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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb 23 Abr 2022, 13:25
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Freyja
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    Alchemist
    Freyja
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    Sáb 18 Mar 2023, 17:32


    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Alice se levantó en lo que él intentaba reaccionar, pero sentía como si los latidos le golpearan en las sienes al ritmo de la música de la discoteca, y los ojos le escocían, como si le estuvieran haciendo ahora efecto secundario tanta ráfaga de luz. La sensación era muy desagradable, como si todo hubiera ido a gran velocidad y, de repente, hubiera caído inconsciente hasta ese momento, no recordaba ni haber soñado. Era como morirse y volver a la vida. Estaba tratando de incorporarse y frotándose los ojos cuando Alice volvió, tendiéndole un poco de agua. - Gracias. - Musitó, y empezó a beber poco a poco, como si temiera que le sentara mal contactar con algo del exterior, pero tan pronto sintió el frescor del agua tomó conciencia del calor que tenía y cómo su cuerpo parecía haber asumido la sed como estado natural, y se terminó el vaso prácticamente de golpe.

    - Sí... - Susurró a lo de que hacía calor, pero hablar con Alice se le estaba antojando... difícil, y no solo por su estado resacoso, sino porque... no le estaba haciendo sentir nada bien lo que estaba recordando de la noche anterior, y el tono de su novia también parecía tenso, ahora que empezaba a percibirlo. La miró con los ojos hacia arriba cuando le acarició los rizos y esbozó una sonrisa tímida, apartando la mirada otra vez y asintiendo a sus palabras. Sí... deberían irse. Sus tíos podrían estar preocupados, aunque más que por eso... era porque allí estaba incómodo. No sabía ni en qué estaba pensando cuando decidió ir a una casa que no era la suya a dormir.

    Suspiró y fue a responder que quizás él también debería ducharse, cuando reparó en algo. Tenía la mirada tan baja y huidiza de los ojos de Alice que la había posado en su cuerpo, y al hacerlo tuvo que parpadear y mirar dos veces, verificando confuso. ¿Eso eran...? ¿Eso se lo había hecho él? Oh, y tanto que lo había hecho él, acababa de llegarle un flash del momento exacto que le hizo parpadear de nuevo y frotarse los ojos. Por supuesto que su novia lo detectó. Tragó saliva y no dijo nada. Al menos no le había hecho daño, o eso decía ella, pero las marcas se veían indudablemente en su piel, tan clarita, bonita y perfecta. ¿Qué era ahora? ¿Un animal? Por Merlín... Suspiró para sí. No iba a ser tan fácil lo de no agobiarse. Y lo peor era que ni siquiera eso era lo que más le desagradaba de su actuación de la noche anterior.

    Ese "tenemos que hablar de lo de anoche" le provocó un desagradable escalofrío, tanto que se le pasó el calor de golpe (puede que el hechizo refrigerador de Alice tuviera algo que ver). Se incorporó un poco en la cama para sentarse mejor y asintió. - Claro. - Se aclaró la garganta, porque la voz aún le salía perjudicada. Lo hecho, hecho estaba, tocaba afrontarlo. Y si había dañado o decepcionado a Alice... cuanto antes se disculpara, mejor. Fantástico, Marcus. Como no tenéis problemas suficientes, intentas arreglar las cosas y las lías aún más. Suspiró levemente por la nariz y esperó a que su novia hablara. No es como que él tuviera el cerebro especialmente lúcido por el momento, mejor escuchar.

    Se aventuró a mirarla a la cara, aunque seguía con la mirada avergonzada y entornada hacia arriba, cuando le dijo que le gustó. Soltó un poco de aire por la boca. - Está bien. - Dijo monocorde. No había sonado nada entusiasmado ni conforme, él mismo se dio cuenta, así que mejor se explicaba. - Es... Es decir, a mí también... A mí siempre me gusta estar contigo, Alice. Por supuesto. - Se encogió de hombros. - Pero... estoy... un poco confuso aún. Tengo los recuerdos borrosos, pero... me veo a mí mismo... - Mandón, imperativo, dictatorial. Soltó aire por la nariz otra vez. - No es mi estilo, y no... quiero que pienses... - Se frotó la cara. Mejor hablaba claro, si total, no parecía haberse avergonzado de hacerlo. Si lo podía hacer, lo podía decir. - Me gusta que nos pongamos intensos, claro, pues como siempre. Pero... siempre he sido más romántico que... La cara que mostré anoche, no sé. Parecía que estaba mandando sobre ti o... usándote o... No sé, no sé qué pensar. Perdona, estoy... - Se frotó la cara con las manos y resopló. Si es que no sabía ni lo que decía. - Júrame que no impuse nada que no quisieras, o te arrastré a algo que no te apetecía, o que te hice daño. Por favor. - Eso sería lo último, vamos, dañar a Alice. No podría soportar la vergüenza.

    Pero su novia no iba por ahí, y él en el fondo lo sabía. Y a pesar de lo pudoroso que era para esos temas, casi que prefería seguir hablando de sexo a entrar en ese terreno, porque eso no era una cuestión de vergüenza: esa versión de él le daba miedo. Marcus era consciente del poder mágico que tenía, y no quería... usarlo mal. No quería volverse una versión malvada de sí mismo, y esa situación estaba sacando lo peor de él, y a la primera que había tenido oportunidad, había fluido como si tal cosa, y Alice lo había visto. ¿Qué pensaría de él ahora? ¿Y si esa cara de él no le gustaba? A él tampoco le gustaba. La enterraría para siempre si ella insinuara siquiera que esa no era la persona a la que quería tener a su lado. Solo le daba pánico la facilidad con la que había salido, y la posibilidad de que no fuera tan fácil de ignorar.

    No iba contra él el mensaje de Alice, sino contra sí misma. La miró, apenado. - Alice... no dijiste nada que yo no compartiera. No dijiste nada que yo no pensara, ni me obligaste a decir algo que yo no creo... - Negó con la cabeza, bajando la mirada de nuevo. - Lo siento. Creo... que me pasé bastante. Seguro que había muchas cosas que no necesitabas oír. - Se acercó a ella. Escucharla llorar le partía el corazón y... ah, ahí estaba la rabia otra vez, solo que ahora parecía una brasa ardiendo tímidamente pero demostrando que seguía viva, que no se había extinguido, y que podría convertirse en un incendio descontrolado como el de hacía apenas horas con que soplara el viento adecuado. Un viento que ahora estaba llorando y culpándose. Lo ideal para avivar los fuegos de la ira de Marcus. - Mi amor, mírame. - Le dijo con voz suave, esperando que le mirara a los ojos. - Yo daría mi vida por ti ¿me oyes? Por favor, por favor, no te culpes de esa forma. Te están haciendo daño, Alice, ¿cómo no les vas a odiar? Lo que no soporto... es que te hagan sentir de esta forma. - Apretó sus manos. - Perdóname. Si te soy sincero... tengo un poco... borrosas la mayoría de las cosas que dije ayer, pero lo imagino. Y no me siento orgulloso de hablar en esos términos. No quiero hacerte daño. - Y Alice iba a ser lo suficientemente inteligente para captar un subtexto que Marcus no estaba forzándose demasiado en ocultar: se arrepentía de haberla herido, no de las palabras dichas. Haría pagar a los Van Der Luyden por cada lágrima que ella derramara. Y esa versión de sí mismo le asustaba, pero solo la ocultaría si Alice se lo pidiera. Por ella, y nada más. Se sentía en una contradicción continua consigo mismo, pero en el fondo, lo tenía bastante claro.




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    Alchemist
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    Dom 19 Mar 2023, 00:26


    Titanium
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Tragó saliva y suspiró, apartándose el pelo de la cara. — No estabas mandando, no de verdad, Marcus… O sea, sí. — A ver, reconduce el discurso, Alice. Miró a su novio y puso media sonrisa. — A mí eso me encanta. De verdad, que despierta en mí algo que no suele estar ahí, y estás supersexy, y, a ver… Yo te lo pedí, yo lo quería. — No sabía cómo decírselo más claramente sin decir “me pones muchísimo así” y no le parecía el momento. Pero nada, Marca debía seguir creyendo que la había obligado a algo. Se arrastró hacia él por la cama. — Marcus, mírame. — Dijo levantándole la barbilla. — Nunca me has obligado, y sé que no lo harías, a hacer nada. Literalmente te lo pedí a gritos, no sé de qué otra forma expresarte que el sexo me encantó. Y si no, para que estés más tranquilo respecto a mí, mírate la espalda, que no soy la única que se llevó un poco de caña. — A ver si así, diciéndoselo directamente, lo entendía mejor.

    Pero sus lágrimas terminaron de despertar a Marcus. Sí, compartían aquella visión de los Van Der Luyden, y eso no le hacía sentir ni mejor ni más tranquila, porque habitualmente el que ponía cabeza era Marcus y eso… No había pasado anoche, no cuando Alice estaba literalmente pidiendo sangre para su propia familia y Marcus le susurraba cómo conseguirla. Estaba fatal, y no sabía cómo habían llegado a ese punto, solo podía agarrar su mano y aguantar las ganas de sollozar abiertamente.

    Levantó la mirada acuosa por las lágrimas y le miró cuando se lo pidió. — Mi amor, no… — Abrió la boca y cerró los ojos para intentar regular sus emociones y su discurso. — Que no me haces daño… No como crees. — Negó y agachó la cabeza, pero no le soltó la mano. — Marcus… Cuando dices que darías la vida por mí… Ya sabes en qué pienso. — Levantó la mirada y la clavó en sus ojos. — Ayer dijiste cosas que les harías a los Van Der Luyden, que eran tremendas, y lo decías con una tranquilidad y una seguridad… Y las decías porque me habían hecho daño, y porque yo te pedí que me las dijeras, y tengo miedo… Porque yo estoy dolida y agotada y hundida, y lo que diga estos días sobre ellos no lo diría en ninguna circunstancia, pero no quiero que… — Se había quedado hasta sin respiración y bebió agua ella también, para intentar calmarse. — Hagas nada. Y de verdad que lo decías muy en serio, Marcus, y eran cosas que… — Se mordió los labios. — Ni el honor, ni siquiera nuestro amor debería inspirar… — Se quedó mirando las sábanas, pero mejor que no le diera más vueltas. Marcus diría que no se acordaba bien de lo que había dicho, pero ella sabía que en seguida lo recordaría todo. Habían bebido mucho más otras veces, y se habían acordado de todo. — Mira… Lo que hicimos ayer era… Un juego, uno que nos gusta mucho a los dos… — Le miró a los ojos y se decidió a soltarlo y quitarse ese peso. — Pero lo que me dijiste que les harías… ¿Era un juego también? ¿O lo harías de verdad? — Porque necesitaba saberlo, al menos para pararlo, para suplicarle que no hiciera nada por ella, y acto seguido sentirse la peor forma de vida del mundo, porque habría sido ella la que había convertido al perfecto Marcus O’Donnell en… “¿Qué es lo que ha perdido a todos los alquimistas? El amor…” No, no, ahora no podía pensar en esa frase, o perdería la poca seguridad y cordura que le estaba quedando después de todo ese proceso.






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    Alchemist
    Freyja
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    Dom 19 Mar 2023, 17:59


    Titanium (+18)
    Con Alice | En Nueva York | El 7 de agosto de 2002
    Esbozó una sonrisa tímida, por un instante, e incluso apartó la mirada. Sí, vergüenza ahora, un poco tarde ya. Pero es que ahora no estaba presa del furor de la noche anterior, y Alice le estaba siendo bastante honesta sobre cómo la había hecho sentir. Igualmente... no le terminaba de convencer ese modus operandi, porque sentía que se le iba de las manos, que se descontrolaba, y a Marcus no le gustaba perder el control. Dejarse llevar sí, descontrolarse no tanto. La miró cuando se lo pidió, y lo que le dijo le hizo fruncir el ceño extrañado. Trató de mirarse la espalda por encima del hombro. Pues no se veía gran cosa... A ver, es que no podía verse bien la espalda, ciertamente. Se limitó a soltar un sonidito de conformidad, encogiendo un hombro. Se miraría mejor luego... y evitaría ser visto sin camiseta, por si acaso.

    "No me haces daño... no como crees." La miró. - Pero te hago daño. - Dijo con voz tenue, mirándola con tristeza. Se le rompía el corazón solo de decirlo. Lo último que quería en el mundo era dañar a Alice, y si esa versión de él la dañaba... Él nunca había comulgado con la maldad, menos aún si hacía daño a la persona que más quería en el mundo. Le gustaría saber cómo deshacerse de esa parte que parecía vivir dentro de él y salir a flote cada vez que Alice o algún ser querido estaba en entredicho, porque era tremendamente contraproducente sacar algo que hacía daño para evitar otro daño. De verdad que no tenía ni idea de cómo lo podía gestionar.

    Pero Alice afinó mucho más el tiro, explicándole claramente a qué se referían sus preocupaciones. La miró, dejándola expresarse, tratando de poner en orden su discurso mental antes de decir nada, porque... sí que debía una explicación. A sí mismo, porque no creía tener muy claro ni en qué pensaba ni qué sentía, y a ella, por supuesto. - Lo sé. - Respondió con voz grave y poco orgullosa a todo lo que ella dijo, pero antes de poder excusarse o explicarse, antes de poder tranquilizarla, Alice le lanzó una pregunta. Directa y sin rodeos. Y bien sabía Merlín que, no siendo nada habitual que Marcus O'Donnell no supiera responder a una pregunta, así era. Estaba hecho un lío monumental, porque sentía tener las cosas muy claras, pero al verbalizarlas irrumpían con demasiados de sus preceptos y principios, y ahí se generaba un cortocircuito que provocaba lo que, a la vista estaba, había provocado la noche anterior y estaba provocando en ese momento: una serie de incoherencias y disonancias con su forma de ser y pensar a las que no había quien pusiera nombre. Tendría que ir empezando a dárselo.

    Tomó aire, mirando la mano de Alice, que agarraba con la suya. Tenía que pensarse muy bien lo que iba a responder, tenía que… poner, en primer lugar, sus pensamientos en orden. Pero entendía lo que Alice le estaba pidiendo y ciertamente debía una explicación, él… tampoco se reconocía en la persona que anoche decía esas cosas… o no del todo. Quizás una parte sí. Quizás, debería empezar a explicar por ahí.

    - Siento… si te he asustado con lo que he dicho. Siento que me hayas tenido que oír decir ciertas cosas. - Dijo, serio aunque con un punto de tristeza, con la mirada aún en sus manos. - Alice… No pienso lo que dije. No lo haría. Es decir… - Hizo una pausa. Tenía que explicarse mejor. Llenó el pecho de aire, cerrando los ojos y lo soltó. Vale, allá iba. - Esta situación, esas personas… me están haciendo sufrir muchísimo. Están haciendo sufrir a mis padres, y a mi hermano. Están haciendo sufrir a nuestros amigos. Están haciendo sufrir a tus primos, a tus tíos. A mi tía y a tu tata y a nuestros abuelos. - Se mojó los labios. - Y eso no es lo peor. - Miró a Alice. - De tu padre han dicho que está loco. Y lo sé, Alice. Tanto tú como yo sabemos que tu padre no está en su mejor momento, que no está del todo bien. Pero nadie, absolutamente nadie, llama loco a William Gallia en mi presencia. Es algo que no pienso tolerar, porque no creo en ello, y porque si necesita ayuda, se le ofrecerá, ya está en el proceso de ello, y no van a venir unos desconocidos que lo único que han hecho ha sido entorpecer en su vida a dar lecciones de nada. Le han quitado la custodia de su hijo a un hombre que no ha hecho nada malo, desde luego ni comparación con lo que han hecho ellos. Y por ahí no paso. - Volvió a respirar hondo. Ya no dejaba de mirar a Alice. - Le han faltado el respeto a tu madre. Están pasando por encima de su memoria y pisoteándola. Le arruinaron toda la vida: la infancia, la juventud y toda su vida adulta hasta que falleció, y ni siquiera se dignaron en ir a su funeral, en atenderla cuando estaba enferma o en preocuparse de lo que dejaba atrás. La insultan permanentemente y mienten sobre ella, porque no me creo nada de lo que dicen y porque tampoco voy a consentir que se ataque frontalmente a una persona que ya no se puede defender, y que solo hizo cosas buenas, incluso viniendo de la familia que venía. - Tragó saliva. Se le habían humedecido los ojos, sí, y sentía tristeza, pero sobre todo sentía muchísima rabia. - Han puesto en pausa la infancia de Dylan. Le tienen secuestrado en una casa en la que no tenemos ninguna garantía de que no le estén maltratando, a un niño que ha sido como mi hermano desde que le conocí con cuatro años, y sin dar opción a que se defienda ni él ni las personas que le tutelaban. Le están haciendo sufrir. Para mí es mi hermano pequeño y le están haciendo sufrir gratuitamente. - De nuevo hizo una pausa, y esta fue un poco más larga. Porque el motivo que le quedaba por dar era, sin duda, el peor de todos.

    - Y te han insultado a ti. - Dijo con la voz levemente quebrada. - Te han llamado tantas cosas que me niego a reproducir en voz alta, pero que no dejan de sonar en mi cabeza, que no sé cómo he aguantado sin hacer nada hasta el momento. Cosas que son mentira. Cosas que te hacen llorar y dudar de ti, y pensar que están implantando en ti la duda sobre algo tan cruel que encima es absolutamente falso hace que me nazca un odio de dentro que no he sentido nunca por nada ni nadie. Y me da igual que me digas con los ojos con los que yo te veo, porque esto no es una cuestión de amor, Alice. Tú no eres lo que ellos dicen que eres, bajo ningún concepto, ni lo pienso yo, ni lo piensa nadie que te conozca. Deberían de lavarse la boca antes de atreverse a mencionarte siquiera después de todo lo que tú y tu familia habéis pasado por su culpa. - Paró. Tragó saliva. - Dicho esto… ¿Crees que realmente iba en serio con todas las amenazas que dije anoche? - Bajó la mirada. - No me siento orgulloso de… mostrarme así de violento, yo no soy así, no querría serlo. Pero Alice… voy a ser sincero contigo, no hay nadie en el mundo con quien quiera y sienta que debo sincerarme más que contigo, no gano nada engañándome a mí y a ti, así que voy a decir esto una vez y solo una, y espero que quede clara. - Alzó la mirada hacia ella otra vez. - Hacer todo lo que dije que iba a hacer me llevaría a Azkaban y me arruinaría mis proyectos y mi vida contigo. Eso y solo eso es lo que me separa de hacerlo. - Negó, al mismo tiempo que una lágrima de frustración y odio resbalaba por su rostro, pero ni se molestó en pararla. - Yo no soy así. Yo no haría daño a nadie de forma deliberada, ni a su persona, ni a su propiedad, ni a nada. No me va nada en ello, no me muevo por esos sentimientos… Pero tú eres sagrada. Tú, tu hermano y tus padres, sois sagrados. Y mi familia. Nadie os toca y se va de rositas si yo estoy delante. Pero sé que, si hago todas esas cosas, arruino mi vida y la tuya, y no soy tan estúpido. Porque seré un Slytherin de corazón, sí, pero ante todo soy un Ravenclaw sensato y práctico, y no voy a consentir que esa gentuza domine mi vida y la marque para siempre. No lo merecen. Pero puedes tener claro que, si las consecuencias no fueran tan graves… lo haría. - Frunció los labios y, sin perder la tristeza en la mirada, dijo de corazón. - Siento si no es la respuesta que necesitabas oír. Pero es la verdadera. -




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    Alchemist
    Ivanka
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    Dom 19 Mar 2023, 19:20


    Titanium
    Con Marcus | En Nueva York | Del 7 de agosto de 2002

    Pero… ¿le hacía daño? ¿Él a ella? ¿No era ella haciéndoselo a los dos quizás? ¿No era todo aquel lío una cosa de Gallias en la que había metido a Marcus solo por amarse? Pues lo era, pero ya poco podía hacer por cambiarlo, y su novio parecía estar lo suficientemente centrado como para explicarse, lo mínimo que podía hacer era escucharle.

