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Freyja
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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We are
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Freyja
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
El tercer grupo era curioso cuanto menos, y Marcus miró a Alice con una sonrisilla divertida. Ya el combo Sophia-Sandy le hacía pensar en desastre, pero meter a Wendy en medio solo lo podía empeorar. Eso sí, estaba deseando, lo cual era muy raro en él, que le demostraran que no tenía razón, porque le apetecía muchísimo ver lo que esas tres en sintonía podían llegar a crear. Y afortunadamente, sí que estuvieron en sintonía, y tras el conmovedor discurso de Sophia, alucinó con el juego de hechizos de los trajes... Bueno, puede que entre el discurso y el juego de hechizos, él también se hubiera azorado un poquito con lo reveladores que eran los trajes. Pero Marcus estaba felizmente ennoviado con la mujer más guapa del mundo y esas eran sus primas, así que... - Sí, pero nervioso te has puesto igual. - Tú cállate y concéntrate que ya mismo tienes que actuar. - Y Lex rio por lo bajo al susurro agresivo y amenazante de Marcus, que por su parte se removió en el asiento para acercarse un poquito más a Alice y apretar su mano mientras disfrutaba del navideño espectáculo.
Aplaudieron y vitorearon la actuación, y los propios miembros del jurado (Maeve y Amelia sobre todo) tuvieron que llamarle la atención al tío Cletus, que no paraba de alabar a las chicas y empezaba a vislumbrarse que estaba perdiendo objetividad. Fue una escena ciertamente divertida de ver. - ¿Está preparado el siguiente equipo? - Preguntó la tía Maeve en voz alta, y por la dulzura que empleó en el tono intuía que era uno de los equipos infantiles. No se equivocó. - A continuación llega uno de los dúos de la noche. - Presentó Amelia, y con voz cantarina, dijo. - ¡Que pase "el cuentacuentos animado"! - Todos aplaudieron con ganas, y al escenario subieron, con sendas sonrisas radiantes, Pod y Maeve Junior, cogidos de la mano. Iban vestidos a juego, él con un jersey y un pantalón ancho y ella con un vestido, los dos de verde esmeralda pero ambos con un cinturón con la bandera americana. Pod también llevaba un gorrito con los colores americanos, y Maeve una cinta con una flor en el pelo. Provocaron una oleada de sonidos de adorabilidad en el público.
- Buenas noches, familia. - Empezó a clamar Pod, exultante. Cada uno llevaba un bloc en sus manos, pero Maeve, además, tenía una especie de estuche de lata. - Estamos muy contentos de poder mostraros nuestros humildes talentos esta noche. Antes de nada, queríamos dar las gracias a una persona que nos ha ayudado con un hechizo para que podáis disfrutar de nuestra obra mucho mejor. ¡Demos un aplauso a la acomodadora del concurso! - Y todos empezaron a aplaudir y a mirar a Emma, que sonreía orgullosa. Marcus también aplaudió, pero intercambió miradas con Alice y Lex sin disimular la sorpresa. ¡Vaya si se lo tenía callado su madre que andaba ayudando a los niños! Sí que se había integrado rápido en Irlanda. - En estos días, nuestra familia irlandesa y nuestra familia americana han compartido la Navidad, sus recuerdos, sus tradiciones... y un montón de comida. - Siguió Pod, y todos rieron. - Y Maeve y yo nos hemos compartido un montón de historias sobre nuestros sitios. Ella dice que ojalá saberse tantos cuentos e historias como me sé yo, y yo le digo que ojalá poder ver todos los sitios que conoce ella. Aunque coincidimos en que nos contamos las cosas tan bien que es como si las viviéramos... Y entonces, pensamos, ¿por qué no compartir ese conocimiento con mi familia? - El niño, sonriente, dio un amago de saltito en su sitio, con el bloc agarrado con las dos manos. - ¡Bienvenidos a un cuento de Irlanda y Nueva York! Escrito por Patrick O'Donnell, o sea yo, e interpretado por Maeve Lacey, o sea ella. - Menos mal que lo especificado. - Murmuró Lex, divertido, y Marcus se aguantó la risa.
Dicho esto, ambos hicieron una tierna reverencia y la chica se sentó en el suelo, abriendo el estuche de lata, que resultó contener multitud de lápices de todos los colores y tamaños, y puso cara de concentración. Cuando Pod la vio preparada, empezó a narrar. - "Érase una vez, un lugar muy muy lejano, tan lejano como nuestras fantasías. Los bosques poblaban el lugar..." - Al empezar esa frase, Maeve empezó a dibujar, y tras ellos, al fondo del escenario, se veía proyectada la imagen de lo que la chica estaba dibujando, por lo que todos podían ver el progreso. Ese debía ser el hechizo con el que Emma les había ayudado. - "...Pero entre los bosques, perdido solo para quienes no sabían encontrarlo, había unos edificios altos altos, tan altos como las nubes, ¡como si rascaran los cielos!" - Y Maeve seguía dibujando con total nitidez lo que Pod narraba. El chico había tenido la delicadeza de incluir frases que no era necesario dibujar en la historia e iba lento narrando, y aun así, Maeve dibujaba a toda velocidad, con una precisión que les dejaba a todos boquiabiertos. - "...Y la chica preguntó al diricawl..." - ¡Mira, mamá! ¡Un diricawl! - Oyó a Ada susurrar, feliz de ver al animalillo que dibujaba su hermana. Podían verle cada pluma desde allí. - "...¡Amigo diricawl! ¿Cómo sabré dónde se encuentra el leprechaun de La Isla de la Libertad? Y el diricawl le contestaba: ¡Dime, niña! ¿Qué camino tomarías si quisieras ser libre de verdad?" - Y los enormes senderos se abrían paso por el dibujo. El público hacía rato que estaba conteniendo el aliento.
Tras casi diez minutos, la historia fue llegando a su fin. - "Y así fue como el leprechaun conectó el verde de los árboles con los techos de los rascacielos, y la niña caminó sobre el arcoíris, y todos los animales dijeron ¡no hay distancia que nos separe si somos libres! Y colorín colorado, este cuento ¡se ha acabado!" - Y dicha la frase final, Maeve se levantó de un salto y, exultante, mostró al público el bloc con toda la historia dibujada, y la reacción del público fue atronadora. Se pusieron en pie y aplaudieron con fervor. - ¡AY MI NIÑA! - Molly se había lanzado prácticamente encima de Maeve Junior cuando la pobre aún estaba bajando el último peldaño del escenario, y la estaba estrujando y llenando de besos. Frankie había abierto los brazos para recibir a Pod, y tanto él como Maeve y Amelia se secaban las lágrimas de emoción. Lawrence fue el que tuvo que hablar, porque más de medio jurado estaba inhabilitado. - Impresionante. Fabuloso. Narrar una historia que tenga a todo el mundo enganchado no es fácil, chico, y lo has hecho con una brillantez y una ternura infinitas. Y Maeve, tu capacidad para el dibujo, para materializar las palabras... es indescriptible. Habéis hecho magia. Enhorabuena. - Y los niños intentaron dar saltos de felicidad, pero Molly no les dejaba. Cletus dio una palmada. - ¡Bueno! ¿A esta no le decís que no está siendo objetiva? Y yo no pudiendo llamar a las niñas guapas... - Marcus estaba deseando que llegaran sus primos por allí para felicitarles, pero notó que Lex se removía a su lado. - Joder, estos vienen más preparados de lo que yo pensaba. - Marcus rio y le puso una mano en el hombro. - Pues vete relajando, hermanito, porque ya mismo nos toca. -
Aplaudieron y vitorearon la actuación, y los propios miembros del jurado (Maeve y Amelia sobre todo) tuvieron que llamarle la atención al tío Cletus, que no paraba de alabar a las chicas y empezaba a vislumbrarse que estaba perdiendo objetividad. Fue una escena ciertamente divertida de ver. - ¿Está preparado el siguiente equipo? - Preguntó la tía Maeve en voz alta, y por la dulzura que empleó en el tono intuía que era uno de los equipos infantiles. No se equivocó. - A continuación llega uno de los dúos de la noche. - Presentó Amelia, y con voz cantarina, dijo. - ¡Que pase "el cuentacuentos animado"! - Todos aplaudieron con ganas, y al escenario subieron, con sendas sonrisas radiantes, Pod y Maeve Junior, cogidos de la mano. Iban vestidos a juego, él con un jersey y un pantalón ancho y ella con un vestido, los dos de verde esmeralda pero ambos con un cinturón con la bandera americana. Pod también llevaba un gorrito con los colores americanos, y Maeve una cinta con una flor en el pelo. Provocaron una oleada de sonidos de adorabilidad en el público.
- Buenas noches, familia. - Empezó a clamar Pod, exultante. Cada uno llevaba un bloc en sus manos, pero Maeve, además, tenía una especie de estuche de lata. - Estamos muy contentos de poder mostraros nuestros humildes talentos esta noche. Antes de nada, queríamos dar las gracias a una persona que nos ha ayudado con un hechizo para que podáis disfrutar de nuestra obra mucho mejor. ¡Demos un aplauso a la acomodadora del concurso! - Y todos empezaron a aplaudir y a mirar a Emma, que sonreía orgullosa. Marcus también aplaudió, pero intercambió miradas con Alice y Lex sin disimular la sorpresa. ¡Vaya si se lo tenía callado su madre que andaba ayudando a los niños! Sí que se había integrado rápido en Irlanda. - En estos días, nuestra familia irlandesa y nuestra familia americana han compartido la Navidad, sus recuerdos, sus tradiciones... y un montón de comida. - Siguió Pod, y todos rieron. - Y Maeve y yo nos hemos compartido un montón de historias sobre nuestros sitios. Ella dice que ojalá saberse tantos cuentos e historias como me sé yo, y yo le digo que ojalá poder ver todos los sitios que conoce ella. Aunque coincidimos en que nos contamos las cosas tan bien que es como si las viviéramos... Y entonces, pensamos, ¿por qué no compartir ese conocimiento con mi familia? - El niño, sonriente, dio un amago de saltito en su sitio, con el bloc agarrado con las dos manos. - ¡Bienvenidos a un cuento de Irlanda y Nueva York! Escrito por Patrick O'Donnell, o sea yo, e interpretado por Maeve Lacey, o sea ella. - Menos mal que lo especificado. - Murmuró Lex, divertido, y Marcus se aguantó la risa.
Dicho esto, ambos hicieron una tierna reverencia y la chica se sentó en el suelo, abriendo el estuche de lata, que resultó contener multitud de lápices de todos los colores y tamaños, y puso cara de concentración. Cuando Pod la vio preparada, empezó a narrar. - "Érase una vez, un lugar muy muy lejano, tan lejano como nuestras fantasías. Los bosques poblaban el lugar..." - Al empezar esa frase, Maeve empezó a dibujar, y tras ellos, al fondo del escenario, se veía proyectada la imagen de lo que la chica estaba dibujando, por lo que todos podían ver el progreso. Ese debía ser el hechizo con el que Emma les había ayudado. - "...Pero entre los bosques, perdido solo para quienes no sabían encontrarlo, había unos edificios altos altos, tan altos como las nubes, ¡como si rascaran los cielos!" - Y Maeve seguía dibujando con total nitidez lo que Pod narraba. El chico había tenido la delicadeza de incluir frases que no era necesario dibujar en la historia e iba lento narrando, y aun así, Maeve dibujaba a toda velocidad, con una precisión que les dejaba a todos boquiabiertos. - "...Y la chica preguntó al diricawl..." - ¡Mira, mamá! ¡Un diricawl! - Oyó a Ada susurrar, feliz de ver al animalillo que dibujaba su hermana. Podían verle cada pluma desde allí. - "...¡Amigo diricawl! ¿Cómo sabré dónde se encuentra el leprechaun de La Isla de la Libertad? Y el diricawl le contestaba: ¡Dime, niña! ¿Qué camino tomarías si quisieras ser libre de verdad?" - Y los enormes senderos se abrían paso por el dibujo. El público hacía rato que estaba conteniendo el aliento.
Tras casi diez minutos, la historia fue llegando a su fin. - "Y así fue como el leprechaun conectó el verde de los árboles con los techos de los rascacielos, y la niña caminó sobre el arcoíris, y todos los animales dijeron ¡no hay distancia que nos separe si somos libres! Y colorín colorado, este cuento ¡se ha acabado!" - Y dicha la frase final, Maeve se levantó de un salto y, exultante, mostró al público el bloc con toda la historia dibujada, y la reacción del público fue atronadora. Se pusieron en pie y aplaudieron con fervor. - ¡AY MI NIÑA! - Molly se había lanzado prácticamente encima de Maeve Junior cuando la pobre aún estaba bajando el último peldaño del escenario, y la estaba estrujando y llenando de besos. Frankie había abierto los brazos para recibir a Pod, y tanto él como Maeve y Amelia se secaban las lágrimas de emoción. Lawrence fue el que tuvo que hablar, porque más de medio jurado estaba inhabilitado. - Impresionante. Fabuloso. Narrar una historia que tenga a todo el mundo enganchado no es fácil, chico, y lo has hecho con una brillantez y una ternura infinitas. Y Maeve, tu capacidad para el dibujo, para materializar las palabras... es indescriptible. Habéis hecho magia. Enhorabuena. - Y los niños intentaron dar saltos de felicidad, pero Molly no les dejaba. Cletus dio una palmada. - ¡Bueno! ¿A esta no le decís que no está siendo objetiva? Y yo no pudiendo llamar a las niñas guapas... - Marcus estaba deseando que llegaran sus primos por allí para felicitarles, pero notó que Lex se removía a su lado. - Joder, estos vienen más preparados de lo que yo pensaba. - Marcus rio y le puso una mano en el hombro. - Pues vete relajando, hermanito, porque ya mismo nos toca. -
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Era el turno de Maeve y Pod, que resultaban adorables solo en su mera asociación. Qué bien iba a encajar su Dylan justo ahí, con ellos dos. Pero no estaba ella preparada para semejante adorabilidad. Cuando vio proyectado el dibujo de Maeve, entendiendo que obviamente su suegra tenía ahí algo que ver, se le llenaron los ojos de lágrimas de emoción. — Nuestro Pod es demasiado bueno para este mundo. — Dijo Allison, igualmente emocionada, limpiándose las lágrimas. — Y Maeve es una artista, va a poder ser lo que ella quiera. — Aseguró Siobhán. Pero el momento se cortó por un susurro agresivo que apareció por allí. — ¿Qué os he dicho que teníais que hacer cuando os tocara? — Preguntó Ginny cual sargento de hierro. — ¡Ay es verdad! — ¿Para qué hace una la lista de actuaciones y habilita una habitación? — Ay, ya está, pesada, ya vamos. — Dijo Siobhán tirando de ellas. Jo, le daba pena perderse en parte el talento más cuqui de esa noche.
Entraron a la sala del billar y se pusieron los trajes de hada basados en los que Alice se hizo en su día para el hada de los dulces y le echó el hechizo a alas y zapatitos. Vistieron a Brando, que claramente no se enteraba bien de lo que estaba pasando pero se reía, como era habitual en él, y se dejaba poner todos los ornamentos para ser su pequeño duende del jabón. Cuando estuvieron listas, Maeve y Pod estaban terminando, ante la tremenda emoción de los abuelos, y prácticamente de todo el mundo, no era para menos. Alice aplaudió y silbó, sintiendo un tremendo orgullo en el pecho al ver cómo aquella familia tan distinta y distante era capaz de tender un puente en apenas tres días, como si nada, y hacerlo tan bonito, con la colaboración de un cachito de cada uno.
Pero llegaba su turno, y Allison subió al escenario con Brando en brazos y tomó el micrófono. — ¡Hola familia! ¿Qué tal? — Es que la pobre era incapaz de no ser un amor, ni siquiera para hacer la ficcioncita de presentar. — Esta noche, Alice, Siobhán y yo vamos a convertirnos en las hadas del jabón y vamos a proveeros de las pompas más bonitas que hayáis visto nunca. Nuestro duende del jabón será mi niño, y la música se la debemos a Nancy, que nos ha seleccionado unas músicas muy de hadas, a pesar de ir en el equipo con Frankie. ¡Gracias, guapa! — Esa era Allison. Destripaba una sorpresa con tanto cariño, que no te podías ni enfadar. Alice subió roleando un poco el hada, dando saltitos y pasitos muy pequeños, con una cesta en la que llevaba su círculo de transmutación y sus materiales, que en realidad solo eran jabón, agua, goma y colores en polvo.
Instaló la tabla con el círculo en el suelo con los materiales, y la conectó por un cable de plata al pompero gigante que dejó en manos de Brando, al que Allison ya había sentado en su carrito transformado en un carrito digno de un duende con plantitas y flores enredadas por todas partes. En cuanto empezó la música, ella empezó a transmutar pompas de jabón de colores y más resistentes de lo habitual gracias a las propiedades de la goma, entonces Brando soplaba el pompero (a veces tenía que hacerlo Allison porque el pobre se distraía y era casi de su tamaño) y su madre echaba hechizos transformadores a las pompas para darles distintas formas, desde corazón a pajaritos y guirnaldas que habían ensayado. Siobhán, por su parte, se había montado en su escoba y volaba despacito por toda la sala, actuando muy bien su papel de hada, y conducía las pompas hacía todo el mundo, incluso les echaba hechizos iluminadores. Para culminar el número, Alice transmutó unas pompas especialmente resistentes y muy verdes, que Allison transformó en Leprechauns y Siobhán guio hasta la mesa del jurado, haciéndoles hacer una coreografía que quedó aún mejor que la primera vez que lo ensayaron. Tanto se emocionó Alice con el final que, mientras les aplaudían, transmutó un montón de burbujas de muchísimos colores y, levantándose de golpe desde el círculo, las hizo salir por los aires y que el pub se llenara de ellas. Y entonces, entre risas de Allison y Brando y los ruidos de impresión y divertimento del resto de la familia, por fin, volvió a sentirse ella, Alice Gallia, capaz de imaginar cosas así, de improvisar, y de sorprender y hacer reír a los demás.
Entraron a la sala del billar y se pusieron los trajes de hada basados en los que Alice se hizo en su día para el hada de los dulces y le echó el hechizo a alas y zapatitos. Vistieron a Brando, que claramente no se enteraba bien de lo que estaba pasando pero se reía, como era habitual en él, y se dejaba poner todos los ornamentos para ser su pequeño duende del jabón. Cuando estuvieron listas, Maeve y Pod estaban terminando, ante la tremenda emoción de los abuelos, y prácticamente de todo el mundo, no era para menos. Alice aplaudió y silbó, sintiendo un tremendo orgullo en el pecho al ver cómo aquella familia tan distinta y distante era capaz de tender un puente en apenas tres días, como si nada, y hacerlo tan bonito, con la colaboración de un cachito de cada uno.
Pero llegaba su turno, y Allison subió al escenario con Brando en brazos y tomó el micrófono. — ¡Hola familia! ¿Qué tal? — Es que la pobre era incapaz de no ser un amor, ni siquiera para hacer la ficcioncita de presentar. — Esta noche, Alice, Siobhán y yo vamos a convertirnos en las hadas del jabón y vamos a proveeros de las pompas más bonitas que hayáis visto nunca. Nuestro duende del jabón será mi niño, y la música se la debemos a Nancy, que nos ha seleccionado unas músicas muy de hadas, a pesar de ir en el equipo con Frankie. ¡Gracias, guapa! — Esa era Allison. Destripaba una sorpresa con tanto cariño, que no te podías ni enfadar. Alice subió roleando un poco el hada, dando saltitos y pasitos muy pequeños, con una cesta en la que llevaba su círculo de transmutación y sus materiales, que en realidad solo eran jabón, agua, goma y colores en polvo.
Instaló la tabla con el círculo en el suelo con los materiales, y la conectó por un cable de plata al pompero gigante que dejó en manos de Brando, al que Allison ya había sentado en su carrito transformado en un carrito digno de un duende con plantitas y flores enredadas por todas partes. En cuanto empezó la música, ella empezó a transmutar pompas de jabón de colores y más resistentes de lo habitual gracias a las propiedades de la goma, entonces Brando soplaba el pompero (a veces tenía que hacerlo Allison porque el pobre se distraía y era casi de su tamaño) y su madre echaba hechizos transformadores a las pompas para darles distintas formas, desde corazón a pajaritos y guirnaldas que habían ensayado. Siobhán, por su parte, se había montado en su escoba y volaba despacito por toda la sala, actuando muy bien su papel de hada, y conducía las pompas hacía todo el mundo, incluso les echaba hechizos iluminadores. Para culminar el número, Alice transmutó unas pompas especialmente resistentes y muy verdes, que Allison transformó en Leprechauns y Siobhán guio hasta la mesa del jurado, haciéndoles hacer una coreografía que quedó aún mejor que la primera vez que lo ensayaron. Tanto se emocionó Alice con el final que, mientras les aplaudían, transmutó un montón de burbujas de muchísimos colores y, levantándose de golpe desde el círculo, las hizo salir por los aires y que el pub se llenara de ellas. Y entonces, entre risas de Allison y Brando y los ruidos de impresión y divertimento del resto de la familia, por fin, volvió a sentirse ella, Alice Gallia, capaz de imaginar cosas así, de improvisar, y de sorprender y hacer reír a los demás.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
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Freyja
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Alice y él se habían guardado el uno al otro el secreto de lo que llevaban preparado para el concurso de talentos, así que la miró divertido marcharse con su equipo para los camerinos, expectante por ver qué llevaban. Solo con ver a Allison salir ya puso una sonrisa radiante. - Ese traje lo ha diseñado Alice. - Le dijo a Lex, codazo orgulloso incluido. - Es como el del año que se vistió para Halloween del hada de los dulces. - Nunca te lo podré agradecer lo suficiente, hermano. - Marcus se extrañó, mirándole con cara de confusión total. - ¿El qué? - Lex, con una expresión entre bromista y granuja, le miró de reojo y le dijo. - El que me des motivos sobrados para hacer control de la legeremancia. - Marcus soltó una fuerte pedorreta. - Eres idiota. -
El espectáculo no solo era adorable (Marcus estaba como un niño mirando a Alice hacer de hada, puede que los demás le estuvieran pasando un poco inadvertidos), sino talentoso, porque por su puesto, su novia usó la alquimia. Lex rio entre dientes. - No sé de qué me sorprende que vayáis a hacer lo mismo. - No vamos a hacer lo mismo. No tiene nada que ver. - Lex le volvió a mirar con aburrimiento, aunque esta vez arqueó una ceja. - ¿Sabes que la alquimia es vehículo para muchas cosas? Es como decir que dos comidas son idénticas porque las dos llevan tomate. Que la usemos como vehículo... - Oh, por Nuada, cállate un rato. Atiende a tu novia aunque sea. - Eh, los dos. - Les llamó Ginny. - Para estar peleando, id a cambiaros. - Y Lex se dispuso a levantarse, pero Marcus, por contra, se retrepó aún más en el asiento con chulería. Ambos le miraron con sendas cejas arqueadas, preguntándose que hacía. - Yo no necesito cambiarme. Llevo el talento conmigo. - ¿Puedo hacer la prueba solo? - Adelante, míster Irlanda. Pídele a Nuada que te ayude. - Y ya se le iba a enzarzar Lex cuando las pompas con formas y colores empezaron a sobrevolarles y su absurda discusión se les olvidó. Aplaudió con ganas y agarró el pajarito en el aire, aferrándose a él como si fuera un peluche y dedicándole a su novia una mirada de amor en la distancia. En lo que seguían lanzando pompas, se giró a quienes tenía a su alrededor, mostrando la pompa transmutada. - ¿Habéis visto? Es como goma. Es perfecta. Totalmente clara, una ejecución que... - Voy a cambiarme. - Y Lex se fue, no sin antes lanzarle a la cabeza una de las pompas que había caído por allí. - Y tú, no tardes en venir a por la parte de tu talento que no llevas contigo. - Que sí. En cuanto termine. - Que no quería perderse nada.
Aplaudió con ganas, aunque poco tiempo, porque aprovechó la ovación para, tras lanzar un beso a su chica desde el público, escabullirse al camerino. Lex ya estaba perfectamente equipado. - ¡Que ya ten...! - Lex. - Le paró, poniéndole las manos en los hombros. - Relájate. Va a salir genial. - ¿¿Pero tú por qué estás tan tranquilo?? - Bufó. - Tío, nos hemos pasado. - Que no... - ¡Es demasiado laborioso! ¿¿Por qué no nos hemos limitado a hacer pompas como ha hecho tu novia?? - Oye, que las pompas las estaba transmutando en directo. ¿Y acaso quieres vestirte de hada? - ¡Y esto no es tan guay como hacer cócteles a toda hostia y dibujar un putísimo paisaje inventado entero a tiempo real! ¿¿Y si le hago daño a alguien?? - Ay, Lex, por favor. - Suspiró. - Sería la primera vez que eso pasa. - Sí porque... - Que te relajes. - Cortó, y ya le miró a los ojos. - Que yo voy a estar ahí y te voy a reconducir si hace falta. Es mi parte del show. Y a la familia le va a flipar. Hagas lo que hagas vas a quedar bien, ¿entendido? - Lex soltó aire por la boca y, aunque reticente, acabó asintiendo. - Pues vamos. Que nos esperan. -
Realmente salió el primero, porque sería quien presentara y porque era parte del show. - Buenas noches, familia. Gracias por darnos la oportunidad de mostrar y de asistir a esta demostración de los talentos de todos. - Sonrió al público. - Mi hermano es un fantástico deportista, como bien sabéis, mientras que yo siempre he brillado más en lo académico. Lo suyo es el quidditch, más concretamente el puesto de cazador, mientras que mi especialidad es la alquimia. No obstante, siempre hemos querido ser... lo más multidisciplinares posible. Dominar otras áreas. Por eso, queremos demostrar que Lex podría jugar en cualquier posición, a saber: cazador, guardián, golpeador y buscador. Así mismo, demostraremos también que la alquimia no es lo único que yo puedo dominar, sino que también sé aplicar la historia a un evento, realizar encantamientos sensoriales e invocaciones y hacer transformaciones. - Entrelazó los dedos y se retiró unos pasos del micro, quedándose en silencio y mirando al público, dando intriga. Al cabo de unos segundos, dijo. - Oh, perdón. ¿Esperáis algo? - Chasqueó la lengua. - Supongo que estamos demasiado acostumbrados a la velocidad de las Nimbus y las Saetas. Hay que tener en cuenta que... - Y justo mientras hablaba, Lex salió volando en escoba del camerino, como si diera un paseo. - ...Las Barredoras fueron un gran avance en su momento. La Barredora 1 fue todo un hito en velocidad, pero en 1926 no estaban aún acostumbrados a las grandes escobas de competición. ¡Miradla! ¿No es toda una reliquia? - Y, cuando el público se fijó, Lex efectivamente iba montado sobre lo que parecía el primer modelo de escoba de competición del mercado.
Nancy se puso de pie para mirar bien. - ¿¿Es una Barredora 1 de verdad?? - Sí que no es. Mira el mango, es inconfundible. - Señaló Allison, y ya tenía a todos con la atención en la escoba, por lo que sutilmente, movió su varita para convocar los diversos líquidos de las bebidas que había por allí. Este comenzó a abandonar el recipiente, formando un riachuelo que, obedientemente, iba hacia él. - ¡Era todo un espectáculo para la época ver la Barredora 1! Pero supongo que algunos presentes recordarán haber presenciado el nacimiento de la Nimbus 1000. - ¡Y tanto! - Clamó Cletus entre risas. Marcus sonrió hacia él. - ¿Te gustaría volver a ver una, tío Cletus? - Detuvo la silenciosa invocación de agua para alzar la varita hacia su hermano, que sobrevolaba por encima de sus cabezas. La escoba se transformó ante sus ojos en una réplica de la Nimbus 1000 que dejó a todos boquiabiertos. - Pero no podemos ignorar los contextos históricos entre ambas. Habían pasado casi cuarenta años. Años conflictivos. De ahí que inventaran escobas más rápidas, escobas dispuestas a soportar... - Movió rápidamente la varita, señalando al bolso de la tía Nora. - ¡Oppugno! - El bolso salió disparado amenazante hacia Lex, que lo cogió al vuelo. - ...Todo tipo de ataques imprevistos. - En lo que aplaudían, Lex sobrevoló y, cual héroe, devolvió el bolso a la mujer prácticamente en las manos, moviéndose con soltura y precisión entre el público aun encima de la escoba.
- Pero dejemos el pasado y vayamos al presente. - Y, una vez más, su varita transformó la escoba en la Sinsonte Dorada que Lex había recibido esa misma mañana. Lex se irguió, preparado. Claramente estaba mucho más cómodo con las prestaciones de esa escoba. - Eso, hermanito, ya basta de charla. ¿Me vas a dejar demostrar que soy algo más que un cazador de quidditch? - Marcus le siguió el rollo, haciéndose el interesante. - Más bien voy a demostrar toda la magia que soy capaz de hacer. Dudo que puedas seguirme el ritmo. - Ponme a prueba. - ¿Eso quieres? - Se chulearon mutuamente. Tras eso, Marcus movió la varita y empezó a escucharse el piar de un pajarito por toda la estancia. - Encuéntralo, si eres capaz. - Y, dicho esto, en la barra cercana empezó a levitar una de las cucharas de madera. - ¡Engorgio! - Lanzó al objeto, cuadruplicando su tamaño. - Creo que esto te va a hacer falta. - Lo lanzó hacia Lex, quien volvió a tomarlo en el acto. Nada más cogerlo y sin avisar, Marcus apuntó a una de las guirlandas del techo y clamó. - ¡Petrificus Totalus! - Por el peso, la bola ahora de piedra cayó, haciendo a quienes había sentados debajo contener el aliento. Pero Lex había volado a toda velocidad y, con la cuchara con forma de bate en la mano, dio un fuerte golpe a la piedra en dirección a Marcus. - ¡Inmobilus! - Lanzó antes de que llegara a él, y apenas llevaba segundos detenida cuando, antes de que volviera a caer por su propio peso, volvió a lanzar. - ¡Oppugno! - Y la bola volvió a toda velocidad hacia Lex, quien esta vez la derivó hacia la puerta de la sala, donde Marcus afinó el tiro para lanzar. - ¡Bombarda! - E inmediatamente después. - ¡Arresto momentum! - Apenas había dado tiempo a la explosión a producirse cuando las partículas empezaron a moverse lentamente, volando Lex hacia allá y recogiendo cada partícula en el aire. Con todas en las manos, sobrevoló sobre su cabeza y las dejó caer diciendo. - ¿Intentas matarme, hermanito? - ¡Protego! - Lanzó Marcus, y las piedrecitas cayeron a su alrededor, bordeando la cúpula que se había creado. Marcus rio. - Qué va. Solo te pongo a prueba. ¿Seguimos? -
Pero lo de que Lex le lanzara las piedras no había sido casual. Poco a poco y mientras todos estaban entretenidos en el resto de la exhibición, había formado un charco de agua a sus pies con el que estaba dibujando un círculo de transmutación justo donde habían caído las piedras. - No estás mal como golpeador, y lo de que cazas bien ya lo sabíamos. Pero sigues sin encontrar lo que buscas. - De hecho, el pajarito se oía piar en diferentes intensidades, como si estuviera sobrevolando por allí, pero nadie lo veía. - Ni me has demostrado que seas un buen guardián. - No tengo un aro que defender. - ¡Oh! ¿Así que era eso? Habérmelo dicho antes. - Se arrodilló y fue a juntar las manos, pero Lex le interrumpió. - ¡No voy a quedarme aquí flotando mientras tú trabajas! Venga, no hagas que me aburra. - ¿Eso quieres? - Soltó una carcajada. - Pues yo no puedo estar entreteniéndote todo el tiempo. Tendrás que vértelas con otro. - ¿Ah, sí? ¿Con quién? - Y entonces, esbozando una sonrisa maliciosa, Marcus alzó la varita. - ¡Especto Patronum! - El occamy empezó a emerger y a aumentar de tamaño, chirriando con tanta fuerza que hizo temblar todo el local, y tal como abandonó la varita, comenzó a perseguir a Lex por el aire. El vuelo de su hermano esquivando el hechizo era un espectáculo digno de ver, y entonces Marcus aprovechó para juntar las manos, y las piedras comenzaron a fundirse y a elevarse, alzándose poco a poco del suelo, formando un mástil que empezaba a adquirir metros de altura. - ¿Quieres librarte de él? - Bramó a su hermano, y entonces apuntó a una de las cocteleras de la barra, lanzándosela. Por supuesto, la cogió en el vuelo. El mástil del aro de quidditch seguía creciendo, ya adoptando su forma final. Marcus bajó corriendo del escenario, atravesó el público y se puso en el lado contrario de la sala.
- ¿Preparado? - Gritó. El aro estaba formado del todo, y Lex se puso frente a él, coctelera en mano. Movió la varita y, las telas tras el escenario y tras su hermano, comenzaron a ennegrecerse, a oscurecer el entorno y a adoptar una forma tétrica que activaron todas las alarmas del patronus, por lo que se lanzó de lleno en la dirección, pensando que eran dementores. Allí estaba Lex, coctelera en mano, y justo cuando el occamy se lanzaba veloz en su dirección, se puso en el camino y el animal entró de cabeza a la coctelera, reduciendo su tamaño al del espacio, tal y como era la propiedad de estos animales. Lex cerró y, al hacerlo, Marcus invocó. - ¡Accio coctelera! - Y esta voló hacia él, pero antes de llegar, lanzó de nuevo. - ¡Oppugno! - Y esta fue flechada hacia Lex, quien la atrapó con una precisión impresionante. La familia empezó a aplaudir con ganas. - ¡Un momento, un momento! - Cortó Marcus, y volvió al escenario al trote. Estaba con la respiración jadeante por tanto hechizo fugaz, y su hermano más aún. - Muy bien, eres muy buen cazador, muy buen golpeador y muy buen guardián. Pero no has demostrado que seas un buen buscador. No has encontrado lo que debías buscar. - Lex puso una impostada expresión de extrañeza y dijo. - ¿Te refieres a esto? - Y, al abrir la palma, volvió a escucharse el piar del pajarito, y el público pudo apreciar un pájaro absolutamente minúsculo de color dorado que ahora daba saltitos en la palma de Lex. La ovación fue generalizada. Marcus sonrió a su hermano, y este le devolvió la sonrisa, absolutamente feliz. Bajó de la escoba y se abrazaron, recuperando el aliento.
