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Freyja
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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Bajo el muérdago Con Alice | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
Es verdad, la calcedonia era irlandesa, así que podría venirle bien a Lex. Atendió a las descripciones de las cartas de los demás. Todo el escepticismo que tenía con su carta se convirtió en tierno interés oyendo la carta de Alice. - Oh, también eres una cabrita. - Dijo con ternura. Que no se creía nada de eso, pero bueno, las definiciones eran graciosas. Miró mal a Lex con lo del castigo por no coger piedras de agua. - A ver si te voy a dar una al azar y que pase lo que tenga que pasar. - Amenazó, pero Lex alzó su calcedonia con recochineo. Al final, Alice tomó el cuerzo rosa, y ya solo quedaba Darren. Se tuvo que contener muy mucho de reaccionar a eso de que Darren era "amante de la estabilidad y las cosas bien hechas", pero ya estaba notando la mirada de Lex encima. Carraspeó. - Es verdad, cuñado. No hay quien pueda negar tu estupendo método en tu emergente negocio de chuches para animales. - ¡Ay, gracias! - Respondió feliz, y Marcus miró a Lex devolviéndole el recochineo de antes. Y no, no he sido sarcástico, lo decía en serio. Por no hablar de que fue su deseo de estabilidad lo que le hizo romper con Ethan y estar allí hoy con ellos. Pero prefería no mandarle a Lex más mensajes que pudieran molestarle.
Una vez ya todos tuvieron su piedra, tocaba decidir quién iba a ser el valiente que empezara. Por supuesto, nadie esperaba que fuera Marcus. Y, por poco que se les conociera, no era difícil intuir que la que iba a comenzar iba a ser Alice. Observó expectante cómo le daba un mordisco a la piedra de cuarzo rosa (la verdad es que tenía muy buena pinta, pero Darren no la había mencionado entre las suyas así que mejor no arriesgarse) y esperó a la reacción. A priori no ocurría nada. - ¿Sientes algo? - Preguntó, pero ciertamente... Fue a girar la vista a Darren, pero sus ojos se entornaron para mirar a Alice de reojo. Vaya, debía llevar mucho rato distraído por las piedras, porque era como si de repente... hubiera vuelto a reparar en lo guapísima que era su novia. Ni que se le hubiera olvidado, era simplemente que... Bueno, le había sorprendido al mirarla.
Se rio a lo de antigua. - Con ese color, debería saber como a violetas. - Pero Darren no era capaz de definir el sabor, como Marcus no podía dejar de mirar a Alice de reojo. Era como si la estuviera viendo por primera vez y su belleza le obnubilara y le atrajera irremediablemente... Oh, no fastidies. Era la piedra, seguro. El maldito cuarzo rosa estaban volviendo a Alice absolutamente irresistible, y eso que para Marcus ya lo era sin necesidad de mineral alguno. Jamás se había alegrado tanto de estar tan solo en presencia de gais en la reunión, porque Alice derrochaba sensualidad por todos los poros en esos momentos. Aunque empezaban a sobrarle para lo que le gustaría hacer. Es la piedra, Marcus, no te delates tanto. Espérate un rato, si vais a pasar la noche juntos igual, se dijo para serenarse. Desde luego, el comentario de Darren le serenó de golpe y porrazo. - ¿Qué? - Preguntó, pero fue hacerlo y romper a reír. Todos le miraron mientras se secaba las lágrimas. - Perdón, perdón... Es que... no estoy acostumbrado a que alguien hable aún más medieval que yo. - Estallaron en carcajadas. Darren trataba de argumentar. - Mi excelso compañero de juegos y correrías... - Nada, estaban llorando de la risa, incluso el mismo que pronunciaba el discurso. - He de decir que esta manera tan ilustrada de hablar puede acarrear que los interlocutores muestren dificultades para comprender el mensaje. Tómese de prueba vuestra presente conducta. Siento que no estoy siendo escuchado. - Si nuestra conducta viene precisamente porque te estamos escuchando. - Respondió Lex casi sin aire por la risa, secándose las lágrimas.
Cada vez que Alice hacía algún movimiento, aunque fuera solo moverse el pelo o pestañear, a Marcus se le iban los ojos detrás, y eso que estaba muerto de risa con las ocurrencias de Darren. El chico señaló a los dos O'Donnell con las manos. - Invito a vuestras mercedes a proceder con la ingesta de vuestro mineral correspondiente. - Yo como me meta esto ahora en la boca, me atraganto. - Esgrimió Lex, que ciertamente no dejaba de reír. Marcus, que por algún motivo se sentía en la imperiosa necesidad de impresionar a Alice y no dejaba de mirarla, dedicarle comentarios y acercarse sutilmente a ella, dijo sin pensarlo demasiado. - ¡Venga! Voy yo. - Y se lanzó la piedra entera de golpe a la boca. - Hmmm... qué buena. Sabe como tostada... Hmm... y cálida. Da sensación de calidez, como los bombones de fuego de dragón pero sin quemar tanto, como si llevara incienso. ¡Oh! Y lleva miel, y un toque de... ¿limón? Y matcha. Está buenísima. - Mi intuición me dice que podría tratarse de una piedra curativa. - Dijo Darren. Marcus abrió los ojos y, contento, se giró a Alice. - ¿Has oído eso, mi amor? Sería enfermero, como tú. - Vamos, pues ya lo que nos faltaba. - Se quejó Lex, y al mirarle se fijó en algo en lo que no se había fijado hasta ahora.
Se quedó mirándole con el ceño fruncido, analítico. Por supuesto, su hermano ya estaba empezando a mosquearse. - ¿Eso...? - Preguntó, prudente, señalando desde su posición a su mejilla izquierda. - ¿Eso que tienes ahí... es una espinilla, puede ser? - El chico se llevó la mano a la mejilla, extrañado. - Pues a lo mejor. - Marcus se levantó y, con el interés de un verdadero enfermero, se acercó a Lex, observándole. La cara de su hermano era para verla. - Es una espinilla, sí... Mira, si me dejas que te toque aquí... - Lex se sacudió y movió los brazos como si se le hubiera echado encima un cuervo enfurecido. - ¡Quita! ¡¿Pero qué haces?! - Déjame que la vea, hombre. Si yo creo que te la puedo quitar... - ¿¿Eres enfermero ahora tú también o qué hostias?? Ni se te ocurra ponerme el dedo en la espinilla, vamos. - Alice y Darren se iban a caer al suelo de la risa observando la escena, pero Marcus estaba hablando muy en serio. - Lex, tenemos normalizadas las espinillas, pero es bueno tratárselas, si no, se expanden. - ¿¿Pero qué cojones...?? - ¿Usas alguna crema? - Las mascarillas de miel y canela van muy bien. ¡Oh! ¿Sabes qué sería lo ideal? El vinagre de manzana. Te aplicas un poco con un algodón en movimientos circulares antes de dormir... - Tú has perdido la cabeza o algo. - Lex sacudió las manos en dirección a Alice como si no se supiera su nombre y quisiera llamarla con urgencia. - ¡A ver, la enfermera, por favor, que vomite la cosa esa que se ha comido! ¡O que me deje tranquilo! - Mofas aparte. - Intervino Darren. - Me interesan profundamente los remedios naturales de la medicina más terrenal y antigua. - Marcus le miró. Al verle, vio algo que le hizo tener que buscar dando pasos para atrás la silla, porque si no, se hubiera caído al suelo de culo. Al menos Lex consiguió su objetivo de que se alejara de él. - Darren... emanas ahora mismo una inteligencia... abrumadora. - Se puso la mano en el pecho, muy serio. - Y siempre he sabido de tu bondad, pero es que... - E intentaba hablar, pero algo le interrumpía. Le llegaban por su lado unas vibraciones MUY fuertes que le estaban acelerando el corazón y...
Oh, vaya, acababa de descubrir la belleza de Alice por segunda vez en esa noche. Le entró un calor que le estaba acelerando la respiración. Se aclaró la garganta, y al fijar la mirada en la mesa para serenarse, se le ocurrió una idea. - ¿Has comido bien... Alice? - Eso último lo dijo casi en un suspiro, como un ruego. Necesitaba la atención de esa chica o se moriría, literalmente. Arrastró la silla para acercarse. - Mira... si pongo mis manos así... - Acercó lentamente las manos a su estómago, pero sin llegar a rozarla. - Puedo concentrarme en canalizar toda la energía sobrante. Las digestiones a veces son pesadas, sueltan demasiada energía. - Prudente y como si el tacto fuera a darle un chispazo, puso finalmente las palmas sobre su ropa. Era como si pudiera sentir la piel de su vientre a través de la tela. - Con movimientos circulares... - Los hizo, lentamente. - Se favorece la digestión. - Y trataba a toda costa de evitar mirar directamente a sus ojos, porque caería derretido, y por tanto miraba su vientre... y, oh... con esos movimientos... levantar ligeramente la tela... era tan sencillo... Se dejó llevar un poco, apenas moviéndola unos milímetros, y ya sí alzó la mirada y susurró. - Estas preciosa. - ¡Oye! - ¡Perdón! - Se retiró de un salto ante el grito de Lex, alzando las manos y arrastrando la silla hacia atrás. Se le había olvidado por completo que estaba en público. Se secó la frente. Darren se moría de risa. - ¡Oh, el ardiente amor adolescente! ¡Ha inspirado tantas historia! - Lo siento, por favor. Qué vergüenza... - Murmuró, y cuando se quitó las manos de la cara, decidió ser sincero con Alice. - Mi amor, es que eso que te has comido... Yo creo que te hace... tan... Me llegan tus vibraciones sexuales. - Lex y Darren estaban otra vez al borde del atragantamiento de la risa. - No puedo remediarlas. Son como moscas rosas flotando que vienen hacia mí, es un aura que... - Y al decir la palabra clave, se detuvo en seco, con la mirada perdida. - Oh, por Merlín. - Suspiró. Ya sabía lo que le pasaba (aparte de sentir que se había convertido en algo así como un chamán sanador). Apoyó los codos en la mesa y sollozó. - ¡Soy Oli! ¡Me he convertido en Oli! - Menos mal que era poco probable que les escucharan los vecinos, porque las risas del grupo eran escandalosas.
Había enterrado la cara entre las manos lamentando su suerte (todo por hacerle caso al maldito horóscopo) cuando, al destapársela y ver a Lex frente a él, cayó en algo que le hizo mirarle con el ceño fruncido. - ¿Y tú a qué esperas para comerte la tuya? - Yo paso de hacer el ridículo delante vuestra. - Y fue decirlo y se inició tal oleada de ruegos e insistencias que Lex, por tal de callarles, cedió a la presión. Suspiró y le dio un bocado, ante lo que puso cara de sorpresa, mirándola. - Oh. Pues está buena. Sabe un poco a prado. Soy como una cabra ahora mismo royendo césped. - Pero mucho no debió importarle porque se zampó de un bocado la segunda mitad. Y, entonces, a Marcus empezó a llegarle, con la voz de Darren, me encanta estar aquí, con mis dos O'Donnell y mi Galita. Miró al chico, pero no había abierto la boca, aunque también parecía contrariado y les miraba de reojo. Ahora le llegó un mensaje con la voz de Alice... Oh, vaya, eso mejor no lo decía en público. Se puso rojo como un tomate y la miró de reojo, y ella algo debió detectar, porque se ruborizó también. Y entonces, atronador, sonó con la voz de Lex en sus cabezas. Ahora sabéis un poco mejor cómo es mi mente. Su hermano estaba con una expresión de paz y relajación en el rostro que jamás le había visto, reclinado en el sofá. Se le descolgó la mandíbula. - ¿Nos has... Tu piedra nos ha vuelto... legeremantes a todos? - Lex alzó las manos como un predicador y dijo con sorprendente calma. - No exactamente... Es más una conexión telepática entre todos nosotros. Claro que yo soy quien más la domina, pero no me importa guiaros en esto. - Y, para sorpesa de Marcus, alargó una mano hacia él para agarrar la suya, con la otra tomó la de Darren y se inclinó sobre la mesa, mirándoles a los tres. - Sois las personas más importantes de mi vida. Este grupo que hemos creado... tiene que ser siempre un refugio seguro de paz y tranquilidad, en el que eliminemos la energía negativa. Alice, apoya tu mano en mi brazo también. Siente cómo la energía negativa desaparece. - Es verdad. - Susurró Marcus. Se sentía... más tranquilo. Era el efecto radicalmente opuesto al de un dementor: no estaba eufórico, pero sentía una paz y un sosiego inauditos. - Estos efectos no están nada mal. - Hermano. - Le dijo Lex. - Perdona mis ofensas. Ama a tu mujer. Ella lo merece y tú también. - Bueno, agradezco el permiso. - Dijo separándose y recomponiéndose. Ya le iba a perturbar la calma. - Amado mío. - Dijo Darren, que ahora lloraba emocionado. - Me inunda la bondad y serenidad de tus palabras. Me embarga de una emoción que no puedo controlar. - Marcus solo esperaba que el efecto se les hubiera pasado antes de irse a Irlanda a la mañana siguiente.
Una vez ya todos tuvieron su piedra, tocaba decidir quién iba a ser el valiente que empezara. Por supuesto, nadie esperaba que fuera Marcus. Y, por poco que se les conociera, no era difícil intuir que la que iba a comenzar iba a ser Alice. Observó expectante cómo le daba un mordisco a la piedra de cuarzo rosa (la verdad es que tenía muy buena pinta, pero Darren no la había mencionado entre las suyas así que mejor no arriesgarse) y esperó a la reacción. A priori no ocurría nada. - ¿Sientes algo? - Preguntó, pero ciertamente... Fue a girar la vista a Darren, pero sus ojos se entornaron para mirar a Alice de reojo. Vaya, debía llevar mucho rato distraído por las piedras, porque era como si de repente... hubiera vuelto a reparar en lo guapísima que era su novia. Ni que se le hubiera olvidado, era simplemente que... Bueno, le había sorprendido al mirarla.
Se rio a lo de antigua. - Con ese color, debería saber como a violetas. - Pero Darren no era capaz de definir el sabor, como Marcus no podía dejar de mirar a Alice de reojo. Era como si la estuviera viendo por primera vez y su belleza le obnubilara y le atrajera irremediablemente... Oh, no fastidies. Era la piedra, seguro. El maldito cuarzo rosa estaban volviendo a Alice absolutamente irresistible, y eso que para Marcus ya lo era sin necesidad de mineral alguno. Jamás se había alegrado tanto de estar tan solo en presencia de gais en la reunión, porque Alice derrochaba sensualidad por todos los poros en esos momentos. Aunque empezaban a sobrarle para lo que le gustaría hacer. Es la piedra, Marcus, no te delates tanto. Espérate un rato, si vais a pasar la noche juntos igual, se dijo para serenarse. Desde luego, el comentario de Darren le serenó de golpe y porrazo. - ¿Qué? - Preguntó, pero fue hacerlo y romper a reír. Todos le miraron mientras se secaba las lágrimas. - Perdón, perdón... Es que... no estoy acostumbrado a que alguien hable aún más medieval que yo. - Estallaron en carcajadas. Darren trataba de argumentar. - Mi excelso compañero de juegos y correrías... - Nada, estaban llorando de la risa, incluso el mismo que pronunciaba el discurso. - He de decir que esta manera tan ilustrada de hablar puede acarrear que los interlocutores muestren dificultades para comprender el mensaje. Tómese de prueba vuestra presente conducta. Siento que no estoy siendo escuchado. - Si nuestra conducta viene precisamente porque te estamos escuchando. - Respondió Lex casi sin aire por la risa, secándose las lágrimas.
Cada vez que Alice hacía algún movimiento, aunque fuera solo moverse el pelo o pestañear, a Marcus se le iban los ojos detrás, y eso que estaba muerto de risa con las ocurrencias de Darren. El chico señaló a los dos O'Donnell con las manos. - Invito a vuestras mercedes a proceder con la ingesta de vuestro mineral correspondiente. - Yo como me meta esto ahora en la boca, me atraganto. - Esgrimió Lex, que ciertamente no dejaba de reír. Marcus, que por algún motivo se sentía en la imperiosa necesidad de impresionar a Alice y no dejaba de mirarla, dedicarle comentarios y acercarse sutilmente a ella, dijo sin pensarlo demasiado. - ¡Venga! Voy yo. - Y se lanzó la piedra entera de golpe a la boca. - Hmmm... qué buena. Sabe como tostada... Hmm... y cálida. Da sensación de calidez, como los bombones de fuego de dragón pero sin quemar tanto, como si llevara incienso. ¡Oh! Y lleva miel, y un toque de... ¿limón? Y matcha. Está buenísima. - Mi intuición me dice que podría tratarse de una piedra curativa. - Dijo Darren. Marcus abrió los ojos y, contento, se giró a Alice. - ¿Has oído eso, mi amor? Sería enfermero, como tú. - Vamos, pues ya lo que nos faltaba. - Se quejó Lex, y al mirarle se fijó en algo en lo que no se había fijado hasta ahora.
Se quedó mirándole con el ceño fruncido, analítico. Por supuesto, su hermano ya estaba empezando a mosquearse. - ¿Eso...? - Preguntó, prudente, señalando desde su posición a su mejilla izquierda. - ¿Eso que tienes ahí... es una espinilla, puede ser? - El chico se llevó la mano a la mejilla, extrañado. - Pues a lo mejor. - Marcus se levantó y, con el interés de un verdadero enfermero, se acercó a Lex, observándole. La cara de su hermano era para verla. - Es una espinilla, sí... Mira, si me dejas que te toque aquí... - Lex se sacudió y movió los brazos como si se le hubiera echado encima un cuervo enfurecido. - ¡Quita! ¡¿Pero qué haces?! - Déjame que la vea, hombre. Si yo creo que te la puedo quitar... - ¿¿Eres enfermero ahora tú también o qué hostias?? Ni se te ocurra ponerme el dedo en la espinilla, vamos. - Alice y Darren se iban a caer al suelo de la risa observando la escena, pero Marcus estaba hablando muy en serio. - Lex, tenemos normalizadas las espinillas, pero es bueno tratárselas, si no, se expanden. - ¿¿Pero qué cojones...?? - ¿Usas alguna crema? - Las mascarillas de miel y canela van muy bien. ¡Oh! ¿Sabes qué sería lo ideal? El vinagre de manzana. Te aplicas un poco con un algodón en movimientos circulares antes de dormir... - Tú has perdido la cabeza o algo. - Lex sacudió las manos en dirección a Alice como si no se supiera su nombre y quisiera llamarla con urgencia. - ¡A ver, la enfermera, por favor, que vomite la cosa esa que se ha comido! ¡O que me deje tranquilo! - Mofas aparte. - Intervino Darren. - Me interesan profundamente los remedios naturales de la medicina más terrenal y antigua. - Marcus le miró. Al verle, vio algo que le hizo tener que buscar dando pasos para atrás la silla, porque si no, se hubiera caído al suelo de culo. Al menos Lex consiguió su objetivo de que se alejara de él. - Darren... emanas ahora mismo una inteligencia... abrumadora. - Se puso la mano en el pecho, muy serio. - Y siempre he sabido de tu bondad, pero es que... - E intentaba hablar, pero algo le interrumpía. Le llegaban por su lado unas vibraciones MUY fuertes que le estaban acelerando el corazón y...
Oh, vaya, acababa de descubrir la belleza de Alice por segunda vez en esa noche. Le entró un calor que le estaba acelerando la respiración. Se aclaró la garganta, y al fijar la mirada en la mesa para serenarse, se le ocurrió una idea. - ¿Has comido bien... Alice? - Eso último lo dijo casi en un suspiro, como un ruego. Necesitaba la atención de esa chica o se moriría, literalmente. Arrastró la silla para acercarse. - Mira... si pongo mis manos así... - Acercó lentamente las manos a su estómago, pero sin llegar a rozarla. - Puedo concentrarme en canalizar toda la energía sobrante. Las digestiones a veces son pesadas, sueltan demasiada energía. - Prudente y como si el tacto fuera a darle un chispazo, puso finalmente las palmas sobre su ropa. Era como si pudiera sentir la piel de su vientre a través de la tela. - Con movimientos circulares... - Los hizo, lentamente. - Se favorece la digestión. - Y trataba a toda costa de evitar mirar directamente a sus ojos, porque caería derretido, y por tanto miraba su vientre... y, oh... con esos movimientos... levantar ligeramente la tela... era tan sencillo... Se dejó llevar un poco, apenas moviéndola unos milímetros, y ya sí alzó la mirada y susurró. - Estas preciosa. - ¡Oye! - ¡Perdón! - Se retiró de un salto ante el grito de Lex, alzando las manos y arrastrando la silla hacia atrás. Se le había olvidado por completo que estaba en público. Se secó la frente. Darren se moría de risa. - ¡Oh, el ardiente amor adolescente! ¡Ha inspirado tantas historia! - Lo siento, por favor. Qué vergüenza... - Murmuró, y cuando se quitó las manos de la cara, decidió ser sincero con Alice. - Mi amor, es que eso que te has comido... Yo creo que te hace... tan... Me llegan tus vibraciones sexuales. - Lex y Darren estaban otra vez al borde del atragantamiento de la risa. - No puedo remediarlas. Son como moscas rosas flotando que vienen hacia mí, es un aura que... - Y al decir la palabra clave, se detuvo en seco, con la mirada perdida. - Oh, por Merlín. - Suspiró. Ya sabía lo que le pasaba (aparte de sentir que se había convertido en algo así como un chamán sanador). Apoyó los codos en la mesa y sollozó. - ¡Soy Oli! ¡Me he convertido en Oli! - Menos mal que era poco probable que les escucharan los vecinos, porque las risas del grupo eran escandalosas.
Había enterrado la cara entre las manos lamentando su suerte (todo por hacerle caso al maldito horóscopo) cuando, al destapársela y ver a Lex frente a él, cayó en algo que le hizo mirarle con el ceño fruncido. - ¿Y tú a qué esperas para comerte la tuya? - Yo paso de hacer el ridículo delante vuestra. - Y fue decirlo y se inició tal oleada de ruegos e insistencias que Lex, por tal de callarles, cedió a la presión. Suspiró y le dio un bocado, ante lo que puso cara de sorpresa, mirándola. - Oh. Pues está buena. Sabe un poco a prado. Soy como una cabra ahora mismo royendo césped. - Pero mucho no debió importarle porque se zampó de un bocado la segunda mitad. Y, entonces, a Marcus empezó a llegarle, con la voz de Darren, me encanta estar aquí, con mis dos O'Donnell y mi Galita. Miró al chico, pero no había abierto la boca, aunque también parecía contrariado y les miraba de reojo. Ahora le llegó un mensaje con la voz de Alice... Oh, vaya, eso mejor no lo decía en público. Se puso rojo como un tomate y la miró de reojo, y ella algo debió detectar, porque se ruborizó también. Y entonces, atronador, sonó con la voz de Lex en sus cabezas. Ahora sabéis un poco mejor cómo es mi mente. Su hermano estaba con una expresión de paz y relajación en el rostro que jamás le había visto, reclinado en el sofá. Se le descolgó la mandíbula. - ¿Nos has... Tu piedra nos ha vuelto... legeremantes a todos? - Lex alzó las manos como un predicador y dijo con sorprendente calma. - No exactamente... Es más una conexión telepática entre todos nosotros. Claro que yo soy quien más la domina, pero no me importa guiaros en esto. - Y, para sorpesa de Marcus, alargó una mano hacia él para agarrar la suya, con la otra tomó la de Darren y se inclinó sobre la mesa, mirándoles a los tres. - Sois las personas más importantes de mi vida. Este grupo que hemos creado... tiene que ser siempre un refugio seguro de paz y tranquilidad, en el que eliminemos la energía negativa. Alice, apoya tu mano en mi brazo también. Siente cómo la energía negativa desaparece. - Es verdad. - Susurró Marcus. Se sentía... más tranquilo. Era el efecto radicalmente opuesto al de un dementor: no estaba eufórico, pero sentía una paz y un sosiego inauditos. - Estos efectos no están nada mal. - Hermano. - Le dijo Lex. - Perdona mis ofensas. Ama a tu mujer. Ella lo merece y tú también. - Bueno, agradezco el permiso. - Dijo separándose y recomponiéndose. Ya le iba a perturbar la calma. - Amado mío. - Dijo Darren, que ahora lloraba emocionado. - Me inunda la bondad y serenidad de tus palabras. Me embarga de una emoción que no puedo controlar. - Marcus solo esperaba que el efecto se les hubiera pasado antes de irse a Irlanda a la mañana siguiente.
We are
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Bajo el muérdago Con Marcus | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
Las miradas de su novio le llegaron directas al corazón, y sentía que lo quería más que nunca, tanto que se iba a desbordar su corazón de puro amor. Pero también quería abrazar a Lex, decirle que nunca quiso hacerle daño en años pasados, cuando se enfadaban y criticaban y que siempre tendría un lugar en su corazón, y a Darren, por haber sido tanto tan buen amigo durante tanto tiempo. Lo bueno es que precisamente él estaba siendo tan gracioso que al menos le dejaba despejar sus pensamientos de amor desbordante.
En cuanto Marcus dijo que se tomaba su mineral, ella aplaudió. — ¡Qué valiente eres, mi amor! — ¡Yo también soy valiente, Alice! Me la juego jugando al quidditch tan alto. — ¡Nadie puede en medida alguna dudar de mi gallardía! No bien he salido de la escuela, me he embarcado en una aventura empresarial tan arriesgada como valuable. — Y claro, otra vez les daba la risa. Pero se quedó parpadeando cuando Marcus se lanzó a la mejilla de Lex. No había oído hablar a Marcus de una espinilla, ni propia ni ajena, jamás. Se rio y alzó una ceja. ¿Desde cuando sabía tanto su novio de cuidado facial? Daba igual, le hacía tremendamente interesante… Aunque Lex no pensara igual, claro. — Lo siento, Lex, sospecho que pertenecemos a ámbitos distintos de la medicina. — Dijo entre risas. Pero ya para rematar, fue Marcus y le soltó aquello a Darren, y no podía parar de reírse.
Pero entonces le tocó a ella. Se sonrojó por recibir la atención de aquel guapísimo y tan sabio Marcus, y, como si fuera una niña pequeña enamorada, se encogió de un hombro. — Pues… Sí. Tú sabes, a mí no me gusta mucho cenar… — Y asintió a todo lo que le iba diciendo, sin poder dejar de mirar sus manos. Uf, siempre había tenido un tema con sus manos… Tanto que, cuando por fin la tocó, suspiró, intentando contenerse, pero es que el tacto de Marcus… Y entonces, notó cómo le levantaba la tela de la camiseta y le decía aquello, y menos mal que Lex les gritó, porque casi se le escapa un gemido pequeñito. Parpadeó y miró a los otros dos. Solo se le ocurrió decir. — Pero querer os quiero a todos, eh. De verdad. El amor tiene muchas formas. — Aunque cuando Marcus dijo aquello de las moscas rosas tuvo que reírse y asentir. — Sí que somos como Oly… — Levantó la cabeza muy seria. — Ahora en serio, esto hay que mantenerlo alejado de ella. — Que parecía que la estaba viendo lanzándose encima de todos y haciéndoles probar hierbitas con la excusa.
Cuando Lex se negó a probar la suya, Alice se llevó una mano al pecho. — Lex, quiero que sepas que el cariño que te tengo no va a cambiar, pero sería muy importante para nosotros que probaras tu piedra. — Se frotó la cara. — Que estamos aquí todos sufriendo sus consecuencias… — Sí, unos más que otros… — Criticó el chico a regañadientes. Pero al final se la comió, y ella aprovechó el descanso para despejar de amor su cabeza. No por mucho tiempo, visto lo visto. De repente empezó a oír cosas con claridad. ¿Eran…? Levantó la vista a Lex y todos debían haberse sentido así. Y para mayor sorpresa, su cuñado les tendió las manos, y ella les quería tanto a todos, que gustosamente formaría un círculo de telepatía con ellos, claro. Fue poner la mano sobre Lex y su mente se despejó, pudo respirar mejor y fue como si en su vida todo se hubiera arreglado. Miró de reojo a Lex y Marcus cuando dijo lo de ama a tu mujer. Ah, pues nada, seguid hablando los dos de amarme a mí… Uy, el efecto del amor sin fronteras se le empezaba a pasar. — Alice. — Le llamó Lex. — Has sido una guía para todos en muchos aspectos. Descansa ya. Ve con mi hermano, aislados del mundo, eso te hace feliz, y eso es todo lo que queremos, haceros felices. — Darren se rio con una risa muy traviesilla, nada erudita y Alice le guiñó el ojo. — Ya se te está pasando a ti también, eh. — Él volvió a reír. — Brevemente. Pero voy a aprovechar a mi nuevo gurú de la paz… — Ella se rio y dijo. — Mañana quiero el desayuno a mesa puesta, eh… — Dijo señalándoles, mientras le daba la mano a Marcus y tiraba de él. — Tenemos que salir al mediodía… Hasta entonces… Disfrutad de la noche. — Y se fueron escaleras arriba.
Estaba como enlentecida, pero no tenía prisa. Quizá la dichosa piedra la estaba como emborrachando un poquito al final. Tiró de Marcus hasta la habitación y cerró tras ella, sin dar la luz. Fue desabrochándole la camisa sin llegar a quitársela, muy despacito, disfrutando de los roces de sus dedos. — El año pasado… Estábamos aquí, en Navidad, acababa de darte este cielo… — Miró un segundo hacia arriba y luego pasó las manos por la cara de Marcus. — Y tú me diste una de las mejores noches de mi vida. — Se quitó la camiseta y los pantalones, quedándose solo en ropa interior, sin dejar de besar a su novio. Le empujó suavemente sobre la cama, sentía la cabeza en bruma, pero es que ella podía moverse en esas lides con el chico completamente por instinto. — Marcus… — Susurró, sentándose en su regazo y luego inclinándose sobre él y acariciando suavemente su mejilla y sus labios. — Mi verdadero yo, siempre va a ser tuyo… — Le besó con más intensidad. — Yo te conozco mejor que nadie, Marcus, conozco cada parte de tu cuerpo y de tu alma… — Pasó las manos por su torso. — Eres un mago enorme, eres una mente brillante… Pero por encima de todo eso, tienes un corazón gigante y, para siempre… Eres el sol y yo la luna. — Le volvió a besar esta vez con más intensidad y dejó que sus manos vagaran a sitios más interesantes. — Y cuando me haces tuya, todo cobra más sentido. — Y claro, Alice quería lo que quería, pero todo eso que le había dicho tenía un significado, uno que sabía que Marcus entendería, quizá no ahora, con todo el numerito de las piedras y a punto de hacer lo que iban a hacer, pero quería que lo supiera cada vez que lo reflexionara. Que ella le veía, por encima de la alquimia, los hechizos y la grandeza, que para ella su faceta más importante y la que le definía era la que habían disfrutado en cada momento de aquel día.
En cuanto Marcus dijo que se tomaba su mineral, ella aplaudió. — ¡Qué valiente eres, mi amor! — ¡Yo también soy valiente, Alice! Me la juego jugando al quidditch tan alto. — ¡Nadie puede en medida alguna dudar de mi gallardía! No bien he salido de la escuela, me he embarcado en una aventura empresarial tan arriesgada como valuable. — Y claro, otra vez les daba la risa. Pero se quedó parpadeando cuando Marcus se lanzó a la mejilla de Lex. No había oído hablar a Marcus de una espinilla, ni propia ni ajena, jamás. Se rio y alzó una ceja. ¿Desde cuando sabía tanto su novio de cuidado facial? Daba igual, le hacía tremendamente interesante… Aunque Lex no pensara igual, claro. — Lo siento, Lex, sospecho que pertenecemos a ámbitos distintos de la medicina. — Dijo entre risas. Pero ya para rematar, fue Marcus y le soltó aquello a Darren, y no podía parar de reírse.
Pero entonces le tocó a ella. Se sonrojó por recibir la atención de aquel guapísimo y tan sabio Marcus, y, como si fuera una niña pequeña enamorada, se encogió de un hombro. — Pues… Sí. Tú sabes, a mí no me gusta mucho cenar… — Y asintió a todo lo que le iba diciendo, sin poder dejar de mirar sus manos. Uf, siempre había tenido un tema con sus manos… Tanto que, cuando por fin la tocó, suspiró, intentando contenerse, pero es que el tacto de Marcus… Y entonces, notó cómo le levantaba la tela de la camiseta y le decía aquello, y menos mal que Lex les gritó, porque casi se le escapa un gemido pequeñito. Parpadeó y miró a los otros dos. Solo se le ocurrió decir. — Pero querer os quiero a todos, eh. De verdad. El amor tiene muchas formas. — Aunque cuando Marcus dijo aquello de las moscas rosas tuvo que reírse y asentir. — Sí que somos como Oly… — Levantó la cabeza muy seria. — Ahora en serio, esto hay que mantenerlo alejado de ella. — Que parecía que la estaba viendo lanzándose encima de todos y haciéndoles probar hierbitas con la excusa.
Cuando Lex se negó a probar la suya, Alice se llevó una mano al pecho. — Lex, quiero que sepas que el cariño que te tengo no va a cambiar, pero sería muy importante para nosotros que probaras tu piedra. — Se frotó la cara. — Que estamos aquí todos sufriendo sus consecuencias… — Sí, unos más que otros… — Criticó el chico a regañadientes. Pero al final se la comió, y ella aprovechó el descanso para despejar de amor su cabeza. No por mucho tiempo, visto lo visto. De repente empezó a oír cosas con claridad. ¿Eran…? Levantó la vista a Lex y todos debían haberse sentido así. Y para mayor sorpresa, su cuñado les tendió las manos, y ella les quería tanto a todos, que gustosamente formaría un círculo de telepatía con ellos, claro. Fue poner la mano sobre Lex y su mente se despejó, pudo respirar mejor y fue como si en su vida todo se hubiera arreglado. Miró de reojo a Lex y Marcus cuando dijo lo de ama a tu mujer. Ah, pues nada, seguid hablando los dos de amarme a mí… Uy, el efecto del amor sin fronteras se le empezaba a pasar. — Alice. — Le llamó Lex. — Has sido una guía para todos en muchos aspectos. Descansa ya. Ve con mi hermano, aislados del mundo, eso te hace feliz, y eso es todo lo que queremos, haceros felices. — Darren se rio con una risa muy traviesilla, nada erudita y Alice le guiñó el ojo. — Ya se te está pasando a ti también, eh. — Él volvió a reír. — Brevemente. Pero voy a aprovechar a mi nuevo gurú de la paz… — Ella se rio y dijo. — Mañana quiero el desayuno a mesa puesta, eh… — Dijo señalándoles, mientras le daba la mano a Marcus y tiraba de él. — Tenemos que salir al mediodía… Hasta entonces… Disfrutad de la noche. — Y se fueron escaleras arriba.
Estaba como enlentecida, pero no tenía prisa. Quizá la dichosa piedra la estaba como emborrachando un poquito al final. Tiró de Marcus hasta la habitación y cerró tras ella, sin dar la luz. Fue desabrochándole la camisa sin llegar a quitársela, muy despacito, disfrutando de los roces de sus dedos. — El año pasado… Estábamos aquí, en Navidad, acababa de darte este cielo… — Miró un segundo hacia arriba y luego pasó las manos por la cara de Marcus. — Y tú me diste una de las mejores noches de mi vida. — Se quitó la camiseta y los pantalones, quedándose solo en ropa interior, sin dejar de besar a su novio. Le empujó suavemente sobre la cama, sentía la cabeza en bruma, pero es que ella podía moverse en esas lides con el chico completamente por instinto. — Marcus… — Susurró, sentándose en su regazo y luego inclinándose sobre él y acariciando suavemente su mejilla y sus labios. — Mi verdadero yo, siempre va a ser tuyo… — Le besó con más intensidad. — Yo te conozco mejor que nadie, Marcus, conozco cada parte de tu cuerpo y de tu alma… — Pasó las manos por su torso. — Eres un mago enorme, eres una mente brillante… Pero por encima de todo eso, tienes un corazón gigante y, para siempre… Eres el sol y yo la luna. — Le volvió a besar esta vez con más intensidad y dejó que sus manos vagaran a sitios más interesantes. — Y cuando me haces tuya, todo cobra más sentido. — Y claro, Alice quería lo que quería, pero todo eso que le había dicho tenía un significado, uno que sabía que Marcus entendería, quizá no ahora, con todo el numerito de las piedras y a punto de hacer lo que iban a hacer, pero quería que lo supiera cada vez que lo reflexionara. Que ella le veía, por encima de la alquimia, los hechizos y la grandeza, que para ella su faceta más importante y la que le definía era la que habían disfrutado en cada momento de aquel día.
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Bajo el muérdago Con Alice | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
Entre Alice siendo venerada poco menos que como el ser más amoroso y amado del mundo, Darren hablando como sir Garrett, el Lex profeta y Marcus al borde de obtener el título de chamán profesional, aquel cuadro era para verlo. Definitivamente iba llegando la hora de acostarse. Lástima que Marcus no lo viera aún con tanta claridad, imbuido por los efectos de su piedra y la del resto, y estaba ya secándose las lágrimas de emoción por las palabras que su hermano le estaba dedicando a Alice... y fue mientras se secaba la última cuando se planteó qué hacía llorando, incluso frunció el ceño con extrañeza. La risilla de Darren le hizo intuir que al chico se le estaba pasando el efecto, y al mirar a Alice... Bueno, al ver, él siempre la veía guapa, pero ese arrebatamiento que sentía que iba a matarle de minutos antes se había atenuado. Y empezaba a dejar de percibir auras. Ni era capaz, desde su distancia, de verle la diminuta espinilla de la mejilla a Lex que antes había visto como si le ocupara media cara. Parpadeó fuertemente. - Uff... - Alzó las manos. - Mira, yo nunca reniego del conocimiento, y notar que de repente era como si supiera curar todos los males que os afectan ha estado bien... pero me iba a volver loco con las auras. Espero no haber dicho ninguna tontería. - Casi nada, cuñadito. - Dijo Darren entre risas. Marcus le miró con una ceja arqueada. - No me tire de la lengua, Lord Byron. - Se burló. - Ey, ey... - Interrumpió Lex con muchísima suavidad. - Sé que vais desde el cariño... pero... no os... - Y empezó poco a poco a pararse, y a mirar a un punto indefinido con la misma cara de extrañeza que hubiera tenido minutos antes. Como si acabara de darse cuenta de que tenía dos brazos y que estos estaban extendidos en dirección a los demás, los bajó bruscamente. - ¿¿Me he convertido en un puto predicador o cómo va esto?? - Veo que estamos volviendo a la normalidad. - Concluyó.
A Lex el efecto aún le iba y le venía por haber sido el último en comerse su piedra, por lo que Darren no quiso perder más tiempo y se lo llevó. Marcus soltó una risilla. - Oh, el tuyo por ser primera ya se ha pasado, chica sexy... Oh, espera: tú siempre eres una chica sexy. - Bromeó y se dejó llevar por su novia al dormitorio. Cerraron y se quedaron a oscuras. - Ni que yo necesitara de ningún cuarzo rosa para quererte con locura... - Y justo Alice empezó a decir lo que él llevaba todo el día teniendo en mente. Sonrió con ternura, mirándola embobado, aunque apenas la viera por la ausencia de luz. - Un año... La mejor noche de mi vida. Y cómo han cambiado las cosas. - Soltó aire por la boca, acariciando su mejilla. - Y el miedo que tenía de no poder volver a estar así nunca... Qué idiota. - Pero empezaban a sobrar las palabras tanto como la ropa que se iban quitando, y ya todo lo que tuvieran que decirse era mejor hacerlo como aquella noche: besándose y acariciándose. Se dejó sentar, echó un vistazo a su cielo, sintiendo que le inundaba una felicidad incalculable, y la miró, escuchando sus palabras. - Somos el Todo. - Susurró. Se acercó a sus labios y, sin besarlos, añadió. - Mi luna... eres lo mejor que me ha pasado en la vida. - Rozó su nariz. - No dejemos de revivir esta noche. Cada año. Cada Navidad. Prométemelo. - Y ya sí, se dejó llevar por sus besos. Les esperaban unas Navidades... distintas, como mínimo. Pero aquello, ellos dos, su cielo estrellado y esos momentos, serían inmutables. Y eternos.
A Lex el efecto aún le iba y le venía por haber sido el último en comerse su piedra, por lo que Darren no quiso perder más tiempo y se lo llevó. Marcus soltó una risilla. - Oh, el tuyo por ser primera ya se ha pasado, chica sexy... Oh, espera: tú siempre eres una chica sexy. - Bromeó y se dejó llevar por su novia al dormitorio. Cerraron y se quedaron a oscuras. - Ni que yo necesitara de ningún cuarzo rosa para quererte con locura... - Y justo Alice empezó a decir lo que él llevaba todo el día teniendo en mente. Sonrió con ternura, mirándola embobado, aunque apenas la viera por la ausencia de luz. - Un año... La mejor noche de mi vida. Y cómo han cambiado las cosas. - Soltó aire por la boca, acariciando su mejilla. - Y el miedo que tenía de no poder volver a estar así nunca... Qué idiota. - Pero empezaban a sobrar las palabras tanto como la ropa que se iban quitando, y ya todo lo que tuvieran que decirse era mejor hacerlo como aquella noche: besándose y acariciándose. Se dejó sentar, echó un vistazo a su cielo, sintiendo que le inundaba una felicidad incalculable, y la miró, escuchando sus palabras. - Somos el Todo. - Susurró. Se acercó a sus labios y, sin besarlos, añadió. - Mi luna... eres lo mejor que me ha pasado en la vida. - Rozó su nariz. - No dejemos de revivir esta noche. Cada año. Cada Navidad. Prométemelo. - Y ya sí, se dejó llevar por sus besos. Les esperaban unas Navidades... distintas, como mínimo. Pero aquello, ellos dos, su cielo estrellado y esos momentos, serían inmutables. Y eternos.
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Ivanka
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Cuando se metió a la cama con Marcus la noche anterior, su plan era repetir la Nochebuena del año anterior, con la salvedad de no tener que escaparse por la ventana, y poder dormir tranquilamente, desnudos y abrazados bajo las sábanas, sin Lex despertándoles a golpes por la pared. No fue exactamente así. Se removió entre las sábanas e hizo un quejidito. — No había Marcus, ella notaba cuando había Marcus. El viento rugía fuera. Si hacía mal día en Inglaterra, en Irlanda no lo quería ni pensar. Ay, ¿pero por qué su novio había tenido que irse? Ah, pero… Quizá había ido a hacerle el desayuno. Oh, y quizá… Darren y Lex aún dormían. Se incorporó y miró en su bolsa de viaje. Ah sí, sí se había traído una bata, perfecto. Se puso la ropa interior y se plantó la bata encima. Si Marcus estaba en la cocina, se acercaría y le daría… Una sorpresita. Vaya planazo.
