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Freyja
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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We are
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Freyja
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Hijos de las estrellas Con Alice | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Entraron con mucha cautela, y se ahorró las sorpresas y la euforia por la curiosidad Ravenclaw para cuando saliera de allí y lo hablara con sus acompañantes, porque ahora sí que sí estaba pisando terreno delicado, puede que incluso peligroso. El ambiente era hermoso como solo los elfos sabían hacerlo, porque sus poblados siempre estaban impregnados de una belleza y una magia imposible de encontrar en ninguna otra parte. Su yo investigador estaba llorando de emoción. Sin embargo, tenía encima demasiadas capas de concentración y ganas de conseguir su objetivo como para que se trasluciera por fuera.
La comitiva de recepción en el edificio le hizo pensar que esperaban ese momento, y eso podía jugar en su favor. Angrod le miró de soslayo y habló. Seguía teniendo el papel con la vuelapluma cerca para ver las traducciones de Nancy. - Muchos esperan al elegido. No tienes por qué ser tú. No eres el primero que lo intenta. - ¿Y cuántos antes habían entrado aquí? - Hubo una leve pausa, pero el elfo no mutó el gesto desconfiado. - Algunos. - Marcus dio la callada por respuesta, porque discutir no lo veía la mejor estrategia. Pero lo dudaba mucho. Y, desde luego, de haber ocurrido, la reliquia volvía a estar allí, por lo que la habían devuelto. Como ellos la devolverían cuando terminaran la investigación, pero si era algo que iba y venía, entonces estaban actuando con exceso de parafernalia. En cualquiera de los dos casos, se sentía con posibilidades.
Se sentó y saludó con cortesía al elfo que presidía la sala. Seguía la lectura que proporcionaba Nancy, pero la mención a una ley en gaélico le hizo entornar los ojos hacia ella, esperando una aclaración que tenía claro que necesitaría para poder continuar. Asintió, mirando al elfo. Entretenimiento a cambio de hospitalidad, podía hacerlo. Por supuesto, les pidieron soltar las varitas. Marcus no era nada partidario de desprenderse de su varita, pero no le iba a quedar de otra que mostrarse colaborador, y dudaba que esos elfos les fueran a tender una emboscada (quería pensar). Aun así, no le hacía demasiada gracia saber que se les estaba haciendo de noche y estaban en terreno desconocido, sin varitas, con criaturas de otra especie que hablaban un idioma que no dominaba y bajo tierra. Nuada sí que debía haberle infundido de un valor y una negligencia al más puro estilo Gryffindor para estar haciendo eso sin pestañear.
No pudo contener la sonrisa ladina y la mirada entornada y orgullosa hacia su novia por esa estrategia con el nombre en gaélico. Miró al jefe y volvió a agachar la cabeza en señal de respeto. - Nos honran con su hospitalidad. Este lugar es magia pura. - Alzó la cabeza y dijo de corazón. - Jamás habíamos visto algo así. - Ahí sí que estaba siendo cien por cien sincero, por qué no usarlo. Parecían cordiales pero serios cuando le miraban. Su madre era Emma O'Donnell, no le amedrentaba esa actitud en absoluto. - "Es Marcus O'Donnell. Dice ser de linaje irlandés, pero no sabe gaélico. Mulligan le traduce". - Le introdujo sin requerirlo Angrod. Los otros dos elfos habían llegado ante él y le miraban. Al igual que pasó con el apellido de su prima, sin embargo y para claro descontento de Angrod, su apellido también había producido un agradable revuelo en el entorno. Menos mal que había heredado el O'Donnell y no el Horner.
El elfo central se levantó y se dirigió hacia ellos. - "Mi nombre es Eru, el único. Soy la máxima autoridad en este lugar". - Extendió los brazos. - "Sed bienvenidos. Ya sois pare de aquí." - Y, con un chasquido de los dedos, el ambiente se volvió repentinamente más cálido, empezó a sonar de fondo música irlandesa y todos los elfos se removieron, colocando mesas en los alrededores, tapetes y trayendo fuentes de comida. Los tres se miraron entre sí. Empezaba a plantearse si lo que estaban viviendo era real o en algún momento habían sido hechizados y estaban alucinando. Eru se acercó a ellos y, con un gesto de la mano, apareció una cúpula protectora sobre sus varitas. - "Así están protegidas, ellas de nosotros y nosotros de ellas. Podéis marchar cuando queráis, y cuando la hagáis, os las llevaréis con nosotros. Pero ahora, queremos ver que os sentís como en casa." - Hizo un gesto con el brazo hacia el interior. Detrás de donde estaban sentados habían aparecido más y más mesas, elfos, comida y decoraciones.
¿Hasta qué punto la comida élfica podría ser tóxica para nosotros? Le lanzó mentalmente a la vuelapluma, esperando a que Nancy leyera y trasladara al papel que él había recogido del aire. "Hasta donde yo sé, comemos lo mismo, solo que ellos no son tan carnívoros. Hay sobre todo vegetales y pequeños animales. No creo que nada sea venenoso, y si lo hay, nos avisarán. La ley de la hospitalidad aquí es muy estricta." Bien, confiaría en ello entonces. Justo acababa de terminar de leer cuando casi se sobresalta por un elfo bastante pequeño que venía corriendo hacia él. Una elfa, a juzgar por el tono de su voz. Preguntó algo a toda velocidad que Nancy no tardó en traducirle. - "¿Dónde habéis nacido? ¿Está muy lejos? ¿Hacéis magia como hacía la diosa Eire?" - Marcus miró a Alice. Una niña. Le estaban sirviendo en bandeja de plata que aquello le saliera a pedir de boca. Mientras la pluma actuaba y Nancy le traducía, se agachó ante ella y le habló con la dulzura que le hablaba a todos los niños. - Mulligan es mi prima, nació en Ballyknow, muy cerca de aquí. Ella es mi novia, nosotros nacimos en Inglaterra. - "La isla grande". - Una de ellas, sí. Pero mi familia es de aquí. - "Pero ella no". - Señaló confusa, mirando a Alice. - Pero ella viene conmigo, porque nos amamos, como Eire y Nuada. Ella es mi Fírinne. Y quiero darle el hogar que merece, como la diosa nos ha enseñado. - La niña se puso muy contenta. Más contento estaba él. - Me llamo Marcus O'Donnell. ¿Y tú? - "Elentari, reina de las estrellas". - Marcus sonrió y le hizo una reverencia. - Nuestra reina. Nosotros somos hijos de las estrellas. - La niña respondió la reverencia, soltó una sonrisita y salió corriendo. Al alzar la mirada, vio a Fingolfin y Círdan susurrando entre ellos y mirándole. Marcus sonrió y asintió con cortesía, y recibió por parte de ellos idéntico gesto. Tenía cada vez a más elfos de su parte.
- Tenemos que comer. Y ya podemos disfrutar de la comida. - Susurró Nancy. Les habían indicado que se sentaran en una de las largas mesas, y ahora estaban rodeados de elfos que les miraban, pero que también comían y hablaban entre ellos. Eru se les sentó cerca. Pero si algo se le daba a Marcus mejor que los niños en un entorno era loar la comida. Salvo porque las verduras eran ligeramente más amargas, prácticamente todo era, como Nancy señalaba, muy parecido a lo que comían ellos, así que no le costó ningún trabajo ensalzar el menú. Las chicas estaban mucho más calladas que él, pero al fin y al cabo habían dejado aquella tarea en sus manos, y él estaba comprobando lo bien que le estaba saliendo, y eso solo le hacía venirse más arriba. Cuando se quiso dar cuenta, tenía a su alrededor un buen grupo de elfos interesándose por sus orígenes y preguntándole sobre la vida de los humanos, y también contándole anécdotas del poblado, como si estuvieran... en una reunión familiar. Esa era la clave. Eire era la diosa del hogar irlandés. Había que sentirse como en un hogar irlandés. Y Marcus de eso sabía de sobra.
Pero lo de "entretener" a sus anfitriones no consistía solo en charlar con ellos y contar anécdotas, sino que había que hacer algo más, Nancy lo estaba notando y se lo hizo saber. Como Marcus parecía haberse ganado la familiaridad del grupo, ella fue quien se animó a hacerlo. Puso su mejor sonrisa, carraspeó levemente y se puso de pie. - Ahora, si nuestros anfitriones nos lo permiten, querría cantaros una canción de mi pueblo, una que las abuelas cantan siempre a sus nietos. - Le dio la sensación de que los tres elfos guardianes no parecían de acuerdo con la actuación, pero el resto del pueblo estaba bastante entregado, y Eru no daba señas ni de una cosa ni de otra. Nancy cantó y todos aplaudieron con energía cuando terminó, y la chica hizo un par de graciosas reverencias al terminar. Empezaron a escucharse gritos de júbilo en el entorno que dejaron a Nancy un tanto bloqueada, por lo que tardó en traducir, pero los escasos conocimientos de gaélico de Marcus daban para saber lo que decían sin necesidad de traducción. - "¡Son ellos! ¡Sus hijos! ¡Están en casa!" - Los tres se miraron, tratando de disimular muchísimo la emoción. Eru, en cambio, alzó una mano pausadamente, haciendo que los murmullos se callaran hasta quedar el entorno en silencio. - "Ahora tú". - Le dijo a él, mirándole. Marcus disimuló muchísimo que había tragado saliva. ¿Él? ¿Cantar? - "Te toca entretenernos". - Veía de soslayo a Angrod con una sonrisa de suficiencia, y a Fingolfin y Círdan expectantes. ¿Era un entretenimiento por persona? ¿Después se lo pedirían a Alice? Algo le decía que no. El de Nancy no había generado tanta expectación y Alice no parecía preocuparles. Se lo estaban pidiendo a él, que era el que había iniciado aquello. Y quien claramente estaba llevando el timón de la situación.
Se puso de pie y se aclaró la garganta, de nuevo con el pergamino bien cerca para leer lo que Nancy tradujera. - Del hogar y valor se lleva hablando desde los inicios del ser humano. Me gustaría agradecer vuestra hospitalidad con este poema que estoy seguro que habría sido del gusto de Eire y Nuada, de un sabio griego llamado Arquílico, que vivió muchos años antes de ellos. - Se mojó los labios y miró fugazmente a las chicas. Rezad porque esto guste. Marcus no se sabía muchísimos poemas, y los pocos que sabía eran por Alice. Pero ese, precisamente, se lo enseñó su abuela, y recordó haber pensado qué absurdamente Gryffindor es. Reforzando su teoría Ravenclaw de que todo conocimiento podría ser usado en algún momento, ahí iba ese. - Alma, mi alma, agitada de incontrolables penas, / ponte en pie y defiéndete mostrando al enemigo / el pecho en la primera línea del combate, / con valor. Y si vences no presumas en público / ni en casa te derrumbes llorando si te vencen. / Con la dicha alégrate y con la tristeza aflígete, / mas no mucho. Recuerda: la vida tiene un ritmo. - Hubo una leve pausa, un silencio pesado, y simplemente veía la expresión impactada de los tres elfos que salieron a recibirle a la superficie. De repente, se generó una ovación generalizada. Se le desinfló el pecho de alivio, sonrió y se inclinó en agradecimiento. Ese era el sonido de una victoria, estaba seguro.
Cuando el jolgorio se fue apagando, Eru hizo un gesto con la mano, y todos los elfos volvieron a las posiciones iniciales, dejándoles prácticamente solos con él en la mesa. - "Volvamos al centro de la sala". - Les dijo, ceremonial. Así hicieron, y una vez allí, volvieron a colocarse en los círculos del suelo. Eru se había ocultado momentáneamente, y cuando apareció, oyó a Nancy contener una exclamación. - Es esa. Es la manta de Eire. - Susurró. Llevaba una tela envejecida, larga y tapizada en las manos, con escenas bordadas y un gran árbol central. Eru se sentó en su sillón y le miró a él. - "Levántate. Acércate". - Obedeció, y llegado al pie del sillón, le dijo. - "Arrodíllate". - Tragó saliva. Obedeció de nuevo. - "Dime, humano. ¿Cómo protegerías una reliquia tan sagrada e importante si la tuvieras en tu poder?" - Antes de poder abrir la boca, Eru habló. - "Has asegurado saber usar la magia ancestral. Hazlo". - Acompasó su respiración. Tenía que hacer un sello alquímico, allí y ahora. La suerte había querido que el suelo fuera de tierra, por lo que podría dibujar un círculo de transmutación al menos con el dedo, ya que no tenía ni varita, ni pizarra ni ningún objeto externo. Pero claro, como para pedírselo a los elfos. La magia ancestral solo entendía de lo que te daba la naturaleza, nada de "objetos externos". Ahora tenía que crear un sello alquímico lo suficientemente fuerte como para demostrar que podía dejar aquello a buen recaudo. Fue a dibujar, conteniendo los nervios... y, de repente, recordó algo que le hizo entrar en pánico.
No tenía precio que pagar. Solo tenía un puñado de tierra en la que dibujar y sus manos, no tenía precio. Pensó arrancarse un trozo de tela de la ropa, o unos cuantos cabellos, era lo que tenía más a mano, pero no se le ocurría en ese momento nada lo suficientemente resistente o "natural" que hacer con eso, no como para crear un sello alquímico. Notaba la presión en las sienes, y demasiado silencio a su alrededor. Aquello era mucho peor que cualquier tribunal de alquimia, y no podía volverse ahora con el rabo entre las piernas, no habiendo llegado hasta allí... Y entonces recordó que... no sería la primera vez que utilizaba ese tipo de magia de esa forma. Alzó la mirada y vio unas hojas sobrantes sobre uno de los platos que no habían sido recogidos aún, en una mesa aledaña. Respiró hondo y, rápidamente, alzó la mano y, con todas sus fuerzas, se concentró en hacer a la hoja ir hacia él. Y lo hizo.
Se generó un revuelo asombrado a su alrededor que Eru acalló con un gesto de la mano. Ni él era consciente de cómo había hecho eso. Aquella vez, cuando invocó la varita, era SU varita lo que estaba invocando, no una hoja cualquiera. ¿Cómo lo había hecho? Lo que sí sabía era que había gastado mucha energía, porque se notaba sudando, con la mente embotada y la respiración agitada. Concéntrate, Marcus. Recupera la calma, se dijo, porque ahora tenía que usar alquimia, y aquellos elfos no iban a tener paciencia infinita. Se pasó el dorso de la mano por la frente y, controlando el temblor, dibujó un círculo en la tierra. Puso la hoja en él, cerró los ojos, moduló la respiración y se concentró. Casi se desestabiliza, pero cuando abrió los ojos, allí estaba lo que quería hacer. La hoja, sin mutar su color ni textura, había adoptado la forma de una especie de oblea. Marcus la tomó en las manos y la mostró. - Es un sello alquímico. Lleva magia sensorial. - Con prudencia, preguntó. - ¿Me permite? - Eru hizo un gesto afirmativo. - Necesito que... la deje un momento en el suelo. - Se lo pensó, pero el elfo dejó la manta en el suelo, a sus pies. Marcus puso el sello sobre la misma, y tras esto, miró a Angrod, que atendía a la escena. Tras varios cruces de miradas, el elfo se acercó. Al ir a tocar la manta, un escudo invisible se activó, propinando una descarga en la mano del elfo que le hizo contener un aullido y dar varios pasos para atrás. El entorno también contuvo la respiración. Eru le miró. - Habéis visto lo que he tardado en crear este, y lo poco que he usado. No es mi deseo matar a nadie, pero sí proteger la reliquia. Puedo hacerlo tan potente como me pidáis. - Notaba todas las miradas encima, entre sorprendidas, impresionadas y... ¿temerosas? - "Pónsela". - Ordenó, desde su segundo plano, Fingolfin. Le miró. - "Si eres digno, no ocurrirá nada. Si no lo eres, mueres". - Contuvo la respiración. Estaba viendo la vuelapluma de Nancy activarse para escribir, pero Marcus se adelantó. Es un farol, hizo que escribiera la suya, y la de su prima se detuvo. No le iban a hacer pasar por aquella prueba para ahora matarlo, ni mucho menos era ese el espíritu de Eire. Solo era una prueba más.
Por lo tanto, asintió. - "Retíralo". - Pidió Eru, que no debía fiarse mucho de su sello alquímico, así que Marcus obedeció, pero ahorrándose una sonrisa para sí. Con el entorno en un silencio sepulcral, el elfo tomó la manta en sus manos, avanzó hacia él y se la colocó por los hombros. Era pesada, pero sobre todo... tenía algo. Algo que le hacía sentir muy mareado, y ver... imágenes... ¿Eran recuerdos de Alice y de él? No lo veía nítido, y tampoco recordaba... esas escenas... Había prados verdes, y ella llevaba largos abrigos y flores en el pelo. ¿Eran Eire y Nuada? ¿Por qué sentía... como si fuera... una vivencia personal? Esa reliquia debía llevar impregnado otro hechizo sensorial, como la espada, y la energía mágica que había usado le había dejado bastante debilitado. Pero por fuera debía vérsele bastante estoico, porque al cabo de unos instantes de silencio, oyó las palabras de Angrod. Y lo que dijo lo entendió sin necesidad de traducción. - "Hijo de Ogmios". -
La comitiva de recepción en el edificio le hizo pensar que esperaban ese momento, y eso podía jugar en su favor. Angrod le miró de soslayo y habló. Seguía teniendo el papel con la vuelapluma cerca para ver las traducciones de Nancy. - Muchos esperan al elegido. No tienes por qué ser tú. No eres el primero que lo intenta. - ¿Y cuántos antes habían entrado aquí? - Hubo una leve pausa, pero el elfo no mutó el gesto desconfiado. - Algunos. - Marcus dio la callada por respuesta, porque discutir no lo veía la mejor estrategia. Pero lo dudaba mucho. Y, desde luego, de haber ocurrido, la reliquia volvía a estar allí, por lo que la habían devuelto. Como ellos la devolverían cuando terminaran la investigación, pero si era algo que iba y venía, entonces estaban actuando con exceso de parafernalia. En cualquiera de los dos casos, se sentía con posibilidades.
Se sentó y saludó con cortesía al elfo que presidía la sala. Seguía la lectura que proporcionaba Nancy, pero la mención a una ley en gaélico le hizo entornar los ojos hacia ella, esperando una aclaración que tenía claro que necesitaría para poder continuar. Asintió, mirando al elfo. Entretenimiento a cambio de hospitalidad, podía hacerlo. Por supuesto, les pidieron soltar las varitas. Marcus no era nada partidario de desprenderse de su varita, pero no le iba a quedar de otra que mostrarse colaborador, y dudaba que esos elfos les fueran a tender una emboscada (quería pensar). Aun así, no le hacía demasiada gracia saber que se les estaba haciendo de noche y estaban en terreno desconocido, sin varitas, con criaturas de otra especie que hablaban un idioma que no dominaba y bajo tierra. Nuada sí que debía haberle infundido de un valor y una negligencia al más puro estilo Gryffindor para estar haciendo eso sin pestañear.
No pudo contener la sonrisa ladina y la mirada entornada y orgullosa hacia su novia por esa estrategia con el nombre en gaélico. Miró al jefe y volvió a agachar la cabeza en señal de respeto. - Nos honran con su hospitalidad. Este lugar es magia pura. - Alzó la cabeza y dijo de corazón. - Jamás habíamos visto algo así. - Ahí sí que estaba siendo cien por cien sincero, por qué no usarlo. Parecían cordiales pero serios cuando le miraban. Su madre era Emma O'Donnell, no le amedrentaba esa actitud en absoluto. - "Es Marcus O'Donnell. Dice ser de linaje irlandés, pero no sabe gaélico. Mulligan le traduce". - Le introdujo sin requerirlo Angrod. Los otros dos elfos habían llegado ante él y le miraban. Al igual que pasó con el apellido de su prima, sin embargo y para claro descontento de Angrod, su apellido también había producido un agradable revuelo en el entorno. Menos mal que había heredado el O'Donnell y no el Horner.
El elfo central se levantó y se dirigió hacia ellos. - "Mi nombre es Eru, el único. Soy la máxima autoridad en este lugar". - Extendió los brazos. - "Sed bienvenidos. Ya sois pare de aquí." - Y, con un chasquido de los dedos, el ambiente se volvió repentinamente más cálido, empezó a sonar de fondo música irlandesa y todos los elfos se removieron, colocando mesas en los alrededores, tapetes y trayendo fuentes de comida. Los tres se miraron entre sí. Empezaba a plantearse si lo que estaban viviendo era real o en algún momento habían sido hechizados y estaban alucinando. Eru se acercó a ellos y, con un gesto de la mano, apareció una cúpula protectora sobre sus varitas. - "Así están protegidas, ellas de nosotros y nosotros de ellas. Podéis marchar cuando queráis, y cuando la hagáis, os las llevaréis con nosotros. Pero ahora, queremos ver que os sentís como en casa." - Hizo un gesto con el brazo hacia el interior. Detrás de donde estaban sentados habían aparecido más y más mesas, elfos, comida y decoraciones.
¿Hasta qué punto la comida élfica podría ser tóxica para nosotros? Le lanzó mentalmente a la vuelapluma, esperando a que Nancy leyera y trasladara al papel que él había recogido del aire. "Hasta donde yo sé, comemos lo mismo, solo que ellos no son tan carnívoros. Hay sobre todo vegetales y pequeños animales. No creo que nada sea venenoso, y si lo hay, nos avisarán. La ley de la hospitalidad aquí es muy estricta." Bien, confiaría en ello entonces. Justo acababa de terminar de leer cuando casi se sobresalta por un elfo bastante pequeño que venía corriendo hacia él. Una elfa, a juzgar por el tono de su voz. Preguntó algo a toda velocidad que Nancy no tardó en traducirle. - "¿Dónde habéis nacido? ¿Está muy lejos? ¿Hacéis magia como hacía la diosa Eire?" - Marcus miró a Alice. Una niña. Le estaban sirviendo en bandeja de plata que aquello le saliera a pedir de boca. Mientras la pluma actuaba y Nancy le traducía, se agachó ante ella y le habló con la dulzura que le hablaba a todos los niños. - Mulligan es mi prima, nació en Ballyknow, muy cerca de aquí. Ella es mi novia, nosotros nacimos en Inglaterra. - "La isla grande". - Una de ellas, sí. Pero mi familia es de aquí. - "Pero ella no". - Señaló confusa, mirando a Alice. - Pero ella viene conmigo, porque nos amamos, como Eire y Nuada. Ella es mi Fírinne. Y quiero darle el hogar que merece, como la diosa nos ha enseñado. - La niña se puso muy contenta. Más contento estaba él. - Me llamo Marcus O'Donnell. ¿Y tú? - "Elentari, reina de las estrellas". - Marcus sonrió y le hizo una reverencia. - Nuestra reina. Nosotros somos hijos de las estrellas. - La niña respondió la reverencia, soltó una sonrisita y salió corriendo. Al alzar la mirada, vio a Fingolfin y Círdan susurrando entre ellos y mirándole. Marcus sonrió y asintió con cortesía, y recibió por parte de ellos idéntico gesto. Tenía cada vez a más elfos de su parte.
- Tenemos que comer. Y ya podemos disfrutar de la comida. - Susurró Nancy. Les habían indicado que se sentaran en una de las largas mesas, y ahora estaban rodeados de elfos que les miraban, pero que también comían y hablaban entre ellos. Eru se les sentó cerca. Pero si algo se le daba a Marcus mejor que los niños en un entorno era loar la comida. Salvo porque las verduras eran ligeramente más amargas, prácticamente todo era, como Nancy señalaba, muy parecido a lo que comían ellos, así que no le costó ningún trabajo ensalzar el menú. Las chicas estaban mucho más calladas que él, pero al fin y al cabo habían dejado aquella tarea en sus manos, y él estaba comprobando lo bien que le estaba saliendo, y eso solo le hacía venirse más arriba. Cuando se quiso dar cuenta, tenía a su alrededor un buen grupo de elfos interesándose por sus orígenes y preguntándole sobre la vida de los humanos, y también contándole anécdotas del poblado, como si estuvieran... en una reunión familiar. Esa era la clave. Eire era la diosa del hogar irlandés. Había que sentirse como en un hogar irlandés. Y Marcus de eso sabía de sobra.
Pero lo de "entretener" a sus anfitriones no consistía solo en charlar con ellos y contar anécdotas, sino que había que hacer algo más, Nancy lo estaba notando y se lo hizo saber. Como Marcus parecía haberse ganado la familiaridad del grupo, ella fue quien se animó a hacerlo. Puso su mejor sonrisa, carraspeó levemente y se puso de pie. - Ahora, si nuestros anfitriones nos lo permiten, querría cantaros una canción de mi pueblo, una que las abuelas cantan siempre a sus nietos. - Le dio la sensación de que los tres elfos guardianes no parecían de acuerdo con la actuación, pero el resto del pueblo estaba bastante entregado, y Eru no daba señas ni de una cosa ni de otra. Nancy cantó y todos aplaudieron con energía cuando terminó, y la chica hizo un par de graciosas reverencias al terminar. Empezaron a escucharse gritos de júbilo en el entorno que dejaron a Nancy un tanto bloqueada, por lo que tardó en traducir, pero los escasos conocimientos de gaélico de Marcus daban para saber lo que decían sin necesidad de traducción. - "¡Son ellos! ¡Sus hijos! ¡Están en casa!" - Los tres se miraron, tratando de disimular muchísimo la emoción. Eru, en cambio, alzó una mano pausadamente, haciendo que los murmullos se callaran hasta quedar el entorno en silencio. - "Ahora tú". - Le dijo a él, mirándole. Marcus disimuló muchísimo que había tragado saliva. ¿Él? ¿Cantar? - "Te toca entretenernos". - Veía de soslayo a Angrod con una sonrisa de suficiencia, y a Fingolfin y Círdan expectantes. ¿Era un entretenimiento por persona? ¿Después se lo pedirían a Alice? Algo le decía que no. El de Nancy no había generado tanta expectación y Alice no parecía preocuparles. Se lo estaban pidiendo a él, que era el que había iniciado aquello. Y quien claramente estaba llevando el timón de la situación.
Se puso de pie y se aclaró la garganta, de nuevo con el pergamino bien cerca para leer lo que Nancy tradujera. - Del hogar y valor se lleva hablando desde los inicios del ser humano. Me gustaría agradecer vuestra hospitalidad con este poema que estoy seguro que habría sido del gusto de Eire y Nuada, de un sabio griego llamado Arquílico, que vivió muchos años antes de ellos. - Se mojó los labios y miró fugazmente a las chicas. Rezad porque esto guste. Marcus no se sabía muchísimos poemas, y los pocos que sabía eran por Alice. Pero ese, precisamente, se lo enseñó su abuela, y recordó haber pensado qué absurdamente Gryffindor es. Reforzando su teoría Ravenclaw de que todo conocimiento podría ser usado en algún momento, ahí iba ese. - Alma, mi alma, agitada de incontrolables penas, / ponte en pie y defiéndete mostrando al enemigo / el pecho en la primera línea del combate, / con valor. Y si vences no presumas en público / ni en casa te derrumbes llorando si te vencen. / Con la dicha alégrate y con la tristeza aflígete, / mas no mucho. Recuerda: la vida tiene un ritmo. - Hubo una leve pausa, un silencio pesado, y simplemente veía la expresión impactada de los tres elfos que salieron a recibirle a la superficie. De repente, se generó una ovación generalizada. Se le desinfló el pecho de alivio, sonrió y se inclinó en agradecimiento. Ese era el sonido de una victoria, estaba seguro.
Cuando el jolgorio se fue apagando, Eru hizo un gesto con la mano, y todos los elfos volvieron a las posiciones iniciales, dejándoles prácticamente solos con él en la mesa. - "Volvamos al centro de la sala". - Les dijo, ceremonial. Así hicieron, y una vez allí, volvieron a colocarse en los círculos del suelo. Eru se había ocultado momentáneamente, y cuando apareció, oyó a Nancy contener una exclamación. - Es esa. Es la manta de Eire. - Susurró. Llevaba una tela envejecida, larga y tapizada en las manos, con escenas bordadas y un gran árbol central. Eru se sentó en su sillón y le miró a él. - "Levántate. Acércate". - Obedeció, y llegado al pie del sillón, le dijo. - "Arrodíllate". - Tragó saliva. Obedeció de nuevo. - "Dime, humano. ¿Cómo protegerías una reliquia tan sagrada e importante si la tuvieras en tu poder?" - Antes de poder abrir la boca, Eru habló. - "Has asegurado saber usar la magia ancestral. Hazlo". - Acompasó su respiración. Tenía que hacer un sello alquímico, allí y ahora. La suerte había querido que el suelo fuera de tierra, por lo que podría dibujar un círculo de transmutación al menos con el dedo, ya que no tenía ni varita, ni pizarra ni ningún objeto externo. Pero claro, como para pedírselo a los elfos. La magia ancestral solo entendía de lo que te daba la naturaleza, nada de "objetos externos". Ahora tenía que crear un sello alquímico lo suficientemente fuerte como para demostrar que podía dejar aquello a buen recaudo. Fue a dibujar, conteniendo los nervios... y, de repente, recordó algo que le hizo entrar en pánico.
No tenía precio que pagar. Solo tenía un puñado de tierra en la que dibujar y sus manos, no tenía precio. Pensó arrancarse un trozo de tela de la ropa, o unos cuantos cabellos, era lo que tenía más a mano, pero no se le ocurría en ese momento nada lo suficientemente resistente o "natural" que hacer con eso, no como para crear un sello alquímico. Notaba la presión en las sienes, y demasiado silencio a su alrededor. Aquello era mucho peor que cualquier tribunal de alquimia, y no podía volverse ahora con el rabo entre las piernas, no habiendo llegado hasta allí... Y entonces recordó que... no sería la primera vez que utilizaba ese tipo de magia de esa forma. Alzó la mirada y vio unas hojas sobrantes sobre uno de los platos que no habían sido recogidos aún, en una mesa aledaña. Respiró hondo y, rápidamente, alzó la mano y, con todas sus fuerzas, se concentró en hacer a la hoja ir hacia él. Y lo hizo.
Se generó un revuelo asombrado a su alrededor que Eru acalló con un gesto de la mano. Ni él era consciente de cómo había hecho eso. Aquella vez, cuando invocó la varita, era SU varita lo que estaba invocando, no una hoja cualquiera. ¿Cómo lo había hecho? Lo que sí sabía era que había gastado mucha energía, porque se notaba sudando, con la mente embotada y la respiración agitada. Concéntrate, Marcus. Recupera la calma, se dijo, porque ahora tenía que usar alquimia, y aquellos elfos no iban a tener paciencia infinita. Se pasó el dorso de la mano por la frente y, controlando el temblor, dibujó un círculo en la tierra. Puso la hoja en él, cerró los ojos, moduló la respiración y se concentró. Casi se desestabiliza, pero cuando abrió los ojos, allí estaba lo que quería hacer. La hoja, sin mutar su color ni textura, había adoptado la forma de una especie de oblea. Marcus la tomó en las manos y la mostró. - Es un sello alquímico. Lleva magia sensorial. - Con prudencia, preguntó. - ¿Me permite? - Eru hizo un gesto afirmativo. - Necesito que... la deje un momento en el suelo. - Se lo pensó, pero el elfo dejó la manta en el suelo, a sus pies. Marcus puso el sello sobre la misma, y tras esto, miró a Angrod, que atendía a la escena. Tras varios cruces de miradas, el elfo se acercó. Al ir a tocar la manta, un escudo invisible se activó, propinando una descarga en la mano del elfo que le hizo contener un aullido y dar varios pasos para atrás. El entorno también contuvo la respiración. Eru le miró. - Habéis visto lo que he tardado en crear este, y lo poco que he usado. No es mi deseo matar a nadie, pero sí proteger la reliquia. Puedo hacerlo tan potente como me pidáis. - Notaba todas las miradas encima, entre sorprendidas, impresionadas y... ¿temerosas? - "Pónsela". - Ordenó, desde su segundo plano, Fingolfin. Le miró. - "Si eres digno, no ocurrirá nada. Si no lo eres, mueres". - Contuvo la respiración. Estaba viendo la vuelapluma de Nancy activarse para escribir, pero Marcus se adelantó. Es un farol, hizo que escribiera la suya, y la de su prima se detuvo. No le iban a hacer pasar por aquella prueba para ahora matarlo, ni mucho menos era ese el espíritu de Eire. Solo era una prueba más.
Por lo tanto, asintió. - "Retíralo". - Pidió Eru, que no debía fiarse mucho de su sello alquímico, así que Marcus obedeció, pero ahorrándose una sonrisa para sí. Con el entorno en un silencio sepulcral, el elfo tomó la manta en sus manos, avanzó hacia él y se la colocó por los hombros. Era pesada, pero sobre todo... tenía algo. Algo que le hacía sentir muy mareado, y ver... imágenes... ¿Eran recuerdos de Alice y de él? No lo veía nítido, y tampoco recordaba... esas escenas... Había prados verdes, y ella llevaba largos abrigos y flores en el pelo. ¿Eran Eire y Nuada? ¿Por qué sentía... como si fuera... una vivencia personal? Esa reliquia debía llevar impregnado otro hechizo sensorial, como la espada, y la energía mágica que había usado le había dejado bastante debilitado. Pero por fuera debía vérsele bastante estoico, porque al cabo de unos instantes de silencio, oyó las palabras de Angrod. Y lo que dijo lo entendió sin necesidad de traducción. - "Hijo de Ogmios". -
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Hijos de las estrellas Con Marcus | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Más o menos, entendió que el cabecilla se llamaba Eru y que les daba la bienvenida. Pues buena cosa. Qué terrible no enterarse de nada pero nada. Al menos podía ir siguiendo a Marcus y Nancy cuando dejaron las varitas. Si conocía de algo a su novio, estaba muriéndose por dentro, pero por fuera se le veía tranquilo. Al menos las habían protegido por una cúpula. Tomó aire y lo soltó, tratando de relajarse al mirar alrededor. Había muchos ojos amarillos y murmullos, algunos la miraban a ella y a Nancy, pero fundamentalmente miraban a Marcus, y le miraban más allá de la curiosidad, entre la expectación y el miedo. ¿Por qué a él? ¿Y por qué le miraban así? Marcus iba en modo… Slytherin encantador, vaya, no era tan raro. ¿Qué les pasaba?
Ni se le había ocurrido que pudiera ser tóxico, menos mal que su novio era más cauto. Una elfita se acercó y se puso a preguntarle cosas a Marcus, que ella leyó en los pergaminos. Se enterneció mucho con sus palabras, pero no quería desconcentrarle dándole la mano o tocándole, así que simplemente le miró con amor, con admiración, por cómo se estaba ganando a todo el mundo allí. Sonrió a Elentari y le tendió la mano, que la elfita miró con curiosidad, por lo que Alice se cogió su propia mano y se la estrechó con la otra, para enseñarle como se hacía y Elentari, encantada de la vida, la imitó y se la estrechó con su diminuta manita.
Comió de a poquitos pero probando de todo con una agradecida sonrisa. La verdad es que era una comida muy poco pesada y que ella y su constitución agradecían, así que se fue relajando un poco. Ella no podía hablar con los elfos como Marcus, pero sí leía el pergamino, asentía, negaba y daba las gracias. Las elfas le enseñaban a sus bebés elfos y a los jóvenes, y ella jugueteaba con ellos y reía, porque eso era universal en todos los idiomas. Eran justo las elfas las que con más intensidad la miraban, con cierta ternura y hasta admiración. Poco a poco se atrevieron hasta a tocarle el pelo y mirarle la pulsera y el colgante de cerca. Se reasentó en su sitio para ver a Nancy y aplaudió con una sincera ternura, porque la canción le había encantado, y se llevó las manos al pecho ante Marcus recitando, con suspirito y todo. A ver, había exagerado un poquito, pero es que parecía que a las elfas les gustaba esa faceta enamorada de ella, y, de corazón, le había encantado y le había parecido un perfecto poema. Lo de “son sus hijos” le dejó un poco rayada, pero todo parecía ir tan bien, que no quiso centrarse en pensamientos que le pudieran generar una tensión que los elfos detectaran.
Pero no todo iba a ser una cenita cuqui. Eru no tardo en ponerles ante la mismísima reliquia. Tenía casi dos mil años, pero ahí estaba, podía verla y sentirla, en su antigüedad y su poder, en su tradición con el árbol pintado en medio. Claramente, Eru había decidido que aquello era un asunto entre Marcus y él, y Alice tuvo que tragar saliva cuando lo vio arrodillarse ante el elfo. Vale, querían alquimia, bueno. El problema es que no tenían muchas cosas a su disposición y… Algo llamó la atención de su vista periférica. La varita de Marcus, bajo la cúpula protectora, temblaba, como si Marcus estuviera… Es que lo estaba. Estaba invocando algo, y su varita, lógicamente, se sentía interpelada. Recordaba perfectamente el momento en el que logró convocar a su varita, y desde luego le estaba costando la misma vida, y Alice empezaba a preocuparse y a no ver aquello nada claro. Pero sabía que, si decía una sola palabra, podía romper el equilibrio.
Finalmente, lo logró y Eru pudo comprobarlo. ¿Ya está no? La reliquia es suya… Ah no, no iba a ser tan fácil claro. ¿A qué se refería con ser digno? ¿Qué era para ellos ser digno? ¿Y si…? Nada. Marcus, su siempre prudente y asustón Marcus, veía clarísimo que le pusieran la manta encima. Alice cerró los ojos un segundo y tomó aire. Voy a mirar todo el tiempo, se dijo a sí misma, y enfocó al chico mientras le ponían la capa por encima.
Por un momento, se permitió sonreír y soltar el aire, acercarse a Marcus tal como lo hizo Nancy, y disfrutar del momento. Tenían la otra reliquia, no se lo podía creer. Se agachó junto a él y, ahora sí, tomó su mano, justo cuando Angrod decía “Hijo de Ogmios”. Miró a Marcus un tanto cuestionadora, tratando de entender, pero ahora lo oía entre los demás elfos. — Hijo de Ogmios. — Hijo de Ogmios. — Iban susurrando. Algunos se arrodillaban, y los murmullos sorprendidos les rodeaban. Nancy habló y se inclinó ante Eru. — Alice, inclínate y sonríe, nos vamos. — Ella mantuvo su actitud tierna y cálida y se inclinó ante Eru, pero sin soltar a Marcus. Eru habló y la protección de las varitas se quitó. — Déjale a Marcus cogerla primero. — Susurró Nancy a su lado. Así lo hizo y luego fue tranquilamente a por la suya. Eru les dedicó unas últimas palabras y ella saludó a las mujeres que se acercaron tocarle las manos y a los niños que la rodeaban y, aferrada a la mano de Marcus, se dirigió a la salida.
Incluso ya fuera, Nancy Marcus y ella caminaron mirando al frente, sin pararse, sin hablar. No fue hasta que estuvieron realmente lejos, que Nancy se paró y dijo. — ¿Por qué te han empezado a llamar Hijo de Ogmios? ¿Y esa gente arrodillándose? ¿Y a ti? — Dijo mirando a Alice. — Estaban dándote las manos… — ¿No lo sabes tú? — Inquirió ella. Pero miró a Marcus que parecía pálido y agotado. — Ya hablaremos de todo esto. Vámonos a la posada, que pueda descansar. — Cogió la manta sin pensar y la dobló rápidamente, poniéndosela debajo del brazo. — Vamos. — Empezaba a preocuparse sinceramente por su novio, pero tenían la reliquia, y con ella hacían dos, y acababan de demostrar que todo aquello era realmente cierto, y eso iba a ser tan importante que no tenía adjetivos para calificarlo.
Ni se le había ocurrido que pudiera ser tóxico, menos mal que su novio era más cauto. Una elfita se acercó y se puso a preguntarle cosas a Marcus, que ella leyó en los pergaminos. Se enterneció mucho con sus palabras, pero no quería desconcentrarle dándole la mano o tocándole, así que simplemente le miró con amor, con admiración, por cómo se estaba ganando a todo el mundo allí. Sonrió a Elentari y le tendió la mano, que la elfita miró con curiosidad, por lo que Alice se cogió su propia mano y se la estrechó con la otra, para enseñarle como se hacía y Elentari, encantada de la vida, la imitó y se la estrechó con su diminuta manita.
Comió de a poquitos pero probando de todo con una agradecida sonrisa. La verdad es que era una comida muy poco pesada y que ella y su constitución agradecían, así que se fue relajando un poco. Ella no podía hablar con los elfos como Marcus, pero sí leía el pergamino, asentía, negaba y daba las gracias. Las elfas le enseñaban a sus bebés elfos y a los jóvenes, y ella jugueteaba con ellos y reía, porque eso era universal en todos los idiomas. Eran justo las elfas las que con más intensidad la miraban, con cierta ternura y hasta admiración. Poco a poco se atrevieron hasta a tocarle el pelo y mirarle la pulsera y el colgante de cerca. Se reasentó en su sitio para ver a Nancy y aplaudió con una sincera ternura, porque la canción le había encantado, y se llevó las manos al pecho ante Marcus recitando, con suspirito y todo. A ver, había exagerado un poquito, pero es que parecía que a las elfas les gustaba esa faceta enamorada de ella, y, de corazón, le había encantado y le había parecido un perfecto poema. Lo de “son sus hijos” le dejó un poco rayada, pero todo parecía ir tan bien, que no quiso centrarse en pensamientos que le pudieran generar una tensión que los elfos detectaran.
