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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
El poder de Darren de conocer a todo el mundo en veinte segundos e identificarles por sus rasgos perfectamente, por lo visto, era extensivo a todo Hufflepuff, porque su hermano estaba rodeado por todas las mujeres de la familia haciéndole preguntas y Maeve tras él con los ojos brillantes. — No he podido ni acercarme a él. — Le comentó Sophia, apareciendo por allí. — Pero se le ve feliz. Ni un signo de trauma. — Alice suspiró. — Tengo miedo de que esos signos simplemente no se vean. Pero, de momento, creo estar dándole la Navidad perfecta. — La chica la rodeó con un brazo por los hombros. — Lo estás haciendo. — Alice miró a su alrededor y parpadeó. — ¿Vas en chándal? — Hombre, ese pájaro se caza con intelecto y lo voy a demostrar. Y alguien tiene que estar ahí por si el tío Dan se derrumba. — ¿Que Dan también va a hacer la carrera? Madre mía… — Creo que quiere demostrar a la tía Shannon que hizo bien casándose con un americano, como está tan integrada aquí… — Alice se frotó la cara y suspiró. — Lo de estás Navidades… — Sí, díselo a tu alquimista, que está leyéndole la cartilla a la pobre Nance. — Ambas se rieron, pero enseguida les llamaron a filas, y Dan dejó su batalla contra la proyección de la carrera y se colocó, tembloroso al lado de Sophia.
Alice se ubicó de nuevo junto a su novio y Pod, siendo adorable como era, al lado de ambos, dándole de su charla a un público muy entregado como Darren. — Uh, quién sabe con esta gente, no sé cómo pretenden hacer lo de… — ¡HERMANA! ¡RÁPIDO! — Dylan le dio un susto de muerte y la hizo rebotar en sus sitio. — ¡Ay, patito! — ¿Puedo hacer la carrera con Ginny? — ¿Con Ginny? — Preguntó extrañada y mirando a la chica, que estaba en la línea y al niño. — Pero si no puedes hacer magia. — Pero puedo correr a su lado y darle indicaciones, seríamos un equipo. Hermana, rápido, por favor. — Alice suspiró y miró a Marcus y al niño de hito en hito. — La varita. — Hermana, por favor, que no voy a… — Dylan, tú verás. Si quieres hacer la carrera, vamos a evitar tentaciones. Dame la varita. — Y con un suspiro muy exagerado para su hermano, se la tendió. — Hala, ya puedes ir. Ve con tiento. — Y mientras se alejaba y guardaba la varita en el bolsillo miró a Marcus y dijo. — Anda este. Desde cuándo contestará así. Se cree que no me las sé todas con los Gallia. Anda, y Maeve con el padre, va a tener más cohorte que el rey de los druidas. — ¡CIUDADANOS DE BALLYKNOW! — Llamó un señor que se alzó en la plataforma de madera. — Bienvenidos a la carrera del reyezuelo de San Esteban. Un año más, recordamos a nuestro druida de referencia en Irlanda y laurearemos al que impida su martirio cazando al reyezuelo traidor, y luego lo celebraremos en nuestro banquete comunal. Recordad las normas: no se puede atacar a otros participantes y el reyezuelo debe ser cazado con el hechizo adecuado. Sobre el hechizo hay pistas por todo el pueblo, que NO se pueden alterar, y no está permitido el uso de transportes mágicos. Y dicho esto… ¡Que comience la carrera del reyezuelo! — Y soltó un petardazo con la varita y todos salieron corriendo. — ¿Es ese el alcalde? Ni le conozco. — Dijo Alice. — Yo hubiera dicho que la alcaldesa era vuestra abuela. — Dijo Darren mirando a Nancy, que se rio. — Y porque no conoces a mi madre. Llevo años diciéndole que se retire de la enseñanza y se presente a alcalde pero no se fía de nadie para dejar el testigo… Y no quiere dejar la obra de tía Molly así como así. — Bueno está And… — ¡PRIMERA PISTA! — Rugió la voz de Frankie Junior, pero no en su oreja, sino de forma ambiental, como si viniera del cielo. Todos se giraron y resultó que del cielo no venía, sino de la famosa proyección. Ahora en medio de la plaza en un círculo flotante se veía (y se oía) a Frankie. — ¡Andrew, mi vida! — Gritó Allison. Del susto, parecía ser que Andrew se había caído y se había quedado recolgado de la farola por el pantalón. — Eddie, mi vida, ¿y si le ajustamos un poquito el sonido? — Sugirió Nora mientras hechizaba a su hijo prácticamente sin mirar para bajarlo de la farola, mientras Brando se reía al ver así a su padre. — El reemplazo es aquel. — Aclaró Nancy con un suspiro. — No me extraña que estemos como estamos. — Pero Alice señaló la pantalla y se agarró del brazo de Marcus. — Mira la pantalla ahora. — Salía Lex concentradísimo, aguzando la vista. — Esto va a ser así ya para mucho tiempo. Así le vamos a ver en tooooodos los partidos, cuando la proyección del campo enfoque al famoso cazador O’Donnell. —
Alice se ubicó de nuevo junto a su novio y Pod, siendo adorable como era, al lado de ambos, dándole de su charla a un público muy entregado como Darren. — Uh, quién sabe con esta gente, no sé cómo pretenden hacer lo de… — ¡HERMANA! ¡RÁPIDO! — Dylan le dio un susto de muerte y la hizo rebotar en sus sitio. — ¡Ay, patito! — ¿Puedo hacer la carrera con Ginny? — ¿Con Ginny? — Preguntó extrañada y mirando a la chica, que estaba en la línea y al niño. — Pero si no puedes hacer magia. — Pero puedo correr a su lado y darle indicaciones, seríamos un equipo. Hermana, rápido, por favor. — Alice suspiró y miró a Marcus y al niño de hito en hito. — La varita. — Hermana, por favor, que no voy a… — Dylan, tú verás. Si quieres hacer la carrera, vamos a evitar tentaciones. Dame la varita. — Y con un suspiro muy exagerado para su hermano, se la tendió. — Hala, ya puedes ir. Ve con tiento. — Y mientras se alejaba y guardaba la varita en el bolsillo miró a Marcus y dijo. — Anda este. Desde cuándo contestará así. Se cree que no me las sé todas con los Gallia. Anda, y Maeve con el padre, va a tener más cohorte que el rey de los druidas. — ¡CIUDADANOS DE BALLYKNOW! — Llamó un señor que se alzó en la plataforma de madera. — Bienvenidos a la carrera del reyezuelo de San Esteban. Un año más, recordamos a nuestro druida de referencia en Irlanda y laurearemos al que impida su martirio cazando al reyezuelo traidor, y luego lo celebraremos en nuestro banquete comunal. Recordad las normas: no se puede atacar a otros participantes y el reyezuelo debe ser cazado con el hechizo adecuado. Sobre el hechizo hay pistas por todo el pueblo, que NO se pueden alterar, y no está permitido el uso de transportes mágicos. Y dicho esto… ¡Que comience la carrera del reyezuelo! — Y soltó un petardazo con la varita y todos salieron corriendo. — ¿Es ese el alcalde? Ni le conozco. — Dijo Alice. — Yo hubiera dicho que la alcaldesa era vuestra abuela. — Dijo Darren mirando a Nancy, que se rio. — Y porque no conoces a mi madre. Llevo años diciéndole que se retire de la enseñanza y se presente a alcalde pero no se fía de nadie para dejar el testigo… Y no quiere dejar la obra de tía Molly así como así. — Bueno está And… — ¡PRIMERA PISTA! — Rugió la voz de Frankie Junior, pero no en su oreja, sino de forma ambiental, como si viniera del cielo. Todos se giraron y resultó que del cielo no venía, sino de la famosa proyección. Ahora en medio de la plaza en un círculo flotante se veía (y se oía) a Frankie. — ¡Andrew, mi vida! — Gritó Allison. Del susto, parecía ser que Andrew se había caído y se había quedado recolgado de la farola por el pantalón. — Eddie, mi vida, ¿y si le ajustamos un poquito el sonido? — Sugirió Nora mientras hechizaba a su hijo prácticamente sin mirar para bajarlo de la farola, mientras Brando se reía al ver así a su padre. — El reemplazo es aquel. — Aclaró Nancy con un suspiro. — No me extraña que estemos como estamos. — Pero Alice señaló la pantalla y se agarró del brazo de Marcus. — Mira la pantalla ahora. — Salía Lex concentradísimo, aguzando la vista. — Esto va a ser así ya para mucho tiempo. Así le vamos a ver en tooooodos los partidos, cuando la proyección del campo enfoque al famoso cazador O’Donnell. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Se llevó la mano al pecho ante el tremendo susto que les dio Dylan cuando apareció gritando por allí, y la cabeza le dio varias vueltas. Claro, no es que estuviera perfectamente sano, sino que la poción le mantenía artificialmente en buen estado. Igualmente, el desconcierto de Marcus venía por otros derroteros. - ¿Quién te ha presentado a Ginny? - La tía Nora. - Alzó los brazos y los dejó caer, con la risa de Darren de fondo. Desde luego que Dylan no necesitaba carta de presentación, si ya estaba hasta usando la nomenclatura familiar, como si llevara allí toda la vida.
Como Alice se estaba manejando excepcionalmente sola, se limitó a hacer un gesto de confirmación con los ojos cuando Dylan buscó ayuda en él, por lo que el chico acabó claudicando. Estaba mirando a Alice con orgullo, pero ya tuvo Darren que hablar. - Qué buenos padres sois. - Marcus le miró con los ojos entrecerrados. - Vienes tú muy subidito. - ¿Insinúas que yo, un chico hufflepuff tremendamente familiar y que nació en San Patricio, estoy contento en un festival navideño irlandés lleno de comida al que me ha traído mi novio con toda su familia metiéndome, como os gusta decir a vosotros, en ella de cabeza oficialmente? No sé por qué iba a estarlo. - No te queda bien la ironía. - Pero Darren se limitó a reír. Pod apareció junto a Alice con carita de pena. - ¿Ese era tu hermano? No me he presentado? - Marcus le dio un par de palmaditas en el hombro. - No te preocupes, demasiada gente, pero ya has visto que no tiene problemas para integrarse. - Pod pareció quedarse conforme, así que se puso de nuevo junto a Darren, dándole conversación. - ¿De verdad naciste el día de San Patricio? Qué honor. -
La carrera fue a dar comienzo, y Marcus atendió al hombre que daba las indicaciones, enganchándose del brazo de su novia y mirándola con una sonrisilla. - Otra competición. Qué emocionante. - No daban abasto con tantos concursos y pruebas esa Navidad, y él encantado de la vida. Animó a los concursantes desde su lugar y, tras reír y asentir al comentario de Darren, se giró a Alice para decirle en confidencia. - Mi abuela me ha dicho que fue uno de sus alumnos cuando eran pequeños, y que estaba coladito por Eillish, pero que acabó medio liado con una de Gales en Hogwarts y levantó una polvareda tremenda, porque encima él es de Gryffindor y ella era de Slytherin, pero luego ella se fue con uno de Cork y la llamaban la cazairlandeses o algo de eso, y él se vino al pueblo, y que ya le daban por soltero, como al abuelo, y de repente apareció prometido con una del pueblo de toda la vida y pum, en dos semanas se casaron y en nueve meses justos les nació el hijo, y que claro, eran la comidilla del pueblo, pero que menos mal que el pueblo no es muy de hablar y acabó llegando a alcalde y todo, porque ciertamente es muy listo y quiere mucho a los suyos, que es lo que se le pide a un alcalde. - Lo había soltado todo de corrido y, cuando terminó, se quedó unos segundos con la mirada perdida y luego miró a Alice casi con ofensa, cuando ella ni siquiera había dicho nada. - ¿¿Qué?? Las monedas de chocolate tardan mucho en hacerse ¿vale? Era por charlar de algo. - Que nadie, ni su novia, le asociara con una persona dada a los cotilleos, que él no era nada de eso.
Después de sufrir otro amago de infarto por el grito de Frankie, rio a lo que dijo Nancy y aportó. - Sería un gran giro de la historia que al final fuera Eillish alcaldesa ¿no? - Sintió las miradas confusas encima y miró él a otra parte, pensando mejor ya no hablo más. ¿Qué tenía el pueblo que le estaba volviendo tan... pueblerino? Y hablando de sentirse sorprendido por la versión pueblerina de sí mismo. - ¿Habéis visto a mi madre? - Preguntó como si tal cosa, mirando a los lados, porque entre todas las cabezas no la veía (y Emma era bastante alta, se la distinguía bien), y era raro que no estuviera pendiente de Lex. Bueno, andaría preparando cualquier cosa para el banquete. En lo que Marcus buscaba a Emma con la mirada se había generado un caos a su alrededor bastante curioso, con Frankie proyectado a tamaño gigante y Andrew colgando de una farola. Pero lo que Alice le señaló le hizo sonreír de oreja a oreja. - ¡¡Es Lex!! - Aplaudió y vitoreó con fuerza, y aprovechando que tenía un entorno que ayudaría a la causa, empezó a clamar. - ¡LEX! ¡LEX! ¡LEX! ¡LEX! - Rítmicamente, siendo coreado rápidamente por Alice, Darren, Pod y Nancy. Estaba viendo a su hermano crecerse con cada vítore, pero no perder la concentración. - ¡Eh! - Apareció por allí Sophia, mirándoles como si acabaran de traicionarla. - ¿Y a mí quién me anima? - Buscó con la mirada al hermano que no participaba. - ¡Fergus! - Yo paso. - Resolvió rápidamente el otro, haciéndoles estallar en carcajadas. No a Sophia, claro. - ¡Serás ingrato! - Hermana, está feísimo que nos hagas elegir. Tengo a mis dos hermanos compitiendo. Soy el pequeño, ¿eres consciente de la huella psicológica que puede dejarme eso? - ¡FRAAAAANKIE FRAAAAAANKIE FRAAAAAANKIE! - Empezó a clamar, a otro ritmo, Nancy, detrás de ellos, y Marcus estaba ya llorando de la risa con la cara de indignación de Sophia. Para aumentar el descontrol, Darren empezó a gritar. - ¡¡DYYYYYYYYYYYLAN!! ¡¡¡DYYYYYYYYYYYLAN!! - Y Marcus decidió unirse, entre carcajadas, porque por qué no. Al final no se estaba enterando de nada de la prueba con tanta tontería.
Como Alice se estaba manejando excepcionalmente sola, se limitó a hacer un gesto de confirmación con los ojos cuando Dylan buscó ayuda en él, por lo que el chico acabó claudicando. Estaba mirando a Alice con orgullo, pero ya tuvo Darren que hablar. - Qué buenos padres sois. - Marcus le miró con los ojos entrecerrados. - Vienes tú muy subidito. - ¿Insinúas que yo, un chico hufflepuff tremendamente familiar y que nació en San Patricio, estoy contento en un festival navideño irlandés lleno de comida al que me ha traído mi novio con toda su familia metiéndome, como os gusta decir a vosotros, en ella de cabeza oficialmente? No sé por qué iba a estarlo. - No te queda bien la ironía. - Pero Darren se limitó a reír. Pod apareció junto a Alice con carita de pena. - ¿Ese era tu hermano? No me he presentado? - Marcus le dio un par de palmaditas en el hombro. - No te preocupes, demasiada gente, pero ya has visto que no tiene problemas para integrarse. - Pod pareció quedarse conforme, así que se puso de nuevo junto a Darren, dándole conversación. - ¿De verdad naciste el día de San Patricio? Qué honor. -
La carrera fue a dar comienzo, y Marcus atendió al hombre que daba las indicaciones, enganchándose del brazo de su novia y mirándola con una sonrisilla. - Otra competición. Qué emocionante. - No daban abasto con tantos concursos y pruebas esa Navidad, y él encantado de la vida. Animó a los concursantes desde su lugar y, tras reír y asentir al comentario de Darren, se giró a Alice para decirle en confidencia. - Mi abuela me ha dicho que fue uno de sus alumnos cuando eran pequeños, y que estaba coladito por Eillish, pero que acabó medio liado con una de Gales en Hogwarts y levantó una polvareda tremenda, porque encima él es de Gryffindor y ella era de Slytherin, pero luego ella se fue con uno de Cork y la llamaban la cazairlandeses o algo de eso, y él se vino al pueblo, y que ya le daban por soltero, como al abuelo, y de repente apareció prometido con una del pueblo de toda la vida y pum, en dos semanas se casaron y en nueve meses justos les nació el hijo, y que claro, eran la comidilla del pueblo, pero que menos mal que el pueblo no es muy de hablar y acabó llegando a alcalde y todo, porque ciertamente es muy listo y quiere mucho a los suyos, que es lo que se le pide a un alcalde. - Lo había soltado todo de corrido y, cuando terminó, se quedó unos segundos con la mirada perdida y luego miró a Alice casi con ofensa, cuando ella ni siquiera había dicho nada. - ¿¿Qué?? Las monedas de chocolate tardan mucho en hacerse ¿vale? Era por charlar de algo. - Que nadie, ni su novia, le asociara con una persona dada a los cotilleos, que él no era nada de eso.
Después de sufrir otro amago de infarto por el grito de Frankie, rio a lo que dijo Nancy y aportó. - Sería un gran giro de la historia que al final fuera Eillish alcaldesa ¿no? - Sintió las miradas confusas encima y miró él a otra parte, pensando mejor ya no hablo más. ¿Qué tenía el pueblo que le estaba volviendo tan... pueblerino? Y hablando de sentirse sorprendido por la versión pueblerina de sí mismo. - ¿Habéis visto a mi madre? - Preguntó como si tal cosa, mirando a los lados, porque entre todas las cabezas no la veía (y Emma era bastante alta, se la distinguía bien), y era raro que no estuviera pendiente de Lex. Bueno, andaría preparando cualquier cosa para el banquete. En lo que Marcus buscaba a Emma con la mirada se había generado un caos a su alrededor bastante curioso, con Frankie proyectado a tamaño gigante y Andrew colgando de una farola. Pero lo que Alice le señaló le hizo sonreír de oreja a oreja. - ¡¡Es Lex!! - Aplaudió y vitoreó con fuerza, y aprovechando que tenía un entorno que ayudaría a la causa, empezó a clamar. - ¡LEX! ¡LEX! ¡LEX! ¡LEX! - Rítmicamente, siendo coreado rápidamente por Alice, Darren, Pod y Nancy. Estaba viendo a su hermano crecerse con cada vítore, pero no perder la concentración. - ¡Eh! - Apareció por allí Sophia, mirándoles como si acabaran de traicionarla. - ¿Y a mí quién me anima? - Buscó con la mirada al hermano que no participaba. - ¡Fergus! - Yo paso. - Resolvió rápidamente el otro, haciéndoles estallar en carcajadas. No a Sophia, claro. - ¡Serás ingrato! - Hermana, está feísimo que nos hagas elegir. Tengo a mis dos hermanos compitiendo. Soy el pequeño, ¿eres consciente de la huella psicológica que puede dejarme eso? - ¡FRAAAAANKIE FRAAAAAANKIE FRAAAAAANKIE! - Empezó a clamar, a otro ritmo, Nancy, detrás de ellos, y Marcus estaba ya llorando de la risa con la cara de indignación de Sophia. Para aumentar el descontrol, Darren empezó a gritar. - ¡¡DYYYYYYYYYYYLAN!! ¡¡¡DYYYYYYYYYYYLAN!! - Y Marcus decidió unirse, entre carcajadas, porque por qué no. Al final no se estaba enterando de nada de la prueba con tanta tontería.
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
En cuanto su novio empezó a hablar sobre el alcalde con tanta soltura, parpadeó y le miró. No sabía si era capaz de citar tanta información de alguien de Hogwarts que no fueran sus amigos, ni hablar de un alcalde que ni siquiera sabía que existía hasta hace cinco minutos. — Cazairlandeses… Que no se entere Hillary que hablaban así de otra galesa. — Darren se rio y se tapó la boca mientras Marcus se defendía, y Nancy lo hacía abiertamente. — Si mamá se decide alguna vez a sacar la alcaldía adelante, pondremos de discurso a la tía Molly cocinando para que saque los trapos sucios de todo el mundo como forma de decir “cuidadito conmigo, que saco todo vuestro pasado”. — Y ahí ya sí se rieron todo y Alice no pudo evitar darle una ristra de besos cariñosos en la mejilla a su novio, y de paso, acariciar su frente para ver qué tal la temperatura.
Realmente, no era normal que Emma no estuviera a la vista y dándolo todo con su Lex, pero ya estaba tardando en necesitar un poco de distancia del jaleo irlandés, así que tampoco le extrañaba demasiado. Y lo que tampoco le extrañó fue la reacción de su novio animando a su hermano. Sonrió y le acarició la mejilla, mirándole con adorabilidad y una sonrisa brillante, y al poco se puso a corear también, y, por qué no decirlo, a afilar la vista a ver si veía al dichoso reyezuelo. Fue Darren, con su bocinazo, quien le recordó que su hermano estaba también participando y, ciertamente, hacía un rato que no lo veía, ni por alrededor ni en la proyección. Pero ahora mismo estaba ocupada por Frankie (mejor animado que Sophia por lo que parecía) dándole un tiento más fuerte de la cuenta a Lex con intención de avisarle de una pista y que a Alice le reafirmó que nunca entendería el proceder de los hombres y su violencia en los deportes, porque su cuñado lo interpretó como una señal perfectamente válida.
La carrera se iba desarrollando, y por fin pudo ver a Dylan entregadísimo con Ginny, señalando y corriendo, aunque ellos estaban más concentrados en unirse al coro de diversos villancicos que las abuelas estaban dirigiendo, a pesar de las quejas de Cletus, que se quejaba de que no podía comentar a gusto con su nieto Andrew la jugada en la proyección. Pero entonces se oyó un grito, y no tardaron en ver que era Shannon. Sus ojos se dirigían a una gran encina y Arnie estaba asustado en sus brazos, probablemente por notar la inquietud de su madre. — ¡DAN! ¡PERO QUÉ HACES AHÍ! — Le costó ver que, efectivamente, el mismísimo doctor Parker estaba encaramado en la encina, y ya por fin pudo distinguir que el reyezuelo estaba allí también. — ¡DAN, HIJO! ¡BAJA DE AHÍ! — Gritó Maeve. — ¡Mira, ese es mi tío! — Gritó Sandy repentinamente desde atrás. Alice se giró un momento y la vio rodeada de tres fornidos irlandeses que no tenía ni idea de dónde habían salido. Pero ahí seguía el tío, arrastrándose por la rama y, de repente lanzó un hechizo, y el reyezuelo se paralizó y se volvió corpóreo, cayendo como un juguete. Y fue al ir a cogerlo en el aire cuando Dan perdió el equilibrio, y Shannon gritó pero alguien lanzó con todas sus fuerzas. — ¡ARRESTO MOMENTUM! — Y lo ralentizó en el aire, para que cayera con suavidad. — Siempre ha sido su favorita. Yo soy la de mi papi y mis abuelos. — Explicó Sandy, porque, obviamente, la que había salvado a Dan de una noche curiosa con la poción crecehuesos era Sophia.
Cuando el hombre cayó suavemente en la hierba de debajo, Shannon dejó furiosamente a Arnie en brazos de Betty y fue corriendo a donde estaba su marido. — ¿TÚ ESTÁS LOCO O QUÉ? — Dan puso cara de niño bueno y levantó el reyezuelo. — Solo quería demostrarte que podía hacerlo con intelecto. — ¿ERES TONTO AHORA? ¡QUE SOY ENFERMERA EN TU CONSULTORIO, DANIEL! — Frankie y Lex llegaron jadeando. — ¡No me puedo creer que me haya ganado mi tío Dan! — ¡BUENO! JEJE… Que pase por aquí el ganador… — Pidió el alcalde. La gente del pueblo veía bastante normal lo que acababa de pasar, pero los O’Donnell-Lacey, entre el shock de que ganara un americano y lo poco común que era ver a Dan correr un riesgo así, estaban más apagados de lo que se esperaría.
El galardonado subió al escenario y el alcalde hizo el hechizo amplificador. — Bueno, muchacho ¿cómo te llamas? — Daniel Parker. — Uy, eso no suena muy de Galway. ¿De dónde eres? — De Nueva Jersey. — Contestó con una gran sonrisa, que no conjuntaba mucho con la confusión del público. — Mi familia política son los Lacey, mi suegro es Frankie Lacey. — Y entonces ya se oyó un murmullo general que sonaba a “ahhhhh” y a “el de Rosie de América”. — Bueno, pues Daniel Parker, eres el ganador de la carrera del reyezuelo, has salvado a San Esteban un año más. Te llevas esta cesta fantástica de comida de lujo del condado de Galway y el reconocimiento de presidir la mesa del banquete comunal con quien tú quieras. ¿Quién te va a acompañar? — Dan cogió la varita y se apuntó a sí mismo. Carraspeó y miró entre la gente, buscando a Shannon, claramente. — Quería participar en esta carrera y ganarla para demostrar a mi mujer que yo también puedo ser parte de esta tierra que tanto ama. Porque mi Shannon no solo es la mejor enfermera con la que he trabajado, una madre entregada y perfecta y un rayo de sol pukwudgie para su familia… Mi Shannon es Lacey, y lleva Irlanda en la piel y en sus ojos azul irlandés, y yo solo quería formar parte de ello también. Nuestros hijos, de hecho, ya es como si hubieran nacido aquí con lo integrados que están. — La familia estaba bastante más relajada, y hubo llantos de emoción y fuertes risas. — Pero creo que se lo voy a pedir a otra persona. — Giró la cabeza. — Mi sobrina Sophia llegó de manera oficial a la casa Lacey el mismo día que yo, y, aunque los dos existiéramos antes de eso, después de aquella Nochevieja no volvimos a ser los mismos. Es mi aprendiz y va a ser el orgullo de mi consultorio, y ha demostrado que sabe actuar ante las emergencias y me conoce perfectamente. Así que, mi querida Sophia Lacey, ¿puedes sentarte conmigo en el banquete? — Hubo aplausos y ahí sí que Shannon se echó a llorar y coreó los aplausos.
— No me creo que mi hermana me haya ganado a esto. O sea, me alío con el jugador profesional de quidditch y ni eso me sirve. — Oye, que hemos estado persiguiendo una pista falsa por tu gran intelecto. No me extraña que te haya ganado tu hermana. — Contestó Lex a Frankie, jadeando cuando aparecieron tras de ellos. Y no eran los únicos. — ¿QUE DAN HA GANADO? ¿UN RAVENCLAW? — Gritó Ginny con un tono de sorpresa que a Marcus no le iba a gustar nada. Alice se giró. — Dos Ravenclaws porque Sophia… ¿PERO QUÉ OS HA PASADO? — Ginny y Dylan estaban completamente cubiertos de barro, parecían figuritas de chocolate. Su hermano estaba más callado que en un entierro, esperando la bronca. Ginny les miró de hito en hito. — Me he confundido de hechizo, ¿vale? Es que el dichoso latín, mezclas una letra y… — Alice levantó las manos. — No quiero saberlo. A la ducha. Ya. — Hermana, que no sé llegar a la granja. — Pues pídele a uno de tus nuevos amigos irlandeses que te lleve, pero te quiero en media hora en el centro comunitario como un pincel para la comida. — Y, diligentemente, allá que se fue su hermano, y cuando estuvo lo suficientemente lejos, se miró con Marcus, Frankie y Lex y se echaron a reír fuertemente.
Realmente, no era normal que Emma no estuviera a la vista y dándolo todo con su Lex, pero ya estaba tardando en necesitar un poco de distancia del jaleo irlandés, así que tampoco le extrañaba demasiado. Y lo que tampoco le extrañó fue la reacción de su novio animando a su hermano. Sonrió y le acarició la mejilla, mirándole con adorabilidad y una sonrisa brillante, y al poco se puso a corear también, y, por qué no decirlo, a afilar la vista a ver si veía al dichoso reyezuelo. Fue Darren, con su bocinazo, quien le recordó que su hermano estaba también participando y, ciertamente, hacía un rato que no lo veía, ni por alrededor ni en la proyección. Pero ahora mismo estaba ocupada por Frankie (mejor animado que Sophia por lo que parecía) dándole un tiento más fuerte de la cuenta a Lex con intención de avisarle de una pista y que a Alice le reafirmó que nunca entendería el proceder de los hombres y su violencia en los deportes, porque su cuñado lo interpretó como una señal perfectamente válida.
La carrera se iba desarrollando, y por fin pudo ver a Dylan entregadísimo con Ginny, señalando y corriendo, aunque ellos estaban más concentrados en unirse al coro de diversos villancicos que las abuelas estaban dirigiendo, a pesar de las quejas de Cletus, que se quejaba de que no podía comentar a gusto con su nieto Andrew la jugada en la proyección. Pero entonces se oyó un grito, y no tardaron en ver que era Shannon. Sus ojos se dirigían a una gran encina y Arnie estaba asustado en sus brazos, probablemente por notar la inquietud de su madre. — ¡DAN! ¡PERO QUÉ HACES AHÍ! — Le costó ver que, efectivamente, el mismísimo doctor Parker estaba encaramado en la encina, y ya por fin pudo distinguir que el reyezuelo estaba allí también. — ¡DAN, HIJO! ¡BAJA DE AHÍ! — Gritó Maeve. — ¡Mira, ese es mi tío! — Gritó Sandy repentinamente desde atrás. Alice se giró un momento y la vio rodeada de tres fornidos irlandeses que no tenía ni idea de dónde habían salido. Pero ahí seguía el tío, arrastrándose por la rama y, de repente lanzó un hechizo, y el reyezuelo se paralizó y se volvió corpóreo, cayendo como un juguete. Y fue al ir a cogerlo en el aire cuando Dan perdió el equilibrio, y Shannon gritó pero alguien lanzó con todas sus fuerzas. — ¡ARRESTO MOMENTUM! — Y lo ralentizó en el aire, para que cayera con suavidad. — Siempre ha sido su favorita. Yo soy la de mi papi y mis abuelos. — Explicó Sandy, porque, obviamente, la que había salvado a Dan de una noche curiosa con la poción crecehuesos era Sophia.
Cuando el hombre cayó suavemente en la hierba de debajo, Shannon dejó furiosamente a Arnie en brazos de Betty y fue corriendo a donde estaba su marido. — ¿TÚ ESTÁS LOCO O QUÉ? — Dan puso cara de niño bueno y levantó el reyezuelo. — Solo quería demostrarte que podía hacerlo con intelecto. — ¿ERES TONTO AHORA? ¡QUE SOY ENFERMERA EN TU CONSULTORIO, DANIEL! — Frankie y Lex llegaron jadeando. — ¡No me puedo creer que me haya ganado mi tío Dan! — ¡BUENO! JEJE… Que pase por aquí el ganador… — Pidió el alcalde. La gente del pueblo veía bastante normal lo que acababa de pasar, pero los O’Donnell-Lacey, entre el shock de que ganara un americano y lo poco común que era ver a Dan correr un riesgo así, estaban más apagados de lo que se esperaría.
El galardonado subió al escenario y el alcalde hizo el hechizo amplificador. — Bueno, muchacho ¿cómo te llamas? — Daniel Parker. — Uy, eso no suena muy de Galway. ¿De dónde eres? — De Nueva Jersey. — Contestó con una gran sonrisa, que no conjuntaba mucho con la confusión del público. — Mi familia política son los Lacey, mi suegro es Frankie Lacey. — Y entonces ya se oyó un murmullo general que sonaba a “ahhhhh” y a “el de Rosie de América”. — Bueno, pues Daniel Parker, eres el ganador de la carrera del reyezuelo, has salvado a San Esteban un año más. Te llevas esta cesta fantástica de comida de lujo del condado de Galway y el reconocimiento de presidir la mesa del banquete comunal con quien tú quieras. ¿Quién te va a acompañar? — Dan cogió la varita y se apuntó a sí mismo. Carraspeó y miró entre la gente, buscando a Shannon, claramente. — Quería participar en esta carrera y ganarla para demostrar a mi mujer que yo también puedo ser parte de esta tierra que tanto ama. Porque mi Shannon no solo es la mejor enfermera con la que he trabajado, una madre entregada y perfecta y un rayo de sol pukwudgie para su familia… Mi Shannon es Lacey, y lleva Irlanda en la piel y en sus ojos azul irlandés, y yo solo quería formar parte de ello también. Nuestros hijos, de hecho, ya es como si hubieran nacido aquí con lo integrados que están. — La familia estaba bastante más relajada, y hubo llantos de emoción y fuertes risas. — Pero creo que se lo voy a pedir a otra persona. — Giró la cabeza. — Mi sobrina Sophia llegó de manera oficial a la casa Lacey el mismo día que yo, y, aunque los dos existiéramos antes de eso, después de aquella Nochevieja no volvimos a ser los mismos. Es mi aprendiz y va a ser el orgullo de mi consultorio, y ha demostrado que sabe actuar ante las emergencias y me conoce perfectamente. Así que, mi querida Sophia Lacey, ¿puedes sentarte conmigo en el banquete? — Hubo aplausos y ahí sí que Shannon se echó a llorar y coreó los aplausos.