El espectáculo no solo era adorable (Marcus estaba como un niño mirando a Alice hacer de hada, puede que los demás le estuvieran pasando un poco inadvertidos), sino talentoso, porque por su puesto, su novia usó la alquimia. Lex rio entre dientes. - No sé de qué me sorprende que vayáis a hacer lo mismo. - No vamos a hacer lo mismo. No tiene nada que ver. - Lex le volvió a mirar con aburrimiento, aunque esta vez arqueó una ceja. - ¿Sabes que la alquimia es vehículo para muchas cosas? Es como decir que dos comidas son idénticas porque las dos llevan tomate. Que la usemos como vehículo... - Oh, por Nuada, cállate un rato. Atiende a tu novia aunque sea. - Eh, los dos. - Les llamó Ginny. - Para estar peleando, id a cambiaros. - Y Lex se dispuso a levantarse, pero Marcus, por contra, se retrepó aún más en el asiento con chulería. Ambos le miraron con sendas cejas arqueadas, preguntándose que hacía. - Yo no necesito cambiarme. Llevo el talento conmigo. - ¿Puedo hacer la prueba solo? - Adelante, míster Irlanda. Pídele a Nuada que te ayude. - Y ya se le iba a enzarzar Lex cuando las pompas con formas y colores empezaron a sobrevolarles y su absurda discusión se les olvidó. Aplaudió con ganas y agarró el pajarito en el aire, aferrándose a él como si fuera un peluche y dedicándole a su novia una mirada de amor en la distancia. En lo que seguían lanzando pompas, se giró a quienes tenía a su alrededor, mostrando la pompa transmutada. - ¿Habéis visto? Es como goma. Es perfecta. Totalmente clara, una ejecución que... - Voy a cambiarme. - Y Lex se fue, no sin antes lanzarle a la cabeza una de las pompas que había caído por allí. - Y tú, no tardes en venir a por la parte de tu talento que no llevas contigo. - Que sí. En cuanto termine. - Que no quería perderse nada.
Aplaudió con ganas, aunque poco tiempo, porque aprovechó la ovación para, tras lanzar un beso a su chica desde el público, escabullirse al camerino. Lex ya estaba perfectamente equipado. - ¡Que ya ten...! - Lex. - Le paró, poniéndole las manos en los hombros. - Relájate. Va a salir genial. - ¿¿Pero tú por qué estás tan tranquilo?? - Bufó. - Tío, nos hemos pasado. - Que no... - ¡Es demasiado laborioso! ¿¿Por qué no nos hemos limitado a hacer pompas como ha hecho tu novia?? - Oye, que las pompas las estaba transmutando en directo. ¿Y acaso quieres vestirte de hada? - ¡Y esto no es tan guay como hacer cócteles a toda hostia y dibujar un putísimo paisaje inventado entero a tiempo real! ¿¿Y si le hago daño a alguien?? - Ay, Lex, por favor. - Suspiró. - Sería la primera vez que eso pasa. - Sí porque... - Que te relajes. - Cortó, y ya le miró a los ojos. - Que yo voy a estar ahí y te voy a reconducir si hace falta. Es mi parte del show. Y a la familia le va a flipar. Hagas lo que hagas vas a quedar bien, ¿entendido? - Lex soltó aire por la boca y, aunque reticente, acabó asintiendo. - Pues vamos. Que nos esperan. -
Realmente salió el primero, porque sería quien presentara y porque era parte del show. - Buenas noches, familia. Gracias por darnos la oportunidad de mostrar y de asistir a esta demostración de los talentos de todos. - Sonrió al público. - Mi hermano es un fantástico deportista, como bien sabéis, mientras que yo siempre he brillado más en lo académico. Lo suyo es el quidditch, más concretamente el puesto de cazador, mientras que mi especialidad es la alquimia. No obstante, siempre hemos querido ser... lo más multidisciplinares posible. Dominar otras áreas. Por eso, queremos demostrar que Lex podría jugar en cualquier posición, a saber: cazador, guardián, golpeador y buscador. Así mismo, demostraremos también que la alquimia no es lo único que yo puedo dominar, sino que también sé aplicar la historia a un evento, realizar encantamientos sensoriales e invocaciones y hacer transformaciones. - Entrelazó los dedos y se retiró unos pasos del micro, quedándose en silencio y mirando al público, dando intriga. Al cabo de unos segundos, dijo. - Oh, perdón. ¿Esperáis algo? - Chasqueó la lengua. - Supongo que estamos demasiado acostumbrados a la velocidad de las Nimbus y las Saetas. Hay que tener en cuenta que... - Y justo mientras hablaba, Lex salió volando en escoba del camerino, como si diera un paseo. - ...Las Barredoras fueron un gran avance en su momento. La Barredora 1 fue todo un hito en velocidad, pero en 1926 no estaban aún acostumbrados a las grandes escobas de competición. ¡Miradla! ¿No es toda una reliquia? - Y, cuando el público se fijó, Lex efectivamente iba montado sobre lo que parecía el primer modelo de escoba de competición del mercado.
Nancy se puso de pie para mirar bien. - ¿¿Es una Barredora 1 de verdad?? - Sí que no es. Mira el mango, es inconfundible. - Señaló Allison, y ya tenía a todos con la atención en la escoba, por lo que sutilmente, movió su varita para convocar los diversos líquidos de las bebidas que había por allí. Este comenzó a abandonar el recipiente, formando un riachuelo que, obedientemente, iba hacia él. - ¡Era todo un espectáculo para la época ver la Barredora 1! Pero supongo que algunos presentes recordarán haber presenciado el nacimiento de la Nimbus 1000. - ¡Y tanto! - Clamó Cletus entre risas. Marcus sonrió hacia él. - ¿Te gustaría volver a ver una, tío Cletus? - Detuvo la silenciosa invocación de agua para alzar la varita hacia su hermano, que sobrevolaba por encima de sus cabezas. La escoba se transformó ante sus ojos en una réplica de la Nimbus 1000 que dejó a todos boquiabiertos. - Pero no podemos ignorar los contextos históricos entre ambas. Habían pasado casi cuarenta años. Años conflictivos. De ahí que inventaran escobas más rápidas, escobas dispuestas a soportar... - Movió rápidamente la varita, señalando al bolso de la tía Nora. - ¡Oppugno! - El bolso salió disparado amenazante hacia Lex, que lo cogió al vuelo. - ...Todo tipo de ataques imprevistos. - En lo que aplaudían, Lex sobrevoló y, cual héroe, devolvió el bolso a la mujer prácticamente en las manos, moviéndose con soltura y precisión entre el público aun encima de la escoba.
- Pero dejemos el pasado y vayamos al presente. - Y, una vez más, su varita transformó la escoba en la Sinsonte Dorada que Lex había recibido esa misma mañana. Lex se irguió, preparado. Claramente estaba mucho más cómodo con las prestaciones de esa escoba. - Eso, hermanito, ya basta de charla. ¿Me vas a dejar demostrar que soy algo más que un cazador de quidditch? - Marcus le siguió el rollo, haciéndose el interesante. - Más bien voy a demostrar toda la magia que soy capaz de hacer. Dudo que puedas seguirme el ritmo. - Ponme a prueba. - ¿Eso quieres? - Se chulearon mutuamente. Tras eso, Marcus movió la varita y empezó a escucharse el piar de un pajarito por toda la estancia. - Encuéntralo, si eres capaz. - Y, dicho esto, en la barra cercana empezó a levitar una de las cucharas de madera. - ¡Engorgio! - Lanzó al objeto, cuadruplicando su tamaño. - Creo que esto te va a hacer falta. - Lo lanzó hacia Lex, quien volvió a tomarlo en el acto. Nada más cogerlo y sin avisar, Marcus apuntó a una de las guirlandas del techo y clamó. - ¡Petrificus Totalus! - Por el peso, la bola ahora de piedra cayó, haciendo a quienes había sentados debajo contener el aliento. Pero Lex había volado a toda velocidad y, con la cuchara con forma de bate en la mano, dio un fuerte golpe a la piedra en dirección a Marcus. - ¡Inmobilus! - Lanzó antes de que llegara a él, y apenas llevaba segundos detenida cuando, antes de que volviera a caer por su propio peso, volvió a lanzar. - ¡Oppugno! - Y la bola volvió a toda velocidad hacia Lex, quien esta vez la derivó hacia la puerta de la sala, donde Marcus afinó el tiro para lanzar. - ¡Bombarda! - E inmediatamente después. - ¡Arresto momentum! - Apenas había dado tiempo a la explosión a producirse cuando las partículas empezaron a moverse lentamente, volando Lex hacia allá y recogiendo cada partícula en el aire. Con todas en las manos, sobrevoló sobre su cabeza y las dejó caer diciendo. - ¿Intentas matarme, hermanito? - ¡Protego! - Lanzó Marcus, y las piedrecitas cayeron a su alrededor, bordeando la cúpula que se había creado. Marcus rio. - Qué va. Solo te pongo a prueba. ¿Seguimos? -
Pero lo de que Lex le lanzara las piedras no había sido casual. Poco a poco y mientras todos estaban entretenidos en el resto de la exhibición, había formado un charco de agua a sus pies con el que estaba dibujando un círculo de transmutación justo donde habían caído las piedras. - No estás mal como golpeador, y lo de que cazas bien ya lo sabíamos. Pero sigues sin encontrar lo que buscas. - De hecho, el pajarito se oía piar en diferentes intensidades, como si estuviera sobrevolando por allí, pero nadie lo veía. - Ni me has demostrado que seas un buen guardián. - No tengo un aro que defender. - ¡Oh! ¿Así que era eso? Habérmelo dicho antes. - Se arrodilló y fue a juntar las manos, pero Lex le interrumpió. - ¡No voy a quedarme aquí flotando mientras tú trabajas! Venga, no hagas que me aburra. - ¿Eso quieres? - Soltó una carcajada. - Pues yo no puedo estar entreteniéndote todo el tiempo. Tendrás que vértelas con otro. - ¿Ah, sí? ¿Con quién? - Y entonces, esbozando una sonrisa maliciosa, Marcus alzó la varita. - ¡Especto Patronum! - El occamy empezó a emerger y a aumentar de tamaño, chirriando con tanta fuerza que hizo temblar todo el local, y tal como abandonó la varita, comenzó a perseguir a Lex por el aire. El vuelo de su hermano esquivando el hechizo era un espectáculo digno de ver, y entonces Marcus aprovechó para juntar las manos, y las piedras comenzaron a fundirse y a elevarse, alzándose poco a poco del suelo, formando un mástil que empezaba a adquirir metros de altura. - ¿Quieres librarte de él? - Bramó a su hermano, y entonces apuntó a una de las cocteleras de la barra, lanzándosela. Por supuesto, la cogió en el vuelo. El mástil del aro de quidditch seguía creciendo, ya adoptando su forma final. Marcus bajó corriendo del escenario, atravesó el público y se puso en el lado contrario de la sala.
- ¿Preparado? - Gritó. El aro estaba formado del todo, y Lex se puso frente a él, coctelera en mano. Movió la varita y, las telas tras el escenario y tras su hermano, comenzaron a ennegrecerse, a oscurecer el entorno y a adoptar una forma tétrica que activaron todas las alarmas del patronus, por lo que se lanzó de lleno en la dirección, pensando que eran dementores. Allí estaba Lex, coctelera en mano, y justo cuando el occamy se lanzaba veloz en su dirección, se puso en el camino y el animal entró de cabeza a la coctelera, reduciendo su tamaño al del espacio, tal y como era la propiedad de estos animales. Lex cerró y, al hacerlo, Marcus invocó. - ¡Accio coctelera! - Y esta voló hacia él, pero antes de llegar, lanzó de nuevo. - ¡Oppugno! - Y esta fue flechada hacia Lex, quien la atrapó con una precisión impresionante. La familia empezó a aplaudir con ganas. - ¡Un momento, un momento! - Cortó Marcus, y volvió al escenario al trote. Estaba con la respiración jadeante por tanto hechizo fugaz, y su hermano más aún. - Muy bien, eres muy buen cazador, muy buen golpeador y muy buen guardián. Pero no has demostrado que seas un buen buscador. No has encontrado lo que debías buscar. - Lex puso una impostada expresión de extrañeza y dijo. - ¿Te refieres a esto? - Y, al abrir la palma, volvió a escucharse el piar del pajarito, y el público pudo apreciar un pájaro absolutamente minúsculo de color dorado que ahora daba saltitos en la palma de Lex. La ovación fue generalizada. Marcus sonrió a su hermano, y este le devolvió la sonrisa, absolutamente feliz. Bajó de la escoba y se abrazaron, recuperando el aliento.
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Ivanka
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Las risas y los aplausos hubieran sido suficiente para poner sus niveles de alegría por las nubes, pero aún faltaba el veredicto, aunque los hermanos Lacey estaban demasiado entretenidos con las pompas. — ¡Dale, Molly, dale! — ¡Es que no se rompen, eh! — Francis, Margaret, por el amor de Eire, que no sois niños. — Les llamó la atención Amelia, antes las risas de los cónyuges de ambos. — Hija, no soy objetivo, porque todo el mundo sabe que veros a ti y a mi nieto hacer alquimia es lo que más alegría me da en la vida, pero… — Abrió los brazos y señaló a todo el pub, que, como niños, corrían y saltaban detrás de las burbujas, reían, y alzaban a los más pequeños para que pudieran jugar con ellas. — No hay nada que le guste más a un Ravenclaw que cuando todo indica que siempre tuvo razón. — Alice rio, feliz, y el abuelo se giró hacia las demás. — Chicas, habéis sido brillantes, qué vuelo tan grácil, Siobhán y qué transformaciones tan bellas, Allison, enhorabuena de verdad. — Le dio en la naricita a Brando y terminó con una tierna sonrisa. — Y un fuerte aplauso para el duende más bonito del mundo. —
Alice estaba encantada y con un subidón de endorfinas tremendo, así que se fue corriendo al lado de su suegro, que estaba más o menos en el mismo estado que ella y al sentarse le agarró del brazo y dijo. — ¿Estás nervioso por ver lo que hacen tus niños? — Él palmeó su mano. — Estoy absolutamente feliz. Toda mi familia está reunida, mi Alice es feliz y mis hijos van a colaborar… No puedo pedir más. — Pero entonces vieron subir a Marcus al escenario y dejaron de parlotear para simplemente adorar a la persona que estaban viendo.
Su Marcus parecía haber nacido para aquello, claro, y Alice escuchaba y asistía al espectáculo con ojos brillantes y sintiéndose orgullosa del mucho quidditch que había aprendido en el último año, entre unos y otros. Nancy y Allison le estaban rivalizando en la emoción desde luego, aunque Alice estaba más pendiente del cruce de hechizos, que le parecía bastante más atrevido de lo que esperaba de los hermanos, por no hablar del pajarito, que le estaba rondando por la cabeza. No había visto nada todavía. Cuando empezó la demostración de las habilidades de Lex como jugador y de Marcus como hechicero y alquimista, y cuando soltó el Patronus no pudo evitar abrir la boca y lanzar un grito ahogado, siguiendo con los ojos al precioso occamy. Eso sí, no pudo evitar susurrarle a Arnold. — Luego me decían a mí del club de duelo, pero eso de la Bombarda en interior… — Su suegro rio y contestó. — Mira, si no fuera porque están haciendo una exhibición de gallardía y pericia mágica, por mucho que les quiera, les dejaría solos ante el peligro de responder ante su madre, pero creo que el problema va a ser bajarla del pedestal de orgullo Slytherin que tiene ahora mismo. — Y Alice tuvo que reír también. Obviamente, aplaudió como la que más, silbó y gritó “¡GUAPO! ¡GUAPO!” varias veces.
Mientras los mayores les daban el veredicto, ella trató de concentrarse y se fue a una esquinita. Tomó aire, puso la mano frente a ella y dijo. — Venga, Alice, las plantas son lo tuyo… ¡Orchideus! — Y un ramo de ciclámenes y dalias apareció en su mano. En cuanto pudo, se acercó entre la horda de fans familiares a los chicos y les dio el ramo y un besito a Marcus. — Enhorabuena, O’Donnells. Habéis demostrado que sois el mejor equipo posible. — Lex miró el ramo. — Ehhhh, Alice… Ehhhh… Las flores son… Blancas y rosas. — Sí, hijo, sí. Son dalias y ciclámenes, las flores de Slytherin y Ravenclaw. — ¡Ahh! Entonces perfecto. ¿Te ha gustado? — Y entre risas y comentando sus respectivos números, se sentaron los tres con el ramo en medio.
Quedaban solo dos números de concurso (los demás serían fuera de valoración) y el que tocaba era el más numeroso. Básicamente Andrew con un montón de niños, así que prometía, por lo menos, ser divertido. De entrada, subió al escenario con una camiseta de la bandera de Estados Unidos y vaqueros, con Fergus, que llevaba una ropa normal pero una bandera irlandesa atada a modo de capa. — ¡Qué pasa, familia! ¡Feliz Navidad! — Este como su mujer, lo de presentar no es lo suyo. — Susurró Alice, socarrona. — Aquí estamos Fergus y yo a la cabeza de dos equipos de élite que se van a enfrentar. Nos hemos intercambiado las banderas para demostrar que todo esto es de buen rollo. — ¡BUUUUHHH! ¡Qué Hufflepuff! — Gritó Lex a su lado. No, desde luego que estaba integradísimo. — Como decía, Fergus y yo vamos a estar a la cabeza, y hemos sido los entrenadores, de dos equipos, el suyo es equipo América, con Ada y Saoirse, y el mío equipo Irlanda, con Rosie y Seamus. — E hizo un gesto para animar los aplausos. — Los dos hemos diseñado pruebas para el equipo contrario sobre el país propio, a ver si saben más los irlandeses de América o los americanos de Irlanda. En una nota especial… — Señaló a su espalda y la luz iluminó a Arnie, sonriente en una trona. — Nuestro juez de línea. Y, en la elaboración de comidas: ¡la prima Rosaline! Un aplauso para ella, por favor, es la mejor. — La mujer se puso roja mientras se acercaba con un carrito lleno de comida y sacudía la mano en dirección a Andrew. — Haremos tres pruebas cada uno, en caso de empate, desempatarán los jueces. ¿Estáis listos? — Se oyeron unos ligeros “sí”. — ¡NO OS OIGO! — El volumen subió. — ¿ESTÁIS SEGUROS? — Y ya el “sí” se acompañó de aplausos y griterío.
Con idénticos atuendos (bueno, Ada directamente se había pintado la cara con la bandera y llevaba tréboles prendidos, entre otras cosas) los chicos se unieron a sus entrenadores y el equipo América hizo su primera pregunta. — ¿Cómo se llama el Ministerio de Magia de América? — Seamus estaba completamente distraído, pero Rosie puso tanta cara de concentración que casi veía salir humito de su cabeza. — Mi.. Ma… Ma… — Resopló. — MA.. CU… ¡MACUSA! — ¡SÍÍÍÍ! ¡VIVA MI HADA PELIRROJA! — Celebró Andrew levantándola en brazos, pero enseguida volvió a su lugar. — Nombra a los siete Tuata Na Dahn. — Saoirse empezó a lanzar nombre al aire, pero al final Ada le dio un manotazo y, tras mandarla callar y también en máxima concentración, soltó los siete del tirón. — ¡TOMA! ¡TOMA! ¡Vas a ser Serpiente, Adie! ¡El primo Fergus está muy orgulloso de ti! — Tocaba la prueba de las comidas, y Seamus y Saoirse, con los ojos vendados, tuvieron que adivinar lo que estaban comiendo. En el primer caso, el niño adivinó al instante el perrito caliente y todo lo que llevaba, para devorarlo entero acto seguido. A Saoirse le costó más el pastel del pastor, porque no se sabía bien el nombre y hubo que ayudarla, pero al final lo sacó. — Bueno, es que en este caso, Irlanda se complica, eh… — Susurró Alice, mirando significativamente a Marcus y recordando su incursión en la truck food. La prueba final consistía en reconocer una canción y decir en qué ocasión se cantaba. Primero fue Fergus, que se quedó pensando. — Es la canción de año nuevo… Es… — ¡Auld Layne Sine! — Exclamó Ada. — ¡SÍ! ¡SÍ! ¡Toma! — Y cuando llegó el turno de Andrew, se quedó en blanco. — Vaaaaaale… Creo que esa canción se llama Amazing Grace… Y… Ni idea de cuando se canta, ¿chicos? — Seamus estaba dándole pastel del pastor a Arnie en la trona y Rosie tenía cara de seguir pensando con toda su fuerzas. — ¡Di algo, Andrew! ¡Suena a… a algo alegre! — Andrew parpadeó y dijo al final. — ¡Para los cumpleaños! — Se hizo un silencio y Amelia se levantó de la indignación. — ¡Hijo! ¿Hace cuánto que no prestas atención en Pascua? Si esa la cantamos aquí, también… — ¿VES? ¡Era alegre! — Rosie parecía enfadada, pero Ada corrió a su lado y le cogió la mano. — ¡Pero hemos empatado! ¿A que sí, abuelos? Hemos ganado todo. — Lex se inclinó hacia adelante y les miró. — Uy sí, superserpiente cornuda va a ser. — El precioso gesto de Ada, hizo que todos se levantaran y ovacionaran, incluidos Seamus y Arnie llenos de puré de patata, carne picada y guisantes. Alice sonrió y dijo. — Cada uno enseña lo que puede. Yo divierto, tú impresionas, y los huffies nos regalan corazón. —
Alice estaba encantada y con un subidón de endorfinas tremendo, así que se fue corriendo al lado de su suegro, que estaba más o menos en el mismo estado que ella y al sentarse le agarró del brazo y dijo. — ¿Estás nervioso por ver lo que hacen tus niños? — Él palmeó su mano. — Estoy absolutamente feliz. Toda mi familia está reunida, mi Alice es feliz y mis hijos van a colaborar… No puedo pedir más. — Pero entonces vieron subir a Marcus al escenario y dejaron de parlotear para simplemente adorar a la persona que estaban viendo.
Su Marcus parecía haber nacido para aquello, claro, y Alice escuchaba y asistía al espectáculo con ojos brillantes y sintiéndose orgullosa del mucho quidditch que había aprendido en el último año, entre unos y otros. Nancy y Allison le estaban rivalizando en la emoción desde luego, aunque Alice estaba más pendiente del cruce de hechizos, que le parecía bastante más atrevido de lo que esperaba de los hermanos, por no hablar del pajarito, que le estaba rondando por la cabeza. No había visto nada todavía. Cuando empezó la demostración de las habilidades de Lex como jugador y de Marcus como hechicero y alquimista, y cuando soltó el Patronus no pudo evitar abrir la boca y lanzar un grito ahogado, siguiendo con los ojos al precioso occamy. Eso sí, no pudo evitar susurrarle a Arnold. — Luego me decían a mí del club de duelo, pero eso de la Bombarda en interior… — Su suegro rio y contestó. — Mira, si no fuera porque están haciendo una exhibición de gallardía y pericia mágica, por mucho que les quiera, les dejaría solos ante el peligro de responder ante su madre, pero creo que el problema va a ser bajarla del pedestal de orgullo Slytherin que tiene ahora mismo. — Y Alice tuvo que reír también. Obviamente, aplaudió como la que más, silbó y gritó “¡GUAPO! ¡GUAPO!” varias veces.
Mientras los mayores les daban el veredicto, ella trató de concentrarse y se fue a una esquinita. Tomó aire, puso la mano frente a ella y dijo. — Venga, Alice, las plantas son lo tuyo… ¡Orchideus! — Y un ramo de ciclámenes y dalias apareció en su mano. En cuanto pudo, se acercó entre la horda de fans familiares a los chicos y les dio el ramo y un besito a Marcus. — Enhorabuena, O’Donnells. Habéis demostrado que sois el mejor equipo posible. — Lex miró el ramo. — Ehhhh, Alice… Ehhhh… Las flores son… Blancas y rosas. — Sí, hijo, sí. Son dalias y ciclámenes, las flores de Slytherin y Ravenclaw. — ¡Ahh! Entonces perfecto. ¿Te ha gustado? — Y entre risas y comentando sus respectivos números, se sentaron los tres con el ramo en medio.
Quedaban solo dos números de concurso (los demás serían fuera de valoración) y el que tocaba era el más numeroso. Básicamente Andrew con un montón de niños, así que prometía, por lo menos, ser divertido. De entrada, subió al escenario con una camiseta de la bandera de Estados Unidos y vaqueros, con Fergus, que llevaba una ropa normal pero una bandera irlandesa atada a modo de capa. — ¡Qué pasa, familia! ¡Feliz Navidad! — Este como su mujer, lo de presentar no es lo suyo. — Susurró Alice, socarrona. — Aquí estamos Fergus y yo a la cabeza de dos equipos de élite que se van a enfrentar. Nos hemos intercambiado las banderas para demostrar que todo esto es de buen rollo. — ¡BUUUUHHH! ¡Qué Hufflepuff! — Gritó Lex a su lado. No, desde luego que estaba integradísimo. — Como decía, Fergus y yo vamos a estar a la cabeza, y hemos sido los entrenadores, de dos equipos, el suyo es equipo América, con Ada y Saoirse, y el mío equipo Irlanda, con Rosie y Seamus. — E hizo un gesto para animar los aplausos. — Los dos hemos diseñado pruebas para el equipo contrario sobre el país propio, a ver si saben más los irlandeses de América o los americanos de Irlanda. En una nota especial… — Señaló a su espalda y la luz iluminó a Arnie, sonriente en una trona. — Nuestro juez de línea. Y, en la elaboración de comidas: ¡la prima Rosaline! Un aplauso para ella, por favor, es la mejor. — La mujer se puso roja mientras se acercaba con un carrito lleno de comida y sacudía la mano en dirección a Andrew. — Haremos tres pruebas cada uno, en caso de empate, desempatarán los jueces. ¿Estáis listos? — Se oyeron unos ligeros “sí”. — ¡NO OS OIGO! — El volumen subió. — ¿ESTÁIS SEGUROS? — Y ya el “sí” se acompañó de aplausos y griterío.
Con idénticos atuendos (bueno, Ada directamente se había pintado la cara con la bandera y llevaba tréboles prendidos, entre otras cosas) los chicos se unieron a sus entrenadores y el equipo América hizo su primera pregunta. — ¿Cómo se llama el Ministerio de Magia de América? — Seamus estaba completamente distraído, pero Rosie puso tanta cara de concentración que casi veía salir humito de su cabeza. — Mi.. Ma… Ma… — Resopló. — MA.. CU… ¡MACUSA! — ¡SÍÍÍÍ! ¡VIVA MI HADA PELIRROJA! — Celebró Andrew levantándola en brazos, pero enseguida volvió a su lugar. — Nombra a los siete Tuata Na Dahn. — Saoirse empezó a lanzar nombre al aire, pero al final Ada le dio un manotazo y, tras mandarla callar y también en máxima concentración, soltó los siete del tirón. — ¡TOMA! ¡TOMA! ¡Vas a ser Serpiente, Adie! ¡El primo Fergus está muy orgulloso de ti! — Tocaba la prueba de las comidas, y Seamus y Saoirse, con los ojos vendados, tuvieron que adivinar lo que estaban comiendo. En el primer caso, el niño adivinó al instante el perrito caliente y todo lo que llevaba, para devorarlo entero acto seguido. A Saoirse le costó más el pastel del pastor, porque no se sabía bien el nombre y hubo que ayudarla, pero al final lo sacó. — Bueno, es que en este caso, Irlanda se complica, eh… — Susurró Alice, mirando significativamente a Marcus y recordando su incursión en la truck food. La prueba final consistía en reconocer una canción y decir en qué ocasión se cantaba. Primero fue Fergus, que se quedó pensando. — Es la canción de año nuevo… Es… — ¡Auld Layne Sine! — Exclamó Ada. — ¡SÍ! ¡SÍ! ¡Toma! — Y cuando llegó el turno de Andrew, se quedó en blanco. — Vaaaaaale… Creo que esa canción se llama Amazing Grace… Y… Ni idea de cuando se canta, ¿chicos? — Seamus estaba dándole pastel del pastor a Arnie en la trona y Rosie tenía cara de seguir pensando con toda su fuerzas. — ¡Di algo, Andrew! ¡Suena a… a algo alegre! — Andrew parpadeó y dijo al final. — ¡Para los cumpleaños! — Se hizo un silencio y Amelia se levantó de la indignación. — ¡Hijo! ¿Hace cuánto que no prestas atención en Pascua? Si esa la cantamos aquí, también… — ¿VES? ¡Era alegre! — Rosie parecía enfadada, pero Ada corrió a su lado y le cogió la mano. — ¡Pero hemos empatado! ¿A que sí, abuelos? Hemos ganado todo. — Lex se inclinó hacia adelante y les miró. — Uy sí, superserpiente cornuda va a ser. — El precioso gesto de Ada, hizo que todos se levantaran y ovacionaran, incluidos Seamus y Arnie llenos de puré de patata, carne picada y guisantes. Alice sonrió y dijo. — Cada uno enseña lo que puede. Yo divierto, tú impresionas, y los huffies nos regalan corazón. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Estaba absolutamente feliz y con la adrenalina por las nubes. Recibieron las ovaciones encantados (bueno, él más que Lex, que recuperaba rápidamente su timidez habitual) y bajaron del escenario para recibir el veredicto del jurado. Lawrence, hinchado de orgullo, había abierto la boca para hablar, pero su hermano le interrumpió. - A esto lo llamo yo una buena exhibición de dos hermanos Slytherin. - Clamó Cletus, haciendo que el otro cerrara la boca y le mirara con inquina infantil. Amelia soltó un jadeo impresionado. - ¡Qué maravilla! Es increible lo talentosos que sois. - LUEGO ES QUE TIENE FAVORITISMO UNA. - Molly vivía con la indignación tras la oreja, pero al menos era para bien. La que soltó una risita fue Maeve. - ¿A que sí, Amelia? Si hubiera conocido una a estos buenos mozos irlandeses de joven... - ¡Mujer! - Se azoró Frankie, retirando discretamente del alcance de Maeve la pinta que ya estaba casi acabada, mientras Molly y Cletus se unían a las risas y Lawrence negaba con la cabeza. - Ha sido toda una exhibición de talento, chicos, y una demostración de que somos diversos y de que la habilidad se puede reflejar de muchas formas. Enhorabuena. - Recondujo su abuelo justo cuando Alice aparecía por allí con las flores. - ¡Gracias! Es precioso, mi amor. - Oliendo el aroma de las flores estaba cuando su hermano empezó a hablar y solo pudo reír. - Y por eso la exhibición no incluía demostrar conocimientos sobre herbología. - ¡Pues me parece fatal! A ver si os voy a restar puntos! - Se indignó Molly, a lo que Lex puso cara espantada. - ¡Abuela! No vale, esto está ya fuera de concurso. - Pero ya se fueron a sentarse, que el concurso no había terminado.
No quería imaginarse en lo que podía desembocar el siguiente grupo, pero tenía que reconocer que había sido mucho menos caótico y estrafalario de lo que había predicho. Se rio muchísimo con la exhibición, aplaudió a todos los aciertos y, junto a Alice y Lex, intentaba por lo bajo acertar todas las preguntas. - Yo me hubiera llevado premio en los dos equipos. - Dijo cómicamente, orgulloso. Lo de Andrew equivocándose más que los niños le tenía muerto de risa, aunque temió la razón de los de su equipo (de Rosie, más bien, porque Seamus estaba a otras cosas) si perdían. Menos mal que tenían a Ada allí. - ¡Oye! ¿Insinúas que los Ravenclaw, o los Serpiente Cornuda en ese caso, no pueden tener buen corazón y compartir sus premios? - Le dijo a Lex, quien le miró con los ojos entornados. Marcus se hizo el digno. - Que sepas que conozco Hufflepuffs muy competitivos. -
- Ha sido una maravilla poder veros a todos formando tan buenos equipos. - Valoró Frankie. - Y me gustaría dar una enhorabuena especial a los dos capitanes. - A pesar de que algunos no reconozcan las canciones de Pascua... - Lanzó Amelia el tirito, ante lo que Andrew se encogió de hombros, pero Frankie continuó. - Gracias a chicos como vosotros, los más pequeños tienen un referente. Enhorabuena. Y gracias, porque no sabéis lo importante que es para nosotros que nuestra familia sepa de nuestros dos hogares: el que nos vio nacer, y el que nos acogió. - Se notaba a la legua que Fergus trataba de contener la emoción, mientras los demás daban saltos de alegría y volvían a su sitio.
