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El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1
Índice de capítulos
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
35. The date
36. Furthermore
37. Sin miedo a la diversión
1. La eternidad es nuestra
2. The birthday boy
3. Juntos pero no revueltos
4. Rêve d'un matin d'été
5. Don't need to go any further
6. The ghost of the past are the fears of the future
7. Que alumbra y no quema
8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
9. Could you never grow up?
10. El largo vuelo
11. Family fights together
12. The language of facts
13. El ejército
14. They made their way
15. De cara al pasado
16. Toda la carne en el asador
17. Con los pies en el suelo
18. The encounter
19. Titanium
20. La bandada
21. Turmoil
22. En el ojo del huracán
23. La mágica familia americana
24. Vientos de guerra
25. The hateful heirs
26. Damocles
27. Tierra sin ley, odio que ciega
28. Sueños de paz
29. Antes de despegar hay que aterrizar
30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
31. El vuelo de las águilas
32. Como las piedras celtas
33. Are we out of the Woods?
34. Bad topic
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37. Sin miedo a la diversión
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Chasqueó la lengua, ladeando varias veces la cabeza. - Según mis estándares, no. Según mis estándares y mi perspectiva escasas veces errónea, éramos dos eruditos en busca del conocimiento constante y con unos grandes horizontes vitales que habían encontrado en el otro una fuente de conocimiento, de trabajo mutuo y de, para los momentos necesarios de descanso, diversión. - Contuvo una sonrisilla. - Pero sí, para lo demás es altamente probable que se nos viera así. - Se acercó a su rostro y susurró en tono cómico. - Pero nunca les reconoceremos que tenían razón. Un poquito de mío sí que había. - Rio, y la miró con cariño. - Y yo pensaba... me encanta cuando me toca el pelo. - Puso una sonrisita infantil. - Casi hacía que me importara menos que me lo llenaras de arena. Constantemente. - Lo peor es que era verdad, aunque hasta él mismo podía escuchar su chillona voz de entonces quejándose de cada grano de más que le había caído en el cuerpo por culpa de su amiga. Pero lo siguiente que dijo le sacó una expresión de pena adorable. - Ooooh. ¿Cómo no iba a querer ser tu amigo? ¡Al revés! Dios, cuando mi padre me explicó lo que te pasaba, creía que te morías. Tuvo que repetirme como cien veces que te dejara tranquila, porque mi intención era llevarte a San Mungo con carácter urgente. - Se echó a reír al final. Qué ingenuos eran, de verdad que sí.
Siseó, paseando deliberadamente la mirada por su cuerpo. - Hmm lo siento, siempre fui demasiado educado como para... pararme a leer tu lenguaje corporal. - Comentó con clara intención, sin dejar de mirarla de arriba abajo con una sonrisa ladina. Asintió. - Los ojos. Desde el primer día que te vi te dije que me gustaron. - Se reafirmó. Cuando ella apretó más sus piernas y dejó ese comentario caer, se mordió el labio, mirando los de ella. - Esa falda, esos vestidos... me traías loco. - Susurró. - Y bien que lo sabías... - Rozó ligeramente sus labios con su lengua. - Pero sí, yo miraba tus ojos. Yo siempre fui un chico muy bueno, Gallia, aunque te hayas empeñado en sacar otra faceta de mí. - Se acercó a su oído y susurró. - Y a veces lo consigas. - Como que a él no le encantaba dejarse arrastrar a ese juego. Ni era tan inocente como quería hacer mostrar, aunque en ese verano, si bien estaba bastante revolucionado, estaba considerablemente más en la inopia de lo que lo estaba ahora. No sabía ni por dónde le venían los golpes.
Arqueó la ceja, separando los labios con media sonrisa ladina. - ¿Qué quieres conseguir a cambio de tanta adulación, Gallia? - Dejó caer. Como si no lo supiera... Como si no le encantara que lo hiciera. Soltó una única carcajada suave. - ¿No te hace gracia mi respuesta? Vaya... Y yo que pensaba hacer un supuesto práctico... - Pinchó, porque así eran ellos, se tentaban el uno al otro y se tiraban de la cuerda, aunque los dos tuvieran exactamente el mismo objetivo. Sonrió con un poco más amplitud. - Bien... Veo que lo has captado. - Dijo sugerente a eso de que podía hacer las dos cosas porque estaban presentes los dos, correspondiendo su beso con deseo, aprovechando para acariciar su espalda mientras la sujetaba.
- Hm, más preguntas. - La besó de nuevo, en ese beso apasionado, y añadió. - Advierto que, mientras estoy respondiendo, no puedo estar besándote. - Se mojó los labios y escuchó. Tomó aire. - Uff... - Dijo soltándolo, con media risa. - Esa pregunta... esa pregunta es muuuuuy complicada. - Sobre todo si iba besando su cuello mientras él intentaba pensar. Así sí que se desconcentraba. - No me gusta... responder a las cosas sin un buen estudio previo. - Como si él no se tuviera más que estudiado el cuerpo de Alice. Pero nunca era suficiente. - Yo no me expongo a ninguna prueba para pasarla superficialmente... Me temo que necesito... más estudio, mucho más estudio del terreno, para responder a esa pregunta. - Devoró sus labios, pasando las manos por su cuerpo. - Repasarlo todo muy muy bien... No dejarme ni una sola zona por investigar adecuadamente... - La miró a los ojos con una ceja arqueada. - Aunque... si tú tienes preferencias... admito sugerencias de la experta. - Pasó sus besos por su cuello. - Aunque yo ya tengo mis propias hipótesis. - Susurró, echando un rápido vistazo para comprobar que seguía sin haber nadie y dejar un par de besos furtivos cerca de su pecho.
Siseó, paseando deliberadamente la mirada por su cuerpo. - Hmm lo siento, siempre fui demasiado educado como para... pararme a leer tu lenguaje corporal. - Comentó con clara intención, sin dejar de mirarla de arriba abajo con una sonrisa ladina. Asintió. - Los ojos. Desde el primer día que te vi te dije que me gustaron. - Se reafirmó. Cuando ella apretó más sus piernas y dejó ese comentario caer, se mordió el labio, mirando los de ella. - Esa falda, esos vestidos... me traías loco. - Susurró. - Y bien que lo sabías... - Rozó ligeramente sus labios con su lengua. - Pero sí, yo miraba tus ojos. Yo siempre fui un chico muy bueno, Gallia, aunque te hayas empeñado en sacar otra faceta de mí. - Se acercó a su oído y susurró. - Y a veces lo consigas. - Como que a él no le encantaba dejarse arrastrar a ese juego. Ni era tan inocente como quería hacer mostrar, aunque en ese verano, si bien estaba bastante revolucionado, estaba considerablemente más en la inopia de lo que lo estaba ahora. No sabía ni por dónde le venían los golpes.
Arqueó la ceja, separando los labios con media sonrisa ladina. - ¿Qué quieres conseguir a cambio de tanta adulación, Gallia? - Dejó caer. Como si no lo supiera... Como si no le encantara que lo hiciera. Soltó una única carcajada suave. - ¿No te hace gracia mi respuesta? Vaya... Y yo que pensaba hacer un supuesto práctico... - Pinchó, porque así eran ellos, se tentaban el uno al otro y se tiraban de la cuerda, aunque los dos tuvieran exactamente el mismo objetivo. Sonrió con un poco más amplitud. - Bien... Veo que lo has captado. - Dijo sugerente a eso de que podía hacer las dos cosas porque estaban presentes los dos, correspondiendo su beso con deseo, aprovechando para acariciar su espalda mientras la sujetaba.
- Hm, más preguntas. - La besó de nuevo, en ese beso apasionado, y añadió. - Advierto que, mientras estoy respondiendo, no puedo estar besándote. - Se mojó los labios y escuchó. Tomó aire. - Uff... - Dijo soltándolo, con media risa. - Esa pregunta... esa pregunta es muuuuuy complicada. - Sobre todo si iba besando su cuello mientras él intentaba pensar. Así sí que se desconcentraba. - No me gusta... responder a las cosas sin un buen estudio previo. - Como si él no se tuviera más que estudiado el cuerpo de Alice. Pero nunca era suficiente. - Yo no me expongo a ninguna prueba para pasarla superficialmente... Me temo que necesito... más estudio, mucho más estudio del terreno, para responder a esa pregunta. - Devoró sus labios, pasando las manos por su cuerpo. - Repasarlo todo muy muy bien... No dejarme ni una sola zona por investigar adecuadamente... - La miró a los ojos con una ceja arqueada. - Aunque... si tú tienes preferencias... admito sugerencias de la experta. - Pasó sus besos por su cuello. - Aunque yo ya tengo mis propias hipótesis. - Susurró, echando un rápido vistazo para comprobar que seguía sin haber nadie y dejar un par de besos furtivos cerca de su pecho.
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Incluso estando en aquel plan, la ternura y los buenos recuerdos con Marcus ganaban, y se echaba a reír con sinceridad con sus ocurrencias y sus discursos muy bien puestos. — Me encantaba llenarte de arena para luego tener que quitártela, erudito. — Dijo dejando tiernos besos por toda su cara. Y le dio la risa de nuevo con lo de San Mungo. — A los chicos os tienen demasiado en la inopia con esos temas, de verdad te lo digo. Y yo peor estaba, que era como “NO SE LO CONTÉIS BAJO RIESGO DE MUERTE POR DRAMA PUBERTOSO”. — Y volvió a reírse de ambos en sus brazos, en el agua, y sinceramente, era todo lo que necesitaba.
Alzó una ceja y le miró de arriba abajo. — Yo diría que se te da bastante bien mi lenguaje corporal, señor perfecto prefecto. — A mí también me gustan tus ojos de Slyterin… — Dijo acariciando su contorno con el dedo. — Y me gusta desabrocharte las camisas… Tienen algo. Y como casi siempre vas con una… Pues punto para mí. — Abrió los ojos recordando algo. — Y la corbata. Oh, me encanta lo sexy que te queda la corbata aflojada. — Le dijo juguetona, aferrándose aún más si podía a su cuerpo, para que la sintiera todo lo cerca que se pudiera. — Me gusta conseguir sacar esa parte de ti, mi amado perfecto prefecto. Es mi triunfo personal. — Dijo antes de atacar de nuevo sus labios.
Y de nuevo le dio la risa con lo de que no la podía besar si estaba hablando. — Podemos hacer las dos cosas. Se nos dan bien. — Aseguró entre los dichos besos. Se separó un segundo asintiendo con la cabeza. — A mí me parece que desde que nos besamos en cuarto has tenido tiempo de estudiarlo en profundidad, ¿no crees? — Pero desde luego que no se iba a oponer a un estudio así de exhaustivo, desde luego. Abrió los ojos, que tenía cerrados para disfrutar de la experiencia, para enfocarle, con una mirada cargada de intenciones. — ¿Ah sí? Hmmm déjame pensar. — Y tuvo que modular un jadeo mientras su novio se acercaba al lugar de su hipótesis. — Creo que me conoces demasiado bien, amor mío. — Pasó las manos por su pelo, peinando sus rizos y se acercó a sus labios. — Si hablamos de besos… Efectivamente, has acertado. — Dijo con media sonrisilla, agarrando su mano y poniéndola sobre uno de sus pechos bajo el agua. — Pero si hablamos de caricias… — Bajó la mano de Marcus hacia su rodilla, deslizándola por el muslo hacia arriba. — Esto me vuelve loca, sobre todo cuando me levantas una falda o un vestido. — Dijo bajando la voz, antes de volver a lanzarse a los labios de Marcus. — ¿Hago yo mi hipótesis? — Se acercó a su oído. — Yo creo que los besos te gustan por aquí… — Dijo bajando los labios por su cuello. — Creo que te gusta esto también. — Dijo cerrando el puño en los rizos suavemente. — Pero que te quedarías, por encima de todo… Con ese regalo de cumpleaños que te hice el año pasado. — Y se le escapó un hondo suspiro solo de pensarlo.
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
- Ah, así que lo reconoces. - Dijo con fingida indignación, aunque la risa se le escapaba. - Muy bien. Prepararé mi venganza cuando menos te lo esperes, que lo sepas. - Se echó a reír. - Sí, yo casi me muero, de hecho. Solo de pensar que tú te morías. No sabía que hacer. Me había autoimpuesto que cierto pajarito estuviera sano y salvo. -Comentó meloso, devolviendo él también los besitos por su cara. ¿Se podían quedar ahí toda la vida? ¿Por qué la vida, simplemente, no era así siempre?
Ladeó una sonrisa chulesca. - Ya te lo he dicho, Gallia: a mí se me da bien todo. Sobre todo si tiene que ver contigo. - Chasqueó la lengua. - Vaya... Qué lástima que no lleve ninguna ahora... ¿Quieres que vaya y me la ponga? - Preguntó tentador. Se mordió el labio, mirándola. - A mí me gustan tus vestidos. - Hizo una pausa, solo para intensificar el momento y su mirada sobre ella. - Me gusta todo lo que te pones. Y lo que no te pones. - La aferró más contra él, sonriendo con picardía. - Con que sí ¿eh? Te gusta que deje de ser perfecto solo para ti... - Se mojó los labios y se acercó a los suyos. - A mí me gusta que me hagas caso. Es mi pequeño triunfo personal. - Y volvieron a los besos, en esa sintonía de saber que se conocían muy bien, y en todos los campos.
Arqueó una ceja, sin perder la sonrisita. - Que haya tenido tiempo para estudiarlo no significa que no quiera seguir haciéndolo. Un buen Ravenclaw nunca deja de investigar y mejorar. - Ladeó la cabeza. - ¿O me vas a decir que beso igual que en cuarto? - Porque él lo dudaba profundamente, los dos habían evolucionado bastante desde entonces. Siguió besándola, mientras sonreía con satisfacción, porque sentía sus reacciones y adoraba oír que la conocía tan bien (aunque ya lo sabía). Ahora el que tuvo que contener sus reacciones fue él, porque Alice había llevado su mano directamente a su pecho, y la tentación de descubrirlo de esa tela tan voluble que lo tapaba para poder acariciarlo con propiedad era demasiado grande. De hecho, una vez más había mirado de reojo hacia la arena, pero no había ni rastro de nadie por allí. - ¿Ah sí? - Se hizo el tonto cuando dijo lo que le gustaba que acariciara su muslo. - A mí me encanta hacerlo... Aunque, a diferencia claramente de ti, yo te prefiero así. Sin una falda que levantar, por muy tentadora que sea. - Rozó su nariz, tentativo. - En el fondo lo que me gusta alcanzar es lo que esconde. Así al menos no está escondido. - Susurró.
- Venga. - La tentó para que hiciera su hipótesis, aunque empezaba a generársele un pequeño problema por el cual no iba a poder salir del agua si se terciaba... Y, evidentemente, la respuesta de Alice no mejoraba la circunstancia. Soltó el aire por la boca, tratando de contenerse, cuando agarró sus rizos, porque eso le traía recuerdos... Oh, qué recuerdos, demasiados y muy concretos. Soltó una leve risa jadeada. - Me quedo contigo por encima de todo, hagas lo que hagas. Porque todo me vuelve loco. Tú me vuelves loco. - Besó sus labios, deseoso. - ¿Intentas comprobar si soy capaz de aguantar hasta la noche o qué? - Preguntó en un susurro sobre estos, aunque con una leve risa, como si quisiera preguntarlo medio de broma medio en serio. - Como tengamos que salir ahora del agua... Espero que hayas aprendido lo suficiente sobre estas lecciones como para salirte tu sola. - Dijo de nuevo con una breve risa. Se hundió un poco más en el agua (necesitaba refrescarse) y se quedó mirándola a los ojos, sujetándola aún en sus brazos, de nuevo rodeándola por la espalda (tocar su pecho era muy placentero pero necesitaba relajarse un poquito, que en esa playa, por poca que fuera, había gente). - ¿Sabes que a todas esas preguntas, la respuesta es sí? - Dijo con una sonrisilla, mirando sus labios. - Me encantas. Me encanta todo lo que me haces. - Se acercó a sus labios y dijo más bajo. - Lo haría contigo en cualquier parte del mundo. - Allí, por ejemplo, o donde fuera. Le daría igual estar lleno de arena o en mitad del agua. Besó sus labios y, al terminar, la miró a los ojos y dijo un tanto más serio. - Pero a ser posible donde no puedan condenarnos por escándalo público, por favor. - Que se estaba viendo a su novia venir, aunque le tuvo que dar la risa al decir eso último.