— No me creo que mi hermana me haya ganado a esto. O sea, me alío con el jugador profesional de quidditch y ni eso me sirve. — Oye, que hemos estado persiguiendo una pista falsa por tu gran intelecto. No me extraña que te haya ganado tu hermana. — Contestó Lex a Frankie, jadeando cuando aparecieron tras de ellos. Y no eran los únicos. — ¿QUE DAN HA GANADO? ¿UN RAVENCLAW? — Gritó Ginny con un tono de sorpresa que a Marcus no le iba a gustar nada. Alice se giró. — Dos Ravenclaws porque Sophia… ¿PERO QUÉ OS HA PASADO? — Ginny y Dylan estaban completamente cubiertos de barro, parecían figuritas de chocolate. Su hermano estaba más callado que en un entierro, esperando la bronca. Ginny les miró de hito en hito. — Me he confundido de hechizo, ¿vale? Es que el dichoso latín, mezclas una letra y… — Alice levantó las manos. — No quiero saberlo. A la ducha. Ya. — Hermana, que no sé llegar a la granja. — Pues pídele a uno de tus nuevos amigos irlandeses que te lleve, pero te quiero en media hora en el centro comunitario como un pincel para la comida. — Y, diligentemente, allá que se fue su hermano, y cuando estuvo lo suficientemente lejos, se miró con Marcus, Frankie y Lex y se echaron a reír fuertemente.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Intentaban seguir el hilo de la carrera, lo cual de por sí no era nada fácil, pero menos aún lo era si intentaban entonar los villancicos que las abuelas cambiaban cada dos versos, vitorear y no morir de risa en el intento. En reírse hasta tener que agarrarse el estómago de lo que le dolía estaba cuando Shannon dio un grito, al que en un inicio no doy mucha importancia. No al menos hasta que siguió la mirada de la mujer y se le cortó la risa de golpe. - ¡DAN! - Exclamó, pensando que no era nada buena idea que un hombre que probablemente tuviera la agilidad propia de un Ravenclaw (o sea, poca), o de un Serpiente Cornuda para el caso, fuera precisamente el único médico que podía curarle en caso de accidente. Menos mal que, si algo tenían en aquella familia, era enfermeras disponibles. Se intentó acercar al lugar, varita en mano, por si podía hacer algo, pero la gente agolpada dificultaba el avance, e igualmente hubo otra persona mucho más rápida que él en su actuación.
Había contenido el aliento al ver a Dan desequilibrarse, pero lo dicho, su reacción llegó tarde, y fue Sophia quien impidió que el hombre se diera un buen golpe contra el suelo. Ahora sí que la vitoreó con todas sus fuerzas, saltando en su sitio. - ¡¡VIVA SOPHIA LACEY!! ¡LA MEJOR FUTURA MÉDICA DE LONG ISLAND! - Clamó, animando a quienes le rodeaban para que se le unieran a la ovación. - ¡¡Es nuestra heroína!! - Añadió Pod. Al final, la chica había conseguido que la animaran, y con razón.
Observó con una sonrisa lo que había dado por hecho que sería un romántico encuentro entre Shannon y su esposo, pero la realidad no fue exactamente como esperaba. Hizo una mueca de dolor con la boca, un tanto encogido, empatizando con el pobre Dan ante la tremenda regañina de su mujer. Darren chistó. - Es que, pobre Shannon, menudo susto. - Marcus le miró con una intensísima mirada de no dar crédito. Darren se encogió de hombros. - Cómo se nota que estás tirando de compañerismo Hufflepuff. - ¡Casi se mata! - Y tú tienes un novio deportista de élite al que has visto hacer verdaderas locuras en el aire. - Pero porque sabe hacerlas. Dan, claramente, no. - Y te has pasado tres años metiéndote conmigo por dramático cuando Alice estaba en el club de duelo. - Darren soltó una risilla maliciosa y, con todo el descaro, respondió. - Es que eso es gracioso. - Marcus le devolvió una mirada rencorosa.
Ahora tocaba atender al momento de victoria de Dan, y Marcus, un tanto más recuperado del susto, se agarró de la cintura de Alice para disfrutar del momento. Compartió una mirada enamorada con Alice por el discurso de Dan (que estaba seguro de que tenía que haber bajado las defensas de Shannon, si no, él no entendía nada de romanticismo). Eso sí, el desenlace le encantó, y fue más que merecido para con Sophia (y siendo Shannon una Pukwudgie de corazón, seguro que ya sí que la conquistaba), así que volvió a aplaudir y vitorear con todas sus ganas. Eso sí, a las quejas de Frankie y Lex, respondió con una fuerte e hiriente carcajada. - Vaaaaaaaya vaya. Resulta que los deportistas de élite no son siempre los vencedores en una carrera. También pueden ganar los listos. Inesperado. - Ese listo por poco se parte la crisma por no saber subir en condiciones a un árbol. - Pero no se la ha partido. Gracias a otra lista. Y se ha llevado el reyerzuelo. Y el premio. Y vosotros no. - Frankie y Lex le miraron con odio mientras él reía con malicia. Risa que volvió a cortársele ante el siguiente evento... aunque fue por poco. Más bien, lo que hizo fue disimularla fuertemente por respeto a Alice y a su indignación.
Dylan le miró pidiendo ayuda y Marcus, apretando fuertemente los labios para no echarse a reír, alzó las manos. - Lo siento, colega. No estoy yo en mi mejor día, no puedo separarme de mi enfermera de cabecera. - Dylan rodó los ojos exageradamente y se fue a buscar ayuda, y nada más desaparecer, estallaron en risas. - Vale, vale, vamos a hacer nuestro propio concurso. - Dijo entre risas, recuperando el resuello. - Ya sabemos quién es el ganador, quién es la de reflejos más rápido y quién ha salido más sucio. Ahora: ¿quién ha ido más lejos a buscar el reyerzuelo y dónde? Yo digo que alguien ha llegado hasta Connemara buscando. - Más rieron, y Darren añadió. - Vale, ahora yo: ¿quién ha perseguido más pájaros de verdad pensando que eran el reyerzuelo? - Iban a caerse al suelo de la risa. Frankie y Lex no se reían tanto. - Sois muy graciosos. Qué divertida es la carrera cuando se ve desde fuera. - Pobrecito, que le obligaron a participar. - Se mofó Marcus de su hermano. Lex se puso muy digno y, alzando la cabeza, dijo. - Me voy con la abuela, que seguro que tiene un montón de alabanzas hacia su valiente nieto que ha seguido esta tradición tan ancestral. Ahí os quedáis. - Por supuesto Darren se le enganchó, y Marcus, tras burlarse otro poco de él, se secó las lágrimas de la risa y le dijo a Alice. - Pues yo voy a buscar a mi madre, que me da que está escondida. Ahora vengo. - Y fue a intentar encontrarla, aún riéndose.
Había contenido el aliento al ver a Dan desequilibrarse, pero lo dicho, su reacción llegó tarde, y fue Sophia quien impidió que el hombre se diera un buen golpe contra el suelo. Ahora sí que la vitoreó con todas sus fuerzas, saltando en su sitio. - ¡¡VIVA SOPHIA LACEY!! ¡LA MEJOR FUTURA MÉDICA DE LONG ISLAND! - Clamó, animando a quienes le rodeaban para que se le unieran a la ovación. - ¡¡Es nuestra heroína!! - Añadió Pod. Al final, la chica había conseguido que la animaran, y con razón.
Observó con una sonrisa lo que había dado por hecho que sería un romántico encuentro entre Shannon y su esposo, pero la realidad no fue exactamente como esperaba. Hizo una mueca de dolor con la boca, un tanto encogido, empatizando con el pobre Dan ante la tremenda regañina de su mujer. Darren chistó. - Es que, pobre Shannon, menudo susto. - Marcus le miró con una intensísima mirada de no dar crédito. Darren se encogió de hombros. - Cómo se nota que estás tirando de compañerismo Hufflepuff. - ¡Casi se mata! - Y tú tienes un novio deportista de élite al que has visto hacer verdaderas locuras en el aire. - Pero porque sabe hacerlas. Dan, claramente, no. - Y te has pasado tres años metiéndote conmigo por dramático cuando Alice estaba en el club de duelo. - Darren soltó una risilla maliciosa y, con todo el descaro, respondió. - Es que eso es gracioso. - Marcus le devolvió una mirada rencorosa.
Ahora tocaba atender al momento de victoria de Dan, y Marcus, un tanto más recuperado del susto, se agarró de la cintura de Alice para disfrutar del momento. Compartió una mirada enamorada con Alice por el discurso de Dan (que estaba seguro de que tenía que haber bajado las defensas de Shannon, si no, él no entendía nada de romanticismo). Eso sí, el desenlace le encantó, y fue más que merecido para con Sophia (y siendo Shannon una Pukwudgie de corazón, seguro que ya sí que la conquistaba), así que volvió a aplaudir y vitorear con todas sus ganas. Eso sí, a las quejas de Frankie y Lex, respondió con una fuerte e hiriente carcajada. - Vaaaaaaaya vaya. Resulta que los deportistas de élite no son siempre los vencedores en una carrera. También pueden ganar los listos. Inesperado. - Ese listo por poco se parte la crisma por no saber subir en condiciones a un árbol. - Pero no se la ha partido. Gracias a otra lista. Y se ha llevado el reyerzuelo. Y el premio. Y vosotros no. - Frankie y Lex le miraron con odio mientras él reía con malicia. Risa que volvió a cortársele ante el siguiente evento... aunque fue por poco. Más bien, lo que hizo fue disimularla fuertemente por respeto a Alice y a su indignación.
Dylan le miró pidiendo ayuda y Marcus, apretando fuertemente los labios para no echarse a reír, alzó las manos. - Lo siento, colega. No estoy yo en mi mejor día, no puedo separarme de mi enfermera de cabecera. - Dylan rodó los ojos exageradamente y se fue a buscar ayuda, y nada más desaparecer, estallaron en risas. - Vale, vale, vamos a hacer nuestro propio concurso. - Dijo entre risas, recuperando el resuello. - Ya sabemos quién es el ganador, quién es la de reflejos más rápido y quién ha salido más sucio. Ahora: ¿quién ha ido más lejos a buscar el reyerzuelo y dónde? Yo digo que alguien ha llegado hasta Connemara buscando. - Más rieron, y Darren añadió. - Vale, ahora yo: ¿quién ha perseguido más pájaros de verdad pensando que eran el reyerzuelo? - Iban a caerse al suelo de la risa. Frankie y Lex no se reían tanto. - Sois muy graciosos. Qué divertida es la carrera cuando se ve desde fuera. - Pobrecito, que le obligaron a participar. - Se mofó Marcus de su hermano. Lex se puso muy digno y, alzando la cabeza, dijo. - Me voy con la abuela, que seguro que tiene un montón de alabanzas hacia su valiente nieto que ha seguido esta tradición tan ancestral. Ahí os quedáis. - Por supuesto Darren se le enganchó, y Marcus, tras burlarse otro poco de él, se secó las lágrimas de la risa y le dijo a Alice. - Pues yo voy a buscar a mi madre, que me da que está escondida. Ahora vengo. - Y fue a intentar encontrarla, aún riéndose.
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Ivanka
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Entornó los ojos y se puso un dedo sobre los labios, como si se estuviera pensando mucho la respuesta. — ¿Más lejos? Yo diría que tu tía Erin, que mira, está llegando por ahí. — Contestó señalándola, seguida de Siobhán, y las dos iban arañadas y llenas de ramitas. Obviamente, a la propuesta de Darren, no pudo evitar mirar a Frankie, y pocas personas pueden ofenderse más que un dúo Gryffindor-Slytherin que acaba de perder, lo cual no le quitó de echarse a reír nada más oír sus lamentos y la respuesta de Lex. — Sí, claro, qué carta más honorable, usar a tu abuela y las tradiciones… — Su cuñado se giró y levantó las manos. — Yo no soy Gryffindor. Mi abuela sí. — Y le guiñó un ojo. Alice negó con la cabeza y pasó una mano por la espalda de su novio. — Sí, ve por ella, y tómate algo calentito antes de venir al centro comunitario. Yo voy a ver en qué hace falta que vaya ayudando. — ¡AY, CUÑADITA! ¿Puedo ir contigo? — ¿No quieres ir con tu Lexito? — Darren se rio traviesamente. — Es que está un poco sudadillo y enfadado por perder, como en Hogwarts con el quidditch, vaya, y ya aprendí a quitarme de en medio en esos casos. — Bien visto. — Señaló Alice. — Venga, nos vemos allí. — Se despidió tirándole un beso a Marcus.
En el centro comunitario había mucho que hacer, porque cada casa traía un plato, entonces había que dividirlos en mesas de “entrantes” “platos de cuchara” “segundos” y “postres”, y para dos no irlandeses, era una cantidad de comida que no podían entender. — Ya verás como no sobra casi nada. — Aseguró Nora, mientras seguía distribuyendo platos alegremente, ante los recelos de Darren y Alice. — ¡Abuelo, más arriba! — Pedía Rosie en brazos de Cillian. — ¡Ay mi niña que quiere volar ya! ¡Súbela, Cillian! ¡Mira qué contenta! — Azuzaba Saoirse. Los gemelos, por su parte, andaban correteando por ahí con las dos pequeñas americanas, llevándole y trayéndole cosas a Niamh. — Ay, cuñadita qué bonito es todo esto. — Alice sonrió. — Ya te digo. No cuesta nada acostumbrarse. — Darren la rodeó con un brazo y se apoyó en su hombro. — Me alegro de veros así, Gal. Es lo que necesitabais. — Eso parece, la verdad es que me siento otra persona… A ver qué tal se me da volver a La Provenza y todo eso… —
Oyeron un carraspeo a su espalda y se giraron a la vez. — ¡Oh! ¡Hola, tesoro! ¿Como tú por aquí? — Preguntó Nora, alegre y tierna. Claramente no se acordaba del nombre del chico que acababa de entrar. — Hola, Ciarán. — Dijo Alice, para darle la pista a la mujer. — Eh, hola… ¿Qué tal? — ¡Uy! ¿Tú eres primo también? Yo soy Darren, el novio de Lex. — Eh… No, no, yo soy… Ciarán, soy… — El chico carraspeó de nuevo y se cuadró. — ¡SEÑOR! — Dijo en voz muy alta, que hizo a todos rebotar un poco. Excepto al aludido, que estaba subiendo a Rosie en brazos para que colgara las luces y no estaba muy pendiente. — Querido, creo que el chico de Connemara te está hablando. — Le dijo Saoirse, en su tono habitual nada ortodoxo con quien estuviera escuchando. Cillian bajó a Rosie y le miró. — ¡Ah! ¡Hola, muchacho! ¿Qué tal? ¿Te ha invitado Wendy a la comida de San Esteban? ¡Qué bien! — Pero fuera de su amabilidad habitual, la cara de Ciarán estaba rígida y bastante roja. — Señor, he venido a hablar con usted. — Cillian parpadeó confuso. — Pues nada, hijo, dime lo que quieras. — Quiero… Yo… A Wendy, la quiero. La quiero muchísimo. Soy muy trabajador, señor, la quiero con toda mi alma y voy a proveer por su felicidad toda la vida si ella me acepta. — Ay, cariño… — Dijo Nora con el tono de “pobre muchacho” y tapándose la boca con las dos manos. Darren se inclinó a susurrarle. — ¿Es el novio de Wendy? — Novio sería una palabra pelín exagerada. — Pues espérate para la que él pretende usar… — ¿Dónde estaban las mentes frías cuando se las necesitaban? Estaba rodeada de Gryffindors y Hufflepuffs, nadie iba a poner simple cordura en aquello. — Vaya, Ciarán, no me esperaba… Es decir… Os conocisteis hace apenas un mes, tengo entendido. — Sí, pero mi Ma me dijo que cuando encontrara una chica así, no la dejara escapar. Que soy muy parado, y todo me da miedo, y que por eso nunca iba a dar el paso que tenía que dar. Y yo lo voy a dar, señor, porque Wendy es la mujer más increíble que yo he conocido. Y quiero aprovechar la alegría de San Esteban para pedirle de corazón que sea mi mujer. — ¡Ay, Cillian! ¡Dale permiso! ¡Mira qué cosas dice de la niña! — Todos miraron a Saoirse con cara de circunstancias, y justo en ese momento llegó Niamh con los niños. — ¡Uy, Ciarán! Hola… ¿Qué os pasa a todos? — Mira, hijo… — Intentó retomar Cillian. — Creo que debieras esperar un poco, conoceros más, quizá convivencia, ya no somos gente antigua y… — ¡OH! De tiempo vas a hablar tú. ¿Le vas a negar a este pobre el permiso como te hizo mi padre? — Cuñada, yo creo que no es lo mismo lo que… — Intentó mediar Nora. — ¿Permiso para qué? ¿Quién es este? — Preguntó la Saoirse menor, que ya estaba metiendo la nariz. — Es amigo de la prima. — Más que amigo por lo que me parece estar entendiendo… — Aportó Niamh, confusa. — Señor, si usted no me da el permiso, yo se lo voy a pedir igual, pero lo haré más feliz con su bendición. Es usted un hombre irlandés admirable con una familia preciosa, es lo que yo aspiro a ser. — Nora entornó los ojos y Cillian la miró ofendido. — ¿Qué? — Nada, Cillian, nada… No he dicho nada. Oish, este ofendidito que tengo por hermano… Dale ya permiso al chico, que lo va a hacer de todos modos. — El hombre suspiró y Rosie le miró. — Abu, ¿vas a castigar al amigo de la tía Wendy? Se te ha puesto cara de castigar. — El hombro se llevó las manos a la cara y resopló. — Es que me estáis volviendo loco. Mira, Ciarán, hijo, yo me supongo que eres una buena persona, por lo que he tratado contigo. Me parece muy pronto, pero supongo que para esto no hay tiempos realmente establecidos, y si mi hija te acepta, pues obviamente te aceptaremos todos en la familia. Pero tómate el matrimonio como la institución seria que es. — Y ahí Nora bufó y se retiró. — Mira, no me lo puedo creer. Buena suerte, Ciarán, yo me voy. — ¿A dónde? — Preguntó Alice. — A buscar a mi hija Ginny y asegurarme que no se lanza a matar a este pobre. —
En el centro comunitario había mucho que hacer, porque cada casa traía un plato, entonces había que dividirlos en mesas de “entrantes” “platos de cuchara” “segundos” y “postres”, y para dos no irlandeses, era una cantidad de comida que no podían entender. — Ya verás como no sobra casi nada. — Aseguró Nora, mientras seguía distribuyendo platos alegremente, ante los recelos de Darren y Alice. — ¡Abuelo, más arriba! — Pedía Rosie en brazos de Cillian. — ¡Ay mi niña que quiere volar ya! ¡Súbela, Cillian! ¡Mira qué contenta! — Azuzaba Saoirse. Los gemelos, por su parte, andaban correteando por ahí con las dos pequeñas americanas, llevándole y trayéndole cosas a Niamh. — Ay, cuñadita qué bonito es todo esto. — Alice sonrió. — Ya te digo. No cuesta nada acostumbrarse. — Darren la rodeó con un brazo y se apoyó en su hombro. — Me alegro de veros así, Gal. Es lo que necesitabais. — Eso parece, la verdad es que me siento otra persona… A ver qué tal se me da volver a La Provenza y todo eso… —
Oyeron un carraspeo a su espalda y se giraron a la vez. — ¡Oh! ¡Hola, tesoro! ¿Como tú por aquí? — Preguntó Nora, alegre y tierna. Claramente no se acordaba del nombre del chico que acababa de entrar. — Hola, Ciarán. — Dijo Alice, para darle la pista a la mujer. — Eh, hola… ¿Qué tal? — ¡Uy! ¿Tú eres primo también? Yo soy Darren, el novio de Lex. — Eh… No, no, yo soy… Ciarán, soy… — El chico carraspeó de nuevo y se cuadró. — ¡SEÑOR! — Dijo en voz muy alta, que hizo a todos rebotar un poco. Excepto al aludido, que estaba subiendo a Rosie en brazos para que colgara las luces y no estaba muy pendiente. — Querido, creo que el chico de Connemara te está hablando. — Le dijo Saoirse, en su tono habitual nada ortodoxo con quien estuviera escuchando. Cillian bajó a Rosie y le miró. — ¡Ah! ¡Hola, muchacho! ¿Qué tal? ¿Te ha invitado Wendy a la comida de San Esteban? ¡Qué bien! — Pero fuera de su amabilidad habitual, la cara de Ciarán estaba rígida y bastante roja. — Señor, he venido a hablar con usted. — Cillian parpadeó confuso. — Pues nada, hijo, dime lo que quieras. — Quiero… Yo… A Wendy, la quiero. La quiero muchísimo. Soy muy trabajador, señor, la quiero con toda mi alma y voy a proveer por su felicidad toda la vida si ella me acepta. — Ay, cariño… — Dijo Nora con el tono de “pobre muchacho” y tapándose la boca con las dos manos. Darren se inclinó a susurrarle. — ¿Es el novio de Wendy? — Novio sería una palabra pelín exagerada. — Pues espérate para la que él pretende usar… — ¿Dónde estaban las mentes frías cuando se las necesitaban? Estaba rodeada de Gryffindors y Hufflepuffs, nadie iba a poner simple cordura en aquello. — Vaya, Ciarán, no me esperaba… Es decir… Os conocisteis hace apenas un mes, tengo entendido. — Sí, pero mi Ma me dijo que cuando encontrara una chica así, no la dejara escapar. Que soy muy parado, y todo me da miedo, y que por eso nunca iba a dar el paso que tenía que dar. Y yo lo voy a dar, señor, porque Wendy es la mujer más increíble que yo he conocido. Y quiero aprovechar la alegría de San Esteban para pedirle de corazón que sea mi mujer. — ¡Ay, Cillian! ¡Dale permiso! ¡Mira qué cosas dice de la niña! — Todos miraron a Saoirse con cara de circunstancias, y justo en ese momento llegó Niamh con los niños. — ¡Uy, Ciarán! Hola… ¿Qué os pasa a todos? — Mira, hijo… — Intentó retomar Cillian. — Creo que debieras esperar un poco, conoceros más, quizá convivencia, ya no somos gente antigua y… — ¡OH! De tiempo vas a hablar tú. ¿Le vas a negar a este pobre el permiso como te hizo mi padre? — Cuñada, yo creo que no es lo mismo lo que… — Intentó mediar Nora. — ¿Permiso para qué? ¿Quién es este? — Preguntó la Saoirse menor, que ya estaba metiendo la nariz. — Es amigo de la prima. — Más que amigo por lo que me parece estar entendiendo… — Aportó Niamh, confusa. — Señor, si usted no me da el permiso, yo se lo voy a pedir igual, pero lo haré más feliz con su bendición. Es usted un hombre irlandés admirable con una familia preciosa, es lo que yo aspiro a ser. — Nora entornó los ojos y Cillian la miró ofendido. — ¿Qué? — Nada, Cillian, nada… No he dicho nada. Oish, este ofendidito que tengo por hermano… Dale ya permiso al chico, que lo va a hacer de todos modos. — El hombre suspiró y Rosie le miró. — Abu, ¿vas a castigar al amigo de la tía Wendy? Se te ha puesto cara de castigar. — El hombro se llevó las manos a la cara y resopló. — Es que me estáis volviendo loco. Mira, Ciarán, hijo, yo me supongo que eres una buena persona, por lo que he tratado contigo. Me parece muy pronto, pero supongo que para esto no hay tiempos realmente establecidos, y si mi hija te acepta, pues obviamente te aceptaremos todos en la familia. Pero tómate el matrimonio como la institución seria que es. — Y ahí Nora bufó y se retiró. — Mira, no me lo puedo creer. Buena suerte, Ciarán, yo me voy. — ¿A dónde? — Preguntó Alice. — A buscar a mi hija Ginny y asegurarme que no se lanza a matar a este pobre. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ante todo, amigos
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Un jour viendra tu me dira je t'aime
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Bueno, ya fuera de bromas, su madre llevaba perdida bastante rato. Estaba muerto de risa con las tonterías de sus primos, pero encontró la excusa perfecta para escaquearse hasta la casa, porque juraría que estaba allí, y entre risas, entró llamándola. ― ¿Mamá? ― Preguntó. Soltó un tanto el resuello, que había ido casi corriendo, y subió las escaleras diciendo. ― Emma O’Donnell, se la reclama una vez más en el evento navideño del día. ― Y, en lo que terminaba la frase, pasó por su habitación y vio por la vista periférica que estaba allí. Dio un cómico frenazo y entró. ― ¡Escondida! Qué feo. ― Pero su madre estaba mirando a otra parte, recta, y juraría que la había visto pasarse una mano por las mejillas.
Extrañado, entró. ― ¿Mamá? ― Estoy bien. Ahora voy. ― Contestó, y bien no estaba, podría asegurarlo ante un tribunal. Emma disimulaba muy bien, pero no tanto como para que su propio hijo no detectara que estaba fatal. ¿Tanto la habían agobiado las inacabables fiestas irlandesas? ― ¿Qué pasa? ― Y entonces, a pesar del movimiento con el que intentó esconderla, vio que tenía una carta en sus manos. ― ¿Qué es eso? ¿Ha pasado algo? ― No ha pasado nada, Marcus. De verdad, si no, te lo diría. No te preocupes. ― Ni siquiera sonaba enfadada, solo… como si estuviera nerviosa, o aguantando las ganas de llorar. ― Son solo felicitaciones de Navidad de mis compañeros. Cuando las conteste vuelvo. ― Pero a Marcus no le cuadraba nada de eso, no le cuadraba ni la expresión ni la forma de hablar. Intentó pensar a toda velocidad… y no tardó mucho en encontrar una hipótesis.
Se le escapó una carcajada aspirada y sarcástica, con una sonrisa que mezclaba la incredulidad con la, por el contrario, ninguna sorpresa, al igual que la decepción. La rabia puede que sí estuviera más clara. El gesto fue sutil, pero por supuesto, Emma se giró en el acto hacia él para mirarle. Justo en el momento en que Marcus, a su vez, se daba media vuelta y salía de la habitación. ― Marcus. ― Le llamó, pero él ya estaba buscando por todas las estancias. No le fue muy difícil de encontrar: estaba en la habitación de Maeve y Frankie.
Junto al alféizar de la ventana, reponiendo un poco de agua y picando casi despreciativamente la comida que Emma le hubiera puesto en el plato, estaba la imponente lechuza de los Horner. La que usaba su abuela para sus misivas oficiales, para ser más exactos. La había visto llevar noticias de defunciones y de bodas, comunicados que parecían de gobierno aunque solo fueran invitarte nada amablemente a ir a casa junto con todos los demás. No la había visto, sin embargo, traer felicitaciones de cumpleaños o, para el caso, de Navidad. Así que dudaba que hubiera traído una postal deseando unas felices fiestas. Y la cara de su madre se lo confirmaba.
Se acercó a ella y tendió la mano. ― Déjame verla. ― Emma estaba esquiva. ― Por favor. ― Insistió. La mujer llenó el pecho de aire y dijo. ― Marcus, vete a la fiesta. ― Mamá… ― No es necesario. Créeme que no es necesario. Solo es tu abuela diciendo lo que ya imaginarás que dice. Vete a la fiesta y en un rato voy yo. ― Pero Marcus no se movió de su sitio, al revés, solo estiró más el brazo. Se mantuvieron la mirada el uno al otro unos instantes… y, para sorpresa de cualquiera que conociera a Emma O’Donnell, la que dio su brazo a torcer finalmente fue ella. Con un punto dubitativo y casi temeroso, alargó la mano, y Marcus se hizo con la carta rápidamente, antes de que su madre se arrepintiera del gesto.
La misiva era para verla. De puño y letra de su abuela Anastasia, nada habitual, tenía ante él un despliegue de insultos que pretendían ser muy elegantes pero que eran un ataque frontal directo hacia Emma. Ni se molestaba en dirigirse a nadie más: ni a él, ni a Lex, ni a su padre, ni a sus abuelos, ni a Alice, ni muchísimo menos al resto de la familia. Bueno, realmente sí que estaban mencionados: suponía que “esos pueblerinos” por los que “había cambiado a su familia” les metía a todos ellos en el mismo saco. Básicamente, su abuela había esperado todo el día de Navidad a ver si su hija se pasaba por allí, a pesar de lo que ocurrió la última vez que fueron a su casa, y en vistas de que no habían hecho como si nada y se habían sometido a una nueva tortura, sino que habían decidido celebrar unas Navidades como debían ser celebradas, se había cebado con Emma por carta. Daba auténtica vergüenza leerla. Pero, sobre todo, daba muchísima rabia.
Había mantenido la respiración casi contenida mientras leía, y estaba seguro que, desde fuera, debería vérsele como si intentara asesinar a alguien con la mirada. Cuando terminó, la dobló en silencio y, lentamente, alzó la mirada hacia su madre. ― Voy a hacer algo que tú me enseñaste a hacer con las cosas que no deberían existir. ― A Emma ni le dio tiempo a extrañarse, o a evitar el movimiento, realmente estaba fuera de juego como nunca él la había visto. Marcus dejó caer la carta al suelo, sacó la varita y lanzó. ― ¡Incendio! ― La mujer apenas había boqueado cuando la carta estaba ya absolutamente calcinada. Resultaba impactante lo rápido que la había reducido a cenizas, tanto que la propia Emma le miraba con los ojos muy abiertos. Se guardó la varita mientras bromeaba, ácido. ― Aprenderé a hacerlo silencioso para próximas veces. ― Se dirigió a la ventana y la abrió. ― Fuera. ― Ordenó a la lechuza, que entendió la orden en el acto. Después de echarle una muy desafiante mirada y lanzar un picotazo al aire, desplegó las alas y salió de allí. Cerró la ventana. Emma le miraba un tanto atónita. ― No sé de dónde sale esta faceta cruel de mi hijo. ― No le digas a los animalistas que he mandado a una lechuza de vuelta a Inglaterra a menos de una hora de llegar y no tendré ningún problema. ― Hablo en serio, Marcus. ― Y yo también, mamá. ¿Yo soy cruel? ― Preguntó. ― Si le pasa algo a esa lechuza, que no la hubieran mandado. ― Ni siquiera he enviado una respuesta. ― Ni la vas a enviar. ― No sonó taxativo, sino más bien con un punto sorprendido. Se acercó a Emma. ― Mamá, ¿has visto lo que tienes ahí fuera? ― Para su sorpresa, Emma bajó la mirada. JAMÁS había visto a su madre mostrar tanta vulnerabilidad ante nadie, cuanto menos ante uno de sus hijos. No pensaba crecerse ni aprovecharse, entre otras cosas porque, si con alguien estaba dolido y enfadado, era con su abuela, no con ella. Pero no podía parar su actuación ahora que la había empezado.
― Mamá. ― Se acercó. Emma miraba a otra parte. ― Una madre que dice a su hija esas cosas, y que miente como ha mentido ella, no es una buena madre. No es familia. Y la Navidad hay que pasarla con la familia. ― Vio cómo se le humedecían los ojos pero tragaba fuertemente saliva, haciendo un gran esfuerzo por no llorar delante de él. ― Todo lo que dice es mentira. Dime que sabes que es mentira. ― Se lo pensó unos segundos, pero cuando terminó, asintió levemente con la cabeza. Fue a hablar otra vez, pero Emma simplemente dijo. ― Dile a tu padre que venga. ― Con la voz rota. Necesitaba a su marido, Marcus jamás había visto a su madre tan vulnerable, pero sí que sabía lo que necesitaba cuando estaba así. Asintió, pero antes de irse, se acercó a ella y dejó un beso en su mejilla. ― La familia que de verdad te quiere te espera… Pero tómate tu tiempo. Te vamos a recibir igual tardes lo que tardes. ― Afirmó con cariño. Emma no le devolvió la mirada, probablemente por no terminar de romperse ante él. Esbozó una sonrisa leve y salió de allí, directo a buscar a su padre. Y a olvidarse de que había leído aquella maldita carta.
Extrañado, entró. ― ¿Mamá? ― Estoy bien. Ahora voy. ― Contestó, y bien no estaba, podría asegurarlo ante un tribunal. Emma disimulaba muy bien, pero no tanto como para que su propio hijo no detectara que estaba fatal. ¿Tanto la habían agobiado las inacabables fiestas irlandesas? ― ¿Qué pasa? ― Y entonces, a pesar del movimiento con el que intentó esconderla, vio que tenía una carta en sus manos. ― ¿Qué es eso? ¿Ha pasado algo? ― No ha pasado nada, Marcus. De verdad, si no, te lo diría. No te preocupes. ― Ni siquiera sonaba enfadada, solo… como si estuviera nerviosa, o aguantando las ganas de llorar. ― Son solo felicitaciones de Navidad de mis compañeros. Cuando las conteste vuelvo. ― Pero a Marcus no le cuadraba nada de eso, no le cuadraba ni la expresión ni la forma de hablar. Intentó pensar a toda velocidad… y no tardó mucho en encontrar una hipótesis.
Se le escapó una carcajada aspirada y sarcástica, con una sonrisa que mezclaba la incredulidad con la, por el contrario, ninguna sorpresa, al igual que la decepción. La rabia puede que sí estuviera más clara. El gesto fue sutil, pero por supuesto, Emma se giró en el acto hacia él para mirarle. Justo en el momento en que Marcus, a su vez, se daba media vuelta y salía de la habitación. ― Marcus. ― Le llamó, pero él ya estaba buscando por todas las estancias. No le fue muy difícil de encontrar: estaba en la habitación de Maeve y Frankie.
Junto al alféizar de la ventana, reponiendo un poco de agua y picando casi despreciativamente la comida que Emma le hubiera puesto en el plato, estaba la imponente lechuza de los Horner. La que usaba su abuela para sus misivas oficiales, para ser más exactos. La había visto llevar noticias de defunciones y de bodas, comunicados que parecían de gobierno aunque solo fueran invitarte nada amablemente a ir a casa junto con todos los demás. No la había visto, sin embargo, traer felicitaciones de cumpleaños o, para el caso, de Navidad. Así que dudaba que hubiera traído una postal deseando unas felices fiestas. Y la cara de su madre se lo confirmaba.
Se acercó a ella y tendió la mano. ― Déjame verla. ― Emma estaba esquiva. ― Por favor. ― Insistió. La mujer llenó el pecho de aire y dijo. ― Marcus, vete a la fiesta. ― Mamá… ― No es necesario. Créeme que no es necesario. Solo es tu abuela diciendo lo que ya imaginarás que dice. Vete a la fiesta y en un rato voy yo. ― Pero Marcus no se movió de su sitio, al revés, solo estiró más el brazo. Se mantuvieron la mirada el uno al otro unos instantes… y, para sorpresa de cualquiera que conociera a Emma O’Donnell, la que dio su brazo a torcer finalmente fue ella. Con un punto dubitativo y casi temeroso, alargó la mano, y Marcus se hizo con la carta rápidamente, antes de que su madre se arrepintiera del gesto.
