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Freyja
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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The birthday boy CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de junio de 2002 |
Los demás dirían que si prepotente o no se qué, pero la ilusión de Marcus al recibir regalos era la de un niño, si es que daba gusto dárselos. — Qué elegante, señor alquimista de piedra en pocos meses. — Le dijo con una sonrisita y un bailecito de hombros. Sí, no era tonta ni le faltaba conocimiento de su novio, ya sabía ella también que se estaba debatiendo entre ponérsela o no porque aún no tenía rango, pero solo había que recordarle que dentro de nada lo tendría. Además dentro de nada, porque para alquimista de piedra, ninguno de los dos necesitaba mucho esfuerzo, estaban por encima de los conocimientos exigidos. Y de hecho, tenían más ganas de llegar al entrenamiento de alquimista de hielo que de ninguna otra cosa. Pero a ver, no hacía falta tampoco ponerle en evidencia delante de todo el mundo en su propio cumple, mejor recordarle que lo sería algún día.
Se limitó a entornar los ojos con cansancio a lo de escribir guarradas. De verdad, qué poca clase decirlo delante de sus padres, cuando podrían felizmente hacerlo o no, no era cosa de los demás. Que sí, lo harían, claro que lo harían, si no había nada que les gustara a ellos más que juntar intelectualidad e intimidad, pero no hacía falta decirlo así. Y de hecho, su novio para lo que aprovechó, fue para ponerle "te quiero", y ella contestó vocalizándolo y mirándole. Vaya que si le quería, y más cuando hacía esas cosas. Si es que era lo más bonito de su vida, ¿cómo no iba a quererle, amarle más que nada, resacoso, cansado, prepotente o como se pusiera?
Pero, por supuesto, quedaba el misterioso regalo de los abuelos, y ella lo esperaba con tanta expectación como Marcus, y diría que toda la mesa. La candidez de su hermano le resultó adorable, porque aún era gran parte de ese niño adorable que había sido siempre. — Si algo he aprendido, patito, es que en esta casa, todo siempre es más sesudo. — Y no le cabía duda de ello, y más si estaban implicados Larry y Emma. Efectivamente, era una transformación, Alice también lo había visto claro, pero el acertijo se ponía complicado, aunque nada que ella no pudiera esperar de alguien como Lawrence O’Donnell.
Eso sí, lo que no se esperaba en ningún caso, era un armario evanescente. Abrió muchísimo los ojos, porque se había quedado enganchada en el discursito de su novio, y casi se había olvidado de que había algo en el césped, así que se asustó cuando vio algo tan grande aparecer. — ¿QUÉ DICES? — Preguntó alucinada. Se giró a su padre, como cuando era pequeña y alucinaba con algo. — ¿Has visto, papi? Es un armario evanescente de verdad. — Es que vamos, le parecía tremendo. — Ya lo veo, pajarito. — Contestó su padre entre risas. — A mí no me vayas a pedir uno, que la cantidad de hechizos y seguridad que hay que echarles es un calvario. — Rio un poco y volvió a mirar, encantada. Le parecía la mejor idea que había oído en su vida, vaya, lo bien que le iba a venir a Marcus. Ella tendría que aparecerse, claro, pero también es verdad que ella era capaz de dejar temas estar. Marcus era capaz de necesitar, a como diera lugar, analizar algo, o volver a comprobarlo, y no poder dormir hasta hacerlo, y eso no eran circunstancias ideales para la aparición, así que le parecía una buenísima idea. Se levantó y fue a agarrarle del brazo. — Vas a poder estudiar todo lo que quieras para ese gran alquimista en el que te vas a convertir con tantos regalos enfocados a eso. Y vas a esperarme en el taller todo arregladito todas las mañanas mientras yo llego toda despeinada por la aparición. — Comentó con una risa, aunque en el fondo estaba pensado ojalá levantarme a tu lado e ir juntos al taller. Ojalá, de hecho, que el taller fuera nuestro, y ni armario ni nada, simplemente fuéramos a nuestro propio taller, en nuestro jardín, tal y como lo vimos aquella noche en la sala de los menesteres.
Pero no era momento para pensar en esas cosas, tenían mucho que celebrar. — Papi, ¿quién es Petra y por qué le tiene manía a la tía Emma? — Es aquella señora muy alta y estirada que es prima de papá y profesora de Hogwarts. — Le dijo Andrómeda con una risita. — Papá tiene muchas primas estiradas. — Contestó la niña, haciendo que todos tuvieran que contenerse muy fuerte para no reírse. — Ya te enterarás de quién es, ya. Verás cuando saque el cuadernito histórico de las transformaciones. — Dijo Alice, volviendo a su sitio de la mano de su novio. — Uf, ya ves tía, pánico me daba solo oír pasar las páginas de ese cuaderno, parecía que estaba buscando una sentencia de muerte adecuada — Aportó Darren. — Al menos a vosotros no os miraba como si olierais mal y os decía “menudo ejemplo para la familia Horner”. — Siguió Lex, haciendo que Miranda pusiera un poco cara de terror. — Pero tú tranquila, cariño, que tú vas a ser como yo, y le vas a enseñar lo que sabe hacer una Horner. — Dijo Emma con una sonrisilla orgullosa que le sacaba todo el brillo Slytherin. Arnold sonrió y miró a su hijo. — Venga, cumpleañero, mójate un poquito, y ya que es tu primer cumpleaños como mago graduado ya, dinos: ¿cuál ha sido tu profesor favorito y tu asignatura favorita? — Amplió la sonrisa y Vivi se quejó. — ¿Y solo le preguntas a él? — La de Alice ya la sé. Alquimia y Mustang, y tú no tenías asignatura favorita Vivi. — Eso hizo reír a su tía. — No, no, la verdad es que no. Venga, heredero al trono de la alquimia, mójate. — Dijo guiñando un ojo. — No todo van a ser regalitos. — Alice rio y se inclinó, apoyándose sobre él, relajada y feliz. Era su novio al que acababan de poner en un aprieto serio, no a ella. — Yo la profe la sé. — Saltó Darren. — Ingrid Handsgold. — Dijo apuntándole con el dedo. — Que se ponía todo rojitoooo cuando le decía cosas bonitaaaaas. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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The birthday boy Con Alice| En Casa O'Donnell | 4 de junio de 2002 |
Aún estaba alucinando, con las manos en la cabeza y los dedos enterrados en el pelo, mirando el armario sin podérselo creer, cuando Alice se le acercó y empezó a hablarle. Entre la resaca y la conmoción del momento, la escuchaba como si estuviera metido dentro de una pecera. La miró con una sonrisa cargada de emoción y le dijo. - Sabía que nunca dejaría de esperarte al pies de las escaleras. - Le salió directo del corazón. Porque, sí, eso había hecho desde que la conocía: esperarla muy arregladito hasta verla aparecer, fuera como fuese, con el mejor vestido del mundo o como si acabara de caerse de la cama. Era su Alice, y era perfecta en todas sus formas.
Estaba muy ocupado mirando su armario y abrazando a sus abuelos para agradecerles semejante regalazo, mientras escuchaba a Miranda hablar de fondo, pero el comentario de que "papá tenía muchas primas estiradas" le arrancó una fuerte carcajada que le dobló el tronco (y le dio una fuerte punzada en la cabeza por culpa del maldito alcohol del día anterior). Se fue aún riéndose de vuelta a su sitio con su novia, pero alzó un índice en dirección a ella, sin perder la sonrisa divertida. - ¡Eh, eh! No seáis envidiosos los dos. Como se nota que no pertenecíais a dicho cuaderno. - Emma soltó una risita entre dientes que rebosaba orgullo Slytherin de tal forma que juraría que estaba envuelta en una nube verde. Se le cortó un poco, tanto a la mujer la risa como a Marcus las ganas de continuar con el tema, con el comentario de Lex. De hecho, apretó un poco los dientes, aunque nada comparado con la mirada de odio que se le puso a su madre. Fenwick... Que mala persona era, porque no había otra forma de definirla. Como se enteraba de que hacía la vida imposible a su hermano en el último curso... Pensaba tirar de contactos en el castillo para enterarse de que todo iba bien. Vaya, eso sí que había sonado tremendamente Slytherin.
Su madre dejó el tema correr centrándose en su prima, y Marcus hizo lo mismo. - Eso, a la princesa de Slytherin no le va a faltar de nada. - Que no me entere yo, esperaba que su red de contactos durara hasta que su prima entrara en el colegio, aunque dudaba fuertemente de que Petra le hiciera nada a una calcamonía en miniatura de Anastasia Horner, por muy hija de una Hufflepuff que fuera. De repente, le cayó a él una pregunta que, a pesar de que todos estaban usando a modo de burla, muy poco debían conocerle si realmente pensaban que iban a ponerle en un aprieto. Se irguió, muy buen puesto, pero apenas había abierto la boca y Darren ya soltó una de las suyas. Le miró con cara de circunstancias, ignorando las risillas de los demás. - Alguien pasaba tanto tiempo con Kowalsky que solo se cree lo que dicen las habladurías sobre mi persona. - Darren rio estruendosamente, pero vio a su tío Phillip mirar incómodamente a Andrómeda. Por favor, que no se estuviera planteando que pasaba tiempo con Kowalsky por algo que no fuera su pasión por los bichillos. - Que lo vi yo con mis propios ojos, cuñadito. - Bueno. - Cortó Marcus, mirando a los demás y dispuesto a retomar la pregunta, dejando a Darren y Lex riendo a pesar de la forma deliberada en la que él atajó el tema.
- Efectivamente, la profesora Handsgold... - ¿¿VES?? - Y vuelta a reírse los dos. Marcus les dedicó tal mirada de desdén que, de ser una mujer, perfectamente creerían que es su madre. - ¿Puedo terminar? - Al menos los demás estaban respetándole. O eso interpretaba él de que no se estuvieran riendo (abiertamente). - La profesora Hadsgold es una profesional admirable, como todo el elenco de profesorado de Hogwarts. - Bueno... - Dijo Lex, rodando los ojos, pero Marcus siguió. - Mejorable, quizás, la docencia de Historia de la Magia. - Miró a su tío. - Claramente, la comparat... - Un montón de sonidos de burla le interrumpieron, otra vez. Suspiró hastiado, mientras Phillip reía y hacía un gesto al resto con una mano. - Pero dejad al cumpleañero que termine. - Gracias. Estoy convencido de que, de haber coincidido contigo en el castillo, serías mi profesor favorito. Y no porque seas mi tío. - Para nada... - Murmuró Violet, provocando de nuevo las risillas de Erin (y de Arnold también, la verdad). - Sino porque tu trabajo, del cual he sido un ferviente seguidor desde... - Y les regaló a todos los presentes un discurso de más de cinco minutos sobre historia de la magia y la labor de su tío como historiador.
- Dicho esto. - Continuó. Había conseguido anular las risitas por aburrimiento. - No hace falta que diga, si bien me apasiona la historia como bien sabéis. - Sí, algo hemos oído al respecto. - Comentó su padre, con esa sonrisa suave que tenía siempre. - Que mi asignatura favorita es la alquimia. - ¡No! - Exclamó irónico Lex. Marcus le alzó una ceja. - ¿Quieres otra disertación sobre por qué me gusta? - No, gracias. Con oírla permanentemente en tu cabeza tengo suficiente. - Pero Lex, lo bonito del conocimiento es compartirlo. Deja que ilustre con ello a los demás, no te lo quedes para ti solo. - A mí me gustaba Encantamientos. - Cortó William, con una ancha sonrisa. Marcus le señaló. - ¡En efecto! Encantamientos y Transformaciones, mis siguientes en la lista. - Miró a Alice, con una mano en el pecho. - Lo siento, mi amor. - Ooooooh, es verdad, que no le gusta la Herbología. - Ni las pociones. - Dijeron Darren y Lex respectivamente, el primero con tonito gracioso y el segundo con su malicia habitual. Marcus alzó las palmas. - No es que no me gusten. A mí me gusta todo. - Excepto el vuelo. - Excepto el vuelo. - Corroboró a su hermano. - Es solo que no dependen exclusivamente de destrezas académicas. - Su abuela soltó una exclamación ofendida. Se giró hacia ella. - ¡Exclusivamente académicas, digo! No que no haya que tener conocimientos. - Me consta que "sabe mucho de plantitas" fue uno de los puntos claves en la columna de "pros" que tenía Alice. - Bromeó Arnold, pero antes de que Marcus soltara una risa sarcástica, Violet preguntó con una carcajada. - ¿Y qué había en la columna de contras? - "Ella es libre como el viento y un día volará cual pajarito y se olvidará de un aburrido como yo y me dejará tirado". - Volvió a burlarse Lex, levantando risitas. - Si pudiera transmutar tu envidia en oro, te haría rico. - Contestó a Lex. Al final, con tanta tontería no le dejaban responder.
- El profesor Handsgold también me encantó siempre como docente. - ¿Y Remus? - Preguntó su padre, y Lex y Darren se taparon ambos la boca con una mano y agacharon la cabeza. Marcus miró a su padre. - Es un hombre que indudablemente sabe de lo que... ¡¿Alguien puede decirle a estos dos que paren de reírse?! - Tío, por favor. - Dijo Lex, entre risas, y Darren ya estaba literalmente llorando. - ¿Qué? - ¡Que no cuela que te guste el profesor Adams! Es lo más aburrido y deprimente de la historia. - ¡Oye! Que es mi compañero de trabajo. - ¡Venga ya, papá! Le has hecho a Marcus la pregunta con toda la intención para que te suelte un peloteo de los suyos, pero no lo aguantas ni tú. - Me ofendes, hijo. Remus es un gran compañero. - Oigo bostezar tu cerebro cada vez que habla. - Eso hizo a todos reír, pero Arnold entrecerró los ojos y apuntó con un índice a Lex. - Los chivatos no gustan en tu casa, pregúntale a tu madre. - Emma rio entre dientes, y Marcus aprovechó para retomar. - Pero, indudablemente, si hay una docente en el castillo digna de admiración, de toda nuestra admiración, que merece ser encumbrada a lo más alto de... - Y otros tantos minutos de regalo de muchas loas antes de desvelar a quien se refería, aunque ya todos lo imaginaban. - Por ello, mi profesora favorita no podía ser otra que la grandiosa y sabia Arabella Granger. - Ahora es cuando confiesa el giro de trama definitivo: que se quitó su asignatura después de los TIMOs. - La asignatura es una cosa y la profesora es otra. - Contradijo a su hermano, teniendo que subir la voz por encima de las risitas que había generado. - Y yo ya tenía los conocimientos necesarios adquiridos. Ella misma me aconsejó enfocar mi itinerario de otra forma. Un buen Ravenclaw se rige por su necesidad de avanzar y conocer, no por sentimentalismos personales. - Ooooyyyy qué golpe bajooo. - Respondió Darren en una muy mala fingida ofensa, porque se seguía riendo.
- Yo tengo una curiosidad. - Dijo la voz profunda de Lawrence, el único que había permanecido respetuosamente callado y sonriente mientras él hablaba. Se giró hacia los adultos y dijo. - ¿Cuáles eran los vuestros? - Hubo un collage de reacciones entre los adultos, algunos resoplaron, otros carcajearon y otros rodaron los ojos, pero Lawrence apuntó con un índice a Arnold. - Si tú puedes poner a tu hijo en evidencia, yo también. Venga, muchachos: confiesen. -
Estaba muy ocupado mirando su armario y abrazando a sus abuelos para agradecerles semejante regalazo, mientras escuchaba a Miranda hablar de fondo, pero el comentario de que "papá tenía muchas primas estiradas" le arrancó una fuerte carcajada que le dobló el tronco (y le dio una fuerte punzada en la cabeza por culpa del maldito alcohol del día anterior). Se fue aún riéndose de vuelta a su sitio con su novia, pero alzó un índice en dirección a ella, sin perder la sonrisa divertida. - ¡Eh, eh! No seáis envidiosos los dos. Como se nota que no pertenecíais a dicho cuaderno. - Emma soltó una risita entre dientes que rebosaba orgullo Slytherin de tal forma que juraría que estaba envuelta en una nube verde. Se le cortó un poco, tanto a la mujer la risa como a Marcus las ganas de continuar con el tema, con el comentario de Lex. De hecho, apretó un poco los dientes, aunque nada comparado con la mirada de odio que se le puso a su madre. Fenwick... Que mala persona era, porque no había otra forma de definirla. Como se enteraba de que hacía la vida imposible a su hermano en el último curso... Pensaba tirar de contactos en el castillo para enterarse de que todo iba bien. Vaya, eso sí que había sonado tremendamente Slytherin.
Su madre dejó el tema correr centrándose en su prima, y Marcus hizo lo mismo. - Eso, a la princesa de Slytherin no le va a faltar de nada. - Que no me entere yo, esperaba que su red de contactos durara hasta que su prima entrara en el colegio, aunque dudaba fuertemente de que Petra le hiciera nada a una calcamonía en miniatura de Anastasia Horner, por muy hija de una Hufflepuff que fuera. De repente, le cayó a él una pregunta que, a pesar de que todos estaban usando a modo de burla, muy poco debían conocerle si realmente pensaban que iban a ponerle en un aprieto. Se irguió, muy buen puesto, pero apenas había abierto la boca y Darren ya soltó una de las suyas. Le miró con cara de circunstancias, ignorando las risillas de los demás. - Alguien pasaba tanto tiempo con Kowalsky que solo se cree lo que dicen las habladurías sobre mi persona. - Darren rio estruendosamente, pero vio a su tío Phillip mirar incómodamente a Andrómeda. Por favor, que no se estuviera planteando que pasaba tiempo con Kowalsky por algo que no fuera su pasión por los bichillos. - Que lo vi yo con mis propios ojos, cuñadito. - Bueno. - Cortó Marcus, mirando a los demás y dispuesto a retomar la pregunta, dejando a Darren y Lex riendo a pesar de la forma deliberada en la que él atajó el tema.
- Efectivamente, la profesora Handsgold... - ¿¿VES?? - Y vuelta a reírse los dos. Marcus les dedicó tal mirada de desdén que, de ser una mujer, perfectamente creerían que es su madre. - ¿Puedo terminar? - Al menos los demás estaban respetándole. O eso interpretaba él de que no se estuvieran riendo (abiertamente). - La profesora Hadsgold es una profesional admirable, como todo el elenco de profesorado de Hogwarts. - Bueno... - Dijo Lex, rodando los ojos, pero Marcus siguió. - Mejorable, quizás, la docencia de Historia de la Magia. - Miró a su tío. - Claramente, la comparat... - Un montón de sonidos de burla le interrumpieron, otra vez. Suspiró hastiado, mientras Phillip reía y hacía un gesto al resto con una mano. - Pero dejad al cumpleañero que termine. - Gracias. Estoy convencido de que, de haber coincidido contigo en el castillo, serías mi profesor favorito. Y no porque seas mi tío. - Para nada... - Murmuró Violet, provocando de nuevo las risillas de Erin (y de Arnold también, la verdad). - Sino porque tu trabajo, del cual he sido un ferviente seguidor desde... - Y les regaló a todos los presentes un discurso de más de cinco minutos sobre historia de la magia y la labor de su tío como historiador.
- Dicho esto. - Continuó. Había conseguido anular las risitas por aburrimiento. - No hace falta que diga, si bien me apasiona la historia como bien sabéis. - Sí, algo hemos oído al respecto. - Comentó su padre, con esa sonrisa suave que tenía siempre. - Que mi asignatura favorita es la alquimia. - ¡No! - Exclamó irónico Lex. Marcus le alzó una ceja. - ¿Quieres otra disertación sobre por qué me gusta? - No, gracias. Con oírla permanentemente en tu cabeza tengo suficiente. - Pero Lex, lo bonito del conocimiento es compartirlo. Deja que ilustre con ello a los demás, no te lo quedes para ti solo. - A mí me gustaba Encantamientos. - Cortó William, con una ancha sonrisa. Marcus le señaló. - ¡En efecto! Encantamientos y Transformaciones, mis siguientes en la lista. - Miró a Alice, con una mano en el pecho. - Lo siento, mi amor. - Ooooooh, es verdad, que no le gusta la Herbología. - Ni las pociones. - Dijeron Darren y Lex respectivamente, el primero con tonito gracioso y el segundo con su malicia habitual. Marcus alzó las palmas. - No es que no me gusten. A mí me gusta todo. - Excepto el vuelo. - Excepto el vuelo. - Corroboró a su hermano. - Es solo que no dependen exclusivamente de destrezas académicas. - Su abuela soltó una exclamación ofendida. Se giró hacia ella. - ¡Exclusivamente académicas, digo! No que no haya que tener conocimientos. - Me consta que "sabe mucho de plantitas" fue uno de los puntos claves en la columna de "pros" que tenía Alice. - Bromeó Arnold, pero antes de que Marcus soltara una risa sarcástica, Violet preguntó con una carcajada. - ¿Y qué había en la columna de contras? - "Ella es libre como el viento y un día volará cual pajarito y se olvidará de un aburrido como yo y me dejará tirado". - Volvió a burlarse Lex, levantando risitas. - Si pudiera transmutar tu envidia en oro, te haría rico. - Contestó a Lex. Al final, con tanta tontería no le dejaban responder.
- El profesor Handsgold también me encantó siempre como docente. - ¿Y Remus? - Preguntó su padre, y Lex y Darren se taparon ambos la boca con una mano y agacharon la cabeza. Marcus miró a su padre. - Es un hombre que indudablemente sabe de lo que... ¡¿Alguien puede decirle a estos dos que paren de reírse?! - Tío, por favor. - Dijo Lex, entre risas, y Darren ya estaba literalmente llorando. - ¿Qué? - ¡Que no cuela que te guste el profesor Adams! Es lo más aburrido y deprimente de la historia. - ¡Oye! Que es mi compañero de trabajo. - ¡Venga ya, papá! Le has hecho a Marcus la pregunta con toda la intención para que te suelte un peloteo de los suyos, pero no lo aguantas ni tú. - Me ofendes, hijo. Remus es un gran compañero. - Oigo bostezar tu cerebro cada vez que habla. - Eso hizo a todos reír, pero Arnold entrecerró los ojos y apuntó con un índice a Lex. - Los chivatos no gustan en tu casa, pregúntale a tu madre. - Emma rio entre dientes, y Marcus aprovechó para retomar. - Pero, indudablemente, si hay una docente en el castillo digna de admiración, de toda nuestra admiración, que merece ser encumbrada a lo más alto de... - Y otros tantos minutos de regalo de muchas loas antes de desvelar a quien se refería, aunque ya todos lo imaginaban. - Por ello, mi profesora favorita no podía ser otra que la grandiosa y sabia Arabella Granger. - Ahora es cuando confiesa el giro de trama definitivo: que se quitó su asignatura después de los TIMOs. - La asignatura es una cosa y la profesora es otra. - Contradijo a su hermano, teniendo que subir la voz por encima de las risitas que había generado. - Y yo ya tenía los conocimientos necesarios adquiridos. Ella misma me aconsejó enfocar mi itinerario de otra forma. Un buen Ravenclaw se rige por su necesidad de avanzar y conocer, no por sentimentalismos personales. - Ooooyyyy qué golpe bajooo. - Respondió Darren en una muy mala fingida ofensa, porque se seguía riendo.
- Yo tengo una curiosidad. - Dijo la voz profunda de Lawrence, el único que había permanecido respetuosamente callado y sonriente mientras él hablaba. Se giró hacia los adultos y dijo. - ¿Cuáles eran los vuestros? - Hubo un collage de reacciones entre los adultos, algunos resoplaron, otros carcajearon y otros rodaron los ojos, pero Lawrence apuntó con un índice a Arnold. - Si tú puedes poner a tu hijo en evidencia, yo también. Venga, muchachos: confiesen. -
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The birthday boy CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de junio de 2002 |
Menuda preguntita les habían hecho, porque daba igual cuán resacoso estuviera Marcus, él siempre tenía discursos en la mochila para loar Hogwarts y sus profesores. Pero antes, por supuesto, tenía para su tío Phillip, menudo era él. Todos acababan mirándola, en medio del discurso, comos i ella tuviera alguna clase de poder sobre la verborrea de Marcus, y ella se limitaba a hacer gestos como diciendo “¿Y qué queréis que haga yo? Ha empezado Arnold”.
Obviamente, llegó a la conclusión de Alquimia, aunque tenía lugar en su corazón para más. No para Herbología y Pociones claro. Chasqueó la lengua y entornó los ojos. — Cómo no. No sabe apreciar la belleza del crecimiento azaroso de las plantas. — Azaroso, mi hermano, elige una. — Dijo Lex haciendo un gesto de balanza con las manos, haciendo reír a todos, aunque la abuela Molly seguía en su pose de falsa ofensa. — Esto pasa porque no los llevamos suficiente a Irlanda de pequeños, bueno ni de mayores, porque si hubiera aprendido Herbología allí en los huertos y los invernaderos… — Aleccionaba la mujer a Arnold, en voz baja, pero lo suficientemente alta para que la oyeran. Pero tuvo que reírse con lo de saber de plantitas. Ella se encogió de un hombro y miró a su novio. — Vaya, ¿dónde habrá oído tu padre esa frase? — Se rio y negó con la cabeza. — En su defensa, ya me lo decía antes de estar enamorado de mí. — Oyó otra risa por el fondo de la mesa y miró a Emma. — No ha habido tal época desde hace siete años, querida. — Y eso la hizo sonreír más aún. Le alegraba que todo el mundo pudiera ver su amor tan claro, y más Emma precisamente. Tanto la alegraba que ignoró las bromas que su cuñado hacía a su costa.
Ah, pero Arnold tuvo que preguntar por Adams precisamente, y ella tuvo que entornar los ojos tanto como le dieron de sí. — Parece que Alice tiene una opinión contraria a la de Marcus respecto a tu compañero, hijo. — Señaló Lawrence. — Pues sí, la verdad, porque es muy duro ser mujer cerca de Adams, la verdad, no pierde oportunidad de recordarte cómo tu género es naturalmente malvado y que abocamos al divorcio y la depresión a todos los hombres buenos. — Arnold ladeó la cabeza. — Es que el pobre lo ha pasado muy mal con el divorcio. — Alice levantó las palmas de las manos. — Pero no he sido yo la que se ha divorciado de él, señor mío. Además, hace ya tres años, que vaya asumiéndolo y no nos culpe a todas las mujeres del mundo. Tendríais que haberlo visto en el baile, fue el primero que me sacó a bailar y todo el rato “Gallia, sé buena con Marcus, es un genio, no lo vayas a hundir ¿eh?” Menudo consejazo para salir de Hogwarts… — Pero todos se reían de la circunstancia, y ella se unió a las risas inevitablemente cuando Lex dijo lo de que oía al cerebro bostezar. — Has debido sufrir mucho en las clases de Ferguson. — ¡Eh, jovencita! Cuidado con mi materia. — Se quejó Phillip, y ella se asomó a mirarle. — Mira, flaco favor le ha hecho Ferguson a tu materia. Es la definición de lo contrario a didáctico. —
Al final, su novio encumbró a Arabella como favorita, cosa que tampoco le sorprendió, aunque tuvo que reírse con lo de que se había quitado su asignatura en quinto. — Es verdad que fue un poquito traición, vida mía, por parte de los dos, y más con lo importantes que son las estrellas para nosotros. — Le dijo entre risas, acariciando su mano. — Puf, y tanto, si en verdad, si querías encontrarles, lo más rápido era mirar en la Torre de Astronomía. — La tata se rio fuertemente. — Lo mejor de que Lex se lance a hablar es que el tío no para, es como tener línea directa con Hogwarts. — Emma arrugó un poco el gesto. — Ahórranos más detalles. — ¡Que no! — Dijo ella ofendida. — Joe, que solo subíamos ahí a hablar y… Estar. Era nuestro sitio favorito del castillo, porque es el más alto y sopla el viento y se ven las estrellas… Es muy nuestro. — Ohhhhh. — Saltó Molly. — Larry y yo también teníamos uno así en Ballyknow. Los pueblos, ya se sabe, y te aseguro que solo hablábamos y mirábamos el paisaje, que eran los cincuenta.—
Y hablando del aludido, precisamente hizo una pregunta a los padres. — ¡Eso, eso! — Coreó ella. — Aquí nos mojamos todos. — Erin se cerró un poco en sí misma, como si se asustara. — Pues… A mí… Todo el mundo lo sabe, ¿no? — Venga, exprésate, cariño. — Dijo Vivi, rodeándola y dejando un beso en su mejilla. — Las tías de Marcus y Alice son cariñositas. — Le dijo Miranda en voz baja a su madre. — Pues… A ver… Cuidados, ¿no? Esa era mi asignatura favorita… Y bueno, profesor… Es que… Casi ni me veían, pero… El de Encantamientos era como… Muy serio y callado y… No me hacía sentirme un bicho raro. — Vivi le dio una serie de besos seguidos en la mejilla. — Pero qué mona eres. — ¿Y la tuya Vivi? — Preguntó Darren, a lo que su tía hizo un gesto con la mano. — A mí me aburría estudiar una barbaridad, pero Pociones me gustaba por la utilidad. Aunque las mejores pociones nunca se daban… Por lo menos te servían para algo. — Ahora resulta que el resto de asignaturas no sirven. — Dijo Emma con retintín, entornando los ojos. — Pues mira, Encatamientos también, pero es que el de Encantamientos, como bien ha señalado Erin, era mortal. Eso sí, el de Vuelo… Ese sin duda era mi favorito. — Dijo con una sonrisa traviesilla al final. — Por lo que más quieras, Vivi, no digas en esta mesa que intentaste seducir a un profesor de Hogwarts. — Pidió Arnold, tratando de contener el desastre, aunque Alice se sabía esa historia, y no le iba a gustar. — ¿Cómo que intentar? — Preguntó su tía, ofendida. — No me digas que no lo sabías. — Preguntó su padre, mirando a Arnold con tranquilidad, sin ni siquiera descruzar los brazos. — ¡Por el amor de Merlín, Violet! Que eras menor. — Señaló Emma, ya poniendo el tono de prefecta que acaba de pillar a una alumna. — Nooooo, no, no, no… ¿Cómo iba el bueno de Quayle a liarse con una menor? Cuando nos enrollamos yo ya tenía los diecisiete. — ¡No fastidies que fuiste tú! — Dijo Andrómeda, tapándose la boca y abriendo mucho los ojos. — Yo estaba en segundo, aún daba vuelo con él y el rumor fue fortísimo. — Emma se frotó los ojos, pero Phillip no podía evitar reírse. — Menos mal que ya no era yo tu prefecta, qué vergüenza. — Es que era jugador de quidditch, jovencísimo y guapísimo, solo es que había tenido que retirarse por lesión… — Se justificó su tía. — Tú me entiendes, ¿verdad, Darren? — ¡Bueno! Andrómeda, querida, ¿y tus favoritos? — Preguntó Lawrence, claramente para cambiar de tema. — Yo el de Aritmancia, te la hacía divertida. — ¿Fawkes? — Preguntó Arnold y ella asintió. — ¿Os conocéis todos los aritmánticos? — Ya te digo, cada vez somos menos. — Venga, Arnie, deja de hacerte el bueno y di la tuya, que yo la sé. — Dijo su padre, con esa sonrisa Gallia peligrosa. Arnold se encogió de hombros. — Anda, y todos… Aritmancia… — No, no, no, no señor… No es eso a lo que me refiero. — Contestó su padre moviendo el índice. — Tu favorita, que no era una profe… — Ay, qué tonto. — ¿Quién es esa favorita? — Preguntó Emma con un tono curioso, pero ciertamente helado. — Pues, pues… A ver, no era profesora, pero la profesora, la señora Wayne… Es que yo era un niño muy bueno, pero mi mejor amigo era aquel penco de allí, y a veces solo quería un poco de tranquilidad, libros y silencio, y ella me dejaba sentarme a su lado en el mostrador, y me felicitaba por mis cuentas y lo limpitas que estaban… Vamos, como hacía con mi madre cuando aún vivíamos en Ballyknow. — ¡¡¡¡¡AY MI NIÑO!!!!! — Tronó Molly. — ¡¡¡¡Si es que es bonito él!!!!! — Ay, mamá. — Se quejó, porque los besos y los abrazos le estaban desestabilizando, y hasta Emma tuvo que sonreír dulcemente. — Siempre has sido tan tierno… —
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Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Chistó. - Me parece muy básico y reduccionista valorar a un profesor solo por su desempeño en la asignatura. El docente es una cosa y la asignatura es otra, y en un internado como estábamos nosotros, a una profesora como Arabella, jefa de nuestra casa y futura directora POR ALGO SERÁ. - ¡Anda! No sabía yo eso. -Exclamó su tío, pero él siguió. - Hay que valorarla en su globalidad, y no solo por si he cursado su asignatura o no. - Más palabrería al estilo Marcus para defenderse. No se sentiría orgulloso de decir delante de todos ellos como Hillary y él acabaron gritando que estaban deseando perder Astronomía de vista aquel fatídico día del trabajo en el que Alice acabó drogada.
Sonrió a su novia cuando dijo lo de las estrellas y casi hizo que, a pesar de todo eso, le diera pena quitarse de la asignatura. Pero ya tuvieron que romperle el romanticismo resaltando lo de la torre de Astronomía. Y, para arreglarlo, oyó a William decir por lo bajo con una sonrisilla maliciosa y mirándole a él. - Mejor dejemos las estrellas tranquilitas. - Marcus tragó saliva y desvió la mirada. No, por favor, que no saliera a relucir el tema estrellas otra vez, que menuda liada habían tenido con eso.
Lo de que la asignatura preferida de su tía Erin fuera Cuidado de Criaturas Mágicas, efectivamente, no sorprendía a nadie. - También le gustaba mucho la herbología a mi niña. - Dijo su abuela, orgullosa. Lawrence suspiró. - Sí, aún estoy limpiando gusarajos del quicio de la puerta de mi taller porque mi pequeña exploradora tenía que estudiar sobre una hiedra polinesia una Navidad y no tuvo otra cosa que hacer que plantarla ahí, "que daba sombrita y calorcito al mismo tiempo", sin decirnos nada, y volverse a Hogwarts y dejarnos con un montón de plantas salvajes creciendo alrededor de la madera. - Todos rieron, y Erin se encogió sobre sí misma, ruborizada, aunque con una sonrisilla. Marcus miró a Alice. - ¿En qué curso se estudia la hiedra polinesia para los gusarajos? - Preguntó divertido, una pregunta que sabía que era retórica. Erin suspiró. - ¡Vale! Era un experimento. - Y creció bien bonita, cariño. No te disculpes por poner plantas en nuestro jardín. - En la puerta de mi taller. Una planta que atraía a los gusarajos. De verdad que el otro día me encontré con uno y han pasado ya treinta años. - Las disputas cotidianas de sus abuelos eran muy cómicas.
Casi tan poca sorpresa como lo de que a su tía le gustaba Cuidados debía haber sido la salida de Violet, pero en la protocolaria mente de Marcus entraba tan poco esa posibilidad que desencajó la mandíbula, mientras pasaba la mirada de hito en hito entre todos los que hablaban. Giró los ojos lentamente, cruzó la mirada con Lex y ambos fruncieron los labios para aguantarse las ganas de reír. Desde luego que lo de Violet no tenía nombre, y Lex se puso hasta colorado cuando la mujer hizo esa pregunta a Darren, lo cual solo hizo aún más gracia a Marcus. Después de decir Andrómeda su profesor favorito, llegó el turno de su padre. La escena conmovió a todos (e hizo mucha gracia que su madre le tratara como a un niño pequeño). Marcus, sin embargo, chistó con fastidio y se cruzó de brazos. - Yo podía haberme llevado genial con mi bibliotecaria, pero la señora Bins me odiaba. - ¿A ti? ¿A mi sobrino favorito? ¿Con lo que te gustan los libros? - Preguntó Phillip entre cómico y tierno, y Marcus asintió con expresión penosa. - Porque estabas continuamente haciendo "sugerencias" a su biblioteca. - Dijo Lex, y su abuelo soltó una carcajada que hizo que Molly le mirara con los ojos entrecerrados. - Es que esa mujer no aceptaba que se le dijera que un libro estaba mal colocado o que faltaban manuales. - Su abuelo cada vez se reía más, a saber por qué, pero Lex bufó y le hizo un gesto con la mano. - ¡Tío, que te quería todo el puto mundo! No seas envidioso. - Ya, pero es que seguía sin entender por qué la bibliotecaria le odiaba precisamente a él.
- En cuanto a asignatura, mi favorita era Estudios Muggles. - Dijo Andrómeda, encogiendo un hombro con una sonrisa dulce. - Tampoco es sorpresa para nadie, supongo. - Es cierto que no estaba nada mal. - Apuntó la última persona de la mesa que todos hubieran imaginado que cursara esa asignatura. Todos la miraron. - ¿Cursaste Estudios Muggles, mamá? - Preguntó Marcus. Antes de que Emma pudiera defender con su tranquila impasividad habitual los motivos de entrar a esta asignatura, Violet soltó una carcajada y contestó por ella. - Claro, hombre. Hay que conocer bien a tus enemigos. - Su madre despegó los labios para hablar, pero apenas aspiró un poco de aire, mirando a Violet, y acto seguido cerró de nuevo la boca y perdió la mirada por ahí, dignamente. Mejor no preguntaban más. Mejor hacían como que lo que había dicho Violet era una graciosa y socarrona broma, reían un poquito y dejaban el tema correr.
- ¿Y quiénes eran tus favoritos, Emma? - Yo lo sé. - Respondió Arnold a la pregunta de Lawrence con una sonrisilla de satisfacción infantil, haciendo que su mujer rodara los ojos, aunque se le notaba la sonrisita en los labios. - Evidentemente, Encantamientos era mi asignatura favorita. Pero también pasé muy buenos ratos en el Club de Duelo. - Y lanzó una mirada cómplice a Alice, sonrisa incluida. Arnold añadió. - Ella muy buenos, yo muy malos. - Ah, qué exagerado. - Suspiró la mujer, pero de nuevo parecía estar ocultando la sonrisita. William fingió un escalofrío. - Yo por tal de no acercarme a Perkins, no me hubiera apuntado al club. Por eso y porque habríamos acabado achicharrados todos: mi rival, Perkins y yo. - Emma había vuelto a retirar la mirada, poniéndola en ninguna parte pero, esta vez, en vez de recta o altiva, con los párpados bajos. Marcus detectaba las microexpresiones de su madre demasiado bien, por lo que esbozó una sonrisilla de lado. - ¿Quién era Perkins? - El jefe del Club de Duelo. - Contestó William, pero quien Marcus quería que respondiera era su madre, por lo que siguió mirándola. Arnold rio entre dientes. - Tu hijo te ha pillado, cariño. - No hay nada que pillar. - Dijo ella, muy digna, ya sí levantando la mirada. - Perkins era un gran docente. - Perkins daba miedo. - Solo a quienes no hacían las cosas bien. - Contestó helada el comentario de William, continuando con su defensa justo después. - Era el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. - Y todo un cliché. - Completó Violet, lo que hizo a Emma rodar los ojos. Erin, con los suyos entornados, se frotó el brazo. - Sí que daba un poquito de miedo. - Imponía. Sabía defender y atacar, pero ante todo, su sola presencia imponía. Tenía un aura diferente, eso lo hacía tan buen profesor. - Defendió Emma, y a Marcus le llamó la atención la vehemencia, tanto que arqueó una ceja. William se asomó para mirarla. - ¿Seguro que estás definiendo a un profesor, o a un auror de casos chungos? - Ahora es auror, de hecho. Aunque ya tiene que estar para jubilarse. - Dijo su padre, y Andrómeda asintió. - Confirmo. Toda la plantilla de obliviadores se echa a temblar cuando lo ve aparecer por alguna parte. Quiere decir que el tema es considerablemente grave. - Emma seguía altiva y digna, y Violet volvió a hablar, esta vez mirando a los jóvenes. - Para que os hagáis una idea, era un tipo que parecía ir envuelto en una nube negra, que cuando avanzaba por el pasillo parecía un dementor y que, cuando te miraba, pensabas, ojalá me hubiera mirado un basilisco. - Era una bellísima persona y un gran docente. - Siguió insistiendo Emma. - Nadie se defiende de las artes oscuras con risitas y colegueos. - Tú di lo que quieras, pero en su asignatura erais tres. - Rio William, lo que solo aumentó la dignidad de la mujer. Arnold soltó una carcajada y, mirando a Emma, dijo. - Dilo, por favor. - No. - Contestó con una dignidad que casi sonó infantil y a Marcus le hizo mucha gracia. Arnold volvió a reír. - Está bien, ya lo digo yo. Según Perkins, prefería que se apuntaran pocos a su asignatura porque era una "selección natural de aquellos con fortaleza suficiente para enfrentarse a la magia en todas sus formas". ¿No os preguntásteis cómo conocí a Emma? Resulta que un día me encontré un ego flotando por la torre Ravenclaw y resultó ser de una Slytherin de las mazmorras y fui a devolvérselo. - Eso hizo a todos reír, incluso su madre tenía una sonrisilla. - No sería tan malo ese hombre cuando la hacía sentir tan bien, señora O'Donnell. - Dijo Darren, y vio como Emma entornaba los ojos hacia él y, para sorpresa de todos, ampliaba la sonrisa. - ¡Pst! Si la vas a pelotear, llámala Emma, que ya te lo ha dicho antes. - Apuntó Violet, rompiendo el momento, pero haciendo a todos reír una vez más.