No era tal cosa. Según salió por la puerta de la habitación, vio que la puerta de Lex estaba abierta también, y estaba a punto de darse la vuelta a vestirse un poco más, cuando oyó. — CUUUUUUÑADITAAAAAAAAA. — Iba a pedir un segundo, pero Darren tenía los ojos rojos y sonaba triste. — TENGO QUE IRME. — Y subió el trecho de escaleras y la abrazó. Bueno, pues nada. — Ay, Darren, pero si nos vemos en tres días. — ¡Pero qué tres días, cuñada! Algún día… Algún día la vida será distinta, cuñadita, y podremos celebrarlo todo todos juntos. — Alice palmeó la espalda de su amigo, creo que no has valorado cuánta gente puede llegar a ser ese “todos juntos”. — Tienes que bajar a consolar a Lex, yo no puedo dejarlo solo así. — Ordenó el chico, tirando de su mano escaleras abajo, mientras ella hacía lo que podía para sujetarse la bata y que no hubiera fugas. — ¿Cómo que solo? ¿Y Marcus? —
Ciertamente, ni su novio estaba por ahí, ni Lex tenía cara de poder quedarse solo, aunque nada de llorar ni demostrarlo, faltaría más. — ¡LEXITO, MI AMOR! Pasará volando, ya verás. Alice se queda aquí contigo, y por favor, mi vida, mi tejoncito, ten paciencia, disfruta porque tener una familia grande es magnífico… Y si te sientes solo tú piensas en lo de ayer al mediodía de… — ¡Vale! Voy a hacer el desayuno. — Anunció más alto de la cuenta, antes de meterse a la cocina. Mientras iba hechizando cosas y se ponía a cortar y emplatar, percibiendo el gustoso aroma del café, el pan tostado, los huevos y todo, aprovechó que aquellos seguían distraídos para tomarse la poción, visto que ya no iba a tener más oportunidades de aplazarlo. De aquí a varios días, si contaba con todo lo que se venía en Irlanda. Nada, pues ni eso podía hacer, porque aún la estaba terminando (ya se había aprendido donde estaban ciertas hierbas en casa de los O’Donnell) cuando volvió a ser arrollada por el tren Darren. — ¡CUÑADITA! ¡ADIÓS! ¡FELIZ NAVIDAD! ¡CUIDA DE MI LEXITO PORFAPORFI! — Volvió a palmear a su amigo. — Claro que sí. Venga, feliz Navidad, cuñadito, que disfrutes de tus días en familia y tus regalos. — ¡OS QUIERO! ¡TE AMO, LEX! ¡TE AMO! — Y dejando otro beso en los labios de Lex, se fue por la puerta.
A decir verdad, Lex le daba penita, tan grandón, dejándose caer en la silla, con la mirada perdida. Para animarle, como con él el cariño físico no iba mucho, le puso por delante un plato con el desayuno y el café. Eso le hizo mirarla parpadeando. — Hala. Yo que me iba a comer una barrita de cereales. — Alice resopló y se puso un plato para ella, dejando de sobra para Marcus, estuviera donde estuviese, y se tomó por fin la poción. — Vaya birria son esas barritas. Los deportistas necesitáis proteínas, de ahí los huevos, hidratos que se liberen durante el día, véase, las tostadas, y grasa de la buena, la vegetal, que la coges con el aguacate. Lo del bacon es porque a tu hermano le encanta y no engordáis ni un gramo de más. — Terminó riendo mientras bebía el café. Lex sonrió y empezó a comer. — Es como si siempre supieras lo que hace falta. — Ella le dedicó una sonrisa y rio un poco. — Créeme, lo hago un poco todo sobre la marcha. — Ya, no estás ni vestida, pero ya paso de remarcar cosas que no quiero ver ni hablar— Ella se apretó más la bata (con escaso resultado, porque más no se podía apretar). — Creía que… — Ya, ya, yo tampoco sé dónde ha ido, pero será alguna caballerosidad, o algo grande con los regalos… — Paró para comer, pero, de nuevo, se quedó mirando a la nada. — Mi hermano y tú os movéis por la vida… Como si fuera el camino más recto y fácil de escoger del mundo. — Alice le miró con cariño pero un poquito de condescendencia. — Tú también. ¿Qué crees que acabas de hacer despidiéndote de Darren? — Lex rio secamente, antes de dar un largo trago a la taza. — Cagarla. Él todo emocionado y desbordado y yo que no soy capaz ni de soltar una lágrima por triste que esté. — Pues precisamente, Lex. ¿Qué crees que necesitaba Darren? ¿Más llantos? No. Necesitaba un novio sereno pero cariñoso, exactamente lo que tú le has dado. — Le palmeó la mano. — Date cuenta de lo que haces, es mucho más de lo que crees. — Lex le sonrió. — Dylan tiene razón, como hermana mayor eres insuperable. — Ella rio y se frotó la cara. — Pues menos mal, porque del tuyo de verdad no sabemos nada… Y créeme, más nos vale que lleguemos antes que los Lacey, la menos para que puedas aclimatarte al pueblo antes de que… — Hizo un gesto con la mano. — Irlanda te invada. —
No era tal cosa. Según salió por la puerta de la habitación, vio que la puerta de Lex estaba abierta también, y estaba a punto de darse la vuelta a vestirse un poco más, cuando oyó. — CUUUUUUÑADITAAAAAAAAA. — Iba a pedir un segundo, pero Darren tenía los ojos rojos y sonaba triste. — TENGO QUE IRME. — Y subió el trecho de escaleras y la abrazó. Bueno, pues nada. — Ay, Darren, pero si nos vemos en tres días. — ¡Pero qué tres días, cuñada! Algún día… Algún día la vida será distinta, cuñadita, y podremos celebrarlo todo todos juntos. — Alice palmeó la espalda de su amigo, creo que no has valorado cuánta gente puede llegar a ser ese “todos juntos”. — Tienes que bajar a consolar a Lex, yo no puedo dejarlo solo así. — Ordenó el chico, tirando de su mano escaleras abajo, mientras ella hacía lo que podía para sujetarse la bata y que no hubiera fugas. — ¿Cómo que solo? ¿Y Marcus? —
Ciertamente, ni su novio estaba por ahí, ni Lex tenía cara de poder quedarse solo, aunque nada de llorar ni demostrarlo, faltaría más. — ¡LEXITO, MI AMOR! Pasará volando, ya verás. Alice se queda aquí contigo, y por favor, mi vida, mi tejoncito, ten paciencia, disfruta porque tener una familia grande es magnífico… Y si te sientes solo tú piensas en lo de ayer al mediodía de… — ¡Vale! Voy a hacer el desayuno. — Anunció más alto de la cuenta, antes de meterse a la cocina. Mientras iba hechizando cosas y se ponía a cortar y emplatar, percibiendo el gustoso aroma del café, el pan tostado, los huevos y todo, aprovechó que aquellos seguían distraídos para tomarse la poción, visto que ya no iba a tener más oportunidades de aplazarlo. De aquí a varios días, si contaba con todo lo que se venía en Irlanda. Nada, pues ni eso podía hacer, porque aún la estaba terminando (ya se había aprendido donde estaban ciertas hierbas en casa de los O’Donnell) cuando volvió a ser arrollada por el tren Darren. — ¡CUÑADITA! ¡ADIÓS! ¡FELIZ NAVIDAD! ¡CUIDA DE MI LEXITO PORFAPORFI! — Volvió a palmear a su amigo. — Claro que sí. Venga, feliz Navidad, cuñadito, que disfrutes de tus días en familia y tus regalos. — ¡OS QUIERO! ¡TE AMO, LEX! ¡TE AMO! — Y dejando otro beso en los labios de Lex, se fue por la puerta.
A decir verdad, Lex le daba penita, tan grandón, dejándose caer en la silla, con la mirada perdida. Para animarle, como con él el cariño físico no iba mucho, le puso por delante un plato con el desayuno y el café. Eso le hizo mirarla parpadeando. — Hala. Yo que me iba a comer una barrita de cereales. — Alice resopló y se puso un plato para ella, dejando de sobra para Marcus, estuviera donde estuviese, y se tomó por fin la poción. — Vaya birria son esas barritas. Los deportistas necesitáis proteínas, de ahí los huevos, hidratos que se liberen durante el día, véase, las tostadas, y grasa de la buena, la vegetal, que la coges con el aguacate. Lo del bacon es porque a tu hermano le encanta y no engordáis ni un gramo de más. — Terminó riendo mientras bebía el café. Lex sonrió y empezó a comer. — Es como si siempre supieras lo que hace falta. — Ella le dedicó una sonrisa y rio un poco. — Créeme, lo hago un poco todo sobre la marcha. — Ya, no estás ni vestida, pero ya paso de remarcar cosas que no quiero ver ni hablar— Ella se apretó más la bata (con escaso resultado, porque más no se podía apretar). — Creía que… — Ya, ya, yo tampoco sé dónde ha ido, pero será alguna caballerosidad, o algo grande con los regalos… — Paró para comer, pero, de nuevo, se quedó mirando a la nada. — Mi hermano y tú os movéis por la vida… Como si fuera el camino más recto y fácil de escoger del mundo. — Alice le miró con cariño pero un poquito de condescendencia. — Tú también. ¿Qué crees que acabas de hacer despidiéndote de Darren? — Lex rio secamente, antes de dar un largo trago a la taza. — Cagarla. Él todo emocionado y desbordado y yo que no soy capaz ni de soltar una lágrima por triste que esté. — Pues precisamente, Lex. ¿Qué crees que necesitaba Darren? ¿Más llantos? No. Necesitaba un novio sereno pero cariñoso, exactamente lo que tú le has dado. — Le palmeó la mano. — Date cuenta de lo que haces, es mucho más de lo que crees. — Lex le sonrió. — Dylan tiene razón, como hermana mayor eres insuperable. — Ella rio y se frotó la cara. — Pues menos mal, porque del tuyo de verdad no sabemos nada… Y créeme, más nos vale que lleguemos antes que los Lacey, la menos para que puedas aclimatarte al pueblo antes de que… — Hizo un gesto con la mano. — Irlanda te invada. —
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Miró el reloj, acelerando el paso hasta el punto de aparición. Iba sudando a pesar de estar en pleno diciembre. Al girar la esquina, se lo topó de bruces. Y, al igual que le pasó con su hermana, no pudo huir de él. - AAAAAAAAY CUÑADITO. - Darren le estrujó en un abrazo. - ¡¡CREÍA QUE NO IBA A DESPEDIRME DE TI!! - Nos vamos a ver el día veintiséis, Darren. - Para su sorpresa, el chico se separó y le dio un indignado (aunque no muy brusco) empujó en el hombro. - ¡¡No seas insensible!! ¡No te pega nada! - Marcus le miró con las cejas arqueadas. Ahora me dirás que Lex da mejores respuestas que esta y mira cómo le lloras. - ¿Has venido a mi casa expresamente a despedirme? ¡Qué detalle! Aunque te podías haber ido directamente a la tuya... En verdad, podías haberte quedado en la tuya... Espera, ¿por qué has salido, de hecho? - Le estaba mirando con cara de circunstancias, esperando a que terminara para meter baza. Elizabetta había acabado por completo con su paciencia de oír a alguien hablando sin descanso, y le esperaba un día muy largo. Menos mal que siempre podría contar con los infinitos silencios de Lex. - Es una sorpresa que confío en que no desveles casi por imposibilidad de aquí a pasado mañana. Quería comprarle a mi abuela algo en de cocina en la zona muggle de la ciudad. - ¡Qué guay! ¿Y has venido a preguntarle opinión a mi abuela? - ¿Crees que estaría saliendo de la casa ahora de ser así? Se pierde el viaje, vamos. - No exactamente. Pero he tenido el placer de conocer a tu hermana. - ¡No me digas! Mi hermana es encantadora. Un poco charlatancilla... Supongo que te habrá entretenido. - No, qué va, pensó irónico. Agradecía no tener a Lex por allí para que le dijera que se le oía pensar a gritos. - Me ha ayudado bastante con el regalo, así que lo mínimo que podía hacer era acompañarla a casa. Claro que no había contado con venir andando... - Claro, es que la zona comercial está muy cerquita. - No cuando tienes tanta prisa, volvió a pensar. - Discúlpame con tu familia por no entrar a saludar. Tu hermana ha insistido, pero es que tenemos el viaje, ya sabes. - ¡Claro! Si ha sido caballerosísimo por tu parte traerla, seguro que están hablando en casa de ello. - Si Darren supiera que la primera oferta era ayudarla con los deberes de matemáticas... definitivamente y en las circunstancias del día, había salido ganando.
La conversación había aliviado el nivel de drama de su cuñado, que se reanudó cuando dijo que se tenía que ir, pero finalmente consiguió aparecerse en su casa. Iba tardísimo, Alice y su hermano ya iban a estar despiertos, cuando su intención era salir y volver antes de que se despertaran. Soltó aire por la boca, cerrando los ojos. Bueno, ya estaba en casa, y realmente aún faltaban un par de horas para irse. Iba peor de tiempo de lo que querría, pero mejor de lo que pensaba. Ya con el pecho un poco más liberado de estrés, avanzó feliz hacia la casa y abrió la puerta lentamente, asomando solo la cabeza. Miró a los lados. - ¿Holaaaa? - Preguntó cantarín. - Vale, necesito que todos los habitantes de esta casa se escondan. - Entró aún prudente, mirando que nadie hubiera, y cerrando a hurtadillas mientras decía. - Un elfo de la Navidad necesita unos minutos para... - Venga ya, pesado, ¿no ves que no estamos? - Rodó los ojos. - Alice, a ver si le puedes curar el mal de amores a este. - Que ya he estado yo con el otro. Prefería no decir eso para no delatar su posición. Subió rápidamente a su habitación y guardó en su baúl los regalos, por supuesto reducidos en un saco, y con un hechizo protector en el compartimento para que nadie lo abriera queriendo o sin querer.
Bajó con un trotecillo feliz las escaleras. Alice y Lex estaban en la cocina. - Hol...aaa... - Vaya, Alice iba... bastante ligera. Se le puso una sonrisa muy boba. - Me voy. - Desagradable. - Chistó Marcus a Lex, que ya se estaba levantando para salir. - Encima que vengo a desayunar en familia. - ¿Me vas a decir que te has ido sin desayunar? - Marcus alzó un índice. - Me he tomado un zumo. - Hizo una pausa. - Y unas nueces. Dentro de un yogurt. No se debe salir de casa sin el estómago vacío. - Dirigió los ojos al lugar del que salían los inconfundibles aromas. Aspiró exageradamente y, cerrando los ojos, emitió un prolongado sonido de deleite. - ¡Qué rico! ¿Puedo? ¿Es para mí? - Se acercó a Alice y, rodeando su cintura, dejó un besito en su mejilla. - Mi amor, quería ir y volver antes de que te levantaras, pero me ha surgido un contratiempo que me ha entretenido. Cuando pase Navidad, te lo cuento, que no quiero dar pistas. - Se echó la comida en su plato y, dirección a la mesa en la que iba a sentarse a comer, dijo. - Y menos mal que no he salido con el estómago vacío, me he hinchado de andar. ¡Qué hambre! -
La conversación había aliviado el nivel de drama de su cuñado, que se reanudó cuando dijo que se tenía que ir, pero finalmente consiguió aparecerse en su casa. Iba tardísimo, Alice y su hermano ya iban a estar despiertos, cuando su intención era salir y volver antes de que se despertaran. Soltó aire por la boca, cerrando los ojos. Bueno, ya estaba en casa, y realmente aún faltaban un par de horas para irse. Iba peor de tiempo de lo que querría, pero mejor de lo que pensaba. Ya con el pecho un poco más liberado de estrés, avanzó feliz hacia la casa y abrió la puerta lentamente, asomando solo la cabeza. Miró a los lados. - ¿Holaaaa? - Preguntó cantarín. - Vale, necesito que todos los habitantes de esta casa se escondan. - Entró aún prudente, mirando que nadie hubiera, y cerrando a hurtadillas mientras decía. - Un elfo de la Navidad necesita unos minutos para... - Venga ya, pesado, ¿no ves que no estamos? - Rodó los ojos. - Alice, a ver si le puedes curar el mal de amores a este. - Que ya he estado yo con el otro. Prefería no decir eso para no delatar su posición. Subió rápidamente a su habitación y guardó en su baúl los regalos, por supuesto reducidos en un saco, y con un hechizo protector en el compartimento para que nadie lo abriera queriendo o sin querer.
Bajó con un trotecillo feliz las escaleras. Alice y Lex estaban en la cocina. - Hol...aaa... - Vaya, Alice iba... bastante ligera. Se le puso una sonrisa muy boba. - Me voy. - Desagradable. - Chistó Marcus a Lex, que ya se estaba levantando para salir. - Encima que vengo a desayunar en familia. - ¿Me vas a decir que te has ido sin desayunar? - Marcus alzó un índice. - Me he tomado un zumo. - Hizo una pausa. - Y unas nueces. Dentro de un yogurt. No se debe salir de casa sin el estómago vacío. - Dirigió los ojos al lugar del que salían los inconfundibles aromas. Aspiró exageradamente y, cerrando los ojos, emitió un prolongado sonido de deleite. - ¡Qué rico! ¿Puedo? ¿Es para mí? - Se acercó a Alice y, rodeando su cintura, dejó un besito en su mejilla. - Mi amor, quería ir y volver antes de que te levantaras, pero me ha surgido un contratiempo que me ha entretenido. Cuando pase Navidad, te lo cuento, que no quiero dar pistas. - Se echó la comida en su plato y, dirección a la mesa en la que iba a sentarse a comer, dijo. - Y menos mal que no he salido con el estómago vacío, me he hinchado de andar. ¡Qué hambre! -
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Ivanka
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Se echó otra taza de café y le cedió a Lex su segunda tostada, mirando impaciente el reloj, cuando Marcus hizo su entrada. Al final Lex tenía razón y tenía algo que ver con los regalos de Navidad. — Dale, que no miramos. — El que miró fue él cuando llegó. Sí, ya hablaremos de esto, pensó con un suspiro. — ¿Y qué te crees que he estado haciendo hasta que has llegado? — Respondió a lo del mal de amores. — Oye, que yo no he llorado. — Si te llego a ver llorar, te aparezco en San Mungo, pero creía que habíamos establecido que todas las demostraciones de sentimientos son válidas. — Dijo como si explicara algo a un corrillo de niños pequeños. Sonrió sin poder evitarlo a Marcus cuando le dio un beso y cogió el desayuno. — Pues claro, para mis chicos O’Donnell, el deportista y el glotoncillo. Pero no te hartes, que te recuerdo que volvemos a Ballyknow, y se vienen las Navidades… — Suspiró y volvió a mirar el reloj. — Voy a arreglarme y poner esta casa en solfa para cerrarla. Os quiero como los dos adultos que sois en dos horas en la puerta y sin aspavientos. —
Obviamente, alguna parte de eso no se iba a cumplir, estaba claro, y fue la de los aspavientos, porque ningún O'donnell se atrevería a ofender a Emma con impuntualidad. Entre las peleas por los baños (eran tres y había dos baños, pero seguían siendo insuficientes), recoger todo, y las dudas existenciales de sus O’Donnell, Alice se vio como una quaffle entre el salón y la cocina, con Marcus haciendo preguntas a berridos (influencia de Ballyknow sin duda) desde su cuarto sobre qué cosas o libros de allí podría llevarse a Irlanda, y a Lex detrás de ella con varias camisas, jerseys y chaquetas levitando. — ¿Pero entonces las ves bien o no? ¡Es que no sé cómo se arregla esa gente! Son mi familia, pero mi familia, la mía, la de aquí, se ponen de punta en blanco por cualquier gilipollez… — Frenó en seco y todas las cosas que levitaban, amén de Lex, se bambolearon sobresaltadas, organizando un lío de ropa, trapos que esperaban órdenes y la caja de las piedras alquímica. — Lex, ¿ahora esto a qué viene? De verdad, ¿tan difícil es ver que estoy ocupada? — ¡HA SIDO MARCUS! Es por cómo ha mirado mis camisas. — Ni se paró a oír la queja del otro. Levantó las manos y dirigió con hechizos a todo lo que la iba siguiendo. — Esto también es crecer. Y acostúmbrate a hacer maletas que en menos de un año vas a estar viajando MUCHO. Os doy media hora para estar abajo, con todo listo y comportándoos como los buenos e inteligentes hermanos que sois. —
La aparente calma que logró con su intervención, duró lo que tardaron en llegar a la aduana de Dublín. ¿De dónde, en nombre de todos los dragones, salía tantísima gente? El jaleo era terrible, y avanzar tan cargados como iban era un suplicio. Encima, los leprechaun estaban cantando más que en toda su vida villancicos a todo pulmón y era casi imposible enterarse de lo que iban diciendo. Tranquilo, esto es la capital, pero la aduana de Galway será mucho más pacífica, le dijo mentalmente a Lex. No sabía ella lo que estaba prometiendo.
A Alice le daba la sensación de que las personas estaban montadas unas encima de otras en aquella aduana tan minúscula. Se abrió el abrigo y se quitó la bufanda. — Por Merlín, yo con esto no había contado. — Cuando Molly hablaba de cuánta gente se fue de Irlanda… No es que no la creyera, pero no tenía en mente aquellas familias enteras. Y eso le agobiaba, sí, pero en cuanto ponías el oído o te fijabas en las caras… Veías pura emoción por llegar, ojos llorosos llenos de sentimientos… Apretó suavemente la mano de Marcus y le sonrió. Era bonito sentir que ellos también llegaban, al menos, a una de sus casas. Y entonces, se les acercó una patrulla de tres hombres que claramente eran aurores de aduanas. — Buenos días, señores, señorita. Nuestro detector de hechizos ocultadores ha dado positivo en uno de sus baúles. — Alice parpadeó. — ¿Los nuestros? — Uno de los aurores vertió un polvillo en el aire, irisado, que viajó solo hacia el baúl de Marcus. — Pasen por aquí conmigo para identificación. — La parte buena es que parecía que se los llevaban de la cola.
La aduana de Galway era tan pequeña que, realmente, les llevaron muy cerca de la salida. Y al principio lo agradeció, pero ahora le preocupaba otra cosa… — Me dejan las varitas para identificación, si son tan amables… — ¡MIS NIÑOS! ¿PERO QUÉ HACEN AHÍ? — Eso era lo que le preocupaba. — Hostia, la abuela, cómo corre. — Efectivamente, con sus pasitos cortos pero siempre eficaces, apareció Molly, aferrando bien fuerte su bolso, y detrás, con la cara descompuesta, Arnold con el pequeño Pod al lado. — ¡Mamá, espera! — ¡Oiga! ¡QUE ESOS SON MIS NIETOS! — Su varita, señor O’Donnell. — Dijo devolviéndosela a Lex. — ¿Yo me puedo ir? — Alice le miró con cara de “pero no nos dejes aquí vendidos”. — Señorita Gallia, señor O’Donnell, aquí aparecen ustedes como miembros del cuerpo nacional de alquimistas, ¿transportan algún material peligroso? Si es así es mejor que lo declaren ahora. — Alice miró a Marcus. ¿Pero qué has comprado esta mañana? Se preguntó mentalmente, intentando imaginarlo. — Arnie, ¿van a detener a los primos? — No, no, Pod tranquilo. — No me parece nada apropiado detenerlos antes de que puedan reunirse con su familia en Navidad, la verdad. — Lex miró a Alice y susurró. — ¿Habéis tenido un hijo en Irlanda y no me habéis avisado? ¿Es uno de los regalos de mi hermano? — Mira, déjate de pitorreo ahora, eh… — Cortó ella bien rápido, porque Molly ya estaba estirándose por encima de la cinta para llamar la atención del funcionario. — ¡Oiga! ¡Que es Navidad y ese es mi nieto! ¡Y mi marido es el alquimista O’Donnell! ¿ME OYE? —
Obviamente, alguna parte de eso no se iba a cumplir, estaba claro, y fue la de los aspavientos, porque ningún O'donnell se atrevería a ofender a Emma con impuntualidad. Entre las peleas por los baños (eran tres y había dos baños, pero seguían siendo insuficientes), recoger todo, y las dudas existenciales de sus O’Donnell, Alice se vio como una quaffle entre el salón y la cocina, con Marcus haciendo preguntas a berridos (influencia de Ballyknow sin duda) desde su cuarto sobre qué cosas o libros de allí podría llevarse a Irlanda, y a Lex detrás de ella con varias camisas, jerseys y chaquetas levitando. — ¿Pero entonces las ves bien o no? ¡Es que no sé cómo se arregla esa gente! Son mi familia, pero mi familia, la mía, la de aquí, se ponen de punta en blanco por cualquier gilipollez… — Frenó en seco y todas las cosas que levitaban, amén de Lex, se bambolearon sobresaltadas, organizando un lío de ropa, trapos que esperaban órdenes y la caja de las piedras alquímica. — Lex, ¿ahora esto a qué viene? De verdad, ¿tan difícil es ver que estoy ocupada? — ¡HA SIDO MARCUS! Es por cómo ha mirado mis camisas. — Ni se paró a oír la queja del otro. Levantó las manos y dirigió con hechizos a todo lo que la iba siguiendo. — Esto también es crecer. Y acostúmbrate a hacer maletas que en menos de un año vas a estar viajando MUCHO. Os doy media hora para estar abajo, con todo listo y comportándoos como los buenos e inteligentes hermanos que sois. —
La aparente calma que logró con su intervención, duró lo que tardaron en llegar a la aduana de Dublín. ¿De dónde, en nombre de todos los dragones, salía tantísima gente? El jaleo era terrible, y avanzar tan cargados como iban era un suplicio. Encima, los leprechaun estaban cantando más que en toda su vida villancicos a todo pulmón y era casi imposible enterarse de lo que iban diciendo. Tranquilo, esto es la capital, pero la aduana de Galway será mucho más pacífica, le dijo mentalmente a Lex. No sabía ella lo que estaba prometiendo.
A Alice le daba la sensación de que las personas estaban montadas unas encima de otras en aquella aduana tan minúscula. Se abrió el abrigo y se quitó la bufanda. — Por Merlín, yo con esto no había contado. — Cuando Molly hablaba de cuánta gente se fue de Irlanda… No es que no la creyera, pero no tenía en mente aquellas familias enteras. Y eso le agobiaba, sí, pero en cuanto ponías el oído o te fijabas en las caras… Veías pura emoción por llegar, ojos llorosos llenos de sentimientos… Apretó suavemente la mano de Marcus y le sonrió. Era bonito sentir que ellos también llegaban, al menos, a una de sus casas. Y entonces, se les acercó una patrulla de tres hombres que claramente eran aurores de aduanas. — Buenos días, señores, señorita. Nuestro detector de hechizos ocultadores ha dado positivo en uno de sus baúles. — Alice parpadeó. — ¿Los nuestros? — Uno de los aurores vertió un polvillo en el aire, irisado, que viajó solo hacia el baúl de Marcus. — Pasen por aquí conmigo para identificación. — La parte buena es que parecía que se los llevaban de la cola.
La aduana de Galway era tan pequeña que, realmente, les llevaron muy cerca de la salida. Y al principio lo agradeció, pero ahora le preocupaba otra cosa… — Me dejan las varitas para identificación, si son tan amables… — ¡MIS NIÑOS! ¿PERO QUÉ HACEN AHÍ? — Eso era lo que le preocupaba. — Hostia, la abuela, cómo corre. — Efectivamente, con sus pasitos cortos pero siempre eficaces, apareció Molly, aferrando bien fuerte su bolso, y detrás, con la cara descompuesta, Arnold con el pequeño Pod al lado. — ¡Mamá, espera! — ¡Oiga! ¡QUE ESOS SON MIS NIETOS! — Su varita, señor O’Donnell. — Dijo devolviéndosela a Lex. — ¿Yo me puedo ir? — Alice le miró con cara de “pero no nos dejes aquí vendidos”. — Señorita Gallia, señor O’Donnell, aquí aparecen ustedes como miembros del cuerpo nacional de alquimistas, ¿transportan algún material peligroso? Si es así es mejor que lo declaren ahora. — Alice miró a Marcus. ¿Pero qué has comprado esta mañana? Se preguntó mentalmente, intentando imaginarlo. — Arnie, ¿van a detener a los primos? — No, no, Pod tranquilo. — No me parece nada apropiado detenerlos antes de que puedan reunirse con su familia en Navidad, la verdad. — Lex miró a Alice y susurró. — ¿Habéis tenido un hijo en Irlanda y no me habéis avisado? ¿Es uno de los regalos de mi hermano? — Mira, déjate de pitorreo ahora, eh… — Cortó ella bien rápido, porque Molly ya estaba estirándose por encima de la cinta para llamar la atención del funcionario. — ¡Oiga! ¡Que es Navidad y ese es mi nieto! ¡Y mi marido es el alquimista O’Donnell! ¿ME OYE? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Alice lo veía muy sencillo, pero es que no lo era tanto. Era MUY DIFÍCIL decidir qué llevarse y qué no, y por mucho hechizo de extensión y de peso reducido que llevara en el baúl, se estaba viendo ya demasiado cargado. Las preguntas, no obstante, no eran bien recibidas. Mandaba narices que los dos que se habían levantado y desayunado tranquilitos en casa estuvieran más crispados que él, que ya solo con lo que llevaba de día estaba para acostarse. Se limitó a resoplar (sus acompañantes no lo consideraron límite alguno, si lo llega a saber se queja a viva voz... También se quejó, pero menos de lo que querría, sin duda) hasta que por fin emprendieron camino a las aduanas. Y desde luego que no se vio venir lo que encontró en la aduana de Dublín. - Empiezo a entender por qué no nos reunimos más en Navidades. ¿Mi madre se ha enfrentado también a esta locura? - La cara de Lex era de absoluto pánico, y la de Alice de, indudablemente y como él, no habérselo visto venir. Salieron como pudieron y confiaron en estar mucho más tranquilos en cuanto a muchedumbre en la de Galway. Porque, desde luego, como hubiera la misma gente que allí, aquello iba a ser el infierno, porque esa aduana, si bien menos escandalosa en cuanto a lo festivo, era bastante más pequeña y antigua.
- ¿Más tranquila, decías? - Le reprochó Lex a Alice, y Marcus intuyó que debió pensar lo mismo que él, porque no la había oído decir tal cosa. Resopló con cierto agobio, frotándose la cara. - Vale, al menos nos sabemos el camino. - Quiso tranquilizar al mismo tiempo a sus acompañantes y a sí mismo. Pero entonces, Alice apretó su mano y... supo leer perfectamente su sonrisa. Se le escapó una suspirada a él también. - Volvemos a casa. Todos juntos. - Susurró, y se dejó embargar por la emoción, desconectar del agobio de la multitud y conectar con el hecho de estar allí con su hermano, por fin, con Alice de la mano, a punto de reunirse con sus padres y sus abuelos, con su gran familia irlandesa y, sobre todo, con su gran familia americana, esa que tanto les había ayudado. De celebrar su época favorita del año, todos juntos, en un evento que jamás había vivido. Que en breves vería a su tía Erin, feliz con Violet, como siempre debió serlo. Que en unos días, Dylan y Darren estarían allí también, siendo parte de esa gran familia. Y eso era precioso.
Se interrumpió abruptamente ese bonito momento, justo cuando estaban a punto de cruzar la aduana, y ya intentaba buscar con la mirada a sus familiares. La intervención de los guardas le pilló tan desubicado que seguía sonriendo, con la absoluta tranquilidad de quien no tiene nada que ocultar. - Buenos días. - Saludó con gratitud, con la certeza de que esos guardas tan amables les estaban dando una calurosa bienvenida a Galway. El embrujo de la emoción le estaba haciendo percibir la realidad de otra forma, claramente. Porque estuvo a punto de decir "ah, sí, es mi baúl" con total naturalidad, de hecho el polvillo le señaló directamente, cuando les condujeron a otro sitio. Y, por las expresiones de seriedad, la realidad paralela y utópica se partió como un cristal contra el suelo. - Em... Claro, por supuesto. - Respondió más asustado, mirando a los otros dos. ¿Pero qué?
- Sí, sí que es mi baúl, llevo un hechizo de ocultación. - Comentó mientras se les redirigía, pero no parecían estar atendiéndole. - Pero es un hechizo normal ¿no? Solo llevo mi equipaje. - Insistió, con la inocencia de un niño de diez años. No se dirigieron a ellos hasta llegar a la zona acordada. Estaba en proceso de sacar su varita del bolsillo y entregarla cuando oyó los gritos de su abuela, y ahí sí que miró a Lex con pánico. Ya iba Molly O'Donnell corriendo dispuesta a darle de bolsazos al guardia si era necesario por que les dejaran en paz. Intentó hacer un gesto en la distancia para tranquilizarla, pero el guardia seguía dándoles instrucciones, y con los nervios no tenía la atención dividida en horas fuertes que digamos. Negó con la cabeza. Encima notaba la mirada inquisitiva de Alice encima. Claro, tanto misterio con su salida matutina... - Nada, señor. Mire. - Sin ningún problema, abrió el compartimento del baúl en el que llevaba el instrumental alquímico. - Esto es todo lo relacionado con nuestra profesión que llevamos. - El hombre, inexpresivo, le miró. - Ese no es el compartimento que señalan nuestros detectores, señor O'Donnell. Por favor, hagámoslo más fácil y no perdamos el tiempo. - Marcus se tensó, se mojó los labios y miró de reojo a Alice y Lex. Afortunadamente, estaban mirando con pánico la posible intervención de su abuela, que ya andaba increpando a otro guardia. Sí que se le podían poner peor las cosas.
- Oiga. - Dijo al hombre, acercándose y bajando el tono. - No llevo nada peligroso... solo que... no me gustaría que... - Señaló con la cabeza a los demás. La cara de aburrimiento del guardia se intensificaba. - Son regalos de Navidad. - Ahí, al hombre, aparte del aburrimiento, se le dibujó una expresión de "no me pagan lo suficiente por este trabajo" que casi hizo sentir mal a Marcus. - Abra el compartimento, por favor. - Podría... Si fuera posible que... - El hombre suspiró y miró a Alice y a Lex. - Señor O'Donnell, señorita Gallia, pued... - ¡¡EXIJO HABLAR CON MI NIETO QUE ES ALQUIMISTA Y NO HA HECHO NADA MALO!! - ¡Por favor, señora! - Habló el guardia, alzando la voz para que Molly le oyera en la distancia. Empezaban a llamar la atención de media aduana, con la de gente que había. Marcus se estaba ya tapando la cara con las manos de la vergüenza. - No le va a pasar nada a su nieto si hace lo que tiene que hacer. Tranquilícese. - Molly hizo todo lo contrario a tranquilizarse y siguió bramando, teniendo que acudir Arnold a acallarla, mientras Pod miraba la escena con cara de estar incorporando un trauma a su historia de vida. El hombre hizo un gesto al compañero que estaba con la abuela para que se encargara y volvió a dirigirse a Alice y Lex. - Si no les importa, esperen ahí a un lado. No se vayan muy lejos que no hemos terminado. - Y los chicos obedecieron. Marcus les dio estratégicamente la espalda para tapar el baúl, mientras el hombre le miraba con cara de "a ver si con esto consideras que puedes abrir ya el dichoso compartimento secreto". Lo de escuchar a su abuela bramando no le daba la tranquilidad de no estar mirando. - Es que... ¿sabe si mi abuela está mirando? El regalo es un poco grande y no querría romper la sorpresa. - Señor O'Donnell, sorpresa va a ser que acabe usted en una celda por no querer enseñarme unos regalos de Navidad. Vamos a terminar ya con esto, por favor. - Vale, no necesitaba más amenazas. Tragó saliva y se dispuso a abrir.
Efectivamente, todo lo que salieron fueron los diversos cacharros muggles que había adquirido y algún que otro regalito más. Los párpados y los hombros caídos del hombre parecían reflejar que hubiera preferido incluso un conflicto antes que ver que aquella patética situación era real. Aunque aún le quedaba una baza. - Esto no son objetos mágicos. ¿Dónde los ha conseguido, señor O'Donnell? - En una barriada muggle. Son artículos de cocina. - Se rebuscó en los bolsillos con nerviosismo y sacó un papelito. - Mire, tengo el ticket de compra. - Se lo acercó al hombre, pero este no lo cogió, solo le miraba con aburrimiento. - Es que... quería... innovar... -Suspiró, alzó la mirada y llamó a un compañero con un gesto de la mano. Era un guardia que llevaba en segundo plano todo el tiempo, pendiente de otra cosa pero mirándoles de reojo, y que se acercó con diligencia cuando fue llamado. - Buenos días. - Buenos días. - Respondió tenso. Tres guardias ya solo para él. Miró de reojo a su entorno. Alice y Lex empezaban a mirar por qué tardaba tanto, por lo que volvió a moverse discretamente a ver si podía tapar el baúl de la vista. Su abuela seguía gritando, su padre negociando, y en la lejanía empezaba a ver a su madre acercarse con expresión de haber esperado suficiente por una tontería, y a su abuelo con verdadera preocupación en la cara. Miró el cartel en la solapa del hombre: debajo de su nombre, ponía "departamento de contrabando de objetos muggles". Abrió mucho los ojos. ¿¿Cómo que contrabando?? - Tengo el ticket de compra. - Insistió, mirando al nuevo. Pero el otro, sin ningún pudor por su sorpresa navideña, alzaba los objetos en sus manos, sacándolos del compartimento y volviéndolos a dejar. Marcus no dejaba de frotarse las manos y el pelo.
No tardaría más de un minuto en revisarlo todo, y en coger por fin el ticket de sus manos, pero se le hizo absolutamente eterno. Pasado este tiempo, le dijo a su compañero simplemente. - Está todo en orden. - Y, sin más, se fue. El primer guardia le volvió a mirar. - Puede retirar sus cosas, señor O'Donnell. - Gracias. - Suspiró, y poco menos que hizo una reverencia como si fuera un monje japonés. En lo que cerraba de nuevo (ya sin hechizo), el guardia le ofreció su opinión no solicitada. - Le recomiendo que para próximos viajes, señor O'Donnell, no utilice estos hechizos. Si quiere ocultar regalos, hágalo cuando esté ya en casa. Esta vez no ha pasado nada, pero podría confundirse su intención con que intenta transportar material alquímico peligroso. - Marcus le miró de reojo mientras terminaba de cerrar el baúl. Créame, si quisiera transportar material alquímico peligroso, usted no se daría cuenta, pensó, pero evidentemente no era tan tonto como para decir eso en voz alta. Se levantó. - Lo tendré en cuenta, señor. Gracias. - Y fue a reunirse con los demás. Lex le esperaba encogiéndose fuertemente de hombros y con cara de desconcierto absoluto. - ¡Qué cojones, Marcus! - ¡Nada! Una confusión sin importancia. - ¿¿Sin importancia?? ¡¡Hostia, que nos han parado en la aduana!! - ¡MI NIÑO! - Clamó su abuela, porque en el momento en que el guardia le dejó marchar, el otro que la parapetaba decidió desistir también de su empresa y Molly quedó liberada, le vio y ya iba hacia él como si acabaran de liberarle de un secuestro.
- ¿Más tranquila, decías? - Le reprochó Lex a Alice, y Marcus intuyó que debió pensar lo mismo que él, porque no la había oído decir tal cosa. Resopló con cierto agobio, frotándose la cara. - Vale, al menos nos sabemos el camino. - Quiso tranquilizar al mismo tiempo a sus acompañantes y a sí mismo. Pero entonces, Alice apretó su mano y... supo leer perfectamente su sonrisa. Se le escapó una suspirada a él también. - Volvemos a casa. Todos juntos. - Susurró, y se dejó embargar por la emoción, desconectar del agobio de la multitud y conectar con el hecho de estar allí con su hermano, por fin, con Alice de la mano, a punto de reunirse con sus padres y sus abuelos, con su gran familia irlandesa y, sobre todo, con su gran familia americana, esa que tanto les había ayudado. De celebrar su época favorita del año, todos juntos, en un evento que jamás había vivido. Que en breves vería a su tía Erin, feliz con Violet, como siempre debió serlo. Que en unos días, Dylan y Darren estarían allí también, siendo parte de esa gran familia. Y eso era precioso.
Se interrumpió abruptamente ese bonito momento, justo cuando estaban a punto de cruzar la aduana, y ya intentaba buscar con la mirada a sus familiares. La intervención de los guardas le pilló tan desubicado que seguía sonriendo, con la absoluta tranquilidad de quien no tiene nada que ocultar. - Buenos días. - Saludó con gratitud, con la certeza de que esos guardas tan amables les estaban dando una calurosa bienvenida a Galway. El embrujo de la emoción le estaba haciendo percibir la realidad de otra forma, claramente. Porque estuvo a punto de decir "ah, sí, es mi baúl" con total naturalidad, de hecho el polvillo le señaló directamente, cuando les condujeron a otro sitio. Y, por las expresiones de seriedad, la realidad paralela y utópica se partió como un cristal contra el suelo. - Em... Claro, por supuesto. - Respondió más asustado, mirando a los otros dos. ¿Pero qué?
- Sí, sí que es mi baúl, llevo un hechizo de ocultación. - Comentó mientras se les redirigía, pero no parecían estar atendiéndole. - Pero es un hechizo normal ¿no? Solo llevo mi equipaje. - Insistió, con la inocencia de un niño de diez años. No se dirigieron a ellos hasta llegar a la zona acordada. Estaba en proceso de sacar su varita del bolsillo y entregarla cuando oyó los gritos de su abuela, y ahí sí que miró a Lex con pánico. Ya iba Molly O'Donnell corriendo dispuesta a darle de bolsazos al guardia si era necesario por que les dejaran en paz. Intentó hacer un gesto en la distancia para tranquilizarla, pero el guardia seguía dándoles instrucciones, y con los nervios no tenía la atención dividida en horas fuertes que digamos. Negó con la cabeza. Encima notaba la mirada inquisitiva de Alice encima. Claro, tanto misterio con su salida matutina... - Nada, señor. Mire. - Sin ningún problema, abrió el compartimento del baúl en el que llevaba el instrumental alquímico. - Esto es todo lo relacionado con nuestra profesión que llevamos. - El hombre, inexpresivo, le miró. - Ese no es el compartimento que señalan nuestros detectores, señor O'Donnell. Por favor, hagámoslo más fácil y no perdamos el tiempo. - Marcus se tensó, se mojó los labios y miró de reojo a Alice y Lex. Afortunadamente, estaban mirando con pánico la posible intervención de su abuela, que ya andaba increpando a otro guardia. Sí que se le podían poner peor las cosas.
- Oiga. - Dijo al hombre, acercándose y bajando el tono. - No llevo nada peligroso... solo que... no me gustaría que... - Señaló con la cabeza a los demás. La cara de aburrimiento del guardia se intensificaba. - Son regalos de Navidad. - Ahí, al hombre, aparte del aburrimiento, se le dibujó una expresión de "no me pagan lo suficiente por este trabajo" que casi hizo sentir mal a Marcus. - Abra el compartimento, por favor. - Podría... Si fuera posible que... - El hombre suspiró y miró a Alice y a Lex. - Señor O'Donnell, señorita Gallia, pued... - ¡¡EXIJO HABLAR CON MI NIETO QUE ES ALQUIMISTA Y NO HA HECHO NADA MALO!! - ¡Por favor, señora! - Habló el guardia, alzando la voz para que Molly le oyera en la distancia. Empezaban a llamar la atención de media aduana, con la de gente que había. Marcus se estaba ya tapando la cara con las manos de la vergüenza. - No le va a pasar nada a su nieto si hace lo que tiene que hacer. Tranquilícese. - Molly hizo todo lo contrario a tranquilizarse y siguió bramando, teniendo que acudir Arnold a acallarla, mientras Pod miraba la escena con cara de estar incorporando un trauma a su historia de vida. El hombre hizo un gesto al compañero que estaba con la abuela para que se encargara y volvió a dirigirse a Alice y Lex. - Si no les importa, esperen ahí a un lado. No se vayan muy lejos que no hemos terminado. - Y los chicos obedecieron. Marcus les dio estratégicamente la espalda para tapar el baúl, mientras el hombre le miraba con cara de "a ver si con esto consideras que puedes abrir ya el dichoso compartimento secreto". Lo de escuchar a su abuela bramando no le daba la tranquilidad de no estar mirando. - Es que... ¿sabe si mi abuela está mirando? El regalo es un poco grande y no querría romper la sorpresa. - Señor O'Donnell, sorpresa va a ser que acabe usted en una celda por no querer enseñarme unos regalos de Navidad. Vamos a terminar ya con esto, por favor. - Vale, no necesitaba más amenazas. Tragó saliva y se dispuso a abrir.