    Le rompió el corazón oír hablar de cuánta gente estaba sufriendo por todo aquello. Era verdad, todos estaban hundidos… ¿Por qué no debían sentir odio hacia aquellos que les estaban provocando eso? Les odiaba por lo que hacían y decían, eso seguro, pero es que sacar aquella faceta de ellos… Era aún peor.

    Alzó los ojos cuando habló de su padre y tragó saliva, asintiendo lentamente. Seguía MUY enfadada con William… Pero su padre, otra cosa no, pero amó a su madre con todo su corazón, no se merecía que aquella gente hablara así de él por haberla querido como nadie supo quererla, y Marcus eso lo defendía como no lo había defendido ni su propia familia. Por no hablar de lo que dijo de su madre. Nunca había conocido a nadie que no adorara y respetara a su madre, que no recordara el ser de luz que era, y aquella gente… Aquella gente era terrible, simplemente, y, como él decía, pisoteaban su memoria. La mención a su hermano le arrancó unas lágrimas. ¿Cuántas veces había imaginado cómo sería la vida de su niño allí? ¿Cómo se entretenía? ¿Cómo lidiaba con su encierro y su pena? ¿Tendría su hermano algún año, aunque fuera uno solo, de paz en su vida? Valientes recuerdos le estaban dejando…

    Cuando se refirió a ella misma, le miró y negó con la cabeza. No quería ser la que sacara todo aquello y a la vez… Recordaba, ahora que se lo oía decir, por qué la noche anterior le había llamado tanto todo aquello. Se sentía protegida, defendida como nunca, sentía que contaba con aquel poder de Marcus para salvaguardarse y contraatacar. Ella, que ni siquiera tiraba hechizos en el Club de Duelo para no hacer daño a nadie… Y ante su pregunta, no supo qué contestar, si lo supiera, no le habría preguntado. O quizá no quería asumir la respuesta. Y aunque se la estaba poniendo en bandeja… También le dejó claro que no lo haría, por mucho que lo deseara. Bien, Alice ya sabía que contra las ambiciones de un alquimista no se puede luchar. Todo alquimista va a aspirar a la vida eterna, solo hay que convencerle de que no merece la pena las consecuencias, que siempre serán fatales. Y a Marcus no hacía falta convencerle, se lo decía todo él solo.

    Así que no iba a revolcarse en aquel fango. Ante la frase final de su novio, simplemente tiró de él hacia la cama y se tumbaron mirándose frente a frente, recostados. — Es la verdad. Y siempre es mejor la verdad para un Gallia, ya lo sabes. — Acarició su mejilla, apartando el rastro de su lágrima. — Yo… No puedo decirte que esté… Mal que pienses así, Marcus, ¿quién soy yo? Yo, que anoche te pedís expresamente que me dijeras esas cosas porque necesitaba dejar salir ese odio. — Se acercó un poco más a él. — Me encantaría tener tanta moral o buen corazón que pudiera decirte que está mal pensar así, pero… — Suspiró. — Sinceramente, como tú mismo has dicho, lo que me da miedo son las consecuencias. Y si a ti también, quiere decir que nunca lo vas a hacer. Ni por mi ni por nadie. Ni siquiera por la memoria de mi madre, por mucho que esos malnacidos la estén pisoteando. — Tomó sus mejillas con las dos manos. — Tú eres brillante, Marcus, y poderoso, y eso nunca va a ser malo si ponemos todo ese poder al servicio de conseguir solucionar todo esto. — Presionó sus labios con los de él y se separó. — Tú no me haces daño, siento haber dicho eso. Lo que me hace daño es… Todo esto. Tú me cuidas y me defiendes y me haces sentir viva y logras que tenga un motivo para no desfallecer y seguir adelante. — Suspiró. — Mi único miedo es que, por querer hacer eso, te comprometas a ti, a tu seguridad, a tu conciencia… — Clavó sus ojos en los de él. — Pero si tú me dices que tienes muy claro qué merece la pena y qué no… Yo confío en ti, Marcus. Y yo te quiero a ti, con tus arrebatos de rabia y poder, siempre y cuando no me lleven a perderte, a hacerte infeliz. Eso sí que no podría aguantarlo en la vida. — Le dijo de corazón.






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    El Pájaro en el espino, el comienzo:

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    Alchemist
    Freyja
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    Lun 20 Mar 2023, 11:10


    La bandada
    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Llevaba varios días en un cóctel emocional destructivo. Sentía unas opresivas ganas de llorar en el pecho que trataba de desahogar cuando estaba solo, y a veces el enfado le inundaba el cerebro de tal forma que no podía pensar en nada más (y el objeto del enfado fluctuaba entre los Van Der Luyden, él mismo y el mundo en general). Otras veces, simplemente, se quedaba como si alguien le hubiera apagado o tuviera las energías bajo mínimos, sin ganas de nada. Las menos, trataba de remontar el ánimo. Lo peor de todo esto era que tenía que hacerlo de tal forma que Alice no se diera cuenta, o lo notara lo menos posible. Era lo más costoso de todo, y ni siquiera sentía hacerlo muy bien que digamos.

    La tarde anterior recibieron una carta que terminó de detonar todo ese cúmulo emocional. Gracias a Nicole, había llegado a oídos de una persona de su confianza todo lo que estaba ocurriendo, y les había invitado para ir a su casa el día siguiente. Su protector, su ídolo de la infancia y una de las personas que más sentía que habían influido en su vida: Howard Graves, el prefecto de Ravenclaw de sus dos primeros años. Se sintió retroceder a los once de golpe. De hecho, sintió que ojalá tener otra vez once años, la vida se veía más fácil entonces. Sí, díselo a Dylan. Le recordó el cerebro, y vuelta a enfadarse. Así vivía, con picotazos emocionales continuos. Lo que durante unos segundos fue desbordante alegría y alivio de poder volver a ver a Howard y tener su ayuda, de repente se convirtió en tristeza por los derroteros en los que se había visto envuelto, rabia porque tuvieran que volver a verse en semejantes circunstancias y... vergüenza por su comportamiento. No, ni de lejos se le había olvidado lo de la noche que salió con Alice. Nada se le había olvidado. Y seguía sin sentirse bien al respecto.

    Frankie y Maeve pidieron que les contaran anécdotas de Howard, Monica y ellos mismos en sus primeros años de Hogwarts en la cena y lo cierto es que fue bastante bonito, emotivo y relajante. Nada como dos Hufflepuffs para hacerte sentir bien. Se fue a la cama mucho más relajado y contento, y se levantó con mente positiva. Nervioso, pero tratando de ver la parte buena de todo aquello. Además, el Marcus de siempre estaba volviendo a salir a flote, porque llevaba más de media hora tratando de elegir qué ponerse para dar buena impresión. Tanto fue así que estaba aún delante del espejo, con los pantalones y los zapatos puestos pero sin camiseta, poniéndose por encima varias combinaciones. Se abrió la puerta y él se giró a su novia, porque sabía que era ella, probablemente ya cansada de esperar por su indecisión. Al menos iban con tiempo de sobra. - ¿Esta mejor? ¿O esta? - Dijo, señalando dos prendas. - Me parece muy obvio ir de azul ¿no? Voy a parecer un crío. Esto me pega con los zapatos, pero hace demasiado calor para un jersey ¿no? A ver, es fino... Es que no sabía el tiempo que iba a hacer aquí. - O cuánto íbamos a tardar en volver. Lo echó a un lado en la cama. - Esto descartado, no quiero estar sudando en casa de Howard y Monica. ¿Esta, entonces? ¿O esta verde? ¿Camisa o camiseta? ¿Debería ir informal? ¿Formal? Esta es la que más me gusta, pero ¿me pega con estos zapatos? No me pega con estos zapatos. Me los cambio. Pero es que los otros son muy de normal... - Se podía tirar así hasta el infinito. De paso, cayó en algo. Se miró por encima del hombro y, bajando la voz, preguntó. - Por cierto... - Con un toque avergonzado y prudente. - ¿Se me ve... algo...? - A ver, ya habían pasado varios días, pero ni se tenía muy controlada la espalda, ni había estado como para mirarse y volverse a recordar todo lo ocurrido. Igualmente la iba a llevar tapada, pero... por saber.




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    Está asquerosa. — Pero funciona siempre, cariño, el hipo es muy molesto y tener una poción que lo quita es un regalo. — Cualquiera le decía que no a Maeve. Y además, Aaron había estado encantado haciéndola con sus indicaciones. Alice había puesto malilla cara al pensar en beberse una poción de una Hufflepuff hecha por un Gryffindor, pero bueno, a lo peor se ponía mala y no iba a la quedada. Y a ver, quería ir, si a ella le encantaban Howard y Monica, pero… Tenía una sensación de derrota que no se quitaba.

    ¿Qué hace Marcus? — Preguntó Aaron poniéndose a su lado, apoyado en la encimera, mientras Maeve acudía a un llamado de Frankie. — Arreglarse, supongo. Para él Howard es muy importante. — ¿Y para ti no? — Ella levantó la vista y frunció el ceño. — Para mí también, claro. Si yo estaba coladísima por él. — Se rio un poco. — Él me puso lo de “Gal”, ¿sabes? — Aaron se cruzó de brazos y alzó las cejas. — Y entonces, ¿por qué parece que no quieres ir? — Ella negó y suspiró, señalándose la garganta. — ¿Ves? Por esto cojo hipo, estoy suspirando todo el día. — Menos mal que estamos Maeve y yo para salvarte la vida, entonces. — Dijo su primo con tono socarrón. A ver, agradecía el intento, y agradecía también que Aaron no estuviera hundido en el fango o sin hacer nada, pero no había nada que la levantara, la verdad. — Hace… seis años que no veo a Howard. A Monica menos, me la encontré en Guildford buscando vestidos de novia… Pero temo que vean una Alice… Que no reconocen. Una Alice que dista mucho de lo que yo quería ser, te lo aseguro. — Aaron se quedó en silencio, solo mirando las baldosas de la cocina, dejando ese momento flotar, hasta que dijo, con un tono tranquilo que parecía haber adquirido desde que llegaron a América. — Mira, Gal, yo no he tenido la oportunidad de conocerte en otro momento de tu vida. Imagino que cuando eras una niña normal con sus padre y su hermano, eras diferente. Y por lo que cuentan los demás, y lo que yo he podido ver de cuando en cuando, muy divertida e hiperactiva, no lo dudo. Pero te digo lo que yo he visto. — Le dio ligeramente en el brazo para girarla. — Una mujer resiliente. Luchas por todo hasta las extenuación y más allá. Y eso tiene consecuencias, Gal, pero no creo que nadie te considere más o menos porque estés extenuada. — Ella asintió y apretó los labios, porque no quería llorar. — ¿Cuándo has adquirido la habilidad de la labia, querido? — Le preguntó con una risita, tratando de aliviarse un poco. Él rio también. — Con tu novio, pasamos más ratos juntos de los que estoy seguro que él hubiera deseado. Y de las buenas personas que me rodean ahora. — Eso le hizo mirarle con cariño. — De hecho, iba a tenerte pena porque últimamente no paramos y tú te quedas aquí solo, pero es que no sé ni dónde estuviste el otro día cuando nos fuimos de fiesta. Con Jason. Me dijo que si podía echarle una mano con un asunto de la protección antihuracanes y no se qué… Y al final, básicamente, él hizo hechizos y habló sin parar y yo lo poco que hice fue pasarle materiales y reírme de sus chistes malos. — Ladeó la cabeza. — Es una buena vida. — Aseguró. Y sí, Alice le veía feliz, desde luego. Si había algo bueno que contar de todo aquello, sin duda era que Aaron estaba mejor que nunca. — Ahora, si quieres sentirte mejor, ve a ver a tu novio, que seguro que te dice que tu vestido es encantador y pareces una princesa y esas cosas que os decís vosotros. — Ella rio y le empujó un poquito. — Me alegro que de todo esto pueda salir algo bueno. De verdad que sí. — Le dijo antes de subir.

    Efectivamente, su novio estaba dándole mil vueltas a qué ponerse, y ella simplemente se apoyó con media sonrisa en el marco de la puerta. — No sabía que habías organizado la semana de la moda de Nueva York con adelanto. Qué considerado por tu parte montarla antes de que vengan los famosos huracanes. — Comentó con una risa. Le dejó hacer su discurso y luego señaló una de las camisas. — Con esa siempre vas muy guapo, es finita, es gris azulada, lo que hace que no sea tan obvio pero tenga el detalle, y además es de manga corta, para que no parezca que vas a una boda, y te pega perfecta con los zapatos. Y mi vestido es gris con florecitas, así vamos conjuntados. — Resumió, poniéndole cariño al comentario. Luego se acercó a él y le acarició los brazos, mirándole a los ojos. — Sé que están siendo unos días complicados, pero, mi amor, vamos a ponérnoslo fácil entre nosotros. — Porque sabía que a Marcus le costaba hablar de lo del día anterior. — Está todo bien, no se ve nada, y tú y yo estamos bien, al menos entre nosotros. ¿Qué aprendimos aquel día en la enfermería, precisamente al amparo del prefecto Graves? — Juntó su frente con la de él. — Siempre que hagamos esto… Es que está todo bien, ¿vale? — Aprovechó y le dio un beso. — Intentemos quedarnos con lo poco bueno que tenemos: tu familia es genial, Aaron está feliz aquí, vamos a encontrarnos con personas que admiramos y que han querido vernos, para ayudarnos y recordar todo lo bueno. — Apretó sus manos. — Paso a paso, ¿vale? — Le dio otro beso. — Venga, quiero que nos aparezcas tú en el callejón, si no te importa, que el otro día se te dio muy bien y en esta ciudad me aturullo. — Rio un poco y se separó. — Y luego tengo que guiarte por el metro y… Verás. — Dijo con un toque traviesillo, quizá no tanto como la Alice de siempre, pero que desde luego solía ser su forma de decirle “se viene aventura movidita”.






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    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Bajó los brazos, lo que provocó que las camisas que llevaba en cada uno de ellos rozaran levemente el suelo, y miró a Alice con cara de circunstancia. - Muy graciosa. - Dijo monocorde, justo antes de empezar de nuevo con su discurso. - Quiero dar buena impresión. La última vez que me vio era un niño, y quiero que me vea... bien, es decir, ¡he sido su sucesor, Alice! No quiero que piense "¿y en estas manos dejé el puesto?" - Exagerar con algo insignificante siempre era mucho mejor que afrontar la realidad. Estaban metiendo a Howard y Monica en algo que ni les iba ni les venía, lo mínimo que podía hacer era entrar bien por esas puertas. Y como no lo hiciera bien vestido y bien peinado... En fin, que ya no sabía ni qué hacer consigo mismo.

    Al menos, tras la bromita inicial, Alice dio en el clavo con la camisa que tenía que ponerse. Se quedó mirando la prenda mientras Alice la describía. Se la había probado antes y no le había convencido, pero ¿por qué no? Si, ahora que su novia lo explicaba, era perfecta. Volvió a ponérsela frente al espejo y, tras mirarse unos instantes, echó aire por la nariz. - Es verdad. - La miró y sonrió levemente. - Si es que eres la mejor, queda demostrado. - Volvió a mirarse al espejo y asintió con convicción. - Es perfecta. No es demasiado azul pero tiene su esencia, formal pero no demasiado, veraniega pero sin pasarse de informalidad. Me pega. Con los zapatos también. Perfecta. Es perfecta. - Mejor paraba. Demasiada reafirmación ya, se le iban a notar los nervios por todas partes.

    Alice, por supuesto, le conocía demasiado bien, y se acercó a él para calmarle. Le devolvió la sonrisa, juntando su frente con la de ella. - Es cierto. - Corroboró, cerrando los ojos y respirando hondo, sin separarse de ella. La miró de nuevo. - Contigo siempre estoy bien. - La miró de arriba abajo y pronunció la sonrisa. - Sobre todo si vienes con un vestido con florecitas. - Se animó a bromear. Dejó un suave beso en sus labios y añadió. - Me gusta. Estás preciosa. - No se iba a cansar nunca de decírselo, eso era parte de ellos dos y algo que levantaba su moral incluso en tiempos tan convulsos como aquellos.

    Asintió. Sí, iba controlando las apariciones en Nueva York, así que no sería problema. Aunque lo del metro hizo que la mirara con los ojos un poco más abiertos de lo normal, delatando que no le tranquilizaba mucho aquello. - ¿Y no habrá algún traslador que nos lleve? O... no sé, ¿no tenemos más indicaciones para aparecernos por allí? - Chasqueó la lengua, mirando hacia delante mientras bajaba las escaleras, mascullando. - Dudo que Howard Graves se vaya todos los días a su trabajo "en metro".  - Si hubiera puesto voz de mujer, la gente pensaría que la frase la había dicho Emma, por el tono desdeñoso que había usado. Salvo por la manera de pronunciar el nombre de su prefecto, que parecía estar mentando a un dios. Se despidió de sus tíos y de Aaron, salieron al jardín y, desde allí, se aparecieron en el lugar indicado.

