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El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
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- Código:
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Volar es un pensamiento que no se puede atrapar Con Marcus | En Nueva York | 18 de septiembre de 2002 |
Después de que, al final, todos acabaran llorando, parecía que habían reencauzado adecuadamente la comida y habían disfrutado como debían de aquella delicia. — Ya sabía yo que los funghi esos eran la clave. — Comentó Monica, después de un encarnizado debate sobre tuberías y lorzas. Alice resopló. — Yo he comido demasiado. No estoy acostumbrada a cómo se come en este país. — Wren la señaló. — Jovencita, muestra un respeto, que esto es un italiano y los Lacey, a juzgar por lo que he visto, comen como auténticos irlandeses. — Ella rio, pero se ahorró el pensamiento de ah, claro, que, excepto aquel día del food truck, no he podido apreciar NADA que pueda llamar estadounidense, y ni eso lo es, pero no iba a pelear con un señor tan adorable como Wren que intentaba hacer patria a toda costa. Afortunadamente, Aaron y Rylance aparecieron por allí, claramente en actitudes muy distintas, aunque ambos estaban moderados. Aaron en su seguridad (algo tendría que contar) y Rylance en su timidez, porque fue cruzar la mirada con Nicole y se le pasó un poco, lo justo para incluso responder.
La intervención de su hermano le resultó adorable, y dejó que los demás le explicaran la problemática, conteniendo la risa, aunque en el fondo de ella pensaba… Que ese era otro tema que tendría que abordar, pero esta vez ella sola con su padre, el cómo iban a… convivir, avanzar. No lo veía claro.
Y no se equivocaba, ya iba conociendo a su primo, y tomó aire para oír la historia que había vivido con sus padres. Negó con la cabeza y suspiró. — Haciendo méritos hasta el final para que te quedes. — Nikki también suspiró, aunque estaba haciendo caricias distraídas en el brazo de Rylance. — Así pretenderán tener una vida mejor ellos. Pataleando y quejándose. — Wren tenía expresión pensativa. — Conozco a Lucy desde que era una niña pequeña y perfecta, la muñeca de Lucy Van Der Luyden… Y siempre te daba la impresión de que por fuera veías una criatura encantadora que, en cualquier momento iba a empezar a gritar y huir de donde estaba. Sus ojos siempre estaban tristes… — Miró a Aaron. — Quizá ni tu puedes cambiar algo así, chico. — Entonces intervino su hermano y Alice suspiró. Ya entraría de nuevo en otro momento en lo de airear los sentimientos de la gente. — Pero… Si te has deshecho ya de la maldita casa, como me han contado y… Vives como quieres vivir, con el jugador ese o quien sea, y Alice y Dylan hacen lo mismo… Quizá haya esperanza. Quizá, dentro de unos años, los hijos de vuestro tío Teddy sepan que también hay una salida, si de cinco, tres se han rebelado. — Eso lo dudo mucho. — Dijo Aaron negando con la cabeza. — Coincido. — Aportó su hermano de repente. Alice se giró. — ¿Conociste a los hijos de Teddy, patito? — Ya lo creo. Son unos tiranos, sobre todo el niño, estaba obsesionado con que le llamaran señorito Van Der Luyden y esas cosas. Mala gente, muy malas vibras, no creo que cambien. — Privilegiados asentados en sus privilegios. — Dijo Monica desdeñosamente, y le veía en al cara a Howard que quería que rebajaran el nivel de odio cerca de Wren y el niño, pero ya entró Alfredo para terminar de distender el ambiente.
La fuente de tiramisú era gigante y olía de maravilla, y la explicación que ofreció sobre los cafés con los que acompañarlo hubiera merecido una conferencia de mago importante hablando de pociones. Y mientras lo comían, bebían a sorbitos aquel delicioso y oloroso café y reían, Alice sonrió y dijo. — Al final cada uno tiene lo que merece. — Miró de hito en hito a todos. — Tengo una familia, de sangre y de no sangre, gigante y buena, tengo momentos como este para honrar y recordar a mi madre… Lo tengo todo. Ellos tienes la mitad de lo que esperaban y una familia avariciosa y vanidosa. No merece la pena. — Nikki cogió un licor amarillo que Alfredo había dejado pro allí para cuando terminaran y lo vertió en vasitos muy pequeños. — Pues brindemos por eso, Alice. Por haber tenido la oportunidad de veros, conocer lo maravillosos chicos que sois, y por nuestra Janet. Que siempre vivirá para nosotros. — La mujer cogió el vasito. — Porque ahora, todos vosotros sois libres. Y porque ella nos enseñó a serlo a nosotros. — Culminó mirando a Chris.
La intervención de su hermano le resultó adorable, y dejó que los demás le explicaran la problemática, conteniendo la risa, aunque en el fondo de ella pensaba… Que ese era otro tema que tendría que abordar, pero esta vez ella sola con su padre, el cómo iban a… convivir, avanzar. No lo veía claro.
Y no se equivocaba, ya iba conociendo a su primo, y tomó aire para oír la historia que había vivido con sus padres. Negó con la cabeza y suspiró. — Haciendo méritos hasta el final para que te quedes. — Nikki también suspiró, aunque estaba haciendo caricias distraídas en el brazo de Rylance. — Así pretenderán tener una vida mejor ellos. Pataleando y quejándose. — Wren tenía expresión pensativa. — Conozco a Lucy desde que era una niña pequeña y perfecta, la muñeca de Lucy Van Der Luyden… Y siempre te daba la impresión de que por fuera veías una criatura encantadora que, en cualquier momento iba a empezar a gritar y huir de donde estaba. Sus ojos siempre estaban tristes… — Miró a Aaron. — Quizá ni tu puedes cambiar algo así, chico. — Entonces intervino su hermano y Alice suspiró. Ya entraría de nuevo en otro momento en lo de airear los sentimientos de la gente. — Pero… Si te has deshecho ya de la maldita casa, como me han contado y… Vives como quieres vivir, con el jugador ese o quien sea, y Alice y Dylan hacen lo mismo… Quizá haya esperanza. Quizá, dentro de unos años, los hijos de vuestro tío Teddy sepan que también hay una salida, si de cinco, tres se han rebelado. — Eso lo dudo mucho. — Dijo Aaron negando con la cabeza. — Coincido. — Aportó su hermano de repente. Alice se giró. — ¿Conociste a los hijos de Teddy, patito? — Ya lo creo. Son unos tiranos, sobre todo el niño, estaba obsesionado con que le llamaran señorito Van Der Luyden y esas cosas. Mala gente, muy malas vibras, no creo que cambien. — Privilegiados asentados en sus privilegios. — Dijo Monica desdeñosamente, y le veía en al cara a Howard que quería que rebajaran el nivel de odio cerca de Wren y el niño, pero ya entró Alfredo para terminar de distender el ambiente.
La fuente de tiramisú era gigante y olía de maravilla, y la explicación que ofreció sobre los cafés con los que acompañarlo hubiera merecido una conferencia de mago importante hablando de pociones. Y mientras lo comían, bebían a sorbitos aquel delicioso y oloroso café y reían, Alice sonrió y dijo. — Al final cada uno tiene lo que merece. — Miró de hito en hito a todos. — Tengo una familia, de sangre y de no sangre, gigante y buena, tengo momentos como este para honrar y recordar a mi madre… Lo tengo todo. Ellos tienes la mitad de lo que esperaban y una familia avariciosa y vanidosa. No merece la pena. — Nikki cogió un licor amarillo que Alfredo había dejado pro allí para cuando terminaran y lo vertió en vasitos muy pequeños. — Pues brindemos por eso, Alice. Por haber tenido la oportunidad de veros, conocer lo maravillosos chicos que sois, y por nuestra Janet. Que siempre vivirá para nosotros. — La mujer cogió el vasito. — Porque ahora, todos vosotros sois libres. Y porque ella nos enseñó a serlo a nosotros. — Culminó mirando a Chris.
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
La estaba abrazando en silencio, simplemente... dejándose sentir, ambos, ese momento de abandonar la que había sido su casa por obligación, aunque muy acogedora a pesar de las circunstancias, en el último mes. Se separó lentamente y dejó un beso en su frente, mirándola luego a los ojos con una sonrisa tenue. Llenó el pecho de aire tras mirarla en silencio unos instantes. - Nos vamos. Llegó el momento de irse. - Miró a su alrededor, respirando hondo otra vez. - Estábamos deseando volver... Más bien estábamos deseando que esta pesadilla acabara. - Hizo una mueca con los labios, aún mirando su entorno. - Pero ahora... tenemos una familia que... se queda muy lejos. - La miró y sonrió, esperanzado. - Pero ¡eh! Nos hemos ganado unas Navidades en Irlanda. - Rio, si bien el punto triste no se le iba. Dudaba que quisieran, ninguno de los dos, volver a Nueva York, pero eso implicaba no volver a casa Lacey nunca más, no disfrutar de esas barbacoas todos juntos. Como tantas veces le habían dicho en su vida... no se podía tener todo.
Mucho más entusiasmados escuchaba a Dylan a y Aaron. Le hizo un gesto gracioso a Alice, señalando en silencio la pared junto a él. Dylan no paraba de parlotearle a Aaron si estaba seguro de que lo había cogido todo, pero TODO TODO porque iba a irse para no volver y eso era llevarte toda tu vida y toda tu vida debían ser muchas cosas. Aaron había resultado entenderse bastante bien con Dylan, porque le estaba siguiendo el rollo absolutamente. - Dice que piensa irse a la otra punta del mundo. - Le comentó a Alice, un poco más confidencialmente. Ladeó varias veces la cabeza. - Me parece bien. - Arqueó las cejas. - ¿Cómo crees que se lo tomará Ethan? - Porque eso sí que iba a ser otro tema aparte. Pero era tema de Aaron, definitivamente. - No me extrañaría que... quisiera romper con todo. Con todo... todo. - Incluido ellos, quería decir. Al final... iba a echarle de menos. Pero entendía perfectamente la decisión. Demasiados malos recuerdos.
Le dio la mano a Alice y, tras dejar un beso en ellas, salieron de la habitación y bajaron las escaleras. Maeve estaba a los pies de estas, y fue verles aparecer y sollozó. - Noooo. - Dijo Marcus, a quien Maeve le recordaba tanto a su abuela Molly que prácticamente actuaba igual con ambas. Soltó a Alice y avanzó un poco más rápidos por las escaleras, abrazando cariñosamente a la mujer. - No me llores, tía Maeve. - Ay, hijo. - Dijo la mujer, sollozando otro poco, aunque queriendo contenerse para no preocuparle. - Es que ya para mí sois como mis nietos. Y eso de no teneros por casa. - Tragó saliva, pero no quería ponerla peor, así que se separó y la miró con una sonrisa. - Pero nos veremos en Irlanda. - Eso la hizo soltar una risita musical. - ¡Qué bien me va a venir la excusa para ir! - Rio. Se lo ponía en bandeja para que le recordara a su abuela, desde luego.
Mucho más entusiasmados escuchaba a Dylan a y Aaron. Le hizo un gesto gracioso a Alice, señalando en silencio la pared junto a él. Dylan no paraba de parlotearle a Aaron si estaba seguro de que lo había cogido todo, pero TODO TODO porque iba a irse para no volver y eso era llevarte toda tu vida y toda tu vida debían ser muchas cosas. Aaron había resultado entenderse bastante bien con Dylan, porque le estaba siguiendo el rollo absolutamente. - Dice que piensa irse a la otra punta del mundo. - Le comentó a Alice, un poco más confidencialmente. Ladeó varias veces la cabeza. - Me parece bien. - Arqueó las cejas. - ¿Cómo crees que se lo tomará Ethan? - Porque eso sí que iba a ser otro tema aparte. Pero era tema de Aaron, definitivamente. - No me extrañaría que... quisiera romper con todo. Con todo... todo. - Incluido ellos, quería decir. Al final... iba a echarle de menos. Pero entendía perfectamente la decisión. Demasiados malos recuerdos.
Le dio la mano a Alice y, tras dejar un beso en ellas, salieron de la habitación y bajaron las escaleras. Maeve estaba a los pies de estas, y fue verles aparecer y sollozó. - Noooo. - Dijo Marcus, a quien Maeve le recordaba tanto a su abuela Molly que prácticamente actuaba igual con ambas. Soltó a Alice y avanzó un poco más rápidos por las escaleras, abrazando cariñosamente a la mujer. - No me llores, tía Maeve. - Ay, hijo. - Dijo la mujer, sollozando otro poco, aunque queriendo contenerse para no preocuparle. - Es que ya para mí sois como mis nietos. Y eso de no teneros por casa. - Tragó saliva, pero no quería ponerla peor, así que se separó y la miró con una sonrisa. - Pero nos veremos en Irlanda. - Eso la hizo soltar una risita musical. - ¡Qué bien me va a venir la excusa para ir! - Rio. Se lo ponía en bandeja para que le recordara a su abuela, desde luego.
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El vuelo de las águilas Con Marcus | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Repasó todo otra vez. La verdad es que no recordaba ni qué había traído al venir, iba tan obcecada… Pero bueno, lo que se dejara, en América se quedó, se llevaba de vuelta lo más importante sin duda. Respiró y dejó que Marcus le diera un beso en la frente. — No lloré nada la primera noche en esta casa… Me parece mentira que por fin vayamos a volver por el mismo lugar que llegamos. — Le rodeó con los brazos. — La verdad es que, con todo lo que he odiado Nueva York, ahora mismo solo puedo pensar en todo lo bueno que nos llevamos de aquí, y los Lacey sin duda lo ganan todo.
Sonrió al oír a Dylan y Aaron y suspiró a lo que decía. — A veces querer a la gente también es saber cuándo tienen que irse y… Aaron tiene que irse. No podemos evitarlo más. Es lo mejor para él. — Cuando le preguntó por Ethan encogió los hombros. — Pues… Espero que lo entienda. Él lo haría, él lo va a hacer, de hecho, si cumple lo que ha dicho. Quizá se enrabiete un poco al principio y haga cosas raras de las suyas pero, a la larga, estarán bien los dos… Cada uno siguiendo su camino. — Estaba segura de ello. Aaron era lo suficientemente valiente e Ethan lo suficientemente orgulloso e independiente de lo que él consideraba tonterías amorosas, aunque juntos hubieran vivido algo bonito. Confiaba en que así lo recordaran, desde luego.
Bajaron y ella también se apresuró a consolar a Maeve. — Pero, ¿y lo tranquilos que os vais a quedar sin dramas por aquí? — Frankie intervino, negando con la cabeza y los ojos anegados. — Que no, hija, que no, si es que nos hemos acostumbrado a teneros. Tú en el jardín, Aaron ayudando con todo, Marcus con los niños… No, esto no va a ser lo mismo. — Ella miró al hombre y le apretó la mano, señalando con la cabeza a Marcus. — ¿Y lo bonito que va a ser que nos veamos de nuevo en tu isla esmeralda? Espero que la casa sea lo suficientemente grande para todos, ahí va a haber MUCHA gente. — Y ambos rieron, pero Alice en verdad se estaba conteniendo un nudo en la garganta.
Aaron y Dylan se reunieron con ellos y Alice le pasó un brazo por los hombros a su hermano. — ¿Tienes ganas de volver? — Su hermano miró con culpabilidad a los mayores. — Oh, hijo, ni te preocupes, es lo más normal que quieras volver a tu casa. — La tuya me ha encantando, tío Frankie, pero no sabes cuánto echo de menos la mía. — Frankie asintió lentamente y le palmeó el hombro. — Lo sé, créeme, muchacho, lo sé. La isla de las esperanzas nunca sustituye a la isla que es tu hogar. Tú tienes la suerte de irte hoy, como diríamos los irlandeses, esteando hacia casa, porque ahí está nuestro hogar, la este, al otro lado del agua. — Puf, no podía ponerse a llorar desde ya, y Dylan,q ue debió sentir todo lo que sentía Frankie de golpe, le dio la mano. Edward bajó, revisando los papeles de todos y puso una suave sonrisa. — Cuando estéis listos, salimos para Ellis Island. — Se giró hacia los tíos. — Señores Lacey… — No, no, hijo, si hay una comitiva esperando en la frontera. — Ah… ¿sí? — Maeve le dio unos golpecitos en la espalda. — Si esperabas despedirte de Nicole a solas, lo siento, hijo. Somos irlandeses. La intimidad con nosotros solo es una opción, y no la más probable. — Y así, entre risas, fueron apareciéndose por grupos en la aduana.
Efectivamente, no habían exagerado. Estaba Shannon con las niñas, Jason (de verdad, ¿cuánto se escaqueaba ese hombre del trabajo?) con Betty y Sophia y, allí un poco apartados, Nicole y Wren. Monica y Howard habían insistido en ir, pero al final les habían asegurado que no hacía falta que pidieran más días en el trabajo y se despidieron en el restaurante con la promesa de quedar siempre que volvieran por Inglaterra.
— ¡Todo esto os hemos traído! — Dijo Jason señalando unas cajas flotantes. — Antes de que me pongas cara de abogado agobiado que se muere por decir “no sé si vamos a poder pasar esto por aduanas”, Rylance, mi Betty, que es muy buena con los hechizos, va a echarles un hechizo encogedor requetebueno y uno camuflador si aun así crees que nos va a dar problemas. — La mujer asintió con cara de “sí, esto está más que hablado, no ha dado casi la turra”. — Esta es para la tía Molly, son cosas para cocinar de aquí de América seleccionadas por mamá. Esta es para Marcus de parte de Frankie Junior, que tenía que trabajar y no ha venido, con vuestras cosas de regalos, y esta es para Alice y Dylan, también con cosas de América para que las disfrutéis con los Gallia, que son familia ya. — Ella sonrió emocionada. — Gracias de verdad, Jason. — Sophia se lanzó a abrazarla. — Cuando por fin tengo primos Ravenclaw os vais. No es justo. — Ella la estrechó contra sí misma. — Entonces tienes que venir a Inglaterra a seguir viéndonos. Esto no se puede romper. — Nada de lo que estaban viviendo allí se rompería. No como sus lágrimas, que en cuanto se acercara a Shannon y a las niñas ya iban a fluir sin control.
Sonrió al oír a Dylan y Aaron y suspiró a lo que decía. — A veces querer a la gente también es saber cuándo tienen que irse y… Aaron tiene que irse. No podemos evitarlo más. Es lo mejor para él. — Cuando le preguntó por Ethan encogió los hombros. — Pues… Espero que lo entienda. Él lo haría, él lo va a hacer, de hecho, si cumple lo que ha dicho. Quizá se enrabiete un poco al principio y haga cosas raras de las suyas pero, a la larga, estarán bien los dos… Cada uno siguiendo su camino. — Estaba segura de ello. Aaron era lo suficientemente valiente e Ethan lo suficientemente orgulloso e independiente de lo que él consideraba tonterías amorosas, aunque juntos hubieran vivido algo bonito. Confiaba en que así lo recordaran, desde luego.
Bajaron y ella también se apresuró a consolar a Maeve. — Pero, ¿y lo tranquilos que os vais a quedar sin dramas por aquí? — Frankie intervino, negando con la cabeza y los ojos anegados. — Que no, hija, que no, si es que nos hemos acostumbrado a teneros. Tú en el jardín, Aaron ayudando con todo, Marcus con los niños… No, esto no va a ser lo mismo. — Ella miró al hombre y le apretó la mano, señalando con la cabeza a Marcus. — ¿Y lo bonito que va a ser que nos veamos de nuevo en tu isla esmeralda? Espero que la casa sea lo suficientemente grande para todos, ahí va a haber MUCHA gente. — Y ambos rieron, pero Alice en verdad se estaba conteniendo un nudo en la garganta.
Aaron y Dylan se reunieron con ellos y Alice le pasó un brazo por los hombros a su hermano. — ¿Tienes ganas de volver? — Su hermano miró con culpabilidad a los mayores. — Oh, hijo, ni te preocupes, es lo más normal que quieras volver a tu casa. — La tuya me ha encantando, tío Frankie, pero no sabes cuánto echo de menos la mía. — Frankie asintió lentamente y le palmeó el hombro. — Lo sé, créeme, muchacho, lo sé. La isla de las esperanzas nunca sustituye a la isla que es tu hogar. Tú tienes la suerte de irte hoy, como diríamos los irlandeses, esteando hacia casa, porque ahí está nuestro hogar, la este, al otro lado del agua. — Puf, no podía ponerse a llorar desde ya, y Dylan,q ue debió sentir todo lo que sentía Frankie de golpe, le dio la mano. Edward bajó, revisando los papeles de todos y puso una suave sonrisa. — Cuando estéis listos, salimos para Ellis Island. — Se giró hacia los tíos. — Señores Lacey… — No, no, hijo, si hay una comitiva esperando en la frontera. — Ah… ¿sí? — Maeve le dio unos golpecitos en la espalda. — Si esperabas despedirte de Nicole a solas, lo siento, hijo. Somos irlandeses. La intimidad con nosotros solo es una opción, y no la más probable. — Y así, entre risas, fueron apareciéndose por grupos en la aduana.
Efectivamente, no habían exagerado. Estaba Shannon con las niñas, Jason (de verdad, ¿cuánto se escaqueaba ese hombre del trabajo?) con Betty y Sophia y, allí un poco apartados, Nicole y Wren. Monica y Howard habían insistido en ir, pero al final les habían asegurado que no hacía falta que pidieran más días en el trabajo y se despidieron en el restaurante con la promesa de quedar siempre que volvieran por Inglaterra.
— ¡Todo esto os hemos traído! — Dijo Jason señalando unas cajas flotantes. — Antes de que me pongas cara de abogado agobiado que se muere por decir “no sé si vamos a poder pasar esto por aduanas”, Rylance, mi Betty, que es muy buena con los hechizos, va a echarles un hechizo encogedor requetebueno y uno camuflador si aun así crees que nos va a dar problemas. — La mujer asintió con cara de “sí, esto está más que hablado, no ha dado casi la turra”. — Esta es para la tía Molly, son cosas para cocinar de aquí de América seleccionadas por mamá. Esta es para Marcus de parte de Frankie Junior, que tenía que trabajar y no ha venido, con vuestras cosas de regalos, y esta es para Alice y Dylan, también con cosas de América para que las disfrutéis con los Gallia, que son familia ya. — Ella sonrió emocionada. — Gracias de verdad, Jason. — Sophia se lanzó a abrazarla. — Cuando por fin tengo primos Ravenclaw os vais. No es justo. — Ella la estrechó contra sí misma. — Entonces tienes que venir a Inglaterra a seguir viéndonos. Esto no se puede romper. — Nada de lo que estaban viviendo allí se rompería. No como sus lágrimas, que en cuanto se acercara a Shannon y a las niñas ya iban a fluir sin control.
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Frunció los labios. De verdad que se lo estaban poniendo muy difícil para no llorar. Por supuesto que tenía ganas de volver su casa, a su vida, pero ver cómo sus tíos les consideraban parte de esa familia... Pero sí, se verían en Irlanda, y la mención a la casa por parte de Alice le hizo reír. - Mi abuela dice que aún recuerda los hechizos amplificadores de espacio de la señora Pastomack. - ¡Oh, qué recuerdos! - Dijo Frankie entre risas. - Se reunía medio Galway en esa casa, es verdad. - Y se estaban riendo con la anécdota, pero también habían activado los recuerdos más nostálgicos de Frankie, y eso le hizo sentir que se emocionaba de nuevo. Acarició los rizos de Dylan, y ya pensó que había llegado el momento de despedirse cuando Edward bajó... pero obviamente no. En el fondo, sabía que iban a ir con ellos. Le hizo sonreír, pero también ser consciente de que la despedida sería aún más emotiva.
Fue llegar a la aduana y el nudo de la garganta le apretó inmisericordemente, como si quisiera decirle que no había cosa que pudiera hacer para que se aflojara. - ¡¡Marcuuuus!! - Chillaron sus primas, yendo a cual más rápida a engancharse a su cintura. Las abrazó con fuerza, sonriendo, pero sin decir nada. Shannon se acercó a él, con el bebé en brazos y una sonrisa. - ¿Te lo presto? - Dijo con dulzura, y él simplemente asintió, cogiendo a Arnie en brazos. Tragó saliva y le miró. - Tú eres el peor ¿lo sabías? - Le dijo al niño, botándolo levemente, mientras este le sonreía y le ponía las manitas en la cara. - Sí... Porque todos van a estar más o menos iguales cada vez que los vea... pero tú vas a cambiar un montón. - Rozó la nariz con la diminuta naricilla de su primo. - Y encima no te vas a acordar de mí ni un poquito. - Bueno... ya haremos algo por eso. - Dijo Shannon, tendiéndole algo. Marcus, confuso, lo tomó en su mano, y ya sí que sí casi se echa a llorar. Eran dos fotografías, una del día del fuerte, todos juntos bajo las sábanas: Alice, Aaron, Marcus y los cuatro pequeños, riendo sin parar. En la otra salía él, en movimiento gracias a la magia de la fotografía, haciendo el tonto con la cuchara de comida, imitando a una escoba mientras Arnie reía sin parar. Se secó una lágrima. - Gracias. - Tengo otra copia en casa. Nunca va a olvidar que le conocisteis así. - Ni él iba a olvidar todo aquello. Y pensaba poner las fotos en el rincón más bonito que tuviera en casa.
Atendió al show de Jason con las cajas y al menos le sirvió para reírse y alejar un poco la tristeza. - Mil gracias, primo Jason. - Mejor le abrazaba cuando ya hubiera soltado al bebé, temía hacer un sándwich con el pequeño. - Pienso husmear en todas las cajas. - Eso arrancó en el otro una fuerte carcajada. - ¡Marcus! ¿Verdad que me has prometido llevarme a los sitios más guais de Inglaterra? - Preguntó Saoirse, picajosa, mirando de reojo a su hermana. En lo que Alice se despedía (y Edward, que le estaba viendo hablar con Nicole) pasó un rato camelándose a las dos niñas y jugando con el bebé. Si al final sus tíos le habían calado: él con los niños.
Pero ya iba llegando el momento de irse. Dejó a Arnie con pesar en brazos de Shannon y fue calurosamente despidiéndose de cada uno de sus familiares. Luego se acercó al señor Wren, deshaciéndose en agradecimientos con él. Cuando llegó a Nicole, a quien también tenía mucho que agradecer, la mujer le echó levemente a un lado. - Marcus. - Dijo, mirándole a los ojos, con un tono más profundo del que le hubiera escuchado hasta el momento. Hizo una pausa, se notaba que quería decirle algo... importante para ella. - Hace muchos años... vi a mi amiga Janet, a la persona más buena que he conocido y una de las que más he querido, subirse en un barco detrás de un hombre mucho mayor que ella, extranjero, que la había dejado embarazada. - Se mojó los labios. - Y pasé mucho miedo. Pero ella confiaba ciegamente en él, y no se equivocó. Y yo... quise creerlo, quise ver el amor en sus ojos cuando él la miraba... Y tampoco me equivoqué. Sí que la amaba de verdad. Sí que lo dio todo por ella. Eso hizo que... mi pena, mi dolor y mi miedo, fueran un poco menores. Al menos, más fáciles de llevar. - Le dejó una caricia leve en la mejilla. - He vuelto a ver a Janet en Alice. Y me hace muy feliz, no imaginas cuanto, verla llegar e irse contigo. - Se le llenaron los ojos de lágrimas. - Iría con ella a cualquier parte. - Lo sé. Se nota. Esas cosas se ven si las sabes ver. - Dejó un cariñoso beso en su mejilla. - Buena suerte, Marcus. Cuidaos. Y aquí tenéis a una amiga, para siempre. No lo olvidéis. -
Fue llegar a la aduana y el nudo de la garganta le apretó inmisericordemente, como si quisiera decirle que no había cosa que pudiera hacer para que se aflojara. - ¡¡Marcuuuus!! - Chillaron sus primas, yendo a cual más rápida a engancharse a su cintura. Las abrazó con fuerza, sonriendo, pero sin decir nada. Shannon se acercó a él, con el bebé en brazos y una sonrisa. - ¿Te lo presto? - Dijo con dulzura, y él simplemente asintió, cogiendo a Arnie en brazos. Tragó saliva y le miró. - Tú eres el peor ¿lo sabías? - Le dijo al niño, botándolo levemente, mientras este le sonreía y le ponía las manitas en la cara. - Sí... Porque todos van a estar más o menos iguales cada vez que los vea... pero tú vas a cambiar un montón. - Rozó la nariz con la diminuta naricilla de su primo. - Y encima no te vas a acordar de mí ni un poquito. - Bueno... ya haremos algo por eso. - Dijo Shannon, tendiéndole algo. Marcus, confuso, lo tomó en su mano, y ya sí que sí casi se echa a llorar. Eran dos fotografías, una del día del fuerte, todos juntos bajo las sábanas: Alice, Aaron, Marcus y los cuatro pequeños, riendo sin parar. En la otra salía él, en movimiento gracias a la magia de la fotografía, haciendo el tonto con la cuchara de comida, imitando a una escoba mientras Arnie reía sin parar. Se secó una lágrima. - Gracias. - Tengo otra copia en casa. Nunca va a olvidar que le conocisteis así. - Ni él iba a olvidar todo aquello. Y pensaba poner las fotos en el rincón más bonito que tuviera en casa.
Atendió al show de Jason con las cajas y al menos le sirvió para reírse y alejar un poco la tristeza. - Mil gracias, primo Jason. - Mejor le abrazaba cuando ya hubiera soltado al bebé, temía hacer un sándwich con el pequeño. - Pienso husmear en todas las cajas. - Eso arrancó en el otro una fuerte carcajada. - ¡Marcus! ¿Verdad que me has prometido llevarme a los sitios más guais de Inglaterra? - Preguntó Saoirse, picajosa, mirando de reojo a su hermana. En lo que Alice se despedía (y Edward, que le estaba viendo hablar con Nicole) pasó un rato camelándose a las dos niñas y jugando con el bebé. Si al final sus tíos le habían calado: él con los niños.