Efectivamente, todo lo que salieron fueron los diversos cacharros muggles que había adquirido y algún que otro regalito más. Los párpados y los hombros caídos del hombre parecían reflejar que hubiera preferido incluso un conflicto antes que ver que aquella patética situación era real. Aunque aún le quedaba una baza. - Esto no son objetos mágicos. ¿Dónde los ha conseguido, señor O'Donnell? - En una barriada muggle. Son artículos de cocina. - Se rebuscó en los bolsillos con nerviosismo y sacó un papelito. - Mire, tengo el ticket de compra. - Se lo acercó al hombre, pero este no lo cogió, solo le miraba con aburrimiento. - Es que... quería... innovar... -Suspiró, alzó la mirada y llamó a un compañero con un gesto de la mano. Era un guardia que llevaba en segundo plano todo el tiempo, pendiente de otra cosa pero mirándoles de reojo, y que se acercó con diligencia cuando fue llamado. - Buenos días. - Buenos días. - Respondió tenso. Tres guardias ya solo para él. Miró de reojo a su entorno. Alice y Lex empezaban a mirar por qué tardaba tanto, por lo que volvió a moverse discretamente a ver si podía tapar el baúl de la vista. Su abuela seguía gritando, su padre negociando, y en la lejanía empezaba a ver a su madre acercarse con expresión de haber esperado suficiente por una tontería, y a su abuelo con verdadera preocupación en la cara. Miró el cartel en la solapa del hombre: debajo de su nombre, ponía "departamento de contrabando de objetos muggles". Abrió mucho los ojos. ¿¿Cómo que contrabando?? - Tengo el ticket de compra. - Insistió, mirando al nuevo. Pero el otro, sin ningún pudor por su sorpresa navideña, alzaba los objetos en sus manos, sacándolos del compartimento y volviéndolos a dejar. Marcus no dejaba de frotarse las manos y el pelo.
No tardaría más de un minuto en revisarlo todo, y en coger por fin el ticket de sus manos, pero se le hizo absolutamente eterno. Pasado este tiempo, le dijo a su compañero simplemente. - Está todo en orden. - Y, sin más, se fue. El primer guardia le volvió a mirar. - Puede retirar sus cosas, señor O'Donnell. - Gracias. - Suspiró, y poco menos que hizo una reverencia como si fuera un monje japonés. En lo que cerraba de nuevo (ya sin hechizo), el guardia le ofreció su opinión no solicitada. - Le recomiendo que para próximos viajes, señor O'Donnell, no utilice estos hechizos. Si quiere ocultar regalos, hágalo cuando esté ya en casa. Esta vez no ha pasado nada, pero podría confundirse su intención con que intenta transportar material alquímico peligroso. - Marcus le miró de reojo mientras terminaba de cerrar el baúl. Créame, si quisiera transportar material alquímico peligroso, usted no se daría cuenta, pensó, pero evidentemente no era tan tonto como para decir eso en voz alta. Se levantó. - Lo tendré en cuenta, señor. Gracias. - Y fue a reunirse con los demás. Lex le esperaba encogiéndose fuertemente de hombros y con cara de desconcierto absoluto. - ¡Qué cojones, Marcus! - ¡Nada! Una confusión sin importancia. - ¿¿Sin importancia?? ¡¡Hostia, que nos han parado en la aduana!! - ¡MI NIÑO! - Clamó su abuela, porque en el momento en que el guardia le dejó marchar, el otro que la parapetaba decidió desistir también de su empresa y Molly quedó liberada, le vio y ya iba hacia él como si acabaran de liberarle de un secuestro.
We are
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Ivanka
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Cuando dijo lo de hechizo de ocultación, Alice entornó los ojos. Solo a su novio se le ocurría pasar por una aduana con una hechizo de esos en un día en el que claramente los guardias iban a andarse con mil ojos. Y encima Marcus abriendo otros compartimentos. Se sentía sudar, y notaba las miradas de todos encima. QUE YO TAMPOCO LO SÉ, parecía decir con la cara. — Au. — Se quejó Lex. — Bueno, es que no lo sé. — Susurró ella agresivamente. Uf, ahí venían Emma y el abuelo. Y Molly gritando cada vez más, y Emma con cara de ser miembro de la Inquisición a punto de dictar una sentencia contra el guardia con el que estaba hablando Marcus. Se apartaron en cuanto se lo mandó el hombre, y eso le permitió ponerse más cerca de la familia. — ¿Pero qué pasa, Alice? — Inquirieron Arnold y el abuelo al mismo tiempo. Ella dio un saltito hacia atrás. — Que no lo sé, de verdad, no tengo ni idea de qué lleva en el compartimento oculto. — Sentía los ojos del abuelo atravesándole. Que no, que no es una reliquia lo que hay ahí, tenía ganas de gritarle. — ¿Qué reliquia? — Dijo Lex. Ella le fulminó, pero ya estaban otra vez todos mirándola. — Que nooo que estaba pensando que ese baúl es muy viejo, que menuda reliquia, y que a poco y no tenía un hechizo de esos de otra vez y a él le ha gustado y se lo ha dejado. — Además de verdad. — Dijo Molly, antes de darle un cate a Lawrence en el brazo. — ¡Ese es de los tuyos! ¡A ver si revisas antes de dárselo a tu nieto, hombre! Mira mi pobre Marcus siendo registrado como si fuera un criminal. — ¿Un criminal? — Preguntó Pod con miedo. — No, cariño, es una exageración de tía Molly. — Le dijo ella, pasando la mano por la cinta para acariciarle la cabeza. — Ha sido un malentendido y ya está. —
Pero entonces llegó otro hombre y Emma dijo con un tono firme y un pelín oscuro. — Ese es de tráfico de objetos muggles. — ¿Tráfico? No, no, no, si Marcus ha comprado algo muggle ha sido legalísimamente. — Y para quitarle veracidad a su punto, su novio se puso a bloquear con su cuerpo el baúl. ¿PERO QUÉ HACES AHORA? Quería gritar.
Al final la cosa se resolvió y Molly ya tuvo su momento de drama bélico de abrazar a Marcus. — ¡LO TONTOS QUE SE PONEN! ¡NO HABRÁ MÁS COSAS A LAS QUE ATENDER HOY! — Lawrence suspiró de alivio y ya dijo. — Vamos, en tiempos en esta aduana se colaba de todo, y ahora por un hechizo inofensivo. — Es verdad, una vez trajimos unos perfumes de Egipto que… — ¿Trajisteis algo ilegal, tía Molly? — Preguntó Pod a voz en grito. Emma le tomó de los hombros. — Vamos, querido, tus primos querrán descansar, que menuda mañanita, preséntate como es debido y cuéntales todo lo que tienes que contarles. — El niño cayó de repente en lo que le decía Emma y se apresuró a estrechar la mano de Lex. — Encantado, primo Alexander, es un honor. Yo soy Patrick, pero como mi padre también se llama así, me puedes llamar Pod. — El chico se aguantó una risa y dijo. — Y tú a mí puedes llamarme Lex… Gracias… Por el recibimiento. — Siendo Lex, era una gran cortesía. Después de él, Pod corrió a abrazarles ahora que por fin estaban fuera y tomó de una mano a cada uno. — Esta mañana, mis padres, los primos, mis hermanos y yo hemos ido a coger flores y plantas para decorar la mesa en la que vamos a comer. Y tus padres me han dejado quedarme a comer porque saben que os he echado mucho de menos. Cuando sea mayor quiero que me llevéis también a la feria. — Alice le sonrió. — Pues claro, Pod, el año que viene si quieres. —
Se aparecieron en la plaza del crucero de Ballyknowm y mientras Arnie, Molly y Pod, de forma muy entusiasta, le enseñaban a Lex las cosas, miró a Emma, que parecía un poco más relajada y preguntó. — ¿Qué tal todo por aquí? — Su suegra sonrió y entornó los ojos. — Mucho que hacer. No sé cuántas camas hemos transmutado y embutido en distintos sitios de la casa. Siento anunciarte que habéis sufrido una degradación de rango y volvéis a dormir en un ático con mucha gente de vuestra edad pues vuestra habitación ha sido requisada para Betty y Jason. — Alice rio. — Creo que lo podremos soportar. — ¿Y vosotros? ¿Ha habido muchas lágrimas en general? — Preguntó Emma más bajito, probablemente para que Lex no la oyera. — Un poco, pero nada que no pudiera controlar. — ¿Y con Dylan y tu padre? — Ahí se giraron hasta los de delante, porque acababan de llegar a la casa y se habían agolpado un poco. — Pues todo bien, la verdad. Viajaban hoy también y todo estaba en orden. — Vio cómo todos aguantaban la reacción. Bueno, es que esperabais un milagro de Navidad y no lo habido, lo siento. — ¿Sabemos algo de la tata y Erin? — Oyó el suspiro de Emma y Arnie se encogió de hombros, mientras se quitaban los abrigos y se iban colocando para comer. — Ya sabes que no son muy de transmitir horarios. — Pero, ¿no deberíamos ir a Dublín o por lo menos a Galway a esperarlas? — Hija, Erin sabe venir. — Dijo Molly con evidencia. No pondría yo la mano en el fuego por la mujer que se apareció en el campo de lavandas de Saint-Tropez en vez de en la casa, pensó. — Y en todo caso, tus tías han viajado por todo el mundo, ya encontrarán la forma de llegar. — No iba a incidir en el asunto, pero se veía venir que el día iba a ser largo a ese respecto, así que simplemente miró la mesa y dijo. — ¡Wow , Pod! Esta vez te has pasado, eh. — El niño se ruborizó y ella miró a Lex. Algo iba entendiendo de su cuñado y supo interpretar esa breve sonrisa tranquila que asomaba en sus labios. Sí, es el efecto hogar de Irlanda.
Pero entonces llegó otro hombre y Emma dijo con un tono firme y un pelín oscuro. — Ese es de tráfico de objetos muggles. — ¿Tráfico? No, no, no, si Marcus ha comprado algo muggle ha sido legalísimamente. — Y para quitarle veracidad a su punto, su novio se puso a bloquear con su cuerpo el baúl. ¿PERO QUÉ HACES AHORA? Quería gritar.
Al final la cosa se resolvió y Molly ya tuvo su momento de drama bélico de abrazar a Marcus. — ¡LO TONTOS QUE SE PONEN! ¡NO HABRÁ MÁS COSAS A LAS QUE ATENDER HOY! — Lawrence suspiró de alivio y ya dijo. — Vamos, en tiempos en esta aduana se colaba de todo, y ahora por un hechizo inofensivo. — Es verdad, una vez trajimos unos perfumes de Egipto que… — ¿Trajisteis algo ilegal, tía Molly? — Preguntó Pod a voz en grito. Emma le tomó de los hombros. — Vamos, querido, tus primos querrán descansar, que menuda mañanita, preséntate como es debido y cuéntales todo lo que tienes que contarles. — El niño cayó de repente en lo que le decía Emma y se apresuró a estrechar la mano de Lex. — Encantado, primo Alexander, es un honor. Yo soy Patrick, pero como mi padre también se llama así, me puedes llamar Pod. — El chico se aguantó una risa y dijo. — Y tú a mí puedes llamarme Lex… Gracias… Por el recibimiento. — Siendo Lex, era una gran cortesía. Después de él, Pod corrió a abrazarles ahora que por fin estaban fuera y tomó de una mano a cada uno. — Esta mañana, mis padres, los primos, mis hermanos y yo hemos ido a coger flores y plantas para decorar la mesa en la que vamos a comer. Y tus padres me han dejado quedarme a comer porque saben que os he echado mucho de menos. Cuando sea mayor quiero que me llevéis también a la feria. — Alice le sonrió. — Pues claro, Pod, el año que viene si quieres. —
Se aparecieron en la plaza del crucero de Ballyknowm y mientras Arnie, Molly y Pod, de forma muy entusiasta, le enseñaban a Lex las cosas, miró a Emma, que parecía un poco más relajada y preguntó. — ¿Qué tal todo por aquí? — Su suegra sonrió y entornó los ojos. — Mucho que hacer. No sé cuántas camas hemos transmutado y embutido en distintos sitios de la casa. Siento anunciarte que habéis sufrido una degradación de rango y volvéis a dormir en un ático con mucha gente de vuestra edad pues vuestra habitación ha sido requisada para Betty y Jason. — Alice rio. — Creo que lo podremos soportar. — ¿Y vosotros? ¿Ha habido muchas lágrimas en general? — Preguntó Emma más bajito, probablemente para que Lex no la oyera. — Un poco, pero nada que no pudiera controlar. — ¿Y con Dylan y tu padre? — Ahí se giraron hasta los de delante, porque acababan de llegar a la casa y se habían agolpado un poco. — Pues todo bien, la verdad. Viajaban hoy también y todo estaba en orden. — Vio cómo todos aguantaban la reacción. Bueno, es que esperabais un milagro de Navidad y no lo habido, lo siento. — ¿Sabemos algo de la tata y Erin? — Oyó el suspiro de Emma y Arnie se encogió de hombros, mientras se quitaban los abrigos y se iban colocando para comer. — Ya sabes que no son muy de transmitir horarios. — Pero, ¿no deberíamos ir a Dublín o por lo menos a Galway a esperarlas? — Hija, Erin sabe venir. — Dijo Molly con evidencia. No pondría yo la mano en el fuego por la mujer que se apareció en el campo de lavandas de Saint-Tropez en vez de en la casa, pensó. — Y en todo caso, tus tías han viajado por todo el mundo, ya encontrarán la forma de llegar. — No iba a incidir en el asunto, pero se veía venir que el día iba a ser largo a ese respecto, así que simplemente miró la mesa y dijo. — ¡Wow , Pod! Esta vez te has pasado, eh. — El niño se ruborizó y ella miró a Lex. Algo iba entendiendo de su cuñado y supo interpretar esa breve sonrisa tranquila que asomaba en sus labios. Sí, es el efecto hogar de Irlanda.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Como cuando un niño se pierde y sus padres por fin lo encuentran, los primeros instantes son de alivio y emoción... pero, pasado el susto, llegan las malas caras y las ganas de matar al niño perdido por tener semejantes ocurrencias. A él le estaba pasando lo mismo. No por parte de Molly, claro: como buena abuela Gryffindor, se había abanderado su causa y estaba dispuesta a morir matando por esta. Tampoco por parte de Pod, que el pobre solo quería tener a sus primos sanos y salvos por Navidad. Los demás no parecían tan convencidos.
Su abuela le abrazó y estrujó como si viniera de la guerra, y él, que presumía permanentemente de tener cero por ciento Gryffindor, se dejó acoger con gusto por el dramatismo. - Abuela, qué mal rato... - Ay, mi niño. - Uno que solo quiere dar una sorpresita por Navidad. Con el trabajo que me ha costado... - ¡Claro que sí, mi vida! ¡Lo más bonito de su abuela! - Y le llenó la cara de besos con tanta fuerza que le dolían las mejillas, pero le daba igual, porque así podía mirar con superioridad moral a todos los demás, que seguro que tenían ganas de reprocharles cosas. Emma redirigió a Pod a presentarse y Marcus le miró con ternura, riendo, pero luego miró a su madre y... Si que te helaba la sangre esa mirada. Se encogió como una tortuga. Emma afiló los ojos. Tragó saliva y, como un cangrejito, se acercó a ella. - De verdad que solo eran los regalos de Navidad. Os van a gustar. - ¿Ves preciso que un hechizo mío sea levantado en una aduana como si tú, un alquimista en sus inicios, estuvieras transportando algo peligroso, solo por unos regalos de Navidad? - Dijo con un tono bajo, duro y veloz que recordaba al de una silenciosa vívora que, sin tú siquiera saber que estaba ahí, en un pestañeo, ya te había mordido e inoculado su veneno. Tragó otra vez. - ¿...Ssssí? - Preguntó con timidez. No era la respuesta correcta y lo sabía, así que recondujo antes de que su madre le siguiera asesinando con la mirada. - Merecerá la pena. Os van a gustar, ya verás. - Esa tampoco era la respuesta correcta. - No volverá a pasar. - Aseguró con la cabeza agachada. Esa estaba un poco mejor. Menos mal que se iban ya.
Fue rescatado por el abrazo de Pod. - ¡Anda! ¡Pero si es mi primo irlandés favorito! - La cara de ilusión con la que le miró Pod merecía la zalamería absolutamente. Había hecho bien en poner la partícula "irlandés" y en especificar que hablaba de los primos varones, porque probablemente esa frase se la hubiera dicho tanto a sus primas como a alguno de los americanos. - ¿Qué me dices? ¿Que vamos a comer juntos? ¡Pero qué sorpresa de la Navidad! - Y miró cómplice a Alice, aguantando una risa. Uy, un O'Donnell metido en su casa por sorpresa, sin duda no se lo esperaba. Y como apenas iban a estar todos juntos durante los próximos días... Pero a Marcus la familia no le sobraba.
- ¿Nervioso por volver a ver a la familia de América? - Le preguntó a su abuelo, ilusionado. El hombre le miró con ojos tiernos pero cansados. - Me hace muy feliz tenernos a todos juntos. Es algo que no pensé que volvería a vivir. - Marcus chasqueó la lengua. - Qué dramático. - Se mojó los labios. Desde la discusión con su abuelo, aunque las cosas habían vuelto a su cauce, se generaban silencios incómodos que antes no había. - Lo de la aduana... era... - Ya, ya, regalos de Navidad, hijo. Te conozco de algo. - Quitó Lawrence importancia. - Y tu abuela me ha echado las culpas porque cree que es un hechizo que me he dejado en el baúl. Como si no me conociera y supiera que yo neutralizo todos los hechizos de las cosas que uso cuando dejo de usarlas. - ¡Yo también! - Dijo entusiasmado, como si fuera una coincidencia real y no algo que había aprendido de él, de hecho. Su abuelo le miró con ojos entornados. - Conozco a mi nieto. Sé que no haría nada peligroso. - Y el tono y la mirada que empleó los identificó perfectamente. Suspiró. - Ni yo me separaría nunca de tus consejos, abuelo. - Hizo una pausa y añadió de corazón. - Te lo prometo. - El hombre sonrió y le revolvió el pelo, acercándole a sí con cariño. - Tú sí que eres mi favorito de verdad, demasiado, para mi propio bien. Y digo de verdad no como tú, que se lo vas diciendo a todo el mundo. - ¡Eh! Es que mi rango de favoritismo es muy amplio. - Y se acercaron riendo a casa.
Llegaron a la puerta a lo justo para detectar la incomodidad pero también el cambio de tema hacia el viaje de las tías, lo que hizo a Marcus reír. - Lo de que Nochebuena es el veinticuatro lo tienen controlado ¿no? - Bromeó. Pod le miró. - Mi hermana ayer lavó el peluche del unicornio para enseñárselo a la prima Erin porque tú le dijiste que le gustaban. Está deseando que venga. Dice que ya es su favorita. - Eso a Erin le va a encantar, sin duda, pensó cómico, pero viendo que Lex parecía encantado en el pueblo (a ver si seguía igual cuando se viera enterrado en familiares) ya no descartaba nada. Llevó al niño al interior de la casa conducido por los hombros y, a la primera exclamación de Alice sobre la mesa, Marcus inició su modo alabanza suprema y le hizo muchísimas fiestas. Unos minutos después, estaban todos sentados para comer.
- Bueno, mi hijo no lo va a preguntar porque es muy tímido... - Empezó Arnold, y Lex se extrañó. Pero luego se desveló que estaba haciendo una de sus clásicas bromas. - Así que lo hago yo por él: ¿cuál es el cronograma concreto programado para el día de hoy? - Ja, ja. - Respondió Marcus con burla, mientras todos reían de verdad (menos Pod, que por lo que fuera no estaba pillando la broma). Se reclinó en la silla con un pasotismo bastante fingido, dándole vueltas a la comida con el tenedor. - Que sepáis que yo soy un hombre nuevo en Irlanda, mucho más relajado, y que esta familia puede venir cuando quiera y no perturba... - Jovencito, no juegues con la comida. - Lo siento, abuela. - Y se puso recto otra vez. Los demás volvieron a reír. Ya, eso había sido otra trampa, muy graciosos. - Por lo que me dijo Maeve. - Explicó su abuela. - Iban a salir de casa a las diez de la mañana hora de Long Island. - Se oyó una especie de tos atragantada de Lawrence, y cuando Marcus miró tanto a su abuelo como a su padre, estaban escondiendo unas risillas. Emma les miraba con una ceja arqueada, pero al cabo de unos segundos debió captar el motivo, bajó la vista al plato y, elegantemente, se llevó un bocado a la boca, pero la comisura de esta estaba ligeramente alzada. - ¿Qué? ¿Qué pasa ahora? - Mi querida esposa. - Empezó Lawrence. - Tu hermano Frankie no ha sido puntual ni cuando tenía que ir de una casa a otra del pueblo con dieciocho años. - ¡Digo yo que ya estará mayorcito para haber aprendido a gestionar el tiempo! - Si no es tanto por él, es por toda la comitiva que lleva, llena de niños y... de Jason. - Ahora el que casi se ahoga fue Arnold, y a Marcus se le escapó reír también. Molly hizo un gesto de no hacer ni caso y siguió. - ¡Bueno! Que Maeve dice que van a INTENTAR, si le gusta más a los señores, salir a las diez de la mañana hora Long Island. Como bien sabéis, el viaje son unas dos horas... - Que con tanta gente y en plenas Navidades, van a ser mínimo tres. - ¡Bueno, pues tres! ¿Continúa el señor con los cálculos o puedo seguir? - La indignación de Molly era graciosísima, pero como se rieran abiertamente se veían con un plato de comida por sombrero. - Diez de la mañana, más tres horas de viaje por la aduana, serían la una de la mañana hora Long Island. Hay cinco horas de diferencia horaria con Galway, así que deduzco que llegarán a las seis de la tarde más o menos. - Arnold se limpió la boca con la servilleta, dejando ver una sonrisilla detrás, y miró a su madre con un suspiro. - Échale las siete. - O las siete y media. - O las ocho. - El teatro de Arnold y Lawrence picando a Molly era muy gracioso que ver. - Y hay que confiar en que, en algún punto de ese proceso, lleguen Erin y Violet. - Añadió Emma no sin cierto desdén, y la carcajada ya fue generalizada. - ¡Bueno, bueno! - Dijo Marcus cuando consiguió frenar las risas, mirando luego a Lex. - Lo importante es que vamos a tener tiempo de enseñarle a Lex a la familia irlandesa antes de que llegue la americana. - ¡¡Sí!! - Chilló Pod, feliz y dando un botecito en su asiento, girándose a Lex. - ¡Tienes que contarnos todos sobre quidditch! - Pidió entusiasmado, lo cual hizo que Marcus y Lex intercambiaran una mirada de ternura.
Su abuela le abrazó y estrujó como si viniera de la guerra, y él, que presumía permanentemente de tener cero por ciento Gryffindor, se dejó acoger con gusto por el dramatismo. - Abuela, qué mal rato... - Ay, mi niño. - Uno que solo quiere dar una sorpresita por Navidad. Con el trabajo que me ha costado... - ¡Claro que sí, mi vida! ¡Lo más bonito de su abuela! - Y le llenó la cara de besos con tanta fuerza que le dolían las mejillas, pero le daba igual, porque así podía mirar con superioridad moral a todos los demás, que seguro que tenían ganas de reprocharles cosas. Emma redirigió a Pod a presentarse y Marcus le miró con ternura, riendo, pero luego miró a su madre y... Si que te helaba la sangre esa mirada. Se encogió como una tortuga. Emma afiló los ojos. Tragó saliva y, como un cangrejito, se acercó a ella. - De verdad que solo eran los regalos de Navidad. Os van a gustar. - ¿Ves preciso que un hechizo mío sea levantado en una aduana como si tú, un alquimista en sus inicios, estuvieras transportando algo peligroso, solo por unos regalos de Navidad? - Dijo con un tono bajo, duro y veloz que recordaba al de una silenciosa vívora que, sin tú siquiera saber que estaba ahí, en un pestañeo, ya te había mordido e inoculado su veneno. Tragó otra vez. - ¿...Ssssí? - Preguntó con timidez. No era la respuesta correcta y lo sabía, así que recondujo antes de que su madre le siguiera asesinando con la mirada. - Merecerá la pena. Os van a gustar, ya verás. - Esa tampoco era la respuesta correcta. - No volverá a pasar. - Aseguró con la cabeza agachada. Esa estaba un poco mejor. Menos mal que se iban ya.
Fue rescatado por el abrazo de Pod. - ¡Anda! ¡Pero si es mi primo irlandés favorito! - La cara de ilusión con la que le miró Pod merecía la zalamería absolutamente. Había hecho bien en poner la partícula "irlandés" y en especificar que hablaba de los primos varones, porque probablemente esa frase se la hubiera dicho tanto a sus primas como a alguno de los americanos. - ¿Qué me dices? ¿Que vamos a comer juntos? ¡Pero qué sorpresa de la Navidad! - Y miró cómplice a Alice, aguantando una risa. Uy, un O'Donnell metido en su casa por sorpresa, sin duda no se lo esperaba. Y como apenas iban a estar todos juntos durante los próximos días... Pero a Marcus la familia no le sobraba.
- ¿Nervioso por volver a ver a la familia de América? - Le preguntó a su abuelo, ilusionado. El hombre le miró con ojos tiernos pero cansados. - Me hace muy feliz tenernos a todos juntos. Es algo que no pensé que volvería a vivir. - Marcus chasqueó la lengua. - Qué dramático. - Se mojó los labios. Desde la discusión con su abuelo, aunque las cosas habían vuelto a su cauce, se generaban silencios incómodos que antes no había. - Lo de la aduana... era... - Ya, ya, regalos de Navidad, hijo. Te conozco de algo. - Quitó Lawrence importancia. - Y tu abuela me ha echado las culpas porque cree que es un hechizo que me he dejado en el baúl. Como si no me conociera y supiera que yo neutralizo todos los hechizos de las cosas que uso cuando dejo de usarlas. - ¡Yo también! - Dijo entusiasmado, como si fuera una coincidencia real y no algo que había aprendido de él, de hecho. Su abuelo le miró con ojos entornados. - Conozco a mi nieto. Sé que no haría nada peligroso. - Y el tono y la mirada que empleó los identificó perfectamente. Suspiró. - Ni yo me separaría nunca de tus consejos, abuelo. - Hizo una pausa y añadió de corazón. - Te lo prometo. - El hombre sonrió y le revolvió el pelo, acercándole a sí con cariño. - Tú sí que eres mi favorito de verdad, demasiado, para mi propio bien. Y digo de verdad no como tú, que se lo vas diciendo a todo el mundo. - ¡Eh! Es que mi rango de favoritismo es muy amplio. - Y se acercaron riendo a casa.
Llegaron a la puerta a lo justo para detectar la incomodidad pero también el cambio de tema hacia el viaje de las tías, lo que hizo a Marcus reír. - Lo de que Nochebuena es el veinticuatro lo tienen controlado ¿no? - Bromeó. Pod le miró. - Mi hermana ayer lavó el peluche del unicornio para enseñárselo a la prima Erin porque tú le dijiste que le gustaban. Está deseando que venga. Dice que ya es su favorita. - Eso a Erin le va a encantar, sin duda, pensó cómico, pero viendo que Lex parecía encantado en el pueblo (a ver si seguía igual cuando se viera enterrado en familiares) ya no descartaba nada. Llevó al niño al interior de la casa conducido por los hombros y, a la primera exclamación de Alice sobre la mesa, Marcus inició su modo alabanza suprema y le hizo muchísimas fiestas. Unos minutos después, estaban todos sentados para comer.
- Bueno, mi hijo no lo va a preguntar porque es muy tímido... - Empezó Arnold, y Lex se extrañó. Pero luego se desveló que estaba haciendo una de sus clásicas bromas. - Así que lo hago yo por él: ¿cuál es el cronograma concreto programado para el día de hoy? - Ja, ja. - Respondió Marcus con burla, mientras todos reían de verdad (menos Pod, que por lo que fuera no estaba pillando la broma). Se reclinó en la silla con un pasotismo bastante fingido, dándole vueltas a la comida con el tenedor. - Que sepáis que yo soy un hombre nuevo en Irlanda, mucho más relajado, y que esta familia puede venir cuando quiera y no perturba... - Jovencito, no juegues con la comida. - Lo siento, abuela. - Y se puso recto otra vez. Los demás volvieron a reír. Ya, eso había sido otra trampa, muy graciosos. - Por lo que me dijo Maeve. - Explicó su abuela. - Iban a salir de casa a las diez de la mañana hora de Long Island. - Se oyó una especie de tos atragantada de Lawrence, y cuando Marcus miró tanto a su abuelo como a su padre, estaban escondiendo unas risillas. Emma les miraba con una ceja arqueada, pero al cabo de unos segundos debió captar el motivo, bajó la vista al plato y, elegantemente, se llevó un bocado a la boca, pero la comisura de esta estaba ligeramente alzada. - ¿Qué? ¿Qué pasa ahora? - Mi querida esposa. - Empezó Lawrence. - Tu hermano Frankie no ha sido puntual ni cuando tenía que ir de una casa a otra del pueblo con dieciocho años. - ¡Digo yo que ya estará mayorcito para haber aprendido a gestionar el tiempo! - Si no es tanto por él, es por toda la comitiva que lleva, llena de niños y... de Jason. - Ahora el que casi se ahoga fue Arnold, y a Marcus se le escapó reír también. Molly hizo un gesto de no hacer ni caso y siguió. - ¡Bueno! Que Maeve dice que van a INTENTAR, si le gusta más a los señores, salir a las diez de la mañana hora Long Island. Como bien sabéis, el viaje son unas dos horas... - Que con tanta gente y en plenas Navidades, van a ser mínimo tres. - ¡Bueno, pues tres! ¿Continúa el señor con los cálculos o puedo seguir? - La indignación de Molly era graciosísima, pero como se rieran abiertamente se veían con un plato de comida por sombrero. - Diez de la mañana, más tres horas de viaje por la aduana, serían la una de la mañana hora Long Island. Hay cinco horas de diferencia horaria con Galway, así que deduzco que llegarán a las seis de la tarde más o menos. - Arnold se limpió la boca con la servilleta, dejando ver una sonrisilla detrás, y miró a su madre con un suspiro. - Échale las siete. - O las siete y media. - O las ocho. - El teatro de Arnold y Lawrence picando a Molly era muy gracioso que ver. - Y hay que confiar en que, en algún punto de ese proceso, lleguen Erin y Violet. - Añadió Emma no sin cierto desdén, y la carcajada ya fue generalizada. - ¡Bueno, bueno! - Dijo Marcus cuando consiguió frenar las risas, mirando luego a Lex. - Lo importante es que vamos a tener tiempo de enseñarle a Lex a la familia irlandesa antes de que llegue la americana. - ¡¡Sí!! - Chilló Pod, feliz y dando un botecito en su asiento, girándose a Lex. - ¡Tienes que contarnos todos sobre quidditch! - Pidió entusiasmado, lo cual hizo que Marcus y Lex intercambiaran una mirada de ternura.
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Ivanka
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
La comida había empezado bien, pero tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no reírse en toda la cara de Molly cuando dijo que iban a salir a las diez. Menos mal que no tuvo que ser ella la que le pusiera los pies en la tierra. — Abuela, tú es que no conoces a los hijos de Jason y Shannon… — Molly, que ya venía mosqueada del pitorreito de los otros, dejó caer las manos en la mesa. — Vaya por Dios, ahora todo el mundo conoce más de mi familia que yo misma. — Al menos su novio estuvo más rápido proponiendo ver a la familia e inflando la curiosidad de Pod, porque ella veía serios riesgos de que Molly estallara de orgullo herido al escuchar como su hermano siempre llegaba tarde o cómo no iba a tener ya mismo a su enorme familia allí.
Al final entre hablar de quidditch y poner al día a los padres de todo lo del curso y Hogwarts, y hacerle a Lex un esquema general familiar como el que en su día le hicieron a ellos, se les echó la hora encima y fueron para casa O’Donnell. Pasaron por delante del pabellón comunitario del pueblo y allí vieron encaramada a Siobhán, con Saoirse y Seamus pasándole cosas. — ¡Hombre! ¡Pero si ya ha llegado el inglés que faltaba! — Exclamó ella desde lo alto de la escalera. — ¿Qué hacéis ahí? — Dejar esto listo para la representación de Navidad. Creo que Nancy quería comentarte algo al respecto, Marcus. — Lex y ella tuvieron claramente que reprimir una risa. Verás, ya le estoy viendo con un sombrero verde, pensó, conteniéndose mucho. — Las decoraciones son de las que se transforman solas a partir del día veinticinco, para que cuando vengamos al banquete de San Esteban sean un poquito más especiales. — Emma la miró con una ceja alzada. — Eso es muy inteligente y original, Siobhán. — La chica enrojeció. — Gracias, Emma. Oh, y bienvenido, Lex, tu hermano habla mucho de ti. — Dijo dejando un beso en su mejilla. — ¡Anda! ¡Pero si había otro inglés! Hay que ver, Arnie, cada vez que te veo traes un hijo nuevo. — Dijo Saoirse. — No funciona así exactamente, pero estoy muy orgulloso de todos, los dos míos y mis dos hijos políticos. — Lex carraspeó, intentando integrarse. — Gracias… O sea, hola, qué bien conoceros… Eh… — Miró alrededor. — ¿Qué es lo de San Esteban? — Es un banquete que hace todo el pueblo el día veintiséis. Es muy bonito. — Contestó Pod, mientras todos iban avanzando hacia la casa de Cletus y Amelia. — Viene de las épocas de hambruna de Irlanda. Cada familia trae un plato y se forma un buen banquete donde todos pueden comer. Es espíritu irlandés puro y duro. — Explicó alegre Siobhán. Se la veía más contenta que de costumbre. — Una vez de bebé casi me comen a mí porque me pusieron en una bandeja. — Aportó Seamus. — ¡No mientas! Eso es una broma que te hace siempre el primo Andrew y tú te la crees sin más y la usas porque crees que hace gracia. — Le recriminó Pod, antes de mirar a Lex. — Te pido disculpas en nombre de mi hermano pequeño, nunca distingue cuándo es pertinente una broma y cuando no. — Es que para ti no lo son nunca, tunante. — Dijo Saoirse picándole en las costillas. — ¡Abuela, por favor! En parte es culpa tuya, que se lo consientes todo. — Lex rio un poco y la miró. — ¿Siempre es así aquí? — Preguntó en bajito, y ella rio. — Y no has visto nada, te lo aseguro. —
Se acercaron poco a poco a la casa familiar y Lawrence sonrió orgulloso a su nieto. — Ahí nació tu abuelo, muchacho. Ahora está invadida por ese hermano mío que todo lo tiene que ocupar, pero ha hecho una familia tan grande que se lo perdonamos. — Y, efectivamente, fuera había un pequeño corrillo. En seguida se dieron cuenta de que era Ruairi levantando a Andrew, ni más ni menos para hacer algo que Alice no podía entender desde ahí. — ¡ANDREW! Hijo, por favor, deja de hacer el cabra. — ¡Tío Eddie no me distraigas que se me cae! — Criticó Ruairi. — ¿Pero qué hacéis ahora? — Preguntó Arnold. — ¡Oh! ¡Lex! ¿Te acuerdas de mí? Te caía muy bien de pequeño. — Dijo Ruairi girándose con una sonrisa. — ¡RUAIRI QUE ME MATO! — Chilló el otro. — ¡Perdón! Ya ya… — ¡Alison! Pon cabeza en tu hombre y mi sobrino porque es que te va a dejar viuda con el niño. — Se volvió a quejar Eddie. La chica, que tenía a Brando en brazos muerto de risa se encogió de hombros. — Nora, la abuela y Alice son enfermeras, y tengo entendido que entre los que vienen hay médicos, y mira como se ríe este con su papá. — Pero, ¿por qué os estáis jugando la vida de esta manera? — Insistió Alice. — ¡Estoy echando un hechizo antinieve! Por si cae esta noche. — Gritó Andrew desde arriba. Eddie suspiró y se acercó a Lex. — Disculpa, muchacho, que en esta familia estamos todos como estamos… Bienvenido y espero que hayáis tenido un buen viaje. ¿Mucho lío en la aduana? — Preguntó rodeando a Alice con un brazo para entrar dentro. — Mira, mejor no saques el tema que la abuela casi nos busca un problema… — Alison se unió a ellos para entrar, ignorando de repente a su novio suspendido en el aire. — ¡Hola, Lex! Yo soy Alison, y este es tu primo Brando, di hola, mi vida. — Y el nene levantó la manita de forma adorable. — ¡FAMILIA! ¡YA HA LLEGADO EL PRIMO LEX! — Anunció la chica, ante la cara de entre confusión y alegría de su cuñado.
Al final entre hablar de quidditch y poner al día a los padres de todo lo del curso y Hogwarts, y hacerle a Lex un esquema general familiar como el que en su día le hicieron a ellos, se les echó la hora encima y fueron para casa O’Donnell. Pasaron por delante del pabellón comunitario del pueblo y allí vieron encaramada a Siobhán, con Saoirse y Seamus pasándole cosas. — ¡Hombre! ¡Pero si ya ha llegado el inglés que faltaba! — Exclamó ella desde lo alto de la escalera. — ¿Qué hacéis ahí? — Dejar esto listo para la representación de Navidad. Creo que Nancy quería comentarte algo al respecto, Marcus. — Lex y ella tuvieron claramente que reprimir una risa. Verás, ya le estoy viendo con un sombrero verde, pensó, conteniéndose mucho. — Las decoraciones son de las que se transforman solas a partir del día veinticinco, para que cuando vengamos al banquete de San Esteban sean un poquito más especiales. — Emma la miró con una ceja alzada. — Eso es muy inteligente y original, Siobhán. — La chica enrojeció. — Gracias, Emma. Oh, y bienvenido, Lex, tu hermano habla mucho de ti. — Dijo dejando un beso en su mejilla. — ¡Anda! ¡Pero si había otro inglés! Hay que ver, Arnie, cada vez que te veo traes un hijo nuevo. — Dijo Saoirse. — No funciona así exactamente, pero estoy muy orgulloso de todos, los dos míos y mis dos hijos políticos. — Lex carraspeó, intentando integrarse. — Gracias… O sea, hola, qué bien conoceros… Eh… — Miró alrededor. — ¿Qué es lo de San Esteban? — Es un banquete que hace todo el pueblo el día veintiséis. Es muy bonito. — Contestó Pod, mientras todos iban avanzando hacia la casa de Cletus y Amelia. — Viene de las épocas de hambruna de Irlanda. Cada familia trae un plato y se forma un buen banquete donde todos pueden comer. Es espíritu irlandés puro y duro. — Explicó alegre Siobhán. Se la veía más contenta que de costumbre. — Una vez de bebé casi me comen a mí porque me pusieron en una bandeja. — Aportó Seamus. — ¡No mientas! Eso es una broma que te hace siempre el primo Andrew y tú te la crees sin más y la usas porque crees que hace gracia. — Le recriminó Pod, antes de mirar a Lex. — Te pido disculpas en nombre de mi hermano pequeño, nunca distingue cuándo es pertinente una broma y cuando no. — Es que para ti no lo son nunca, tunante. — Dijo Saoirse picándole en las costillas. — ¡Abuela, por favor! En parte es culpa tuya, que se lo consientes todo. — Lex rio un poco y la miró. — ¿Siempre es así aquí? — Preguntó en bajito, y ella rio. — Y no has visto nada, te lo aseguro. —
Se acercaron poco a poco a la casa familiar y Lawrence sonrió orgulloso a su nieto. — Ahí nació tu abuelo, muchacho. Ahora está invadida por ese hermano mío que todo lo tiene que ocupar, pero ha hecho una familia tan grande que se lo perdonamos. — Y, efectivamente, fuera había un pequeño corrillo. En seguida se dieron cuenta de que era Ruairi levantando a Andrew, ni más ni menos para hacer algo que Alice no podía entender desde ahí. — ¡ANDREW! Hijo, por favor, deja de hacer el cabra. — ¡Tío Eddie no me distraigas que se me cae! — Criticó Ruairi. — ¿Pero qué hacéis ahora? — Preguntó Arnold. — ¡Oh! ¡Lex! ¿Te acuerdas de mí? Te caía muy bien de pequeño. — Dijo Ruairi girándose con una sonrisa. — ¡RUAIRI QUE ME MATO! — Chilló el otro. — ¡Perdón! Ya ya… — ¡Alison! Pon cabeza en tu hombre y mi sobrino porque es que te va a dejar viuda con el niño. — Se volvió a quejar Eddie. La chica, que tenía a Brando en brazos muerto de risa se encogió de hombros. — Nora, la abuela y Alice son enfermeras, y tengo entendido que entre los que vienen hay médicos, y mira como se ríe este con su papá. — Pero, ¿por qué os estáis jugando la vida de esta manera? — Insistió Alice. — ¡Estoy echando un hechizo antinieve! Por si cae esta noche. — Gritó Andrew desde arriba. Eddie suspiró y se acercó a Lex. — Disculpa, muchacho, que en esta familia estamos todos como estamos… Bienvenido y espero que hayáis tenido un buen viaje. ¿Mucho lío en la aduana? — Preguntó rodeando a Alice con un brazo para entrar dentro. — Mira, mejor no saques el tema que la abuela casi nos busca un problema… — Alison se unió a ellos para entrar, ignorando de repente a su novio suspendido en el aire. — ¡Hola, Lex! Yo soy Alison, y este es tu primo Brando, di hola, mi vida. — Y el nene levantó la manita de forma adorable. — ¡FAMILIA! ¡YA HA LLEGADO EL PRIMO LEX! — Anunció la chica, ante la cara de entre confusión y alegría de su cuñado.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
- Bienvenido al frío de Irlanda. - Le dijo a Lex entre risas, al ver cómo su hermano se frotaba los brazos, pero este también se reía. Llevaba a Pod a su lado dando saltitos y Arnold también había tenido su momento de loas infinitas a sus habilidades deportivas (y un muy gracioso momento de hacer como que sabía de quidditch mientras Lex hablaba cuando Marcus y Alice, que compartían miradas y disimulaban risas, sabían que estaba haciendo la del padre que apoya pero no se estaba enterando de nada). No se vio venir encontrarse con parte de la familia por el camino. - Vaya, prima. Sabía que admirabas a los Ravenclaw, pero no somos águilas de verdad. Cuidado con los tejados. - Siobhán le sacó la lengua como toda respuesta y luego dijo lo de la función. Marcus se encogió de hombros. - Estoy disponible para lo que mi familia quiera de mí. - Uy, cariño, cuidado con lo que prometes. - Advirtió Saoirse con ternura, mientras seguía pasándole cosas a la chica.
Le dedicó una sonrisa de hermano orgulloso a Lex cuando Siobhán afirmó que hablaba mucho de él, y el comentario de su padre le hizo reír. - Papá, ¿me van a seguir apareciendo más hermanos a cada viaje? Es por ir haciéndome a la idea. - Rio, pero le vio la cara a su madre y decidió dejar la bromita. Suficiente habían tenido ya con lo de la aduana. Caminaron hacia casa de los tíos mientras explicaban la tradición de San Esteban. - Darren y Dylan van a venir por todo lo alto. - Lex trató de sonreír, pero le salió una mueca que se parecía más al pánico. Tranquilo, estos no son los Horner, pensó, y su hermano rodó los ojos nada disimuladamente. Se van a integrar bien. Y tú también, insistió, y Lex pareció quedarse medio conforme. - ¿En una bandeja? - Picó Marcus a Seamus. - Pues que no te vea yo ahí, ¡que te como seguro! - El niño rio como un diablillo y avanzó a la carrera hacia la casa.
Y más gente por los tejados. Suspiró. Veo que esto va a ser la norma al parecer, pensó. Mejor se iba mentalizando, porque Andrew estaba en unas condiciones de equilibrio bastante más precarias que las de Siobhán, pero dado que la madre de su hijo no parecía preocupada en absoluto, intentó no estarlo él tampoco. - Le encantan los animales. - Le susurró a Lex como pista, porque su hermano intentaba saludar tímida e incómodamente y había puesto cara de no entender al comentario de Ruairi. - Pídele que te cuente la anécdota de cuando le conocimos, lo está deseando. - No me acuerdo para nada. - No, si éramos bebés. Pero con que se acuerde él... - Y ambos rieron.