    Hizo una mueca con la cara justo cuando se aparecieron en el callejón, escondiéndose. - No acabo de acostumbrarme a que haya tanta gente. - En Londres había mucha gente, pero ni era tanta, ni tenía que andar con remilgos sobre si había muggles mirando, porque las zonas estaban claramente diferenciadas. Nadie parecía haberles visto aparecerse, no obstante. Al final iba a resultar que lo que decía Aaron era verdad: los magos no se asustan porque también lo hacen, y los muggles saben cuando no ver lo que no pueden procesar. O sea, poco menos que le había dicho que, si alguna vez un muggle veía un mago aparecerse, haría como que no lo había visto y seguiría negligentemente hacia delante como si nada. De verdad que Marcus no entendía aquella locura de ciudad. - Vale, vamos al metro... - Dijo con poco convencimiento, avanzando unos pasos. No le quedaba de otra que aceptar que usarían ese transporte. Sus primos le habían hablado del tema, pero cuando llegó a lo que pudo identificar como la boca del metro, se detuvo en seco. - Eemm... ¿No habrá otra por aquí? - Planteó, mirando a los lados. Pero, si se había enterado bien del funcionamiento de aquello, otra parada estaría a kilómetros. Y la entrada por la acera de enfrente estaba igual o peor. - Aquí hay muchísima gente, Alice. - Advirtió, mirándola. El embotellamiento de entrada era para verlo. - ¿Y si nos perdemos? Tú tampoco te has montado nunca... ¿Estamos a tiempo de contactar con Howard y Monica? Tiene que haber otra manera de llegar. -




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    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Lo bueno de su novio es que, como se convenciera de una cosa, la defendía hasta el final, y en el caso de esto, les aligeraba la salida, que a ese paso iban a llegar para el postre de la cena. Pero claro, ahora venía la queja del metro, por supuesto. Ella fue recogiendo sus cosas mientras oía la queja de su novio, básicamente porque ella sabía tan bien como él que así eran las cosas en Nueva York y que, él podría ponerse boca abajo, que la única forma de llegar a donde vivían los Graves era en metro, así que simplemente se puso los zapatos, dejó un beso en su mejilla y dijo. — Ahora nos lo contará él. Pero en su carta, él mismo nos indicaba cómo coger el metro. — Pero vamos, que sí, que mal que le pesara a Marcus Horner (porque esa era Emma hablando por su hijo), sí, claramente Howard Graves iba al trabajo en metro.

    En lo que sí tenía que darle la razón a Marcus, era que la cantidad de gente era una locura. — No entiendo por qué quieren vivir todos aquí. ¿No se dan cuenta de que no es sostenible y la vida empeora? — Se le escapaba, vaya. Pero bueno, ellos mismos iban ahora a ver a personas que vivían allí… Quizá transitoriamente, pero en medio de aquella locura al fin y al cabo. Y para locuras la boca del metro. Era como intentar arrastrar a un perrillo asustado hacia el peligro. — Todas son iguales, mi amor. — Le dijo con paciencia. Es que aquello era el anti-Marcus. Todo lleno de gente, sucio, ruidoso y en apariencia bastante caótico. — Te prometo que es seguro y está mejor organizado de lo que parece. — Se enganchó de su brazo. — ¿Te olvidas de cómo llegué a casa de Nikkie? Y sobreviví, eh. De verdad, ya verás. No son muchas paradas, y ningún trasbordo, lo cual está muy bien. — Ya no sabía qué más decirle.

    Hizo el truco del billete, el Reparo que su madre también utilizaba para los billetes del metro, reutilizando el que había usado el día que quedó con Nicole, y condujo a Marcus a uno de los andenes, sujetándole con fuerza. — Ahora cuando llegue el tren, las puertas se abren solas y hay que entrar. Dudo que podamos sentarnos, pero nos podemos agarrar a las barras. — Y así lo hicieron, aunque no iba tan lleno de gente como el día que Alice fue a Hell’s Kitchen. Aprovechó para rodear la cintura de su novio y mirarle. — ¿Ves? Vamos genial. Verás cuando se lo contemos a tus padres y a Lex. No van a dar crédito. — Lo que fuera por distraer la cara de trauma de por vida de su novio. Bajó la voz y dijo. — Es como una clase de tipos de muggles, fíjate cuánta variedad. — En verdad, si no estuvieran tan alicaídos, se lo habrían tomado como una aventura.

    El barrio de Howard y Monica le gustaba, lo pensó según salieron del metro, porque daba a un parque muy bonito, y no había tantos rascacielos, era agradable. No le dio tiempo a analizar mucho más, porque en seguida oyó. — ¡Marcus! ¡Gal! — Oh, esa voz. Se le puso una sonrisilla tonta en cuanto le divisó. Qué raro se me hace verle con una camisa y unos vaqueros, y no con la capa y la chapita de prefecto, se dijo, sintiéndose un poco tonta al instante. — ¡PERO MIRA A MI NIÑO PERFECTO QUE ESTÁ HECHO UN HOMBRE! — Y esa era Monica, por supuesto. Corrió hasta ellos y los abrazó a la vez, uno con cada brazo y ella rio y la estrechó. — ¿Qué ha sido del pelo rosa, señora Graves? — ¡Ay la renacuaja esta! No va y me dice señora Graves la tía. — Le dio un sonoro beso en la mejilla, y Howard llegó a su altura diciendo. — ¿Y no eres la señora Graves?¡Yo soy la Mon de siempre, no fastidies! Aunque ahora vaya de morena. El moreno es de guapas, nena, tú deberías saberlo mejor que nadie. — Y le agitó las puntas del pelo. No había cambiado ni un ápice, y eso la hizo reír sin poder evitarlo. Pero entonces se acercó Howard y abrió los brazos. — ¿Cómo está mi alumna rebelde favorita? — Y se permitió dejarse abrazar, y sentirse un poco menos pesada y preocupada. — No es este el reencuentro que había planeado, pero no sabes cuánto te agradezco que nos hayáis llamado. — Dijo, aún en el abrazo. Sintió cómo Howard asentía. — Pero estáis aquí, y os vamos a ayudar, que es lo que importa. Has sido una campeona, Gal. — Se separó y fue a abrazar a Marcus. — Y tú también prefecto O’Donnell. Me has dejado bien orgulloso de tu gestión. — Monica se enganchó de su brazo y señaló a Marcus. — Yo siempre supe que esto os iba a funcionar. — Juntó su cabeza con la suya y dijo. — Qué ganas tenía de verlo con mis propios ojos y por fin poder irnos de parejitas. — El efecto Fender, claro, podía estar en lo más bajo, pero ella siempre sabía levantar los ánimos y no dejarlos decaer.






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    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Como encima Alice le diera cancha para continuar sus quejas, no llegaban a casa de los Graves. La miró con los ojos muy abiertos y asintiendo gravemente. - ¿Verdad? Es que esta ciudad es un caos. ¡Esto tiene que tener truco por alguna parte! No se puede vivir así, de verdad que no. Tiene que haber otras formas de desplazarse, otras calles menos colapsadas. - Pero, si las había, no iba a ser hoy cuando las encontraran, porque su novia había dictaminado que irían en metro y punto. Echó aire por la nariz y ante el "está más organizado de lo que parece" no pudo evitar soltar una sarcástica carcajada con los labios cerrados. - Pues tiene mérito el trabajo de disimularlo que hacen. - Ironizó. Rodó los ojos. - No me lo recuerdes... - Sí, se fue a casa de Nicole en metro y sola, para más señas. - Y no sé qué es un "trasbordo", por lo que su ausencia no me tranquiliza en absoluto. - Podría seguir diciendo palabrería que lo único que conseguiría sería perder tiempo, porque iban a ir en metro igualmente.

    Lo que hizo con el billete le frunció el ceño. - ¿Eso se puede hacer? ¿Cómo lo hacen los muggles? - Algo le decía que eso era hacer trampas, pero bueno, qué sabría él de metros. Encima con ilegalidades... Un infarto le iba a dar antes de irse de Nueva York, de verdad que sí, se lo iban a cargar entre todos. Entraron en el metro y aquello seguía teniendo muchísima gente, tanta que ni siquiera había asientos libres. - ¿Se viaja de pie? - ¡Pero eso era tremendamente inseguro! Ya está, me callo, se dijo a sí mismo, y en su lugar se agarró a la barra y perdió la mirada en... nada, la verdad, porque como estaban por debajo de la tierra solo veía un borrón negro por la ventana. Cuando su novia se agarró a su cintura y le dijo que iban muy bien, la miró con los ojos entornados desde su posición. Divinamente vamos, sí, esto es comodísimo. Se ahorraría decir el sarcasmo en voz alta. - Desde luego. - Ni él mismo daba crédito de verse subido ahí. Ya estaba viendo a su padre preguntando como si aquello fuera un asunto de interés académico, a su madre reprimiendo la cara de asco y a Lex riéndose en sus narices. Aunque lo de los tipos de muggles le hizo mirar a su alrededor. Esbozó una leve sonrisita. - ¿Tendrán casas ellos también? Hills no nos ha dicho que tuvieran algo así en sus colegios ¿no? - Ni Darren, ni Theo. Sería cosa de los magos... Tampoco es como que esperara una clasificación ordenada en semejante caos de vida. Al menos se estaba guardando el sarcasmo para sí mismo.

    Como Howard no podría defraudarle ni aunque se esforzara en ello, en cuanto salió de la boca de metro abrió los brazos. - ¡Sabía yo que un Ravenclaw de corazón no podría vivir en semejante caos! ¡Árboles! - Parecía un loco en cautividad al que acababan de soltar, pero es que le había aliviado bastante no ver tanta polución y edificios altísimos en el barrio de su mentor. Y, rápidamente, le oyeron, y a Marcus le dio un vuelco el corazón y se le puso la sonrisita que de seguro aún tenía guardada desde que tenía once años. Por un momento estuvo a punto de exclamar "prefecto Graves". Se contuvo a tiempo, porque Monica también había gritado en su dirección, corriendo hacia ellos y abrazándoles. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no echarse a llorar, de hecho tragó saliva varias veces, porque como hablara le iba a salir la voz quebrada. - Cómo me alegro de veros. - Fue lo que atinó a decirle a la chica en cuanto pudo hablar.

    Se separó de ella y la miró. - Y yo que pensé que no podías ser más guapa. Claramente me equivocaba. - ¡Pero bueno! Qué zalamero, no has cambiado ni un poco. ¿También quieres robarle ese puesto a tu Howard? - Marcus abrió los ojos instintivamente pero la chica se echó a reír con una fuerte carcajada, dándole en el hombro. - ¡Lo dicho, no has cambiado ni un poquito! Y qué guapo estás, condenado, qué bien les sienta crecer a algunos. Aunque siempre fuiste monísimo. - Rio tímidamente y, ya sí, Howard llegó a su altura. Debía notársele en la cara que le seguía mirando como si fuera un dios. Vio cómo abrazaba a Alice, enternecido, y luego se acercó a él, diciéndole que estaba orgulloso de su gestión. Marcus sonrió emocionado, pero no dijo nada. Ya lo dijo Monica por él. - Para, para, que al final le haces llorar. - Todos rieron un poco y, ya sí, se fue hacia él y le dio un fuerte abrazo. - Me acordaba de ti todos los días. Te lo aseguro. - Dijo de corazón. Howard rio levemente. - Te creo. Como también creo que lo hiciste mucho mejor que yo. - Bueno. - Dijo entre risas. Él podía ponerse a sí mismo como el mejor prefecto de la historia de Hogwarts delante de cualquiera, menos de Graves. Él jamás bajaría a Graves del pedestal en el que le tenía, ni se pondría él por encima ni mucho menos. Podría fardar con otros, pero con Howard, no.

    Se acercó a Alice y miró a Monica, sin perder la emoción ni la sonrisa. Con tanta tristeza acumulada en todos esos días, y ahora no podía dejar de sonreír. Se sentía realmente seguro y conectado a su yo de antes, más que en cualquier momento desde que pisaron Nueva York. - Puede que aún estuviéramos un poco perdidos en los años que estabais en Hogwarts. - ¡No! Júramelo. - Ironizó Monica, lo cual hizo a todos los presentes reír. - ¡Pasad! Os enseñamos la casa y... puede que tengamos una sorpresita para nuestros alumnos aventajados. - Marcus y Alice intercambiaron miradas y sonrisitas. Era como volver a los once años, de verdad que sí. Y sentaba tan bien...

    La casa era preciosa y tenía mucho azul y cosas interesantes, muchísimos libros y un montón de periódicos y revistas con artículos de Monica. Estuvieron entretenidos por lo menos quince minutos, lo cual les hizo relajarse bastante y romper el hielo. Bajaron de nuevo al pequeño porche que tenían y, una vez sentados, Monica dijo alegremente. - Supongo que querréis algo de picar. - Y dicho eso, apareció por allí un encantamiento de águila que portaba una bolsa en las manos. Cuando la posó en la mesa, se desplegó un mantelito veraniego con varias pastitas y dulces y una jarra con un líquido azulado, así como varios vasos. Marcus estaba con la boca abierta. Monica, cantarina, dijo. - ¡Idea mía! - Y ejecución mía. - Dijo Howard entre risas, a lo que Monica chistó con un movimiento de la mano que restaba importancia. Marcus seguía ojiplático y boquiabierto. - Cuando trabajas lejos de casa y no te puedes aparecer, es fundamental saber empaquetar comida correctamente. Y hacerla. - Miró de reojo a Monica. Esta se encogió de hombros. - ¡En Nueva York no necesitas cocinar! Hay puestos de comida por todas partes. - Se te va a poner el colesterol por las nubes. - Queridos, siento bajaros del pedestal a vuestro ídolo pero habla talmente como un señor mayor. Así está todo el día. - Marcus rio y le miró. - Lo cierto es que es verdad, la comida es muy grasienta. Yo también querría aprender a cocinar... - ¡Oh! No sé de qué me sorprende. Tú y yo a lo nuestro, reina. - Le dijo a Alice, y todos rieron de nuevo. Luego, la mujer señaló a su marido. - Sí, sí, la comida riquísima, yo no digo que no. ¿Pero de quién fue la idea de que el hechizo invocador llevara un águila encima? ¿Eh? De nada. - Siguió riendo, mientras Monica les sirvió el jugo en los vasos. - Zumito de arándanos para mi niña traviesa. Y para mi niño bonito, mucho glaseado azul en las pastas. - Eres la mejor. - Dijo de corazón. Howard alzó el vaso y el resto le imitó. - Por nosotros, por nuestro reencuentro, y porque sea el primero de muchos. - Asintió y dijo un poco más serio. - Y es cierto, este no es el encuentro que queríamos. Estamos en un momento duro. Pero, como buenos pájaros, en caso de vulnerabilidad, hemos recurrido a la bandada. Entre todos podemos ayudarnos. Y lo que sea que necesitemos, lo vamos a lograr. - Con los ojos húmedos y un fuerte nudo en la garganta, asintió y chocó los vasos con los demás, bebiendo después. - Y ahora, contadnos. -




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    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Al menos Marcus estaba teniendo un momento de asueto viendo aquel barrio y disfrutando de la presencia de Howard y Monica. Volvía a ser su Marcus de siempre, echando piropos y cuadrándose como un niño bueno delante de su prefecto, incluso espantándose de las bromas de Monica. Parecía una persona completamente distinta al día de la discoteca, y… Bueno, Marcus parecía más satisfecho consigo mismo así, y desde luego era menos tormentoso, así que… Solo podía agradecer a sus mentores, porque, al final, los dos lo eran, que hubieran traído equilibrio a sus vidas una vez más. — Bueno, es que Marcus tuvo un incendio y un Creevey en su mandato, no se lo pusieron fácil. — Recalcó, en la conversación de los dos chicos. — Y un juicio por acoso, hundisteis a ese niñato hijo de puta, cómo me lo vi yo venir... — Dijo Monica dándole en el hombro. — Qué bien enseñada te dejé. — No lo sabes tú bien, Mon. He expandido tus enseñanzas todo lo que he podido. — La chica rio mientras tiraba de ella. — Quién te lo hubiera dicho cuando arrugabas esa naricita tan mona y te enfadabas conmigo. — Y ella rio también. Se agradecía, la verdad.

    La casa de Howard y Monica era pequeña, pero tremendamente acogedora y mona, llena de cosas que hablaban de ellos y cuán lejos habían llegado, y disfrutó simplemente haciendo el tour y riendo con las chorradas de Monica. Hablar de hechizos o de cocinar era un regalo aquellos días. — El otro día probamos unas cuantas cosas, pero creo que no soy muy fan de la comida americana. — No eres muy fan de la comida en general, no intentes liarme. — Dijo Monica sirviéndole zumo. Ella levantó el vaso. — De esto puedes darme cuanto quieras, ¿ves tú? Solo hay que saber con qué convencerme. — Rio un poco a lo de Howard hablando como un señor mayor. — Bueno, él habla con sabiduría. — Monica hizo una pedorreta. — ¡Venga ya! No vale traer fans a casa, ¿dónde están mis fans? — Creo recordar que cierto exprefecto ha dicho que cada vez estás más guapa, y no ha sido precisamente con el que estás casada. — Dijo Howard haciéndole cosquillas a su mujer en las costillas. Ella les miró embobada. Qué envidia… Pensó. Aquellos podrían ser Marcus y ella, si todo eso no se hubiera mezclado en su camino. Miró con pena a su novio y trató de sonreírle con ternura. Qué culpable se sentía en momentos como ese.

    Pero entonces atendió al brindis de Howard, y tuvo que tragar saliva, para no echarse a llorar. Qué sabio había sido siempre Howard, qué tranquila podía estar una poniéndose en sus manos, sabiendo que iba a encontrar serenidad y sinceridad a partes iguales. No pudo evitar sonreír con cariño cuando dijo lo de la bandada. — Por la bandada. — Repitió, chocando su vaso. Miró a Monica y le guiñó un ojo. — Y por que todos los pajaritos encontramos nuestro nido al final. — La mujer rio y todos dieron un traguito, que bien le iba a venir para coger fuerzas. Dejó el vaso en la mesa y, tomando aire, empezó a relatar la historia que tantas veces había repetido en aquellos meses.

    Hostia tía, eres una Van Der Luyden. Si me hacen jurarlo, digo que no. Pero ahora que lo dices, he visto a tu tía en las campañas y… — Rio y asintió. — Sois tela de parecidas. — No, ella no es una Van Der Luyden. — Dijo Howard muy serio, pero tranquilo, mirándola. — Ella es Gal, como siempre, y los Van Der Luyden son sus enemigos, y ahora los nuestros. — Soltó una risa sarcástica. — Eso si no lo eran ya de antes. — Alice frunció el ceño. — ¿Les conoces? — Howard rio. — Y tanto que les conozco. A Michael McGrath sobre todo, y actualmente es nuestro rival político, aunque la teoría generalizada es que es el muñeco de paja con poco cerebro de gente más poderosa. Pero todo el mundo sabe quién fue Peter… Hundió la carrera política de Wren hasta el punto de que Nikkie, que era una administrativa sin más, le ha igualado. Gracias al propio Wren, claro, que no le quedó de otra que dar un paso al lado y poner a alguien de su confianza. Ahora ya sabemos por qué eligió a Nikkie, además de porque la tía es una crack. — ¡Y está buenísima! ¿Has visto qué zapatos lleva? Y ni los necesitaría, porque juraría que tiene bonitos hasta los dedos pequeños de los pies. — Saltó Monica, entusiasmadísima. — Cariño… — Perdón, perdón, que estamos hablando con seriedad de política. — Dijo la mujer, levantando las manos y luego miró a Alice. — Yo solo les conozco de las campañas, de ir a hacerles fotos… Si me preguntas a mí, son un muermo clasista. — Son mucho más que eso. Todo el mundo sabe que Peter Van Der Luyden no da un paso sin el permiso de su mujer. Y Teddy Van Der Luyden… Ese es un pieza. — Alice negó con la cabeza. — No sé nada de él. No le vi ni en casa de esa gente cuando fui a ver a Dylan. — No quieras. Como toda la gente que está pringada con cantidades de dinero tan grandes, es un personaje oscuro y bastante peligroso, que tiene el amparo del prestigio. Pero centrémonos en tu hermano. ¿Crees que le están maltratando? — Se le ponían los pelos de punta, pero estaba agradeciendo el tono de Howard. Era más cálido y cercano que el de Emma y Rylance, pero no tan lastimero como el de los Lacey, y para el desequilibrio emocional de Alice, estaba siendo justo lo que necesitaba. — Físicamente… No parecía. No le vi mucho pero no tenía golpes ni nada… Pero psicológicamente, casi seguro. — Como le hagan algo a tu hermanito vamos a por ellos con toda la corte de dementores de Azkaban… — Dijo Monica, agresiva. Howard le puso una mano en el hombro. — Cariño… controlemos un pelín la ira, que los chicos ya tendrán suficiente. — Luego la miró a ella. — A ver, tenemos varias opciones… La primera, es ir de frente y mandarles una inspección auditada por mi departamento. Tu hermano es un menor británico tutelado, no sería extraño que fuéramos a ver que todo está en orden. Si lo están maltratando, se lo quitamos directamente, y si no… Al menos ya tenemos esa tranquilidad y descartamos la vía. — ¿Y la otra? — Preguntó, preocupada. — La otra… Es jugar un poco sucio. — Monica echó para atrás la cabeza. — Venga, cariño, si en el fondo nos gusta sucio. — Dices que el hijo de McGrath está en tu casa... ¿Podemos usar a ese chico como ventaja para algo? Te aseguro que McGrath lleva meses buscándolo tratando de hacer poco ruido... ¿Hay algo que Michael pudiera filtrarnos? ¿Podemos proponer... Algo así como un intercambio entre el hijo de McGrath y Dylan?






