengua. - Bueno, ya vale. Tengo un límite como payaso grupal y no paras de hacerme llorar. - El niño rio a carcajadas, y Marcus con él.

    - Entonces... - Empezó, y se sentó en el suelo, ya que estaba agachado. Dylan le miró con los ojos muy abiertos, y luego miró a Alice para decirle. - ¿Qué le ha pasado estos días al colega? Está sentado en el suelo en mitad de un montón de gente. - Soy un hombre nuevo, Dylan. Una figura con muchas aristas. No lo conoces aún todo de mí. - El niño rodó los ojos y resopló en un gesto tremendamente adolescente, pero rio y se sentó a su lado. - A ver, sorpréndeme. - Así me gusta. - Se mojó los labios. - Este lugar es... el principio de la historia de William y Janet. Y permanece... - Hizo como si dibujara una línea con la mano en el horizonte. - Y, justo aquí. - Dibujó un pequeño salto en la línea que continuaba. - Empieza nuestra historia... y también la tuya. Bueno la tuya un poquito más atrás, que eres más pequeño. - Dylan hizo una pedorreta. - Y permanecerá... ¡Pero! Me gusta eso de los homenajes. Así que, propongo una cosa. - Alzó el índice, sacándose un pergamino del bolsillo. - No había tarta de cereza, pero esa era el origen, la apuntamos: tarta de cereza. - Comentó mientras tomaba nota. - Y: tiramisú. - ¿Tiramisú? - Alzó los brazos mirando a Dylan, fingiendo exagerada sorpresa. - ¡Tío! ¡Tu padre! El tiramisú del restaurante. - ¡¡¡Ahhhh!!! - Apuntado para pedirlo. - Tomó nota. - Y ahora. - Señaló a Alice. - Arándanos. Son un postre, al fin y al cabo. ¿Tú? - ¡Galletas de chocolate! - ¡No vale! Iba a decirlo yo. - A ti te gusta todo. - Bufó, cómico. - A tu casa vendrán y de ella te echarán... ¡Pues nada! Galletas de chocolate para el señorito. Me pediría las de vainilla, pero no quiero quitarte el título de ser el más Hufflepuff del lugar. - Ja, ja. - Diré... ¡Tortitas! Me gustan las tortitas. Y ya tengo un proyecto de tradición. - Miró a Alice con cariño. - Hacer las mejores tortitas del mundo, para ella, todos los domingos. - Oooh. - Dijo el niño, mirando a su hermana con expresión divertida. Siguieron apuntando postres, los que habían ido recolectando de sus familiares. - Y cada vez que lo comamos, nos acordamos de esa persona. De algo vivido con ella. Eso hace las historias eternas. - Notó que Dylan se había enganchado fuertemente a su brazo mientras terminaba de escribir, y apoyado la cabeza en su hombro, mirando al horizonte. Le miró desde su posición, bajando la mirada con una sonrisilla. - ¿Qué te parece? - Hubo una ligera pausa, en la que el niño no le devolvió la mirada, pero finalmente, dijo. - Yo también te quiero mucho, colega. - Marcus frunció los labios y le estrechó contra sí, bajando el pergamino y simplemente mirando hacia la Estatua de la Libertad.




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    Mar 4 Jul - 19:36


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Creo que este barrio ha tenido que cambiar a la fuerza desde que mi madre venía por aquí. — Comentó Alice mientras caminaban por Hell’s Kitchen. — Cuando vine aquí a ver a Nicole no me fijé tanto… Pero madre mía. Esto ya es un barrio de ricos, y no es para nada lo que me describía mamá. — Y, como todo en Nueva York, era pelín enervante, porque había mucha gente y muchos coches, así que llevaba a Dylan muy fuerte agarrado por los hombros. — Hermana, estás tensísima desde que salimos del Empire State, cualquiera diría que te pondría más nerviosa estar tan altísima que andar cerca de los coches, luego soy yo el que se tiene que relajar… — ¡Mira! ¡Ahí es! — Dijo, aliviada de poder ver en la distancia a Nikki, Howard, Monica y Wren.