Saludó a Eddie y suspiró, mirando de reojo a su madre. - Bueno, pequeños contratiempos... Nada grave. - Oh, os han parado los guardias ¿verdad? Es que... Los días que más gente hay, son los que más alboroto tienen que general. - Puede que el alboroto lo provocara yo un poco con mi conducta, pero agradezco que te pongas en mi equipo sin preguntar, pensó. - ¡Pero si es mi...! - Ya iba a decirle a Brando primo favorito con Pod delante. Recondujo. - ¡...bebé de ojos irlandeses favorito! - Así estaba mejor. Se apoderó del niño, y la madre se lo dejó sin problemas, mientras llamaba a los demás para que salieran a recibir a Lex. - Seguro que tú le has dicho a tu padre que no haga locuras en el tejado. ¿Verdad que sí? ¿A que se lo has dicho y no te ha hecho ningún caso? - ¡Te estoy oyendo! - Gritó Andrew. - ¡Y RUAIRI, POR MERLÍN! - ¿¿Qué?? ¡Que te estoy agarrando! - ¡Que dejes de pensar en bichos y te centres, que te conozco ya! - Anda, dejad ya eso, que vamos para adentro. - Comentó Saoirse.
Entraron en la casa, y lo primero que vieron fue a Cleutus con una espléndida sonrisa y los brazos abiertos. - ¡Mi sobrino! ¡Un Slytherin! ¡A ti sí que tenía yo ganas de conocerte! Bienvenido a casa, Alexander. - Con lo poco dado a las muestras de afecto que era su hermano, le brillaron los ojos, sonrió y, tímidamente, se dejó acoger en el abrazo. - La vida me ha dado dos regalos por aguantar al pelma de mi hermano. - Lawrence ya tenía cara de aburrimiento. - Y si el Ravenclaw tiene bastante vena Slytherin, no me quiero imaginar el tesoro que voy a encontrar en ti. - Bueno, a veces Marcus puede ser mucho más Slytherin que yo. - ¡Eh! - Se ofendió, mientras Lex reía por lo bajo y Cletus a carcajadas. Marcus seguía meciendo distraídamente al bebé, pero eso no le impedía quejarse. - Ya veo que has cogido confianzas rápido. Me alegro, hermanito. - Bah, que tú llevas aquí más de un mes, no seas envidioso. - Y más se rio Cletus, palmeando los hombros de Lex.
Dentro de la casa estaban también Amelia, Nora, Eillish y Arthur, Niahm con los gemelos, Patrick y Rosaline con la pequeña Rosie y Cillian, por lo que las presentaciones se llevaron un buen rato. - Vaya... Sí que hay gente. - Dijo Lex con una risilla tímida. - ¡Y faltan la mitad! - Clamó Cillian. - De hecho, me extraña que mi hija no esté ya aquí. Vendrá de camino. - Comentó Arthur, a lo que Siobhán bufó, señalando varias cajas. - ¡Más le vale! Porque de la función iba a encargarse ella, y mira todo lo que queda. - Estaban un poco entre el pasillo de la entrada y la sala de estar, yendo y viniendo, intentando que Andrew cesara en su tarea del tejado, dejando que Lex se integrara y riendo entre todos. - Además, el truco era bobísimo, pero a ti te encantó. - Le explicaba Ruairi a Lex, ilusionado. Los dos charlaban animadamente de espaldas a la puerta, y Marcus estaba colocado como si fueran un triángulo, frente a ellos y, por tanto, viendo la puerta, aún con Brando en brazos. Los demás estaban por allí, en diversas conversaciones. - Y tú... tenías unas ideas. - ¿¿Yo?? - ¡Y tanto! Me diste un galeón de chocolate y me dijiste: "¡saca al niffler, a ver si se lo lleva!" - Lex reía a carcajadas, y Marcus también. - Y yo, que ya había tenido mis más y mis menos con los nifflers, solo decía, mejor que no... - Siguieron riendo. Entonces, en los que Ruairi narraba y Lex estaba totalmente entregado a la narración, a Marcus le pareció ver que se abría la puerta, a lo cual no le dio la mayor importancia. - Y decías: "envuélvelo en un pelo de demiguise, a ver si lo ve", y yo pensando... - "Verás el destrozo que va a causar esto en casa de Emma O'Donnell". - ¡Sí! - Ambos rieron a carcajadas. - Pero ¿sabes qué pasó? - ¿Qué? - Lex estaba ciertamente intrigado, y la verdad era que Marcus también, y le encantaba ver a su hermano tan feliz. Pero, por la vista periférica, justo en el hueco ante su visión que dejaban Ruairi y Lex, apareció la persona que había abierto la puerta. Marcus fue a saludar a Nancy, pero la chica se había quedado plantada en el umbral. Eso le extrañó. - Los nifflers se maravillan por el brillo de las joyas. No es una cuestión de olor o... - Marcus miraba a Nancy extrañado, porque la joven estaba totalmente parada y miraba a Lex con la boca abierta y los ojos brillantes, como quien ve una a estrella famosa. Marcus hizo un gesto de desconcierto, ni atinando a hablar. - ...Es como que sientan la presencia o algo. Creo que sus receptores cerebrales... - Y, entonces, sin vérselo venir, Nancy cogió aire y, con todas sus fuerzas y hasta apretando los puños de la emoción, soltó un fuerte grito de fan que hizo saltar en su sitio a los concentrados y de espaldas Ruairi y Lex, llevándose el primero la mano al pecho y asustándose como si fuera una banshee la que hubiera entrado el segundo. Brando también saltó en sus brazos, y Marcus solo atinó a hacer una mueca de dolor por el ruido con la cara. El resto de presentes también se habían sobresaltado y enmudecido por el estruendo.
- ¡¡NO ME LO PUEDO CREEEEEEEEEEEEER!! - Chilló, y acto seguido, corrió hacia Lex y le estrujó de tal forma que el chico se quedó impactado, con la misma expresión que si le estuviera estrangulando una boa constrictor. - ¡¡¡MI PRIMO EL JUGADOR DE QUIDDITCH PROFESIONAL POR NUADA SÍ QUE PARECES UN JUGADOR PROFESIONAL ES QUE ME MUERO MI PRIMO ES JUGADOR FAMOSOOOOOO!!! - Por todos los dragones... - Suspiró Ruairi, que estaba como si se le fuera a salir el corazón por la boca. - ¡Nancy! Esta hermana... - Y aquí tenéis el placer oculto de mi cuñada: el quidditch. - Y matarme a mí. - Suspiró Ruairi para añadir información al comentario de su mujer. Nancy por fin soltó a Lex. - ¡De oculto nada! ¡LEX! ¡Me sé TODA LA ALINEACIÓN DE LOS MONTROSE! ¡AY, POR DIOS! Tienes que contármelo TODO. - Bueno, em, yo... No conozco... - ¿¿QUIÉN TE HIZO LA PRUEBA?? ¿Bruegel? ¿Kramer? Oh, madre mía, CÓMO ME GUSTABA KRAMER. - Sí que estaba por allí... - ¡¡DIME QUE VA A SER TU ENTRENADOR!! - ¿Tú entiendes algo? - Le susurró Marcus a Brando, que miraba a Nancy como si hubiera perdido el juicio. - ¿O aún te estás recuperando del susto, como tu primo Ruairi? -
Le dedicó una sonrisa de hermano orgulloso a Lex cuando Siobhán afirmó que hablaba mucho de él, y el comentario de su padre le hizo reír. - Papá, ¿me van a seguir apareciendo más hermanos a cada viaje? Es por ir haciéndome a la idea. - Rio, pero le vio la cara a su madre y decidió dejar la bromita. Suficiente habían tenido ya con lo de la aduana. Caminaron hacia casa de los tíos mientras explicaban la tradición de San Esteban. - Darren y Dylan van a venir por todo lo alto. - Lex trató de sonreír, pero le salió una mueca que se parecía más al pánico. Tranquilo, estos no son los Horner, pensó, y su hermano rodó los ojos nada disimuladamente. Se van a integrar bien. Y tú también, insistió, y Lex pareció quedarse medio conforme. - ¿En una bandeja? - Picó Marcus a Seamus. - Pues que no te vea yo ahí, ¡que te como seguro! - El niño rio como un diablillo y avanzó a la carrera hacia la casa.
Y más gente por los tejados. Suspiró. Veo que esto va a ser la norma al parecer, pensó. Mejor se iba mentalizando, porque Andrew estaba en unas condiciones de equilibrio bastante más precarias que las de Siobhán, pero dado que la madre de su hijo no parecía preocupada en absoluto, intentó no estarlo él tampoco. - Le encantan los animales. - Le susurró a Lex como pista, porque su hermano intentaba saludar tímida e incómodamente y había puesto cara de no entender al comentario de Ruairi. - Pídele que te cuente la anécdota de cuando le conocimos, lo está deseando. - No me acuerdo para nada. - No, si éramos bebés. Pero con que se acuerde él... - Y ambos rieron.
Saludó a Eddie y suspiró, mirando de reojo a su madre. - Bueno, pequeños contratiempos... Nada grave. - Oh, os han parado los guardias ¿verdad? Es que... Los días que más gente hay, son los que más alboroto tienen que general. - Puede que el alboroto lo provocara yo un poco con mi conducta, pero agradezco que te pongas en mi equipo sin preguntar, pensó. - ¡Pero si es mi...! - Ya iba a decirle a Brando primo favorito con Pod delante. Recondujo. - ¡...bebé de ojos irlandeses favorito! - Así estaba mejor. Se apoderó del niño, y la madre se lo dejó sin problemas, mientras llamaba a los demás para que salieran a recibir a Lex. - Seguro que tú le has dicho a tu padre que no haga locuras en el tejado. ¿Verdad que sí? ¿A que se lo has dicho y no te ha hecho ningún caso? - ¡Te estoy oyendo! - Gritó Andrew. - ¡Y RUAIRI, POR MERLÍN! - ¿¿Qué?? ¡Que te estoy agarrando! - ¡Que dejes de pensar en bichos y te centres, que te conozco ya! - Anda, dejad ya eso, que vamos para adentro. - Comentó Saoirse.
Entraron en la casa, y lo primero que vieron fue a Cleutus con una espléndida sonrisa y los brazos abiertos. - ¡Mi sobrino! ¡Un Slytherin! ¡A ti sí que tenía yo ganas de conocerte! Bienvenido a casa, Alexander. - Con lo poco dado a las muestras de afecto que era su hermano, le brillaron los ojos, sonrió y, tímidamente, se dejó acoger en el abrazo. - La vida me ha dado dos regalos por aguantar al pelma de mi hermano. - Lawrence ya tenía cara de aburrimiento. - Y si el Ravenclaw tiene bastante vena Slytherin, no me quiero imaginar el tesoro que voy a encontrar en ti. - Bueno, a veces Marcus puede ser mucho más Slytherin que yo. - ¡Eh! - Se ofendió, mientras Lex reía por lo bajo y Cletus a carcajadas. Marcus seguía meciendo distraídamente al bebé, pero eso no le impedía quejarse. - Ya veo que has cogido confianzas rápido. Me alegro, hermanito. - Bah, que tú llevas aquí más de un mes, no seas envidioso. - Y más se rio Cletus, palmeando los hombros de Lex.
Dentro de la casa estaban también Amelia, Nora, Eillish y Arthur, Niahm con los gemelos, Patrick y Rosaline con la pequeña Rosie y Cillian, por lo que las presentaciones se llevaron un buen rato. - Vaya... Sí que hay gente. - Dijo Lex con una risilla tímida. - ¡Y faltan la mitad! - Clamó Cillian. - De hecho, me extraña que mi hija no esté ya aquí. Vendrá de camino. - Comentó Arthur, a lo que Siobhán bufó, señalando varias cajas. - ¡Más le vale! Porque de la función iba a encargarse ella, y mira todo lo que queda. - Estaban un poco entre el pasillo de la entrada y la sala de estar, yendo y viniendo, intentando que Andrew cesara en su tarea del tejado, dejando que Lex se integrara y riendo entre todos. - Además, el truco era bobísimo, pero a ti te encantó. - Le explicaba Ruairi a Lex, ilusionado. Los dos charlaban animadamente de espaldas a la puerta, y Marcus estaba colocado como si fueran un triángulo, frente a ellos y, por tanto, viendo la puerta, aún con Brando en brazos. Los demás estaban por allí, en diversas conversaciones. - Y tú... tenías unas ideas. - ¿¿Yo?? - ¡Y tanto! Me diste un galeón de chocolate y me dijiste: "¡saca al niffler, a ver si se lo lleva!" - Lex reía a carcajadas, y Marcus también. - Y yo, que ya había tenido mis más y mis menos con los nifflers, solo decía, mejor que no... - Siguieron riendo. Entonces, en los que Ruairi narraba y Lex estaba totalmente entregado a la narración, a Marcus le pareció ver que se abría la puerta, a lo cual no le dio la mayor importancia. - Y decías: "envuélvelo en un pelo de demiguise, a ver si lo ve", y yo pensando... - "Verás el destrozo que va a causar esto en casa de Emma O'Donnell". - ¡Sí! - Ambos rieron a carcajadas. - Pero ¿sabes qué pasó? - ¿Qué? - Lex estaba ciertamente intrigado, y la verdad era que Marcus también, y le encantaba ver a su hermano tan feliz. Pero, por la vista periférica, justo en el hueco ante su visión que dejaban Ruairi y Lex, apareció la persona que había abierto la puerta. Marcus fue a saludar a Nancy, pero la chica se había quedado plantada en el umbral. Eso le extrañó. - Los nifflers se maravillan por el brillo de las joyas. No es una cuestión de olor o... - Marcus miraba a Nancy extrañado, porque la joven estaba totalmente parada y miraba a Lex con la boca abierta y los ojos brillantes, como quien ve una a estrella famosa. Marcus hizo un gesto de desconcierto, ni atinando a hablar. - ...Es como que sientan la presencia o algo. Creo que sus receptores cerebrales... - Y, entonces, sin vérselo venir, Nancy cogió aire y, con todas sus fuerzas y hasta apretando los puños de la emoción, soltó un fuerte grito de fan que hizo saltar en su sitio a los concentrados y de espaldas Ruairi y Lex, llevándose el primero la mano al pecho y asustándose como si fuera una banshee la que hubiera entrado el segundo. Brando también saltó en sus brazos, y Marcus solo atinó a hacer una mueca de dolor por el ruido con la cara. El resto de presentes también se habían sobresaltado y enmudecido por el estruendo.
- ¡¡NO ME LO PUEDO CREEEEEEEEEEEEER!! - Chilló, y acto seguido, corrió hacia Lex y le estrujó de tal forma que el chico se quedó impactado, con la misma expresión que si le estuviera estrangulando una boa constrictor. - ¡¡¡MI PRIMO EL JUGADOR DE QUIDDITCH PROFESIONAL POR NUADA SÍ QUE PARECES UN JUGADOR PROFESIONAL ES QUE ME MUERO MI PRIMO ES JUGADOR FAMOSOOOOOO!!! - Por todos los dragones... - Suspiró Ruairi, que estaba como si se le fuera a salir el corazón por la boca. - ¡Nancy! Esta hermana... - Y aquí tenéis el placer oculto de mi cuñada: el quidditch. - Y matarme a mí. - Suspiró Ruairi para añadir información al comentario de su mujer. Nancy por fin soltó a Lex. - ¡De oculto nada! ¡LEX! ¡Me sé TODA LA ALINEACIÓN DE LOS MONTROSE! ¡AY, POR DIOS! Tienes que contármelo TODO. - Bueno, em, yo... No conozco... - ¿¿QUIÉN TE HIZO LA PRUEBA?? ¿Bruegel? ¿Kramer? Oh, madre mía, CÓMO ME GUSTABA KRAMER. - Sí que estaba por allí... - ¡¡DIME QUE VA A SER TU ENTRENADOR!! - ¿Tú entiendes algo? - Le susurró Marcus a Brando, que miraba a Nancy como si hubiera perdido el juicio. - ¿O aún te estás recuperando del susto, como tu primo Ruairi? -
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Dejó espacio a Lex para que se presentara con toda la familia y se acercó a la cocina, donde estaban Rosaline, Eillish y Niamh con los niños, preparando alguna comida, ya ni se atrevía a decir si era la merienda, la cena o qué. — ¡Alice, cariño! ¿Qué tal en Londres? — Ella sonrió y se puso también a cortar y colocar cosas en platos. — ¡Muy bien! La feria ha estado muy bonita, y pudimos estar los cuatro, nosotros con Lex y su novio. — Niamh rio. — La calma antes de la tormenta eh… — Alice miró hacia el salón y vio a Lex sinceramente emocionado, en medio de la vorágine entre todos, hablando con Ruairi y riéndose a carcajadas con Marcus. — Creo que gracias a gente como Ruairi se está adaptando especialmente bien. — La abuela siempre dice que papá no vale para hablar con la gente, pero con el primo inglés nuevo sí. — Apuntó Lucius con esa sinceridad limpia que solo pueden tener los niños. — ¡No digo eso! — Riñó Eillish, con un suspiro. — Digo que no sirve para convencer a gente importante de las que dan subvenciones, porque esa gente quiere una forma de hablar muy pomposa y… Ordenada, que tu padre no tiene. — Señaló a los tres. — Pero mira qué fácil es hacerle feliz. — Realmente, Ruairi parecía encantado con Lex y Marcus, contando adorabilidades, que era su campos, claro. — ¡A ver! ¿Quién me ayuda a sacar estas bandejas? — ¡Yo! ¡Yo! — Se ofrecieron ambos gemelos a Rosaline.
Iba a salir ella también, cuando Eillish se acercó a ella bajando un poco la voz. — ¿Qué tal tu hermano? ¿Estaba contento? — Alice sonrió. Ya sabía que en verdad le estaba preguntando por su padre, pero bueno. — Sí. Bueno, está en su edad, vaya. Es muy tierno y bueno, pero tiene esas cosillas de “eso es de niños, no lo quiero hacer” “no me pongas en vergüenza” y así… — La mujer se cruzó de brazos y dijo. — ¿Y algo más? — Un interrogatorio, bien hecho, con ese tono Ravenclaw, era mucho más difícil de escapar para ella que uno más gallardo y atropellado tipo su tata. Y para colmo apareció Emma allí. — ¿Mucho jaleo fuera? — Preguntó Alice. Su suegra solo dejó caer los párpados tranquilamente y se puso al lado de ellas. — He creído que era mejor dejarle el protagonismo a mi hijo. ¿Hablabais de Dylan? — Nada, que no se libraba. — Sí, le decía a Eillish que es que está ya un poco preadolescente, pero no es difícil de llevar. — Carraspeó y se recogió el pelo tras la oreja. — Le castigaron en Hogwarts, Mustang, para ser más exactos, porque creía que por usar un hechizo de mi padre había liberado a los murtlaps. — ¿Y lo hizo? — Preguntó la tía. — Lo del hechizo sí, pero no fue consecuencia de los murtlaps. — ¿Tu padre por qué le enseñará hechizos de los suyos al niño? — Se quejó Emma. Ella suspiró de nuevo. — Probablemente se lo pidiera mi hermano, porque la niña que le gusta está todo el día entre plantas. — Ambas soltaron un “ahhhh” comprensivo de haber tenido varones de esa edad. Por lo visto ahora ella estaba también en ese grupo. — Es muy raro esto de ser la responsable de Dylan. Es decir… Le he cuidado toda la vida, pero ahora soy como su madre, pero no lo soy, no quiero serlo, pero a la vez sí… — Soltó aire, es raro. — Sí, sin duda eso es ser madre de un adolescente. — Sí, sí, confirmamos. — Respondieron las dos, lo cual le hizo reír. — Ahora en serio, Alice. Nadie espera que seas su madre. Aún no he visto ningún momento en el que no hayas estado a la altura. — Le dijo Emma y ella sonrió agradecida. — Así que de hay esa palidez que has traído. Te veía malísima cara, cariño. — Aportó Eillish acariciándola. Ella asintió. — Sí, bueno es que menudo diíta llevamos, también te digo. — Y si estas por ponerte en esos días siempre te pones así de pálida. — Aportó Emma. Volvió a asentir, pero un grito la paralizó del susto. — Y esa es la mía, que, como ves, para según qué cosas sigue siendo una adolescente… —
Salieron y miró a Nancy con los brazos cruzados. — Ehhhh, ¿hola? ¿Puede venir mi prima Nancy, por favor? — Alice… — Susurró Pod. — Nancy está justo ahí, abrazando a Lex… — Se rio y le acarició. — Lo sé, cariño, es que casi que no la reconozco. — ¡Pues el quidditch es el más noble deporte habido y por haber! Con siglos de historia e influencia social ¡Y MI PRIMO FORMA PARTE DE ELLO! —
La comida se había empezado a repartir, el té a servirse en tazas voladoras, y podía notar el escudo que Emma silenciosamente se había echado, cuando se le ocurrió preguntar. — Oye, ¿qué hora es? ¿No deberían haber llegado ya las tías? — Detectó la cara de “ni te preocupes” que iban a poner los de su familia, justo antes de que miraran el reloj y Lawrence dijera. — Molly, sabes que la niña es capaz de haberse perdido. — ¡No digas tonterías, hombre! Tu hija es irlandesa, y un irlandés siempre sabe encontrar el camino de vuelta a su tierra. — Mamá, ¿existe la posibilidad de que ese refrán sea un poco amplio de más y tu hija demasiado despistada? — ¡Oye! ¿Y si vamos a buscarlas a Galway y nos quedamos allí hasta que lleguen los americanos? — Propuso Andrew. — Tú no sabes cómo está eso de gente, tío… — Aportó Lex. — ¡Sí! ¡Y te llevamos a ti y que todo el mundo sepa que eres primo nuestro! — Dijo Nancy entusiasmada. Alice suspiró. — Si la cosa es que dudo tanto de la hora, tanto de los unos como de las otras, que no sé qué vamos a hacer en Galway. — Intentó contraargumentar Alice. — Pero si no saben a dónde se están apareciendo aparecerán en la aduana automáticamente y allí las veremos igualmente. — ¡Que mi niña no se está perdiendo todo el rato! Que conoce su pueblo. — Arnold terminó de beberse su taza y la dejó en la mesa. — Creo que lo más prudente es hacer caso a Andrew. ¿Quién se viene? — Alice le miró con malicia y pensó, sí, anda que no te gusta a ti un jaleíto familiar y aquí tienes la oportunidad de hacerlo. Miró a Marcus y dijo. — Me temo que nuestro destino empieza a prefigurarse. —
Iba a salir ella también, cuando Eillish se acercó a ella bajando un poco la voz. — ¿Qué tal tu hermano? ¿Estaba contento? — Alice sonrió. Ya sabía que en verdad le estaba preguntando por su padre, pero bueno. — Sí. Bueno, está en su edad, vaya. Es muy tierno y bueno, pero tiene esas cosillas de “eso es de niños, no lo quiero hacer” “no me pongas en vergüenza” y así… — La mujer se cruzó de brazos y dijo. — ¿Y algo más? — Un interrogatorio, bien hecho, con ese tono Ravenclaw, era mucho más difícil de escapar para ella que uno más gallardo y atropellado tipo su tata. Y para colmo apareció Emma allí. — ¿Mucho jaleo fuera? — Preguntó Alice. Su suegra solo dejó caer los párpados tranquilamente y se puso al lado de ellas. — He creído que era mejor dejarle el protagonismo a mi hijo. ¿Hablabais de Dylan? — Nada, que no se libraba. — Sí, le decía a Eillish que es que está ya un poco preadolescente, pero no es difícil de llevar. — Carraspeó y se recogió el pelo tras la oreja. — Le castigaron en Hogwarts, Mustang, para ser más exactos, porque creía que por usar un hechizo de mi padre había liberado a los murtlaps. — ¿Y lo hizo? — Preguntó la tía. — Lo del hechizo sí, pero no fue consecuencia de los murtlaps. — ¿Tu padre por qué le enseñará hechizos de los suyos al niño? — Se quejó Emma. Ella suspiró de nuevo. — Probablemente se lo pidiera mi hermano, porque la niña que le gusta está todo el día entre plantas. — Ambas soltaron un “ahhhh” comprensivo de haber tenido varones de esa edad. Por lo visto ahora ella estaba también en ese grupo. — Es muy raro esto de ser la responsable de Dylan. Es decir… Le he cuidado toda la vida, pero ahora soy como su madre, pero no lo soy, no quiero serlo, pero a la vez sí… — Soltó aire, es raro. — Sí, sin duda eso es ser madre de un adolescente. — Sí, sí, confirmamos. — Respondieron las dos, lo cual le hizo reír. — Ahora en serio, Alice. Nadie espera que seas su madre. Aún no he visto ningún momento en el que no hayas estado a la altura. — Le dijo Emma y ella sonrió agradecida. — Así que de hay esa palidez que has traído. Te veía malísima cara, cariño. — Aportó Eillish acariciándola. Ella asintió. — Sí, bueno es que menudo diíta llevamos, también te digo. — Y si estas por ponerte en esos días siempre te pones así de pálida. — Aportó Emma. Volvió a asentir, pero un grito la paralizó del susto. — Y esa es la mía, que, como ves, para según qué cosas sigue siendo una adolescente… —
Salieron y miró a Nancy con los brazos cruzados. — Ehhhh, ¿hola? ¿Puede venir mi prima Nancy, por favor? — Alice… — Susurró Pod. — Nancy está justo ahí, abrazando a Lex… — Se rio y le acarició. — Lo sé, cariño, es que casi que no la reconozco. — ¡Pues el quidditch es el más noble deporte habido y por haber! Con siglos de historia e influencia social ¡Y MI PRIMO FORMA PARTE DE ELLO! —
La comida se había empezado a repartir, el té a servirse en tazas voladoras, y podía notar el escudo que Emma silenciosamente se había echado, cuando se le ocurrió preguntar. — Oye, ¿qué hora es? ¿No deberían haber llegado ya las tías? — Detectó la cara de “ni te preocupes” que iban a poner los de su familia, justo antes de que miraran el reloj y Lawrence dijera. — Molly, sabes que la niña es capaz de haberse perdido. — ¡No digas tonterías, hombre! Tu hija es irlandesa, y un irlandés siempre sabe encontrar el camino de vuelta a su tierra. — Mamá, ¿existe la posibilidad de que ese refrán sea un poco amplio de más y tu hija demasiado despistada? — ¡Oye! ¿Y si vamos a buscarlas a Galway y nos quedamos allí hasta que lleguen los americanos? — Propuso Andrew. — Tú no sabes cómo está eso de gente, tío… — Aportó Lex. — ¡Sí! ¡Y te llevamos a ti y que todo el mundo sepa que eres primo nuestro! — Dijo Nancy entusiasmada. Alice suspiró. — Si la cosa es que dudo tanto de la hora, tanto de los unos como de las otras, que no sé qué vamos a hacer en Galway. — Intentó contraargumentar Alice. — Pero si no saben a dónde se están apareciendo aparecerán en la aduana automáticamente y allí las veremos igualmente. — ¡Que mi niña no se está perdiendo todo el rato! Que conoce su pueblo. — Arnold terminó de beberse su taza y la dejó en la mesa. — Creo que lo más prudente es hacer caso a Andrew. ¿Quién se viene? — Alice le miró con malicia y pensó, sí, anda que no te gusta a ti un jaleíto familiar y aquí tienes la oportunidad de hacerlo. Miró a Marcus y dijo. — Me temo que nuestro destino empieza a prefigurarse. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Lex se había quedado medio atolondrado con la intervención de Nancy y no daba abasto para responder, y entre eso y lo disonante que le resultaba ver a una antropóloga investigadora como Nancy estar cual animadora chillona por la presencia de un jugador de quidditch, le había dado tal risa floja que se la había pegado al bebé, y ahora el niño era incapaz de aceptar ninguna de las cucharadas de potito que le ofrecía su madre porque le miraba y se reía, y Marcus se reía aún más, y así podrían tirarse toda la tarde. Estaba tomando unos ricos dulcecitos irlandeses con su té, mientras miraba por encima del hombro de su hermano el álbum de cromos de animales que Lucius le estaba enseñando, cuando se generó un debate sobre la hora de llegada de su tía Erin. A pesar de todas las burlas que había tenido que soportar, decía la verdad: Marcus era un hombre nuevo y relajado en Irlanda, así que oyó la conversación de fondo, absolutamente tranquilo... al menos hasta que Andrew propuso ir a la aduana a buscar a toda la familia. Marcus miró a su primo súbitamente, arqueando una ceja. Fue una reacción espontánea, porque claro, apenas un segundo después entendió que su familia pondría cordura en el asunto o incluso que probablemente fuera solo una de sus bromas...
Pues no. - ¿Papá? - Preguntó, tenso, aunque seguía pretendiendo aparentar tranquilidad. - Creo que ya hemos visto esta mañana que la aduana está un poquito intransitable... - Sobre todo para quienes llevan cosas en baúles con hechizos raros. - Bromeó Lex, pero de repente perdió la mirada y se le cayó la sonrisa. - Oh, jod... Perdón, jolín. - Recondujo. Demasiados niños delante. - Que son Erin y Violet. - Marcus le miró con una sonrisa sarcástica y los ojos afilados. Efectivamente, hermanito, y si llevan algo oculto, te aseguro que no quieres saber lo que es. De lo que estaba seguro era de que no quería volver a la aduana por nada del mundo, no hoy, al menos. A ver si le iban a reconocer.
Pero aquella situación no parecía tener escapatoria. Al comentario de Alice, simplemente miró a los lados, de nuevo en un intento a la desesperada por que alguien parapetara aquello. Miró a su madre. No parecía ni estar en aquella habitación, como si fuera una figura de cera a su imagen y semejanza, o más bien como una resignada condenada a muerte que ha determinado que luchar en balde solo le va a hacer gastar energía absurda. - ¡Yo! - ¡Y yo! - ¡Y yo! - Fueron progresivamente contestando todos los niños. Pues a ver quién se hacía cargo de la guardería. - ¿Y si vamos todos? - Aportó entonces Saoirse, y las cejas de Marcus empezaban a flotar por el aire de tan alzadas que las tenía. - ¿No sería precioso que toda la familia irlandesa fuera a recibir a la americana como se merece? - ¡Ay, sí! - Clamó Molly, y ya estaba hasta de pie y con el bolso bajo el brazo. - ¡Mi hermano! ¡Que sienta el calor de Irlanda! Esto es mejor que en nuestros sueños ¿verdad, Larry? - Su abuelo se había quedado boqueando. Probablemente estuviera intentando averiguar los sueños de quién, exactamente. - Yo creo que... - Intentó aportar, pero de repente, la familia en tropel se estaba levantando y dirigiéndose a la puerta con más ruido del que era posible que cupiera en una casa. No se quería imaginar la aduana. - ¡Pero falta familia! - Trató de gritar a la desesperada, entre gente que le pasaba por delante. Lex seguía sentado con cara de pánico. - No me jodas, Marcus, dime que no nos vamos a plantar tantas personas... - ¡No va a ser un recibimiento completo! ¡Sería descortés! - ¡¡FAMILIA, ESCUCHAD AL PRIMO MARCUS!! - Pod se había subido a la silla y clamado atención como un pregonero de la antigua Roma. - ¡Sería maleducado ir a buscar a los demás sin las primas que faltan! - Gracias, Pod. - ¡Si vamos, tenemos que ir todos! ¿Quién las avisa? - ¿¿Qué?? No, no me refería... - Pero se anunció otra oleada de "yoes" y, antes de darse cuenta, Niahm arrastraba a sus gemelos y se aparecían para ir a dar aviso a Martha y Cerys a la granja, y Andrew y Arthur corrían asegurando que iban a avisar a las dueñas del pub. - Hala, más gente. Gracias, genio. - Le dijo Lex con los dientes apretados. Marcus le miró mal. - No creo que cuatro personas más marquen la diferencia. - Soltó un bufido y salió detrás del rebaño que habían montado sus familiares. - Nos van a prohibir la entrada en varios países... -
A los pocos pasos vio, efectivamente, a Wendy y a Ginny salir del local ante el aviso como si el pub estuviera envuelto en llamas. La primera iba gritando hacia el interior. - ¡Gracias, cielo, te debemos una! - Un asustado Ciarán se asomó apresurado a la puerta, pero las chicas huían de allí. - ¡Pero, Wen! ¡Que yo no sé regentar un bar! - ¡A McMillan doble de vodka! - Gritó Ginny como si fuera la directriz más obvia, y ya llegaron ambas corriendo hacia ellos. - ¡AY, QUÉ ILUSIÓN, FIESTORRO EN LA ADUANA! - Yo no creo que... - Insistió Marcus, que empezaba a sentir miedo real. Wendy, con los ojos brillantes, trotó hacia Lex y se le encaramó de un abrazo. - ¿Tú eres mi primito que faltaba? ¡Bienvenido! - G-rac-ias. - Respondió el otro, entrecortado. Rio tímidamente. - Sois muy de abrazar en esta familia ¿eh? - ¡Sí! - Contestó Wendy, feliz. Allá que fue Ginny detrás. - Uuuuh aunque a ti hay que tener cuidado con los achuchones, que estás duro duro ¿eh? - Atendería al pánico social de Lex si no estuviera él en otro similar. Alice se le había perdido en el torrente, estaba viendo a parte de la familia aparecerse a lo loco rumbo a la aduana como si se evaporaran y lo único que atinó a hacer fue mirar a su madre con expresión de socorro. Emma parecía tan normal. Ante su mirada, lo único que hizo fue bajar los párpados y decir. - No estoy de servicio. - Marcus soltó aire por la nariz, pero Emma había ofrecido el brazo para que este se enganchase y aparecerse juntos. - Tira de tu hermano. - Eso hizo, y Lex, rescatado súbitamente de los poco ortodoxos halagos de Wendy y Ginny, se dejó arrastrar como un muñeco de trapo. - Creo que a tu novia se la han llevado ya. - ¿Cómo que s...? - Pero su frase se vio interrumpida, porque Emma se desapareció de allí y tiró con ello de los dos.
Aterrizó torpemente en el suelo de la aduana, lo que le valió una mirada de elegante desdén de Emma. Hoy no estaba ganando puntos con ella, desde luego. - Oh, usted otra vez. - Ah, genial. El guardia que le había revisado el baúl ahora había trasladado su guardia a la puerta. ¿Qué horario de trabajo tenían esas personas? ¿No debería estar ya en su casa? - ¿Viene a declarar más regalos de Navidad? - Pero, antes de poder responder a la burla, la alargada sombra de Emma se cernió sobre el hombre, haciendo que este empequeñeciera de repente. - Venimos a recoger a unos familiares. ¿Algún requisito para pasar? - El hombre se incomodó repentinamente. - No, señora. Pueden pasar. - Pero, por el rabillo del ojo, estaba viendo la llegada de los demás como una estampida de antílope. - Solo... si puede, dígale a sus familiares que no armen mucho revuelo. - Lo intentaré. - Respondió ella sin mucho convencimiento, y se adentraron en la aduana de nuevo.
Pues no. - ¿Papá? - Preguntó, tenso, aunque seguía pretendiendo aparentar tranquilidad. - Creo que ya hemos visto esta mañana que la aduana está un poquito intransitable... - Sobre todo para quienes llevan cosas en baúles con hechizos raros. - Bromeó Lex, pero de repente perdió la mirada y se le cayó la sonrisa. - Oh, jod... Perdón, jolín. - Recondujo. Demasiados niños delante. - Que son Erin y Violet. - Marcus le miró con una sonrisa sarcástica y los ojos afilados. Efectivamente, hermanito, y si llevan algo oculto, te aseguro que no quieres saber lo que es. De lo que estaba seguro era de que no quería volver a la aduana por nada del mundo, no hoy, al menos. A ver si le iban a reconocer.
Pero aquella situación no parecía tener escapatoria. Al comentario de Alice, simplemente miró a los lados, de nuevo en un intento a la desesperada por que alguien parapetara aquello. Miró a su madre. No parecía ni estar en aquella habitación, como si fuera una figura de cera a su imagen y semejanza, o más bien como una resignada condenada a muerte que ha determinado que luchar en balde solo le va a hacer gastar energía absurda. - ¡Yo! - ¡Y yo! - ¡Y yo! - Fueron progresivamente contestando todos los niños. Pues a ver quién se hacía cargo de la guardería. - ¿Y si vamos todos? - Aportó entonces Saoirse, y las cejas de Marcus empezaban a flotar por el aire de tan alzadas que las tenía. - ¿No sería precioso que toda la familia irlandesa fuera a recibir a la americana como se merece? - ¡Ay, sí! - Clamó Molly, y ya estaba hasta de pie y con el bolso bajo el brazo. - ¡Mi hermano! ¡Que sienta el calor de Irlanda! Esto es mejor que en nuestros sueños ¿verdad, Larry? - Su abuelo se había quedado boqueando. Probablemente estuviera intentando averiguar los sueños de quién, exactamente. - Yo creo que... - Intentó aportar, pero de repente, la familia en tropel se estaba levantando y dirigiéndose a la puerta con más ruido del que era posible que cupiera en una casa. No se quería imaginar la aduana. - ¡Pero falta familia! - Trató de gritar a la desesperada, entre gente que le pasaba por delante. Lex seguía sentado con cara de pánico. - No me jodas, Marcus, dime que no nos vamos a plantar tantas personas... - ¡No va a ser un recibimiento completo! ¡Sería descortés! - ¡¡FAMILIA, ESCUCHAD AL PRIMO MARCUS!! - Pod se había subido a la silla y clamado atención como un pregonero de la antigua Roma. - ¡Sería maleducado ir a buscar a los demás sin las primas que faltan! - Gracias, Pod. - ¡Si vamos, tenemos que ir todos! ¿Quién las avisa? - ¿¿Qué?? No, no me refería... - Pero se anunció otra oleada de "yoes" y, antes de darse cuenta, Niahm arrastraba a sus gemelos y se aparecían para ir a dar aviso a Martha y Cerys a la granja, y Andrew y Arthur corrían asegurando que iban a avisar a las dueñas del pub. - Hala, más gente. Gracias, genio. - Le dijo Lex con los dientes apretados. Marcus le miró mal. - No creo que cuatro personas más marquen la diferencia. - Soltó un bufido y salió detrás del rebaño que habían montado sus familiares. - Nos van a prohibir la entrada en varios países... -
A los pocos pasos vio, efectivamente, a Wendy y a Ginny salir del local ante el aviso como si el pub estuviera envuelto en llamas. La primera iba gritando hacia el interior. - ¡Gracias, cielo, te debemos una! - Un asustado Ciarán se asomó apresurado a la puerta, pero las chicas huían de allí. - ¡Pero, Wen! ¡Que yo no sé regentar un bar! - ¡A McMillan doble de vodka! - Gritó Ginny como si fuera la directriz más obvia, y ya llegaron ambas corriendo hacia ellos. - ¡AY, QUÉ ILUSIÓN, FIESTORRO EN LA ADUANA! - Yo no creo que... - Insistió Marcus, que empezaba a sentir miedo real. Wendy, con los ojos brillantes, trotó hacia Lex y se le encaramó de un abrazo. - ¿Tú eres mi primito que faltaba? ¡Bienvenido! - G-rac-ias. - Respondió el otro, entrecortado. Rio tímidamente. - Sois muy de abrazar en esta familia ¿eh? - ¡Sí! - Contestó Wendy, feliz. Allá que fue Ginny detrás. - Uuuuh aunque a ti hay que tener cuidado con los achuchones, que estás duro duro ¿eh? - Atendería al pánico social de Lex si no estuviera él en otro similar. Alice se le había perdido en el torrente, estaba viendo a parte de la familia aparecerse a lo loco rumbo a la aduana como si se evaporaran y lo único que atinó a hacer fue mirar a su madre con expresión de socorro. Emma parecía tan normal. Ante su mirada, lo único que hizo fue bajar los párpados y decir. - No estoy de servicio. - Marcus soltó aire por la nariz, pero Emma había ofrecido el brazo para que este se enganchase y aparecerse juntos. - Tira de tu hermano. - Eso hizo, y Lex, rescatado súbitamente de los poco ortodoxos halagos de Wendy y Ginny, se dejó arrastrar como un muñeco de trapo. - Creo que a tu novia se la han llevado ya. - ¿Cómo que s...? - Pero su frase se vio interrumpida, porque Emma se desapareció de allí y tiró con ello de los dos.
Aterrizó torpemente en el suelo de la aduana, lo que le valió una mirada de elegante desdén de Emma. Hoy no estaba ganando puntos con ella, desde luego. - Oh, usted otra vez. - Ah, genial. El guardia que le había revisado el baúl ahora había trasladado su guardia a la puerta. ¿Qué horario de trabajo tenían esas personas? ¿No debería estar ya en su casa? - ¿Viene a declarar más regalos de Navidad? - Pero, antes de poder responder a la burla, la alargada sombra de Emma se cernió sobre el hombre, haciendo que este empequeñeciera de repente. - Venimos a recoger a unos familiares. ¿Algún requisito para pasar? - El hombre se incomodó repentinamente. - No, señora. Pueden pasar. - Pero, por el rabillo del ojo, estaba viendo la llegada de los demás como una estampida de antílope. - Solo... si puede, dígale a sus familiares que no armen mucho revuelo. - Lo intentaré. - Respondió ella sin mucho convencimiento, y se adentraron en la aduana de nuevo.
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
El griterío estaba siendo tal, que la marabunta prácticamente la arrastró. ¿Cómo que si iban todos? ¿Marcus había dicho eso? Lo dudaba fuertemente, pero era lo que Pod estaba diciendo a voz en grito subido en una silla. — ¿Qué pasa, Amelia? — Preguntó Cletus en todo el jaleo. La mujer se apoyó rauda en su bastón. — Que nos vamos. — ¿A dónde? — A la aduana. — ¿Cómo? — Alice, hija. — Le interpeló la mujer, enganchándose a su brazo. — Aparécenos tú. — Ah, pues nada, ya tenía cometido. Su novio había sido arrastrado por semejante marabunta familiar y, de hecho, había perdido rastro de casi todo su núcleo, Molly la primera, que parecía que estaba esperando a que le dieran permiso para salir volando a la aduana. Cletus se le enganchó del otro brazo. — ¿Tú qué tal apareces, hija? — ¿Yo? Estupendamente. Excepto cuando voy a La Provenza, que en la aduana de Calais siempre me como una mesa que hay ahí. — Bueno, en Galway como mucho nos comeremos a otro de nuestra familia o a algún irlandés comprensivo. — Contestó el tío. — Pues con el pobre Marcus no han sido muy comprensivos, la verdad… — Levantó el cuello como una tortuga buscando a Marcus, y ni se molestó en abrocharse el abrigo porque ya tenía asumida su llegada a la aduana. Pues nada, claramente iban todos, y su novio no con ella, más le valía aparecer lo mejor que pudiera a los tíos y rezar porque no hubiera tanta gente.
Hubiera gastado el rezo de haberlo hecho, porque aquello era un gentío tremendo. Vio a través de varias personas, algunas de su familia y otras no, a Marcus y Lex aparecerse. — A ver, por favor, déjennos un poco de sitio, que llevo dos personas mayores. — Empezó a decir con toda la cara para que la dejaran pasar y acercarse a los demás. — Os digo lo que vamos a hacer. — Estaba diciendo Andrew. — Voy a fabricar un letrero humeante luminoso y… — Señor, los hechizos que implican fuego están prohibidos en este recinto. — Soltó un guardia de repente por ahí. Andrew suspiró. — Es solo humo, es para ponerle luego luces y… — Señor. — Hijo, déjalo… — Instó Eddie. — Bueno, pues hacemos una cosa. Que la prima Emma haga un hechizo de luces y hacemos flotar a Brando con ellas, sobre las cabezas de todos, para que la familia sepa que les estamos esperando… — ¡Andrew, el niño no! — ¡Qué descerebrado puedes ser a veces! — No sé ni para qué lo traéis, si ya sabéis… — Contestó gran parte de la familia en oleada, lo que hizo que el chico pusiera un pucherito. — No sabéis más que meteros conmigo pero no proponéis nada guay. — ¿Y si ponemos al primo Lex el primero delante de todos? Para que sepan que el miembro más importante de la familia les recibe con honores. — Dijo Nancy, todavía claramente enfebrecida y desconocida. Lawrence la miró parpadeando y con clara ofensa pero no dijo nada. — Yo casi que mejor no… Que aún es un poco secreto… Que no me han anunciado ni nada… — Intentó salvar su cuñado, titubeante. — ¿Y si decimos algo así como “bienvenidos O’Donnells de América”? — Dijo Allison toda cuqui. — Cariño, que no son O’Donnell, son Lacey. — ¿Ah sí? — Sí, luego te lo explico, pero no es mala idea. — Mejor que las tuyas seguro. — Dijo Ginny entornando los ojos. — Vale, familia, esto es lo que hacemos. Que Alice y Marcus nos hagan un gesto cuando les vean aparecer y todos decimos “bienvenidos, Laceys” y Wendy y yo hacemos hechizos de estos de confeti y esas cosas, que en el pub los hacemos todo el tiempo. — ¡Ay, qué bien, qué bonito! — Dijo Amelia con ojos brillantes. — ¿A que sí, cuñada? Ay, yo ya estoy llorando. — Y, efectivamente, la abuela Molly estaba ya con el pañuelito.