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    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Miró a Alice con las cejas arqueadas y se ahorró la sonrisilla. Menos mal que los chicos habían conseguido ponerle del suficiente mejor humor como para no tensarse de nuevo solo de recordar aquella noche, pero es que la afirmación de su novia le había hecho mucha gracia. ¿Que no le había gustado la comida americana? La había visto comer más que en toda su vida esa noche... Igual no se debía tanto a que le gustara la comida como a querer tapar con estas sus emociones. Lo dicho, mejor dejaba correr el tema de aquella noche.

    Identificar a Alice con una Van Der Luyden impactaba a todo el que conocía a ambos, porque eran como la noche y el día. Sin poderlo evitar, se le escapó espontáneamente. - Solo físicamente. - Cuando Monica dijo que Lucy y Alice eran muy parecidas. Se dio cuenta en el acto de lo impetuoso de su respuesta, siendo él, y se escondió tras el vaso de zumo, dando un sorbo. No había sido el único en saltar, porque Howard también lo hizo. Sonrió. Sabía que en él encontraría apoyo siempre, que eran muy parecidos, que no le había elegido como mentor por gusto. Lo que le sorprendió fue que les conociera, por lo que no perdió dato de la exposición que hizo.

    De verdad que a más conocían de esa familia era peor. Apretó los dientes y bajó la mirada, escuchando. De hecho, no estaba ni comiendo ni bebiendo, solo escuchando y tratando de gestionar la rabia, que se activaba en medio segundo tan pronto escuchaba hablar de esa gente. Daba igual lo bien que estuviera, tenían en él un efecto inmediato de empeorarle el humor. Con lo que subió la mirada fue con la pregunta de Howard de si creían que maltrataban a Dylan. Intercambió miradas entre los interlocutores, ya conteniendo el aire y con mucha más tensión. Por supuesto, Monica saltó, y cuando Howard la tranquilizó volvió a tener un arranque de espontaneidad. ¿Qué le pasaba hoy, que le costaba tanto contener la lengua? - Yo he llegado a decir cosas peores. - Pronunció taciturno, y se notó de nuevo las miradas encima. Y, una vez más, se escondió tras el vaso de zumo, dando un sorbo. Había dejado el ambiente tenso, era consciente. Pero no lo había podido evitar.

    Howard lanzó entonces dos opciones y Marcus escuchó con mucha atención, con el cerebro en perfecto funcionamiento y sopesándolo bien. Apretó los labios, pensando. Pero lo tenía que decir. - Aaron no quiere volver con su familia. - Negó. - Ni debe. Son unos maltratadores, quizás no sus padres, pero sí sus abuelos y todo ese entorno, y sus padres no han querido tomar partido. Nunca le han protegido. - Soltó aire por la nariz. - Alice puede deciros que he tenido mis más y mis menos con Aaron, y si me hubieras preguntado hace una semana... lo hubiera usado gustoso como rehén. - Los otros le escuchaban tratando de disimular la sorpresa de sus ojos. Claro, no conocían esa faceta del Marcus adulto... - Pero lo que he visto en esa casa... Si Aaron no quiere volver, no solo es comprensible, sino que tendría todo mi apoyo. -Hizo una pausa. - Salvo que... lo que estemos planteando no sea que Aaron vuelva en el lugar de Dylan, sino fingir que esto es así. - Arqueó las cejas. - Ni él ni yo tendríamos remilgos en engañar a los Van Der Luyden, por cruel que parezca. Más crueles son las cosas que han hecho ellos. - Ahí no se reconocía ni él, pero de verdad que estaba muy furioso con ellos y con la situación. - Pero dudo mucho que los abuelos elijan a Aaron frente a Dylan. No le tienen en ninguna estima... Se me escapa por qué tienen tanto interés en Dylan, pero algo me dice que no aceptarían el intercambio. - Miró a Howard. - ¿Te sería muy costoso lo de la auditoría? Si encima les vencemos por la vía legal, sería doble triunfo. - No, no tiene por qué ser especialmente costoso... - Contestó el otro, pero estaba como ausente. Algo había dicho Marcus que le había hecho conectar con otra cosa, porque llevaba unos instantes con la mirada perdida y pensativo. Marcus sabía reconocer cuando a alguien le había hecho algo click en el cerebro. - Es verdad... que parecen tener un especial interés en Dylan. - Pensó en voz alta el chicho, y luego les miró a ambos. - ¿Y decís que no sabéis por qué? - Se encogieron de hombros. Monica, entonces, dejó escapar una carcajada sarcástica, con los labios cerrados. - Pues algo me dice que ahí va a estar toda la clave del asunto. -




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    Era verdad, Aaron no podía volver con ellos. — Mi primo es homosexual, y eso para su familia es motivo hasta de tortura. No toleran nada que vaya en contra de sus designios. — Perdió la mirada en el patio. — Ahora, encerrado prácticamente, en casa de los Lacey es cuando he empezado a verle feliz, os lo digo en serio. Parece otra persona. — Negó y dio otro trago al zumo. — No, no podemos hacerle volver. — Pero miró a Marcus cuando planteó hacer aquella ficción… Y sintió la mirada extrañada de Monica sobre ella. Sí, este también es él, pensó. Como dijo en su día Lex, hacen falta un O’Donnell y un Horner para hacer un Marcus. Pero bueno, todos parecían estar de acuerdo en que aquella no era la forma.

    Howard parecía haber accedido a lo de la auditoría, y eso le calmaba, al menos algo harían, no estarían de brazos cruzados, pero su prefecto parecía estar pensando en otras cosas. Ah sí, el gran misterio. — Es lo que se ha preguntado todo el mundo en este caso. Desde Jacobs a Rylance, incluso Penrose se lo preguntó… — Dijo mirando a Marcus y recordando su conversación con el alquimista. — Y no somos capaces de dar con la tecla. Dylan y yo no somos nadie en esa familia, ni siquiera les conocíamos. — Pero ellos a vosotros sí. Y tu madre vivió diecinueve años ahí, eso no es poca cosa. — Alice alzó las manos con expresión ya desesperada. — Pero si la echaron, Howard. La dejaron literalmente sin nada, en la calle, si no llega a ser por Nikkie no hubiera tenido ni donde dormir. ¿Qué pueden querer de nosotros? — Algo que tu madre tuviera y ellos no. — Contestó él. — ¿Dignidad, bondad, corazón? — Intervino Monica, tan sarcástica como siempre. — A ver, no me miréis así, ¿que esperabais? ¿Que Janet tuviera una llave para un cofre donde está la mitad del dinero de la familia o algo así? ¿O unas cartas guarronas entre el adorable abuelo Peter y Wren? Yo ahí veo… — ¡Eso es, Monica! — Interrumpió Howard, antes de inclinarse y besarla en el pelo. — Mi cabecita loca e irreverente, pero brillante. — La primera sorprendida era la mujer, desde luego. — Cariño, ¿te ha dado demasiado el sol? Que estaba de coña. — Pero Howard entró a la casa y cogió pergamino y pluma.

    Gal, ¿tú te has planteado que parte de los activos de los Van Der Luyden pertenezcan a tu madre por derecho? — Ella frunció el ceño y negó con la cabeza. — Pero Howard, ¿cómo nada iba a pertenecer a mi madre? Si la desheredaron de todo, renunciaron a ella. — Él chasqueó la lengua. — Renunciar a un hijo y desheredarlo es más difícil de lo que parece, te lo aseguro. — Él seguía escribiendo. — Perdona si levanto ampollas, pero dime, ¿tu madre dejó testamento? — Alice suspiró y se frotó la cara. — Ehm bueno… Una cosa… Muy pequeña. Algo de dinero para Dylan y para mí, y cuando te digo algo, quiero decir muy poco. El que trabajaba era mi padre, la casa se la pagaron mis abuelos… De hecho el dinero de Dylan lo sigue teniendo mi padre… — ¡Ahí está! — Exclamó Howard. Sin duda, aquella mente Ravenclaw estaba trabajando de más y al menos Monica y ella no la seguían. — Si tu madre poseía algo, lo que fuera, ahora sus dueños seríais tu padre, tu hermano y tú. Y el único al que aún pueden controlar por ser menor de edad es a Dylan. — A ver… Empezaba a verle… ¿sentido? Al menos un poco. — Te aseguro que en el testamento de mi madre no había nada más, mi padre me lo hubiera dicho. — ¿Y si tu madre no sabía que lo tenía? Es muy habitual en esta gente tener como testaferros de cosas que no quieren que les investiguen a sus propios hijos. ¿Y por qué simplemente no se lo quitaron en vida? — Preguntó Monica, que también estaba teniendo problemas siguiendo el razonamiento. — Eso tenemos que asegurar, pero Gal… Esta es la pista. — Ella suspiró y miró a Marcus, a ver si se expresaba, porque a ella le parecía una posibilidad disparatada, pero también era verdad que, con su información y sus presupuestos no lograban hallar ese porqué, así que… Quizá era hora de cambiar la óptica.






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    Jue 23 Mar 2023, 10:54


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    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Lo que intentaba encontrar Howard como clave del asunto tendría sentido si no fuera porque Janet siempre había sido rechazada en esa familia, hasta las últimas consecuencias de hecho. Se cruzó de brazos y echó aire por la nariz como sustitutivo de empezar a lanzar sapos y culebras por la boca sobre las crueldades de los Van Der Luyden hacia Janet. Igualmente, Howard era un hombre inteligente y con mucho conocimiento sobre política, que había tenido a los Van Der Luyden cerca, así que siguió escuchando con atención. Con el comentario de Monica, se permitió emitir él una sarcástica carcajada de garganta también. Estaba negando con la cabeza, con la mirada perdida y una tremenda tentación de ponerse a fantasear otra vez con lo que le haría a esa familia, cuando Howard prácticamente saltó del asiento. ¿Qué? ¿Qué acababa de decir Monica que le había activado así?

    Abrió mucho los ojos y atendió con todo su interés, descruzándose de brazos e inclinado ligeramente hacia delante. Ahora le iba el cerebro a todo funcionamiento, como cuando trataba de analizar algo muy intrincado. A la pregunta de Howard, miró a Alice. Es cierto que... bueno, ellos eran muy pequeños cuando Janet murió, con esas edades no se habla de esas cosas, pero nunca había oído hablar del testamento de Janet. Los Gallia eran bastante humildes, había dado por hecho que... bueno, lo que la mujer tuviera se lo había legado a su familia, y ya estaba. Igualmente, había dado por hecho, al igual que Alice, que de los Van Der Luyden no tenía nada, que la habrían desheredado cuando la echaron de casa. No le pegaba una torpeza así de una familia tan influyente y cruel. A saber a quiénes tenía desheredados su abuela Anastasia e iban a todas las fiestas a su casa a comer...

    Howard volvió a saltar con algo que dijo Alice, y Marcus se sintió perdido... por apenas un par de segundos. Su mente acababa de conectar con algo también. Claramente, Howard estaba insinuando que Dylan era heredero de algo, pero no le cuadraba que fuera por parte de Janet. Pero... ¿y si lo era por otra persona? Asintió a lo que iba oyendo, pero parte de su cerebro estaba trabajando por su cuenta, de ahí que tuviera la mirada perdida y el asentimiento de la cabeza se le hubiera instaurado como un gesto automático e ido. Se habían llevado a Dylan porque, de los herederos, era el único menor de edad. Sí, en esa posibilidad ya habían recabado, aunque sí que veía la laguna en Alice. Si ambos eran herederos de algo, perderían la mitad del patrimonio dejando a Alice campar a sus anchas, y no le pegaba con esa gente. Y entonces Howard dio con una clave, y Marcus le miró súbitamente. - ¿Insinúas que era testaferro de algo? - Parpadeó. - Es muy habitual en ciertos círculos, perfectamente podría ser. Así es como pillaron a... - Se detuvo. Ni Alice conocía esa historia entera, se había quedado en el círculo particular de confesiones de Emma en una cena cualquiera. Sentía todas las miradas encima. Se removió en la silla, un tanto incómodo. - Bueno... mi familia materna conoce a mucha gente, y no todos son buenos. - Podría escapar así. Básicamente, así era como había acabado entre rejas el tipo que hoy podría ser su padre de haberse salido su abuelo Dorcas con la suya. Pero no estaban con la familia materna de Marcus sino con la de Alice, así que mejor recentrar el foco.

    Pero Monica tenía razón: ¿por qué no se lo quitaron en vida? - ¿Y si todo se destapó después de que muriera? - Pensó en voz alta. Le miraron. - Quiero decir... No me pega un despiste por parte de esta gente, pero quizás... algún familiar le hubiera dado algo a Janet, sin comunicárselo a ellos, puede que ni a la propia Janet, y se haya destapado a raíz de la muerte de ella... ¿Podría ser? - Howard se acarició la barbilla, pensativo. Al cabo de unos segundos, dijo. - Es un poco retorcido, pero viniendo de esa gente, no me extrañaría... - Les miró. - Janet falleció hace cuatro años, ¿correcto? - Asintieron. - ¿Y desde cuando están buscando a Dylan? - Marcus miró a Alice. Se removió de nuevo. - Que sepamos... desde hace poco más de un año, aproximadamente. - Según dijo la propia Alice, William llevaba quemando cartas sin leer de los Van Der Luyden mucho tiempo. Igual ese dato les tiraba piedras sobre su propio tejado. Dejaría en manos de Alice si desvelarlo o no. - ¿Y habéis visto que haya ocurrido algo en especial en el entorno de la familia desde entonces? Me parece arriesgado esperar a que ella muera para quedarse con el heredero, sin hacer nada. - Y por aquella época, Alice también era menor. Se los hubieran llevado a los dos. - Razonó Monica, a lo cual Marcus asintió. - Lo habitual hubiera sido... bueno, que ellos hubieran muerto antes que Janet, esto ha sido una eventualidad. Y esa familia no hace sus negocios en base a eventualidades. Ha debido ocurrir algo que se nos escapa... - Marcus se mojó los labios, pensativo. Tras unos instantes, sacó de su bolsillo el pergamino que le diera Penrose, extendiéndolo con dificultad sobre la mesa, pequeña y llena de cosas, porque era enorme. - El señor Penrose me dio esto... son las conexiones de los Van Der Luyden. Las que sepamos. - Joooooooooder. - Dijo Monica, que parecía entre espantada y fascinada. Tenía cara de estar a punto de llamar a la vuelapluma para tomar notas. - Él... señaló a esta persona. - Apuntó a Bethany Levinson con el dedo. - Era una tía de Janet. Falleció hace dos años. -Nada más oírlo, Howard alzó la mirada a él, con los ojos muy abiertos, y luego miró a Alice. - ¿Eso es cierto? - Corroboró. - ¿Y qué relación tenía con tu madre? - Todos estaban mirándose entre sí, tensos, salvo Howard, que no quitaba mirada de Alice, esperando respuesta. Podrían, sin querer, acabar de dar con la clave del asunto.




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    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Alice entornó los ojos hacia su novio. ¿Ahora Marcus sabía de testaferros y demás prácticas fraudulentas? Alzó una ceja y puso media sonrisa. A saber quiénes eran esos personajes que los Horner conocían. En el fondo les hubiera venido hasta bien tener de su parte a Linda por lo menos, que sería una déspota y una clasista estúpida, pero sabía mucho más de aquel mundo que ellos.

    Al menos, Marcus parecía estar siguiendo el razonamiento de Howard, aunque estaban contando con supuestos que a Alice no se le habían ocurrido en la vida, ni ella había visto ni la tercera parte del dinero y propiedades que hacía falta tener para estas cosas. Ella simplemente podía parpadear con desconcierto, y asentir a los datos que iba dando Marcus, porque ella estaba demasiado confusa. — Pero es que podría ser más, porque yo encontré la primera carta de los Van Der Luyden a mi padre el día que cumplí diecisiete justamente… Es que hay muchos datos que no tengo. — Pero sí, los Van Der Luyden no parecían de esas personas que dejaran negocios o cosas importantes abiertos a eventualidades, aunque aun así les ocurrieran, como a todos.

    Entonces, Marcus sacó aquel papel de Penrose, que ella apenas había mirado, porque le había embotado la cabeza nada más verlo, pero al que debía prestar más atención, porque era de gran utilidad. Normal que Lawrence hubiera querido recurrir a él, menudos conocimientos de… Todo. Frunció el ceño al mirar el nombre que señalaba Marcus. — Sí, era la hermana de Lucy Van Der Luyden… Por lo visto era bastante rica. — ¿Bastante rica? — Dijo Monica con una risa. — Tía, los Levinson son INMENSAMENTE ricos. Más que los Van Der Luyden. — Ella levantó las manos y suspiró. A partir de ciertas cifras, le daba un poco igual quién era más rico. — El caso es que esa mujer no tuvo hijos, y tenía la salud delicada. Solo sé que mi madre era su favorita y que vivió con ella, y, según Lucy McGrath, su madre siempre pensó que iba a hacer heredera a mi madre. — Vio las caras de “ahí está” de todos, así que hizo un gesto para detener la emoción. — Pero cuando mi madre se marchó, la desheredó de todo y se lo quedó Teddy, que por lo visto es lo que siempre quiso Lucy Van Der Luyden. — Notó como los otros se desinflaban. — Pero algo tiene que haber… Y esto… — Dijo señalando el nombre. — Esto no puede ser casualidad.

