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El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Chasqueó la lengua, con una sonrisa de lado. - Venga, no digas eso. Sabes que la inspiración llega sin avisar, y que no podemos forzarla... Ahora estamos estableciendo las bases. Llegará. - Ciertamente, estaba intentando decirse eso a sí mismo para no entrar en pánico. Apenas quedaban dos semanas para el examen, iban justísimos de tiempo, pero ¿qué iban a hacer? Si por él fuera... no se habría presentado en esa convocatoria. Pero Alice así lo quiso. Y si conocía de algo a su novia, ahora, a la presión base de ambos cada vez que se presentaban a un examen y no se sentían tan preparados como les gustaría, seguro que se le estaba sumando la sensación de responsabilidad sobre esa decisión. Prefería no decir nada al respecto porque conocía los motivos. E igual debía haberse callado, porque claramente Alice estaba tensa... pero Marcus tenía un límite para callarse.
No, no había sido la mejor maniobra sacar ese tema. Trataría de usar el tono más comprensivo que tuviera en el repertorio. Pero es que... estaba cansado de no poder mencionar a William porque Alice se ponía a la defensiva enseguida. Él le quería mucho, y sabía que Alice también. Su familia le había dicho que tenía que tener paciencia con la recuperación de su novia tras lo ocurrido, ¡y lo entendía! Él también sentía... cierto resquemos hacia lo que la inoperatividad de William había provocado con todo el asunto de Dylan, que él junto con Alice se había tenido que encargar de resolver, con todo lo que eso conllevaba. Pero una cosa era eso, y otra cosa era no poder ni asomarse cerca del tema Gallia sin recibir un ladrido u ondas de tensión por parte de Alice. Eran pareja, se querían y habían pasado por cosas peores. Podrían hablar del tema con normalidad algún día, ¿o no?
Soltó aire por la boca y dijo en tono bajo. - Alice... Sabes qué día es hoy. - La miró a los ojos. - Lo sé, sé que vamos pegados con el examen. Y sé que... no estás bien con él. Pero hoy es un día muy difícil para él. Y tú... eres una buena persona, Alice, y una buena hija, y muchísimo menos orgullosa que yo. El orgullo no nos va a llevar a ningún lado, no es un desconocido, es tu padre. Eres... libre de tomarte esto como quieras. ¿Pero no podemos tener una pequeña tregua aunque sea solo por ser hoy? - Lo había dicho en el tono más dulce que había encontrado, de verdad que sí, pero Alice ya estaba tensa. Bajó la cabeza, resignado. - No, no me ha preguntado. - Tuvo que reconocer. Aunque con mi padre habla bastante, quizás por él lo sepa. Mejor se lo ahorraba, porque sabía que decir eso solo iba a echar tierra encima. Se encogió de hombros. - Alice, lo siento. Me siento mal dejando a tu padre solo un día como hoy. -
No, no había sido la mejor maniobra sacar ese tema. Trataría de usar el tono más comprensivo que tuviera en el repertorio. Pero es que... estaba cansado de no poder mencionar a William porque Alice se ponía a la defensiva enseguida. Él le quería mucho, y sabía que Alice también. Su familia le había dicho que tenía que tener paciencia con la recuperación de su novia tras lo ocurrido, ¡y lo entendía! Él también sentía... cierto resquemos hacia lo que la inoperatividad de William había provocado con todo el asunto de Dylan, que él junto con Alice se había tenido que encargar de resolver, con todo lo que eso conllevaba. Pero una cosa era eso, y otra cosa era no poder ni asomarse cerca del tema Gallia sin recibir un ladrido u ondas de tensión por parte de Alice. Eran pareja, se querían y habían pasado por cosas peores. Podrían hablar del tema con normalidad algún día, ¿o no?
Soltó aire por la boca y dijo en tono bajo. - Alice... Sabes qué día es hoy. - La miró a los ojos. - Lo sé, sé que vamos pegados con el examen. Y sé que... no estás bien con él. Pero hoy es un día muy difícil para él. Y tú... eres una buena persona, Alice, y una buena hija, y muchísimo menos orgullosa que yo. El orgullo no nos va a llevar a ningún lado, no es un desconocido, es tu padre. Eres... libre de tomarte esto como quieras. ¿Pero no podemos tener una pequeña tregua aunque sea solo por ser hoy? - Lo había dicho en el tono más dulce que había encontrado, de verdad que sí, pero Alice ya estaba tensa. Bajó la cabeza, resignado. - No, no me ha preguntado. - Tuvo que reconocer. Aunque con mi padre habla bastante, quizás por él lo sepa. Mejor se lo ahorraba, porque sabía que decir eso solo iba a echar tierra encima. Se encogió de hombros. - Alice, lo siento. Me siento mal dejando a tu padre solo un día como hoy. -
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Bad topic Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
Los esfuerzos de su novio eran… Valorables, dignos de admirar, sí, pero Alice estaba en otro plano. Alice quería huir de todo aquello, y lo haría siendo una alquimista de verdad, no un perro apaleado toda la vida adoptada por los demás. El problema es que aún estaba demasiado mal a nivel mental, y había tenido momentos mucho más brillantes en su vida, eso seguro. Por eso mismo, lo último que necesitaba era justamente un numerito sacando el tema de su padre justo cuando tenía que trabajar en algo tan perfecto, delicado y en lo que se jugaba tanto.
Cuando dijo “sabes que día es hoy” levantó las cejas y dijo con mucha firmeza. — Dieciséis de octubre. — Y según lo dijo, se dio cuenta. Se le había pasado totalmente. En su cabeza no era ese día, era simplemente catorce días antes del examen que definiría su carrera y la visión que los alquimistas tendrían de ella. Suspiró y se frotó los ojos. — No lo había pensado. No era del todo consciente del día, estoy con la cabeza en otra parte. — Dijo, sincera. Sí, Marcus y ella eran tremendos para las fechas y las celebraciones, y sus padres adoraban su aniversario. Pero no tenía nada que ver con ella, aparte de que fue a aquella boda en la barriga de su madre. Levantó la mirada cuando le dijo lo de que era una buena persona. — Estoy harta de ser buena persona. Ya he cubierto el cupo de buena persona. Ahora toca que lo sean conmigo, como lo son tus padres y tus abuelos, vaya, como siempre. — Contestó, un poco más a la defensiva. — No. — Dijo simplemente a lo de la tregua.
Se apoyó con los antebrazos en la mesa. — Vamos a ver, Marcus. — Dejó caer los párpados. — ¿Puedes explicarme por qué una persona como tú, que es tan exigente con todos los aspectos de la vida, ordenado, implicado, familiar… Se lo perdona todo a mi padre? — Se volvió a separar, ya con tono más enfadado. — ¿Qué ha hecho mi padre por nosotros, Marcus? Qué ha hecho de verdad, no hacernos hechicitos o mirar a otro lado cuando nos escapábamos en La Provenza. Dime qué ha hecho como padre, por Dylan y por mí. — Estiró los brazos hacia él. — A ver, dímelo, tú eres superentregado con la familia, te gusta hacer las cosas BIEN. Dime qué ha hecho bien mi padre en los últimos años, porque esto no es orgullo, Marcus, esto es hartura de hacerle concesiones. — Se cruzó de brazos y, sin quererlo, sacó un poco los morritos. — Y no tengo necesidad de que me hagas sentir mal haciéndome recordar a mi madre, e insinuando que no estoy con mi padre cuando debo estarlo. — Ella quería estudiar hasta la hora de comer, no pedía tanto.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Pues no, Alice no había caído en qué día era, se lo notó en la cara. Eso le hizo bajar las cejas y fruncir los labios, esbozando una expresión apenada. Pobre Alice... quiso ir a darle un abrazo, pero algo le decía que su novia pinchaba más que aquel tocón de madera transmutado. Pero le había tocado la vena compasiva: sí que estaba muy centrada y agobiada por el examen, y el hecho de que tuviera esa fecha bloqueada, o que simplemente se le hubiera pasado sin querer... lo podía entender. - Lo comprendo... - Dijo con suavidad. Y por un momento tuvo la esperanza de poder tender un puente y hablar las cosas con Alice desde la tranquilidad y lo que ambos sentían, pero en el buen sentido. No iba a ser posible, seguía demasiado a la defensiva.
Volvió a aunarse de paciencia. De verdad que entendía a su novia... Bueno, una parte la entendía. De verdad que sí. Había sufrido mucho, se había tenido que encargar de más cosas de las que le correspondían. Él había sido el primero que había sacado la cara por ella en eso. Pero insistía en que romper relaciones con su padre o estar tan hostil con él no iba a arreglar nada, al revés, solo podía empeorarlo. Veía, no obstante, que aquello iba a detonar en pelea como no tuviera muchísimo tacto. Lo intentaría, a ver si era capaz de lograrlo.
Suspiró y negó. - Claro que toca que sean buenas personas contigo. Es lo que te mereces. Pero eso no quita que... - No pudo continuar, porque el "no" tajante de su novia cortó su intento. Frunció los labios, mirando hacia abajo. Tranquilo, Marcus. Esto no es contra ti. Esta nerviosa, pero no es contra ti. Y quería tenerle toda la paciencia del mundo, de verdad que sí... Pero las cerrazones le ponían muy nervioso, y Alice estaba cerrada en banda con ese tema. Y no llevaba bien no poder hablar de algo.
La miró cuando se inclinó hacia él. Ah, a esa pregunta podía responder muy fácilmente... O quizás no tanto. Había abierto la boca, pero se quedó en blanco por unos segundos. Alice ya conocía suficientemente bien su respuesta, y algo le decía que no la iba a querer oír, tendría que buscar otra... y, ciertamente, William no se había currado mucho su propia defensa en el último año. Soltó aire por la boca, dispuesto a contestar, pero Alice siguió hablando. Y la última frase le hizo fruncir el ceño. - ¿Hacerte sentir mal? - Negó. - Yo no he insinuado nada de eso. Lo estás diciendo tú. - Vale, había perdido el tono endulzado. No le había durado mucho. - ¿Cuándo he intentado yo hacerte sentir mal de manera deliberada, Alice? Todo lo que digo y hago es siempre porque te quiero. - Soltó una risa seca y sarcástica. - No me merezco que me acuses de eso solo por recordarte una fecha, la verdad. - Es que eso le había dolido.
Se cruzó de brazos. Aún tenía que contestar. - No, no ha sido el padre del año, vale. Pero tampoco gano nada poniéndome en contra a mi suegro, sinceramente. Ni tú rompiendo tu relación con tu padre. Y créeme, he visto padres muchísimo peores. - Igual eso último se le volvía en contra, pero es que lo pensaba de verdad. - ¿Que por qué yo, siendo como soy, le defiendo? Porque, lo siento, pero no querría verme en su situación ahora. No querría estar viviendo en el día del aniversario del amor de mi vida que ya no está. - Solo de decirlo le dolía el corazón. - Y con un hijo en Hogwarts, y dando gracias de que no esté con unos torturadores, y una hija que no le habla. Creo que ya suma suficientes desgracias. - Se encogió de hombros. - No te estoy hablando de dar concesiones ni de que no te merezcas que sean buenos contigo. Simplemente digo que esta actitud con él no va a llevarnos a ninguna parte. A ninguna buena, mejor dicho. -
Volvió a aunarse de paciencia. De verdad que entendía a su novia... Bueno, una parte la entendía. De verdad que sí. Había sufrido mucho, se había tenido que encargar de más cosas de las que le correspondían. Él había sido el primero que había sacado la cara por ella en eso. Pero insistía en que romper relaciones con su padre o estar tan hostil con él no iba a arreglar nada, al revés, solo podía empeorarlo. Veía, no obstante, que aquello iba a detonar en pelea como no tuviera muchísimo tacto. Lo intentaría, a ver si era capaz de lograrlo.
Suspiró y negó. - Claro que toca que sean buenas personas contigo. Es lo que te mereces. Pero eso no quita que... - No pudo continuar, porque el "no" tajante de su novia cortó su intento. Frunció los labios, mirando hacia abajo. Tranquilo, Marcus. Esto no es contra ti. Esta nerviosa, pero no es contra ti. Y quería tenerle toda la paciencia del mundo, de verdad que sí... Pero las cerrazones le ponían muy nervioso, y Alice estaba cerrada en banda con ese tema. Y no llevaba bien no poder hablar de algo.
La miró cuando se inclinó hacia él. Ah, a esa pregunta podía responder muy fácilmente... O quizás no tanto. Había abierto la boca, pero se quedó en blanco por unos segundos. Alice ya conocía suficientemente bien su respuesta, y algo le decía que no la iba a querer oír, tendría que buscar otra... y, ciertamente, William no se había currado mucho su propia defensa en el último año. Soltó aire por la boca, dispuesto a contestar, pero Alice siguió hablando. Y la última frase le hizo fruncir el ceño. - ¿Hacerte sentir mal? - Negó. - Yo no he insinuado nada de eso. Lo estás diciendo tú. - Vale, había perdido el tono endulzado. No le había durado mucho. - ¿Cuándo he intentado yo hacerte sentir mal de manera deliberada, Alice? Todo lo que digo y hago es siempre porque te quiero. - Soltó una risa seca y sarcástica. - No me merezco que me acuses de eso solo por recordarte una fecha, la verdad. - Es que eso le había dolido.
Se cruzó de brazos. Aún tenía que contestar. - No, no ha sido el padre del año, vale. Pero tampoco gano nada poniéndome en contra a mi suegro, sinceramente. Ni tú rompiendo tu relación con tu padre. Y créeme, he visto padres muchísimo peores. - Igual eso último se le volvía en contra, pero es que lo pensaba de verdad. - ¿Que por qué yo, siendo como soy, le defiendo? Porque, lo siento, pero no querría verme en su situación ahora. No querría estar viviendo en el día del aniversario del amor de mi vida que ya no está. - Solo de decirlo le dolía el corazón. - Y con un hijo en Hogwarts, y dando gracias de que no esté con unos torturadores, y una hija que no le habla. Creo que ya suma suficientes desgracias. - Se encogió de hombros. - No te estoy hablando de dar concesiones ni de que no te merezcas que sean buenos contigo. Simplemente digo que esta actitud con él no va a llevarnos a ninguna parte. A ninguna buena, mejor dicho. -
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Bad topic Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
Alzó una ceja. — ¿Y por qué me sacas el tema y me recuerdas que está solo cuando sabes perfectamente por qué está solo y por qué no quiero verle? — Sabía que aquello se les estaba calentando demasiado, lo sabía, y sabía también que mucho había tardado en pasar, si no hubiera sido por la fecha, habría sido por cualquier otra cosa, pero el tema estaba candente desde hacía mucho, solo había que revolver las brasas. — No he dicho que no me quieras en ningún momento. — Dejó bien clarito, aún cruzada de brazos. No sabía qué tenía que ver el querer en eso. — Solo que has venido a hacerme notar esto sin pararte a pensar en que tengo la cabeza en el examen y en que sabes que no tengo intención de hacer nada por mi padre porque ya he hecho suficiente. —
Abrió mucho los ojos y volvió a dirigir su mirada a él. — También los he visto mucho mejores, sinceramente. Habría que oírte a ti si fuera tu padre el que, en vez de hacerte un sitio donde estudiar, tenerte todas las comidas preparadas y acompañarte y apoyarte en cada paso de tu vida, hubiera hecho como el mío. — Y se levantó de la pura inercia del cabreo y se puso a dar vueltas por la habitación, mirando por la ventana el cielo gris que amenazaba tormenta. Tormenta la que tenía ella, desde luego.