Menos mal que tuvieron casi una hora para ponerse de acuerdo, porque allí no llegaba nadie. Alice desconectó un poco del jaleo para estar pendiente de ver llegar a los Lacey, y, tras un rato, por fin, distinguió la melena roja de Sophia, inconfundible. Hizo el gesto y todos saltaron. — ¡BIENVENIDOS, LACEYS! — Pero los Lacey parecían enfrascados en otros problemas. — ¡Ay, Fergus que me has aplastadoooo! — ¿ES QUE POR QUÉ ME TIENE QUE TOCAR SIEMPRE CONTIGO? ¡ERES UN PELIGRO PÚBLICO APARECIÉNDOTE! — ¿TE QUIERES CALLAR, MOSQUITO? ¿Saoirse, estás bien? — Creo que Fergus me ha roto un dedito… — Mamá estaba supercabreada y os estaba gritando justo cuando nos aparecíamos, ya sabéis que se pone cardíaca si discutís antes de que Soph se aparezca… — ¿POR QUÉ SERÁ? — ¡ESO! ¿NO SERÁ PORQUE ERES UN PELIGRO…? — Y justo entonces, Alice pegó un grito y batió la mano. — ¡JUNIOR! ¡SOPHIA! — Y los cuatro se volvieron hacia ellos. — ¡Alice! ¡Marcus! — Se alegró Sophia con una gran sonrisa al verles. Junior asumió en un momento su papel de recibido con todos los honores y abrió los brazos, acercándose a ellos con una sonrisa encantadora. — ¡Pero si es nuestra enorme familia irlandesa! ¡Pero qué privilegio ser así recibidos! — ¡Madre mía, Cletus! ¿Has visto a esa chica? Debe ser nieta de Frankie porque es IGUAL que Molly, es como ver un fantasma del pasado, vaya… — Comentaba Amelia, mientras algunos de los demás saludaban animosamente. Sophia corrió con Saoirse de la mano para abrazarles y Junior también estaba ya muy cerca, cuando el mismo guardia que había parado a Marcus les paró a ellos. — Señorita, su visado y pasaporte, y el del señor, si son tan amables. — Ah sí, por supuesto. — Y ambos los sacaron. — ¿Son los responsables de estos menores? — Dijo señalando a Fergus y Saoirse. — ¡Oiga! ¿Qué le dice que soy menor? — El guardia les miró con evidencia. — ¿Lo son? — No, este es nuestro hermano y ella nuestra prima, es que somos demasiados y hemos tenido que aparecerles nosotros… — Pues no pueden entrar en Irlanda hasta que lleguen sus padres. — ¡OIGA, ME TIENE CANSADA HOY YA, EH! — Saltó la abuela de repente. — ¡DEJE ENTRAR A MIS SOBRINOS QUE HAN VENIDO DESDE AMÉRICA! ¡TODA LA VIDA ESPERANDO PARA QUE AHORA ME LOS PARE AHÍ, VAMOS! — ¡Molly, Molly, mujer! — La agarraba el abuelo. — ¡SOPHIA Y FERGUS LACEY! ¿QUÉ OS TENGO DICHO DE DISCUTIR ANTES DE APARECERSE? ¿QUERÉIS DESPARTIROS O QUÉ? — Sonó, atronadoramente por toda la aduana. Esa era Betty. — ¡PERO BUENO! ¡MIRA, CARIÑO! ¡MIRA, MAEVE! ¡TODA ESA ES NUESTRA FAMILIA, ESTAMOS EN CASA! — ¡BIENVENIDOS LACEYS! — Insistieron algunos, con los confetis y todos. — ¡OYOYOYOY! Tal como yo lo había soñado, ¿a qué es precioso? — Y ahí, sin duda, llegaba Jason, y por fin les daba a los O’Donnell la llegada que estaban esperando.
Hubiera gastado el rezo de haberlo hecho, porque aquello era un gentío tremendo. Vio a través de varias personas, algunas de su familia y otras no, a Marcus y Lex aparecerse. — A ver, por favor, déjennos un poco de sitio, que llevo dos personas mayores. — Empezó a decir con toda la cara para que la dejaran pasar y acercarse a los demás. — Os digo lo que vamos a hacer. — Estaba diciendo Andrew. — Voy a fabricar un letrero humeante luminoso y… — Señor, los hechizos que implican fuego están prohibidos en este recinto. — Soltó un guardia de repente por ahí. Andrew suspiró. — Es solo humo, es para ponerle luego luces y… — Señor. — Hijo, déjalo… — Instó Eddie. — Bueno, pues hacemos una cosa. Que la prima Emma haga un hechizo de luces y hacemos flotar a Brando con ellas, sobre las cabezas de todos, para que la familia sepa que les estamos esperando… — ¡Andrew, el niño no! — ¡Qué descerebrado puedes ser a veces! — No sé ni para qué lo traéis, si ya sabéis… — Contestó gran parte de la familia en oleada, lo que hizo que el chico pusiera un pucherito. — No sabéis más que meteros conmigo pero no proponéis nada guay. — ¿Y si ponemos al primo Lex el primero delante de todos? Para que sepan que el miembro más importante de la familia les recibe con honores. — Dijo Nancy, todavía claramente enfebrecida y desconocida. Lawrence la miró parpadeando y con clara ofensa pero no dijo nada. — Yo casi que mejor no… Que aún es un poco secreto… Que no me han anunciado ni nada… — Intentó salvar su cuñado, titubeante. — ¿Y si decimos algo así como “bienvenidos O’Donnells de América”? — Dijo Allison toda cuqui. — Cariño, que no son O’Donnell, son Lacey. — ¿Ah sí? — Sí, luego te lo explico, pero no es mala idea. — Mejor que las tuyas seguro. — Dijo Ginny entornando los ojos. — Vale, familia, esto es lo que hacemos. Que Alice y Marcus nos hagan un gesto cuando les vean aparecer y todos decimos “bienvenidos, Laceys” y Wendy y yo hacemos hechizos de estos de confeti y esas cosas, que en el pub los hacemos todo el tiempo. — ¡Ay, qué bien, qué bonito! — Dijo Amelia con ojos brillantes. — ¿A que sí, cuñada? Ay, yo ya estoy llorando. — Y, efectivamente, la abuela Molly estaba ya con el pañuelito.
Menos mal que tuvieron casi una hora para ponerse de acuerdo, porque allí no llegaba nadie. Alice desconectó un poco del jaleo para estar pendiente de ver llegar a los Lacey, y, tras un rato, por fin, distinguió la melena roja de Sophia, inconfundible. Hizo el gesto y todos saltaron. — ¡BIENVENIDOS, LACEYS! — Pero los Lacey parecían enfrascados en otros problemas. — ¡Ay, Fergus que me has aplastadoooo! — ¿ES QUE POR QUÉ ME TIENE QUE TOCAR SIEMPRE CONTIGO? ¡ERES UN PELIGRO PÚBLICO APARECIÉNDOTE! — ¿TE QUIERES CALLAR, MOSQUITO? ¿Saoirse, estás bien? — Creo que Fergus me ha roto un dedito… — Mamá estaba supercabreada y os estaba gritando justo cuando nos aparecíamos, ya sabéis que se pone cardíaca si discutís antes de que Soph se aparezca… — ¿POR QUÉ SERÁ? — ¡ESO! ¿NO SERÁ PORQUE ERES UN PELIGRO…? — Y justo entonces, Alice pegó un grito y batió la mano. — ¡JUNIOR! ¡SOPHIA! — Y los cuatro se volvieron hacia ellos. — ¡Alice! ¡Marcus! — Se alegró Sophia con una gran sonrisa al verles. Junior asumió en un momento su papel de recibido con todos los honores y abrió los brazos, acercándose a ellos con una sonrisa encantadora. — ¡Pero si es nuestra enorme familia irlandesa! ¡Pero qué privilegio ser así recibidos! — ¡Madre mía, Cletus! ¿Has visto a esa chica? Debe ser nieta de Frankie porque es IGUAL que Molly, es como ver un fantasma del pasado, vaya… — Comentaba Amelia, mientras algunos de los demás saludaban animosamente. Sophia corrió con Saoirse de la mano para abrazarles y Junior también estaba ya muy cerca, cuando el mismo guardia que había parado a Marcus les paró a ellos. — Señorita, su visado y pasaporte, y el del señor, si son tan amables. — Ah sí, por supuesto. — Y ambos los sacaron. — ¿Son los responsables de estos menores? — Dijo señalando a Fergus y Saoirse. — ¡Oiga! ¿Qué le dice que soy menor? — El guardia les miró con evidencia. — ¿Lo son? — No, este es nuestro hermano y ella nuestra prima, es que somos demasiados y hemos tenido que aparecerles nosotros… — Pues no pueden entrar en Irlanda hasta que lleguen sus padres. — ¡OIGA, ME TIENE CANSADA HOY YA, EH! — Saltó la abuela de repente. — ¡DEJE ENTRAR A MIS SOBRINOS QUE HAN VENIDO DESDE AMÉRICA! ¡TODA LA VIDA ESPERANDO PARA QUE AHORA ME LOS PARE AHÍ, VAMOS! — ¡Molly, Molly, mujer! — La agarraba el abuelo. — ¡SOPHIA Y FERGUS LACEY! ¿QUÉ OS TENGO DICHO DE DISCUTIR ANTES DE APARECERSE? ¿QUERÉIS DESPARTIROS O QUÉ? — Sonó, atronadoramente por toda la aduana. Esa era Betty. — ¡PERO BUENO! ¡MIRA, CARIÑO! ¡MIRA, MAEVE! ¡TODA ESA ES NUESTRA FAMILIA, ESTAMOS EN CASA! — ¡BIENVENIDOS LACEYS! — Insistieron algunos, con los confetis y todos. — ¡OYOYOYOY! Tal como yo lo había soñado, ¿a qué es precioso? — Y ahí, sin duda, llegaba Jason, y por fin les daba a los O’Donnell la llegada que estaban esperando.
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
3069Mensajes :
20Honra :
Freyja
Alchemist
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Empezaba a agobiarse porque no encontraba a Alice, pero al fin la vio aparecer con Cletus y Amelia, al pasito que ellos marcaban. Intentaba por medio de gesticulaciones de la cara comunicarse con ella en la distancia, pero con semejante escándalo y gente moviéndose era prácticamente imposible. Estoicas, como si estuvieran apoyadas en la valla de su granja contemplando el paisaje, se encontró a Martha y Cerys esperando ver venir a su nueva familia. - Qué rápido habéis llegado. - Se sorprendió Marcus a modo de saludo. Martha dijo con normalidad. - Tengo ganas de volver a ver a la prima Erin. Nos escribimos con relativa frecuencia. Guardo buenos recuerdos de ella de cuando éramos pequeñas. - Y es una magizoóloga de prestigio. - Completó Cerys. - Exacto. - Siguió Martha. - Puede darnos un muy buen punto de vista de los cuidados. - Y desde luego va a tener mucha información sobre criaturas que jamás hemos visto. Estamos realmente interesadas. - Y también estáis deseando ver a la otra pareja de mujeres a ver cómo lo lleva con la familia, pensó, pero se limitó a asentir con una sonrisa cortés a la versión de la información magizoológica.
Lo que casi le hace desmayarse (y desde luego le hizo buscar asustado con la mirada al guarda que ya le había interceptado dos veces ese día) fueron las ideas peregrinas de Andrew. - Oye. - Le susurró Lex. Ese sí que tenía aspecto de estar viviendo en una novela de terror. - Que hasta ahora me lo estaba tomando todo a risas y eso... Pero no me jodas que va a ir en serio. - Marcus le miró como si intentara buscar las palabras que usar. - ¿Te pensabas que estábamos en un teatro o qué? - ¡No sé, tío! Me he dejado llevar por las risas y pensaba que era broma. - Lex miró de reojo a Emma. - Joder, que se lo ha pedido a mamá... Que lo mata ¿eh? - Algo me dice que mamá ha desconectado la cabeza. - Hipotetizó Marcus, mirándola también con reservas. Es que ni reaccionaba. Igual les mataba a todos mientras dormían. Se quedaron los dos en silencio espantado, uno junto al otro, hasta que Marcus volvió a susurrar a Lex. - ¿Y si llevas tú a Brando en brazos? Así lo protegemos. - Lex le miró. - ¿¿Yo?? ¿Por qué yo? Yo no cargo bebés. - Cargas con... - ¡No son quaffles! ¿Por qué no lo llevas tú? - Apartó la mirada con disimulo y murmuró. - No quiero que el pequeño Arnie se ponga celoso. - La cara de Lex era para verla. Se encogió de hombros. - ¿¿Qué?? - Que eso te pasa por hacerte el zalamero con todo el mundo. Menos mal que con las tías no eres así. - Disculpa, yo s... - A ver qué iba a decir. Ya estaba Lex mirándole con una ceja arqueada. - ¡Está bien! No cargues a Brando. - Se tiró de las solapas y se marchó de allí diciendo. - Y yo soy un hombre enamorado. - Pf, "con las tías"...
El karma llegó para vengarse de Lex por no aceptar su propuesta, porque Nancy ya quería poco menos que ofrecerle como sacrificio a lo druida, pero Marcus ya se estaba marchando hacia otro grupo con sonrisita de suficiencia. Por fin pudo reunirse con Alice al tiempo en que les sugerían hacer una señal, cometido que aceptó encantado. Miró a su novia, emocionado. - Esto... es una locura. - Rio levemente. - 2002 ha sido un año lleno de locuras. - Ya tocaría el momento de recapitular, pero... sin duda, el año más intenso de sus vidas. - Volvemos a ver a nuestra familia americana, mi amor. - Y se moría de ganas, por lo que apretó su mano con fuerza y esperó a verles aparecer.
Igual había pecado de aparentar normalidad y romanticismo novelesco antes de la cuenta, porque aquello seguía siendo un absoluto caos: la familia no paraba de gritar desordenada, los guardias no les quitaban ojo de encima, estaban llamando la atención de media aduana, Brando con tanto escándalo se había puesto a llorar, los gemelos por algún motivo se estaban peleando y, para colmo, cuando por fin aparecieron los primeros Lacey, ni pudo disfrutar del cosquilleo que le provocó en el pecho porque Sophia y Fergus ya se estaban peleando a gritos en uno de los aterrizajes más aparatosos que había tenido la suerte de presenciar. Los guardias estaban a punto de echarse a llorar, esperaba que ese día cobraran más solo por lo soportado. Menos mal que el grito de Alice frenó la discusión de sus primos, y Marcus también saludó la mano enérgicamente, viendo la emoción en sus caras y pudiendo emocionarse él también.
La entrada de Frankie le hizo reír a carcajadas como no podía ser de otra forma, y buscó a Lex con la mirada. Este es el de la tienda de escobas. Pégate a él cuando necesites desconectar del alboroto, le lanzó mentalmente, pero Lex no parecía del todo convencido, como si se planteara las posibilidades que tenía de entablar conversación relajada con quien entraba cual mesías por mitad de un montón de desconocidos. Bueno, no había planes perfectos, pero algo era algo. Igualmente, el paseo de Frankie se vio interrumpido... por un guardia otra vez. Marcus frunció los labios en descontento. Bueno, ya vale ¿no? Pensó. Que sí, que se había equivocado con lo del hechizo y que estaban haciendo mucho ruido, ¿pero no había más gente en la aduana a la que molestar? Puede que estuviera pecando del mismo sesgo que su abuela Molly.
Claro que los gritos no iban a menos, sino a más, y Marcus empezaba a hacerse visera con la mano y a mirar a los lados. Todo Galway mirando, por primera vez en su vida esperaba que nadie se quedara con su cara, porque por un momento un pensamiento aterrado cruzó su mente y le dibujó a sí mismo en un importante simposium de alquimistas y alguien diciendo en mitad de la nada "¿tú no eras el chico que iba con toda su familia gritando por la aduana de Galway?". Debía ser la tranquilidad de un estatus que ya no tenías que jugarte lo que tenía a su madre tan impávida. - Vienen conmigo. - Suspiró Betty al guardia, aunque el hombre ya algo debía haber intuido, y dicho esto, Jason abrió los brazos, los ojos y la boca en toda su capacidad y corrió hacia ellos con grandes risotadas, siendo recibido a saltos por el grupo y fundiéndose en un abrazo en el que Marcus no era capaz de distinguir quién estaba y quién no. - Ese niño grande también viene conmigo supuestamente. - Añadió Betty, sarcástica, y Marcus hizo amago de reír pero de repente se vio levantado del suelo y estrujado. Los primeros gritos que recibió en su oreja ni los pudo identificar, conectó en mitad del discurso. - ¡¡...QUE YA ES ALQUIMISTA Y UN TÍO IMPORTANTE QUÉ GANAS TENÍA DE VERTE!! - Ojalá tuviera aire en el cuerpo para contestar, solo podía reír y rezar porque a Alice no le hiciera lo mismo, si no se lo había hecho ya, porque la dejaría como una tela arrugada de las que nunca recuperan de nuevo su forma.
- ¿Mamá? Que ya he... ¡MAMÁ! Sí, sí, soy yo. Que ya... ¿ME OYES? - Sandy se había aparecido directamente con el teléfono móvil en la oreja, y con una destreza sorprendente, se lo apoyó entre esta y el hombro, mientras una de sus manos sostenía la varita que levitaba baúles que Marcus no sabía dónde iban a caber, y con la otra sacaba el pasaporte y se lo tendía al guardia. Mira, premio a vuestro buen hacer, pensó sarcástico, porque vaya cara de bobos se les había quedado a todos mirándola. Y eso que la chica no les hacía ni caso. - Que ya he llegado. No, no, a la aduana. Sí, cl-¿ME OYES O NO? Mamá, no hay cobertura. ¡Claro que papá está aquí! ¿Dónde va a estar? Te dejo, que está la familia esperando. - Colgó, se metió el móvil en el bolsillo, tomó de las lánguidas manos del guarda atolondrado su pasaporte de vuelta y, de repente, dibujó la mejor de sus sonrisas en la cara. - Peeero si es mi familiaaaaa. - ¡¡BIENVENIDOS, LACEYS!! - Como tuvieran que gritar eso a cada persona que venía, no acababan nunca. - Uuuy, ¿y ese tan trajeado? - Oyó Marcus susurrar a Wendy con tonito. George, con su porte de señor de negocios elegante, se acercaba a ellos unos pasos detrás de su hija, que ya iba al trotecito y con los baúles levitando detrás. - Qué americano... - ¡Mira, no empecemos, eh! - Ginny le había dado un empujón que casi la tira al suelo, provocando que Wendy la mirara con cara de no entender a qué venía tanta hostilidad. - Que es tu primo. Y te dobla la edad. - Wendy hizo un pucherito, afiló los ojos volviendo a mirar a George y, unos segundos más tarde, añadió. - He oído que está divorciado... -
El siguiente en aparecer fue Daniel con el bebé y sus otras dos hijas. Como si se identificaran del mismo grupo, Brando aplaudió contento al ver a otro de su generación, aunque Arnie estaba un poco despistado y lloroso, probablemente buscando a su madre. Seguramente vendría con los mayores. - ¡¡MARCUS!! - Gritó Maeve Junior nada más verle, y salió corriendo hacia él. Marcus se arrodilló en el suelo, abriendo los brazos, y su prima se lanzó con tanta fuerza que cayeron de lado al suelo, entre risas. Su abuela estaba abiertamente llorando, aunque no perdió ocasión de decir. - ¡Y este hermano mío siempre el último, se lo está perdiendo! - Bueno, mujer, tú disfruta. Seguramente Shannon quisiera asegurarse de cerrar filas, visto lo visto. - Comentó Lawrence con ternura. - Qué ganas tenía de veros. - Le dijo Maeve, que también lloraba. Marcus le secó las lágrimas. - Pero no llores... - ¿Alice está aquí? ¿Y Dylan? - Dylan viene el día veintiséis. Pero... - Y alzó la vista para señalar a Alice desde el suelo. La niña se levantó de un salto y se lanzó hacia ella. Marcus tenía un fuerte nudo en la garganta. Se recompuso y se acercó a saludar a Dan. - Un viaje entretenido ¿eh? - El hombre ni pudo hablar, solo reír por no llorar. Pero Marcus ya sí que se hizo con el bebé. - ¡Por Merlín! Ya temía no volver a reconocerte cuando te viera. - Le dio un sonoro beso en la mejilla y el niño le echó los bracitos al cuello. Se limpió una lágrima. - Ahora sí, Marcus. Ahora estamos todos en casa. - Le dijo Dan, poniéndole una mano en el hombro, a lo que solo pudo asentir.
- ¡¡BIENVENIDOS, LACEYS!! - Oyó de nuevo, pero su familia se había precipitado. Porque no, las siguientes en aparecer no eran las familiares americanas que quedaban, sino... - ¡¡Prima Erin!! - Saludó Martha, más efusiva de lo que la hubiera visto hasta ahora, dando saltitos en su sitio y moviendo el brazo para que la viera entre la multitud. La cara de pánico de la aludida era para verla. - ¡¡Peeeeeeeero bueeeeeeeeeeeenooooo!! - No así Violet, que iba con un... despampanante podría ser una buena palabra para definirlo, vestido verde brillante que estaba seguro que a su tía ya debía traerla incómoda de base. Se acercó con los brazos abiertos y contoneándose. - ¡Pero no esperaba yo a esta familia que me recibe! - Hermana. - Oyó susurrar a Nora, confusa, en dirección a Eillish. - ¿Esta chica tan rubia... de quién es? Me he perdido. - Es la novia de la prima Erin. - Ooooh... - Se confidenciaron, pero la cara de la gente era para verla. Andrew estaba con la mandíbula en el suelo, y se había girado a Alice con los ojos como platos. - Dime que esta es tu tía. - ¡La misma, guapetón! A ver, las presentaciones de uno en uno. ¡Uy, cuantísima gente! ¡Er...! ¿Erin? - Erin estaba, literalmente, andando para atrás. Pero alguien se escabulló entre la multitud y corrió hacia ella, saltándose hasta los cordones de seguridad que su tía no había llegado a cruzar. Eso, siendo niño, qué miedo te dan los guardias, pensó, aunque ciertamente ya habían tirado la toalla con ellos. - ¡¡Prima Erin!! - Gritó Rosie, y se enganchó con fuerza a sus piernas. Cualquiera la soltaba. Erin estaba en shock. La niña se apartó y mostró al peluche. - ¡Este es mi unicornio! ¿Te gusta? Dice el primo Marcus que te gustan. - Al menos eso la enterneció. - Es precioso, cariño... y es la mejor bienvenida que podías darme. ¿Cómo se llama? - Arcoíris. Y yo Rosaline. Como mi mamá. Y como la abuela de mi mamá. - Qué bonito. Mi abuela también se llamaba Rosaline. - ¡Lo sé! Es de la misma familia que mi mamá. - Marcus compartió una mirada con Alice y se encogió de hombros. Bueno, algo era algo.
Lo que casi le hace desmayarse (y desde luego le hizo buscar asustado con la mirada al guarda que ya le había interceptado dos veces ese día) fueron las ideas peregrinas de Andrew. - Oye. - Le susurró Lex. Ese sí que tenía aspecto de estar viviendo en una novela de terror. - Que hasta ahora me lo estaba tomando todo a risas y eso... Pero no me jodas que va a ir en serio. - Marcus le miró como si intentara buscar las palabras que usar. - ¿Te pensabas que estábamos en un teatro o qué? - ¡No sé, tío! Me he dejado llevar por las risas y pensaba que era broma. - Lex miró de reojo a Emma. - Joder, que se lo ha pedido a mamá... Que lo mata ¿eh? - Algo me dice que mamá ha desconectado la cabeza. - Hipotetizó Marcus, mirándola también con reservas. Es que ni reaccionaba. Igual les mataba a todos mientras dormían. Se quedaron los dos en silencio espantado, uno junto al otro, hasta que Marcus volvió a susurrar a Lex. - ¿Y si llevas tú a Brando en brazos? Así lo protegemos. - Lex le miró. - ¿¿Yo?? ¿Por qué yo? Yo no cargo bebés. - Cargas con... - ¡No son quaffles! ¿Por qué no lo llevas tú? - Apartó la mirada con disimulo y murmuró. - No quiero que el pequeño Arnie se ponga celoso. - La cara de Lex era para verla. Se encogió de hombros. - ¿¿Qué?? - Que eso te pasa por hacerte el zalamero con todo el mundo. Menos mal que con las tías no eres así. - Disculpa, yo s... - A ver qué iba a decir. Ya estaba Lex mirándole con una ceja arqueada. - ¡Está bien! No cargues a Brando. - Se tiró de las solapas y se marchó de allí diciendo. - Y yo soy un hombre enamorado. - Pf, "con las tías"...
El karma llegó para vengarse de Lex por no aceptar su propuesta, porque Nancy ya quería poco menos que ofrecerle como sacrificio a lo druida, pero Marcus ya se estaba marchando hacia otro grupo con sonrisita de suficiencia. Por fin pudo reunirse con Alice al tiempo en que les sugerían hacer una señal, cometido que aceptó encantado. Miró a su novia, emocionado. - Esto... es una locura. - Rio levemente. - 2002 ha sido un año lleno de locuras. - Ya tocaría el momento de recapitular, pero... sin duda, el año más intenso de sus vidas. - Volvemos a ver a nuestra familia americana, mi amor. - Y se moría de ganas, por lo que apretó su mano con fuerza y esperó a verles aparecer.
Igual había pecado de aparentar normalidad y romanticismo novelesco antes de la cuenta, porque aquello seguía siendo un absoluto caos: la familia no paraba de gritar desordenada, los guardias no les quitaban ojo de encima, estaban llamando la atención de media aduana, Brando con tanto escándalo se había puesto a llorar, los gemelos por algún motivo se estaban peleando y, para colmo, cuando por fin aparecieron los primeros Lacey, ni pudo disfrutar del cosquilleo que le provocó en el pecho porque Sophia y Fergus ya se estaban peleando a gritos en uno de los aterrizajes más aparatosos que había tenido la suerte de presenciar. Los guardias estaban a punto de echarse a llorar, esperaba que ese día cobraran más solo por lo soportado. Menos mal que el grito de Alice frenó la discusión de sus primos, y Marcus también saludó la mano enérgicamente, viendo la emoción en sus caras y pudiendo emocionarse él también.
La entrada de Frankie le hizo reír a carcajadas como no podía ser de otra forma, y buscó a Lex con la mirada. Este es el de la tienda de escobas. Pégate a él cuando necesites desconectar del alboroto, le lanzó mentalmente, pero Lex no parecía del todo convencido, como si se planteara las posibilidades que tenía de entablar conversación relajada con quien entraba cual mesías por mitad de un montón de desconocidos. Bueno, no había planes perfectos, pero algo era algo. Igualmente, el paseo de Frankie se vio interrumpido... por un guardia otra vez. Marcus frunció los labios en descontento. Bueno, ya vale ¿no? Pensó. Que sí, que se había equivocado con lo del hechizo y que estaban haciendo mucho ruido, ¿pero no había más gente en la aduana a la que molestar? Puede que estuviera pecando del mismo sesgo que su abuela Molly.
Claro que los gritos no iban a menos, sino a más, y Marcus empezaba a hacerse visera con la mano y a mirar a los lados. Todo Galway mirando, por primera vez en su vida esperaba que nadie se quedara con su cara, porque por un momento un pensamiento aterrado cruzó su mente y le dibujó a sí mismo en un importante simposium de alquimistas y alguien diciendo en mitad de la nada "¿tú no eras el chico que iba con toda su familia gritando por la aduana de Galway?". Debía ser la tranquilidad de un estatus que ya no tenías que jugarte lo que tenía a su madre tan impávida. - Vienen conmigo. - Suspiró Betty al guardia, aunque el hombre ya algo debía haber intuido, y dicho esto, Jason abrió los brazos, los ojos y la boca en toda su capacidad y corrió hacia ellos con grandes risotadas, siendo recibido a saltos por el grupo y fundiéndose en un abrazo en el que Marcus no era capaz de distinguir quién estaba y quién no. - Ese niño grande también viene conmigo supuestamente. - Añadió Betty, sarcástica, y Marcus hizo amago de reír pero de repente se vio levantado del suelo y estrujado. Los primeros gritos que recibió en su oreja ni los pudo identificar, conectó en mitad del discurso. - ¡¡...QUE YA ES ALQUIMISTA Y UN TÍO IMPORTANTE QUÉ GANAS TENÍA DE VERTE!! - Ojalá tuviera aire en el cuerpo para contestar, solo podía reír y rezar porque a Alice no le hiciera lo mismo, si no se lo había hecho ya, porque la dejaría como una tela arrugada de las que nunca recuperan de nuevo su forma.
- ¿Mamá? Que ya he... ¡MAMÁ! Sí, sí, soy yo. Que ya... ¿ME OYES? - Sandy se había aparecido directamente con el teléfono móvil en la oreja, y con una destreza sorprendente, se lo apoyó entre esta y el hombro, mientras una de sus manos sostenía la varita que levitaba baúles que Marcus no sabía dónde iban a caber, y con la otra sacaba el pasaporte y se lo tendía al guardia. Mira, premio a vuestro buen hacer, pensó sarcástico, porque vaya cara de bobos se les había quedado a todos mirándola. Y eso que la chica no les hacía ni caso. - Que ya he llegado. No, no, a la aduana. Sí, cl-¿ME OYES O NO? Mamá, no hay cobertura. ¡Claro que papá está aquí! ¿Dónde va a estar? Te dejo, que está la familia esperando. - Colgó, se metió el móvil en el bolsillo, tomó de las lánguidas manos del guarda atolondrado su pasaporte de vuelta y, de repente, dibujó la mejor de sus sonrisas en la cara. - Peeero si es mi familiaaaaa. - ¡¡BIENVENIDOS, LACEYS!! - Como tuvieran que gritar eso a cada persona que venía, no acababan nunca. - Uuuy, ¿y ese tan trajeado? - Oyó Marcus susurrar a Wendy con tonito. George, con su porte de señor de negocios elegante, se acercaba a ellos unos pasos detrás de su hija, que ya iba al trotecito y con los baúles levitando detrás. - Qué americano... - ¡Mira, no empecemos, eh! - Ginny le había dado un empujón que casi la tira al suelo, provocando que Wendy la mirara con cara de no entender a qué venía tanta hostilidad. - Que es tu primo. Y te dobla la edad. - Wendy hizo un pucherito, afiló los ojos volviendo a mirar a George y, unos segundos más tarde, añadió. - He oído que está divorciado... -
El siguiente en aparecer fue Daniel con el bebé y sus otras dos hijas. Como si se identificaran del mismo grupo, Brando aplaudió contento al ver a otro de su generación, aunque Arnie estaba un poco despistado y lloroso, probablemente buscando a su madre. Seguramente vendría con los mayores. - ¡¡MARCUS!! - Gritó Maeve Junior nada más verle, y salió corriendo hacia él. Marcus se arrodilló en el suelo, abriendo los brazos, y su prima se lanzó con tanta fuerza que cayeron de lado al suelo, entre risas. Su abuela estaba abiertamente llorando, aunque no perdió ocasión de decir. - ¡Y este hermano mío siempre el último, se lo está perdiendo! - Bueno, mujer, tú disfruta. Seguramente Shannon quisiera asegurarse de cerrar filas, visto lo visto. - Comentó Lawrence con ternura. - Qué ganas tenía de veros. - Le dijo Maeve, que también lloraba. Marcus le secó las lágrimas. - Pero no llores... - ¿Alice está aquí? ¿Y Dylan? - Dylan viene el día veintiséis. Pero... - Y alzó la vista para señalar a Alice desde el suelo. La niña se levantó de un salto y se lanzó hacia ella. Marcus tenía un fuerte nudo en la garganta. Se recompuso y se acercó a saludar a Dan. - Un viaje entretenido ¿eh? - El hombre ni pudo hablar, solo reír por no llorar. Pero Marcus ya sí que se hizo con el bebé. - ¡Por Merlín! Ya temía no volver a reconocerte cuando te viera. - Le dio un sonoro beso en la mejilla y el niño le echó los bracitos al cuello. Se limpió una lágrima. - Ahora sí, Marcus. Ahora estamos todos en casa. - Le dijo Dan, poniéndole una mano en el hombro, a lo que solo pudo asentir.
- ¡¡BIENVENIDOS, LACEYS!! - Oyó de nuevo, pero su familia se había precipitado. Porque no, las siguientes en aparecer no eran las familiares americanas que quedaban, sino... - ¡¡Prima Erin!! - Saludó Martha, más efusiva de lo que la hubiera visto hasta ahora, dando saltitos en su sitio y moviendo el brazo para que la viera entre la multitud. La cara de pánico de la aludida era para verla. - ¡¡Peeeeeeeero bueeeeeeeeeeeenooooo!! - No así Violet, que iba con un... despampanante podría ser una buena palabra para definirlo, vestido verde brillante que estaba seguro que a su tía ya debía traerla incómoda de base. Se acercó con los brazos abiertos y contoneándose. - ¡Pero no esperaba yo a esta familia que me recibe! - Hermana. - Oyó susurrar a Nora, confusa, en dirección a Eillish. - ¿Esta chica tan rubia... de quién es? Me he perdido. - Es la novia de la prima Erin. - Ooooh... - Se confidenciaron, pero la cara de la gente era para verla. Andrew estaba con la mandíbula en el suelo, y se había girado a Alice con los ojos como platos. - Dime que esta es tu tía. - ¡La misma, guapetón! A ver, las presentaciones de uno en uno. ¡Uy, cuantísima gente! ¡Er...! ¿Erin? - Erin estaba, literalmente, andando para atrás. Pero alguien se escabulló entre la multitud y corrió hacia ella, saltándose hasta los cordones de seguridad que su tía no había llegado a cruzar. Eso, siendo niño, qué miedo te dan los guardias, pensó, aunque ciertamente ya habían tirado la toalla con ellos. - ¡¡Prima Erin!! - Gritó Rosie, y se enganchó con fuerza a sus piernas. Cualquiera la soltaba. Erin estaba en shock. La niña se apartó y mostró al peluche. - ¡Este es mi unicornio! ¿Te gusta? Dice el primo Marcus que te gustan. - Al menos eso la enterneció. - Es precioso, cariño... y es la mejor bienvenida que podías darme. ¿Cómo se llama? - Arcoíris. Y yo Rosaline. Como mi mamá. Y como la abuela de mi mamá. - Qué bonito. Mi abuela también se llamaba Rosaline. - ¡Lo sé! Es de la misma familia que mi mamá. - Marcus compartió una mirada con Alice y se encogió de hombros. Bueno, algo era algo.
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Ivanka
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Aquello fue un jaleo gigante en un momento. Estaba con Sophia y Fergus, saludando y encantada de la vida, y de repente, Jason le pasó por al lado como una flecha y se abalanzó sobre Marcus. Ella, prudentemente, se echó a un ladito para saludar a Betty, y se iba a acercar a Junior, cuando este ya estaba dándole la mano a Lex. — Es un auténtico placer conocerte, primo, casi siento que te conozco ya, realmente, porque Marcus me ha hablado tanto de ti… Para alguien que se dedica a las escobas como yo, es un hito conocer a alguien como tú. — Alice suspiró. Más encanto barato cuando puedas, Junior… — Anda, ¿te dedicas a las escobas? — ¿Cómo? ¿Nancy entrándole genuinamente al juego? Junior se volvió y la miró con su encantadora sonrisa. — No soy más que un humilde vendedor y un total admirador del quidditch de este lado del océano. Soy Francis Lacey. — Dijo ofreciéndole la mano. Ella se la estrechó. — Nancy Mulligan. — ¿Como la canción? — ¡Uy, mira, hija! Uno que se la sabe. — Saltó entusiasmado por detrás Arthur. — Hago lo que puedo por mantener el contacto con mis raíces. — Incluido ignorar a la única prima que conoces aquí. — Dijo ya ella, alzando una ceja. Vamos, cómo se los había metido en el bolsillo en un momento. — ¡Mi querida prima Alice! ¡Pero cómo te hemos echado de menos! — Ella le recibió en el abrazo. — Y que no os engañe. Francis Lacey es el que falta por llegar. Este es Junior. — ¡Y aquí está la otra Junior! — Oyó a su lado y vio a Maeve apareciendo por allí. — ¡Ay mi niña! ¿Pero cómo es posible que parezca dos años más mayor? ¡Mírate! Vas a ser tan alta como tu mamá. — Dijo estrechándola y llenándola de besos.
Sandy pasó por su lado y se paró un segundo. — Holitaaa, pri. Mua, mua. Qué bien te veo. — ¡Sandy!... Pensé que no venías. — Y no venía. — Contestaron los hermanos Lacey al unísono. — Mami me ha dejado tirada, una vez más. Cosas suyas de estas que si viene que si va… Bueno tú sabes. — Qué va, si no sé ni cómo se llama tu madre, se dijo Alice, mientras asentía a lo que iba diciendo. — Y yo: ¡papi! Sorpresi, paso la Navidad con toda la familia, y papi como: pues yo me iba a quedar aquí solo porque se van todos a Irlanda, así que mandó un mensaje urgente para ver si podíamos venir y tía Molly dijo: donde comen cinco, comen seis. — Aquí hay más del doble de cinco y seis, pensó Alice, y debió pensarlo tan fuerte que Lex se giró y se rio. — ¡Ay! ¿Tú eres el del quidditch? Yo soy Sandy, me muevo un montón en ese mundillo. — Lex estaba claramente recibiendo más atención de la deseada, aunque no tanto como la que, de golpe, recibió otra persona.
Alice suspiró y parpadeó. — ¿Qué pasa? — Preguntó Maeve al verle cambiar la cara. Luego miró a Andrew con su pregunta. — Si me dieran un knut por cada vez que me han preguntado eso con tu misma cara, sería millonaria. — Multimillonaria, le recordó su cabeza. — Hala, ¿en serio esa mujer es tu tía? — Dijo Maeve. — Sí, hija, sí… — Ohhhhhhh ¡mi sobri! Nadie podría mirarme con tanto hastío. Porque mi madre me miraría con odio directamente, pero esta me soporta y me quiere. — Y se fue a abrazarla. Alice la recibió y susurró. — ¿No había nada más discretito? ¿Y qué horas son estas? — Ambas cosas tienen una historia muy graciosa que, como buena maestra de ceremonias, me guardaré para la cena. — ¡Me gustas! Tienes que venir a nuestro pub. — Sí, nos encantan las maestras de ceremonias tan buenorras y graciosas. — Intervinieron Ginny y Wendy. Vivi les hizo un trazado de arriba abajo y sonrió. — Sois primas de mi novia, ¿verdad? Qué lujo de familia política… — Sí, eso iba a pasar y todos lo sabían.
En medio de presentaciones estaban cuando, por fin, vio la cabeza de Shannon sobre la del resto de la gente, con sus padres a cada lado. — ¡Frankie! ¡FRANKIE! — Empezó a gritar la abuela. — ¡MOLLY! — Gritó el otro. Y ya ni el de la aduana tuvo cuerpo para parar al señor, que salió todo lo deprisa que pudo a abrazar a su hermana, mientras ambos lloraban. — Creía que nunca iba a volver a ver la isla, y a ti… Ay, hermana, cuánto te he echado de menos… — A todos les salió un “awwww” y había ya varias lágrimas, pero claro, Frankie tenía que verlos a todos y comprobar. — ¡No será cierto que ese es el soldado O’Donnell! ¡Estás hecho una vieja gloria! — ¡Pues anda que tú! ¡Ven aquí, esmirriado Lacey! — Vale, ahora ella estaba llorando al ver a Cletus y Frankie abrazarse. — Lo malo ahora va a ser movernos todos a Ballyknow… — Dijo Eillish por allí. Por fin un poco de cabeza Ravenclaw en el asunto. — Llevo toda la tarde intentando aparecerme en Ballyknow precisamente. Me he recorrido toda la costa de Irlanda occidental. — Dijo Erin, que tenía un unicornio en la mano. — ¡VES COMO ESTABA PERDIDA! — Saltó Larry. — ¡HIJA, QUE DESCASTADA ERES! — Saltó Molly, aún enganchada del brazo de Maeve. — A ver, por favor, ¿nos podemos centrar en ir apareciéndonos? — Insistieron varios.
Sandy pasó por su lado y se paró un segundo. — Holitaaa, pri. Mua, mua. Qué bien te veo. — ¡Sandy!... Pensé que no venías. — Y no venía. — Contestaron los hermanos Lacey al unísono. — Mami me ha dejado tirada, una vez más. Cosas suyas de estas que si viene que si va… Bueno tú sabes. — Qué va, si no sé ni cómo se llama tu madre, se dijo Alice, mientras asentía a lo que iba diciendo. — Y yo: ¡papi! Sorpresi, paso la Navidad con toda la familia, y papi como: pues yo me iba a quedar aquí solo porque se van todos a Irlanda, así que mandó un mensaje urgente para ver si podíamos venir y tía Molly dijo: donde comen cinco, comen seis. — Aquí hay más del doble de cinco y seis, pensó Alice, y debió pensarlo tan fuerte que Lex se giró y se rio. — ¡Ay! ¿Tú eres el del quidditch? Yo soy Sandy, me muevo un montón en ese mundillo. — Lex estaba claramente recibiendo más atención de la deseada, aunque no tanto como la que, de golpe, recibió otra persona.
Alice suspiró y parpadeó. — ¿Qué pasa? — Preguntó Maeve al verle cambiar la cara. Luego miró a Andrew con su pregunta. — Si me dieran un knut por cada vez que me han preguntado eso con tu misma cara, sería millonaria. — Multimillonaria, le recordó su cabeza. — Hala, ¿en serio esa mujer es tu tía? — Dijo Maeve. — Sí, hija, sí… — Ohhhhhhh ¡mi sobri! Nadie podría mirarme con tanto hastío. Porque mi madre me miraría con odio directamente, pero esta me soporta y me quiere. — Y se fue a abrazarla. Alice la recibió y susurró. — ¿No había nada más discretito? ¿Y qué horas son estas? — Ambas cosas tienen una historia muy graciosa que, como buena maestra de ceremonias, me guardaré para la cena. — ¡Me gustas! Tienes que venir a nuestro pub. — Sí, nos encantan las maestras de ceremonias tan buenorras y graciosas. — Intervinieron Ginny y Wendy. Vivi les hizo un trazado de arriba abajo y sonrió. — Sois primas de mi novia, ¿verdad? Qué lujo de familia política… — Sí, eso iba a pasar y todos lo sabían.