    Howard parecía estar estrujándose los sesos, y de hecho se frotó la frente, aunque mantenía el ceño fruncido. — A ver, si tu madre hubiera heredado algo, alguien tendría que haberla avisado, un notario o algo… — Alice suspiró y se dejó caer sobre la silla. — El problema de eso es que nos falta mucha información. Mi madre ya no puede contarlo, mi hermano era demasiado pequeño y mi padre… — Tragó saliva y perdió la mirada. — Mi padre no está bien desde que ella murió. No se puede confiar en su memoria. Pero, Gal, si les hubiera llegado una carta de un notario, por mucho que fuera de parte de los Van Der Luyden, quizá si la hubieran abierto. Y pase que tu padre esté muy mal, pero te aseguro que se acordaría si su mujer hubiera heredado millones. — Alice negó. — Que no, que es imposible que mi padre sepa eso, y sobre si les amenazaron más o menos… Es que no se va a acordar. — Suspiró y negó con la cabeza, ya un poco desesperada, pero Howard la estaba mirando. — Alice, ¿de qué tienes miedo? ¿Por qué no quieres hablar con tu padre de esto? — Ella se giró y le clavó la mirada. Maldito prefecto que la conocía metida en un saco después de todos aquellos años. — No tengo miedo de nada, Howard. — Y se le había puesto todo el tono de cuando le regañaba en el colegio y ella se defendía, hasta ella se dio cuenta de cómo había sonado. — Bueno, sí tengo miedo. Tengo miedo de lo que esa gente le pueda hacer a mi hermano, y de ponernos a jugar a los detectives y dar con vías muertas. Y no quiero tener que contar con alguien tan poco confiable como mi padre para algo tan delicado y que, sobre todo, creo que no va a llevar a ninguna parte. El hermano de mi madre ya se quedó ese dinero. — Howard se levantó de su silla y se puso de rodillas frente a ella, cogiéndole las manos, y Alice tuvo que apartar la mirada, enfadada. — ¿Qué te pasa con tu padre? — Suspiró y las lágrimas acudieron a sus ojos. — Que no me hablo con él. ¿Contento? — Monica se inclinó hacia ella también preocupada. — Pero, ¿por qué, Gal? Si tú adoras a tu padre. — Tragó saliva y se quedó mirando las manos de Howard agarrando las suyas. — Por favor, no me hagáis hablar de esto, por favor os lo pido. No puedo ahora. Tengo que llevar de vuelta a Dylan y ya está. — El chico acarició sus manos. — Ya, pero es que necesitamos trabajar todos, incluido tu padre, para arreglarlo, al fin y al cabo es su hijo… — Pues no ha actuado como padre. — Saltó ella. — Que le pregunten a Dylan. Marcus y yo nos hemos encargado de él. Y los O’Donnell, y hasta mis abuelos… Todo el mundo menos él, que es quien tenía que hacerlo. — Soltó una de las manos y se secó la lágrima que le caía. — Tiene que haber otra manera de investigar. — Concluyó, dispuesta a no bajarse del burro.





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    Jue 23 Mar 2023, 17:19


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    Marcus parpadeó varias veces, mirando a Monica. ¿Cómo que esa señora podía ser inmensamente más rica que los Van Der Luyden? Los Van Der Luyden eran ya escandalosamente ricos. Pero, si eso era así... empezaban a cuadrarle las piezas. Empezaba a pensar que todo aquello, todo aquel sufrimiento, había sido una pura cuestión de dinero, y de verdad que como fuera así no se lo iba a poder creer. Pero viniendo de esa gente... Se frotó la cara, escuchando al resto hablar. No podía volver a dar rienda suelta a su enfado.

    Eso de que el dinero se lo había quedado Teddy fue algo que les dijo Lucy McGrath, y Marcus no se fiaba nada de esa mujer. - Lo cierto es... que de eso no tenemos certeza, Alice. - Dijo, más como si pensara en voz alta. - Es decir... tampoco la tenemos de que Bethany y Janet estuvieran tan unidas. Toda esa información nos la ha dado Lucy McGrath, y sinceramente... no me parece una fuente muy fiable. - Ladeó brevemente la cabeza. - Pero, siendo así... bien podría haber puesto a tu madre de heredera, y eso, en la mente de esta gente codiciosa al menos, explicaría su interés por Dylan. Si bien tú serías... - Y se detuvo, porque la conexión no era difícil de hacer. Apretó los labios y dejó reposar la información.

    Escuchaba a todos de fondo, dándole vueltas al tema. Cuando volvió un poco en sí, se encontró a Alice cerrada en banda y a Howard y Monica intentando entender qué ocurría. Frunció los labios otra vez y echó aire por la nariz. Ah, ese tema... Alice no quería ni oír hablar de su padre desde lo ocurrido. Les iba a costar hacerla cambiar de parecer, no parecía querer ceder ni ante la situación crítica que estaban viviendo. Ahora notaba las miradas de los mayores sobre él. Prácticamente por alusiones, contestó, echando primero un poco de aire por la boca en un suspiro mudo. - William... no ha estado muy bien, a nivel mental, desde que ocurrió lo de Janet. Se ha descuidado un poco y... es probable que no haya visto las cartas, o lo haya olvidado. Nos lo habría dicho si no. - Miró de soslayo a Alice. No era nada partidario de esa ruptura padre-hija, pero no podía meterse en ese terreno ahora, tenían cosas mucho más urgentes que atender. Volvió a suspirar y a mirar a los otros. - Lo tendremos en cuenta como opción si no encontramos nada más, pero agotemos todos los cartuchos que podamos aquí primero. -

    Se mojó los labios. - ¿Cómo veis que tratemos de obtener la información de los McGrath? - Preguntó. - Siguen sin parecerme de fiar, pero... no sé si hay alguna forma, que no pase por utilizar a Aaron como rehén, para hacerles hablar con sinceridad. Si hay algo que podamos utilizar. - Frunció el ceño y, antes de que le dijeran nada, justificó. - Y no considero que sea jugar sucio. Hemos ido desesperados a su casa, saben la situación que hay. Si nos han mentido, debería caérseles la cara de vergüenza. Es más, debería caer el peso de la ley sobre ellos si se estuviera usando a un menor para fines ilícitos y ellos lo estuvieran permitiendo. - Podéis ir allí, sí. Y podemos... ver de qué manera convencerles de que os cuenten todo lo que saben. - Dijo Howard, comprensivo, y luego añadió, mirando a Marcus con la cabeza ladeada. - Pero ten en cuenta, Marcus, que cabe la posibilidad de que os estén contando SU verdad. Que los Van Der Luyden no se lo hayan contado todo y que ellos os estén diciendo lo que saben y nada más. - Marcus resopló, cerrando los ojos y frotándose la cara otra vez. Aquello no acababa nunca.

    - Pero vamos a ver. - Se reactivó Monica, mucho más seria pero también con menos paciencia que su marido, mirando a este. - Si la tal Bethany, sin descendientes y viuda, siendo una Levinson, le hubiera legado semejante dineral a Teddy, de eso se tienen que enterar los McGrath. Por no hablar de que habrá registros. - Eso es cierto, si ha recibido una herencia tan cuantiosa, tiene que haber registros. - Monica abrió mucho los ojos al comentario de su marido, dando una palmada en el aire. - ¡Pues empecemos por ahí! Si realmente desheredaron a Janet y se lo dieron todo a Teddy, vendrá por alguna parte. Si no hay registros... - Entonces la herencia de Bethany, en ausencia de Janet, es de sus herederos. - Completó Marcus, y ahí miró a Alice. - De ambos. - Añadió. Y no, lo que en otros podría ser alegría ante la posibilidad de una herencia, a Marcus acababa de saberle como si se le hubiera caído el mundo encima. Hizo de tripas corazón e, ignorando por un segundo la presencia de su novia, miró a Howard y preguntó en tono grave. - De ser así, Dylan solo tendría la mitad de la herencia ¿no? - Hubo un leve silencio. - Así es. - Marcus tragó saliva. La voz salió más insegura ahora. - ¿Y crees... que esa gente se conformaría solo... con la mitad de una herencia? - No lo quería ni pensar, estaba temblando por dentro. Ya les habían jurado y perjurado que los Van Der Luyden no tenían muertos en su historial... que supieran. Gente tan ambiciosa como para hacer eso, quizás no se conformara con media herencia, sino que quisieran que Dylan fuera heredero universal. Y sabía Merlín que estaba haciendo un gran esfuerzo por borrar esa idea de su mente, pero solo se le ocurría una forma de conseguir dicho propósito.




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    La bandada
    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Sí, si lo peor de ese caso es que toda la información que manejaban estaba manipulada y no se podía confiar en ella. Se frotó la cara. No era posible, uno no era heredero de algo y no se enteraba, ¿no? Al menos tenía a Marcus de su lado en lo de no implicar conocimientos de su padre, eso sí que no era confiable.

    Y al menos Marcus se había adaptado a cómo moverse en esas lides, porque ella se sentía perdidísima, y hablar en términos de “obtener información de” le hacía sentirse perdida y embotada. Porque ya se liaba hasta el extremo, claro. Lucy no les parecía de confianza, y su marido mucho menos aún, así que, ¿con qué seguridad confiaban o intentaban extraer esa información? Era de locos, no tenía sentido nada de lo que estaban haciendo, y estaban confiando ciegamente en… ¿Qué? ¿Una teoría? Por no hablar de que Howard tenía razón, los Van Der Luyden no contaban para nada con Lucy y Michael, era muy probable que lo que les contaran ni siquiera fuera verdad o estuviera muy tergiversado. Se le acababa de encajar un dolor de cabeza brutal.

    Miró a Monica intentando concentrarse. — Pues eso fue lo que nos dijo Lucy. Que Teddy lo había heredado todo y ahora incluso vivía en la casa, así que… Blanco y en botella, la verdad… — Howard frunció el ceño. — Más razón para que podamos encontrar huella documental de ello, ¿no creéis? — Alice parpadeó y se encogió de hombros. — Pues… Puede… Puede que sí, es que no sé cómo van esas cosas, ¿sabéis? Porque nunca he tenido casas millonarias a mi nombre ni… En fin… — Y entonces Marcus dijo lo de “sus herederos” y sintió todas las miradas sobre ella. Los miro, de hito en hito a cada uno. — ¿Qué? ¿Creéis que la heredera soy yo? ¿Dylan y yo? — Ella frunció el ceño y negó con la cabeza. — ¿Pero cómo va a ser eso? ¿Y qué es? ¿El secreto mejor guardado de la historia? A mí nunca me han avisado de nada así. Si Dylan y yo fuéramos herederos de algo nos lo habrían… Notificado de alguna forma. — Howard iba a echar humo por las orejas. — Pero si tú aún eras menor… Tú dijiste que viste una carta el día que cumplías diecisiete, ¿no? — Ella asintió. — Y no era de Bethany. — No, no, era de Lucy Van Der Luyden, no me voy a olvidar en la vida. Pero, por la cara de mi padre, no era la primera. — Howard dio una palmada. — Es que quizá sí os avisaron, pero a través de tu padre, y él, al percibir que eran asuntos de los Van Der Luyden quemó las cartas. — Su ex prefecto se dejó caer contra las piernas de Monica. — Alice, escúchame, hay muchas MUCHAS posibilidades… — ¡Bueno ya vale! — Interrumpió ella, levantándose de golpe y llevándose las manos a la cabeza. Entre Howard con las deducciones y Marcus con los malos augurios de la mitad de la herencia. — Gal, tranquila… — Intentó decir, Monica, levantándose y acercándose a ella. — No, es que… ¿Qué me estáis sugiriendo? ¿Que una tía de mi madre que nunca antes había aparecido en la ecuación era millonaria y, después de dejar que echaran a mi madre de casa por enamorarse, decidió dejárselo todo a ella? — Miró a Marcus. — Venga, pongámonos en tus supuestos, ¿por qué no han matado ya a mi hermano? — Todos pusieron cara de susto, pero es que estaba cansada ya. — O a mí. Me tuvo a tiro el otro día. A los dos. Y aquí estamos, alargando la agonía. — Dejó salir el aire y se puso una mano en el pecho, dejando salir las lágrimas. — No entiendo nada de todo esto. Siento que no controlo nada de mi vida y que tengo las manos atadas. Siento que todo el tiempo llego a un callejón sin salida… Y no sé por dónde continuar ni qué implica todo eso que decís. — Cómo entendía a su madre ahora, cuántas veces les metió en la cabeza que lo más importante del mundo era tener una familia feliz y amigos fieles, y que el dinero solo da problemas, que la verdadera estaba en otra parte. Ahora que su familia estaba hecha pedazos y, potencialmente, por lo visto, tenía mucho dinero, lo veía más claro que nunca.





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    Jue 23 Mar 2023, 20:40


    La bandada
    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Marcus entrelazó los dedos sobre la mesa, muy serio y concentrado. Podrían tenerlo ahí, por fin. Podrían haber dado con la clave del caso, y si Howard tenía acceso a ciertos documentos, no tardarían en ver si su hipótesis era cierta o no. Una parte de sí quería que lo fuera: por fin acabaría esa incertidumbre de saber qué movía a esa gente a raptar a Dylan, ya solo tenían que ver cómo se solucionaba por la vía legal, y siendo una herencia, probablemente no fuera difícil, quería pensar. Otra parte... prefería que fuera maldad simple y pura, y que pudieran demostrar que Alice era mejor para su custodia, quitárselo y punto. Porque esos temas no traían nada bueno... Y le daba pánico pensar que Alice pudiera estar en peligro.

    Claro que su novia no había contado con esa posibilidad para nada, y estaba viendo cómo su agobio crecía exponencialmente a cada segundo que pasaba. Como siguieran intentando convencerla, solo se agobiaría más, lo estaba viendo venir... No se equivocó. La explosión le sobresaltó pero levemente, se mojó los labios y cerró los ojos con pesadez. Cuando los abrió, miró a Alice. Odiaba verla así de mal, la verdad, y en otras circunstancias habría corrido a calmarla, como hicieron los otros. Pero hasta él mismo se notaba aletargado, por no hablar de que ya la conocía lo suficiente como para saber que eso solo la agobiaría más. En lo que esperaba al momento de intervenir, Alice le lanzó una pregunta que le dolió en el corazón. - Ya oíste a los Lacey, Alice. - Respondió con el tono más calmado y comprensivo que encontró, mirándola desde su posición. - Tienen miles de ilegalidades a sus espaldas, pero no son conocidos por ir matando gente. - Es verdad. No ha habido ningún escándalo de ese tipo que sepamos relacionado con ellos. - Confirmó Howard, tratando de relajar un poco más. Lástima que ese "que sepamos" no tranquilizaba mucho a Marcus. - Tu hermano es pequeño, están alegando que la custodia les pertenece. Se quedarían con su dinero como sus tutores legales y lo manipularían, y de aquí a que sea mayor de edad habrían buscado la manera de que el dinero fuera suyo. - No era a Dylan a quien le preocupaba que matasen, era a Alice. La parte de herencia de Alice era algo a lo que los Van Der Luyden no tenían ningún tipo de acceso. La parte de un niño de doce años era facilísima de usar.

    Alice pareció detenerse en su hablar, pero no en llorar. Marcus miró a Howard y Monica, pidiéndoles con la mirada que no intervinieran, mientras ellos le devolvían una mirada preocupada. Se levantó y se acercó lentamente a ella. - Mi amor. - Le dijo en voz baja. - Alice... mírame. - Pidió, y cuando ella lo hizo, puso las manos en sus brazos con delicadeza, mirándola a los ojos. - Esto es todo un mundo. Nos viene muy grande y no tenemos ni idea de si esta hipótesis es correcta o no... Yo también estoy desesperado, te lo aseguro. Pero, por el momento, no tenemos otra vía. Sé que no quieres perder más tiempo, ni yo tampoco... Si tiramos por este camino, y resulta que era el correcto, estaremos mucho más cerca. Y si no lo es, tendremos una vía descartada. Piensa que, por lejos que nos sintamos, estamos más cerca que cuando empezamos. - Se acercó a ella y juntó su frente con la suya. - Algún día... todo esto habrá pasado. Estaremos todos juntos. Miraremos atrás y nos daremos cuenta de lo que hemos conseguido. Sé que se está haciendo muy largo, mi amor... pero nos estamos acercando. - Apretó sus manos, sin perder la postura. - Y tú eres libre, lo sigues siendo, no lo olvides. No estás atada. Y esta bandada vuela a tu lado. No te vamos a dejar perdida por ahí, ningún pajarito se queda atrás, por mucho que se despiste en su vuelo. - Abrió los ojos, la miró a los suyos y trató de sonreír. Oyó a alguien sorber un poco por la nariz tras de sí, alguien que, acto seguido, dijo. - ¿Y si nos damos un descansito? - Miró a Monica y esta, limpiándose rápidamente una lágrima, se puso de pie y dio una palmada. - Venga, un ratito de recordar viejos tiempos. ¿Qué os parece? -




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    Jue 23 Mar 2023, 23:00


    La bandada
    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Bueno, Marcus diría ahora eso de que no había asesinatos, pero le había visto la cara, él mismo lo había pensado, no podía engañarla. Y eran demasiadas variables, demasiado escenarios posibles desde que salió de Inglaterra hacía… ¿dos semanas? ¿Pero qué locura estaba siendo esa? Y su novio lo detectó, claro. Se acercó hasta ella y, como le pasaba siempre, solo ya el tono de su voz la calmó y le hizo levantar la vista. Asintió a sus palabras y reguló su respiración. — Tienes razón. Descartar también es algo. Algo más que cuando empezamos, seguro. — Clavó la vista en él y se mordió las mejillas por dentro. — Marcus… Me he dado cuenta que no sé nada de mi madre. No sé ni una quinta parte de su historia, que por lo visto es mi historia también. Entiendo que quisiera dejar todo esto atrás pero… — Negó con la cabeza y se mordió el labio inferior. — Vamos tan a ciegas… Que solo querría tener un dato, algo que me ayudara a comprender. No sé quién era cuando vivía aquí, y me van contando cosas aquí y allá y yo… Siento como si me presentara a un examen que ni siquiera sabía que había, a cuyas clases no he asistido, y aun así es obligatorio que lo apruebe. — Y sabía que los tres ravenclaws de la sala le iban a entender.

    Asintió también a lo de que mirarían para atrás y añadió. — Y ojalá aprendamos. Ojalá enfrentemos el pasado como se debe, con toda la información y no esperemos a que nos reviente en la cara. — No pudo evitar sonreír cuando le dijo lo de la bandada, y miró a Monica y a Howard, acariciando las manos de Marcus. — Eso es muy cierto. Sola no me voy a sentir nunca. — Miró a su novio y le sonrió un poco. — Y libre, siempre. Y segura, gracias a mi espino. — Se separó un poco y los miró a todos. — Lo siento, chicos… Es que es complicado para mí… — Monica se acercó y sugirió el descanso, y Howard se rio. — Tranquila, todos lo hemos entendido con el símil del examen, de punta se me han puesto los pelos. — Monica tiró de ella y la sentó a su lado en el sofá de mimbre del porche, y ella se dejó, porque, ¿para qué iba a discutir? Mejor dejarse llevar, siempre le había ido bien dejándose llevar por Monica y Howard.