Soltó una risa seca cuando dijo lo de su situación y negó, sin mirarle aún. — ¡Que tú no eres mi padre! — Dijo, dándose la vuelta de golpe. Oh, maldita fuera, ¿tenía que ser tan guapo hasta enfadado? ¿Alguien podía decirle a su estómago que lo que pegaba era nudo y no mariposas? Céntrate Alice. — Que a ti te pueden pasar muchas cosas, Marcus, y peores, porque nadie sabe qué le va a echar la vida, pero tú no descuidarías todo, te desentenderías de todo. Estoy HARTA del cuento de “pobre William”. No, pobres sus hijos, que tuvimos que crecer cuando no nos tocaba. — Estaba subiendo el tono un poco llevada por el ánimo, y un poco para ver si lograba que la sensación dominante que sentía fuera el enfado. Hizo un gesto con las manos. — Las desgracias de todos, si me lo permites. No solo William Gallia perdió a su mujer, pero ya se encargó de ser el que más lo sufría de todos. Los demás tuvimos que superarlo por él. — Y ahora lágrimas en sus ojos, vaya cóctel. Eso eran los días encerrados.
— Puede que no te guste a dónde nos lleva esta actitud, pero es la que he tomado. Me he cansado de perdonar, y lo he dicho en serio. No estoy castigando a mi padre, estoy plantándome en esta historia. No le quiero en mi vida. Quiero una vida tranquila, plena, bonita, lejos del caos y la tristeza permanentes, es lo que Dylan se merece, lo que yo me merezco y lo que mi madre querría, y con mi padre cerca no se puede tener. Y me he cansado de buscarlo e intentarlo, porque yo no puedo lograrlo. Ni tú. Ni un té. Ninguno podemos porque solo podía… — Hizo un gesto con las manos en el aire. — ELLA. Y no somos ella, Marcus. Y no quiero serlo, además, no es mi lugar. — Ahora sí se le había puesto un nudo en el estómago por los malos recuerdos. — Ya me confundió suficiente con ella. Hemos llegado a un punto en el que YO corto esto. Y tengo todo el derecho a hacerlo. —
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Alzó los brazos y los dejó caer. Empezaba a perder la paciencia, porque Alice se estaba tomando aquello como si la estuviera atacando de manera frontal, cuando su intención solo era buena. - ¡Ya te lo he dicho! He visto la fecha y me ha dado pena, me he acordado. Solo era una sugerencia. No he ido a recordártelo para fastidiarte y desconcentrarte, ¿tan malas ideas me atribuyes? - Lo que le faltaba, que Alice le considerara capaz de esas cosas. Total, que llevaba un mes aguantando esa situación sin decir nada y, al final, por intentar tener un buen gesto, salía escaldado igualmente. - No has dicho que no te quiera, pero sí pareces dar por hecho que lo he dicho para herirte. No sé cómo debería de quererte si tanta intención tengo de hacerte daño porque sí. - Había pocas cosas que le ofendieran más que el que Alice (o cualquiera, pero sobre todo Alice) pudiera pensar que tenía tan malas intenciones hacia ella.
Frunció los labios y no respondió a lo de qué habría hecho él de ser su padre, pero la forma en que se levantó le hizo sobresaltarse interiormente, mirándola acercarse a la ventana. ¿Cómo la había hecho enfadar tanto tan rápido? ¡No tenía la sensación de haber dicho algo tan grave como para que se pusiera así! Reforzaba su teoría de que no había forma de sacar ese tema sin que Alice se pusiera que mordía.
Abrió mucho los ojos cuando le espetó que no era su padre. No, no lo era, pero bien podría de correr la misma suerte. Podría ser incluso peor. Prefería ni pensarlo. Pero Alice le estaba tirando demasiado de la lengua. Soltó una carcajada seca y herida. - No, no me habría desentendido de todo, me habría muerto directamente. - Vaya. Alice no iba a querer oír eso. No te podrás estar callado, maldita sea, Marcus. Soltó aire por la boca. - Es una forma de hablar. - Dijo, bajando el tono y rezando porque colara. - Pues claro que vuestra situación es horrible. ¿Quién dice lo contrario? No es una competición. Deberíais de estar juntos en esto, no viendo quién está peor... - Se llevó las manos a la cara y resopló fuertemente. - Alice, por favor, de verdad, no quiero discutir por esto... - Es que se estaba viendo que cada cosa que dijera la iba a poner peor aún. Pero ya no sabía cómo dar marcha atrás.
Al destaparse la cara, vio las lágrimas. - No llores... - Intentó acercarse, pero Alice seguía bastante enfadada. Se detuvo en seco. - ¿Crees que puedes tener una vida tranquila y bonita sin tu padre en ella? Ya has perdido a tu madre sin quererlo, Alice, no elijas perderle a él también. - Intentó decir lo más calmado que pudo, pero estaba ya demasiado tenso y debía notársele en la voz que aquello le parecía irracional e incluso le asustaba. No, no quería un futuro con una familia rota. Por no hablar de que William no superaría perder también a su hija, eso sí que iba a ser un peligro para él. - ¿Crees que Dylan va a querer un padre y una hermana distanciados? Alice, por Merlín, piénsalo. - Volvió a soltar aire, resignado, y mirándola casi espantado. - Nadie te pide que seas ella, Alice. Nadie. Ni siquiera él. - No iba a llegar a ninguna parte, así que alzó las palmas, cerrando los ojos y respirando hondo. - Mira, déjalo. Claramente no tenía que haberte sacado el tema. He hecho mal en intentar hablar de algo de lo que no se puede hablar. - Y se giró, sentándose bruscamente de nuevo en el sofá y volviendo al cuaderno, pasando la hoja con un movimiento enfadado. Siendo consciente de que, con esa frase y esos gestos, ninguno de los dos iba a creerse que el tema se había acabado ahí.
Frunció los labios y no respondió a lo de qué habría hecho él de ser su padre, pero la forma en que se levantó le hizo sobresaltarse interiormente, mirándola acercarse a la ventana. ¿Cómo la había hecho enfadar tanto tan rápido? ¡No tenía la sensación de haber dicho algo tan grave como para que se pusiera así! Reforzaba su teoría de que no había forma de sacar ese tema sin que Alice se pusiera que mordía.
Abrió mucho los ojos cuando le espetó que no era su padre. No, no lo era, pero bien podría de correr la misma suerte. Podría ser incluso peor. Prefería ni pensarlo. Pero Alice le estaba tirando demasiado de la lengua. Soltó una carcajada seca y herida. - No, no me habría desentendido de todo, me habría muerto directamente. - Vaya. Alice no iba a querer oír eso. No te podrás estar callado, maldita sea, Marcus. Soltó aire por la boca. - Es una forma de hablar. - Dijo, bajando el tono y rezando porque colara. - Pues claro que vuestra situación es horrible. ¿Quién dice lo contrario? No es una competición. Deberíais de estar juntos en esto, no viendo quién está peor... - Se llevó las manos a la cara y resopló fuertemente. - Alice, por favor, de verdad, no quiero discutir por esto... - Es que se estaba viendo que cada cosa que dijera la iba a poner peor aún. Pero ya no sabía cómo dar marcha atrás.
Al destaparse la cara, vio las lágrimas. - No llores... - Intentó acercarse, pero Alice seguía bastante enfadada. Se detuvo en seco. - ¿Crees que puedes tener una vida tranquila y bonita sin tu padre en ella? Ya has perdido a tu madre sin quererlo, Alice, no elijas perderle a él también. - Intentó decir lo más calmado que pudo, pero estaba ya demasiado tenso y debía notársele en la voz que aquello le parecía irracional e incluso le asustaba. No, no quería un futuro con una familia rota. Por no hablar de que William no superaría perder también a su hija, eso sí que iba a ser un peligro para él. - ¿Crees que Dylan va a querer un padre y una hermana distanciados? Alice, por Merlín, piénsalo. - Volvió a soltar aire, resignado, y mirándola casi espantado. - Nadie te pide que seas ella, Alice. Nadie. Ni siquiera él. - No iba a llegar a ninguna parte, así que alzó las palmas, cerrando los ojos y respirando hondo. - Mira, déjalo. Claramente no tenía que haberte sacado el tema. He hecho mal en intentar hablar de algo de lo que no se puede hablar. - Y se giró, sentándose bruscamente de nuevo en el sofá y volviendo al cuaderno, pasando la hoja con un movimiento enfadado. Siendo consciente de que, con esa frase y esos gestos, ninguno de los dos iba a creerse que el tema se había acabado ahí.
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Bad topic Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
Se llevó las manos a la cara y resopló. — No, no he dicho nada de eso, porque no haces las cosas para herirme, eso ya lo sé. Lo dices para tener razón, para sentirte a gusto con tu conciencia, sin pararte a pensar en lo que es para mí, en lo que yo he dejado claro que quiero, y lo que quiero es que no forme parte de mi vida, es tener que dejar de cuidarle porque ya le he cuidado bastante. — Es que ya estaban otra vez, Marcus pensando que cuidar de alguien era hacer esas cosas, darle dos horas y quedar como un rey, y que todo el mundo te diga “ay, qué bueno Marcus, que lo ha sacado a pasear” y no todo lo demás que, si le conocía de algo, le pondría al límite de sus nervios.
Pero entonces dijo lo de que se habría muerto y se giró, con las lágrimas ya resbalando por su cara, mirándole en silencio. No se lo ponía fácil, pero que nada fácil diciéndole esas cosas. Negó con la cabeza y dijo. — ¿Lo es? ¿Es una forma de hablar? — Pero luego los volvió a cerrar, intentando canalizar la rabia, harta de aquella conversación y de que no se respetara nada de lo que había intentado transmitir. — ¡ÉL HA SIDO QUIEN NO HA ESTADO CONMIGO! Nunca ha sido una competición porque él ni la ha considerado. Le ha dado igual el dolor y las necesidades de los demás y lo sabes, porque lo has visto, es lo que más me duele de todo esto, que lo has visto, y puedes preguntarle a tus propios padres cómo me han encontrado a mí, a Dylan y a la casa a veces. — Y soltó una risa sarcástica a lo de discutir. — Ni yo quería, pero tú querías incumplir lo que yo he pedido, que es mantener la distancia con mi padre, y aquí estamos. —
— Si no querías que llorara igual no deberías haberme dicho que te morirías si yo te faltara. — Le dijo, un poco agresiva, porque no le valía que su novio le rompiera absolutamente el esquema de la mañana y ahora viniera con “no llores”. — ¡No lo creo, lo sé! Porque es mi padre y me he criado con él. Sé cómo es. Sé que una vida tranquila, feliz y responsable no va con él. Y tú deberías saberlo. — Dijo señalándole. — Pero eres experto en no ver lo que no quieres ver. — No quería decir cosas tan hirientes, pero es que solo había pedido distancia con su padre y le dolía que no fuera capaz de dársela. Como siempre, le hacía sentir insuficiente, como si Alice no viniera con todo, no fuera Alice. Se llevó las manos a la cabeza y apretó los ojos. Por Dios, qué rabia tenía dentro. — ¡No uses a Dylan contra mí! ¡Dylan ni siquiera le considera su figura paterna! ¿Crees que le importa lo más mínimo cómo me lleve yo con él? No voy a separarle de su padre si no quiere, pero quizá ni él mismo quiere saber nada. Porque estamos HARTOS. — Estaba resoplando y con los puños apretados, y sentía que el corazón le quemaba por dentro. No sabía cómo había crecido tan rápido aquella rabia. Negó con la cabeza. — Mi madre hacía del mundo un lugar mejor, y se murió enferma, sin poder evitarlo. — Dijo con los ojos llenos de lágrimas. — Mi padre ha elegido este camino, Marcus, y se le han dado MUCHAS oportunidades de coger uno mejor. Mi madre no tuvo esa suerte. Yo no lo he perdido, él nos ha perdido a los demás y se lo ha buscado él solito. —
Alzó las cejas al verle sentarse y entreabrió los labios, incrédula. — Ah, o sea, que tú puedes sacarme un tema que he dejado claro que no quiero tocar, ponerme de los nervios, y ahora decir “no debería haber sacado el tema” y sentarte y pretender seguir estudiando una ciencia peligrosísima y para la que necesito toda mi concentración y creatividad. Ah, pues genial, supongo que seguiré siendo la irracional de los dos. — De fondo se oyó el trueno, y si no fuera por él y porque tampoco tenía muchos sitios donde ir, ya estaría saliendo por la puerta, porque intuía que si seguía allí, las cosas se le iban a poner más negras que el cielo.
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Resopló fuertemente. - Sí, yo todo lo digo por afán de tener razón, caiga quien caiga con ello. - Ya solo le salía ponerse sarcástico, porque se notaba en un callejón sin salida. Llevaba evitando hablar del tema mucho tiempo y hoy había hecho una breve mención con buenas intenciones, y Alice se había puesto hecha un basilisco, y contra él. Ya sentía la batalla perdida de todas formas, y encima había acabado enfadándose por ello. El sarcasmo era el único arma que le quedaba.
Soltó aire y se frotó la cara mientras Alice, entre lágrimas, gritaba lo mal padre que William había sido. Él era consciente de que no había sido el mejor padre del mundo, pero es que... Algo dentro de él no podía arremeter contra ese hombre con tanta vehemencia como lo hacía ella. Y empezaba a no entenderlo él tampoco, si Alice era la persona a la que más quería del mundo, y Dylan era como su hermano pequeño, y William les había hecho sufrir tanto. Pero así estaban las cosas. Suponía que se sentía identificado, y que le dolería ver su futuro así de correr la misma suerte. Pero no podía decirle eso a Alice sin desatar su furia más todavía... Y empezaba a cansarse de haber ciertos temas que no podía ni rozar con Alice por temor a que se pusiera así.
A la tercera que le dijo "porque tú", la miró con ojos enfurecidos, pero se mordió la lengua... No tenía que haberlo hecho. De haber saltado antes, igual se hubiera ahorrado escuchar todo lo que vino después. - Deja de atacarme a mí. - Saltó. No se sentía orgulloso de esa salida, pero ya estaba harto. De hecho, se puso de pie de nuevo. - Me dices que te he hecho llorar, cuando ya estabas llorando de antes. Que quiero incumplir lo que pides, como si yo ALGUNA VEZ quisiera algo en mi vida que no sea que todo esté a pedir de boca para ti. Estás siempre diciendo que te consiento y ahora dices que incumplo tus peticiones. ¿En qué quedamos? - Le ofendía sobremanera aquello. - Que te digo las cosas por afán de tener razón sin tener en cuenta tus sentimientos, que "habría que verme a mí" en tu situación, que te hago sentir mal. Creo que estás pagando conmigo algo que no es conmigo. - Alzó los brazos. - ¡Por Merlín, que solo he sugerido ir a comer tarta! - Bajó los brazos de nuevo, resoplando. - Tú habrás tomado la determinación que quieras, pero yo tengo una opinión, Alice. Respeto lo que quieres, ¿¿no lo respeto?? ¿¿No llevo respetando que lleves meses sin dirigirle la palabra a tu padre?? ¿Que hayas decidido presentarte a un examen que es peligrosamente pronto y quieras salir corriendo a Irlanda nada más volver de Estados Unidos? ¿No estoy en esto contigo? - Soltó una risa sarcástica. - Porque ahora resulta que el malo soy yo por desconcentrarte de un examen importantísimo. ¡Te recuerdo que esto fue idea tuya! - Se le empezaba a ir de las manos el tema, pero él también estaba tenso. Él no había elegido presentarse al examen en esa fecha y se estaba jugando su futuro, el que llevaba toda la vida planeando, y lo estaba haciendo, precisamente, por la idea de Alice de huir de William cuanto antes. Y ahora tenía que aguantar que le dijera que no respetaba su decisión.