Pero ya iba llegando el momento de irse. Dejó a Arnie con pesar en brazos de Shannon y fue calurosamente despidiéndose de cada uno de sus familiares. Luego se acercó al señor Wren, deshaciéndose en agradecimientos con él. Cuando llegó a Nicole, a quien también tenía mucho que agradecer, la mujer le echó levemente a un lado. - Marcus. - Dijo, mirándole a los ojos, con un tono más profundo del que le hubiera escuchado hasta el momento. Hizo una pausa, se notaba que quería decirle algo... importante para ella. - Hace muchos años... vi a mi amiga Janet, a la persona más buena que he conocido y una de las que más he querido, subirse en un barco detrás de un hombre mucho mayor que ella, extranjero, que la había dejado embarazada. - Se mojó los labios. - Y pasé mucho miedo. Pero ella confiaba ciegamente en él, y no se equivocó. Y yo... quise creerlo, quise ver el amor en sus ojos cuando él la miraba... Y tampoco me equivoqué. Sí que la amaba de verdad. Sí que lo dio todo por ella. Eso hizo que... mi pena, mi dolor y mi miedo, fueran un poco menores. Al menos, más fáciles de llevar. - Le dejó una caricia leve en la mejilla. - He vuelto a ver a Janet en Alice. Y me hace muy feliz, no imaginas cuanto, verla llegar e irse contigo. - Se le llenaron los ojos de lágrimas. - Iría con ella a cualquier parte. - Lo sé. Se nota. Esas cosas se ven si las sabes ver. - Dejó un cariñoso beso en su mejilla. - Buena suerte, Marcus. Cuidaos. Y aquí tenéis a una amiga, para siempre. No lo olvidéis. -
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Irlanda en Navidad, esa iba a ser su meta, lo tenía clarísimo, mientras se despedía de Jason y Betty, prometiéndoles que se verían, que estudiarían, que escribirían. De reojo miró a Maeve, que ya no lloraba, pero tenía una sonrisa triste. Se acercó a ella y susurró. — ¿Era así siempre? Cuando te separabas de la familia y prometías volver a verlos. — La mujer la tomó del brazo y la estrechó. — Así era, mi vida. Prometes muchas cosas, y sabes que solo algunas las cumplirás. Es triste pero es así. — La miró y palmeó su brazo. — Oh, cariño, no sufras por mí. Estamos hechos a esto. Solo… sed felices y acordaos de nosotros. Es lo mejor que podéis darnos. — Alice sonrió, dejó un beso en su mejilla y se fue hacia Shannon y las niñas.
— ¿Verdad que yo me quedo los poderes de bruja blanca? — Preguntó Saoirse. — Ajá, pero recuerda que las brujas blancas… — Nunca usan sus poderes contra sus hermanos, yaaaaa ya. Te lo prometo. — Yo voy a ser un diricawl, que no hace daño a nadie. — Insistió Ada por su parte. — Así me gusta. Portaos bien y sed buenas hermanas, ¿vale? — Y ya con los ojos empañados, se acercó a Shannon, fundiéndose en un abrazo lleno de significado. — No sé qué habría sido de mí aquí sin ti, sin tus consejos, tu cariño y tu sabiduría. — Shannon rio. — Tú también me has ayudado a mí, con mis niñas y mi angustia al estar allí encerrados. — La cogió por las mejillas. — Vas a ser una enfermera fantástica. — Ella estrechó sus manos. — Nos vemos en Irlanda, Shannon. — Nos vemos, Alice. Voy a ver si recupero a mi único varón, que alguien se lo ha llevado por ahí. — Y entre risas, le tocó acercarse a Wren y Nicole, que ahora se estaban despidiendo de Dylan.
— Christopher, Nikki, no tengo palabras para expresar lo que habéis hecho por nosotros. — Wren ya estaba llorando como una fuente. — No, querida, tú lo has hecho todo. Tú te has enfrentado a los Van Der Luyden, que es lo que yo no me atreví a hacer nunca, tú has mantenido a tu familia unida. Tú encontraste al hombre adecuado para ayudarte en tu lucha, como hizo tu madre. — El hombre le acarició la mejilla. — Tú nos has dado la oportunidad de despedirnos de ella, de enmendar lo que en su día no hicimos. — Hala, ya tenía los ojos inundados. — Me quedo más tranquilo que cuando mandé a tu madre en el barco, eso sí. — Miró a Marcus de lejos y remató diciendo. — Volad siempre juntos. Se os da bien. — Nikki, por su parte, la estrechó muchísimo entre los brazos. — Tan igualitos que mi Janet, cada uno a su manera. — Le dejó muchos besos seguidos en la mejilla. — Eres la mejor Nikki. — Y siguiendo la mirada furtiva de la mujer, vio que se posaba en Edward, que se estaba despidiendo de los Lacey, y eso le hizo sonreír de medio lado. — Oye, sabes que los trasladores funcionan en dos direcciones… Puedes venir… A visitar a quien te apetezca, a quien eches de menos, por lo que sea… — Nikki rio y entornó los ojos. — Ay, piccolina, a veces se me olvida que eres muy joven ye estás enamorada. — Miró de refilón al hombre y sonrió. — Hay cosas que son más bellas así... — Volvieron a abrazarse y ella le pellizcó la mejilla. — Portaos bien. Llévale florecitas a tu madre de mi parte. Cuéntale que has estado conmigo y que... Fue la mejor compañera de piso del mundo. — Limpiándose una lágrima furtiva, Alice se dirigió hacia los demás.
— ¿Os habéis despedido? — Preguntó a Aaron y a Dylan. — Todo listo pues. — Concluyó Rylance. Alice sonrió y le dio la mano a Marcus, en dirección al sumidero de Ellis Island, que el primer día le había dado tanto miedo. — ¡Adiós Laceys! ¡Nos vemos en Irlanda, mágica familia americana! — Dijo, antes de tomar por los hombros a Dylan y decirle. — Cuando salgamos del sumidero, mira por última vez la estatua... — Su hermano la miró confuso. — Es lo que hizo mamá justo antes de irse para siempre. —
— ¿Verdad que yo me quedo los poderes de bruja blanca? — Preguntó Saoirse. — Ajá, pero recuerda que las brujas blancas… — Nunca usan sus poderes contra sus hermanos, yaaaaa ya. Te lo prometo. — Yo voy a ser un diricawl, que no hace daño a nadie. — Insistió Ada por su parte. — Así me gusta. Portaos bien y sed buenas hermanas, ¿vale? — Y ya con los ojos empañados, se acercó a Shannon, fundiéndose en un abrazo lleno de significado. — No sé qué habría sido de mí aquí sin ti, sin tus consejos, tu cariño y tu sabiduría. — Shannon rio. — Tú también me has ayudado a mí, con mis niñas y mi angustia al estar allí encerrados. — La cogió por las mejillas. — Vas a ser una enfermera fantástica. — Ella estrechó sus manos. — Nos vemos en Irlanda, Shannon. — Nos vemos, Alice. Voy a ver si recupero a mi único varón, que alguien se lo ha llevado por ahí. — Y entre risas, le tocó acercarse a Wren y Nicole, que ahora se estaban despidiendo de Dylan.
— Christopher, Nikki, no tengo palabras para expresar lo que habéis hecho por nosotros. — Wren ya estaba llorando como una fuente. — No, querida, tú lo has hecho todo. Tú te has enfrentado a los Van Der Luyden, que es lo que yo no me atreví a hacer nunca, tú has mantenido a tu familia unida. Tú encontraste al hombre adecuado para ayudarte en tu lucha, como hizo tu madre. — El hombre le acarició la mejilla. — Tú nos has dado la oportunidad de despedirnos de ella, de enmendar lo que en su día no hicimos. — Hala, ya tenía los ojos inundados. — Me quedo más tranquilo que cuando mandé a tu madre en el barco, eso sí. — Miró a Marcus de lejos y remató diciendo. — Volad siempre juntos. Se os da bien. — Nikki, por su parte, la estrechó muchísimo entre los brazos. — Tan igualitos que mi Janet, cada uno a su manera. — Le dejó muchos besos seguidos en la mejilla. — Eres la mejor Nikki. — Y siguiendo la mirada furtiva de la mujer, vio que se posaba en Edward, que se estaba despidiendo de los Lacey, y eso le hizo sonreír de medio lado. — Oye, sabes que los trasladores funcionan en dos direcciones… Puedes venir… A visitar a quien te apetezca, a quien eches de menos, por lo que sea… — Nikki rio y entornó los ojos. — Ay, piccolina, a veces se me olvida que eres muy joven ye estás enamorada. — Miró de refilón al hombre y sonrió. — Hay cosas que son más bellas así... — Volvieron a abrazarse y ella le pellizcó la mejilla. — Portaos bien. Llévale florecitas a tu madre de mi parte. Cuéntale que has estado conmigo y que... Fue la mejor compañera de piso del mundo. — Limpiándose una lágrima furtiva, Alice se dirigió hacia los demás.
— ¿Os habéis despedido? — Preguntó a Aaron y a Dylan. — Todo listo pues. — Concluyó Rylance. Alice sonrió y le dio la mano a Marcus, en dirección al sumidero de Ellis Island, que el primer día le había dado tanto miedo. — ¡Adiós Laceys! ¡Nos vemos en Irlanda, mágica familia americana! — Dijo, antes de tomar por los hombros a Dylan y decirle. — Cuando salgamos del sumidero, mira por última vez la estatua... — Su hermano la miró confuso. — Es lo que hizo mamá justo antes de irse para siempre. —
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Cause' Alice does belong with Marcus
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Terminada la conversación con Nicole, se dio cuenta de que todos habían terminado ya de despedirse. Llegaba el momento de irse. Miró a todos y sonrió. Igualmente, quería dedicar un último abrazo a sus anfitriones. - Tío Frankie. - Le dijo un poco más serio, aún en el abrazo. - Mi abuela... nunca ha dejado de hablar de vosotros. De los dos. - Le miró a los ojos, y vio los suyos emocionados. - Yo también les echo mucho de menos... A los dos. - Sonrió con tristeza. - Ella fue más valiente y se quedó, a pesar de la ausencia de Arnold. - Marcus devolvió la sonrisa triste, pero Frankie, que no quería tristezas, bromeó. - Pero yo nunca fui Gryffindor. - Ambos rieron, pero Marcus, con el corazón en la mano, dijo. - No hay mejor compañía que un Hufflepuff, tío Frankie. Para todo. Todos lo sabemos: sois los mejores. -
Fue junto a su novia, Dylan, Edward y Aaron. Se miraron todos y sonrieron. Qué diferente había sido la ida, y qué dulce era la vuelta. Volvió la mirada a su familia y, con la emoción un poco más controlada, les miró a todos: sus sonrisas, su efusiva despedida, su alegría y esa sensación de familia que les había acompañado todo este tiempo. Alzó la mano que no agarraba la de Alice para moverla a modo de despedida. - Nos vemos en Irlanda. - Dijo, más para sí que para ellos. Escuchó las palabras de Alice a Dylan y miró a Aaron. Este le miró y le devolvió la sonrisa. - Lo dicho: tengo el mejor referente. - Dijo el chico con voz íntima, y le vio alzar la mirada a la estatua, diciendo. - Gracias, tía Janet. - Justo antes de que todos, tras el último vistazo, se lanzaran por el sumidero de la aduana, en el caso de Marcus, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Adiós, Nueva York. No sé si volveremos a vernos.
Se sacudieron un poco la emoción en base a intentar meterse con Edward mientras él repasaba que absolutamente todo estaba requetelisto y ellos alegaban tanto control a las ganas de distraerse tras su despedida de Nicole (como si Marcus no fuera igual de controlador). Avanzaron en la cola haciendo apuestas de en qué país acabaría Aaron haciendo su residencia definitiva y, justo mientras se acercaban al traslador, hicieron cosquillas a Dylan y le pusieron deliberadamente a ponerle nervioso ante el inminente reencuentro con la familia. Lo cierto era que todos estaban nerviosos, cada uno por sus propios motivos. Marcus... por muchos. Por ver a sus padres, por cómo sería el reencuentro de Dylan con los Gallia... de Alice con su padre...
No había más tiempo de pensar, porque ya estaban ante el traslador que iniciaría su viaje de vuelta a Inglaterra. Se miraron, sonrieron y, todos a la vez, agarraron el primer transporte. Varias aduanas y dos horas después, agarraron el último, respirando hondo. Tras un fuerte tirón, aterrizaron en la aduana de Londres. - ¡¡Papá!! - Gritó Dylan, alegre, cuando Marcus aún estaba abriendo los ojos, corriendo a toda velocidad hacia William. El hombre se arrodilló para recibirle en sus brazos, deshaciéndose en llanto nada más abrazarle. Todos estaban conteniendo el aliento, deseando abrazar a Dylan... pero alzaron la mirada y les vieron. Marcus sonrió, tomó la mano de Alice y avanzó con paso decidido hacia toda su familia, todos juntos, los Gallia al completo, sus padres y su tía Erin. Dedujo que sus abuelos no habían querido presionar de más y les debían estar esperando en casa. Se acercó a ellos, pero conforme les tenía más cerca apremió el paso, ya viendo a sus padres... y no pudo evitar soltarse de su novia cuando estaba a escasos pasos y vio que ambos se acercaban a él, para abrazarles con fuerza. - Hijo. - Susurró su padre, abrazándole con fuerza, y también Emma. Sollozó un tanto, nervioso. No había pasado más tiempo sin ellos que en cualquier periodo en Hogwarts, pero las circunstancias habían sido muy distintas. Se separó, lloroso, y les miró a ambos. - Qué bien lo habéis hecho. - Le dijo su madre, con sus manos en sus mejillas y mirándole a los ojos. - Estamos muy orgullosos de vosotros. -
Fue junto a su novia, Dylan, Edward y Aaron. Se miraron todos y sonrieron. Qué diferente había sido la ida, y qué dulce era la vuelta. Volvió la mirada a su familia y, con la emoción un poco más controlada, les miró a todos: sus sonrisas, su efusiva despedida, su alegría y esa sensación de familia que les había acompañado todo este tiempo. Alzó la mano que no agarraba la de Alice para moverla a modo de despedida. - Nos vemos en Irlanda. - Dijo, más para sí que para ellos. Escuchó las palabras de Alice a Dylan y miró a Aaron. Este le miró y le devolvió la sonrisa. - Lo dicho: tengo el mejor referente. - Dijo el chico con voz íntima, y le vio alzar la mirada a la estatua, diciendo. - Gracias, tía Janet. - Justo antes de que todos, tras el último vistazo, se lanzaran por el sumidero de la aduana, en el caso de Marcus, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Adiós, Nueva York. No sé si volveremos a vernos.
Se sacudieron un poco la emoción en base a intentar meterse con Edward mientras él repasaba que absolutamente todo estaba requetelisto y ellos alegaban tanto control a las ganas de distraerse tras su despedida de Nicole (como si Marcus no fuera igual de controlador). Avanzaron en la cola haciendo apuestas de en qué país acabaría Aaron haciendo su residencia definitiva y, justo mientras se acercaban al traslador, hicieron cosquillas a Dylan y le pusieron deliberadamente a ponerle nervioso ante el inminente reencuentro con la familia. Lo cierto era que todos estaban nerviosos, cada uno por sus propios motivos. Marcus... por muchos. Por ver a sus padres, por cómo sería el reencuentro de Dylan con los Gallia... de Alice con su padre...
No había más tiempo de pensar, porque ya estaban ante el traslador que iniciaría su viaje de vuelta a Inglaterra. Se miraron, sonrieron y, todos a la vez, agarraron el primer transporte. Varias aduanas y dos horas después, agarraron el último, respirando hondo. Tras un fuerte tirón, aterrizaron en la aduana de Londres. - ¡¡Papá!! - Gritó Dylan, alegre, cuando Marcus aún estaba abriendo los ojos, corriendo a toda velocidad hacia William. El hombre se arrodilló para recibirle en sus brazos, deshaciéndose en llanto nada más abrazarle. Todos estaban conteniendo el aliento, deseando abrazar a Dylan... pero alzaron la mirada y les vieron. Marcus sonrió, tomó la mano de Alice y avanzó con paso decidido hacia toda su familia, todos juntos, los Gallia al completo, sus padres y su tía Erin. Dedujo que sus abuelos no habían querido presionar de más y les debían estar esperando en casa. Se acercó a ellos, pero conforme les tenía más cerca apremió el paso, ya viendo a sus padres... y no pudo evitar soltarse de su novia cuando estaba a escasos pasos y vio que ambos se acercaban a él, para abrazarles con fuerza. - Hijo. - Susurró su padre, abrazándole con fuerza, y también Emma. Sollozó un tanto, nervioso. No había pasado más tiempo sin ellos que en cualquier periodo en Hogwarts, pero las circunstancias habían sido muy distintas. Se separó, lloroso, y les miró a ambos. - Qué bien lo habéis hecho. - Le dijo su madre, con sus manos en sus mejillas y mirándole a los ojos. - Estamos muy orgullosos de vosotros. -
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El vuelo de las águilas Con Marcus | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Con las lágrimas brotando antes las despedidas y las palabras de Aaron se dirigió como ausente, como en una nube, hacia el traslador. El viaje de ida se le hizo caluroso, agotador y desconcertante, cuando se bajó en Ellis Island no sabía ni dónde estaba arriba ni dónde abajo, pero ahora era como si una flecha apuntara su camino más claro que nunca, como en una brújula, y aun así… Se agarró a Marcus y Dylan e intentó visualizar… Inglaterra. Porque ahora mismo, si visualizaba su casa, se le ponía un nudo en la garganta.
Los trasladores eran ciertamente incómodos, pero rápidos, y antes de que pudiera prepararse mentalmente, estaban en Inglaterra. Su hermano no perdió ni un segundo, y salió corriendo hacia su padre, y ella casi ni lo veía, con el nudo que hacía con su hermano, solo sus dos cabezas rubias muy juntas en el abrazo. Pero a ella no le salía correr hacia su padre, cosa que a Marcus sí, que fue como si volara hacia Arnold y Emma. Ella quería correr hacia allí también, tener un reencuentro, pero era el momento de Marcus y sus padres, no podía meterse en medio. Aaron le puso una mano en el hombro. — Venga, Alice, que te están esperando a ti también. Ve aunque sea con tus tías. — Y levantó la mirada y la cruzó con los ojos inundados de su tata. — ¡Gal! ¡Ven aquí! — Dijo lanzándole los brazos y fue con una sonrisa.
Su tata la abrazó más fuerte que en toda su vida, y Erin estaba allí también rodeándolas a ambas. — ¿Cómo se puede ser tan puta ama? — Siendo Ravenclaw, pero no le digáis a mi sobrino que he dicho eso. — Mi Alice… ¿Cómo se puede ser tan fuerte, tan madura? — Se separó de ella y la cogió de las mejillas. — Tú eres el pilar que sostiene esta casa de locos, te lo debemos todo. — Eres una valiente, y te lo está diciendo una Gryffindor que cepilla dientes a dragones. — Y ahí sí que Alice se echó a llorar y dijo, con el corazón en la mano. — Cómo os he echado de menos. — Había estado tan centrada en sacarlo todo adelante, había estado tan enfadada, que no había sido capaz de ver cuantísimo había echado de menos a su familia, al menos a parte de ella.
— ¡Mi niña! — Oyó a su lado. Y antes de poder reaccionar, ya tenía a Arnold encima. — Ya estáis en casa, ya puedes descansar. — Y ella le devolvió el abrazo con un suspiro de alivio. — ¡Arnold! — Le llamó Dylan, aunque aún estaba en brazos de la tata, siendo estrujado. — ¡Pero quién será este patito tan enorme que su tía no puede ni sujetarlo! — Y justo por detrás llegó Emma, que también la abrazó, y, al separarse, la acarició el pelo, colocándoselo. — Estoy muy orgullosa de ti. Y si tu madre estuviera aquí estaría hinchada de orgullo, no cabría en sí. Eres una mujer fuerte e inteligente, eres digna de la admiración de todos. — Y ahí ya sí que se desbordó, y Emma volvió a abrazarla. — Alice, ve a abrazar a tu padre, que tu hermano está mirando, lo que tengáis que hablar, lo hablareis en otro momento. — Susurró mientras seguían abrazadas.
Ella se separó y miró a su padre, que hablaba con Aaron, que claramente le había leído la mente y había ido a parapetarlo de alguna forma. Pero en cuanto vio que le estaba mirando dijo. — Pajarito… — Y se dirigió hacia él, abrazándole en silencio. — Mi niña… Mi pajarito, has vuelto a casa… Hija, te lo debo todo, no sé qué haríamos sin ti, mi niña… — Y ella se dejó abrazar, simplemente, se quedó allí, dejando salir las lágrimas. Había tenido miedo de que Dylan pudiera sentir de ella que no quería estar en ese abrazo, pero al menos sentiría más fuerte el alivio de sus lágrimas pudiendo fluir libres. — Vámonos a casa. Los abuelos tienen que estar como locos por ver a Dylan, y echo mucho de menos la cocina de las abuelas. Te apuesto lo que quieras a que deben de estar compitiendo ya. — ¡No lo sabes tú! Me compadezco del abuelo Larry y el pobre Robert que están de moderadores. — Dijo alegremente Arnold. Se separó de Marcus y dejó que su padre le abrazara a él también, mientras ella rodeaba a Dylan. — ¿Lo ves, patito? Nunca más volverán a separarnos. — Y eso sí que podía prometerlo.
Los trasladores eran ciertamente incómodos, pero rápidos, y antes de que pudiera prepararse mentalmente, estaban en Inglaterra. Su hermano no perdió ni un segundo, y salió corriendo hacia su padre, y ella casi ni lo veía, con el nudo que hacía con su hermano, solo sus dos cabezas rubias muy juntas en el abrazo. Pero a ella no le salía correr hacia su padre, cosa que a Marcus sí, que fue como si volara hacia Arnold y Emma. Ella quería correr hacia allí también, tener un reencuentro, pero era el momento de Marcus y sus padres, no podía meterse en medio. Aaron le puso una mano en el hombro. — Venga, Alice, que te están esperando a ti también. Ve aunque sea con tus tías. — Y levantó la mirada y la cruzó con los ojos inundados de su tata. — ¡Gal! ¡Ven aquí! — Dijo lanzándole los brazos y fue con una sonrisa.
Su tata la abrazó más fuerte que en toda su vida, y Erin estaba allí también rodeándolas a ambas. — ¿Cómo se puede ser tan puta ama? — Siendo Ravenclaw, pero no le digáis a mi sobrino que he dicho eso. — Mi Alice… ¿Cómo se puede ser tan fuerte, tan madura? — Se separó de ella y la cogió de las mejillas. — Tú eres el pilar que sostiene esta casa de locos, te lo debemos todo. — Eres una valiente, y te lo está diciendo una Gryffindor que cepilla dientes a dragones. — Y ahí sí que Alice se echó a llorar y dijo, con el corazón en la mano. — Cómo os he echado de menos. — Había estado tan centrada en sacarlo todo adelante, había estado tan enfadada, que no había sido capaz de ver cuantísimo había echado de menos a su familia, al menos a parte de ella.
— ¡Mi niña! — Oyó a su lado. Y antes de poder reaccionar, ya tenía a Arnold encima. — Ya estáis en casa, ya puedes descansar. — Y ella le devolvió el abrazo con un suspiro de alivio. — ¡Arnold! — Le llamó Dylan, aunque aún estaba en brazos de la tata, siendo estrujado. — ¡Pero quién será este patito tan enorme que su tía no puede ni sujetarlo! — Y justo por detrás llegó Emma, que también la abrazó, y, al separarse, la acarició el pelo, colocándoselo. — Estoy muy orgullosa de ti. Y si tu madre estuviera aquí estaría hinchada de orgullo, no cabría en sí. Eres una mujer fuerte e inteligente, eres digna de la admiración de todos. — Y ahí ya sí que se desbordó, y Emma volvió a abrazarla. — Alice, ve a abrazar a tu padre, que tu hermano está mirando, lo que tengáis que hablar, lo hablareis en otro momento. — Susurró mientras seguían abrazadas.
Ella se separó y miró a su padre, que hablaba con Aaron, que claramente le había leído la mente y había ido a parapetarlo de alguna forma. Pero en cuanto vio que le estaba mirando dijo. — Pajarito… — Y se dirigió hacia él, abrazándole en silencio. — Mi niña… Mi pajarito, has vuelto a casa… Hija, te lo debo todo, no sé qué haríamos sin ti, mi niña… — Y ella se dejó abrazar, simplemente, se quedó allí, dejando salir las lágrimas. Había tenido miedo de que Dylan pudiera sentir de ella que no quería estar en ese abrazo, pero al menos sentiría más fuerte el alivio de sus lágrimas pudiendo fluir libres. — Vámonos a casa. Los abuelos tienen que estar como locos por ver a Dylan, y echo mucho de menos la cocina de las abuelas. Te apuesto lo que quieras a que deben de estar compitiendo ya. — ¡No lo sabes tú! Me compadezco del abuelo Larry y el pobre Robert que están de moderadores. — Dijo alegremente Arnold. Se separó de Marcus y dejó que su padre le abrazara a él también, mientras ella rodeaba a Dylan. — ¿Lo ves, patito? Nunca más volverán a separarnos. — Y eso sí que podía prometerlo.
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Estaba emocionado desde esa mañana, y conteniendo durante un mes (aunque sí que había tenido varios estallidos, aunque insuficientes en comparación con lo sufrido). Sin embargo, ya de vuelta, feliz y con ganas de ver a los suyos, no pensó que se rompería de forma tan incontenible. Se limpió las lágrimas y su padre le buscó la mirada. - Eh, hijo. - Le dijo, emocionado. - Ya está. Ya estáis aquí. Lo habéis conseguido. - Asintió, pero las lágrimas le seguían cayendo. Cuando logró contenerlas, tomó aire y... ¿dónde se había dejado a Alice? Oh, la había soltado y se había perdido en el abrazo de sus padres.
Como estos detectaron su mirada, y también tenían ganas de verla, fueron hacia ella, y Marcus con ellos. Había podido contener las lágrimas y ahora estaba feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, viendo tanto orgullo y alegría y sintiéndose victorioso. - A ver dónde está mi caballero andante, que lo espachurre yo. - Marcus rio a carcajadas y se dejó abrazar por Violet, mientras sus padres estaban con Alice y Dylan. Luego se dirigió a su tía Erin, y al abrazarla, notó como soltaba aire retenido en los pulmones. - Te hemos echado de menos, sobrino. - Dibujó una sonrisa cálida y, al separarse, la miró. - Ahora como eres una señora de tu casa. - Erin soltó una carcajada, dándole un empujoncito en el brazo. - Qué tonto. Lo que pasa es que la familia no deja de liarnos para retenernos aquí. - Bromeó, pero conocía a su tía. Tenía el color de la cara perdido, como cuando pasaba mucho tiempo encerrada. Las dos debían estar deseando salir volando y poder disfrutar de su tan adorada libertad sin tanto drama.
Al girar la mirada, comprobó que Alice abrazaba a William. Ahora fue él quien suspiró con alivio, y miró a los demás... pero Aaron tenía la mirada baja, y su madre le miraba a él como si quisiera mandarle un mensaje que solo ambos entendían. Frunció los labios. Debía ser muy ingenuo para pensar que Alice quitaría de inmediato todas sus reservas hacia su padre después de lo ocurrido. Pensó que se ablandaría al verle... Había pecado más de esperanzador que del conocimiento que tenía de su novia.
Cuando Alice se separó de William, él sonrió al hombre y fue a abrazarle. - Eres una bendición... Siempre lo has sido... - Le dijo, emocionado. Marcus tragó saliva, y respondió, aún en el abrazo. - Sois mi familia. Y mi familia es lo más importante, William. - El hombre le abrazó con fuerza antes de soltarle. - Todo va a ir bien. - Le susurró, igual pecando de exceso de confianza en su propio poder sobre Alice y las circunstancias, mirándole a los ojos. Pero William era para él una persona muy importante, también la familia, como acababa de decir. No se iba a romper si estaba en su mano evitarlo. Eso era cuestión de tiempo y de dejar las cosas reposar. Y no podía ver más sufrir a ese hombre.
- Volvamos a casa. - Dijo Arnold, alegre, pasando un brazo por encima de los hombros de Alice, y el otro sobre los de Aaron. - ¿Podemos llamarte ya inglés con propiedad? - El chico soltó una risita. - Ojalá... Creo que, al paso que voy, seré un ciudadano del mundo, así en general. - Ya somos tres, entonces. - Comentó Vivi, del brazo de Erin. - Venga, que la abuela Molly se va a aparecer aquí y nos va a azuzar a todos con un hechizo como no vayamos ya. - Y, entre risas, aparecieron en casa O'Donnell, donde aguardaban los cuatro abuelos. - ¡Mis niños! - Chilló Molly la primera, pero quien estaba en primera línea, expectante por abrazar a Dylan, era Helena. Vio cómo Robert parecía desinflarse ante la escena, pero posó los ojos en Alice, hacia quien fue directo mientras Helena achuchaba a Dylan y lloraba junto a él. Marcus aprovechó para correr hacia sus abuelos, aunque Molly estaba más adelantada. Lawrence se acercaba por detrás a pausados pasos, como el mago sabio que era, mientras su nieto y su mujer se abrazaba. - Mi niño. Lo más bonito de Inglaterra y de Irlanda y ahora de América también. - Le decía mientras dejaba sonoros besos en su mejilla, haciéndole reír. - Ay mi niño, cómo te hemos echado de menos. Ay, que estaban tus padres en un vilo, y mira mi Arnie, que se sale del pellejo. - Era un poco indescifrable el discurso entre tanto beso, y Lawrence estaba ya a su altura, pero su abuela le había atrapado como una araña a una mosca en su tela. - Escríbele a tu hermano, por Merlín, que está el pobre mío que no duerme. - Lo sabe ella, que pasa todos los días por la sala común de Slytherin a comprobarlo. - Bromeó el hombre, haciendo a la mujer chistar. El movimiento le facilitó separarse e ir hacia su abuelo. - Qué importante es lo que has hecho, hijo. - Estaba haciendo un gran esfuerzo por no echarse a llorar otra vez. Pero ya estaba en casa. Juntos, y a salvo.
