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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Abr 23, 2022 1:25 pm
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Lun Mar 06, 2023 9:12 pm


    Titanium
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Y encadenaba una risa con otra con facilidad. Con los comentarios de su novio sobre su integración, y las conversaciones tan irlandesas sobre patatas que podían tener en aquella familia. Era un lujo que, si bien no había dado por sentado, especialmente después de lo de su madre, había olvidado que existía, era como si una nube hubiera tapado todo lo bueno del mundo desde que se llevaron a Dylan. También le daba mucha satisfacción poder poner esa cara de alucine en su novio a base de comer cosas. Lo cierto es que tenía mucha hambre, quizá era cuestión de lo poco que había comido en los últimos días.

    Por supuesto, a Marcus le encantó el pollo frito. — Pero vamos a ver, ¿no habíamos quedado en que tú tenías una importante vena Slytherin? Si lo ponen en Hogwarts, tú no lo vas a disfrutar y ya no sería exclusivo… — Se inclinó hacia él con uno de los trozos de pollo aún entre los dedos. — Si aprendo a hacerlo yo será… Para ti y para mí. — Y guiñó un ojo. Empezaba a dejarse llevar por ese sueño de la convivencia y la intimidad… Ya lo había vislumbrado en Pascua y ahora… — Vamos a tener que viajar a muchos sitios para que me quede con platos y podamos replicarlos todos cuando tengamos nuestra propia cocina. — Comentó, antes de terminar de comerse aquel pollo. — Definitivamente, este lo gana todo. — Aseguró. Y eso que ella había votado por las patatas al principio.

    Le dio la risa al ver su reacción a la salsa que picaba. — Yo esa no la pruebo, que ya tuve bastante en el cumpleaños de Olive. Parecía tu padre aquel día con los bombones ruleta rusa en la feria. — Dirigió la mirada a esas chicas que se habían girado al verle mentar a Merlín y alzó una ceja. — Sí, en cuanto se han fijado en tu cara, se les ha pasado la sorpresa y se les ha puesto la risita tonta. — Se rio y cogió una patata. — Conozco a una que le pasa muy a menudo. — Dijo con media sonrisilla.

    Abrió la boca para recibir la patata, y por un momento, ni se paró a paladear el sabor, porque el poder volver a tener aquellos gestos era tremendamente preciado para ella. Pero enseguida reconectó y alzó la mirada. — Oye esta salsa me encanta. Mira que a mí las salsas me empachan, pero esta… Sabe a muchas cosas. — Alzó el índice, como indicándole que esperara, mientras buscaba entre las otras. — Esto es mayonesa. — Dijo untando una patata y comiéndosela. Asintió ampliamente. — Definitivamente lleva mayonesa. Pero más cosas… Diría… ¿Ajo? Sí, ajo seguro y… — Volvió a coger otra patata y la salsa primera. — ¿Puede ser que lleve algún tipo de queso? Hmmmm más recetas misteriosas.

    Se recostó un poco sobre el respaldo del banco y se llevó las manos a la tripa. — Empiezo a llenarme, así que vamos a elegir una comida salada más… Y luego a los postres, quiero mi manzana. — Señaló un puesto de tacos. — ¿Qué te parece eso? Los has mencionado antes y… Hola, chicos. — Dijo un chaval que traía unos folletos muy brillantes en la mano. Iba vestido… Bueno, estridente era una buena palabra. — Si queréis salir esta noche, con este flyer tenéis descuento en la discoteca de Thai Rooftop. Está en lo alto de ese edificio. — Y señaló lo alto de uno de los edificios de por allí. — ¡Oh! Vale, gracias. — Y mientras el chico se alejaba lo ojeó. Las fotos eran bonitas, pero no habían ido allí a salir de fiesta. — Quizá en otro momento nos organicemos mejor y podamos salir más tarde, podemos ir al sitio, ¿no? — Dijo pasándole el folleto a su novio.





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    Alchemist
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    Lun Mar 06, 2023 11:07 pm


    Titanium
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Giró todo el tronco para mirarla, con un trozo de pollo en una mano, lo que le daba un aspecto un tanto ridículo por el intento de solemnidad de semejante guisa, pero era bastante deliberado. - Alice, por favor ¿por quién me tomas? Tengo una vena Slytherin, sí, pero ante todo soy pura practicidad e intelecto Ravenclaw. ¿Tenerlo solo en ocasiones esporádicas por su...? - Hizo una burla, tanto con el tono de voz como con un bailecito del tronco, que hubiera ofendido a toda su estirpe materna. - ¿..."exclusividad", o tenerlo todos los días para comerlo cuando quiera? - Hizo un gesto con la mano. - Menos ínfulas y más saber lo que a uno le gusta y tenerlo siempre que quiera. - Pero, obviamente, su novia tuvo que ponerle en bandeja una respuesta mejor. Amplió una sonrisa de labios cerrados y la miró con los ojos entornados. - Aunque esa opción me gusta mucho más. Y no es incompatible con disfrutarlo cada día... Todo es buscar la decisión más adecuada e inteligente. - Concluyó, arqueando las cejas.

    - Oh, vaya. Supongo que tendré que hacer el sacrificio. - Suspiró bromista a lo de tener que viajar, riendo después. Se acercó un poco a ella en el banco (aunque no mucho porque tenían un montón de comida en medio), y dijo sonriente. - Como vamos a ser dos alquimistas de prestigio, si en nuestras vacaciones conocemos recetas que nos gustan y queremos replicar en casa, pero los ingredientes son propios de ese país y cuesta encontrarlos en Londres, siempre podemos viajar puntualmente a algún lugar en el que podamos adquirirlos. O incluso pedir que se nos envíen, a mi abuelo le envían cosas los contactos que tiene en otros países... Ya sabes, con fines de investigación y eso... - Eso último lo había dicho con una sonrisilla y un tonito que hacía pensar que estaba retorciendo la realidad a su antojo. Arqueó una ceja y se acercó un poco a ella. - Y esto, Alice Gallia, es utilizar correctamente la exclusividad Slytherin. - Y le guiñó un ojo, dando un bocado al pollo después. No iba a dejar eso ahí como si nada, evidentemente.

    Hizo una leve pedorreta y negó, ruborizado otra vez, mientras agachaba la cabeza con la excusa de mojar patatas en las salsas. Nada, su novia y su empecinamiento en tratarle como el hombre más guapo del mundo, qué cosas tenía... Pero no es como que él se fuera a quejar, ni muchísimo menos. Podría pasarse la vida entera diciéndole que estaba preciosa y escuchando lo guapo que era cada dos minutos y sería inmensamente feliz... Al final iba a tener razón Lex y eran dos agapornis. Atendió a cómo identificaba la salsa, mirándola embobado. No estaba acostumbrado a verla comer tanto ni con ese disfrute. Al final, el tiempo le había dado la razón con lo de que Alice sería más feliz si comiera más... Bueno, a ver cuánto le duraba la novedad. O quizás era la parte americana que tenía dentro y resultaba que la clave estaba en darle ese tipo de comidas. - Hm... - Asintió varias veces, pensativo. - Mayonesa, ajo y algún tipo de queso. A ver. - La probó él una vez más. - Me cuadra. - Cogió otra. - Oye, ¿y cómo estará si mezclamos varias? - Estaba haciendo una auténtica guarrada con las salsas, pero es que Marcus para la comida no tenía límite. Se llevó una a la boca después de mojarla en todas y miró a Alice con los ojos muy abiertos. - ¡Oh! Pues está bueno el invento. Y la picante pica menos, al final va a ser verdad que lleva queso. ¿No has oído eso de que los lácteos contrarrestan el picante? - Mojó otra en el mejunje. - Hablo en serio, esto está bueno. ¡Mira! Una salsa nueva. La vamos a llamar... salsa Marcus y Alice. Y atenta, porque va a ser... - Hizo un cartel con ambas manos y puso expresión y voz misteriosa. - "Receta secreta". Para que los muggles se vuelvan locos adivinándola. - Y rio con ella.

    Alice se echó hacia atrás en su asiento y dijo una frase que dejó a Marcus descuadrado en todas sus palabras. De hecho, no disimuló en nada la sorpresa en su rostro, más bien la hizo evidente para picar a su novia. - Espera, espera... A ver si lo he entendido bien. - Rio un poco, girándose para mirarla y alzando las palmas. - ¿Acabas de decir... que estando llena... aún quieres postre... pero no solo eso, quieres "una cosa salada más" antes? - Abrió mucho y muy descaradamente la boca. - Alice Gallia, empiezo a tener miedo. ¿Tienes alguna mala noticia que darme y estás intentando hacerme feliz antes para paliar el golpe? - Bromeó entre risas, y justo después empezó a darle con el índice en la tripa (pero con suavidad, que era verdad que había comido mucho, a ver si le iba a sentar mal con las cosquillas). - Tú dirás que estás llena, pero yo aún veo aquí mucho que avanzar ¿eh? Yo no veo aquí una novia gordita ni mucho menos, sigue sobrando vestido, que lo veo yo. - Alice señaló al puesto de tacos, y él ya estaba poniendo cara de ilusión y dispuesto a contestar cuando un chaval les interrumpió.

    No estaba seguro de haber entendido la mitad del mensaje, pero creía que acababa de darles unos descuentos para una discoteca... ¿Por qué? ¿Era una estrategia de marketing? - Gracias. - Dijo simplemente, viendo cómo se marchaba. Se inclinó hacia la chica para leer el flyer. Luego miró al edificio. ¿Una discoteca... ahí encima? No es como que tuviera muchas ganas de fiesta, y solo de pensarlo le había atacado la pereza y el recuerdo de por qué estaban allí, y sentía como si el mismo edificio se le hubiera caído encima y tuviera que cargar con él hasta la casa. Pero entonces Alice habló, y él la miró, y lo detectó. Detectó ese espíritu alegre y curioso deseando descubrir una discoteca encima de un rascacielos de Nueva York que estaba tan hastiado y entristecido que solo podía resignarse a perder la experiencia, pero que por no hacerse daño a sí mismo y a quien la escuchaba, en vez de dar un "no" directo, había dicho con tristeza "quizás la próxima vez". Tomó el flyer que le ofrecía y lo miró unos instantes en silencio. Tragó saliva. - O podemos ir hoy. - Dijo repentinamente. La miró, tratando de sonreír. - Después de cenar, quiero decir. - Tocaba desvelar parte de su estrategia.

    - Ya escuchaste que el primo Jason tenía un piso en el centro de la ciudad ¿no? - Se giró en el banco y señaló. - Está por allí, lo cierto es que parece relativamente cerca de la discoteca esa... Por qué no me sorprende en Jason que se haya comprado un piso en un sitio que se ve a la legua que es ruidosísimo. - Comentó con una risa, y luego volvió a mirar a Alice. - Me ha dicho que lo tiene, precisamente, para cuando salen por el centro y se les hace tarde y no les apetece aparecerse ni nada, van andando. Se ve que es muy habitual aquí lo de ir a los sitios andando. - La de veces que había escuchado decir a sus familiares americanos que algo estaba muy bien porque "se podía ir andando". Qué manía, pudiendo aparecerte... Aunque claro, con muggles por todas partes... - La cosa es que me ha dicho que, si se nos hacía tarde, podíamos quedarnos allí. - Se encogió de hombros. - Que no tenemos por qué, si no te apetece, pero podemos llegarnos a ver cómo es, parece curiosa, y si se nos hace tarde, yo creo que a los tíos no les va a extrañar sabiendo que hemos venido por los alrededores del piso. - Y una vez dicho, sonrió de medio lado y añadió. - Para que veas, este Slytherin tenía una carta guardada para cuando su novia Ravenclaw la necesitara. -




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    Mar Mar 07, 2023 1:04 pm


    Titanium
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Piruetas dialécticas de Marcus, las echaba de menos, como todo lo demás, su quintaesencia, lo que les hacía ellos, y que parecía que se había quedado pálida o escondida desde hacía un mes. — Adecuado e inteligente podría ser el lema de los O’Donnell. — Dijo con una risita cariñosa, porque sabía que a su novio le gustaba oír esas cosas. ¿Cuánto tiempo había pensado sin recordar qué le gustaba oír a Marcus para poder decírselo y sacar esa sonrisita orgullosa y el levantamiento de cejas? Con lo bien que se le daba a ella cuidar de esas cosas… No pudo evitar que la tristeza sobrevolara su mente una vez más. Aquella situación no solo le había arrebatado a su hermano, es que la había puesto en guerra fría con su familia, había sacudido los cimientos de sus recuerdos y ahora empañaba su relación. ¿Cuándo iba a terminar todo aquello? ¿Y cómo? ¿Qué iba a quedar en pie?

    Pero bueno, su novio estaba siguiendo aquel intento de levantar el ánimo y no iba a ser ella quien lo tirara. Igualmente, se dio cuenta tarde de que volvía a la salsa picante. — ¡Pero Marcus! ¿Te gusta sufrir o qué? — Pero claro, su novio segurísimo de que había sido una buena idea, porque los lácteos contrastaban el picante, y no podía evitar sonreír al verle actuar como un buen niño Ravenclaw queriendo descubrirlo todo. — A ver, si esa salsa va a llevar mi nombre, tendré que probarla. — E imitó a su novio, mojando una patata en las dos. — ¡Oye! Es buena idea. Hay que enterarse de cómo se hacen estas salsas y lo apuntamos para hacerlas en casa… — Y se rio a la tontería de respuesta a lo de la comida y a las cosquillas en su vientre. — No me tientes, O’Donnell, que todavía me compro una tarrina de helado pequeñita para terminar y se acabó el menú degustación. — Era relativamente fácil reconectar con esas gotitas de felicidad que su novio sabía sacar como si nada de ella.

    Lo que no se esperaba era lo que venía a continuación, ni de coña. Le miró sorprendida cuando dijo lo de ir hoy. Iba a repetir su argumento, pero Marcus se dispuso a explicarse, y la dejó, como siempre que sacaba a relucir el impacto Slytherin. Ni se acordaba de lo del piso de Jason, para ser sincera, y notó cómo se le abría la boca de la sorpresa. — Ya veo que la tenías. — Dijo a lo de la carta. — No me… lo esperaba. No me he traído ni pijama ni nada… Pero bueno, igual no se nos hace tan tarde, ¿no? Igual el sitio es demasiado muggle para nosotros. — Aseguró con una risita, atusando algunos de los rizos de su novio. — Me siento un poco... Consentida con tanto despliegue por mí... Y un poco extrañada, diga lo que diga tu primo, de que tenga un piso en el centro pero... No voy a hacer más preguntas. — Aseguró riéndose. Ya estaba viendo a Frankie y Sophia sacándole buen rendimiento al piso. — Pero veo que tenías esto muy bien planeado, O’Donnell… Sí que he estado distraída para no darme cuenta y… Lo siento. — Le acarició la mejilla con cariño y dijo. — Venga, voy a por el taco, vamos a por los postres y luego nos acercamos por allí, vemos lo que hay y decidimos si nos quedamos o nos vamos. — Se levantó y fue al puesto de tacos. Si lo pensaba objetivamente, ganas de fiesta ninguna, pero a la vez… Recordaba la graduación y sus fiestas en Hogwarts, cómo siempre encontraban tiempo para reírse, bailar… Como muy juntos… Disfrutar aunque fuera un poco de los dos… — ¿Qué va a ser, señorita? — Ella sonrió al tendero. — El taco que usted considere que es el mejor de todo el puesto, que mi novio es poco menos que crítico culinario. Agárrese que esto son tacos mexicanos de verdad, se lo aseguro, nada congelado, lo van a disfrutar pero bien.