    El restaurante se veía antiguo, parecía ser de lo poco que sobrevivía del barrio original, aunque aquella zona parecía de casitas más bajas y auténticas, una especie de núcleo dentro de aquella locura. Era un sitio entrañable y ruidoso, con los manteles con aspecto de haber sido lavados mil veces y las velas embutidas en cuellos de botella. Era el sitio que necesitaba. Mientras ella estaba tejiendo todos aquellos hilos de pensamiento, su hermano se había puesto a contarles a Nikki y Wren cómo el Empire State estaba lleno de gente y que menos mal que habían comido los dulces porque estaba más lejos de lo que creían y lo de no aparecerse era un rollo… Y de repente, Monica se agarró de su brazo. — ¿A dónde estabas volando, pajarito? — Ella sonrió. — Estaba… Hallándome un poco… Para lo que tengo que hacer ahora. — La mujer suspiró. — Ni se lo huele, yo creo que has preparado bien el terreno, porque ahí está hablando de tus padres y la tarta de cereza y todo eso… — Apretó su agarre. — Lo has hecho muy bien. — Ella entornó los ojos. — Tú pareces muy contenta. ¿A que apuesto por qué? — Monica rio fuertemente. — A ver, por eso también, pero es que… Ayer hablé con Howard sobre lo que hablamos tú y yo y… Tenías razón. Él no tenía ni idea de lo mal que me estaba sintiendo y no podía soportarlo así que… Pudimos llegar a un término medio y… — ¿Darle tiempo? — Monica sonrió y asintió. Alice apretó su mano. — Las flores tardías siempre son las más bonitas, Mon. — Y juntas avanzaron hacia los demás.

    He reservado la sala privada. — Dijo Nikki. — Los dueños son nomajs, pero por si acaso, para poder hablar con tranquilidad. — La sala era muy pequeñita, y la gran mesa redonda parecía ocuparlo todo, pero daba sensación de acogedor, como todo allí. — ¡Oh, signorina Guarini! ¡La mia migliore clienta!Hola, Alfredo. — Saludó la mujer, dándole un gran abrazo. — Les ha traído al mejor restaurante italiano de Nueva York, se lo aseguro. — Dijo el tal Alfredo, que claramente venía de la cocina, pero era un señor bastante mayor y grueso. Y justamente el señor se la quedó mirando. — ¿Nos hemos visto antes, signorina? — Ella sonrió. — Lo cierto es que no, pero creo que está pensando en mi madre, era amiga de la señorita Guarini, Jane… — ¡LA SIGNORINA BRANDELOREN! ¡MAMMA MIA! ¡SI LA SIGNORINA ES LA VIVÍSIMA IMAGEN DE SU MAMMA! ¡CHE GIOIA, NIKKI! — El hombre gritaba y hacía muchísimos aspavientos. — ¡Y el picolo es igualito a SIGNORE INGLESE! ¡CHE BELLO DIA! — Dijo señalando a Dylan. — Voy a traeros todo lo que comían vuestros padres, sentaos, sentaos, y los demás ¡BENVENUTTI! — Cuando se fue, se creó el típico silencio después de que haya habido mucho ruido, y se fueron sentando a la mesa. — Bueno, creo que no hace falta pedir, por lo visto. — Dijo Wren. — Ah, hijos, esto me ha devuelto la vida. Que hayáis resuelto todo esto, que por fin podamos hablar de Janet y reunirnos todos aquí. Bueno, tú y yo venimos de vez en cuando, Chris, y aunque sea en voz baja, la recordábamos. — Pues sería porque no pinchabais al tal Alfredo, no veas si grita. — Dijo Monica con una risita. — Venga, brindemos por los Gallia. Que ya sé que Marcus es un O’Donnell, pero porque hoy saquemos un poquito todos el Gallia que llevamos dentro. — Dijo Nikki, y eso la hizo sonreír y levantar su copa, momento en el cual se transformó el agua en vino (excepto la de Dylan que parecía zumo de melocotón) y oyó un suspirito de Nikki. — Chris…No lo puedo evitar, Nicole, soy mago y me gusta lucirme delante de las señoritas. No está don Alfredo mirando, no pasa nada.— Y otra vez les dio la risa, antes de chocar las copas y que saliera un polvillo brillante a modo de celebración al hacerlo.






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    Miér 5 Jul - 9:06


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Alice | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Soltó un poco de aire por la boca. - Es un barrio no apto para personas con problemas de corazón. - Porque le iba a dar algo entre tanto coche y ruido, hasta Alice agarraba a Dylan con tensión. Lo cierto es que era... pintoresco. Era diferente al resto de Nueva York, y dentro de lo que cabía... le gustaba un poco más. Lástima que el caos y el tráfico siguieran sin ser plato de su gusto.