Volvió a lanzarse en el sofá. - Y ahora, si me disculpas, yo sí quiero continuar estudiando, porque no estoy de hecho metido hasta el cuello en esto, en tu decisión, la cual para nada he apoyado, aquí me ves, no apoyándola. No teniendo clarísimamente ninguna consecuencia negativa de tu idea de salir corriendo. Perdóname por la gran afrenta de sacarte mínimamente un tema que para nada respeto, con, oh, la gran ofensa de decirte "vamos a una pastelería", que claramente es lo mismo que decirte "qué decisiones más malas tomas en tu vida". - Había dicho todo eso mientras recolocaba violentamente sus papeles, sin mirarla. Pero ya puso las manos en sus rodillas y la miró, desbordando sarcasmo. - Dudo que haya nada que pueda decir o hacer para quitarte tu justificadísimo enfado contra mí, así que. - Señaló los apuntes. - Tú misma. ¿Nos ponemos a estudiar, o quieres seguir diciendo lo mal novio que soy? -
Soltó aire y se frotó la cara mientras Alice, entre lágrimas, gritaba lo mal padre que William había sido. Él era consciente de que no había sido el mejor padre del mundo, pero es que... Algo dentro de él no podía arremeter contra ese hombre con tanta vehemencia como lo hacía ella. Y empezaba a no entenderlo él tampoco, si Alice era la persona a la que más quería del mundo, y Dylan era como su hermano pequeño, y William les había hecho sufrir tanto. Pero así estaban las cosas. Suponía que se sentía identificado, y que le dolería ver su futuro así de correr la misma suerte. Pero no podía decirle eso a Alice sin desatar su furia más todavía... Y empezaba a cansarse de haber ciertos temas que no podía ni rozar con Alice por temor a que se pusiera así.
A la tercera que le dijo "porque tú", la miró con ojos enfurecidos, pero se mordió la lengua... No tenía que haberlo hecho. De haber saltado antes, igual se hubiera ahorrado escuchar todo lo que vino después. - Deja de atacarme a mí. - Saltó. No se sentía orgulloso de esa salida, pero ya estaba harto. De hecho, se puso de pie de nuevo. - Me dices que te he hecho llorar, cuando ya estabas llorando de antes. Que quiero incumplir lo que pides, como si yo ALGUNA VEZ quisiera algo en mi vida que no sea que todo esté a pedir de boca para ti. Estás siempre diciendo que te consiento y ahora dices que incumplo tus peticiones. ¿En qué quedamos? - Le ofendía sobremanera aquello. - Que te digo las cosas por afán de tener razón sin tener en cuenta tus sentimientos, que "habría que verme a mí" en tu situación, que te hago sentir mal. Creo que estás pagando conmigo algo que no es conmigo. - Alzó los brazos. - ¡Por Merlín, que solo he sugerido ir a comer tarta! - Bajó los brazos de nuevo, resoplando. - Tú habrás tomado la determinación que quieras, pero yo tengo una opinión, Alice. Respeto lo que quieres, ¿¿no lo respeto?? ¿¿No llevo respetando que lleves meses sin dirigirle la palabra a tu padre?? ¿Que hayas decidido presentarte a un examen que es peligrosamente pronto y quieras salir corriendo a Irlanda nada más volver de Estados Unidos? ¿No estoy en esto contigo? - Soltó una risa sarcástica. - Porque ahora resulta que el malo soy yo por desconcentrarte de un examen importantísimo. ¡Te recuerdo que esto fue idea tuya! - Se le empezaba a ir de las manos el tema, pero él también estaba tenso. Él no había elegido presentarse al examen en esa fecha y se estaba jugando su futuro, el que llevaba toda la vida planeando, y lo estaba haciendo, precisamente, por la idea de Alice de huir de William cuanto antes. Y ahora tenía que aguantar que le dijera que no respetaba su decisión.
Volvió a lanzarse en el sofá. - Y ahora, si me disculpas, yo sí quiero continuar estudiando, porque no estoy de hecho metido hasta el cuello en esto, en tu decisión, la cual para nada he apoyado, aquí me ves, no apoyándola. No teniendo clarísimamente ninguna consecuencia negativa de tu idea de salir corriendo. Perdóname por la gran afrenta de sacarte mínimamente un tema que para nada respeto, con, oh, la gran ofensa de decirte "vamos a una pastelería", que claramente es lo mismo que decirte "qué decisiones más malas tomas en tu vida". - Había dicho todo eso mientras recolocaba violentamente sus papeles, sin mirarla. Pero ya puso las manos en sus rodillas y la miró, desbordando sarcasmo. - Dudo que haya nada que pueda decir o hacer para quitarte tu justificadísimo enfado contra mí, así que. - Señaló los apuntes. - Tú misma. ¿Nos ponemos a estudiar, o quieres seguir diciendo lo mal novio que soy? -
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Bad topic Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
— ¡Estaba llorando porque has sacado este maldito tema! Y luego encima dices esas cosas y no sé ni qué responder ni cómo sentirme. — Dijo a la desesperada. Sí, lo estaba echando contra él, era consciente, pero solo a medias, porque también era él el que le había sacado el tema. — En que siempre me consientes menos, por lo visto, si William Gallia está implicado, momento en el que da igual que yo haya dejado bien clarito que no quiero oír hablar del tema, que tú lo vas a intentar. — Se llevó las manos a la cabeza. — Es que me haces sentir mal. ¿Por qué? ¿Por qué es tan importante hablar de mi padre cuando tú mismo has dicho que deberíamos estar concentrados en esto? ¿Por qué se merece mi padre este hueco de nuestras vidas? — Claro, su padre la liaba parda, pero pobrecito, ella se enfadaba porque le tocaban un tema que no quería tocar, y se comía una pelea.
Se cruzó de brazos y le miró dolida. — Pues si no querías esto haberme dicho que no. Yo no te obligué, a eso podías decirme que no y ya está. — Alzó las cejas y se puso sarcástica. — ¿Sabes en lo que no quería que te metieras? En mi decisión de no hablar más con mi padre, y también te lo hice saber, igual que el hecho de que no te obligaba a hacer el examen. —
Le miró incrédula tirarse al sofá. — Pues disculpa pero yo no puedo estudiar en este estado de nervios, así que aprovecha y dime esas cosas que claramente piensas y no me dices, como que, por lo visto, te he obligado a hacer este examen, o que me equivoco con mi padre. — Se inclinó apoyándose sobre la mesa. — Venga, Marcus, mírame a los ojos y repíteme todo eso. Repíteme que te haya llamado mal novio, cosa que no he hecho, repíteme todo eso. — Y lo estaba diciendo con un tono que no era capaz de identificar, uno a medio camino entre la rabia y otra cosa, conteniendo algo que no sabía qué era, que no entendía.
Un trueno sonó y se fue la luz, pero como era de día, podían seguir viendo, aunque todo estuviera más oscuro. — Vamos. Quieres quitarme el cabreo, ¿no? — Le incitó. — Mírame y dime todas las cosas que crees que he hecho mal, y dímelo de una vez por todas, porque odio que te guardes cosas que te molestan. Dímelo mirándome a los ojos y diciéndome qué habrías hecho tú y por qué. — Y acércate, añadió mentalmente, porque quería irracionalmente que Marcus se acercara a ella, a su rostro, así como estaban, y sentir su respiración, ver de cerca esa mandíbula en tensión.
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
- Pues bienvenida al club. - Respondió, irónico y con las cejas arqueadas, cuando Alice dijo que no sabía qué decir ni cómo sentirse. Pues anda que él, ni siquiera sabía cómo aquello había escalado tan sumamente rápido. - ¡¡Solo he sugerido un descanso esta tarde porque es un día significativo!! - Insistió, frustrado. ¡Que no se había puesto a hablar de William en mitad del estudio, que solo había lanzado una sugerencia! ¿Por qué era tan difícil de entender?
La miró con los ojos muy abiertos y la mandíbula descolgada, en una descarada pose de incredulidad. - Vaya. Toda la vida diciendo que vamos a ir de la mano a todo, sobre todo a lo relacionado con nuestra carrera en la alquimia, y al primer examen, pretendías que aceptara presentarnos por separado. - Negó. - Si tú querías presentarte, claramente yo también iba a hacerlo. Parece mentira que lo insinúes siquiera. Quiero hacer este camino contigo, Alice, ni por un asomo he dudado de presentarme al examen contigo. Más bien fuiste tú la que tomaste la decisión sin tener en cuenta si a mí me parecía bien o no. Simplemente, si no me parecía bien. - Hizo un gesto con la mano. - Pues nada, yo por mi camino, y tú por el tuyo. Fantástico. Ni tres meses hemos tardado en incumplir lo que nos prometimos. -
Se mordió los labios, conteniéndose. No, él tampoco podía estudiar en semejante estado de enfado, pero tampoco quería pasar por lo que estaba pasando: por Alice tirándole de la lengua para que le dijera... ¿qué? ¿Qué quería que le dijera? - Estás dando por sentadas cosas que no son... - Masculló, tensando los dientes y sin mirarla. Ahora resultaba que tenía un arsenal de cosas contra ella que no usaba. Vaya, ¿ese concepto tenía de él? Pues qué bien.
Le dijo que la mirara a los ojos y eso hizo, con la mirada intensificada por el enfado y la mandíbula en tensión. - No sé muy bien por qué pareces querer que te haga daño, no sé qué pretendes justificar. Pero yo no soy el artífice dañino que buscas. Yo no voy a pasar por ahí, Alice. - Soltó aire por la nariz. - Antes me corto la lengua. - ¿Quería que la mirara a los ojos? Le había dicho todo eso sin desclavar la mirada de ella, desde su posición sentada, por si quedaba alguna duda. Y ahora su tono sí era menos alterado y más peligrosamente helado. El tono que se le ponía a Marcus cuando estaba enfadado de verdad, y no simplemente indignado o frustrado.
La luz se fue de repente. Había una tormenta fuera, tomó conciencia con la pérdida de la luz, él ni se había dado cuenta. Ahora la veía menos, porque ella estaba de pie (inclinada hacia él, pero de pie) y él sentado. Y estaba notando el tono de retarle, de tirarle de la cuerda, solo que no en el sentido en el que ellos se lo solían hacer... creía. El corazón le latía más violento, pero eso era lo habitual cuando se enfadaba, al fin y al cabo... creía también. Se estaba empezando a alterar y a sentir cosas... extrañas. Así que se dispuso a soltar aire por la nariz de nuevo, cerrar los ojos, respirar hondo, negar, alzar las manos en señal de tregua, parar aquello... No llegó a hacer ninguno de estos gestos, porque Alice volvió a hablar. Y sus emociones se hicieron más intensas, como si alguien hubiera avivado una llama dentro de su cabeza. Y ahora tenía el pensamiento en llamas.
- ¿Te voy a quitar el cabreo diciéndote todas esas cosas que pretendes sacar de mí y no vas a sacar? - Se puso de pie. Quería verla bien. Y quería que viera que la miraba a los ojos, como le había pedido. - ¿O quieres ver cuánto aguanto sin hacerte daño? Porque yo nunca, jamás, voy a hacerte daño deliberado, Alice. Si es que es lo que pretendes. Tú sabrás si eso alivia tu enfado o te frustra más todavía. - Ahora fue él quien se acercó un poco más y bajó el tono. - Empiezo a no saber qué quieres. -
Aun estando la mesa en medio, dio un paso hacia delante, lo justo para que esta se topara con sus rodillas. - ¿Lo que no te he dicho? No te he dicho que creo que te estás haciendo daño a ti misma con esto, y que me duele. No quería decírtelo, paradójicamente, por no hacerte más daño. No te he dicho que esta decisión me parecía arriesgada e imprudente y que no te pega nada. Y no te he dicho que, sinceramente... creo haberme ganado cierto... privilegio, digámoslo así, a opinar sobre lo que respecta a tu familia, después de en lo que me he visto metido en los últimos meses, y que me sigue afectando visto lo visto. - Hizo una pausa. - ¿Sabes qué sí he dicho? He dicho todo lo que significas para mí. He dicho que te apoyo en todo lo que hagas, que siempre lo haré, aunque no esté cien por cien de acuerdo contigo. He dicho que siempre sería sincero contigo, a pesar de que, por serlo, como me ha pasado hoy, me vea en estas. He dicho que iría contigo al fin del mundo. Mil veces. Y, por lo pronto, lo he ido cumpliendo, porque a Nueva York que me fui sin pensarlo dos veces. Y a este examen, también he venido, y me iré a Irlanda. No me arrastras tú, lo hago porque quiero. - Ladeó la cabeza. - ¿Estás esperando al momento en el que me rinda y lo incumpla? ¿De verdad crees, por un segundo siquiera, que dicho momento va a llegar? - Entrecerró los ojos y negó con la cabeza lentamente, arrastrando las palabras. - No... No, Alice Gallia. Marcus O'Donnell no rompe su palabra tan fácilmente. Y menos la palabra que te ha dado a ti. - Hizo un gesto desafiante con las cejas. - A ver si no sabes con quién estás hablando. -
La miró con los ojos muy abiertos y la mandíbula descolgada, en una descarada pose de incredulidad. - Vaya. Toda la vida diciendo que vamos a ir de la mano a todo, sobre todo a lo relacionado con nuestra carrera en la alquimia, y al primer examen, pretendías que aceptara presentarnos por separado. - Negó. - Si tú querías presentarte, claramente yo también iba a hacerlo. Parece mentira que lo insinúes siquiera. Quiero hacer este camino contigo, Alice, ni por un asomo he dudado de presentarme al examen contigo. Más bien fuiste tú la que tomaste la decisión sin tener en cuenta si a mí me parecía bien o no. Simplemente, si no me parecía bien. - Hizo un gesto con la mano. - Pues nada, yo por mi camino, y tú por el tuyo. Fantástico. Ni tres meses hemos tardado en incumplir lo que nos prometimos. -
Se mordió los labios, conteniéndose. No, él tampoco podía estudiar en semejante estado de enfado, pero tampoco quería pasar por lo que estaba pasando: por Alice tirándole de la lengua para que le dijera... ¿qué? ¿Qué quería que le dijera? - Estás dando por sentadas cosas que no son... - Masculló, tensando los dientes y sin mirarla. Ahora resultaba que tenía un arsenal de cosas contra ella que no usaba. Vaya, ¿ese concepto tenía de él? Pues qué bien.
Le dijo que la mirara a los ojos y eso hizo, con la mirada intensificada por el enfado y la mandíbula en tensión. - No sé muy bien por qué pareces querer que te haga daño, no sé qué pretendes justificar. Pero yo no soy el artífice dañino que buscas. Yo no voy a pasar por ahí, Alice. - Soltó aire por la nariz. - Antes me corto la lengua. - ¿Quería que la mirara a los ojos? Le había dicho todo eso sin desclavar la mirada de ella, desde su posición sentada, por si quedaba alguna duda. Y ahora su tono sí era menos alterado y más peligrosamente helado. El tono que se le ponía a Marcus cuando estaba enfadado de verdad, y no simplemente indignado o frustrado.
La luz se fue de repente. Había una tormenta fuera, tomó conciencia con la pérdida de la luz, él ni se había dado cuenta. Ahora la veía menos, porque ella estaba de pie (inclinada hacia él, pero de pie) y él sentado. Y estaba notando el tono de retarle, de tirarle de la cuerda, solo que no en el sentido en el que ellos se lo solían hacer... creía. El corazón le latía más violento, pero eso era lo habitual cuando se enfadaba, al fin y al cabo... creía también. Se estaba empezando a alterar y a sentir cosas... extrañas. Así que se dispuso a soltar aire por la nariz de nuevo, cerrar los ojos, respirar hondo, negar, alzar las manos en señal de tregua, parar aquello... No llegó a hacer ninguno de estos gestos, porque Alice volvió a hablar. Y sus emociones se hicieron más intensas, como si alguien hubiera avivado una llama dentro de su cabeza. Y ahora tenía el pensamiento en llamas.