Sonrió a su novia cuando dijo lo de las estrellas y casi hizo que, a pesar de todo eso, le diera pena quitarse de la asignatura. Pero ya tuvieron que romperle el romanticismo resaltando lo de la torre de Astronomía. Y, para arreglarlo, oyó a William decir por lo bajo con una sonrisilla maliciosa y mirándole a él. - Mejor dejemos las estrellas tranquilitas. - Marcus tragó saliva y desvió la mirada. No, por favor, que no saliera a relucir el tema estrellas otra vez, que menuda liada habían tenido con eso.
Lo de que la asignatura preferida de su tía Erin fuera Cuidado de Criaturas Mágicas, efectivamente, no sorprendía a nadie. - También le gustaba mucho la herbología a mi niña. - Dijo su abuela, orgullosa. Lawrence suspiró. - Sí, aún estoy limpiando gusarajos del quicio de la puerta de mi taller porque mi pequeña exploradora tenía que estudiar sobre una hiedra polinesia una Navidad y no tuvo otra cosa que hacer que plantarla ahí, "que daba sombrita y calorcito al mismo tiempo", sin decirnos nada, y volverse a Hogwarts y dejarnos con un montón de plantas salvajes creciendo alrededor de la madera. - Todos rieron, y Erin se encogió sobre sí misma, ruborizada, aunque con una sonrisilla. Marcus miró a Alice. - ¿En qué curso se estudia la hiedra polinesia para los gusarajos? - Preguntó divertido, una pregunta que sabía que era retórica. Erin suspiró. - ¡Vale! Era un experimento. - Y creció bien bonita, cariño. No te disculpes por poner plantas en nuestro jardín. - En la puerta de mi taller. Una planta que atraía a los gusarajos. De verdad que el otro día me encontré con uno y han pasado ya treinta años. - Las disputas cotidianas de sus abuelos eran muy cómicas.
Casi tan poca sorpresa como lo de que a su tía le gustaba Cuidados debía haber sido la salida de Violet, pero en la protocolaria mente de Marcus entraba tan poco esa posibilidad que desencajó la mandíbula, mientras pasaba la mirada de hito en hito entre todos los que hablaban. Giró los ojos lentamente, cruzó la mirada con Lex y ambos fruncieron los labios para aguantarse las ganas de reír. Desde luego que lo de Violet no tenía nombre, y Lex se puso hasta colorado cuando la mujer hizo esa pregunta a Darren, lo cual solo hizo aún más gracia a Marcus. Después de decir Andrómeda su profesor favorito, llegó el turno de su padre. La escena conmovió a todos (e hizo mucha gracia que su madre le tratara como a un niño pequeño). Marcus, sin embargo, chistó con fastidio y se cruzó de brazos. - Yo podía haberme llevado genial con mi bibliotecaria, pero la señora Bins me odiaba. - ¿A ti? ¿A mi sobrino favorito? ¿Con lo que te gustan los libros? - Preguntó Phillip entre cómico y tierno, y Marcus asintió con expresión penosa. - Porque estabas continuamente haciendo "sugerencias" a su biblioteca. - Dijo Lex, y su abuelo soltó una carcajada que hizo que Molly le mirara con los ojos entrecerrados. - Es que esa mujer no aceptaba que se le dijera que un libro estaba mal colocado o que faltaban manuales. - Su abuelo cada vez se reía más, a saber por qué, pero Lex bufó y le hizo un gesto con la mano. - ¡Tío, que te quería todo el puto mundo! No seas envidioso. - Ya, pero es que seguía sin entender por qué la bibliotecaria le odiaba precisamente a él.
- En cuanto a asignatura, mi favorita era Estudios Muggles. - Dijo Andrómeda, encogiendo un hombro con una sonrisa dulce. - Tampoco es sorpresa para nadie, supongo. - Es cierto que no estaba nada mal. - Apuntó la última persona de la mesa que todos hubieran imaginado que cursara esa asignatura. Todos la miraron. - ¿Cursaste Estudios Muggles, mamá? - Preguntó Marcus. Antes de que Emma pudiera defender con su tranquila impasividad habitual los motivos de entrar a esta asignatura, Violet soltó una carcajada y contestó por ella. - Claro, hombre. Hay que conocer bien a tus enemigos. - Su madre despegó los labios para hablar, pero apenas aspiró un poco de aire, mirando a Violet, y acto seguido cerró de nuevo la boca y perdió la mirada por ahí, dignamente. Mejor no preguntaban más. Mejor hacían como que lo que había dicho Violet era una graciosa y socarrona broma, reían un poquito y dejaban el tema correr.
- ¿Y quiénes eran tus favoritos, Emma? - Yo lo sé. - Respondió Arnold a la pregunta de Lawrence con una sonrisilla de satisfacción infantil, haciendo que su mujer rodara los ojos, aunque se le notaba la sonrisita en los labios. - Evidentemente, Encantamientos era mi asignatura favorita. Pero también pasé muy buenos ratos en el Club de Duelo. - Y lanzó una mirada cómplice a Alice, sonrisa incluida. Arnold añadió. - Ella muy buenos, yo muy malos. - Ah, qué exagerado. - Suspiró la mujer, pero de nuevo parecía estar ocultando la sonrisita. William fingió un escalofrío. - Yo por tal de no acercarme a Perkins, no me hubiera apuntado al club. Por eso y porque habríamos acabado achicharrados todos: mi rival, Perkins y yo. - Emma había vuelto a retirar la mirada, poniéndola en ninguna parte pero, esta vez, en vez de recta o altiva, con los párpados bajos. Marcus detectaba las microexpresiones de su madre demasiado bien, por lo que esbozó una sonrisilla de lado. - ¿Quién era Perkins? - El jefe del Club de Duelo. - Contestó William, pero quien Marcus quería que respondiera era su madre, por lo que siguió mirándola. Arnold rio entre dientes. - Tu hijo te ha pillado, cariño. - No hay nada que pillar. - Dijo ella, muy digna, ya sí levantando la mirada. - Perkins era un gran docente. - Perkins daba miedo. - Solo a quienes no hacían las cosas bien. - Contestó helada el comentario de William, continuando con su defensa justo después. - Era el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. - Y todo un cliché. - Completó Violet, lo que hizo a Emma rodar los ojos. Erin, con los suyos entornados, se frotó el brazo. - Sí que daba un poquito de miedo. - Imponía. Sabía defender y atacar, pero ante todo, su sola presencia imponía. Tenía un aura diferente, eso lo hacía tan buen profesor. - Defendió Emma, y a Marcus le llamó la atención la vehemencia, tanto que arqueó una ceja. William se asomó para mirarla. - ¿Seguro que estás definiendo a un profesor, o a un auror de casos chungos? - Ahora es auror, de hecho. Aunque ya tiene que estar para jubilarse. - Dijo su padre, y Andrómeda asintió. - Confirmo. Toda la plantilla de obliviadores se echa a temblar cuando lo ve aparecer por alguna parte. Quiere decir que el tema es considerablemente grave. - Emma seguía altiva y digna, y Violet volvió a hablar, esta vez mirando a los jóvenes. - Para que os hagáis una idea, era un tipo que parecía ir envuelto en una nube negra, que cuando avanzaba por el pasillo parecía un dementor y que, cuando te miraba, pensabas, ojalá me hubiera mirado un basilisco. - Era una bellísima persona y un gran docente. - Siguió insistiendo Emma. - Nadie se defiende de las artes oscuras con risitas y colegueos. - Tú di lo que quieras, pero en su asignatura erais tres. - Rio William, lo que solo aumentó la dignidad de la mujer. Arnold soltó una carcajada y, mirando a Emma, dijo. - Dilo, por favor. - No. - Contestó con una dignidad que casi sonó infantil y a Marcus le hizo mucha gracia. Arnold volvió a reír. - Está bien, ya lo digo yo. Según Perkins, prefería que se apuntaran pocos a su asignatura porque era una "selección natural de aquellos con fortaleza suficiente para enfrentarse a la magia en todas sus formas". ¿No os preguntásteis cómo conocí a Emma? Resulta que un día me encontré un ego flotando por la torre Ravenclaw y resultó ser de una Slytherin de las mazmorras y fui a devolvérselo. - Eso hizo a todos reír, incluso su madre tenía una sonrisilla. - No sería tan malo ese hombre cuando la hacía sentir tan bien, señora O'Donnell. - Dijo Darren, y vio como Emma entornaba los ojos hacia él y, para sorpresa de todos, ampliaba la sonrisa. - ¡Pst! Si la vas a pelotear, llámala Emma, que ya te lo ha dicho antes. - Apuntó Violet, rompiendo el momento, pero haciendo a todos reír una vez más.
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Igual Marcus se había puesto a revelar secretos oficiales demasiado pronto. Secretos que Anastasia podría leer en cuanto Phillip se pasara por su casa, pero bueno… Se le olvidó para reírse con ganas de la historia de Erin. — Bueno, si fuera por cosas que esta nos plantaba en el jardín… Menos mal que su madre hubiera sido una herbóloga de primera, y sabía que con ella había que estar al quite. Una vez plantó una hiedra venenosa y una carnívora a ver cual mataba antes a la otra. — Dijo su padre. Ahí todos la miraron y ella enrojeció un poco. — Bueno, es que una es naturalmente curiosa, ¿vale? — William rio con ganas. — ¿Veis? Y así me reía yo, cuando decía eso con esa misma carita y los ojos brillantes, y Janet se enfadaba conmigo porque decía que era peor que ella. — Y todos volvieron a reír y… Era bonito hablar así de ella, viendo a su padre sonreír, con menos miedo a que todo se ensombreciera por el recuerdo.
Por supuesto, Marcus tuvo que hacer su alegato sobre la señor Bins, a lo que ella asintió. — Si bien es cierto que es el favorito del resto… Lo de la señora Bins clama al cielo, es que parecía que lo hacía a posta para molestarle, vaya. — Pero se rio y acarició su cara. — Tú también eras un niño muy bueno con las cuentas muy limpitas, ¿verdad? — Le dijo a su novio con adorabilidad.
La sorpresa le llegó con lo de Estudios Muggles de Emma, lo cual le hizo abrir mucho los ojos. Chasqueó la lengua y le dio a su tía por encima de la mesa, aunque… En fin, no le extrañaría tampoco, la verdad. Se sonrió con lo del Club de Duelo, acordándose de Marcus y ella, pero todavía había una sorpresa más ahí. Bueno, sorpresa exactamente tampoco, porque de haber un profesor del que pudiera colgarse platónicamente Emma, ese sería el profesor de aura oscura y reputación tenebrosa del castillo. Lo de la selección natural no sonaba a Hufflepuff precisamente, y por un momento se le pusieron los pelos de punta solo de imaginárselo en los duelos, así había salido de buena duelista Emma, si no mejorabas podía mutilarte. Y con todo y con eso, no podía hacer más que mirar cuán feliz era con un hombre que era todo lo contrario, que hacía bromas malas sobre cuando se conocieron, que era un terrón de azúcar con cuentas muy limpias. Seguro que también hubo quien pensó que Arnold y Emma no pegaban en su día y ahora… ¿Cómo pudo dejarse llevar tanto por las opiniones de quién no sabe nada en su día? Apretó la mano de Marcus y sonrió. No, ya no lo cambiaría ni lo dejaría escapar por nada del mundo.
Se rieron un poco más con los peloteos, los piques y las conversaciones cruzadas, pero el sol iba bajando, y Lucas ya se había quedado dormido sobre su madre, y Miranda sobre la mesa. — Vamos a tener que ir yéndonos, que estos pequeñajos se lo han pasado tan bien que están agotados. — Dijo Andrómeda con dulzura. — Aunque estoy a gustísimo, no quiero irme. — Phillip, que había cogido a Miranda, la miró sorprendido. — Vais a tener que invitarla más, O’Donnells. — Siempre que queráis, ya lo sabéis. — Dijo Emma, dejando un beso en la mejilla de su hermano. — El treinta de julio es el cumple de Erin, os venís también, que seguro que algo hacemos, ¿a que sí Molly? — Aseguró su tía Vivi, mientras se despedía también. — No faltaba más, por mi niña. — Bueno, ya lo decidirá la cumpleañera, ¿no? — Dijo Andrómeda un poco cortada. — ¿Eh? — Preguntó la aludida. — Ah, sí, sí, claro, venid, y hacedle caso a mi madre y a mi novia, si siempre lo organizan todo por mí… — Qué ilusión le seguía haciendo oír esa denominación de boca de Erin refiriéndose a su tía. — Gracias por todo, Andrómeda. — Le dijo dándole un abrazo y dejando un beso en la cabecita de Lucas. — No, gracias a vosotros… Esto… Esto es la familia que quiero para mis niños. Ya el día que haya más por ahí para jugar con ellos… — Alice rio un poco y se encogió de hombros. — De momento, que disfruten de ser los reyes. — Contestó con una sonrisita.
— ¡A ver, familia! Esto hay que ir despejándolo. — Jaleó Arnold. — Sí, y nosotros nos vamos a ir, que estamos mayores. — Contestó Lawrence. — Y mañana temprano — recordó Emma, mientras empezaba a hechizar las cosas de la mesa —, nos vemos todos, y quiero decir TODOS, Violet y Erin, en casa de los Gallia para poner eso habitable. — Eso le puso un nudo en el estómago. Había sido muy bonito eso de pasar cuarenta y ocho horas juntos, celebraciones, familia… Pero tenían que enfrentarse a la realidad: ya no estarían juntos todos los días. Y a ver, ella tenía mucho que hacer en su casa y mucho que trabajar en su familia, pero… Le dolía el estómago solo de pensarlo. Mientras todos recogían, se acercó a Marcus y le tomó de la mano, alejándolo un poco en el jardín, bajo su árbol favorito. — Sé que mañana nos separamos… Pero no será por mucho. Podemos aparecernos, y vernos todo lo que quieras. Podemos ir al río en Guildford con Dylan, o de picnic, te haré comida buena… Seguro que surgen planes con tu hermano y Darren, con Sean y Hillary… — Subió la mano y acarició su mejilla. — Yo tampoco quiero volver a mi casa, pero hasta que podamos tener esa casa preciosa, con su taller en el jardín… No olvides que somos Marcus y Alice y que nosotros escribimos nuestro destino como queremos. — Sonrió y le dio un beso corto. — ¡A VER LA PAREJITA! Que ya mismo van a salir las estrellas y nos ponemos tontos. — Bramó su padre desde el porche. Alice suspiró y apoyó la frente en la de Marcus. — ¿Qué hacemos con esta familia? —
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Qué cuatro días más largos. No es como que no estuviera acostumbrado a pasar muchos días sin Alice: pasaban más tiempo al año juntos que separados, pero en las vacaciones solían estar cada uno en su casa salvo por las quedadas en La Provenza y poco más. Pero ahora, las cosas eran distintas: ahora era su novia. Ahora tenían un proyecto de vida conjunto y lo quería YA. Marcus y la paciencia cuando se obcecaba con algo.
Por lo pronto, podría disfrutar de las vacaciones que no disfrutó el año pasado por estar... En fin, bajo de ánimos, prefería no recordarlo. Sin embargo, era mucho lo que tenía que repetirse a sí mismo (y que se lo repitieran los demás) que estaba de vacaciones, porque tenía la palabra "alquimia" todo el día en la boca, acompañada de los términos "taller", "armario evanescente", "licencia" y similares. Cuando no estaba hablando de alquimia, estaba hablando de Alice, y su familia empezaba a no saber si era peor la versión erudito obseso o la versión enamorado principesco y melancólico.
Por primera vez en sus vidas, eran sus padres los que más se metían con él y se quejaban de su palabrería, y no Lex. Porque Lex estaba igual o peor, solo que, al no ser su hermano tan hablador, simplemente se limitaba a encerrarse en su cuarto releyéndose las cartas de Darren una y otra vez como si se hubiera ido a la guerra. Nada casualmente apareció el viernes su madre por allí diciendo que se había enterado de que había una exposición especial en el museo de quidditch de Londres. Marcus fue a quejarse de que se sabía ya ese museo de memoria porque habían ido quinientas veces (no tantas como a todo lo relacionado con la alquimia, pero tenía el don de sesgar hacia el camino que más le convenía), pero entonces Emma propuso hacer una quedada familiar que incluyera a Alice y Darren en el plan. Y a Marcus le faltó tiempo para gritar que sí a pleno pulmón.
- Vamos a llegar tarde. - Dijo monocorde su hermano, ya vestido y en la puerta. Marcus, que estaba con él, bufó y se asomó a las escaleras. - ¡No podemos llegar tarde a nuestra primera quedada familiar! - Bramó. Nada. Ninguno de los dos recibió respuesta. Lex, paseando por delante de la puerta como un animal enjaulado, chistó. - Darren no sabe llegar. - ¡Darren no sabe llegar! - Reprodujo Marcus de nuevo hacia las escaleras. Ni caso. - Que él va en transporte muggle. - Y Alice nunca ha ido. Seguro que no puede aparecerse tampoco. - ¿Y si le confunden con un muggle y le echan? - Y Alice podría pensar que se ha equivocado de día e irse, porque no es normal que no estemos allí. - Bueno, si se encuentra con Darren lo sabrá. - Es verdad, es verdad... - ¿Pero y si echan a Darren antes de que Alice llegue? - Y tampoco me hace gracia que esté Alice allí sola, que en ese sitio hay mucha gente de todas partes. - En mitad de su cómplice queja contra la tardanza de sus padres, los tacones de Emma se hicieron oír. Marcus y Lex se giraron como suricatos hacia ella, pero compusieron sendas expresiones de fastidio al verla sola. - ¿Y papá? - Preguntó Marcus, fastidiado. Su madre, tranquilamente terminando de guardar un par de cosas en su bolso, dijo. - Terminando de preparar lo del picnic. - Marcus chistó y Lex soltó un fuerte bufido. Emma no les hizo ni caso.
Tras apenas diez segundos de silencio, volvieron las quejas. - Como Darren se pierda... - Es que no me puedo creer que vayamos a llegar los últimos. - Que él nunca ha ido al museo. - ¿Sabéis que Alice tiene cosas mejores que hacer que estar allí espe...? - ¡Ya, ya! Por las barbas de Merlín, ¿qué he hecho yo para merecer dos adolescentes enamorados en la misma casa? - Se quejó su padre, apareciendo por allí con la cesta de extensión indetectable aún con las cosas necesarias a menos guardar. Nada más verle sus hijos, empezaron a removerse nerviosos y a abrir la puerta los dos a la vez como si la casa estuviera en llamas. Era su primera quedada oficial fuera de casa como familia. No tenían tiempo que perder.
Por lo pronto, podría disfrutar de las vacaciones que no disfrutó el año pasado por estar... En fin, bajo de ánimos, prefería no recordarlo. Sin embargo, era mucho lo que tenía que repetirse a sí mismo (y que se lo repitieran los demás) que estaba de vacaciones, porque tenía la palabra "alquimia" todo el día en la boca, acompañada de los términos "taller", "armario evanescente", "licencia" y similares. Cuando no estaba hablando de alquimia, estaba hablando de Alice, y su familia empezaba a no saber si era peor la versión erudito obseso o la versión enamorado principesco y melancólico.
Por primera vez en sus vidas, eran sus padres los que más se metían con él y se quejaban de su palabrería, y no Lex. Porque Lex estaba igual o peor, solo que, al no ser su hermano tan hablador, simplemente se limitaba a encerrarse en su cuarto releyéndose las cartas de Darren una y otra vez como si se hubiera ido a la guerra. Nada casualmente apareció el viernes su madre por allí diciendo que se había enterado de que había una exposición especial en el museo de quidditch de Londres. Marcus fue a quejarse de que se sabía ya ese museo de memoria porque habían ido quinientas veces (no tantas como a todo lo relacionado con la alquimia, pero tenía el don de sesgar hacia el camino que más le convenía), pero entonces Emma propuso hacer una quedada familiar que incluyera a Alice y Darren en el plan. Y a Marcus le faltó tiempo para gritar que sí a pleno pulmón.
- Vamos a llegar tarde. - Dijo monocorde su hermano, ya vestido y en la puerta. Marcus, que estaba con él, bufó y se asomó a las escaleras. - ¡No podemos llegar tarde a nuestra primera quedada familiar! - Bramó. Nada. Ninguno de los dos recibió respuesta. Lex, paseando por delante de la puerta como un animal enjaulado, chistó. - Darren no sabe llegar. - ¡Darren no sabe llegar! - Reprodujo Marcus de nuevo hacia las escaleras. Ni caso. - Que él va en transporte muggle. - Y Alice nunca ha ido. Seguro que no puede aparecerse tampoco. - ¿Y si le confunden con un muggle y le echan? - Y Alice podría pensar que se ha equivocado de día e irse, porque no es normal que no estemos allí. - Bueno, si se encuentra con Darren lo sabrá. - Es verdad, es verdad... - ¿Pero y si echan a Darren antes de que Alice llegue? - Y tampoco me hace gracia que esté Alice allí sola, que en ese sitio hay mucha gente de todas partes. - En mitad de su cómplice queja contra la tardanza de sus padres, los tacones de Emma se hicieron oír. Marcus y Lex se giraron como suricatos hacia ella, pero compusieron sendas expresiones de fastidio al verla sola. - ¿Y papá? - Preguntó Marcus, fastidiado. Su madre, tranquilamente terminando de guardar un par de cosas en su bolso, dijo. - Terminando de preparar lo del picnic. - Marcus chistó y Lex soltó un fuerte bufido. Emma no les hizo ni caso.
Tras apenas diez segundos de silencio, volvieron las quejas. - Como Darren se pierda... - Es que no me puedo creer que vayamos a llegar los últimos. - Que él nunca ha ido al museo. - ¿Sabéis que Alice tiene cosas mejores que hacer que estar allí espe...? - ¡Ya, ya! Por las barbas de Merlín, ¿qué he hecho yo para merecer dos adolescentes enamorados en la misma casa? - Se quejó su padre, apareciendo por allí con la cesta de extensión indetectable aún con las cosas necesarias a menos guardar. Nada más verle sus hijos, empezaron a removerse nerviosos y a abrir la puerta los dos a la vez como si la casa estuviera en llamas. Era su primera quedada oficial fuera de casa como familia. No tenían tiempo que perder.
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
A ver, quedada familiar. ¿Pero cómo era una quedada familiar? O sea, no era como cuando iba Alice con los Gallia y Marcus con los O’Donnell y los juntaban a todos, ¿no? Era una quedada de O’Donnells. Y proto’donnells, si contaban Darren y ella como tal. Entonces… ¿Era como… Como equivalente a qué evento, para vestirse acorde? Bueno, para ser sinceros, le daba igual con tal de tener a Marcus cerca. Qué días más malos había pasado, por todos los cielos. La adaptación a su casa estaba siendo… Lenta y complicada para todos. Y todos estaban poniendo de su parte, pero… Que ella quería estar con su novio y ya está, que no tenía por qué darse tantas explicaciones a sí misma.
— ¡Hija! — ¿Qué? — Bramó tensa. — Que son menos cuarto ya, que vas a llegar tarde. — Agh, su padre poniéndole de los nervios. — Calla, papá. — Ponte lo que sea, hija, si con que no vayas desnuda… — Asomó la cabeza por la puerta y miró a las escaleras, a la mitad de las cuales estaba su padre. — Menos pitorreo, William Gallia. — Le advirtió, seria. Volvió a meterse y al final se puso un vestido sencillito de cuadros azules y blancos, que era así como muy veraniego y discreto, y del color favorito de Marcus… ¿Debería ponerse algo verde? — Seguro que está buscando algo de los colores de la casa de Emma. — Oyó que decía su hermano, saliendo de su cuarto. — Sois muy listos los dos. — Gritó, mosqueada ya. Sí, el de cuadros, Alice, sí. Se puso las zapatillas a toda prisa, se revisó en el espejo el pelo y el maquillaje. Quién diría que tenía ya conquistado a su novio y conocía a su familia desde hace siete, estaba como un flan.
Salió y su padre les apareció a los tres, en una plaza mágica de Londres. — ¿A qué dices que venías? — Preguntó su padre mirando alrededor. — Al museo. — ¿A qué museo? — Pues ni se acordaba, ella lo que quería era ver a Marcus y cualquier museo le valía, hasta esos de los muggles cuyos cuadros no se movían ni hablaban. — ¿No será el de quidditch? — Dijo su padre señalando una entrada con unas columnas que imitaban palos de escobas. Ella se encogió de hombros. Pues orefería que no, pero empezaba a pensar que sí. — Bueno, donde sea, vosotros id ahuecando el ala, venga. — En ese momento, en el traslador comunitario, apareció un grupo y Darren se cayó de la multitud y los tres corrieron hacia él.
— ¡Darren! ¿Qué te pasa? — Ay, cuñadita, que he cogido tres trasladores hasta este, qué locura, yo ya no sé dónde es arriba y dónde es abajo. — Le ayudaron a sentarse en un banco y le dio unas palmaditas en el hombro. — Nos lo hubiéramos dicho, hombre, y te aparecíamos, que yo estoy harto de venir aquí. — Papá, si tu no has estado nunca en casa de Darren, ¿cómo te vas a aparecer allí? — Su padre se encogió de hombros. — Pues así, con la dirección y una descripción somera… — Anda, anda, déjate. Vete ya a casa de las tías. — Le señaló y le miró muy seria. — En transporte muggle. — Que sí, hija, que sí. — Nada de llamar la atención hasta que lleguéis. — ¡Que yo cogía el metro en Nueva York, señorita! ¡Y en Londres y París! — Dijo William haciéndose el ofendido. — Ya… Bueno, comportaos. Si pasa cualquier cosa, mandadme a Morgana. — Hija, ¿qué quieres que pase? Que solo vamos a comer a un restaurante chino. — ¿Con la tata y tú al mando? Le pregunto a quien quieras lo que puede pasar. — Su padre sacó el labio inferior ys e encogió de hombros. — Pero está Erin. — Mira, mejor a eso no contestaba. Alice suspiró y miró a Dylan que le hizo un gesto tranquilizador. — Bueno, pues venga, no perdáis más tiempo, que los transportes muggles son muy lentos. — Su padre y su hermano se despidieron y se perdieron en dirección del Londres muggle.
Aprovechó y se giró a Darren, empezando a reírse los dos. — Dime que no venimos al museo de quidditch, cuñadito. — Él rio. — Pues claro, ¿a qué museo creías que veníamos? — Ella se encogió de hombros. — Yo que sé, dije que sí sin más, porque me moría por ver a Marcus. — Toma, y yo al mío, pero lo ponía bien clarito en la carta. — Ya, ya… Bueno, soy Ravenclaw, yo siempre estoy dispuesta a aprender. — Ambos rieron, y justo entonces vieron aparecer a los O’Donnell. Tuvo que contenerse mucho para no ir y saltar en brazos de Marcus. — Buenos días a todos. — Dijo con una amplia y brillante sonrisa de nuera perfecta. — ¡¡¡¡MI LEXITO MÍRALO ÉL!!!! El jugador más guapo de toda Inglaterra, y probablemente de la historia. — Saltó Darren, que ya se le había pasado el mareo, dando muchos besitos en la mejilla a Lex, para lo cual tenía que ponerse de puntillas. — Parece mi madre. — Musitó Arnold con una risita, mientras Alice le dejaba un beso en la mejilla. — ¿A que no has tenido que esperar? — Le preguntó Emma mientras le saludaba también con un beso. — No, casi nada, ya sabéis el trabajo que dan los Gallia, hasta que me he quedado tranquila de que se iban en la dirección correcta y que no llamaban la atención… — Emma puso cara de haber ganado alguna disputa, pero ella estaba centrada en su Marcus, al que no se privó de dar un piquito, después del espectáculo de Darren, mientras le agarraba las manos con cariño. — Te he echado MUCHO de menos. — Susurró fugazmente en su oído. Oh, por Merlín, iba a encontrar aunque fuera cinco minutos para estar solos.
— ¡Hija! — ¿Qué? — Bramó tensa. — Que son menos cuarto ya, que vas a llegar tarde. — Agh, su padre poniéndole de los nervios. — Calla, papá. — Ponte lo que sea, hija, si con que no vayas desnuda… — Asomó la cabeza por la puerta y miró a las escaleras, a la mitad de las cuales estaba su padre. — Menos pitorreo, William Gallia. — Le advirtió, seria. Volvió a meterse y al final se puso un vestido sencillito de cuadros azules y blancos, que era así como muy veraniego y discreto, y del color favorito de Marcus… ¿Debería ponerse algo verde? — Seguro que está buscando algo de los colores de la casa de Emma. — Oyó que decía su hermano, saliendo de su cuarto. — Sois muy listos los dos. — Gritó, mosqueada ya. Sí, el de cuadros, Alice, sí. Se puso las zapatillas a toda prisa, se revisó en el espejo el pelo y el maquillaje. Quién diría que tenía ya conquistado a su novio y conocía a su familia desde hace siete, estaba como un flan.
Salió y su padre les apareció a los tres, en una plaza mágica de Londres. — ¿A qué dices que venías? — Preguntó su padre mirando alrededor. — Al museo. — ¿A qué museo? — Pues ni se acordaba, ella lo que quería era ver a Marcus y cualquier museo le valía, hasta esos de los muggles cuyos cuadros no se movían ni hablaban. — ¿No será el de quidditch? — Dijo su padre señalando una entrada con unas columnas que imitaban palos de escobas. Ella se encogió de hombros. Pues orefería que no, pero empezaba a pensar que sí. — Bueno, donde sea, vosotros id ahuecando el ala, venga. — En ese momento, en el traslador comunitario, apareció un grupo y Darren se cayó de la multitud y los tres corrieron hacia él.
— ¡Darren! ¿Qué te pasa? — Ay, cuñadita, que he cogido tres trasladores hasta este, qué locura, yo ya no sé dónde es arriba y dónde es abajo. — Le ayudaron a sentarse en un banco y le dio unas palmaditas en el hombro. — Nos lo hubiéramos dicho, hombre, y te aparecíamos, que yo estoy harto de venir aquí. — Papá, si tu no has estado nunca en casa de Darren, ¿cómo te vas a aparecer allí? — Su padre se encogió de hombros. — Pues así, con la dirección y una descripción somera… — Anda, anda, déjate. Vete ya a casa de las tías. — Le señaló y le miró muy seria. — En transporte muggle. — Que sí, hija, que sí. — Nada de llamar la atención hasta que lleguéis. — ¡Que yo cogía el metro en Nueva York, señorita! ¡Y en Londres y París! — Dijo William haciéndose el ofendido. — Ya… Bueno, comportaos. Si pasa cualquier cosa, mandadme a Morgana. — Hija, ¿qué quieres que pase? Que solo vamos a comer a un restaurante chino. — ¿Con la tata y tú al mando? Le pregunto a quien quieras lo que puede pasar. — Su padre sacó el labio inferior ys e encogió de hombros. — Pero está Erin. — Mira, mejor a eso no contestaba. Alice suspiró y miró a Dylan que le hizo un gesto tranquilizador. — Bueno, pues venga, no perdáis más tiempo, que los transportes muggles son muy lentos. — Su padre y su hermano se despidieron y se perdieron en dirección del Londres muggle.
Aprovechó y se giró a Darren, empezando a reírse los dos. — Dime que no venimos al museo de quidditch, cuñadito. — Él rio. — Pues claro, ¿a qué museo creías que veníamos? — Ella se encogió de hombros. — Yo que sé, dije que sí sin más, porque me moría por ver a Marcus. — Toma, y yo al mío, pero lo ponía bien clarito en la carta. — Ya, ya… Bueno, soy Ravenclaw, yo siempre estoy dispuesta a aprender. — Ambos rieron, y justo entonces vieron aparecer a los O’Donnell. Tuvo que contenerse mucho para no ir y saltar en brazos de Marcus. — Buenos días a todos. — Dijo con una amplia y brillante sonrisa de nuera perfecta. — ¡¡¡¡MI LEXITO MÍRALO ÉL!!!! El jugador más guapo de toda Inglaterra, y probablemente de la historia. — Saltó Darren, que ya se le había pasado el mareo, dando muchos besitos en la mejilla a Lex, para lo cual tenía que ponerse de puntillas. — Parece mi madre. — Musitó Arnold con una risita, mientras Alice le dejaba un beso en la mejilla. — ¿A que no has tenido que esperar? — Le preguntó Emma mientras le saludaba también con un beso. — No, casi nada, ya sabéis el trabajo que dan los Gallia, hasta que me he quedado tranquila de que se iban en la dirección correcta y que no llamaban la atención… — Emma puso cara de haber ganado alguna disputa, pero ella estaba centrada en su Marcus, al que no se privó de dar un piquito, después del espectáculo de Darren, mientras le agarraba las manos con cariño. — Te he echado MUCHO de menos. — Susurró fugazmente en su oído. Oh, por Merlín, iba a encontrar aunque fuera cinco minutos para estar solos.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Se aparecieron directamente en la plaza y, nada más hacerlo, divisaron a Darren y a Alice. Si es que lo sabía, sabía que iban a llegar los últimos. Estaría más cabreado si no fuera porque el corazón le había dado uno de los saltos más grandes de su vida y la sonrisa se le había dibujado sola en los labios, por el simple hecho de ver a su novia, riendo y guapísima como siempre. Es que no veía nada más. - Te debo una disculpa. - Dijo su hermano de repente, lo cual le extrañó tanto que súbitamente le miró, ceñudo. Lex tenía una cara de tonto tremenda... La que debía tener el propio Marcus hacía apenas unos segundos. Antes de que le preguntara, su hermano aclaró. - Es un gran alivio que tú no veas lo que pienso yo. - Marcus dejó escapar una muda carcajada sarcástica. - Ya veo. Ahora me entiendes ¿verdad? - Ya te he pedido perdón. - Contestó Lex, pero ni siquiera sonaba cortante, solo atontado. No dejaba de mirar a Darren, de hecho, aunque estuviera hablando con él.
Alice se acercó y Marcus estaba haciendo el esfuerzo de su vida por no lanzarse a abrazarla como si llevara sin verla tres años. Pero claro, ambos parecían estar de acuerdo en que tenían un decoro que mantener delante de sus padres... Decoro que Darren no respetó. Frunció los labios con un puntito de fastidio solo por la envidia de estar él controlándose y el otro no, y miró a Alice de reojo, pensándoselo. Pero su novia ya estaba saludando educadamente a sus padres. ¿Cómo era posible que el corazón le fuera a mil por hora? Qué tonto, parecía que era la primera vez que esa chica iba a dirigirle la palabra, pero la estaba viendo acercarse hacia él y los latidos se incrementaban más y más, y estaba sonriendo como un tonto. De hecho, ignoró la pullita de su madre, y mejor así, porque tenía un discursito bastante largo sobre cómo él advirtió de que llegarían los últimos y, estrictamente hablando e independientemente de que los otros hubieran esperado dos segundos o dos horas, los últimos habían llegado.
- Hola. - Musitó con voz embobada, justo después de que Alice le diera ese piquito que le supo a poco no, a poquísimo. Él también había ido directamente a agarrar sus manos, demostrando una vez más lo sincronizados que estaban. Por Merlín, quería darle un buen beso y un abrazo y decirle muchas ñoñerías, todas las que llevaba acumulando cuatro días. Maldita sea, pero no con su familia delante y en mitad de la calle. Contuvo un poco el aliento y la expresión de su cara se atontó más aún después de ese susurro. La buscó con la mirada y respondió. - Y yo a ti. Muchísimo. Demasiado. - Se le escapó una leve risa. Lo dicho, parecía que era la primera vez que hablaba con ella.
- Bueno. - Comentó su padre, contabilizando las entradas. - ¿Os doy a cada uno las vuestras, o las llevamos nosotros como cuando os traíamos de pequeños? - Marcus y Lex miraron a su padre y sus bromitas con cara de circunstancias, pero Darren rio y se acercó a Arnold. - Yo quiero verlas. ¡Qué chulas! Nunca había estado aquí. - ¿Conocías esta plaza, Darren? - Preguntó su madre, cordial y con una sonrisa. Parecía bastante contenta de estar allí, su madre no era muy expresiva, pero cuando salían los cuatro juntos solía estar muy contenta. Aquello había sido idea de ella, de hecho. A Marcus le gustaba verla así. - Pues la verdad es que no. - Comentó el chico, mirando a su alrededor. Rio un poco. - Y si le soy sincero, no termino de tener muy claro dónde estoy. Ese traslador comunitario ha dado muchas vueltas. - ¿Has venido en un traslador comunitario? - Preguntó Emma, con una ceja arqueada. Arnold ya estaba riendo por lo bajo entre dientes, y su mujer le miró de reojo. El hombre se encogió de hombros y suspiró. - Cariño, has sonado un poquito... - Solo le he preguntado. - Se ha notado que no has cogido uno en tu vida. - Emma pronunció el arqueo de su ceja. - ¿Tú sí? - ¡Pues sí! Y con la edad de ellos, precisamente. Es con la edad con la que se cogen esos trasladores, están para eso. - La verdad es que había un poco de todo en ese traslador. - Justificó Darren. Emma volvió a suspirar y le miró. - Podemos recogerte la próxima vez, si quieres. - ¿Cómo te creías que iba a venir, mamá? - Preguntó Lex, pero Marcus se le puso al lado, le dio un leve codazo y le susurró. - No pases por alto ese "la próxima vez". - Su madre acababa de organizar una quedada con sus novios y estaba planeando más en un futuro. Era mejor no enfadarla, a ver si se les iba a acabar el chollo.
- ¡Venga, para dentro! Que si no, vamos a comer tardísimo. - Animó su padre, y en lo que los dos adultos se encaminaban al interior del edificio, los cuatro adolescentes hicieron la misma estrategia: pegarse a su pareja, mirar a los padres de reojo y aprovechar para quedarse unos pasos más rezagados. Marcus apretó un poco más la mano de Alice y, con una gran sonrisa, le susurró. - ¿Qué tal? - Vaya, sí que tenía un diálogo fluido. Se mordió el labio. Dios, qué ganas de besarla. Miró de reojo a sus padres. Bueno... El beso que quería darle quizás no, pero podía tener un pequeño contacto, otro más, que no hacía daño a nadie. Dejó un beso rápido y furtivo en su mejilla y añadió. - Estás preciosa. - Amplió aún más la sonrisa, aunque parecía imposible. - Me moría por verte. - Es que le daba igual ir a un museo de quidditch, él solo quería ver a Alice y estar ambos integrados en su familia.
Alice se acercó y Marcus estaba haciendo el esfuerzo de su vida por no lanzarse a abrazarla como si llevara sin verla tres años. Pero claro, ambos parecían estar de acuerdo en que tenían un decoro que mantener delante de sus padres... Decoro que Darren no respetó. Frunció los labios con un puntito de fastidio solo por la envidia de estar él controlándose y el otro no, y miró a Alice de reojo, pensándoselo. Pero su novia ya estaba saludando educadamente a sus padres. ¿Cómo era posible que el corazón le fuera a mil por hora? Qué tonto, parecía que era la primera vez que esa chica iba a dirigirle la palabra, pero la estaba viendo acercarse hacia él y los latidos se incrementaban más y más, y estaba sonriendo como un tonto. De hecho, ignoró la pullita de su madre, y mejor así, porque tenía un discursito bastante largo sobre cómo él advirtió de que llegarían los últimos y, estrictamente hablando e independientemente de que los otros hubieran esperado dos segundos o dos horas, los últimos habían llegado.