Ladeó una sonrisa chulesca. - Ya te lo he dicho, Gallia: a mí se me da bien todo. Sobre todo si tiene que ver contigo. - Chasqueó la lengua. - Vaya... Qué lástima que no lleve ninguna ahora... ¿Quieres que vaya y me la ponga? - Preguntó tentador. Se mordió el labio, mirándola. - A mí me gustan tus vestidos. - Hizo una pausa, solo para intensificar el momento y su mirada sobre ella. - Me gusta todo lo que te pones. Y lo que no te pones. - La aferró más contra él, sonriendo con picardía. - Con que sí ¿eh? Te gusta que deje de ser perfecto solo para ti... - Se mojó los labios y se acercó a los suyos. - A mí me gusta que me hagas caso. Es mi pequeño triunfo personal. - Y volvieron a los besos, en esa sintonía de saber que se conocían muy bien, y en todos los campos.
Arqueó una ceja, sin perder la sonrisita. - Que haya tenido tiempo para estudiarlo no significa que no quiera seguir haciéndolo. Un buen Ravenclaw nunca deja de investigar y mejorar. - Ladeó la cabeza. - ¿O me vas a decir que beso igual que en cuarto? - Porque él lo dudaba profundamente, los dos habían evolucionado bastante desde entonces. Siguió besándola, mientras sonreía con satisfacción, porque sentía sus reacciones y adoraba oír que la conocía tan bien (aunque ya lo sabía). Ahora el que tuvo que contener sus reacciones fue él, porque Alice había llevado su mano directamente a su pecho, y la tentación de descubrirlo de esa tela tan voluble que lo tapaba para poder acariciarlo con propiedad era demasiado grande. De hecho, una vez más había mirado de reojo hacia la arena, pero no había ni rastro de nadie por allí. - ¿Ah sí? - Se hizo el tonto cuando dijo lo que le gustaba que acariciara su muslo. - A mí me encanta hacerlo... Aunque, a diferencia claramente de ti, yo te prefiero así. Sin una falda que levantar, por muy tentadora que sea. - Rozó su nariz, tentativo. - En el fondo lo que me gusta alcanzar es lo que esconde. Así al menos no está escondido. - Susurró.
- Venga. - La tentó para que hiciera su hipótesis, aunque empezaba a generársele un pequeño problema por el cual no iba a poder salir del agua si se terciaba... Y, evidentemente, la respuesta de Alice no mejoraba la circunstancia. Soltó el aire por la boca, tratando de contenerse, cuando agarró sus rizos, porque eso le traía recuerdos... Oh, qué recuerdos, demasiados y muy concretos. Soltó una leve risa jadeada. - Me quedo contigo por encima de todo, hagas lo que hagas. Porque todo me vuelve loco. Tú me vuelves loco. - Besó sus labios, deseoso. - ¿Intentas comprobar si soy capaz de aguantar hasta la noche o qué? - Preguntó en un susurro sobre estos, aunque con una leve risa, como si quisiera preguntarlo medio de broma medio en serio. - Como tengamos que salir ahora del agua... Espero que hayas aprendido lo suficiente sobre estas lecciones como para salirte tu sola. - Dijo de nuevo con una breve risa. Se hundió un poco más en el agua (necesitaba refrescarse) y se quedó mirándola a los ojos, sujetándola aún en sus brazos, de nuevo rodeándola por la espalda (tocar su pecho era muy placentero pero necesitaba relajarse un poquito, que en esa playa, por poca que fuera, había gente). - ¿Sabes que a todas esas preguntas, la respuesta es sí? - Dijo con una sonrisilla, mirando sus labios. - Me encantas. Me encanta todo lo que me haces. - Se acercó a sus labios y dijo más bajo. - Lo haría contigo en cualquier parte del mundo. - Allí, por ejemplo, o donde fuera. Le daría igual estar lleno de arena o en mitad del agua. Besó sus labios y, al terminar, la miró a los ojos y dijo un tanto más serio. - Pero a ser posible donde no puedan condenarnos por escándalo público, por favor. - Que se estaba viendo a su novia venir, aunque le tuvo que dar la risa al decir eso último.
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
¿Qué Marcus prefería? ¿El chulito que decía que todo se le daba bien? ¿El adorable que quería salvarla de la horrible condena femenina cuando era un nene adorable y absolutamente despistado? Ah, conocía perfectamente la respuesta: el Marcus tentativo y sexy, que quería ponerla contra las cuerdas del deseo haciéndole preguntas como esas. — La verdad es que me encanta ver cómo te saltas algunas normillas solo por tenerme así. — Admitió, socarrona. Pero no estaba mintiendo ni un poquito. — Y a mí me gusta hacerte caso, porque veo cuánto te gusta y se te pone una mirada de satisfacción que me pone a mil. — Admitió, mordiéndose el labio sin separarse ni un milímetro.
Negó con la cabeza ampliando la cabeza. — No, para nada. Ahora me besas con menos prisa y menos miedo… — Volvió a besarle. — Con más ganas… — Uf, empezaba a ponerse tenso el tema. Y más cuando dijo lo de la falda. Le miró traviesa y sorprendida. — Pero bueno, prefecto O’Donnell, ¿desde cuándo eres tan atrevido en esas cosas que dices? — Preguntó con una risilla entre dientes antes de deleitarse con sus labios otra vez.
Le miró a los ojos con cariño y pasión cuando le dijo que se quedaba con ella. — Y yo me quedo con Marcus O’Donnell. Todo mío. — Le dijo rozando su nariz con la de él. Ah, pero sabía que esa afirmación de que lo haría con ella en cualquier parte conllevaba un “pero”. Rio entre dientes de nuevo y se acercó para dejar un suave beso en sus labios, con más ternura y cariño. — Lo sé, mi sol. Pero también sé que te tensa estar aquí. — Rio un poquito. — Puede que sí estuviera estirándote la cuerda a ver cuánto tardabas en olvidarte del calentón que llevas en favor del no-escándalo-público. — Se bajó de su agarre y alzó una ceja. — Sí que tienes un problema, sí. Pero eso te lo quito yo en un momento. Y esta noche… Retomamos donde lo hemos dejado. — Aseguró.
Y sin soltarse de su mano, cogió aire y se metió en el agua, deslizándose por la arena. Salió de golpe y dijo. — ¡Soy un pececillo! — Volvió a meterse al agua y se agarró de la otra mano, apareciendo por el otro lado. — ¡Un pececillo azul! — Volvió a sumergirse y salió ante él, echándole agua inmisericordemente. — ¡Vamos prefecto! ¡Tienes que reperfeccionarte otra vez! No se puede permitir que salgas en según qué circunstancias ahí fuera. — Le dijo entre risas. Luego le rodeó y se subió a su espalda de un salto. — Vamos, mi perfectísimo O’Donnell, sácame de aquí. — Dejó un beso en su hombro. — Quiero que vayamos a un sitio que acabo de recordar al hablar de los viejos tiempos. — Apoyó la cabeza en su espalda, dejando que el sol la iluminara, la calentara, mientras ella sentía a su novio agarrándola, protegiéndola, y la paz de no tener responsabilidades en un rato. — A un sitio donde siempre habrá un recordatorio de Marcus y Alice, cuando aún pensaban que serían solo mejores amigos para siempre. — Esperaba que supiera a qué se refería. Además le apetecía pasear por allí.
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Tensar no era exactamente la palabra, pero... un poco sí. Porque le costaba tantísimo contenerse con Alice, tenía que hacer un esfuerzo enorme, y Marcus tenía en su cabeza una voz muy potente que chillaba y chillaba cuando hacía algo que consideraba políticamente incorrecto. Era un tormento... pero, ah, qué tormento más placentero. Con su novia todo era así, y allá que iba él, con los ojos cerrados, y no se arrepentía ni un poquito. A veces preferiría acallar esa voz, ¿pero qué ocurriría entonces? Solo Merlín sabía. Porque ya pasaban muchas cosas que hubiera considerado impensables aun teniéndola.
Puso una exagerada cara de sorpresa, con un punto indignado muy artificial pero la sonrisilla de fondo. - ¿Reconoces estar poniéndome al límite, entonces? Me parece terrible, Alice Gallia. - Qué le iba a parecer terrible. A él era al primero que le encantaba. - Cómo juegas conmigo... qué malilla eres... - Dijo con picardía. Así no se iba a relajar. - Se me acumulan las venganzas. - Como que no sabían de sobra los dos que, en ese terreno, siempre iba a tener él las de perder. - Sí que tengo un problema, sí. - Repitió tras ella, y entonces, su novia empezó a hacer tonterías. Y desde luego que eso era una gran estrategia para hacerle reír y rebajarle el calentón.
Soltó una fuerte carcajada, porque no se esperaba esa salida (nunca mejor dicho). Antes de que pudiera responder, su novia se sumergió una vez más. - ¡Alice! - Bramó, muerto de risa, como si quisiera decirle que parara, pero para nada, era muy divertido aquello. Aunque, tras la segunda salida, empezó a echarle agua. - ¡Eh, eh! - Se quejó, riendo y tapándose. - ¡Pero bueno! ¡Pececillo desagradecido, quién te habrá enseñado a nadar! ¡Te vas a enterar! - Intentó devolver el agua, diciendo. - ¡Tú me has puesto así! ¡Y pienso hacer justicia! ¡Se sabrá la verdad! - Bromeó, hasta que su novia se enganchó de su espalda y él la agarró para pegarla bien a sí. - ¿Que te saque de aquí? Ahora no quiero. - Alzó la barbilla con una infantil sonrisita digna. - Aún no estoy preparado. - No era mentira del todo.
Pero imaginaba donde quería llevarle Alice y le parecía una gran idea. El Marcus relajado amaba cuando se ponía así, apoyada en él, hablando tranquilos... pero tenía que vengarse, o no sería él. - Ah ¿ya no tiene este pececillo más ganas de nadar? Pues lo siento, pero yo sí. - Se hundió, con ella bien agarrada a su espalda, y probablemente ella se hundiera con él, o quedara por fuera del agua a duras penas. Salió de golpe, pero aún asegurándose de que Alice estuviera enganchada a su espalda. - ¿Sabes que hay pececillos que se pegan a la espaldas de las ballenas y... de los tiburones? - Giró la cabeza y puso voz monstruosa. - ¡Te has enganchado a la espalda del tiburón equivocado, pececillo! - Y se hundió de nuevo, buceando hacia fuera, y saliendo cuando quedaba poca agua, corriendo hacia la orilla sin dar a su novia margen de reacción. - ¡Ahora no puedes huir! - Bramó, con ella a la espalda, y se dejó caer en la arena, rodando con ella varias veces. La soltó, provocando que rodara cada uno hacia un lado, pero se arrastró entre risas hacia ella, rápidamente. - ¿Ahora qué? - Preguntó riendo, y le llenó el pelo inmisericordemente de arena. - Antes de que lo preguntes: sí, me compensa. Soy medio Slytherin. Tenía que cobrarme mi venganza. - Apoyó los dos brazos cruzados en la arena, boca abajo, y la miró con una sonrisilla. - Me temo que vas a tener que bañarte otra vez. - Y él también.
Puso una exagerada cara de sorpresa, con un punto indignado muy artificial pero la sonrisilla de fondo. - ¿Reconoces estar poniéndome al límite, entonces? Me parece terrible, Alice Gallia. - Qué le iba a parecer terrible. A él era al primero que le encantaba. - Cómo juegas conmigo... qué malilla eres... - Dijo con picardía. Así no se iba a relajar. - Se me acumulan las venganzas. - Como que no sabían de sobra los dos que, en ese terreno, siempre iba a tener él las de perder. - Sí que tengo un problema, sí. - Repitió tras ella, y entonces, su novia empezó a hacer tonterías. Y desde luego que eso era una gran estrategia para hacerle reír y rebajarle el calentón.
Soltó una fuerte carcajada, porque no se esperaba esa salida (nunca mejor dicho). Antes de que pudiera responder, su novia se sumergió una vez más. - ¡Alice! - Bramó, muerto de risa, como si quisiera decirle que parara, pero para nada, era muy divertido aquello. Aunque, tras la segunda salida, empezó a echarle agua. - ¡Eh, eh! - Se quejó, riendo y tapándose. - ¡Pero bueno! ¡Pececillo desagradecido, quién te habrá enseñado a nadar! ¡Te vas a enterar! - Intentó devolver el agua, diciendo. - ¡Tú me has puesto así! ¡Y pienso hacer justicia! ¡Se sabrá la verdad! - Bromeó, hasta que su novia se enganchó de su espalda y él la agarró para pegarla bien a sí. - ¿Que te saque de aquí? Ahora no quiero. - Alzó la barbilla con una infantil sonrisita digna. - Aún no estoy preparado. - No era mentira del todo.
Pero imaginaba donde quería llevarle Alice y le parecía una gran idea. El Marcus relajado amaba cuando se ponía así, apoyada en él, hablando tranquilos... pero tenía que vengarse, o no sería él. - Ah ¿ya no tiene este pececillo más ganas de nadar? Pues lo siento, pero yo sí. - Se hundió, con ella bien agarrada a su espalda, y probablemente ella se hundiera con él, o quedara por fuera del agua a duras penas. Salió de golpe, pero aún asegurándose de que Alice estuviera enganchada a su espalda. - ¿Sabes que hay pececillos que se pegan a la espaldas de las ballenas y... de los tiburones? - Giró la cabeza y puso voz monstruosa. - ¡Te has enganchado a la espalda del tiburón equivocado, pececillo! - Y se hundió de nuevo, buceando hacia fuera, y saliendo cuando quedaba poca agua, corriendo hacia la orilla sin dar a su novia margen de reacción. - ¡Ahora no puedes huir! - Bramó, con ella a la espalda, y se dejó caer en la arena, rodando con ella varias veces. La soltó, provocando que rodara cada uno hacia un lado, pero se arrastró entre risas hacia ella, rápidamente. - ¿Ahora qué? - Preguntó riendo, y le llenó el pelo inmisericordemente de arena. - Antes de que lo preguntes: sí, me compensa. Soy medio Slytherin. Tenía que cobrarme mi venganza. - Apoyó los dos brazos cruzados en la arena, boca abajo, y la miró con una sonrisilla. - Me temo que vas a tener que bañarte otra vez. - Y él también.
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Pocas cosas le hacían más feliz que hacer reír así a su novio. La risa de Marcus era la poción más potente que hubiera probado en su vida, más que el navarryl, nada tenía mayor efecto sobre su felicidad que aquella risa. Por eso estaba tan a gusto en su espalda, tonteando y vacilándose entre ambos. — Dudo que no estés preparado. Un O’Donnell nace preparado, o cualquier sobrada Raventhin que se te ocurra ahora. — Dijo con voz adormilada, demasiado a gustito abrazada como un koala a la espalda de su novio.
Iba a contestar que no, no quería nadar más, y de hecho, igual cancelaba el plan cueva y se quedaban así indefinidamente hasta que le apeteciera. Se agarró más fuerte a su novio y se las apañó para no tragar agua a pesar de que se estaba riendo con las tonterías del chico. Era tremendamente divertido cuando quería, podría pasar por Gallia. — Ahora soy Alice la rémora, por lo visto. Pero si los tiburones están como tú, encantada. — Pero nada, su novio estaba descontrolado y la arrastró hasta la orilla sin darle ni un momento para dejar de reírse y calmarse. Y cómo no, el muy Slytherin, tuvo que vengarse de ella rodando por la arena. Lo que no se había parado a pensar, es que a Alice le ENCANTABA hacer eso. Le recordaba a ese verano de cuarto, ese día de San Lorenzo, cuando los padres ya vieron que ahí pasaban cosas no tan inocentes.
Cuando por fin cayeron cada uno a un lado, dejó salir esas ganas de reír. — Ya veo que te compensa, ya. — Incorporó el tronco y se sacudió como un perrillo. — Ahora soy un pececillo rebozado. Di la verdad O’Donnell. Ya tienes hambre otra vez y querías echarme a la sartén y comerme, ¿es o no? — Se puso ella también boca abajo y se acercó a su novio. — Pues no puedo bañarme sin mi profesor-flotador-tiburón ¿no? — Se incorporó de un saltito y tiró de la mano de Marcus hacia dentro del agua, riendo al sentir que las olas chocaban con ellos. Se acercó a él y le rodeó el cuello con los brazos, clavando sus ojos en los suyos. — ¿Sabes que eres de lo más divertido cuando quieres? — Le besó. — ¿Sabes cuán feliz me haces? ¿Sabes que te amo, Marcus O’Donnell? ¿Eres consciente de cuán perfecto eres para mí? — Y le besó mientras las olas les limpiaban la arena a ambos.