Pero no todo iba a ser una cenita cuqui. Eru no tardo en ponerles ante la mismísima reliquia. Tenía casi dos mil años, pero ahí estaba, podía verla y sentirla, en su antigüedad y su poder, en su tradición con el árbol pintado en medio. Claramente, Eru había decidido que aquello era un asunto entre Marcus y él, y Alice tuvo que tragar saliva cuando lo vio arrodillarse ante el elfo. Vale, querían alquimia, bueno. El problema es que no tenían muchas cosas a su disposición y… Algo llamó la atención de su vista periférica. La varita de Marcus, bajo la cúpula protectora, temblaba, como si Marcus estuviera… Es que lo estaba. Estaba invocando algo, y su varita, lógicamente, se sentía interpelada. Recordaba perfectamente el momento en el que logró convocar a su varita, y desde luego le estaba costando la misma vida, y Alice empezaba a preocuparse y a no ver aquello nada claro. Pero sabía que, si decía una sola palabra, podía romper el equilibrio.
Finalmente, lo logró y Eru pudo comprobarlo. ¿Ya está no? La reliquia es suya… Ah no, no iba a ser tan fácil claro. ¿A qué se refería con ser digno? ¿Qué era para ellos ser digno? ¿Y si…? Nada. Marcus, su siempre prudente y asustón Marcus, veía clarísimo que le pusieran la manta encima. Alice cerró los ojos un segundo y tomó aire. Voy a mirar todo el tiempo, se dijo a sí misma, y enfocó al chico mientras le ponían la capa por encima.
Por un momento, se permitió sonreír y soltar el aire, acercarse a Marcus tal como lo hizo Nancy, y disfrutar del momento. Tenían la otra reliquia, no se lo podía creer. Se agachó junto a él y, ahora sí, tomó su mano, justo cuando Angrod decía “Hijo de Ogmios”. Miró a Marcus un tanto cuestionadora, tratando de entender, pero ahora lo oía entre los demás elfos. — Hijo de Ogmios. — Hijo de Ogmios. — Iban susurrando. Algunos se arrodillaban, y los murmullos sorprendidos les rodeaban. Nancy habló y se inclinó ante Eru. — Alice, inclínate y sonríe, nos vamos. — Ella mantuvo su actitud tierna y cálida y se inclinó ante Eru, pero sin soltar a Marcus. Eru habló y la protección de las varitas se quitó. — Déjale a Marcus cogerla primero. — Susurró Nancy a su lado. Así lo hizo y luego fue tranquilamente a por la suya. Eru les dedicó unas últimas palabras y ella saludó a las mujeres que se acercaron tocarle las manos y a los niños que la rodeaban y, aferrada a la mano de Marcus, se dirigió a la salida.
Incluso ya fuera, Nancy Marcus y ella caminaron mirando al frente, sin pararse, sin hablar. No fue hasta que estuvieron realmente lejos, que Nancy se paró y dijo. — ¿Por qué te han empezado a llamar Hijo de Ogmios? ¿Y esa gente arrodillándose? ¿Y a ti? — Dijo mirando a Alice. — Estaban dándote las manos… — ¿No lo sabes tú? — Inquirió ella. Pero miró a Marcus que parecía pálido y agotado. — Ya hablaremos de todo esto. Vámonos a la posada, que pueda descansar. — Cogió la manta sin pensar y la dobló rápidamente, poniéndosela debajo del brazo. — Vamos. — Empezaba a preocuparse sinceramente por su novio, pero tenían la reliquia, y con ella hacían dos, y acababan de demostrar que todo aquello era realmente cierto, y eso iba a ser tan importante que no tenía adjetivos para calificarlo.
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Hijos de las estrellas Con Alice | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Estaba en una neblina mental en la que veía imágenes que no eran suyas pero sentía como suyas. Una parte de él quería desprenderse de esa manta como si quemara, como si pudiera matarle de verdad. Pero no podía moverse, y... no quería, la otra parte de él no quería hacerlo. Quería quedársela, al fin y al cabo, se la habían dado a él, y él se había trabajado conseguirla. Un leve tirón en su mano le devolvió a la realidad, y ahí se dio cuenta de que era Alice, que le había agarrado, y tiraba de él hacia la salida, junto con Nancy. ¿Cuándo habían llegado ahí? ¿Cuándo le había cogido la mano? Miró a su alrededor y empezaron a llegarle los susurros de los elfos: "hijo de Ogmios". Miró a Eru, quien le dedicó una respetuosa inclinación de cabeza y señaló donde estaban sus varitas. Se acercó y la recogió, y las chicas hicieron lo mismo tras él. Se giró de nuevo para despedirse, y el gobernante de los elfos le susurró. - "Protégela. La esperaremos cuando vuelva". - Parpadeó, para poder contestar con lucidez. - La traeré intacta, le doy mi palabra. - "No la des". - Cortó, aunque no con hostilidad, solo con la seguridad de quien sabe lo que dice. - "No serás tú quien la traiga. Pero sí quien la haga volver". - Sonrió levemente. - "Buena suerte, hijo de Ogmios". -
La noche era cerrada cuando salieron, y empezaron a caminar sin mirar atrás, y Marcus ni siquiera sabía por dónde caminaba, ni qué estaba haciendo. Ni por qué seguía llevando la mano sobre sus hombros. No sentía nada de frío a pesar de que la noche de diciembre en mitad de la montaña arreciaba, solo estaba inmerso en un embotamiento mental que no le dejaba pensar y, al mismo tiempo, en cada parpadeo le mostraba imágenes que no identificaba. No eran imágenes hostiles o terroríficas, todo lo contrario: eran reconfortantes. Pero le confundía tenerlas, porque ni las reconocía ni las podía detener.
Se detuvieron en seco y Nancy estaba hablando con tono cuestionador, pero no atendía a traducir sus palabras, como si ahora solo entendiera el gaélico y no el inglés. Se frotó los ojos con los dedos de una mano, apretándoselos, intentando ubicarse, intentando que las imágenes se fueran. Y, de repente, lo hicieron. De golpe y porrazo, incluso sintió como se le hubieran dado una fuerte sacudida, como si un rumor dentro de su cabeza se hubiera callado de repente y dejado en un silencio sepulcral, y como si el frío hubiera caído de golpe sobre él. Se destapó los ojos, confuso, y vio a Alice con la manta. La miró sin comprender. ¿¿Qué haces?? Pensó, pero le costaba verbalizar nada. Le había quitado la manta. Era eso lo que le estaba provocando ese estado, pero le había sacado de él demasiado de golpe. Y ahora estaba mareado y agotado, sentía que se iba a desmayar. Afortunadamente, las chicas tiraron de él hasta el hostal de nuevo. Él no hubiera sido capaz de trazar el camino solo.
- Esto no estaba contemplado. - Empezó Nancy, ciertamente preocupada, nada más cruzar la puerta de la habitación. No habían hablado en todo el camino, pero al menos esa frase le llegó nítida y comprensible, no como lo que había escuchado hasta ahora. Sin embargo, le fallaban las fuerzas, no podía contestar. Solo apoyarse en el mueble más cercano, preguntándose si sería capaz de hacer un último esfuerzo hasta la cama. Nancy cerró tras ellos y siguió con normalidad. - ¿Hijo de Ogmios? Intuíamos que la hospitalidad podría ser la clave en dejar que nos lleváramos la reliquia, pero una cosa es... Marcus, ¿me oyes? - Estaba respirando con agitación y se le caían los párpados. - Necesito tumbarme. - Consiguió llegar a la cama y se dejó caer en esta, y al hacerlo le entró muchísimo frío, tanto que se puso a tiritar. Notaba a las dos chicas cerca de él, preocupadas, y Nancy le tocó la frente. - No tienes fiebre, es solo agotamiento. - Se levantó. - Voy a por un poco de agua, o algo con azúcar. Nos quedamos aquí un ratito, no te preocupes. - Y se marchó. Alguien le había tapado, y entreabrió los ojos, mirando a Alice. - Estoy bien. - Susurró, no quería asustarla. Pero muy bien no se encontraba. - Solo... cansado. - La miró. - ¿Qué... he hecho, Alice? - De repente su mirada era mucho más vulnerable, la que mostraba ante muy pocas personas, y Alice era una de ellas. - ¿Lo he hecho bien? - Tomó su mano y la apretó. - Dímelo tú... Dime que esto es lo que tenía que hacer. -
La noche era cerrada cuando salieron, y empezaron a caminar sin mirar atrás, y Marcus ni siquiera sabía por dónde caminaba, ni qué estaba haciendo. Ni por qué seguía llevando la mano sobre sus hombros. No sentía nada de frío a pesar de que la noche de diciembre en mitad de la montaña arreciaba, solo estaba inmerso en un embotamiento mental que no le dejaba pensar y, al mismo tiempo, en cada parpadeo le mostraba imágenes que no identificaba. No eran imágenes hostiles o terroríficas, todo lo contrario: eran reconfortantes. Pero le confundía tenerlas, porque ni las reconocía ni las podía detener.
Se detuvieron en seco y Nancy estaba hablando con tono cuestionador, pero no atendía a traducir sus palabras, como si ahora solo entendiera el gaélico y no el inglés. Se frotó los ojos con los dedos de una mano, apretándoselos, intentando ubicarse, intentando que las imágenes se fueran. Y, de repente, lo hicieron. De golpe y porrazo, incluso sintió como se le hubieran dado una fuerte sacudida, como si un rumor dentro de su cabeza se hubiera callado de repente y dejado en un silencio sepulcral, y como si el frío hubiera caído de golpe sobre él. Se destapó los ojos, confuso, y vio a Alice con la manta. La miró sin comprender. ¿¿Qué haces?? Pensó, pero le costaba verbalizar nada. Le había quitado la manta. Era eso lo que le estaba provocando ese estado, pero le había sacado de él demasiado de golpe. Y ahora estaba mareado y agotado, sentía que se iba a desmayar. Afortunadamente, las chicas tiraron de él hasta el hostal de nuevo. Él no hubiera sido capaz de trazar el camino solo.
- Esto no estaba contemplado. - Empezó Nancy, ciertamente preocupada, nada más cruzar la puerta de la habitación. No habían hablado en todo el camino, pero al menos esa frase le llegó nítida y comprensible, no como lo que había escuchado hasta ahora. Sin embargo, le fallaban las fuerzas, no podía contestar. Solo apoyarse en el mueble más cercano, preguntándose si sería capaz de hacer un último esfuerzo hasta la cama. Nancy cerró tras ellos y siguió con normalidad. - ¿Hijo de Ogmios? Intuíamos que la hospitalidad podría ser la clave en dejar que nos lleváramos la reliquia, pero una cosa es... Marcus, ¿me oyes? - Estaba respirando con agitación y se le caían los párpados. - Necesito tumbarme. - Consiguió llegar a la cama y se dejó caer en esta, y al hacerlo le entró muchísimo frío, tanto que se puso a tiritar. Notaba a las dos chicas cerca de él, preocupadas, y Nancy le tocó la frente. - No tienes fiebre, es solo agotamiento. - Se levantó. - Voy a por un poco de agua, o algo con azúcar. Nos quedamos aquí un ratito, no te preocupes. - Y se marchó. Alguien le había tapado, y entreabrió los ojos, mirando a Alice. - Estoy bien. - Susurró, no quería asustarla. Pero muy bien no se encontraba. - Solo... cansado. - La miró. - ¿Qué... he hecho, Alice? - De repente su mirada era mucho más vulnerable, la que mostraba ante muy pocas personas, y Alice era una de ellas. - ¿Lo he hecho bien? - Tomó su mano y la apretó. - Dímelo tú... Dime que esto es lo que tenía que hacer. -
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Hijos de las estrellas Con Marcus | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Sí, ya me he dado cuenta, pensó Alice agresivamente. Nancy mucho leer y mucho gaélico, pero no se había planteado lo que podía pasar allí, que de hecho había pasado. ¿Y es que había acaso otro modo? Y si lo había, ¿por qué no había propuesto ella algo? Ahora no valía lamentarse. Pero el estado de Marcus la sacó de sus quejas mentales. — ¡Mi amor! — Exclamó, agarrándole del brazo.
Puso el chip enfermera y lo llevó hasta la cama con ayuda de Nancy. En un momento, le tomó el pulso en la muñeca y le miró las pupilas. — Lo que estás es agotado. Has gastado muchísimo poder sin la varita. — Nancy resolvió lo del dulce y Alice asintió, tapándole para que no tuviera frío y puso una sonrisa tranquilizadora. — Si el que tengo aquí es mi Marcus de siempre, va a ser comer dulces irlandeses y recuperarse del todo. — Dijo en tono de broma, mientras se sentaba en el borde de la cama y le calentaba las manos.
Se quedó escuchándole y le acarició los rizos. — Pues claro que sí, lo que has hecho es una proeza y… — Pero Marcus la interrumpió, dejándola sin palabras con aquella pregunta y aquella expresión que le hacía parecer el niño de once años desconsolado que conoció siete años atrás. Tragó saliva. Llevaba intentando borrar los murmullos de los elfos desde que habían salido de ahí. Inspiró y se mordió los labios, sin soltar las manos de su novio. Sacudió un poco la cabeza y se puso más firme. — Has hecho alquimia, Marcus. Porque te la han pedido los elfos, nada más. Querían ver magia ancestral, y por eso mismo nos llevaba Nancy, y tú eres el mejor en alquimia. Has sido un buen visitante, esa era la prueba, te has dejado acoger y has hecho lo que te han pedido tus anfitriones, paso por paso. — Besó sus manos y se quedó con ellas en los labios unos segundos. — Si había otra forma… Pues nunca lo sabremos. La reliquia lleva ahí casi dos mil años, y nadie, en ese tiempo, ha encontrado una manera mejor. — Soltó el aire por los labios. — Eres de sangre irlandesa, eres un estudioso y buena persona. Estás reuniendo las reliquias por ayudar a Nancy y por… Completar un puzle de la tierra de tus ancestros. No te asustes solo por cómo te perciben unos elfos que casi no ven gente. No dejas de ser tú... Marcus O'Donnell.. — Le dio un toquecito tierno en la nariz. — Hijo de Arnold y Emma O'Donnell. Alquimista de Piedra. Yo veo al mismo de siempre. — Volvió a besar sus manos y acarició su cara, inclinándose hacia él. — Las reliquias son objetos muy poderosos y desconcertantes, y además los elfos estaban… Ciertamente impresionados. Yo también, eso es todo. — Justo entonces, entró Nancy con agua y dulces y Alice los dejó en la mesa, para ir pasándoselo todo poco a poco. Cuando se aseguró que había bebido y comido le dijo. — Échate un rato, ¿vale? Venga, yo me quedo aquí a tu lado. No nos iremos hasta que te encuentres mejor. — Y se tumbó, por fuera de la cama, a su lado, mientras Nancy se quedaba, pensativa, en el sofá de la habitación.
Cuando Marcus llevaba unos diez minutos dormido, le hizo un gesto a Nancy para irse a la habitación de la chica, para poder hablar tranquilamente. Al final se quedaron en el pasillo porque no eran capaces de romper el hechizo de Marcus para entrar de nuevo, así que se pusieron a susurrar violentamente. — ¿Qué infiernos ha sido eso, Nancy? — ¿Y tú me lo preguntas? ¿Marcus actúa como un líder celta y se dedica a cumplir profecías y me lo preguntas tú a mí? — Alice se llevó las manos a la cabeza. — ¿Pero cómo que profecías? ¿Pero qué dices ahora? — Nancy suspiró y empezó a dar vueltas. — Le han llamado Hijo de Ogmios… — ¿Y quién era el hijo de Ogmios? — ¡Nadie! Ogmios se quedó solo… Se consideraban hijo de Ogmios los que él elegía como portadores de su poder omnisciente… Y era a esos a los que se coronaba reyes de Irlanda. — Alice parpadeó y negó con la cabeza. — ¿Y por qué creen que es Marcus? — La chica dejó caer los brazos, confusa. — Porque… A ver, supuestamente, las reliquias aportan todas las cualidades que debe reunir el rey de reyes… — Ella la miró de lado, cautelosa. — ¿Rey de reyes? ¿No es eso lo que pone ahí? — Dijo señalando al interior, donde estaba la espada de Nuada. Nancy suspiró y la miró confusa. — Alice, no hay reyes de Irlanda desde… hace diez siglos. Nunca creí que pudieran creer que uno de nosotros podría serlo. Solo reconocen a los druidas. — Pues claramente no. — No, desde luego… — Se apoyó en la pared y se dejó caer, tratando de clarificar la mente. Durante unos segundos allí se quedaron Nancy y ella, en la semioscuridad del pasillo, en silencio. — Bueno, esos elfos no… No tienen contacto con humanos, claramente. No es como que vayan a sacar a Marcus a hombros por ahí… — Se levantó y se puso ante Nancy. — Lo que ha pasado ahí dentro, pasado está. Tenemos las reliquias y ahora nuestra preocupación debe ser guardarlas a buen recaudo y… Despejar la mente. Son muchas emociones y… Bueno, choque cultural, como diría tu familia. — Giró sobre sí misma, nerviosa. — De momento… Tengo una idea para guardar las reliquias. Vamos a perfilarla, y cuando estemos seguras… Levantamos a Marcus y nos vamos a casa. — Y se puso a trazar el plan con Nancy.
Puso el chip enfermera y lo llevó hasta la cama con ayuda de Nancy. En un momento, le tomó el pulso en la muñeca y le miró las pupilas. — Lo que estás es agotado. Has gastado muchísimo poder sin la varita. — Nancy resolvió lo del dulce y Alice asintió, tapándole para que no tuviera frío y puso una sonrisa tranquilizadora. — Si el que tengo aquí es mi Marcus de siempre, va a ser comer dulces irlandeses y recuperarse del todo. — Dijo en tono de broma, mientras se sentaba en el borde de la cama y le calentaba las manos.
Se quedó escuchándole y le acarició los rizos. — Pues claro que sí, lo que has hecho es una proeza y… — Pero Marcus la interrumpió, dejándola sin palabras con aquella pregunta y aquella expresión que le hacía parecer el niño de once años desconsolado que conoció siete años atrás. Tragó saliva. Llevaba intentando borrar los murmullos de los elfos desde que habían salido de ahí. Inspiró y se mordió los labios, sin soltar las manos de su novio. Sacudió un poco la cabeza y se puso más firme. — Has hecho alquimia, Marcus. Porque te la han pedido los elfos, nada más. Querían ver magia ancestral, y por eso mismo nos llevaba Nancy, y tú eres el mejor en alquimia. Has sido un buen visitante, esa era la prueba, te has dejado acoger y has hecho lo que te han pedido tus anfitriones, paso por paso. — Besó sus manos y se quedó con ellas en los labios unos segundos. — Si había otra forma… Pues nunca lo sabremos. La reliquia lleva ahí casi dos mil años, y nadie, en ese tiempo, ha encontrado una manera mejor. — Soltó el aire por los labios. — Eres de sangre irlandesa, eres un estudioso y buena persona. Estás reuniendo las reliquias por ayudar a Nancy y por… Completar un puzle de la tierra de tus ancestros. No te asustes solo por cómo te perciben unos elfos que casi no ven gente. No dejas de ser tú... Marcus O'Donnell.. — Le dio un toquecito tierno en la nariz. — Hijo de Arnold y Emma O'Donnell. Alquimista de Piedra. Yo veo al mismo de siempre. — Volvió a besar sus manos y acarició su cara, inclinándose hacia él. — Las reliquias son objetos muy poderosos y desconcertantes, y además los elfos estaban… Ciertamente impresionados. Yo también, eso es todo. — Justo entonces, entró Nancy con agua y dulces y Alice los dejó en la mesa, para ir pasándoselo todo poco a poco. Cuando se aseguró que había bebido y comido le dijo. — Échate un rato, ¿vale? Venga, yo me quedo aquí a tu lado. No nos iremos hasta que te encuentres mejor. — Y se tumbó, por fuera de la cama, a su lado, mientras Nancy se quedaba, pensativa, en el sofá de la habitación.
Cuando Marcus llevaba unos diez minutos dormido, le hizo un gesto a Nancy para irse a la habitación de la chica, para poder hablar tranquilamente. Al final se quedaron en el pasillo porque no eran capaces de romper el hechizo de Marcus para entrar de nuevo, así que se pusieron a susurrar violentamente. — ¿Qué infiernos ha sido eso, Nancy? — ¿Y tú me lo preguntas? ¿Marcus actúa como un líder celta y se dedica a cumplir profecías y me lo preguntas tú a mí? — Alice se llevó las manos a la cabeza. — ¿Pero cómo que profecías? ¿Pero qué dices ahora? — Nancy suspiró y empezó a dar vueltas. — Le han llamado Hijo de Ogmios… — ¿Y quién era el hijo de Ogmios? — ¡Nadie! Ogmios se quedó solo… Se consideraban hijo de Ogmios los que él elegía como portadores de su poder omnisciente… Y era a esos a los que se coronaba reyes de Irlanda. — Alice parpadeó y negó con la cabeza. — ¿Y por qué creen que es Marcus? — La chica dejó caer los brazos, confusa. — Porque… A ver, supuestamente, las reliquias aportan todas las cualidades que debe reunir el rey de reyes… — Ella la miró de lado, cautelosa. — ¿Rey de reyes? ¿No es eso lo que pone ahí? — Dijo señalando al interior, donde estaba la espada de Nuada. Nancy suspiró y la miró confusa. — Alice, no hay reyes de Irlanda desde… hace diez siglos. Nunca creí que pudieran creer que uno de nosotros podría serlo. Solo reconocen a los druidas. — Pues claramente no. — No, desde luego… — Se apoyó en la pared y se dejó caer, tratando de clarificar la mente. Durante unos segundos allí se quedaron Nancy y ella, en la semioscuridad del pasillo, en silencio. — Bueno, esos elfos no… No tienen contacto con humanos, claramente. No es como que vayan a sacar a Marcus a hombros por ahí… — Se levantó y se puso ante Nancy. — Lo que ha pasado ahí dentro, pasado está. Tenemos las reliquias y ahora nuestra preocupación debe ser guardarlas a buen recaudo y… Despejar la mente. Son muchas emociones y… Bueno, choque cultural, como diría tu familia. — Giró sobre sí misma, nerviosa. — De momento… Tengo una idea para guardar las reliquias. Vamos a perfilarla, y cuando estemos seguras… Levantamos a Marcus y nos vamos a casa. — Y se puso a trazar el plan con Nancy.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Hijos de las estrellas Con Alice | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Algo dentro de él no terminaba de creerse el mensaje tranquilizador de Alice, al revés: le angustiaba pensar que él sabía algo que su novia no, aunque no supiera qué, y que la estaba engañando. Estaba tan cansado que se rindió en seguida al sueño, pero este fue muy agitado durante los primeros minutos. Aun así, logró dormir, no supo cuanto, y llegó un punto en que las misteriosas imágenes dejaron de acosarle y le dejaron descansar.
Abrió los ojos pesadamente, y Alice seguía con él. O, más bien, había vuelto con él, porque cuando reconoció el entorno vio a las dos chicas sonrientes, aparentemente tranquilas y con todo recogido, listas para marchar. - Vamos, señor "no quiero que se nos haga de noche", que tu abuela tiene que tener ya la cena en la mesa y todo. - Dijo Nancy con cariño, pero Marcus alternó la mirada entre una y otra: estaban tensas. No era tonto, por cansado y somnoliento que estuviera, sabía percibir a personas disimulando en pos de no preocupar a una tercera. Se incorporó y se frotó un ojo. - ¿He dormido mucho? - Preguntó con voz ronca. Nancy miró su reloj y dijo, quitándole importancia. - Nada, una horita y media, una buena siesta. Pero te hemos dejado porque te la has ganado. - Y sonrió ampliamente. No había duda de que estaban haciendo una ficcioncita por él, pero no tenía fuerzas ni para contradecir.
- ¿Dónde están? - Preguntó. Ya Nancy no contestó tan alegremente, se le notó la tensión, pero seguía tratando de disimular. - La manta está ahí. - La señaló. Ahí estaba, efectivamente. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al mirarla, y ciertas imágenes cruzaron su mente otra vez. - Y la espada donde la dejaste. Sí que era difícil de romper el hechizo del señorito, madre mía. - Dijo con una risilla. Se levantó, fue al baño a echarse agua en la cara y, cuando se sintió más despejado, recogió lo poco de sus cosas que no había recogido ya Alice, deshizo el hechizo de la puerta y, con las reliquias a buen recaudo bajo el brazo de Nancy (y lo suficientemente tapadas para no entrar en contacto directo con su piel), agradecieron a los posaderos su hospitalidad y se marcharon de allí.
Por supuesto les apareció su prima. Marcus aún estaba recuperando energía y ahora tendría que emplear otra vez bastante en hacer un sello alquímico que solo ellos pudieran romper, no iba a gastarla en aparecerse. Sí tenía que intentar algo. - ¡Lumos! - Pronunció, y su varita se encendió sin problema y no notó especial esfuerzo en su cuerpo, todo parecía normal. Suspiró. - Era por probar. - Ya que estaba la dejó encendida. Necesitaba volver a entrar en contacto con su varita, y prefería no tirar de hechizos silenciosos. Iba a volverse el ser humano más básico al menos hasta la mañana siguiente, exceptuando el momento del sello alquímico, que suficiente se había estirado ya a sí mismo en el poblado de los elfos. Seguía sin saber cómo había invocado la hoja hasta sus manos (tenía el recuerdo difuso, de hecho, y mezclado con otras imágenes que de seguro no eran vivencias, pero lo parecían), y casi que prefería seguir sin saberlo. Ciertos conocimientos... eran muy tentadores de ser usados.
- ¡¡Ninfa Nancy!! - Saltó alegremente Albus, al trote hacia ellos. Juntó las manos. - Decidme: ¿qué habéis descifrado? - Albus, necesito que me escuches con muchísima atención. - Dijo muy seria. Lentamente fue sacando las reliquias, y ni siquiera estaban destapadas cuando Albus, impactado, se lanzó al suelo y se arrodilló, reverenciándose primero y alzando los brazos al cielo después. - ¡LOS DIOSES NOS HAN ESCUCHADO! - ¡Albus, Albus, por favor! - Pidió Nancy en un susurro agresivo, mirando a los lados. - Necesitamos que seas tremendamente discreto, por favor. Tenemos una misión que darte si realmente nos quieres ayudar. - ¡Lo que sea, lo que sea! - Dijo casi implorante, levantándose y tomando sus manos, dejando besos en ella. - Ay, Albus, venga. - Se incomodó la chica, pero el hombre se abrazó a sus piernas. - Esto es lo más importante de mi vida, ninfa Nancy. Gracias, gracias, te han traído los dioses, esto es un regalo. - Marcus y Alice le miraron. No había terminado de ver buena opción incluir a Albus en el plan, pero tampoco podían privar de eso a alguien para quien era toda su vida.
- Este es el plan, Albus. - Expuso Nancy, de camino a la cueva del eclipse. - Las reliquias van a estar escondidas aquí. NADIE puede saberlo. Marcus va a hacer un sello alquímico que solo nosotros tres podremos traspasar, ¿de acuerdo? Aun así, necesitamos que seas su guardián. - El hombre asentía fervorosamente. - Por supuesto, por supuesto. - No digas nada, nadie puede saberlo. Podrían hacerte daño. Tú... haz lo que haces siempre, estar por aquí. Simplemente, si ves gente sospechosa, nos avisas. - Nancy les miró. - Realmente por aquí no viene nadie, solo a recoger setas. Nadie va a pensar que estén aquí, pero... por si acaso. Por si alguien se sintiera atraído por un extraño poder mágico y lo sospechara. -
Dejaron las reliquias a buen recaudo entre unas rocas de la cueva. Alice y Nancy se encargaron de esconderlas mientras Marcus miraba inexpresivo y como si tuviera la mente en otra parte, con un velo de suspicacia, quizás. Allí se quedaban enterradas esas reliquias... ¿cómo serían las cosas cuando volvieran a por ellas? ¿Habrían conseguido las demás? - Bueno... cuando quieras. - Dijo Nancy. Fuera de la cueva, se dispuso a trazar el círculo y a utilizar toda la hojarasca y ramas para tapiarla, lo cual era relativamente fácil: era una cueva de por sí difícil de encontrar. Dispuesto así, se preparó para hacer el sello. - Poned vuestras manos. - Les pidió. Miró a Nancy. - Tranquila, no tienes que hacer nada. Voy a juntar las manos, solo tenéis que poner las vuestras con las mías. Tú a la derecha, Nancy, y tú a mi izquierda, Alice. Es como si hiciéramos el sello los tres, aunque esté haciéndolo yo. Pero el sello os reconocerá. Por si... yo no puedo... - O no quiero. - ...Acceder a las reliquias, que vosotras podáis. - Y así se hizo. Aparentemente no pasó nada, pero la cueva estaba sellada. Marcus sacó la varita. - Albus, ¿confías en mí? - El hombre le miró con ojos brillantes. - Sí, señor hechicero. - Marcus sacó su varita. - Intenta acceder a la cueva. - Obediente, Albus se acercó, y en lo que estaba tratando de retirar unas hojas que parecían multiplicarse a medida que las apartaba, se detuvo y empezó a mirar para los lados. - Oh... amigas... ¡No, no, amigas! ¡No me hagáis daño! ¡¡AMIGAS!! - ¡Finite Incantatem! - Pronunció en dirección al hombre, y este se relajó, pero también giró sobre sí mismo, confuso. - ¿Dónde están? - No hay. Solo era una alucinación creada por el hechizo. - Nancy le miró. - ¿Qué has creado? - Avispas. - Señaló un árbol cercano. - Ahí parecía haber un nido de avispas. He cogido ramas de allí, se ve que guardaban su esencia. Si alguien las toca, empezará a percibir un enjambre de avispas que le atacan y huirá de aquí. No son reales, pero bastarán para asustar. - Se guardó la varita. - No quería crear nada peligroso para alguien, solo que ahuyentara. Pero que ahuyentara bien. - Porque sabía que a más de uno no le detendría un simple calambre, al revés, le haría plantearse qué está oculto ahí. Pero ¿avispas en mitad de una montaña? Nadie sospecharía.
Nancy suspiró. - Chicos, no sé cómo daros las gracias. Esto es... esto es lo más importante que he vivido, de verdad. - Sonrió. - Volvamos a casa... - Una última cosa. - Pidió Marcus, aprovechando que habían dejado a Albus ya a una distancia prudencial y volvían a estar los tres solos. - ¿Tienes mucha prisa por terminar esta investigación? - Nancy parpadeó. - ¿Prisa? Bueno, no... Llevo con ella muchos años, realmente. Prisa, en realidad... - No quiero volver a saber de esto en al menos un mes. - Notaba las dos miradas encima. Había sonado muy cortante, por lo que se explicó. - Mi abuelo tiene razón. Esto requiere mucha dedicación y... esfuerzo. Poder mágico. Hemos venido a prepararnos las licencias de Hielo, la Navidad está a la vuelta de la esquina, va a venir toda la familia, y el dieciséis de enero es mi aniversario con Alice. No quiero hacer nada relacionado con esto, al menos, hasta pasada esa fecha. ¿Te parece bien? - Preguntó, al fin y al cabo y a pesar de lo taxativo, no quería mandar sobre la investigación de otra persona. Nancy puso una leve expresión apenada. - ¿Es... os estoy molestando con esto? No... Yo no quiero perturbar vuestras carreras ni... - Nancy. - Suavizó, acercándose a su prima y poniendo las manos en sus hombros. - Esto es lo más increíble que hemos hecho jamás. Te lo aseguro. - Los ojos de Nancy se anegaron. - No sabes cuánto agradezco esta ayuda, Marcus... Aún no me lo creo y... he pasado miedo por vosotros. Lo siento. No quiero meteros en líos. - No nos metes en ningún lío. Estamos encantados de hacer esto. Y créeme: vamos a terminar esto. No nos vamos a ir de Irlanda hasta encontrar todas las reliquias. Te lo prometo. - Eso hizo a Nancy sonreír, pero Marcus precisó. - Pero necesitamos descansar. Y... necesito... poner la cabeza en otras cosas, durante un mes al menos. - Lo entiendo. - Sonrió y les miró. - Hacemos un equipo estupendo. No hay prisa ninguna. Lo importante es el camino, al fin y al cabo ¿no? -
Abrió los ojos pesadamente, y Alice seguía con él. O, más bien, había vuelto con él, porque cuando reconoció el entorno vio a las dos chicas sonrientes, aparentemente tranquilas y con todo recogido, listas para marchar. - Vamos, señor "no quiero que se nos haga de noche", que tu abuela tiene que tener ya la cena en la mesa y todo. - Dijo Nancy con cariño, pero Marcus alternó la mirada entre una y otra: estaban tensas. No era tonto, por cansado y somnoliento que estuviera, sabía percibir a personas disimulando en pos de no preocupar a una tercera. Se incorporó y se frotó un ojo. - ¿He dormido mucho? - Preguntó con voz ronca. Nancy miró su reloj y dijo, quitándole importancia. - Nada, una horita y media, una buena siesta. Pero te hemos dejado porque te la has ganado. - Y sonrió ampliamente. No había duda de que estaban haciendo una ficcioncita por él, pero no tenía fuerzas ni para contradecir.
- ¿Dónde están? - Preguntó. Ya Nancy no contestó tan alegremente, se le notó la tensión, pero seguía tratando de disimular. - La manta está ahí. - La señaló. Ahí estaba, efectivamente. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al mirarla, y ciertas imágenes cruzaron su mente otra vez. - Y la espada donde la dejaste. Sí que era difícil de romper el hechizo del señorito, madre mía. - Dijo con una risilla. Se levantó, fue al baño a echarse agua en la cara y, cuando se sintió más despejado, recogió lo poco de sus cosas que no había recogido ya Alice, deshizo el hechizo de la puerta y, con las reliquias a buen recaudo bajo el brazo de Nancy (y lo suficientemente tapadas para no entrar en contacto directo con su piel), agradecieron a los posaderos su hospitalidad y se marcharon de allí.
Por supuesto les apareció su prima. Marcus aún estaba recuperando energía y ahora tendría que emplear otra vez bastante en hacer un sello alquímico que solo ellos pudieran romper, no iba a gastarla en aparecerse. Sí tenía que intentar algo. - ¡Lumos! - Pronunció, y su varita se encendió sin problema y no notó especial esfuerzo en su cuerpo, todo parecía normal. Suspiró. - Era por probar. - Ya que estaba la dejó encendida. Necesitaba volver a entrar en contacto con su varita, y prefería no tirar de hechizos silenciosos. Iba a volverse el ser humano más básico al menos hasta la mañana siguiente, exceptuando el momento del sello alquímico, que suficiente se había estirado ya a sí mismo en el poblado de los elfos. Seguía sin saber cómo había invocado la hoja hasta sus manos (tenía el recuerdo difuso, de hecho, y mezclado con otras imágenes que de seguro no eran vivencias, pero lo parecían), y casi que prefería seguir sin saberlo. Ciertos conocimientos... eran muy tentadores de ser usados.
- ¡¡Ninfa Nancy!! - Saltó alegremente Albus, al trote hacia ellos. Juntó las manos. - Decidme: ¿qué habéis descifrado? - Albus, necesito que me escuches con muchísima atención. - Dijo muy seria. Lentamente fue sacando las reliquias, y ni siquiera estaban destapadas cuando Albus, impactado, se lanzó al suelo y se arrodilló, reverenciándose primero y alzando los brazos al cielo después. - ¡LOS DIOSES NOS HAN ESCUCHADO! - ¡Albus, Albus, por favor! - Pidió Nancy en un susurro agresivo, mirando a los lados. - Necesitamos que seas tremendamente discreto, por favor. Tenemos una misión que darte si realmente nos quieres ayudar. - ¡Lo que sea, lo que sea! - Dijo casi implorante, levantándose y tomando sus manos, dejando besos en ella. - Ay, Albus, venga. - Se incomodó la chica, pero el hombre se abrazó a sus piernas. - Esto es lo más importante de mi vida, ninfa Nancy. Gracias, gracias, te han traído los dioses, esto es un regalo. - Marcus y Alice le miraron. No había terminado de ver buena opción incluir a Albus en el plan, pero tampoco podían privar de eso a alguien para quien era toda su vida.
- Este es el plan, Albus. - Expuso Nancy, de camino a la cueva del eclipse. - Las reliquias van a estar escondidas aquí. NADIE puede saberlo. Marcus va a hacer un sello alquímico que solo nosotros tres podremos traspasar, ¿de acuerdo? Aun así, necesitamos que seas su guardián. - El hombre asentía fervorosamente. - Por supuesto, por supuesto. - No digas nada, nadie puede saberlo. Podrían hacerte daño. Tú... haz lo que haces siempre, estar por aquí. Simplemente, si ves gente sospechosa, nos avisas. - Nancy les miró. - Realmente por aquí no viene nadie, solo a recoger setas. Nadie va a pensar que estén aquí, pero... por si acaso. Por si alguien se sintiera atraído por un extraño poder mágico y lo sospechara. -
Dejaron las reliquias a buen recaudo entre unas rocas de la cueva. Alice y Nancy se encargaron de esconderlas mientras Marcus miraba inexpresivo y como si tuviera la mente en otra parte, con un velo de suspicacia, quizás. Allí se quedaban enterradas esas reliquias... ¿cómo serían las cosas cuando volvieran a por ellas? ¿Habrían conseguido las demás? - Bueno... cuando quieras. - Dijo Nancy. Fuera de la cueva, se dispuso a trazar el círculo y a utilizar toda la hojarasca y ramas para tapiarla, lo cual era relativamente fácil: era una cueva de por sí difícil de encontrar. Dispuesto así, se preparó para hacer el sello. - Poned vuestras manos. - Les pidió. Miró a Nancy. - Tranquila, no tienes que hacer nada. Voy a juntar las manos, solo tenéis que poner las vuestras con las mías. Tú a la derecha, Nancy, y tú a mi izquierda, Alice. Es como si hiciéramos el sello los tres, aunque esté haciéndolo yo. Pero el sello os reconocerá. Por si... yo no puedo... - O no quiero. - ...Acceder a las reliquias, que vosotras podáis. - Y así se hizo. Aparentemente no pasó nada, pero la cueva estaba sellada. Marcus sacó la varita. - Albus, ¿confías en mí? - El hombre le miró con ojos brillantes. - Sí, señor hechicero. - Marcus sacó su varita. - Intenta acceder a la cueva. - Obediente, Albus se acercó, y en lo que estaba tratando de retirar unas hojas que parecían multiplicarse a medida que las apartaba, se detuvo y empezó a mirar para los lados. - Oh... amigas... ¡No, no, amigas! ¡No me hagáis daño! ¡¡AMIGAS!! - ¡Finite Incantatem! - Pronunció en dirección al hombre, y este se relajó, pero también giró sobre sí mismo, confuso. - ¿Dónde están? - No hay. Solo era una alucinación creada por el hechizo. - Nancy le miró. - ¿Qué has creado? - Avispas. - Señaló un árbol cercano. - Ahí parecía haber un nido de avispas. He cogido ramas de allí, se ve que guardaban su esencia. Si alguien las toca, empezará a percibir un enjambre de avispas que le atacan y huirá de aquí. No son reales, pero bastarán para asustar. - Se guardó la varita. - No quería crear nada peligroso para alguien, solo que ahuyentara. Pero que ahuyentara bien. - Porque sabía que a más de uno no le detendría un simple calambre, al revés, le haría plantearse qué está oculto ahí. Pero ¿avispas en mitad de una montaña? Nadie sospecharía.
Nancy suspiró. - Chicos, no sé cómo daros las gracias. Esto es... esto es lo más importante que he vivido, de verdad. - Sonrió. - Volvamos a casa... - Una última cosa. - Pidió Marcus, aprovechando que habían dejado a Albus ya a una distancia prudencial y volvían a estar los tres solos. - ¿Tienes mucha prisa por terminar esta investigación? - Nancy parpadeó. - ¿Prisa? Bueno, no... Llevo con ella muchos años, realmente. Prisa, en realidad... - No quiero volver a saber de esto en al menos un mes. - Notaba las dos miradas encima. Había sonado muy cortante, por lo que se explicó. - Mi abuelo tiene razón. Esto requiere mucha dedicación y... esfuerzo. Poder mágico. Hemos venido a prepararnos las licencias de Hielo, la Navidad está a la vuelta de la esquina, va a venir toda la familia, y el dieciséis de enero es mi aniversario con Alice. No quiero hacer nada relacionado con esto, al menos, hasta pasada esa fecha. ¿Te parece bien? - Preguntó, al fin y al cabo y a pesar de lo taxativo, no quería mandar sobre la investigación de otra persona. Nancy puso una leve expresión apenada. - ¿Es... os estoy molestando con esto? No... Yo no quiero perturbar vuestras carreras ni... - Nancy. - Suavizó, acercándose a su prima y poniendo las manos en sus hombros. - Esto es lo más increíble que hemos hecho jamás. Te lo aseguro. - Los ojos de Nancy se anegaron. - No sabes cuánto agradezco esta ayuda, Marcus... Aún no me lo creo y... he pasado miedo por vosotros. Lo siento. No quiero meteros en líos. - No nos metes en ningún lío. Estamos encantados de hacer esto. Y créeme: vamos a terminar esto. No nos vamos a ir de Irlanda hasta encontrar todas las reliquias. Te lo prometo. - Eso hizo a Nancy sonreír, pero Marcus precisó. - Pero necesitamos descansar. Y... necesito... poner la cabeza en otras cosas, durante un mes al menos. - Lo entiendo. - Sonrió y les miró. - Hacemos un equipo estupendo. No hay prisa ninguna. Lo importante es el camino, al fin y al cabo ¿no? -
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Hijos de las estrellas Con Marcus | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
A Nancy se le notaba bastante la tensión, pero ella estaba preocupada. Temía de verdad que las reliquias hubieran afectado a Marcus, pero se levantó bien, recogieron y, salvo un poco de tensión por la situación de las reliquias, todo transcurrió con normalidad. Veía que, poco a poco, Marcus iba recuperando el color y el ritmo normal, y eso era todo lo que necesitaba. Y, de hecho, fue sentirse en el bosque de Ballyknow tras la aparición, y ya se sintió instantáneamente mejor, más tranquila, y lo vivido en Connacht parecía menos… Desconcertante, incluso importante.