- Hola. - Musitó con voz embobada, justo después de que Alice le diera ese piquito que le supo a poco no, a poquísimo. Él también había ido directamente a agarrar sus manos, demostrando una vez más lo sincronizados que estaban. Por Merlín, quería darle un buen beso y un abrazo y decirle muchas ñoñerías, todas las que llevaba acumulando cuatro días. Maldita sea, pero no con su familia delante y en mitad de la calle. Contuvo un poco el aliento y la expresión de su cara se atontó más aún después de ese susurro. La buscó con la mirada y respondió. - Y yo a ti. Muchísimo. Demasiado. - Se le escapó una leve risa. Lo dicho, parecía que era la primera vez que hablaba con ella.
- Bueno. - Comentó su padre, contabilizando las entradas. - ¿Os doy a cada uno las vuestras, o las llevamos nosotros como cuando os traíamos de pequeños? - Marcus y Lex miraron a su padre y sus bromitas con cara de circunstancias, pero Darren rio y se acercó a Arnold. - Yo quiero verlas. ¡Qué chulas! Nunca había estado aquí. - ¿Conocías esta plaza, Darren? - Preguntó su madre, cordial y con una sonrisa. Parecía bastante contenta de estar allí, su madre no era muy expresiva, pero cuando salían los cuatro juntos solía estar muy contenta. Aquello había sido idea de ella, de hecho. A Marcus le gustaba verla así. - Pues la verdad es que no. - Comentó el chico, mirando a su alrededor. Rio un poco. - Y si le soy sincero, no termino de tener muy claro dónde estoy. Ese traslador comunitario ha dado muchas vueltas. - ¿Has venido en un traslador comunitario? - Preguntó Emma, con una ceja arqueada. Arnold ya estaba riendo por lo bajo entre dientes, y su mujer le miró de reojo. El hombre se encogió de hombros y suspiró. - Cariño, has sonado un poquito... - Solo le he preguntado. - Se ha notado que no has cogido uno en tu vida. - Emma pronunció el arqueo de su ceja. - ¿Tú sí? - ¡Pues sí! Y con la edad de ellos, precisamente. Es con la edad con la que se cogen esos trasladores, están para eso. - La verdad es que había un poco de todo en ese traslador. - Justificó Darren. Emma volvió a suspirar y le miró. - Podemos recogerte la próxima vez, si quieres. - ¿Cómo te creías que iba a venir, mamá? - Preguntó Lex, pero Marcus se le puso al lado, le dio un leve codazo y le susurró. - No pases por alto ese "la próxima vez". - Su madre acababa de organizar una quedada con sus novios y estaba planeando más en un futuro. Era mejor no enfadarla, a ver si se les iba a acabar el chollo.
- ¡Venga, para dentro! Que si no, vamos a comer tardísimo. - Animó su padre, y en lo que los dos adultos se encaminaban al interior del edificio, los cuatro adolescentes hicieron la misma estrategia: pegarse a su pareja, mirar a los padres de reojo y aprovechar para quedarse unos pasos más rezagados. Marcus apretó un poco más la mano de Alice y, con una gran sonrisa, le susurró. - ¿Qué tal? - Vaya, sí que tenía un diálogo fluido. Se mordió el labio. Dios, qué ganas de besarla. Miró de reojo a sus padres. Bueno... El beso que quería darle quizás no, pero podía tener un pequeño contacto, otro más, que no hacía daño a nadie. Dejó un beso rápido y furtivo en su mejilla y añadió. - Estás preciosa. - Amplió aún más la sonrisa, aunque parecía imposible. - Me moría por verte. - Es que le daba igual ir a un museo de quidditch, él solo quería ver a Alice y estar ambos integrados en su familia.
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Como dos idiotas, así estaban. Porque ahora mismo, su novio le parecía más guapo y adorable que de costumbre. Y oh, podía verlo en sus ojos, vaya si podía verlo. Los días separados, las ganas que se tenían, cómo se morían de ganas de simplemente estar el uno en compañía del otro, como hacían en Hogwarts… Bueno, en vez de rayarse con lo que no tenían, mejor centrarse en que por fin estaban juntos.
Rio un poco a lo del traslador comunitario. — Pues igual yo debería haberme montado más en ellos, que mi padre cree que puede aparecerse en cualquier lado con cuatro datos. — Dijo, entornando los ojos. — ¿Entonces van a comer con mi hermana y tu tía? — Preguntó Arnold, al que se le veía muy risueño. — Sí, a un chino decían, si hay que fiarse de los antecedentes, podemos hacer una apuesta de quién va a ofender primero al camarero, si la tata o mi padre. — Arnold rio y movió la mano en el aire. — Pero no lo hacen sin maldad, son divertidos. — Sí, sí, sin duda, la cara que estaba poniendo Emma era de que a ella también le resultaban tremendamente divertidos.
Trató de mostrar entusiasmo ante el museo, porque ella siempre se entusiasmaba ante todo, pero, ahora mismo, su entusiasmo estaba dirigido a poder ver y tocar a su novio, y preferiría hacerlo con más intimidad, pero hizo un esfuerzo. — Sí, sí, yo la quiero de recuerdo. Nunca he estado aquí. — ¿Que hay un museo que no has visto? Qué deshonra sobre Ravenclaw, cuñada. — Miró a Lex y achicó los ojos, sacándole la lengua. — Estaba esperando a venir con alguien que entendiera, pero tú a lo tuyo. — ¿Y tu amiga desde hace seis años, Donna Hawthorne? — Pillada. — Nunca se ha dado la ocasión. Hazme el favor y disfruta de lo que tienes, como te acaba de señalar tu hermano, que es poder darnos una lección a nosotros por una vez. — Le dijo significativamente.
Según cruzaron las puertas, apretó la mano de su novio, y su mente puso un contador de cuánto podría ser que tardaran en quedarse solos aunque fuera para darse un beso de verdad. Miró a Marcus y le puso una sonrisa tontísima. — Muy bien, ahora que por fin estoy contigo. — Puso una sonrisa aún más enamorada y embelesada cuando dejó el beso en su mejilla. — No sé ni cómo he aguantado tanto sin presentarme en tu casa, pero no quería ser pesada, y quería dejarte tiempo con tu familia. — Aunque eso era lo que estaban haciendo ahora, pasar tiempo con su familia, podrían hacerlo más veces y así al menos poder estar el uno con el otro.
— ¡Bueno! ¿Por dónde empezamos? Equipos, historia o palmareses. — Dijo Arnold, girándose hacia Lex. Alice se hubiera esperado un encogimiento de hombros al estilo Lex, pero entonces dijo, bastante animado, casi entusiasmado. — Lo suyo es empezar por historia, ¿no? — Ah, ¿pero hay historia? — Preguntó ella. — ¡Claro! Están las cartas de los primeros testimonios del qudditch, y hay recreaciones, mira, vamos. — Instó Lex. Claro, ella sola había dinamitado la posibilidad de quedarse un poquito atrás y hacer manitas con Marcus. Tendría que ser en otro momento. Lex se acercó a una vitrina y señaló unas cartas. — ¡Mira! Esas son las primeras cartas en las que se habla el juego al que jugaban en el pantando de Queerditch. Son del siglo XI. Y esas son las pelotas que describe. — Dijo el chico señalando otro estante. — ¿Y son del siglo XI también? Pues sí que las hacían resistentes. — Comentó mirando asombrada. — No, mujer, son recreaciones según la señora Keddle, mira, si las puedes coger. — Y de hecho Lex cogió una y se la tiró, pero no se lo esperaba y la pelota cayó entre Marcus y ella sobre la suave maqueta morada. — Ravenclaws. — Suspiró su cuñado. — Oye, pero ¿por qué le faltan los huecos? — Preguntó admirando la superficie lisa suave que tenía delante. — Porque se los pusieron después, para la aerodinámica. Antes era más difícil de coger y había más lesiones de dedos. — A ver, ponte ahí, hijo, que voy. — Dijo Arnie, muy lanzado de repente. — A ver si se va a lesionar justo ahora. O tú, que nunca te he visto coger una quaffle. — Dijo Emma, cruzándose de brazos con un suspiro impaciente. — ¡Dale, papá! — Exclamó Lex, dando saltito hacia atrás como un perrillo con ganas de jugar. Arnold lanzó y Lex la cogió con una precisión que asustaba. — ¡Guau! — Cuidado con esas manitas preciosas, cariño, a ver si al final vamos a salir escaldados en el peor momento… — Dejó caer Darren, con su habitual dulzura.
Desde hacía un rato, había algo que a Alice le estaba mosqueando, como un sexto sentido. Y cuando Lex se puso a explicarles lo de la aerodinámica y por qué había aprendido a atrapar las pelotas así, se dio cuenta de qué era. Era una chica. Tenía que ser de su edad, o mínimo de la de Lex, con mucho pelo muy rizado y muy delgadilla, pero que les observaba atentamente desde que habían entrado. Agitó la mano de su novio y tiró de él para susurrarle. — ¿Conocéis a esa chica? No nos quita ojo desde que entramos, sobre todo a tu hermano. —
Rio un poco a lo del traslador comunitario. — Pues igual yo debería haberme montado más en ellos, que mi padre cree que puede aparecerse en cualquier lado con cuatro datos. — Dijo, entornando los ojos. — ¿Entonces van a comer con mi hermana y tu tía? — Preguntó Arnold, al que se le veía muy risueño. — Sí, a un chino decían, si hay que fiarse de los antecedentes, podemos hacer una apuesta de quién va a ofender primero al camarero, si la tata o mi padre. — Arnold rio y movió la mano en el aire. — Pero no lo hacen sin maldad, son divertidos. — Sí, sí, sin duda, la cara que estaba poniendo Emma era de que a ella también le resultaban tremendamente divertidos.
Trató de mostrar entusiasmo ante el museo, porque ella siempre se entusiasmaba ante todo, pero, ahora mismo, su entusiasmo estaba dirigido a poder ver y tocar a su novio, y preferiría hacerlo con más intimidad, pero hizo un esfuerzo. — Sí, sí, yo la quiero de recuerdo. Nunca he estado aquí. — ¿Que hay un museo que no has visto? Qué deshonra sobre Ravenclaw, cuñada. — Miró a Lex y achicó los ojos, sacándole la lengua. — Estaba esperando a venir con alguien que entendiera, pero tú a lo tuyo. — ¿Y tu amiga desde hace seis años, Donna Hawthorne? — Pillada. — Nunca se ha dado la ocasión. Hazme el favor y disfruta de lo que tienes, como te acaba de señalar tu hermano, que es poder darnos una lección a nosotros por una vez. — Le dijo significativamente.
Según cruzaron las puertas, apretó la mano de su novio, y su mente puso un contador de cuánto podría ser que tardaran en quedarse solos aunque fuera para darse un beso de verdad. Miró a Marcus y le puso una sonrisa tontísima. — Muy bien, ahora que por fin estoy contigo. — Puso una sonrisa aún más enamorada y embelesada cuando dejó el beso en su mejilla. — No sé ni cómo he aguantado tanto sin presentarme en tu casa, pero no quería ser pesada, y quería dejarte tiempo con tu familia. — Aunque eso era lo que estaban haciendo ahora, pasar tiempo con su familia, podrían hacerlo más veces y así al menos poder estar el uno con el otro.
— ¡Bueno! ¿Por dónde empezamos? Equipos, historia o palmareses. — Dijo Arnold, girándose hacia Lex. Alice se hubiera esperado un encogimiento de hombros al estilo Lex, pero entonces dijo, bastante animado, casi entusiasmado. — Lo suyo es empezar por historia, ¿no? — Ah, ¿pero hay historia? — Preguntó ella. — ¡Claro! Están las cartas de los primeros testimonios del qudditch, y hay recreaciones, mira, vamos. — Instó Lex. Claro, ella sola había dinamitado la posibilidad de quedarse un poquito atrás y hacer manitas con Marcus. Tendría que ser en otro momento. Lex se acercó a una vitrina y señaló unas cartas. — ¡Mira! Esas son las primeras cartas en las que se habla el juego al que jugaban en el pantando de Queerditch. Son del siglo XI. Y esas son las pelotas que describe. — Dijo el chico señalando otro estante. — ¿Y son del siglo XI también? Pues sí que las hacían resistentes. — Comentó mirando asombrada. — No, mujer, son recreaciones según la señora Keddle, mira, si las puedes coger. — Y de hecho Lex cogió una y se la tiró, pero no se lo esperaba y la pelota cayó entre Marcus y ella sobre la suave maqueta morada. — Ravenclaws. — Suspiró su cuñado. — Oye, pero ¿por qué le faltan los huecos? — Preguntó admirando la superficie lisa suave que tenía delante. — Porque se los pusieron después, para la aerodinámica. Antes era más difícil de coger y había más lesiones de dedos. — A ver, ponte ahí, hijo, que voy. — Dijo Arnie, muy lanzado de repente. — A ver si se va a lesionar justo ahora. O tú, que nunca te he visto coger una quaffle. — Dijo Emma, cruzándose de brazos con un suspiro impaciente. — ¡Dale, papá! — Exclamó Lex, dando saltito hacia atrás como un perrillo con ganas de jugar. Arnold lanzó y Lex la cogió con una precisión que asustaba. — ¡Guau! — Cuidado con esas manitas preciosas, cariño, a ver si al final vamos a salir escaldados en el peor momento… — Dejó caer Darren, con su habitual dulzura.
Desde hacía un rato, había algo que a Alice le estaba mosqueando, como un sexto sentido. Y cuando Lex se puso a explicarles lo de la aerodinámica y por qué había aprendido a atrapar las pelotas así, se dio cuenta de qué era. Era una chica. Tenía que ser de su edad, o mínimo de la de Lex, con mucho pelo muy rizado y muy delgadilla, pero que les observaba atentamente desde que habían entrado. Agitó la mano de su novio y tiró de él para susurrarle. — ¿Conocéis a esa chica? No nos quita ojo desde que entramos, sobre todo a tu hermano. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
No podía dejar de mirar a Alice como un estúpido. Mientras se reía, mientras hablaba, mientras le decía a su padre que William iba a ir a un restaurante chino (si es que en el fondo el contenido le daba igual, solo quería verla tan contenta), mientras admiraba la entrada y decía que era muy bonita... Ah, ahí interrumpió Lex. Marcus puso un mohín enfurruñado, mirando a su hermano, y rápidamente levantó la barbilla y pasó un brazo orgulloso por los hombros de su novia. - Seguro que tú no has ido a todos los museos de herbología que ha ido ella. - Yo no soy Ravenclaw. - Contraargumentó el otro con ninguna dificultad, para luego irse a lo suyo y pasar de él. En realidad, no sabía si Alice había visitado muchos museos de herbología, o si esos "museos" más bien eran "invernaderos" porque tal cosa no existía... Pero tenía que hacer una defensa rápida, no precisa.
En ese aura de tonteo que traían ambos, sin dejar de sonreírla, la miró con los ojos muy abiertos y hasta se detuvo, solo para agarrar sus manos y mirarla. - ¡No! Tú nunca eres pesada. - Se acercó a ella, feliz, y murmuró. - Y tú eres mi familia. - Vamos, se llega a presentar Alice en su casa en esos días y le da la alegría de su vida. Chasqueó la lengua. - Me ha pasado lo mismo. Quería que tuvieras tiempo con tu padre y tu hermano. - Aclimatándose a la casa, recuperando un poco de ambiente familiar después de todo lo ocurrido y haciendo sentir cómodo a William para que no cayera en un pozo otra vez. Y no quería andar él estorbando, por eso se había aguantado hasta ese día sin ver a Alice. - Podemos... Intentar organizarnos para vernos más a menudo. - Concluyó humildemente. Porque claro, para él que pasaran cuatro días sin verse era verse MUY poco a menudo.
Seguía embobado mirando a Alice y caminando de la mano con ella mientras su padre y Lex decidían por donde empezar. Si es que le daba igual, había estado en ese museo ya mil veces. Merecía la pena por ver a su hermano contento, pero ahora tenía una vista que le interesaba mucho más. Se acercaron juntos a donde estaban las vitrinas con las cartas de Queerditch y sus pelotas, sonriente, viendo como Alice se entusiasmaba hasta por el quidditch. - Curiosidad Ravenclaw. - Le dijo, dándole con un índice en la mejilla con una sonrisita. Su madre suspiró también y él la miró, un poco extrañado, pero Emma tenía una sonrisilla en los labios. Lo dicho, a su madre le gustaban sorprendentemente las quedadas familiares, tanto que la ponían de muy buen humor. Era raro verla así, pero era bonito.
Cuando se quiso dar cuenta, Lex había tirado una pelota que cayó entre Alice y él. Ambos la miraron inexpresivos y luego a su hermano. Marcus arqueó una ceja, segundos después. - ¿Pretendías que la cogiéramos? - Perdón, debo haber entendido mal para qué se usa una quaffle. - Comentó irónico Lex. Mientras Alice preguntaba por los huecos de la pelota y Lex respondía, Marcus se cruzó de brazos, mirando la esfera analítico. - Eso se le tenía que resbalar a la mitad de la gente. - Y Lex pretendiera que la cogieran ellos en el aire. Seguramente. Rápidamente, su padre se vino arriba, y por supuesto Lex también, y Marcus tomó la mano de Alice para que ambos se alejaran prudencialmente, a ver si iban a llevarse un pelotazo. Soltó un gritito de ánimo para Lex y rio, dirigiéndose a su novia después. - Iba a decirte cómo eran las quedadas cuando veníamos de pequeños, pero ya las estás viendo con tus propios ojos. Lo que ha cambiado es el tamaño de la bola, antes lo hacían en la zona infantil. - Señaló con la cabeza, divertido, un ala del museo llena de colorines, pelotas y aros mucho más bajos de lo habitual, de donde entraban y salían niños a los que la bruja de la entrada les iba cambiando el color de las camisetas para que se sintieran jugadores de su equipo favorito. - Aunque como ha sido siempre tan sociable él, entraba con mi padre, daban tres pelotazos y se salían. Lo de interactuar con otros niños, como que no. - Rodó los ojos. - Un día vinimos con Bradley. Sus padres tuvieron que sacarle a rastras de allí. - Menuda pataleta montó.
Mientras él recordaba mentalmente los momentos vividos en aquel museo, y miraba a ese Lex tan entusiasmado como cuando era pequeño (o quizás más, de niño era aún más huraño si cabía), Alice pareció recabar en otra cosa. Se acercó a ella para oír su susurro y giró los ojos donde le indicaba. - ¿Eh? - Una chica, un tanto retirada pero con la vista muy puesta en ellos. Esbozó una sonrisilla traviesa y miró a Alice. - ¿Estás celosilla, Gallia? - Dijo con una voz muy tonta. Se echó a reír por lo bajo y alzó las palmas. - Es broma, es broma. - Volvió a mirar discretamente a la chica y sacó un poco el labio inferior. - ¿Te suena de Hogwarts? No recuerdo haberla visto. - Se encogió de hombros. - A lo mejor es de fuera e intenta aprender el idioma, y como estamos llamando la atención de medio museo. - ¿Qué quieres ahora, rey de la alquimia? - Bromeó su hermano de vuelta, porque el final de la frase de Marcus lo había pronunciado bastante más alto. Ambos rieron y Lex les condujo hacia otra zona, quedándose él rezagado con Alice, tomando su mano, en esa nube de enamorados en la que estaban. - ¿Te parece sospechosa o qué? - Preguntó, en serio aunque sin perder la sonrisilla, como si no le diera mucha gravedad. Volvió a mirarla. La chica había girado sobre sí misma para admirar la vitrina que tenía delante, pero miraba de reojo hacia ellos... Bueno, más bien...
- Entonces, cielo... - Vaya, eso sí que lo había dicho para medio museo, hasta sus padres se giraron un tanto sorprendidos. Darren había carraspeado fuertemente y se había enganchado del brazo de Lex claramente llamando la atención sobre el hecho. - ¿Dónde vamos ahora? -A la sección de escobas. Ya que hemos visto las bolas del siglo XI, habrá que seguir por las escobas. - Pero qué listísimo eres. Me he echado el novio más listo del mundo. - Marcus miró a Alice de reojo, luego a Darren, luego a la chica (la cual estaba mirando de nuevo la vitrina, pero con una sonrisilla traviesa en la cara), luego a Lex, a sus padres, y a Alice otra vez. Se acercó para susurrarle. - Vale, definitivamente no eres tú la celosa, Gallia. -
En ese aura de tonteo que traían ambos, sin dejar de sonreírla, la miró con los ojos muy abiertos y hasta se detuvo, solo para agarrar sus manos y mirarla. - ¡No! Tú nunca eres pesada. - Se acercó a ella, feliz, y murmuró. - Y tú eres mi familia. - Vamos, se llega a presentar Alice en su casa en esos días y le da la alegría de su vida. Chasqueó la lengua. - Me ha pasado lo mismo. Quería que tuvieras tiempo con tu padre y tu hermano. - Aclimatándose a la casa, recuperando un poco de ambiente familiar después de todo lo ocurrido y haciendo sentir cómodo a William para que no cayera en un pozo otra vez. Y no quería andar él estorbando, por eso se había aguantado hasta ese día sin ver a Alice. - Podemos... Intentar organizarnos para vernos más a menudo. - Concluyó humildemente. Porque claro, para él que pasaran cuatro días sin verse era verse MUY poco a menudo.
Seguía embobado mirando a Alice y caminando de la mano con ella mientras su padre y Lex decidían por donde empezar. Si es que le daba igual, había estado en ese museo ya mil veces. Merecía la pena por ver a su hermano contento, pero ahora tenía una vista que le interesaba mucho más. Se acercaron juntos a donde estaban las vitrinas con las cartas de Queerditch y sus pelotas, sonriente, viendo como Alice se entusiasmaba hasta por el quidditch. - Curiosidad Ravenclaw. - Le dijo, dándole con un índice en la mejilla con una sonrisita. Su madre suspiró también y él la miró, un poco extrañado, pero Emma tenía una sonrisilla en los labios. Lo dicho, a su madre le gustaban sorprendentemente las quedadas familiares, tanto que la ponían de muy buen humor. Era raro verla así, pero era bonito.
Cuando se quiso dar cuenta, Lex había tirado una pelota que cayó entre Alice y él. Ambos la miraron inexpresivos y luego a su hermano. Marcus arqueó una ceja, segundos después. - ¿Pretendías que la cogiéramos? - Perdón, debo haber entendido mal para qué se usa una quaffle. - Comentó irónico Lex. Mientras Alice preguntaba por los huecos de la pelota y Lex respondía, Marcus se cruzó de brazos, mirando la esfera analítico. - Eso se le tenía que resbalar a la mitad de la gente. - Y Lex pretendiera que la cogieran ellos en el aire. Seguramente. Rápidamente, su padre se vino arriba, y por supuesto Lex también, y Marcus tomó la mano de Alice para que ambos se alejaran prudencialmente, a ver si iban a llevarse un pelotazo. Soltó un gritito de ánimo para Lex y rio, dirigiéndose a su novia después. - Iba a decirte cómo eran las quedadas cuando veníamos de pequeños, pero ya las estás viendo con tus propios ojos. Lo que ha cambiado es el tamaño de la bola, antes lo hacían en la zona infantil. - Señaló con la cabeza, divertido, un ala del museo llena de colorines, pelotas y aros mucho más bajos de lo habitual, de donde entraban y salían niños a los que la bruja de la entrada les iba cambiando el color de las camisetas para que se sintieran jugadores de su equipo favorito. - Aunque como ha sido siempre tan sociable él, entraba con mi padre, daban tres pelotazos y se salían. Lo de interactuar con otros niños, como que no. - Rodó los ojos. - Un día vinimos con Bradley. Sus padres tuvieron que sacarle a rastras de allí. - Menuda pataleta montó.
Mientras él recordaba mentalmente los momentos vividos en aquel museo, y miraba a ese Lex tan entusiasmado como cuando era pequeño (o quizás más, de niño era aún más huraño si cabía), Alice pareció recabar en otra cosa. Se acercó a ella para oír su susurro y giró los ojos donde le indicaba. - ¿Eh? - Una chica, un tanto retirada pero con la vista muy puesta en ellos. Esbozó una sonrisilla traviesa y miró a Alice. - ¿Estás celosilla, Gallia? - Dijo con una voz muy tonta. Se echó a reír por lo bajo y alzó las palmas. - Es broma, es broma. - Volvió a mirar discretamente a la chica y sacó un poco el labio inferior. - ¿Te suena de Hogwarts? No recuerdo haberla visto. - Se encogió de hombros. - A lo mejor es de fuera e intenta aprender el idioma, y como estamos llamando la atención de medio museo. - ¿Qué quieres ahora, rey de la alquimia? - Bromeó su hermano de vuelta, porque el final de la frase de Marcus lo había pronunciado bastante más alto. Ambos rieron y Lex les condujo hacia otra zona, quedándose él rezagado con Alice, tomando su mano, en esa nube de enamorados en la que estaban. - ¿Te parece sospechosa o qué? - Preguntó, en serio aunque sin perder la sonrisilla, como si no le diera mucha gravedad. Volvió a mirarla. La chica había girado sobre sí misma para admirar la vitrina que tenía delante, pero miraba de reojo hacia ellos... Bueno, más bien...
- Entonces, cielo... - Vaya, eso sí que lo había dicho para medio museo, hasta sus padres se giraron un tanto sorprendidos. Darren había carraspeado fuertemente y se había enganchado del brazo de Lex claramente llamando la atención sobre el hecho. - ¿Dónde vamos ahora? -A la sección de escobas. Ya que hemos visto las bolas del siglo XI, habrá que seguir por las escobas. - Pero qué listísimo eres. Me he echado el novio más listo del mundo. - Marcus miró a Alice de reojo, luego a Darren, luego a la chica (la cual estaba mirando de nuevo la vitrina, pero con una sonrisilla traviesa en la cara), luego a Lex, a sus padres, y a Alice otra vez. Se acercó para susurrarle. - Vale, definitivamente no eres tú la celosa, Gallia. -
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Pues sí, tenían que verse más, todo lo que pudieran, aunque fuera solo para echar el rato juntos… Haciendo otras cosas, pero juntos. Vamos, lo que estaba describiendo era una vida en pareja, y ya sabía que de eso, todavía, estaba difícil que tuvieran. — Lo haremos, mi amor. — Mientras tanto, disfrutaría riéndose de lo diferentes que podían llegar a ser los hermanos O’Donnell, y de imaginarse a ese minipeter aferrándose con su vida a un museo por primera y única vez. — En verdad me parece adorable todo eso para los niños, es supertierno, antes de irnos enséñamelo. — Le pidió, con una sonrisa y un tonito adorables. — Yo nunca había estado aquí, y a lo mejor así aprendo un poquito. Por tamaño no me echarán porque yo creo que Lex con diez años medía lo mismo que yo. — En serio, Lex había sido como un señor grandote desde que ella lo recordaba.
Marcus pareció caer en la chica que le había señalado, y la chica se había percatado de que la estaban mirando, pero Marcus se lo tomó a broma, y nada mejor que a un Gallia le den una broma. Deslizó el dedo índice por su brazo. — Igual sí estoy celosa y te pido una compensación. — Seguramente, si hubiera tenido que ponerse celosa en aquel tiempo, se habría vuelto loca, con la cantidad de chicas (y algunos chicos) que habían caído rendidas cada vez que pasaba por delante el prefecto O’Donnell. — No, no es que me parezca sospechosa, es que parece que tiene algún interés en nosotros. — Bueno, ahora que se fijaba… No era en ellos precisamente. — No, no me suena de Hogwarts para nada. Y si no te suena a ti que conocías a todo el castillo… — Vaya cosas tenía su novio, si prácticamente se sabía el nombre de pila de todos los alumnos, si él no la conocía, definitivamente esa chica no era de Hogwarts, aunque por edad debería. Entonces era extranjera. Anda, quizá es que no entendía bien el idioma… — Qué fácil perdéis el interés cuando está el otro cerca… ¿Ya no quieres saber de escobas, cuñadita? — Pues claro, ¿cómo no iba a querer yo saberlo todo de escobas? — ¿Estás siendo sarcástica? — Que noooo. — Tranquilizó a su cuñado, yendo hacia él, sin soltar a su novio.
Pero alguien más parecía haberse dado cuenta de la presencia de la chica misteriosa. Solo que Darren, como buen Hufflepuff, no cultivaba el disimulo, y salió a voces sobre lo genial que era su novio. La cara de Emma era un poema. — Darren… ¿En los museos muggles no se recomienda mantener un volumen bajo de voz? Para favorecer la concentración. — El pobre se puso rojo como una manzana recién cogida. — Sí, sí, es verdad, es que cuando se pone así tan listo… Me enamora. — Emma no varió ni un milímetro la sonrisa, solo bajó los párpados. En idioma Horner, que ya empezaba a entenderlo, eso quería decir “y me alegro por ello, pero baja la voz en mi presencia”. — Mirad, estas son las primeras escobas, que eran veloce,s de hecho demasiado, pero nada aerodinámicas, de hecho, eso era un problema muy gordo en cuanto soplaba el viento porque… — Nada, Lex estaba ajeno a todo drama, porque estaba rodeado de escobas históricas. Pero sí, Darren se había puesto celosón, y casi que podía entenderlo, porque ahí estaba la chica otra vez. Iba a llamarle la atención a Marcus sobre el asunto, cuando ella misma se hizo notar. — Entiendes un montón de escobas. — Dijo en perfecto inglés, así que teoría del no entendimiento, cancelada. Bueno, perfecto no, ese acento… Le recordó de inmediato a Aaron y a su madre cuando lo imitaba. — Es americana. — Le susurró a Marcus. Lex se giró y la miró. — Ah, no, bueno, es que me encanta el… El… — Y de repente, su Lex particular pareció haberse estropeado repentinamente, arrugando mucho el entrecejo y ciertamente confuso. — ¿Lex? — Preguntó Darren desconfiado. — Sí, sí, perdón… Me he trabado… ¿Quién eres? — Lex, hijo… — Le instó Arnold, con su habitual cortesía. — Preséntate como Merlín manda… — Le tendió la mano a la chica. — Encantado, señorita. Soy Arnold O’Donnell, y este es mi hijo Lex O’Donnell, es cazador del equipo de quidditch de Hogwarts. — Ella amplió la sonrisa, que la aniñaba mucho más y la hacía parecer una chiquilla traviesa. — Blyth Jennings, ferviente admiradora del quidditch. — Darren la miraba desconfiado, y Lex no parecía salir de su asombro. — Yo soy Alice Gallia. — Sonrió a la chica. — Soy su cuñada. — Blyth la sonrió de vuelta. — Qué bonito tener una familia que se interesa tanto por tus gustos. Hay que venir a Inglaterra para encontrar auténticos fans del quidditch por lo que veo. — Pues si eso le parecía entusiasmo, no quería saber cómo era en América. — A ti sí te he oído. — Dijo Lex repentinamente señalándola. Alice miró a Marcus de reojo y se rio, tratando de desviar la atención de ese comentario tan sospechoso. — Pues claro, Lex, la acabo de saludar. — Miró a la chica y trató de hacer una bromita. — Como ves, el quidditch es lo suyo, pero las presentaciones no. —
Marcus pareció caer en la chica que le había señalado, y la chica se había percatado de que la estaban mirando, pero Marcus se lo tomó a broma, y nada mejor que a un Gallia le den una broma. Deslizó el dedo índice por su brazo. — Igual sí estoy celosa y te pido una compensación. — Seguramente, si hubiera tenido que ponerse celosa en aquel tiempo, se habría vuelto loca, con la cantidad de chicas (y algunos chicos) que habían caído rendidas cada vez que pasaba por delante el prefecto O’Donnell. — No, no es que me parezca sospechosa, es que parece que tiene algún interés en nosotros. — Bueno, ahora que se fijaba… No era en ellos precisamente. — No, no me suena de Hogwarts para nada. Y si no te suena a ti que conocías a todo el castillo… — Vaya cosas tenía su novio, si prácticamente se sabía el nombre de pila de todos los alumnos, si él no la conocía, definitivamente esa chica no era de Hogwarts, aunque por edad debería. Entonces era extranjera. Anda, quizá es que no entendía bien el idioma… — Qué fácil perdéis el interés cuando está el otro cerca… ¿Ya no quieres saber de escobas, cuñadita? — Pues claro, ¿cómo no iba a querer yo saberlo todo de escobas? — ¿Estás siendo sarcástica? — Que noooo. — Tranquilizó a su cuñado, yendo hacia él, sin soltar a su novio.
Pero alguien más parecía haberse dado cuenta de la presencia de la chica misteriosa. Solo que Darren, como buen Hufflepuff, no cultivaba el disimulo, y salió a voces sobre lo genial que era su novio. La cara de Emma era un poema. — Darren… ¿En los museos muggles no se recomienda mantener un volumen bajo de voz? Para favorecer la concentración. — El pobre se puso rojo como una manzana recién cogida. — Sí, sí, es verdad, es que cuando se pone así tan listo… Me enamora. — Emma no varió ni un milímetro la sonrisa, solo bajó los párpados. En idioma Horner, que ya empezaba a entenderlo, eso quería decir “y me alegro por ello, pero baja la voz en mi presencia”. — Mirad, estas son las primeras escobas, que eran veloce,s de hecho demasiado, pero nada aerodinámicas, de hecho, eso era un problema muy gordo en cuanto soplaba el viento porque… — Nada, Lex estaba ajeno a todo drama, porque estaba rodeado de escobas históricas. Pero sí, Darren se había puesto celosón, y casi que podía entenderlo, porque ahí estaba la chica otra vez. Iba a llamarle la atención a Marcus sobre el asunto, cuando ella misma se hizo notar. — Entiendes un montón de escobas. — Dijo en perfecto inglés, así que teoría del no entendimiento, cancelada. Bueno, perfecto no, ese acento… Le recordó de inmediato a Aaron y a su madre cuando lo imitaba. — Es americana. — Le susurró a Marcus. Lex se giró y la miró. — Ah, no, bueno, es que me encanta el… El… — Y de repente, su Lex particular pareció haberse estropeado repentinamente, arrugando mucho el entrecejo y ciertamente confuso. — ¿Lex? — Preguntó Darren desconfiado. — Sí, sí, perdón… Me he trabado… ¿Quién eres? — Lex, hijo… — Le instó Arnold, con su habitual cortesía. — Preséntate como Merlín manda… — Le tendió la mano a la chica. — Encantado, señorita. Soy Arnold O’Donnell, y este es mi hijo Lex O’Donnell, es cazador del equipo de quidditch de Hogwarts. — Ella amplió la sonrisa, que la aniñaba mucho más y la hacía parecer una chiquilla traviesa. — Blyth Jennings, ferviente admiradora del quidditch. — Darren la miraba desconfiado, y Lex no parecía salir de su asombro. — Yo soy Alice Gallia. — Sonrió a la chica. — Soy su cuñada. — Blyth la sonrió de vuelta. — Qué bonito tener una familia que se interesa tanto por tus gustos. Hay que venir a Inglaterra para encontrar auténticos fans del quidditch por lo que veo. — Pues si eso le parecía entusiasmo, no quería saber cómo era en América. — A ti sí te he oído. — Dijo Lex repentinamente señalándola. Alice miró a Marcus de reojo y se rio, tratando de desviar la atención de ese comentario tan sospechoso. — Pues claro, Lex, la acabo de saludar. — Miró a la chica y trató de hacer una bromita. — Como ves, el quidditch es lo suyo, pero las presentaciones no. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Estaba mirando la zona infantil con una sonrisilla, recordando, y asintiendo a lo que Alice iba diciendo... Al menos hasta que dijo que se lo enseñara antes de irse. La miró súbitamente, ilusionado, con ese disimulo con el que Merlín le había bendecido, que no era mucho. - Claro, claro, te lo enseño. - Señaló, tratando de aparentar normalidad, y añadió. - O si quieres podemos llegarnos ya. - Darren, atento, que nos veo interrumpiendo otra alquimia de vida en el baño. - Murmuró Lex cerca de ellos y con una sonrisa malevola, haciendo a su novio reír como una ratilla escondida. Marcus le miró con cara de circunstancia. - Creía que los museos había que verlos enteros. - Dices la frase como si fuera mía. Yo iba para las escobas. - Y eso hizo, dirigirse hacia las escobas, y Marcus rodó los ojos, suspiró y se encaminó también. Pero ya tenía la nota mental de ir a la zona infantil antes de salir del museo.
Alice tocándole con el índice y lanzándole ese comentario activó el lado travieso de Marcus, ese lado que solo tenía un motivo para existir y era Alice Gallia. La miró con una caída de ojos y una sonrisita ladina. - Vaya ¿y de qué tipo? - Pero estaban con toda su familia alrededor y ya sentía miraditas encima, de hecho Lex volvió a lanzar uno de sus comentarios, así que se separó de nuevo y disimuló. - Estoy deseando ver esas escobas que llevan ahí desde el siglo XI. De hecho, no recuerdo ningún año de mi vida en el que no estuvieran. - No como los útiles de alquimia que tanto veneras, que son todos de ayer. - Contraargumentó Lex, irónico, y todos se dirigieron a la mencionada sección de escobas.
Aunque Darren pudiera no percibirlo así en ese momento, el que Emma hubiera tenido la concesión de decirle que bajara la voz era muy buena señal. Quería decir que lo percibía como parte de su grupo, es más, de su familia. Si no, habría pasado olímpicamente de él y simplemente hubiera puesto una muy disimulada expresión desdeñosa mientras buscaba la mirada cómplice de su marido. Marcus apretó los labios, porque el hecho no era menos gracioso por ser así. Respiró hondo para asistir al discurso sobre escobas de su hermano (a ver, él era Ravenclaw, atendía a todo, y le ilusionaba ver a Lex así, pero es que se conocía ya esa historia de memoria) cuando una voz que no era de su grupo le hizo cambiar el foco de atención por completo. Miró a Alice de reojo. Vaya, pues sí que estaba la chica interesada en ellos... Bueno, "en ellos". No había dudado ni medio segundo en hablarle directamente a Lex. Ninguno de los presentes, ni siquiera el propio Lex, estaba acostumbrado a que él fuera el foco más atractivo del grupo.
Se inclinó un poco hacia Alice para oír lo que le susurraba, pero sin quitar los ojos de Lex y la chica, porque desde luego que eso merecía la pena verlo. Americana, sí, eso daba sentido a por qué no la conocían de Hogwarts, aunque le tumbaba la teoría del idioma. Ciertamente y visto lo visto, era más factible pensar que la chica se hubiera fijado en Lex en concreto y fuera tan directa que no hubiera dudado en acercarse a hablar con él a pesar de que estuviera con toda su familia... Y con su novio. Hombre, a más señas, lo cual le reducía considerablemente las posibilidades. Hombre que, dicho fuera de paso, tenía en esos momentos la mayor expresión de pocos amigos que Marcus le hubiera visto en la cara desde que le conocía.
Su hermano pareció trabarse de repente de una manera muy sospechosa. Era Lex, que se quedara bloqueado hablando con alguien no era nada extraño, pero parecía bastante confuso. ¿Le habría leído en la mente... alguna mala intención? De ser así, y siendo Lex como era, directamente le habría dado un corte y habría apartado a su familia de allí. No parecía eso. Quizás había visto que a la chica le atraía y se había quedado bloqueado. Era muy extraño. Su padre trató de poner un poco de protocolo en el asunto, presentándose debidamente. Tras presentarse Alice, Marcus dio un paso adelante y estrechó su mano también, con una cortés sonrisa. - Marcus O'Donnell, su sufrido hermano mayor. Perdona, es que ya he escuchado el discurso de las escobas muchas veces. No soy tan ferviente seguidor del quidditch, aunque sí de los logros de mi hermanito. - La chica soltó una risita traviesa y musical a su comentario y Lex arrugó el ceño más todavía. Tranquilo, que no tengo pensado levantarte al ligue. - No seas idiota. - Saltó su hermano en voz alta, lo que hizo que sus padres le miraran con reproche. Lex carraspeó. - Es... Siempre dice que es el mayor... Pero yo soy más alto. - Marcus tuvo que apretar los labios muchísimo para no estallar en una carcajada, y la chica solo sonrió más ampliamente. Anda que... Más le valía a Lex aprender un poco de habilidades comunicativas si quería ponerse a dar vueltas por el mundo como jugador de quidditch profesional.