- ¡Última exhibición! - Clamó Maeve como voz anunciadora, y al escenario salieron, perfectamente conjuntados con unos preciosos trajes tradicionales irlandeses, Frankie Junior y Nancy. Fergus, que justo se estaba sentando, chistó con fastidio. - ¿¿Pero por qué le queda todo bien?? ¿Eso cuenta como talento? ¿Esa es la exhibición, simplemente salir ahí y posar? - Marcus, Lex y Alice rieron por lo bajo con la indignación del chico. - ¡Buenas noches, familia irlandesa y americana! - Saludó Frankie, y Nancy retomó la palabra. - Esta es una noche muy especial, llena de tradición. Como antropóloga, me emociona particularmente. Sabéis lo importante que las tradiciones son para mí, pero hay otra cosa que me encanta: la música. Desde hace siglos, cantar ha sido el mejor regalo que alguien que quería honrar y entretener a su familia o anfitriones podía dar. Ha sido una manera de contar historias, de transmitirlas, y de expresar cómo nos sentimos. - Miró con emoción a Eillish y Arthur. - Mis padres, aprovechando este apellido tan irlandés que tenemos, me pusieron Nancy como nombre, haciendo que toda la vida me sintiera como la protagonista de la canción irlandesa: Nancy Mulligan. No sé cuántas veces mi padre me la ha cantado y yo la he bailado, sintiéndome feliz, sintiéndome un personaje de una canción que mi pueblo ha cantado durante generaciones. En el fondo, ellos querían que fuera antropóloga. - Hubo risas emocionadas entre el público. - Quería regalaros esta canción, con todo mi corazón. Pero este año, además, cuento con un compañero excepcional. - Frankie sonrió ampliamente, sacó pecho y habló de nuevo. - Siempre me ha encantado la música, aunque no soy el mejor cantante del mundo, pero sé poner diferentes voces. Lo hacía mucho en el colegio y a la gente le encantaba. He oído tanto a la abuela Maeve y al abuelo Frankie cantar esta canción, que cuando llegué a Irlanda y conocí a Nancy, pensé: "¿¿Es esto cierto?? ¿Estoy ante Nancy Mulligan de verdad?" - Nancy soltó una risita, y Lex, lentamente y con la sorna dibujada en la sonrisa, se inclinó a ellos y les dijo. - Confirmo que fue eso lo primero que pensó. - Marcus le miró con sospecha, viendo como volvía a su sitio riendo entre dientes. Ya, era ironía. Prefería no saber más. - Así que, familia. - Continuó Frankie. - Esta es nuestra aportación para este concurso, y va dedicada, aprovechando que nos toca cerrar, a todos vosotros. Nollaig Shona! - Todos aplaudieron y una musiquita alegre comenzó a sonar. Daba gusto verles, y en apenas segundos todos estaban tocando las palmas al compás de la música, siguiendo la historia de la canción.
Los abuelos se habían levantado de sus mesas y tocaban las palmas, bailando entre ellos, emocionados. Pronto, todo el público estaba de pie, los niños saltaba y algunos adultos seguían la letra de la canción. Marcus también estaba tocando las palmas, pero en un momento determinado, con mucha suavidad y cariño, Allison le tomó de las manos e hizo un bailecito con él, divertida, y sin duda bajándole el ritmo. No, su talento no era el oído, ya estaba él notando que la gente se le alejaba como quien no quería la cosa mientras tocaba las palmas. El estribillo fue coreado por todo el mundo, mientras los del dúo animaban a ello.
Y, llegado a cierto punto de la canción, Frankie empezó a hacer cambios de voces que le daban un toque distinto a la canción y que encantó en el público, porque las ovaciones subieron. Nancy movía su vestido, y a medida que avanzaba la canción se veían destellos verdes con cada movimiento de la tela, que fueron a más conforme esta iba llegando a su fin, convirtiéndose en una nube de brillos verdes al llegar el último estribillo. Cuando la canción terminó, el clamor popular hizo temblar el bar. Marcus estaba tan centrado en la emoción del momento y en lo que le encantaba la canción que pasó por alto las miraditas de coqueteo de los dos componentes de la pareja que, dicho sea de paso, estaban cantando una canción de amor que traspasaba fronteras e impedimentos. Marcus, una vez más, no viendo lo que no estaba en sus narices simplemente porque no le interesaba hacerlo.
Nada más bajaron del escenario, todos los miembros del jurado fueron a abrazarles. - Ha sido absolutamente precioso. - Aseguró Maeve, emocionada. - Hija, qué bien te pusieron el nombre. - Insistió Cletus, porque seguro que esa no era la primera vez que hacía una afirmación similar. Frankie y Nancy fueron a sentarse y el jurado habló para todos. - ¡Bueno! Es el momento de las exhibiciones de talento fuera de concurso para aquellos que quieran seguir entreteniendo a la familia. Nosotros aprovecharemos el momento para la deliberación. -
No quería imaginarse en lo que podía desembocar el siguiente grupo, pero tenía que reconocer que había sido mucho menos caótico y estrafalario de lo que había predicho. Se rio muchísimo con la exhibición, aplaudió a todos los aciertos y, junto a Alice y Lex, intentaba por lo bajo acertar todas las preguntas. - Yo me hubiera llevado premio en los dos equipos. - Dijo cómicamente, orgulloso. Lo de Andrew equivocándose más que los niños le tenía muerto de risa, aunque temió la razón de los de su equipo (de Rosie, más bien, porque Seamus estaba a otras cosas) si perdían. Menos mal que tenían a Ada allí. - ¡Oye! ¿Insinúas que los Ravenclaw, o los Serpiente Cornuda en ese caso, no pueden tener buen corazón y compartir sus premios? - Le dijo a Lex, quien le miró con los ojos entornados. Marcus se hizo el digno. - Que sepas que conozco Hufflepuffs muy competitivos. -
- Ha sido una maravilla poder veros a todos formando tan buenos equipos. - Valoró Frankie. - Y me gustaría dar una enhorabuena especial a los dos capitanes. - A pesar de que algunos no reconozcan las canciones de Pascua... - Lanzó Amelia el tirito, ante lo que Andrew se encogió de hombros, pero Frankie continuó. - Gracias a chicos como vosotros, los más pequeños tienen un referente. Enhorabuena. Y gracias, porque no sabéis lo importante que es para nosotros que nuestra familia sepa de nuestros dos hogares: el que nos vio nacer, y el que nos acogió. - Se notaba a la legua que Fergus trataba de contener la emoción, mientras los demás daban saltos de alegría y volvían a su sitio.
- ¡Última exhibición! - Clamó Maeve como voz anunciadora, y al escenario salieron, perfectamente conjuntados con unos preciosos trajes tradicionales irlandeses, Frankie Junior y Nancy. Fergus, que justo se estaba sentando, chistó con fastidio. - ¿¿Pero por qué le queda todo bien?? ¿Eso cuenta como talento? ¿Esa es la exhibición, simplemente salir ahí y posar? - Marcus, Lex y Alice rieron por lo bajo con la indignación del chico. - ¡Buenas noches, familia irlandesa y americana! - Saludó Frankie, y Nancy retomó la palabra. - Esta es una noche muy especial, llena de tradición. Como antropóloga, me emociona particularmente. Sabéis lo importante que las tradiciones son para mí, pero hay otra cosa que me encanta: la música. Desde hace siglos, cantar ha sido el mejor regalo que alguien que quería honrar y entretener a su familia o anfitriones podía dar. Ha sido una manera de contar historias, de transmitirlas, y de expresar cómo nos sentimos. - Miró con emoción a Eillish y Arthur. - Mis padres, aprovechando este apellido tan irlandés que tenemos, me pusieron Nancy como nombre, haciendo que toda la vida me sintiera como la protagonista de la canción irlandesa: Nancy Mulligan. No sé cuántas veces mi padre me la ha cantado y yo la he bailado, sintiéndome feliz, sintiéndome un personaje de una canción que mi pueblo ha cantado durante generaciones. En el fondo, ellos querían que fuera antropóloga. - Hubo risas emocionadas entre el público. - Quería regalaros esta canción, con todo mi corazón. Pero este año, además, cuento con un compañero excepcional. - Frankie sonrió ampliamente, sacó pecho y habló de nuevo. - Siempre me ha encantado la música, aunque no soy el mejor cantante del mundo, pero sé poner diferentes voces. Lo hacía mucho en el colegio y a la gente le encantaba. He oído tanto a la abuela Maeve y al abuelo Frankie cantar esta canción, que cuando llegué a Irlanda y conocí a Nancy, pensé: "¿¿Es esto cierto?? ¿Estoy ante Nancy Mulligan de verdad?" - Nancy soltó una risita, y Lex, lentamente y con la sorna dibujada en la sonrisa, se inclinó a ellos y les dijo. - Confirmo que fue eso lo primero que pensó. - Marcus le miró con sospecha, viendo como volvía a su sitio riendo entre dientes. Ya, era ironía. Prefería no saber más. - Así que, familia. - Continuó Frankie. - Esta es nuestra aportación para este concurso, y va dedicada, aprovechando que nos toca cerrar, a todos vosotros. Nollaig Shona! - Todos aplaudieron y una musiquita alegre comenzó a sonar. Daba gusto verles, y en apenas segundos todos estaban tocando las palmas al compás de la música, siguiendo la historia de la canción.
I was twenty-four years old
When I met the woman I would call my own
Twenty-two grand kids now growing old
In that house that your brother bought ya
When I met the woman I would call my own
Twenty-two grand kids now growing old
In that house that your brother bought ya
Los abuelos se habían levantado de sus mesas y tocaban las palmas, bailando entre ellos, emocionados. Pronto, todo el público estaba de pie, los niños saltaba y algunos adultos seguían la letra de la canción. Marcus también estaba tocando las palmas, pero en un momento determinado, con mucha suavidad y cariño, Allison le tomó de las manos e hizo un bailecito con él, divertida, y sin duda bajándole el ritmo. No, su talento no era el oído, ya estaba él notando que la gente se le alejaba como quien no quería la cosa mientras tocaba las palmas. El estribillo fue coreado por todo el mundo, mientras los del dúo animaban a ello.
She and I went on the run
Don't care about religion
I'm gonna marry the woman I love
Down by the Wexford border
She was Nancy Mulligan
And I was William Sheeran
She took my name and then we were one
Down by the Wexford border
Don't care about religion
I'm gonna marry the woman I love
Down by the Wexford border
She was Nancy Mulligan
And I was William Sheeran
She took my name and then we were one
Down by the Wexford border
Y, llegado a cierto punto de la canción, Frankie empezó a hacer cambios de voces que le daban un toque distinto a la canción y que encantó en el público, porque las ovaciones subieron. Nancy movía su vestido, y a medida que avanzaba la canción se veían destellos verdes con cada movimiento de la tela, que fueron a más conforme esta iba llegando a su fin, convirtiéndose en una nube de brillos verdes al llegar el último estribillo. Cuando la canción terminó, el clamor popular hizo temblar el bar. Marcus estaba tan centrado en la emoción del momento y en lo que le encantaba la canción que pasó por alto las miraditas de coqueteo de los dos componentes de la pareja que, dicho sea de paso, estaban cantando una canción de amor que traspasaba fronteras e impedimentos. Marcus, una vez más, no viendo lo que no estaba en sus narices simplemente porque no le interesaba hacerlo.
Nada más bajaron del escenario, todos los miembros del jurado fueron a abrazarles. - Ha sido absolutamente precioso. - Aseguró Maeve, emocionada. - Hija, qué bien te pusieron el nombre. - Insistió Cletus, porque seguro que esa no era la primera vez que hacía una afirmación similar. Frankie y Nancy fueron a sentarse y el jurado habló para todos. - ¡Bueno! Es el momento de las exhibiciones de talento fuera de concurso para aquellos que quieran seguir entreteniendo a la familia. Nosotros aprovecharemos el momento para la deliberación. -
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Ivanka
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Como la abuela Molly recalcaba, sin favoritismos, pero Alice veía muy posible que Marcus y Lex ganaran con lo que habían hecho. Obviamente, Andrew y los chicos habían sido muy tiernos y entregados, pero… Pero nada, no había contado con la parejita de moda. Vamos, es que si le hacen jurarlo hace un mes, hubiera dicho que Nancy, la hija de las estrellas, la antropóloga, hubiera caído en un tío como Frankie. Porque esa carita y esas sonrisas eran de haber caído. Y más con la canción que iban a cantar.
Y misteriosamente, la cantaron, no bien, espectacular. El vestido de Nancy parecía sacado de un sueño, y el deleite con el que Frankie la miraba y le cantaba lo hacía todo extremadamente encantador. Igual que los demás, no pudo evitar levantarse y ponerse a bailar, tirando de Lex, que estaba reticente, aunque tuvo que ponerse de puntillas para bailar con él. Cuando por fin Allison soltó a su novio, se volvió hacia él y se dejó caer entre sus brazos con una sonrisa, apoyándose en su pecho y mirándole. — Yo también me escaparía contigo a donde pudiéramos estar juntos para siempre. — Y dejó un besito en sus labios. Luego se acercó y susurró. — Me ha dado un poco de miedito eso que has hecho en la actuación, pero bueno, te lo voy a perdonar porque has estado tremendamente sexy. — Y ya se separó para escuchar lo que decían los abuelos.
La verdad es que había sido precioso y emotivo, y a esas alturas, Alice tenía claro que ellas no tenían ninguna posibilidad de ganar. Ginny se acercó a donde estaban y les tendió una pinta a Siobhán y a ella y dijo. — Brindemos, hermanas, por la no-victoria. — Alice se rio y Siobhán bebió, poniendo mal gesto. — Oye, podemos acceder a podio. — Y a mí me parece un talento increíble saber tanto de los gemelos y preparar cocteles a la vez. Tira la teoría del abuelo de que cuando estás en el taller hay que estar en el taller. — Le ofreció de su pinta a Marcus, porque siempre eran demasiado grandes para ella, mientras charlaban y comentaban las actuaciones. — Es que nuestro hermano vaya desastre, y dice que quiere tener un montón de niños y llenar el faro, y no puede ni controlar a Seamus y el bebé, no te lo pierdas. — Decía Ginny. — Hombre, pero ha estado tierno. — Apuntó Lex. — Tú calla, estrella internacional, deberían haberte prohibido volar si estás federado, no se vale. — Tú has hecho cócteles, prima. — Le respondió con una sonrisa Slytherin. — ¡Y no ganaré aun así! —
Ruairi y Niamh habían hecho una pequeña representación de ilusionismo en la que parecían que se robaban partes del cuerpo el uno al otro y que por lo visto habían patentado años atrás para entretener a los gemelos, y que había captado más al público infantil que a ellos, que seguían charlando, pero de repente se hizo un murmullo. — ¿Ya tienen el fallo? — Preguntó Ginny, como si le fuera la vida en ello. Pero no, Ciarán había subido al escenario con carita de corderito y carraspeó. — Hola, O’Donnells. Bueno, y Laceys, claro. Hola. — ¿Este quién es? — Oyó que preguntaba Cillian a Saoirse. — Soy Ciarán, y Wendy me ha invitado a venir… — Acabáramos… — Susurró el padre de la susodicha, llevándose la mano a la cara. — Pero no me había comentado que se podían hacer cosas fuera de concurso, y bueno, al ver a Nancy y Frankie me he inspirado y… Mi madre siempre me dijo que cuando conociera una buena chica, una chica que te gustaría que fuera tu mujer, le cantara Heather on the hill, así que allá voy. — Lex agarró a Ginny justo a tiempo de que no se levantara e hiciera una declaración, y se sentó a regañadientes, poniendo muchas caras como hacía ella. — Mira que tengo dicho que nada de proposiciones ni peticiones en mi pub. Oye, pues nada. ¿Querrá venir el Fitzpatrick ahora a batirse en duelo con Junior o qué? Me tienen frita vamos, no saben divertirse sin dar un espectáculo romántico. — Justo llegaron Andrew y Allison, que habían desaparecido convenientemente dejando al bebé con Nora. — ¡Anda! ¿Ese no es Ciarán? Que va a cantar el tío. — ¡Aaaaay! Heather on the hill, qué romántico. — Ginny entornó los ojos y resopló. — Qué cansinos son… —
La letra ciertamente era preciosa (igual un poquito romanticona de más) pero el chico la estaba cantando con tanto sentimiento, que ella se limitó a apoyar la cabeza en el hombro de Marcus mientras bebían de la pinta y Ciarán cantaba
Y misteriosamente, la cantaron, no bien, espectacular. El vestido de Nancy parecía sacado de un sueño, y el deleite con el que Frankie la miraba y le cantaba lo hacía todo extremadamente encantador. Igual que los demás, no pudo evitar levantarse y ponerse a bailar, tirando de Lex, que estaba reticente, aunque tuvo que ponerse de puntillas para bailar con él. Cuando por fin Allison soltó a su novio, se volvió hacia él y se dejó caer entre sus brazos con una sonrisa, apoyándose en su pecho y mirándole. — Yo también me escaparía contigo a donde pudiéramos estar juntos para siempre. — Y dejó un besito en sus labios. Luego se acercó y susurró. — Me ha dado un poco de miedito eso que has hecho en la actuación, pero bueno, te lo voy a perdonar porque has estado tremendamente sexy. — Y ya se separó para escuchar lo que decían los abuelos.
La verdad es que había sido precioso y emotivo, y a esas alturas, Alice tenía claro que ellas no tenían ninguna posibilidad de ganar. Ginny se acercó a donde estaban y les tendió una pinta a Siobhán y a ella y dijo. — Brindemos, hermanas, por la no-victoria. — Alice se rio y Siobhán bebió, poniendo mal gesto. — Oye, podemos acceder a podio. — Y a mí me parece un talento increíble saber tanto de los gemelos y preparar cocteles a la vez. Tira la teoría del abuelo de que cuando estás en el taller hay que estar en el taller. — Le ofreció de su pinta a Marcus, porque siempre eran demasiado grandes para ella, mientras charlaban y comentaban las actuaciones. — Es que nuestro hermano vaya desastre, y dice que quiere tener un montón de niños y llenar el faro, y no puede ni controlar a Seamus y el bebé, no te lo pierdas. — Decía Ginny. — Hombre, pero ha estado tierno. — Apuntó Lex. — Tú calla, estrella internacional, deberían haberte prohibido volar si estás federado, no se vale. — Tú has hecho cócteles, prima. — Le respondió con una sonrisa Slytherin. — ¡Y no ganaré aun así! —
Ruairi y Niamh habían hecho una pequeña representación de ilusionismo en la que parecían que se robaban partes del cuerpo el uno al otro y que por lo visto habían patentado años atrás para entretener a los gemelos, y que había captado más al público infantil que a ellos, que seguían charlando, pero de repente se hizo un murmullo. — ¿Ya tienen el fallo? — Preguntó Ginny, como si le fuera la vida en ello. Pero no, Ciarán había subido al escenario con carita de corderito y carraspeó. — Hola, O’Donnells. Bueno, y Laceys, claro. Hola. — ¿Este quién es? — Oyó que preguntaba Cillian a Saoirse. — Soy Ciarán, y Wendy me ha invitado a venir… — Acabáramos… — Susurró el padre de la susodicha, llevándose la mano a la cara. — Pero no me había comentado que se podían hacer cosas fuera de concurso, y bueno, al ver a Nancy y Frankie me he inspirado y… Mi madre siempre me dijo que cuando conociera una buena chica, una chica que te gustaría que fuera tu mujer, le cantara Heather on the hill, así que allá voy. — Lex agarró a Ginny justo a tiempo de que no se levantara e hiciera una declaración, y se sentó a regañadientes, poniendo muchas caras como hacía ella. — Mira que tengo dicho que nada de proposiciones ni peticiones en mi pub. Oye, pues nada. ¿Querrá venir el Fitzpatrick ahora a batirse en duelo con Junior o qué? Me tienen frita vamos, no saben divertirse sin dar un espectáculo romántico. — Justo llegaron Andrew y Allison, que habían desaparecido convenientemente dejando al bebé con Nora. — ¡Anda! ¿Ese no es Ciarán? Que va a cantar el tío. — ¡Aaaaay! Heather on the hill, qué romántico. — Ginny entornó los ojos y resopló. — Qué cansinos son… —
La letra ciertamente era preciosa (igual un poquito romanticona de más) pero el chico la estaba cantando con tanto sentimiento, que ella se limitó a apoyar la cabeza en el hombro de Marcus mientras bebían de la pinta y Ciarán cantaba
She is stunning, she is pretty, she's as warm as amber whisky
And as bonny as a heather on the hill
She was dancing by the fire as a piper played a tune
She wrapped her arms around me, and she asked, "Are you my groom?"
A dram of amber whisky and a twinkle in her eye
We danced beneath the Caledonia sky
Siobhán resopló también y se apoyó sobre su hermana. — De verdad, estas demostraciones públicas de amor en realidad son una medida de presión patriarcal disfrazadas de bomba de amor. — Alice sonrió. — En Hogwarts he visto barrabasadas muy públicas y un tanto absurdas… — Señaló a Wendy que estaba al borde del escenario, mirando a Ciarán con los ojazos abiertos a tope y las manos entrelazadas. — Lo que no había visto era a alguien tan entregado como tu prima al otro lado. — Y Siobhán tuvo que reírse y brindar. — A la salud de ese soldado, que igual esta noche hasta triunfa. —And as bonny as a heather on the hill
She was dancing by the fire as a piper played a tune
She wrapped her arms around me, and she asked, "Are you my groom?"
A dram of amber whisky and a twinkle in her eye
We danced beneath the Caledonia sky
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Recogió a Alice en sus brazos y sonrió. - Y yo. - Aunque prefería no ponerse en el supuesto de que el padre de la chica a la que amaba dijera que no y tuvieran que huir, con lo protocolario que él era. Se buscaría las mañas para que le dieran el sí finalmente. Ante el susurró, puso sonrisa ladina, arqueó una ceja y afirmó. - Emoción controlada. Lo teníamos todo perfectamente atado. - Se acercó a su oído para decir con tono de confesión. - Si quieres, por ser tan buen hada del jabón, luego te cuento un secreto. -
Al finalizar las actuaciones se armó un pequeño barullo en el que los lugares se fueron intercambiando mientras todos comentaban con todos, por lo que Marcus aprovechó para acercarse por la espalda a Pod y a Maeve y hacerles cosquillas a ambos. - ¿Qué se siente cuando se tienen tantas papeletas para ser los futuros ganadores? - Ambos cortaron de golpe las carcajadas por las risas y le miraron como si se hubiera vuelto loco. - ¡Qué dices, Marcus! Lo vuestro ha sido impresionante, vais a ganar. - ¡Eso! Yo quiero saber tantos hechizos como tú. Aunque me daría miedo lanzárselos a alguien tan fuerte y rápido como Lex. - Dijeron Maeve y Pod respectivamente. Marcus hizo un gesto con la mano y dijo. - Ya veremos qué pasa. Pero que sepáis que sois mis ganadores. - Y ambos se ruborizaron e intercambiaron risitas.
Atendió a las exhibiciones fuera de concurso, disfrutando mucho, pero definitivamente no se vio venir lo de Ciáran. - Hermano. - Le dijo a Lex mientras se retrepaba como un señor en la silla, pinta en mano. - Empiezo a ver altamente probable que asistamos a una pedida antes de que acabe la Navidad. Vete preparando. - Te pareces a Cletus. - Le devolvió el otro, y en respuesta, Marcus miró a la mesa del jurado y esperó a cruzar la mirada con el mencionado para alzar la pinta, gesto que el hombre devolvió, y dar ambos un trago como si hubieran brindado en la distancia. - Para. Va a parecer que estamos comprando al jurado. - Nuestros abuelos están en el jurado, Lex. Esa sospecha ya pesa sobre nosotros. - Dijo con suficiencia, y ya sí, atendió al chico que acababa de subir al escenario. Dejó la superioridad a un lado cuando empezó la canción, porque atacó de lleno a su corazón romántico medieval. Se llevó una mano al pecho y miró a Alice. - Mi amor, de haberlo sabido, me hubiera declarado así. Aún estoy a tiempo de hacerlo para nuestro aniversario si quieres. - La afirmación iba medio en broma medio en serio, si Alice se lo pedía, lo hacía encantado y perfectamente convencido. Por supuesto, lo había dicho antes del alegato de Siobhán, el cual ignoró por completo porque estaba casi tan hipnotizado como Wendy por la canción. Miró a los demás genuinamente sorprendido. - ¡Pero qué bien canta! ¿Lo habéis oído? - Lo oímos, sí, lo oímos. - Respondió Ginny, toda resignación. Marcus alzó el brazo libre y lo dejó caer. - Si llega a estar dentro de concurso, gana. - Mira que eres pasteloso. Te tendría en el bote de ser una tía. - ¡Y a mucha honra! Es una canción de amor preciosa y que esconde sin duda muy buenos deseos... - Se empezaron a escuchar risas bastante maleducadas a su costa que ignoró para seguir con su discurso. - ...De amor sincero hacia la mujer a la que amas. - Que sí, Marcus. - ¡Se lo decía su madre! - Esgrimió como argumento irrefutable de buena voluntad. - Yo estoy con él. - Y empezó, digno, a tocar las palmas al son de la canción para dar su apoyo desde allí... Bueno, o lo que él consideraba el son de la canción, porque se volvió a generar una órbita vacía a su alrededor por la disonancia musical que debía estar provocando en los oídos de quienes le escuchaban.
Cuando acabó se levantó y animó con aplausos y vítores. Iba a dar al chico la enhorabuena, pero se quedó hablando con Wendy, y no sería él quien interrumpiera el inicio de una preciosa historia de amor que contar el día de mañana a los hijos de la pareja cuando repitieran una Nochebuena irlandesa. Para su sorpresa, los siguientes en salir fueron Emma y Arnold, y boquiabiertos e ilusionados asistieron a un espectáculo de elegancia y pericia mágica compenetrada por parte de ambos, con hechizos vistosos tanto para los más pequeños como para los adultos. Le dolían las manos de aplaudir. - ¡Familia! ¡Tenemos veredicto! - Y fue terminar la frase Lawrence y sonar, cómico y sobresaltando a todo el mundo por lo improvisto, una trompetilla en manos de un encantamiento de leprechaun que parecía celebrar una victoria antes de tiempo. El jurado miró estupefacto a Amelia, que rio traviesa. - Ay, es que me encanta hacerlo, es monísimo. - Maeve rio con ella, pero los demás suspiraron y volvieron a lo que estaban narrando. - Queremos que sepáis que ha sido una competición preciosa, y que nos emociona sobremanera ver todo el trabajo e ilusión que hay detrás. Nuestra más sincera enhorabuena a todos los participantes. Nos ha costado muchísimo decidir pero ahí va el podio de ganadores. - Dicho lo cual, emergió un pequeño podio verde esmeralda en el centro del escenario.
- Recordamos que el mínimo de puntos que puede obtenerse es de veinticuatro puntos, aunque no ha sido el caso de ninguno, insistimos que ha estado muy reñida la final; la puntuación máxima es de sesenta puntos. - Finalizó Lawrence, tras lo cual, Cletus se ajustó las gafas y tomó la palabra. - Por el impresionante desempeño de varias disciplinas mágicas de manera simultánea, la sincronía familiar que ambos han mostrado y, por qué no valorarlo también, el nivel de riesgo añadido perfectamente gestionado, concedemos el tercer puesto de este concurso, con una puntuación de cincuenta y un puntos, el equipo de los hermanos O'Donnell: Marcus y Lex. - Los mencionados se miraron impactados el uno al otro y, entre felices carcajadas, dieron un salto del asiento, se abrazaron y subieron entre ovaciones al escenario, colocándose en el tercer puesto (no sin que antes Marcus le diera mil besos a Alice en las manos). Tomó la palabra, ahora, Maeve. - Por haber demostrado también una compenetración perfecta a pesar de acabar de conocerse, demostrando que no hay fronteras para este hogar, que Irlanda se lleva en la piel y en el corazón, y despertando nuestros mejores recuerdos a quienes por amor hemos hecho lo necesario, el segundo puesto es, con un total de cincuenta y tres puntos, para el dúo musical formado por Frankie Junior y la famosísima protagonista de la canción, Nancy Mulligan. - Más aplausos y ovaciones y ambos, felices y sorprendidos (Frankie no tanto, parecía dar por hecho que estaría en un lugar entre los ganadores) subieron victoriosos, abrazándose a ellos cuando llegaron y colocándose en el segundo escalón.
- Se me ha concedido el honor de dar el nombre de los ganadores. - Dijo Molly, cargada de emoción pero con voz sosegada. - Como hemos dicho, todos habéis estado fantásticos, pero el jurado estaba bastante de acuerdo en quién debía llevarse el primer premio. Con un total de cincuenta y siete puntos, por haber demostrado que el talento tiene muchas versiones, que podemos ver más allá de lo que ven nuestros ojos, con los ojos del corazón, y con la claridad de la mente de un niño, solo por escuchar con interés al otro. Por tanta ternura y tanto talento, los ganadores de este concurso de Navidad son... ¡El cuentacuentos animado! ¡Pod y Maeve! - Todos se pusieron de pie, incluso los cuatro que ya estaban en el podio saltaron y ovacionaron. Pod no sabía ni donde meterse, desconcertado, preguntándose si realmente era él el ganado, y Maeve estaba un poco igual, aunque ella tardó menos en captar la realidad y empezó a llorar, siendo abrazada por todos a su alrededor. Subieron entre aplausos y los cuatro de arriba les recibieron con abrazos, y Frankie subió a Pod a hombros, que aplaudía y celebraba el triunfo de su vida. Frankie fue quien subió al escenario para dar un pequeño leprechaun de chocolate a los cuatro que habían quedado en los puestos segundo y tercero, y un leprechaun también de chocolate pero de tamaño enorme a cada uno de los ganadores. - Enhorabuena, chicos. Y gracias. -
Al finalizar las actuaciones se armó un pequeño barullo en el que los lugares se fueron intercambiando mientras todos comentaban con todos, por lo que Marcus aprovechó para acercarse por la espalda a Pod y a Maeve y hacerles cosquillas a ambos. - ¿Qué se siente cuando se tienen tantas papeletas para ser los futuros ganadores? - Ambos cortaron de golpe las carcajadas por las risas y le miraron como si se hubiera vuelto loco. - ¡Qué dices, Marcus! Lo vuestro ha sido impresionante, vais a ganar. - ¡Eso! Yo quiero saber tantos hechizos como tú. Aunque me daría miedo lanzárselos a alguien tan fuerte y rápido como Lex. - Dijeron Maeve y Pod respectivamente. Marcus hizo un gesto con la mano y dijo. - Ya veremos qué pasa. Pero que sepáis que sois mis ganadores. - Y ambos se ruborizaron e intercambiaron risitas.
Atendió a las exhibiciones fuera de concurso, disfrutando mucho, pero definitivamente no se vio venir lo de Ciáran. - Hermano. - Le dijo a Lex mientras se retrepaba como un señor en la silla, pinta en mano. - Empiezo a ver altamente probable que asistamos a una pedida antes de que acabe la Navidad. Vete preparando. - Te pareces a Cletus. - Le devolvió el otro, y en respuesta, Marcus miró a la mesa del jurado y esperó a cruzar la mirada con el mencionado para alzar la pinta, gesto que el hombre devolvió, y dar ambos un trago como si hubieran brindado en la distancia. - Para. Va a parecer que estamos comprando al jurado. - Nuestros abuelos están en el jurado, Lex. Esa sospecha ya pesa sobre nosotros. - Dijo con suficiencia, y ya sí, atendió al chico que acababa de subir al escenario. Dejó la superioridad a un lado cuando empezó la canción, porque atacó de lleno a su corazón romántico medieval. Se llevó una mano al pecho y miró a Alice. - Mi amor, de haberlo sabido, me hubiera declarado así. Aún estoy a tiempo de hacerlo para nuestro aniversario si quieres. - La afirmación iba medio en broma medio en serio, si Alice se lo pedía, lo hacía encantado y perfectamente convencido. Por supuesto, lo había dicho antes del alegato de Siobhán, el cual ignoró por completo porque estaba casi tan hipnotizado como Wendy por la canción. Miró a los demás genuinamente sorprendido. - ¡Pero qué bien canta! ¿Lo habéis oído? - Lo oímos, sí, lo oímos. - Respondió Ginny, toda resignación. Marcus alzó el brazo libre y lo dejó caer. - Si llega a estar dentro de concurso, gana. - Mira que eres pasteloso. Te tendría en el bote de ser una tía. - ¡Y a mucha honra! Es una canción de amor preciosa y que esconde sin duda muy buenos deseos... - Se empezaron a escuchar risas bastante maleducadas a su costa que ignoró para seguir con su discurso. - ...De amor sincero hacia la mujer a la que amas. - Que sí, Marcus. - ¡Se lo decía su madre! - Esgrimió como argumento irrefutable de buena voluntad. - Yo estoy con él. - Y empezó, digno, a tocar las palmas al son de la canción para dar su apoyo desde allí... Bueno, o lo que él consideraba el son de la canción, porque se volvió a generar una órbita vacía a su alrededor por la disonancia musical que debía estar provocando en los oídos de quienes le escuchaban.
Cuando acabó se levantó y animó con aplausos y vítores. Iba a dar al chico la enhorabuena, pero se quedó hablando con Wendy, y no sería él quien interrumpiera el inicio de una preciosa historia de amor que contar el día de mañana a los hijos de la pareja cuando repitieran una Nochebuena irlandesa. Para su sorpresa, los siguientes en salir fueron Emma y Arnold, y boquiabiertos e ilusionados asistieron a un espectáculo de elegancia y pericia mágica compenetrada por parte de ambos, con hechizos vistosos tanto para los más pequeños como para los adultos. Le dolían las manos de aplaudir. - ¡Familia! ¡Tenemos veredicto! - Y fue terminar la frase Lawrence y sonar, cómico y sobresaltando a todo el mundo por lo improvisto, una trompetilla en manos de un encantamiento de leprechaun que parecía celebrar una victoria antes de tiempo. El jurado miró estupefacto a Amelia, que rio traviesa. - Ay, es que me encanta hacerlo, es monísimo. - Maeve rio con ella, pero los demás suspiraron y volvieron a lo que estaban narrando. - Queremos que sepáis que ha sido una competición preciosa, y que nos emociona sobremanera ver todo el trabajo e ilusión que hay detrás. Nuestra más sincera enhorabuena a todos los participantes. Nos ha costado muchísimo decidir pero ahí va el podio de ganadores. - Dicho lo cual, emergió un pequeño podio verde esmeralda en el centro del escenario.