Como estos detectaron su mirada, y también tenían ganas de verla, fueron hacia ella, y Marcus con ellos. Había podido contener las lágrimas y ahora estaba feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, viendo tanto orgullo y alegría y sintiéndose victorioso. - A ver dónde está mi caballero andante, que lo espachurre yo. - Marcus rio a carcajadas y se dejó abrazar por Violet, mientras sus padres estaban con Alice y Dylan. Luego se dirigió a su tía Erin, y al abrazarla, notó como soltaba aire retenido en los pulmones. - Te hemos echado de menos, sobrino. - Dibujó una sonrisa cálida y, al separarse, la miró. - Ahora como eres una señora de tu casa. - Erin soltó una carcajada, dándole un empujoncito en el brazo. - Qué tonto. Lo que pasa es que la familia no deja de liarnos para retenernos aquí. - Bromeó, pero conocía a su tía. Tenía el color de la cara perdido, como cuando pasaba mucho tiempo encerrada. Las dos debían estar deseando salir volando y poder disfrutar de su tan adorada libertad sin tanto drama.
Al girar la mirada, comprobó que Alice abrazaba a William. Ahora fue él quien suspiró con alivio, y miró a los demás... pero Aaron tenía la mirada baja, y su madre le miraba a él como si quisiera mandarle un mensaje que solo ambos entendían. Frunció los labios. Debía ser muy ingenuo para pensar que Alice quitaría de inmediato todas sus reservas hacia su padre después de lo ocurrido. Pensó que se ablandaría al verle... Había pecado más de esperanzador que del conocimiento que tenía de su novia.
Cuando Alice se separó de William, él sonrió al hombre y fue a abrazarle. - Eres una bendición... Siempre lo has sido... - Le dijo, emocionado. Marcus tragó saliva, y respondió, aún en el abrazo. - Sois mi familia. Y mi familia es lo más importante, William. - El hombre le abrazó con fuerza antes de soltarle. - Todo va a ir bien. - Le susurró, igual pecando de exceso de confianza en su propio poder sobre Alice y las circunstancias, mirándole a los ojos. Pero William era para él una persona muy importante, también la familia, como acababa de decir. No se iba a romper si estaba en su mano evitarlo. Eso era cuestión de tiempo y de dejar las cosas reposar. Y no podía ver más sufrir a ese hombre.
- Volvamos a casa. - Dijo Arnold, alegre, pasando un brazo por encima de los hombros de Alice, y el otro sobre los de Aaron. - ¿Podemos llamarte ya inglés con propiedad? - El chico soltó una risita. - Ojalá... Creo que, al paso que voy, seré un ciudadano del mundo, así en general. - Ya somos tres, entonces. - Comentó Vivi, del brazo de Erin. - Venga, que la abuela Molly se va a aparecer aquí y nos va a azuzar a todos con un hechizo como no vayamos ya. - Y, entre risas, aparecieron en casa O'Donnell, donde aguardaban los cuatro abuelos. - ¡Mis niños! - Chilló Molly la primera, pero quien estaba en primera línea, expectante por abrazar a Dylan, era Helena. Vio cómo Robert parecía desinflarse ante la escena, pero posó los ojos en Alice, hacia quien fue directo mientras Helena achuchaba a Dylan y lloraba junto a él. Marcus aprovechó para correr hacia sus abuelos, aunque Molly estaba más adelantada. Lawrence se acercaba por detrás a pausados pasos, como el mago sabio que era, mientras su nieto y su mujer se abrazaba. - Mi niño. Lo más bonito de Inglaterra y de Irlanda y ahora de América también. - Le decía mientras dejaba sonoros besos en su mejilla, haciéndole reír. - Ay mi niño, cómo te hemos echado de menos. Ay, que estaban tus padres en un vilo, y mira mi Arnie, que se sale del pellejo. - Era un poco indescifrable el discurso entre tanto beso, y Lawrence estaba ya a su altura, pero su abuela le había atrapado como una araña a una mosca en su tela. - Escríbele a tu hermano, por Merlín, que está el pobre mío que no duerme. - Lo sabe ella, que pasa todos los días por la sala común de Slytherin a comprobarlo. - Bromeó el hombre, haciendo a la mujer chistar. El movimiento le facilitó separarse e ir hacia su abuelo. - Qué importante es lo que has hecho, hijo. - Estaba haciendo un gran esfuerzo por no echarse a llorar otra vez. Pero ya estaba en casa. Juntos, y a salvo.
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El vuelo de las águilas Con Marcus | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
No dudaba de que su familia recibiría a su novio como un héroe también, y ella simplemente mantuvo la sonrisa emocionada, mentalizándose de aprovechar el día, de que Dylan lo sintiera feliz antes de tener que irse a Hogwarts, que bastante clase había perdido ya. — No seas tan empollona, anda. — Le susurró Aaron. Ella suspiró y ya le iba a regañar por leerle la mente, pero allí llegaron Vivi y Arnold, y ella simplemente participó de la conversación. — Mira, si quieres ver el mundo, pégate a estas dos, les salen contratos por todas partes. — Yo quiero playita, si me preguntan, y vivir la vida hippie. — Para eso Grecia. — Dijo su tata. — ¿Qué es hippie? — Preguntó Erin bajito. Definitivamente, estaban en casa.
Al menos fueron a casa O’Donnell, y eso ya le quitó un peso inicial de encima. Que fue inmediatamente sustituido por una angustia brutal al ver a su abuelo. Estaba consumido, tenía unas ojeras tremendas y muy mal aspecto. Dylan corrió a por memé, pero ella solo veía a su abuelo. — ¡Alice! — Dijo tembloroso, alzando hacia ella los brazos. — ¡Abuelo! — Lo abrazó, pero inmediatamente se separó para mirarle. — ¿Qué te ha pasado? — Cogió su muñeca para comprobar el pulso e inspeccionó sus pupilas. — Nada, hija, nada, no te preocupes por Merlín… — Aquellos ojos agotados la miraron llenos de lágrimas y con una amplia sonrisa. — Ahora habéis vuelto, eso era todo lo que necesitaba. — ¡ABUELO! — Gritó su hermano, lanzándose hacia él. Vio como su padre se acercaba a su abuela, que estaba llorando, y sus tías también se aproximaban. Se acercó a Vivi y susurró. — ¿Pero qué le ha pasado? — Su tía suspiró. — Ha sido imposible saberlo. El médico solo decía que había que controlarle la tensión, y que le diera el sol y el aire, que paseara, cuidara la alimentación… — Tata, por favor. — Vivi se encogió de hombros. — ¿Qué te digo, Alice? Theo insistía en que era una depresión… — ¿Theo? — Sí, Theo. Jackie y él han estado todo el tiempo con nosotros y con tu padre sobre todo. Hoy querían dejarnos espacio y se han ido cada uno con su familia… — Pues ya estaba tardando en hablar con ambos y agradecérselo bien fuerte.
Se acercó a Molly y Larry y recibió la bienvenida de abuela irlandesa de Molly. — ¿Y MI NIÑA? Menos mal que me la estaban cuidando irlandeses. Aun así, aquí te vamos a cuidar mejor entre todos, tienes que descansar y recuperarte. — Ella sonrió. — Abuela, que estoy bien, me han cuidado divinamente. — ¡A UNA ABUELA NO SE LA ENGAÑA! Yo conozco esos ojitos. — Entornó los ojos hacia Robert y dijo. — No está tan mal como parece, hija, de verdad, ya está, y mira, Dylan le está devolviendo años de vida. — Larry y Marcus se incorporaron y el hombre la miró con cariño. — Habéis sido unos nietos maravillosos. Comparado con esto, la licencia va a ser una tontería. — ¡Ay, calla ya con la licencia! Si no para “a ver si vuelven a tiempo para el examen de piedra” todo el día, y mirando el calendario como si fuera a pasar más lento… Ya se hablará en otro momento. — Molly se giró hacia Dylan y abrió los brazos. — Yo de momento voy a ver A MI NIÑO RUBIO. ¡MÍRALE COMO HA CRECIDO! — Dylan corrió hacia ellos también. — Me creció hasta barba abuela. — ¿Uy sí? Pues yo no la veo eh. — Dijo haciéndole cosquillas. — ¡Que sí! ¡Que me la hizo Betty para salir! — ¡Pero bueno! Cuidado con el diablillo este que sale por ahí y todo… —
Todos empezaron a entrar, y ella sintió que necesitaba un momento, y tiró de la mano de Marcus para que se quedara a la entrada con ella. Algún Gallia iba a protestar, pero Emma entró en modo prefecta Horner, y Alice pudo aprovechar para tomar las dos manos de Marcus y mirarle a los ojos. — Mi amor… Hemos vuelto. Lo hemos logrado de verdad. Estamos en casa. — Los ojos volvieron a anegársele en lágrimas y acarició el rostro de su novio. — Eres el amor de mi vida, y mucho más valiente de lo que piensas. Eres un novio maravilloso y eres una de las personas más importantes de la vida de Dylan. — Se lanzó a sus labios en un beso cargado de amor y agradecimiento, aún tomando su rostro. — Te amo, Marcus O’Donnell. Gracias por todo lo que haces por mí… — Tragó saliva y dijo. — Ten siempre claro que yo haría lo que fuera por ti. — Dejó otro breve beso y suspiró. — Digamos que me está… Costando todo esto. Por si me ves con la cara por el suelo o agobiada… Solo es tener que volver a enfrentarme a todo esto. — Cogió sus manos y las besó. — Vamos dentro. —
Al menos fueron a casa O’Donnell, y eso ya le quitó un peso inicial de encima. Que fue inmediatamente sustituido por una angustia brutal al ver a su abuelo. Estaba consumido, tenía unas ojeras tremendas y muy mal aspecto. Dylan corrió a por memé, pero ella solo veía a su abuelo. — ¡Alice! — Dijo tembloroso, alzando hacia ella los brazos. — ¡Abuelo! — Lo abrazó, pero inmediatamente se separó para mirarle. — ¿Qué te ha pasado? — Cogió su muñeca para comprobar el pulso e inspeccionó sus pupilas. — Nada, hija, nada, no te preocupes por Merlín… — Aquellos ojos agotados la miraron llenos de lágrimas y con una amplia sonrisa. — Ahora habéis vuelto, eso era todo lo que necesitaba. — ¡ABUELO! — Gritó su hermano, lanzándose hacia él. Vio como su padre se acercaba a su abuela, que estaba llorando, y sus tías también se aproximaban. Se acercó a Vivi y susurró. — ¿Pero qué le ha pasado? — Su tía suspiró. — Ha sido imposible saberlo. El médico solo decía que había que controlarle la tensión, y que le diera el sol y el aire, que paseara, cuidara la alimentación… — Tata, por favor. — Vivi se encogió de hombros. — ¿Qué te digo, Alice? Theo insistía en que era una depresión… — ¿Theo? — Sí, Theo. Jackie y él han estado todo el tiempo con nosotros y con tu padre sobre todo. Hoy querían dejarnos espacio y se han ido cada uno con su familia… — Pues ya estaba tardando en hablar con ambos y agradecérselo bien fuerte.
Se acercó a Molly y Larry y recibió la bienvenida de abuela irlandesa de Molly. — ¿Y MI NIÑA? Menos mal que me la estaban cuidando irlandeses. Aun así, aquí te vamos a cuidar mejor entre todos, tienes que descansar y recuperarte. — Ella sonrió. — Abuela, que estoy bien, me han cuidado divinamente. — ¡A UNA ABUELA NO SE LA ENGAÑA! Yo conozco esos ojitos. — Entornó los ojos hacia Robert y dijo. — No está tan mal como parece, hija, de verdad, ya está, y mira, Dylan le está devolviendo años de vida. — Larry y Marcus se incorporaron y el hombre la miró con cariño. — Habéis sido unos nietos maravillosos. Comparado con esto, la licencia va a ser una tontería. — ¡Ay, calla ya con la licencia! Si no para “a ver si vuelven a tiempo para el examen de piedra” todo el día, y mirando el calendario como si fuera a pasar más lento… Ya se hablará en otro momento. — Molly se giró hacia Dylan y abrió los brazos. — Yo de momento voy a ver A MI NIÑO RUBIO. ¡MÍRALE COMO HA CRECIDO! — Dylan corrió hacia ellos también. — Me creció hasta barba abuela. — ¿Uy sí? Pues yo no la veo eh. — Dijo haciéndole cosquillas. — ¡Que sí! ¡Que me la hizo Betty para salir! — ¡Pero bueno! Cuidado con el diablillo este que sale por ahí y todo… —
Todos empezaron a entrar, y ella sintió que necesitaba un momento, y tiró de la mano de Marcus para que se quedara a la entrada con ella. Algún Gallia iba a protestar, pero Emma entró en modo prefecta Horner, y Alice pudo aprovechar para tomar las dos manos de Marcus y mirarle a los ojos. — Mi amor… Hemos vuelto. Lo hemos logrado de verdad. Estamos en casa. — Los ojos volvieron a anegársele en lágrimas y acarició el rostro de su novio. — Eres el amor de mi vida, y mucho más valiente de lo que piensas. Eres un novio maravilloso y eres una de las personas más importantes de la vida de Dylan. — Se lanzó a sus labios en un beso cargado de amor y agradecimiento, aún tomando su rostro. — Te amo, Marcus O’Donnell. Gracias por todo lo que haces por mí… — Tragó saliva y dijo. — Ten siempre claro que yo haría lo que fuera por ti. — Dejó otro breve beso y suspiró. — Digamos que me está… Costando todo esto. Por si me ves con la cara por el suelo o agobiada… Solo es tener que volver a enfrentarme a todo esto. — Cogió sus manos y las besó. — Vamos dentro. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
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Freyja
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
La mención de su abuelo a las licencias le hizo reír. - ¡Venimos deseándolo! - Eso provocó un sonoro suspiro de desaprobación de su abuela que aumentó su risa, pero su abuelo estaba bien orgulloso de sus palabras. No era ninguna mentira: ambos deseaban recuperar su vida, y entre sus objetivos, el más destacado era sacarse la primera licencia cuanto antes. Le revolvió los rizos a Dylan cuando dijo lo de la barba, feliz, viéndole siendo achuchado por sus abuelos, y comprobando el estado de Alice de reojo. Quería verla feliz, pero si la conocía de algo, seguro que estaba tensa.
Aún le quedaban dos personas por saludar, por lo que se giró hacia los abuelos Gallia. Robert estaba... realmente mal. Le abrazó afectuosamente y Marcus no pudo evitar preocuparse por su salud, pero el hombre respondía con evasivas, asegurando que estaba mucho mejor ahora que tenía a sus nietos de vuelta. No era de extrañar que estuviera tan preocupado y que eso le hubiera pasado factura... Esperaba que mejorase, efectivamente, por tener a sus nietos de vuelta. Helena le dio otro fuerte abrazo. - Ay, Marcus. Menos mal que has ido, menos mal. - Todo el mérito es de Alice, señora Gallia. - Ya, pero menos mal que has ido. - Bueno, al menos Alice no estaba por allí para oírlo, y él fue educado y se trasladó a otro punto rápidamente. La relación entre ellas siempre había sido tensa y no necesitaban discutir nada más llegar. Y él no iba a cesar en su empeño de dejar clarísimo que todo aquello había sido gracias a Alice.
Fue a entrar junto a los demás cuando Alice le detuvo, y solo con una mirada supo que necesitaba un rato a solas. Su madre también lo detectó, porque arreó a los demás como si fueran ovejas al interior de la casa, dejándoles un poco de intimidad en la entrada. Sonrió con calidez. - Claro que lo hemos logrado. No hay nada que no podamos lograr. - Dijo, tomando también sus manos. La miró a los ojos, sintiendo su caricia y sus palabras, y chasqueó la lengua. - Me estaba costando mucho no llorar. - Dijo en tono distendido, como si no se hubiera deshecho nada más ver a sus padres. Recibió su beso y contestó, de corazón. - Yo también te amo, Alice Gallia. Iría contigo a cualquier parte, a ver cómo lo ganas todo. Porque esto ha sido tu éxito, los dos lo sabemos. - Sonrió levemente. - Lo sé. - Los dos harían lo imposible por el otro, se amaban profusamente.
Soltó levemente el aire por la nariz y dejó una caricia en su mejilla. - Lo sé, mi amor. - Puso ambas manos en su cara y, graciosamente, le alzó la mirada, buscando la suya. - O sea, que si estás un poquito menos preciosa hoy que de costumbre, que no me asuste. - Bromeó y chasqueó la lengua de nuevo. - Dudo que lo estés, pero bueno, gracias por el aviso. - Rio levemente y separó sus manos. - Esto... sobrepasa un poco, lo sé. Pero deseábamos volver. Solo... tenemos que intentar... llevarlo lo mejor que podamos. Y si alguien dice algo que nos descuadra... darle dos vueltas mentales antes de responder. Como hacemos cuando un profesor dice algo que no nos convence. - Le guiñó un ojo. En otras palabras: si Helena hacía algún comentario fuera de lugar, mejor pensárnoslo dos veces antes de reaccionar. Por la paz del grupo.
Tomó su mano. - Vamos. Esto no es peor que lo que llevamos, y seguimos juntos. - Dijo, esperanzador. Entraron al comedor, donde todos les esperaban y su abuela ya iba y venía corriendo y disponiendo toneladas de comida. La miró con una ancha sonrisa. - He echado mucho de menos tus comidas, abuela, PERO, un poco menos porque, y esto te va a gustar, la tía Maeve es una buena irlandesa y nos ha tenido muy bien alimentados. - La mujer juntó las manos con una risa graciosa. - ¡No me cabía duda! Tienes que contármelo todo sobre la familia. - Son muy guais, y nos vamos a ver en Irlanda en Navidad. - Dijo Dylan con naturalidad, claramente eufórico por la vuelta y sin medir, y Marcus notó la tensión del ambiente en el acto. Helena le estaba mirando con una ceja arqueada y, con toda la dulzura de la que pudo echar mano, preguntó. - ¿En Irlanda en Navidad, cariño? - Y, para arreglarlo, Dylan miró a Alice, como pidiéndole permiso. Marcus tragó saliva, pero lo intentó arreglar antes de que se pusiera peor. - Oportunidades de vernos, tendremos. Ahora que hemos hecho tan buenos lazos, quizás quieran venir a vernos a Inglaterra. - ¡Aquí tienen su casa, desde luego! - Apresuró Arnold, que también había detectado el percal. Molly, por su parte, hizo que a cada uno le cayera una buena ración de pastel del pastor. - Aquí, por lo pronto, tenemos la comida irlandesa ya servida. -
Aún le quedaban dos personas por saludar, por lo que se giró hacia los abuelos Gallia. Robert estaba... realmente mal. Le abrazó afectuosamente y Marcus no pudo evitar preocuparse por su salud, pero el hombre respondía con evasivas, asegurando que estaba mucho mejor ahora que tenía a sus nietos de vuelta. No era de extrañar que estuviera tan preocupado y que eso le hubiera pasado factura... Esperaba que mejorase, efectivamente, por tener a sus nietos de vuelta. Helena le dio otro fuerte abrazo. - Ay, Marcus. Menos mal que has ido, menos mal. - Todo el mérito es de Alice, señora Gallia. - Ya, pero menos mal que has ido. - Bueno, al menos Alice no estaba por allí para oírlo, y él fue educado y se trasladó a otro punto rápidamente. La relación entre ellas siempre había sido tensa y no necesitaban discutir nada más llegar. Y él no iba a cesar en su empeño de dejar clarísimo que todo aquello había sido gracias a Alice.
Fue a entrar junto a los demás cuando Alice le detuvo, y solo con una mirada supo que necesitaba un rato a solas. Su madre también lo detectó, porque arreó a los demás como si fueran ovejas al interior de la casa, dejándoles un poco de intimidad en la entrada. Sonrió con calidez. - Claro que lo hemos logrado. No hay nada que no podamos lograr. - Dijo, tomando también sus manos. La miró a los ojos, sintiendo su caricia y sus palabras, y chasqueó la lengua. - Me estaba costando mucho no llorar. - Dijo en tono distendido, como si no se hubiera deshecho nada más ver a sus padres. Recibió su beso y contestó, de corazón. - Yo también te amo, Alice Gallia. Iría contigo a cualquier parte, a ver cómo lo ganas todo. Porque esto ha sido tu éxito, los dos lo sabemos. - Sonrió levemente. - Lo sé. - Los dos harían lo imposible por el otro, se amaban profusamente.
Soltó levemente el aire por la nariz y dejó una caricia en su mejilla. - Lo sé, mi amor. - Puso ambas manos en su cara y, graciosamente, le alzó la mirada, buscando la suya. - O sea, que si estás un poquito menos preciosa hoy que de costumbre, que no me asuste. - Bromeó y chasqueó la lengua de nuevo. - Dudo que lo estés, pero bueno, gracias por el aviso. - Rio levemente y separó sus manos. - Esto... sobrepasa un poco, lo sé. Pero deseábamos volver. Solo... tenemos que intentar... llevarlo lo mejor que podamos. Y si alguien dice algo que nos descuadra... darle dos vueltas mentales antes de responder. Como hacemos cuando un profesor dice algo que no nos convence. - Le guiñó un ojo. En otras palabras: si Helena hacía algún comentario fuera de lugar, mejor pensárnoslo dos veces antes de reaccionar. Por la paz del grupo.
Tomó su mano. - Vamos. Esto no es peor que lo que llevamos, y seguimos juntos. - Dijo, esperanzador. Entraron al comedor, donde todos les esperaban y su abuela ya iba y venía corriendo y disponiendo toneladas de comida. La miró con una ancha sonrisa. - He echado mucho de menos tus comidas, abuela, PERO, un poco menos porque, y esto te va a gustar, la tía Maeve es una buena irlandesa y nos ha tenido muy bien alimentados. - La mujer juntó las manos con una risa graciosa. - ¡No me cabía duda! Tienes que contármelo todo sobre la familia. - Son muy guais, y nos vamos a ver en Irlanda en Navidad. - Dijo Dylan con naturalidad, claramente eufórico por la vuelta y sin medir, y Marcus notó la tensión del ambiente en el acto. Helena le estaba mirando con una ceja arqueada y, con toda la dulzura de la que pudo echar mano, preguntó. - ¿En Irlanda en Navidad, cariño? - Y, para arreglarlo, Dylan miró a Alice, como pidiéndole permiso. Marcus tragó saliva, pero lo intentó arreglar antes de que se pusiera peor. - Oportunidades de vernos, tendremos. Ahora que hemos hecho tan buenos lazos, quizás quieran venir a vernos a Inglaterra. - ¡Aquí tienen su casa, desde luego! - Apresuró Arnold, que también había detectado el percal. Molly, por su parte, hizo que a cada uno le cayera una buena ración de pastel del pastor. - Aquí, por lo pronto, tenemos la comida irlandesa ya servida. -
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El vuelo de las águilas Con Marcus | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Las palabras de Marcus era todo lo que necesitaba para coger fuerzas antes de entrar y enfrentarse a las conversaciones que tenía pendientes. Rio con lo lo de un poquito menos preciosa. — No me hables del asunto, que debo tener una cara entre el cansancio, la tensión y los llantos que no lo quiero pensar. — Suspiró ante su recomendación y le miró a los ojos. — A saber qué te habrá dicho mi memé en los diez segundos que ha tenido para hablarte, como para que me digas eso. No quiero ni saber. — Asintió y besó su mano. — Sí, mi amor, cuidaré de mis oídos y mis caras según lo que escuche. Te prometo que me porto bien… — Tragó saliva. — Aunque me estoy viendo venir que esta va a ser nuestra primera noche separados… Mañana me presento aquí en cuanto me levante para hacer planes. — Y ya sí, entraron, porque iba a quedar raro alargarlo más.
En principio, la cosa empezó alegre. — Maeve nos recordaba mucho a ti, abuela. Y Frankie es adorable. — Molly sonreía feliz. — Mi hermano siempre ha sido un trozo de pan, pero necesitaba una mujer como él, pero con más carácter, porque si no es que tiene una poca sangre… — Alice rio y negó. — No, mujer. Pero sí que se deja hacer un poco, me dejó cambiarle el jardín entero, y ahí al final terminó liado todo el mundo: Betty, Frankie Junior… — Y entonces los ojos de Molly se iluminaron. — ¡Ah, demonio de muchacho! Ese sí que me recuerda a mi hermano Arnold. Es el único que ha sacado toda esa caradura… Cuando vinieron de pequeños a Ballyknow lo vi clarísimo, ese era el descendiente de mi hermano mayor. — Y entonces oyó intervenir a su hermano y la tensión de su abuela y trató de no envararse de más, aunque se sirvió más pastel del pastor de la cuenta. — Los Lacey se han implicado a tope con todo esto, y nunca habría podido conseguir nada en Nueva York sin ellos. Lo menos es dejar que algunos días Dylan los pase con nosotros también y puedan verlo. — Dijo con tono firme pero tranquilo. No iba a admitir réplicas de nadie sobr leo que podían o no podían hacer ellos con los Lacey. ¡Y a Maeve! Maeve Junior, no la abuela, la nieta, que me hice su amigo en Ilvermony. — Vivi rio y le picó en la mejilla. — No veas el señorito, qué rápido hizo amistad. — Su hermano se encogió de hombros y siguió comiendo. — Me buscó ella. — Eso hizo reír a gran parte de la mesa. — Cada día te pareces más a tu padre, condenado. — Él alzó las palmas de las manos. — A ver que es mi amiga. Solo la invitaba a escuchar los cuentos y nos hacíamos preguntas, en Ilvermony te dejan que las chicas entren a la habitación. — Arnold agitó la servilleta antes de ponérsela en el regazo y dijo. — Definitivamente William. — Y de nuevo risas, aunque podía notar el escándalo de su abuela. — Esos americanos… Así les irá. —
Erin y Vivi seguían haciendo preguntas de todo sobre América, y Molly se reía y aportaba, mientras su padre miraba a Dylan hipnotizado, pero en un momento pareció recordar algo y levantó los ojos hacia ella. — ¿Cómo están Wren y Nicole? — Bueno, iba a quedar raro si no respondía. — Pues el señor Wren muy mayor, apartado de sus funciones, por culpa de Peter Van Der Luyden. Siempre sospechó que él ayudó a mamá a escaparse e hizo todo lo posible por hundirle, pero él fue listo y puso a Nikki en su posición. Si no fuera por sus contactos y los de Howard, habríamos tardado años en hacer esto. — Bebió un poco de agua. — Bueno y por el primo George. Él conocía al notario de los Levinson y averiguó que Teddy estaba en la quiebra y todo eso fue lo que nos ayudó a entender que pasaba. — Miró a Molly y sonrió. — Le debo mucho a todos y cada uno de los Lacey de mi vida. — La mujer pasó la mano por encima y la estrechó. — Uy, cariño, es que mi Georgie siempre ha sido muy serio y trabajador, porque su padre es quien es, y Maeve le ha criado prácticamente, aunque no sea su madre, le ha transmitido muchas cosas. Y todos habrán estado encantados de ayudarte. — No se iba a cansar de decirlo. — ¿Te preguntaron por mí? — Dijo su padre en medio de la conversación. Alice suspiró y le miró. Trató de dejar las reticencias y el enfado de lado y contestó. — Mucho. Te admiran mucho, papá, para Wren siempre serás el hombre que protegió el MACUSA, nunca lo va a olvidar. — Su padre rio un poco. — Pues vaya disgusto se llevaría cuando le sacaras de su error. — Ya estamos con los victimismos, se dijo mordiéndose las mejillas. — Yo no he sacado de ningún error, papá. Tú salvaste el MACUSA, eres un gran mago, esa es la verdad. — Él volvió a reír. — Bueno, para lo que sirvió… — Sirvió. — Intervino Aaron, que había estado muy callado. — Hace un año, en Nueva York… Dos aviones nomaj se estrellaron contra dos rascacielos. Fue intencionado. — ¿Cómo? — Preguntó Molly abriendo mucho los ojos. — Fue un ataque, entre muggles, sí, pero también lo era la Guerra Fría cuando tú estuviste allí, y fue tu escudo lo que les hizo sentirse protegidos ante una amenaza. — Completó Alice. — Eres un héroe, tío William, y que nadie, ni tú mismo, te quite eso de la cabeza. — Tuvo que admitir que le emocionó que Aaron le llamara así, y la sonrisa orgullosa de su hermano también.
— Yo hubiera presumido de ti, papi, pero decidí no hablar hasta que la hermana viniera a por mí. — Ese es mi chico listo. — Dijo Emma guiñándole un ojo y con una sonrisa orgullosa. — No podía esperar a comer comida de las abuelas y a dormir en mi camita, sabiendo que papá está abajo y Alice al otro lado del pasillo. — Sintió varias miradas sobre ella, pero simplemente rebañó con el pan, como si nada. — Pues claro, patito, que dentro de dos días te vas a Hogwarts y otra vez a cambiar de cama. — Sí, estaba dando por hecho que se quedaría en su casa, pero es que lo haría al menos hasta que Dylan se fuera, luego ya hablarían. — ¡Bueno! No puedo esperar a ver la fiesta que me montan en la sala común. — ¡Pero bueno! ¿Quién es este niño? — Preguntó Arnold en tono claramente de broma, y su tata distendió más aún. — ¡Un digno sobrino de su tata! Que me ha dicho un pajarito por ahí que saliste de fiestuquiiii… — Cómo lo echaba de menos. Sus dos familias, juntas, picándose, riéndose… Cómoda cómoda no estaba, pero podía disfrutar de momentos así.