La misiva era para verla. De puño y letra de su abuela Anastasia, nada habitual, tenía ante él un despliegue de insultos que pretendían ser muy elegantes pero que eran un ataque frontal directo hacia Emma. Ni se molestaba en dirigirse a nadie más: ni a él, ni a Lex, ni a su padre, ni a sus abuelos, ni a Alice, ni muchísimo menos al resto de la familia. Bueno, realmente sí que estaban mencionados: suponía que “esos pueblerinos” por los que “había cambiado a su familia” les metía a todos ellos en el mismo saco. Básicamente, su abuela había esperado todo el día de Navidad a ver si su hija se pasaba por allí, a pesar de lo que ocurrió la última vez que fueron a su casa, y en vistas de que no habían hecho como si nada y se habían sometido a una nueva tortura, sino que habían decidido celebrar unas Navidades como debían ser celebradas, se había cebado con Emma por carta. Daba auténtica vergüenza leerla. Pero, sobre todo, daba muchísima rabia.
Había mantenido la respiración casi contenida mientras leía, y estaba seguro que, desde fuera, debería vérsele como si intentara asesinar a alguien con la mirada. Cuando terminó, la dobló en silencio y, lentamente, alzó la mirada hacia su madre. ― Voy a hacer algo que tú me enseñaste a hacer con las cosas que no deberían existir. ― A Emma ni le dio tiempo a extrañarse, o a evitar el movimiento, realmente estaba fuera de juego como nunca él la había visto. Marcus dejó caer la carta al suelo, sacó la varita y lanzó. ― ¡Incendio! ― La mujer apenas había boqueado cuando la carta estaba ya absolutamente calcinada. Resultaba impactante lo rápido que la había reducido a cenizas, tanto que la propia Emma le miraba con los ojos muy abiertos. Se guardó la varita mientras bromeaba, ácido. ― Aprenderé a hacerlo silencioso para próximas veces. ― Se dirigió a la ventana y la abrió. ― Fuera. ― Ordenó a la lechuza, que entendió la orden en el acto. Después de echarle una muy desafiante mirada y lanzar un picotazo al aire, desplegó las alas y salió de allí. Cerró la ventana. Emma le miraba un tanto atónita. ― No sé de dónde sale esta faceta cruel de mi hijo. ― No le digas a los animalistas que he mandado a una lechuza de vuelta a Inglaterra a menos de una hora de llegar y no tendré ningún problema. ― Hablo en serio, Marcus. ― Y yo también, mamá. ¿Yo soy cruel? ― Preguntó. ― Si le pasa algo a esa lechuza, que no la hubieran mandado. ― Ni siquiera he enviado una respuesta. ― Ni la vas a enviar. ― No sonó taxativo, sino más bien con un punto sorprendido. Se acercó a Emma. ― Mamá, ¿has visto lo que tienes ahí fuera? ― Para su sorpresa, Emma bajó la mirada. JAMÁS había visto a su madre mostrar tanta vulnerabilidad ante nadie, cuanto menos ante uno de sus hijos. No pensaba crecerse ni aprovecharse, entre otras cosas porque, si con alguien estaba dolido y enfadado, era con su abuela, no con ella. Pero no podía parar su actuación ahora que la había empezado.
― Mamá. ― Se acercó. Emma miraba a otra parte. ― Una madre que dice a su hija esas cosas, y que miente como ha mentido ella, no es una buena madre. No es familia. Y la Navidad hay que pasarla con la familia. ― Vio cómo se le humedecían los ojos pero tragaba fuertemente saliva, haciendo un gran esfuerzo por no llorar delante de él. ― Todo lo que dice es mentira. Dime que sabes que es mentira. ― Se lo pensó unos segundos, pero cuando terminó, asintió levemente con la cabeza. Fue a hablar otra vez, pero Emma simplemente dijo. ― Dile a tu padre que venga. ― Con la voz rota. Necesitaba a su marido, Marcus jamás había visto a su madre tan vulnerable, pero sí que sabía lo que necesitaba cuando estaba así. Asintió, pero antes de irse, se acercó a ella y dejó un beso en su mejilla. ― La familia que de verdad te quiere te espera… Pero tómate tu tiempo. Te vamos a recibir igual tardes lo que tardes. ― Afirmó con cariño. Emma no le devolvió la mirada, probablemente por no terminar de romperse ante él. Esbozó una sonrisa leve y salió de allí, directo a buscar a su padre. Y a olvidarse de que había leído aquella maldita carta.
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Niamh, como buena Hufflepuff que era, puso una sonrisa dulce ante el silencio que la marcha de Nora había dejado allí. — ¡Bueno! Pues supongo que ahora está en manos de Wendy. ¿Cuándo se lo vas a pedir? — Ciarán titubeó, parpadeó, miró alrededor, y finalmente les enfocó como pidiendo auxilio. — La verdad es que… Iba tan… tan… agobiado por hablar con el señor O’Donnell q-que… — La mujer puso una mano en su hombro. — No pasa nada. Tú eres Hufflepuff como yo, ¿verdad? — El chico asintió. — Pues entonces te gustará echar una mano, ¿o no? Venga, vamos a terminar la tarea de la tía Nora, te distraes, y ya se te ocurrirá cómo hacerlo, o si hacerlo, que igual te lo piensas mejor y mira… — Mientras se alejaban, con Niamh parloteando sin parar y los niños alrededor poniendo la oreja, Cillian suspiró y negó. — Hay que ver en las que me lías, mujer. Tenía que haberme negado. No se conocen casi. — Saoirse se encogió de hombros. — Te negaras o no, ese chico se lo iba a pedir igualmente, y tu hija va a contestar lo que quiera, mejor que sepa que les diste libertad y no que le pusiste problemas. — Y dicho eso, se largó y les dejó a los tres ahí. Alice se acercó al hombre y le tomó del brazo. — He de admitirte que cuando he empezado a oír el discurso y visto por dónde iba, he entrado en pánico. — Cillian rio un poco y asintió. — Y he pensado: por favor, un Ravenclaw en la sala. Pero luego lo he pensado mejor y, la verdad, a veces la opcion más simple es la mejor: Saoirse tiene razón, Cillian. Wendy ya es mayorcita, y le alegrará saber que estás de su parte pase lo que pase. — Él suspiró y siguió montando las sillas, a lo que Darren y Alice se unieron. — Se me van, Alice. Hasta mi niñita crece. Patrick y Martha siempre fueron muy independientes, ¿sabes? Y dentro de su independencia, los tengo encima todo el día, ya ves, mis nietos alrededor, mi hija con la granja… Parecía lo natural que no me necesitaran. Pero Wendy siempre ha sido distinta, se parece mucho a su madre es más… Alegre, dispersa… Y hay algo que me encanta en el hecho de que me llame para arreglarle cualquier cosilla o traerle cosas para el pub. Supongo que me he asustado. — Darren hizo un sonidito adorable. — Awwww, pero qué bonito, señor O’Donnell. — Llámame Cillian, chico, o primo, como veas. Menuda entrada. — Uy, si yo te contara, las he hecho mejores… —
Y hablando de entradas, aterrizó por allá un grupo de comadres pueblerinas, armadas de comida, menaje y guirnaldas, que al verles más ociosos que al resto, se acercaron. — ¡Ay, Cillian! Mira, a ti te quería preguntar, ¿quién es el muchacho que ha ganado? El de fuera. — Por el gesto del primo, dedujo que no le hacía mucha gracia aquel grupo. — Es Dan, el marido de Shannon, la nieta de Rosie Lacey. — ¿Ves? Si ya se lo estaba yo diciendo a Tilly, que tenía que ser ella, porque se parece muchísimo, ¿verdad? Y a tu mujer, tienen la vena O’Connor ahí, pero ¡fíjate! No es pelirroja. — No, no es pelirroja. — Confirmó Cillian cada vez más irritado. — Y tú eres la novia del alquimista, ¿verdad? — Preguntó otra mirándola a ella. — Qué va. — Contestó bien rápida Alice. — Yo me llamo Alice, soy alquimista, Y ADEMÁS, soy la pareja de Marcus, sí. — Las mujeres rieron incómodas. — Eso, hija, eso. Pero que no eres de aquí, digo. Eras… ¿Francesa? — Alice es una O’Donnell-Lacey, como todos los de la casa, así que por supuesto que es de aquí, haya nacido donde haya nacido. ¿Querías algo más Aubree? — Contestó, contundente, Cillian. — Nada, nada, si era la duda… ¡Uy! ¿Y tú quién eres, tesoro? — Y su cuñado entró de cabeza. — Darren Millestone, señora, para servirla. — Dijo estrechándole la mano. — Uy, qué mono… Pero ese Millestone no me suena. — Porque es un apellido muggle. — Ahhhhh. — Hicieron todas a la vez. — Pero yo sí soy mago. — Claaaaaaro, claro… ¿Y qué eres? ¿Amigo de los O’Donnell? — Es el novio de Lex. — Dijo Cillian, dejando caer una silla al lado del grupo. — Ahhhhh, de Lex… ¿Lex? — El otro nieto de Larry y Molly. — Las mujeres se miraron entre ellas y al final una dijo. — Claro, claro. Que es… Como tu hija, ¿no? — Efectivamente. — Contestó el hombre asintiendo con la cabeza y extendiendo los manteles de papel festivo con ayuda de Darren. — Los dos se dedican a los animales. Mi hija los cría y Darren los alimenta, ¿no es así, hijo? — Es así, primo. Hago chuches. ¿Tienen ustedes lechuzas? Si me las traen allí a casa O’Donnell les hago un estudio y les doy unas muestrecitas gratis, que siempre llevo. — Las mujeres estaban en máxima confusión, hasta que al final una dijo. — Ay, pues muchas gracias, hijo. Igual sí, fíjate. Pero ahora a ayudar con el banquete, venga, hasta más ver. — Mientras se alejaban, Cillian resopló. — Cotorras aburridas. La que han liado solo para confirmar su chisme. — Alice se cruzó de brazos, molesta. — Como ves, no hay nada perfecto, y los pueblos tienen esto. — Darren se encogió de un hombro. — A mí todo me viene bien, me da igual. Y con respuestas de un Gryffindor justiciero siempre todo se lleva mejor, ¿ a que sí? —
Y estaban ellos riendo y comentando, cuando se oyó una especie de marabunta neandertal que de fondo lleva oooootro villancico. Obviamente, aquella marabunta eran los hombres jóvenes de la familia que llegaban al centro manteando a Dan mientras emitían unos alaridos que pretendían ser loas al ganador de la carrera. Por detrás llegaban las abuelas, que les faltaba ponerse a saltar de la excitación que traían, y a las que hacer ocupar sus asientos iba a ser una odisea, y entre aquel maremagnum, distinguió a su hermano, muy integrado con las solteras, y a Marcus, que venía un poco solito, así que se acercó a él y dijo. — ¿Todo bien? ¿Cómo estás de la garganta? — Tocó su frente y vio que la fiebre, si bien no había vuelto del todo, empezaba a asomar un poco la patita, pero podrían mantenerla a raya, esperaba. — Aquí ha pasado un poco de todo, ya sabes: pueblos. Paras un momento y pasan ochenta cosas. ¿Dónde está tu madre? —
Y hablando de entradas, aterrizó por allá un grupo de comadres pueblerinas, armadas de comida, menaje y guirnaldas, que al verles más ociosos que al resto, se acercaron. — ¡Ay, Cillian! Mira, a ti te quería preguntar, ¿quién es el muchacho que ha ganado? El de fuera. — Por el gesto del primo, dedujo que no le hacía mucha gracia aquel grupo. — Es Dan, el marido de Shannon, la nieta de Rosie Lacey. — ¿Ves? Si ya se lo estaba yo diciendo a Tilly, que tenía que ser ella, porque se parece muchísimo, ¿verdad? Y a tu mujer, tienen la vena O’Connor ahí, pero ¡fíjate! No es pelirroja. — No, no es pelirroja. — Confirmó Cillian cada vez más irritado. — Y tú eres la novia del alquimista, ¿verdad? — Preguntó otra mirándola a ella. — Qué va. — Contestó bien rápida Alice. — Yo me llamo Alice, soy alquimista, Y ADEMÁS, soy la pareja de Marcus, sí. — Las mujeres rieron incómodas. — Eso, hija, eso. Pero que no eres de aquí, digo. Eras… ¿Francesa? — Alice es una O’Donnell-Lacey, como todos los de la casa, así que por supuesto que es de aquí, haya nacido donde haya nacido. ¿Querías algo más Aubree? — Contestó, contundente, Cillian. — Nada, nada, si era la duda… ¡Uy! ¿Y tú quién eres, tesoro? — Y su cuñado entró de cabeza. — Darren Millestone, señora, para servirla. — Dijo estrechándole la mano. — Uy, qué mono… Pero ese Millestone no me suena. — Porque es un apellido muggle. — Ahhhhh. — Hicieron todas a la vez. — Pero yo sí soy mago. — Claaaaaaro, claro… ¿Y qué eres? ¿Amigo de los O’Donnell? — Es el novio de Lex. — Dijo Cillian, dejando caer una silla al lado del grupo. — Ahhhhh, de Lex… ¿Lex? — El otro nieto de Larry y Molly. — Las mujeres se miraron entre ellas y al final una dijo. — Claro, claro. Que es… Como tu hija, ¿no? — Efectivamente. — Contestó el hombre asintiendo con la cabeza y extendiendo los manteles de papel festivo con ayuda de Darren. — Los dos se dedican a los animales. Mi hija los cría y Darren los alimenta, ¿no es así, hijo? — Es así, primo. Hago chuches. ¿Tienen ustedes lechuzas? Si me las traen allí a casa O’Donnell les hago un estudio y les doy unas muestrecitas gratis, que siempre llevo. — Las mujeres estaban en máxima confusión, hasta que al final una dijo. — Ay, pues muchas gracias, hijo. Igual sí, fíjate. Pero ahora a ayudar con el banquete, venga, hasta más ver. — Mientras se alejaban, Cillian resopló. — Cotorras aburridas. La que han liado solo para confirmar su chisme. — Alice se cruzó de brazos, molesta. — Como ves, no hay nada perfecto, y los pueblos tienen esto. — Darren se encogió de un hombro. — A mí todo me viene bien, me da igual. Y con respuestas de un Gryffindor justiciero siempre todo se lleva mejor, ¿ a que sí? —
Y estaban ellos riendo y comentando, cuando se oyó una especie de marabunta neandertal que de fondo lleva oooootro villancico. Obviamente, aquella marabunta eran los hombres jóvenes de la familia que llegaban al centro manteando a Dan mientras emitían unos alaridos que pretendían ser loas al ganador de la carrera. Por detrás llegaban las abuelas, que les faltaba ponerse a saltar de la excitación que traían, y a las que hacer ocupar sus asientos iba a ser una odisea, y entre aquel maremagnum, distinguió a su hermano, muy integrado con las solteras, y a Marcus, que venía un poco solito, así que se acercó a él y dijo. — ¿Todo bien? ¿Cómo estás de la garganta? — Tocó su frente y vio que la fiebre, si bien no había vuelto del todo, empezaba a asomar un poco la patita, pero podrían mantenerla a raya, esperaba. — Aquí ha pasado un poco de todo, ya sabes: pueblos. Paras un momento y pasan ochenta cosas. ¿Dónde está tu madre? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Le había costado no solo localizar a su padre entre tanta gente, sino poder sacarle un momento del tumulto para hablar a solas. Eso sí, fue empezar a decir "mamá" y Arnold casi sale corriendo en busca de su amada sin dejarle acabar la frase siquiera. Probablemente ya se estuviera oliendo el percal, y Emma se le hubiera despistado en los últimos minutos (que, con semejante caos, no era difícil), así que no tuvo que dar demasiadas explicaciones. Ahora, la parte dos del periplo iba a ser encontrar a Alice en semejante maremágnum.
- ¿¿ESTE ES TU NIETO?? - Oyó chillar a una señora mayor que, en el tiempo que él tardó en girarse para ver si se refería a él, se le había echado prácticamente encima junto con otras tres. - ¡MÍRALO, IGUALITO QUE LARRY DE JOVEN! - ¡PERO QUÉ HERMOSO ESTE CHICO! - ¡AY MOLLY TU NIETO POR FAVOR SI HACE NADA QUE ERA TU ARNIE UN BEBÉ Y MIRA YA CÓMO PASA EL TIEMPO! - ¡PERO MIRA QUÉ RIZOS QUE OJAZOS! - ¿TÚ ERES EL ALQUIMISTA, CARIÑO? - ¡MOLLY, YO EN VERDAD LE VEO UN AIRE A TU PADRE! - Estaba considerablemente azorado porque no le daba tiempo a responder a semejante bombardeo de halagos de señoras que tenían prácticamente tapada a su abuela, y ya era difícil, porque estaba hinchadísima de orgullo. Esa sí que atinaba a responder uno a uno a todos los elogios, la fuerza de la costumbre. Cometió, no obstante, el placer de hablar. - Un placer, señoras. - ¡¡AY POR FAVOR PERO QUÉ MONERÍA...!! - Había desencadenado un griterío enfervorecido que no se vio venir. Eso duró lo menos quince minutos.
Hubiera durado mucho más si no hubiera aparecido por allí su rescatadora, o más bien, una víctima nueva del poder de fan de las mujeres de pueblo. En concreto, se trataba de una chica joven, que justo pasaba por allí cerca, como él, con cara de estar buscando algo o a alguien, y una de las señoras del grupo tiró bruscamente de ella del brazo, diciendo. - ¡Y ESTA ES MI NIETA! - ¿¿¿TU NIETA??? ¡¿¿LA DE PATRICK??! - ¡AY POR FAVOR QUÉ COSA TAN BONITA! - Y se lanzaron encima de la chica, quien las vio llegar con una mezcla entre el pánico y la resignación. Marcus aprovechó para escabullirse antes de que intentaran hacer un rito casamentero con los dos nietos pródigos, que ya se estaba viendo el modus operandi del pueblo cual era.
Ya no sabía si era la fiebre despistándole y aturdiéndole, la conversación con su madre o el momento alabanza de las señoras, pero no paraba de dar vueltas erráticas buscando a Alice. De repente, un jaleo provocado por un montón de hombres jóvenes (de su familia la mayoría) manteando a Dan le hizo girar la cabeza en esa dirección, reír con la escena y, por fortuna para él, vislumbrar por fin a Alice entre la gente. Se acercaron el uno al otro y él tomó sus manos, sonriente, como hubiera temido no verla más. - Bien. Llevo en el bolsillo una de las pociones de Betty para tomármela justo cuando ella me ha indicado, ni un minuto antes ni un minuto después. - Comentó con una sonrisa tranquilizadora, si bien Alice ya estaba tocando su frente e iba a notar que no estaba tan fría como cabría esperar en el clima helador irlandés. Rio levemente a su comentario pero, cuando preguntó, paseó los ojos por el entorno para asegurarse de que estaban "solos" (tendría que conformarse con que los de alrededor estuvieran a sus cosas), y se acercó un poco más confidencialmente a ella, pero discreto, que como les vieran contarse secretitos, alguien se les echaba encima a husmear, seguro. - Mi abuela Anastasia ha mandado una carta directa a mi madre en un tono... Ya te entraré en detalles, pero en resumen: la he quemado y he espantado a la lechuza. Mi madre estaba... regular. Pero ya ha ido mi padre con ella. Supongo que antes de la comida estará de vuelta. - Había sido bastante conciso con la explicación, pero no estaba el ambiente para explayarse mucho, ya tendrían momento de profundizar en el asunto. Tampoco es como que quisiera darle más protagonismo a una señora amargada que estaba a kilómetros de allí pudiendo ser felices con su familia, así que hizo un gesto con la cabeza, como quitándole importancia, y cambió el foco. - ¿Qué ha pasado por aquí? - Le dio un toque gracioso en la nariz con una sonrisilla. - Porque tienes carita Gallia de haber presenciado algo muy gracioso, o muy sorprendente, o muy "algo", y yo lo quiero saber. -
- ¿¿ESTE ES TU NIETO?? - Oyó chillar a una señora mayor que, en el tiempo que él tardó en girarse para ver si se refería a él, se le había echado prácticamente encima junto con otras tres. - ¡MÍRALO, IGUALITO QUE LARRY DE JOVEN! - ¡PERO QUÉ HERMOSO ESTE CHICO! - ¡AY MOLLY TU NIETO POR FAVOR SI HACE NADA QUE ERA TU ARNIE UN BEBÉ Y MIRA YA CÓMO PASA EL TIEMPO! - ¡PERO MIRA QUÉ RIZOS QUE OJAZOS! - ¿TÚ ERES EL ALQUIMISTA, CARIÑO? - ¡MOLLY, YO EN VERDAD LE VEO UN AIRE A TU PADRE! - Estaba considerablemente azorado porque no le daba tiempo a responder a semejante bombardeo de halagos de señoras que tenían prácticamente tapada a su abuela, y ya era difícil, porque estaba hinchadísima de orgullo. Esa sí que atinaba a responder uno a uno a todos los elogios, la fuerza de la costumbre. Cometió, no obstante, el placer de hablar. - Un placer, señoras. - ¡¡AY POR FAVOR PERO QUÉ MONERÍA...!! - Había desencadenado un griterío enfervorecido que no se vio venir. Eso duró lo menos quince minutos.
Hubiera durado mucho más si no hubiera aparecido por allí su rescatadora, o más bien, una víctima nueva del poder de fan de las mujeres de pueblo. En concreto, se trataba de una chica joven, que justo pasaba por allí cerca, como él, con cara de estar buscando algo o a alguien, y una de las señoras del grupo tiró bruscamente de ella del brazo, diciendo. - ¡Y ESTA ES MI NIETA! - ¿¿¿TU NIETA??? ¡¿¿LA DE PATRICK??! - ¡AY POR FAVOR QUÉ COSA TAN BONITA! - Y se lanzaron encima de la chica, quien las vio llegar con una mezcla entre el pánico y la resignación. Marcus aprovechó para escabullirse antes de que intentaran hacer un rito casamentero con los dos nietos pródigos, que ya se estaba viendo el modus operandi del pueblo cual era.
Ya no sabía si era la fiebre despistándole y aturdiéndole, la conversación con su madre o el momento alabanza de las señoras, pero no paraba de dar vueltas erráticas buscando a Alice. De repente, un jaleo provocado por un montón de hombres jóvenes (de su familia la mayoría) manteando a Dan le hizo girar la cabeza en esa dirección, reír con la escena y, por fortuna para él, vislumbrar por fin a Alice entre la gente. Se acercaron el uno al otro y él tomó sus manos, sonriente, como hubiera temido no verla más. - Bien. Llevo en el bolsillo una de las pociones de Betty para tomármela justo cuando ella me ha indicado, ni un minuto antes ni un minuto después. - Comentó con una sonrisa tranquilizadora, si bien Alice ya estaba tocando su frente e iba a notar que no estaba tan fría como cabría esperar en el clima helador irlandés. Rio levemente a su comentario pero, cuando preguntó, paseó los ojos por el entorno para asegurarse de que estaban "solos" (tendría que conformarse con que los de alrededor estuvieran a sus cosas), y se acercó un poco más confidencialmente a ella, pero discreto, que como les vieran contarse secretitos, alguien se les echaba encima a husmear, seguro. - Mi abuela Anastasia ha mandado una carta directa a mi madre en un tono... Ya te entraré en detalles, pero en resumen: la he quemado y he espantado a la lechuza. Mi madre estaba... regular. Pero ya ha ido mi padre con ella. Supongo que antes de la comida estará de vuelta. - Había sido bastante conciso con la explicación, pero no estaba el ambiente para explayarse mucho, ya tendrían momento de profundizar en el asunto. Tampoco es como que quisiera darle más protagonismo a una señora amargada que estaba a kilómetros de allí pudiendo ser felices con su familia, así que hizo un gesto con la cabeza, como quitándole importancia, y cambió el foco. - ¿Qué ha pasado por aquí? - Le dio un toque gracioso en la nariz con una sonrisilla. - Porque tienes carita Gallia de haber presenciado algo muy gracioso, o muy sorprendente, o muy "algo", y yo lo quiero saber. -
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Alice sonrió, orgullosa. — Ese es mi niño. Ahora hay que no pasarse con la comida y nada de alcohol, y mañana estarás como nuevo. — Pero Marcus claramente tenía algo que contarle, y en cuanto oyó las noticias, sintió la rabia dentro de ella.
Nueva York le había cambiado en muchos sentidos, y uno de ellos era que, habiéndose enfrentado a los Van Der Luyden, no pensaba tolerar ni una tontería de gente que era mucho menos peligrosa, todo fachada y mucha tontería, como los Horner. Emma estaba, contra todo pronóstico, feliz en Irlanda, y que tuviera que llegar esa maldita señora a arruinarles otro día familiar bonito, hacía que la llevaran los demonios. Pero no lo iba a permitir. No, Anastasia Horner no estaba allí, ni estaría nunca. — Has hecho bien. Perfecto, diría yo. Y no hace falta que me amplíes, no se merece ni un minuto más en este día de San Esteban. Cuando tu madre llegue, sigamos como si nada, porque eso es lo que es Anastasia en nuestra vida: nada. — Le apretó la mano como queriendo decirle: no dejes ni siquiera que te enfade. Que no tenga ese poder.
El cambio de tema le vino bien, porque se le escapó la risilla al recordar el momentazo. — Es posible que hoy asistas a una pedida de mano. El padre de la novia ha sido ya consultado y todo. Te dejo que adivines cuál va a ser la potencialmente feliz pareja. — Y luego se acordó del otro momentazo. — Y cuando nos estábamos recuperando del impacto, ¿sabes quién es Aubree Legan? Esa cotillona que tu abuela odia y que siempre anda con un grupo de cinco o seis. Pues se nos ha acercado con la excusa más mala de la historia para preguntar por Darren, y Cillian le ha dado una guantada sin mano magistral. Porque, por supuesto, de paso, había intentado colarle algo por ahí de Martha a su padre. Y Darren como siempre “uy, a su servicio señora” “tráiganme sus bichos que los alimento”. Un show. — Frankie, Lex, Nancy y los demás jóvenes les empezaron a hacer gestos para acudir y Alice se enganchó a su brazo. — Pero no les demos ni un minuto más, y vamos a atacar a ese banquete de San Esteban. —
La verdad es que era una idea preciosa aquella del banquete. Lo de ir a las mesas a elegir entre un montón de platos era un sistema un tanto caótico, y siempre había el que intentaba levitarlo hasta su sitio, te cambiabas de silla quinientas veces, y los únicos que seguían impertérritos eran Dan y Sophia, presidiendo junto al alcalde, su mujer, Shannon y Arnie, al que se lo iban pasando de brazos en brazos y que estaba encantado de estar allí en lugar predominante. También les daba oportunidad de acercarse un poco a los jóvenes del pueblo, que con tantos primos no habían tenido oportunidad de tratar mucho con ellos. Los O’Hara en especial eran muy divertidos, y amigos de sus primas. — Están obsesionados con las algas. — Reía Siobhán mientras se veía una cerveza. — ¡Esta mujer! Escúchame, francesita, prueba la tosta de queso con algas. Está en la mesa de entrantes. — Decía Keegan O’Hara, el hermano mayor, que tenía la edad de Siobhán. Alice se rio. — Venga, aunque no me atrae mucho. — ¡Que las algas son deliciosas! Ya verás, y después un chupito de ginebra para pasarlo todo. — Y más se reía Siobhán. De hecho, Lex se miró con ella y asintió. Sí, muy juntitos estaban, y la prima se reía con él como con como con nadie, pero nadie parecía hablar del asunto. Alice compartió la dicha tostada con Lex y Marcus y, efectivamente, estaba sorprendentemente buena. — Nunca se me habría ocurrido comerme algas de este aspecto. — Admitió. Una de las O’Hara asintió con evidencia. — Son nuestra especialidad. Las hacemos con patatas guisadas… — Guau, eso sí que no me lo esperaba. — Dijo con sorna Frankie, porque lo de las patatas era ya de risa, estaban en el ochenta por ciento de los platos del banquete. — Hacemos también cerveza, esa que Siobhán se está bebiendo, las hacemos rebozadas. — Todo light. — Aportó Darren con una risita. — ¿Light? — Todos se quedaron mirándole y él movió la mano en el aire. — No me hagáis caso, es una tontería incluso para los muggles. — ¡Ahora a ver quién se atreve a probar los pinchitos ruleta rusa de la abuela O’Hara! — Exclamó Ginny llegando con un plato lleno de canapés pinchados con palillos. — ¿Qué son? — Preguntó Frankie. La hermana de Keegan puso cara de pillina. — Pimientos rellenos de bechamel. Algunos llevan gambitas, otros carne picada y… Algunos llevan alga de Goa. — Alice se echó para atrás. — Eso suena indio. Indio suena picante. — Los O’Hara rieron. — Sí señora, es un alga roja de La India, picante, pero rebajadita por la bechamel, da gustito. — A esto ya hemos jugado, y luego se llora. — Advirtió Lex. Pero aun así se hizo con uno, y Frankie también, no faltaba más. Wendy, que estaba sentada en el regazo de Ciarán se meció en él mientras le acariciaba el pelo. — ¿Tú no quieres uno, guapo? — El chico tenía una extraña mezcla entre los ojos brillantes de ilusión y la actitud más nerviosa que le hubiera visto. — Es que tengo el estómago cerrado. Yo creo que ya en el postre… — Al novio de tu prima hay que enseñarle las algas, que seguro que en Connemara solo las quitan de la playa como si no valieran nada. — Le dijo Keegan picando a Siobhán y haciéndola reír de nuevo. Ahí había algo fijo. Ella se acurrucó contra Marcus y susurró. — ¿Alguna idea de quién va a hacer la pedida? — Pero justo entonces, Andrew se subió en una escoba y empezó a volar por el centro. — ¡TRES HURRAS POR EL PRIMO DAN! ¡PRIMER AMERICANO EN GANAR LA CARRERA! — Y todos empezaron a lanzar confeti y petardos con las varitas y aquello se convirtió en un pandemonio de comida y ruido. Como Irlanda en general.
Nueva York le había cambiado en muchos sentidos, y uno de ellos era que, habiéndose enfrentado a los Van Der Luyden, no pensaba tolerar ni una tontería de gente que era mucho menos peligrosa, todo fachada y mucha tontería, como los Horner. Emma estaba, contra todo pronóstico, feliz en Irlanda, y que tuviera que llegar esa maldita señora a arruinarles otro día familiar bonito, hacía que la llevaran los demonios. Pero no lo iba a permitir. No, Anastasia Horner no estaba allí, ni estaría nunca. — Has hecho bien. Perfecto, diría yo. Y no hace falta que me amplíes, no se merece ni un minuto más en este día de San Esteban. Cuando tu madre llegue, sigamos como si nada, porque eso es lo que es Anastasia en nuestra vida: nada. — Le apretó la mano como queriendo decirle: no dejes ni siquiera que te enfade. Que no tenga ese poder.
El cambio de tema le vino bien, porque se le escapó la risilla al recordar el momentazo. — Es posible que hoy asistas a una pedida de mano. El padre de la novia ha sido ya consultado y todo. Te dejo que adivines cuál va a ser la potencialmente feliz pareja. — Y luego se acordó del otro momentazo. — Y cuando nos estábamos recuperando del impacto, ¿sabes quién es Aubree Legan? Esa cotillona que tu abuela odia y que siempre anda con un grupo de cinco o seis. Pues se nos ha acercado con la excusa más mala de la historia para preguntar por Darren, y Cillian le ha dado una guantada sin mano magistral. Porque, por supuesto, de paso, había intentado colarle algo por ahí de Martha a su padre. Y Darren como siempre “uy, a su servicio señora” “tráiganme sus bichos que los alimento”. Un show. — Frankie, Lex, Nancy y los demás jóvenes les empezaron a hacer gestos para acudir y Alice se enganchó a su brazo. — Pero no les demos ni un minuto más, y vamos a atacar a ese banquete de San Esteban. —
La verdad es que era una idea preciosa aquella del banquete. Lo de ir a las mesas a elegir entre un montón de platos era un sistema un tanto caótico, y siempre había el que intentaba levitarlo hasta su sitio, te cambiabas de silla quinientas veces, y los únicos que seguían impertérritos eran Dan y Sophia, presidiendo junto al alcalde, su mujer, Shannon y Arnie, al que se lo iban pasando de brazos en brazos y que estaba encantado de estar allí en lugar predominante. También les daba oportunidad de acercarse un poco a los jóvenes del pueblo, que con tantos primos no habían tenido oportunidad de tratar mucho con ellos. Los O’Hara en especial eran muy divertidos, y amigos de sus primas. — Están obsesionados con las algas. — Reía Siobhán mientras se veía una cerveza. — ¡Esta mujer! Escúchame, francesita, prueba la tosta de queso con algas. Está en la mesa de entrantes. — Decía Keegan O’Hara, el hermano mayor, que tenía la edad de Siobhán. Alice se rio. — Venga, aunque no me atrae mucho. — ¡Que las algas son deliciosas! Ya verás, y después un chupito de ginebra para pasarlo todo. — Y más se reía Siobhán. De hecho, Lex se miró con ella y asintió. Sí, muy juntitos estaban, y la prima se reía con él como con como con nadie, pero nadie parecía hablar del asunto. Alice compartió la dicha tostada con Lex y Marcus y, efectivamente, estaba sorprendentemente buena. — Nunca se me habría ocurrido comerme algas de este aspecto. — Admitió. Una de las O’Hara asintió con evidencia. — Son nuestra especialidad. Las hacemos con patatas guisadas… — Guau, eso sí que no me lo esperaba. — Dijo con sorna Frankie, porque lo de las patatas era ya de risa, estaban en el ochenta por ciento de los platos del banquete. — Hacemos también cerveza, esa que Siobhán se está bebiendo, las hacemos rebozadas. — Todo light. — Aportó Darren con una risita. — ¿Light? — Todos se quedaron mirándole y él movió la mano en el aire. — No me hagáis caso, es una tontería incluso para los muggles. — ¡Ahora a ver quién se atreve a probar los pinchitos ruleta rusa de la abuela O’Hara! — Exclamó Ginny llegando con un plato lleno de canapés pinchados con palillos. — ¿Qué son? — Preguntó Frankie. La hermana de Keegan puso cara de pillina. — Pimientos rellenos de bechamel. Algunos llevan gambitas, otros carne picada y… Algunos llevan alga de Goa. — Alice se echó para atrás. — Eso suena indio. Indio suena picante. — Los O’Hara rieron. — Sí señora, es un alga roja de La India, picante, pero rebajadita por la bechamel, da gustito. — A esto ya hemos jugado, y luego se llora. — Advirtió Lex. Pero aun así se hizo con uno, y Frankie también, no faltaba más. Wendy, que estaba sentada en el regazo de Ciarán se meció en él mientras le acariciaba el pelo. — ¿Tú no quieres uno, guapo? — El chico tenía una extraña mezcla entre los ojos brillantes de ilusión y la actitud más nerviosa que le hubiera visto. — Es que tengo el estómago cerrado. Yo creo que ya en el postre… — Al novio de tu prima hay que enseñarle las algas, que seguro que en Connemara solo las quitan de la playa como si no valieran nada. — Le dijo Keegan picando a Siobhán y haciéndola reír de nuevo. Ahí había algo fijo. Ella se acurrucó contra Marcus y susurró. — ¿Alguna idea de quién va a hacer la pedida? — Pero justo entonces, Andrew se subió en una escoba y empezó a volar por el centro. — ¡TRES HURRAS POR EL PRIMO DAN! ¡PRIMER AMERICANO EN GANAR LA CARRERA! — Y todos empezaron a lanzar confeti y petardos con las varitas y aquello se convirtió en un pandemonio de comida y ruido. Como Irlanda en general.