- ¿Te voy a quitar el cabreo diciéndote todas esas cosas que pretendes sacar de mí y no vas a sacar? - Se puso de pie. Quería verla bien. Y quería que viera que la miraba a los ojos, como le había pedido. - ¿O quieres ver cuánto aguanto sin hacerte daño? Porque yo nunca, jamás, voy a hacerte daño deliberado, Alice. Si es que es lo que pretendes. Tú sabrás si eso alivia tu enfado o te frustra más todavía. - Ahora fue él quien se acercó un poco más y bajó el tono. - Empiezo a no saber qué quieres. -
Aun estando la mesa en medio, dio un paso hacia delante, lo justo para que esta se topara con sus rodillas. - ¿Lo que no te he dicho? No te he dicho que creo que te estás haciendo daño a ti misma con esto, y que me duele. No quería decírtelo, paradójicamente, por no hacerte más daño. No te he dicho que esta decisión me parecía arriesgada e imprudente y que no te pega nada. Y no te he dicho que, sinceramente... creo haberme ganado cierto... privilegio, digámoslo así, a opinar sobre lo que respecta a tu familia, después de en lo que me he visto metido en los últimos meses, y que me sigue afectando visto lo visto. - Hizo una pausa. - ¿Sabes qué sí he dicho? He dicho todo lo que significas para mí. He dicho que te apoyo en todo lo que hagas, que siempre lo haré, aunque no esté cien por cien de acuerdo contigo. He dicho que siempre sería sincero contigo, a pesar de que, por serlo, como me ha pasado hoy, me vea en estas. He dicho que iría contigo al fin del mundo. Mil veces. Y, por lo pronto, lo he ido cumpliendo, porque a Nueva York que me fui sin pensarlo dos veces. Y a este examen, también he venido, y me iré a Irlanda. No me arrastras tú, lo hago porque quiero. - Ladeó la cabeza. - ¿Estás esperando al momento en el que me rinda y lo incumpla? ¿De verdad crees, por un segundo siquiera, que dicho momento va a llegar? - Entrecerró los ojos y negó con la cabeza lentamente, arrastrando las palabras. - No... No, Alice Gallia. Marcus O'Donnell no rompe su palabra tan fácilmente. Y menos la palabra que te ha dado a ti. - Hizo un gesto desafiante con las cejas. - A ver si no sabes con quién estás hablando. -
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Apretó los ojos y los labios. — No lo hubiera hecho sin ti, hubiera esperado si me lo hubieras pedido, si me hubieras dicho todo esto, pero nada, prefieres decir que sí y luego coger y soltarme que no te parece buena idea. — Estaba llegando al límite de su paciencia y de su cabreo, y no estaba mintiendo cuando decía que no sabía qué sentir. — No hemos incumplido ninguna promesa. Yo estaba incluida en esa promesa de ir de la mano, no iba a hacerlo sin ti si me decías que no querías hacerlo, pero sabes que el abuelo pensaba como yo, y en el fondo, sabes que podemos hacerlo. Pero si no fuera así, hubiéramos esperado juntos, nunca he insinuado nada diferente. — Es que Marcus empezaba a tirar del hilo del drama y no había quien le parara.
Negó con la cabeza. — No quiero que me hagas daño, quiero que me mires y me digas la verdad, lo que has pensado desde el principio, y que me digas que tengo que ser buena con el hombre que más daño me ha hecho en mi vida. Eso es lo que quiero. — Y a ver si eres capaz de aguantarme la mirada haciéndolo, dijo para sus adentros, alimentando esa sensación que no era capaz de explicar aún. Dejó caer los párpados y controló un escalofrío cuando dijo lo de “me corto la lengua” porque cuando se ponía tan frío e intenso… Lo dicho, ni ella se entendía.
Y entonces se levantó. Oh, sí, le estaba plantando cara. Había sacado al Marcus que quería, aunque no sabía por qué, pero ahora sentía el cabreo y la satisfacción a partes iguales. — Quiero que dejes de pensar cosas y no decirlas. Pero no quiero que te escudes en esa palabrería que te saca de todos los enredos y te lleva a todas partes. Quiero que me lo digas mirándome. Así. — Así de cerca, se volvió a repetir, rebozándose en aquella sensación, y en una sonrisa de victoria y desafío que pugnaba por salir y que, de momento, controlaba, pero no sabía cuánto más podría hacerlo.
Alzó la ceja a lo de que se estaba haciendo daño a sí misma, pero le dejó hablar, porque le gustaba demasiado el tono, y porque quería oírlo todo. Aprovechó la pausa para, sin moverse de su sitio, contestar. — ¿Crees que me hago más daño a mí misma así que perdonando todo el dolor que he pasado y que he hecho pasar a tu familia por culpa de las malas decisiones de mi padre? — Chasqueó la lengua. — Ni tú te crees eso. — Pero se congeló cuando dijo lo del privilegio, y la sonrisa estaba peleando muy fuerte por aparecer. Se inclinó sobre su oído y dijo. — Los privilegios que tú tienes son mucho mejores que este. — Y volvió a su posición, para volver a mirarle de frente. — Pero pongamos que sí. Un privilegio conlleva responsabilidades, y la responsabilidad era, en este caso, dejarme estudiar tranquila para ese maldito examen, no ponerme el corazón a mil y sacarme un maldito tema del que no quiero ni oír hablar y lo sabes. Y si lo haces, como es tu privilegio… Pues… — Señaló hacia arriba, para indicar la tormenta. — Esto es lo que te llevas. —
Cuando empezó a enumerar todas las cosas que sí había dicho, se le escapó un suspiro entre los labios y tuvo que cerrar los ojos. Y ahí sí que no pudo reprimir una breve sonrisa y un susurro. — Tú todo lo haces porque quieres. — Se quedó mirándole y contestó. — ¿Por qué querría que lo incumplieras? ¿Qué tendrá que ver? Solo quiero que me mires y me digas todo lo que pasa por tu cabeza… Ahora mismo. — No sabía ni por qué lo había hecho, pero había deslizado un dedo por el dorso de su mano, aunque no había movido la cara de donde la tenía, enfrentando a Marcus. — Sé perfectamente con quién estoy hablando. — Ah, la sonrisa no se le quitaba. Afiló los ojos y se acercó aún más, tanto que sus respiraciones se mezclaban. — ¿Y tú? ¿Sabes con quién estás hablando? ¿Crees que perdonaría a la persona que debía habernos defendido y que nos condenó… Te condenó, a venir conmigo a Nueva York? — El corazón ahora mismo era un huracán. — Yo nunca perdonaría a quien nos haga sufrir, Marcus… Tú y yo, para mí, estamos demasiado alto… — Afiló aún más los ojos e inspiró. — ¿Quieres que algo así… Te separe de mí? ¿Ahora? — La tormenta empezaba a oírse fuerte fuera, pero no pensaba moverse ni un centímetro.
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
La miró con cara de circunstancias. - Creo que no eres consciente de cómo llegaste de Nueva York. ¿Hubieras aguantado esta situación dos meses más, hasta la próxima convocatoria? - Negó. - Yo, desde luego, si estaba en mi mano, no iba a mantenerte en este estado. Querías presentarte e ir a Irlanda, y eso estamos haciendo. Me hubiera opuesto de considerarlo inviable. Solo te estoy diciendo que, de haber elegido yo, me habría presentado al otro. - Pero, insistía, ahí estaba, en ese, y no sería él quien se quejara de tener la licencia de Piedra cuanto antes. ¿Pero le parecía precipitado? Mucho. Una cosa no quitaba la otra.
En algún momento, por lo visto, habían entrado en un cara a cara. No era muy consciente de cómo ni de por qué, pero ahí estaban: sosteniéndose el uno al otro la mirada y la tensión. - Contigo no uso palabrería. - Dijo, muy serio. - A ti te digo lo que pienso. Te lo estoy diciendo. - Arqueó las cejas. - Pero, ahora, mírame tú a los ojos y júrame que todo, absolutamente todo lo que te pasa por la cabeza... me lo dices. - Hizo un gesto de chasquear la lengua, pero sin emitir el correspondiente ruido. - Porque lo dudo muchísimo. Es prácticamente imposible haces eso. Y, aun así, puedo presumir bastante de que sabes la gran parte de lo que pienso. ¿Qué me he ahorrado decirte? ¿Que tu padre me da pena? No, eso lo sabes de sobra. ¿Que creo que estás siendo dura con él? Es que no creo que estés siendo dura con él, tienes motivos para estar enfadada, pero eso no quita ni que me dé pena, ni que piense que esta situación no conduce a nada. ¿Que nos estamos presentando al examen precipitadamente? Eso ya te lo he explicado. - Si quería pillarle, tendría que seguir intentándolo. No lo iba a conseguir con tanta facilidad.
Echó aire por la nariz, en un gesto que la dilataba, como un depredador enfurecido, y le endurecía la mandíbula. - Te equivocas. Sí que lo creo. - Contradijo. - No hoy, o a corto plazo. Pero te hará daño a largo plazo. - Creía firmemente en ello y de ese barco no le iban a mover. Entrecerró los ojos. - Y esa pregunta está sesgada en tu favor para manipular mi respuesta. Soy yo el que usa la palabrería, ¿te crees que no sé detectarla cuando la oigo? - En algún punto parecía estar abandonando el tono de enfado por el tono de chulería o reto. Y no sabía... por qué. Porque seguía enfadado, o al menos sentía algo que le invadía con mucha intensidad. Y no era como solía comunicarse con Alice, dicho fuera de paso. Nunca habían establecido una lucha de poderes, no era su dinámica. - Sé que te ha hecho daño, y es lícito que estés enfadada. Hablo de romper relaciones con él, no de estar enfadada. Creo que ya lo he dejado claro. - Eso último lo dijo con bastante dureza. No le gustaba tener que repetir un punto que ya había explicado.
Y entonces, le susurró en el oído, y eso sí que le descuadró en mitad de aquel duelo. Por un momento temió perder su posición, porque el rostro enfadado había sido invadido por un velo de confusión momentáneo, en el que miró a Alice de reojo desde su posición, con el ceño fruncido, preguntándose... qué pretendía... aunque se lo imaginaba. Porque le había recorrido un escalofrío el cuerpo entero. ¿Eso pretendía? ¿Neutralizarle? ¿A eso estaban jugando? Muy bien. Él también sabía jugar a aquel juego. Hasta ahora no lo estaba haciendo de manera consciente, pero si de repente se podían usar esas cartas, por supuesto que las pensaba usar.
Miró levemente hacia arriba cuando señaló la tormenta, y luego volvió a sus ojos. - Eso no es una responsabilidad, es un castigo: el castigo de no poder expresarme como y cuando quiero y que, si lo hago, se me acuse de cruel, y si no lo hago, de estar mintiendo. Es una trampa. Una trampa por un privilegio que, dicho sea de paso, no me ha caído del cielo: me lo he ganado yo. - Ladeó la cabeza, cuestionador. - ¿O me vas a decir que lo que tengo no lo he obtenido por méritos propios? ¿Este es el precio a pagar por lo que me he ganado? Creía que la gracia de los privilegios era que... no tenían coste. No es un privilegio si lo tienen, es un peaje. - Ella podía enredarle a él con susurros, miradas y roces, como el que vino poco después. Pero él la podía enredar en palabrería. Al fin y al cabo, ya había sido acusado de usarla. Que fuera con motivo.
Reprimió el gesto confuso que espontáneamente le hubiera salido una vez más por verla sonreírse en mitad de aquello. Lo que no reprimió fue mirar hacia su mano cuando la rozó. Lo hizo muy deliberadamente, arrastrando los ojos hacia allí, volviendo a subirlos hacia su mirada y ladeando la cabeza con una mirada astuta pero obvia. - No lo parece. - Respondió automáticamente a lo de que sabía con quién estaba hablando, sin turbar el tono sibilino. Dejó escapar una muda carcajada con los labios cerrados. - No vas a sacar de mí un odio que no tengo, Gallia. - Dejó muy claro. - Los Van Der Luyden nos condenaron a aquello. Dejé muy clara mi postura hacia ellos. Hubiera sido mucho más duro, de hecho... pero tú no creías en la venganza. Hasta hoy, al parecer, con quien no se ha portado bien, es cierto, pero desde luego, no merece tanto odio como otros a los que hemos dejado ir más impunemente. - Alice lanzó una pregunta que fue coronada con un trueno. La distancia era prácticamente inexistente, salvo por esa mesa que se interponía entre ellos. Aun así, se inclinó más sobre esta, devolviéndole una mirada afilada, arrastrando las manos por la superficie para acercarse más. - No. - Respondió. - ¿Y tú? - Se mojó lentamente los labios, entrecerrando los ojos. - Porque sé perfectamente cuándo me estás retando. Y ahora lo estás haciendo. Lo que no sé muy bien es a qué. Y por qué. - Ladeó una sonrisa maliciosa. - Pero creo que tú tampoco. -
En algún momento, por lo visto, habían entrado en un cara a cara. No era muy consciente de cómo ni de por qué, pero ahí estaban: sosteniéndose el uno al otro la mirada y la tensión. - Contigo no uso palabrería. - Dijo, muy serio. - A ti te digo lo que pienso. Te lo estoy diciendo. - Arqueó las cejas. - Pero, ahora, mírame tú a los ojos y júrame que todo, absolutamente todo lo que te pasa por la cabeza... me lo dices. - Hizo un gesto de chasquear la lengua, pero sin emitir el correspondiente ruido. - Porque lo dudo muchísimo. Es prácticamente imposible haces eso. Y, aun así, puedo presumir bastante de que sabes la gran parte de lo que pienso. ¿Qué me he ahorrado decirte? ¿Que tu padre me da pena? No, eso lo sabes de sobra. ¿Que creo que estás siendo dura con él? Es que no creo que estés siendo dura con él, tienes motivos para estar enfadada, pero eso no quita ni que me dé pena, ni que piense que esta situación no conduce a nada. ¿Que nos estamos presentando al examen precipitadamente? Eso ya te lo he explicado. - Si quería pillarle, tendría que seguir intentándolo. No lo iba a conseguir con tanta facilidad.
Echó aire por la nariz, en un gesto que la dilataba, como un depredador enfurecido, y le endurecía la mandíbula. - Te equivocas. Sí que lo creo. - Contradijo. - No hoy, o a corto plazo. Pero te hará daño a largo plazo. - Creía firmemente en ello y de ese barco no le iban a mover. Entrecerró los ojos. - Y esa pregunta está sesgada en tu favor para manipular mi respuesta. Soy yo el que usa la palabrería, ¿te crees que no sé detectarla cuando la oigo? - En algún punto parecía estar abandonando el tono de enfado por el tono de chulería o reto. Y no sabía... por qué. Porque seguía enfadado, o al menos sentía algo que le invadía con mucha intensidad. Y no era como solía comunicarse con Alice, dicho fuera de paso. Nunca habían establecido una lucha de poderes, no era su dinámica. - Sé que te ha hecho daño, y es lícito que estés enfadada. Hablo de romper relaciones con él, no de estar enfadada. Creo que ya lo he dejado claro. - Eso último lo dijo con bastante dureza. No le gustaba tener que repetir un punto que ya había explicado.
Y entonces, le susurró en el oído, y eso sí que le descuadró en mitad de aquel duelo. Por un momento temió perder su posición, porque el rostro enfadado había sido invadido por un velo de confusión momentáneo, en el que miró a Alice de reojo desde su posición, con el ceño fruncido, preguntándose... qué pretendía... aunque se lo imaginaba. Porque le había recorrido un escalofrío el cuerpo entero. ¿Eso pretendía? ¿Neutralizarle? ¿A eso estaban jugando? Muy bien. Él también sabía jugar a aquel juego. Hasta ahora no lo estaba haciendo de manera consciente, pero si de repente se podían usar esas cartas, por supuesto que las pensaba usar.