En principio, la cosa empezó alegre. — Maeve nos recordaba mucho a ti, abuela. Y Frankie es adorable. — Molly sonreía feliz. — Mi hermano siempre ha sido un trozo de pan, pero necesitaba una mujer como él, pero con más carácter, porque si no es que tiene una poca sangre… — Alice rio y negó. — No, mujer. Pero sí que se deja hacer un poco, me dejó cambiarle el jardín entero, y ahí al final terminó liado todo el mundo: Betty, Frankie Junior… — Y entonces los ojos de Molly se iluminaron. — ¡Ah, demonio de muchacho! Ese sí que me recuerda a mi hermano Arnold. Es el único que ha sacado toda esa caradura… Cuando vinieron de pequeños a Ballyknow lo vi clarísimo, ese era el descendiente de mi hermano mayor. — Y entonces oyó intervenir a su hermano y la tensión de su abuela y trató de no envararse de más, aunque se sirvió más pastel del pastor de la cuenta. — Los Lacey se han implicado a tope con todo esto, y nunca habría podido conseguir nada en Nueva York sin ellos. Lo menos es dejar que algunos días Dylan los pase con nosotros también y puedan verlo. — Dijo con tono firme pero tranquilo. No iba a admitir réplicas de nadie sobr leo que podían o no podían hacer ellos con los Lacey. ¡Y a Maeve! Maeve Junior, no la abuela, la nieta, que me hice su amigo en Ilvermony. — Vivi rio y le picó en la mejilla. — No veas el señorito, qué rápido hizo amistad. — Su hermano se encogió de hombros y siguió comiendo. — Me buscó ella. — Eso hizo reír a gran parte de la mesa. — Cada día te pareces más a tu padre, condenado. — Él alzó las palmas de las manos. — A ver que es mi amiga. Solo la invitaba a escuchar los cuentos y nos hacíamos preguntas, en Ilvermony te dejan que las chicas entren a la habitación. — Arnold agitó la servilleta antes de ponérsela en el regazo y dijo. — Definitivamente William. — Y de nuevo risas, aunque podía notar el escándalo de su abuela. — Esos americanos… Así les irá. —
Erin y Vivi seguían haciendo preguntas de todo sobre América, y Molly se reía y aportaba, mientras su padre miraba a Dylan hipnotizado, pero en un momento pareció recordar algo y levantó los ojos hacia ella. — ¿Cómo están Wren y Nicole? — Bueno, iba a quedar raro si no respondía. — Pues el señor Wren muy mayor, apartado de sus funciones, por culpa de Peter Van Der Luyden. Siempre sospechó que él ayudó a mamá a escaparse e hizo todo lo posible por hundirle, pero él fue listo y puso a Nikki en su posición. Si no fuera por sus contactos y los de Howard, habríamos tardado años en hacer esto. — Bebió un poco de agua. — Bueno y por el primo George. Él conocía al notario de los Levinson y averiguó que Teddy estaba en la quiebra y todo eso fue lo que nos ayudó a entender que pasaba. — Miró a Molly y sonrió. — Le debo mucho a todos y cada uno de los Lacey de mi vida. — La mujer pasó la mano por encima y la estrechó. — Uy, cariño, es que mi Georgie siempre ha sido muy serio y trabajador, porque su padre es quien es, y Maeve le ha criado prácticamente, aunque no sea su madre, le ha transmitido muchas cosas. Y todos habrán estado encantados de ayudarte. — No se iba a cansar de decirlo. — ¿Te preguntaron por mí? — Dijo su padre en medio de la conversación. Alice suspiró y le miró. Trató de dejar las reticencias y el enfado de lado y contestó. — Mucho. Te admiran mucho, papá, para Wren siempre serás el hombre que protegió el MACUSA, nunca lo va a olvidar. — Su padre rio un poco. — Pues vaya disgusto se llevaría cuando le sacaras de su error. — Ya estamos con los victimismos, se dijo mordiéndose las mejillas. — Yo no he sacado de ningún error, papá. Tú salvaste el MACUSA, eres un gran mago, esa es la verdad. — Él volvió a reír. — Bueno, para lo que sirvió… — Sirvió. — Intervino Aaron, que había estado muy callado. — Hace un año, en Nueva York… Dos aviones nomaj se estrellaron contra dos rascacielos. Fue intencionado. — ¿Cómo? — Preguntó Molly abriendo mucho los ojos. — Fue un ataque, entre muggles, sí, pero también lo era la Guerra Fría cuando tú estuviste allí, y fue tu escudo lo que les hizo sentirse protegidos ante una amenaza. — Completó Alice. — Eres un héroe, tío William, y que nadie, ni tú mismo, te quite eso de la cabeza. — Tuvo que admitir que le emocionó que Aaron le llamara así, y la sonrisa orgullosa de su hermano también.
— Yo hubiera presumido de ti, papi, pero decidí no hablar hasta que la hermana viniera a por mí. — Ese es mi chico listo. — Dijo Emma guiñándole un ojo y con una sonrisa orgullosa. — No podía esperar a comer comida de las abuelas y a dormir en mi camita, sabiendo que papá está abajo y Alice al otro lado del pasillo. — Sintió varias miradas sobre ella, pero simplemente rebañó con el pan, como si nada. — Pues claro, patito, que dentro de dos días te vas a Hogwarts y otra vez a cambiar de cama. — Sí, estaba dando por hecho que se quedaría en su casa, pero es que lo haría al menos hasta que Dylan se fuera, luego ya hablarían. — ¡Bueno! No puedo esperar a ver la fiesta que me montan en la sala común. — ¡Pero bueno! ¿Quién es este niño? — Preguntó Arnold en tono claramente de broma, y su tata distendió más aún. — ¡Un digno sobrino de su tata! Que me ha dicho un pajarito por ahí que saliste de fiestuquiiii… — Cómo lo echaba de menos. Sus dos familias, juntas, picándose, riéndose… Cómoda cómoda no estaba, pero podía disfrutar de momentos así.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
El comentario de Alice no aliviaba mucho la tensión, porque dejaba implícito que ella también pasaría fuera las Navidades, y veía a Helena con más ganas de preguntar. Era el primer día, ya habría tiempo para planificaciones. El propio Marcus había dado por hecho que se turnarían, que Alice también tenía que estar con su padre y su hermano. Mejor cambiaban de tema, que aún faltaba mucho para Navidad y todos estaban contentos pero tensos.
Los comentarios de Dylan sobre su breve pero unida amistad con Maeve en Ilvermorny aliviaron el ambiente y le hicieron reír... Al menos hasta cierto comentario. - ¿Cómo que entren a la habitación? - Hubo risillas entre dientes y Dylan le miró con expresión de diablillo. - Sabía que no te lo había contado. - Miró a los demás y, con toda la soberbia con la que pudiera hablar un Hufflepuff, dijo. - Y no solo en Pudwudgie, en todas las casas. Para que luego nos digan. - Marcus alzó los brazos y los dejó caer con una expresión que hizo mucha gracia al resto de presentes.
Le hubiera dado mucha ternura y alegría hablarle a William de Wren y Nicole si no fuera por la tristeza que seguía emanando, que hacía que el aura, como diría Oly, se tiñera bastante de melancolía. A la mención de George, entornó los ojos a su madre y, con una sonrisilla, le dijo. - Te encantaría la prima Sandy. - Con un tono y una mirada que solo entendían ellos dos, lo que hizo que Emma entornara también los ojos y sonriera. Mensaje captado: perfil de persona a la que Marcus fácilmente puede llevarse a su terreno y que Emma no soporta. Ni siquiera necesitaban ser legeremantes para entenderse solo con miradas en eso, su vena Slytherin se lo permitía. Miró a Alice y a su abuela y sonrió, satisfecho de lo que iba a decir. - Tenemos una gran familia irlandesa en América. - Miró a su abuelo y, con cariño, añadió. - Es que Irlanda se lleva en la piel. - Su abuelo le devolvió una mirada emocionada. Marcus se sabía todas y cada una de las historias de noviazgo de sus abuelos, porque era un romántico de nacimiento, muy familiar, muy curioso y, por qué no decirlo, su abuela hablaba por los codos. De hecho, ahí estaba, emocionada y diciéndole a Alice. - Yo le decía eso a mi Larry al principio de conocerlos, porque él siempre estaba... - Hizo un gracioso gestito con las manos acompañado de un ruidillo. - ...Por ahí. - Formándome y estudiando. - Precisó él, con una ofensa más comedida a cada vez que tenía que especificarlo. - Que dicho así parece que andaba de fiestas. - Nadie que te conozca un poquito pensaría que andabas de fiestas, mi alquimista. - Dijo la mujer con cariño.
William volvió a intervenir. Bueno, sabían que la vuelta iba a ser compleja. Marcus le miró con leve sorpresa cuando William empezó a quitar mérito a su actuación para el MACUSA, pero dejó que Alice lo explicara. Quien no esperó a las explicaciones de la hija fue Aaron, pero su aportación ayudó bastante. Sonrió. - Para mí siempre fuiste un genio. - Dijo con carió, pero por volver a aportar un toque distendido, dejó caer los párpados y añadió, chulesco. - Y, como buen Ravenclaw, el tiempo acaba dándome siempre la razón. - Pero si tú no estabas ni pensado cuando William fue al MACUSA. - Replicó, divertido, Arnold. Vivi soltó una carcajada. - La que no estaba pensada era aquella. - Señaló a Alice. - Pero a este lo empezasteis a pensar en las reuniones de prefecto, lo sabré yo. - Varios rieron con ganas (no Emma, por supuesto).
Miró de reojo a Alice. Él también consideraba que lo mejor era que estuviera con su padre, que ella le quería con locura y se le iba a pasar poco a poco el enfado en cuanto recobraran la normalidad. Sin embargo, ahora estaba incómoda, se le notaba en la cara. Disimularían todo lo posible mientras Dylan estuviera allí, y Marcus confiaría en que ese par de días fueran lo que ella necesitaba para encontrarse mejor con William. El chico estaba contentísimo, de todas formas, y deseando llegar a Hogwarts, por lo que rieron con sus ocurrencias y con la forma en la que contaba la fiesta (a la que Marcus tuvo que ponerle muchos matices para que no les cayera ningún comentario burlón encima, pudiendo evitarlo solo en parte). Terminaron de comer y pasaron al postre, con un ambiente mucho más distendido... o eso quería pensar. William y los abuelos Gallia, con la comida ya terminada, parecían un tanto incómodos y con ganas de irse. Violet estaba mucho más relajada, por no hablar de Dylan, que no paraba de hablar y disfrutar de estar con su familia por fin. Marcus miraba a Alice de reojo. Su incomodidad no era la misma que la de su padre y abuelos: más que queriendo irse, parecía estar temiendo hacerlo.
Apretó su mano con un gesto de cariño, pero por el rabillo del ojo vio un movimiento que resultó ser su abuelo. - Bueno, a ver, un espacio para este anciano. - Entre risas echó a un lado la silla, porque su abuelo se había trasladado con la suya para meterse en medio. Miró primero a Alice. - Pasará. Ya lo verás. - Dijo simplemente, dejando la mano afectuosamente en su rodilla un segundo. Luego cambió el tono a uno de... Lawrence en esencia. - Tenemos que hablar sobre ese examen que decís que vais a hacer y para el que no paráis de darme largas. - Bromeó, haciendo a Marcus reír. - Abuelo, si por mí fuera habría hecho el examen en séptimo. - Menos zalamerías y más trabajar. - Les miró a ambos y, con ojos ilusionados, preguntó. - ¿Cuándo os veré por mi taller? -
Los comentarios de Dylan sobre su breve pero unida amistad con Maeve en Ilvermorny aliviaron el ambiente y le hicieron reír... Al menos hasta cierto comentario. - ¿Cómo que entren a la habitación? - Hubo risillas entre dientes y Dylan le miró con expresión de diablillo. - Sabía que no te lo había contado. - Miró a los demás y, con toda la soberbia con la que pudiera hablar un Hufflepuff, dijo. - Y no solo en Pudwudgie, en todas las casas. Para que luego nos digan. - Marcus alzó los brazos y los dejó caer con una expresión que hizo mucha gracia al resto de presentes.
Le hubiera dado mucha ternura y alegría hablarle a William de Wren y Nicole si no fuera por la tristeza que seguía emanando, que hacía que el aura, como diría Oly, se tiñera bastante de melancolía. A la mención de George, entornó los ojos a su madre y, con una sonrisilla, le dijo. - Te encantaría la prima Sandy. - Con un tono y una mirada que solo entendían ellos dos, lo que hizo que Emma entornara también los ojos y sonriera. Mensaje captado: perfil de persona a la que Marcus fácilmente puede llevarse a su terreno y que Emma no soporta. Ni siquiera necesitaban ser legeremantes para entenderse solo con miradas en eso, su vena Slytherin se lo permitía. Miró a Alice y a su abuela y sonrió, satisfecho de lo que iba a decir. - Tenemos una gran familia irlandesa en América. - Miró a su abuelo y, con cariño, añadió. - Es que Irlanda se lleva en la piel. - Su abuelo le devolvió una mirada emocionada. Marcus se sabía todas y cada una de las historias de noviazgo de sus abuelos, porque era un romántico de nacimiento, muy familiar, muy curioso y, por qué no decirlo, su abuela hablaba por los codos. De hecho, ahí estaba, emocionada y diciéndole a Alice. - Yo le decía eso a mi Larry al principio de conocerlos, porque él siempre estaba... - Hizo un gracioso gestito con las manos acompañado de un ruidillo. - ...Por ahí. - Formándome y estudiando. - Precisó él, con una ofensa más comedida a cada vez que tenía que especificarlo. - Que dicho así parece que andaba de fiestas. - Nadie que te conozca un poquito pensaría que andabas de fiestas, mi alquimista. - Dijo la mujer con cariño.
William volvió a intervenir. Bueno, sabían que la vuelta iba a ser compleja. Marcus le miró con leve sorpresa cuando William empezó a quitar mérito a su actuación para el MACUSA, pero dejó que Alice lo explicara. Quien no esperó a las explicaciones de la hija fue Aaron, pero su aportación ayudó bastante. Sonrió. - Para mí siempre fuiste un genio. - Dijo con carió, pero por volver a aportar un toque distendido, dejó caer los párpados y añadió, chulesco. - Y, como buen Ravenclaw, el tiempo acaba dándome siempre la razón. - Pero si tú no estabas ni pensado cuando William fue al MACUSA. - Replicó, divertido, Arnold. Vivi soltó una carcajada. - La que no estaba pensada era aquella. - Señaló a Alice. - Pero a este lo empezasteis a pensar en las reuniones de prefecto, lo sabré yo. - Varios rieron con ganas (no Emma, por supuesto).
Miró de reojo a Alice. Él también consideraba que lo mejor era que estuviera con su padre, que ella le quería con locura y se le iba a pasar poco a poco el enfado en cuanto recobraran la normalidad. Sin embargo, ahora estaba incómoda, se le notaba en la cara. Disimularían todo lo posible mientras Dylan estuviera allí, y Marcus confiaría en que ese par de días fueran lo que ella necesitaba para encontrarse mejor con William. El chico estaba contentísimo, de todas formas, y deseando llegar a Hogwarts, por lo que rieron con sus ocurrencias y con la forma en la que contaba la fiesta (a la que Marcus tuvo que ponerle muchos matices para que no les cayera ningún comentario burlón encima, pudiendo evitarlo solo en parte). Terminaron de comer y pasaron al postre, con un ambiente mucho más distendido... o eso quería pensar. William y los abuelos Gallia, con la comida ya terminada, parecían un tanto incómodos y con ganas de irse. Violet estaba mucho más relajada, por no hablar de Dylan, que no paraba de hablar y disfrutar de estar con su familia por fin. Marcus miraba a Alice de reojo. Su incomodidad no era la misma que la de su padre y abuelos: más que queriendo irse, parecía estar temiendo hacerlo.
Apretó su mano con un gesto de cariño, pero por el rabillo del ojo vio un movimiento que resultó ser su abuelo. - Bueno, a ver, un espacio para este anciano. - Entre risas echó a un lado la silla, porque su abuelo se había trasladado con la suya para meterse en medio. Miró primero a Alice. - Pasará. Ya lo verás. - Dijo simplemente, dejando la mano afectuosamente en su rodilla un segundo. Luego cambió el tono a uno de... Lawrence en esencia. - Tenemos que hablar sobre ese examen que decís que vais a hacer y para el que no paráis de darme largas. - Bromeó, haciendo a Marcus reír. - Abuelo, si por mí fuera habría hecho el examen en séptimo. - Menos zalamerías y más trabajar. - Les miró a ambos y, con ojos ilusionados, preguntó. - ¿Cuándo os veré por mi taller? -
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El vuelo de las águilas Con Marcus | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Las miraditas de Marcus y Emma, cómo se escandalizaban ante las políticas americanas, los piques entre la familia… Por fin se sentía en casa de verdad, el problema es que veía que se le iba de las manos esa sensación cuanto más incómodos y con prisas veía a su propia familia y más se alejaba la posibilidad de quedarse en casa de los O’Donnell. Hoy no, mañana tampoco, pero después ya veremos, se recordó a sí misma, aunque no fue capaz de probar ni un bocado más, por buena pinta que tuviera el postre.
Aceptó la mano de Marcus, y se aferró a ella como su puerto seguro, pero no le duró mucho, porque justo apareció por allí el abuelo Larry, aunque lo agradeció, porque con Larry ella siempre se destensaba mucho, y estaba segura de que venía a hablar del tema de la licencia, y eso le interesaba pero mucho. Rio un poco a lo de las largas. — Hemos tenido un temilla en medio. — Siguió la broma. — Pero estoy con mi novio en eso, lo habríamos hecho ya. — Lawrence rio entre dientes, y cuando hizo la propuesta, Alice ni se lo pensó. — Dentro de dos días. — No le había preguntado a Marcus, pero dudaba que le molestara. — Mañana… Quiero pasar el día con Dylan, pero pasado, vamos a llevarle a Hogwarts y en cuanto volvamos, podemos ir a verte al taller, ¿verdad? — Dijo mirando a Marcus. Casi podía notar la incomodidad de todos los Gallia. Sí, voy a llevarle con Marcus, mi padre puede venir, pero nos hemos ganado ser nosotros quienes lo llevan y lo traen, pensó con resentimiento, pero no iba a decirlo delante de los O’Donnell. — ¡Eso es magnífico! Porque, veréis, hay una convocatoria de examen oficial para el treinta de octubre… Y, sin presiones, pero me encantaría que… — Sin presiones dice, lleva planeándolo todo, con programa a cuatro colores incluido, desde que supo que volvían a tiempo… — Dijo Molly. Arnold le puso una mano el brazo, porque debía habérsele cambiado la cara al imaginar un examen de alquimista licenciado en menos de un mes y medio. — Bueno, no es una carrera, solo si os veis preparados y se puede, quizá Alice quiera consultar… — No. Estoy deseando empezar a sacarme las licencias, especialmente piedra y hielo, son las básicas y no me gustaría perderme más tiempo sus ventajas. — Ganar mi propio dinero, tener libertad para irme cuando considere… En fin, esos detalles que en su cabeza tenían más sentido. Apretó la mano de Marcus y sonrió. — Estoy deseando que nos pongamos con ello. — Son mentes brillantes los dos, no tienen por qué perder tiempo en ponerlas al servicio de algo tan importante como la alquimia. — Emma siempre cuando se la necesitaba. — ¡Pues no se hable más! Nos vemos pasado mañana. — Lawrence, como le solía ocurrir, se refugió en lo que le interesaba y se levantó tan contento.
Como Alice no era de alargar lo de enfrentarse a situaciones desagradables, suspiró un poquito y acarició la mejilla de Marcus. — Creo que es hora de irnos. En verdad es tarde, y hay mucho que hacer. Aaron, tú… — Aaron se queda con nosotras. — Dijo su tía de repente. Alice alzó una ceja. — Si vuestro apartamento solo tiene una habitación. — Pero duermo en el salón. — Yo me sé un hechizo que es para transformar casi cualquier cosa en una cama. — Aseguró Erin con una sonrisa. Ya, que quería que se quedaran solos con su padre… Ella mantuvo la sonrisa y dijo. — Bueno, pues nada, ya que nos hemos apañado tan bien, vamos a retirarnos, que con el jet lag y todo, menuda locura. — Se levantó (quizá un poco bruscamente) y todos la imitaron, camino de la puerta. Como todos se estaban despidiendo entre todos, celebrando que las cosas volvían a estar como antes, se dirigió a la única persona que no lo iba a sentir tan así, y que sí que iba a echar cosas de menos.
Sin separarse mucho de los demás, tiró un poco de su mano y lo apartó. — Voy a echarte de menos todas las noches que estemos separados. — Dijo en voz baja. — Pero tenemos las estrellas, la palomita… — Acarició su mejilla y le dio un beso fugaz. — Descansa, mi amor. Nos vemos en dos días en mi casa, por la mañana, para que llevemos a Dylan, y después… — Suspiró y trató de sonreír. — Miraremos al futuro. —
Aceptó la mano de Marcus, y se aferró a ella como su puerto seguro, pero no le duró mucho, porque justo apareció por allí el abuelo Larry, aunque lo agradeció, porque con Larry ella siempre se destensaba mucho, y estaba segura de que venía a hablar del tema de la licencia, y eso le interesaba pero mucho. Rio un poco a lo de las largas. — Hemos tenido un temilla en medio. — Siguió la broma. — Pero estoy con mi novio en eso, lo habríamos hecho ya. — Lawrence rio entre dientes, y cuando hizo la propuesta, Alice ni se lo pensó. — Dentro de dos días. — No le había preguntado a Marcus, pero dudaba que le molestara. — Mañana… Quiero pasar el día con Dylan, pero pasado, vamos a llevarle a Hogwarts y en cuanto volvamos, podemos ir a verte al taller, ¿verdad? — Dijo mirando a Marcus. Casi podía notar la incomodidad de todos los Gallia. Sí, voy a llevarle con Marcus, mi padre puede venir, pero nos hemos ganado ser nosotros quienes lo llevan y lo traen, pensó con resentimiento, pero no iba a decirlo delante de los O’Donnell. — ¡Eso es magnífico! Porque, veréis, hay una convocatoria de examen oficial para el treinta de octubre… Y, sin presiones, pero me encantaría que… — Sin presiones dice, lleva planeándolo todo, con programa a cuatro colores incluido, desde que supo que volvían a tiempo… — Dijo Molly. Arnold le puso una mano el brazo, porque debía habérsele cambiado la cara al imaginar un examen de alquimista licenciado en menos de un mes y medio. — Bueno, no es una carrera, solo si os veis preparados y se puede, quizá Alice quiera consultar… — No. Estoy deseando empezar a sacarme las licencias, especialmente piedra y hielo, son las básicas y no me gustaría perderme más tiempo sus ventajas. — Ganar mi propio dinero, tener libertad para irme cuando considere… En fin, esos detalles que en su cabeza tenían más sentido. Apretó la mano de Marcus y sonrió. — Estoy deseando que nos pongamos con ello. — Son mentes brillantes los dos, no tienen por qué perder tiempo en ponerlas al servicio de algo tan importante como la alquimia. — Emma siempre cuando se la necesitaba. — ¡Pues no se hable más! Nos vemos pasado mañana. — Lawrence, como le solía ocurrir, se refugió en lo que le interesaba y se levantó tan contento.
Como Alice no era de alargar lo de enfrentarse a situaciones desagradables, suspiró un poquito y acarició la mejilla de Marcus. — Creo que es hora de irnos. En verdad es tarde, y hay mucho que hacer. Aaron, tú… — Aaron se queda con nosotras. — Dijo su tía de repente. Alice alzó una ceja. — Si vuestro apartamento solo tiene una habitación. — Pero duermo en el salón. — Yo me sé un hechizo que es para transformar casi cualquier cosa en una cama. — Aseguró Erin con una sonrisa. Ya, que quería que se quedaran solos con su padre… Ella mantuvo la sonrisa y dijo. — Bueno, pues nada, ya que nos hemos apañado tan bien, vamos a retirarnos, que con el jet lag y todo, menuda locura. — Se levantó (quizá un poco bruscamente) y todos la imitaron, camino de la puerta. Como todos se estaban despidiendo entre todos, celebrando que las cosas volvían a estar como antes, se dirigió a la única persona que no lo iba a sentir tan así, y que sí que iba a echar cosas de menos.
Sin separarse mucho de los demás, tiró un poco de su mano y lo apartó. — Voy a echarte de menos todas las noches que estemos separados. — Dijo en voz baja. — Pero tenemos las estrellas, la palomita… — Acarició su mejilla y le dio un beso fugaz. — Descansa, mi amor. Nos vemos en dos días en mi casa, por la mañana, para que llevemos a Dylan, y después… — Suspiró y trató de sonreír. — Miraremos al futuro. —
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El vuelo de las águilas Con Alice | En Nueva York | 19 de septiembre de 2002 |
Rio levemente. Solo a su abuelo se le ocurría que, después de todo lo vivido, iban a poder presentarse en apenas mes y medio al primer examen de licencia... No solo a su abuelo, al parecer. Debió notársele el desconcierto en la cara cuando Alice habló, mirándola con la expresión un tanto congelada, con la sonrisa aún estampada en la cara. Ella le miró y sonrió, y él sonrió de vuelta, pero su tensión debía ser evidente. ¿Cómo iban a prepararse ese examen en tan poco tiempo? No es que él quisiera estar perdiendo convocatorias, cualquiera que conociera mínimamente a Marcus lo sabría. Pero habían tenido un verano muy convulso, y lo que no quería era presentarse a las prisas y hacer algo cutre en su primer examen de alquimista, porque ciertamente, entusiasmo tenía mucho, pero prisa no tenía ninguna. ¿Por qué no esperar a la siguiente? Probablemente fuera en enero, o incluso a principios de diciembre, tampoco quedaba tanto. Miró de reojo a su madre y vio que esta le miraba, y tras mandarle lo que él sintió como un mensaje mental que reforzaba su teoría, habló para, por contra, reforzar la de Alice. Tragó saliva. Entre lo vivido y el jet lag no se sentía lo suficientemente lúcido como para descifrar el intrincado procesamiento mental de su madre, aunque ya se lo imaginaba: Alice estaba deseando salir corriendo de su casa, la conocían ya de sobra como para no saberlo; y si Emma no estaba de acuerdo con ello, se lo haría saber en privado. No iba a darle más motivos a los Gallia para tenerla de solucionadora de problemas.
Llegaba el momento de separarse y Marcus sabía que le iba a doler, pero viendo la determinación de Alice, la resolución cuando les interesaba de sus tías para llevarse a Aaron con ellas y las miradas de su madre, se sentía minúsculo. De ser una tortuga, estaría, como poco, dentro del caparazón en esos momentos. Lo dicho, no estaba tan lúcido como para hacer y deshacer entre mujeres con tanta fuerza y determinación. Mejor dejarse llevar un poquito, y esperar a la vuelta de Dylan a Hogwarts. Ahí haría parte de destrozos de la vuelta a Inglaterra, porque si algo tenía claro es que iba a haber unos cuantos.
Quería al menos unos instantes para despedirse de su novia, aunque no iba a ser con mucha intimidad: estaba toda la familia un poco pendiente de sus siguientes pasos. Sonrió levemente. - Va a ser raro no tenerte. - La miró con ternura. - Voy a echarte de menos. - Tomó aire y asintió, diciendo en voz más baja y muy en serio. - Úsala. La palomita. Sabes que puedo aparecerme en tu casa en un segundo, no dudes en pedírmelo. Cuando sea. - Después de todo lo vivido, no iba a desentenderse justo ahora, faltaría más. Devolvió su beso y dijo. - La eternidad es nuestra, mi amor. Ahora empieza de verdad el camino. Vamos a disfrutarlo. - ¿Estaba lanzando un muy sutil mensaje velado de que, quizás, tenían que hacer un camino un poco más largo y menos... rápido? Es que lo del examen en mes y medio de verdad que le había dejado el cuerpo del revés. O sería el cansancio.
Se despidió del resto de presentes, aseguró con Aaron que antes de irse se habían ganado una buena fiesta, para distender un poco en ambiente, y poco a poco se fueron yendo. Cuando vio a Alice desaparecer, sintió una repentina losa en el pecho que le hizo quedarse allí plantado, mirando a la nada, a donde había desaparecido, como si estuviera solo en medio de un páramo. Al dar la vuelta sobre sí mismo, sus padres, tras él, le miraban con sonrisas cálidas. Se la devolvió. - Bueno... estoy en casa. - Dijo, con un extremo esfuerzo por sonar aliviado, pero solo de escucharse a sí mismo, empezó a palpitarle el corazón y a darle muchas vueltas a la cabeza. ¿Cómo se hacía ahora para volver a la normalidad? De repente, la mente le iba a toda velocidad: el examen en mes y medio, él sin Alice después de tantos días juntos, Alice y William enfadados, lo mal que había visto a Robert, lo enfadada que estaba Helena, Dylan volviendo al curso con retraso, sus amigos no sabían nada de su vuelta, Aaron se iba a otro país en breves... Y... - ¡Lex! - Dijo de repente, abriendo mucho los ojos. - ¡¡Tengo que informar a Lex!! - Sus padres se estaban limitando a mirarle con cálidas y levísimas sonrisas, uno junto al otro. Decidiendo que debía poner el cerebro a funcionar en algo concreto antes de volverse loco, entró como un rayo en la casa, diciendo. - ¡¡Voy a escribirle!! - Y subió a zancadas a su cuarto, y entonces... - ¡¡ELIO!! - La lechuza, que daba vueltas y piaba como loca por el cuarto, se lanzó hacia él. Marcus le achuchó. - Elio... Dios, cuánto te he echado de menos... - Tragó saliva con fuerza. No quería romperse, no podía ponerse a llorar ahora. Tenía que escribirle a su hermano. - ¿Me odiarás mucho si te pido una tarea? - No lo parecía, porque ya piaba eufórico antes de terminar la frase. Rio. - Si es que has salido a mí. Vamos, hay que mandar una carta importante. - Dijo, sentándose frente a su escritorio, con su querida lechuza en el hombro. Escribiendo a su hermano a toda velocidad.