    Sí que le gustó el restaurante (muy malo tenía que ser para que a Marcus no le gustara). Olía de maravilla y su aspecto era menos artificial que lo que estaba viendo en el resto de la ciudad, más auténtico. Si bien... - Creo que los que vi en Roma no eran muy así, pero bueno. - Le susurró a Alice entre risas. Saludó a todos, tan contento de verles como si llevara años sin hacerlo. En realidad, era más una cuestión del tiempo que pasaría sin verles (si es que volvía a ver a Nicole y al señor Wren, por ejemplo) que del tiempo que hacía de la última vez. Pero mejor no pensaba en eso, que se entristecía, y Dylan estaba muy entusiasmado contando toda la mañana que habían tenido. - Al final nos va a encantar Nueva York y todo. - Howard le miró con cara de circunstancias, a lo que él tuyo que aguantarse la risa. - Con que te guste mi barrio, me conformo. - Desprende el mismo carisma que sus habitantes. - Nicole soltó una fuerte carcajada. - En qué mal momento te he conocido, zalamero. - Eso le hizo reír.

    Nicole había vuelto a tirar de influencias para reservarles una sala privada, y eso a Marcus le encantaba. El lugar, menos artificial que el resto de Nueva York y más acogedor, seguía un poco prefabricado marca américa... Si bien indudablemente el dueño era italiano, por el volumen de la voz y el acento. De hecho le sobresaltó un poco cuando empezó a gritar, lo que hizo que Monica se tapara la boca para reírse. Frunció un poco el ceño, extrañado. ¿Quién era la señorita "Brandeloren"? Si es que había dicho eso, porque el pronunciar era tan confuso que ni su cerebro pensando podía replicarlo justo después de oírlo. Y entonces cayó. Aaaah Van der Luyden. O lo que más se le pareciera en italiano, y lo cierto era que, a pesar de las circunstancias, tuvo que fruncir los labios para que no se le notara la risa. - Grazie. - Contestó con educación, lo que le granjeó la mirada directa de Howard y Monica. Se encogió con obviedad. - ¿Qué? Estuve en Italia. - Rieron y, con el corazón como si hubiera corrido una carrera después de tanto griterío del señor, se sentaron a la mesa.

    Entre risas, brindaron (con agua mágicamente convertida en vino, lo cual le hizo mucha gracia). - Yo estoy con usted, señor Wren. Me lo apunto. - ¡Este chico es de los míos! - Celebró el hombre, repentinamente contento por tener a alguien en su equipo en vez de en el de Nicole, lo cual debía ser novedad. - Por los Gallia. Y por todos los que les queremos. - Y, antes de chocar la copa, se acercó al corrillo y susurró como si fuera un secreto. - Yo soy Gallia ya también, pero que no salga de aquí. - Rieron de nuevo y, ya sí, brindaron.

    A pesar de que Alfredo había asegurado que traería sus especialidades para homenajear a Janet y William, a Marcus siempre le gustaba echar un vistazo a la carta, por curiosidad. Por no hablar de que no era capaz de tener texto delante y no leerlo, y menos aún texto relacionado con comida. - ¿Dónde te has dejado al guapo de tu abogado? - Preguntó Nikki con una sonrisilla y voz seductora, copa en mano. Vio que Monica y Howard se miraban con los ojos entornados y bebían para disimular. Marcus también se mojó los labios, escondiendo una sonrisilla. Menos mal que Dylan estaba entretenidísimo contándole algo al señor Wren. - Gestionando la vuelta a casa. - Ooooh pobre. Qué mala suerte que haya coincidido justo hoy. - El tono de Nikki era muy evidentemente irónico pero cómico, porque ella también sonreía. Veo que tú también te has dado cuenta de que es bastante tímido y no sabe ya dónde meterse después de lo de la otra noche. - Igualmente, me ha prometido venir para el postre si termina las gestiones a tiempo. - Uh, para el postre. - Comentó Nikkie, con una sonrisilla y la mirada en la servilleta que se colocaba elegantemente en el regazo. - Eso suena bien. - Una risa brusca y escondida sobre el vaso de vino hizo que mirara súbitamente a Monica. Howard también la miraba con los ojos muy abiertos y carraspeaba, regañón. Ella se aclaró la garganta, disumulando, y miró al hombre mayor. - Delicioso el vino, señor Wren. - Marcus tuvo que apretar aún más fuerte los labios y bajar la cabeza. La cara dura de Monica no perdía con los años, desde luego.