Miró levemente hacia arriba cuando señaló la tormenta, y luego volvió a sus ojos. - Eso no es una responsabilidad, es un castigo: el castigo de no poder expresarme como y cuando quiero y que, si lo hago, se me acuse de cruel, y si no lo hago, de estar mintiendo. Es una trampa. Una trampa por un privilegio que, dicho sea de paso, no me ha caído del cielo: me lo he ganado yo. - Ladeó la cabeza, cuestionador. - ¿O me vas a decir que lo que tengo no lo he obtenido por méritos propios? ¿Este es el precio a pagar por lo que me he ganado? Creía que la gracia de los privilegios era que... no tenían coste. No es un privilegio si lo tienen, es un peaje. - Ella podía enredarle a él con susurros, miradas y roces, como el que vino poco después. Pero él la podía enredar en palabrería. Al fin y al cabo, ya había sido acusado de usarla. Que fuera con motivo.
Reprimió el gesto confuso que espontáneamente le hubiera salido una vez más por verla sonreírse en mitad de aquello. Lo que no reprimió fue mirar hacia su mano cuando la rozó. Lo hizo muy deliberadamente, arrastrando los ojos hacia allí, volviendo a subirlos hacia su mirada y ladeando la cabeza con una mirada astuta pero obvia. - No lo parece. - Respondió automáticamente a lo de que sabía con quién estaba hablando, sin turbar el tono sibilino. Dejó escapar una muda carcajada con los labios cerrados. - No vas a sacar de mí un odio que no tengo, Gallia. - Dejó muy claro. - Los Van Der Luyden nos condenaron a aquello. Dejé muy clara mi postura hacia ellos. Hubiera sido mucho más duro, de hecho... pero tú no creías en la venganza. Hasta hoy, al parecer, con quien no se ha portado bien, es cierto, pero desde luego, no merece tanto odio como otros a los que hemos dejado ir más impunemente. - Alice lanzó una pregunta que fue coronada con un trueno. La distancia era prácticamente inexistente, salvo por esa mesa que se interponía entre ellos. Aun así, se inclinó más sobre esta, devolviéndole una mirada afilada, arrastrando las manos por la superficie para acercarse más. - No. - Respondió. - ¿Y tú? - Se mojó lentamente los labios, entrecerrando los ojos. - Porque sé perfectamente cuándo me estás retando. Y ahora lo estás haciendo. Lo que no sé muy bien es a qué. Y por qué. - Ladeó una sonrisa maliciosa. - Pero creo que tú tampoco. -
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— Pues haberlo elegido. — Aun así, sabía que tenía razón. Eso sí, lo habría superado como tantas otras cosas. — Soy muy fuerte, Marcus. Sí, estaba sufriendo, estoy sufriendo, pero todavía puedo aguantar más aún. Puedo aguantar sin hablar con mi padre, sin vivir contigo… Sin tenerte todas las noches y vivir con un alquimista experimentado que nos va a enseñar todo lo que necesitemos en un lugar tranquilo y precioso… — Porque esos detallitos se le olvidaban al señor “me habría presentado a otro”. Ladeó un poco la cabeza y apretó los labios. — Pero prefiero lo que he escogido. No he pensado solo en mí para pensar eso, ¿sabes? Hubiera podido aguantarlo… Pero estoy cansada de vivir aguantando. Quiero… Disfrutar. — No había controlado ese tono. No estaba controlando nada realmente.
Le miró a los ojos y suspiró a su reto. — Te aseguro, Marcus, que me encantaría saber ocultarte muchas más cosas. Mis lágrimas, mis miedos, mis odios… Ojalá pudiera, pero creo que me hechizaste hace mucho tiempo y no te creas que lo tengo tan fácil, y menos si te tengo así. O me alejo, o lo suelto todo, y ya quedamos en que no debía alejarme de ti, y yo también sé cumplir promesas. — Pero se quedó callada ante el discurso de su novio, porque le miraba a los labios y porque, de verdad, veía que no le quedaba mucho más que decir, y una vez dicho, efectivamente, no había muchas cosas que no supiera, y deseaba que aquella conversación no hubiera empezado, pero no sabía cómo darle para atrás, así que le dio para delante.
Ah, pero al menos Marcus se estaba enfureciendo también y podía verlo. — ¿Por qué? — Le soltó en tono retador. — ¿Por qué me va a hacer daño? ¿Más que el que ya me ha hecho? — Soltó una risa hiriente. — Lo dudo mucho. Largo plazo el que llevo a la espalda de estos años. — No se iba a bajar de ahí, por mucho que quisiera reliarla, o que le dijera que era palabrería, o que cambiara los términos. — No estoy enfadada, Marcus. Estoy acabada. He terminado con este tema, no quiero saber nada más del caos Gallia. — Alzó las cejas y dijo. — Y yo que pensé que te gustaría que me convirtiera una niña buena y ordenada alejada del caos. Pero claramente el caos de William Gallia sí que lo toleras. — Es que vamos, toda la vida quejándose de la gente que se saltaba las normas y su padre intentando saltarse la peor y más grande, y él que había que perdonarlo. — No voy a perdonar a mi padre por intentar lo que intentó y perder a Dylan por sus locuras, yo también lo he dejado clarito. — Dijo endureciendo un poco el tono al mismo tiempo que el de él.
Inspiró y negó levemente con la cabeza. — No, un castigo sería si quisiera hacerte daño con ello, si quisiera que escarmentaras, y no quiero. No quiero volver a hablar de esto, no quiero volver a hablar con mi padre, si está en mi mano, y lo siento porque estés en medio. Pero eres tú el que se está poniendo ahí, y si te quieres poner en medio de la guerra, te caerán hechizos encima. Consecuencias. — Dijo haciendo un hincapié un poquito sarcástico en la palabra. — A mí no me gusta castigarte, no sé hacerlo. — Admitió, pensando que a él se le daba mucho mejor hacerlo con ella, pero no sabía qué tal caería tal afirmación en aquel momento de tensión.
— No quiero tu odio. Sé que no me odias. — Y resopló y entornó los ojos cuando habló de los Van Der Luyden. — Esa gente odiaba a mi madre, me odiaba a mí. Ella huyó para quitárnoslos de enigma y no volveremos a verlo. Mi padre tenía que querernos, protegernos, no es lo mismo, Marcus. Duele mucho más del segundo que de los primeros. — Negó con la cabeza, con la voz ciertamente tomada. — No es venganza lo que busco. — No, desde luego, en ese momento no quería venganza para nada. Y no era capaz de controlarlo, pero ya sabía lo que quería. Le quería a él, le quería con aquella expresión fiera y enfadada, pero quería verla mientras hacían otras cosas. Y no, él tampoco quería separarse de ella, claramente.
¿A qué le estaba retando? No lo sabía. No sabía cómo se tomaría Marcus si ahora hiciera lo que quería hacer, con lo ordenadito que era él para según qué cosas… Pero es que esa media sonrisa, sus manos más cerca, todo tan tenso… — Hay tantas cosas que no sé… — Susurró. Acercó los labios a los suyos y susurró, rozándolos al hablar y sintiendo un escalofrío tremendo. — No sé cómo ir hacia atrás, Marcus. No creo que deba ir hacia atrás. Así que voy hacia delante. — Y besó sus labios con fuerza y sensualidad, dejando fluir todo ese calor que había tomado su cuerpo y que ahora al menos podía compartir con el de Marcus.
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Entornó muy levemente los ojos, intensificando aún más la mirada. - No des golpes bajos. Creía que eras más de luchar a la defensiva. - Lanzó, ácido. Estaba jugando con la baza de pasar juntos todo el día, de dormir y despertar juntos. De la presencia y las enseñanzas de su abuelo. Sabía que eso era ponerle comiendo de su mano, y ahora su orgullo le impedía ponérselo tan fácil. Afiló la mirada y la sonrisa. - Lo vas a disfrutar. - Devolvió, chulesco. ¿Por qué? No sabía. Quizás por las ganas de tener la última palabra, simplemente, porque no es como que hubiera aportado nada a la conversación. Y Marcus no solía hablar si no era para aportar algo a la conversación.
A lo siguiente simplemente le sostuvo la mirada en silencio. Que él la tenía hechizado a ella. Qué graciosa. ¿Y ella a él? No sabía ni qué estaba haciendo en ese tira y afloja que era cada vez más absurdo y tenso. ¿No estaban discutiendo? No, de hecho, ¿no estaban estudiando? No sabía cómo había llegado a esa posición, pero estaba clavado en ella, sin poderla soltar. Y decía que la hechizada era ella...
Pero lo siguientes sí que le hizo alzar una ceja. Vaya... Vaya manera de tirarle de la cuerda. - Creía haber dejado claro que la alumna díscola me... gusta bastante. - Había estado a punto de decir "me pone", y hasta él se había sorprendido y parado en seco, de una forma poco natural e interrumpida para lo que querría mostrar, pero fingiría no haberse dado cuenta. No obstante, Alice había continuado con su discurso y dejando clara su postura: que no iba a perdonar a William por lo que le hizo a Dylan. Y Marcus se mantendría mentalmente en sus trece: el tiempo lo diría. Y el propio Dylan. Porque el chico cada vez era más mayor y tenía voz propia, y lo mismo salía de Hogwarts dando un golpe en la mesa y diciendo que quería a su familia unida. Y a ver si su adorada hermana iba a ser capaz de oponerse a eso.
Endureció la mandíbula. - Yo no me he puesto en medio, Alice. Yo siempre he estado ahí. Somos la misma familia, y eso no lo es solo para lo bueno, también lo es para lo malo. Es para que te dé calor familiar, pero también para que te dé mi opinión cuando algo no me parece bien. - Al tirito sarcástico, esbozó una sonrisa leve y en el mismo tono. - Entiendo de consecuencias, gracias. - Ladeó la cabeza de nuevo, ante la supuesta confesión. - ¿Y yo a ti sí? - Sacó un poco el labio inferior. - Creo que nuestra historia está llena de ocasiones en las que debería haberte castigado y no lo he hecho. - ¿Pero qué hacían hablando de eso ahora? ¿A qué venía? ¿Y por qué ese tono? ¿¿No estaban discutiendo??
- Jamás podría. - Afirmó, categórico, a lo de que no la odiaba. Alice siguió hablando, y él manteniendo su mirada... y luego se acercó. Se acercó mucho más. Y la mirada le traicionó, porque bajó de sus ojos a sus labios. Y sintió el roce de estos en los suyos. Y el corazón le dio un latido tan violento que debió escucharse desde fuera. ¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué haces esto? Pensó, con la respiración acelerada, sabiendo en el fondo responder a todas esas preguntas pero empeñándose en no querer entenderlas. Por eso no las decía en voz alta, porque sabía perfectamente las respuestas. Igualmente, no le dio tiempo, porque Alice se lanzó a sus labios, y él contuvo la respiración, pero respondió. Y tanto que respondió. Puso una mano en su nuca, estrechándose con ella y devorando sus labios en respuesta, de manera instintiva, sintiendo que el cerebro le estallaba en llamas.
Apenas un par de segundos. Se separó bruscamente, dando un paso atrás, soltándola y mirándola a los ojos, de nuevo durante apenas uno o dos segundos. Negó con la cabeza, casi imperceptiblemente, apenas moviendo los rizos, con mirada acelerada, confusa, asustada, enfadada... Demasiadas emociones juntas. No, no quería eso. Ya tuvieron una experiencia de esas. Él era un romántico, él quería a Alice, y la deseaba, pero todo era desde el amor y el respeto, no... desde el enfado o... Ya no sabía ni cómo sentirse. Pero estaba tenso, y encendido, muy encendido... Y empezaba a sentir que no solo de enfado o de nervios por el examen.
Giró sobre sus talones, frotándose la cara y resoplando. El beso, la separación, y ese gesto transcurrieron en apenas segundos, así como la resolución. Alice tenía razón: no sabía cómo echar marcha atrás, así que... tendría que darla hacia delante. Se giró de nuevo, bruscamente, y a grandes zancadas rodeó la mesa y fue hacia ella, lanzándose de nuevo a sus labios, tomando su rostro entre sus manos y con el ímpetu suficiente como para hacerla retroceder hasta que su espalda dio contra la estantería de la pared, tirando un libro al suelo. No le importó lo más mínimo. Ahora era su cuerpo contra el suyo, sin ninguna distancia, y todo lo que necesitaba desfogar en sus labios.
A lo siguiente simplemente le sostuvo la mirada en silencio. Que él la tenía hechizado a ella. Qué graciosa. ¿Y ella a él? No sabía ni qué estaba haciendo en ese tira y afloja que era cada vez más absurdo y tenso. ¿No estaban discutiendo? No, de hecho, ¿no estaban estudiando? No sabía cómo había llegado a esa posición, pero estaba clavado en ella, sin poderla soltar. Y decía que la hechizada era ella...
Pero lo siguientes sí que le hizo alzar una ceja. Vaya... Vaya manera de tirarle de la cuerda. - Creía haber dejado claro que la alumna díscola me... gusta bastante. - Había estado a punto de decir "me pone", y hasta él se había sorprendido y parado en seco, de una forma poco natural e interrumpida para lo que querría mostrar, pero fingiría no haberse dado cuenta. No obstante, Alice había continuado con su discurso y dejando clara su postura: que no iba a perdonar a William por lo que le hizo a Dylan. Y Marcus se mantendría mentalmente en sus trece: el tiempo lo diría. Y el propio Dylan. Porque el chico cada vez era más mayor y tenía voz propia, y lo mismo salía de Hogwarts dando un golpe en la mesa y diciendo que quería a su familia unida. Y a ver si su adorada hermana iba a ser capaz de oponerse a eso.
Endureció la mandíbula. - Yo no me he puesto en medio, Alice. Yo siempre he estado ahí. Somos la misma familia, y eso no lo es solo para lo bueno, también lo es para lo malo. Es para que te dé calor familiar, pero también para que te dé mi opinión cuando algo no me parece bien. - Al tirito sarcástico, esbozó una sonrisa leve y en el mismo tono. - Entiendo de consecuencias, gracias. - Ladeó la cabeza de nuevo, ante la supuesta confesión. - ¿Y yo a ti sí? - Sacó un poco el labio inferior. - Creo que nuestra historia está llena de ocasiones en las que debería haberte castigado y no lo he hecho. - ¿Pero qué hacían hablando de eso ahora? ¿A qué venía? ¿Y por qué ese tono? ¿¿No estaban discutiendo??
- Jamás podría. - Afirmó, categórico, a lo de que no la odiaba. Alice siguió hablando, y él manteniendo su mirada... y luego se acercó. Se acercó mucho más. Y la mirada le traicionó, porque bajó de sus ojos a sus labios. Y sintió el roce de estos en los suyos. Y el corazón le dio un latido tan violento que debió escucharse desde fuera. ¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué haces esto? Pensó, con la respiración acelerada, sabiendo en el fondo responder a todas esas preguntas pero empeñándose en no querer entenderlas. Por eso no las decía en voz alta, porque sabía perfectamente las respuestas. Igualmente, no le dio tiempo, porque Alice se lanzó a sus labios, y él contuvo la respiración, pero respondió. Y tanto que respondió. Puso una mano en su nuca, estrechándose con ella y devorando sus labios en respuesta, de manera instintiva, sintiendo que el cerebro le estallaba en llamas.
Apenas un par de segundos. Se separó bruscamente, dando un paso atrás, soltándola y mirándola a los ojos, de nuevo durante apenas uno o dos segundos. Negó con la cabeza, casi imperceptiblemente, apenas moviendo los rizos, con mirada acelerada, confusa, asustada, enfadada... Demasiadas emociones juntas. No, no quería eso. Ya tuvieron una experiencia de esas. Él era un romántico, él quería a Alice, y la deseaba, pero todo era desde el amor y el respeto, no... desde el enfado o... Ya no sabía ni cómo sentirse. Pero estaba tenso, y encendido, muy encendido... Y empezaba a sentir que no solo de enfado o de nervios por el examen.
