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Freyja
Alchemist
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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We are
- La eternidad es nuestra:
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Ivanka
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
Obviamente, tanto Lex como Marcus habían detectado que estaban hablando de Percival. Parecía cuadrar, y se les debió notar bastante, sobre todo para gente tan perceptiva como Fergus (y que no podía beber, claro). Ella hubiera votado por la del botarate mentiroso, no obstante, pero entre las borrachas y el público masculino, ganó la segunda, y el orgullo herido Gryffindor de Siobhán prácticamente llenó hasta el último rincón de la estancia. Ella se limitó a suspirar y negar con la cabeza. — Qué os voy a decir yo. Vale que me quedé con el mejor, pero me dio tiempo de ver a varios tíos hacer muchas tonterías. — Y simplemente sonrió ante el discurso de Siobhán.
No obstante, no pudieron evitarlo mucho más, porque Fergus insistió y su tata por fin aterrizó y ató cabos también. Dejó que fueran Marcus y Lex los que hablaran de su propia familia y ella se quedó en un discreto segundo plano. — No te molan mucho las familias sagradísimamente mágicas, ¿verdad, pri? — Dijo Ginny, poniéndose discretamente a su lado. — No, no son mi estilo, la verdad. — La chica asintió, con la mirada perdida, sin mirarla al hablar. — ¿Sabes? Reconozco esa mala cara y la palidez. Si a ese tal Percival hay que hacerle algo peor, tu solamente sacude el avispero de una familia grande irlandesa y… — Rio un poco y negó con la cabeza. — No tiene poder sobre nosotros… Mira esto. — Y señaló a los primos, que habían caído sobre los hermanos O’Donnell, muertos de risa, acosándoles a preguntas. — Esto es una familia de verdad, no ellos. Son como un boggart, dan mucho miedo pero, a la hora de la verdad, no pueden hacer nada contra nuestra felicidad. — Ginny sonrió y la rodeó con un brazo pero, para sorpresa de todos, Fergus señaló a Lex, y la pelirroja tuvo que volver a su sitio.
Alice aprovechó para acercarse a su novio, engancharse a su brazo y decir. — Si me hacen jurarlo, no lo creo. — Admitió, pero con una sonrisita. Ya solo que la primera fuera que es legeremante la dejó con una sonrisa congelada, pero es que encima la otra es que era licántropo, con todas aquellas magizoólogas en la familia… Se rio, ocultando la cara en el hombro de su novio, pero entonces algo hizo clic definitivamente en su cabeza. ¿Cómo que quedaban dos días para la luna llena? Si la última luna llena estaban con lo de las reliquias y… Le dio un abismo en el estómago y tragó saliva. ¿Cuántos días exactamente llevaban en Irlanda? Pero los gritos de los primos la distrajeron un momento, y quiso darle una sonrisa de apoyo a Lex y Marcus, que bien lo merecían. Apretó la mano de Marcus y dijo. — Esto es lo que habéis merecido siempre, todos. Qué preciosidad es esto. — Y porque, gracias a su mágica familia, Marcus y Lex ya no estaban solos, podía dejarles a buen recaudo y pensar por un momento.
Con muchas excusas, se fue al baño, se metió en la cabina y se sentó a pensar. A ver… ¿Qué día era? ¿Veintidós? Venga, vale… ¿Y cuando fue la última vez que tuvo la regla? ¿Tan descontrolada estaba? ¿Tanto hacía? Es que cuando estaba en Hogwarts, Hillary, Kyla, Donna y ella siempre sabían cuando le tenía que venir a las otras, era como un grupo de apoyo, se cuidaban, se hacían pociones, se excusaban… Y los últimos meses, con todo lo que le había pasado, pues simplemente le molestaba, así que no la controlaba, era un mal necesario. Pero llegó a Irlanda y… Aquello era lo último que pensaba, vaya. Suspiró y se frotó la cara. A ver, estaba en un pub, había tenido un día eterno. Igual estaba exagerando y simplemente no había contado bien. Era momento de volver a la fiesta, intentar desconectar y no darle más vueltas hasta el día siguiente, que podría comprobarlo bien. Probablemente estaba exagerando tremendamente. Se lavó la cara y salió de nuevo.
— Es que… Tendría que darme clases. ¿Tú me quieres decir cómo se le puede gustar tanto a los hombres? — Se quejaba Wendy, mirando a Sandy bailar con uno del pueblo. El pub se estaba vaciando porque al día siguiente había muchos eventos, y algunos, como Martha, Cerys y Erin se habían excusado e ido. Su tata, por supuesto, seguía al pie del cañón, pero ya estaban sentado en un área de sofás, bastante aplatanados, y con Allison directamente dormida sobre Andrew con los pies estirados en el regazo de Fergus. Los únicos que seguían a tope eran Frankie y Nancy, que estaban bailando muertos de risa ridículamente, y Sandy con el mencionado cachas del pueblo. A ella le bailaban los ojos también, apoyada sobre Marcus y rodeada por su brazo. — Tú tienes a los hombres locos, Wen. — Aseguró Ciarán. — Ohhhhh, pero qué mono eres. — Contestó la chica agarrándole de las mejillas. — Te puedo acompañar a casa si quieres. He ganado a los dardos, yo creo que me lo he merecido. — ¡Eh! ¡Y yo al billar, y me va a tocar llevar a la madre de mi hijo levitando! Esta noche aquí no pilla nadie. — Replicó Andrew. — Oye, habla por ti, bonito. — Dijo su tía. Andrew rio. — Verás cuando llegues a la granja, ahí, en medio de la nada, con los ruidos del bosque y las vacas y la prima Erin en el sueño de los justos. — Ciertamente, estaban todos agotados, y encima habían jugado a todo lo jugable: dardos, ruleta de chupitos, billar… — Yo ya no puedo más. — Declaró Alice, levantándose. — Yo me voy. — Sophia hizo lo propio. — Sé que dije que no iba a dormir, pero debería estar descansada para mañana. — Lex se levantó también. — Yo creo que nos vamos todos… — Ehhhhhh, primis, jiji, un segundito. — Dijo Sandy acercándose a ellos. — ¿Veis factible que… Me quede en la casa de las chicas? O sea, es que veo que tenéis un rollo así más… Libre, ¿no? Es que me da cosilla, ahí con los tíos y todo en casa… ¿Me captáis? — Wendy saltó y aplaudió. — ¡Ay, pues claro! ¡Te quedas conmigo sí o sí! ¡Como una pijamada! Nos lo vamos a pasar bomba. — Y ambas se cogieron de las manos y se pusieron a saltar. Siobhán y Nancy se miraron con estupor, y Ciarán parecía más bien desolado. — Te lo he dicho, tío, que hoy no pilla nadie. Ni la parejita de moda, que les han quitado el nido. — Dijo señalándoles. A Alice le salió una risa nerviosa. — Hoy todo el mundo a dormir. — Si es que me deja la cabeza, claro.
No obstante, no pudieron evitarlo mucho más, porque Fergus insistió y su tata por fin aterrizó y ató cabos también. Dejó que fueran Marcus y Lex los que hablaran de su propia familia y ella se quedó en un discreto segundo plano. — No te molan mucho las familias sagradísimamente mágicas, ¿verdad, pri? — Dijo Ginny, poniéndose discretamente a su lado. — No, no son mi estilo, la verdad. — La chica asintió, con la mirada perdida, sin mirarla al hablar. — ¿Sabes? Reconozco esa mala cara y la palidez. Si a ese tal Percival hay que hacerle algo peor, tu solamente sacude el avispero de una familia grande irlandesa y… — Rio un poco y negó con la cabeza. — No tiene poder sobre nosotros… Mira esto. — Y señaló a los primos, que habían caído sobre los hermanos O’Donnell, muertos de risa, acosándoles a preguntas. — Esto es una familia de verdad, no ellos. Son como un boggart, dan mucho miedo pero, a la hora de la verdad, no pueden hacer nada contra nuestra felicidad. — Ginny sonrió y la rodeó con un brazo pero, para sorpresa de todos, Fergus señaló a Lex, y la pelirroja tuvo que volver a su sitio.
Alice aprovechó para acercarse a su novio, engancharse a su brazo y decir. — Si me hacen jurarlo, no lo creo. — Admitió, pero con una sonrisita. Ya solo que la primera fuera que es legeremante la dejó con una sonrisa congelada, pero es que encima la otra es que era licántropo, con todas aquellas magizoólogas en la familia… Se rio, ocultando la cara en el hombro de su novio, pero entonces algo hizo clic definitivamente en su cabeza. ¿Cómo que quedaban dos días para la luna llena? Si la última luna llena estaban con lo de las reliquias y… Le dio un abismo en el estómago y tragó saliva. ¿Cuántos días exactamente llevaban en Irlanda? Pero los gritos de los primos la distrajeron un momento, y quiso darle una sonrisa de apoyo a Lex y Marcus, que bien lo merecían. Apretó la mano de Marcus y dijo. — Esto es lo que habéis merecido siempre, todos. Qué preciosidad es esto. — Y porque, gracias a su mágica familia, Marcus y Lex ya no estaban solos, podía dejarles a buen recaudo y pensar por un momento.
Con muchas excusas, se fue al baño, se metió en la cabina y se sentó a pensar. A ver… ¿Qué día era? ¿Veintidós? Venga, vale… ¿Y cuando fue la última vez que tuvo la regla? ¿Tan descontrolada estaba? ¿Tanto hacía? Es que cuando estaba en Hogwarts, Hillary, Kyla, Donna y ella siempre sabían cuando le tenía que venir a las otras, era como un grupo de apoyo, se cuidaban, se hacían pociones, se excusaban… Y los últimos meses, con todo lo que le había pasado, pues simplemente le molestaba, así que no la controlaba, era un mal necesario. Pero llegó a Irlanda y… Aquello era lo último que pensaba, vaya. Suspiró y se frotó la cara. A ver, estaba en un pub, había tenido un día eterno. Igual estaba exagerando y simplemente no había contado bien. Era momento de volver a la fiesta, intentar desconectar y no darle más vueltas hasta el día siguiente, que podría comprobarlo bien. Probablemente estaba exagerando tremendamente. Se lavó la cara y salió de nuevo.
— Es que… Tendría que darme clases. ¿Tú me quieres decir cómo se le puede gustar tanto a los hombres? — Se quejaba Wendy, mirando a Sandy bailar con uno del pueblo. El pub se estaba vaciando porque al día siguiente había muchos eventos, y algunos, como Martha, Cerys y Erin se habían excusado e ido. Su tata, por supuesto, seguía al pie del cañón, pero ya estaban sentado en un área de sofás, bastante aplatanados, y con Allison directamente dormida sobre Andrew con los pies estirados en el regazo de Fergus. Los únicos que seguían a tope eran Frankie y Nancy, que estaban bailando muertos de risa ridículamente, y Sandy con el mencionado cachas del pueblo. A ella le bailaban los ojos también, apoyada sobre Marcus y rodeada por su brazo. — Tú tienes a los hombres locos, Wen. — Aseguró Ciarán. — Ohhhhh, pero qué mono eres. — Contestó la chica agarrándole de las mejillas. — Te puedo acompañar a casa si quieres. He ganado a los dardos, yo creo que me lo he merecido. — ¡Eh! ¡Y yo al billar, y me va a tocar llevar a la madre de mi hijo levitando! Esta noche aquí no pilla nadie. — Replicó Andrew. — Oye, habla por ti, bonito. — Dijo su tía. Andrew rio. — Verás cuando llegues a la granja, ahí, en medio de la nada, con los ruidos del bosque y las vacas y la prima Erin en el sueño de los justos. — Ciertamente, estaban todos agotados, y encima habían jugado a todo lo jugable: dardos, ruleta de chupitos, billar… — Yo ya no puedo más. — Declaró Alice, levantándose. — Yo me voy. — Sophia hizo lo propio. — Sé que dije que no iba a dormir, pero debería estar descansada para mañana. — Lex se levantó también. — Yo creo que nos vamos todos… — Ehhhhhh, primis, jiji, un segundito. — Dijo Sandy acercándose a ellos. — ¿Veis factible que… Me quede en la casa de las chicas? O sea, es que veo que tenéis un rollo así más… Libre, ¿no? Es que me da cosilla, ahí con los tíos y todo en casa… ¿Me captáis? — Wendy saltó y aplaudió. — ¡Ay, pues claro! ¡Te quedas conmigo sí o sí! ¡Como una pijamada! Nos lo vamos a pasar bomba. — Y ambas se cogieron de las manos y se pusieron a saltar. Siobhán y Nancy se miraron con estupor, y Ciarán parecía más bien desolado. — Te lo he dicho, tío, que hoy no pilla nadie. Ni la parejita de moda, que les han quitado el nido. — Dijo señalándoles. A Alice le salió una risa nerviosa. — Hoy todo el mundo a dormir. — Si es que me deja la cabeza, claro.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
A pesar de lo subidos que estaban todos en la nube del entusiasmo, conforme fue cayendo la noche y el pub vaciándose, el cansancio empezaba a hacer mella. Pero, por imposible que parecieran, no tardaron en revitalizarse, porque cuando salieron del bar y empezaron a caminar hacia las casas, Lex dijo. - ¿No nos aparecemos? - Y a Marcus le dio tal ataque de risa absurdo que se lo contagió a la mitad de los que iban con él, su hermano incluido. Sí que eran dos mundos el pueblo y a lo que habían estado acostumbrados hasta ahora. Y menudo escándalo iban montando por la calle, quién se lo iba a decir, pero nadie salió a llamarles la atención, probablemente ya más que acostumbrados. A pesar de las llamadas a silencio nada convencidas porque todos reían, entraron en la casa a trompicones y entre risas. El momento de Sandy tratando de invocar sus baúles por la ventana para que estos bajaran levitando desde el desván, mientras Frankie los distraía y uno de los baúles cambiaba de ruta y otro se quedaba en el alféizar como si tuviera vértigo (porque, sí, Sandy había llevado más de dos baúles, y de tres, y de cuatro), fue un cuadro digno de ver.
Por fin los que quedaban por las calles se fueron yendo y todos los de casa subieron en tropel al desván. - Vaya traidora. - Comentó Sophia mientras subía por las escaleras haciendo eses, de tal forma que Marcus, que no dejaba de reír, iba detrás vigilante por miedo a que cayera rodando. - Anda que ha tardado mucho en dejarnos. - Hermana, ¿de verdad veías a Miss Americana durmiendo en plan comuna en un desván? - Se burló Fergus, que al contrario que todos los demás, subía los escalones de dos en dos y con la ligereza de quien está pleno de energía, como si no hubiera madrugado y cruzado varias aduanas, cambio horario incluido, en ese mismo día. - Da gracias a que nos ha cambiado por las primas guais y no por un tío. Por ahora. Y de que haya querido venir a Irlanda en vez de quedarse con mamá pijísima. - Frankie le dio una colleja a su hermano que claramente no se vio venir. - Respeta a tus familiares. - ¡No es mi familia! Y llevo años sin verla siquiera. Yo creo que no sabe ni quien soy. - No dejaban de reír a carcajadas, y nada más pisar el desván, Marcus cerró la puerta, alzó los brazos y delató. - ¡BIENVENIDOS! - Todos se quedaron impactados por el grito, viniendo de Marcus ni más ni menos, pero él, tras echarse a reír, dijo. - No, no me he vuelto loco. Emma O'Donnell ha estado aquí y... - Alzó la varita y provocó un ruido que sonó como un petardo, sobresaltando a todos. - Esta habitación está insonorizada a prueba de bombas. ¿Os creéis que se iba a aislar ella pudiendo aislarnos a vosotros? Os digo más, ¿os creéis que no sé identificar dónde ha echado mi madre un hechizo nada más pisar el sitio? - Bueno, bueno. - Dijo Lex entre risas y haciendo un gesto con la mano, dirigiéndose a los demás. - Os aseguro que, por algún motivo, nuestra madre QUERÍA que supiéramos que está insonorizado esto. Si algo sabe Emma O'Donnell es lanzar un hechizo y que no se entere nadie. - Eso es verdad. - Tuvo que reconocer Marcus. - Y deja de mencionarla, que a ver si la vamos a invocar. - Y todos estallaron en risas otra vez. Sí que estaban bastante contentillos.
No se había parado a pensar que, si iban a compartir desván, iba a tener que mostrarse poco menos que en público en pijama. Sin embargo, su cerebro borracho pensó: a ver, Marcus, Lex te lleva viendo en pijama toda la vida, los primos de América sabían que vivías y dormías con los abuelos y te han visto en circunstancias peores que en pijama, y Alice es que directamente te ha visto desnudo, así que, disfruta porque aquí no hay problema. Le caía bien su yo borracho, al menos mientras lo estaba. Frankie directamente se había puesto a cambiarse en público, a pesar de las profusas quejas de Sophia y Fergus, alegando muchos argumentos en base tanto a la confianza en familia como a que en los vestuarios de quidditch se veían cosas peores, lo cual, para que Marcus no dejara de sorprenderse, Lex corroboró fuertemente (eso sí, se cambió con más discreción que Frankie). Marcus se rio mucho pero ni su yo borracho consentía no desvestirse a puerta cerrada. Hubo un momento de pánico de Fergus pensando que había olvidado el pantalón del pijama en el baúl de sus padres y mucho vacileo de que fuera a buscarlo en calzoncillos, así como apuestas de si era más probable que Betty le matara o que Jason le recibiera en calzoncillos también. Le faltaba el aire de tanto reír.
Total, que se habían espabilado de nuevo, y allí estaban, derretidos en los colchones del suelo (Fergus despatarrado ocupando dos, el suyo y el de Sandy), diciendo tonterías y muertos de risa. En un momento determinado, Frankie fue al baño y, nada más salir, a Lex le atacó una risilla tonta. Sophia puso cara de miedo. - Ay, Dios, ¿qué? - El chico alzó las manos. - No he dicho nada. - Nooo tío no jodas. - Se desesperó Fergus, dejándose caer dramáticamente en los colchones. Marcus miraba confuso. - Esa es la reacción de TOOOOODO el mundo cuando ven a Frankie ligar. - Yo no he dicho nada. - Repitió Lex, pero se estaba riendo bastante. Marcus rio también y le salió el cotilla que llevaba dentro y que casi nunca salía a relucir. - ¿Ha ligado? Qué habilidad, si acaba de llegar, ¿y con quién? - Y Lex más se reía por lo bajo, hasta que, carraspeando, comprobó que Frankie no venía e hizo un círculo como si barriera un área a su alrededor. - ¿No habéis notado... en torno a los fans del quidditch...? - Rio de nuevo. No estaba acostumbrado a esa faceta de Lex, ya no solo con varias pintas en el cuerpo, sino muy relajado. Alzó las manos de nuevo. - Solo digo que hay dos que han conectado muy bien. - Oh, por Dios. - Dijo Sophia, asqueada y frotándose la cara. Marcus seguía sin comprender, y ante la cara de confusión, Lex aclaró. - A ver, genio de la alquimia: solo éramos tres. Teniendo en cuenta que Frankie puede ser de los tíos más heteros que he conocido, y que yo soy gay y por tanto Nancy no me interesa... ¿Qué combinación te queda? - Pero la cara de Marcus era de estar planteándole el problema más complejo de su vida. Fergus suspiró, resignado. - Nada. Va a pasar. - No. - Negaba Sophia. - No. Me niego a creerlo. Nancy tiene que ser más inteligente que todo eso. - ¿Apostáis? - Sugirió Lex, y Marcus le miró súbitamente, preguntándose quién era ese y qué había hecho con su hosco, pasota y nada sociable hermano. Fergus dio un saltito. - ¡Apuesto! Diez dólares a que, antes de que acabe la Navidad, esos se lían. - ¿Dólares? - Preguntó Lex, pero Marcus hizo un gesto con la mano. Déjalo, causa perdida. - Que sean veinte, mocoso. - UUUUUUHHH. - Corearon, porque Sophia se había venido arriba. - Confío en la inteligencia de mi prima. - Hecho. - Confirmó Fergus, y cerraron el trato con un apretón de manos. Ahí Marcus pareció caer. - Un momento, estais de coña ¿no? ¡Son primos! - Pero se tuvo que callar porque justo Frankie, bien sonriente y ajeno al tema, entró y se lanzó con un sonido de satisfacción al colchón, mientras los demás se miraban entre sí y se aguantaban las risas. Lo bueno es que dudaba que se diera cuenta con un mínimo que cambiaran de tema.
Por fin los que quedaban por las calles se fueron yendo y todos los de casa subieron en tropel al desván. - Vaya traidora. - Comentó Sophia mientras subía por las escaleras haciendo eses, de tal forma que Marcus, que no dejaba de reír, iba detrás vigilante por miedo a que cayera rodando. - Anda que ha tardado mucho en dejarnos. - Hermana, ¿de verdad veías a Miss Americana durmiendo en plan comuna en un desván? - Se burló Fergus, que al contrario que todos los demás, subía los escalones de dos en dos y con la ligereza de quien está pleno de energía, como si no hubiera madrugado y cruzado varias aduanas, cambio horario incluido, en ese mismo día. - Da gracias a que nos ha cambiado por las primas guais y no por un tío. Por ahora. Y de que haya querido venir a Irlanda en vez de quedarse con mamá pijísima. - Frankie le dio una colleja a su hermano que claramente no se vio venir. - Respeta a tus familiares. - ¡No es mi familia! Y llevo años sin verla siquiera. Yo creo que no sabe ni quien soy. - No dejaban de reír a carcajadas, y nada más pisar el desván, Marcus cerró la puerta, alzó los brazos y delató. - ¡BIENVENIDOS! - Todos se quedaron impactados por el grito, viniendo de Marcus ni más ni menos, pero él, tras echarse a reír, dijo. - No, no me he vuelto loco. Emma O'Donnell ha estado aquí y... - Alzó la varita y provocó un ruido que sonó como un petardo, sobresaltando a todos. - Esta habitación está insonorizada a prueba de bombas. ¿Os creéis que se iba a aislar ella pudiendo aislarnos a vosotros? Os digo más, ¿os creéis que no sé identificar dónde ha echado mi madre un hechizo nada más pisar el sitio? - Bueno, bueno. - Dijo Lex entre risas y haciendo un gesto con la mano, dirigiéndose a los demás. - Os aseguro que, por algún motivo, nuestra madre QUERÍA que supiéramos que está insonorizado esto. Si algo sabe Emma O'Donnell es lanzar un hechizo y que no se entere nadie. - Eso es verdad. - Tuvo que reconocer Marcus. - Y deja de mencionarla, que a ver si la vamos a invocar. - Y todos estallaron en risas otra vez. Sí que estaban bastante contentillos.
No se había parado a pensar que, si iban a compartir desván, iba a tener que mostrarse poco menos que en público en pijama. Sin embargo, su cerebro borracho pensó: a ver, Marcus, Lex te lleva viendo en pijama toda la vida, los primos de América sabían que vivías y dormías con los abuelos y te han visto en circunstancias peores que en pijama, y Alice es que directamente te ha visto desnudo, así que, disfruta porque aquí no hay problema. Le caía bien su yo borracho, al menos mientras lo estaba. Frankie directamente se había puesto a cambiarse en público, a pesar de las profusas quejas de Sophia y Fergus, alegando muchos argumentos en base tanto a la confianza en familia como a que en los vestuarios de quidditch se veían cosas peores, lo cual, para que Marcus no dejara de sorprenderse, Lex corroboró fuertemente (eso sí, se cambió con más discreción que Frankie). Marcus se rio mucho pero ni su yo borracho consentía no desvestirse a puerta cerrada. Hubo un momento de pánico de Fergus pensando que había olvidado el pantalón del pijama en el baúl de sus padres y mucho vacileo de que fuera a buscarlo en calzoncillos, así como apuestas de si era más probable que Betty le matara o que Jason le recibiera en calzoncillos también. Le faltaba el aire de tanto reír.
Total, que se habían espabilado de nuevo, y allí estaban, derretidos en los colchones del suelo (Fergus despatarrado ocupando dos, el suyo y el de Sandy), diciendo tonterías y muertos de risa. En un momento determinado, Frankie fue al baño y, nada más salir, a Lex le atacó una risilla tonta. Sophia puso cara de miedo. - Ay, Dios, ¿qué? - El chico alzó las manos. - No he dicho nada. - Nooo tío no jodas. - Se desesperó Fergus, dejándose caer dramáticamente en los colchones. Marcus miraba confuso. - Esa es la reacción de TOOOOODO el mundo cuando ven a Frankie ligar. - Yo no he dicho nada. - Repitió Lex, pero se estaba riendo bastante. Marcus rio también y le salió el cotilla que llevaba dentro y que casi nunca salía a relucir. - ¿Ha ligado? Qué habilidad, si acaba de llegar, ¿y con quién? - Y Lex más se reía por lo bajo, hasta que, carraspeando, comprobó que Frankie no venía e hizo un círculo como si barriera un área a su alrededor. - ¿No habéis notado... en torno a los fans del quidditch...? - Rio de nuevo. No estaba acostumbrado a esa faceta de Lex, ya no solo con varias pintas en el cuerpo, sino muy relajado. Alzó las manos de nuevo. - Solo digo que hay dos que han conectado muy bien. - Oh, por Dios. - Dijo Sophia, asqueada y frotándose la cara. Marcus seguía sin comprender, y ante la cara de confusión, Lex aclaró. - A ver, genio de la alquimia: solo éramos tres. Teniendo en cuenta que Frankie puede ser de los tíos más heteros que he conocido, y que yo soy gay y por tanto Nancy no me interesa... ¿Qué combinación te queda? - Pero la cara de Marcus era de estar planteándole el problema más complejo de su vida. Fergus suspiró, resignado. - Nada. Va a pasar. - No. - Negaba Sophia. - No. Me niego a creerlo. Nancy tiene que ser más inteligente que todo eso. - ¿Apostáis? - Sugirió Lex, y Marcus le miró súbitamente, preguntándose quién era ese y qué había hecho con su hosco, pasota y nada sociable hermano. Fergus dio un saltito. - ¡Apuesto! Diez dólares a que, antes de que acabe la Navidad, esos se lían. - ¿Dólares? - Preguntó Lex, pero Marcus hizo un gesto con la mano. Déjalo, causa perdida. - Que sean veinte, mocoso. - UUUUUUHHH. - Corearon, porque Sophia se había venido arriba. - Confío en la inteligencia de mi prima. - Hecho. - Confirmó Fergus, y cerraron el trato con un apretón de manos. Ahí Marcus pareció caer. - Un momento, estais de coña ¿no? ¡Son primos! - Pero se tuvo que callar porque justo Frankie, bien sonriente y ajeno al tema, entró y se lanzó con un sonido de satisfacción al colchón, mientras los demás se miraban entre sí y se aguantaban las risas. Lo bueno es que dudaba que se diera cuenta con un mínimo que cambiaran de tema.
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Ireland meets America Con Alice | En Galway | 22 de diciembre de 2002 |
El momento de los baúles de Sandy fue bastante surrealista, y entre las risas ahogadas que eso le había provocado, contestó a Sophia. — Ahora ella lo ve muy claro, porque Wendy es muy jiji jaja, pero espérate que Siobhán se ponga intensa y Nancy se ponga simplemente Ravenclaw. — Yo la he visto una chica muy espontánea y desatada. — Comentó Frankie, que iba delante de ellas. Alice le miró con una ceja alzada. Vamos, ahí se estaban cociendo cosas más que interesantes.
Claro, estaba atendiendo tanto a otras cosas que, cuando su siempre correctísimo y elegante novio pegó un grito de la nada, la hizo saltar literalmente del susto, como un animalillo, abriendo mucho los ojos. Menos mal que especificó que no se había vuelto loco, porque ya iba a alertar a todas las unidades médicas de la familia. Efectivamente, aquello estaba insonorizado a prueba de bomba, y Marcus era más avezado que nadie para detectar los hechizos de su madre, pero le había parecido un movimiento más que arriesgado por parte de su novio. — Si no lo llega a estar, no quiero ni imaginar la cara que pondría después de oír semejante grito a semejantes horas. — Además que le valdría con la cara, no tendría ni que decir nada. — Aportó Lex, y entre eso y lo de dejar de mencionarla, le dio la misma risa floja que a los demás.
Obviamente, detectó la tensión de su novio de que le vieran en pijama, que no parecía que se le fuera a quitar ni con la vida irlandesa, pero a Frankie poco menos que se hizo un integral, y entre eso y las risas con lo del pijama perdido de Fergus, hasta Marcus se relajó. La que no se relajaba era ella, que necesitaba mirar un calendario y rehacer sus pasos a como diera lugar, pero claro, si a semejantes horas se iba a por un calendario y se ponía a contar días y poner cara de filosofar pues sospechosa iba a ser un rato. Afortunadamente, al estar tanta gente, los eventos se sucedían aunque estuvieran ya para irse a dormir, y su cuñado sacó a la palestra el tema de Frankie y Nancy. Ella alzó una ceja mirando a Marcus, porque veía que empezaban a no salirle las cuentas y los parentescos familiares. A ella le salió una risita a la apuesta de Marcus y le acarició el brazo. — Mi amor, creo que estás idealizando un poquito a tu prima mayor. No sé si estabas por ahí cuando Siobhán ha contado cierta historia… — Y otra vez les daba la risa. — Al menos Sophia confía en Nancy tanto como tú, eso sí.— Dijo picándole. Lo cierto es que le encantaba aquel ambiente y ver a su novio tan tremendamente contento. — A ver, familia familia no son… — Te digo yo que al golfo de mi hermano eso no le pararía. Si es que es la misma historia una y otra vez… — Dijo Sophia suspirando y tirándose en su colchón. Y el golfo en cuestión, subió, tan sonriente como siempre. — ¿Qué me he perdido? — ¡HERMANO! — Saltó Fergus. — Eres el tío más encantador del mundo, tú podrías conquistar a cualquiera, ¿me oyes? CUAL-QUIE-RA. — El chico rio y puso su sonrisa de conquistar. — Gracias, hombre. — Mira, vamos a dormir, porque… — Dijo Sophia suspirando, pero se giró hacia Marcus y dijo bajito. — Yo mantengo la confianza en nuestra casa, primo. Quiero creer en Nancy. —
Por fin empezaron a echarse en los colchones, y ya sin las risas, Alice empezó a agitarse otra vez un poco, a pesar del cansancio. De repente, notó, mientras estaba apañando la manta, que Lex se acercaba a ella. — ¿Para qué quieres un calendario? — Le preguntó, bajito. Ella parpadeó. — Es que estabas pensando en uno muy fuerte pero no has dicho nada. — Eso la hizo sonreír. — Al menos has aprendido a distinguir cuando no queremos que un pensamiento se airee. — Él sonrió un poco y asintió, orgulloso. — Es solo por el estudio. Nos hemos lanzado a preparar la Navidad, ir de aquí para allá… Y no hemos pensado en cómo vamos a recuperar los días. Pero ya lo pensaremos, es igual. — Lex soltó una risita seca y se dejó caer en el colchón. — Ravenclaws… — Ella le imitó y se pegó al colchón de Marcus y le susurró con una sonrisita. — ¿No te recuerda a La Provenza? — Le dio la mano através de las sábanas y respiró hondamente. Aquella noche de tormenta, en la que sintió cosas tan intensas, también la mano de Marcus la calmó. Fuera lo que fuese, iba a tener la mano de Marcus sujetándola siempre, y eso le permitiría dormir y descansar, al menos esa noche.
Claro, estaba atendiendo tanto a otras cosas que, cuando su siempre correctísimo y elegante novio pegó un grito de la nada, la hizo saltar literalmente del susto, como un animalillo, abriendo mucho los ojos. Menos mal que especificó que no se había vuelto loco, porque ya iba a alertar a todas las unidades médicas de la familia. Efectivamente, aquello estaba insonorizado a prueba de bomba, y Marcus era más avezado que nadie para detectar los hechizos de su madre, pero le había parecido un movimiento más que arriesgado por parte de su novio. — Si no lo llega a estar, no quiero ni imaginar la cara que pondría después de oír semejante grito a semejantes horas. — Además que le valdría con la cara, no tendría ni que decir nada. — Aportó Lex, y entre eso y lo de dejar de mencionarla, le dio la misma risa floja que a los demás.
Obviamente, detectó la tensión de su novio de que le vieran en pijama, que no parecía que se le fuera a quitar ni con la vida irlandesa, pero a Frankie poco menos que se hizo un integral, y entre eso y las risas con lo del pijama perdido de Fergus, hasta Marcus se relajó. La que no se relajaba era ella, que necesitaba mirar un calendario y rehacer sus pasos a como diera lugar, pero claro, si a semejantes horas se iba a por un calendario y se ponía a contar días y poner cara de filosofar pues sospechosa iba a ser un rato. Afortunadamente, al estar tanta gente, los eventos se sucedían aunque estuvieran ya para irse a dormir, y su cuñado sacó a la palestra el tema de Frankie y Nancy. Ella alzó una ceja mirando a Marcus, porque veía que empezaban a no salirle las cuentas y los parentescos familiares. A ella le salió una risita a la apuesta de Marcus y le acarició el brazo. — Mi amor, creo que estás idealizando un poquito a tu prima mayor. No sé si estabas por ahí cuando Siobhán ha contado cierta historia… — Y otra vez les daba la risa. — Al menos Sophia confía en Nancy tanto como tú, eso sí.— Dijo picándole. Lo cierto es que le encantaba aquel ambiente y ver a su novio tan tremendamente contento. — A ver, familia familia no son… — Te digo yo que al golfo de mi hermano eso no le pararía. Si es que es la misma historia una y otra vez… — Dijo Sophia suspirando y tirándose en su colchón. Y el golfo en cuestión, subió, tan sonriente como siempre. — ¿Qué me he perdido? — ¡HERMANO! — Saltó Fergus. — Eres el tío más encantador del mundo, tú podrías conquistar a cualquiera, ¿me oyes? CUAL-QUIE-RA. — El chico rio y puso su sonrisa de conquistar. — Gracias, hombre. — Mira, vamos a dormir, porque… — Dijo Sophia suspirando, pero se giró hacia Marcus y dijo bajito. — Yo mantengo la confianza en nuestra casa, primo. Quiero creer en Nancy. —
Por fin empezaron a echarse en los colchones, y ya sin las risas, Alice empezó a agitarse otra vez un poco, a pesar del cansancio. De repente, notó, mientras estaba apañando la manta, que Lex se acercaba a ella. — ¿Para qué quieres un calendario? — Le preguntó, bajito. Ella parpadeó. — Es que estabas pensando en uno muy fuerte pero no has dicho nada. — Eso la hizo sonreír. — Al menos has aprendido a distinguir cuando no queremos que un pensamiento se airee. — Él sonrió un poco y asintió, orgulloso. — Es solo por el estudio. Nos hemos lanzado a preparar la Navidad, ir de aquí para allá… Y no hemos pensado en cómo vamos a recuperar los días. Pero ya lo pensaremos, es igual. — Lex soltó una risita seca y se dejó caer en el colchón. — Ravenclaws… — Ella le imitó y se pegó al colchón de Marcus y le susurró con una sonrisita. — ¿No te recuerda a La Provenza? — Le dio la mano através de las sábanas y respiró hondamente. Aquella noche de tormenta, en la que sintió cosas tan intensas, también la mano de Marcus la calmó. Fuera lo que fuese, iba a tener la mano de Marcus sujetándola siempre, y eso le permitiría dormir y descansar, al menos esa noche.
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
No estaba muy seguro de cómo había llegado ahí, pero eso era al fin y al cabo lo propio de los sueños: te encontrabas inmerso en ellos, pero no sabías cómo habías llegado, y se acababan también sin conclusión. Pero este se sentía diferente. No estaba pasando nada, no había algo así como un hilo conductor de una historia. Ni siquiera se sentía... real en sí mismo, en él mismo, en ser Marcus O'Donnell. Era como una visión, pero de un ser... extraño. Solo veía, como difuso y a lo lejos, en mitad de la oscuridad, lo que parecía ser la silueta de un pájaro. Un pájaro enorme que, a pesar de no poder identificar bien (¿era un cuervo? ¿Un águila?) sentía que le miraba. Sentía que clavaba en él sus penetrantes ojos amarillentos, y que esa mirada le dejaba inmovilizado en el sitio. Que no podía escapar de ella. De hecho... no parecía poder moverse. No se veía a sí mismo, solo percibía esa silueta lejana entre la penumbra. Pero sí notaba como si estuviera... ¿sentado? Tenía la sensación de estar sentado, pero no poderse levantar. Y notaba algo bajo los brazos, apoyados, que le impedía moverse, como si le atara. Y la silueta de ese extraño pájaro. Y su mirada. Y una sensación en su pecho que le inundaba la cabeza y...
Despertó con un leve sobresalto, pero no llegó a abrir los ojos. Necesitaba sentir que sus miembros le respondían, que la oscuridad en la que estaba era la propia de tener los ojos cerrados. Que estaba despierto, consciente, en el silencio de la noche y en su casa, antes de despegar los párpados y hacer frente a cualquier realidad que pudiera ser otra y no esa. Pero, afortunadamente, era esa. Sin moverse apenas, simplemente giró los ojos para reconocer su entorno: seguía siendo de noche, aunque debían haber pasado ya bastantes horas desde que se acostaron. Todos dormían, y la casa estaba en silencio. Su casa. Su novia, su hermano, sus primos. Él, Marcus O'Donnell. Tragó saliva y se notó la garganta reseca y un tanto irritada, como si acabara de proferir un grito. Si lo había hecho o no, desde luego, nadie parecía haberle escuchado. Al menos ya estaba ubicado y, más relajado, tomó aire, dejó que las sensaciones extrañas se le pasaran e intentó volver a dormir.
Miró con una sonrisita a su hermano, de reojo, mientras dejaba bien mulliditas las almohadas. - Te veo bien. - El otro, con una sonrisilla, se encogió de hombros. - Estoy bien. - Rieron levemente y siguieron haciendo la tarea encomendada. Había muchísimo trabajo que hacer y eran muchos, para lo bueno y para lo malo, así que habían sido diligentemente distribuidos en tareas en la casa y fuera de esta: a Marcus y a Lex les había tocado ordenar el desván y, en general, asegurarse de que estaba en orden toda la planta de arriba, y en ello estaban, a golpe de varita. Iba a ser una tarea poco satisfactoria teniendo en cuenta que, en cuanto la familia parar los órdenes y limpiezas y entrara en modo celebración otra vez, iba a ponerse de nuevo patas para arriba. Pero estaban tan contentos, y tenían tantos hechizos domésticos de ayuda (que Marcus estaba aprovechando para enseñar a Lex, ya que eran sus primeras vacaciones haciendo magia fuera de la escuela) que no les importaba.
- ¿Cómo es que... dijiste que eras legeremante? - Preguntó, prudente. Le había sorprendido muchísimo esa salida por parte de su hermano, y tanto si se había ido sin querer de la lengua como si lo había hecho consciente, tenía interés por saber qué pensaba ahora. El otro contestó con normalidad, mientras lidiaba con la manta que intentaba doblar levitando, y solo estaba haciendo un lío tremendo en el aire. - No quería empezar con mi nueva familia mintiendo. - Se encogió de hombros. De paso, tiró la toalla con doblar la manta a golpe de magia, se guardó la varita y empezó a doblarla con las manos mientras hablaba. - Desde lo del año pasado, todo Hogwarts lo sabe, y ya he aprendido a pasar de los comentarios malintencionados, y en verdad, a la mayoría de la gente o se le ha olvidado, o no le importa. - Dejó la manta en su sitio y siguió ordenando por otra parte. La naturalidad con la que hablaba tranquilizaba a Marcus. - Los Horner lo han sabido toda la vida. Si hay un grupo que no debía saberlo, eran ellos, y lo han sabido. Y también lo han usado contra mí. Esta gente, ni los irlandeses ni los americanos... no sé, no me parece el tipo de gente que lo vaya a usar contra mí. Y si alguno lo es, pues prefiero saberlo desde el primer día, en vez de estar aquí haciendo el tonto sin verlo venir. Ya con una traición familiar tuve suficiente. - Marcus rio con los labios cerrados. - Dudo que aquí te pase. - Por eso. No he considerado que perdiera nada diciéndolo. Además, hay que tener en cuenta que la abuela lo podría largar de un momento a otro. - Marcus soltó una carcajada. - ¿Sabes? Estoy casi seguro de que los mayores ya lo sabían, pero fíjate si han sido discretos que nadie ha dicho nada. Quizás Jason, Shannon y George no lo sabían, pero Cillian, Eillish y Nora... Y por supuesto los hermanos de nuestros abuelos. - Chasqueó la lengua, mientras dejaba perfectamente lisas las sábanas. - Piénsalo: se lo contaban todo por carta. Son supercariñosos, querían saber de nosotros, y realmente sí que nos conocieron cuando bebés... Imagino que... - Ya. - Dijo Lex. - Un bebé legeremante es un motivo de preocupación. "Pobrecitos, Emma y Arnold, lo que les ha caído en la vida". - Venga, hombre, no es eso. - Trató de desviar, pero... sí, era un poco eso. - Yo creo que has hecho bien diciéndolo. - Y además, estoy obligado a decirlo si me federo en la liga de quidditch. - Marcus parpadeó. - Ah ¿sí? - Lex asintió resignado. - Pero ¡eh! Me ha molado eso de las lagunas legales que comentaba Siobhán. - Marcus rio a carcajadas. - Cuidado con meterte en muchas de esas, que te lia... - ¿Y tú? ¿En qué lío andas metido? - Marcus se extrañó, pero en el fondo... se sintió un poco delatado.