    El hombre se lo había tomado muy en serio y le había dado una barbaridad de taco, que llevaba de todo y olía de maravilla. Se sentó junto a Marcus y dijo. — Bueno, prepárate porque esto sí que va a ser difícil de comer. Ten localizado ese objeto que tú ya sabes porque a mí que va a hacer falta un Tergeo. — Y le pegó un mordisco. En cuanto empezó a degustar abrió mucho los ojos y disfrutó del bocado. — Ojo, esto sí que son sabores innovadores. Para mí el ranking es: pollo, taco, patatas y perrito. O sea es que sé que quería patatas, pero las de tu abuela o la tía Maeve están definitivamente mejores. — Le señaló mientras se terminaba de limpiar del taco. — Tú eliges los postres, pero no te pases, ¿eh?





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    Mar Mar 07, 2023 11:49 pm


    Titanium
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Asintió, riendo mientras masticaba. - Me gusta. - Confirmó al que Alice había definido como "el lema de los O'Donnell". Bromas aparte, le había gustado bastante... Lo pensaba usar. Seguía viendo la tristeza en los ojos de Alice, pero también veía sus esfuerzos porque aquella salida fuera buena para los dos. De hecho, no podía evitar alucinar con esa forma de comer que nunca había visto en ella, ni siquiera la vez que le contagió sus sensaciones por el navarryl, pues aquella vez comía con ansias y sin saber de dónde le venía el hambre, y ahora parecía estar disfrutando de verdad de las innovaciones... O eso, o algo intentaba tapar comiendo como nunca, al igual que estaba haciendo con el jardín. Que no le cambiaran a su Alice, por ahí sí que no. Por mucho que le gustara verla comer, la prefería comiendo como un pajarito a siendo otra persona... Lo que jamás creyó que pensaría. Pero es que no soportaba pensar que esa gentuza pudiera hacer que Alice cambiara su forma de ser por no saber lidiar con lo que provocaban en ella. Cuando dijo lo del helado, la miró con los ojos entornados y una sonrisilla. - No harías eso. - Amplió una sonrisa artificial. - Sigues sin estar suficientemente gordita. Y no vas a renunciar a esa manzana. - Puso ojos de cordero degollado y, con un puchero en los labios, añadió. - Ni me vas a dejar sin taco. -

    Alice estaba un tanto impactada por la sugerencia de quedarse en el piso, claramente no se la esperaba. Temió por un momento que reaccionara mal: que le dijera que en qué estaba pensando, que con la que tenían encima no estaban para escapadas y que ya estaban abusando demasiado de la hospitalidad de su familia como para andar dando tumbos de casa en casa. Pero no, simplemente... estaba intentando ubicarse. Como si le costara procesar la información. A ella, a su Alice. A una de las personas más despiertas, avispadas, inteligentes y de mente rápida que había conocido. Esa situación la tenía tan paralizada que la enlentecía. De verdad que odiaba con toda su alma a los seres que le estaban haciendo eso... Pero disimuló, y en su lugar puso una sonrisita. - Bueno, ese vestido no parece muy incómodo para dormir a unas malas. - En otro momento habría hecho, quizás... otro tipo de comentario. Pero ni le salía. No le apetecía, y algo le decía que a Alice tampoco le iba a apetecer, que iba a ser incómodo... De hecho, ahí estaba su novia diciendo que igual ni siquiera hacía falta. A su Alice le habría faltado tiempo para irse a pasar la noche con él a una casa vacía en una ciudad que no conocían, y lo peor no era el cambio en ella, es que él estaba más o menos igual. Lo estaba valorando más como un trámite para su comodidad que como una escapada romántica... Su odio seguía creciendo por momentos. ¿Cuándo les habían hecho eso?

    Rio con ella, pero el ánimo se le había bajado un poco al tomar conciencia de nuevo de lo mal que estaban. Al menos hasta que Alice dijo que lo sentía. Ahí reconectó con el Marcus de siempre y se apresuró a negar. - No te he dicho nada, no tenías por qué saberlo. No lo tenía tan planeado, de hecho, me lo ha propuesto el primo Jason esta mañana y bueno... tenía ganas de que hiciéramos algo distintos, y temía que nos perdiéramos entre tanta gente y ruido o se nos hiciera tarde, así que, simplemente... En fin, es una opción por si eso pasa, pero vamos, podemos volver a casa. Si es verdad, seguramente no se nos haga tan tarde... - Si es que no era tan necesario lo del piso, si se podían aparecer. Había sido una tontería... No estaban para esas cosas... Por frustrante que fuera, pero era mejor poner los pies en el suelo. Por mucho que a Marcus y Alice les hubiera gustado volar siempre...

    Asintió con una sonrisa fruncida a la propuesta de Alice y se levantó tras ella cuando dijo que iría a por los tacos. Sí, mejor centrarse de nuevo en la comida. Se limitó a asistir a la conversación de Alice con el tendero, lo cual sí le hacía una gracia tierna. - Esta es una nueva versión de mi novia de la que definitivamente necesito más datos. - Bromeó cuando volvió a él. Es que no dejaba de sorprenderle verla tan entusiasmada con la comida. Soltó una carcajada a su comentario y estudió el taco antes de llevárselo a la boca, diciendo. - Veré qué puedo hacer. - No tardó en detectar los diferentes sabores, abriendo él también mucho los ojos, lo que provocó un gracioso cruce de miradas sorprendidas. - ¡Wow! - Miró el taco. - Pero esto... ¡Esto está impresionante! - Prácticamente se había comido más de medio taco en dos bocados. - ¿Cómo está hecha esta carne? No sé ni qué es... pero está buenísima. ¡Oh! Y la cebolla... ¿Esto es guacamole? ¡Es guacamole! Lo probé una vez en casa de Sean, lo hizo su madre. En México lo comen mucho, dice que fue una vez allí por temas de trabajo y desde que lo comió, se trajo la receta y lo hacía mucho. ¡Pero no sabía que lo ponían en los tacos! ¡Está buenísimo! - Al menos había recobrado el entusiasmo. Se chupó los dedos. - Nada de Tergeo, esto no se puede desperdiciar. - Dijo más en serio de lo que estaría dispuesto a reconocer cuando no estuviera en pleno éxtasis alimentario.

    - El ranking es difícil, pero hay un puesto que tengo claro, y es que esto tiene que estar lo primero en la lista. - Terminó de relamerse y pensó. - Lo demás... Hmm... El siguiente sería el pollo, es cierto que estaba muy bueno. Luego las patatas, y luego el perrito, ahí estoy de acuerdo contigo. Pero es que el taco... me ha marcado para siempre, Alice. - Dramatizó, riendo. - Con tu permiso, voy a querer otro, ¿te traigo uno? - Es que le había gustado demasiado, y aún le quedaba un hueco (pequeño, porque iba a querer postres también, pero le quedaba). - ¡Uh! ¿Elijo los postres? Me lo pienso mientras voy a por el taco. Espérame aquí. - Y se levantó de un salto, rumbo al puesto de tacos. Se pidió otro y, cuando llegó hasta el banco, se lo acercó a Alice con una sonrisita. - Venga... un último bocadito, que está muy rico. No quiero ser el glotón que deja a su novia muerta de hambre mientras se pone las botas. ¿O prefieres otro cubo de pollos? - Bromeó.

    El taco no duró mucho, y ciertamente se hubiera ido a por otro si no fuera porque, efectivamente, tocaban los postres. - No he visto gran variedad, y alguien ha pedido una manzana caramelizada. - Giró la cabeza y estiró el cuello. - Me ha parecido ver por ahí un puesto de rosquillas de muchos colores. - La miró con una ceja arqueada. - Si el prefecto de Ravenclaw ve un postre azul y no se lo come, nuestra casa empieza el curso siguiente con los puntos en números negativos. - Le tendió la mano y se levantaron juntos. - Esta es mi propuesta: una rosquilla de esas de colores y la manzana caramelizada. ¡No dirás que es un exceso! Y, como soy bueno, te dejo elegir si quieres una rosquilla para cada uno o una para compartir. La manzana no consiento compartirla. He dicho que pensaba ponerte gordita y yo muy gordita no te veo aún. - Y ya verían si después de los postres se volvían para casa o entraban en esa discoteca.




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    Miér Mar 08, 2023 12:36 am


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    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Cuando Marcus dijo lo del vestido… Pensó que la mayoría de las noches que habían pasado juntos, en una cama, no había usado… Nada o casi nada, no le sería un problema real. — También puedo… — ¿Lo decía del todo? Bueno, es que ya había empezado, no iba a frenar ahora, quedaría raro. — Quiero decir… Que no pasa nada si duermo sin él… — Se quedó mirando la mano de Marcus mientras la acariciaba… ¿Desde cuándo se preguntaba ella si a Marcus le gustaría o no dormir a su lado sin ropa? Y ahora estaba justificando como MUCHO por qué había aceptado el piso, y odiaba esa sensación de que no se decían las cosas, otra vez como antes de empezar, dudando, caminando el hielo… — Marcus. — Le paró, agarrando su mano. — Me encantaría dormir contigo. Me encanta, de hecho. Te echo de menos por las noches… Y me gustaría aunque fuera una noche lejos de todo… — Rio un poco tristemente y tragó saliva. — Por si te lo estabas preguntando, porque yo me lo estaba preguntando, pero parece que ninguno de los dos quería decirlo, y ya he aprendido que no nos va bien cuando no nos decimos las cosas. — Levantó la mirada y la enfocó en sus ojos preciosos, mientras la brisa y los últimos rayos de sol les rodeaban. — Te echo de menos. — Dijo en un suspiro. Y esperaba que lo entendiera. Quizá no era el día, o el momento, y quizá no sabía cuándo volvería a serlo, pero… Que no se preguntara si seguía deseándole o echando de menos momentos así con él… Porque la respuesta era que sí, le echaba de menos y le necesitaba.

    Pero bueno, de momento estaban en el paseo marítimo y aún quedaba noche por delante, ya… Irían viendo. — Es una versión de Alice Gallia en mundo muggle y americano, no puede ser igual que una barriada mágica de Inglaterra. — Dijo encogiéndose de hombros. De momento, disfrutó de la visión de su novio gozando el taco y provocándole una risa. — Pienso guardar esta imagen muy bien en mi mente y echarla la primera en un pensadero, para que todo el mundo pueda disfrutar del perfecto prefecto haciendo esto. — Y aunque se estaba riendo, la cabeza le estaba diciendo… ¿De verdad querrás recordar nada de este momento de tu vida? Quizá no. Quizá prefería cancelar sus recuerdos desde que se llevaron a Dylan hasta que volviera a casa, la verdad. Asintió a lo de la receta de la madre de Sean, un poco más entusiasmada. — ¡Bueno saberlo! Así puedo pedirle la receta, y espero que sea más exacta que la abuela Molly, que yo la adoro, pero intentar entender sus recetas es un grado de experiencia que aún no tengo. Y la tía Maeve es igual para eso. — Aseguró con una risita.

    Negó con la cabeza al ranking. — Nada, nada, decidido, incorporamos los dos a nuestro futuro menú de casa, aunque el taco parece más complicado. Pero nada que un Ravenclaw no pueda aprender, ¿verdad? — Trató de decir más animada. Y por supuesto, su novio tenía que aprovechar y colarle más comida, que ella rechazó. — No, pero disfruto viéndote comerlo, así que que nada te pare, cariño, devora otro taco. — Se giró para buscar lo que señalaba y afiló la vista. — Parecen más grandes que rosquillas, no intentes vendérmelo. — Se rio y le tendió la mano. — Pero venga, que no podemos permitir que Ravenclaw empiece con menos puntos por nuestra culpa. Además, está camino de la discoteca, así ya nos ponemos en camino para ir. — Porque como lo pensaran más, ya no iban.

    Al final, por supuesto, compraron sola una de las rosquillas gigantes esas que se llamaban donuts, y menos mal. — Qué cosa más azucarada y mala, trae mi manzana. — Exigió nada más lo probó. — La prefecta Harmond les echaba un Confringo como una casa al puesto ese vamos, los pulverizaba hasta eliminarlos. — Comió de su manzana y se relamió los labios. — Esto es un postre, esto sí. ¡Qué rica! — Y comió un poco más con deleite. En verdad no estaba TAN deliciosa, pero no quería negatividad. — Me recuerda tanto a la feria de San Lorenzo que es como comerse recuerdos. — Comentó con una risita. Sí, eso les gustaba a ellos. Las ferias de La Provenza, la plaza mágica de Londres… Y el bullicio de Nueva York no les pegaba nada, así que quizá la discoteca tampoco les gustaba… Pero bueno, ya estaban en la acera de enfrente, y animado se veía. — ¿Entramos pues? — Puso una sonrisa apacible y se encogió de hombros. — Si no nos gusta… Paseamos hasta el piso y… Ya está, ¿vale? — Sin pretensiones, Alice solo quería una noche para ellos, fuera como fuese.






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    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Veía a Alice incómoda y eso era lo último que quería. Por eso, mientras ella sugería lo de que podía dormir sin el vestido, él estaba mirando su comida. - Claro... es decir... como estés mejor... - No quería que Alice pensara que prefería que durmiera con un vestido de calle a que durmiera sin nada, porque OBVIAMENTE prefería estar como habían estado otras veces, piel con piel. Pero tampoco quería que pensara que andaba pensando en sexo con la que tenían encima, porque no era así. Él solo quería... que pudieran... bueno... estar como siempre... ¿Si es que a quién querías engañar, Marcus? No podían estar como siempre porque la situación no era la de siempre. Punto. Tenía que haberlo asumido antes de ponerles más incómodos a los dos...

    Alice no tardó en darse cuenta, lo detectó en el tono con el que le llamaba. Tragó saliva y la miró. - Ya... - Dijo, lo dicho, un tanto incómodo. - Lo sé, es... No es que lo dude, claro que no lo dudo. Solo... bueno, si no te apeteciera, lo entendería. De verdad que lo entiendo. - Porque es lo que me pasa a mí, que gustarme me sigue gustando, pero apetecerme no me apetece. Si es que estaban los dos igual. Al menos no era una sensación que tuviera solo uno de los dos, hasta en eso estaban sincronizados... pero tampoco habían elegido estarlo, y lo que lo estaba provocando era forzado por unas personas a las que odiaban y que nunca habían estado en su vida. Y odiaba eso. No era ningún consuelo que los dos estuvieran así, más bien todo lo contrario: le hacía odiarles aún más por los destrozos causados. Pero ante Alice no quería ponerse hecho un energúmeno, suficiente habían tenido con los episodios de días anteriores y, lo dicho, había ido allí para que ambos se despejaran. Por eso sonrió con levedad y apretó su mano. - Yo también te echo de menos. - La echaba muchísimo de menos. A su Alice feliz, a su relación preciosa y a su vida de antes. Y no sabía cuándo iba a poder recuperarlo todo, si es que podía.