- Recordamos que el mínimo de puntos que puede obtenerse es de veinticuatro puntos, aunque no ha sido el caso de ninguno, insistimos que ha estado muy reñida la final; la puntuación máxima es de sesenta puntos. - Finalizó Lawrence, tras lo cual, Cletus se ajustó las gafas y tomó la palabra. - Por el impresionante desempeño de varias disciplinas mágicas de manera simultánea, la sincronía familiar que ambos han mostrado y, por qué no valorarlo también, el nivel de riesgo añadido perfectamente gestionado, concedemos el tercer puesto de este concurso, con una puntuación de cincuenta y un puntos, el equipo de los hermanos O'Donnell: Marcus y Lex. - Los mencionados se miraron impactados el uno al otro y, entre felices carcajadas, dieron un salto del asiento, se abrazaron y subieron entre ovaciones al escenario, colocándose en el tercer puesto (no sin que antes Marcus le diera mil besos a Alice en las manos). Tomó la palabra, ahora, Maeve. - Por haber demostrado también una compenetración perfecta a pesar de acabar de conocerse, demostrando que no hay fronteras para este hogar, que Irlanda se lleva en la piel y en el corazón, y despertando nuestros mejores recuerdos a quienes por amor hemos hecho lo necesario, el segundo puesto es, con un total de cincuenta y tres puntos, para el dúo musical formado por Frankie Junior y la famosísima protagonista de la canción, Nancy Mulligan. - Más aplausos y ovaciones y ambos, felices y sorprendidos (Frankie no tanto, parecía dar por hecho que estaría en un lugar entre los ganadores) subieron victoriosos, abrazándose a ellos cuando llegaron y colocándose en el segundo escalón.
- Se me ha concedido el honor de dar el nombre de los ganadores. - Dijo Molly, cargada de emoción pero con voz sosegada. - Como hemos dicho, todos habéis estado fantásticos, pero el jurado estaba bastante de acuerdo en quién debía llevarse el primer premio. Con un total de cincuenta y siete puntos, por haber demostrado que el talento tiene muchas versiones, que podemos ver más allá de lo que ven nuestros ojos, con los ojos del corazón, y con la claridad de la mente de un niño, solo por escuchar con interés al otro. Por tanta ternura y tanto talento, los ganadores de este concurso de Navidad son... ¡El cuentacuentos animado! ¡Pod y Maeve! - Todos se pusieron de pie, incluso los cuatro que ya estaban en el podio saltaron y ovacionaron. Pod no sabía ni donde meterse, desconcertado, preguntándose si realmente era él el ganado, y Maeve estaba un poco igual, aunque ella tardó menos en captar la realidad y empezó a llorar, siendo abrazada por todos a su alrededor. Subieron entre aplausos y los cuatro de arriba les recibieron con abrazos, y Frankie subió a Pod a hombros, que aplaudía y celebraba el triunfo de su vida. Frankie fue quien subió al escenario para dar un pequeño leprechaun de chocolate a los cuatro que habían quedado en los puestos segundo y tercero, y un leprechaun también de chocolate pero de tamaño enorme a cada uno de los ganadores. - Enhorabuena, chicos. Y gracias. -
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Sonrió con cariño a Marcus y le acarició la mejilla con una sonrisa tierna. — No, mi vida, si tú eres el rey de las declaraciones, seguro que se te ocurre otra cosa mejor. — Lex se empezó a partir de risa abiertamente, y Ginny y Siobhán estaban prácticamente escondidas detrás de las pintas. Allison se inclinó hacia delante, con un aspecto pensativo. — Mira, quizá la poesía, tienes pinta de recitar muy bien, Marcus. — Sí que le gusta la poesía. Si se la enseño yo. — Remató, dándole con el dedo la mejilla y guiñándole un ojo. — ¿Ves, cariño? Te dije que los Ravenclaw ligan así. — Les picó Andrew. Llovieron unas cuantas burlas a Marcus, pero ella también puso carita de adorabilidad. — Ay, Gin, por favor, que el chico es todo cuqui. — Tú no conoces a mi prima. Es la pesada mayor del reino con el amor, de verdad, en Hogwarts era desesperante. — Está muy contaminada por el amor romántico de las novelas rosas y las cancioncitas como esta, y ella es tan tierna que al final… — Final o principio, allá va la otra. — Señaló Alice, justo antes de levantarse a aplaudir a los demás. Y ya sí, por fin, el jurado tenía el fallo.
Le encantaba ver a todos tan entregados (el espectáculo de sus suegros habría ganado de estar dentro de concurso, es que le parecía increíble que Emma se prestara a eso) y estaba entusiasmada por saber las puntuaciones, le recordaba a las gymkanas y los juegos de Hogwarts, y eso le hacía sentirse feliz y un poco más despreocupada de otros males. En cuanto oyó que Marcus y Lex estaban en el podio, saltó y aplaudió, antes de dejar de su novio la besuqueara mientras ella le gritaba que era el mejor. El segundo puesto se lo llevaron los tortolitos folclóricos, y no le extrañaba, porque habían emocionado a todo el mundo, los abuelos estaban completamente cautivados con ellos, y sabía Merlín cuándo volverían a juntarse después de que Frankie se fuera, dentro de seis días. Se inclinó hacia Allison y les señaló. — Eso va a ser una opereta italiana cuando los americanos se vuelvan. — La chica se encogió de hombros. — Bueno, o no. Quién sabe. Igual Frankie se queda por ella. — Alice alzó una ceja. — No lo creo. Así de la noche a la mañana… — Yo lo hice. — Contestó la chica con una sonrisilla. — Pues también es verdad… — Eso sí que iba a ser una campanada si pasaba.
Obviamente, los ganadores fueron Maeve y Pod. Lo que dos chicos tan pequeños, que se conocíand e hacía tres días, pero que en ese tiempo habían sabido asimilar y transmitir la riqueza cultural de la familia, era digno de premio y admiración. — ¡Viva mi niña arquitecta! ¡Y mi niño cuentacuentos! — Gritó Alice, saludando a ambos ganadores y tirándole besos. Luego se acercó a Arnie y le rodeó los hombros. — Bronce para tus niños. Y oro daría yo a mis suegros, no sabía que tenían tantos talentos ocultos. — Dijo mirando a Emma también, que puso una sonrisa de orgullo más expresiva que de costumbre. — ¡Vivi! Ponme seis cócteles de esos que me has hecho antes. — ¡Marchando un prefecta de Slytherin! — Contestó su tía desde la barra, donde se había metido probablemente por orden de su gemela irlandesa. Ah, era eso, que Emma llevaba, por lo menos un cóctel encima. Llegó su tía con los cócteles verdes con una serpiente negra enroscada en el borde de la copa. — ¿Y este invento? — Es que la prefecta estaba un poco vacilante sobre si subir o no y la hemos animado. ¡Hombre! ¡Medallistas de bronce aquí con nosotros! Tomad, invita vuestra madre. — Y puso un cóctel en cada mano de los hermanos, que acababan de llegar. — ¿Para quién es el sexto? — Para ti. — Contestó Emma dando unas palmaditas a su tía sobre la cabeza como si fuera un perrillo ante la mirada atónita de todos. — Por creadora. ¡A ver! ¡Chin chin! ¡Por mis hijos, que han hecho un concurso espectacular, a la par que ciertamente peligroso, pero bueno! ¡Por mi marido que es un gran compañero para todo! ¡Y por mis Gallia, que hacen la vida más divertida! — Y tras semejante brindis, chocó la copa y ni se esperó a los demás para pegarle un trago. — ¡Pero mamá! ¡Que esto lleva alcohol! — ¡Ay, Alexander, hijo mío! Tú pruébalo, que no va a venir el entrenador al patio trasero de Irlanda el día Navidad a decirte nada. Sabe enteramente a Slytherin. — Vivi le dio un codazo a Emma. — Ostras, pues el cura sí que ha venido. Qué envarada te has puesto. — Y a las dos les dio una risa de colegiala que a Alice la dejó atónita. — Pues también es verdad, vaya papelón. — Y claro, ya se tuvieron que reír todos, porque para eso estaba aquella reunión, la Navidad e Irlanda.
Le encantaba ver a todos tan entregados (el espectáculo de sus suegros habría ganado de estar dentro de concurso, es que le parecía increíble que Emma se prestara a eso) y estaba entusiasmada por saber las puntuaciones, le recordaba a las gymkanas y los juegos de Hogwarts, y eso le hacía sentirse feliz y un poco más despreocupada de otros males. En cuanto oyó que Marcus y Lex estaban en el podio, saltó y aplaudió, antes de dejar de su novio la besuqueara mientras ella le gritaba que era el mejor. El segundo puesto se lo llevaron los tortolitos folclóricos, y no le extrañaba, porque habían emocionado a todo el mundo, los abuelos estaban completamente cautivados con ellos, y sabía Merlín cuándo volverían a juntarse después de que Frankie se fuera, dentro de seis días. Se inclinó hacia Allison y les señaló. — Eso va a ser una opereta italiana cuando los americanos se vuelvan. — La chica se encogió de hombros. — Bueno, o no. Quién sabe. Igual Frankie se queda por ella. — Alice alzó una ceja. — No lo creo. Así de la noche a la mañana… — Yo lo hice. — Contestó la chica con una sonrisilla. — Pues también es verdad… — Eso sí que iba a ser una campanada si pasaba.
Obviamente, los ganadores fueron Maeve y Pod. Lo que dos chicos tan pequeños, que se conocíand e hacía tres días, pero que en ese tiempo habían sabido asimilar y transmitir la riqueza cultural de la familia, era digno de premio y admiración. — ¡Viva mi niña arquitecta! ¡Y mi niño cuentacuentos! — Gritó Alice, saludando a ambos ganadores y tirándole besos. Luego se acercó a Arnie y le rodeó los hombros. — Bronce para tus niños. Y oro daría yo a mis suegros, no sabía que tenían tantos talentos ocultos. — Dijo mirando a Emma también, que puso una sonrisa de orgullo más expresiva que de costumbre. — ¡Vivi! Ponme seis cócteles de esos que me has hecho antes. — ¡Marchando un prefecta de Slytherin! — Contestó su tía desde la barra, donde se había metido probablemente por orden de su gemela irlandesa. Ah, era eso, que Emma llevaba, por lo menos un cóctel encima. Llegó su tía con los cócteles verdes con una serpiente negra enroscada en el borde de la copa. — ¿Y este invento? — Es que la prefecta estaba un poco vacilante sobre si subir o no y la hemos animado. ¡Hombre! ¡Medallistas de bronce aquí con nosotros! Tomad, invita vuestra madre. — Y puso un cóctel en cada mano de los hermanos, que acababan de llegar. — ¿Para quién es el sexto? — Para ti. — Contestó Emma dando unas palmaditas a su tía sobre la cabeza como si fuera un perrillo ante la mirada atónita de todos. — Por creadora. ¡A ver! ¡Chin chin! ¡Por mis hijos, que han hecho un concurso espectacular, a la par que ciertamente peligroso, pero bueno! ¡Por mi marido que es un gran compañero para todo! ¡Y por mis Gallia, que hacen la vida más divertida! — Y tras semejante brindis, chocó la copa y ni se esperó a los demás para pegarle un trago. — ¡Pero mamá! ¡Que esto lleva alcohol! — ¡Ay, Alexander, hijo mío! Tú pruébalo, que no va a venir el entrenador al patio trasero de Irlanda el día Navidad a decirte nada. Sabe enteramente a Slytherin. — Vivi le dio un codazo a Emma. — Ostras, pues el cura sí que ha venido. Qué envarada te has puesto. — Y a las dos les dio una risa de colegiala que a Alice la dejó atónita. — Pues también es verdad, vaya papelón. — Y claro, ya se tuvieron que reír todos, porque para eso estaba aquella reunión, la Navidad e Irlanda.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Llegó feliz y contento hacia donde estaban Alice y sus padres, y Arnold le recibió con los brazos abiertos. Tras el abrazo con él, escuchó a Vivi bramar algo y se vio rápidamente con una copa muy elegante y con muy buena pinta en la mano. Iba a mirar azorado a su madre, pero resultaba que ella no solo tenía otra igual, sino que parecía bastante... ¿contenta? ¿Achispada? Un momento, ¿¿Emma O'Donnell achispada?? - Eemm... - Balbuceó, confuso, viendo a su madre tan confiada y divertida ni más ni menos que con Violet. Se intercambió una mirada con Lex, y mientras que él se aguantaba la risa, Lex parecía hasta asustado. - ¡Chin chin! - Contestó, alucinado y brindando, contemplando anonadado la escena. Casi se atraganta y lanza el trago por los aires ante la conversación entre Lex y su madre, y tuvo que taparse la boca para reír con ganas. - Estoy viendo visiones. - Dijo mientras se secaba las lágrimas de la risa, y solo de la cara que le devolvió su padre se rio aún más.
Tardó un buen rato en que se le pasara, transcurrido el cual se fueron dispersando de nuevo e intercambiando los grupos. Él aprovechó para apartarse un poco con su novia. - Hola, hada del jabón. Que sepas que he visto tu espectáculo entero, aunque te estoy viendo mucho menos de lo que querría. Al menos a solas. - Cortó un trocito del leprechaun de chocolate y se lo dio. - Para el hada más dulce que he visto. Lo cual tiene mérito teniendo en cuenta que competías con Brando en tu propio equipo. - Antes de que ella tomara el chocolate de su mano, lo retiró, divertido, para añadir. - ¡Hada del jabón! No hada de los dulces. Aunque dulce igualmente. - Rio, él también iba un poco achispadillo entre la pinta y el cóctel. Acercó el trocito de chocolate a ella para dárselo directamente en la boca, tras lo cual dejó un besito en su mejilla. - Oye ¿qué lleva el cóctel de tu tía? Da igual, no lo quiero saber. - Le dio otro sorbo, paladeó y lo miró, ceñudo. - Sabe a Slytherin. - Repitió sus acciones de forma idéntica. - Si le hiciera una separación, lo averiguaría. Pero supongo que eso no tendría gracia. Debería poder adivinarlo con el paladar. - Y fue a repetirse por tercera vez, pero antes de llevarse la copa a los labios, miró a Alice y alzó un índice. - Estoy investigando. - Y, ya sí, repitió. Tras el correspondiente paladeo, dijo. - Nada. No tengo ni idea. -
Igualmente seguía reflexivo, pero su reflexión se vio interrumpida por Sandy y Sophia viniendo contoneándose, cogidas de las manos y cantando (berreando, más bien) uno de los villancicos de la exhibición. Sus vestidos ya no cambiaban con tanta maestría como cuando salieron al escenario. - ¡¡Oooohhh me haces sentir en Navidaaaad!! ¡¡Uuuuuuuhh!! ¡¡PRIMA ALIIIIIIIIIICE ÚNETEEEEE!! ¡¡DULCES CAMPANAS QUE SUENAN!! - Y, claramente sin esperar el permiso de la aludida, empezaron a intentar hacerla bailar. Marcus las miraba y se sonreía hasta que algo parecido a unas pinzas de cangrejo gigante le pincharon las costillas y le hicieron retorcerse entero como si se le hubieran derretido las piernas. - ¡El tío que explota cosas en mitad del bar! - Le chilló Andrew, carcajeando, mientras Marcus recuperaba el resuello y la postura. - No le has visto la cara a mi hermana. No te has comido la bombarda de puro milagro. - ¡Estaba todo contro...! - NAVIDAAAAAAAAAAAAAAAD. - Le chillaron Sandy y Sophia una a cada lado en la misma oreja, por la espalda, haciéndole dar un buen sobresalto. - ¡¡Oye!! ¡Dejad de darme sustos, habladme a la cara! - ¡Eso! Que si no os explota y el hermano os pega con un bate. - Bromeó Andrew. - ¡Mi amor en Navidad me regaló! ¿Cómo era? ¡¡Dos perdices!! - Llegó Allison canturreando, con Brando en un brazo y Arnie en otro como quien porta dos sacos, con los niños desternillados y dando bailecitos y girando, y cantando otra canción distinta a la de las chicas (y cantándola mal, encima, porque esa letra no era). - Cuidado, que esa Arnie se la sabe, a ver si te va a corregir. - Bromeó Marcus.
Tardó un buen rato en que se le pasara, transcurrido el cual se fueron dispersando de nuevo e intercambiando los grupos. Él aprovechó para apartarse un poco con su novia. - Hola, hada del jabón. Que sepas que he visto tu espectáculo entero, aunque te estoy viendo mucho menos de lo que querría. Al menos a solas. - Cortó un trocito del leprechaun de chocolate y se lo dio. - Para el hada más dulce que he visto. Lo cual tiene mérito teniendo en cuenta que competías con Brando en tu propio equipo. - Antes de que ella tomara el chocolate de su mano, lo retiró, divertido, para añadir. - ¡Hada del jabón! No hada de los dulces. Aunque dulce igualmente. - Rio, él también iba un poco achispadillo entre la pinta y el cóctel. Acercó el trocito de chocolate a ella para dárselo directamente en la boca, tras lo cual dejó un besito en su mejilla. - Oye ¿qué lleva el cóctel de tu tía? Da igual, no lo quiero saber. - Le dio otro sorbo, paladeó y lo miró, ceñudo. - Sabe a Slytherin. - Repitió sus acciones de forma idéntica. - Si le hiciera una separación, lo averiguaría. Pero supongo que eso no tendría gracia. Debería poder adivinarlo con el paladar. - Y fue a repetirse por tercera vez, pero antes de llevarse la copa a los labios, miró a Alice y alzó un índice. - Estoy investigando. - Y, ya sí, repitió. Tras el correspondiente paladeo, dijo. - Nada. No tengo ni idea. -
Igualmente seguía reflexivo, pero su reflexión se vio interrumpida por Sandy y Sophia viniendo contoneándose, cogidas de las manos y cantando (berreando, más bien) uno de los villancicos de la exhibición. Sus vestidos ya no cambiaban con tanta maestría como cuando salieron al escenario. - ¡¡Oooohhh me haces sentir en Navidaaaad!! ¡¡Uuuuuuuhh!! ¡¡PRIMA ALIIIIIIIIIICE ÚNETEEEEE!! ¡¡DULCES CAMPANAS QUE SUENAN!! - Y, claramente sin esperar el permiso de la aludida, empezaron a intentar hacerla bailar. Marcus las miraba y se sonreía hasta que algo parecido a unas pinzas de cangrejo gigante le pincharon las costillas y le hicieron retorcerse entero como si se le hubieran derretido las piernas. - ¡El tío que explota cosas en mitad del bar! - Le chilló Andrew, carcajeando, mientras Marcus recuperaba el resuello y la postura. - No le has visto la cara a mi hermana. No te has comido la bombarda de puro milagro. - ¡Estaba todo contro...! - NAVIDAAAAAAAAAAAAAAAD. - Le chillaron Sandy y Sophia una a cada lado en la misma oreja, por la espalda, haciéndole dar un buen sobresalto. - ¡¡Oye!! ¡Dejad de darme sustos, habladme a la cara! - ¡Eso! Que si no os explota y el hermano os pega con un bate. - Bromeó Andrew. - ¡Mi amor en Navidad me regaló! ¿Cómo era? ¡¡Dos perdices!! - Llegó Allison canturreando, con Brando en un brazo y Arnie en otro como quien porta dos sacos, con los niños desternillados y dando bailecitos y girando, y cantando otra canción distinta a la de las chicas (y cantándola mal, encima, porque esa letra no era). - Cuidado, que esa Arnie se la sabe, a ver si te va a corregir. - Bromeó Marcus.
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
La mejor parte de que sus suegros y su tía estuvieran dándole a aquel cóctel era que podían despreocuparse (al menos de que empezaran a pelearse, aunque alguien debería controlar cuántas de esas bombas se bebían) y podían dedicarse a tontear, que era algo muy de ellos. — Hola, alquimista peligroso que tiene las emociones muy controladas. — Contestó, siguiéndole el rollo y agarrándose a su cintura. Se rio con el jueguecito del chocolate y puso una sonrisa traviesa. — Ya fui hada de los dulces una vez… Y esa vez me moría yo de ganas de besarte, ¿sabes?... — Se comió el trocito pasando un poco los labios por los dedos de Marcus. Entornó los ojos a su pregunta. — ¿Y quién lo sabe? Ciertamente es mejor no tener detalles, ha conseguido un tono demasiado verde… — Eso sí, se rio fuertemente a lo de la separación. — Supongo que si ni siquiera estás en el taller, no hay que estar tan concentrado… — Luego bajó la voz y miró a los lados. — Que no me oiga el abuelo, eh. — Observó como su novio bebió de nuevo el cóctel y ella cogió la serpientilla, comiéndosela. — De entrada, se nota que llevan algo fuerte, porque, mi amor, tú justamente conoces muy bien el regaliz gracias a los gustos de tu hermano, y ni te lo has olido. — En el fondo, se había comido la serpiente por hacer la gracia y ni le gustaban los regalices, así que puso una cara un poco rara y bebió otro poquito. Uy, eso se subía con un peligro…
No tanto como el que traían las primas Lacey desde luego. Si se lo llegan a hacer jurar… No hubiera jurado tampoco que su suegra iba a beber con su tata, que Marcus haría una bombarda en interior o que Nancy, la antropóloga, caería ante los encantos de un Gryffindor de manual, así que solo le salía decir “¿por qué no?”, y se unió al huracán de primas que la arrastró al baile frenético. Se hacían bailar entre las tres, cantando a pleno pulmón, bailando y disfrutando como locas. Le pareció que de fondo oía a alguien cantar los Doce días de Navidad, o igual es que ya le fallaba el cerebro y repetía las cosas, pero ahí estaba, de risas, con las primas, mientras Sandy decía. — ¿Creéis que Ginny nos dejará hacer un concurso de Mister Galway? Y elegimos, como una barra libre. — Yo estoy cogida. — Pues tú de jueza, con las casadas, y nosotras eligiendo. — Aportó Sophia, haciéndola girar sobre sí misma.
Estaba a tope con con el baile, cuando vio que los abuelos se subían al escenario. Esta vez fue Cletus el que se hizo el hechizo de voz, asistido por Amelia. — ¡Familia! ¡Un segundito! — Todos se giraron y el ruido se aplacó. — Primero todo. Id trayendo a los pequeñajos, que nosotros vamos a seguir la fiesta en casa. — Dijo guiñando muy descaradamente. Cómo sabía cómo ganarse a los niños, y a todo el mundo, porque era completamente Slytherin. — Y segundo… Nos habéis hecho muy felices. Estos seis viejos solo pedían volver a estar juntos en su pueblo y ver que sus descendientes les superan en talentos. Gracias, chicos. — Los niños habían llegado ya, los bebés en brazos de las abuelas y los pequeños sobre el escenario, con Maeve y Pod de la mano en medio, orgullosos de su premio. Amelia los rodeó y se puso el hechizo. — Y ahora… Para cerrar este concurso como Nuada manda… Decid adiós, chicos. Y recordad que mañana tenemos un día de San Esteban así que… No os paséis. — Y entre una nube verde con estrellitas doradas y plateadas, todos desaparecieron. — ¡Qué le gusta a mamá el efectismo! — Comentó Cillian mientras se ponía el abrigo. — ¡Eh, eh, eh! ¡Tío Cillian! ¿Dónde crees que vas? — El hombre rio. — Ginny, hija, tú sabes que… — ¡Maaaaamiiiii! ¿A que tú sí que te quedas? — Saltó Martha de repente sobre Saoirse. — ¡Ay! ¡Pues sí! Claro, mi niña, si tú quieres. Que no es normal verte tan entregada. — Pero, mujer… — ¡Ni pero ni nada! — ¡Que nosotros ya somos abuelos! — ¡CILLIAN CILLIAN CILLIAN! — Animaban los chicos. Frankie fue hasta él y lo levantó. — ¡VAMOS CILLIAN! ¡VAMOS PARA EL ESCENARIO A QUE CUENTES UNOS CUANTOS CHISTES! — Alice estaba coreando, pero aprovechó y se acercó a su Marcus, saltando sobre un barril cercano para estar sentada y a su altura y acarició su cara hasta su barbilla. — ¿Por qué querías tú verme a solas, alquimista? — Se acercó a su oído y susurró. — Por ahí estaban hablando de hacer un concurso de Mister Galway, pero no le she querido decir que Mister Galway ya está aquí y pillado, no quería amargar a las pobres. —
No tanto como el que traían las primas Lacey desde luego. Si se lo llegan a hacer jurar… No hubiera jurado tampoco que su suegra iba a beber con su tata, que Marcus haría una bombarda en interior o que Nancy, la antropóloga, caería ante los encantos de un Gryffindor de manual, así que solo le salía decir “¿por qué no?”, y se unió al huracán de primas que la arrastró al baile frenético. Se hacían bailar entre las tres, cantando a pleno pulmón, bailando y disfrutando como locas. Le pareció que de fondo oía a alguien cantar los Doce días de Navidad, o igual es que ya le fallaba el cerebro y repetía las cosas, pero ahí estaba, de risas, con las primas, mientras Sandy decía. — ¿Creéis que Ginny nos dejará hacer un concurso de Mister Galway? Y elegimos, como una barra libre. — Yo estoy cogida. — Pues tú de jueza, con las casadas, y nosotras eligiendo. — Aportó Sophia, haciéndola girar sobre sí misma.
Estaba a tope con con el baile, cuando vio que los abuelos se subían al escenario. Esta vez fue Cletus el que se hizo el hechizo de voz, asistido por Amelia. — ¡Familia! ¡Un segundito! — Todos se giraron y el ruido se aplacó. — Primero todo. Id trayendo a los pequeñajos, que nosotros vamos a seguir la fiesta en casa. — Dijo guiñando muy descaradamente. Cómo sabía cómo ganarse a los niños, y a todo el mundo, porque era completamente Slytherin. — Y segundo… Nos habéis hecho muy felices. Estos seis viejos solo pedían volver a estar juntos en su pueblo y ver que sus descendientes les superan en talentos. Gracias, chicos. — Los niños habían llegado ya, los bebés en brazos de las abuelas y los pequeños sobre el escenario, con Maeve y Pod de la mano en medio, orgullosos de su premio. Amelia los rodeó y se puso el hechizo. — Y ahora… Para cerrar este concurso como Nuada manda… Decid adiós, chicos. Y recordad que mañana tenemos un día de San Esteban así que… No os paséis. — Y entre una nube verde con estrellitas doradas y plateadas, todos desaparecieron. — ¡Qué le gusta a mamá el efectismo! — Comentó Cillian mientras se ponía el abrigo. — ¡Eh, eh, eh! ¡Tío Cillian! ¿Dónde crees que vas? — El hombre rio. — Ginny, hija, tú sabes que… — ¡Maaaaamiiiii! ¿A que tú sí que te quedas? — Saltó Martha de repente sobre Saoirse. — ¡Ay! ¡Pues sí! Claro, mi niña, si tú quieres. Que no es normal verte tan entregada. — Pero, mujer… — ¡Ni pero ni nada! — ¡Que nosotros ya somos abuelos! — ¡CILLIAN CILLIAN CILLIAN! — Animaban los chicos. Frankie fue hasta él y lo levantó. — ¡VAMOS CILLIAN! ¡VAMOS PARA EL ESCENARIO A QUE CUENTES UNOS CUANTOS CHISTES! — Alice estaba coreando, pero aprovechó y se acercó a su Marcus, saltando sobre un barril cercano para estar sentada y a su altura y acarició su cara hasta su barbilla. — ¿Por qué querías tú verme a solas, alquimista? — Se acercó a su oído y susurró. — Por ahí estaban hablando de hacer un concurso de Mister Galway, pero no le she querido decir que Mister Galway ya está aquí y pillado, no quería amargar a las pobres. —
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Chasqueó la lengua. - Lo del tono demasiado verde no es una pista relevante. Está profundamente enamorada de... - ¡¡YO ME VOY ESTA NOCHE CON LAS NIÑAS!! - Justo, en mitad de su alegato, pasó Vivi por allí enganchada al tren de las que iban cantando, pero él hizo que no lo escuchaba y siguió. - ...Mi tía Erin, que es irlandesa de corazón. - Y menos mal que no se giró para ver la cara de repulsa absoluta que Erin estaba poniendo justo en ese momento después de darle un trago a una pinta. Entre la una y la otra le iban a tirar el argumento al suelo. - Así que se habrá inspirado en ella para invocar el verde del cóctel. - Se encogió de hombros. - Tú lo hiciste con el licor de espino de mis abuelos. Y era porque estabas enamorada de mí ¿no? Era por eso ¿no? Venga, di que era por eso. - Siguió tonteando, meloso. A la apreciación de Alice, volvió a hacer un chasqueo de la lengua, esta vez acompañado de un aspaviento exagerado. - ¡Pero eso no vale! La serpiente de regaliz la he visto, es un componente externo. - Él tenía su lógica mental perfectamente trazada.
Siguió paladeando el cóctel y bromeando con unos y otros mientras Alice bailaba con las chicas hasta que la aparición en el escenario de los abuelos una vez más hizo que la atención se centrara en ellos. - ¡Más premios! - Clamó Andrew, haciendo a Marcus y Lex desternillarse, pero lo que iban a decir provocó que los dos hermanos, que sin duda estaban ya bastante achispados, dijeran a coro un lastimero "nooooo" combinado con la risa que no cesaba. - Lo dicho, más premios. - Insistió Andrew, y Lex le dio un empujoncito de los suyos en el hombro que casi le desestabiliza. - Como que estás muy pendiente tú del niño, capullo. No lo has visto en toda la noche. - Pero sé que está aquí y mi yo responsable sufre de que le vaya a caer una pinta en la cara o algo. - Y nada, venga a reírse de una cosa que, de normal, escandalizaría a Marcus.
Hubiera querido despedirse de los que se iban, pero había mucha gente en medio que impedía el paso, y porque, de repente, desaparecieron en una nube estrellada que le hizo aplaudir y ovacionar fervorosamente. - ¡Reyes del concurso de talentos! - Proclamó. - No se me ocurre un cierre mejor. - Algunos es que se van sin menos efecto y claro... - Añadió Andrew, y Lex rio, pero Marcus, aunque también rio, más bien lo hizo por compromiso, porque no había pillado la broma. Se añadió otra sucesión de frases en torno a los brillos, los vestidos y las desapariciones que le pilló bebiendo y de la que no se enteró absolutamente de nada, estaba perdidísimo, y de repente oyó cómo coreaban a Cillian, por lo que se distrajo, y Andrew y Lex pararon la broma y siguieron el coreo aunque no fuera ni con ellos. Vale, se tenía que empezar a centrar, que iba a parecer tonto.
Y bien que se centró, pero en su Alice, que justo apareció por allí para colocarse en un barril a su lado, y ya sacó Marcus el galán que llevaba dentro a relucir para centrarse en ella y solo en ella. Parecía que el coreado Cillian estaba subiendo al escenario e iniciando una ronda de chistes, lo que le vino muy bien como distracción para los demás y él quedarse con su novia. - ¿Ah, sí? ¿Y dónde está? ¿Quién es? - Puso miradita interesante. - Yo creo que, si hicieran un Mister Galway, lo suyo sería que hicieran Miss Galway también. Aunque todos sepamos que ya hay ganadora de ese concurso. Igual te descalifican por competencia desleal. - Se encogió de hombros. - Lo siento, no podría hacer nada al respecto, soy muy legalista. - Hizo una floritura con la mano. - Sería más lógico que fueras... ninfa oficial del reino. Así como con una... - En el movimiento de la mano, se la había llevado al bolsillo y, con un movimiento por la espalda, lanzó el encantamiento que ya tenía resabido para hacer emerger una coronita de flores que se enroscó en la parte superior del pelo de Alice con delicadeza. - ...Ninfa de las flores de los bosques de Irlanda. Con sus espinos y todo. - Puso carita orgullosa. - No iba a ser el único que llevarme flores de premio. Qué bien te quedan. Qué guapa estás. - Así podía seguir toda la noche.
Entornó los ojos. Nadie estaba mirando, estaban la mayoría a los chistes de Cillian y otros bailando y bebiendo por ahí. - ¿Te ha parecido peligroso? - Preguntó, entornando los ojos, con una sonrisilla. Se acercó un poco. - ¿Te cuento un secreto? Pero no se lo digas a nadie. Y aquí hay mucha gente a la que poder decírselo. - Se acercó un poco más para decir con tono meloso y confidencial. - Parece que no escuchasteis bien mi introducción. Pasasteis algo por alto. - Chasqueó la lengua varias veces, negando. - No se puede ser tan poco atento, se os escapan las mejores... Dije que iba a mostrar mis habilidades en historia, invocaciones... hechizos sensoriales... - Puso exagerada cara confusa. - Un momento... No he llegado a hacer ningún hechizo sensorial ¿no? ¿O sí? ¿Podrías decir cuál ha sido? - Dejó el silencio flotante apenas un par de segundos y, tras estos, alzó la varita entre ellos y, con un movimiento sutil, empezó a sonar en sus oídos un piar de pajarito a un volumen muy bajo. Arqueó una ceja. - Antes de que me acuses de no confiar en los poderes de buscador de mi hermano. Sí que lo buscó y lo encontró, pero en la parte final del número, cuando todos estabais mirándome a mí al otro lado de la sala, distraídos. ¿Creías que iba a arriesgarme a que, con la cantidad de gente que hay aquí, alguien lo viera, lo señalara, y el número perdiera... su magia? Mejor haceros pensar que era tan veloz y diminuto (que lo era, ciertamente) que solo Lex había sido capaz de verlo. Pero que estar, estaba, porque lo estabais escuchando. - Se retiró un poco, guardando la varita y con la copa cerca de los labios, esbozados en una sonrisa ladina. - Ha estado muy bien el leprechaun de chocolate de premio. Aunque supongo que el cóctel Slytherin ha sido más apropiado. -
Siguió paladeando el cóctel y bromeando con unos y otros mientras Alice bailaba con las chicas hasta que la aparición en el escenario de los abuelos una vez más hizo que la atención se centrara en ellos. - ¡Más premios! - Clamó Andrew, haciendo a Marcus y Lex desternillarse, pero lo que iban a decir provocó que los dos hermanos, que sin duda estaban ya bastante achispados, dijeran a coro un lastimero "nooooo" combinado con la risa que no cesaba. - Lo dicho, más premios. - Insistió Andrew, y Lex le dio un empujoncito de los suyos en el hombro que casi le desestabiliza. - Como que estás muy pendiente tú del niño, capullo. No lo has visto en toda la noche. - Pero sé que está aquí y mi yo responsable sufre de que le vaya a caer una pinta en la cara o algo. - Y nada, venga a reírse de una cosa que, de normal, escandalizaría a Marcus.