Giró sobre sus talones, frotándose la cara y resoplando. El beso, la separación, y ese gesto transcurrieron en apenas segundos, así como la resolución. Alice tenía razón: no sabía cómo echar marcha atrás, así que... tendría que darla hacia delante. Se giró de nuevo, bruscamente, y a grandes zancadas rodeó la mesa y fue hacia ella, lanzándose de nuevo a sus labios, tomando su rostro entre sus manos y con el ímpetu suficiente como para hacerla retroceder hasta que su espalda dio contra la estantería de la pared, tirando un libro al suelo. No le importó lo más mínimo. Ahora era su cuerpo contra el suyo, sin ninguna distancia, y todo lo que necesitaba desfogar en sus labios.
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Se venía gestando. Ese “me… gusta” Alice sabía lo que llevaba implícito, veía que Marcus estaba ahí, lo de castigarla… Si es que todo eran señales. Y ya cuando le devolvió el beso, y no solo eso, sino que la agarró de la nuca… Oh, ya está, todas las mariposas, los cosquilleos y el fuego de su interior se encendieron a la vez, porque no había nada que la elevara más alto que Marcus así.
Pero entonces se separó, con esa cara de asustado por no entender las cosas. Ese era su novio también, el que se asustaba cuando no entendía algo, y Alice tampoco lo entendía, no sabía por qué le salía aquello cuando estaba tan enfadada, pero tampoco sabía por qué pasaba de estar tranquila estudiando a estar tan enfadada, así que prefería pasar de nuevo a otro estado mucho más agradable, si le preguntaban a ella. Pero también sabía lo que estaba pensando Marcus. Se estaba acordando de Nueva York, y él aún tenía eso ahí dándole vueltas en la cabeza, que si la hizo daño y marcas y demás. Y a ver cómo le explicaba que ahora daría lo que fuera por esas marcas, porque no podía dejar de mirarle, es que estaba absolutamente poseída por sus deseos y necesitada de él.
— Marcus, no qu… — No le dio tiempo. Antes de que pudiera darse cuenta, su novio se dio la vuelta y volvió a encontrarse con sus labios, a lo cual ella reaccionó rápidamente, agarrándose a su cuello, cerrando las manos en torno a su camiseta, lo cual le vino muy bien para sostenerse mientras Marcus la empujaba contra la estantería, arrancándole un gemido de pura pasión entre los besos. Y ahí sí, se tuvo que separar con una sonrisa maliciosa, para mirarle a esos ojos preciosos (que tenían la culpa de que ella se hubiera puesto así, por otro lado). — ¿Ya ibas a castigarme sin esto, prefecto? — Preguntó, tentadora, antes de subir una de las manos, agarrando sus rizos y bajando los besos por su cuello, y separándose otro momento, poniéndose contra la estantería más aún. — Me encanta, y a ti te encanta que me encante… — Le dio un beso fortísimo y apasionado, sin soltar sus rizos. — Te encanta… Verme. — Y subió la pierna por su costado, rodeándole con ella para pegarle más a sus caderas, con un suspiro que ya no se molestó en contener.
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Bad topic Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Eso sí que no iba a tener ya marcha atrás, por mucho que su cerebro le estuviera gritando ¿QUÉ HACES? La forma en la que Alice reaccionó y lo descontrolado que se notaba a sí mismo eran cosas que ya había vivido y sabía cómo acababan. Y, sinceramente, antes de estar discutiendo... prefería estar en esas. Cuando intentase de nuevo devanarse los sesos con el estudio, igual se arrepentía. O igual no. Igual le servía para despejar un poquito la mente, que de tanta presión estaba bastante embotado.
Alice se separó de él y le vio la mirada, la sonrisa y las intenciones. Él no sonrió, al revés, volvió a dilatar la nariz, soltando aire por esta y tensando la mandíbula. - No me gustan estos juegos. - Dijo muy en serio... aunque muy escaso de credibilidad, porque ahí estaba, y lo dicho, no pensaba parar. Él tenía una imagen de sí mismo, para sí mismo y para los demás, de romántico, de caballeroso, de educado, de protocolario, de mil cosas que, desde luego, en nada correspondían con lo que estaba haciendo, o con lo que hizo la noche de Nueva York. Pero a su díscola novia parecía gustarle bastante aquel rollo. Y maldita fuera su estampa, que todo lo que a ella la excitara, a él le excitaba de rebote.
Tuvo que cerrar los ojos y contener un suspiro al notar los besos por su cuello, pero volvió a abrirlos para mirarla mientras le hablaba, mientras le retaba otra vez. Mientras le tiraba de la cuerda aún más. - No. - Insistió, ya por cabezonería más que por otra cosa. No, aquello no le encantaba, se negaba a que le encantase, ¡estaba enfadado, y enfadado no se hacían esas cosas! Pero nada, ella le besó con tanto desenfreno que le puso a mil revoluciones, y así no había quien se tragara la píldora de que aquello no le gustaba. Le estaba poniendo tan al límite que ahora solo quería demostrar que podía ponerse por encima, y eso también le excitaba... Por Merlín, no se entendía ni él, de verdad que no. Que le encantaba verla, le dijo entonces. Y lo peor era que sí, y mucho. Iba a ser mejor dejar de pensar y poner el cerebro en modo automático, o se iba a volver loco. - Me vas a volver loco... - Se le escapó nada más pensarlo. La de veces que se lo había dicho, solo que cargado de otras connotaciones. Ahora parecía un reproche. Pero el final iba a ser el mismo, de todas formas.
Fue notar su pierna engancharse a su cadera, y apoyar él la mano en su muslo, alzándolo un poco más para aprisionarse más con ella, besándola con desenfreno. La otra mano se fue a su bolsillo, sacó la varita y, con un gesto brusco, barrió toda la estancia: un golpe de candado cerró el acceso al armario evanescente, para convertirlo, a todos los efectos, en un armario normal; la puerta de la sala se cerró de un portazo; y el entorno quedó silenciado. Se separó de sus labios y, mirándola y sin pronunciar hechizo alguno, apuntó con la varita al suelo, invocando el libro y dejándolo suspendido en el aire. - Más te vale tener una buena excusa para esto. - Y, con otro movimiento de latigazo, lanzó el libro al otro extremo de la sala, cayendo este contra el sofá y quedándose allí. Si alguien llegaba, a todos los efectos, ese libro estaba siendo usado para algo. Así que ya se podía trabajar las cosas. - Los juegos tienen sus consecuencias. - Entrecerró los ojos. - ¿Era el castigo que estabas buscando? ¿O te sabe a poco? -
Alice se separó de él y le vio la mirada, la sonrisa y las intenciones. Él no sonrió, al revés, volvió a dilatar la nariz, soltando aire por esta y tensando la mandíbula. - No me gustan estos juegos. - Dijo muy en serio... aunque muy escaso de credibilidad, porque ahí estaba, y lo dicho, no pensaba parar. Él tenía una imagen de sí mismo, para sí mismo y para los demás, de romántico, de caballeroso, de educado, de protocolario, de mil cosas que, desde luego, en nada correspondían con lo que estaba haciendo, o con lo que hizo la noche de Nueva York. Pero a su díscola novia parecía gustarle bastante aquel rollo. Y maldita fuera su estampa, que todo lo que a ella la excitara, a él le excitaba de rebote.
Tuvo que cerrar los ojos y contener un suspiro al notar los besos por su cuello, pero volvió a abrirlos para mirarla mientras le hablaba, mientras le retaba otra vez. Mientras le tiraba de la cuerda aún más. - No. - Insistió, ya por cabezonería más que por otra cosa. No, aquello no le encantaba, se negaba a que le encantase, ¡estaba enfadado, y enfadado no se hacían esas cosas! Pero nada, ella le besó con tanto desenfreno que le puso a mil revoluciones, y así no había quien se tragara la píldora de que aquello no le gustaba. Le estaba poniendo tan al límite que ahora solo quería demostrar que podía ponerse por encima, y eso también le excitaba... Por Merlín, no se entendía ni él, de verdad que no. Que le encantaba verla, le dijo entonces. Y lo peor era que sí, y mucho. Iba a ser mejor dejar de pensar y poner el cerebro en modo automático, o se iba a volver loco. - Me vas a volver loco... - Se le escapó nada más pensarlo. La de veces que se lo había dicho, solo que cargado de otras connotaciones. Ahora parecía un reproche. Pero el final iba a ser el mismo, de todas formas.
Fue notar su pierna engancharse a su cadera, y apoyar él la mano en su muslo, alzándolo un poco más para aprisionarse más con ella, besándola con desenfreno. La otra mano se fue a su bolsillo, sacó la varita y, con un gesto brusco, barrió toda la estancia: un golpe de candado cerró el acceso al armario evanescente, para convertirlo, a todos los efectos, en un armario normal; la puerta de la sala se cerró de un portazo; y el entorno quedó silenciado. Se separó de sus labios y, mirándola y sin pronunciar hechizo alguno, apuntó con la varita al suelo, invocando el libro y dejándolo suspendido en el aire. - Más te vale tener una buena excusa para esto. - Y, con otro movimiento de latigazo, lanzó el libro al otro extremo de la sala, cayendo este contra el sofá y quedándose allí. Si alguien llegaba, a todos los efectos, ese libro estaba siendo usado para algo. Así que ya se podía trabajar las cosas. - Los juegos tienen sus consecuencias. - Entrecerró los ojos. - ¿Era el castigo que estabas buscando? ¿O te sabe a poco? -
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Bad topic Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
Oh, ahora se estaba enfadando más aún, y Alice no podía dejar de estirar esa cuerda. Acercó los labios a su oreja y susurró, con voz aterciopelada y un leve gemido. — Sí. — Se restregó contra su cuerpo mientras alzaba la barbilla y le mantenía la mirada. — Pensé que habíamos quedado en que tú ya estabas loco, Marcus. Yo te había vuelto loco hace mucho tiempo. — Pasó la lengua por su cuello y susurró en su oído. — Y yo estoy loca por ti, todo en su sitio. — Y volvió a buscar sus labios, jugando con su lengua, disfrutando de lo lindo.
Volvió a gemir en medio de los besos cuando notó como le agarraba la pierna, y se arqueó del gusto de sentirle apretarse entre sus piernas. Y ya lo que le faltaba era una demostración de poder mágico de Marcus. Soltó una carcajada seca, que salió acompañada de un grito ahogado y una mirada muy descarada a su novio por entero, desde los rizos, los ojos, el torso… Dios le deseaba más que al aire más que a nada. — La de las excusas soy yo, sin duda. El del poder mágico eres tú… — Cogió con ambas manos el borde de la camiseta y se la quitó del tirón. — No me estás castigando, prefecto. — Volvió a abalanzarse sobre su cuerpo y sus labios, y de nuevo bajó por su cuello, mientras acariciaba su piel. — Pero sí que me sabe a poco. — Bajó las manos hasta el cierre del pantalón y alzó la mirada desde el pecho de él, donde estaba ahora repartiendo sus besos. — Admite que te encanta. Admite que quieres verme seguir este camino. Admite que estás tan caliente como yo, si no más. — Volvió a subir a su oído y susurró. — Una palabra tuya, y yo te doy lo que pidas, Marcus. —
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Bad topic (+18) Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Pues sí, le había vuelto loco hacía mucho tiempo, pero se refería... a otra cosa. A perder la cabeza en el sentido de hacer cosas que... no pensó que haría... O sea, lo que llevaba haciendo desde que la conoció. Ya ni se entendía, pero tampoco era capaz de pensar demasiado en esas circunstancias. Devolvió el beso, buscando su lengua con necesidad, pero negó con la cabeza, lo justo para finalizarlo y separarse. - No... nada de esto está en su sitio... - Insistió. Ya ni siquiera pretendía... exponer nada en concreto. Solo llevarle la contraria a Alice. Porque sentía que le había hecho una encerrona y no le daba la gana de dejarse encerrar tan fácilmente. Aunque las consecuencias fueran tan placenteras. La mano que antes hubiera sostenido la varita, la cual volvió a guardar, se apoyó ahora en la estantería para acercarse mucho más a su rostro y susurrar sobre sus labios. - Yo diré cuándo están las cosas en su sitio. - Necesitaba sentir que la situación la controlaba él. Un poco aunque fuera.
Alice se zafó de su camisa con una facilidad tan pasmosa que hasta él se sorprendió, bajando la mirada y volviéndola a subir a ella, ceñudo. Ah, y le sabía a poco. Apretó los labios y se terminó de quitar la camisa. - No he empezado todavía. - Afirmó, que mentira no era. Pero le estaba sacando una confesión. El corazón y la respiración le iban a mil por hora, y se estaba excitando y enfadando a partes iguales, y eso le resultaba confuso. ¿Y qué quería de él? ¿Una orden? ¿Algo que sí le supiera a castigo? Muy bien. Esperó a que terminara lo que estaba haciendo, parado, mirándola. Y cuando ella se detuvo y le devolvió la mirada demandante, por la ausencia de respuesta, fue ahora él quien se acercó a su oído y susurró. - Estate quieta. - Prácticamente como una orden. No había conseguido frenar la discusión, no había conseguido no acabar ahí a pesar de que le provocaba emociones confusas. Perfecto, se iba a hacer. Pero se iba a hacer como él dijera.
Ahora fue él quien bajó las manos al pantalón de ella y se deshizo de este, así como de la ropa interior. De lo que le correspondía a él, al fin y al cabo, ella ya había avanzado bastante trabajo. Volvió a apretarse contra la estantería, agarrándola con fuerza para ponerla a la altura que necesitaba, y antes de pensárselo más estaba en su interior, lo que le hizo soltar el aire por la boca en un gemido espontáneo. No, nada de aquello estaba previsto en esa mañana, pero ella misma lo había dicho: ninguno de los dos sabía dar marcha atrás. O más bien no quería.
Alice se zafó de su camisa con una facilidad tan pasmosa que hasta él se sorprendió, bajando la mirada y volviéndola a subir a ella, ceñudo. Ah, y le sabía a poco. Apretó los labios y se terminó de quitar la camisa. - No he empezado todavía. - Afirmó, que mentira no era. Pero le estaba sacando una confesión. El corazón y la respiración le iban a mil por hora, y se estaba excitando y enfadando a partes iguales, y eso le resultaba confuso. ¿Y qué quería de él? ¿Una orden? ¿Algo que sí le supiera a castigo? Muy bien. Esperó a que terminara lo que estaba haciendo, parado, mirándola. Y cuando ella se detuvo y le devolvió la mirada demandante, por la ausencia de respuesta, fue ahora él quien se acercó a su oído y susurró. - Estate quieta. - Prácticamente como una orden. No había conseguido frenar la discusión, no había conseguido no acabar ahí a pesar de que le provocaba emociones confusas. Perfecto, se iba a hacer. Pero se iba a hacer como él dijera.
Ahora fue él quien bajó las manos al pantalón de ella y se deshizo de este, así como de la ropa interior. De lo que le correspondía a él, al fin y al cabo, ella ya había avanzado bastante trabajo. Volvió a apretarse contra la estantería, agarrándola con fuerza para ponerla a la altura que necesitaba, y antes de pensárselo más estaba en su interior, lo que le hizo soltar el aire por la boca en un gemido espontáneo. No, nada de aquello estaba previsto en esa mañana, pero ella misma lo había dicho: ninguno de los dos sabía dar marcha atrás. O más bien no quería.