    A ver, la historia ya sabemos que acaba bien, pero ahora: soltad prenda, ¿cómo empezó? — Inquirió la mujer. Alice se giró y la miró alzando una ceja. — Bueno, primero vosotros, ¿no? ¿Os tengo que recordar cómo estabais aquel día en el que me metí en un tarro? Monica iba echando pestes de ti, prefecto. — Dijo con media sonrisa. Monica se señaló, con falsa ofensa, y enseguida miró a Howard. — Bueno, sí. Iba poniéndote verde. Eras inaguantable entonces, mi vida. — El aludido dejó caer las manos sobre su regazo, sentándose. — Vaya, por Dios, ahora uno intentaba ser un caballero y se volvía inaguantable, ¿es o no, Marcus? — Y ellas se rieron sin poder evitarlo. Le gustaba aquello, también era otra cosa buena que podía sacar de todo aquello. — Pues os lo contaré yo. — Se ofreció Howard. — Yo estaba enamorado de Monica desde que aquel día en segundo la consolé por el examen en el que sacó un seis… — No hacía falta decir lo del seis. Puta Fenwick. Ya sí lo puedo decir, ¿no? — Howard entornó los ojos. — Ahora no pueden quitarte puntos por ello, sí. Decirlo con doce años aún dentro del aula no era lo mejor. — Él suspiró y continuó. — Total que yo intuía que ella también sentía algo por mí, pero me daba miedo que se riera en mi cara de mi caballerosidad y me dijera “que te den prefecto, yo me voy a ver el mundo” o algo así… — Alice rio y miró a Marcus con una sonrisa. Sí que eran parecidos, la verdad, así de segura estaba Monica de que iban a acabar juntos y bien. — Pero bueno, Anne me dijo que no me iba a aguantar más hablar de ella y me dijo “si te rechaza ya lidiamos con el corazón roto” y acto seguido se rio con esa risa sarcástica de ella que daba pánico. Y, claro, como no me quedaba otra, me voy a hablar con ella y la tía me estaba esperando en la escalera, toda chula apoyada, y yo buscando las palabras, y se me acerca, se me recuelga del cuello y, sin yo llegar más que abrir la boca como un pez, dice “que sí, estirado, que quiero ser tu novia, y tu mujer, y tu princesita si me apuras, si me prometes que vamos a estar juntos y nunca quietos”. — Alice sonrió mucho y miró a Monica. — Pero qué declaración más preciosa. — Dijo de corazón. Luego guiñó el ojo a Marcus y dijo. — Creo recordar que yo tampoco le di mucho cuartel a Marcus, después de una semana sin hablarnos le solté “estoy enamorada de ti desde hace cuatro años”. — Su sonrisa se puso tierna. — Es lo mejor que he dicho en mi vida, todo lo tuviera tan claro. — Todo esto, sin Marcus, hubiera sido una pesadilla, su vida, en general, sería un lugar terrible sin él.





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    Lun 27 Mar 2023, 17:33


    La bandada
    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    La miró a los ojos mientras le hablaba, acariciando su mejilla para intentar relajarla. Asintió y dijo, comprensivo. - De tu madre sabes mucho, Alice. Sabes cuál fue la vida que quiso, y eso es lo importante. Dice más de una persona las decisiones que toma con su vida que el contexto en el que nació, porque lo primero se elige; lo segundo, no. - Sonrió levemente. - Y tienes razón: la Janet previa a la que eligió su vida es casi una desconocida para nosotros, la estamos conociendo ahora, pero piensa que esa no es la persona que tú conociste porque ella eligió otra cosa, y fueron sus elecciones las que la hicieron ser como era. ¿Qué pensaste de la foto que viste de Shannon? Que esa no era tu madre. Tú misma lo dices: claro que la conoces, conoces a la persona que ella quiso ser. - Frunció los labios y bajó la mirada. - Y tienes razón, esto no debería estar ocurriendo... Nos está obligando a conocer una parte que estaba apartada, pero eso, Alice, ni es culpa tuya, ni de ella. Solo son unas malditas circunstancias injustas. -

    Sonrió a su novia cuando la escuchó decir que se sentía libre y segura, y que no estaría sola. Dadas las circunstancias, tendría que conformarse con eso, al menos no se sentía desamparada o incomprendida, y tenía que reconocer que tenía muchísima gente que les estaba ayudando. - ¿Ves? Esto también era tu madre. - Miró a Howard y Monica. - Hacer que un montón de gente te quiera y te ayude. Mucha gente está volcada en ti porque te quiere, por como eres, por tus decisiones, y por la parte que tu madre dejó en ti. Algo que esa gente nunca va a tener ni entender. Janet lo tenía más claro que nadie. -

    El descanso propuesto por Monica les vino bastante bien, porque aunque ese tema estuviera rondando por su cabeza como un molesto moscardón, al fin y al cabo, la distracción adecuada relajaba considerablemente. Había retomado lo de comer, que al final apenas había probado una pastita y un poco de zumo, y ahora estaba dando buena cuenta del esfuerzo culinario de sus anfitriones (a ver, ya que se habían molestado, sería de mala educación rechazarlo). A la pregunta de Howard, abrió mucho los ojos, con media magdalena en la boca, asintiendo con gravedad. Cuando pudo hablar, dijo. - ¡Desde luego! Solo nos gustan las caballerosidades para lo que nos conviene... - Picó, aunque a su novia le encantaba su caballerosidad, siempre se lo decía, de ahí que le guiñara un ojo juguetón al decirlo. Sí, su caballerosidad sí, pero cuando se ponía normativo la veía rodar los ojos y suspirar, y le llamaba dramático. Pero le parecía muy divertido ver que sus mentores eran básicamente una versión levemente modificada de ellos mismos.

    Atendió como hacía en el colegio a lo que Howard contaba (solo que comiendo... bueno, en el colegio también le había pillado alguna que otra vez comiendo). En cuanto Howard comenzó su narración, alzó la mano súbitamente y dijo. - ¡Yo me sé esa historia! ¡Me la contó! - ¿Le contaste tus desavenencias en amores a un niño de once años, don perfecto? - Howard y Marcus profirieron varias onomatopeyas de queja hacia Monica para que no se viniera arriba, aunque ya rebosaba burla con la preguntita. - Trataba de dar un enfoque educativo a la situación. - Siempre fui un niño muy maduro. El contexto lo requería. - Y no especifiqué aquella vez lo del seis. - Reflexión que me vino MUY bien de hecho y que apliqué a mi futuro cargo. - Pero necesitaba contextualizar el suceso por el que, señorita, le quiero recordar, perdí puntos. No sé si es peor eso o lo del seis. - Mira, los pelos de punta. Lo recuerdo como si fuera ayer. - Y ya has visto que el mensaje educativo caló, tal y como tenía pensando. - La lección de un sabio. - Bueno, ya vale con el show de las mágicas águilas siamesas. Me he enterado. - Cortó Monica, riéndose por lo bajo y compartiendo miraditas burlonas con Alice. Marcus se había instaurado en una pose digna como si quisiera reivindicar que no era ningún niño, y Howard se encogió de hombros, añadiendo una última excusa. - Encima que formabas parte de mis mensajes educativo, cariño. Así de en cuenta te tenía... - No, si de mensajes educativos me llenaste pero bien. Son pesadillos, pero les queremos así ¿verdad? - Le dijo a Alice, y eso hizo a Howard y Marcus mirarse y sonreírse. - Nosotros también os queremos así, con vuestras burlas incluidas. - Y un poquito sensibles también son. - Todos rieron.

    Prosiguió el relato y Alice y Marcus tuvieron que intercambiar más de una mirada, porque las similitudes eran tan claras que no podían por menos que reír. Lo de Anne le sacó una carcajada. - La prefecta Harmond, otra gran sabia. - Es que si no lo decía, reventaba. Sonrió ampliamente a Monica y luego miró a Howard. Reconocía la cara de idiota enamorado a la perfección, se la devolvía todos los días el espejo. El comentario de Alice hizo que riera de nuevo con una carcajada, para justo después decir con fingida indignación. - ¡Uno currándose la declaración perfecta durante dos meses, y la otra dinamitándola en un segundo! - Se quejó falsamente, porque cada vez que recordaba aquella frase sentía un escalofrío. El instante más feliz de toda su vida. Alzó un índice. - Y ¡eh! La hice de todas maneras. - Di que sí, que nadie detenga a un prefecto obstinado en hacer las cosas bien. - Ironizó Monica, ganándose una burlita de su marido, que acto seguido se giró a Marcus para decirle. - Va, cuenta. No me quiero imaginar la espectacularidad que tenías preparada. - Pues... - Y empezó a narrar, por supuesto con la grandilocuencia que caracterizaba a Marcus, todo el proceso de la Sala de los Menesteres. Obviamente, lo detuvo magistralmente en el final de la declaración, contextualizado con la noche de Nochebuena en su casa pero saltándose toda la parte sexual. Creía haberlo salvado bien, y así habría sido de estar contándoselo solo a Howard, que aunque se lo hubiera imaginado habría tenido el decoro de no preguntar. No era así con Monica. - Y aquí es donde se corta el relato porque el contenido se vuelve para mayores de edad. - El amor que Alice y yo nos profesamos es siempre puro y nacido del aprecio que ambos... - Una carcajada fortísima, palmadas incluidas, de Monica, cortaron su perfecto discurso. - ¡Es que no puedo contigo! ¡Estás igual pero con voz de hombre! - ¡Howard seguro que me ha entendido! - Claro que sí, colega. Yo pienso exactamente igual que tú. - Y, para demostrar que seguía siendo el mismo, se removió en la silla con carita y sonrisa de niño orgulloso y miró a Monica con la superioridad de quien sabe que tiene al prefecto de su parte.

    - Bueno, no creáis que se me ha despistado el dato, aunque esta lo haya dicho así como quien no quiere la cosa. - Retomó Monica, señalando a Alice con el pulgar. - ¿Qué es eso de que estuvisteis una semana sin hablaros? ¿A qué vino semejante drama? Porque después de la Navidad que has contado y habiendo empezado el dieciséis de enero... u os peleasteis justo al llegar, o a mí no me salen las cuentas. - Marcus y Alice intercambiaron miradas. Ahora, en comparación con todo lo vivido y sabiendo el final, el motivo de discusión les parecía hasta ridículo. Trató de responder sin responder, como tantas veces hacía. - Se produjeron una serie de malentendidos. Los dos estábamos sensibles e inseguros, con nuestros propios pensamientos acerca de los sentimientos del otro, y una serie de eventualidades que... - Como me digáis que fue por una tercera persona, me caigo muerta. - ¡Moni! - Riñó Howard, pero la mujer les miraba con los ojos muy abiertos, expectante. Y el silencio incómodo de ambos fue bastante delator. - ¡¡No me jodáis!! ¿¿Pero quién?? - A ver, no fue exáctamente así... - A ver, a ver a quién de los dos tengo que coger de los pelos. ¡No quiero cuernos en esta historia! - ¡¡Moni!! ¡Deja a los chicos! - ¡Que no! No, por Merlín, nada más lejos... - Soltó aire por la boca. - Puede... Bueno, no sé si recordáis a una chica de nuestra promoción, Poppy McKenzie. - Para sorpresa (e indignación) de Marcus, los dos se echaron a reír a carcajadas. Les miró con el ceño fruncido. - ¿Qué? - Ahora es cuando sueltas el bombazo de que te gustaba. - Ironizó de nuevo Monica en un tono tan evidente que le hizo fruncir el ceño aún más. - Bueno, me caía bien... - Colega, llegué a hacer una estadística de los temas de conversación que tú tenías. No te ofendas, se quedó solo en mi fantasía mental, nunca lo usé para burlarme de ti públicamente. - Howard alzó los dedos y empezó a enumerar. - Empezando por el quinto, Poppy McKenzie. Debo reconocer que, para tener once años, eras bastante sutil. O más bien dabas un rodeo tremendo por todas las casas de Hogwarts hasta acabar, casualmente y como quien no quiere la cosa, diciendo "y hablando de Vuelo... deberían revisar las prácticas obligatorias, hay alumnos que pueden sufrir de vértigo. Poppy McKenzie, de mi curso, por ejemplo" . - Eso no es así... - "Dicen que las salas comunes están decoradas para la personalidad de sus alumnos." - Continuó Howard, haciendo caso omiso a su intento de desviar el tema con incomodidad, mientras las otras dos se morían cruelmente de risa a su costa. - "Por ejemplo, a los Gryffindor les encanta el quidditch, así que tienen un montón de cosas de equipos de quidditch y escobas y eso... Y a los Hufflepuff les gustan las galletas, y tienen galletas. ¿Sabes a quien le salen unas galletas muy ricas? A Poppy MacKenzie. ¿La conoces?" - Marcus puso cara de circunstancias, porque las otras más se reían. Es que encima eso de terminar cada frase preguntando si la conocían no ayudaba nada. - "He oído que en Escocia hay un montón de círculos de piedra mágicos. Mi amiga Poppy MacKenzie, no sé si te suena, es de..." - Vale, lo hemos pillado. - Cortó él, ruborizado, y todos se echaron a reír. Eso no había quien lo cortara ya.

    - ¡Venga, venga! Has dicho que ese era el quinto tema favorito de Marcus. Ilumínanos con tu estadística, mi amor, que te pones muy sexy cuando lo haces. - Tema número cuatro. - Continuó el chico, bien contento. Marcus rodó los ojos. Vaya, otro que se deja corromper porque su mujer le dice que está sexy. No me esperaba esto del prefecto Graves, pensó muy digno, aunque ni siquiera mentalmente se atrevió a decir que él no habría pecado de lo mismo. - "El itinerario curricular de Hogwarts y por qué en ciertos aspectos estaría bien una mejora". - Pues te voy a decir una cosa. - Señaló, serio y digno, mientras los otros seguían riendo. - El de Pociones da pena verlo. La última vez que se modificó fue en el año mil nove... - ¡Alguien quiere la anticonceptiva! - Bramó Monica, y empezó a emitir soniditos de sorpresa y grititos justo después. - Quéééééé fueeeeerte mini Howi... - ¡Es que puede traer muchos problemas no estudiarla! - Tengo que reconocer que aquí estoy con él. - Dijo Howard, lo cual provocó en Monica una fuerte carcajada y que le diera un codazo de colegueo a Alice para decir. - Los dos mosquitas muerta estos... - Continúo: tema número tres. - Recondujo Howard. Vaya, de ese tema no le interesaba tanto hacer leña... - "La casa Ravenclaw y por qué es la más guay del mundo y en la que todo el mundo debería querer estar." - Eso hizo que Monica soltara un ruidito adorable. Marcus se cruzó de brazos. - Lo sigo pensando. - Tema número dos, y ojo porque este es la joya de la corona: "cómo ser un buen prefecto." - El estallido de risas y adorabilidad no tardó en llegar. Marcus miró al otro, con una mano en el pecho y muy digno. - Yo te profesaba una profunda admiración, sincera y de corazón. - No lo dudo, colega. - Dijo el otro entre risas. Le puso una mano en el hombro. - Y de hecho, debiste escucharme muy bien, porque me consta que me has superado con creces. - Se le pasó toda indignación por completo y sonrió conmovido. Chasqueó la lengua. - Va... que me vas a hacer llorar. - Bueno, bueno, que queda uno todavía. - Recuperó Monica. Mirando a su marido, preguntó con interés. - ¿Cuál era el primerísimo tema de conversación del miniprefecto en ciernes? -Y ahí, tras una leve pausa, Howard miró a su novia y, con esa sonrisa serena que tanto habían echado de menos ver, dijo. - Alice Gallia. -




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    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Miró la escena, a Howard y Monica riéndose, y Marcus volviendo a probar toda la comida, como si fuera una pequeña parcelita del cielo, sintiendo eso a lo que se había referido Marcus, ese amor de la gente que la rodeaba, tal como le pasaba a su madre. Sí, su novio tenía razón, esa Janet que le planteaban, solitaria, encerrada en sí misma, triste y… Posible heredera millonaria, no era su madre. Y ya podía bajar quien quisiera a decírselo, que no se lo creería.

    De momento, se recreó en ver a Monica y Howard comentar su relación y a sonreír y guiñar el ojo a las explicaciones de Marcus sobre su declaración y cómo empezaron. Se tuvo que contener la risa cuando Monica le pilló enteramente en lo de cortar el relato, y notó que ella misma se enrojecía un poco cuando notó la mirada suspicaz de Howard. Claramente, para ella nunca iba a dejar de ser su prefecto Graves, le daba un poquito de vergüenza que supiera que andaba colándose por ahí a hacer semejantes cosas, aunque claramente, y conociendo a Monica, ellos habían hecho lo propio. De hecho, para echarle un cable a su novio dijo. — Menos meterse con miniprefecto, que yo ahora recuerdo ciertas cosas que oía con once años… — Monica la miró con media sonrisa. — ¿Ah sí? ¿Como qué? — Ella le replicó la expresión. — Como que tú te movías más que la Dama de las Violetas… Por suerte para Howard. — Remató con una sonrisita de venganza, lo cual hizo reír mucho a la mujer y llevarse las manos a la cara al prefecto. — ¿En serio te dejé decir eso delante de los niños? — Monica le miró con falsa indignación. — Ni que te permitiera yo callarme o no. — Y otra vez las carcajadas. Ah… Podría acostumbrarse a eso… Ojalá no vivieran todo el tiempo en América.

    Agachó la mirada cuando Monica preguntó el porqué de su pelea, pero Marcus se explicó bastante bien. Lo que no se esperaba es que Howard tuviera una lista de los temas favoritos de su novio y eso le hizo reír, porque encima le imitaba divinamente. Eso sí, cuando llegó al tema favorito, se le paró la risa y la sustituyó por una sonrisa de idiota enamorada llena de ternura. Miró a Marcus y asintió en silencio. — Y yo sin darme cuenta. Yo solo veía a Poppy en ese ranking. Y las normas, eso también. — Se rieron los cuatro a la vez. — Pues anda que no tenía cosas que decir. Qué querías hacer en el día, en el curso, en verano, en la vida… Que si sabías mucho de plantitas, que le habías enseñado a bailar, que él te había enseñado algo de Encantamientos o de alquimia, a dónde iríais en Hogsmeade… — Howard rio. — Normal que el pobre Hasan no moviera ficha después de todo… — Alice dejó caer los brazos. — ¿Es que era tan evidente? A mí hasta que no me lo dijo mi cuñado no me lo pareció. — Monica apretó los labios y se encogió de hombros. — Le gustaba medio colegio. — Howard negó. — No, pero cuando Marcus se ponía sin parar a hablar de ella y se le veía tan ilusionado y con tantos datos, planes de regalos… A él se le cambiaba la cara, yo le conocía muy bien, y veía cómo podía visualizar sus opciones evaporarse. — Alice chistó y se rio. — Esa era yo cada vez que estaba hablando contigo y entraba aquella en la habitación. — Señaló a Monica con la barbilla. — Marcus por lo menos tuvo a Anne solo para él. — Dijo en tono de broma, levantando una oleada de risas. Extendió la mano a Marcus y le miró con cariño. — A veces tenemos la respuesta en las narices y no somos capaces de verla… Por muy Ravenclaws que nos creamos. — Dejó un beso en su dorso y se abrazó las rodillas, sin perder la sonrisa ni dejar de mirarle. — Igual como él era mi día y mi noche, yo no me daba cuenta de que yo era su tema favorito, simplemente… Exprimía cada minuto juntos, como siempre he hecho. — Monica la miró con ternura. — Si algo nos ha enseñado esta historia de tu madre es a eso. — Tamborrileó con sus manos en el regazo y dijo. — Y ahora quiero que me pongáis al día de todos los cotilleos, por favor, necesito saber. Lo del cuelgue de Jacobs era por todos sabido, pero venga, dadme más… — Y Alice no necesitaba más para soltarse, por no hablar de que le estaba viniendo genial.

