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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Jue Oct 26, 2023 11:11 pm



    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2



    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




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    Vie Oct 27, 2023 10:27 am


    Faílte
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Se sentó en el borde de la cama, en la oscuridad. Ya lo tenía todo recogido, la cama hecha, si miraba por la habitación, prácticamente no quedaba nada de Alice Gallia allí, si querían recordarla, desde luego, iban a tener que buscarla en otro lado. Siempre pensaba eso de la habitación de su tía en casa de sus abuelos, que no quedaba casi nada de ella, que podría ser de cualquiera. Siempre pensó que ella era diferente, que ella sí tendría un hogar, aunque viajara por todas partes, y allí estaba, con toda su vida, todo lo importante, recogido en un baúl, la habitación limpia como un quirófano, para que nadie dijera que no se había preocupado de dejarlo todo como una patena. Y solo eran las seis y media de la mañana, ¿a dónde iba a esa hora? No le quedaba nada que hacer en esa casa, excepto quizá…

    Se asomó al pasillo y echó un hechizo silenciador, pero algo lo rebotó. Su padre había echado un hechizo rechazador del silenciador… Bueno, pues que le oyera, él mismo. Si se ponía a hablarle, cogería el baúl y se iría, ya vería a dónde. Salió al frío húmedo de la aún noche, aunque ya no llovía, y cruzó el jardín en dirección a los díctamos de la esquina. Aún no eran unos díctamos decentes. No eran grandes y fuertes como para llevárselos y poder plantarlos de nuevo en Irlanda, y aún eran tan jóvenes que no servían para pociones. Si los arrancaba, no habrían servido para nada. Y, siendo sincera, al menos cuando Dylan saliera de Hogwarts, iba a volver por allí. Arrancarlos ahora, sería destruir tontamente algo que Marcus y ella habían empezado… Aunque no confiara nada en que su padre los fuera a cuidar, era mejor que matarlos sin más, así que se levantó y los dejó allí. Al final sí que dejaba algo detrás de ella, al menos para quien supiera mirar.

    Al volver hacia la casa, vio luz en el cuarto de su padre, pero siguió su camino sin pararse. ¿Quién estaría despierto a esa hora que pudiera acogerla? Le surgía un nombre bastante claro, especialmente teniendo en cuenta a dónde iban. Hechizó el baúl para que fuera a aquella localización y echó un último vistazo a su habitación, antes de cerrar la puerta. Bajó las escaleras y miró el salón. Puede que ese fuerza el único punto débil para ella de la casa. Aquel fuego que ya no crepitaba, el sofá… Había sido el escenario de su punto de inflexión con Marcus y eso no iba a poder olvidarlo. Oyó movimiento en la habitación, así que se apresuró a la salida, cerrando flojito tras de sí y saliendo por la valla delantera. Sacó la varita para hacer la aparición, pero entonces oyó la puerta abrirse tras de sí. No era una sádica, no quería obligar a su padre a ver cómo se marchaba, pero había salido él solito, haciéndose daño gratuitamente, como siempre. Pero se giró un momento, y lo vio allí, apoyado en el marco de la puerta. Suspiró y solo dijo. — Adiós, papá. — Tampoco podrían acusarla de no despedirse, pero no tenía por qué oír otro alegato mártir. Sacudió la varita, y desapareció de la casa de su infancia y de la vista de su padre.

    Afortunadamente, iba a un lugar en el que siempre se había sentido más a gusto y, como esperaba, había luz en la cocina. — ¡Mi niña! Mira que he visto tu baúl y he dicho ¡oy! Qué tempranera está mi niña es que siempre ha sido de dormir poco. — Tal y como esperaba, Molly estaba en pie y llena de energía, parecía diez años más joven. Desde luego, no entendía cómo habían tardado tanto en llevarla a Irlanda, si claramente le daba vida. Alice sonrió y condujo a la mujer dentro, que, no en vano, no eran aún las siete de la mañana y la gente del barrio estaría dormida. — ¿Has desayunado? — Qué va. — Pues siéntate aquí, cerquita del fuego y te traigo un desayuno como Merlín manda. — Y antes se asomó por la ventana al jardín de atrás. — ¡¡¡¡LAAAAAAAARRYYYYYYY!!!! DEJA LO QUE SEA Y VEN A DESAYUNAR. ESTÁ AQUÍ LA NIÑA. — Pues nada, la barriada se iba a despertar igualmente.

    Cuando Larry llegó, Molly puso un desayuno gigante en la mesa que ella miró con cara de circunstancias. — ¿Todo esto es para nosotros? — Larry rio por lo bajo. — Es que es solo pensar en volver a Irlanda, y se pone pueblerina. — ¿A QUIÉN LLAMAS TÚ PUEBLERINA? ¿Dónde naciste tú, cosmopolita? — Larry levantó las manos y negó con la cabeza. — No tengo nada más que aportar, usted disculpe, señora mía. — Molly suspiró y luego la miró a ella. — No es solo para los tres, pero podría. Vas a tener que empezar a acostumbrarte, señorita. — Ella imitó el gesto de Larry. — Señora, sí, señora. — Y empezaron a desayunar. — ¿Esperas que vengan el resto de los O’Donnell? — Sí, mi hijo es un poco agonías, y mi niño debe estar expectante, así que madrugará también y si saben lo que les conviene, vendrán a desayunar aquí. — Y yo necesito ayuda con el taller, aún hay cosas que tengo que seleccionar y llevarme si queremos montar un taller como Flamel manda. — Alice le miró curiosa. — Creía que tu antiguo taller estaba allí aún, abuelo. — ¡Antiguo! Tú lo has dicho, hija. Ese taller se diseñó cuando Arnie nació, y la última vez que trabajé allí sería hace… diez años mínimo, porque las últimas veces que hemos ido a Irlanda ha sido a casa de mi hermano y casi ni pasamos por la nuestra. — Va a haber bastante trabajo con todo, no solo con el taller. — Advirtió Molly. — Pero era la casa de mi madre, y me hace MUCHA ilusión volver allí. A esa casa venía a buscarme el abuelo cuando me estaba pretendiendo. — Dijo con una risita pilla Molly, dándole un codazo.

    ¿Ya estamos con las historias sin esperarme a mí? — Preguntó la voz de Arnie, entrando por el jardín. — Hijo, ¿por dónde vienes? — Por el armario. Me he dejado al cachorro en el taller, que lo tenías todo por medio, papá. — ¡No me habrás tocado las cajas! — Nooooo, Merlín me libre, sé que solo el heredero puede tocar el material sagrado. Pero lo va a tirar por los aires cuando vea este desayuno. — Y él mismo se sentó en un sitio libre. — Buenos días, princesa de las plantitas. Qué madrugadora. — Ella sonrió y se levantó. — No podía dormir. Estaba demasiado emocionada. Voy a por Marcus. — ¡Alice! ¡Si no te has comido ni medio plato! ¡Hay que cambiar esos hábitos alimenticios, cariño, que vamos a Irlanda! — Gritaba Molly desde su sitio, pero ella quería encontrarse con Marcus. Según entró en el taller le abrazó por la espalda, mientras él miraba cosas de las cajas, y dejó un beso en su mejilla. — Buenos días, alquimista O’Donnell. Me moría de ganas de verte, estoy nerviosísima, pero en plan bien. — Le dio la vuelta para mirarle a la cara. — Tienes un desayuno irlandés como para diez personas esperándote en la casa. Para ir sacando tu irlandesidad antes de irnos. — Dijo con una gran sonrisa, dejando un beso en sus labios. Igual se parecía un poco a la abuela, igual el solo pensamiento de Irlanda le estaba dando fuerzas y alegría.




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    Alchemist
    Freyja
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    Vie Oct 27, 2023 11:53 am


    Faílte
    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Como le ocurría siempre que estaba emocionado, llevaba más de dos horas despierto y no paraba de dar vueltas por la casa, de la cual se había despedido ya rigurosamente estancia por estancia. También lo tenía todo más que listo y preparado del día anterior, pero por si acaso. No paraba de meterle prisa a... su padre, no se atrevía con su madre. Había sido una muy grata sorpresa que sus padres decidieran ir con ellos al menos los primeros días. Después debían volver para trabajar, pero al menos viajarían juntos. Con lo de Nueva York ya habían tenido suficiente en materia de separaciones en el último mes.

    - Sabes cómo se hace ¿no? - Preguntó a su madre, dándose cuenta de la absurdez de la pregunta nada más dejarla salir. Afortunadamente, ella parecía de bastante buen humor, y apenas le lanzó una mirada circunstancial con sonrisa velada. Marcus se encogió de hombros. - Es un hechizo secreto entre mi abuelo y yo. - Que ya me has enseñado y pedido que repita tres veces. - Respondió pausada. Suspiró. - Id vosotros con el equipaje. Cierro yo el armario, reviso la casa y en unos minutos estoy allí. - Asintió, dispuesto a entrar en el armario evanescente que le llevaría directo al taller de su abuelo. No quería perder ni un segundo más, que al paso que iban, llegarían antes Elio y Cordelia, que ya habían emprendido vuelo hacia casa de sus abuelos. Tales, como buen señor acomodado en el que se estaba convirtiendo, se quedaría bajo el cuidado de Erin, para no ir a Irlanda "como un zoológico ambulante", dicho en palabras textuales de su madre. También dijo textualmente que "si llega a saber la lacrimógena despedida de su marido para dos días que se iban, hubiera preferido llevárselo". Arnold prefería cambiar el término "lacrimógena" por "cálida".

    - Hasta aquí llega el olor a comida. - Comentó su padre nada más aparecer por el taller, mandando los baúles hechizados fuera del mismo y en dirección a la casa. - No vayas a volverte loco llevándote cosas, que ya te hemos tenido que atar en corto en casa. - Un alquimista necesita sus... - Marcus. - Que sííííí. Parece que no conoces al abuelo, ya lo habrá dispuesto todo. - Efectivamente, por allí había un montón de cajas pulcramente ordenadas que Marcus señaló con evidencia. - ¿Ves? - No sé ni de qué me sorprendo. - Suspiró Arnold. - No tardes. - Noooooo. - Comentó sin atender, porque estaba ya mirando las cajas con ojos brillantes y una sonrisa. ¿Iban a llevarse todo eso? Qué pasada. Se MORÍA de ganas por ver el taller de su abuelo en Irlanda, donde empezó todo. Estaba emocionadísimo, aquel viaje le había infundido de una vida nueva, no veía la hora de llegar. Sentía que todas las nubes negras que le habían sobrevolado en los últimos meses se habían disipado por completo ante la perspectiva de, como tantas veces había dicho con Alice, empezar desde las raíces, y ya siendo alquimistas licenciados. No podía esperar.

    Estaba absorto mirando las cajas cuando alguien inconfundible, por su tacto, por su olor y por el gesto, se abrazó a su espalda, y su emoción creció aún más, notando cómo los ojos le brillaban de ilusión. Sonrió con un escalofrío. - Buenos días, majestad. - Se giró para mirarla. - Yo también. Estoy atacado. - Contestó con una risa nerviosa, y arqueó las cejas a lo del desayuno. - Me muero de hambre. - Contestó con los ojos muy abiertos y una risa leve, y acto seguido se abrió el chaquetón, mostrando su jersey. - ¿Mi irlandesidad? ¡Voy de verde! Y pienso aprenderme todas las canciones y leyendas que me enseñen. - Agarró sus manos y enfatizó, emocionado. - ¡Nos vamos a Irlanda, Alice! - Y acto seguido, entre risas, la agarró de la cintura y la alzó en un fuerte abrazo, girando con ella, loco de alegría. Ahora que estaba a las puertas de aquello, no sabía cómo habían esperado tanto tiempo sin tomarlo.

    - ¿Y de cuántas de esas diez personas has dado tú cuenta en el desayuno? - Preguntó bromista, mientras salían del taller e iban de vuelta a la casa. - Por cierto, qué madrugadora. Cualquiera diría que estás deseando ir. - Añadió, de su mano y con una sonrisa radiante. Su madre justo estaba apareciéndose en el jardín cuando ellos cruzaban la puerta de la casa. - ¡Ay, mi niño! - ¡La mujer más guapa de Ballynow! - Su abuela se ruborizó y empezó a reír y a mirar a los demás como una quinceañera. Desde luego que tenía un público excelente para sus tonterías, por eso las hacía. - ¡Wow! Qué despliegue. - Todo para mi pequeño irlandés que va a conocer sus raíces. - Pero antes de sentarse a la mesa, saludó a su abuelo, y por supuesto se sentó a su lado. - ¿Listo? - Listísimo. - Respondió, ilusionado. Señaló los baúles. - Aquel es el equipaje de mis padres y aquel es el mío, y ese compartimento externo de ahí es donde llevo todo lo necesario para la alquimia. - Miró al hombre, con la expresión de quien acaba de tener una excelente idea. - ¡Abuelo! ¿Saco mis cosas y las guardo en tus cajas? - Su abuelo le miró con una sonrisa tensa que él no detectó. - Mejor déjalo ahí y ya lo ponemos todo ordenadito en Ballynow, los dos alquimistas ordenando su taller, ¿te parece? - ¡Vale! - Respondió con la ilusión de un niño de siete años a quien su abuelo le hace un comentario adaptado a un niño de siete años. Tenía tanta ilusión que se había retrotraído a la infancia e ignorado por completo la tensión de su abuelo ante un posible desorden de su esquema por los juguetes de su nieto. Molly y Arnold compartían miradas cómplices y se escondían las risas.

    - Todo en orden. - Comentó Emma, entrando por el comedor con una sonrisa leve y saludando a los presentes, mientras Marcus ya se estaba untando mermelada en una tostada y había hechizado el cucharón de alubias para que se las fuera echando en el plato. Su madre optó por sentarse al otro lado de Alice. - ¿Necesitas que traigamos algo de tu casa? - Qué va, si ha llegado su baúl antes que ella, y eso que ella ha llegado prácticamente de noche. - Comentó Molly, que aunque parecía absorta en ver a su nieto comer con adoración, no perdía pie de la conversación. - Ahí llegan más invitados. - Elio y Cordelia acababan de apoyarse en el alféizar de la ventana. Su abuelo alzó un dedo. - ¡Oh, cierto! La jaula está preparada en el taller. - ¡La he visto! - Proclamó Marcus, contento, dando un bocado a la tostada. - Ahí irán protegidos. Caben Elio, Cordelia y Paracelso con perfecta holgura. - Sí, está perfectamente adaptada para tres animales: los dos que ocupa Paracelso, y el uno que ocupan Elio y Cordelia juntos. - Bromeó Arnold. - Dime que mi hermana no la ha visto. - Poca quejas tendrá tu hermana de una jaula diseñada en el taller de un alquimista carmesí. - No se ofenda, don alquimista carmesí, que no estoy cuestionando la resistencia y poder mágico del material, sino la comodidad y las condiciones éticas de transporte. - Lawrence resopló. - Newt Scamander viajó por las aduanas muggles con un auténtico zoológico metido en un maletín y tu hermana le venera como si fuera el dios de su religión, así que menos pegas. - Marcus rio entre dientes mientras masticaba, mirando a Alice. Emma, que parecía de excelente humor, miró a su suegra. - Cuéntanos, Molly. ¿Cuál va a ser la primera parada? - Pues eso era peor que sacarle a su abuelo el tema del taller. Ya veía a la mujer frotándose las manos.




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    Vie Oct 27, 2023 1:17 pm


    Faílte
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Rio cuando su novio la levantó en brazos. — ¡Nos vamos a Irlanda, mi amor! — Contestó ilusionada. Por fin habían encontrado el camino, por fin sus cielos se despejaban, por fin podían empezar a caminar, de la mano, como iban a la casa de los abuelos. Se rio a la pregunta de su novio. — Según la abuela, ni a un cuarto de persona, pero ahora contigo ahí seguro que se me abre más el apetito. — Y en realidad lo hacía, porque estaba tan contenta viendo las escenas que se estaban desarrollando en aquella mañana, que hasta le daban ganas de comer y disfrutar. Tuvo que contenerse la risa al ver la cara de Larry cuando Marcus propuso lo de los baúles. Si es que estaban demasiado dispuestos todos a hacer cosas, y trabajo iban a tener nada más llegar a Ballyknow, desde luego.

    Emma parecía de sorprendente buen humor para estar llevándose a su primogénito a Irlanda, así que ella aprovechó aquella corriente de buen rollo. — No tenía tampoco mucho que coger. Los de los cachivaches alquímicos son ellos dos. La Condesa no ha querido que sacara su cesta del baúl, me ha bufado según ha sentido el aire, creo que aún no me perdona tanto trote. A ver si en el pueblo se relaja un poco. — Comentó. Igualita que los pájaros de aquella gente, pero bueno, su gata era una Gallia, sin duda, y, como buena Gallia, le iba a causar problemas. Pero espantó esos pensamientos riéndose con la conversación sobre jaulas mientras iba picoteando aquí y allá, porque había tanta comida, que se podía elegir.

    La abuela dio un rebote en el sitio según Emma preguntó y dijo. — Lo primero, hay que recoger esta casa, que uno tiene que dejar el sitio del que se va como quiere encontrárselo cuando vuelva. Pero después de eso, nos apareceremos en la aduana de Dublín, porque cuando vienes de Inglaterra, te dirigen allí. Luego nos toca la de Galway, que suele estar llena de gente de América, pero nosotros solo tendremos que enseñar el papelito que nos den en Dublín y ya aparecerse en Ballyknow. El sitio donde nos apareceremos es sorpresa. — Dijo con tono de niña traviesa. — Pero, mujer, no lo digas… — Dijo Larry con pesar. — ¡Ay, calla! Que no voy a decir dónde. Solo que es sorpresa. Que no es la casa, vamos. Bueno ni el centro del pueblo… — Nada, que lo dice. — Se quejó el abuelo, ante las risas de los demás. — ¡Ay! ¡Calla ya, cascarrabias! Bueno, que nos vamos a aparecer en otro sitio y luego en la casa. — Molly empezó a recoger la mesa a punta de varita, suponía que porque había entendido que ya habían comido suficiente y tenían que ir aligerando. — He controlado a la familia, para que tengamos tiempo de empezar a montar la casa tranquilos sin un montón de irlandeses queriendo saber de nuestras vidas. Pero hay que ir poniéndose en pie, y que alguien ayude a ese hombre con las cajas alquímicas. Preferiblemente los otros dos alquimistas de esta familia, así que ya sabéis. — Apenas pudieron terminar, mientras Molly se dirigía a Emma. — Hija, tienes que ayudarme a decidir qué ollas me llevo. Porque claro, si vamos a pasar la Navidad allí voy a necesitar un montón de ollas distintas, y las grandes para los guisos. ¿Crees que podrás mejorar el viejo horno de allí? Yo creo que un par de hechicitos de los tuyos y estará como nuevo… — Vale, claramente ellos ya no tenían lugar en aquella conversación.

    Salieron con el abuelo al taller y se pusieron a revisar las cajas. — Yo creo que las cosas de ígneas no nos hacen falta, abuelo, no vamos a llegar a tanto. — Los dos hombres la miraron como si estuviera loca. — ¿Vamos a trabajar transmutaciones ígneas para una licencia de hielo? — Preguntó con evidencia. — Bueno, a ver, uno nunca sabe por dónde le van a llevar los caminos de la alquimia, Alice. — Se defendió Lawrence. — Hay que intentar controlar lo que llevamos, y será mejor cargarnos de materiales que allí no vamos a poder conseguir que de círculos y manuales que no vamos a usar. — Larry y Marcus se miraron ante su aplastante lógica, y al final, el hombre. — Nos llevamos uno. Un círculo y un manual de ígneas. POR SI ACASO. Y NO SE HABLE MÁS. — Alice ladeó la cabeza con una risa y siguió empaquetando. — Hijos. — Les llamó Larry. — He esperado mucho mucho tiempo por un buen aprendiz. Por poder hablar de estas cosas con alguien que supiera que me iba a suceder. — Posó una mano en la espalda de Marcus y miró con cariño a Alice. — Mi recompensa por la espera es tener dos y que sean de mi familia. — Miró con orgullo a Marcus. — Da igual cuántas cosas nos llevemos, Marcus. Algún día todo esto va a ser tuyo y honrarás mi nombre. — Miró a Alice. — Junto a la mejor compañera del mundo. Gracias, hijos. Gracias por darme esta oportunidad en la vida a mí también. — Ohhhhh abuelo. — Alice se levantó con los ojos llorosos y se abrazó a los dos. — Venga, no nos entretengamos que a esa mujer le queman los pies por llegar a Dublín. Y no le gusta esa aduana, os lo advierto, todo lo que ocurre allí le molesta, estad preparados.