Girándose como quien sigue arreglando distraídamente por ahí, comentó. - No sé de qué me hablas. - Lex se había detenido y le miraba burlón. - Tú no estás solo estudiando para la licencia de Hielo. Tú estás investigando algo más. - Marcus se encogió de hombros, pero no devolvía la mirada. A Lex se le empezó a ir la comedia de la cara. - Vamos, no me jodas. ¿Me ocultas cosas? - ¡No te...! - Soltó aire por la boca, comprobó la puerta y se acercó, bajando la voz. - No te oculto nada... Estamos haciendo una investigación con Nancy. No es nada raro. - ¿Y por qué me lo estás contando como si hubieras abierto la cámara de Salazar Slytherin de Hogwarts? - Marcus rodó los ojos. - Porque la gente se pone muy paranoica con este tema. Investigamos la posible existencia de unas reliquias mitológicas irlandesas. Está muy relacionado con la magia ancestral, ya sabes que me gustan esas cosas, y a Nancy le venían bien nuestros conocimientos de alquimia para avanzar en la investigación. Nada más. - Lex le miraba sin entender. - Sabéis que generalmente "mitológico" significa que no existe ¿no? - Marcus le miró con circunstancias. - Tiene mucha base histórica real, aparte de la leyenda. Es... un poco largo de explicar. - Siguió con sus cosas y dijo sin importancia. - Estudios larguísimos sobre runas y libros y libros y textos y textos que hasta para mí son tediosos de leer, así que para ti va a ser aburridísimo. De verdad, si no he dicho nada es porque no hay nada que decir. Cuando lo haya, os lo contaré, parece que no me conoces. - Lex le miraba de reojo. - Me extraña de quien contaba hasta la línea y el párrafo por el que se había quedado estudiando en cada asignatura. - Marcus se encogió de hombros, pero seguía haciendo labores sin devolver la mirada. - Y ya me quedó claro que era un pesado. De verdad que no hay nada que contar. - O más bien no quería generar una alarma innecearia con su familia en plenas Navidades. Y quería que el descubrimiento fuera una sorpresa. Pero, sobre todo... necesitaba, como le dijo a Nancy, dejar el tema estar.
Despertó con un leve sobresalto, pero no llegó a abrir los ojos. Necesitaba sentir que sus miembros le respondían, que la oscuridad en la que estaba era la propia de tener los ojos cerrados. Que estaba despierto, consciente, en el silencio de la noche y en su casa, antes de despegar los párpados y hacer frente a cualquier realidad que pudiera ser otra y no esa. Pero, afortunadamente, era esa. Sin moverse apenas, simplemente giró los ojos para reconocer su entorno: seguía siendo de noche, aunque debían haber pasado ya bastantes horas desde que se acostaron. Todos dormían, y la casa estaba en silencio. Su casa. Su novia, su hermano, sus primos. Él, Marcus O'Donnell. Tragó saliva y se notó la garganta reseca y un tanto irritada, como si acabara de proferir un grito. Si lo había hecho o no, desde luego, nadie parecía haberle escuchado. Al menos ya estaba ubicado y, más relajado, tomó aire, dejó que las sensaciones extrañas se le pasaran e intentó volver a dormir.
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Miró con una sonrisita a su hermano, de reojo, mientras dejaba bien mulliditas las almohadas. - Te veo bien. - El otro, con una sonrisilla, se encogió de hombros. - Estoy bien. - Rieron levemente y siguieron haciendo la tarea encomendada. Había muchísimo trabajo que hacer y eran muchos, para lo bueno y para lo malo, así que habían sido diligentemente distribuidos en tareas en la casa y fuera de esta: a Marcus y a Lex les había tocado ordenar el desván y, en general, asegurarse de que estaba en orden toda la planta de arriba, y en ello estaban, a golpe de varita. Iba a ser una tarea poco satisfactoria teniendo en cuenta que, en cuanto la familia parar los órdenes y limpiezas y entrara en modo celebración otra vez, iba a ponerse de nuevo patas para arriba. Pero estaban tan contentos, y tenían tantos hechizos domésticos de ayuda (que Marcus estaba aprovechando para enseñar a Lex, ya que eran sus primeras vacaciones haciendo magia fuera de la escuela) que no les importaba.
- ¿Cómo es que... dijiste que eras legeremante? - Preguntó, prudente. Le había sorprendido muchísimo esa salida por parte de su hermano, y tanto si se había ido sin querer de la lengua como si lo había hecho consciente, tenía interés por saber qué pensaba ahora. El otro contestó con normalidad, mientras lidiaba con la manta que intentaba doblar levitando, y solo estaba haciendo un lío tremendo en el aire. - No quería empezar con mi nueva familia mintiendo. - Se encogió de hombros. De paso, tiró la toalla con doblar la manta a golpe de magia, se guardó la varita y empezó a doblarla con las manos mientras hablaba. - Desde lo del año pasado, todo Hogwarts lo sabe, y ya he aprendido a pasar de los comentarios malintencionados, y en verdad, a la mayoría de la gente o se le ha olvidado, o no le importa. - Dejó la manta en su sitio y siguió ordenando por otra parte. La naturalidad con la que hablaba tranquilizaba a Marcus. - Los Horner lo han sabido toda la vida. Si hay un grupo que no debía saberlo, eran ellos, y lo han sabido. Y también lo han usado contra mí. Esta gente, ni los irlandeses ni los americanos... no sé, no me parece el tipo de gente que lo vaya a usar contra mí. Y si alguno lo es, pues prefiero saberlo desde el primer día, en vez de estar aquí haciendo el tonto sin verlo venir. Ya con una traición familiar tuve suficiente. - Marcus rio con los labios cerrados. - Dudo que aquí te pase. - Por eso. No he considerado que perdiera nada diciéndolo. Además, hay que tener en cuenta que la abuela lo podría largar de un momento a otro. - Marcus soltó una carcajada. - ¿Sabes? Estoy casi seguro de que los mayores ya lo sabían, pero fíjate si han sido discretos que nadie ha dicho nada. Quizás Jason, Shannon y George no lo sabían, pero Cillian, Eillish y Nora... Y por supuesto los hermanos de nuestros abuelos. - Chasqueó la lengua, mientras dejaba perfectamente lisas las sábanas. - Piénsalo: se lo contaban todo por carta. Son supercariñosos, querían saber de nosotros, y realmente sí que nos conocieron cuando bebés... Imagino que... - Ya. - Dijo Lex. - Un bebé legeremante es un motivo de preocupación. "Pobrecitos, Emma y Arnold, lo que les ha caído en la vida". - Venga, hombre, no es eso. - Trató de desviar, pero... sí, era un poco eso. - Yo creo que has hecho bien diciéndolo. - Y además, estoy obligado a decirlo si me federo en la liga de quidditch. - Marcus parpadeó. - Ah ¿sí? - Lex asintió resignado. - Pero ¡eh! Me ha molado eso de las lagunas legales que comentaba Siobhán. - Marcus rio a carcajadas. - Cuidado con meterte en muchas de esas, que te lia... - ¿Y tú? ¿En qué lío andas metido? - Marcus se extrañó, pero en el fondo... se sintió un poco delatado.
Girándose como quien sigue arreglando distraídamente por ahí, comentó. - No sé de qué me hablas. - Lex se había detenido y le miraba burlón. - Tú no estás solo estudiando para la licencia de Hielo. Tú estás investigando algo más. - Marcus se encogió de hombros, pero no devolvía la mirada. A Lex se le empezó a ir la comedia de la cara. - Vamos, no me jodas. ¿Me ocultas cosas? - ¡No te...! - Soltó aire por la boca, comprobó la puerta y se acercó, bajando la voz. - No te oculto nada... Estamos haciendo una investigación con Nancy. No es nada raro. - ¿Y por qué me lo estás contando como si hubieras abierto la cámara de Salazar Slytherin de Hogwarts? - Marcus rodó los ojos. - Porque la gente se pone muy paranoica con este tema. Investigamos la posible existencia de unas reliquias mitológicas irlandesas. Está muy relacionado con la magia ancestral, ya sabes que me gustan esas cosas, y a Nancy le venían bien nuestros conocimientos de alquimia para avanzar en la investigación. Nada más. - Lex le miraba sin entender. - Sabéis que generalmente "mitológico" significa que no existe ¿no? - Marcus le miró con circunstancias. - Tiene mucha base histórica real, aparte de la leyenda. Es... un poco largo de explicar. - Siguió con sus cosas y dijo sin importancia. - Estudios larguísimos sobre runas y libros y libros y textos y textos que hasta para mí son tediosos de leer, así que para ti va a ser aburridísimo. De verdad, si no he dicho nada es porque no hay nada que decir. Cuando lo haya, os lo contaré, parece que no me conoces. - Lex le miraba de reojo. - Me extraña de quien contaba hasta la línea y el párrafo por el que se había quedado estudiando en cada asignatura. - Marcus se encogió de hombros, pero seguía haciendo labores sin devolver la mirada. - Y ya me quedó claro que era un pesado. De verdad que no hay nada que contar. - O más bien no quería generar una alarma innecearia con su familia en plenas Navidades. Y quería que el descubrimiento fuera una sorpresa. Pero, sobre todo... necesitaba, como le dijo a Nancy, dejar el tema estar.
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Bring the bella Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
La parte buena de tener tanta gente por allí rondando era que no se fijaban demasiado en ella, y pudo, según se levantó, ir al taller. Era oficial: se había retrasado por lo menos una semana la regla. El corazón le iba a mil por hora y las manos le sudaban. Bueno, una semana (y tres días) no era para tanto. Alarmante serían dos. Sí, el pánico debería esperar hasta las dos, ¿no? Oyó la puerta y se giró de golpe. — Hija, ¿qué haces aquí? Ni has desayunado. — Claro, el abuelo huyendo de las hordas familiares. Era cuestión de tiempo que Emma preguntara por ella también, y esa no iba a ser tan fácil de disuadir. — Ay, abuelo, qué susto… — Lawrence se acercó a ella. — ¿Estás bien? — Su cara debía ser un poema, vamos. — Sí, sí… Es que… Me ha dado de estas paranoias de si puse bien las fechas de los viajes de Dylan… — El abuelo se acercó a ella con una sonrisa comprensiva y se apoyó en su hombro. — Hija… Lo estás haciendo muy bien, todo. Olvídate aunque sea dos días de Dylan, está con vuestro padre y vuestra familia, no tienes que estar preocupada por ello, de verdad. Venga, quita esa carita que mi nieto se va a agobiar si te ve así. — En eso tenía toda la razón, desde luego. Asintió, sonrió y se fue hacia el comedor con el abuelo.
Por algún motivo, su tata estaba ya allí, y Shannon y Niamh, sin ningún niño (lo cual era sorprendente cuanto menos) y el desayuno iba y venía. — Tata, ¿qué haces aquí? — La mencionada suspiró muy dramáticamente y bebió café. — Tooooooda la vida una la trata como a hija propia y ella responde así si está recién levantada. ¿Para cuando se me reconocerá su papel fundamental en su vida? — Ella siguió un poco la broma, pero no podía dejar de pensar: ¿se lo cuento? Desde luego, si alguien tenía maestría lidiando con liadas de ese tipo esa era su tía. También estaba Shannon, que, al fin y al cabo, era enfermera… — Me han llamado para recopilar al equipo función de Navidad. — Ah, mira tú. ¿Estoy yo en ese equipo? — No, señora, porque con esa cara, los leprechauns se van a echar a llorar. — No, cariño, te necesito aquí ayudando con la comida de hoy y dejando preparado lo que podamos para estos días. — Aclaró Molly. — Ya nos ha quedado claro que las demás solo somos pinches. — Dijo Niamh con retintín. — Que no, cariño, pero es que Alice ya está acostumbrada a mí. — ¿Y el resto? — Montando las estructuras para comer todos estos días en casa O’Donnell. — Respondió Shannon. — O controlando a los niños. — Añadió eso último con un deje de satisfacción que hizo reír a Alice, pero ella seguía rayada con lo suyo, aparentando por aparentar. — ¡MAAAAAAARCUS! ¡NOS VAMOS AL PABELLÓN! ¡ALIGERA! — Gritó su tata, cuando terminó de desayunar. — Violet, te agradecería que no llamases a berridos a mi hijio, que queda mucha Navidad por delante. — Tú también vienes, prefecta Horner, se requiere tu maestría para crear magia irlandesa con contenido festivo-infantil. — Bien, al menos le quitaban a Emma de encima. De momento estaba en el vestíbulo discutiendo con su tata, así que aprovecho y se puso al servicio de Molly antes de que ninguno de sus O’Donnells la interceptara.
El problema era que no terminaba de concentrarse, y al final se chocó con Sophia que, muy hábilmente, petrificó todo antes de que cayera. El griterío, las prisas y todo no estaban ayudando nada con su ansiedad. Trató de respirar mejor pero no le salía. — ¡Uy! Casi la liamos. — La chica estaba recogiendo todo, y ella ahí seguía, quieta como un palo, si es que no venía buena. Una semana y tres días. El plazo de dos semanas que se había dado para entrar en pánico no estaba funcionando mucho. — Alice, ¿me estás escuchando? — ¿Qué? Perdona, Soph, estoy… — ¿Hasta las narices de tener una manada de irlandeses americanizados extremadamente ruidosos en la casa donde estudias y trabajas? — Eso la hizo reír un poco. — Que no te oiga tu tía Molly. Aquí sois todos bendiciones. — Sophia resopló y entornó los ojos. — La pobre, debe estar perdiendo la cabeza ya. O será por lo Gryffindor. — Ambas echaron a reír, y le había quitado un poco el peso de encima. Llevaba desde el día anterior con ratos en los que no podía dejar de pensar en el tema, y a ratos se decía: ¿Ves? Si es que te estás obsesionando y eso bueno tampoco es. — Voy a por las verduras al huerto. — Dijo, para quitarse de en medio. Sola, lo que necesitaba era estar sola y calmarse.
Ya fuera, en aquel frío húmedo que se metía hasta los huesos, se serenó un poco, cogiendo las verduras que hacían falta para la sopa en una gran cesta. No son ni dos semanas. No había tenido un retraso tan largo en su vida, cierto. Pero también era cierto que nunca en su vida se había ido a vivir lejos de Inglaterra, ni se había dedicado a comenzar un viaje por Irlanda buscando unas reliquias invocadoras. ¿Sería algo relacionado con eso? Igual era el… ¿Poder de las reliquias? Podría preguntarle a Nancy… Ah, qué absurdo, no, no iba a quedar como una auténtica idiota ante una folclorista estudiosa como ella, qué va. A ver, Alice, céntrate, pensó mirando fijamente la cesta llena de verduras, ¿puede ser? Sí, puede ser, por poder. O sea, no, en verdad no debería poder ser, porque tú te has tomado la poción contraceptiva perfectamente, como siempre, como llevas haciendo más de dos años, y nada, todo ha ido bien, ¿por qué iba a ser diferente? Pero podía ser. Para su desgracia, podía ser, existía la posibilidad. Maldito viaje y maldita Irlanda, era demasiado tranquila e invitadora… Vaya, como que ellos podían echarle la culpa a Irlanda de que… Ay, por Merlín, o por la Quintaesencia, o el Código Flamel, o por lo que sea a lo que pidan los alquimistas, por favor, que no esté embarazada… — ¿¿¿CÓMO??? — Ay, no.
Por algún motivo, su tata estaba ya allí, y Shannon y Niamh, sin ningún niño (lo cual era sorprendente cuanto menos) y el desayuno iba y venía. — Tata, ¿qué haces aquí? — La mencionada suspiró muy dramáticamente y bebió café. — Tooooooda la vida una la trata como a hija propia y ella responde así si está recién levantada. ¿Para cuando se me reconocerá su papel fundamental en su vida? — Ella siguió un poco la broma, pero no podía dejar de pensar: ¿se lo cuento? Desde luego, si alguien tenía maestría lidiando con liadas de ese tipo esa era su tía. También estaba Shannon, que, al fin y al cabo, era enfermera… — Me han llamado para recopilar al equipo función de Navidad. — Ah, mira tú. ¿Estoy yo en ese equipo? — No, señora, porque con esa cara, los leprechauns se van a echar a llorar. — No, cariño, te necesito aquí ayudando con la comida de hoy y dejando preparado lo que podamos para estos días. — Aclaró Molly. — Ya nos ha quedado claro que las demás solo somos pinches. — Dijo Niamh con retintín. — Que no, cariño, pero es que Alice ya está acostumbrada a mí. — ¿Y el resto? — Montando las estructuras para comer todos estos días en casa O’Donnell. — Respondió Shannon. — O controlando a los niños. — Añadió eso último con un deje de satisfacción que hizo reír a Alice, pero ella seguía rayada con lo suyo, aparentando por aparentar. — ¡MAAAAAAARCUS! ¡NOS VAMOS AL PABELLÓN! ¡ALIGERA! — Gritó su tata, cuando terminó de desayunar. — Violet, te agradecería que no llamases a berridos a mi hijio, que queda mucha Navidad por delante. — Tú también vienes, prefecta Horner, se requiere tu maestría para crear magia irlandesa con contenido festivo-infantil. — Bien, al menos le quitaban a Emma de encima. De momento estaba en el vestíbulo discutiendo con su tata, así que aprovecho y se puso al servicio de Molly antes de que ninguno de sus O’Donnells la interceptara.
El problema era que no terminaba de concentrarse, y al final se chocó con Sophia que, muy hábilmente, petrificó todo antes de que cayera. El griterío, las prisas y todo no estaban ayudando nada con su ansiedad. Trató de respirar mejor pero no le salía. — ¡Uy! Casi la liamos. — La chica estaba recogiendo todo, y ella ahí seguía, quieta como un palo, si es que no venía buena. Una semana y tres días. El plazo de dos semanas que se había dado para entrar en pánico no estaba funcionando mucho. — Alice, ¿me estás escuchando? — ¿Qué? Perdona, Soph, estoy… — ¿Hasta las narices de tener una manada de irlandeses americanizados extremadamente ruidosos en la casa donde estudias y trabajas? — Eso la hizo reír un poco. — Que no te oiga tu tía Molly. Aquí sois todos bendiciones. — Sophia resopló y entornó los ojos. — La pobre, debe estar perdiendo la cabeza ya. O será por lo Gryffindor. — Ambas echaron a reír, y le había quitado un poco el peso de encima. Llevaba desde el día anterior con ratos en los que no podía dejar de pensar en el tema, y a ratos se decía: ¿Ves? Si es que te estás obsesionando y eso bueno tampoco es. — Voy a por las verduras al huerto. — Dijo, para quitarse de en medio. Sola, lo que necesitaba era estar sola y calmarse.
Ya fuera, en aquel frío húmedo que se metía hasta los huesos, se serenó un poco, cogiendo las verduras que hacían falta para la sopa en una gran cesta. No son ni dos semanas. No había tenido un retraso tan largo en su vida, cierto. Pero también era cierto que nunca en su vida se había ido a vivir lejos de Inglaterra, ni se había dedicado a comenzar un viaje por Irlanda buscando unas reliquias invocadoras. ¿Sería algo relacionado con eso? Igual era el… ¿Poder de las reliquias? Podría preguntarle a Nancy… Ah, qué absurdo, no, no iba a quedar como una auténtica idiota ante una folclorista estudiosa como ella, qué va. A ver, Alice, céntrate, pensó mirando fijamente la cesta llena de verduras, ¿puede ser? Sí, puede ser, por poder. O sea, no, en verdad no debería poder ser, porque tú te has tomado la poción contraceptiva perfectamente, como siempre, como llevas haciendo más de dos años, y nada, todo ha ido bien, ¿por qué iba a ser diferente? Pero podía ser. Para su desgracia, podía ser, existía la posibilidad. Maldito viaje y maldita Irlanda, era demasiado tranquila e invitadora… Vaya, como que ellos podían echarle la culpa a Irlanda de que… Ay, por Merlín, o por la Quintaesencia, o el Código Flamel, o por lo que sea a lo que pidan los alquimistas, por favor, que no esté embarazada… — ¿¿¿CÓMO??? — Ay, no.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
- No recordaba haber visto una cara de ilusión así mirando una caja desde que mi Nancy era pequeña. - Marcus subió la mirada hacia Arthur, riendo ilusionado. - Pues esto es genial, primo Arthur. - Alzó varias cosas aleatorias en sus manos. - Aquí hay de todo. - ¡Y esto se puede poner en la esquina! - Aportó Maeve Junior, con un adorno en sus manos. Estaba sentada junto a él, revisando lo que había en la enorme caja de trastos. - Quedaría superbonito. - Hay que hacerle caso a ella. - Le dijo al hombre, señalando a la niña. - Va a ser la mejor arquitecta de Estados Unidos el día de mañana, así que nos conviene. - La niña rio, ruborizada. - Bueno... Solo creo que quedarían bien los adornitos... - Y yo brindo por ello. - Bromeó, alzando el vaso de refresco que tenía a un lado y bebiendo después.
- ¡A ver a veeeeeer! - Canturreó Eillish, llegando por allí con varios objeto levitando tras ella, y llamando la atención de todos los presentes con una voz suave pero firme. - ¡Vamos a organizarnos todos! - ¡Señora, sí, señora! - Tú menos tonterías o te echo. - Amenazó, y Andrew puso cara de ofensa inmediata. - ¡Ese no es el espíritu navideño que esperaba ver en mi adorada tía! - La mujer alzó la varita y una ceja y el chico optó por callar. - Bueno, vamos a... - Yo que vosotros haría caso. - Interrumpió el tío Cletus, que se había llevado al pabellón del pueblo su propia butaca y se mecía con las manos entrelazadas en el estómago y la sonrisa tranquila de quien ya no tiene que trabajar, solo mirar. - Que esta hija mía sabe lo que se hace. Y por experiencias previas: si no le hacéis caso, algo saldrá mal. - La mujer suspiró. - Lo dich... - A las Ravenclaw hay que escucharlas. - Volvió a interrumpir, y la mirada asesina de la mujer sirvió para que el hombre alzara ambas manos y se hiciera el gesto de la cremallera en la boca. - En fin. Empiezo. - Dijo Eillish ya con tonito.
En apenas unos minutos había dispuesto las tareas. Eran muchos para organizar la función, más otros tantos en casa haciendo preparaciones para las fiestas y otros cuantos en el bar, que también había mucho que hacer allí. A Marcus le habían encargado ayudar con magia a que los niños americanos decoraran el escenario, ya que Andrew estaba repasando el guion del teatro con los niños irlandeses. No todos estuvieron de acuerdo con las tareas encomendadas. Maeve no era una de ellas, claro: mientras la dejaran con Marcus, estaba feliz. - ¡Papi! ¿Cuál te gusta más? ¿El verde o el rojo? - Dan se acarició la barbilla. - Puedes poner el verde en la esquina, como si fueran hojas de muérdago, y el rojo... Hmmm... Ve poniendo el verde y ahora vemos. - ¡Vale! - Y la chica, subida en la escalera que Ruairi le sujetaba, empezó a colocar los adornos. - A eso hay que echarle más pegamento. - Aportó Cletus. Maeve, solicita, hizo lo que le decían. Y entonces Cletus se giró a él. - ¡Chico! Necesitas un hechizo de refuerzo ahí. - Marchando hechizo de refuerzo. - Lo hizo, pero en mitad del proceso, Cletus volvió a hablar. - No no, ahí no. Mejor abajo. - Papá. - Apareció Eillish de nuevo. - ¿Por qué no revisas que...? - No no no, yo estoy aquí muy bien. - Desechó. Eillish soltó aire por la nariz. - Bueno, pero deja a los chicos tranquilos. - ¡Si yo no digo nada! Solo doy consejos para ayudar. Es que si lo hacen mal... - Marcus se tuvo que aguantar la risa (y aprovechó la distracción del hombre para lanzar el hechizo como quería).
Edward apareció por allí, acalorado y agobiado. - ¡Ruairi! ¿Has visto los tablones móviles? - ¿No los tenía Rosaline? ¿Le has preguntado? - El hombre alzó los brazos y se fue bufando. - ¡Cada año en una casa distinta! - Y se fue, y automáticamente fue sustituido por los gemelos, que llegaron allí corriendo y pisándose al hablar, con tanto estruendo que casi se tambalea la pobre Maeve, aun encima de las escaleras. - ¡¡HE DICHO QUE ES MI IDEA!! - ¡ES MÍA! - ¡TÚ NO TIENES IDEAS! - ¡TÚ DIJISTE QUE ERA MALA Y AHORA ME LA HAS ROBADO! - ¡SIEMPRE ESTÁS QUEJÁNDOTE! - ¡Y TÚ NO ME HACES CASO! - ¡Ey, ey! - Detuvo Ruairi, ceñudo. Dan se puso a sostener la escalera, porque empezaba a sospechar que su hija estaba en peligro en manos de un hombre al que no paraban de reclamar. - ¿A qué viene tantos gritos? - ¡Horacius me ha quitado mi idea! - ¡Mentira! ¡Fue idea mía! - ¡No! - ¿Qué idea? - Cortó el padre de los chicos. Lucius fue a hablar, pero Horacius dijo a toda velocidad. - ¡Meter a un rey de los Leprechauns! - ¡Que no es un rey! ¿Ves? ¡Lo cuentas mal! - ¡No lo cuento mal! ¡Es mi idea! - ¡Que era mía! - Marcus miraba la escena de reojo. Lucius se giró hacia Cleutus, que observaba el drama sin participar. - ¡Abuelo! Lo que yo he dicho es que tenía que haber un Leprechaun de honor y que fueras tú. - ¿Yo? Hijo, a mí se me quedó chico el traje hace años. - Dijo el hombre entre risas. - Pero me gusta eso del leprechaun honorífico. - Comentó, y sin darle opción a reaccionar, hizo un distraído gesto de la mano y le señaló. - Que lo haga él. - Marcus abrió mucho los ojos, y se quedó como un pasmarote, con la guirnalda en la mano y la varita entre los dedos. Como a cámara lenta, vio que todos le miraban. Ni tiempo le dio a hablar, de repente tenía a los dos gemelos encima gritándole ruegos a toda velocidad. Algo le decía que no iba a tener escapatoria.
- ¡A ver a veeeeeer! - Canturreó Eillish, llegando por allí con varios objeto levitando tras ella, y llamando la atención de todos los presentes con una voz suave pero firme. - ¡Vamos a organizarnos todos! - ¡Señora, sí, señora! - Tú menos tonterías o te echo. - Amenazó, y Andrew puso cara de ofensa inmediata. - ¡Ese no es el espíritu navideño que esperaba ver en mi adorada tía! - La mujer alzó la varita y una ceja y el chico optó por callar. - Bueno, vamos a... - Yo que vosotros haría caso. - Interrumpió el tío Cletus, que se había llevado al pabellón del pueblo su propia butaca y se mecía con las manos entrelazadas en el estómago y la sonrisa tranquila de quien ya no tiene que trabajar, solo mirar. - Que esta hija mía sabe lo que se hace. Y por experiencias previas: si no le hacéis caso, algo saldrá mal. - La mujer suspiró. - Lo dich... - A las Ravenclaw hay que escucharlas. - Volvió a interrumpir, y la mirada asesina de la mujer sirvió para que el hombre alzara ambas manos y se hiciera el gesto de la cremallera en la boca. - En fin. Empiezo. - Dijo Eillish ya con tonito.
En apenas unos minutos había dispuesto las tareas. Eran muchos para organizar la función, más otros tantos en casa haciendo preparaciones para las fiestas y otros cuantos en el bar, que también había mucho que hacer allí. A Marcus le habían encargado ayudar con magia a que los niños americanos decoraran el escenario, ya que Andrew estaba repasando el guion del teatro con los niños irlandeses. No todos estuvieron de acuerdo con las tareas encomendadas. Maeve no era una de ellas, claro: mientras la dejaran con Marcus, estaba feliz. - ¡Papi! ¿Cuál te gusta más? ¿El verde o el rojo? - Dan se acarició la barbilla. - Puedes poner el verde en la esquina, como si fueran hojas de muérdago, y el rojo... Hmmm... Ve poniendo el verde y ahora vemos. - ¡Vale! - Y la chica, subida en la escalera que Ruairi le sujetaba, empezó a colocar los adornos. - A eso hay que echarle más pegamento. - Aportó Cletus. Maeve, solicita, hizo lo que le decían. Y entonces Cletus se giró a él. - ¡Chico! Necesitas un hechizo de refuerzo ahí. - Marchando hechizo de refuerzo. - Lo hizo, pero en mitad del proceso, Cletus volvió a hablar. - No no, ahí no. Mejor abajo. - Papá. - Apareció Eillish de nuevo. - ¿Por qué no revisas que...? - No no no, yo estoy aquí muy bien. - Desechó. Eillish soltó aire por la nariz. - Bueno, pero deja a los chicos tranquilos. - ¡Si yo no digo nada! Solo doy consejos para ayudar. Es que si lo hacen mal... - Marcus se tuvo que aguantar la risa (y aprovechó la distracción del hombre para lanzar el hechizo como quería).
Edward apareció por allí, acalorado y agobiado. - ¡Ruairi! ¿Has visto los tablones móviles? - ¿No los tenía Rosaline? ¿Le has preguntado? - El hombre alzó los brazos y se fue bufando. - ¡Cada año en una casa distinta! - Y se fue, y automáticamente fue sustituido por los gemelos, que llegaron allí corriendo y pisándose al hablar, con tanto estruendo que casi se tambalea la pobre Maeve, aun encima de las escaleras. - ¡¡HE DICHO QUE ES MI IDEA!! - ¡ES MÍA! - ¡TÚ NO TIENES IDEAS! - ¡TÚ DIJISTE QUE ERA MALA Y AHORA ME LA HAS ROBADO! - ¡SIEMPRE ESTÁS QUEJÁNDOTE! - ¡Y TÚ NO ME HACES CASO! - ¡Ey, ey! - Detuvo Ruairi, ceñudo. Dan se puso a sostener la escalera, porque empezaba a sospechar que su hija estaba en peligro en manos de un hombre al que no paraban de reclamar. - ¿A qué viene tantos gritos? - ¡Horacius me ha quitado mi idea! - ¡Mentira! ¡Fue idea mía! - ¡No! - ¿Qué idea? - Cortó el padre de los chicos. Lucius fue a hablar, pero Horacius dijo a toda velocidad. - ¡Meter a un rey de los Leprechauns! - ¡Que no es un rey! ¿Ves? ¡Lo cuentas mal! - ¡No lo cuento mal! ¡Es mi idea! - ¡Que era mía! - Marcus miraba la escena de reojo. Lucius se giró hacia Cleutus, que observaba el drama sin participar. - ¡Abuelo! Lo que yo he dicho es que tenía que haber un Leprechaun de honor y que fueras tú. - ¿Yo? Hijo, a mí se me quedó chico el traje hace años. - Dijo el hombre entre risas. - Pero me gusta eso del leprechaun honorífico. - Comentó, y sin darle opción a reaccionar, hizo un distraído gesto de la mano y le señaló. - Que lo haga él. - Marcus abrió mucho los ojos, y se quedó como un pasmarote, con la guirnalda en la mano y la varita entre los dedos. Como a cámara lenta, vio que todos le miraban. Ni tiempo le dio a hablar, de repente tenía a los dos gemelos encima gritándole ruegos a toda velocidad. Algo le decía que no iba a tener escapatoria.
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
Se giró y vio a su cuñado, mirándola con los ojos que se iban a salir de las órbitas, con sendos sacos de patatas en los brazos. — ¡Lex! — ¿Crees que…? — Si lo dices te hechizo. — Dijo señalándole. — Te echo un Pallalingua sin pensarlo. — Vale, no lo digo. — Los dos se quedaron mirándose, allí, en la niebla, en el jardín. — Alice… Esto es… ¿Lo sabe…? — Nadie. No lo sabe nadie, porque no hay nada que saber. Es un… — Se acercó a él, mirándole a los ojos, muy seria y bajando la voz. — Es un retraso. — ¿De cuánto? — Ella le miró enarcando las cejas. — ¿Ahora eres experto? — Lex resopló. — Lo suficiente. De cuánto. — No llega a dos semanas. Puede, es más, es probable, que no sea nada. — ¡Alice! — Exclamó el otro en un susurro agresivo que quería ser un grito. — Tienes que confirmarlo. Hazte una prueba. — Ella abrió mucho los ojos. — ¿Dónde, Lex? Por si no te has dado cuenta, es Nochebuena y hay O’Donnells y Laceys por todas partes, corriendo, entrando, saliendo y abriendo puertas. Tendría que sacarme sangre con la varita y preparar la poción reactiva… — Los muggles tienen una prueba que es más rápida que todo eso. — Alice le miró con las cejas más levantadas aún. — Que sí. A ver, no sé exactamente cómo funciona, pero lo he visto en la tele de casa de Darren. En las telenovelas que ve su abuela lo sacan permanentemente. Es un palito y hay una tirita en medio que si sale una raya es que no y si salen dos es que sí. — Ella frunció el ceño y se lo planteó durante un segundo, pero luego sacudió la cabeza. — A ver, no me marees. — Le miró seriamente a los ojos. — Alexander O’Donnell, no vas a decir ni una palabra de esto, ¿estamos? Nos vamos a olvidar los dos del asunto hasta, por lo menos, que pase la Navidad, y te voy a decir más, hasta que volvamos Marcus y yo de la visita a La Provenza. — ¡Eso es casi Nochevieja, Alice! — Ella asintió lentamente. — Veo que te has dado cuenta tú también. — ¿Y ahora tengo que guardar esto? No, no, yo no puedo, Alice, Marcus me lo nota todo y mi madre… — Lex, si tu madre se entera de esto, no va a hacer falta prueba porque me sacáis muerta de aquí, ¿me explico? — Vio como su cuñado tragaba saliva y paseaba la vista por el cielo nerviosamente. — Está bien, está bien… Joder, Alice, ¿no tomáis precauciones y esas cosas? — Ella resopló. — Pues sí, siempre, ya que te preocupa el asunto, pero hasta eso puede fallar, ¿sabes? — Inspiró hondamente. — Ahora vamos a entrar y esta conversación no ha tenido lugar, ¿de acuerdo? — Lex se mordió los labios. — Joder, qué movida… Ni una Navidad tranquila, oye… —
— ¡Me mandan de casa O’Donnell por si hace falta ayuda por aquí! — Anunció Nancy entrando por la portezuela de la cocina. — ¡Ay, en qué buena hora, Nance! — Exclamó Molly, que daba la sensación de tener ocho brazos y estaba coloradísima, de todas las cacerolas que estaba manejando a la vez. — Mira, cariño, puedes ir al salón que están sacando antiguas vajillas y ajuares para poner la mesa de esta noche, y yo creo que necesitan mano femenina ahí. — Indicó Shannon. Sophia y ella habían hechizado peladores y se dedicaban a cortar lo que iba saliendo pelado, y era un milagro que no se hubiera cortado todavía un dedo si contaba con lo distraídisima que estaba. — ¡ALICE! — Dio un salto en su sitio y levantó la mirada. — ¡Nancy! Joder, qué susto. — No lleva buena mañana esta pobre. — Dijo Sophie mirando a la chica que entraba y se dirigía a ella como un toro. — Sí, eh, te veo mala cara, cariño. ¿Estás enferma? — Preguntaba Shannon, escrutándole la cara. — No, no, es… Cansancio, he dormido fatal, ¿sabes? El desván, los colchones...— Alice, necesito que vengas conmigo un momento. Emergencia de chicas que investigan juntas. — Insistió Nancy. — Vale, pero no puedo tardar mucho que… — No vas a tardar nada, de hecho, vamos. — Y tiró de ella inmisericordemente hacia las escaleras.
Subieron a su habitación y, al ver a Lex allí, ya vio lo que acababa de pasar. — ¡Lex! — ¿Qué? Es mi prima favorita, me lo ha visto en la cara. — ¿El qué, Lex? Joder, que no es nada. — Manda narices que el erizo de la familia solo necesitaba dos días con una prima fan para considerarla favorita, pensó con rabia. — Y bien que ha hecho. Alice, ¿hola? Tienes que saberlo cuanto antes. — Ella se llevó las manos a la cara. — Por favor, no me agobiéis más, os lo ruego. Es que encima como sigáis hablando de este tema se va a enterar todo el mundo. — ¿PASTELITO ESTÁS AQUÍ? — Jason asomó la cabeza por la puerta. — ¡Uy! Perdonad, jóvenes, estaba buscando a Betty, que no la encontramos… Uh… ¿Pasa algo, Alice? — Genial, el más bocazas de la casa. — Que se le ha chafado uno de los regalos a Marcus, Jason. — Salvó Nancy. — Y está un poquito mosqueada y agobiada. — ¡Ay! No me digas. Pero seguro que tiene arreglo, yo… — No, no, mejor déjala, tito, que es que no… Está de mal humor, ya nos ocupamos nosotros. — Saltó Lex por detrás. — Oh, sí, nunca hay que ponerse en el camino de una mujer de Serpiente Cornuda enfadada, eso seguro. Venga tranquila, cielito, que se arregla seguro. — Y desapareció por la puerta. Alice señaló. — ¿Veis a qué me refiero? Si llega a ser tu madre… — Pero esa prueba que Lex dice… — Otra con la prueba muggle… Que no sabemos ni cómo funciona. — Nancy levantó las palmas de las manos. — Bueno, pero es mejor opción que estar así, ¿no? — ¿Pero pretendéis que me vaya a por una a sabe Dios dónde? No sé ni qué pedir, y Marcus va a preguntar en cuanto no me vea… — La chica hizo un gesto con las manos. — Voy yo. Voy yo con Lex. Digo que tenemos que ir a casa O’Donnell un momento y me lo llevo a un pueblo muggle. Él sabe lo que pedir. — Bueno, a ver… Sí… Es una prueba de… — NO LO DIGAS. — Dijeron las dos a la vez. Alice resopló. — Mira sí, llévatelo, haced lo que os dé la gana, si así no vais a decir nada más. —
— ¡Me mandan de casa O’Donnell por si hace falta ayuda por aquí! — Anunció Nancy entrando por la portezuela de la cocina. — ¡Ay, en qué buena hora, Nance! — Exclamó Molly, que daba la sensación de tener ocho brazos y estaba coloradísima, de todas las cacerolas que estaba manejando a la vez. — Mira, cariño, puedes ir al salón que están sacando antiguas vajillas y ajuares para poner la mesa de esta noche, y yo creo que necesitan mano femenina ahí. — Indicó Shannon. Sophia y ella habían hechizado peladores y se dedicaban a cortar lo que iba saliendo pelado, y era un milagro que no se hubiera cortado todavía un dedo si contaba con lo distraídisima que estaba. — ¡ALICE! — Dio un salto en su sitio y levantó la mirada. — ¡Nancy! Joder, qué susto. — No lleva buena mañana esta pobre. — Dijo Sophie mirando a la chica que entraba y se dirigía a ella como un toro. — Sí, eh, te veo mala cara, cariño. ¿Estás enferma? — Preguntaba Shannon, escrutándole la cara. — No, no, es… Cansancio, he dormido fatal, ¿sabes? El desván, los colchones...— Alice, necesito que vengas conmigo un momento. Emergencia de chicas que investigan juntas. — Insistió Nancy. — Vale, pero no puedo tardar mucho que… — No vas a tardar nada, de hecho, vamos. — Y tiró de ella inmisericordemente hacia las escaleras.