La tal Blyth admiró a su familia y Lex volvió a soltar un comentario totalmente fuera de contexto. Marcus le miró extrañado. Eso empezaba a no ser normal ni siquiera para Lex. La chica, muy risueña por lo que parecía, volvió a reír con el comentario de Alice. En vistas de lo absurdamente incómodo que estaba su hermano, Marcus decidió hacer un puente. - ¿Vienes con tu familia, Blyth? - La chica negó, moviendo los rizos, e hizo un desenfadado gesto con la mano. - Qué va. Acabo de terminar mis estudios en Ilvermorny y he decidido recorrer un poco de mundo. Y como me gusta tanto el quidditch, he empezado por aquí. - Marcus asintió, con una sonrisa. - Me parece un plan genial post-estudios. -Aunque empezar por un museo de quidditch tu recorrido de crecimiento personal... Como si él, de haberlo hecho, no hubiera empezado por recorrerse todos los lugares importantes de la alquimia. Pero, en su cabeza, no era para nada lo mismo.
- Puedes unirte a nosotros lo que queda de visita, si quieres. Así no estás sola. - Ofreció Arnold, y Darren puso cara de haber sufrido una traición personal y se enganchó aún más del brazo de Lex, como si temiera que se lo fueran a robar. Blyth puso una expresión ilusionada, con la sonrisa aún más ancha y, en cambio, una especie de velo de no querer expresar más de la cuenta en el rostro. - Me encantaría, seguro que aprendo más. Aunque no quisiera molestaros... - No es ninguna molestia. - Dijo Emma sutilmente, acercándose para presentarse también. - Emma O'Donnell, la madre de Marcus y Lex. - Un placer, señora. - Estaba viendo a Darren rodar los ojos con desprecio, y Marcus no era legeremante pero casi podía oírle pensar. Lex seguía con expresión confusa. La chica, ignorando esto, se dirigió de nuevo a Lex. - ¿Entonces jugabas en el equipo de Hogwarts? - Sí. - Contestó el otro, escueto, aunque sin sonar borde, solo confuso. Esta asintió, mucho más sonriente. - Qué guay. - Ya ves. Es algo que no está al alcance de cualquiera. - Saltó Darren, en un tono de clarísima indirecta que hizo a Marcus abrir mucho los ojos y mirar a Alice de soslayo. ¿Desde cuando Darren se ponía así?
Pero la chica se quedó tan tranquila y sonriente como estaba, solo que ahora miraba al Hufflepuff. - ¿Tú eres su otro hermano? - Bueno... Pensó Marcus, mirando hacia arriba, a ver si con suerte no veía el primer asesinato de su vida en directo, que aún no sabía por parte de quien y a quien iba a ser cometido pero lo iba a ver. Darren se irguió y apretó aún más el brazo de Lex, diciendo muy dignamente. - No. Soy su novio. - Pero Blyth, lejos de achantarse o retirarse como Darren claramente quería provocar, simplemente asintió, sin perder la sonrisa. - Vaya, que si quisieras ser profesional tendrías un montón de gente animándote, ¡si ya hasta al museo vienen contigo! - ¿Verdad que sí? - Celebró Arnold las palabras de Blyth. Su padre siempre a punto para subirse al carro de evitar conflictos. Marcus se mojó los labios y decidió colaborar él también. - ¿Tú jugabas al quidditch en Ilvermorny, Blyth? - La chica encogió un hombro. - No se me da mal, pero siempre he sido más de admirar. - Uy, pues un museo es el lugar ideal para eso. Hay muchísimo que admirar, vitrinas llenas. - Volvió a irrumpir Darren, más ácido que en toda su vida. Sin embargo, la chica no quitaba la sonrisa traviesa y enigmática. Marcus miró de reojo a Alice otra vez. ¿Se lo parecía a él, o esa chica se mojaba poco en cuanto a dar pistas sobre sí misma se refería?
Alice tocándole con el índice y lanzándole ese comentario activó el lado travieso de Marcus, ese lado que solo tenía un motivo para existir y era Alice Gallia. La miró con una caída de ojos y una sonrisita ladina. - Vaya ¿y de qué tipo? - Pero estaban con toda su familia alrededor y ya sentía miraditas encima, de hecho Lex volvió a lanzar uno de sus comentarios, así que se separó de nuevo y disimuló. - Estoy deseando ver esas escobas que llevan ahí desde el siglo XI. De hecho, no recuerdo ningún año de mi vida en el que no estuvieran. - No como los útiles de alquimia que tanto veneras, que son todos de ayer. - Contraargumentó Lex, irónico, y todos se dirigieron a la mencionada sección de escobas.
Aunque Darren pudiera no percibirlo así en ese momento, el que Emma hubiera tenido la concesión de decirle que bajara la voz era muy buena señal. Quería decir que lo percibía como parte de su grupo, es más, de su familia. Si no, habría pasado olímpicamente de él y simplemente hubiera puesto una muy disimulada expresión desdeñosa mientras buscaba la mirada cómplice de su marido. Marcus apretó los labios, porque el hecho no era menos gracioso por ser así. Respiró hondo para asistir al discurso sobre escobas de su hermano (a ver, él era Ravenclaw, atendía a todo, y le ilusionaba ver a Lex así, pero es que se conocía ya esa historia de memoria) cuando una voz que no era de su grupo le hizo cambiar el foco de atención por completo. Miró a Alice de reojo. Vaya, pues sí que estaba la chica interesada en ellos... Bueno, "en ellos". No había dudado ni medio segundo en hablarle directamente a Lex. Ninguno de los presentes, ni siquiera el propio Lex, estaba acostumbrado a que él fuera el foco más atractivo del grupo.
Se inclinó un poco hacia Alice para oír lo que le susurraba, pero sin quitar los ojos de Lex y la chica, porque desde luego que eso merecía la pena verlo. Americana, sí, eso daba sentido a por qué no la conocían de Hogwarts, aunque le tumbaba la teoría del idioma. Ciertamente y visto lo visto, era más factible pensar que la chica se hubiera fijado en Lex en concreto y fuera tan directa que no hubiera dudado en acercarse a hablar con él a pesar de que estuviera con toda su familia... Y con su novio. Hombre, a más señas, lo cual le reducía considerablemente las posibilidades. Hombre que, dicho fuera de paso, tenía en esos momentos la mayor expresión de pocos amigos que Marcus le hubiera visto en la cara desde que le conocía.
Su hermano pareció trabarse de repente de una manera muy sospechosa. Era Lex, que se quedara bloqueado hablando con alguien no era nada extraño, pero parecía bastante confuso. ¿Le habría leído en la mente... alguna mala intención? De ser así, y siendo Lex como era, directamente le habría dado un corte y habría apartado a su familia de allí. No parecía eso. Quizás había visto que a la chica le atraía y se había quedado bloqueado. Era muy extraño. Su padre trató de poner un poco de protocolo en el asunto, presentándose debidamente. Tras presentarse Alice, Marcus dio un paso adelante y estrechó su mano también, con una cortés sonrisa. - Marcus O'Donnell, su sufrido hermano mayor. Perdona, es que ya he escuchado el discurso de las escobas muchas veces. No soy tan ferviente seguidor del quidditch, aunque sí de los logros de mi hermanito. - La chica soltó una risita traviesa y musical a su comentario y Lex arrugó el ceño más todavía. Tranquilo, que no tengo pensado levantarte al ligue. - No seas idiota. - Saltó su hermano en voz alta, lo que hizo que sus padres le miraran con reproche. Lex carraspeó. - Es... Siempre dice que es el mayor... Pero yo soy más alto. - Marcus tuvo que apretar los labios muchísimo para no estallar en una carcajada, y la chica solo sonrió más ampliamente. Anda que... Más le valía a Lex aprender un poco de habilidades comunicativas si quería ponerse a dar vueltas por el mundo como jugador de quidditch profesional.
La tal Blyth admiró a su familia y Lex volvió a soltar un comentario totalmente fuera de contexto. Marcus le miró extrañado. Eso empezaba a no ser normal ni siquiera para Lex. La chica, muy risueña por lo que parecía, volvió a reír con el comentario de Alice. En vistas de lo absurdamente incómodo que estaba su hermano, Marcus decidió hacer un puente. - ¿Vienes con tu familia, Blyth? - La chica negó, moviendo los rizos, e hizo un desenfadado gesto con la mano. - Qué va. Acabo de terminar mis estudios en Ilvermorny y he decidido recorrer un poco de mundo. Y como me gusta tanto el quidditch, he empezado por aquí. - Marcus asintió, con una sonrisa. - Me parece un plan genial post-estudios. -Aunque empezar por un museo de quidditch tu recorrido de crecimiento personal... Como si él, de haberlo hecho, no hubiera empezado por recorrerse todos los lugares importantes de la alquimia. Pero, en su cabeza, no era para nada lo mismo.
- Puedes unirte a nosotros lo que queda de visita, si quieres. Así no estás sola. - Ofreció Arnold, y Darren puso cara de haber sufrido una traición personal y se enganchó aún más del brazo de Lex, como si temiera que se lo fueran a robar. Blyth puso una expresión ilusionada, con la sonrisa aún más ancha y, en cambio, una especie de velo de no querer expresar más de la cuenta en el rostro. - Me encantaría, seguro que aprendo más. Aunque no quisiera molestaros... - No es ninguna molestia. - Dijo Emma sutilmente, acercándose para presentarse también. - Emma O'Donnell, la madre de Marcus y Lex. - Un placer, señora. - Estaba viendo a Darren rodar los ojos con desprecio, y Marcus no era legeremante pero casi podía oírle pensar. Lex seguía con expresión confusa. La chica, ignorando esto, se dirigió de nuevo a Lex. - ¿Entonces jugabas en el equipo de Hogwarts? - Sí. - Contestó el otro, escueto, aunque sin sonar borde, solo confuso. Esta asintió, mucho más sonriente. - Qué guay. - Ya ves. Es algo que no está al alcance de cualquiera. - Saltó Darren, en un tono de clarísima indirecta que hizo a Marcus abrir mucho los ojos y mirar a Alice de soslayo. ¿Desde cuando Darren se ponía así?
Pero la chica se quedó tan tranquila y sonriente como estaba, solo que ahora miraba al Hufflepuff. - ¿Tú eres su otro hermano? - Bueno... Pensó Marcus, mirando hacia arriba, a ver si con suerte no veía el primer asesinato de su vida en directo, que aún no sabía por parte de quien y a quien iba a ser cometido pero lo iba a ver. Darren se irguió y apretó aún más el brazo de Lex, diciendo muy dignamente. - No. Soy su novio. - Pero Blyth, lejos de achantarse o retirarse como Darren claramente quería provocar, simplemente asintió, sin perder la sonrisa. - Vaya, que si quisieras ser profesional tendrías un montón de gente animándote, ¡si ya hasta al museo vienen contigo! - ¿Verdad que sí? - Celebró Arnold las palabras de Blyth. Su padre siempre a punto para subirse al carro de evitar conflictos. Marcus se mojó los labios y decidió colaborar él también. - ¿Tú jugabas al quidditch en Ilvermorny, Blyth? - La chica encogió un hombro. - No se me da mal, pero siempre he sido más de admirar. - Uy, pues un museo es el lugar ideal para eso. Hay muchísimo que admirar, vitrinas llenas. - Volvió a irrumpir Darren, más ácido que en toda su vida. Sin embargo, la chica no quitaba la sonrisa traviesa y enigmática. Marcus miró de reojo a Alice otra vez. ¿Se lo parecía a él, o esa chica se mojaba poco en cuanto a dar pistas sobre sí misma se refería?
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Si Lex, siendo famoso, no se descubría a sí misma como legeremante, sería un milagro. Trató de reír al intento de arreglarlo con lo de ser más alto y aportó. — La que seguro que no gana soy yo. Y eso que soy la más mayor. — Y además de verdad, porque aquella chica era muy menudita pero bastante alta. Sería buena jugadora de quidditch, ¿no? — Perdona, cuñadita, sigo aquí. — ¿Qué? — Preguntó desconcertada. — Que yo cumplo antes, en marzo. — ¡Ay es verdad! Empezaba a ser mucha responsabilidad ser la mayor. — Siguió la broma. Lo que no se esperaba era a Darren así de irascible, nunca lo había visto así.
Visto lo tenso de la situación, su novio trató de sacar al prefecto O’Donnell que llevaba dentro y preguntó a la chica si venía en familia. Pues si llega a ser que sí, qué rarito hubiera sido que les diera plantón por seguirles a ellos… Oye… ¿No les estaba como costando horrores sacarles información? ¿Y si era una espía de los Van Der Luyden que ahora que no tenían a Aaron tenían que recurrir a otra gente? Lex paró en seco y la miró, peor justo en ese momento, Arnold y Emma la invitaron a unirse. Mierda. Sigue, sigue, tú como si nada, si es una espía, mejor que no piense que sospechamos, pensó bien fuerte para que su cuñado la oyera. Justo a tiempo de enterarse de la pregunta de la chica, que claro, le cayó un poco a trasmano. Aunque no tanto como la siguiente que hizo, esta vez a Darren. Marcus y ella se miraron esperando claramente un giro dramático de los acontecimientos, pero la chica como si no fuera con ella, se limitó a sonreír y se acabó el drama. Vale, era realmente sospechosa.
Apretó un poquito más de la cuenta la mano de Marcus cuando aquella chica volvió a desviar el tema de su persona, porque eso volvió a tensarla, y ya iba a decir algo, pero de repente, Lex volvió a tomar el mando de la situación. — Total, que aunque mi hermanito ya haya dejado claro que se lo sabe de memoria, aquí tenemos los modelos históricos, que eran simples palos, ¿ves? Y luego las encantaron antimaleficios. — ¿Pero cómo vais a tiraros maleficios sin soltaros de la escoba? — Preguntó ella con una risita. — Maldiciones silenciosas. — Dijo Blyth. Todos se giraron hacia ella, y de golpe se vio observada, así que reculó. — Vamos, digo yo. — No le estaba dando ninguna buena espina eso, no señor. A Darren tampoco, pero él iba colgado del brazo de Lex marcando terreno, no sospechando de una posible espía. Trató de distraerse mirando unas cestas que había por ahí. — ¿Y esto? ¿Para llevar las pelotas o qué? — Lex tuvo que reírse y frotarse los ojos. — ¿Realmente no sabes NADA de quidditch, Alice? Eran los antiguos aros. — Abrió mucho los ojos. — Ah, ¿y por qué los quitaron? — Pues por normativa, porque no había una medida estándar… — Y porque la gente los incendiaba cuando su equipo iba perdiendo, o simplemente para animar el partido.— Saltó Blyth. Para no jugar al quidditch no veas si tenía datos. — Sí, eso también. Es que la gente era un poco salvaje con el quidditch. — ¡Ja! Era, dice. Si les dejaran, lo harían hoy en día, ¿o no os acordáis de los ingleses en Roma cuando el mundial? — Dijo Emma. Quería reírse y participar, pero la aparición de aquella chica la había dejado un poco envarada, aunque siguió, de la mano de su novio, haciendo comentarios aquí y allá.
Pasaron al área de los equipos de quidditch y en seguida reconoció al equipo de Lex, que ese se lo había aprendido. — ¡Eh Lex! ¿Te hacemos una foto donde los Montrose Magpies? — Dijo toda contenta, señalando las equipaciones blancas y negras que se mostraban en una vitrina. — ¿Eres de ese equipo? — Preguntó Blyth como lo preguntaba todo, con ese tono de curiosidad llana y genuina, como si estuviera en un juego. — Eh… Sí… Bueno, a mí me gusta el deporte, pero sí, los Montrose más que los demás. — Sí, vamos la definición de ser de un equipo. — Apuntó la otra con media sonrisita. — Lexito, vamos a hacernos una foto los dos. ¿Nos saca, señor O’Donnell? — Dijo tendiéndole la cámara a Arnold. — No faltaba más. Y ahora, si eso, puede sacarnos a todos Blyth, aquí delante del equipo de mi… Familia. — Otro que era el rey de los secretos. Darren se enganchó del cuello de Lex con una gran sonrisa y Arnold les sacó, momento que aprovechó para mirar a su novio. Igual se estaba haciendo componendas de más, y aquella chica realmente parecía mostrar solo interés en Lex y ser un poco reservada. Apoyó la cabeza en el hombre de Marcus y susurró. — Te juro que daría lo que no tengo por tener ahora mismo un sitio donde pudiéramos estar solos. — ¡Chicos! ¡Vamos a ponernos para la foto! — No, ni cinco segundos de paz iban a tener, pero no pudo por menos que sonreír al acercarse a los demás y sentirse parte de aquella familia mientras posaba para aquella traviesa y misteriosa muchacha. — Ahora sí que vamos a poder ir al área infantil si quieres. — Dijo Lex con media sonrisita. — Y que aquí mi granado hermanito te cuente todos los traumas que ha cogido por ahí. —
Visto lo tenso de la situación, su novio trató de sacar al prefecto O’Donnell que llevaba dentro y preguntó a la chica si venía en familia. Pues si llega a ser que sí, qué rarito hubiera sido que les diera plantón por seguirles a ellos… Oye… ¿No les estaba como costando horrores sacarles información? ¿Y si era una espía de los Van Der Luyden que ahora que no tenían a Aaron tenían que recurrir a otra gente? Lex paró en seco y la miró, peor justo en ese momento, Arnold y Emma la invitaron a unirse. Mierda. Sigue, sigue, tú como si nada, si es una espía, mejor que no piense que sospechamos, pensó bien fuerte para que su cuñado la oyera. Justo a tiempo de enterarse de la pregunta de la chica, que claro, le cayó un poco a trasmano. Aunque no tanto como la siguiente que hizo, esta vez a Darren. Marcus y ella se miraron esperando claramente un giro dramático de los acontecimientos, pero la chica como si no fuera con ella, se limitó a sonreír y se acabó el drama. Vale, era realmente sospechosa.
Apretó un poquito más de la cuenta la mano de Marcus cuando aquella chica volvió a desviar el tema de su persona, porque eso volvió a tensarla, y ya iba a decir algo, pero de repente, Lex volvió a tomar el mando de la situación. — Total, que aunque mi hermanito ya haya dejado claro que se lo sabe de memoria, aquí tenemos los modelos históricos, que eran simples palos, ¿ves? Y luego las encantaron antimaleficios. — ¿Pero cómo vais a tiraros maleficios sin soltaros de la escoba? — Preguntó ella con una risita. — Maldiciones silenciosas. — Dijo Blyth. Todos se giraron hacia ella, y de golpe se vio observada, así que reculó. — Vamos, digo yo. — No le estaba dando ninguna buena espina eso, no señor. A Darren tampoco, pero él iba colgado del brazo de Lex marcando terreno, no sospechando de una posible espía. Trató de distraerse mirando unas cestas que había por ahí. — ¿Y esto? ¿Para llevar las pelotas o qué? — Lex tuvo que reírse y frotarse los ojos. — ¿Realmente no sabes NADA de quidditch, Alice? Eran los antiguos aros. — Abrió mucho los ojos. — Ah, ¿y por qué los quitaron? — Pues por normativa, porque no había una medida estándar… — Y porque la gente los incendiaba cuando su equipo iba perdiendo, o simplemente para animar el partido.— Saltó Blyth. Para no jugar al quidditch no veas si tenía datos. — Sí, eso también. Es que la gente era un poco salvaje con el quidditch. — ¡Ja! Era, dice. Si les dejaran, lo harían hoy en día, ¿o no os acordáis de los ingleses en Roma cuando el mundial? — Dijo Emma. Quería reírse y participar, pero la aparición de aquella chica la había dejado un poco envarada, aunque siguió, de la mano de su novio, haciendo comentarios aquí y allá.
Pasaron al área de los equipos de quidditch y en seguida reconoció al equipo de Lex, que ese se lo había aprendido. — ¡Eh Lex! ¿Te hacemos una foto donde los Montrose Magpies? — Dijo toda contenta, señalando las equipaciones blancas y negras que se mostraban en una vitrina. — ¿Eres de ese equipo? — Preguntó Blyth como lo preguntaba todo, con ese tono de curiosidad llana y genuina, como si estuviera en un juego. — Eh… Sí… Bueno, a mí me gusta el deporte, pero sí, los Montrose más que los demás. — Sí, vamos la definición de ser de un equipo. — Apuntó la otra con media sonrisita. — Lexito, vamos a hacernos una foto los dos. ¿Nos saca, señor O’Donnell? — Dijo tendiéndole la cámara a Arnold. — No faltaba más. Y ahora, si eso, puede sacarnos a todos Blyth, aquí delante del equipo de mi… Familia. — Otro que era el rey de los secretos. Darren se enganchó del cuello de Lex con una gran sonrisa y Arnold les sacó, momento que aprovechó para mirar a su novio. Igual se estaba haciendo componendas de más, y aquella chica realmente parecía mostrar solo interés en Lex y ser un poco reservada. Apoyó la cabeza en el hombre de Marcus y susurró. — Te juro que daría lo que no tengo por tener ahora mismo un sitio donde pudiéramos estar solos. — ¡Chicos! ¡Vamos a ponernos para la foto! — No, ni cinco segundos de paz iban a tener, pero no pudo por menos que sonreír al acercarse a los demás y sentirse parte de aquella familia mientras posaba para aquella traviesa y misteriosa muchacha. — Ahora sí que vamos a poder ir al área infantil si quieres. — Dijo Lex con media sonrisita. — Y que aquí mi granado hermanito te cuente todos los traumas que ha cogido por ahí. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Marcus atendió a la explicación de Lex. Se quejaba mucho de haber oído mil veces lo mismo, pero lo cierto era que ver a su hermano así, tan entusiasmado e informado con respecto a algo, le gustaba mucho, como buen Ravenclaw orgulloso del conocimiento que era. Asintió cuando, a la pregunta de Alice, Blyth respondió que se podía maldecir con hechizos silenciosos. Vivir con su madre le había hecho saber bastante de eso, además, como insistía en recordar, se sabía la historia del quidditch de memoria (y el reglamento, que se lo estudió cuando su hermano entró en el equipo de Hogwarts y, cuando supo que se dedicaría a ello profesionalmente, le echó otra ojeada).
Lo que no le gustaba era el tonito de Lex para decirles de nuevo que no sabían nada de quidditch. - Eh. - Le llamó la atención, frunciendo el ceño, porque claro, a su Alice no la tocaba nadie. - Que nosotros sabemos de muchas cosas y no nos vamos recochineando. - La carcajada de su hermano fue tan fuerte y mordaz que debió enterarse medio museo. - No, qué va. - Bueno pero no hacemos sentir mal a los demás por saber nosotros más. - Lex fue a replicar también, pero su madre redirigió para que contestara a Alice correctamente. Blyth también se unió a aportar información. No le quedaban dudas de que debía ser una gran admiradora del quidditch, de lo contrario, no habría empezado su año sabático por ahí. Pero estaba dejando poco margen de dudas sobre lo que sabía. - La podríamos poner a competir con Donna. - Bromeó en susurro a Alice. Porque, claro, la chica había dicho que solo sabía, no jugaba... ¿O sí? No le había quedado muy claro, había sido una respuesta un tanto ambigua.
Al llegar a los equipos, fue ver a los Montrose Magpies y le recorrió un escalofrío de orgullo por el cuerpo. Creía que estaba siendo poco disimulado por mirar a Lex de reojillo y con una sonrisita, pero teniendo en cuenta que Darren estaba subido a él como un koala, que Alice directamente sugirió una foto y que a su padre le faltaba sacar una pancarta, resultó quedar como el más discreto solo por detrás de su madre. Miró sonriente y compartiendo una miradita cómplice con su novia como Arnold sacaba una foto a Lex y Darren. Lex estaba tan tenso como siempre ante una foto, pero mucho más sonriente, se notaba claramente que estaba feliz. - Al final, todo lo que necesitaba un O'Donnell era... Un Gallia y un Millestone. - Le guiñó a su novia tras el susurro, tras lo cual ella apoyó la cabeza en su hombro. Sonrió, pero ni tiempo le dio a contestar porque ya les llamaban para la foto. Tiró de la mano de Alice, contento, y ambos se colocaron para salir en la foto de familia.
- Tengo que decirte una cosa. - Le susurró Lex, cuando aún ni le había dado tiempo a quitar la sonrisa para la foto. Le miró un tanto confuso, pero como ya todos se habían reactivado tras la pose, su propio hermano fue el primero en disimular y cambiar de tema. Marcus le miró con hastío. - Ja, ja. Tenían muchas revistas, las cuales me hubieran entretenido más si, a) no fueran esencialmente fotografías y tuvieran algo más de texto, b) mi concentración no se viera interrumpida cada dos segundos por el estruendo de un balonazo. - Se irguió, muy digno. - Yo me quedaba fuera con mamá y ella me hacía preguntas de lo que habíamos visto y yo se las respondía, demostrando que era un buen hermano que escucha el entusiasmo del menor. - Demostrando que eras un resabiado al que le encantaba dárselas de inteligente. - Puntualizó Lex, y el comentario hizo reír a Blyth con una risa divertida y de un toque travieso. La chica se había colocado cerca de Lex al caminar, y Darren se metió en medio de una forma muy obvia. - ¿Y cuál dices que es tu siguiente parada? - Le preguntó, con un punto que sonaba casi hiriente, pero la otra contestó con normalidad. - Aún no lo he decidido. Estoy improvisando. Según si encuentro motivos para quedarme o para ir a otro sitio, tardo más días en irme o no. - Aah, motivos para quedarte... - Dijo Darren, en un fingido tono comprensivo. Luego hizo un gesto despreocupado con la mano. - En Inglaterra no hay mucho que hacer, tampoco te creas... - Marcus miró a Alice y le hizo un gesto con los ojos. Confiaba en que su novia se metiera por medio de esa conversación y la desviara de alguna forma antes de que fuera a peor. Porque por lo que a él respectaba, le estaban llegando las vibraciones de Lex de que algo le quería contar.
- Es oclumante. - Le susurró cuando se hubieron alejado discretamente unos pasos, colocándose un poco por delante de los otros. Marcus le miró con los ojos muy abiertos. - No me ha llegado nada. No puedo leerle la mente de ninguna de las maneras. - ¿Te has planteado no ir leyéndole la mente a las personas que acabas de conoc...? - ¡Joder, Marcus, no empieces! - Susurró Lex, irritado y mirando de soslayo hacia atrás, como si quisiera comprobar que los otros no les oían. - Nunca me había topado con un oclumante. - Bueno. - Dijo Marcus, con una leve risa, tras lo cual se señaló el pecho con falsa humildad. - Ya practicaste en su día conmigo... - Nunca me había encontrado con un oclumante profesional. - Enfatizó Lex, taladrándole con la mirada. Marcus retiró dignamente la suya. - No me pienso ofender... - ¿No te parece raro que alguien que está aquí simplemente dando un paseo tenga la mente cerrada? - Marcus pensó unos instantes y luego se encogió de hombros. - No sé, está viajando sola por lo que ha contado, y no sabemos nada de ella ni de su vida. A lo mejor solo intenta protegerse. Imagínate que hay algún legeremante malintencionado por ahí que detecta en su mente que está sola en el país y, qué se yo... Le hace algo. Puede ser simplemente una protección. - Lex frunció los labios, mirando pensativo al suelo. Marcus siempre pensaba hacia arriba. Lex, hacia abajo. - No lo había visto así. - Marcus se detuvo, mirándole. Ya habían llegado a la zona infantil. - Es eso, o que intenta ligar contigo. - Idiota. - Yo diría que es bastante obvio. - Cállate. - ¡Vaya! Mis niños están nostálgicos. - Dijo Arnold, llegando a su altura. Le había faltado tiempo para ampliar las zancadas con carita de ilusión. Lex, por supuesto, puso sonrisa malévola y se la devolvió. - O eso, o alguien pretende hacerte abuelo. - Qué tonto eres, de verdad. Los museos se ven enteros o no se ven, ¿a que sí, papá? - El hombre rio, pero también suspiró. - Venga, Alice, que algo me dice que Marcus quiere enseñarte esto. Por lo que sea. -
Lo que no le gustaba era el tonito de Lex para decirles de nuevo que no sabían nada de quidditch. - Eh. - Le llamó la atención, frunciendo el ceño, porque claro, a su Alice no la tocaba nadie. - Que nosotros sabemos de muchas cosas y no nos vamos recochineando. - La carcajada de su hermano fue tan fuerte y mordaz que debió enterarse medio museo. - No, qué va. - Bueno pero no hacemos sentir mal a los demás por saber nosotros más. - Lex fue a replicar también, pero su madre redirigió para que contestara a Alice correctamente. Blyth también se unió a aportar información. No le quedaban dudas de que debía ser una gran admiradora del quidditch, de lo contrario, no habría empezado su año sabático por ahí. Pero estaba dejando poco margen de dudas sobre lo que sabía. - La podríamos poner a competir con Donna. - Bromeó en susurro a Alice. Porque, claro, la chica había dicho que solo sabía, no jugaba... ¿O sí? No le había quedado muy claro, había sido una respuesta un tanto ambigua.
Al llegar a los equipos, fue ver a los Montrose Magpies y le recorrió un escalofrío de orgullo por el cuerpo. Creía que estaba siendo poco disimulado por mirar a Lex de reojillo y con una sonrisita, pero teniendo en cuenta que Darren estaba subido a él como un koala, que Alice directamente sugirió una foto y que a su padre le faltaba sacar una pancarta, resultó quedar como el más discreto solo por detrás de su madre. Miró sonriente y compartiendo una miradita cómplice con su novia como Arnold sacaba una foto a Lex y Darren. Lex estaba tan tenso como siempre ante una foto, pero mucho más sonriente, se notaba claramente que estaba feliz. - Al final, todo lo que necesitaba un O'Donnell era... Un Gallia y un Millestone. - Le guiñó a su novia tras el susurro, tras lo cual ella apoyó la cabeza en su hombro. Sonrió, pero ni tiempo le dio a contestar porque ya les llamaban para la foto. Tiró de la mano de Alice, contento, y ambos se colocaron para salir en la foto de familia.
- Tengo que decirte una cosa. - Le susurró Lex, cuando aún ni le había dado tiempo a quitar la sonrisa para la foto. Le miró un tanto confuso, pero como ya todos se habían reactivado tras la pose, su propio hermano fue el primero en disimular y cambiar de tema. Marcus le miró con hastío. - Ja, ja. Tenían muchas revistas, las cuales me hubieran entretenido más si, a) no fueran esencialmente fotografías y tuvieran algo más de texto, b) mi concentración no se viera interrumpida cada dos segundos por el estruendo de un balonazo. - Se irguió, muy digno. - Yo me quedaba fuera con mamá y ella me hacía preguntas de lo que habíamos visto y yo se las respondía, demostrando que era un buen hermano que escucha el entusiasmo del menor. - Demostrando que eras un resabiado al que le encantaba dárselas de inteligente. - Puntualizó Lex, y el comentario hizo reír a Blyth con una risa divertida y de un toque travieso. La chica se había colocado cerca de Lex al caminar, y Darren se metió en medio de una forma muy obvia. - ¿Y cuál dices que es tu siguiente parada? - Le preguntó, con un punto que sonaba casi hiriente, pero la otra contestó con normalidad. - Aún no lo he decidido. Estoy improvisando. Según si encuentro motivos para quedarme o para ir a otro sitio, tardo más días en irme o no. - Aah, motivos para quedarte... - Dijo Darren, en un fingido tono comprensivo. Luego hizo un gesto despreocupado con la mano. - En Inglaterra no hay mucho que hacer, tampoco te creas... - Marcus miró a Alice y le hizo un gesto con los ojos. Confiaba en que su novia se metiera por medio de esa conversación y la desviara de alguna forma antes de que fuera a peor. Porque por lo que a él respectaba, le estaban llegando las vibraciones de Lex de que algo le quería contar.
- Es oclumante. - Le susurró cuando se hubieron alejado discretamente unos pasos, colocándose un poco por delante de los otros. Marcus le miró con los ojos muy abiertos. - No me ha llegado nada. No puedo leerle la mente de ninguna de las maneras. - ¿Te has planteado no ir leyéndole la mente a las personas que acabas de conoc...? - ¡Joder, Marcus, no empieces! - Susurró Lex, irritado y mirando de soslayo hacia atrás, como si quisiera comprobar que los otros no les oían. - Nunca me había topado con un oclumante. - Bueno. - Dijo Marcus, con una leve risa, tras lo cual se señaló el pecho con falsa humildad. - Ya practicaste en su día conmigo... - Nunca me había encontrado con un oclumante profesional. - Enfatizó Lex, taladrándole con la mirada. Marcus retiró dignamente la suya. - No me pienso ofender... - ¿No te parece raro que alguien que está aquí simplemente dando un paseo tenga la mente cerrada? - Marcus pensó unos instantes y luego se encogió de hombros. - No sé, está viajando sola por lo que ha contado, y no sabemos nada de ella ni de su vida. A lo mejor solo intenta protegerse. Imagínate que hay algún legeremante malintencionado por ahí que detecta en su mente que está sola en el país y, qué se yo... Le hace algo. Puede ser simplemente una protección. - Lex frunció los labios, mirando pensativo al suelo. Marcus siempre pensaba hacia arriba. Lex, hacia abajo. - No lo había visto así. - Marcus se detuvo, mirándole. Ya habían llegado a la zona infantil. - Es eso, o que intenta ligar contigo. - Idiota. - Yo diría que es bastante obvio. - Cállate. - ¡Vaya! Mis niños están nostálgicos. - Dijo Arnold, llegando a su altura. Le había faltado tiempo para ampliar las zancadas con carita de ilusión. Lex, por supuesto, puso sonrisa malévola y se la devolvió. - O eso, o alguien pretende hacerte abuelo. - Qué tonto eres, de verdad. Los museos se ven enteros o no se ven, ¿a que sí, papá? - El hombre rio, pero también suspiró. - Venga, Alice, que algo me dice que Marcus quiere enseñarte esto. Por lo que sea. -
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Desde luego, los hermanos O’Donnell siempre iban a ser los hermanos O’Donnell, solo que ahora no le incomodaba, como hace unos años, sino que le hacía mucha gracia. También trató de reír a lo de Donna. Marcus no la consideraba sospechosa… Y él era muy preocupón de base, si se lo estaba tomando a broma, probablemente es que ella estaba exagerando. Y desde luego que no tenía ganas de arruinar el día tontamente, y menos cuando su Marcus le decía cosas como que solo necesitaba una Gallia, que mira qué feliz casualidad, eso era ella, una Gallia, y se hacían fotos juntos, y disfrutaban del día y del merecido descanso de preocupaciones.
Detectó que Lex quería hablar con Marcus, y ella aprovechó para colarse entre Darren y Blyth, tratando de evitar una masacre. Pero sí que era cierto que estaba difícil entablar ninguna conversación profunda con aquella muchacha. — Pues en Francia también se juega mucho al quidditch, ¿sabes? Yo tengo familia allí. — Anda qué bien, qué envidia. — Comentó la chica. — Igual allí también hay museo del quidditch y eso, yo nunca había venido a este, así que es posible que en París haya uno y yo no me haya enterado. — Comentó con una risita. — Sí, yo tampoco había estado en este antes. — Soltó Darren, mirando a su al rededor. — Pero tengo mucho tiempo para venir con Lexito siempre que quiera. — ¿Y cómo es que no habéis venido hasta ahora juntos? — Preguntó la chica. Darren la miró con clara ofensa y boqueó como un pez. — Porque… Porque no había coincidido que pudiéramos venir aquí en vacaciones. Yo hago todo lo que puedo para verle, aunque no sea fácil. — ¿Por qué no es fácil? — Vale, ahora en serio, el interés de esa chica por Lex no era normal. Y ya podía dejarse de espías y de asuntos, esa chica estaba interesada en Lex. Ya lo que quisiera de él… Era más problema de Darren, aunque Lex ni la había mirado. — Por dónde vivimos cada uno. — ¿No os podéis aparecer en Inglaterra? — Sí, sí, pero es que Darren vive en una barriada muggle y no es tan sencillo. — Saltó ella. Ojalá y fuera eso, es que Darren era malísimo en aparición, y un día se iba a despartir e iban a tener un problema. — Ah… Que aquí os separáis. — Yo no me separo de Lex si puedo evitarlo. — Dijo Darren, muy orgulloso. — No, Darren, se refiere a las barriadas… Que en Estados Unidos viven todos con todos. — Mira, una cosa en la que vamos a estar de acuerdo. — Contestó él, no sin cierto tonito. — Bueno, yo preferiría lo de los barrios solo de magos. — Dijo Blyth levantando las manos. — ¿Qué pasa? ¿También eres clasista de la sangre? — ¿También? — Respondió ella. — Darren… — Advirtió Alice, mirando de reojo a Emma y Arnold, que se reían mirando la foto que ya ha salido revelada y parecían estar recordando algo de Lex y Marcus de pequeños. — Que aquí ninguno somos de eso, eh… — Además, te he visto pasar de las insinuaciones de gente mucho menos agradable que Blyth, que realmente no ha dicho nada. La chica se encogió de hombros. — Claro, yo lo digo porque es un coñazo andarte siempre con ojo para aparecerte y eso. En una barriada mágica pues no tendrás que estar pendiente de eso, digo yo. — Casi se le escapa una risa, porque la chica lo decía todo tan de cara y con ese tono… Que le hacía reír, no lo podía evitar. Pero si quería que a Darren no le diera un soponcio, necesitaba refuerzos.
Pero lo bueno era que acababan de llegar a la zona de niños y sintió cómo la llamaban. — ¡Ah! Se lo he pedido yo, me hacía ilusión ver el sitio, es muy cuqui. — A su afirmación, Lexy Arnold contuvieron una risa y se pusieron a darle palmadas en la espalda a Marcus. — ¿Qué? — Ignóralos, Alice. Hombres. Incluido el mío, que le tiene que reír las gracias a sus hijos digan lo que digan. — Dijo Emma, arrastrando las últimas palabras y mirando significativamente a Arnold. Vale, se estaba perdiendo, pero algo le decía que iba en su interés no preguntar. — Venga, ¿me lo enseñáis? —
Lex les condujo a una minipista, donde, efectivamente, repartían camisetas a los niños, y les daban escobitas aunque estaban desencantadas, solo corrían con ellas como si fueran montados. — ¿Ves? Tienen quaffles pequeñitas, y las bludgers son de espuma, igual que los bates. — Eso le puso una sonrisa en la cara. — ¡Qué adorable! ¿Y la snitch? — Es una bolita dorada que tiene un encantamiento de recorrido fijo, mira. — La señaló Lex en la pista vacía, cazándola en un segundo, tan rápido que ni se lo vio venir. Alice parpadeó. — En verdad podrías ser lo que te diera la gana en el quidditch, condenado. — Lex se rio y la soltó de nuevo. — Es que esta es para niños, Alice. Venga, vamos por ahí que hay una pista para mayores, para probar a jugar aunque no seas profesional. — No me vas a subir en una escoba, Lex. — Que síííí, tonta. — Dijo agarrándola de los hombros. Al pasar por las mesitas de colores para niños vio pergaminos con dibujos de quidditch para colorear y las revistas que Marcus decía, y se lo imaginó siendo un niño precioso, peripuesto y adorable allí sentadito. — Mi amor, ¿me dibujas una snitch o algo? — Dijo mirándole parpadeando como una niña buena. — Me parece tremendamente adorable. — Aunque, en su mente, lo de ir a la sección de niños había sido una cosa de ellos dos solos para dar una vueltecita y… Bueno, hablar y tocarse e igual besarse un poquito en algún sitio discreto. Pero no, claramente no iba a ser.