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    Dom Oct 29, 2023 11:06 am


    Faílte
    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Miró a Alice y sonrió, cómplice. "Uno tiene que dejar el sitio del que se va como quiere encontrárselo cuando vuelva." Había oído a su abuela decir esa frase tantas veces en su vida, que la tenía interiorizada. Sus padres se reían mucho cuando el Marcus de seis añitos decía eso mientras dejaba su cama y sus libros muy bien puestos antes de salir de casa. Sabía que tenían que pasar por dos aduanas, era lo que esgrimían siempre su padre y su abuelo para excusarse por no ir más a Irlanda (Erin sabía que eso en ella no iba a colar, así que directamente era más sincera y alegaba a las ingentes cantidades de familiares que la atosigaban). A lo del sitio sorpresa arqueó varias veces las cejas, y mantuvo silencio a la espera de que la sorpresa fuera desvelada por su abuela en apenas un par de segundos. No cayó esa breva, ofensa por parte de la mujer incluida, mientras él reía y terminaba el desayuno. Lástima que la ofensa hizo que quisiera desviar el tema recogiendo y prácticamente empezó a ver comida volar cuando él aún tenía el último trozo de pan en la boca. Apuró el zumo y el pan, se limpió con la servilleta y, después de picotear un poco más de aquí y allá, ayudó a recoger.

    Su abuela ya había dispuesto las funciones así que agarró contento la mano de Alice y fueron tras su abuelo en dirección al taller. Estaba pletórico, pero el comentario de Alice casi le hace tirar uno de los aparatos que tenía en las manos al suelo. Se encogió de hombros a su pregunta. - ¿Y por qué no? En algún momento habrá que avanzar, digo yo. - Las transmutaciones ígneas eran muy complicadas y no se exigían en el segundo grado del alquimista ni mucho menos, pero Marcus no quería trabas en su aprendizaje. Alice insistía, y Marcus miró a su abuelo como quien pide socorro. - Yo creo que un poco de peso más en una caja tampoco es para tanto. Lo prefiero a echarlo allí de menos. - Defendió, pero su abuelo medió y redujo la cantidad de material, no a inexistente pero sí a muy poca. Marcus frunció los labios y miró a Alice con los ojos cómicamente entrecerrados. - A que te dejo en Dublín. - Bromeó.

    La llamada de su abuelo le hizo mirarle, y su comentario apretó un nudo de emoción en su garganta. - Gracias a ti, abuelo. Has hecho que tenga un sueño en la vida, y gracias a ti lo vamos a cumplir. - Y se abrazaron los tres. Puf, no podía empezar la jornada llorando, pero estaba tan... feliz, emocionado, entusiasmado... La vida les sonreía. Se lo habían ganado. Cuando su abuelo deshizo el abrazo, se pasó la mano por los ojos antes de que le lagrimearan, mirándole con una sonrisa y riendo a su comentario. Saliendo del taller, se acercó al hombre y apoyó cariñosamente la cabeza en su hombro. - Gracias, abuelo. - El hombre simplemente le miró, emocionado, y le revolvió los rizos. Sobraban las palabras.

    - ¡OISH! - Ni un pie habían puesto en Dublín y, efectivamente, su abuela se estaba quejando, espantando violentamente todos los trebolitos que como mosquitas de fruta les habían recibido al llegar. Marcus, que apenas había esbozado una sonrisa, se sobresaltó ante el aspaviento. - ¡No se puede con esta aduana! ¿Qué somos? ¿Leprechauns? ¿Esta es la imagen que vendemos al mundo? ¡Cómo se nota que van de capital turística! ¡Y ni siquiera es tan grande! - Los pobres tréboles habían huido despavoridos y desaparecido en una nube de humo. Marcus miró a Alice con una mueca. Nada más aparecer allí, toda la aduana refulgía con un verde Irlanda intenso, y una musiquita animada había empezado a sonar ante su aparición y ahora se oía de fondo, además del confetti de tréboles. Ni tiempo le dio a decir "wow, qué bonito", cuando su abuela empezó con las quejas, así que mejor se callaba. Por la cara de Emma, ese recibimiento tan escandaloso y orquestado con todos los clichés irlandeses tampoco había sido su cosa favorita del mundo. Lawrence y Arnold, encargados del equipaje, se aguantaban la risa.

    - Todo enfocado al turista, y encima se venden como los más irlandeses del mundo, y hay que aguantar que su concepto de Irlanda sean luces verdes que te queman los ojos y tréboles que te persiguen como moscas. - Marcus miraba a Alice sin comprender. Menudo enfado, ¿pues no estaba deseando ir y todo lo de Irlanda le gustaba? Lawrence les susurró para aclarárselo. - Cuestiones políticas y de temas de un pasado peor. No le hagáis caso, en la aduana de Galway se le pasa. - ¡¡OH, POR SUPUESTO!! - La oyeron quejarse otra vez. Cuando miró, vieron un grupito de gente que animaba con palmas a unos leprechauns que bailaban música tradicional. - ¡Eso, eso venden! ¡El hazmerreír del mundo! - Mejor acababan con aquella aduana lo antes posible.

    El trámite fue la clásica burocracia aburrida de las aduanas, pero ni mejor ni peor que otras a las que hubieran ido. En lo que hacían cola, quiso distender el ambiente susurrándole a Alice. - Al menos aquí no hay mesas a traición con las que tropezarse. - En referencia a la aduana francesa que William y Alice tanto referenciaban por sus tropiezos. - Como mucho puedes caerte encima de un leprechaun... - ¿Dónde está aquí el personal? ¡Una sola cola abierta! ¿Te crees que es normal? - Se siguió Molly quejando. Por fortuna, la dicha cola no iba ni tan lenta, y en breves minutos se estaban apareciendo en la aduana de Galway.

    - ¡Oy! Esto es otra cosa. - Vaya, esa sí se parecía más a la abuela que Marcus esperaba ver en Irlanda. Le brillaban los ojos y apenas estaba contemplando la aduana... Que, dicho fuera de paso, no era tan diferente. También había música de fondo. Un poco menos escandalosa, pero la había. Era cierto que no le había recibido una lluvia de tréboles, y que el verde no era tan intenso. Pero las paredes simulaban un bosque con árboles susurrantes por el viento, con nubes aquí o allá que se desplazaban y descargaban lloviznas, para dejar un arcoíris tras de sí. Si estabas atento, podías ver un leprechaun saltar en uno de ellos y esconderse de nuevo. Era un buen entretenimiento mientras hacían la cola... La única cola que había, por cierto, como en la de Dublín, y más larga además, por la presencia americana antes comentada. La aduana se notaba en general que era mucho más modesta y antigua, pero su abuela y su tremenda capacidad para el sesgo estaba encantada. - Esta sí... Esta empieza a ser mi casa. - Todos se miraron, pero lejos de burlarse, sonrieron. Marcus agarró la mano de Alice. Sus raíces estaban cada vez más cerca.




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    Lun Oct 30, 2023 6:06 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    La llegada a la aduana fue turbulenta y no, como ya se encargó de reseñar su novio, porque hubiera obstáculos en el camino, sino porque Molly estaba de no. Con la ilusión que le habían hecho a ella los tréboles y la penilla que le habían dado al irse mustios. Agradeció haber tenido prudencia suficiente como para no haberse echado a bailar directamente con el leprechaun, y vio que Marcus estaba un poco igual. Claramente, a la abuela no le hacían mucha los dublineses, pero era de destacar que, en una isla tan pequeña, hubiera sectores “más o menos irlandeses”, y desde luego, Alice desconocía aquella faceta de Molly por completo, aunque le pegaba, porque, con lo que ella promocionaba Irlanda, no le extrañaba que como el discurso de los otros no casara con el suyo, quisiera aplastarlo.

    Dublín fue lento, y con la tensión que tenían con Molly, Alice tuvo un escalofrío recordando el viaje a Estados Unidos, pero se le pasó en cuanto vio la aduana de Galway. No supo cómo explicarlo, pero era como si ya hubiera estado allí. Admiraba los bosques, el pequeño leprechaun corriendo por las paredes y… Había algo en el ambiente. Entrelazó su mano con la de Marcus y la apretó. — No sé explicar por qué… Pero es como si yo también me sintiera en casa. Es… Algo en este sitio. Me coge el corazón. — Arnie se inclinó hacia ella y susurró. — Si repites eso delante de la abuela, hoy ya no llegamos a casa porque se hincha de orgullo y ya no podemos aparecerla. — Alice rio, pero no se soltaba de Marcus. — Pero os juro que es verdad, no sé qué es, pero lo siento. — ¡ESO ES EL ENCANTO DE IRLANDA! ¡ES QUE MI NIÑA TIENE CROÍLAR GLAS! — Hala, ya nos ha oído. — Se quejó falsamente Arnold. — Y ya ha empezado a mezclar el gaélico, ya no hay marcha atrás. — Bromeó Emma también. Dirían lo que quisieran, pero Irlanda les estaba conquistando a todos antes de llegar.

    Pero por fin llegó el momento, tras enseñar sus papeles, se colocaron todos en la plataforma de aparición, y Molly miró por un momento a Larry y dijo, con los ojos brillantes. — Mi amor. Volvemos a casa. — Y Larry asintió, mirándola con adoración. — Y esta vez a Arnold lo traemos ya fuera de la barriga y crecidito. — Dejó un beso en su mano. — Faoi am, mo ghrá. — Ante las miradas de lechuza que debieron poner los cuatro, Molly dijo. — Significa “ya era hora, mi amor”. — Y con los ojos húmedos y sonrisas emocionadas, se dieron todos las manos, listos para aparecer en Irlanda.

    El viento casi la tira, y el olor a mar le golpeó en la cara. Ambos eran mucho más fuertes que en Saint-Tropez y el ruido de fondo de las olas, antes incluso de que abriera los ojos, le resultaba ensordecedor. Pero, cuando lo hizo, no podía creer lo que veía. Ahora entendía la insistencia de Molly en lo de isla esmeralda. Nunca había visto un verde tan brillante, en contraste con el color tan profundo del mar azul grisáceo. Contra la verdísima pradera, destacaban las piedras negras de un círculo. Por primera vez inhaló, llenándose los pulmones de todos aquellos pulmones, mientras sentía el viento más salvaje que había sentido en su vida, recibirla. Cerró los ojos y abrió un poco los brazos, con una sonrisa. — El viento sabía que yo iba a llegar. — Abrió los ojos y miró a Marcus. — Mira qué protagonistas son la tierra y el agua. — Acarició la mejilla de su novio y dijo con cariño. — Creo que nos estaban esperando para decir “faílte”. — Esta generación viene fuerte. Alquimia y gaélico, nos han destrozado, cariño. — Dijo Arnold, intentando hacer burla, pero al final, le salió con cariño. Molly llegó y les rodeó a los dos. — Faílte, mis niños. Os traía aquí para que aprendierais, nada más llegar, a sentir Irlanda, como hice con el abuelo, pero es como si hubierais nacido para estar aquí. — Se limpió una lágrima y señaló a las piedras. — A este círculo se le llama la cuna de los gigantes, las leyendas decían que servía de cunita para un gigante bebé, y las mujeres de Ballyknow han venido siempre aquí para pedir por la salud de sus bebés y su familia. — Agarró las manos de Arnie. — Yo misma vine aquí cuando acababa de volver a Ballyknow, embarazada de ti como un globo, y aun así, costándome media vida, me tumbé en el centro y pedí por una familia sana y feliz, porque ese bebito tranquilo y cada vez más grande que llevaba dentro algún día me diera un familia enorme y feliz. — Arnie también estaba llorando, al final lloraban todos. — Y aquí estamos otra vez, con una familia más grande y más feliz. — Sí, mamá. Aquí estamos todos. — Molly suspiró y se encogió de hombros. — Vosotros podéis hacer lo que queráis, pero yo me voy al centro del círculo, a tumbarme, para dar las gracias a mi isla esmeralda por todo lo que me ha dado. — Y Alice lo tuvo clarísimo.

    Dejaron a la abuela en el centro, que se tumbó en el centro del círculo. — Mamá, está mojado. — Qué pena que luego no me pueda secar. — Contestó la mujer muy resuelta. El abuelo se quedó apoyado en una roca, mirándolo todo con emoción, y Alice tiró de Marcus para tumbarse cerca de la abuela, dándose la mano y mirándose. — Creo que nosotros también tenemos que dar gracias. Por ser parte de esta familia, por tener la nuestra propia. — Miró de reojo a Emma y Arnold que les estaban imitando al otro lado de Molly. — Por haber creado una nueva estirpe O’Donnell-Lacey-Horner-Gallia. — Amplió la sonrisa y susurró. — Tú y yo somos vida, mi amor. Y justo aquí, en una cuna de gigantes, la empezamos.





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    Mar Oct 31, 2023 4:58 pm


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Apretó la mano de Alice y sonrió, emocionado. - Yo también... La abuela tenía razón después de todo. - El comentario de su padre le hizo taparse la boca para disimular la risa. Dejó de hacerlo cuando Molly les oyó. - ¡Eh! Creía que el de la vena verde era yo. - Bromeó, sacándole la lengua a su novia. Pasaron la aduana y se colocaron en la plataforma de aparición, y ver así a sus abuelos le llenó el corazón. Miró a Alice con cariño. A eso aspiraba a llegar, desde luego.

    Había imaginado lo que sería Irlanda muchas veces, tenía descripciones bien nítidas de su abuela, y alguna que otra foto en la que se veían paisajes de fondo. Pero la estampa le impactó tanto que descolgó la mandíbula. - Guau. - Dijo, impresionado. No se parecía a nada que hubiera visto antes. El viento era tan fuerte que parecía tener personalidad propia, el olor de la hierba fresca y el mar le impregnaban por completo. Reconoció esas piedras negras nada más verlas, por las historias que su abuela le había contado de pequeño. - La cuna de los gigantes. - Dijo emocionado. ¿Cómo no se imaginó que irían allí en primer lugar? Era un sitio muy mágico e importante para sus abuelos. Miró a quienes le acompañaban. Sentía estar viviendo un sueño.

    - Así es. - Respondió a Alice, conmovido y con la mirada brillante. - Un buen irlandés valora el viento como un gran tesoro. - Se dejó rodear por su abuela y se apretó a ella con cariño, mirando también a su abuelo, que le devolvía una mirada emocionada. Escuchó esa historia que ya sabía pero que, ahora, la escuchaba con más felicidad que nunca, en el mejor lugar del mundo para hacerlo, y con la mejor de las compañías. El problema era que, de tan emotivo, empezaban todos a llorar. Chasqueó la lengua pero se secó los ojos. No quería que su entrada en Irlanda fuera llorando... Oh, eso mismo pensó el primer día que entró a Hogwarts, y le había ido bastante bien. Y eran lágrimas de alegría, al fin y al cabo.

    En pleno momento emotivo, su abuela se fue bien decidida a tumbarse. Marcus miró a Arnold con ojos de advertencia, pero su padre parecía haber determinado que ese carro no había quien lo parara. Se aguantó la risa y, de la mano de Alice, la siguió. Porque, obviamente, su novia iba detrás de cabeza. Después de que su abuela hiciera los honores, se tumbó junto a Alice. La humedad de la tierra traspasaba la ropa, pero también parecía infundir vida. - Doy gracias todos los días. - Confirmó, mirando a la chica a los ojos, tumbado junto a ella y de la mano. Alzó levemente la mirada y dijo, cómico y en voz baja. - Mi madre acaba de tumbarse en la tierra mojada de un país extranjero. Va a ser verdad que la magia existe. - Rio entre dientes, pero volvió a concentrarse en el momento. - Somos el Todo. La combinación perfecta. - Apoyó con dulzura la cabeza en su hombro, y allí permanecieron todos unos minutos, en silencio, solo disfrutando del sonido del viento rasgando la hierba y las olas del mar.

    - Eh, prefecto O'Donnell. - Tanto Marcus como Arnold hubieran reaccionado si no fuera porque detectaban el tonillo travieso de su abuela al hablar, mientras miraba a Lawrence desde su postura. - ¿Te vas a arriesgar a no tumbarte? Mira qué bien te salió las otras veces. - Como me tumbe, me temo que ya me tenéis que enterrar aquí, porque dudo que me pueda levantar. - Todos rieron, pero Molly suspiró. - Este hombre, desde joven buscando excusas para no tumbarse... Pero de joven lo conseguía. ¡Vaya que si conseguía que se tumbara! Cada vez que yo se lo pedía se tumbab... - Mamá, captado. - Interrumpió Arnold, pero todos contenían las risas, hasta Emma. Molly carcajeaba como una niña traviesa. - Me encanta este sitio... es vida pura... Tantas mujeres irlandesas que han venido aquí a tumbarse con nosotros en el vientre... - Veía la mirada de su abuela emocionada. Marcus, por encima de la mujer, intercambió una mirada con su padre. Como si se hubieran comunicado mentalmente, se arrastraron un poco y se acurrucaron con ella, cada uno en un costado. Molly estaba ya abiertamente llorando. - Mis niños... - Emma se limpió una lágrima sutil, ya un poco más incorporada. - Espero que podamos cambiarnos de ropa antes de que nos reciba la familia. - Quiso desviar la emocionalidad, pero no había colado mucho, porque tenía la voz muy quebrada para ser ella. Se puso de pie tan elegantemente como si acabara de incorporarse de la silla de su despacho, y Marcus y Arnold la siguieron, ofreciendo sendas manos a Molly para ayudarla a levantarse. - ¡Oh! Abrase visto. Una mujer Gryffindor puede levantarse sola de la hierba. - Lawrence reía entre dientes, mientras Marcus y Arnold echaban un paso atrás, pero no le quitaban vista de encima. Le costó trabajo, pero cualquiera ofrecía ayuda otra vez. Al final sí que se levantó sola.

    - ¿Nos esperan a una hora determinada? - Preguntó Emma, alzando un poco el tono porque el viento repentinamente más fuerte dificultaba hasta oírse entre ellos. Miró al mar y añadió. - Podríamos dar un paseo por aquí. - ¡Por supuesto que sí! - Molly se enganchó del brazo de Emma y caminaron por la superficie del escarpado terreno. Arnold acompañó a Lawrence, y Marcus oyó que le decía. - ¿Te imaginas que ahora, gracias a la cuna de piedras esta, nos viene la niña? - El anciano soltó una carcajada. - No digas eso delante de tu mujer, que acabamos de empezar el viaje e Irlanda ofrece muchas opciones para matarte. - Los dos rieron. Marcus y Alice se miraron también, rieron y caminaron de la mano. - ¿Te gusta? - Miró a su alrededor. - Es espectacular... - Se mojó los labios. - Ojalá venir todos los años. Solo conozco esto y ya quiero venir todo lo posible. - El mar estaba muy agitado. Miró a Alice de nuevo y sonrió, pícaro. - ¿Crees que aquí también sabrías poner en práctica tus lecciones de nado, pececillo? - Rio. - Mejor dejamos eso para La Provenza. Aquí podríamos morir de hipotermia. O arrastrados por una corriente. - Bromeó. - Mi abuela siempre dice... que Irlanda hace dura a la gente. Resistente. - Hizo una mueca con la boca, sin dejar de mirar a su alrededor. - No me extraña... - Dejó una pausa. - Pero también dice... que hasta las piedras celtas pueden agrietarse en un momento determinado, pero eso no hace que... pierdan lo que son. Solo muestran que tienen muchos años y experiencias vividas. - Apretó su mano. Quizás si que era el lugar idóneo para ella, para sanar.