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    Jue 6 Jul - 22:22


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    — El ambiente parecía distendido, y allí estaban todos los que tenían que estar, no tenía mucho sentido alargarlo más, pero dejó que fluyeran las conversaciones, las risas y las pullitas como aquella mención de Nikki al abogado, cómo no, porque quería que trajeran la comida y asegurarse de que no la iban a interrumpir.

    Y fue buena idea porque ahí había comida para mucha más gente que la que había ahí. — Questo e lasagna bolognesa, divina, créanme. — Iba explicando Alfredo. — Questo tagliatelle funghi. — Eso me llama. — Dijo Alice olisqueando. — Y a mí, y a mí, este nos lo quedamos las chicas, ¡eh! — Advirtió Monica, poniendo ya las manos en el bol. — ¡Ah buona mujer, mujer que disfruta comiendo! Lo decía siempre mia mamma. — Sabia mujer tua mamma, Alfredo. — Dijo Nikki mirando por encima lo demás. — Eso son gnochi al pesto, ¿verdad? — ¡BRAVISSIMA NIKKI! ¡Y BELLA SIEMPRE! ¡CHE DONNA! ¿EH? — Exclamó, asustándoles un poco y codeando a Wren, como si fuera el padre o el marido de la donna en cuestión. Alice iba picando aquí y allá, sobre todo de los dichos tagliatelle, pero necesitaba soltar lo que llevaba dentro antes de comer más.

    Dylan, cariño. — Dijo dejando el tenedor en el plato. — He querido traerte a todo esto para recordar a papá y mamá como se merecen… Pero también para hablarte de una parte de la historia que sé que no ha quedado muy clara. — Su hermano sorbió por los labios unos tagliatelle, mirándola, y cuando acabó dijo. — Lo sé, llevas tensísima toda la mañana, por algo gordo tenía que ser. — Suspiró suavemente y le agarró la mano. — Sé que te he contado la historia de mamá un poco… Bueno es que yo misma no sabía muchas cosas, me he enterado aquí. ¿Te acuerdas cuando hablamos de que la familia de mamá se tomó mal lo de papá y todo eso y tú decías que no lo entendías? — Dylan asintió. — Pues, para variar, tenías parte de razón aún sin saberlo. — ¿Por qué? — Porque, aunque siempre creímos que la familia de mamá la había echado por lo de papá… En realidad solo estaban buscando una excusa para echarla. — Su hermano frunció el ceño. — ¿Y por qué querían echarla de su familia así sin más? Mamá era superdulce y buena, todo el mundo la querría en su familia. — Monica se lanzó a achucharle. — ¡Claro que sí! Eso es lo que piensa la gente que sabe algo de la vida, patito. — Pero Alice sabía que su hermano demandaba una respuesta elaborada. — Mamá tenía una tía millonaria. Muy millonaria, más que los Van Der Luyden. Era la hermana de Lucy. — Dylan asintió, siguiendo muy serio la historia. — Esa tía… Era legeremante. — ¿Por eso Aaron también lo es? — Alice asintió. — Probablemente, es algo que se lleva en la sangre. El caso es que ella, Bethany, sabía que su familia estaba podrida a excepción de mamá, que era pura y buena, como tú mismo has dicho, y, desde que era pequeña, la tía Bethany quiso dejarle toda su fortuna, para que pudiera escapar. Su familia lo sabía, y tú sabes mejor como son Peter y Lucy… — Lo querían para ellos y para Teddy. — Ella asintió. — Y la echaron por eso, para poder quedarse su dinero. — Volvió a asentir y Dylan se encogió de hombros. — Pero, hermana, a mí eso me da igual. O sea, agradezco que me lo cuentes y eso, pero… — Es que esto es más largo. — La voz se le quebró un poco y carraspeó, antes de beber un poquito del vino.