Hubiera querido despedirse de los que se iban, pero había mucha gente en medio que impedía el paso, y porque, de repente, desaparecieron en una nube estrellada que le hizo aplaudir y ovacionar fervorosamente. - ¡Reyes del concurso de talentos! - Proclamó. - No se me ocurre un cierre mejor. - Algunos es que se van sin menos efecto y claro... - Añadió Andrew, y Lex rio, pero Marcus, aunque también rio, más bien lo hizo por compromiso, porque no había pillado la broma. Se añadió otra sucesión de frases en torno a los brillos, los vestidos y las desapariciones que le pilló bebiendo y de la que no se enteró absolutamente de nada, estaba perdidísimo, y de repente oyó cómo coreaban a Cillian, por lo que se distrajo, y Andrew y Lex pararon la broma y siguieron el coreo aunque no fuera ni con ellos. Vale, se tenía que empezar a centrar, que iba a parecer tonto.
Y bien que se centró, pero en su Alice, que justo apareció por allí para colocarse en un barril a su lado, y ya sacó Marcus el galán que llevaba dentro a relucir para centrarse en ella y solo en ella. Parecía que el coreado Cillian estaba subiendo al escenario e iniciando una ronda de chistes, lo que le vino muy bien como distracción para los demás y él quedarse con su novia. - ¿Ah, sí? ¿Y dónde está? ¿Quién es? - Puso miradita interesante. - Yo creo que, si hicieran un Mister Galway, lo suyo sería que hicieran Miss Galway también. Aunque todos sepamos que ya hay ganadora de ese concurso. Igual te descalifican por competencia desleal. - Se encogió de hombros. - Lo siento, no podría hacer nada al respecto, soy muy legalista. - Hizo una floritura con la mano. - Sería más lógico que fueras... ninfa oficial del reino. Así como con una... - En el movimiento de la mano, se la había llevado al bolsillo y, con un movimiento por la espalda, lanzó el encantamiento que ya tenía resabido para hacer emerger una coronita de flores que se enroscó en la parte superior del pelo de Alice con delicadeza. - ...Ninfa de las flores de los bosques de Irlanda. Con sus espinos y todo. - Puso carita orgullosa. - No iba a ser el único que llevarme flores de premio. Qué bien te quedan. Qué guapa estás. - Así podía seguir toda la noche.
Entornó los ojos. Nadie estaba mirando, estaban la mayoría a los chistes de Cillian y otros bailando y bebiendo por ahí. - ¿Te ha parecido peligroso? - Preguntó, entornando los ojos, con una sonrisilla. Se acercó un poco. - ¿Te cuento un secreto? Pero no se lo digas a nadie. Y aquí hay mucha gente a la que poder decírselo. - Se acercó un poco más para decir con tono meloso y confidencial. - Parece que no escuchasteis bien mi introducción. Pasasteis algo por alto. - Chasqueó la lengua varias veces, negando. - No se puede ser tan poco atento, se os escapan las mejores... Dije que iba a mostrar mis habilidades en historia, invocaciones... hechizos sensoriales... - Puso exagerada cara confusa. - Un momento... No he llegado a hacer ningún hechizo sensorial ¿no? ¿O sí? ¿Podrías decir cuál ha sido? - Dejó el silencio flotante apenas un par de segundos y, tras estos, alzó la varita entre ellos y, con un movimiento sutil, empezó a sonar en sus oídos un piar de pajarito a un volumen muy bajo. Arqueó una ceja. - Antes de que me acuses de no confiar en los poderes de buscador de mi hermano. Sí que lo buscó y lo encontró, pero en la parte final del número, cuando todos estabais mirándome a mí al otro lado de la sala, distraídos. ¿Creías que iba a arriesgarme a que, con la cantidad de gente que hay aquí, alguien lo viera, lo señalara, y el número perdiera... su magia? Mejor haceros pensar que era tan veloz y diminuto (que lo era, ciertamente) que solo Lex había sido capaz de verlo. Pero que estar, estaba, porque lo estabais escuchando. - Se retiró un poco, guardando la varita y con la copa cerca de los labios, esbozados en una sonrisa ladina. - Ha estado muy bien el leprechaun de chocolate de premio. Aunque supongo que el cóctel Slytherin ha sido más apropiado. -
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Atendió, asintiendo despacio, al razonamiento de su novio, contestando al momento. — Claro, mi amor, yo solo podía pensar en tus ojos. Pero igual tu tía es el color y casa contraria al verde Slytherin, ¿no crees? — Vaya la risa tonta que traían, y con tanto acercamiento, caía algún piquito, algún besito… También le dio la risa con todo aquello de Miss y Mister Galway, sintiéndose como cuando tonteaban en las fiestas de Hogwarts.
Ahora, cuando hizo aquel hechizo de la coronita, abrió los ojos y la boca como una niña chica, incluso hizo un bailecito de alegría sin moverse del barril. — ¡Qué bonito, mi amor! ¡Cómo sabes que me gustan las flores! — Como si fueran las primeras que le hacían. Se dejó poner la coronita y dijo orgullosa. — Ahora soy tu princesa de la Navidad, ¿a que sí? — Pero es que su novio todavía podía ser más sexy. Le oiría hablar del número toda la noche, y a cada detalle que dejaba caer con aquella voz tan invitadora, ella iba poniendo caras, para que viera que tenía toda su atención. — Diablillo, me has engañado. A mí y a todos, como en un espectáculo de esos que hacen los muggles. — Se rio y le dio en la nariz y luego dejó un piquito en sus labios. — Yo estaba ciertamente distraída… Por Míster Galway, que es demasiado guapo para ir por ahí suelto… —
— ¡SOOOOBRIIIII! — Exclamó su tía interrumpiéndoles. — ¿Ahora qué? — ¡Nos han retado! — ¿Nos? — A los cuatro. — ¿Qué cuatro? — A Marcus, Erin, tú y yo. — Alice parpadeó, mientras Vivi les empujaba y les colocaba uno frente a otro en medio del pub. — Dicen que solo en Irlanda se bailan bailes tradicionales de verdad, y eso no es así. Claro, con los americanos no hay nada que hacer, pero tú y yo vamos a defender La Provenza. — ¿Y Marcus y Erin? — ¿Con quién quieres bailar la danza de los hilos si no? — Ah pues tenía sentido. Bueno, ya lo habían hecho más veces. Igual no con tanto alcohol, pero lo habían hecho. — ¿Y yo qué hago, Vivi? — Preguntó Erin en pánico. — Toma, sujeta esto. No te muevas y no dejes que me caiga. — Y la pelirroja se quedó recta como una estaca y el hilo en un puño. En cuanto la música empezó a sonar ella empezó a hacer el baile, sonriendo a su Marcus, feliz, y sintiendo de golpe una nostalgia tremenda por su Saint-Tropez. Adoraba Irlanda, empezando a considerarla su segundo hogar, pero, quizá era el alcohol, o el frío, de repente, necesitaba volver a ver el mar desde el jardín de su casa.
Y fue terminando el baile cuando sintió un pinchazo en el vientre, seguido de otras sensaciones, que le hizo abrir mucho los ojos. En ese momento solo oía aplausos y a su tía decir. — ¡ESA ES MI PELIRROJA! ¡QUE NO ME HA DEJADO CAER! — ¡Siobhán! ¡Wendy! ¡Nancy! Todas a ponerse los zapatos de reel que se van a cagar. ¡Tita Eillish! ¡Tío Cillian! Vosotros también. Y tú también, tío Arthur, tú el que más. — Empezó a ordenar Ginny. — Si quieres, hija, yo… — No, papi, tú dejalo, que se trata de pegarles una paliza... — Yo también sé bailar reel. — Dijo Ciarán, al lado del pobre Eddie que se había quedado todo cortado. — Qué tío más pesado... Venga, baila, hijo, baila, peor que mis padres no lo harás... — Y aquello levantó unas risas que le permitieron centrarse en ellos. Había acabado enrollada en los brazos de Marcus, como siempre, así que se rio un poco y se giró para besarle. — Como siempre, para siempre, mi amor, atrapada por ti. — Y en cuanto le dio el beso, se soltó y se fue al baño del pub. Y nunca había sentido un alivio similar al ver que llegaba la peor semana del mes. Tanto que casi se le olvida subirse las medias al salir, menos mal que le impedían andar bien y se paró a recolocarse. El reel había empezado ya, pero ella volvió a tirarse a los brazos y Marcus y le dio un gran beso, feliz. Luego se inclinó sobre su oreja. — Mi amor, tenemos que brindar. Por nosotros como mínimo. — Y tiró de su mano hacia la barra, donde cogió otra pinta y brindó con él. — Tú quedas en el podio, mi tía y tu madre se reconcilian y a mí me viene la regla. Grandísima esta noche de Navidad. —
Ahora, cuando hizo aquel hechizo de la coronita, abrió los ojos y la boca como una niña chica, incluso hizo un bailecito de alegría sin moverse del barril. — ¡Qué bonito, mi amor! ¡Cómo sabes que me gustan las flores! — Como si fueran las primeras que le hacían. Se dejó poner la coronita y dijo orgullosa. — Ahora soy tu princesa de la Navidad, ¿a que sí? — Pero es que su novio todavía podía ser más sexy. Le oiría hablar del número toda la noche, y a cada detalle que dejaba caer con aquella voz tan invitadora, ella iba poniendo caras, para que viera que tenía toda su atención. — Diablillo, me has engañado. A mí y a todos, como en un espectáculo de esos que hacen los muggles. — Se rio y le dio en la nariz y luego dejó un piquito en sus labios. — Yo estaba ciertamente distraída… Por Míster Galway, que es demasiado guapo para ir por ahí suelto… —
— ¡SOOOOBRIIIII! — Exclamó su tía interrumpiéndoles. — ¿Ahora qué? — ¡Nos han retado! — ¿Nos? — A los cuatro. — ¿Qué cuatro? — A Marcus, Erin, tú y yo. — Alice parpadeó, mientras Vivi les empujaba y les colocaba uno frente a otro en medio del pub. — Dicen que solo en Irlanda se bailan bailes tradicionales de verdad, y eso no es así. Claro, con los americanos no hay nada que hacer, pero tú y yo vamos a defender La Provenza. — ¿Y Marcus y Erin? — ¿Con quién quieres bailar la danza de los hilos si no? — Ah pues tenía sentido. Bueno, ya lo habían hecho más veces. Igual no con tanto alcohol, pero lo habían hecho. — ¿Y yo qué hago, Vivi? — Preguntó Erin en pánico. — Toma, sujeta esto. No te muevas y no dejes que me caiga. — Y la pelirroja se quedó recta como una estaca y el hilo en un puño. En cuanto la música empezó a sonar ella empezó a hacer el baile, sonriendo a su Marcus, feliz, y sintiendo de golpe una nostalgia tremenda por su Saint-Tropez. Adoraba Irlanda, empezando a considerarla su segundo hogar, pero, quizá era el alcohol, o el frío, de repente, necesitaba volver a ver el mar desde el jardín de su casa.
Y fue terminando el baile cuando sintió un pinchazo en el vientre, seguido de otras sensaciones, que le hizo abrir mucho los ojos. En ese momento solo oía aplausos y a su tía decir. — ¡ESA ES MI PELIRROJA! ¡QUE NO ME HA DEJADO CAER! — ¡Siobhán! ¡Wendy! ¡Nancy! Todas a ponerse los zapatos de reel que se van a cagar. ¡Tita Eillish! ¡Tío Cillian! Vosotros también. Y tú también, tío Arthur, tú el que más. — Empezó a ordenar Ginny. — Si quieres, hija, yo… — No, papi, tú dejalo, que se trata de pegarles una paliza... — Yo también sé bailar reel. — Dijo Ciarán, al lado del pobre Eddie que se había quedado todo cortado. — Qué tío más pesado... Venga, baila, hijo, baila, peor que mis padres no lo harás... — Y aquello levantó unas risas que le permitieron centrarse en ellos. Había acabado enrollada en los brazos de Marcus, como siempre, así que se rio un poco y se giró para besarle. — Como siempre, para siempre, mi amor, atrapada por ti. — Y en cuanto le dio el beso, se soltó y se fue al baño del pub. Y nunca había sentido un alivio similar al ver que llegaba la peor semana del mes. Tanto que casi se le olvida subirse las medias al salir, menos mal que le impedían andar bien y se paró a recolocarse. El reel había empezado ya, pero ella volvió a tirarse a los brazos y Marcus y le dio un gran beso, feliz. Luego se inclinó sobre su oreja. — Mi amor, tenemos que brindar. Por nosotros como mínimo. — Y tiró de su mano hacia la barra, donde cogió otra pinta y brindó con él. — Tú quedas en el podio, mi tía y tu madre se reconcilian y a mí me viene la regla. Grandísima esta noche de Navidad. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Crazy noisy disco night Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
- Mi princesa de Navidad. - Contestó meloso y mirándola con la cabeza torcida, desde su postura más baja, ya que ella seguía subida al barril. Rio tontamente a los coqueteos de su novia. - ¡Ah! ¿Distraída? Qué feo, princesa de la Navidad que se supone que es Ravenclaw. Hay que atender bien. Si no, no nos enteramos. - Siguió tonteando. - Si no me dejan suelto, no puedo hacer espectáculos bonitos, y su majestad los merece. Pero si no va a atender... -
Le hubiera encantado continuar con el flirteo, pero por supuesto, fueron interrumpidos. Parpadeó al comentario de Violet. ¿Cómo que retado? Bueno, que le dijeran lo que había que hacer, que seguro que sabía. Si Marcus de normal estaba seguro de sí mismo, con un poco de alcohol encima, más aún. Ya había enjaulado un toro con alquimia, no creía que pudiera ser peor. - ¡Esa me la sé! - Respondió con confianza, dando un nuevo sorbo a la copa, relajado, apoyado en el barril. Pero ya tuvieron que arrastrarle y casi le hacen tropezar, hasta ponerle con el hilo en las manos donde las mujeres consideraron. A duras penas consiguió dejar la copa levitando a su lado para no perderla de vista.
Rio y recibió a Alice en sus brazos, enredada en el hijo, pero su novia salió corriendo rápidamente, dejándole confuso, aunque parecía que solo necesitaba ir al baño. Se encogió de hombros, recogió su copa del aire y atendió al reel, riendo y aplaudiendo. Cuando volvió, de improvisto, le soltó un beso que volvió a confundirle. - Hola, princesa de la Navidad. - Comentó risueño. - Brindemos. - Confirmó, aunque el comentario le hizo parpadear. Chocó los vasos y bebió, pero al terminar dijo con expresión preocupada. - ¿La regla? ¿Ahora? Jo... Mi amor, lo siento. Pero ¿estás bien? ¿Quieres que nos vayamos a casa? ¿Te duele mucho? - Le puso la mano en la barriga con un gesto dramáticamente empático, y demostrando que seguía sin tener muy claro, anatómicamente hablando, dónde estaba la fuente del dolor. - Ojalá tener las propiedades de las piedras alquímicas que nos comimos en mi casa para poder curarte. Aunque, científicamente hablando, no sé si servía realmente o era solo sugestión mía. Pero si pudiera curarte, lo haría. - ¡OTRA PINTA! - Cayó (casi literalmente, porque se la encontró derramada en la barra detrás suya) Shannon. Reparó en su presencia. - ¡Marcus, Alice! Me ha encantado lo de las pompitas de jabón. Y lo tuyo. - Hola, prima Shannon. - Miró de reojo a Alice. A ver, no era él nadie para desvelar temas tan íntimos, pero ¿podría transmitirle a Alice lo que estaba pensando sin legeremancia? Se conocían muy bien, al fin y al cabo. Shannon es enfermera, igual ella tiene un remedio para el dolor, pensó, mirando intensamente a Alice, porque por intentarlo no perdía nada. Aunque luego miró a Shannon de reojo, que se había dado la vuelta y ahora apoyaba la espalda en la barra como quien se apoya en el borde de una piscina, y reía a saber de qué a la espera de que la pinta llegara. Torció el morro. No estaba muy seguro de que estuviera en su mejor punto para hacer enfermería, la verdad.
Se acercaron a la zona donde se bailaba el reel, les arrastraron a intentar bailar, siguieron bebiendo y, poco a poco, se intercambiaban en los grupos, otros se dispersaban y algunos adultos empezaron a marcharse. En un momento determinado y sin saber cómo, se encontró sentado en uno de los taburetes, con Wendy en otro junto a él, enganchada a su brazo y contándole una historia infinita. Era una sensación parecida a la de los sueños: sabía donde estaba, aunque no estaba seguro de que tuviera sentido nada de lo que sucedía, pero no sabía cómo había llegado allí. Lo máximo a lo que atinaba era a parpadear para recentrarse y no dormirse, y a beber de vez en cuando. - Porque me entiendes ¿no? Y claro, yo le dije, tía, es que ya te lo he dicho, es que siempre la excusa de las ovejas no puede ser, porque yo también tengo vida ¿sabes? Es más, yo también tengo ovejas, o sea, mi hermana tiene ovejas, pero primo, sé sincero, ¿tú usarías de excusa las ovejas para NO escribirme en TRES MESES y que te cuente las cosas y no digas nada? - No, clar... - Que fue la boda de Lucy, y yo le dije, pero tía, es que Padme se ha encargado de las telas, y yo le hice la cesta de frutas, y Siobhán, no Sibohán la prima, Siobhán O'Brian, la de Ravenclaw, o sea la de Ravenclaw de mi promoción me refiero, pues esa hacía el discurso, y luego Nancy, pero no Nancy nuestra prima, Nancy Ronan, la de Hufflepuff, pero no de mi promoción, de la promoción de... - Se estaba mareando, así que se frotó la cara, y al hacerlo casi se desestabiliza y cae de la banqueta. Pero Wendy ni se dio cuenta y siguió. - ¡¡Y nos trae margaritas!! ¡¡¡Margaritas!!! O sea, ¡para Lucy! ¿Te lo puedes crees? - Aham... - ¡Sabiendo que Lucy AMA los tréboles y las campánulas! ¡¡Es que!! ¿¿Te lo puedes creer?? No, no, es que es de no estar atenta. Así que le dije, tía, margaritas no, y claro, ya me vino con el... - GUAPÍSIMO MÍO, ven un momento. - Interrumpió Vivi una vez más, aunque esta vez lo agradeció. No solo le sacó a él de las garras de Wendy, sino que directamente empujó a Ciarán encima de ella. - Ea, guapetón, que te dé a ti la turra, que eso es lo que te gusta. - Hola, Wen. - Se intentó desenvolver el otro, azorado, recuperándose del tropiezo. Vivi arrastró a Marcus.
- Hijo mío, muy listo para unas cosas, y de otras no te escaqueas eh. - No me estaba enterando de la mitad de la historia, te lo prometo. - Se sinceró. - Tu tía se ha ido y me ha dejado aquí sola y abandonada. ¿Qué te parece? - Marcus arqueó una ceja. - Para que veas. Luego tiene una la fama de put... - ¡Ya te hemos desalojado el cuarto, guapi! - Clamó Sandy, y en seguida tuvo al corro formado por ella, Ginny y Siobhán gritando a su alrededor. - NOCHE DE CHICAS, NOCHE DE CHICAS, NOCHE DE CHICAS. - Vivi rio incómodamente y luego miró a Marcus, que la seguía mirando como pidiendo aclaraciones. - ¡A ver! Yo le he propuesto venirse, pero ella ha preferido quedarse cuidando vacas. - Marcus suspiró. - He cubierto mi cupo de dramas esta noche. - Y se fue a buscar a su Alice.
Le hubiera encantado continuar con el flirteo, pero por supuesto, fueron interrumpidos. Parpadeó al comentario de Violet. ¿Cómo que retado? Bueno, que le dijeran lo que había que hacer, que seguro que sabía. Si Marcus de normal estaba seguro de sí mismo, con un poco de alcohol encima, más aún. Ya había enjaulado un toro con alquimia, no creía que pudiera ser peor. - ¡Esa me la sé! - Respondió con confianza, dando un nuevo sorbo a la copa, relajado, apoyado en el barril. Pero ya tuvieron que arrastrarle y casi le hacen tropezar, hasta ponerle con el hilo en las manos donde las mujeres consideraron. A duras penas consiguió dejar la copa levitando a su lado para no perderla de vista.
Rio y recibió a Alice en sus brazos, enredada en el hijo, pero su novia salió corriendo rápidamente, dejándole confuso, aunque parecía que solo necesitaba ir al baño. Se encogió de hombros, recogió su copa del aire y atendió al reel, riendo y aplaudiendo. Cuando volvió, de improvisto, le soltó un beso que volvió a confundirle. - Hola, princesa de la Navidad. - Comentó risueño. - Brindemos. - Confirmó, aunque el comentario le hizo parpadear. Chocó los vasos y bebió, pero al terminar dijo con expresión preocupada. - ¿La regla? ¿Ahora? Jo... Mi amor, lo siento. Pero ¿estás bien? ¿Quieres que nos vayamos a casa? ¿Te duele mucho? - Le puso la mano en la barriga con un gesto dramáticamente empático, y demostrando que seguía sin tener muy claro, anatómicamente hablando, dónde estaba la fuente del dolor. - Ojalá tener las propiedades de las piedras alquímicas que nos comimos en mi casa para poder curarte. Aunque, científicamente hablando, no sé si servía realmente o era solo sugestión mía. Pero si pudiera curarte, lo haría. - ¡OTRA PINTA! - Cayó (casi literalmente, porque se la encontró derramada en la barra detrás suya) Shannon. Reparó en su presencia. - ¡Marcus, Alice! Me ha encantado lo de las pompitas de jabón. Y lo tuyo. - Hola, prima Shannon. - Miró de reojo a Alice. A ver, no era él nadie para desvelar temas tan íntimos, pero ¿podría transmitirle a Alice lo que estaba pensando sin legeremancia? Se conocían muy bien, al fin y al cabo. Shannon es enfermera, igual ella tiene un remedio para el dolor, pensó, mirando intensamente a Alice, porque por intentarlo no perdía nada. Aunque luego miró a Shannon de reojo, que se había dado la vuelta y ahora apoyaba la espalda en la barra como quien se apoya en el borde de una piscina, y reía a saber de qué a la espera de que la pinta llegara. Torció el morro. No estaba muy seguro de que estuviera en su mejor punto para hacer enfermería, la verdad.
Se acercaron a la zona donde se bailaba el reel, les arrastraron a intentar bailar, siguieron bebiendo y, poco a poco, se intercambiaban en los grupos, otros se dispersaban y algunos adultos empezaron a marcharse. En un momento determinado y sin saber cómo, se encontró sentado en uno de los taburetes, con Wendy en otro junto a él, enganchada a su brazo y contándole una historia infinita. Era una sensación parecida a la de los sueños: sabía donde estaba, aunque no estaba seguro de que tuviera sentido nada de lo que sucedía, pero no sabía cómo había llegado allí. Lo máximo a lo que atinaba era a parpadear para recentrarse y no dormirse, y a beber de vez en cuando. - Porque me entiendes ¿no? Y claro, yo le dije, tía, es que ya te lo he dicho, es que siempre la excusa de las ovejas no puede ser, porque yo también tengo vida ¿sabes? Es más, yo también tengo ovejas, o sea, mi hermana tiene ovejas, pero primo, sé sincero, ¿tú usarías de excusa las ovejas para NO escribirme en TRES MESES y que te cuente las cosas y no digas nada? - No, clar... - Que fue la boda de Lucy, y yo le dije, pero tía, es que Padme se ha encargado de las telas, y yo le hice la cesta de frutas, y Siobhán, no Sibohán la prima, Siobhán O'Brian, la de Ravenclaw, o sea la de Ravenclaw de mi promoción me refiero, pues esa hacía el discurso, y luego Nancy, pero no Nancy nuestra prima, Nancy Ronan, la de Hufflepuff, pero no de mi promoción, de la promoción de... - Se estaba mareando, así que se frotó la cara, y al hacerlo casi se desestabiliza y cae de la banqueta. Pero Wendy ni se dio cuenta y siguió. - ¡¡Y nos trae margaritas!! ¡¡¡Margaritas!!! O sea, ¡para Lucy! ¿Te lo puedes crees? - Aham... - ¡Sabiendo que Lucy AMA los tréboles y las campánulas! ¡¡Es que!! ¿¿Te lo puedes creer?? No, no, es que es de no estar atenta. Así que le dije, tía, margaritas no, y claro, ya me vino con el... - GUAPÍSIMO MÍO, ven un momento. - Interrumpió Vivi una vez más, aunque esta vez lo agradeció. No solo le sacó a él de las garras de Wendy, sino que directamente empujó a Ciarán encima de ella. - Ea, guapetón, que te dé a ti la turra, que eso es lo que te gusta. - Hola, Wen. - Se intentó desenvolver el otro, azorado, recuperándose del tropiezo. Vivi arrastró a Marcus.
- Hijo mío, muy listo para unas cosas, y de otras no te escaqueas eh. - No me estaba enterando de la mitad de la historia, te lo prometo. - Se sinceró. - Tu tía se ha ido y me ha dejado aquí sola y abandonada. ¿Qué te parece? - Marcus arqueó una ceja. - Para que veas. Luego tiene una la fama de put... - ¡Ya te hemos desalojado el cuarto, guapi! - Clamó Sandy, y en seguida tuvo al corro formado por ella, Ginny y Siobhán gritando a su alrededor. - NOCHE DE CHICAS, NOCHE DE CHICAS, NOCHE DE CHICAS. - Vivi rio incómodamente y luego miró a Marcus, que la seguía mirando como pidiendo aclaraciones. - ¡A ver! Yo le he propuesto venirse, pero ella ha preferido quedarse cuidando vacas. - Marcus suspiró. - He cubierto mi cupo de dramas esta noche. - Y se fue a buscar a su Alice.
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Claro, así sin mayores explicaciones, lo de que le había venido la regla podía resultar un poco aguafiestas, aunque en su caso era un alivio brutal, a pesar de haberse hecho la prueba muggle aquella que le había confirmado que no estaba embarazada. Igual no era el momento de explicar todo aquello, con el estado que llevaban los dos, y a su novio, otro día no, pero aquel, se le podía disuadir fácilmente. — Estoy perfectamente, mi vida. Sobreviviré. — Y dejó un besito en sus labios, enternecida por la empatía de su novio. No por sus conocimientos de anatomía, pero sí por su gran corazón. Otra que parecía que estaba de gran fiesta era Shannon, que claramente en América no se veía en estas oportunidades. — ¿Tú ves lo feliz que está de no tener responsabilidades en Merlín sabe cuánto tiempo? No le demos más la lata, la noche es joven y yo aún estoy bien. —
Y tan joven. Rondaron por todos los grupos posibles, y tras una escapada al baño de nuevo a ver que todo iba en orden, ya no tuvo Marcus al volver, porque había sido secuestrado por Wendy. Ella se puso a bailar con Sophia, recordándose cuánto se querían y la lata que era vivir en orillas opuestas del Atlántico, cuando se dieron cuenta de que Ciarán estaba en una esquina, solillo y cabizbajo y se acercaron a él. — ¡Cillian! ¿Qué te pasa, hombre? Con lo bien que has cantado. — Es Ciarán. — Corrigió Alice. — Ay, perdón. Es que aún no me acostumbro a los nombres irlandeses. — No, mujer, no te preocupes, si nadie me ve. Ni siquiera Wendy. — Sophia le pasó el brazo con los hombros. — ¡Que no! Andrew te tiene mucho cariño también, ¿dónde anda? — Se ha ido con su mujer. — Alice se rio traviesa. — Qué tíos, no paran, estos quieren llenar el faro de verdad. — ¿Eh? — Nada. Oye, Ciarán, escúchame, a ti te gusta mi prima Wendy, ¿no? — El chico la miró con ojos brillantes. — Es la mujer más increíble que he conocido en mi vida. — Las dos chicas hicieron. — Aaaaawwwww. — Y Alice señaló hacia la chica. — Pues ve y díselo así tal cual. — Ya se lo he dicho. — ¡Pero lucha, Ciarán, lucha! ¡Los irlandeses sois fuertes y obstinados! — Le animó Sophia. El chico se cuadró, pero su cara aún reflejaba indecisión. Alice chasqueó la lengua. — Espera que tengo un arma secreta para estos casos. ¡TATA! — La nombrada apareció por allí como un resorte y el chico la miró parpadeando. — Tú eres la novia de Erin, ¿no? — Esa es mi principal ocupación en la vida, sí, pero tengo otras. ¿Para qué se me requiere? — A Ciarán le está costando trabajillo acercarse a Wen, y creo que mi novio se desmayará de un momento a otro, ¿puedes hacer una intervención de las tuyas? — Su tía alargó la mano y cogió a Ciarán de los tirantes que llevaba. — Ven aquí, majo, que esta noche tú y yo nos vamos a cruzar en la casa de las solteras. — ¿Eh? — Pero su tata no le dio tiempo de reacción. — Sip. Esa es la vida con un Gallia. — Dijo Alice asintiendo lentamente mientras se alejaban.
Por fin su novio regresó a ella y se pusieron a intentar bailar el reel con Sophia, cuando Lex apareció, bailando al son de otra música, moviendo los brazos y dando vueltas sobre sí mismo. — I was William Sheeeeeeeraaaaaaan… Oye, ¿habéis visto a Frankie? Estaba felicitándole por su increíble actuación, y porque creo que esta noche va a triunfar, pero no le encuentro. — Sophia suspiró y se encogió de hombros. — Es que es un espíritu libre, pero yo bailo contigo, Lex. — Síííí que me han chivado por ahí que te gustan los jugadores de quidditch, eh… — Alice se recolgó del cuello de su novio y susurró. — Aquí todo el mundo va la mar de desorientado, ya, si me hacen jurar que iba a ver así a tu hermano… — Se rio y dejó un beso en sus labios. — Mi amor… Esto está entretenidísimo pero ahora sí que me siento un poco cansada, y mañana llegan Darren y mi hermano y quiero estar pendiente… ¿Me acompañas a casita? — Justo por allí, pasó Fergus también bailando muy estramboticamente y dando vueltas sobre sí mismo. — Y a lo mejor nos llevamos a Fergus también, ¿o qué? —
Y tan joven. Rondaron por todos los grupos posibles, y tras una escapada al baño de nuevo a ver que todo iba en orden, ya no tuvo Marcus al volver, porque había sido secuestrado por Wendy. Ella se puso a bailar con Sophia, recordándose cuánto se querían y la lata que era vivir en orillas opuestas del Atlántico, cuando se dieron cuenta de que Ciarán estaba en una esquina, solillo y cabizbajo y se acercaron a él. — ¡Cillian! ¿Qué te pasa, hombre? Con lo bien que has cantado. — Es Ciarán. — Corrigió Alice. — Ay, perdón. Es que aún no me acostumbro a los nombres irlandeses. — No, mujer, no te preocupes, si nadie me ve. Ni siquiera Wendy. — Sophia le pasó el brazo con los hombros. — ¡Que no! Andrew te tiene mucho cariño también, ¿dónde anda? — Se ha ido con su mujer. — Alice se rio traviesa. — Qué tíos, no paran, estos quieren llenar el faro de verdad. — ¿Eh? — Nada. Oye, Ciarán, escúchame, a ti te gusta mi prima Wendy, ¿no? — El chico la miró con ojos brillantes. — Es la mujer más increíble que he conocido en mi vida. — Las dos chicas hicieron. — Aaaaawwwww. — Y Alice señaló hacia la chica. — Pues ve y díselo así tal cual. — Ya se lo he dicho. — ¡Pero lucha, Ciarán, lucha! ¡Los irlandeses sois fuertes y obstinados! — Le animó Sophia. El chico se cuadró, pero su cara aún reflejaba indecisión. Alice chasqueó la lengua. — Espera que tengo un arma secreta para estos casos. ¡TATA! — La nombrada apareció por allí como un resorte y el chico la miró parpadeando. — Tú eres la novia de Erin, ¿no? — Esa es mi principal ocupación en la vida, sí, pero tengo otras. ¿Para qué se me requiere? — A Ciarán le está costando trabajillo acercarse a Wen, y creo que mi novio se desmayará de un momento a otro, ¿puedes hacer una intervención de las tuyas? — Su tía alargó la mano y cogió a Ciarán de los tirantes que llevaba. — Ven aquí, majo, que esta noche tú y yo nos vamos a cruzar en la casa de las solteras. — ¿Eh? — Pero su tata no le dio tiempo de reacción. — Sip. Esa es la vida con un Gallia. — Dijo Alice asintiendo lentamente mientras se alejaban.