Subieron a su habitación y, al ver a Lex allí, ya vio lo que acababa de pasar. — ¡Lex! — ¿Qué? Es mi prima favorita, me lo ha visto en la cara. — ¿El qué, Lex? Joder, que no es nada. — Manda narices que el erizo de la familia solo necesitaba dos días con una prima fan para considerarla favorita, pensó con rabia. — Y bien que ha hecho. Alice, ¿hola? Tienes que saberlo cuanto antes. — Ella se llevó las manos a la cara. — Por favor, no me agobiéis más, os lo ruego. Es que encima como sigáis hablando de este tema se va a enterar todo el mundo. — ¿PASTELITO ESTÁS AQUÍ? — Jason asomó la cabeza por la puerta. — ¡Uy! Perdonad, jóvenes, estaba buscando a Betty, que no la encontramos… Uh… ¿Pasa algo, Alice? — Genial, el más bocazas de la casa. — Que se le ha chafado uno de los regalos a Marcus, Jason. — Salvó Nancy. — Y está un poquito mosqueada y agobiada. — ¡Ay! No me digas. Pero seguro que tiene arreglo, yo… — No, no, mejor déjala, tito, que es que no… Está de mal humor, ya nos ocupamos nosotros. — Saltó Lex por detrás. — Oh, sí, nunca hay que ponerse en el camino de una mujer de Serpiente Cornuda enfadada, eso seguro. Venga tranquila, cielito, que se arregla seguro. — Y desapareció por la puerta. Alice señaló. — ¿Veis a qué me refiero? Si llega a ser tu madre… — Pero esa prueba que Lex dice… — Otra con la prueba muggle… Que no sabemos ni cómo funciona. — Nancy levantó las palmas de las manos. — Bueno, pero es mejor opción que estar así, ¿no? — ¿Pero pretendéis que me vaya a por una a sabe Dios dónde? No sé ni qué pedir, y Marcus va a preguntar en cuanto no me vea… — La chica hizo un gesto con las manos. — Voy yo. Voy yo con Lex. Digo que tenemos que ir a casa O’Donnell un momento y me lo llevo a un pueblo muggle. Él sabe lo que pedir. — Bueno, a ver… Sí… Es una prueba de… — NO LO DIGAS. — Dijeron las dos a la vez. Alice resopló. — Mira sí, llévatelo, haced lo que os dé la gana, si así no vais a decir nada más. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
- ¡Hermana, que no, no seas pesada! - ¿¿Yo soy pesada?? - Marcus se quedó en la puerta de la zona, porque justo iba entrando, pero algo le decía que no llegó en buen momento. Estaba medio acostumbrado a ver a Siobhán mosqueada, pero nunca había visto a Andrew enfadado. - ¿¿Ni una mínima revisión se le puede hacer a la historia?? ¿Me estáis diciendo que ya no vale solo por no...? - ¡JODER, SIOBHÁN! ¿¿De verdad el día antes de Nochebuena te parece el momento de las revisiones históricas? - ¡Que no hay que cambiar tanto! - ¿¿Entonces por qué tanta insistencia?? - ¡¡Que a los niños hay que cambiarles los patrones para que no los repitan!! - ¿¿Sabes qué quieres cambiar?? ¡El guion! ¡El guion que YO me he currado que se aprendan! ¿Les vas a enseñar tú el nuevo? - ¡Lo haré encantada! - ¡ESTUPENDO! ¡De paso te enfrentas a Nancy y a por qué has cambiado su HISTORIA ANTROPOLÓGICAMENTE ENRIQUECEDORA PARA NUESTRO PUEBLO! - ¡UNA REVISIÓN QUE ELIMINE EL SEXISMO SIEMPRE ES BIEN RECIBIDA! - ¡QUE CAMBIA LA HISTORIA! - ¡¿NO DECÍAS QUE NO ERA PARA TANTO?! - Ya había oído suficiente y aquello no paraba, así que, definitivamente, se iba. Lástima que, girándose, se le cayó uno de los gorros de cascabeles que llevaba en el montón de cosas que cargaba, y el ruido alertó a los dos hermanos como dos suricatos. - ¡MARCUS! ¡Opina tú! - Y, si malo había sido que los dos gemelos se le echaran encima, no se había visto venir lo de Andrew y Siobhán.
Fue rescatado a lo justo, porque le estaban poniendo la cabeza como un bombo. - Pero cómo se te ocurre, hombre. - Bufó, una vez más, Edward, mientras se lo llevaba de allí. Marcus se encogió de hombros como una tortuga. - ¡Solo estaba de paso! Me dijo el tío Cletus... - El hombre soltó un hondo y resignado suspiro, pero Marcus siguió. - ...Que llevara los disfraces a la sala de almacenaje. - Para próximas fiestas: hay que moverse lo menos posible. Es un error de principiante. Y te lo dice uno que lleva sin parar... no recuerdo ya ni las horas. - Se secaba el sudor de la frente mientras decía eso. - Como te vean moverte, ya te van a meter en absolutamente todos los líos que puedan. ¿No has oído a mi cuñada? Cada uno en su puesto y sin salir de allí. ¿Pensabas que era mera organización? No, es un evitar males mayores. - Rodó los ojos. - Y mi suegro es experto en generar el caos mandando piezas de un lado para otro mientras él no se mueve. - Marcus suspiró, arqueando las cejas. - Tomo nota. - El hombre le quitó los disfraces de las manos. - Venga, ubícate donde te han mandado. Ya me encargo yo de esto. En otras palabras: sálvate tú, yo ya estoy perdido. - Marcus rio. - Gracias. Siempre es bueno tener un Gryffindor cerca dispuesto a sacrificarse por un bien mayor. - Ambos rieron y fueron a sus puestos.
Lo cierto era que el decorado estaba ya prácticamente terminado, y en su ida y venida, se había incorporado su tía Erin. Ella y Ruairi estaban haciendo un encantamiento precioso que simulaba un carrusel de animales y que tenía a Maeve encantada. Dan no estaba. - Creo que Arnold está un poco alterado por el cambio de horario. Anoche no durmió nada. - Explicó la niña. Marcus, sintiéndose un poco mal por desoír el buen consejo de Edward y arriesgándose a echar a perder su sacrificio, en vistas de que el decorado ya no necesitaba de su ayuda, se fue a buscar a Dan. - ¡Pero colega! ¿Qué te pasa? ¿Mucho ruido? - Le dijo al bebé, que le dirigió la mirada nada más verle aparecer, con un penoso pucherito. Dan suspiró. - Está muy desorientado por el cambio horario. Las niñas se han adaptado con una facilidad increíble, pero yo estoy por echarme a llorar también. - Marcus rio, sentándose a su lado. - ¿Por el cambio horario o por el jaleo? - Rieron ambos. - Así que leprechaun de honor. - No me lo recuerdes. No sé si quiero saber dónde me he metido. - Creo que dije esas palabras exactas la primera vez que me vi en casa Lacey en un intento por conquistar a Shannon que no sabía si me iba a salir bien. - Pero te salió bien. - Me salió bien. - Volvieron a reír. - Y a ti también te va a salir genial. - No le dio tiempo a darle las gracias, porque ya llegaron por allí los niños y le arrastraron.
- Vale, ¿qué tengo que hacer? - Preguntó, en mitad del corrillo de sus primos irlandeses. Los niños le miraron con obviedad. Lucius dijo. - ¡Tu eres el leprechaun de honor! Mandas tú. - ¿¿Yo?? - Preguntó, aspaventado. - Pero yo nunca he hecho este teatro. - Mira, primo, este es el guion. - Se acercó Pod, haciéndole un breve resumen. - Y Lucius pensó que sería buena idea meter una figura de autoridad... - ¿¿VES COMO LA IDEA ERA MÍA?? - Chilló el aludido, lo que desencadenó otra pelea de los gemelos que, afortunadamente, Marcus detuvo a tiempo. - Continúa, Pod. - Pues eso. El leprechaun de honor dirige a los demás, así que nosotros podemos hacer nuestro guion, pero tú apareces de vez en cuando y... - Como el abuelo Cletus. Sentado en la silla. - Dijo Seamus, y provocó las risas de todos los niños (y un poquito también la de Marcus). - Y además. - Siguió Pod cuando se pararon las risas. - Tú puedes hacer magia. Así que... puede ser la historia de como el leprechaun de honor hacía magia para los leprechauns pequeños. - Eso me gusta. - Yo quiero un arcoíris. - Solicitó Rosie, puestos a pedir hechizos concretos. Marcus la miró y puso una sonrisilla. - ¿Y qué os parece si...? - Tomó un puñado de las moneditas de oro falsas que tenían por allí para el escenario de los leprechauns y, con un gesto de la varita, estas se transformaron en galletitas diminutas. Los niños alucinaron. - ¿¿CÓMO HAS HECHO ESO?? - ¿¿SE PUEDEN COMER?? - ¡¡¡COMO MOLA!!! - ¡¡YO QUIERO UNICORNIOS!! - ¡¡YO QUIERO UN DRAGÓN GIGANTE!! - A ver, a ver. - Detuvo el torrente, entre risas. - ¿Y si... hacemos que el público participe de la función? - Los niños le miraban con ojos brillantes. - Se han transformado en galletitas porque están en mis manos, y a mí me encantan las galletitas. Pero podemos hacer que los leprechauns las lancen al público, como estaba pensado, y, cuando yo haga magia, se transformen en cosas que le gustan a quien las tiene en las manos. - Pero los leprechauns engañaban a la gente avariciosa. - Explicó Rosie con su vocecilla serena. - Y cuando la gente se creía que era rica porque tenía mucho oro, se desvanecía en las manos. - Pero para eso tenemos la moraleja de los leprechauns. - Apuntó él. - Vosotros la enseñaréis a los demás y, si ellos de corazón la creen, si tienen espíritu navideño, podrán quedarse con sus cosas, y si no, las perderán. - ¡¡SÍÍ!! - Corearon todos, y Marcus, contento, se puso uno de los ridículos gorros verdes con cascabeles, haciéndoles reír. - ¡Pues manos a la obra! -
Fue rescatado a lo justo, porque le estaban poniendo la cabeza como un bombo. - Pero cómo se te ocurre, hombre. - Bufó, una vez más, Edward, mientras se lo llevaba de allí. Marcus se encogió de hombros como una tortuga. - ¡Solo estaba de paso! Me dijo el tío Cletus... - El hombre soltó un hondo y resignado suspiro, pero Marcus siguió. - ...Que llevara los disfraces a la sala de almacenaje. - Para próximas fiestas: hay que moverse lo menos posible. Es un error de principiante. Y te lo dice uno que lleva sin parar... no recuerdo ya ni las horas. - Se secaba el sudor de la frente mientras decía eso. - Como te vean moverte, ya te van a meter en absolutamente todos los líos que puedan. ¿No has oído a mi cuñada? Cada uno en su puesto y sin salir de allí. ¿Pensabas que era mera organización? No, es un evitar males mayores. - Rodó los ojos. - Y mi suegro es experto en generar el caos mandando piezas de un lado para otro mientras él no se mueve. - Marcus suspiró, arqueando las cejas. - Tomo nota. - El hombre le quitó los disfraces de las manos. - Venga, ubícate donde te han mandado. Ya me encargo yo de esto. En otras palabras: sálvate tú, yo ya estoy perdido. - Marcus rio. - Gracias. Siempre es bueno tener un Gryffindor cerca dispuesto a sacrificarse por un bien mayor. - Ambos rieron y fueron a sus puestos.
Lo cierto era que el decorado estaba ya prácticamente terminado, y en su ida y venida, se había incorporado su tía Erin. Ella y Ruairi estaban haciendo un encantamiento precioso que simulaba un carrusel de animales y que tenía a Maeve encantada. Dan no estaba. - Creo que Arnold está un poco alterado por el cambio de horario. Anoche no durmió nada. - Explicó la niña. Marcus, sintiéndose un poco mal por desoír el buen consejo de Edward y arriesgándose a echar a perder su sacrificio, en vistas de que el decorado ya no necesitaba de su ayuda, se fue a buscar a Dan. - ¡Pero colega! ¿Qué te pasa? ¿Mucho ruido? - Le dijo al bebé, que le dirigió la mirada nada más verle aparecer, con un penoso pucherito. Dan suspiró. - Está muy desorientado por el cambio horario. Las niñas se han adaptado con una facilidad increíble, pero yo estoy por echarme a llorar también. - Marcus rio, sentándose a su lado. - ¿Por el cambio horario o por el jaleo? - Rieron ambos. - Así que leprechaun de honor. - No me lo recuerdes. No sé si quiero saber dónde me he metido. - Creo que dije esas palabras exactas la primera vez que me vi en casa Lacey en un intento por conquistar a Shannon que no sabía si me iba a salir bien. - Pero te salió bien. - Me salió bien. - Volvieron a reír. - Y a ti también te va a salir genial. - No le dio tiempo a darle las gracias, porque ya llegaron por allí los niños y le arrastraron.
- Vale, ¿qué tengo que hacer? - Preguntó, en mitad del corrillo de sus primos irlandeses. Los niños le miraron con obviedad. Lucius dijo. - ¡Tu eres el leprechaun de honor! Mandas tú. - ¿¿Yo?? - Preguntó, aspaventado. - Pero yo nunca he hecho este teatro. - Mira, primo, este es el guion. - Se acercó Pod, haciéndole un breve resumen. - Y Lucius pensó que sería buena idea meter una figura de autoridad... - ¿¿VES COMO LA IDEA ERA MÍA?? - Chilló el aludido, lo que desencadenó otra pelea de los gemelos que, afortunadamente, Marcus detuvo a tiempo. - Continúa, Pod. - Pues eso. El leprechaun de honor dirige a los demás, así que nosotros podemos hacer nuestro guion, pero tú apareces de vez en cuando y... - Como el abuelo Cletus. Sentado en la silla. - Dijo Seamus, y provocó las risas de todos los niños (y un poquito también la de Marcus). - Y además. - Siguió Pod cuando se pararon las risas. - Tú puedes hacer magia. Así que... puede ser la historia de como el leprechaun de honor hacía magia para los leprechauns pequeños. - Eso me gusta. - Yo quiero un arcoíris. - Solicitó Rosie, puestos a pedir hechizos concretos. Marcus la miró y puso una sonrisilla. - ¿Y qué os parece si...? - Tomó un puñado de las moneditas de oro falsas que tenían por allí para el escenario de los leprechauns y, con un gesto de la varita, estas se transformaron en galletitas diminutas. Los niños alucinaron. - ¿¿CÓMO HAS HECHO ESO?? - ¿¿SE PUEDEN COMER?? - ¡¡¡COMO MOLA!!! - ¡¡YO QUIERO UNICORNIOS!! - ¡¡YO QUIERO UN DRAGÓN GIGANTE!! - A ver, a ver. - Detuvo el torrente, entre risas. - ¿Y si... hacemos que el público participe de la función? - Los niños le miraban con ojos brillantes. - Se han transformado en galletitas porque están en mis manos, y a mí me encantan las galletitas. Pero podemos hacer que los leprechauns las lancen al público, como estaba pensado, y, cuando yo haga magia, se transformen en cosas que le gustan a quien las tiene en las manos. - Pero los leprechauns engañaban a la gente avariciosa. - Explicó Rosie con su vocecilla serena. - Y cuando la gente se creía que era rica porque tenía mucho oro, se desvanecía en las manos. - Pero para eso tenemos la moraleja de los leprechauns. - Apuntó él. - Vosotros la enseñaréis a los demás y, si ellos de corazón la creen, si tienen espíritu navideño, podrán quedarse con sus cosas, y si no, las perderán. - ¡¡SÍÍ!! - Corearon todos, y Marcus, contento, se puso uno de los ridículos gorros verdes con cascabeles, haciéndoles reír. - ¡Pues manos a la obra! -
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Ivanka
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
— Esto tiene que ser una broma. — Dijo ya bastante desesperada y resoplando, releyendo las instrucciones. — Yo creo que está bastante claro. — Aportó Nancy. Lex seguía dando vueltas por ahí. — Lex, último aviso, o bajas y estás comprobando que nadie me echa de menos o me voy a volver loca. — El chico resopló y se pasó las manos por la cara y el pelo. — ¿Y me quedo sin saberlo? — No, te quedas vigilando abajo. Tranquilo, salga lo que salga creo que lo gritaré bien alto mentalmente. — Lex suspiró hondamente pero al final se fue hacia el salón. — Yo hago guardia en el baño. — Anunció Nancy. — Sí, hombre, más cantosa cuando puedas, tardarían un total de veinte segundos en preguntar qué haces. Por Dios, voy a echar ochenta Fermaportus al baño hasta que sepa lo que sale. — Suspiró mirando el papel otra vez y luego el palito. Se frotó los ojos. — Venga… Una es que no, dos es que sí, ¿no? Es cincuenta-cincuenta… — Tragó saliva y se fue hacia el baño.
Si salía positivo, ¿qué iba a hacer? ¿Decírselo a Marcus un día antes de Nochebuena? ¿Con toda la familia allí? Ay, por Merlín, Janet Gallia parte dos… Como la uno no había traído suficientes problemas… Se sentó en el retrete y se apartó el pelo. Sí, Emma les iba a matar, y su abuela… Madre mía, no quería ni pensar en su abuela. ¿Y su padre? No se hablaba con su padre, e iba a volver a hablar para decir “¡por cierto, vas a ser abuelo!”. Lo bueno es que él ya la había liado de modo similar, así que al menos no criticaría… Pero no era así como se imaginaba tomando esa decisión. No en medio de una investigación y con varios exámenes de licencia por delante, viviendo en Irlanda… ¡A eso se refería ella siempre! ¿Qué iban a hacer? ¿Pararlo todo por eso? Bueno es que “eso” era bastante importante… Tragó saliva. No, siendo sinceros, no era el “eso” lo que le molestaba, lo que le agobiaba… Era el cómo habían llegado a ello. Había llegado a desear esa vida que Marcus predicaba. Esa en la que tenían una casa enorme y un taller propio y… Hacían Navidades como aquella, con movidas gigantes, mucha familia, y todas las ficcioncitas que hicieran falta como estaban haciendo para los niños… Hacerlas para un niño suyo. Sí, eso es lo que había llegado a desear. Hacer las cosas bien, como quería Marcus, crear una vida más perfecta que la que ella había tenido… Y ahora que se veía en la situación sabía que querría vivirla de otra forma, hacerlo bonito, significativo… Era un avance respecto a antes, ¿no? Se levantó y miró la pantallita.
— Una, negativo. — Llenó sus pulmones de aire y se sentó en el retrete, deshaciendo el hechizo de la puerta. — ¿Qué? — Preguntó Nancy apareciendo por la puerta al instante. Ella negó y puso una sonrisilla, y la chica se inclinó a verlo con sus propios ojos, resoplando también. — Madre mía… — Estaban las dos sonriendo, cuando Sophia apareció en la puerta. — ¡Estáis aquí! Os está buscando todo el mundo, que quieren que vayamos saliendo para la función… ¿Eso es una prueba de embarazo? — Nancy y Alice se lanzaron a chistar y cerraron tras de ella. — Es negativa. — Se apresuró a decir ella. — Ya lo veo… ¿Creías que podías estarlo? ¡Ay Dios! ¿Por eso has estado tan rara toda la mañana? — Nancy abrió mucho los ojos. — Pero si esto es muggle, ¿cómo has sabido lo que era? — Ella se encogió de hombros. — En América las usan brujas y nomajs por igual. — Alice miró a Nancy y señaló a la otra chica. — Así todo el tiempo cuando estás allí. Otro mundo. — Se levantó y dejó salir profundamente el aire. — Bueno, solucionado. Ahora habrá que destruir esto, supongo, que la vertiente americana de la familia sí que puede saber lo que es. — Nancy suspiró y se frotó la cara y luego la miró. — Te veo aliviada, pero… ¿Feliz? — Alice se encogió de hombros. — Creo que me he clarificado un par de cosas en los diez minutos que tardado la cosa esa en actuar. — Oyó unas pisadas a toda prisa por la escalera, pero mucho jaleo abajo, así que el mandó mentalmente a Lex: es negativo, no hay de qué preocuparse. Cuando salieron las tres del baño, Lex estaba respirando hondo. — ¿Pero cuánta gente lo sabía? — Susurró Sophia. — Mucha más de la que yo querría, créeme. — Contestó ella entre dientes. — ¿Pero qué hacéis? ¡Que no llegamos! — Instó Arnold, con la bufanda malamente echada por encima, como un niño chico lleno de excitación. — ¡Arnie, hijo! ¡No vayas de cualquier manera, hombre! Y por Merlín, que estás en un pueblo, que tardamos cinco minutos. — Replicó Larry, poniéndole bien el abrigo y la bufanda. Ella solo podía sonreír, la verdad, le encantaba ver a su suegro así, su mayor peso se había quitado de encima, y ahora solo tenía que disfrutar de la Navidad.
Llegando al pabellón, Rosaline y Siobhán se le echaron encima como dos niñas pequeñas. — ¡Ya verás! ¡Vas a flipar con la sorpresa! — ¿Qué sorpresa? — ¡NO PODEMOS DECIRLO ES UNA SORPRESA! — Su tata estaba riéndose con todo el mundo, con la cara pintada como por un iluminador verde (qué tía, hasta así era estilosa). — Ay, qué emoción ¡hace tantos años que vi esta función por última vez! Patrick tendría la edad de su hijo, vaya. — Decía Arnold. Estaba realmente emocionado. — Tranquilo, primo, no ha cambiado mucho. — Replicó Siobhán con retintín. — ¿Qué habéis cambiado ya? — Protestó Nancy tras ella. — Naaaaaada, una cosa que ahora… — A ver, voy a ir entre bambalinas, pero veo que no se os puede dejar solos. Soph, ven conmigo, y Lex, tú también por si necesito fuerza bruta. — Y así, de golpe, se quedó sola (bueno, sola, rodeada de gente) y pudo, por fin, admirar las decoraciones, el ambiente de su propia familia y la gente del pueblo que empezaba a llegar. — Ven, que te han asignado un lugar de honor. — Dijo la voz de su suegra, suavemente a su espalda. — ¡Oh! ¿Qué tal todo? ¿Algún intento de asesinato a mi tía? — Emma rio y la condujo a unas butacas que estaban muy cerca del escenario. — Si te digo la verdad… Estoy tan contenta que ni matarla he querido. — La mujer entornó los ojos. — Ya sé que no me pega pero… — Sí que te pega. — Cortó Alice. — Eres una madre excelente. Y una esposa y nuera excelente. Y todos los implicados ahí están felices con todo esto, así que sí, te pega y mucho. — Y ambas se sentaron, con una sonrisa, porque las luces se apagaban y Ginny (¿de dónde habría salido Ginny?) empezaba a presentar la función.
Si salía positivo, ¿qué iba a hacer? ¿Decírselo a Marcus un día antes de Nochebuena? ¿Con toda la familia allí? Ay, por Merlín, Janet Gallia parte dos… Como la uno no había traído suficientes problemas… Se sentó en el retrete y se apartó el pelo. Sí, Emma les iba a matar, y su abuela… Madre mía, no quería ni pensar en su abuela. ¿Y su padre? No se hablaba con su padre, e iba a volver a hablar para decir “¡por cierto, vas a ser abuelo!”. Lo bueno es que él ya la había liado de modo similar, así que al menos no criticaría… Pero no era así como se imaginaba tomando esa decisión. No en medio de una investigación y con varios exámenes de licencia por delante, viviendo en Irlanda… ¡A eso se refería ella siempre! ¿Qué iban a hacer? ¿Pararlo todo por eso? Bueno es que “eso” era bastante importante… Tragó saliva. No, siendo sinceros, no era el “eso” lo que le molestaba, lo que le agobiaba… Era el cómo habían llegado a ello. Había llegado a desear esa vida que Marcus predicaba. Esa en la que tenían una casa enorme y un taller propio y… Hacían Navidades como aquella, con movidas gigantes, mucha familia, y todas las ficcioncitas que hicieran falta como estaban haciendo para los niños… Hacerlas para un niño suyo. Sí, eso es lo que había llegado a desear. Hacer las cosas bien, como quería Marcus, crear una vida más perfecta que la que ella había tenido… Y ahora que se veía en la situación sabía que querría vivirla de otra forma, hacerlo bonito, significativo… Era un avance respecto a antes, ¿no? Se levantó y miró la pantallita.
— Una, negativo. — Llenó sus pulmones de aire y se sentó en el retrete, deshaciendo el hechizo de la puerta. — ¿Qué? — Preguntó Nancy apareciendo por la puerta al instante. Ella negó y puso una sonrisilla, y la chica se inclinó a verlo con sus propios ojos, resoplando también. — Madre mía… — Estaban las dos sonriendo, cuando Sophia apareció en la puerta. — ¡Estáis aquí! Os está buscando todo el mundo, que quieren que vayamos saliendo para la función… ¿Eso es una prueba de embarazo? — Nancy y Alice se lanzaron a chistar y cerraron tras de ella. — Es negativa. — Se apresuró a decir ella. — Ya lo veo… ¿Creías que podías estarlo? ¡Ay Dios! ¿Por eso has estado tan rara toda la mañana? — Nancy abrió mucho los ojos. — Pero si esto es muggle, ¿cómo has sabido lo que era? — Ella se encogió de hombros. — En América las usan brujas y nomajs por igual. — Alice miró a Nancy y señaló a la otra chica. — Así todo el tiempo cuando estás allí. Otro mundo. — Se levantó y dejó salir profundamente el aire. — Bueno, solucionado. Ahora habrá que destruir esto, supongo, que la vertiente americana de la familia sí que puede saber lo que es. — Nancy suspiró y se frotó la cara y luego la miró. — Te veo aliviada, pero… ¿Feliz? — Alice se encogió de hombros. — Creo que me he clarificado un par de cosas en los diez minutos que tardado la cosa esa en actuar. — Oyó unas pisadas a toda prisa por la escalera, pero mucho jaleo abajo, así que el mandó mentalmente a Lex: es negativo, no hay de qué preocuparse. Cuando salieron las tres del baño, Lex estaba respirando hondo. — ¿Pero cuánta gente lo sabía? — Susurró Sophia. — Mucha más de la que yo querría, créeme. — Contestó ella entre dientes. — ¿Pero qué hacéis? ¡Que no llegamos! — Instó Arnold, con la bufanda malamente echada por encima, como un niño chico lleno de excitación. — ¡Arnie, hijo! ¡No vayas de cualquier manera, hombre! Y por Merlín, que estás en un pueblo, que tardamos cinco minutos. — Replicó Larry, poniéndole bien el abrigo y la bufanda. Ella solo podía sonreír, la verdad, le encantaba ver a su suegro así, su mayor peso se había quitado de encima, y ahora solo tenía que disfrutar de la Navidad.
Llegando al pabellón, Rosaline y Siobhán se le echaron encima como dos niñas pequeñas. — ¡Ya verás! ¡Vas a flipar con la sorpresa! — ¿Qué sorpresa? — ¡NO PODEMOS DECIRLO ES UNA SORPRESA! — Su tata estaba riéndose con todo el mundo, con la cara pintada como por un iluminador verde (qué tía, hasta así era estilosa). — Ay, qué emoción ¡hace tantos años que vi esta función por última vez! Patrick tendría la edad de su hijo, vaya. — Decía Arnold. Estaba realmente emocionado. — Tranquilo, primo, no ha cambiado mucho. — Replicó Siobhán con retintín. — ¿Qué habéis cambiado ya? — Protestó Nancy tras ella. — Naaaaaada, una cosa que ahora… — A ver, voy a ir entre bambalinas, pero veo que no se os puede dejar solos. Soph, ven conmigo, y Lex, tú también por si necesito fuerza bruta. — Y así, de golpe, se quedó sola (bueno, sola, rodeada de gente) y pudo, por fin, admirar las decoraciones, el ambiente de su propia familia y la gente del pueblo que empezaba a llegar. — Ven, que te han asignado un lugar de honor. — Dijo la voz de su suegra, suavemente a su espalda. — ¡Oh! ¿Qué tal todo? ¿Algún intento de asesinato a mi tía? — Emma rio y la condujo a unas butacas que estaban muy cerca del escenario. — Si te digo la verdad… Estoy tan contenta que ni matarla he querido. — La mujer entornó los ojos. — Ya sé que no me pega pero… — Sí que te pega. — Cortó Alice. — Eres una madre excelente. Y una esposa y nuera excelente. Y todos los implicados ahí están felices con todo esto, así que sí, te pega y mucho. — Y ambas se sentaron, con una sonrisa, porque las luces se apagaban y Ginny (¿de dónde habría salido Ginny?) empezaba a presentar la función.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
- ¡Vale, vale, concentración! - Susurró, con los niños a corro a su alrededor. - Recordad el guion que os ha enseñado Andrew. Tenéis que decirlo muy bien, como siempre. Yo estaré... - En lo que hablaba, Rosie se había puesto de puntillas y le estaba recolocando el gorro. - Lo tenías torcido. - Apuntó. Marcus sonrió y le dejó una caricia en la barbilla, muerto de amor. - Gracias, prima. Venga, concentración. - Repasaron todo lo que tenía, brevemente el diálogo, las apariciones de cada uno, controlaron la hiperexcitación de Seamus para reducirla a caudales manejables, y esperaron a escuchar que el público estaba en su sitio para hacer su aparición.
Ciertamente, el teatro era el mismo de todos los años, pero ahora tenían los nervios y la presión de estar representándolo para más del doble de gente de la habitual. Además, se había insertado Marcus, y con él algunas florituras de las suyas. Cuando estuvieron preparados, el telón se abrió y él salió a escena. Ya estaba viendo caras de sorpresa entre el público, pero prefirió no centrarse mucho en las expresiones o se desconcentraría. - ¡DAMAS Y CABALLEROS! ¡NIÑOS Y NIÑAS! ¡IRLANDESES, AMERICANOS, INGLESES... Y FRANCESAS! - Eso último lo dijo mirando con una sonrisa encantadora a Alice, pero la que se dio por aludida en el acto fue Violet, que se giró a su sobrina con recochineo y dijo. - Que sepas que eso va por mí. Tú naciste en San Mungo. - Erin, con expresión extrañada, dijo. - Tú también. - Pero Marcus no podía entretenerse escuchando al público o se perdería con su escueto guion. - ¡Mi nombre es...! - Hizo una graciosa reverencia con el gorro, floritura incluida, y finalizó al erguirse. - ¡...Rowan el verde! Y soy... ¡Un leprechaun! - Ya oía risas en el entorno. - ¡Pero no uno cualquiera! ¡Porque soy Rowan el verde! ¿Alguien de aquí me conoce? - Hizo como que miraba al público, fingiendo ofensa. - ¿¿No?? ¿¿Nadie?? ¡¡Cómo es posible!! Tendré que llamar a mis amigos a que cuenten nuestras aventuras. ¡Pues bien! ¡Mi nombre es Rowan el verde, y soy un afamado leprechaun de los bósques! Aquí donde me veis... ¡Soy un árbol! ¡Sí, un árbol! ¡Mis piernas son mis raíces, mis brazos son mis ramas! ¡Y estos que veis...! - Movió discretamente la varita, provocando un remolino de hojas a su alrededor. - ¡¡Mis ideas!! ¡Cuidado, que vuelan! - Y las hojas se movieron entre el público, provocando risas. - ¡Soy un árbol sabio y protector! ¡Todos los leprechauns acuden a mí! Pero como buen árbol, me mantengo inmóvil y silencioso, simplemente observando, y dando cobijo a quien me lo pide. Así que... ¡eso haré! - Dicho lo cual, dio unos pasos hacia atrás y adoptó una graciosa postura de árbol, en la que tenía que controlar la risa fuertemente, porque tenía que estar bastante ridículo con el traje de leprechaun y los brazos alzados, inmóvil. Pero confiaba en no ser el centro de atención.
Los niños fueron saliendo y diciendo su guion, solo que, en las partes en las que habitualmente solo fingían hacer magia, decían "¡Oh, Rowan, si pudieras ayudarnos!", y Marcus lanzaba el hechizo correspondiente. Una de las veces, se fingió el despistado, obligando a los niños leprechauns a pedirle al público que le llamara a gritos, y ante el clamor, dio tal sobresalto cómico, que volvieron a salir hojas volando en todas direcciones. Las risas de su familia y las gentes del pueblo que había por allí tenía a los niños metidísimos en su papel, y a él encantado. - ¡Qué bonito es este pueblo! - Clamó Pod, en su interpretación. - ¡Yo creo, mis hermanos, que deberíamos darle un regalo! - ¡El oro de los leprechauns! - Gritó Horacius. - ¡Eso es lo que les daremos... si lo merecen! - Y ahí es donde venía la pequeña alteración. - Oh, pero hermanos. - Dijo Lucius. - ¿Y si les volvemos avariciosos? ¿Por qué no, en vez de oro, dar algo que realmente deseen? - ¡Oh, eso sería imposible! - Respondió Pod de nuevo. De verdad que los niños estaban tan entregados que le hacían muy difícil no morirse de risa (y empezaban a dolerle los brazos de la postura árbol). Tras un debate de los leprechauns en el que hicieron partícipe al público (que repetía insistentemente "sííííí") sobre si debían o no concederles sus deseos, los niños abrieron el cofre de las monedas, y ahí empezaba la parte complicada. - ¡ALTO, HERMANOS LEPRECHAUNS! - Se activó Marcus de su modo árbol. - ¡Cuidado con los humanos! ¡Que solo los dignos obtengan regalo! - Señaló al público. - ¡Humanos! ¿Creéis que podréis convencernos de que mereceis nuestro oro? - El público clamó "síííí" una vez más. Los niños tomaron el cofre y pasearon entre el público, dejando unas monedas en las manos de cada persona. Menos mal que había muchísima. Cuando volvieron al escenario con el cofre vacío, Marcus habló de nuevo. - ¡Ahá! Así que queréis nuestro oro ¿no? ¡Pues espero que hayáis estado atentos! ¡TODOS EN PIE! ¡QUIERO OÍROS CANTAR LA CANCIÓN DE LOS LEPRECHAUNS! - Los niños habían entonado una cancioncilla, así que más le valía al público sabérsela. Hubo muchas risas y muchos irlandeses teniendo que enseñarle a los demás la canción, con los niños corrigiendo. Fue ciertamente divertido. Al cabo de cinco minutos, el público (más o menos al unísono) consiguió cantar todo de seguido, y ahí hizo Marcus su magia: agitó la varita y las monedas en manos del público se transformaron en dulces de azúcar con formas distintas. No había tenido demasiado tiempo para ponerse muy creativo así que la mayoría estaban repetidos, pero había conseguido confeccionarle unos pajaritos azules a Alice que también sirvieran para Ada, por ejemplo, y la niña ya estaba gritando. - ¡¡SON DIRICAWLS!! ¡¡MAMÁ, ME HAN TOCADO DIRICAWLS!! - Por supuesto, unicornios para su tía Erin, escobitas para Lex, Frankie y Nancy y otras tonterías similares.
Finalmente y como cierre, volvieron a entonar todos juntos la canción y los niños dijeron su frase final, tras lo cual hicieron la reverencia de despedida y Marcus lanzó chispitas verdes por los aires. La aclamación fue generalizada. - ¡Wow! Primo Marcus, nunca nos habían aplaudido tanto. - Se sorprendió Lucius, aunque Horacius apuntó. - Nunca había habido tanta gente. - Pero luego se acercó a él y le chocó los cinco. - ¡Me tienes que enseñar a hacer cosas tan guais! De mayor, seré yo Rowan el verde. - ¡¡Y yo quiero dulces!! - ¡Y yo! - Clamaron Rosie y Seamus, menos mal que tenían monedas de reserva para no irse ellos de vacío. Las estaba repartiendo cuando alguien le cayó encima sin miramientos. - ¡¡YO TE COMO!! ¡¡PERO QUÉ COSA MÁS BONITA ASÍ SE MANTIENE VIVO UN PUEBLO!! - ¡Nancy! ¡Por Merlín! - Dijo entre risas, porque tenía a la chica encima totalmente y dándole muchos besos. Horacius soltó una pedorreta. - Ya está la tía con sus cosas otra vez... - ¡¡Tita!! ¿Te ha gustado?? - Preguntó Lucius, con mucha más ilusión, y Nancy fue a continuación a por él, achuchándole. - ¡¡Mucho!! Cómo sabéis hacer feliz a vuestra tía. -
Ciertamente, el teatro era el mismo de todos los años, pero ahora tenían los nervios y la presión de estar representándolo para más del doble de gente de la habitual. Además, se había insertado Marcus, y con él algunas florituras de las suyas. Cuando estuvieron preparados, el telón se abrió y él salió a escena. Ya estaba viendo caras de sorpresa entre el público, pero prefirió no centrarse mucho en las expresiones o se desconcentraría. - ¡DAMAS Y CABALLEROS! ¡NIÑOS Y NIÑAS! ¡IRLANDESES, AMERICANOS, INGLESES... Y FRANCESAS! - Eso último lo dijo mirando con una sonrisa encantadora a Alice, pero la que se dio por aludida en el acto fue Violet, que se giró a su sobrina con recochineo y dijo. - Que sepas que eso va por mí. Tú naciste en San Mungo. - Erin, con expresión extrañada, dijo. - Tú también. - Pero Marcus no podía entretenerse escuchando al público o se perdería con su escueto guion. - ¡Mi nombre es...! - Hizo una graciosa reverencia con el gorro, floritura incluida, y finalizó al erguirse. - ¡...Rowan el verde! Y soy... ¡Un leprechaun! - Ya oía risas en el entorno. - ¡Pero no uno cualquiera! ¡Porque soy Rowan el verde! ¿Alguien de aquí me conoce? - Hizo como que miraba al público, fingiendo ofensa. - ¿¿No?? ¿¿Nadie?? ¡¡Cómo es posible!! Tendré que llamar a mis amigos a que cuenten nuestras aventuras. ¡Pues bien! ¡Mi nombre es Rowan el verde, y soy un afamado leprechaun de los bósques! Aquí donde me veis... ¡Soy un árbol! ¡Sí, un árbol! ¡Mis piernas son mis raíces, mis brazos son mis ramas! ¡Y estos que veis...! - Movió discretamente la varita, provocando un remolino de hojas a su alrededor. - ¡¡Mis ideas!! ¡Cuidado, que vuelan! - Y las hojas se movieron entre el público, provocando risas. - ¡Soy un árbol sabio y protector! ¡Todos los leprechauns acuden a mí! Pero como buen árbol, me mantengo inmóvil y silencioso, simplemente observando, y dando cobijo a quien me lo pide. Así que... ¡eso haré! - Dicho lo cual, dio unos pasos hacia atrás y adoptó una graciosa postura de árbol, en la que tenía que controlar la risa fuertemente, porque tenía que estar bastante ridículo con el traje de leprechaun y los brazos alzados, inmóvil. Pero confiaba en no ser el centro de atención.
Los niños fueron saliendo y diciendo su guion, solo que, en las partes en las que habitualmente solo fingían hacer magia, decían "¡Oh, Rowan, si pudieras ayudarnos!", y Marcus lanzaba el hechizo correspondiente. Una de las veces, se fingió el despistado, obligando a los niños leprechauns a pedirle al público que le llamara a gritos, y ante el clamor, dio tal sobresalto cómico, que volvieron a salir hojas volando en todas direcciones. Las risas de su familia y las gentes del pueblo que había por allí tenía a los niños metidísimos en su papel, y a él encantado. - ¡Qué bonito es este pueblo! - Clamó Pod, en su interpretación. - ¡Yo creo, mis hermanos, que deberíamos darle un regalo! - ¡El oro de los leprechauns! - Gritó Horacius. - ¡Eso es lo que les daremos... si lo merecen! - Y ahí es donde venía la pequeña alteración. - Oh, pero hermanos. - Dijo Lucius. - ¿Y si les volvemos avariciosos? ¿Por qué no, en vez de oro, dar algo que realmente deseen? - ¡Oh, eso sería imposible! - Respondió Pod de nuevo. De verdad que los niños estaban tan entregados que le hacían muy difícil no morirse de risa (y empezaban a dolerle los brazos de la postura árbol). Tras un debate de los leprechauns en el que hicieron partícipe al público (que repetía insistentemente "sííííí") sobre si debían o no concederles sus deseos, los niños abrieron el cofre de las monedas, y ahí empezaba la parte complicada. - ¡ALTO, HERMANOS LEPRECHAUNS! - Se activó Marcus de su modo árbol. - ¡Cuidado con los humanos! ¡Que solo los dignos obtengan regalo! - Señaló al público. - ¡Humanos! ¿Creéis que podréis convencernos de que mereceis nuestro oro? - El público clamó "síííí" una vez más. Los niños tomaron el cofre y pasearon entre el público, dejando unas monedas en las manos de cada persona. Menos mal que había muchísima. Cuando volvieron al escenario con el cofre vacío, Marcus habló de nuevo. - ¡Ahá! Así que queréis nuestro oro ¿no? ¡Pues espero que hayáis estado atentos! ¡TODOS EN PIE! ¡QUIERO OÍROS CANTAR LA CANCIÓN DE LOS LEPRECHAUNS! - Los niños habían entonado una cancioncilla, así que más le valía al público sabérsela. Hubo muchas risas y muchos irlandeses teniendo que enseñarle a los demás la canción, con los niños corrigiendo. Fue ciertamente divertido. Al cabo de cinco minutos, el público (más o menos al unísono) consiguió cantar todo de seguido, y ahí hizo Marcus su magia: agitó la varita y las monedas en manos del público se transformaron en dulces de azúcar con formas distintas. No había tenido demasiado tiempo para ponerse muy creativo así que la mayoría estaban repetidos, pero había conseguido confeccionarle unos pajaritos azules a Alice que también sirvieran para Ada, por ejemplo, y la niña ya estaba gritando. - ¡¡SON DIRICAWLS!! ¡¡MAMÁ, ME HAN TOCADO DIRICAWLS!! - Por supuesto, unicornios para su tía Erin, escobitas para Lex, Frankie y Nancy y otras tonterías similares.