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    Mar Oct 31, 2023 9:59 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Le dio la risa descontrolada cuando Molly empezó a hacer aquellas insinuaciones y se pegó al hombro de Marcus para reírse a gusto ahí. Tenía ganas de reír, de correr por aquellos campos y sentir el viento envolviéndola, de sentir aquella vida de Irlanda en todo su ser durante mucho rato, hasta que olvidara cualquier otro lugar que pudiera haber estado contaminando su corazón hasta entonces. Cada vez más pegada a Marcus, con el brazo apoyado sobre él y la cabeza en su hombro, cerró los ojos, pensando en todas esas mujeres irlandesas que mencionaba Molly. — Aquí ha habido un montón de familias irlandesas… Para llegar a ti. — Le susurró a tu novio. — Todas prosperaron, todas continuaron a pesar de las guerras y el hambre… Para crear al O’Donnell más perfecto de todos. — Abrió los ojos y le miró. — Sí que parece cosa de magia, ¿no te parece? Sí que tiene que ser un lugar poderoso, sin duda. — De verdad que los sentimientos que le levantaba aquella tierra no eran normales.

    Dejó marchar a su novio para darle cariño a la abuela y ella se levantó para acercarse a Larry y darle un codazo. — Igual te compensa venir para pedir por nuestras licencias. — El abuelo rio entre dientes al ver a Marcus y Arnold levantar a Molly y a esta quejarse. — Por eso no hace falta pedir, os voy a llevar más que preparados. — El hombre negó con la cabeza. — No, estas piedras ya me dieron lo mejor que me podían dar. — Y señaló a Molly con la barbilla, que iba hacia ellos. — ¿Ya estás hablando de mí, vejestorio? — Y Lawrence ni contestó, solo le pasó un brazo por los hombros y se dirigieron a pasear, así que ella hizo lo propio con su novio. — Si su niño dice de pasear por el pueblo… Se pasea, aunque estemos mojados. — Arnie pasó por su lado, poniéndose al lado del abuelo. — A eso acostúmbrate. En Irlanda uno siempre acaba mojado y no sabe ni por qué ni cómo. — Ay, Arnie, cariño, estás un poco cascarrabias. — Observó Emma, con un tono despreocupado en la voz, inclinándose hacia delante. Luego cerró los ojos y sonrió, mientras seguía caminando. — Hasta a mí me gusta esto… — Pues eso sí que tenía mérito. Desde luego, lo que no consiguiera Irlanda…

    Miró a su novio, con el mar de fondo, y sonrió. — ¿Que si me gusta? — Rio y negó con la cabeza. — Lo que no sé es cómo no lo hemos descubierto antes. Esto es… Un santuario. Un refugio. — Se echó a reír con lo de nadar. — Nooooo no lo creo, para nada. — Y se rio de nuevo con lo que dijo a continuación su novio. — Podemos tenerlo todo, si quieres. Saint-Tropez, Ballyknow, depende para qué lo queramos. Talleres, por lo visto, vamos a tener en todas partes. — Y se enganchó a su brazo y volvió a reposar en su hombro, mientras atravesaban aquellos caminos brillantes por la lluvia, con muros a los lados llenos de musgo en un baile precioso de colores y formas. — Tiene razón. — Dijo aludiendo a lo que decía Molly. — Es como si esta tierra pudiera curarte y enseñarte… — Levantó la cabeza y clavó sus ojos en los de él. — Puede que hayamos venido ahora porque era justo cuando teníamos que venir… — Dejó un breve beso en sus labios y luego le dio en la nariz. — Y así he descubierto por fin de dónde sacas ese verde tan bonito en los ojos… — Miró alrededor. — Es tu herencia de todo esto. Lo llevabas en la sangre y no lo sabías.

    Anduvieron un poco más y se situaron en un saliente de los acantilados. — No te pegues tanto al borde, mujer. — Le regañó Larry a la abuela, que parecía desesperada por señalar algo. — ¡Ay, calla ya! Que el brazo de Emma es un grillete. Muy discreto y elegante, pero grillete. — Y otra vez teniendo que contener la risa. — ¡Mirad! Eso de allí son las islas Aran. Tenemos que ir, hay muchísima magia en ellas, y allí yo llevaba de excursión a mis niños… Puedo enseñaros todo lo que les enseñaba a ellos. — Ella sonrió y dijo. — Lo estoy deseando, abuela. De repente siento que necesito saber todo lo que pueda de este sitio. — ¿No te alegras de tener a tantos Ravenclaw alrededor ahora, mamá? — Ahora y siempre, hijo, qué cosas tienes… — Dijo Molly muy digna. — Ya, ya… — Se burló Arnie. — Anda, calla, y vamos para casa, que Emma no va a soportar mucho más rato manchada de verdín y me muero por ver mi casita.

    Se aparecieron de nuevo, esta vez en una callecita empedrada muy mona, llena de casitas de ladrillo rodeadas de pequeños terrenos, sembradas de hiedras y con piedras o vidrieras con inscripciones celtas. — Qué sitio más encantador. — Dijo de corazón. Olía a leña quemada y a distintas comidas. Molly fue, con esa fuerza renovada que presentaba, corriendo a abrir una de ellas. En lo primero que se fijó Alice fue en el jardín. — Sííí esto deja mucho que desear, ya lo se yo, y mira que mi cuñada y mis sobrinos le echan hechizos herbicidas, pero una casa sola es lo que tiene. Está a tu disposición, cariño, este y el huerto de detrás. — Dijo la mujer mirándola un momento, mientras echaba los distintos hechizos protectores. La casa era recoleta y preciosa, y tenía ese aire romántico de las casas abandonadas. Cuando terminó, Molly se agachó para coger algo del suelo. — ¡Oish! ¡Mira! ¡Amelia nos ha dejado esto! ¡Qué detallista es! Mira, es una cesta de bienvenida, con un montón de productos muy de aquí, ay, me la como, qué ganas de verlas. — Larry se puso a su lado y dijo. — ¿Qué hijo? ¿Dispuesto a volver a la casa donde naciste? — El aludido puso media sonrisa. — Eso creo. — Venga, coge a tu hijo y entremos juntos. He pensado muchas veces que debimos haber hecho esto antes. — Y Alice soltó la mano de su novio, animándole a que acercara, y se situó cerca de Emma. Quería, con otra mujer de O’Donnell, presenciar ese momento.





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    Miér Nov 01, 2023 1:36 pm


    Faílte
    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Asintió con convicción. Él tampoco sabía cómo no habían descubierto eso antes. Cuando eran pequeños, el viaje con dos niños a un lugar así se hacía complicado para sus padres, que además trabajaban muchas horas, y su abuelo también, y su abuela, que en los primeros años aún no estaba jubilada. Después entraron en Hogwarts y todo quedó retrasado para cuando salieran... Le daba pena no haber esperado a Lex, después de tanto tiempo, pero lo disfrutarían todos juntos en Navidad.

    - Lo tendremos todo. Sobre todo talleres. - Aseguró con una risa. - Eso debo reconocerlo: jamás pensé que tendría tantos talleres. Soñaba con ir y venir del de mi abuelo y con tener uno propio en casa, bien grande y lleno de magia ancestral, y con poder entrar en todos los laboratorios oficiales del mundo. No tardé mucho en empezar a soñar con el de La Provenza, pero añadir Irlanda a la ecuación ha sido un plus con el que no contaba. Y no será que mi abuela no lo insinuó veces de pequeño. Al final la pobre va a tener razón con que no la tomábamos en serio. - Apretó a su novia contra su costado mientras seguían paseando. Sonrió. - Será así. - Reflexionó. Desde luego, nunca habían necesitado ese viaje tanto como en esos momentos. Respondió su beso y arrugó graciosamente la nariz ante su toque y comentario cariñoso. - Mi abuelo lo decía, que cuando me hizo en su taller, se inspiró en el verde de Irlanda para mis ojos. Al final va a ser verdad que me hizo allí. - Bromeó. Total, la broma le perseguiría toda la vida de todas formas, mejor hacerse con ella.

    Se aguantó la risa con el comentario de su abuelo y miró a Alice de reojo. - Ahí va otro hombre preocupado por las mujeres que se acercan a los precipicios. - Bromeó. - ¡Eso está hecho, abuela! - Aseguró, se moría por conocer todo lo mágico que pudiera encontrar en aquel lugar. Alice también afirmó lo que él mismo pensaba. Se despidieron de aquel lugar tan especial (por ahora, volverían) y se aparecieron en otra parte. Fue consciente del poder del viento cuando dejó de sentirlo con tanta intensidad, ahora, la tranquilidad le había dejado la cabeza un tanto aturdida. - Uh. Sí que era fuerte. - Comentó para sí, parpadeando. El lugar en el que estaban ahora era precioso, lleno de casitas tal y como las había imaginado por las descripciones de sus abuelos, más bonitas diría. Por supuesto, su novia fue a fijarse en primera instancia en el jardín. Rio entre dientes. - Vas a tener entretenimiento de sobra. - Con lo que le gustaban a su pajarito los jardines. La perspectiva de que los ratos de relax que tuvieran los pasarían con ella llenando aquello de flores y él leyéndose todos los libros antiguos que pudiera encontrar por allí se le antojaba el paraíso. Eso le hizo recordar algo. - ¡Abuela! Tienes que llevarnos a tu biblioteca. - ¡Uy! Queda poco de ella, ahora es mucho más grande y moderna, y trabaja más gente, no solo una humilde chica con muchas ganas de transmitir cultura. Pero claro que iremos. -

    Entrar en la antigua casa de sus abuelos, su padre y su tía le llenó de una emoción especial. Menos mal que Molly rescató a tiempo lo que había en el suelo, porque él hubiera entrado tan obnubilado que lo podía haber pisado. Miró goloso la cesta, pero luego volvió los ojos a su padre con emoción. - Wow, naciste aquí... Impresiona pensarlo. - El hombre ensanchó una sonrisa emocionada, mirando a todas partes. Ah, de repente nos gusta estar aquí, pensó por su abuela, porque Arnold había retrasado mucho ese viaje, pero ahora parecía muy contento de donde estaba. Entró junto a su padre y su abuelo y comenzaron a recorrer las estancias. Marcus se fijó, en primer lugar, en algo que le hizo reír con malicia mientras se dirigía a ello. - Ooooh dime que esto es lo que creo que es. - Agudizó la mirada ante el quicio de puerta lleno de marquitas. - Oye, papá, la tía Erin era más alta que tú a tu edad. - Arnold frunció el ceño. - Eso no es verdad. Yo siempre fui más alto que ella. - Dijo en comparación con la misma edad, mira. - Fue señalando con el índice. - Con tres años, tú medías 94cm y ella 96cm. A los seis, tú medías 112cm y ella 114'3cm. A los nueve... - Ya he sacado la proporción, gracias. - Replicó ácido. Marcus se encogió de hombros. - No hay muchas más, de todas formas. - Arnold hizo una mueca hacia el lado. - Nueve años tenía tu tía cuando nos fuimos de aquí. Y yo once. Fue poco antes de empezar Hogwarts. - Lawrence miró a su alrededor, con un mudo suspiro. - Esta casa, este pueblo, se nos empezaba a quedar pequeño... - La verdad es que era pintoresco y precioso, pero para gente como sus abuelos, su padre y su tía, no parecía ofrecer muchas posibilidades. - Y pasábamos mucho tiempo viajando... de hecho... - Su padre señaló con una mano y les dirigió hacia un dormitorio pequeño con dos camitas. Tenía una madera de la pared levemente levantada y el hombre terminó de levantarla para mostrar un montón de números. - ¿Qué es eso? - Algo que hubiera preocupado a cualquier padre sin duda de haberlo visto. - Contestó Lawrence, que estaba igual de sorprendido que él. Arnold rio. - Solo era un niño que lo transformaba todo en números queriendo sacar progresiones de todo. Son nuestros viajes. - Marcus frunció el ceño, mirando la infantil caligrafía numérica de la tabla de madera. - Pero no hay palabras, solo números. - Fíjate bien. Esto son fechas: la de partida y la de regreso. Al lado, el tiempo en días que pasábamos fuera, en semanas y en meses. - ¿Y los decimales? - Para no poner "semana y media", ponía 7'5, por ejemplo. Me enteraba mejor si lo veía con números. - Y esa progresión. - Horas. Las horas que pasábamos fuera en incremento. - Se fue abajo del todo. - Y aquí está... el tiempo que pasé aquí, desde el día en que nací hasta el que me fui. Reconozco que me divertía hacer esto, pero me molestaba viajar tanto, por lo que en parte lo hacía convencido de que podría demostrarle empíricamente a mis padres que habíamos pasado un significativo número de horas fuera de casa con respecto al tiempo dentro... Me equivoqué estrepitosamente en los cálculos. - Lawrence le miraba con una mueca triste. - Fue el mayor motivo de peso para asentarnos en Inglaterra. Sabíamos que no os gustaba trasladaros tanto. A nosotros, tampoco. - Arnold se encogió de hombros. - Al final, son experiencias. Son cosas que he vivido y he transmitido a mis hijos... Y no estaba tan mal. Solo que los niños son muy quejicas. - Dulcificó, pero Marcus estaba captando el transfondo de aquella conversación. Miró a Alice de reojo, en otra habitación junto a Molly y Emma. Ella se lo dijo en su momento: ser alquimista de prestigio y tener una familia es difícil. Esa podría ser su conversación con su hijo dentro de unos años... Pero no era momento de mirar al futuro, sino de conocer el pasado. Y de vivir el presente.




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Sonrió a lo que su novio le dijo del jardín. Desde luego, iba a tener entretenimiento de sobra, y muuuuuuchas plantitas con las que practicar la fermentación. Se juntó con las mujeres O’Donnell para entrar tras los chicos y fue admirando cada pequeño rincón de la casita. Todo era muy pequeño y recoleto, pero ella estaba acostumbrada a los espacios más discretos y recogidos, y, mientras pudieran hacer de ello un hogar, a ella le venía bien.

    Aquel sitio era como un museo de los O’Donnell, y estaba segura de que iba a pasar muchos ratos investigando cada trocito de su familia que había por allí escondido. De momento, los chicos estaban mirando las alturas de Arnold y Erin, lo cual le parecía adorable, pero ella se fue detrás de la abuela y Emma, que no habían esperado ni medio minuto para ponerse a trabajar en la cocina, invocando los baúles. Ella paseó por la cocina-comedor admirándolo todo, hasta que llegó a una puerta y un ventanal con asiento debajo que miraban al jardín. — ¿Puedo abrir, abuela? Quiero que entre ese aire tan delicioso que hace en este sitio.¡Pues claro, hija! Abre, ábrelo todo. — Y ella se fue a hacer lo propio. El jardín de atrás y el huerto también necesitaban mucho trabajo, y ahí veía el taller, cerrado a cal y canto, claramente tenía unos hechizos aparte. Fue levantando las sábanas que cubrían unos muebles de maderas antiguas y brillantes, tallados con mimo, revelando la personalidad de la casa, de los años en los que vivieron allí. — Esto es precioso… — Se acercó a la chimenea y la encendió. — Esto era nuestra cocina-salón. En esa esquina había una mesita enana contra la pared, y a Frankie y a mí nos ponían por dentro y los demás alrededor. Pero cuando Larry y yo nos vinimos a vivir aquí, necesitábamos, primero, una mesa en la que él entrara, por lo altísimo que es, y luego, un salón en condiciones, así que el cobertizo, que es la puerta al lado de la entrada, lo convertimos en el salón y esto en un comedor como Merlín manda. — Alice escuchaba mientras miraba dentro de las vitrinas y recorría todos los rincones de la sala. — La habitación de abajo era la de mi madre. Se la hice en cuanto pude, para que dejara de subir y bajar como loca, y luego, cuando ella nos faltó, la convertimos en la de los niños. Ellos tan especiales, se peleaban y se echaban cosas en cara, pero para dormir, juntos por favor. Arriba está la nuestra y dos más. — Siguiendo las indicaciones de la abuela, se fue al salón, dispuesta a abrir también las ventanas, pero en cuanto entró y vio dos paredes cubiertas por libros, tuvo que salir a por Marcus y tirar de él.

    ¡Mira esto! — Dijo llevándole a la puerta. Luego entró y abrió corriendo las ventanas. — ¡Es precioso! ¡Mira cuántos libros, Marcus! ¡Y tan antiguos! — ¡Eh! ¿A quién llamas tú antiguo? — Dijo Larry entrando y quitando las sábanas de los sofás y butacas y sentándose en uno. — Este era mi refugio. Aquí he pasado muchas noches con mis niños intentando que se durmieran o que no despertaran a su madre y a su abuela, contándoles historias a la luz de ese fuego. — Y al decirlo, encendió la chimenea. Alice seguía mirando cada mueble, cada cosa que pudiera sacar o examinar, y se fijo en que la pared de la chimenea estaba recubierta en madera, con hueco para colgar macetas con plantas de interior y una leyenda grabada en la madera. — ¿Qué significa, abuelo? — Dijo señalándola. — Níl aon tinteán mar do thinteán féin — Leyó él con sorprendente fluidez. — Ninguna chimenea es como la tuya, un dicho muy irlandés que la abuela Rosie quiso poner aquí, yo creo que era para ver si así nos convencía de pasar más tiempo por casa. — Los tres rieron y Alice se acercó, poniéndose de puntillas para pasar las manos por la inscripción. Era como si así pudiera captarlo todo, ponerse en contacto con cada historia. — Bueno. Ahora lo haremos y honraremos la memoria de la bisabuela.

    Emma entró y dijo. — A ver, tengo órdenes para todos. — Alice dio un botecito y se colocó frente a ella. — El papel de las paredes está fatal, así que vamos a hacer borrón y cuenta nueva. Quiero a todos los magos de esta casa trabajando arrancando papel y preparándomelo para que de órdenes a las brochas, excepto a los más jóvenes. — Y les señaló. — Que tienen que subir a elegir la habitación que más les guste. — Alice miró a Marcus disimuladamente. ¿Se refería a una para los dos o…? — Sí, juntos. — Ella afiló los ojos y miró a su suegra. — Que no, que no soy legeremante. Vosotros sois muy obvios, queridos. Venga, subid, y cuando hayáis elegido, nos contáis. — Y ella miró a su novio con cara de pilla. — Vamos, pues… Aunque seguro que llego yo primero. — Y salió corriendo escaleras arriba, como hacían en Hogwarts.






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    Faílte
    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Estaba entretenido con su abuelo y su padre curioseando la antigua habitación de este último cuando Alice llegó y tiró de él para llevarle al salón. - ¿Qué has visto? - Preguntó entre risas. - Yo he ratificado que la vocación es algo con lo que se nace, al menos en los O'Donnell. - Se quedó impactado en la puerta. - ¡Wow! - Escuchando de fondo las bromas  de su abuelo, fue flechado hacia los libros, cogiendo algunos en sus manos para ojearlos. - Es increíble. Nunca había visto estos libros... Si sabía yo que lo de que la biblioteca de Hogwarts no tuviera el Harmonices Mundi solo era la punta del iceberg. - Su abuela rio a carcajadas con su comentario, pero su cabeza seguía enfrascada en los antiquísimos libros que tenía ante sí.