Por fin su novio regresó a ella y se pusieron a intentar bailar el reel con Sophia, cuando Lex apareció, bailando al son de otra música, moviendo los brazos y dando vueltas sobre sí mismo. — I was William Sheeeeeeeraaaaaaan… Oye, ¿habéis visto a Frankie? Estaba felicitándole por su increíble actuación, y porque creo que esta noche va a triunfar, pero no le encuentro. — Sophia suspiró y se encogió de hombros. — Es que es un espíritu libre, pero yo bailo contigo, Lex. — Síííí que me han chivado por ahí que te gustan los jugadores de quidditch, eh… — Alice se recolgó del cuello de su novio y susurró. — Aquí todo el mundo va la mar de desorientado, ya, si me hacen jurar que iba a ver así a tu hermano… — Se rio y dejó un beso en sus labios. — Mi amor… Esto está entretenidísimo pero ahora sí que me siento un poco cansada, y mañana llegan Darren y mi hermano y quiero estar pendiente… ¿Me acompañas a casita? — Justo por allí, pasó Fergus también bailando muy estramboticamente y dando vueltas sobre sí mismo. — Y a lo mejor nos llevamos a Fergus también, ¿o qué? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Coreó a su hermano cuando llegó cantando y aplaudió a lo que él consideró que era el ritmo de esa canción, riendo. Total, no es como que bailar el reel se le estuviera dando mucho mejor. - Yo no sé dónde está casi nadie. - Contestó divertido. ¿Frankie? A saber, llevaba un buen rato sin verlo. Recogió a Alice entre risas en sus brazos, moviéndose y moviendo las caderas de ella tontamente, con las manos puestas en su cintura, pero entonces su chica propuso emprender la retirada. - Ooooh. - Dijo con carita de pena, pero entonces recordó que le había dicho lo de la regla. - Claro, mi amor. ¿Pero te encuentras mal? Sí, sí, ya nos vamos. - Y bien sabían los siete dioses irlandeses la pena que le daba irse, pero si su Alice no estaba a gusto, se iban ambos. Total, ya había disfrutado la fiesta pero bien, y mañana tenían más.
Asintió, tomó la mano de ella y empezó a decirle a Fergus. - Eh, colega. ¿Vamos? - Y en ese momento se giró y, al hacerlo, literalmente se comió a Wendy, tanto que, al echar el pies hacia atrás, empujó y pisó a Alice, y entre el improvisto, el aturdimiento por el mareo y el golpe primero con Wendy y luego con Alice, le dio la vuelta el bar entero. - ¡PRIMO NECESITO TU AYUDA! - La otra ni se había dado cuenta de que Marcus estaba intentando localizar el cielo y la tierra, como primera medida, y disculparse con su novia por el pisotón, como segunda. - Es que vamos, vas a flipar. Bueno, en verdad no vas a flipar, me vas a decir te lo dije porque en fin, si es que yo lo sé, si es que se veía venir. - Boqueó, pero Wendy le arrastró, dirigiéndose a Alice en vez de a él. - TE LO ROBO UN MOMENTITO UN SEGUNDO SOLO AHORA VIENE. - Pero... - Su prima ya le arrastraba, y él empezó a poner cara de pánico. - ¡Espera! Wen, que ya nos íbamos. - SOLO UN MOMENTO. - ¡Mi amor! - Gritó, siendo arrastrado. - ¡Te prometo que vuelvo ahora y nos vamos! - Dijo, por no gritar "socorro", que era lo que le apetecía. Esperaba poder cumplir su promesa.
- ¡Que va a venir a buscarme la tía! - Marcus parpadeó. No sabía de quién le estaba hablando. - Es que ¿ves como es una inoportuna? No escucha, primo, no escucha. Porque le dije: "tía, que voy a estar con mi familia", y ahora está en plan: "¿pues no dices que te tengo abandonada?", y claro, yo le había dicho "solo tienes que venir al bar o a la casa que ya sabes donde encontrarme", y primo, claro, ahora va a... - Wen. - Interrumpió prudentemente. - Es que Alice quería irse y... - ¡¡Vale, vale, solo un segundito, porfi, porfi!! Es que tengo que confiar en ti porque tú eres el que se sabe ya toda mi movida con Selma entonces... - ¿Pero quién es Selma? Esa debía ser la de las margaritas, o los tréboles, o algo de unas flores de una boda le quería sonar. O de unas ovejas. Pero de ahí a ser el mayor conocedor del tema del mundo... - ¿Tú puedes asomarte a mi casa a ver si está y decirle que es que me ido con los abuelos y que mañana la veo? - Parpadeó. - Pero Wen. No la conozco. - Es una chavala pelirroja. - Marcus alzó los brazos. - ¡Gracias! Acabo de excluir por lo menos a cuatro chicas de Ballyknow. - ¡Ay, no seas tonto! - Y empezó a empujarle hacia la puerta del bar, para descuadre absoluto de él. - Que tú tienes mucha labia y te las ganas en seguida. - Oye que yo con ganarme a mi novia tengo de sobra. Y me está esperando. - ¡¡Por fiiiiiI!! Es que... - Dejó de empujarle y se acercó confidencialmente a él. - Bueno... También es... Aparte de que tú sabes más del tema y me entiendes y eso... - De verdad que creo que estás sacando conclusiones precipitadas, pensó. - ...Es que... Ciarán... En fin... Que querríamos estar... solillos un rato ¿sabes? - ¡Ah! - Se indignó. - Me pides que le mienta a una chica que no conozco de nada y que favorezca una escapada furtiva de índole... ¡Wen, que eres mi prima! No has elegido bien a tu objet... - ¡¡¡POOOOOOOOOOOOORFI!!! - ¡VALE! - Detuvo, porque eso iba a ser infinito. - Pero voy, me asomo, y como no haya nadie, me vengo y me voy con Alice. Que la he dejado tirada. - Wendy soltó un gritito infantil, le achuchó por el cuello dando saltitos y le dio las gracias mil veces antes de dejarle marchar.
Al menos en Ballyknow todo estaba cerca, ya se estaba acostumbrando a ir de un sitio a otro. En concreto, la casa de las chicas estaba prácticamente al lado del bar. Suspirando y frotándose las manos por el frío, se dirigió hacia allí y, para su espanto, sí que había alguien en la puerta, y una de las siluetas era femenina. La otra era un chico. ¿Tendría novio la susodicha? ¿O hermano? Esperaba que no fuera el típico tío violento, lo que le faltaba era meterse en un problema. Sin embargo, conforme se fue acercando, se relajó, porque las figuras que se distinguían no eran otras que las de Nancy y Frankie Junior. Suspiró aliviado y se acercó contento para preguntar a los chicos si habían visto a la amiga de Wendy, pero antes de ser detectado, detectó él algo que le dejó clavado en el sitio, con la mandíbula descolgada hasta el suelo: entre risas y en la puerta, como una pareja de amantes furtivos, vio a Nancy y a Frankie darse un buen beso en los labios. Si le hubieran echado un Petrificus Totalus no se habría quedado más de piedra. La chica le despidió entre risitas y, antes de someterse a un incomodísimo momento cruzándose con Frankie, se escondió. Pero el chico, en vez de ir de vuelta al bar, fue en dirección a la casa. Marcus le vio desaparecer (y Nancy también, desde la puerta, diciéndose moñerías en la distancia el uno al otro), y cuando el chico se hubo perdido de vista y la chica estaba por cerrar la puerta, se dejó ver.
Ella no se metió de nuevo en casa, sino que sí se disponía a volver al bar, por lo que apenas Marcus salió de su escondite, se toparon de frente. - ¡Marcus! - Dijo ella, cantarina y risueña, con las mejillas sonrosadas, aunque también con un deje de vergüenza, como si la hubiera pillado en algo y estuviera disimulando. - ¿Ya de vuelta? ¿Tan solito? - Venía... Wendy me ha pedido... ¿¿Ese era Frankie?? - Es que necesitaba aclarar lo que había visto. Nancy se mordió el labio, ocultando una sonrisita colegiala, miró de reojo al lugar por el que el otro se había perdido y respondió. - Puedeeeee... - Con una risita boba después. Marcus parpadeó. Ella rio más. No, no podía ser. - Llevabais un buen rato perdidos. - Pareció que caía en ese momento en la obviedad, como quien por fin tiene todas las pistas de un crimen y puede resolverlo. Ella solo soltaba risitas. Alzó las palmas, como tratando de calmarse a sí mismo, y soltó un comentario que claramente no pensó bien previamente. - Nancy... Dime que has ido a enseñarle una de tus cuevas. - La reacción inmediata de la chica fue soltar tal estruendosa carcajada que debían haberla oído en el bar, hasta se sobresaltó por el ruido. Marcus seguía patidifuso, esperando respuesta. - Ay, primo. - Dijo ella casi ahogada por la risa, limpiándose las lágrimas y poniendo una comprensiva mano en su hombro. - Por el cariño que te tengo y porque sé que has bebido y me das ternurita, no voy a incidir en la pedazo de guarrada que acabas de decir. - ¡¡POR DIOS, NANCY!! - Siguió él con su indignación particular, como si no hubiera oído nada. - ¡¡Os he visto besándoos! ¡Dime que he visto mal! - Lo que has visto es poco. - ¡NAN...! - No pudo ni terminar, se llevó las manos a la cabeza, espantado y casi hiperventilando. La otra suspiró. - Por favor, no me puedo creer que puedas meterte en una comuna de elfos como quien entra en su casa y no hayas visto esto venir... - ¡¡Pensé que os llevabais bien por el quidditch!! Pero, pero... - A ver, el quidditch también nos gusta... - ¡¡QUE ES TU PRIMO!! - Bueno. - Matizó Nancy, alzando un índice. - Es primo tuyo. Por parte de tu abuela. Te recuerdo que yo soy tu prima por parte de tu abuelo. Entre él y yo no hay consanguineidad. - Ladeó varias veces la cabeza, pensativa. - A ver, los pueblos son tan endogámicos que las probabilidades de que la haya en generaciones previas es alta, pero... - ¡¡Sois primos!! - Él insistía. - ¡Sois familia! ¡Y tú le sacas seis años! - ¡Oye, guapito! - Respondió airada. - A ver si te espantabas tanto si fuera al revés. Me voy a tener que poner como Siobhán... - ¡Pues claro que sí! - Defendió, y Nancy rodó los ojos. - Lo peor es que sé que sí... - Antes de que Marcus pudiera seguir hiperventilando, ella le detuvo. - Primo, nos hemos conocido hace tres días. No somos familia. Nos llevamos bien, estamos solteros, nos hemos atraído, no hay compromiso. ¡Ya está! Una noche divertida y a continuar. Un regalito de Navidad. - Para. - Detuvo, agobiado. - No quiero saber más. - Se giró. - Me voy, que me espera mi novia. - ¡Pero oye! ¿Habías venido para algo? Espera, que voy contigo. - Y trotó hasta él. Marcus ya ni se acordaba de para qué había ido, sinceramente.
Asintió, tomó la mano de ella y empezó a decirle a Fergus. - Eh, colega. ¿Vamos? - Y en ese momento se giró y, al hacerlo, literalmente se comió a Wendy, tanto que, al echar el pies hacia atrás, empujó y pisó a Alice, y entre el improvisto, el aturdimiento por el mareo y el golpe primero con Wendy y luego con Alice, le dio la vuelta el bar entero. - ¡PRIMO NECESITO TU AYUDA! - La otra ni se había dado cuenta de que Marcus estaba intentando localizar el cielo y la tierra, como primera medida, y disculparse con su novia por el pisotón, como segunda. - Es que vamos, vas a flipar. Bueno, en verdad no vas a flipar, me vas a decir te lo dije porque en fin, si es que yo lo sé, si es que se veía venir. - Boqueó, pero Wendy le arrastró, dirigiéndose a Alice en vez de a él. - TE LO ROBO UN MOMENTITO UN SEGUNDO SOLO AHORA VIENE. - Pero... - Su prima ya le arrastraba, y él empezó a poner cara de pánico. - ¡Espera! Wen, que ya nos íbamos. - SOLO UN MOMENTO. - ¡Mi amor! - Gritó, siendo arrastrado. - ¡Te prometo que vuelvo ahora y nos vamos! - Dijo, por no gritar "socorro", que era lo que le apetecía. Esperaba poder cumplir su promesa.
- ¡Que va a venir a buscarme la tía! - Marcus parpadeó. No sabía de quién le estaba hablando. - Es que ¿ves como es una inoportuna? No escucha, primo, no escucha. Porque le dije: "tía, que voy a estar con mi familia", y ahora está en plan: "¿pues no dices que te tengo abandonada?", y claro, yo le había dicho "solo tienes que venir al bar o a la casa que ya sabes donde encontrarme", y primo, claro, ahora va a... - Wen. - Interrumpió prudentemente. - Es que Alice quería irse y... - ¡¡Vale, vale, solo un segundito, porfi, porfi!! Es que tengo que confiar en ti porque tú eres el que se sabe ya toda mi movida con Selma entonces... - ¿Pero quién es Selma? Esa debía ser la de las margaritas, o los tréboles, o algo de unas flores de una boda le quería sonar. O de unas ovejas. Pero de ahí a ser el mayor conocedor del tema del mundo... - ¿Tú puedes asomarte a mi casa a ver si está y decirle que es que me ido con los abuelos y que mañana la veo? - Parpadeó. - Pero Wen. No la conozco. - Es una chavala pelirroja. - Marcus alzó los brazos. - ¡Gracias! Acabo de excluir por lo menos a cuatro chicas de Ballyknow. - ¡Ay, no seas tonto! - Y empezó a empujarle hacia la puerta del bar, para descuadre absoluto de él. - Que tú tienes mucha labia y te las ganas en seguida. - Oye que yo con ganarme a mi novia tengo de sobra. Y me está esperando. - ¡¡Por fiiiiiI!! Es que... - Dejó de empujarle y se acercó confidencialmente a él. - Bueno... También es... Aparte de que tú sabes más del tema y me entiendes y eso... - De verdad que creo que estás sacando conclusiones precipitadas, pensó. - ...Es que... Ciarán... En fin... Que querríamos estar... solillos un rato ¿sabes? - ¡Ah! - Se indignó. - Me pides que le mienta a una chica que no conozco de nada y que favorezca una escapada furtiva de índole... ¡Wen, que eres mi prima! No has elegido bien a tu objet... - ¡¡¡POOOOOOOOOOOOORFI!!! - ¡VALE! - Detuvo, porque eso iba a ser infinito. - Pero voy, me asomo, y como no haya nadie, me vengo y me voy con Alice. Que la he dejado tirada. - Wendy soltó un gritito infantil, le achuchó por el cuello dando saltitos y le dio las gracias mil veces antes de dejarle marchar.
Al menos en Ballyknow todo estaba cerca, ya se estaba acostumbrando a ir de un sitio a otro. En concreto, la casa de las chicas estaba prácticamente al lado del bar. Suspirando y frotándose las manos por el frío, se dirigió hacia allí y, para su espanto, sí que había alguien en la puerta, y una de las siluetas era femenina. La otra era un chico. ¿Tendría novio la susodicha? ¿O hermano? Esperaba que no fuera el típico tío violento, lo que le faltaba era meterse en un problema. Sin embargo, conforme se fue acercando, se relajó, porque las figuras que se distinguían no eran otras que las de Nancy y Frankie Junior. Suspiró aliviado y se acercó contento para preguntar a los chicos si habían visto a la amiga de Wendy, pero antes de ser detectado, detectó él algo que le dejó clavado en el sitio, con la mandíbula descolgada hasta el suelo: entre risas y en la puerta, como una pareja de amantes furtivos, vio a Nancy y a Frankie darse un buen beso en los labios. Si le hubieran echado un Petrificus Totalus no se habría quedado más de piedra. La chica le despidió entre risitas y, antes de someterse a un incomodísimo momento cruzándose con Frankie, se escondió. Pero el chico, en vez de ir de vuelta al bar, fue en dirección a la casa. Marcus le vio desaparecer (y Nancy también, desde la puerta, diciéndose moñerías en la distancia el uno al otro), y cuando el chico se hubo perdido de vista y la chica estaba por cerrar la puerta, se dejó ver.
Ella no se metió de nuevo en casa, sino que sí se disponía a volver al bar, por lo que apenas Marcus salió de su escondite, se toparon de frente. - ¡Marcus! - Dijo ella, cantarina y risueña, con las mejillas sonrosadas, aunque también con un deje de vergüenza, como si la hubiera pillado en algo y estuviera disimulando. - ¿Ya de vuelta? ¿Tan solito? - Venía... Wendy me ha pedido... ¿¿Ese era Frankie?? - Es que necesitaba aclarar lo que había visto. Nancy se mordió el labio, ocultando una sonrisita colegiala, miró de reojo al lugar por el que el otro se había perdido y respondió. - Puedeeeee... - Con una risita boba después. Marcus parpadeó. Ella rio más. No, no podía ser. - Llevabais un buen rato perdidos. - Pareció que caía en ese momento en la obviedad, como quien por fin tiene todas las pistas de un crimen y puede resolverlo. Ella solo soltaba risitas. Alzó las palmas, como tratando de calmarse a sí mismo, y soltó un comentario que claramente no pensó bien previamente. - Nancy... Dime que has ido a enseñarle una de tus cuevas. - La reacción inmediata de la chica fue soltar tal estruendosa carcajada que debían haberla oído en el bar, hasta se sobresaltó por el ruido. Marcus seguía patidifuso, esperando respuesta. - Ay, primo. - Dijo ella casi ahogada por la risa, limpiándose las lágrimas y poniendo una comprensiva mano en su hombro. - Por el cariño que te tengo y porque sé que has bebido y me das ternurita, no voy a incidir en la pedazo de guarrada que acabas de decir. - ¡¡POR DIOS, NANCY!! - Siguió él con su indignación particular, como si no hubiera oído nada. - ¡¡Os he visto besándoos! ¡Dime que he visto mal! - Lo que has visto es poco. - ¡NAN...! - No pudo ni terminar, se llevó las manos a la cabeza, espantado y casi hiperventilando. La otra suspiró. - Por favor, no me puedo creer que puedas meterte en una comuna de elfos como quien entra en su casa y no hayas visto esto venir... - ¡¡Pensé que os llevabais bien por el quidditch!! Pero, pero... - A ver, el quidditch también nos gusta... - ¡¡QUE ES TU PRIMO!! - Bueno. - Matizó Nancy, alzando un índice. - Es primo tuyo. Por parte de tu abuela. Te recuerdo que yo soy tu prima por parte de tu abuelo. Entre él y yo no hay consanguineidad. - Ladeó varias veces la cabeza, pensativa. - A ver, los pueblos son tan endogámicos que las probabilidades de que la haya en generaciones previas es alta, pero... - ¡¡Sois primos!! - Él insistía. - ¡Sois familia! ¡Y tú le sacas seis años! - ¡Oye, guapito! - Respondió airada. - A ver si te espantabas tanto si fuera al revés. Me voy a tener que poner como Siobhán... - ¡Pues claro que sí! - Defendió, y Nancy rodó los ojos. - Lo peor es que sé que sí... - Antes de que Marcus pudiera seguir hiperventilando, ella le detuvo. - Primo, nos hemos conocido hace tres días. No somos familia. Nos llevamos bien, estamos solteros, nos hemos atraído, no hay compromiso. ¡Ya está! Una noche divertida y a continuar. Un regalito de Navidad. - Para. - Detuvo, agobiado. - No quiero saber más. - Se giró. - Me voy, que me espera mi novia. - ¡Pero oye! ¿Habías venido para algo? Espera, que voy contigo. - Y trotó hasta él. Marcus ya ni se acordaba de para qué había ido, sinceramente.
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Crazy noisy disco Night Con Marcus | En Galway | 25 de diciembre de 2002 |
Ya estaba ella despidiéndose de todo el mundo, cuando volvió a perder de vista a su novio, así que redirigió a Fergus con ella y se sentaron con los mayores, para tener a Fergus controlado, hasta que recibiera noticia de Marcus. — En verdad esto de los talentos lo podemos implementar también en América. Mi Shannon se lo está pasando de maravilla. — Comentó Dan, alegre, mientras señalaba a su mujer haciendo bailar a Cillian. — Tú lo que pasa es que has visto que a tu niña sele da bien y quieres que te ponga igual de orgulloso que antes. — Señaló Arthur. — La tuya no ha estado nada mal, perdona, se ha llevado la plata. — Los míos tienen talento para el mal. — Dijo Ruairi un poquito afectado ya. — Pero mi prima Ginny también, y los tres juntos hacen cosas muy chulas. ¡Mis niños ganadores! — Exclamó levantando la pinta.
Alice cada vez se encontraba peor, y Fergus parecía que había consumido sustancias estimulantes porque no había quien lo parara, así que empezó a impacientarse. Justo entonces vio a Erin ponerse el abrigo con Martha y Cerys y se acercó a ellas. — Oye, ¿habéis visto a Marcus? — Erin parpadeó y dijo. — Ehhhh se ha ido. — ¿Cómo que se ha ido? Si sabía que estaba en el baño. — Lo ha sacado mi hermana a empujones. — Dijo Martha suspirando. — ¿Wendy? ¿Pero por qué? — La mujer se encogió de hombros. — ¿Y quién lo sabe? Si es que siempre está liada en algo, y tu novio se deja liar… — ¿Mi sobrino? En todo lo que pueda. — ¿Vosotras os vais ya? ¿Y mi tata? — Erin se rio y señaló a su espalda. — Se la quedan las solteras hoy. Así no estoy presionándola para irnos y no se levanta entre animales, aunque sea por una noche. — Venid con nosotras y os acompañamos a este caballero tan alterado y a ti a casa O’Donnell. Probablemente, cuando Marcus haya terminado con lo de Wendy, irá para allá. —
Echaron a andar, riéndose, porque Martha estaba borrachilla y recolgada de Erin y Cerys a turnos (y en actitudes bien diferenciadas) y al poco de estar andando oyeron voces, una de Marcus y otra femeninda. En seguida reconoció a Nancy y se quedó mirándoles extrañada. — Pero, ¿qué pasa? — Nancy resopló y dijo. — ¡Que ahora una no puede vivir la vida, vaya! — ¿De qué hablas? — La verdad es que su novio tenía muy mala cara. — ¿No estará mi hermano por aquí no? Que le he dicho que me iba a ir a casa hacer una hora. — Dijo Fergus. — ¿Por qué iba a estar tu hermano aquí? — El chico miraba a Nancy, Alice les miró a los dos, y a la cara de su novio de nuevo. — Ay, por Merlín… — Cerys abrió mucho los ojos y dijo. — ¿Pero no sois primos? — ¡Que no hay consanguineidad! Madre mía, no escucháis, eh, ni en las Ravenclaws puedes confiar ya… — Martha soltó una risa nasal, mirando a los lados, como si fuera una línea traviesa. — Qué fuerte, Nance, te has liado con el americano… — Y a Erin le dio el mismo tipo de risilla, lo que hizo que Cerys negara, aguantando la suya. — Venga, cada doxy a su hoyo, que bastante hemos tenido hoy. Antes de que venga Wendy y nos embrolle a todos en algo. — Yo creo que ella está ya embrollada en lo suyo… — Dejó caer Nancy. — Nancy Mulligan se vuelve al pub, señoras, buenas noches. — Y tarareando y dando saltitos, se alejó en dirección contraria, mientras Martha y Erin avanzaban muertas de risa.
Alice, entre risas, y dirigiendo a Fergus por delante de ellos, se cogió del brazo de Marcus, riéndose. — No le ha faltado de nada a esta Navidad. Cura católico, nuestras tías dando el espectáculo, nosotros haciendo alquimia… Ha habido hasta amoríos sorpresa. — Se rio y le dio un besito en la mejilla. — Lo superarás. Y ahora a casita conmigo, a cuidar de mí, que creo que me lo he ganado. — E hizo un ruidito como de pez con la boca y le dio un beso. — Por buena hada del jabón. —
Alice cada vez se encontraba peor, y Fergus parecía que había consumido sustancias estimulantes porque no había quien lo parara, así que empezó a impacientarse. Justo entonces vio a Erin ponerse el abrigo con Martha y Cerys y se acercó a ellas. — Oye, ¿habéis visto a Marcus? — Erin parpadeó y dijo. — Ehhhh se ha ido. — ¿Cómo que se ha ido? Si sabía que estaba en el baño. — Lo ha sacado mi hermana a empujones. — Dijo Martha suspirando. — ¿Wendy? ¿Pero por qué? — La mujer se encogió de hombros. — ¿Y quién lo sabe? Si es que siempre está liada en algo, y tu novio se deja liar… — ¿Mi sobrino? En todo lo que pueda. — ¿Vosotras os vais ya? ¿Y mi tata? — Erin se rio y señaló a su espalda. — Se la quedan las solteras hoy. Así no estoy presionándola para irnos y no se levanta entre animales, aunque sea por una noche. — Venid con nosotras y os acompañamos a este caballero tan alterado y a ti a casa O’Donnell. Probablemente, cuando Marcus haya terminado con lo de Wendy, irá para allá. —
Echaron a andar, riéndose, porque Martha estaba borrachilla y recolgada de Erin y Cerys a turnos (y en actitudes bien diferenciadas) y al poco de estar andando oyeron voces, una de Marcus y otra femeninda. En seguida reconoció a Nancy y se quedó mirándoles extrañada. — Pero, ¿qué pasa? — Nancy resopló y dijo. — ¡Que ahora una no puede vivir la vida, vaya! — ¿De qué hablas? — La verdad es que su novio tenía muy mala cara. — ¿No estará mi hermano por aquí no? Que le he dicho que me iba a ir a casa hacer una hora. — Dijo Fergus. — ¿Por qué iba a estar tu hermano aquí? — El chico miraba a Nancy, Alice les miró a los dos, y a la cara de su novio de nuevo. — Ay, por Merlín… — Cerys abrió mucho los ojos y dijo. — ¿Pero no sois primos? — ¡Que no hay consanguineidad! Madre mía, no escucháis, eh, ni en las Ravenclaws puedes confiar ya… — Martha soltó una risa nasal, mirando a los lados, como si fuera una línea traviesa. — Qué fuerte, Nance, te has liado con el americano… — Y a Erin le dio el mismo tipo de risilla, lo que hizo que Cerys negara, aguantando la suya. — Venga, cada doxy a su hoyo, que bastante hemos tenido hoy. Antes de que venga Wendy y nos embrolle a todos en algo. — Yo creo que ella está ya embrollada en lo suyo… — Dejó caer Nancy. — Nancy Mulligan se vuelve al pub, señoras, buenas noches. — Y tarareando y dando saltitos, se alejó en dirección contraria, mientras Martha y Erin avanzaban muertas de risa.
Alice, entre risas, y dirigiendo a Fergus por delante de ellos, se cogió del brazo de Marcus, riéndose. — No le ha faltado de nada a esta Navidad. Cura católico, nuestras tías dando el espectáculo, nosotros haciendo alquimia… Ha habido hasta amoríos sorpresa. — Se rio y le dio un besito en la mejilla. — Lo superarás. Y ahora a casita conmigo, a cuidar de mí, que creo que me lo he ganado. — E hizo un ruidito como de pez con la boca y le dio un beso. — Por buena hada del jabón. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Apretó los párpados, se removió y se pegó un poco más a Alice, abrazándose a su espalda y achuchándola por la cintura como si fuera la almohada, con expresión dolorida. Podría parecer que estaba en la mejor situación del mundo, pero lo cierto era que estaba incomodísimo: le palpitaban las sienes como si le fueran a explotar, le dolían todos los músculos del cuerpo como si estuviera acostado sobre hierro candente, y se notaba el cuello tan rígido que bien pareciera que había estado durmiendo boca abajo. Del esófago le estaba subiendo una sensación bastante desagradable que, sin llegar a ser una fuerte náusea, le hacía sentir como si tuviera que dejar de comer para siempre. Y, encima, el corazón le latía casi como si estuviera enfadado con él, golpeándole el pecho tan a conciencia que le reverberaba en la espalda. Soltó un suspiro por la boca, sin abrir los ojos, como si quisiera expulsar todos los males por ahí, pero lo único que consiguió fue que le escocieran los pulmones. Vaya desastre.
Más que resaca (porque, sí, había bebido bastante, pero no se había pegado la borrachera de su vida) tenía el cuerpo revuelto por los diversos alcoholes mezclados, las cantidades ingentes de comida y dulces (se comió el leprechaun de chocolate de premio casi sin darse cuenta), los descontroles de horas de sueño, las emociones, los bailes y gritos que le tenían con la garganta destrozada y agujetas por todas partes, y las entradas y salidas del bar, sudando entre competiciones, saltos y congregación de personas, al frío helado del diciembre irlandés. Por no hablar de la perspectiva del día de San Esteban, el que no paraban de anunciar como día grande. Estaba destrozado, sentía que, como Alice simplemente se moviera, se iba a desintegrar por piezas. Iba a necesitar varias pociones para revitalizarse.
Alguien entró en el desván, alguien que llevaba comida, porque el olor le golpeó en la cara. Soltó un suspiro. - Si es que no sabéis, os tengo que enseñar. - Lo había dicho en un tono de voz perfectamente normal, pero entre el aturdimiento y el desván cerrado y silencioso desde hacía horas, sonó como si lo hubieran chillado las paredes. De hecho, todos los presentes se revolvieron perezosamente en sus colchones. Todos menos Frankie Junior, claro. Porque era él quien estaba en la puerta, con varias bandejas de desayuno flotando a su alrededor, y mirándoles a todos como si fueran una manada de cachorritos desvalidos.
Cerró la puerta tras de sí con cuidado y dijo. - La tía Molly os ha preparado el desayuno. - Ssssshhh. - Pidió Sophia, tapándose la cara con la mano, con expresión dolorida. - No grites tanto. - Pidió con voz aguardentosa. Frankie soltó un suspirito y empezó a tomar bandejas del aire para acercárselas con aspecto paternal. Mientras se agachaba frente a cada uno de los colchones, iba diciendo. - Vaya resaca me traéis. Este que está aquí, con toda esa fama de granuja que tiene, tiene un corazón de oro como solo las Ave del Trueno sabemos tenerlo, y en vistas de que ibais a ser todos unos tristes despojitos, he querido ejercer de hermano y primo mayor, he bajado, le he pedido a mamá que nos haga pociones para todos y a papá que se calle, y las abuelas nos han montado las bandejas para que desayunemos aquí tranquilos. Para cuando bajemos, estáis todos nuevos. - Señaló a Alice. - Que tú, además, tienes un hermano al que recibir. - Señaló luego a Lex. - Y tú un novio. - HOSTIA, DARREN. - Ese sí que gritó, dando un salto en la cama, haciendo que todos se taparan los oídos. - ME HE QUEDADO DORM... - Tranquilidad, que es temprano todavía. Y a unas malas, hay gente de sobra para ir a la aduana a buscarles. - De eso nada. - Se animó Marcus, y la voz le salió tan ronca que tuvo que carraspear fuertemente para aclarársela. - Vamos nosotros a por ellos. - Como queráis. Pero primero, esto. - Y, al pasar por su lado, le dio una palmadita en el hombro y puso gesto extrañado. Frankie se detuvo, le miró ceñudo y, para desconcierto de Marcus, empezó a tocarle el cuello y la cara. - Tío, estás ardiendo. A ver si vas a tener fiebre. - Estoy bien. - Dijo rápidamente. ¿Fiebre? No, ni de broma se perdía San Esteban por estar malo. Se tocó. - Estoy bien. - Claro, qué vas a decir tú, que te estás tocando con tu propia mano que está igual de ardiendo. Tú tienes fiebre. Pero vamos, va a ser fiebre resacosa. - Soltó una risa siseada. - Qué mala calidad, primo, si es que estás canijo. Anda, a comer. - ¿Y tú por qué estás tan fresco? - Se indignó Fergus, preguntando con mordacidad. - No preguntes. - Respondió resignada Sophia. Pues sí, sería mejor que desayunaran, y sobre todo, que se tomaran esas pociones. Necesitaba resucitar.
Más que resaca (porque, sí, había bebido bastante, pero no se había pegado la borrachera de su vida) tenía el cuerpo revuelto por los diversos alcoholes mezclados, las cantidades ingentes de comida y dulces (se comió el leprechaun de chocolate de premio casi sin darse cuenta), los descontroles de horas de sueño, las emociones, los bailes y gritos que le tenían con la garganta destrozada y agujetas por todas partes, y las entradas y salidas del bar, sudando entre competiciones, saltos y congregación de personas, al frío helado del diciembre irlandés. Por no hablar de la perspectiva del día de San Esteban, el que no paraban de anunciar como día grande. Estaba destrozado, sentía que, como Alice simplemente se moviera, se iba a desintegrar por piezas. Iba a necesitar varias pociones para revitalizarse.
Alguien entró en el desván, alguien que llevaba comida, porque el olor le golpeó en la cara. Soltó un suspiro. - Si es que no sabéis, os tengo que enseñar. - Lo había dicho en un tono de voz perfectamente normal, pero entre el aturdimiento y el desván cerrado y silencioso desde hacía horas, sonó como si lo hubieran chillado las paredes. De hecho, todos los presentes se revolvieron perezosamente en sus colchones. Todos menos Frankie Junior, claro. Porque era él quien estaba en la puerta, con varias bandejas de desayuno flotando a su alrededor, y mirándoles a todos como si fueran una manada de cachorritos desvalidos.