    Hablando sobre comida, al menos, podían reírse. - Es tu pequeño porcentaje de chica americana. - Bromeó, aunque tuvo que hacerse exageradamente el ofendido con lo siguiente (por supuesto, disimulando muy mal la gracia que en el fondo le hacía). - ¡No te atreverías! - Afirmó, pero luego se irguió. - Pues ¿sabes qué? Si lo hicieras, con el único vil objeto de manchar mi imagen, lo cual en absoluto merezco, que sepas que lo defendería como la perfecta manera de comerse un taco. Esa salsa está tan sabrosa que eliminarla con un Tergeo es un crimen, y las cosas se disfrutan y se hacen bien. Y lo correcto es aprovecharla y me siento orgulloso de ello. - Palabrería marca Marcus, pero sabía que a su novia le hacía reír cuando se ponía así... además de que él tendría que nacer de nuevo para no retorcer hasta el extremo lo que supuestamente estaba haciendo mal para acabar resultando que lo hacía como lo tenía que hacer.

    - Efectivamente. - Corroboró orgulloso a eso de que no había nada que un Ravenclaw no pudiera aprender. - Aunque estaría bien saber al menos de qué animal viene esto... - Dijo entre risas, porque le había parecido oír que era cerdo, pero no sabían así otros cerdos que él hubiera probado, en absoluto. - Y si se nos complica... nada que un Slytherin no pueda conseguir con los contactos adecuados. - Le guiñó un ojo. Vaya, que ya se encargaría él de localizar un puesto de tacos en el que poder comprarlos si se complicaba lo de aprender la receta. Alzó las palmas. - ¡Eh! Yo no intento vender nada. ¿Tienen forma de rosquilla o no? En esta ciudad todo es exagerado, Alice, los edificios tienen miles de plantes. ¿De verdad esperaba una roquilla de tamaño normal? Pero a ver cómo la llamo, si no... - Y vuelta a la palabrería, pero mientras la decía iba ya de la mano de su novia a por los postres, y eso les dibujaba una sonrisa en la cara a ambos. Le molestaba que tuvieran que hacer un esfuerzo tan titánico por sonreír y pasarlo bien, ellos a los que eso les salía natural. Y sí, seguía saliéndoles natural, pero había tristeza de fondo en ambos... De verdad, mejor no lo pensaba, que se volvía a enfadar.

    Alice no accedió a comprar una para cada uno, pero tampoco es como que le sorprendiera. El veredicto fue muy diferente, de todas formas. - Pues a mí me han gustado. - Dijo chupándose los dedos. Igual sí que no le hubiera venido mal un Tergeo, que se le estaba mezclando la salsa de los tacos con el glaseado. Al menos le habían dado una toallita húmeda que estaba cumpliendo sus funciones medio bien. Eso sí, se tuvo que reír, con la boca llena todavía, con la indignación de su novia. - Pagaría por volver a verte con la prefecta Harmond haciendo muffins para el orgullo Ravenclaw. - Eso le había salido espontáneo, de corazón, y lo que pretendía ser un comentario jocoso había sonado un tanto melancólico. Recondujo. - A ver, Gallia, acabas de mencionar a uno de los estandartes más fuertes que nuestra casa ha tenido. Tú, que eres la mujer Ravenclaw perfecta. ¿De verdad piensas que Harmond y tú podéis mediros con un puesto de rosquillas americanas? - Siseó con superioridad. - Tss, por favor. Confórmate con que estén comestibles. - Dejó una leve caricia en su mejilla y dijo. - Yo ya hace tiempo que dejé de medir las cosas desde tu punto de referencia. Siempre saldrían perdiendo. - Le dijo con una mezcla entre su superioridad habitual y el inmenso cariño que sentía por su novia. Y dicho eso, sonrió ampliamente. - ¡A por la manzana! -

    Sonrió al comentario de Alice... pero a él no le recordaba nada a la feria de San Lorenzo. Miraba a su alrededor y solo veía polución, edificios tan altos que tapaban las vistas y ruido, muchísima gente y pitidos de coches, muchedumbres que te hacían imposible identificar quién era mago y quién muggle y le tenían en tensión por miedo a ser descubierto. La noche ya había caído hacía rato y, sin embargo, no se veía ni una sola estrella en el cielo, solo rayos de colores por los inmensos paneles publicitarios que había por todas partes (muchos eran de coca cola, por cierto). Y la manzana, comparada con la rosquilla, estaba un poco sosa, ni por asomo tan dulce y jugosa como las de La Provenza. ¿Pero qué iba a hacer? ¿Decirle a Alice que no? Era agosto y estaban juntos comiendo una manzana de caramelo... solo que, cuando echaba la vista atrás, parecía estar en un sueño, y ahora en una realidad tristísima y nada ideal. - ¿Está mi chica contenta con su manzana? ¿Quieres otra? Alguien dijo que iba a ponerse gordita y... no sé, no sé... muy gordita no te veo. - Se dio un par de palmadas en el estómago y dijo con chulería. - Pensemos que tenemos un metabolismo fabuloso que nos permite comer sin engordar. - En parte lo tenía, él al menos, porque con todo lo que comía era un milagro que no tuviera forma de rosquilla él también.

    Arqueó las cejas cuando Alice señaló el edificio de la discoteca, mirando hacia arriba, donde supuestamente se encontraba. - Es lo único que nos falta para rememorar San Lorenzo ¿no? Un poco de música. - Dijo con una sonrisa suave. Sí, ojalá solo les faltara eso... - Vamos. No perdemos nada por probar. - Y, de la mano, se adentraron en el edificio. No tardaron en guiarles hasta un estrecho ascensor de cristal que parecía ir por fuera, y desde el que se veía toda la ciudad. - Wow. - Soltó espontáneamente, aunque un tanto monocorde. A la velocidad del ascensor, las luces de la ciudad le golpeaban en la cara y le aceleraban el corazón, y se veía tan alto que el vértigo era inevitable... ¿Qué estamos haciendo aquí? Pensó. Eran dos pájaros a una altura que les daba miedo. No le gustaba la sensación, no le gustaba el sitio, no le gustaba tener que verse allí. Miró a Alice. No, eso no pegaba nada con ellos. Pero estaban... sobreviviendo. Si esa era la única forma de despejarse en esa ciudad descorazonadora, tendría que hacerlo. Llevaba desde que la conoció diciendo que por esa chica se iría al mismísimo infierno. Tocaba demostrarlo.

    Desde el ascensor les guiaron hacia una puerta custodiada por un hombre muy corpulento y con muy mala cara. Ni el Ministerio tiene tanta vigilancia. Se escuchaba un ruido atronador y martilleante aun con la puerta cerrada, pero nada más abrirse, el impacto del sonido le hizo abrir mucho los ojos. Y había... mucha gente, muchísima. Las luces estaban bajas y lo que se veían eran muchos colores por todas partes, propio de una discoteca pero a una escala que Marcus no había visto jamás. Se colocó a las espaldas de Alice para poder poner las manos en sus hombros. Ni siquiera dijo nada, solo podía observar el entorno. Y no le gustaba, pero tenía algo... que le hacía querer quedarse. Era como si ese ruido que se le estaba colando en la cabeza le impidiera físicamente pensar en nada más. Como si los problemas se hubieran opacado tanto que... casi parecían no existir. Y la canción te invitaba a querer seguir escuchándola, no sabía bien ni por qué. Alzó el folleto que tenía en la mano y se lo enseñó a Alice, teniendo que acercarse mucho a su oreja para hablarle gritando, porque de otra forma no le podría escuchar. - ¿Aprovechamos esto? - En el folleto ponía "dos chupitos y una copa al cincuenta por ciento presentando este folleto en la barra". No creía que fueran a beber tanto, y encima tenían uno cada uno. No se iban a meter tanto alcohol en el cuerpo, pero bueno... Si podían compartir las rosquillas, podían compartir eso. ¿Un chupito para cada uno y una copa para los dos? Quizás era demasiado. Pero aquello era la fiesta del exceso. Si les sobraba la copa, tampoco es como que nadie se lo fuera a reprochar. Echarían un rato... o lo intentarían. A ver cuánto tiempo aguantaban aquello, porque el ruido era ensordecedor, había demasiada gente, no conocían la música y no es como que les apeteciera mucho beber... Aunque aquello les estaba separando del exterior. De pensar. De sus muchos problemas. Quedarse no era muy apetecible. Pero, quizás, irse tampoco.




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    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Marcus sabía decirle cosas que la hacían sonreír. Compararla con la prefecta Harmond y poner tan por las nubes unos simples cupcakes era una forma, sin duda. — Eran cosa de Kramer. ¿Crees que querría enseñarme a ser una cocinera decente? Cuando estaba en las cocinas preparando estas cosas, me miraba de reojo y decía “la señorita no debería dudar de que Kramer tiene la experiencia suficiente como para alimentar a la sala común de Ravenclaw y la que se le pida”. Y se negaba a probar nada. — Rio un poco y entornó los ojos. Echaba de menos hasta al gruñón del elfo, así estaba el nivel. — Con una he tenido más que de sobra, te lo aseguro. — Le echó el novio a su novio. Sí, para decirle cosas del vestido, se le ponía cara de agobio, pero para enterrarla en comida siempre era buen momento.

    Sonrió a lo de San Lorenzo. — Fíjate lo que te digo, cariño, que creo que esto no se va a parecer en nada a nada que hayamos visto. — Y se dejó conducir a dentro del edificio, pero eso no había hecho más que empezar. No estaría de humor, pero esa sensación de subirse en un cacharro desde el que se veía todo Nueva York y subir así, le dio un subidón que no podía explicar. Se agarró del brazo de Marcus y se le escapó una risita nerviosa. — ¿De verdad pueden hacer esto? — Murmuró, tratando de no decir “muggles” porque es que le alucinaba que fueran capaces de concebir esas cosas sin magia. La visión era apasionante, y le había dado un chute de adrenalina que le iba a venir muy bien para lo que iban a encontrarse ahí dentro.

    Nunca en su vida había visto tanta gente en un sitio, estaba segura. La música, los colores… Todo eso mezclándose con las últimas visiones desde el ascensor, el calor y la angustia tormentosa de su interior. — Wow es lo único que se me ocurre decir, desde luego. — Dijo, haciendo eco a lo que Marcus había dicho en el ascensor. Se sentía tan… Extasiada, y no sabía si en el buen o el mal sentido, que se dejó conducir por Marcus, mirando a todos los lados como un cervatillo curioso pero que no ha salido jamás de la cueva. En aquella vorágine, vio lo que Marcus le enseñaba y asintió. Sí, iba a necesitar alcohol para afrontar ese sitio y acomodarse entre tanta gente. — ¿Te parece si pedimos una copa para los dos? Y luego si eso la otra. — Sugirió, y vio que le había aliviado un poco a su novio, que probablemente, no querría beber en aquel entorno descontrolado y, para dos magos adolescentes, hostil.

    Llegaron a la barra y un camarero les dijo. — ¿Tenéis veintiuno? — Ella frunció el ceño. — ¿Perdón? — Que si sois mayores de edad. — Ah, sí, tengo dieciocho. — El chico suspiró, secando un vaso. — Británicos, ¿no? — Sí. — Contestó extrañada. El chico se encogió de hombros. — Pues mira, si en vuestro país es legal, quién soy yo para impedíroslo. Pero si os preguntan, decid que tenéis veintiuno. — Se había quedado un poco a cuadros, pero se limitó a asentir. — ¿Qué os pongo? — Ella negó con cara de tener ni idea y el chico dijo. — ¿Hay algo que te guste especialmente?¿Los arándanos? — Dijo confusa, lo cual hizo reír al camarero. — Venga, pues que sea vodka negro. ¿La lima te gusta? — Ella asintió con una sonrisa y el camarero les puso un vaso enorme y muy negro delante. Genial, más cosas oscuras allí. — Y los chupitos… De caramelo. — Añadió el barman. Ea más caramelo. Miró a su novio y sonrió. — No te quejarás de dulce. — Levantó el vasito y lo chocó con él. — Venga, mi amor, puede que este sea el sitio más raro en el que hemos estado en nuestra vida, vamos a perdernos en él y olvidarnos de lo de fuera. Solo tú y yo, y un montón de desconocidos que no saben ni nuestros dramas ni nada sobre nosotros. — Se bebió de un trago el chupito, notando como a medias le ardía la garganta y a medias disfrutaba del sabor intensamente dulce, mientras oteaba cómo se organizaba aquello.

    Realmente, orden no había ninguno, pero el contraste de los colores con el negro casi dominante de todo… Le atraía. Más bien le dejaba la mente en suspenso, y solo Merlín sabía cuánta falta le hacía hacer eso. Y entonces detectó un patrón que le gustaba y arrastró a Marcus hasta el sitio, de la mano. — ¡Mira! — dijo al llegar. — Las luces aquí son azules y rojas. No muy Ravenclaw juntarnos con los Gryffindor, pero me gusta… Así podemos hacer un poquito de Orgullo Ravenclaw. — Tenía que hablar alto, así que se pegó a Marcus. — Antes hablábamos de San Lorenzo, y allí bailábamos agarrados y despacito… Pero también nos dio por pegar saltos el uno entorno al otro. Y allí nos miraba todo el mundo, aquí no le importamos literalmente a nadie. — Le hizo dejar el vaso en una repisa y le arrastró bajo las luces azules. — Pues como no sabemos bailar esto, saltemos y hagamos el tonto como entonces, no nos lo pasamos precisamente mal aquella noche. — Y empezó a hacer aquel baile de locura, que ni baile era, y empezó a notar cómo entre el chupito, los saltos y la música, se le hacía más fácil no pensar.

    Hasta que, unos minutos después, le cruzó aquel pensamiento. — Ojalá pudieran verme los Van Der Luyden. — No sabía de dónde salía aquella sinceridad, pero bendita fuera, había sido como escupir un bocado amargo. Pegó un trago a la copa y se giró hacia Marcus. — Ojalá vieran que a pesar de todos sus esfuerzos estoy aquí. — Le salió una risa un poco sarcástica y siguió bailando. — Lo usarían contra mí, como todo. Así que... Bailaré más.





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    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Una copa para los dos estaba bien, sí, no quería perder el norte en un sitio así. Miraba a su alrededor y la cantidad de gente, el ruido ensordecedor y la visibilidad compleja (mucha oscuridad y luces cegadoras al mismo tiempo) le hacían sentir inseguro. Sin embargo, al mirar a Alice... lo vio. Una sonrisilla y la curiosidad en esos ojos que adoraba, bien abiertos, que ahora brillaban con las luces. Parecía estar viendo lo que estaba pensando: ese lugar le resultaba atractivo, diferente, y lo más importante, le estaba haciendo pensar en otra cosa, querer descubrirlo y disfrutarlo. Pues que así fuera. Se tragaría el agobio y no sería Marcus O'Donnell rey de las angustias por una vez en su vida, porque su objetivo con esa salida era hacer a Alice despejarse y disfrutar.