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Bad topic (+18) Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
— ¿Querrías estar en otro sitio entonces? — Respondió tentadora. Le estaba encantando aquel jueguecito, y a cada palabra, más se encendía y más necesitaba a Marcus. Y entonces se puso así de mandón y… Oh, su cuerpo reaccionaba inmediatamente a esa voz, a esas órdenes y esas palabras. Pero cuando se acercó a su oído y le dijo directamente “estate quieta” entreabrió los labios, derrotada por completo por aquella actitud, entregada a él y solo susurró, en un suspiro de placer. — Lo que mi prefecto mande. —
Y qué buena decisión fue, porque solo pudo admirar, aún sin cerrar los labios, con la respiración agitada y el corazón a mil, cómo le quitaba el pantalón y todo del tirón, pero es que antes de darse cuenta, estaba en brazos del chico, rodeándole con las piernas, y un agudo gemido salió de ella en el momento que le sintió. No solían hacerlo tan rápido, ni tan brusco, pero cómo lo había necesitado. Se retorció de placer, entre los brazos de Marcus y la estantería, sin ser capaz de hablar durante unos segundos, solo gemir, cerrar los ojos y disfrutar de la sensación.
— Dímelo, Marcus. — Insistió cuando por fin ganó un poco de conciencia de nuevo y pudo articular palabra, con una leve risilla, no muy fuerte, porque tenía las fuerzas trabajando en otra cosa. — Dime cuánto te gusta. Dime cuánto lo necesitabas. — Le apretó aún más con las piernas contra ella y mordió suavemente su oreja, mientras seguía acariciando sus rizos. — Tú ya sabes cuánto me pones. Sabes todo lo que te daría. — Se separó un momento y juntó su frente con la de él, resoplando por el esfuerzo que estaban haciendo, él sosteniéndola y ella no cayéndose. — Sabes cuál es tu privilegio y mira qué bien lo coges. — Sacó la lengua y la paseó por sus labios como llevaba queriendo hacer desde que le había visto lamérselos antes. — Dime tú a mí cuán loco te vuelvo, admite que todo lo que quieres es verme llegar antes que tú mientras te vuelvo loco de verdad, pero de placer. — Quería estirarle todo lo que pudiera, lo necesitaba, lo necesitaban, antes de volver a ser Marcus y Alice de siempre.
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Bad topic (+18) Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Debía estar muy nublado para estar haciendo eso en la sala de estar de su casa, contra la estantería que llevaba usando toda la vida (y de hecho se seguía usando), y era un milagro que no se estuvieran cayendo más cosas aparte del libro que ya convenientemente había quitado de en medio. Durante los primeros instantes no hubo más que el ruido de sus respiraciones, el temblor del mueble y la tormenta. Cómo habían cambiado las cosas desde la primera tormenta en la que se vieron en una situación que escaló más rápido de lo que esperaban.
Alice habló de nuevo. Muy iluso debía ser si pensaba que la había dejado sin palabras, eso solo había sido un espejismo momentáneo. Empezó a demandarle que le dijera cosas, pero Marcus seguía en ese extraño modo de contrariedad por cabezonería que nunca, jamás, había establecido con ella. Alice era, con casi total probabilidad, la persona que más influencia tenía sobre él, y a la que menos cosas podía negarle, cuanto menos llevarle la contraria por el mero placer de hacerlo. Pero algo le había poseído en ese momento y parecía haberse instaurado en el no por el no, por lo que siguió a su movimiento, a apretarla contra sí y a dejar los labios en su piel con deseo desmedido. Pero no contestó.
El mordisco en su oreja casi le hace perder el costoso equilibrio que estaba manteniendo por las sensaciones que le provocó, e hizo que la mirara a los ojos con fiereza, como si le enfadara que le hiciera perder el control, como si hubiera metido negligentemente la mano en el timón que él manejaba y hubiera estado a punto de escorar el barco. En mirarla estaba cuando juntó su frente con la suya, cuando la vio resoplar de esa forma. Sí que le volvía loco. Por supuesto que sí, pensó, pero de nuevo, no dijo nada. Iba a hablar cuando él quisiera, no cuando se lo pidiera. ¿No se había enfadado tanto porque se metiera donde no le llamaban? Pues ahora no quería hablar... Por Merlín, eso estaba siendo todo tremendamente absurdo. Lástima que estuviera demasiado encendido como para analizarlo con detenimiento.
Pero Alice no paraba. ¿Para qué quería órdenes si no las cumplía? Ah, la historia de su vida. Pero esa forma de pasar la lengua por sus labios casi le desestabiliza del todo, le hace cerrar los ojos de deseo desmedido. No se iba a dejar vencer tan fácilmente. E insistía. Insistía en que le hablara, pero al fin se había dado un pause en pedirle cosas. Le tocaba a él hablar. Se detuvo, en su interior, pegándose más a ella y mirándola a los ojos, dejando el tiempo suspendido, como si fuera a responderle... Y, tras una irritante y provocadora pausa, paladeó con gusto. - No. - Y se retiró, dejándola en el suelo y dando varios pasos hacia atrás, sin dejar de mirarla. Le había dicho que se estuviera quieta, debió especificar que eso incluía callada. Y ella le había insinuado que si la iba a castigar de alguna forma, y que podría ser más duro con ella. Él también se conocía sus puntos débiles. Y no iba a ser el Marcus que caía rendido tan fácilmente. Hoy no.
Se dio media vuelta y se fue al sofá de nuevo, y se dejó caer en este como hizo antes, con fuerza, como si siguiera enfadado. La miró con satisfacción desde su postura. - ¿Ahora también vas a quedarte ahí de pie? - Lanzó. Ladeó la sonrisa y se retrepó levemente en el sofá. - Ven tú. Y dímelo tú. Si quieres. -
Alice habló de nuevo. Muy iluso debía ser si pensaba que la había dejado sin palabras, eso solo había sido un espejismo momentáneo. Empezó a demandarle que le dijera cosas, pero Marcus seguía en ese extraño modo de contrariedad por cabezonería que nunca, jamás, había establecido con ella. Alice era, con casi total probabilidad, la persona que más influencia tenía sobre él, y a la que menos cosas podía negarle, cuanto menos llevarle la contraria por el mero placer de hacerlo. Pero algo le había poseído en ese momento y parecía haberse instaurado en el no por el no, por lo que siguió a su movimiento, a apretarla contra sí y a dejar los labios en su piel con deseo desmedido. Pero no contestó.
El mordisco en su oreja casi le hace perder el costoso equilibrio que estaba manteniendo por las sensaciones que le provocó, e hizo que la mirara a los ojos con fiereza, como si le enfadara que le hiciera perder el control, como si hubiera metido negligentemente la mano en el timón que él manejaba y hubiera estado a punto de escorar el barco. En mirarla estaba cuando juntó su frente con la suya, cuando la vio resoplar de esa forma. Sí que le volvía loco. Por supuesto que sí, pensó, pero de nuevo, no dijo nada. Iba a hablar cuando él quisiera, no cuando se lo pidiera. ¿No se había enfadado tanto porque se metiera donde no le llamaban? Pues ahora no quería hablar... Por Merlín, eso estaba siendo todo tremendamente absurdo. Lástima que estuviera demasiado encendido como para analizarlo con detenimiento.
Pero Alice no paraba. ¿Para qué quería órdenes si no las cumplía? Ah, la historia de su vida. Pero esa forma de pasar la lengua por sus labios casi le desestabiliza del todo, le hace cerrar los ojos de deseo desmedido. No se iba a dejar vencer tan fácilmente. E insistía. Insistía en que le hablara, pero al fin se había dado un pause en pedirle cosas. Le tocaba a él hablar. Se detuvo, en su interior, pegándose más a ella y mirándola a los ojos, dejando el tiempo suspendido, como si fuera a responderle... Y, tras una irritante y provocadora pausa, paladeó con gusto. - No. - Y se retiró, dejándola en el suelo y dando varios pasos hacia atrás, sin dejar de mirarla. Le había dicho que se estuviera quieta, debió especificar que eso incluía callada. Y ella le había insinuado que si la iba a castigar de alguna forma, y que podría ser más duro con ella. Él también se conocía sus puntos débiles. Y no iba a ser el Marcus que caía rendido tan fácilmente. Hoy no.
Se dio media vuelta y se fue al sofá de nuevo, y se dejó caer en este como hizo antes, con fuerza, como si siguiera enfadado. La miró con satisfacción desde su postura. - ¿Ahora también vas a quedarte ahí de pie? - Lanzó. Ladeó la sonrisa y se retrepó levemente en el sofá. - Ven tú. Y dímelo tú. Si quieres. -
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Oh, su cabezotísima novio que no iba a dirigirle la palabra a pesar de estar haciéndole lo que le estaba haciendo, y por todos los cielos, cómo le estaba gustando. Hasta que paró y se quedó mirándola. Ohhhh maldito fuera… La estaba provocando, pero no sexualmente, estaba intentando hacerla enfadar, como lo estaba él, pero Alice estaba demasiado caliente, le daba igual lo mucho que intentara molestarla, solo la estaba provocando más.
Así que el muy Slytherin (porque ahora mismo se estaba comportando como todo un Horner) era capaz de dejar de hacer lo que estaba haciendo y dejar ahí y sentarse en el sofá sin más. Ella le sostuvo la mirada, apoyada sobre la librería con las espalda, y jugueteando con su propio pelo, a falta del de Marcus. Dejó caer la mano lentamente por su propio cuello hasta llegar a su pecho, que bajaba y subía, con la respiración aún tremendamente agitada de lo que acababan de hacer. — ¿Quieres tú que me quede aquí? — Su mano rodeó su pecho y luego siguió bajando por su vientre, alzando una ceja y sin dejar de mirar a Marcus mientras lo hacía. — Claro que quiero… Y me has dejado aquí solita… Con todo este deseo… — Se terminó de incorporar y se acercó lentamente hacia el sofá, sentándose al lado de Marcus. — Quería que me besaras… — Se llevó los dedos a los labios y se los acarició. — Quería que me tocaras… — Y volvió a bajar las manos por su cuerpo. — Yo no lo hago tan bien como tú… — Se quejó con tonito exagerado. Pero se giró hacia él y se puso de rodillas en el sofá y se apoyó con suavidad en el hombro de Marcus, descendiendo la mano muy suavemente, en un tacto ligero pero ardiente, por su torso, mientras le hablaba entre susurros. — Oh, Marcus… Tú no sabes cuánto te necesito… Cuánto placer sabes darme… — Dejó un ligero grito ahogado salir de su garganta. — Y yo esperándote… — Subió la mano y la metió entre sus rizos tirando suavemente de ellos. — Dentro de mí… — Y acercó su cuerpo al de él, pero había dejado la mano a medio camino por su pecho y su vientre y no iba a moverse más hasta que él hiciera algo.
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Decía que la tenía hechizada, que hacía con ella lo que quería, que haría lo que le pidiera... Lo dudaba. O lo haría, pero no sin antes estirarle un poquito más, hacerle sufrir un poquito más, como si se lo mereciera. La miró desde su posición, sin perder la altivez, entrecerrando los ojos, esperándola. Esperaba que fuera a por él, pero por supuesto, lo hizo cuando a ella le dio la gana. Ni mucho menos inmediatamente.
Mantenerse impasible ante esas sugerencias y esa forma de tocarse era una tarea que en otro momento no se hubiera molestado en intentar. Marcus se derretía a cada movimiento de Alice, y le gustaba que así fuera. Pero ahora, por algún motivo, se habían metido en una guerra de a ver quién podía más que, también por algún motivo que aún no entendía, habían trasladado a aquel terreno. No pensaba moverse de su posición ni un ápice, por más que tuviera que tragar saliva y contenerse, y gritarle mentalmente a su corazón que dejara de golpear su pecho de esa forma tan violenta, que pareciera que se le fuera a salir.
Finalmente fue hasta él, y él la siguió con la mirada, como si le estuviera haciendo una exposición y él estudiando si le era o no convincente, barbilla alzada y mirada distante. Y ahora le adulaba gratuitamente. Se tuvo que reír por dentro. Marcus cedía muy pronto ante una adulación en condiciones normales, pero cuando estaba enfadado y detectaba que le estaban dorando la píldora, su reacción era echarse más atrás aún. Pero claro: Alice era Alice. No era una persona cualquiera, ni aquello era un contexto cualquiera. Era un juego, un juego al que no tenía muy claro si sabía jugar o no. Pero, desde luego, en caso negativo, no lo iba a dejar ver.
El principal problema no era el mensaje de Alice. Era el roce de sus dedos, era su tono susurrado y gemido, era su aliento sobre su piel. Eso le ponía los vellos de punta y le estremecía por completo. La miró de arriba abajo, arrastrando los ojos, hasta clavarlos en los suyos, manteniendo el silencio. Pero cuando notó las manos en sus rizos, tuvo que apretar los dientes y contener la respiración. Eso valía más que cualquier palabra y lo sabía, y sabía que Alice se lo iba a notar. Pero no iba a darle el gusto de abrir la boca. Él ya había dicho todo lo que tenía que decir por el momento, hablaría cuando lo considerara pertinente... Al menos, con palabras. Podía hablar con gestos.
Soltó lentamente el aire por la nariz para sentir que recuperaba algo de control. Al hacerlo, estudió los movimientos con los que iba a lanzar su mensaje no verbal. Dejó caer los párpados un segundo y, tras ello, la miró de nuevo a los ojos y esbozó una sonrisa ladina, sutil y maliciosa. Con un gesto muy leve de la cabeza señaló, y luego llevó los ojos, a su regazo, para mirarla a ella de nuevo y arquear las cejas. ¿Quieres sentirme? Aquí estoy. Tú misma.
Mantenerse impasible ante esas sugerencias y esa forma de tocarse era una tarea que en otro momento no se hubiera molestado en intentar. Marcus se derretía a cada movimiento de Alice, y le gustaba que así fuera. Pero ahora, por algún motivo, se habían metido en una guerra de a ver quién podía más que, también por algún motivo que aún no entendía, habían trasladado a aquel terreno. No pensaba moverse de su posición ni un ápice, por más que tuviera que tragar saliva y contenerse, y gritarle mentalmente a su corazón que dejara de golpear su pecho de esa forma tan violenta, que pareciera que se le fuera a salir.
Finalmente fue hasta él, y él la siguió con la mirada, como si le estuviera haciendo una exposición y él estudiando si le era o no convincente, barbilla alzada y mirada distante. Y ahora le adulaba gratuitamente. Se tuvo que reír por dentro. Marcus cedía muy pronto ante una adulación en condiciones normales, pero cuando estaba enfadado y detectaba que le estaban dorando la píldora, su reacción era echarse más atrás aún. Pero claro: Alice era Alice. No era una persona cualquiera, ni aquello era un contexto cualquiera. Era un juego, un juego al que no tenía muy claro si sabía jugar o no. Pero, desde luego, en caso negativo, no lo iba a dejar ver.
El principal problema no era el mensaje de Alice. Era el roce de sus dedos, era su tono susurrado y gemido, era su aliento sobre su piel. Eso le ponía los vellos de punta y le estremecía por completo. La miró de arriba abajo, arrastrando los ojos, hasta clavarlos en los suyos, manteniendo el silencio. Pero cuando notó las manos en sus rizos, tuvo que apretar los dientes y contener la respiración. Eso valía más que cualquier palabra y lo sabía, y sabía que Alice se lo iba a notar. Pero no iba a darle el gusto de abrir la boca. Él ya había dicho todo lo que tenía que decir por el momento, hablaría cuando lo considerara pertinente... Al menos, con palabras. Podía hablar con gestos.
Soltó lentamente el aire por la nariz para sentir que recuperaba algo de control. Al hacerlo, estudió los movimientos con los que iba a lanzar su mensaje no verbal. Dejó caer los párpados un segundo y, tras ello, la miró de nuevo a los ojos y esbozó una sonrisa ladina, sutil y maliciosa. Con un gesto muy leve de la cabeza señaló, y luego llevó los ojos, a su regazo, para mirarla a ella de nuevo y arquear las cejas. ¿Quieres sentirme? Aquí estoy. Tú misma.