Cerró la puerta tras de sí con cuidado y dijo. - La tía Molly os ha preparado el desayuno. - Ssssshhh. - Pidió Sophia, tapándose la cara con la mano, con expresión dolorida. - No grites tanto. - Pidió con voz aguardentosa. Frankie soltó un suspirito y empezó a tomar bandejas del aire para acercárselas con aspecto paternal. Mientras se agachaba frente a cada uno de los colchones, iba diciendo. - Vaya resaca me traéis. Este que está aquí, con toda esa fama de granuja que tiene, tiene un corazón de oro como solo las Ave del Trueno sabemos tenerlo, y en vistas de que ibais a ser todos unos tristes despojitos, he querido ejercer de hermano y primo mayor, he bajado, le he pedido a mamá que nos haga pociones para todos y a papá que se calle, y las abuelas nos han montado las bandejas para que desayunemos aquí tranquilos. Para cuando bajemos, estáis todos nuevos. - Señaló a Alice. - Que tú, además, tienes un hermano al que recibir. - Señaló luego a Lex. - Y tú un novio. - HOSTIA, DARREN. - Ese sí que gritó, dando un salto en la cama, haciendo que todos se taparan los oídos. - ME HE QUEDADO DORM... - Tranquilidad, que es temprano todavía. Y a unas malas, hay gente de sobra para ir a la aduana a buscarles. - De eso nada. - Se animó Marcus, y la voz le salió tan ronca que tuvo que carraspear fuertemente para aclarársela. - Vamos nosotros a por ellos. - Como queráis. Pero primero, esto. - Y, al pasar por su lado, le dio una palmadita en el hombro y puso gesto extrañado. Frankie se detuvo, le miró ceñudo y, para desconcierto de Marcus, empezó a tocarle el cuello y la cara. - Tío, estás ardiendo. A ver si vas a tener fiebre. - Estoy bien. - Dijo rápidamente. ¿Fiebre? No, ni de broma se perdía San Esteban por estar malo. Se tocó. - Estoy bien. - Claro, qué vas a decir tú, que te estás tocando con tu propia mano que está igual de ardiendo. Tú tienes fiebre. Pero vamos, va a ser fiebre resacosa. - Soltó una risa siseada. - Qué mala calidad, primo, si es que estás canijo. Anda, a comer. - ¿Y tú por qué estás tan fresco? - Se indignó Fergus, preguntando con mordacidad. - No preguntes. - Respondió resignada Sophia. Pues sí, sería mejor que desayunaran, y sobre todo, que se tomaran esas pociones. Necesitaba resucitar.
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Alice oyó, claro que oyó, las palabras que se estaban pronunciando en aquella habitación, pero moverse no le parecía una opción. No hasta que Lex, a su otro lado, saltó y gritó, y ella se acordó de por qué su cerebro no paraba de insistir en que no podía dormir hasta la hora que le diera la gana. Se estaba removiendo de entre las sábanas, cuando oyó que Frankie decía que Marcus estaba ardiendo. Se sentó como un resorte y cogió la varita. — Temperaturs leger. — Dijo poniéndola en la sien de Marcus. — Buenos días a ti también, prima. — Le picó Frankie. Su varita se puso color naranja claro. — Décimas tienes. Igual es destemplanza por estar tanto al frío y todo lo de ayer, y la revitalizante te puede ayudar. Habrá que observar durante el día. — Sophia se acercó, tratando de controlar su melena pelirroja y cogiendo una poción. — Iba a emitir un diagnóstico pero veo que no me necesitáis. —
Alice bebió rápidamente la poción y se apresuró a echar algo en el estómago, ya estaba entrando en modo hermana mayor tutora, combinado con enfermera. — Eso sí, no deberías correr la carrera del reyezuelo. — Frankie y Fergus la miraron como si estuviera loca. — Creo que la prima está flipando. — Como tú, canijo. — Alice les ignoró. — Ni venir a la aduana. Reposo, bien abrigado y té con jengibre y naranja, hasta que llegue la comida. — ¿Qué es eso de una carrera? — Preguntó Lex con un gofre en la boca mientras se iba poniendo el jersey. — Lo del pájaro que hablaban ayer las abuelas. — Contestó Sophia, desganada. — La tradición celta dice que la persona a la que suelen llamar San Esteban era un príncipe druida al que un animago que se transformaba en reyezuelo delató ante los romanos. Luego los cristianos se lo apropiaron. Lo que se suele hacer es vestirse con los trajes druidas de entonces, una capa y sombrero de paja, y se perseguía a un reyezuelo de verdad, y el que, de esa guisa, lograra cazar a un pajarillo tan enano, se llevaba buena fortuna para el año siguiente. — Explicó Alice. — Pues pobre pajarillo, ¿lo van a matar? Ya no es el animago. — Dijo Frankie, ofendido. — No, ahora es un hechizo espectral que fabrica el alcalde y tienes que dar con el hechizo que lo desarma para ser proclamado ganador. — El chico se puso de pie. — Vale, voy. — ¡Que no es aún, mendrugo! — Le gritó su hermana, sonido que se metió hasta lo más hondo del cerebro de Alice. Se terminó la tostada y se levantó para darse una ducha rápida. — No, es a las once, así que hay que darse prisa en ir a por los chicos, bueno, si es que llegan en hora. — ¡Eh! No dudes de Darren. — Le interpeló Lex. — No dudo de Darren, dudo de los Gallia y de las aduanas. — Dejó un besito en la frente de Marcus. — Vas a querer venir ya poner un montón de argumentos de por qué estás bien, ¿verdad? — Acarició su mejilla y solo dijo. — Si lo haces, abrígate. — Pegó un último trago al café y le dejó a Frankie la taza en la cabeza. — Voy a ducharme. No tardo nada. —
Alice bebió rápidamente la poción y se apresuró a echar algo en el estómago, ya estaba entrando en modo hermana mayor tutora, combinado con enfermera. — Eso sí, no deberías correr la carrera del reyezuelo. — Frankie y Fergus la miraron como si estuviera loca. — Creo que la prima está flipando. — Como tú, canijo. — Alice les ignoró. — Ni venir a la aduana. Reposo, bien abrigado y té con jengibre y naranja, hasta que llegue la comida. — ¿Qué es eso de una carrera? — Preguntó Lex con un gofre en la boca mientras se iba poniendo el jersey. — Lo del pájaro que hablaban ayer las abuelas. — Contestó Sophia, desganada. — La tradición celta dice que la persona a la que suelen llamar San Esteban era un príncipe druida al que un animago que se transformaba en reyezuelo delató ante los romanos. Luego los cristianos se lo apropiaron. Lo que se suele hacer es vestirse con los trajes druidas de entonces, una capa y sombrero de paja, y se perseguía a un reyezuelo de verdad, y el que, de esa guisa, lograra cazar a un pajarillo tan enano, se llevaba buena fortuna para el año siguiente. — Explicó Alice. — Pues pobre pajarillo, ¿lo van a matar? Ya no es el animago. — Dijo Frankie, ofendido. — No, ahora es un hechizo espectral que fabrica el alcalde y tienes que dar con el hechizo que lo desarma para ser proclamado ganador. — El chico se puso de pie. — Vale, voy. — ¡Que no es aún, mendrugo! — Le gritó su hermana, sonido que se metió hasta lo más hondo del cerebro de Alice. Se terminó la tostada y se levantó para darse una ducha rápida. — No, es a las once, así que hay que darse prisa en ir a por los chicos, bueno, si es que llegan en hora. — ¡Eh! No dudes de Darren. — Le interpeló Lex. — No dudo de Darren, dudo de los Gallia y de las aduanas. — Dejó un besito en la frente de Marcus. — Vas a querer venir ya poner un montón de argumentos de por qué estás bien, ¿verdad? — Acarició su mejilla y solo dijo. — Si lo haces, abrígate. — Pegó un último trago al café y le dejó a Frankie la taza en la cabeza. — Voy a ducharme. No tardo nada. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Cuando se quiso dar cuenta, tenía una varita en la sien. Adoraba la faceta enfermera de Alice... pero no con él. - Estoy bien. - Insistió, después de rodar los ojos, en un gesto tan adolescente que le hacía parecerse a Fergus aún más de lo que ya se parecían. Con la tostada en la boca (porque aunque dolorido y con el estómago cerrado, estaba de acuerdo en que, cuanto antes comiera y se tomara la poción, mejor) soltó una risotada sarcástica de garganta, diciendo cuando pudo masticar y tragar. - No pensaba hacerlo de todas formas. - ¿Él? ¿Correr? ¿Detrás de un animal? Por supuesto. Definitivamente, el rol de Marcus O'Donnell en esa fiesta era otro. No necesitaba estar malo para no participar en la carrera.
Eso sí, lo de la aduana hizo que mirara a su novia con los ojos entornados. - Alice, estoy bien. ¿Cómo no voy a ir a recoger a mis dos cuñados, uno menor y el otro de familia muggle, que a saber si se ha aparecido internacionalmente alguna vez, la primera vez que vienen al país de mi familia? - Si en algo era experto Marcus, era en adornar mucho las frases para evidenciar lo ridículo que era cualquier planteamiento que no fuera el suyo. - Pero el té y las pociones te las acepto. - Concedió. - Estoy bien, mi amor. Es que he dormido poco. Y hoy hacía más frío ¿no? - Sophia ladeó varias veces la cabeza, como si no quisiera decir que no directamente pero tampoco que sí, y los demás estaban demasiado ocupados en comer para contestarle.
Aunque sobre la carrera le faltaba un dato que le hizo entrecerrar los ojos, mientras masticaba, concentrado. Miró a Alice para confirmar. - No me especificaron que no se tratara de un pájaro de verdad. - Cambió de posición, pensativo y con los ojos entrecerrados. - ¿Y hay que descubrir qué hechizo es? - De repente le han entrado ganas de participar. - Pinchó Lex, sarcástico. Marcus le miró de soslayo, con la dignidad que usaba Emma para justificar una retractación (las pocas veces que sucedía). - Es que no se me informó bien de en qué consistía, y el deporte no es lo mío. Pero los hechizos sí, y me gusta participar de las tradiciones de... - Que sí, Marcus. Que procures que se te pase la fiebre primero. - ¡Y dale! Que estoy bien. - Y volvió a tocarse la frente, y ahora hasta él se notó caliente. La verdad es que sentía mucho malestar, pero confiaba plenamente en las pociones de Betty. Estaría nuevo en menos de quince minutos.
Sonrió y respondió a los mimos de Alice, porque al menos su novia no le había prohibido ir, y tan pronto salió del desván, apuró la tostada y empezó a decir. - Ya habéis oído. No hay mucho tiempo así que vam... - Pero trató de ponerse en pie de un salto en lo que hablaba y le dio la vuelta el desván entero, tanto que se tambaleó y Lex, preocupado, se levantó y le sostuvo. - Tío, estás fatal. Quédate aquí, que... - Que no. - Marcus, joder, no empieces. No seas cabezota. - ¡Que ya se me va a pasar! - Se llevó la poción a la boca, a pesar de que el vaso ya estaba vació, y la escurrió todo lo que pudo como un beodo escurre una bota de vino. - Tú confía en los remedios de Betty. - Sí, y en tu negación de la realidad también confío. Anda, siéntate. - Su hermano le empujó de los hombros y cayó en el colchón como si no tuviera alma. - Quince minutos ahí, parado. Si en quince minutos no se te ha pasado la fiebre, vamos Alice y yo a la aduana. - ¿Es una amenaza? - Sí. - Marcus le miró como un niño enfadado. Sophia rio entre dientes y suspiró. - Haz caso, primo. Esa poción sin reposo hace magia pero no tanta. - Soltó aire por la nariz y se resignó, observando tumbado en el colchón y en pijama como todos recogían y se arreglaban. Parecía el fantasma de un enfermo viendo a los vivos hacer y deshacer.
Cuando Alice volvió, aún quedaban unos cinco minutos para que se cumpliera su condena. - Me tienen castigado. - Informó no sin grandes dosis de retintín. A los demás ya le había hecho efecto la poción más que de sobra, y él ahí, tirado en la cama. - ¿Ves esa alarma? - Señaló Lex un cronómetro en el aire. - Tiene prohibido levantarse hasta que llegue a cero, y cuando llegue a cero primero tenemos que confirmar que no tiene fiebre. Si no, se queda aquí. - Marcus rodó los ojos descaradamente de nuevo cuando su hermano terminó de informar a Alice. - Voy bajando, no sé si mamá y papá querrán venir también. - O Pod. - O Pod. - Concedió Lex al comentario de Fergus, y ambos rieron. - Yo voy a recoger el desayuno. - Se ofreció Frankie, y Sophia no perdió la oportunidad de burlarse. - Qué buen chico te has levantado. - Rio. - Yo voy al piso de las chicas, que quedé en ayudarlas para lo de hoy. - Y todos salieron, dejando a Marcus y a Alice solos allí. Miró el reloj en el aire. Aún quedaban tres minutos, así que, mimoso, extendió los brazos hacia ella, haciendo gestos para que se tumbara con él en el colchón. - Sí que estoy un poco malito. - Se acurrucó a su lado. - Pero no me voy a morir. Si en verdad ya se me está pasando. - Se encontraba mejor, pero bien bien, no estaba. Pero se negaba a perderse nada. - ¿Tú no eras la encargada de recordarme que no debía beber más? Pues no lo hiciste. - Bromeó, acurrucado junto a ella, y dejando que le acariciara los rizos. Aunque eso era un riesgo enorme de quedarse dormido... De hecho, por un momento se quedó un tanto traspuesto, pero abrió los ojos a lo justo para ver cómo el cronómetro llegaba a su fin. - Venga, hazme el hechizo ese de enfermera de la temperatura, verás como estoy fresquito como un trébol del campo. - Se encogió descaradamente de hombros. - ¿Ves lo cruel que sería dejar a un pobre irlandés como yo sin un día tan importante? Venga, comprueba que estoy perfectamente y me visto rápido. -
Eso sí, lo de la aduana hizo que mirara a su novia con los ojos entornados. - Alice, estoy bien. ¿Cómo no voy a ir a recoger a mis dos cuñados, uno menor y el otro de familia muggle, que a saber si se ha aparecido internacionalmente alguna vez, la primera vez que vienen al país de mi familia? - Si en algo era experto Marcus, era en adornar mucho las frases para evidenciar lo ridículo que era cualquier planteamiento que no fuera el suyo. - Pero el té y las pociones te las acepto. - Concedió. - Estoy bien, mi amor. Es que he dormido poco. Y hoy hacía más frío ¿no? - Sophia ladeó varias veces la cabeza, como si no quisiera decir que no directamente pero tampoco que sí, y los demás estaban demasiado ocupados en comer para contestarle.
Aunque sobre la carrera le faltaba un dato que le hizo entrecerrar los ojos, mientras masticaba, concentrado. Miró a Alice para confirmar. - No me especificaron que no se tratara de un pájaro de verdad. - Cambió de posición, pensativo y con los ojos entrecerrados. - ¿Y hay que descubrir qué hechizo es? - De repente le han entrado ganas de participar. - Pinchó Lex, sarcástico. Marcus le miró de soslayo, con la dignidad que usaba Emma para justificar una retractación (las pocas veces que sucedía). - Es que no se me informó bien de en qué consistía, y el deporte no es lo mío. Pero los hechizos sí, y me gusta participar de las tradiciones de... - Que sí, Marcus. Que procures que se te pase la fiebre primero. - ¡Y dale! Que estoy bien. - Y volvió a tocarse la frente, y ahora hasta él se notó caliente. La verdad es que sentía mucho malestar, pero confiaba plenamente en las pociones de Betty. Estaría nuevo en menos de quince minutos.
Sonrió y respondió a los mimos de Alice, porque al menos su novia no le había prohibido ir, y tan pronto salió del desván, apuró la tostada y empezó a decir. - Ya habéis oído. No hay mucho tiempo así que vam... - Pero trató de ponerse en pie de un salto en lo que hablaba y le dio la vuelta el desván entero, tanto que se tambaleó y Lex, preocupado, se levantó y le sostuvo. - Tío, estás fatal. Quédate aquí, que... - Que no. - Marcus, joder, no empieces. No seas cabezota. - ¡Que ya se me va a pasar! - Se llevó la poción a la boca, a pesar de que el vaso ya estaba vació, y la escurrió todo lo que pudo como un beodo escurre una bota de vino. - Tú confía en los remedios de Betty. - Sí, y en tu negación de la realidad también confío. Anda, siéntate. - Su hermano le empujó de los hombros y cayó en el colchón como si no tuviera alma. - Quince minutos ahí, parado. Si en quince minutos no se te ha pasado la fiebre, vamos Alice y yo a la aduana. - ¿Es una amenaza? - Sí. - Marcus le miró como un niño enfadado. Sophia rio entre dientes y suspiró. - Haz caso, primo. Esa poción sin reposo hace magia pero no tanta. - Soltó aire por la nariz y se resignó, observando tumbado en el colchón y en pijama como todos recogían y se arreglaban. Parecía el fantasma de un enfermo viendo a los vivos hacer y deshacer.
Cuando Alice volvió, aún quedaban unos cinco minutos para que se cumpliera su condena. - Me tienen castigado. - Informó no sin grandes dosis de retintín. A los demás ya le había hecho efecto la poción más que de sobra, y él ahí, tirado en la cama. - ¿Ves esa alarma? - Señaló Lex un cronómetro en el aire. - Tiene prohibido levantarse hasta que llegue a cero, y cuando llegue a cero primero tenemos que confirmar que no tiene fiebre. Si no, se queda aquí. - Marcus rodó los ojos descaradamente de nuevo cuando su hermano terminó de informar a Alice. - Voy bajando, no sé si mamá y papá querrán venir también. - O Pod. - O Pod. - Concedió Lex al comentario de Fergus, y ambos rieron. - Yo voy a recoger el desayuno. - Se ofreció Frankie, y Sophia no perdió la oportunidad de burlarse. - Qué buen chico te has levantado. - Rio. - Yo voy al piso de las chicas, que quedé en ayudarlas para lo de hoy. - Y todos salieron, dejando a Marcus y a Alice solos allí. Miró el reloj en el aire. Aún quedaban tres minutos, así que, mimoso, extendió los brazos hacia ella, haciendo gestos para que se tumbara con él en el colchón. - Sí que estoy un poco malito. - Se acurrucó a su lado. - Pero no me voy a morir. Si en verdad ya se me está pasando. - Se encontraba mejor, pero bien bien, no estaba. Pero se negaba a perderse nada. - ¿Tú no eras la encargada de recordarme que no debía beber más? Pues no lo hiciste. - Bromeó, acurrucado junto a ella, y dejando que le acariciara los rizos. Aunque eso era un riesgo enorme de quedarse dormido... De hecho, por un momento se quedó un tanto traspuesto, pero abrió los ojos a lo justo para ver cómo el cronómetro llegaba a su fin. - Venga, hazme el hechizo ese de enfermera de la temperatura, verás como estoy fresquito como un trébol del campo. - Se encogió descaradamente de hombros. - ¿Ves lo cruel que sería dejar a un pobre irlandés como yo sin un día tan importante? Venga, comprueba que estoy perfectamente y me visto rápido. -
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
La ducha logró terminar de convertirla en otra persona, una que se vistió como una hermana mayor responsable y escondió con cremas y maquillaje su mala cara provocada por el día anterior. Se tomó la poción para aplacar los dolores de regla al menos hasta la comida y ahora sí, ya se sentía capaz de afrontar ese día. Y ya el último de fiesta oficial hasta Nochevieja por lo menos.
Entró en la habitación secándose el pelo y visualizó a un poco menos que encarcelado Marcus, con una cara que, ahora lo veía con más claridad, era de enfermo total. Observó la alarma y asintió. — No voy ni a preguntar por qué habéis tenido que llegar a este punto. — Se rio a lo de Pod y miró entornando los ojos a Frankie. — Seguro que vas a eso. Si no sabías ni de qué estábamos hablando. — Yo me comprometí anoche a ayudar hoy. Obviamente, no pregunté para qué. Yo por una princesa irlandesa, hago lo que haga falta… — Dijo alejándose. — ¡No digas eso delante de Siobhán! — Le advirtió, esperando de corazón que le oyera.
Y ya solos, pudo dedicarse solo a su Marcus, y se tumbó a su lado, recibiéndole en sus brazos y haciendo que apoyara la cabeza en su pecho y acariciando sus rizos. — No lo hice, no, estaba demasiado contenta para prohibirte nada. — Dio varios besitos seguidos en su frente con ternura y notó cómo la respiración de su novio se hacía más pesada. Pero al poco se reactivó otra vez y se tuvo que reír, tomando las mejillas de su novio y mirándole con adorabilidad. — Irlandés de San Mungo tú, eh. — Suspiró pero no perdió la sonrisa. — A ver, vamos a hacer una cosa. Pero no te acostumbres, eh. — Le cogió el brazo y puso la varita en su antebrazo. Mandó un pulso frío flojito a través de su torrente sanguíneo y sonrió. — Esto te quita la fiebre durante un rato. Completamente. Se suele usar en casos más graves, pero yo te lo he echado flojito. Aguantarás la aduana y la carrera, pero luego en la comida puede que empieces a sentirte mal otra vez, pero ya entonces iremos viendo. Eso sí, quiero verte abrigado como en tu vida y ni una sola bebida fría hoy. — Le dio un besito rápido y dijo. — Venga, arréglate y te esperamos abajo. —
Al pie de la escalera estaba Emma cruzada de brazos. — No irás a dejarle ir a la aduana. — Alice suspiró y miró a Lex. Ya te vale. — No querrás tenerle tú aquí en casa montando un drama y recordándote durante días que no estuvopara recibir a sus cuñados la primera vez que vienen a Irlanda. — Yo he dicho lo mismo. — Dijo Arnold desde la cocina sin dejar de leer el periódico. Emma suspiró y la miró. — Dime la verdad, ¿cómo está? — Alice la miró extrañada. — Está bien, Emma, si solo es un enfriamiento. En un día normal, se quedaría en la cama o en el sofá siendo mimado y ya está, pero no quiere parar, así que le he echado un hechizo enfriador al torrente sanguíneo para que aguante más entero. Si su malestar persiste, la fiebre volverá, pero ya habrá pasado la parte fuerte del día y podremos convencerlo mejor. — La mujer se quedó mirando al suelo sin descruzarse de brazos. — Emma, ¿estás tú bien? — Ella la miró y asintió. — Sí, sí, perdona, no sé qué me pasa, es que… Yo que sé, me he preocupado de más. — Venga, no te preocupes. — Justo entonces bajó Marcus y Emma se dedicó a atosigar antes de salir mientras Alice también se abrigaba.
Cuando salieron, un viento gélido y húmedo les azotó. El cielo pintaba fatal. — Madre mía las gripes que voy a atender mañana después de la carrera. — ¿Tú crees que podrás aparecerse con este viento y Marcus hecho un ovillo de lana? — Alice se rio y dijo. — Oye, qué tensos estáis todos. Cualquiera diría que dependéis de la organización Gallia. Venga, agarraos a mí, a ver qué nos encontramos al llegar. —
Entró en la habitación secándose el pelo y visualizó a un poco menos que encarcelado Marcus, con una cara que, ahora lo veía con más claridad, era de enfermo total. Observó la alarma y asintió. — No voy ni a preguntar por qué habéis tenido que llegar a este punto. — Se rio a lo de Pod y miró entornando los ojos a Frankie. — Seguro que vas a eso. Si no sabías ni de qué estábamos hablando. — Yo me comprometí anoche a ayudar hoy. Obviamente, no pregunté para qué. Yo por una princesa irlandesa, hago lo que haga falta… — Dijo alejándose. — ¡No digas eso delante de Siobhán! — Le advirtió, esperando de corazón que le oyera.
Y ya solos, pudo dedicarse solo a su Marcus, y se tumbó a su lado, recibiéndole en sus brazos y haciendo que apoyara la cabeza en su pecho y acariciando sus rizos. — No lo hice, no, estaba demasiado contenta para prohibirte nada. — Dio varios besitos seguidos en su frente con ternura y notó cómo la respiración de su novio se hacía más pesada. Pero al poco se reactivó otra vez y se tuvo que reír, tomando las mejillas de su novio y mirándole con adorabilidad. — Irlandés de San Mungo tú, eh. — Suspiró pero no perdió la sonrisa. — A ver, vamos a hacer una cosa. Pero no te acostumbres, eh. — Le cogió el brazo y puso la varita en su antebrazo. Mandó un pulso frío flojito a través de su torrente sanguíneo y sonrió. — Esto te quita la fiebre durante un rato. Completamente. Se suele usar en casos más graves, pero yo te lo he echado flojito. Aguantarás la aduana y la carrera, pero luego en la comida puede que empieces a sentirte mal otra vez, pero ya entonces iremos viendo. Eso sí, quiero verte abrigado como en tu vida y ni una sola bebida fría hoy. — Le dio un besito rápido y dijo. — Venga, arréglate y te esperamos abajo. —
Al pie de la escalera estaba Emma cruzada de brazos. — No irás a dejarle ir a la aduana. — Alice suspiró y miró a Lex. Ya te vale. — No querrás tenerle tú aquí en casa montando un drama y recordándote durante días que no estuvopara recibir a sus cuñados la primera vez que vienen a Irlanda. — Yo he dicho lo mismo. — Dijo Arnold desde la cocina sin dejar de leer el periódico. Emma suspiró y la miró. — Dime la verdad, ¿cómo está? — Alice la miró extrañada. — Está bien, Emma, si solo es un enfriamiento. En un día normal, se quedaría en la cama o en el sofá siendo mimado y ya está, pero no quiere parar, así que le he echado un hechizo enfriador al torrente sanguíneo para que aguante más entero. Si su malestar persiste, la fiebre volverá, pero ya habrá pasado la parte fuerte del día y podremos convencerlo mejor. — La mujer se quedó mirando al suelo sin descruzarse de brazos. — Emma, ¿estás tú bien? — Ella la miró y asintió. — Sí, sí, perdona, no sé qué me pasa, es que… Yo que sé, me he preocupado de más. — Venga, no te preocupes. — Justo entonces bajó Marcus y Emma se dedicó a atosigar antes de salir mientras Alice también se abrigaba.
Cuando salieron, un viento gélido y húmedo les azotó. El cielo pintaba fatal. — Madre mía las gripes que voy a atender mañana después de la carrera. — ¿Tú crees que podrás aparecerse con este viento y Marcus hecho un ovillo de lana? — Alice se rio y dijo. — Oye, qué tensos estáis todos. Cualquiera diría que dependéis de la organización Gallia. Venga, agarraos a mí, a ver qué nos encontramos al llegar. —
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Si en vez de Alice, a quien confiaría su vida, hubiera sido cualquier otra persona, el salto en dirección contraria que hubiera dado al ver esa varita apuntando directamente a su vena no hubiera habido fiebre que lo parase. Descolgó la mandíbula y la miró anonadado. - ¿Dónde has aprendido eso? - Preguntó genuinamente sorprendido, y acto seguido frunció el ceño, recordando. - ¿Y por qué la enfermera Durrell no me lo hizo el día que me perdí toda una jornada de clases por culpa de la fiebre? - Parecía bastante evidente que aún no lo había perdonado. Se miró y palpó a sí mismo, comprobando que, efectivamente, se le había bajado la temperatura. Seguía teniendo sensación de estar un tanto enfermo, pero entre eso y la poción de Betty se iba encontrando progresivamente mejor.
- A sus órdenes, enfermera Gallia. - Dijo sonriéndose, levantándose y comprobando, para su alivio, que ya no le daba vueltas toda la habitación cuando lo hacía. Eso le dio un revulsivo energético y le subió bastante el ánimo y las ganas. - Yo ya estoy curadísimo. - Afirmó, y empezó a arreglarse en lo que Alice bajaba. Se abrigó todo lo que pudo, que le convenía ser obediente si no quería perderse la fiesta, y bajó para ir a buscar a sus cuñados a la aduana. Bajó al trote y con una sonrisa, como si nada pasara, pero su madre se le lanzó encima y empezó a ajustarle la bufanda como si tuviera algo contra su persona. - Estoy perfectamente. Mira, tócame la frente. ¿Ves? Frío. Fresquito. Un trebolito del campo. - Por la cara de su madre, lo del trebolito del campo había sido mejor aceptado por Alice que por ella.
Casi se le cae la sonrisa al suelo cuando abrieron la puerta de la calle. Le recorrió un fuerte escalofrío por todo el cuerpo que le obligó a tensar todos los músculos para disimular. Discretamente, se subió la bufanda hasta la nariz y no habló hasta que se vio dentro de la aduana, a cubierto del frío. Se bajó entonces la bufanda de nuevo y recobró la sonrisa. - ¿Qué? ¿Nerviosos? - Dijo a los otros dos. Lex le miró y, con una sonrisilla torcida, dijo. - ¿Y tú? ¿Ganas de reencontrarte con tus amigos los guardas? - Ja, ja. - Rio sarcástico, pero hizo un barrido visual para comprobar si estaban o no. Para su suerte, debían de estar de día libre. No quería comprobar qué pasaría si le volvían a ver, que todavía le queda ir allí un par de veces antes de que acabaran las fiestas. - Joder, parece otro sitio del día que vinimos. - Marcus asintió al comentario de Lex. La aduana ese día estaba prácticamente vacía, porque claramente cada familia estaba ya ubicada en su hogar, no como el día que ellos llegaron, que parecía el momento oficial para los viajes. O ellos habían llegado justos de tiempo, o sus cuñados habían sido especialmente puntuales, porque apenas esperaron diez minutos y les vieron aparecer. - ¡¡HERMANA!! - Dylan, como era de esperar, salió corriendo y se lanzó encima de Alice, y Darren hizo lo propio con Lex. Por lo lacrimógeno del encuentro, cualquiera diría que venía de haber pasado los últimos tres años en la guerra.
Darren y Dylan parecieron ponerse de acuerdo para terminar los encuentros con sus respectivos encontradores y se fueron hacia él a la vez, por lo que se vio envuelto por dos hufflepuffs animadísimos en un segundo. - ¡Ay, cuñadito! ¡Que estamos en Irlanda! Qué fuerte, no me lo puedo creer. ¡Puf! Qué mareo ¿eh? Nunca había hecho una aparición internacional, pero vamos, lo prefiero a los aviones. Solo con las coooooolas y coooooolas de los aeropuertos y ahora la puerta de embarque y ahora que si la maleta facturada y ahora que si te pita la cosa esa de los guardas y ahora que si el reloj fuera que si el cinturón fuera y que ahora aquí no es y que... - Marcus asentía conforme Darren hablaba y hablaba, pero lo cierto era que sentía que le estaba hablando en otro idioma. Dylan iba pegando saltitos junto a ellos. - ¿Están todos los americanos aquí? ¿Todos todos? ¿Y qué hay más, americanos o irlandeses? ¿Y a quiénes vamos a ver hoy? ¿En qué casa vamos a estar? ¿Y yo donde duermo? ¿¿¿Con vosotros??? ¿¿¿TODOS JUNTOS??? ¿¿Cuántas granjas dices que hay?? - Marcus intercambió una mirada con Alice y rio por lo bajo, volviendo a taparse con la bufanda. Desde luego que iba a poder resguardar su garganta, porque los otros dos ya tenían charla suficiente.
- A sus órdenes, enfermera Gallia. - Dijo sonriéndose, levantándose y comprobando, para su alivio, que ya no le daba vueltas toda la habitación cuando lo hacía. Eso le dio un revulsivo energético y le subió bastante el ánimo y las ganas. - Yo ya estoy curadísimo. - Afirmó, y empezó a arreglarse en lo que Alice bajaba. Se abrigó todo lo que pudo, que le convenía ser obediente si no quería perderse la fiesta, y bajó para ir a buscar a sus cuñados a la aduana. Bajó al trote y con una sonrisa, como si nada pasara, pero su madre se le lanzó encima y empezó a ajustarle la bufanda como si tuviera algo contra su persona. - Estoy perfectamente. Mira, tócame la frente. ¿Ves? Frío. Fresquito. Un trebolito del campo. - Por la cara de su madre, lo del trebolito del campo había sido mejor aceptado por Alice que por ella.
Casi se le cae la sonrisa al suelo cuando abrieron la puerta de la calle. Le recorrió un fuerte escalofrío por todo el cuerpo que le obligó a tensar todos los músculos para disimular. Discretamente, se subió la bufanda hasta la nariz y no habló hasta que se vio dentro de la aduana, a cubierto del frío. Se bajó entonces la bufanda de nuevo y recobró la sonrisa. - ¿Qué? ¿Nerviosos? - Dijo a los otros dos. Lex le miró y, con una sonrisilla torcida, dijo. - ¿Y tú? ¿Ganas de reencontrarte con tus amigos los guardas? - Ja, ja. - Rio sarcástico, pero hizo un barrido visual para comprobar si estaban o no. Para su suerte, debían de estar de día libre. No quería comprobar qué pasaría si le volvían a ver, que todavía le queda ir allí un par de veces antes de que acabaran las fiestas. - Joder, parece otro sitio del día que vinimos. - Marcus asintió al comentario de Lex. La aduana ese día estaba prácticamente vacía, porque claramente cada familia estaba ya ubicada en su hogar, no como el día que ellos llegaron, que parecía el momento oficial para los viajes. O ellos habían llegado justos de tiempo, o sus cuñados habían sido especialmente puntuales, porque apenas esperaron diez minutos y les vieron aparecer. - ¡¡HERMANA!! - Dylan, como era de esperar, salió corriendo y se lanzó encima de Alice, y Darren hizo lo propio con Lex. Por lo lacrimógeno del encuentro, cualquiera diría que venía de haber pasado los últimos tres años en la guerra.
Darren y Dylan parecieron ponerse de acuerdo para terminar los encuentros con sus respectivos encontradores y se fueron hacia él a la vez, por lo que se vio envuelto por dos hufflepuffs animadísimos en un segundo. - ¡Ay, cuñadito! ¡Que estamos en Irlanda! Qué fuerte, no me lo puedo creer. ¡Puf! Qué mareo ¿eh? Nunca había hecho una aparición internacional, pero vamos, lo prefiero a los aviones. Solo con las coooooolas y coooooolas de los aeropuertos y ahora la puerta de embarque y ahora que si la maleta facturada y ahora que si te pita la cosa esa de los guardas y ahora que si el reloj fuera que si el cinturón fuera y que ahora aquí no es y que... - Marcus asentía conforme Darren hablaba y hablaba, pero lo cierto era que sentía que le estaba hablando en otro idioma. Dylan iba pegando saltitos junto a ellos. - ¿Están todos los americanos aquí? ¿Todos todos? ¿Y qué hay más, americanos o irlandeses? ¿Y a quiénes vamos a ver hoy? ¿En qué casa vamos a estar? ¿Y yo donde duermo? ¿¿¿Con vosotros??? ¿¿¿TODOS JUNTOS??? ¿¿Cuántas granjas dices que hay?? - Marcus intercambió una mirada con Alice y rio por lo bajo, volviendo a taparse con la bufanda. Desde luego que iba a poder resguardar su garganta, porque los otros dos ya tenían charla suficiente.