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Alice Gallia
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
- Pues tienes toda la razón. - Dijo muy digno, bien reforzado por su novia. Devolvió el apretón de su mano y alzó la barbilla, en ese gesto automático que le salía a Marcus por dignidad. - No es nuestro problema que no sepan lo que es querer a la familia. - Ya le quedó muy claro eso la última vez que estuvo en casa Horner. Solo lo sentía por Phillip y Andrómeda, que de seguro habían estado allí el día anterior y habían tenido que comerse la ira de Anastasia.
Lo siguiente le pilló desprevenido, tanto que miró a Alice y parpadeó. - Bueno, lo más esperable debería ser que fueran Andrew y Allison, pero dado que ya tienen hasta un bebé no le veo mucho sentido a pedir bendiciones al padre. - Dijo no sin un toque sarcástico. Pensó. De repente sintió un vacío en el estómago. - Dime que el pretendiente en cuestión es de Ballyknow. - Y no, no estaba acordándose del pobre chico de Connemara, que de hecho cumplía con el criterio, sino que estaba temiendo la enorme locura que podría suponer que la declaración viniera por parte de Frankie Junior a Nancy. Su novia, para aumentar su intriga, siguió narrando por otro camino. Soltó una carcajada. - Ya, a esa y a sus amigas las odia, pero no odia a todas las señoras mayores del pueblo. Casi me secuestran ellas y sus amigas para todo lo que me queda de estancia aquí. Me han intercambiado por otra de las nietas del grupo. Me pregunto si habrá conseguido liberarse o seguirá allí con ellas. - Miró hacia arriba, rememorando. - Que por cierto, me suena su cara. Creo que estaba en quinto de... ¿Hufflepuff? Cuando nos fuimos. Espero que la liberen antes de que se acaben las vacaciones de Navidad. - Se rio y se indignó a partes iguales con la historia que Alice le contaba, negando. - Bien hecho por el primo Cillian. Se las tiene que conocer de sobra. - Y no se quería imaginar lo que las habría sufrido en propia piel, que Cillian tenía un hijo fuera del matrimonio y se había casado sin la aprobación del padre de la susodicha. Desde luego, si alguien iba a saber lidiar con las cotillas, iba a ser él.
Lo de esperar un banquete al estilo que Marcus hubiera imaginado (muy medieval, por supuesto), con puestos asignados y platos diferentes para según qué comida, claramente, no era lo que tenían allí. Había tal locura de localizaciones que perdió el asiento lo menos cuatro veces, así como el vaso de su bebida, y cuando echaba el ojo a una comida, en lo que se llenaba el plato con otra, había sido sustituida por un menú diferente, y se volvía loco buscando lo anterior, para al final no obtener ni de lo primero ni de lo segundo. Había hasta mesas repletas de postres, y él que todavía sentía que estaba con los entrantes. - ¿Lo de comer menos iba en serio? - Le dijo a Alice con carita de pena, una de las veces que se reunió con ella, porque en el maremágnum de gente también se perdían el uno al otro. - ¿Pero al menos puedo probar un poquito de cada? Honestamente, y no seré yo quien cuestione tu saber sanitario, pero no sé qué tiene que ver comer con la fiebre. Todavía lo del alcohol lo entiendo, pero... - ¡¡Primo Marcus!! ¿¿Me echas pollo?? No llego. - Pidió Rosie, apareciendo por allí. Sonrió ampliamente. - Claro que sí... - ¿¿Y a mí me echas de esas patatas?? - ¿¿Y eso que es?? - ¿Y yo puedo comer de eso o tiene espinas? - ¿Y...? - Estaba rodeado de niños de repente y ni siquiera los conocía a todos. - Vale, vale, vamos a organizarnos. ¿Quién busca una mesa para todos? - ¡YO! - Gritaron varios, que salieron corriendo y colonizaron una mesa en la que estaba sentado un señor mayor que abrió la boca para quejarse pero seguidamente, viendo que era clara minoría ante semejante estampida, optó por levantarse y dejar su silla disponible. - Vamos a ir poniendo aquí varios platos y compartís. - Y claro, él perdió el suyo, pero es que ya tiraba la toalla con eso del orden.
Dispuso como siete platos variados por la mesa y estuvo un rato sentado con los niños, riendo, y en un momento determinado, sintió un beso en la mejilla. Al girarse vio que Emma le dedicaba una sonrisa leve y pasaba de largo, para ir a sentarse junto a su abuelo Lawrence, que charlaba animadamente con Frankie y otros dos señores del pueblo. El hombre le dedicó una cálida y amable sonrisa a su nuera, mientras Frankie y uno de los señores rápidamente la agasajaban con una cesta de pan y un plato de guiso, y allí se quedó, tranquila, simplemente dejándose querer y disfrutando de la conversación. - ¡Primo Marcus! - Lucius le sacó del ensimismamiento. - Vamos a jugar a algo mientras comemos. - Es que Alice me está esperando. Y yo no he comido. - Algunos intentaron regatearle, pero otros, ante el temor de que su primo cayera desfallecido por falta de alimento, le animaron a ir a buscar un plato propio. Les enseñó un juego rapidito y los dejó entretenidos, haciéndose con otro plato y otro vaso, rellenando ambos y sentándose junto a Alice y los O'Hara. - ¿Algas? ¿A qué saben? - Pruébalas. Es como darle un mordisco a la arena de la playa. - Espero que con otra textura. - Bromeó, y aparte de compartir la tosta con Alice (que estaba buenísima, por cierto) probó otros platos. La conversación siguió, pero Fergus llegó por allí y se puso a susurrarle al oído. - Chaval, el tío Dan está ligando que flipas. - ¿En serio? - Joder, y tanto. Tiene a todas las tipas del pueblo alrededor diciéndole cosas. Y la tía Shannon se ríe, yo flipo, tío. - Marcus se echó a reír también, y ambos miraban a Dan en la lejanía, siendo adorado por una corte de señoras como si fuera un dios. No estaba atendiendo a la conversación de fondo hasta que uno de los O'Hara le habló. - ¡Eh, Marcus! ¿Un pimiento? - ¡Grac...! - Espeeeeeeeera. - Parapetó Lex. Le miró con reproche. - ¿Tú lo de llevarte cosas a la boca sin preguntar no lo piensas cambiar nunca? - ¡Es un pimiento, Lex! Ni que fuera veneno. - Algunos son picantes. - Marcus miró con los ojos entrecerrados al chico que se los había ofrecido, que reía por lo bajo. - Los pienso probar. Pero cuando termine lo que tengo en el plato. - Eso suena a excusa barata para luego decir que no puedes más. - Le picaron.
Alice se acurrucó con él, por lo que dejó la conversación sobre pimientos y atendió, mirando al entorno. No le duró mucho la investigación, porque Andrew, en un alarde de hacer de las suyas, apareció subido en la escoba. - Espero que ese no. - Bromeó, aunque ya se lo estaba viendo haciendo piruetas con forma de corazón en el aire. Efectivamente, no fue el caso, aunque el jolgorio que le siguió duró un buen rato. Con los niveles de ruido un poco más controlados, volvió a mirar al entorno y, ya sí, su mirada se cruzó con la escena de Wendy y Ciarán. Dejó caer la mandíbula y miró lentamente a Alice con los ojos muy abiertos. - Dime que no. - Susurró. - Pero ¿le ha preguntado a la chica en cuestión primero? Porque en fin. Hasta hace dos días no veía yo a Wendy muy convencida. Y temo que en su cabeza solo estén tonteando. - ¡PRIS! - Cayó Sandy por allí, metiendo la cabeza entre ambos y pasando un brazo por el cuello de Alice y otro por el de Marcus. - Decidme que Ciarín se va a declarar a Wen. - Marcus y Alice se miraron, y luego a Sandy. - ¿Cómo sabes tú eso? - La chica soltó un ruidito de emoción al tiempo que les estrujaba sin miramientos. - ¡Lo sabía! ¡¡QUÉ SUPERFUERTE!! - Sandy. - Paró. - ¿Tú estás segura... de que Wendy...? - Ay, Marcus. Sin ánimo de ofender, a mí me cae genial y es muy buena chica, pero es muy pueblerina ella, ¡está deseando casarse! Y ese muchacho es SUUUUPERCUQUI, ya solo le hace falta no desmayarse pidiéndolo. ¡AY QUE YA MISMO TENEMOS BODA! - Bueno, bueno. - Paró él. - Me encantaría ser tan optimista, pero no sé yo... - Mira, yo me conformo con que no le ate el anillo a ningún bicho que pueda salir corriendo por ahí, que me lo veo venir ya. - No sería el primero, pensó Marcus, desesperanzado. - ¡AY QUÉ CHACHI! ¿Sabéis cuándo va a ser? ¿Cómo? ¡Tengo que ir a por la cámara! ¡Hay que estar preparados! ¡¡QUE NO VAYA A PASAR NADA SIN MÍ!! - Y salió corriendo. - ¡Pero Sandy! - Nada, la chica ya corría en dirección a la casa y había enganchado a Allison a su paso y la llevaba a rastras.
Lo siguiente le pilló desprevenido, tanto que miró a Alice y parpadeó. - Bueno, lo más esperable debería ser que fueran Andrew y Allison, pero dado que ya tienen hasta un bebé no le veo mucho sentido a pedir bendiciones al padre. - Dijo no sin un toque sarcástico. Pensó. De repente sintió un vacío en el estómago. - Dime que el pretendiente en cuestión es de Ballyknow. - Y no, no estaba acordándose del pobre chico de Connemara, que de hecho cumplía con el criterio, sino que estaba temiendo la enorme locura que podría suponer que la declaración viniera por parte de Frankie Junior a Nancy. Su novia, para aumentar su intriga, siguió narrando por otro camino. Soltó una carcajada. - Ya, a esa y a sus amigas las odia, pero no odia a todas las señoras mayores del pueblo. Casi me secuestran ellas y sus amigas para todo lo que me queda de estancia aquí. Me han intercambiado por otra de las nietas del grupo. Me pregunto si habrá conseguido liberarse o seguirá allí con ellas. - Miró hacia arriba, rememorando. - Que por cierto, me suena su cara. Creo que estaba en quinto de... ¿Hufflepuff? Cuando nos fuimos. Espero que la liberen antes de que se acaben las vacaciones de Navidad. - Se rio y se indignó a partes iguales con la historia que Alice le contaba, negando. - Bien hecho por el primo Cillian. Se las tiene que conocer de sobra. - Y no se quería imaginar lo que las habría sufrido en propia piel, que Cillian tenía un hijo fuera del matrimonio y se había casado sin la aprobación del padre de la susodicha. Desde luego, si alguien iba a saber lidiar con las cotillas, iba a ser él.
Lo de esperar un banquete al estilo que Marcus hubiera imaginado (muy medieval, por supuesto), con puestos asignados y platos diferentes para según qué comida, claramente, no era lo que tenían allí. Había tal locura de localizaciones que perdió el asiento lo menos cuatro veces, así como el vaso de su bebida, y cuando echaba el ojo a una comida, en lo que se llenaba el plato con otra, había sido sustituida por un menú diferente, y se volvía loco buscando lo anterior, para al final no obtener ni de lo primero ni de lo segundo. Había hasta mesas repletas de postres, y él que todavía sentía que estaba con los entrantes. - ¿Lo de comer menos iba en serio? - Le dijo a Alice con carita de pena, una de las veces que se reunió con ella, porque en el maremágnum de gente también se perdían el uno al otro. - ¿Pero al menos puedo probar un poquito de cada? Honestamente, y no seré yo quien cuestione tu saber sanitario, pero no sé qué tiene que ver comer con la fiebre. Todavía lo del alcohol lo entiendo, pero... - ¡¡Primo Marcus!! ¿¿Me echas pollo?? No llego. - Pidió Rosie, apareciendo por allí. Sonrió ampliamente. - Claro que sí... - ¿¿Y a mí me echas de esas patatas?? - ¿¿Y eso que es?? - ¿Y yo puedo comer de eso o tiene espinas? - ¿Y...? - Estaba rodeado de niños de repente y ni siquiera los conocía a todos. - Vale, vale, vamos a organizarnos. ¿Quién busca una mesa para todos? - ¡YO! - Gritaron varios, que salieron corriendo y colonizaron una mesa en la que estaba sentado un señor mayor que abrió la boca para quejarse pero seguidamente, viendo que era clara minoría ante semejante estampida, optó por levantarse y dejar su silla disponible. - Vamos a ir poniendo aquí varios platos y compartís. - Y claro, él perdió el suyo, pero es que ya tiraba la toalla con eso del orden.
Dispuso como siete platos variados por la mesa y estuvo un rato sentado con los niños, riendo, y en un momento determinado, sintió un beso en la mejilla. Al girarse vio que Emma le dedicaba una sonrisa leve y pasaba de largo, para ir a sentarse junto a su abuelo Lawrence, que charlaba animadamente con Frankie y otros dos señores del pueblo. El hombre le dedicó una cálida y amable sonrisa a su nuera, mientras Frankie y uno de los señores rápidamente la agasajaban con una cesta de pan y un plato de guiso, y allí se quedó, tranquila, simplemente dejándose querer y disfrutando de la conversación. - ¡Primo Marcus! - Lucius le sacó del ensimismamiento. - Vamos a jugar a algo mientras comemos. - Es que Alice me está esperando. Y yo no he comido. - Algunos intentaron regatearle, pero otros, ante el temor de que su primo cayera desfallecido por falta de alimento, le animaron a ir a buscar un plato propio. Les enseñó un juego rapidito y los dejó entretenidos, haciéndose con otro plato y otro vaso, rellenando ambos y sentándose junto a Alice y los O'Hara. - ¿Algas? ¿A qué saben? - Pruébalas. Es como darle un mordisco a la arena de la playa. - Espero que con otra textura. - Bromeó, y aparte de compartir la tosta con Alice (que estaba buenísima, por cierto) probó otros platos. La conversación siguió, pero Fergus llegó por allí y se puso a susurrarle al oído. - Chaval, el tío Dan está ligando que flipas. - ¿En serio? - Joder, y tanto. Tiene a todas las tipas del pueblo alrededor diciéndole cosas. Y la tía Shannon se ríe, yo flipo, tío. - Marcus se echó a reír también, y ambos miraban a Dan en la lejanía, siendo adorado por una corte de señoras como si fuera un dios. No estaba atendiendo a la conversación de fondo hasta que uno de los O'Hara le habló. - ¡Eh, Marcus! ¿Un pimiento? - ¡Grac...! - Espeeeeeeeera. - Parapetó Lex. Le miró con reproche. - ¿Tú lo de llevarte cosas a la boca sin preguntar no lo piensas cambiar nunca? - ¡Es un pimiento, Lex! Ni que fuera veneno. - Algunos son picantes. - Marcus miró con los ojos entrecerrados al chico que se los había ofrecido, que reía por lo bajo. - Los pienso probar. Pero cuando termine lo que tengo en el plato. - Eso suena a excusa barata para luego decir que no puedes más. - Le picaron.
Alice se acurrucó con él, por lo que dejó la conversación sobre pimientos y atendió, mirando al entorno. No le duró mucho la investigación, porque Andrew, en un alarde de hacer de las suyas, apareció subido en la escoba. - Espero que ese no. - Bromeó, aunque ya se lo estaba viendo haciendo piruetas con forma de corazón en el aire. Efectivamente, no fue el caso, aunque el jolgorio que le siguió duró un buen rato. Con los niveles de ruido un poco más controlados, volvió a mirar al entorno y, ya sí, su mirada se cruzó con la escena de Wendy y Ciarán. Dejó caer la mandíbula y miró lentamente a Alice con los ojos muy abiertos. - Dime que no. - Susurró. - Pero ¿le ha preguntado a la chica en cuestión primero? Porque en fin. Hasta hace dos días no veía yo a Wendy muy convencida. Y temo que en su cabeza solo estén tonteando. - ¡PRIS! - Cayó Sandy por allí, metiendo la cabeza entre ambos y pasando un brazo por el cuello de Alice y otro por el de Marcus. - Decidme que Ciarín se va a declarar a Wen. - Marcus y Alice se miraron, y luego a Sandy. - ¿Cómo sabes tú eso? - La chica soltó un ruidito de emoción al tiempo que les estrujaba sin miramientos. - ¡Lo sabía! ¡¡QUÉ SUPERFUERTE!! - Sandy. - Paró. - ¿Tú estás segura... de que Wendy...? - Ay, Marcus. Sin ánimo de ofender, a mí me cae genial y es muy buena chica, pero es muy pueblerina ella, ¡está deseando casarse! Y ese muchacho es SUUUUPERCUQUI, ya solo le hace falta no desmayarse pidiéndolo. ¡AY QUE YA MISMO TENEMOS BODA! - Bueno, bueno. - Paró él. - Me encantaría ser tan optimista, pero no sé yo... - Mira, yo me conformo con que no le ate el anillo a ningún bicho que pueda salir corriendo por ahí, que me lo veo venir ya. - No sería el primero, pensó Marcus, desesperanzado. - ¡AY QUÉ CHACHI! ¿Sabéis cuándo va a ser? ¿Cómo? ¡Tengo que ir a por la cámara! ¡Hay que estar preparados! ¡¡QUE NO VAYA A PASAR NADA SIN MÍ!! - Y salió corriendo. - ¡Pero Sandy! - Nada, la chica ya corría en dirección a la casa y había enganchado a Allison a su paso y la llevaba a rastras.
We are
- La eternidad es nuestra:
5490Mensajes :
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Por supuesto, Marcus estuvo requerido por los niños un buen rato, porque no podía parar, a no ser que le ofrecieran una comida que no conocía y oliera cotilleo, en cuyo caso podía recuperarle. Se rio al ver la escena de los dos hermanos, y deseó tener a su hermano por allí también, pero estaba riéndose, divertidísimo con Maeve, Pod y los hermanos de ambos, así que no quiso perturbarle, ya había pasado demasiado tiempo rodeado de adultos en su vida.
Obviamente, en cuanto su novio decidió fijarse en el entorno, enseguida detectó a la pareja que podía dar la campanada aquel día. Alzó una ceja y se encogió de un hombro. — Yo diría que no, que, si se decide, pretende hacerlo hoy, pero ahora mismo no puedo apostar nada por el resultado. Al menos el padre no se ha negado, ya es un paso. — Pero si su novio se había percatado, alguien más lo había hecho, y Sandy no les dio ni medio segundo de reacción. Lo peor es que tenía razón, y allí estaban aplicando todos mucho la lógica, y Wendy no era nada lógica, más bien era puro corazón, así que… Pero, sabedora de que portaba noticias, la chica se les escapaba. — ¡Sandy! ¡Espera! — Le instó, tratando de no alzar mucho la voz. Ella la miró confusa. — Por favor, discreción, que está muerto de nervios. — Sandy contestó tan solo con unos aplausitos y una risita y salió corriendo en dirección a George y los abuelos con Allison de rehén. Alice suspiró… — Veremos… Si es que se decide el muchacho porque ya vamos a pasar a los postres y el café… — Rio un poquito y dijo. — Aunque la tía ha dado en el clavo hasta con los del bicho de pedida. Ayer le dijo a Siobhán que enterarse de cosas era su trabajo y mira, cierto es. —
En ese momento, aparecieron por allí Maeve, Dylan, Pod y los hermanos pequeños de este, portando unos platos tapados. — ¡Vamos a haceros un concurso nosotros! — Declaró su hermano. — ¿Ah, sí? ¿De qué? — De que adivinéis los postres. — Alice hizo una pedorreta. — Gana Marcus. — No, pero tú cocinas más. — Contestó Rosie hiperexcitada. — Y a ti te vamos a dar los fáciles, y a Marcus los difíciles, los más ela… elbro… — Elaborados. — Completó su hermano mayor. — Así vemos si gana el gusto o el conocimiento de cocina. Y si empatáis, se lo damos a Lex. — Ambos rieron. — ¿Y cuál es el premio? — Todos se miraron y al final Maeve, más resuelta, dijo. — Le hago un dibujo al ganador. — Alice le tendió la mano a todos, que intentaron estrechársela a la vez. — Venga, dicho y hecho. — ¡Esperad! Tenéis que escribirlos aquí, ¿vale? Para no darle pistas al otro. — Dijo Pod, entregándoles papeles para que escribieran. Dylan y Seamus les ataron (de aquella manera) unas vendas en los ojos y empezaron la degustación.
En el fondo, entre el ruido, las risitas de los niños y las falsas pistas de los O’Hara, Lex, Darren y demás que estaban asistiendo, no se le estaba haciendo fácil la cata, cuando, de repente, el ruido se fue calmando y solo se oía un murmullo. — ¡Eh! Pasadme el pud… El último postre otra vez, que… — Hermana, hermana, calla un poco. — Susurró Dylan. — ¡Oye! No nos hagáis un concurso si no… — Pero recibió varios chistidos, así que se desató la venda, justo a tiempo para ver cómo, con un plato de gelatina de grosellas en la mano, Ciarán estaba de rodillas y Wen tenía un anillo entre los dedos. — Wendy O’Donnell, eres más bella que los bosques de la Isla Esmeralda y más dulce que la gelatina que tanto te gusta. Yo… Yo… — Carraspeó y trató de continuar el hilo. — Yo sé que es pronto pero creo que cuando uno encuentra el amor no debe esperar. — Ay, por Eire, ¿alguien se esperaba esto? — pues casi se traga el anillo con la gracia, menos mal que se ha dado cuenta. — Jojojooooo. — Se oían muchos murmullos pero eso último había sido de su tía. — ¿Esa es mi hermana? — Preguntó Martha, que parecía acabar de percatarse. — ¡WENDY! — La repentina subida de tono de Ciarán sorprendió a todos, y algunos hasta dieron un respingo. — ¿Quieres casarte conmigo? —
Obviamente, en cuanto su novio decidió fijarse en el entorno, enseguida detectó a la pareja que podía dar la campanada aquel día. Alzó una ceja y se encogió de un hombro. — Yo diría que no, que, si se decide, pretende hacerlo hoy, pero ahora mismo no puedo apostar nada por el resultado. Al menos el padre no se ha negado, ya es un paso. — Pero si su novio se había percatado, alguien más lo había hecho, y Sandy no les dio ni medio segundo de reacción. Lo peor es que tenía razón, y allí estaban aplicando todos mucho la lógica, y Wendy no era nada lógica, más bien era puro corazón, así que… Pero, sabedora de que portaba noticias, la chica se les escapaba. — ¡Sandy! ¡Espera! — Le instó, tratando de no alzar mucho la voz. Ella la miró confusa. — Por favor, discreción, que está muerto de nervios. — Sandy contestó tan solo con unos aplausitos y una risita y salió corriendo en dirección a George y los abuelos con Allison de rehén. Alice suspiró… — Veremos… Si es que se decide el muchacho porque ya vamos a pasar a los postres y el café… — Rio un poquito y dijo. — Aunque la tía ha dado en el clavo hasta con los del bicho de pedida. Ayer le dijo a Siobhán que enterarse de cosas era su trabajo y mira, cierto es. —
En ese momento, aparecieron por allí Maeve, Dylan, Pod y los hermanos pequeños de este, portando unos platos tapados. — ¡Vamos a haceros un concurso nosotros! — Declaró su hermano. — ¿Ah, sí? ¿De qué? — De que adivinéis los postres. — Alice hizo una pedorreta. — Gana Marcus. — No, pero tú cocinas más. — Contestó Rosie hiperexcitada. — Y a ti te vamos a dar los fáciles, y a Marcus los difíciles, los más ela… elbro… — Elaborados. — Completó su hermano mayor. — Así vemos si gana el gusto o el conocimiento de cocina. Y si empatáis, se lo damos a Lex. — Ambos rieron. — ¿Y cuál es el premio? — Todos se miraron y al final Maeve, más resuelta, dijo. — Le hago un dibujo al ganador. — Alice le tendió la mano a todos, que intentaron estrechársela a la vez. — Venga, dicho y hecho. — ¡Esperad! Tenéis que escribirlos aquí, ¿vale? Para no darle pistas al otro. — Dijo Pod, entregándoles papeles para que escribieran. Dylan y Seamus les ataron (de aquella manera) unas vendas en los ojos y empezaron la degustación.
En el fondo, entre el ruido, las risitas de los niños y las falsas pistas de los O’Hara, Lex, Darren y demás que estaban asistiendo, no se le estaba haciendo fácil la cata, cuando, de repente, el ruido se fue calmando y solo se oía un murmullo. — ¡Eh! Pasadme el pud… El último postre otra vez, que… — Hermana, hermana, calla un poco. — Susurró Dylan. — ¡Oye! No nos hagáis un concurso si no… — Pero recibió varios chistidos, así que se desató la venda, justo a tiempo para ver cómo, con un plato de gelatina de grosellas en la mano, Ciarán estaba de rodillas y Wen tenía un anillo entre los dedos. — Wendy O’Donnell, eres más bella que los bosques de la Isla Esmeralda y más dulce que la gelatina que tanto te gusta. Yo… Yo… — Carraspeó y trató de continuar el hilo. — Yo sé que es pronto pero creo que cuando uno encuentra el amor no debe esperar. — Ay, por Eire, ¿alguien se esperaba esto? — pues casi se traga el anillo con la gracia, menos mal que se ha dado cuenta. — Jojojooooo. — Se oían muchos murmullos pero eso último había sido de su tía. — ¿Esa es mi hermana? — Preguntó Martha, que parecía acabar de percatarse. — ¡WENDY! — La repentina subida de tono de Ciarán sorprendió a todos, y algunos hasta dieron un respingo. — ¿Quieres casarte conmigo? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Resopló, pero se le escapó una risa, mirando a lo lejos a Ciarán y Wendy. - Lo que no pase aquí... Y anda que ha elegido un día discreto para hacerlo. Luego dirán que a mí me gusta el público. - Miró a Alice con carilla pilla. - Pero a ver, Alice, ahora sinceramente. Como mujer. - Alzó las palmas. - Lo de ayer estuvo bien. Lo de la canción, digo. ¡Venga, di que sí! El chico cantó una canción preciosa, y lo hizo muy bien, y todo eso de que su madre le había dicho que la reservara para la mujer de su vida. ¡Vamos! Esas cosas os tienen que gustar. Venga. Reconócelo. Se lo va a pedir hoy porque sabe que ayer la conquistó con eso. ¿A que sí? Es por eso. Va sobre seguro. ¿A que sí? Va, reconoce que sí. - Menos mal que vinieron los niños interrumpiendo, porque no pensaba parar hasta tener su respuesta.
Puso cara de felicidad automática ante la propuesta y se giró hacia los chicos, aplaudiendo. - Me gusta este concurso. - Miró a Alice con suficiencia y declaró. - Me gusta saber que voy a ganar de sobra. - Uuuuhhh. - Dijeron Maeve y Dylan al unísono. ¿Cuánto tiempo pasaron juntos en Ilvermorny? Era increíble la sintonía que habían logrado en tan poco tiempo. Aunque probablemente al chico ese poco tiempo se le hiciera eterno, como a ellos. Aunque puso cara de cómica indignación cuando dijeron que le darían a él los difíciles. - Ah ¿esas tenemos? Yo os proporciono una mesa y alimento y así me lo pagáis. - ¡La comida la ha hecho mamá! - Saltó (literalmente) Seamus, riendo como un diablillo, y Marcus le sacó la lengua. - ¿Un dibujo de la vigente campeona del concurso de talentos? Definitivamente, tengo que ganar esto. - Maeve soltó una risita y se ruborizó al completo, y Dylan rodó los ojos exageradamente. Les dieron los papeles para las respuestas y les vendaron los ojos, y entre risas y muchas tonterías, empezaron a probar los postres.
Se veía bastante bien encaminado, los postres eran relativamente fáciles, aunque realmente ¿qué más daba quién ganara? Ese dibujo de Maeve lo tendrían en la casa de ambos, entre sus recuerdos, en un lugar de honor. Lo importante era lo bien que lo estaban pasando (y lo ricos que estaban los postres). Hubo un momento en el que él, masticando, escuchó a Alice casi decir qué era lo último y contuvo a duras penas la risa. - Uh, mi amor, gracias por la pist... - SSSHHH. - Recibió por parte de varias voces, lo cual le extrañó y le hizo darse cuenta de que, de repente, todo el mundo estaba muy callado. Se quitó la venda prácticamente al mismo tiempo que Alice, confuso, y sus ojos, como si lo supieran, se posaron de inmediato sobre el motivo de tanto silencio. La mandíbula se le cayó hasta el suelo, no atinaba ni a balbucear, solo a observar ojiplático la escena, tal y como estaban todos los presentes. Ciarán se estaba declarando a Wendy. Delante de absolutamente TODO Ballyknow y gran parte del extranjero.
Miró a Alice, atónito. - ¿¿Le ha metido el anillo en una gelatina?? - Susurró, sin dar crédito. Volvió a mirar la escena... y, automáticamente, miró a Alice de nuevo. - No me vayas a hacer nunca una cosa parecida. Que soy capaz de comérmelo. - Que riesgo innecesario. Se sobresaltó porque apenas había fijado de nuevo la vista y el chico alzó la voz, y entonces, ahí vino, la pregunta. Los segundos que la chica tardó en reaccionar debieron hacérsele eternos a todos los presentes. - Sí. - Musitó entonces, como en trance, pero fue decirlo y pareció romper la burbuja en la que estaba. Puso una sonrisa de oreja a oreja y empezó a dar saltitos. - ¡Sí! ¡Sí, sí, sí, claro que sí! - Qué fuerte. - Oyó a Lex, que estaba también atónito, mientras veían a Wendy lanzarse al cuello de Ciarán, y al chico apenas poder reaccionar, emocionado, feliz y con las lágrimas saltadas, abrazándola con todas sus fuerzas. - Te quiero, Wendy O'Donnell. Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo, te lo prometo. - ¡BODABODABODABODA! - Empezó a chillar Seamus, subiéndose a la mesa y saltando incontrolablemente. Rosie salió corriendo hacia Wendy, diciendo. - YO QUIERO SER NIÑA DE LAS FLORES. - Pero fue parapetada prácticamente en el aire por Ruairi, que estaba en su camino. Se había montado un jolgorio generalizado impresionante, con risas, llantos de emoción, gritos, vítores, felicitaciones y gente echándose encima de los recién prometidos. - Ay por Dios. - Marcus se giró y vio a Nora abanicándose con virulencia. - Tía Nora, ¿estás bien? - Estoy, hijo, estoy. Estoy bien. - Decía mientras no dejaba de abanicarse. - Esta chiquilla... De verdad, qué cabeza... - ¡MAMÁ! - Apareció Ginny por allí, a zancadas, rebufando como una tetera. - Yo la mato. La mato de verdad. - Ginny, cariño. Tu prima tiene derecho a hacer su vida... - ¡Díselo a tu abanico, que lo vas a partir! - Se lo quitó. - Por Nuada, mamá, que estamos a tres grados fuera. ¡Que hace dos semanas ni le veía cuando pasaba por delante! ¿¿Cómo le va a decir ahora que sí a casarse?? ¿¿Pero esta niña ha perdido la cabeza o qué le pasa?? - Bueno. - Suspiró la mujer, mientras se tocaba el cuello de la blusa. Claramente echaba en falta el abanico. - Se le ve buen muchacho... - ¡Oh, sí, desde luego, un santo, porque para aguantar a semejante atolondrada hay que serlo! Mamá, que esto se le va a pasar como lo del capricho del kneazel. MIRA, SÍ, QUE SE CASEN, Y LE LIMPIÉ ÉL LA ALFOMBRA DE CAGARRUTAS DE... - ¡Bueno! - Apareció Cillian por allí, contento aunque con expresión un tanto en shock. - Parece que voy a ser padrino en breves, hermana. ¿No te alegras por mí? - Nora puso expresión condescendiente. - Cariño, te tiembla la voz. - Soy un padre emocionado. - Ay, Cillian. ¿Tú estás seguro de que... tu hija...? - No pudo escuchar más, porque Ginny, presa de la desesperación, tomó bruscamente a él de una mano y a Alice de otra y les arrastró a otra parte.