Albus, por supuesto, estaba alteradísimo, y Alice dejó que le explicaran todo el plan que se le había ocurrido en la posada. No podían dejar a Albus fuera, y podía ser un activo importante en la vigilancia de las reliquias, pero había que controlar su entusiasmo y saber hablarle para que entendiera su papel en todo aquello. Y, aunque fuera un poco pesadito, se le veía emocionado al pobre. Realmente, las reliquias eran muy importantes para su gente y para él. De hecho, cuando pasaron para dentro, Alice le dio unas palmaditas en lo que podría ser el hombro del hombre y dijo. — Ahora podrás demostrarle a los siete cuánto cuidas de ellos. — Gracias, señorita hechicera, señorita luna, no sabéis lo feliz que habéis hecho a este druida. —
La cueva, sin duda, había sido una gran idea en materia de esconder las reliquias. Estaba todo oscurísimo, y la entrada era poco practicable, casi que, a excepción de lo de la mano llena de sangre, estaba más expuesta la espada en Connacht. Una vez todo dispuesto, escuchó a Marcus y le dio la mano, esbozando una sonrisa. — Como cuando éramos pequeños y el abuelo transmutaba através de nosotros. — Asintió. — Me parece prudente. — Marcus siempre sabía mejorar y perfeccionar sus planes. Lo comprobaron con Albus, y encima Marcus había hecho un hechizo de abejas que definitivamente disuadiría a cualquiera que por mala fortuna tuviera ganas de explorar. Las reliquias estaban a salvo, podían irse a descansar por fin. — Está perfecto, mi amor. — Le felicitó tras la explicación.
Y ya se iba ella tranquilamente para casa, cuando Marcus preguntó aquello a Nancy. Su tono era un poco preocupado, pero Alice respiró aliviada de saber que podían poner todo aquello en pausa. Sonrió a las palabras de Marcus y las reafirmó. — Lo suscribo todo, Nance. Esto es increíble, pero tenemos que dejar espacio para más. — Rio y se agarró al brazo de su novio. — Incluido ese aniversario. — Volvió a mirar a su novio y suspiró aliviada. Ese era su Marcus. Pensando en la Navidad, la familia, celebraciones, la licencia… Definitivamente, había calmado sus temores. Le devolvió la sonrisa con los ojos brillantes. — Y qué camino tan maravilloso está siendo. — Confirmó antes de separarse de Nancy, dispuestos a aparecerse en la casa.
Nada más entrar, notó que había mucho silencio y poca luz en la casa, tan solo en el salón. Se dirigió a él y vio al abuelo solo, leyendo en su butacón. — Buenas noches, maestro. — El hombre levantó la vista. — Empezaba a perder la esperanza de que vinierais hoy. — Contestó con un poco de reproche. Alice se acercó a él y le dio un beso en la frente. — Se ha alargado la cosa, ya te contaremos. — Pero ya estaba el abuelo asomándose detrás de ella para ver a Marcus. Vale, que da igual lo que yo diga, que quieres ver al heredero. — Bueno, voy a ducharme que me siento llena de tierra y me voy derecha a la cama. — Que descanses, hija. — Buenas noches. — Contestó ella, pero notaba al abuelo muy tenso. Apretó la mano de Marcus antes de irse y se subió al baño.
El agua caliente le devolvió la tranquilidad y el bienestar. Había sido una experiencia rara, pero la verdad es que el mundo celta de Irlanda era una cosa que les era ajena y que aún tenían que ir procesando, eso era todo. Sí, con el tiempo y más información lo entenderían. Según salió de la ducha se metió en la cama, agustito y tranquila. Marcus aún no estaba, porque estaría hablando con el abuelo… Bueno, le esperaría… Si no se le cerraban los ojos solos…
Albus, por supuesto, estaba alteradísimo, y Alice dejó que le explicaran todo el plan que se le había ocurrido en la posada. No podían dejar a Albus fuera, y podía ser un activo importante en la vigilancia de las reliquias, pero había que controlar su entusiasmo y saber hablarle para que entendiera su papel en todo aquello. Y, aunque fuera un poco pesadito, se le veía emocionado al pobre. Realmente, las reliquias eran muy importantes para su gente y para él. De hecho, cuando pasaron para dentro, Alice le dio unas palmaditas en lo que podría ser el hombro del hombre y dijo. — Ahora podrás demostrarle a los siete cuánto cuidas de ellos. — Gracias, señorita hechicera, señorita luna, no sabéis lo feliz que habéis hecho a este druida. —
La cueva, sin duda, había sido una gran idea en materia de esconder las reliquias. Estaba todo oscurísimo, y la entrada era poco practicable, casi que, a excepción de lo de la mano llena de sangre, estaba más expuesta la espada en Connacht. Una vez todo dispuesto, escuchó a Marcus y le dio la mano, esbozando una sonrisa. — Como cuando éramos pequeños y el abuelo transmutaba através de nosotros. — Asintió. — Me parece prudente. — Marcus siempre sabía mejorar y perfeccionar sus planes. Lo comprobaron con Albus, y encima Marcus había hecho un hechizo de abejas que definitivamente disuadiría a cualquiera que por mala fortuna tuviera ganas de explorar. Las reliquias estaban a salvo, podían irse a descansar por fin. — Está perfecto, mi amor. — Le felicitó tras la explicación.
Y ya se iba ella tranquilamente para casa, cuando Marcus preguntó aquello a Nancy. Su tono era un poco preocupado, pero Alice respiró aliviada de saber que podían poner todo aquello en pausa. Sonrió a las palabras de Marcus y las reafirmó. — Lo suscribo todo, Nance. Esto es increíble, pero tenemos que dejar espacio para más. — Rio y se agarró al brazo de su novio. — Incluido ese aniversario. — Volvió a mirar a su novio y suspiró aliviada. Ese era su Marcus. Pensando en la Navidad, la familia, celebraciones, la licencia… Definitivamente, había calmado sus temores. Le devolvió la sonrisa con los ojos brillantes. — Y qué camino tan maravilloso está siendo. — Confirmó antes de separarse de Nancy, dispuestos a aparecerse en la casa.
Nada más entrar, notó que había mucho silencio y poca luz en la casa, tan solo en el salón. Se dirigió a él y vio al abuelo solo, leyendo en su butacón. — Buenas noches, maestro. — El hombre levantó la vista. — Empezaba a perder la esperanza de que vinierais hoy. — Contestó con un poco de reproche. Alice se acercó a él y le dio un beso en la frente. — Se ha alargado la cosa, ya te contaremos. — Pero ya estaba el abuelo asomándose detrás de ella para ver a Marcus. Vale, que da igual lo que yo diga, que quieres ver al heredero. — Bueno, voy a ducharme que me siento llena de tierra y me voy derecha a la cama. — Que descanses, hija. — Buenas noches. — Contestó ella, pero notaba al abuelo muy tenso. Apretó la mano de Marcus antes de irse y se subió al baño.
El agua caliente le devolvió la tranquilidad y el bienestar. Había sido una experiencia rara, pero la verdad es que el mundo celta de Irlanda era una cosa que les era ajena y que aún tenían que ir procesando, eso era todo. Sí, con el tiempo y más información lo entenderían. Según salió de la ducha se metió en la cama, agustito y tranquila. Marcus aún no estaba, porque estaría hablando con el abuelo… Bueno, le esperaría… Si no se le cerraban los ojos solos…
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Hijos de las estrellas Con Alice | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Honestamente, pensaba entrar directamente a la casa, sin hablar con nadie ni detenerse, y eso no era nada propio de él. Su excusa: estaba muy cansado, solo quería meterse en la cama y que mañana fuera otro día. La realidad que nunca pensaría reconocer: no se fiaba de que le pillaran. ¿Que pillaran qué? Eso mismo le gustaría a él saber. Pero llevaba desde que encontraron la espada de Nuada con la sensación de que estaba ocultando algo y que ciertas personas podrían pillarle. Ni que decir tenía que la primera persona en esa lista era Lawrence O'Donnell.
Y entrar en casa y ver que, a pesar de las horas y de que su abuela estaba ya acostada, él estaba despierto y en el butacón que tenía la puerta directamente en su visual, solo le puso más tenso. Agachó la cabeza y entró detrás de Alice y sin mirar, soltando las cosas en la entrada y haciendo como que organizaba su bolsa mientras Alice y el abuelo hablaban, pero todo era una impostura. Por él, se hubiera ido de cabeza al piso de arriba, pero no quería también a Alice haciendo preguntas. Le esbozó una sonrisa más de trámite que de otra cosa a Alice cuando apretó su mano antes de irse a ducharse y, una vez ella se marchó, ya podía hacer él lo mismo sin ser cuestionado de más.
- Buenas noches. - ¿No me vas a contar nada de lo que habéis hecho? - Preguntó, y era altamente probable que a Marcus le estuviera sonando mucho más inquisitorial de lo que estaba siendo realmente, pero tampoco era una pregunta puramente cordial y cariñosa. Soltó aire por la nariz pasivo-agresivamente, como si quisiera que su abuelo se percatara de que no tenía ganas de hablar. Seguía trasteando entre sus cosas a método de distracción, sin realmente hacer nada. - Ahora estoy cansado. Mañana hablamos. - ¿Y por qué no habéis pasado allí la noche? Para venir tan tard... - ¿No querías que estuviéramos mañana aquí? - Interrumpió, ya sí, mirándole. Marcus JAMÁS le había hablado así a Lawrence, pero no sabía qué le pasaba, era como si estuviera enfadado con él. O, más bien, como si sintiera que iba a ser incomprendido y cuestionado, y hubiera entrado ya directamente a la defensiva a casa. Por supuesto, la indignación en el rostro de su abuelo no se hizo esperar. - ¿Desde cuándo me hablas así? - Y Marcus vendría antepuesto, pero Lawrence, también, porque parecía más enfadado que sorprendido por su extraño comportamiento. Como si se lo esperaba, o así lo interpretó él. Cosa que solo le cabreó más.
Volvió a mirar a sus cosas y guardó lo que inútilmente había sacado para dejarlo donde lo podía haber dejado desde el principio, pero sus movimientos eran mucho más violentos. - Ya estamos aquí y así mañana podemos madrugar para el taller. - No te veo yo muy centrado para entrar en el taller. - Dejó lo que hacía para mirarle con las cejas arqueadas y una expresión de sorpresa desafiante. - ¿Salgo dos días y ya no puedo entrar en el taller? - Antes de dejar que su abuelo contestara, soltó un bufido y dijo. - Voy al baño. -Su abuelo se adelantó. - Marcus O'Donnell. - Pero Marcus O'Donnell ya estaba metido en el baño de la planta baja y había cerrado la puerta.
Su intención era esperar a que su abuelo se cansara y se subiera a dormir, pero ocurrió. Más bien el hombre parecía haberse quedado plantado en el punto exacto en el que estaba cuando cerró la puerta, porque el único ruido que escuchó fue el del baño de arriba cuando Alice abrió la puerta y se fue a la habitación. Lo peor era que, si la maniobra de encerrarse había sido en un principio para relajarse, estaba teniendo el efecto radicalmente contrario. Se notaba muchísimo más tenso, nervioso y enfadado, sobre todo porque, si su abuelo seguía esperándole, era porque iba a interceptarle otra vez. ¿¿Qué quería?? ¿¿No podía simplemente dejar que se fuera a dormir?? ¿Ahora qué había hecho mal? Encima que se volvía para estar desde por la mañana. Y lo del taller, ¿qué era? ¿Una amenaza? No iba a estar consintiendo amenazas por moverse libremente. Él era ya alquimista, era el mago más poderoso de su generación, y lo que le quedaba por demostrar. Nadie le amenazaba.
Abrió la puerta del baño de golpe con la idea de generar el suficiente efecto sorpresa que no diera tiempo a frenar su ascenso directo por las escaleras, pero no tuvo tanta suerte. Porque, efectivamente, su abuelo estaba donde le había dejado. - ¿A qué viene esta actitud? - Buenas noches. - ¡Jovencito, para ahora mismo y escúchame! - ¿QUÉ? - Bramó, girándose de golpe en el segundo peldaño de las escaleras, lo que encima le ponía en una posición de altura superior a la del abuelo. Ahí sí que observó la expresión del hombre, eso sí que no se lo había visto venir. Lástima que Marcus estuviera demasiado enfadado, y con la respiración agitada, como para sentir ningún tipo de compasión. - ¿Qué habéis hecho, Marcus? - Apretó los dientes. Ahora no quería contestar. - No me gusta nada lo que estoy viendo. - Pues déjame irme a la cama. Es lo único que estoy pidiendo, no creo que sea tan difícil de cumplir. Y así estaré mañana perfectamente despierto para entrar en tu taller, si es que aún me admites en él. - A Lawrence empezaba a dibujársele el miedo en los ojos, pero Marcus seguía demasiado metido en su pompa personal. - ¿Dónde están? - Marcus tragó saliva, sin dejar de apretar los dientes. Lawrence insistió. - Habéis conseguido las reliquias, una como mínimo, diría que más. ¿Dónde están? - Guardadas. - ¿Dónde? ¿Aquí? - No. - Marcus. - ¡¡Que no!! - Alzó los brazos. Seguía en el mismo escalón, mirando desde arriba a Lawrence. - Están custodiadas, y solo nosotros sabemos dónde están. Nadie las va a robar, no te preocupes. - No es eso lo que me preocupa. - ¿Y qué te preocupa entonces? ¿Que no esté despierto mañana para el taller? - ¡Me preocupa lo que estoy viendo! - Devolvió, enfadado. - ¡No reconozco a mi nieto en lo que tengo delante! - ¡Tu nieto es el que ha utilizado la alquimia que tú me enseñaste para conseguir lo que lleva siglos sin conseguirse! - Respondió, enfadado y desafiante. - ¡Yo he encontrado las reliquias! ¡Yo las he conseguido, y yo he hecho un sello alquímico para protegerlas! ¿Por qué no estás orgulloso de mí? ¿Por qué parece que solo te importa lo que haga en el taller? - No estoy hablando del taller, Marcus. - Respondió, con el tono mucho más rebajado, aunque tembloroso. Oyó una puerta abrirse en el piso de arriba, pero la ignoró. - No te pierdas en esto, Marc... - ¿¿Tú también?? - Gritó. - ¿Tú también te crees que me voy a volver loco con esto? - Marcus... - ¡¿Por qué tenéis ese concepto de mí?! ¡¿Por qué a cada logro que hago pensáis que voy a corromperme?! ¡¿Esa es la confianza que me tenéis?! En ese caso no sois todos más distintos que los Horner, al menos ellos demuestran lo mismo que piensan. - ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó su abuela, muy seria desde arriba de las escaleras. Marcus se giró y empezó a subir. - Que me voy a la cama. - Empezó a subir, pero antes de terminar, se giró. - Y tranquilo. No vamos a volver a tocar este tema en más de un mes. Por idea mía, por cierto. - Dicho lo cual se fue, cerrando con magia la puerta tras él. No quería que la próxima en enterarse de aquello fuera Alice, porque algo le decía que no iba a ponerse tampoco en su barco. Y él ya tenía suficiente con lidiar con su propio cansancio y... sensaciones, como para hacer lo mismo con las de los demás. Lo que tenía claro era que ese tema iba a quedarse guardado en un cajón con llave, con sello alquímico si hacía falta, hasta que se hubiera serenado. Y que mañana pensaba hacer borrón y cuenta nueva. Como si no hubiese ocurrido nada absolutamente.
Y entrar en casa y ver que, a pesar de las horas y de que su abuela estaba ya acostada, él estaba despierto y en el butacón que tenía la puerta directamente en su visual, solo le puso más tenso. Agachó la cabeza y entró detrás de Alice y sin mirar, soltando las cosas en la entrada y haciendo como que organizaba su bolsa mientras Alice y el abuelo hablaban, pero todo era una impostura. Por él, se hubiera ido de cabeza al piso de arriba, pero no quería también a Alice haciendo preguntas. Le esbozó una sonrisa más de trámite que de otra cosa a Alice cuando apretó su mano antes de irse a ducharse y, una vez ella se marchó, ya podía hacer él lo mismo sin ser cuestionado de más.
- Buenas noches. - ¿No me vas a contar nada de lo que habéis hecho? - Preguntó, y era altamente probable que a Marcus le estuviera sonando mucho más inquisitorial de lo que estaba siendo realmente, pero tampoco era una pregunta puramente cordial y cariñosa. Soltó aire por la nariz pasivo-agresivamente, como si quisiera que su abuelo se percatara de que no tenía ganas de hablar. Seguía trasteando entre sus cosas a método de distracción, sin realmente hacer nada. - Ahora estoy cansado. Mañana hablamos. - ¿Y por qué no habéis pasado allí la noche? Para venir tan tard... - ¿No querías que estuviéramos mañana aquí? - Interrumpió, ya sí, mirándole. Marcus JAMÁS le había hablado así a Lawrence, pero no sabía qué le pasaba, era como si estuviera enfadado con él. O, más bien, como si sintiera que iba a ser incomprendido y cuestionado, y hubiera entrado ya directamente a la defensiva a casa. Por supuesto, la indignación en el rostro de su abuelo no se hizo esperar. - ¿Desde cuándo me hablas así? - Y Marcus vendría antepuesto, pero Lawrence, también, porque parecía más enfadado que sorprendido por su extraño comportamiento. Como si se lo esperaba, o así lo interpretó él. Cosa que solo le cabreó más.
Volvió a mirar a sus cosas y guardó lo que inútilmente había sacado para dejarlo donde lo podía haber dejado desde el principio, pero sus movimientos eran mucho más violentos. - Ya estamos aquí y así mañana podemos madrugar para el taller. - No te veo yo muy centrado para entrar en el taller. - Dejó lo que hacía para mirarle con las cejas arqueadas y una expresión de sorpresa desafiante. - ¿Salgo dos días y ya no puedo entrar en el taller? - Antes de dejar que su abuelo contestara, soltó un bufido y dijo. - Voy al baño. -Su abuelo se adelantó. - Marcus O'Donnell. - Pero Marcus O'Donnell ya estaba metido en el baño de la planta baja y había cerrado la puerta.
Su intención era esperar a que su abuelo se cansara y se subiera a dormir, pero ocurrió. Más bien el hombre parecía haberse quedado plantado en el punto exacto en el que estaba cuando cerró la puerta, porque el único ruido que escuchó fue el del baño de arriba cuando Alice abrió la puerta y se fue a la habitación. Lo peor era que, si la maniobra de encerrarse había sido en un principio para relajarse, estaba teniendo el efecto radicalmente contrario. Se notaba muchísimo más tenso, nervioso y enfadado, sobre todo porque, si su abuelo seguía esperándole, era porque iba a interceptarle otra vez. ¿¿Qué quería?? ¿¿No podía simplemente dejar que se fuera a dormir?? ¿Ahora qué había hecho mal? Encima que se volvía para estar desde por la mañana. Y lo del taller, ¿qué era? ¿Una amenaza? No iba a estar consintiendo amenazas por moverse libremente. Él era ya alquimista, era el mago más poderoso de su generación, y lo que le quedaba por demostrar. Nadie le amenazaba.
Abrió la puerta del baño de golpe con la idea de generar el suficiente efecto sorpresa que no diera tiempo a frenar su ascenso directo por las escaleras, pero no tuvo tanta suerte. Porque, efectivamente, su abuelo estaba donde le había dejado. - ¿A qué viene esta actitud? - Buenas noches. - ¡Jovencito, para ahora mismo y escúchame! - ¿QUÉ? - Bramó, girándose de golpe en el segundo peldaño de las escaleras, lo que encima le ponía en una posición de altura superior a la del abuelo. Ahí sí que observó la expresión del hombre, eso sí que no se lo había visto venir. Lástima que Marcus estuviera demasiado enfadado, y con la respiración agitada, como para sentir ningún tipo de compasión. - ¿Qué habéis hecho, Marcus? - Apretó los dientes. Ahora no quería contestar. - No me gusta nada lo que estoy viendo. - Pues déjame irme a la cama. Es lo único que estoy pidiendo, no creo que sea tan difícil de cumplir. Y así estaré mañana perfectamente despierto para entrar en tu taller, si es que aún me admites en él. - A Lawrence empezaba a dibujársele el miedo en los ojos, pero Marcus seguía demasiado metido en su pompa personal. - ¿Dónde están? - Marcus tragó saliva, sin dejar de apretar los dientes. Lawrence insistió. - Habéis conseguido las reliquias, una como mínimo, diría que más. ¿Dónde están? - Guardadas. - ¿Dónde? ¿Aquí? - No. - Marcus. - ¡¡Que no!! - Alzó los brazos. Seguía en el mismo escalón, mirando desde arriba a Lawrence. - Están custodiadas, y solo nosotros sabemos dónde están. Nadie las va a robar, no te preocupes. - No es eso lo que me preocupa. - ¿Y qué te preocupa entonces? ¿Que no esté despierto mañana para el taller? - ¡Me preocupa lo que estoy viendo! - Devolvió, enfadado. - ¡No reconozco a mi nieto en lo que tengo delante! - ¡Tu nieto es el que ha utilizado la alquimia que tú me enseñaste para conseguir lo que lleva siglos sin conseguirse! - Respondió, enfadado y desafiante. - ¡Yo he encontrado las reliquias! ¡Yo las he conseguido, y yo he hecho un sello alquímico para protegerlas! ¿Por qué no estás orgulloso de mí? ¿Por qué parece que solo te importa lo que haga en el taller? - No estoy hablando del taller, Marcus. - Respondió, con el tono mucho más rebajado, aunque tembloroso. Oyó una puerta abrirse en el piso de arriba, pero la ignoró. - No te pierdas en esto, Marc... - ¿¿Tú también?? - Gritó. - ¿Tú también te crees que me voy a volver loco con esto? - Marcus... - ¡¿Por qué tenéis ese concepto de mí?! ¡¿Por qué a cada logro que hago pensáis que voy a corromperme?! ¡¿Esa es la confianza que me tenéis?! En ese caso no sois todos más distintos que los Horner, al menos ellos demuestran lo mismo que piensan. - ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó su abuela, muy seria desde arriba de las escaleras. Marcus se giró y empezó a subir. - Que me voy a la cama. - Empezó a subir, pero antes de terminar, se giró. - Y tranquilo. No vamos a volver a tocar este tema en más de un mes. Por idea mía, por cierto. - Dicho lo cual se fue, cerrando con magia la puerta tras él. No quería que la próxima en enterarse de aquello fuera Alice, porque algo le decía que no iba a ponerse tampoco en su barco. Y él ya tenía suficiente con lidiar con su propio cansancio y... sensaciones, como para hacer lo mismo con las de los demás. Lo que tenía claro era que ese tema iba a quedarse guardado en un cajón con llave, con sello alquímico si hacía falta, hasta que se hubiera serenado. Y que mañana pensaba hacer borrón y cuenta nueva. Como si no hubiese ocurrido nada absolutamente.
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 10 de diciembre de 2002 |
Oyó a Andrew y Alison en la casa, aunque aún estaban en el taller. Había sido un día de pura concentración, de prácticas intensas, de parar nada más que para comer, tal como recordaba las semanas antes de los exámenes en Hogwarts. La cosa es que… Quedaba casi un año para el examen, no una semana. A Alice le encantaba estudiar, y más alquimia, pero notaba un aura de tensión y el ambiente muy cargado en la familia, y eso NUNCA le había pasado con los O’Donnell. La abuela intentaba hacer como que todo estaba bien, pero veía como, cuando creía que no la estaban viendo, miraba con tensión a abuelo y nieto. Y Lawrence y Marcus no estaban faltosos ni mucho menos, pero ellos dos se adoraban y loaban constantemente, y ahora realmente parecían solo maestro y alumno. Como Marcus no le había dicho nada y estaba muy concentrado, había decidido no hacer más sangre y dejarlo pasar. Alice sabía lo que era discutir con tu familia porque no aprobaban un comportamiento que tú veías perfectamente justificable. No sabía qué había pasado entre el abuelo y él, pero le parecía que iba por ahí.
Por todo ello, estaba segura de que aquella noche en el pub les iba a venir muy bien, también a ellos dos, hacer algo juntos, divertido, porque los casi tres días que habían pasado desde que estuvieran en la habitación de aquella posada, se le habían hecho treinta, a juzgar por el intenso estudio al que se habían sometido. Agarró a Marcus del brazo, llamándole. — Mi amor, ya están aquí tus primos. — Les señaló por la ventana y se encontraron con la gran sonrisa de Andrew, que levantó a Brando, señalándoles. — Anda, mira a quién te han traído. — Hizo un gesto con la varita, para que todo empezara a recogerse y dejó un beso en el hombro de Marcus. — Venga vamos a pasarlo bien. —
— Uuuuuy pero que caritas de barro me traéis. — Dijo Alison nada más verles. — ¿De barro? — Las expresiones de mi novia. — Explicó Andrew. Molly le había robado a Brando y lo estaba paseando al trote por toda la habitación. — ¿Quién se va a quedar con la tía Molly esta noche? — Anda, ¿y eso? — Preguntó, acercándose al niño para hacerle carantoñas. — He obligado a mis padres a que salgan a cenar fuera de Blallyknow. Estas personas no salen ni a tres tirones, siempre encuentran algo de lo que se tienen que encontrar. Así que he convencido a los abuelos para que les presionen para irse y me he traído a Brando aquí. — Y la tía Molly feliz de la vida. — Insistió la abuela. — ¿Estáis listos? — Me cambio en un momento y nos vamos. — Anunció ella. La cosa estaba rara rara, pero rara.
En diez minutos, se había cambiado y arreglado un poquito, se había maquillado, intentado ponerse un poco más guapa, a ver si su Marcus le decía algo, aunque fuera ponerle una sonrisa. Se echó perfume en el cuello y se miró en el espejo. — Venga, Alice, a pasarlo bien. — Elio y la Condesa la miraron. — ¿Vosotros me veis bien? — Elio pio y la Condesa ronroneó. — Venga, pues estamos. — Bajó y recibió los silbidos de Andrew, Alison y la abuela. El abuelo le dedicó una sonrisa mientras se abrigaba y solo dijo. — Pasadlo bien, hija. Desconectad. Han sido días intensos. — Oyó jaleo fuera y dijo. — Ahí hay más O’Donnells. — ¡Sí! ¡Así que venga, andando! — Les azuzó la abuela. Fuera estaban Ruairi, Niamh, Siobhán y Nancy, que sonreía pero parecía tensa también. Ella se enganchó al brazo de Marcus, quedándose un poco atrás. — Estás muy guapo, mi amor. — Dejó un beso en su mejilla. — Voy a confiar en ti para que lo ganemos todo todito. — Quería mimos de su Marcus, quería juerga y quería a su novio de vuelta.
Por todo ello, estaba segura de que aquella noche en el pub les iba a venir muy bien, también a ellos dos, hacer algo juntos, divertido, porque los casi tres días que habían pasado desde que estuvieran en la habitación de aquella posada, se le habían hecho treinta, a juzgar por el intenso estudio al que se habían sometido. Agarró a Marcus del brazo, llamándole. — Mi amor, ya están aquí tus primos. — Les señaló por la ventana y se encontraron con la gran sonrisa de Andrew, que levantó a Brando, señalándoles. — Anda, mira a quién te han traído. — Hizo un gesto con la varita, para que todo empezara a recogerse y dejó un beso en el hombro de Marcus. — Venga vamos a pasarlo bien. —
— Uuuuuy pero que caritas de barro me traéis. — Dijo Alison nada más verles. — ¿De barro? — Las expresiones de mi novia. — Explicó Andrew. Molly le había robado a Brando y lo estaba paseando al trote por toda la habitación. — ¿Quién se va a quedar con la tía Molly esta noche? — Anda, ¿y eso? — Preguntó, acercándose al niño para hacerle carantoñas. — He obligado a mis padres a que salgan a cenar fuera de Blallyknow. Estas personas no salen ni a tres tirones, siempre encuentran algo de lo que se tienen que encontrar. Así que he convencido a los abuelos para que les presionen para irse y me he traído a Brando aquí. — Y la tía Molly feliz de la vida. — Insistió la abuela. — ¿Estáis listos? — Me cambio en un momento y nos vamos. — Anunció ella. La cosa estaba rara rara, pero rara.
En diez minutos, se había cambiado y arreglado un poquito, se había maquillado, intentado ponerse un poco más guapa, a ver si su Marcus le decía algo, aunque fuera ponerle una sonrisa. Se echó perfume en el cuello y se miró en el espejo. — Venga, Alice, a pasarlo bien. — Elio y la Condesa la miraron. — ¿Vosotros me veis bien? — Elio pio y la Condesa ronroneó. — Venga, pues estamos. — Bajó y recibió los silbidos de Andrew, Alison y la abuela. El abuelo le dedicó una sonrisa mientras se abrigaba y solo dijo. — Pasadlo bien, hija. Desconectad. Han sido días intensos. — Oyó jaleo fuera y dijo. — Ahí hay más O’Donnells. — ¡Sí! ¡Así que venga, andando! — Les azuzó la abuela. Fuera estaban Ruairi, Niamh, Siobhán y Nancy, que sonreía pero parecía tensa también. Ella se enganchó al brazo de Marcus, quedándose un poco atrás. — Estás muy guapo, mi amor. — Dejó un beso en su mejilla. — Voy a confiar en ti para que lo ganemos todo todito. — Quería mimos de su Marcus, quería juerga y quería a su novio de vuelta.
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Eureka! Con Alice | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Tal y como se dijo a sí mismo, al día siguiente de volver de ir a por las reliquias hizo todo lo que estaba en su mano por hacer como si nada hubiera pasado, pero no era tan fácil como simplemente fingir que era así. Ni esa sensación de turbación interna se le había pasado del todo, ni a su abuelo se le había olvidado la discusión. Marcus, en condiciones normales, hubiera echado la vista atrás y se hubiera llevado las manos a la cabeza, y se estaría disculpando de rodillas; pero ni siquiera era capaz de observar el momento en la distancia y discernir si había hecho algo más. Simplemente, le resultaba ajeno. Como si aquello no fuera con él. Y pensaba actuar como si así fuera.
Pero tal y como le dijo a Alice, en la cabeza de Marcus al tema reliquias se le había dado carpetazo y no volvería a abrirse, como muy pronto, hasta el diecisiete de enero, para lo cual faltaba más de un mes. Los días que le siguieron dedicó todas sus atenciones a trabajar en el taller: al fin y al cabo, para eso había ido a Irlanda, y ese era su objetivo principal, lo tenía claro desde niño. Que no se le pudiera achacar que se había desviado del camino: dijo que lo de Nancy sería una investigación complementaria pero que su objetivo principal era la alquimia, y así lo estaba haciendo. Puede que estuviera concentrado de más, y pasando tiempo de más, y actuando con "excesiva" o muy artificial normalidad: cada vez que su abuela le decía, con un tono que él captaba a la perfección como de llevar más cosas implícitas, que por qué no se tomaban un descanso, ponía su mejor tono de alumno modélico para soltar una perorata innecesaria sobre los avances que estaba haciendo en su proceso y lo entusiasmado que estaba. Parecía que la única que le creía era Alice, y eso también era extraño: no porque su novia no le creyera habitualmente, sino porque ella solía ser la primera en darse cuenta de cuando algo en Marcus no iba bien. Pero el hecho de que ella estuviera tan normal y contenta, la verdad, es que le estaba viniendo como una baza estupenda para sostener su "todo está bien" hasta que sus abuelos se rindieran.
Estaba fuertemente concentrado cuando Alice le dijo que sus primos estaban allí. Alzó una mano a modo de saludo y sonrió, e intensificó el gesto en dirección a Brando, lo que hizo al niño aplaudir al otro lado de la ventana. En lo que Alice salía, se giró a su abuelo. - No estaremos hasta muy tarde, no te preocupes, mañana continuamos. Me he dejado esto a medias. - El hombre hizo un gesto con la mano. - Desconectad, os viene bien. Estos tres días habéis avanzado bastante, no pasa nada si mañana os levantáis más tarde. También hace falta la mente despejada. - Marcus asintió y salió tras su novia. Pues sí, el ambiente entre su abuelo y él estaba considerablemente tenso. Pero no iba a ser por su parte. Desde su punto de vista, estaba actuando con total normalidad.
- Hola, colega. - Saludó al bebé, moviéndole las manitas. Hizo como si el niño le estuviera susurrando algo. - ¿Cómo? ¿Que no puedo ir con estas pintas de taller al mejor bar de Ballyknow? ¡Pues tiene usted toda la razón! - Andrew soltó una carcajada. - Mira, este sinvergüenza no te va a decir eso en la vida, te lo aseguro. - Yo lo he oído perfectamente. ¿A que sí, abuela? - Mi niño está guapo con cualquier cosa que se ponga. - Contestó la mujer, meciendo al bebé en sus brazos, pero visiblemente tensa. Estaba ya un poco harto de esa especie de castiguito al que sus abuelos le estaban sometiendo, e insistía: no creía haber hecho nada mal. No lo recordaba, y si así era, que se lo dijeran. No estaba acostumbrado a que le hicieran prácticamente el vacío, y lo dicho, no iba a quedar por su parte esa situación. - Tardo un minuto. - Se cambió rápidamente en lo que Alice estaba en el baño y luego bajó al de la planta baja para terminar de acicalarse, tan rápido que terminó antes que ella. - Adiós, mini Doyle. Si se meten mucho conmigo, me haces un hueco aquí, ¿vale? - El bebé se rio de vuelta. - Adiós, abuela. - Adiós, tesoro. Abrígate. - Se ciñó un poco la bufanda y se fue directo hacia Lawrence. - Adiós, abuelo. - Y dejó un beso en su mejilla, dedicándole después una sonrisa. El hombre le miró con ojos tristes, y como si una parte de él, o no se esperara esa reacción, o estuviera evaluando cuán sincera era. - ¡Mantendré el nombre de Ravenclaw bien alto por los dos! - Se despidió, pero no dejó ningún jolgorio detrás, más bien miradas tristes. ¿Por qué dramatizaban tanto? ¿Toda una vida de portarse bien y por llegar una noche más tarde de la cuenta parecían que estuvieran enterrando a su antiguo nieto y lamentándose de su pérdida con el sustituto? Había que fastidiarse. En fin, ya se les pasaría.
- ¡Oh! Veo que esto va a ser Hufflepuff contra Ravenclaw. - Siobhán carraspeó fuertemente. Marcus, terminando de ajustarse el abrigo, dijo. - Elige un bando, prima. Y te recuerdo quiénes son los listos y que vamos a hacer un juego de cultura. - Andrew y Allison hicieron sonidos como de quien ve iniciarse una pelea. Siobhán le miró con una ceja arqueada. - Te recuerdo que las palabras "Hufflepuff contra Ravenclaw" provocaban insultantes vacíos en las gradas de quidditch en Hogwarts por la falta de emoción. - Eso levantó una oleada indignada en todos los presentes, pero ella siguió. - Así que más bien pelearos vosotros por ir en el equipo conmigo. Soy Gryffindor, la gente se pelea por tenernos en su bando. - Esto no es pegarse pelotazos, prima, esto es la vida real. Aquí ganamos los listos. - ¡Y los buenos! - Apuntó Ruairi, con una alegre sonrisa. Ya, bueno, eso es matizable, pensó, pero no quería hundirle al hombre la ilusión. Intercambió una mirada con Nancy. - Hola, prima lista. - Bromeó, pero su tono salió tan tenso como la sonrisa de ella de vuelta. ¿Es que solo era capaz de hacer punto y aparte él? Además, ¿¿qué había pasado tan malo?? Hasta donde recordaba había salido todo mucho mejor de lo que soñaban siquiera.
Salió Alice y se dejó enganchar de su brazo, dedicándole una sonrisa. - Eso dalo por hecho. - Bueno, ya empezamos a chulear y ni hemos llegado al bar. - Se quejó Andrew, dando una fuerte palmada justo después. - ¡Andando! Que me vais a hartar antes de tiempo. - Y a mí, que además hoy tengo que emborracharme, que esta noche no soy madre. - ¡¡Alli!! Nada de emborracharse, que hay que ganar a esta gente. - Aish, más excusas no ¿eh? Que le tengo muchas ganas a la crema de whiskey... - Marcus miró a Siobhán con una sonrisa de suficiencia y susurró. - Equipo ganador. - La chica hizo una digna caída de ojos, pero consiguió sacarle una risilla entre dientes a Nancy. Luego miró a Alice y el susurro fue ahora para ella. - Estás preciosa. - Rozó el pelo de su frente con los dedos para recolocárselo, con cariño y aprovechando que el viento estaba haciendo de las suyas. - Mira, vamos a pasar de sentirnos listos en privado, a sentirnos listos en público, ¿no lo echabas de menos? Yo mucho. En estas clases de ahora solo somos dos alumnos, no me inspira mi espiritu competitivo. - Bromeó, como si a Marcus le hubieran importado alguna vez lo más mínimo las notas de los demás.
- ¡Anda! ¡Más para el equipo! - Celebró Andrew conforme se acercaban al pub y vio quien estaba en la puerta, pero Allison se giró a ellos y susurró. - Si Ginny no lo echa a patadas por riesgo de pedida en pleno trivial. - Todos se aguantaron la risa, pero disimularon antes de llegar a la altura de Ciarán, que estaba tímidamente en la puerta. - ¡Ey! ¿Qué pasa, tío? - Hola, Andrew. ¿Wen no trabaja hoy? -Su primo se encogió de hombros. - Que yo sepa sí, ¿por? - Es que no la veo, y Ginny parece que no me quiere decir mucho... - Siobhán suspiró fuertemente y entró en el pub, pasando de largo de él, pero la oyeron gritar llamando a su hermana mayor. Ya iba a increparla por el trato injusto al pobre muchacho, como si lo viera. - Bueno, no te preocupes, estará al llegar. Pasa de mient... - Sí, sí, pasa, vamos dentro todos, que hace frío. - Empezó a empujar Nancy muy descaradamente, arreándoles como si fueran ovejas que deben ser metidas en un redil. Marcus la miró extrañado, y al hacerlo vio el motivo. Oh, eso iba a generar un momento incómodo.
Todos entraron a empujones de Nancy, pero Marcus se revolvió a lo justo, tirando tanto de Nancy como de Alice, y las dejó a ambas fuera, mientras todos los demás ya habían entrado. - ¿Qué haces? - ¿Mejor que se líe esto dentro? - Ah, genial, veo que volvemos a ser el trío organizador de cosas secretas. - Mira, Nancy, no empecemos y dejemos el tema estar. Encima... - Gruñó. Wendy se acercaba, y el chico que llevaba del brazo y con el que claramente estaba tonteando, también. - ¿Te crees que esta es la mejor estrategia con...? - Calla, que viene. ¡WEN! - Interrumpió Nancy, moviendo descaradamente el brazo y llamando la atención de su prima. Ella les vio y, bien feliz, se acercó a ellos dando saltitos. Sin soltar al otro chaval. - ¡Mis primos los listos! ¿Venís al trivial? - Sí, y veo una clara descompensación de Hufflepuffs aquí. - Bromeó rápidamente Marcus, chasqueando la lengua. Una tirada absurda teniendo en cuenta que Wendy era la dueña del bar, por lo que no iba a ahuyentarla con eso. - ¿Trivial? ¡Genial! Yo quiero participar. - Es queee... - Ahora fue Nancy la que descaradamente interrumpió al chico. - Es... un evento privado. Y ya están los cupos cubiertos, lo siento. - No, qué va. - Dijo Wendy extrañada. Marcus miró de reojo a Nancy. Que esta no pilla las indirectas, parece mentira que no lo sepas. La chica contó entusiasmada. - Este es Antoine. ¡Es francés, Alice, como tú! Pero mira qué bien habla inglés. - Bueno, lo intento. - Dijo el chico entre risas nada humildes. Wendy le acarició el brazo, contando encantada. - Y es médico, y está aquí porque quiere investigar sobre medicina curativa en los pueblos. Está haciendo una tesis y todo. Os va a caer genial, es superlisto. - Le miró. - Dile lo que me has dicho antes. - Miodesopsias. - ¡No tengo ni idea de lo que es! - Dijo Wendy entre risitas tontísimas. Las caras de los tres Ravenclaws presentes debía ser un poema. Marcus le miró. - ¿Y qué es? - El chico hizo un gesto de la mano de quitar importancia. - Es cuando ves manchitas por algún problema de la vista, generalmente puntual. Pero claro, no queda muy científico decir "ves manchitas". -¿De qué casa eres, Antoine? - Preguntó Nancy con una sonrisa falsa. - Doué. Estudié en Beauxbatons. - ¡Uy! Eso es casi como Gryffindor. - Chasqueó la lengua con falsa expresión apenada. - Lo siento, es que esto es Hufflepuff contra Ravenclaw. - ¡Ay, quita, anda! - Dijo Wendy, apartándola. - ¡Te va a encantar mi bar, ya verás! - Se dirigió Wendy al chico, arrastrándole hacia dentro. Marcus, Alice y Nancy se miraron. A ver cómo acababa la noche.