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
— Nerviosa estoy, sí. — Admitió Alice, alargando el cuello como un avestruz a ver si veía más allá, y distinguía a su hermano. Afortunadamente, no había tanta gente y no llevaban ningún cargamento sospechoso. — Porque… Está difícil fiarse de que mi familia haga todo como lo tiene que… — Pero el grito de Dylan llamándola la despejó y por un momento se olvidó de sus acompañantes, y entendió lo que movía a Molly los días anteriores, porque hubiera petrificado al guardia que se atreviera a impedirle a su patito la llegada. — ¡Patito! — Y le abrazó. — ¡Oy, pues mire! Ni el permiso hace falta ya porque aquí está la tutora. — Dijo Darren, alegre. Ciertamente, ese día prácticamente no controlaban nada.
Dylan se quedó agarrado a ella como una garrapata. — Nos llegaron las galletas que me hiciste, estaban buenísimas, y le di un monton de chuches a Cordelia. Eran de Marcus pero a él no le importaba, estaba dormido. Y papá lloró. Y la abuela dijo, que ya podías haber mandado más, y la prima le dijo que se callara, porque yo había ofrecido a todos compartir, y que eso es lo que mamá hubiera hecho. — Alice se rio, acariciando sus rizos, ante semejante lluvia de información. — Veo que todo está como siempre. — Sí, todo. Pero mejor, porque me han regalado montón de cosas, y papá estaba todo el rato conmigo, y André me ha dicho que puedo ir con vosotros a al fiesta de Nochevieja que van a hacer en casa de Jackie, en la nueva. — Alice ladeó la cabeza. — Ah, vaya. Ahora André es también tu tutor o qué. — Dylan se rio y dijo. — No, pero yo sé que tú me vas a dejar hermana, porque es una fiesta tranquilita y menos salvaje que las de mi sala común. — Alice suspiró, y dejó que Dylan saludara a los demás y siguiera hablando sin parar.
— Hola, cuñadito, veo que soy tu última opción. — Le picó a Darren. — ¡Ay, cuñadita, mi vida, que no! Ay, qué gloria tu familia, me han dado de todo en Calais. Llevó en la maleta calissons, tarta, champán…. — Alice se rio y dijo. — Pues mira qué espléndidos, toda comida es poca aquí. — Le dijo, dirigiéndose al punto de aparición. Se enganchó del brazo de Marcus y susurró. — Definitivamente está curado mi hermano. Al menos del mutismo. — Yo he traído un montón de chuches de animales, que me han dicho que están requeridas. — Ya te digo. A ver, organización. Lex, aparece a Darren en casa de los abuelos para que deje las cosas. — ¿Y yo que hago con las mías? — Alice se miró con Marcus y dijo. — ¡Oh! ¡Es verdad, cariño! ¿Qué hacemos con el patito? Yo no sé si hay sitio ya, eh… ¿Lo guardamos con los kneazles. — ¡Eso! Que ahora hay uno recién nacido. Con las solteras no, que menudo pelirgo. — Contribuyó Lex. — ¿Qué solteras? — Preguntó su hermano. — Lo dicho, peligro. — Alice rio e hizo a su hermano agarrarse fuerte para aparecerse.
El frío les golpeó, así como todos los sonidos de los animales. — ¿Tú no quería una granja? — ¿Aquí viven Molly y Larry? — Preguntó Dylan abriendo mucho los ojos. — No, aquí viven Ruairi y Niamh, los primos de Marcus, que llevan esta granja y tienen unos gemelos un poco más chicos que tú. Pero aquí también está… — ¡DYLAN! — ¡MAEVE! ¡ESTÁS AQUÍ! ¿VOY A DORMIR AQUÍ? ¡QUÉ GUAY! — Iba su hermano gritando mientras recorría el camino del jardín para abrazar a Maeve. Shannon miraba sonriente desde la puerta. — Todos nos alegramos de verte, Dylan. Pero veo que ya hay favoritismos. — ¡DYLAN, TENGO UN HUEVO! — ¡Hala, Ada! ¿De qué es? — ¡DE DIRICAWL! — ¡Y YO TENGO UN VESTIDO! — Oía gritar desde dentro a Saoirse. — ¡Eres el hermano de Alice! ¡Hola! — ¿Tú también eres Hufflepuff? — Hala, si que son gemelos, son idénticos. — Comentó Dylan con una gran carcajada a la presentación de los gemelos. — Definitivamente, hemos elegido bien el sitio para que se quede. — Y dirigió a Marcus hacia dentro de la casa, aunque se habái prometido que no lo haría, para no dejarse liar y acabar llegando tarde a la carrera. — ¿Y el resto de adultos? — Preguntó atravesando la puerta. — O montando la comida o preparando la carrera, estoy sola en la leonera, ¿me echáis una mano? — Dijo señalando a Arnie, que estaba gateando, aún en pijama, como un loco, detrás de un juguete que andaba solo. — Dylan, sube tus cosas a tu cuarto y abrígate más, que tenemos que irnos. No os eternicéis. — Shannon entendió aquello como la ayuda que pedía y señaló a Saoirse. — Si la peinas, te lo voy a agradecer eternamente. —
Dylan se quedó agarrado a ella como una garrapata. — Nos llegaron las galletas que me hiciste, estaban buenísimas, y le di un monton de chuches a Cordelia. Eran de Marcus pero a él no le importaba, estaba dormido. Y papá lloró. Y la abuela dijo, que ya podías haber mandado más, y la prima le dijo que se callara, porque yo había ofrecido a todos compartir, y que eso es lo que mamá hubiera hecho. — Alice se rio, acariciando sus rizos, ante semejante lluvia de información. — Veo que todo está como siempre. — Sí, todo. Pero mejor, porque me han regalado montón de cosas, y papá estaba todo el rato conmigo, y André me ha dicho que puedo ir con vosotros a al fiesta de Nochevieja que van a hacer en casa de Jackie, en la nueva. — Alice ladeó la cabeza. — Ah, vaya. Ahora André es también tu tutor o qué. — Dylan se rio y dijo. — No, pero yo sé que tú me vas a dejar hermana, porque es una fiesta tranquilita y menos salvaje que las de mi sala común. — Alice suspiró, y dejó que Dylan saludara a los demás y siguiera hablando sin parar.
— Hola, cuñadito, veo que soy tu última opción. — Le picó a Darren. — ¡Ay, cuñadita, mi vida, que no! Ay, qué gloria tu familia, me han dado de todo en Calais. Llevó en la maleta calissons, tarta, champán…. — Alice se rio y dijo. — Pues mira qué espléndidos, toda comida es poca aquí. — Le dijo, dirigiéndose al punto de aparición. Se enganchó del brazo de Marcus y susurró. — Definitivamente está curado mi hermano. Al menos del mutismo. — Yo he traído un montón de chuches de animales, que me han dicho que están requeridas. — Ya te digo. A ver, organización. Lex, aparece a Darren en casa de los abuelos para que deje las cosas. — ¿Y yo que hago con las mías? — Alice se miró con Marcus y dijo. — ¡Oh! ¡Es verdad, cariño! ¿Qué hacemos con el patito? Yo no sé si hay sitio ya, eh… ¿Lo guardamos con los kneazles. — ¡Eso! Que ahora hay uno recién nacido. Con las solteras no, que menudo pelirgo. — Contribuyó Lex. — ¿Qué solteras? — Preguntó su hermano. — Lo dicho, peligro. — Alice rio e hizo a su hermano agarrarse fuerte para aparecerse.
El frío les golpeó, así como todos los sonidos de los animales. — ¿Tú no quería una granja? — ¿Aquí viven Molly y Larry? — Preguntó Dylan abriendo mucho los ojos. — No, aquí viven Ruairi y Niamh, los primos de Marcus, que llevan esta granja y tienen unos gemelos un poco más chicos que tú. Pero aquí también está… — ¡DYLAN! — ¡MAEVE! ¡ESTÁS AQUÍ! ¿VOY A DORMIR AQUÍ? ¡QUÉ GUAY! — Iba su hermano gritando mientras recorría el camino del jardín para abrazar a Maeve. Shannon miraba sonriente desde la puerta. — Todos nos alegramos de verte, Dylan. Pero veo que ya hay favoritismos. — ¡DYLAN, TENGO UN HUEVO! — ¡Hala, Ada! ¿De qué es? — ¡DE DIRICAWL! — ¡Y YO TENGO UN VESTIDO! — Oía gritar desde dentro a Saoirse. — ¡Eres el hermano de Alice! ¡Hola! — ¿Tú también eres Hufflepuff? — Hala, si que son gemelos, son idénticos. — Comentó Dylan con una gran carcajada a la presentación de los gemelos. — Definitivamente, hemos elegido bien el sitio para que se quede. — Y dirigió a Marcus hacia dentro de la casa, aunque se habái prometido que no lo haría, para no dejarse liar y acabar llegando tarde a la carrera. — ¿Y el resto de adultos? — Preguntó atravesando la puerta. — O montando la comida o preparando la carrera, estoy sola en la leonera, ¿me echáis una mano? — Dijo señalando a Arnie, que estaba gateando, aún en pijama, como un loco, detrás de un juguete que andaba solo. — Dylan, sube tus cosas a tu cuarto y abrígate más, que tenemos que irnos. No os eternicéis. — Shannon entendió aquello como la ayuda que pedía y señaló a Saoirse. — Si la peinas, te lo voy a agradecer eternamente. —
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Rio al comentario de Alice, confirmando. - Yo diría que sí. - Pero dejó de reír para hacer la continuación de las bromas más creíble. - Pero Alice, ¿no te acuerdas que le prometimos a Ruairi que sería él quien pastoreara a los mooncalfs? Pues tendrá que dormir con ellos. - Dylan le miró rodando los ojos, sacando al adolescente que ya sí llevaba dentro. - A ver si voy a preferir irme con los animales antes que aguantar vuestras bromitas infantiles, no me lo digáis dos veces. - Ya sí se tuvo que reír, y una vez organizados, se aparecieron en la mencionada casa de Ruairi.
Si tenían dudas sobre si a Dylan le gustaría la idea de dormir en esa casa en vez de con ellos en el desván, se le despejó de inmediato. Miró con expresión emocionada a su novia ante el reencuentro entre Dylan y Maeve, tan esperado para todos, y se acercaron al interior, a lo justo para ver el torrente de niños que se acercaban a recibirle, incluida Ava y su inseparable noticia de regalo de Navidad. Entró con Alice en la casa, y Marcus ya ni estaba escuchando ni a Shannon ni a su novia, porque salió a recibirle el niño que faltaba. - ¡Pero si es un americano superirlandés! - En realidad, Arnie no había ido a recibirle, sino que estaba jugando con algo, y cuando Marcus le interceptó para recogerle del suelo, la mirada del bebé se perdió junto con el juguete que continuó con camino. - ¡Pero qué bien te sienta el pijama, colega! Ojalá yo, aunque esta familia ya me está desensibilizarlo de exhibirlo en público. - Pues mira. - Apareció Shannon por allí, y al alzar la cabeza para mirarla, le cayó en la cara un bodi. - Como efectivamente no eres tú muy de pijamas, ¿qué tal si me lo vistes? - ¿Arreglar yo a este señor tan apuesto? ¡Qué honor! - Siguió la fanfarria, levantándose con el niño en brazos y agarrando el bodi. Shannon, bien contenta, señaló una ropa dispuesta en un aparador cercano. - Ahí tienes el resto. - Y muy seguro y contento que se fue él a hacer su labor, en lo que Alice peinaba a Saoirse y Shannon llamaba al resto de los chicos y les disponía para arreglarse.
Eso sí, cuando se vio delante de tantas prendas, cayó en el hecho de que él nunca había vestido a un bebé, y que no tenía ni idea de por donde empezar. Ahí había muchas cosas, ¿dónde se colocaban tantas prendas en un cuerpo tan pequeño? - No sabes. - Pinchó Saoirse, maliciosa, desde su estática postura en la que permanecía siendo peinada por Alice. Marcus respondió con dignidad. - Sí sé. - Pero no sabía. Lanzó una mirada de auxilio a Alice mientras iba procediendo, disimulando, ya que Arnie solo le miraba con absoluta alegría y confianza en unas cualidades que dudaba tener. Su novia le fue indicando en la distancia, pero Saoirse habló de nuevo. - Que te chiven lo que tienes que hacer no es saber hacerlo. - Es virtud de un hombre sabio escuchar a quien tiene más conocimientos que uno sobre un campo que no es el suyo. - Siempre dices palabras muy raras cuando no tienes razón. - Marcus miró a la niña totalmente planchado, la cual se rio con malicia, y luego a Alice. ¡Lo que le faltaba, ya hasta sus primas chicas le decían esas cosas! Seguro que la había malinfluenciado Lex, se negaba a pensar que había salido de ella.
- ¿Estamos todos? - Preguntó Shannon, llegando con el resto del pelotón. Marcus se acercó con una sonrisa que pretendía ser orgullosa pero era más bien tensa, para presentar a Arnie a su madre, a ver si le daba su aprobación. - ¡Mi niño que guapísimo le ha puesto su primo! - Dijo la mujer, relajando a Marcus y haciendo al bebé gorgojar con alegría. Le arregló el cuellito mientras seguía diciéndole monerías, y ya estaba Marcus dando por hecho su éxito cuando Shannon, con mucha dulzura, le puso una mano en el hombro y le dijo. - Le has puesto el pantalón al revés. - Marcus abrió mucho los ojos y alzó al bebé para comprobarlo, acto que hizo a la mujer soltar una risita. - Pero no te preocupes, si en cuanto salga de la casa va a haber que cambiarle el pañal, porque así es él. Me habéis ahorrado bastante trabajo de todas formas, así que gracias, chicos. ¡Vamos! Que no lleguemos los últimos por una vez, a ser posible. -
Si tenían dudas sobre si a Dylan le gustaría la idea de dormir en esa casa en vez de con ellos en el desván, se le despejó de inmediato. Miró con expresión emocionada a su novia ante el reencuentro entre Dylan y Maeve, tan esperado para todos, y se acercaron al interior, a lo justo para ver el torrente de niños que se acercaban a recibirle, incluida Ava y su inseparable noticia de regalo de Navidad. Entró con Alice en la casa, y Marcus ya ni estaba escuchando ni a Shannon ni a su novia, porque salió a recibirle el niño que faltaba. - ¡Pero si es un americano superirlandés! - En realidad, Arnie no había ido a recibirle, sino que estaba jugando con algo, y cuando Marcus le interceptó para recogerle del suelo, la mirada del bebé se perdió junto con el juguete que continuó con camino. - ¡Pero qué bien te sienta el pijama, colega! Ojalá yo, aunque esta familia ya me está desensibilizarlo de exhibirlo en público. - Pues mira. - Apareció Shannon por allí, y al alzar la cabeza para mirarla, le cayó en la cara un bodi. - Como efectivamente no eres tú muy de pijamas, ¿qué tal si me lo vistes? - ¿Arreglar yo a este señor tan apuesto? ¡Qué honor! - Siguió la fanfarria, levantándose con el niño en brazos y agarrando el bodi. Shannon, bien contenta, señaló una ropa dispuesta en un aparador cercano. - Ahí tienes el resto. - Y muy seguro y contento que se fue él a hacer su labor, en lo que Alice peinaba a Saoirse y Shannon llamaba al resto de los chicos y les disponía para arreglarse.
Eso sí, cuando se vio delante de tantas prendas, cayó en el hecho de que él nunca había vestido a un bebé, y que no tenía ni idea de por donde empezar. Ahí había muchas cosas, ¿dónde se colocaban tantas prendas en un cuerpo tan pequeño? - No sabes. - Pinchó Saoirse, maliciosa, desde su estática postura en la que permanecía siendo peinada por Alice. Marcus respondió con dignidad. - Sí sé. - Pero no sabía. Lanzó una mirada de auxilio a Alice mientras iba procediendo, disimulando, ya que Arnie solo le miraba con absoluta alegría y confianza en unas cualidades que dudaba tener. Su novia le fue indicando en la distancia, pero Saoirse habló de nuevo. - Que te chiven lo que tienes que hacer no es saber hacerlo. - Es virtud de un hombre sabio escuchar a quien tiene más conocimientos que uno sobre un campo que no es el suyo. - Siempre dices palabras muy raras cuando no tienes razón. - Marcus miró a la niña totalmente planchado, la cual se rio con malicia, y luego a Alice. ¡Lo que le faltaba, ya hasta sus primas chicas le decían esas cosas! Seguro que la había malinfluenciado Lex, se negaba a pensar que había salido de ella.
- ¿Estamos todos? - Preguntó Shannon, llegando con el resto del pelotón. Marcus se acercó con una sonrisa que pretendía ser orgullosa pero era más bien tensa, para presentar a Arnie a su madre, a ver si le daba su aprobación. - ¡Mi niño que guapísimo le ha puesto su primo! - Dijo la mujer, relajando a Marcus y haciendo al bebé gorgojar con alegría. Le arregló el cuellito mientras seguía diciéndole monerías, y ya estaba Marcus dando por hecho su éxito cuando Shannon, con mucha dulzura, le puso una mano en el hombro y le dijo. - Le has puesto el pantalón al revés. - Marcus abrió mucho los ojos y alzó al bebé para comprobarlo, acto que hizo a la mujer soltar una risita. - Pero no te preocupes, si en cuanto salga de la casa va a haber que cambiarle el pañal, porque así es él. Me habéis ahorrado bastante trabajo de todas formas, así que gracias, chicos. ¡Vamos! Que no lleguemos los últimos por una vez, a ser posible. -
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Confiaba en que un genio como solo lo hay en unas cuantas generaciones como era Marcus, no tendría mayor problema en vestir a una cosa tan pequeñita como era Arnie, pero claramente se equivocaba. Alice con siete años se había convertido en experta en bebés gracias a Dylan, pero claramente no era esa la experiencia de su novio. No obstante, se calló, cosa que no hizo Saoirse, y a lo que ella respondió con un tirón un poco más tirante de la cuenta. — ¡Ay! — Uy, perdón, cariño, no veas si tenías nudos, hay que peinarse más. — Es que me aburre. — Pues espera a dar Historia de la Magia, ¿dais historia de la magia en Ilvermony? — No. — Ya. — ¿Por qué no me sorprende? Mientras seguía haciéndole unos moñitos muy graciosos a la niña, indicó. — Hay que empezar de dentro hacia afuera. El pañal ya está puesto. Ahora el body. — Y Arnie reía como si nada, completamente ajeno a la tensión de Marcus. — Ahora la camisetita. La camiseta, amor, no el jersey ¿dónde vas a poner la camiseta si no? ¡Saoirse! Para o al final te tiro otra vez. — ¿Abrigo al huevo? — Planteó Ada entrando. Eso sí, el intercambio entre Saoirse y Marcus le hizo tener que aguantarse la risa.
Al final, con todo el caos, algo salió equivocado, pero bueno Shannon siempre le daba la vuelta apropiadamente a todo. — Siempre les ha encantado jugar a las casitas. — Soltó Dylan, muy interesante, al lado de Maeve, a lo que Alice contestó con un chorro de aire frío en toda su cara, levantándole los rizos de la frente. — Así casi gano al prefecto Jacobs. Y él era mejor duelando que tú. Así que cuidadito con las sobradas. — Pero aun así, entre risas, salieron hacia la carrera de San Esteban, aunque el augurey cariñoso intentó ir detrás de ellos, pero Shannon le parapetó. — ¿Dónde has aprendido ese hechizo? — Preguntó Alice, perpleja, alo quela mujer se rio como si nada. — Uy, cariño, en esta casa lo aprendes enseguida. — Definitivamente, habían asignado bien los lugares de estancia de cada uno.
Según se acercaron a la plaza del crucero empezó a oír. — ¡Dylan! ¡Ya estás aquí! — ¡AY MI NIÑO! — ¡PERO CÓMO CRECE! ¿LE HAS VISTO, FRANKIE? — ¿Ese es el hermano de Alice? ¡Qué monada! — Y como su hermano ya hablaba, y se había pasado de chulito, le echó a los leones y simplemente se dirigió a ver los preparativos de la carrera en la línea de salida. Junior y Lex estaban dando saltitos y calentando el cuello. — Pero, ¿qué hacéis? — Calla, tonta. — Le dijo Darren, enganchándose de su brazo un poco agresivamente. Los otros seguían entrenando. — Eso, que a nadie le hace daño que se lo tomen en serio. — Aportó Nancy, poniéndose al lado de su cuñado, cruzada de brazos y con una sonrisa que no le había visto nunca. — La prima Nancy está más caliente que el pico de una plancha, y motivos tiene… — Alice le dio un codazo. — Baja la voz, haz el favor… Y vosotros, ¿sabéis que va de cazar al pájaro falso con hechizos y no con fuerza bruta? — Lex suspiró y negó con la cabeza. — Pero si corremos más que los demás lo encontraremos antes, además, yo tengo el ojo entrenado de tener vigilada la snitch. — Iba a contestar, pero oyeron un estruendo detrás. Eddie hacia gestos tranquilizadores, encaramado a una escalera, con Andrew en igual posición en una farola al lado y Ruairi y Dan de pie frente a ellos. — Todo bien, no preocuparse, intentamos hacer un hechizo proyector tipo los de los partidos de quidditch para seguir la carrera en tiempo real. — Ah, como una pantalla. — Todos miraron a Darren confusos, y él se rio. — ¡Ay, qué divertido es esto! —
Al final, con todo el caos, algo salió equivocado, pero bueno Shannon siempre le daba la vuelta apropiadamente a todo. — Siempre les ha encantado jugar a las casitas. — Soltó Dylan, muy interesante, al lado de Maeve, a lo que Alice contestó con un chorro de aire frío en toda su cara, levantándole los rizos de la frente. — Así casi gano al prefecto Jacobs. Y él era mejor duelando que tú. Así que cuidadito con las sobradas. — Pero aun así, entre risas, salieron hacia la carrera de San Esteban, aunque el augurey cariñoso intentó ir detrás de ellos, pero Shannon le parapetó. — ¿Dónde has aprendido ese hechizo? — Preguntó Alice, perpleja, alo quela mujer se rio como si nada. — Uy, cariño, en esta casa lo aprendes enseguida. — Definitivamente, habían asignado bien los lugares de estancia de cada uno.
Según se acercaron a la plaza del crucero empezó a oír. — ¡Dylan! ¡Ya estás aquí! — ¡AY MI NIÑO! — ¡PERO CÓMO CRECE! ¿LE HAS VISTO, FRANKIE? — ¿Ese es el hermano de Alice? ¡Qué monada! — Y como su hermano ya hablaba, y se había pasado de chulito, le echó a los leones y simplemente se dirigió a ver los preparativos de la carrera en la línea de salida. Junior y Lex estaban dando saltitos y calentando el cuello. — Pero, ¿qué hacéis? — Calla, tonta. — Le dijo Darren, enganchándose de su brazo un poco agresivamente. Los otros seguían entrenando. — Eso, que a nadie le hace daño que se lo tomen en serio. — Aportó Nancy, poniéndose al lado de su cuñado, cruzada de brazos y con una sonrisa que no le había visto nunca. — La prima Nancy está más caliente que el pico de una plancha, y motivos tiene… — Alice le dio un codazo. — Baja la voz, haz el favor… Y vosotros, ¿sabéis que va de cazar al pájaro falso con hechizos y no con fuerza bruta? — Lex suspiró y negó con la cabeza. — Pero si corremos más que los demás lo encontraremos antes, además, yo tengo el ojo entrenado de tener vigilada la snitch. — Iba a contestar, pero oyeron un estruendo detrás. Eddie hacia gestos tranquilizadores, encaramado a una escalera, con Andrew en igual posición en una farola al lado y Ruairi y Dan de pie frente a ellos. — Todo bien, no preocuparse, intentamos hacer un hechizo proyector tipo los de los partidos de quidditch para seguir la carrera en tiempo real. — Ah, como una pantalla. — Todos miraron a Darren confusos, y él se rio. — ¡Ay, qué divertido es esto! —
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Lo que les faltaba era llevarse al pajarraco ese con ellos, ya iban a tener de sobra con todos los animales que estaba seguro de que se iba a encontrar en la fiesta. Por supuesto, Dylan fue la sensación del lugar, y eso que también habían llevado a Darren, y estaba seguro de que ver a un chico de familia muggle que es novio de otro chico que va a ser deportista de élite no era un evento que se diera mucho por allí. Menos mal que el chico se integraba con tanta naturalidad que ya parecía que llevaba toda la vida allí, porque de hecho, cuando se acercaron a él, estaba prácticamente enganchado de Nancy, confabulando ambos con lo que veían. Alzó una ceja. - Veo que ya os conocéis. - Eso sí, el comentario de Darren, además de sorprenderle, le hizo recordar algo que su cerebro, resacoso y medio enfermo, se había empeñado en olvidar. Y casi se le olvida de nuevo del enorme sobresalto que le hizo dar el estruendo a su espalda, girándose con los ojos como platos. Soltó aire por la boca. Encima tendría que aguantar que le dijeran que "ay que ver cómo se le ocurría ir con fiebre". Su fiebre era lo menos peligroso del día.
Ya sí, se movió discretamente cual cangrejito y se colocó por el otro lado de Nancy. Carraspeó suavemente. - ¿Lo hacemos ya oficial? - Preguntó casi sin mover los labios, para que solo le oyera ella. Nancy le puso cara de circunstancias. - Por un momento había olvidado que nos viste anoche. - Ah, que también bebiste tanto como para olvidar. - Nancy soltó un sonoro suspiro, mirando al cielo como quien aúna paciencia. Él se giró para mirarla. - ¿En serio... tú... y Frankie...? - ¿Tuvimos sexo? - Si hubieran pegado otro petardazo no habría reaccionado más escandalosamente, porque se encogió y empezó a mirar a los lados como si huyera con un objeto robado. - Marcus, por favor, no te pega nada ser tan mojigato. - No sé por qué no me pega. Estáis todo el día llamándome caballero medieval... - Tu cuñado tiene bastante pinta de ser de los que sacan los trapos sucios encantado, así que no me provoques. - Le dio un empujoncito en el hombro, chistando. - ¡Y no me distraigas, hombre, que va a empezar la carrera! - ¡CUÑADITO! - Darren le saltó encima, recolgándose de sus hombros, cuando él apenas se había quedado boqueando una respuesta para Nancy. - He conocido a los abus americanos, y a esta prima tan molona y que seguro que cuando no hay un Gryffindor cachas cerca es mucho más Ravenclaw. Y a ese guapetón que está colgado de la farola, pero no me acuerdo de su nombre. - Andrew. ¿Cómo te ha dado tiempo ya de conocer a tanta gente? - Uuuuuy ¡lo que he conocido es a poca! - Empezó a tirar de su manga, mirando a los lados. - Anda, porfi, no me vayais a dejar desubicadito todo el día, yo quiero nombres. - Te aseguro que, si algo vas a tener, son nombres. - ¡¡ATENCIÓN, PUEBLO DE BALLYKNOW!! - Bramó Eddie. - ¡Público a las líneas establecidas y corredores a sus puestos! ¡La carrera empieza en cinco minutos! - Y un torbellino de gente, entre el que se mezclaron, se movió para colocarse donde debían.
- Hola. - Tan pronto se habían colocado apareció por allí el que ya mucho estaba tardando en llegar. Darren miró hacia abajo, encontrándose a un muy sonriente y muy protocolario niño irlandés. - Hola, guapo. - El niño extendió la mano. - Soy Patrick O'Donnell, pero puedes llamarme Pod, porque mi padre también es Patrick O'Donnell. - ¡Ay, me muero, Marcus, si es como tú pero en rubio! - Bienvenido a Ballyknow. - Siguió el otro, a quien claramente Darren había interrumpido en mitad del discurso. - Eres Darren ¿verdad? El novio del primo Lex. Ah, soy primo de Lex, y de Marcus. Perdona, no me sé tu apellido. - Darren rio con ternura antes de contestar. - Millestone. Pero llámame Darren, Pod. - ¡Vale! Pues bienvenido. Nunca habíamos tenido a un novio de un chico de la familia aquí, así que si alguien te mira raro, no te preocupes, es por la falta de costumbre. Mi familia es muy acogedora. - El otro soltó una carcajada y le pasó un brazo por los hombros. - No te preocupes, cielo, me he visto en escenarios peores, pero gracias por el aviso. - Le puso delante tuya. - Anda, ponte aquí, que te has ganado una primera fila para ver a tu primo Lex, que lo va a petar en la carrera. - Y entonces, pareció caer en algo. Frunció el ceño y miró a Marcus y Alice. - Por cierto, ¿de qué es la carrera? - Es la carrera del reyezuelo. - Dijo la vocecilla de Pod, orgulloso y alzando la cabeza para mirar a Darren desde su posición. - Los corredores... - Y empezó a explicar lo que Alice había explicado esa mañana, así que Marcus se permitió acercarse a su novia, mirando el entorno. - ¿Tienes la varita preparada? ¿Crees que tendremos que intervenir en un posible incendio? - Y señaló con un gesto de la cabeza a unos concentradísimos Andrew y Eddie, a quienes se habían sumado otros del pueblo, que no parecían dar con la tecla de lo que tenían que hacer.
Ya sí, se movió discretamente cual cangrejito y se colocó por el otro lado de Nancy. Carraspeó suavemente. - ¿Lo hacemos ya oficial? - Preguntó casi sin mover los labios, para que solo le oyera ella. Nancy le puso cara de circunstancias. - Por un momento había olvidado que nos viste anoche. - Ah, que también bebiste tanto como para olvidar. - Nancy soltó un sonoro suspiro, mirando al cielo como quien aúna paciencia. Él se giró para mirarla. - ¿En serio... tú... y Frankie...? - ¿Tuvimos sexo? - Si hubieran pegado otro petardazo no habría reaccionado más escandalosamente, porque se encogió y empezó a mirar a los lados como si huyera con un objeto robado. - Marcus, por favor, no te pega nada ser tan mojigato. - No sé por qué no me pega. Estáis todo el día llamándome caballero medieval... - Tu cuñado tiene bastante pinta de ser de los que sacan los trapos sucios encantado, así que no me provoques. - Le dio un empujoncito en el hombro, chistando. - ¡Y no me distraigas, hombre, que va a empezar la carrera! - ¡CUÑADITO! - Darren le saltó encima, recolgándose de sus hombros, cuando él apenas se había quedado boqueando una respuesta para Nancy. - He conocido a los abus americanos, y a esta prima tan molona y que seguro que cuando no hay un Gryffindor cachas cerca es mucho más Ravenclaw. Y a ese guapetón que está colgado de la farola, pero no me acuerdo de su nombre. - Andrew. ¿Cómo te ha dado tiempo ya de conocer a tanta gente? - Uuuuuy ¡lo que he conocido es a poca! - Empezó a tirar de su manga, mirando a los lados. - Anda, porfi, no me vayais a dejar desubicadito todo el día, yo quiero nombres. - Te aseguro que, si algo vas a tener, son nombres. - ¡¡ATENCIÓN, PUEBLO DE BALLYKNOW!! - Bramó Eddie. - ¡Público a las líneas establecidas y corredores a sus puestos! ¡La carrera empieza en cinco minutos! - Y un torbellino de gente, entre el que se mezclaron, se movió para colocarse donde debían.
- Hola. - Tan pronto se habían colocado apareció por allí el que ya mucho estaba tardando en llegar. Darren miró hacia abajo, encontrándose a un muy sonriente y muy protocolario niño irlandés. - Hola, guapo. - El niño extendió la mano. - Soy Patrick O'Donnell, pero puedes llamarme Pod, porque mi padre también es Patrick O'Donnell. - ¡Ay, me muero, Marcus, si es como tú pero en rubio! - Bienvenido a Ballyknow. - Siguió el otro, a quien claramente Darren había interrumpido en mitad del discurso. - Eres Darren ¿verdad? El novio del primo Lex. Ah, soy primo de Lex, y de Marcus. Perdona, no me sé tu apellido. - Darren rio con ternura antes de contestar. - Millestone. Pero llámame Darren, Pod. - ¡Vale! Pues bienvenido. Nunca habíamos tenido a un novio de un chico de la familia aquí, así que si alguien te mira raro, no te preocupes, es por la falta de costumbre. Mi familia es muy acogedora. - El otro soltó una carcajada y le pasó un brazo por los hombros. - No te preocupes, cielo, me he visto en escenarios peores, pero gracias por el aviso. - Le puso delante tuya. - Anda, ponte aquí, que te has ganado una primera fila para ver a tu primo Lex, que lo va a petar en la carrera. - Y entonces, pareció caer en algo. Frunció el ceño y miró a Marcus y Alice. - Por cierto, ¿de qué es la carrera? - Es la carrera del reyezuelo. - Dijo la vocecilla de Pod, orgulloso y alzando la cabeza para mirar a Darren desde su posición. - Los corredores... - Y empezó a explicar lo que Alice había explicado esa mañana, así que Marcus se permitió acercarse a su novia, mirando el entorno. - ¿Tienes la varita preparada? ¿Crees que tendremos que intervenir en un posible incendio? - Y señaló con un gesto de la cabeza a unos concentradísimos Andrew y Eddie, a quienes se habían sumado otros del pueblo, que no parecían dar con la tecla de lo que tenían que hacer.
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