- Vamos a ver vamos a ver vamos a ver. - Respiró hondo de manera exagerada, cerrando los ojos, subiendo las manos y volviéndolas a bajar. - ¿Vosotros tenéis más datos que yo? Decidme que tenéis más datos que yo. - Marcus y Alice se miraron de reojo y, no sin cierto miedo a la reacción, negaron con la cabeza. Ginny se llevó las manos a la suya. - ¡Pero por Dios! Claro, con un hermano haciéndole hijos a miss hogar perfecto y la otra persiguiendo nubes de mosquitos y criando vacas. ¡Yo de verdad! - A ver, Gin. - Trató de calmar Marcus. Por encima del hombro de la chica, los prometidos seguían recibiendo oleadas de felicitaciones con muchísima pompa. Hasta había ido el alcalde hacia ellos, dándoles un ramo de flores con gran fanfarria. - Se les ve... felices... - ¿Sabéis si han follado al menos? - POR DIOS. - Se escandalizó. - ¿Cómo vamos a saber nosotros eso? - Le preguntaré a la americana. - Es muy íntimo. - Es Wendy. - Respondió la otra con burla. - El día que perdió la virginidad se enteraron hasta en Beauxbatons. - Marcus resopló. No dejaba de incomodarle hablar de las intimidades de la gente. - Por el amor de los siete dioses. ¡El mes pasado se refería a él como "ese chico tan majo de Connemara que viene con el carro de queso de cabra! ¿Se va a casar con él porque ayer le dedicó una canción? ¿¿Es que no tiene cabeza nadie en esta familia?? - Hola, hermana separada al nacer. - Apareció Violet por allí, pasando un brazo por los hombros de Ginny. - Uuuuuh qué caras más largas. ¿Qué me he perdido? - La otra arqueó una ceja. - ¿Una pedida que es una auténtica locura? - Violet asintió lentamente. - Aham... Lo siento, voy a necesitar más datos. -
Puso cara de felicidad automática ante la propuesta y se giró hacia los chicos, aplaudiendo. - Me gusta este concurso. - Miró a Alice con suficiencia y declaró. - Me gusta saber que voy a ganar de sobra. - Uuuuhhh. - Dijeron Maeve y Dylan al unísono. ¿Cuánto tiempo pasaron juntos en Ilvermorny? Era increíble la sintonía que habían logrado en tan poco tiempo. Aunque probablemente al chico ese poco tiempo se le hiciera eterno, como a ellos. Aunque puso cara de cómica indignación cuando dijeron que le darían a él los difíciles. - Ah ¿esas tenemos? Yo os proporciono una mesa y alimento y así me lo pagáis. - ¡La comida la ha hecho mamá! - Saltó (literalmente) Seamus, riendo como un diablillo, y Marcus le sacó la lengua. - ¿Un dibujo de la vigente campeona del concurso de talentos? Definitivamente, tengo que ganar esto. - Maeve soltó una risita y se ruborizó al completo, y Dylan rodó los ojos exageradamente. Les dieron los papeles para las respuestas y les vendaron los ojos, y entre risas y muchas tonterías, empezaron a probar los postres.
Se veía bastante bien encaminado, los postres eran relativamente fáciles, aunque realmente ¿qué más daba quién ganara? Ese dibujo de Maeve lo tendrían en la casa de ambos, entre sus recuerdos, en un lugar de honor. Lo importante era lo bien que lo estaban pasando (y lo ricos que estaban los postres). Hubo un momento en el que él, masticando, escuchó a Alice casi decir qué era lo último y contuvo a duras penas la risa. - Uh, mi amor, gracias por la pist... - SSSHHH. - Recibió por parte de varias voces, lo cual le extrañó y le hizo darse cuenta de que, de repente, todo el mundo estaba muy callado. Se quitó la venda prácticamente al mismo tiempo que Alice, confuso, y sus ojos, como si lo supieran, se posaron de inmediato sobre el motivo de tanto silencio. La mandíbula se le cayó hasta el suelo, no atinaba ni a balbucear, solo a observar ojiplático la escena, tal y como estaban todos los presentes. Ciarán se estaba declarando a Wendy. Delante de absolutamente TODO Ballyknow y gran parte del extranjero.
Miró a Alice, atónito. - ¿¿Le ha metido el anillo en una gelatina?? - Susurró, sin dar crédito. Volvió a mirar la escena... y, automáticamente, miró a Alice de nuevo. - No me vayas a hacer nunca una cosa parecida. Que soy capaz de comérmelo. - Que riesgo innecesario. Se sobresaltó porque apenas había fijado de nuevo la vista y el chico alzó la voz, y entonces, ahí vino, la pregunta. Los segundos que la chica tardó en reaccionar debieron hacérsele eternos a todos los presentes. - Sí. - Musitó entonces, como en trance, pero fue decirlo y pareció romper la burbuja en la que estaba. Puso una sonrisa de oreja a oreja y empezó a dar saltitos. - ¡Sí! ¡Sí, sí, sí, claro que sí! - Qué fuerte. - Oyó a Lex, que estaba también atónito, mientras veían a Wendy lanzarse al cuello de Ciarán, y al chico apenas poder reaccionar, emocionado, feliz y con las lágrimas saltadas, abrazándola con todas sus fuerzas. - Te quiero, Wendy O'Donnell. Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo, te lo prometo. - ¡BODABODABODABODA! - Empezó a chillar Seamus, subiéndose a la mesa y saltando incontrolablemente. Rosie salió corriendo hacia Wendy, diciendo. - YO QUIERO SER NIÑA DE LAS FLORES. - Pero fue parapetada prácticamente en el aire por Ruairi, que estaba en su camino. Se había montado un jolgorio generalizado impresionante, con risas, llantos de emoción, gritos, vítores, felicitaciones y gente echándose encima de los recién prometidos. - Ay por Dios. - Marcus se giró y vio a Nora abanicándose con virulencia. - Tía Nora, ¿estás bien? - Estoy, hijo, estoy. Estoy bien. - Decía mientras no dejaba de abanicarse. - Esta chiquilla... De verdad, qué cabeza... - ¡MAMÁ! - Apareció Ginny por allí, a zancadas, rebufando como una tetera. - Yo la mato. La mato de verdad. - Ginny, cariño. Tu prima tiene derecho a hacer su vida... - ¡Díselo a tu abanico, que lo vas a partir! - Se lo quitó. - Por Nuada, mamá, que estamos a tres grados fuera. ¡Que hace dos semanas ni le veía cuando pasaba por delante! ¿¿Cómo le va a decir ahora que sí a casarse?? ¿¿Pero esta niña ha perdido la cabeza o qué le pasa?? - Bueno. - Suspiró la mujer, mientras se tocaba el cuello de la blusa. Claramente echaba en falta el abanico. - Se le ve buen muchacho... - ¡Oh, sí, desde luego, un santo, porque para aguantar a semejante atolondrada hay que serlo! Mamá, que esto se le va a pasar como lo del capricho del kneazel. MIRA, SÍ, QUE SE CASEN, Y LE LIMPIÉ ÉL LA ALFOMBRA DE CAGARRUTAS DE... - ¡Bueno! - Apareció Cillian por allí, contento aunque con expresión un tanto en shock. - Parece que voy a ser padrino en breves, hermana. ¿No te alegras por mí? - Nora puso expresión condescendiente. - Cariño, te tiembla la voz. - Soy un padre emocionado. - Ay, Cillian. ¿Tú estás seguro de que... tu hija...? - No pudo escuchar más, porque Ginny, presa de la desesperación, tomó bruscamente a él de una mano y a Alice de otra y les arrastró a otra parte.
- Vamos a ver vamos a ver vamos a ver. - Respiró hondo de manera exagerada, cerrando los ojos, subiendo las manos y volviéndolas a bajar. - ¿Vosotros tenéis más datos que yo? Decidme que tenéis más datos que yo. - Marcus y Alice se miraron de reojo y, no sin cierto miedo a la reacción, negaron con la cabeza. Ginny se llevó las manos a la suya. - ¡Pero por Dios! Claro, con un hermano haciéndole hijos a miss hogar perfecto y la otra persiguiendo nubes de mosquitos y criando vacas. ¡Yo de verdad! - A ver, Gin. - Trató de calmar Marcus. Por encima del hombro de la chica, los prometidos seguían recibiendo oleadas de felicitaciones con muchísima pompa. Hasta había ido el alcalde hacia ellos, dándoles un ramo de flores con gran fanfarria. - Se les ve... felices... - ¿Sabéis si han follado al menos? - POR DIOS. - Se escandalizó. - ¿Cómo vamos a saber nosotros eso? - Le preguntaré a la americana. - Es muy íntimo. - Es Wendy. - Respondió la otra con burla. - El día que perdió la virginidad se enteraron hasta en Beauxbatons. - Marcus resopló. No dejaba de incomodarle hablar de las intimidades de la gente. - Por el amor de los siete dioses. ¡El mes pasado se refería a él como "ese chico tan majo de Connemara que viene con el carro de queso de cabra! ¿Se va a casar con él porque ayer le dedicó una canción? ¿¿Es que no tiene cabeza nadie en esta familia?? - Hola, hermana separada al nacer. - Apareció Violet por allí, pasando un brazo por los hombros de Ginny. - Uuuuuh qué caras más largas. ¿Qué me he perdido? - La otra arqueó una ceja. - ¿Una pedida que es una auténtica locura? - Violet asintió lentamente. - Aham... Lo siento, voy a necesitar más datos. -
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Ivanka
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La alegría de San Esteban Con Marcus | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Marcus se estaba inclinando peligrosamente hacia el desenlace perfecto, porque el (quizá un poco excesivo) romanticismo de Ciarán le había conquistado, aunque fuera un poco. Y, para no tan sorpresa de todos, Wendy dijo que sí, tras unos tensos segundos en los que varios se parapetaron por si había que consolar a Ciarán, pero no fue así, y el ambiente se llenó de felicitaciones y alegría colectiva. Ella se enganchó del brazo de su novio y susurró. — Tranquilo, mi amor, nadie que te conozca barajaría la posibilidad de poner nada que quieran que conserves en algo que te puedas comer. — Alice se encogió de un hombro y negó con la cabeza. — Lo mejor es que a nadie le extraña. Una boda siempre les viene bien, mira a sus sobrinos. — De hecho, Pod había abandonado completamente a sus nuevos amigos y estaba delante de Ciarán, estrechándole la mano mientras decía. — Desconozco el protocolo en estas circunstancias, pero creo que ya puedo llamarte tío sin temor, pues la tía Wendy te ha dicho que sí, y me hace muy feliz que mi bella dama encuentre un caballero como tú. — ¿Ves? Todo en su sitio. Es la magia del caos. — Comentó con sorna.
Bueno, todo todo, no. Nora estaba alteradísima, Cillian parecía inseguro a pesar de su fachada, no así Saoirse, que estaba llenando de besos alternativamente las mejillas de su hija y su futuro yerno, pero, sobre todo, la que se iba a alterar y mucho, iba a ser Ginny. Y tal y como lo vio ella, lo vieron los demás, porque llegó gritando desaforada, y Nora, con su habitual ritmo, trató de calmarla sin mucho éxito. No le hizo falta pedirle que se retiraran porque ya las secuestró ella misma, y se alegraba. — ¿Nosotros? Pero si acabamos de llegar, eres tú la que vives con ella. Sois como gemelas, Ginny, tú la tienes que conocer mejor, y sabes cómo es… — Su novio intentó suavizar y se llevó una de esas contestaciones que le escandalizaban y Alice solo pudo rodar los ojos. — Bueno, pues procuremos que no se expanda más. ¿Sabes si se conocían en Hogwarts? — ¿PUES NO HAS OÍDO QUE NO SE SABÍA NI EL NOMBRE? Si es que ella iba de grupo en grupo, siempre feliz, y así debería seguir, no comprometerse con el primer pringando que le canta una canción. — Alice levantó los brazos y se encogió de hombros. — Oye, la abuela se casó con el abuelo después de… ¿tres meses? Y ahí están. Quiero decir, cada pareja tiene sus tiempos y… — Vamos, que ahora me los vas a defender, señorita Siete Años. — Ahí le dio por reír, porque Ginny ofendida era un poco divertida, pero, por supuesto, tuvo que llegar su tía a meter las narices. — VIVI, TÍA. QUE SE CASA. QUE LE HA PEDIDO MATRIMONIO Y VA LA TONTA DEL BOTE Y LE DICE QUE SÍ. — Bramó Ginny. — ¿Al de Connemara? Pero si se conocen de hace nada, ¿no? — ¡A ver! ¡Las dos! — Llamó Alice su atención. — Bajad la voz. Que no os oiga Wendy, por favor. — Cogió las manos de ambas. — Para bien o para mal, Wendy ha dicho que sí. Y si ha dicho que sí, es porque se quiere casar, nos parezca lo que nos parezca. Si se equivoca… — YO VOY A TENER QUE RECOGERLO TODO. — Completó Ginny. — Y si tú lo hicieras, ella lo haría por ti, y lo sabes. Deja el tiempo correr, quédate a su lado, y que no te perciba como una enemiga. — Tú no sabes cómo me hace sentir esto, tengo una rabia… — Lo sé porque mi prima hizo una cosa parecida. — ¡UH! ¡CALLA CALLA! Tú no sabes cómo era ese, ven que te cuento, primor, vente con la tata y con la hermana de la novia, que está un poco conmocionada y siendo atendida por el tribunal bollo. — Intervino su tía llevándose a Ginny del brazo.
Quería comentar con Marcus, pero no le dio mucho tiempo, porque ya aparecieron por ahí Andrew, Ruairi y Frankie. — ¡QUE VIVAN LOS NOVIOS! — ¡VIVAN! — Go maire an lánúin! — ¡ESO MISMO! — Alice tuvo que aguantarse la risa. — Que no te oiga tu hermana, Andrew. — ¿Cuál de ellas? Porque las dos van a estar hooooooras quejándose, y mi madre estará con esos agobios suyos de que se rompe la familia, PERO NOSOTROS TENEMOS BOOOOOOODAAAAA. — Andrew había probado demasiado licor de espino, y diría que Ruairi también. — Qué bonita fue mi boda, cómo lo echo de menos, me casaría todos los días. Y cuando nacieron mis niños. También los tendría todos los días. — Ya sé yo lo que tú quieres todos los días picarón… QUE VIVAN LOS NOVIOOOOS. —
Justo entonces, aparecieron Dylan y Maeve por ahí. — Hermana, ¿es verdad que va a haber una boda? Yo no me he traído nada de boda. — Alice rio y acarició su cabeza. — Eso parece, pero será dentro de un tiempo, hay mucho que organizar. — ¿Sí? ¿El qué? Si la fiesta y la comida ya están hechas. — Y ayer vino un cura. Y si no quieren al cura, está aquí mismo el alcalde. — Aportó Maeve, lo cual les hizo estallar de risa. — A ver, depende de cómo la quieras hacer. — Papá y mamá se casaron en casa de los abuelos, y la prima Jackie iba a casarse en Pascua y lo decidió una semana antes. — Suspiró y negó con la cabeza. — Claramente no te hemos dado un buen ejemplo de lo que es una boda. — A mí me haría ilusión verla, nunca he ido a ninguna, en los Lacey todo el mundo está ya casado, y los primos no parecen tener intención. — Afirmó adorablemente la chica. — ¡HAY QUE HACER UNA DESPEDIDA DE SOLTERA ANTES DE IRNOS! — Gritó por ahí Sandy. — ¿Qué es una despedida de soltera? — Preguntaron los dos a la vez. Alice se frotó los ojos. Lo de ser tutora era complicado sin duda, y más batallando con la herencia Gallia y el caos irlandés.
Bueno, todo todo, no. Nora estaba alteradísima, Cillian parecía inseguro a pesar de su fachada, no así Saoirse, que estaba llenando de besos alternativamente las mejillas de su hija y su futuro yerno, pero, sobre todo, la que se iba a alterar y mucho, iba a ser Ginny. Y tal y como lo vio ella, lo vieron los demás, porque llegó gritando desaforada, y Nora, con su habitual ritmo, trató de calmarla sin mucho éxito. No le hizo falta pedirle que se retiraran porque ya las secuestró ella misma, y se alegraba. — ¿Nosotros? Pero si acabamos de llegar, eres tú la que vives con ella. Sois como gemelas, Ginny, tú la tienes que conocer mejor, y sabes cómo es… — Su novio intentó suavizar y se llevó una de esas contestaciones que le escandalizaban y Alice solo pudo rodar los ojos. — Bueno, pues procuremos que no se expanda más. ¿Sabes si se conocían en Hogwarts? — ¿PUES NO HAS OÍDO QUE NO SE SABÍA NI EL NOMBRE? Si es que ella iba de grupo en grupo, siempre feliz, y así debería seguir, no comprometerse con el primer pringando que le canta una canción. — Alice levantó los brazos y se encogió de hombros. — Oye, la abuela se casó con el abuelo después de… ¿tres meses? Y ahí están. Quiero decir, cada pareja tiene sus tiempos y… — Vamos, que ahora me los vas a defender, señorita Siete Años. — Ahí le dio por reír, porque Ginny ofendida era un poco divertida, pero, por supuesto, tuvo que llegar su tía a meter las narices. — VIVI, TÍA. QUE SE CASA. QUE LE HA PEDIDO MATRIMONIO Y VA LA TONTA DEL BOTE Y LE DICE QUE SÍ. — Bramó Ginny. — ¿Al de Connemara? Pero si se conocen de hace nada, ¿no? — ¡A ver! ¡Las dos! — Llamó Alice su atención. — Bajad la voz. Que no os oiga Wendy, por favor. — Cogió las manos de ambas. — Para bien o para mal, Wendy ha dicho que sí. Y si ha dicho que sí, es porque se quiere casar, nos parezca lo que nos parezca. Si se equivoca… — YO VOY A TENER QUE RECOGERLO TODO. — Completó Ginny. — Y si tú lo hicieras, ella lo haría por ti, y lo sabes. Deja el tiempo correr, quédate a su lado, y que no te perciba como una enemiga. — Tú no sabes cómo me hace sentir esto, tengo una rabia… — Lo sé porque mi prima hizo una cosa parecida. — ¡UH! ¡CALLA CALLA! Tú no sabes cómo era ese, ven que te cuento, primor, vente con la tata y con la hermana de la novia, que está un poco conmocionada y siendo atendida por el tribunal bollo. — Intervino su tía llevándose a Ginny del brazo.
Quería comentar con Marcus, pero no le dio mucho tiempo, porque ya aparecieron por ahí Andrew, Ruairi y Frankie. — ¡QUE VIVAN LOS NOVIOS! — ¡VIVAN! — Go maire an lánúin! — ¡ESO MISMO! — Alice tuvo que aguantarse la risa. — Que no te oiga tu hermana, Andrew. — ¿Cuál de ellas? Porque las dos van a estar hooooooras quejándose, y mi madre estará con esos agobios suyos de que se rompe la familia, PERO NOSOTROS TENEMOS BOOOOOOODAAAAA. — Andrew había probado demasiado licor de espino, y diría que Ruairi también. — Qué bonita fue mi boda, cómo lo echo de menos, me casaría todos los días. Y cuando nacieron mis niños. También los tendría todos los días. — Ya sé yo lo que tú quieres todos los días picarón… QUE VIVAN LOS NOVIOOOOS. —
Justo entonces, aparecieron Dylan y Maeve por ahí. — Hermana, ¿es verdad que va a haber una boda? Yo no me he traído nada de boda. — Alice rio y acarició su cabeza. — Eso parece, pero será dentro de un tiempo, hay mucho que organizar. — ¿Sí? ¿El qué? Si la fiesta y la comida ya están hechas. — Y ayer vino un cura. Y si no quieren al cura, está aquí mismo el alcalde. — Aportó Maeve, lo cual les hizo estallar de risa. — A ver, depende de cómo la quieras hacer. — Papá y mamá se casaron en casa de los abuelos, y la prima Jackie iba a casarse en Pascua y lo decidió una semana antes. — Suspiró y negó con la cabeza. — Claramente no te hemos dado un buen ejemplo de lo que es una boda. — A mí me haría ilusión verla, nunca he ido a ninguna, en los Lacey todo el mundo está ya casado, y los primos no parecen tener intención. — Afirmó adorablemente la chica. — ¡HAY QUE HACER UNA DESPEDIDA DE SOLTERA ANTES DE IRNOS! — Gritó por ahí Sandy. — ¿Qué es una despedida de soltera? — Preguntaron los dos a la vez. Alice se frotó los ojos. Lo de ser tutora era complicado sin duda, y más batallando con la herencia Gallia y el caos irlandés.
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La alegría de San Esteban Con Alice | En Galway | 26 de diciembre de 2002 |
Los intentos de Alice, lejos de dar resultado, solo estaban enfadando más a Ginny. Puso una mueca y negó con la cabeza en dirección a su novia. Mejor no decir mucho más si no querían cobrar ellos, pero su novia Gallia parecía encontrar muy divertida la circunstancia porque se puso a reírse. Menos mal que recondujo bien y, finalmente, Violet se llevó a una muy indignada Ginny a otra parte. Ni tiempo le dio a comentar con su novia, porque apareció un trío digno de un cuadro por allí celebrando las buenas nuevas. Marcus suspiró, frotándose la frente. - Estas reacciones tan dispares dentro de una misma familia me tienen sin saber cómo debería reaccionar. - ¡Primo! - Se le echó Andrew encima, apoyándose bruscamente en su espalda y sus hombros, con una pinta que zozobró peligrosamente por encima de su ropa. - De una boda sale otra boda eeeeeehhh. - Pues lo dirás por ti, que eres el que tiene ya hasta un bebé en el mundo. - Como diría Fitzgerald, vivo en pecado. El padre Flanagan no lo dice para no perder del todo a quienes ya considera sus ovejas descarriadas, pero lo piensa. - Andrew se giró a su primo. - ¡Eh, Ruairi! ¿Les decimos a los curas que casen a Wendy y Ciáran? Renovamos la iglesia por fin. - Espero que estéis de broma. - Se espantó Marcus, zafándose de Andrew, pero dadas las respuestas en forma de risa neandertal que recibió, determinó que sí, que era broma.
La aparición de Dylan y Maeve al menos sí que le hizo reír. - Qué ganas de fiesta tenéis vosotros dos ¿no? - Vamos, que querían organizar la boda ya. - Si queréis matar a Ginny, idles con esas propuestas. - Qué va, colega. Ya con la que hemos liado en la carrera con el barro tengo suficiente, no quiero que me coja más manía. - Siguió riendo, y más rio con la pregunta a coro sobre la despedida de soltera. En lo que Alice se las ingeniaba para contestar, se le adelantó alguien. - Uuuuuhhh la despedida de soltero que le van a hacer a ese sí que va a ser para verla, con lo tiernito que está. - Darren se rio de su propio chiste y dio otro sorbo a lo que llevaba en el vaso, que tenía pinta de que ni él mismo sabía lo que era. Llevaba a Fergus enganchado en el hombro como cuando Elio se ponía en el de Marcus. - Este tío es legal. Me gusta. Me cae bien. - Gracias, majo. - Respondió el otro, y vuelta a reír. Fergus miró muy serio a Lex y a Darren. - Tenéis una casa en Nueva York ¿eh? Tenéis una familia allí. Para lo que sea. Y a mis colegas. Lo que sea lo que sea. Pienso hablar de tu negocio de chuches. Cuenta con contactos allí. - Me encantan las serpientillas. - Celebró Darren. Fergus sonrió orgulloso. - Claro que sí, tío. Serpientes Cornudas siempre. - Ya, creo que no... es la misma analogía, pero bueno. - Intentó reconducir Lex. Darren, un tanto tambaleante, se acercó a ellos. - Cuñadito. Cuñadita. - Saludó, pretendiendo seriedad. Marcus se asomó al vaso. - Te veo contento... - Gracias por traerme. - Siguió el otro. - Este sitio es PEEEEEEEEEEEEEERFECTO. O sea, me quiero venir a vivir aquí YA. Hay un montón de huffies, y hasta los que no son huffies parecen huffies; mi Lexito está aquí como DIOOOOOSSS EN LA TIERRA porque es jugador profesional y además le sienta divino el frío, está más fuertote. - Marcus miró de reojo a Alice, aguantándose la risa, pero Darren seguía. - Hay animalitos POR TODAS PARTES, o sea, ¿tú sabes que yo aquí me haría de oro? Pero de oro ¿eh? Que no aspiro yo a ser rico ni nada, pero podría dar chuches a TAAAAAAAAAANTOS animales y hacer feliz a TAAAAAAAAAANTA gente; y bueno bueno, me he enterado ya de cotilleos, UUUUUUUUHHH he oído más cotilleos hoy que en los siete años de Hogwarts, ¡y sin tener que aguantar a Ethan! - Se rio a carcajadas él solo de su comentario. - Una gymkana, un montón de comida, y encima, ¡hasta una pedida! ¡Y TODOS ACEPTAN A LA COMUNIDAD GAY! - Bramó, alzando el vaso y lanzando líquido por ahí, provocando que se giraran a mirarle. Marcus carraspeó ligeramente. - Ya... Sí, es una familia acogedora, pero... - ¡Aaaaaay bueeeeeeeeno a quién le impoooooooooortan las cotillas de pueblo! ¡Aquí me han aceptado todos como a uno más! ¡Y me preguntan cosas! ¡Y también están las dos lesbianas...! - SSSSHHHH. - Paró. - Que no es oficial. - Susurró. Darren le miró confuso. - ¿Lo de tu tía Erin y Violet no es oficial? - ¡Ah! Sí, eso sí. - ¡¡Pues eso!! Y YA SOLO QUEDAN LAS DE LA GRANJA. - ¡Darren! - Si es que sabía que se lo iba a acabar tirando por ahí y la iba a liar. Darren, muerto de risa, se apoyó en su hombro. - Cuñadito, estoy viviendo mi mejor vida ahora mismo. Y yo que creía que San Patricio era quien me había visto nacer, ¡¡que viva San Esteban!! - Y ya sí, se tuvo que reír fuertemente. Cuando paró, le dijo a Alice. - Creo que va siendo hora de que me tome la segunda poción de Betty, que falta me hace. - La agarró de la cintura y, aún con la risa de fondo, dijo. - Feliz San Esteban, mi amor. -
La aparición de Dylan y Maeve al menos sí que le hizo reír. - Qué ganas de fiesta tenéis vosotros dos ¿no? - Vamos, que querían organizar la boda ya. - Si queréis matar a Ginny, idles con esas propuestas. - Qué va, colega. Ya con la que hemos liado en la carrera con el barro tengo suficiente, no quiero que me coja más manía. - Siguió riendo, y más rio con la pregunta a coro sobre la despedida de soltera. En lo que Alice se las ingeniaba para contestar, se le adelantó alguien. - Uuuuuhhh la despedida de soltero que le van a hacer a ese sí que va a ser para verla, con lo tiernito que está. - Darren se rio de su propio chiste y dio otro sorbo a lo que llevaba en el vaso, que tenía pinta de que ni él mismo sabía lo que era. Llevaba a Fergus enganchado en el hombro como cuando Elio se ponía en el de Marcus. - Este tío es legal. Me gusta. Me cae bien. - Gracias, majo. - Respondió el otro, y vuelta a reír. Fergus miró muy serio a Lex y a Darren. - Tenéis una casa en Nueva York ¿eh? Tenéis una familia allí. Para lo que sea. Y a mis colegas. Lo que sea lo que sea. Pienso hablar de tu negocio de chuches. Cuenta con contactos allí. - Me encantan las serpientillas. - Celebró Darren. Fergus sonrió orgulloso. - Claro que sí, tío. Serpientes Cornudas siempre. - Ya, creo que no... es la misma analogía, pero bueno. - Intentó reconducir Lex. Darren, un tanto tambaleante, se acercó a ellos. - Cuñadito. Cuñadita. - Saludó, pretendiendo seriedad. Marcus se asomó al vaso. - Te veo contento... - Gracias por traerme. - Siguió el otro. - Este sitio es PEEEEEEEEEEEEEERFECTO. O sea, me quiero venir a vivir aquí YA. Hay un montón de huffies, y hasta los que no son huffies parecen huffies; mi Lexito está aquí como DIOOOOOSSS EN LA TIERRA porque es jugador profesional y además le sienta divino el frío, está más fuertote. - Marcus miró de reojo a Alice, aguantándose la risa, pero Darren seguía. - Hay animalitos POR TODAS PARTES, o sea, ¿tú sabes que yo aquí me haría de oro? Pero de oro ¿eh? Que no aspiro yo a ser rico ni nada, pero podría dar chuches a TAAAAAAAAAANTOS animales y hacer feliz a TAAAAAAAAAANTA gente; y bueno bueno, me he enterado ya de cotilleos, UUUUUUUUHHH he oído más cotilleos hoy que en los siete años de Hogwarts, ¡y sin tener que aguantar a Ethan! - Se rio a carcajadas él solo de su comentario. - Una gymkana, un montón de comida, y encima, ¡hasta una pedida! ¡Y TODOS ACEPTAN A LA COMUNIDAD GAY! - Bramó, alzando el vaso y lanzando líquido por ahí, provocando que se giraran a mirarle. Marcus carraspeó ligeramente. - Ya... Sí, es una familia acogedora, pero... - ¡Aaaaaay bueeeeeeeeno a quién le impoooooooooortan las cotillas de pueblo! ¡Aquí me han aceptado todos como a uno más! ¡Y me preguntan cosas! ¡Y también están las dos lesbianas...! - SSSSHHHH. - Paró. - Que no es oficial. - Susurró. Darren le miró confuso. - ¿Lo de tu tía Erin y Violet no es oficial? - ¡Ah! Sí, eso sí. - ¡¡Pues eso!! Y YA SOLO QUEDAN LAS DE LA GRANJA. - ¡Darren! - Si es que sabía que se lo iba a acabar tirando por ahí y la iba a liar. Darren, muerto de risa, se apoyó en su hombro. - Cuñadito, estoy viviendo mi mejor vida ahora mismo. Y yo que creía que San Patricio era quien me había visto nacer, ¡¡que viva San Esteban!! - Y ya sí, se tuvo que reír fuertemente. Cuando paró, le dijo a Alice. - Creo que va siendo hora de que me tome la segunda poción de Betty, que falta me hace. - La agarró de la cintura y, aún con la risa de fondo, dijo. - Feliz San Esteban, mi amor. -
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Marcus | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
De alguna manera, había acabado con el augurey enfermo en el hombro, que no tenía ninguna dimensión del peligro que eso suponía para él, ya que, además, tenía al kneazle, Ginger, en sus rodillas y tras cuatro días siendo mimado por Wendy, tenía más ganas de vacilar de las que serían recomendables con pájaros alrededor. Pero bueno, ella estaba mejor que otros.
Había bastante gente en una resaca conjunta interesante, varias parejas que habían aprovechado ese veintiocho de diciembre para huir del tumulto y estar juntos, y un poco de envidia sí le daban, pero Darren y Dylan estaban allí, y lo cierto es que al día siguiente se iban a La Provenza, y allí sí tendrían momentos para estar solos, y pasear por la playa sin tanto frío, que menuda helada había caído esa noche… Lo cual no había impedido a Nancy irse con Frankie a sabe Nuada dónde, con el frío que hacía, ni a Wendy ir a conocer a los padres de Ciarán, que así había acabado Ginger en su regazo, porque Ginny había puesto el grito en el cielo cuando le habían planteado cuidarlo. Arnold y Emma se habían quedado bastante estratégicamente retrasados en el desayuno, y al llegar a la granja de Ruairi, para asombro de todos, solo estaban la familia de este, los Parker y Dylan, así que podían dedicarse al tour y alimentación de las criaturas en cierta tranquilidad.
Pero nunca había mucha tranquilidad en una casa de Ballyknow, y Saoirse, Dylan y Maeve reclamaban a Marcus continuamente y, como Alice ya imaginaba, eventualmente, aparecieron por allí Pod, Rosie y Seamus con Rosaline, y más niños reclamando a Marcus. La madre se sentó a su lado en el murete donde se había encaramado y tuvo a bien cogerle al kneazle un rato. — ¿Qué haces aquí tan solita? ¿Y qué hace Ada igual que tú ahí enfrente? — Alice rio. — Tiene miedo de que Ginger ataque al huevo. Y no la culpo. El que no parece tener ningún miedo es Botines, me ha cogido cariño desde que le curé la maldición. No sé hasta qué punto es un mal presagio que no me deje en paz. — La mujer se rio como lo hacía ella, con la boca muy abierta y muy escandalosamente, lo que la hacía parecer aún más una madre irlandesa adorable. — Vamos, Alice, que ni los supersticiosos irlandeses pensamos ya que un augurey tenga culpa de nada. — Señaló a Dylan, que había agarrado al vuelo a Seamus para que no abriera la jaula de los nifflers. — A tu hermano Irlanda le sienta como un guante. — Alice asintió. — Es su ambiente completamente, está acostumbrado al caos, y como siente las emociones y aquí hay tanta alegría… — ¡Ay sí! Es que todo son buenas noticias. No para de venir familia, ahora mi cuñada se casa… — Sí, bueno, ese había sido el tema más candente en las reuniones de desván. Como Marcus había estado pachucho, habían montado en el desván una especie de cuartel general de los jóvenes de la familia allí, pero en cuanto Wendy desaparecía, el tema de conversación giraba en torno a ella. Pero bueno, también había habido competiciones de snaps explosivos, chocolatada con las abuelas y cuenta cuentos de historias irlandesas, así que Darren y Dylan se habían llevado una buena muestra. — ¡Marcus no seas tonto, te lo pido, eh! ¡Que no pasa nada porque la niña se monte en el abraxan, que están cegados, no pueden salir volando! — Oyó bramar a Lex, que tendía los brazos a una Rosie que Marcus retenía en volandas. Rosaline volvió a reír. — ¡Déjala, cariño! Si se sube cada vez que viene… — Claramente aquel no era el ambiente de su novio, agobiado por todas las criaturas y sus potenciales peligros, ni el de Dan y Sophia, que trataban inútilmente de convencer a Niamh por otro lado de echar una serie de hechizos higienizadores que para ellos eran básicos.