    De la conversación de su novia con el camarero no se enteró de nada. Intentó acercarse y concentrarse mucho por captar las palabras, pero entre el ruido, que había tanta gente en la barra que casi tenía que elevarse por encima de Alice para acercarse al hombre, y el acento americano de este, no se estaba enterando de nada. Apenas pillaba palabras sueltas. ¿Veintiuno? ¿Que la copa costaba veintiún dólares? Eso no podía ser, el cambio a galeones salía carísimo. Pero Alice no parecía ni rechazarla ni agobiarse por el precio, así que habría entendido mal. Sí oyó a su novia decir algo de unos arándanos. ¿Tenían licor de arándanos allí? Fantástico, eso le hizo sonreír y mirar al camarero como si le estuviera felicitando mentalmente por su gestión de los recursos. Les dio un vaso con un licor demasiado negro para ser arándanos, pero bueno, sería que llevaba algo más, pero luego vio que servía dos chupitos. - No, gracias, solo la copa. - Dijo a gritos, pero el hombre le miró con una sonrisa y un gesto y dijo. - ¡De nada! - Antes de irse a atender a otras chicas que había en la barra y que claramente le interesaban más que él. Vaya, no le había entendido. Fue a repetirlo, pero el hombre había cerrado absolutamente la conversación con ellos y Alice parecía querer probarlo al menos. ¿Caramelo? Ah, bueno, si solo era caramelo... Rio. - A ver si está más dulce esto o las rosquillas. - Como tuviera que comunicarse así toda la noche, se veía afónico al día siguiente. Pero lo que sí entendió fue lo que le dijo Alice. Hizo una mueca con los labios y asintió. - Hecho. - Y se bebió el chupito de un trago. Cerró un poco los ojos, pero logró no toser. Pues sí que era caramelo, pero con alcohol, como con muchísimo alcohol. Esperaba que la copa no llevara tanto...

    Sacudió un poco la cabeza y dejó el vaso vacío en la barra. Tenía que reconocer... que a medida que sentía el líquido bajando por su cuerpo, parecía sentirse un poco más en consonancia con aquella locura de sitio. Se le hacía un poco menos raro. Por supuesto, Alice se había aclimatado antes que él, y ya le estaba arrastrando a otra parte. Se tuvo que acercar mucho a ella para oírla, pero el comentario de las luces le hizo reír. - Bueno, como si estos dos Ravenclaw no se hubieran venido hasta aquí con un Gryffindor. - Dijo, y casi se sorprendió a sí mismo de haber lanzado eso sin filtros. No quería hablar de nada que oliera siquiera a Van Der Luyden o a los motivos que le tenían en Nueva York... pero le había salido solo. Pero Alice siguió hablando de bailar, le quitó el vaso y comenzó a saltar y a moverse. Eso le hizo esbozar una sonrisa. - No, la verdad es que no. - Dijo entre risas, y Merlín sabía las poquísimas ganas que tenía de bailar, pero... Bueno, igual... Igual se estaba equivocando de enfoque diciendo todo el tiempo que no tenía ganas de hacer ciertas cosas. "Aquí no le importamos a nadie", había dicho Alice. ¿Por quién se estaba negando esos gustos, exactamente? ¿Por él, o por otros?

    Y en lo que miraba a Alice e intentaba seguirle el ritmo, ella dijo una frase que atravesó su cerebro por completo. Y cuando algo hacía click en el cerebro de Marcus, ya no había vuelta atrás. Cerró los labios y se le debió esbozar esa sonrisa peligrosa que se le ponía a su madre cuando, de repente, había oído algo que le había dado la prueba de que tenía la batalla ganada. Ese momento en el que, mirando la partida, sabes que tienes el jaque mate en tu mano, que lo has visto claro y ya no puedes dejar de verlo, y que el otro puede hacer lo que haga, pero de repente todo está a tu favor. - ¿Eso querrías? - Preguntó. - Ojalá. Ojalá pudieran. - Miró a su alrededor. Con los tentáculos que tenían los Van Der Luyden, la cantidad de gente a la que conocían, ¿qué probabilidad había de que, entre las cientos de personas que había en ese sitio, hubiera alguien que les conociese? Bastante altas, la verdad. Estiró la mano y agarró la copa para darle un sorbo. Uf, eso también llevaba muchísimo alcohol... Miró a Alice. - ¿Quieres más? - El primer sorbo parecía no haberle desagradado, y esa copa era bastante grande y, en teoría, para los dos. Ya estaba desinhibida sin él, y quizás era lo que ambos necesitaban: desinhibirse. Disfrutar, que no les importara lo más mínimo que les vieran. Todo lo contrario: que quisieran que se enteraran. Que no iban a poder con ellos. Que eran imparables.

    - ¿Cómo dices que se baila esto, entonces? - Preguntó, pegándose a ella con la excusa de tener que hablar muy alto y muy cerca porque no se escuchaban. Poco a poco se fue soltando él también. Su forma de bailar, tan alocada, le hacía reír y le hacía mirarla hipnotizado y... - Qué bien se te da esto. - Dijo, pegándose más a ella. Colocó las manos en su cintura. - ¿Cuántas discotecas has pisado para bailar así, Alice Gallia? - Rio. - No conocía tu faceta americana. Te encanta la comida, se te da bien esto... Quizás sea una parte de la que sentirse orgullosa. - Y le estaban dando ganas de gritarlo en lo más alto de ese estúpido edificio para que se enterara Nueva York entero: que Alice Gallia no era menos que ninguno de los que estaba allí. Que era tan digna o más que cualquier otro. Y el que opinara lo contrario, que viniera y se lo dijera en la cara. Que volviera ahora mismo cualquier Van Der Luyden a decirle lo que su novia era o dejaba de ser. Que la vieran bailar, emborracharse y disfrutar. Que vieran su cuerpo como él lo estaba viendo ahora y se murieran de envidia por no ser así, o de no poder tenerlo, porque Alice no lo entregaba tan fácilmente como ellos escupían: solo se lo entregaba a él. Sí, que lo vieran. Eso sí que le iba a dar ganas de reír.  




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    Miér Mar 08, 2023 10:19 pm


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    Se le salió una carcajada involuntaria con lo del Gryffindor. Pues era cierto… Si no podían hacer nada por mejorar su situación… Por lo menos podrían reírse en la cara de la pena, ¿no? Seguía sonriendo, saltando y moviendo hasta la cabeza al ritmo frenético de aquella música que se metía por sus oídos y parecía mover su cuerpo… Hasta que Marcus le preguntó aquello. Oh, ese tono, que podía detectar a pesar de la música, y esa sonrisa… Algo subió desde sus piernas a su cuerpo entero, provocándole un escalofrío y calor al mismo tiempo. — Sí. — Dijo, extasiada en los ojos y la expresión de Marcus, como si por un momento se hubiera ralentizado el mundo entero a su alrededor. Y cuando le preguntó si quería más, se acercó a su oído. — ¿Más bebida? ¿Más… ? — Se separó de su oído, pero se quedó cerca de su rostro. — Alice Gallia siempre quiere más. — Y le pegó otro buen trago a la bebida. Sentía más la lima que los arándanos, pero le había gustado.

    Se dejó rodear la cintura por las manos de Marcus y ella puso las suyas en su pecho, agarrando fuertemente su camisa en un puño. — ¿Quieres aprender, O’Donnell? — Preguntó, sugerente. — A ti se te da muy bien aprender de todo. — Así que siguió moviéndose muy cerca de él, para rozarse, para sentir que estaban solos. — Casi siempre que he bailado… He bailado para ti. — Le confesó. — En este sitio lleno de gente… Sigo bailando solo para ti… — Dejó un breve beso en sus labios y rio. — Me sale natural, te lo juro. — Dijo entre risas. No pudo evitar mirarle con una ceja alzada cuando dijo lo de la faceta americana, y levantó los brazos. — Es que esto soy yo, Alice. — Se separó un poco y saltó sobre sí misma en círculo, moviéndose al son de la música. — Me gusta bailar como una loca, atreverme, probar, probar sin parar, ir de la mano con Marcus O’Donnell, uno al lado del otro, nunca uno por delante del otro. — Se citó a sí misma, notando como se le encogía el corazón, y tampoco entendía bien de dónde estaba saliendo todo aquello, de que área de su cabeza, no lo controlaba demasiado.

    Así que sí, ojalá me vieran. Ojalá vieran que sí, estaré loca, pero soy buena, soy divertida y amo con la cabeza, como los Gallia. — Dijo señalándose la frente. — Pero no tengo ni un gramo de Van Der Luyden, no vendrían aquí ni locos. — Se rio espontáneamente y se acercó saltando a Marcus de nuevo. — Soy todo locura Gallia y titanio, soy puro titanio, Marcus, si tengo una hora aunque sea para volar contigo y descubrir una locura de sitio en la que he decidido que es la peor ciudad del mundo. — Y entonces la música subió y tuvo que engancharse al cuello de su novio para hablar. — Querría que vieran que no pueden destruirme, que soy de titanio si estoy a tu lado, si tú sigues amándome lo suficiente como para meterte en este sitio conmigo. — Se separó para mirarle a la cara, sin dejar de moverse ni soltar su cuello. — Y te conozco, y me imagino un par de cosas nada correctas que harías ahora si se atrevieran a aparecerse aquí y decir cosas como las que me dijeron el otro día. — Oh, sí, conocía las miradas de su novio, y el otro día no había tenido el temple de analizarlas pero… Ella se sentía poderosa en ese momento (probablemente efecto del alcohol, pero Merlín sabía que lo necesitaba) y si ella se sentía así… Marcus seguro que más, y, a juzgar por las miradas que le había visto poner en casa de sus abuelos… Si ahora tuviera ese poder en sus manos… Tuvo que suspirar solo de imaginarlo.





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    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Le dio la bebida después de que dijera que sí, pero esa contestación... Ah, si ya estaba empezando a crecerse, esas contestaciones solo le hacían crecerse aún más. Arqueó una ceja, mirándola beber y escuchando sus palabras, y podría jurar que todo lo que estaba alrededor había desaparecido. Que había entrado en ese estado de concentración poderosa en el que se sentía muy capaz de conseguir sus propósitos, fueran cuales fueran. Y esos ojos y esa sonrisa dirigidas hacia él solo le daban más y más poder a cada segundo que pasaba. - Alice Gallia siempre quiere más, porque Alice Gallia merece más. - Cogió de nuevo la copa y dio un sorbo, sin dejar de clavar los ojos en ella ni quitar la sonrisa ladina, y cuando acabó se la tendió. - Y Alice Gallia tendrá todo lo que quiera. - Ya se encargaría él de eso.

    Había agarrado su camisa y él se dejó arrastrar, y empezaba a posar los ojos en ella con una fiereza que le poseía y le hacía devorarla con la mirada. Marcus perdía su autocontrol con Alice, pero ahora... lo iba a gestionar. Lo iba a gestionar bien como llevaba un mes gestionando emociones mucho más desagradables que esa, y no había tenido más remedio que hacerlo. No le había quedado de otra que aguantarse. Que tragarse la rabia, la pena, la frustración, la angustia y la impotencia. Pues empezaba a sentir deseo, mucho deseo... y quería, también, guardárselo dentro y que le explotara si hacía falta. Porque de esa emoción podía disfrutar. Podía permitir que se la fomentara y verla crecer y crecer... hasta que explotara. Y, en este caso, sin miedo a las consecuencias. - ¿Qué me vas a enseñar? - Él también sabía lanzar preguntas retóricas. Alice estaba bailando muy cerca de él, y afirmándole lo que él ya sabía: que bailaba para él. Pronunció levemente la sonrisa de superioridad. Sí, bailaba para él... Para nadie más. Era un privilegio solo suyo. Al final sí que le iba a gustar la exclusividad, como a todo hijo de Slytherin.

    Por eso aprovechó para deslizar las manos por su cintura, y ese vestido era ciertamente peligroso si se tocaba mucho, era demasiado corto. - Y yo solo tengo ojos para ti. - Aseguró. Se acercó a su oído. - Y manos para ti... - La recorrió con estas al tiempo que lo decía, y se separó para volver a mirarla, pero sin despegar su cuerpo de ella, al menos hasta que su novia se puso a saltar. Él seguía admirándola. Ocultó una carcajada en los labios cerrados con su comentario. - Nadie podría ir jamás por delante de ti. - Se mojó los labios. - Ni yo... ni nadie. - Y quizás eso último le había salido un poco agresivo. Sentía mucho deseo, pero el alcohol que estaba bebiendo le estaba nublando, y los días acumulados, pasando factura. Y el creciente deseo se le estaba mezclando con el odio que llevaba tantos días intentando que no saliera disparado. El odio hacia todo el que se estaba atreviendo a hacer desaparecer a esa Alice que tenía ante él.

    - Ojalá te vieran. - Confirmó de nuevo. No desclavaba los ojos de ella, de su forma de bailar. Soltó una carcajada irónica. - Y más les vale no estar aquí. - Porque quizás no respondiera de mí. - Ellos se lo pierden. - Se acercó a ella y rodeó su cintura con un brazo, puede que un poco más fuerte de lo habitual. - Ellos se lo pierden todo. A ti, esto. Todo. - Que se pudrieran en sus casas. Prefería vivir feliz y con Alice en mitad de una calle contaminada como esa que en un sitio artificial y lleno de odio como la casa Van Der Luyden. Pero su novia estaba haciendo una alegoría que se centró en escuchar, muy callado y concentrado, sin perder una sonrisa que le daba un aspecto más malvado del que él solía portar. Como si esa parte malvada de Marcus viviera dentro de él, pero él quisiera esconderla. Le tuviera miedo, incluso, por lo que pudiera hacer... No en ese momento. Que saliera si tenía que salir. Pero nadie, absolutamente nadie, tocaba a Alice en su presencia y no tenía consecuencias.

    - Titanio... - Repitió. Se acercó a su oído. - Te amo. Con devoción. Con desesperación. Con mi vida y con la de que se atreva a interponerse entre nosotros. - No quería ni la menor duda de eso, de ahí la firmeza de su afirmación. - Tendrían que destruirte por encima de mi cadáver. - ¿Por qué se notaba cada vez más y más enfadado? ¿Pero qué le pasaba? Su novia estaba mucho más alegre y desenvuelta ahora. Era como si todo lo que se había guardado estos días estuviera saliendo sin control, justo en un momento en el que él no lo había invocado para nada. Y entonces ella se separó de él y prácticamente le dijo que le había pillado. Que sabía lo que estaba pensando. Se mojó los labios otra vez. - Que vengan y se atrevan. - Dijo, mirándola a los ojos. Se le había ido la sonrisa, pero no el fuego en los ojos. Un fuego que extrañamente mezclaba ira y deseo. - Les voy a obligar a verte. A verte bailar, a verte feliz. A ver esto. - Y les mataría después. Se acercó a ella, pegando su cuerpo al suyo, bailando pero aprovechando para recorrerla con sus manos. Y mientras subía por sus piernas, dijo en su oído. - Tampoco me atrevía a hacer esto en público cuando todos nos miraban... y ya me da igual. Quiero que nos miren. - Se pegó más. - Que se enteren de que somos imparables. Y que esto es nuestro. Solo nuestro. Tuyo. Y mío. - Agarró de nuevo la copa, dio otro sorbo y se la tendió a ella, esperando a que bebiera, mirándola hacerlo. Ya no quedaba mucha. No le importaría aprovechar el otro folleto que tenían, no le había ido mal con ese... Y no se iba a perturbar tanto su mente. Tenía sus cosas muy claras. En todo caso, igual se desinhibían y dejaban de contenerse de una maldita vez. Estaba harto de contenerse. - ¿Has terminado? - Preguntó, señalando la copa. - ¿O quieres más? -




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    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Tuvo que reír mientras cogía de nuevo la copa. Marcus siempre le prometía el cielo y la luna, Marcus creía que podía darle el cielo y la luna. Y ella sabía que no, pero podía hablarle en ese tono y prometerle cosas en aquel infernal ruido… ¿Por qué no? ¿Por qué no seguir los dictados del alcohol en sus venas y aquella música que la poseía y pensar que sí, que Alice Gallia siempre debía tener y merecer más?