    La frase en perfecto gaélico de su abuelo le hizo conectar de nuevo con la realidad y mirar con una sonrisa y los ojos iluminados la chimenea. Aquel lugar era magia pura, y de la que más le gustaba. De repente, como una intuición, sintió una mirada sobre sí... y giró la vista ahora para comprobar cómo, efectivamente, su madre le miraba emocionada y con cariño. Devolvió la sonrisa. Aquello era muy diferente a todo lo que envolvía a Emma, pero ella jamás había tenido nada parecido a aquel calor familiar en los Horner, y allí estaba, por decisión propia. Eligió muy bien en qué casa quería criar a sus hijos.

    Pero, por supuesto, aquello habían sido unos instantes antes de empezar a ser ella en esencia, y ya estaba dando órdenes. Marcus escuchó con más disposición que en toda su vida, porque estaba realmente entusiasmado. La sorpresa vino cuando les mandó a elegir habitación, cuando él estaba ya con la varita sacada para empezar a arrancar papel. Intercambió una mirada con Alice y volvió a mirar a su madre. Le dolían los músculos de la cara de tanto sonreír. Rio con lo de la legeremancia, pero tenía muchas ganas de bromear. - ¡Eh! ¿A quiénes llamas obvios? Yo iba a ponerme a arrancar papel. - Lawrence rio de fondo con esa risa profunda para sí mismo que tenía. Y en esas, su novia salió corriendo. - ¡Pajarito! ¡Cuidado con los vuelos que aquí hace mucho viento! - Y corrió tras ella, sin ser muy consciente de la tontería infantil que acababan de soltar ante su familia, pero le daba igual. Que vieran lo felices que eran, que les vieran en esencia.

    Subió entre risas. - Cuidado con las carreras por aquí que la madera cruje como si tuviera milenios de antigüedad. - Miró a su alrededor, ilusionado. - Es increíble... este sitio... todo lo que hay en él. - Se acercó a ella y rodeó su cintura. - Y compartirlo contigo. - Dejó un beso en sus labios. - Te quiero. Con todo mi corazón. Por Merlín, estoy muy feliz ahora mismo. - Rio, y siguió mirando a los lados. - Tengo muchas ganas de conocer a la familia... y un poco de miedo, por si vienen en forma de huracán y no podemos seguirles el ritmo por ser excesivamente británicos. - Siguió riendo. La soltó y se introdujo con pasos lentos y pausados en una de las habitaciones. - Hmmm... El pajarito ha ido a pararse justo aquí... O yo a cazarlo justo aquí, pero igualmente, aquí estamos. - Se asomó a la ventana y rio. - Mira cuántas flores. Aunque esta ventana da justo a la calle. - No había mucho gentío, pero se veían algunas personas ir y venir, sobre todo señoras con la compra. - Ideal para detectar visitas familiares y ser llamados a gritos, para lo bueno y para lo mano. - Con un trote, se fue hacia la habitación de la otra esquina. - Esta no da a la calle... Parece menos bulliciosa. - Ladeó la cabeza. - Según donde mires, puedes determinar si las vistas son o no bonitas. - Comentó. Abajo se veía un pequeño callejón abandonado y no muy lustroso, la verdad, típico rincón de una calle que acaba siendo fuente de desperdicios. Pero, por encima de los tejados de las casas, podía verse el verde de la pradera, y el inmenso horizonte natural de Ballyknow. Al menos desde su altura, quizás a Alice se lo taparan un poco más los tejados. Apoyado en el quicio, se giró hacia ella y le dijo. - Ambos tienen pros y contras. Tú eliges. - Se encogió de hombros. - Yo voy a dormir contigo por tiempo indefinido. Ya he ganado con eso. -




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    Lun Nov 06, 2023 11:08 pm


    Faílte
    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Rio con ganas a lo de la madera y susurró, inclinando la cabeza a la oreja de su novio. — Menos mal que aquí no va a haber que escaparse. Demasiado reveladora la casa. — Y se dejó mimar, solazándose en los brazos de Marcus. Le miró a los ojos cuando terminó aquella frase y le devolvió el beso con cariño. — Yo te amo más a ti, mi amor. — Acarició sus mejillas y miró a su alrededor, asintiendo. — Cuando dije que quería ver las raíces, el principio… Era justo esto a lo que me refería. Sentir que continuamos esta estirpe, que somos una rama más en este árbol… Es… Ideal. — Rio a lo de la familia. — Creo que tenemos maestría en familias ruidosas y numerosas: los Lacey, los Gallia de Francia… Solo tenemos que ponernos en modo Irlanda. — Dijo levantando la varita y haciendo purpurina verde en el aire entre risas.

    Se dejó meter en la habitación, admirando aquellos lugares antiguos, llenos de polvo, sí, pero a la vez acogedores, con su chimenea con azulejos alrededor y los muebles tapados con sábanas que parecían pedir a gritos “destápame, úsame”. Sonrió, asomándose a la primera ventana. — Me encanta ver flores desde mi ventana. — Dijo de corazón, aunque ya le salió una carcajada ante la observación de su novio. — Bastaría con hacernos los locos… Lo cierto es que cuando estoy contigo, no oigo ni veo nada más. — Se dejó llevar a la otra habitación y miró hacia los prados del fondo. — No hay duda de por qué la llaman la isla esmeralda… — Suspiró y puso una mano en el cristal. — Creo que… Nos quedamos con la primera. Me ha llamado nada más entrar. Y esta podemos dejarla para… Tus padres. O un despacho donde tener mesas y escritorio, yo creo que en ese taller de ahí abajo no hay mucho sitio. — Dijo señalándolo desde ahí. — Ahora mismo necesito flores. — Así que tiró de su novio de nuevo hacia la habitación y abrió la ventana con fuerza. — Venga empieza a imaginártelo. — Empezó a apuntar a los muebles para que las sábanas fueran saltando, revelando una cómoda, dos armarios, un perchero, un cabecero… — Mira qué de maderita… Es precioso. — Se puso delante de la chimenea, dándole la espalda para mirar a Marcus. — Imagínate ahora esta chimenea encendida mientras tú y yo estamos en una cama, que deberá ir ahí, tapaditos, con el fuego crepitando y la lluvia fuera… — Se acercó a él y lo rodeó con los brazos, bajando la voz. — Dándonos calor… — Se separó con una risita. — O cuando el sol de la mañana entre por esa ventana… Solo hace falta unas cortinas blancas que filtren la luz, un papel nuevo y una cama con mantitas confortables… — Suspiró y se asomó a la ventana, cerrando los ojos. — Es como si ya lo viera. —

    Dos horas después, ya no estaba solo en la imaginación de Alice. La casa entera estaba siendo diligentemente pintada por rollos encantados por Emma, por lo que eran diligentes, ordenados y nada sucios, y Marcus y ella estaban consiguiendo hacer de la habitación un lugar recoleto y acogedor, usando la estantería de obra de entre la chimenea y la ventana para poner los libros y cosillas aquí y allá. Al otro lado de la chimenea movieron un escritorio de madera que había sido de Erin, y cerca de por allí pusieron los lugares de Elio y la Condesa. Habían desempolvado cuadros, fotos, jarrones y mantelitos, y Alice juraría que transmutar una cama de matrimonio entre tres alquimistas debería conmutar como licencia de hielo, pero se lo quedó a sí misma, porque bastante estaba sudando ya el abuelo con la creación de aquella cama. Cuando por fin estuvo lista, bajaron a la cocina-comedor, donde Molly estaba ya cocinando, y Arnold y Emma poniendo la mesa. Ahí aún hacía falta trabajo, pero en cuanto los rollos terminaran, podrían ponerse a ordenar.

    He hecho unas patatas guisaditas, que empieza a hacer ese frío húmedo que se te mete hasta los huesos, y esto os va a calentar el alma. — El mantel y la vajilla parecían superantiguos pero encantadores y en perfecto estado, y Alice no podía estar más encantada de sentarse a la mesa con semejante juego, el olor a comida y las cálidas luces que daban las chimeneas. — También he sacado las fotos que había por aquí para contaros un poco a quiénes vais a conocer, para que no vayáis de nuevas, que en esta familia somos mucha gente. — Y rio un poquito, mientras dejaba la olla en la mesa. — El pan es el que ha dejado Amelia de la panadería de aquí. Lo echabas de menos, eh cascarrabias. — Interpeló al abuelo. Era verdad que nunca había visto a Larry partirse pan tan rápido para acompañar la comida.

    Molly tomó una fotografía muy muy antigua en la que salía un soldado con el uniforme de gala y una chica de pelo oscuro y ojos muy claros, como ella, que llevaba una gabardina. — Estos son Cletus, el hermano mayor del abuelo, y su mujer, Amelia. Se casaron cuando estaba a punto de terminar la guerra, por eso les veis así, con lo puesto. Nadie estaba para grandes celebraciones, pero ellos estaban muy enamorados. Cletus sirvió con mi hermano Arnie, el que murió en la guerra, y a él le hirieron en la pierna y lo mandaron para acá, así que Amelia le cuidó. Ella entonces era enfermera y se fue de San Mungo para montar un hospital aquí y cuidar a los heridos cerca de sus familias. — Es una mujer maravillosa. Mi hermano nunca se la ha merecido. — Arnie silbó y miró su plato de patatas. — Preparaos, porque esto es así todo el tiempo. — Con el tiempo, el tío Cletus se volvió traslador sanitario y trabajaba con ella en el hospital mágico de Galway. Y fue, por cierto… — Buscó otra foto. — Mi padrino de boda. — Alice abrió mucho los ojos. — ¿Esa eres tú, abuela? Qué guapísima. — Esa es mi boda, sí señora. Esta soy yo, con mi corona de espino blanco, y el abuelo, con cara de felicidad a pesar de querer huir de tanta atención. Mi Erin tiene a quien salir. — Larry suspiró y negó con la cabeza. — Las cosas que dicen de uno… — Mirad, aquí están las dos hijas pequeñas de Cletus: Eillish y Nora, las dos fueron alumnas mías en la escuela que tenía aquí. Cillian, el mayor, también lo fue, pero en nuestra boda ya estaba en Hogwarts. — Cogió otra foto. — Y en esta… Conocéis a algunos. — Alice cogió el marco y frunció el ceño, pensando. — Esa es de unas navidades. — Emma miró por encima y señaló a la Molly joven. — Pues Arnie ya estaba ahí dentro. — Efectivamente, se veía a una Molly que había sido mucho más delgada de joven con una barriguita redonda. Ahí estaban Eillish y Nora, y otro niño de profundos ojos claros, que era más mayor y debía ser Cillian, pero había un hombre y otros dos niños… Y reconoció esa expresión seria y circunspecta. — ¡Este es Georgie! — Le dijo a Marcus señalando. — ¡Y este debe ser el tío Frankie! — ¡Esa es mi niña! — Celebró Molly. — Es Frankie con Tom y Georgie. A Tom no lo llegasteis a conocer, pero ahí era la primera Navidad de mi hermano divorciado, y la celebramos todos juntos para que los niños no se sintieran solillos. Fue bonito. Ay, voy a por las de las bodas de los primos, para que empecéis a ubicar a los cónyuges, que si no os vais a liar con todos los hijos. Algunos tienen ya hasta nietos. — Alice miró a su novio. — Mejor sigo comiendo que esto se me enfría si me espero a terminar. — Susurró, haciendo reír a Arnold y al abuelo entre dientes. — ¿Toda esa gente estuvo en vuestra boda? — Le preguntó a Emma. Ella asintió lentamente. — Muchos de ellos. La hija pequeña de Cillian y la hija mayor de Nora nos hicieron de niñas de los anillos y las flores. — Casi podía ver el tic nervioso de Emma, probablemente acordándose de lo que debió ser organizar a tanta gente.






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    Faílte
    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Tenía razón, ya iban teniendo experiencia en familias ruidosas, y fue a asentir pero las chispitas verdes captaron su atención como si fuera un bebé. Tras mirarla con ojos ilusionados, soltó una risita, volviéndose a su novia. - El árbol más grande, fuerte y frondoso jamás visto, el de nuestra familia. - Afirmó. Observó el análisis de Alice de las dos habitaciones, riendo a su comentario. - No sé yo si simplemente con hacernos los locos va a servir, pero lo podemos intentar. - Y, si conocía de algo a su novia, sabía con qué habitación iba a quedarse, y no se equivocó. - Flores para mi reina, pues. - Aseguró. A él, insistía, le daba igual. Quizás no le diera tan igual cuando le despertaran los gritos la gente de la calle, pero bueno. En cuanto tomara conciencia de que tenía a Alice a su lado, seguro que se le pasaba.

    Se dejó arrastrar y rio de pura felicidad solo por verla destapar muebles. Se llevó una mano al pecho e hizo un quiebre con las piernas como si se derritiera. - No me digas eso, Gallia. Lo veo y lo deseo ya, ahora mismo. - El abrazo de Alice interrumpió su tontería. Miró de soslayo a la puerta y a ella con una ceja arqueada. - ¿Ya empezamos con las insinuaciones? Hemos venido a estudiar y documentarnos, alquimista Gallia. - Pronunció arrastrando las palabras. Ella se separó y él rio de nuevo. - También eres decoradora de interiores. Cuando digo que eres perfecta, me llaman exagerado. - Miró a su alrededor. - Yo también la puedo ver... y es perfecto. Todo me parece perfecto. -

    Su pobre Elio estaba medio dormido y se despertaba sobresaltado y confuso, lo cual le provocaba ternura y pena a partes iguales, pero estaba tan feliz que no podía evitar reír. Eso hacía que su lechuza sacara el ave rapaz que llevaba dentro y le mirara con mala cara. - Venga, mira qué bonito está quedando todo esto. No estés tan mosqueado. Y me he traído hasta tu palo nuevo, el que nos regalaron Lex y Darren, para estrenarlo aquí. - Elio hizo algo parecido a rodar los ojos, girando la cabeza a otra parte. No estaba para palos, claramente. - Este será tu rinconcito. ¿Qué te parece? Y, por la noche, podrás volar por donde quieras, con total libertad. - Ahora lo que le pareció es que le miraba con cara de obviedad. - Bueno, ya está, menos quejas. A dormir. Y aún no hemos sacado ni nuestra ropa, no voy a sacar las chuches. No se puede pagar todo con comida. - Movió el pico en un chasquido contra el aire y se acurrucó en su hueco nuevo, haciendo efectivamente por dormirse.

    Y Elio podía darse por más que conforme siendo un ser que podía dormir en un palo, porque a ellos les estaba costando horrores diseñar la cama. Menos mal que el resto de la casa estaba impecable como si llevaran meses con ella. Desde luego, la obra de Jackie en La Provenza no había tenido una Emma dirigiendo, habría terminado muchísimo antes. Empezaba a llegarle el olor a comida y a rugirle el estómago. Lawrence rio entre dientes y le dijo a Alice en un nada disimulado tono de confidencia, porque le llegó perfectamente. - Luego regaña a su pájaro por querer comer a todas horas. - ¡Eh! - Clamó atención, ceñudo. - Yo no voy picando a la gente por tener hambre... - Elio tampoco, para ser justos, es un pájaro muy bueno. - Y aquí estoy, trabajando. No puedo controlar que se me mueva el estómago, no me lo han dado aún con el rango, señor alquimista carmesí. - Lawrence rio a carcajadas. - Menos mal que no pica. -

    Se sentaron a la mesa y tuvo otro amago de teatral desmayo cuando su abuela puso el plato ante él. - Cómo huele esto, abuela. Que viva Irlanda. - Arnold y Molly rieron con estruendo. Eso sí, el comentario sobre el pan hizo que mirara a su abuelo con las cejas arqueadas. - Vaya... - El hombre hizo un gesto con la mano mientras comía. - Respete a sus superiores, alquimista O'Donnell. - Rio entre dientes y se llevó la primera cucharada a la boca. Oh, por Merlín, qué bueno y qué bien sentaba. Sí que se iba a desmayar.

    Mientras comía, atendió a su abuela y puso los ojos en las fotos. - ¡El tío Cletus! Yo he visto una foto parecida a esa. - La tenemos en casa. Creo que era una de cuando eran novios. La tía Amelia me la regaló porque de pequeño me encantaba. - Respondió su padre. Atendió a la historia, pero el comentario de su abuelo casi le hace atragantarse por la risa espontánea. - Vaya. Luego decís de Lex y de mí... - Chiquilladas al lado de estos dos. - ¡Qué exagerado eres, hijo! - Respondió Lawrence con un punto ofendido, mirándoles a ellos. - Cuando le conozcáis me entenderéis. Yo le quiero mucho, él a mí no sé si tanto por sus bromitas continuas... - Nada, siguen teniendo veinte años. - Suspiró la abuela, antes de proseguir con la historia. Sonrió ampliamente con la siguiente foto. - Qué elegantes. - Y, sobre todo, felices. Y su padre y su abuelo parecían dos gotas de agua, era increíble. A él le decían mucho que se parecía a su padre, pero cuando veía a su abuelo y su padre de joven, notaba los claros rasgos que él había heredado de Emma.

    Lo de la corona de espino le hizo mirar a Alice con una sonrisilla. Qué guapa estaría ella con algo así en su boda... Mejor paraba ese carro, que se descentraba. Se fijó en las dos niñas, y por un momento, por culpa del descentre, esperó conocer efectivamente a dos niñas... hasta que hizo cálculos y se dio cuenta de que no solo no serían niñas, sino que serían bastante más mayores que su padre. La siguiente le hizo abrir la boca enternecido de ver a su abuela embarazada de su padre. La exclamación de Alice le hizo fijarse en uno de los niños. - ¡Georgie! ¡Es verdad! Qué serio. - Dijo entre risas. - Más o menos como ahora, en realidad. - A Tom no llegaron a conocerle, pero también parecía mucho más diferente, más "americano", que el resto de hijos de Frankie. Pero había más fotos y, sobre todo, mucha más gente.

    Se ahorró reírse descaradamente por el tono que su madre había empleado al decir lo de las niñas de las flores, y desde luego imaginarse a sus abuelos Horner presenciando a niñas irlandesas llevando las flores de su única heredera era bastante cómico a la par que escalofriante. La abuela no tardó en volver con una caja de zapatos. Marcus parpadeó. - ¿Todo eso está lleno de fotos? - Y de recuerdos, luego podemos verlos tranquilos junto a la chimenea. Ahora, a conocer a la familia. - Y la colocó con decisión en la mesa, seleccionando las fotos que iba a mostrar y tendiéndoselas. - Mira qué guapo mi Cillian en su boda, ha sacado toda la genética O'Donnell. Esta es Saoirse, qué gran mujer, otra Gryffindor de corazón. - ¿Y ese niño? - Preguntó inocentemente Marcus, y se oyeron un par de carraspeos incómodos por parte de Lawrence y Arnold. Molly rodó los ojos. - Estos hombres, qué antigüitos son. Cosas que pasan, hijo. Cillian... Bueno, siempre fue un chico muy guapo y... espabilado. Tuvo un chiquillo, pero es de una familia... un poquito... más apartada, por decirlo así. No tienen mucho trato. En fin. A la boda vino, míralo, qué guapito, como su padre. Johnny, se llama, pero no creo que le veáis mucho. Ha hecho su vida por otra parte, creo que ni siquiera vive en Galway. - Siguió pasando fotos. - Esta es de una Navidad. Estos sí son los hijos de Cillian y Saoirse: Patrick, Martha y Wendy. ¡Mira, Emma! Poco mayor que aquí era nuestra Wendy cuando llevó tus flores. - Sí... - Marcus se mordió los labios. Había detectado de nuevo "ese tono" de su madre y no podía evitar que le hiciera gracia. - ¿A que no sabéis qué? Patrick está ya casado, ¡con una sobrina mía! Sí señor, por parte de mi madre, y como ella se llama de hecho. Mi Rosaline, es un amor, ya la conoceréis. Y tienen tres nenes, yo creo que el pequeño deberá tener unos cuatro años. Para que mi niño se entretenga. - Y pellizcó la mejilla de Marcus. Le encantaban los niños, así que estaba deseando conocerles... Pero empezaban a no salirle las cuentas de la cantidad de gente que había en esa familia, teniendo en cuenta que solo acababan de empezar.