Había bastante gente en una resaca conjunta interesante, varias parejas que habían aprovechado ese veintiocho de diciembre para huir del tumulto y estar juntos, y un poco de envidia sí le daban, pero Darren y Dylan estaban allí, y lo cierto es que al día siguiente se iban a La Provenza, y allí sí tendrían momentos para estar solos, y pasear por la playa sin tanto frío, que menuda helada había caído esa noche… Lo cual no había impedido a Nancy irse con Frankie a sabe Nuada dónde, con el frío que hacía, ni a Wendy ir a conocer a los padres de Ciarán, que así había acabado Ginger en su regazo, porque Ginny había puesto el grito en el cielo cuando le habían planteado cuidarlo. Arnold y Emma se habían quedado bastante estratégicamente retrasados en el desayuno, y al llegar a la granja de Ruairi, para asombro de todos, solo estaban la familia de este, los Parker y Dylan, así que podían dedicarse al tour y alimentación de las criaturas en cierta tranquilidad.
Pero nunca había mucha tranquilidad en una casa de Ballyknow, y Saoirse, Dylan y Maeve reclamaban a Marcus continuamente y, como Alice ya imaginaba, eventualmente, aparecieron por allí Pod, Rosie y Seamus con Rosaline, y más niños reclamando a Marcus. La madre se sentó a su lado en el murete donde se había encaramado y tuvo a bien cogerle al kneazle un rato. — ¿Qué haces aquí tan solita? ¿Y qué hace Ada igual que tú ahí enfrente? — Alice rio. — Tiene miedo de que Ginger ataque al huevo. Y no la culpo. El que no parece tener ningún miedo es Botines, me ha cogido cariño desde que le curé la maldición. No sé hasta qué punto es un mal presagio que no me deje en paz. — La mujer se rio como lo hacía ella, con la boca muy abierta y muy escandalosamente, lo que la hacía parecer aún más una madre irlandesa adorable. — Vamos, Alice, que ni los supersticiosos irlandeses pensamos ya que un augurey tenga culpa de nada. — Señaló a Dylan, que había agarrado al vuelo a Seamus para que no abriera la jaula de los nifflers. — A tu hermano Irlanda le sienta como un guante. — Alice asintió. — Es su ambiente completamente, está acostumbrado al caos, y como siente las emociones y aquí hay tanta alegría… — ¡Ay sí! Es que todo son buenas noticias. No para de venir familia, ahora mi cuñada se casa… — Sí, bueno, ese había sido el tema más candente en las reuniones de desván. Como Marcus había estado pachucho, habían montado en el desván una especie de cuartel general de los jóvenes de la familia allí, pero en cuanto Wendy desaparecía, el tema de conversación giraba en torno a ella. Pero bueno, también había habido competiciones de snaps explosivos, chocolatada con las abuelas y cuenta cuentos de historias irlandesas, así que Darren y Dylan se habían llevado una buena muestra. — ¡Marcus no seas tonto, te lo pido, eh! ¡Que no pasa nada porque la niña se monte en el abraxan, que están cegados, no pueden salir volando! — Oyó bramar a Lex, que tendía los brazos a una Rosie que Marcus retenía en volandas. Rosaline volvió a reír. — ¡Déjala, cariño! Si se sube cada vez que viene… — Claramente aquel no era el ambiente de su novio, agobiado por todas las criaturas y sus potenciales peligros, ni el de Dan y Sophia, que trataban inútilmente de convencer a Niamh por otro lado de echar una serie de hechizos higienizadores que para ellos eran básicos.
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Aguantó a lo justo lo que quedaba de día de San Esteban, y al día siguiente estaba absolutamente destruido. Su preciosa, maravillosa y perfecta familia, al verle, decidió hacer comuna de amor (que no le oyera Olympia) alrededor de él y pasar juntos prácticamente todo el día, lo que le llevó a emocionarse varias veces (Jason también se emocionó profusamente cuando descubrió por qué estaban todos allí, con tanto lloro iba a parecer que estaba moribundo) y, a pesar del mal estado de su cuerpo, disfrutar mucho del día. Puede que tuviera bastante que ver el hecho de que la gran mayoría de los presentes tenía una resaca de campeonato y los tres días de fiesta consecutiva estaban haciendo que sus cuerpos les pidieran piedad y descanso. Pero él prefería quedarse con la versión de los hechos relativa al hermanamiento entre todos y los cuidados que le dieron.
Ese día se encontraba ya mucho mejor, aunque cuando le dijeron que el plan era ir a la granja de Ruairi a estar con los animales, casi finge estar enfermo de nuevo. Él pensaba que iban a hacer un recorrido histórico por Ballyknow y a enseñar a Darren y Dylan la biblioteca de Molly, pero por lo visto eso ocurrió en algún punto del día de San Esteban y él se lo perdió. No disimuló su indignación de no ser llevado a la antiquísima y maravillosa biblioteca de Margaret Lacey en la que dio comienzo la historia de todas sus vidas. Pero suponía que aún no había recuperado suficientes fuerzas como para ponerse a discutir.
Cuando cruzó la puerta de la casa y vio que, EN LA CASA, estaba todo lleno de animales sueltos, casi se echa a llorar. De repente no tenía tantas ganas de estar con los niños, porque todos querían estar permanentemente con los animales, y él no era muy de eso. Pero estaba solo en ese barco, claramente, porque hasta su Elio estaba voleteando feliz por ahí. Si querías estar en presencia de animales manteniendo la distancia interpersonal entre vosotros, tenías que haberte quedado con la Condesa y Cordelia en la casa, pensó. Al menos, dentro del aparente caos, las criaturas estaban bastante acostumbradas a la presencia humana y sus dueños lo tenían todo controlado, por lo que les hicieron un bonito recorrido por la granja que acabó resultándole bastante agradable.
- Venga, a ver quién ha estado más atento. - Empezó a decir a los niños, llevándose la quedada a su terreno: el del aprendizaje. - ¿Qué criatura tiene...? - Yo quiero subirme al abraxan. - Interrumpió a Saorsie, mirando a Rosie con un mohín y los brazos cruzados. La niña le miró. - Primero los tienes que conocer, para que te cojan confianza. - ¿Y tú los conoces a todos o qué? - Sí. - Rosie no parecía verle el problema a la cuestión. Marcus hizo amago de reconducir, pero continuaron. - No te creo. - ¡Que sí! ¡Mira! - Y la pelirroja salió corriendo, y Marcus puso cara de pánico, y se levantó todo lo rápido que pudo, tropezando con todas sus extremidades. - ¡Rosie! ¡Rosie! ¡Un momento! - Y la cogió prácticamente en el aire. Para colmo, su hermano, que justo estaba al lado del inmensísimo caballo alado, empezó a meterse con él. - ¿Y si se cae? - Pero hasta su propia madre dio luz verde, así que, a regañadientes, dejó a la niña en brazos de Lex y este la colocó en el caballo. La cara de Rosie era de absoluta felicidad, pero ahora Saorsie estaba más molesta todavía. Dio una patada en el suelo y le miró con reproche y los puños cerrados. - ¡Yo también quiero! - Saorsie. - Shannon había aparecido por allí y su tono era implacable. - O lo pides por favor y con cariño y aceptas un no por respuesta si te lo dan, o no hay caprichos que valgan. - ¡No me he podido montar en todo el tiempo que llevo aquí! - Venga, venga, yo te ayudo. - Apareció Ruairi por allí, y con toda la ternura, tomó a la niña en brazos y se acercó al abraxan. - Pero son unos caballos muy sensibles, tienen que notar que eres de corazón noble. Puedes montarte con la prima Rosie, ¿a que a ti no te importa, Rosie? - La mencionada receló un poco, pero finalmente se echó un poco hacia delante. - Venga, te pones detrás de ella y te agarras bien ¿vale? Y vamos a dar un paseo. - Y eso hicieron.
Shannon suspiró. - Qué caprichosa. Yo no sé a quién ha salido. - Marcus se encogió de hombros. - Bueno, mira lo que ha dicho Ruairi, en el fondo es noble. - Shannon puso expresión circunstancial. - Podría serlo también en la superficie. - Le miró y le dedicó una cariñosa caricia en la frente. - ¿Tú estás mejor, cariño? - Totalmente recuperado. Las pociones de Betty son milagrosas. - Eso es verdad. ¡Uy, hablando de pociones milagrosas! ¡¡Darren! Cariño, ¿tendrías otra de esas...? - Y se fue. El reguero de niños no tardó en aparecer tras él. - ¿Cómo seguía la pregunta, Marcus? - Preguntó Pod con ilusión. Él no se acordaba ya ni a lo que estaban jugando.
Ese día se encontraba ya mucho mejor, aunque cuando le dijeron que el plan era ir a la granja de Ruairi a estar con los animales, casi finge estar enfermo de nuevo. Él pensaba que iban a hacer un recorrido histórico por Ballyknow y a enseñar a Darren y Dylan la biblioteca de Molly, pero por lo visto eso ocurrió en algún punto del día de San Esteban y él se lo perdió. No disimuló su indignación de no ser llevado a la antiquísima y maravillosa biblioteca de Margaret Lacey en la que dio comienzo la historia de todas sus vidas. Pero suponía que aún no había recuperado suficientes fuerzas como para ponerse a discutir.
Cuando cruzó la puerta de la casa y vio que, EN LA CASA, estaba todo lleno de animales sueltos, casi se echa a llorar. De repente no tenía tantas ganas de estar con los niños, porque todos querían estar permanentemente con los animales, y él no era muy de eso. Pero estaba solo en ese barco, claramente, porque hasta su Elio estaba voleteando feliz por ahí. Si querías estar en presencia de animales manteniendo la distancia interpersonal entre vosotros, tenías que haberte quedado con la Condesa y Cordelia en la casa, pensó. Al menos, dentro del aparente caos, las criaturas estaban bastante acostumbradas a la presencia humana y sus dueños lo tenían todo controlado, por lo que les hicieron un bonito recorrido por la granja que acabó resultándole bastante agradable.
- Venga, a ver quién ha estado más atento. - Empezó a decir a los niños, llevándose la quedada a su terreno: el del aprendizaje. - ¿Qué criatura tiene...? - Yo quiero subirme al abraxan. - Interrumpió a Saorsie, mirando a Rosie con un mohín y los brazos cruzados. La niña le miró. - Primero los tienes que conocer, para que te cojan confianza. - ¿Y tú los conoces a todos o qué? - Sí. - Rosie no parecía verle el problema a la cuestión. Marcus hizo amago de reconducir, pero continuaron. - No te creo. - ¡Que sí! ¡Mira! - Y la pelirroja salió corriendo, y Marcus puso cara de pánico, y se levantó todo lo rápido que pudo, tropezando con todas sus extremidades. - ¡Rosie! ¡Rosie! ¡Un momento! - Y la cogió prácticamente en el aire. Para colmo, su hermano, que justo estaba al lado del inmensísimo caballo alado, empezó a meterse con él. - ¿Y si se cae? - Pero hasta su propia madre dio luz verde, así que, a regañadientes, dejó a la niña en brazos de Lex y este la colocó en el caballo. La cara de Rosie era de absoluta felicidad, pero ahora Saorsie estaba más molesta todavía. Dio una patada en el suelo y le miró con reproche y los puños cerrados. - ¡Yo también quiero! - Saorsie. - Shannon había aparecido por allí y su tono era implacable. - O lo pides por favor y con cariño y aceptas un no por respuesta si te lo dan, o no hay caprichos que valgan. - ¡No me he podido montar en todo el tiempo que llevo aquí! - Venga, venga, yo te ayudo. - Apareció Ruairi por allí, y con toda la ternura, tomó a la niña en brazos y se acercó al abraxan. - Pero son unos caballos muy sensibles, tienen que notar que eres de corazón noble. Puedes montarte con la prima Rosie, ¿a que a ti no te importa, Rosie? - La mencionada receló un poco, pero finalmente se echó un poco hacia delante. - Venga, te pones detrás de ella y te agarras bien ¿vale? Y vamos a dar un paseo. - Y eso hicieron.
Shannon suspiró. - Qué caprichosa. Yo no sé a quién ha salido. - Marcus se encogió de hombros. - Bueno, mira lo que ha dicho Ruairi, en el fondo es noble. - Shannon puso expresión circunstancial. - Podría serlo también en la superficie. - Le miró y le dedicó una cariñosa caricia en la frente. - ¿Tú estás mejor, cariño? - Totalmente recuperado. Las pociones de Betty son milagrosas. - Eso es verdad. ¡Uy, hablando de pociones milagrosas! ¡¡Darren! Cariño, ¿tendrías otra de esas...? - Y se fue. El reguero de niños no tardó en aparecer tras él. - ¿Cómo seguía la pregunta, Marcus? - Preguntó Pod con ilusión. Él no se acordaba ya ni a lo que estaban jugando.
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Marcus | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
No solo Rosie se salió con la suya, si no que Saoirse también, y ahora tenían a un abraxan controlado solo por Ruairi por ahí con las dos niñas. La pesadilla de Marcus. Se acercó a él y lo condujo hacia donde estaba el resto de los Ravenclaw, mientras Pod decía. — A mí me gustan mucho tus preguntas. Yo habría preguntado cuál era la criatura más rápida, o cuál era la más vieja... Yo sabría contestarlas. La segunda al menos. — Lex también se les pegó, porque justamente volvía Darren. — Qué lujo es todo esto Niamh, aquí me haría de oro. — Comentó el Hufflepuff. — Y me estimula la creatividad mucho más que mi barrio muggle, obviamente. Ya se me han ocurrido veinte chuches distintas. — La mujer rio. — Pues esta es tu casa siempre que quieras, ya ves que aquí tenemos sitio para todo el mundo. Donde caben dos, caben tres, más vale. — Y todos rieron, pero Dan se quedó mirando un poco intensamente a Niamh, como si estuviera deduciendo algo. — ¡Hermana! ¿Esa no es la tata? — Alice se giró, y entonces oyó unos gritos distintivos. — ¡CERYS! ¡PÁRALA! ¡AY, MI PELIRROJA! — ¿Qué pasa? — Todos salieron corriendo hacia el límite de la granja, donde se oía gritar a Vivi.
La imagen era para verla. Un bicornio (o bicornia, porque justo se fijó Alice en que llevaba un lacito) enorme estaba arrastrando a Erin por todo el camino que iba hacia la granja, y Ruairi por ahí con las niñas y el abraxan. — ¡NIAMH, CANTA! — Gritó Cerys a la desesperada, desde donde estaba. — In Dubliiiiiiiiiiiin's fair city/ Where the girls are so pretty/I first set my eyes on sweet Moooooooolly Maloooooooone! — Empezó a cantar Niamh a voz en grito. Alice se quitó de en medio y tiró de Marcus y Darren, porque no veía claro lo de cantarle a semejante bestia y se lo veía venir encima. Pero para su absoluto desconcierto, Cerys y Shannon se pusieron a corear la canción también, y, de repente, el bicornio se fue parando y acabó cayendo con todo su peso de cara, dormido como un tronco. — No me lo puedo creer. — ¿CÓMO LO HABÉIS HECHO? — Preguntó Lex alucinando. — Es condicionamiento clásico. Con los bicornios funciona muy bien, acordamos en la familia enseñarles a dormirse con Molly Malone, y así si se nos escapa o cuando hay que esquilarles los cuernos, pues simplemente les cantamos y ya. — Dijo Niamh tan contenta, con su sonrisa de siempre. — Ohhhh pobre Danjo, ¿qué le ha pasado? — Exclamó Lucius, apareciendo de repente. Alice aún se estaba recuperando del susto de ver al bicornio venir directo hacia ellos, aunque en general no se compartía su sensación, porque Arnie estaba muerto de risa en brazos de su madre.
Para su aún más grande sorpresa, Erin se levantó sonriente y llena de barro y ramitas en el pelo. — ¡Es increíble! ¡Le hemos dado tu potenciador de esencia, Darren! ¡Funciona genial! ¡ERES UN GENIO! — Exclamó la mujer, que estaba tan arriba que se acercara a Darren y le estampó un beso en la mejilla. — ¿Eso explica por qué te has rebozado y dejado arrastrar? — Preguntó Sophia preocupada. — No, eso es porque la tía se ha agarrado a la brida del bicornio con toda intención en cuanto le ha dado la chuche al animal. — Contestó su tía en el tono más ofendido que le había oído jamás usar con Erin, mientras le quitaba ramitas. — A ver… Vamos a revisar que no hay signos de contusión, prima. — Dijo Shannon, acercándose a comprobarlo pero sin parar de reírse. — Ha sido lo más alucinante que he visto en Irlanda. — Gracias por la parte que le toca a mi gesta épica con el reyezuelo. — Se quejó Dan. — Pero, ¿alguien puede explicarme la utilidad de esa chuche. — ¿Tú has visto el tamaño de ese bicornio? La única forma de hacerle ir a un sitio sin hechizarlo es darle una chuche que hace que se potencie su percepción de la esencia de la hembra, eso le hace ir a donde esté ella con mucha urgencia. — Los Ravenclaw parpadearon confusos. — ¿También ella es lesbiana? — Sonó la voz de su hermano de repente. — ¡Dylan! — No, Danjo es macho. Es que no creemos en los roles de género. Eso y que nos pide que le pongamos el lazo, nos persigue hasta que se lo atamos. — Jadeó Cerys, que llegaba en ese momento. — Erin… Estás como una regadera, te lo digo de verdad. — ¡Mola muchísimo! ¡Ahora hay que probarlo con otro! —
La imagen era para verla. Un bicornio (o bicornia, porque justo se fijó Alice en que llevaba un lacito) enorme estaba arrastrando a Erin por todo el camino que iba hacia la granja, y Ruairi por ahí con las niñas y el abraxan. — ¡NIAMH, CANTA! — Gritó Cerys a la desesperada, desde donde estaba. — In Dubliiiiiiiiiiiin's fair city/ Where the girls are so pretty/I first set my eyes on sweet Moooooooolly Maloooooooone! — Empezó a cantar Niamh a voz en grito. Alice se quitó de en medio y tiró de Marcus y Darren, porque no veía claro lo de cantarle a semejante bestia y se lo veía venir encima. Pero para su absoluto desconcierto, Cerys y Shannon se pusieron a corear la canción también, y, de repente, el bicornio se fue parando y acabó cayendo con todo su peso de cara, dormido como un tronco. — No me lo puedo creer. — ¿CÓMO LO HABÉIS HECHO? — Preguntó Lex alucinando. — Es condicionamiento clásico. Con los bicornios funciona muy bien, acordamos en la familia enseñarles a dormirse con Molly Malone, y así si se nos escapa o cuando hay que esquilarles los cuernos, pues simplemente les cantamos y ya. — Dijo Niamh tan contenta, con su sonrisa de siempre. — Ohhhh pobre Danjo, ¿qué le ha pasado? — Exclamó Lucius, apareciendo de repente. Alice aún se estaba recuperando del susto de ver al bicornio venir directo hacia ellos, aunque en general no se compartía su sensación, porque Arnie estaba muerto de risa en brazos de su madre.
Para su aún más grande sorpresa, Erin se levantó sonriente y llena de barro y ramitas en el pelo. — ¡Es increíble! ¡Le hemos dado tu potenciador de esencia, Darren! ¡Funciona genial! ¡ERES UN GENIO! — Exclamó la mujer, que estaba tan arriba que se acercara a Darren y le estampó un beso en la mejilla. — ¿Eso explica por qué te has rebozado y dejado arrastrar? — Preguntó Sophia preocupada. — No, eso es porque la tía se ha agarrado a la brida del bicornio con toda intención en cuanto le ha dado la chuche al animal. — Contestó su tía en el tono más ofendido que le había oído jamás usar con Erin, mientras le quitaba ramitas. — A ver… Vamos a revisar que no hay signos de contusión, prima. — Dijo Shannon, acercándose a comprobarlo pero sin parar de reírse. — Ha sido lo más alucinante que he visto en Irlanda. — Gracias por la parte que le toca a mi gesta épica con el reyezuelo. — Se quejó Dan. — Pero, ¿alguien puede explicarme la utilidad de esa chuche. — ¿Tú has visto el tamaño de ese bicornio? La única forma de hacerle ir a un sitio sin hechizarlo es darle una chuche que hace que se potencie su percepción de la esencia de la hembra, eso le hace ir a donde esté ella con mucha urgencia. — Los Ravenclaw parpadearon confusos. — ¿También ella es lesbiana? — Sonó la voz de su hermano de repente. — ¡Dylan! — No, Danjo es macho. Es que no creemos en los roles de género. Eso y que nos pide que le pongamos el lazo, nos persigue hasta que se lo atamos. — Jadeó Cerys, que llegaba en ese momento. — Erin… Estás como una regadera, te lo digo de verdad. — ¡Mola muchísimo! ¡Ahora hay que probarlo con otro! —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Alice | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
Soltó aire por la boca y se dijo a sí mismo que las niñas estaban en buenas manos, porque ciertamente lo estaban, pero la frase de Pod le hizo derretirse. Le movió los rizos. - Ah ¿sí? ¿Y cuál es? - Pod señaló, feliz, uno de los árboles. - Ese fwooper de ahí. - Marcus aguzó la vista. En una de las ramas, había un pajarillo diminuto, más o menos del tamaño de su Elio, y realmente parecido, solo que no era una lechuza corriente sino una mágica. Tenía las antenas propia de su especie un poco caídas, como flores marchitas. En otros tiempos probablemente hubiera tenido un intenso color naranja chillón, pero ahora las plumas tiraban a un bonito amarillo, claramente descoloridas. Parecía dormido y su respiración era pesada. - Es de la prima Niahm. Se lo regalaron sus abuelos paternos cuando nació, para que tuviera contacto con las criaturas mágicas desde pequeña, porque su madre es muggle, pero su padre es mago. Así que tiene... - Pod pensó, levantando los ojos. - Treinta y ocho años. - Marcus abrió mucho los ojos, parpadeó y miró al animalillo. - Guau. - Es muy viejo hasta para su especie, pero es que aquí vive muy tranquilito. Aunque ya se le ve viejito... - Sí que se le veía viejito, y ya era un mérito que estuviera ahí dormido con tanto jaleo. - Pero es muy bonito que lleve con la prima desde que nació, ¿a que sí? - Marcus sonrió. - Sí que es bonito. - Se llama mandarina. Se lo puso su madre. - Eso le hizo reír.
Lo que pasó después no habría podido narrárselo a nadie porque no supo muy bien qué pasó, pero, de repente, su tía Erin venía arrastrada por un bicornio, Cerys y Niahm estaban cantando la canción tradicional irlandesa de Molly Malone y Alice había tirado de él para apartarle del camino, y él de Pod al mismo tiempo, porque el chico se había quedado tan impactado con la escena como él. Vio con la boca abierta como, de repente, el enorme caballo de dos cuernos caía de bruces al suelo, profundamente dormido, y encima había explicación científica para ello. Y él que estaba aún que no podía ni hablar. - ¿Qué acaba de pasar? - Y entonces, le dieron un motivo a lo que acababa de pasar.
Miró incrédulo a Darren. - ¿Tú has provocado que se ponga así? - El chico, hasta ahora laureado por todo el entorno, se encogió de repente. - A ver. Les da energía... - Pero su tía estaba arribísima con ello, cuando Marcus solo veía riesgo de muerte por todas partes. Soltó aire por la nariz y se acercó a Darren, asistiendo a cómo Erin seguía saltando de alegría por haber sido arrastrada por un caballo gigante. - Sé que estás acostumbrado a la tranquilidad Slytherin y la racionalidad Ravenclaw en tu entorno próximo. - Acentuó la mirada. - Pero mi tía es Gryffindor. Y con los animales no filtra. ¿Cómo le das una cosa de esas? - Que conste que avisé de que era un producto en fase de prueba. - La cara de alucine de Marcus daba cuenta de que no lo estaba arreglando. - Pero se las ve contentas... - Hazle pruebas de peligrosidad a tus chuches antes de empezar a hacer negocio con ellas, anda. - El otro hizo una graciosa caída de ojos y añadió. - Pues que sepas que gracias a uno de los accidentes de mis chuches conocí a tu novia. - ¡Darren, va en serio! - ¡Que ya, que sí, jolín! -
- ¡Hola, familia! - Andrew entró por la puerta como si tal cosa, con Brando en brazos y un muchacho tras él al que no conocían, pero que tenía pinta de ser mayor de la edad que aparentaba. - ¡¡Connor!! - Celebró Ruairi, acercándose al chico y dándole un abrazo. - ¿Cuándo has llegado? ¡Cuánto tiempo! - He venido para pasar el fin de año. - ¿Has llegado hoy? ¿Te has perdido la Navidad? - Llegué ayer, en realidad. Muy liado de trabajo. Pero bueno, ya sabes que yo no soy muy de tumultos y eso... - Dijo con una risita tímida. Luego se fijó en la cantidad de presentes desconocido y, levemente ruborizado y con una sonrisa tensa, asintió cortésmente con la cabeza. - Iba a decir "mirad a quién os he traído", pero mi primo se me ha adelantado. ¡Connor Murray, señoras y señores! - Va, Andrew... - Susurró el otro por lo bajo, avergonzado. Niahm chistó, poniendo una mano en el hombro del chico. - Andrew, no seas así. Connor, qué alegría verte. - No quisiera causar molestia... - ¡Qué va! Ya sabes que esta casa es un no parar de gente. - Se giró hacia ellos. - Te presento a... - Y fue haciendo un barrido por todos ellos, parentesco incluido. El hombre, con la boina en las manos, asentía con cortesía, pero se le notaba la mirada más agobiada a medida que no dejaba de salir gente nueva y las conexiones familiares y sentimentales estaban cada vez menos claras.
- Me preguntaba si estorbábamos para comer. - Dijo Andrew con total naturalidad, depositando a Brando en el suelo junto a Arnie. Los bebés se abrazaron mutuamente, ignorando por completo a los adultos y disfrutando de su mundo particular. - ¡Claro! Lo dicho, donde caben dos... - Contestó Niahm, pero el tal Connor le miró con espanto. - Bueno, yo... Si solo nos hemos cruzado paseando. No quiero molestar. - ¡Jah! Paseando. A ver, ¿cuánto llevas paseando? - El otro se encogió de hombros, y Ruairi, para descuadre del susodicho, que chistó y retrocedió, le puso el dorso de la mano en la mejilla. - Estás congelado. Venga, que voy poniendo la olla a calentar... - El otro suspiró fuertemente, pero empezó a ver que no había forma de negarse.
- ¿Eres de aquí, Connor? - Preguntó dulcemente Shannon, por sacar conversación, ya que el chico no parecía muy hablador. Puso una sonrisa humilde y asintió, sin soltar la boina. - Soy de aquí, sí. Soy el hijo de Caoimhe Murray, la geóloga. Si sois familia de Lawrence O'Donnell, la conoceréis. - Bueno, nosotros es que venimos de América. Somos un poco nuevos. - Dijo con una risilla. Saorise, que ya se había bajado del abraxan, se colocó de un saltito delante de él. - Hola. - Dijo con su vocecilla. - Hola. - Respondió él, educado y sonriente pero tímido. - ¿Cómo se escribe "Kuiva"? - El hombre (y todos los presentes) rieron. Sí, la pronunciación de los nombres irlandeses era complicada, y la niña había oído un nombre raro y, viendo cómo se movían por allí, quería contrastar. - C-A-O-I-M-H-E. - ¿Es tu madre o tu padre? - Saorsie. - Llamó Dan la atención, pero el otro reía. - Mi madre. Caoimhe es nombre de mujer. - Es raro. Mi nombre donde vivo también es un poco raro. - El chico reía, pero con tanta timidez que Marcus empezó a pensar que se le iba a acabar la cuerda rápido. Tenía experiencia con tímidos. - Hola de nuevo. Perdona, mi abuelo es Lawrence O'Donnell. ¿Tu madre es Caoimhe Murray? Sí que me suena que me haya hablado de ella, por el uso de las piedras. - Miró a Alice. - Nosotros también somos alquimistas. - Y al hombre, de repente, se le iluminaron los ojos. - ¿Y... Lawrence sigue...? - Sí, sigue en activo. - Dijo contento, y el otro puso inmediata expresión relajada. Probablemente su pregunta era si seguía vivo, pero evidentemente, una cosa implicaba la otra. - ¡Qué bien! Yo... Me interesa la alquimia. Bueno, mis conocimientos se limitan a la asignatura que di en el colegio, pero he trabajado con alquimistas. Le dais un uso increíble a la piedra, sacáis cosas que parecían invisibles a los ojos... - Bueeeeeno bueno, Ravenclaws hablando entre sí. - Ruairi apareció con un enorme plato de guiso y lo plantó en la mesa. - Siéntese usted. - De verdad que no... - Nos conocimos el primer día en la ceremonia de selección. - Clamó Ruairi de repente, mirándoles. - Se subió al taburete del sombrero temblando, y cuando dijo "Ravenclaw", se quedó allí, y se puso a llorar. No porque no quisiera Ravenclaw, sino porque "estaba todo el mundo mirándole". Como ahora. - El tal Connor le miraba mal. - O te sientas a comer, o sigo provocando que seas el centro de atención. - El otro alzó las palmas y se sentó. Ruairi puso sonrisa complacida y, antes de volver a la cocina, dijo. - Marchando el resto de los platos para los demás invitados, así que id sentándoos. -
Lo que pasó después no habría podido narrárselo a nadie porque no supo muy bien qué pasó, pero, de repente, su tía Erin venía arrastrada por un bicornio, Cerys y Niahm estaban cantando la canción tradicional irlandesa de Molly Malone y Alice había tirado de él para apartarle del camino, y él de Pod al mismo tiempo, porque el chico se había quedado tan impactado con la escena como él. Vio con la boca abierta como, de repente, el enorme caballo de dos cuernos caía de bruces al suelo, profundamente dormido, y encima había explicación científica para ello. Y él que estaba aún que no podía ni hablar. - ¿Qué acaba de pasar? - Y entonces, le dieron un motivo a lo que acababa de pasar.
Miró incrédulo a Darren. - ¿Tú has provocado que se ponga así? - El chico, hasta ahora laureado por todo el entorno, se encogió de repente. - A ver. Les da energía... - Pero su tía estaba arribísima con ello, cuando Marcus solo veía riesgo de muerte por todas partes. Soltó aire por la nariz y se acercó a Darren, asistiendo a cómo Erin seguía saltando de alegría por haber sido arrastrada por un caballo gigante. - Sé que estás acostumbrado a la tranquilidad Slytherin y la racionalidad Ravenclaw en tu entorno próximo. - Acentuó la mirada. - Pero mi tía es Gryffindor. Y con los animales no filtra. ¿Cómo le das una cosa de esas? - Que conste que avisé de que era un producto en fase de prueba. - La cara de alucine de Marcus daba cuenta de que no lo estaba arreglando. - Pero se las ve contentas... - Hazle pruebas de peligrosidad a tus chuches antes de empezar a hacer negocio con ellas, anda. - El otro hizo una graciosa caída de ojos y añadió. - Pues que sepas que gracias a uno de los accidentes de mis chuches conocí a tu novia. - ¡Darren, va en serio! - ¡Que ya, que sí, jolín! -
- ¡Hola, familia! - Andrew entró por la puerta como si tal cosa, con Brando en brazos y un muchacho tras él al que no conocían, pero que tenía pinta de ser mayor de la edad que aparentaba. - ¡¡Connor!! - Celebró Ruairi, acercándose al chico y dándole un abrazo. - ¿Cuándo has llegado? ¡Cuánto tiempo! - He venido para pasar el fin de año. - ¿Has llegado hoy? ¿Te has perdido la Navidad? - Llegué ayer, en realidad. Muy liado de trabajo. Pero bueno, ya sabes que yo no soy muy de tumultos y eso... - Dijo con una risita tímida. Luego se fijó en la cantidad de presentes desconocido y, levemente ruborizado y con una sonrisa tensa, asintió cortésmente con la cabeza. - Iba a decir "mirad a quién os he traído", pero mi primo se me ha adelantado. ¡Connor Murray, señoras y señores! - Va, Andrew... - Susurró el otro por lo bajo, avergonzado. Niahm chistó, poniendo una mano en el hombro del chico. - Andrew, no seas así. Connor, qué alegría verte. - No quisiera causar molestia... - ¡Qué va! Ya sabes que esta casa es un no parar de gente. - Se giró hacia ellos. - Te presento a... - Y fue haciendo un barrido por todos ellos, parentesco incluido. El hombre, con la boina en las manos, asentía con cortesía, pero se le notaba la mirada más agobiada a medida que no dejaba de salir gente nueva y las conexiones familiares y sentimentales estaban cada vez menos claras.
- Me preguntaba si estorbábamos para comer. - Dijo Andrew con total naturalidad, depositando a Brando en el suelo junto a Arnie. Los bebés se abrazaron mutuamente, ignorando por completo a los adultos y disfrutando de su mundo particular. - ¡Claro! Lo dicho, donde caben dos... - Contestó Niahm, pero el tal Connor le miró con espanto. - Bueno, yo... Si solo nos hemos cruzado paseando. No quiero molestar. - ¡Jah! Paseando. A ver, ¿cuánto llevas paseando? - El otro se encogió de hombros, y Ruairi, para descuadre del susodicho, que chistó y retrocedió, le puso el dorso de la mano en la mejilla. - Estás congelado. Venga, que voy poniendo la olla a calentar... - El otro suspiró fuertemente, pero empezó a ver que no había forma de negarse.