    ¡PUAJAJAJAAJAJ! ¡Cassey Roshan! ¡Esa torre de niña creída! Ay, lo que hubiera pagado yo por verla persiguiéndote. — Y Monica seguía riéndose, y Howard, por respeto a su pupilo, claramente, conteniéndose la risa. — Oye, y este chico que comentáis, Creevey… ¿Decís que no se sabe quién es el padre? — Alice negó con pesadumbre. — No, y créeme que si algún día descubrimos quién era conozco bastante gente muy dispuesta a leerle la cartilla. — Monica hizo una pedorreta. — Ni que fuera el primer gilipollas que deja tirada a una tía por salvarse, como para encontrarlos a todos. Pero es verdad que es raro encontrarlos en casa, donde más abundan es entre los clasistas de Slytherin, como tu pr… — Y se detuvo, mirando a Marcus. — Espera, espera… Vosotros estabais en Hogwarts cuando Percival era prefecto, ¿no? — Ambos asintieron. — Pero bueno, que tampoco hay que creerse todo lo que se oye o lo que parece… — Trató de mediar Howard. — ¡Vamos, Howie! ¿Crees que el chico no sabe lo que tiene en casa? Tu primo era un cabronazo de primera, y a Jacobs lo trató fatal, cuando aún estaba muy tiernito, aunque no os lo podáis imaginar así… — ¿En serio? — Preguntó ella, confusa. Nunca había hecho la conexión, y de repente desearía tener un pensadero donde poder ver cómo fue la confluencia de toda esa gente en Hogwarts.





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    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Le devolvió a su novia una mirada y una sonrisa enamoradas y enternecidas. - Estoy absolutamente seguro de que era así. - Rodó los ojos. - Aunque no me planteé llevar una estadística de mí mismo, la verdad. Y habría que ver cuán de verídica es... - Dijo con mucha dignidad, aunque ni él se creía que podía llegar a enfadarse con Howard Graves. El chico dio más información y llegó incluso a ruborizarse, mirando a su novia con una sonrisa tímida y los ojos entornados. - Es que me gustaba todo de ella, y me sigue gustando... Bueno, igual que fuera TAN inquieta... - No me hagáis repetir el comentario de la Dama de las Violetas, que luego me regañan. - Soltó Monica, y Marcus se removió inquieto, porque tenía mucha habilidad para escandalizarse por esas cosas, mientras Howard chistaba con desaprobación y Monica se reía cual villana de novela.

    Lo que le sorprendió tanto que le hizo mirar súbitamente a Howard fue la mención a Hasan. - ¿Tú lo sabías? - ¿Y tú lo sabías? - Preguntó Monica de vuelta, que estaba poniendo cara de estar a punto de ir a por palomitas para ver en qué acababa esa historia. Hizo una pequeña mueca con la boca con lo que contó el chico. - No era tan consciente... No hasta que lo dijo Lex. - También se enteró ahí, al igual que Alice.  Aunque se tuvo que reír con lo siguiente, si bien especificó. - ¡Eh! ¿En qué universo tenía yo a Anne? Solo me decía que era muy mono. - Te tenía en una consideración muy alta, colega. - Marcus, inexpresivo, parpadeó, mirando a Howard. - ¿Cómo de alta? - Monica soltó la carcajada más fuerte que le hubiera oído en su vida. - No tan alta, prefecto prematuro. - ¡A ver! Es que me estáis confundiendo. - Más risas.

    Miró a Alice con calidez, apretando su mano cuando la tomó y la besó. - Hemos disfrutado muchísimo el camino, que es lo importante. - Afirmó. La conversación avanzó hacia cotilleos varios de los últimos años en Hogwarts, lo cual interesó muchísimo a Howard y Monica. Ciertamente, a él también le iba a dar mucha curiosidad saber qué se cocería por allí cuando ellos se fueran. Preguntaría a los más pequeños. Al fin y al cabo, tenía un cuñado en Hufflepuff, y eso era... Se detuvo en el pensar, ensombreciéndose un poco. Como no solucionaran aquello rápido, mandarían a Dylan a Ilvermorny. Pero no iban a consentir eso, Dylan iba a volver con ellos, así que sí, seguiría teniendo un cuñado en Hufflepuff. Sacudió la cabeza y volvió a centrarse en la conversación.

    Emitió una sarcástica carcajada desde el fondo de su garganta, con los brazos cruzados. - Yo el primero. Espero no encontrármelo nunca, menudo irresponsable... - Chasqueó la lengua. - Creevey ha sido difícil de llevar, tiene una personalidad un poco... particular. Pero no ha tenido una vida fácil. Lo cual no justifica que sea tan sumamente trasto, menudas me las ha llegado a liar. - Mucho estaba tardando su novia en sacar a relucir el tema de la huelga. Prefería dejarlo estar, que se enfadaba otra vez. Aunque acabaría contándoselo a Howard en algún momento, si podían seguir manteniendo una relación de amistad, lo cual deseaba... Si bien tendrían que mudarse a Inglaterra de nuevo para ello. No se veía volviendo a Nueva York. - Digamos que llegué a un punto de reconciliación con él antes de irnos, y ahí fue cuando me dijo que su padre había sido prefecto de Ravenclaw... Ni me molesté en buscarle en el libro. No me interesa en absoluto. - Y entonces Monica contestó, y claramente se fue de la lengua. Aunque no es como que estuviera diciendo ninguna mentira.

    Les miró a ambos mientras intercambiaban opiniones, pero veía que el chico se estaban conteniendo de decir ciertas cosas por su presencia. No así su mujer. - Creedme que sí que me lo imagino. - Aseguró. Soltó una risa sarcástica. - Y Jacobs era mayor que yo. Llevo lidiando con Percival toda la vida. - ¿Pero contigo también era así? - Preguntó Howard, a lo que Marcus le miró con las cejas arqueadas. - No sé cómo era en Hogwarts, pero a mí no me dejaba ni a sol ni a sombra cuando nos reuníamos en casa de mi abuela, desde que nací prácticamente. Empiezo a tener recuerdos de la casa a partir de los... ¿cuatro años? Esos son más difusos. Puramente nítidos, más o menos a partir de los seis. Y en ellos recuerdo a Percival con absoluto pavor. - Se encogió de hombros. - Ahora somos prácticamente dos iguales, pero cuando yo tenía seis años él tenía trece. Me doblaba en altura... aunque en inteligencia no mucho, para qué nos vamos a engañar. - Si no lo decía, reventaba. - Y diréis, bueno, pero en Hogwarts encima era prefecto, tenía autoridad para hacer lo que quería y encima tener estatus. - Volvió a soltar una risotada sarcástica. - Percival era indudablemente el favorito de mi abuelo cuando aún vivía. Con mi abuela no se puede contar, odia a todo el mundo. Pero, si tiene que quedarse con alguien, desde luego que los padres de Percival son claramente mucho más aceptados que mi madre o mi tío Phillip y sus respectivas familias. Así que Percival me torturaba como le daba la gana y salía totalmente impune. - Ladeó la cabeza, reflexivo. - Aunque Lex se le imponía bastante, y eso que era más pequeño aún. Siempre salió en mi defensa. - Pero ¿qué te hacía? - Preguntó Monica con ese tono de quien está esperando que le den madera para iniciar un incendio. Marcus se encogió de hombros. - Me amedrentaba cuando me veía solo. Yo era un niño que siempre buscaba un hueco a solas para leer, y más en una casa tan poco divertida como la de mi abuela, porque allí no había juegos, solo conversaciones tensas y más espacio del que un niño puede necesidad. Siembre me acababa encontrando, y cuando lo hacía... a veces me quitaba el libro y amenazaba con romperlo, otras simplemente se burlaba de mí, manipulaba la realidad para hacerme creer que el tonto era yo y que él sabía más... - Qué hijo de puta. Para matarlo. - Moni... - ¡Howard, por Merlín, que hasta su propio primo lo odia! - Monica se giró a Marcus. - Una vez dejó a Jacobs encerrado en una de las vitrinas del aula de Pociones. Le pilló Anne. - Marcus abrió los ojos como platos. - ¿Cómo? - Lo que oyes. Y el cabrón se justificó en decir que solo era una pequeña broma. Claro, Anne le dijo que eso no tenía pinta de broma para nada, que era cruel y que el chico estaba llorando. ¡Joder, que solo estaba en segundo! Fue el año antes de que entrarais. Intentó decir que Hasan no paraba de decirle que le iba a quitar el puesto de prefecto, y que "quería demostrarle que iba a tener que aguantar muchas cosas hostiles, que tenía que prepararse para todo". Vamos, que le quería acojonar, claramente. Cuando Anne le dijo que ella, que justo ese año empezaba a ser prefecta, no había pasado por ninguna prueba que ni se le pareciera, tiró por la vía de que Hasan le estaba faltando al respeto. Ni por esas. - Negó. - Anne le había pillado de todas todas, pero cometió el error de pecar de demasiado protocolaria y le advirtió que le denunciaría en la siguiente reunión de prefectos, que tenía la opción de disculparse y cambiar de actitud y no lo llevaría al comité de ética. - Monica miró a Howard y este a ella. Marcus frunció el ceño. - ¿Y qué pasó? - Monica se encogió de hombros. - Según la versión de Anne, se puso muy subidito y le dijo que era una niñata, que solo estaba en quinto, que era menor que él, de familia menos poderosa que la suya y mujer, encima, que solo sabían lloriquear para llamar la atención. Que en el mundo de la alquimia había muy pocas mujeres y que él tenía mucha influencia, que tenía un familiar alquimista y le iba a hablar mal de ella. - ¿Perdón? - Preguntó Marcus entre risas. - Lawrence es mi abuelo por parte paterna, y él es mi primo por parte materna. No tiene ningún familiar alquimista. - Ya decía yo que no me cuadraba en absoluto. - Masculló Howard con fastidio. Claro, ellos no tenían por qué conocer tan bien su linaje familiar.

    - ¿Por qué has dicho "según la versión de Anne"? - Preguntó Marcus, escamado. Monica apretó los labios. - Llegó de la mano de Antares, de Zafar, no de Radha. Claro, estaban en su clase, les pillaría él. Ya sabéis cómo es Antares, no se moja para nada, así que simplemente nos dejó de la mano a una Anne llorando a mares en la sala común y nos dijo que estuviéramos con ella, que no le había pasado nada grave, simplemente había tenido un desencuentro con un compañero y no se encontraba bien. A Percival le quitó puntos de Slytherin, pero hasta ahí podemos saber. Ella nunca quiso hablar mucho más del tema, solo decía que Percival la estaba insultando cuando Antares llegó y le paró los pies. Hasan tampoco dijo nunca nada. - Y probablemente eso fuera lo que pasó. - Dijo Howard, mirando con los ojos entornados a Monica, pero esta se reviró. - ¡Conozco a mi amiga, y tú también! No llora por nada. - No fue por nada, Monica. La insultó, la amenazó, y Anne apenas llevaba unos meses en el cargo y Percival tenía dos años más, ya sabes cómo es de exigente. La hizo sentir muy mal, yo también hubiera salido llorando. - Yo creo que intentó propasarse. - Marcus abrió los ojos como platos. - ¿¿Perdón?? - No tenemos ninguna prueba de ello y Anne nunca, jamás, lo ha dicho. - Es demasiado discreta. - Pero no es tonta. Lo habría dicho. - ¡Vale! Igual no llegó a hacerle nada, pero lo de que se puso muy cerquita, como muy muy cerquita, me juego una mano y no la pierdo. - Y ahí sí que se removió con incomodidad, sin querer mirar a Alice por no delatarla. Así se las gastaba su primo... - ¿Es o no es un cabronazo? - Preguntó Monica, y Marcus no pudo más que asentir, muy sereno. - Lo es. Y de los grandes. Pero ya lo pagará algún día. -




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    Con Marcus | En Nueva York |  12 de agosto de 2002

    Cada vez que pensaba en aquel malnacido haciéndole pasar malos raros a su Marcus pequeñito y adorable, se le despertaba una Alice violenta que no podía controlar. Había visto a Percival dos veces en su vida, y no estaba segura de cómo reaccionaría si lo viera una tercera, desde luego. Aunque quizá es que estaba en un momento de su vida en el que no estaba para delicadezas. — Amedrentar es, sin duda, lo que mejor se le da hacer. Y solo amedrentar porque ni siquiera tiene los redaños ni la inteligencia para hacer nada más. Un ejemplar perfecto para los de su clase y su entorno, desde luego. — Sí, esa era la diferencia entre Percival y los Van Der Luyden. Ambos carecían de escrúpulos, pero uno solo sabía vociferar y no sabría ni por dónde empezar a usar ese poder que creía tener, mientras que los Van Der Luyden llegaban sin hacer ruido y te hundían en un momento. Nunca pensó que prefiriera el estilo de Percival para nada.

    No debería sorprenderle que sus amigos tuvieran historias que contar de Percival, y que Monica le tuviera tanta manía, era justo lo contrario que la mujer, y encima ella no tenía ningún tipo de reparo según su cuna ni su supuesto poder. Cuando oyó lo de Jacobs, suspiró y negó con la cabeza. No se imaginaba al Jacobs que ella conocía dejándose hacer eso, pero si estaba en segundo solo y se lo hacía su propio prefecto… — También es un clásico de Percival, aprovecharse de sus posiciones de poder para hacer lo que le apetece, o quedar por encima. — Howard la miró de reojo, como intentando averiguar por qué lo decía tan segura, pero ella siguió mirando al frente, haciendo como si simplemente diera su opinión en base a la observación.

    Pero la cara se le cambió cuando oyó lo de Anne, y miró de reojo a Marcus. — Antares, a base de ser tan sangre de horchata, ha sido más cómplice de maldades en Hogwarts que muchos. — Howard, siempre tan correcto dijo. — Los culpables de las maldades son quienes las hacen.Pero quien calla y no lo impide, pudiendo hacerlo, solo lo empeora, Howie, y lo sabes. Y tú jamás te has callado una injusticia. Ni mi seis, fíjate tú. — Argumentó Monica, y Alice la miraba, sintiendo como su mente se dividía entre la Alice que atendía y la Alice que estaba reflexionando sobre toda aquella situación en América. Eso sí, tuvo que poner los ojos en blanco con lo del alquimista. — ¿Veis? Es todo palabrería, porque os puedo asegurar que el abuelo Lawrence no escucharía ni una sola palabra que saliera por la bocaza de Percival, si acaso para hacer justo lo contrario. — Estúpido… ¿Cuántos contactos reales tendría y cuántos solo en su retorcida y asquerosa mente? Imposible saberlo. Qué asco que el poder estuviera en manos de gente como él.

    Pero sí, eso de la versión de Anne no sonaba bien, de hecho sonaba a lo que ella creía que sonaba. Pero Alice confiaba plenamente en Howard y Monica, y no tenía nada que esconder ni sentirse avergonzada. — Yo sí creo que algo le hizo. — Declaró. — Porque a mí me lo hizo. Cuando Marcus y yo aún no éramos novios, esa Navidad que os ha contado… En medio, Percival decidió que iba a torturarle una vez más, solo que ya no tenía un libro, ahora tenía una persona que le importaba, y encima una mujer, que para él tienen menos capacidad de decir que sí o no que un hombre. — Monica se inclinó hacia delante muy seria. — ¿Te hizo algo… ? — Alice negó con la cabeza. — Nada especialmente grave. Meterme miedo, hacerme sentir culpable porque el muy asqueroso me había puesto las manos encima… Pero Lex apareció cuando tenía que aparecer, tal cual como cuando Marcus era pequeño. — Encogió un hombro. — Así que no me extrañaría que se lo hubiera hecho a Anne también, o algo por el estilo, invadirle el espacio vital, hacerla sentir incómoda. — Howard la miró con seriedad. — Qué rabia me da cuando me doy cuenta de que hasta a las mujeres a las que considero perfectamente capaces de defenderse e imponerse se les ha hecho esto. — Ella asintió en silencio. Pues sí, por desgracia, los tipos como Percival no discriminaban.

    Yo estaba pensando en lo que ha dicho Monica antes… — Inspiró soltó el aire lentamente, mirando a lo lejos. — Que la gente que puede hacer algo y no lo hace solo lo empeora… Cada vez que descubro algo sobre mi madre aquí, pienso: ¿y esta persona por qué no hizo nada? Y trato de explicármelo por el miedo, pero… Me cuesta, la verdad. — Monica agarró una de sus manos. — Así es, por desgracia. Pero aquí se acaba el círculo, Alice. Has dado con gente que no tiene miedo, como yo, con gente que tiene poder, como Howie, y… — Miró a Marcus y le sonrió. — Con una persona que haría todo por ti, como miniprefecto prematuro. — Las dos rieron y Howard rodeó a su novio por los hombros. — Ahora es minialquimista prematuro, porque me temo que aquí se separa de la andadura de su maestra prefecto. — Le revolvió los rizos de la nuca. — Ahora querrá competir conmigo el tío en brillantez de carrera y felicidad conyugal, ¿a que sí? — Se rio y tomó la mano de Alice también. — Y en cuidar de ti, pero en eso creo que todos nos ponemos de acuerdo. Tú estás rompiendo la rueda, Alice, pero recuerda: no tienes que hacerlo sola.





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    Mar 28 Mar 2023, 23:25


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    Con Alice | En Nueva York | El 12 de agosto de 2002
    Asintió, porque tenía que darle la razón a Monica ahí. Merlín sabía lo muchísimo que admiraba a Graves, entre otras cosas por su diplomacia, pero Marcus estaba de acuerdo con Fender: el que pasaba de largo de la injusticia era casi tan culpable como quien la cometía. Y en el fondo sabía que Howard pensaba igual... Solo que, al igual que él, pensar así de un profesor le costaba. La afirmación de su novia le hizo mirarla. Claro, con la experiencia que había tenido Alice, era normal que le hubieran saltado todas las alarmas, a él también. Veía tan superior a Anne, que le costaba imaginarla amedrentada por un primo suyo. Qué vergüenza... Y qué rabia. Esperaba que no le relacionara nunca con él o llegara mínimamente a pensar que se parecían en algo.