En medio de presentaciones estaban cuando, por fin, vio la cabeza de Shannon sobre la del resto de la gente, con sus padres a cada lado. — ¡Frankie! ¡FRANKIE! — Empezó a gritar la abuela. — ¡MOLLY! — Gritó el otro. Y ya ni el de la aduana tuvo cuerpo para parar al señor, que salió todo lo deprisa que pudo a abrazar a su hermana, mientras ambos lloraban. — Creía que nunca iba a volver a ver la isla, y a ti… Ay, hermana, cuánto te he echado de menos… — A todos les salió un “awwww” y había ya varias lágrimas, pero claro, Frankie tenía que verlos a todos y comprobar. — ¡No será cierto que ese es el soldado O’Donnell! ¡Estás hecho una vieja gloria! — ¡Pues anda que tú! ¡Ven aquí, esmirriado Lacey! — Vale, ahora ella estaba llorando al ver a Cletus y Frankie abrazarse. — Lo malo ahora va a ser movernos todos a Ballyknow… — Dijo Eillish por allí. Por fin un poco de cabeza Ravenclaw en el asunto. — Llevo toda la tarde intentando aparecerme en Ballyknow precisamente. Me he recorrido toda la costa de Irlanda occidental. — Dijo Erin, que tenía un unicornio en la mano. — ¡VES COMO ESTABA PERDIDA! — Saltó Larry. — ¡HIJA, QUE DESCASTADA ERES! — Saltó Molly, aún enganchada del brazo de Maeve. — A ver, por favor, ¿nos podemos centrar en ir apareciéndonos? — Insistieron varios.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
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Freyja
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
- ¡Erin! - ¡Oh, Rosaline! - Se impactó su tía, y Marcus apostaba lo que quisieran a que no se había parado a pensar que la Rosaline a la que se referían todos que formaba parte tanto de los O'Donnell como de los Lacey era una chica que ella ya conocía. Se saludaron, su tía aún tratando de ubicarse y Rosaline con su amorosidad habitual, mientras Rosie miraba a una y a otra. Finalmente, la niña dijo. - Te pareces a mamá. - La madre verdadera soltó una risita cristalina. - ¿Vas a sustituirme, pillina? Ella sabe más de animalitos, ahí no puedo competir. - Rosie se quedó reflexionando. Finalmente, se giró a Erin y dijo. - ¿Sabes hacer natillas? - La risa de todos los que estaban por el entorno escuchando, Rosaline incluida, fue clamorosa. Erin enrojeció tímidamente y dijo entre risas. - Me temo que no se me da muy bien la cocina. - Rosie hizo una muequecita. Seguro que no pretendía ser ofensiva, pero que eso no le había convencido. - ¡Menos mal, Erin! Si no, realmente mi hija me cambia. - Bromeó la madre.
- ¿Preparado para conocer Irlanda? - Le preguntó a Dan, que aún seguía a su lado (y él con el bebé en brazos). El hombre rio levemente. - ¿Crees que no la conocía ya? Con... - No pudo escuchar el resto de la frase porque Jason había pasado por allí dando unos berridos que hacían temblar el suelo. Dan simplemente hizo un gesto clarificador, y Marcus rio. - Bueno, el país. - Eso sí. - Rieron los dos, y entonces, aparecieron Frankie y Maeve. Solo de ver el reencuentro se le cayeron las lágrimas otra vez. - Tío. - ¡Ay, Lex! - Se sobresaltó. - No empieces. - Las manías de su hermano de aparecer como un fantasma, le tenían con el corazón en la boca. - Ni tú tampoco. No te vayas a pasar las Navidades llorando. - ¿Puedo llegar aunque sea? ¿Puedo? ¿Puedo aterrizar en Irlanda al menos? ¿Lo ves posible? - Lex se fue antes de que iniciara una perorata sobre la lista de motivos que tenía para emocionarse, y en su lugar llegó su padre, que no venía menos emocionado. - ¿Este muchacho es el que me concede el honor de ser mi tocayo? - Y Marcus, sonriente, iba a contestar que sí, pero puso un mohín automático porque su padre, sin preguntar ni nada, le quitó al bebé de los brazos con su maravilloso instinto paternal que hizo que el niño brillara como un solecito solo con verle. - ¡Hola, americanito! Eres muy guapo, ¿te lo han dicho? ¿Sí? ¿O tu primo nuevo solo te dice que tienes cara de ser del equivalente a Ravenclaw de Ilvermorny? - Marcus le miró mal, pero su padre se puso a charlar con Dan poco menos que como si él no estuviera allí.
- ¡FAMILIA! - Hubo hasta gritos por el impacto, porque Ginny no había tenido mejor idea que usar el hechizo amplificador de voz para llamar la atención de todos. Se habían girado, literalmente, todas las familias presentes en la aduana de Galway (y los guardas). - ¿Veis como hacía falta? A gritos solo nadie iba a atender. - Justificó la chica a su madre, pero esta la miraba con cara de no haberle hecho ni pizca de gracia la maniobra. Deshizo el hechizo, porque ya tenía la atención de todos. - Venga, vamos a hacer caso a la tía Eillish, que para algo es la lista de la familia. - Lawrence tosió fuertemente. Ginny puso una sonrisa artificial y le señaló con ceremonia. - Salvando al tío Larry, claro. - ¿Disculpa? - Se indignó Nancy. ¿No hay más listos? - ¡BUENO CON LAS ÁGUILAS OFENDIDAS! - Había hecho bien en cortar aquello, porque ya iba Marcus a saltar el siguiente. - ¡Que escuchéis a la tía, hombre ya! - A ver. - Trató de continuar la mujer algo que, al parecer, ya había iniciado, pero solo los más cercanos a ella habían oído. - Para empezar, vamos a salir de la aduana, que no tiene por qué enterarse todo el mundo de dónde dormimos y dónde dejamos de dormir. - Y la idea era buena, el problema es que parecían una manada de erumpents siendo tantos. Salieron como pudieron, generando un atasco tremendo en la entrada, y por el camino iba saludando a los que aún no había podido saludar mientras escuchaba conversaciones cruzadas. - Hola. - Saoirse pequeña (encima nombres repetidos, iban a ser divertidas esas navidades) se había colocado al lado de Emma y la miraba desde abajo con curiosidad. - ¿Eres la madre de Marcus? - La mujer sonrió. - Así es. - La niña parecía impresionada, pero no interpelada lo más mínimo. - Yo soy la hija de Shannon y Daniel. Mi padre es médico. - Lo sé. - La niña evaluó. Se acercó un poquito más mientras seguía caminando. - Creo que a mi madre le gustaba el padre de Marcus cuando eran jóvenes. ¿No te importa? - Marcus casi se desmaya (y Lex puso cara de querer morirse allí mismo), pero Emma soló una risita divertida. - Lo entiendo. A mí también me gustaba. - Marcus miró de reojo a Lex y pensó le ha faltado decir "y me lo quedé yo". A Lex le dio una carcajada nada discreta que trató de disimular con una tos. La niña sonrió y siguió caminando a su lado, mirándola y haciéndole preguntitas de vez en cuando, a cual más retorcida.
- Bien, nos vamos a organizar de la siguiente manera. - Empezó Eillish una vez fuera, con todos oyendo con sorprendente atención (Brando se había puesto a llorar a saber por qué, probablemente por el jaleo, pero por lo demás, había bastante atención en el ambiente). - La casa de mis padres es la más grande pero está bastante llena, así que vamos a hacer una reordenación: Andrew, Allison y Brando os vendréis a mi casa. - El chico hizo un gesto militar, sin rechistar pero con bastante guasa. - Siobhán se irá con las chicas a su piso. - Ginny, Wendy, Nancy y la mencionada se miraron con diversión. - Así que se quedarán dos habitaciones libres, para Jason y Betty y para George. - Eillish continuó. - Frankie, para que pueda estar usted con su hermana... - ¡Hija, por favor! Tutéame, que me siento viejo. - Dijo el hombre, y todos rieron. - Está bien, Frankie. Maeve y tú os iréis a casa de Molly y Lawrence. Allí están ya Arnold y Emma, y como también están Marcus y Alice pero me han comentado mis primos que se van a trasladar al desván con Lex para dejaros libre la habitación, los jóvenes pueden irs... - Hubo una interrupción por jolgorio generalizado de los jóvenes, del que Maeve dudaba de si participar o no, pero Saoirse se había incluido precipitadamente en el saco. - Es decir: Sandy, Frankie Junior, Sophia y Fergus. - ¡Toma! Soy mayor. - Celebró el último, y ahí Saoirse cayó en su exclusión y empezó a protestar, pero Shannon neutralizó para pedir escucha a la organizadora. - Mi Ruairi tiene mucho espacio en su granja y creo que a las chicas les va a encantar estar con mis nietos. - Dijo la mujer como herramienta para convencer a la niña dolida, y esta miró de soslayo a los dos niños, que la saludaban como si fuera un espejo distorsionado para mostrar el mismo gesto pero uno con expresión maliciosa y el otro con la versión buena. - Así que Shannon, si os parece bien, tú y tu familia podéis quedaros en casa de mi hijo. - Me encantará. Creo que somos de casas equivalentes. - ¿Eres Pudwukgie? - ¡Sí! - ¡Estupendo! - Ruairi y Niahm era todo lo que la familia de Shannon necesitaba, definitivamente. - Y por último, Erin, cariño, igual querías quedarte en tu casa familiar... - No te preocupes. - Dijo ella rápidamente. Marcus se aguantó la risa. Su tía, cuanto más lejos, mejor. - Pero a Martha le hacía mucha ilusión que os quedarais en su granja. - ¿De verdad? ¿La granja? - ¡Sí! La tenemos preciosa. - ¿Está en los terrenos del primo Cillian? - ¡Allí mismo! - Yo creo que está contenta. - Dijo Arnold, levantando risillas alrededor. Violet susurró (aunque bastante audible) en dirección al grupito de chicas. - Yo si os sobra un futón aunque sea me escapo a vuestra comuna femenina. - Una hermana siempre va a ser bien aceptada. - Respondió rápidamente Siobhán. Sandy se acercó también a ellas, poniéndose un mechón de pelo tras la oreja. - Y... ¿decís que vivís todas juntas? - Uy, qué bien me lo voy a pasar con las dos rubias. - Rio Ginny. Nancy respondió educadamente. - Es una casita de tres plantas, alta pero estrecha, y Wendy, Ginny y yo vivimos cada una en una. Nos apañamos genial. Siobhán vive con sus padres, la vamos a acoger porque, aunque ella viviría encantada en la calle con todo su grupo reivindicativo, estaría feo dejarla morir de hipotermia en Navidad. - Aquí la señora lista se ha quedado dormida dentro de una cueva más de una vez y ha amanecido con una ardilla por sombrero. - Se picaron mutuamente, pero Sandy tenía esa sonrisilla configurada y esa mirada de cuando parecía estar tramando algo.
- Ay, hermano. - Suspiró Molly, agarrada al brazo de Frankie y limpiándose aún las lágrimas. - Si madre y padre nos vieran... Mira esto. Mira qué familia tan enorme y preciosa hemos montado. - Todos les miraban con ternura. - Y pensar que podría ser aún mayor de estar nuestro Arnold aquí. - A pesar de la emotividad del momento, Marcus se jugaba las dos manos y con ello su carrera de alquimista sin miedo a perderlas a que su madre se estaba tragando la crueldad hasta de pensar que menos mal, porque la cara que tenía entre tanta gente era para verla. Y eso que le había salido una fan. - ¡Pues familia, marchando! Agruparos los de fuera con gente del pueblo y nos aparecemos en casa de la tía Molly. - ¿Otra vez hay que aparecerse? ¿Pero cuánto falta para llegar? - Preguntó Saoirse, cansada. Shannon suspiró. - Ya estamos aquí, cariño, venga, solo una mas y descansamos. - La niña entornó los ojos, los dirigió hacia Emma y se puso a su lado. - ¿Me puedo aparecer contigo? - La mujer le dio elegantemente la mano. - Por supuesto. - Y, sin mirar a nadie más, desapareció. Marcus subió los brazos y los dejó caer. - Podría clasificarse de secuestro vengativo. - Se burló Lex entre dientes, pero Marcus entornó los ojos. - Ja, ja. Muy gracioso. Anda que se lo ha pensado para dejarnos tirados. - ¡Venga ya, no seas lastimero! Busca a alguno de tus nuevos primos favoritos y llévanos. - ¡Ah! ¿Te incluyes en el pack? - ¡Yo no sé aparecerme allí! - No, como lo de mamá no te ha parecido mal. - Mira... - Oyó un fuerte silbido que le sobresaltó, y al girarse, vio gritar a Fergus. - ¡Mira, hermanita! Los hay peores que nosotros. -
- ¿Preparado para conocer Irlanda? - Le preguntó a Dan, que aún seguía a su lado (y él con el bebé en brazos). El hombre rio levemente. - ¿Crees que no la conocía ya? Con... - No pudo escuchar el resto de la frase porque Jason había pasado por allí dando unos berridos que hacían temblar el suelo. Dan simplemente hizo un gesto clarificador, y Marcus rio. - Bueno, el país. - Eso sí. - Rieron los dos, y entonces, aparecieron Frankie y Maeve. Solo de ver el reencuentro se le cayeron las lágrimas otra vez. - Tío. - ¡Ay, Lex! - Se sobresaltó. - No empieces. - Las manías de su hermano de aparecer como un fantasma, le tenían con el corazón en la boca. - Ni tú tampoco. No te vayas a pasar las Navidades llorando. - ¿Puedo llegar aunque sea? ¿Puedo? ¿Puedo aterrizar en Irlanda al menos? ¿Lo ves posible? - Lex se fue antes de que iniciara una perorata sobre la lista de motivos que tenía para emocionarse, y en su lugar llegó su padre, que no venía menos emocionado. - ¿Este muchacho es el que me concede el honor de ser mi tocayo? - Y Marcus, sonriente, iba a contestar que sí, pero puso un mohín automático porque su padre, sin preguntar ni nada, le quitó al bebé de los brazos con su maravilloso instinto paternal que hizo que el niño brillara como un solecito solo con verle. - ¡Hola, americanito! Eres muy guapo, ¿te lo han dicho? ¿Sí? ¿O tu primo nuevo solo te dice que tienes cara de ser del equivalente a Ravenclaw de Ilvermorny? - Marcus le miró mal, pero su padre se puso a charlar con Dan poco menos que como si él no estuviera allí.
- ¡FAMILIA! - Hubo hasta gritos por el impacto, porque Ginny no había tenido mejor idea que usar el hechizo amplificador de voz para llamar la atención de todos. Se habían girado, literalmente, todas las familias presentes en la aduana de Galway (y los guardas). - ¿Veis como hacía falta? A gritos solo nadie iba a atender. - Justificó la chica a su madre, pero esta la miraba con cara de no haberle hecho ni pizca de gracia la maniobra. Deshizo el hechizo, porque ya tenía la atención de todos. - Venga, vamos a hacer caso a la tía Eillish, que para algo es la lista de la familia. - Lawrence tosió fuertemente. Ginny puso una sonrisa artificial y le señaló con ceremonia. - Salvando al tío Larry, claro. - ¿Disculpa? - Se indignó Nancy. ¿No hay más listos? - ¡BUENO CON LAS ÁGUILAS OFENDIDAS! - Había hecho bien en cortar aquello, porque ya iba Marcus a saltar el siguiente. - ¡Que escuchéis a la tía, hombre ya! - A ver. - Trató de continuar la mujer algo que, al parecer, ya había iniciado, pero solo los más cercanos a ella habían oído. - Para empezar, vamos a salir de la aduana, que no tiene por qué enterarse todo el mundo de dónde dormimos y dónde dejamos de dormir. - Y la idea era buena, el problema es que parecían una manada de erumpents siendo tantos. Salieron como pudieron, generando un atasco tremendo en la entrada, y por el camino iba saludando a los que aún no había podido saludar mientras escuchaba conversaciones cruzadas. - Hola. - Saoirse pequeña (encima nombres repetidos, iban a ser divertidas esas navidades) se había colocado al lado de Emma y la miraba desde abajo con curiosidad. - ¿Eres la madre de Marcus? - La mujer sonrió. - Así es. - La niña parecía impresionada, pero no interpelada lo más mínimo. - Yo soy la hija de Shannon y Daniel. Mi padre es médico. - Lo sé. - La niña evaluó. Se acercó un poquito más mientras seguía caminando. - Creo que a mi madre le gustaba el padre de Marcus cuando eran jóvenes. ¿No te importa? - Marcus casi se desmaya (y Lex puso cara de querer morirse allí mismo), pero Emma soló una risita divertida. - Lo entiendo. A mí también me gustaba. - Marcus miró de reojo a Lex y pensó le ha faltado decir "y me lo quedé yo". A Lex le dio una carcajada nada discreta que trató de disimular con una tos. La niña sonrió y siguió caminando a su lado, mirándola y haciéndole preguntitas de vez en cuando, a cual más retorcida.
- Bien, nos vamos a organizar de la siguiente manera. - Empezó Eillish una vez fuera, con todos oyendo con sorprendente atención (Brando se había puesto a llorar a saber por qué, probablemente por el jaleo, pero por lo demás, había bastante atención en el ambiente). - La casa de mis padres es la más grande pero está bastante llena, así que vamos a hacer una reordenación: Andrew, Allison y Brando os vendréis a mi casa. - El chico hizo un gesto militar, sin rechistar pero con bastante guasa. - Siobhán se irá con las chicas a su piso. - Ginny, Wendy, Nancy y la mencionada se miraron con diversión. - Así que se quedarán dos habitaciones libres, para Jason y Betty y para George. - Eillish continuó. - Frankie, para que pueda estar usted con su hermana... - ¡Hija, por favor! Tutéame, que me siento viejo. - Dijo el hombre, y todos rieron. - Está bien, Frankie. Maeve y tú os iréis a casa de Molly y Lawrence. Allí están ya Arnold y Emma, y como también están Marcus y Alice pero me han comentado mis primos que se van a trasladar al desván con Lex para dejaros libre la habitación, los jóvenes pueden irs... - Hubo una interrupción por jolgorio generalizado de los jóvenes, del que Maeve dudaba de si participar o no, pero Saoirse se había incluido precipitadamente en el saco. - Es decir: Sandy, Frankie Junior, Sophia y Fergus. - ¡Toma! Soy mayor. - Celebró el último, y ahí Saoirse cayó en su exclusión y empezó a protestar, pero Shannon neutralizó para pedir escucha a la organizadora. - Mi Ruairi tiene mucho espacio en su granja y creo que a las chicas les va a encantar estar con mis nietos. - Dijo la mujer como herramienta para convencer a la niña dolida, y esta miró de soslayo a los dos niños, que la saludaban como si fuera un espejo distorsionado para mostrar el mismo gesto pero uno con expresión maliciosa y el otro con la versión buena. - Así que Shannon, si os parece bien, tú y tu familia podéis quedaros en casa de mi hijo. - Me encantará. Creo que somos de casas equivalentes. - ¿Eres Pudwukgie? - ¡Sí! - ¡Estupendo! - Ruairi y Niahm era todo lo que la familia de Shannon necesitaba, definitivamente. - Y por último, Erin, cariño, igual querías quedarte en tu casa familiar... - No te preocupes. - Dijo ella rápidamente. Marcus se aguantó la risa. Su tía, cuanto más lejos, mejor. - Pero a Martha le hacía mucha ilusión que os quedarais en su granja. - ¿De verdad? ¿La granja? - ¡Sí! La tenemos preciosa. - ¿Está en los terrenos del primo Cillian? - ¡Allí mismo! - Yo creo que está contenta. - Dijo Arnold, levantando risillas alrededor. Violet susurró (aunque bastante audible) en dirección al grupito de chicas. - Yo si os sobra un futón aunque sea me escapo a vuestra comuna femenina. - Una hermana siempre va a ser bien aceptada. - Respondió rápidamente Siobhán. Sandy se acercó también a ellas, poniéndose un mechón de pelo tras la oreja. - Y... ¿decís que vivís todas juntas? - Uy, qué bien me lo voy a pasar con las dos rubias. - Rio Ginny. Nancy respondió educadamente. - Es una casita de tres plantas, alta pero estrecha, y Wendy, Ginny y yo vivimos cada una en una. Nos apañamos genial. Siobhán vive con sus padres, la vamos a acoger porque, aunque ella viviría encantada en la calle con todo su grupo reivindicativo, estaría feo dejarla morir de hipotermia en Navidad. - Aquí la señora lista se ha quedado dormida dentro de una cueva más de una vez y ha amanecido con una ardilla por sombrero. - Se picaron mutuamente, pero Sandy tenía esa sonrisilla configurada y esa mirada de cuando parecía estar tramando algo.
- Ay, hermano. - Suspiró Molly, agarrada al brazo de Frankie y limpiándose aún las lágrimas. - Si madre y padre nos vieran... Mira esto. Mira qué familia tan enorme y preciosa hemos montado. - Todos les miraban con ternura. - Y pensar que podría ser aún mayor de estar nuestro Arnold aquí. - A pesar de la emotividad del momento, Marcus se jugaba las dos manos y con ello su carrera de alquimista sin miedo a perderlas a que su madre se estaba tragando la crueldad hasta de pensar que menos mal, porque la cara que tenía entre tanta gente era para verla. Y eso que le había salido una fan. - ¡Pues familia, marchando! Agruparos los de fuera con gente del pueblo y nos aparecemos en casa de la tía Molly. - ¿Otra vez hay que aparecerse? ¿Pero cuánto falta para llegar? - Preguntó Saoirse, cansada. Shannon suspiró. - Ya estamos aquí, cariño, venga, solo una mas y descansamos. - La niña entornó los ojos, los dirigió hacia Emma y se puso a su lado. - ¿Me puedo aparecer contigo? - La mujer le dio elegantemente la mano. - Por supuesto. - Y, sin mirar a nadie más, desapareció. Marcus subió los brazos y los dejó caer. - Podría clasificarse de secuestro vengativo. - Se burló Lex entre dientes, pero Marcus entornó los ojos. - Ja, ja. Muy gracioso. Anda que se lo ha pensado para dejarnos tirados. - ¡Venga ya, no seas lastimero! Busca a alguno de tus nuevos primos favoritos y llévanos. - ¡Ah! ¿Te incluyes en el pack? - ¡Yo no sé aparecerme allí! - No, como lo de mamá no te ha parecido mal. - Mira... - Oyó un fuerte silbido que le sobresaltó, y al girarse, vio gritar a Fergus. - ¡Mira, hermanita! Los hay peores que nosotros. -
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Welcome Mr Lacey-O'Donnell Con Marcus | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Trató de prestar atención a la organización, porque era liosa. No obstante, estaba contentísima de poder tener otra Provenza, esta vez siendo ya más mayores, con sus primos de América y Lex… Era un escenario ideal, la verdad. Y aunque ahora estuviera todo un poco caótico, ella era una Gallia y el caos se le daba bien. Ada llegó corriendo y se le enganchó a la cintura. — Alice. — Hola, mi vida. — Me ha parecido entender que vamos a una granja. — Así es. — ¿Y hay dircawls? — Ya lo creo. — Entonces no me importa no estar con vosotros en casa. Hay niños también, ¿no? — Sí, esos dos que son gemelos. — Ada, con su alegre conformismo habitual, asintió y siguió abrazada a su cintura, apoyándose en su vientre tranquilamente, mirando todo, como si fuera a quedarse allí. Supongo que yo te aparezco a ti, se dijo con una sonrisa. — Alice, ¿con quién me voy? — Preguntó Maeve, un poco tristona. — Que no me quedo con vosotros. — Ella le acarició la espalda. — No te preocupes, es solo para dormir, si algo he aprendido en Irlanda, es que aquí todo se hace en casa de todos. — ¿Como el tío Jason? — Exactamente como el tío Jason. — Vio a Emma aparecerse con Saoirse y miró a los lados buscando a Marcus. Claro, lo mejor era que ambos aparecieran a gente de la de América, pero es que llevaba un rato largo sin verlo, no sabía ni por dónde paraba.
De repente, a su lado, llegaron Cletus y Amelia. — Hija, ya podemos irnos. — Ah, vale, también os llevo a vosotros, a mí me eligen como taxi. — ¿Vosotros sois abuelos nuestros también? — Preguntó Ada. Amelia la miró con infinita ternura. — No, cariño, pero me puedes llamar tía Amelia y a él tío Cletus, porque aquí somos como familia. — La niña se encogió de hombros toda contenta y asintió. Pues nada, más amigos, la vida de Ada era fácil. — Vale, a ver, vamos a organizarnos. — Tendió un brazo a Amelia y otro a Cletus. — Vosotros a mis lados. Ada agárrate bien a mi cintura, y Maeve, tienes que pegarte y agarrarte muy fuerte a Amelia. — Soldado O’Donnell, ¿le importa que se le pegue una francesita perdida? — Ay, su tía… — Tata, ¿no te parece que llevo suficiente ya? — ¡Nada, hija! ¡Ningún problema, no faltaba más! Un O’Donnell no puede ser descortés. — Sí, ya, ya veía cómo se habían abierto los ojos de Cletus. — ¿Esta quién es? — Preguntó Ada. — Mi tía. — Ah, también viene tu familia. Qué guay. — Vaya jaleo tenía la niña. Pero mejor se aparecían cuanto antes. — Todo el mundo bien agarrado, os lo pido por favor. — A ver si iba a empezar a actuar de enfermera antes de tiempo.
— ¿Nadie se ha despartido? — Preguntó en cuanto aparecieron en la plaza de Ballyknow. — ¡Todos bien! — ¡Sí, yo también! — ¡Hala! ¿Pero por qué es de noche? — Ya te lo expliqué, Ada, es el cambio horario. — Pero pensé que te referías a que empezamos el viaje dos horas más tarde de lo que dijeron y por eso la tía Betty estaba enfadada y papá sudando. — A todos les dio la risa, mientras iban apareciendo por allí los demás. — Aquí no van a sudar, hace muchísimo frío. — Pues vamos rápidamente hacia la casa de tu abuelo. — Dijo Amelia, con su dulzura habitual, tomando la mano de la niña. — ¿El abuelo tiene una casa aquí? — ¡Pues claro! Es la casa donde nació. — ¡Hala! ¿No nació en un hospital? — Antes la gente nacía en las casas, íbamos las enfermeras como yo a ayudar a las mamás y nacían en sus casas. — Ada y Maeve estaban enganchadas al discurso de Amelia y Cletus iba la mar de contento de charla con su tía, así que se quedó buscando a su novio.
Por supuesto, no iba a ser tan fácil, porque justo aparecieron Junior y Sophia, compitiendo por la atención de Nancy. — ¡Alice! ¿Has visto la de cosas que sabe Nancy sobre Irlanda? Bueno, y sobre todo en general. — Ella asintió. — Pues sí, resulta que vivimos aquí, con ella casi todo el tiempo. — Un privilegio del que creo que no eres del todo consciente. — Le dijo el chico. Inspiró y espiró profundamente. — Ay, el aire aquí es tan puro y diferente… — ¡Yo también lo he notado! — Vale, claramente no era su sitio ahí. Hizo por buscar a Marcus, pero se cruzó con los abuelos, y Molly la interceptó. — ¡No sabes lo que ha hecho Alice con el jardín de mamá! No vas a dar crédito, está como en sus mejores años. — Frankie iba temblando. — Madre mía, no sé si voy a poder resistirlo, estoy ya nervioso… — Y justo llegaron ante la casa, y Frankie y Maeve se quedaron sin palabras, con los ojos inundados. — Maeve… Mi amor, que estamos realmente en Ballyknow, que hemos vuelto a casa. — Bueno, ya estaban todos llorando, por supuesto, y ella buscó con la mirada a Marcus. Jason, George y Shannon se acercaron a él y se abrazaron. — Mis hijos vuelven a Irlanda, y todos mis nietos. Es más de lo que podría haberle pedido nunca a la vida. — Sophia y las niñas se acercaron también y entonces George dijo. — Las Navidades más felices de mi vida las he pasado aquí. Nunca olvidaré esa primera Navidad seaparados de mamá, que Cillian, Eillish y Nora nos acogieron como si fueramos familia, sin conocernos de nada, y nos hicieron sentir en casa todo el tiempo. — ¡Ay, hijo! — Maeve lloraba a mares y Sandy también. — ¡Ay, papi, por favor, nunca te habíaoído hablar así! — Y ella por fin logró llegar hasta Marcus y se abrazó a él. — Este es el origen de verdad, Marcus. No hay más que verlo. Objetivo conseguido. — Dijo, emocionada y llorando, por fin, ella también. La tata llegó por detrás y la abrazó y le dio un beso, y Erin se puso por el lado de Marcus. — Vosotros habéis hecho esto, cerebritos. Esto también, quiero decir. Y es precioso. —
De repente, a su lado, llegaron Cletus y Amelia. — Hija, ya podemos irnos. — Ah, vale, también os llevo a vosotros, a mí me eligen como taxi. — ¿Vosotros sois abuelos nuestros también? — Preguntó Ada. Amelia la miró con infinita ternura. — No, cariño, pero me puedes llamar tía Amelia y a él tío Cletus, porque aquí somos como familia. — La niña se encogió de hombros toda contenta y asintió. Pues nada, más amigos, la vida de Ada era fácil. — Vale, a ver, vamos a organizarnos. — Tendió un brazo a Amelia y otro a Cletus. — Vosotros a mis lados. Ada agárrate bien a mi cintura, y Maeve, tienes que pegarte y agarrarte muy fuerte a Amelia. — Soldado O’Donnell, ¿le importa que se le pegue una francesita perdida? — Ay, su tía… — Tata, ¿no te parece que llevo suficiente ya? — ¡Nada, hija! ¡Ningún problema, no faltaba más! Un O’Donnell no puede ser descortés. — Sí, ya, ya veía cómo se habían abierto los ojos de Cletus. — ¿Esta quién es? — Preguntó Ada. — Mi tía. — Ah, también viene tu familia. Qué guay. — Vaya jaleo tenía la niña. Pero mejor se aparecían cuanto antes. — Todo el mundo bien agarrado, os lo pido por favor. — A ver si iba a empezar a actuar de enfermera antes de tiempo.
— ¿Nadie se ha despartido? — Preguntó en cuanto aparecieron en la plaza de Ballyknow. — ¡Todos bien! — ¡Sí, yo también! — ¡Hala! ¿Pero por qué es de noche? — Ya te lo expliqué, Ada, es el cambio horario. — Pero pensé que te referías a que empezamos el viaje dos horas más tarde de lo que dijeron y por eso la tía Betty estaba enfadada y papá sudando. — A todos les dio la risa, mientras iban apareciendo por allí los demás. — Aquí no van a sudar, hace muchísimo frío. — Pues vamos rápidamente hacia la casa de tu abuelo. — Dijo Amelia, con su dulzura habitual, tomando la mano de la niña. — ¿El abuelo tiene una casa aquí? — ¡Pues claro! Es la casa donde nació. — ¡Hala! ¿No nació en un hospital? — Antes la gente nacía en las casas, íbamos las enfermeras como yo a ayudar a las mamás y nacían en sus casas. — Ada y Maeve estaban enganchadas al discurso de Amelia y Cletus iba la mar de contento de charla con su tía, así que se quedó buscando a su novio.
Por supuesto, no iba a ser tan fácil, porque justo aparecieron Junior y Sophia, compitiendo por la atención de Nancy. — ¡Alice! ¿Has visto la de cosas que sabe Nancy sobre Irlanda? Bueno, y sobre todo en general. — Ella asintió. — Pues sí, resulta que vivimos aquí, con ella casi todo el tiempo. — Un privilegio del que creo que no eres del todo consciente. — Le dijo el chico. Inspiró y espiró profundamente. — Ay, el aire aquí es tan puro y diferente… — ¡Yo también lo he notado! — Vale, claramente no era su sitio ahí. Hizo por buscar a Marcus, pero se cruzó con los abuelos, y Molly la interceptó. — ¡No sabes lo que ha hecho Alice con el jardín de mamá! No vas a dar crédito, está como en sus mejores años. — Frankie iba temblando. — Madre mía, no sé si voy a poder resistirlo, estoy ya nervioso… — Y justo llegaron ante la casa, y Frankie y Maeve se quedaron sin palabras, con los ojos inundados. — Maeve… Mi amor, que estamos realmente en Ballyknow, que hemos vuelto a casa. — Bueno, ya estaban todos llorando, por supuesto, y ella buscó con la mirada a Marcus. Jason, George y Shannon se acercaron a él y se abrazaron. — Mis hijos vuelven a Irlanda, y todos mis nietos. Es más de lo que podría haberle pedido nunca a la vida. — Sophia y las niñas se acercaron también y entonces George dijo. — Las Navidades más felices de mi vida las he pasado aquí. Nunca olvidaré esa primera Navidad seaparados de mamá, que Cillian, Eillish y Nora nos acogieron como si fueramos familia, sin conocernos de nada, y nos hicieron sentir en casa todo el tiempo. — ¡Ay, hijo! — Maeve lloraba a mares y Sandy también. — ¡Ay, papi, por favor, nunca te habíaoído hablar así! — Y ella por fin logró llegar hasta Marcus y se abrazó a él. — Este es el origen de verdad, Marcus. No hay más que verlo. Objetivo conseguido. — Dijo, emocionada y llorando, por fin, ella también. La tata llegó por detrás y la abrazó y le dio un beso, y Erin se puso por el lado de Marcus. — Vosotros habéis hecho esto, cerebritos. Esto también, quiero decir. Y es precioso. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Estaba viviendo un sueño (un sueño caótico y por momentos agobiante, pero un sueño). Miraba a los lados y no se lo podía creer. Había empezado a nevar poco después de que llegaran a casa, y los niños estaban fuera saltando y jugando con la nieve. Molly y Frankie no se soltaban el uno del brazo del otro, y no dejaban de reír y contar anécdotas a todos. Toda la familia de América estaba allí, después de tan malos momentos, viviendo por fin la felicidad que querían vivir con ellos. Frankie, Nancy y Lex estaban enfrascadísimos en una conversación infinita sobre quidditch en la que veía a su hermano realmente feliz; Martha escuchaba hablar a Erin como si fuera Newt Scamander revivido (¡y su tía estaba hablando tan tranquila en una reunión enorme!), mientras Ruairi y Niahm compartían impresiones con ella; Violet debía estar contándole chistes muy graciosos al tío Cletus porque el hombre estaba llorando de la risa, y la tía Amelia, Nora, Shannon y Alice estaban en otra conversación infinita sobre enfermería; su padre, el primo Eddie y el primo Arthur jugaban en el suelo con los pequeños Arnie y Brando (Marcus había estado un buen rato también con ellos), y Sophia parecía haber hecho especiales buenas migas con Eillish y con Siobhán. Bueno, en algún momento de la tarde, Ginny y Wendy salieron corriendo porque parecían haber olvidado que regentaban un negocio y que habían dejado a Ciarán a su cargo. Marcus fue participando un poco de cada conversación, encantado, pero de vez en cuando, siemplemente se retiraba y miraba, emocionado.
Sintió cómo su madre se colocaba a su lado en un momento determinado y, en silencio, llenaba el pecho de aire y lo soltaba poco a poco. - Y pensar que durante toda tu vida creí que tenerte en contacto con tu familia era llevarte a casa Horner. - Se le entristeció el semblante. Se acercó a ella y apoyó la cabeza en su hombro. - Es tu familia, mamá. Y la mía. Yo me alegro de haber formado parte de ella. - Marcus, no mientas... - No miento. - Quitó la cabeza de su apoyo y la miró. - Ya sabes lo mucho que quiero al tío Phillip, a la tía Andrómeda y a Miranda y Lucas. - Se quedó en silencio. Emma le miró. - Haces bien en que te sobren los demás. - Chasqueó la lengua. - Siguen siendo mi familia. Después de todo lo ocurrido no quiero demasiado trato con ellos, pero no me arrepiento de haberlo tenido en el pasado. - La miró a los ojos. - Y ninguna persona de raíces irlandesas va a obligar a nadie a romper con su familia. - Emma soltó aire por la nariz, mirando al entorno. Bajó los párpados. - Aquí es donde teníamos que haber estado viniendo. - Bueno, aquí estamos. Es lo que importa. - La mujer le miró y sonrió levemente. Marcus le dio un toquecito con el hombro. - Y te guuuuuuuuusta, reconóóóóócelo. - Pero no pienso tener condescendencia con el próximo que me ponga en evidencia en una aduana. - Marcus soltó una carcajada, pero su madre no se reía. Carraspeó. - No volverá a ocurrir. - Ladeó la cabeza varias veces. - Por lo que a mí respecta. - Ya. Si en el fondo sé qué batallas tengo perdidas. - Ambos rieron. - Por cierto, veo que te ha salido una fan. - Añadió, señalando con un gesto de la mirada al exterior, donde Saoirse se escondía tras un muñeco de nieve esperando a darle un susto al primero que pasaba por allí. Emma dijo con una sonrisilla. - Esa niña está hecha de la piel del diablo... Pero ha elegido bien. - Marcus volvió a reír a carcajadas. - Qué Slytherin eres, mamá... -
De repente se generó un revuelo que no sabría definir dónde se había originado, pero cuando se fue a dar cuenta, cada padre estaba recogiendo a sus polluelos y acordando ir a las diversas casas, aludiendo al frío, a las horas y al cansancio del viaje en el caso de los americanos. - ¡Bueno! - Dijo Andrew, frotándose las manos. - Llegó el momento de la juventud. - A este muchachote me lo voy a llevar yo. - Comentó Nora, cogiendo a un risueño Brando en brazos del suelo. - Porque sus papis aún están un poquito adolescentes y se les olvida que tienen que ser papis responsables que se acuestan temprano... - Mamá, la vida es muy larga, yo no puedo perderme la quedada con mis primos americanos. - Respondió el aludido sin darle mucha importancia, pero su madre estaba en modo pasivo-agresivo y mecía al bebé, hablándole a este en vez de a su hijo. - Luego los bebés crecen y echamos de menos el tiempo que no estamos achuchándolos en vez de estar bebiendo por ahí, ¿verdad que sí, lo más bonito de su abuela? - ¡En fin! - Recondujo Andrew, viendo que aquello era batalla perdida y que ninguno pensaba bajarse de su burro. - Mayores de edad, por favor, síganme. - A Fergus se le puso cara de perro abandonado, y empezó a mirar a su madre. Betty ya tenía mirada de "tú no eres mayor de edad así que ya sabes", pero Siobhán se le enganchó del hombro sin que el chico se lo viera venir, sin duda. Se puso colorado hasta las orejas, de hecho, pero por supuesto que la fachada de chulito de Ilvermorny no la iba a tirar tan fácilmente. - A ver, muchacho. Estoy dispuesta a conseguir que mi hermana haga la vista gorda contigo si respondes a las preguntas adecuadas. - El chico, tratando de disimular el tembleque, soltó un bufido de superioridad. - Por favor, prima. Soy Serpiente Cornuda, contestar preguntas bien es lo mío. - Cuidado, que lleva trampa. - Advirtió Nancy, provocando risillas alrededor, pero Marcus se perdió el interrogatorio porque tenía algo mejor que hacer.
- ¡Pajarito! - Le dijo a Alice, agarrándola de la cintura por la espalda y dejando un fuerte y furtivo beso en su mejilla. - Entre tanta gente, te me pierdes. - Señaló a sus primos con la cabeza. - Algo me dice que nos espera una noche bastante larga. Y divertida. - Se acercó y susurró, gracioso. - Venga, apuestas: ¿cuáles crees que van a ser las mejores combinaciones y quién ves más probable que no aguante a quién? -
Sintió cómo su madre se colocaba a su lado en un momento determinado y, en silencio, llenaba el pecho de aire y lo soltaba poco a poco. - Y pensar que durante toda tu vida creí que tenerte en contacto con tu familia era llevarte a casa Horner. - Se le entristeció el semblante. Se acercó a ella y apoyó la cabeza en su hombro. - Es tu familia, mamá. Y la mía. Yo me alegro de haber formado parte de ella. - Marcus, no mientas... - No miento. - Quitó la cabeza de su apoyo y la miró. - Ya sabes lo mucho que quiero al tío Phillip, a la tía Andrómeda y a Miranda y Lucas. - Se quedó en silencio. Emma le miró. - Haces bien en que te sobren los demás. - Chasqueó la lengua. - Siguen siendo mi familia. Después de todo lo ocurrido no quiero demasiado trato con ellos, pero no me arrepiento de haberlo tenido en el pasado. - La miró a los ojos. - Y ninguna persona de raíces irlandesas va a obligar a nadie a romper con su familia. - Emma soltó aire por la nariz, mirando al entorno. Bajó los párpados. - Aquí es donde teníamos que haber estado viniendo. - Bueno, aquí estamos. Es lo que importa. - La mujer le miró y sonrió levemente. Marcus le dio un toquecito con el hombro. - Y te guuuuuuuuusta, reconóóóóócelo. - Pero no pienso tener condescendencia con el próximo que me ponga en evidencia en una aduana. - Marcus soltó una carcajada, pero su madre no se reía. Carraspeó. - No volverá a ocurrir. - Ladeó la cabeza varias veces. - Por lo que a mí respecta. - Ya. Si en el fondo sé qué batallas tengo perdidas. - Ambos rieron. - Por cierto, veo que te ha salido una fan. - Añadió, señalando con un gesto de la mirada al exterior, donde Saoirse se escondía tras un muñeco de nieve esperando a darle un susto al primero que pasaba por allí. Emma dijo con una sonrisilla. - Esa niña está hecha de la piel del diablo... Pero ha elegido bien. - Marcus volvió a reír a carcajadas. - Qué Slytherin eres, mamá... -
De repente se generó un revuelo que no sabría definir dónde se había originado, pero cuando se fue a dar cuenta, cada padre estaba recogiendo a sus polluelos y acordando ir a las diversas casas, aludiendo al frío, a las horas y al cansancio del viaje en el caso de los americanos. - ¡Bueno! - Dijo Andrew, frotándose las manos. - Llegó el momento de la juventud. - A este muchachote me lo voy a llevar yo. - Comentó Nora, cogiendo a un risueño Brando en brazos del suelo. - Porque sus papis aún están un poquito adolescentes y se les olvida que tienen que ser papis responsables que se acuestan temprano... - Mamá, la vida es muy larga, yo no puedo perderme la quedada con mis primos americanos. - Respondió el aludido sin darle mucha importancia, pero su madre estaba en modo pasivo-agresivo y mecía al bebé, hablándole a este en vez de a su hijo. - Luego los bebés crecen y echamos de menos el tiempo que no estamos achuchándolos en vez de estar bebiendo por ahí, ¿verdad que sí, lo más bonito de su abuela? - ¡En fin! - Recondujo Andrew, viendo que aquello era batalla perdida y que ninguno pensaba bajarse de su burro. - Mayores de edad, por favor, síganme. - A Fergus se le puso cara de perro abandonado, y empezó a mirar a su madre. Betty ya tenía mirada de "tú no eres mayor de edad así que ya sabes", pero Siobhán se le enganchó del hombro sin que el chico se lo viera venir, sin duda. Se puso colorado hasta las orejas, de hecho, pero por supuesto que la fachada de chulito de Ilvermorny no la iba a tirar tan fácilmente. - A ver, muchacho. Estoy dispuesta a conseguir que mi hermana haga la vista gorda contigo si respondes a las preguntas adecuadas. - El chico, tratando de disimular el tembleque, soltó un bufido de superioridad. - Por favor, prima. Soy Serpiente Cornuda, contestar preguntas bien es lo mío. - Cuidado, que lleva trampa. - Advirtió Nancy, provocando risillas alrededor, pero Marcus se perdió el interrogatorio porque tenía algo mejor que hacer.
- ¡Pajarito! - Le dijo a Alice, agarrándola de la cintura por la espalda y dejando un fuerte y furtivo beso en su mejilla. - Entre tanta gente, te me pierdes. - Señaló a sus primos con la cabeza. - Algo me dice que nos espera una noche bastante larga. Y divertida. - Se acercó y susurró, gracioso. - Venga, apuestas: ¿cuáles crees que van a ser las mejores combinaciones y quién ves más probable que no aguante a quién? -
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
— Me parece terrible que las cosas estén así en América. Hija, si yo te contara cómo nos vendían Nueva York cuando yo era joven… Pasábamos tanta hambre, murió tanta gente en la guerra, que no nos quedaba de otra que creer que allí todo sería mejor, porque aquí no se veía esperanza. Por eso tu padre pensó en irse, pero, ¿para qué? ¿Para que la gente no pueda ni ir al médico porque no lo pueden pagar? Aquí jamás habríamos permitido eso. — Shannon asintió tristemente al discurso de tía Amelia. — Ya solo nos quedan los pequeños gestos, y aun así, tanto Betty como Dan muchas veces aceptan colaborar con el hospital, como cuando el huracán, porque saben que es lo mejor para la mayoría, pero… — Ay, cariño, pues deberíais montar eso pero en Irlanda, yo lo veo. Os venís todos, con tus padres, los niños... — Nora, hija, no has cambiado nada desde niña, quieres tener a toda la familia junta. Esta gente tiene su vida ya hecha en América. — La mujer se encogió de hombros. — Pues yo los veo muy irlandeses. Mira como ha llamado Shannon a sus niños. — Todas rieron y la aludida asintió. — Es verdad… Mis padres siempre nos han tenido todo lo posible en contacto con Irlanda, y yo tengo muy buenos recuerdos de cuando vine aquí de pequeña. Pero sí, ya me temo que somos de allí… — Miró por la ventana y vio a sus hijas jugando con los chicos O’Donnell. — Aunque si esos bisnietos tuyos aguantan a mis hijas, Amelia, voy a tener que empezar a planteárselo, hacía mucho que no me sentía tan despreocupada, ¿dónde está mi bebé? — Con mi marido y mi cuñado. — Dijo Nora señalándoles. Era muy gracioso, porque Brando estaba esforzándose fuertemente por no dormirse y seguir riéndose y Arnie, que estaba en horario Estados Unidos todavía, estaba lleno de energía, viviendo su mejor vida.