Cuando se sintió liberada de toda la arena que les invadía, tiró de su novio hacia la cueva. — ¿Sabes? Aquel día mientras iba por aquí, en verdad estaba superdolorida y no sabía qué me pasaba, y no quería decírtelo para no entrar en pánico. Hice bien, visto lo visto. — Comentó con una risita. Ah sí, la cueva de las medusas no cambiaba. Aquel brillo particular, aquel ambiente tan privado… Cogió las dos manos de su novio y le miró de frente, emocionada. — Ahora sé que te he amado en todos y cada uno de los lugares que he compartido contigo. Pero aquí siempre seremos esos niños de doce años descubriendo la vida juntos. — Dijo juntando su frente con la de él, porque nada les definía mejor.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Rio con ganas y no pudo evitar abrazarse a ella, aún en la arena, porque la comparativa le había hecho mucha gracia. - Oh, un pececillo rebozado. Tienes una pinta apetitosa, voy a tener que hacer... - Y dio un bocado en el aire en su dirección, sonido incluido, entre risas. - Oh, creía que la señorita pececillo rebozado ya sabía nadar. Qué bien viene un novio cuando interesa. - Se quejó por quejarse, porque seguía riéndose y en un estado de felicidad que había echado mucho de menos desde el último verano que pasaron allí. Marcus y Alice eran siempre Marcus y Alice, pero en La Provenza... eran otros. Eran otra parte de ellos mismos.
Se dejó conducir hasta el agua, abrazándola y recibiendo su beso, con una sonrisa. - Yo siempre quiero ser divertido. Excepto en los momentos en los que no es pertinente. - Bromeó, pero miraba a su novia con adoración absoluta. - Yo te amo más, Alice Gallia. Eres lo mejor que tengo en la vida. - Y siguieron besándose, abrazados en el mar. Pasó sus manos por su espalda y rio un poco. - Sí que eres un pececillo rebozado. Estoy arrastrando arena. - Comentó mirándolas y viendo como, efectivamente, estaba llevándose la arena pegada al cuerpo de Alice con las manos al tocarla. - Fíjate si soy buen novio y mejor persona, y si mi parte Ravenclaw y O'Donnell es mucho más potente digas tú lo que digas, que no puedo vengarme de ti sin luego procurar que estés bien. - Comentó, mientras le quitaba la arena con las manos con delicadeza. - A ver, vamos a mantener al pececillo limpito. Tienes arena por aquí... Y por aquí... Y por aquí también... - Iba bromeando, riendo, mientras le pasaba las manos por la cintura, y por los hombros, y por el cuello, haciéndole cosquillas al pasar. - Sé de alguien a quien le gustaba mucho quitarme la arena del pelo... - Dejó caer, sabiendo lo fácil que era que su novia cogiera eso.
Fue con Alice hasta la cueva, escuchando lo que decía y negando con la cabeza. - Y yo en la inopia... - De verdad, qué torpe. Ahora no entendía cómo había podido no ver algo tan sencillo y obvio... Claro que, seguía insistiendo, nadie se había parado a explicárselo hasta ese momento. Su madre no hablaba de esas cosas, evidentemente: Emma O'Donnell podía demostrar que era un ser humano convencional hasta cierto punto. - No, no hiciste bien. - Dijo muy digno, aunque por dentro estaba pensando sí, hiciste bien, porque ya hubiera yo llamado a la ambulancia mágica si me llego a enterar. - Era tu amigo y me preocupaba por tu bienestar, y te hubiera cuidado estupendamente y evitado que pasaras un mal rato. - Mantuvo su argumentación, pero hasta él sabía que solo hubieran generado un drama más grande. Pero claro, Marcus O'Donnell no podía simplemente decir que era mejor que no le contaran algo, sobre todo algo que atañía al amor de su vida. Que ya lo era por aquella época aunque no se hubiera dado cuenta.
Lo que le dijo al entrar le llegó al corazón y le sacó una sonrisa sincera, mientras juntaba su frente a la de ella. - Nos encantaba descubrir el mundo juntos... En el fondo, siempre quisimos construir un mundo juntos. - Eso sí que lo recordaba vívidamente, lo convencido que estaba de que Alice sería su compañera de vida siempre, que nunca dejarían de aprender uno al lado del otro, de viajar y descubrir. El por qué no había llegado a ciertas conclusiones... Cabezonería O'Donnell, no podía decir otra cosa. Eso y su miedo a perderla para siempre, a que quisiera volar lejos de él. Pero se aferraba como un clavo ardiendo a ese entusiasmos y esas promesas que se hacían, pensando que serían suficiente. No se equivocó del todo, por fortuna para él.
- Quiero ver si esto sigue funcionando. - Dijo entre risas, cogiendo un poco del residuo de las paredes de la cueva. - Aquella vez me lo pusiste tú a mí, así que... - Le puso un poco a ella por encima del pecho, y luego se lo untó él. - Hmmm... Vaya, soy más hombre que por aquella época. Qué sorpresa. - Dijo casi monocorde, aguantándose la risa mientras se miraba. El rosa se veía considerablemente más intenso en su piel ahora que en la del Marcus de trece años, aunque la reacción de Alice era bastante verde también. Se giró a la roca y pasó la mano por esta, sonriendo con ternura cuando vio el resultado. - "Violet y Erin, 1975". "Marcus y Alice, 1997". - Miró a Alice. - Casi igual de sospechosas las dos primeras que los dos últimos. - Comentó entre risas. Se sentó en la roca, frente a los nombres, y pasó un hombro por encima de Alice para quedar los dos sentados ante aquellas letras, abrazados y con las cabezas pegadas, simplemente viviendo aquel momento. - Nos hemos querido todo este tiempo... - Acarició su pelo con la mejilla, sin quitar la mirada de los nombres que brillaban en la pared. - Es bonito verlo reflejado. Para la eternidad. -
Se dejó conducir hasta el agua, abrazándola y recibiendo su beso, con una sonrisa. - Yo siempre quiero ser divertido. Excepto en los momentos en los que no es pertinente. - Bromeó, pero miraba a su novia con adoración absoluta. - Yo te amo más, Alice Gallia. Eres lo mejor que tengo en la vida. - Y siguieron besándose, abrazados en el mar. Pasó sus manos por su espalda y rio un poco. - Sí que eres un pececillo rebozado. Estoy arrastrando arena. - Comentó mirándolas y viendo como, efectivamente, estaba llevándose la arena pegada al cuerpo de Alice con las manos al tocarla. - Fíjate si soy buen novio y mejor persona, y si mi parte Ravenclaw y O'Donnell es mucho más potente digas tú lo que digas, que no puedo vengarme de ti sin luego procurar que estés bien. - Comentó, mientras le quitaba la arena con las manos con delicadeza. - A ver, vamos a mantener al pececillo limpito. Tienes arena por aquí... Y por aquí... Y por aquí también... - Iba bromeando, riendo, mientras le pasaba las manos por la cintura, y por los hombros, y por el cuello, haciéndole cosquillas al pasar. - Sé de alguien a quien le gustaba mucho quitarme la arena del pelo... - Dejó caer, sabiendo lo fácil que era que su novia cogiera eso.
Fue con Alice hasta la cueva, escuchando lo que decía y negando con la cabeza. - Y yo en la inopia... - De verdad, qué torpe. Ahora no entendía cómo había podido no ver algo tan sencillo y obvio... Claro que, seguía insistiendo, nadie se había parado a explicárselo hasta ese momento. Su madre no hablaba de esas cosas, evidentemente: Emma O'Donnell podía demostrar que era un ser humano convencional hasta cierto punto. - No, no hiciste bien. - Dijo muy digno, aunque por dentro estaba pensando sí, hiciste bien, porque ya hubiera yo llamado a la ambulancia mágica si me llego a enterar. - Era tu amigo y me preocupaba por tu bienestar, y te hubiera cuidado estupendamente y evitado que pasaras un mal rato. - Mantuvo su argumentación, pero hasta él sabía que solo hubieran generado un drama más grande. Pero claro, Marcus O'Donnell no podía simplemente decir que era mejor que no le contaran algo, sobre todo algo que atañía al amor de su vida. Que ya lo era por aquella época aunque no se hubiera dado cuenta.
Lo que le dijo al entrar le llegó al corazón y le sacó una sonrisa sincera, mientras juntaba su frente a la de ella. - Nos encantaba descubrir el mundo juntos... En el fondo, siempre quisimos construir un mundo juntos. - Eso sí que lo recordaba vívidamente, lo convencido que estaba de que Alice sería su compañera de vida siempre, que nunca dejarían de aprender uno al lado del otro, de viajar y descubrir. El por qué no había llegado a ciertas conclusiones... Cabezonería O'Donnell, no podía decir otra cosa. Eso y su miedo a perderla para siempre, a que quisiera volar lejos de él. Pero se aferraba como un clavo ardiendo a ese entusiasmos y esas promesas que se hacían, pensando que serían suficiente. No se equivocó del todo, por fortuna para él.
- Quiero ver si esto sigue funcionando. - Dijo entre risas, cogiendo un poco del residuo de las paredes de la cueva. - Aquella vez me lo pusiste tú a mí, así que... - Le puso un poco a ella por encima del pecho, y luego se lo untó él. - Hmmm... Vaya, soy más hombre que por aquella época. Qué sorpresa. - Dijo casi monocorde, aguantándose la risa mientras se miraba. El rosa se veía considerablemente más intenso en su piel ahora que en la del Marcus de trece años, aunque la reacción de Alice era bastante verde también. Se giró a la roca y pasó la mano por esta, sonriendo con ternura cuando vio el resultado. - "Violet y Erin, 1975". "Marcus y Alice, 1997". - Miró a Alice. - Casi igual de sospechosas las dos primeras que los dos últimos. - Comentó entre risas. Se sentó en la roca, frente a los nombres, y pasó un hombro por encima de Alice para quedar los dos sentados ante aquellas letras, abrazados y con las cabezas pegadas, simplemente viviendo aquel momento. - Nos hemos querido todo este tiempo... - Acarició su pelo con la mejilla, sin quitar la mirada de los nombres que brillaban en la pared. - Es bonito verlo reflejado. Para la eternidad. -
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Obviamente, se paró a quitar la arena de los rizos de su novio, faltaría más. — Hay pocas cosas que me gusten más que tocar tu pelo. — Le dijo enternecida. Ladeó la cabeza y sonrió. — Y sé que a ti te gusta quitarme la arena para aprovechar para tocar… No me digas que no, prefectillo. — Y rozó su nariz con la de él, mientras reaccionaba a las cosquillas. Cómo se conocían el uno al otro…
De hecho, se conocían tan bien que, aunque no iba a contradecir a su novio, sabía que en su día hizo bien en no contarle por lo que estaba pasando, aunque se habría ahorrado una pelea tonta. De la otra forma, se ahorró que Marcus se llevara un infarto creyendo que se desangraba o algo así. Pero el recuerdo que le traía esa cueva era definitivamente ese que mencionaba Marcus. — Construir un mundo juntos… Creo que es una forma genial de definirnos. — Le besó con ternura. — Para siempre, Marcus. — Le susurró de corazón. Que no lo dudara nunca.
Avanzó a donde estaban los líquenes y se rio. — ¡Pero bueno O’Donnell! Que directo. — Dijo mientras le ponía la cosa esa por el pecho. — Cuando tenías doce años tenías más vergüenza también. — Se rio a lo de más hombre y dibujó espirales por su pecho y sus brazos con más líquenes. — Se ve muy bonito ahora, la verdad, señor O’Donnell muy hombre. También creo que es que aquel día a mí me estaban jugando las hormonas una mala pasada y destacaba demasiado. — Dejó el rastro de dos dedos en su mejilla y dijo con una sonrisa. — Hala, marcado. Mío. Para siempre. —
Se acercó a ver las letras y sonrió. — Dos parejas que se lo pusieron difíciles entre ellas… — Miró a su novio y puso una sonrisita de superioridad, bajando la voz como si les pudieran escuchar. — Nosotros lo resolvimos antes. Es que somos Ravenclaw. — Se rio, apoyándose en su novio y rodeándole con un brazo la cintura. — Algo tiene este sitio… Que siempre saca lo mejor de nosotros. Por eso necesitamos un taller aquí. — Alzó la vista para mirarle y contestó. — Pues claro, la eternidad es nuestra, Marcus. — Dijo con absoluta seguridad.
Y en ese precioso momento con su novio, tuvo que oír. — ¿HOLAAAAA? ¿TÍOS? — ¿Estáis haciendo guarradas ahí dentro? — Resopló. Se había olvidado de que se habían llevado a Sean y Hillary. — No… Entrad anda, pero mucho cuidado que el centro es una poza llena de medusas. — ¡Guaaaau! — Dijo Sean entrando primero y mirando a todos lados. — Vaya pasote de sitio… Qué colores más chulos. — Hillary llegó justo detrás y les señaló. — ¿Ves? Haciendo guarradas con las medusas luminiscentes. — Alice pasó discretamente la mano por la pared, cogiendo una buena cantidad de líquenes y se fue hacia Hillary. — Mira, mira qué guarradas. — Y empezó a ponerle líquenes por la cara, el cuello y medio cuerpo, lo que se dejaba, entre tanto retorcerse. — ¡Ay idiota! — ¡Hala, Hills, estás superverde! — Hizo notar Sean. Alice se partía de risa. — Si te hubieras quedado un poco quietecita te hubiera hecho dibujitos bonitos, como a mi novio, pero como siempre tienes que pensar mal de la gente… —
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
- Se llama educación y saber estar. - Dijo muy puesto, con la barbilla alzada y una caída de ojos, mientras le ponía el liquen a su novia por el cuerpo. Al detenerse, la miró a los ojos con una sonrisa pilla y añadió. - Ahora tengo más confianza. - Lo dicho, parecía que se iba a morir si no daba la última palabra él, pero no era más que palabrería, como siempre. Rio con los comentarios de ella mientras se dejaba manchar por el líquen. - También soy menos asustón ahora. Eso no lo reseñas. - Comentó gracioso. Porque eso de untarse de una sustancia prácticamente desconocida... vale, seguía sin hacerle gracia. Pero ahora confiaba más que de pequeño, solo que tanto entonces como ahora le compensaba disimular en favor de estar con Alice así. Rio con las marcas en su cara y dejó él también la suya, manchando la nariz de Alice con un toquecito de su índice en esta. - Mía. Para siempre. -
Asintió, con los labios fruncidos, pensativo y con la mirada puesta en los nombres. El comentario de su novia, no obstante, le arrancó una risa muda y de superioridad. - No me cabía duda. - Contestó, mirándola acto seguido. Dejó un beso en su pelo y apoyó su mejilla en este cuando ella reposó la cabeza en su hombro. - ¿Sabes? Estoy plenamente convencido de que... haremos cosas distintas. En este taller, con respecto al de nuestra futura casa, me refiero. O con respecto a los talleres en los que trabajemos mientras tanto. Serán... creaciones de estas versiones de Marcus y Alice. Las versiones veraniegas. - Rio levemente, y luego dijo un poco más en serio. - Las versiones de los Marcus y Alice que vengan aquí todas las veces que haga falta. - Porque, si algo tenía claro, es que su destino estaba ligado a La Provenza para siempre, no solo como destino vacacional. En el fondo, fue lo que quiso desde la primera vez que puso aquí los pies.
Pero ya tuvieron que venir los otros a romper el momento. Rodó los ojos y suspiró con un tono que le hizo parecerse peligrosamente a su madre. - Sí. No entréis. - Dijo con hastío, en un tono que probablemente solo hubiera escuchado él, como mucho su novia. Guarradas... Bueno, siendo ellos no era ni tan descabellado pensarlo, pero no pensaba dejar eso traslucir, prefería la dignidad. O que se lo creyeran y le dejaran tranquilos, con cualquiera de las dos opciones saldría ganando. Al menos la reacción de Sean mereció la pena, fue más o menos la que él tuvo con trece años... solo que con dieciocho. Pero le prefería así a poniendo pegas, de todas formas. Eso sí, Hillary tenía que poner su puntilla. - ¿Celosa, letrada? - Mira, no me digas esas cosas mientras estás... así, que ya lo que me faltaba. - ¿Así cómo? ¿Medio desnudo, dices? - ¡Eh! - Señaló Sean, que de repente había perdido interés en las medusas y estaba haciendo gestos con un brazo, ceñudo. - Que estoy aquí. - Marcus miró a Sean con cara de circunstancias, pero las quejas de Hillary porque Alice la pintara de liquen hizo que los dos se echaran a reír con la estampa.