Pero tal y como le dijo a Alice, en la cabeza de Marcus al tema reliquias se le había dado carpetazo y no volvería a abrirse, como muy pronto, hasta el diecisiete de enero, para lo cual faltaba más de un mes. Los días que le siguieron dedicó todas sus atenciones a trabajar en el taller: al fin y al cabo, para eso había ido a Irlanda, y ese era su objetivo principal, lo tenía claro desde niño. Que no se le pudiera achacar que se había desviado del camino: dijo que lo de Nancy sería una investigación complementaria pero que su objetivo principal era la alquimia, y así lo estaba haciendo. Puede que estuviera concentrado de más, y pasando tiempo de más, y actuando con "excesiva" o muy artificial normalidad: cada vez que su abuela le decía, con un tono que él captaba a la perfección como de llevar más cosas implícitas, que por qué no se tomaban un descanso, ponía su mejor tono de alumno modélico para soltar una perorata innecesaria sobre los avances que estaba haciendo en su proceso y lo entusiasmado que estaba. Parecía que la única que le creía era Alice, y eso también era extraño: no porque su novia no le creyera habitualmente, sino porque ella solía ser la primera en darse cuenta de cuando algo en Marcus no iba bien. Pero el hecho de que ella estuviera tan normal y contenta, la verdad, es que le estaba viniendo como una baza estupenda para sostener su "todo está bien" hasta que sus abuelos se rindieran.
Estaba fuertemente concentrado cuando Alice le dijo que sus primos estaban allí. Alzó una mano a modo de saludo y sonrió, e intensificó el gesto en dirección a Brando, lo que hizo al niño aplaudir al otro lado de la ventana. En lo que Alice salía, se giró a su abuelo. - No estaremos hasta muy tarde, no te preocupes, mañana continuamos. Me he dejado esto a medias. - El hombre hizo un gesto con la mano. - Desconectad, os viene bien. Estos tres días habéis avanzado bastante, no pasa nada si mañana os levantáis más tarde. También hace falta la mente despejada. - Marcus asintió y salió tras su novia. Pues sí, el ambiente entre su abuelo y él estaba considerablemente tenso. Pero no iba a ser por su parte. Desde su punto de vista, estaba actuando con total normalidad.
- Hola, colega. - Saludó al bebé, moviéndole las manitas. Hizo como si el niño le estuviera susurrando algo. - ¿Cómo? ¿Que no puedo ir con estas pintas de taller al mejor bar de Ballyknow? ¡Pues tiene usted toda la razón! - Andrew soltó una carcajada. - Mira, este sinvergüenza no te va a decir eso en la vida, te lo aseguro. - Yo lo he oído perfectamente. ¿A que sí, abuela? - Mi niño está guapo con cualquier cosa que se ponga. - Contestó la mujer, meciendo al bebé en sus brazos, pero visiblemente tensa. Estaba ya un poco harto de esa especie de castiguito al que sus abuelos le estaban sometiendo, e insistía: no creía haber hecho nada mal. No lo recordaba, y si así era, que se lo dijeran. No estaba acostumbrado a que le hicieran prácticamente el vacío, y lo dicho, no iba a quedar por su parte esa situación. - Tardo un minuto. - Se cambió rápidamente en lo que Alice estaba en el baño y luego bajó al de la planta baja para terminar de acicalarse, tan rápido que terminó antes que ella. - Adiós, mini Doyle. Si se meten mucho conmigo, me haces un hueco aquí, ¿vale? - El bebé se rio de vuelta. - Adiós, abuela. - Adiós, tesoro. Abrígate. - Se ciñó un poco la bufanda y se fue directo hacia Lawrence. - Adiós, abuelo. - Y dejó un beso en su mejilla, dedicándole después una sonrisa. El hombre le miró con ojos tristes, y como si una parte de él, o no se esperara esa reacción, o estuviera evaluando cuán sincera era. - ¡Mantendré el nombre de Ravenclaw bien alto por los dos! - Se despidió, pero no dejó ningún jolgorio detrás, más bien miradas tristes. ¿Por qué dramatizaban tanto? ¿Toda una vida de portarse bien y por llegar una noche más tarde de la cuenta parecían que estuvieran enterrando a su antiguo nieto y lamentándose de su pérdida con el sustituto? Había que fastidiarse. En fin, ya se les pasaría.
- ¡Oh! Veo que esto va a ser Hufflepuff contra Ravenclaw. - Siobhán carraspeó fuertemente. Marcus, terminando de ajustarse el abrigo, dijo. - Elige un bando, prima. Y te recuerdo quiénes son los listos y que vamos a hacer un juego de cultura. - Andrew y Allison hicieron sonidos como de quien ve iniciarse una pelea. Siobhán le miró con una ceja arqueada. - Te recuerdo que las palabras "Hufflepuff contra Ravenclaw" provocaban insultantes vacíos en las gradas de quidditch en Hogwarts por la falta de emoción. - Eso levantó una oleada indignada en todos los presentes, pero ella siguió. - Así que más bien pelearos vosotros por ir en el equipo conmigo. Soy Gryffindor, la gente se pelea por tenernos en su bando. - Esto no es pegarse pelotazos, prima, esto es la vida real. Aquí ganamos los listos. - ¡Y los buenos! - Apuntó Ruairi, con una alegre sonrisa. Ya, bueno, eso es matizable, pensó, pero no quería hundirle al hombre la ilusión. Intercambió una mirada con Nancy. - Hola, prima lista. - Bromeó, pero su tono salió tan tenso como la sonrisa de ella de vuelta. ¿Es que solo era capaz de hacer punto y aparte él? Además, ¿¿qué había pasado tan malo?? Hasta donde recordaba había salido todo mucho mejor de lo que soñaban siquiera.
Salió Alice y se dejó enganchar de su brazo, dedicándole una sonrisa. - Eso dalo por hecho. - Bueno, ya empezamos a chulear y ni hemos llegado al bar. - Se quejó Andrew, dando una fuerte palmada justo después. - ¡Andando! Que me vais a hartar antes de tiempo. - Y a mí, que además hoy tengo que emborracharme, que esta noche no soy madre. - ¡¡Alli!! Nada de emborracharse, que hay que ganar a esta gente. - Aish, más excusas no ¿eh? Que le tengo muchas ganas a la crema de whiskey... - Marcus miró a Siobhán con una sonrisa de suficiencia y susurró. - Equipo ganador. - La chica hizo una digna caída de ojos, pero consiguió sacarle una risilla entre dientes a Nancy. Luego miró a Alice y el susurro fue ahora para ella. - Estás preciosa. - Rozó el pelo de su frente con los dedos para recolocárselo, con cariño y aprovechando que el viento estaba haciendo de las suyas. - Mira, vamos a pasar de sentirnos listos en privado, a sentirnos listos en público, ¿no lo echabas de menos? Yo mucho. En estas clases de ahora solo somos dos alumnos, no me inspira mi espiritu competitivo. - Bromeó, como si a Marcus le hubieran importado alguna vez lo más mínimo las notas de los demás.
- ¡Anda! ¡Más para el equipo! - Celebró Andrew conforme se acercaban al pub y vio quien estaba en la puerta, pero Allison se giró a ellos y susurró. - Si Ginny no lo echa a patadas por riesgo de pedida en pleno trivial. - Todos se aguantaron la risa, pero disimularon antes de llegar a la altura de Ciarán, que estaba tímidamente en la puerta. - ¡Ey! ¿Qué pasa, tío? - Hola, Andrew. ¿Wen no trabaja hoy? -Su primo se encogió de hombros. - Que yo sepa sí, ¿por? - Es que no la veo, y Ginny parece que no me quiere decir mucho... - Siobhán suspiró fuertemente y entró en el pub, pasando de largo de él, pero la oyeron gritar llamando a su hermana mayor. Ya iba a increparla por el trato injusto al pobre muchacho, como si lo viera. - Bueno, no te preocupes, estará al llegar. Pasa de mient... - Sí, sí, pasa, vamos dentro todos, que hace frío. - Empezó a empujar Nancy muy descaradamente, arreándoles como si fueran ovejas que deben ser metidas en un redil. Marcus la miró extrañado, y al hacerlo vio el motivo. Oh, eso iba a generar un momento incómodo.
Todos entraron a empujones de Nancy, pero Marcus se revolvió a lo justo, tirando tanto de Nancy como de Alice, y las dejó a ambas fuera, mientras todos los demás ya habían entrado. - ¿Qué haces? - ¿Mejor que se líe esto dentro? - Ah, genial, veo que volvemos a ser el trío organizador de cosas secretas. - Mira, Nancy, no empecemos y dejemos el tema estar. Encima... - Gruñó. Wendy se acercaba, y el chico que llevaba del brazo y con el que claramente estaba tonteando, también. - ¿Te crees que esta es la mejor estrategia con...? - Calla, que viene. ¡WEN! - Interrumpió Nancy, moviendo descaradamente el brazo y llamando la atención de su prima. Ella les vio y, bien feliz, se acercó a ellos dando saltitos. Sin soltar al otro chaval. - ¡Mis primos los listos! ¿Venís al trivial? - Sí, y veo una clara descompensación de Hufflepuffs aquí. - Bromeó rápidamente Marcus, chasqueando la lengua. Una tirada absurda teniendo en cuenta que Wendy era la dueña del bar, por lo que no iba a ahuyentarla con eso. - ¿Trivial? ¡Genial! Yo quiero participar. - Es queee... - Ahora fue Nancy la que descaradamente interrumpió al chico. - Es... un evento privado. Y ya están los cupos cubiertos, lo siento. - No, qué va. - Dijo Wendy extrañada. Marcus miró de reojo a Nancy. Que esta no pilla las indirectas, parece mentira que no lo sepas. La chica contó entusiasmada. - Este es Antoine. ¡Es francés, Alice, como tú! Pero mira qué bien habla inglés. - Bueno, lo intento. - Dijo el chico entre risas nada humildes. Wendy le acarició el brazo, contando encantada. - Y es médico, y está aquí porque quiere investigar sobre medicina curativa en los pueblos. Está haciendo una tesis y todo. Os va a caer genial, es superlisto. - Le miró. - Dile lo que me has dicho antes. - Miodesopsias. - ¡No tengo ni idea de lo que es! - Dijo Wendy entre risitas tontísimas. Las caras de los tres Ravenclaws presentes debía ser un poema. Marcus le miró. - ¿Y qué es? - El chico hizo un gesto de la mano de quitar importancia. - Es cuando ves manchitas por algún problema de la vista, generalmente puntual. Pero claro, no queda muy científico decir "ves manchitas". -¿De qué casa eres, Antoine? - Preguntó Nancy con una sonrisa falsa. - Doué. Estudié en Beauxbatons. - ¡Uy! Eso es casi como Gryffindor. - Chasqueó la lengua con falsa expresión apenada. - Lo siento, es que esto es Hufflepuff contra Ravenclaw. - ¡Ay, quita, anda! - Dijo Wendy, apartándola. - ¡Te va a encantar mi bar, ya verás! - Se dirigió Wendy al chico, arrastrándole hacia dentro. Marcus, Alice y Nancy se miraron. A ver cómo acababa la noche.
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Ivanka
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
El gesto de Marcus y sus palabras le supieron a gloria misma, así que le regaló una sonrisa enamorada y una caída de ojos, agradecida de poder tener algo así otra vez. Rio un poquito y asintió. — Es verdad que hacía mucho que no nos veíamos en una como esta. Estamos todo el día rodeados de sabios y aprendiendo, hay que alimentar un poco esa vena Slytherin que tanto me gusta. — Dijo antes de dejar un beso en lo poco que se veía de la cara de su novio. Desde luego, el frío de Irlanda era una cosa, porque no recordaba haber ido tan abrigada en su vida, y aun así, sentía el frío por todos lados.
Tampoco se esperaban ver al de Connemara por ahí… ¿Cómo era? ¡Ah, Ciarán! No se rendía con Wendy. Menos mal que había mucho Hufflepuff por ahí, y Andrew hizo gala de su bondad y le recibió como si tal cosa. Eso sí, desde ese momento, se agolparon los acontecimientos, Nancy los empujó para dentro y Marcus se revolvió. Notó que no se estaba enterando de algo, tanto del cotilleo como del aparente cabreo de Nancy, pero tuvo que aterrizar, porque Wendy venía por allí… ¿Con otro chico? Vale, ya estaba entendiendo el problema. Nancy estaba intentando ser Ravenclaw expeditiva, pero eso no funcionaba con una Gryffindor bocazas como su prima. Contuvo una risa a ese “como tú”, que acabó en una sonrisa amable. — Bonjour. — Le dijo al tal Antoine, que no parecía tener mucha intención de echarle cuenta a ella, así que ni le devolvió el saludo. Asintió un poco por compromiso a lo que iba contando el chico y frunció el ceño. — ¿Y por qué vienes a Irlanda a estudiar eso de los puntitos? — Pero ni el francés le contestó, ni Wendy se dio por aludida y allá que se fueron todos para dentro.
Se estaban dividiendo en dos equipos efectivamente, porque habían juntado mesas en dos lados, y los tres Ravenclaws fueron a ponerse juntos en el lado de Martha y Cerys. Claramente, a pesar del pique, Siobhán se había sentido más inclinada a ponerse con ellos, y estaba recibiendo una ofensa desmedida de Andrew. — ¡MI PROPIA HERMANA! ¡LA QUE ME HA CUIDADO Y ACOMPAÑADO! ¡SE VA SOLO PORQUE CREE QUE VA A GANAR AHÍ! — Alice entornó los ojos, y ya iba a ponerse a responder, cuando Wendy hizo acto de presencia con el francés, y el pobre Ciarán salió de entre los huffies. — ¡Wen! He venido a… — El pobre se vino abajo de forma instantánea y se quedó sin palabras. Lo mejor es que Wendy no se sintió ni interpelada por el asunto. — ¡Uy, Ciarán! ¡Pero qué bien que has venido! ¿Cómo sabías lo del trivial? — No sé qué es el trivial, me lo están explicando aquí. — Pues nada, ya somos un montón. Mira, este es Antoine, es médico de Francia, pero yo creo que nos vamos a poner en el equipo de los otros, para que tenga a Alice cerca por si le tiene que traducir algo. — Las caras de los de su equipo fue de circunstancias total, pero entonces, Nancy estuvo rápida como el rayo y enganchó del brazo al francés y empujó a Wendy. — Nos quedamos al médico pero respeta a los huffies y vete para allá. Vete con Andrew para que deje de llorar. — Y Wendy, tan tranquila, se enganchó al cuello de Andrew. — ¿Estás llorando tú, mi primito pequeño? ¿Y tu novia por qué no te consuela? — El aludido puso un pucherito muy exagerado y dijo. — Porque está con la crema de whiskey, no le intereso. — Alison y tú tenéis una relación preciosa. — Añadió Ciarán, que se había sentado al otro lado de la chica en cuanto había tenido ocasión. — Gracias, tío, haremos lo que se pueda para que la tengas tú. — Alice rio y se inclinó hacia Marcus. — Echaba de menos estos dramas de parejas. Se me han venido Sean y Hillary inmediatamente a la cabeza. —
— ¡A VER ATENCIÓN! — Sonó la voz de Ginny por todo el pub. Miró a todos lados hasta que la vio, delante de la barra, entre las dos mesas, con un vestido de colores y purpurina, apuntándose a la garganta con la varita, para amplificarse la voz. — Bienvenidos a la noche de trivial del Irish Rover. — Y con otro movimiento, apareció una rueda con casillas de colores y seis brazos que iban al centro. — Yo seré la maestra de ceremonias, e iré sacando tarjetas de preguntas y controlando que no se hacen trampas. Dependiendo del color en el que caigas, leeré una pregunta de la categoría correspondiente. Aquí tenéis una guía. — Y señaló un cartel que apareció al lado de la rueda y Alice leyó en voz baja, para Marcus y ella. — Azul, hechizos; rosa, estudios muggles; amarillo, historia de la magia; verde, herbología y pociones; marrón, criaturas; naranja, deportes mágicos. — Se giró a Marcus y apoyó la barbilla en su hombro. — No hay alquimia, mi amor. — Ni antropología. — Se quejó Nancy con un suspiro. — Pero esto lo manejamos, te lo digo yo. — Bien, parecía metida en el pique. — ¿No hay medicina mágica? — Preguntó el francés, pero Ginny le interrumpió. — ¡NORMAS! No vale chivar las respuestas ni dar pistas al contrario, pero podéis decidir en equipo. Cuando os toque responder, pondré un reloj de arena mágico, y ese será vuestro tiempo. Podéis beber y comer lo que queráis, pero no permito broncas de borrachos ni declaraciones de amor. — Les señaló a todos. — ¿Entendido? Pues… solo me queda que pongáis nombre a los equipos y ¡que empiece el trivial! — Y de alguna parte salieron serpentinas y confeti con los colores de las categorías y aparecieron platos llenos de aperitivos y vasos de los mismos colores. Se giró Alice hacia Marcus y susurró. — Cómo mola. Necesitaba algo así. —
Tampoco se esperaban ver al de Connemara por ahí… ¿Cómo era? ¡Ah, Ciarán! No se rendía con Wendy. Menos mal que había mucho Hufflepuff por ahí, y Andrew hizo gala de su bondad y le recibió como si tal cosa. Eso sí, desde ese momento, se agolparon los acontecimientos, Nancy los empujó para dentro y Marcus se revolvió. Notó que no se estaba enterando de algo, tanto del cotilleo como del aparente cabreo de Nancy, pero tuvo que aterrizar, porque Wendy venía por allí… ¿Con otro chico? Vale, ya estaba entendiendo el problema. Nancy estaba intentando ser Ravenclaw expeditiva, pero eso no funcionaba con una Gryffindor bocazas como su prima. Contuvo una risa a ese “como tú”, que acabó en una sonrisa amable. — Bonjour. — Le dijo al tal Antoine, que no parecía tener mucha intención de echarle cuenta a ella, así que ni le devolvió el saludo. Asintió un poco por compromiso a lo que iba contando el chico y frunció el ceño. — ¿Y por qué vienes a Irlanda a estudiar eso de los puntitos? — Pero ni el francés le contestó, ni Wendy se dio por aludida y allá que se fueron todos para dentro.
Se estaban dividiendo en dos equipos efectivamente, porque habían juntado mesas en dos lados, y los tres Ravenclaws fueron a ponerse juntos en el lado de Martha y Cerys. Claramente, a pesar del pique, Siobhán se había sentido más inclinada a ponerse con ellos, y estaba recibiendo una ofensa desmedida de Andrew. — ¡MI PROPIA HERMANA! ¡LA QUE ME HA CUIDADO Y ACOMPAÑADO! ¡SE VA SOLO PORQUE CREE QUE VA A GANAR AHÍ! — Alice entornó los ojos, y ya iba a ponerse a responder, cuando Wendy hizo acto de presencia con el francés, y el pobre Ciarán salió de entre los huffies. — ¡Wen! He venido a… — El pobre se vino abajo de forma instantánea y se quedó sin palabras. Lo mejor es que Wendy no se sintió ni interpelada por el asunto. — ¡Uy, Ciarán! ¡Pero qué bien que has venido! ¿Cómo sabías lo del trivial? — No sé qué es el trivial, me lo están explicando aquí. — Pues nada, ya somos un montón. Mira, este es Antoine, es médico de Francia, pero yo creo que nos vamos a poner en el equipo de los otros, para que tenga a Alice cerca por si le tiene que traducir algo. — Las caras de los de su equipo fue de circunstancias total, pero entonces, Nancy estuvo rápida como el rayo y enganchó del brazo al francés y empujó a Wendy. — Nos quedamos al médico pero respeta a los huffies y vete para allá. Vete con Andrew para que deje de llorar. — Y Wendy, tan tranquila, se enganchó al cuello de Andrew. — ¿Estás llorando tú, mi primito pequeño? ¿Y tu novia por qué no te consuela? — El aludido puso un pucherito muy exagerado y dijo. — Porque está con la crema de whiskey, no le intereso. — Alison y tú tenéis una relación preciosa. — Añadió Ciarán, que se había sentado al otro lado de la chica en cuanto había tenido ocasión. — Gracias, tío, haremos lo que se pueda para que la tengas tú. — Alice rio y se inclinó hacia Marcus. — Echaba de menos estos dramas de parejas. Se me han venido Sean y Hillary inmediatamente a la cabeza. —
— ¡A VER ATENCIÓN! — Sonó la voz de Ginny por todo el pub. Miró a todos lados hasta que la vio, delante de la barra, entre las dos mesas, con un vestido de colores y purpurina, apuntándose a la garganta con la varita, para amplificarse la voz. — Bienvenidos a la noche de trivial del Irish Rover. — Y con otro movimiento, apareció una rueda con casillas de colores y seis brazos que iban al centro. — Yo seré la maestra de ceremonias, e iré sacando tarjetas de preguntas y controlando que no se hacen trampas. Dependiendo del color en el que caigas, leeré una pregunta de la categoría correspondiente. Aquí tenéis una guía. — Y señaló un cartel que apareció al lado de la rueda y Alice leyó en voz baja, para Marcus y ella. — Azul, hechizos; rosa, estudios muggles; amarillo, historia de la magia; verde, herbología y pociones; marrón, criaturas; naranja, deportes mágicos. — Se giró a Marcus y apoyó la barbilla en su hombro. — No hay alquimia, mi amor. — Ni antropología. — Se quejó Nancy con un suspiro. — Pero esto lo manejamos, te lo digo yo. — Bien, parecía metida en el pique. — ¿No hay medicina mágica? — Preguntó el francés, pero Ginny le interrumpió. — ¡NORMAS! No vale chivar las respuestas ni dar pistas al contrario, pero podéis decidir en equipo. Cuando os toque responder, pondré un reloj de arena mágico, y ese será vuestro tiempo. Podéis beber y comer lo que queráis, pero no permito broncas de borrachos ni declaraciones de amor. — Les señaló a todos. — ¿Entendido? Pues… solo me queda que pongáis nombre a los equipos y ¡que empiece el trivial! — Y de alguna parte salieron serpentinas y confeti con los colores de las categorías y aparecieron platos llenos de aperitivos y vasos de los mismos colores. Se giró Alice hacia Marcus y susurró. — Cómo mola. Necesitaba algo así. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Eureka! Con Alice | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Entró suspirando y temiendo la reacción del pobre chaval de Connemara, igual hasta se iba. Pero su atención se desvió al ver a Martha y Cerys allí, a quienes sonrió y saludó con alegría. - ¡Hola! Qué alegría veros. - Martha sonrió levemente. Tenía una tez preciosa y una sonrisa enigmática que, cuando no estaba en modo granja y arreglar problemas relacionados con animales, sino en el ambiente distendido del pub, se apreciaban mucho mejor. - También sabemos divertirnos de vez en cuando, a pesar de lo que dice mi familia. - Rodó levemente los ojos. - Y cierta persona no es capaz de perderse unas preguntas de herbología que claramente sabe contestar. - De vez en cuando tengo que ser Ravenclaw ¿no? Yo no te digo nada cuando haces cosas como tratar de sacar la bandeja del horno directamente con la mano, señora Gryffindor. - Martha suspiró mudamente, negando, pero también con una sonrisa y compartiendo con Marcus una mirada cómplice que a él le hizo reír también.
No tardó en evidenciarse el momento incómodo con Ciarán, Wendy y el señor médico, evidentemente. Para colmo, ya se les iban a colocar en el equipo tanto Wendy como el francés. Arqueó una ceja y solo de verle la cara no solo a Nancy, sino a Martha y Cerys, supo que en ese equipo no iba a ser el único que no los recibiera con los brazos abiertos. Tenía mucho aprecio por su prima, pero... una ayuda, precisamente, no iba a ser en un trivial. Y ese francés parecía bastante snob, y no se le había pasado por alto cómo había ignorado la amabilidad de su pobre Alice sin motivo alguno, que estaba siendo la más cordial de los tres cuando estaban en la puerta. En un movimiento de Nancy en el que pensó que les echaría a los dos, a quien largó fue a Wendy, claramente en una maniobra de hacer de celestina con Ciarán y quitarla de en medio de su equipo al mismo tiempo. Pero se habían quedado con el francés. Sí, los has separado pero te has quedado con el listo, luego soy yo el Slytherin, pensó, mirándola.
Rio levemente al comentario de Alice, pero también suspiró. - Sí, en el recuerdo es gracioso, pero a mí me estorbaban mientras estudiábamos, y me van a volver a estorbar en un trivial. - Debía haberse puesto azul mientras decía eso. Atendió a Ginny y chasqueó la lengua tras oír las categorías y el comentario de Alice. - Dados de lado, como siempre. - Pero cuando salieron tanto las serpentinas como los aperitivos, le brillaron los ojos como a un niño. - Y tanto que sí. - A él también le hacía mucha falta.
- ¡Vale! Necesitamos un nombre que nos represente. - Dijo Nancy, y ya estaban todos cuchicheando entre ellos, en su círculo. - Podemos ponernos el nombre de una criatura inteligente. Y azul Ravenclaw. ¿Los Occamy? ¿Los Mooncalf? - Propuso Cerys, y Martha añadió con una sonrisilla, inclinándose a ellos. - Seguro que desconcentramos a Niamh y a Ruairi si nos elegimos el nombre de un animal. - Marcus las miró. No hagáis que me arrepienta de haberme alegrado de veros aquí, pensó. ¿Un nombre de un animal? Eso no era serio. Se aclaró la garganta. - ¿Y por qué no...? - No vayas a proponer un nombre alquímico, que te estoy viendo. - Interrumpió Nancy, con una sonrisa maliciosa. Marcus arqueó una ceja. - ¿Alguna queja con respecto a la alquimia? - Yo creo. - Siguió ella, ignorándole. - Que deberíamos elegir a algún sabio de la antigüedad. - Paracelso. - ¡Nada de alquimistas! - ¡¿Por qué no?!¡Somos los listos! - ¡Vaya! - Saltó Siobhán, cruzándose de brazos. - ¿Solo sois listos los alquimistas? - Marcus suspiró fuertemente. - No he dicho eso, pero... - ¿Y qué tal María la Judía? - Propuso la Gryffindor, en un intento por integrar al médico. - También se la considera alquimista, y fue una mujer que hizo grandes aportes a la medicina y la ciencia, ¿verdad, Antoine? - Pero Antoine estaba leyendo algo en un cuadernillo que llevaba, y de repente alzó la vista, despistado por la mención. - Perdón, ¿decíais? Es que estaba aprovechando el debate para revisar mis notas. Ya sabéis, uno nunca puede dejar de estudiar. - Menuda cara le puso Marcus. A mí precisamente me vas a venir con ese cuento, francesito.
Se aclaró la garganta otra vez. - Vale, propongo. - Hizo un cartel con las manos. - "El Todo". - No. - "Quintaesencia". - ¡Que no! ¿Por qué no pones un poema, de paso? - Todos observaban el pique entre Marcus y Nancy como si fuera un partido de quidditch muy poco interesante. - Disculpa, ¿mis nombres son largos? No como María la Judía. - ¡Oye! Encima que propongo a una alquimista. - Se quejó Siobhán. - A nadie se le ha pasado por la cabeza que el nombre del equipo pueda ser femenino a pesar de que somos clara mayoría... - ¿Los centauros? - Propuso Cerys, pausada. Y dale con las criaturas. Marcus ya iba a decir que no, pero Nancy dio una palmada. - ¡Sí! Ese me gusta. - Marcus la miró con una ceja arqueada. - Muchos son azules, no hay criatura más inteligente ni antológica, observan las estrellas, conocen la naturaleza... Es perfecto para nosotros. - Y nos vale para pinchar a los Hufflepuffs. - Se apuntó Siobhán, y las cuatro mujeres rieron. Marcus, no tanto. - Podemos darle una vuelta... - ¡Ginny! - Llamó Martha, alzando un brazo. Mientras la chica se acercaba, le tendió un papelito. - Aquí está nuestro nombre de equipo. - "Los centauros", ¡estupendo! - Marcus echó aire por la nariz. Empezaban bien...
- Equipo amarillo, ¿tenéis nombre vosotros también? - ¡Sip! - Dijo alegremente Andrew, y para sorpresa de Marcus, todos se pusieron de pie, colocaron una de sus manos en el centro y clamaron al unísono. - Un, dos, tres... ¡Eureka! - Primero se desconcertó, hasta que entendió lo que pasaba. Descolgó la mandíbula y se puso de pie, señalando al grupo. - ¡No vale! Impugno, quiero cambiar el nombre. - Venga, primo, no empieces tan picado... - ¡Robo! ¿Cómo podéis elegir una de las palabras que más han marcado la sabiduría de la historia siendo opositores de un equipo de Ravenclaws? Es una provocación. - Andrew, con una caída de ojos y una sonrisilla, miró a Ginny. - ¿Está repetido el nombre? - No, señor portavoz de "Eureka". - Su primo se giró de nuevo a él y se encogió de hombros. - Haberlo elegido. - ¡Vamos, "Centauros"! - Gritó Siobhán, siendo coreada por Nancy, en un intento por subir los ánimos. Ahora el indignado era Ruairi, que puso cara de pena instantánea. - ¡No vale! ¿Veis? Nosotros deberíamos llamarnos como una criatura. ¿Ves, cariño? No habéis querido hacerme caso. - Marcus miró con recochineo a Andrew, pero lo cierto era que no estaba nada convencido con el nombre. Pero bueno, al menos les había dado de su propia medicina.
No tardó en evidenciarse el momento incómodo con Ciarán, Wendy y el señor médico, evidentemente. Para colmo, ya se les iban a colocar en el equipo tanto Wendy como el francés. Arqueó una ceja y solo de verle la cara no solo a Nancy, sino a Martha y Cerys, supo que en ese equipo no iba a ser el único que no los recibiera con los brazos abiertos. Tenía mucho aprecio por su prima, pero... una ayuda, precisamente, no iba a ser en un trivial. Y ese francés parecía bastante snob, y no se le había pasado por alto cómo había ignorado la amabilidad de su pobre Alice sin motivo alguno, que estaba siendo la más cordial de los tres cuando estaban en la puerta. En un movimiento de Nancy en el que pensó que les echaría a los dos, a quien largó fue a Wendy, claramente en una maniobra de hacer de celestina con Ciarán y quitarla de en medio de su equipo al mismo tiempo. Pero se habían quedado con el francés. Sí, los has separado pero te has quedado con el listo, luego soy yo el Slytherin, pensó, mirándola.
Rio levemente al comentario de Alice, pero también suspiró. - Sí, en el recuerdo es gracioso, pero a mí me estorbaban mientras estudiábamos, y me van a volver a estorbar en un trivial. - Debía haberse puesto azul mientras decía eso. Atendió a Ginny y chasqueó la lengua tras oír las categorías y el comentario de Alice. - Dados de lado, como siempre. - Pero cuando salieron tanto las serpentinas como los aperitivos, le brillaron los ojos como a un niño. - Y tanto que sí. - A él también le hacía mucha falta.
- ¡Vale! Necesitamos un nombre que nos represente. - Dijo Nancy, y ya estaban todos cuchicheando entre ellos, en su círculo. - Podemos ponernos el nombre de una criatura inteligente. Y azul Ravenclaw. ¿Los Occamy? ¿Los Mooncalf? - Propuso Cerys, y Martha añadió con una sonrisilla, inclinándose a ellos. - Seguro que desconcentramos a Niamh y a Ruairi si nos elegimos el nombre de un animal. - Marcus las miró. No hagáis que me arrepienta de haberme alegrado de veros aquí, pensó. ¿Un nombre de un animal? Eso no era serio. Se aclaró la garganta. - ¿Y por qué no...? - No vayas a proponer un nombre alquímico, que te estoy viendo. - Interrumpió Nancy, con una sonrisa maliciosa. Marcus arqueó una ceja. - ¿Alguna queja con respecto a la alquimia? - Yo creo. - Siguió ella, ignorándole. - Que deberíamos elegir a algún sabio de la antigüedad. - Paracelso. - ¡Nada de alquimistas! - ¡¿Por qué no?!¡Somos los listos! - ¡Vaya! - Saltó Siobhán, cruzándose de brazos. - ¿Solo sois listos los alquimistas? - Marcus suspiró fuertemente. - No he dicho eso, pero... - ¿Y qué tal María la Judía? - Propuso la Gryffindor, en un intento por integrar al médico. - También se la considera alquimista, y fue una mujer que hizo grandes aportes a la medicina y la ciencia, ¿verdad, Antoine? - Pero Antoine estaba leyendo algo en un cuadernillo que llevaba, y de repente alzó la vista, despistado por la mención. - Perdón, ¿decíais? Es que estaba aprovechando el debate para revisar mis notas. Ya sabéis, uno nunca puede dejar de estudiar. - Menuda cara le puso Marcus. A mí precisamente me vas a venir con ese cuento, francesito.
Se aclaró la garganta otra vez. - Vale, propongo. - Hizo un cartel con las manos. - "El Todo". - No. - "Quintaesencia". - ¡Que no! ¿Por qué no pones un poema, de paso? - Todos observaban el pique entre Marcus y Nancy como si fuera un partido de quidditch muy poco interesante. - Disculpa, ¿mis nombres son largos? No como María la Judía. - ¡Oye! Encima que propongo a una alquimista. - Se quejó Siobhán. - A nadie se le ha pasado por la cabeza que el nombre del equipo pueda ser femenino a pesar de que somos clara mayoría... - ¿Los centauros? - Propuso Cerys, pausada. Y dale con las criaturas. Marcus ya iba a decir que no, pero Nancy dio una palmada. - ¡Sí! Ese me gusta. - Marcus la miró con una ceja arqueada. - Muchos son azules, no hay criatura más inteligente ni antológica, observan las estrellas, conocen la naturaleza... Es perfecto para nosotros. - Y nos vale para pinchar a los Hufflepuffs. - Se apuntó Siobhán, y las cuatro mujeres rieron. Marcus, no tanto. - Podemos darle una vuelta... - ¡Ginny! - Llamó Martha, alzando un brazo. Mientras la chica se acercaba, le tendió un papelito. - Aquí está nuestro nombre de equipo. - "Los centauros", ¡estupendo! - Marcus echó aire por la nariz. Empezaban bien...
- Equipo amarillo, ¿tenéis nombre vosotros también? - ¡Sip! - Dijo alegremente Andrew, y para sorpresa de Marcus, todos se pusieron de pie, colocaron una de sus manos en el centro y clamaron al unísono. - Un, dos, tres... ¡Eureka! - Primero se desconcertó, hasta que entendió lo que pasaba. Descolgó la mandíbula y se puso de pie, señalando al grupo. - ¡No vale! Impugno, quiero cambiar el nombre. - Venga, primo, no empieces tan picado... - ¡Robo! ¿Cómo podéis elegir una de las palabras que más han marcado la sabiduría de la historia siendo opositores de un equipo de Ravenclaws? Es una provocación. - Andrew, con una caída de ojos y una sonrisilla, miró a Ginny. - ¿Está repetido el nombre? - No, señor portavoz de "Eureka". - Su primo se giró de nuevo a él y se encogió de hombros. - Haberlo elegido. - ¡Vamos, "Centauros"! - Gritó Siobhán, siendo coreada por Nancy, en un intento por subir los ánimos. Ahora el indignado era Ruairi, que puso cara de pena instantánea. - ¡No vale! ¿Veis? Nosotros deberíamos llamarnos como una criatura. ¿Ves, cariño? No habéis querido hacerme caso. - Marcus miró con recochineo a Andrew, pero lo cierto era que no estaba nada convencido con el nombre. Pero bueno, al menos les había dado de su propia medicina.
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Ivanka
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Ya se imaginaba ella que lo del nombre iba a traer cola, pero se limitó simplemente a asistir a una escena de rifirrafe cotidiano, que bien sabía Merlín que falta le hacía. — ¡Eh! ¡Me gusta lo de María la Judía! — Aportó. Pero no tuvo mucha acogida. Y para colmo, el francés haciéndose el chulito, lo que le valió una mala mirada de Alice. Empiezas a recordarme peligrosamente a uno que no me apetece recordar, pensó con hiel. Nop, ese no se iba a acercar a Wendy si ella podía evitarlo. Por lo demás, Marcus y Nancy seguían con lo suyo. Iba a proponer “los espinos” pero tampoco encontró el momento, no estaba la cosa para más opiniones.
Cerys se le adelantó, no obstante, y antes de que pudieran hacer otra cosa, ya les habían colgado el nombre. — Oye, los centauros son muy listos. — Aportó ella en voz bajita a Marcus, apretándole la mano. Pero no sirvió de nada cuando los otros dijeron que el nombre era “Eureka”. Suspiró y rio un poquito por lo bajo. Bueno, ¿no querían una competición? Lo iba a ser, desde luego. Rodeó a Marcus por la espalda, ya que ella estaba sentada sobre la mesa y Marcus sobre la silla, y dejó un beso en su coronilla. — Demuéstrales lo sabio que puede llegar a ser un centauro. — Cerys y Martha se rieron entre dientes, y Siobhán y Nancy parecían muy arriba, así que se quiso subir a ese barco cuando Ginny dijo. — ¿Quién saca un palito para ver quien empieza? — ¡YO! — Saltó toda contenta. Ginny le ofreció una bolsita. — Si sacas la ficha del color de tu equipo, empezáis. Si sacas la del otro, empieza el otro. — Y, para su gusto, sacó la azul y la levantó. — ¡AZUL! ¡SOY AZUL! ¡AMOR, EMPEZAMOS NOSOTROS! — Ginny rio. — Esta es la actitud que quiero. — ¡UHHHH! ¡QUÉ BIEN, ALICE! ¡TE LO MERECES, GUAPA! — Gritó Allison en el otro grupo. — Que alguien le quite la crema de whiskey a mi cuñada. — Ordenó la maestra de ceremonias.
— A ver, mona, apunta a la rueda con tu varita. — Indicó Ginny, mientras, al mismo tiempo iba dirigiendo pintas por el aire hacia todos. Al hacerlo, apreció una espiral en el aire y se acabó materializando en un círculo de color verde. — ¡Oh! ¡Herbología! ¡Mira, Cerys! Vamos a empezar divinamente. — Dijo contenta. Ginny carraspeó y leyó una tarjeta que había venido volando no sabía de dónde. — ¿Qué hierba se usa contra las maldiciones provocadas por espíritus tales como las banshees o las erinias? — Yo s… — ¡Ruairi no empecemos! — Riñó Ginny, y el pobre hombre se hizo pequeñito. — Claro, ahí se juntan nuestras materias. Pero esa es fácil, ¿contesto yo? — Dijo muy contenta. — Consúltalo con tu equipo, mejor. — Recomendó la chica. — ¡Tiempo! — Y un relojito de arena de humo, apareció en azulito flotando a su lado. Ella miró a sus acompañantes. — Yo estoy segura que es el hipérico, ¿pensáis igual? — Sí. — Dijo rotundamente Cerys. — Coincido. — Aportó Martha. — Lo tengo en casa, vamos. — Nancy y Siobhán se miraron confusas. — Yo confío en vosotras. — Pues yo usaría serbal. — Dijo el francés. Alice le miró. — El serbal es para las varitas que curan maldiciones y la pregunta es de herbología. — Herbología también puede ser criar los árboles para hacer varitas contra las maldiciones. — Le replicó. Uy, ya se estaba calentando. — No, eso no es herbología. — Soy médico uso la herbología todos los días. — NO. Las ENFERMERAS Y LOS POCIONISTAS usarán la herbología. Yo soy alquimista, y transmuto de sólido a líquido, y te aseguro que el serbal NO sirve para ponerlo en una poción. — ¡ALICE, EL TIEMPO! — Le advirtió Siobhán. — ¡HIPÉRICO! — Contestó casi chillando. — ¿Esa es vuestra respuesta? — SÍ. — Contestaron las chicas, ya tensas. — Pues eeeees ¡CORRECTA!— Yo también habría usado eso. — Dijo Ruairi adorablemente. Alice puso cara de suficiencia y se bajó de la mesa de un salto. — Dedícate a los puntitos, Antoine… — Se fue hacia una pinta, la cogió y se sentó en el regazo de Marcus. — Y déjanos a los alquimistas las cosas complicadas. — Y acto seguido bebió un trago largo, terminando por darle un piquito a su novio, entre los gritos de “WOOOOO” de ambos equipos. Se rio y susurró a Marcus. — En verdad no es mala idea intentar transmutar serbal, apúntalo que lo intentaremos. — Rozó su nariz contra la mejilla de él. — Pero no se lo hagamos saber, ese tío me ha caído gordo, quiero que tu prima se quede con Ciarán y que vea que tú eres más listo y guapo que él y que no pinta nada aquí. — Hala, suave se lo llevaba. Es que se había mareado un poquito con la pinta. De hecho, mejor comía unas patatas en lo que los contrarios respondían.