Finalmente y como cierre, volvieron a entonar todos juntos la canción y los niños dijeron su frase final, tras lo cual hicieron la reverencia de despedida y Marcus lanzó chispitas verdes por los aires. La aclamación fue generalizada. - ¡Wow! Primo Marcus, nunca nos habían aplaudido tanto. - Se sorprendió Lucius, aunque Horacius apuntó. - Nunca había habido tanta gente. - Pero luego se acercó a él y le chocó los cinco. - ¡Me tienes que enseñar a hacer cosas tan guais! De mayor, seré yo Rowan el verde. - ¡¡Y yo quiero dulces!! - ¡Y yo! - Clamaron Rosie y Seamus, menos mal que tenían monedas de reserva para no irse ellos de vacío. Las estaba repartiendo cuando alguien le cayó encima sin miramientos. - ¡¡YO TE COMO!! ¡¡PERO QUÉ COSA MÁS BONITA ASÍ SE MANTIENE VIVO UN PUEBLO!! - ¡Nancy! ¡Por Merlín! - Dijo entre risas, porque tenía a la chica encima totalmente y dándole muchos besos. Horacius soltó una pedorreta. - Ya está la tía con sus cosas otra vez... - ¡¡Tita!! ¿Te ha gustado?? - Preguntó Lucius, con mucha más ilusión, y Nancy fue a continuación a por él, achuchándole. - ¡¡Mucho!! Cómo sabéis hacer feliz a vuestra tía. -
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Ivanka
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
Nada más empezar, ya le estaban brillando los ojos de pura felicidad. Estaba absolutamente encantador así vestido, y encima aquel tirito a ella… — Cállate. — Le dijo a su tía sin perder la sonrisa. Solo podía ver a su novio siendo el hombre más adorable de la Tierra, sentía cómo se le hinchaba el corazón y se sentía mucho más feliz a cada segundo que pasaba, estaba como los niños asistentes, y, de hecho, es que ni miraba alrededor, solo a su árbol favorito.
Cuando los niños salieron a dar las monedas, recibió la suya con ilusión, porque estaba segura de que ahí se venía el girito, porque tenía que haber un girito, era su Marcus. Con la moneda en la palma de la mano, miró a su novio, esperando el momentazo y notó como la moneda cambiaba. El grito de Ada le hizo deducir que había más de un pajarito azul, pero aquello era para ella, estaba segura. Dio un besito a su pajarito y lo dejó allí, no pensaba comérselo sin Marcus, aunque, al final, tuvo que guardárselo en la chaqueta para poder aplaudir como una loca cuando todo terminó. Arnold estaba entre lágrimas y Molly también. — ¡Es lo más bonito que he visto en mi vida! — Es que mi nieto es perfecto, es el orgullo más grande que tenemos, hijo. — Se giró buscando la reacción de Lawrence y Emma a semejante afirmación, pero estaban igualmente emocionados (solo que lo demostraban menos). Ella quería ir y decirles que sí, que Marcus era maravilloso, que le habían entrado la Navidad irlandesa por todos los poros, pero es que no le salían las palabras. Había pasado tantos nervios desde la noche anterior… Que ahora le costaba hablar, solo se dejó llevar por la marabunta familiar hasta el exterior.
Una vez todos salieron y los padres estaban abrazando a sus pequeños leprechauns, no podía parar de reír mientras veía a Marcus todo de verde, con aquel gorro, junto al resto de tíos y Arnold, hacerle birguerías a los niños, dar monedas de chocolate y cantar en gaélico (bueno, igual no era ni gaélico, porque no entendía ni papa de lo que andaba diciendo). Cuando por fin Nancy pasó su arrebato, y tras un par de felicitaciones, corrió a sus brazos y le rodeó, saltando sobre él. — En todos los años desde que te conozco nunca te he visto ser tan extremadamente adorable. — Besó su frente y luego se quitó la pintura verde de los labios con una risa. — Oye, llevo toda la mañana… — Suspiró, pero sin quitar la sonrisa. — Rayada. Dándole vueltas a un montón de cosas en la cabeza. Y la conclusión es que… — Acarició sus rizos. — Te adoro. Adoro todo de ti, pero, sobre todo, adoro los sueños que me has hecho tener, abrazar como si fueran míos… Todos y cada uno de los planes que tienes. — Se mordió los labios por dentro. — Han sido unos meses muy malos, he estado muy muy cabezota, y muy borde a veces… — Bajó la mirada, un poco avergonzada. — Y me he dado cuenta de que… Tienes razón en muchas cosas. — Tomó aire. — Te lo dije hace tiempo, yo necesito mi tiempo para crecer… Sacar una flor bonita. Pero lo haré. — Cerró los ojos un segundo. — No sé si estoy lista para perdonar a mi padre todavía, pero… Lo haré. Como tantas otras cosas que forman parte de tus sueños, con tiempo y estando juntos, las conseguiremos… — Le miró con cara de circunstancias y rio. — Y ahora ve a quitarte esa pintura verde que no puedo besarte a gusto. — Parecía que les estaba quedando un momento romántico precioso, hasta que oyó unos pasitos que delataban la tormenta. — ¡MI NIÑO! ¡ERES EL ORGULLO DE IRLANDA, MI VIDA! ¡TU ABUELA ESTÁ MÁS ORGULLOSA QUE NUNCA! — Y prácticamente fue empujada por Molly para disfrutar del heredero de la cultura irlandesa. Ella por su parte, fue asediada por las Parker y Allison con el bebé, enseñándole las moneditas que les habían tocado. — Marcus es genial. Podría haber sido actor si quisiera. — Dijo Maeve con los ojos brillantes y una sonrisa espléndida. También llegaron los no tan niños. — ¡Alice, mira! ¡Escobas! — Me alegro, Lex. — Buah, ¿tú te imaginabas a mi hermano así? — Ella rio. — A ver, me imaginaba que se le iba a dar genial pero no este espectáculo. — ¡Y Darren se lo ha perdido! — Tendremos que repetirlo otro año, entonces. — Dijo Siobhán, apareciendo por allí también. — Decidme que hay comida hecha, por favor, estoy muerta de hambre. — Montones, ya lo sabes. — Confirmó Shannon. — De hecho, vamos tirando, y así se van sentando ya los niños. — Yo voy a esperar aquí a Rowan el alto. — Dijo ella con una sonrisilla. — Decidido, nos llevamos a los niños. — Dijo Lex levantando a Ada por los aires moviéndola mientras la niña se reía y Saoirse corría también detrás de él.
Cuando los niños salieron a dar las monedas, recibió la suya con ilusión, porque estaba segura de que ahí se venía el girito, porque tenía que haber un girito, era su Marcus. Con la moneda en la palma de la mano, miró a su novio, esperando el momentazo y notó como la moneda cambiaba. El grito de Ada le hizo deducir que había más de un pajarito azul, pero aquello era para ella, estaba segura. Dio un besito a su pajarito y lo dejó allí, no pensaba comérselo sin Marcus, aunque, al final, tuvo que guardárselo en la chaqueta para poder aplaudir como una loca cuando todo terminó. Arnold estaba entre lágrimas y Molly también. — ¡Es lo más bonito que he visto en mi vida! — Es que mi nieto es perfecto, es el orgullo más grande que tenemos, hijo. — Se giró buscando la reacción de Lawrence y Emma a semejante afirmación, pero estaban igualmente emocionados (solo que lo demostraban menos). Ella quería ir y decirles que sí, que Marcus era maravilloso, que le habían entrado la Navidad irlandesa por todos los poros, pero es que no le salían las palabras. Había pasado tantos nervios desde la noche anterior… Que ahora le costaba hablar, solo se dejó llevar por la marabunta familiar hasta el exterior.
Una vez todos salieron y los padres estaban abrazando a sus pequeños leprechauns, no podía parar de reír mientras veía a Marcus todo de verde, con aquel gorro, junto al resto de tíos y Arnold, hacerle birguerías a los niños, dar monedas de chocolate y cantar en gaélico (bueno, igual no era ni gaélico, porque no entendía ni papa de lo que andaba diciendo). Cuando por fin Nancy pasó su arrebato, y tras un par de felicitaciones, corrió a sus brazos y le rodeó, saltando sobre él. — En todos los años desde que te conozco nunca te he visto ser tan extremadamente adorable. — Besó su frente y luego se quitó la pintura verde de los labios con una risa. — Oye, llevo toda la mañana… — Suspiró, pero sin quitar la sonrisa. — Rayada. Dándole vueltas a un montón de cosas en la cabeza. Y la conclusión es que… — Acarició sus rizos. — Te adoro. Adoro todo de ti, pero, sobre todo, adoro los sueños que me has hecho tener, abrazar como si fueran míos… Todos y cada uno de los planes que tienes. — Se mordió los labios por dentro. — Han sido unos meses muy malos, he estado muy muy cabezota, y muy borde a veces… — Bajó la mirada, un poco avergonzada. — Y me he dado cuenta de que… Tienes razón en muchas cosas. — Tomó aire. — Te lo dije hace tiempo, yo necesito mi tiempo para crecer… Sacar una flor bonita. Pero lo haré. — Cerró los ojos un segundo. — No sé si estoy lista para perdonar a mi padre todavía, pero… Lo haré. Como tantas otras cosas que forman parte de tus sueños, con tiempo y estando juntos, las conseguiremos… — Le miró con cara de circunstancias y rio. — Y ahora ve a quitarte esa pintura verde que no puedo besarte a gusto. — Parecía que les estaba quedando un momento romántico precioso, hasta que oyó unos pasitos que delataban la tormenta. — ¡MI NIÑO! ¡ERES EL ORGULLO DE IRLANDA, MI VIDA! ¡TU ABUELA ESTÁ MÁS ORGULLOSA QUE NUNCA! — Y prácticamente fue empujada por Molly para disfrutar del heredero de la cultura irlandesa. Ella por su parte, fue asediada por las Parker y Allison con el bebé, enseñándole las moneditas que les habían tocado. — Marcus es genial. Podría haber sido actor si quisiera. — Dijo Maeve con los ojos brillantes y una sonrisa espléndida. También llegaron los no tan niños. — ¡Alice, mira! ¡Escobas! — Me alegro, Lex. — Buah, ¿tú te imaginabas a mi hermano así? — Ella rio. — A ver, me imaginaba que se le iba a dar genial pero no este espectáculo. — ¡Y Darren se lo ha perdido! — Tendremos que repetirlo otro año, entonces. — Dijo Siobhán, apareciendo por allí también. — Decidme que hay comida hecha, por favor, estoy muerta de hambre. — Montones, ya lo sabes. — Confirmó Shannon. — De hecho, vamos tirando, y así se van sentando ya los niños. — Yo voy a esperar aquí a Rowan el alto. — Dijo ella con una sonrisilla. — Decidido, nos llevamos a los niños. — Dijo Lex levantando a Ada por los aires moviéndola mientras la niña se reía y Saoirse corría también detrás de él.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Bring the bells! Con Alice | En Galway | 23 de diciembre de 2002 |
Lo cierto es que esperaba que gustara, pero había sido un éxito absoluto, superando sus expectativas (teniendo en cuenta que hacía apenas dos horas estaba tan tranquilo haciendo decorados). Los niños estaban contentísimos, tanto los que habían participado como los que no. Por supuesto, los irlandeses querían que eso se repitiera ya para futuras ediciones, y los americanos querían unirse a la próxima. Él estaba encantado, no dejaba de recibir felicitaciones y los veía a todos exultantes. Pero había alguien a cuya felicitación le tenía especiales ganas, y por supuesto se lo pusieron complicado para llegar el uno al otro. - ¿Te ha gustado? - Preguntó feliz a Alice, cuando por fin se encontraron, agarrándola fuerte después del salto que dio. Ahora el niño parecía él. - ¿No? Pues yo era un niño muy mono. - Bromeó, pero estaba que le brillaba la cara de ilusión con tanto cumplido (y tanta purpurina). Se desconcertó un poco con lo de que llevaba toda la mañana rayada. - Oh, ¿y eso? Haberme llamado, mi amor. - Y él por ahí haciendo tonterías, pero bueno, Alice continuó y la conclusión no pudo hacerle más feliz, debía vérsele en la cara. - Tú nunca eres borde, pajarito. - Le dijo con cariño y una caricia en su mejilla, pero bueno, sabía lo que quería decir. Era cierto que no habían sido los meses más fáciles, pero ahora se sentían tan lejanos. Ni le dio tiempo a parpadear con expectación ante eso de que tenía razón, porque el corazón le dio un buen salto. Sobre todo con la referencia a William. Ahí estaba: la promesa de que recuperarían la vida que tenían, la familia que tenían. Él nunca había perdido la esperanza, pero ahora esta era mucho más fuerte. Le bastaba para tener unas Navidades perfectas. - Lo conseguiremos. - Susurró también, y fue a besarla, pero el comentario le hizo reír a carcajadas. - ¡Vaya! Luego dirás que mi rama verde te gusta... - Bromeó, y no pudo seguir adelante con la broma porque ambos fueron arrollados por su abuela, solo que Alice simplemente quedó desplazada y a él le tomó como presa sin escapatoria.
- Ahora di la verdad. - Le comentaba Lex mientras masticaba su escoba de azúcar, de camino a casa. - ¿Cuántos dulces de estos te has comido mientras ensayabas? - Tengo muy mala prensa, y yo soy un hombre que se concentra y focaliza a más no poder, y que no se distrae. - ¿Cuántos? - ¿Te crees que salían bien a la primera? Ha habido que hacer muchas pruebas. Y no querrás que regale pájaros y escobas deformes ¿no? - Lex se rio a carcajadas. - ¡Es que lo sabía! - La próxima vez, en vez de una escoba, te doy el sucedáneo ese que me ha salido y que los gemelos han llamado algo así como fregona. Dicen que su abuela muggle, la madre de Niahm, tiene una. Yo no sé ni lo que es. - ¿Y cómo te ha salido si no sabes lo que es? - Porque Horacius me estaba distrayendo. Creo que lo ha hecho él por medio mía, pero mejor no toquemos el tema, que es menor y no debería andar haciendo magia. - Lex lloraba de la risa y Marcus con él, contagiado. - Sigues teniendo la cara verde. - Chistó, pasándose los dedos por la frente, con las carcajadas de Lex de fondo. - ¿Te vas a meter mucho conmigo? - ¡Eh! Que lo de los dulces era para compartir contigo mi escobita si no los habías probado. - Qué buen hermano. - Dijo burlón y entre risas. - Pero no la iba a malgastar si te habías puesto hasta arriba, como así ha sido. - El mejor de los hermanos, insisto. - Y lo de la pintura era para que estuvieras impoluto para la cena, como a ti te gusta. - Marcus hizo un gesto con la mano. - Mejor me meto en la ducha directamente en cuanto llegue a casa. - ¡Sí, suerte con ello! No sabes lo difícil que es encontrar un baño libre. O peor, que no te abran cuando estés dentro. - Estás de broma ¿no? - Su hermano le dio un par de fuertes palmadas en el hombro con sonrisa burlona y dijo. - Bienvenido a Irlanda, hermanito. -
La advertencia de Lex se había agradecido, pero no le había preparado para lo que le esperaba. Inocente de él, subió al baño de la planta de arriba y simplemente cerró con el pestillo de la puerta. Error. Oyó un ruido sospechoso mientras se duchaba, pero ni tiempo le dio a reaccionar, cuando la cabecilla de Seamus asomó por la cortina. - Primo Marcus, ¿te estás duchando? - El salto que dio fue para verlo, y lo de taparse... Bueno, era una opción a lo justo. No le salían ni las palabras. Y aún podía ir a peor. - ¡¡Seamus!! ¡¿Qué te tengo dicho de abrir puertas?! ¡No hay postre! - La reacción de Seamus fue de exagerado dramatismo, tirado en el suelo y llorando. Y él que seguía en la ducha. - ¡Marcus, perdona, hijo! Ya nos vamos. - No-no p-pasa nada. - Esa era Rosaline. Estaba en el baño. Al otro lado de la cortina, sí, pero Rosaline estaba en el baño. Dentro de su baño. Mientras él se duchaba. Se quería morir. - ¡Ay! Ya que estoy aquí, voy a coger una cosa del mueble ¿vale? Que necesito unas toallas que... - Se frotó la cara con la mano que no estaba usando para taparse lo poco que le daba para taparse, porque encima el sonido del agua no favorecía escuchar bien, y estaba tan al borde del desmayo que ni había contemplado como opción cerrar el grifo y envolverse en la toalla. Es que no podía ni pensar (y encima estaba lleno de jabón aún). - ¡No miro! - Tranquila. - Dijo con la escasa voz que le salía del cuerpo. Realmente apenas fue un minuto (y tardó más porque, por lo que las siluetas detrás de la cortina representaban, tuvo que arrastrar del jersey a Seamus por el suelo porque se negaba a parar su drama), pero se le hizo de largo como todo lo que llevaba de vida hasta el momento. Cuando oyó la puerta cerrarse, casi temblando (se estaba quedando helado por haberse salido de debajo del agua) asomó lentamente la cabeza, verificando que no había nadie, y tratando de controlar el pánico de pensar que la puerta se abriera de golpe otra vez, se lanzó al lavabo, cogió la varita y lanzó lo menos quince fermaportus a la puerta. Ni en sus encuentros con Alice había cerrado tan herméticamente.
- ¡Hola, primo Marcus! ¿Ya te has duchado? - Al menos a Seamus se le había pasado el drama mejor que a él el susto. Se limitó a revolverle el pelo, porque intentaba encontrar palabras todavía. Cuando entró en el desván para soltar sus cosas de aseo, se encontró a Frankie Junior y a Lex repantingados en los colchones. Ambos le miraron con inexpresiva normalidad. - Sigues teniendo purpurina. - Apuntó Lex, agudo. Marcus puso cara de circunstancias. - Gracias por la advertencia de lo del baño. Supongo que debía haberla tomado más en serio. - Generalmente deberías tomarme más en serio. - Respondió su hermano con sonrisa burlona, pero Frankie rio y dijo. - ¿Qué? ¿Se te ha metido una fan en la ducha para pedirte un autógrafo? - Ante la mala cara de Marcus, los dos se activaron.- No jodas que te han abierto la puerta. - Nuestro querido primo Seamus, al parecer, quería verificar que el agua moja. - Ironizó. - Y su querida madre, ya que entraba para llevárselo, ha encontrado buen momento para recolectar tesoros perdidos del baño. - Los dos acabaron en el suelo rodando de la risa, ignorando por completo la cara de quererles asesinar de Marcus. - Eh, alegra esa cara, hombre. - Dijo Frankie por fin, con la voz ahogada por las carcajadas. - Esa actitud no es muy propia de Rowan el verde. - Y vuelta a reír los dos con estruendo. Marcus sacó la varita y les lanzó un calambre a cada uno, lo cual les hizo quejarse en el momento, pero no mitigó las risas todo lo que hubiera querido. - Os veo muy cómodos aquí teniendo en cuenta el jaleo que hay ahí abajo para la cena. - ¡Eh eh eh! - Alzó Frankie las palmas, y luego levantó una cosa sin forma definida de papel maché. - Que estamos terminando las guirlandas para mañana. - Marcus puso cara de despreciativo desconcierto. - ¿Pero qué demonios es eso? - Oye, sin faltar. - Se sumó Lex, pero los dos seguían de absoluto cachondeo. - Que hacemos lo que podemos. - Rodó los ojos, suspiró y amenazó mientras salía. - Dejad de hablar de quidditch y ponéos a hacer algo útil. Tenéis cinco minutos... - "O me chivo". - Le imitó Lex, y vuelta a reír. - ¿Siempre es así? - ¿Don prefecto de Ravenclaw? Se nota que le has conocido en condiciones adversas. - Ya son cuatro minutos. - Volvió a amenazar, y antes de seguir escuchando tonterías, se fue. A ver cómo se enfrentaba a Rosaline, qué vergüenza. Al menos, quería pensar, su actuación como Rowan seguiría siendo el centro de las conversaciones.
- Ahora di la verdad. - Le comentaba Lex mientras masticaba su escoba de azúcar, de camino a casa. - ¿Cuántos dulces de estos te has comido mientras ensayabas? - Tengo muy mala prensa, y yo soy un hombre que se concentra y focaliza a más no poder, y que no se distrae. - ¿Cuántos? - ¿Te crees que salían bien a la primera? Ha habido que hacer muchas pruebas. Y no querrás que regale pájaros y escobas deformes ¿no? - Lex se rio a carcajadas. - ¡Es que lo sabía! - La próxima vez, en vez de una escoba, te doy el sucedáneo ese que me ha salido y que los gemelos han llamado algo así como fregona. Dicen que su abuela muggle, la madre de Niahm, tiene una. Yo no sé ni lo que es. - ¿Y cómo te ha salido si no sabes lo que es? - Porque Horacius me estaba distrayendo. Creo que lo ha hecho él por medio mía, pero mejor no toquemos el tema, que es menor y no debería andar haciendo magia. - Lex lloraba de la risa y Marcus con él, contagiado. - Sigues teniendo la cara verde. - Chistó, pasándose los dedos por la frente, con las carcajadas de Lex de fondo. - ¿Te vas a meter mucho conmigo? - ¡Eh! Que lo de los dulces era para compartir contigo mi escobita si no los habías probado. - Qué buen hermano. - Dijo burlón y entre risas. - Pero no la iba a malgastar si te habías puesto hasta arriba, como así ha sido. - El mejor de los hermanos, insisto. - Y lo de la pintura era para que estuvieras impoluto para la cena, como a ti te gusta. - Marcus hizo un gesto con la mano. - Mejor me meto en la ducha directamente en cuanto llegue a casa. - ¡Sí, suerte con ello! No sabes lo difícil que es encontrar un baño libre. O peor, que no te abran cuando estés dentro. - Estás de broma ¿no? - Su hermano le dio un par de fuertes palmadas en el hombro con sonrisa burlona y dijo. - Bienvenido a Irlanda, hermanito. -
La advertencia de Lex se había agradecido, pero no le había preparado para lo que le esperaba. Inocente de él, subió al baño de la planta de arriba y simplemente cerró con el pestillo de la puerta. Error. Oyó un ruido sospechoso mientras se duchaba, pero ni tiempo le dio a reaccionar, cuando la cabecilla de Seamus asomó por la cortina. - Primo Marcus, ¿te estás duchando? - El salto que dio fue para verlo, y lo de taparse... Bueno, era una opción a lo justo. No le salían ni las palabras. Y aún podía ir a peor. - ¡¡Seamus!! ¡¿Qué te tengo dicho de abrir puertas?! ¡No hay postre! - La reacción de Seamus fue de exagerado dramatismo, tirado en el suelo y llorando. Y él que seguía en la ducha. - ¡Marcus, perdona, hijo! Ya nos vamos. - No-no p-pasa nada. - Esa era Rosaline. Estaba en el baño. Al otro lado de la cortina, sí, pero Rosaline estaba en el baño. Dentro de su baño. Mientras él se duchaba. Se quería morir. - ¡Ay! Ya que estoy aquí, voy a coger una cosa del mueble ¿vale? Que necesito unas toallas que... - Se frotó la cara con la mano que no estaba usando para taparse lo poco que le daba para taparse, porque encima el sonido del agua no favorecía escuchar bien, y estaba tan al borde del desmayo que ni había contemplado como opción cerrar el grifo y envolverse en la toalla. Es que no podía ni pensar (y encima estaba lleno de jabón aún). - ¡No miro! - Tranquila. - Dijo con la escasa voz que le salía del cuerpo. Realmente apenas fue un minuto (y tardó más porque, por lo que las siluetas detrás de la cortina representaban, tuvo que arrastrar del jersey a Seamus por el suelo porque se negaba a parar su drama), pero se le hizo de largo como todo lo que llevaba de vida hasta el momento. Cuando oyó la puerta cerrarse, casi temblando (se estaba quedando helado por haberse salido de debajo del agua) asomó lentamente la cabeza, verificando que no había nadie, y tratando de controlar el pánico de pensar que la puerta se abriera de golpe otra vez, se lanzó al lavabo, cogió la varita y lanzó lo menos quince fermaportus a la puerta. Ni en sus encuentros con Alice había cerrado tan herméticamente.
- ¡Hola, primo Marcus! ¿Ya te has duchado? - Al menos a Seamus se le había pasado el drama mejor que a él el susto. Se limitó a revolverle el pelo, porque intentaba encontrar palabras todavía. Cuando entró en el desván para soltar sus cosas de aseo, se encontró a Frankie Junior y a Lex repantingados en los colchones. Ambos le miraron con inexpresiva normalidad. - Sigues teniendo purpurina. - Apuntó Lex, agudo. Marcus puso cara de circunstancias. - Gracias por la advertencia de lo del baño. Supongo que debía haberla tomado más en serio. - Generalmente deberías tomarme más en serio. - Respondió su hermano con sonrisa burlona, pero Frankie rio y dijo. - ¿Qué? ¿Se te ha metido una fan en la ducha para pedirte un autógrafo? - Ante la mala cara de Marcus, los dos se activaron.- No jodas que te han abierto la puerta. - Nuestro querido primo Seamus, al parecer, quería verificar que el agua moja. - Ironizó. - Y su querida madre, ya que entraba para llevárselo, ha encontrado buen momento para recolectar tesoros perdidos del baño. - Los dos acabaron en el suelo rodando de la risa, ignorando por completo la cara de quererles asesinar de Marcus. - Eh, alegra esa cara, hombre. - Dijo Frankie por fin, con la voz ahogada por las carcajadas. - Esa actitud no es muy propia de Rowan el verde. - Y vuelta a reír los dos con estruendo. Marcus sacó la varita y les lanzó un calambre a cada uno, lo cual les hizo quejarse en el momento, pero no mitigó las risas todo lo que hubiera querido. - Os veo muy cómodos aquí teniendo en cuenta el jaleo que hay ahí abajo para la cena. - ¡Eh eh eh! - Alzó Frankie las palmas, y luego levantó una cosa sin forma definida de papel maché. - Que estamos terminando las guirlandas para mañana. - Marcus puso cara de despreciativo desconcierto. - ¿Pero qué demonios es eso? - Oye, sin faltar. - Se sumó Lex, pero los dos seguían de absoluto cachondeo. - Que hacemos lo que podemos. - Rodó los ojos, suspiró y amenazó mientras salía. - Dejad de hablar de quidditch y ponéos a hacer algo útil. Tenéis cinco minutos... - "O me chivo". - Le imitó Lex, y vuelta a reír. - ¿Siempre es así? - ¿Don prefecto de Ravenclaw? Se nota que le has conocido en condiciones adversas. - Ya son cuatro minutos. - Volvió a amenazar, y antes de seguir escuchando tonterías, se fue. A ver cómo se enfrentaba a Rosaline, qué vergüenza. Al menos, quería pensar, su actuación como Rowan seguiría siendo el centro de las conversaciones.
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Ivanka
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Ding, dong, merrily on High Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
No estaba sola, claro, había ya gente levantada, Molly y Maeve parloteaban en la cocina, pero había logrado escaquearse a la salita y acercarse al árbol. Allí estaban sus bolas mágicas que hicieron el año anterior, en la caja, esperando a que sus O’Donnell se levantaran, y cuando Dylan y Darren vinieran se las colocarían. Por unos minutos simplemente se sentó allí, junto al crepitar del fuego, mirando el árbol, disfrutando solamente de que fuera Navidad y estuviera en Ballyknow. — ¡Uy, hija! No me había dado cuenta de que estabas ahí. — Dijo Frankie, arrastrando las zapatillas. Luego oyó la afable risa del abuelo. — A esta señorita te la encuentras donde menos te lo esperes, cuando quiere es silenciosa como ella sola. — Ella les miró a los dos, sonriente. — Estaba viendo el árbol, disfrutando de la calma antes de la tormenta. — Ambos hombres rieron y Frankie se quedó mirando los muros llenos de libros.
— Habéis convertido esta casa en un hogar mucho más culto y acogedor que el que fue. — Vuestra casa siempre fue encantadora, Frank. — El aludido chasqueó la lengua sin parar de mirar los libros. — Madre hacía lo que podía, desde luego, pero esta casa estaba en un estado lamentable. Mi padre, Dios le bendiga, era un muy buen hombre, pero era descuidado. Desde que era pequeño me decía que sería constructor para arreglarle la casa a mi madre, pero… Prácticamente según salí de Hogwarts tuve que irme a América… Pero madre estaría orgullosísima de ver esto así. — Se mordió el labio inferior. — Fíjate… Cuánta comida y cuánta gente. Hubo años que éramos tan pobres que solo podíamos celebrar San Esteban con todo el pueblo, y en Nochebuena solo íbamos a entregar las coronas y madre nos contaba cuentos de Navidad, y mi hermano Arnold representaba como ayer lo hizo Marcus. — Larry rio con ganas. — Tu hermano era un mamarracho cuando quería en la función. Recuerdo cuando mi abuela transmutaba pintura verde y allá iba él el primero a que se la pusieran… — Alice les miró con adoración. La Navidad era eso exactamente, poder vivir cosas como esas. Larry se sumó a las anécdotas. — Recuerdo un año en el que se me cayó el trozo de pastel, con el poco pastel de Navidad que había en aquel entonces, y me salió un puchero, a puntito de llorar, y llegó tu padre y me dijo “no no, ¿cómo se va a llorar por un pastel? Los pasteles son para sonreír”. Y me dio su trozo. — ¡QUÉ DICES! ¡CÓMO SE NOTA QUE HE SALIDO AL ABUELO JASON Y POR ESO LLEVO SU NOMBRE! — Dijo Jason desde la puerta, con los ojos ya anegados en lágrimas. — Qué bien hiciste poniéndomelo, papá. — A los míos no me dieron opción de elegirles el nombre. Por supuesto el niño se iba a llamar Arnold, y yo estaba de acuerdo, y con lo de la niña, suerte tuve de que no se pusiera bizarra la cosa y al final eligiera Erin… Pero Lawrence no le han puesto a ninguno de los nietos… — Dejó caer distraídamente el abuelo. Alice puso media sonrisa y desvió la mirada. — A mi no me mires, abuelo… — No, si ya, si ya… —
Justo entonces se oyó la puerta y una tromba de pies. — Sigo pensando que deberíamos haber llamado… — Ese era Dan. — Que no, hombre, si es que se quedarían mirando como si estuviéramos locos. — Oyó que contestaba Niamh. — ¡Hemos venido a traer el pavo de la cena! — Anunció la mujer. Las tres Parker, con Arnie y los gemelos, arramplaron en el salón. — ¡Hola, abuelo! — ¡Abuelo, he ordenado una vaca! — Será ordeñado, Ada. — Eso. ¡Hola, Alice! He ordeñado muy bien la vaca. — Sí, es verdad. — Corroboró Lucius. Alice cogió a Arnie y lo puso en su regazo. — ¡Qué guay! — ¿Y vosotros qué hacéis aquí en vez de desayunar? — Preguntó Maeve abuela, asomándose por la puerta. — Nosotros hemos desayunado la leche que yo he ordeñado. — Pero qué pesada es… — Se quejó Saoirse, tirándose hacia abajo de las mejillas.
Efectivamente, el jaleo de las chicas había alertado a los demás, que bajaron también a desayunar, teniendo que echar un hechizo alargador a la cocina-comedor, y a la mesa, y replicando rápidamente las sillas, con dudosa estabilidad para que todos pudieran sentarse y desayunar, mientras Molly y Niamh intentaban hacer sitio a los dos enormes pavos que habían traído. — ¡Bueno! Ahora que estáis todos, es buen momento que os comente que a las abuelas nos haría mucha ilusión que cumplierais con una tradición que aquí en Irlanda se hace la mañana de Nochebuena. — Dijo Molly cuando, por fin, dejó colocados a los pavos. Sacó una caja verde oscura con adornos dorados, que tenía pinta de ser muy antigua, y quiso ponerla en medio de la mesa, para lo cual hizo falta la intervención del aritmántico reorganizando el espacio a punta de varita. Alice se escudó en tener al bebé sentado encima, picando miguitas de su plato, para no moverse ni un milímetro. Las niñas, con ayuda de las abuelas, abrieron la caja y retiraron un papel de seda que reveló una preciosa corona de ramitas de árbol que tenía prendidos unos adornos preciosos. — ¡Hala! — ¡Qué bonita, la quiero para nuestra casa, papá! — Esta corona es de la familia del abuelo, Saoirse. — Es su familia también después de todo. — Contestó, alegre, la abuela. — Es preciosa, tía Molly, parece una reliquia. — Comentó Junior, impresionado. — Lo es. Lleva en la familia casi cien años, y tenemos una más antigua, pero esa ya se queda solo de recuerdo. Con esta, me gustaría que cumplierais con la tradición. — ¿Y cuál es la tradición? — Preguntó Sophia, con los ojos brillantes. — Frankie, ¿se lo explicas a tu nieta? — Pues la mañana de Nochebuena, es costumbre que los jóvenes de las casas, en nuestra época los no casados, básicamente, llevaran la corona a casa de otra parte de la familia para decorar su puerta, y esa parte de la familia les recibía con chocolate, o bueno, lo que hubiera, en realidad, y les cantaban villancicos para amenizar la preparación de la cena. — Alice sonrió a Marcus emocionada. Eso era una misión de las que aceptaban sin dudar. — Siempre que nos lo podíamos permitir, le añadíamos un adorno especial, pero podemos coger… — ¡YO TENGO UNO! — Saltó Alice. Dejó a Arnold en brazos de Frankie y salió disparada. Volvió a los pocos segundos con los pajaritos encantados de la feria. — ¡Son los pajaritos del villancico! Me los ganó Marcus en el juego de los doce días de Navidad. — Miró a Molly emocionada y dijo. — Sería un honor para mí que me dejaras ponerlos, abuela. — Pues nada, ya estaba media mesa llorando.
— Habéis convertido esta casa en un hogar mucho más culto y acogedor que el que fue. — Vuestra casa siempre fue encantadora, Frank. — El aludido chasqueó la lengua sin parar de mirar los libros. — Madre hacía lo que podía, desde luego, pero esta casa estaba en un estado lamentable. Mi padre, Dios le bendiga, era un muy buen hombre, pero era descuidado. Desde que era pequeño me decía que sería constructor para arreglarle la casa a mi madre, pero… Prácticamente según salí de Hogwarts tuve que irme a América… Pero madre estaría orgullosísima de ver esto así. — Se mordió el labio inferior. — Fíjate… Cuánta comida y cuánta gente. Hubo años que éramos tan pobres que solo podíamos celebrar San Esteban con todo el pueblo, y en Nochebuena solo íbamos a entregar las coronas y madre nos contaba cuentos de Navidad, y mi hermano Arnold representaba como ayer lo hizo Marcus. — Larry rio con ganas. — Tu hermano era un mamarracho cuando quería en la función. Recuerdo cuando mi abuela transmutaba pintura verde y allá iba él el primero a que se la pusieran… — Alice les miró con adoración. La Navidad era eso exactamente, poder vivir cosas como esas. Larry se sumó a las anécdotas. — Recuerdo un año en el que se me cayó el trozo de pastel, con el poco pastel de Navidad que había en aquel entonces, y me salió un puchero, a puntito de llorar, y llegó tu padre y me dijo “no no, ¿cómo se va a llorar por un pastel? Los pasteles son para sonreír”. Y me dio su trozo. — ¡QUÉ DICES! ¡CÓMO SE NOTA QUE HE SALIDO AL ABUELO JASON Y POR ESO LLEVO SU NOMBRE! — Dijo Jason desde la puerta, con los ojos ya anegados en lágrimas. — Qué bien hiciste poniéndomelo, papá. — A los míos no me dieron opción de elegirles el nombre. Por supuesto el niño se iba a llamar Arnold, y yo estaba de acuerdo, y con lo de la niña, suerte tuve de que no se pusiera bizarra la cosa y al final eligiera Erin… Pero Lawrence no le han puesto a ninguno de los nietos… — Dejó caer distraídamente el abuelo. Alice puso media sonrisa y desvió la mirada. — A mi no me mires, abuelo… — No, si ya, si ya… —
Justo entonces se oyó la puerta y una tromba de pies. — Sigo pensando que deberíamos haber llamado… — Ese era Dan. — Que no, hombre, si es que se quedarían mirando como si estuviéramos locos. — Oyó que contestaba Niamh. — ¡Hemos venido a traer el pavo de la cena! — Anunció la mujer. Las tres Parker, con Arnie y los gemelos, arramplaron en el salón. — ¡Hola, abuelo! — ¡Abuelo, he ordenado una vaca! — Será ordeñado, Ada. — Eso. ¡Hola, Alice! He ordeñado muy bien la vaca. — Sí, es verdad. — Corroboró Lucius. Alice cogió a Arnie y lo puso en su regazo. — ¡Qué guay! — ¿Y vosotros qué hacéis aquí en vez de desayunar? — Preguntó Maeve abuela, asomándose por la puerta. — Nosotros hemos desayunado la leche que yo he ordeñado. — Pero qué pesada es… — Se quejó Saoirse, tirándose hacia abajo de las mejillas.
Efectivamente, el jaleo de las chicas había alertado a los demás, que bajaron también a desayunar, teniendo que echar un hechizo alargador a la cocina-comedor, y a la mesa, y replicando rápidamente las sillas, con dudosa estabilidad para que todos pudieran sentarse y desayunar, mientras Molly y Niamh intentaban hacer sitio a los dos enormes pavos que habían traído. — ¡Bueno! Ahora que estáis todos, es buen momento que os comente que a las abuelas nos haría mucha ilusión que cumplierais con una tradición que aquí en Irlanda se hace la mañana de Nochebuena. — Dijo Molly cuando, por fin, dejó colocados a los pavos. Sacó una caja verde oscura con adornos dorados, que tenía pinta de ser muy antigua, y quiso ponerla en medio de la mesa, para lo cual hizo falta la intervención del aritmántico reorganizando el espacio a punta de varita. Alice se escudó en tener al bebé sentado encima, picando miguitas de su plato, para no moverse ni un milímetro. Las niñas, con ayuda de las abuelas, abrieron la caja y retiraron un papel de seda que reveló una preciosa corona de ramitas de árbol que tenía prendidos unos adornos preciosos. — ¡Hala! — ¡Qué bonita, la quiero para nuestra casa, papá! — Esta corona es de la familia del abuelo, Saoirse. — Es su familia también después de todo. — Contestó, alegre, la abuela. — Es preciosa, tía Molly, parece una reliquia. — Comentó Junior, impresionado. — Lo es. Lleva en la familia casi cien años, y tenemos una más antigua, pero esa ya se queda solo de recuerdo. Con esta, me gustaría que cumplierais con la tradición. — ¿Y cuál es la tradición? — Preguntó Sophia, con los ojos brillantes. — Frankie, ¿se lo explicas a tu nieta? — Pues la mañana de Nochebuena, es costumbre que los jóvenes de las casas, en nuestra época los no casados, básicamente, llevaran la corona a casa de otra parte de la familia para decorar su puerta, y esa parte de la familia les recibía con chocolate, o bueno, lo que hubiera, en realidad, y les cantaban villancicos para amenizar la preparación de la cena. — Alice sonrió a Marcus emocionada. Eso era una misión de las que aceptaban sin dudar. — Siempre que nos lo podíamos permitir, le añadíamos un adorno especial, pero podemos coger… — ¡YO TENGO UNO! — Saltó Alice. Dejó a Arnold en brazos de Frankie y salió disparada. Volvió a los pocos segundos con los pajaritos encantados de la feria. — ¡Son los pajaritos del villancico! Me los ganó Marcus en el juego de los doce días de Navidad. — Miró a Molly emocionada y dijo. — Sería un honor para mí que me dejaras ponerlos, abuela. — Pues nada, ya estaba media mesa llorando.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Ding, dong, merrily on High Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Arrastró la cara por la almohada y alargó el brazo... pero solo tocó colchón. Cuando abrió los ojos, Alice ya no estaba. Soltó aire por la nariz. ¿Qué hora era? Le parecía no estar solo en el desván. Pero bueno, era Nochebuena: que su Alice se hubiera levantado tan temprano y no hubiera podido parar quieta en la cama le parecía buena señal, señal de que estaba feliz e inquieta por lo que deparaba el día. Se giró sobre sí mismo hasta ponerse de costado y echó una visual a su alrededor: Frankie, Fergus y Lex dormían profundamente todavía. Pero había una persona más que, aunque en la cama, sí que estaba despierta.