    De momento, tenía los ojos de Marcus, con aquella mirada sobre ella. Y por Merlín y todos los fundadores, que no había nada en el mundo que le hiciera sentir lo que esos ojos le hacían sentir. Alice nunca probaría las drogas, pero estaba segura de que se sentían así, esa sensación física de que alguien se te ha metido en la piel y te está, literalmente, llenando de euforia. — Todo lo que puedas desear. — Pasó un dedo por la mejilla de Marcus y sonrió seductora. — Yo también sé darte lo que quieres, lo que anhelas, lo que matarías por tener… — Y eso último se le había escapado, pero es que ya iba cuesta abajo y sin frenos. — Y no hace falta que hagas nada, porque yo te lo daría todo, Marcus, te lo doy todo, solo por ser Marcus O'Donnell, el amor de mi vida. — Y se lanzó a sus labios, besándole con fuerza, más de la habitual y entrechocando sus lenguas.

    Se había perdido en lo de las manos, porque con el tacto ansioso de su novio, había dejado de escuchar y, de hecho, parecía haber dejado el resto de sus sentidos en pausa por tal de simplemente sentir su tacto. Pero abrió los ojos cuando dijo le de “ojalá te vieran” para mirarle y enfocar esa expresión. Oh, esa expresión… ¿Por qué la estaba volviendo tan loca de deseo? ¿Por qué sentía que… Casi no había visto esa expresión? O no tan acentuada, al menos. Y menos mal, porque, en otro contexto, contenerse le habría costado media vida. Rio un poco a lo de que se lo perdían. — Se lo pierden todo. No saben nada de la vida, ni del amor, ni de nada de lo que merece la pena.

    Claro que, parecido al efecto que tenía aquella mirada en ella, estaba aquella declaración de amor. Le gustó tanto, le estaba dando tantas sensaciones físicas, que se estremeció entorno a aquel brazo que la rodeaba. Con una mano aferró su mejilla. — Nada, óyeme Marcus, nada podría interponerse entre tú yo. Tú eres mío y yo si tuya, hasta el día en que me muera o en el que no recuerde ninguna otra cosa. — Volvió a besarle, acariciando sus rizos. Y entonces aquel escalofrío. “Que vengan y se atrevan” y esa mirada. — ¿Les obligarías? — Preguntó con media sonrisa. Pero ya no era una sonrisa de alegría o desinhibición, no. Era una sonrisa de quien sabe que se está lanzando a una travesura, una de un cariz muy concreto, y de la que… Bueno, quizá era posible que se arrepintieran al pensarlo fríamente y fuera de una discoteca… Pero es que estaban en una discoteca, y la cabeza de Alice de todo menos fría. — ¿A ver cómo bailo para ti? ¿Cómo mi cuerpo te busca? — Y las manos le hicieron echar la cabeza hacia atrás con un suspiro entre los labios. Le estaba encantando ese Marcus. — Necesito esas manos con locura, las necesito como el aire, no pares. — Le dijo de corazón al oído. — Pero no les dejaría vernos así. Les odio. Les odio demasiado como para dejarles presenciar lo mejor de mi vida… Tú y yo. Esto que sabemos crear. — Tomó aire y se notó jadear de tanta intensidad. — Esto es luz, es poder, es pasión… Y yo a ellos se lo negaría todo. Que vivan sin todo lo bueno del mundo, que ellos son todo lo malo.

    Se separó un segundo para terminar la bebida y dijo. — Sí, claro que quiero más. Pero primero otra copa. — Y le guiñó un ojo, llevándole de la mano a la barra, porque no podría soportar separase de Marcus en ese momento. Al andar se dio cuenta de que ya iba muy embotada por el alcohol, pero que le daba igual, su mente parecía más clara que nunca. Le pidió lo mismo al camarero y, en cuanto tuvo los chupitos delante, le dio un trago y, con el sabor del licor, besó a Marcus. — ¿Y qué más les harías? — Susurró después en su oído, para acto seguido, girar sobre sí misma con su sonrisa de travesuras, como cuando eran niños jugando en el castillo o en el jardín. — Encuéntrame y demuéstramelo. Sé que me encontrarías hasta en otra vida. — Y soltando la mano de Marcus, se perdió entre la gente, girándose de cuando en cuando para ver si se encontraba con él. Oh, señor, y cuando la encontrara no se iba a arrepentir ni un ápice.






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    Titanium
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Él lo sabía, que ella se lo daría todo, como él a ella. Por eso simplemente la miró mientras lo decía, concentrándose mucho en cada palabra (tenía que hacerlo para oírla bien entre tanto ruido, aunque siempre podría leer esas palabras de sus labios), y recibió su beso con pasión, aferrándose a su cuerpo y respondiendo como si no hubiera nadie alrededor, o mejor aún: como si quisiera que todo Nueva York se enterara. Que se enteraran de que se amaban, de que su amor iba a durar por toda la eternidad y que todo el deseo que sentían era el uno por el otro, y que no tenía límites. Que Alice no era todo eso que ellos decían, que se entregaba solo a una persona, en cuerpo y alma, y que esa persona era él. Y que por esa entrega él se enfrentaría a sus ejércitos de corruptos todas las veces que hiciera falta, aunque tuviera que ir él solo. Que se pusieran delante de él y le dijeran en su cara que ellos eran menos que los Van Der Luyden. Se iba a echar unas buenas risas a su costa.

    - Porque no son nadie. - Respondió con superioridad. - Nada pueden tener los que no son ni siquiera personas. - Escupió con rabia, y estaba disfrutando mucho de ver a Alice así, bailando, emanando deseo por todos los poros, riendo y desinhibida... pero le estaba generando un efecto rebote que hacía su odio hacia los Van Der Luyden crecer más y más que ni entendía, ni iba a pararse a entender ahora. Quería disfrutar de su novia bailando para él, dicho por ella misma, y regodearse en las fantasías asesinas hacia esa familia que cada vez eran más nítidas en su mente. Era una extraña combinación de emociones que, por alguna razón, estaba disfrutando mucho, y el alcohol, las luces cambiantes y esa música que latía hasta por sus venas solo la potenciaban más.

    Alice agarró su mejilla y la miró con fiereza, soltando una leve risa sarcástica a su comentario. - Por supuesto que no. - Dijo con superioridad. ¿Interponerse? ¿Esa gentuza? ¿Entre ellos? Que lo siguieran intentando. Volvió a besarla, y se iba a quedar enganchado a ese beso, a continuarlo y seguir acariciándola, cuando le lanzó esa pregunta que hizo que la mirara a los ojos de nuevo. - Sí. - Contestó sin dudar. Agarró una de las manos de Alice y la llevó al bolsillo en el que estaba su varita, porque a pesar del cóctel emocional, todavía conservaba la lucidez suficiente como para no sacar la varita en un lugar rodeado de muggles. - ¿De cuántas maneras crees que sé atar a la gente solo con esto? - Susurró en su oído, haciendo que Alice tocara su varita. - Les ataría y les obligaría a mirar. Hasta que nos cansáramos. Y... hasta cierto punto. - La miró y arqueó una ceja. - Igual hay cosas que no quiero que vean, vaya que les den ideas. Pero que las escuchen. - Desde luego que él no se estaba escuchando a sí mismo. Se le estaba soltando la lengua y estaba dejando ver un Marcus que no había salido hasta el momento. Pero le daba igual.

    Si Alice le pedía que no parara, él no pensaba parar. Se pegó aún más a su cuerpo, y cada vez sentía más sus piernas entrelazadas con las suyas, y contenía más la respiración. Su excitación iba creciendo más y más... pero aún podía estirar un poco ese juego. Y ahí ella dijo que les odiaba. La miró. - Y yo. - Respondió con dureza. Les odiaba con todo su ser, como no era consciente de que se podía odiar a alguien. A lo máximo que había llegado era a que alguien le cayera rematadamente mal, o que no quisiera saber nada de él. Lo más parecido que había sentido al odio había sido hacia su primo Percival o hacia Layne Hughes. En comparación con lo que sentía por esta gente, prefería hacer una merienda en casa con ellos dos. No había ni punto de comparación, y eso que los dos le causaban verdadera repulsa, pero esto iba a otros niveles muy superiores.

    Claro que quería más, y le dedicó una sonrisa ladina a su guiño, dejándose guiar hacia la barra. Cuando llegaron a esta, volvió a colocarse tras ella, como antes... solo que mucho más pegado esta vez. Como muy pegado, deliberadamente cerca de su cuerpo, prácticamente aprisionando a la chica contra la barra, mientras esta pedía la copa. Pero no dijo nada, solo mantuvo la sonrisilla. Estaban jugando a ese juego y a los dos les gustaba provocarse, sacaban muchos beneficios de ello. Se separó para dejar a Alice girarse y darle el chupito, y antes de poder tomárselo ella le besó, con el sabor del licor en ellos. - Así me gusta más. - Ya vería él lo que hacía con el suyo, algo se le ocurriría. Por supuesto que su Alice, que pensaba a toda velocidad, no le iba a dar tiempo, y tras lanzarle una pregunta que le puso todos los vellos de punta e hizo que le recorriera un escalofrío, se perdió entre la multitud. Se giró lentamente hacia ella, siguiendo su estela... Pero iba a necesitar más gasolina para dejar fluir todo lo que llevaba dentro.

    Se bebió el chupito de un trago, sin pensar, y se giró hacia la barra, pidiendo otro. Bastante eficientes, al parecer lo de intentar dialogar con ellos como cuando acababan de entrar solo ralentizaba las cosas, y una mirada directa y un gesto servían para entenderse. Con el siguiente chupito en la mano y la mente curiosamente más clarificada de lo que cabría esperar (o quizás era una falsa sensación, pero le daba igual en esos momentos), fue tras ella, pero sin molestarse en tener prisas. La tenía bastante localizada con la mirada, no tardaba en encontrarla si se le perdía, así que se fue con una sonrisa ladina como un depredador que no necesita correr porque sabe que su presa no va a escapar se cuele por donde se cuele. Se fue aproximando poco a poco, y prácticamente estaban ya en un área totalmente diferente de la discoteca, y cuando se vio más cerca, aceleró el paso y la atrapó, aprovechando que justo había una columna cerca de ellos, colocándola con la espalda pegada a esta. - Dime una cosa, Gallia. - Empezó, mirándola con deseo. - Esa pregunta que me has lanzado... ¿A quién te refieres? ¿A ellos, o a ti? - Ladeó la cabeza. - Porque no os haría lo mismo para nada. - Alzó la mano del chupito, mirándola, y justo después se acercó a su oído, acercando el vaso peligrosamente hacia su cuello. - Yo también sé jugar con esto ¿sabes? - Provocó, y mientras lo decía, inclinó lo suficiente el vaso para que las primeras gotas cayeran sobre el cuello de Alice. Bajó la mano del chupito, mientras la libre seguía apoyada en su columna, y recorrió con su lengua el líquido que había caído en su piel, besando su cuello en el proceso, pegando su cuerpo al de ella, deleitándose allí sin ninguna prisa. Volvió a mirarla y se bebió el chupito restante. - ¿Vas a volver a escaparte? - Hizo un leve gesto con el rostro. - Tú misma has dicho que te encontraría en cualquier parte. Quizás te compense más quedarte aquí. -




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    Titanium
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Se había quedado con los movimientos y las palabras de su novio. Desde que querría que les oyeran… Hasta eso de las distintas formas de atar que tenía con la varita. Repetía aquellas palabras, aquellos susurros, aquella forma de pegar su cuerpo al suyo en la barra… Y que odiaba a los Van Der Luyden, oh, eso era como música para sus oídos. Quería oírlo, quería a ese Marcus desbordante de… ¿Rabia Slytherin? Lo que fuera, quería que la encontrara y la agarrara y se pegara a ella como estaba haciendo, volver a sentir ese subidón que casi podía sentir físicamente por sus venas…

    Y, como ella misma había adelantado, Marcus la encontró sin problemas, y aprovechó desde que le vio para contonearse con la música y atraerle con la mirada. Entreabrió los labios en una sonrisa cuando la puso contra la columna y rio desde la garganta. — Ya me imagino. — Contestó. Pero antes de que le dijera lo que estaba pensando, notó el líquido y el olor del chupito bajar por su cuello, y un jadeo salió de su garganta, mientras enterraba la mano en el pelo de su novio. — Así me gusta más a mí también. — Dijo, anhelante. Le rodeó con una de sus piernas para pegarle a ella y juntó sus frentes. — Eres una droga, Marcus O’Donnell, te metes en mi cuerpo y no podría sacarte ni en mil años… — Pasó la lengua por sus labios y se rio, sin dejar de mirarle. Y ya no era ni seductora, era con pura lujuria. — Me encanta cómo me miras. — Dijo con intensidad. — Sigue mirándome… — Cogió la trenza y empezó a deshacérsela, lentamente, dejando caer el pelo lentamente sobre sus hombros. Ahora mismo, ella entera cambiaba de color por las luces, pero estaba segura de que su novio estaba atendiendo a todos sus movimientos. Acarició la barbilla de Marcus y bajó después la mano disimuladamente hacia su tirante, bajándoselo un poco, lentamente. — Creo que te gusta lo que ves.

    En cuanto a tu segunda pregunta. — Le pegó las caderas, y se aprisionó más a sí misma contra la columna. — Me quedo donde pueda estar todavía más cerca de ti. — Y volvió a sus labios, besándolos con fiereza. — Donde puedas hacerme lo que querrías hacerme… — Ahora fue ella la que lamió su cuello y subió hasta su oreja. — Donde puedas decirme todas y cada una de las cosas que querrías hacer con esos desalmados. — Volvió a sus labios y notó cómo se aceleraba al mismo ritmo que la música, cómo el olor de Marcus y el del alcohol se mezclaban, y ella se dejaba llevar sin pensarlo, sin miedo a nada, como había sido ella siempre, corriendo por el lado del abismo. — Y donde puedas enseñarme todo eso que sabes hacer con una varita… — Alzó la ceja y metió la mano en el bolsillo de Marcus, tocando la varita y siguiendo cierto camino con la mano. — Demuéstrame todo eso que quieres hacerme porque creo que nunca, ni la primera vez, te he deseado tanto como ahora. — Le pegó más a ella. — Necesito más de mi droga favorita.





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    Sáb Mar 11, 2023 12:42 pm


    Titanium
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Ladeó una sonrisa, pero la contención de la que quería hacer gala estaba llegando a su límite ya... si bien la tenía bastante controlada. Al menos sentía que eso lo podía controlar, que podía llevar su deseo en la dirección que quisiera, aguantarlo hasta donde quisiera y soltarlo cuando quisiera. Al menos eso sí. Al menos controlaba algo.

    Siguió mirándola con fiereza, porque se lo pidió y porque igualmente quería hacerlo. - Me encanta lo que veo. - Respondió. - Y me encanta meterme en tu cuerpo de esa forma... - Parafraseó. Por supuesto que no iba a dejar ahí la frase. - Se me ocurren muchas otras. - Se pegó más a ella, sin dejar de mirarla, sin dejar de sentir que controlaba la situación, lo cual, paradójicamente, le excitaba más y le descontrolaba más, pero controlaba el descontrol de su deseo. Sentía que lo estaba midiendo muy bien a pesar de que, con el alcohol que había tomado en tan poco tiempo y con tan poca costumbre, debería estar bastante nublado. Y un poco lo estaba... Pero, lo dicho, tenía sensación de control. Otra cosa es que fuera solo sensación y no control real.