Cerys se le adelantó, no obstante, y antes de que pudieran hacer otra cosa, ya les habían colgado el nombre. — Oye, los centauros son muy listos. — Aportó ella en voz bajita a Marcus, apretándole la mano. Pero no sirvió de nada cuando los otros dijeron que el nombre era “Eureka”. Suspiró y rio un poquito por lo bajo. Bueno, ¿no querían una competición? Lo iba a ser, desde luego. Rodeó a Marcus por la espalda, ya que ella estaba sentada sobre la mesa y Marcus sobre la silla, y dejó un beso en su coronilla. — Demuéstrales lo sabio que puede llegar a ser un centauro. — Cerys y Martha se rieron entre dientes, y Siobhán y Nancy parecían muy arriba, así que se quiso subir a ese barco cuando Ginny dijo. — ¿Quién saca un palito para ver quien empieza? — ¡YO! — Saltó toda contenta. Ginny le ofreció una bolsita. — Si sacas la ficha del color de tu equipo, empezáis. Si sacas la del otro, empieza el otro. — Y, para su gusto, sacó la azul y la levantó. — ¡AZUL! ¡SOY AZUL! ¡AMOR, EMPEZAMOS NOSOTROS! — Ginny rio. — Esta es la actitud que quiero. — ¡UHHHH! ¡QUÉ BIEN, ALICE! ¡TE LO MERECES, GUAPA! — Gritó Allison en el otro grupo. — Que alguien le quite la crema de whiskey a mi cuñada. — Ordenó la maestra de ceremonias.
— A ver, mona, apunta a la rueda con tu varita. — Indicó Ginny, mientras, al mismo tiempo iba dirigiendo pintas por el aire hacia todos. Al hacerlo, apreció una espiral en el aire y se acabó materializando en un círculo de color verde. — ¡Oh! ¡Herbología! ¡Mira, Cerys! Vamos a empezar divinamente. — Dijo contenta. Ginny carraspeó y leyó una tarjeta que había venido volando no sabía de dónde. — ¿Qué hierba se usa contra las maldiciones provocadas por espíritus tales como las banshees o las erinias? — Yo s… — ¡Ruairi no empecemos! — Riñó Ginny, y el pobre hombre se hizo pequeñito. — Claro, ahí se juntan nuestras materias. Pero esa es fácil, ¿contesto yo? — Dijo muy contenta. — Consúltalo con tu equipo, mejor. — Recomendó la chica. — ¡Tiempo! — Y un relojito de arena de humo, apareció en azulito flotando a su lado. Ella miró a sus acompañantes. — Yo estoy segura que es el hipérico, ¿pensáis igual? — Sí. — Dijo rotundamente Cerys. — Coincido. — Aportó Martha. — Lo tengo en casa, vamos. — Nancy y Siobhán se miraron confusas. — Yo confío en vosotras. — Pues yo usaría serbal. — Dijo el francés. Alice le miró. — El serbal es para las varitas que curan maldiciones y la pregunta es de herbología. — Herbología también puede ser criar los árboles para hacer varitas contra las maldiciones. — Le replicó. Uy, ya se estaba calentando. — No, eso no es herbología. — Soy médico uso la herbología todos los días. — NO. Las ENFERMERAS Y LOS POCIONISTAS usarán la herbología. Yo soy alquimista, y transmuto de sólido a líquido, y te aseguro que el serbal NO sirve para ponerlo en una poción. — ¡ALICE, EL TIEMPO! — Le advirtió Siobhán. — ¡HIPÉRICO! — Contestó casi chillando. — ¿Esa es vuestra respuesta? — SÍ. — Contestaron las chicas, ya tensas. — Pues eeeees ¡CORRECTA!— Yo también habría usado eso. — Dijo Ruairi adorablemente. Alice puso cara de suficiencia y se bajó de la mesa de un salto. — Dedícate a los puntitos, Antoine… — Se fue hacia una pinta, la cogió y se sentó en el regazo de Marcus. — Y déjanos a los alquimistas las cosas complicadas. — Y acto seguido bebió un trago largo, terminando por darle un piquito a su novio, entre los gritos de “WOOOOO” de ambos equipos. Se rio y susurró a Marcus. — En verdad no es mala idea intentar transmutar serbal, apúntalo que lo intentaremos. — Rozó su nariz contra la mejilla de él. — Pero no se lo hagamos saber, ese tío me ha caído gordo, quiero que tu prima se quede con Ciarán y que vea que tú eres más listo y guapo que él y que no pinta nada aquí. — Hala, suave se lo llevaba. Es que se había mareado un poquito con la pinta. De hecho, mejor comía unas patatas en lo que los contrarios respondían.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Eureka! Con Alice | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
- ¡Esa es mi reina de Ravenclaw! - Jaleó a Alice, que estaba bien contenta por haber sacado el palito que les proclamaba como primeros en el turno. Estaba deseando contestar correctamente preguntas, pero cuando vio que la primera categoría era herbología, se permitió el lujo de apoderarse del plato de patatas y retreparse tranquilito a comer, porque esa iban a saber responderla más de una de allí. Efectivamente no tardaron en dar con la tecla, y cuando oyó la respuesta a Marcus le quiso sonar también. Miró con tremendo hastío al francés. - Alice tiene razón. - Fue lo único que dijo, y esperaba haber sonado lo suficientemente taxativo. Esperaba no tener que soltar otro discurso, junto al de su novia, pero esta vez sobre varitas, que por su madre entendía del tema seguro que bastante más que el tipo ese. Celebró fuertemente el acierto, y le dedicó una mirada y una sonrisa ladinas a Alice, agarrándola por la cintura. - Esa es mi bruja más lista y conocedora de plantas. - Y correspondió su beso con orgullo. Rio y susurró de vuelta. - No tiene nada que hacer. - Confirmó, aunque algo le decía que Ciarán tampoco tenía mucho.
- ¡Turno de los Eureka! - Celebró Ginny, y Wendy fue dando saltitos a apuntar a la rueda con la varita. - ¡Amarillo, como vosotros! - Dijo Ginny con un bailecito. - ¡Historia de la magia! ¿Preparados? - Se aclaró la garganta y pronunció. - ¿Cuál es la más antigua de las escuelas de magia existentes en el mundo? - Marcus se giró a Alice y susurró. - Yo me la sé. - Con una sonrisilla infantil. A Marcus le encantaba la historia, y antes de entrar en Hogwarts ya sabía un montón de las escuelas mágicas, y se hacía sus rankings de antigüedad en las mismas, y sabía muchísimas curiosidades. Además, la Confederación de Escuelas Mágicas era de los primeros temas de primero de Historia de la Magia que se estudiaban, ahora lo que tenían los demás era que acordarse. - Ahí hay más de uno a quien primero de Hogwarts le queda ya un poco lejos. - Dijo Nancy con suficiencia, como si hubiera pensado lo mismo que él, levantando risillas en el entorno. Pero Martha le dio con el posavasos en la cabeza. - Calla, leprechaun. Que allí son todos más jóvenes que yo. ¿Me estás llamando vieja? - Los siete me libren. - Respondió la otra, pero compartió una miradita con Siobhán y siguieron riendo las dos.
- ¡Eureka! - Gritó Allison, levantando risillas en su propio grupo, y Marcus les miró con inquina desde su posición. Por supuesto, fue detectado, y más rieron. - Me han robado el nombre... - Masculló como quien trama su venganza. - ¡Venga! Se os acaba el tiempo, ¿tenéis respuesta ya? - ¡Sep! - Dijo alegremente Andrew. - Como portavoz de este mi grupo, los maravillosos y sabios "Eureka". - Marcus hizo un mohín de reproche. - Nuestra respuesta es: la escuela Mahoutokoro de Japón. - ¡Muy bien! ¡Puntito para los Eureka! - ¡¡EUREKA!! - Celebraron todos juntos, entrechocando sus pintas. - ¡Nos empatan! Hay que remontar, Centauros. - Animó Siobhán, pero Marcus mascullaba por lo bajo cada vez que le llamaban caballo de torso descubierto. Es que había que fastidiarse.
- Antes de seguir por equipos, llega mi parte favorita. ¡¡CHAN CHAN CHAAAAAAAAN!! - Ginny como maestra de ceremonias era muy divertida, había que reconocerlo. Aparecieron en las dos mesas de los equipos dos protuberancias rojas, y antes de que Ginny explicara de qué se trataba, Nancy dijo. - Ay, no... - Esto me pone de los nervios. - Coincidió Cerys con la primera, pero Siobhán saltaba en el asiento y se frotaba las manos. - Venga, venga, chicos, que podemos de sobra... - ¡¡DUELO!! - Marcus abrió mucho los ojos. - ¿Duelo? - Seguimos en un trivial, tranquilo. - Apuntó Cerys, con ese tono tan pausado y monocorde que usaba siempre. - Esta pregunta va para los dos equipos. - Explicó Ginny. - El primero que tenga su respuesta, debe pulsar el pulsador Y SE ENTERA PERFECTAMENTE SOLO CON PULSARLO, NO HACE FALTA ECHAR LA MESA ABAJO. - Vale, vale. - Alzó Andrew las manos. - Ni que estuviera uno partiendo mesas todos los días. - Con una tuve suficiente. - Pobres patatas por el suelo... - Se lamentó Wendy, tan soñadora y con la mirada perdida como siempre. Allison hizo una pedorreta. - ¿Patatas? Por favor. Estaba de seis meses, veía esos charcos de pinta por ahí y me entraban ganas de fregarlos a lametones... - ¡BUENO! Atentos, que va la pregunta. Pero, primero, la categoría. - Los colores se removieron hasta que apareció el elegido. - ¡Rosita! Eso es, tachán tachán: ¡estudios muggles! - Todos se removieron. Claramente eran un grupo de magos con pocos conocimientos sobre los muggles... o no todos. - ¡En aquel equipo hay ventaja! - Señaló Nancy. - Niamh es mestiza. - Todo lo que recibió fue una pedorreta a cambio.
- Esta pregunta contiene elementos gráficos. ¡Atentos, que es de las difíciles! Ya podéis estar sacando toooooda vuestra creatividad. - Marcus ya estaba nervioso y con la atención a tope. De repente, apareció flotando ante la vista de todos una fotografía claramente mágica, porque se movía, de un cacharro que juraría no haber visto en su vida. Se esperanzaba en el silencio del otro equipo y en las caras de desconcierto, pero teniendo en cuenta que el suyo estaba exactamente igual, no era muy esperanzador. - Por Merlín... - Suspiró Cerys, dando un trago a su pinta. Martha estaba con el ceño muy fruncido. - ¿¿Pero qué demonios es eso?? - Tiene que llevar electricidad. O eso parece. - Señaló Marcus, muy concentrado. - ¿Veis esas lucecitas? Parpadean. Las luces muggles vienen por electricidad. Es algo que se conecta a la luz. - Pero no tiene enchufes. La electricidad va por cables ¿no? Así las tienen en las casas muggles que he visto. Porque, sí, yo también he estado en barriadas de familias muggles. - Señaló Siobhán a Nancy, aunque bien que se había callado su "ventaja" cuando su prima señaló la del otro equipo. Nancy estaba demasiado concentrada en la foto. - ¡Sí que tiene enchufe! Mirad, ¿veis detrás del cacharro? Tiene el cable enrollado y atado. ¿Por qué lo tiene atado? - Será que en las tiendas los venden así y luego lo desatarán para enchufarlo. - Hipotetizó Martha, encogiéndose de hombros, pero con la misma cara de despiste que tenían todos. - ¡¡EUREKA!! - Oyó en la otra mesa. Marcus se volvió súbitamente con el ceño fruncido. - Ahora no vayáis a estar toda la noche gritando, que nos desconcentráis. - Os dejamos relinchar si queréis. - Devolvió Andrew, desatando crueles carcajadas en todo el entorno. Sí, mucha burla, pero ellos tampoco le estaban dando al botón. No tendrían mucha idea.
Siguieron hipotetizando sobre lo que podía ser esa cosa hasta que, para pánico de su equipo, el contrario pulsó el botón. Todos les miraron con ojos de lechuza asustada. - ¡Equipo Eureka! ¿Cuál es vuestra respuesta? - Murmuraron entre ellos y Niamh se alzó portavoz. - A ver... Hemos pensado que puede ser una alarma. Un aparato que se coloca en las casas y, si entra un intruso, se activa y llama a la policía. - Ginny dejó unos segundos de suspense, en el que Marcus se notaba el corazón en palpitando por todo el cuerpo. - ¡NO ES CORRECTO! - Casi se desmaya del alivio, mientras el otro equipo se lamentaba. Eso sí, no se vio venir lo que iba a pasar a continuación. - ¡Rebote! - Ante su cara de desconcierto, Nancy apremió. - ¡Rápido, Centauros! Tenemos que decir algo. - ¿¿Tenían que contestar?? Hubo varios comentarios de agobio cruzados, mientras Ginny les apremiaba con el tiempo, hasta que de repente una voz habló sin permiso. - Es un router. - Todos miraron al médico. El tipo ni siquiera levantaba la vista de su libretilla. - Se usa para captar la señal de internet. Ya si eso os explico otro día que es internet. - Todos arquearon las cejas, pero también miraron a Ginny, expectantes. - Es... ¡Correcto! - Celebraron, pero seguían confusos. Martha le preguntó al chico entre risas. - ¿Internet? ¿Qué narices es eso? - El otro se encogió de hombros y, sin mirarla, comentó. - Demasiado largo de explicar, pero en cualquier hospital que se precie debería haberlo. En grandes ciudades, claro, en los pueblos... - Ya le estaban viendo las caras a Nancy y a Siobhán, y Marcus parapetó antes de que saltaran, porque a él tampoco le hacía ninguna gracia el tipo, pero precisamente por eso, no iba a generar una guerra por un tío que probablemente no volvieran a ver en la vida. - ¡Centauros dos, listos de pega uno! - Pues yo un día me encontré una piedra que dije, esta piedra no es de aquí, y resultó ser piedra pómez. Y ahora mi abuela tiene una piedra pómez gratis. - Todos miraron a Ciarán. El pobre lo había dicho con todo el orgullo que se podía decir una cosa así, pero más bien había recibido miradas de compasión. Trató de seguir con el espíritu en alto, no obstante. - No es fácil eso tampoco. - Claro, colega. Yo estoy contigo. - Y yo. - Dijeron respectivamente Andrew y Allison. - Y seguro que uso más la piedra pómez que el ristrer ese. - Router. - Le susurró Ruairi. La otra, en lo que se echaba más crema de whiskey, se encogió de hombros. - Todo vale para tirárselo a algunos en la cabeza. - Y Marcus tuvo que aguantarse fuertemente la risa, y no era el único.
- ¡Turno de los Eureka! - Celebró Ginny, y Wendy fue dando saltitos a apuntar a la rueda con la varita. - ¡Amarillo, como vosotros! - Dijo Ginny con un bailecito. - ¡Historia de la magia! ¿Preparados? - Se aclaró la garganta y pronunció. - ¿Cuál es la más antigua de las escuelas de magia existentes en el mundo? - Marcus se giró a Alice y susurró. - Yo me la sé. - Con una sonrisilla infantil. A Marcus le encantaba la historia, y antes de entrar en Hogwarts ya sabía un montón de las escuelas mágicas, y se hacía sus rankings de antigüedad en las mismas, y sabía muchísimas curiosidades. Además, la Confederación de Escuelas Mágicas era de los primeros temas de primero de Historia de la Magia que se estudiaban, ahora lo que tenían los demás era que acordarse. - Ahí hay más de uno a quien primero de Hogwarts le queda ya un poco lejos. - Dijo Nancy con suficiencia, como si hubiera pensado lo mismo que él, levantando risillas en el entorno. Pero Martha le dio con el posavasos en la cabeza. - Calla, leprechaun. Que allí son todos más jóvenes que yo. ¿Me estás llamando vieja? - Los siete me libren. - Respondió la otra, pero compartió una miradita con Siobhán y siguieron riendo las dos.
- ¡Eureka! - Gritó Allison, levantando risillas en su propio grupo, y Marcus les miró con inquina desde su posición. Por supuesto, fue detectado, y más rieron. - Me han robado el nombre... - Masculló como quien trama su venganza. - ¡Venga! Se os acaba el tiempo, ¿tenéis respuesta ya? - ¡Sep! - Dijo alegremente Andrew. - Como portavoz de este mi grupo, los maravillosos y sabios "Eureka". - Marcus hizo un mohín de reproche. - Nuestra respuesta es: la escuela Mahoutokoro de Japón. - ¡Muy bien! ¡Puntito para los Eureka! - ¡¡EUREKA!! - Celebraron todos juntos, entrechocando sus pintas. - ¡Nos empatan! Hay que remontar, Centauros. - Animó Siobhán, pero Marcus mascullaba por lo bajo cada vez que le llamaban caballo de torso descubierto. Es que había que fastidiarse.
- Antes de seguir por equipos, llega mi parte favorita. ¡¡CHAN CHAN CHAAAAAAAAN!! - Ginny como maestra de ceremonias era muy divertida, había que reconocerlo. Aparecieron en las dos mesas de los equipos dos protuberancias rojas, y antes de que Ginny explicara de qué se trataba, Nancy dijo. - Ay, no... - Esto me pone de los nervios. - Coincidió Cerys con la primera, pero Siobhán saltaba en el asiento y se frotaba las manos. - Venga, venga, chicos, que podemos de sobra... - ¡¡DUELO!! - Marcus abrió mucho los ojos. - ¿Duelo? - Seguimos en un trivial, tranquilo. - Apuntó Cerys, con ese tono tan pausado y monocorde que usaba siempre. - Esta pregunta va para los dos equipos. - Explicó Ginny. - El primero que tenga su respuesta, debe pulsar el pulsador Y SE ENTERA PERFECTAMENTE SOLO CON PULSARLO, NO HACE FALTA ECHAR LA MESA ABAJO. - Vale, vale. - Alzó Andrew las manos. - Ni que estuviera uno partiendo mesas todos los días. - Con una tuve suficiente. - Pobres patatas por el suelo... - Se lamentó Wendy, tan soñadora y con la mirada perdida como siempre. Allison hizo una pedorreta. - ¿Patatas? Por favor. Estaba de seis meses, veía esos charcos de pinta por ahí y me entraban ganas de fregarlos a lametones... - ¡BUENO! Atentos, que va la pregunta. Pero, primero, la categoría. - Los colores se removieron hasta que apareció el elegido. - ¡Rosita! Eso es, tachán tachán: ¡estudios muggles! - Todos se removieron. Claramente eran un grupo de magos con pocos conocimientos sobre los muggles... o no todos. - ¡En aquel equipo hay ventaja! - Señaló Nancy. - Niamh es mestiza. - Todo lo que recibió fue una pedorreta a cambio.
- Esta pregunta contiene elementos gráficos. ¡Atentos, que es de las difíciles! Ya podéis estar sacando toooooda vuestra creatividad. - Marcus ya estaba nervioso y con la atención a tope. De repente, apareció flotando ante la vista de todos una fotografía claramente mágica, porque se movía, de un cacharro que juraría no haber visto en su vida. Se esperanzaba en el silencio del otro equipo y en las caras de desconcierto, pero teniendo en cuenta que el suyo estaba exactamente igual, no era muy esperanzador. - Por Merlín... - Suspiró Cerys, dando un trago a su pinta. Martha estaba con el ceño muy fruncido. - ¿¿Pero qué demonios es eso?? - Tiene que llevar electricidad. O eso parece. - Señaló Marcus, muy concentrado. - ¿Veis esas lucecitas? Parpadean. Las luces muggles vienen por electricidad. Es algo que se conecta a la luz. - Pero no tiene enchufes. La electricidad va por cables ¿no? Así las tienen en las casas muggles que he visto. Porque, sí, yo también he estado en barriadas de familias muggles. - Señaló Siobhán a Nancy, aunque bien que se había callado su "ventaja" cuando su prima señaló la del otro equipo. Nancy estaba demasiado concentrada en la foto. - ¡Sí que tiene enchufe! Mirad, ¿veis detrás del cacharro? Tiene el cable enrollado y atado. ¿Por qué lo tiene atado? - Será que en las tiendas los venden así y luego lo desatarán para enchufarlo. - Hipotetizó Martha, encogiéndose de hombros, pero con la misma cara de despiste que tenían todos. - ¡¡EUREKA!! - Oyó en la otra mesa. Marcus se volvió súbitamente con el ceño fruncido. - Ahora no vayáis a estar toda la noche gritando, que nos desconcentráis. - Os dejamos relinchar si queréis. - Devolvió Andrew, desatando crueles carcajadas en todo el entorno. Sí, mucha burla, pero ellos tampoco le estaban dando al botón. No tendrían mucha idea.
Siguieron hipotetizando sobre lo que podía ser esa cosa hasta que, para pánico de su equipo, el contrario pulsó el botón. Todos les miraron con ojos de lechuza asustada. - ¡Equipo Eureka! ¿Cuál es vuestra respuesta? - Murmuraron entre ellos y Niamh se alzó portavoz. - A ver... Hemos pensado que puede ser una alarma. Un aparato que se coloca en las casas y, si entra un intruso, se activa y llama a la policía. - Ginny dejó unos segundos de suspense, en el que Marcus se notaba el corazón en palpitando por todo el cuerpo. - ¡NO ES CORRECTO! - Casi se desmaya del alivio, mientras el otro equipo se lamentaba. Eso sí, no se vio venir lo que iba a pasar a continuación. - ¡Rebote! - Ante su cara de desconcierto, Nancy apremió. - ¡Rápido, Centauros! Tenemos que decir algo. - ¿¿Tenían que contestar?? Hubo varios comentarios de agobio cruzados, mientras Ginny les apremiaba con el tiempo, hasta que de repente una voz habló sin permiso. - Es un router. - Todos miraron al médico. El tipo ni siquiera levantaba la vista de su libretilla. - Se usa para captar la señal de internet. Ya si eso os explico otro día que es internet. - Todos arquearon las cejas, pero también miraron a Ginny, expectantes. - Es... ¡Correcto! - Celebraron, pero seguían confusos. Martha le preguntó al chico entre risas. - ¿Internet? ¿Qué narices es eso? - El otro se encogió de hombros y, sin mirarla, comentó. - Demasiado largo de explicar, pero en cualquier hospital que se precie debería haberlo. En grandes ciudades, claro, en los pueblos... - Ya le estaban viendo las caras a Nancy y a Siobhán, y Marcus parapetó antes de que saltaran, porque a él tampoco le hacía ninguna gracia el tipo, pero precisamente por eso, no iba a generar una guerra por un tío que probablemente no volvieran a ver en la vida. - ¡Centauros dos, listos de pega uno! - Pues yo un día me encontré una piedra que dije, esta piedra no es de aquí, y resultó ser piedra pómez. Y ahora mi abuela tiene una piedra pómez gratis. - Todos miraron a Ciarán. El pobre lo había dicho con todo el orgullo que se podía decir una cosa así, pero más bien había recibido miradas de compasión. Trató de seguir con el espíritu en alto, no obstante. - No es fácil eso tampoco. - Claro, colega. Yo estoy contigo. - Y yo. - Dijeron respectivamente Andrew y Allison. - Y seguro que uso más la piedra pómez que el ristrer ese. - Router. - Le susurró Ruairi. La otra, en lo que se echaba más crema de whiskey, se encogió de hombros. - Todo vale para tirárselo a algunos en la cabeza. - Y Marcus tuvo que aguantarse fuertemente la risa, y no era el único.
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Ivanka
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Buenoooo no iba a dar nada de sí lo de Eureka. Dio otro trago a la pinta y pasó el brazo por los hombros de su novio, asentándose allí para el resto de la partida. ¡Ah! Que encima había retiros como esos… La cosa se iba a poner ardiente vaya, un equipo de Ravenclaws y Gryffindors iba a intentar comerse a los Hufflepuffs vacilones. No le extrañaba que las mesas acababan partidas. — Si es que lo provocas. — Le dijo a Ginny, pero esta se rio, traviesa, antes de darle un trago a la pinta. — Eso me llevan diciendo toda la vida… — Pero allí claramente se estaban debatiendo cosas más importantes.
Estudios muggles no era su fuerte, pero tampoco estaba tan desconectada como algunos magos, así que trató de concentrarse. Eso sí, cuando vio la imagen se desinfló. No tenía ni la más remota idea de lo que podía ser ese cacharro. Le extrañaba que nadie quisiera eso en su casa, qué poco estético. — Enchufado está seguro, pero es que hay muchos tipos de enchufe. Y prácticamente todo lo que usan lleva electricidad… — Los huffies se adelantaron, pero no acertaron, y a Alice se le empezaba a emborronar la vista, cuando el francés dijo que era un router. En principio ni idea, pero fue decir lo de internet, y ella se puso muy puesta, erguida, y dijo. — Yo sé lo que es. Mi primo Theo me lo explicó. Aquí hay mucho más conocimiento muggle del que parece. Tenemos móvil y todo. — ¿¿¿AHHHH SÍ??? — Se vio preguntada de golpe por media familia. Asintió, sacando los morros. — Sí, sí e internet es como una biblioteca gigante donde puedes buscar un montón de cosas. — Antoine rio con superioridad. — Bueno, en realidad es… — Pero Ciarán estaba contando una cosa muy cuqui, y Alice enterró el hacha de guerra con el francés solo por poner en valor al otro muchacho.
El juego era más difícil de lo que parecía a primera vista, resulta que no ganabas hasta que tuvieras todos los quesitos, pero solo caías en quesitos a veces… Y a ver, hablando de quesitos, ella nada más que estaba pendiente del que llevaban las patatas por encima, porque tampoco es que estuviera en su noche más brillante, y estaba inmersa en una guerra con el francés, y no quería contestar de más, así que comía, bebía y cumplimentaba a su novio básicamente, siendo esa toda su aportación al trivial. Pero Ginny interrumpió su tranquila existencia. — ¡BUENO BUENO! Son las diez, así que: ¡MOMENTO MÍMICA! — ¡Ay qué guay! — Exclamó contenta. — ¿Te acuerdas de cuando éramos pequeños y ganamos en Navidad una competición así? — Dijo apoyándose sobre su novio y mirándole arrobada. — ESTA ES DE QUESITO. — ¡QUESITO! ¡MARCUS, QUESITO! ¡Lo necesitamos para ganar! — SHHHH. — Le interpeló Nancy, para enterarse de la prueba. — Esta es de… ¡DEPORTES MÁGICOS! Un miembro de cada equipo tiene que interpretar el deporte que les voy a decir al oído, no podéis hablar ni hacer ruidos, pero podéis coger los objetos que queráis. El equipo que antes lo averigüe gana. — ¡EL NUESTRO LO HACE MARTHA! — Exigió Nancy. — No, cariño, esto no va a así. — Replicó Ginny. — Ellos eligen cuál de vosotros lo hace, y viceversa. — ¡Ciarán! — Exclamó Siobhán. Todos la miraron, y la chica se encogió un poco. — A ver, que es el nuevo, solo Wen le conoce bien, va a ser más difícil que acierten. — Me gusta tu lógica. — Señaló Cerys, asintiendo. — ¡Pues nosotros a Alice! — Exclamó Andrew. Ella se giró, confusa. — ¿Yo? — Sí, ¿por qué Alice? Acaba de decir que ganó una competición con Marcus de eso. — Preguntó Niamh. — No tenéis estrategia. ¡Está borracha! — ¡No es verdad! — Contestó, ofendida, con un tono que sonó al de una niña enfadada. — ¡Que no lo estoy! Y si lo estuviera sería vuestra culpa, no ponéis medias pintas. — ¡Alice contra Ciarán, pues! — Determinó Ginny. — Venid que os digo lo que tenéis que hacer. — Se levantó con un pucherito del regazo de Marcus y dijo. — Haré lo que pueda, mi amor. No estoy borracha. — Y dejó un piquito en sus labios.
— Quodpot. — Recibió de repente en su oído. — ¿De dónde ha venido eso? — Preguntó, volviéndose a los lados. Ciarán también estaba visiblemente confuso, pero Ginny se estaba riendo con la varita apuntando a su garganta. — Es un hechicito de los míos. Ya te explicaré en qué otros contextos lo puedes usar. De momento, ¿os habéis enterado? — Ambos asintieron. — ¡Pues tiempo! — Alice se acordaba de lo que era el quodpot, se lo habían contado los Lacey en América, en uno de sus intentos por animarla y demás, y más o menos se imaginaba cómo podía hacerlo. Hizo una bola con uno de los jerseys que había ahí, de Martha o Cerys, y se iba a poner a correr con ello en brazos y luego hacer como que explotaba, pero vio que Ciarán también tenía una idea, y Wendy le miraba con ojos brillantes. Suspiró mentalmente y se dijo, cada día más parecida a Janet Gallia, y tiró la bola como si estuviera jugando a los gobstones. — ¡Gobstones! — Exclamó Martha. Ella se hizo la confusa y apenas segundos más tarde, Andrew acertó el quodpot de Ciarán, y Wendy se enganchó al cuello del chico celebrándolo. Perfecto. Puso un pucherito y volvió al regazo de Marcus. — Lo siento, centauros, me he liado. — A quién se le ocurre pensar en gobstones… No sabes nada nada de deportes, eh… — Le criticó Siobhán. Ella se acurrucó con Marcus y susurró. — Seguimos teniendo tres quesitos, y yo ya he hecho la buena obra del día. Ahora a por ellos, mi amor, sin piedad. —
Estudios muggles no era su fuerte, pero tampoco estaba tan desconectada como algunos magos, así que trató de concentrarse. Eso sí, cuando vio la imagen se desinfló. No tenía ni la más remota idea de lo que podía ser ese cacharro. Le extrañaba que nadie quisiera eso en su casa, qué poco estético. — Enchufado está seguro, pero es que hay muchos tipos de enchufe. Y prácticamente todo lo que usan lleva electricidad… — Los huffies se adelantaron, pero no acertaron, y a Alice se le empezaba a emborronar la vista, cuando el francés dijo que era un router. En principio ni idea, pero fue decir lo de internet, y ella se puso muy puesta, erguida, y dijo. — Yo sé lo que es. Mi primo Theo me lo explicó. Aquí hay mucho más conocimiento muggle del que parece. Tenemos móvil y todo. — ¿¿¿AHHHH SÍ??? — Se vio preguntada de golpe por media familia. Asintió, sacando los morros. — Sí, sí e internet es como una biblioteca gigante donde puedes buscar un montón de cosas. — Antoine rio con superioridad. — Bueno, en realidad es… — Pero Ciarán estaba contando una cosa muy cuqui, y Alice enterró el hacha de guerra con el francés solo por poner en valor al otro muchacho.
El juego era más difícil de lo que parecía a primera vista, resulta que no ganabas hasta que tuvieras todos los quesitos, pero solo caías en quesitos a veces… Y a ver, hablando de quesitos, ella nada más que estaba pendiente del que llevaban las patatas por encima, porque tampoco es que estuviera en su noche más brillante, y estaba inmersa en una guerra con el francés, y no quería contestar de más, así que comía, bebía y cumplimentaba a su novio básicamente, siendo esa toda su aportación al trivial. Pero Ginny interrumpió su tranquila existencia. — ¡BUENO BUENO! Son las diez, así que: ¡MOMENTO MÍMICA! — ¡Ay qué guay! — Exclamó contenta. — ¿Te acuerdas de cuando éramos pequeños y ganamos en Navidad una competición así? — Dijo apoyándose sobre su novio y mirándole arrobada. — ESTA ES DE QUESITO. — ¡QUESITO! ¡MARCUS, QUESITO! ¡Lo necesitamos para ganar! — SHHHH. — Le interpeló Nancy, para enterarse de la prueba. — Esta es de… ¡DEPORTES MÁGICOS! Un miembro de cada equipo tiene que interpretar el deporte que les voy a decir al oído, no podéis hablar ni hacer ruidos, pero podéis coger los objetos que queráis. El equipo que antes lo averigüe gana. — ¡EL NUESTRO LO HACE MARTHA! — Exigió Nancy. — No, cariño, esto no va a así. — Replicó Ginny. — Ellos eligen cuál de vosotros lo hace, y viceversa. — ¡Ciarán! — Exclamó Siobhán. Todos la miraron, y la chica se encogió un poco. — A ver, que es el nuevo, solo Wen le conoce bien, va a ser más difícil que acierten. — Me gusta tu lógica. — Señaló Cerys, asintiendo. — ¡Pues nosotros a Alice! — Exclamó Andrew. Ella se giró, confusa. — ¿Yo? — Sí, ¿por qué Alice? Acaba de decir que ganó una competición con Marcus de eso. — Preguntó Niamh. — No tenéis estrategia. ¡Está borracha! — ¡No es verdad! — Contestó, ofendida, con un tono que sonó al de una niña enfadada. — ¡Que no lo estoy! Y si lo estuviera sería vuestra culpa, no ponéis medias pintas. — ¡Alice contra Ciarán, pues! — Determinó Ginny. — Venid que os digo lo que tenéis que hacer. — Se levantó con un pucherito del regazo de Marcus y dijo. — Haré lo que pueda, mi amor. No estoy borracha. — Y dejó un piquito en sus labios.
— Quodpot. — Recibió de repente en su oído. — ¿De dónde ha venido eso? — Preguntó, volviéndose a los lados. Ciarán también estaba visiblemente confuso, pero Ginny se estaba riendo con la varita apuntando a su garganta. — Es un hechicito de los míos. Ya te explicaré en qué otros contextos lo puedes usar. De momento, ¿os habéis enterado? — Ambos asintieron. — ¡Pues tiempo! — Alice se acordaba de lo que era el quodpot, se lo habían contado los Lacey en América, en uno de sus intentos por animarla y demás, y más o menos se imaginaba cómo podía hacerlo. Hizo una bola con uno de los jerseys que había ahí, de Martha o Cerys, y se iba a poner a correr con ello en brazos y luego hacer como que explotaba, pero vio que Ciarán también tenía una idea, y Wendy le miraba con ojos brillantes. Suspiró mentalmente y se dijo, cada día más parecida a Janet Gallia, y tiró la bola como si estuviera jugando a los gobstones. — ¡Gobstones! — Exclamó Martha. Ella se hizo la confusa y apenas segundos más tarde, Andrew acertó el quodpot de Ciarán, y Wendy se enganchó al cuello del chico celebrándolo. Perfecto. Puso un pucherito y volvió al regazo de Marcus. — Lo siento, centauros, me he liado. — A quién se le ocurre pensar en gobstones… No sabes nada nada de deportes, eh… — Le criticó Siobhán. Ella se acurrucó con Marcus y susurró. — Seguimos teniendo tres quesitos, y yo ya he hecho la buena obra del día. Ahora a por ellos, mi amor, sin piedad. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Eureka! Con Alice | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
La verdad es que Marcus seguía sin tener muy claro que internet fuera esa biblioteca tan infinita y maravillosa que describían, tendría que verlo con sus propios ojos. Pero, ciertamente, la revelación de tener móviles encantó a todo el mundo. - Somos personas de mundo y con la mente siempre abierta al conocimiento. - Fardó, y deseó fuertemente que el tema no saliera cuando estuvieran allí los Lacey en Navidad, porque iban a tirarle el discurso al suelo. Se centraron de nuevo en el juego y, para su sorpresa, no todas las preguntas puntuaban, solo algunas, lo que le pareció tremendamente injusto. Por supuesto, él llevaba la cuenta y ellos llevaban más preguntas acertadas, pero no habían tenido la suerte de que "les tocara un quesito". Ya ni se molestaba en enfadarse, se consideraba moralmente ganador.
De repente y por algún motivo, a las diez se cambió el formato del trivial. Lo cierto es que ya llevaba una pinta y media y tenía una risilla estúpida instaurada que hacía que le viera menos gravedad a eso del ganar por quesitos. Aunque a Alice claramente se le había subido más el alcohol que a él, porque estaba comiendo mucho menos. - ¡Quesito! - Clamó junto a su novia cuando las patatas que tenía en la boca se lo permitieron, abrazándose a ella entre risas. - Venga, mi amor, si pudimos de pequeños, podemos ahora. - Aunque lo de que fuera de deportes... Sinceramente, ese quesito lo había dado por perdido. Eso sí, si lo hacía Martha podían tener posibilidades... No iban a tener tanta suerte. Miró mal al otro equipo cuando eligieron a Alice. - ¡Eureka! - Quiso salvar Ruairi con alegría, pero se encogió solo de ver la inquina que Marcus le dedicó con los ojos.
- ¡Confío en ti, cariño! - Le dijo a Alice con una sonrisa, peor en cuanto se fue, miró a su equipo. - Teníamos que haber elegido a Allison, si es por borrachera. - Murmuró, pero solo recibió encogimientos de hombros. - Venga, princeso, confía en tu novia. - Pinchó Nancy, y él le dedicó una mueca. Puso su mejor intención... pero no tenía ni idea de lo que estaba haciendo Alice. Miró a Ciarán, por si lo del otro le daba pistas, pero nada. Cuando oyó la resolución, soltó una pedorreta. - ¡Por favor! Estamos en Europa, no valen deportes americanos. - Si es que le sacaban de sus esquemas y así como para acertar. Recibió a la chica entre sus brazos. - Yo te he entendido, mi amor. Un poco a deshora, pero te he entendido. - Qué va, no había entendido nada, pero tampoco lo pretendía en materia de deportes.
Pensaba ir sin piedad, por supuesto que sí. - Vale, Centauros, concentración. - Pidió, reuniéndose en círculos con los suyos (por supuesto, el médico les estaba ignorando, de hecho había aprovechado para ir al baño). - Nos faltan tres quesitos: estudios muggles, deportes mágicos y criaturas. No son los que mejor se nos dan, pero ellos están en condiciones parecidas, porque les falta historia y hechizos, y también estudios muggles, como a nosotros. - Los magos y las brujas tenemos que abrirnos un poquito a la cultura muggle. - Reprochó Siobhán. - Lo de caer en quesistos es demasiado aleatorio para mi gusto, pero cuando lo hagamos, tenemos que intentar... - ¡EUREKA! - Gritaron los otros. Marcus soltó aire por la nariz y, de repente, Martha pegó un salto de su sitio y soltó un relincho. Todos la miraron. Lentamente, se sentó. - Bueno, es que si nadie más lo hace, queda ridículo. - Se justificó. Marcus no estaba lo suficientemente bebido como para ponerse a relinchar, definitivamente.
El siguiente en caer en un quesito fue el otro equipo, lo cual los puso a todos muy tensos, pero volvieron a fallar. - ¡Lo tenemos, lo tenemos! - Celebraba Siobhán, motivadísima. Y en el siguiente turno, cayeron ellos en un quesito. En concreto, el de criaturas. - Darren, cuñado, ayúdame desde donde estés a derrotar a tus compañeros de casa. - Pidió al aire como si rezara. - Atención a los centauros que menos animales conocen del mundo... - ¡Eh! Menos burlas. - Advirtió Nancy. Ginny rio maliciosamente y lanzó la pregunta. - ¿Cuál es el animal del que se obtienen los núcleos de varitas menos frecuentes? - ¡EL FÉNIX! - Saltó Marcus, poniéndose incluso de pie. Su grupo le miró con pánico. - ¿Es respuesta definitiva? - Marcus... - Susurró Martha casi agresivamente. - ¿Estás seguro? - Segurísimo. - Les dijo a las chicas. - Mi madre tiene muchísimas varitas, y de pluma de fénix solo tiene una. Son muy difícils de conseguir y de dominar. Esa es la respuesta, creedme. - En realidad... - Empezó el francés. - El pelo de veela... - Oh, calla ya. - Cortó Siobhán, lo que hizo que el chico la mirara con ofensa. Marcus miró a Ginny. - Nuestra respuesta es: pluma de fénix. - Y la respuesta es... ¡¡CORRECTA!! - Saltaron y vitorearon con fuerza. Habían roto el empate. Ya sí que se iba a venir arriba.
Y lo que le quedaba. - ¡Pregunta de quesito para Eureka! Esta de Hechizos. - Marcus y los demás de su equipo se retorcían los dedos. Ginny esbozó una sonrisa maliciosa. - Y... ¡Nuevo duelo! Pero, como el equipo de los Centauros ya tiene este quesito, tendréis que vencerles a ellos. Si no lo conseguís, nos quedamos como estamos. Y si lo conseguís... vosotros os lleváis el quesito, y ellos lo pierden. -La oleada de indignación que se levantó en su equipo fue intensa, tanto que Ginny tuvo que amplificar su voz. - ¡SILENCIO AHORA MISMO! U os transformo las patatas en cardos. ¡Mi trivial, mis normas! - Marcus gruñó. Bueno, era hechizos, eso lo recuperaban fácilmente. - Para esta prueba, cada equipo elegirá a un paladín. Ambos tendrán que ejecutar un hechizo Patronus, y el que lo haga con mayor entidad y consistencia, con mayor fuerza mágica, gana. - ¡Elegimos a Marcus! - Saltaron Siobhán, Nancy y Martha al unísono, con tanta fuerza que empujaron sin querer y por ambos hombros a la pobre Cerys, quien, sorprendida, casi se tira la pinta encima. Marcus hizo una caída de ojos. - Acepto. - Y tanto que aceptaba. Los encantamientos eran lo suyo, estaba crecidísimo.