Sonrió levemente, alargó la mano hasta la varita y lanzó un par de chispitas silenciosas, lo justo para que la chica levantara los ojos del libro y sonriera de vuelta. Con mímica, preguntó "¿qué lees?", a lo que la chica alzó el libro. Marcus agudizó la vista: "Cumbres borrascosas". Puso graciosa cara de confusión, lo que hizo a Sophia tragarse una risa muda y, silenciosamente, levantarse y acercarse a su colchón. - Como buena americana... - Explicó entre susurros bajísimos para no despertar a los demás. - ...He aprovechado que venía a Irlanda para leerme algo que fuera con el entorno, metiendo insultantemente a Inglaterra y a Irlanda en el mismo saco. Porque para nosotros es lo mismo. - Ironizó, y los dos leyeron. - Pero indudablemente esto es más parecido que Long Island. No digamos que Nueva York. - ¿Qué se te ha perdido en una novela muggle de romances tormentosos? - Bromeó Marcus, a lo que Sophia puso cara de sorprendida ofensa y le dio un empujoncito en el hombro. - ¡Hay que saber de todo, primo! Sobre todo de lo que NO hay que hacer. Tú como estás comprometido ya de por vida... - Y los dos rieron, pero como veían que iban a despertar a los otros tres, decidieron bajar.
- Madre mía. Y creía yo que la casa de mis abuelos era una locura. - Susurró Sophia al tiempo que bajaban juntos las escaleras e iban escuchando las cantidades de gente que, por las voces, debía haber allí. Marcus rio. - Yo no había vivido nada parecido hasta que os conocí. Y, como bien dices, esto es mucho más... intenso. - Sonrió. - Pero me encanta. - ¿Que te abran la puerta mientras te duchas también? - ¿¿Ya te lo ha contado Frankie?? - Sophia rio a carcajadas. - En verdad fue Lex. - A Marcus se le descolgó la mandíbula. - Jamás pensé que diría esto, pero le prefiero no sociable. - Gruñó, mientras su prima reían y se reunían con los demás en el salón.
Le dio el tiempo justo a saludar a su novia y lanzar un buenos días generalizado, porque empezaron a llegar más y más personas, hechizos alargadores de estancias, sillas volantes, Frankie en pijama, la abuela Maeve regañando a su nieto por presentarse ante tanta gente en pijama, el abuelo Larry con expresión de estar a punto de sufrir un ataque de ansiedad por exceso de gente, su padre con esa cara que ponía cuando hacía progresiones matemáticas en su cabeza (sí, en lo que calculas la progresión de esto, ya han salido y entrado cinco familiares más, pensó), y platos de comida para desayunar que pasaban ante sus narices, llenos en una dirección, vacíos en la contraria. Al menos consiguió hacerse con un pedazo de bizcocho al vuelo. - ¡Primo! Los mayores han preparado una sorpresa para vosotros. - Confesó Lucius, a lo que Marcus, con la boca llena de bizcocho, arqueó las cejas. - ¡No me digas! - Respondió cuando pudo tragar, y en ese momento empezó su abuela a explicarlo. Menos mal, si no, el niño le destripa la dicha sorpresa.
Disponer la caja que contenía la supuesta sorpresa, que resultó ser una tradición navideña que debían cumplir, ya fue costoso de entrada. La corona ciertamente era preciosa, y Marcus estaba deseando descubrir qué tenían que hacer con ella. Estaba absorto en la explicación, ilusionado solo de imaginar que harían eso, cuando su novia dio un salto y salió corriendo, y cuando volvió con los pajaritos sintió un pellizco de emoción. No pudo evitar mirar a todos lleno de orgullo. Sí, esa es mi novia, pensó, exultante. Cuando la emoción se hubo atenuado, Molly continuó explicando. - Como somos muchos, muchas casas y muchos chicos, hemos hecho equipos lo mejor distribuidos posibles para que todos tengamos nuestra corona. Cada grupo saldrá de una casa e irá a otras dos, con la corona de esa casa y otra más que sus propietarios hayan dejado allí. Aparte, habrá una corona honorífica, que en este caso será esta, por ser la más antigua, que todos llevaréis a la casa principal cuando hayáis terminado, y allí nos reuniremos todos. - ¡Esa es la casa del bisabuelo! - Clamó Lucius, contento. Molly rio. - Efectivamente, cariño. La corona honorífica, como no podía ser de otra forma, que para algo es el veterano del pueblo, es para Cletus y Amelia. - Dio un par de palmadas. - Y ahora, ¡la distribución! - Y, para sorpresa de Marcus, Molly miró a Ruairi y dijo. - ¡Hijo! ¡Llama a todos y que vengan! - ¡Marchando! - Y el chico se dispuso raudo a mandar patronus por todas partes, mientras Marcus calculaba mentalmente cómo lo iban a hacer para aclararse TODOS allí. Definitivamente, él lo habría organizado de otra manera. - Sí, con una misiva oficial en el ayuntamiento. - Bromeó Lex a su lado. Marcus le miró mal, y el otro se encogió de hombros. - ¿Sabes lo difícil que es controlar los pensamientos de tanta gente? Alguno me entra. Y tú eres un chillón mental, te lo tengo dicho. - Marcus le soltó una pedorreta. - Y tú un chivato, tanto que dices de mí. - Le tenía que devolver haberle contado a Sophia lo de Seamus y el baño, faltaría más.
Definitivamente, esa casa era demasiado pequeña para tantas personas. Menudo caos se montó en un segundo. Al menos no estaban la mayoría de los adultos, solo los que ya estaban allí, más todos los jóvenes y los niños, hablando unos por encima de otros. - ¡ATENCIÓÓÓÓÓÓN! - Gritó atronadora su abuela, provocando que temblaran hasta los cuadros. Soltó una risita y dijo. - ¡AY, GINNY, HIJA, SÍ QUE ES ÚTIL ESTE HECHIZO! - ¡Y tanto, tía Molly! Pero una cosa: apaga y enciende ¿vale? Y ya hablas alto de por sí, no hace falta gritar. - ¡SÍ, SÍ, ENTENDIDO! - Respondió, pero seguía gritando y sin "apagar y encender" por lo que eso de "entendido" era cuestionable. Juraría que Ginny le había graduado el hechizo sin que se diera cuenta, porque la voz de su abuela, si bien alta, empezó a sonar de un modo en que, al menos, no les partía los tímpanos. - El otro día, mientras algunos estaban de fiestecilla por ahí. - Dijo con tonito. - Los niños y los mayores os organizamos la tradición. - ¡Qué bonito! A nuestras espaldas. - Se quejó Frankie Junior, pero lo cierto es que estaban ilusionados y expectantes. - ¡Pues sí, señoritos! Estábamos todos muy ofendidos de que nos consideraseis muy viejos o muy niños para no salir con vosotros, que os creéis los reyes del mundo, los jóvenes. ¿A que sí, mis tesoritos? - ¡SÍÍÍÍÍ! - Respondieron atronadores los niños, a lo que los jóvenes empezaron con abucheos burlones. Aquellas tonterías duraron un buen rato.
- ¡Bueno, que se nos va la mañana! - Recondujo Molly. - En esa bolsita de ahí vais a ver unas tarjetas blancas. Despacito y ordenadamente, que cada niño y cada joven coja una. - Lo de despacito y con orden era muy mejorable, pero tras un rato, cada uno tenía su tarjeta en la mano. - Estaréis divididos en tres equipos. Cuando yo lance el hechizo, vuestra tarjeta se teñirá de un color, a saber: dorado, rojo o verde, colores de la navidad. También en cada tarjeta pondrá a que dos casas tenéis que ir a entregar las coronas. Cada grupo tendrá su punto de salida y, cuando terminéis, volveréis a este. Cuando todos los grupos hayan vuelto, iremos todos juntos a llevar la última corona a casa de Cletus y Amelia. ¿Alguna duda? - ¿Quién gana? - Preguntó Frankie, burlón. Molly movió la varita y un cascabel salió de ella para darle un golpetazo en la cabeza con un ruido seco y tintineante al mismo tiempo. - ¡Gana el espíritu de la Navidad! Esto no es una competición, es una tradición preciosa. - Vale, vale. - Dijo el otro, frotándose el pelo entre risas. - Pues... a la de tres... cuando tengais vuestro color, buscad a los vuestros. ¡Una... dos... y...! - Y, en el momento en que terminó la cuenta, las tarjetas empezaron a adquirir un color en sus manos. A Marcus le tocó la verde. "Casa de Martha y casa de Ruairi", rezaba en su tarjeta, y de repente, se montó un tremendo jaleo de idas y venidas de gente buscando a los de su grupo. Entre muchas risas y choques, cuando se quiso dar cuenta, había tres grupos formados. - ¡Primo! ¡Estamos juntos! - Celebró Pod, y Maeve Junior, que también había caído con él, se le enganchó de la cintura. Alice y Lex también estaban con él. Y como representación de la juventud irlandesa, Wendy. Y también... - ¡¡Hola, primo Marcus!! - Seamus. A ese sí que no se lo quitaba de encima.
- ¡Bueno! Aunque no vaya de ganar, esta claro cuál va a ser el mejor equipo. - Clamó Frankie desde su grupo, el de las tarjetas rojas. Hizo un gesto con la mano. - No por nada, sino porque hemos fichado a la antropóloga. - Y Nancy soltó una risilla tontísima que hizo a Marcus y Alice mirarse con las cejas arqueadas. - ¡Bueno! Resumen. - Anunció Molly. - Como veréis, hemos intentado que cada equipo tenga representación irlandesa, para explicar bien la tradición a los de fuera, y que los niños siempre estén acompañados. Y estos tesoritos míos... - Molly se dirigió primero a Brando, a quien cogió en brazos. - Van, uno de ellos, con sus padres. - ¡Vaya! Qué sorpresa. - Bromeó Andrew, recogiendo a su hijo en brazos. Molly tomó entonces a Arnie. - Y este otro... - Y, para ilusión de Marcus, su abuela dejó al bebé en sus brazos. - Con sus primos ingleses, que seguro que están encantados de llevarle. - Y tanto que sí. - Confirmó. Molly volvió a hablar. - Bien, ¡equipo dorado! - Los mencionados saltaron con emoción. - Sois: Andrew, Allison, Brando, Ginny, Sophia, Lucius, Ada y Rosie. ¿Correcto? - Confirmaron. - Vuestra casa principal es la casa de Patrick y Rosaline. Allí encontrareis las dos coronas que tenéis que llevar a las demás, que serán las de Eillish y Arthur y las de Cilian y Saoirse. - Continuó. - Equipo rojo: Frankie Junior, Nancy, Sandy, Fergus, Siobhán, Horacius y Saoirse Junior. Vosotros recogéis las coronas de casa de Ruairi y Niahm, y traereis una aquí, y la otra la llevaréis a casa de Patrick y Rosaline. - El mencionado equipo estaba enfervorecido, y hacía mucha gracia verles. La verdad es que la combinación... Marcus prefería no imaginarse por dónde les podía salir. - Y equipo verde, que saldrá de esta casa con sus dos coronas: Marcus, Alice, Lex, Wendy, Maeve Junior, Seamus, Pod y Arnie. Tendréis que llevarlas a casa de Martha y Cerys y a casa de Ruairi y Niahm. ¿Alguna duda? - Se escuchó un clamoroso y entusiasta "NO", y su abuela dio una palmada en el aire. - ¡¡Pues que empiece la Nochebuena, familia!! -
Sonrió levemente, alargó la mano hasta la varita y lanzó un par de chispitas silenciosas, lo justo para que la chica levantara los ojos del libro y sonriera de vuelta. Con mímica, preguntó "¿qué lees?", a lo que la chica alzó el libro. Marcus agudizó la vista: "Cumbres borrascosas". Puso graciosa cara de confusión, lo que hizo a Sophia tragarse una risa muda y, silenciosamente, levantarse y acercarse a su colchón. - Como buena americana... - Explicó entre susurros bajísimos para no despertar a los demás. - ...He aprovechado que venía a Irlanda para leerme algo que fuera con el entorno, metiendo insultantemente a Inglaterra y a Irlanda en el mismo saco. Porque para nosotros es lo mismo. - Ironizó, y los dos leyeron. - Pero indudablemente esto es más parecido que Long Island. No digamos que Nueva York. - ¿Qué se te ha perdido en una novela muggle de romances tormentosos? - Bromeó Marcus, a lo que Sophia puso cara de sorprendida ofensa y le dio un empujoncito en el hombro. - ¡Hay que saber de todo, primo! Sobre todo de lo que NO hay que hacer. Tú como estás comprometido ya de por vida... - Y los dos rieron, pero como veían que iban a despertar a los otros tres, decidieron bajar.
- Madre mía. Y creía yo que la casa de mis abuelos era una locura. - Susurró Sophia al tiempo que bajaban juntos las escaleras e iban escuchando las cantidades de gente que, por las voces, debía haber allí. Marcus rio. - Yo no había vivido nada parecido hasta que os conocí. Y, como bien dices, esto es mucho más... intenso. - Sonrió. - Pero me encanta. - ¿Que te abran la puerta mientras te duchas también? - ¿¿Ya te lo ha contado Frankie?? - Sophia rio a carcajadas. - En verdad fue Lex. - A Marcus se le descolgó la mandíbula. - Jamás pensé que diría esto, pero le prefiero no sociable. - Gruñó, mientras su prima reían y se reunían con los demás en el salón.
Le dio el tiempo justo a saludar a su novia y lanzar un buenos días generalizado, porque empezaron a llegar más y más personas, hechizos alargadores de estancias, sillas volantes, Frankie en pijama, la abuela Maeve regañando a su nieto por presentarse ante tanta gente en pijama, el abuelo Larry con expresión de estar a punto de sufrir un ataque de ansiedad por exceso de gente, su padre con esa cara que ponía cuando hacía progresiones matemáticas en su cabeza (sí, en lo que calculas la progresión de esto, ya han salido y entrado cinco familiares más, pensó), y platos de comida para desayunar que pasaban ante sus narices, llenos en una dirección, vacíos en la contraria. Al menos consiguió hacerse con un pedazo de bizcocho al vuelo. - ¡Primo! Los mayores han preparado una sorpresa para vosotros. - Confesó Lucius, a lo que Marcus, con la boca llena de bizcocho, arqueó las cejas. - ¡No me digas! - Respondió cuando pudo tragar, y en ese momento empezó su abuela a explicarlo. Menos mal, si no, el niño le destripa la dicha sorpresa.
Disponer la caja que contenía la supuesta sorpresa, que resultó ser una tradición navideña que debían cumplir, ya fue costoso de entrada. La corona ciertamente era preciosa, y Marcus estaba deseando descubrir qué tenían que hacer con ella. Estaba absorto en la explicación, ilusionado solo de imaginar que harían eso, cuando su novia dio un salto y salió corriendo, y cuando volvió con los pajaritos sintió un pellizco de emoción. No pudo evitar mirar a todos lleno de orgullo. Sí, esa es mi novia, pensó, exultante. Cuando la emoción se hubo atenuado, Molly continuó explicando. - Como somos muchos, muchas casas y muchos chicos, hemos hecho equipos lo mejor distribuidos posibles para que todos tengamos nuestra corona. Cada grupo saldrá de una casa e irá a otras dos, con la corona de esa casa y otra más que sus propietarios hayan dejado allí. Aparte, habrá una corona honorífica, que en este caso será esta, por ser la más antigua, que todos llevaréis a la casa principal cuando hayáis terminado, y allí nos reuniremos todos. - ¡Esa es la casa del bisabuelo! - Clamó Lucius, contento. Molly rio. - Efectivamente, cariño. La corona honorífica, como no podía ser de otra forma, que para algo es el veterano del pueblo, es para Cletus y Amelia. - Dio un par de palmadas. - Y ahora, ¡la distribución! - Y, para sorpresa de Marcus, Molly miró a Ruairi y dijo. - ¡Hijo! ¡Llama a todos y que vengan! - ¡Marchando! - Y el chico se dispuso raudo a mandar patronus por todas partes, mientras Marcus calculaba mentalmente cómo lo iban a hacer para aclararse TODOS allí. Definitivamente, él lo habría organizado de otra manera. - Sí, con una misiva oficial en el ayuntamiento. - Bromeó Lex a su lado. Marcus le miró mal, y el otro se encogió de hombros. - ¿Sabes lo difícil que es controlar los pensamientos de tanta gente? Alguno me entra. Y tú eres un chillón mental, te lo tengo dicho. - Marcus le soltó una pedorreta. - Y tú un chivato, tanto que dices de mí. - Le tenía que devolver haberle contado a Sophia lo de Seamus y el baño, faltaría más.
Definitivamente, esa casa era demasiado pequeña para tantas personas. Menudo caos se montó en un segundo. Al menos no estaban la mayoría de los adultos, solo los que ya estaban allí, más todos los jóvenes y los niños, hablando unos por encima de otros. - ¡ATENCIÓÓÓÓÓÓN! - Gritó atronadora su abuela, provocando que temblaran hasta los cuadros. Soltó una risita y dijo. - ¡AY, GINNY, HIJA, SÍ QUE ES ÚTIL ESTE HECHIZO! - ¡Y tanto, tía Molly! Pero una cosa: apaga y enciende ¿vale? Y ya hablas alto de por sí, no hace falta gritar. - ¡SÍ, SÍ, ENTENDIDO! - Respondió, pero seguía gritando y sin "apagar y encender" por lo que eso de "entendido" era cuestionable. Juraría que Ginny le había graduado el hechizo sin que se diera cuenta, porque la voz de su abuela, si bien alta, empezó a sonar de un modo en que, al menos, no les partía los tímpanos. - El otro día, mientras algunos estaban de fiestecilla por ahí. - Dijo con tonito. - Los niños y los mayores os organizamos la tradición. - ¡Qué bonito! A nuestras espaldas. - Se quejó Frankie Junior, pero lo cierto es que estaban ilusionados y expectantes. - ¡Pues sí, señoritos! Estábamos todos muy ofendidos de que nos consideraseis muy viejos o muy niños para no salir con vosotros, que os creéis los reyes del mundo, los jóvenes. ¿A que sí, mis tesoritos? - ¡SÍÍÍÍÍ! - Respondieron atronadores los niños, a lo que los jóvenes empezaron con abucheos burlones. Aquellas tonterías duraron un buen rato.
- ¡Bueno, que se nos va la mañana! - Recondujo Molly. - En esa bolsita de ahí vais a ver unas tarjetas blancas. Despacito y ordenadamente, que cada niño y cada joven coja una. - Lo de despacito y con orden era muy mejorable, pero tras un rato, cada uno tenía su tarjeta en la mano. - Estaréis divididos en tres equipos. Cuando yo lance el hechizo, vuestra tarjeta se teñirá de un color, a saber: dorado, rojo o verde, colores de la navidad. También en cada tarjeta pondrá a que dos casas tenéis que ir a entregar las coronas. Cada grupo tendrá su punto de salida y, cuando terminéis, volveréis a este. Cuando todos los grupos hayan vuelto, iremos todos juntos a llevar la última corona a casa de Cletus y Amelia. ¿Alguna duda? - ¿Quién gana? - Preguntó Frankie, burlón. Molly movió la varita y un cascabel salió de ella para darle un golpetazo en la cabeza con un ruido seco y tintineante al mismo tiempo. - ¡Gana el espíritu de la Navidad! Esto no es una competición, es una tradición preciosa. - Vale, vale. - Dijo el otro, frotándose el pelo entre risas. - Pues... a la de tres... cuando tengais vuestro color, buscad a los vuestros. ¡Una... dos... y...! - Y, en el momento en que terminó la cuenta, las tarjetas empezaron a adquirir un color en sus manos. A Marcus le tocó la verde. "Casa de Martha y casa de Ruairi", rezaba en su tarjeta, y de repente, se montó un tremendo jaleo de idas y venidas de gente buscando a los de su grupo. Entre muchas risas y choques, cuando se quiso dar cuenta, había tres grupos formados. - ¡Primo! ¡Estamos juntos! - Celebró Pod, y Maeve Junior, que también había caído con él, se le enganchó de la cintura. Alice y Lex también estaban con él. Y como representación de la juventud irlandesa, Wendy. Y también... - ¡¡Hola, primo Marcus!! - Seamus. A ese sí que no se lo quitaba de encima.
- ¡Bueno! Aunque no vaya de ganar, esta claro cuál va a ser el mejor equipo. - Clamó Frankie desde su grupo, el de las tarjetas rojas. Hizo un gesto con la mano. - No por nada, sino porque hemos fichado a la antropóloga. - Y Nancy soltó una risilla tontísima que hizo a Marcus y Alice mirarse con las cejas arqueadas. - ¡Bueno! Resumen. - Anunció Molly. - Como veréis, hemos intentado que cada equipo tenga representación irlandesa, para explicar bien la tradición a los de fuera, y que los niños siempre estén acompañados. Y estos tesoritos míos... - Molly se dirigió primero a Brando, a quien cogió en brazos. - Van, uno de ellos, con sus padres. - ¡Vaya! Qué sorpresa. - Bromeó Andrew, recogiendo a su hijo en brazos. Molly tomó entonces a Arnie. - Y este otro... - Y, para ilusión de Marcus, su abuela dejó al bebé en sus brazos. - Con sus primos ingleses, que seguro que están encantados de llevarle. - Y tanto que sí. - Confirmó. Molly volvió a hablar. - Bien, ¡equipo dorado! - Los mencionados saltaron con emoción. - Sois: Andrew, Allison, Brando, Ginny, Sophia, Lucius, Ada y Rosie. ¿Correcto? - Confirmaron. - Vuestra casa principal es la casa de Patrick y Rosaline. Allí encontrareis las dos coronas que tenéis que llevar a las demás, que serán las de Eillish y Arthur y las de Cilian y Saoirse. - Continuó. - Equipo rojo: Frankie Junior, Nancy, Sandy, Fergus, Siobhán, Horacius y Saoirse Junior. Vosotros recogéis las coronas de casa de Ruairi y Niahm, y traereis una aquí, y la otra la llevaréis a casa de Patrick y Rosaline. - El mencionado equipo estaba enfervorecido, y hacía mucha gracia verles. La verdad es que la combinación... Marcus prefería no imaginarse por dónde les podía salir. - Y equipo verde, que saldrá de esta casa con sus dos coronas: Marcus, Alice, Lex, Wendy, Maeve Junior, Seamus, Pod y Arnie. Tendréis que llevarlas a casa de Martha y Cerys y a casa de Ruairi y Niahm. ¿Alguna duda? - Se escuchó un clamoroso y entusiasta "NO", y su abuela dio una palmada en el aire. - ¡¡Pues que empiece la Nochebuena, familia!! -
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Ivanka
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Ding, dong, merrily on High Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Alice atendió a la explicación emocionada como una niña. — ¡Sí, sí, sí! ¡Me parece precioso que al final vayamos todos a casa O’Donnell! — Dio un par de saltitos. — ¡Ay, ay, qué ilusión! — Y menos mal que estaba llena de energía hasta las trancas, si no, aquella macroreunión le habría costado más, empezando por el volumen de Molly, pasando por el pitorreito, y el caos absoluto de los niños. Pero no, estaba a tope, desde que cogió la tarjeta, hasta que vio que estaba en el equipo de Marcus, imaginando las coronas que iban a llevar, cómo se iba a vestir… — ¿Nos da tiempo de arreglarnos un poquito? — Preguntó encantada de la vida. — Sí, de hecho… Maeve… ¡MAEVE! — Que sí cuñada, que ya llego, un segundo. — Dijo la mujer trabajosamente. — La tradición es que las chicas lleven diademas de acebo y los chicos un prendedor de lo mismo en la chaqueta. Venid a recogerlos, os vais a casa a ponéroslos, y luego os reunís en la casa de la que partís según equipo. — Arnold parpadeó. — Joe, mamá, la organización impecable, eh… — Molly le miró con profundo desdén. — ¿Qué te crees? ¿Que las tradiciones se mantienen solas o qué? — Oye… ¿Y mi hermana sabe que va para allá semejante comitiva? — ¡Yo de esa me lo espero todo! No sabe ni dónde está su pueblo, no pretendo que se acuerde de una mínima tradición… —
Alice se pegó hacia Marcus, ya con sus acebos en las manos. — ¡Estamos juntos, mi amor! ¡Qué ganas tengo…! — Seamus también tenía ganas de estar con ellos, por lo visto. Maeve Junior la miró desde el abrazo a Marcus que no soltaba. — Alice… ¿Me puedes pintar un poquito a mi también? — ¡Y a mí! — Pidió Sophia también. Alice miró a Dan, que seguía sobrepasado. — Dan, ¿puedo pintar a tu hija? — El hombre parpadeó y se encogió de hombros. — Creo que en Irlanda no existen las reglas. — ¿YO TAMBIÉN PUEDO? — Saoirse… — ¡Claro que sí! Tú te vienes con la prima Sandy y te arregla. — ¡TOMA! ¡Me voy con la prima, papá! — La cara de Dan era de pánico, claro, pero Niamh se apoyó en su hombro. — Déjalo salir, Dan, déjalo fluir. Vamos a la casa a preparar la corona para nuestros chicos… — No, si ya… — Dijo el hombre. — ¡Hasta luego, hijos! — ¡Adiós, papá! — Despachó Ada, que se había enganchado ya a Ginny. Las otras ni se molestaron, hasta Arnie estaba riéndose y mirando a otros lados.
Al son de Jingle Bells y con Arnie pasando de brazo en brazo, Alice pudo ponerse un vestido de lana roja muy navideño, maquillarse, ponerse la corona, y repetir el proceso con cuantas mujeres le pidieron que se lo hiciera. — ¡Uy! Qué grandes se me ven los ojos. — Dijo Maeve Junior mirándose. — Y me gusta el colorete. — Te queda genial, mi vida. No como a mí… Es que casi ni se me ven los frutitos del acebo. — Se quejó Sophia. — Ay, cariño, cosas del pelo rojo, ya lo echarás de menos, ya… — Le dijo entre risas Molly. En esas estaban cuando bajaron Lex, Marcus y Frankie. — ¡PERO MIRA QUÉ GALANES! ¡MÍRALOS, MOLLY! ¡Cuánta gallardía irlandesa! — El suspiro de Larry fue audible. Ella se acercó a Marcus y dejó un beso en su mejilla. — Estás increíble, mi alquimista. — Cogió el prendedor de acebo y lo puso en la solapa de su jersey. — Rowan el alto no defrauda. — Frankie carraspeó a su lado, y tanto él como Lex se pusieron a poner poses. — ¿No estáis mayorcitos para que os tengan que cumplimentar? — Nop. Pero dame el prendedor ese que me lo van a poner. ¡Sophia! Andando que nos vamos. ¡Fergus! ¿Fergus? — Se ha ido del tirón con Sandy antes, ha dicho que le iba a poner guapo. — Señaló Arnold. — Verás… — Los hermanos Lacey salieron, y ellos, por su parte, empezaron a abrigarse y Molly les dio otras dos coronas. Una era doradita con detalles rojos y otra de adornos azules y plateados. Alice se entretuvo en mirarlas mientras las abuelas y sus suegros admiraban el grupo. — Qué bonito es esto… Esto es lo que quiero… — Iba a decir “que aprendan mis hijos”, pero reculó a tiempo. — Vivir para siempre en Navidad. De verdad. — Molly ya estaba con los ojos llorosos. — ¡Ay, mi niña! — Molly la llenó de besos. — Venga, id saliendo, que disfrutéis mucho, hijos. — ¡Dejad a los O’Donnell ingleses bien arriba! — Dijo Larry desde dentro, antes de marcharse.
En la puerta se encontraron con Wendy, Seamus y Pod, esperando. — ¡Ay nos ha tocado la rojita y la azul! Claro, como el tío Larry y la tía Molly, Ravenclaw y Gryffindor. Qué preciosidad. — Exclamó Wendy, llena de energía. — ¿No nos aparecemos? — Preguntó Maeve. — No, vamos andando, y así repasamos villancicos. — Y efectivamente, fue una buena idea, porque tenían una curiosa laguna en aquel tema. Ya llegando, Wendy les recordó. — Y recordad, cuando abran, hay que decir: Nollaig Shona! Que es “feliz Navidad” en gaélico. Y ya ahí cantamos el primer villancico, luego cuando entremos ya cantamos Good king Wenceslas y eso… — Oía jaleillo dentro de la casa, pero Wendy llamó como si nada.
La puerta se abrió, ellos gritaron (no muy coordinadamente) “Nollaig shona”, pero no vieron a nadie. Era porque la que había abierto era Saoirse y les miraba desde su altura, pero el panorama dentro era… — ¡JUNIOR YO TE MATO! — Llegó desde dentro. — Sandy, mujer, si es que te tomas las cosas… — ¡QUÍTAME A ESE BICHO DE ENCIMA! — ¡No, no! Sandy, no te preocupes, son inofensivos, solo tienen muy mal aspecto. — ¡Ruairi! ¡Coge a Crowley que va detrás de Siobhán! Ay, cariñito, ¿cómo le dejas suelto? — Gritaba Niamh, mientras veía a Siobhán corriendo por detrás, con las dos coronas en los brazos, mientras el niffler la perseguía. Claramente el grupo de esa casa aún no había salido y la granja de Ruairi estaba en el habitual caos. Cuando Niamh reparó en ellos, ya le había quitado el augure de encima a Sandy. — ¡Ay, no, no! ¡Cerrad y ahora mismo cuando organicemos esto, hacemos borrón y cuenta nueva y volvéis a entrar! — ¡NIAMH HAY OTRO DIRICAWL DEBAJO DE LA CAMA DE ADA! — Gritó Shannon desde arriba. Lo de organizar iba a tardar.
Alice se pegó hacia Marcus, ya con sus acebos en las manos. — ¡Estamos juntos, mi amor! ¡Qué ganas tengo…! — Seamus también tenía ganas de estar con ellos, por lo visto. Maeve Junior la miró desde el abrazo a Marcus que no soltaba. — Alice… ¿Me puedes pintar un poquito a mi también? — ¡Y a mí! — Pidió Sophia también. Alice miró a Dan, que seguía sobrepasado. — Dan, ¿puedo pintar a tu hija? — El hombre parpadeó y se encogió de hombros. — Creo que en Irlanda no existen las reglas. — ¿YO TAMBIÉN PUEDO? — Saoirse… — ¡Claro que sí! Tú te vienes con la prima Sandy y te arregla. — ¡TOMA! ¡Me voy con la prima, papá! — La cara de Dan era de pánico, claro, pero Niamh se apoyó en su hombro. — Déjalo salir, Dan, déjalo fluir. Vamos a la casa a preparar la corona para nuestros chicos… — No, si ya… — Dijo el hombre. — ¡Hasta luego, hijos! — ¡Adiós, papá! — Despachó Ada, que se había enganchado ya a Ginny. Las otras ni se molestaron, hasta Arnie estaba riéndose y mirando a otros lados.
Al son de Jingle Bells y con Arnie pasando de brazo en brazo, Alice pudo ponerse un vestido de lana roja muy navideño, maquillarse, ponerse la corona, y repetir el proceso con cuantas mujeres le pidieron que se lo hiciera. — ¡Uy! Qué grandes se me ven los ojos. — Dijo Maeve Junior mirándose. — Y me gusta el colorete. — Te queda genial, mi vida. No como a mí… Es que casi ni se me ven los frutitos del acebo. — Se quejó Sophia. — Ay, cariño, cosas del pelo rojo, ya lo echarás de menos, ya… — Le dijo entre risas Molly. En esas estaban cuando bajaron Lex, Marcus y Frankie. — ¡PERO MIRA QUÉ GALANES! ¡MÍRALOS, MOLLY! ¡Cuánta gallardía irlandesa! — El suspiro de Larry fue audible. Ella se acercó a Marcus y dejó un beso en su mejilla. — Estás increíble, mi alquimista. — Cogió el prendedor de acebo y lo puso en la solapa de su jersey. — Rowan el alto no defrauda. — Frankie carraspeó a su lado, y tanto él como Lex se pusieron a poner poses. — ¿No estáis mayorcitos para que os tengan que cumplimentar? — Nop. Pero dame el prendedor ese que me lo van a poner. ¡Sophia! Andando que nos vamos. ¡Fergus! ¿Fergus? — Se ha ido del tirón con Sandy antes, ha dicho que le iba a poner guapo. — Señaló Arnold. — Verás… — Los hermanos Lacey salieron, y ellos, por su parte, empezaron a abrigarse y Molly les dio otras dos coronas. Una era doradita con detalles rojos y otra de adornos azules y plateados. Alice se entretuvo en mirarlas mientras las abuelas y sus suegros admiraban el grupo. — Qué bonito es esto… Esto es lo que quiero… — Iba a decir “que aprendan mis hijos”, pero reculó a tiempo. — Vivir para siempre en Navidad. De verdad. — Molly ya estaba con los ojos llorosos. — ¡Ay, mi niña! — Molly la llenó de besos. — Venga, id saliendo, que disfrutéis mucho, hijos. — ¡Dejad a los O’Donnell ingleses bien arriba! — Dijo Larry desde dentro, antes de marcharse.
En la puerta se encontraron con Wendy, Seamus y Pod, esperando. — ¡Ay nos ha tocado la rojita y la azul! Claro, como el tío Larry y la tía Molly, Ravenclaw y Gryffindor. Qué preciosidad. — Exclamó Wendy, llena de energía. — ¿No nos aparecemos? — Preguntó Maeve. — No, vamos andando, y así repasamos villancicos. — Y efectivamente, fue una buena idea, porque tenían una curiosa laguna en aquel tema. Ya llegando, Wendy les recordó. — Y recordad, cuando abran, hay que decir: Nollaig Shona! Que es “feliz Navidad” en gaélico. Y ya ahí cantamos el primer villancico, luego cuando entremos ya cantamos Good king Wenceslas y eso… — Oía jaleillo dentro de la casa, pero Wendy llamó como si nada.
La puerta se abrió, ellos gritaron (no muy coordinadamente) “Nollaig shona”, pero no vieron a nadie. Era porque la que había abierto era Saoirse y les miraba desde su altura, pero el panorama dentro era… — ¡JUNIOR YO TE MATO! — Llegó desde dentro. — Sandy, mujer, si es que te tomas las cosas… — ¡QUÍTAME A ESE BICHO DE ENCIMA! — ¡No, no! Sandy, no te preocupes, son inofensivos, solo tienen muy mal aspecto. — ¡Ruairi! ¡Coge a Crowley que va detrás de Siobhán! Ay, cariñito, ¿cómo le dejas suelto? — Gritaba Niamh, mientras veía a Siobhán corriendo por detrás, con las dos coronas en los brazos, mientras el niffler la perseguía. Claramente el grupo de esa casa aún no había salido y la granja de Ruairi estaba en el habitual caos. Cuando Niamh reparó en ellos, ya le había quitado el augure de encima a Sandy. — ¡Ay, no, no! ¡Cerrad y ahora mismo cuando organicemos esto, hacemos borrón y cuenta nueva y volvéis a entrar! — ¡NIAMH HAY OTRO DIRICAWL DEBAJO DE LA CAMA DE ADA! — Gritó Shannon desde arriba. Lo de organizar iba a tardar.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
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Ding, dong, merrily on High Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Ni tiempo le dio a celebrar que estaba en el mismo equipo que Alice, porque de repente la chica se vio rodeada de otras con ganas de ser maquilladas. - No me libro de ti. - Dijo Lex a su lado, y Marcus compuso una sonrisa artificial, con los ojos entrecerrados. - Yo también te quiero. - Hizo un gesto con la mano. - Pide cambio de grupo y te vas al rojo con tus dos amiguitos del quidditch. - Lex soltó una carcajada y, mientras se iba a cambiarse, dijo. - No, qué va, no quiero estar ahí... - Le extrañó el comentario, pero Sandy lo escuchó y, al pasar por su lado, dijo con tono meloso. - Si se quiere cambiar me vengo yo contigo, primo. - Marcus se llevó una mano al pecho. - Si es que siempre puedo confiar en ti. - Y la chica soltó una risita musical y se tocó el pelo con glamour, justo antes de llevarse a Saoirse Junior a su terreno para maquillarla. Si es que había personas que se lo ponían en bandeja para sus galanterías.
- Bueno, ¿qué me dices? ¿Nos vamos a ponernos guapos? - Le comentó a Arnie, en sus brazos, y el bebé rio a carcajadas. - Ya me ha sustituido por otro más mono que yo. - Comentó su padre, cómico, lo que le hizo reír y seguir haciendo como que hablaba con el bebé. - Uyyyyy qué celosoooo alguien teme que le quites protagonismo. - Esa batalla ya la he dado por perdida. - Y el bebé reía a carcajadas, como si entendiera algo de lo que se estaba diciendo. Shannon llegó con risitas y se apoyó en el hombro de Arnold. - Míralo. Se ha acostumbrado al jaleo mucho antes que mi marido. - Rieron y la mujer añadió. - Te dejo que le pongas adornitos siempre y cuando te asegures de que no son peligrosos si se los come. - ¡Hecho! - Y ya tenía pensadísimo que iba a colocarle al bebé.
La verdad es que lo primero que hizo fue adornar al bebé, porque estaba siendo reclamado por todos y porque estaba viendo que no le iban a dejar vestirse si no. Le colocó en el peto que llevaba, bien enganchado y con un hechizo resbaladizo para que sus manitas no lo quitaran de su sitio, el broche que Alice le consiguió en la feria de Navidad: una bolita roja luminosa que simulaba la nariz de un reno, cuernos incluidos. En lo que no había caído era en que, al apretarla, sonaba la canción de los Doce días de Navidad. No había calculado bien cómo de buena idea sería eso teniendo en cuenta el ruido que ya de por sí iba con ellos. Se puso un bonito jersey verde con una bufanda roja que tenía reservadísimas para la Navidad y que le venía genial para la dinámica de los equipos y bajó al trote las escaleras, seguido de Lex y Frankie. - Gracias. - Respondió con sonrisa galante al comentario de Alice, viendo cómo le prendía la ramita de acebo en su solapa. - Tú estás preciosa. Como siempre, pero hoy estás preciosamente navideña. - Y apretó su mano con cariño, canalizando en el gesto el gran beso que le gustaría darle. Evidentemente, ni le iba a quitar el cuidado maquillaje, ni iba a dar un espectáculo delante de media Irlanda y parte de América, así que se controló.
Se abrigaron, se prepararon y tomaron las coronas, dedicándose palabras emocionadas con los abuelos y los padres y dando margen de tiempo al resto para salir, y cuando ya lo tuvieron todo, se pusieron rumbo a la primera parada: la granja de Ruairi y Niahm. En la puerta se encontraron con el resto del equipo verde. - ¡Qué ilusión! ¡Jo, estoy hasta emocionada, nunca habíamos hecho esto con tanta gente! - Wendy achuchó en un abrazo a Marcus y a Alice, mientras intentaba agarrar con la mano a Lex, porque ya los tres no cabían. - Muchas gracias, primos ingleses. - Gracias a ti por las mejores Navidades jamás escritas. - Afirmó Marcus, porque estaba convencido de que lo serían. Que Maeve preguntara si no se aparecían le obligó a controlarse fuertemente la risa. Esa pregunta iba a perseguir a todos los irlandeses con cada familiar de fuera que llegara. Fue tomando nota mental de todo lo que Wendy contaba, y entre todos se iban turnando para llevar a Arnie en brazos, hasta que por fin llegaron a su destino.