    La tía Bethany murió hace cosa de dos años… Y dejó todo su dinero a mamá. — Dylan parpadeó, confuso. — Pero mamá murió hace cuatro años, Alice. — Pero mamá tiene dos herederos. — Y dejó que el peso de sus palabras cayera, poco a poco, sobre la pobre cabecita y el corazón de su hermano. — ¿Tú y yo…? ¿Ese dinero es nuestro? — Volvió tragar, tratando de hallar las palabras. — No exactamente, no todo. La casa es de Aaron, como ya sabes, y el dinero, técnicamente era mitad tuyo y mitad mío. Yo soy mayor de edad, podía heredarlo sin problema en cuanto lo supe, pero tú… Al ser menor, el dinero lo controla tu tutor legal… — O sea tú. — Dijo rapidísimo. — Yo lo soy ahora pero, hasta hace nada, lo era papá y es… — ¿Me llevaron por eso? ¿Para controlar el dinero? — Ahora sí que se estaba enfadando, se lo notaba en la voz. — ¿Todo esto ha sido por el dinero de la tía esa que no hemos visto en la vida? Yo no sabía ni que lo tenía, ¿por qué no me preguntaron? Se lo hubiera dado sin más y hubiera vuelto a casa. — No era tan fácil como eso Dylan, por eso esto se ha alargado tanto. — Aclaró Howard. — Bueno y, ¿ahora qué? ¿Van a seguir peleando por ese dinero o…? — Alice negó. — No, y ya no pueden hacerlo, al firmar la patria potestad… Porque ahora tienen mi parte, y la tuya sigue intacta. — Su hermano abrió mucho los ojos. — ¿Les has dado tu dinero, hermana? ¿Por qué? Porque era lo que querían de ti, Dylan, así que Alice les dio la misma cantidad a cambio de tu custodia. — Aportó Nikki con tono tranquilo, mientras veía la indignación crecer de nuevo en Wren. — ¿Ya no tienes ese dinero, hermana? ¿Y…? — Vio que miraba de reojo a Marcus. — ¿Y si…? ¿Lo has hecho solo por mí? ¿Por qué ellos lo dijeron? No tenías que… — Pero el propio Dylan empezaba a darse cuenta de la realidad. — Era la única opción, patito. Me dolió, pero más me dolía cada día que pasabas con ellos.





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    Vie 7 Jul - 18:13


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    Con Alice | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Miró al hombre y dijo, con voz derretida. - Mamma mia, Alfredo. - Lo cual hizo mucha gracia al señor, pero provocó una fuerte carcajada en Monica. - Cóntrolate, chico, que está tu novia delante. - Todos rieron. Cuantísima comida, se le estaba haciendo la boca agua solo mirándola. Iba a atacarlo todo en cuanto pudiera. Por un momento se le había perdido de vista que habían ido allí para tener una conversación delicada con Dylan. Después de Alice, nada le nublaba como la comida. Miró con los ojos entrecerrados a Monica cuando se apropió del bol. - Eh, aquí se comparte. - Lo mismo digo, que se te está poniendo cara de Slytherin avaricioso. - No soy yo quien se ha apropiado un bol. - Se picaron mutuamente.

    Empezó a comer y todo estaba delicioso, pero apenas había probado un poco de cada cuando Alice comenzó a hablar. La conocía, sabía que no podía guardarse eso más tiempo, que no podría comer tranquila. Suspiró levemente y dejó de comer para atender, y lo prefirió así, porque la comida estaba deliciosa y quería que Alice la disfrutara, y no iba a poder hacerlo hasta que hablaran de aquello. Dylan escuchaba con atención, pero por supuesto que lo que oía le descuadraba, e incluso le ponía a la defensiva. Le entendía: a él tampoco le cabía en la cabeza la inquina hacia una persona tan buena como Janet. La cosa se puso un poco más tensa cuando salió el tema de la herencia, si bien Dylan, por mucho que se indignara e impactara, no dejaba de ser como él era. Aliviaba y descorazonaba a partes iguales.