    - ¿Wendy no tiene pareja? - Preguntó Emma. Molly negó. - Creo que no. Dice Saoirse que no da con la tecla de... ¡A ver qué le pasa ahora a estos dos! - Riñó, y Marcus se encontró a Lawrence y Arnold riendo por lo bajo. Su padre, conteniendo las lágrimas de la risa (e ignorando lo que empezaba a dibujarse como expresión de desdén en la cara de su mujer) dijo. - Creo que nos faltan anécdotas de la boda por contar. - No nos metemos con ella. Es una chica ciertamente dulce. - Uh, cuando su abuelo se ponía protocolario. Molly suspiró. - Solo era una niña enamoradiza. Y Phillip es un hombre muy guapo, ¡cualquier chiquilla puede tener un amor platónico! - Espera. - Detuvo Marcus. - ¿Estamos hablando de mi tío Phillip? ¿Phillip Horner? - "¡Yo quiero regalarle una flor! ¡Es el chico más guapo que veré NUUUUNCAAA!" - Imitó Arnold con un chillidito de niña lastimera que hizo al común de la mesa estallar en una carcajada fuerte. Bueno, al común no. Molly trató de disimular, aunque a duras penas, y Emma rodó los ojos y suspiró. - Lo que me faltaba para lidiar con mi madre, una niña pequeña llorando por su hijo mediano... - Y con más fuerza se rieron. - Ah, y Martha, al igual que vuestra tía Erin, tiene novia, para que lo sepáis. - Lawrence tosió con violencia, casi atragantado. - ¡¡Mujer!! Qué conclusiones sacas. No lo sabemos ni su familia ha dicho... - ¡Ay, por Merlín, este hombre! - Interrumpió. Les miró. - Vive desde los veinte años con "su buena amiga y compañera de trabajo" Cerys. Son las dos ganaderas, tienen una granja en las afueras. - Miró a su marido con aburrimiento. - Esta historia ya la hemos vivido, Lawrence. - Hizo un gesto con la mano. - Pero bueno, si la familia no quiere decirlo así, no seremos nosotros quienes lo hagamos. Solo lo digo para que no os sorprenda. -




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    Mar Nov 07, 2023 10:26 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Estaba la cosa muy efervescente con la cantidad de cosas que Molly tenía que contar de la familia, pero se permitió un momentito para picar a Arnie. — Alguien fue el favorito de sus abuelo aritmánticos y su tía Amelia que ya tenía al resto de los niños en Hogwarts. — Su suegro puso cara de ofensa y entornó los ojos. — Vaya, hombre, ya le tiene que caer algo a uno. Si yo era el niño más cariñoso y matemático del mundo… — Emma rio por lo bajo y Larry asintió ampliamente. — Eso le decía sieeeeeeempre su abuela. — Pero Alice tuvo que desviar de nuevo la atención a la comida y las fotos, que no podía perderse entre tanto familiar.

    Efectivamente, Cillian era muy guapo, y le daba mucho aire a los O’Donnell, no le extrañaba lo más mínimo lo del primer hijo, y no pudo evitar mirar al abuelo y a Arnold y picarles otro poquito. — ¡Anda! Uno sorpresilla fuera del matrimonio, como yo. — Ambos hombre suspiraron y espantaron un fantasma que no estaba. — Tú solo llegaste antes de lo planeado. No, eso son los prematuros, yo nací en mi sitio. — Y volvían a suspirar, y más se reían Molly y ella. Qué apretaditos eran a veces.

    Posó la mirada en los hijos de Cillian, y casi que se les podía adivinar la personalidad a todos, aunque no pudo evitar admirar lo mucho que se reproducía aquella familia. — Guau, abuelo, ya eres tío bisabuelo. — Localizó a la que Molly decía que era sobrina suya y se frotó los ojos. — Aquí los nombres se repiten tremendamente. En América hay otra Saoirse, mucho más pequeña… — La abuela se encogió de hombros. — Es que los nombres irlandeses son muy particulares. — Raros. — Apostilló Arnold. — Y a nuestra gente le gusta ponerlos. — Y hala, más niños. Marcus encantado, por supuesto. Y Dylan, si paraba por allí, también tendría algún amigo. Eso le hizo poner una sonrisa tierna. A ella también le gustaban las familias llenas de niños. Eran bonitas y divertidas, y nadie mejor que una Gallia sabía cómo lograrlo.

    Abrió mucho los ojos a la historia de Wendy, y no pudo evitar echarse a reír. — ¡Ay la pobre! ¿Será que sigue enamorada de Phillip? — Se mordió el labio y puso cara de pena. — Pobrecilla, si es que tu tío es muy guapo ahora, imagínate cuando tienes esa edad y te lo encuentras ahí con la novia, todo vestido… — Pero parecía que es que iba más en el carácter de Wendy. Obviamente, tuvo que entornar los ojos a lo de la prima con novia. Desde luego, parecía que no habían vivido en la misma familia que ellas. — Oye, ¿y Wendy qué hace? — ¡Uy! ¡Eso os va a gustar! Ella y Ginny, la otra niña de las flores cogieron el pub de mi sobrino político, Arthur, ahora os hablo de él, y lo convirtieron en un sitio para los jóvenes de Ballyknow y la zona, una maravilla. Ahí se reúnen un montón los primos, ya iréis ya… — Alice miró a Marcus. Era bonito tener una opción de círculo más joven, un poco como cuando estaban en Hogwarts, estudiar, estar con los abuelos, sí… Pero también tener esa opción, que en los últimos meses no se había sentido muy joven que digamos, y de lo que más iba a echar de menos era a sus amigos.

    Esta es mi Eillish, mi mejor alumna, que ahora lleva una escuela para niños magos como Merlín manda. — Pasó la foto de la boda y se llevó una mano al pecho. — Mi niña, estaba tan preciosa el día de su boda. Y su prima Erin le llevó los anillos. — Cierto era, y a la aludida no parecía hacerle demasiada gracia según la foto. — Ese hombre es altísimo. — Destacó Alice, mirando al novio. — ¡Digo! De los más alto de por aquí, Arthur Mulligan, el dueño del pub que os he dicho antes. Es un hombre muy muy bueno y sencillo, pero fue otro gran alumno mío y un gran escuchador, con una memoria increíble para historias y leyendas. Y se jubiló y dejó el pub a las sobrinas, lo dicho, corazón de oro. — Lawrence se puso una mano en el lateral de la cara, como si les susurrara algo, pero hablando normal. — Ella no tiene favoritos tampoco. — ¡Cállese ya, señor cascarrabias! Y ella tiene dos niños… Bueno, ya no tan niños, pero para mí siempre van a ser los más buenos de la familia. — Y enseñó una foto bastante reciente. — Ruairi, el chico, también está casado ya, con una muchacha buenísima, del sur de Irlanda, pero que se quiso venir aquí con él. Se llama Niamh, es hija de muggles, como nuestro Darren, y los dos tienen una consulta de magizoólogos, así que estoy deseando que se conozcan, porque se van a llevar divinamente. — Arnold la señaló, mientras iba recogiendo. — A ti te gusta porque la muchacha aceptó venirse al pueblo y está integrada. — ¡PUES SÍ! Si quiere a un O’Donnell, o a un Mulligan, vaya, eso es lo que tenía que hacer, y de muy buenas lo hizo, trátala bien eh, que me cae genial… Ah y tienen gemelitos, mira qué monada, se llaman Horacius y Lucius. — Sí que son una monada. — Comentó Alice enseñándoselos a Marcus. — Vaya Navidades entretenidas vamos a pasar, menuda locura. — Yyyyy esta es vuestra prima Nancy que es el orgullo de esta familia. Es muy jovencita, tiene veintiséis, y es antropóloga. Está haciendo un trabajazo por Irlanda. — Ahí sí, Larry asintió. — Siempre ha sido una niña inteligentísima. Ha sacado todo el mejor cerebro O’Donnell, como el de mi santa abuela. — ¡Anda ya! ¡Con la abuela siempre! La niña es lista porque lo es, una Ravenclaw de los pies a la cabeza, y bien enseñada por su madre, además. — Ella sonrió. — Qué bien, con lo que nos gusta a Marcus y a mí una tradición o una historia. Es genial poder compartirlo con alguien joven y de la familia. — Arnold le tiró una corriente de aire con la varita desde la zona de cocina, donde estaba recogiendo. — Pelotilla. — Y ella le sacó la lengua, porque esos eran ellos. — Desapegado, lo dice hasta tu madre. — Y Emma se rio por lo bajo, mientras Molly asentía muy segura, buscando la siguiente fotos.







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    Jue Nov 09, 2023 11:28 am


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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Secundó con soniditos adorables la broma de Alice a su padre. Estaba deseando ver ese momento de las tías de su padre tratándole como el niño favorito, se iba a reír mucho. En cuanto a los comentarios sobre "ser sorpresilla fuera del matrimonio", se hubiera incomodado más si no estuviera ya más que de sobra acostumbrado a los comentarios de su novia. Chistó un poco, como si quisiera desviar el tema, pero tenía que reconocer que eso de que ella nació en su sitio le hizo gracia. - A nadie le cabía la menor duda. - Comentó jocoso, y siguió atendiendo a la información de su abuela. Eso sí, le arqueó las cejas varias veces a Alice con diversión cuando su abuela mencionó lo del pub. Oyó a Lawrence reír entre dientes. - Definitivamente, mi nieto tiene un gran porcentaje Lacey y no solo en el gusto por comer. - Marcus se irguió. - Ni idea de por qué lo dices, pero lo tomaré como un cumplido. - ¿Ni idea? Qué te gusta una fiesta, hijo. Yo no salía de mi casa cuando... - ¡¡Disculpa!! - Sus padres ya estaban suspirando, porque a Marcus se le había activado el modo ofensa. - ¡He sido el alumno más brillante y centrado de toda mi promoción de Hogwarts y casi de su historia! - Ya empezamos... Papá, anda que tú también... - ¡Vengo aquí a conocer mis raíces, la más pura magia ancestral...! - Siguió Marcus, y el discurso ofendido se prolongó sus buenos tres minutos, mientras todos miraban a la nada con cara de aburrimiento esperando que acabase. Todos menos Larry, que parecía ciertamente interesado en su exposición. - ...¡Pero todo cerebro necesita oxigenarse, repartir los momentos de concentración! Tú mismo nos invitaste a improvisar y relajarnos. ¡Y la familia es, sin duda...! - Seguía. Otro minuto más. - ...Y de ahí que quiera, no solo conocer más de mi persona para explorar mis límites conociendo a mi familia, sino del origen de esta tierra, mientras mi cerebro se relaja y puede producir mejor. - Silencio. - He terminado. - Apostilló muy digno, porque los presentes parecían haber desconectado y era necesaria la aclaración. Lawrence sonrió. - Lo dicho, Lacey. - Marcus le miró con los ojos entrecerrados, pero su abuela le pellizcó la mejilla. - Qué bien habla mi niño. Pero voy a seguir, que se nos hace de noche. - Sí, bueno, que muy bonito su discurso pero que la dejara avanzar, básicamente.

    Miró la foto de boda de Eilish. - Oh, ¿esa es tía Erin? - Dijo enternecido y aguantando la risa. Vaya ceño fruncido, parecía Lex. Siguió atendiendo y asintió. - Definitivamente, Darren ya tiene mejores amigos aquí. - Al menos eso iba a hacer que su hermano y su cuñado se sintieran bastante cómodos. A él le llamaron más los gemelos, a quienes miró con adoración. - Me da que la Orden de Merlín no se va a separar de esa unidad familiar. - Bromeó Arnold. Y eso que aún quedaba una por conocer. - ¿Antropóloga? - Miró a Alice, con los ojos brillantes. - Nos podría ayudar un montón a conocer cosas de aquí. - Volvió a mirar a su abuela. - Seguro que era Ravenclaw. - Ella lo confirmó, respondiendo a su abuelo, y Marcus puso expresión de haberse llevado una victoria personal. No estaba bien decirlo sin ni siquiera conocer a las personas, pero ya tenía rama de la familia favorita.

    - Por último, Nora, mi peque. - Le estaba viendo a su madre la cara de "por favor que sea soltera", pero en vistas de que Molly ya tenía varias fotos en las manos, lo dudaba mucho. - Tres hijos tienen. - La familia no deja de expandirse. - Comentó Arnold, provocando risillas en Lawrence y que Emma ahogara un suspiro. - ¡Y más que se podría expandir! Solo está emparejado uno, así que aún podríamos ser más. - Marcus se aguantaba la risa mirando a Alice. Lo cierto era que él estaba más con su abuela que con sus padres en eso, le encantaba tener muchos familiares. - Mi Nora y su marido, Edward, viven con mis cuñados. Ya sabéis, están mayores, la casa es grande... Ella es enfermera también, cariño, os vais a llevar de maravilla. - Y esta es la familia que va a ser favorita de la americana. - Confirmó Marcus, divertido. - Porque la hija mayor es la del pub ¿no? - ¡En efecto! Mi niño, es irlandés de corazón, ya se los conoce a todos. - Marcus puso sonrisita de niño orgulloso. - Ginny es la mayor, la que regenta el pub con Wendy, y la mediana es Siobhán... Fuerte, determinada, otra Gryffindor de corazón fuerte, guerrero, que sabe lo que quiere... - Que no os pille por banda. - Tradujo Arnold. La abuela chistó. - ¡Qué teméis los hombres a una mujer fuerte! - ¿Me lo dices a mí? ¿Seguro? - Preguntó el hombre con una ceja arqueada y tono monocorde, mientras agarraba la mano de su madre. Ahora era esta la que tenía mirada de orgullo absoluto, pero no con el tonito infantil de Marcus, sino con el desdeñoso propio de una mujer puramente Slytherin. - ¿Te acuerdas aquella vez que vinimos y estaba atada a una de las vallas de la granja del primo Cillian? Menudo enfado tenían. Los dos, cada uno por lo suyo. - Marcus miraba con los ojos muy abiertos. - Resultaba que se había muerto una de las reses con la mala fortuna de que a la chica le pilló por allí, y vio no solo a la res muerta en cuestión sino a las crías. Menudo drama. No comulgaba nada ni con los métodos para deshacerse del animal ni con "la crueldad de que sus hijos lo presencien". - A mí me parece que tiene muy buen corazón y principios. - Y a mí que el tío Cillian ya tenía bastante con la epidemia que le estaba dejando sin ganado como para lidiar con una niña de siete años que trataba de montarle una rebelión. - Marcus tuvo que volver a apretar los labios con fuerza para no estallar en carcajadas, y vio que su madre aguantaba la risa, cuando en condiciones normales habría rodado los ojos con un suspiro.

    - ¡Bueno! Yo creo que es una chica muy centrada y que sabe muy bien de lo que habla y hay que escucharla. Siempre fue muy defensora de las causas ajenas. - Y perdidas. - ¡Era una niña, Arnold! Si es que, como él vivía bajo las faldas de la abuela, no entiende la lucha de otros. - ¡¡Eh!! - En fin, sigo. - Y su abuela cambió de foto, dejando a su padre ciertamente indignado. - Ya solo falta Andrew, ¡otro profe de niños magos! Si es que son un amor, mis niños. Está con una chica llamada Alison y los dos trabajan en la escuela de Eilish. Como veis, tienen un núcleo familiar muy unido. Y mirad, mirad qué cosita, esta me la mandaron hace poco, mi niño, es tan cariñoso. - Les tendió una foto de un bebé precioso, rubito y con unos enormes ojos verdes. - Brando, la criaturita que acaban de tener. Qué ricurita... - ¿De estos no tenemos foto de boda? - Preguntó Arnold con retintín y una sonrisilla, cruzándose de brazos. Molly suspiró. - ¡En fin! Esa es nuestra familia. La gran familia irlandesa. -




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    Jue Nov 09, 2023 9:42 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Puso una sonrisa de superioridad cuando Larry empezó a meterse con Marcus. — Ay, abuelo, si tu hubieras convivido con un Marcus de exámenes como yo lo he hecho… Te aseguro que no dirías tal cosa. — Pero ya se defendía solo con sus completísimos discursos, y así Alice podía terminar de comer y ver si podía pillarle un pellizco del pan al abuelo, mientras simplemente asistía a un buen duelo entre dos Ravenclaws, uno que usaba el intelecto y otro que se crecía en el silencio con frases lapidarias. Ella estaba como en medio, no sabía contestar como Marcus, pero definitivamente no sabía usar el silencio como el abuelo, claramente ella se enfangaría demasiado rápido, acabaría enfadada y ya está, pero para eso se rodeaba de gente que tenía ambas habilidades.

    Faltaba Nora, la hija pequeña de Cletus y Amelia, que era la que se había quedado en la casa de los padres, y eso le parecía adorable. De hecho sonrió con cariño y dijo. — Qué de enfermeras. Eso es lo que quiere una Ravenclaw de verdad, tener cuanta más gente mejor para aprender. — Miró a Marcus con los ojos entornados y sonrió. Ella adoraba a las familias grandes, sabía lidiar con el caos, y estaba encantada con el ambiente de Irlanda. Si la familia se tenía que expandir aún más, que así fuera. Se tuvo que contener la risa al imaginar a la activista Gryffindor oponiéndose desde chiquitita a la crueldad contra las vaquitas y no puedo más que decir. — Qué irlandés suena todo, estarás contenta abuela, genuinos son. — Miró a Marcus y amplió la sonrisa. — Y aburrirnos, no nos vamos a aburrir.

    Miró con dulzura la foto de Andrew, que había heredado claramente los ojos de los O’Donnell y su precioso bebé. — ¡Ohhhhh! ¿Pero a quién le importan las bodas, Arnold? Mira ese pequeñín, es cien por cien O’Donnell, qué monada más absoluta.Oh, por los centauros, cariño, exorcízale a la señora irlandesa que la acaba de poseer. — Y Emma rio, pero estaba mirando la foto con… Ternura. Luego miró a Marcus y le acarició la cara. — Me recuerda mucho a ti. Eras también así de precioso, con esos ojos tan claros y grandes, mirándolo todo con toda la curiosidad del mundo. Y esa sonrisa. — Acarició sus rizos y aseguró. — El bebé más guapo del mundo. Teníamos que haberos traído más. — Miró a Molly con los ojos brillantes y dijo. — Se merecían una gran familia irlandesa, sin duda. — Molly también la miró emocionada, y Alice estaba a punto de llorar cuando Molly dijo. — Bueno, basta ya. Vamos a terminar de darle los toques hogareños a esta casa, mientras los alquimistas se dedican… Al taller. — Con todo el árbol genealógico, prácticamente se le había olvidado que en el jardín de atrás había un pequeño taller, que no se había tocado en prácticamente diez años. Miró a su novio y dijo. — Parece que vamos a descubrir muchas cosas hoy. — La abuela y Arnold se pusieron a recoger y Emma se puso a revisar los rodillos, mientras el abuelo se levantaba despacito pero con cara de ilusión. — Pero no os eternicéis, eh. Que nos espera la familia para merendar. — ¿Merendar? — Preguntó Alice pestañeando. Yo no pensaba ni cenar después de esta comilona, pero no lo dijo y se dejó arrastrar hacia fuera.

    El taller estaba prácticamente unido a la casa pero, probablemente por precaución, no podía entrarse directamente. Era una pequeña cabañita desde fuera, que alguna vez tuvo macetas floreadas en las ventanas, que Alice pensaba recuperar. Lawrence suspiró y se quedó mirando la puerta antes de abrirla. — Aquí preparé mi licencia de cristal y, cada vez que veníamos después, la de carmesí. — Suspiró. — Siempre consideré que era demasiado pequeño, pero, una vez, en mi enorme taller de Inglaterra, me vi tan solo y frío y pensé… Cómo me hubiera gustado empezar en aquel taller tan recoleto, cerca de la familia, y no como lo hice, dando tumbos por el mundo, con la guerra y los alquimistas de fuego… — Puso una mano en el hombro de Marcus y dijo. — Tú, hijo, vosotros, tenéis la opción de hacer esto bien. Venga, entremos. — Y con el corazón latiéndole en las sienes y tomando la mano de Marcus, Alice entró.