- Como... muy muy verde. - Volvió a señalar Sean. Marcus arqueó una ceja. - ¿Algo que confesar, Hastings? - Menudo intelectual estás hecho, que ahora no puede tener uno curiosidad por nada. - Me conozco yo este tipo de curiosidad. Como que Marcus no había conocido esa cueva y sus particularidades antes que Sean y también se había dedicado a revestirlo de otra cosa. - Anda, vamos a ver cómo se te pone a ti. - Le dijo, y manchó de liquen a su amigo, riendo justo después. - Te favorece el rosa, Hastings. - Más que a ti, ¿a que sí? - Fardó su amigo mirando a Hillary, quien puso una sonrisita pilla y se acercó a él diciendo. - Mucho más, sí. - Pues aquello iba viento en popa, al parecer. Sean no se podía quejar. - Por cierto, ¿hemos perdido a la otra pareja del grupo? - Preguntó Marcus, generando un silencio y posteriores risillas. Iba a ser divertido aquel viaje.
Asintió, con los labios fruncidos, pensativo y con la mirada puesta en los nombres. El comentario de su novia, no obstante, le arrancó una risa muda y de superioridad. - No me cabía duda. - Contestó, mirándola acto seguido. Dejó un beso en su pelo y apoyó su mejilla en este cuando ella reposó la cabeza en su hombro. - ¿Sabes? Estoy plenamente convencido de que... haremos cosas distintas. En este taller, con respecto al de nuestra futura casa, me refiero. O con respecto a los talleres en los que trabajemos mientras tanto. Serán... creaciones de estas versiones de Marcus y Alice. Las versiones veraniegas. - Rio levemente, y luego dijo un poco más en serio. - Las versiones de los Marcus y Alice que vengan aquí todas las veces que haga falta. - Porque, si algo tenía claro, es que su destino estaba ligado a La Provenza para siempre, no solo como destino vacacional. En el fondo, fue lo que quiso desde la primera vez que puso aquí los pies.
Pero ya tuvieron que venir los otros a romper el momento. Rodó los ojos y suspiró con un tono que le hizo parecerse peligrosamente a su madre. - Sí. No entréis. - Dijo con hastío, en un tono que probablemente solo hubiera escuchado él, como mucho su novia. Guarradas... Bueno, siendo ellos no era ni tan descabellado pensarlo, pero no pensaba dejar eso traslucir, prefería la dignidad. O que se lo creyeran y le dejaran tranquilos, con cualquiera de las dos opciones saldría ganando. Al menos la reacción de Sean mereció la pena, fue más o menos la que él tuvo con trece años... solo que con dieciocho. Pero le prefería así a poniendo pegas, de todas formas. Eso sí, Hillary tenía que poner su puntilla. - ¿Celosa, letrada? - Mira, no me digas esas cosas mientras estás... así, que ya lo que me faltaba. - ¿Así cómo? ¿Medio desnudo, dices? - ¡Eh! - Señaló Sean, que de repente había perdido interés en las medusas y estaba haciendo gestos con un brazo, ceñudo. - Que estoy aquí. - Marcus miró a Sean con cara de circunstancias, pero las quejas de Hillary porque Alice la pintara de liquen hizo que los dos se echaran a reír con la estampa.
- Como... muy muy verde. - Volvió a señalar Sean. Marcus arqueó una ceja. - ¿Algo que confesar, Hastings? - Menudo intelectual estás hecho, que ahora no puede tener uno curiosidad por nada. - Me conozco yo este tipo de curiosidad. Como que Marcus no había conocido esa cueva y sus particularidades antes que Sean y también se había dedicado a revestirlo de otra cosa. - Anda, vamos a ver cómo se te pone a ti. - Le dijo, y manchó de liquen a su amigo, riendo justo después. - Te favorece el rosa, Hastings. - Más que a ti, ¿a que sí? - Fardó su amigo mirando a Hillary, quien puso una sonrisita pilla y se acercó a él diciendo. - Mucho más, sí. - Pues aquello iba viento en popa, al parecer. Sean no se podía quejar. - Por cierto, ¿hemos perdido a la otra pareja del grupo? - Preguntó Marcus, generando un silencio y posteriores risillas. Iba a ser divertido aquel viaje.
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Estaba hechizando los cacharros en la pila con Jackie, sospechosamente sonriente, al lado, mientras su tía entretenía a los chicos en la mesa. — ¿Entonces, si no hubiera pasado las pruebas, no le hubieran dejado estar con Alice? — Preguntaba Sean, metido de lleno en la conversación. Su tía entornó los ojos con una sonrisa, que ella diría lo que quisiera, pero era más Slytherin que nada. — Bueeeeno ya después de tenerle tanto años por aquí, no lo íbamos a echar sin más, pero… — Movió la cabeza de lado a lado mirando a su novio. — Igual no le dejábamos dormir con ella esta noche y lo mandábamos a la habitación de Dylan, como antaño. — Alice se rio y se sintió agradecida de poder volver a tener momentos como aquellos en su familia. Simone miró a Sean. — Así que ya sabes, monsieur Hastings, pregúntate si tú pasarías las pruebas por una mujer… Y entonces sabrás si la amas de verdad. — Miró de reojo a su amiga, que estaba sonrojada y con una sonrisilla colocando los platos limpios. — Y a ti, Theodore. ¿Qué te parecieron cuando las hizo Marcus? — Buah, su tía no es que se oliera la tostada, es que la había servido y echado mermelada ya, y Jackie se dio cuenta también. Su amigo rio nerviosamente. — Bueno… La de los anillos y la de los objetos… Creo que las pasaría. Pero la de la poción multijugos… Me temo que sigo siendo un nonmagique en algunos aspectos, señor Gallia. — No eres un nonmagique si puedes usar una varita y has estudiado siete años en Hogwarts. — Y ahí cruzó una mirada con su novio. Estaban haciendo avances si alguien como su tía decía cosas así.
— Oye, hoy no hay estrellas fugaces, pero… ¿Queréis salir un ratito a la playa? — Dijo su prima, metiéndose convenientemente por medio. — Es bonito, de noche y con las estrellas. — Alice llegó a la altura donde Marcus estaba sentado, y le rodeó desde la espalda. — Para los buenos recuerdos. — Pero coged una mantas y eso, que ahora se pone fresca la noche. — Guiñó un ojo a Theo y dijo. — Aunque seguro que vuestro amigo magique Theodore os puede echar un Incendio y hacer una hoguera. — Vaya que si lo sabía, esa estaba planeando la boda ya. Pero es que solo había que mirar a Jackie para ver que estaba absolutamente feliz.
Cogieron varias mantas de playa para el suelo y otras más gorditas para taparse, y se situaron delante de la casa, pero ya en la arena, oyendo el mar y mirando las estrellas. Alice se sentó entre las piernas de Marcus y apoyando la espalda en su pecho, reposando sobre él, completamente a gusto y en paz, mirando las estrellas. — ¿Este es el cielo que le regalaste? — Preguntó Sean. Alice encogió un hombro sin perder la sonrisa embobada. — Este fue el sitio, diría que estábamos hasta en la misma manta. — Comentó mirando a su novio. — Pero el cielo era diferentes… Otras constelaciones, estrellas fugaces. — Bueno, ayer fue el solsticio, es la noche más mágica del año, y dentro de dos días es San Juan… — Empezó Hillary, cómo no, la experta en Adivinación y esos misticismos. — Y por eso, el día en el que la armaremos grande en la playa será dentro de dos días. — Dijo una voz que se acercaba desde la casa. Le hizo dar un respingo y girarse. — ¿André? — ¡Pero bueno! ¿Qué haces aquí? Tú trabajas mañana. — Dijo Jackie con una risita, y separándose ligeramente de Theo, que llevaban un rato rozándose las manitas. — Tú déjame a mí que decida cómo voy a trabajar mañana. Hoy me han surgido planes aquí. — Su primo llegó y dejó un beso en la frente de su hermana y luego chocó la mano con Theo. — Hombre, mi futuro cuñado. Ya me extrañaba no verte por aquí. — Hola, André, cómo me alegro de verte. — Sí sí, por la rojez te lo he notado, amigo. — Chistó. — Inglesitos… — Ahí se giró y les miró. — Y hablando de inglesitos… ¡Qué pasa con mis primos favoritos! — Y les abrazó a los dos a la vez. Luego miró a sus amigos. — Y esta damisela debe ser Hillary Vaughan… Madmoiselle. — Y tomó la mano de su amiga dejando un beso en ella, haciendo que a Hills le saliera la risa más tonta que le había oído jamás. — Y tú debes ser su caballero andante, Hastings, si no me equivoco. — André era tan encantador, que hasta Sean tuvo que estrecharle la mano con afabilidad a pesar de lo que acababa de presenciar con Hillary.
André se sentó en medio de todo y descorchó una botella de champán. — Y como estáis en La Provenza, empecemos vuestra andandura con buen champán francés. — Desde luego, primo, eres como la tata, siempre sacas botellas de champán de donde uno menos lo espera. — Dijo Alice cogiéndola y dándole un trago. — ¿Así sin copas? — Preguntó Hillary. — Oye, madmoiselle, ¿tú crees que pegan copas en este entorno? En La Provenza se relaja hasta mi más querido inglesito cobarde. — Oye, pues estamos durmiendo Theo y yo en tu cuarto, ¿tú que vas a hacer? — Preguntó Sean. Su primo, como toda contestación se recostó en la arena, doblando una pierna y apoyándose en su codo. — Primero de todo, dudo mucho ese primer punto, Hastings, porque o sois más inglesitos cobardes de los que yo había imaginado, o en cuanto mi abuela caiga va a haber reorganización de camas. — Levantó el índice. — Y segundo, tenía muchas ganas de veros y conoceros, pero yo ya tengo plan para dormir en otro lado esta noche, así que no os preocupéis. — Alice le señaló con sus manos. — André Gallia, señoras y señores. — En estado puro, además. — Completó Jackie. — Bueno, no os quejéis, he venido a veros, a traeros champán… — Dobló la cabeza para mirarla. — Mejor que la última vez ¿eh, canija? — Ella sonrió y asintió con cariño. — Mucho. — Pues eso, todos a beber y a disfrutar, pasa la botella por ahí. ¿Cómo os ha tratado mi país desde la llegada? —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
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Ay, los retitos
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Era tan fácil poner nervioso a Sean. Había recogido su parte de la mesa, pero se había vuelto a sentar porque seguía comiendo fruta. Marcus sí que era como un pájaro: hasta que no le quitaban la comida de delante, no dejaba de comer. Ya hasta él se había separado del frutero, pero se estaba terminando el último melocotón que había cogido mientras le lanzaba miraditas cariñosas y divertidas a su novia. Y mientras Sean seguía entrando de lleno en las bromas de Simone, que había resultado ser una sorprendente aliada en todo aquello, dicho fuera de paso.
Escondía una sonrisilla mientras masticaba la fruta y miraba a Simone de soslayo, con complicidad, porque sabía que ambos estaban metidos en esa broma silenciosa. También con un toque agradecido: sí que se sentía acogido por la familia de Alice, siempre se había sentido así. Y también había visto como los Gallia no acogían a Noel, lo que quería decir que no eran tan laxos con todo el mundo. Por no hablar del drama que traía el propio Sean con la familia de Hillary o, sin ir más lejos, las concesiones que ponían los Horner a todo el mundo. Había tenido mucha suerte. Eso sí, en la seguridad en la que estaba comiendo, el comentario de mandarle a la habitación de Dylan casi le hace atragantarse, al menos tosió un par de veces. Pero lo disimuló bien (creía), y simplemente devolvió la mirada a su novia como si nada.
Justo se estaba levantando para tirar la servilleta y recoger el cuchillo que estaba usando para el melocotón cuando los tiritos pasaron a Theo. En lo que el chico contestaba Marcus iba pasando por detrás de él, y con una sonrisa fruncida simplemente dio un par de palmadas en su hombro. Estás aceptado. Relájate. Quería decirle con el gesto, aunque no sabía si el otro lo iba a pillar. En su lugar, lavó el cuchillo con la varita y lo colocó en su sitio, dándole un beso en la mejilla a su novia ya que pasaba por allí.
Volvió a sentarse y Jackie propuso ir a la playa, notando como Alice le rodeaba, poniendo él sus manos en los brazos de ella. - No se me ocurre un plan mejor. - Aseguró con una sonrisa. Se dirigieron a la playa y se asentaron cerca de la casa, mirando al mar, con Alice apoyada en él y Marcus rodeándola con sus brazos. Definitivamente, no se le ocurría un plan mejor. - Observador, Hastings. - Dijo Marcus, feliz, mirando a su novia con adoración. - Ningún cielo es como el que me regaló. - Oooooooh. - Dijeron al unísono Jackie y Hillary, sonando un puntito cómicas con ello. Marcus las miró con los ojos entornados y las señaló a ambas. - Ese grupito lo quiero separado antes de que acabe la clase. - No tienes potestad aquí, prefectillo. - Yo no dejo de tener mi potestad allá donde voy, Vaughan. Ya a estas alturas deberías haberte curado de la envidia. - Y entonces, Jackie empezó a decirle a la otra chica algo en francés, y Hillary se echó a reír. - Eso, utilizando artimañas. Es la única posible vía de ataque que tenéis. Eso os define más a vosotras que a mí. - ¡Ah, que ahora se pueden comunicar sin que nos enteremos! Pues vamos bien. - Se quejó Sean, aunque con un punto divertido, tratando de buscar en Theo la complicidad. Pero este se encogió de hombros. - Bueno, yo entiendo un poquito de francés. - Contigo no jugamos. - Le dijo Marcus, haciendo que Sean riera y que Theo chistara, pero también sin perder la felicidad que todos tenían.
Ya iba a meterse con Hillary, al igual que hizo su novia, pero la voz que escuchó tras ellos le hizo girarse inmediatamente. - ¡André! - Reaccionó entre sorprendido e infantilmente feliz. Le tenía un gran aprecio a André, una parte de él seguía viéndole como "el primo guay mayor de Alice", como le veía con once años. Siempre se llevaron muy bien y a La Provenza sin él le faltaba algo, eso lo sabían todos. Se levantó inmediatamente para acercarse a darle un abrazo, no sin antes reírse genuinamente cuando llamó a Theo futuro cuñado. - Aquí, o te acostumbras, o mueres. Te lo digo yo. - Le dijo al Hufflepuff antes de que André se volviera para saludarles a los dos a la vez, estrechándoles juntos en sus brazos y haciéndoles reír. - Pero el primer inglesito siempre voy a ser yo. - Madre mía, hasta para esto. Háztelo mirar. - Se burló Hillary. Y claro, al hablar, captó la atención de André. Aunque seguramente, siendo André, ya llevaría con la atención captada desde que la chica aterrizó esa mañana en La Provenza.
Miró a los demás escondiendo una sonrisilla, porque André ya estaba sentado, con plena confianza y, por supuesto, con una botella de alcohol. Sean rio. - Cuidado, que el prefecto O'Donnell es capaz de echarte una chapa. - El prefecto O'Donnell no está hoy de servicio. - Dijo con un quejidito mientras se sentaba en la manta, cerca de André. A veces se comportaba con el francés peor que Dylan con él. Por supuesto, su comentario fue acogido con una seca carcajada de Hillary. - Vaya, de repente alguien quiere entrar en el grupo de los guais. - Yo siempre estuve en el grupo de los guais. Yo presidía el grupo de los guais. Yo creé el grupo de los guais. - Di que sí, primo. De lo que quiera que sea que los ingleses llamáis "guay", seguro que tú eres el mejor. - Eso fue coreado por las risas de Jackie, y Marcus chistó con una sonrisa ladina y un suspiro. Por supuesto, los Gallia ya estaban bebiendo a morro de la botella. Por suerte, Hillary se adelantó a su pregunta, lo que le evitó caerse del supuesto "grupo de guais" en el que él solito había decidido en ese momento que estaba metido, dando la callada por respuesta. Aunque el comentario de André le hizo reír tímidamente.