Llegaba el momento de separarse y Marcus sabía que le iba a doler, pero viendo la determinación de Alice, la resolución cuando les interesaba de sus tías para llevarse a Aaron con ellas y las miradas de su madre, se sentía minúsculo. De ser una tortuga, estaría, como poco, dentro del caparazón en esos momentos. Lo dicho, no estaba tan lúcido como para hacer y deshacer entre mujeres con tanta fuerza y determinación. Mejor dejarse llevar un poquito, y esperar a la vuelta de Dylan a Hogwarts. Ahí haría parte de destrozos de la vuelta a Inglaterra, porque si algo tenía claro es que iba a haber unos cuantos.
Quería al menos unos instantes para despedirse de su novia, aunque no iba a ser con mucha intimidad: estaba toda la familia un poco pendiente de sus siguientes pasos. Sonrió levemente. - Va a ser raro no tenerte. - La miró con ternura. - Voy a echarte de menos. - Tomó aire y asintió, diciendo en voz más baja y muy en serio. - Úsala. La palomita. Sabes que puedo aparecerme en tu casa en un segundo, no dudes en pedírmelo. Cuando sea. - Después de todo lo vivido, no iba a desentenderse justo ahora, faltaría más. Devolvió su beso y dijo. - La eternidad es nuestra, mi amor. Ahora empieza de verdad el camino. Vamos a disfrutarlo. - ¿Estaba lanzando un muy sutil mensaje velado de que, quizás, tenían que hacer un camino un poco más largo y menos... rápido? Es que lo del examen en mes y medio de verdad que le había dejado el cuerpo del revés. O sería el cansancio.
Se despidió del resto de presentes, aseguró con Aaron que antes de irse se habían ganado una buena fiesta, para distender un poco en ambiente, y poco a poco se fueron yendo. Cuando vio a Alice desaparecer, sintió una repentina losa en el pecho que le hizo quedarse allí plantado, mirando a la nada, a donde había desaparecido, como si estuviera solo en medio de un páramo. Al dar la vuelta sobre sí mismo, sus padres, tras él, le miraban con sonrisas cálidas. Se la devolvió. - Bueno... estoy en casa. - Dijo, con un extremo esfuerzo por sonar aliviado, pero solo de escucharse a sí mismo, empezó a palpitarle el corazón y a darle muchas vueltas a la cabeza. ¿Cómo se hacía ahora para volver a la normalidad? De repente, la mente le iba a toda velocidad: el examen en mes y medio, él sin Alice después de tantos días juntos, Alice y William enfadados, lo mal que había visto a Robert, lo enfadada que estaba Helena, Dylan volviendo al curso con retraso, sus amigos no sabían nada de su vuelta, Aaron se iba a otro país en breves... Y... - ¡Lex! - Dijo de repente, abriendo mucho los ojos. - ¡¡Tengo que informar a Lex!! - Sus padres se estaban limitando a mirarle con cálidas y levísimas sonrisas, uno junto al otro. Decidiendo que debía poner el cerebro a funcionar en algo concreto antes de volverse loco, entró como un rayo en la casa, diciendo. - ¡¡Voy a escribirle!! - Y subió a zancadas a su cuarto, y entonces... - ¡¡ELIO!! - La lechuza, que daba vueltas y piaba como loca por el cuarto, se lanzó hacia él. Marcus le achuchó. - Elio... Dios, cuánto te he echado de menos... - Tragó saliva con fuerza. No quería romperse, no podía ponerse a llorar ahora. Tenía que escribirle a su hermano. - ¿Me odiarás mucho si te pido una tarea? - No lo parecía, porque ya piaba eufórico antes de terminar la frase. Rio. - Si es que has salido a mí. Vamos, hay que mandar una carta importante. - Dijo, sentándose frente a su escritorio, con su querida lechuza en el hombro. Escribiendo a su hermano a toda velocidad.
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Como las piedras celtas Con Marcus | En casa O'Donnell| 21 de septiembre de 2002 |
Podría decirse que todo había salido bien. Dylan estaba en Hogwarts, y ya llegaría el momento en el que ella hablaría con los profesores sobre la reincorporación de su hermano, sobre cómo iba a adaptarse al curso, si iba todo bien… En fin, hoy no era el día. Y, si su hermano estaba a salvo, todo estaba bien… ¿Por qué tenía esa sensación de absoluta derrota? ¿Por qué sentía esa desazón dentro de ella y no la euforia que debía sentir? Quizá porque había tenido que lidiar con su padre también, quizá porque sabía que, al final del día, tendría que volver a casa con él en vez de con Marcus, y algo dentro de ella parecía incapacitarla para disfrutar de ese momento, en el que sí estaba con él, de su mano, tranquilamente, en la puerta de la casa de los O’Donnell.
Pero bueno, sí sabía por qué no podía disfrutarlo, en verdad. Porque veía la cara de pena de Marcus al verla tan separada de su padre en cuanto Dylan se había ido. En el mundo ideal de su novio, ella tenía que perdonar a su padre la cadena de imprudencias y descuidos que habían sufrido durante cuatro años y que les había llevado al problema que tenían en ese momento. Sí, sin duda, en la cabeza de Marcus sonaría de otra manera, pero la realidad era que eran los propios O’Donnell los que la habían sacado de todos los aprietos, y según él todo eso tendría sentido porque su padre era un genio muy triste y se le podía perdonar todo. No debía haberle hecho mucha gracia que se hubiera despedido de su padre con un simple "nosotros nos vamos. Hasta luego" y había tenido esa deferencia solo y exclusivamente porque estaba Marcus presente, si no, se habría ido sin mediar palabra.
Pero la verdad era que no le apetecía discutir con Marcus, aunque veía la posibilidad flotar en el ambiente, porque notaba cómo no veía lo de la licencia en un mes y medio (¿dónde se habría quedado el Marcus seguro de sí mismo que se hubiera examinado de Piedra en séptimo y a quien la alquimia de Hogwarts se le quedaba pequeña?) así que esperaba poder contar con una baza que, esperaba, tuviera más poder sobre su novio que sus ansias de volar: su abuelo. — ¡Hijos! Ay qué alegría veros. — A Molly todo le daba igual cuando se trataba de ver a sus nietos. Prácticamente habían venido citados, pero ella reaccionaba como si acabaran de pasarse por allí a saludar. — Hola, abuela. — Saludó ella con una sonrisa, aunque no tan amplia como siempre. — Pasad para el taller directamente, que está ese hombre que se sale de su cuerpo, por Merlín. La abuela Molly, mientras tanto os va a hacer unas costillitas con su buena guarnición irlandesa que os vais a caer de espaldas. — Esperaba que solo esa promesa mejorara el humor de Marcus.
La casa de los abuelos O’Donnell siempre le hacía sentir bien, desde aquel lejano verano en el que celebraran el cumpleaños de Erin en el jardín, y ver aquel taller, que parecía hecho del material de sus sueños, le hacía levantar el ánimo, apretando la mano de su novio. — No sabes la ilusión que me hace que por fin haya llegado el día en el que vayamos a entrar así, de la mano, a ese taller, para convertirnos en alquimistas. — Le miró con los ojos brillantes. — ¿Entramos de la mano, uno al lado del otro? — Y con una sonrisa lo hicieron, descubriendo a un Lawrence sobreexcitado, con todo ya preparado sobre la mesa y los mismos ojos de ilusión.
Pero bueno, sí sabía por qué no podía disfrutarlo, en verdad. Porque veía la cara de pena de Marcus al verla tan separada de su padre en cuanto Dylan se había ido. En el mundo ideal de su novio, ella tenía que perdonar a su padre la cadena de imprudencias y descuidos que habían sufrido durante cuatro años y que les había llevado al problema que tenían en ese momento. Sí, sin duda, en la cabeza de Marcus sonaría de otra manera, pero la realidad era que eran los propios O’Donnell los que la habían sacado de todos los aprietos, y según él todo eso tendría sentido porque su padre era un genio muy triste y se le podía perdonar todo. No debía haberle hecho mucha gracia que se hubiera despedido de su padre con un simple "nosotros nos vamos. Hasta luego" y había tenido esa deferencia solo y exclusivamente porque estaba Marcus presente, si no, se habría ido sin mediar palabra.
Pero la verdad era que no le apetecía discutir con Marcus, aunque veía la posibilidad flotar en el ambiente, porque notaba cómo no veía lo de la licencia en un mes y medio (¿dónde se habría quedado el Marcus seguro de sí mismo que se hubiera examinado de Piedra en séptimo y a quien la alquimia de Hogwarts se le quedaba pequeña?) así que esperaba poder contar con una baza que, esperaba, tuviera más poder sobre su novio que sus ansias de volar: su abuelo. — ¡Hijos! Ay qué alegría veros. — A Molly todo le daba igual cuando se trataba de ver a sus nietos. Prácticamente habían venido citados, pero ella reaccionaba como si acabaran de pasarse por allí a saludar. — Hola, abuela. — Saludó ella con una sonrisa, aunque no tan amplia como siempre. — Pasad para el taller directamente, que está ese hombre que se sale de su cuerpo, por Merlín. La abuela Molly, mientras tanto os va a hacer unas costillitas con su buena guarnición irlandesa que os vais a caer de espaldas. — Esperaba que solo esa promesa mejorara el humor de Marcus.
La casa de los abuelos O’Donnell siempre le hacía sentir bien, desde aquel lejano verano en el que celebraran el cumpleaños de Erin en el jardín, y ver aquel taller, que parecía hecho del material de sus sueños, le hacía levantar el ánimo, apretando la mano de su novio. — No sabes la ilusión que me hace que por fin haya llegado el día en el que vayamos a entrar así, de la mano, a ese taller, para convertirnos en alquimistas. — Le miró con los ojos brillantes. — ¿Entramos de la mano, uno al lado del otro? — Y con una sonrisa lo hicieron, descubriendo a un Lawrence sobreexcitado, con todo ya preparado sobre la mesa y los mismos ojos de ilusión.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Como las piedras celtas Con Alice | En Nueva York | 21 de septiembre de 2002 |
El día entre la llegada y el presente, en el que había quedado con Alice y William para acompañar a Dylan (lo cual consideró un honor que aceptó con mucha alegría), había sido... extraño. Le costó horas poder dormir, no se hallaba en su cama, y por más que trataba refugiarse en su cielo estrellado los recuerdos acudían a su mente tan vívidos que no podía relajarse. Una vez dormido, despertó tardísimo, mucho más de lo habitual: sentía que tenía cansancio acumulado y no podía despegarse de la cama. Pero una vez lo hizo se puso en marcha con todas sus ganas. Su abuelo había propuesto presentarse en octubre al examen, lo cual Alice había aceptado. Su prudencia inicial y su necesidad de aún aterrizar en casa le había hecho no verlo claro, pero ahora, descansado y ubicado en su casa, estaba deseando empezar cuanto antes.
Siendo Marcus como era, empezó a planificar a toda velocidad y lleno de entusiasmo... hasta que se cruzó con su madre en el pasillo. Un hecho bastante natural y cotidiano que hizo que, por alguna razón... se viniera abajo. Después de llorar todo lo que pudo se sentía cansadísimo de nuevo. Le tocaba buscar un punto intermedio entre no verlo nada claro y estar deseando hacerlo esa misma tarde. Al menos a la mañana siguiente, cuando despertó temprano para quedar con los Gallia, sentía que tenía la mente un poco más clarificada, y el ánimo más templado.
Se veía que no estaba ni tan clarificado ni tan templado como pensaba. El ambiente entre Alice y William se cortaba como un cuchillo y eso le dolía, pero se dijo a sí mismo que sería la pena por dejar a Dylan en Hogwarts... No fue así. No se refugiaron el uno en el otro, más bien la chica le dio una escuetísima despedida y se marchó. Marcus se quedó en medio sin saber qué hacer, intentando aportar todas las palabras de despedida que le faltaron a Alice a un William cuya tristeza le partía el corazón. Con respecto a su novia... mejor no decía nada, no quería llevarse un mordisco por pesado. Sí dejó caer un par de veces que no tenían plan para la cena, que seguro que su abuela había hecho comida de sobra y que se la podrían llevar a su casa, o que a ella no le importaría que fuera más gente a comer... O que mañana podían seguir estudiando en otra parte, no tenía por qué ser necesariamente en casa de sus abuelos... En fin, esperaba haber sido sutil.
Amplió la sonrisa por el recibimiento de su abuela, como hacía siempre. Se dejó achuchar y besar por la mujer y empezó a olfatear descaradamente. - Por ahí huele... - No seas listillo, tú. No quieras saberlo todo tan pronto. - ¡Es que soy Ravenclaw, abuela! - Un glotón es lo que eres. Que no sé a quién has salido. - Por dentro se estaba riendo a carcajadas. ¡Que a quién había salido! ¡Pues a ella! Pero cualquiera se lo decía, claro, le dejaba sin comer. Miró a Alice con complicidad y rieron, aunque hizo varias exclamaciones exageradas de regocijo y gusto ante el menú de su abuela. Tuvo que azuzarle y empujarle prácticamente hacia el taller para que no se metiera en la cocina a comprobarlo.
Soltó aire por la boca, mirando a su novia con una sonrisa cuando ella apretó su mano. - Llevo toda la vida esperando este momento. Y si además es contigo... mil veces mejor de lo que soñaba. - Era verdad. Llevaba toda su vida deseando cruzar las puertas de ese taller oficialmente como aprendiz, y no como nieto de Lawrence. Miró a su alrededor, sonriente y regodeándose en el momento, y avanzó al interior de la mano de Alice. - Por supuesto. - Confirmó. La expresión de su comedido abuelo de absoluto júbilo al verle casi le asusta, pero le hizo reír. - ¡Mis aprendices! - ¡Nuestro maestro! - Contestó, bromista. El hombre se frotó las manos, mirando a su alrededor. - Bueno bueno... Ya era hora de poder empezar. - Marcus se acercó. Al menos ahí sí le dejaban olisquear. - Era verdad lo de la planificación a cuatro colores. - Su abuelo le miró casi ofendido. - ¡Pues claro que era verdad, hijo! - Les señaló con un índice. - Os voy a hacer una pregunta que hasta mi Marcus con cuatro años sabía responder, así que no me defraudeis. - Qué presión. - Bromeó, mirando a su chica de reojo. - ¿Cuáles son los cuatro elementos? - Marcus puso cara de obviedad y circunstancias, y en un gesto muy cómico miró así a Alice, como si su abuelo el bromista les tomara ahora por tontos. Eso arrancó una carcajada en Larry. - Vale, vale, solo quería demostrar que estáis bien despiertos. Vayamos al grano. -
Tenía los papeles muy revueltos para ser él, claramente a causa del entusiasmo. A un movimiento de varita, sin embargo, se agruparon en cuatro columnas. - Bloque azul. ¿A qué corresponde? - ¡A Ravenclaw! - Bromeó, y el siguiente movimiento de varita vino en forma de colleja mágica que le espantó los rizos. - ¡Au! - Tómese esto en serio, alquimista O'Donnell. - Gruñó Lawrence. Frotándose la nuca con una mueca de disgusto, cambió la respuesta. - Agua. - Muy bien. - Señaló elegantemente la columna de papeles. - Todo lo que ya sabéis sobre la alquimia debe fluir, debe seguir su camino y manejarse sin esfuerzo alguno. Ahí está el contenido que habéis aprendido en estos dos años, probablemente ampliado. Es lo mínimo que piden para la licencia de piedra, y obviamente debéis llevarlo más que dominado. Pero este contenido no es nada sin una base previa. - Señaló el montón verde. Marcus miró de reojo a Alice y, con una sonrisa, dijo. - Tierra. - Correcto. La base. La base del Todo, la base del conocimiento básico sobre la naturaleza y la magia. Ahí veréis cosas que os pareceran muy obvias, pero la obviedad, a veces, la pasamos por alto. Sin una base bien sólida y fundada, el conocimiento primero no fluirá como el agua entre los dedos. Esto es por lo que tenemos que empezar. Y una vez dominado eso... - Señaló el bloque rojo. Alice se adelantó en dar la respuesta de un elemento que la definía muy bien. - El fuego es tan necesario para la vida como todo lo demás, pero muy difícil de dominar. No imposible, no es el más complicado de los elementos, pero puede hacer mucho daño mal manejado. Aquí tenéis el siguiente escalón, después de haber dominado la base y lo primario. Son cosas que no exigen en piedra pero que os pueden poner en un callejón sin salida si no las sabéis. - Les miró por encima de las gafas. - Y ninguno de los dos os vais a conformar con un aprobado sin más ¿verdad? - Marcus bufó con superioridad, mirando a Alice de reojo. Lawrence rio entre dientes. - Me lo imaginaba. Habrá que dominar toda esta materia correctamente para que no os dañe o se os vaya de las manos. Y por último... - Señaló el montón gris y miró a Alice con una sonrisita. - Dejemos a la señorita adivinar qué elemento nos queda. - Marcus la miró divertido y con cariño, y cuando Alice lo dijo, su abuelo prosiguió. - El aire es volátil. El aire es difícil de atrapar, de ver incluso. Esto son... detalles. Esto es magia pura. Esto es aquello que está entre nosotros, pero que solo vemos si estamos muy atentos. Esto. - Dio un par de golpecitos con el índice en el montón, el más pequeño de todos, pero el más atractivo. - Esto puede ser la clave de vuestro éxito. Lo que puede marcar la diferencia. Lo que os hará ser vosotros y solo vosotros, únicos, diferentes a los demás. En el aire está vuestra verdadera identidad. -
Siendo Marcus como era, empezó a planificar a toda velocidad y lleno de entusiasmo... hasta que se cruzó con su madre en el pasillo. Un hecho bastante natural y cotidiano que hizo que, por alguna razón... se viniera abajo. Después de llorar todo lo que pudo se sentía cansadísimo de nuevo. Le tocaba buscar un punto intermedio entre no verlo nada claro y estar deseando hacerlo esa misma tarde. Al menos a la mañana siguiente, cuando despertó temprano para quedar con los Gallia, sentía que tenía la mente un poco más clarificada, y el ánimo más templado.
Se veía que no estaba ni tan clarificado ni tan templado como pensaba. El ambiente entre Alice y William se cortaba como un cuchillo y eso le dolía, pero se dijo a sí mismo que sería la pena por dejar a Dylan en Hogwarts... No fue así. No se refugiaron el uno en el otro, más bien la chica le dio una escuetísima despedida y se marchó. Marcus se quedó en medio sin saber qué hacer, intentando aportar todas las palabras de despedida que le faltaron a Alice a un William cuya tristeza le partía el corazón. Con respecto a su novia... mejor no decía nada, no quería llevarse un mordisco por pesado. Sí dejó caer un par de veces que no tenían plan para la cena, que seguro que su abuela había hecho comida de sobra y que se la podrían llevar a su casa, o que a ella no le importaría que fuera más gente a comer... O que mañana podían seguir estudiando en otra parte, no tenía por qué ser necesariamente en casa de sus abuelos... En fin, esperaba haber sido sutil.
Amplió la sonrisa por el recibimiento de su abuela, como hacía siempre. Se dejó achuchar y besar por la mujer y empezó a olfatear descaradamente. - Por ahí huele... - No seas listillo, tú. No quieras saberlo todo tan pronto. - ¡Es que soy Ravenclaw, abuela! - Un glotón es lo que eres. Que no sé a quién has salido. - Por dentro se estaba riendo a carcajadas. ¡Que a quién había salido! ¡Pues a ella! Pero cualquiera se lo decía, claro, le dejaba sin comer. Miró a Alice con complicidad y rieron, aunque hizo varias exclamaciones exageradas de regocijo y gusto ante el menú de su abuela. Tuvo que azuzarle y empujarle prácticamente hacia el taller para que no se metiera en la cocina a comprobarlo.
Soltó aire por la boca, mirando a su novia con una sonrisa cuando ella apretó su mano. - Llevo toda la vida esperando este momento. Y si además es contigo... mil veces mejor de lo que soñaba. - Era verdad. Llevaba toda su vida deseando cruzar las puertas de ese taller oficialmente como aprendiz, y no como nieto de Lawrence. Miró a su alrededor, sonriente y regodeándose en el momento, y avanzó al interior de la mano de Alice. - Por supuesto. - Confirmó. La expresión de su comedido abuelo de absoluto júbilo al verle casi le asusta, pero le hizo reír. - ¡Mis aprendices! - ¡Nuestro maestro! - Contestó, bromista. El hombre se frotó las manos, mirando a su alrededor. - Bueno bueno... Ya era hora de poder empezar. - Marcus se acercó. Al menos ahí sí le dejaban olisquear. - Era verdad lo de la planificación a cuatro colores. - Su abuelo le miró casi ofendido. - ¡Pues claro que era verdad, hijo! - Les señaló con un índice. - Os voy a hacer una pregunta que hasta mi Marcus con cuatro años sabía responder, así que no me defraudeis. - Qué presión. - Bromeó, mirando a su chica de reojo. - ¿Cuáles son los cuatro elementos? - Marcus puso cara de obviedad y circunstancias, y en un gesto muy cómico miró así a Alice, como si su abuelo el bromista les tomara ahora por tontos. Eso arrancó una carcajada en Larry. - Vale, vale, solo quería demostrar que estáis bien despiertos. Vayamos al grano. -
Tenía los papeles muy revueltos para ser él, claramente a causa del entusiasmo. A un movimiento de varita, sin embargo, se agruparon en cuatro columnas. - Bloque azul. ¿A qué corresponde? - ¡A Ravenclaw! - Bromeó, y el siguiente movimiento de varita vino en forma de colleja mágica que le espantó los rizos. - ¡Au! - Tómese esto en serio, alquimista O'Donnell. - Gruñó Lawrence. Frotándose la nuca con una mueca de disgusto, cambió la respuesta. - Agua. - Muy bien. - Señaló elegantemente la columna de papeles. - Todo lo que ya sabéis sobre la alquimia debe fluir, debe seguir su camino y manejarse sin esfuerzo alguno. Ahí está el contenido que habéis aprendido en estos dos años, probablemente ampliado. Es lo mínimo que piden para la licencia de piedra, y obviamente debéis llevarlo más que dominado. Pero este contenido no es nada sin una base previa. - Señaló el montón verde. Marcus miró de reojo a Alice y, con una sonrisa, dijo. - Tierra. - Correcto. La base. La base del Todo, la base del conocimiento básico sobre la naturaleza y la magia. Ahí veréis cosas que os pareceran muy obvias, pero la obviedad, a veces, la pasamos por alto. Sin una base bien sólida y fundada, el conocimiento primero no fluirá como el agua entre los dedos. Esto es por lo que tenemos que empezar. Y una vez dominado eso... - Señaló el bloque rojo. Alice se adelantó en dar la respuesta de un elemento que la definía muy bien. - El fuego es tan necesario para la vida como todo lo demás, pero muy difícil de dominar. No imposible, no es el más complicado de los elementos, pero puede hacer mucho daño mal manejado. Aquí tenéis el siguiente escalón, después de haber dominado la base y lo primario. Son cosas que no exigen en piedra pero que os pueden poner en un callejón sin salida si no las sabéis. - Les miró por encima de las gafas. - Y ninguno de los dos os vais a conformar con un aprobado sin más ¿verdad? - Marcus bufó con superioridad, mirando a Alice de reojo. Lawrence rio entre dientes. - Me lo imaginaba. Habrá que dominar toda esta materia correctamente para que no os dañe o se os vaya de las manos. Y por último... - Señaló el montón gris y miró a Alice con una sonrisita. - Dejemos a la señorita adivinar qué elemento nos queda. - Marcus la miró divertido y con cariño, y cuando Alice lo dijo, su abuelo prosiguió. - El aire es volátil. El aire es difícil de atrapar, de ver incluso. Esto son... detalles. Esto es magia pura. Esto es aquello que está entre nosotros, pero que solo vemos si estamos muy atentos. Esto. - Dio un par de golpecitos con el índice en el montón, el más pequeño de todos, pero el más atractivo. - Esto puede ser la clave de vuestro éxito. Lo que puede marcar la diferencia. Lo que os hará ser vosotros y solo vosotros, únicos, diferentes a los demás. En el aire está vuestra verdadera identidad. -
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Como las piedras celtas Con Marcus | En casa O'Donnell| 21 de septiembre de 2002 |
Al menos Marcus conservaba aquella ilusión que les había perseguido desde niños. Ella pensó muchas veces en ese momento “él será alquimista y yo lo veré”, hasta que se dio cuenta de que siempre formó parte de la narrativa, que su historia se escribía en alquimia también. Rio con Marcus y miró con cariño a Lawrence. Si no fuera por él, por su disposición a cogerles a los dos, por su tenacidad y su inteligencia, Alice nunca habría podido dar el paso de plantearse ser alquimista. Sí, era su maestro, el de los dos, y se lo iban a deber todo.
Entornó los ojos con obviedad a lo de la planificación. Vamos, no me cabía duda ninguna, pensó. Ella también amaba las planificaciones (y se lo tomaba un poquito a la tremenda cuando algo le impedía cumplirlas) así que simplemente se sentó y admiró la dicha planificación, a la que, solo por lo que veía desde ahí, no le faltaba detalle. Ante la pregunta, entornó de nuevo los ojos hacia Marcus y dijo con media sonrisa. — Debe ser trampa, no me creo que un alquimista carmesí nos haga esa pregunta. — Y, claramente siguiendo la broma, Marcus se refirió al montón azul como Ravenclaw y le arrancó una carcajada sincera. Era cruzar aquella puerta y sus emociones se transmutaban por completo, se sentía bien, alegre, dispuesta a aprender, con ganas de reírse… En fin. La primera regla del taller es que hay que estar en el taller, Alice. Eso podía hacerlo, desde luego.
Miró extasiada el montón de Agua y Tierra, extasiada por la metáfora con los elementos. — Como las plantitas, el agua y la tierra son su base, si les falla alguna de las dos, no pueden crecer. — Lawrence miró a Marcus y la señaló a ella. — Y por eso necesitábamos en este taller una mujer que supiese de plantitas. — Y los tres rieron antes de seguir mirando carpetas. Podría estar allí todo el día.
Asintió gravemente a lo de Fuego. — Puede ser que esa sea la carpeta que más miedo me da, porque yo no tengo el conocimiento previo y extenso en alquimia que Marcus, gracias a ti, abuelo, si tiene. Y quizá soy demasiado imaginativa e intrépida. — Lawrence suspiró y se cruzó de brazos. — ¿Vamos a empezar ya desde tan temprano con la autocrítica, Alice? Por favor, no te pongas barreras antes de empezar. — Tienes razón, continuemos. — Animó con una gran sonrisa.
Por supuesto que no iban a conformarse con un aprobado. Alice solo se había conformado con un seis en su vida y había sido en Transformaciones una vez asumida su nula capacidad para las mismas y su rivalidad eterna contra Fenwick, pero en sus licencias esperaba alcanzar la máxima nota, por descontado. No pudo evitar sonreír con ilusión ante el último elemento que quedaba. — Me has dejado lo mejor para el aire. — Le remarcó, satisfecha. Lawrence les miró con sabiduría. — Reconozco la mirada ansiosa de un Ravenclaw deseando probar cosas nuevas, pero no vamos a empezar por ahí, obviamente. — Obviamente, pero Alice no podía dejar de mirar esa carpeta con deseo. No sabía cómo había habido algún moment de su vida en el que estuvo convencida de no ser alquimista.
— Una vez puesta la miel en los labios, os explico lo que se os va a exigir en el examen, para que lo tengáis claro desde el principio. Podéis ir haciéndome preguntas, a no ser que os pida que no interrumpáis. — Sacó varios objetos y tablas con círculos ya dibujados. — Lo primero será una transmutación de forma, sencilla. Solo para comprobar que manejáis la quintaesencia. Aquí merece mucho más la pena ser impecable que imaginativo y con florituras. De nuevo, el agua, cuanto más transparente, siempre mejor. — ¿Nos darán ellos el material o lo podemos escoger? — Lo podéis escoger de entre los que os ofrezcan. Cambian de examen a examen, pero están adaptados al rango. Ya hablaremos de qué materiales convienen más. — Puso la mano en un taco de talco y uno de madera. — Os pedirán una conjunción, una separación y una disolución. Como veis, la licencia de piedra es extremadamente sencilla, ni siquiera tenéis que manejar todas las transmutaciones. Eso sí, de nuevo, impecabilidad en ello, es lo que marcará la diferencia. Y la tercera prueba… Transmutación de sólido a líquido, esto es lo más difícil y en lo que más habrá que trabajar. — Alice tomó aire y sonrió, acordándose del momento en el que transmutó el mercurio en Navidad. — ¿Pensamientos? — Preguntó Larry. Ella se quedó mirando todo lo que había en la mesa. — Estoy… ciertamente aterrada pero esperanzada porque creo… Que con tu guía y prática… Puedo hacerlo. — Miró a su novio y dijo. — Marcus, por descontado, lo va a sacar sin despeinar esos rizos perfectos. —
Entornó los ojos con obviedad a lo de la planificación. Vamos, no me cabía duda ninguna, pensó. Ella también amaba las planificaciones (y se lo tomaba un poquito a la tremenda cuando algo le impedía cumplirlas) así que simplemente se sentó y admiró la dicha planificación, a la que, solo por lo que veía desde ahí, no le faltaba detalle. Ante la pregunta, entornó de nuevo los ojos hacia Marcus y dijo con media sonrisa. — Debe ser trampa, no me creo que un alquimista carmesí nos haga esa pregunta. — Y, claramente siguiendo la broma, Marcus se refirió al montón azul como Ravenclaw y le arrancó una carcajada sincera. Era cruzar aquella puerta y sus emociones se transmutaban por completo, se sentía bien, alegre, dispuesta a aprender, con ganas de reírse… En fin. La primera regla del taller es que hay que estar en el taller, Alice. Eso podía hacerlo, desde luego.