    - Aquí puedo hacer alguna de esas cosas... - Susurró en su oído de vuelta (bueno, no era muy susurrado, seguían teniendo que hablarse casi a gritos por el ruido, pero se captaba el tono). - Pero quizás no todas... No vamos a darle ese beneficio a quien no lo merece. - Porque, al parecer, todo Nueva York estaba metido en ese mismo saco de personas que no merecen nada de ellos. Devolvió su beso, apasionadamente, y siguió escuchándola y mirándola. Esa Alice entregada le encantaba, y hacía con él lo que quería... Pero no esta vez. Esta vez controlaba él. Esta vez iba a ser ella quien hiciera lo que él quisiese, se lo estaba diciendo muy claro, que estaba totalmente entregada. De esa situación iba a tener él todo el control.

    - Qué bien me vendría esta columna... - Dijo bajando las manos por sus brazos, llegando a hasta su mano y entrelazando los dedos en ella. - ...Para dejar aquí a más de uno y que no estorbara más. - Concluyó, y mientras hablaba seguía agarrando sus manos y deslizándolas hacia la parte de atrás de la columna. - Que vieran la vida pasar. Que vieran cómo la gente vive, hace lo prohibido... y ellos solo hacen eso. Mirar. - Se mojó los labios y ladeó la cabeza. - ¿Tanto me deseas? - Preguntó. Arqueó una ceja. - ¿Y si me descontrolara? Todo mi poder... ¿Me desearías más? - Se pegó más a ella y volvió a besarla como si estuvieran solos, como bajo ningún concepto él se dedicaría a besarla siendo consciente de la cantidad de gente que había allí. Pero nadie parecía reparar en ellos. En Nueva York eran poco menos que invisibles, no eran nadie, eran insignificantes. Entre tanto edificio asquerosamente alto y tanta gente influyente y llena de telarañas infinitas, solo eran moscas atrapadas. Y a quien no puede hacer nada, no se le exige nada ¿no? Ni decoro, ni bondad, ni nada. Podría hacer con su novia lo que quisiera allí mismo y ¿quién le iba a exigir nada? ¿Un Van Der Luyden? ¿Iba gente maltratadora y extorsionadora a decirle que no besara y tocara a su novia en público? ¿Y qué le iban a hacer? ¿Matarle? Que se atrevieran. Que igual no se quedaba solo en fantasear con hacerles daño. Igual usaba esa varita tan poderosa que tenía para hacerles algo de verdad, como siguieran tocándole las narices.

    ¿Por qué a medida que subía su deseo subía también su ira? Nunca le había pasado eso, pero es que... estaba... harto. Furioso. Cansado de sentir tanta impotencia. Y por primera vez en todo ese maldito mes, Alice, la persona a la que más quería del mundo y a la que no paraban de hacer daño una gentuza contra quienes no podía hacer nada, le estaba dando poder. Le estaba haciendo sentir poderoso y con control. Por un momento le estaba haciendo pensar que realmente podía dar un golpe en la mesa y que todo cambiara. Y además, le estaba provocando como solo ella sabía. Y la echaba de menos. Llevaba un mes sin estar con ella a solas para entregarse como a ellos les gustaba, y tenían un piso al lado de aquel lugar para pasar la noche. Ya estaba bien de que todo el mundo les mandara hacer o no hacer con riesgo grave en caso de salirse tan solo mínimamente del perímetro. Esa noche iban a hacer lo que les diera la gana.

    Soltó una de sus manos y, manteniendo la otra agarrada, tiró de ella hacia otro lugar de la discoteca. No sabía dónde estaban los baños, pero los iba a encontrar, aunque tuviera que pateársela entera y pasar por mitad de las cientos de personas que debía haber allí. No tardó en dar con ellos, e ignorando si eran de hombres o de mujeres o la gente que había, tiró de Alice hasta el interior de una cabina y se encerró con ella dentro. Sacó la varita y ladeó una sonrisa. - ¿Quieres que empiece? ¿Aquí? - Arqueó una ceja. - Ahora no hay muggles que puedan verme con ella. - Pero no era ese su plan, su plan era otro. Cuando parecía que iba a hacer algo con la varita, o que iba a aprovechar para liarse con ella en el baño (ni que fuera la primera vez), agarró con fuerza su cintura, apretándola contra él, y le dijo. - Agárrate fuerte. - Desapareciendo de allí en el acto.

    Jason le había indicado concretamente en que esquina aparecerse justo para llegar a su casa, y eso hizo. Ni lo había dudado. Como no iba a dudar ni un segundo en pronunciar el hechizo de la puerta, aunque fuera la primera vez que lo hacía. Se trataba de una puertecita muy estrecha de un bloque de edificios, y la casa estaba en la cuarta planta. Ni reparó en el ascensor, directamente subió por las escaleras, con fijación y con Alice aún agarrada de su mano y tirando de ella, sin decir nada. Como si por hablar o pestañear siquiera, como si por hacer algo que no fuera ir directamente hacia la casa, fuera a romper su concentración. Abrió la puerta, entró y, al cerrarla, apoyó a su novia contra ella, quedándose como estuvieran apenas segundos antes en la columna de la discoteca. - ¿Qué quieres oír? ¿Qué quieres ver? - Preguntó. Quizás le estuviera saliendo el tono un poco más agresivo de lo que era habitual en él. - ¿Qué quieres que haga? Porque yo sé lo que quiero hacer aquí, Gallia, pero quiero que tú me lo pidas. -




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    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    No podía evitar sonreír con lujuria al ver como Marcus le seguía los jueguecitos de palabras. Ella amaba a su Marcus de siempre, pero esa versión era… Era exactamente lo que una Alice desesperada y rota necesitaba, sinceramente. Le miró a los ojos y dijo. — Qué no daría yo por ser legeremante ahora mismo y ver en qué estás pensando. — Rio como una niña traviesa a lo de no darles el beneficio. Pues sí, bastantes beneficios tenían ya, la verdad, no necesitaba más en absoluto. También asintió a lo de la columna. Marcus NUNCA hablaba así, pero saber que a él también habían logrado despertarle el odio le hacía sentirse mejor persona, le daba razón de ser a su enfado y sus pensamientos. — Les dejaríamos aquí con un hechizo que les impidiera moverse y seguirnos a ninguna parte. Para siempre. — Le siguió.

    Pero, entonces, se fijó en su mirada y dijo lo de descontrolarse y juraría que le había causado placer solo de oírlo. — No hay nada que pueda desear más ahora mismo que ver ese poder con estos ojos de Ravenclaw. — Contestó casi sin aire. Estaba mucho más excitada de lo que reconocería en circunstancias normales. — Sí. — Contestó a la pregunta. — Enséñame cuánto te descontrolas y yo te enseñaré cuánto puedo llegar a desearte. — Se agarró (igual hasta demasiado fuerte) de sus rizos y le dijo al oído. — Siempre me ha gustado cuando no te puedes contener. — Oh, esperaba grandes resultados de eso.

    Y entre besos y lo acelerada que iba, se dejó llevar hasta donde Marcus decidiera llevarla, mientras las luces la cegaban, la música latía por dentro de ella y sentía que estaba… Exactamente donde necesitaba estar en ese momento, a pesar de la mente embotada por el alcohol. Acabaron en una cabina del baño, claro, como en la graduación, y nada más entrar tuvo que decir. — Me muero por empezar. — Y miró la varita. Oh, eso se ponía definitivamente interesante sin duda alguna. — Tampoco pueden ver lo que vas a hacerme. — Y no sabía hasta qué punto, porque, antes de que pudiera darse cuenta, ya no había ni luces, ni música, ni baño, estaban en medio de una esquina a la que, obviamente, habían llegado por medio de la aparición, pero eso era todo su conocimiento. Por el hecho de que Marcus tuviera tanta seguridad, deducía que era el piso del que habían hablado antes. Qué gusto saber cuánto se deseaban, al menos en eso podía estar tranquila.

    Cuando se vio arrinconada contra la puerta, entreabrió los labios en un jadeo, porque aquella actitud tan… Bruta, para ser su novio, le estaba encantando, pero lo que le preguntó se quedó unos segundos en su cabeza, hasta que habló por encima del deseo, del alcohol y todo lo demás. — Quiero que me digas cuánto les odias. Quiero que me digas que tengo razón en querer que sufran como nos han hecho sufrir a todos. Quiero saber que no soy mala por desearles… Lo peor. — Jadeó, pero esta vez fue más por quitarse un peso de encima, mientras dejaba caer los párpados. — Les odio por eso también, por volverme mala y con estas cosas en mi cabeza. — Levantó la mirada a Marcus y ladeó la cabeza. — Y si me preguntas que quiero ver… — Se agarró con fuerza al cuello de su camisa. — Quiero verte desnudo, disfrutar de lo mejor que queda en mi vida que eres tú, tú y yo juntos fuera de todo… — Volvió a rodearle con la pierna. — ¿Y qué quiero que hagas? — Rio y echó la cabeza para atrás, dejando la bruma de su cerebro campar a sus anchas. — Que me arranques esta pena a base de descontrolarte y darme tanto placer que no pueda pensar en otra cosa, que tomes el control. — Recolocó la cabeza y le miró, que ella no tenía ningún problema en pedir las cosas. — Marcus… Hazme tuya, aquí, y ahora, y hazlo más fuerte que nunca.






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    Mar Mar 14, 2023 6:19 pm


    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Apretó los labios, escuchando a su novia, mirándola y notando la respiración acelerada y opresiva en el pecho. - Les odio. - Contestó, lleno de ira. - Les odio como no he odiado a nadie en mi vida. - Arqueó las cejas. - ¿Mala? - Soltó una carcajada sarcástica con los labios cerrados. - Si tú eres mala por pensar eso, ¿cómo soy yo, entonces? - Se acercó a ella y bajó la voz a una que ni él mismo se había escuchado en su vida. - Porque te juro por mi vida que les mataría ahora mismo si pudiera. Y no usaría la varita. Lo haría con mis propias manos. - Y sí, él también les odiaba, entre otras cosas, por haber metido esas ideas tanto en ella como en él. Su Alice no era así, su Alice no tenía ni un ápice de Slytherin, antes sería Hufflepuff o Gryffindor, y ninguna de las dos casas eran especialmente conocidas por su crueldad. En cuanto a él... le daba igual. En el fondo, parecía haber asumido hacía tiempo que tenía una parte malvada habitando dentro de él que podría despertar en cualquier momento. Su propio boggart se lo advirtió, y si era un boggart era porque temía esa parte malvada... Hasta hoy. Le daba igual ser así por gente como esa. Y diría muy a boca llena lo mucho que les odiaba. Solo les odiaba un poco más por haber sacado al Marcus malvado a relucir a tan pronta edad. Pero iba a aprovecharse de ello. Y serían los Van Der Luyden los que saldrían perdiendo. Porque al menos le habían dado el beneficio de dejar de tenerle miedo.

    Le había hecho varias preguntas a Alice que ella seguía contestando, y sus respuestas le estaban gustando mucho, si bien él ya tenía la hoja de ruta bastante establecida, solo que ella la estaba confirmando. - Eso lo voy a hacer. - Confirmó, ladeando una sonrisa maligna. - Y eso lo vas a ver... pero los tiempos los marco yo. - Se lanzó a sus labios para devorarlos con frenesí, pasando las manos por debajo de la falda del vestido. No se demoró mucho. - Ya me quedé una vez con las ganas de arrancarte esto. - Si algo tenía claro en su vida era que se iba a resarcir de esa ocasión, y allá que iba. Levantó el vestido y se deshizo de él, con muy poca delicadeza para ser justos, pero al parecer ese era el modo pactado por ambos en aquella ocasión. No se despegó ni de su cuerpo ni de la puerta, contra quienes volvió nada más lanzar el vestido al suelo. - La próxima vez... que te llamen golfa... - Solo pronunciarlo, a lo cual se había negado hasta ahora, hacía que le hirviera la sangre. - ...Les corto la lengua. - Continuó. - La próxima vez... que les vea empujar así a tu hermano... les corto un brazo. - Apretó los dientes. - Y la próxima vez... que mencionen a tu madre siguiera... voy a quemar esa casa de mierda de la que le echaron un día con ellos dentro. Y a dejar los escombros allí para siempre. Como recuerdo. - El corazón se le iba a salir por la boca. - Como recuerdo de lo que pasa si te metes con un Gallia en presencia de Marcus O'Donnell. - Esperaba haber dejado clara su postura.

    - Y ahora. - La agarró entre sus brazos y la alzó, haciendo que rodeara su cintura con sus piernas y sosteniéndola. - No quiero oír ni una palabra más sobre esa gentuza. ¿Entendido? - Y, por si acaso había oposición al respecto, se lanzó a sus labios y se dirigió (por intuición, porque no había estado nunca en esa casa), hacia el dormitorio, tirando a Alice en la cama (lo dicho, no estaba especialmente delicado ese día) y comenzando a desnudarse, sin dejar de mirarla. - ¿Esto es lo que querías ver? - Preguntó, chulesco, cuando se hubo desnudado. Se acercó a ella entre sus piernas y, antes de tirar de su ropa interior, dijo. - Mi turno. - Deshaciéndose de esta, al menos de la de abajo, que era lo que le interesaba por el momento. Porque quería descontrolarla y sabía que con ello lo iba a conseguir. Se agarró a sus piernas y, besando sus muslos, no tardó en llegar donde le interesaba, sin quitar la vista de ella, acariciándola con su lengua. Hasta que se descontrolara de verdad.




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    Mar Mar 14, 2023 10:12 pm


    Titanium [+18]
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    ¿Por qué le daba tanta satisfacción oírlo? ¿Por qué le hacía jadear y respirar con más dificultad, como si estuviera oyendo algo emocionante? Quizá porque lo era. Le gustaba saber lo que podría hacer Marcus por ella, había tenido tanto miedo de que se cansara de luchar por ella, que oírle tan determinado le causaba un alivio tremendo y la llenaba de energía. Le miró a los ojos cuando dijo que les mataría, y, lo cierto, es que no supo qué vio. No era su Marcus de siempre, y determinación tenía… Quizá solo estaba fantaseando, como hacía ella a veces, y sí, ellos nunca habrían fantaseado con algo así, pero tampoco nunca habían visto comprometida la integridad de su hermano, ni sus nombres arrastrados por el suelo por gente como ellos… Definitivamente, y por muy cruel que sonara… Le daba igual.

    Y lo que desde luego no le daba igual, porque simplemente le encantaba, era aquella urgencia, aquella brusquedad, porque en esa noche, en la niebla del alcohol y los sentimientos extremadamente intensos, no había sitio para la ternura, así que se dejó quitar el vestido de golpe, con una sonrisa invitadora, deseando más que nunca que siguiera así, que la tomara de la forma más salvaje que pudiera, necesitaba desahogar todo ese odio, y necesitaba a Marcus, ahora no entendía cómo se habían controlado tanto. Y si los tiempo los marcaba él, mejor que mejor. Notó, sin duda alguna, la sensación de placer que le recorrió cuando dijo lo que les haría si la volvían a llamar golfa. Marcus JAMÁS usaba ese lenguaje, pero verle enfretarlo y buscar consecuencias por ello… Definitivamente era como para asustarse de que le gustara tanto… Especialmente lo del incendio, pero es que… ¿No era el mundo ya muy complicado para ellos? ¿Tenían que poner siempre la otra mejilla? Y se sentía poderosa cuando Marcus decía eso, porque, hasta ahora, todo lo que había oído era “tenemos que tener cuidado con ellos” “que no sepan, que no oigan, que no sea por nosotros” estaba harta de estar asustada. — Sigue. — Dijo, con voz susurrada, entre besos. Necesitaba a ese Marcus descontrolado. — No sabes lo que daría por ver eso. — Dijo de corazón, entre jadeos de pasión. — Eres el mago más poderoso que conozco, y me tienes hechizada a mí. — Le dijo en un ataque de sinceridad.