Se tuvo que tapar la boca para no reírse cuando André se puso a responderle a Sean con tanta sinceridad, mirando a Alice de reojo. Siguió riéndose con los comentarios que iban y venían, hasta que el chico le dio un toque en la pierna y le dijo. - Y tú, menos risas. Que eres muy valiente cuando no hay tantos adultos delante, señor pareja oficial que ya hasta duerme con MI prima. - Hubo un coro de "uuuh" a su alrededor que hizo que le saltaran los colores. - Has usado bien el verbo, André: dormir. Porque, ante todo, soy un hombre que... - No pudo ni avanzar porque estaba recibiendo tal sarta de abucheos que no se le estaba escuchando. André, cuando dejó de reírse a carcajadas, respondió. - Mira, casi me ofendería más que realmente te echaras a dormir. Es que voy y te tiro por la ventana del cuarto, vamos. - Bueno. - Dijo él, carraspeando y mirando a otra parte, reajustándose incómodo en la manta, en un mal intento de cambiar de tema o fingir que no estaba allí, como hacían los conejos cuando sentían un depredador acercarse.
Al menos André lanzó otra pregunta al aire que desvió el tema. - A mí divinamente. - Dijo Hillary, quien al empezar a hablar se enganchó del brazo de Jackie. - Me he dado un baño en la playa espectacular esta mañana, y la comida está buenísima, y, ah, el sol... Y esta brisita, acostumbrada una a que el viento de Gales la vuelva loca. Estoy en la gloria. - ¿Soy yo o esta combinación es un poquito peligrosa? - Saltó André entonces, mirando a Marcus y a Theo y señalando a Jackie y Alice. Él soltó una carcajada. - Lo es, yo lo llevo diciendo desde antes de venir. - André suspiró y se giró a la chica de nuevo. - Bueno, me alegro que te sientas cómoda aquí. La casa de los Gallia es tu casa para cuando quieras. Y si el viento te vuelve loca, te puedes venir, que de otra cosa no, pero de locos entendemos un rato. - André. - Chistó Jackie, pero su hermano miró a Alice y, guiñándole un ojo, corrigió. - De viento, quería decir. - Volvió la vista a su hermana e hizo un gesto despreocupado con la mano. - Relájate, Jacqueline. A ver si ahora va a resultar que el giro de trama es que tu novia era esta. No serían las primeras novias que se destapan en esta casa, dicho sea de paso. - ¡André! - Ahora entiendo lo de que no tuvierais clara la reorganización de camas. - Eres idiota, de verdad que sí. - Se quejó su hermana, pero los demás se estaban riendo de lo lindo. André se giró entonces a él y le dio un toquecito con la botella en la pierna. - Eh, inglesito suavón. No te creas que no me he dado cuenta de que no has bebido nada. - Uy, cuidado, que cuando este bebe se pone aún más megalómano. - Destapó Sean, levantando varias carcajadas y haciendo a Jackie aspirar una exclamación. - ¿Marcus borracho? Eso quiero verlo yo. - Solo son injurias y patrañas contra mi persona. - Recuerdo cierta canción... - Para. - Cortó a Theo, y le echó una mirada significativa. ¿Quieres jugar a ponernos en evidencia delante de André? ¿Seguro? Parecía querer decirle. Mejor le daba un sorbo al champán y no se hacía más el duro, aunque aquellos tenían más que perder que él en ese juego, estaba convencido.
Escondía una sonrisilla mientras masticaba la fruta y miraba a Simone de soslayo, con complicidad, porque sabía que ambos estaban metidos en esa broma silenciosa. También con un toque agradecido: sí que se sentía acogido por la familia de Alice, siempre se había sentido así. Y también había visto como los Gallia no acogían a Noel, lo que quería decir que no eran tan laxos con todo el mundo. Por no hablar del drama que traía el propio Sean con la familia de Hillary o, sin ir más lejos, las concesiones que ponían los Horner a todo el mundo. Había tenido mucha suerte. Eso sí, en la seguridad en la que estaba comiendo, el comentario de mandarle a la habitación de Dylan casi le hace atragantarse, al menos tosió un par de veces. Pero lo disimuló bien (creía), y simplemente devolvió la mirada a su novia como si nada.
Justo se estaba levantando para tirar la servilleta y recoger el cuchillo que estaba usando para el melocotón cuando los tiritos pasaron a Theo. En lo que el chico contestaba Marcus iba pasando por detrás de él, y con una sonrisa fruncida simplemente dio un par de palmadas en su hombro. Estás aceptado. Relájate. Quería decirle con el gesto, aunque no sabía si el otro lo iba a pillar. En su lugar, lavó el cuchillo con la varita y lo colocó en su sitio, dándole un beso en la mejilla a su novia ya que pasaba por allí.
Volvió a sentarse y Jackie propuso ir a la playa, notando como Alice le rodeaba, poniendo él sus manos en los brazos de ella. - No se me ocurre un plan mejor. - Aseguró con una sonrisa. Se dirigieron a la playa y se asentaron cerca de la casa, mirando al mar, con Alice apoyada en él y Marcus rodeándola con sus brazos. Definitivamente, no se le ocurría un plan mejor. - Observador, Hastings. - Dijo Marcus, feliz, mirando a su novia con adoración. - Ningún cielo es como el que me regaló. - Oooooooh. - Dijeron al unísono Jackie y Hillary, sonando un puntito cómicas con ello. Marcus las miró con los ojos entornados y las señaló a ambas. - Ese grupito lo quiero separado antes de que acabe la clase. - No tienes potestad aquí, prefectillo. - Yo no dejo de tener mi potestad allá donde voy, Vaughan. Ya a estas alturas deberías haberte curado de la envidia. - Y entonces, Jackie empezó a decirle a la otra chica algo en francés, y Hillary se echó a reír. - Eso, utilizando artimañas. Es la única posible vía de ataque que tenéis. Eso os define más a vosotras que a mí. - ¡Ah, que ahora se pueden comunicar sin que nos enteremos! Pues vamos bien. - Se quejó Sean, aunque con un punto divertido, tratando de buscar en Theo la complicidad. Pero este se encogió de hombros. - Bueno, yo entiendo un poquito de francés. - Contigo no jugamos. - Le dijo Marcus, haciendo que Sean riera y que Theo chistara, pero también sin perder la felicidad que todos tenían.
Ya iba a meterse con Hillary, al igual que hizo su novia, pero la voz que escuchó tras ellos le hizo girarse inmediatamente. - ¡André! - Reaccionó entre sorprendido e infantilmente feliz. Le tenía un gran aprecio a André, una parte de él seguía viéndole como "el primo guay mayor de Alice", como le veía con once años. Siempre se llevaron muy bien y a La Provenza sin él le faltaba algo, eso lo sabían todos. Se levantó inmediatamente para acercarse a darle un abrazo, no sin antes reírse genuinamente cuando llamó a Theo futuro cuñado. - Aquí, o te acostumbras, o mueres. Te lo digo yo. - Le dijo al Hufflepuff antes de que André se volviera para saludarles a los dos a la vez, estrechándoles juntos en sus brazos y haciéndoles reír. - Pero el primer inglesito siempre voy a ser yo. - Madre mía, hasta para esto. Háztelo mirar. - Se burló Hillary. Y claro, al hablar, captó la atención de André. Aunque seguramente, siendo André, ya llevaría con la atención captada desde que la chica aterrizó esa mañana en La Provenza.
Miró a los demás escondiendo una sonrisilla, porque André ya estaba sentado, con plena confianza y, por supuesto, con una botella de alcohol. Sean rio. - Cuidado, que el prefecto O'Donnell es capaz de echarte una chapa. - El prefecto O'Donnell no está hoy de servicio. - Dijo con un quejidito mientras se sentaba en la manta, cerca de André. A veces se comportaba con el francés peor que Dylan con él. Por supuesto, su comentario fue acogido con una seca carcajada de Hillary. - Vaya, de repente alguien quiere entrar en el grupo de los guais. - Yo siempre estuve en el grupo de los guais. Yo presidía el grupo de los guais. Yo creé el grupo de los guais. - Di que sí, primo. De lo que quiera que sea que los ingleses llamáis "guay", seguro que tú eres el mejor. - Eso fue coreado por las risas de Jackie, y Marcus chistó con una sonrisa ladina y un suspiro. Por supuesto, los Gallia ya estaban bebiendo a morro de la botella. Por suerte, Hillary se adelantó a su pregunta, lo que le evitó caerse del supuesto "grupo de guais" en el que él solito había decidido en ese momento que estaba metido, dando la callada por respuesta. Aunque el comentario de André le hizo reír tímidamente.
Se tuvo que tapar la boca para no reírse cuando André se puso a responderle a Sean con tanta sinceridad, mirando a Alice de reojo. Siguió riéndose con los comentarios que iban y venían, hasta que el chico le dio un toque en la pierna y le dijo. - Y tú, menos risas. Que eres muy valiente cuando no hay tantos adultos delante, señor pareja oficial que ya hasta duerme con MI prima. - Hubo un coro de "uuuh" a su alrededor que hizo que le saltaran los colores. - Has usado bien el verbo, André: dormir. Porque, ante todo, soy un hombre que... - No pudo ni avanzar porque estaba recibiendo tal sarta de abucheos que no se le estaba escuchando. André, cuando dejó de reírse a carcajadas, respondió. - Mira, casi me ofendería más que realmente te echaras a dormir. Es que voy y te tiro por la ventana del cuarto, vamos. - Bueno. - Dijo él, carraspeando y mirando a otra parte, reajustándose incómodo en la manta, en un mal intento de cambiar de tema o fingir que no estaba allí, como hacían los conejos cuando sentían un depredador acercarse.
Al menos André lanzó otra pregunta al aire que desvió el tema. - A mí divinamente. - Dijo Hillary, quien al empezar a hablar se enganchó del brazo de Jackie. - Me he dado un baño en la playa espectacular esta mañana, y la comida está buenísima, y, ah, el sol... Y esta brisita, acostumbrada una a que el viento de Gales la vuelva loca. Estoy en la gloria. - ¿Soy yo o esta combinación es un poquito peligrosa? - Saltó André entonces, mirando a Marcus y a Theo y señalando a Jackie y Alice. Él soltó una carcajada. - Lo es, yo lo llevo diciendo desde antes de venir. - André suspiró y se giró a la chica de nuevo. - Bueno, me alegro que te sientas cómoda aquí. La casa de los Gallia es tu casa para cuando quieras. Y si el viento te vuelve loca, te puedes venir, que de otra cosa no, pero de locos entendemos un rato. - André. - Chistó Jackie, pero su hermano miró a Alice y, guiñándole un ojo, corrigió. - De viento, quería decir. - Volvió la vista a su hermana e hizo un gesto despreocupado con la mano. - Relájate, Jacqueline. A ver si ahora va a resultar que el giro de trama es que tu novia era esta. No serían las primeras novias que se destapan en esta casa, dicho sea de paso. - ¡André! - Ahora entiendo lo de que no tuvierais clara la reorganización de camas. - Eres idiota, de verdad que sí. - Se quejó su hermana, pero los demás se estaban riendo de lo lindo. André se giró entonces a él y le dio un toquecito con la botella en la pierna. - Eh, inglesito suavón. No te creas que no me he dado cuenta de que no has bebido nada. - Uy, cuidado, que cuando este bebe se pone aún más megalómano. - Destapó Sean, levantando varias carcajadas y haciendo a Jackie aspirar una exclamación. - ¿Marcus borracho? Eso quiero verlo yo. - Solo son injurias y patrañas contra mi persona. - Recuerdo cierta canción... - Para. - Cortó a Theo, y le echó una mirada significativa. ¿Quieres jugar a ponernos en evidencia delante de André? ¿Seguro? Parecía querer decirle. Mejor le daba un sorbo al champán y no se hacía más el duro, aunque aquellos tenían más que perder que él en ese juego, estaba convencido.
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Algo dentro de ella, que no sabía que tenía, se alivió al ver que podían seguir teniendo lo mismo que tenían en la sala común, pero encima en la playa y aderezado por sus primos, y no podía hacerla más feliz. Aunque su novio pareciera querer hacer méritos delante de André (todavía). Eso sí, tuvo que reírse a lo del grupito de los guais, porque es que su primo siempre le sacaba una carcajada. Y por muy guay que quisiera ser, ya se estaba viendo que a su novio eso de beber champán francés a morro no lo veía, aunque no fuera a decirlo por estar en el club de los guais. A quien sí que no le costó nada pegarle un trago a la botella fue a Theo, que quisieran que no, tenía mucha sala común de Hufflepuff a las espaldas.
Alice alzó la ceja y miró a su primo incrédula cuando dijo lo de dormir. — Perdona, que nosotros no nos metemos con quién metes en la cama tú por nuestra propia salud mental. — André se encogió de hombros. — No, es porque yo nunca he contado ni con quién ni cuántas veces me he acostado. Regla de oro Gallia. — Sean abrió mucho los ojos. — ¿Ni a tus amigos? — A esos canallas menos. Yo soy un chevalier, mon ami Hastings. — Y volvió a reírse. Su primo era lo máximo vaya. — Yo me sé una… — Dijo picándole con el dedo en el brazo. Jackie soltó una carcajada seca. — Yo muchas, para mi desgracia. En Beauxbatons había que tener cuidado con qué puerta abrías porque podías encontrarte a André con una chica fácilmente. — Y otra vez todos muertos de risa. — Todo eso no cambia el hecho de que a mi prima pequeña, mi canija, le han dado ya una habitación de matrimonio con mi inglesito. — Suspiró y se llevó una mano al pecho. — Me hago mayor. —
Se alegraba de que sus amigos estuvieran tan relajados y pasando tan buen rato, la verdad, La Provenza era importante para ella y quería que la disfrutaran tanto como ella. Volvió a acurrucarse con su novio y sonrió. — Es una combinación perfecta, a los hombres siempre os inquietan las mujeres inteligentes. — Le recriminó a su primo, aunque sabía que él no era así, y fue muy jaleada por el resto de las chicas. Entornó los ojos y se encogió de hombros cuando Jackie recriminó a su hermano. — Es todo cierto, Jackie, qué le vamos a hacer, aquí todos lo sabemos. Los Gallia somos alocados, libres, y metemos mucho la pata. Pero también sabemos rectificar, trabajamos mucho en nosotros mismos y… — Miró el mar y las estrellas, acariciando los brazos de su novio. — Tenemos una casa en Saint-Tropez, así que si queréis seguir viniendo… Amad a los Gallia. — Inclinó la cabeza hacia atrás y besó el mentón de su novio. — En el fondo sale a cuenta amarnos. —
Se rio, cogiendo la botella para su novio, pero ya tuvo Sean que abrir la boca. — No es verdad, cuando bebe solo se… — ¡Se enfrentó a un toro! — Saltó Hillary. Ya estaba la otra chivata. André dio un brinco y se giró hacia su novio con toda su sonrisa Gallia y Jackie se precipitó a su lado. — ¿QUE QUÉ? — A ver, a ver. — Intervino ella, levantando las manos. — Era un espectro, un toro de mentira. Y lo ganó usando alquimia, así que quedó estupendamente. — Pero Sean se echó a reír. — Uy sí, pero mientras tanto era para verlo vaya. “¡Eh, toro!”. — Se puso a imitarlo y Alice chasqueaba la lengua. — No fue así. — ¡Fue totalmente así! — Jaleó Hillary. Menudos dos traidores. — Y a ella le conviene decir que no, que no fue así porque justito después se lo llevó al baño. — Ahí sí que se irguió y se inclinó hacia delante señalando a Sean, mientras sus primos se partían de risa. — Sean, que todavía quedas peor que nosotros. — Advirtió. — ¿Peor? No es el primer baño que visitáis, amigo. — WOOOO bueno bueno bueno… — Dijo André, picando más todavía. ¿Venganza querías? Venganza vas a tener, chivatillo. — Sean llamaba a su ex novia gatita porque era de Gryffindor y ella a él polluelito por el águila de Ravenclaw. — Y ya sus primos muertos de risa en la toalla y, para espanto de Sean, Hillary también se estaba riendo, tapándose la boca con la mano. — ¡Hills! — Perdona, amor, es que no pierde gracia con el tiempo. — André se levantó de golpe, de nuevo con la sonrisilla. — ¡Ehhhh! He oído “amor” por ahí. — Les señaló a ambos. — Lo sabía. O sea, os habéis venido tres parejitas por aquí y dejáis al viejo André solo con la botella de champán. — Dijo cogiendo la botella y dejándose caer en la manta, mirando desde ahí a Hillary. — Me rompes el corazón, madmoiselle. — Su amiga se rio un poquito y se encogió de hombros como diciendo “es lo que hay” mientras decía. — No te hagas el que no tiene plan. — Puedes traerte a Marine Youcernal. — Le dijo Alice picándole en la mejilla, y para su sorpresa, su primo alzó una ceja. — Puedo. ¿Qué me plan nos ofrecéis? — Mientras aún salían de su asombro, Jackie dijo. — Bueno, teníamos pensado pasado mañana ir al festival de las lavandas y luego pasar la noche entera en la playa, como está mandado. — Como está mandado. — Secundó su hermano. — Y…Quería llevar a esta gente al castillo cátaro de Peyreperteuse, que tiene parte de visita muggle y parte mágica. Y la mágica es muy guay. — Alice sonrió y asintió con entusiasme, acercándose al oído de su novio, melosa. — Qué menos que un castillo para un príncipe azul y su princesa del viento. —
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Marcus asintió fuertemente a lo que iba diciendo André. - Eso pertenece a la intimidad de las dos personas involucradas. Fue una lección de vida que aprendí de André Gallia hace muchos años. - Dijo con orgullo, pero el mencionado, que justo en ese momento bebía champán, echó la botella hacia delante para destaparse la boca y preguntó con extrañeza. - Perdona, ¿yo dije dos? - Marcus abrió mucho los ojos pero el otro soltó una carcajada y le dio una palmada en los hombros. - Si es que mi inglesito fue mi primo desde que puso un pie en esta casa. Lo supe yo antes que nadie. Antes que él mismo y que la penca de mi prima. - Añadió, lanzándole a Alice el corcho de la botella. Marcus se irguió y miró a los otros con superioridad. - Pues eso, que hay que ser un chevalier. - Uuuuh, va mejorando ese francés, primo. - Pero no lo alientes más, hombre. - Suspiró Sean casi con desesperación. Pero, efectivamente y tal y como su amigo temía, esas frases solo hacían que Marcus se viniera más arriba.