- ¿Eres de aquí, Connor? - Preguntó dulcemente Shannon, por sacar conversación, ya que el chico no parecía muy hablador. Puso una sonrisa humilde y asintió, sin soltar la boina. - Soy de aquí, sí. Soy el hijo de Caoimhe Murray, la geóloga. Si sois familia de Lawrence O'Donnell, la conoceréis. - Bueno, nosotros es que venimos de América. Somos un poco nuevos. - Dijo con una risilla. Saorise, que ya se había bajado del abraxan, se colocó de un saltito delante de él. - Hola. - Dijo con su vocecilla. - Hola. - Respondió él, educado y sonriente pero tímido. - ¿Cómo se escribe "Kuiva"? - El hombre (y todos los presentes) rieron. Sí, la pronunciación de los nombres irlandeses era complicada, y la niña había oído un nombre raro y, viendo cómo se movían por allí, quería contrastar. - C-A-O-I-M-H-E. - ¿Es tu madre o tu padre? - Saorsie. - Llamó Dan la atención, pero el otro reía. - Mi madre. Caoimhe es nombre de mujer. - Es raro. Mi nombre donde vivo también es un poco raro. - El chico reía, pero con tanta timidez que Marcus empezó a pensar que se le iba a acabar la cuerda rápido. Tenía experiencia con tímidos. - Hola de nuevo. Perdona, mi abuelo es Lawrence O'Donnell. ¿Tu madre es Caoimhe Murray? Sí que me suena que me haya hablado de ella, por el uso de las piedras. - Miró a Alice. - Nosotros también somos alquimistas. - Y al hombre, de repente, se le iluminaron los ojos. - ¿Y... Lawrence sigue...? - Sí, sigue en activo. - Dijo contento, y el otro puso inmediata expresión relajada. Probablemente su pregunta era si seguía vivo, pero evidentemente, una cosa implicaba la otra. - ¡Qué bien! Yo... Me interesa la alquimia. Bueno, mis conocimientos se limitan a la asignatura que di en el colegio, pero he trabajado con alquimistas. Le dais un uso increíble a la piedra, sacáis cosas que parecían invisibles a los ojos... - Bueeeeeno bueno, Ravenclaws hablando entre sí. - Ruairi apareció con un enorme plato de guiso y lo plantó en la mesa. - Siéntese usted. - De verdad que no... - Nos conocimos el primer día en la ceremonia de selección. - Clamó Ruairi de repente, mirándoles. - Se subió al taburete del sombrero temblando, y cuando dijo "Ravenclaw", se quedó allí, y se puso a llorar. No porque no quisiera Ravenclaw, sino porque "estaba todo el mundo mirándole". Como ahora. - El tal Connor le miraba mal. - O te sientas a comer, o sigo provocando que seas el centro de atención. - El otro alzó las palmas y se sentó. Ruairi puso sonrisa complacida y, antes de volver a la cocina, dijo. - Marchando el resto de los platos para los demás invitados, así que id sentándoos. -
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Marcus | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
Alice entornó los ojos y miró a Darren. — La culpa es del señor Kowalsky por perdonarnos aquel castigo. Ni Ethan dejó de meterse en las cama que no debía, ni yo de experimentar al borde de la ley, ni tú empezaste a hacer chuches más seguras. — Su cuñado, por supuesto, se rio. — Ay, Galita, pero, ¿y lo bien que nos ha ido después? — Marcus, su tía, y los sanitarios de la familia no estaban muy de acuerdo. — Simplemente no se los des a probar a los Gryffindor. — Señaló Alice. — Se lo he dado de probar al bicornio, no me lo he comido yo, pobre Danjo. — Refunfuñó la aludida, dando un abrazo al bicho. — Tu tía está como una niña chica aquí en Irlanda. — Susurró a su novio. — Aunque eso se puede decir de la mía en casi todas partes, así que supongo que todo bien. —
Por supuesto, llegó también Andrew, con el bebé y una persona más que Alice no conocía. Era un no parar lo de ese pueblo. Por lo visto era muy buen amigo de los primos, pero le recordaba a Erin justamente cuando veía lo que ella consideraba un tumulto de personas. Sonrió y saludó desde la distancia, para darle espacio al chaval. Espacio que ni Ruairi ni Andrew le daban. — ¿Dónde te has dejado a Allison? — El chico arrugó la cara y levantó las manos. — Mi madre y ella nos han echado, dicen que la casa estaba hecha un pantanal después de todas las fiestas y que solo estorbábamos. Ya ves, no sé qué han hecho con los demás, pero ya que Brando se ha echado un amigo, pues me he dejado caer por aquí, y tengo un radar para detectar a Connor y a mi prima Nancy, cuando se perdían, me llamaban a mí. — Pero ya especificó el nuevo que es que estaba paseando, aunque, en su experiencia, era inútil intentar disuadir a un Hufflepuff de un talento que firmemente cree tener.
La verdad es que agradeció entrar, porque hacía bastante frío, y también agradeció que la niña preguntara lo que ella, por cortesía, no iba a preguntar, pero no pudo evitar que se le abrieran mucho los ojos al oír la grafía. — Tú y yo vimos ese nombre en el libro aquel, ¿te acuerdas? — Le dijo a Marcus. — Aquel día en el patio sur, que dijiste que si hubiera sido niña tu abuela querría llamarte así. — Por lo visto, les habían asignado al tímido de la sala, porque le gustaba hablar de Lawrence y de alquimia, así que asumió su papel y se inclinó junto a Marcus para hablar por el hombre. Caray, sí que es guapo, pensó al verlo de cerca, pero ya se centró en la conversación. — Nos estamos preparando el examen de Hielo aquí, porque acabamos de sacar Piedra. La verdad es que todo esto es tremendamente inspirador. — Añadió. Pero Ruairi estaba en otras. La historia era adorable y le hizo mirar a ambos. — No puedo ni imaginaros tan pequeñitos, qué adorables. Marcus también estaba de los nervios, yo iba más a mi aire, estaba como muy segura de que iba a ser Ravenclaw, y si no, Hufflepuff como mi madre, así que… —
Y estaban entre risas y recuerdos, cuando la puerta se volvió a abrir. — Holaaaaa, venimos de Connemara. — Era la voz de la abuela Molly. — ¿Pero a qué habéis ido vosotros a Connemara? — Preguntó Shannon a sus padres, que también llegaban. — A comprar queso. — Contestó Maeve tranquilamente. — A espiar a Wendy y Ciarán, ¿a que sí? — Dijo Alice con tono de obviedad. Molly se llevó una mano al pecho. — Encima que os traemos queso, membrillo, anchoas y salazones de Connemara e íbamos a proponer un aperitivo, una tiene que aguantar… — ¡PERO CONNOR, MUCHACHO! — Hola, Lawrence. — Contestó el hombre, claramente abrumado. — ¿Ya has conocido a mis alumnos? Este chico es un experto en piedras mágicas, un fuera de serie, igual que su madre, pero no hay quien le pille de congreso en congreso. Tenéis que contarle lo de Nancy. — ¿Qué de Nancy? — Preguntó confuso. Marcus y Alice se miraron con cara de circunstancias. — ¿Este de quién es? — Dijo Frankie en un tono que él creería que era bajito, mientras Molly no paraba de sacar cosas de las bolsas a golpe de varita. — El de Caoimhe, la geóloga. — ¡Ah! ¡La del niño solo! — Creo que soy ese niño. — Señaló Connor. — ¡Perdona, hijo! Cuando me fui de aquí, tu madre era más joven que tú ahora, ¿sabes? Vamos, debía tener la edad de Alice… — ¿Hay comida para todos, mamá? — Preguntó Shannon preocupada. — ¿Y dónde está mi hija mayor? — De risas en el salón con Dylan y Vivi, déjala, que está entretenida, están haciendo un juego. — ¿Y la…? — ¡¡¡¡¡MI HUEVOOOOO!!!! ¡RUAIRI EL HUEVO ESTÁ VIBRANDO! — Y se levantaron todos en tropel a buscar a Ada, pero Ruairi, como si fuera un gigante, levantó los brazos. — ¡QUE NADIE SE ACERQUE! ¡TIENE QUE VER A ADA PRIMERO! ¡NO OS ACERQUÉIS! ¡QUE ALGUIEN AGARRE A SAOIRSE! — Alice suspiró y miró a Connor. — Debes de estar flipando. — ¿Quién yo? Ruairi es mi mejor amigo de toda la vida, he vivido esto cieeeeentos de veces. La familia ya era enorme y ruidosa antes de que llegarais los de fuera. —
Por supuesto, llegó también Andrew, con el bebé y una persona más que Alice no conocía. Era un no parar lo de ese pueblo. Por lo visto era muy buen amigo de los primos, pero le recordaba a Erin justamente cuando veía lo que ella consideraba un tumulto de personas. Sonrió y saludó desde la distancia, para darle espacio al chaval. Espacio que ni Ruairi ni Andrew le daban. — ¿Dónde te has dejado a Allison? — El chico arrugó la cara y levantó las manos. — Mi madre y ella nos han echado, dicen que la casa estaba hecha un pantanal después de todas las fiestas y que solo estorbábamos. Ya ves, no sé qué han hecho con los demás, pero ya que Brando se ha echado un amigo, pues me he dejado caer por aquí, y tengo un radar para detectar a Connor y a mi prima Nancy, cuando se perdían, me llamaban a mí. — Pero ya especificó el nuevo que es que estaba paseando, aunque, en su experiencia, era inútil intentar disuadir a un Hufflepuff de un talento que firmemente cree tener.
La verdad es que agradeció entrar, porque hacía bastante frío, y también agradeció que la niña preguntara lo que ella, por cortesía, no iba a preguntar, pero no pudo evitar que se le abrieran mucho los ojos al oír la grafía. — Tú y yo vimos ese nombre en el libro aquel, ¿te acuerdas? — Le dijo a Marcus. — Aquel día en el patio sur, que dijiste que si hubiera sido niña tu abuela querría llamarte así. — Por lo visto, les habían asignado al tímido de la sala, porque le gustaba hablar de Lawrence y de alquimia, así que asumió su papel y se inclinó junto a Marcus para hablar por el hombre. Caray, sí que es guapo, pensó al verlo de cerca, pero ya se centró en la conversación. — Nos estamos preparando el examen de Hielo aquí, porque acabamos de sacar Piedra. La verdad es que todo esto es tremendamente inspirador. — Añadió. Pero Ruairi estaba en otras. La historia era adorable y le hizo mirar a ambos. — No puedo ni imaginaros tan pequeñitos, qué adorables. Marcus también estaba de los nervios, yo iba más a mi aire, estaba como muy segura de que iba a ser Ravenclaw, y si no, Hufflepuff como mi madre, así que… —
Y estaban entre risas y recuerdos, cuando la puerta se volvió a abrir. — Holaaaaa, venimos de Connemara. — Era la voz de la abuela Molly. — ¿Pero a qué habéis ido vosotros a Connemara? — Preguntó Shannon a sus padres, que también llegaban. — A comprar queso. — Contestó Maeve tranquilamente. — A espiar a Wendy y Ciarán, ¿a que sí? — Dijo Alice con tono de obviedad. Molly se llevó una mano al pecho. — Encima que os traemos queso, membrillo, anchoas y salazones de Connemara e íbamos a proponer un aperitivo, una tiene que aguantar… — ¡PERO CONNOR, MUCHACHO! — Hola, Lawrence. — Contestó el hombre, claramente abrumado. — ¿Ya has conocido a mis alumnos? Este chico es un experto en piedras mágicas, un fuera de serie, igual que su madre, pero no hay quien le pille de congreso en congreso. Tenéis que contarle lo de Nancy. — ¿Qué de Nancy? — Preguntó confuso. Marcus y Alice se miraron con cara de circunstancias. — ¿Este de quién es? — Dijo Frankie en un tono que él creería que era bajito, mientras Molly no paraba de sacar cosas de las bolsas a golpe de varita. — El de Caoimhe, la geóloga. — ¡Ah! ¡La del niño solo! — Creo que soy ese niño. — Señaló Connor. — ¡Perdona, hijo! Cuando me fui de aquí, tu madre era más joven que tú ahora, ¿sabes? Vamos, debía tener la edad de Alice… — ¿Hay comida para todos, mamá? — Preguntó Shannon preocupada. — ¿Y dónde está mi hija mayor? — De risas en el salón con Dylan y Vivi, déjala, que está entretenida, están haciendo un juego. — ¿Y la…? — ¡¡¡¡¡MI HUEVOOOOO!!!! ¡RUAIRI EL HUEVO ESTÁ VIBRANDO! — Y se levantaron todos en tropel a buscar a Ada, pero Ruairi, como si fuera un gigante, levantó los brazos. — ¡QUE NADIE SE ACERQUE! ¡TIENE QUE VER A ADA PRIMERO! ¡NO OS ACERQUÉIS! ¡QUE ALGUIEN AGARRE A SAOIRSE! — Alice suspiró y miró a Connor. — Debes de estar flipando. — ¿Quién yo? Ruairi es mi mejor amigo de toda la vida, he vivido esto cieeeeentos de veces. La familia ya era enorme y ruidosa antes de que llegarais los de fuera. —
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Alice | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
Marcus rio. - ¡Es verdad! - Respondió divertido a Alice, discretamente para que el muchacho nuevo, que estaba en diatriba sobre si comer allí o no, no les escuchara debatir sobre el nombre de su madre. - Era uno de los nombres elegido por mi abuela si tenía una nieta, efectivamente. Cuando me dijo que se pronunciaba "Kuiva" pensé que se lo estaba inventando para tomarnos el pelo, pero nunca fui lo suficientemente valiente como para decírselo. Y claramente hice bien, porque sí que se pronuncia así. - Como Arnold se limitaba a decir que para qué discutirlo si igualmente solo tenían varones y Emma ponía su impertérrita cara de estar dándote la oportunidad de no estar vacilándola, no había tenido forma de comprobar hasta el momento si era un nombre común en Irlanda o no.
Miró a Alice con adoración y una sonrisa radiante, tomando su mano. - Nos conocimos en las barcas. - Otra vez la historia que nunca han contado a nadie. - Bromeó Violet, que claramente ya se había recuperado del susto que le había dado su novia. - Y sí, ella estaba muy segura de que entraría en Ravenclaw, su madre también lo estaba. Yo estuve muy seguro hasta las barcas, que me entró el pánico de última hora al verme allí solito. - El pobre temía entrar en Gryffindor, era tan probable. - Bromeó Lex, haciendo a Darren reír a carcajadas, y a los demás reír también aunque con más discreción. - Qué chistoso. Sé de uno que quería que le pusieran una casa especial para él en los terrenos. - Erin contuvo una exclamación alegre como si llevara toda la vida deseando la confirmación de que eso se podía hacer y aún tuviera opción de probarlo, pero Lex se encogió de hombros. - Total, para lo que hago en las mazmorras... - Si queréis saber cómo era este de pequeño. - Empezó Andrew, señalando con el pulgar a Ruairi. - Solo tenéis que imaginaros algo así como un puffskein pelirrojo y pecoso con hormigas por todas partes. - El aludido fue a responder, pero la carcajada de Niahm hizo que la mirara indignado. - Perdona, mi amor. Es que ha sido una definición muy acertada. - Y, teniendo en cuenta que el tal Connor estaba escondiendo la sonrisilla detrás de la cuchara, parecía que sí que era acertada.
Aparecieron los abuelos por allí, y Marcus enseguida se creyó la excusa. - ¡Queso! - Dijo ilusionado, prácticamente metiendo la cabeza en la bolsa. Elio fue tras él a hacer lo mismo. La sacó para mirar a su novia con una ceja arqueada por su planteamiento, girando después la mirada a los mayores. El silencio culpable le hizo chistar. - Eso está muy feo. - Y, dejada clara su postura, volvió a husmear en la bolsa de queso. Había sacado un pedacito de membrillo y estaba poniendo su mejor expresión de nieto adorable para pedirle permiso a su abuela para probarlo cuando Lawrence les mencionó junto con Nancy... y el cerebro de Marcus parecía haber anulado por completo la información, porque ni sabía a lo que se refería. Pero Alice le miró, y Marcus supo que esa mirada significaba algo, pero era como si su cabeza hubiera considerado que no era el momento de sacarlo a relucir. - Estamos investigando mucho de cara a la licencia. Nancy es un pozo sin fondo de sabiduría. - Contestó con normalidad, dicho lo cual se llevó el membrillo a la boca.
Casi se atraganta por el grito que soltó Ada. Abrió mucho los ojos. Oh, por Nuada, el huevo eclosionando. Allí, con tantísima gente. Ruairi se lanzó a prevenir que todos fueran en tropel, cosa que, de haber sido todos como Marcus o el tal Connor, no hubiera hecho falta, porque no habían movido un solo músculo de su sitio. No como su tía Erin, que antes de que acabara la frase ya estaba allí con un montón de toallas que a saber de dónde había sacado. - ¿Pero esto es como un parto normal? - Preguntó Dan con voz aterrada, pero Cerys le tranquilizó. - Es para prevenir un choque térmico. Los pájaros nacen desplumados y hace mucho frío. - Vio que el hombre respiraba aliviado. Marcus es que prefería no saber ni de lo que estaban hablando, por el bien de su salud mental.
- Ay. Ay si lo llego a saber. Ay, por Dios. - Darren rebuscaba en su bolsa, tan caóticamente que estaba regando chuches por todas partes, al borde de las lágrimas. - Tranquilo, Darren. Ya ha ido Niahm a la despensa. - ¡Pero yo tengo chuches especiales para recién nacidos! ¿Cuánto tiempo tenía ese huevo? ¿Y si es prematuro? Ay, por Dios, ¿me dará tiempo a ir a Londres y volver? - ¡Tengo la jeringuilla! - Apareció Niahm por allí, y en lo que la mujer corría hacia el pájaro, Lex intentaba consolar a Darren con que ya estaba todo bajo control. Ada puso cara de absoluto pánico. - ¿¿¿LE VAS A PINCHAR??? - Nooo cariño, es una jeringuilla de líquido. Para dárselo en el piquito y que pueda beber, que es muy pequeño. - La niña asintió, pero se retorcía las manos y miraba el huevo preocupada. Ruairi le frotó los hombros. - ¡Qué emocionante! Vas a ser su mamá. - ¿Y si es muy pronto? ¿Y si al salir se cae o se clava una cáscara? - Tranquila, va a salir todo bien, y nosotros estamos aquí, ya verás. - ¿¿Qué pasa?? - Llegaron Maeve y Dylan, con los ojos como platos. Marcus parapetó para que se quedaran con los demás. Parecían una trinchera, mirando todos en la distancia a Ada y el huevo en primer plano, y a Niahm y Ruairi un poco más retirados. - ¡El huevo se va a abrir! - Clamó Lucius, contento. - ¡Qué emocionante! - Exclamó Molly. - ¿¿Veis?? ¡Y por eso hay que venir más a Irlanda! Estas cosas solo pasan aquí. - ¡Vuevo! - Clamó Arnie, señalando en la distancia a su hermana. Shannon junto las manos. - Oooh mi niño. ¿Has dicho huevo, tú? ¿Tú quieres un huevito también? - Emmm. - Dan en pánico otra vez. Shannon chistó. - Es una forma de hablar. Le damos uno de chocolate mismo. -
- ¡Ya viene! - Gritó Ada, y todos mantuvieron la respiración. El cascarón pasó unos eternos segundos resquebrajándose y moviéndose, y ahogaron una exclamación cuando vieron el piquito partir la cáscara. Lentamente, una cabecilla pelona de enormes ojos saltones apareció en la hendidura. Ada puso las manos en cuenco cerca del huevo con timidez y, y haciéndose paso entre el cascarón, el polluelo dio un torpe saltito hacia estas. - ¡Es un diricawl! - Clamó emocionada, con el pajarillo temblón recogido en sus manos y los ojos llenos de lágrimas. Todos aplaudieron contentos. - Vamos, lo que me hubiera faltado es que hubiera salido un ashwinder. - Bromeó Vivi, haciéndoles reír, pero Erin la miró muy seria. - Los huevos de ashwinder no son... - Ya, pelirroja, ya. -
Miró a Alice con adoración y una sonrisa radiante, tomando su mano. - Nos conocimos en las barcas. - Otra vez la historia que nunca han contado a nadie. - Bromeó Violet, que claramente ya se había recuperado del susto que le había dado su novia. - Y sí, ella estaba muy segura de que entraría en Ravenclaw, su madre también lo estaba. Yo estuve muy seguro hasta las barcas, que me entró el pánico de última hora al verme allí solito. - El pobre temía entrar en Gryffindor, era tan probable. - Bromeó Lex, haciendo a Darren reír a carcajadas, y a los demás reír también aunque con más discreción. - Qué chistoso. Sé de uno que quería que le pusieran una casa especial para él en los terrenos. - Erin contuvo una exclamación alegre como si llevara toda la vida deseando la confirmación de que eso se podía hacer y aún tuviera opción de probarlo, pero Lex se encogió de hombros. - Total, para lo que hago en las mazmorras... - Si queréis saber cómo era este de pequeño. - Empezó Andrew, señalando con el pulgar a Ruairi. - Solo tenéis que imaginaros algo así como un puffskein pelirrojo y pecoso con hormigas por todas partes. - El aludido fue a responder, pero la carcajada de Niahm hizo que la mirara indignado. - Perdona, mi amor. Es que ha sido una definición muy acertada. - Y, teniendo en cuenta que el tal Connor estaba escondiendo la sonrisilla detrás de la cuchara, parecía que sí que era acertada.
Aparecieron los abuelos por allí, y Marcus enseguida se creyó la excusa. - ¡Queso! - Dijo ilusionado, prácticamente metiendo la cabeza en la bolsa. Elio fue tras él a hacer lo mismo. La sacó para mirar a su novia con una ceja arqueada por su planteamiento, girando después la mirada a los mayores. El silencio culpable le hizo chistar. - Eso está muy feo. - Y, dejada clara su postura, volvió a husmear en la bolsa de queso. Había sacado un pedacito de membrillo y estaba poniendo su mejor expresión de nieto adorable para pedirle permiso a su abuela para probarlo cuando Lawrence les mencionó junto con Nancy... y el cerebro de Marcus parecía haber anulado por completo la información, porque ni sabía a lo que se refería. Pero Alice le miró, y Marcus supo que esa mirada significaba algo, pero era como si su cabeza hubiera considerado que no era el momento de sacarlo a relucir. - Estamos investigando mucho de cara a la licencia. Nancy es un pozo sin fondo de sabiduría. - Contestó con normalidad, dicho lo cual se llevó el membrillo a la boca.
Casi se atraganta por el grito que soltó Ada. Abrió mucho los ojos. Oh, por Nuada, el huevo eclosionando. Allí, con tantísima gente. Ruairi se lanzó a prevenir que todos fueran en tropel, cosa que, de haber sido todos como Marcus o el tal Connor, no hubiera hecho falta, porque no habían movido un solo músculo de su sitio. No como su tía Erin, que antes de que acabara la frase ya estaba allí con un montón de toallas que a saber de dónde había sacado. - ¿Pero esto es como un parto normal? - Preguntó Dan con voz aterrada, pero Cerys le tranquilizó. - Es para prevenir un choque térmico. Los pájaros nacen desplumados y hace mucho frío. - Vio que el hombre respiraba aliviado. Marcus es que prefería no saber ni de lo que estaban hablando, por el bien de su salud mental.
- Ay. Ay si lo llego a saber. Ay, por Dios. - Darren rebuscaba en su bolsa, tan caóticamente que estaba regando chuches por todas partes, al borde de las lágrimas. - Tranquilo, Darren. Ya ha ido Niahm a la despensa. - ¡Pero yo tengo chuches especiales para recién nacidos! ¿Cuánto tiempo tenía ese huevo? ¿Y si es prematuro? Ay, por Dios, ¿me dará tiempo a ir a Londres y volver? - ¡Tengo la jeringuilla! - Apareció Niahm por allí, y en lo que la mujer corría hacia el pájaro, Lex intentaba consolar a Darren con que ya estaba todo bajo control. Ada puso cara de absoluto pánico. - ¿¿¿LE VAS A PINCHAR??? - Nooo cariño, es una jeringuilla de líquido. Para dárselo en el piquito y que pueda beber, que es muy pequeño. - La niña asintió, pero se retorcía las manos y miraba el huevo preocupada. Ruairi le frotó los hombros. - ¡Qué emocionante! Vas a ser su mamá. - ¿Y si es muy pronto? ¿Y si al salir se cae o se clava una cáscara? - Tranquila, va a salir todo bien, y nosotros estamos aquí, ya verás. - ¿¿Qué pasa?? - Llegaron Maeve y Dylan, con los ojos como platos. Marcus parapetó para que se quedaran con los demás. Parecían una trinchera, mirando todos en la distancia a Ada y el huevo en primer plano, y a Niahm y Ruairi un poco más retirados. - ¡El huevo se va a abrir! - Clamó Lucius, contento. - ¡Qué emocionante! - Exclamó Molly. - ¿¿Veis?? ¡Y por eso hay que venir más a Irlanda! Estas cosas solo pasan aquí. - ¡Vuevo! - Clamó Arnie, señalando en la distancia a su hermana. Shannon junto las manos. - Oooh mi niño. ¿Has dicho huevo, tú? ¿Tú quieres un huevito también? - Emmm. - Dan en pánico otra vez. Shannon chistó. - Es una forma de hablar. Le damos uno de chocolate mismo. -
- ¡Ya viene! - Gritó Ada, y todos mantuvieron la respiración. El cascarón pasó unos eternos segundos resquebrajándose y moviéndose, y ahogaron una exclamación cuando vieron el piquito partir la cáscara. Lentamente, una cabecilla pelona de enormes ojos saltones apareció en la hendidura. Ada puso las manos en cuenco cerca del huevo con timidez y, y haciéndose paso entre el cascarón, el polluelo dio un torpe saltito hacia estas. - ¡Es un diricawl! - Clamó emocionada, con el pajarillo temblón recogido en sus manos y los ojos llenos de lágrimas. Todos aplaudieron contentos. - Vamos, lo que me hubiera faltado es que hubiera salido un ashwinder. - Bromeó Vivi, haciéndoles reír, pero Erin la miró muy seria. - Los huevos de ashwinder no son... - Ya, pelirroja, ya. -
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Fuera o no como un parto normal, el ambiente que se había generado en la planta de abajo de la granja era ese sin duda, pero, afortunadamente, estaban en compañía de expertos en criaturas. — He mandado un patronus a mi cuñada, enseguida estará aquí. — Anunció Rosaline. Alice parpadeó. — ¿Lo considerabas necesario? — La mujer la miró con evidencia. — Pues claro, si Martha se llega a perder un nacimiento que hemos visto todos se molestaría muchísimo. — Sí, pues la pedida de su hermana le pilló de nuevas… Dijo Alice para sus adentros.
Darren y Niamh, por distintos motivos, estaban generando bastante caos a su alrededor, y no recordaba haber visto a su cuñado ponerse en esos términos jamás. — O sea, cuando metieron estornudo del diablo a riesgo de que yo o cualquiera nos drogáramos sin querer entre las plantas de Herbología no entraste en pánico, y ahora sí. — ¡Ay, Gal! Supéralo ya, no te fue tan mal… — ¿Qué has dicho, Alice? — Preguntó la voz grave del abuelo tras de ella. — Nada, cosas del grupo de Herbología, y de tu nieto político, que no le había visto así en la vida. — El abuelo rio un poco. — Bueno, es normal, es un nacimiento. — Alice bajó la voz y dijo. — De un diricawl. Otro, quiero decir. — Lawrence rodeó sus hombros. — Aprendiz Gallia, ese nacimiento es lo único que como alquimistas nunca vamos a poder lograr. La alquimia de vida. Es un corazón que está empezando a latir y unos pulmones que empiezan a respirar el aire de esta tierra por primera vez. Un cachito de Irlanda que adorará a los Parker, y que se llevarán para que viva y le cuiden cuanto dure. Una amalgama de células y química que somos incapaces de replicar. Como tú. Como mi nieto. Como mi hermano y sus bisnietos, pasando por todos los de en medio. — Alice tragó saliva y los ojos se le inundaron. — Jolín, maestro. — Él señaló a la abuela, que aprovechaba para hacer su publicidad habitual de su tierra. — Si en el fondo mi mujer tiene razón. Hay que ablandar el corazón y sentir un poquito más Irlanda. — Y aprovechó, le miró y dijo. — Dale un poco de ese corazón ablandado a tu nieto. Que casi no habéis hablado estas fiestas y… Bueno, no hace falta que yo te diga lo que ya te repite mucho la abuela. Solo quiere aprender y tú eres su maestro… Así que enséñale. Dale tus recursos. — Lawrence asintió, mientras miraba ausente, de hito en hito, al corrillo del huevo y a Marcus.
Cuando vio la feísima cara del diricawl, sintió que se emocionaba aún más, y la reacción de Ada les tomó a todos desprevenidos, había lágrimas y suspiros por todas partes. Dylan llegó a su lado y la abrazó. — ¿Cuando yo nací fue así también? — Alice acarició sus rizos y se dio cuenta de que es que nunca había tenido bebés como tal cerca (hasta su búho les llegó gigante), y todo aquello le debía parecer una tremenda novedad. — No lo sé, si te soy sincera. Yo estaba en Francia cuando tú naciste, mi vida, y te conocí ya con más de un mes. — Se acercó a él y susurró. — Pero tú eras infinitamente más bonito. Con un pelito tan rubio que era casi blanco, y una carita que brillaba como el sol, eras absolutamente adorable. — Y dejó un beso en su frente.
Martha entró de golpe por la puerta. — ¿Me lo he perdido? — Un poco. — Le dijo Cerys, melosa, acariciando su espalda, mientras señalaba el momento en el que Ada ponía sus manitas temblorosas en cuenco y recogía al pacífico pollito que se enrollaba sobre sí mismo, mirándola con adoración y piando. — ¡Qué bonito, Ada! Está sanísimo. — Exclamó la mujer, abriéndose paso hacia él, mientras Niamh le daba agua con la jeringuilla, y Ruairi y Erin envolvían al pollo en una toalla. Ada lloraba de alegría y Shannon ya no podía más con la emoción. — ¿Cómo lo vas a llamar, mi vida? — La niña parpadeó, confusa. — ¿Sabemos si es macho o hembra? — Ruairi suspiró. — Es demasiado pequeñito para saberlo. — Entonces tiene que ser un nombre neutro… — Connor lo es. — Dijo el portador del nombre. Su amigo rio y le miró. — Vaya, no quisiste que se lo pusiéramos a uno de los gemelos, ¿y ahora al pollo sí? — El hombre levantó las manos con su expresión pacífica. — Solo he dicho que Connor es neutro. — ¡Tía Molly! — Llamó la niña. — Dime, tesoro. — ¿Cómo se dice azul en gaélico? — La mujer se llevó las manos a la boca y dio saltitos de alegría. — ¡GORM! ¡SE DICE GORM! ¿LE VAS APONER GORM? — Quería ponerle uno de los nombres de los dioses de los que habla Nancy, pero no sé si es chico o chica, ni su personalidad. Sé que va a ser azul, y que ha nacido en Irlanda así que… Gorm. — Shannon y Dan se miraron y luego rodearon a Ada. — ¿No va a ser un poquito difícil de pronunciar? — Eso te dije yo de Saoirse y aquí estamos… — Reprochó Dan. — Pues nada, Gorm será. — Remató la madre. Niamh entonces se echó a llorar profusamente. Y Ruairi la abrazó, dejándolos a todos un poco confusos. — ¿Llora porque Mandarina igual se muere pronto y Ada se ha llevado un pollo? — Preguntó Rosie en bajito a su tía Martha, que la había levantado para que viera bien al recién nacido. Justo entonces, entraron Arnold y Emma. — Pero, ¿qué ha pasado aquí? Traíamos mermeladas para el queso que han ido los abuelos a comprar a Connemara. — Niamh levantó la cabeza y miró a Ruairi. — Yo si no lo dices tú lo voy a decir ya porque no puedo más. —
Darren y Niamh, por distintos motivos, estaban generando bastante caos a su alrededor, y no recordaba haber visto a su cuñado ponerse en esos términos jamás. — O sea, cuando metieron estornudo del diablo a riesgo de que yo o cualquiera nos drogáramos sin querer entre las plantas de Herbología no entraste en pánico, y ahora sí. — ¡Ay, Gal! Supéralo ya, no te fue tan mal… — ¿Qué has dicho, Alice? — Preguntó la voz grave del abuelo tras de ella. — Nada, cosas del grupo de Herbología, y de tu nieto político, que no le había visto así en la vida. — El abuelo rio un poco. — Bueno, es normal, es un nacimiento. — Alice bajó la voz y dijo. — De un diricawl. Otro, quiero decir. — Lawrence rodeó sus hombros. — Aprendiz Gallia, ese nacimiento es lo único que como alquimistas nunca vamos a poder lograr. La alquimia de vida. Es un corazón que está empezando a latir y unos pulmones que empiezan a respirar el aire de esta tierra por primera vez. Un cachito de Irlanda que adorará a los Parker, y que se llevarán para que viva y le cuiden cuanto dure. Una amalgama de células y química que somos incapaces de replicar. Como tú. Como mi nieto. Como mi hermano y sus bisnietos, pasando por todos los de en medio. — Alice tragó saliva y los ojos se le inundaron. — Jolín, maestro. — Él señaló a la abuela, que aprovechaba para hacer su publicidad habitual de su tierra. — Si en el fondo mi mujer tiene razón. Hay que ablandar el corazón y sentir un poquito más Irlanda. — Y aprovechó, le miró y dijo. — Dale un poco de ese corazón ablandado a tu nieto. Que casi no habéis hablado estas fiestas y… Bueno, no hace falta que yo te diga lo que ya te repite mucho la abuela. Solo quiere aprender y tú eres su maestro… Así que enséñale. Dale tus recursos. — Lawrence asintió, mientras miraba ausente, de hito en hito, al corrillo del huevo y a Marcus.
Cuando vio la feísima cara del diricawl, sintió que se emocionaba aún más, y la reacción de Ada les tomó a todos desprevenidos, había lágrimas y suspiros por todas partes. Dylan llegó a su lado y la abrazó. — ¿Cuando yo nací fue así también? — Alice acarició sus rizos y se dio cuenta de que es que nunca había tenido bebés como tal cerca (hasta su búho les llegó gigante), y todo aquello le debía parecer una tremenda novedad. — No lo sé, si te soy sincera. Yo estaba en Francia cuando tú naciste, mi vida, y te conocí ya con más de un mes. — Se acercó a él y susurró. — Pero tú eras infinitamente más bonito. Con un pelito tan rubio que era casi blanco, y una carita que brillaba como el sol, eras absolutamente adorable. — Y dejó un beso en su frente.