Y precisamente energía le sobraba a Andrew, que cuando empezaban a recoger, ya empezó a insinuar la continuación de la fiesta. — Uy, yo creo que de esos ya no formamos parte. — Dijo Shannon estirándose y levantándose. — Pero las niñas están tan entretenidas que me da hasta pena irme. — Yo creo que tu marido no opina igual, querida, además, en la granja de Ruairi no les va a faltar entretenimiento tampoco. — Efectivamente, Dan miraba a los lados, como un niño que se ha perdido y necesita que alguien le oriente. Nora ya ni estaba escuchando, porque estaba regañando a Andrew, y Amelia suspiró. — Esta hija, últimamente se inventa problemas… — Todos necesitamos sentirnos útiles, tía. — Le recordó ella en voz bajita, con una sonrisa, mientras se levantaba porque, obviamente, ella asumía que se iba a donde fuera la joven marabunta. Y, por lo visto, Fergus se apuntaba también. Vio por el rabillo del ojo a Betty suspirar y se acercó a ella. — Tranquila, esto es Ballyknow. Tooooodos le van a incitar a que salga y llegue tarde, pero también todos van a estar pendientes de él y de que no haga tonterías. — Señaló a Siobhán y Nancy. — ¿Ves a esas dos? Son como madres con todos los demás. — La mujer sonrió y la rodeó con un brazo. —Si lo dice mi inglesa favorita, que también es la suya… — Alice rio. — Uy, yo creo que estoy perdiendo posiciones ahí, eh. — Le devolvió el abrazo. — Me alegro de poder vernos así. — Betty asintió. — Vienen unos días curiosos cuanto menos. — ¡NOS VAMOS LOS JÓVENES! — Declaró su tía. — No nos cabía duda. — Dijo ella. — ¿Pero los de cuarenta somos jóvenes también? — ¡NO FALTABA MÁS! Venga, Erinita, que estamos en tu pueblo, no fastidies. — No, allí nadie estaba cansado, desde luego.
Sintió cómo Marcus la encontraba cuando estaba aún abrigándose y respondió a su abrazo y su beso. — Ya te echaba de menos, afamado alquimista O’Donnell. — Le dio la mano y empezaron a caminar por la finísima capa de nieve que probablemente sirviera de base para colmatar la que cayera esa noche. Puso su sonrisita pilla a su pregunta y entornó los ojos cómicamente. — Yo diría que Nancy ya ha elegido a sus favoritos. — Señaló a los tres. — Lex para hablar de quidditch y Junior… En fin, parece hechizada por él, quién lo hubiera dicho. — Miró hacia atrás a su tía, Siobhán y Sophia, que iban hablando a gritos, con Erin, Martha y Cerys riéndose en bajito. — La tata se ha autoproclamado parte del grupo de las chicas jóvenes, y Erin tiene un club de fans que no había tenido nunca, y yo creo que Siobhán de momento está contenta, pero le doy un día y medio para que vea cuántos zapatos de piel tiene Sandy para que le dé ecoansiedad. — Rio con su novio, apoyándose en su hombro. — ¿Y tú qué ves? —
Charlando, llegaron al pub, causando un revuelo tremendo, porque eran muchísima gente, pero Ginny y Wendy les recibieron ilusionadas. — ¡Mira, Ciarán! ¡Todos estos son mi familia! — El chico parpadeó. — Wow, hola, hola… — Alice se acercó a él. — Me han dicho que ahora eres barman. — Él rio. — Verás cuando se entere mi hermana, siempre ha querido hacerme un hombre de provecho. — Oye, pues más provechoso que esto… — Si tenemos que dar de beber a toda esta gente, me temo que va a dejar de serlo. — Ginny se había subido en una mesa y les interrumpió con su hechizo amplificador de voz. — ¡BALLYKNOW! ¡Os presento a los Lacey de América! Bueno, y algún que otro O’Donnell y Gallia, pero para cuando preguntéis, son Lacey del mediano de la Rosie Lacey, ¿vale? El que se fue a América. Para que no les acoséis a genealogías. Y a todos mis primos ¡que corran las pintas y las patatas! Hay billar, hay dardos, y sobre todo, tengo varios juegos en la cabeza que podemos hacer. Mientras tanto ¡QUE NO PARE EL RITMO! — Y lanzó un hechizo a un gramófono que hizo que la música empezara a atronar.
Y precisamente energía le sobraba a Andrew, que cuando empezaban a recoger, ya empezó a insinuar la continuación de la fiesta. — Uy, yo creo que de esos ya no formamos parte. — Dijo Shannon estirándose y levantándose. — Pero las niñas están tan entretenidas que me da hasta pena irme. — Yo creo que tu marido no opina igual, querida, además, en la granja de Ruairi no les va a faltar entretenimiento tampoco. — Efectivamente, Dan miraba a los lados, como un niño que se ha perdido y necesita que alguien le oriente. Nora ya ni estaba escuchando, porque estaba regañando a Andrew, y Amelia suspiró. — Esta hija, últimamente se inventa problemas… — Todos necesitamos sentirnos útiles, tía. — Le recordó ella en voz bajita, con una sonrisa, mientras se levantaba porque, obviamente, ella asumía que se iba a donde fuera la joven marabunta. Y, por lo visto, Fergus se apuntaba también. Vio por el rabillo del ojo a Betty suspirar y se acercó a ella. — Tranquila, esto es Ballyknow. Tooooodos le van a incitar a que salga y llegue tarde, pero también todos van a estar pendientes de él y de que no haga tonterías. — Señaló a Siobhán y Nancy. — ¿Ves a esas dos? Son como madres con todos los demás. — La mujer sonrió y la rodeó con un brazo. —Si lo dice mi inglesa favorita, que también es la suya… — Alice rio. — Uy, yo creo que estoy perdiendo posiciones ahí, eh. — Le devolvió el abrazo. — Me alegro de poder vernos así. — Betty asintió. — Vienen unos días curiosos cuanto menos. — ¡NOS VAMOS LOS JÓVENES! — Declaró su tía. — No nos cabía duda. — Dijo ella. — ¿Pero los de cuarenta somos jóvenes también? — ¡NO FALTABA MÁS! Venga, Erinita, que estamos en tu pueblo, no fastidies. — No, allí nadie estaba cansado, desde luego.
Sintió cómo Marcus la encontraba cuando estaba aún abrigándose y respondió a su abrazo y su beso. — Ya te echaba de menos, afamado alquimista O’Donnell. — Le dio la mano y empezaron a caminar por la finísima capa de nieve que probablemente sirviera de base para colmatar la que cayera esa noche. Puso su sonrisita pilla a su pregunta y entornó los ojos cómicamente. — Yo diría que Nancy ya ha elegido a sus favoritos. — Señaló a los tres. — Lex para hablar de quidditch y Junior… En fin, parece hechizada por él, quién lo hubiera dicho. — Miró hacia atrás a su tía, Siobhán y Sophia, que iban hablando a gritos, con Erin, Martha y Cerys riéndose en bajito. — La tata se ha autoproclamado parte del grupo de las chicas jóvenes, y Erin tiene un club de fans que no había tenido nunca, y yo creo que Siobhán de momento está contenta, pero le doy un día y medio para que vea cuántos zapatos de piel tiene Sandy para que le dé ecoansiedad. — Rio con su novio, apoyándose en su hombro. — ¿Y tú qué ves? —
Charlando, llegaron al pub, causando un revuelo tremendo, porque eran muchísima gente, pero Ginny y Wendy les recibieron ilusionadas. — ¡Mira, Ciarán! ¡Todos estos son mi familia! — El chico parpadeó. — Wow, hola, hola… — Alice se acercó a él. — Me han dicho que ahora eres barman. — Él rio. — Verás cuando se entere mi hermana, siempre ha querido hacerme un hombre de provecho. — Oye, pues más provechoso que esto… — Si tenemos que dar de beber a toda esta gente, me temo que va a dejar de serlo. — Ginny se había subido en una mesa y les interrumpió con su hechizo amplificador de voz. — ¡BALLYKNOW! ¡Os presento a los Lacey de América! Bueno, y algún que otro O’Donnell y Gallia, pero para cuando preguntéis, son Lacey del mediano de la Rosie Lacey, ¿vale? El que se fue a América. Para que no les acoséis a genealogías. Y a todos mis primos ¡que corran las pintas y las patatas! Hay billar, hay dardos, y sobre todo, tengo varios juegos en la cabeza que podemos hacer. Mientras tanto ¡QUE NO PARE EL RITMO! — Y lanzó un hechizo a un gramófono que hizo que la música empezara a atronar.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Rio al tiempo que hacía una pedorreta. - Estos Ave del Trueno te venderían arena en el desierto. Increíble que mi prima la erudita se inhabilite de esta manera cuando se habla de quidditch. - Aunque era graciosísimo de ver. Lo de la ecoansiedad le tuvo un buen rato tapándose la mano con la boca para no ser tan descarado de ir riéndose a carcajadas, pero se le salían las lágrimas de aguantarse. Cuando pudo hablar de nuevo, dijo. - Coincido, y añado que el grupo Erin-Martha-Cerys va a establecer un perímetro de distancia con Jason que va a ocupar más hectáreas que su granja. - Arqueó las cejas. - ¡Ah! Y se ha producido una alianza que estoy por calificar de peligrosa entre la Saoirse americana y mi madre. Mi padre está pecando de pasar demasiado tiempo con los bebés y lo está malinterpretando. Yo estoy por hacer otro perímetro de hectáreas. - Hizo un gesto con la mano. - Bueno, y si crees que Frankie Junior se ha ganado a Nancy, es que no has visto cómo se reía el tío Cletus con tu tata. Esa tiene ya pase VIP en el pueblo. - Y, viendo lo diligente que iba, ya mismo lo iba a tener también en el bar.
Bien feliz, fue a acercarse junto a Alice a agradecer al pobre Ciarán que se quedara a cargo del bar para que Ginny y Wendy pudieran ir a la aduana (bueno, con la que habían liado, no sabía si "agradecer" era el verbo correcto), cuando se vio arrollado por el huracán Violet. - Mi guapísimo sobrino alquimista. - Le dio un beso tan fuerte en la mejilla que le dejó el pómulo dolorido y puede que varias uñas marcadas. - Qué calladito te tenías este pueblo tan molón. - Mi querida tía política, yo lo conocí hace un mes, no lo olvides. - Tunante. Eres un peligro, así tienes a mi sobrina. - Se le enganchó del brazo y miró al entorno. - Y ahora, hazme un buen análisis de tus familiares. - La miró con una ceja arqueada. - No sé qué quieres que te cuente que no sepas ya. - Oh, por favor, no he esperado a que te separes de la vigilancia de la prefecta Horner para que me vengas con esas. - Tú tienes buen ojo de sobra. Y mi tía ya te habrá contado. - Violet le miró con aburrimiento. - Sí, soy experta en todo el currículum animalesco de tus familiares adictos a los bichos. Ahora, dame la información que me interesa. - Marcus rio y señaló con la cabeza. - Ginny es básicamente tu yo irlandés. - Lo había imaginado. Me gusta, me la apunto. - Con Frankie Junior creo que puedes llevarte muy bien. Y bueno... con Sandy... depende. - Violet le miró con una sonrisa ladeada. - ¿Y las dos lesbianas que persiguen a mi novia? - Marcus frunció los labios y Violet soltó una fuerte carcajada. - ¡Tranquilo! Ya sé que tengo un historial lleno de armarios rotos, pero vengo aquí en son de paz. ¡Eh, pelirroja! - Erin se giró, espaventada y siendo interrumpida en su conversación sin fin con Martha. - Perdona, bombón pelirrojo, mala elección de palabras. ¡La del bar, la que es como yo en pelirrojo! - ¡Esa soy yo! - Saltó Ginny desde la otra punta, con varias botellas sirviendo cócteles en el aire tras de sí. Sin ningún tacto, Violet se desenganchó de él, prácticamente empujándole a su paso, y se fue para la barra. - Tú y yo vamos a hacer un dúo guay. - ¡Venga! ¿Cuál es tu propuesta? - Nos vamos a llamar Champán y Guiness. - Ginny soltó una estruendosa carcajada. - ¡Hecho! -
Y sellado su pacto particular con Violet, Ginny se subió a la mesa e hizo que la música empezara a tronar. Se acercó a Alice y, llegando a ella, les cayó encima una de sus primas. - ¡¡ESTOY ENCANTADA DE ESTAR AQUÍ!! ¡¡SOY MÁS FELIZ QUE EN TODA MI VIDA!! - Marcus y Alice se miraron, con sonrisillas. Sophia siguió, hiperexcitada. - ¿¿HABÉIS VISTO CUÁNTOS PELIRROJOS?? ¿QUÉ PROBABILIDAD HABÍA? ESTADÍSTICAMENTE NO SOMOS TANTOS. - Prima, se te oye bien desde aquí. - Bromeó entre risas, porque con los gritos le iba a partir el tímpano. Sophia tenía cada brazo por encima de uno de ellos y daba saltos, suponía que siguiendo de alguna manera el ritmo de la música. - ¡ESTO ES GENIAL! ¡HOY NO VOY A DORMIR NADA! - Di que sí, guapa. - Apareció Allison por encima de su hombro, junto con un chupito volador. - Toma, otro, por ser la pelirroja más estadística que he conocido. - Y tú la amante de las escobas menos pesada que conozco. Dios, mi hermano es muy pesado. - Y dicho esto, se echó a reír de su propia broma y se tomó de un trago el chupito, haciendo a Allison reír también. Marcus, con cierta tensión, le dijo a la rubia. - ¿Ya estamos con la crema de whiskey? - Primito, nunca se deja de estar con la crema de whiskey. Salvo que estés preñada. - ¡NO ESTOY PREÑADAAAA! - Celebró Sophia con la alegría de quien clama que ha ganado un premio, seguida de una onomatopeya de victoria de Allison. Marcus miró a Alice. - Esta alianza se nos había pasado. -
Bien feliz, fue a acercarse junto a Alice a agradecer al pobre Ciarán que se quedara a cargo del bar para que Ginny y Wendy pudieran ir a la aduana (bueno, con la que habían liado, no sabía si "agradecer" era el verbo correcto), cuando se vio arrollado por el huracán Violet. - Mi guapísimo sobrino alquimista. - Le dio un beso tan fuerte en la mejilla que le dejó el pómulo dolorido y puede que varias uñas marcadas. - Qué calladito te tenías este pueblo tan molón. - Mi querida tía política, yo lo conocí hace un mes, no lo olvides. - Tunante. Eres un peligro, así tienes a mi sobrina. - Se le enganchó del brazo y miró al entorno. - Y ahora, hazme un buen análisis de tus familiares. - La miró con una ceja arqueada. - No sé qué quieres que te cuente que no sepas ya. - Oh, por favor, no he esperado a que te separes de la vigilancia de la prefecta Horner para que me vengas con esas. - Tú tienes buen ojo de sobra. Y mi tía ya te habrá contado. - Violet le miró con aburrimiento. - Sí, soy experta en todo el currículum animalesco de tus familiares adictos a los bichos. Ahora, dame la información que me interesa. - Marcus rio y señaló con la cabeza. - Ginny es básicamente tu yo irlandés. - Lo había imaginado. Me gusta, me la apunto. - Con Frankie Junior creo que puedes llevarte muy bien. Y bueno... con Sandy... depende. - Violet le miró con una sonrisa ladeada. - ¿Y las dos lesbianas que persiguen a mi novia? - Marcus frunció los labios y Violet soltó una fuerte carcajada. - ¡Tranquilo! Ya sé que tengo un historial lleno de armarios rotos, pero vengo aquí en son de paz. ¡Eh, pelirroja! - Erin se giró, espaventada y siendo interrumpida en su conversación sin fin con Martha. - Perdona, bombón pelirrojo, mala elección de palabras. ¡La del bar, la que es como yo en pelirrojo! - ¡Esa soy yo! - Saltó Ginny desde la otra punta, con varias botellas sirviendo cócteles en el aire tras de sí. Sin ningún tacto, Violet se desenganchó de él, prácticamente empujándole a su paso, y se fue para la barra. - Tú y yo vamos a hacer un dúo guay. - ¡Venga! ¿Cuál es tu propuesta? - Nos vamos a llamar Champán y Guiness. - Ginny soltó una estruendosa carcajada. - ¡Hecho! -
Y sellado su pacto particular con Violet, Ginny se subió a la mesa e hizo que la música empezara a tronar. Se acercó a Alice y, llegando a ella, les cayó encima una de sus primas. - ¡¡ESTOY ENCANTADA DE ESTAR AQUÍ!! ¡¡SOY MÁS FELIZ QUE EN TODA MI VIDA!! - Marcus y Alice se miraron, con sonrisillas. Sophia siguió, hiperexcitada. - ¿¿HABÉIS VISTO CUÁNTOS PELIRROJOS?? ¿QUÉ PROBABILIDAD HABÍA? ESTADÍSTICAMENTE NO SOMOS TANTOS. - Prima, se te oye bien desde aquí. - Bromeó entre risas, porque con los gritos le iba a partir el tímpano. Sophia tenía cada brazo por encima de uno de ellos y daba saltos, suponía que siguiendo de alguna manera el ritmo de la música. - ¡ESTO ES GENIAL! ¡HOY NO VOY A DORMIR NADA! - Di que sí, guapa. - Apareció Allison por encima de su hombro, junto con un chupito volador. - Toma, otro, por ser la pelirroja más estadística que he conocido. - Y tú la amante de las escobas menos pesada que conozco. Dios, mi hermano es muy pesado. - Y dicho esto, se echó a reír de su propia broma y se tomó de un trago el chupito, haciendo a Allison reír también. Marcus, con cierta tensión, le dijo a la rubia. - ¿Ya estamos con la crema de whiskey? - Primito, nunca se deja de estar con la crema de whiskey. Salvo que estés preñada. - ¡NO ESTOY PREÑADAAAA! - Celebró Sophia con la alegría de quien clama que ha ganado un premio, seguida de una onomatopeya de victoria de Allison. Marcus miró a Alice. - Esta alianza se nos había pasado. -
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Desde luego, el sino de su vida era llegar a un sitio y que, si estaba su tía, se hiciera con él, y en Irlanda, eso estaba especialmente tirado, porque su tata era una apóstol del alcohol y la fiesta, y allí tenía varios acólitos dispuestos a seguirla. Martha, Cerys y Erin ya no estaban ni a la vista, se estarían escondiendo con razón, porque aquello empezaba a ser un pandemonio. De hecho, cuando, estaba a punto de reunirse con Marcus porque, cómo no, ya les habían separado otra vez, una Sophia hiperexcitada por la presencia de pelirrojos, le cayó encima. — Tú sigue así, yo creo que os adoptan a todos y al final no os vais ninguno. — Dijo, riéndose, porque realmente se alegraba de ver a Sophia tan integrada y feliz. La que estaba pelín feliz de más era Allison, pero cualquiera le decía nada, no lo hubiera escuchado tampoco. Y se estaba riendo por la reacción de ambas, pero había algo que le picaba en el fondo de su mente, algo de lo que habían dicho…
— ¡A ver, cuñadita! Cuidado con esa cremita que tenemos un menor por aquí. — Pero soy muy maduro para mi edad. — Siobhán y Fergus habían hecho acto de presencia, y le rompieron la concentración. — Mis perdones. ¿Tienes menos de diecisiete? — Dijo la chica, mirando a Fergus de arriba abajo. — Sí, pero él se cree que tiene más. — Contestó Sophia. — Mi querida hermanita se va por ahí de farra a Nueva York con los primos ingleses, acaba en la cama de un jugador de quidditch, y todavía tiene la cara de meterse conmigo. — Alice abrió mucho los ojos. — ¿A ti quién te ha contado esa historia? — La prima Sandy. — ¡Fue por preservar los genes pelirrojos! ¡Claramente hay escasez allá de donde venís! — Gritó Allison, recolgándose de Sophia. — Tú no lo entiendes, yo sí. ¿A que sí, cariño? — La aludida asintió sacando los morritos y abrazándose de vuelta a Allison. Y entonces aparecieron por allí Wendy y la mencionada Sandy, de la mano, riéndose como dos colegialas. — ¡Sandy está triunfando! ¡Ya hay por lo menos dos del pueblo y uno de Connemara que van detrás de ella como tontos! — Pero el tuyo no, ¿no? — Preguntó Siobhán. — No, el mío no… ¡AY, PRIMA! Calla, que me lías. Que Ciarán es un amigo muy querido. — Especialmente querido en la noche de trivial. — Le picó Alice. Sandy abrió mucho los ojos y la boca. — ¿CÓÓÓÓMO? ¿Que ha pasado algo con Ciarán y no me lo has contado, zorri? — Sí, como si os conocierais de toda la vida, pensó Alice, entornando los ojos. Wendy rio ligeramente. — Ay, calla, calla, que esta gente tiene unas cosas… —
— ¡A VER! ¡QUE EMPEZAMOS CON EL PRIMER JUEGO! — Anunció Ginny, subiéndose al pequeño escenario que tenían, al que se había subido con Junior. — Como aún no nos conocemos mucho, esto va a estar entretenido, y además aquí suelen salir cosas que no les contamos ni a los más íntimos, está entretenido. El funcionamiento es muy sencillo, subís aquí y, con mi maravilloso hechizo altavoz, contáis dos historias, una es falsa y la otra no, tenemos que votar. Si la mayoría del público falla, el cuentacuentos se lleva un chupito de lo que quiera, pero si aciertan, es que muy bien no estaba planteada la historia y somos Wendy y yo las que elegimos qué tiene que beber y NO SOMOS BENEVOLENTES. Vivi es nuestra consejera, además. — Otras que ya estaban como hermanas. No le cabía duda tampoco. — El primero en ofrecerse ha sido este muchachote tan valiente, que es Ave de la tormenta o como sea que os llaméis allí al otro lado del charco. Gryffindor, para entendernos. ¡A ver! ¿Dónde están mis otros pelirrojos? Ahí está tu hermana y el otro… Oye, tú no eres pelirrojo. De hecho, te pareces al primo Marcus. — Dijo mirando a Fergus, que levantó los brazos con falsa modestia y giró sobre sí mismo. — Me lo dicen mucho. — Bueno, vosotros, aunque lo sepáis no os chivéis ni deis pistas. — Se giró hacia el chico y dijo. — Todo tuyo, Junior. — Desde luego que todo suyo, porque Frankie era de las personas que mejor se sentía con toda la atención y el bastón de mando del mundo. — Buenas noches, Ballyknow. — Dijo con su mejor sonrisa encantadora, y escuchó varios suspiros femeninos. — Mis dos historias son de amor. La primera cuenta cómo en Ilvermony conocí a una chica que era canadiense y absolutamente preciosa. Era de antepasados irlandeses también, así que conectamos enseguida y yo solo quería verla sonreír a todas horas, pero ella echaba de menos su tierra y decía que quería volver a ver las cataratas del Niágara, así que creí que merecía la pena romper las normas por una vez… — Sophia rio con escepticismo, y Alice y Marcus no pudieron evitarlo también. — Y me la llevé en escoba a verlas. Llegamos hasta allí, pasamos una tarde perfecta y… Llegaron los tutores y nuestros padres a matarnos por habernos escapado, y nos cayó un castigo monumental, pero mereció la pena. — Los suspiros y “awwws” iban en aumento. Hasta Siobhán estaba con los ojitos brillantes. — Pero bueno, Siobhán… ¿Dónde queda tu odio a los príncipes azules? — La picó. — ¡Ah, por favor! Yo siempre voy a admirar un gesto bonito sin pretensiones… — Uy sí, sin pretensiones mi hermano… — Dijo Sophia, volviendo a reírse. — Bueno, la segunda es de mi amor al quidditch. Siempre me ha gustado, por influencia de mi padre, pero claro, cuando era muy pequeño no podía jugar, así que ponía a mi hermana a lanzarme la pelota desde la ventana de nuestra casa y yo cogía una escoba muggle y hacía como que volaba para cogerla… — Más “awwws” en la sala. Parecía que estaba echando un pulsito con Sandy a ver quién ligaba más. — Hasta que un día, me emocioné tanto que levité sin darme cuenta y no sabía qué hacer, porque en Nueva York está todo lleno de nomajs, y no se me ocurrió otra cosa que que pensaran que me había tirado de una ventana, dejándome caer y mi hermana y mi padre, que eran los que estaban en casa, tuvieron un pequeño lío con la poli nomaj hasta que apareció por allí un agente del MACUSA. —
— ¡A ver, cuñadita! Cuidado con esa cremita que tenemos un menor por aquí. — Pero soy muy maduro para mi edad. — Siobhán y Fergus habían hecho acto de presencia, y le rompieron la concentración. — Mis perdones. ¿Tienes menos de diecisiete? — Dijo la chica, mirando a Fergus de arriba abajo. — Sí, pero él se cree que tiene más. — Contestó Sophia. — Mi querida hermanita se va por ahí de farra a Nueva York con los primos ingleses, acaba en la cama de un jugador de quidditch, y todavía tiene la cara de meterse conmigo. — Alice abrió mucho los ojos. — ¿A ti quién te ha contado esa historia? — La prima Sandy. — ¡Fue por preservar los genes pelirrojos! ¡Claramente hay escasez allá de donde venís! — Gritó Allison, recolgándose de Sophia. — Tú no lo entiendes, yo sí. ¿A que sí, cariño? — La aludida asintió sacando los morritos y abrazándose de vuelta a Allison. Y entonces aparecieron por allí Wendy y la mencionada Sandy, de la mano, riéndose como dos colegialas. — ¡Sandy está triunfando! ¡Ya hay por lo menos dos del pueblo y uno de Connemara que van detrás de ella como tontos! — Pero el tuyo no, ¿no? — Preguntó Siobhán. — No, el mío no… ¡AY, PRIMA! Calla, que me lías. Que Ciarán es un amigo muy querido. — Especialmente querido en la noche de trivial. — Le picó Alice. Sandy abrió mucho los ojos y la boca. — ¿CÓÓÓÓMO? ¿Que ha pasado algo con Ciarán y no me lo has contado, zorri? — Sí, como si os conocierais de toda la vida, pensó Alice, entornando los ojos. Wendy rio ligeramente. — Ay, calla, calla, que esta gente tiene unas cosas… —
— ¡A VER! ¡QUE EMPEZAMOS CON EL PRIMER JUEGO! — Anunció Ginny, subiéndose al pequeño escenario que tenían, al que se había subido con Junior. — Como aún no nos conocemos mucho, esto va a estar entretenido, y además aquí suelen salir cosas que no les contamos ni a los más íntimos, está entretenido. El funcionamiento es muy sencillo, subís aquí y, con mi maravilloso hechizo altavoz, contáis dos historias, una es falsa y la otra no, tenemos que votar. Si la mayoría del público falla, el cuentacuentos se lleva un chupito de lo que quiera, pero si aciertan, es que muy bien no estaba planteada la historia y somos Wendy y yo las que elegimos qué tiene que beber y NO SOMOS BENEVOLENTES. Vivi es nuestra consejera, además. — Otras que ya estaban como hermanas. No le cabía duda tampoco. — El primero en ofrecerse ha sido este muchachote tan valiente, que es Ave de la tormenta o como sea que os llaméis allí al otro lado del charco. Gryffindor, para entendernos. ¡A ver! ¿Dónde están mis otros pelirrojos? Ahí está tu hermana y el otro… Oye, tú no eres pelirrojo. De hecho, te pareces al primo Marcus. — Dijo mirando a Fergus, que levantó los brazos con falsa modestia y giró sobre sí mismo. — Me lo dicen mucho. — Bueno, vosotros, aunque lo sepáis no os chivéis ni deis pistas. — Se giró hacia el chico y dijo. — Todo tuyo, Junior. — Desde luego que todo suyo, porque Frankie era de las personas que mejor se sentía con toda la atención y el bastón de mando del mundo. — Buenas noches, Ballyknow. — Dijo con su mejor sonrisa encantadora, y escuchó varios suspiros femeninos. — Mis dos historias son de amor. La primera cuenta cómo en Ilvermony conocí a una chica que era canadiense y absolutamente preciosa. Era de antepasados irlandeses también, así que conectamos enseguida y yo solo quería verla sonreír a todas horas, pero ella echaba de menos su tierra y decía que quería volver a ver las cataratas del Niágara, así que creí que merecía la pena romper las normas por una vez… — Sophia rio con escepticismo, y Alice y Marcus no pudieron evitarlo también. — Y me la llevé en escoba a verlas. Llegamos hasta allí, pasamos una tarde perfecta y… Llegaron los tutores y nuestros padres a matarnos por habernos escapado, y nos cayó un castigo monumental, pero mereció la pena. — Los suspiros y “awwws” iban en aumento. Hasta Siobhán estaba con los ojitos brillantes. — Pero bueno, Siobhán… ¿Dónde queda tu odio a los príncipes azules? — La picó. — ¡Ah, por favor! Yo siempre voy a admirar un gesto bonito sin pretensiones… — Uy sí, sin pretensiones mi hermano… — Dijo Sophia, volviendo a reírse. — Bueno, la segunda es de mi amor al quidditch. Siempre me ha gustado, por influencia de mi padre, pero claro, cuando era muy pequeño no podía jugar, así que ponía a mi hermana a lanzarme la pelota desde la ventana de nuestra casa y yo cogía una escoba muggle y hacía como que volaba para cogerla… — Más “awwws” en la sala. Parecía que estaba echando un pulsito con Sandy a ver quién ligaba más. — Hasta que un día, me emocioné tanto que levité sin darme cuenta y no sabía qué hacer, porque en Nueva York está todo lleno de nomajs, y no se me ocurrió otra cosa que que pensaran que me había tirado de una ventana, dejándome caer y mi hermana y mi padre, que eran los que estaban en casa, tuvieron un pequeño lío con la poli nomaj hasta que apareció por allí un agente del MACUSA. —
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
La aparición de Fergus y Siobhán le tenía muerto de risa, aunque aspiró una exclamación, llevándose las manos a la boca y abriendo mucho los ojos como un niño sorprendido, cuando Fergus desveló por ahí las intimidades fiesteras de Sophia. Acto seguido, le señaló. - Y estos se llevaron a Dylan a la farra, y ese sí que es menor. - Menor se es o no se es. - Apuntó Siobhán, a lo que Fergus subió las manos. - Pero se puede ser menor, hiper menor como el bebé de la de la crema de whiskey, o bastante menor, como el hermano de Alice. Y ahí estaba, de fiesta. - Pero solo bebió zumos. Y la salida fue aprobada y asegurada precisamente por tu madre. - Se defendió Marcus, a lo que Fergus puso cara de ofensa. - ¡Y la mía también! - Pero casi no se oye el final de la frase porque todos fueron burlas y risas que ponían bastante en duda cuán aprobada estaba la salida de Fergus por parte de Betty.
Otras que parecían haber generado una curiosa alianza hacían sido Wendy y Sandy, tanto que la segunda ya parecía tener fichados a todos los chicos del pueblo y a parte de los del pueblo de al lado, y ya veía a Ginny mirando con ojos entrecerrados a Wendy por dejar todas las tareas del bar en manos de ella por estar haciendo tonterías por ahí. Probablemente y en parte por eso (y también por evitar que se siguiera dando cuerda al tema de Ciarán, que revoloteaba por allí sin perder de vista a Wendy y de seguro iba a encantarle saber que estaban hablando de él), Ginny llamó la atención de todos con un juego. En lo que Ginny explicaba el juego con Frankie Junior al lado (por algún motivo que no tardaría en descubrir), Lex brotó a su lado, con una sonrisa que no estaba acostumbrado a verle entre tanta gente y caos. - ¡Hombre! Por un momento pensé que te había olvidado en Londres. - Lex se encogió de hombros como toda respuesta, atendiendo a Frankie y sin perder la sonrisa. - Te han quitado a tu compi de quidditch y te has venido en busca de tu hermano ¿eh? Segundo plato. Feísimo. - Ponte a la cola, bonito. - Ah, que tenía a Nancy agarrada del brazo contrario. Ni la había visto. - Que esta compi del quidditch no le ha abandonado para ganarse el favor del público. - Marcus puso cara de exagerada sorpresa y la señaló, aunque mirando a Lex. - Cuidado con esta, que te lía. Es la peor. - Nancy le soltó una sonora pedorreta que hizo a todos reír, pero atendieron a los del juego.
Rodó los ojos exageradamente, con una sonrisilla y mirando con complicidad a Alice, cuando Ginny dijo que Frankie se había ofrecido voluntario para ser protagonista, y aún le quedaba hacerlo otra vez con esa declaración al principio de las historias. Pero, en mitad, casi le da un infarto cuando dos voces gritaron al unísono detrás de él. - ¡¡DEL TRUENO!! - Movimiento que, del sobresalto, hizo que le salpicara la pinta en la camisa. Miró hacia atrás con reproche: al parecer, Martha y Erin habían considerado de extrema necesidad corregir la desidia gramatical de Ginny con respecto al ave representativa de la casa de Frankie. Batalla perdida, no se iba a molestar ni en decir nada.
Las historias eran para verlas, y se estaba conteniendo mucho de no abuchear por no interrumpir ni llevarse malas caras, porque claramente era de los pocos que no estaba siendo conquistado por aquel alarde de heroicidad no solo absurda, sino, por supuesto... - ¡Esa es la falsa! - Clamó sobre la primera. Lex le miró entre risas. - No has escuchado la segunda. - Da igual. Esa es falsa. - Afirmó, y luego le miró con falsa gravedad. - Por el bien de mi salud mental, es falsa. No quiero imaginarme siendo prefecto de un alumno capaz de hacer una cosa así. - Lex y Nancy rieron a carcajadas, pero Siobhán pasó por su lado y, con una caída de ojos, dijo. - Y por eso hay que estar hecho de otra pasta para ser prefecto o prefecta de Gryffindor. No gobernando una casa de buenecitos que solo leen. - Mira, si yo te contara... - No, por Dios, la huelga no. - Suspiró Lex, pero estaba muerto de risa con Nancy. Mira, le merecían la pena las burlas por ver a su hermano así.
Se generó un debate intenso en torno a la veracidad de las historias que tenía a Marcus alucinando, porque él no concebía que no pudiera ser la segunda (y no por verídica, sino porque le parecía demasiado locura hasta para un Gryffindor la primera). De hecho, tenía las manos tapándole la cara solo de pensar en el jaleo que habrían ocasionado con la policía, se moría de pensarlo siquiera. - Ay, de verdad. - Dijo en un momento determinado Sandy, con un fuerte suspiro de desdén, cuando todo el corrillo de enamoradas (y algún que otro enamorado) que había generado Frankie en el bar la dejó intervenir. - ¿Os vais a creer lo de la novia canadiense? ¡Por Dios, es un clásico! - Se generó un silencio a su alrededor que la hizo suspirar de nuevo y la obligó a explicarse. - La "novia canadiense" es el típico recurso que usan los tíos cuando no quieren reconocer que están solteros, o que se comen menos roscas de las que alardean... - Eso último lo dijo con tonito y mirando a Frankie, aunque este estaba demasiado ocupado en ponerle sonrisitas conquistadoras a las que andaban por allí. - ...Para fingir que tienen novia. Pero es mentira. Es una excusa pasadísima. - Yo no he dicho que fuera mi novia, prima. He dicho que fue un gesto por amor... - ¡Mentiraaaaaaaaa buuuuuuuuuu! - Empezó a abuchear Andrew. - ¡Esa es mentira! ¡Me quedo con la de la poli! ¡EH, CARIÑO! Apúntate esa, que Brando tiene muchas papeletas de salirnos así, tal y como somos nosotros. - Prefiero no imaginarme a mi hijo haciendo ninguna de las dos PEEEEEEEERO... - Empezó la mencionada. - ...Me quedo yo también con la segunda. - ¡Claro que sí! ¡Chica lista! - Brindó Sophia con ella, pero ya empezó Wendy a hacer aspavientos. - ¡QUE NOOOOO! ¡Yo digo que la historia de las cataratas es la de verdad! - Yo conozco un rincón en la colina blanca desde el que se ven las estrellas. - Aportó Ciarán, así como quien no quiere la cosa, y en el gesto más de hacerse el interesante que tenía en el registro, dejó caer. - Y también sabría llegar con la escoba... - Pero el debate estaba tan encendido que nadie le hizo caso.
- ¡Bueno! Hay una descompensación en favor deeeeee... ¡La historia de las cataratas! - Todos los que habían votado la otra como verídica, incluido Marcus, protestaron enérgicamente, pero Ginny dio su veredicto. - Sácanos de dudas, chico ave DEL TRUENO. - Enfatizó, mirando mal a Martha y Erin, pero estas ya habían desconectado y estaban en una mesa charlando como si nada. - Pues... Lo cierto es que las dos tienen un punto de verdad, pero... - Atentas a la sorpresa: no había ninguna chica canadiense. - Dijo Sandy con retintín. Frankie recuperó la conversación. - ¡Sí que la había, lista! Pero... no en esta historia, lo siento. - Hubo un chasco generalizado, no por parte de los sensatos que habían votado por la otra, claro. - ¡Hala, a beber los erróneos! - Sí que me fui a las cataratas. - ¿Que cómo? - Preguntó Marcus, en pánico. Frankie asintió. - Pero no por una chica, sino porque perdí una apuesta. - No me lo puedo creer... - Suspiró, frotándose la cara. Si lo llega a saber, prefiere la primera versión, que al menos era romántica, y no solo estúpidamente negligente porque sí. - Pero la chica EXISTÍA. - Ay, por Dios. ¿Newman? - Preguntó Sandy casi con desprecio. - ¿Esa es "tu chica canadiense"? Mira, punto uno, no te hacía ni caso, y punto dos, era feísima... - Y no me la llevé a las cataratas, pero sí que me la llevé a... - NO LO QUEREMOS SABER. - Parapetaron Fergus y Sophia casi al unísono, lo que desencadenó las risas de medio bar.
- ¡Venga, va! - Cortó Frankie, después de un buen rato de protagonismo y risas. - Yo ya he abierto la veda, ahora le toca a un irlandés. - ¡Voy yo! - Se animó Nancy, y de varios saltitos se subió al escenario. - Atentos, que voy. - Se aclaró la garganta. - Una vez, de pequeña, había visto una fiesta que se hacía hace muchos años para celebrar el equinoccio de primavera. Tenía mucha base de mitología y eso... - Esa es la de verdad. - ¡Calla, tonta! - Cortó Nancy la interrupción de Allison, entre risas. - Pues resulta que salí al bosque y me entretuve yo haciéndome mi coronita de flores, y me puse flores por el vestido, e iba yo tan feliz paseando por el bosque y hablando sola, porque yo era mucho de hablar sola, cuando de repente me di cuenta de que los animales habían empezado a seguirme. Animalillos de bosque, vaya: conejitos, ardillas, unos mooncalfs que debían haberse salido de una granja... - Y vino una vieja malvada y te ofreció una manzana con veneno. - Se burló Fergus, y todos reían tanto que les dolían hasta los músculos. - Y yo seguía a lo mío, y me adentré tanto en el bosque que de repente me vi metida en una comuna de druidas, y es que había estado siguiendo su ruta sin darme cuenta. Bueno, probablemente algo antropológico dentro de mí llevara hasta allí mis pasos, pero eso no viene al caso. La cuestión es que, para cuando la familia me encontró, poco menos que yo ya estaba bautizada como futura ninfa de los bosques y los druidas iban a adoptarme bajo sus doctrinas. Menos mal que fue la tía Nora, que con sus disculpitas y su tonito suave se camela a cualquiera. - Todos reían a carcajadas. - La segunda historia es que esa celebración la intenté hacer en el primer año de Hogwarts. Hice unos panfletos preciosos con florecitas que se movían y los entregué por todo el colegio, y me puse a las orillas del lago, dispuesta a hacer un ritual fantástico. Lástima que uno de esos panfletos llegó a manos de los prefectos de Slytherin, que decidieron no fiarse de mis buenísimas intenciones, y cuando los profesores vinieron creían que estaba haciendo magia oscura o algo. Fue mi primera pérdida de puntos. Lloré mucho. - Hubo varios sonidos compasivos hasta que Ginny preguntó. - ¡Y bien! ¿Cuál es la verdadera? -
Otras que parecían haber generado una curiosa alianza hacían sido Wendy y Sandy, tanto que la segunda ya parecía tener fichados a todos los chicos del pueblo y a parte de los del pueblo de al lado, y ya veía a Ginny mirando con ojos entrecerrados a Wendy por dejar todas las tareas del bar en manos de ella por estar haciendo tonterías por ahí. Probablemente y en parte por eso (y también por evitar que se siguiera dando cuerda al tema de Ciarán, que revoloteaba por allí sin perder de vista a Wendy y de seguro iba a encantarle saber que estaban hablando de él), Ginny llamó la atención de todos con un juego. En lo que Ginny explicaba el juego con Frankie Junior al lado (por algún motivo que no tardaría en descubrir), Lex brotó a su lado, con una sonrisa que no estaba acostumbrado a verle entre tanta gente y caos. - ¡Hombre! Por un momento pensé que te había olvidado en Londres. - Lex se encogió de hombros como toda respuesta, atendiendo a Frankie y sin perder la sonrisa. - Te han quitado a tu compi de quidditch y te has venido en busca de tu hermano ¿eh? Segundo plato. Feísimo. - Ponte a la cola, bonito. - Ah, que tenía a Nancy agarrada del brazo contrario. Ni la había visto. - Que esta compi del quidditch no le ha abandonado para ganarse el favor del público. - Marcus puso cara de exagerada sorpresa y la señaló, aunque mirando a Lex. - Cuidado con esta, que te lía. Es la peor. - Nancy le soltó una sonora pedorreta que hizo a todos reír, pero atendieron a los del juego.
Rodó los ojos exageradamente, con una sonrisilla y mirando con complicidad a Alice, cuando Ginny dijo que Frankie se había ofrecido voluntario para ser protagonista, y aún le quedaba hacerlo otra vez con esa declaración al principio de las historias. Pero, en mitad, casi le da un infarto cuando dos voces gritaron al unísono detrás de él. - ¡¡DEL TRUENO!! - Movimiento que, del sobresalto, hizo que le salpicara la pinta en la camisa. Miró hacia atrás con reproche: al parecer, Martha y Erin habían considerado de extrema necesidad corregir la desidia gramatical de Ginny con respecto al ave representativa de la casa de Frankie. Batalla perdida, no se iba a molestar ni en decir nada.
Las historias eran para verlas, y se estaba conteniendo mucho de no abuchear por no interrumpir ni llevarse malas caras, porque claramente era de los pocos que no estaba siendo conquistado por aquel alarde de heroicidad no solo absurda, sino, por supuesto... - ¡Esa es la falsa! - Clamó sobre la primera. Lex le miró entre risas. - No has escuchado la segunda. - Da igual. Esa es falsa. - Afirmó, y luego le miró con falsa gravedad. - Por el bien de mi salud mental, es falsa. No quiero imaginarme siendo prefecto de un alumno capaz de hacer una cosa así. - Lex y Nancy rieron a carcajadas, pero Siobhán pasó por su lado y, con una caída de ojos, dijo. - Y por eso hay que estar hecho de otra pasta para ser prefecto o prefecta de Gryffindor. No gobernando una casa de buenecitos que solo leen. - Mira, si yo te contara... - No, por Dios, la huelga no. - Suspiró Lex, pero estaba muerto de risa con Nancy. Mira, le merecían la pena las burlas por ver a su hermano así.