    Efectivamente, era muy pequeñito y, suponía que por razones de seguridad, estaba vacío, pero tenía un montón de armarios, vitrinas y mesas, una pila con un grifo, y mucho sitio para plantas que pudieran servir de precios. Era acogedor y bonito, y mientras abría las ventanas, se giró con una sonrisa al abuelo y a Marcus. — Puede que sea pequeño, pero… Esta Gallia no pide más. Está pegadito a la casa, con vistas al huerto, hay sitio para plantas y los muebles… Se nota tanto que pertenece a esta casa. — Subió la mirada al techo, que estaba pintado de azul con rústicas constelaciones pintadas. — Esas las pintaron mis sobrinos, los que ahora veis que son abuelos y todas esas cosas. Molly dijo que era importante que la familia tuviera mano en todo esto y… Tenía razón. Adoro mi taller de Inglaterra, pero este es especial. — Ella fue y se abrazó a Marcus, mientras Lawrence hechizaba todos los baúles de instrumental y libros del taller de Inglaterra. — Cuando volvamos a enfrentarnos a ese tribunal, Marcus… Acuérdate de esto. Por fin podemos hundir las manos y agarrarnos a nuestras raíces. Levantar la vista y ver esto… — Se rio ante los dibujos infantiles. — Cuando uno tiene los cimientos tan asegurados, es justo cuando puede plantearse levantar algo más grande.






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    Con Alice | En Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Miró con cariño a su madre y se dejó mimar, porque Emma siempre había sido cariñosa con él, si bien no llegaba a los extremos de Molly y era bastante más comedida en sus expresiones. Debía estar muy feliz... y ahora le daba aún más pena que tuvieran que irse. Pero sus padres tenían que trabajar. Volverían en Navidad. Solo iba a ser... un mes y medio, al fin y al cabo... Con las ganas que tenía él de salir de Hogwarts para volver a pasar más tiempo con sus padres, y entre una cosa y otra los estaba viendo menos que nunca.

    Asintió y Molly añadió a las palabras de Alice. - Y si nos da tiempo antes de que venga la familia, os enseño algunos recuerditos que se quedaron en la caja. Pero si queréis un adelanto... - Y sacó lentamente y con cara de pillina, mirando de reojo a Arnold, un chupete con un trébol estampado. Marcus y Emma abrieron mucho los ojos. - Ooooooh dime que eso es... - ¡Bueno! Hemos dicho que cada uno a su puesto. - Cortó Arnold, empujando a Marcus hacia fuera con Alice y el abuelo mientras este se moría de risa, pero Emma sí se le quedó mirando con ternura y estaba seguro de que, en cuanto se fueran, se llevaría algún comentario bromista. Todo lo bromista que podía salir de ella, pero quién sabía en aquel entorno tan relajado.

    Miró con ojos emocionados la puerta del taller, escuchando a su abuelo. Solo los alrededores tenían muchísimo potencial, no quería ni imaginar lo de dentro, pero sobre todo, le emocionaba muchísimo lo que oía. Aquello sí que era su principio. La mano en su hombro hizo que se le anegara la mirada con la emoción. - Lo haremos. - Respondió, apretando la mano de Alice y entrando justo después. Y a pesar de que era ciertamente pequeño, emanaba... todo. Emanaba su propia quintaesencia y todos los recuerdos, experiencias y conocimientos que habían pasado por él. - Aquí vamos a hacer grandes cosas. - Susurró, mirando su alrededor. Había soñado muchísimo con crear su propio taller, uno nuevo a su medida, pero eso... era especial. Estar en el taller en el que su abuelo dio pasos de joven, hace tanto tiempo... le llenaba de una energía nueva. Rio levemente a lo que Alice decía. - Que no falten las plantitas. - Sin dejar de mirar todo con ojos ambiciosos y deseosos de ver brillar aquel taller. Miró las pinturas. Wow, sí que tenían tiempo... - Son preciosas. - Y, sobre todo, eran especiales.

    Recibió y correspondió el abrazo de Alice. - Así será. - Miró una vez más a su alrededor. - Este es nuestro principio. Estos son nuestros verdaderos orígenes. Esta historia no deja de escribirse ni de estar llena de primeras veces. - La miró y acarició su mejilla. - Cuantísimo nos queda por vivir, Alice Gallia. - Se oyó un leve carraspeo. Ambos miraron a Lawrence. - Espero que se me disculpe por interrumpir el gran momento romántico. - Los dos rieron entre dientes. - No quería ser un intruso pero tampoco un mero observador. - Entrelazó las manos y les miró. - Pero... estoy de acuerdo con ambos. Y convencido. No deja de haber primeras veces en toda una vida, y es en los cimientos donde reside la clave del éxito, desde donde se puede crecer. Un buen pilar al que volver después de volar muy alto. - Se acercó a ellos y, a pesar de que estaban solos, les dijo en confidencia. - Y este no deja de ser un buen refugio para cuando tengáis demasiadas doses de familia irlandesa. - Rieron ambos, pero Lawrence les apuntó con un índice. - Hablo en serio. Respentan bastante el taller del alquimista, parece que fueran a engullir el mundo si tocan lo que no deben. Así que no hace falta ni que os advierta de no montar escándalos aquí, nadie parece muy proclive a entrar. - Puso una mano en cada uno de sus hombros y añadió. - La lección de hoy es: llevad Irlanda en la piel. Vuestra abuela, y toda vuestra familia, sabe mucho de eso. No tardéis en aprenderlo tanto como yo. Y volveréis a Inglaterra, o a cualquier lugar que tengais que ir, con más conocimientos de los que podáis hallar en ningún libro. -





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    Vie Nov 10, 2023 11:50 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Que alguien mantenga en mente lo del chupete de Arnold y demás recuerdos que nos recuerdan su irlandesidad. — Iba Alice picando, de camino a casa de los O’Donnell. — Estáis todos muy graciositos. Anda, papá, ya que estamos caminando por aquí, cuéntales cuando mamá te dijo “nos vemos un día de estos” y ni veinticuatro horas después estabas en la puerta de su casa. — Lawrence suspiró, pero estaba claro que se estaba guardando una risita. — Ay, hijo mío, te tenía por un hombre maduro y casado, con una forjada reputación como aritmántico… — Pero la carcajada de Molly le interrumpió. — Y ahí estaba él, como un pincel, parecía que iba a una conferencia, y yo en delantal con siete hechizos domésticos echados, y el ajuar de novia todavía por ahí… — Todos corearon sus risas, y esta vez hasta Lawrence dejó que le saliera. — Y no llevé flores porque Merlín no quiso. No será que no me insistieron en esa casa de allí. — Dijo señalando una calle que salía de la plaza central del pueblo, por la que ahora pasaban, y que tenía unas piedras brillantes suspensas en el centro.

    ¿Y esas piedras, abuela? — Preguntó ella, mientras se acercaba a las mismas dando saltitos. — Son una réplica de las piedras fundacionales de Ballyknow. Son para recordarnos que llevamos mucho tiempo aquí, mi vida. A los irlandeses nos encanta eso. Ya os contaré la leyenda de nuestro origen ya… Mirad. — Señaló una cuesta de verdín que bajaba justo hasta la plaza. — Ahí es donde se ponen los puestos, las barras y las tarimas en las fiestas. — ¡Anda como en La Provenza! — Allí la comida está más buena. — Dijo Arnie. — ¡Anda este! Si a ti ya se te ha olvidado cómo son las fiestas aquí. — Yo tengo muy buen recuerdo, pero la comida provenzal es insuperable. — Insistió su suegro. — ¿Dónde estaba tu biblioteca, Molly? — Allí. — Señaló a un pequeño pero precioso edificio, encantador como era todo el pueblo. — Ya iremos, ya. El fondo sigue siendo el que yo fundé pero está muy cambiada… — Suspiró. — Pero eso es la vida. Si tiene que cambiar, es porque se usa, y eso es que mi pueblo sigue vivo. — Dictaminó con cariño y las manos en el pecho.

    De repente, dos niños con el pelo rubio cobrizo salieron de un jardín y corrieron hacia ellos. — ¡Ay pero si son mis gemelitos! — ¡HOLA TÍA MOLLY! — Dijo uno de ellos, claramente más lanzado que el otro. — ¡A ver! ¿Cuál es Horacius y cuál Lucius? Que siempre me liáis. — Los niños se rieron, y una mujer pelirroja de aspecto afable se acercó a ellos. — El que intente liarte para algo, es Horacius. Alguien ha salido a su bisabuelo Cletus y va a ser todo un Slytherin. Lucius es más como su padre. Y como su madre, cariño mío. ¡Qué alegría de verte, Niamh! — Saludó la abuela con un gran abrazo y muchos besos. Efectivamente, esa era la mujer de Ruairi y madre de los gemelos. — Estábamos fuera con el bebé porque Ruairi se ha empeñado en traerle un diricawl, porque los niños se desarrollan mejor si tienen animales cerca y todo eso… — Efectivamente, de fondo, en el precioso jardín de una encantadora casa cercana, vio a otro chico pelirrojo, dos chicas rubias y uno moreno observando muy de cerca como un bebé se reía y pataleaba ante un diricawl curioso pero asustado. — ¡Arnold, Emma! Qué alegría volver a veros. — Dijo saludando a sus suegros. — Hola, Niamh. — Es un placer volver a verte. No, el placer es mío, fuisteis tremendamente amables acogiéndonos en aquel viaje precipitado que tuvimos que hacer a Londres y tu ayuda fue inestimable en el Ministerio. Sin duda, esa era una frase que Emma O’Donnell oía recurrentemente. La mujer reparó en ellos y se acercó. — Y vosotros debéis ser Marcus y Alice, los alquimistas. Habéis hecho feliz a esta familia queriendo venir aquí. — Alice le devolvió el saludo y la sonrisa. — Yo estoy encantada y solo llevo unas horas aquí. — Se nota, en cuanto pases un poco más, te drenarán las energías. — Una de las chicas rubias se había acercado. — Mi cuñada no podía esperar a tener unos Ravenclaws jóvenes sin hijos cerca, os lo aseguro, pero es que ella saluda así. — Alice amplió la sonrisa y saludó a la chica. — Nancy, si no me equivoco. — La misma, encantada, nueva prima. ¡Tío Larry! — Se movió de inmediato a abrazar al abuelo. — ¡Mi chica lista! Pero ¿cuando te has convertido en una mujer, me lo explicas? En cuanto me han montado una guardería alrededor. — ¿Es verdad que eres alquimista? ¿Nos puedes transmutar cosas? ¿Puedes hacer un juguete con…? Yo que sé… ¿Césped? — Preguntó uno de los niños de corrido. — Tú eres Horacius, me parece a mí. — El niño asintió, con una sonrisa orgullosa, y Alice les ofreció las manos a los dos. — Pues yo soy la prima Alice, y sí, somos alquimistas, pero aún juguetes con césped no sé hacer. — Tú dale tiempo, diablillo. — Dijo Lawrence agarrando al chico y haciéndole cosquillas. — Cómo te pareces a tu condenado abuelo, muchacho.






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    Sáb Nov 11, 2023 10:54 am


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Si estuviera Lex allí, ya le estaría diciendo algo del tipo "no vayas a pasarte todo el tiempo que estés en Irlanda vestido de verde". Pero era su primer día, y tenía una bonita camisa que se había comprado unos días antes color verde esmeralda que además le resaltaba los ojos, y por supuesto que iría a la merienda con ella de estreno. Iba absolutamente feliz mientras charlaba con su familia y oía anécdotas, riendo a carcajadas. - Lo siento, abuelo, pero ahí estoy con el tío Cletus: ¿a quién se le ocurre ir a ver a la chica que te gusta sin flores? Pregúntale a Alice cuantas flores he dejado yo por Hogwarts y ni siquiera eran las chicas que pretendía. - La miró con cariño. - Porque la que pretendía me da a mí mil vueltas en conocimientos sobre flores y prefiere que le regale pajaritos. - Le guiñó un ojo. - Eso sí, yo también hubiera ido al día siguiente. - Su madre rio entre dientes. La miró con los ojos entornados y una sonrisilla. Ya, ¿cuánto dicta el protocolo Horner que debe esperar un hombre para ir a verte? Pensó cómico. Porque, sí, Emma se pondría muy  bien puesta, pero ahí estaba, con un hombre que seguro que tampoco habría aguantado más de un día sin ir a verla.

    Las piedras eran bonitas, pero más bonito era ver a su Alice rebotando hacia ellas. Compartió una mirada con su madre y esta sonrió con cariño, pero justo cuando él se iba a acercar, le puso una mano en el hombro y dijo en voz tenue. - Recuerda que un iceberg es más que la punta que ves. - Frunció los labios. Ya, que Alice había ido allí a sanar, que lo había pasado mal, que necesitaba tiempo... Pero es que la veía tan genuinamente feliz que era tentador creerse que todo volvía a estar en orden. Se acercó al resto y se frotó las manos. - ¿Cuándo es la próxima fiesta, abuela? - Ella chasqueó la lengua. - En estas fechas, ya me temo que la próxima no es hasta Navidad. - Pero no os preocupéis, si Ballyknow no ha cambiado en demasía, encontrarán cualquier excusa para una verbena semana sí y semana no. - Añadió Lawrence. Marcus rio y llenó el pecho de aire, mirando a su alrededor, a la biblioteca que Molly señalaba y a toda la plaza. - Quiero conocerlo todo. Absolutamente todo. -

    De repente, dos niños idénticos fueron corriendo hacia ellos, y a Marcus se le hicieron los ojos chiribitas. Primeros familiares, y niños. Se iba a llevar bien con ellos. Marcus quedó, junto con los demás, en un segundo plano, mientras Molly hacía la entrada y les presentaba. - ¿Has oído esa frase? ¿La del bebé con el diricawl? - Susurró a Alice, divertido. - Acaba de impactar directa en el corazón de los dos hermanos O'Donnell. - Porque él iba flechado al bebé, y de estar Lex allí, ya estaría buscando el diricawl. Con la frase que la mujer les dedicó a sus padres, Marcus les miró. Ese dato no lo conocía él, ¿dónde había estado? Ah, probablemente en Hogwarts, claro. Pero ya se acercaba a ellos, y Marcus puso su mejor sonrisa. - Es un placer conocerte, prima Niamh. - ¡Uy! Tú eres de buena cepa irlandesa. - Los dos rieron. - Estamos muy felices de estar aquí y deseando conocerlo todo. - Pero una chica acababa de acercarse y Marcus, solo de verla, tuvo la sensación de que se iban a llevar muy bien. Tenía un rostro afable y una sonrisa graciosa, pero ojos perspicaces. Era Nancy, seguro. No se equivocó. - Marcus. Un placer. - Saludó, estrechando su mano, antes de que la chica fuera a saludar con cariño a su abuelo.

    Pero nada como un niño para recabar su atención. - Hm, ¿un juguete con hierba? ¿Podríamos, Alice? - Preguntó a su novia, entrando al juego. - Igual más adelante, pero podemos hacer otras cosas muy chulas. - ¿Como qué? - Quiso saber el otro, más retador que curioso, mientras su gemelo observaba en silencio. Marcus ladeó la sonrisa. - Mi querido primo, si te resuelvo el misterio desde ya, no tiene gracia. ¿Qué es de un buen alquimista si no le das un poquito de intriga? - Se agachó ante él. - ¿Sabes cómo funciona la alquimia? - El niño encogió un hombro. - Un poco. - Qué va, no sabemos nada, solo que no podemos hacerla todavía porque somos pequeños y es peligrosa y que el tío Larry es alquimista. - Se animó Lucius, más sincero que su hermano. - Todo eso es verdad. Es muy poderosa. Un día de estos, cuando estemos más instalados en el taller, os venís y os enseñamos qué podemos hacer. - Los dos asintieron con sendas sonrisas que manifestaban expresiones muy diferentes.

    Escuchó lo que parecía una carrerilla tras él que se detenía de repente, y al girarse, vio a otro niño rubito, muy parecido a los gemelos pero más pequeño, que se había parado en seco y le miraba con ojos redondos. - Hola. ¿Eres el primo Marcus? - Él sonrió y asintió, ya de pie. - Así es. - El niño, con expresión tensa pero con un formalismo muy gracioso teniendo en cuenta que no debía tener más de seis o siete años, estiró firmemente la mano hacia él y dijo con un leve temblorcillo en la voz. - Bienvenido a Ballyknow, primo Marcus, soy Patrick O'Donnell, pero todos me llaman Pod, puedes llamarme primo Pod. - Se aguantó la risa y estrechó su mano, con el mismo formalismo. - Encantado, primo Pod. - El chico asintió, y justo en ese momento, miró por encima del hombro de Marcus y abrió mucho los ojos, soltando un espontáneo y nada pensado. - ¡Oh! Qué guapa. - Se puso colorado en el acto y sacudió la cabeza. Marcus se giró lentamente, y ahí estaba su madre, tan espigada e imponente como siempre, pero con una sonrisa cálida. Se acercó a ellos. - Hola, Pod. Encantada de conocerte. - El niño asintió muy seguido y volvió a estrechar la mano en un gesto automático, pero sin levantar la mirada. Se estaba aguantando fuertemente la risa viendo la escena. - Soy Emma O'Donnell, la madre de tu primo Marcus. - Bienvenida a Ballyknow, señora prima Emma. - Miró a Alice. Quería a sus primos desde ya y les acababa de conocer. Oyó una risilla de fondo y cómo Horacius le decía a Lucius. - A Pod le gusta una madre. - ¡¡MENTIRA!! - Chilló el otro, pero los gemelos se fueron corriendo como lagartijas, y un hombre se acercaba hacia ellos. - A veeeer, Pod. - ¡No he hecho nada! - Ya, ya, hijo. - Comentó entre risas, acercándose a ellos. - Es un poco impresionable. - El niño miró a su padre con cara de pena. - Quería dar un buen recibimiento, papá. - Y ha sido un recibimiento excelente. - Animó Marcus. - Aun te queda gente por saludar, si quieres. - Y señaló con la mirada a Alice y a Arnold, para darle oportunidad de intentarlo de nuevo, mientras se acercaba al hombre. - Encantado, soy Marcus. - ¡¡Marcus!! Bienvenidos, qué ganas de teneros por aquí. Soy el Patrick senior, como os podréis imaginar. -




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    Sáb Nov 11, 2023 10:58 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Qué bien sabía tratar Marcus con los Slytherin, porque Horacius iba a ser Slytherin, de pura cepa además. Lucius era mucho más sanote, y claramente sincero, y ella les miraba con los ojos llenos de emoción. Alice había tenido la inmensa suerte de tener buena parte de su vida a Dylan para poder ver ese desarrollo, esos giros en el carácter, esa emoción de ver cómo crecían. Al menos parecía que Marcus iba a poder vivirlo con sus primos. Alice asintió a lo del taller. — Id pensando cómo vais a pagar el precio alquímico de entrar. — Dijo afilando los ojos y poniendo tono misterioso. — ¿Hay que pagar un precio alquímico? — Preguntó Lucius ligeramente preocupado. — Ya lo negociaremos. — Dictaminó Horacius, y la atención se dispersó hacia otro nene adorable que acababa de aparecer por ahí.