Llegaron a un gimnasio donde se había organizado un grupo y se pasaban las quaffles. — ¡Eh! Vosotros, sumáis cinco fácilmente, poneos contra nosotros. — Ella se apresuró a negar. — Ah, no, no, yo ni idea de quidditch. — Venga, ¿por qué no, cuñadita? Si es amateur, mira, ni siquiera se juega en altura, solo un par de metros. — Bueno, eso no será altura para ti, que eres un palmera. — ¡Yo voy con mi Lexito! — Exclamó Darren, enganchándose del brazo del chico. — De verdad que es que… — Pero Darren tiró de ella y dijo, bajito pero agresivamente. — Ponte que si no se va a poner esa otra, tu solo intenta no caerte y ya. — ¡Venga! — Exclamó el chico que les había llamado. — Te pones de golpeadora, que es muy fácil para empezar. — Dijo tendiéndole un bate de plástico, luego señaló una pelota rosa que se movía frenéticamente en su caja. — La bluddger es de plástico, así que… — Ehm… ¿Y de las de ahí de espumita no hay? — Todos se rieron de ella pero ni contestaron. Bueno, pues nada. — Blyth, ¿quieres probar? — Preguntó Arnold muy animado, pero la chica levantó la mano. — No, no, yo mejor arbitro que se me dan muy bien las normas. — Oye, que yo tampoco sé jugar… — Empezó ella quejándose, pero Darren le dio en el brazo. — Calla. — Jo, había que ver, lo que hacía una por la Orden de Merlín. — Venga, pues me pongo yo de buscador, que creo que puedo calcular las órbitas de la snitch. — Dijo su suegro, a lo que Emma puso los ojos en blanco. — A ver si pudiera ser no empezar el verano con lesiones. — Que no, mujer. — Vale, entonces os falta guardián… ¡Eh tú! — Señaló el chico a Marcus. — Que tú eres alto, serás buen guardián. — Alice miró a su novio tratando de contener la risa que amenazaba con darle. — Venga, toma, guapa haz una prueba. — Dijo dándole el bate. Ella sonrió de medio lado. — Venga… Me voy ahí… Con mi novio el guardián… — Respondió sin quitar la sonrisa. Es que no le gustaba que le llamaran guapa sin ton ni son. El chico soltó la bluddger y Alice reaccionó todo lo rápido que pudo, y para su sorpresa, le dio superfuerte y la mandó hacia el techo. — ¡Eh! ¡Le he dado! ¡Le he dado, Lex! ¡Soy una golpeadora! — Su cuñado se rio, montándose en las escobas que empezaban a traerles. — Sí, pero ahora hay que hacerlo en la escoba y a ser posible no des hacia arriba, Alice. — Ella frunció el ceño. — Pero si esto está lleno de gente, si le doy de frente voy a… Ah, ya… — Si es que ese juego era demasiado agresivo. Además a ver cómo controlaba darles a los otros y no a los suyos. Mejor no lo pensaba mucho, que todavía se arrepentía. Le dio un piquito a Marcus y rio. — No estoy nada segura de esto, pero ya que no podemos estar ni medio segundo solos, al menos contentemos a la otra mitad de la Orden de Merlín. — Y se subió en la escoba, pero antes de flotar le dijo a Emma. — Échame el hechizo inmovilizador a la falda, porfa, que no contaba yo con encaramarme a dos metros. — Emma rio y se lo echó, y cuando pasó por al lado de Marcus susurró. — Lo de las buenas vistas de mis vestidos lo reservo para cuando estemos solos en los árboles de La Provenza. —
Detectó que Lex quería hablar con Marcus, y ella aprovechó para colarse entre Darren y Blyth, tratando de evitar una masacre. Pero sí que era cierto que estaba difícil entablar ninguna conversación profunda con aquella muchacha. — Pues en Francia también se juega mucho al quidditch, ¿sabes? Yo tengo familia allí. — Anda qué bien, qué envidia. — Comentó la chica. — Igual allí también hay museo del quidditch y eso, yo nunca había venido a este, así que es posible que en París haya uno y yo no me haya enterado. — Comentó con una risita. — Sí, yo tampoco había estado en este antes. — Soltó Darren, mirando a su al rededor. — Pero tengo mucho tiempo para venir con Lexito siempre que quiera. — ¿Y cómo es que no habéis venido hasta ahora juntos? — Preguntó la chica. Darren la miró con clara ofensa y boqueó como un pez. — Porque… Porque no había coincidido que pudiéramos venir aquí en vacaciones. Yo hago todo lo que puedo para verle, aunque no sea fácil. — ¿Por qué no es fácil? — Vale, ahora en serio, el interés de esa chica por Lex no era normal. Y ya podía dejarse de espías y de asuntos, esa chica estaba interesada en Lex. Ya lo que quisiera de él… Era más problema de Darren, aunque Lex ni la había mirado. — Por dónde vivimos cada uno. — ¿No os podéis aparecer en Inglaterra? — Sí, sí, pero es que Darren vive en una barriada muggle y no es tan sencillo. — Saltó ella. Ojalá y fuera eso, es que Darren era malísimo en aparición, y un día se iba a despartir e iban a tener un problema. — Ah… Que aquí os separáis. — Yo no me separo de Lex si puedo evitarlo. — Dijo Darren, muy orgulloso. — No, Darren, se refiere a las barriadas… Que en Estados Unidos viven todos con todos. — Mira, una cosa en la que vamos a estar de acuerdo. — Contestó él, no sin cierto tonito. — Bueno, yo preferiría lo de los barrios solo de magos. — Dijo Blyth levantando las manos. — ¿Qué pasa? ¿También eres clasista de la sangre? — ¿También? — Respondió ella. — Darren… — Advirtió Alice, mirando de reojo a Emma y Arnold, que se reían mirando la foto que ya ha salido revelada y parecían estar recordando algo de Lex y Marcus de pequeños. — Que aquí ninguno somos de eso, eh… — Además, te he visto pasar de las insinuaciones de gente mucho menos agradable que Blyth, que realmente no ha dicho nada. La chica se encogió de hombros. — Claro, yo lo digo porque es un coñazo andarte siempre con ojo para aparecerte y eso. En una barriada mágica pues no tendrás que estar pendiente de eso, digo yo. — Casi se le escapa una risa, porque la chica lo decía todo tan de cara y con ese tono… Que le hacía reír, no lo podía evitar. Pero si quería que a Darren no le diera un soponcio, necesitaba refuerzos.
Pero lo bueno era que acababan de llegar a la zona de niños y sintió cómo la llamaban. — ¡Ah! Se lo he pedido yo, me hacía ilusión ver el sitio, es muy cuqui. — A su afirmación, Lexy Arnold contuvieron una risa y se pusieron a darle palmadas en la espalda a Marcus. — ¿Qué? — Ignóralos, Alice. Hombres. Incluido el mío, que le tiene que reír las gracias a sus hijos digan lo que digan. — Dijo Emma, arrastrando las últimas palabras y mirando significativamente a Arnold. Vale, se estaba perdiendo, pero algo le decía que iba en su interés no preguntar. — Venga, ¿me lo enseñáis? —
Lex les condujo a una minipista, donde, efectivamente, repartían camisetas a los niños, y les daban escobitas aunque estaban desencantadas, solo corrían con ellas como si fueran montados. — ¿Ves? Tienen quaffles pequeñitas, y las bludgers son de espuma, igual que los bates. — Eso le puso una sonrisa en la cara. — ¡Qué adorable! ¿Y la snitch? — Es una bolita dorada que tiene un encantamiento de recorrido fijo, mira. — La señaló Lex en la pista vacía, cazándola en un segundo, tan rápido que ni se lo vio venir. Alice parpadeó. — En verdad podrías ser lo que te diera la gana en el quidditch, condenado. — Lex se rio y la soltó de nuevo. — Es que esta es para niños, Alice. Venga, vamos por ahí que hay una pista para mayores, para probar a jugar aunque no seas profesional. — No me vas a subir en una escoba, Lex. — Que síííí, tonta. — Dijo agarrándola de los hombros. Al pasar por las mesitas de colores para niños vio pergaminos con dibujos de quidditch para colorear y las revistas que Marcus decía, y se lo imaginó siendo un niño precioso, peripuesto y adorable allí sentadito. — Mi amor, ¿me dibujas una snitch o algo? — Dijo mirándole parpadeando como una niña buena. — Me parece tremendamente adorable. — Aunque, en su mente, lo de ir a la sección de niños había sido una cosa de ellos dos solos para dar una vueltecita y… Bueno, hablar y tocarse e igual besarse un poquito en algún sitio discreto. Pero no, claramente no iba a ser.
Llegaron a un gimnasio donde se había organizado un grupo y se pasaban las quaffles. — ¡Eh! Vosotros, sumáis cinco fácilmente, poneos contra nosotros. — Ella se apresuró a negar. — Ah, no, no, yo ni idea de quidditch. — Venga, ¿por qué no, cuñadita? Si es amateur, mira, ni siquiera se juega en altura, solo un par de metros. — Bueno, eso no será altura para ti, que eres un palmera. — ¡Yo voy con mi Lexito! — Exclamó Darren, enganchándose del brazo del chico. — De verdad que es que… — Pero Darren tiró de ella y dijo, bajito pero agresivamente. — Ponte que si no se va a poner esa otra, tu solo intenta no caerte y ya. — ¡Venga! — Exclamó el chico que les había llamado. — Te pones de golpeadora, que es muy fácil para empezar. — Dijo tendiéndole un bate de plástico, luego señaló una pelota rosa que se movía frenéticamente en su caja. — La bluddger es de plástico, así que… — Ehm… ¿Y de las de ahí de espumita no hay? — Todos se rieron de ella pero ni contestaron. Bueno, pues nada. — Blyth, ¿quieres probar? — Preguntó Arnold muy animado, pero la chica levantó la mano. — No, no, yo mejor arbitro que se me dan muy bien las normas. — Oye, que yo tampoco sé jugar… — Empezó ella quejándose, pero Darren le dio en el brazo. — Calla. — Jo, había que ver, lo que hacía una por la Orden de Merlín. — Venga, pues me pongo yo de buscador, que creo que puedo calcular las órbitas de la snitch. — Dijo su suegro, a lo que Emma puso los ojos en blanco. — A ver si pudiera ser no empezar el verano con lesiones. — Que no, mujer. — Vale, entonces os falta guardián… ¡Eh tú! — Señaló el chico a Marcus. — Que tú eres alto, serás buen guardián. — Alice miró a su novio tratando de contener la risa que amenazaba con darle. — Venga, toma, guapa haz una prueba. — Dijo dándole el bate. Ella sonrió de medio lado. — Venga… Me voy ahí… Con mi novio el guardián… — Respondió sin quitar la sonrisa. Es que no le gustaba que le llamaran guapa sin ton ni son. El chico soltó la bluddger y Alice reaccionó todo lo rápido que pudo, y para su sorpresa, le dio superfuerte y la mandó hacia el techo. — ¡Eh! ¡Le he dado! ¡Le he dado, Lex! ¡Soy una golpeadora! — Su cuñado se rio, montándose en las escobas que empezaban a traerles. — Sí, pero ahora hay que hacerlo en la escoba y a ser posible no des hacia arriba, Alice. — Ella frunció el ceño. — Pero si esto está lleno de gente, si le doy de frente voy a… Ah, ya… — Si es que ese juego era demasiado agresivo. Además a ver cómo controlaba darles a los otros y no a los suyos. Mejor no lo pensaba mucho, que todavía se arrepentía. Le dio un piquito a Marcus y rio. — No estoy nada segura de esto, pero ya que no podemos estar ni medio segundo solos, al menos contentemos a la otra mitad de la Orden de Merlín. — Y se subió en la escoba, pero antes de flotar le dijo a Emma. — Échame el hechizo inmovilizador a la falda, porfa, que no contaba yo con encaramarme a dos metros. — Emma rio y se lo echó, y cuando pasó por al lado de Marcus susurró. — Lo de las buenas vistas de mis vestidos lo reservo para cuando estemos solos en los árboles de La Provenza. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Puso una sonrisa radiante cuando su novia confirmó que se lo había pedido ella, pero las palmaditas idiotas de su padre y su hermano le hicieron chistar y removerse para que dejaran de dárselas (de ponerle en ridículo, más bien). Agarró a Alice de la mano y confirmó. - Te lo enseño. - Tirando de ella hacia el interior de la zona infantil.
Lamentablemente para él, Lex se les adelantó. Tenía hoy la voz cantante muy activa con la cosa de estar en el museo de quidditch y no dudó en capitanear y conducirles hacia las pistas. Marcus frunció los labios, y trató de hacer una maniobra de desvío. - Iba a... - Comenzó, señalando el otro extremo de la sala, donde había unas mesitas de colores y varias sillitas con adornos de pelotas y escobas, y en las que los niños más pequeños estaban coloreando snitches. ¡Él quería irse con los niños que coloreaban y sentarse allí! Esperaba no haber pensado eso demasiado alto porque Lex se iba a reír en su cara... En el hipotético caso de que le prestara la más mínima atención, que al parecer no se daba la circunstancia, ya había empezado a explicarle a Alice de qué iba aquello.
- Qué mono. - Dijo la tal Blyth con una sonrisita, mirando la explicación que Lex le daba a Alice y Darren sobre el funcionamiento de aquello. - Sí, es muy... - Empezó Marcus, que iba a asegurar que efectivamente aquello era bastante adorable (aunque seguía prefiriendo las plantillas de colorear), pero se interrumpió y miró a la chica. - Eemm. - Está dejó escapar una casi muda risa con los labios cerrados y le miró. - Sí, me refiero al entorno, no a tu hermano. Ya me ha quedado claro que tiene novio. - Ah, sí, no, ya. Si ya... - Dijo con una risa nerviosa. Puf. Menos mal que no estaba Darren delante, aunque bueno, parecía no referirse a Lex ni pretender nada... Parecía.
Claro, se despistó un segundo y ya estaba Lex llevándoselos a la pista de adultos. Marcus chistó. - Venga, tío, confórmate con lo que tienes, no nos amargues la quedada. - ¿Estás hablando conmigo o contigo mismo? - Dijo su hermano, bien contento y sin dejar de andar hacia el lugar. - Ja, ja. Hablo en serio. - Yo también. - Contestó Lex, igual de feliz. Mira, porque ver a su hermano así no era habitual y a él su familia le tocaba la fibra sensible, que si no... Al menos pasaron por las mesitas de colorear, y cuando Alice le habló, se paró en seco. Apenas despegó los labios. - No. - Zanjó Lex. Marcus chistó, infantil. - No eres mi padre. - Venga ya, tío. Que parezcas un alquimista de prestigio aunque sea, no te pongas a hacer monigotes. - ¿Eres alquimista? - Preguntó Blyth, pero Marcus, indignado con el comentario de su hermano, apenas le dijo. - En proceso. - Y respondió a él. - Que sepas que el dibujo es una habilidad que un buen alquimista debe dominar para no acabar transmutando, por ejemplo, vidrio en lugar de sal. Y el dibujo es una destreza que se aprende en la infancia temprana y que... - Tío, vas a jugar al quidditch, así que tú sabrás si quieres hacerlo cansado de hablar o no. - Concluyó Lex con tono hastiado y, una vez más, sin prestarle demasiada atención.
La reacción de Marcus cuando los que estaban allí les señalaron, ya con las cuentas hechas y todo, fue la misma que habría tenido (que tenía, de hecho, porque no era la primera vez que Lex se la liaba así) con nueve años: dar un sobresalto en su sitio y mirar con los ojos muy abiertos a quienes le señalaban. Por desgracia, se veía que el Marcus de nueve años tenía mucha más autodeterminación que el de diecisiete, porque en aquellos momentos simplemente sacaba un libro como escudo y se iba de allí, mientras que ahora, ahí estaba. Pero es que no podía dejar a su novia vendida... Ni a una desconocida "muy amante del quidditch" con Lex y su novio en plena fase de celos. No quería que la primera quedada oficial de La Orden de Merlín fuera de casa y con sus padres acabara en tragedia. Aunque, como Alice y él se pusieran a jugar al quidditch, había bastantes probabilidades de que eso ocurriera.
Alzó las palmas en cuanto Alice empezó a poner objeciones. - Yo si mi novia no quiere jugar, no soy quien para obligarla, y ya no daríamos para un equipo... - No coló, porque Lex tenía un objetivo claro ahí, y si no Darren, que Marcus no pensaría obligar a Alice a nada pero el Hufflepuff prácticamente la estaba lanzando a la pista a punta de varita. - Ah pero ¿se juega por parejas o algo? - Preguntó esperanzado cuando Darren dijo que iba con Lex, dando un paso hacia Alice, pero el chico le miró súbitamente casi como un perro rabioso y se detuvo en seco. Lex, ajeno a la escena, simplemente soltó un fuerte suspiro y rodó los ojos. - ¿Cómo se va a jugar en parejas, Marcus? Venga, deja de hacerte el tonto, que no te pega nada. - Pues nada. Se le ocurrían pocas vías de escape a esas alturas.
La cara de Marcus mirando la supuesta bludger a la que Alice, ahora golpeadora del equipo, tenía que dar con el bate, era un poema. Se le iban a sacar los ojos de la cara. - Vale, ya no quiero por parejas. - Murmuró con miedo, porque vamos, cualquier cosa menos golpeador. Aunque en teoría, las bludgers iban dirigidas a los otros miembros del equipo... Oh, por Merlín. - Bueno, sí, golpeador. - Cambió de idea, pero para qué, si nadie le estaba escuchando. Primero su hermano y ahora esos desconocidos, allí todo el mundo decidía por él. De hecho, hasta la chica nueva y sola estaba decidiendo más que él. La señaló, de nuevo con los ojos muy abiertos. - ¡Eh! ¿Se podía? - Miró a los demás. - ¡Yo me pido árbitro! - Tú no sabes arbitrar un partido de quidditch, Marcus. - No, lo que no sé es jugarlo. Las normas se me dan de escándalo. - Venga ya, hijo, no te lo pongas más difícil a ti mismo. - Marcus miró a su padre con inquina. - Como se nota que tú no juegas. - Eh, a mí en su día no se me daba tan mal. Que no me gustase no quiere decir que no se me dé bien, te recuerdo que soy hijo de Molly Lacey. -Soltó una risita con los labios pegados y dijo. - Tú es que has salido más a la parte de tu madre. - Ahora fue Marcus el que frunció los labios, enfadado. Pasó por al lado de su padre y le murmuró. - No dices eso delante de ella, valiente. -
Para dejarle aún más en evidencia, su padre se puso a jugar. Marcus subió y bajó los brazos con resignación, y ya sí oyó la risita de su madre de fondo. La miró ofendido. - ¿Tú también? - La mujer alzó la barbilla con lo más parecido a una sonrisa divertida que le podías ver. - Estoy muy contenta de ver a mis dos niños jugando juntos. - Ya. - Respondió Marcus, irónico. Tú ni te has molestado en ofrecerte, vamos. Eso lo sabían en todos los planetas existentes, que Emma O'Donnell no se iba a montar en una escoba para hacer el tonto y el ridículo en la zona de juegos de un museo. Algún día él tendría ese estatus intrínseco que él sentía que tenía, pero claramente no, y nadie le obligaría a hacer esas cosas. En lo que estaba mascullando como un viejo cascarrabias, volvió a sobresaltarse y abrir los ojos en su sitio cuando, una vez más, le señalaron. Se puso una mano en el pecho. - ¿Yo? - ¿Guardián? Descolgó la mandíbula, casi sin poder reaccionar. De hecho, le pareció oír a Alice llamarle "su novio" con mucho hincapié, como si quisiera contestar a alguien, pero estaba tan confuso que ni se estaba dando cuenta de nada.
Bueno, a ver, composición de lugar: si era guardián, no tendría que volar corriendo, perseguir a nadie, esquivar blugders (creía, ¿se le lanzaban blugders al guardián? Aunque la golpeadora era su novia, quería pensar que no le iba a herir deliberadamente) o evitar que se chocaran con él en pleno vuelo mientras se concentraba en buscar la snitch. Podía estar tranquilito frente a los aros, simplemente flotando en el aire. Se irguió. - Vale, sí. Guardián. Perfecto. - Estaba viendo a Lex aguantarse una risa como si supiera algo que Marcus no sabía, pero le daba igual. Se subió a la escoba y se fue muy digno hacia los aros, fingiendo hacer algo, pero en el fondo haciendo lo que quería hacer: nada. No jugar. Solo tenía que intentar parar la bola cuando alguien la lanzara y, el resto del tiempo, simplemente estar allí. Facilísimo.
Estaba tan metido en su ficcioncita particular de la dignidad que, cuando aún estaba de espaldas y en dirección a los aros, las vítores de Alice le hicieron girarse. ¿Le había dado a la blugder? ¿En serio? Vale, si quería felicitarla, debería intentar no mostrarse tan sorprendido. - ¡Esa es mi novia! ¡Cien puntos para Ravenclaw! - Vaya, ¿ahora te parece bien que se den puntos por jugar al quidditch? - Ah, cállate ya, Lex, no seas envidioso. - Contestó sin mirarle siquiera, lanzándole besos a su novia desde la escoba. Vale, ahora solo faltaba que tuviera clara la dirección al golpear, y que esta, a ser posible, no fuera hacia donde estaba él... O su padre o su hermano, si no querían que los avances de Emma con ella sufrieran un grave retroceso. Como aún estaba apenas sobrevolando el suelo, su novia se acercó a él y le dio un piquito. - Yo tengo mi propia táctica. - Respondió muy chulito. Sí, tenía una táctica fundamentada en la esperanza de que nadie del otro equipo se dirigiera a la portería a marcar. Puede que no fuera una táctica muy estudiada.
Fingiendo interés y profesionalidad, se aclaró la garganta y se puso muy raudo ante los aros, dispuesto a que empezaran los minutos de Marcus haciendo nada en el partido pero, aun así, formando parte del equipo. Entonces pasó Alice por su lado y él giró la cara para mirarla, con una sonrisilla ladina. - Eso esper... - ¡Marcus! ¡Atento! - Y, al girar la cara, vio a un tipo que no conocía de nada dirigirse hacia él a una velocidad que Marcus no era capaz ni de calcular. Abrió los ojos como platos y se apartó rápidamente, lo que hizo al otro marcar un tanto sin ninguna dificultad. Marcus, con la mano en el pecho, respiraba aliviado su propia supervivencia cuando Lex, suspendido en el aire, alzó los brazos con indignación. - ¡¿Pero qué haces?! - Quitarme. Venía hacia mí. - ¡¡Iba a marcar, inútil!! Tienes que pararlo, eres el guardián. - ¿Que cómo? - ¿Que ese tipo iba A MARCAR? Pero si parecía que iba a atravesarle, ni siquiera había visto que llevara la quaffle en la mano. - ¡10-0! - Bramó Blyth desde abajo, sin perder esa sonrisita traviesa. Lex bufó y se fue de allí mirándole con desaprobación. Ya, que no le hubiera obligado a jugar.
Lo que vino a continuación fue un espectáculo lamentable. Como era de esperar, el único motivado y con un mínimo conocimiento de lo que estaban haciendo era Lex, que parecía estar matándose por el equipo (aunque no sudaba ni una gota, o sea que encima les diría que había jugado partidos peores o algo así). Darren no paraba de perseguirle con cara de susto, y cuando se hacía con la quaffle, la cogía como si tuviera miedo de que fuera a explotar, soltaba un gritito y la lanzaba de aquella manera. Muchas veces Lex la atrapaba en el aire, pero otras se la daba directamente al equipo contrario. Su padre estaba parado en mitad del aire con cara de concentración, sin perturbarse lo más mínimo por las escobas que le pasaban a toda velocidad, y no parecía estar buscando la snitch, más bien tenía la cara que ponía cuando estaba calculando algo. De hecho, Marcus vio la pelota dorada delante de sus narices una vez y gritó con obviedad. - ¡Papá! - Señalándola, pero lo único que hizo fue alertar al buscador del otro equipo. En cuanto le vio ir hacia él, empezó a soplarle a la snitch y a espantarla con los brazos para que se fuera. Lex volvió a gritarle. - ¿¿¡¡Qué coño haces!!?? - ¡Tú a tus quaffles! - Le dijo nervios, que ya estaba harto de ser cuestionado.
Lo de Alice con el bate era un espectáculo. Solo la veía dar bandazos aquí y allá y a las bludgers volando, y él sin una mampara tras la que esconderse. Había demasiados estímulos en ese partido y, cuando se quería dar cuenta, veía cuatro personas dirigirse hacia él a toda velocidad. No era capaz de describir la sensación de pánico que podía llegar a describir eso. - ¡¡80-50!! ¡Y el guardián ha tocado el aro, eso debería ser penalización! - ¿¿Qué?? - Gritó Marcus, desenroscándose de la postura de armadillo que había adquirido al verse a cuatro tíos encima. - ¡No he tocado nada! - Se defendió ante Blyth, pero la chica no le estaba haciendo caso. En su lugar, Lex volvió a gritarle. - ¡Que no te encojas! - ¿¿Y me dejo matar?? ¿¿Tu trabajo no es impedir que los otros marquen goles?? - ¡¡Ese es el tuyo, inútil!! El mío es marcar goles yo. - ¡Pero para marcar goles tú, tienes que quitarles la quaffle y, por exclusión, mientras tú la tien... - ¡¡Tiempo de partido!! - Bramó Blyth, haciendo que Lex se sobresaltara, frunciera los labios y volviera a mirar a Marcus con reproche. - ¡Que nos van a penalizar por perder el tiempo! ¡No se puede hablar tanto! - Y se fue volando, dejando a Marcus con la palabra en la boca. No por ello no iba a contestar. - ¡No hace falta que me jures que en este deporte no habláis! - Y, justo al terminar su frase, en un acto reflejo y de puro milagro, tuvo que encoger el cuello como una tortuga porque una bludger le pasó a tal velocidad que hasta le rozó los rizos. Miró a Alice con sorpresa evidente y puso los brazos en cruz. - ¡Alice! ¡Que soy de tu equipo! - ¡Eh! ¿Eso vale como gol nuestro? - Señaló Darren. Vale, ya que al menos había estado a punto de morir por un pelotazo de su novia, se pensaba agarrar a eso. - ¡Sí, sí! Es una pelota lanzada por nuestro equipo al interior de un aro. Tiene que valer. - A un aro también de nuestro equipo. - Dijo Lex con voz cansada y cara de circunstancias. - Y los goles no se marcan con bludgers. - Veo mucha normativa para un juego tan salvaje y caótico. - Y por eso tú no podrías ser árbitro. - ¿Y puedo ser guardián? - ¡Chicos! ¡Tiempo de partido, segundo aviso! - ¡¡Ya tengo la progresión!! - Saltó Arnold, mostrando victorioso una libreta en su mano, con cara de felicidad. Lex bajó los brazos, con cara de ir a echarse a llorar de la desesperación. - Papá ¿¿qué haces con una libreta?? ¡Tienes que buscar la snitch! - Te aseguro que ahora me va a costar mucho menos encontrarla, hijo. - Dijo con toda la chulería que Arnold era capaz de usar, que no era mucha. Marcus se frotó la cara con las manos. Que acabara ya ese infierno, por Dios.
Lamentablemente para él, Lex se les adelantó. Tenía hoy la voz cantante muy activa con la cosa de estar en el museo de quidditch y no dudó en capitanear y conducirles hacia las pistas. Marcus frunció los labios, y trató de hacer una maniobra de desvío. - Iba a... - Comenzó, señalando el otro extremo de la sala, donde había unas mesitas de colores y varias sillitas con adornos de pelotas y escobas, y en las que los niños más pequeños estaban coloreando snitches. ¡Él quería irse con los niños que coloreaban y sentarse allí! Esperaba no haber pensado eso demasiado alto porque Lex se iba a reír en su cara... En el hipotético caso de que le prestara la más mínima atención, que al parecer no se daba la circunstancia, ya había empezado a explicarle a Alice de qué iba aquello.
- Qué mono. - Dijo la tal Blyth con una sonrisita, mirando la explicación que Lex le daba a Alice y Darren sobre el funcionamiento de aquello. - Sí, es muy... - Empezó Marcus, que iba a asegurar que efectivamente aquello era bastante adorable (aunque seguía prefiriendo las plantillas de colorear), pero se interrumpió y miró a la chica. - Eemm. - Está dejó escapar una casi muda risa con los labios cerrados y le miró. - Sí, me refiero al entorno, no a tu hermano. Ya me ha quedado claro que tiene novio. - Ah, sí, no, ya. Si ya... - Dijo con una risa nerviosa. Puf. Menos mal que no estaba Darren delante, aunque bueno, parecía no referirse a Lex ni pretender nada... Parecía.
Claro, se despistó un segundo y ya estaba Lex llevándoselos a la pista de adultos. Marcus chistó. - Venga, tío, confórmate con lo que tienes, no nos amargues la quedada. - ¿Estás hablando conmigo o contigo mismo? - Dijo su hermano, bien contento y sin dejar de andar hacia el lugar. - Ja, ja. Hablo en serio. - Yo también. - Contestó Lex, igual de feliz. Mira, porque ver a su hermano así no era habitual y a él su familia le tocaba la fibra sensible, que si no... Al menos pasaron por las mesitas de colorear, y cuando Alice le habló, se paró en seco. Apenas despegó los labios. - No. - Zanjó Lex. Marcus chistó, infantil. - No eres mi padre. - Venga ya, tío. Que parezcas un alquimista de prestigio aunque sea, no te pongas a hacer monigotes. - ¿Eres alquimista? - Preguntó Blyth, pero Marcus, indignado con el comentario de su hermano, apenas le dijo. - En proceso. - Y respondió a él. - Que sepas que el dibujo es una habilidad que un buen alquimista debe dominar para no acabar transmutando, por ejemplo, vidrio en lugar de sal. Y el dibujo es una destreza que se aprende en la infancia temprana y que... - Tío, vas a jugar al quidditch, así que tú sabrás si quieres hacerlo cansado de hablar o no. - Concluyó Lex con tono hastiado y, una vez más, sin prestarle demasiada atención.
La reacción de Marcus cuando los que estaban allí les señalaron, ya con las cuentas hechas y todo, fue la misma que habría tenido (que tenía, de hecho, porque no era la primera vez que Lex se la liaba así) con nueve años: dar un sobresalto en su sitio y mirar con los ojos muy abiertos a quienes le señalaban. Por desgracia, se veía que el Marcus de nueve años tenía mucha más autodeterminación que el de diecisiete, porque en aquellos momentos simplemente sacaba un libro como escudo y se iba de allí, mientras que ahora, ahí estaba. Pero es que no podía dejar a su novia vendida... Ni a una desconocida "muy amante del quidditch" con Lex y su novio en plena fase de celos. No quería que la primera quedada oficial de La Orden de Merlín fuera de casa y con sus padres acabara en tragedia. Aunque, como Alice y él se pusieran a jugar al quidditch, había bastantes probabilidades de que eso ocurriera.
Alzó las palmas en cuanto Alice empezó a poner objeciones. - Yo si mi novia no quiere jugar, no soy quien para obligarla, y ya no daríamos para un equipo... - No coló, porque Lex tenía un objetivo claro ahí, y si no Darren, que Marcus no pensaría obligar a Alice a nada pero el Hufflepuff prácticamente la estaba lanzando a la pista a punta de varita. - Ah pero ¿se juega por parejas o algo? - Preguntó esperanzado cuando Darren dijo que iba con Lex, dando un paso hacia Alice, pero el chico le miró súbitamente casi como un perro rabioso y se detuvo en seco. Lex, ajeno a la escena, simplemente soltó un fuerte suspiro y rodó los ojos. - ¿Cómo se va a jugar en parejas, Marcus? Venga, deja de hacerte el tonto, que no te pega nada. - Pues nada. Se le ocurrían pocas vías de escape a esas alturas.
La cara de Marcus mirando la supuesta bludger a la que Alice, ahora golpeadora del equipo, tenía que dar con el bate, era un poema. Se le iban a sacar los ojos de la cara. - Vale, ya no quiero por parejas. - Murmuró con miedo, porque vamos, cualquier cosa menos golpeador. Aunque en teoría, las bludgers iban dirigidas a los otros miembros del equipo... Oh, por Merlín. - Bueno, sí, golpeador. - Cambió de idea, pero para qué, si nadie le estaba escuchando. Primero su hermano y ahora esos desconocidos, allí todo el mundo decidía por él. De hecho, hasta la chica nueva y sola estaba decidiendo más que él. La señaló, de nuevo con los ojos muy abiertos. - ¡Eh! ¿Se podía? - Miró a los demás. - ¡Yo me pido árbitro! - Tú no sabes arbitrar un partido de quidditch, Marcus. - No, lo que no sé es jugarlo. Las normas se me dan de escándalo. - Venga ya, hijo, no te lo pongas más difícil a ti mismo. - Marcus miró a su padre con inquina. - Como se nota que tú no juegas. - Eh, a mí en su día no se me daba tan mal. Que no me gustase no quiere decir que no se me dé bien, te recuerdo que soy hijo de Molly Lacey. -Soltó una risita con los labios pegados y dijo. - Tú es que has salido más a la parte de tu madre. - Ahora fue Marcus el que frunció los labios, enfadado. Pasó por al lado de su padre y le murmuró. - No dices eso delante de ella, valiente. -
Para dejarle aún más en evidencia, su padre se puso a jugar. Marcus subió y bajó los brazos con resignación, y ya sí oyó la risita de su madre de fondo. La miró ofendido. - ¿Tú también? - La mujer alzó la barbilla con lo más parecido a una sonrisa divertida que le podías ver. - Estoy muy contenta de ver a mis dos niños jugando juntos. - Ya. - Respondió Marcus, irónico. Tú ni te has molestado en ofrecerte, vamos. Eso lo sabían en todos los planetas existentes, que Emma O'Donnell no se iba a montar en una escoba para hacer el tonto y el ridículo en la zona de juegos de un museo. Algún día él tendría ese estatus intrínseco que él sentía que tenía, pero claramente no, y nadie le obligaría a hacer esas cosas. En lo que estaba mascullando como un viejo cascarrabias, volvió a sobresaltarse y abrir los ojos en su sitio cuando, una vez más, le señalaron. Se puso una mano en el pecho. - ¿Yo? - ¿Guardián? Descolgó la mandíbula, casi sin poder reaccionar. De hecho, le pareció oír a Alice llamarle "su novio" con mucho hincapié, como si quisiera contestar a alguien, pero estaba tan confuso que ni se estaba dando cuenta de nada.
Bueno, a ver, composición de lugar: si era guardián, no tendría que volar corriendo, perseguir a nadie, esquivar blugders (creía, ¿se le lanzaban blugders al guardián? Aunque la golpeadora era su novia, quería pensar que no le iba a herir deliberadamente) o evitar que se chocaran con él en pleno vuelo mientras se concentraba en buscar la snitch. Podía estar tranquilito frente a los aros, simplemente flotando en el aire. Se irguió. - Vale, sí. Guardián. Perfecto. - Estaba viendo a Lex aguantarse una risa como si supiera algo que Marcus no sabía, pero le daba igual. Se subió a la escoba y se fue muy digno hacia los aros, fingiendo hacer algo, pero en el fondo haciendo lo que quería hacer: nada. No jugar. Solo tenía que intentar parar la bola cuando alguien la lanzara y, el resto del tiempo, simplemente estar allí. Facilísimo.
Estaba tan metido en su ficcioncita particular de la dignidad que, cuando aún estaba de espaldas y en dirección a los aros, las vítores de Alice le hicieron girarse. ¿Le había dado a la blugder? ¿En serio? Vale, si quería felicitarla, debería intentar no mostrarse tan sorprendido. - ¡Esa es mi novia! ¡Cien puntos para Ravenclaw! - Vaya, ¿ahora te parece bien que se den puntos por jugar al quidditch? - Ah, cállate ya, Lex, no seas envidioso. - Contestó sin mirarle siquiera, lanzándole besos a su novia desde la escoba. Vale, ahora solo faltaba que tuviera clara la dirección al golpear, y que esta, a ser posible, no fuera hacia donde estaba él... O su padre o su hermano, si no querían que los avances de Emma con ella sufrieran un grave retroceso. Como aún estaba apenas sobrevolando el suelo, su novia se acercó a él y le dio un piquito. - Yo tengo mi propia táctica. - Respondió muy chulito. Sí, tenía una táctica fundamentada en la esperanza de que nadie del otro equipo se dirigiera a la portería a marcar. Puede que no fuera una táctica muy estudiada.
Fingiendo interés y profesionalidad, se aclaró la garganta y se puso muy raudo ante los aros, dispuesto a que empezaran los minutos de Marcus haciendo nada en el partido pero, aun así, formando parte del equipo. Entonces pasó Alice por su lado y él giró la cara para mirarla, con una sonrisilla ladina. - Eso esper... - ¡Marcus! ¡Atento! - Y, al girar la cara, vio a un tipo que no conocía de nada dirigirse hacia él a una velocidad que Marcus no era capaz ni de calcular. Abrió los ojos como platos y se apartó rápidamente, lo que hizo al otro marcar un tanto sin ninguna dificultad. Marcus, con la mano en el pecho, respiraba aliviado su propia supervivencia cuando Lex, suspendido en el aire, alzó los brazos con indignación. - ¡¿Pero qué haces?! - Quitarme. Venía hacia mí. - ¡¡Iba a marcar, inútil!! Tienes que pararlo, eres el guardián. - ¿Que cómo? - ¿Que ese tipo iba A MARCAR? Pero si parecía que iba a atravesarle, ni siquiera había visto que llevara la quaffle en la mano. - ¡10-0! - Bramó Blyth desde abajo, sin perder esa sonrisita traviesa. Lex bufó y se fue de allí mirándole con desaprobación. Ya, que no le hubiera obligado a jugar.
Lo que vino a continuación fue un espectáculo lamentable. Como era de esperar, el único motivado y con un mínimo conocimiento de lo que estaban haciendo era Lex, que parecía estar matándose por el equipo (aunque no sudaba ni una gota, o sea que encima les diría que había jugado partidos peores o algo así). Darren no paraba de perseguirle con cara de susto, y cuando se hacía con la quaffle, la cogía como si tuviera miedo de que fuera a explotar, soltaba un gritito y la lanzaba de aquella manera. Muchas veces Lex la atrapaba en el aire, pero otras se la daba directamente al equipo contrario. Su padre estaba parado en mitad del aire con cara de concentración, sin perturbarse lo más mínimo por las escobas que le pasaban a toda velocidad, y no parecía estar buscando la snitch, más bien tenía la cara que ponía cuando estaba calculando algo. De hecho, Marcus vio la pelota dorada delante de sus narices una vez y gritó con obviedad. - ¡Papá! - Señalándola, pero lo único que hizo fue alertar al buscador del otro equipo. En cuanto le vio ir hacia él, empezó a soplarle a la snitch y a espantarla con los brazos para que se fuera. Lex volvió a gritarle. - ¿¿¡¡Qué coño haces!!?? - ¡Tú a tus quaffles! - Le dijo nervios, que ya estaba harto de ser cuestionado.