Lástima que el destino no estaba muy preparado aún para recibirles. Se le abrieron los ojos como platos solo de ver que su estudiadísima y elegante entrada no iba a poder ser ni ejecutada por el escándalo de personas y animales que se escuchaba dentro, y ya estaba temiendo el momento en que alguno le pasara por encima. Cerraron prácticamente en el acto, y Marcus y todos los demás (salvo Wendy, que parecía tan tranquila, y Seamus, a quien hubo que parapetar de no meterse de lleno en la casa) estaban con la respiración agitada. En el silencio, solo se escuchaba el sonido de los doce días de Navidad reproducido desde el broche de Arnie, que debió toquetearlo y activarlo en algún momento. - Bueno. - Suspiró Wendy, encogiéndose de hombros y suspirando. - ¿Nos damos un paseo de mientras? - Marcus parpadeó. - Hace un poco de frío. Y vamos con las coronas. Y con un bebé. - Conociendo a mi familia, yo diría que van a tardar un bueeeeeen rato. - Apuntó Maeve, así que Marcus redirigió. - Vale, vamos entonces de mientras a la otra casa. Tenemos que ir a las dos de todas formas, y tampoco hay prisa, y este equipo ni ha salido. Allí seguro que no va a haber nadie. - Si es que tenían que haber empezado por allí, pero bueno, de toda experiencia se aprendía.
De nuevo, no se aparecieron, sino que fueron andando, y tiraron por un sendero por el que "cortaban camino", pero lo único que hicieron fue desconcentrar a un rebaño de mooncalfs que se puso a seguirles, y enfadar a su correspondiente pastor, mientras Wendy soltaba excusas, se entretenía charlando con él, se quedaba atrás, los mooncalfs se volvían a descordinar, Seamus se quería subir encima de uno, hubo que darle el bebé a Lex, Lex tenía miedo de tropezarse y que se le cayera, se lo quedó Alice, entonces Pod dijo que no podía pasar por cierto terreno sin estropearse los zapatos que estaba entrenando, por lo que ahora Lex cargaba con Pod, un mooncalf se encaprichó de Alice y Arnie, se puso a seguirles, Marcus se quedó con Arnie y Lex dejó a Pod en en suelo y se puso a quitarle a Alice el mooncalf de encima, Maeve se clavó una ortiga en un dedo que se le había enganchado en la ropa al quitársela, Alice se paró a curarla, Wendy se fue por otro camino... Iba a llegar a la granja de Martha y Cerys con una taquicardia. Eso otra, ¿¿por qué le habían tenido que tocar a él dos granjas?? Si su abuela lo había hecho a posta, no tenía ninguna gracia.
Encima el último tramo era cuesta arriba, y de llevar a Arnie en brazos estaba absolutamente ahogado. Se lo dio a Wendy y llegaron a la puerta, y un poco más recompuestos, se reunieron ante la puerta cerrada. - A la de tres. - Susurraron, y hecha la cuenta, llamaron a la puerta y gritaron cuando esta se abrió. - ¡NOLLAIG SHONA! - Con todo su ímpeto (y esta vez un poco más coordinados, menos mal). Wendy, a golpe de varita, comenzó a hacer sonar las primeras notas de una melodía, pero antes de empezar a cantar, Marcus avanzó. - Permítanme, mis bellas damas, que les obsequiemos con un poco de espíritu navideño. - Y dicho esto, empezaron a cantar... apenas una palabra, porque Violet, en la puerta, les cortó. - Wow wow wow. Precioso esto, pero estoy yo sola. - Se les cortó el villancico de golpe y la expresión de las caras se les fue al suelo. - ¿Cómo que tú sola? - Sí, hijo, una pena que las tres pastoras lesbianas se hayan perdido tu alegato medieval, seguro que les hubiera encantado. - Ironizó, y con un gesto, les invitó a entrar, mientras ella se iba hacia el sofá y se tiraba en él poco orgánicamente. Entendió por qué enseguida. - Pasad, anda, que me pilláis pintándome las uñas. - De ahí que se moviera como un pato y descalza y que llevara las manos tan estiradas. - Son muy bonitas, Violet. Muy navideñas. - Gracias, majo. - Pod puso la sonrisita orgullosa de quien ha hecho la buena obra del día. Wendy dejó a Arnie en el suelo, que empezó a mirar todo su alrededor con curiosidad. - ¿¿Cómo que estás sola?? - Lo que oyes, ricura. Aquí me tienen de mujer florero. - Hizo un gesto con la mano. - Tu hermana se ha ido con mi chica, que me la tiene robadísima, a enseñarle yo que sé, mira, ni me he enterado, y su claramente no-novia anda por ahí con las ovejas. ¿Pero es que encima sabéis qué? Mira. - Señaló con un gesto a la cocina y Wendy exclamó una aspiración. - ¡¡Pero has encerrado a Pequitas!! - ¿¿Encerrado yo?? ¡Me tiene encerrada ella a mí! ¡Tú no sabes lo que es intentar preparar un desayuno con eso! - Uy, que no. - Contestó Wendy, y rápidamente sacó la varita e inhabilitó el hechizo de barrotes que Violet había lanzado para separar una estancia de la otra. La enorme vaca mugió con ganas. - ¿Por qué hay una vaca en la cocina? - Preguntó Lex, sin dar crédito. Violet dijo. - Esa es una excelente pregunta. -
Wendy ya tuvo suficiente. - ¡¡ES QUE NO SE PUEDE HACER ALGO BONITO EN ESTA FAMILIA!! ¡¡Y DELANTE DE LOS PRIMOS!! ¡¡QUÉ VERGÜENZA!! ¡Me va a oír mi hermana, vamos! - Y, rauda, salió de la casa. Marcus puso cara de desconcierto. - ¡Wen! ¡Espera! - ¡Ay! Que os dejáis a Arnie. - Se apuró Maeve, cogiendo al bebé en brazos y todos salieron en tropel detrás de Wendy. - ¡¡WEN!! ¿Dónde vas? - ¡Le pienso cantar los villancicos en medio del prado si hace falta! - Respondió, mientras todos la seguían al trote. - ¡Alice! ¡Sobri! ¡Lánzame el hechizo de secado de uñas! ¡Que yo esto no me lo pierdo! ¡¡OYE, ESPERADME!! ¡Malditos seáis todos! ¡¡ALICE!! ¡¡QUE ME DEBES MEDIA VIDA!! - Gritaba Violet, que apenas podía pasar de la puerta con las uñas de los pies aún mojadas, por lo que Alice debió apiadarse y quedarse detrás en algún momento. - ¡Seamus! ¡Aquí! - Ordenó Marcus, porque estaba viendo al niño a carcajada limpia y pegando saltos por ahí, y ya lo que le faltaba era que se perdiera. - ¡Pero cómo corre! - Se sorprendió Lex, y no es que Wendy corriera tanto, es que definitivamente estaba mucho más acostumbrada a subir laderas que ellos.
- ¡¡MARTHA!! - Chilló, porque la divisó a lo lejos... Hizo mal. El chillido espantó lo que estaban viendo, y ahora tenían un nubarrón de billywigs desperdigados por ahí y haciendo un infernal sonido de zumbidos. Algunos se fueron hacia ellos, y Maeve, con un gritito, se lanzó al suelo para hacer de caparazón protector del bebé. - ¡Tranquilos! ¡No hacen nada! - Gritó Erin, yendo hacia ellos, mientras Martha, indignada, respondió a Wendy. - ¿¿Pero qué haces?? ¿Por qué gritas? ¿No ves que son muy sensibles? - ¿Dónde está Cerys? - ¡Con las cabras! - ¡¿Y POR QUÉ NO ESTÁIS EN CASA?! - ¡¡Porque alguien tiene que revisar el enjambre de billywigs y pastorear las cabras! - ¡¡ES QUE SIEMPRE ESTÁIS IGUAL!! - ¡¡VIVIMOS EN UNA GRANJA, WEN!! - ¡¡CABRITAS!! - Chilló Seamus, y cuando se quisieron dar cuenta, un rebaño de casi un centenar de cabras iba hacia ellos, con Cerys detrás, haciendo ruidos para reconducir que no estaban teniendo mucho éxito. - ¡Vamos para casa! - Ordenó Martha en mitad del caos, pero entonces llegó Violet corriendo. - ¿¿Vivi?? ¿Qué haces aquí? - Preguntó Erin. - Yo también me alegro de verte, preciosa... - ¡¡LA VACA!! - Precisó. - Ay, Dios. - Martha salió corriendo, y al girarse, vieron a Pequitas, desorientada, abandonar la casa sin rumbo fijo. - ¡¡NOOOO!! ¡¡NOOOO!! ¡¡¡EEEEPA, SOOOOO!!! - ¡Erin! ¡Llama a Sparkles! - Pidió Cerys a gritos, y su tía se llevó los dedos a los labios y, con un fuerte silbido, a los pocos segundos, apareció un perro gigantesco por allí, ladrando y trotando y alborotando a las cabras, que empezaron a reordenarse. - Me estoy volviendo loco con eso. - Dijo entonces Lex, tenso, y cuando vio dónde señalaba su mirada pareció captar el ruido, que se había incorporado al caos y ni lo notaba: el broche de Arnie no había dejado de reproducir la musiquita enlatada de los doce días de Navidad prácticamente desde que salieron de la casa. Lanzó un hechizo rápido y el broche enmudeció... pero Arnie puso un puchero instantáneo. Ay, no. - ¡Mira! ¡Cabritas! - Intentó distraer, pero al bebé no le había hecho ninguna gracia que boicotearan su juguete y empezó a llorar a pleno pulmón. - Noooo mi niñito precioso, ¿qué te han hecho? ¿Te han quitado la música? - Wendy tomó a Arnie de los brazos de Maeve y empezó a mecerlo... y a cantarle la canción. - "¡En el primer día de Navidad mi amor me entregó, una perdiz en un peral! ¡¡TRRUUUUMM!! ¡En el segundo día de Navidad mi amor me entregó...!" - Marcus y Lex se miraron. - Esto es peor. - Masculló su hermano. Marcus se encogió de hombros. - "¡TRRRUMPUMPUM! ¡En el tercer día de Navidad...!" -
- ¡¡BUENO A VER!! - Apareció Martha por allí. En algún momento y sin saber cómo, Erin había reconducido la nube de billywigs hasta un árbol cercano, y Cerys también se había hecho de nuevo con el control de las cabras. - Vamos a... ¡Wen, calla, por el amor de Eire! - Wendy enmudeció. A Marcus se le iba a salir el corazón por la boca. - Ya iba por el once... - Vamos a casa, anda. - Pidió la mujer, con un resoplido, y se encaminaron todos de vuelta a casa. Cerys fue la última en llegar, y todo el ruido pareció quedar mucho más silencioso. Marcus sentía que estaba ya para acostarse. - ¿Qué hacéis...? - Empezó Martha, y entonces reparó en las coronas que llevaban. Alzó los brazos y los dejó caer. - La tradición. Siempre se me olvida. - Jolín, hermana, qué poco entusiasmo. - Se quejó Wendy. Erin parpadeó. - ¿Se sigue haciendo lo de ir con las coronas a las casas? - Negó. - Me moría de la vergüenza haciéndolo... Siempre acababa escondida detrás de mi hermano. - Marcus se frotó la cara. - Yo ya no sé ni por dónde íbamos... - ¡Vale! Salimos, cerramos la puerta y empezamos de nuevo. - Propuso Wendy, al igual que había pasado en la otra casa. Nada, no lo había podido evitar. Violet rio con malicia y dijo. - Eso, sobrino, repite tu entrada triunfal, que les va a encantar. - Marcus la miró mal. A ver si le salía el feliz Navidad siquiera.
- Bueno, ¿qué me dices? ¿Nos vamos a ponernos guapos? - Le comentó a Arnie, en sus brazos, y el bebé rio a carcajadas. - Ya me ha sustituido por otro más mono que yo. - Comentó su padre, cómico, lo que le hizo reír y seguir haciendo como que hablaba con el bebé. - Uyyyyy qué celosoooo alguien teme que le quites protagonismo. - Esa batalla ya la he dado por perdida. - Y el bebé reía a carcajadas, como si entendiera algo de lo que se estaba diciendo. Shannon llegó con risitas y se apoyó en el hombro de Arnold. - Míralo. Se ha acostumbrado al jaleo mucho antes que mi marido. - Rieron y la mujer añadió. - Te dejo que le pongas adornitos siempre y cuando te asegures de que no son peligrosos si se los come. - ¡Hecho! - Y ya tenía pensadísimo que iba a colocarle al bebé.
La verdad es que lo primero que hizo fue adornar al bebé, porque estaba siendo reclamado por todos y porque estaba viendo que no le iban a dejar vestirse si no. Le colocó en el peto que llevaba, bien enganchado y con un hechizo resbaladizo para que sus manitas no lo quitaran de su sitio, el broche que Alice le consiguió en la feria de Navidad: una bolita roja luminosa que simulaba la nariz de un reno, cuernos incluidos. En lo que no había caído era en que, al apretarla, sonaba la canción de los Doce días de Navidad. No había calculado bien cómo de buena idea sería eso teniendo en cuenta el ruido que ya de por sí iba con ellos. Se puso un bonito jersey verde con una bufanda roja que tenía reservadísimas para la Navidad y que le venía genial para la dinámica de los equipos y bajó al trote las escaleras, seguido de Lex y Frankie. - Gracias. - Respondió con sonrisa galante al comentario de Alice, viendo cómo le prendía la ramita de acebo en su solapa. - Tú estás preciosa. Como siempre, pero hoy estás preciosamente navideña. - Y apretó su mano con cariño, canalizando en el gesto el gran beso que le gustaría darle. Evidentemente, ni le iba a quitar el cuidado maquillaje, ni iba a dar un espectáculo delante de media Irlanda y parte de América, así que se controló.
Se abrigaron, se prepararon y tomaron las coronas, dedicándose palabras emocionadas con los abuelos y los padres y dando margen de tiempo al resto para salir, y cuando ya lo tuvieron todo, se pusieron rumbo a la primera parada: la granja de Ruairi y Niahm. En la puerta se encontraron con el resto del equipo verde. - ¡Qué ilusión! ¡Jo, estoy hasta emocionada, nunca habíamos hecho esto con tanta gente! - Wendy achuchó en un abrazo a Marcus y a Alice, mientras intentaba agarrar con la mano a Lex, porque ya los tres no cabían. - Muchas gracias, primos ingleses. - Gracias a ti por las mejores Navidades jamás escritas. - Afirmó Marcus, porque estaba convencido de que lo serían. Que Maeve preguntara si no se aparecían le obligó a controlarse fuertemente la risa. Esa pregunta iba a perseguir a todos los irlandeses con cada familiar de fuera que llegara. Fue tomando nota mental de todo lo que Wendy contaba, y entre todos se iban turnando para llevar a Arnie en brazos, hasta que por fin llegaron a su destino.
Lástima que el destino no estaba muy preparado aún para recibirles. Se le abrieron los ojos como platos solo de ver que su estudiadísima y elegante entrada no iba a poder ser ni ejecutada por el escándalo de personas y animales que se escuchaba dentro, y ya estaba temiendo el momento en que alguno le pasara por encima. Cerraron prácticamente en el acto, y Marcus y todos los demás (salvo Wendy, que parecía tan tranquila, y Seamus, a quien hubo que parapetar de no meterse de lleno en la casa) estaban con la respiración agitada. En el silencio, solo se escuchaba el sonido de los doce días de Navidad reproducido desde el broche de Arnie, que debió toquetearlo y activarlo en algún momento. - Bueno. - Suspiró Wendy, encogiéndose de hombros y suspirando. - ¿Nos damos un paseo de mientras? - Marcus parpadeó. - Hace un poco de frío. Y vamos con las coronas. Y con un bebé. - Conociendo a mi familia, yo diría que van a tardar un bueeeeeen rato. - Apuntó Maeve, así que Marcus redirigió. - Vale, vamos entonces de mientras a la otra casa. Tenemos que ir a las dos de todas formas, y tampoco hay prisa, y este equipo ni ha salido. Allí seguro que no va a haber nadie. - Si es que tenían que haber empezado por allí, pero bueno, de toda experiencia se aprendía.
De nuevo, no se aparecieron, sino que fueron andando, y tiraron por un sendero por el que "cortaban camino", pero lo único que hicieron fue desconcentrar a un rebaño de mooncalfs que se puso a seguirles, y enfadar a su correspondiente pastor, mientras Wendy soltaba excusas, se entretenía charlando con él, se quedaba atrás, los mooncalfs se volvían a descordinar, Seamus se quería subir encima de uno, hubo que darle el bebé a Lex, Lex tenía miedo de tropezarse y que se le cayera, se lo quedó Alice, entonces Pod dijo que no podía pasar por cierto terreno sin estropearse los zapatos que estaba entrenando, por lo que ahora Lex cargaba con Pod, un mooncalf se encaprichó de Alice y Arnie, se puso a seguirles, Marcus se quedó con Arnie y Lex dejó a Pod en en suelo y se puso a quitarle a Alice el mooncalf de encima, Maeve se clavó una ortiga en un dedo que se le había enganchado en la ropa al quitársela, Alice se paró a curarla, Wendy se fue por otro camino... Iba a llegar a la granja de Martha y Cerys con una taquicardia. Eso otra, ¿¿por qué le habían tenido que tocar a él dos granjas?? Si su abuela lo había hecho a posta, no tenía ninguna gracia.
Encima el último tramo era cuesta arriba, y de llevar a Arnie en brazos estaba absolutamente ahogado. Se lo dio a Wendy y llegaron a la puerta, y un poco más recompuestos, se reunieron ante la puerta cerrada. - A la de tres. - Susurraron, y hecha la cuenta, llamaron a la puerta y gritaron cuando esta se abrió. - ¡NOLLAIG SHONA! - Con todo su ímpeto (y esta vez un poco más coordinados, menos mal). Wendy, a golpe de varita, comenzó a hacer sonar las primeras notas de una melodía, pero antes de empezar a cantar, Marcus avanzó. - Permítanme, mis bellas damas, que les obsequiemos con un poco de espíritu navideño. - Y dicho esto, empezaron a cantar... apenas una palabra, porque Violet, en la puerta, les cortó. - Wow wow wow. Precioso esto, pero estoy yo sola. - Se les cortó el villancico de golpe y la expresión de las caras se les fue al suelo. - ¿Cómo que tú sola? - Sí, hijo, una pena que las tres pastoras lesbianas se hayan perdido tu alegato medieval, seguro que les hubiera encantado. - Ironizó, y con un gesto, les invitó a entrar, mientras ella se iba hacia el sofá y se tiraba en él poco orgánicamente. Entendió por qué enseguida. - Pasad, anda, que me pilláis pintándome las uñas. - De ahí que se moviera como un pato y descalza y que llevara las manos tan estiradas. - Son muy bonitas, Violet. Muy navideñas. - Gracias, majo. - Pod puso la sonrisita orgullosa de quien ha hecho la buena obra del día. Wendy dejó a Arnie en el suelo, que empezó a mirar todo su alrededor con curiosidad. - ¿¿Cómo que estás sola?? - Lo que oyes, ricura. Aquí me tienen de mujer florero. - Hizo un gesto con la mano. - Tu hermana se ha ido con mi chica, que me la tiene robadísima, a enseñarle yo que sé, mira, ni me he enterado, y su claramente no-novia anda por ahí con las ovejas. ¿Pero es que encima sabéis qué? Mira. - Señaló con un gesto a la cocina y Wendy exclamó una aspiración. - ¡¡Pero has encerrado a Pequitas!! - ¿¿Encerrado yo?? ¡Me tiene encerrada ella a mí! ¡Tú no sabes lo que es intentar preparar un desayuno con eso! - Uy, que no. - Contestó Wendy, y rápidamente sacó la varita e inhabilitó el hechizo de barrotes que Violet había lanzado para separar una estancia de la otra. La enorme vaca mugió con ganas. - ¿Por qué hay una vaca en la cocina? - Preguntó Lex, sin dar crédito. Violet dijo. - Esa es una excelente pregunta. -
Wendy ya tuvo suficiente. - ¡¡ES QUE NO SE PUEDE HACER ALGO BONITO EN ESTA FAMILIA!! ¡¡Y DELANTE DE LOS PRIMOS!! ¡¡QUÉ VERGÜENZA!! ¡Me va a oír mi hermana, vamos! - Y, rauda, salió de la casa. Marcus puso cara de desconcierto. - ¡Wen! ¡Espera! - ¡Ay! Que os dejáis a Arnie. - Se apuró Maeve, cogiendo al bebé en brazos y todos salieron en tropel detrás de Wendy. - ¡¡WEN!! ¿Dónde vas? - ¡Le pienso cantar los villancicos en medio del prado si hace falta! - Respondió, mientras todos la seguían al trote. - ¡Alice! ¡Sobri! ¡Lánzame el hechizo de secado de uñas! ¡Que yo esto no me lo pierdo! ¡¡OYE, ESPERADME!! ¡Malditos seáis todos! ¡¡ALICE!! ¡¡QUE ME DEBES MEDIA VIDA!! - Gritaba Violet, que apenas podía pasar de la puerta con las uñas de los pies aún mojadas, por lo que Alice debió apiadarse y quedarse detrás en algún momento. - ¡Seamus! ¡Aquí! - Ordenó Marcus, porque estaba viendo al niño a carcajada limpia y pegando saltos por ahí, y ya lo que le faltaba era que se perdiera. - ¡Pero cómo corre! - Se sorprendió Lex, y no es que Wendy corriera tanto, es que definitivamente estaba mucho más acostumbrada a subir laderas que ellos.
- ¡¡MARTHA!! - Chilló, porque la divisó a lo lejos... Hizo mal. El chillido espantó lo que estaban viendo, y ahora tenían un nubarrón de billywigs desperdigados por ahí y haciendo un infernal sonido de zumbidos. Algunos se fueron hacia ellos, y Maeve, con un gritito, se lanzó al suelo para hacer de caparazón protector del bebé. - ¡Tranquilos! ¡No hacen nada! - Gritó Erin, yendo hacia ellos, mientras Martha, indignada, respondió a Wendy. - ¿¿Pero qué haces?? ¿Por qué gritas? ¿No ves que son muy sensibles? - ¿Dónde está Cerys? - ¡Con las cabras! - ¡¿Y POR QUÉ NO ESTÁIS EN CASA?! - ¡¡Porque alguien tiene que revisar el enjambre de billywigs y pastorear las cabras! - ¡¡ES QUE SIEMPRE ESTÁIS IGUAL!! - ¡¡VIVIMOS EN UNA GRANJA, WEN!! - ¡¡CABRITAS!! - Chilló Seamus, y cuando se quisieron dar cuenta, un rebaño de casi un centenar de cabras iba hacia ellos, con Cerys detrás, haciendo ruidos para reconducir que no estaban teniendo mucho éxito. - ¡Vamos para casa! - Ordenó Martha en mitad del caos, pero entonces llegó Violet corriendo. - ¿¿Vivi?? ¿Qué haces aquí? - Preguntó Erin. - Yo también me alegro de verte, preciosa... - ¡¡LA VACA!! - Precisó. - Ay, Dios. - Martha salió corriendo, y al girarse, vieron a Pequitas, desorientada, abandonar la casa sin rumbo fijo. - ¡¡NOOOO!! ¡¡NOOOO!! ¡¡¡EEEEPA, SOOOOO!!! - ¡Erin! ¡Llama a Sparkles! - Pidió Cerys a gritos, y su tía se llevó los dedos a los labios y, con un fuerte silbido, a los pocos segundos, apareció un perro gigantesco por allí, ladrando y trotando y alborotando a las cabras, que empezaron a reordenarse. - Me estoy volviendo loco con eso. - Dijo entonces Lex, tenso, y cuando vio dónde señalaba su mirada pareció captar el ruido, que se había incorporado al caos y ni lo notaba: el broche de Arnie no había dejado de reproducir la musiquita enlatada de los doce días de Navidad prácticamente desde que salieron de la casa. Lanzó un hechizo rápido y el broche enmudeció... pero Arnie puso un puchero instantáneo. Ay, no. - ¡Mira! ¡Cabritas! - Intentó distraer, pero al bebé no le había hecho ninguna gracia que boicotearan su juguete y empezó a llorar a pleno pulmón. - Noooo mi niñito precioso, ¿qué te han hecho? ¿Te han quitado la música? - Wendy tomó a Arnie de los brazos de Maeve y empezó a mecerlo... y a cantarle la canción. - "¡En el primer día de Navidad mi amor me entregó, una perdiz en un peral! ¡¡TRRUUUUMM!! ¡En el segundo día de Navidad mi amor me entregó...!" - Marcus y Lex se miraron. - Esto es peor. - Masculló su hermano. Marcus se encogió de hombros. - "¡TRRRUMPUMPUM! ¡En el tercer día de Navidad...!" -
- ¡¡BUENO A VER!! - Apareció Martha por allí. En algún momento y sin saber cómo, Erin había reconducido la nube de billywigs hasta un árbol cercano, y Cerys también se había hecho de nuevo con el control de las cabras. - Vamos a... ¡Wen, calla, por el amor de Eire! - Wendy enmudeció. A Marcus se le iba a salir el corazón por la boca. - Ya iba por el once... - Vamos a casa, anda. - Pidió la mujer, con un resoplido, y se encaminaron todos de vuelta a casa. Cerys fue la última en llegar, y todo el ruido pareció quedar mucho más silencioso. Marcus sentía que estaba ya para acostarse. - ¿Qué hacéis...? - Empezó Martha, y entonces reparó en las coronas que llevaban. Alzó los brazos y los dejó caer. - La tradición. Siempre se me olvida. - Jolín, hermana, qué poco entusiasmo. - Se quejó Wendy. Erin parpadeó. - ¿Se sigue haciendo lo de ir con las coronas a las casas? - Negó. - Me moría de la vergüenza haciéndolo... Siempre acababa escondida detrás de mi hermano. - Marcus se frotó la cara. - Yo ya no sé ni por dónde íbamos... - ¡Vale! Salimos, cerramos la puerta y empezamos de nuevo. - Propuso Wendy, al igual que había pasado en la otra casa. Nada, no lo había podido evitar. Violet rio con malicia y dijo. - Eso, sobrino, repite tu entrada triunfal, que les va a encantar. - Marcus la miró mal. A ver si le salía el feliz Navidad siquiera.
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Ivanka
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Ding, dong, merrily on High Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
La situación estaba, como mínimo, descontrolada, especialmente para los ingleses, porque los irlandeses parecían muy acostumbrados a ese caos y los americanos estaban encantados en general, especialmente Arnie, que menuda idea la de su novio de darle el brochecito con la canción. Finalmente, se impuso el sentido común, y decidieron irse hacia la otra granja. Lo malo es que los paseos por Ballyknow siempre acababan así, siendo más largos de lo debido, y ya si encima se ponía a perseguirla un mooncalf… — Es porque eres la luna, y les encanta. — Dijo Maeve con una sonrisa, aunque aún llorosa por la ortiga. Habría que ver cómo llegaban a la granja. Si es que llegaban, porque perder a Wendy ya era lo que les faltaba.
Parecía que el espíritu más o menos se mantenía (no así el resuello, al menos por parte de los no irlandeses, porque Seamus subió unas cuatro veces el camino, a base de correr hasta mucho por delante y tener que volver a donde estaban, para repetir el mismo proceso otra vez). Pero, cuando por fin pudieron llamar a la puerta y hacer las cosas bien, su tata les paró los pies. Ahí ya Alice suspiró. — Mira que lo ha dicho tu padre… — Le susurró a Marcus. Solo a Molly se le ocurría mandarles a casa de gente como Martha y Erin sin avisar. Y la otra pintándose las uñas, Maeve se reía por lo bajini y Pod no sabía ni dónde mirar de lo poco protocolario que era todo. Cuando dijo lo de Pequitas, Alice se imaginó por dónde iban los tiros. — Ay, por Merlín, tata… — Se pasó la mano con un suspiro por la cara. Claro que también, las otras, tener a la vaca por ahí… Vamos, que Wendy ni se lo pensó antes de quitarle el hechizo. Iba a suspirar tantas veces que se iba a desinflar.
Y, como siempre en Irlanda, antes de que pudiera darse cuenta, habían tomado una decisión todos, entre gritos, y habían salido corriendo. Se giró hacia Vivi y ya estalló. — ¡Ay, tata! Shhh calla ya. Qué escandalosa eres, ¿no te parece que tenemos suficiente? — ¿Pero me lo echas? — Con su enésimo suspiro del día, sacó la varita y, mientras encantaba las uñas de su tía dijo. — Y córtate un poco con lo de las pastoras lesbianas y todo eso y… ¡AY, PEQUITAS, QUITA! — La vaca se le había asomado por el hombro y ella se sacudió mientras intentaba mantener el hechizo. Su tata se partía de risa. — Si me hacen jurar que algún día vería esta escena… — Alice la miró malamente. — Que te cortes con eso, porque Martha y Cerys nunca han dicho que sean pareja. Y a ti te costó lo tuyo serlo con Erin, así que haz el favor de… — Pero su tata la interrumpió una vez más, dándole en el brazo, y luego señalando a su espalda. Pod estaba sentadito con cara de pena en un escalón. — ¡Ay, mi niño! ¿Qué te pasa? — El niño sorbió un poquito y sacó un pucherito. — Yo quería que vosotros, que venís de fuera, pudierais disfrutar de una Navidad irlandesa completa, pero es que todos son un desastre, y ahora vuestra primera Navidad aquí está arruinada y el primo Marcus pensará… — ¡UY, CARIÑO! El primo Marcus se ha casado con los Gallia, el caos le po… Le chifla. — Intervino Vivi. Él la miró con los ojos brillosos. — ¿El primo Marcus se ha casado? — Es una forma de hablar. — Aclaró ella, mientras le pasaba el abrigo y las botas a su tata para ir a por los demás. — Pero la prima Alice es también muy ordenada y cumplida, sabe hacer todos los protocolos… — ¡UY SI YO TE CONTARA! Ven, ven con la tata Vivi, primor, que te voy a contar tropelías de esta… — Y sin más, se llevó a Pod para fuera, y no le quedó más remedio que seguirles.
El panorama fuera seguía fuera de control. Para cuando les vio, había una plaga de algo que no reconoció, por lo que Maeve estaba gritando, Arnie alterado, y cuando llegaron, y aquel enjambre estaba controlado, los gritos la acosaron de nuevo. — Ay, la dichosa vaca… — Dijo tapándose la cara de nuevo. — Tranquila, prima, nada que mi abuela no haya hecho mil veces, deja a los animales de la tita sueltos siempre. — Afortunadamente, los animales se disiparon y Martha pareció caer en su papel en todo eso. Ella, por su parte se acercó a coger a Arnie para favorecer que Wendy dejara de berrear más que el bebé y, con gozo, se dio cuenta de que el renito había sido silenciado.
Por fin, y a pesar de la falta de entusiasmo de Martha y Erin, se acercaron a la puerta y, después de dejarles un par de minutos de preparación, llamaron. Esa vez acudieron todas, por las pisadas que se oían, y Vivi gritó. — ¡Ay! ¿Quién será en plena mañana de Nochebuena? ¡Menos mal que nos ha pillado aquí a todas! — Vivi, ya con el pitorreito… — Se le oía a Erin. Abrieron la puerta y el Nollaig Shona salió perfecto y cantaron el primer villancico. — ¡Venga, pasad! A ver si os gusta la sorpresa. — Dijo Cerys con una sonrisa desde detrás. Pequitas había vuelto a su lugar, dentro de la cocina, y tenía espumillón puesto entre los cuernos y una estrella en medio, y le dio por mugir en el momento perfecto cuando entraron. — Feliz Navidad a ti también, guapa. — Dijo Wendy adorablemente, tirándole un beso al animal. — Anda, pasad, que tengo el chocolate haciéndose y hay pastel de tres leches. Agardecédselo a Pequitas.— Y ante la perspectiva de estar al fuego del hogar y tomando chocolate calentito, les mejoró el humor a todos. — Bueno, ¿qué corona os quedáis? Tenemos un villancico distinto para cada. — Informó Pod con tono de comercial. — A mí la roja siempre me ha gustado más. — Señaló Martha. — A mí también. Gryffindor, supongo. — Dijo Erin. — Yo voy con el pelo de mi señora. — Dijo su tata, señalando la roja también. Cerys chasqueó la lengua. — Me ganan por mayoría, pero el año que viene nadie me separa de la azulita… —
Parecía que el espíritu más o menos se mantenía (no así el resuello, al menos por parte de los no irlandeses, porque Seamus subió unas cuatro veces el camino, a base de correr hasta mucho por delante y tener que volver a donde estaban, para repetir el mismo proceso otra vez). Pero, cuando por fin pudieron llamar a la puerta y hacer las cosas bien, su tata les paró los pies. Ahí ya Alice suspiró. — Mira que lo ha dicho tu padre… — Le susurró a Marcus. Solo a Molly se le ocurría mandarles a casa de gente como Martha y Erin sin avisar. Y la otra pintándose las uñas, Maeve se reía por lo bajini y Pod no sabía ni dónde mirar de lo poco protocolario que era todo. Cuando dijo lo de Pequitas, Alice se imaginó por dónde iban los tiros. — Ay, por Merlín, tata… — Se pasó la mano con un suspiro por la cara. Claro que también, las otras, tener a la vaca por ahí… Vamos, que Wendy ni se lo pensó antes de quitarle el hechizo. Iba a suspirar tantas veces que se iba a desinflar.
Y, como siempre en Irlanda, antes de que pudiera darse cuenta, habían tomado una decisión todos, entre gritos, y habían salido corriendo. Se giró hacia Vivi y ya estalló. — ¡Ay, tata! Shhh calla ya. Qué escandalosa eres, ¿no te parece que tenemos suficiente? — ¿Pero me lo echas? — Con su enésimo suspiro del día, sacó la varita y, mientras encantaba las uñas de su tía dijo. — Y córtate un poco con lo de las pastoras lesbianas y todo eso y… ¡AY, PEQUITAS, QUITA! — La vaca se le había asomado por el hombro y ella se sacudió mientras intentaba mantener el hechizo. Su tata se partía de risa. — Si me hacen jurar que algún día vería esta escena… — Alice la miró malamente. — Que te cortes con eso, porque Martha y Cerys nunca han dicho que sean pareja. Y a ti te costó lo tuyo serlo con Erin, así que haz el favor de… — Pero su tata la interrumpió una vez más, dándole en el brazo, y luego señalando a su espalda. Pod estaba sentadito con cara de pena en un escalón. — ¡Ay, mi niño! ¿Qué te pasa? — El niño sorbió un poquito y sacó un pucherito. — Yo quería que vosotros, que venís de fuera, pudierais disfrutar de una Navidad irlandesa completa, pero es que todos son un desastre, y ahora vuestra primera Navidad aquí está arruinada y el primo Marcus pensará… — ¡UY, CARIÑO! El primo Marcus se ha casado con los Gallia, el caos le po… Le chifla. — Intervino Vivi. Él la miró con los ojos brillosos. — ¿El primo Marcus se ha casado? — Es una forma de hablar. — Aclaró ella, mientras le pasaba el abrigo y las botas a su tata para ir a por los demás. — Pero la prima Alice es también muy ordenada y cumplida, sabe hacer todos los protocolos… — ¡UY SI YO TE CONTARA! Ven, ven con la tata Vivi, primor, que te voy a contar tropelías de esta… — Y sin más, se llevó a Pod para fuera, y no le quedó más remedio que seguirles.
El panorama fuera seguía fuera de control. Para cuando les vio, había una plaga de algo que no reconoció, por lo que Maeve estaba gritando, Arnie alterado, y cuando llegaron, y aquel enjambre estaba controlado, los gritos la acosaron de nuevo. — Ay, la dichosa vaca… — Dijo tapándose la cara de nuevo. — Tranquila, prima, nada que mi abuela no haya hecho mil veces, deja a los animales de la tita sueltos siempre. — Afortunadamente, los animales se disiparon y Martha pareció caer en su papel en todo eso. Ella, por su parte se acercó a coger a Arnie para favorecer que Wendy dejara de berrear más que el bebé y, con gozo, se dio cuenta de que el renito había sido silenciado.
Por fin, y a pesar de la falta de entusiasmo de Martha y Erin, se acercaron a la puerta y, después de dejarles un par de minutos de preparación, llamaron. Esa vez acudieron todas, por las pisadas que se oían, y Vivi gritó. — ¡Ay! ¿Quién será en plena mañana de Nochebuena? ¡Menos mal que nos ha pillado aquí a todas! — Vivi, ya con el pitorreito… — Se le oía a Erin. Abrieron la puerta y el Nollaig Shona salió perfecto y cantaron el primer villancico. — ¡Venga, pasad! A ver si os gusta la sorpresa. — Dijo Cerys con una sonrisa desde detrás. Pequitas había vuelto a su lugar, dentro de la cocina, y tenía espumillón puesto entre los cuernos y una estrella en medio, y le dio por mugir en el momento perfecto cuando entraron. — Feliz Navidad a ti también, guapa. — Dijo Wendy adorablemente, tirándole un beso al animal. — Anda, pasad, que tengo el chocolate haciéndose y hay pastel de tres leches. Agardecédselo a Pequitas.— Y ante la perspectiva de estar al fuego del hogar y tomando chocolate calentito, les mejoró el humor a todos. — Bueno, ¿qué corona os quedáis? Tenemos un villancico distinto para cada. — Informó Pod con tono de comercial. — A mí la roja siempre me ha gustado más. — Señaló Martha. — A mí también. Gryffindor, supongo. — Dijo Erin. — Yo voy con el pelo de mi señora. — Dijo su tata, señalando la roja también. Cerys chasqueó la lengua. — Me ganan por mayoría, pero el año que viene nadie me separa de la azulita… —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- 16 de enero de 2002:
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Ding, dong, merrily on High Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
A pesar de estar con la ansiedad por las nubes, tras un ratito reorganizándose en la puerta, consiguieron hacer otra entrada estupenda. Resultó que las mujeres, en esos escasos minutos, habían preparado una sorpresa que resultó ser la vaca decorada de Navidad, y no pudo evitar reír a carcajadas. Igual se había vuelto loco de remate.
Eso sí, el chocolate calentito y la tarta le supieron a gloria, tanto que, después de un ratito sentados, riendo y comiendo, se puso en pie de un salto y dijo. - ¡Bueno! Hemos venido con un cometido ¿no? ¿Quién me ayuda a colocar esa corona en la puerta? - Pod, Seamus y Maeve se atropellaron con los "yoes", pero lo cierto es que fueron todos a la puerta. - ¡Ay, espera! ¡Que traigo la cámara! - Dijo Vivi, quien de un salto fue a buscarla y volvió con ella. - ¡Venga! Que hay que inmortalizar este momento. - Y, entre risas, intentaron recolocarse todos junto a la puerta, corona en mano, colocándola. - Gritad algo guay. - ¡EQUIPO VERDE! - Gritaron desincronizadamente, pero al menos todos estaban de acuerdo con la consigna. Menos mal que las fotos mágicas eran en movimiento, porque nadie se había estado quieto un segundo, no paraban de reír y de intentar sujetar la corona entre todos.
Ya puesta, volvieron al interior de la casa, y Lex se dirigió a Pequitas con Arnie en brazos y Seamus junto a él. El segundo le pidió que le montara a lomos de la vaca, y por supuesto al bebé se le antojó, por lo que hicieron más fotos, estas de Seamus sobre Pequitas y Arnie montado tras él, sujeto por Lex, felicísimo. - Qué bonito tener animales siempre por aquí. - Comentó Maeve, adorablemente. - En Long Island es muy difícil verlos. Nosotros estamos en una zona tranquila, pero aun así, solo hay casitas, no granjas. Nueva York no es mucho de eso. - Pod se sentó a su lado y le preguntó, contento. - ¿Cómo es Nueva York? - Es muy grande. Hay un poco de ruido, y los edificios son altísimos, y siempre hay luces por todas partes, incluso de noche parece de día. Y los magos y los nomags estamos mezclados. - ¿Qué es nomag? - Preguntó el niño. - Los que no hacen magia. Marcus y Alice les llaman muggles, creo. - ¡Ah, muggles! Sí, aquí les llamamos así. ¿Y estáis todos juntos? ¿Y qué pasa con el secreto mágico? - No sé muy bien cómo lo hacemos, pero nos las ingeniamos para que no se note. Bueno, yo ni siquiera hago magia, pero me refiero a que la gente... - Marcus estaba tan embobado escuchando a los dos niños hablar que no se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que sintió algo húmedo en su mano. Dio tal salto que lanzó el plato y lo poco que quedaba de tarta por los aires. - ¡Inmobilus! - Lanzó Cerys, bastante rápida. Erin y Martha le miraban inexpresivas. - ¿Qué haces? - Marcus estaba derretido en el sillón y con la mano en el pecho. Cuando pudo hablar, dijo. - ¡Se estaba comiendo mi tarta! - Pequitas se le había puesto al lado y, efectivamente, había pasado su enorme lengua por el plato, llevándose el trozo de tarta que, de hecho, se estaba comiendo. Ya no, claro. - Es que si la dejas desatendida... - Comentó Erin, a lo que abrió mucho los ojos. - ¡Estaba comiendo! ¡Solo he parado un segundo! - Escuchaba a Lex y a Violet doblados de la risa detrás de él.