Rieron con los piques entre los hermanos, y su reacción natural ante ciertas cosas como el primo de su novia diciendo abiertamente que tenían una habitación compartida le hacía ponerse colorado... Pero disfrutó del momento, de la confianza, y simplemente sonrió y apretó a su novia entre sus brazos, reposando brevemente la cabeza en su pelo con cariño. Escuchó las palabras de Alice, sonrió y se acurrucó más con ella. - Yo amo a los Gallia. - Aseguró. Dejó un beso en su mejilla y, con cariño, aprovechó para susurrarle. - A una más que a nadie. - Y allí estaban, contentos, riendo, en la gloria... Hasta que ya tuvo Sean que sacar el temita.
Le miró con intensidad cuando dijo lo del toro. Eso le iba a perseguir toda la vida, maldita fuera su idea. Rodó los ojos mientras se sucedían las burlas, pero Marcus no se achantaba porque se metieran con él: al revés, se venía arriba. Podía hacerlo con eso también. De hecho, más le valía parar eso, que estaban hablando de lo del baño ya de más. - ¡Vale! - Bramó, alzando los brazos, pidiendo que se callaran. Cesaron las palabras pero no las risitas, por supuesto, pero él, muy en su dignidad, miró a los dos hermanos y empezó a narrar. - ¿Recordáis las pruebas que, con amor e inteligencia, pasé en Pascua por el amor de vuestra prima? - Había ya pedorretas de sus tres amigos, pero él las ignoró. - Esa las hice sobrio, y ¿cómo salieron? - Como un digno merecedor de una Gallia. - Gracias. - Respondió a André, sin perder la dignidad. - Pues aquel día era mi graduación y mi cumpleaños. Y sí, quería celebrar. Y sí, bebí más de la cuenta. Considero merecer por un día, después de tantos éxitos cosechados en... - Yaaaaaaaaa Marcus, que te emborrachaste. No lo adornes más. - Cortó Sean, arrancando todas las risas otra vez. Él siguió digno. - Sí, lo hice, es cierto. ¿Sabéis por qué? Porque lo merecía, porque estaba feliz, Y. - Enfatizó con fuerza. - Porque ciertas personas llevaban cachondeándose injustamente de mí varios días, diciendo que era un prefecto estirado que no era capaz de desmadrarse, cuando yo puedo llegar a ser MUY divertido. - Di que sí, primo. No está bien que los amigos de uno se metan con él. - Gracias. - Volvió a contestar a André, aunque el otro se estaba tapando la sonrisilla con la botella. Es que se las servían en bandeja el uno al otro.
- Efectivamente, me enfrenté a un espectro de toro. Espectro, pues no soy tan negligente como para hacerlo con uno real por muy borracho que esté, pero toro, al fin y al cabo. Demostrando un gran dominio de mis habilidades como alquimista... - Sean interrumpió fingiendo un sonoro bostezo, pero Jackie se apoyó en el hombro de su hermano y preguntó. - ¿Cómo lo hiciste, a ver? - Ay, Dios... - Suspiró Hillary. Ya, pues no haber sacado el tema. Marcus se puso de pie y narró a los dos hermanos su enfrentamiento con el toro como si fuera una epopeya griega, lanzamiento de taburete incluido, con mucha pompa. Lo cierto es que tenía muchas lagunas sobre aquello, pero podía rellenarlas con grandiosidad. Y, total, los presentes allí también andaban medio borrachos, y había escuchado la historia ya las suficientes veces como para elaborar un relato creíble. - Pues me parece una puta pasada. Así se hace, tío. - Gracias. - ¿Vosotros es que venís compinchados o algo? - Preguntó Sean, señalándoles a André y a Marcus, que ya era el tercer agradecimiento que hacía a sus frases. Marcus señaló a su amigo, chistando y mirando a André. - ¿Ves lo que tengo que aguantar? Envidia pura. - Lo que veo es cada vez más factible eso de que esta te arrastrara al cuarto de baño después de semejante actuación. - Coronó André, y Marcus bajó los brazos con decepción, porque a ese comentario, lejos de poder dar las gracias, iba a tener que aguantar lo que ocurrió inmediatamente después: que todos estallaran en carcajadas.
Al menos las risas viraron de su foco al de Sean por el comentario de Alice, y ahí sí que se permitió reír él, colaborar a los comentarios y sentarse de nuevo con su novia en sus brazos. - Uuuhh. - Dijo, mirando a André cuando salió a relucir lo de Marine. - Yo me acuerdo de esa historia. - Como para no acordarse, si estas no paran de sacarla. No voy a daros la historia de cuento de hadas que estáis esperando por mucho que os empeñéis. - Nadie la espera. - Respondió Jackie entre risas. A pesar de la queja, André accedió a traer a la chica, tras lo cual salieron los posibles planes a relucir. Todos los planes se le antojaban espectaculares, y al comentario de su novia sonrió y volvió a besar su mejilla. - Un castillo a la altura de una reina. Como tú. - Al menos... - Suspiró André, alzando la voz y tirándose aún más en la manta, con toque dramático y sin soltar la botella. - Dos de las parejitas, como siguen pretendiendo no serlo, no me tienen de sujetavelas. - Andréééé. - Volvió a reñir Jackie, con cansancio, echándose un mechón de pelo tras la oreja. El otro rio y le dio un golpe con la botella a Marcus en la pierna. - Es la última vez que te digo que no has bebido. - No, pero si estoy bien... - Daaaa uuuun soooorbo aunque sea, tío. Si no, todo ese discursito del Marcus divertido de antes no me lo voy a creer. - Marcus suspiró y agarró la botella. - Además, necesito que alguien más saque a Jackie los colores, no solo yo. Y a tu amigo. Hazlo tú, que tienes más confianza, que si lo hago yo, queda fatal. - Marcus rio levemente, y ya sí, dio un breve sorbo a la botella. Estaba un poco fuerte, se le debió notar en la cara, que la arrugó entera, lo que hizo a André reír. Sin embargo, intentó disimular (aunque la voz le salió quebrada). - Theo, puedes participar en la conversación. - A mí es que me gusta escuchar. - Salvó el otro, haciéndose el niño bueno. Ya, pues eso no le iba a durar mucho allí.
Rieron con los piques entre los hermanos, y su reacción natural ante ciertas cosas como el primo de su novia diciendo abiertamente que tenían una habitación compartida le hacía ponerse colorado... Pero disfrutó del momento, de la confianza, y simplemente sonrió y apretó a su novia entre sus brazos, reposando brevemente la cabeza en su pelo con cariño. Escuchó las palabras de Alice, sonrió y se acurrucó más con ella. - Yo amo a los Gallia. - Aseguró. Dejó un beso en su mejilla y, con cariño, aprovechó para susurrarle. - A una más que a nadie. - Y allí estaban, contentos, riendo, en la gloria... Hasta que ya tuvo Sean que sacar el temita.
Le miró con intensidad cuando dijo lo del toro. Eso le iba a perseguir toda la vida, maldita fuera su idea. Rodó los ojos mientras se sucedían las burlas, pero Marcus no se achantaba porque se metieran con él: al revés, se venía arriba. Podía hacerlo con eso también. De hecho, más le valía parar eso, que estaban hablando de lo del baño ya de más. - ¡Vale! - Bramó, alzando los brazos, pidiendo que se callaran. Cesaron las palabras pero no las risitas, por supuesto, pero él, muy en su dignidad, miró a los dos hermanos y empezó a narrar. - ¿Recordáis las pruebas que, con amor e inteligencia, pasé en Pascua por el amor de vuestra prima? - Había ya pedorretas de sus tres amigos, pero él las ignoró. - Esa las hice sobrio, y ¿cómo salieron? - Como un digno merecedor de una Gallia. - Gracias. - Respondió a André, sin perder la dignidad. - Pues aquel día era mi graduación y mi cumpleaños. Y sí, quería celebrar. Y sí, bebí más de la cuenta. Considero merecer por un día, después de tantos éxitos cosechados en... - Yaaaaaaaaa Marcus, que te emborrachaste. No lo adornes más. - Cortó Sean, arrancando todas las risas otra vez. Él siguió digno. - Sí, lo hice, es cierto. ¿Sabéis por qué? Porque lo merecía, porque estaba feliz, Y. - Enfatizó con fuerza. - Porque ciertas personas llevaban cachondeándose injustamente de mí varios días, diciendo que era un prefecto estirado que no era capaz de desmadrarse, cuando yo puedo llegar a ser MUY divertido. - Di que sí, primo. No está bien que los amigos de uno se metan con él. - Gracias. - Volvió a contestar a André, aunque el otro se estaba tapando la sonrisilla con la botella. Es que se las servían en bandeja el uno al otro.
- Efectivamente, me enfrenté a un espectro de toro. Espectro, pues no soy tan negligente como para hacerlo con uno real por muy borracho que esté, pero toro, al fin y al cabo. Demostrando un gran dominio de mis habilidades como alquimista... - Sean interrumpió fingiendo un sonoro bostezo, pero Jackie se apoyó en el hombro de su hermano y preguntó. - ¿Cómo lo hiciste, a ver? - Ay, Dios... - Suspiró Hillary. Ya, pues no haber sacado el tema. Marcus se puso de pie y narró a los dos hermanos su enfrentamiento con el toro como si fuera una epopeya griega, lanzamiento de taburete incluido, con mucha pompa. Lo cierto es que tenía muchas lagunas sobre aquello, pero podía rellenarlas con grandiosidad. Y, total, los presentes allí también andaban medio borrachos, y había escuchado la historia ya las suficientes veces como para elaborar un relato creíble. - Pues me parece una puta pasada. Así se hace, tío. - Gracias. - ¿Vosotros es que venís compinchados o algo? - Preguntó Sean, señalándoles a André y a Marcus, que ya era el tercer agradecimiento que hacía a sus frases. Marcus señaló a su amigo, chistando y mirando a André. - ¿Ves lo que tengo que aguantar? Envidia pura. - Lo que veo es cada vez más factible eso de que esta te arrastrara al cuarto de baño después de semejante actuación. - Coronó André, y Marcus bajó los brazos con decepción, porque a ese comentario, lejos de poder dar las gracias, iba a tener que aguantar lo que ocurrió inmediatamente después: que todos estallaran en carcajadas.
Al menos las risas viraron de su foco al de Sean por el comentario de Alice, y ahí sí que se permitió reír él, colaborar a los comentarios y sentarse de nuevo con su novia en sus brazos. - Uuuhh. - Dijo, mirando a André cuando salió a relucir lo de Marine. - Yo me acuerdo de esa historia. - Como para no acordarse, si estas no paran de sacarla. No voy a daros la historia de cuento de hadas que estáis esperando por mucho que os empeñéis. - Nadie la espera. - Respondió Jackie entre risas. A pesar de la queja, André accedió a traer a la chica, tras lo cual salieron los posibles planes a relucir. Todos los planes se le antojaban espectaculares, y al comentario de su novia sonrió y volvió a besar su mejilla. - Un castillo a la altura de una reina. Como tú. - Al menos... - Suspiró André, alzando la voz y tirándose aún más en la manta, con toque dramático y sin soltar la botella. - Dos de las parejitas, como siguen pretendiendo no serlo, no me tienen de sujetavelas. - Andréééé. - Volvió a reñir Jackie, con cansancio, echándose un mechón de pelo tras la oreja. El otro rio y le dio un golpe con la botella a Marcus en la pierna. - Es la última vez que te digo que no has bebido. - No, pero si estoy bien... - Daaaa uuuun soooorbo aunque sea, tío. Si no, todo ese discursito del Marcus divertido de antes no me lo voy a creer. - Marcus suspiró y agarró la botella. - Además, necesito que alguien más saque a Jackie los colores, no solo yo. Y a tu amigo. Hazlo tú, que tienes más confianza, que si lo hago yo, queda fatal. - Marcus rio levemente, y ya sí, dio un breve sorbo a la botella. Estaba un poco fuerte, se le debió notar en la cara, que la arrugó entera, lo que hizo a André reír. Sin embargo, intentó disimular (aunque la voz le salió quebrada). - Theo, puedes participar en la conversación. - A mí es que me gusta escuchar. - Salvó el otro, haciéndose el niño bueno. Ya, pues eso no le iba a durar mucho allí.
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Ivanka
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Ya sabía ella que esa técnica de Sean sería como escupir hacia arriba, porque André era un chulo y un conquistador, pero era extremadamente inteligente, y quizá por eso, cuando se juntaban la inteligencia con su menester favorito, solo se podía ganar puntos con él. Se aguantó una risa con la franqueza de su primo y, a pesar de que sabía que esas cosas desconcertaban a su novio, es que el deslenguamiento de su primo siempre le había hecho mucha gracia. Eso sí, tuvo que resoplar cuando sus amigos seguían picándole con el tema de la borrachera. — De verdad, si es que no puede hacer nada el chiquillo, así normal que luego no beba nada, si es que lo hace y os volvéis locos. — Su amiga se rio con una carcajada hueca. — Mírala, como cambia los roles de género y se convierte en la princesa que acude a salvar al príncipe. — Ella la miró, alzando la barbilla. — ¿Algo que objetar? — Y su amiga negó, riendo, antes de darle un trago al champán.
Al menos, sus primos le dieron a su novio el momento de gloria que necesitaba, encima con resultado de victoria para su novio, y pudieron continuar picando a su primo, que era lo que le interesaba. — ¿Y por qué no? — Preguntó a lo del cuento de hadas, tirándole de vuelta el corcho. — Conozco a unos que también estuvieron siete años tira y afloja y ahora mira. — André se rio y se incorporó dándole en la nariz con el tapón. — Porque, mi querida canija, yo no soy tú, y definitivamente, Marine no es Marcus. Pero nos lo pasamos muy bien juntos cuando nos da por ahí. De hecho, muy pronto he dicho yo que sí, pero a lo mejor ya tiene planes con otro u otros. — Alice negó y se rio, apoyándose de nuevo sobre su novio. — Lo dicho, el uno para el otro. — Su primo no cambiaría nunca.