    Y entonces empezó a desconcertarse y entristecerse, y notó que le buscaba con la mirada. Marcus respiró hondo. - Colega. - Dijo, tranquilo y sereno, girándose hacia él. - ¿Qué has pensado cuando te has enterado de que todo esto ha sido por la herencia de Bethany? - Dylan abrió los ojos y se encogió exageradamente de hombros con obviedad. - ¡Que menuda tontería! Llevamos toda la vida sin él y no nos importa nada, y nos han hecho sufrir un montón solo por dinero. - Pues eso mismo ha pensado tu hermana. Y yo. Y todos. - Se inclinó ligeramente hacia él. - Dylan, nuestro principal objetivo era recuperarte. No queríamos que pasaras un segundo más en esa casa, tú debías estar con tu familia, la de verdad. No te querían a ti, querían el dinero, y cuando supimos eso, la rabia fue mayor, pero la solución fue más sencilla. Y... - Miró de reojo a Alice y suspiró. - Reconozco que no me hizo ninguna gracia que tu hermana se viera obligada a darles dinero a esa gente, sentí que se salían con la suya. Pero luego recordé cuál era nuestro objetivo: tú. Recuperarte. Y, como bien dices, nunca habíais contado con ese dinero. Mi enfado era más... una cuestión de justicia. - Dylan frunció los labios, bajando la mirada con enfado. - Pues sí. No deberían haberse quedado con nada. - No deberían. - Le puso los dedos en la barbilla y le levantó la ceñuda mirada. - Pero tu hermana tomó la mejor decisión que se podía tomar, y estoy orgulloso de ella. - La miró de reojo y sonrió. La realidad era... que le escocía el orgullo a horrores cada vez que recordaba que los Van Der Luyden se habían salido con la suya, y no podía evitar pensar si no hubieran podido encontrar otra vía. Pero viéndose allí... Que le dieran al dinero. Había merecido la pena.




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    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Tragó saliva mirando a Marcus y Dylan hablar. Sabía lo que opinaba Marcus de todo aquello, y, aunque ahora estaban en una nube otra vez, no se le olvidaban los momentos de MUCHA tensión que habían vivido apenas semanas atrás, y que su novio la defendiera a ella y a su decisión de aquella forma la enternecía, la hacía morirse de amor hacia él. Sonrió un poco, mirando a Marcus con infinito agradecimiento y tomó la mano de Dylan. — Cuento con equivocarme infinidad de veces mientras nos guíe a los dos a crecer, a ser personas adultas buenas y lo menos rotas posible, Dylan, pero esta vez no considero que lo hiciera. — Se giró un poco hacia él. — Porque estás aquí, y toda esta gente, y los Lacey, Aaron, Edward, los O’Donnell, los Gallia… Hemos luchado juntos por traerte y por eso podemos disfrutarte hoy con nosotros. — Monica estaba ya secándose las lágrimas.

    Bueno y porque… No considero que perdiéramos del todo. — Dylan parpadeó, confuso. — Yo les di mi parte de la herencia, pero tú eres menor, así que tu parte la controla tu tutor legal… ¿Y quién es esa? — El chico dio un salto en el asiento. — ¿El dinero vuelve a ser tuyo? — Ella rio un poco. — Nuestro. Tuyo, de papá y mío. La mitad está en una cuenta a tu nombre, para cuando acabes Hogwarts y lo uses como consideres, y la otra mitad en una cuenta que manejamos papá y yo para lo que haga falta de la casa, tu educación… — ¡Y tu taller! ¡Tú ya has salido de Hogwarts! Usa ese dinero para tu taller de La Provenza. — Se giró entusiasmado hacia Marcus. — ¡Colega! ¿A que tú también quieres un taller en La Provenza? Como en tu sueño, a la orilla del mar y con las flores… — Sonrió, con los ojos brillantes. — Te oí contárselo aquel día de tormenta a Alice… Ella nunca pediría nada para ella, pero para ti sí. — Volvió a mirarla. — Usad el dinero para el mejor taller de la historia. — Eso la hizo reír y acariciar su cabeza. — Bueno, bueno, patito, ya habrá tiempo para todo eso. Primero tendremos que licenciarnos al menos una vez, ¿no te parece? — Dylan asintió, tratando de controlar el entusiasmo. — Claro… Pero en cuanto lo hagáis, por favor, hermana, prométeme que… — Dylan. — Le cortó cogiéndole de la cara suavemente. — ¿Entiendes que ahora mismo tienes un montonazo de dinero, más del que pensarías tener en toda tu vida, que es TUYO que vas a tener que aprender a utilizar? — Su hermano hizo una pedorreta y se soltó de su agarre. — No puede importarme menos, Alice… — Eso hizo reír a la propia Alice y a Nikki, que dio un trago de vino y dijo. — No ha podido sonar más a Janet. — Es que… Todo mi miedo ayer y hoy era pensar que habíais parado toda vuestra vida por esto y… Bueno, que papá iba a tener dificultades y que ellos eran muy poderosos pero… Por no tener, por lo visto, no tienen ni casa, y ese dinero ahora nos va a ayudar muchísimo y todos vamos a estar bien y… — El chico soltó el aire por los labios y, de repente se tapó la cara con las manos y se echó a llorar, cosa que puso en guardia a las tres mujeres de la mesa. — ¡No! ¡Patito no llores! — ¡MI NIÑO! Si ya está todo bien… — Dijeron rodeándole. — Dejadle respirar… — Sugirió Howard, siendo flagrantemente ignorado. — Estoy llorando de alivio… — Aclaró Dylan. — Había pensado tantas cosas que podían ir mal y, sin embargo aquí estamos, todos juntos comiendo, papá, y los abuelos, y los O’Donnell y todos están bien y… Tenemos dinero y así la hermana no se va a preocupar más, y… — Se lanzó a sus brazos y Alice se dio cuenta de que ella también estaba llorando. — Me siento afortunado por todo eso. Mi parte del dinero es lo de menos, solo quiero que el colega y tú saquéis algo bueno y grande de todo esto. — Ella le estrechó entre sus brazos. — Bueno es, desde luego, y cada día más grande, hay noches que hasta tiene barba.