Martha entró de golpe por la puerta. — ¿Me lo he perdido? — Un poco. — Le dijo Cerys, melosa, acariciando su espalda, mientras señalaba el momento en el que Ada ponía sus manitas temblorosas en cuenco y recogía al pacífico pollito que se enrollaba sobre sí mismo, mirándola con adoración y piando. — ¡Qué bonito, Ada! Está sanísimo. — Exclamó la mujer, abriéndose paso hacia él, mientras Niamh le daba agua con la jeringuilla, y Ruairi y Erin envolvían al pollo en una toalla. Ada lloraba de alegría y Shannon ya no podía más con la emoción. — ¿Cómo lo vas a llamar, mi vida? — La niña parpadeó, confusa. — ¿Sabemos si es macho o hembra? — Ruairi suspiró. — Es demasiado pequeñito para saberlo. — Entonces tiene que ser un nombre neutro… — Connor lo es. — Dijo el portador del nombre. Su amigo rio y le miró. — Vaya, no quisiste que se lo pusiéramos a uno de los gemelos, ¿y ahora al pollo sí? — El hombre levantó las manos con su expresión pacífica. — Solo he dicho que Connor es neutro. — ¡Tía Molly! — Llamó la niña. — Dime, tesoro. — ¿Cómo se dice azul en gaélico? — La mujer se llevó las manos a la boca y dio saltitos de alegría. — ¡GORM! ¡SE DICE GORM! ¿LE VAS APONER GORM? — Quería ponerle uno de los nombres de los dioses de los que habla Nancy, pero no sé si es chico o chica, ni su personalidad. Sé que va a ser azul, y que ha nacido en Irlanda así que… Gorm. — Shannon y Dan se miraron y luego rodearon a Ada. — ¿No va a ser un poquito difícil de pronunciar? — Eso te dije yo de Saoirse y aquí estamos… — Reprochó Dan. — Pues nada, Gorm será. — Remató la madre. Niamh entonces se echó a llorar profusamente. Y Ruairi la abrazó, dejándolos a todos un poco confusos. — ¿Llora porque Mandarina igual se muere pronto y Ada se ha llevado un pollo? — Preguntó Rosie en bajito a su tía Martha, que la había levantado para que viera bien al recién nacido. Justo entonces, entraron Arnold y Emma. — Pero, ¿qué ha pasado aquí? Traíamos mermeladas para el queso que han ido los abuelos a comprar a Connemara. — Niamh levantó la cabeza y miró a Ruairi. — Yo si no lo dices tú lo voy a decir ya porque no puedo más. —
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A ver, la criatura era feísima, pero era un bebé, y Marcus tenía debilidad por los bebés, aunque fueran de animales. Con absoluta felicidad y los ojos brillantes, se fue hacia Alice, abrazando su cintura cuando su hermano ya se hubo soltado de ella. - No nos va a quedar nada por vivir en Irlanda. - Dijo con emoción contenida. Violet le miró de reojo con malicia y dijo. - Creo que Martha tiene una burra que también está a punto de parir, por si queréis. - A Marcus se le puso cara de asco instantánea. La otra fingió un suspiro y dijo. - Que lááááástima que nosotras nos lo vamos a perder, porque está para después de las fiestas... pero a vosotros os pilla aquí. - No cantes victoria que tu novia es capaz de hacerte venir para el evento, pensó, pero mejor no decía nada, que con Violet era altamente probable que saliera perdiendo.
Los expertos en animales (Martha incluida, que había aparecido por allí como invocada... Probablemente alguien la hubiera invocado, conociendo a la familia) se acercaron con cautela y curiosidad al animal, pero Marcus prefirió mantenerse por el momento en un segundo plano. Se tuvo que aguantar la risa con el diálogo entre Ruairi y su amigo, pero puso expresión alegre ante el nombre elegido. - ¡Qué gran nombre, Ada! Es precioso. - ¡Sí! ¡Porque él es precioso! ¿A que lo es? - Clamó feliz, alzando al pollito en sus manos... Era espantoso, así que todos le dijeron que por supuesto que sí, pero con sonrisas tensas.
Y, de repente, Niahm se puso a llorar, y no parecía que fuera de emoción. Miró a Alice con confusión. ¿Le habría visto algo malo al pollito? Se le generó un vacío en el estómago. ¿Y si era eso? Ada iba a llevarse un palo enorme como al pollito le pasara algo. Llegaron sus padres, y cómo de preocupado estaría en la escena que ni atendió a la sugerencia de la mermelada, con lo que le gustaba a él el queso con mermelada. - ¿Qué pasa? - Preguntó Rosaline, y las caras de todos empezaban a reflejar la preocupación. Ruairi suspiró, aunque con una sonrisilla, y miró a su mujer. - Hubiéramos preferido que estuvieran todos... Y mira que es más difícil que no haya gente a que sí... - Niahm seguía enjugándose las lágrimas, y todos los demás en tensión. - ¿Lo dices tú, mi amor? - Preguntó Ruairi, y ya estaban todos a punto de chillar que lo que fuera lo dijeran ya, cuando Niahm sonrió y anunció. - Estoy embarazada. - Hubo una exclamación contenida unánime, y un estallido de júbilo justo después, y todos lanzándose encima de la pareja. - Lo sabía. Si es que detecto a las embarazadas a lo lejos. - Afirmó Dan, y Shannon le miró con ternura y un punto condescendiente. Dylan se acercó a Marcus. - En verdad yo sí lo sabía. - Le susurró, y ante la cara de sorpresa de Marcus, se encogió de hombros. - Les escuché ayer hablar. Fue sin querer. -
- Ay, Ada, cielo. - Niahm seguía sorbiendo y limpiándose las lágrimas, aunque ya reía de pura felicidad. - Sentimos haber eclipsado tu momento. - ¡Qué va! ¡Es su primera buena noticia! ¿A que estás contento, Gorm? - El pajarillo pio, pero probablemente no tuviera nada que ver con una respuesta afirmativa, sino más bien con que tuviera hambre. Poco a poco fueron felicitando a la pareja, Erin y Martha ayudaron a Ada con Gorm, y se fueron sentando a comer, que al final sí que se les iba a enfriar la comida, y Connor llevaba un buen rato delante de su plato sin meter la cuchara dentro con tanto evento. - ¡Va a ser otro niño! - Clamó Horacius feliz, ya terminando los postres. Lucius le miró mal. - ¡No! Va a ser una niña. ¿Para qué quieres otro hermano? Ya me tienes a mí. - Horacius pensó un momento y se encogió de hombros. - Eso es verdad. - Rieron, y luego saltó Pod. - ¡Oye, Maeve! ¿Le hacemos una historia del día de hoy con un dibujo a nuestro futuro primo o prima? Ha sido un día muy especial. - ¡¡Síí!! - Y fueron corriendo a ello, mientras las conversaciones se distribuían en diferentes grupos, como solía pasar. - Sí que está siendo un día especial, quién lo iba a decir. - Dijo Lawrence a su lado. Marcus le miró, y el hombre puso una mano en su hombro. - Hijo... Me gustaría... pasear un momento. Hablar de abuelo a nieto. Que con tanto jaleo, apenas nos vemos. -
Los expertos en animales (Martha incluida, que había aparecido por allí como invocada... Probablemente alguien la hubiera invocado, conociendo a la familia) se acercaron con cautela y curiosidad al animal, pero Marcus prefirió mantenerse por el momento en un segundo plano. Se tuvo que aguantar la risa con el diálogo entre Ruairi y su amigo, pero puso expresión alegre ante el nombre elegido. - ¡Qué gran nombre, Ada! Es precioso. - ¡Sí! ¡Porque él es precioso! ¿A que lo es? - Clamó feliz, alzando al pollito en sus manos... Era espantoso, así que todos le dijeron que por supuesto que sí, pero con sonrisas tensas.
Y, de repente, Niahm se puso a llorar, y no parecía que fuera de emoción. Miró a Alice con confusión. ¿Le habría visto algo malo al pollito? Se le generó un vacío en el estómago. ¿Y si era eso? Ada iba a llevarse un palo enorme como al pollito le pasara algo. Llegaron sus padres, y cómo de preocupado estaría en la escena que ni atendió a la sugerencia de la mermelada, con lo que le gustaba a él el queso con mermelada. - ¿Qué pasa? - Preguntó Rosaline, y las caras de todos empezaban a reflejar la preocupación. Ruairi suspiró, aunque con una sonrisilla, y miró a su mujer. - Hubiéramos preferido que estuvieran todos... Y mira que es más difícil que no haya gente a que sí... - Niahm seguía enjugándose las lágrimas, y todos los demás en tensión. - ¿Lo dices tú, mi amor? - Preguntó Ruairi, y ya estaban todos a punto de chillar que lo que fuera lo dijeran ya, cuando Niahm sonrió y anunció. - Estoy embarazada. - Hubo una exclamación contenida unánime, y un estallido de júbilo justo después, y todos lanzándose encima de la pareja. - Lo sabía. Si es que detecto a las embarazadas a lo lejos. - Afirmó Dan, y Shannon le miró con ternura y un punto condescendiente. Dylan se acercó a Marcus. - En verdad yo sí lo sabía. - Le susurró, y ante la cara de sorpresa de Marcus, se encogió de hombros. - Les escuché ayer hablar. Fue sin querer. -
- Ay, Ada, cielo. - Niahm seguía sorbiendo y limpiándose las lágrimas, aunque ya reía de pura felicidad. - Sentimos haber eclipsado tu momento. - ¡Qué va! ¡Es su primera buena noticia! ¿A que estás contento, Gorm? - El pajarillo pio, pero probablemente no tuviera nada que ver con una respuesta afirmativa, sino más bien con que tuviera hambre. Poco a poco fueron felicitando a la pareja, Erin y Martha ayudaron a Ada con Gorm, y se fueron sentando a comer, que al final sí que se les iba a enfriar la comida, y Connor llevaba un buen rato delante de su plato sin meter la cuchara dentro con tanto evento. - ¡Va a ser otro niño! - Clamó Horacius feliz, ya terminando los postres. Lucius le miró mal. - ¡No! Va a ser una niña. ¿Para qué quieres otro hermano? Ya me tienes a mí. - Horacius pensó un momento y se encogió de hombros. - Eso es verdad. - Rieron, y luego saltó Pod. - ¡Oye, Maeve! ¿Le hacemos una historia del día de hoy con un dibujo a nuestro futuro primo o prima? Ha sido un día muy especial. - ¡¡Síí!! - Y fueron corriendo a ello, mientras las conversaciones se distribuían en diferentes grupos, como solía pasar. - Sí que está siendo un día especial, quién lo iba a decir. - Dijo Lawrence a su lado. Marcus le miró, y el hombre puso una mano en su hombro. - Hijo... Me gustaría... pasear un momento. Hablar de abuelo a nieto. Que con tanto jaleo, apenas nos vemos. -
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Marcus | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
Casi se le escapa una carcajada con la salida de su tía, y ella se dio cuenta y no pudo evitar poner una sonrisa orgullosa. — ¿Ves? Aún soy capaz de hacer reír a la seriota esta. — Le dio un codazo suavecito y ambas se rieron en bajito. — Nos va a pillar de viaje de investigación seguro, te lo garantizo, que no veo yo a mi alquimista de partera. — Y de nuevo les dio la risa que intentaban controlar a las dos. Tuvieron que calmarse para asegurar a Ada, de la forma más convincente posible, que el pobre pollo era realmente precioso. Hacía falta seriedad cuanto menos para esa afirmación.
Lo que no se vio venir fue la confusión que se creó en el momento del llanto de Niamh, y que se resolvió en un momento. Alice abrió mucho los ojos y se puso a dar saltitos de alegría. — ¡Pero qué notición! — ¡Más niños! — Exclamó Arnold aplaudiendo, ante la ceja levantada de su mujer, que aun así se estaba riendo. — Niñas, por favor. — Aportó Rosaline antes de tirarse al suelo a abrazar a Niamh. Los gemelos también tenían sus pensamientos sobre lo de si tenía que ser niña o niño, y mientras, Ada, como buena huffie, celebraba las buenas noticias. — Ay, Lexito, mi amor, que ese bebé ya me va a conocer a mí dentro de la familia, ¿te das cuenta? Qué bonito… — Y Lex simplemente sonrió y le dio un beso en la frente. — Lo es. Y yo digo que va a ser niño también, venga, ¿quién está conmigo? — ¡Yo! A mí me encantó tener tres niños, aunque amo a mi Shannon. Yo entendía a mis chicos. — La vida es equilibrio, Francis. Mírame a mí: uno y otra. Cincuenta, cincuenta. — Aportó Molly. — Yo estoy con Rosaline, aquí falta poder femenino. — Soltó su tata. — ¿Un poquito de champán para celebrarlo, familia? — ¿Cómo hace para tener siempre champán? — Preguntó Sophia, con genuina curiosidad. — ¡O sea, que no estabas borracha el otro día! — Exclamó Shannon. Y las dos se echaron a reír sin parar, mientras se abrazaban. — Cómo me alegro por ti, amiga, vais a ser tan felices… Tres es el número bueno. — Esperemos que no sean otros gemelos. — Todos se giraron hacia Connor, que había hecho la afirmación. — A ver, es que es probable, en la comunidad mágica son muy comunes, porque somos muy endógamos y eso va en los genes. — Pero Niamh y Ruairi estaban tan contentos (y debían estar acostumbrados a Connor) que siguieron riéndose con ganas.
Llevaba un rato atendiendo a la conversación de Shannon, Niamh y Rosaline sobre embarazos, aunque ella no pegaba tanto justamente ahí, cuando vio que Marcus se iba a hablar con el abuelo. Sonrió y les guiñó un ojo, satisfecha con su obra del día, y fue a sentarse con Emma, Arnold y su tata. — Si hace un año me dicen que iba a ver esto, hubiera dicho que no, que inviable. — Las dos mujeres entornaron los ojos. — Qué mala fama tiene una, ¿eh, prefecta? — Yo no tengo problema en sentarme con alguien que es de mi familia. — Pero Arnold se rio mientras se comía un pastelito de nata de los que habían traído de Connemara. — Lo que yo no me había imaginado es que los americanos nos iban a robar al niño por segunda vez. — Dijo señalando a Dylan, que estaba con las hermanas Parker y los gemelos, simplemente adorando al pollo. Los tres rieron y Alice suspiró con alivio. — Le veo tranquilo y feliz, es todo lo que pedíamos. — Se hizo un silencio un tanto culpable entre los tres presentes y ella les miró inquisitiva. — ¿Ahora qué? — ¡Nada! Si nadie ha dicho nada, Alice… — Empezó su tía. — ¿Es porque sigo sin hablar con papá? — Emma directamente tenía la mirada perdida en otro lado, claramente no compartía la opinión de lo que los otros dos querían decirle. Vivi miraba a Arnold y Alice volvió a suspirar. — Siempre que crees que me voy a enfadar le pides a Arnold que hable conmigo… ¿Qué pasa ahora y por qué tanto dramita silencioso? —
Lo que no se vio venir fue la confusión que se creó en el momento del llanto de Niamh, y que se resolvió en un momento. Alice abrió mucho los ojos y se puso a dar saltitos de alegría. — ¡Pero qué notición! — ¡Más niños! — Exclamó Arnold aplaudiendo, ante la ceja levantada de su mujer, que aun así se estaba riendo. — Niñas, por favor. — Aportó Rosaline antes de tirarse al suelo a abrazar a Niamh. Los gemelos también tenían sus pensamientos sobre lo de si tenía que ser niña o niño, y mientras, Ada, como buena huffie, celebraba las buenas noticias. — Ay, Lexito, mi amor, que ese bebé ya me va a conocer a mí dentro de la familia, ¿te das cuenta? Qué bonito… — Y Lex simplemente sonrió y le dio un beso en la frente. — Lo es. Y yo digo que va a ser niño también, venga, ¿quién está conmigo? — ¡Yo! A mí me encantó tener tres niños, aunque amo a mi Shannon. Yo entendía a mis chicos. — La vida es equilibrio, Francis. Mírame a mí: uno y otra. Cincuenta, cincuenta. — Aportó Molly. — Yo estoy con Rosaline, aquí falta poder femenino. — Soltó su tata. — ¿Un poquito de champán para celebrarlo, familia? — ¿Cómo hace para tener siempre champán? — Preguntó Sophia, con genuina curiosidad. — ¡O sea, que no estabas borracha el otro día! — Exclamó Shannon. Y las dos se echaron a reír sin parar, mientras se abrazaban. — Cómo me alegro por ti, amiga, vais a ser tan felices… Tres es el número bueno. — Esperemos que no sean otros gemelos. — Todos se giraron hacia Connor, que había hecho la afirmación. — A ver, es que es probable, en la comunidad mágica son muy comunes, porque somos muy endógamos y eso va en los genes. — Pero Niamh y Ruairi estaban tan contentos (y debían estar acostumbrados a Connor) que siguieron riéndose con ganas.
Llevaba un rato atendiendo a la conversación de Shannon, Niamh y Rosaline sobre embarazos, aunque ella no pegaba tanto justamente ahí, cuando vio que Marcus se iba a hablar con el abuelo. Sonrió y les guiñó un ojo, satisfecha con su obra del día, y fue a sentarse con Emma, Arnold y su tata. — Si hace un año me dicen que iba a ver esto, hubiera dicho que no, que inviable. — Las dos mujeres entornaron los ojos. — Qué mala fama tiene una, ¿eh, prefecta? — Yo no tengo problema en sentarme con alguien que es de mi familia. — Pero Arnold se rio mientras se comía un pastelito de nata de los que habían traído de Connemara. — Lo que yo no me había imaginado es que los americanos nos iban a robar al niño por segunda vez. — Dijo señalando a Dylan, que estaba con las hermanas Parker y los gemelos, simplemente adorando al pollo. Los tres rieron y Alice suspiró con alivio. — Le veo tranquilo y feliz, es todo lo que pedíamos. — Se hizo un silencio un tanto culpable entre los tres presentes y ella les miró inquisitiva. — ¿Ahora qué? — ¡Nada! Si nadie ha dicho nada, Alice… — Empezó su tía. — ¿Es porque sigo sin hablar con papá? — Emma directamente tenía la mirada perdida en otro lado, claramente no compartía la opinión de lo que los otros dos querían decirle. Vivi miraba a Arnold y Alice volvió a suspirar. — Siempre que crees que me voy a enfadar le pides a Arnold que hable conmigo… ¿Qué pasa ahora y por qué tanto dramita silencioso? —
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Alice | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
Lawrence suspiró, ajustándose la bufanda. Había sugerido pasear y allá que iban, entre los árboles que bordeaban la granja. - La creación de la vida siempre me fascina. Es una magia inexplicable. Los alquimistas creamos muchas cosas, pero lo único que no podemos crear, es vida. - Marcus le miró con una sonrisa suave. Tras unos instantes paseando en silencio, dijo. - ¿No tienes frío, abuelo? - El hombre le miró con los ojos entornados. - Hijo, yo SÍ soy irlandés. - Puso cara de falsa ofensa, aunque se le notaba la risa de fondo. - Wow. Gracias. - Aquí se abona todo el mundo a la irlandesidad pero uno sigue siendo el díscolo que renegaba del pueblo. - A ver, un poquito sí que reniegas... - En vez de preocuparte porque este viejo coja una pulmonía, debería de preocuparte que me dé un infarto con tanta gente y tanto sobresalto. - ¿Pues no te fascinaba ver vida nueva? - También vamos a ver muerte nueva, porque eso de la pedida de Wendy no sé yo en qué va a acabar. - Rieron juntos a carcajadas mientras seguían paseando, hasta que la risa fue diluyéndose poco a poco.
Marcus y Lawrence nunca habían tenido silencios incómodos entre sí, pero desde la fuerte discusión que tuvieran hacía ya un mes, los había. Era como si hubiera una tensión flotante entre ambos. - Hijo... - El hombre tomó aire y le miró. - Siento la emboscada cuando llegasteis de la investigación con Nancy. - Marcus le miró. Había enterrado ese momento bajo tierra y se había forzado a olvidar lo ocurrido. Notaba la tensión, pero en una de sus clásicas estrategias de negación, y con esa fuerza con la que decidió poner el tema de las reliquias en pausa hasta pasado su aniversario con Alice, era como si supiera que estaba pero no a qué venía. - Nunca voy a poner trabas a que quieras conocer y saber más, Marcus. Nunca. Soy tu mentor, y la persona que más interés ha tenido en la vida en que sepas más. Y... confío en ti, hijo. - Marcus agachó la cabeza, se mojó los labios y meditó antes de decir. - No... No te disculpes conmigo, abuelo. Me muero de vergüenza. - El hombre le miró extrañado. - ¿Por qué? - Porque fui yo quien te habló mal. No debería haberte hablado así... Lo siento. - Negó, y notó como le entraba calor por el cuello y las mejillas, como si toda la vergüenza que no había salido a relucir hasta el momento hubiera emergido ahora con toda su fuerza. - No... Estaba enfadado, pero no sé por qué, tampoco me dijiste nada. Y estar enfadado no justifica mi comportamiento. - Se giró a él, aunque con la mirada esquiva. - Abuelo, perdóname, yo nunca jamás querría haberte hablado así, yo no... - Hijo, hijo. - Le paró, poniendo las manos en sus hombros y buscándole la mirada. - Nadie me ha dado en mi vida más alegrías que tú. No te voy a tener un tropiezo en cuenta. - Se le inundaron los ojos, pero sonrió levemente y asintió.
La verdad era que se había quitado un peso de encima, así que soltó aire por la boca, notando como volvía un poco a su ser, y siguió paseando. Pensaba que la conversación, el motivo del paseo, era ese... pero lo hablado era solo la introducción de lo que realmente le quería decir. - Marcus, como he dicho antes... nunca voy a poner trabas a tu conocimiento. Pero, como tu abuelo, como tu maestro y mentor... me siento en el deber moral de redirigirlo. De asegurarme de que no descarrila. Al menos mientras seas joven y estés dando tus primeros pasos. - Marcus le miró, expectante. - Llegará un punto en el que no me necesites para nada... - Yo voy a necesitarte siempre, abuelo. - Interrumpió, muy seguro de lo que decía. No quería contemplar ningún escenario en el que él pudiera no necesitar (o peor, no tener) a Lawrence, así que prefería atajar eso rápido. - Bueno. - Dijo el hombre, haciendo un gesto de quitar importancia con la mano. Le conocía lo suficientemente bien como para saber que discutir eso era discutir en balde. - La cuestión es que eres muy listo, ambicioso y con ganas de conocer más, pero aún eres joven. Y la juventud va de la mano con la inexperiencia. No es malo, simplemente un hecho: nadie nace sabiendo, ni aprende en cabeza ajena. Y yo... sé que peco de viejo sentimental, que no quiero que a mi nieto le roce ni el aire. Solo quiero... evitar que tu aprendizaje venga de experiencias malas o, incluso, peligrosas. En la medida de lo que pueda. - Marcus asintió. Él a Lawrence nunca le chistaba. - Pero creo que hay ciertas cosas que no soy yo quien puede enseñártelas. - Frunció el cejo. - Tú puedes enseñarme lo que quieras, abuelo. - El hombre puso una sonrisa tan triste como enigmática y dijo. - No. Créeme, esto, por mucho que te lo cuente, no puedo enseñártelo yo. -
Marcus y Lawrence nunca habían tenido silencios incómodos entre sí, pero desde la fuerte discusión que tuvieran hacía ya un mes, los había. Era como si hubiera una tensión flotante entre ambos. - Hijo... - El hombre tomó aire y le miró. - Siento la emboscada cuando llegasteis de la investigación con Nancy. - Marcus le miró. Había enterrado ese momento bajo tierra y se había forzado a olvidar lo ocurrido. Notaba la tensión, pero en una de sus clásicas estrategias de negación, y con esa fuerza con la que decidió poner el tema de las reliquias en pausa hasta pasado su aniversario con Alice, era como si supiera que estaba pero no a qué venía. - Nunca voy a poner trabas a que quieras conocer y saber más, Marcus. Nunca. Soy tu mentor, y la persona que más interés ha tenido en la vida en que sepas más. Y... confío en ti, hijo. - Marcus agachó la cabeza, se mojó los labios y meditó antes de decir. - No... No te disculpes conmigo, abuelo. Me muero de vergüenza. - El hombre le miró extrañado. - ¿Por qué? - Porque fui yo quien te habló mal. No debería haberte hablado así... Lo siento. - Negó, y notó como le entraba calor por el cuello y las mejillas, como si toda la vergüenza que no había salido a relucir hasta el momento hubiera emergido ahora con toda su fuerza. - No... Estaba enfadado, pero no sé por qué, tampoco me dijiste nada. Y estar enfadado no justifica mi comportamiento. - Se giró a él, aunque con la mirada esquiva. - Abuelo, perdóname, yo nunca jamás querría haberte hablado así, yo no... - Hijo, hijo. - Le paró, poniendo las manos en sus hombros y buscándole la mirada. - Nadie me ha dado en mi vida más alegrías que tú. No te voy a tener un tropiezo en cuenta. - Se le inundaron los ojos, pero sonrió levemente y asintió.
La verdad era que se había quitado un peso de encima, así que soltó aire por la boca, notando como volvía un poco a su ser, y siguió paseando. Pensaba que la conversación, el motivo del paseo, era ese... pero lo hablado era solo la introducción de lo que realmente le quería decir. - Marcus, como he dicho antes... nunca voy a poner trabas a tu conocimiento. Pero, como tu abuelo, como tu maestro y mentor... me siento en el deber moral de redirigirlo. De asegurarme de que no descarrila. Al menos mientras seas joven y estés dando tus primeros pasos. - Marcus le miró, expectante. - Llegará un punto en el que no me necesites para nada... - Yo voy a necesitarte siempre, abuelo. - Interrumpió, muy seguro de lo que decía. No quería contemplar ningún escenario en el que él pudiera no necesitar (o peor, no tener) a Lawrence, así que prefería atajar eso rápido. - Bueno. - Dijo el hombre, haciendo un gesto de quitar importancia con la mano. Le conocía lo suficientemente bien como para saber que discutir eso era discutir en balde. - La cuestión es que eres muy listo, ambicioso y con ganas de conocer más, pero aún eres joven. Y la juventud va de la mano con la inexperiencia. No es malo, simplemente un hecho: nadie nace sabiendo, ni aprende en cabeza ajena. Y yo... sé que peco de viejo sentimental, que no quiero que a mi nieto le roce ni el aire. Solo quiero... evitar que tu aprendizaje venga de experiencias malas o, incluso, peligrosas. En la medida de lo que pueda. - Marcus asintió. Él a Lawrence nunca le chistaba. - Pero creo que hay ciertas cosas que no soy yo quien puede enseñártelas. - Frunció el cejo. - Tú puedes enseñarme lo que quieras, abuelo. - El hombre puso una sonrisa tan triste como enigmática y dijo. - No. Créeme, esto, por mucho que te lo cuente, no puedo enseñártelo yo. -
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Todas las criaturas grandes y pequeñas Con Marcus | En Galway | 28 de diciembre de 2002 |
Vivi iba a apresurarse a negar, pero Alice le quitó atención para mirar de reojo de Dylan. La felicidad por el pollito y la cantidad de gente que tenía alrededor parecía ejercer de barrera contra la tensión que se estaba generando entre ese grupo. — Violet solo quiere saber cómo te ves para ir a La Provenza. Todos te vemos mejor, pero no nos gustaría forzar una situación que te haga empeorar otra vez. — Explicó Arnold con aquel tono de padre comprensivo que le salía como a nadie. Alice soltó una risa sarcástica. — Gracias por hacer como si la que estuviera enferma fuera yo. Yo estaba harta y cansada, el que está enfermo es otro. — Vivi suspiró, Emma no movió ni una pestaña y Arnold no varió la expresión comprensiva y la mirada dulce. — Nadie ha dicho eso, Alice. Pero fuiste tú misma la que te expresaste en términos parecidos. Y solo queremos saber si realmente estás dispuesta a todo lo que es celebrar estas fiestas en La Provenza. — Miró al resto de la habitación. No sabía cuándo volvería a ver a toda la familia americana. Tenían un lugar muy especial en su corazón y ahora los tenía a todos allí, en aquel lugar seguro… Qué tentación tan grande decir “¿sabes qué? Tienes razón. Deshaced las maletas. Ya volveré a La Provenza en otro momento de mi vida”. Se mordió los labios. — Yo hago lo que es mejor para mi familia siempre que puedo y me veo con fuerzas, y ahora mismo las tengo. Y lo mejor para mi familia es que Dylan, la tata, Erin, Marcus y todos estemos en La Provenza. — Los tres adultos se miraron, como evaluando sus palabras. Bueno, no esperaríais otra cosa. — Si os dijera que me muero de ganas de ir, sabríais que estoy mintiendo. — Volvieron a mirarse con evidencia.
— Vale, pues como lo tienes tan claro, ¿cómo vas a afrontar la relación con tu padre cuando estés allí? — Volvió a preguntar Arnold. Alice se encogió de hombros. — Mi padre no es mi enemigo juramentado, ni yo soy muy dada a los espectáculos, y menos delante de mi hermano y mi familia O'Donnell.— Vivi soltó una risa seca y dijo. — Mira, Emma, has tenido una niña por fin. — No ha dicho ninguna tontería. — Replicó la otra, que seguía tiesa en su sitio. — ¿Entonces? — Insistió su suegro. — ¿Qué quieres que te diga, Arnold? ¿Un guion de lo que voy a decir? — ¿Vas a hablar con él? — Lo justo y necesario. — Respondió tranquila. — Simplemente yo ya no quiero tener nada que ver con él. Pero no quiero que nadie le dé la espalda ni que no podamos seguir con nuestra vida en familia. Solo que yo no tendré ni cercanía ni confianza con él. — Su tía la miró como un perrito apaleado. — Pero, ¿no piensas perdonarle? — Alice se encogió de hombros. — Cuando vea que me quiere en su vida para ser su hija y no su cuidadora y la que va arreglando sus desastres detrás de él, puede que me lo plantee. Pero no voy a volver a coger esa responsabilidad, y mientras yo no vea que puede valerse sin mí, la única forma de conseguir lo que me propongo es esta. — Nuevamente, los adultos se quedaron mirándose, como evaluando por dónde iban los tiros.
— ¿Y con Robert y Helena? — Preguntó Emma. — Al abuelo tengo muchas ganas de verlo. Y memé no creo que sea más difícil de tratar que todos estos años atrás. Parece que tenéis la concepción de que yo estoy en una especie de guerra con los Gallia, y no es así. Es que he intentado librarme de todo lo que intentaban echarme encima y, como no lo logré, pues tuve que alejarme. Pero ahora que saben que no pueden contar conmigo, puedo llegar por ahí como la tata o André, pasármelo bien y celebrar mi Nochevieja. — De nuevo, silencio y miradas cruzadas. Alice volvió a mirar a Dylan, que ahora tenía a Brando sentado en el regazo, mientras Maeve sujetaba a Arnie y les hacían reír a los dos. — Supongo que este silencio y esta tensión se debe a que vais a pedirme alguna responsabilidad. Os sugiero que os deis prisita en decírmela porque Dylan ahora mismo está entretenido, pero si se percata de toda esta tensión, me voy a enfadar de verdad. —
— Vale, pues como lo tienes tan claro, ¿cómo vas a afrontar la relación con tu padre cuando estés allí? — Volvió a preguntar Arnold. Alice se encogió de hombros. — Mi padre no es mi enemigo juramentado, ni yo soy muy dada a los espectáculos, y menos delante de mi hermano y mi familia O'Donnell.— Vivi soltó una risa seca y dijo. — Mira, Emma, has tenido una niña por fin. — No ha dicho ninguna tontería. — Replicó la otra, que seguía tiesa en su sitio. — ¿Entonces? — Insistió su suegro. — ¿Qué quieres que te diga, Arnold? ¿Un guion de lo que voy a decir? — ¿Vas a hablar con él? — Lo justo y necesario. — Respondió tranquila. — Simplemente yo ya no quiero tener nada que ver con él. Pero no quiero que nadie le dé la espalda ni que no podamos seguir con nuestra vida en familia. Solo que yo no tendré ni cercanía ni confianza con él. — Su tía la miró como un perrito apaleado. — Pero, ¿no piensas perdonarle? — Alice se encogió de hombros. — Cuando vea que me quiere en su vida para ser su hija y no su cuidadora y la que va arreglando sus desastres detrás de él, puede que me lo plantee. Pero no voy a volver a coger esa responsabilidad, y mientras yo no vea que puede valerse sin mí, la única forma de conseguir lo que me propongo es esta. — Nuevamente, los adultos se quedaron mirándose, como evaluando por dónde iban los tiros.
— ¿Y con Robert y Helena? — Preguntó Emma. — Al abuelo tengo muchas ganas de verlo. Y memé no creo que sea más difícil de tratar que todos estos años atrás. Parece que tenéis la concepción de que yo estoy en una especie de guerra con los Gallia, y no es así. Es que he intentado librarme de todo lo que intentaban echarme encima y, como no lo logré, pues tuve que alejarme. Pero ahora que saben que no pueden contar conmigo, puedo llegar por ahí como la tata o André, pasármelo bien y celebrar mi Nochevieja. — De nuevo, silencio y miradas cruzadas. Alice volvió a mirar a Dylan, que ahora tenía a Brando sentado en el regazo, mientras Maeve sujetaba a Arnie y les hacían reír a los dos. — Supongo que este silencio y esta tensión se debe a que vais a pedirme alguna responsabilidad. Os sugiero que os deis prisita en decírmela porque Dylan ahora mismo está entretenido, pero si se percata de toda esta tensión, me voy a enfadar de verdad. —
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