Rio pasándole la botella a su novio y dijo. — Venga, mon amour, demuestra que Francia ya te corre por las venas. Y luego a ese. — Dijo señalando a Theo que dijo. — Yo ya he bebido. — Pero la atención voló hacia él con la pelota que Marcus le lanzó a su tejado, poniéndole muy rojo. — Es que yo… no sé mucho de los demás, no me meto en la vida de nadie… — Cuñadito, no peques de Hufflepuff, por favor, que en esta familia, excepto mis padres, te comen. — Theo rio y se encogió de hombros. — Yo de Sean solo puedo contar cosas buenas, porque ha sido un compañero de clase genial. En lo que a mí respecta, no se ha portado mal nunca. Solo he oído a las de Gryffindor hablar mal de él por lo de Patrice… — Sean resopló. — Me va a perseguir toda la vida o qué. — Theo se encogió de hombros. — Tío, es que cuando Hills dejó a Neil todos dijimos que demasiado había durado… Nadie se sorprendió. Pero lo de Patrice… Como te hacía corazones con la escoba y todo eso… — Y Jackie y André se echaron a reír con ganas, mientras Sean enterraba la cara en las manos. — De Gal no puedo decir nada malo… — Ya ya, ahórranos la hagiografía de mi prima. — Y Marcus es un tío genial y el mejor prefecto del castillo… — ¡Venga ya! Theo, por favor, una poquita de rabia aunque sea le tienes que tener. — Intervino, para su sorpresa, su prima. Theo rio y negó con la cabeza, pero se le empezaba a dibujar una sonrisilla. — Solo puedo decir… Que bueno… Como casi nunca me veía, que era como invisible para él, hasta el punto de que me arrollaba por los pasillos, sí que me di cuenta de que el pobre ha tenido que quitarse más de una vez a una prefecta de encima. — Alice tuvo que taparse la boca, como si se apoyara en la mano, para que Marcus no la viera reírse, su primo el señaló. — Eso, eso, eso queremos. — Theo miró a Marcus. — Cuando la movida de la huelga, como una semana o así después, fui a buscar a Oly al aula de prefectos y te vi con Maggie, así que me retiré corriendo, pero me dio tiempo a oírte decirle que no ibas a acostarte con ella bastante tajantemente. — Se empezó a tocar el pelo. — Y… cuando lo del incendio, a mí me pillo en el invernadero y Mustang no estaba, pero yo estaba rodeado de chavales de segundo de Hufflepuff, no sabía qué hacer, así que subí para ver si estaba la profesora por ahí, y te vi quitándote literalmente de encima a Eunice McKinley. — Ooooooojo el primo, cómo se lo monta. — Dijo Jackie con tonillo. Desde luego, quedaba demostrado que Theo, si su prima estaba de por medio, no podía resistirse a una petición.
Pero se le puso una sonrisilla al recordar todo aquello, cómo lo veía ahora (con ventaja, desde luego, porque no era lo mismo verlo en el momento con todas las dudas o el agobio, que allí, en brazos de Marcus, viendo las estrellas) y suspiró un poquito, acariciando manos y brazos de su novio. — Cuánto parece haber cambiado la vida en un año solo… Para mejor. — Dijo mirándolos a todos. Porque sí, definitivamente todos estaban mejor. — Si ha cambiado tanto en un año… ¿Qué no habrá cambiado en cinco o en diez? — Theo sonrió y deslizó la mano para acariciar la de Jackie. — Solo espero poder volver aquí para contároslo a vosotros. A esta playa, así, todos juntos. — André se rio, pero le vio un brillo en los ojos. — Ambición Hufflepuff, claramente… — Ladeó la cabeza y sonrió, mirando al cielo él también. — Pero tienes razón. Espero lo mismo. Aunque también espero poder estar en Inglaterra trabajando, la verdad. — Jackie miraba a Theo arrebatada, con una sonrisa tonta. — Y yo tener un taller de verdad, uno con diseños innovadores y bonitos de verdad. — Rio y dejó caer la cabeza en el hombro de Theo. — Y haber podido terminar la obra para entonces, por Merlín, que esto está siendo más largo que una pasión. — Alice cogió las manos de Marcus y dijo. — En diez años quiero ser enfermera alquimista. Quiero tener un taller justo ahí. — Dijo señalando el solar, que se veía desde allí. — Quiero tener la casa de nuestros sueños. — O sea, que otra obra. — Dijo André riéndose. — Dos, de hecho. — Confirmó ella, y luego enterró la cabeza en el cuello de Marcus. — Cumplir nuestras promesas, cuando sea tiempo de florecer. — Dijo, porque sabía que eso solo lo entendería él y así no la presionarían.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Menos mal que su novia le defendía, y él, al igual que hacía de pequeño, seguía sin perder su pose digna pero se dejaba ligeramente acoger bajo el ala de quien le estuviera defendiendo en ese momento, como una forma más de defenderse y decir "y esta persona está de mi parte, que lo sepas". Más acentuó la expresión orgullosa y el abrazo a su novia, con una sonrisita triunfal, cuando ella dijo que, a pesar de sus siete años de tira y afloja, allí estaban, como si eso debiera ser estandarte para todo el mundo. Así era Marcus: se había pasado casi siete años negándolo, pero al día siguiente de empezar su relación con Alice, ya podía permitirse decirle a todos que así era como se hacían las cosas y que espabilaran, que él entendía mucho del tema.
Pudo recuperarse del trago de champán porque la atención estaba en Theo y sus comentarios dubitativos. Estalló en risas, como todos los demás, cuando habló de las críticas de las Gryffindor a Sean a cuenta de su relación con Patrice. - Es que, aquí donde lo veis, el polluelito es todo un Cassanova. - Y tú eres imbécil. - Le replicó su amigo, haciendo que solo se riera más. Pero es que con lo de los corazones en la escoba estaba literalmente llorando y rodando por la manta. Se le empezó a cortar la risa en cuanto Theo pasó a ellos, y fue a responderle con un cariñoso "gracias, tío" pero, por supuesto, aquellos graciosos tuvieron que pinchar. - ¿Es que tanto os cuesta entender que una persona pueda ser simplemente buena y no oculte malas intenciones? - Dijo muy puesto, y se tenía que haber callado, porque el "buena persona" cantó a la primera que le pincharon un poco.
Marcus chistó. - No eras invisible... - Empezó a decir, pero el chico siguió. - Eh, solo fue una vez, y fue sin querer. Me pasaba con más gente. - Quiso defender a lo siguiente, pero nada, allí nadie le estaba escuchando. Y entonces dijo lo de las prefectas, y claro, ya para qué querían más aquellos cotillas. Negó y fue a mirar a su novia para intentar justificar que seguro que Theo se estaba confundiendo... y se la encontró haciendo un esfuerzo porque no se la viera riéndose. Arqueó una ceja. Bueno... Se quejó internamente, cambiando la mirada. Pues nada, otra vez volvía a ser él el foco de evidencias, y ya ni su novia le defendía. De verdad, nada como ser uno reseñable y carismático como para que todos disfruten de lo lindo hundiéndote.
Se puso a mirar al mar como si tal cosa, de hecho volvió a apoderarse de la botella para dar un sorbo al champán (Dios, pero si estaba malísimo, ¿qué hacían bebiendo eso? Ya iba a arrugar la cara otra vez). Como si por hacer como que no estaba allí, realmente dejaba de estar allí, o el tema se difuminaría, o alguien diría "¿Marcus? ¿Qué Marcus? Nadie aquí responde al nombre de Marcus". En fin, salida inútil, pero la única que le quedaba al parecer. Eso sí, le pilló justo con la botella en la boca cuando Theo, sin tapujos, dijo que le había oído decirle a Maggie que no iba a acostarse con ella. Ya tenía todos los ojos encima. Tosió un poco con la boca cerrada, disimulando y dejando la botella en la arena. - Bueno. - Dijo como si tal cosa, tras lo cual carraspeó un poco. - Había discrepancia de opiniones al respecto. - Joder, y tanta. - Dijo André entre risas. Jackie puso ojitos de cotilleo y dijo. - Yo necesito esa historia entera. - No, no, créeme que no. - Cortó rápidamente Marcus. Y, afortunadamente, Theo prosiguió... No, de afortunadamente nada, porque si malo era mencionar a Maggie, ya sacar a relucir a Eunice era el colmo. Y claro, levantó una polvareda. Marcus suspiró hondamente, pero Hillary añadió algo más. - Y a pesar del ya mencionado momento de Alice llevándose a Marcus al baño de la discoteca del toro seguramente para que le diera una lección de alquimia... - Creía que ya habíamos dejado atrás el tema toro. - La tipa, que por algún motivo venía con nosotros ese día, siguió tirándole los tejos. - Espera, ¿¿estando ya juntos?? - Se sorprendió Jackie. Para qué le preguntarían a él, si allí menos él respondía todo el mundo, porque ya se adelantó Hillary. - No, si cuando el incendio también estaban juntos. - Y cuando lo de Geller también se te insinuó, que lo vi yo. - Oye no te sabía yo tan observador, Matthews. - Respondió ácido al oportuno comentario de Theo. Hillary siguió como si nada. - Pero es que ella tenía metido en las cejas a Lex, pero como es gay... - ¿Tu hermano es gay? - Irrumpió André, lo cual no cortó la historia. - ...Pues se obsesionó con Marcus. La muy zorra. - ¡Hills! - ¡Oish, es que no la aguanto! Me mira por encima del hombro continuamente. A ver dónde llega ella y dónde llego yo. - Por lo pronto sabemos dónde quería llegar y no llegó. - Comentó André, mirando a Marcus de reojo, y las risas volvieron a salir a la luz.
- Bueno, yo creo que ya... - Ah, no no, tú no te vas de aquí hasta que no des más detalles. - Le insistió Jackie, y André añadió. - Eso. Y estaría feísimo que mi prima, en su primera noche en cama de matrimonio oficial, "duerma", porque claramente solo ibais a dormir, sola. Así que ya estás largando, que estamos en confianza Gallia. - ¡Vale! - Se rindió. Porque total, no le iban a dejar hasta que no lo contara. - Tampoco hay mucho más de lo que ya sabéis. Me lie con Geller en la fiesta de Navidad de los prefectos del año pasado, fueron cuatro besos tontos y, por cierto, bastante aburridos. - Se generó un estúpido "uuuuuuhhh" a su alrededor acompañado de un comentario de André, quien mirando a Alice dijo con tonito. - Vaya, vaya. Alguien tenía puesto el listón muy alto. - Pues sí. - Zanjó Marcus, y rápidamente continuó para no dejar paso a más comentarios. - Ella iba con la idea fija de acostarse con alguien antes de acabar su estancia en Hogwarts y pensó que sería conmigo por lo que pasó en la fiesta, pero yo no tenía ningún interés. Cuando la huelga de Ravenclaw se lio muchísimo, me insultó... - ¿¿Te insultó una tipa que quería acostarse contigo?? - A Jackie le faltaban las palomitas. - Así es, y su brillante manera de intentar disculparse fue insinuarse otra vez, y esa fue la conversación que Theo oyó. Le dije que no y que no me lo propusiera más y fin. - Y que te estabas reservando para Alice. - Todos miraron a Theo, Marcus incluido. El chico se encogió de hombros. - Eso también lo oí. Como comprenderás, no se me iba a olvidar estando en el momento en el que estaba. - Marcus echó aire por la boca, cerrando los ojos. - Sí, me dijo que no me acostaba con ella porque con quien quería hacerlo era con Alice y que estaba jugando con medio castillo. Lo que viene siendo no encajar bien un rechazo. - Pues sí, la verdad, menuda ridícula. - Comentó Hillary. La chica alzó las manos y añadió. - Que razón no le faltaba, pero... Hija, al menos ten más clase. - Marcus se encogió de hombros y prosiguió. - En cuanto a Eunice, nunca me llevé bien con ella y claramente lo que quería era liarse con un prefecto. Estaba enganchada al de Slytherin, le fue mal, y efectivamente al parecer estaba bastante pillada por mi hermano, y eso era callejón sin salida. Yo era la opción más fácil. El día del incendio me cabreó muchísimo. - Tensó la mandíbula. Sean esbozó una risilla. - Uuuuhh ese cabreo tiene nombre y apellidos. - No era el momento para insinuaciones y... - Ya ya, no era el momento para insinuaciones y se metió con Alice, ¿a que sí? - Marcus alzó la barbilla y pasó un brazo por los hombros de su novia. - La envidia es más venenosa que lo que pueda tener ninguna serpiente en la lengua. - André soltó una fuerte carcajada y dijo a los presentes. - ¿Veis? A un tío así, hasta un soltero empedernido como yo le da sus bendiciones para desposar a su prima. - Y ya estaba Marcus con el orgullo tan por las nubes que debería verse desde Londres.
Al caer el tema, la siguiente en hablar fue Alice, aportando una bonita conclusión. La abrazó un poco más y sonrió, escuchando a los demás. Después de que Theo hablara, miró a Alice y dijo. - Yo sé lo que quiero para los próximos cinco años. Y para los próximos diez, y para los veinte, y para los cincuenta... - Rozó su nariz con su mejilla. A ella, la quería a ella, la necesitaba a ella. El día que tomó conciencia de que la amaba de verdad y no tenía más sentido negárselo, fue precisamente cuando ella le preguntó qué necesitaba, y se planteó qué quería tener y cómo quería vivir cuando saliera de Hogwarts. Y lo tuvo muy claro: la quería a ella. Y todo lo demás sería bienvenido y maravilloso, pero sin ella no tendría el menor sentido.
Miró a André. - ¿Te tendremos por Inglaterra, entonces? - Ojalá. Dile a tu padre que me haga un hueco en su oficina. - Marcus rio. - Créeme que estaría encantado. Te cambia por el señor Adams y todos los relacionados con él sin pensárselo. - Eso levantó varias risas que los franceses no entendieron pero que Hillary resumió. - Nuestro profesor de Aritmancia. Una palabra: divorciado. - Oh, sí, nosotros también teníamos de esos. - Comentó entre risas André. Siguieron soñando despiertos, y hablar de las diversas obras le hizo reír. - Yo puedo mejorar mis hechizos relacionados con obras. Y vais a tener dos alquimistas, eso es un punto en cuanto a refuerzo de estructuras y materiales sólidos, por no hablar de bonitos ornamentos... - Ya se está vendiendo otra vez. - Dijo Hillary, levantando risillas en los demás. Luego añadió. - Por lo pronto, procurad construir en terrenos legales. No me gustaría que mis primeros clientes fuerais precisamente vosotros. - Siguió riendo, y entonces Alice dijo aquello. Cumplir sus promesas, cuando fuera el tiempo de florecer. La miró con amor, totalmente perdido, y acarició su mejilla. - Tú siempre llevas una flor contigo. - Le susurró, como le decía cuando eran pequeños. - Las más bonitas de todas. Yo me encargaré de que no te faltan nunca. - E, instintivamente, miró hacia arriba, hacia las estrellas, con una sonrisa y ella en sus brazos. Él se encargaría de hacerla feliz, como prometió allí mismo años atrás. Nunca le faltaría de nada si en su mano estaba. Y lo que tuviera que llegar, que llegara cuando fuera. Si estaba con ella, no necesitaba nada más.
Pudo recuperarse del trago de champán porque la atención estaba en Theo y sus comentarios dubitativos. Estalló en risas, como todos los demás, cuando habló de las críticas de las Gryffindor a Sean a cuenta de su relación con Patrice. - Es que, aquí donde lo veis, el polluelito es todo un Cassanova. - Y tú eres imbécil. - Le replicó su amigo, haciendo que solo se riera más. Pero es que con lo de los corazones en la escoba estaba literalmente llorando y rodando por la manta. Se le empezó a cortar la risa en cuanto Theo pasó a ellos, y fue a responderle con un cariñoso "gracias, tío" pero, por supuesto, aquellos graciosos tuvieron que pinchar. - ¿Es que tanto os cuesta entender que una persona pueda ser simplemente buena y no oculte malas intenciones? - Dijo muy puesto, y se tenía que haber callado, porque el "buena persona" cantó a la primera que le pincharon un poco.