    Por supuesto, la indignación de Monica y Howard era palpable ante el relato de Alice. Marcus tuvo que bajar la mirada y apretar los dientes, respirando hondo, como si estuviera escuchando todo aquello de fondo. Últimamente, el autocontrol relacionado con la ira no estaba en sus mejores momentos, lo que le faltaba era recordar aquello. Porque había jurado aguardar a que metiera la pata tal y como le prometió a su madre, porque en el fondo sabía que era lo más inteligente... Pero se le estaban ocurriendo muchas cosas que le podría hacer en venganza por toda la gente amedrentada, por Anne, por Hasan, por él mismo y, sobre todo y fundamentalmente, por Alice.

    Asintió a la reflexión de Howard, igual de indignado. Marcus consideraba a Alice mucho más fuerte que él, y aun así había tenido que pasar por aquello. Trató de frenar sus fantasías de venganza, sobre todo cuando su novia inició una nueva reflexión a raíz de todo aquello. Volvió a sentir. Eso justamente había pensado él de Lucy McGrath. - Estoy de acuerdo. - Corroboró, cruzado de brazos. - Mi hermano Lex podría haberse dedicado a sus cosas, haberse mantenido al margen, mirado y callado, o directamente ignorado. Y tanto conmigo como con Alice, siempre que Percival entraba en acción, actuaba. Y mi hermano tampoco ha tenido una vida fácil, menos que Lucy McGrath seguro. - Notaba que los dos mayores le miraban un poco confuso. Claro, faltándote el dato de que el chico era legeremante, no debían encontrar muchos motivos para una infancia dificultosa entre los O'Donnell. - No hay motivo para quedarse impasible ante una injusticia tan flagrante. Más que una injusticia, una crueldad. - Pero, como decía Monica, ahí se acababa el círculo. Sonrió, mirándoles a ambos, agradecido. Las palabras de Monica le emocionaron. Aunque a lo que dijo Howard chasqueó la lengua. - Yo nunca me separaré de seguir el sendero de tus enseñanzas, prefecto Graves. - Es que no puedo con él. - Dijo Monica entre risas adorables. Marcus soltó una carcajada a lo siguiente que dijo el chico. - ¡Para nada! No te ofendas, querido mentor, pero si bien tu brillantez jamás osaré ponerla en cuestión, y solo perseguiré ser tan bueno como tú, y si te supero será un honor pero jamás olvidaré de dónde vine, dudo mucho que nadie pueda ni siquiera igualar mi felicidad con Alice. - Jamás pensé que alguien pudiera usar una palabrería más elaborada que tú, aunque hay que reconocer que siempre apuntó maneras. - Dijo Monica, mientras todos reían. Sí, todos estaban rompiendo esa rueda. Y les estaba costando muchísimo trabajo, pero lo iban a lograr. Se tenían los unos a los otros, tenían el cariño y el amor que les unía. Y, como buenos Ravenclaw, si algo tenían, era inteligencia de sobra.




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    Turmoil
    Con Marcus | En Long Island |  15 de agosto de 2002

    Respiró con fuerza en el jardín, cruzada de brazos, llenando sus pulmones y poniendo una leve sonrisita. — Oye, pues tenían razón Marcus y Aaron, dijeron que ibas a estar fuera, que te gusta el viento. — Dijo Frankie, saliendo con un montón de herramientas, postes de metas y demás. Ella sonrió y abrió los ojos. — Sinceramente, estaba haciendo escudos para las plantas. No hemos echado dos semanas arreglando el jardín para que ahora se estropee. Pero sí, me encanta el viento, me pone de buen humor. — El hombre frunció el ceño y escudriñó el cielo. — Pues aquí es muy mala señal… Ahora le llegará a Maeve el parte del MACUSA, pero ese huracán toma tierra esta noche como muy tarde… — De repente se oyeron unos chillidos infantiles y una voz de mujer que les reprendía firmemente. — Y ese ha tomado tierra antes, como siempre. Anda, ve a ver si está controlada la emergencia. — Alice rio y fue a la parte de delante, dándole antes un afectuoso apretón a Frankie, porque siempre le levantaba un poco el humor.

    Mira, esto no ha empezado aún y ya no puedo más. — Declaró Shannon, dejando a Arnie cual pelota en brazos de Marcus, que estaba allí con Maeve y Aaron y le pillaba de paso, mientras avanzaba hacia dentro con un montón de maletas levitando a su lado. — ¿Pero entonces no puedo dormir sola? — ¡MAMÁ! ¡Si Maeve duerme sola, yo me pido dormir con Alice por lo menos! — ¿Pero por qué nadie quiere dormir conmigo? — Se quejaba lastimosamente Ada. — Yo con quien no voy a dormir es con el bebé. — Insistió Maeve Junior. — Pues a dormir entre los abuelos, como cuando eras pequeña. — Contestó Shannon bruscamente, entrando en la casa.

    La tía Maeve suspiró y miró a sus nietas, con las manos en las caderas. — ¿Siempre tenéis que poner así a vuestra madre? — ¡Joe, abuela! — ¡Saorsie Parker! Esa boca. — La niña miró a su abuela con aburrimiento y un punto de indignación muy Slytherin. — ¡Jopelines, abuela! ¡Es mamá! Que se enfada por todo. — Maeve la tomó de los hombros y la condujo al interior. — Ya sabes que se preocupa por vuestro padre, y le agobia tener que estar tantos días encerrada. Él va a estar al pie del cañón atendiendo a la gente, y encima tiene que preocuparse de vosotras, de vuestra casa… — La casa está perfectamente reforzada, la he comprobado yo misma con el tío Jason que vino el otro día. Dijo que podría ser inspectora. — Comentó Maeve Junior, exultante. Alice sonrió y les convino a entrar. — Eso es seguro, cariño. Venga, vamos a ver cómo organizamos las habitaciones. — ¿Vas a dormir con Marcus? — Preguntó Saoirse con una sonrisita maliciosa. Se miró con su novio y con la tía Maeve. La verdad es que no les vendría mal liberar su cama para dos de las niñas, o para Maeve Junior, que quería dormir sola, y ella entendía esa necesidad a esas edades. — ¡Oh! Por Dios, hijos, ni que fuéramos el tribunal de la Inquisición, o que nos sobraran las camas. — Señaló a Arnie con la barbilla. — De hecho, podéis dormir con Arnie en medio, así Shannon puede dormir con Ada en el cuarto de abajo, y Maeve y Saorsie en tu habitación, Alice. Echamos un Engrogio a las camas y apañado. — El primo raro de Alice duerme solo. — Señaló de nuevo Saorsie con maldad. — Yo cedo mi cama a quien haga falta, o duermo en el sofá… — Saltó Aaron con su caballerosidad abnegada marca Gryffindor. — Ni caso. — Sugirió Maeve Junior. — Lo dice por molestar, le encanta crear caos. El huracán es ella. ¡Y tú aburrida y solo querías venir para poder estar con el primo Marcus! — Acusó sacándole la lengua a su hermana.

    Entonces llegó un mensajero mágico a la puerta, y la tía Maeve salió de inmediato. — Debe ser el parte de emergencia del MACUSA. — Pero, mirando por la ventana, todos vieron cómo le entregaban un ramo de flores. — ¿Qué clase de chiflado manda flores justo antes de una emergencia estatal? — Dijo Shannon, que si es verdad que estaba un poquito crispada. Pero cuando Maeve entró, se las tendió a Alice. — Llevan tu nombre, cariño. — Ella frunció el ceño y las cogió con cautela, buscando la tarjeta, pero cuando iba a cogerla, Aaron le puso un brazo por delante. — Esto es de mi madre. Esa tarjeta es un traslador. — Ella le miró con preocupación. ¿Por qué quería Lucy McGrath que fuera? — No la toques. Te aparece de inmediato. — ¿Y cómo la leo? — Levítala. — Le dijo, y acto seguido se hubiera dado un golpe en la frente de frustración. No le daba ya la cabeza ni para pensar eso. — Venga, niñas, a hacer las camas arriba. — Apremió Shannon, pero ella se quedó.

    Alice levitó la tarjeta y leyó en voz alta. — Ven a mi casa de inmediato. Esta tarjeta te aparecerá en el sótano. LMG. — Suspiró y miró a Aaron. — Es tu madre, sí. — Eso es que tiene novedades de mi padre. — Miró por la ventana y luego miró a Marcus. — ¿Qué hacemos ahora? El huracán está aquí prácticamente. — Se mordió el labio inferior. — Es peligroso. — Convino Aaron. Ella le miró. — ¿Me puedes asegurar que esto es de tu madre y no de los otros Van Der Luyden? — Él asintió. — Era la forma que teníamos de vernos cuando yo me escapaba de casa, que lo hice más de una vez. — Ella suspiró y volvió a mirar a Marcus suplicante. — Alice, tienes que ir. — Intervino Shannon. — Si es algo de tu hermano… Tienes que saberlo ya, antes de que todo se paralice. — Justo Maeve entró con el parte del MACUSA. — Está previsto que el huracán toque Long Island a las siete de la tarde. — Alice miró el reloj. — Las cuatro… — Venga, no lo penséis más. — Shannon cogió a Arnie de vuelta de los brazos de Marcus. — Yo voy. — Dijo su primo. — ¡No, Aaron! — Le reprendió Maeve. — No lo compliques más, hijo. Ni para ellos ni para ti. Es loable, pero solo lo va a hacer más difícil. — Él tomó aire y la miró. — Si tardáis más de dos horas, me aparezco allí. — Ella asintió. La verdad es que le hacía sentir más segura. Comprobó la varita, se giró a Marcus y le tendió la mano. — Cuando estés listo, mi amor.





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    Turmoil
    Con Alice | En Nueva York | El 15 de agosto de 2002
    - Vale, creo que lo he pillado. - Marcus le miró, parpadeando. - ¿En serio? Joder, yo sigo sin entender nada... - Sí, mira. - Dijo con tranquilidad. Recolocó las piezas en su sitio. - Tú piénsalo como un juego de carreras ¿vale? - Señaló. - Lo que tienes que intentar, por todos los medios, es de que todas tus fichas lleguen a este extremo del tablero antes que las mías. - Pero es que eso es mucho de suerte. Es decir, los números te los dan los dados. - Sí, pero también es de estrategia. Tú usas los números como consideres. Si te empeñas en mover una sola pieza, te arriesgas a que no puedas cumplir los movimientos cuando te quedan pocas... - Anda, ¿no tenía Frankie otro juego que prestaros? - Preguntó Maeve, que justo aparecía por allí con la cesta de la ropa levitando tras ella. La dejó a un lado y ambos la miraron. - Como os pille el gobierno... - ¿Sabes jugar? Yo lo veo endiabladamente difícil. - Preguntó Aaron, pero Marcus había fruncido el ceño con el comentario de la mujer. Parecía de broma, pero estaban como para meterse en más líos. - ¿Es que es un juego prohibido? - Maeve rio. - El backgammon nació en Irak, y no están los estadounidenses, más aún los neoyorkinos, en muy buenos términos con Irak dados los últimos acontecimientos. - Ah, hostia, lo de las torres... - Se apuró Aaron, apartando levemente el tablero de sí con culpabilidad. Sí, ya les habían puesto al día sobre historia reciente, un horror. Marcus no quería pecar de insensible, pero rodó los ojos. - Qué tendrá que ver... - Murmuró. A ver, que eso era un juego de mesa centenario. La gente tenía unas cosas...

    El sonido de varias personas apareciéndose que no tardaron ni dos segundos en ser identificadas por todos los presentes hizo que todos se dirigieran a la puerta, pero Shannon entró con sus hijos antes de que la pudieran alcanzar. Cuando se quiso dar cuenta, tenía al bebé en brazos, y se le puso cara de felicidad inmediata. - ¡Pero bueno! ¿Has venido tú con el primo Marcus a pasar la temporada de huracanes? ¿Sí? - Ya no atendía a más nada. Como si les caía el huracán encima, él estaba ya feliz. Aaron estaba a su lado aguantándose la risa, así que Marcus le dio varios saltitos al bebé en los brazos, haciéndole reír, mientras decía. - ¿Tú vas a ser tan bueno en cuentas como tu primo mayor Arnold? ¿Sí? ¿Y le vamos a ganar al primo Aaron? - ¡Eh! - Le vamos a ganar. ¿A que se te dan mejor que a él las cuentas? Claro que sí... - Siguió bromeando, y estaba tan metido en hacer el tonto con el bebé... que ni se había dado cuenta de que había llamado "primo" a Aaron. Bueno, el chico necesitaba una familia y allí estaba muy integrado. Total, no es como que el bebé le fuera a corregir... y al Gryffindor parecía haberle enternecido la subida de rango.

    Conectó con la conversación a lo justo para enterarse de por qué estaba Shannon allí. - ¿Dan se queda en el hospital? - Preguntó, con cierto tono preocupado. La mujer fue a contestar, vio cómo suspiraba antes de iniciar la frase, pero sus hijas hablando sin parar la tenían distraída. Marcus miró a Alice de reojo, muy fugazmente, pero luego volvió al bebé para disimular. Menos mal que Londres no tenía huracanes, no le gustaría tener que vivir esa situación con su mujer en el hospital hasta nueva orden. Eso sí, con el comentario de la pequeña Maeve se le cayó la baba absolutamente. La miró con una sonrisa brillante. - Y de las buenas. - Corroboró, lo que hizo que la niña se pusiera roja en el acto y bajara la cabeza con una sonrisilla. - Peloooota. - Le murmuró Aaron mientras se adentraban un poco más en la casa. Marcus, bebé en brazos aún, le miró con superioridad. - Ha hecho méritos para ser mi favorita. - Eso no le va a gustar a tu minicampeón de backgammon. - No hablo con perdedores. - Al menos habían transformado la hostilidad mutua en burla consentida.

    Lo que les dejó cortados en el acto fue la intervención de Saoirse. Se miró con Alice, pero Maeve respondió con bastante resolución, y él sonrió levemente. Le gustaban tanto los niños que no le hubiera importado compartir habitación con cualquiera de sus primas, con todas ellas si hacía falta, incluido el bebé, pero igual sería un poco raro. Sí, lo lógico era compartirla con Alice, y la verdad es que lo agradecía en el alma, porque estar conviviendo tantos días en la misma casa y separarse en los dormitorios era un auténtico rollo. Lo que le pilló de sorpresa fue que les colocara al bebé en medio... y se lo tomó como si fuera la mejor noticia que recibía en todo el verano. - ¡Anda! ¿Has oído eso, colega? A dormir con el primo Marcus y la prima Alice. - Pues ya estaba, ya tenía Marcus tema de conversación para toda la tarde.

    Hubiera sido así de no ser por la interrupción. Mientras le ponía caras de hastío a Aaron por ese gallardo ofrecimiento de mártir, que le había faltado decir que no le importaba dormir a la intemperie en plena temporada de huracanes (igual estaba exagerando un poco, pero le había dado rabia no ser él quien se ofreciese primero, estaba distraído haciendo el tonto con el bebé), llegó alguien a su puerta. No les extrañó, esperaban el parte estatal sobre el huracán, pero lo de las flores sí que era raro. - ¿Tendrá la abuela un admirador secreto? - Le dijo de broma a Arnie, quien no entendió su mensaje pero sí debió captar el tono jocoso, porque respondió con una risita adorable. El ambiente se había tensado mucho, no obstante. Y estaba tan en alerta permanente que no pudo evitar sospechar. Sus sospechas eran fundadas, porque aquello no venía del MACUSA, sino de los Van Der Luyden. Se le cambió la cara.

    Tenía el corazón a mil por hora ya, tanto que hasta el propio bebé dejó de reírse y empezó a buscar a su madre con la mirada, como si estuviera incómodo, pero Marcus se había congelado contemplando la escena. - ¿Son peligrosas? - Preguntó acerca de las flores, porque la reacción de Aaron no le había gustado nada, y saber que venían de Lucy McGrath, menos aún. De no haber tenido un bebé en brazos ya le estaría quitando a Alice el ramo de las manos. El contenido de la tarjeta le gustó menos aún. - ¿Por qué al sótano? - Miró a Aaron. - ¿Qué hay en tu sótano? - No hay máquinas de tortura, te lo aseguro. - Respondió Aaron, aunque no sonaba irónico, solo pretendía calmar, a pesar de que él mismo parecía nervioso. - Ahí es donde se reúnen cuando no quieren que salga la información. Tened en cuenta que mi casa está llena de criados, pero ellos no tienen acceso al sótano. Está insonorizado... - No me lo estás vendiendo bien. - Afirmó Marcus, muy tenso. No lo veía claro. No lo veía nada claro.

    Pero, al parecer, era el único, porque Shannon y Maeve insistieron en que debían hacerlo. Miró a Alice. Shannon le quitó al bebé de los brazos casi sin que él se diera cuenta, pero le vino bien para poder moverse un poco mejor, a pesar de la tensión. - ¿Cómo sabemos que no es una trampa? ¿Que no es peligroso? - Les miró a todos. - Y si tiene tanto interés en comunicarse con nosotros, ¿por qué no ha venido ella? - ¿Mi madre? ¿Aquí? - Aaron soltó una carcajada triste. - Sí. Para que cuando vuelva la hayan echado de su amada familia como hicieron con Janet. - Si tan culpable se siente no le debería de importar. Y tú estás aquí. - Pues no le importaré tanto. - Chicos, no es momento de discutir esto. Se os acaba el tiempo. - Apremió Maeve. Marcus miró a Alice, en silencio serio unos segundos. Fue ahí cuando dijo Aaron que, si tardaban más, se aparecía allí. Marcus negó. - No estaremos tanto tiempo. - Miró a Alice de nuevo. - Si detecto el más mínimo peligro, nos hago aparecernos de vuelta. - Miró a Aaron. - ¿El sótano está protegido contra apariciones? - Probablemente. Pero no contra trasladores. - Eso hizo que Maeve abandonara la sala con una graciosa carrerilla de señora mayor, y volviera apenas segundo después con una cuchara de madera. - Toma. Esto podéis tocarlo sin problema. Se activa si decís "sláinte", o si no podéis hablar, haciendo con ella este gesto en el aire. - Describió con el dedo una especie de óvalo vertical. Marcus se guardó la cuchara en el bolsillo y sacó la varita, mirando a Alice. - Si la situación no me gusta, nos sacaré inmediatamente de allí, ¿de acuerdo? - Y no admitía discusión, porque si por él fuera, no estarían yendo. Alzó la varita y le pidió a ella que hiciera lo mismo. - A la de tres. Esto lo haces tú mucho mejor que yo. - Pidió, tratando de esbozar una sonrisa tranquilizadora. Cuando ella estuvo preparada, clamaron ambos al unísono. - ¡Protego! - Y una fuerte cúpula les rodeó a ambos. Esperaba que no se inhabilitara con el traslado, sujetarían muy bien sus varitas. - Cuando quieras. -




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