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    Miér 12 Jul - 20:58


    Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    Con Alice | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002
    Sonrió, orgulloso y conmovido, reforzando las palabras de Alice. Aquella lucha había terminado y se había saldado con ellos victoriosos, porque nada les importaba más que tener a Dylan de vuelta. Y ahora, además, los Van Der Luyden no podían hacerles absolutamente nada legalmente. Puede... que, cuando se enfriara... se planteara si no sería buena idea vengarse jurídicamente hablando. Pero sabía que Alice se iba a negar, y sinceramente, tenía demasiadas ganas de iniciar sus proyectos y sueños con ella como para dedicarle a esa gentuza ni un solo segundo más de su tiempo. Trataría de recordárselo a sí mismo cuando el orgullo le pinchara de nuevo.

    Compartió una mirada con los demás y tuvo que aguantar una risa de felicidad cuando vio el entusiasmo de Dylan. El chico era tan bueno, tenía un corazón tan noble y quería tanto a su hermana, que saberla con el dinero en posesión de nuevo le había entusiasmado y borrado el enfado de golpe, aunque no fuera exactamente tan sencillo como que había recuperado el dinero. Lo que le hizo abrir mucho los ojos fue la propuesta que lanzó. ¿Cómo se acordaba de eso? Bueno, como para no saberlo, si Marcus y Alice no dejaban de hablar del taller, pero le sorprendía que estuviera en su cabeza en esos momentos, si casi no estaba ni en la de ellos después de todo lo que habían pasado. Rio levemente, pero antes de que Alice se pudiera explicar, ya le estaba hablando a él. - No no, colega. - Dijo entre risas tiernas. - Qué va. Te lo agradezco en el alma, pero ese dinero es tuyo... - Nada, no era tan fácil de convencer. Siguió hablando y sus palabras le hicieron tragar saliva, con una sonrisa, para contener su emoción. Le acarició los rizos. - Eres el colega más bueno del mundo. El mejor hermano y el mejor cuñado. - Negó. - Y te agradecemos el gesto, de verdad, pero... - Pero nada, Dylan a lo suyo. Y reiría con ternura más si no fuera porque le estaba emocionando en serio.

    Al menos Alice le dio una buena baza. Rio, mirándola con adoración. - Sí. Licenciarse primero estaría bien. - Qué ganas tenía, por Merlín. Ya estaba mirando a Alice como él la miraba, como si solo existiera ella, cuando el chico tuvo un arranque propio del hijo de Janet y William Gallia que les hizo a todos reír, en su caso con una carcajada. Le revolvió el pelo. - Haces bien. Ya tendrás tiempo para que te importe. - Y estaba riendo, distendido y con la tranquilidad de que el tema estaba hablado, cuando Dylan rompió a llorar y a Marcus se le cayó el alma a los pies. Se quedó simplemente mirándole y escuchándole, mientras varias personas le achuchaban, y lo que decía... terminó de derribar los intentos de Marcus de autocontrol.