    La presentación de Pod le pareció lo más adorable del mundo, tanto la dirigida a Marcus como la de Emma, y claro, Horacius no perdió el tiempo, y Alice podría jurar que el corazón se le derritió, así que en cuanto el Patrick mayor vino a controlar el drama, ella aprovechó y le picó el hombro al niño, carraspeando. — Yo no he sido saludada. — ¡Oh! ¡Mil perdones! Tú debes ser la novia del primo Marcus. — Esa soy yo. Me llamo Alice Gallia, es un placer conocerte, Patrick. — Contestó tendiéndole la mano, y los ojos del niño brillaron, claramente de poder reconducir la cuestión. — Encantado, prima Alice, tú también puedes llamarme Pod. — Ella puso una amplia sonrisa y le acarició las mejillas. — Alguien es muy O’Donnell. — El padre rio, mientras la saludaba. — Más bien tu rama de los O’Donnell. Ahora conocerás a mi padre y mi hermana Martha. Son… Gente que pasa mucho tiempo con los animales en el campo, y así se quedan. — Arnold saludó a su primo con afecto y le estrechó el hombro. — Mira mi primito que ya es todo un hombre. Da gusto verte, sobre todo tan bien rodeado.Tú debes de ser el primo Arnold. Encantadísimo. — Insistió el niño. Qué adorable. — Permitid que os presente a mi hermanita. — Y entonces Alice reparó en una niñita pelirroja que se agarraba a la pernera del pantalón de su padre y les miraba desde ahí. — ¡Madre mía! ¡Cómo se parece a mi hermana Erin! — ¡Es verdad! — Convino ella, recordando la foto con Draquito. — Y como ella, tú también tienes un peluche ¿me lo enseñas? — Pidió Arnold. La niña le miró y extendió el peluche que era un unicornio. — ¡Uy! A ella le encantaría. Es un unicornio magnífico. — Patrick acarició el pelo de su niña y dijo. — Es que ella, igual que la prima Erin, también es mezcla de O’Donnell y O’Connor. Y es muy buena. El que es más polvorilla es el pequeño, pero está en la cocina con la madre y la bisabuela, porque desde luego es glotón. — Alice rio. — Definitivamente, tus niños se parecen a mis O’Donnell.

    Se dirigieron al jardín y supo reconocer a un Hufflepuff caótico y a uno cariñoso según los vio. El diricawl, el pobre, con tanta gente se asustó y empezó a correr en círculos soltando plumas. — ¡Ay! ¡Ghillean! ¡Espera! ¡No! — Gritó el pelirrojo, que se parecía mucho a Nancy, así que debía ser su hermano. La otra chica rubia se echó a reír, y el chico moreno levantó al bebé con precaución, y cara de “pobrecillo, menuda liada”. Sentía que podía oír el cerebro de su suegra suspirar y preguntarse por qué no se habría quedado en la casa vigilando a los rodillos. — ¡Chicos! ¡Niamh! ¡Ayudadme con Ghillean! — Y los gemelos sitiaron al pobre diricawl. — ¡Ya está, papi! — Este de aquí no sale. — Y el diricawl graznaba como si se fuera a quedar sin garganta. — ¡Pero no le asustéis! A ver, a ver… — Se acercó al pájaro y lo cogió con delicadeza, y lo metió en una caja de madera. Seguro que era de esas que tenía amplificación y ambientes por dentro. — Uf, menos mal, no quería conocer a mis primos en medio del caos. Menos mal que no ha pasado ni nada, sí, pensó Alice, conteniéndose la risa. — ¡Primo Arnold! ¡Emma! — Saludó afectuoso con abrazos. — ¿Tengo plumas de Ghillean por aquí? — Preguntó en voz baja, apuradillo. — Aquí un par, Ruairi, pero ya está. — Llegó Pod, solícito y protocolario, despejando el abrigo de las plumas en distintas tonalidades frías. El hombre estrechó su mano y la de Marcus. — Es un placer conoceros, chicos, admiro muchísimo a los alquimistas. A mí no me dejarían ni acercarme a la puerta, porque lo rompería todo e iniciaría un caos cósmico, pero no es problema para admirarlos y saber lo mucho que cuesta lo que vosotros habéis conseguido. — Gracias, Ruairi, un placer. — Dijo ella con una gran sonrisa, intentando transmitir tranquilidad al pobre hombre. Él miró con cariño a Marcus. — No te acordarás de mí, pero cuando eras pequeño pasé un par de veces por vuestra casa, por conferencias y asuntos en Londres con Erin, principalmente. Yo no te gustaba mucho, porque siempre iba con animales y tú te asustabas… Pero en cuanto los guardaba, venías a pedirme historias irlandesas como las de la tía Molly. Tu hermano Lex era justo al contrario. Entonces me parecía curioso, luego tuve a los gemelos y lo entendí todo. — Para ser justos, los tuvo Niamh ¿no crees? — Dijo la otra chica rubia, recolgándose del hombro de Ruairi con una espléndida sonrisa. — Soy Alison, la novia de Andrew. Me presento antes de que caigáis bajo los encantos de mi hijo, que ahora mismo es el rey de la casa con sus… — ¡ESOS OJOS IRLANDESES! ¡IGUALITOS QUE SU TATARABUELA MARTHA Y SU TÍO LAWRENCE! — Se oyó exclamar a la abuela, mientras levantaba al bebé, que se reía brillantemente. — Es precioso, pero claramente tiene a quien salir. — Respondió Alice. — Encantada, Alison. — Ay, esto em recuerda que no os he presentado a mi mujer… — Se apuró Ruairi, pero Niamh apareció por el lado contrario a Alison. — Tranquilo, cariño, tu mujer sabe presentarse solita. Tú persigues diricawls y yo gemelos. — Alison se giró. — El mío también, pero es que la tía Molly lo ha secuestrado junto al bebé. — Alice entornó los ojos. — Y ya no lo va a soltar diría yo.




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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Sí que Pod era muy O'Donnell, le recordaba a él en rubito cuando niño, aunque según el padre del chico, era más bien "su rama O'Donnell". Estaba deseando conocer una versión O'Donnell que no fuera la que él conocía, desde luego iba a ser una gran sorpresa. Por las historias que había oído, se le antojaban todos iguales excepto Cletus, pero la familia de este era bastante más extensa que la de Lawrence y saberse minoría era, cuanto menos, una novedad que estaba deseando descubrir. Pero en lo que sonreía a los protocolarios saludos de Pod, apareció otra niña por allí. Ya estaba Marcus activando el modo adoración por la infancia.

    - Hola. - Saludó con dulzura, agachándose un poco y poniendo las manos en las rodillas mientras Arnold y Patrick hablaban entre ellos sobre las personalidades de los niños. - Supongo que no tienes ni idea de quién es la tal Erin de la que están hablando. - La niña, tímida, se limitó a negar con la cabeza. - Es mi tía, la hermana de mi padre. De ese señor que te ha saludado. - Sonrió más. - ¿Sabes lo que es un patronus? - Pareció pensárselo, como si hubiera oído hablar de ello pero no tuviera muy claro qué era. Se puso en cuclillas para quedar más a la altura. - Es un hechizo muy bonito, y muy útil, porque puede mandar mensajes y defenderte de cosas que asustan mucho. Es el reflejo del alma de las personas y sale cuando piensas en recuerdos muy felices. ¿A que no sabes qué? - La niña negó. Le escuchaba con atención pero no salía de detrás de la pierna de su padre. - El patronus de mi tía Erin es un unicornio, como tu peluche. Os vais a llevar genial. - Eso la hizo parpadear y sonreír. Le había agradado la coincidencia. - Soy Marcus. ¿Cómo te llamas? - Rosie. - Dijo con vocecilla. - ¡Oh! La madre de mi abuela Molly se llamaba así. - Y mi mamá. Y mi abuela. - Marcus rio. - ¿Sabes quién se llama como yo? - La niña negó. Marcus señaló a Alice. - Esa es mi novia. Tiene un hermano. - ¿Y su hermano se llama como tú? - No. El búho de su hermano se llama como yo. - Eso hizo a la niña reír con musicalidad. Pod apareció por allí. - ¿Y quién es mayor? ¿El búho o tú? - Marcus suspiró, teatral. - Me temo que yo. - Entonces ¿le puso al búho el nombre por ti? - Sip. - A mí me parece un gran honor. - Marcus le miró con orgullo y le señaló. - Me caes bien, Pod. - El niño puso una sonrisita brillante.

    Cuando se quiso dar cuenta, su familia se había dirigido al jardín y Patrick también conducía a sus niños hacia allí, y a Marcus con ellos (no iba a tardar en ser adoptado por otra familia con varios niños, eso se veía venir). De repente se encontró con un caos provocado por un diricawl asustado y varias personas intentando contenerle, por lo que se mantuvo a una distancia prudencial. Su madre tampoco se había acercado mucho, aunque por su seguridad aparente pareciera estar viendo al pájaro descontrolado desde la seguridad de un fantasma al que ya nada puede ocurrirle. La frase de alivio del aparentemente dueño del diricawl diciendo que "no quería conocer a sus primos en medio del caos" le hizo parpadear. Ah pero ¿hay niveles mayores de caos? Le quedaban muchas experiencias por vivir en Irlanda, sin duda.

    Al menos su saludo le hizo alegrarse genuinamente, estrechándole la mano. - En cuanto tengamos el taller de aquí listo, puedes entrar siempre que quieras. Alguna de esas plumas quizás hasta nos vengan bien. - Bromeó, señalando una de las que caían lánguidas por allí. - Encantado de conocerte, Ruairi. - Pero se ve que ya se conocían, lo cual hizo que abriera los ojos y la boca en una sonrisa sorprendida. - ¡Qué dices! - Rio a carcajadas. - Lamento mi descortesía infantil. Prometo hacer que ahora me gustes más. - Volvió a bromear, aunque pensó siempre que no vayas acompañado de pájaros gigantes y enloquecidos, claro. - A Lex le va a seguir encantando conocer a tus animales. Y a mi cuñado, más aún. - El hombre sonrió, pero puso leve expresión extrañada. Sí, claro, faltan datos. Bueno, poco a poco.

    No pudo responder apenas al saludo de Alison por la arrolladora entrada de Molly, pero entendió los motivos. Se derritió por completo nada más ver al bebé. - Lo dicho. - Oh, perdón. - Respondió entre risas, porque sí, estaba absorto mirándolo. - Soy Marcus. - Alison. Encantada. - Dijo ella entre risas. Todos eran adorables, simpáticos, sonrientes y afables. Daba gusto estar allí. - Hola, pequeñín. - Sí, sí, muy amable la familia, pero habiendo un bebé, Marcus tenía una prioridad. - Sí que tienes unos bonitos ojos irlandeses. - Comentó, entre carantoñas y tonterías que hacían al bebé reír musicalmente. - Tú eres Brando ¿no? Soy tu primo Marcus. Sí, el alquimista. ¿Qué? ¿Que tú también vas a ser alquimista? Qué bien que he venido, entonces. - Molly se reía a carcajadas con sus ocurrencias, pero oyó una risa tras él. - ¡Vaya! ¿Has oído eso, cariño? Nuestro hijo nos va a sacar de pobres, alquimista, ni más ni menos. - ¡¡AY, MI NIÑO, MI ANDREW!! - Molly achuchó al chico que se había presentado como padre de la criatura, que reía y correspondía el abrazo. - ¿Dónde está tu madre? ¿Dónde está mi Nora? ¡¡Oy, eso digo yo!! ¡¿Dónde están mis niños?! - Comprobando que al tío Larry le sigue gustando la seño Molly. - Dijo una voz socarrona de hombre que se acercaba a su abuelo. A este le brillaron los ojos. - ¡Cillian! ¡Hijo! - Su abuelo abrazó al hombre con fuerza, y juraría que estaba siendo el momento más emotivo desde que llegaron allí. Se había generado un silencio emocionado en el lugar.

    - ¡Estás igual, tío Lawrence! - No me digas eso, por Merlín. Creía que al menos era guapo de joven. - ¡Tonterías! Todo un galán. No como mi padre, claro, pero mira, se cameló a la jovencita más guapa del pueblo. ¡Tía Molly! - ¡Mi niño! Sigues siendo un granuja. - Se abrazaron, y Arnold y Emma se acercaron y el hombre los saludó con afabilidad. - No sabéis hasta qué punto el tío alquimista y la tía profe son aquí famosos. - Chivó Andrew a su lado, con Brando en brazos y una sonrisa. - Mi madre habla de ellos como si fueran dioses, y la tía Eillish. Han contado la historia de la verbena en que se conocieron y bailaron todos juntos como un millón de veces. - ¡Esa yo también me la sé! - Respondió Marcus con ilusión. El otro rio y suspiró. - Nosotros os conocemos más a vosotros que al revés, seguro. - Sonrió. - Pero los irlandeses, en lo que a hacer historia se refiere, somos discretos. Y abrimos nuestras puertas a quien quiere venir. Somos familia aunque nunca nos hayamos visto. - Todos posaron la mirada en Cillian y en la familia de Marcus, saludándose entre todos emocionados, y Andrew añadió. - Familias como la nuestra nunca dejan de crecer. Ni olvidan de donde vienen. Es la mejor magia que tenemos. -




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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Oyó de refilón la conversación de Marcus con la niña y sonrió tiernamente. Había tanta gente a la que conocer, con la que poder hablar, interactuar, ayudar… Hacía que a uno se le olvidara que había vida más allá de Ballyknow, estando allí se entendía mucho mejor a Molly. Y eran felices, fundamentalmente, los O’Donnell eran gente feliz, contenta de estar allí, todos juntos y de recibirles, sin más aspiraciones, y eso era de agradecer.

    Por supuesto, su novio tardó un total de dos segundos en salir corriendo a por el bebé. La verdad es que era extremadamente adorable, se reía muchísimo y tenía unos ojos preciosos. Alice se acercó a él y le miró embobada. — Lo siento, Alison, es que habéis hecho un bebé precioso. — Le puse mucho empeño, yo si hago las cosas, las hago bien. — Respondió Andrew, lo cual le hizo reír a ella, y allá que iba a presentarse cuando la abuela lo capturó y empezó a demandar más de sus sobrinos. Y talmente como si lo hubiera invocado, apareció Cillian por allí. Alice sabía reconocer un encanto Slytherin cuando lo veía, pero no pudo evitar emocionarse al ver al abuelo abrazarse con sus sobrinos. De nuevo esa sensación de que su mundo hasta entonces había sido muy pequeño, que tenía que conocer más de la familia, empaparse de toda esa parte de la vida que para Molly y Lawrence había sido tan importante.

    A lo que Andrew les chivó, ella sonrió y dijo. — Yo quiero saber las versiones de la historia de tu madre y tus tíos. — Nancy, que llegaba también para entrar hacia la casa. — Tranquila que hasta te lo representan, y mi madre empieza a interrumpir a sus hermanos como si nadie más que ella hubiera estado ahí. — Pero se giró hacia Cillian para escuchar lo que decía de la familia, y juraría que los ojos se le inundaron, aunque mantuvo la sonrisa. — Sois muy afortunados. — Dijo a Andrew y Nancy, y luego tomó la mano de Marcus. — Y yo de que me hayan traído aquí. — Le miró enamorada. — Él es, sobre todo, alquimista de emociones. Todo lo convierte en felicidad. Ahora veo que es que le viene de familia. — Nancy le puso las manos en los hombros y rio. — Alguien va a entrar en los O’Donnell por la puerta grande.

    Y a lo que entraron fue precisamente a un gran salón, con la chimenea más grande que hubiera visto jamás en una casa, y olía a té, chocolate, pasteles y de todo, de hecho, le dio la sensación de la casa de los O’Donnell en Navidad. Había dos señores muy mayores sentados junto al fuego, junto a dos mujeres que le sorprendió que fueran tan morenas, aunque visto a la luz, su pelo tenía un tono mucho más cobrizo. — ¡Ay por Merlín si es mi Arnie! — ¡Tía Amelia! — Exclamó su suegro, diría que con más emoción de la que le había oído en mucho tiempo, y estrechó a la mujer como si se le fuera a escapar. — ¡Ay hijo! ¡Qué alegría que hayas vuelto a Irlanda! ¡Mi niño más listo y más bueno! ¡Ay, gracias a los siete dioses! ¡Ya estamos todos aquí! — La mujer estaba llorando y la más joven de las dos mujeres, que debía ser Nora, también. Cuando Amelia soltó a Arnold se abalanzó sobre su suegra y le estampó un beso en la mejilla y también la estrechó. — ¡Emma, hija! ¡Qué guapa y qué bien se te ve siempre! ¡Qué bendición para mi Arnie! Solo estoy tranquila con que esté en Inglaterra porque sé que tiene a la mejor mujer posible a su lado. — Juraría que a su suegra no le entusiasmaba en exceso esas demostraciones tan explosivas de cariño, pero tan solo sonreía, bastante emocionada, y a Amelia claramente no le importaba lo que pensaran los demás, ella simplemente expresaba. — No tenemos un favorito tampoco por aquí… — Susurró Alice a Marcus, pero la mujer algo debió detectar, porque se giró, y en cuanto posó los ojos en Marcus, ya estuvo. — ¿PERO ESE ES MARCUS? ¡PERO SI ES IGUALITO IGUALITO QUE MI ARNIE Y SU ABUELO! — Y se abalanzó sobre él y lo llenó de besos. — ¿Y lo altísimo que es? Madre mía. ¡Y qué cara más preciosa! ¡Y DE VERDE COMO BUEN IRLANDÉS! — Lo miró con las lágrimas rodando por las mejillas. — Pero qué bonito es que mi familia crezca tan bien. No sabes cómo me alegro de tenerte aquí, hijo. Para mí es demasiado bonito ver al hijo de mi Arnie tan guapo, hecho un alquimista, aquí en mi casa. — Entonces reparó en ella y la tomó de las manos. — ¿Y tú eres Alice? ¡Oy por favor! Mira que mis cuñados decían que eras guapa guapa, pero qué ojazos tienes tú también. Ojos irlandeses, esto era el destino. — Cuando la abuela saca el destino, se pone seria la cosa. — Dijo Andrew, picándola, mientras la mujer la abrazaba a ella también. — Eres más que bienvenida a Irlanda, mi vida. Estoy muy feliz de que hayáis querido venir. — Y ella estaba tan contenta y emocionada que ni las palabras le salían.

    Mucho tía Amelia, porque ya sé yo que la queréis más a ella, pero el tío Cletus está aquí también. — Reclamó el hombre acercándose a ellos. Puso las manos sobre los hombros de Marcus y le miró con media sonrisa. — Deja que te vea, chico. Ya te van a decir que eres igualito que tu abuelo, pero yo sé distinguir la influencia de una buena Slytherin. — Y miró de reojo a Emma y, por primera en su vida diría, vio a Emma con una sonrisa halagada y un leve sonrojo. Lo que no logre el encanto Slytherin, sin duda. Eres un orgullo para todos los O’Donnell. Si no ¿cómo íbamos a seguir presumiendo de ser una familia de alquimistas? — Luego Cletus la miró a ella y le tomó la mano. — Encantado, señorita Gallia. Sé reconocer a una auténtica mujer Ravenclaw que sabe llevar a un O’Donnell cuando la veo. — Dijo antes de dejar un beso en su dorso. Ella afiló los ojos y sonrió. — Y yo reconozco a todo un encantador Slytherin cuando se me presenta.





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    Mar Nov 14, 2023 12:36 pm


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    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    El corazón se le encogió de cariño absoluto cuando su novia le llamó alquimista de emociones, y dejó un tierno beso en su mejilla, presionándola con sus labios durante unos segundos, como si quisiera manifestarle todo su amor con el gesto. Qué lejos quedaba Nueva York, esos momentos en los que aquellos términos estaban teñidos de tristeza... La vida les debía aquella felicidad por esos sufrimientos.