Se generó un debate intenso en torno a la veracidad de las historias que tenía a Marcus alucinando, porque él no concebía que no pudiera ser la segunda (y no por verídica, sino porque le parecía demasiado locura hasta para un Gryffindor la primera). De hecho, tenía las manos tapándole la cara solo de pensar en el jaleo que habrían ocasionado con la policía, se moría de pensarlo siquiera. - Ay, de verdad. - Dijo en un momento determinado Sandy, con un fuerte suspiro de desdén, cuando todo el corrillo de enamoradas (y algún que otro enamorado) que había generado Frankie en el bar la dejó intervenir. - ¿Os vais a creer lo de la novia canadiense? ¡Por Dios, es un clásico! - Se generó un silencio a su alrededor que la hizo suspirar de nuevo y la obligó a explicarse. - La "novia canadiense" es el típico recurso que usan los tíos cuando no quieren reconocer que están solteros, o que se comen menos roscas de las que alardean... - Eso último lo dijo con tonito y mirando a Frankie, aunque este estaba demasiado ocupado en ponerle sonrisitas conquistadoras a las que andaban por allí. - ...Para fingir que tienen novia. Pero es mentira. Es una excusa pasadísima. - Yo no he dicho que fuera mi novia, prima. He dicho que fue un gesto por amor... - ¡Mentiraaaaaaaaa buuuuuuuuuu! - Empezó a abuchear Andrew. - ¡Esa es mentira! ¡Me quedo con la de la poli! ¡EH, CARIÑO! Apúntate esa, que Brando tiene muchas papeletas de salirnos así, tal y como somos nosotros. - Prefiero no imaginarme a mi hijo haciendo ninguna de las dos PEEEEEEEERO... - Empezó la mencionada. - ...Me quedo yo también con la segunda. - ¡Claro que sí! ¡Chica lista! - Brindó Sophia con ella, pero ya empezó Wendy a hacer aspavientos. - ¡QUE NOOOOO! ¡Yo digo que la historia de las cataratas es la de verdad! - Yo conozco un rincón en la colina blanca desde el que se ven las estrellas. - Aportó Ciarán, así como quien no quiere la cosa, y en el gesto más de hacerse el interesante que tenía en el registro, dejó caer. - Y también sabría llegar con la escoba... - Pero el debate estaba tan encendido que nadie le hizo caso.
- ¡Bueno! Hay una descompensación en favor deeeeee... ¡La historia de las cataratas! - Todos los que habían votado la otra como verídica, incluido Marcus, protestaron enérgicamente, pero Ginny dio su veredicto. - Sácanos de dudas, chico ave DEL TRUENO. - Enfatizó, mirando mal a Martha y Erin, pero estas ya habían desconectado y estaban en una mesa charlando como si nada. - Pues... Lo cierto es que las dos tienen un punto de verdad, pero... - Atentas a la sorpresa: no había ninguna chica canadiense. - Dijo Sandy con retintín. Frankie recuperó la conversación. - ¡Sí que la había, lista! Pero... no en esta historia, lo siento. - Hubo un chasco generalizado, no por parte de los sensatos que habían votado por la otra, claro. - ¡Hala, a beber los erróneos! - Sí que me fui a las cataratas. - ¿Que cómo? - Preguntó Marcus, en pánico. Frankie asintió. - Pero no por una chica, sino porque perdí una apuesta. - No me lo puedo creer... - Suspiró, frotándose la cara. Si lo llega a saber, prefiere la primera versión, que al menos era romántica, y no solo estúpidamente negligente porque sí. - Pero la chica EXISTÍA. - Ay, por Dios. ¿Newman? - Preguntó Sandy casi con desprecio. - ¿Esa es "tu chica canadiense"? Mira, punto uno, no te hacía ni caso, y punto dos, era feísima... - Y no me la llevé a las cataratas, pero sí que me la llevé a... - NO LO QUEREMOS SABER. - Parapetaron Fergus y Sophia casi al unísono, lo que desencadenó las risas de medio bar.
- ¡Venga, va! - Cortó Frankie, después de un buen rato de protagonismo y risas. - Yo ya he abierto la veda, ahora le toca a un irlandés. - ¡Voy yo! - Se animó Nancy, y de varios saltitos se subió al escenario. - Atentos, que voy. - Se aclaró la garganta. - Una vez, de pequeña, había visto una fiesta que se hacía hace muchos años para celebrar el equinoccio de primavera. Tenía mucha base de mitología y eso... - Esa es la de verdad. - ¡Calla, tonta! - Cortó Nancy la interrupción de Allison, entre risas. - Pues resulta que salí al bosque y me entretuve yo haciéndome mi coronita de flores, y me puse flores por el vestido, e iba yo tan feliz paseando por el bosque y hablando sola, porque yo era mucho de hablar sola, cuando de repente me di cuenta de que los animales habían empezado a seguirme. Animalillos de bosque, vaya: conejitos, ardillas, unos mooncalfs que debían haberse salido de una granja... - Y vino una vieja malvada y te ofreció una manzana con veneno. - Se burló Fergus, y todos reían tanto que les dolían hasta los músculos. - Y yo seguía a lo mío, y me adentré tanto en el bosque que de repente me vi metida en una comuna de druidas, y es que había estado siguiendo su ruta sin darme cuenta. Bueno, probablemente algo antropológico dentro de mí llevara hasta allí mis pasos, pero eso no viene al caso. La cuestión es que, para cuando la familia me encontró, poco menos que yo ya estaba bautizada como futura ninfa de los bosques y los druidas iban a adoptarme bajo sus doctrinas. Menos mal que fue la tía Nora, que con sus disculpitas y su tonito suave se camela a cualquiera. - Todos reían a carcajadas. - La segunda historia es que esa celebración la intenté hacer en el primer año de Hogwarts. Hice unos panfletos preciosos con florecitas que se movían y los entregué por todo el colegio, y me puse a las orillas del lago, dispuesta a hacer un ritual fantástico. Lástima que uno de esos panfletos llegó a manos de los prefectos de Slytherin, que decidieron no fiarse de mis buenísimas intenciones, y cuando los profesores vinieron creían que estaba haciendo magia oscura o algo. Fue mi primera pérdida de puntos. Lloré mucho. - Hubo varios sonidos compasivos hasta que Ginny preguntó. - ¡Y bien! ¿Cuál es la verdadera? -
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Ivanka
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Le dio la risa fuerte con la intervención de Sandy. — A ver, es que suena totalmente a fardada de Junior. — Aportó ella, recibiendo una mirada fugaz de Nancy. Pero bueno, lo que le faltaba por ver, ahora resulta que a la Ravenclaw más estudiosa del mundo le hacía tilín un tío como Junior… Vivir para ver. Se rio con lo de Andrew y se tapó la cara. — Por favor, no compréis nunca el faro. Quédate para siempre donde haya una cabeza pensante. — ¡Qué dices! No se me había ocurrido, pero ahí puede ser aún más divertido. — Contestó el primo, con sorna, claramente para poner nerviosos a los de alrededor. — ¡PERO QUÉ DICES AHORA! — Si es que habría que quitarle la custodia… — Intervinieron Nancy y Siobhán. Mientras, Ciarán intentaba hacer lo suyo, pero, como siempre, a destiempo y demasiado tímidamente para una Hufflepuff un poquito alocada, que claramente se habría rendido cual novia canadiense a semejante gesto. — Obviamente, me creo más que metieras a tu padre y a Sophie en problemas. — Dijo ella, emitiendo el voto con su varita mientras miraba a Frankie, que le devovlió una de sus sonrisas encantadoras. Aun así, no había nada que hacer. El encanto de Frankie era más grande que el sentido común, visto lo visto.
Y entonces, se giró para ver qué había votado Nancy, y resultó que había votado por la primera. — ¿Pero qué…? — Empezó a preguntar, pero no le dio tiempo, porque Nancy se fue de cabeza al escenario. Ahí no pudo evitar volverse a Marcus y decir. — ¿Tú conoces a esa tal Nancy? Porque yo, ahora mismo, de nada, vaya. Entre el quidditch, Frankie y esto… — Pero se paró a escuchar, porque creía conocer lo bastante a la chica como para adivinar la historia. Se rio mucho durante el transcurso de la primera historia, especialmente con la intervención de Fergus, y se enterneció con la segunda, sacando el labio inferior. — Pero pobrecita mía. Eso es tan Ravenclaw… — Dijo con las manos agarradas y voz adorable. — Ah, ya veo dónde está la vara de medir. Rituales paganos sí, escobas no. — Dijo Frankie. — ¡Eso, eso! — Jaleó Andrew. — Escobas en cataratas, no, has adivinado bien, genio. — Contestó ella, intentando darle un empujoncito, pero encontrándose con el muro de músculos que era el chico, haciendo que Lex se riera un poquito de ella. — Sois lo peor. — Replicó mirándoles a ambos, pero riéndose.
Al igual que los americanos, Alice creyó que la segunda historia era la verdadera, y, ante la sonrisa de superioridad de Nancy, abrió la boca. — ¿En serio la primera es la auténtica? — Bueno, bueno, yo ahí tengo que matizar. — Dijo Ginny. — Que ella era muy pequeña y lo tiene un poquito idealizado. — La peor mañana de mi vida. — Dijo Siobhán llevándose las manos a la cara. Wendy entornó los ojos. — Son todos un poquito exagerados. El que peor lo pasó fue el primo Ruairi, porque claro, era el hermano mayor por excelencia y la dichosa niña nunca hacía nada de eso, y él que presumía de que podía llevarla a todas partes, porque nunca hacía ninguna burrada, pues estaba desolado. Pero la niña estaba perfectamente, ya ves, como entiende gaélico desde bien pequeña, ahí estaba de charla. — Nancy la señaló. — Por eso hubo varias mujeres druidas muy dispuestas a acogerme, creían que era una princesa perdida. — Ginny entornó los ojos. — Bueno es que para ella todo fue muy bonito, pero lo más probable es que los animales simplemente estuviera por ahí por el bosque, y ella fuera tan pequeña que ni la consideraran una amenaza. La suerte fue que no se la comiera un lobo o los druidas la echaran a un caldero como parte de un rito antes de que mi madre, que se crece en el caos, llegara y les hiciera entender que se la tenían que devolver de muy buenas maneras. — Alice estaba muerta de risa, especialmente con la indignación posterior de Nancy, pero entre risas sí dijo. — Oye, pues la otra era muy realista, yo me la he creído cien por cien. — Es que es medio verdad. — Dijo Andrew. — O sea ella hizo una presentación divina, muy Ravenclaw, con los cartelitos hechizados y todo… — Pero los prefectos me dijeron que nanai, que eso podía parecer que estaba invocando cosas que no debía y demás… — Se encogió de hombros y negó. — Siempre nos han tenido manía a los irlandeses. —
Estuvieron un rato más con el juego, en el que algunos, como Allison, reusltaron ser muy malos, y otros sorprendentemente buenos, como Cerys, pero en un momento dado, alguien le pidió a su tata que subiera y lo hiciera, y ella, desde su asiento privilegiado, negó con un gesto de la mano. — No me creeríais. — Dijo simplemente. — Mi vida es tan apasionante que todas mis historias serían verdad, pero nadie las creería. No, yo no, pero… — Miró entre su grupito y señaló a Siobhán. — Chica activista. Seguro que tienes alguna buena. — Cuando se reía y se ponía tan colorada, Siobhán volvía a parecer una adolescente de risa contagiosa y ojos brillantes, y así se subió al escenario, con esa risilla incesante y un pelín borrachilla. — Bueno, pues… Os cuento. Una vez en una sentada por los derechos de los duendes salvajes, conocí a un explorador americano… Guapísimo. Estuvimos hablando de los derechos de las critauras, de la necesidad de inclusión de los seres femeninos por los derechos especiales… — ¡Señoras y señores: mi hermana! El alma de la fiesta. — Interrumpió Ginny con cara de cansancio. — El caso es que yo no soy muy de eso, pero es que me tenía pilladísima, así que le pedí a la hermana que me acaba de interrumpir, que me dejara llevármelo a su piso y que ella durmiera con Wendy, pero no hizo falta, porque Nancy estaba de viaje, así que allí me lo llevé. — Que fuerte… — Dijo la aludida cruzándose de brazos y negando con la cabeza. — Y entonces, cuando entró en el piso nos pusimos a lo nuestro, pero yo veía como que… Se conocía la casa. Y yo estuve con toda esa sensación hasta el día siguiente, y cuando se va, lo ve Wendy y dice: uy, ¿ya ha vuelto este tío? Si Nancy me dijo que no quería saber nada de él, porque realmente ni es un antropólogo ni nada, que solo se hace pasar por ello para ligar. Y claro, ahí lo entendí todo. El muy sinvergüenza ligaba así, haciéndose pasar por lo le conviniera esa semana. No contaba con lo grande que es la familia O’Donnell, desde luego, y como no nos apellidamos igual, pues… — Alice rio, negando por la cabeza. — Mira, estoy por decir que esa es la verdadera, la verdad. Porque me lo esperaría de un tío. — La segunda es que, cuando era prefecta yo hacía tutoría a los más pequeños de las cuatro casas de feminismo y concienciación, adaptado a su edad, y hacíamos una reuniones muy guays, pero un día, apareció por allí un niñatillo de primero de Slytherin, que se dedicó a meter bronca y decir barrabasadas, y cuando lo eché se me puso todo gallito de “mi madre es abogada del ministerio, mi padre es médico en San Mungo, puedo decir que me has agredido y te cae una sanción que…” — Alice se giró hacia Marcus. ¿Por qué sonaba como a Percival muy fuertemente? — Pero lo que el señorito no se esperaba es que mis niñas de Gryffindor estaban muy bien entrenadas, y, a la salida, entre todas, lo hechizaron y lo metieron en un cuadro, con un señor muy pesado que se llama Sir Garreth, los de Hogwarts lo recordaréis. Yo lo descubrí al salir, y vi que el cuadro le estaba dando una turra brutal, así que… Hice lo que no se debe, y pasé de largo, lo dejé allí, hice como que no lo había visto, para que aprendiera una lección. —
Y entonces, se giró para ver qué había votado Nancy, y resultó que había votado por la primera. — ¿Pero qué…? — Empezó a preguntar, pero no le dio tiempo, porque Nancy se fue de cabeza al escenario. Ahí no pudo evitar volverse a Marcus y decir. — ¿Tú conoces a esa tal Nancy? Porque yo, ahora mismo, de nada, vaya. Entre el quidditch, Frankie y esto… — Pero se paró a escuchar, porque creía conocer lo bastante a la chica como para adivinar la historia. Se rio mucho durante el transcurso de la primera historia, especialmente con la intervención de Fergus, y se enterneció con la segunda, sacando el labio inferior. — Pero pobrecita mía. Eso es tan Ravenclaw… — Dijo con las manos agarradas y voz adorable. — Ah, ya veo dónde está la vara de medir. Rituales paganos sí, escobas no. — Dijo Frankie. — ¡Eso, eso! — Jaleó Andrew. — Escobas en cataratas, no, has adivinado bien, genio. — Contestó ella, intentando darle un empujoncito, pero encontrándose con el muro de músculos que era el chico, haciendo que Lex se riera un poquito de ella. — Sois lo peor. — Replicó mirándoles a ambos, pero riéndose.
Al igual que los americanos, Alice creyó que la segunda historia era la verdadera, y, ante la sonrisa de superioridad de Nancy, abrió la boca. — ¿En serio la primera es la auténtica? — Bueno, bueno, yo ahí tengo que matizar. — Dijo Ginny. — Que ella era muy pequeña y lo tiene un poquito idealizado. — La peor mañana de mi vida. — Dijo Siobhán llevándose las manos a la cara. Wendy entornó los ojos. — Son todos un poquito exagerados. El que peor lo pasó fue el primo Ruairi, porque claro, era el hermano mayor por excelencia y la dichosa niña nunca hacía nada de eso, y él que presumía de que podía llevarla a todas partes, porque nunca hacía ninguna burrada, pues estaba desolado. Pero la niña estaba perfectamente, ya ves, como entiende gaélico desde bien pequeña, ahí estaba de charla. — Nancy la señaló. — Por eso hubo varias mujeres druidas muy dispuestas a acogerme, creían que era una princesa perdida. — Ginny entornó los ojos. — Bueno es que para ella todo fue muy bonito, pero lo más probable es que los animales simplemente estuviera por ahí por el bosque, y ella fuera tan pequeña que ni la consideraran una amenaza. La suerte fue que no se la comiera un lobo o los druidas la echaran a un caldero como parte de un rito antes de que mi madre, que se crece en el caos, llegara y les hiciera entender que se la tenían que devolver de muy buenas maneras. — Alice estaba muerta de risa, especialmente con la indignación posterior de Nancy, pero entre risas sí dijo. — Oye, pues la otra era muy realista, yo me la he creído cien por cien. — Es que es medio verdad. — Dijo Andrew. — O sea ella hizo una presentación divina, muy Ravenclaw, con los cartelitos hechizados y todo… — Pero los prefectos me dijeron que nanai, que eso podía parecer que estaba invocando cosas que no debía y demás… — Se encogió de hombros y negó. — Siempre nos han tenido manía a los irlandeses. —
Estuvieron un rato más con el juego, en el que algunos, como Allison, reusltaron ser muy malos, y otros sorprendentemente buenos, como Cerys, pero en un momento dado, alguien le pidió a su tata que subiera y lo hiciera, y ella, desde su asiento privilegiado, negó con un gesto de la mano. — No me creeríais. — Dijo simplemente. — Mi vida es tan apasionante que todas mis historias serían verdad, pero nadie las creería. No, yo no, pero… — Miró entre su grupito y señaló a Siobhán. — Chica activista. Seguro que tienes alguna buena. — Cuando se reía y se ponía tan colorada, Siobhán volvía a parecer una adolescente de risa contagiosa y ojos brillantes, y así se subió al escenario, con esa risilla incesante y un pelín borrachilla. — Bueno, pues… Os cuento. Una vez en una sentada por los derechos de los duendes salvajes, conocí a un explorador americano… Guapísimo. Estuvimos hablando de los derechos de las critauras, de la necesidad de inclusión de los seres femeninos por los derechos especiales… — ¡Señoras y señores: mi hermana! El alma de la fiesta. — Interrumpió Ginny con cara de cansancio. — El caso es que yo no soy muy de eso, pero es que me tenía pilladísima, así que le pedí a la hermana que me acaba de interrumpir, que me dejara llevármelo a su piso y que ella durmiera con Wendy, pero no hizo falta, porque Nancy estaba de viaje, así que allí me lo llevé. — Que fuerte… — Dijo la aludida cruzándose de brazos y negando con la cabeza. — Y entonces, cuando entró en el piso nos pusimos a lo nuestro, pero yo veía como que… Se conocía la casa. Y yo estuve con toda esa sensación hasta el día siguiente, y cuando se va, lo ve Wendy y dice: uy, ¿ya ha vuelto este tío? Si Nancy me dijo que no quería saber nada de él, porque realmente ni es un antropólogo ni nada, que solo se hace pasar por ello para ligar. Y claro, ahí lo entendí todo. El muy sinvergüenza ligaba así, haciéndose pasar por lo le conviniera esa semana. No contaba con lo grande que es la familia O’Donnell, desde luego, y como no nos apellidamos igual, pues… — Alice rio, negando por la cabeza. — Mira, estoy por decir que esa es la verdadera, la verdad. Porque me lo esperaría de un tío. — La segunda es que, cuando era prefecta yo hacía tutoría a los más pequeños de las cuatro casas de feminismo y concienciación, adaptado a su edad, y hacíamos una reuniones muy guays, pero un día, apareció por allí un niñatillo de primero de Slytherin, que se dedicó a meter bronca y decir barrabasadas, y cuando lo eché se me puso todo gallito de “mi madre es abogada del ministerio, mi padre es médico en San Mungo, puedo decir que me has agredido y te cae una sanción que…” — Alice se giró hacia Marcus. ¿Por qué sonaba como a Percival muy fuertemente? — Pero lo que el señorito no se esperaba es que mis niñas de Gryffindor estaban muy bien entrenadas, y, a la salida, entre todas, lo hechizaron y lo metieron en un cuadro, con un señor muy pesado que se llama Sir Garreth, los de Hogwarts lo recordaréis. Yo lo descubrí al salir, y vi que el cuadro le estaba dando una turra brutal, así que… Hice lo que no se debe, y pasé de largo, lo dejé allí, hice como que no lo había visto, para que aprendiera una lección. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Muerto de risa, optó por votar esta vez en dirección opuesta a la de su novia, aunque fuera por seguir riéndose. - ¡Nancy ninfa de los bosques! - Jaleó, y volvió a acertar. Juntó las manos. - Dime que esa historia es cierta y que Albus quería adoptarte. - No lo conocía por entonces, pero lo hubiera hecho encantado, porque yo era bien bonita y bien lista. - Se enorgulleció la otra, ante lo que Siobhán fingió un exagerado escalofrío. - Nada turbio... - Créeme que es lo menos peligroso que te puedes encontrar. - Afirmó Marcus, dando acto seguido un sorbo a la bebida, y ante la mirada curiosa de Lex, al terminar de beber, respondió. - Ya te contaré. - Y atendió a los matices de Ginny, llorando de la risa solo de imaginarse la escena, aunque la puntualización sobre la segunda sí que le enterneció. - Oooooh. - Se conmovió, con una mano en el pecho. - Yo te hubiera dejado, prima. - La carcajada seca tan estruendosa que sonó en su oído le hizo mirar a Lex con una ceja arqueada. Su hermano, con la pinta cerca de los labios, dijo entre risas. - Ni de coña, vamos. ¿Un ritualito fuera de control con todos los niños en los terrenos? Sí, seguro... - Oye, ni hubiera renegado de mis raíces irlandesas... - Lex empezó con diversas pedorretas, pero él siguió. - ...Ni yo desprecio así como así una presentación bien hecha. - Gracias, prefecto primo Marcus. - Dijo Nancy, pasando un brazo por sus hombros y dándole un beso en la mejilla. Él, con superioridad, le pasó un brazo por la espalda y miró con altanería a Lex. - De nada, prima estudiosa amante de nuestras raíces irlandesas. - Y del quidditch. - Dijo el otro, dedicándole a la chica una sonrisita que, para indignación de Marcus, la hizo reír como una niña tonta. Su hermano en modo coqueteo y la erudita de la familia comportándose como salida del grupito de chicas de la mente enjambre. Lo que le quedaba por ver.
Después de varias historias más y diversos tira y afloja, y de muchas patatas y más pintas de las que estaban contabilizando, salió Siobhán al estrado. Le dolía el estómago de tanto reír con las intervenciones de Ginny, pero se le cortó la risa con el desenlace de la primera historia de Siobhán. - ESPERO que esa NO sea la verdadera. - Dijo entre indignado y asustado. Varias mujeres de la zona le miraron con cara de circunstancias. - Es que, ¿cómo va a tener alguien tan poca clase y vergüenza y empatía y de todo? - Ninguna inmutó la expresión. Se tensó. - ¡Bueno! Dejad de mirarme así. - Me encantaría vivir en el mundo imaginario de los hombres aunque fuera solo un día. - Suspiró Sophia, que seguía enganchada de Allison, la cual asintió enérgicamente. Siguió escuchando a Siobhán pero deseando realmente que la primera historia no fuera cierta... hasta que escuchó la segunda. Al principio no cayó, pero de repente su cerebro se iluminó como si le hubieran apuntado directamente con un foco de luz a los ojos, y sintió como si se le abriera un boquete de absoluto vacío en el pecho. Casi notaba la pinta y las patatas perturbarse peligrosamente en mitad del proceso de digestión.
Solo tuvo que hacer un cálculo rápido para confirmar que las fechas cuadraban, y ver a Alice girarse tan súbitamente hacia él se lo terminó de confirmar. - No me jodas... - Susurró Lex a su lado, que debía haber hecho la misma conexión. Al menos, su hermano se echó a reír con el final de la historia. - Ojalá, vaya. - Dijo, pero Marcus seguía en shock. - Hostia. ¿Fantasma del pasado o qué? - Se percató Fergus, y antes de poder responder, estaba llamando la atención del grupo. - ¡¡EH!! Una de dos, o al primo Marcus también lo metieron en un cuadro, o conoce al niño ese. - Marcus tragó saliva, pero Fergus fue un poco ignorado, porque la gente ya estaba postulando por ver cuál era la respuesta correcta. Discretamente, Alice, Lex y él se acercaron los unos a los otros y se miraron. Lex dijo. - Vale, estaba hablando de Percival, ¿verdad? - Marcus asintió. - ¿Lo decimos? - Marcus se encogió de hombros. Le había pillado tan fuera de juego, y por qué no decirlo, un poco "contentillo", que no estaba dilucidando muy bien qué debía hacer.
- ¡A ver! Vosotros tres, ¿qué votáis? - Alice ya se había decantado por la primera historia mientras la contaba, pero Lex y Marcus se miraron. Al unísono y con tono visiblemente incómodo (aunque solo se dieron cuenta algunos, el resto también estaba afectado por el alcohol) dijeron. - La segunda. - Ginny se giró hacia Siobhán en modo maestra de ceremonias y la chica, con un suspiro resignado, dijo. - ¿De verdad me creéis a mí más capaz de dejar a un pobre chico, por estúpido que sea, encerrado en un cuadro, que el que un tipo sea TAN capullo? ¡Pues claro que era la primera! - Marcus alzó los brazos. - ¡¿Cómo que pues claro?! ¡Me parece increíble que alguien haga algo así! ¿No es ilegal eso? - Recibió bastantes risas que no le hicieron ninguna gracia. Entrecerró los ojos. - Luego llamadme caballero medieval y reíros de mí, pero jamás haría algo así. - Eso te honra, primo. Yo tampoco. Me gusta divertirme, pero siempre con la integridad por delante. - Corroboró Frankie, aunque miraba a las chicas en vez de a él. Andrew se les unió. - Eso, eso. O con un contrato de relación abierta de por medio, ¿verdad que sí, mi hada del whiskey? - Allison le lanzó un beso al aire como toda respuesta. Marcus suspiró. - Gracias, profesor de apoyo hippy y caballero de la orden de las aves de la tormenta. - Ironizó, y la última palabra le granjeó malas miradas por parte de Martha y Erin, quienes parecía que solo se activaban ante términos concretos. Tranquilidad, que es sarcasmo. Siobhán se encogió de hombros y, bajando del escenario, dijo. - Pues así de capullos son algunos. Para que veáis. Por eso, si no estáis de acuerdo, lo que tenéis que hacer es ser aliados. - Se puso las manos en jarra y, con orgullo, sirguió. - Porque esta lucha no sirve de nada si todos y todas no nos ponemos... - BUENO y ahora la historia del crío ese. - Insistió Fergus, y señaló a Marcus y Lex. - Porque estos lo conocen. - HOOOOOOOOOOOOOSTIAS. - Bien, Violet acababa también de hacer los cálculos y ahora les miraba boquiabierta. Y eso solo podía ser antesala de una cosa.
Y ahí estaba: fortísimas carcajadas y el desvelamiento sin permiso de lo que realmente no era un secreto, pero aún no habían decidido si querían cortar. - ¡Eh, Simone de Beauvoir! ¿Por casualidad no te acordarás del nombre del niñatillo en cuestión? - La chica puso cara de hacer memoria, pero Violet, en lo que Marcus y Lex se tapaban la cara como si quisieran no ser vistos, no dio ni tiempo. - ¿No sería algo así como... Percival...? - ¡HORNER! - Saltó la chica, recordando de repente. - ¡PERCIVAL HORNER! - Erin había perdido el color de la cara y descolgado la mandíbula, aunque apenas segundos después, se tapó la boca y empezó a reír por lo bajo, ante la extrañada mirada de Martha y Cerys. Al resto ni les sonaba el nombre, aunque ya se había abierto la veda de la curiosidad, por las caras que tenían... Aunque sí que hubo una persona que recordó el apellido, y tras un par de segundos de pensar, dijo. - ¿Horner... no es tu madre, Marcus? - Preguntó Wendy, y abrió mucho los ojos acto seguido. - ¡Claro que es tu madre! Si su hermano es Phillip Horner, que me acuerdo yo. ¡Oh! El hombre MÁS GUAPO que he visto en mi vida. ¡EH, YO CUENTO HISTORIA! Primera: fui a una boda en la que... - Un momento, un momento. - Cortó Andrew, dejando a la pobre Wendy sin el inocente protagonismo que quería reclamar. Sandy también se les había acercado. - Ay. Mi. Madre. - Dijo. - ¿Decidme que no es...? - Es nuestro primo. - Confesó Lex. El entorno se quedó en silencio, con expresiones de impacto total que variaban entre las ganas de reír y las de llevarse las manos a la cabeza. - Es el hijo del hermano mayor de nuestra madre. Y es un capullo integral. Como sus padres, de hecho. - Miró a Siobhán. - Así que hubieras hecho bien en dejarle metido dentro del cuadro. - El ambiente se quedó unos cinco eternos segundos en silencio sepulcral, y tras estos, se provocó un fuerte estallido de carcajadas, y más de media familia, entre irlandeses y americanos, se les echaron encima. - ¡¡No me lo puedo creer!! - ¿¿Y de verdad es tan estúpido?? - ¿Y nunca contó nada de eso? - ¡Joder, tenéis que traéroslo! - ¡Qué dices! ¡Ni de coña! - ¡Pero si es para meternos con él! Le podemos dejar metido en otro cuadro pero en la biblioteca. - ¡O le atamos a uno de los troncos de las afueras donde se ponen las activistas y que tenga que escuchar a Siobhán por horas! - La verdad es que se estaban echando tan buenas risas a costa de Percival que se alegró del descubrimiento.
- Iba a disculparme, pero... veo que no hace falta. - Dijo Siobhán, mientras se secaba las lágrimas de la risa. Marcus soltó un bufido. - Casi que nos tendríamos que disculpar nosotros, en todo caso. - ¡Venga! Ahora, el primo Lex. - ¿Eh? - A su hermano le había pillado absolutamente desprevenido (y con una nueva pinta en la mano) el señalamiento de Fergus, pero fue ser mencionado y varias manos tiraron de él hacia el escenario. Ya estaba viéndole la cara de pánico. Lex era cero creativo, se le iba a ver venir con la historia. Pero había algo peor: tenía... esa cara que Marcus sabía identificar... de cuando estaba a punto de soltar algo sin filtros. - Yo no... - Había empezado, pero se generó un coreo bastante fuerte con el nombre de Lex que ya se había expandido incluso a gente del bar que no era ni de la familia y que andaban coreando porque sí, y Marcus empezaba a temerse... lo que pasó. - Soy legeremante. - Otro silencio impactado. Lex tragó saliva. - Esa es... la primera... y... la segunda... - Tragó saliva otra vez. - Es que... soy... licántropo. - Hubo varios arqueos de cejas, hasta que Martha dijo. - Pues si eso es así, vas a pasar una Nochebuena malísima. - Marcus miró a Lex con obviedad. Estaban a dos días de la luna llena, ¿cómo no se le había ocurrido nada mejor? Aunque claro, visto lo que acababa de soltar...
Por fortuna, la reacción fue parecida a cuando dijeron lo de Percival. Porque, de repente, toda la familia se le echó encima con gran entusiasmo. - ¿¿EN SERIO ERES LEGEREMANTE?? - ¡Hostia! ¡Mi mejor amigo en Ilvermorny también lo es, tío! - Eso para ligar tiene que estar guapísimo. - ¿Y tarda mucho en aprenderse? - ¿Y lo puedes controlar? - EY EY EY. - Siobhán, literalmente, tiró de él y se lo llevó. - Conozco una asociación BUENÍSIMA de legeremantes. Hacen unas actividades INCREÍBLES, y tienen hechizos especiales de control de la mente. - Ah... ¿sí? - Preguntó Lex, sobrepasado, y la chica asintió con energía. - Y que sepas que nos sabemos todas las lagunas legales contra legeremantes. NO pueden hacerte NADA en prácticamente NINGÚN oficio, está reconocido, pero sobre todo en quidditch. Lo van a usar contra ti, ¿vale? Pero tú no te preocupes porque yo... - BUENO BUENO. - Interrumpió Ginny, y le plantó un enorme vaso en la mano a Lex que casi le mancha entero. - ¡A BEBER! Has dado una segunda opción muy mala. ¡Mírate! Si apenas tienes bigotillo, ¿cómo vas a ser hombre lobo? - ¡Eeh! Que la tía Molly le ha dicho "mira qué greñas", yo no lo descartaría. - Bromeó Andrew, provocando las risas de todos, pero Allison le pasó el brazo por los hombros y le tiró del moflete. - Pero también le ha dicho "y aún así estás guapo de todas formas", y es verdad, ¿A QUE SÍ? - Y, de nuevo, incluso gente del bar que no era ni de la familia, soltó un sonoro "SÍÍÍÍÍÍ" que hizo a Lex ponerse rojo entero y agachar la cabeza, pero Marcus compartió una mirada con él: estaba feliz. Sonreía. Su hermano había encontrado, por fin, la familia que ansiaba tener.
Después de varias historias más y diversos tira y afloja, y de muchas patatas y más pintas de las que estaban contabilizando, salió Siobhán al estrado. Le dolía el estómago de tanto reír con las intervenciones de Ginny, pero se le cortó la risa con el desenlace de la primera historia de Siobhán. - ESPERO que esa NO sea la verdadera. - Dijo entre indignado y asustado. Varias mujeres de la zona le miraron con cara de circunstancias. - Es que, ¿cómo va a tener alguien tan poca clase y vergüenza y empatía y de todo? - Ninguna inmutó la expresión. Se tensó. - ¡Bueno! Dejad de mirarme así. - Me encantaría vivir en el mundo imaginario de los hombres aunque fuera solo un día. - Suspiró Sophia, que seguía enganchada de Allison, la cual asintió enérgicamente. Siguió escuchando a Siobhán pero deseando realmente que la primera historia no fuera cierta... hasta que escuchó la segunda. Al principio no cayó, pero de repente su cerebro se iluminó como si le hubieran apuntado directamente con un foco de luz a los ojos, y sintió como si se le abriera un boquete de absoluto vacío en el pecho. Casi notaba la pinta y las patatas perturbarse peligrosamente en mitad del proceso de digestión.
Solo tuvo que hacer un cálculo rápido para confirmar que las fechas cuadraban, y ver a Alice girarse tan súbitamente hacia él se lo terminó de confirmar. - No me jodas... - Susurró Lex a su lado, que debía haber hecho la misma conexión. Al menos, su hermano se echó a reír con el final de la historia. - Ojalá, vaya. - Dijo, pero Marcus seguía en shock. - Hostia. ¿Fantasma del pasado o qué? - Se percató Fergus, y antes de poder responder, estaba llamando la atención del grupo. - ¡¡EH!! Una de dos, o al primo Marcus también lo metieron en un cuadro, o conoce al niño ese. - Marcus tragó saliva, pero Fergus fue un poco ignorado, porque la gente ya estaba postulando por ver cuál era la respuesta correcta. Discretamente, Alice, Lex y él se acercaron los unos a los otros y se miraron. Lex dijo. - Vale, estaba hablando de Percival, ¿verdad? - Marcus asintió. - ¿Lo decimos? - Marcus se encogió de hombros. Le había pillado tan fuera de juego, y por qué no decirlo, un poco "contentillo", que no estaba dilucidando muy bien qué debía hacer.
- ¡A ver! Vosotros tres, ¿qué votáis? - Alice ya se había decantado por la primera historia mientras la contaba, pero Lex y Marcus se miraron. Al unísono y con tono visiblemente incómodo (aunque solo se dieron cuenta algunos, el resto también estaba afectado por el alcohol) dijeron. - La segunda. - Ginny se giró hacia Siobhán en modo maestra de ceremonias y la chica, con un suspiro resignado, dijo. - ¿De verdad me creéis a mí más capaz de dejar a un pobre chico, por estúpido que sea, encerrado en un cuadro, que el que un tipo sea TAN capullo? ¡Pues claro que era la primera! - Marcus alzó los brazos. - ¡¿Cómo que pues claro?! ¡Me parece increíble que alguien haga algo así! ¿No es ilegal eso? - Recibió bastantes risas que no le hicieron ninguna gracia. Entrecerró los ojos. - Luego llamadme caballero medieval y reíros de mí, pero jamás haría algo así. - Eso te honra, primo. Yo tampoco. Me gusta divertirme, pero siempre con la integridad por delante. - Corroboró Frankie, aunque miraba a las chicas en vez de a él. Andrew se les unió. - Eso, eso. O con un contrato de relación abierta de por medio, ¿verdad que sí, mi hada del whiskey? - Allison le lanzó un beso al aire como toda respuesta. Marcus suspiró. - Gracias, profesor de apoyo hippy y caballero de la orden de las aves de la tormenta. - Ironizó, y la última palabra le granjeó malas miradas por parte de Martha y Erin, quienes parecía que solo se activaban ante términos concretos. Tranquilidad, que es sarcasmo. Siobhán se encogió de hombros y, bajando del escenario, dijo. - Pues así de capullos son algunos. Para que veáis. Por eso, si no estáis de acuerdo, lo que tenéis que hacer es ser aliados. - Se puso las manos en jarra y, con orgullo, sirguió. - Porque esta lucha no sirve de nada si todos y todas no nos ponemos... - BUENO y ahora la historia del crío ese. - Insistió Fergus, y señaló a Marcus y Lex. - Porque estos lo conocen. - HOOOOOOOOOOOOOSTIAS. - Bien, Violet acababa también de hacer los cálculos y ahora les miraba boquiabierta. Y eso solo podía ser antesala de una cosa.
Y ahí estaba: fortísimas carcajadas y el desvelamiento sin permiso de lo que realmente no era un secreto, pero aún no habían decidido si querían cortar. - ¡Eh, Simone de Beauvoir! ¿Por casualidad no te acordarás del nombre del niñatillo en cuestión? - La chica puso cara de hacer memoria, pero Violet, en lo que Marcus y Lex se tapaban la cara como si quisieran no ser vistos, no dio ni tiempo. - ¿No sería algo así como... Percival...? - ¡HORNER! - Saltó la chica, recordando de repente. - ¡PERCIVAL HORNER! - Erin había perdido el color de la cara y descolgado la mandíbula, aunque apenas segundos después, se tapó la boca y empezó a reír por lo bajo, ante la extrañada mirada de Martha y Cerys. Al resto ni les sonaba el nombre, aunque ya se había abierto la veda de la curiosidad, por las caras que tenían... Aunque sí que hubo una persona que recordó el apellido, y tras un par de segundos de pensar, dijo. - ¿Horner... no es tu madre, Marcus? - Preguntó Wendy, y abrió mucho los ojos acto seguido. - ¡Claro que es tu madre! Si su hermano es Phillip Horner, que me acuerdo yo. ¡Oh! El hombre MÁS GUAPO que he visto en mi vida. ¡EH, YO CUENTO HISTORIA! Primera: fui a una boda en la que... - Un momento, un momento. - Cortó Andrew, dejando a la pobre Wendy sin el inocente protagonismo que quería reclamar. Sandy también se les había acercado. - Ay. Mi. Madre. - Dijo. - ¿Decidme que no es...? - Es nuestro primo. - Confesó Lex. El entorno se quedó en silencio, con expresiones de impacto total que variaban entre las ganas de reír y las de llevarse las manos a la cabeza. - Es el hijo del hermano mayor de nuestra madre. Y es un capullo integral. Como sus padres, de hecho. - Miró a Siobhán. - Así que hubieras hecho bien en dejarle metido dentro del cuadro. - El ambiente se quedó unos cinco eternos segundos en silencio sepulcral, y tras estos, se provocó un fuerte estallido de carcajadas, y más de media familia, entre irlandeses y americanos, se les echaron encima. - ¡¡No me lo puedo creer!! - ¿¿Y de verdad es tan estúpido?? - ¿Y nunca contó nada de eso? - ¡Joder, tenéis que traéroslo! - ¡Qué dices! ¡Ni de coña! - ¡Pero si es para meternos con él! Le podemos dejar metido en otro cuadro pero en la biblioteca. - ¡O le atamos a uno de los troncos de las afueras donde se ponen las activistas y que tenga que escuchar a Siobhán por horas! - La verdad es que se estaban echando tan buenas risas a costa de Percival que se alegró del descubrimiento.
- Iba a disculparme, pero... veo que no hace falta. - Dijo Siobhán, mientras se secaba las lágrimas de la risa. Marcus soltó un bufido. - Casi que nos tendríamos que disculpar nosotros, en todo caso. - ¡Venga! Ahora, el primo Lex. - ¿Eh? - A su hermano le había pillado absolutamente desprevenido (y con una nueva pinta en la mano) el señalamiento de Fergus, pero fue ser mencionado y varias manos tiraron de él hacia el escenario. Ya estaba viéndole la cara de pánico. Lex era cero creativo, se le iba a ver venir con la historia. Pero había algo peor: tenía... esa cara que Marcus sabía identificar... de cuando estaba a punto de soltar algo sin filtros. - Yo no... - Había empezado, pero se generó un coreo bastante fuerte con el nombre de Lex que ya se había expandido incluso a gente del bar que no era ni de la familia y que andaban coreando porque sí, y Marcus empezaba a temerse... lo que pasó. - Soy legeremante. - Otro silencio impactado. Lex tragó saliva. - Esa es... la primera... y... la segunda... - Tragó saliva otra vez. - Es que... soy... licántropo. - Hubo varios arqueos de cejas, hasta que Martha dijo. - Pues si eso es así, vas a pasar una Nochebuena malísima. - Marcus miró a Lex con obviedad. Estaban a dos días de la luna llena, ¿cómo no se le había ocurrido nada mejor? Aunque claro, visto lo que acababa de soltar...
Por fortuna, la reacción fue parecida a cuando dijeron lo de Percival. Porque, de repente, toda la familia se le echó encima con gran entusiasmo. - ¿¿EN SERIO ERES LEGEREMANTE?? - ¡Hostia! ¡Mi mejor amigo en Ilvermorny también lo es, tío! - Eso para ligar tiene que estar guapísimo. - ¿Y tarda mucho en aprenderse? - ¿Y lo puedes controlar? - EY EY EY. - Siobhán, literalmente, tiró de él y se lo llevó. - Conozco una asociación BUENÍSIMA de legeremantes. Hacen unas actividades INCREÍBLES, y tienen hechizos especiales de control de la mente. - Ah... ¿sí? - Preguntó Lex, sobrepasado, y la chica asintió con energía. - Y que sepas que nos sabemos todas las lagunas legales contra legeremantes. NO pueden hacerte NADA en prácticamente NINGÚN oficio, está reconocido, pero sobre todo en quidditch. Lo van a usar contra ti, ¿vale? Pero tú no te preocupes porque yo... - BUENO BUENO. - Interrumpió Ginny, y le plantó un enorme vaso en la mano a Lex que casi le mancha entero. - ¡A BEBER! Has dado una segunda opción muy mala. ¡Mírate! Si apenas tienes bigotillo, ¿cómo vas a ser hombre lobo? - ¡Eeh! Que la tía Molly le ha dicho "mira qué greñas", yo no lo descartaría. - Bromeó Andrew, provocando las risas de todos, pero Allison le pasó el brazo por los hombros y le tiró del moflete. - Pero también le ha dicho "y aún así estás guapo de todas formas", y es verdad, ¿A QUE SÍ? - Y, de nuevo, incluso gente del bar que no era ni de la familia, soltó un sonoro "SÍÍÍÍÍÍ" que hizo a Lex ponerse rojo entero y agachar la cabeza, pero Marcus compartió una mirada con él: estaba feliz. Sonreía. Su hermano había encontrado, por fin, la familia que ansiaba tener.
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