Lo de Alice con el bate era un espectáculo. Solo la veía dar bandazos aquí y allá y a las bludgers volando, y él sin una mampara tras la que esconderse. Había demasiados estímulos en ese partido y, cuando se quería dar cuenta, veía cuatro personas dirigirse hacia él a toda velocidad. No era capaz de describir la sensación de pánico que podía llegar a describir eso. - ¡¡80-50!! ¡Y el guardián ha tocado el aro, eso debería ser penalización! - ¿¿Qué?? - Gritó Marcus, desenroscándose de la postura de armadillo que había adquirido al verse a cuatro tíos encima. - ¡No he tocado nada! - Se defendió ante Blyth, pero la chica no le estaba haciendo caso. En su lugar, Lex volvió a gritarle. - ¡Que no te encojas! - ¿¿Y me dejo matar?? ¿¿Tu trabajo no es impedir que los otros marquen goles?? - ¡¡Ese es el tuyo, inútil!! El mío es marcar goles yo. - ¡Pero para marcar goles tú, tienes que quitarles la quaffle y, por exclusión, mientras tú la tien... - ¡¡Tiempo de partido!! - Bramó Blyth, haciendo que Lex se sobresaltara, frunciera los labios y volviera a mirar a Marcus con reproche. - ¡Que nos van a penalizar por perder el tiempo! ¡No se puede hablar tanto! - Y se fue volando, dejando a Marcus con la palabra en la boca. No por ello no iba a contestar. - ¡No hace falta que me jures que en este deporte no habláis! - Y, justo al terminar su frase, en un acto reflejo y de puro milagro, tuvo que encoger el cuello como una tortuga porque una bludger le pasó a tal velocidad que hasta le rozó los rizos. Miró a Alice con sorpresa evidente y puso los brazos en cruz. - ¡Alice! ¡Que soy de tu equipo! - ¡Eh! ¿Eso vale como gol nuestro? - Señaló Darren. Vale, ya que al menos había estado a punto de morir por un pelotazo de su novia, se pensaba agarrar a eso. - ¡Sí, sí! Es una pelota lanzada por nuestro equipo al interior de un aro. Tiene que valer. - A un aro también de nuestro equipo. - Dijo Lex con voz cansada y cara de circunstancias. - Y los goles no se marcan con bludgers. - Veo mucha normativa para un juego tan salvaje y caótico. - Y por eso tú no podrías ser árbitro. - ¿Y puedo ser guardián? - ¡Chicos! ¡Tiempo de partido, segundo aviso! - ¡¡Ya tengo la progresión!! - Saltó Arnold, mostrando victorioso una libreta en su mano, con cara de felicidad. Lex bajó los brazos, con cara de ir a echarse a llorar de la desesperación. - Papá ¿¿qué haces con una libreta?? ¡Tienes que buscar la snitch! - Te aseguro que ahora me va a costar mucho menos encontrarla, hijo. - Dijo con toda la chulería que Arnold era capaz de usar, que no era mucha. Marcus se frotó la cara con las manos. Que acabara ya ese infierno, por Dios.
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Puso una sonrisita orgullosa cuando su novio dijo lo de los cien puntos. — ¿Así se sentirán los Gryffindor todo el tiempo? — Preguntó con sorna. Pero aquel maldito juego no daba pausas. La bludger le pasó rozando la cara de milagro, y oteó el campo buscando al animal del otro equipo que le había mandado una pelota tan agresiva. — ¡Oye! Que casi me das. — Se quejó. Que vale, que era el objetivo, pero darle en la cara y tirarle de la escoba no, ¿no? Que estaban simplemente pasándolo bien. Bueno o intentándolo. De hecho, su cabeza, sin permiso, empezó una carrera silenciosa por ver quién se caería antes de la escoba, si Darren o ella, porque ambos andaban igual de inseguros.
Cuando vio al cazador del otro equipo ir hacia su novio, trató de reaccionar rápido, y empezó a mover el bate en el aire como si así pudiera invocar a alguna bludger y se obrara el milagro de tirarla contra aquel energúmeno. No fue el caso, y de hecho les marcaron, pero es que a ver quién paraba a aquel tren. Claro, no esperaba que Marcus intentara parar nada de ese tipo,y Lex menos quejas, ya podái darse con un canto en los dientes de que Marcus no se hubiera bajado de la escoba con una rabieta y hubiera ido a sentarse al lado de Emma. Porque era un recién graduado de Hogwarts con dieciocho años, si no, ya estaría ahí.
Aunque no sabía muy bien que estaba haciendo, debía admitir, decidió que quería cumplir un poquito con su parte, así que se puso a dar vueltecitas buscando las bludgers, aunque los pocos encuentros que tuvo con ellas fueron tan sobresaltantes, que suerte tuvo de no caerse, efectivamente, de la escoba, ganando a Darren en aquella carrera. Una de las veces pasó cerca de Arnold y sonrió. — Suegro, ¿esta estrategia cuál es? — Él asintió sacando el labio inferior, pareciéndose tanto a Marcus cuando estaba concentrado que la hizo reír. — Una muy buena, Alice, deja a los aritmánticos. — Y ella siguió su camino, y su equipo siguió abocándose a la derrota, sin que ella pudiera pillar una sola bludger.
Y de repente, le vio las intenciones a una desde lejos. A esta le doy. Se agarró bien a la escoba y echando mucho para atrás el brazo, le atizó bien fuerte a la bludger, que salió disparada a gran velocidad, dando contra varios elementos de la arquitectura del museo. Y a partir de ahí, empezó la vorágine. Se dedicó a perseguir a la bludger, que ahora más parecía huir de ella y a darle cada vez que tenía oportunidad, estableciendo un patrón mental de cómo actuaba la pelota y dándole cada vez que podía. — ¡Alice! ¡Relájate, hostia, y mira a dónde le pegas! — Le gritó Lex. Mierda, claro, ella toda contenta porque le estaba dando a base de bien, pero solo Merlín sabía a dónde la mandaba. Vale, a ver, ¿a quién intentaba darle? Ah sí, al castillo ese que antes había intimidado a su Marcus. El problema es que no paraban quietos, e intentado localizarle perdió un par de bludgers que le pasaron por cerca. Ay, de verdad, demasiados trabajos, ¿y si simplemente quitaban las bludgers? Claro, ella a sus cosas, y Lex y Marcus ya estaban peleándose otra vez. Se acercó otra vez, a ver si ponía paz, y entonces Blyth dijo algo de tiempo de partido. — Ah, ¿ya se acabó? — Preguntó emocionada. Pero Darren le aclaró. — No, es que no se puede hablar tanto. — ¿Qué? ¿Por qué no? ¿Y cómo se hace la estrategia entonces? — Preguntó indignada, pero su cuñado se fue volando detrás de Lex como si se le fuera a perder. — Pues nada… — Susurró para sí misma, mientras trataba de buscar con la mirada la bludger. Ah sí, una cita perfecta estaba siendo aquello… Y justo, para su alegría y su sentido de la utilidad, llegó la bludger y trató de hacer algo heroico con ella, pero le dio tan fuerte que se desequillibró, y eso no fue lo peor. — ¡Ay, mi amor! ¡Ay, lo siento, mi vida! Si es que no sé lo que estoy haciendo… — Dijo apenada. Ay, que había estado a punto de hacerle daño a Marcus, le daba igual por dónde podía haber entrado la bludger, que por lo visto había un debate sobre si era punto o no. Sí, vamos, lo que ella decía, la cita perfecta. Se acercó con cara de pena. — ¿Estás bien? ¿Te he asustado? — Que no podéis hablar, Alice. — Le advirtió Blyth. Chasqueó la lengua. — Ay, de verdad… — Y se alejó un poco de su novio, vocalizándole “te amo”.
Y entonces, empezaron a pasar muchas cosas a la vez. El buscador del otro equipo le pasó por el lado desestabilizándola un poco, y justo por delante, pasó Arnold. — ¡Alice! ¡Dale al buscador, corre! — Arnold parecía estar corriendo para coger la snitch antes que el otro, pero, ¿ahora donde estaba la bludger? Espera, espera, que venía una. Se puso en posición, pero el muy rastrero del otro golpeador le dio, pero ella no quería perder la oportunidad y se estiró para darle, en dirección al buscador, que tenía a la izquierda. Lo malo es que había sido un movimiento muy temerario por parte de alguien que no tenía estabilidad ninguna en una escoba, y casi se cae, a lo cual reaccionó agarrándose en modo monito, como cuando se subía a las ramas de los árboles, agarrada a la escoba con brazos y piernas, pero por abajo. Hasta que no se sintiera del todo segura, no intentaría dar la vuelta.
Pero, entonces, oyó a Lex gritar. — ¡Sí, señor! ¡Eres un crack, papá! — ¿Hemos ganado? — Preguntó mirando a Blyth desde su posición. La chica se rio y asintió, mirando en la dirección de padre e hijo que se abrazaban. — Sip. El señor O’Donnell ha cogido la snitch, así que ganáis 80-200. — Alice parpadeó y abrió mucho la boca. Logró por fin girar la escoba para poder ponerse como una persona normal y se acercó a Marcus. — Fíjate, mi amor, hemos ganado un partido de quidditch. — Dijo mientras le dejaba un piquito y una caricia. — De verdad que no quería darte, mi vida, si yo te amo muchísimo, me cortaría la mano antes que despeinar esos rizos maravillosos. — ¿Sabes que eso que has hecho con la escoba de darte la vuelta se llama rizo? — Dijo Lex, acercándose con una sonrisa. Ah, ganar le quitaba todas las preocupaciones, por eso cayó en Slytherin en su día, claro. Ella se encogió de hombros. — Yo lo hubiera llamado supervivencia. ¿De verdad hemos ganado? — Él asintió con una risa incrédula. — Y todo gracias a papá, que es el mejor, y a ti, que un poco más y matas a ese pobre chaval. — Ella asintió y se cruzó de brazos. — A costa de mi propia integridad, sí. Oye, ¿pero cómo puede ser que ganemos si hemos hecho un partido penoso? Este deporte está mal. — Lex hizo una pedorreta y señaló donde estaba Emma. — Anda, vamos a devolvérselo a mi madre antes de que le de un síncope. — Mientras bajaban, uno de los contrarios le dijo a Lex. — Eh, tú, el cazador. Eres un bueno, chico. Como muy bueno. Aún estás a tiempo de intentarlo profesionalmente. — Su cuñado sonrió y asintió. No, desde luego que era el adecuado para guardar aquel secreto, no concedía nada, el tío. Si llega a ser Bradley…
Cuando vio al cazador del otro equipo ir hacia su novio, trató de reaccionar rápido, y empezó a mover el bate en el aire como si así pudiera invocar a alguna bludger y se obrara el milagro de tirarla contra aquel energúmeno. No fue el caso, y de hecho les marcaron, pero es que a ver quién paraba a aquel tren. Claro, no esperaba que Marcus intentara parar nada de ese tipo,y Lex menos quejas, ya podái darse con un canto en los dientes de que Marcus no se hubiera bajado de la escoba con una rabieta y hubiera ido a sentarse al lado de Emma. Porque era un recién graduado de Hogwarts con dieciocho años, si no, ya estaría ahí.
Aunque no sabía muy bien que estaba haciendo, debía admitir, decidió que quería cumplir un poquito con su parte, así que se puso a dar vueltecitas buscando las bludgers, aunque los pocos encuentros que tuvo con ellas fueron tan sobresaltantes, que suerte tuvo de no caerse, efectivamente, de la escoba, ganando a Darren en aquella carrera. Una de las veces pasó cerca de Arnold y sonrió. — Suegro, ¿esta estrategia cuál es? — Él asintió sacando el labio inferior, pareciéndose tanto a Marcus cuando estaba concentrado que la hizo reír. — Una muy buena, Alice, deja a los aritmánticos. — Y ella siguió su camino, y su equipo siguió abocándose a la derrota, sin que ella pudiera pillar una sola bludger.
Y de repente, le vio las intenciones a una desde lejos. A esta le doy. Se agarró bien a la escoba y echando mucho para atrás el brazo, le atizó bien fuerte a la bludger, que salió disparada a gran velocidad, dando contra varios elementos de la arquitectura del museo. Y a partir de ahí, empezó la vorágine. Se dedicó a perseguir a la bludger, que ahora más parecía huir de ella y a darle cada vez que tenía oportunidad, estableciendo un patrón mental de cómo actuaba la pelota y dándole cada vez que podía. — ¡Alice! ¡Relájate, hostia, y mira a dónde le pegas! — Le gritó Lex. Mierda, claro, ella toda contenta porque le estaba dando a base de bien, pero solo Merlín sabía a dónde la mandaba. Vale, a ver, ¿a quién intentaba darle? Ah sí, al castillo ese que antes había intimidado a su Marcus. El problema es que no paraban quietos, e intentado localizarle perdió un par de bludgers que le pasaron por cerca. Ay, de verdad, demasiados trabajos, ¿y si simplemente quitaban las bludgers? Claro, ella a sus cosas, y Lex y Marcus ya estaban peleándose otra vez. Se acercó otra vez, a ver si ponía paz, y entonces Blyth dijo algo de tiempo de partido. — Ah, ¿ya se acabó? — Preguntó emocionada. Pero Darren le aclaró. — No, es que no se puede hablar tanto. — ¿Qué? ¿Por qué no? ¿Y cómo se hace la estrategia entonces? — Preguntó indignada, pero su cuñado se fue volando detrás de Lex como si se le fuera a perder. — Pues nada… — Susurró para sí misma, mientras trataba de buscar con la mirada la bludger. Ah sí, una cita perfecta estaba siendo aquello… Y justo, para su alegría y su sentido de la utilidad, llegó la bludger y trató de hacer algo heroico con ella, pero le dio tan fuerte que se desequillibró, y eso no fue lo peor. — ¡Ay, mi amor! ¡Ay, lo siento, mi vida! Si es que no sé lo que estoy haciendo… — Dijo apenada. Ay, que había estado a punto de hacerle daño a Marcus, le daba igual por dónde podía haber entrado la bludger, que por lo visto había un debate sobre si era punto o no. Sí, vamos, lo que ella decía, la cita perfecta. Se acercó con cara de pena. — ¿Estás bien? ¿Te he asustado? — Que no podéis hablar, Alice. — Le advirtió Blyth. Chasqueó la lengua. — Ay, de verdad… — Y se alejó un poco de su novio, vocalizándole “te amo”.
Y entonces, empezaron a pasar muchas cosas a la vez. El buscador del otro equipo le pasó por el lado desestabilizándola un poco, y justo por delante, pasó Arnold. — ¡Alice! ¡Dale al buscador, corre! — Arnold parecía estar corriendo para coger la snitch antes que el otro, pero, ¿ahora donde estaba la bludger? Espera, espera, que venía una. Se puso en posición, pero el muy rastrero del otro golpeador le dio, pero ella no quería perder la oportunidad y se estiró para darle, en dirección al buscador, que tenía a la izquierda. Lo malo es que había sido un movimiento muy temerario por parte de alguien que no tenía estabilidad ninguna en una escoba, y casi se cae, a lo cual reaccionó agarrándose en modo monito, como cuando se subía a las ramas de los árboles, agarrada a la escoba con brazos y piernas, pero por abajo. Hasta que no se sintiera del todo segura, no intentaría dar la vuelta.
Pero, entonces, oyó a Lex gritar. — ¡Sí, señor! ¡Eres un crack, papá! — ¿Hemos ganado? — Preguntó mirando a Blyth desde su posición. La chica se rio y asintió, mirando en la dirección de padre e hijo que se abrazaban. — Sip. El señor O’Donnell ha cogido la snitch, así que ganáis 80-200. — Alice parpadeó y abrió mucho la boca. Logró por fin girar la escoba para poder ponerse como una persona normal y se acercó a Marcus. — Fíjate, mi amor, hemos ganado un partido de quidditch. — Dijo mientras le dejaba un piquito y una caricia. — De verdad que no quería darte, mi vida, si yo te amo muchísimo, me cortaría la mano antes que despeinar esos rizos maravillosos. — ¿Sabes que eso que has hecho con la escoba de darte la vuelta se llama rizo? — Dijo Lex, acercándose con una sonrisa. Ah, ganar le quitaba todas las preocupaciones, por eso cayó en Slytherin en su día, claro. Ella se encogió de hombros. — Yo lo hubiera llamado supervivencia. ¿De verdad hemos ganado? — Él asintió con una risa incrédula. — Y todo gracias a papá, que es el mejor, y a ti, que un poco más y matas a ese pobre chaval. — Ella asintió y se cruzó de brazos. — A costa de mi propia integridad, sí. Oye, ¿pero cómo puede ser que ganemos si hemos hecho un partido penoso? Este deporte está mal. — Lex hizo una pedorreta y señaló donde estaba Emma. — Anda, vamos a devolvérselo a mi madre antes de que le de un síncope. — Mientras bajaban, uno de los contrarios le dijo a Lex. — Eh, tú, el cazador. Eres un bueno, chico. Como muy bueno. Aún estás a tiempo de intentarlo profesionalmente. — Su cuñado sonrió y asintió. No, desde luego que era el adecuado para guardar aquel secreto, no concedía nada, el tío. Si llega a ser Bradley…
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Se quitó la cara de las manos, aunque casi que ya prefería no mirar. Si no fuera, claro, porque estaba suspendido en el aire sobre una escoba y en cualquier momento podían tirarle de un balonazo porque él era el encargado de guardar un estúpido aro a por el que todos iban. Claramente todos, porque Alice acababa de lanzar la blugder hacia allí y la snitch, en vistas de que su padre estaba jugando a ser aritmántico, también se había dedicado a pasearse por su alrededor como un moscardón molesto.
El apuro de Alice le hizo sentirse mal por ella. Claro que no sabía lo que hacía, ¡¡ninguno de los dos sabía lo que hacía allí!! De los cuatro, de hecho, porque dudaba que Darren y su padre estuvieran mucho más orientados. - Tranquila, mi amor, si es que este juego NOS VA A MATAR. - Le bramó a Lex, pero su hermano había pasado a toda velocidad por allí quaffle en mano y ni le había escuchado. - ¡Pero ni siquiera esta barbarie acabará con nuestra historia! - Qué divertido. - Escuchó decir a Blyth, con una sonrisilla graciosa. Emma, a su lado, rodó los ojos con un suspiro. - Es así en todas sus facetas. - ¡Os estoy oyendo! - Les bramó indignado, porque vamos, ya lo que le hacía falta ese día era que se burlaran de él.
Su novia se dirigió hacia él y Marcus ya iba a iniciar el modo amantes en mitad de una guerra que morirán abrazados si hace falta cuando la árbitro les cortó. La miró con los labios apretados en un mohín de irritación infantil. Yo habría sido mejor árbitro. Todos allí sabían que eso no era así, pero tampoco creía que él estuviera siendo mejor guardián de lo que podía serlo esa chica. Al igual que hizo Alice, él también empezó a lanzarle "te quieros" muchos con las manos en el pecho. Lo dicho, dos amantes en mitad de una guerra.
Y, de repente, su amada se vio inmersa en una especie de bombardeo, pelotas agresivas y jugadores que corrían a gran velocidad. - ¡¿Pero qué pasa ahora?! - De repente a nadie parecía interesarle su aro, porque se había quedado flotando solo allí mientras todos los demás estaban enredados por el aire. Que tampoco es como que deseara protagonismo precisamente ahora, porque como se viera a toda esa comitiva ir corriendo hacia él era capaz de tirarse de la escoba al vacío. Pero en fin... Tanto como para que no se estuviera enterando ni de lo que pasaba en su propio partido...
Hasta que los berridos de su hermano le aclararon la situación, a lo justo para que no le diera un infarto por ver a Alice recolgada de la escoba (si bien se había puesto a gritar como si estuviera en una casa en llamas para que alguien la socorriera, lo cual no había tenido ningún efecto). Su reacción fue una mezcla entre abrir mucho los ojos y la boca, porque sinceramente no contaba con que su padre atrapara la snitch, alzar los brazos en señal de victoria de su equipo y respirar con alivio porque, por fin, el partido había terminado. Se decantó, sobre todo, por la última, y estaba echando aire por la boca cuando Alice se acercó a él. Nada más hablarle la abrazó con fuerza. - Por Merlín, mi amor, qué mal rato. No juguemos más. - Os va a salir un hijo adicto al quidditch. - ¡No nos eches maldiciones! - Espetó a su hermano, que pasaba muy feliz de largo por allí, mientras separaba el abrazo con su novia. Volvió a echar aire por la boca. - Pienso proclamar a los cuatro vientos que hemos ganado y que ha sido por nuestra magnífica intervención, y que se le ocurra a alguien decir nada al respecto. - Afirmó. Acarició la mejilla de su chica. - No te preocupes, mi amor. No sé lo que yo hubiera hecho con un bate, te has defendido realmente bien. - Sí, pero casi lo mata. Pero no ganaba nada poniéndole peor cuerpo a Alice, lo que tenían era que pisar tierra de una puñetera vez y ya está.
Lex no tardó en volver, antes de que pudieran bajar. Marcus apretó los dientes. - Se llama arriesgar la vida innecesariamente. - Y claro, tuvo que empezar su discurso de la dignidad antes incluso de pisar el suelo. Se irguió, muy indignado, y se puso una mano en el pecho. - Discúlpame. - Llamó la atención de su hermano. - ¿Ni una sola mención al guardián? - Lex le miró con cara de circunstancias. - ¿De verdad quieres que hablemos de tu maravilloso desempeño? - Mi maravilloso desempeño ha parado un gol. - De nueve. Nos han metido los otros ocho. Y ese lo has parado sin querer. - ¡Vaya! Ahora al saber lo llaman suerte. - ¿¿Saber?? ¿Tú sabes jugar acaso? - ¡¡No!! Te lo dije antes de que me subieras aquí. Pero ya que lo he hecho... - Nada, aquella conversación no iba a ninguna parte. Efectivamente y tal y como decía Alice, aquel juego estaba mal, por no hablar de lo peligroso que era. - Anda, sí, vamos para abajo. - Dijo con un suspiro cansado y ofendido. Cuando uno del otro equipo alabó a Lex, no pudo evitar decir con cierta inquina. - Bueno, no sé yo si es buena idea dedicarse a algo tan peligroso... - Pero el único efecto que logró fue que Lex se riera. Bah, él era un intelectual, no necesitaba la aprobación de la manada de machos alfa dándose golpes.
Estuvo a punto de besar el suelo cuando lo pisó, pero en su lugar, descendió de la escoba y se fue hacia su madre con mucha carga dramática. - Mamá, qué mal lo he pasado... - Mi pobre niño perfecto. Si es que tú eres más de libros. - Marcus suspiró hondamente mientras Emma, que claramente estaba haciendo la ficción de darle a su hijo lo que quería, le acariciaba el pelo. - Algún día tendré mi taller. Y seré como tú, con tanta clase y estatus que nadie me obligará a subirme en una escoba cutre. - Claro que sí, cielo... - Respondió ella, y él se dejó querer, evidentemente. Estaban teniendo una preocupante regresión a la infancia en esos momentos, porque Lex daba saltos mientras a su padre le faltaba echarle flores encima y él estaba muy digno y apartado dejando que su madre le dijera cosas bonitas. La chica nueva no perdía la sonrisilla traviesa del rostro, mientras miraba la escena con ojos enigmáticos y sin decir nada.
Como estaba detectando que Lex se acercaba a ellos y ya a Emma se le estaba poniendo cara de madre orgullosísima, se fue hacia su novia, porque por suerte hoy tenía más personas que le podían reforzar su indignación. - Si yo fuera Darren, me preocuparía que Lex se dedique a esto. Es más, siendo Marcus me preocupa que Lex se dedique a esto. - Soltó aire por la boca y se giró a Alice, agarrando sus manos. Ya sí adoptó un tono más natural. - ¿Lo has... pasado muy mal? Sé que esto no te gusta. - Chasqueó la lengua con fastidio. - Mi familia... Como a Lex le guste algo... - Como si él no hubiera sido el niño mimado con sus gustos toda la vida. Pero claro, desde su perspectiva, sus gustos eran mucho mejores y, sobre todo, no comprometían la supervivencia. En lo referente a la alquimia, Lex no estaba para nada de acuerdo, pero le daba igual. - A la próxima cita... Estaría bien que hiciéramos algo que nos gusta. - Puso una sonrisa suave. - Podríamos quedar los dos solos. - ¡¡Bueno!! ¿Nos vamos de picnic? - Interrumpió el bramido alegre de su padre, junto con una fuerte palmada. El hombre tenía tal sonrisa de oreja a oreja que, sin pensarlo mucho, se giró hacia Blyth y dijo. - ¿Quieres venirte con nosotros? - La chica, por un momento, perdió la expresión divertida y enigmática que había traído todo el día y en sustitución apareció una de evidente sorpresa. - ¿Yo? - ¡Claro! Nuestra árbitro, la que nos ha dado la victoria. - Bueno... Yo, en fin, ha sido usted, señor O'Donnell, quien le ha dado la victoria a su equipo, en realidad. - Arnold movió la mano con falsa modestia, pero estaba tan sonriente y orgulloso de haber utilizado las matemáticas en el deporte que iba a romper la camisa que llevaba de tanto orgullo hinchado. Marcus rodó los ojos, aunque miró a Alice, tratando de contener la risa.
- Quizás la chica tenga otras cosas que hacer, Arnold. - Dijo Emma, tranquila, y luego miró a Blyth. - Mi marido se entusiasma rápido, pero no te sientas comprometida... - No, señora O'Donnell, si me hace mucha ilusión, y estoy sola, no tengo nada mejor que hacer. Es solo que no lo esperaba. - Dijo entre alegres risitas, y ahora quien rodó los ojos fue Darren, pero con mucha menos discreción que Marcus y añadiendo un suspiro. Para arreglarlo, la chica miró a Lex y añadió. - Que no tiene una todos los días la oportunidad de charlar de quiddicht con alguien al que se le da tan bien. - ¡Pues listo! ¡Vámonos a comer, que esto de ganar da hambre! - Solventó Arnold, cantarín, emprendiendo rumbo a la salida y dejando a Emma atrás con su imperturbable expresión circunstancial y a Darren mirándole como si le hubiera hecho alta traición. Lex, que también estaba bastante venido arriba, simplemente sonrió un poco y se fue muy alegre junto a su padre y la chica, hablando de jugadas. Marcus se quedó atrás con Alice, aguantando una sonrisilla, y le murmuró a su novia. - Parece que ya no le importa que sea oclumante. - Parpadeó, como si él solo acabara de caer, y miró a Alice. - Oh, espera. Eso no lo sabías. - Se acercó a ella para susurrar. - Al parecer, es oclumante. Lex dice que no puede leerle absolutamente nada. - Se encogió de hombros. - Pero es una chica joven viajando sola. Me parece la precaución correcta a tomar. - Y, mientras se encaminaba, señaló a Alice con un índice y, con expresión interesante, añadió. - Recuérdame que tengo que perfeccionar mi técnica. Un alquimista nunca está lo suficientemente preparado. -
El apuro de Alice le hizo sentirse mal por ella. Claro que no sabía lo que hacía, ¡¡ninguno de los dos sabía lo que hacía allí!! De los cuatro, de hecho, porque dudaba que Darren y su padre estuvieran mucho más orientados. - Tranquila, mi amor, si es que este juego NOS VA A MATAR. - Le bramó a Lex, pero su hermano había pasado a toda velocidad por allí quaffle en mano y ni le había escuchado. - ¡Pero ni siquiera esta barbarie acabará con nuestra historia! - Qué divertido. - Escuchó decir a Blyth, con una sonrisilla graciosa. Emma, a su lado, rodó los ojos con un suspiro. - Es así en todas sus facetas. - ¡Os estoy oyendo! - Les bramó indignado, porque vamos, ya lo que le hacía falta ese día era que se burlaran de él.
Su novia se dirigió hacia él y Marcus ya iba a iniciar el modo amantes en mitad de una guerra que morirán abrazados si hace falta cuando la árbitro les cortó. La miró con los labios apretados en un mohín de irritación infantil. Yo habría sido mejor árbitro. Todos allí sabían que eso no era así, pero tampoco creía que él estuviera siendo mejor guardián de lo que podía serlo esa chica. Al igual que hizo Alice, él también empezó a lanzarle "te quieros" muchos con las manos en el pecho. Lo dicho, dos amantes en mitad de una guerra.
Y, de repente, su amada se vio inmersa en una especie de bombardeo, pelotas agresivas y jugadores que corrían a gran velocidad. - ¡¿Pero qué pasa ahora?! - De repente a nadie parecía interesarle su aro, porque se había quedado flotando solo allí mientras todos los demás estaban enredados por el aire. Que tampoco es como que deseara protagonismo precisamente ahora, porque como se viera a toda esa comitiva ir corriendo hacia él era capaz de tirarse de la escoba al vacío. Pero en fin... Tanto como para que no se estuviera enterando ni de lo que pasaba en su propio partido...
Hasta que los berridos de su hermano le aclararon la situación, a lo justo para que no le diera un infarto por ver a Alice recolgada de la escoba (si bien se había puesto a gritar como si estuviera en una casa en llamas para que alguien la socorriera, lo cual no había tenido ningún efecto). Su reacción fue una mezcla entre abrir mucho los ojos y la boca, porque sinceramente no contaba con que su padre atrapara la snitch, alzar los brazos en señal de victoria de su equipo y respirar con alivio porque, por fin, el partido había terminado. Se decantó, sobre todo, por la última, y estaba echando aire por la boca cuando Alice se acercó a él. Nada más hablarle la abrazó con fuerza. - Por Merlín, mi amor, qué mal rato. No juguemos más. - Os va a salir un hijo adicto al quidditch. - ¡No nos eches maldiciones! - Espetó a su hermano, que pasaba muy feliz de largo por allí, mientras separaba el abrazo con su novia. Volvió a echar aire por la boca. - Pienso proclamar a los cuatro vientos que hemos ganado y que ha sido por nuestra magnífica intervención, y que se le ocurra a alguien decir nada al respecto. - Afirmó. Acarició la mejilla de su chica. - No te preocupes, mi amor. No sé lo que yo hubiera hecho con un bate, te has defendido realmente bien. - Sí, pero casi lo mata. Pero no ganaba nada poniéndole peor cuerpo a Alice, lo que tenían era que pisar tierra de una puñetera vez y ya está.
Lex no tardó en volver, antes de que pudieran bajar. Marcus apretó los dientes. - Se llama arriesgar la vida innecesariamente. - Y claro, tuvo que empezar su discurso de la dignidad antes incluso de pisar el suelo. Se irguió, muy indignado, y se puso una mano en el pecho. - Discúlpame. - Llamó la atención de su hermano. - ¿Ni una sola mención al guardián? - Lex le miró con cara de circunstancias. - ¿De verdad quieres que hablemos de tu maravilloso desempeño? - Mi maravilloso desempeño ha parado un gol. - De nueve. Nos han metido los otros ocho. Y ese lo has parado sin querer. - ¡Vaya! Ahora al saber lo llaman suerte. - ¿¿Saber?? ¿Tú sabes jugar acaso? - ¡¡No!! Te lo dije antes de que me subieras aquí. Pero ya que lo he hecho... - Nada, aquella conversación no iba a ninguna parte. Efectivamente y tal y como decía Alice, aquel juego estaba mal, por no hablar de lo peligroso que era. - Anda, sí, vamos para abajo. - Dijo con un suspiro cansado y ofendido. Cuando uno del otro equipo alabó a Lex, no pudo evitar decir con cierta inquina. - Bueno, no sé yo si es buena idea dedicarse a algo tan peligroso... - Pero el único efecto que logró fue que Lex se riera. Bah, él era un intelectual, no necesitaba la aprobación de la manada de machos alfa dándose golpes.
Estuvo a punto de besar el suelo cuando lo pisó, pero en su lugar, descendió de la escoba y se fue hacia su madre con mucha carga dramática. - Mamá, qué mal lo he pasado... - Mi pobre niño perfecto. Si es que tú eres más de libros. - Marcus suspiró hondamente mientras Emma, que claramente estaba haciendo la ficción de darle a su hijo lo que quería, le acariciaba el pelo. - Algún día tendré mi taller. Y seré como tú, con tanta clase y estatus que nadie me obligará a subirme en una escoba cutre. - Claro que sí, cielo... - Respondió ella, y él se dejó querer, evidentemente. Estaban teniendo una preocupante regresión a la infancia en esos momentos, porque Lex daba saltos mientras a su padre le faltaba echarle flores encima y él estaba muy digno y apartado dejando que su madre le dijera cosas bonitas. La chica nueva no perdía la sonrisilla traviesa del rostro, mientras miraba la escena con ojos enigmáticos y sin decir nada.
Como estaba detectando que Lex se acercaba a ellos y ya a Emma se le estaba poniendo cara de madre orgullosísima, se fue hacia su novia, porque por suerte hoy tenía más personas que le podían reforzar su indignación. - Si yo fuera Darren, me preocuparía que Lex se dedique a esto. Es más, siendo Marcus me preocupa que Lex se dedique a esto. - Soltó aire por la boca y se giró a Alice, agarrando sus manos. Ya sí adoptó un tono más natural. - ¿Lo has... pasado muy mal? Sé que esto no te gusta. - Chasqueó la lengua con fastidio. - Mi familia... Como a Lex le guste algo... - Como si él no hubiera sido el niño mimado con sus gustos toda la vida. Pero claro, desde su perspectiva, sus gustos eran mucho mejores y, sobre todo, no comprometían la supervivencia. En lo referente a la alquimia, Lex no estaba para nada de acuerdo, pero le daba igual. - A la próxima cita... Estaría bien que hiciéramos algo que nos gusta. - Puso una sonrisa suave. - Podríamos quedar los dos solos. - ¡¡Bueno!! ¿Nos vamos de picnic? - Interrumpió el bramido alegre de su padre, junto con una fuerte palmada. El hombre tenía tal sonrisa de oreja a oreja que, sin pensarlo mucho, se giró hacia Blyth y dijo. - ¿Quieres venirte con nosotros? - La chica, por un momento, perdió la expresión divertida y enigmática que había traído todo el día y en sustitución apareció una de evidente sorpresa. - ¿Yo? - ¡Claro! Nuestra árbitro, la que nos ha dado la victoria. - Bueno... Yo, en fin, ha sido usted, señor O'Donnell, quien le ha dado la victoria a su equipo, en realidad. - Arnold movió la mano con falsa modestia, pero estaba tan sonriente y orgulloso de haber utilizado las matemáticas en el deporte que iba a romper la camisa que llevaba de tanto orgullo hinchado. Marcus rodó los ojos, aunque miró a Alice, tratando de contener la risa.
- Quizás la chica tenga otras cosas que hacer, Arnold. - Dijo Emma, tranquila, y luego miró a Blyth. - Mi marido se entusiasma rápido, pero no te sientas comprometida... - No, señora O'Donnell, si me hace mucha ilusión, y estoy sola, no tengo nada mejor que hacer. Es solo que no lo esperaba. - Dijo entre alegres risitas, y ahora quien rodó los ojos fue Darren, pero con mucha menos discreción que Marcus y añadiendo un suspiro. Para arreglarlo, la chica miró a Lex y añadió. - Que no tiene una todos los días la oportunidad de charlar de quiddicht con alguien al que se le da tan bien. - ¡Pues listo! ¡Vámonos a comer, que esto de ganar da hambre! - Solventó Arnold, cantarín, emprendiendo rumbo a la salida y dejando a Emma atrás con su imperturbable expresión circunstancial y a Darren mirándole como si le hubiera hecho alta traición. Lex, que también estaba bastante venido arriba, simplemente sonrió un poco y se fue muy alegre junto a su padre y la chica, hablando de jugadas. Marcus se quedó atrás con Alice, aguantando una sonrisilla, y le murmuró a su novia. - Parece que ya no le importa que sea oclumante. - Parpadeó, como si él solo acabara de caer, y miró a Alice. - Oh, espera. Eso no lo sabías. - Se acercó a ella para susurrar. - Al parecer, es oclumante. Lex dice que no puede leerle absolutamente nada. - Se encogió de hombros. - Pero es una chica joven viajando sola. Me parece la precaución correcta a tomar. - Y, mientras se encaminaba, señaló a Alice con un índice y, con expresión interesante, añadió. - Recuérdame que tengo que perfeccionar mi técnica. Un alquimista nunca está lo suficientemente preparado. -
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Negó, mimosa cuando le dijo que no jugaran más al quidditch. — No, no, no. Nosotros, como buenos Ravenclaws, ya hemos probado, para que no nos puedan decir nada, y ya hemos comprobado que no es lo nuestro. — No quería quedarse viuda antes de casarse siquiera, y más por su propia culpa o la de una maldita bludger demasiado dura para los rizos de su Marcus. Entornó los ojos y arrugó el morro cuando Lex les dijo lo del hijo y pasó de él con un gesto de la mano, prefiriendo acariciar su mejilla contra la mano de Marcus. — Espero que hacerlo un poco mejor que yo, pero le he puesto todas mis ganas. — Dijo toda tierna. A ver si así se le olvidaba pronto que casi le daba.
— Bueno, ya está, que no es para tanto, O’Donnells. Habría que verte a ti en unas olimpiadas aritmánticas. — Dijo dándole unos toquecitos en el pecho a Lex. — ¿Hay de eso? — ¡Oh, y tanto que las hay! — Exclamó Arnold. — Tengo unos recuerdos fantásticos de ellas, es una pena que a partir de los dieciocho ya no te dejen participar. — Lex sonrió de medio lado, claramente conteniéndose la opinión. — Claro, papá, suena guay. — Y Alice se mordió los labios por dentro para no reírse porque ahora mismo si a Arnold le salieran alas de águila no sería más Ravenclaw.
En cuanto bajaron, Marcus se fue a ser consolado en su traumática experiencia por su madre, y Lex y Arnold se reían y claramente estaban disfrutando del momento, así que ella aprovechó para quitarse el peto de equipo y ayudar a recoger. En esas, Darren se acercó a ella. — ¿Esta por qué sigue aquí? Es que hay gente que no sabe cuándo sobra. — Ella se rio. — Darren, ¿qué te preocupa? Mira, es una chavala joven sola, es una apasionada del quidditch y simplemente ha encontrado alguien con quien pasar el tiempo hablando de tácticas sin ceder ni un milímetro de su privacidad. Admite que tu novio para eso es maravilloso. — Darren soltó un suspiro indignado. — Oye, ¿y que dirías tú si fuera con tu adorado Marcus? — Ella le miró con una ceja alzada. — Estás de coña, ¿verdad? ¿Has estado en Hogwarts estos años? ¿Has visto esas filas de niñas diciendo “uhhhhh prefecto O’Donnell ayúdame con este ejercicio superdifícil”? — Darren boqueó y suspiró. — Estas cosas a los gays no nos suelen pasar. — Alice rio y negó con la cabeza señalando con la cabeza a los O’Donnell? — ¿Conoces de algo a tu novio? Si no te adorara por encima de todas las cosas, no te traería a cosas como estas, no te expondría a la aprobación de Emma, a la intimidad O’Donnell con sus peleas de quién es más listo o talentoso. — Acarició la espalda de su amigo. — Los celos nacen de la inseguridad. Y tú, Darren Millestone, no tienes derecho a ninguna inseguridad ahora que esta familia te ha acogido con los brazos abiertos y Lex y tú sois tan felices. — Por fin, volvió su expresión de Hufflepuff mimosón y ladeó un poco la cabeza. — Qué bandida eres con los argumentos. — Ella le acarició la mejilla. — Lo sé, es para que no se te olvide que somos la Orden de Merlín. —
Se unieron a los demás y otra vez se le puso la expresión de boba cuando su Marcus se dirigió a ella. — ¡No! Yo soy una Gallia, de todo acabo disfrutando, mi amor. — Se acercó a él y le rodeó ligeramente la cintura con los brazos, mirándole con la cabeza inclinada. — Nuestra — dijo haciendo hincapié en la palabra — familia es muy variada en gustos y personalidades, y eso es muy bonito, y a mí me encanta pasar tiempo todos juntos. — Eso sí, cuando dijo lo de hacer algo solos, no pudo evitar ampliar la sonrisa y que le brillaran los ojos. — Seguro que se me ocurre algo espe… — Nada, interrumpida de nuevo. Sí, ella amaba a los O’Donnell, pero por Dios, cinco, diez minutos, no pedía más. Ya se le ocurriría algo para el picnic.
Pero es que no le daba tiempo de trazarse una estrategia, y ya estaba Arnold reventándole los planes. ¿Acababa de invitar a Blyth? Hala, más gente. Miró a Darren y, efectivamente, todas sus palabras anteriores parecían haberse invalidado por la tamaña traición de su suegro. Emma, que tampoco parecía por la labor de traerse a la desconocida (parecía que estaba viendo temblar las perfectas categorías de su cabeza en las cuales “chica del museo de quidditch” no entra en “familia” y ese día tenía la etiqueta de “familia”), trató de quitársela de encima a base de ser extremadamente educada como era ella, pero nada, si claramente Blyth quería quedarse con ellos… Bueno, igual ni mal le venía para distraer.