- Lo que mi hermano quiere decir es que le encanta este sitio. - Bromeó Lex, provocando varias risas. Luego, mirando por la ventana, dijo. - A mí sí que me gusta. - Miró a las mujeres. - ¿Cuántos animales tenéis? - ¡Un montón! - Respondió Pod, contento. Martha, con una sonrisa, amplió la información. - La verdad es que tenemos hectáreas de campo, se juntan con las de mi padre. Tenemos a los animales por áreas, y después tenemos zonas de migración, de animales que van y vienen, no son propiamente nuestros, como la comuna de billywigs que les estaba enseñando a Erin. - Lex, Martha y Erin se embarcaron en una conversación sobre animales, así que Marcus se acercó a Violet. - ¿Qué tal la vida en la granja? - La mujer le miró con una sonrisa falsa que le hizo reír. - Lo cierto es que temía que mi tía estuviera incómoda con tantísima gente. - Continuó. - Pero parece que Martha y ella han conectado bien ¿no? - ¿Dos lesbianas obsesionadas con los bichos? No sé por qué lo dices. - Ironizó, y acto seguido dijo. - Que no me escuche mi sobrina decir eso, que ya se ha estrenado en regañarme hoy. - Se acercó a él y susurró. - ¿Les queda alguna vacante a las del pisito de solteras? Estoy planteando mudarme. - Me temo que Sandy se te ha adelantado. - ¿La pija de Long Island? ¿No se ha peleado ya con la feminista de la barricada? - Marcus se tuvo que tapar la cara con las manos para no reírse, justo en el momento en que Alice se incorporaba a la conversación. Le dijo, bromista. - Tu tía me está contando lo feliz que le hace compartir convivencia con Pequitas y otros animales. - Te odio. ¿Qué ves en él? - Le preguntó a Alice, pero él siguió riéndose.
Eso sí, el chocolate calentito y la tarta le supieron a gloria, tanto que, después de un ratito sentados, riendo y comiendo, se puso en pie de un salto y dijo. - ¡Bueno! Hemos venido con un cometido ¿no? ¿Quién me ayuda a colocar esa corona en la puerta? - Pod, Seamus y Maeve se atropellaron con los "yoes", pero lo cierto es que fueron todos a la puerta. - ¡Ay, espera! ¡Que traigo la cámara! - Dijo Vivi, quien de un salto fue a buscarla y volvió con ella. - ¡Venga! Que hay que inmortalizar este momento. - Y, entre risas, intentaron recolocarse todos junto a la puerta, corona en mano, colocándola. - Gritad algo guay. - ¡EQUIPO VERDE! - Gritaron desincronizadamente, pero al menos todos estaban de acuerdo con la consigna. Menos mal que las fotos mágicas eran en movimiento, porque nadie se había estado quieto un segundo, no paraban de reír y de intentar sujetar la corona entre todos.
Ya puesta, volvieron al interior de la casa, y Lex se dirigió a Pequitas con Arnie en brazos y Seamus junto a él. El segundo le pidió que le montara a lomos de la vaca, y por supuesto al bebé se le antojó, por lo que hicieron más fotos, estas de Seamus sobre Pequitas y Arnie montado tras él, sujeto por Lex, felicísimo. - Qué bonito tener animales siempre por aquí. - Comentó Maeve, adorablemente. - En Long Island es muy difícil verlos. Nosotros estamos en una zona tranquila, pero aun así, solo hay casitas, no granjas. Nueva York no es mucho de eso. - Pod se sentó a su lado y le preguntó, contento. - ¿Cómo es Nueva York? - Es muy grande. Hay un poco de ruido, y los edificios son altísimos, y siempre hay luces por todas partes, incluso de noche parece de día. Y los magos y los nomags estamos mezclados. - ¿Qué es nomag? - Preguntó el niño. - Los que no hacen magia. Marcus y Alice les llaman muggles, creo. - ¡Ah, muggles! Sí, aquí les llamamos así. ¿Y estáis todos juntos? ¿Y qué pasa con el secreto mágico? - No sé muy bien cómo lo hacemos, pero nos las ingeniamos para que no se note. Bueno, yo ni siquiera hago magia, pero me refiero a que la gente... - Marcus estaba tan embobado escuchando a los dos niños hablar que no se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que sintió algo húmedo en su mano. Dio tal salto que lanzó el plato y lo poco que quedaba de tarta por los aires. - ¡Inmobilus! - Lanzó Cerys, bastante rápida. Erin y Martha le miraban inexpresivas. - ¿Qué haces? - Marcus estaba derretido en el sillón y con la mano en el pecho. Cuando pudo hablar, dijo. - ¡Se estaba comiendo mi tarta! - Pequitas se le había puesto al lado y, efectivamente, había pasado su enorme lengua por el plato, llevándose el trozo de tarta que, de hecho, se estaba comiendo. Ya no, claro. - Es que si la dejas desatendida... - Comentó Erin, a lo que abrió mucho los ojos. - ¡Estaba comiendo! ¡Solo he parado un segundo! - Escuchaba a Lex y a Violet doblados de la risa detrás de él.
- Lo que mi hermano quiere decir es que le encanta este sitio. - Bromeó Lex, provocando varias risas. Luego, mirando por la ventana, dijo. - A mí sí que me gusta. - Miró a las mujeres. - ¿Cuántos animales tenéis? - ¡Un montón! - Respondió Pod, contento. Martha, con una sonrisa, amplió la información. - La verdad es que tenemos hectáreas de campo, se juntan con las de mi padre. Tenemos a los animales por áreas, y después tenemos zonas de migración, de animales que van y vienen, no son propiamente nuestros, como la comuna de billywigs que les estaba enseñando a Erin. - Lex, Martha y Erin se embarcaron en una conversación sobre animales, así que Marcus se acercó a Violet. - ¿Qué tal la vida en la granja? - La mujer le miró con una sonrisa falsa que le hizo reír. - Lo cierto es que temía que mi tía estuviera incómoda con tantísima gente. - Continuó. - Pero parece que Martha y ella han conectado bien ¿no? - ¿Dos lesbianas obsesionadas con los bichos? No sé por qué lo dices. - Ironizó, y acto seguido dijo. - Que no me escuche mi sobrina decir eso, que ya se ha estrenado en regañarme hoy. - Se acercó a él y susurró. - ¿Les queda alguna vacante a las del pisito de solteras? Estoy planteando mudarme. - Me temo que Sandy se te ha adelantado. - ¿La pija de Long Island? ¿No se ha peleado ya con la feminista de la barricada? - Marcus se tuvo que tapar la cara con las manos para no reírse, justo en el momento en que Alice se incorporaba a la conversación. Le dijo, bromista. - Tu tía me está contando lo feliz que le hace compartir convivencia con Pequitas y otros animales. - Te odio. ¿Qué ves en él? - Le preguntó a Alice, pero él siguió riéndose.
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Ding, dong, merrily on High Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Al final, siempre sabían encender su corazoncito, y el momento de Marcus y los chicos colocando la corona y la foto de su tía, acabó por hacerla llorar discretamente. Menos mal que había estímulos de todos los lados, vaca incluida, que, por supuesto, quiso participar quitándole a Marcus la tarta. Merecía la pena por asistir a los chicos contándose cosas sobre sus distintos sitios. — Mira, no poder verse mucho es una lata, pero hay cosas geniales de ser de sitios tan distintos, como esto precisamente. Ahora ellos crecerán entendiendo un poco más a gente que vive mucho más lejos, mucho más distinta, pero escuchándoles con más atención. — Dijo Alice en bajito a Martha y Cerys. — Me encanta el pueblo, pero necesitan dejar entrar ideas que ellos nunca se hubieran planteado. — Las dos mujeres sonrieron, mirando a los chicos también. — Yo por eso creo que Ciarán está muy bien, porque es de Connemara, y quieras que no, puede traer ideas de ahí. — Ante la mirada de su hermana y Cerys, Wendy alzó las palmas con confusión. — ¿Qué? — Pero mira, mejor se reían.
Mientras los animalistas se enfrascaban en una conversación de las suyas, y su tata y Marcus se picaban como venía siendo costumbre desde que Marcus le perdió “miedo” como adulta de referencia, porque ni con cien años su tía sería tal cosa, Alice llamó a los niños para ir abrigándolos y preparándose para salir, a lo cual Wendy la ayudó. — Así que… Ciarán, eh… — Dejó caer. La chica rio un poco y meció distraídamente a Arnie en sus brazos. — Bueno, ya sabes… A ver, es que cuando hay química lo sabes, ¿no? Tú lo supiste con Marcus, ¿verdad? — Alice rio. — Creo que tardé un poco más en darme cuenta. — Bueno, Sandy dice que tengo que ir a tope, pero es que no sé a qué se refiere exactamente, luego le preguntaré mejor. — Sí, menuda ayuda. Ya tenía a todos los niños en solfa, así que se fue a darle brío a su novio. Se rio al comentario de Marcus. — Lo que tú no ves. — Y le guiñó un ojo. — ¡PERO QUÉ OSADA ES LA PELANDRUSCA ESTA! Es que luego tiene cara de venir aquí a decirme… — ¡Nos vamos! — Interrumpió ella. — Nos vemos a las doce y media en la plaza para ir a casa O’Donnell, ¿estamos? Que hay que ponerle la corona antigua a Cletus y Amelia. — ¡Ah, pero que esto sigue! — Se quejó Martha. — ¡Que te calles ya, descastada! Que esto acaba de empezar. Y prepara lo de la carrera del día de San Esteban. — Le recordó Wendy. Martha resopló y se dejó caer sobre el sofá, mientras Pequitas se le apoyaba en el hombro.
Ya de camino a casa de Ruairi, Pod la había cogido con Maeve, y ahora orbitaba a su lado como un satélite. — Pues la verdad es que es una tradición preciosa. En América todo el mundo habla de lo que se va a comprar y todo eso, pero a mí me gusta mucho más esto. — Yo te pido disculpas en nombre de mi familia, especialmente de mi tía, porque es que siempre tiene los animales por ahí, pero ya ves que aquí es lo que se estila. — Oye, yo no tengo animales por ahí. — Le picó Wendy. — No, pero el abuelo siempre dice “dile a tu hermana que recoja las bragas y los platos de diez días, que vamos para allá”, cuando vamos a tu casa. — La tía Martha lo que tiene son bollos. — Todos se quedaron mirando a Seamus. — Lo dice la rubia hermana de Alice todo el rato, lo de los bollos. — Es mi tía, Seamus. — Corrigió, tapándose y reteniendo la risa con una mano. Hizo un gesto de dejarlo pasar a los mayores y dijo en bajito. — Si nos metemos a corregirle ya se le va a quedar. Rezad porque no lo diga delante de los demás y continuemos. Es lo que hacíamos con Dylan de pequeño. —
Por fin llegaron a la granja de Ruairi y todo se sentía más tranquilo. El recibimiento salió a pedir de boca, y se fueron a la cocina, mientras Ruairi hacía el caldo y Niamh les ofrecía pastelitos. — Perdón por todo el jaleo de antes, muchos niños y animales por aquí. — Donde la tía Martha, Pequitas se ha comido la tarta de Marcus, pero ningún bollo. — Aportó Seamus. Niamh, en su línea, simplemente se rio. — Pero lo bueno es que, cuando he ido a encerrar a los diricawls, he encontrado esto justo en la linde. — Y trajo un revoltijo de mantas, del surgió una cabecita gris. — ¡Miau miau! — Exclamó alegre Arnie señalándolo. — ¡Eso es, Arnie! Es un bebé kneazle. — Pero los kneazles no son autóctonos de Irlanda. — Dijo Lex. — No, me temo que viene de un criadero ilegal. Lo habrán abandonado porque tendrá algún defectillo estético y ha venido hacia donde olía a otro kneazles, pensando que son los suyos. — ¿Os lo podéis quedar? — Preguntó Alice, apenada, mirando los ojitos del cachorrito. — Sí… Intentaremos que nuestros otros kneazles lo acepten y ya está… — Pobrecito. — Dijo ella apenada. — ¿Lo quieres coger? — Ofreció Niamh. Ella se lo pensó, pero antes de que se diera cuenta, lo tenía en sus manos, y se enterneció instantáneamente. — Miau miau. — Repitió Arnie, inclinándose sobre el animalito. En un gesto monísimo, pasó su manita con extremo cuidado por la cabeza del kneazle, que no apartaba la vista de él, y Alice sintió que se derretía. — Arnie sí que ha entendido lo que es la Navidad de verdad. Así empezó, de hecho. Dándole cariño a un bebé que no tenía nada al nacer. — ¡AY POR NUADA! — Wendy estaba llorando profusamente, y Ruairi se había quedado tan embobado mirándoles que se le empezó a sobrar el caldo.
Mientras los animalistas se enfrascaban en una conversación de las suyas, y su tata y Marcus se picaban como venía siendo costumbre desde que Marcus le perdió “miedo” como adulta de referencia, porque ni con cien años su tía sería tal cosa, Alice llamó a los niños para ir abrigándolos y preparándose para salir, a lo cual Wendy la ayudó. — Así que… Ciarán, eh… — Dejó caer. La chica rio un poco y meció distraídamente a Arnie en sus brazos. — Bueno, ya sabes… A ver, es que cuando hay química lo sabes, ¿no? Tú lo supiste con Marcus, ¿verdad? — Alice rio. — Creo que tardé un poco más en darme cuenta. — Bueno, Sandy dice que tengo que ir a tope, pero es que no sé a qué se refiere exactamente, luego le preguntaré mejor. — Sí, menuda ayuda. Ya tenía a todos los niños en solfa, así que se fue a darle brío a su novio. Se rio al comentario de Marcus. — Lo que tú no ves. — Y le guiñó un ojo. — ¡PERO QUÉ OSADA ES LA PELANDRUSCA ESTA! Es que luego tiene cara de venir aquí a decirme… — ¡Nos vamos! — Interrumpió ella. — Nos vemos a las doce y media en la plaza para ir a casa O’Donnell, ¿estamos? Que hay que ponerle la corona antigua a Cletus y Amelia. — ¡Ah, pero que esto sigue! — Se quejó Martha. — ¡Que te calles ya, descastada! Que esto acaba de empezar. Y prepara lo de la carrera del día de San Esteban. — Le recordó Wendy. Martha resopló y se dejó caer sobre el sofá, mientras Pequitas se le apoyaba en el hombro.
Ya de camino a casa de Ruairi, Pod la había cogido con Maeve, y ahora orbitaba a su lado como un satélite. — Pues la verdad es que es una tradición preciosa. En América todo el mundo habla de lo que se va a comprar y todo eso, pero a mí me gusta mucho más esto. — Yo te pido disculpas en nombre de mi familia, especialmente de mi tía, porque es que siempre tiene los animales por ahí, pero ya ves que aquí es lo que se estila. — Oye, yo no tengo animales por ahí. — Le picó Wendy. — No, pero el abuelo siempre dice “dile a tu hermana que recoja las bragas y los platos de diez días, que vamos para allá”, cuando vamos a tu casa. — La tía Martha lo que tiene son bollos. — Todos se quedaron mirando a Seamus. — Lo dice la rubia hermana de Alice todo el rato, lo de los bollos. — Es mi tía, Seamus. — Corrigió, tapándose y reteniendo la risa con una mano. Hizo un gesto de dejarlo pasar a los mayores y dijo en bajito. — Si nos metemos a corregirle ya se le va a quedar. Rezad porque no lo diga delante de los demás y continuemos. Es lo que hacíamos con Dylan de pequeño. —
Por fin llegaron a la granja de Ruairi y todo se sentía más tranquilo. El recibimiento salió a pedir de boca, y se fueron a la cocina, mientras Ruairi hacía el caldo y Niamh les ofrecía pastelitos. — Perdón por todo el jaleo de antes, muchos niños y animales por aquí. — Donde la tía Martha, Pequitas se ha comido la tarta de Marcus, pero ningún bollo. — Aportó Seamus. Niamh, en su línea, simplemente se rio. — Pero lo bueno es que, cuando he ido a encerrar a los diricawls, he encontrado esto justo en la linde. — Y trajo un revoltijo de mantas, del surgió una cabecita gris. — ¡Miau miau! — Exclamó alegre Arnie señalándolo. — ¡Eso es, Arnie! Es un bebé kneazle. — Pero los kneazles no son autóctonos de Irlanda. — Dijo Lex. — No, me temo que viene de un criadero ilegal. Lo habrán abandonado porque tendrá algún defectillo estético y ha venido hacia donde olía a otro kneazles, pensando que son los suyos. — ¿Os lo podéis quedar? — Preguntó Alice, apenada, mirando los ojitos del cachorrito. — Sí… Intentaremos que nuestros otros kneazles lo acepten y ya está… — Pobrecito. — Dijo ella apenada. — ¿Lo quieres coger? — Ofreció Niamh. Ella se lo pensó, pero antes de que se diera cuenta, lo tenía en sus manos, y se enterneció instantáneamente. — Miau miau. — Repitió Arnie, inclinándose sobre el animalito. En un gesto monísimo, pasó su manita con extremo cuidado por la cabeza del kneazle, que no apartaba la vista de él, y Alice sintió que se derretía. — Arnie sí que ha entendido lo que es la Navidad de verdad. Así empezó, de hecho. Dándole cariño a un bebé que no tenía nada al nacer. — ¡AY POR NUADA! — Wendy estaba llorando profusamente, y Ruairi se había quedado tan embobado mirándoles que se le empezó a sobrar el caldo.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ding, dong, merrily on High Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Se pavoneó un poco más delante de Violet, ya agarrado del brazo de Alice y listo para salir hacia la otra granja. - Darren va a flipar con todo esto. - Comentó Lex por el camino. - Te mueres de ganas de que venga ¿eh? - El otro rio. - La verdad es que sí. - Marcus le pasó un brazo por los hombros y, con una sonrisa, dijo. - Yo también. - Pero el momento fraternal se le atragantó de golpe cuando escuchó lo de Seamus. Lex, siendo absolutamente nada discreto, soltó una fuerte carcajada nasal y empezó a reírse con todas sus ganas. Pero, como sugirió Alice, era mejor no darle más pábulo al tema. Aunque no sabía si simplemente rezar porque no lo dijera delante de nadie era la estrategia que más le tranquilizaba.
Al menos pudieron hacer una entrada como los siete mandaban para Ruairi y la familia, que les recibieron felices y con los brazos abiertos. Ya hizo Seamus la primera mención a los bollos (Marcus tuvo que darle un codazo a Lex para que dejara de reírse), pero inserto en la conversación había quedado bastante disimulado. La sorpresa fue la criaturita que había encontrado Niahm, que hasta a Marcus, que no era especialmente fan de los animales, le hizo enternecerse y asomarse a mirar. - ¡Oh! ¿Es un gatito? - Lex le miró con aburrimiento. - ¿Pues no le ves las orejas? ¿La gata de Alice tiene esas orejas? - Creo que llevo un año sin ver a la gata de Alice. - Exageró, aunque realmente la Condesa era tan esquiva que no es como que tuvieran una relación muy estrecha. Probablemente solo la hubiera cogido en brazos el famoso día de las barcas, que fue donde se conocieron, de hecho. Pero la reacción de Arnie era adorable... Eso sí, por muy bebé que fuera, no le hacía gracia que tocara al kneazel, que si un gato era peligroso, un kneazel era la versión mágica y salvaje de un gato, y de los grandes. Chasqueó la lengua. No, no era fan de los animales, pero que la gente hiciera maldades con ellos le ponía enfermo. - Pobrecito. - Sí... - Concordó Maeve, enternecida, comentario que replicó Alice justo después. Pod añadió. - ¿Pueden no aceptarle? Pero si son kneazels como él, y solo es un bebé. - Ya, cielo, pero es que son muy territoriales. No les gusta mucho vivir en comunidad. - ¿Por qué? Si es mucho mejor. - Añadió el niño. Niahm rio un poco. - Hay animales sociales, como nosotros, o como los mooncalfs, que vamos siempre en manada, y hay animales territoriales, como los kneazels, que prefieren estar solos. - Acarició al minino. - Pero esperemos que el instito protector con los bebés haga su magia con él. -
Con quien estaba haciendo su magia era con Arnie, que de repente había encontrado nuevo juguete. Marcus miró a Alice con una sonrisilla. - ¿Es como estar con la Condesa? - Preguntó, risueño. Esperaba que no se encariñara mucho de él, no se veía el día de mañana con un kneazel en casa. No fue el único que lo pensó. - Más vale que Darren no lo vea. Lo querría adoptar. - Comentó Lex, pasándole un índice por la cabecita al kneazel. - ¡Oh! ¿Te refieres a tu chico? Por lo que dices, sería muy buen cuidador. - Aportó Niahm, pero Lex puso una mueca. - Ya, pero tiene dos problemas: el principal, que vive en una barriada muggle. - Oh, entiendo. Un kneazel no pasa especialmente desapercibido. - Por eso. Y el segundo es que... tiene un puffskein. Y ya le cuesta que no se escape por ahí. - ¡Uh! Eso sí que es un peligro. Un kneazel se come a un puffskein de un bocado en cuanto te descuides. - Lex asintió. - Pero como hoy voy a escribirle, puedo pedirle que le traiga unas chuches. Las hace muy buenas. - ¿Hace chuches para criaturas? - Sí. - ¡Uy! Pues aquí tendría negocio asegurado. ¿Cómo las hace? - Y Lex se enfrascó en una conversación sobre el negocio de Darren con Niahm durante un rato.
En este, Marcus aprovechó para acercarse a Alice, aún con el animalillo. Arnie no dejaba de mirarlo. - Verás... Se va a encaprichar. - Vatició Maeve, pero ella también le acarició la cabecita. - Aunque la verdad es que es monísimo... Y como lo vea Ada... - ¡Miau miau! - Insistió el bebé, que cada vez estaba más encima de la cría. Shannon apareció por allí. - ¡Oh! ¿Habéis visto al bebé kneazel? - Se sentó con ellos. Maeve la miró. - Mamá, a Arnie le ha gustado... ¿nos lo podemos quedar? Es que aquí a lo mejor no le aceptan los otros kneazels. - Shannon puso una muequecita. - A ver, Maeve, cariño... Es que... un kneazel... - ¡¡Pooooorfiiiii!! ¡A lo mejor no se hace tan grande! - ¡Y por lo que ha dicho la prima Niahm, si está sin otros kneazels alrededor estará más contento, y según Maeve, allí no hay muchos animales! - Aportó Pod, que ya se había metido en el equipo de Maeve indiscutiblemente. Shannon se frotó la frente. - No sé, Maeve... Somos muchos ya en casa. Tú estás en Hogwarts, no lo vas a poder cuidar. - Pero no es para mí, es para Arnie. - ¿Y tú crees que Arnie lo puede cuidar? - Preguntó con evidencia. Ruairi se acercó. - Sin querer yo influir... pero lo cierto es que los kneazels, si tenéis un buen jardín, son bastante independientes. Un poco más agresivos que un gato, pero con una buena educación se pueden encauzar. - ¡¡Ves, mami!! ¡Se puede! - Sin embargo... - Y al hombre se le puso esa carilla de culpabilidad Hufflepuff de cuando han hecho lo que creían que era una buena obra pero para la que no han pedido permiso. - Yo... Iba a preguntaros cuando los chicos se fueran... - Se rascó la nuca. - A Ada le encantan los diricawls. Son... un poco revoltosos, pero más fáciles de cuidar que un kneazel, sin duda. Aunque también un poco menos independientes. Y... justo teníamos... varios huevos... Había pensado, siempre que os parezca bien, regalarle uno por Navidad. - Pod y Maeve aspiraron exclamaciones sorprendidas y felices. Marcus y Alice se miraron. A ver por dónde salía eso. - ¡¡Mamá!! ¡¡Di que sí!! ¡Son muy bonitos, y Ada se volvería loca! - Cariño, no podemos llevarnos un pájaro y un gato, los dos en formato gigante. - Dijo la mujer, soltando un resoplido. Justo en ese momento bajó Dan. Se giró hacia él. - Cariño, nos llevamos un animal a casa. Elige: ¿diricawl o kneazel? - El hombre puso cara de estupefacción y, cuando pudo reaccionar, se encogió de hombros con los brazos alzados. - ¡Pero si solo he subido a cambiarme! -
Al menos pudieron hacer una entrada como los siete mandaban para Ruairi y la familia, que les recibieron felices y con los brazos abiertos. Ya hizo Seamus la primera mención a los bollos (Marcus tuvo que darle un codazo a Lex para que dejara de reírse), pero inserto en la conversación había quedado bastante disimulado. La sorpresa fue la criaturita que había encontrado Niahm, que hasta a Marcus, que no era especialmente fan de los animales, le hizo enternecerse y asomarse a mirar. - ¡Oh! ¿Es un gatito? - Lex le miró con aburrimiento. - ¿Pues no le ves las orejas? ¿La gata de Alice tiene esas orejas? - Creo que llevo un año sin ver a la gata de Alice. - Exageró, aunque realmente la Condesa era tan esquiva que no es como que tuvieran una relación muy estrecha. Probablemente solo la hubiera cogido en brazos el famoso día de las barcas, que fue donde se conocieron, de hecho. Pero la reacción de Arnie era adorable... Eso sí, por muy bebé que fuera, no le hacía gracia que tocara al kneazel, que si un gato era peligroso, un kneazel era la versión mágica y salvaje de un gato, y de los grandes. Chasqueó la lengua. No, no era fan de los animales, pero que la gente hiciera maldades con ellos le ponía enfermo. - Pobrecito. - Sí... - Concordó Maeve, enternecida, comentario que replicó Alice justo después. Pod añadió. - ¿Pueden no aceptarle? Pero si son kneazels como él, y solo es un bebé. - Ya, cielo, pero es que son muy territoriales. No les gusta mucho vivir en comunidad. - ¿Por qué? Si es mucho mejor. - Añadió el niño. Niahm rio un poco. - Hay animales sociales, como nosotros, o como los mooncalfs, que vamos siempre en manada, y hay animales territoriales, como los kneazels, que prefieren estar solos. - Acarició al minino. - Pero esperemos que el instito protector con los bebés haga su magia con él. -
Con quien estaba haciendo su magia era con Arnie, que de repente había encontrado nuevo juguete. Marcus miró a Alice con una sonrisilla. - ¿Es como estar con la Condesa? - Preguntó, risueño. Esperaba que no se encariñara mucho de él, no se veía el día de mañana con un kneazel en casa. No fue el único que lo pensó. - Más vale que Darren no lo vea. Lo querría adoptar. - Comentó Lex, pasándole un índice por la cabecita al kneazel. - ¡Oh! ¿Te refieres a tu chico? Por lo que dices, sería muy buen cuidador. - Aportó Niahm, pero Lex puso una mueca. - Ya, pero tiene dos problemas: el principal, que vive en una barriada muggle. - Oh, entiendo. Un kneazel no pasa especialmente desapercibido. - Por eso. Y el segundo es que... tiene un puffskein. Y ya le cuesta que no se escape por ahí. - ¡Uh! Eso sí que es un peligro. Un kneazel se come a un puffskein de un bocado en cuanto te descuides. - Lex asintió. - Pero como hoy voy a escribirle, puedo pedirle que le traiga unas chuches. Las hace muy buenas. - ¿Hace chuches para criaturas? - Sí. - ¡Uy! Pues aquí tendría negocio asegurado. ¿Cómo las hace? - Y Lex se enfrascó en una conversación sobre el negocio de Darren con Niahm durante un rato.
En este, Marcus aprovechó para acercarse a Alice, aún con el animalillo. Arnie no dejaba de mirarlo. - Verás... Se va a encaprichar. - Vatició Maeve, pero ella también le acarició la cabecita. - Aunque la verdad es que es monísimo... Y como lo vea Ada... - ¡Miau miau! - Insistió el bebé, que cada vez estaba más encima de la cría. Shannon apareció por allí. - ¡Oh! ¿Habéis visto al bebé kneazel? - Se sentó con ellos. Maeve la miró. - Mamá, a Arnie le ha gustado... ¿nos lo podemos quedar? Es que aquí a lo mejor no le aceptan los otros kneazels. - Shannon puso una muequecita. - A ver, Maeve, cariño... Es que... un kneazel... - ¡¡Pooooorfiiiii!! ¡A lo mejor no se hace tan grande! - ¡Y por lo que ha dicho la prima Niahm, si está sin otros kneazels alrededor estará más contento, y según Maeve, allí no hay muchos animales! - Aportó Pod, que ya se había metido en el equipo de Maeve indiscutiblemente. Shannon se frotó la frente. - No sé, Maeve... Somos muchos ya en casa. Tú estás en Hogwarts, no lo vas a poder cuidar. - Pero no es para mí, es para Arnie. - ¿Y tú crees que Arnie lo puede cuidar? - Preguntó con evidencia. Ruairi se acercó. - Sin querer yo influir... pero lo cierto es que los kneazels, si tenéis un buen jardín, son bastante independientes. Un poco más agresivos que un gato, pero con una buena educación se pueden encauzar. - ¡¡Ves, mami!! ¡Se puede! - Sin embargo... - Y al hombre se le puso esa carilla de culpabilidad Hufflepuff de cuando han hecho lo que creían que era una buena obra pero para la que no han pedido permiso. - Yo... Iba a preguntaros cuando los chicos se fueran... - Se rascó la nuca. - A Ada le encantan los diricawls. Son... un poco revoltosos, pero más fáciles de cuidar que un kneazel, sin duda. Aunque también un poco menos independientes. Y... justo teníamos... varios huevos... Había pensado, siempre que os parezca bien, regalarle uno por Navidad. - Pod y Maeve aspiraron exclamaciones sorprendidas y felices. Marcus y Alice se miraron. A ver por dónde salía eso. - ¡¡Mamá!! ¡¡Di que sí!! ¡Son muy bonitos, y Ada se volvería loca! - Cariño, no podemos llevarnos un pájaro y un gato, los dos en formato gigante. - Dijo la mujer, soltando un resoplido. Justo en ese momento bajó Dan. Se giró hacia él. - Cariño, nos llevamos un animal a casa. Elige: ¿diricawl o kneazel? - El hombre puso cara de estupefacción y, cuando pudo reaccionar, se encogió de hombros con los brazos alzados. - ¡Pero si solo he subido a cambiarme! -
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Ding, dong, merrily on High Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Sonrió a Marcus y acarició la garganta y el cogote del kneazle, lo cual hizo que ronroneaba, vibrando entero. — Qué va. Ella siempre ha mirado el mundo desde la superioridad, este se nota que está desesperado por cariñito. — De hecho, cada vez se hacía más bolita en sus brazos. La verdad es que le daba muchísima pena que lo hubieran abandonado, pero no se podían tener animales así cerca de un taller alquímico. Rio un poco a lo de Darren. — Por no hablar de esas dos bestias pardas con nombres raros que tiene por perros. — En verdad son muy tranquilos. — Dijo Lex completamente en serio. — Un kneazle sería mucho más jaleoso, y Muffin también, fíjate lo que te digo. — ¿Has oído chiquitín? Te van a traer chucheeees. — Le dijo a la criatura, como si le pudiera comprender, pero es que le daba mucha penita y quería reconfortarle un poco aunque fuera.
En el momento perfecto, llegó Shannon, y, como Maeve había autoprofetizado, la petición no tardó en llegar. La problemática asociada a kneazles y alquimia se podía argumentar para un consultorio, no terminaba Alice de verlo, por mucha ternurita que le estuviera dando Arnie. Y encima Ruairi sugiriendo lo del diricawl. Se miró con Marcus y dijo en bajito. — Con esta familia hay que tener ojísimo, eh, sobre todo con mi hermano y tu cuñado. Que nos convierten en un zoo. — El que claramente no había tenido ningún ojo había sido Dan, que bajó y, como debía llevarle pasando un par de días, se encontró una situación que no sabía gestionar. — Pero… ¿Lo de las coronas no era para decorar sin más la casa? — Ahí, Lex y Alice tuvieron más problemas para contenerse la risa esa vez. — A ver, mi vida, ya conoces a nuestros hijos. Y Ada está obsesionada con los diricawls, cuando nos la llevemos a América va a ser un drama. Pero el kneazle puede ser bueno para proteger a Arnie cuando está en el jardín solo. — ¿Dejas a Arnie en el jardín solo? — PAPÁ. — Cortó Maeve. — Es una forma de hablar. Si no eliges, nos los llevamos a los dos. — Bueno, yo no he dicho eso. — Rectificó Shannon, pero Dan ya estaba resoplando. Miró al bebé, todo mono, que miraba al kneazle como si fuera lo más bonito del mundo y se frotó la cara. — A estas edades olvidan los eventos no excesivamente traumáticos, ¿no? — Ah, sí sí. Con esa edad, Lucius tiró a Horacius de la cuna sin querer y se sintió tan mal que se tiró detrás, y mira qué bien me han salido después. — Dijo Niamh tranquilamente. — Pues venga, el diricawl para Ada, que encima la pobrecita es tan buena que la hacemos menos caso, excepto cuando se pelea con Saoirse, se merece el regalo. — Maeve sonrió y cogió a Arnie disimuladamente. — ¡Arnie! ¡Vamos a darle la corona a mamá! ¿Verdad? — Ah, a mamá, estupendo… — Dijo Dan, ya derrotado por detrás. — Le acabas de dejar sin kneazle. Déjame a mí que lo gestione. — Le soltó Maeve, en un tono MUY adolescente que hasta ahora no le había oído poner. — Pero el kneazle se lo tiene que quedar alguien. — Señaló Lex. — Es verdad, no nos podemos arriesgar a que los otros no le quieran. — Apoyó Pod, claramente traumatizado. Y antes de que Alice pudiera darse cuenta, alguien se lo quitó de los brazos. — ¡Oh, por favor! Ven aquí con tu nueva mamá, preciosidad. — Gritó Wendy estrechando al animalito contra su mejilla. — Igual deberías preguntar a las chicas, Wen, porque mi hermana… — Empezó Ruairi. — ¡Ay, espera que te voy a hacer como una bolsita para llevarlo! — Aportó Niamh. Y, efectivamente, enrollando una tela al tronco de Wendy, hizo un receptáculo donde el kneazle se metió y sacó la cabecita por el borde de forma adorable. — ¡Bueno, pues bien está lo que bien acaba! ¡A ver cómo mi niño nos trae esa corona! — Concluyó Shannon. — ¿Están todos los nifflers controlados? — Todos. — Pues a ver esa corona. —
Arnie, que con el jaleo, parecía haberse olvidado del minino, le tendió, con ayuda de Maeve, la corona a su madre, y entre todos estuvieron hablando de la tradición, de lo que cada uno recordaba y, finalmente, la pusieron en la puerta, reforzada con hechizos repelentes de montón de tipos de patas, alas y aguijones, para que estuviera protegida el resto de la Navidad, y cantaron un par de villancicos, incluyendo el de los doce días, que Alice y Marcus traían fresquito de la feria, para animar a Arnie, que claramente tenía querencia por él, y pasaron un momento muy navideño y bonito.
—¡Ruairi! ¿Está ya ese caldo? — Sip. — Pues venga, vámonos para la plaza, que hemos quedado todos allí para lo del abuelo. — Dirigió Wendy. — Oye, ¿cómo lo llamo? Es un macho, ¿no? — Preguntó mirando al kneazle, mientras Niamh y Ruairi le confirmaban su sexo. — Podría llamarte Nuada. O Lugh, Lugh era muy listo, como los kneazles. — Igual un poco más que los kneazles, ¿no crees? — Dijo Pod. — Podrías llamarle Caballero. Yo le llamaría así. — ¡No! Tiene que ser algo navideño, ha nacido en Navidad. — Aportó Maeve. — Villancico es un poco largo y en agosto igual no pega. — Aportó Ruairi. — ¿Y Ginger? — Dijo Lex, moviendo una de las galletitas de jengibre que habían cogido de la casa en su mano. — Además, los kneazles luego se ponen de ese color. — ¡SÍ! ¡SÍ! — Celebró Wendy, antes de correr hasta él y dejarle un beso en la mejilla. — ¡ERES GENIAL, PRIMO LEX! ¡HOLA, GINGER! ¡HOLA, PRECIOSO! — La llegada iba a ser espectacular, sin duda, pero habían cumplido con una tradición preciosa, y más bonita iba a quedar todavía cuando fueran todos a casa O’Donnell (con Ginger incluido).
En el momento perfecto, llegó Shannon, y, como Maeve había autoprofetizado, la petición no tardó en llegar. La problemática asociada a kneazles y alquimia se podía argumentar para un consultorio, no terminaba Alice de verlo, por mucha ternurita que le estuviera dando Arnie. Y encima Ruairi sugiriendo lo del diricawl. Se miró con Marcus y dijo en bajito. — Con esta familia hay que tener ojísimo, eh, sobre todo con mi hermano y tu cuñado. Que nos convierten en un zoo. — El que claramente no había tenido ningún ojo había sido Dan, que bajó y, como debía llevarle pasando un par de días, se encontró una situación que no sabía gestionar. — Pero… ¿Lo de las coronas no era para decorar sin más la casa? — Ahí, Lex y Alice tuvieron más problemas para contenerse la risa esa vez. — A ver, mi vida, ya conoces a nuestros hijos. Y Ada está obsesionada con los diricawls, cuando nos la llevemos a América va a ser un drama. Pero el kneazle puede ser bueno para proteger a Arnie cuando está en el jardín solo. — ¿Dejas a Arnie en el jardín solo? — PAPÁ. — Cortó Maeve. — Es una forma de hablar. Si no eliges, nos los llevamos a los dos. — Bueno, yo no he dicho eso. — Rectificó Shannon, pero Dan ya estaba resoplando. Miró al bebé, todo mono, que miraba al kneazle como si fuera lo más bonito del mundo y se frotó la cara. — A estas edades olvidan los eventos no excesivamente traumáticos, ¿no? — Ah, sí sí. Con esa edad, Lucius tiró a Horacius de la cuna sin querer y se sintió tan mal que se tiró detrás, y mira qué bien me han salido después. — Dijo Niamh tranquilamente. — Pues venga, el diricawl para Ada, que encima la pobrecita es tan buena que la hacemos menos caso, excepto cuando se pelea con Saoirse, se merece el regalo. — Maeve sonrió y cogió a Arnie disimuladamente. — ¡Arnie! ¡Vamos a darle la corona a mamá! ¿Verdad? — Ah, a mamá, estupendo… — Dijo Dan, ya derrotado por detrás. — Le acabas de dejar sin kneazle. Déjame a mí que lo gestione. — Le soltó Maeve, en un tono MUY adolescente que hasta ahora no le había oído poner. — Pero el kneazle se lo tiene que quedar alguien. — Señaló Lex. — Es verdad, no nos podemos arriesgar a que los otros no le quieran. — Apoyó Pod, claramente traumatizado. Y antes de que Alice pudiera darse cuenta, alguien se lo quitó de los brazos. — ¡Oh, por favor! Ven aquí con tu nueva mamá, preciosidad. — Gritó Wendy estrechando al animalito contra su mejilla. — Igual deberías preguntar a las chicas, Wen, porque mi hermana… — Empezó Ruairi. — ¡Ay, espera que te voy a hacer como una bolsita para llevarlo! — Aportó Niamh. Y, efectivamente, enrollando una tela al tronco de Wendy, hizo un receptáculo donde el kneazle se metió y sacó la cabecita por el borde de forma adorable. — ¡Bueno, pues bien está lo que bien acaba! ¡A ver cómo mi niño nos trae esa corona! — Concluyó Shannon. — ¿Están todos los nifflers controlados? — Todos. — Pues a ver esa corona. —
Arnie, que con el jaleo, parecía haberse olvidado del minino, le tendió, con ayuda de Maeve, la corona a su madre, y entre todos estuvieron hablando de la tradición, de lo que cada uno recordaba y, finalmente, la pusieron en la puerta, reforzada con hechizos repelentes de montón de tipos de patas, alas y aguijones, para que estuviera protegida el resto de la Navidad, y cantaron un par de villancicos, incluyendo el de los doce días, que Alice y Marcus traían fresquito de la feria, para animar a Arnie, que claramente tenía querencia por él, y pasaron un momento muy navideño y bonito.