Miró extasiada el montón de Agua y Tierra, extasiada por la metáfora con los elementos. — Como las plantitas, el agua y la tierra son su base, si les falla alguna de las dos, no pueden crecer. — Lawrence miró a Marcus y la señaló a ella. — Y por eso necesitábamos en este taller una mujer que supiese de plantitas. — Y los tres rieron antes de seguir mirando carpetas. Podría estar allí todo el día.
Asintió gravemente a lo de Fuego. — Puede ser que esa sea la carpeta que más miedo me da, porque yo no tengo el conocimiento previo y extenso en alquimia que Marcus, gracias a ti, abuelo, si tiene. Y quizá soy demasiado imaginativa e intrépida. — Lawrence suspiró y se cruzó de brazos. — ¿Vamos a empezar ya desde tan temprano con la autocrítica, Alice? Por favor, no te pongas barreras antes de empezar. — Tienes razón, continuemos. — Animó con una gran sonrisa.
Por supuesto que no iban a conformarse con un aprobado. Alice solo se había conformado con un seis en su vida y había sido en Transformaciones una vez asumida su nula capacidad para las mismas y su rivalidad eterna contra Fenwick, pero en sus licencias esperaba alcanzar la máxima nota, por descontado. No pudo evitar sonreír con ilusión ante el último elemento que quedaba. — Me has dejado lo mejor para el aire. — Le remarcó, satisfecha. Lawrence les miró con sabiduría. — Reconozco la mirada ansiosa de un Ravenclaw deseando probar cosas nuevas, pero no vamos a empezar por ahí, obviamente. — Obviamente, pero Alice no podía dejar de mirar esa carpeta con deseo. No sabía cómo había habido algún moment de su vida en el que estuvo convencida de no ser alquimista.
— Una vez puesta la miel en los labios, os explico lo que se os va a exigir en el examen, para que lo tengáis claro desde el principio. Podéis ir haciéndome preguntas, a no ser que os pida que no interrumpáis. — Sacó varios objetos y tablas con círculos ya dibujados. — Lo primero será una transmutación de forma, sencilla. Solo para comprobar que manejáis la quintaesencia. Aquí merece mucho más la pena ser impecable que imaginativo y con florituras. De nuevo, el agua, cuanto más transparente, siempre mejor. — ¿Nos darán ellos el material o lo podemos escoger? — Lo podéis escoger de entre los que os ofrezcan. Cambian de examen a examen, pero están adaptados al rango. Ya hablaremos de qué materiales convienen más. — Puso la mano en un taco de talco y uno de madera. — Os pedirán una conjunción, una separación y una disolución. Como veis, la licencia de piedra es extremadamente sencilla, ni siquiera tenéis que manejar todas las transmutaciones. Eso sí, de nuevo, impecabilidad en ello, es lo que marcará la diferencia. Y la tercera prueba… Transmutación de sólido a líquido, esto es lo más difícil y en lo que más habrá que trabajar. — Alice tomó aire y sonrió, acordándose del momento en el que transmutó el mercurio en Navidad. — ¿Pensamientos? — Preguntó Larry. Ella se quedó mirando todo lo que había en la mesa. — Estoy… ciertamente aterrada pero esperanzada porque creo… Que con tu guía y prática… Puedo hacerlo. — Miró a su novio y dijo. — Marcus, por descontado, lo va a sacar sin despeinar esos rizos perfectos. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Cause' Alice does belong with Marcus
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Como las piedras celtas Con Alice | En Nueva York | 21 de septiembre de 2002 |
Soltó una burlona carcajada, cruzándose de brazos y mirando a su novia. - Ahora es un problema que seas intrépida, Gallia. - Dijo con tonito, pero sin dejar de mirarla embelesado. Llevaba toda la vida soñando con el primer día que entrara en calidad de aprendiz en el taller de su abuelo, y todo había tenido mucha pompa y épica. No se había planteado la sensillez de vivirlo así, con Alice a su lado, y era... sencillamente perfecto. Era como tenía que ser.
- Voto por empezar por el alimento de las plantitas. - Le dijo tierno a Alice, porque por muy eruditos que fueran, no dejaban de ser dos enamorados adolescentes haciendo una de las cosas que más les gustaba del mundo, así que estaba contentísimo. Obviamente no podían empezar ni por los detalles ni por lo complicado. Comprobar que lo que llevaban aprendido del colegio estaba en perfecto estado era necesario, pero ya que su abuelo les había dado esa fantástica programación, mejor ir por orden. Y estaba convencido de que habría cosas interesantísimas en la base que deseaba conocer a la mayor brevedad posible.
Puso toda su atención a lo que iban a pedir en el examen, de hecho ya estaba sacando pergamino y pluma para tomar nota. Ya había hecho sus dos o tres bromitas y tonterías de rigor, ahora tocaba ponerse serio. Asintió y tomó nota, incluido del hecho de que podía hacer todas las preguntas que quisiera (su abuelo no sabía con quién jugaba, al parecer, se iba a arrepentir de eso). A la pregunta de Alice iba añadir que cuál era el rango de materiales, pero ya se adelantó Lawrence. Si estaban adaptados al rango, dudaba que fueran a pedir algo estratosférico, si no, no tendrían con qué mostrar sus habilidades en los próximos. Efectivamente, en esa transmutación en concreto pensaba apostar por la sencillez: ya tendría tiempo de lucirse en otras pruebas.
Ladeó una sonrisilla de suficiencia y miró a Alice de reojo. Sí que parecía bastante sencilla, al final iban a tener de sobra con el mes... Bueno, de sobra no. A Marcus le gustaba preparárselo todo muchísimo y con tiempo, pero ese examen era muy básico y ellos habían sacado ambos una matrícula de honor en Alquimia, no eran unos cualesquiera. Su abuelo les dio la palabra y, a las de Alice, él sonrió. - Y ella también. - Dijo, convencido. - Es mucho mejor de lo que nos quiere hacer creer a todos. - Le guiñó el ojo, y dicho esto, se reclinó en el asiento. - Creo que los demás van a pecar de imaginativos, como bien dices, y de esforzarse mucho en la transformación de sólido a líquido. - Hizo un gesto de la mano en dirección a Alice. - Nosotros eso lo dominamos. No a la perfección, evidentemente, para eso nos vamos a preparar, pero sabemos hacerlo. Hay gente que ha salido de la escuela sin saber. Ya llevamos ventaja. - Frunció el ceño, reflexivo. - No es una competición igualmente, eso está claro. Pero no podemos ser tan ilusos de pensar que la comparativa no va a jugar un papel en la licencia, por pequeño que sea. - Eso es cierto. Y más en un gremio tan ambicioso y meticuloso como el de los alquimistas. - Corroboró su abuelo. - Piedra es la licencia en la que más riesgo hay de que todos hagáis exactamente lo mismo. Si queréis destacar, tenéis que hacerlo muy bien. - Hacer algo que no se esperen. Como por ejemplo... - Había tomado entre los dedos el tocón de madera, e hizo una pausa mientras lo miraba. - Una transmutación tan perfecta... que no puedas saber si es un objeto real o uno... - Lentamente, lo dejó junto al de talco en la mesa y se quedó mirándolo, con la frase en el aire... Hasta que dio con lo que quería. - Transmutado. - Y, con una sonrisa satisfecha, señaló la veta minúscula y blanquecina del tocón de madera. Lawrence hinchó el pecho y rio entre dientes. - Luego me dicen que por qué tengo un favorito. - Ahora el que miraba a Alice con cara de niño alabado e hinchado como un pavo era Marcus.
Lawrence alzó el tocón. - No es madera original. Es talco transmutado en madera. - Les enseñó la veta blanquecina más de cerca. - Una transmutación siempre, siempre, por perfecta que sea, tiene que tener algo que nos recuerde que la magia, a veces, solo está en los ojos de quien la mira. Que es muy fácil engañar a la vista, pero que la naturaleza es la que es, y siempre te va a recordar de dónde procede. - Sacó de debajo de la mesa otro tocón. - Esto sí es madera real. Comparad. - La verdad es que eran absolutamente idénticos salvo por la veta blanquecina. - Y estos... - Sacó otros dos tocones y lo puso junto a los dos previos. - Sacados, precisamente, de un examen para la licencia de piedra. - Uno de ellos tenía un leve tono verdoso. El otro, al tacto, daba una sensación extraña, como irritante, que le hizo fruncir el ceño. - Parece como si pinchara. - Lawrence sonrió levemente. Señaló el verdoso. - Era una hoja. Fue muy inteligente pasar de hoja de árbol a madera de ese mismo árbol, utilizó la base esencial del mismo compuesto. Una transmutación preciosa, pero es muy evidente que no es madera original. Ninguna madera tiene ese color. Pasó porque, además de estar bien hecha objetivamente hablando y servir para lo que debe servir la madera, que es lo que importa, la metáfora del componente esencial gustó mucho. - Señaló el otro. - Ese venía de la concha de un erizo de mar. - Marcus, que aún lo tenía en la mano, abrió mucho los ojos mirando a su abuelo. Luego miró al tocón de nuevo. Lo soltó. - ¡Pincha! ¡Eso es lo que le pasa! - El hombre rio. - No hace daño, es solo una sensación levemente desagradable. Las yemas de los dedos son muy sensibles, en otra parte del cuerpo quizás sería inapreciable. - El hombre entrelazó las manos. - Fue muy cuestionado. Visualmente es perfecto, ni siquiera vetas de otro color diferente. Al ojo humano, es un tocón de madera. - Ladeó varias veces la cabeza. - Pero el comité acusó a la alumna de falta de funcionalidad. Decían que nadie iba a querer utilizar una madera potencialmente urticante. - El hombre movió la mano, con un deje de indignación. - Una exageración, ya has visto que no es para tanto. - Respiró hondo. - Ella dijo que lo había hecho a posta. Que la alquimia debe aprender que no es omnipotente. Que una transmutación nunca sustituirá el material original, y que malutilizar esta ciencia tiene consecuencias. Que todo el que toque esta madera debería saber... que hubo otra vida en la que fue otra cosa. Y eso la hace especial y más completa, pero también peligrosamente poderosa a su manera. - Rio entre dientes. - Fue un toque de humildad que no gustó al comité, de ahí las quejas... Pero ni que decir tiene que la alumna obtuvo la licencia, y bien laureada, de hecho. - Marcus sacó el labio inferior. - Impresionante. - Lawrence asintió. - Eso tenéis que buscar: una transmutación básica más que impecable, y con sentido. Esto no es una mera exhibición de habilidades, tenéis que mostrar que estáis preparados para ser alquimistas. - Miró con cariño el tocón de tacto extraño y añadió. - ¿Seréis capaces de superar la exihibición de la alquimista Anne Harmond? -
- Voto por empezar por el alimento de las plantitas. - Le dijo tierno a Alice, porque por muy eruditos que fueran, no dejaban de ser dos enamorados adolescentes haciendo una de las cosas que más les gustaba del mundo, así que estaba contentísimo. Obviamente no podían empezar ni por los detalles ni por lo complicado. Comprobar que lo que llevaban aprendido del colegio estaba en perfecto estado era necesario, pero ya que su abuelo les había dado esa fantástica programación, mejor ir por orden. Y estaba convencido de que habría cosas interesantísimas en la base que deseaba conocer a la mayor brevedad posible.
Puso toda su atención a lo que iban a pedir en el examen, de hecho ya estaba sacando pergamino y pluma para tomar nota. Ya había hecho sus dos o tres bromitas y tonterías de rigor, ahora tocaba ponerse serio. Asintió y tomó nota, incluido del hecho de que podía hacer todas las preguntas que quisiera (su abuelo no sabía con quién jugaba, al parecer, se iba a arrepentir de eso). A la pregunta de Alice iba añadir que cuál era el rango de materiales, pero ya se adelantó Lawrence. Si estaban adaptados al rango, dudaba que fueran a pedir algo estratosférico, si no, no tendrían con qué mostrar sus habilidades en los próximos. Efectivamente, en esa transmutación en concreto pensaba apostar por la sencillez: ya tendría tiempo de lucirse en otras pruebas.
Ladeó una sonrisilla de suficiencia y miró a Alice de reojo. Sí que parecía bastante sencilla, al final iban a tener de sobra con el mes... Bueno, de sobra no. A Marcus le gustaba preparárselo todo muchísimo y con tiempo, pero ese examen era muy básico y ellos habían sacado ambos una matrícula de honor en Alquimia, no eran unos cualesquiera. Su abuelo les dio la palabra y, a las de Alice, él sonrió. - Y ella también. - Dijo, convencido. - Es mucho mejor de lo que nos quiere hacer creer a todos. - Le guiñó el ojo, y dicho esto, se reclinó en el asiento. - Creo que los demás van a pecar de imaginativos, como bien dices, y de esforzarse mucho en la transformación de sólido a líquido. - Hizo un gesto de la mano en dirección a Alice. - Nosotros eso lo dominamos. No a la perfección, evidentemente, para eso nos vamos a preparar, pero sabemos hacerlo. Hay gente que ha salido de la escuela sin saber. Ya llevamos ventaja. - Frunció el ceño, reflexivo. - No es una competición igualmente, eso está claro. Pero no podemos ser tan ilusos de pensar que la comparativa no va a jugar un papel en la licencia, por pequeño que sea. - Eso es cierto. Y más en un gremio tan ambicioso y meticuloso como el de los alquimistas. - Corroboró su abuelo. - Piedra es la licencia en la que más riesgo hay de que todos hagáis exactamente lo mismo. Si queréis destacar, tenéis que hacerlo muy bien. - Hacer algo que no se esperen. Como por ejemplo... - Había tomado entre los dedos el tocón de madera, e hizo una pausa mientras lo miraba. - Una transmutación tan perfecta... que no puedas saber si es un objeto real o uno... - Lentamente, lo dejó junto al de talco en la mesa y se quedó mirándolo, con la frase en el aire... Hasta que dio con lo que quería. - Transmutado. - Y, con una sonrisa satisfecha, señaló la veta minúscula y blanquecina del tocón de madera. Lawrence hinchó el pecho y rio entre dientes. - Luego me dicen que por qué tengo un favorito. - Ahora el que miraba a Alice con cara de niño alabado e hinchado como un pavo era Marcus.
Lawrence alzó el tocón. - No es madera original. Es talco transmutado en madera. - Les enseñó la veta blanquecina más de cerca. - Una transmutación siempre, siempre, por perfecta que sea, tiene que tener algo que nos recuerde que la magia, a veces, solo está en los ojos de quien la mira. Que es muy fácil engañar a la vista, pero que la naturaleza es la que es, y siempre te va a recordar de dónde procede. - Sacó de debajo de la mesa otro tocón. - Esto sí es madera real. Comparad. - La verdad es que eran absolutamente idénticos salvo por la veta blanquecina. - Y estos... - Sacó otros dos tocones y lo puso junto a los dos previos. - Sacados, precisamente, de un examen para la licencia de piedra. - Uno de ellos tenía un leve tono verdoso. El otro, al tacto, daba una sensación extraña, como irritante, que le hizo fruncir el ceño. - Parece como si pinchara. - Lawrence sonrió levemente. Señaló el verdoso. - Era una hoja. Fue muy inteligente pasar de hoja de árbol a madera de ese mismo árbol, utilizó la base esencial del mismo compuesto. Una transmutación preciosa, pero es muy evidente que no es madera original. Ninguna madera tiene ese color. Pasó porque, además de estar bien hecha objetivamente hablando y servir para lo que debe servir la madera, que es lo que importa, la metáfora del componente esencial gustó mucho. - Señaló el otro. - Ese venía de la concha de un erizo de mar. - Marcus, que aún lo tenía en la mano, abrió mucho los ojos mirando a su abuelo. Luego miró al tocón de nuevo. Lo soltó. - ¡Pincha! ¡Eso es lo que le pasa! - El hombre rio. - No hace daño, es solo una sensación levemente desagradable. Las yemas de los dedos son muy sensibles, en otra parte del cuerpo quizás sería inapreciable. - El hombre entrelazó las manos. - Fue muy cuestionado. Visualmente es perfecto, ni siquiera vetas de otro color diferente. Al ojo humano, es un tocón de madera. - Ladeó varias veces la cabeza. - Pero el comité acusó a la alumna de falta de funcionalidad. Decían que nadie iba a querer utilizar una madera potencialmente urticante. - El hombre movió la mano, con un deje de indignación. - Una exageración, ya has visto que no es para tanto. - Respiró hondo. - Ella dijo que lo había hecho a posta. Que la alquimia debe aprender que no es omnipotente. Que una transmutación nunca sustituirá el material original, y que malutilizar esta ciencia tiene consecuencias. Que todo el que toque esta madera debería saber... que hubo otra vida en la que fue otra cosa. Y eso la hace especial y más completa, pero también peligrosamente poderosa a su manera. - Rio entre dientes. - Fue un toque de humildad que no gustó al comité, de ahí las quejas... Pero ni que decir tiene que la alumna obtuvo la licencia, y bien laureada, de hecho. - Marcus sacó el labio inferior. - Impresionante. - Lawrence asintió. - Eso tenéis que buscar: una transmutación básica más que impecable, y con sentido. Esto no es una mera exhibición de habilidades, tenéis que mostrar que estáis preparados para ser alquimistas. - Miró con cariño el tocón de tacto extraño y añadió. - ¿Seréis capaces de superar la exihibición de la alquimista Anne Harmond? -
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Como las piedras celtas Con Marcus | En casa O'Donnell| 21 de septiembre de 2002 |
Sonrió a la afirmación de Marcus y contestó con una sonrisa. — Una buena herbóloga sabe que la tierra es el principio de todo. — Y así, tan fácil como darles alquimia, plantitas y algo que estudiar, Marcus y Alice, los de siempre, habían vuelto a aparecer. Chasqueó la lengua cuando la elogió, pero le señaló con el dedo para enfatizar lo que decía. — Es verdad, la espectacularidad vende, pero en otros ámbitos o quizás en otras licencias… Aquí tenemos que demostrar la buena tierra que tenemos. — Imitó a Marcus y se puso a apuntar, pero no lo mismo que él. Así funcionaban mejor: el copiaba todo lo impartido, para tenerlo de referencia, y ella ideas clave, que surgían al hilo del discurso, en el momento, y que, si no, podían perderse.
Y entonces le pilló desprevenida el movimiento de Lawrence, porque aún estaba apuntando, pero no pudo evitar mirar con absoluta abstracción el tocón. — ¿Cómo que…? — Y entonces lo vio. Aquella pequeña esquina blanca. Miró alucinada a su novio y soltó una carcajada. — Definitivamente, me hubieran dado gato por liebre completamente, madre mía. — Y se quedó mirando el talco transmutado. Ahí, ante la magnificencia de la alquimia, le asaltaban todas las dudas. ¿Podría ella realmente hacer algo así? Algo que engañara tanto a los sentidos, tan perfecto e imperceptible… — ¿Qué pasa si alguien transmuta algo tan tan bien que nadie se da cuenta? — Lawrence rio y se cruzó de brazos. — Que su proeza moriría con él. — Cogió uno de los tocones de madera original y lo levantó ante ellos. — ¿Y si este tocón fuera una madera tan impecablemente transmutada que nadie pudiera distinguirlo? Solo su creador lo sabría, y aunque lo contara, habría que confiar simplemente en su palabra, porque no quedarían pruebas de si proeza, y dentro de unos años, cuando un maestro pusiera esto delante de sus aprendices, nadie señalaría la obra, porque todos creeríamos que es madera. — La miró con una ceja alzada. — ¿Conoces algún alquimista que no quiera que nadie sepa que ha hecho una creación tan extremadamente perfecta? — Alice sonrió y negó. — No, lo cierto es que no. — Además, si hay algo puro y perfecto, es la quintaesencia de las cosas, y esa ya le viene dada, ¿por qué tratar de imitarla? — Ella ladeó la cabeza. — Es verdad, abuelo. — En esa frase podría resumir su experiencia en alquimia.
Frunció el ceño ante la reacción de Marcus al tocar el otro taco y, como buena curiosa que era, allá fue. Efectivamente, algo tenía, pero no sabía precisar el qué. Asintió a lo de la hoja mientras apuntaba. — Brillante. Me encanta experimentar con dos formas de una misma materia, me parece tremendamente interesante explorar cuántas formas y características puede haber dentro de una misma quintaesencia. Es... Como las distintas caras que puede dar una persona, o sus distintas habilidades. De verdad, me encanta —
Pero cuando dio la explicación sobre el tocón irritante, la mandíbula se le descolgó, y su mente le gritó seguro que fue Anne Harmond. La única Ravenclaw suficientemente valiente como para demostrarle a un tribunal de alquimia cuán poco humildes podían llegar a ser. Alice JAMÁS se atrevería a hacer eso, pero no podía evitar admirarla de todo corazón. Y entonces Lawrence se lo confirmó y ella solo pudo reír. — Y eso en Piedra. Le hubiera dado Plata directamente, vaya. — Se mordió el labio inferior y siguió admirando aquel cubo de madera.
Pero el abuelo ya le llevaba la delantera y sacó una pizarra. — Bien, visto lo que vais a tener que hacer, os comento. — Allí empezó a anotar fechas de septiembre y octubre. — Por las mañanas estaréis en el taller y por las tardes practicaréis, leeréis e investigaréis por vuestra cuenta. Durante estos días. — Señaló los que quedaban de septiembre en la pizarra y los primeros de octubre. — Nos dedicaremos a afianzar Tierra y Agua e intentaré pillaros en las cuestiones de Fuego. Importante: NO os frustréis si caéis en ellas, es parte del proceso, pretendo, de hecho, haceros caer para que luego no os ocurra en el examen. Si todo eso funciona como debe, probaremos la carpeta de Aire. — Señaló el tres de octubre. — A partir de este día, empezaremos a trabajar permanentemente enfocados en recrear el examen hasta el día veintiocho. — Alice frunció el ceño. — ¿No era el treinta el examen? — Lawrence asintió. — Exactamente, y el primer error de principiante con las licencias es estudiar hasta el último momento del examen. Craso error, grave riesgo de colapso justo en el momento oportuno. El día veintinueve debéis descansar y cuidar de la salud, dejarlo todo preparado, practicar el camino de ida, elegir la ropa… Cualquier cosa que no sea estudiar y que sea necesitada de hacer. Esa es la clave. — Les miró y le dio un toque en la nariz a Alice y revolvió el pelo de Marcus. — En vuestro caso… Hablar sobre el futuro, que se que os encanta. PERO — se alejó y subrayó la pizarra — hasta que ese día llegue, os necesito metidos en el asunto. Podéis descansar uno de cada cinco días, más o menos así lo que planteado, pero si os surgen planes, siempre podéis darle un pequeño empujón otro día y dejaros libre el que os venga bien. La alquimia es una carrera de fondo, pero esta concretamente va a ser de velocidad. — Él les miró. — Podéis con ello. PODEMOS con ello. Sois mis alumnos más brillantes, me lo habéis demostrado muchas veces, solo tenéis que hacer lo que habéis hecho hasta ahora y confiar en mí. —
Y entonces le pilló desprevenida el movimiento de Lawrence, porque aún estaba apuntando, pero no pudo evitar mirar con absoluta abstracción el tocón. — ¿Cómo que…? — Y entonces lo vio. Aquella pequeña esquina blanca. Miró alucinada a su novio y soltó una carcajada. — Definitivamente, me hubieran dado gato por liebre completamente, madre mía. — Y se quedó mirando el talco transmutado. Ahí, ante la magnificencia de la alquimia, le asaltaban todas las dudas. ¿Podría ella realmente hacer algo así? Algo que engañara tanto a los sentidos, tan perfecto e imperceptible… — ¿Qué pasa si alguien transmuta algo tan tan bien que nadie se da cuenta? — Lawrence rio y se cruzó de brazos. — Que su proeza moriría con él. — Cogió uno de los tocones de madera original y lo levantó ante ellos. — ¿Y si este tocón fuera una madera tan impecablemente transmutada que nadie pudiera distinguirlo? Solo su creador lo sabría, y aunque lo contara, habría que confiar simplemente en su palabra, porque no quedarían pruebas de si proeza, y dentro de unos años, cuando un maestro pusiera esto delante de sus aprendices, nadie señalaría la obra, porque todos creeríamos que es madera. — La miró con una ceja alzada. — ¿Conoces algún alquimista que no quiera que nadie sepa que ha hecho una creación tan extremadamente perfecta? — Alice sonrió y negó. — No, lo cierto es que no. — Además, si hay algo puro y perfecto, es la quintaesencia de las cosas, y esa ya le viene dada, ¿por qué tratar de imitarla? — Ella ladeó la cabeza. — Es verdad, abuelo. — En esa frase podría resumir su experiencia en alquimia.
Frunció el ceño ante la reacción de Marcus al tocar el otro taco y, como buena curiosa que era, allá fue. Efectivamente, algo tenía, pero no sabía precisar el qué. Asintió a lo de la hoja mientras apuntaba. — Brillante. Me encanta experimentar con dos formas de una misma materia, me parece tremendamente interesante explorar cuántas formas y características puede haber dentro de una misma quintaesencia. Es... Como las distintas caras que puede dar una persona, o sus distintas habilidades. De verdad, me encanta —
Pero cuando dio la explicación sobre el tocón irritante, la mandíbula se le descolgó, y su mente le gritó seguro que fue Anne Harmond. La única Ravenclaw suficientemente valiente como para demostrarle a un tribunal de alquimia cuán poco humildes podían llegar a ser. Alice JAMÁS se atrevería a hacer eso, pero no podía evitar admirarla de todo corazón. Y entonces Lawrence se lo confirmó y ella solo pudo reír. — Y eso en Piedra. Le hubiera dado Plata directamente, vaya. — Se mordió el labio inferior y siguió admirando aquel cubo de madera.
Pero el abuelo ya le llevaba la delantera y sacó una pizarra. — Bien, visto lo que vais a tener que hacer, os comento. — Allí empezó a anotar fechas de septiembre y octubre. — Por las mañanas estaréis en el taller y por las tardes practicaréis, leeréis e investigaréis por vuestra cuenta. Durante estos días. — Señaló los que quedaban de septiembre en la pizarra y los primeros de octubre. — Nos dedicaremos a afianzar Tierra y Agua e intentaré pillaros en las cuestiones de Fuego. Importante: NO os frustréis si caéis en ellas, es parte del proceso, pretendo, de hecho, haceros caer para que luego no os ocurra en el examen. Si todo eso funciona como debe, probaremos la carpeta de Aire. — Señaló el tres de octubre. — A partir de este día, empezaremos a trabajar permanentemente enfocados en recrear el examen hasta el día veintiocho. — Alice frunció el ceño. — ¿No era el treinta el examen? — Lawrence asintió. — Exactamente, y el primer error de principiante con las licencias es estudiar hasta el último momento del examen. Craso error, grave riesgo de colapso justo en el momento oportuno. El día veintinueve debéis descansar y cuidar de la salud, dejarlo todo preparado, practicar el camino de ida, elegir la ropa… Cualquier cosa que no sea estudiar y que sea necesitada de hacer. Esa es la clave. — Les miró y le dio un toque en la nariz a Alice y revolvió el pelo de Marcus. — En vuestro caso… Hablar sobre el futuro, que se que os encanta. PERO — se alejó y subrayó la pizarra — hasta que ese día llegue, os necesito metidos en el asunto. Podéis descansar uno de cada cinco días, más o menos así lo que planteado, pero si os surgen planes, siempre podéis darle un pequeño empujón otro día y dejaros libre el que os venga bien. La alquimia es una carrera de fondo, pero esta concretamente va a ser de velocidad. — Él les miró. — Podéis con ello. PODEMOS con ello. Sois mis alumnos más brillantes, me lo habéis demostrado muchas veces, solo tenéis que hacer lo que habéis hecho hasta ahora y confiar en mí. —
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Como las piedras celtas Con Alice | En Nueva York | 21 de septiembre de 2002 |
Le intrigaba esa pregunta de Alice: ¿se podría transmutar algo a tal nivel de perfección que nadie lo notara? Esperó a la respuesta de su abuelo con la respiración contenida por la emoción... y se desinfló al oírla, aunque disimuló por fuera. Si es que con Lawrence nunca dejabas de aprender, era sabiduría pura... y Marcus un poquito ambicioso de más, tenía que madurar eso. Había soñado (y seguía haciéndolo) tantas veces con ser el mejor alquimista de la historia, que la posibilidad de transmutar a la perfección le sonaba muy atractiva. Pero su abuelo tenía razón: no serviría para nada. Era mejor hacer como Anne y como él, recordar de dónde vienen las cosas y dejar tu sello personal. De hecho, la siguiente pregunta le sacó un poco los colores, pero se mantuvo callado. Con lo que le gustaba a Marcus fardar de proezas, al parecer, en eso, era alquimista de nacimiento. No era mal camino, parecía dado por hecho, pero lo dicho, tenía que madurar aún con respecto a las ambiciones irreales. Tenía buenos referentes para conseguirlo.