Al menos consiguió quedarse un poco atrás con Marcus, pero el momento se le rompió cuando le dijo que la chica era oclumante, básicamente por el miedo que se le agarró al estómago. — ¿Cómo? — Dijo todo lo bajito que pudo a pesar de su tono de alarma. — A ver, a ver, porque no es muy normal que una chica de diecisiete años sea oclumante, creo yo… — Susurró, tratando de controlarse. Se mordió el labio inferior y suspiró. Marcus no parecía asustado, la chica era muy joven, por su color de piel, no parecía precisamente formar parte de los Van Der Luyden, y lo cierto es que no parecía interesada en ella para nada. Inspiró y sonrió a su novio. Marcus estaba lo suficientemente contento como para hacer bromas sobre la oclumancia, sus suegros estaban contentos, era un día bonito… ¿Podía simplemente dejar ir la sombra de los temores a los Van Der Luyden de una vez? Se enganchó del brazo de su novio y dijo. — Pues mira, ve practicando, porque pretendo hacer una clásica maniobra Gallia para robarte un beso en cuanto lleguemos al picnic y no quiero que Lex lo vaya voceando por ahí. — Le dio un besito en la mejilla y sonrió pillina, mientras se reunían en torno a Emma para aparecerse en el sitio que hubiera elegido para el picnic.
Con una precisión inusitada para estar transportando a cinco personas y a sí misma, Emma les apareció en la preciosa orilla del Lago Hever. Blyth abrió mucho los ojos y dijo. — ¡Guau! Qué sitio más impresionante. ¿Seguimos en Londres? — Alice negó con la cabeza. — No, no, es Hever, estamos a unos setenta kilómetros de Londres. Mis padres me trajeron de pequeña para ver el castillo porque hay un montón de leyendas y fantasmas, es un lugar muy mágico, y muy real, porque lo fundó Enrique VIII. — Miró a su suegra y sonrió. Sí, muy de Emma, si tenía que montar un picnic, lo haría donde lo hacían los reyes. Y antes de que se pusieran a sacar comida y Marcus se perdiera en eso, comenzó su ficcioncita. — ¡Ay! Me he dejado la chaqueta en el museo, que me la quité cuando el quidditch. — Toda la familia la miró durante unos segundos como esperando a ver qué venía después. — Voy a por ella… — Deslizó los ojos hacia Marcus. — ¿Vienes conmigo para luego aparecerme aquí? Seguro que lo conoces mejor que yo. — Porque se jugaba una mano a que no era la primera vez que iban allí de picnic. Lex emitió una carcajada de garganta. — Nada descarada, cuñadita. — Ella resopló como si estuviera muy cansada. — Ay, por favor, Lex, cómo eres. Que volvemos en cinco minutos, es aparecernos en Londres un momento, coger la chaqueta y volver. — Parece que no conoces a tu madre, como nos tardemos más de la cuenta es capaz de aparecerse y llevarnos de la oreja a cada uno de vuelta la día FAMILIAR, pensó, aunque Emma estaba haciéndose la loca colocando las cosas. No, no iba a tardar más de cinco minutos, quizá alguno más, pero en seguida volvería al día familiar. Se agarró del brazo de su novio. — Venga, cuanto antes nos vayamos, antes volveremos. — Y antes de que les pusieran más impedimentos, les apareció de nuevo en la portada del museo.
En cuanto se vio fuera del alcance de la familia, puso su sonrisilla traviesa y tiró de él hacia la calle del lateral del museo, prácticamente un callejón nada transitado. — ¿Cuántas ganas tenías de que te metiera en un lío de los nuestros, mi espino? — Preguntó antes de dejarse caer contra la pared y tirar de Marcus sobre ella, para besarle apasionadamente. Oh, por todos los dragones, ¿cómo sobrevivía el resto de horas de su vida que no estaban así? — No sabes cuánto echo de menos tener horas eternas contigo. — Dijo entre besos, alzando las manos y metiendo una en su pelo. — ¿Y si logro sacar a mi padre y Dylan de la casa esta semana y vienes a verme? — Le preguntó en un tono bajo y aterciopelado que no dejaba lugar a dudas, antes de volver a besarle con ansias.
— Bueno, ya está, que no es para tanto, O’Donnells. Habría que verte a ti en unas olimpiadas aritmánticas. — Dijo dándole unos toquecitos en el pecho a Lex. — ¿Hay de eso? — ¡Oh, y tanto que las hay! — Exclamó Arnold. — Tengo unos recuerdos fantásticos de ellas, es una pena que a partir de los dieciocho ya no te dejen participar. — Lex sonrió de medio lado, claramente conteniéndose la opinión. — Claro, papá, suena guay. — Y Alice se mordió los labios por dentro para no reírse porque ahora mismo si a Arnold le salieran alas de águila no sería más Ravenclaw.
En cuanto bajaron, Marcus se fue a ser consolado en su traumática experiencia por su madre, y Lex y Arnold se reían y claramente estaban disfrutando del momento, así que ella aprovechó para quitarse el peto de equipo y ayudar a recoger. En esas, Darren se acercó a ella. — ¿Esta por qué sigue aquí? Es que hay gente que no sabe cuándo sobra. — Ella se rio. — Darren, ¿qué te preocupa? Mira, es una chavala joven sola, es una apasionada del quidditch y simplemente ha encontrado alguien con quien pasar el tiempo hablando de tácticas sin ceder ni un milímetro de su privacidad. Admite que tu novio para eso es maravilloso. — Darren soltó un suspiro indignado. — Oye, ¿y que dirías tú si fuera con tu adorado Marcus? — Ella le miró con una ceja alzada. — Estás de coña, ¿verdad? ¿Has estado en Hogwarts estos años? ¿Has visto esas filas de niñas diciendo “uhhhhh prefecto O’Donnell ayúdame con este ejercicio superdifícil”? — Darren boqueó y suspiró. — Estas cosas a los gays no nos suelen pasar. — Alice rio y negó con la cabeza señalando con la cabeza a los O’Donnell? — ¿Conoces de algo a tu novio? Si no te adorara por encima de todas las cosas, no te traería a cosas como estas, no te expondría a la aprobación de Emma, a la intimidad O’Donnell con sus peleas de quién es más listo o talentoso. — Acarició la espalda de su amigo. — Los celos nacen de la inseguridad. Y tú, Darren Millestone, no tienes derecho a ninguna inseguridad ahora que esta familia te ha acogido con los brazos abiertos y Lex y tú sois tan felices. — Por fin, volvió su expresión de Hufflepuff mimosón y ladeó un poco la cabeza. — Qué bandida eres con los argumentos. — Ella le acarició la mejilla. — Lo sé, es para que no se te olvide que somos la Orden de Merlín. —
Se unieron a los demás y otra vez se le puso la expresión de boba cuando su Marcus se dirigió a ella. — ¡No! Yo soy una Gallia, de todo acabo disfrutando, mi amor. — Se acercó a él y le rodeó ligeramente la cintura con los brazos, mirándole con la cabeza inclinada. — Nuestra — dijo haciendo hincapié en la palabra — familia es muy variada en gustos y personalidades, y eso es muy bonito, y a mí me encanta pasar tiempo todos juntos. — Eso sí, cuando dijo lo de hacer algo solos, no pudo evitar ampliar la sonrisa y que le brillaran los ojos. — Seguro que se me ocurre algo espe… — Nada, interrumpida de nuevo. Sí, ella amaba a los O’Donnell, pero por Dios, cinco, diez minutos, no pedía más. Ya se le ocurriría algo para el picnic.
Pero es que no le daba tiempo de trazarse una estrategia, y ya estaba Arnold reventándole los planes. ¿Acababa de invitar a Blyth? Hala, más gente. Miró a Darren y, efectivamente, todas sus palabras anteriores parecían haberse invalidado por la tamaña traición de su suegro. Emma, que tampoco parecía por la labor de traerse a la desconocida (parecía que estaba viendo temblar las perfectas categorías de su cabeza en las cuales “chica del museo de quidditch” no entra en “familia” y ese día tenía la etiqueta de “familia”), trató de quitársela de encima a base de ser extremadamente educada como era ella, pero nada, si claramente Blyth quería quedarse con ellos… Bueno, igual ni mal le venía para distraer.
Al menos consiguió quedarse un poco atrás con Marcus, pero el momento se le rompió cuando le dijo que la chica era oclumante, básicamente por el miedo que se le agarró al estómago. — ¿Cómo? — Dijo todo lo bajito que pudo a pesar de su tono de alarma. — A ver, a ver, porque no es muy normal que una chica de diecisiete años sea oclumante, creo yo… — Susurró, tratando de controlarse. Se mordió el labio inferior y suspiró. Marcus no parecía asustado, la chica era muy joven, por su color de piel, no parecía precisamente formar parte de los Van Der Luyden, y lo cierto es que no parecía interesada en ella para nada. Inspiró y sonrió a su novio. Marcus estaba lo suficientemente contento como para hacer bromas sobre la oclumancia, sus suegros estaban contentos, era un día bonito… ¿Podía simplemente dejar ir la sombra de los temores a los Van Der Luyden de una vez? Se enganchó del brazo de su novio y dijo. — Pues mira, ve practicando, porque pretendo hacer una clásica maniobra Gallia para robarte un beso en cuanto lleguemos al picnic y no quiero que Lex lo vaya voceando por ahí. — Le dio un besito en la mejilla y sonrió pillina, mientras se reunían en torno a Emma para aparecerse en el sitio que hubiera elegido para el picnic.
Con una precisión inusitada para estar transportando a cinco personas y a sí misma, Emma les apareció en la preciosa orilla del Lago Hever. Blyth abrió mucho los ojos y dijo. — ¡Guau! Qué sitio más impresionante. ¿Seguimos en Londres? — Alice negó con la cabeza. — No, no, es Hever, estamos a unos setenta kilómetros de Londres. Mis padres me trajeron de pequeña para ver el castillo porque hay un montón de leyendas y fantasmas, es un lugar muy mágico, y muy real, porque lo fundó Enrique VIII. — Miró a su suegra y sonrió. Sí, muy de Emma, si tenía que montar un picnic, lo haría donde lo hacían los reyes. Y antes de que se pusieran a sacar comida y Marcus se perdiera en eso, comenzó su ficcioncita. — ¡Ay! Me he dejado la chaqueta en el museo, que me la quité cuando el quidditch. — Toda la familia la miró durante unos segundos como esperando a ver qué venía después. — Voy a por ella… — Deslizó los ojos hacia Marcus. — ¿Vienes conmigo para luego aparecerme aquí? Seguro que lo conoces mejor que yo. — Porque se jugaba una mano a que no era la primera vez que iban allí de picnic. Lex emitió una carcajada de garganta. — Nada descarada, cuñadita. — Ella resopló como si estuviera muy cansada. — Ay, por favor, Lex, cómo eres. Que volvemos en cinco minutos, es aparecernos en Londres un momento, coger la chaqueta y volver. — Parece que no conoces a tu madre, como nos tardemos más de la cuenta es capaz de aparecerse y llevarnos de la oreja a cada uno de vuelta la día FAMILIAR, pensó, aunque Emma estaba haciéndose la loca colocando las cosas. No, no iba a tardar más de cinco minutos, quizá alguno más, pero en seguida volvería al día familiar. Se agarró del brazo de su novio. — Venga, cuanto antes nos vayamos, antes volveremos. — Y antes de que les pusieran más impedimentos, les apareció de nuevo en la portada del museo.
En cuanto se vio fuera del alcance de la familia, puso su sonrisilla traviesa y tiró de él hacia la calle del lateral del museo, prácticamente un callejón nada transitado. — ¿Cuántas ganas tenías de que te metiera en un lío de los nuestros, mi espino? — Preguntó antes de dejarse caer contra la pared y tirar de Marcus sobre ella, para besarle apasionadamente. Oh, por todos los dragones, ¿cómo sobrevivía el resto de horas de su vida que no estaban así? — No sabes cuánto echo de menos tener horas eternas contigo. — Dijo entre besos, alzando las manos y metiendo una en su pelo. — ¿Y si logro sacar a mi padre y Dylan de la casa esta semana y vienes a verme? — Le preguntó en un tono bajo y aterciopelado que no dejaba lugar a dudas, antes de volver a besarle con ansias.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
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Freyja
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Cada vez que Alice decía "nuestra familia" se derretía entero, podía casi notar como las piernas se le volvían más blanditas. ¿Podía querer más a esa chica? Pues seguramente sí, porque llevaba preguntándose eso ya no sabía ni el tiempo y siempre lograba quererla un poquito más, pero le parecía imposible. Les interrumpieron, sí, para no variar, pero mientras se dirigía con su familia no podía evitar seguir mirándola con una sonrisa embobada. Decirle a Marcus "nuestra familia" abría una dimensión tan amplia en la que él podía perderse fantaseando durante horas.
Tan en su mundo iba que no le dio la menor importancia a lo de que Blyth fuera oclumante, lo cual en su novia claramente no tuvo el mismo efecto. De hecho, se asustó un poco con ese "¿cómo?", como si temiera haber pecado de negligente extremo. Se encogió de hombros. - Bueno, cariño, yo lo soy. - Dijo, tratando de relajar, pero acto seguido miró hacia arriba y, tras una pausa, matizó. - Bueno, tengo la práctica un poco perdida, pero es que ha sido un año muy movido... Con lo de los EXTASIS y eso... No he tenido tiempo. - Con lo de los EXTASIS, con su noviazgo de inicio turbulento y con todo el asunto de William y de los Horner. Hizo una mueca hacia un lado, pensativo. Él era un chico que llevaba investigando desde el verano de cuarto sobre oclumancia, que tenía un hermano legeremante con el que había practicado y que, para qué negarlo a estas alturas, tenía un intelecto y una capacidad de aprendizaje superior a la media. Aun así, no tenía la técnica dominada todavía... Pero insistía en pensar que había sido por haber estado a otras cosas y no haberlo priorizado. - Oye, a lo mejor esta chica es un portento. Podemos preguntarle si es del equivalente de Ravenclaw en Ilvermorny. - Preguntó, tratando de sonar lo más distendido posible.
Y de nuevo su novia le dejó embobado. La miró y dobló una sonrisilla, susurrándole. - En ese caso no debería practicar yo solo, Gallia. - Aseguró. Ah, qué ganas de besarla, pero miraba de reojo y estaba rodeado de gente. Se conformaría por el momento con ese beso en la mejilla que le había provocado un escalofrío por todo el cuerpo como si tuviera once años. En un abrir y cerrar de ojos, nada más se sumaron a su madre y los demás, estaban a las orillas del lago Hever. Era un lugar precioso que a él le encantaba, al que iban mucho de pequeños y que le trajo buenos recuerdos inmediatos. Sonrió ampliamente, admirando el lugar mientras llenaba los pulmones de aire, y miró a Alice con amor. - Me encanta que estemos aquí. - Aseguró. Llevaba media vida yendo con Alice a La Provenza, el lugar de su infancia, y ahora él podía compartir un poquito de la suya con ella.
Por supuesto, Alice ya lo conocía, pero a él le hacía la misma ilusión que estuviera allí, porque no habían ido por separado como de pequeños, sino juntos. Apretó su mano con cariño y miró a sus padres, rebosando felicidad. El único allí que parecía un tanto contrariado era Darren, que se aferraba al brazo de Lex como si se lo fueran a quitar. Lex también tenía una sombra dudosa en la cara, probablemente por no percibir nada en la mente de la chica, pero como no había nada que le entusiasmara más que el quidditch no parecía estar dándole excesiva importancia, estaba muy contento por lo que acababa de vivir. Fue a dirigirse de la mano de su novia al lugar en el que pondrían la comida cuando esta dio una exclamación y él la miró expectante. ¿Que se había dejado la chaqueta en Londres? Abrió la boca. - ¿En serio? Pues espero que no se la hayan llevado. - Porque con la de gente que había por allí... Ah, espera. Algo le decía que aquella iba a ser la mencionada maniobra Gallia. Ya estaba Lex mirándole con una sonrisilla, así que apartó la mirada con disimulo. - Claro, vamos rápido. - Aseguró. Mira que le había pedido su novia que disimulara...
Se aparecieron de vuelta en el museo y Marcus ya estaba mirando a Alice con una sonrisilla intrigada y deseosa, dejándose arrastrar por su mano. Le encantaba que esa chica le arrastrara, llevaba siguiéndola a todas partes desde que la conociera por primera vez. - Muchas. - Respondió casi sin aliento, ya con el corazón a mil, mirándola tan cerca ahora que ella le había arrastrado hacia esa pared. - Mi pajarito travieso. - Se mordió el labio, apoyando una mano en su mejilla y mirándola. - Cómo he echado de menos que me lleves por donde tú quieras. - Se besaron con esas ganas que llevaban acumulando desde la última vez que se vieron, que parecía que hacía una eternidad. Por Merlín, qué bien se sentía aquello, cómo lo necesitaba. - Yo también, mi amor. - Susurró, entre besos, con la voz cargada de deseo e incluso un toque trágico. - Qué largos han sido estos días. No quiero pasar tanto tiempo sin besarte. Nunca más. - A épico no le ganaba nadie, sobre todo cuando sentía esa emoción tan fuerte en el pecho, que casi notaba que le iba a estallar. No había estado tanto tiempo sin ver a Alice desde que eran novios. Oh, y pensar que el verano pasado no se vieron en tres meses. Lo pensaba y le dolía el corazón de manera insoportable.
Siguió besándola, sintiéndose incapaz de separarse de sus labios. A ver ahora cómo volvían, él ya no podía cortar eso sin morirse un poquito por dentro. Eso sí, la propuesta le hizo separarse levemente para mirarla con los ojos muy abiertos y brillantes. - ¿Po... podrías? - Preguntó con voz de idiota y el corazón latiéndole tan fuerte que debería estar viéndosele a través de la camiseta. - Si... Haces eso... - Se le escapó una risa entre los labios, casi muda, nerviosa, que salió como aire. - Los dos solos... No me lo puedo ni imaginar. - Sí que se lo podía imaginar. Y tanto que se lo podía imaginar. - Iría a verte donde tú me dijeras. - Se lanzó a besarla de nuevo, enredándose en sus labios y aferrando su cintura. - Cuanto te quiero, mi amor. - Chistó, apenado, aunque no dejaba de besarla. - Estaba deseando salir para tener una vida contigo, y ahora no nos vemos. Esto es muy duro, Alice, yo no puedo soportarlo. - Como viniera alguien a decirle que estaba siendo un dramático, se iba a llevar un sermón que se iba a arrepentir. Nadie ponía su amor y su sufrimiento en cuestión. - Ya sé que dijimos... - Siguió hablando, pero se interrumpía para besarla. - ...Que siempre... Disfrutaríamos del camino juntos... Que el camino era igual o más bueno que la meta... - Prolongó un poco más ese beso, y volvió a suspirar con tristeza, con un mohín casi infantil. - Pero yo quiero verte más, Alice. Necesito estar contigo. Todos los días. ¿Cuándo podremos vivir juntos? Dios, se me va a hacer eterno. -
Tan en su mundo iba que no le dio la menor importancia a lo de que Blyth fuera oclumante, lo cual en su novia claramente no tuvo el mismo efecto. De hecho, se asustó un poco con ese "¿cómo?", como si temiera haber pecado de negligente extremo. Se encogió de hombros. - Bueno, cariño, yo lo soy. - Dijo, tratando de relajar, pero acto seguido miró hacia arriba y, tras una pausa, matizó. - Bueno, tengo la práctica un poco perdida, pero es que ha sido un año muy movido... Con lo de los EXTASIS y eso... No he tenido tiempo. - Con lo de los EXTASIS, con su noviazgo de inicio turbulento y con todo el asunto de William y de los Horner. Hizo una mueca hacia un lado, pensativo. Él era un chico que llevaba investigando desde el verano de cuarto sobre oclumancia, que tenía un hermano legeremante con el que había practicado y que, para qué negarlo a estas alturas, tenía un intelecto y una capacidad de aprendizaje superior a la media. Aun así, no tenía la técnica dominada todavía... Pero insistía en pensar que había sido por haber estado a otras cosas y no haberlo priorizado. - Oye, a lo mejor esta chica es un portento. Podemos preguntarle si es del equivalente de Ravenclaw en Ilvermorny. - Preguntó, tratando de sonar lo más distendido posible.
Y de nuevo su novia le dejó embobado. La miró y dobló una sonrisilla, susurrándole. - En ese caso no debería practicar yo solo, Gallia. - Aseguró. Ah, qué ganas de besarla, pero miraba de reojo y estaba rodeado de gente. Se conformaría por el momento con ese beso en la mejilla que le había provocado un escalofrío por todo el cuerpo como si tuviera once años. En un abrir y cerrar de ojos, nada más se sumaron a su madre y los demás, estaban a las orillas del lago Hever. Era un lugar precioso que a él le encantaba, al que iban mucho de pequeños y que le trajo buenos recuerdos inmediatos. Sonrió ampliamente, admirando el lugar mientras llenaba los pulmones de aire, y miró a Alice con amor. - Me encanta que estemos aquí. - Aseguró. Llevaba media vida yendo con Alice a La Provenza, el lugar de su infancia, y ahora él podía compartir un poquito de la suya con ella.
Por supuesto, Alice ya lo conocía, pero a él le hacía la misma ilusión que estuviera allí, porque no habían ido por separado como de pequeños, sino juntos. Apretó su mano con cariño y miró a sus padres, rebosando felicidad. El único allí que parecía un tanto contrariado era Darren, que se aferraba al brazo de Lex como si se lo fueran a quitar. Lex también tenía una sombra dudosa en la cara, probablemente por no percibir nada en la mente de la chica, pero como no había nada que le entusiasmara más que el quidditch no parecía estar dándole excesiva importancia, estaba muy contento por lo que acababa de vivir. Fue a dirigirse de la mano de su novia al lugar en el que pondrían la comida cuando esta dio una exclamación y él la miró expectante. ¿Que se había dejado la chaqueta en Londres? Abrió la boca. - ¿En serio? Pues espero que no se la hayan llevado. - Porque con la de gente que había por allí... Ah, espera. Algo le decía que aquella iba a ser la mencionada maniobra Gallia. Ya estaba Lex mirándole con una sonrisilla, así que apartó la mirada con disimulo. - Claro, vamos rápido. - Aseguró. Mira que le había pedido su novia que disimulara...
Se aparecieron de vuelta en el museo y Marcus ya estaba mirando a Alice con una sonrisilla intrigada y deseosa, dejándose arrastrar por su mano. Le encantaba que esa chica le arrastrara, llevaba siguiéndola a todas partes desde que la conociera por primera vez. - Muchas. - Respondió casi sin aliento, ya con el corazón a mil, mirándola tan cerca ahora que ella le había arrastrado hacia esa pared. - Mi pajarito travieso. - Se mordió el labio, apoyando una mano en su mejilla y mirándola. - Cómo he echado de menos que me lleves por donde tú quieras. - Se besaron con esas ganas que llevaban acumulando desde la última vez que se vieron, que parecía que hacía una eternidad. Por Merlín, qué bien se sentía aquello, cómo lo necesitaba. - Yo también, mi amor. - Susurró, entre besos, con la voz cargada de deseo e incluso un toque trágico. - Qué largos han sido estos días. No quiero pasar tanto tiempo sin besarte. Nunca más. - A épico no le ganaba nadie, sobre todo cuando sentía esa emoción tan fuerte en el pecho, que casi notaba que le iba a estallar. No había estado tanto tiempo sin ver a Alice desde que eran novios. Oh, y pensar que el verano pasado no se vieron en tres meses. Lo pensaba y le dolía el corazón de manera insoportable.
Siguió besándola, sintiéndose incapaz de separarse de sus labios. A ver ahora cómo volvían, él ya no podía cortar eso sin morirse un poquito por dentro. Eso sí, la propuesta le hizo separarse levemente para mirarla con los ojos muy abiertos y brillantes. - ¿Po... podrías? - Preguntó con voz de idiota y el corazón latiéndole tan fuerte que debería estar viéndosele a través de la camiseta. - Si... Haces eso... - Se le escapó una risa entre los labios, casi muda, nerviosa, que salió como aire. - Los dos solos... No me lo puedo ni imaginar. - Sí que se lo podía imaginar. Y tanto que se lo podía imaginar. - Iría a verte donde tú me dijeras. - Se lanzó a besarla de nuevo, enredándose en sus labios y aferrando su cintura. - Cuanto te quiero, mi amor. - Chistó, apenado, aunque no dejaba de besarla. - Estaba deseando salir para tener una vida contigo, y ahora no nos vemos. Esto es muy duro, Alice, yo no puedo soportarlo. - Como viniera alguien a decirle que estaba siendo un dramático, se iba a llevar un sermón que se iba a arrepentir. Nadie ponía su amor y su sufrimiento en cuestión. - Ya sé que dijimos... - Siguió hablando, pero se interrumpía para besarla. - ...Que siempre... Disfrutaríamos del camino juntos... Que el camino era igual o más bueno que la meta... - Prolongó un poco más ese beso, y volvió a suspirar con tristeza, con un mohín casi infantil. - Pero yo quiero verte más, Alice. Necesito estar contigo. Todos los días. ¿Cuándo podremos vivir juntos? Dios, se me va a hacer eterno. -
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Oh, tener a Marcus a solas, llamándola pajarito travieso, besándola con ese frenesí que ya venía necesitando más que nada. — Nunca más, mi amor. — Repitió entre jadeos y besos. Qué mal camino llevaba aquello, ya empezaban a venirse arriba y les debía quedar como la mitad del tiempo.
Pero tuvo que reírse con aquella pregunta de su novio, negando con la cabeza. — No me preguntes si podría hacer algo por ti, Marcus… — Volvió a sus labios pasionalmente, agarrándole de la nuca y cerrando el puño en torno a su camiseta. — Porque ahora mismo haría lo que fuera por tenerte para mí sola… — Pero era Alice, no podía dejar pasar un tirito a su novio. — ¿Que no te lo imaginas? Yo creo que sí. Yo sueño con ello todas las noches, mi príncipe… — Y siguió metida en aquel momento, disfrutándolo porque sabía que cada vez le quedaba menos, recorriendo con las manos el cuerpo de su novio, para su desgracia, por encima de la ropa. — Te amo, mi vida. — Respondió, cariñosa y acelerada a la vez. Quizá deberían relajarse un poco.
Se separó un poco, apoyándose en la pared con media sonrisilla, y frotó su nariz con la de su novio. — Lo sé, créeme que lo sé. — Sabía que Marcus estaba exagerando un poquito, pero eso le gustaba, le gustaba que le repitiera lo mucho que la necesitaba y la echaba de menos, le hacía necesitarle y quererle aún más. Le dio un besito y atrapó su labio inferior entre sus dientes. — La tendremos, Marcus, antes de lo que parece… — Ah no, pero su novio siempre con un calendario por delante, claro. El quería fecha estimada de mudanza por lo menos. Rio un poquito y le miró con ternura, acariciando su mejilla. — ¿Crees que yo no querría dormir esta misma noche a tu lado ya? ¿Crees que no quiero ya esa casa con su taller y su invernadero? — Oh, por Dios, se le encogía el estómago de emoción al pensarlo. Tiró más de él sobre ella y le aprisionó con su pierna, mientras volvía a besarlo. — Mi amor, somos Marcus y Alice, ya encontraremos la forma de que ese sueño nuestro llegue antes que los demás. — Volvió a besarlo. — Y mientras tanto… — Pasó la lengua por sus labios. — Déjalo de cuenta de mi espíritu Gallia para meterte en líos de los que te gustan. — Y le apretó más fuerte contra sí por un momento, como si pudieran sentir sus cuerpos a pesar de la ropa antes de tener que irse.
Se separó y agarró sus manos, tirando de él hacia la calle principal, donde el museo. — De verdad, mi amor, tú confía en mí, que haré que no tengas que echarme de menos mucho tiempo. Mañana en mi casa después de comer, a las tres, esperas fuera, escondido detrás del roble, y cuando mi padre y mi hermano salgan por la puerta, tú entras. Yo dejaré la puerta del jardín abierta, así en cuanto salgan, me asomo a la ventana y te aviso, para no perder ni un minuto. — Dejó un último beso en sus labios y se separó de él, mordiéndose el labio inferior. — No voy a ponerte ni la traba de tener que quitarme la ropa interior. — Le susurró. Si es que le encantaba hacer eso.
Se dirigió rápidamente a la puerta del museo y asomó la cabeza dentro, localizándose en el vestíbulo, y ante la cara de su novio cuando salió sin la chaqueta, sin haberla buscado siquiera, de hecho, dijo. — ¡Ah! La chaqueta está en una de las cestas, pero diré que había olvidado haberla metido ahí. Me he asomado para ver dónde estaba el mostrador de objetos perdidos y si había alguien atendiendo. — Se encogió de hombros al salir. — El diablo está en los detalles, cariño, yo sé lo que me hago. — Volvió a darle la mano y le llevó al centro de la plaza. Le atusó un poco el pelo, le miró que tuviera la ropa bien colocada y, rodeándole por la cintura, le dijo con una sonrisilla tentadora. — Y bien… Lléveme a Hever, señor O’Donnell, que para eso le he traído. — Pidió con una risita, mientras se agarraba un poco más fuerte de la cuenta a él.
— ¡Vaya! Ya era hora. — Exclamó Arnold cuando aún no habían ni terminado de aterrizar. Ella entornó los ojos y suspiró. — Es que no veas el señor de objetos perdidos. Hasta que ha decidido aparecer, un rato esperando, y luego que nada, que no encontraba mi chaqueta. — Pues es que estaba aquí todo el tiempo, hija. Nos hemos dado cuenta la sacar toda la comida. — Dijo Arnold señalando la cesta. Ella se dio en la frente, mordiéndose el labio inferior. — Mira, menos mal, que ya pensé que había perdido algo, con las turras que le doy a mi padre con que sea más cuidadoso. Gracias por cuidar de mi honor de hija. — Dijo terminando con una amplia sonrisa, a lo que Arnold no pudo por menos que reírse, mientras se sentaban. — ¿Necesitas ropa, Alice? — Le preguntó Emma discretamente. — No, no, no te preocupes, de momento voy bien servida. — Miró a Marcus y achicó los ojos. — Igual cuando haga el examen de alquimista de piedra sí necesito comprarme cosillas que griten “soy una importante alquimista”. — Dijo haciendo un gesto con las manos. — ¿Y por aquí qué tal? — Preguntó. — Pues queriendo empezar a comer, ¿verdad? Toma, Blyth, prueba esto, son sandwiches ingleses, lo que mejor se nos da. — Dijo Darren metiéndose entre Lex y la chica con un plato. — Ah, pues… Gracias, Darren. — Nada, mujer, ¿estás a gusto ahí? ¿No te da el sol? Justo ahí donde Arnold da la sombra... — Alice se contuvo una risa y se dejó caer sobre el costado de Marcus, mientras empezaba a comerse un sandwich y gestaba una gran idea en su cabeza, que rezaba por que fuera a salir bien, mientras se disponía a disfrutar de un picnic que auguraba ser divertido.
Pero tuvo que reírse con aquella pregunta de su novio, negando con la cabeza. — No me preguntes si podría hacer algo por ti, Marcus… — Volvió a sus labios pasionalmente, agarrándole de la nuca y cerrando el puño en torno a su camiseta. — Porque ahora mismo haría lo que fuera por tenerte para mí sola… — Pero era Alice, no podía dejar pasar un tirito a su novio. — ¿Que no te lo imaginas? Yo creo que sí. Yo sueño con ello todas las noches, mi príncipe… — Y siguió metida en aquel momento, disfrutándolo porque sabía que cada vez le quedaba menos, recorriendo con las manos el cuerpo de su novio, para su desgracia, por encima de la ropa. — Te amo, mi vida. — Respondió, cariñosa y acelerada a la vez. Quizá deberían relajarse un poco.
Se separó un poco, apoyándose en la pared con media sonrisilla, y frotó su nariz con la de su novio. — Lo sé, créeme que lo sé. — Sabía que Marcus estaba exagerando un poquito, pero eso le gustaba, le gustaba que le repitiera lo mucho que la necesitaba y la echaba de menos, le hacía necesitarle y quererle aún más. Le dio un besito y atrapó su labio inferior entre sus dientes. — La tendremos, Marcus, antes de lo que parece… — Ah no, pero su novio siempre con un calendario por delante, claro. El quería fecha estimada de mudanza por lo menos. Rio un poquito y le miró con ternura, acariciando su mejilla. — ¿Crees que yo no querría dormir esta misma noche a tu lado ya? ¿Crees que no quiero ya esa casa con su taller y su invernadero? — Oh, por Dios, se le encogía el estómago de emoción al pensarlo. Tiró más de él sobre ella y le aprisionó con su pierna, mientras volvía a besarlo. — Mi amor, somos Marcus y Alice, ya encontraremos la forma de que ese sueño nuestro llegue antes que los demás. — Volvió a besarlo. — Y mientras tanto… — Pasó la lengua por sus labios. — Déjalo de cuenta de mi espíritu Gallia para meterte en líos de los que te gustan. — Y le apretó más fuerte contra sí por un momento, como si pudieran sentir sus cuerpos a pesar de la ropa antes de tener que irse.
Se separó y agarró sus manos, tirando de él hacia la calle principal, donde el museo. — De verdad, mi amor, tú confía en mí, que haré que no tengas que echarme de menos mucho tiempo. Mañana en mi casa después de comer, a las tres, esperas fuera, escondido detrás del roble, y cuando mi padre y mi hermano salgan por la puerta, tú entras. Yo dejaré la puerta del jardín abierta, así en cuanto salgan, me asomo a la ventana y te aviso, para no perder ni un minuto. — Dejó un último beso en sus labios y se separó de él, mordiéndose el labio inferior. — No voy a ponerte ni la traba de tener que quitarme la ropa interior. — Le susurró. Si es que le encantaba hacer eso.
Se dirigió rápidamente a la puerta del museo y asomó la cabeza dentro, localizándose en el vestíbulo, y ante la cara de su novio cuando salió sin la chaqueta, sin haberla buscado siquiera, de hecho, dijo. — ¡Ah! La chaqueta está en una de las cestas, pero diré que había olvidado haberla metido ahí. Me he asomado para ver dónde estaba el mostrador de objetos perdidos y si había alguien atendiendo. — Se encogió de hombros al salir. — El diablo está en los detalles, cariño, yo sé lo que me hago. — Volvió a darle la mano y le llevó al centro de la plaza. Le atusó un poco el pelo, le miró que tuviera la ropa bien colocada y, rodeándole por la cintura, le dijo con una sonrisilla tentadora. — Y bien… Lléveme a Hever, señor O’Donnell, que para eso le he traído. — Pidió con una risita, mientras se agarraba un poco más fuerte de la cuenta a él.
— ¡Vaya! Ya era hora. — Exclamó Arnold cuando aún no habían ni terminado de aterrizar. Ella entornó los ojos y suspiró. — Es que no veas el señor de objetos perdidos. Hasta que ha decidido aparecer, un rato esperando, y luego que nada, que no encontraba mi chaqueta. — Pues es que estaba aquí todo el tiempo, hija. Nos hemos dado cuenta la sacar toda la comida. — Dijo Arnold señalando la cesta. Ella se dio en la frente, mordiéndose el labio inferior. — Mira, menos mal, que ya pensé que había perdido algo, con las turras que le doy a mi padre con que sea más cuidadoso. Gracias por cuidar de mi honor de hija. — Dijo terminando con una amplia sonrisa, a lo que Arnold no pudo por menos que reírse, mientras se sentaban. — ¿Necesitas ropa, Alice? — Le preguntó Emma discretamente. — No, no, no te preocupes, de momento voy bien servida. — Miró a Marcus y achicó los ojos. — Igual cuando haga el examen de alquimista de piedra sí necesito comprarme cosillas que griten “soy una importante alquimista”. — Dijo haciendo un gesto con las manos. — ¿Y por aquí qué tal? — Preguntó. — Pues queriendo empezar a comer, ¿verdad? Toma, Blyth, prueba esto, son sandwiches ingleses, lo que mejor se nos da. — Dijo Darren metiéndose entre Lex y la chica con un plato. — Ah, pues… Gracias, Darren. — Nada, mujer, ¿estás a gusto ahí? ¿No te da el sol? Justo ahí donde Arnold da la sombra... — Alice se contuvo una risa y se dejó caer sobre el costado de Marcus, mientras empezaba a comerse un sandwich y gestaba una gran idea en su cabeza, que rezaba por que fuera a salir bien, mientras se disponía a disfrutar de un picnic que auguraba ser divertido.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
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Freyja
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En Museo de quidditch | 9 de junio de 2002 |
Como le latía el corazón cuando le decía esas cosas. Que haría lo que fuera por él, por tenerle a solas... Si tan solo Merlín le hubiera hecho más relajado, menos previsor de los riesgos o más desapegado de su familia, ahora mismo se aparecería en su casa. En su solitaria casa, donde estaba su habitación, su cama en la que ya habían estado y su cielo lleno de estrellas encantadas por Alice... Mejor dejaba de pensarlo.
Efectivamente, sí que se lo imaginaba. Soltó una risa casi nerviosa entre los labios, más bien culpable por disimular tan mal. - Quizás debería decir que prefiero no imaginármelo si no sé que voy a hacerlo en los próximos cinco minutos... O no podré soportarlo. Y acabaré haciendo una locura. - Su techo no sabía, pero él estaba hechizadísimo por Alice. Pensar que en unas horas volverían a separarse indefinidamente le agarraba un fuerte nudo en el pecho que casi le quitaba la respiración... Puede que sí estuviera siendo un poco dramático, ¡pero es que la echaba mucho de menos! Llevaba siete años acostumbrado a verla todos los días. - Yo te amo más, mi princesa. - Y así pasaron un buen rato.
La forma en la que aprisionaba su labio con sus dientes, como le decía que dormiría con él esa misma noche, la mención a su taller y a su invernadero... Se iba a echar a llorar, se le desbordaba el amor, el deseo y el drama por todos los poros a partes iguales. Menos mal que no andaba su hermano por allí, ya se estaría quejando de dolor de cabeza. Resopló un poco para intentar gestionarse antes de que le diera algo, porque ese roce de la lengua de la chica no ayudaba. - Vas a acabar conmigo, Gallia. - Suspiró y la miró a los ojos. - Puedes meterme en todos los líos que quieras si eso significa verte más. - Dijo con un punto de amargura, aunque luego se acercó a sus labios para susurrarle. - Y besarte más. - Antes de hacerlo.
Ya iba a empezar a quejarse de que se les hubiera acabado el ratito de intimidad, si bien él también era consciente de que se tenían que ir. No por ello no hizo un quejido lastimero mientras Alice tiraba de su mano, aunque este se cortó cuando su novia empezó a hablar. Mañana, en su casa, a las tres, detrás del roble, esperando que William y Dylan saliera. Tenía el corazón en la garganta ya y aún faltaba un día entero. Tragó saliva. ¿Él haciendo un ataque furtivo y engañando en el proceso a su colega Dylan y, peor, a William Gallia, su suegro y una de las personas que más llevaba admirando desde niño? Mucho debía desear estar con Alice para estar ignorando todas las lagunas que le veía a ese plan. - Hecho. - Dijo con la voz un tanto quebrada y un asentimiento. Sí, claro que confiaba en ella, después de todos esos años había aprendido a confiar en sus locuras. Aunque, fundamentalmente, lo que ansiaba era un poco de intimidad, para qué se iba a engañar. Su novia le besó en lo que él repasaba mentalmente en plan, pero todas las cartas del castillo de naipes se vinieron abajo y salieron volando con ese último comentario, al que solo fue capaz de responder con una risa estúpida y temblorosa. ¿Qué le pasaba? Cualquiera diría que es un erudito... Es que echaba mucho de menos a su novia, la verdad.
Iba siguiéndola como un fantasma sin capacidad de pensar, solo mirándola con una sonrisilla boba. Claro, le proponía esos planes locos y luego le inhabilitaba así, y Marcus entraba a todas. Qué lista era esa chica y qué bien le conocía. Casi ni estaba escuchando la narración sobre la chaqueta, reaccionó unos segundos después. - Espera ¿en la cesta? - ¿Entonces iban a llegar de manos vacías igualmente? Pues si lo llega a saber, se va a su casa... Claro que se les hubiera ido un poco más el tiempo de las manos. Volvió a dejarse arrastrar por ella, y cuando empezó a recolocarle el pelo se quedó mirándola con una sonrisita. - Tú eres un diablillo. Un duendecillo de Cornualles. - Le dijo con cariño. La agarró por la cintura con una fingida expresión de galán y la pegó hacia sí. - Será un placer, señorita Gallia. - Y los dos desaparecieron de allí, rumbo al lago Hever.