    Se aferró a su cuerpo, pasando sus manos por su pelo y besando su cuello mientras la llevaba a la cama, notando todo su cuerpo encendido al máximo, demandando Marcus a como diera lugar. Cuando se desnudó, se incorporó para mirarle, y se mordió el labio inferior, mientras acariciaba su cuerpo. — Y tanto que es lo que quería… — Admitió, inclinándose para pasar la lengua por su piel. Pero no le dio tiempo a mucho más, porque Marcus tomó de nuevo el control, y antes de que pudiera darse cuenta, estaba entre sus piernas, y le arrancó un gemido, nublando su mente de placer de golpe. Estaba tan encendida, tan necesitada de aquello, que solo aquel contacto le hizo incorporar el tronco y retorcerse de placer, manteniéndole la mirada a Marcus. Le encantaba que la mirara mientras hacía eso, quería enseñárselo, quería que viera lo que le provocaba, aquellos espasmos, aquella sensación que hacía su cuerpo entero estremecerse y que él conseguía como nadie.

    Tardó en darse cuenta de que estaba agarrando los rizos de Marcus muy fuerte, y gimiendo mientras miraba hacia el techo, con el pecho subiendo y bajando frenéticamente, y fue ese momento de conciencia cuando dijo, entrecortada. — Marcus, no hemos echado hechizo silenciador. — Y aquel edificio estaba lleno de muggles que no sabían quiénes eran. Y, para no romper el momento, le miró con lujuria y se permitió una sonrisita, alzando la ceja. — No quiero tener que controlar mis gritos. Y ya que sacas la varita… Creo recordar que se te ocurrían muchas formas de atara a alguien usándola… — ¿Por qué quería algo así? No lo sabía, era inexplicable, el Marcus Slytherin y poderoso siempre había tenido efecto en ella… Pero es que así era ella. — Por mucho que lo intenten… Yo soy Alice Gallia, y siempre querré más de Marcus O’Donnell.






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    Mar Mar 14, 2023 11:14 pm


    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Realmente se sentía el mago más poderoso del mundo, ahora podría ser capaz de todo. Habitualmente, con un subidón de poder así, pensaría en sacarse los exámenes de alquimista con los ojos cerrados. Ahora, sin embargo, estaba tan presa de la furia, tan desubicado de su vida habitual y tan descontextualizado, en aquel país en el que no sentía que nada se pareciera a lo que conocía, que eso ni se le pasaba por la cabeza. Por primera vez en su vida, en un arrebato de poder, ni se le estaba pasando por la cabeza nada relacionado con su éxito personal, académico, profesional, nada relacionado con la alquimia. Estaba lleno de rabia, y podría jurar que jamás se había sentido tan poderoso. Y quería usar ese poder para destruir a esa gente... Y para hacerlo con Alice. Para desfogar con ella como los dos parecían necesitar. Obviamente se iba a decantar por la segunda opción, ya estaba en hecho, de hecho, y no sabría ni trazar la línea en el lugar en el que habían pasado de estar bromeando sobre perritos calientes en el paseo marítimo a estar allí. Pero así era su vida últimamente al fin y al cabo: todo parecía ir a toda velocidad y carecer de sentido.

    Estaba sintiendo y escuchando el placer de Alice y eso le hacía venirse arriba más y más, sin dejar de mirarla, viendo cómo le devolvía la mirada, le desafiaba a continuar y a hacerlo con más intensidad. Se estaba agarrando a su pelo con tanta fuerza que le dolía, pero no solo le daba igual, es que parecía motivarle. La estaba descontrolando, tal y como ella le había pedido y él deseaba hacer. Llevaban contenidos demasiado tiempo y esa noche iban a perder el control. Fue entonces cuando le recordó que no habían echado el hechizo silenciador, y como todo lo que hacía, decía o simplemente ocurría en las últimas horas, volvió a generar un impulso en él. Tanto de excitación como de rabia.

    Sin decir nada, se separó de entre sus piernas, aún con la mirada en ella, para agacharse a recoger la varita de entre sus ropas. Volvió a su cuerpo, encajándose con este. - ¿Me estás pidiendo que use la varita? - Y no solo para lanzar el hechizo silenciador, se lo había dicho muy clarito, sus oídos lo habían escuchado y su cerebro captado a la perfección. A Marcus solían chirriarle ciertas peticiones de Alice, aunque las acabara haciendo, pero siempre le dejaban momentáneamente aturdido. Pero hoy, como se había encargado de dejar bien claro, marcaba él los ritmos. - ¿Eso quieres? - Tensó aún más, mientras llevaba sus manos a las de ella, aprovechando que, en la posición y circunstancias que estaban y usando esa voz retadora y mirándola directamente a los ojos, su gesto podría pasar levemente desapercibido. - No hemos echado el hechizo silenciador... ni lo vamos a echar. - Y ya había llegado a sus muñecas, por lo que alzó sus brazos por encima de su cabeza, con la varita en la mano. - Pero sí que voy a usar esto. - En apenas un movimiento circular de la varita, un lazo ató sus manos. Echó a un lado la varita, prácticamente lanzándola a la mesita de noche. Probablemente se hubiera caído al suelo. Le daba igual.

    - Eres Alice Gallia. - Dijo sobre sus labios, en un susurro grave, bajando aún más su cuerpo sobre ella. - E incluso estando así... eres libre. - Besó sus labios en una caricia tentadora, diciendo justo después. - Solo alguien que conoce la verdadera libertad puede jugar con las ataduras. - Se acercó a su oído y susurró. - Solo yo puedo hacerte esto. Ese poder es mío porque me lo has dado tú. - Volvió a mirarla a los ojos. - Y ahora... grita. - Se encajó entre sus piernas, aún sin entrar, pero ya facilitándose mucho el camino. - Que te oigan. En todos los mundos. Que se enteren de que eres libre. Que nos escuchen. - Ya sí, entró en ella, cerrando los ojos y apretando los labios con fuerza, soltando el aire en un gemido grave. La miró otra vez. - No pueden con nosotros. - Jadeó, comenzando a moverse sobre ella. - A esto sabe la libertad, Alice Gallia. Así suena. Y no van a quitárnosla. -




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    Miér Mar 15, 2023 12:31 am


    Titanium [+18]
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Sonrió traviesa cuando le preguntó lo de la varita, y asintió expectante, como una niña malvada que quiere ver una travesura. — Eso quiero. — Dijo, aterciopelada, sin ejercer ninguna fuerza en las manos, dejándose totalmente, pero es que aquella afirmación la dejó descolocada de verdad. ¿En serio… No le importaba que les oyeran? Y así, en medio de aquella confusión, notó sus manos atadas y un escalofrío de placer la recorrió, y se retorció bajo el cuerpo de Marcus.

    Se le curvó la espalda cuando le dijo su nombre así. Devolvió su beso y le miró un segundo, antes de tener que dejar escapar de nuevo el aire entre sus labios, tratando de regular todo lo que tenía dentro. Sí, ella era libre de que Marcus la atara, de que llevara el ritmo, porque eso significaba la libertad para ella también, sentir como Marcus canalizaba y domaba esa fiera que parecía que le corría por las venas a veces, insaciable, ardiente, y nadie mejor que él sabía llevarla. — Solo tú. — Aseguró en un susurro. — Todo lo que hago… Es para ti. Mi placer, mi cuerpo… Solo te buscan a ti. Un privilegio que solo tú tienes en el mundo. — Y pegó sus caderas a él, porque al tener las manos atadas no tenía tantos movimientos, y no podía negar que le encantaba aquella sensación encontrada. Sonrió lujuriosamente a lo de gritar y alzó una ceja. — Haz que lo haga. Que no me quede otra opción más que gritar como una loca. — Sí, eso quería, que les escucharan, que supieran que era capaz de alcanzar el punto más alto y mejor del placer con Marcus, que nadie podía interponerse ahí.

    Había echado demasiado de menos a Marcus dentro de ella, y cuando por fin lo sintió, gimió bien alto en un estremecimiento. — Que lo oigan. Que oigan cómo soy tuya, cómo me haces gritar. — Por todos los dragones, iba a volverse loca del gusto entre cómo venía, las ganas que tenía, la niebla de su cabeza, que lo hacía todo más intenso y lo que Marcus había estado haciendo antes. Pero alzó la cabeza para juntar la frente con la de su. — Tú eres mi libertad. Tú puedes atarme, arañarme, morderme, poseerme. Tú y yo nos permitimos todo lo que nos dé placer. — Su espalda se arqueó y de nuevo gimió. — Que lo sepan todos, que sepan cuánto placer me haces sentir. — Empujó sus caderas contra él y le miró con desafío. — Puedes hacérmelo sentir en más sitios, por no dejarnos nada. Puedes hacérmelo tan fuerte que rompamos los muebles. — Ella iba a tirarse el órdago, que para eso estaban tan arriba. — Quiero ver todo lo que mi mago poderoso puede hacer conmigo. Y si se atreve a soltarme las manos otra vez… — Le rodeó la cintura con las piernas y susurró ardientemente, con un falso tono de niña buena, en su oído. — Cuando tú lo mandes, claro… Yo solo puedo obedecerte esta noche.






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    Miér Mar 15, 2023 11:26 pm


    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    No es como que, en el punto que estaba, necesitara que Alice le dijera nada más, pero sin duda su novia sabía qué frases decirle. Sí, ese privilegio solo lo tenía él en el mundo, y en momentos como ese le encantaba que así fuera, iría promulgándolo a voces por todos los países del planeta si pudiera. Sin llegar a tal extremo, pero algo sí que iba a escucharse, porque los gritos de su novia se estaban descontrolando, lo que conseguía que él diera más motivos para su descontrol, acompañándola con su propio frenesí.

    "Tú eres mi libertad". Clavó la mirada en sus ojos y apretó los dientes, sin detenerse, intensificando el ritmo aún más. Pasó un brazo por su cintura para pegarla aún más a él, aprovechando el arqueo de su espalda. - ¿Todo eso quieres que te haga? - ¿Por qué, habitualmente, a Marcus O'Donnell no le parecía ni apetecible ni buena idea los arranques de agresividad, y ahora estaba tan descontrolado a ese respecto? ¿Por qué ahora no solo no le importaría hacérselo, sino que el que se lo pidiera casi se le antojaba deseable? Pero si a ella le daba placer, y a él le permitía desfogar, no veía impedimento para contenerse.

    Apretó los labios. - Me estás tentando de más. Me estás retando de más. - Advirtió. No estaba lo suficientemente lúcido como para temerle a su propio descontrol y quizás debería, porque claramente el que ponía control en ese dúo siempre era él, y hoy no estaba para controlar. El ritmo se había intensificado más que nunca, y sí que la cama estaba sufriendo un poco en el proceso. Y algo se había caído de la mesita de al lado. Ni siquiera sabía cómo era la habitación, no es como que hubiera estado muy atento cuando entró. Se agarró al cabecero para intensificar el movimiento, sintiendo los primeros avisos de placer en su cabeza. Pero no iba a acabar aquel encuentro tan pronto.

    Aunque a pesar del placer, y de lo que le estaba gustando toda aquella novedad que le estaba haciendo canalizar bastante rabia contenida, algo se estaba poniendo en su camino, en el camino de "los tiempos" que quería marcar. Iba tan descontrolado que lo estaba tirando todo por los aires e innovando sin tener las cosas controladas, y no estaba para precisiones: quería disfrutar él y hacer disfrutar a Alice, no estar pendiente de que las cosas fueran perfectas. Pero quería atraer a su novia hacia sí, cambiarse de postura, y la atadura que le había hecho hacía un rato no lo ponía muy cómodo. ¿¿Y dónde demonios había lanzado la varita?? No quería parar, se negaba a parar, estaba en pleno frenesí y, lejos de enlentecerse, solo se aceleró más. Pero cuando miró al lado en la mesita, ni siquiera la vio. - Joder... - Murmuró, confundiéndose con un jadeo placentero (puede que en parte lo fuera), cuando realmente se estaba maldiciendo a sí mismo. Y fue tal su frustración que, sin premeditarlo, centró la energía que no estaba volcando en Alice en algo que nunca había hecho. Y, para ponerle el ego más por las nubes aún, le salió bien.

    Alargó la mano y su varita salió despedida hacia esta, agarrándola en el aire. Miró a Alice y arqueó una ceja. - Y ni siquiera estoy sacando todo mi potencial. - Eso era verdad, porque estaba gastando MUCHA energía en otra cosa y, siendo honestos, estaba bastante borracho y emocional. Y, aún así, acababa de convocar a su varita para que volviera a su mano. Tendría que seguir entrenando eso. En otro momento.

    Con un rápido movimiento, desató sus manos y, acto seguido, tiró de su cintura para sentarla a horcajadas en su regazo. No iba a dejarle el testigo a ella al cien por cien, no por el momento, solo la quería más cerca, solo quería sentirse más dentro, aumentar la intensidad. Se aferró a su espalda y su cintura, moviéndose con ella, y repartiendo besos desenfrenados por todo su cuerpo ahora que lo tenía más accesible. Puede que ahí sí se estuviera escapando algún mordisco o la estuviera aferrando con más fuerza de la habitual, pero estaba absolutamente nublado. Al cabo de un rato, con la respiración más acelerada que en toda su vida y un calor casi insoportable, con el pelo y la espalda mojados de sudor, se dejó caer en la cama, con ella aún sobre él. - Te toca. - Dijo casi sin aire, mirándola con fiereza. - Demuéstrame lo que es capaz de hacer una mujer libre. -




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    Jue Mar 16, 2023 12:35 am


    Titanium [+18]
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Alzó las cejas con evidencia, entre aquellas contracciones de placer, como queriendo decir “pues sí, todo eso quiero, dámelo”, pero lo de ponerse chulita lo dejaba para otro día, aquel solo quería disfrutar de la fuerza de Marcus al entrar en su cuerpo. Rio un poco con lo de que le estaba retando de más. — Nunca es demasiado para nosotros y lo sabes. — Acertó a decir, aunque tuvo que cerrar los ojos en una de sus embestidas, concentrándose en aquel placer que dentro de poco sentía que la haría temblar, tanto como a los muebles y todo lo que les rodeaba.