    La casa cumplía a la perfección con lo que había imaginado por las historias de su abuela, más aún que en la que iban a quedarse, porque Marcus siempre pensaba a lo grande y... bueno, aquella era más grande. Lo miró todo con los ojos brillantes, y miraba a Alice, y a sus padres, fuera de sí de alegría. Cuantísimo echaba de menos a Lex, pensar que se estaba perdiendo todo aquello... Qué rabia, se arrepentía de haber ido sin él, pero bueno, su hermano tampoco era de tan grandes multitudes y protagonismo, iba a agradecer su avanzadilla y entrar ya siendo mayormente conocido por el resto en base a lo que contaran de él. Podían usar ambos sus diferencias en su favor, Marcus haciéndose con el foco de atención, como le gustaba, y hablando de su hermano sin parar, y Lex entrando discretamente y con una carta de presentación ya hecha para ir lo más al grano posible.

    La tía Amelia, por supuesto, fue la primera en saludar, y se fue directa a su padre. Marcus se acercó a Emma y susurró. - Vaya con el favorito. - Su madre rio entre dientes. Iban a tener broma para rato con eso. Igualmente, a la mujer no le dio mucho tiempo a reaccionar, porque se vio avasallada por la familiaridad irlandesa. Aquello estaba siendo tan divertido como emotivo, porque ver a tanta gente llorando de emoción estaba haciendo que se le saltaran las lágrimas. Y antes de que pudiera procesar el comentario de su novia, le llegó el turno a él. Estaba sobrepasado de tan feliz que se encontraba y solo atinaba a reír y sonreír, entre todos los besos y achuchones que le llegaban. - ¡Por supuesto! Irlanda en el corazón siempre. - Su comentario provocó un coro de adorabilidad en las mujeres de la sala. Y él que pensaba que jamás tendría un público más agradecido que sus polluelos de Ravenclaw cuando daba discursitos épicos de prefecto. Allí sí que se iba a crecer.

    Tragó saliva, emocionado por las palabras de Amelia, también cuando se dirigió a Alice. - La más guapa de todas, y la más inteligente. Y la más buena. - Dijo con orgullo, y luego retomó el hilo de lo que le había dicho a él. - No tanto como para mí estar aquí. Gracias por esta acogida, tía Amelia. - ¡Ay, gracias, dice! Con lo felices que estamos de teneros... - Solo falta mi hermano. Es que está en Hogwarts, pero en Navidad vendrá. - Dijo con emoción contenida. Miraba a todas partes. - Teníamos muchísimas ganas de conocer a nuestra familia, y nuestras raíces. Y ya veréis cuando conozcáis a Lex, ¡os va a encantar! Es todavía más alto que yo. - Comentó entre risas. - Y le encantan las criaturas, y va a ser futuro jugador de quidditch, se le da gen... - ¡¿Jugador de quidditch?! - Interrumpió Nancy casi con un chillido y los ojos brillantes, haciendo que su hermano Ruairi riera infantilmente. - Le has sacado a relucir su placer culpable... - Mi niño, cómo habla de su hermano. - Dijo con cariño la tía Nora, acercándose también a él y tomándole de las mejillas. - Es lo más bonito del mundo, dos hermanos que se quieren. - Bueno... - Comentó Arnold, jocoso. - Esto es novedad de los últimos meses. No sabéis qué añitos nos han dado... - Dos hermanos Ravenclaw y Slytherin que no se meten el uno con el otro no son dos hermanos de verdad, ¿a que sí, prefecto muermo? - Comento Cletus mirando a su abuelo, quien rodó los ojos y suspiró como si fuera un adolescente harto de las pullas de su hermano.

    Por supuesto, el más mayor de la familia no iba a tardar mucho más en hacerse notar, y tuvo que reír con sus palabras. Sonrió con orgullo hinchado a sus palabras. - Faltaría más. - Respondió, entornando los ojos hacia su madre. - Es la mujer más inteligente de Inglaterra, tío Cletus. - Desde luego que sí. Un ojo perspicaz, sin duda. Y no ha elegido nada mal. - Comentaron en referencia a Alice, a quien su tío miraba encantado de la vida, como quien garantiza que su linaje está más que protegido y fortalecido en todas las ramas. - Me moría por conocerte, tío Cletus. He oído tantas historias sobre ti... - Todas malas, seguro. Viniendo de tu abuelo. - ¡Qué va! Aunque es verdad que mi abuela cuenta cosas mejores. - ¡Eh! Granuja, que te mando de vuelta a casa, no me traiciones nada más llegar. - Se ofendió Lawrence, haciéndoles reír a carcajadas y que Cletus pasara un brazo por sus hombros. - Este es de los míos, hermano, solo te ha usado de salvoconducto para llegar hasta aquí. - No te lo crees ni tú. - Por favor, por favor. - Alzó las manos. - No quisiera ser objeto de una guerra fraternal... - Cletus volvió a reír con estruendo. - Me gustas, chico. - Si se gana el favor del abuelo Cletus, ya tiene vía libre en esta familia. - Comentó, divertida, otra chica joven y pelirroja que acababa de entrar por la puerta. Sus andares desenfadados le recordaban a una versión irlandesa de Violet, y tenía unos ojos enormes y una sonrisa que la hacía parecer estar bromeando permanentemente. El pequeño Brando había soltado un chillido nada más verla aparecer, como si fuera su persona favorita del universo. - ¿¿DÓNDE ESTÁ MI BEBÉ PRECIOSO EL TESORO DE SU TÍA?? - Y se echaron los brazos el uno al otro. Sí, definitivamente, esa era la Violet irlandesa.

    - Ginny, hija. - Se dirigió Nora a ella, con una sonrisa iluminada y anchísima. - Estos son... - ¡Los primos ingleses! - Se fue directa a Alice. - ¡Uh! Reconozco un alma divertida cuando la veo. Tú vas a ser la primera en pisar mi pequeña moradita. Un verdadero pub irlandés, y no esas imitaciones baratas que tenéis por otros países. ¡¡Primo Arnold!! - ¡Prima Ginny! - Imitó su padre, y se abrazaron entre risas. - No os perdono que hayáis tardado tantísimo en venir. - Ni yo tampoco. - Chilló Molly desde donde estaba. Todos rieron. - Es un placer conoc-OH, POR MERLÍN, pero cómo te pareces al abuelo Cletus. - ¡Vaya! Eso sí que es la primera vez que me lo dicen. - Respondió Marcus entre risas, y su entorno tampoco paraba de reír. El aludido respondió. - Eso es por la presencia Slytherin. ¡Eh, alquimista! Lo dicho, este nieto ya es mío. - Lawrence soltó un gruñido en respuesta. Aquello estaba siendo ciertamente divertido.




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    Mar Nov 14, 2023 9:47 pm


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    CON Marcus| EN Casa O'Donnell | 4 de noviembre de 2002
    Si conocía a Marcus de algo, sabía que le estaba quemando el pecho de no tener a Lex allí, pero si conocía a su cuñado de algo también, en ese momento estaría preparando la posible salida nada más entrar. Darren sí que estaría encantado, sobreexcitado, decía. A las palabras de Arnold sobre sus hijos estuvo a punto de reñirle, pero ya intervino su suegra, que para eso tenía mucha más mano, poniendo una sonrisa de las suyas y agarrándose las manos frente al regazo. — Cosas de hermanos. Siempre se han adorado, pero se llevan muy poco tiempo y tienen caracteres muy distintos. — Amelia hizo una pedorreta y movió las manos en el aire. — Mira esos dos. — Que ya se estaban picando. — Y nadie a dudado ningún día de que se adoran. Es solo que son… — Suspiró y puso los ojos en blanco. — Únicos. — Mientras tanto, Nancy claramente se había unido al equipo Lex de quidditch, que, con la tontería, iba a tener bastantes fans. — Yo soy profe de vuelo para los peques de aquí en la escuela. — Comentó Alison. — Pero aún no he vuelto al tema desde que estaba embarazada. — Nancy suspiró y le rodeó los hombros con un brazo, apoyándose en el hombro de la chica. — Así es, mi amada prima política. Me habéis vendido pero bien vendida. Ya no hay partidos de quidditch, solo biberones y nanas y todo eso. Vosotros lo escogisteis. — Eso le hizo reír mucho a Alice, porque le encantaba ver las dinámicas familiares. Andrew se acercó con el niño y dijo. — ¿A que la prima Nancy es una quejica? ¿A que es una señorona que en el fondo te adora? — Nancy le sacó la lengua y cogió las manitas de Brando. — Pues claro que te adoro a ti, ojitos irlandeses, porque según he oído, te han metido en Ravenclaw y vas a ser alquimista. — TIIIITA TIIIIIITA ¿A QUE A NOSOTROS TAMBIÉN NOS QUIERES? — Saltaron de repente los gemelos, uno a cada lado de ella. Ella resopló muy exageradamente y puso una mueca en la cara con los ojos en blanco. — ¿Qué remedio me queda? Sois adorables y os tenéis más interés en mis historias que en los bichos de vuestros padres, os tengo que querer. — Además no nos vamos a separar nunca de ti. — Añadió Lucius con mucha seguridad, lo que la hizo reír todavía más.

    Pero entonces le pareció tener una visión de su tata pero mucho más joven y pelirroja. La forma en la que se encontró con el bebé y en la que recaló del tirón en ella, la hizo sonreír. Es mi tata con una madre cariñosa y unos hermanos normales, dijo una voz en su interior. — Lo mismo digo. — Contestó a su afirmación. — Estoy deseando ver un pub irlandés de verdad. — Al final verás licencia de hielo… — Se quejó Lawrence de fondo. — No seas aguafiestas, carcamal, mis niñas tienen el pub más divertido de la ciudad y tus nietos lo van a disfrutar como los jóvenes que son. Y si tu Marcus se parece tanto a ti como dice, todavía le sobrará de cerebro para estudiar lo que haga falta. — Menuda alianza estaban haciendo el tío Cletus y Marcus, un peligro rodearle de Slytherins, porque, como había dicho Ginny, empezaba a parecerse también a su tío abuelo. Bueno, no que ella se fuera a quejar, adoraba al Marcus Slytherin tanto como al Ravenclaw reflexivo.

    Todos empezaron a moverse hacia la gran mesa, no sin antes saludar a Eillish y Nora, que eran, efectivamente, las mujeres que estaban con la tía Amelia. — Ginny, hija ¿y tu prima? ¿No venís juntas? — Se ha ido a buscar a su hermana y Cerys. — Pero si ya hemos mandado a los maridos hace un rato a por ellas. — Dijo Eillish poniéndose las manos en las caderas, con aspecto de madre inquisitorial total. Ginny hizo un gesto al aire que, de verdad, le hacía parecerse demasiado a su tata. — Ya ha venido papá paniqueando hace un rato al pub. Que una valla que se le había roto el encantamiento, que yo he dicho no se “habrá” roto solo, y las vacas dudo que lo hayan hecho, llámame loca. Y entonces ha venido papá en plan “HACE FALTA ALGUIEN QUE ENTIENDA DE REFORZADORES Y QUE ENCUENTRE LAS VACAS” y yo como, mira, no contéis conmigo porque no corro ni por mi vida y aprobé Encantamientos por los pelos. Así que Wendy ha tirado para allá y se ha llevado a un chaval de Connemara que le había puesto ojitos, uno así de pelo larguito y coleta, y el pobre infeliz se ha ido allá con lo que queda de familia a arreglarles el poema de las vacas. — Lo había contado tan rápido, gesticulando tanto, y poniendo tantas caras, que a Alice le costó la misma vida no echarse a reír y vio que gran parte de la casa estaba igual, pero Eillish claramente no lo veía tan gracioso y Nora estaba suspirando. — Si es que mi Eddie no sirve para estas cosas, mira que se lo tengo dicho…

    Y entonces, de la cocina, salieron dos mujeres pelirrojas con un varios platos de dulces, y salados, y de todo, y un niño saltando entre ellas. — ¡Holaaaaa! — Dijo con vos cantarina la más mayor. — ¡Ay que ya están aquí los invitados! ¡Larry, Molly! ¡Pero qué alegría! — Y se lanzó a abrazarlos y la comida la siguió, levitando por el aire, haciendo que varios tuvieran que esquivarla. — ¡Y vosotros sois Marcus y Alice! ¡OOOOOYYYYYY! ¡Bienvenidos! — La señora daba vibraciones de mezcla entre la abuela Molly y la profesora Hawkins. La mujer más joven y era muy pelirroja y se parecía MUCHÍSIMO a Erin, como le pasaba a la niñita, así que tuvo claro que tenía que ser su madre, la mujer de Patrick que, si no había entendido mal, se llamaba Rosaline. — ¡Qué bonito tener la casa tan llena de gente! ¡Ahora os abrazo a todos! ¡Pero cuidadín, Saoirse! Que se altera la comidilla. — Huffies sin dudarlo ni un momento. Y claramente Patrick se había casado con una versión más joven de su madre. — ¡Uy! ¿Y mis hijas? — Preguntó Saoirse mirando alrededor. — Han tenido algo con las vacas, y nuestros maridos han ido a echar una mano. — ¡Ah entonces están estupendamente! Muy huffies, confirmado. ¡Oy dejad que os vea! ¡Qué O’Donnell más O’Donnell! ¿Y tú eres la francesa? — Alice se rio. — No exactamente, pero digamos que sí. — Qué respuesta más francesa, mi nuera y yo queremos saber cosas de Francia que nos encanta. — Uy sí sí. — A ver si nos sentamos primero y luego vamos viendo. — Instó Eillish ya un poco tensa.





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    Alchemist
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    Jue Nov 16, 2023 5:44 pm


    Westering home
    Con Alice | En Irlanda | 4 de noviembre de 2002
    Le encantaba el tío Cletus, confirmado. Y al final, y por primera vez en la historia, iba a tener que quitarle la razón a su abuelo, porque tal y como Molly decía, Cletus no tenía tan mala baba como Lawrence lo pintaba. Claro que los piques entre hermanos se veían a la legua, pero también se notaba lo mucho que se querían. Se movieron hacia la mesa enorme prácticamente ya lista para la merienda. Allí había muchísima gente y, sin embargo y si sus cálculos no le fallaban, aún faltaban algunos. Atendió a los motivos del retraso de los presentes y tuvo que parpadear para contener el alucine. En la vida se habría imaginado que, en la estirpe O'Donnell, hubiera un serio problema protagonizado ni más ni menos que por un puñado de vacas. Lex se iba a morir de la risa cuando se lo contara.

    Se llevó una mano a la boca y tuvo que excusarse. - Perdón, perdón. - Comentó entre risas, y por supuesto, no podía permitirse a sí mismo quedar mal, así que lo adornó a su manera. - Es que tienes mucha gracia natural contando las cosas, prima Ginny. Ese desparpajo en Inglaterra no es habitual. - La chica puso muequecita orgullosa y graciosa y movió los hombros. Estaba escuchando a Cletus reír entre dientes. - Estoy deseando ver la gracia natural del relato cuando os aparezca una vaca en vuestra casa. - Comentó Nancy, mirándole con una sonrisilla y los ojos afilados. Sabía detectar una Ravenclaw de broma ácida cuando la tenía delante, así que hizo un gesto interesante y le dijo en privado, mientras los demás seguían a sus diversos temas. - Una vez asumes que no todas las conversaciones llegan a nuestro nivel, aprecias otras cosas. No es educado tirarlas por tierra. - Ella le miró y rio entre dientes. - Así que un hermano jugador de quidditch, y una novia alquimista. - Te olvidas de mí como persona. - Un peligro eres tú. Ya te has aliado con el abuelo Cletus, eso es entrar con una carta de presentación muy concreta. - ¿Buena o mala? - Dado que también te has camelado a los niños, diremos que buena. - Señaló con un gesto de la cabeza a Pod y a Rosie. - No te quitan ojo de encima. - Rio él también. Algo le decía que con quien mejor iban a llevarse en la familia iba a ser, precisamente, con Nancy.

    La escena mejoraba con la aparición de un montón de comida flotante y la que seguro era la esposa de Cillian, Saoirse, y una mujer que parecía más de la familia de su abuela que de la de ellos... O sea que debía ser Rosaline, la madre de la pequeña Rosie. - ¡Es un placer! Wow, cuando venga mi tía Erin, no va a haber quien os diferencie. - Comentó a la última, al mismo tiempo que pensaba si no fuera porque no he visto a mi tía Erin con un delantal y comida persiguiéndola en la vida. Más bien la veía en el drama de las vacas. Saludó afablemente a las mujeres y aprovechó que estas estaban centradas en Alice para acercarse al pequeñín que le quedaba. - Hola. - ¡¡Hola, hola!! - Repetía, botando por ahí. Fue interceptado por el padre de la criatura, quien le detuvo ceñudo y le miró la cara. - ¿Qué tienes ahí? - Se movía tanto que Marcus lo había confundido con algún golpe que podría haberse dado en una caída, como cualquier niño, pero no. El niño, feliz, se señaló la mejilla y dijo. - Me lo ha pintado una amiga de la prima. - Rosaline rio. - Ay, sí, es que justo ha llegado hace un rato. Lo ha traído esa chiquilla tan maja, la amiga de Siobhán. - Hablando de ella... Nada, para qué voy a preguntar dónde está. - Suspiró Nora, colocando los platos en la mesa con mimo. Seamus empezó a dar botes otra vez. - Soy un liado, soy un liado. - ¿Qué dice? - Preguntó Horacius, entre confuso y con ganas de meterse con su primo pequeño, mientras el nene seguía botando bien contento por ahí. Patrick suspiró sonoramente, pero antes de que pudiera explicar nada, entró Siobhán por la puerta.

    - ¡Perdón, perdón, familia! Estaba en un acto. - En un acto... - Murmuró Eillish. - Hija, habíamos... - Lo sé, lo sé. - Y tu primo... - ¡Lo sé! Lo he traído sano y salvo ¿no? - Se les dirigió con una amplísima sonrisa. - ¡Qué alegría conoceros a todos! - Y empezó a repartir abrazos uno por uno, aunque por supuesto su abuela la secuestró más tiempo con los demás. La madre de la chica parecía poco conforme con la entrada. - A ver si es posible que cuando esté la familia... - Ay, cariño, ya está aquí mi niña, si todavía ni estamos todos, no pasa nada. - Dijo Molly con dulzura, apretándole a la chica las mejillas. Esta se dejó querer, aunque empezaba a tensarse de ver la que iba a caerle por algo que Marcus aún no había terminado de pillar, pero a lo que toda la familia parecía muy acostumbrada. - Querida prima. - Inició Patrick, cruzándose de brazos y arqueando una ceja. - ¿Has vuelto a usar a mi hijo en tus campañas? - ¡¡Yo no uso!! - Se indignó. Rosaline soltó una risita. - Patrick, querido, no seas así. Bien contento que venía mi niño con su corazoncito pintado. - ¡Soy un liado! - ¿Y por qué repite eso? ¿Qué significa? - Insistió Patrick. Siobhán se puso más digna aún, estirándose. - Es importante que los hombres crezcan en igualdad y que conozcan que la voz de la mujer es... - Empezaron a oírse risitas que pusieron ojos indignados en la chicas. Marcus saltó. - A mí me parece que tienes toda la razón. - Gracias. - Dijo, incisiva y mirando al resto. - Simplemente ha querido venir conmigo y mis compañeras porque se ve que el ambiente de sororidad le llena el espíritu. O que encuentra más igualdad allí que aquí. Será por algo. - Bueeeeno bueno. - Dijo Saorsie. - Tengamos la fiesta en paz. - Y se dice aliado, cariño, ALIADO. - Pronunció, mientras levantaba a Seamus en brazos. - El aliado más bonito de su prima, mira qué feliz está él con su corazoncito morado que le han pintado sus compañeras... - Un día me lo vas a perder. Al menos, si te lo llevas, tráelo tú a casa. - Que síííí. - A tu madre le hubiera encantado, ¿a que sí, Alice? - Trató de calmar Marcus de nuevo, que veía el ambiente un poco tenso, acercándose a Siobhán y al pequeño junto a su novia.




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