El otro equipo eligió a Niamh. - Uh, a mi cuñada se le dan genial los patronus. Y los animales. Y ser feliz en general. No te confíes, Marcus. - Advirtió Nancy, pero él simplemente hizo un gesto con la mano, con una sonrisa ladina. Ambos se pusieron en el centro del lugar, y Marcus sacó su varita con una floritura. - Las damas primero. - La mujer soltó una risita y, con más fuerza de la que esperaba, invocó un patronus. Un elegante y veloz kneazel salió de su varita y empezó a corretear por entre las mesas, entreteniendo a todos. Marcus lo observó con una sonrisa leve. Los Hufflepuff estaban prácticamente celebrando la victoria, mientras los suyos estaban bastante tensos. Él, sin inmutarse, miró a Ginny y preguntó. - ¿Puedo? - Cuando quiera su merced. - Dijo la otra. Se aclaró la garganta y, sin pronunciar el hechizo, movió la varita. Primero salió lo que parecía un leve haz de luz plateada, pero con observarlo detenidamente se apreciaba su forma. Haciendo un lento remolino, se fue haciendo cada vez más y más grande, hasta alcanzar un tamaño inmenso, enroscándose y sobrevolando entre las mesas, lanzando un magestuoso chillido final cuando alcanzó el que Marcus determinó que sería el tope de su tamaño (pero, siendo un occamy, podría seguir). Voló hacia el techo y, tenue, se desvaneció. Había generado un silencio en el bar, hasta que Allison habló. - Te doy todos mis quesitos. - Ginny soltó una fuerte carcajada. - Jolín, qué pasada. Pero era muy mono tu kneazel, Niahm. - Monísimo. - Contestó la aludida a Wendy, entre risas. Para sorpresa de Marcus, la mujer se acercó a él y le dejó un beso en la mejilla. - Toma. Quesito y besito para ti. - ¡Los Centauros siguen en cabeza! -
De repente y por algún motivo, a las diez se cambió el formato del trivial. Lo cierto es que ya llevaba una pinta y media y tenía una risilla estúpida instaurada que hacía que le viera menos gravedad a eso del ganar por quesitos. Aunque a Alice claramente se le había subido más el alcohol que a él, porque estaba comiendo mucho menos. - ¡Quesito! - Clamó junto a su novia cuando las patatas que tenía en la boca se lo permitieron, abrazándose a ella entre risas. - Venga, mi amor, si pudimos de pequeños, podemos ahora. - Aunque lo de que fuera de deportes... Sinceramente, ese quesito lo había dado por perdido. Eso sí, si lo hacía Martha podían tener posibilidades... No iban a tener tanta suerte. Miró mal al otro equipo cuando eligieron a Alice. - ¡Eureka! - Quiso salvar Ruairi con alegría, pero se encogió solo de ver la inquina que Marcus le dedicó con los ojos.
- ¡Confío en ti, cariño! - Le dijo a Alice con una sonrisa, peor en cuanto se fue, miró a su equipo. - Teníamos que haber elegido a Allison, si es por borrachera. - Murmuró, pero solo recibió encogimientos de hombros. - Venga, princeso, confía en tu novia. - Pinchó Nancy, y él le dedicó una mueca. Puso su mejor intención... pero no tenía ni idea de lo que estaba haciendo Alice. Miró a Ciarán, por si lo del otro le daba pistas, pero nada. Cuando oyó la resolución, soltó una pedorreta. - ¡Por favor! Estamos en Europa, no valen deportes americanos. - Si es que le sacaban de sus esquemas y así como para acertar. Recibió a la chica entre sus brazos. - Yo te he entendido, mi amor. Un poco a deshora, pero te he entendido. - Qué va, no había entendido nada, pero tampoco lo pretendía en materia de deportes.
Pensaba ir sin piedad, por supuesto que sí. - Vale, Centauros, concentración. - Pidió, reuniéndose en círculos con los suyos (por supuesto, el médico les estaba ignorando, de hecho había aprovechado para ir al baño). - Nos faltan tres quesitos: estudios muggles, deportes mágicos y criaturas. No son los que mejor se nos dan, pero ellos están en condiciones parecidas, porque les falta historia y hechizos, y también estudios muggles, como a nosotros. - Los magos y las brujas tenemos que abrirnos un poquito a la cultura muggle. - Reprochó Siobhán. - Lo de caer en quesistos es demasiado aleatorio para mi gusto, pero cuando lo hagamos, tenemos que intentar... - ¡EUREKA! - Gritaron los otros. Marcus soltó aire por la nariz y, de repente, Martha pegó un salto de su sitio y soltó un relincho. Todos la miraron. Lentamente, se sentó. - Bueno, es que si nadie más lo hace, queda ridículo. - Se justificó. Marcus no estaba lo suficientemente bebido como para ponerse a relinchar, definitivamente.
El siguiente en caer en un quesito fue el otro equipo, lo cual los puso a todos muy tensos, pero volvieron a fallar. - ¡Lo tenemos, lo tenemos! - Celebraba Siobhán, motivadísima. Y en el siguiente turno, cayeron ellos en un quesito. En concreto, el de criaturas. - Darren, cuñado, ayúdame desde donde estés a derrotar a tus compañeros de casa. - Pidió al aire como si rezara. - Atención a los centauros que menos animales conocen del mundo... - ¡Eh! Menos burlas. - Advirtió Nancy. Ginny rio maliciosamente y lanzó la pregunta. - ¿Cuál es el animal del que se obtienen los núcleos de varitas menos frecuentes? - ¡EL FÉNIX! - Saltó Marcus, poniéndose incluso de pie. Su grupo le miró con pánico. - ¿Es respuesta definitiva? - Marcus... - Susurró Martha casi agresivamente. - ¿Estás seguro? - Segurísimo. - Les dijo a las chicas. - Mi madre tiene muchísimas varitas, y de pluma de fénix solo tiene una. Son muy difícils de conseguir y de dominar. Esa es la respuesta, creedme. - En realidad... - Empezó el francés. - El pelo de veela... - Oh, calla ya. - Cortó Siobhán, lo que hizo que el chico la mirara con ofensa. Marcus miró a Ginny. - Nuestra respuesta es: pluma de fénix. - Y la respuesta es... ¡¡CORRECTA!! - Saltaron y vitorearon con fuerza. Habían roto el empate. Ya sí que se iba a venir arriba.
Y lo que le quedaba. - ¡Pregunta de quesito para Eureka! Esta de Hechizos. - Marcus y los demás de su equipo se retorcían los dedos. Ginny esbozó una sonrisa maliciosa. - Y... ¡Nuevo duelo! Pero, como el equipo de los Centauros ya tiene este quesito, tendréis que vencerles a ellos. Si no lo conseguís, nos quedamos como estamos. Y si lo conseguís... vosotros os lleváis el quesito, y ellos lo pierden. -La oleada de indignación que se levantó en su equipo fue intensa, tanto que Ginny tuvo que amplificar su voz. - ¡SILENCIO AHORA MISMO! U os transformo las patatas en cardos. ¡Mi trivial, mis normas! - Marcus gruñó. Bueno, era hechizos, eso lo recuperaban fácilmente. - Para esta prueba, cada equipo elegirá a un paladín. Ambos tendrán que ejecutar un hechizo Patronus, y el que lo haga con mayor entidad y consistencia, con mayor fuerza mágica, gana. - ¡Elegimos a Marcus! - Saltaron Siobhán, Nancy y Martha al unísono, con tanta fuerza que empujaron sin querer y por ambos hombros a la pobre Cerys, quien, sorprendida, casi se tira la pinta encima. Marcus hizo una caída de ojos. - Acepto. - Y tanto que aceptaba. Los encantamientos eran lo suyo, estaba crecidísimo.
El otro equipo eligió a Niamh. - Uh, a mi cuñada se le dan genial los patronus. Y los animales. Y ser feliz en general. No te confíes, Marcus. - Advirtió Nancy, pero él simplemente hizo un gesto con la mano, con una sonrisa ladina. Ambos se pusieron en el centro del lugar, y Marcus sacó su varita con una floritura. - Las damas primero. - La mujer soltó una risita y, con más fuerza de la que esperaba, invocó un patronus. Un elegante y veloz kneazel salió de su varita y empezó a corretear por entre las mesas, entreteniendo a todos. Marcus lo observó con una sonrisa leve. Los Hufflepuff estaban prácticamente celebrando la victoria, mientras los suyos estaban bastante tensos. Él, sin inmutarse, miró a Ginny y preguntó. - ¿Puedo? - Cuando quiera su merced. - Dijo la otra. Se aclaró la garganta y, sin pronunciar el hechizo, movió la varita. Primero salió lo que parecía un leve haz de luz plateada, pero con observarlo detenidamente se apreciaba su forma. Haciendo un lento remolino, se fue haciendo cada vez más y más grande, hasta alcanzar un tamaño inmenso, enroscándose y sobrevolando entre las mesas, lanzando un magestuoso chillido final cuando alcanzó el que Marcus determinó que sería el tope de su tamaño (pero, siendo un occamy, podría seguir). Voló hacia el techo y, tenue, se desvaneció. Había generado un silencio en el bar, hasta que Allison habló. - Te doy todos mis quesitos. - Ginny soltó una fuerte carcajada. - Jolín, qué pasada. Pero era muy mono tu kneazel, Niahm. - Monísimo. - Contestó la aludida a Wendy, entre risas. Para sorpresa de Marcus, la mujer se acercó a él y le dejó un beso en la mejilla. - Toma. Quesito y besito para ti. - ¡Los Centauros siguen en cabeza! -
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Ivanka
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Ya había ayudado a Ciarán una vez, ya a partir de ahí iba a muerte con sus centauros. Asintió a lo de estudios muggles pero ella levantó un dedo. — Yo me siento muy en consonancia con ellos. No solo tenemos móvil, es que yo compro en el chino, tengo bastantes cosas muggles en casa yyyyy — señaló a Nancy por algún motivo — sobreviví a un túnel del terror en la estación de Shoreditch en Halloween. — Se hizo un silencio y Cerys parpadeó. — No sé si es que está demasiado borracha o yo demasiado desconectada, pero no entiendo ni una palabra de lo que dice. — Siobhán suspiró y la señaló. — Lo que yo decía… — Pero la conversación se vio interrumpida por una actuación de Martha que quiso seguir, pero le pilló tarde y ni siquiera entendiendo bien qué tenía que hacer, así que suspiró y negó. — La borracha luego soy yo… —
Pero el equipo contaba con los Gryffindor que iban a pincho y Marcus con su ingente conocimiento de cientos de cosas… Si no fuera por el maldito francés, lo estaría disfrutando todo más. Lo bueno de estar un pelín mareadilla, es que los demás eran más rápido que ella contestando y no podía empezar una guerra interna. — Anda que… pelo de veela. — Dijo por lo bajo. Los franceses y su chovinismo. Irlanda tenía un folklore mucho más granado y no lo imponía tanto… Tengo que contarle eso mismo a la abuela Molly. — ¡CORRECTA, MI AMOR! ¡NADIE SABE TANTO DE VARITAS COMO TÚ! — Celebró encantada, y de repente, los de enfrente estallaron en risas maliciosas. — ¡Oh, por Merlín! Vuestras mentes están completamente enfermas. —
Lo que no se vio venir fue lo de que les pudieran quitar el quesito. — ¡EHHH! ¿Cómo que nos pueden levantar el quesito? Nononono, eso no estaba en el reglamento. — Dijo muy indignada, sacando un pucherito y cruzándose de brazos. — Impugno. — Pero nada, recibió el grito de Ginny como todos los demás. Las primas se recuperaron de la indignación antes que ella, que asintió con superioridad. — Hombre, evidentemente que elegimos a Marcus… — Ignoró los datos de Nancy, y se limitó a esperar a que Marcus hiciera su Patronus. — Hay que fastidiarse… Una mujer tan inteligente, fuerte y decidida, como pierde el culo por su Marcus, eh… — Le picó la chica. Alice chasqueó la lengua. — Es que no has visto ese occamy… Yo sí. — Y hala, otra vez a reírse de ella. No, que nadie la tomaba en serio allí. Alzó las cejas y negó. — No me afecta, paso de vuestras mentes, mirad, mirad… — Y, tal como ella sabía, el occamy fue un espectáculo. Tanto que Niamh le dio hasta un besito. — Uhhhh, Alice, ¿no te encelas? — Le picó Andrew. Ella se rio con superioridad. — Yo le voy a dar uno mucho mejor. — Sonaron “uuhhhhs” entre los presentes, y ella se levantó y le plantó un morreo tremendo a Marcus, acabando con una sonrisa. Oyó a Allison reírse y decir. — Yo si quieres te doy uno, miamorrrr… — Ja. Y luego la borracha era ella.
Durante un rato, el trivial se volvió una encarnizada competición entre Andrew y su equipo, y el francés y Ciarán, hasta que, en su turno, Ginny invocó otro reto para conseguir quesito. — Este lo llamo… No me voy a comer la cabeza: estorba al contrario. — Les miró. — De los quesitos que aún no tienen, tenéis que elegir a cuál pueden optar. Si ellos fallan, tenéis la oportunidad de elegir uno que os falte a vosotros, de rebote. Si aciertan, eligen ellos el vuestro. — Se había liado un poco, pero estaba segura de que en su equipo se habían enterado. — Así que, Centauros: ¿a qué quesito queréis que opten los Eureka? — Se reunieron como si aquello fuera un cónclave. — Su punto más flojo es la historia. — Aseguró Nancy. — Ahí ninguno controla. — Realmente de historia solo controláis vosotros, Nance. — Aseguró Martha. — Pues listo. — Quizá deberíamos ser amables con ellos. — Dejó caer Cerys. — Por si luego intentan ponernos lo difícil a nosotros. — ¿Estás de coña? ¿Has oído a mi hermano? Lo van a hacer igual. Viene loco. No, no. Voy con historia. — Aseguró Siobhán. — ¡HISTORIA! — Bramó Nancy, y el disgusto del equipo rival fue evidente.
— Esto me encanta. — Murmuró Ginny. — ¡A ver Eurekas, historia! — Movió la tarjeta en el aire. — ¿Por qué fracasó el intentó de la creación del Código de Conducta del Hombre Lobo en 1637? — Porque nadie se presentó a firmarlo. — Todos se volvieron a Ciarán curiosos. El chico se puso rojísimo. — Es… Evidente, ¿no? Nadie lo firmó, porque nadie quería admitir que era hombre lobo. — El resto de los del equipo parpadearon, pero finalmente Andrew se decidió. — Oye, el tío lo ha visto claro, ¡esa es nuestra respuesta! — Pueeees ¡CORRECTA! ¡Tres hurras por el chico lobo de Connemara! — Todos los del equipo aplaudieron, y Wendy se quedó mirándole, con ojos brillantes. — ¿Cómo sabías eso? Eres superlisto. — Él se rascó la cabeza, con una sonrisita adorable. — Me encanta la historia… — ¿Sí? Ay, yo quiero que me cuentes cosas… — ¡EH! ¡LAS NORMAS! ¡NADA DE PEDIDAS! Connemara, elige algo para el quesito de los centauros. — ¿Eh? Pues… Criaturas, ¿no? Por ejemplo. — ¡Criaturas sea! — ¡NO, TÍO! — Se quejó Andrew. — Que la prima Martha y Cerys tienen una granja, hombre… — Ah… No… O sea, si lo sabía… Porque el primer día fui allí… Pero… — Hubo risitas en su equipo, y quejas en los otros, cuando Ginny llamó a Martha. — A ver, pri, ven aquí. Para poner una dificultad extra, tienes que interpretar a esta criatura que te voy a decir. — Se hizo el hechizo de la voz, y Martha pegó un salto en su sitio en cuanto lo oyó. No le dio ni lugar a poner el tiempo a Ginny. Apuntó al jersey de Alice que era azul oscuro y luego a sí misma, y empezó a hacer que volaba tranquilamente por la estancia. Luego hizo el gesto de hablar y acto seguido pareció caer muerta. — ¡Joberknoll! — Exclamó Cerys. — ¡SÍ! ¡Si es que eres la mejor! — Y se abrazaron. Alice se pegó a Marcus y susurró. — Mira que cuquis. Y nos han ganado un quesito. — Dijo antes de dejar un besito en su mejilla.
Pero el equipo contaba con los Gryffindor que iban a pincho y Marcus con su ingente conocimiento de cientos de cosas… Si no fuera por el maldito francés, lo estaría disfrutando todo más. Lo bueno de estar un pelín mareadilla, es que los demás eran más rápido que ella contestando y no podía empezar una guerra interna. — Anda que… pelo de veela. — Dijo por lo bajo. Los franceses y su chovinismo. Irlanda tenía un folklore mucho más granado y no lo imponía tanto… Tengo que contarle eso mismo a la abuela Molly. — ¡CORRECTA, MI AMOR! ¡NADIE SABE TANTO DE VARITAS COMO TÚ! — Celebró encantada, y de repente, los de enfrente estallaron en risas maliciosas. — ¡Oh, por Merlín! Vuestras mentes están completamente enfermas. —
Lo que no se vio venir fue lo de que les pudieran quitar el quesito. — ¡EHHH! ¿Cómo que nos pueden levantar el quesito? Nononono, eso no estaba en el reglamento. — Dijo muy indignada, sacando un pucherito y cruzándose de brazos. — Impugno. — Pero nada, recibió el grito de Ginny como todos los demás. Las primas se recuperaron de la indignación antes que ella, que asintió con superioridad. — Hombre, evidentemente que elegimos a Marcus… — Ignoró los datos de Nancy, y se limitó a esperar a que Marcus hiciera su Patronus. — Hay que fastidiarse… Una mujer tan inteligente, fuerte y decidida, como pierde el culo por su Marcus, eh… — Le picó la chica. Alice chasqueó la lengua. — Es que no has visto ese occamy… Yo sí. — Y hala, otra vez a reírse de ella. No, que nadie la tomaba en serio allí. Alzó las cejas y negó. — No me afecta, paso de vuestras mentes, mirad, mirad… — Y, tal como ella sabía, el occamy fue un espectáculo. Tanto que Niamh le dio hasta un besito. — Uhhhh, Alice, ¿no te encelas? — Le picó Andrew. Ella se rio con superioridad. — Yo le voy a dar uno mucho mejor. — Sonaron “uuhhhhs” entre los presentes, y ella se levantó y le plantó un morreo tremendo a Marcus, acabando con una sonrisa. Oyó a Allison reírse y decir. — Yo si quieres te doy uno, miamorrrr… — Ja. Y luego la borracha era ella.
Durante un rato, el trivial se volvió una encarnizada competición entre Andrew y su equipo, y el francés y Ciarán, hasta que, en su turno, Ginny invocó otro reto para conseguir quesito. — Este lo llamo… No me voy a comer la cabeza: estorba al contrario. — Les miró. — De los quesitos que aún no tienen, tenéis que elegir a cuál pueden optar. Si ellos fallan, tenéis la oportunidad de elegir uno que os falte a vosotros, de rebote. Si aciertan, eligen ellos el vuestro. — Se había liado un poco, pero estaba segura de que en su equipo se habían enterado. — Así que, Centauros: ¿a qué quesito queréis que opten los Eureka? — Se reunieron como si aquello fuera un cónclave. — Su punto más flojo es la historia. — Aseguró Nancy. — Ahí ninguno controla. — Realmente de historia solo controláis vosotros, Nance. — Aseguró Martha. — Pues listo. — Quizá deberíamos ser amables con ellos. — Dejó caer Cerys. — Por si luego intentan ponernos lo difícil a nosotros. — ¿Estás de coña? ¿Has oído a mi hermano? Lo van a hacer igual. Viene loco. No, no. Voy con historia. — Aseguró Siobhán. — ¡HISTORIA! — Bramó Nancy, y el disgusto del equipo rival fue evidente.
— Esto me encanta. — Murmuró Ginny. — ¡A ver Eurekas, historia! — Movió la tarjeta en el aire. — ¿Por qué fracasó el intentó de la creación del Código de Conducta del Hombre Lobo en 1637? — Porque nadie se presentó a firmarlo. — Todos se volvieron a Ciarán curiosos. El chico se puso rojísimo. — Es… Evidente, ¿no? Nadie lo firmó, porque nadie quería admitir que era hombre lobo. — El resto de los del equipo parpadearon, pero finalmente Andrew se decidió. — Oye, el tío lo ha visto claro, ¡esa es nuestra respuesta! — Pueeees ¡CORRECTA! ¡Tres hurras por el chico lobo de Connemara! — Todos los del equipo aplaudieron, y Wendy se quedó mirándole, con ojos brillantes. — ¿Cómo sabías eso? Eres superlisto. — Él se rascó la cabeza, con una sonrisita adorable. — Me encanta la historia… — ¿Sí? Ay, yo quiero que me cuentes cosas… — ¡EH! ¡LAS NORMAS! ¡NADA DE PEDIDAS! Connemara, elige algo para el quesito de los centauros. — ¿Eh? Pues… Criaturas, ¿no? Por ejemplo. — ¡Criaturas sea! — ¡NO, TÍO! — Se quejó Andrew. — Que la prima Martha y Cerys tienen una granja, hombre… — Ah… No… O sea, si lo sabía… Porque el primer día fui allí… Pero… — Hubo risitas en su equipo, y quejas en los otros, cuando Ginny llamó a Martha. — A ver, pri, ven aquí. Para poner una dificultad extra, tienes que interpretar a esta criatura que te voy a decir. — Se hizo el hechizo de la voz, y Martha pegó un salto en su sitio en cuanto lo oyó. No le dio ni lugar a poner el tiempo a Ginny. Apuntó al jersey de Alice que era azul oscuro y luego a sí misma, y empezó a hacer que volaba tranquilamente por la estancia. Luego hizo el gesto de hablar y acto seguido pareció caer muerta. — ¡Joberknoll! — Exclamó Cerys. — ¡SÍ! ¡Si es que eres la mejor! — Y se abrazaron. Alice se pegó a Marcus y susurró. — Mira que cuquis. Y nos han ganado un quesito. — Dijo antes de dejar un besito en su mejilla.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Eureka! Con Alice | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Menos mal que Marcus no era competitivo... Bueno, sí que era un poquito competitivo. Lo que pasaba era que el quidditch no le gustaba, y que en lo que sí, nunca tenía rivales, entonces claro, la vena competitiva no había tenido por qué salir; hasta ahora, porque entre lo de robarle el nombre y que Andrew no dejaba de pinchar, se estaba ya tomando ganar como una causa personal. Aunque también se lo estaba pasando muy bien, todo había que decirlo.
Encima ahora tocaba "estorbar al contrario". - ¿No se penaliza al equipo que lo haya estado haciendo mientras no tocaba? - Recochineó, y Niahm le sacó la lengua en una burla que le tuvo que hacer reír. Evidentemente, le lanzaron historia al equipo contrario, porque estaban bastante perdidos. Lo que no se vio venir fuera que acertara Ciarán, y por un momento debió tener un episodio de confusión claramente provocado por las dos pintas y media que llevaba en el cuerpo y por la presencia del médico, que ese sí que solo estorbaba, y se levantó y lanzó aplaudió profusamente mientras decía. - ¡BRAVO! - Siobhán tiró de su pantalón con tanta fuerza que se dejó caer violentamente porque, de resistirse, le deja en ropa interior en mitad del bar. - ¡Vaya competitivo estás hecho! - Me gusta la gente que responde a las preguntas con seguridad. - Se defendió. Hasta ese momento no había caído en que estaba aplaudiendo un acierto del equipo contrario, así que se recompuso con seguridad, como hacía siempre que se veía pillado en un fallo. - Y el chaval se lo merece. Hay que alardear menos de que se sabe y saber de verdad. - De camino le lanzaba un tirito al médico.
Soltó una carcajada y le dio un codazo cómplice a Alice, señalando a Wendy con la mirada. - Si es que la inteligencia atrae, yo siempre lo digo. - Ignoró por completo la mirada de aburrimiento de Siobhán. Eso sí, puso cara de ofensa cuando Ciarán les lanzó criaturas. - ¡Eh! ¡Te he aplaudido! - Y estoy de tu parte en lo de Wen, pensó. Encima que le veía buen partido para su prima... Prima a la que conocía de hacía menos tiempo que el chaval en cuestión, pero bueno, él se entendía. Menos mal que sí que había gente en su equipo que controlaba del tema, y aunque él estaba en confusión absoluta viendo la imitación, Cerys acertó enseguida. Al susurró de Alice respondió impetuosamente. - ¡Quesito! - Alzando los brazos, y luego miró contento a Martha, mientras achuchaba a su novia. - ¡Claro! Has señalado a Alice porque es un pajarito azul. - Y entonces cayó, y el rostro se le descompuso. Soltó a Alice de golpe (igual demasiado, probablemente hubiera desequilibrado a su pobre novia). - ¡Ah no no! Mi Alice no es ese bicho. ¡Ella habla siempre! - ¿Un pájaro que SOLO habla justo antes de morirse? Por Merlín, qué turbio, su Alice no era nada de eso, no quería ni pensarlo.
- ¡BUENO! - Exclamó Ginny, y la expresión maliciosa no le gustó nada. - Os queda un quesito a cada equipo... y llegado a este punto... solo podemos resolverlo aaaaaa... - Sonaron unos truenos claramente provocados por su varita. - ¡MUERTE SÚBITA! - No le gustaba nada ese nombre, pero al parecer era el único, porque el clamor popular fue de emoción. - Para los nuevos: se harán preguntas en batería, a toda velocidad, tenéis veinte segundos para responder o se dará como equivocada. En el caso de Eureka, pregunta de Hechizos, y en el caso de Centauros, pregunta de deportes. - ¿Por qué siempre los malditos deportes arruinándole la existencia a los Ravenclaw? Marcus ya estaba resoplando, nervioso. - Se hará una pregunta a cada uno: si ambos falláis la vuestra, se continúa; si ambos acertáis la vuestra, se continúa; a la primera ronda en la que uno acierte la suya y el otro la falle, el acertante se proclama automáticamente equipo ganador. - Los ánimos estaban caldeados, y Marcus se notaba ya al borde del infarto.
- Primera pregunta para Eureka. - Ginny lanzó la pregunta, y el equipo falló. - Turno de los Centauros. - Les tocaba, pero les preguntó por un deporte que Marcus juraría no haber oído en su vida, por lo que fallaron también. - Turno de Eureka. - Y la pregunta era tan insultantemente fácil que, por supuesto, acertaron. - Turno de los Centauros. - Se pasó las manos por el pelo, pero esa sí, esa sí se la sabía. - ¡¡BARREDORA 7!! - ¡CORRECTO! - Casi soltó un sollozo, pensando gracias, Lex, porque por fin las eternas conversaciones sobre quidditch de su hermano y haber ido mil veces al museo le había servido para algo. Así se sucedieron cinco turnos más, en los que o fallaban ambos, o acertaban ambos, y de verdad que creía que le iba a dar un infarto. Ambos equipos estaban ya todos agarrados de las manos entre sí, en absoluta tensión (bueno, el médico se había ido por ahí a pedirse una copa, pero nadie le echaba de menos). - Turno de Eureka. - Escucharon en tensión absoluta. - ¿Cuál es la utilidad del hechizo Anapneo? - Todos se miraron entre sí, en pánico. Murmuraban agitadamente entre ellos. - ¡Cinco segundos! - ¡Para impedir los ronquidos! - Dijo Ruairi a la desesperada. Tras unos instantes de tensión, Ginny resolvió. - Esss... ¡Incorrecto! Hay varios padres y madres en ese grupo, CREO que os vendría bien este hechizo. Sirve para liberar las vías respiratorias en caso de atragantamiento. - Tú te lo hubieras sabido. - Susurró Marcus a Alice. Lástima que hechizos no fuera su categoría, sino los malditos deportes. Y les tocaba a ellos. - Vamos, chicos, muchísima atención. Esta puede ser la nuestra. - Animó Siobhán, aunque parecía al borde de las lágrimas de la tensión. - Equipo de los Centauros, os toca: ¿quién fue proclamada ganadora de la primera y única Competición Oficial Inglesa de Duelos Mágicos? - ¡ALBERTA TOOTHILL! - Clamó Siobhán en un grito, poniéndose incluso de pie. Sin consultar ni nada. Todos la miraron con ojos y boca desencajados, y el silencio era espesísimo en todo el lugar. - ¡Alberta Toothill! ¡Una de las grandes figuras femeninas de la magia! - ¿Es vuestra respuesta definitiva? - Preguntó Ginny, y el resto del equipo estaba tan descuadrado que solo pudo asentir fuertemente con la cabeza, mientras Siobhán la miraba expectante y con el pecho agitado. Se les hicieron eternos los segundos hasta el veredicto. - Pues es... ¡¡CORRECTAAAAAAA!! - El estallido en su grupo, poniéndose todos de pie, gritando y saltando, casi hace que no se pueda escuchar el final de la frase. - ¡¡GANADORES DEL TRIVIAL DE ESTA SEMANA: EL EQUIPO DE LOS CENTAUROS!! - Y vaya gritos y saltos pegaron, celebrando entre todos, agarrados por los brazos y los hombros y abrazados entre sí. Cuando Marcus se giró, se topó de bruces con Andrew, quien para su sorpresa le abrazó y le levantó del suelo. - ¡Enhorabuena, primos listos! Si es que este concurso es para vosotros. Ya os apalizaremos encima de una escoba. - No me verás subido en una escoba. Yo sé muy bien dónde no está mi campo de actuación. - Y el otro rio a carcajadas. - ¡¡PREEEMIO, PREEEEMIO!! - Empezó a clamar Wendy, y todos la siguieron. ¿También iban a tener premio? Aquello solo mejoraba.
Encima ahora tocaba "estorbar al contrario". - ¿No se penaliza al equipo que lo haya estado haciendo mientras no tocaba? - Recochineó, y Niahm le sacó la lengua en una burla que le tuvo que hacer reír. Evidentemente, le lanzaron historia al equipo contrario, porque estaban bastante perdidos. Lo que no se vio venir fuera que acertara Ciarán, y por un momento debió tener un episodio de confusión claramente provocado por las dos pintas y media que llevaba en el cuerpo y por la presencia del médico, que ese sí que solo estorbaba, y se levantó y lanzó aplaudió profusamente mientras decía. - ¡BRAVO! - Siobhán tiró de su pantalón con tanta fuerza que se dejó caer violentamente porque, de resistirse, le deja en ropa interior en mitad del bar. - ¡Vaya competitivo estás hecho! - Me gusta la gente que responde a las preguntas con seguridad. - Se defendió. Hasta ese momento no había caído en que estaba aplaudiendo un acierto del equipo contrario, así que se recompuso con seguridad, como hacía siempre que se veía pillado en un fallo. - Y el chaval se lo merece. Hay que alardear menos de que se sabe y saber de verdad. - De camino le lanzaba un tirito al médico.
Soltó una carcajada y le dio un codazo cómplice a Alice, señalando a Wendy con la mirada. - Si es que la inteligencia atrae, yo siempre lo digo. - Ignoró por completo la mirada de aburrimiento de Siobhán. Eso sí, puso cara de ofensa cuando Ciarán les lanzó criaturas. - ¡Eh! ¡Te he aplaudido! - Y estoy de tu parte en lo de Wen, pensó. Encima que le veía buen partido para su prima... Prima a la que conocía de hacía menos tiempo que el chaval en cuestión, pero bueno, él se entendía. Menos mal que sí que había gente en su equipo que controlaba del tema, y aunque él estaba en confusión absoluta viendo la imitación, Cerys acertó enseguida. Al susurró de Alice respondió impetuosamente. - ¡Quesito! - Alzando los brazos, y luego miró contento a Martha, mientras achuchaba a su novia. - ¡Claro! Has señalado a Alice porque es un pajarito azul. - Y entonces cayó, y el rostro se le descompuso. Soltó a Alice de golpe (igual demasiado, probablemente hubiera desequilibrado a su pobre novia). - ¡Ah no no! Mi Alice no es ese bicho. ¡Ella habla siempre! - ¿Un pájaro que SOLO habla justo antes de morirse? Por Merlín, qué turbio, su Alice no era nada de eso, no quería ni pensarlo.
- ¡BUENO! - Exclamó Ginny, y la expresión maliciosa no le gustó nada. - Os queda un quesito a cada equipo... y llegado a este punto... solo podemos resolverlo aaaaaa... - Sonaron unos truenos claramente provocados por su varita. - ¡MUERTE SÚBITA! - No le gustaba nada ese nombre, pero al parecer era el único, porque el clamor popular fue de emoción. - Para los nuevos: se harán preguntas en batería, a toda velocidad, tenéis veinte segundos para responder o se dará como equivocada. En el caso de Eureka, pregunta de Hechizos, y en el caso de Centauros, pregunta de deportes. - ¿Por qué siempre los malditos deportes arruinándole la existencia a los Ravenclaw? Marcus ya estaba resoplando, nervioso. - Se hará una pregunta a cada uno: si ambos falláis la vuestra, se continúa; si ambos acertáis la vuestra, se continúa; a la primera ronda en la que uno acierte la suya y el otro la falle, el acertante se proclama automáticamente equipo ganador. - Los ánimos estaban caldeados, y Marcus se notaba ya al borde del infarto.
- Primera pregunta para Eureka. - Ginny lanzó la pregunta, y el equipo falló. - Turno de los Centauros. - Les tocaba, pero les preguntó por un deporte que Marcus juraría no haber oído en su vida, por lo que fallaron también. - Turno de Eureka. - Y la pregunta era tan insultantemente fácil que, por supuesto, acertaron. - Turno de los Centauros. - Se pasó las manos por el pelo, pero esa sí, esa sí se la sabía. - ¡¡BARREDORA 7!! - ¡CORRECTO! - Casi soltó un sollozo, pensando gracias, Lex, porque por fin las eternas conversaciones sobre quidditch de su hermano y haber ido mil veces al museo le había servido para algo. Así se sucedieron cinco turnos más, en los que o fallaban ambos, o acertaban ambos, y de verdad que creía que le iba a dar un infarto. Ambos equipos estaban ya todos agarrados de las manos entre sí, en absoluta tensión (bueno, el médico se había ido por ahí a pedirse una copa, pero nadie le echaba de menos). - Turno de Eureka. - Escucharon en tensión absoluta. - ¿Cuál es la utilidad del hechizo Anapneo? - Todos se miraron entre sí, en pánico. Murmuraban agitadamente entre ellos. - ¡Cinco segundos! - ¡Para impedir los ronquidos! - Dijo Ruairi a la desesperada. Tras unos instantes de tensión, Ginny resolvió. - Esss... ¡Incorrecto! Hay varios padres y madres en ese grupo, CREO que os vendría bien este hechizo. Sirve para liberar las vías respiratorias en caso de atragantamiento. - Tú te lo hubieras sabido. - Susurró Marcus a Alice. Lástima que hechizos no fuera su categoría, sino los malditos deportes. Y les tocaba a ellos. - Vamos, chicos, muchísima atención. Esta puede ser la nuestra. - Animó Siobhán, aunque parecía al borde de las lágrimas de la tensión. - Equipo de los Centauros, os toca: ¿quién fue proclamada ganadora de la primera y única Competición Oficial Inglesa de Duelos Mágicos? - ¡ALBERTA TOOTHILL! - Clamó Siobhán en un grito, poniéndose incluso de pie. Sin consultar ni nada. Todos la miraron con ojos y boca desencajados, y el silencio era espesísimo en todo el lugar. - ¡Alberta Toothill! ¡Una de las grandes figuras femeninas de la magia! - ¿Es vuestra respuesta definitiva? - Preguntó Ginny, y el resto del equipo estaba tan descuadrado que solo pudo asentir fuertemente con la cabeza, mientras Siobhán la miraba expectante y con el pecho agitado. Se les hicieron eternos los segundos hasta el veredicto. - Pues es... ¡¡CORRECTAAAAAAA!! - El estallido en su grupo, poniéndose todos de pie, gritando y saltando, casi hace que no se pueda escuchar el final de la frase. - ¡¡GANADORES DEL TRIVIAL DE ESTA SEMANA: EL EQUIPO DE LOS CENTAUROS!! - Y vaya gritos y saltos pegaron, celebrando entre todos, agarrados por los brazos y los hombros y abrazados entre sí. Cuando Marcus se giró, se topó de bruces con Andrew, quien para su sorpresa le abrazó y le levantó del suelo. - ¡Enhorabuena, primos listos! Si es que este concurso es para vosotros. Ya os apalizaremos encima de una escoba. - No me verás subido en una escoba. Yo sé muy bien dónde no está mi campo de actuación. - Y el otro rio a carcajadas. - ¡¡PREEEMIO, PREEEEMIO!! - Empezó a clamar Wendy, y todos la siguieron. ¿También iban a tener premio? Aquello solo mejoraba.
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Estaba encantada con la comparación con el pajarito azul. También estaba segura de que se había perdido parte de la narrativa, pero se quedaba con lo que le interesaba que eran los mimos de su novio. De hecho, estaba tan relajada que lo de “muerte súbita” la alteró y le hizo dar un respinguito en el asiento. Ah, vale. Más o menos había entendido la mecánica, y, como la había entendido, prefirió quedarse al margen, porque ni estaba rápida ni precisa en ese momento, y la muerte súbita esa era muy arriesgada. Así que se dijo voy a vigilar al francés ese, y se hizo con su varita, por si, por lo visto, tenía que lanzar un Baubilio o algo así.
No hizo falta, Marcus supo una cosa de escobas que ella ni se hubiera planteado y los siete quisieron que la pregunta fuera de mujeres importantes y ahí Siobhán les dio la victoria. — ¡HEMOS GANADO! ¡CENTAUROS, HEMOS GANADO! ¡AAAAAUUUUUU! — Nancy se rio. — Alice, eso es un lobo. — Ella parpadeó confusa. — Bueno, pero me habéis entendido. — Lo mejor de jugar contra los Hufflepuffs es que se alegraron genuinamente con ello y aquello se convirtió en una celebración a la irlandesa de las que ya iba conociendo, y, dicho sea de paso, le venía divinamente. Entonces oyó aquello de premio y se puso a dar salititos. — ¿Qué premio? ¿Qué premio? — Ginny hizo el gesto de bajar con los brazos. — A veeeer a ver, todo el mundo tranquilo, que somos un pub humilde. Es un premio simbólico. — Puso cara de malilla. — Tenemos una variedad del trivial, en modalidad individual, que es levitar a los miembros del equipo sobre un barril de agua y, si fallan, caen dentro. Nuestra antropóloga dice que se hacía en la Edad Media. — Y así es. — Confirmó Nancy entre risas. — Bien, pues vuestro privilegio es redactar las preguntas de ese trivial y que los que lo tengan que hacer sean los perdedores. — Uf, le parecía pasarse un poco, pero los huffies se rieron encantados, recordando otras veces que lo habían hecho y todo parecía guay así que… — ¡Yo lo veo! — Dijo encantada. — ¿Podemos meter alquimia? — Preguntó emocionada. — Nope. No vale hablar de cosas que solo los O’Donnell ingleses sabéis. — Alice chasqueó la lengua pero se encogió de hombros. — Supongo que es justo. — Os avisaremos para que planifiquéis, pero probablemente sea después de Navidad. ¡Y ahora…! ¿Dónde está la otra dueña del pub? — Preguntó Ginny, poniendo una de sus caras raras. Se hizo un murmullo buscándola, hasta que alguien se dio cuenta de que Ciarán no estaba tampoco. El murmullo pasó a risas y a un suspiro de Ginny. — PUES NADA. Lo anuncio yo. El verdadero premio es estar todos juntos, así que ¡QUE CORRAN LAS PINTAS Y EL MUSICOTE! ¡TODO EL MUNDO A BEBER Y BAILAR! —
Y eso hicieron. Y qué distinto era aquello a Nueva York. Era cálido, luminoso, alegre, se veían las caras, Marcus y ella podían mirarse, y bailar, y tocarse… Oh, serían sitios muy distintos, pero el efecto en ellos era el mismo. Conocía las sonrisas de su novio, las miraditas, los roces de las manos entre ellas, su mano en su cintura… Se acercó a él y se agarró a su nuca. — Yo también quiero un premio. Y quiero premiarte a ti por ser el más listo y el más guapo de Ballyknow. — Se rio y notó como las mejillas se le enrojecían. — Cuando tú me digas nos vamos a donde te lo pueda dar. —
No hizo falta, Marcus supo una cosa de escobas que ella ni se hubiera planteado y los siete quisieron que la pregunta fuera de mujeres importantes y ahí Siobhán les dio la victoria. — ¡HEMOS GANADO! ¡CENTAUROS, HEMOS GANADO! ¡AAAAAUUUUUU! — Nancy se rio. — Alice, eso es un lobo. — Ella parpadeó confusa. — Bueno, pero me habéis entendido. — Lo mejor de jugar contra los Hufflepuffs es que se alegraron genuinamente con ello y aquello se convirtió en una celebración a la irlandesa de las que ya iba conociendo, y, dicho sea de paso, le venía divinamente. Entonces oyó aquello de premio y se puso a dar salititos. — ¿Qué premio? ¿Qué premio? — Ginny hizo el gesto de bajar con los brazos. — A veeeer a ver, todo el mundo tranquilo, que somos un pub humilde. Es un premio simbólico. — Puso cara de malilla. — Tenemos una variedad del trivial, en modalidad individual, que es levitar a los miembros del equipo sobre un barril de agua y, si fallan, caen dentro. Nuestra antropóloga dice que se hacía en la Edad Media. — Y así es. — Confirmó Nancy entre risas. — Bien, pues vuestro privilegio es redactar las preguntas de ese trivial y que los que lo tengan que hacer sean los perdedores. — Uf, le parecía pasarse un poco, pero los huffies se rieron encantados, recordando otras veces que lo habían hecho y todo parecía guay así que… — ¡Yo lo veo! — Dijo encantada. — ¿Podemos meter alquimia? — Preguntó emocionada. — Nope. No vale hablar de cosas que solo los O’Donnell ingleses sabéis. — Alice chasqueó la lengua pero se encogió de hombros. — Supongo que es justo. — Os avisaremos para que planifiquéis, pero probablemente sea después de Navidad. ¡Y ahora…! ¿Dónde está la otra dueña del pub? — Preguntó Ginny, poniendo una de sus caras raras. Se hizo un murmullo buscándola, hasta que alguien se dio cuenta de que Ciarán no estaba tampoco. El murmullo pasó a risas y a un suspiro de Ginny. — PUES NADA. Lo anuncio yo. El verdadero premio es estar todos juntos, así que ¡QUE CORRAN LAS PINTAS Y EL MUSICOTE! ¡TODO EL MUNDO A BEBER Y BAILAR! —
Y eso hicieron. Y qué distinto era aquello a Nueva York. Era cálido, luminoso, alegre, se veían las caras, Marcus y ella podían mirarse, y bailar, y tocarse… Oh, serían sitios muy distintos, pero el efecto en ellos era el mismo. Conocía las sonrisas de su novio, las miraditas, los roces de las manos entre ellas, su mano en su cintura… Se acercó a él y se agarró a su nuca. — Yo también quiero un premio. Y quiero premiarte a ti por ser el más listo y el más guapo de Ballyknow. — Se rio y notó como las mejillas se le enrojecían. — Cuando tú me digas nos vamos a donde te lo pueda dar. —
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Eureka! Con Alice | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Cuando Ginny empezó a explicar el premio tuvo que parpadear y recentrarse, porque se estaba perdiendo. ¿El premio era otro trivial en el que, si fallaban, se podían caer a un barril de agua? ¿Eso era un premio? Ah, no, se había precipitado: el premio era hacérselo a los otros. Soltó una carcajada fuerte. - Vaya. Menos mal que no teníamos Slytherins en el grupo. - Sí teníamos: tú. - Pinchó Siobhán, entre risas. Marcus siseó con superioridad. - Yo no soy Slytherin, yo soy un águila orgullosa. Y de hecho, mi equipo ha ganado. - Gracias a mi respuesta. - La última no es la única. - Alzó un dedo antes de que la chica siguiera protestando. - Y a mí no se me habría ocurrido un premio tan cruel. Yo... - "Habría regalado algo así como un excelso águila dorada cubierta de brillos y honores". - Se burló Andrew, pomposamente, haciendo un cartel con las manos. Nancy reía a carcajadas y puntualizó. - No, no, sería un águila de chocolate, que al romperla salieran las cinco mejores comidas del universo para cada hora del día. - Qué graciosos sois y qué poco me conocéis. - Contestó, pero lo cierto era que, para su desgracia, empezaban a conocerle bastante bien.