—¡Ruairi! ¿Está ya ese caldo? — Sip. — Pues venga, vámonos para la plaza, que hemos quedado todos allí para lo del abuelo. — Dirigió Wendy. — Oye, ¿cómo lo llamo? Es un macho, ¿no? — Preguntó mirando al kneazle, mientras Niamh y Ruairi le confirmaban su sexo. — Podría llamarte Nuada. O Lugh, Lugh era muy listo, como los kneazles. — Igual un poco más que los kneazles, ¿no crees? — Dijo Pod. — Podrías llamarle Caballero. Yo le llamaría así. — ¡No! Tiene que ser algo navideño, ha nacido en Navidad. — Aportó Maeve. — Villancico es un poco largo y en agosto igual no pega. — Aportó Ruairi. — ¿Y Ginger? — Dijo Lex, moviendo una de las galletitas de jengibre que habían cogido de la casa en su mano. — Además, los kneazles luego se ponen de ese color. — ¡SÍ! ¡SÍ! — Celebró Wendy, antes de correr hasta él y dejarle un beso en la mejilla. — ¡ERES GENIAL, PRIMO LEX! ¡HOLA, GINGER! ¡HOLA, PRECIOSO! — La llegada iba a ser espectacular, sin duda, pero habían cumplido con una tradición preciosa, y más bonita iba a quedar todavía cuando fueran todos a casa O’Donnell (con Ginger incluido).
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Ding, dong, merrily on High Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
La verdad es que el minino era toda una atracción, les tenía entretenidos y embobados, y no parecía nada agresivo, más bien estaba hecho una bolita de pelo adorable en brazos de Alice. Pero claro, las crías no se quedaban así de monas eternamente, y en cuestión de un par de meses sería probablemente tan alto como una oveja. Marcus puso ojos de evidencia a Alice. - Desde luego. - Vamos, no lo quería ni pensar. Él con su Elio (y con la Condesa cuando quería estar presente) tenía más que de sobra.
Se estaba divirtiendo mucho con el momento de los Parker cuando la anécdota de Niahm le hizo poner cara de espanto, pero la mujer la contó como si tal cosa. Marcus no terminaba de ver no solo tener un pajarraco de ese tamaño y ese espíritu revoltoso en una casa de Long Island, pero fundamentalmente, no sabía cómo iban a pasarlo por la aduana, cuestión en la que no parecían haber caído. Pero quién era él para meterse en una dinámica familiar que no le correspondía. Definitivamente, Irlanda le estaba haciendo mucho más tolerante al caos. - Ada va a alucinar con el regalo. - Aportó, sonriente. Porque, independientemente de que estuviera más o menos de acuerdo con la maniobra, eso era indudable.
Ya se iba a levantar para poner él también la corona (y para darle una palmadita de consuelo a Dan, que encima se había llevado exabrupto, con todo lo que no se había visto venir y lo que le quedaba) cuando Lex recordó que el kneazel seguía sin dueño. Le miró con una ceja arqueada. No se te ocurra ofrecerte, le lanzó, y afortunadamente, Lex le miró con cara de obviedad. Ni era una mascota permitida en Hogwarts, ni muchísimo menos Emma O'Donnell iba a consentir tener un tigre en miniatura en casa. Por no hablar de que en meses estaría rotando por el mundo, y a ver qué iba a hacer con él. Afortunadamente, apareció pronto una postulante. Se tapó la sonrisa con una mano. Estaba DESEANDO ver la reacción de Nancy y Siobhán a la nueva incorporación, por no hablar de la cara que iba a poner Sandy de ver un bicho nuevo en su superpisito de chicas irlandesas.
Pasaron un momento estupendo entre villancicos, anécdotas y risas (y Marcus se tomó otra taza de chocolate porque estaba feo rechazarla, y con el frío que hacía fuera sentaba estupendamente). El debate sobre el nombre le hizo bastante gracia, y apurando el chocolate, bromeó. - Arnie tiene doce propuestas. - Sin embargo, Lex dio una sugerencia que gustó a todos, a él también. - Sí que le pega. - Dijo, mirando a la criatura con cariño. - Adelantaos vosotros, y ahora vamos. - Les dijo Ruairi, probablemente para darles un poco de protagonismo cuando llegaran, y el equipo verde se encaminó bien contento hacia la plaza. En el camino, se cruzaron con el equipo dorado, que para su sorpresa iba en dirección contraria. - ¿Pero dónde vais? - A la granja del tío Cillian. - Respondió Andrew, dicho lo cual se acercó a él, que llevaba a Arnie en brazos, para que los bebés socializaran. Pero Wendy preguntó. - ¿¿Todavía os falta una casa?? - Sophia resopló fuertemente. - ¿Conoces a mi padre de algo? No nos dejaba ir. Se ha venido arriba con los villancicos, ha llorado, se ha puesto a contar anécdotas, a repartir comida... No nos soltaba. - Sin embargo nadie atendió a Sophia, porque en apenas un segundo se desencadenó otra situación: ante la pregunta de Wendy, Ginny entrecerró los ojos y se acercó a ella diciendo. - ¿Qué llevas ahí? - Y, acto seguido, todos los niños del equipo aspiraron una exclamación y se le echaron encima. - ¡¡ES UN GATITO!! - ¡NO! ¡ES UN KNEAZEL! - ¡PERO QUÉ MONADA! - ¡YO QUIERO COGERLO! ¿ME LO PRESTAS? - ¡¡LUEGO YO!! - Brando, desde los brazos de su padre, también demandaba acercarse, pero ya sus propios progenitores estaban emocionados de sobra. - ¡Ay por favor pero qué cosita! - Dijo Allison. Andrew miró a Wendy con los ojos brillantes. - ¿Te lo vas a quedar? - No creo. - Comentó Ginny entre risas, y afiló los ojos para decirle. - Porque mi primita es responsable y sabe que TIENE UN BAR y que NO ESTÁ BIEN llegar a un trabajo en el que SE SIRVE COMIDA llena de PELOS de kneazel y que VIVE CON DOS PERSONAS MÁS a las que NO ha pedido permiso. - Wendy se hizo la despistada y, con un gestito de la cabeza, dijo. - Bueeeeeeeeno... - Y, viendo la expresión que estaba componiendo Ginny, empezó la batería de disculpas. - ¡Es que míralo! ¿Cómo lo íbamos a dejar solito? - ¡¡Los kneazels son territoriales y no iban a querer ser sus amigos y se iba a quedar abandonado!! - Argumentó Pod, en defensa de su tía. Ginny se acercó dispuesta a llevárselo. - Trae. Lo llevo a la granja de tu padre, que segur... - ¡¡¡NOOOOOOOOOO!!! - Todos los niños, a excepción de los bebés, se le echaron encima. Ginny soltó aire por la nariz. - ¡No recojo ni una caca del bicho ese! ¡Avisada quedas! -
No entretuvieron más al equipo dorado porque no iban a terminar nunca, y a pesar de lo mucho que costó separar tanto a Ada, Rosie y Lucius del kneazel como a Brando y Arnie el uno del otro, continuaron hasta la plaza. Pero cuando llegaron no había nadie. - ¡Yo alucino! - Se quejó Wendy. - Luego tiene una fama de impuntual. - A decir verdad, no esperaba que el equipo rojo llegara antes que nosotros. - Comentó Marcus, y se tuvieron que reír entre todos. - Lo cierto es que no me imagino esa combinación. - Y, al comentario de Maeve, rieron más todavía. Cuando pararon, concluyeron. - ¿Y si volvemos a casa? De todas formas, la corona para Cletus y Amelia es la de la abuela Molly. - Propuso Marcus. - Así damos tiempo al resto de los equipos y venimos para acá junto con los mayores. - Puso cara orgullosa y añadió. - Y demostramos con creces que hemos sido los primeros en cumplir nuestra misión. - A pesar de todos los percances, que no han sido pocos. Los niños aprobaron su propuesta con entusiasmo, y se pusieron rumbo a la casa de nuevo.
Se estaba divirtiendo mucho con el momento de los Parker cuando la anécdota de Niahm le hizo poner cara de espanto, pero la mujer la contó como si tal cosa. Marcus no terminaba de ver no solo tener un pajarraco de ese tamaño y ese espíritu revoltoso en una casa de Long Island, pero fundamentalmente, no sabía cómo iban a pasarlo por la aduana, cuestión en la que no parecían haber caído. Pero quién era él para meterse en una dinámica familiar que no le correspondía. Definitivamente, Irlanda le estaba haciendo mucho más tolerante al caos. - Ada va a alucinar con el regalo. - Aportó, sonriente. Porque, independientemente de que estuviera más o menos de acuerdo con la maniobra, eso era indudable.
Ya se iba a levantar para poner él también la corona (y para darle una palmadita de consuelo a Dan, que encima se había llevado exabrupto, con todo lo que no se había visto venir y lo que le quedaba) cuando Lex recordó que el kneazel seguía sin dueño. Le miró con una ceja arqueada. No se te ocurra ofrecerte, le lanzó, y afortunadamente, Lex le miró con cara de obviedad. Ni era una mascota permitida en Hogwarts, ni muchísimo menos Emma O'Donnell iba a consentir tener un tigre en miniatura en casa. Por no hablar de que en meses estaría rotando por el mundo, y a ver qué iba a hacer con él. Afortunadamente, apareció pronto una postulante. Se tapó la sonrisa con una mano. Estaba DESEANDO ver la reacción de Nancy y Siobhán a la nueva incorporación, por no hablar de la cara que iba a poner Sandy de ver un bicho nuevo en su superpisito de chicas irlandesas.
Pasaron un momento estupendo entre villancicos, anécdotas y risas (y Marcus se tomó otra taza de chocolate porque estaba feo rechazarla, y con el frío que hacía fuera sentaba estupendamente). El debate sobre el nombre le hizo bastante gracia, y apurando el chocolate, bromeó. - Arnie tiene doce propuestas. - Sin embargo, Lex dio una sugerencia que gustó a todos, a él también. - Sí que le pega. - Dijo, mirando a la criatura con cariño. - Adelantaos vosotros, y ahora vamos. - Les dijo Ruairi, probablemente para darles un poco de protagonismo cuando llegaran, y el equipo verde se encaminó bien contento hacia la plaza. En el camino, se cruzaron con el equipo dorado, que para su sorpresa iba en dirección contraria. - ¿Pero dónde vais? - A la granja del tío Cillian. - Respondió Andrew, dicho lo cual se acercó a él, que llevaba a Arnie en brazos, para que los bebés socializaran. Pero Wendy preguntó. - ¿¿Todavía os falta una casa?? - Sophia resopló fuertemente. - ¿Conoces a mi padre de algo? No nos dejaba ir. Se ha venido arriba con los villancicos, ha llorado, se ha puesto a contar anécdotas, a repartir comida... No nos soltaba. - Sin embargo nadie atendió a Sophia, porque en apenas un segundo se desencadenó otra situación: ante la pregunta de Wendy, Ginny entrecerró los ojos y se acercó a ella diciendo. - ¿Qué llevas ahí? - Y, acto seguido, todos los niños del equipo aspiraron una exclamación y se le echaron encima. - ¡¡ES UN GATITO!! - ¡NO! ¡ES UN KNEAZEL! - ¡PERO QUÉ MONADA! - ¡YO QUIERO COGERLO! ¿ME LO PRESTAS? - ¡¡LUEGO YO!! - Brando, desde los brazos de su padre, también demandaba acercarse, pero ya sus propios progenitores estaban emocionados de sobra. - ¡Ay por favor pero qué cosita! - Dijo Allison. Andrew miró a Wendy con los ojos brillantes. - ¿Te lo vas a quedar? - No creo. - Comentó Ginny entre risas, y afiló los ojos para decirle. - Porque mi primita es responsable y sabe que TIENE UN BAR y que NO ESTÁ BIEN llegar a un trabajo en el que SE SIRVE COMIDA llena de PELOS de kneazel y que VIVE CON DOS PERSONAS MÁS a las que NO ha pedido permiso. - Wendy se hizo la despistada y, con un gestito de la cabeza, dijo. - Bueeeeeeeeno... - Y, viendo la expresión que estaba componiendo Ginny, empezó la batería de disculpas. - ¡Es que míralo! ¿Cómo lo íbamos a dejar solito? - ¡¡Los kneazels son territoriales y no iban a querer ser sus amigos y se iba a quedar abandonado!! - Argumentó Pod, en defensa de su tía. Ginny se acercó dispuesta a llevárselo. - Trae. Lo llevo a la granja de tu padre, que segur... - ¡¡¡NOOOOOOOOOO!!! - Todos los niños, a excepción de los bebés, se le echaron encima. Ginny soltó aire por la nariz. - ¡No recojo ni una caca del bicho ese! ¡Avisada quedas! -
No entretuvieron más al equipo dorado porque no iban a terminar nunca, y a pesar de lo mucho que costó separar tanto a Ada, Rosie y Lucius del kneazel como a Brando y Arnie el uno del otro, continuaron hasta la plaza. Pero cuando llegaron no había nadie. - ¡Yo alucino! - Se quejó Wendy. - Luego tiene una fama de impuntual. - A decir verdad, no esperaba que el equipo rojo llegara antes que nosotros. - Comentó Marcus, y se tuvieron que reír entre todos. - Lo cierto es que no me imagino esa combinación. - Y, al comentario de Maeve, rieron más todavía. Cuando pararon, concluyeron. - ¿Y si volvemos a casa? De todas formas, la corona para Cletus y Amelia es la de la abuela Molly. - Propuso Marcus. - Así damos tiempo al resto de los equipos y venimos para acá junto con los mayores. - Puso cara orgullosa y añadió. - Y demostramos con creces que hemos sido los primeros en cumplir nuestra misión. - A pesar de todos los percances, que no han sido pocos. Los niños aprobaron su propuesta con entusiasmo, y se pusieron rumbo a la casa de nuevo.
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Ding, dong, merrily on High Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Si sabía ella que al final el kneazle se iba a robar la Nochebuena. Su cara cuando vio al grupo de Allison y Andrew que aún les faltaba una casa debió ser de estupefacción. — No te preocupes, prima, yo le he dicho a mi abuelo y a mi padre que les metieran prisa a los otros equipos, que no era de recibo tener esperando a los bisabuelos, por mucho que sea sorpresa. — Le dijo Pod por lo bajini, mientras Wendy y Ginny discutían sobre el felino. Bueno, nada que no se esperara. Miró a Ada, que estaba encantada con el animalito también, y luego a Marcus, imaginándose cómo sería su carita cuando viera el diricawl. Se rio con ganas a lo de Sophia, y ella la miró con cansancio. — Tú ríete, pero es que ha dicho unas ochenta veces que sigo siendo su niñita de dos años. — Entornó los ojos. — Lo veo y subo la apuesta: casi pierdo una vaca, y prefiero no contarte cómo estaba el panorama en casa de Ruairi. — Pero tenían que dejar ir a los otros, para desazón de Ginny y tristeza de los dos bebés, que empezaban a formar un binomio muy curioso cuyo amor no estaba segura de que Ginger pudiera soportar en días venideros.
Estuvo de acuerdo en lo de ir a casa de los abuelos, quería contarles cosas que habían vivido, porque un poco de eso tenía la tradición también, incluido el místico nacimiento del protagonista del día, cuando, desde la puerta oyó. — ¡BIS BIS! — Y un estruendo tremendo de personas cantando dentro que, efectivamente repetían la estrofa de un villancico. — Eso no son solo los abuelos y papá cantando. — Dijo Lex. — ¿Quién está tocando el feedle? — Preguntó, extrañada Wendy. La corona, al menos, estaba ya puesta, y le quería sonar que aquella era la segunda casa del grupo de Frankie. — ¡MÁS ALTO, HERMANITO! — La abuela Molly estaba muerta de risa, porque la oía desde la entrada.
Apiñados no sabía bien como, en el comedor, estaba el tercer equipo con los miembros de su casa y el tío Frankie tocando aquel instrumento irlandés. — ¿Abuelo? — Preguntó Maeve sorprendida. Pero los dos Frankies, Arnold, Nancy, Maeve y hasta el abuelo Larry, estaban cantando a pleno pulmón, acompañados de la abuela aporreando, como buenamente podía con la risa, una pandereta, y la tía Maeve raspaba una botella. — Pero bueno… — Dijo con una carcajada impresionada. — ¡Ay, hijos! Ya estáis aquí. — Venga, uniros al concierto. — Incitó Junior. — Resulta que el abuelo tocaba el feedle y la tía Molly tiene cuerda para todos. — Ya lo veo… — Dijo Alice mientras seguía riéndose. — ¿Qué tal, hijos? — ¿ESO ES UN KNEAZLE? — Exclamó Arnold. — Cariño, baja la voz. — Le instó Emma, muy tranquila, demasiado, si le preguntaban a ella. Comenzó la historia del hallazgo del animalito, y Alice aprovechó y le tomó del brazo a Marcus. — Ven conmigo. —
Se acercaron a la barra de la cocina, desde donde seguían teniendo vista del improvisado concierto, y donde estaba la corona antigua. — ¿Ponemos juntos el adorno? — Lo había dejado justo al lado de la corona, y cogió la misma para que Marcus lo pusiera. Se quedó mirándole, todo rojito por el frío, pero con esa cara preciosa, sus ojitos verdes y… — Tienes la sonrisa navideña más bonita que he visto nunca. — Rio y asintió. — Sí, tienes sonrisa navideña. Es especial, es esa… — Si no tuvieran detrás semejante reunión, le besaría con ganas, pero justo terminaron de cantar y dijo Fergus. — ¡AHORA JUNIOR Y MI HERMANA! Digo, Nancy… — Le puso una mirada pillina a la chica. — Es que yo ya te veo como una hermana. — ¡Sí sí! ¡Que canten la de los doce días! — Dijo Sandy con tonito también. Alice rio y se pasó la mano por la cara. — Yo siempre a favor de las tradiciones, pero si oigo esa canción otra vez, me desmayo, mi amor. —
Estuvo de acuerdo en lo de ir a casa de los abuelos, quería contarles cosas que habían vivido, porque un poco de eso tenía la tradición también, incluido el místico nacimiento del protagonista del día, cuando, desde la puerta oyó. — ¡BIS BIS! — Y un estruendo tremendo de personas cantando dentro que, efectivamente repetían la estrofa de un villancico. — Eso no son solo los abuelos y papá cantando. — Dijo Lex. — ¿Quién está tocando el feedle? — Preguntó, extrañada Wendy. La corona, al menos, estaba ya puesta, y le quería sonar que aquella era la segunda casa del grupo de Frankie. — ¡MÁS ALTO, HERMANITO! — La abuela Molly estaba muerta de risa, porque la oía desde la entrada.
Apiñados no sabía bien como, en el comedor, estaba el tercer equipo con los miembros de su casa y el tío Frankie tocando aquel instrumento irlandés. — ¿Abuelo? — Preguntó Maeve sorprendida. Pero los dos Frankies, Arnold, Nancy, Maeve y hasta el abuelo Larry, estaban cantando a pleno pulmón, acompañados de la abuela aporreando, como buenamente podía con la risa, una pandereta, y la tía Maeve raspaba una botella. — Pero bueno… — Dijo con una carcajada impresionada. — ¡Ay, hijos! Ya estáis aquí. — Venga, uniros al concierto. — Incitó Junior. — Resulta que el abuelo tocaba el feedle y la tía Molly tiene cuerda para todos. — Ya lo veo… — Dijo Alice mientras seguía riéndose. — ¿Qué tal, hijos? — ¿ESO ES UN KNEAZLE? — Exclamó Arnold. — Cariño, baja la voz. — Le instó Emma, muy tranquila, demasiado, si le preguntaban a ella. Comenzó la historia del hallazgo del animalito, y Alice aprovechó y le tomó del brazo a Marcus. — Ven conmigo. —
Se acercaron a la barra de la cocina, desde donde seguían teniendo vista del improvisado concierto, y donde estaba la corona antigua. — ¿Ponemos juntos el adorno? — Lo había dejado justo al lado de la corona, y cogió la misma para que Marcus lo pusiera. Se quedó mirándole, todo rojito por el frío, pero con esa cara preciosa, sus ojitos verdes y… — Tienes la sonrisa navideña más bonita que he visto nunca. — Rio y asintió. — Sí, tienes sonrisa navideña. Es especial, es esa… — Si no tuvieran detrás semejante reunión, le besaría con ganas, pero justo terminaron de cantar y dijo Fergus. — ¡AHORA JUNIOR Y MI HERMANA! Digo, Nancy… — Le puso una mirada pillina a la chica. — Es que yo ya te veo como una hermana. — ¡Sí sí! ¡Que canten la de los doce días! — Dijo Sandy con tonito también. Alice rio y se pasó la mano por la cara. — Yo siempre a favor de las tradiciones, pero si oigo esa canción otra vez, me desmayo, mi amor. —
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Ding, dong, merrily on High Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002 |
Pues el equipo dorado no era el único que iba rezagado, tanto así que Marcus se empezó a plantear si habían pasado poco tiempo en las casas y habían terminado demasiado pronto. Entró en la suya con la boca abierta ante tal escandalera. Y además, el tío Frankie estaba tocando una especie de violín que resultó ser un instrumento propio de Irlanda, y que no debía tocar muy habitualmente porque Maeve era la primera sorprendida. Se tuvo que reír ante la escena, la verdad. - Yo mejor miro. - Comentó, porque él lo de cantar (y no digamos tocar instrumentos) no era su fuerte. Por supuesto, el animalillo llamó la atención de un grupo más, pero cuando empezaron a contar la historia, Alice tiró de él.
- Uf, no creía posible estar los dos solos. A ver cuánto nos dura. - Dijo con cierta ilusión cuando se vio con Alice en la cocina, sin poder evitar reír. - ¡Claro! - Clamó entusiasmado a su propuesta, y allá que fue, a colocar el adorno, cuando su novia al hacerlo le empezó a decir cosas preciosas. - ¿Sonrisa navideña? - Preguntó, y estaba seguro de que se le habían ruborizado las mejillas, como si tuviera doce años otra vez. Sonrió un poco más. - Será la Navidad... y el vivirla contigo. - Y ahora lo que más pegaba era besarse, pero claro, no estaban tan solos, solo todo lo solos que podían estar en esas circunstancias. La propuesta de Sandy le hizo rodar los ojos descaradamente mientras Alice hacía ese comentario, y se echó a reír por no llorar. - Y pensar que tenemos ahí las láminas de haber ganado un juego gracias a ella. - Bromeó, y les dio una risa tontísima durante un rato. Cuando se les fue paliando, miró de reojo el entorno y, viendo a todos distraídos, le dio un piquito rápido a Alice. - Te quiero. Lo siento, tengo que decírtelo por todas las veces que no te lo dije la otra Navidad. - Le guiñó un ojo divertido y tiró de su mano para volver con los demás.
- Es que claro. - Decía Frankie Junior, señalando a Nancy con ambas manos. - Con esta voz TAN BONITA, es que cualquier canción suena bien. - Va, va, no exageres. - Decía la otra, coloradísima. Molly dio varias palmadas. - ¡Bueno! Mis niños, ¡aligerando! Que hay que terminar la tradición. - ¡Pero tía Molly! ¿No quieres escuchar otra canción para que mi hermano vuelva a alabar la melodiosa voz de Nancy? - Pinchó Fergus, lo que le granjeó una colleja del susodicho hermano. - Me tienes hartito. - ¡Encima que te lo pongo en band...! - ¡Que te calles ya! - Oish, de verdad. ¿Me puedo cambiar de equipo ya? - Se quejó Sandy. Fergus dio entonces un salto y se colocó, con una sonrisilla barata, al lado de Siobhán. - Hola, preciosa. ¿Puedo ser tu caballero medieval? - Eeeem no. - Respondió la otra, con sonrisa artificial. - Igual deberíais tener otro objetivo que no sea buscar damiselas en apuros por la vida. - ¡Jolín! - Fergus alzó los brazos y los dejó caer. - ¡No vale! ¡Ninguna chica guapa me hace caso! - Lloriqueó falsamente, y luego se puso al lado de Wendy. - Hasta los gatitos tienen más éxito que yo. - Ooooh pobrecito, ¿ninguna chica te hace caso? - Ninguna, prima Wen. Nancy me ignora, Siobhán me hace proclamas raras, y a Sandy y a Saoirse las tengo ya vistísimas. - Tonto tú. - Respondió la niña, por alusiones. Wendy le acarició los rizos. - Pobrecito. Yo te hago caso si quieres. - Siobhán soltó un fortísimo suspiro, tras lo cual arreó ella también. - ¡Venga! Vamos para la plaza, que se nos hace tarde. - Y todos se dispusieron a ir hacia allí, pero antes, Horacius pasó por delante de ellos y dijo con malicia. - Os he visto dándoos un beso. -
- Uf, no creía posible estar los dos solos. A ver cuánto nos dura. - Dijo con cierta ilusión cuando se vio con Alice en la cocina, sin poder evitar reír. - ¡Claro! - Clamó entusiasmado a su propuesta, y allá que fue, a colocar el adorno, cuando su novia al hacerlo le empezó a decir cosas preciosas. - ¿Sonrisa navideña? - Preguntó, y estaba seguro de que se le habían ruborizado las mejillas, como si tuviera doce años otra vez. Sonrió un poco más. - Será la Navidad... y el vivirla contigo. - Y ahora lo que más pegaba era besarse, pero claro, no estaban tan solos, solo todo lo solos que podían estar en esas circunstancias. La propuesta de Sandy le hizo rodar los ojos descaradamente mientras Alice hacía ese comentario, y se echó a reír por no llorar. - Y pensar que tenemos ahí las láminas de haber ganado un juego gracias a ella. - Bromeó, y les dio una risa tontísima durante un rato. Cuando se les fue paliando, miró de reojo el entorno y, viendo a todos distraídos, le dio un piquito rápido a Alice. - Te quiero. Lo siento, tengo que decírtelo por todas las veces que no te lo dije la otra Navidad. - Le guiñó un ojo divertido y tiró de su mano para volver con los demás.
- Es que claro. - Decía Frankie Junior, señalando a Nancy con ambas manos. - Con esta voz TAN BONITA, es que cualquier canción suena bien. - Va, va, no exageres. - Decía la otra, coloradísima. Molly dio varias palmadas. - ¡Bueno! Mis niños, ¡aligerando! Que hay que terminar la tradición. - ¡Pero tía Molly! ¿No quieres escuchar otra canción para que mi hermano vuelva a alabar la melodiosa voz de Nancy? - Pinchó Fergus, lo que le granjeó una colleja del susodicho hermano. - Me tienes hartito. - ¡Encima que te lo pongo en band...! - ¡Que te calles ya! - Oish, de verdad. ¿Me puedo cambiar de equipo ya? - Se quejó Sandy. Fergus dio entonces un salto y se colocó, con una sonrisilla barata, al lado de Siobhán. - Hola, preciosa. ¿Puedo ser tu caballero medieval? - Eeeem no. - Respondió la otra, con sonrisa artificial. - Igual deberíais tener otro objetivo que no sea buscar damiselas en apuros por la vida. - ¡Jolín! - Fergus alzó los brazos y los dejó caer. - ¡No vale! ¡Ninguna chica guapa me hace caso! - Lloriqueó falsamente, y luego se puso al lado de Wendy. - Hasta los gatitos tienen más éxito que yo. - Ooooh pobrecito, ¿ninguna chica te hace caso? - Ninguna, prima Wen. Nancy me ignora, Siobhán me hace proclamas raras, y a Sandy y a Saoirse las tengo ya vistísimas. - Tonto tú. - Respondió la niña, por alusiones. Wendy le acarició los rizos. - Pobrecito. Yo te hago caso si quieres. - Siobhán soltó un fortísimo suspiro, tras lo cual arreó ella también. - ¡Venga! Vamos para la plaza, que se nos hace tarde. - Y todos se dispusieron a ir hacia allí, pero antes, Horacius pasó por delante de ellos y dijo con malicia. - Os he visto dándoos un beso. -
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Nada, no iba a durar nada concretamente, pero benditos segundos aunque fuera, si les servía para reírse de la canción, para oír a Marcus que la quería y para ese piquito fugaz, que, igual que cuando estaban en Hogwarts, sabía a gloria. — ¿Te acuerdas de cuando decía que quería llevarte a una playa desierta en el Caribe? — Alice asintió a su propia pregunta, apretando los labios. — Agárrate fuerte a ese pensamiento, Marcus. Muy fuerte. Porque con este frío, tantísima gente y todo, creo que todas las noches voy a abrazarme a esa imagen. — Y se volvieron a reír, porque así eran ellos. — Yo también te quiero. Todas las navidades de mi vida. — Le dijo, mirándole embobada mientras le acariciaba la mejilla.
Conectó con el pitorreo que había en el otro extremo de la sala y entornó los ojos a la reacción de Nancy. — Vamos, a mí me la han cambiado, vaya. — A la que no iban a cambiar era a Siobhán, pero Fergus no se rendía, lo bueno era que Wendy, como se acababa de comprobar con el kneazle, adoptaba a todas las criaturas que veía perdidas, y ya lo llevaba de tren de cola. Poco a poco, todos se fueron poniendo en marcha (esperaba que estuvieran tardando lo suficiente para que los rezagados se pusieran las pilas) y la abuela Molly admiró muy profusamente el adorno, entre la risa residual y la emoción. — Ay, hijos, ya pensé que no volvería a vivir algo así… Que vosotros lo aprendáis y lo transmitáis… Es muy importante para mí. — Los dos la abrazaron, cada uno por un lado, y fueron poniéndose en marcha, con Lawrence y Emma cerrando la comitiva. — ¿Qué es eso de un kneazle, Wen? — Preguntó Nancy. — ¡QUE TENEMOS UN KNEAZLE! Lo ha encontrado tu cuñada en la linde, estaba abandonadito… Mira qué cosita. — Y como si lo hubiera entrenado, Ginger asomó la cabecita y soltó un leve maullido. Nancy suspiró y agitó la cabeza, antes de seguir caminando sin conceder nada. — Definitivamente, me la han cambiado. Porque ni bronca se ha llevado la otra. — Está acostumbrada del hermano. — Dijo Siobhán, pasando por el lado. — No sabéis lo que era Ruairi de pequeño… A mí me parece una crueldad tener animales encerrados en pisos, pero bueno, no es mi casa, ellas sabrán. Eso es más parecido a un tigre que a un gato, y Wendy lo va a malcriar, y mi hermana lo va a usar para su beneficio de alguna forma… Pero bueno, hay tantos animalistas en la familia, que lo sabrán mantener. —
Al menos el resto de familias estaban ya en la plaza, y en la distancia se veía al otro grupo berreando que ya llegaban. — ¡Y ES QUE HA SIDO TAN PRECIOSO! Mi niña con su corona de acebo… ¡MAMÁ! — Saltó Jason, que estaba narrándoles a Patrick y Ruairi todo aquello, hasta que vio a su madre. — ¡AY, MAMÁ! ¡LO BONITO QUE HA SIDO! ¡TÚ NO TE IMAGINAS A MI NIÑA PEQUEÑITA CANTANDO EN GAÉLICO! — Hijo, pero si tú no entiendes gaélico. — Dijo Maeve, recibiéndole como podía. — ¡PERO ESTA MARAVILLOSA FAMILIA ME LO HA TRADUCIDO! — Se separó y les miró. — Hay que ver todo lo que sabe Eillish, eh. Qué barbaridad, yo creo que en verdad los Ravenclaws son más listos que los Serpientes porque… — Gracias por la parte que me toca, mi amor. — Dijo Betty desde su sitio. — ¡MAMI! ¿No somos nosotros también tus niños pequeñitos y adorables llenos de acebo? — Preguntó Frankie llegando a su posición y levantándola por los aires. — ¡AY, FRANCIS, POR DIOS! Qué cencerro eres, hijo, bájame, anda. — Hubo un poco más de caos con la llegada de los otros, los bebés, el kneazle, y los grandes esfuerzos de Alice y Marcus de proteger la caja de la corona de empujones, niños curiosos, animales… Pero por fin se pusieron de camino a casa de Cletus y Amelia.
La entrada en el jardín, siendo tantísima gente, discreta no estaba siendo, pero Cletus y Amelia estaban ya un poco sordos, lo cual sin duda jugaba en su favor. — He tenido una idea. — Dijo Eillish. — Arnold Lacey era el mejor amigo de papá, y este chiquitín lleva su nombre. — Dijo dándole en la naricita al bebé. — Y Brando es su bisnieto más joven. Podemos ponerles a los dos con la caja de la corona abierta en la mano, y como no la pueden sujetar… Frankie. — Dijo mirando al tío. — Ponte tú detrás y sujétala de verdad. — Molly y Maeve ya estaban llorando, y Frankie titubeaba. — Eillish, hija yo… — Miró a Larry y este le dio en el hombro. — Tranquilo. Si mi sobrina sabe que si mi hermano lo primero que ve es mi cara lo que hara será hacerme rabiar. — Todos rieron y, con los ojos acuosos, Frankie y las dos mamás de los bebés se colocaron. — ¿Tenemos todos claro que hay que gritar “Nollaig Shona”? — Ha costado, pero está dominado. — Aseguró Andrew. — Pues venga. — Eillish llamó pero nadie acudió. — ¡NOOOOOORA! ¡LA PUERTA! — Gritó Cletus desde dentro. — ¡ABRE TÚ, PAPÁ QUE TENGO COSAS EN EL FUEGO! — ¿Y TU MARIDO QUÉ? — ¡NO SÉ NI DÓNDE ESTÁ! — Evidentemente, Nora y Eddie estaban en el ajo. De hecho, el segundo se asomó a la ventana y les saludó emocionado, como un niño. — ¡AMELIA! ¡MUJER, LA PUERTA! — Pero Amelia ni contestaba, o lo hacía desde una parte de la casa que no podían escuchar. — ¿NADIE VA A ABRIR? Nada, todo lo tiene que hacer uno… — Se oía gruñir a Cletus mientras se arrastraba hacia la puerta. Abrió distraído, y casi se asustó con el grito de todos. Parpadeó un momento y recibió la corona, sin palabras. — Pero… Esta es la corona de vuestra familia. — Dijo mirando a Frankie y Molly. — De nuestra familia, cuñado, por Merlín, a estas alturas… — Señaló hacia atrás con todos. — ¿No te parece que tenemos suficiente gente reunida como para considerar que somos una gran familia irlandesa todos? — Brando, aprovechando el momento, le tiró un besito y Arnie, divertido, le imitó. Bueno, pues ya era oficial, estaba llorando como todos los demás.
Conectó con el pitorreo que había en el otro extremo de la sala y entornó los ojos a la reacción de Nancy. — Vamos, a mí me la han cambiado, vaya. — A la que no iban a cambiar era a Siobhán, pero Fergus no se rendía, lo bueno era que Wendy, como se acababa de comprobar con el kneazle, adoptaba a todas las criaturas que veía perdidas, y ya lo llevaba de tren de cola. Poco a poco, todos se fueron poniendo en marcha (esperaba que estuvieran tardando lo suficiente para que los rezagados se pusieran las pilas) y la abuela Molly admiró muy profusamente el adorno, entre la risa residual y la emoción. — Ay, hijos, ya pensé que no volvería a vivir algo así… Que vosotros lo aprendáis y lo transmitáis… Es muy importante para mí. — Los dos la abrazaron, cada uno por un lado, y fueron poniéndose en marcha, con Lawrence y Emma cerrando la comitiva. — ¿Qué es eso de un kneazle, Wen? — Preguntó Nancy. — ¡QUE TENEMOS UN KNEAZLE! Lo ha encontrado tu cuñada en la linde, estaba abandonadito… Mira qué cosita. — Y como si lo hubiera entrenado, Ginger asomó la cabecita y soltó un leve maullido. Nancy suspiró y agitó la cabeza, antes de seguir caminando sin conceder nada. — Definitivamente, me la han cambiado. Porque ni bronca se ha llevado la otra. — Está acostumbrada del hermano. — Dijo Siobhán, pasando por el lado. — No sabéis lo que era Ruairi de pequeño… A mí me parece una crueldad tener animales encerrados en pisos, pero bueno, no es mi casa, ellas sabrán. Eso es más parecido a un tigre que a un gato, y Wendy lo va a malcriar, y mi hermana lo va a usar para su beneficio de alguna forma… Pero bueno, hay tantos animalistas en la familia, que lo sabrán mantener. —
Al menos el resto de familias estaban ya en la plaza, y en la distancia se veía al otro grupo berreando que ya llegaban. — ¡Y ES QUE HA SIDO TAN PRECIOSO! Mi niña con su corona de acebo… ¡MAMÁ! — Saltó Jason, que estaba narrándoles a Patrick y Ruairi todo aquello, hasta que vio a su madre. — ¡AY, MAMÁ! ¡LO BONITO QUE HA SIDO! ¡TÚ NO TE IMAGINAS A MI NIÑA PEQUEÑITA CANTANDO EN GAÉLICO! — Hijo, pero si tú no entiendes gaélico. — Dijo Maeve, recibiéndole como podía. — ¡PERO ESTA MARAVILLOSA FAMILIA ME LO HA TRADUCIDO! — Se separó y les miró. — Hay que ver todo lo que sabe Eillish, eh. Qué barbaridad, yo creo que en verdad los Ravenclaws son más listos que los Serpientes porque… — Gracias por la parte que me toca, mi amor. — Dijo Betty desde su sitio. — ¡MAMI! ¿No somos nosotros también tus niños pequeñitos y adorables llenos de acebo? — Preguntó Frankie llegando a su posición y levantándola por los aires. — ¡AY, FRANCIS, POR DIOS! Qué cencerro eres, hijo, bájame, anda. — Hubo un poco más de caos con la llegada de los otros, los bebés, el kneazle, y los grandes esfuerzos de Alice y Marcus de proteger la caja de la corona de empujones, niños curiosos, animales… Pero por fin se pusieron de camino a casa de Cletus y Amelia.
La entrada en el jardín, siendo tantísima gente, discreta no estaba siendo, pero Cletus y Amelia estaban ya un poco sordos, lo cual sin duda jugaba en su favor. — He tenido una idea. — Dijo Eillish. — Arnold Lacey era el mejor amigo de papá, y este chiquitín lleva su nombre. — Dijo dándole en la naricita al bebé. — Y Brando es su bisnieto más joven. Podemos ponerles a los dos con la caja de la corona abierta en la mano, y como no la pueden sujetar… Frankie. — Dijo mirando al tío. — Ponte tú detrás y sujétala de verdad. — Molly y Maeve ya estaban llorando, y Frankie titubeaba. — Eillish, hija yo… — Miró a Larry y este le dio en el hombro. — Tranquilo. Si mi sobrina sabe que si mi hermano lo primero que ve es mi cara lo que hara será hacerme rabiar. — Todos rieron y, con los ojos acuosos, Frankie y las dos mamás de los bebés se colocaron. — ¿Tenemos todos claro que hay que gritar “Nollaig Shona”? — Ha costado, pero está dominado. — Aseguró Andrew. — Pues venga. — Eillish llamó pero nadie acudió. — ¡NOOOOOORA! ¡LA PUERTA! — Gritó Cletus desde dentro. — ¡ABRE TÚ, PAPÁ QUE TENGO COSAS EN EL FUEGO! — ¿Y TU MARIDO QUÉ? — ¡NO SÉ NI DÓNDE ESTÁ! — Evidentemente, Nora y Eddie estaban en el ajo. De hecho, el segundo se asomó a la ventana y les saludó emocionado, como un niño. — ¡AMELIA! ¡MUJER, LA PUERTA! — Pero Amelia ni contestaba, o lo hacía desde una parte de la casa que no podían escuchar. — ¿NADIE VA A ABRIR? Nada, todo lo tiene que hacer uno… — Se oía gruñir a Cletus mientras se arrastraba hacia la puerta. Abrió distraído, y casi se asustó con el grito de todos. Parpadeó un momento y recibió la corona, sin palabras. — Pero… Esta es la corona de vuestra familia. — Dijo mirando a Frankie y Molly. — De nuestra familia, cuñado, por Merlín, a estas alturas… — Señaló hacia atrás con todos. — ¿No te parece que tenemos suficiente gente reunida como para considerar que somos una gran familia irlandesa todos? — Brando, aprovechando el momento, le tiró un besito y Arnie, divertido, le imitó. Bueno, pues ya era oficial, estaba llorando como todos los demás.
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