Preparado para seguir tomando notas, atendió a lo que su abuelo exponía en la pizarra. Lo de no frustrarse le iba a costar, Marcus iba dispuesto a llevarlo todo a la perfección y fallar a preguntas de un profesor no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Pero si su abuelo decía que era necesario y parte del proceso, allá que iría él, por lo que asintió con convencimiento y siguió tomando notas. Lo de recrear el examen le hizo sonreír, emocionado, y mirar a Alice de reojo. Asintió fervientemente a la propuesta de su abuelo de no estudiar el último día y se subió a ese carro, como si no se conociera a sí mismo y supiera que iba a estar querer estudiando hasta el último segundo. Pero también se conocía lo suficiente como para saber que, la única forma de no caer en eso, era teniendo ya planificada otra cosa. - ¡Es una idea genial, abuelo! Creo que es lo mejor que podemos hacer. De hecho. - Se giró hacia Alice. - ¡Ya tengo un plan! Ese día nos levantamos y... - No no no. - Negó el hombre, dejándole con la boca entreabierta y mirándole sin comprender. - Nada de "ya tengo planificado un mes antes lo que vamos a hacer a cada minuto". - Pero... - Ese día es para descansar. - ¡Y vamos a descansar! Podemos ir al parque del... - Se improvisa. - Marcus puso una mueca infantil en los labios. No le gustaba improvisar.
Siguió escuchando sus propuestas y suspiró internamente. A la única persona del mundo a la que Marcus no discutiría hasta la saciedad por proponer algo opuesto a lo que él consideraba lo mejor era a su abuelo, y menos en materia del alquimia. Sonrió a lo último y tomó la mano de Alice. - Sí que podemos con ello. - Se miraron, emocionados... - ¿Y un vistacillo a la carpeta de Aire no podemos echar? - Lawrence rodó los ojos con un sonoro suspiro. - Alquimista de corazón como yo, y con la ambición de su madre. Va a haber que atarte en corto. - Me gusta volar alto, como buen Ravenclaw. - Y no seas tan zalamero. Recuerda que aquí soy tu superior. - Rio entre dientes y, ya sí, comenzaron a ojear el contenido.
Estaba imbuido en la lectura como él se ponía cuando se concentraba mucho, murmurando inaudible para sí, con el ceño fruncido mientras leía. En mitad de su concentración, Lawrence se pegó a Alice. - ¿Ves lo que hace? - Le oyó preguntar de fondo, pero él seguía a lo suyo. - Está intentando imaginarse los diferentes tactos de la tierra. Como si lo hubiera creado yo en este taller de verdad. - Levantó la cabeza, interrogante. ¿Que estaba haciendo qué? Se miró a sí mismo, como si le acabaran de poner un cuerpo nuevo, y ahí se dio cuenta: llevaba un rato frotándose los dedos de la mano entre sí como si tuviera tierra o arena entre estos. Efectivamente: estaba leyendo sobre propiedades de los distintos tipos de tierra y trataba de visualizarlo con tanta nitidez que se imaginaba tocándolo. Arenisca, tierra de cultivo, arena de costa... Imaginaba que tenía los granos entre los dedos y que podía sentirlos al tacto, su cerebro tenía esa capacidad de imaginar, y era la mejor forma de hacerse con la composición molecular. Suspiró. - Y ahora me has desconcentrado. Qué buen tutor. - Tengo que trabajarme lo de abuelo orgulloso. - Pues sí. - Dijo con tonito, fingiendo que eso no le había gustado, y se reajustó en su asiento. - Y no sabes lo que estaba pensando. ¿O es que eres legeremante tú también? - Lawrence soltó una carcajada. - Merlín me libre. Solo soy lo suficientemente observador de mi entorno y acumulador de experiencia como para saber que intentas formar la composición molecular en tu cabeza en base a imaginar el tacto, como para saber que esta de aquí hace un rato que ha dejado de mirar los apuntes para mirarte a ti, y como para saber que mi esposa está al otro lado de la puerta tamborileando con el pie porque se le enfría la comida. - Pues para ser tan listo, ya podrías mirar el reloj. - Dijo Molly, ya entrando libremente, pues la acusación debió entenderla como vía libre para hacerlo. Eso sí, nada más tenerles en su campo de visión, cambió el tono al de abuela amorosa. - Qué bonitos mis niños estudiando, qué listos son, qué caritas tienen. - Le dio un fuerte beso en la mejilla a Marcus y otro a Alice. - Y qué comida más rica les tengo preparada para alimentar esos cerebros. - ¿Yo no me merezco un beso? - Se quejó Larry graciosamente, haciéndoles aguantar las risillas. - Ya no tengo carita de niño listo. - Tienes carita de mago sabio. - Se acercó a él y, con la misma fuerza que a ellos en la mejilla, le dio un beso en los labios. Marcus no tardó en saltar exageradamente. - Wow, wow, no esperaba esto en mi primer día de prácticas. Creía que esto era un templo del saber alquímico. - Esto no es nada serio. Mañana os quiero a todos en otro talante. - Huyó Lawrence, a quien el beso en público después de tantos años le había dejado azorado, y ya se estaba yendo a borrar la pizarra y a recoger, dándoles la espalda. Molly reía con ganas. - Si es que no ha cambiado ni un poquito. - Dio un par de palmadas y les azuzó. - Venga, niños, a recoger. Que está la comida en la mesa. -
Preparado para seguir tomando notas, atendió a lo que su abuelo exponía en la pizarra. Lo de no frustrarse le iba a costar, Marcus iba dispuesto a llevarlo todo a la perfección y fallar a preguntas de un profesor no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Pero si su abuelo decía que era necesario y parte del proceso, allá que iría él, por lo que asintió con convencimiento y siguió tomando notas. Lo de recrear el examen le hizo sonreír, emocionado, y mirar a Alice de reojo. Asintió fervientemente a la propuesta de su abuelo de no estudiar el último día y se subió a ese carro, como si no se conociera a sí mismo y supiera que iba a estar querer estudiando hasta el último segundo. Pero también se conocía lo suficiente como para saber que, la única forma de no caer en eso, era teniendo ya planificada otra cosa. - ¡Es una idea genial, abuelo! Creo que es lo mejor que podemos hacer. De hecho. - Se giró hacia Alice. - ¡Ya tengo un plan! Ese día nos levantamos y... - No no no. - Negó el hombre, dejándole con la boca entreabierta y mirándole sin comprender. - Nada de "ya tengo planificado un mes antes lo que vamos a hacer a cada minuto". - Pero... - Ese día es para descansar. - ¡Y vamos a descansar! Podemos ir al parque del... - Se improvisa. - Marcus puso una mueca infantil en los labios. No le gustaba improvisar.
Siguió escuchando sus propuestas y suspiró internamente. A la única persona del mundo a la que Marcus no discutiría hasta la saciedad por proponer algo opuesto a lo que él consideraba lo mejor era a su abuelo, y menos en materia del alquimia. Sonrió a lo último y tomó la mano de Alice. - Sí que podemos con ello. - Se miraron, emocionados... - ¿Y un vistacillo a la carpeta de Aire no podemos echar? - Lawrence rodó los ojos con un sonoro suspiro. - Alquimista de corazón como yo, y con la ambición de su madre. Va a haber que atarte en corto. - Me gusta volar alto, como buen Ravenclaw. - Y no seas tan zalamero. Recuerda que aquí soy tu superior. - Rio entre dientes y, ya sí, comenzaron a ojear el contenido.
Estaba imbuido en la lectura como él se ponía cuando se concentraba mucho, murmurando inaudible para sí, con el ceño fruncido mientras leía. En mitad de su concentración, Lawrence se pegó a Alice. - ¿Ves lo que hace? - Le oyó preguntar de fondo, pero él seguía a lo suyo. - Está intentando imaginarse los diferentes tactos de la tierra. Como si lo hubiera creado yo en este taller de verdad. - Levantó la cabeza, interrogante. ¿Que estaba haciendo qué? Se miró a sí mismo, como si le acabaran de poner un cuerpo nuevo, y ahí se dio cuenta: llevaba un rato frotándose los dedos de la mano entre sí como si tuviera tierra o arena entre estos. Efectivamente: estaba leyendo sobre propiedades de los distintos tipos de tierra y trataba de visualizarlo con tanta nitidez que se imaginaba tocándolo. Arenisca, tierra de cultivo, arena de costa... Imaginaba que tenía los granos entre los dedos y que podía sentirlos al tacto, su cerebro tenía esa capacidad de imaginar, y era la mejor forma de hacerse con la composición molecular. Suspiró. - Y ahora me has desconcentrado. Qué buen tutor. - Tengo que trabajarme lo de abuelo orgulloso. - Pues sí. - Dijo con tonito, fingiendo que eso no le había gustado, y se reajustó en su asiento. - Y no sabes lo que estaba pensando. ¿O es que eres legeremante tú también? - Lawrence soltó una carcajada. - Merlín me libre. Solo soy lo suficientemente observador de mi entorno y acumulador de experiencia como para saber que intentas formar la composición molecular en tu cabeza en base a imaginar el tacto, como para saber que esta de aquí hace un rato que ha dejado de mirar los apuntes para mirarte a ti, y como para saber que mi esposa está al otro lado de la puerta tamborileando con el pie porque se le enfría la comida. - Pues para ser tan listo, ya podrías mirar el reloj. - Dijo Molly, ya entrando libremente, pues la acusación debió entenderla como vía libre para hacerlo. Eso sí, nada más tenerles en su campo de visión, cambió el tono al de abuela amorosa. - Qué bonitos mis niños estudiando, qué listos son, qué caritas tienen. - Le dio un fuerte beso en la mejilla a Marcus y otro a Alice. - Y qué comida más rica les tengo preparada para alimentar esos cerebros. - ¿Yo no me merezco un beso? - Se quejó Larry graciosamente, haciéndoles aguantar las risillas. - Ya no tengo carita de niño listo. - Tienes carita de mago sabio. - Se acercó a él y, con la misma fuerza que a ellos en la mejilla, le dio un beso en los labios. Marcus no tardó en saltar exageradamente. - Wow, wow, no esperaba esto en mi primer día de prácticas. Creía que esto era un templo del saber alquímico. - Esto no es nada serio. Mañana os quiero a todos en otro talante. - Huyó Lawrence, a quien el beso en público después de tantos años le había dejado azorado, y ya se estaba yendo a borrar la pizarra y a recoger, dándoles la espalda. Molly reía con ganas. - Si es que no ha cambiado ni un poquito. - Dio un par de palmadas y les azuzó. - Venga, niños, a recoger. Que está la comida en la mesa. -
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Como las piedras celtas Con Marcus | En casa O'Donnell| 21 de septiembre de 2002 |
Tuvo que echarse a reír con la reacción de Marcus a no estudiar el último día y le señaló. — Si es que tiene una capacidad de improvisación digna de la licencia de plata por lo menos. — Y le acarició los rizos. — Guarda el pensamiento, mi amor, que a mí me parecerá bien lo que digas. — Dejó un beso en su mano y se perdió en ese sentimiento, esa felicidad, asintiendo cuando aseguró que podían con ello. Ahora, a lo de la carpeta se mordió el labio inferior. — No quería ser yo quien lo pidiera, pero me muero de curiosidad, la verdad. Pero me aguantaré y seré obediente por una vez, que me juego ser alquimista. — Dijo con aparente seriedad, mientras se pegaba a Marcus y abrían la carpeta de Tierra.
Estaba extasiada por los conocimientos, no dejaba de apuntar ideas que le venían según iba leyendo, pero es que en un momento dado, se giró para preguntarle algo a Marcus y se quedó tan extasiada al verlo, que ya solo pudo mirarlo, analizar esa mirada, esos gestos… Y Lawrence la pilló de lleno, pero se lo tomó bien y se rieron, aunque Marcus siguiera concentrado en lo suyo. — No puede engañar a nadie, puedes verle la alquimia en los ojos. Y mira que son bonitos, pero lo son aún más cuando esta leyendo alquimia— Contestó a la respuesta falsamente indignada de Marcus. — Cualquiera que te conozca podía ver tu mente como si fuera una ventana, mi amor. — Y se echó a reír en cuanto Molly entró.
Sonrió y se dejo cumplimentar por la abuela y les miró embelesada cuando demostraron ese amor tan incondicional (y ciertamente inesperado conociéndoles a los dos) que se tenían. Cuando Marcus dijo aquello, le dio un empujoncito y dijo. — ¡Déjales! Son adorables. Mira cómo se quieren después de… ¿cuánto, abuela? — Molly movió una mano en el aire. — Uy, hija, y quién sabe ya, prefiero no echar la cuenta. — Rieron mientras salían del taller en dirección a la casa y se inclinó hacia Marcus y susurró. — Eso quiero yo. — Acarició fugazmente su mejilla. — Pero tú no te me vayas a poner colorado porque te de un besito, eh. —
La comida estaba deliciosa, le sabía a auténtica gloria. — Abuela tienes que enseñarme porque a mí esto no me sale así ni de casualidad. — Muchas horas cocinando, cariño, ni más ni menos. Y patatas, muchas patatas, bien doraditas al horno. — Y mantequilla, mucha mantequilla también. — Incluyó Lawrence, haciéndola reír. — Pues creo que aprovecharé esta etapa de estudiante aquí para aprender a hacer todas estas cosas contigo. Aprendiendo alquimia y cocina a la vez. — El abuelo se rio y se limpió con la servilleta. — Uy hija, no esperes rigor magistral de la abuela. — Alice le guiñó un ojo. — Pero nosotras nos entendemos. —
Se hizo un silencio mientras los cuatro comían, pero Molly no aguantó mucho más y dijo. — Bueno, hijos, yo creo que vais a sacarla del tirón. — Alice rio un poco y se encogió de un hombro. — Gracias, Molly. Tenemos un buen maestro, y a tu nieto se le ha enseñado desde pequeño, y desde los once él a mí, es nuestra suerte. — Pero Molly no iba por ahí, ella solo había empezado un discurso, y lo iba a continuar. — Y luego tenéis que estar un año bajo la tutela de un alquimista mínimo de cristal, que va a ser este, claro… — Alice parpadeó y miró a Marcus, a ver por dónde salía la abuela. — Y un año es muy largo, y yo entiendo que ahora queráis estar en vuestras casas y recuperando la normalidad. — Bueno, eso en su caso no era así, pero no iba a tocar ese tema justamente ahora. — Pero como en un año hay mucho tiempo, quizá podríamos irnos todos juntos a Irlanda. Lawrence preparó algunas de sus licencias allí y podemos acondicionar la casa y tener un tallercito… Ballyknow es muy tranquilo y vais a poder estar alejados de… — Hizo un gesto con la mano. — Bueno de distracciones o cosas que os agobien y ya ir a Hielo bien preparados… ¿Me seguís? — Alice suspiró y se mordió los labios por dentro. Levantó la vista y miró a Lawrence que, de entrada, no se había opuesto. Y tratándose de alquimia, si no fuera una buena idea, ya le habría corregido. Pero ella pinchó. — ¿Crees que será suficiente con el taller para preparar Hielo? — Él se encogió de hombros. — Con mi biblioteca personal, para Hielo hay más que de sobra, y una de las bases de la investigación para esa licencia son los elementos vivos, por la fermentación y la coagulación, y para la naturaleza, Irlanda es insuperable. A veces… La isla puede ser muy buena para sanar. Para hallar la paz, si es que lo necesitáis, claro. — Y así no tendríais que preocuparos de nada, yo cocinaría, Larry os tutelaría, no habría… Preocupaciones. — Sí, estaban hablando de ella, de ella y de su entorno, de lo que los Gallia le provocaban. Sí, no era el mejor entorno para estudiar, y sí, tenía mucho que sanar, pero Marcus era muy familiar, y Marcus no querría separarse de sus padres así… Tragó saliva y respiró suavemente, antes de mirar a su novio. — ¿Tú… querrías? — No hace falta que nos decidamos ahora. — Intervino Molly. — Yo solo lo planteo para que sepáis que nos haría mucha ilusión y que creemos que sería bueno para vuestro aprendizaje, ¿verdad, Larry? — El abuelo asintió y les miró. — La concentración va a ser inigualable allí. Es un lugar… pacífico y amable. Sin preocupaciones ni agobios de grandes ciudades. A mí se me quedó pequeño pero… Estáis empezando y puede ser lo que mejor os venga. — Alice se quedó mirando a la nada en la mesa. Era pensarlo y a la vez se aliviaba y al mismo tiempo le daba mucho miedo, valorando que Marcus les llamara locos, pero ya imaginando como sería un pueblecito tranquilo y… alejado de todos aquellos recuerdos que hacían tanto daño.
Estaba extasiada por los conocimientos, no dejaba de apuntar ideas que le venían según iba leyendo, pero es que en un momento dado, se giró para preguntarle algo a Marcus y se quedó tan extasiada al verlo, que ya solo pudo mirarlo, analizar esa mirada, esos gestos… Y Lawrence la pilló de lleno, pero se lo tomó bien y se rieron, aunque Marcus siguiera concentrado en lo suyo. — No puede engañar a nadie, puedes verle la alquimia en los ojos. Y mira que son bonitos, pero lo son aún más cuando esta leyendo alquimia— Contestó a la respuesta falsamente indignada de Marcus. — Cualquiera que te conozca podía ver tu mente como si fuera una ventana, mi amor. — Y se echó a reír en cuanto Molly entró.
Sonrió y se dejo cumplimentar por la abuela y les miró embelesada cuando demostraron ese amor tan incondicional (y ciertamente inesperado conociéndoles a los dos) que se tenían. Cuando Marcus dijo aquello, le dio un empujoncito y dijo. — ¡Déjales! Son adorables. Mira cómo se quieren después de… ¿cuánto, abuela? — Molly movió una mano en el aire. — Uy, hija, y quién sabe ya, prefiero no echar la cuenta. — Rieron mientras salían del taller en dirección a la casa y se inclinó hacia Marcus y susurró. — Eso quiero yo. — Acarició fugazmente su mejilla. — Pero tú no te me vayas a poner colorado porque te de un besito, eh. —
La comida estaba deliciosa, le sabía a auténtica gloria. — Abuela tienes que enseñarme porque a mí esto no me sale así ni de casualidad. — Muchas horas cocinando, cariño, ni más ni menos. Y patatas, muchas patatas, bien doraditas al horno. — Y mantequilla, mucha mantequilla también. — Incluyó Lawrence, haciéndola reír. — Pues creo que aprovecharé esta etapa de estudiante aquí para aprender a hacer todas estas cosas contigo. Aprendiendo alquimia y cocina a la vez. — El abuelo se rio y se limpió con la servilleta. — Uy hija, no esperes rigor magistral de la abuela. — Alice le guiñó un ojo. — Pero nosotras nos entendemos. —
Se hizo un silencio mientras los cuatro comían, pero Molly no aguantó mucho más y dijo. — Bueno, hijos, yo creo que vais a sacarla del tirón. — Alice rio un poco y se encogió de un hombro. — Gracias, Molly. Tenemos un buen maestro, y a tu nieto se le ha enseñado desde pequeño, y desde los once él a mí, es nuestra suerte. — Pero Molly no iba por ahí, ella solo había empezado un discurso, y lo iba a continuar. — Y luego tenéis que estar un año bajo la tutela de un alquimista mínimo de cristal, que va a ser este, claro… — Alice parpadeó y miró a Marcus, a ver por dónde salía la abuela. — Y un año es muy largo, y yo entiendo que ahora queráis estar en vuestras casas y recuperando la normalidad. — Bueno, eso en su caso no era así, pero no iba a tocar ese tema justamente ahora. — Pero como en un año hay mucho tiempo, quizá podríamos irnos todos juntos a Irlanda. Lawrence preparó algunas de sus licencias allí y podemos acondicionar la casa y tener un tallercito… Ballyknow es muy tranquilo y vais a poder estar alejados de… — Hizo un gesto con la mano. — Bueno de distracciones o cosas que os agobien y ya ir a Hielo bien preparados… ¿Me seguís? — Alice suspiró y se mordió los labios por dentro. Levantó la vista y miró a Lawrence que, de entrada, no se había opuesto. Y tratándose de alquimia, si no fuera una buena idea, ya le habría corregido. Pero ella pinchó. — ¿Crees que será suficiente con el taller para preparar Hielo? — Él se encogió de hombros. — Con mi biblioteca personal, para Hielo hay más que de sobra, y una de las bases de la investigación para esa licencia son los elementos vivos, por la fermentación y la coagulación, y para la naturaleza, Irlanda es insuperable. A veces… La isla puede ser muy buena para sanar. Para hallar la paz, si es que lo necesitáis, claro. — Y así no tendríais que preocuparos de nada, yo cocinaría, Larry os tutelaría, no habría… Preocupaciones. — Sí, estaban hablando de ella, de ella y de su entorno, de lo que los Gallia le provocaban. Sí, no era el mejor entorno para estudiar, y sí, tenía mucho que sanar, pero Marcus era muy familiar, y Marcus no querría separarse de sus padres así… Tragó saliva y respiró suavemente, antes de mirar a su novio. — ¿Tú… querrías? — No hace falta que nos decidamos ahora. — Intervino Molly. — Yo solo lo planteo para que sepáis que nos haría mucha ilusión y que creemos que sería bueno para vuestro aprendizaje, ¿verdad, Larry? — El abuelo asintió y les miró. — La concentración va a ser inigualable allí. Es un lugar… pacífico y amable. Sin preocupaciones ni agobios de grandes ciudades. A mí se me quedó pequeño pero… Estáis empezando y puede ser lo que mejor os venga. — Alice se quedó mirando a la nada en la mesa. Era pensarlo y a la vez se aliviaba y al mismo tiempo le daba mucho miedo, valorando que Marcus les llamara locos, pero ya imaginando como sería un pueblecito tranquilo y… alejado de todos aquellos recuerdos que hacían tanto daño.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Como las piedras celtas Con Alice | En Nueva York | 21 de septiembre de 2002 |
La comida de Maeve era extraordinaria, y ciertamente parecida a la de su abuela (se notaba que ambas se habían llevado las recetas de Irlanda). Pero cómo había echado de menos la comida de Molly, tenía ese sabor familiar que le recordaba a su infancia. Se estaba poniendo morado. ¿Alquimia, Alice y comida de sus abuelos en una misma mañana? ¿Dónde tenía que firmar? Ahora se recordaba a sí mismo en Nueva York y daba eternas gracias a su familia irlandesa por haber sido tan buena, pero le resultaba pesadillesco. Solo de pensar que ellos no hubieran estado y se las hubiesen tenido que ingeniar solo... Pero eso ya era un capítulo pasado de sus vidas. Tocaba mirar hacia delante, y lo que se planteaba era muy bueno.
Se estaba limitando a comer mucho, a sonreír y a escuchar, porque para hablar no le daba ya la capacidad. De hecho, ni detectó el silencio ni, por supuesto, si el mensaje de su abuela llevaba otro velado, lo iba a pillar, porque estaba absolutamente a lo suyo, viviendo su vida como consideraba que la tenía que vivir, bien feliz y determinando que los problemas estaban ya acabados, pasados y cerrados. Eso sí, la propuesta de Irlanda le hizo dejar de masticar y mirar a todos los presentes. - ¿En serio? - Preguntó, con la ilusión ya emergente, cuando pudo reaccionar. Se limpió un poco con la servilleta antes de seguir. - Yo había pensado en Francia. Es cuna de la alquimia y tendríamos cerca a la familia. - Comentó mirando a Alice, y poco a poco empezó a sonreír. - Pero lo de Irlanda... suena genial. - Apretó la mano de su novia. - Queríamos viajar allí, conocerla. Hacía tiempo que queríamos ir, y ya teníamos las Navidades planeadas con los Lacey. Pero pasar allí el año... sería una experiencia magnífica. - Y sí, había echado de menos su casa y no pensaba que se iría tan pronto, apenas había podido disfrutar del tiempo allí y con sus padres desde que salió del colegio entre una cosa y otra. Pero Irlanda, junto con La Provenza, era lo que más sensación de hogar le daba, y para las apariciones no estaba tan lejos. Le parecía una idea fantástica.
La explicación de sus abuelos ni la necesitaba, él ya estaba convencido, solo le sirvió para convencerse aún más. La pregunta de Alice le hizo parpadear, sin borrar la sonrisa. - Claro. - Dijo de corazón, y entonces reparó en algo. - ¿Y tú? - Preguntó, un tanto dudoso. Encogió un hombro. - La idea de Francia... sigue siendo buena, si lo prefieres. - Miró a sus abuelos. - ¿Podría combinarse, si lo queremos así? - Pero Molly dijo que no tenían por qué decidirlo ya, y las expresiones de ambos... No parecían tan entusiasmados como Marcus hubiera imaginado ante la idea de pasar todo el año en Irlanda. Pero serían sus dudas, había vuelto muy temeroso de América.
- ¡Buenas! - Se escuchó la, si bien tan monocorde como siempre, levemente más feliz voz de su tía Erin. Segundos más tarde, ella y Aaron, a quien parecían haberle desaparecido las ojeras y tener más luz en la cara, aparecieron por el comedor. - Ay, cariño, qué alegría tenerte por aquí. - Tienen un jardín precioso, señores O'Donnell. - Miró a su alrededor con una sonrisa. - Me resulta familiar esto. - Os dije que estar con Frankie y Maeve era como estar con vosotros. - Comentó Marcus divertido, y fue a saludar con afecto tanto a Aaron como a su tía. - ¿Ya habéis comido? - Yo no sé como esta mujer se alimenta cuando está por ahí con los bichos. - Suspiró Molly, y mientras se iba a la cocina decía. - Menos mal que siempre me sobra comida. - Erin les miró y se encogió de hombros. - A veces se me olvida comer. Pero estoy viva. - Se sentó a la mesa. - Vivi tenía hoy un reportaje en Praga. Se ha ido esta mañana y dudo que vuelva hasta... igual no vuelve hasta mañana. - Puso una leve expresión avergonzada. - Puede que no hayamos contado con el invitado para comer... - Yo estoy feliz. - Dijo Aaron, cero problemas, alzando las palmas y sentado junto a Erin. - No tengo ni hambre. No he estado más tranquilo en mi vida. - Te aseguro que, cuando mi mujer venga con la comida, te entra hambre. - No lo niego. - Contestó el chico entre risas a la broma de Lawrence.
- ¿Has hecho costillas? - Preguntó Erin, casi echándose sobre la mesa cuando Molly llegó con la comida. Aaron también se estaba dejando derretir por el olor. La abuela suspiró. - Lo dicho, muerta de hambre. - Es que me encantan las costillas. - Aaron, bromista y con una ya en la mano, dijo. - Es un tanto irónico que te gusten tanto las costillas siendo tan animalista. - Erin le miró con los ojos entornados. - No son de dragón. - Todos rieron, y Marcus señaló a su tía. - Tienes suerte de que no esté Violet aquí para desvelar que seguro que las has probado. - Siguieron riendo y él, divertido, añadió. - Y aparte de saquear la cocina de la abuela, ¿qué os trae por aquí? -
Se estaba limitando a comer mucho, a sonreír y a escuchar, porque para hablar no le daba ya la capacidad. De hecho, ni detectó el silencio ni, por supuesto, si el mensaje de su abuela llevaba otro velado, lo iba a pillar, porque estaba absolutamente a lo suyo, viviendo su vida como consideraba que la tenía que vivir, bien feliz y determinando que los problemas estaban ya acabados, pasados y cerrados. Eso sí, la propuesta de Irlanda le hizo dejar de masticar y mirar a todos los presentes. - ¿En serio? - Preguntó, con la ilusión ya emergente, cuando pudo reaccionar. Se limpió un poco con la servilleta antes de seguir. - Yo había pensado en Francia. Es cuna de la alquimia y tendríamos cerca a la familia. - Comentó mirando a Alice, y poco a poco empezó a sonreír. - Pero lo de Irlanda... suena genial. - Apretó la mano de su novia. - Queríamos viajar allí, conocerla. Hacía tiempo que queríamos ir, y ya teníamos las Navidades planeadas con los Lacey. Pero pasar allí el año... sería una experiencia magnífica. - Y sí, había echado de menos su casa y no pensaba que se iría tan pronto, apenas había podido disfrutar del tiempo allí y con sus padres desde que salió del colegio entre una cosa y otra. Pero Irlanda, junto con La Provenza, era lo que más sensación de hogar le daba, y para las apariciones no estaba tan lejos. Le parecía una idea fantástica.
La explicación de sus abuelos ni la necesitaba, él ya estaba convencido, solo le sirvió para convencerse aún más. La pregunta de Alice le hizo parpadear, sin borrar la sonrisa. - Claro. - Dijo de corazón, y entonces reparó en algo. - ¿Y tú? - Preguntó, un tanto dudoso. Encogió un hombro. - La idea de Francia... sigue siendo buena, si lo prefieres. - Miró a sus abuelos. - ¿Podría combinarse, si lo queremos así? - Pero Molly dijo que no tenían por qué decidirlo ya, y las expresiones de ambos... No parecían tan entusiasmados como Marcus hubiera imaginado ante la idea de pasar todo el año en Irlanda. Pero serían sus dudas, había vuelto muy temeroso de América.
- ¡Buenas! - Se escuchó la, si bien tan monocorde como siempre, levemente más feliz voz de su tía Erin. Segundos más tarde, ella y Aaron, a quien parecían haberle desaparecido las ojeras y tener más luz en la cara, aparecieron por el comedor. - Ay, cariño, qué alegría tenerte por aquí. - Tienen un jardín precioso, señores O'Donnell. - Miró a su alrededor con una sonrisa. - Me resulta familiar esto. - Os dije que estar con Frankie y Maeve era como estar con vosotros. - Comentó Marcus divertido, y fue a saludar con afecto tanto a Aaron como a su tía. - ¿Ya habéis comido? - Yo no sé como esta mujer se alimenta cuando está por ahí con los bichos. - Suspiró Molly, y mientras se iba a la cocina decía. - Menos mal que siempre me sobra comida. - Erin les miró y se encogió de hombros. - A veces se me olvida comer. Pero estoy viva. - Se sentó a la mesa. - Vivi tenía hoy un reportaje en Praga. Se ha ido esta mañana y dudo que vuelva hasta... igual no vuelve hasta mañana. - Puso una leve expresión avergonzada. - Puede que no hayamos contado con el invitado para comer... - Yo estoy feliz. - Dijo Aaron, cero problemas, alzando las palmas y sentado junto a Erin. - No tengo ni hambre. No he estado más tranquilo en mi vida. - Te aseguro que, cuando mi mujer venga con la comida, te entra hambre. - No lo niego. - Contestó el chico entre risas a la broma de Lawrence.