Aceptó el premio y, al igual que el resto, perdió de vista tanto a Wendy como a Ciarán. Soltó una carcajada. - Que alguien le diga al médico que puede irse a estudiar cuando quiera, que se le ha acabado ya la noche. - Varios rieron con él. Celebraron, bailaron y rieron (y, en su caso, siguió comiendo, y bebiendo para bajar la comida, claro). Bailando con Alice y tonteando con ella, recibió su propuesta, y ladeó la sonrisa. - Hmm, un premio recíproco... Me gusta. Déjame pensar qué puede ser, tiene que ser algo especial. - Arqueó una ceja. - ¿Unas patatas? No, ¿otra pinta? Hm... no sé, no sé. Se me queda corto como premio... - Tanteó, sin dejar de bailar con ella. Volvió a arquear las cejas. - Oh, que tú ya lo tienes pensado. Vale... ¿Que busque un sitio? Pues a ver... - Se mojó los labios, fingiéndose pensativo. - No tengo ni idea de qué puede ser, pero si es solo para los dos, cuanto menos gente mejor ¿no? Y aquí somos muchos... Hmm... Pero en la calle va a hacer un poco de frío. - Suspiró. - Propondría volvernos a casa, pero no quisiera que a mi princesa se le cortara la fiesta, así que lo que ella me diga. No quisiera yo ser cortarollos ni nada. - Le encantaba ese tonteíto, ese hablar ambos en el mismo idioma y alargar lo inevitable.
De repente y sin opción a réplica, Martha y Cerys dijeron que tenían que madrugar al día siguiente y se fueron de golpe y porrazo. - ¡Pues yo me quedo! - Clamó Allison, bien contenta y con la copa alzada, como si alguien le hubiera preguntado. Andrew rio entre dientes. - Me encanta cuando saca sus propias conclusiones... Es tan discreta... - Marcus se tuvo que reír. Niamh también se reía bastante, y añadió. - Nosotros también nos vamos, que deberíamos ser unos padres responsables. - Hubo varias quejas, pero era el momento de Marcus para aprovechar. - Nosotros... - Y, por algún motivo, recibió muchas onomatopeyas. - ¡¡Eh!! Tenemos que estudiar. ¿Os vais a enfrentar vosotros al alquimista Lawrence O'Donnell mañana? No, me voy a enfrentar yo, así que a callar. - Primo. - Dijo Ruairi, poniéndole lo que parecía una afectuosa mano en el hombro, para luego decir. - Todos hemos visto el efecto que ha provocado ese Patronus que has lanzado sin pronunciar el hechizo. - Marcus le miró con ojos de traición, porque vaya risas sacó. El hombre se defendió. - ¡Que a mí me parece bien! Cada uno tiene sus gustos y sus... - Es tarde. - Cortó, que ya se estaba viendo en medio de otra conversación incómoda. Consiguieron despedirse, entre risas, abrazos y promesas de repetir, y al final se fueron junto a Niamh y Ruairi la mayor parte del camino hasta donde estos se separaban.
Casualmente, se podría decir, Lawrence se estaba levantando justo para ir al baño cuando ellos entraron, ambos riendo de a saber qué tontería y cogidos del brazo. Marcus frunció los labios y susurró. - Perdón. No queríamos despertar. - El abuelo, lejos de mosqueado, parecía... ¿aliviado? Sonrió levemente. - No te preocupes, hijo, si creía que vendríais más tarde... - Debió verles las mejillas sonrosadas y la risilla difícil de esconder y les hizo un gesto con la mano. - Anda, anda, os dejo... - Rio levemente y se metió en el baño, y ellos hicieron lo mismo en su habitación. Nada más cerrar la puerta, Marcus lanzó los hechizos pertinentes. Por supuesto, le dio una risilla tonta, durante la cual se acercó a Alice, dejando besitos en su cuello. - A mí lo del barril de agua... Hmmm... Yo prefiero otro premio... ¿Cuál tenías pensado? -
Aceptó el premio y, al igual que el resto, perdió de vista tanto a Wendy como a Ciarán. Soltó una carcajada. - Que alguien le diga al médico que puede irse a estudiar cuando quiera, que se le ha acabado ya la noche. - Varios rieron con él. Celebraron, bailaron y rieron (y, en su caso, siguió comiendo, y bebiendo para bajar la comida, claro). Bailando con Alice y tonteando con ella, recibió su propuesta, y ladeó la sonrisa. - Hmm, un premio recíproco... Me gusta. Déjame pensar qué puede ser, tiene que ser algo especial. - Arqueó una ceja. - ¿Unas patatas? No, ¿otra pinta? Hm... no sé, no sé. Se me queda corto como premio... - Tanteó, sin dejar de bailar con ella. Volvió a arquear las cejas. - Oh, que tú ya lo tienes pensado. Vale... ¿Que busque un sitio? Pues a ver... - Se mojó los labios, fingiéndose pensativo. - No tengo ni idea de qué puede ser, pero si es solo para los dos, cuanto menos gente mejor ¿no? Y aquí somos muchos... Hmm... Pero en la calle va a hacer un poco de frío. - Suspiró. - Propondría volvernos a casa, pero no quisiera que a mi princesa se le cortara la fiesta, así que lo que ella me diga. No quisiera yo ser cortarollos ni nada. - Le encantaba ese tonteíto, ese hablar ambos en el mismo idioma y alargar lo inevitable.
De repente y sin opción a réplica, Martha y Cerys dijeron que tenían que madrugar al día siguiente y se fueron de golpe y porrazo. - ¡Pues yo me quedo! - Clamó Allison, bien contenta y con la copa alzada, como si alguien le hubiera preguntado. Andrew rio entre dientes. - Me encanta cuando saca sus propias conclusiones... Es tan discreta... - Marcus se tuvo que reír. Niamh también se reía bastante, y añadió. - Nosotros también nos vamos, que deberíamos ser unos padres responsables. - Hubo varias quejas, pero era el momento de Marcus para aprovechar. - Nosotros... - Y, por algún motivo, recibió muchas onomatopeyas. - ¡¡Eh!! Tenemos que estudiar. ¿Os vais a enfrentar vosotros al alquimista Lawrence O'Donnell mañana? No, me voy a enfrentar yo, así que a callar. - Primo. - Dijo Ruairi, poniéndole lo que parecía una afectuosa mano en el hombro, para luego decir. - Todos hemos visto el efecto que ha provocado ese Patronus que has lanzado sin pronunciar el hechizo. - Marcus le miró con ojos de traición, porque vaya risas sacó. El hombre se defendió. - ¡Que a mí me parece bien! Cada uno tiene sus gustos y sus... - Es tarde. - Cortó, que ya se estaba viendo en medio de otra conversación incómoda. Consiguieron despedirse, entre risas, abrazos y promesas de repetir, y al final se fueron junto a Niamh y Ruairi la mayor parte del camino hasta donde estos se separaban.
Casualmente, se podría decir, Lawrence se estaba levantando justo para ir al baño cuando ellos entraron, ambos riendo de a saber qué tontería y cogidos del brazo. Marcus frunció los labios y susurró. - Perdón. No queríamos despertar. - El abuelo, lejos de mosqueado, parecía... ¿aliviado? Sonrió levemente. - No te preocupes, hijo, si creía que vendríais más tarde... - Debió verles las mejillas sonrosadas y la risilla difícil de esconder y les hizo un gesto con la mano. - Anda, anda, os dejo... - Rio levemente y se metió en el baño, y ellos hicieron lo mismo en su habitación. Nada más cerrar la puerta, Marcus lanzó los hechizos pertinentes. Por supuesto, le dio una risilla tonta, durante la cual se acercó a Alice, dejando besitos en su cuello. - A mí lo del barril de agua... Hmmm... Yo prefiero otro premio... ¿Cuál tenías pensado? -
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Eureka! Con Marcus | En Irlanda | 14 de diciembre de 2002 |
Se rio con las vaciladas de su novio. Le encantaba cómo se ponía cuando ganaba, porque parecía que le daba una chispa de ingenio incomparable. Le siguió el tonteo encantada. — Ya he comido patatas, tengo ganas de otras cosas… — Contestó, juguetona. Fue asintiendo a todas las reflexiones de Marcus de a dónde deberían irse. Se mordió el labio cuando Allison saltó así y negó levemente con la cabeza. — Yo no. — Susurró ardientemente. Quería llegar a la casa YA. Obviamente, estaban con la familia y en el pueblo, no se iban a ir de rositas, pero ella imitó las posturitas dignas de Marcus (o eso creía ella) y dijo. — Somos alquimistas y hemos dado nuestra palabra. — Pero nada, Ruairi empeñado en hacerles quedar mal. Ella le miró de lado. — ¿Con quién has dejado a los gemelos esta noche, Ruairi? — BOOOOOOOF. — Gritaron las chicas, lanzando silbidos y agitando a la pobre Niamh, que se había puesto muy colorada.
Andrew decidió llevarse a Allison del tirón a casa, y ellos, en cuanto Niamh y Ruairi se fueron, se vieron solos y capaces de llegar entre besitos y tonteos a casa. Ella ya estaba arriba, pero justo salió el abuelo, y se puso muy colorada. Al menos no pareció molestarse, si no al contrario, así que simplemente dijo. — Buenas noches, maestro. Mañana estaremos como un reloj en el taller. — Peor mañana sería mañana, y hoy ya tenía a un Marcus cerrando la puerta como debía y eso era todo lo que le importaba.
Se rio traviesa al recibir sus besos. — Premios de los que te gustan, para todos los sentidos… — Empezó a quitarse prendas de ropa, que llevaba unas pocas y se acercó, solo en ropa interior a Marcus, contra la puerta. — Vista… — Se deslizó los tirantes del sujetador, para tentarle nada más, no dárselo todo de golpe. — Oído… — Se inclinó sobre él, para acercarse a su oído y gemirle muy bajito, mientras se agarraba a su ropa cerrando los puños. Cuando se separó, le quitó el jersey del tirón y bajó la mano por su torso hasta su ombligo. — Tacto… — Y empezó a desatar su pantalón y agacharse frente a él. — Gusto… — Y allá que iba, cuando notó un ruido en la ventana. Se paró un momento y miró a Marcus, por si él lo había oído también, pero es que entonces sonó otras dos veces. — A ver si es Andrew que no puede entrar y tiene que recoger al niño. — Se acordó. Suspiró y se puso el jersey, que estaba por ahí tirado. — Ahora mismo vuelvo. — Dijo levantando el dedo índice.
Se lanzó a abrir la ventana, y en cuanto se asomó, vio a Andrew ya con Brando en los brazos, con carita de acabar de ser despertado de su sueño, ojitos brillantes y chupete aún puesto. — ¿Ves, Brando, hijo? Así es como los listos celebran las victorias sobre sus pobre primos Hufflepuffs. — Eres mala gente. Pensé que no podías entrar a por tu hijo. — Le sacó la lengua. — Ya voy a aprender a no abrir la ventana cuando la oiga. — El chico más se rio. — No te lo recomiendo. Encontraría formas menos sutiles de molestar. — Se asomó para mirar a Marcus, que apareció tras ella. — Primo, que triunfes esta noche, y cuando estés en lo más alto gritas ¡EUREKA! — Alice se llevó las manos a la cara y el pobre Brando, que estaba confuso, al oír la exclamación alegre de su padre, aplaudió. Menudo cuadro.
Andrew decidió llevarse a Allison del tirón a casa, y ellos, en cuanto Niamh y Ruairi se fueron, se vieron solos y capaces de llegar entre besitos y tonteos a casa. Ella ya estaba arriba, pero justo salió el abuelo, y se puso muy colorada. Al menos no pareció molestarse, si no al contrario, así que simplemente dijo. — Buenas noches, maestro. Mañana estaremos como un reloj en el taller. — Peor mañana sería mañana, y hoy ya tenía a un Marcus cerrando la puerta como debía y eso era todo lo que le importaba.
Se rio traviesa al recibir sus besos. — Premios de los que te gustan, para todos los sentidos… — Empezó a quitarse prendas de ropa, que llevaba unas pocas y se acercó, solo en ropa interior a Marcus, contra la puerta. — Vista… — Se deslizó los tirantes del sujetador, para tentarle nada más, no dárselo todo de golpe. — Oído… — Se inclinó sobre él, para acercarse a su oído y gemirle muy bajito, mientras se agarraba a su ropa cerrando los puños. Cuando se separó, le quitó el jersey del tirón y bajó la mano por su torso hasta su ombligo. — Tacto… — Y empezó a desatar su pantalón y agacharse frente a él. — Gusto… — Y allá que iba, cuando notó un ruido en la ventana. Se paró un momento y miró a Marcus, por si él lo había oído también, pero es que entonces sonó otras dos veces. — A ver si es Andrew que no puede entrar y tiene que recoger al niño. — Se acordó. Suspiró y se puso el jersey, que estaba por ahí tirado. — Ahora mismo vuelvo. — Dijo levantando el dedo índice.
Se lanzó a abrir la ventana, y en cuanto se asomó, vio a Andrew ya con Brando en los brazos, con carita de acabar de ser despertado de su sueño, ojitos brillantes y chupete aún puesto. — ¿Ves, Brando, hijo? Así es como los listos celebran las victorias sobre sus pobre primos Hufflepuffs. — Eres mala gente. Pensé que no podías entrar a por tu hijo. — Le sacó la lengua. — Ya voy a aprender a no abrir la ventana cuando la oiga. — El chico más se rio. — No te lo recomiendo. Encontraría formas menos sutiles de molestar. — Se asomó para mirar a Marcus, que apareció tras ella. — Primo, que triunfes esta noche, y cuando estés en lo más alto gritas ¡EUREKA! — Alice se llevó las manos a la cara y el pobre Brando, que estaba confuso, al oír la exclamación alegre de su padre, aplaudió. Menudo cuadro.
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Bajo el muérdago Con Alice | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
Lo poco que había conseguido dormir con los nervios le había despertado confuso: en su dormitorio de su casa, con su cielo estrellado y sin Alice al lado. Sí, por unos días habían vuelto a casa, en una maniobra de la que Marcus se sentía muy orgulloso. Probablemente le hubiera salido mejor porque se hubiera puesto tan súmamente pesado que, por tal de no escucharle más, el habían hecho caso. Fuera como fuere, se había salido con la suya.
Llevaba desde que fue a Nueva York diciendo que quería hacerle a su hermano varios regalos y de los buenos, por el cumpleaños perdido con él y por las pruebas aprobadas para los Montrose Magpies. Lex era poco materialista y, a su manera y entre gruñidos, le había insistido en que no lo hiciera. Marcus ya le había comprado varias cosas en Nueva York y otras tantas en Irlanda que le daría en Navidad y como regalo atrasado de cumpleaños, pero un día, como una luz que se enciende en la cabeza, se le ocurrió EL MEJOR REGALO que podía darle, y se lo iba a dar ese mismo día. Necesitaba de la colaboración de sus padres y, al mismo tiempo, que no supieran demasiado del tema, no los detalles, al menos. Con ese regalo sí que iba a triunfar.
La parte de la colaboración fue la más difícil, porque pedirles a sus padres que se fueran a Irlanda un día antes y que no estuvieran para recoger a su retoño del andén no les hizo ninguna gracia. Marcus lo adornó con muchísima palabrería: Lex no se espera que yo esté aquí, se cree que estoy en Irlanda, va a ser super especial..."¿Y qué tiene que ver con que estemos nosotros?", había respondido su padre con cara de pena, interrumpiendo su discurso, que aún le quedaba. Porque la clave estaba en Darren. En un principio, sus padres iban a recoger a Lex del andén y, directamente, viajar a Irlanda, donde se encontraría con Marcus. Modificó el plan: ¿de verdad iban a dejar que su hijo, en un momento tan especial, en su primer año de relación, no tenga NI UN SOLO DÍA para disfrutar de la compañía de su novio al que no va a ver en nueve meses? ¡Eso era cruel! ¡Ya tendría toda la Navidad para disfrutar de la familia! "Pero Darren vendrá unos días", argumentó su madre. La cara de Marcus fue de obviedad absoluta. Poco a poco fue cayendo por su propio peso: por un día no pasaba nada, estarían los cuatro juntos y, además, estaban con Dylan. Iban a llevarle a él y a Olive a la feria de Navidad de todas formas, tal y como prometieron. William (por mediación de su padre, por supuesto), había aceptado; los padres de Olive habían aceptado; a Darren le hacía muchísima ilusión porque no conocía la feria; Lex sería feliz. Ahí estaba la clave: en poner el adjetivo "feliz" detrás del sustantivo "Lex". "¿Pero por qué no nos vamos entonces nosotros con vosotros para Irlanda?", le reargumentaron. Marcus introdujo un enorme discurso sobre la Orden de Merlín y volvió a insistir en la felicidad de Lex. Consiguió su objetivo (tenía clarísimo que lo iba a conseguir), y tras el desayuno, sus padres partieron hacia Irlanda y Marcus y Alice se prepararon para ir a recoger a Lex y Dylan de la estación. Puede que en ese plan a sus padres les faltara un poco de información de esa que no era necesario dar o se iría el plan al garete. Pero el resultado era el mismo: iban a hacer MUY feliz a Lex.
- ¿De verdad no os importa? - ¡Qué va, cariño! - Respondió feliz Goldie, la madre de Olive. - Así estamos un ratito con Dylan, ese niño es un amor, y a nuestra Olive le va a encantar ese plan todos juntos. Ya tendremos el resto de la Navidad para estar con ella. - Muchísimas gracias. - Se agachó ante Rose y le dio en la nariz. - Voy a traerte la rosa más bonita que encuentre en la feria. - La niña asintió con una sonrisa brillante. Atendieron, porque escuchaban ya acercarse el pitido del tren. Marcus agarró la mano de Alice y se escondieron entre la multitud, sin poder aguantar la sonrisa de emoción. El tren se detuvo y los más pequeños salieron corriendo, siendo mucho más comedidos los mayores. - ¡¡Mami!! ¡¡Papi!! - Corrió Olive hacia su familia, abrazándose con ellos de un salto. Dylan salió también dando saltitos, buscando a alguien conocido con la mirada. Le costó contener a Alice de no desvelarse tan pronto. Justo tras él, mucho más pausado, salió Lex, también tratando de localizar a sus padres. A Marcus se le agarró un nudo en la garganta, y le hizo un gesto a Alice para que se dejara ver. - ¡¡HERMANA!! - Chilló Dylan enseguida, corriendo hacia ella, y por supuesto eso activó a Lex como un perrillo que oye abrirse un tarro de galletas. Marcus dio un paso adelante, y su hermano le vio. - Marcus. - Vio que decía, sorprendido, y tras el impacto inicial, dejó caer el baúl en peso muerto en el suelo y fue hacia él. - ¡Hermano! - Se abrazaron con tanta fuerza que casi le dolió, pero le dio igual. Notaba los ojos llenos de lágrimas, pero por fin eran de alegría.
No supo calcular cuánto rato pasaron abrazados el uno al otro. Al separarse, Lex le dijo. - Creí que estabas en Irlanda. - Con voz emocionada y entusiasmada. Le brillaban los ojos. Nunca le había visto tan ilusionado de verle. - Me prometí a mí mismo que vendría a buscarte al andén y aquí estoy. - Soltó aire por la boca. - Te he echado muchísimo de menos, Lex. - Y se abrazaron otra vez. Le estaba costando muchísimo no llorar. Se separaron de nuevo. - ¿Y papá y mamá? - No corras tanto, señor ya titular de los Montrose. - Bueno, bueno, titular no, he pasado la prueba... - Se dijeron entre risas. - Vamos primero a casa y luego te pongo al día. - ¡¡Colega!! -Gritó Dylan, que claramente les estaba dando su espacio, y le abrazó con tanta fuerza que le levantó del suelo. Luego fue a por Olive. - ¡¡Tú tienes ya cara de leona total!! - ¡¡Roaaaar!! - Se echó a reír, porque Olive era una de sus debilidades, qué niña más adorable. Charlaron otro rato con los Clearwater (aumentando la incertidumbre de Lex) y le pidieron que se quedaran un ratito con Dylan, que enseguida irían a recogerle. - ¡Bueno! ¿Nos vamos a casa? - El otro se encogió de hombros, aunque con mirada de intriga. Marcus, Alice y Lex se agarraron y se aparecieron en casa O'Donnell.
Con total normalidad, Marcus se dirigió hacia la puerta para abrirla. Lex le seguía con la mirada. - Capullo, ¿cuándo has entrenado tanto la oclumancia? - Marcus suspiró. - Lex, si intentas romper tu propia sorpresa, no tiene gracia. - ¿Pero sorpresa por qué? - Marcus le miró con una sonrisa ladina y los ojos entornados, y abrió la puerta. La casa estaba en silencio. Cerró tras él. - Papá y mamá están en Irlanda. No nos vamos hoy, nos vamos mañana. Ahora, Alice y yo vamos a ir a por Dylan y Olive para llevarles a la feria de Navidad. Tú... creo que preferirás quedarte aquí. - Lex tenía cara de confusión, pero no le duró mucho. Nada más terminar, oyó tras su espalda. - Lexito. - Vaya cambio de cara. Se giró de golpe. - ¿Darren? - Allí le esperaba el Hufflepuff, en la puerta del salón, con los brazos abiertos. Marcus y Alice se echaron a un lado para dar un poco de privacidad al reencuentro.
Aprovecharon para subir el baúl de Lex a su dormitorio y coger lo que necesitaban para la feria. Cuando volvieron a bajar, vieron a Darren limpiarse las lágrimas de emoción, y acariciar las mejillas de Lex, probablemente porque alguna también se le hubiera escapado. Su hermano le miró. - Estoy... un poco confuso. - Reconoció. Marcus sonrió. - Lo dicho: Dylan, Olive, Alice y yo nos vamos a la feria de Navidad. Papá y mamá están en Irlanda, por lo que... tenéis la casa para vosotros solos. Todo el día. Cenaremos allí, si queréis veniros con nosotros a la feria a cenar, sois bienvenidos, y si no, esta noche nos vendremos y podremos tener post cena de la Orden de Merlín, que no va a ser habitual que estemos los cuatro juntos y solos. - Me quedo a dormir. - Matizó Darren con ilusión, por si en el plan no había quedado suficientemente implícito. - Mañana nos iremos después de comer, por la mañana podemos hacer lo que queramos. Papá y mamá te van a allanar el camino con la familia para que no te reciban todos de golpe. - Lex tenía cara de estar sobrepasado. - No... Esto... - Marcus sonrió. - Te dije que te debía muchos regalos... Tómalo como el primero de ellos. - Lex bajó los hombros, con los ojos iluminados. - Gracias... Era el mejor regalo que podías hacerme en el mundo. - Darren se agarró a su cintura y dejó un fuerte beso en su mejilla. - Y yo porque sabía que te traían los cuñaditos, si no, te espero en ropa interior. - Marcus chistó con fastidio. De verdad, qué manera de cargarse el momento. Aunque al menos Lex se había reído.
Llevaba desde que fue a Nueva York diciendo que quería hacerle a su hermano varios regalos y de los buenos, por el cumpleaños perdido con él y por las pruebas aprobadas para los Montrose Magpies. Lex era poco materialista y, a su manera y entre gruñidos, le había insistido en que no lo hiciera. Marcus ya le había comprado varias cosas en Nueva York y otras tantas en Irlanda que le daría en Navidad y como regalo atrasado de cumpleaños, pero un día, como una luz que se enciende en la cabeza, se le ocurrió EL MEJOR REGALO que podía darle, y se lo iba a dar ese mismo día. Necesitaba de la colaboración de sus padres y, al mismo tiempo, que no supieran demasiado del tema, no los detalles, al menos. Con ese regalo sí que iba a triunfar.
La parte de la colaboración fue la más difícil, porque pedirles a sus padres que se fueran a Irlanda un día antes y que no estuvieran para recoger a su retoño del andén no les hizo ninguna gracia. Marcus lo adornó con muchísima palabrería: Lex no se espera que yo esté aquí, se cree que estoy en Irlanda, va a ser super especial..."¿Y qué tiene que ver con que estemos nosotros?", había respondido su padre con cara de pena, interrumpiendo su discurso, que aún le quedaba. Porque la clave estaba en Darren. En un principio, sus padres iban a recoger a Lex del andén y, directamente, viajar a Irlanda, donde se encontraría con Marcus. Modificó el plan: ¿de verdad iban a dejar que su hijo, en un momento tan especial, en su primer año de relación, no tenga NI UN SOLO DÍA para disfrutar de la compañía de su novio al que no va a ver en nueve meses? ¡Eso era cruel! ¡Ya tendría toda la Navidad para disfrutar de la familia! "Pero Darren vendrá unos días", argumentó su madre. La cara de Marcus fue de obviedad absoluta. Poco a poco fue cayendo por su propio peso: por un día no pasaba nada, estarían los cuatro juntos y, además, estaban con Dylan. Iban a llevarle a él y a Olive a la feria de Navidad de todas formas, tal y como prometieron. William (por mediación de su padre, por supuesto), había aceptado; los padres de Olive habían aceptado; a Darren le hacía muchísima ilusión porque no conocía la feria; Lex sería feliz. Ahí estaba la clave: en poner el adjetivo "feliz" detrás del sustantivo "Lex". "¿Pero por qué no nos vamos entonces nosotros con vosotros para Irlanda?", le reargumentaron. Marcus introdujo un enorme discurso sobre la Orden de Merlín y volvió a insistir en la felicidad de Lex. Consiguió su objetivo (tenía clarísimo que lo iba a conseguir), y tras el desayuno, sus padres partieron hacia Irlanda y Marcus y Alice se prepararon para ir a recoger a Lex y Dylan de la estación. Puede que en ese plan a sus padres les faltara un poco de información de esa que no era necesario dar o se iría el plan al garete. Pero el resultado era el mismo: iban a hacer MUY feliz a Lex.
- ¿De verdad no os importa? - ¡Qué va, cariño! - Respondió feliz Goldie, la madre de Olive. - Así estamos un ratito con Dylan, ese niño es un amor, y a nuestra Olive le va a encantar ese plan todos juntos. Ya tendremos el resto de la Navidad para estar con ella. - Muchísimas gracias. - Se agachó ante Rose y le dio en la nariz. - Voy a traerte la rosa más bonita que encuentre en la feria. - La niña asintió con una sonrisa brillante. Atendieron, porque escuchaban ya acercarse el pitido del tren. Marcus agarró la mano de Alice y se escondieron entre la multitud, sin poder aguantar la sonrisa de emoción. El tren se detuvo y los más pequeños salieron corriendo, siendo mucho más comedidos los mayores. - ¡¡Mami!! ¡¡Papi!! - Corrió Olive hacia su familia, abrazándose con ellos de un salto. Dylan salió también dando saltitos, buscando a alguien conocido con la mirada. Le costó contener a Alice de no desvelarse tan pronto. Justo tras él, mucho más pausado, salió Lex, también tratando de localizar a sus padres. A Marcus se le agarró un nudo en la garganta, y le hizo un gesto a Alice para que se dejara ver. - ¡¡HERMANA!! - Chilló Dylan enseguida, corriendo hacia ella, y por supuesto eso activó a Lex como un perrillo que oye abrirse un tarro de galletas. Marcus dio un paso adelante, y su hermano le vio. - Marcus. - Vio que decía, sorprendido, y tras el impacto inicial, dejó caer el baúl en peso muerto en el suelo y fue hacia él. - ¡Hermano! - Se abrazaron con tanta fuerza que casi le dolió, pero le dio igual. Notaba los ojos llenos de lágrimas, pero por fin eran de alegría.
No supo calcular cuánto rato pasaron abrazados el uno al otro. Al separarse, Lex le dijo. - Creí que estabas en Irlanda. - Con voz emocionada y entusiasmada. Le brillaban los ojos. Nunca le había visto tan ilusionado de verle. - Me prometí a mí mismo que vendría a buscarte al andén y aquí estoy. - Soltó aire por la boca. - Te he echado muchísimo de menos, Lex. - Y se abrazaron otra vez. Le estaba costando muchísimo no llorar. Se separaron de nuevo. - ¿Y papá y mamá? - No corras tanto, señor ya titular de los Montrose. - Bueno, bueno, titular no, he pasado la prueba... - Se dijeron entre risas. - Vamos primero a casa y luego te pongo al día. - ¡¡Colega!! -Gritó Dylan, que claramente les estaba dando su espacio, y le abrazó con tanta fuerza que le levantó del suelo. Luego fue a por Olive. - ¡¡Tú tienes ya cara de leona total!! - ¡¡Roaaaar!! - Se echó a reír, porque Olive era una de sus debilidades, qué niña más adorable. Charlaron otro rato con los Clearwater (aumentando la incertidumbre de Lex) y le pidieron que se quedaran un ratito con Dylan, que enseguida irían a recogerle. - ¡Bueno! ¿Nos vamos a casa? - El otro se encogió de hombros, aunque con mirada de intriga. Marcus, Alice y Lex se agarraron y se aparecieron en casa O'Donnell.
Con total normalidad, Marcus se dirigió hacia la puerta para abrirla. Lex le seguía con la mirada. - Capullo, ¿cuándo has entrenado tanto la oclumancia? - Marcus suspiró. - Lex, si intentas romper tu propia sorpresa, no tiene gracia. - ¿Pero sorpresa por qué? - Marcus le miró con una sonrisa ladina y los ojos entornados, y abrió la puerta. La casa estaba en silencio. Cerró tras él. - Papá y mamá están en Irlanda. No nos vamos hoy, nos vamos mañana. Ahora, Alice y yo vamos a ir a por Dylan y Olive para llevarles a la feria de Navidad. Tú... creo que preferirás quedarte aquí. - Lex tenía cara de confusión, pero no le duró mucho. Nada más terminar, oyó tras su espalda. - Lexito. - Vaya cambio de cara. Se giró de golpe. - ¿Darren? - Allí le esperaba el Hufflepuff, en la puerta del salón, con los brazos abiertos. Marcus y Alice se echaron a un lado para dar un poco de privacidad al reencuentro.
Aprovecharon para subir el baúl de Lex a su dormitorio y coger lo que necesitaban para la feria. Cuando volvieron a bajar, vieron a Darren limpiarse las lágrimas de emoción, y acariciar las mejillas de Lex, probablemente porque alguna también se le hubiera escapado. Su hermano le miró. - Estoy... un poco confuso. - Reconoció. Marcus sonrió. - Lo dicho: Dylan, Olive, Alice y yo nos vamos a la feria de Navidad. Papá y mamá están en Irlanda, por lo que... tenéis la casa para vosotros solos. Todo el día. Cenaremos allí, si queréis veniros con nosotros a la feria a cenar, sois bienvenidos, y si no, esta noche nos vendremos y podremos tener post cena de la Orden de Merlín, que no va a ser habitual que estemos los cuatro juntos y solos. - Me quedo a dormir. - Matizó Darren con ilusión, por si en el plan no había quedado suficientemente implícito. - Mañana nos iremos después de comer, por la mañana podemos hacer lo que queramos. Papá y mamá te van a allanar el camino con la familia para que no te reciban todos de golpe. - Lex tenía cara de estar sobrepasado. - No... Esto... - Marcus sonrió. - Te dije que te debía muchos regalos... Tómalo como el primero de ellos. - Lex bajó los hombros, con los ojos iluminados. - Gracias... Era el mejor regalo que podías hacerme en el mundo. - Darren se agarró a su cintura y dejó un fuerte beso en su mejilla. - Y yo porque sabía que te traían los cuñaditos, si no, te espero en ropa interior. - Marcus chistó con fastidio. De verdad, qué manera de cargarse el momento. Aunque al menos Lex se había reído.
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Ivanka
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Bajo el muérdago Con Marcus | En Irlanda | 21 de diciembre de 2002 |
Era consciente de que llevaba unos días un poco callada, pero, sinceramente, se estaba aprovechando de que Marcus tenía muchísimos planes y no la necesitaba a ella para los mismos, y que estaba como loco por ver a su hermano. Ella también estaba como loca por ver a los dos hermanos, y de recibir a toda la familia en Irlanda, pero aquellas Navidades prometían ser unas un tanto incómodas en lo que a los Gallia se refería.
La tarde que llegaron, se fue a ver a la tata y a Erin, mientras Marcus hacía un simposio sobre por qué debían dejarles la casa un día, para organizarse de cara a las vacaciones. — Podrías considerar dormir tú en tu casa, al menos la noche que dejéis a Dylan allí. — Dejó caer su tía. — No. — Dijo sencillamente. — Piensa un poco en los demás, Alice. — Le contestó la otra. Ella ni se inmutó. — Si por mi fuera, me habría quedado en Ballyknow, estoy haciendo esto por los demás, para variar. Tengo que presentarme a un exámen dificilísimo y llevar a cabo más investigaciones de las que estoy segura que puedo llevar, así que ahora mismo todo esto me viene grande. Lo hago por Lex y Darren, para que tengan un día juntos, por Dylan y Marcus, porque les prometí que iríamos a la feria este año, y voy a ir a La Provenza porque Emma y Arnold me han coaccionado de una forma muy tierna y elegante, prácticamente poniéndomelo como condición para poder cumplir con lo demás. — Las caras de las dos mujeres se iluminaron. — ¡Ay! ¿Vas a venir? ¡Qué bien! Los abuelos van a estar locos de contentos, y por fin vamos a poder celebrar todos juntos, hace dos años que no podemos. — Alice resopló y jugueteó, ausente, con una galleta. — No me apetece mucho rememorar mi Navidad de hace dos años. — Oyó a su tía intentar quejarse, pero Erin le hizo un gesto y no siguieron por ahí. Al final recuperaron un poco el buen tono pero, nuevamente, no era porque le apeteciera especialmente, lo hizo por no darle un disgusto a las tías y ya está.
Finalmente, consiguió llegar al día veintiuno con todo el mundo más o menos contento y de acuerdo y tan centrados en otras cosas que no demandaban demasiado su atención o su charla, excepto quizá Emma, que insistió bastantes veces en si necesitaba algo y si se encontraba bien, pero porque ya había abandonado la empresa de intentar engañar a Emma O’Donnell, así que simplemente aludía al cansancio, el estrés, y las varias a las que estaba atendiendo en Irlanda. Confiaba en que la carga familiar de preparar la Navidad que le iba a caer encima a su suegra según pusiera un pie en el pueblo fuera suficiente para distraerla. En cuanto a los Clearwater, eran fácil de lidiar, porque todo les parecía bien, eran extremadamente amables y comprensivos y, con los encantos de su novio y unas cuantas contestaciones amables y medianamente granadas, estaban más que contentos y colaboradores.
Lo mejor de todo fue que, en cuanto oyó el grito de su hermano llamándola, se le olvidaron en buena parte todas esas reflexiones. — ¡DYLAN! — Gritó de vuelta, adelantándose para recibirle en sus brazos. Era su niño rubio, pero mucho más alto, o eso le pareció a ella, aunque la vocecita seguía igual. Lo estrechó contra sí y le revolvió el pelo. — ¡Mira esos rizos! Vaya descontrol de melena. Y lo guapísimo que estás. — Volvió a abrazarlo. — Te he echado mucho de menos, patito. — Y yo a ti, hermana, tengo un montón de cosas que contarte. Me moría de ganas de verte y que me contaras todas esas sorpresas. — A pesar de su apatía de los últimos días, sabía que en cuanto empezara a sentir el ambiente navideño de verdad, se emocionaría, y además quería que fueran unas Navidades preciosas para Dylan, así que se había dedicado a crearle expectación en las cartas para contarle todos los planes una vez lo tuviera en persona. Y no se había equivocado, porque solo de ver a Lex y Marcus abrazarse, ya notaba que el corazón se le derretía y los ojos se le humedecían. Genial, había pasado del modo roca al modo emocional en una fracción de segundo. — ¡ALICE! — ¡Pero si es mi niña! — Exclamó abrazando a Olive. No había visto a Olive desde el cumpleaños de Dylan, no fue capaz de ir a su casa en su día para darle la noticia, y temía que la niña no se lo hubiera perdonado. Pero allí estaba, tan preciosa y alegre como siempre, recordándole que había lugar para la bondad y la alegría hasta en los momentos más oscuros, que para aquella niña lo habían sido, sin duda. — ¡Qué ganas tenía de verte! — ¡Y yo de verte a tí, mi querida lady Gryffindor! Porque leer sobre ti ya leo largo y tendido… — Dijo entornando los ojos hacia su hermano, provocando la risilla de la niña y la mirada vergonzosa de Dylan.
Ahora que se había arrancado, quería hacer eso aún más entretenido para Dylan y Olive, pero necesitaba saludar a Lex, que por fin se había soltado de Marcus. Fue un segundo el que cruzaron las miradas, antes de fundirse en un largo y fuerte abrazo. — Ya estamos todos juntos, Alice. — Susurró Lex sobre su coronilla, acariciándole el pelo. — Ya ha pasado todo por fin. Va a ser mejor Navidad aún que el año pasado. — Ella le estrechó aún más. — No sabes cuánto tengo que agradecerte. — Dijo separándose un momento y mirándole a los ojos. Eso ya la rompió del todo y se le cayeron dos lágrimas. Todo lo que habían pasado para llegar allí… — Y vamos a empezar a agradecértelo enseguida. — Sonrió a Dylan y le rodeó con los hombros. — A ti de momento, te regalamos por Navidad a esta gente tan maja. Al menos un ratito. — Su hermano amplió la sonrisa. — ¿De verdad? ¿Y luego qué? — Aquel se veía ya teniendo una reedición de las Navidades pasadas pero con los Clearwater. — Tenéis que contarnos muchas cosas vosotros dos. ¿Qué fue eso de que la señora Mustang os tuvo que levantar un castigo que os pusieron por error? — Dijo Goldie. Alice se giró alzando mucho las cejas a Dylan. — Hermana, no es lo que piensas para nada, yo te explico… — Ella suspiró pero no perdió la sonrisa. — Ahórratelo para dentro de un rato, que volveremos. — Y se acercó a Marcus y Lex, tirándoles un beso a los pequeños.