    - ¡No! No, colega. - Dijo Howard, con el tono paternal que usaba con él cuando tenía la edad de Dylan, y de repente sintió tenerla. Respiró hondo para recomponerse y alzó una mano. - Estoy bien, estoy bien, no pasa nada. - Pero su cuñado ya le había visto y estaba haciendo un puchero, así que le miró directamente. - Los afortunados somos nosotros por tenerte a ti. Todo esto ha merecido la pena para que seamos siempre una familia, ¿me oyes? - El niño asintió, lloroso, y se lanzó a sus brazos, y se permitió soltar aire por la boca y dejar más lágrimas caer, porque necesitaba desahogarse. - ¡Lo que no merece la pena es venirse a este restaurante tan bueno para que se enfríe la comida! - Saltó Nikki, limpiándose las lágrimas, con una indignación que distendió el ambiente e hizo reír a todo el mundo.

    Desde luego que estaba deliciosa la comida, hicieron bien en volver a centrarse en ella. Se echó hacia atrás, resoplando. - Me he puesto como un tonel. - Monica le miró con una ceja arqueada. - Como una tubería, en todo caso, querrás decir. - Howard rio por lo bajo, pero su mujer le tiró un crosttini, lo cual hizo a Marcus indignarse. - ¡No tires eso! Que está buenísimo. - No consiento que se ría. Luego la que tiene lorzas soy yo, ese es otra tubería. - Tú no tienes lorzas, mi amor. Tú eres una escultura tallada. - Se oyeron varios "ooooh" en la mesa. -  Lo que hay que oír... - ¿Llegamos a lo justo para el postre? - Comentó una voz alegre, en concreto la de Aaron, que acababa de aparecer por allí con un Edward repentinamente muy tímido tras él. Todos le recibieron con alegría. - ¡A lo justo para el tiramisú! - Celebró Marcus. Dylan se levantó de un salto. - ¿Alguno es alérgico al café? Lleva café. A mi padre siempre le recomiendan no tomarlo, pero se lo salta. - Marcus aguantó la risa apretando los labios e, inclinandose hacia él, le susurró. - Creo que no es por alergia, colega. - Justo a tiempo para el postre, abogado. - Susurró melosa Nicole a Edward, haciendo que el hombre se pusiera como un tomate. Por lo bajo, sin embargo, le contestó. - No me lo pensaba perder. - Con una sonrisilla, lo que hizo que Nikkie le dedicara una mirada y una sonrisa cargada de intenciones.

    Les hicieron hueco a ambos y Monica le dio un codazo a Aaron. - ¿Qué? ¿Cómo está Klaus? - El chico rio. - Bien, supongo. - Divinamente, diría yo. - Sí, sí, divinamente estuvo la otra noche, sí. - Ladeó la cabeza. - A ver qué tal está esta tarde. - Marcus se extrañó. - ¿No vienes de estar con él? - Aaron, con una sonrisilla más tenue, se mojó los labios con la mirada baja y dijo. - No... No exactamente. - Les miró. - Estaba con mis padres. - Se generó un silencio en el grupo que cayó como una losa pesada. El chico no quería darle tanta gravedad, así que miró a Edward. - Me estaba ayudando con el papeleo final, y ya lo tengo todo resuelto, podré volver con vosotros mañana. Iba a quedar con Klaus, pero quería veros, y no me quedaba demasiado tiempo, y prefería estar con Klaus tranquilo para despedirme, así que... - Se encogió de hombros. - Prefería ir sin avisar para evitar... bueno, circunstancias incómodas. - Marcus le miraba, empático. - ¿Y cómo ha ido? - El chico, de nuevo con la mirada baja, se encogió de hombros. - Mal. Mi padre se ha enfadado y entristecido a partes iguales, saltaba a la comba entre gritarme por loco y desagradecido y rogarme que no me fuese. Mi madre... ha llorado como si me hubiera muerto. Creo que hubiera preferido que me hubiera muerto. - Howard chasqueó la lengua. - Va, no digas eso... - No te preocupes. Lo tengo asumido. - Dylan miró a Howard. - Es verdad. - Volvió la vista a Aaron. - Está muy triste, pero también... aliviado. Aunque hay algo como que pincha. - Culpa. - Especificó Aaron. - No puedo evitar sentirme culpable, por mi madre sobre todo. - Respiró hondo. - Pero es lo que tengo que hacer. - Miró a Alice y a Dylan y, sonriendo levemente, añadió. - Y tengo un gran ejemplo a seguir. -




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