- ¿Has hecho costillas? - Preguntó Erin, casi echándose sobre la mesa cuando Molly llegó con la comida. Aaron también se estaba dejando derretir por el olor. La abuela suspiró. - Lo dicho, muerta de hambre. - Es que me encantan las costillas. - Aaron, bromista y con una ya en la mano, dijo. - Es un tanto irónico que te gusten tanto las costillas siendo tan animalista. - Erin le miró con los ojos entornados. - No son de dragón. - Todos rieron, y Marcus señaló a su tía. - Tienes suerte de que no esté Violet aquí para desvelar que seguro que las has probado. - Siguieron riendo y él, divertido, añadió. - Y aparte de saquear la cocina de la abuela, ¿qué os trae por aquí? -
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Como las piedras celtas Con Marcus | En casa O'Donnell| 21 de septiembre de 2002 |
Sus ojos brillaron al ver la ilusión de su novio. No podía pedir nada mejor. — ¡Claro que sí! — Dijo emocionada. Eso necesitaba. Estar lejos, y no porque estuviera forzada, porque quería ella. Estudiar tranquila, estar en un pueblo donde nadie supiera todos sus líos de familia, ni la reputación de su padre, ni… Solo sería la novia del nieto de los O’Donnell, solo leería, investigaría y aprendería a cocinar. Abrió mucho los ojos a lo de Francia y negó con la cabeza. — ¿Francia? No, no, mi amor… Eso ya para… — Nunca. — Acero, cuando haya que hacer la estancia en el extranjero y eso… Ahora no… La… La obra de Jackie y los… — Gallia, los Gallia. Los Gallia que todo lo contaminan que me necesitarán para que arregle diez mil cosas como hacía mi madre y por eso nunca volvió a trabajar desde que llegó a Inglaterra, porque su trabajo era arregladora oficial de problemas Gallia, pensó con agobio. — Igual cuando tengáis ese taller tan bonito que siempre habéis querido, podéis pasar allí una temporada. — Le ayudó Molly con una sonrisa. Ella asintió, agradecida, y apretó la mano de Marcus. — Sí. Eso es. Nos moríamos por conocer Irlanda y va a ser… Genial y buenísimo para la concentración y para conectar con esa parte de nuestra historia. — Y antes de que sintiera que necesitaba seguir hablando por no callar, aparecieron allí Erin y Aaron.
Casi podía visualizar el terremoto ocurrido en la mente de Erin cuando, sin una Vivi que sabe lidiar con ese tipo de caos, se dio cuenta de que tenían que: adquirir comida, cocinarla, servirla y limpiarlo todo después, y, ante el bloqueo, había recurrido a los O’Donnell. — Tampoco guisa ashwinders ni nada parecido. No la hagas sentir mal. — Criticó a su primo dándole un empujoncito mientras Erin mascullaba algo de que las tribus aborígenes de Australia hacían cosas peores y rio a la aseveración de Marcus. — Seguro que haría algún comentario inapropiado incluyendo el verbo “comer”. — Dijo ella, un poco más relajada, soltando el aire y dejando salir una sonrisa.
Se quedaron con Aaron y Erin mientras terminaban de comer, hablando de esto y de aquello, hasta que su primo tomó una postura como de ir a decir algo y se dio cuenta de que no habían ido allí solo a comer. — Bueno quería aprovechar que estáis los dos aquí… Y de paso unos cuantos O’Donnells, para que se vaya expandiendo la noticia, para contaros que ya sé a dónde me voy a ir. — Alice parpadeó y miró a Marcus y luego a su primo, con comprensión. — Entonces Ethan… Nada, ¿no? — Chasqueó la lengua y levantó las palmas. — Ethan y yo no nos amamos precisamente, y… Quizá suene un poco egoísta, pero está metido en una situación demasiado parecida a la que me acabo de librar. — Hijo, si es que lo has pasado muy mal, tienes todo el derecho… — Ay, mamá, déjale hablar. — Riñó Erin a Molly. — No, si no pasa nada… Pero es que estoy cansado justo de eso. Aaron el que lo ha pasado mal, Aaron el pobre que tuvo que dar tumbos por dos países, que se moría de miedo, que… En fin, estoy cansado de mi propia historia. Voy a cambiarme el apellido, a ser una nueva persona… Igual ni siquiera sigo haciendo magia, o la hago solo en mi casa y vivo entre los nomaj, en un sitio en el que se tolere mejor la homsexualidad y no tenga que preguntarme que opinará sobre el tema el que esté enfrente. — Molly suspiró y negó con tristeza. — Me temo, cariño, que para eso queda mucho, entre muggles y magos. — Pero entre los muggles está más aceptado según el sitio. — Señaló Erin y Alice la miró. Su tata y ella vivían en un barrio muggle por algo, y ambas estaban acostumbradas a confundirse con la pared cuando de muggles se trataba, y eso era porque probablemente no se sentían tan observadas y juzgadas entre ellos como entre los magos. Pero Aaron la sacó de su reflexión. — Pero tengo que pedirte algo, prima. — Volvió a su ser y asintió. — Claro, dime. — Quiero hablar con tu madre. Y no quiero hacerlo contra tu deseo. — Por un momento se quedó en shock, y diría que el resto de los presentes también, porque se hizo un silencio tal que fue hasta agobiante. — Aaron mi madre… — Me refiero a su retrato. Sé que está aquí. — Alice parpadeó y frunció el ceño. — Pero… El retrato… No es mi madre, Aaron. — Dijo, tratando de sonar comprensiva, pero sin duda tensa. — Es una sombra de su alma, no es un cerebro, no puede… Decirte nada, probablemente ni reconocerte. — Él asintió muy tranquilo y apoyó las manos en la mesa. — Cuento con ello. Sé que es solo una parte de ella y que tiene una conversación limitada pero… Es la única persona que hizo lo que voy a hacer yo. Quiero intentarlo aunque sea. — Alice se giró y miró a los O’Donnells de la mesa. Todos miraban con pena a Aaron y son reserva a ella. Ya, ya sabía lo que le iban a decir. Suspiró. — ¿Dónde está? — Arriba en la habitación de Arnold. Generalmente la tenemos por aquí para que no se aburra, pero no queríamos que te viera y te acosara a preguntas. — Contestó Larry. Vaya, ahora era como tener una mascota de la que ella tenía miedo o algo así y tenía que encerrarla cuando ella iba. Se levantó y dijo. — Venga, vamos. — Su primo parpadeó y la miró sorprendido. — ¿De verdad? — Ella alzó las cejas. — ¿Qué esperabas? He gastado muchas energías en Nueva York, Aaron. ¿Tú quieres hablar con un cuadro porque crees que te va a ayudar? Hablemos. Yo espero que sepas ver la diferencia con algo real, confío en ello. Si no, otro más al que voy a tener que ayudar ¿qué más da uno más? No serás el primero, ya he andado ese camino. — Se giró a los demás y dijo. — Ahora volvemos. —
Casi podía visualizar el terremoto ocurrido en la mente de Erin cuando, sin una Vivi que sabe lidiar con ese tipo de caos, se dio cuenta de que tenían que: adquirir comida, cocinarla, servirla y limpiarlo todo después, y, ante el bloqueo, había recurrido a los O’Donnell. — Tampoco guisa ashwinders ni nada parecido. No la hagas sentir mal. — Criticó a su primo dándole un empujoncito mientras Erin mascullaba algo de que las tribus aborígenes de Australia hacían cosas peores y rio a la aseveración de Marcus. — Seguro que haría algún comentario inapropiado incluyendo el verbo “comer”. — Dijo ella, un poco más relajada, soltando el aire y dejando salir una sonrisa.
Se quedaron con Aaron y Erin mientras terminaban de comer, hablando de esto y de aquello, hasta que su primo tomó una postura como de ir a decir algo y se dio cuenta de que no habían ido allí solo a comer. — Bueno quería aprovechar que estáis los dos aquí… Y de paso unos cuantos O’Donnells, para que se vaya expandiendo la noticia, para contaros que ya sé a dónde me voy a ir. — Alice parpadeó y miró a Marcus y luego a su primo, con comprensión. — Entonces Ethan… Nada, ¿no? — Chasqueó la lengua y levantó las palmas. — Ethan y yo no nos amamos precisamente, y… Quizá suene un poco egoísta, pero está metido en una situación demasiado parecida a la que me acabo de librar. — Hijo, si es que lo has pasado muy mal, tienes todo el derecho… — Ay, mamá, déjale hablar. — Riñó Erin a Molly. — No, si no pasa nada… Pero es que estoy cansado justo de eso. Aaron el que lo ha pasado mal, Aaron el pobre que tuvo que dar tumbos por dos países, que se moría de miedo, que… En fin, estoy cansado de mi propia historia. Voy a cambiarme el apellido, a ser una nueva persona… Igual ni siquiera sigo haciendo magia, o la hago solo en mi casa y vivo entre los nomaj, en un sitio en el que se tolere mejor la homsexualidad y no tenga que preguntarme que opinará sobre el tema el que esté enfrente. — Molly suspiró y negó con tristeza. — Me temo, cariño, que para eso queda mucho, entre muggles y magos. — Pero entre los muggles está más aceptado según el sitio. — Señaló Erin y Alice la miró. Su tata y ella vivían en un barrio muggle por algo, y ambas estaban acostumbradas a confundirse con la pared cuando de muggles se trataba, y eso era porque probablemente no se sentían tan observadas y juzgadas entre ellos como entre los magos. Pero Aaron la sacó de su reflexión. — Pero tengo que pedirte algo, prima. — Volvió a su ser y asintió. — Claro, dime. — Quiero hablar con tu madre. Y no quiero hacerlo contra tu deseo. — Por un momento se quedó en shock, y diría que el resto de los presentes también, porque se hizo un silencio tal que fue hasta agobiante. — Aaron mi madre… — Me refiero a su retrato. Sé que está aquí. — Alice parpadeó y frunció el ceño. — Pero… El retrato… No es mi madre, Aaron. — Dijo, tratando de sonar comprensiva, pero sin duda tensa. — Es una sombra de su alma, no es un cerebro, no puede… Decirte nada, probablemente ni reconocerte. — Él asintió muy tranquilo y apoyó las manos en la mesa. — Cuento con ello. Sé que es solo una parte de ella y que tiene una conversación limitada pero… Es la única persona que hizo lo que voy a hacer yo. Quiero intentarlo aunque sea. — Alice se giró y miró a los O’Donnells de la mesa. Todos miraban con pena a Aaron y son reserva a ella. Ya, ya sabía lo que le iban a decir. Suspiró. — ¿Dónde está? — Arriba en la habitación de Arnold. Generalmente la tenemos por aquí para que no se aburra, pero no queríamos que te viera y te acosara a preguntas. — Contestó Larry. Vaya, ahora era como tener una mascota de la que ella tenía miedo o algo así y tenía que encerrarla cuando ella iba. Se levantó y dijo. — Venga, vamos. — Su primo parpadeó y la miró sorprendido. — ¿De verdad? — Ella alzó las cejas. — ¿Qué esperabas? He gastado muchas energías en Nueva York, Aaron. ¿Tú quieres hablar con un cuadro porque crees que te va a ayudar? Hablemos. Yo espero que sepas ver la diferencia con algo real, confío en ello. Si no, otro más al que voy a tener que ayudar ¿qué más da uno más? No serás el primero, ya he andado ese camino. — Se giró a los demás y dijo. — Ahora volvemos. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Como las piedras celtas Con Alice | En Nueva York | 21 de septiembre de 2002 |
Aaron ya le había comentado sus intenciones de irse, pero Marcus era experto en ver la realidad tal y como le gustaba y argumentar por qué así estaba bien: era cierto que entendía perfectamente sus motivos y los apoyaba, pero ahora que les veía ahí a todos juntos, que le veía tan contento e integrado con Alice, y lo bien que había conectado con Erin y Violet, ¿tan descabellado sería que se quedara en Inglaterra? Era lejos de los Van Der Luyden igualmente. También era solo un espejismo, porque precisamente había ido a comunicarles que se iba, así que frunción los labios en una sonrisa leve y le escuchó.
Y se ahorraba las opiniones al respecto, pero por supuesto que apoyaba que tomara distancia de Ethan. Ese chico necesitaba primero arreglarse él y Aaron no estaba para arreglar a nadie ni dejarse arrastrar por otra situación como de la que veía huyendo precisamente. Podría sonar cruel pero era lo más práctico, y desde luego lo mejor para Aaron. Él mismo decía que no se amaban, Marcus opinaría diferente de haber amor de por medio, pero no habiéndolo era la decisión más inteligente que podía tomar. Lo que le sorprendió y alegró a partes iguales fue el discurso que le siguió, porque si algo le había afeado Marcus a Aaron desde que le conoció había sido su discurso victimista. - Te honra muchísimo eso. - Afirmó de corazón, con una sonrisa más amplia.
No le quería aguar la fiesta, pero ¿por qué iban los muggles a tolerar la homosexualidad mejor que los magos? Marcus no lo reconocía a viva voz, pero le costaba ver que los muggles pudieran hacer algo mejor que los magos. Si bien entendía que quisiera quitarse tanto de en medio que abandonara hasta la magia. Él no podría, y creía que, a la larga, Aaron también querría hacer uso de sus poderes, que solo estaba huyendo por hartazgo de ese mundo que tanto le había hecho sufrir... pero eran sus decisiones y él las apoyaba. Eso sí, su petición a Alice sí que le puso tenso, tanto que hasta se removió en la silla.
En lo que los primos hablaban, él no paraba de intercambiar miradas incómodas con su familia. Había visto lo que era pensar que ese retrato era la Janet real, y lo que le faltaba a Aaron era engancharse a eso, últimamente había hecho muchas referencias a ella. Y sabía que Alice prefería no estar en su presencia... pero cualquiera le llevaba ahora la contraria. Aunque lo intentó, con sutileza. - Emm. - Empezó, prudente e inclinándose ligeramente hacia delante en su silla. - Puedo ir yo con él, si lo prefieres. - Pero, en lo que acababa su frase, notó la mano de su abuelo en su antebrazo, muy discretamente, aunque el hombre estaba contestando a la chica. Tragó saliva. Nada, Alice ni siquiera dio opción a hacer otra cosa.
Se quedó un espeso silencio entre los presentes que, al cabo de unos instantes, Lawrence rompió con una especie de suspiro cansado, mientras se levantaba de su silla y decía. - Hija, ayúdame a recoger esto. Ya que tu madre ha tenido a bien servirnos a todos, que se vaya a descansar merecidamente. - Erin se levantó también, y ambos empezaron a recoger a punta de varita. Cuando Marcus fue a hacer lo mismo, su abuela, levantándose, le dio un par de palmaditas en la mano y le dijo. - Uy, qué va, yo no sirvo para estar en el sofá mirando a la nada, y llevo muchos meses sin ver a mi nieto. Tú te vienes conmigo y me haces compañía en el descanso. - Pero puedo echar una m... - Nooo no, si tu abuelo te tiene ya condecorado como héroe que merece descanso. Ellos recogen. - Rio con la ocurrencia de su abuela y, mientras Lawrence y Erin ni les miraban, como si se quisieran mimetizar con la vajilla que estaban recogiendo, se vio arrastrado por la mujer hacia el salón.
Se sentó ella con un suspiro en el sofá, y él a su lado. Ya le estaba viendo la cara de querer reñirle. - No te voy a reñir, hijo, si no has hecho nada. - Rodó los ojos. - ¿¿Es que no puede uno pensar nada en esta familia sin que se lo adivinen?? - Tienes una cara muy expresiva, cariño. Aún tienes que practicar un poco más si quieres parecerte a tu madre. - Volvió a suspirar, recolocándose correctamente en el sofá. - O asumir que en tu ejercicio profesional y con gente a la que quieres impresionar te sale muy bien, pero que en tu familia bajas la guardia y sacas tu vena O'Donnell, así que sí, te oímos pensar. Me casé con uno y engendré otros dos, y uno de ellos otros dos a su vez. No pretendas engañarme. - Suspiró levemente aunque con una sonrisilla. - No recordaba haber hecho nada malo, pero bueno, ya que no es para reñirme... ¿para qué queríais todos que habláramos tú y yo en privado? - Molly le miró circunstancial, aunque tierna. - Porque aún no has aterrizado de Nueva York, cariño. -
Y se ahorraba las opiniones al respecto, pero por supuesto que apoyaba que tomara distancia de Ethan. Ese chico necesitaba primero arreglarse él y Aaron no estaba para arreglar a nadie ni dejarse arrastrar por otra situación como de la que veía huyendo precisamente. Podría sonar cruel pero era lo más práctico, y desde luego lo mejor para Aaron. Él mismo decía que no se amaban, Marcus opinaría diferente de haber amor de por medio, pero no habiéndolo era la decisión más inteligente que podía tomar. Lo que le sorprendió y alegró a partes iguales fue el discurso que le siguió, porque si algo le había afeado Marcus a Aaron desde que le conoció había sido su discurso victimista. - Te honra muchísimo eso. - Afirmó de corazón, con una sonrisa más amplia.
No le quería aguar la fiesta, pero ¿por qué iban los muggles a tolerar la homosexualidad mejor que los magos? Marcus no lo reconocía a viva voz, pero le costaba ver que los muggles pudieran hacer algo mejor que los magos. Si bien entendía que quisiera quitarse tanto de en medio que abandonara hasta la magia. Él no podría, y creía que, a la larga, Aaron también querría hacer uso de sus poderes, que solo estaba huyendo por hartazgo de ese mundo que tanto le había hecho sufrir... pero eran sus decisiones y él las apoyaba. Eso sí, su petición a Alice sí que le puso tenso, tanto que hasta se removió en la silla.
En lo que los primos hablaban, él no paraba de intercambiar miradas incómodas con su familia. Había visto lo que era pensar que ese retrato era la Janet real, y lo que le faltaba a Aaron era engancharse a eso, últimamente había hecho muchas referencias a ella. Y sabía que Alice prefería no estar en su presencia... pero cualquiera le llevaba ahora la contraria. Aunque lo intentó, con sutileza. - Emm. - Empezó, prudente e inclinándose ligeramente hacia delante en su silla. - Puedo ir yo con él, si lo prefieres. - Pero, en lo que acababa su frase, notó la mano de su abuelo en su antebrazo, muy discretamente, aunque el hombre estaba contestando a la chica. Tragó saliva. Nada, Alice ni siquiera dio opción a hacer otra cosa.
Se quedó un espeso silencio entre los presentes que, al cabo de unos instantes, Lawrence rompió con una especie de suspiro cansado, mientras se levantaba de su silla y decía. - Hija, ayúdame a recoger esto. Ya que tu madre ha tenido a bien servirnos a todos, que se vaya a descansar merecidamente. - Erin se levantó también, y ambos empezaron a recoger a punta de varita. Cuando Marcus fue a hacer lo mismo, su abuela, levantándose, le dio un par de palmaditas en la mano y le dijo. - Uy, qué va, yo no sirvo para estar en el sofá mirando a la nada, y llevo muchos meses sin ver a mi nieto. Tú te vienes conmigo y me haces compañía en el descanso. - Pero puedo echar una m... - Nooo no, si tu abuelo te tiene ya condecorado como héroe que merece descanso. Ellos recogen. - Rio con la ocurrencia de su abuela y, mientras Lawrence y Erin ni les miraban, como si se quisieran mimetizar con la vajilla que estaban recogiendo, se vio arrastrado por la mujer hacia el salón.
Se sentó ella con un suspiro en el sofá, y él a su lado. Ya le estaba viendo la cara de querer reñirle. - No te voy a reñir, hijo, si no has hecho nada. - Rodó los ojos. - ¿¿Es que no puede uno pensar nada en esta familia sin que se lo adivinen?? - Tienes una cara muy expresiva, cariño. Aún tienes que practicar un poco más si quieres parecerte a tu madre. - Volvió a suspirar, recolocándose correctamente en el sofá. - O asumir que en tu ejercicio profesional y con gente a la que quieres impresionar te sale muy bien, pero que en tu familia bajas la guardia y sacas tu vena O'Donnell, así que sí, te oímos pensar. Me casé con uno y engendré otros dos, y uno de ellos otros dos a su vez. No pretendas engañarme. - Suspiró levemente aunque con una sonrisilla. - No recordaba haber hecho nada malo, pero bueno, ya que no es para reñirme... ¿para qué queríais todos que habláramos tú y yo en privado? - Molly le miró circunstancial, aunque tierna. - Porque aún no has aterrizado de Nueva York, cariño. -
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Ivanka
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Como las piedras celtas Con Marcus | En casa O'Donnell| 21 de septiembre de 2002 |
Nunca había subido a la habitación de Arnold, pero sí a la de Erin, y se veía cuál era la principal, así que más o menos intuía por dónde podía estar. En su día habría sido distinta, pero, en algún punto, Molly y Lawrence habían puesto allí dos camas, claramente para Marcus y Lex por si se quedaban a dormir, pero todo seguía emanando Arnold. La estantería con libros juveniles y de juegos matemáticos perfectamente ordenada, las cortinas en tonos de azul, todo tan ordenado y sereno, pero a la vez alegre. Había una cómoda, y sobre ella una especie de juguetes, pero a Alice lo que le llamaba la atención era lo de justo encima.
Ahí, plácidamente dormida, estaba su madre, su jovencísima madre, con su vestido morado y su cabellera negra desparramada. Oyó cómo Aaron cogía aire con profundidad. Ya, impresiona, si es que buena idea no era, pensó con retintín. — Sabes que yo esas cosas puedo oírlas, ¿verdad? — Ella suspiró, y le iba a contestar, pero Janet se despertó de golpe y, en cuanto la reconoció se pegó a su superficie. — ¿ALICE? ¡Alice, mi vida, eres tú! ¡Has venido a verme! Molly me dijo que estabas de viaje tú también! Ya pensé que me habíais dejado aquí para siempre! — Ella trató de contener la reacción y tragó saliva. — Hola, mamá. — ¿Cómo estás, cariño? Ay, te agradezco tanto que hayas venido… — Avanzó un poco hacia ella y tiró de Aaron. — Uy, ¿quién es tu amigo? — Cambió un poco de expresión. — ¿Y Marcus? ¿No ha venido contigo? — Está abajo, con los abuelos. Pero… Aaron ha venido a verte a ti. — Se llevó las manos al pecho y se sonrojó. — ¿A MÍ? Uy, ni que yo fuera aquí… Hola, Aaron, ¿por qué querías verme? — Ahora al que le costaba hablar era a él. No es tan fácil, eh, pensó con un poquito de resquemor. — Hola, Janet… Soy… Aaron McGrath. Soy tu sobrino, el hijo de tu hermana. —
Los tres se habían quedado en un silencio muy tenso, y a Janet le parecía costar bastante hilarlo todo, parpadeando y con la boca entreabierta. No en vano no era una inteligencia como tal, no podía hacer mucha deducción lógica con tanta facilidad. — Eres… El hijo de Lucy… Pero claro eres… — Rio un poco con ternura. — Solo un poco mayor que mi Alice, evidentemente. Y cómo te pareces a mi padre de joven, has sacado todos los genes Van Der Luyden, sin duda. — Sus ojos se inundaron. — No sabía ni si habías sido niño o niña… La última vez que vi a tu madre estaba embarazada, después de todo lo que le había costado… Tu padre debe estar encantado de que seas un niño, era su obsesión… — Aaron rio con un poco de tristeza. — Oye, ¿pero cómo es que estás aquí? ¿Es que Lucy… Ha ido a buscarme, a mi familia? — No sabe nada de lo de Dylan ni el espionaje, pensó para que Aaron la oyera. — No ha sido así exactamente. — Dijo él, acercándose al cuadro afablemente. — Más bien… Yo me he escapado. — Y vio cómo le cambió la expresión a su madre. — Oh, cariño… ¿qué pasó? — El corazón le dolió. Alice había crecido con ese tono de voz. Esa voz que te hacía sentir que tu conflicto era lo más importante del mundo, que la persona delante de ti te estaba prestando absolutamente toda su atención y quería consolarte y quererte. Recordaba esa calidez, esa tranquilidad de “me acaba de pasar algo malo” y poder correr sin pensar a los brazos de su madre, segura de que ella iba a encontrar la solución. Desde que ella murió, había podido recurrir a gente, pero no era gente que le hiciera sentir que su problema era el más importante del mundo. Que le diera un besito y le dijera “no pasa nada, ahora mismo se arregla”. Lo que encontraba era “tienes que ser fuerte, pero ser justa, mantenerte firme, lucha, acabarás ganando” y echaba tanto de menos ese tono, esa escucha… Se había perdido la mitad de la conversación claramente. — Siempre me pregunté que pasaría si algún día había un homosexual en la familia, o un squib o… Quién sabe. En si yo podría hacer algo y… Bueno, ya no puedo, pero me alegro que hayas encontrado a Alice. Mi niña es muy buena también, como su padre, ellos te van a ayudar, ya lo verás. —Aaron se había quedado callado y claramente pensando. — La cosa es, tía Janet que… Tengo un dinero, ¿sabes? Bastante, la verdad, suficiente para empezar una nueva vida… Pero no sé cómo hacerlo. Tú lo hiciste, ¿cómo se hace? —
Ahí, plácidamente dormida, estaba su madre, su jovencísima madre, con su vestido morado y su cabellera negra desparramada. Oyó cómo Aaron cogía aire con profundidad. Ya, impresiona, si es que buena idea no era, pensó con retintín. — Sabes que yo esas cosas puedo oírlas, ¿verdad? — Ella suspiró, y le iba a contestar, pero Janet se despertó de golpe y, en cuanto la reconoció se pegó a su superficie. — ¿ALICE? ¡Alice, mi vida, eres tú! ¡Has venido a verme! Molly me dijo que estabas de viaje tú también! Ya pensé que me habíais dejado aquí para siempre! — Ella trató de contener la reacción y tragó saliva. — Hola, mamá. — ¿Cómo estás, cariño? Ay, te agradezco tanto que hayas venido… — Avanzó un poco hacia ella y tiró de Aaron. — Uy, ¿quién es tu amigo? — Cambió un poco de expresión. — ¿Y Marcus? ¿No ha venido contigo? — Está abajo, con los abuelos. Pero… Aaron ha venido a verte a ti. — Se llevó las manos al pecho y se sonrojó. — ¿A MÍ? Uy, ni que yo fuera aquí… Hola, Aaron, ¿por qué querías verme? — Ahora al que le costaba hablar era a él. No es tan fácil, eh, pensó con un poquito de resquemor. — Hola, Janet… Soy… Aaron McGrath. Soy tu sobrino, el hijo de tu hermana. —
Los tres se habían quedado en un silencio muy tenso, y a Janet le parecía costar bastante hilarlo todo, parpadeando y con la boca entreabierta. No en vano no era una inteligencia como tal, no podía hacer mucha deducción lógica con tanta facilidad. — Eres… El hijo de Lucy… Pero claro eres… — Rio un poco con ternura. — Solo un poco mayor que mi Alice, evidentemente. Y cómo te pareces a mi padre de joven, has sacado todos los genes Van Der Luyden, sin duda. — Sus ojos se inundaron. — No sabía ni si habías sido niño o niña… La última vez que vi a tu madre estaba embarazada, después de todo lo que le había costado… Tu padre debe estar encantado de que seas un niño, era su obsesión… — Aaron rio con un poco de tristeza. — Oye, ¿pero cómo es que estás aquí? ¿Es que Lucy… Ha ido a buscarme, a mi familia? — No sabe nada de lo de Dylan ni el espionaje, pensó para que Aaron la oyera. — No ha sido así exactamente. — Dijo él, acercándose al cuadro afablemente. — Más bien… Yo me he escapado. — Y vio cómo le cambió la expresión a su madre. — Oh, cariño… ¿qué pasó? — El corazón le dolió. Alice había crecido con ese tono de voz. Esa voz que te hacía sentir que tu conflicto era lo más importante del mundo, que la persona delante de ti te estaba prestando absolutamente toda su atención y quería consolarte y quererte. Recordaba esa calidez, esa tranquilidad de “me acaba de pasar algo malo” y poder correr sin pensar a los brazos de su madre, segura de que ella iba a encontrar la solución. Desde que ella murió, había podido recurrir a gente, pero no era gente que le hiciera sentir que su problema era el más importante del mundo. Que le diera un besito y le dijera “no pasa nada, ahora mismo se arregla”. Lo que encontraba era “tienes que ser fuerte, pero ser justa, mantenerte firme, lucha, acabarás ganando” y echaba tanto de menos ese tono, esa escucha… Se había perdido la mitad de la conversación claramente. — Siempre me pregunté que pasaría si algún día había un homosexual en la familia, o un squib o… Quién sabe. En si yo podría hacer algo y… Bueno, ya no puedo, pero me alegro que hayas encontrado a Alice. Mi niña es muy buena también, como su padre, ellos te van a ayudar, ya lo verás. —Aaron se había quedado callado y claramente pensando. — La cosa es, tía Janet que… Tengo un dinero, ¿sabes? Bastante, la verdad, suficiente para empezar una nueva vida… Pero no sé cómo hacerlo. Tú lo hiciste, ¿cómo se hace? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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