La verdad es que todo el numerito de Marcus había merecido la pena solo por ver las caras de Lex. — ¿Y tú qué? ¿Todo lo que tienes que pensar es qué listo y estupendo es mi hermano, como siempre? — Estás más mazado y muy guapo con el pelo más larguito, pero tu abuela va a cortarte esas greñas en cuanto te vea, le mandó mentalmente con una sonrisita de superioridad. — Muy graciosa, cuñadita. — Pero ella se limitó a quedarse en un lado para que Lex y Darren pudieran disfrutar de su encuentro y Marcus del trabajazo que había hecho para su hermano. Tuvo que reírse cuando Darren dijo aquello, y se apoyó en Marcus. — Mi amor, esta es la señal que estábamos esperando para largarnos. — Señaló a los otros dos. — Espero que penséis en algo para cenar cuando volvamos. — A Lex se le demudó la cara. — ¿Pretendes que cocinemos? ¿Tan poco me va a durar el regalo? — He dicho PENSAR. — Señaló mientras se alejaban. — ¿Qué querrá decir con pensar? — Seguía diciendo Lex, mientras Darren, con sus risitas, cerraba tras ellos. Ella se agarró a Marcus, con una sonrisa sincera que no sacaba desde hacía días, en Irlanda aún. — ¿Tienes ganas de enamorarte de mí otra vez esta Navidad? — Rio y dejó un besito en sus labios. — Prepárate porque creo que hemos dejado de ser los adolescentes confusos enamorados y hemos pasado a ser los adultos que nos miraban sabiendo. — Volvió a besarle. — Nah, nunca nos entenderán. Solo tú y yo lo hacemos. — Se agarró fuerte a él. — Llévanos a todos a esa pedazo de feria. —
La tarde que llegaron, se fue a ver a la tata y a Erin, mientras Marcus hacía un simposio sobre por qué debían dejarles la casa un día, para organizarse de cara a las vacaciones. — Podrías considerar dormir tú en tu casa, al menos la noche que dejéis a Dylan allí. — Dejó caer su tía. — No. — Dijo sencillamente. — Piensa un poco en los demás, Alice. — Le contestó la otra. Ella ni se inmutó. — Si por mi fuera, me habría quedado en Ballyknow, estoy haciendo esto por los demás, para variar. Tengo que presentarme a un exámen dificilísimo y llevar a cabo más investigaciones de las que estoy segura que puedo llevar, así que ahora mismo todo esto me viene grande. Lo hago por Lex y Darren, para que tengan un día juntos, por Dylan y Marcus, porque les prometí que iríamos a la feria este año, y voy a ir a La Provenza porque Emma y Arnold me han coaccionado de una forma muy tierna y elegante, prácticamente poniéndomelo como condición para poder cumplir con lo demás. — Las caras de las dos mujeres se iluminaron. — ¡Ay! ¿Vas a venir? ¡Qué bien! Los abuelos van a estar locos de contentos, y por fin vamos a poder celebrar todos juntos, hace dos años que no podemos. — Alice resopló y jugueteó, ausente, con una galleta. — No me apetece mucho rememorar mi Navidad de hace dos años. — Oyó a su tía intentar quejarse, pero Erin le hizo un gesto y no siguieron por ahí. Al final recuperaron un poco el buen tono pero, nuevamente, no era porque le apeteciera especialmente, lo hizo por no darle un disgusto a las tías y ya está.
Finalmente, consiguió llegar al día veintiuno con todo el mundo más o menos contento y de acuerdo y tan centrados en otras cosas que no demandaban demasiado su atención o su charla, excepto quizá Emma, que insistió bastantes veces en si necesitaba algo y si se encontraba bien, pero porque ya había abandonado la empresa de intentar engañar a Emma O’Donnell, así que simplemente aludía al cansancio, el estrés, y las varias a las que estaba atendiendo en Irlanda. Confiaba en que la carga familiar de preparar la Navidad que le iba a caer encima a su suegra según pusiera un pie en el pueblo fuera suficiente para distraerla. En cuanto a los Clearwater, eran fácil de lidiar, porque todo les parecía bien, eran extremadamente amables y comprensivos y, con los encantos de su novio y unas cuantas contestaciones amables y medianamente granadas, estaban más que contentos y colaboradores.
Lo mejor de todo fue que, en cuanto oyó el grito de su hermano llamándola, se le olvidaron en buena parte todas esas reflexiones. — ¡DYLAN! — Gritó de vuelta, adelantándose para recibirle en sus brazos. Era su niño rubio, pero mucho más alto, o eso le pareció a ella, aunque la vocecita seguía igual. Lo estrechó contra sí y le revolvió el pelo. — ¡Mira esos rizos! Vaya descontrol de melena. Y lo guapísimo que estás. — Volvió a abrazarlo. — Te he echado mucho de menos, patito. — Y yo a ti, hermana, tengo un montón de cosas que contarte. Me moría de ganas de verte y que me contaras todas esas sorpresas. — A pesar de su apatía de los últimos días, sabía que en cuanto empezara a sentir el ambiente navideño de verdad, se emocionaría, y además quería que fueran unas Navidades preciosas para Dylan, así que se había dedicado a crearle expectación en las cartas para contarle todos los planes una vez lo tuviera en persona. Y no se había equivocado, porque solo de ver a Lex y Marcus abrazarse, ya notaba que el corazón se le derretía y los ojos se le humedecían. Genial, había pasado del modo roca al modo emocional en una fracción de segundo. — ¡ALICE! — ¡Pero si es mi niña! — Exclamó abrazando a Olive. No había visto a Olive desde el cumpleaños de Dylan, no fue capaz de ir a su casa en su día para darle la noticia, y temía que la niña no se lo hubiera perdonado. Pero allí estaba, tan preciosa y alegre como siempre, recordándole que había lugar para la bondad y la alegría hasta en los momentos más oscuros, que para aquella niña lo habían sido, sin duda. — ¡Qué ganas tenía de verte! — ¡Y yo de verte a tí, mi querida lady Gryffindor! Porque leer sobre ti ya leo largo y tendido… — Dijo entornando los ojos hacia su hermano, provocando la risilla de la niña y la mirada vergonzosa de Dylan.
Ahora que se había arrancado, quería hacer eso aún más entretenido para Dylan y Olive, pero necesitaba saludar a Lex, que por fin se había soltado de Marcus. Fue un segundo el que cruzaron las miradas, antes de fundirse en un largo y fuerte abrazo. — Ya estamos todos juntos, Alice. — Susurró Lex sobre su coronilla, acariciándole el pelo. — Ya ha pasado todo por fin. Va a ser mejor Navidad aún que el año pasado. — Ella le estrechó aún más. — No sabes cuánto tengo que agradecerte. — Dijo separándose un momento y mirándole a los ojos. Eso ya la rompió del todo y se le cayeron dos lágrimas. Todo lo que habían pasado para llegar allí… — Y vamos a empezar a agradecértelo enseguida. — Sonrió a Dylan y le rodeó con los hombros. — A ti de momento, te regalamos por Navidad a esta gente tan maja. Al menos un ratito. — Su hermano amplió la sonrisa. — ¿De verdad? ¿Y luego qué? — Aquel se veía ya teniendo una reedición de las Navidades pasadas pero con los Clearwater. — Tenéis que contarnos muchas cosas vosotros dos. ¿Qué fue eso de que la señora Mustang os tuvo que levantar un castigo que os pusieron por error? — Dijo Goldie. Alice se giró alzando mucho las cejas a Dylan. — Hermana, no es lo que piensas para nada, yo te explico… — Ella suspiró pero no perdió la sonrisa. — Ahórratelo para dentro de un rato, que volveremos. — Y se acercó a Marcus y Lex, tirándoles un beso a los pequeños.
La verdad es que todo el numerito de Marcus había merecido la pena solo por ver las caras de Lex. — ¿Y tú qué? ¿Todo lo que tienes que pensar es qué listo y estupendo es mi hermano, como siempre? — Estás más mazado y muy guapo con el pelo más larguito, pero tu abuela va a cortarte esas greñas en cuanto te vea, le mandó mentalmente con una sonrisita de superioridad. — Muy graciosa, cuñadita. — Pero ella se limitó a quedarse en un lado para que Lex y Darren pudieran disfrutar de su encuentro y Marcus del trabajazo que había hecho para su hermano. Tuvo que reírse cuando Darren dijo aquello, y se apoyó en Marcus. — Mi amor, esta es la señal que estábamos esperando para largarnos. — Señaló a los otros dos. — Espero que penséis en algo para cenar cuando volvamos. — A Lex se le demudó la cara. — ¿Pretendes que cocinemos? ¿Tan poco me va a durar el regalo? — He dicho PENSAR. — Señaló mientras se alejaban. — ¿Qué querrá decir con pensar? — Seguía diciendo Lex, mientras Darren, con sus risitas, cerraba tras ellos. Ella se agarró a Marcus, con una sonrisa sincera que no sacaba desde hacía días, en Irlanda aún. — ¿Tienes ganas de enamorarte de mí otra vez esta Navidad? — Rio y dejó un besito en sus labios. — Prepárate porque creo que hemos dejado de ser los adolescentes confusos enamorados y hemos pasado a ser los adultos que nos miraban sabiendo. — Volvió a besarle. — Nah, nunca nos entenderán. Solo tú y yo lo hacemos. — Se agarró fuerte a él. — Llévanos a todos a esa pedazo de feria. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
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Bajo el muérdago Con Alice | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
- Qué lo disfrutéis. - Dijo a Lex y Darren con un guiño antes de que se cerrara la puerta, porque sí, ya estaban estorbando. Aun así, vio los ojos de agradecimiento de Lex, y era todo lo que necesitaba para irse más que contento. ¿Una jornada entera y tranquila con su novio al que lleva meses sin ver y en la comodidad de su propia casa? Marcus era de grandilocuencias, pero Lex no. Le había costado aprenderlo pero, una vez aprendido, ya sabía cómo hacerle regalos ideales a su hermano. - No se me ocurre un plan mejor. - Le dijo feliz y sonriente a Alice, enganchándose de su brazo. - Yo me enamoro de ti todos los días... Pero, en Navidad, más. - La achuchó de la cintura y dijo. - Agárrate fuerte, princesa. - Y ambos desaparecieron de su jardín y aparecieron en el de los Clearwater.
Al llamar a la puerta escucharon unos pasitos veloces que parecían querer adelantarse a quien de verdad solía abrir la puerta. Nada más hacerlo, Rose se lanzó hacia él y se enganchó a su cuello sin piedad. - ¡¿Me llevas contigo a la feria de Navidad PORFIIII?! - ¡Rose! Deja a Marcus tranquilo. - ¡¡ES QUE YO QUIERO IIIIIIIIIIIIIIIIR!! - Chilló dramáticamente y tan cerca de su oído que casi le deja sordo, aparte de con la espalda rota, porque se había recolgado de su cuello sin aviso y la gravedad tiraba de ella, que era pequeña pero no tanto. Trató de agarrarla por el bien de su salud física, aparte de por consuelo, aupándola un poco. - ¡Pero mujer! ¿No prefieres ir con tus padres? - ¡NO! Quiero ir con mi hermana y con Dylan y con vosotros. - Lloriqueó. Goldie suspiró con impaciencia. - Rose, ya está, deja a Marcus. Se tienen que ir. - No se preocupe, señora Clearwater. Me halaga. - Miró cómico a la niña. - Esto no será una estrategia para que te traiga más flores ¿no? - Rose le miró con los ojos entornados y un puchero, como si pensara "pues no se me había ocurrido, pero ahora que lo dices, podría ser". - Vamos a hacer un trato: cuando estés en Hogwarts, te vien... - ¡¡Todo es cuando esté en Hogwarts!! - Se quejó lastimera. La madre estaba perdiendo la paciencia. - ¿No sabes que en la feria dan chuches gratis a los niños que van con sus padres? - Volvió la mirada entornada. - Si vienes conmigo... te las vas a perder. Tienes que aprovechar. Que ya cuando estén en Hogwarts te van a considerar una niña mayor y no va a haber. - Rose pareció pensárselo. Al cabo de unos segundos, se bajó de su abrazo y se puso muy digna al lado de su madre. - Pero cuando entre en Hogwarts me tienes que llevar. - Marcus asintió, aguantándose la risa. - Hecho. -
- Ay, mi arbolito de olivo, qué rápido se desprende de mí... - ¡Papá! No me llames arbolito. - Vale, aceitunita. - Olive protestó. Marcus se vio obligado a aguantarse la risa de nuevo. - La traeremos sana y salva, señor Clearwater. - Eso espero. A ver si me va a venir convertida en aceite. - ¡Papá! - Ya sí se tuvo que reír. Los chistes eran muy malos, pero la forma de contarlos del señor Clearwater, y la indignación de Olive, le hacían mucha gracia. Se acercó a él. - Me temo que va a tener que fingirle a Rose que os han dado chucherías gratis. - Oh, daños colaterales, comprendo. Se hará lo que se pueda. - Le siguió el rollo. Se despidieron de la familia y partieron hacia la feria. - ¡Bueno! ¿Cuál va a ser la primera par...? - Y Olive y Dylan empezaron una lluvia entusiasta de ideas que le dejó en el sitio, y ni siquiera se habían adentrado por el hueco que llevaba a la feria. Miró a Alice. Al menos se iban a divertir, eso seguro.
Al llamar a la puerta escucharon unos pasitos veloces que parecían querer adelantarse a quien de verdad solía abrir la puerta. Nada más hacerlo, Rose se lanzó hacia él y se enganchó a su cuello sin piedad. - ¡¿Me llevas contigo a la feria de Navidad PORFIIII?! - ¡Rose! Deja a Marcus tranquilo. - ¡¡ES QUE YO QUIERO IIIIIIIIIIIIIIIIR!! - Chilló dramáticamente y tan cerca de su oído que casi le deja sordo, aparte de con la espalda rota, porque se había recolgado de su cuello sin aviso y la gravedad tiraba de ella, que era pequeña pero no tanto. Trató de agarrarla por el bien de su salud física, aparte de por consuelo, aupándola un poco. - ¡Pero mujer! ¿No prefieres ir con tus padres? - ¡NO! Quiero ir con mi hermana y con Dylan y con vosotros. - Lloriqueó. Goldie suspiró con impaciencia. - Rose, ya está, deja a Marcus. Se tienen que ir. - No se preocupe, señora Clearwater. Me halaga. - Miró cómico a la niña. - Esto no será una estrategia para que te traiga más flores ¿no? - Rose le miró con los ojos entornados y un puchero, como si pensara "pues no se me había ocurrido, pero ahora que lo dices, podría ser". - Vamos a hacer un trato: cuando estés en Hogwarts, te vien... - ¡¡Todo es cuando esté en Hogwarts!! - Se quejó lastimera. La madre estaba perdiendo la paciencia. - ¿No sabes que en la feria dan chuches gratis a los niños que van con sus padres? - Volvió la mirada entornada. - Si vienes conmigo... te las vas a perder. Tienes que aprovechar. Que ya cuando estén en Hogwarts te van a considerar una niña mayor y no va a haber. - Rose pareció pensárselo. Al cabo de unos segundos, se bajó de su abrazo y se puso muy digna al lado de su madre. - Pero cuando entre en Hogwarts me tienes que llevar. - Marcus asintió, aguantándose la risa. - Hecho. -
- Ay, mi arbolito de olivo, qué rápido se desprende de mí... - ¡Papá! No me llames arbolito. - Vale, aceitunita. - Olive protestó. Marcus se vio obligado a aguantarse la risa de nuevo. - La traeremos sana y salva, señor Clearwater. - Eso espero. A ver si me va a venir convertida en aceite. - ¡Papá! - Ya sí se tuvo que reír. Los chistes eran muy malos, pero la forma de contarlos del señor Clearwater, y la indignación de Olive, le hacían mucha gracia. Se acercó a él. - Me temo que va a tener que fingirle a Rose que os han dado chucherías gratis. - Oh, daños colaterales, comprendo. Se hará lo que se pueda. - Le siguió el rollo. Se despidieron de la familia y partieron hacia la feria. - ¡Bueno! ¿Cuál va a ser la primera par...? - Y Olive y Dylan empezaron una lluvia entusiasta de ideas que le dejó en el sitio, y ni siquiera se habían adentrado por el hueco que llevaba a la feria. Miró a Alice. Al menos se iban a divertir, eso seguro.
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Bajo el muérdago Con Marcus | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
No se esperaba semejante recibimiento en casa de los Clearwater, pero lo comprendía la verdad. Mientras Rose intentaba liar a Marcus, ella ayudó a abrigarse a Dylan y Olive y habló con la madre. — Gracias por cuidarlos, Goldie, y por dejarnos llevarnos a Oli. Necesitamos… Celebrar que estamos bien y juntos un año más. — La mujer sonrió y le recolocó el pelo. — Eso tenéis que hacer, y no agradezcas nada, no esto desde luego. — Entornó los ojos y suspiró. — Si mi hija pequeña le deja. — Jo, mamá está superpesada, ya le vale… — Se quejó Oli. Dylan le dio flojito en el brazo. — No te quejes tanto, que los hermanos son un tesoro. — Se llevó un AWWWWW gratuito de todos, y, para que el señor Clearwater no pusiera más en evidencia a Oli o que Rose se arrepintiera, decidieron poner pies en polvorosa.
Fue aparecerse en la feria y Dylan Olive empezaron un diálogo frenético. — Las plantas las dejamos para el final. — Hay una galería de estatuas de hielo de grandes magos. Historia, como le gusta al colega… — Pero lo importante es lo de los doce regalos… — ¡Sí! Los doce, es una novedad que… — ¡A VER! — Dijo Alice levantando las manos. — Antes de nada. Vamos a entrar a la feria de forma efectiva, y ahora me explicáis. — Cruzaron a la plaza, y, de inmediato, Alice se dejó invadir por aquella sensación de felicidad que le daban los olores a dulces, los sonidos, las luces y hasta los pequeños hechizos con forma de trineos y duendes de la Navidad. — A ver, contadme poco a poco. — Hay una nueva atracción este año, mezcla espectáculo con juego. — Empezó su hermano. — Es sobre la canción de los doce días de Navidad, y hay un espectáculo de hechizos, y luego puedes intentar doce juegos y ganar doce regalos para tu amada. — Alice le miró con una ceja alzada. — ¿Y para qué quieres tú hacer eso? — Dylan boqueó un poco pero al final dijo. — Para dártelos a ti, hermana, que te quiero mucho. Bueno, o Marcus podría hacerlos para ti. Y si Oli quiere, pues podrías compartirlo con ella. Yo soy Hufflepuff, amo a todo el mundo. — Ella miró a Marcus con cara de: vaya peligro tengo en casa, cada día más. — Vale, apuntamos los doce días de Navidad. ¿Qué más queríais? ¿Lo del hielo? — Sí, pero eso mola más de noche. — Aseguró Olive. — Porque les ponen luces y eso. — Vale, voy a buscar un programa de… — ¡Aquí tenemos! — Le ofreció la chica, tendiéndole los folletos. — Vaya, sí que venís con ganas. — Le echó un vistazo y pensó, pegándose a Marcus y enseñándoselo. — A ver qué os parece esto: damos una vuelta por los puestos hasta que empiece el próximo pase de los doce días de Navidad que es a las once y media. Luego nos vamos a comer. — ¡SÍ! ¡DONDE EL AÑO PASADO! — Exclamaron los dos a la vez. Ella rio. — Vale. Pero nada de cartas este año, no es negociable. — Lo que le faltaba ya. — Entonces, después de comer, vamos a donde las plantas y dejamos las esculturas de hielo y el espectáculo de los piratas para el final. ¿Qué os parece? — Dylan y Olive se miraron y se rieron un poco. — ¿Qué? — A ver, hermana… Es que estamos un poco mayores para un show de niños con piratas y eso. — Alice suspiró y puso cara de circunstancias. — No me hagas reír… Señor Gallia. Venga, vamos a empezar a andar, que me tienes contenta. —
Se acercaron a la zona de puestos, y Dylan se acercó rebotando hasta ella, ya eran más o menos de la misma altura. — ¿Podemos comprar chuches? Son en plan para todo el día, para ir picando. — Ya veremos. Primero cuéntame como es eso de que Mustang te castigó. — Su hermano entornó los ojillos. — A ti también te castigó tu jefa. — Sí, y ya te conoces esa historia, así que cuéntame tú la tuya. — Él pareció dudar y miró a Marcus. — Ya no es prefecto, y yo no quiero arruinarte el día, Dylan, pero nos tienes que contar las cosas que pasan en Hogwarts. Como buen Gallia, pides perdón, enmiendas el error y ya está. — Señaló con tranquilidad. — Fue un poco culpa mía. — Saltó Olive. — Estaba superliada con una de las cosas del invernadero, estaba hasta llorando, y entonces Dylan quisó ayudarme con un Defodio modificado por vuestro padre… — Alice suspiró y entornó los ojos. — Te dije que no comentaras que era de mi padre. — Le reprochó Dylan. — Es que no hay que mentir a Alice, Dylan, que es como tu madre ahora, y a las madre no se las miente. — Era increíble cómo ambos niños habían asumido ese rol, que Alice no tenía tan claro, pero que ellos le habían puesto sin ningún pesar ni extrañeza. — Y los padres a veces regañan, pero siempre hay que decir la verdad. — Mira, algo bueno nos va a traer el código de conducta Gryffindor. — Total, que era un Defodio buenísimo, y lo tiré genial, colega, hubieras estado orgulloso de mí, pero resultó que los murtlaps de Kowalsky se habían vuelto a escapar, esta vez excavando desde su jaula hasta el invernadero, y el Defodio era tan bueno que se lo puso en bandeja… — Se llevó las manos a la cabeza. — Menudo caos crearon. Y yo ya no quería echar más hechizos, así que tratamos de espantarlos, y al final se fueron, pero cuando Mustang llegó, nos quería matar. — Lógicamente. — Dijo ella. — ¡Pero habían sido los murtlaps! Pero claro, ella no los veía, no nos creyó y nos castigó. Pero luego Kowalsky confesó, y Ruth nos liberó. — Alice suspiró y se rascó la frente. — Por desgracia, los Gallia te lo hemos puesto difícil para que te crean… — Llegaron al puesto de Astronomía. — ¡Mira! ¡Podemos mirar cartas astrales! — Dijo Oli. — Adelántate y nos cuentas. — Sugirió Alice.
Agarró a Marcus para que se quedara atrás con el chico y ella. — Dylan. — Dijo con tono suave. — No puedes usar los hechizos de papá. Nunca. No de momento. ¿Me has entendido? — Él puso cara de perrito apaleado. — Perdón. Fue por ayudar a Oli. — No te estoy regañando. Todos hemos hecho tonterías. — El colega solo perdió puntos una vez en siete años. Yo voy mal ya. — Alice rio un poco. — Sé lo que es ser Gallia y sentirte intimidado por la rectitud de los demás. Solo hay que ser prudente, Dylan, eso es todo. Es importante no meter la pata en todo lo que a papá respecte. — Y acarició su carita. Con esa expresión parecía más chico, y le daba pena sacar aquel tema así, nada más empezar, pero había que dejar las cosas establecidas.
Fue aparecerse en la feria y Dylan Olive empezaron un diálogo frenético. — Las plantas las dejamos para el final. — Hay una galería de estatuas de hielo de grandes magos. Historia, como le gusta al colega… — Pero lo importante es lo de los doce regalos… — ¡Sí! Los doce, es una novedad que… — ¡A VER! — Dijo Alice levantando las manos. — Antes de nada. Vamos a entrar a la feria de forma efectiva, y ahora me explicáis. — Cruzaron a la plaza, y, de inmediato, Alice se dejó invadir por aquella sensación de felicidad que le daban los olores a dulces, los sonidos, las luces y hasta los pequeños hechizos con forma de trineos y duendes de la Navidad. — A ver, contadme poco a poco. — Hay una nueva atracción este año, mezcla espectáculo con juego. — Empezó su hermano. — Es sobre la canción de los doce días de Navidad, y hay un espectáculo de hechizos, y luego puedes intentar doce juegos y ganar doce regalos para tu amada. — Alice le miró con una ceja alzada. — ¿Y para qué quieres tú hacer eso? — Dylan boqueó un poco pero al final dijo. — Para dártelos a ti, hermana, que te quiero mucho. Bueno, o Marcus podría hacerlos para ti. Y si Oli quiere, pues podrías compartirlo con ella. Yo soy Hufflepuff, amo a todo el mundo. — Ella miró a Marcus con cara de: vaya peligro tengo en casa, cada día más. — Vale, apuntamos los doce días de Navidad. ¿Qué más queríais? ¿Lo del hielo? — Sí, pero eso mola más de noche. — Aseguró Olive. — Porque les ponen luces y eso. — Vale, voy a buscar un programa de… — ¡Aquí tenemos! — Le ofreció la chica, tendiéndole los folletos. — Vaya, sí que venís con ganas. — Le echó un vistazo y pensó, pegándose a Marcus y enseñándoselo. — A ver qué os parece esto: damos una vuelta por los puestos hasta que empiece el próximo pase de los doce días de Navidad que es a las once y media. Luego nos vamos a comer. — ¡SÍ! ¡DONDE EL AÑO PASADO! — Exclamaron los dos a la vez. Ella rio. — Vale. Pero nada de cartas este año, no es negociable. — Lo que le faltaba ya. — Entonces, después de comer, vamos a donde las plantas y dejamos las esculturas de hielo y el espectáculo de los piratas para el final. ¿Qué os parece? — Dylan y Olive se miraron y se rieron un poco. — ¿Qué? — A ver, hermana… Es que estamos un poco mayores para un show de niños con piratas y eso. — Alice suspiró y puso cara de circunstancias. — No me hagas reír… Señor Gallia. Venga, vamos a empezar a andar, que me tienes contenta. —
Se acercaron a la zona de puestos, y Dylan se acercó rebotando hasta ella, ya eran más o menos de la misma altura. — ¿Podemos comprar chuches? Son en plan para todo el día, para ir picando. — Ya veremos. Primero cuéntame como es eso de que Mustang te castigó. — Su hermano entornó los ojillos. — A ti también te castigó tu jefa. — Sí, y ya te conoces esa historia, así que cuéntame tú la tuya. — Él pareció dudar y miró a Marcus. — Ya no es prefecto, y yo no quiero arruinarte el día, Dylan, pero nos tienes que contar las cosas que pasan en Hogwarts. Como buen Gallia, pides perdón, enmiendas el error y ya está. — Señaló con tranquilidad. — Fue un poco culpa mía. — Saltó Olive. — Estaba superliada con una de las cosas del invernadero, estaba hasta llorando, y entonces Dylan quisó ayudarme con un Defodio modificado por vuestro padre… — Alice suspiró y entornó los ojos. — Te dije que no comentaras que era de mi padre. — Le reprochó Dylan. — Es que no hay que mentir a Alice, Dylan, que es como tu madre ahora, y a las madre no se las miente. — Era increíble cómo ambos niños habían asumido ese rol, que Alice no tenía tan claro, pero que ellos le habían puesto sin ningún pesar ni extrañeza. — Y los padres a veces regañan, pero siempre hay que decir la verdad. — Mira, algo bueno nos va a traer el código de conducta Gryffindor. — Total, que era un Defodio buenísimo, y lo tiré genial, colega, hubieras estado orgulloso de mí, pero resultó que los murtlaps de Kowalsky se habían vuelto a escapar, esta vez excavando desde su jaula hasta el invernadero, y el Defodio era tan bueno que se lo puso en bandeja… — Se llevó las manos a la cabeza. — Menudo caos crearon. Y yo ya no quería echar más hechizos, así que tratamos de espantarlos, y al final se fueron, pero cuando Mustang llegó, nos quería matar. — Lógicamente. — Dijo ella. — ¡Pero habían sido los murtlaps! Pero claro, ella no los veía, no nos creyó y nos castigó. Pero luego Kowalsky confesó, y Ruth nos liberó. — Alice suspiró y se rascó la frente. — Por desgracia, los Gallia te lo hemos puesto difícil para que te crean… — Llegaron al puesto de Astronomía. — ¡Mira! ¡Podemos mirar cartas astrales! — Dijo Oli. — Adelántate y nos cuentas. — Sugirió Alice.
Agarró a Marcus para que se quedara atrás con el chico y ella. — Dylan. — Dijo con tono suave. — No puedes usar los hechizos de papá. Nunca. No de momento. ¿Me has entendido? — Él puso cara de perrito apaleado. — Perdón. Fue por ayudar a Oli. — No te estoy regañando. Todos hemos hecho tonterías. — El colega solo perdió puntos una vez en siete años. Yo voy mal ya. — Alice rio un poco. — Sé lo que es ser Gallia y sentirte intimidado por la rectitud de los demás. Solo hay que ser prudente, Dylan, eso es todo. Es importante no meter la pata en todo lo que a papá respecte. — Y acarició su carita. Con esa expresión parecía más chico, y le daba pena sacar aquel tema así, nada más empezar, pero había que dejar las cosas establecidas.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
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Bajo el muérdago Con Alice | En Feria de Navidad | 21 de diciembre de 2002 |
Reía mientras negaba con la cabeza y compartía una mirada cómplice con Alice. Dylan se convertía en un Gallia de pura cepa a pasos agigantados, menudo morro. - Eso, lo de las estatuas de noche. Quiero verlo en todo su esplendor para imaginar cómo quedará la mía ahí el día que sea un mago de renombre. - Bromeó, recibiendo las consecuentes burlas de los niños (aunque en el fondo sí que le hacía ilusión llegar a tener tanta fama como para estar allí algún día). Marcus ojeó el programa por encima del hombro de Alice. - Hm, a ver a qué me cuesta menos trabajo ir cuando esté cargado con los doce regalos de Navidad que voy a conseguir. - Más burlas de los niños que le hacían reír. Le encantaba ese juego de pique con ellos, entraban a todas. - ¡No he dicho que sean para mí! Como al parecer yo sí tengo una amada, y solo una porque no soy Hufflepuff. - Ya le estaba mirando Dylan con mala cara. Has empezado tú, no yo.
Puso cara de sorpresa mezclada con ofensa. - ¡Disculpa! A mí me gusta el espectáculo de piratas. - Y el muy sinvergüenza de su cuñado se acerca a Olive y se pone a cuchichear con ella, y la otra a reírse entre dientes. Marcus le dio con el índice en las costillas con inquina, haciéndole dar un respingo en el sitio con queja incluida. - No me tires de la lengua. Además, a lo mejor Lex y Darren vienen a cenar... - Los dos niños hicieron pedorretas que indicaban que lo dudaban mucho, pero él siguió. - Y seguro que quieren ver el espectáculo. - Si los piratas no van encima de una escoba, a Lex no le va a gustar. - Un respeto a vuestro guía en la escuela y capitán del mejor equipo de quidditch del colegio. - Los dos aspiraron exclamaciones. - ¡¡Marcus!! ¡Has dicho que algo que NO es de Ravenclaw es lo mejor del colegio! - Ravenclaw no aspira al quidditch. En algo tenemos que claudicar, si no, lo barreríamos todo y no sería justo. - Nuevas burlas. - Además, el mejor equipo de quidditch del colegio es el de Gryffindor. Eso lo sabe todo el mundo. - Afirmó muy redicha Olive, con los brazos cruzados y miradita de superioridad. Se limitó a reír como toda respuesta.
El relato del castigo de Mustang era para verlo, menos mal que ya sí que no estaba de servicio (aunque Marcus seguía escandalizándose por esas cosas, pero bueno, la feria de Navidad le relajaba). Eso sí, miraba de reojo a Alice, porque las asunciones sobre que Alice era la madre de Dylan... Bueno, habría que perfilar eso, pero le tocaba a Alice hacerlo. - Claro que sí. - Afirmó a lo de estar orgulloso del Defodio, pero sin alargar más, que quería la historia entera y Dylan era experto en quitar hierro y hacer desvíos adorables para salir indemne. Y es verdad que no parecía tener mucho drama la cuestión, cosas del colegio, y ya iba a seguirle el rollo a Olive con lo de las cartas astrales cuando Alice le detuvo. Puso cara de comprensión, aunque a la mención de los puntos suspiró, rodando los ojos. - No me lo recuerdes. - Dylan le miró y se encogió de hombros. - Como diría Olive, fue por una causa noble, así que está bien. - Consuelos Gryffindor, pensó, a él no le servían mucho.
Aclarado el asunto, revolvió los rizos de Dylan y se fue hacia Olive, asustándola por la espalda. - ¿Otra vez con las cartitas adivinatorias? ¿No te cansas? ¿Eh? ¿No te cansas? - La niña reía a carcajadas mientras él la sacudía por los hombros. - ¡Que no, Marcus! Que estas no son adivinatorias, son astrales. - Ah, perdón, me he equivocado. - Rieron. - ¿Y esa cuál es? - Es la carta astral de mi abuela. Quiero regalarle una por Navidad porque le gusta mucho. - Marcus sonrió y se puso a mirar a su lado con interés. - "30 de mayo de 1942". ¡Anda! Géminis, como yo. - Olive asintió con ilusión. - ¡Y Ravenclaw! - ¿En serio? ¿Tu abuela materna o paterna? - ¡Paterna! Por eso mi padre es un Gryffindor tan curioso, como su madre. Mi abuela siempre está leyendo. Pero como tuvo a papá y a mis tías muy joven pues se quedó en casa y eso, pero le encanta leer, y le gusta un montón la astronomía, así que creo que le va a hacer mucha ilusión la carta. - Marcus sonrió. - ¿Sabes? Mi abuela trabajaba en una biblioteca, y ahora la lleva una mujer genial allí en Irlanda. Les voy a decir que me busquen el libro más guay de astronomía que encuentren para que puedas regalárselo a tu abuela por su cumpleaños. Le dices que va de parte de otro Géminis Ravenclaw. - ¡¡Vale!! - Saltó, ilusionada. Niños, abuelos y Ravenclaws: el combo perfecto para que Marcus pudiera lucirse.
Cuando Olive se giró para contarle lo mismo a Alice, Dylan tiró de su manga. Marcus se agachó. - ¿La hermana está muy enfadada conmigo? - Marcus se extrañó. - ¿Por qué dices eso? - Es que bueno, los Gallia nunca dejamos de liarla, y ella lo hace todo genial siempre y nosotros fatal y nos tiene que arreglar todos los líos. Yo lo sé, que está harta de toda la familia. - Marcus chistó. - No, hombre, harta no... - Está harta, se lo noto. - Acortó Dylan. - Lo que pasa es que a mí me quiere mucho, pero he llegado y pum: castigo, pérdida de puntos, usar los hechizos de papá... Igual se harta de mí también. No quiero ser una decepción y que se vaya con vosotros a Irlanda y no vuelva. - Marcus miró de reojo. Olive seguía hablándole a Alice entusiasmada, la tenía entretenida. Se agachó ante Dylan. - Alice JAMÁS va a desvincularse de ti, Dylan. Eso tienes que tenerlo clarísimo, ¿me oyes? - El chico asintió, aunque con aspecto triste. - En cuanto a la familia... Se le pasará, tú no te preocupes. Solo es una mala racha. Tú dedícate a hacer las cosas lo mejor que puedas, y si haces algo mal, no te preocupes: en la vida se aprende. No se lo ocultes y ya está. Ella no va a quererte menos porque te equivoces o te castiguen, o porque pierdas puntos. - Ladeó la cabeza varias veces. - Yo igual sí, pero ella, no. - Tonto. - Respondió Dylan, pero al menos le hizo reír de nuevo. Se incorporó y le tomó por los hombros. - Venga, no te quedes atrás en conocer la historia familiar de tu novia. - Dylan chistó con fastidio y se zafó violentamente de su agarre. - ¡No digas eso delante de ella! ¡Ni se te ocurra! - Que noooo que no. - Respondió al intento de amenaza susurrada, aunque Dylan seguía pareciendo un cachorrillo enfadado cuando se ponía así. - Ya no te gasto más bromas, palabrita. - El niño soltó un gruñido. Lo cierto es que había sido una promesa poco creíble. - Volvamos con las chicas. -
Puso cara de sorpresa mezclada con ofensa. - ¡Disculpa! A mí me gusta el espectáculo de piratas. - Y el muy sinvergüenza de su cuñado se acerca a Olive y se pone a cuchichear con ella, y la otra a reírse entre dientes. Marcus le dio con el índice en las costillas con inquina, haciéndole dar un respingo en el sitio con queja incluida. - No me tires de la lengua. Además, a lo mejor Lex y Darren vienen a cenar... - Los dos niños hicieron pedorretas que indicaban que lo dudaban mucho, pero él siguió. - Y seguro que quieren ver el espectáculo. - Si los piratas no van encima de una escoba, a Lex no le va a gustar. - Un respeto a vuestro guía en la escuela y capitán del mejor equipo de quidditch del colegio. - Los dos aspiraron exclamaciones. - ¡¡Marcus!! ¡Has dicho que algo que NO es de Ravenclaw es lo mejor del colegio! - Ravenclaw no aspira al quidditch. En algo tenemos que claudicar, si no, lo barreríamos todo y no sería justo. - Nuevas burlas. - Además, el mejor equipo de quidditch del colegio es el de Gryffindor. Eso lo sabe todo el mundo. - Afirmó muy redicha Olive, con los brazos cruzados y miradita de superioridad. Se limitó a reír como toda respuesta.
El relato del castigo de Mustang era para verlo, menos mal que ya sí que no estaba de servicio (aunque Marcus seguía escandalizándose por esas cosas, pero bueno, la feria de Navidad le relajaba). Eso sí, miraba de reojo a Alice, porque las asunciones sobre que Alice era la madre de Dylan... Bueno, habría que perfilar eso, pero le tocaba a Alice hacerlo. - Claro que sí. - Afirmó a lo de estar orgulloso del Defodio, pero sin alargar más, que quería la historia entera y Dylan era experto en quitar hierro y hacer desvíos adorables para salir indemne. Y es verdad que no parecía tener mucho drama la cuestión, cosas del colegio, y ya iba a seguirle el rollo a Olive con lo de las cartas astrales cuando Alice le detuvo. Puso cara de comprensión, aunque a la mención de los puntos suspiró, rodando los ojos. - No me lo recuerdes. - Dylan le miró y se encogió de hombros. - Como diría Olive, fue por una causa noble, así que está bien. - Consuelos Gryffindor, pensó, a él no le servían mucho.
Aclarado el asunto, revolvió los rizos de Dylan y se fue hacia Olive, asustándola por la espalda. - ¿Otra vez con las cartitas adivinatorias? ¿No te cansas? ¿Eh? ¿No te cansas? - La niña reía a carcajadas mientras él la sacudía por los hombros. - ¡Que no, Marcus! Que estas no son adivinatorias, son astrales. - Ah, perdón, me he equivocado. - Rieron. - ¿Y esa cuál es? - Es la carta astral de mi abuela. Quiero regalarle una por Navidad porque le gusta mucho. - Marcus sonrió y se puso a mirar a su lado con interés. - "30 de mayo de 1942". ¡Anda! Géminis, como yo. - Olive asintió con ilusión. - ¡Y Ravenclaw! - ¿En serio? ¿Tu abuela materna o paterna? - ¡Paterna! Por eso mi padre es un Gryffindor tan curioso, como su madre. Mi abuela siempre está leyendo. Pero como tuvo a papá y a mis tías muy joven pues se quedó en casa y eso, pero le encanta leer, y le gusta un montón la astronomía, así que creo que le va a hacer mucha ilusión la carta. - Marcus sonrió. - ¿Sabes? Mi abuela trabajaba en una biblioteca, y ahora la lleva una mujer genial allí en Irlanda. Les voy a decir que me busquen el libro más guay de astronomía que encuentren para que puedas regalárselo a tu abuela por su cumpleaños. Le dices que va de parte de otro Géminis Ravenclaw. - ¡¡Vale!! - Saltó, ilusionada. Niños, abuelos y Ravenclaws: el combo perfecto para que Marcus pudiera lucirse.
Cuando Olive se giró para contarle lo mismo a Alice, Dylan tiró de su manga. Marcus se agachó. - ¿La hermana está muy enfadada conmigo? - Marcus se extrañó. - ¿Por qué dices eso? - Es que bueno, los Gallia nunca dejamos de liarla, y ella lo hace todo genial siempre y nosotros fatal y nos tiene que arreglar todos los líos. Yo lo sé, que está harta de toda la familia. - Marcus chistó. - No, hombre, harta no... - Está harta, se lo noto. - Acortó Dylan. - Lo que pasa es que a mí me quiere mucho, pero he llegado y pum: castigo, pérdida de puntos, usar los hechizos de papá... Igual se harta de mí también. No quiero ser una decepción y que se vaya con vosotros a Irlanda y no vuelva. - Marcus miró de reojo. Olive seguía hablándole a Alice entusiasmada, la tenía entretenida. Se agachó ante Dylan. - Alice JAMÁS va a desvincularse de ti, Dylan. Eso tienes que tenerlo clarísimo, ¿me oyes? - El chico asintió, aunque con aspecto triste. - En cuanto a la familia... Se le pasará, tú no te preocupes. Solo es una mala racha. Tú dedícate a hacer las cosas lo mejor que puedas, y si haces algo mal, no te preocupes: en la vida se aprende. No se lo ocultes y ya está. Ella no va a quererte menos porque te equivoces o te castiguen, o porque pierdas puntos. - Ladeó la cabeza varias veces. - Yo igual sí, pero ella, no. - Tonto. - Respondió Dylan, pero al menos le hizo reír de nuevo. Se incorporó y le tomó por los hombros. - Venga, no te quedes atrás en conocer la historia familiar de tu novia. - Dylan chistó con fastidio y se zafó violentamente de su agarre. - ¡No digas eso delante de ella! ¡Ni se te ocurra! - Que noooo que no. - Respondió al intento de amenaza susurrada, aunque Dylan seguía pareciendo un cachorrillo enfadado cuando se ponía así. - Ya no te gasto más bromas, palabrita. - El niño soltó un gruñido. Lo cierto es que había sido una promesa poco creíble. - Volvamos con las chicas. -
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