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La estaba mirando y eso le excitaba más todavía, y le hacía morderse el labio con gusto, sabiendo que le debía estar costando la misma vida resistirse. Y ahora le sonreía de aquella forma y su mirada a su regazo. — Oh… Qué malvado sabes ser… — Le dijo pasándose la lengua por los labios. — ¿No te da pena esta alumna díscola que quiere sentirte dentro de ella? — Lamió levemente su lóbulo. — ¿Me vas a hacer suplicarte, mi amor? Mira que no me cuesta nada, mira que solo quiero ver cuánto placer podemos darnos. — Bajó la mano del todo y empezó a acariciarle en la entrepierna, pero solo quería tontear, si ella ya estaba ahí.
Pasó una pierna al otro lado de él, sentándose en su regazo, pero sin dejarle entrar en ella todavía. — Mírame, cabezota. — Cogió su barbilla con una mano y le hizo mirarle. — Te deseo. — Fue bajando la otra mano para unirse con él. — Te amo. — Se acercó a sus labios y susurró, rozándolos. — Te necesito, Marcus. — Y lentamente, fue acercando las caderas, haciéndole entrar en su interior, con un leve gemido, muy lento y bajito, porque eso le estaba dando demasiado placer. — Solo quiero oírtelo decir. — Empezó a moverse más rápido. — Solo quiero hacértelo sentir. — Cogió sus manos y las puso sobre sus pechos, deslizándolas y disfrutando de su tacto. — Nada se compara a esto. — Volvió a interrumpirse por sus gemidos. — Nadie me conoce así. Nadie sabe complacerme, ni siquiera yo misma, como lo haces tú… — Se inclinó sobre él, sin dejar de moverse, agarrándose a su espalda. — Solo quiero oír cuánto te gusta a ti también. Ya me he rendido a ti, ya me rindo a ti todo el tiempo. Sabes que no hay nada como hacernos uno. —
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Bad topic (+18) Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Volvió a arquear las cejas como única respuesta. Sí, al parecer, sabía ser malvado, empezaban a decírselo bastante. Él no se consideraba así, pero iba a acabar creyéndoselo... O, más bien, lo iba a usar en su beneficio cuando le conviniese. Alice estaba susurrando en su oído, pero esa pregunta hizo que entornara la mirada para intentar buscar la suya. Puede que sí, puede que sí estuviera provocando que se lo suplicara. Ni había querido meterse en esa discusión, ni continuarla, ni convertirla en un jueguecito sexual, y seguía enfadado. Ahora no pensaba moverse de su postura salvo que se lo rogara prácticamente. Y no sería porque no le estaba costando trabajo mantener la pose.
Sobre todo porque Alice bajó la mano, y eso le estremeció el cuerpo entero y le hizo cerrar los ojos, tensarse y contener un gemido. Estaba tan obcecado en no dejar nada traslucir que prácticamente le había pillado desprevenido, y ese tacto era algo a lo que no podía resistirse con tanta facilidad. Cuando abrió los ojos de nuevo, Alice se estaba sentando en su regazo, por lo que a la orden de mirarla lo hizo, directamente a los ojos, recuperando la mirada afilada que ya tenía, sobre todo cuando le alzó la barbilla, lo que le daba una expresión mucho más altiva. Pero empezó a sentirse en ella de nuevo y... Oh. Sí que sabía neutralizarle. No podía estar enfadado con ella si le decía que le amaba. Acababa de tirarle una de las cartas bajas de su delicado castillo de naipes, y ahora se tambaleaba a punto de derrumbarse. Y estaba convencido a que se le había notado en el gesto de la cara de forma inmediata.
Entreabrió los labios y cerró los ojos, dejando el aire salir poco a poco, mientras notaba el lento movimiento. Lo dicho, todos los cálculos al traste, pero estaba logrando mantenerse sin decir nada. Por el momento. Se mantuvo con los ojos cerrados, con la respiración agitándose más y más por momentos, sintiendo las manos en su pecho, mientras ella hablaba. - ¿Por qué me haces esto? - Susurró con un hilo de voz y los ojos cerrados, espontáneamente, sin pensarlo. Le salió totalmente de corazón. Abrió los ojos y la miró. - ¿Ya no estás enfadada conmigo? - Soltó un jadeo, endureciendo la mirada de nuevo, sin cesar aquel movimiento. - ¿Ya no estás tan alterada que no puedes hacer nada más? - Ella se aferró a su espalda, y él hizo lo mismo, agarrándose a su piel como si fuera una tabla en mitad del océano. - ¿Ya no piensas que quiero hacerte daño? - Susurró en su oído, abrazado a ella con fuerza, con tono grave. Giró levemente el rostro para susurrarle más de cerca. - Todas esas cosas... que quieres oír de mí... ya te las he dicho. - Hizo una pausa. La necesitaba para respirar en aquella agitación. - Miles de veces... Y mejores que esta... - Porque, insistía: prefería otros modos de hacer aquello. Por mucho que la deseara, por mucho placer que le diera, por mucha tensión que tuviera acumulada.
De hecho, no iba a aguantar mucho más. La separó de sí. - Sí que quiero verte. - Entrecerró los ojos. - No pareces estar sufriendo mucho... por este novio cruel, incomprensivo y castigador... - Lanzó, pero aquello no era una discusión sin más, aquello era un encuentro frenético, y acababa de sentir un latigazo de placer recorriendo todo su cuerpo que le hizo arquearse. Y otro comentario salió espontáneo de sus labios, sin pensarlo. - No puedo vivir sin ti... - Y no podía dejar su petición sin responder, por enfadado que estuviera. - Te amo... - Aunque aquello sonó apenas en un quiebre de su voz, porque el placer ya se había apoderado de él.
Sobre todo porque Alice bajó la mano, y eso le estremeció el cuerpo entero y le hizo cerrar los ojos, tensarse y contener un gemido. Estaba tan obcecado en no dejar nada traslucir que prácticamente le había pillado desprevenido, y ese tacto era algo a lo que no podía resistirse con tanta facilidad. Cuando abrió los ojos de nuevo, Alice se estaba sentando en su regazo, por lo que a la orden de mirarla lo hizo, directamente a los ojos, recuperando la mirada afilada que ya tenía, sobre todo cuando le alzó la barbilla, lo que le daba una expresión mucho más altiva. Pero empezó a sentirse en ella de nuevo y... Oh. Sí que sabía neutralizarle. No podía estar enfadado con ella si le decía que le amaba. Acababa de tirarle una de las cartas bajas de su delicado castillo de naipes, y ahora se tambaleaba a punto de derrumbarse. Y estaba convencido a que se le había notado en el gesto de la cara de forma inmediata.
Entreabrió los labios y cerró los ojos, dejando el aire salir poco a poco, mientras notaba el lento movimiento. Lo dicho, todos los cálculos al traste, pero estaba logrando mantenerse sin decir nada. Por el momento. Se mantuvo con los ojos cerrados, con la respiración agitándose más y más por momentos, sintiendo las manos en su pecho, mientras ella hablaba. - ¿Por qué me haces esto? - Susurró con un hilo de voz y los ojos cerrados, espontáneamente, sin pensarlo. Le salió totalmente de corazón. Abrió los ojos y la miró. - ¿Ya no estás enfadada conmigo? - Soltó un jadeo, endureciendo la mirada de nuevo, sin cesar aquel movimiento. - ¿Ya no estás tan alterada que no puedes hacer nada más? - Ella se aferró a su espalda, y él hizo lo mismo, agarrándose a su piel como si fuera una tabla en mitad del océano. - ¿Ya no piensas que quiero hacerte daño? - Susurró en su oído, abrazado a ella con fuerza, con tono grave. Giró levemente el rostro para susurrarle más de cerca. - Todas esas cosas... que quieres oír de mí... ya te las he dicho. - Hizo una pausa. La necesitaba para respirar en aquella agitación. - Miles de veces... Y mejores que esta... - Porque, insistía: prefería otros modos de hacer aquello. Por mucho que la deseara, por mucho placer que le diera, por mucha tensión que tuviera acumulada.
De hecho, no iba a aguantar mucho más. La separó de sí. - Sí que quiero verte. - Entrecerró los ojos. - No pareces estar sufriendo mucho... por este novio cruel, incomprensivo y castigador... - Lanzó, pero aquello no era una discusión sin más, aquello era un encuentro frenético, y acababa de sentir un latigazo de placer recorriendo todo su cuerpo que le hizo arquearse. Y otro comentario salió espontáneo de sus labios, sin pensarlo. - No puedo vivir sin ti... - Y no podía dejar su petición sin responder, por enfadado que estuviera. - Te amo... - Aunque aquello sonó apenas en un quiebre de su voz, porque el placer ya se había apoderado de él.
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Bad topic (+18) Con Marcus |Casa O'Donnell| 16 de octubre de 2002 |
¿Enfadada? Bueno, ahora estaba centrada en su deseo, cuando acabara, ya lo vería. — Esto sí puedo hacerlo. — Le dijo moviéndose más fuerte aún, con una sonrisa desafiante, mientras oía un gran trueno caer sobre ellos, haciendo temblar todo como temblaba ella. ¿De verdad tenía que estar susurrándole cosas como esa? Pero como había dicho, ella estaba a lo que estaba, ella tenía que terminar lo que estaba haciendo con Marcus, porque su cuerpo y lo más profundo de su ser se lo pedían, lo necesitaba, como necesitaba respirar.
Pero por fin la separó, y al menos sí que podían verse, y ahí sí que ni sonrió, simplemente se centró en sus ojos, mientras el movimiento se volvía más intenso, más sensible en todos aquellos puntos flacos que tenía. Pero entrecerró los ojos y negó, porque vaya sarta de tonterías. — Yo no he dicho eso. — Pero todo daba igual, porque entonces dijo que no podía vivir sin ella, y ahí sí, ahí se agarró a él, disfrutando de lo lindo, sin parar de moverse, de gemir, nublando su mente y cualquier otro pensamiento, y entonces lo dijo “te amo”. Vaya, resulta que era eso lo que Alice necesitaba, un “te amo” para llegar a lo más alto, y con un gemido final, tembló entre los brazos de Marcus, cayendo sobre él, recuperando la respiración y la movilidad de los miembros, que se le tensaban en aquellos momentos, oyendo tan solo el corazón de su novio, su respiración y la lluvia torrencial que había fuera. Le temblaban tanto las piernas, que se dejó caer a un lado, tumbándose en el sofá y pasándose una mano por la cara. Vaya locura.
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Bad topic (+18) Con Alice | En Casa O'Donnell | 16 de octubre de 2002 |
Podía sentir cuando ella llegaba a su límite, ya la conocía, y lo notaba en cada uno de sus gestos, por muy embotado que él estuviera. Su mente empezó a despejarse poco a poco tras el estallido de placer, y Alice estaba recostada sobre su pecho, ambos con la respiración agitada. Y si antes, nublado como estaba, no había visto nada claro aquello... después de terminar, menos aún. Y ahora, su mente empezaba a ser un hervidero de voces que le preguntaban a qué demonios estaba jugando y a qué había venido todo aquello.
Alice giró y se dejó caer en el sofá, pero él se quedó donde estaba, sin mover ni un músculo, solo tratando de regular la respiración. Tenía la mirada en ninguna parte, y logró cerrar los labios cuando pudo acompasar la respiración a un ritmo normal. Pasaron unos instantes en silencio que se le hicieron mucho más largos que ninguna otra vez que los hubieran tenido después del sexo. Cerró lentamente los ojos y respiró hondo. Se mojó los labios... Tenía que salir de allí. Se sentía encerrado. Estaba encerrado, de hecho. Era como si sintiera todo los hechizos que había lanzado para volver hermética la habitación como si fueran ataduras alrededor de él.
Abrió los ojos de nuevo y se inclinó hacia delante, frotándose levemente la cara. Finalmente, se puso de pie, mientras decía en voz musitada y monocorde. - Voy al baño. - Se dirigió a su ropa y la recogió, junto con la varita, la cual utilizó para abrir de nuevo la puerta y cancelar el hechizo silenciador, si bien dejó el armario inhabilitado: cuando estuviera seguro de que iba a darle uso de nuevo, lo habilitaría otra vez. Abrió la puerta y salió de la sala, rumbo al baño.
No estuvo mucho tiempo, lo justo para respirar hondo, refrescarse un poco la cara y el cuello y vestirse de nuevo. Y ahora ¿qué? ¿Volvía sin más? ¿Se ponían a estudiar? ¿Seguían discutiendo por donde se habían quedado? Porque no es como que hubieran llegado a un punto de acuerdo ni muchísimo menos. Para colmo, se sentía mal consigo mismo, y para con Alice. No se reconocía en lo que había hecho. Una cosa era un jueguecito de Hogwarts, unas bromas, y otra... En fin, no se sentía cómodo, ni lo entendía. Y tampoco sabía lo que se iba a encontrar cuando llegara a la sala de estar de nuevo.
Entró con la cabeza agachada, manteniendo un perfil bajo. No estaba contento, no sabría definir si seguía enfadado, o solo contrariado, o confuso, o nada o todo a la vez. Se sentó de nuevo en el sofá, con la mirada en los apuntes sobre la mesa, inclinado hacia delante, con los codos en las rodillas y jugando con los dedos de las manos. Serio. Ahora no es que no quisiera hablar. Es que no sabía qué decir.
Alice giró y se dejó caer en el sofá, pero él se quedó donde estaba, sin mover ni un músculo, solo tratando de regular la respiración. Tenía la mirada en ninguna parte, y logró cerrar los labios cuando pudo acompasar la respiración a un ritmo normal. Pasaron unos instantes en silencio que se le hicieron mucho más largos que ninguna otra vez que los hubieran tenido después del sexo. Cerró lentamente los ojos y respiró hondo. Se mojó los labios... Tenía que salir de allí. Se sentía encerrado. Estaba encerrado, de hecho. Era como si sintiera todo los hechizos que había lanzado para volver hermética la habitación como si fueran ataduras alrededor de él.
Abrió los ojos de nuevo y se inclinó hacia delante, frotándose levemente la cara. Finalmente, se puso de pie, mientras decía en voz musitada y monocorde. - Voy al baño. - Se dirigió a su ropa y la recogió, junto con la varita, la cual utilizó para abrir de nuevo la puerta y cancelar el hechizo silenciador, si bien dejó el armario inhabilitado: cuando estuviera seguro de que iba a darle uso de nuevo, lo habilitaría otra vez. Abrió la puerta y salió de la sala, rumbo al baño.
No estuvo mucho tiempo, lo justo para respirar hondo, refrescarse un poco la cara y el cuello y vestirse de nuevo. Y ahora ¿qué? ¿Volvía sin más? ¿Se ponían a estudiar? ¿Seguían discutiendo por donde se habían quedado? Porque no es como que hubieran llegado a un punto de acuerdo ni muchísimo menos. Para colmo, se sentía mal consigo mismo, y para con Alice. No se reconocía en lo que había hecho. Una cosa era un jueguecito de Hogwarts, unas bromas, y otra... En fin, no se sentía cómodo, ni lo entendía. Y tampoco sabía lo que se iba a encontrar cuando llegara a la sala de estar de nuevo.
Entró con la cabeza agachada, manteniendo un perfil bajo. No estaba contento, no sabría definir si seguía enfadado, o solo contrariado, o confuso, o nada o todo a la vez. Se sentó de nuevo en el sofá, con la mirada en los apuntes sobre la mesa, inclinado hacia delante, con los codos en las rodillas y jugando con los dedos de las manos. Serio. Ahora no es que no quisiera hablar. Es que no sabía qué decir.
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