No, si encima se les iban a quejar por la hora. Lo dicho, se tenía que haber ido a su casa. Bufó con fastidio en dirección a su padre mientras Alice ya se estaba explicando, como si por ello pudiera hacer más creíble una indignación que no se había producido como tal, cuando el fastidio era más bien por otra cosa. Y, para qué fingir, tampoco estaba especialmente fastidiado, ya se había llevado de Alice mucho más de lo que pensaba llevarse ese día. Por supuesto, ella hizo mejor que él el papel de despistada cuando la chaqueta apareció en la cesta, ya que Marcus se limitó a chistar y a decir. - Anda, vamos a comer. - Que, tratándose de él, siempre era una buena baza. Se estaba dirigiendo disimuladamente a la zona donde ya estaba puesta la comida mientras Alice seguía elaborando su excusa cuando Lex se le acercó. - Ya solo te falta no gritar lo que venís de hacer. - Idiota. ¿Por qué no te entretienes leyéndole la mente a tu amiga nueva? - Lex entornó los ojos con sospecha hacia la chica una vez más. - Es muy maja, pero me tiene rayadísimo... - Marcus puso una mano en su hombro con una sonrisa irónica y dijo. - Bienvenido a no ser legeremante. - Pero se le cortó la bromita en el acto cuando escuchó a su madre preguntarle a Alice si le faltaba ropa, y su reacción fue similar a la de un perro que acaba de oír abrirse un tarro de galletas. Eso hizo a Lex reírse a carcajadas. Marcus le dio un manotazo. - ¿Te quieres callar? - Pero si eres tú, tío. - Decía el otro entre risas. Menos mal que Emma se limitó a rodar los ojos con un suspiro despreciativo ante tanta tontería y seguir atendiendo a Alice.
Se arrimó a su novia, dejando a su hermano y a su risa estúpida a un lado, y le dio un beso en la mejilla con una sonrisa. - Vas a ser la alquimista más guapa del mundo. - Y con ese cariñoso estamento, empezaron a comer. Lex estaba entusiasmadísimo hablando de quidditch con Blyth, ritmo que Arnold intentaba seguir en un alarde de ser buen Ravenclaw pero, ante todo, buen padre. Darren metía bazas de vez en cuando, pero no podía aportar mucho más que "es verdad" y "a mí también me gusta", junto con miradas de sospecha, lo cual resultaba muy gracioso. Marcus se estaría divirtiendo más si no fuera porque estaba demasiado ocupado en compartir comida con su novia como dos tortolitos, contenidos porque sus padres estaban delante pero muy acaramelados igualmente. Emma estaba en silencio, pero con una sonrisa tranquila, simplemente disfrutando de aquello y sugiriendo probar esto o lo otro de vez en cuando a algún presente al que veía sin comer (con Marcus no hizo falta).
- Se está poniendo el cielo un poco feo. - Anunció su padre, mirando preocupado las nubes negras y amenazantes. Marcus, que se encontraba mirando a Alice con una sonrisa enamorada como llevaba haciendo el noventa por cierto del tiempo desde que se sentaran a comer, respondió con normalidad. - Nada que un hechizo de paraguas no pueda solucionar. - En realidad, creo que deberíamos recoger ya. - Dijo su madre, y ya sí se le cambió la cara. - No, pero si estamos muy bien. - Yo al menos sí debería irme. - Comentó Blyth, mirando a su alrededor con un toque preocupado. - Aún no conozco el país, a ver si no voy a saber aparecerme en mi hostal. - Podemos llevarte, no te preocupes. - Se ofreció Arnold. La chica dijo que quedaba cerca de los callejones mágicos aledaños a Time's Square, lo que hizo a sus padres recalcular la ruta ligeramente. No solían pisar una zona muggle tan transitada como esa, Marcus de hecho solo conocía la zona de oídas, nunca había ido. Igualmente, Arnold se ofreció a trasladarla, se despidieron cordialmente de ella y le desearon lo mejor en su viaje por el país y, en vistas de que el hombre se había despedido de Darren y de Alice, intuyeron que ya directamente iba a irse a casa. Eso les dejaba a todos con una Emma que ya había recogido y no tenía muchos más motivos para perder el tiempo.
- Entonces... ¿Mañana a las tres? - Le susurró a Alice, en el pequeño espacio de tiempo en el que Emma hacía como que comprobaba que no se habían dejado nada mientras las dos parejas se despedían. - Te quiero, mi amor. Con mi vida. Nos veremos más a menudo, me las ingeniaré. - Y, tras eso, dejó un beso en su mejilla. - Muchas gracias por invitarme, Emma. Me lo he pasado muy bien. - Dijo Darren con adorable corrección, aunque el puntito de fastidio por la nueva invitada no estaba muy disimulado. Emma sonrió levemente. - Ha sido un bonito día familiar. Podemos hacerlos más a menudo. - A Lex le brilló la cara, lo cual era tremendamente poco habitual. Ahí el motivo de que Emma quisiera repetir aquello con asiduidad. Se acercaron a ella y abandonaron el lago para desaparecer de allí e ir cada uno a su casa, pero antes, Marcus apretó la mano de Alice en un gesto cómplice. Fuera de Hogwarts también les quedaban muchas aventuras por vivir.
Efectivamente, sí que se lo imaginaba. Soltó una risa casi nerviosa entre los labios, más bien culpable por disimular tan mal. - Quizás debería decir que prefiero no imaginármelo si no sé que voy a hacerlo en los próximos cinco minutos... O no podré soportarlo. Y acabaré haciendo una locura. - Su techo no sabía, pero él estaba hechizadísimo por Alice. Pensar que en unas horas volverían a separarse indefinidamente le agarraba un fuerte nudo en el pecho que casi le quitaba la respiración... Puede que sí estuviera siendo un poco dramático, ¡pero es que la echaba mucho de menos! Llevaba siete años acostumbrado a verla todos los días. - Yo te amo más, mi princesa. - Y así pasaron un buen rato.
La forma en la que aprisionaba su labio con sus dientes, como le decía que dormiría con él esa misma noche, la mención a su taller y a su invernadero... Se iba a echar a llorar, se le desbordaba el amor, el deseo y el drama por todos los poros a partes iguales. Menos mal que no andaba su hermano por allí, ya se estaría quejando de dolor de cabeza. Resopló un poco para intentar gestionarse antes de que le diera algo, porque ese roce de la lengua de la chica no ayudaba. - Vas a acabar conmigo, Gallia. - Suspiró y la miró a los ojos. - Puedes meterme en todos los líos que quieras si eso significa verte más. - Dijo con un punto de amargura, aunque luego se acercó a sus labios para susurrarle. - Y besarte más. - Antes de hacerlo.
Ya iba a empezar a quejarse de que se les hubiera acabado el ratito de intimidad, si bien él también era consciente de que se tenían que ir. No por ello no hizo un quejido lastimero mientras Alice tiraba de su mano, aunque este se cortó cuando su novia empezó a hablar. Mañana, en su casa, a las tres, detrás del roble, esperando que William y Dylan saliera. Tenía el corazón en la garganta ya y aún faltaba un día entero. Tragó saliva. ¿Él haciendo un ataque furtivo y engañando en el proceso a su colega Dylan y, peor, a William Gallia, su suegro y una de las personas que más llevaba admirando desde niño? Mucho debía desear estar con Alice para estar ignorando todas las lagunas que le veía a ese plan. - Hecho. - Dijo con la voz un tanto quebrada y un asentimiento. Sí, claro que confiaba en ella, después de todos esos años había aprendido a confiar en sus locuras. Aunque, fundamentalmente, lo que ansiaba era un poco de intimidad, para qué se iba a engañar. Su novia le besó en lo que él repasaba mentalmente en plan, pero todas las cartas del castillo de naipes se vinieron abajo y salieron volando con ese último comentario, al que solo fue capaz de responder con una risa estúpida y temblorosa. ¿Qué le pasaba? Cualquiera diría que es un erudito... Es que echaba mucho de menos a su novia, la verdad.
Iba siguiéndola como un fantasma sin capacidad de pensar, solo mirándola con una sonrisilla boba. Claro, le proponía esos planes locos y luego le inhabilitaba así, y Marcus entraba a todas. Qué lista era esa chica y qué bien le conocía. Casi ni estaba escuchando la narración sobre la chaqueta, reaccionó unos segundos después. - Espera ¿en la cesta? - ¿Entonces iban a llegar de manos vacías igualmente? Pues si lo llega a saber, se va a su casa... Claro que se les hubiera ido un poco más el tiempo de las manos. Volvió a dejarse arrastrar por ella, y cuando empezó a recolocarle el pelo se quedó mirándola con una sonrisita. - Tú eres un diablillo. Un duendecillo de Cornualles. - Le dijo con cariño. La agarró por la cintura con una fingida expresión de galán y la pegó hacia sí. - Será un placer, señorita Gallia. - Y los dos desaparecieron de allí, rumbo al lago Hever.
No, si encima se les iban a quejar por la hora. Lo dicho, se tenía que haber ido a su casa. Bufó con fastidio en dirección a su padre mientras Alice ya se estaba explicando, como si por ello pudiera hacer más creíble una indignación que no se había producido como tal, cuando el fastidio era más bien por otra cosa. Y, para qué fingir, tampoco estaba especialmente fastidiado, ya se había llevado de Alice mucho más de lo que pensaba llevarse ese día. Por supuesto, ella hizo mejor que él el papel de despistada cuando la chaqueta apareció en la cesta, ya que Marcus se limitó a chistar y a decir. - Anda, vamos a comer. - Que, tratándose de él, siempre era una buena baza. Se estaba dirigiendo disimuladamente a la zona donde ya estaba puesta la comida mientras Alice seguía elaborando su excusa cuando Lex se le acercó. - Ya solo te falta no gritar lo que venís de hacer. - Idiota. ¿Por qué no te entretienes leyéndole la mente a tu amiga nueva? - Lex entornó los ojos con sospecha hacia la chica una vez más. - Es muy maja, pero me tiene rayadísimo... - Marcus puso una mano en su hombro con una sonrisa irónica y dijo. - Bienvenido a no ser legeremante. - Pero se le cortó la bromita en el acto cuando escuchó a su madre preguntarle a Alice si le faltaba ropa, y su reacción fue similar a la de un perro que acaba de oír abrirse un tarro de galletas. Eso hizo a Lex reírse a carcajadas. Marcus le dio un manotazo. - ¿Te quieres callar? - Pero si eres tú, tío. - Decía el otro entre risas. Menos mal que Emma se limitó a rodar los ojos con un suspiro despreciativo ante tanta tontería y seguir atendiendo a Alice.
Se arrimó a su novia, dejando a su hermano y a su risa estúpida a un lado, y le dio un beso en la mejilla con una sonrisa. - Vas a ser la alquimista más guapa del mundo. - Y con ese cariñoso estamento, empezaron a comer. Lex estaba entusiasmadísimo hablando de quidditch con Blyth, ritmo que Arnold intentaba seguir en un alarde de ser buen Ravenclaw pero, ante todo, buen padre. Darren metía bazas de vez en cuando, pero no podía aportar mucho más que "es verdad" y "a mí también me gusta", junto con miradas de sospecha, lo cual resultaba muy gracioso. Marcus se estaría divirtiendo más si no fuera porque estaba demasiado ocupado en compartir comida con su novia como dos tortolitos, contenidos porque sus padres estaban delante pero muy acaramelados igualmente. Emma estaba en silencio, pero con una sonrisa tranquila, simplemente disfrutando de aquello y sugiriendo probar esto o lo otro de vez en cuando a algún presente al que veía sin comer (con Marcus no hizo falta).
- Se está poniendo el cielo un poco feo. - Anunció su padre, mirando preocupado las nubes negras y amenazantes. Marcus, que se encontraba mirando a Alice con una sonrisa enamorada como llevaba haciendo el noventa por cierto del tiempo desde que se sentaran a comer, respondió con normalidad. - Nada que un hechizo de paraguas no pueda solucionar. - En realidad, creo que deberíamos recoger ya. - Dijo su madre, y ya sí se le cambió la cara. - No, pero si estamos muy bien. - Yo al menos sí debería irme. - Comentó Blyth, mirando a su alrededor con un toque preocupado. - Aún no conozco el país, a ver si no voy a saber aparecerme en mi hostal. - Podemos llevarte, no te preocupes. - Se ofreció Arnold. La chica dijo que quedaba cerca de los callejones mágicos aledaños a Time's Square, lo que hizo a sus padres recalcular la ruta ligeramente. No solían pisar una zona muggle tan transitada como esa, Marcus de hecho solo conocía la zona de oídas, nunca había ido. Igualmente, Arnold se ofreció a trasladarla, se despidieron cordialmente de ella y le desearon lo mejor en su viaje por el país y, en vistas de que el hombre se había despedido de Darren y de Alice, intuyeron que ya directamente iba a irse a casa. Eso les dejaba a todos con una Emma que ya había recogido y no tenía muchos más motivos para perder el tiempo.
- Entonces... ¿Mañana a las tres? - Le susurró a Alice, en el pequeño espacio de tiempo en el que Emma hacía como que comprobaba que no se habían dejado nada mientras las dos parejas se despedían. - Te quiero, mi amor. Con mi vida. Nos veremos más a menudo, me las ingeniaré. - Y, tras eso, dejó un beso en su mejilla. - Muchas gracias por invitarme, Emma. Me lo he pasado muy bien. - Dijo Darren con adorable corrección, aunque el puntito de fastidio por la nueva invitada no estaba muy disimulado. Emma sonrió levemente. - Ha sido un bonito día familiar. Podemos hacerlos más a menudo. - A Lex le brilló la cara, lo cual era tremendamente poco habitual. Ahí el motivo de que Emma quisiera repetir aquello con asiduidad. Se acercaron a ella y abandonaron el lago para desaparecer de allí e ir cada uno a su casa, pero antes, Marcus apretó la mano de Alice en un gesto cómplice. Fuera de Hogwarts también les quedaban muchas aventuras por vivir.
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002 |
Dejó de un golpe las cestas en la mesa de la cocina y puso una amplia sonrisa. — ¡Ea! Aquí llevais merienda de sobra, chaquetas por si refresca, las mantas, he metido unos pasatiempos de los que le compré a Dylan en Honeydukes… — Miró al rededor. — Yo creo que lleváis de todo para pasar una tarde espléndida. — Hija, podrías disimular que quieres echarnos de casa, la verdad. — Dijo su padre, mientras intentaba meter un artefacto, del que prefería no saber la utilidad, en una de las cestas. — ¿Eso está homologado por el ministerio, papá? — Su padre la miró con expresión de evidencia. — ¿Se va el ministerio de camping con tu hermano, Alice? — Ella suspiró y se cruzó de brazos. — No es que quiera echaros. Es que sois agotadores, y necesito un ratito solo para mí. — Su padre negó con la cabeza. — Mira que me lo decían… Habrá un día que tú seas el que ella se quiere quitar de encima… — Alice dejó caer los brazos y le miró con cara de “sé lo que estás haciendo”. — No intentes darme pena. Dylan sí que quiere estar contigo. — William subió las manos y se encogió de hombros. — Pues hija, no lo sé, mi patito empieza a ser poseído por esa enfermedad que te poseyó a ti también. — Alice entornó los ojos. — Se llama adolescencia y eres un poquito exagerado. — Al menos no ha empezado con los calores misteriosos… — Sí, jaja, qué gracioso su padre recordándole lo de los calores. — Porque no ha empezado con los calores, ¿no? — Le preguntó muy bajito, y más serio. — Pues mira, vas a tener ocasión de preguntárselo largo y tendido en el picnic tan bonito padre-hijo que os vais a montar. Que a Dylan no creo que le coloques a la tata para hablar de pociones contraceptivas. — Su padre abrió mucho los ojos. — Pues ese era mi plan. — Pues recalcula. O haz lo que quieras, pero echad la tarde fuera que yo necesito mi espacio y descansar. —
Efectivamente, aquel patito poseído, bajó las escaleras con cara de hastío. — ¿A qué hueles? — Le preguntó Alice arrugando la nariz. — Me he echado tres tipos de repelente de insectos distintos. — Anunció su hermano. — Me duele la cadera y los hombros, ¿tenemos que ir al campo? — Dylan estaba creciendo a pasos agigantados, quizá aún no tanto en altura, pero pronto empezaría a pasarle como a Marcus en tercero, y desde luego que las quejas las tenía de temporada y en oferta. Aún podía dejar los brazos en sus hombros así que aprovechó. — Dylan, ya eres mayor, ya vas sabiendo en qué momentos uno tiene que comportarse. — Bajó un poco la voz y le miró a los ojos. — Papá te ha echado mucho de menos y se está readaptando a vivir aquí, todos lo hacemos. — Ladeó la cabeza y sonrió. — Vamos a ponérnoslo fácil entre todos, ¿vale? — Su hermano suspiró y asintió, mientras su padre salía con un gorro de pescador lleno de patitos. — ¡Eh, patito! ¿Te gusta? Así todo el mundo sabe que voy con mi niño. — Tenía que hablar con su padre sobre aquello, pero no sería ahora, porque eran las tres menos cinco, y si conocía de algo a su novio, ya estaría rondando. — ¡Venga! ¡Muy bonito! ¡Vamos! Y disfrutad la tarde. Si se os hace de noche que papá eche un par de Lumos o Incendios controlados y así alargáis… — No se arriesgaría tanto con Marcus, pero si, al final, entre su novio y su familia conseguía media horita para darse un baño a sus anchas, no se iba a quejar.
Esperó cinco minutos desde que vio a los chicos desaparecerse de la acera, y fue corriendo a su ventana y se asomó. — ¡Marcus! — Llamó. En cuanto vio a su novio asomarse le sonrió y le hizo un gesto para que entrara por la puerta acristalada del salón. En cuanto le oyó cerró, se quitó la ropa interior sin quitarse el vestido, porque sus jueguecitos seguían siendo sus jueguecitos, y salió a la escalera. Estaba tirando el hechizo bloqueador desde allí para toda puerta y ventana de la casa (que se conocía a su padre) cuando vio a su novio subir y no pudo por menos que tirarse sobre él, empezando a besarle frenéticamente. — Pensé que no se iban a ir nunca. — Se separó para mirarle. — Por Merlín, ¿por qué eres tan guapo? Eres irresistible. — Dijo antes de seguir besándole.
Efectivamente, aquel patito poseído, bajó las escaleras con cara de hastío. — ¿A qué hueles? — Le preguntó Alice arrugando la nariz. — Me he echado tres tipos de repelente de insectos distintos. — Anunció su hermano. — Me duele la cadera y los hombros, ¿tenemos que ir al campo? — Dylan estaba creciendo a pasos agigantados, quizá aún no tanto en altura, pero pronto empezaría a pasarle como a Marcus en tercero, y desde luego que las quejas las tenía de temporada y en oferta. Aún podía dejar los brazos en sus hombros así que aprovechó. — Dylan, ya eres mayor, ya vas sabiendo en qué momentos uno tiene que comportarse. — Bajó un poco la voz y le miró a los ojos. — Papá te ha echado mucho de menos y se está readaptando a vivir aquí, todos lo hacemos. — Ladeó la cabeza y sonrió. — Vamos a ponérnoslo fácil entre todos, ¿vale? — Su hermano suspiró y asintió, mientras su padre salía con un gorro de pescador lleno de patitos. — ¡Eh, patito! ¿Te gusta? Así todo el mundo sabe que voy con mi niño. — Tenía que hablar con su padre sobre aquello, pero no sería ahora, porque eran las tres menos cinco, y si conocía de algo a su novio, ya estaría rondando. — ¡Venga! ¡Muy bonito! ¡Vamos! Y disfrutad la tarde. Si se os hace de noche que papá eche un par de Lumos o Incendios controlados y así alargáis… — No se arriesgaría tanto con Marcus, pero si, al final, entre su novio y su familia conseguía media horita para darse un baño a sus anchas, no se iba a quejar.
Esperó cinco minutos desde que vio a los chicos desaparecerse de la acera, y fue corriendo a su ventana y se asomó. — ¡Marcus! — Llamó. En cuanto vio a su novio asomarse le sonrió y le hizo un gesto para que entrara por la puerta acristalada del salón. En cuanto le oyó cerró, se quitó la ropa interior sin quitarse el vestido, porque sus jueguecitos seguían siendo sus jueguecitos, y salió a la escalera. Estaba tirando el hechizo bloqueador desde allí para toda puerta y ventana de la casa (que se conocía a su padre) cuando vio a su novio subir y no pudo por menos que tirarse sobre él, empezando a besarle frenéticamente. — Pensé que no se iban a ir nunca. — Se separó para mirarle. — Por Merlín, ¿por qué eres tan guapo? Eres irresistible. — Dijo antes de seguir besándole.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Juntos pero no revueltos Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002 |
Resopló el silencio, echando el aire por la boca con los mofletes inflados y clara impaciencia, como quien espera una larga cola en la aduana mágica teniendo cosas mucho mejores que hacer. Había mirado el reloj como quince veces en el último minuto y medio. Eran las dos aún, aquello se le estaba haciendo eterno. Bueno, llevaba así todo el día. Ellos que tenían un horario perfectamente estipulado y justo, JUSTO hoy, su padre se había tenido que entretener en una reunión de trabajo y habían tenido que almorzar a las una y media. ¡A las una y media! Por fortuna, su queja y desacuerdo evidente con el cambio de horario había sido confundida con su exageración de estar a punto de caer en la inanición por no comer a su hora, o con lo nervioso que le ponía que se rompieran sus rutinas. Como si alguna de esas dos cosas fuera más importante que lo que le pasaba de verdad: que tenía planes. Un plan, para ser exactos, un plan muy importante. Y no podía bajo ningún concepto llegar tarde... Y también preferiría no ir recién comido.
Otra vez miró el reloj. Estaba en uno de los sillones de la sala de estar con un libro en las rodillas, haciendo como que leía, pero solo miraba el reloj una y otra vez, resoplaba y movía la pierna nerviosamente. Su madre se había subido al despacho directamente a terminar un documento que se había dejado a medias, y su padre estaba leyendo tranquilo en otro sillón, con cara de quedarse dormido de un momento a otro. Lex estaba en el sofá peinando a Noora y jugueteando con ella. Arnold suspiró. - Hijo. - Dijo con hastío. Marcus ni le escuchó, allí había dos hijos de Arnold, podía ser el otro. Él no estaba haciendo nada. - Marcus. - Ah, pues sí, era él. Le miró con cara de despiste, como si acabara de caer de una aparición. - La pierna, hijo, por favor. - ¿Qué? - Que no paras de moverla. ¿Estás nervioso? - ¿Yo? ¿Nervioso? - Se encogió bruscamente de hombros. - ¿Por qué? - Arnold le miró por encima de las gafas unos instantes. A Marcus ya le iban a empezar a caer los sudores por la frente.
Su padre, sin embargo, suspiró y dijo. - Voy a hacerme un té y voy a echarme un rato en la cama. Estoy como si hubiera trabajado tres días seguidos. - Se levantó con un quejido y empezó a murmurar la misma queja sobre los aritmánticos alemanes y la reunión que le habían dado esa mañana que había estado pronunciando toda la comida y salió de allí. Marcus volvió a mirar el reloj, pero entonces, Lex se levantó y se le sentó al lado. - Joder, qué control ¿eh? - Dijo con sarcasmo. Marcus le miró parpadeando y el otro bufó. - Podrías disimular un poquito al menos. - Tío, ¿tú no tenías ya más control mental? En serio, agradecería tener un poco de privacidad en... - Créeme que llevo desde tercero inhabilitando tus putas fantasías locas con Alice. - Marcus puso cara de ofensa, pero Lex continuó. - Pero joder, qué mal disimulas. Si te crees que hay que ser legeremante para saber lo que vas a hacer, es de ser un poco tonto, la verdad. - ¿A quién llamas tonto? - A ti, excelso alquimista. Que vas gritando con la cara y con los ojos y con tanto resoplido y mirar el reloj que has quedado con ellas para cosas que no quiere saber nadie. - Lex hizo un gesto despectivo hacia el libro. - Y llevas media hora sin moverte de esa página. A la velocidad que tú lees, ya deberías haberte terminado el libro. - Marcus chistó, se incorporó en el sillón y cerró el libro. Miró nerviosamente a la puerta y, tras comprobar que no había nadie, le susurró a su hermano. - No parece que abunden las oportunidades de estar solos. Estoy nervioso ¿vale? -Que sí, que sí, que no me tienes que dar explicaciones. Que yo estaría igual. Pero joder, es que te van a pillar de lleno. Tienes suerte de que hoy estén los dos hasta arriba de trabajo. -
Marcus miró el reloj otra vez. Las dos y veinte. Ya no aguantaba más. - Me voy. - Dijo poniéndose en pie de un salto. Su hermano le imitó. - ¿A qué hora habéis quedado? - A las tres. - ¿Y vas en transporte muggle, acaso? - Prefiero ir con tiempo. - Tío, si no te pillan nuestros padres te va a pillar el suyo. De verdad... - Pero Marcus ya estaba escaleras arriba, directo a su habitación para ponerse otra camiseta que no fuera de estar por casa y los zapatos. Se peinó, se echó colonia, se puso más como un flan todavía (ni que fuera la primera vez que iba a estar con Alice) y salió de su cuarto. - Ah, cielo. - Le llamó su madre al pasar por allí. Mierda. - ¿Podrías probar...? ¿Vas a alguna parte? - Se extrañó la mujer. Marcus se quedó boqueando como un pez. - Sí, sí, voy a... Emm... A comprar. - Emma le miró un par de segundos. - ¿A comprar qué? - Otro peine. - Intercedió Lex, que acababa de aparecer arriba de las escaleras. Marcus le miró, en lo que su hermano alzaba el peine de Noora entre las manos. - Esto tiene ya más púas caídas que puestas. Y estoy harto de escucharte decir que a Elio no le gustan las chuches nuevas, así que me apareces en la tienda de animales para que compremos otro peine para Noora y ya te llevas tus malditas chuches. - Tragó saliva. Iba a llorar de emoción por la defensa de su hermano.
Pero Emma les seguía mirando con una ceja arqueada. Marcus miró a su madre y, con una risilla nerviosa, chasqueó la lengua y señaló a Lex. - Cualquiera diría que se le da bien volar ¿eh? Hay que llevarlo a todas partes al señorito. - Emma suspiró. - No os volváis locos en la tienda. Tenéis demasiado mimados a vuestros bichos. - Y se volvió al despacho. Los dos bajaron en silencio las escaleras y salieron de casa, pero en el jardín, Marcus se lanzó a estrujar a Lex, quien ya se estaba intentando zafar entre quejas. - Te debo una. No me lo puedo creer. Te quiero, hermano, de verdad. - Menos quererme y más llevarme al barrio de Darren. - Marcus se separó y le miró con los ojos como platos. - ¿Ahora? - No, si te parece me escondo detrás del árbol del jardín a esperar a que llegues. - ¡Tío! ¡Que tengo prisa! - ¡Que habéis quedado a las tres, Marcus, joder! ¡Que no son ni las dos y media! - ¡Vale, vale! Porque te debo una, que si no... -
Había hecho la aparición más rápida de su vida, pero ya estaba donde tenía que estar. Estaba todo lo agazapado que podía estarse detrás de uno de los árboles del jardín de Alice, ni un centímetro más alejado de donde ella le había dicho. Había llegado tan temprano que veía perfectamente el movimiento en el interior de la casa, y cuando vio a William y a Dylan salir sintió una fuerte punzada de culpabilidad. ¿Qué estaba haciendo? Menuda traición, entrar ahí con alevosía en su casa sin permiso para... Hacer lo que iba a hacer... Sin que ellos lo supieran. Tragó saliva. No, no, no podía hacer eso, él tenía unos principios, y un cariño por esas personas, y una admiración y un respeto. Empezó a dar vueltas sobre sí mismo como una peonza detrás del árbol... Y entonces Alice le llamó desde la ventana.
Si es que no podía con esa chica, era imposible contenerse. Solo con ver esa sonrisa desde la ventana se le quitaron todas las ganas de irse. Y seguía sin tener la conciencia tranquila, pero... Las ganas de estar con ella eran mayores, mucho mayores. Entró rápidamente y, a medida que avanzaba, sentía caer los hechizos y oía las puertas cerrarse. Eso hizo que su paso se acelerara aún más, junto con su corazón, y que corriera escaleras arriba con una ancha sonrisa, justo para encontrarse con Alice en estas. No se dijeron ni hola, fueron directamente a los labios del otro. - Por Merlín, estás preciosa. - Susurró. - Creía que me daba algo. No aguantaba más sin verte. Qué largo se me ha hecho desde ayer, no llegaba nunca el momento. - ¿Y si dejaba de hablar y se limitaba a besar, que era para lo que había ido?
Alice le daba pie a que su excitación subiera como la espuma en apenas un segundo, desde luego. Cuando le dijo que era irresistible, se mordió el labio y la pegó más hacia sí. - Tú más. - Fue la única línea coherente que fue capaz de articular, y mientras la besaba intensamente, la agarró con fuerza para cogerla en brazos, haciendo que ella rodeara su cintura con sus piernas. Seguían en las escaleras y el ejercicio de equilibro para no caer los dos rodando era complicado, pero la fuerza de su pasión era demasiado grande como para que no pudiera con eso y con más.
Otra vez miró el reloj. Estaba en uno de los sillones de la sala de estar con un libro en las rodillas, haciendo como que leía, pero solo miraba el reloj una y otra vez, resoplaba y movía la pierna nerviosamente. Su madre se había subido al despacho directamente a terminar un documento que se había dejado a medias, y su padre estaba leyendo tranquilo en otro sillón, con cara de quedarse dormido de un momento a otro. Lex estaba en el sofá peinando a Noora y jugueteando con ella. Arnold suspiró. - Hijo. - Dijo con hastío. Marcus ni le escuchó, allí había dos hijos de Arnold, podía ser el otro. Él no estaba haciendo nada. - Marcus. - Ah, pues sí, era él. Le miró con cara de despiste, como si acabara de caer de una aparición. - La pierna, hijo, por favor. - ¿Qué? - Que no paras de moverla. ¿Estás nervioso? - ¿Yo? ¿Nervioso? - Se encogió bruscamente de hombros. - ¿Por qué? - Arnold le miró por encima de las gafas unos instantes. A Marcus ya le iban a empezar a caer los sudores por la frente.
Su padre, sin embargo, suspiró y dijo. - Voy a hacerme un té y voy a echarme un rato en la cama. Estoy como si hubiera trabajado tres días seguidos. - Se levantó con un quejido y empezó a murmurar la misma queja sobre los aritmánticos alemanes y la reunión que le habían dado esa mañana que había estado pronunciando toda la comida y salió de allí. Marcus volvió a mirar el reloj, pero entonces, Lex se levantó y se le sentó al lado. - Joder, qué control ¿eh? - Dijo con sarcasmo. Marcus le miró parpadeando y el otro bufó. - Podrías disimular un poquito al menos. - Tío, ¿tú no tenías ya más control mental? En serio, agradecería tener un poco de privacidad en... - Créeme que llevo desde tercero inhabilitando tus putas fantasías locas con Alice. - Marcus puso cara de ofensa, pero Lex continuó. - Pero joder, qué mal disimulas. Si te crees que hay que ser legeremante para saber lo que vas a hacer, es de ser un poco tonto, la verdad. - ¿A quién llamas tonto? - A ti, excelso alquimista. Que vas gritando con la cara y con los ojos y con tanto resoplido y mirar el reloj que has quedado con ellas para cosas que no quiere saber nadie. - Lex hizo un gesto despectivo hacia el libro. - Y llevas media hora sin moverte de esa página. A la velocidad que tú lees, ya deberías haberte terminado el libro. - Marcus chistó, se incorporó en el sillón y cerró el libro. Miró nerviosamente a la puerta y, tras comprobar que no había nadie, le susurró a su hermano. - No parece que abunden las oportunidades de estar solos. Estoy nervioso ¿vale? -Que sí, que sí, que no me tienes que dar explicaciones. Que yo estaría igual. Pero joder, es que te van a pillar de lleno. Tienes suerte de que hoy estén los dos hasta arriba de trabajo. -
Marcus miró el reloj otra vez. Las dos y veinte. Ya no aguantaba más. - Me voy. - Dijo poniéndose en pie de un salto. Su hermano le imitó. - ¿A qué hora habéis quedado? - A las tres. - ¿Y vas en transporte muggle, acaso? - Prefiero ir con tiempo. - Tío, si no te pillan nuestros padres te va a pillar el suyo. De verdad... - Pero Marcus ya estaba escaleras arriba, directo a su habitación para ponerse otra camiseta que no fuera de estar por casa y los zapatos. Se peinó, se echó colonia, se puso más como un flan todavía (ni que fuera la primera vez que iba a estar con Alice) y salió de su cuarto. - Ah, cielo. - Le llamó su madre al pasar por allí. Mierda. - ¿Podrías probar...? ¿Vas a alguna parte? - Se extrañó la mujer. Marcus se quedó boqueando como un pez. - Sí, sí, voy a... Emm... A comprar. - Emma le miró un par de segundos. - ¿A comprar qué? - Otro peine. - Intercedió Lex, que acababa de aparecer arriba de las escaleras. Marcus le miró, en lo que su hermano alzaba el peine de Noora entre las manos. - Esto tiene ya más púas caídas que puestas. Y estoy harto de escucharte decir que a Elio no le gustan las chuches nuevas, así que me apareces en la tienda de animales para que compremos otro peine para Noora y ya te llevas tus malditas chuches. - Tragó saliva. Iba a llorar de emoción por la defensa de su hermano.
Pero Emma les seguía mirando con una ceja arqueada. Marcus miró a su madre y, con una risilla nerviosa, chasqueó la lengua y señaló a Lex. - Cualquiera diría que se le da bien volar ¿eh? Hay que llevarlo a todas partes al señorito. - Emma suspiró. - No os volváis locos en la tienda. Tenéis demasiado mimados a vuestros bichos. - Y se volvió al despacho. Los dos bajaron en silencio las escaleras y salieron de casa, pero en el jardín, Marcus se lanzó a estrujar a Lex, quien ya se estaba intentando zafar entre quejas. - Te debo una. No me lo puedo creer. Te quiero, hermano, de verdad. - Menos quererme y más llevarme al barrio de Darren. - Marcus se separó y le miró con los ojos como platos. - ¿Ahora? - No, si te parece me escondo detrás del árbol del jardín a esperar a que llegues. - ¡Tío! ¡Que tengo prisa! - ¡Que habéis quedado a las tres, Marcus, joder! ¡Que no son ni las dos y media! - ¡Vale, vale! Porque te debo una, que si no... -
Había hecho la aparición más rápida de su vida, pero ya estaba donde tenía que estar. Estaba todo lo agazapado que podía estarse detrás de uno de los árboles del jardín de Alice, ni un centímetro más alejado de donde ella le había dicho. Había llegado tan temprano que veía perfectamente el movimiento en el interior de la casa, y cuando vio a William y a Dylan salir sintió una fuerte punzada de culpabilidad. ¿Qué estaba haciendo? Menuda traición, entrar ahí con alevosía en su casa sin permiso para... Hacer lo que iba a hacer... Sin que ellos lo supieran. Tragó saliva. No, no, no podía hacer eso, él tenía unos principios, y un cariño por esas personas, y una admiración y un respeto. Empezó a dar vueltas sobre sí mismo como una peonza detrás del árbol... Y entonces Alice le llamó desde la ventana.
Si es que no podía con esa chica, era imposible contenerse. Solo con ver esa sonrisa desde la ventana se le quitaron todas las ganas de irse. Y seguía sin tener la conciencia tranquila, pero... Las ganas de estar con ella eran mayores, mucho mayores. Entró rápidamente y, a medida que avanzaba, sentía caer los hechizos y oía las puertas cerrarse. Eso hizo que su paso se acelerara aún más, junto con su corazón, y que corriera escaleras arriba con una ancha sonrisa, justo para encontrarse con Alice en estas. No se dijeron ni hola, fueron directamente a los labios del otro. - Por Merlín, estás preciosa. - Susurró. - Creía que me daba algo. No aguantaba más sin verte. Qué largo se me ha hecho desde ayer, no llegaba nunca el momento. - ¿Y si dejaba de hablar y se limitaba a besar, que era para lo que había ido?
Alice le daba pie a que su excitación subiera como la espuma en apenas un segundo, desde luego. Cuando le dijo que era irresistible, se mordió el labio y la pegó más hacia sí. - Tú más. - Fue la única línea coherente que fue capaz de articular, y mientras la besaba intensamente, la agarró con fuerza para cogerla en brazos, haciendo que ella rodeara su cintura con sus piernas. Seguían en las escaleras y el ejercicio de equilibro para no caer los dos rodando era complicado, pero la fuerza de su pasión era demasiado grande como para que no pudiera con eso y con más.
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Ivanka
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Juntos pero no revueltos Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002 |
Estaba muy bien saber que aunque llevara el primer vestido que había pillado, que ni se había arreglado mucho (porque su plan era quitárselo todo del tirón), Marcus seguía diciéndole que estaba preciosa. Él estaba impresionante, pero ella prefería besarle que deshacerse en halagos. — Ya estamos solos, mi amor. Ya me tienes toda para ti. — Dijo entre besos con una risita.
Sintió cómo la cogía en brazos y se aferró a él como si le fuera la vida en ello, sin dejar de besarle, y dejando salir un gemido de su garganta. Bajó los besos ansiosos por su garganta y las manos por su cuerpo, para quitarle la camiseta, pero se dio cuenta de que aún estaban en las escaleras y que a lo mejor era un poco peligroso estar allí en esa postura. — Llévame a la cama. — Susurró, suplicante en su oído. No iba a tardar ni dos segundos en desnudarle, eso seguro, vaya.
Sintió cómo se movían hacia su cuarto y se giró un momento para mirar la cama. — Y esta no se rompe. — Dijo con una risita, mientras se dejaba caer de espaldas sobre el colchón, y tiraba de Marcus sobre ella. — Yo te dije que te lo iba a poner muy fácil y tu me vienes todo arregladito. — En verdad no lo estaba tanto para ser Marcus, pero ahora mismo, cualquier prenda de ropa que su novio llevara encima le sobraba. Se inclinó hacia arriba para quitarle la camiseta y aprovechó para besar su piel. — No sabes cuánto he pensado en besar tu piel por las noches. — Le dijo mientras deslizaba los besos por su piel. Bajó la mano a su vestido y tiró de la falda hacia arriba lentamente y mirando a Marcus a los ojos. — Yo he cumplido mi promesa de ponértelo muuuuy fácil. — Y volvió a atacar sus labios mientras le desabrochaba el pantalón.
Sintió cómo la cogía en brazos y se aferró a él como si le fuera la vida en ello, sin dejar de besarle, y dejando salir un gemido de su garganta. Bajó los besos ansiosos por su garganta y las manos por su cuerpo, para quitarle la camiseta, pero se dio cuenta de que aún estaban en las escaleras y que a lo mejor era un poco peligroso estar allí en esa postura. — Llévame a la cama. — Susurró, suplicante en su oído. No iba a tardar ni dos segundos en desnudarle, eso seguro, vaya.
Sintió cómo se movían hacia su cuarto y se giró un momento para mirar la cama. — Y esta no se rompe. — Dijo con una risita, mientras se dejaba caer de espaldas sobre el colchón, y tiraba de Marcus sobre ella. — Yo te dije que te lo iba a poner muy fácil y tu me vienes todo arregladito. — En verdad no lo estaba tanto para ser Marcus, pero ahora mismo, cualquier prenda de ropa que su novio llevara encima le sobraba. Se inclinó hacia arriba para quitarle la camiseta y aprovechó para besar su piel. — No sabes cuánto he pensado en besar tu piel por las noches. — Le dijo mientras deslizaba los besos por su piel. Bajó la mano a su vestido y tiró de la falda hacia arriba lentamente y mirando a Marcus a los ojos. — Yo he cumplido mi promesa de ponértelo muuuuy fácil. — Y volvió a atacar sus labios mientras le desabrochaba el pantalón.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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- 16 de enero de 2002:
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