    Y entonces, le vio quejarse… ¿Era porque se sentiría tan cerca del placer como ella y quería que durara más? Ah, no, estaba buscando… — ¿Cómo has hecho eso? — De la nada, parecía que la varita había aparecido, como si la mano de Marcus la hubiera atraído cual imán, y no salía de su asombro. Casi que su novio, si hubiera querido, no hubiera necesitado nada más. — Me tienes más que entregada con esa demostración de poder. — Dijo, antes de alzarse un poco más y morder su labio con deseo. Por Dios, necesitaba agarrarle con todas sus fuerzas. Y como parecía que todo lo que deseaba de su novio esa noche, él lo cumplía, la desató y la puso encima, y ahí tuvo la oportunidad de moverse con más intensidad, de pasar las manos por su espalda y atraerle hacia ella con necesidad animal. Necesitaba su piel, sus labios… ¿Eso eran sus dientes rozando su piel? Solo sentirlo le hizo gemir más alto y estremecerse. — ¡Sí! ¡Sigue! — Le suplicó, porque pocas veces recordaba tanta energía en su cuerpo justo antes de llegar al clímax, tanto movimiento que sentía que no podía parar ni ralentizar.

    Y entonces, su novio le retó, dándole las últimas fuerzas y haciendo que le mirara con una sonrisa. — No esperarías elegir tú todas las posturas… Ni siquiera esta noche… — Y sintiéndolo ella más, se bajó de su regazo y se puso de rodillas en la cama, tirando de él hacia ella y diciendo en su oído, justo antes de morderle el lóbulo. — ¿Te acuerdas del baño de prefectos…? — Le pegó la espalda al pecho disfrutando del roce de sus cuerpos resbaladizos por el calor, mientras bajaba la mano por su cuerpo en una caricia ardiente. — Las mujeres libres hacemos lo que queremos… Pero lo que más nos gusta… Es que nos lleven a lo más alto… Y nos hagan ver las estrellas...— Llegó a la parte que le interesaba y se inclinó hacia delante para favorecer que encajaran de nuevo. Le había gustado demasiado aquello como para no repetir. Al notar cómo entraba en ella de nuevo, gritó y curvó la espalda. — Hazme volar Marcus y no me sueltes ahora… — Y no necesitó muchos más movimientos, porque en cuanto notó a su novio moverse dentro de ella vio el placer que ya no podía ser retrasado más, abrirse camino entre la bruma de su mente y todas las sensaciones e imágenes de aquella noche, notando cómo le temblaban las piernas, y cómo todas las sensaciones de su cuerpo se concentraban en un lugar muy concreto.





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    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Arqueó una ceja, mirándola deseoso y retador. - Sí que pensaba decidirlo todo esta noche. - Se sorprendió diciendo en voz alta, porque de normal se hubiera quedado en el pensamiento. - Acabo de decidir que quiero que sigas tú. - Afirmó con una soberbia desbordante que se había apoderado de él esa noche, pero al parecer a su novia le gustaba, y él necesitaba sacarla, así que bien para ambos.

    - Me acuerdo. - Respondió justo al tiempo que ella cambiaba de postura y facilitaba que entrara en ella de nuevo, mientras él se agarraba a su cintura con fuerza. Respiró con tanta fuerza, en un jadeo tan ruidoso, que se sentía irritada la garganta del puro descontrol que llevaban. Cada vez aferraba su piel con más intensidad, sin control, como aquel movimiento que habían generado de nuevo. - Incluso aquí. - Dijo, acercándose a su oído para susurrar con voz grave. - Incluso en esta basura de ciudad en la que hasta el cielo está contaminado... puedo hacer que veas las estrellas. - Y tanto que lo iba a hacer, y no ella sola, porque él estaba a punto de verlas. Pero necesitaba reafirmarse antes en lo que ambos estaban haciendo. Estaba demasiado nublado. - Grita. - Pidió, porque estaba notando el punto en el que ambos estaban, y él mismo se sentía descontrolado. Sobre todo mentalmente. Porque, por algún motivo al que seguramente no fuera capaz de dar argumentación válida alguna, sentía que estaban llevando a cabo una especie de venganza hacia quienes tanto les estaban haciendo sufrir en ese mes solo por darse placer desmedido. - Que te oigan. - Apenas pudo terminar la frase, porque aquello tomó un ritmo frenético que no había tenido nunca, absolutamente descontrolado, y estaba sintiendo perfectamente cómo su novia llegaba al clímax, y estaba haciendo un enorme esfuerzo por prolongarlo más, por controlar eso también, por estirar esa cuerda. Un poco lo hizo, de la pura rabia y necesidad de control que sentía, pero no tardó en ceder a las sensaciones, nublándose por completo y cayendo en la cama junto a ella.

    Tenía la respiración tan acelerada que no podía ni hablar, y la cabeza le daba vueltas. Alice estaba a su lado, en un estado muy similar. Cerró los ojos un momento antes de hablar, tratando de modular su respiración, porque el aire entraba en él con mucha dificultad. Se moría de calor, aquella ciudad era sofocante, aquel edificio en el que apenas había reparado se le antojaba ahora, por los fogonazos que había visto al entrar, poco menos que claustrofóbico, y estaba sudando como nunca, ni los peores días en clase de Vuelo había sudado así. Se pasó una mano por la frente, apoyándola en los rizos mojados, pero hasta levantar el brazo le costaba. Se sentía tremendamente cansado y le pesaban todos los músculos del cuerpo. Necesitaba... un momento de sosiego, de volver en sí, antes de poder hablar con Alice... Pero no llegó. Se quedó dormido antes. Como si todas esas intensas emociones que había sentido esa noche se hubieran puesto de acuerdo para, de un golpe, dejarle inconsciente.




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    Titanium [+18]
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Sí, incluso en Nueva York ellos, juntos, serían capaces de ver todas las estrellas de la galaxia, y así lo sintió, con un último latigazo de placer cuando le pidió que gritara, soltando un último gemido desde lo más profundo de su pecho que venía a expresar el tremendo placer que había sentido, que había alcanzado todos los rincones de su cuerpo con más fuerza de la que recordaba, y que se extendió unos segundos más gracias al movimiento de Marcus, a la forma de agarrarse a su piel y que la volvía completamente loca.

    Claro, que tan fuerte se lo había hecho, que el pobre se derrumbó a su lado en la cama, y nada más ver a Marcus, sus piernas cedieron también al tembleque y se doblaron, dejándola caer sobre el colchón. Sentía que iba a salir ardiendo desde dentro del calor que tenía, y dirigió los ojos hacia la ventana, queriendo abrirla, pero no tenía fuerzas y, a medida que recuperaba la respiración, los ojos le pesaban más, y solo pudo pensar… Que se ocupe Marcus… Y agarrándose al brazo de su novio, dejó que el sueño venciera.

    Se levantó de golpe y con un dolor de cabeza y pesadez de músculos que no había sentido ni en sus peores resacas. Es que el dolor de cabeza es del alcohol pero lo de los músculos es de lo otro, se dijo. Resopló y se frotó los ojos. El cielo estaba solo tenuemente iluminado… ¿Cuánto había dormido? Muy poco, pero algo le había hecho despertarse, además del calor. “Nunca te acuestes sin haberte tomado la poción”, ¿dejaría alguna vez Violet Gallia de aparecer en su cabeza después de hacerlo con su novio? Probablemente el día en el que no debas tomarte la poción, se regañó a sí misma. Con un suspiro y un leve quejidito, se levantó de la cama, muy despacio, y se fue hacia… Hacia otro lugar, porque ni idea de dónde estaba la cocina.

    Afortunadamente, el piso no era muy grande, por no decir que no era ni un piso, y fue fácil hallarse. A ver, era el piso de unos magos, seguro que tenían romero, y ruda… Más le valía ponerse a rezar, pero bueno, si no la encontraba, tenía en su baúl, así que despertaba a Marcus y volvían a Long Island con carácter urgente. No obstante, se fue a abrir el armario más estrecho y disimulado y ¡bingo! Claro, si es que Junior se viene aquí con la mitad de Nueva York, estaba claro, se dijo a sí misma. Ya tenía los ingredientes de la contraceptiva, solo necesitaba la varita… Que estaba en su vestido. ¿Qué había pasado anoche, o más bien, hace unas horas? A ver, Marcus le quitó el vestido de aquella forma que hizo su piel ponerse de gallina cuando lo recordó. Y por un momento, mientras recogía la varita, se preguntó, ¿qué nos dio anoche para hacer… eso? No es que se quejara, pero por lo mañana no existía ni la posibilidad de acostarse con Marcus y de repente, en la discoteca… No, no fue de repente. Mientras movía la poción lo recordó claramente y frases y… Amenazas, empezaron a venir a su cabeza, y el corazón se le encogió al recordarlo. Se bebió la poción y se notó hasta desestabilizada. A ver, tenía que calmarse, pensar. De momento, estaba agotada, dolorida y terriblemente sudada y pegajosa así que, ahora que ya estaba tranquila respecto a la poción, podía buscar un baño y una toalla y ducharse.

    Empezaba a plantearse que un piso así era lo más útil que había visto en su vida para ubicarse, en menos de cinco minutos, estaba bajo el agua de la ducha, sintiendo el alivio físico del agua (bastante más fría de lo que la solía usar, la verdad) llevándose parte del cansancio y malestar. Pero la mente era otra cosa. ¿De verdad… Alice le había pedido a Marcus que le dijera esas cosas? Y lo peor no era eso… Es que había sentido una euforia sin igual al oírlas. No sabía que necesitaba oír que Marcus podía hacerle eso a su familia, y le parecía una auténtica locura que él no la hubiera parado, y con telón de todo eso hubiera tenido el sexo más fuerte de su vida… Como muy fuerte, porque ahora se miraba y veía marcas aquí y allá… No iba a haber quien aguantara a su novio cuando lo viera.

    Se había puesto solo la ropa interior al salir de la ducha y fue a la habitación, oscureciendo las ventanas y accionando el ventilador del techo, para tener un poco de paz de aquel calor pegajoso que mantenía la temperatura casi igual desde el amanecer. Se sentó al lado de su novio y se agarró las piernas. No quería despertarle, el pobre estaba como en coma sobre las almohadas, pero… Es que necesitaba hablar, preguntarle qué… ¿Por qué le dijo todo aquello? ¿Lo pensaba de verdad? ¿A eso les había conducido? ¿A ella querer oír cosas así y a él… Tan seguro de hacerlo? Se pasó las manos por la cara, intentando relajarse, antes de acariciar suavemente su brazo. — Amor mío… Marcus… — Acarició también su mejilla, tratando de mantener un tono de voz tranquilo. — Ya es de día, mi amor… Quizá no deberíamos hacer esperar demasiado a tus tíos, estarán preocupados. Pero no tanto como yo, seguro, se dijo, tragando saliva.






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    Jue Mar 16, 2023 11:14 pm


    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    "Marcus". Su nombre, en voz de Alice, acababa de rebotar por toda su cabeza, haciéndole apretar los párpados como si le hubieran apuntado con un foco de luz. Se mojó los labios y tragó saliva, removiéndose contra la almohada, y al hacerlo frunció el ceño de dolor. Tenía la garganta muy irritada y seca, y la cabeza le dolía muchísimo. También le dolían los músculos, ¿cuánto había dormido? ¿Y podría ser que llevara todas esas horas en la misma postura? Se sentía como si estuviera bañado en arcilla reseca y a cada movimiento se estuviera resquebrajando. Estaba boca abajo en la cama y, al mover la cabeza, también le dolió el cuello. ¿De dónde salían tantos dolores? Y, lo más importante... ¿Dónde estaba? ¿Por qué no se sentía en la cama de siempre? ¿Y por qué estaba Alice en su habitación?

    Todo este torrente de pensamientos no había durado ni cinco segundos, el tiempo de tomar conciencia. Ni siquiera había abierto los ojos. Cuando lo hizo, la luz le dañó, dejándole con estos entrecerrados con dificultad. Alice estaba allí con él, y aquello... no era su habitación en casa de los Lacey. Y Alice estaba casi desnuda, y entonces tomó conciencia de que él lo estaba por completo. Iba conectando las piezas.

    Al darse la vuelta sobre sí mismo, muy lentamente porque le resultaba incapaz de hacerlo más rápido, tuvo que cerrar los ojos de nuevo con un gruñido dolorido. Se llevó una mano a la cara, porque la luz le molestaba muchísimo. Ahora que estaba empezando a recordar y a tomar conciencia, era casi peor. ¿Qué había hecho? Sentía que había pasado, en un segundo y sin saber cómo, de estar riendo y comiendo perritos calientes con su novia en el paseo marítimo, a estar ahí, desnudo en una cama que no era la suya, con una resaca tremenda y... con una serie de recuerdos que no le hacían sentir muy bien y en los que no se reconocía. Se aclaró la garganta, lo que la irritó de nuevo, para poder hablar. - ¿Qué hora es? - Fue lo único que atinó a preguntar, con la voz aguardentosa. Y no sentía que no podía mirar a Alice, en parte por lo mucho que le molestaba la luz. Pero iba a empezar a molestarle mucho más la conciencia en breves.




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    Jue Mar 16, 2023 11:45 pm


    Titanium
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    Alice suspiró al verle removerse. Se le veía afectado, y se levantó a traerle un vaso de agua y una botella de la nevera, que le iba a venir bien entre tanto calor y para ir despertando el cuerpo apropiadamente. Oscureció aún más las ventanas, porque la luz era inmisericorde y Marcus no iba a poder ni pensar. Se sentó de nuevo en el borde de la cama y le tendió el vaso. — Bebe un poco, que si no, no vas a arrancar. — Le dijo con suavidad, tratando de que no se le notara la inquietud en la voz. Tenía suerte de que Marcus estuviera tan fuera de juego, porque aún no había detectado su nerviosismo. Cogió la varita y susurró bajito, para que no saliera muy fuerte. — Glacius. — Lo iba a necesitar. — Hace mucho calor… — Le pasó los dedos por los rizos y sonrió un poco. — Solo son las nueve… Tenemos tiempo. Pero he creído mejor despertarte, para no ir con prisas… — Tragó saliva y se apartó su propio pelo aún mojado de la ducha. — Yo me he duchado… — Suspiró. — Falta me hacía la verdad…

    Y entonces siguió la mirada de su novio a las marcas y le extendió una mano, para acariciar la suya. — No empieces a agobiarte, que te conozco. No son nada, y no se ven casi… No me hiciste daño, ni mucho menos… — Dijo entornando los ojos. — Anoche… Estábamos un poco… — No sabía cómo empezar a hablar de aquello. Nunca había tenido tantos problemas para hablar de sexo con Marcus. Bueno, es que el problema no había sido el sexo, para ser justos. — Marcus… Sé que estás cansado, pero… — Cogió ella el vaso de agua y le dio un trago. — Tenemos que hablar sobre lo de anoche.

    Se pasó las manos por la cara y tomó aire. — Esto me da igual. Esto me gustó, de hecho. Y lo de las manos y… Todo lo que hicimos… Me encantó. — Sonrió y se encogió de un hombro. — Siempre me encanta hacerlo contigo, mi amor, y sabe Merlín que lo necesitaba… — Volvió a tragar saliva. — Pero ayer… Ayer en la discoteca y al llegar… Dije cosas… Te pedí que dijeras cosas que… — Se llevó las manos a la cara de nuevo, porque sentía tanta vergüenza que estaba recogida en sí misma y no se atrevía a mirarle. — Cosas que no debía de haberte pedido. Cosas en las que no me reconozco. Me da miedo pensar que llevo eso dentro… — Se le escapó un sollozo, estaba demasiado preocupada y emocional. — Y pensar que tú… Pudieras hacer eso por mí, y no sé a dónde vamos a llegar, a dónde me ha llevado todo esto y necesito… Necesito arreglarlo de alguna forma. — Y estaba preocupada, sinceramente, de lo que iba a pensar Marcus de ambos cuando recordara todo.






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