Marcus chistó. - No eras invisible... - Empezó a decir, pero el chico siguió. - Eh, solo fue una vez, y fue sin querer. Me pasaba con más gente. - Quiso defender a lo siguiente, pero nada, allí nadie le estaba escuchando. Y entonces dijo lo de las prefectas, y claro, ya para qué querían más aquellos cotillas. Negó y fue a mirar a su novia para intentar justificar que seguro que Theo se estaba confundiendo... y se la encontró haciendo un esfuerzo porque no se la viera riéndose. Arqueó una ceja. Bueno... Se quejó internamente, cambiando la mirada. Pues nada, otra vez volvía a ser él el foco de evidencias, y ya ni su novia le defendía. De verdad, nada como ser uno reseñable y carismático como para que todos disfruten de lo lindo hundiéndote.
Se puso a mirar al mar como si tal cosa, de hecho volvió a apoderarse de la botella para dar un sorbo al champán (Dios, pero si estaba malísimo, ¿qué hacían bebiendo eso? Ya iba a arrugar la cara otra vez). Como si por hacer como que no estaba allí, realmente dejaba de estar allí, o el tema se difuminaría, o alguien diría "¿Marcus? ¿Qué Marcus? Nadie aquí responde al nombre de Marcus". En fin, salida inútil, pero la única que le quedaba al parecer. Eso sí, le pilló justo con la botella en la boca cuando Theo, sin tapujos, dijo que le había oído decirle a Maggie que no iba a acostarse con ella. Ya tenía todos los ojos encima. Tosió un poco con la boca cerrada, disimulando y dejando la botella en la arena. - Bueno. - Dijo como si tal cosa, tras lo cual carraspeó un poco. - Había discrepancia de opiniones al respecto. - Joder, y tanta. - Dijo André entre risas. Jackie puso ojitos de cotilleo y dijo. - Yo necesito esa historia entera. - No, no, créeme que no. - Cortó rápidamente Marcus. Y, afortunadamente, Theo prosiguió... No, de afortunadamente nada, porque si malo era mencionar a Maggie, ya sacar a relucir a Eunice era el colmo. Y claro, levantó una polvareda. Marcus suspiró hondamente, pero Hillary añadió algo más. - Y a pesar del ya mencionado momento de Alice llevándose a Marcus al baño de la discoteca del toro seguramente para que le diera una lección de alquimia... - Creía que ya habíamos dejado atrás el tema toro. - La tipa, que por algún motivo venía con nosotros ese día, siguió tirándole los tejos. - Espera, ¿¿estando ya juntos?? - Se sorprendió Jackie. Para qué le preguntarían a él, si allí menos él respondía todo el mundo, porque ya se adelantó Hillary. - No, si cuando el incendio también estaban juntos. - Y cuando lo de Geller también se te insinuó, que lo vi yo. - Oye no te sabía yo tan observador, Matthews. - Respondió ácido al oportuno comentario de Theo. Hillary siguió como si nada. - Pero es que ella tenía metido en las cejas a Lex, pero como es gay... - ¿Tu hermano es gay? - Irrumpió André, lo cual no cortó la historia. - ...Pues se obsesionó con Marcus. La muy zorra. - ¡Hills! - ¡Oish, es que no la aguanto! Me mira por encima del hombro continuamente. A ver dónde llega ella y dónde llego yo. - Por lo pronto sabemos dónde quería llegar y no llegó. - Comentó André, mirando a Marcus de reojo, y las risas volvieron a salir a la luz.
- Bueno, yo creo que ya... - Ah, no no, tú no te vas de aquí hasta que no des más detalles. - Le insistió Jackie, y André añadió. - Eso. Y estaría feísimo que mi prima, en su primera noche en cama de matrimonio oficial, "duerma", porque claramente solo ibais a dormir, sola. Así que ya estás largando, que estamos en confianza Gallia. - ¡Vale! - Se rindió. Porque total, no le iban a dejar hasta que no lo contara. - Tampoco hay mucho más de lo que ya sabéis. Me lie con Geller en la fiesta de Navidad de los prefectos del año pasado, fueron cuatro besos tontos y, por cierto, bastante aburridos. - Se generó un estúpido "uuuuuuhhh" a su alrededor acompañado de un comentario de André, quien mirando a Alice dijo con tonito. - Vaya, vaya. Alguien tenía puesto el listón muy alto. - Pues sí. - Zanjó Marcus, y rápidamente continuó para no dejar paso a más comentarios. - Ella iba con la idea fija de acostarse con alguien antes de acabar su estancia en Hogwarts y pensó que sería conmigo por lo que pasó en la fiesta, pero yo no tenía ningún interés. Cuando la huelga de Ravenclaw se lio muchísimo, me insultó... - ¿¿Te insultó una tipa que quería acostarse contigo?? - A Jackie le faltaban las palomitas. - Así es, y su brillante manera de intentar disculparse fue insinuarse otra vez, y esa fue la conversación que Theo oyó. Le dije que no y que no me lo propusiera más y fin. - Y que te estabas reservando para Alice. - Todos miraron a Theo, Marcus incluido. El chico se encogió de hombros. - Eso también lo oí. Como comprenderás, no se me iba a olvidar estando en el momento en el que estaba. - Marcus echó aire por la boca, cerrando los ojos. - Sí, me dijo que no me acostaba con ella porque con quien quería hacerlo era con Alice y que estaba jugando con medio castillo. Lo que viene siendo no encajar bien un rechazo. - Pues sí, la verdad, menuda ridícula. - Comentó Hillary. La chica alzó las manos y añadió. - Que razón no le faltaba, pero... Hija, al menos ten más clase. - Marcus se encogió de hombros y prosiguió. - En cuanto a Eunice, nunca me llevé bien con ella y claramente lo que quería era liarse con un prefecto. Estaba enganchada al de Slytherin, le fue mal, y efectivamente al parecer estaba bastante pillada por mi hermano, y eso era callejón sin salida. Yo era la opción más fácil. El día del incendio me cabreó muchísimo. - Tensó la mandíbula. Sean esbozó una risilla. - Uuuuhh ese cabreo tiene nombre y apellidos. - No era el momento para insinuaciones y... - Ya ya, no era el momento para insinuaciones y se metió con Alice, ¿a que sí? - Marcus alzó la barbilla y pasó un brazo por los hombros de su novia. - La envidia es más venenosa que lo que pueda tener ninguna serpiente en la lengua. - André soltó una fuerte carcajada y dijo a los presentes. - ¿Veis? A un tío así, hasta un soltero empedernido como yo le da sus bendiciones para desposar a su prima. - Y ya estaba Marcus con el orgullo tan por las nubes que debería verse desde Londres.
Al caer el tema, la siguiente en hablar fue Alice, aportando una bonita conclusión. La abrazó un poco más y sonrió, escuchando a los demás. Después de que Theo hablara, miró a Alice y dijo. - Yo sé lo que quiero para los próximos cinco años. Y para los próximos diez, y para los veinte, y para los cincuenta... - Rozó su nariz con su mejilla. A ella, la quería a ella, la necesitaba a ella. El día que tomó conciencia de que la amaba de verdad y no tenía más sentido negárselo, fue precisamente cuando ella le preguntó qué necesitaba, y se planteó qué quería tener y cómo quería vivir cuando saliera de Hogwarts. Y lo tuvo muy claro: la quería a ella. Y todo lo demás sería bienvenido y maravilloso, pero sin ella no tendría el menor sentido.
Miró a André. - ¿Te tendremos por Inglaterra, entonces? - Ojalá. Dile a tu padre que me haga un hueco en su oficina. - Marcus rio. - Créeme que estaría encantado. Te cambia por el señor Adams y todos los relacionados con él sin pensárselo. - Eso levantó varias risas que los franceses no entendieron pero que Hillary resumió. - Nuestro profesor de Aritmancia. Una palabra: divorciado. - Oh, sí, nosotros también teníamos de esos. - Comentó entre risas André. Siguieron soñando despiertos, y hablar de las diversas obras le hizo reír. - Yo puedo mejorar mis hechizos relacionados con obras. Y vais a tener dos alquimistas, eso es un punto en cuanto a refuerzo de estructuras y materiales sólidos, por no hablar de bonitos ornamentos... - Ya se está vendiendo otra vez. - Dijo Hillary, levantando risillas en los demás. Luego añadió. - Por lo pronto, procurad construir en terrenos legales. No me gustaría que mis primeros clientes fuerais precisamente vosotros. - Siguió riendo, y entonces Alice dijo aquello. Cumplir sus promesas, cuando fuera el tiempo de florecer. La miró con amor, totalmente perdido, y acarició su mejilla. - Tú siempre llevas una flor contigo. - Le susurró, como le decía cuando eran pequeños. - Las más bonitas de todas. Yo me encargaré de que no te faltan nunca. - E, instintivamente, miró hacia arriba, hacia las estrellas, con una sonrisa y ella en sus brazos. Él se encargaría de hacerla feliz, como prometió allí mismo años atrás. Nunca le faltaría de nada si en su mano estaba. Y lo que tuviera que llegar, que llegara cuando fuera. Si estaba con ella, no necesitaba nada más.
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Ya no se aguantó más y tuvo que echarse a reír con la cantidad de detalles que Theo dio de Marcus. — No veas con el Hufflepuff, era un infiltrado. — Pero se le cortó un poco la risa cuando contó lo que le había oído decir a Marcus sobre que se estaba reservando para ella. Vaya por Dios. Lo mal que lo tuvo que pasar el pobre, encima en aquellos días. Mira, al menos él no se reservó para nada, a vivir la vida a lo tejón, y ya está. A veces los Huffies, en su simpleza, vivían claramente mejor.
Aunque le hizo gracia lo de “por lo menos ten clase” acompañado de todo el relato narrado por su novio, tuvo que negar con una sonrisa a lo de Eunice. — Es una víctima de su educación y la forma de ver el mundo de su gente. Kowalsky, que es una gran persona, por encima de profesor, me dijo que la realidad nunca es cien por cien real, que depende de nuestro contexto, y tenía toda la razón del mundo. — Miró a su amiga, tremendamente enzarzada en su odio a la chica. — Tú lo sabes mejor que nadie, Hills. Tratas con magos todos los días, y te criaste entre muggles, sabes que para nosotros, vuestras cosas son impensables, y háblale tú a alguno de tus primos de nuestros hechizos… Pues Eunice, con su vida, es muy parecida. No entiende ni los sentimientos muy profundos, ni darlo todo por una persona… Ni siquiera tolera fallar. Y vaya si ha fallado… No, no puedo tenerle odio, porque bastantes problemas tiene en su contexto. — Sean se rio y se inclinó hacia atrás. — Tú no has visto dónde viven los McKinley, ¿no? — Alice se rio y dijo. — La primera vez que fui a casa de los abuelos O’Donnell le dije a mi madre que quería vivir en una casa de esas. Y ella me dijo que no sabíamos si la gente de dentro era feliz, y que la nuestra era más pequeña pero al menos lo sabíamos. Y tenía absolutamente toda la razón. — Besó la mano de su novio, que estaba muy encendido con aquel momento en el que Eunice se metió con ella cuando el incendio. — Eso es lo que siempre importa. — Alzó una ceja. — Y no ofende el que quiere si no el que puede, cariño, y yo en ese momento estaba aquí arriba después de que Florence me nombrara algo así como subenfermera. — Y todos rieron, anda que no la conocían y sabían que no había nada que la pudiera hacer sentir más orgullosa.
Mientras disfrutaba de las caricias y las monosidades de su novio, sonrió a su primo. — Ojalá y encuentres algo pronto allí. Me encantaría tenerte más cerca. — Yo solo lo siento por los solteros de toda Inglaterra, lo van a pasar mal. — Dijo Theo en tono de broma. André se giró hacia él. — ¿Sabes? Me alegro que tú solito te hayas sacado de ese grupo, cuñadito. Entre eso y vender al otro inglesito solo porque mi hermana te lo ha pedido, llevas muy buen camino. — Estaba encantada con esa dinámica, la verdad, no podía decir otra cosa.
Rio a lo de los terrenos legales y la señaló. — Hills ya nos ha dejado claro donde va a estar. — Está muy bien conocer a una abogada, por si me meto en líos. — Dijo André señalándola. Pero Sean estaba sospechosamente callado. — ¿Estás reflexionando sobre la vida, Hastings? — Le dijo en tono de broma. Y su amigo seguía sonriendo, pero tenía la mirada perdida en las estrellas. — La verdad… Es que estaba pensando en que… Ojalá tenerlo todo tan claro como vosotros. — Se encogió de hombros, un poco cabizbajo. — Aún no sé qué voy a hacer cuando vuelva, no sé qué se me da bien de verdad… Ojalá ser tan destacadamente bueno en algo. — Y ahí se hizo un silencio. Alice nunca había querido hacer sentir mal a su amigo, pero es verdad que todos tenían algo que les apasionaba y Sean… No era malo en nada, pero tampoco especialmente… — Los detalles. — dijo de repente. — Eres el tío que más se fija en los detalles que conozco. Y eso vale para mil cosas Sean. Simplemente… Ponlo al servicio de lo que más te apetezca. — Y si no lo encuentras a la primera… Cambias. — Dijo Jackie de repente, haciendo que todos la miraran. — Te lo dice una Gallia que se ha equivocado bastante… Igual no en la profesión, pero sí en la vida. — Sean sonrió un poco más y asintió y Hills se puso a su lado. — Date tiempo ahora. Mejor ahora que sí lo tienes que forzarte a algo que no quieres, y al final necesitar el tiempo igualmente cuando ya no te venga tan bien. — Alice sonrió mirándoles. Sabían quererse y apoyarse. Estarían bien.
Suspiró y, apoyándose en Marcus, miró el cielo, y justo vio una estrella fugaz. — ¡Eh! ¡Una estrella! Corred, pedid algo, que hoy no creo que pasen más. — Y ella se acurrucó de nuevo entre las piernas de su novio y cerró los ojos. Volver aquí, los siete, dentro de diez años. Siete. Como siete estados tiene la alquimia. Eternos, formando un Todo. Y cuando abrió los ojos, vio el rostro de su novio y susurró. — Eres mi Todo, Marcus O'Donnell. A veces pienso que no necesito deseos, si tú estás aquí. —
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Su novia era buena, muy buena. Tenía el corazón de Janet y eso saltaba a la vista, por eso la miró con una sonrisa fruncida y tierna cuando, a pesar de que ella podría odiar a Eunice más que nadie, aseguró que comprendía por qué se comportaba así. Para él, en cambio, seguía sin ser justificación. Él era Horner, y nunca se había comportado como tal pudiendo hacerlo. Eunice podría elegir no ser... así. Además, para él no había justificación ninguna para atacar a una persona que no te había hecho absolutamente nada. Sobre todo si esa persona era Alice. Por ahí sí que no pasaba.
No supo si le hizo más gracia el comentario de Theo sobre los solteros de Inglaterra, o la respuesta de André, pero claramente el Hufflepuff había caído en gracia en esa familia. Había visto lo que era que a André no le gustara un cuñado y claramente con Theo no estaba siendo así. Aunque claro, tenía que mantener su papel de ofendido y chistar. - Con qué facilidad me vendéis. Alta traición lo llamo yo. - Bromeó en su tono habitual. Pero cuando su novia puso el foco sobre Sean se dio cuenta él también de que llevaba mucho rato callado hasta para ser él. Esperaba que no estuviera rayándose por su futuro con Hillary, porque eso sí podía tensar el ambiente... afortunadamente, no iban los tiros por ahí (o en parte sí pero decidió disimular). Frunció los labios con compasión. Ah, sí, esa conversación ya la habían tenido. - Tío, tú eres muy bueno en muchísimas cosas. - Le dijo con sinceridad. Marcus y Sean siempre se andaban picando a respectos intelectuales, pero era solo de boca para fuera. Él tenía en gran estima a su mejor amigo. Pero en el fondo tenía parte de razón: era bueno en muchas cosas, pero no era especialmente destacable en nada. De ahí que se creara un leve lapso de silencio.
Lapso que su novia rompió, porque ella siempre tenía una buena palabra que decir, como su madre. Eso sí que era ser destacablemente buena en algo. Todos empezaron a dar sus sugerencias y Marcus, sin perder la sonrisa tranquilizadora, se encogió de hombros. - Y si te conozco de algo, quizás no tengas muy claro lo que sí te gusta, pero sí tienes claro lo que no te gusta. Puedes ir descartando todas las opciones que no te gusten hasta que solo te queden varias. Y seguro que eres bueno en todas ellas. - Y lo decía con convicción, y Sean pareció quedarse más tranquilo.
Y entonces, pasó una estrella fugaz, y se le iluminaron los ojos. Sonrió ampliamente, mirando a Alice, y se abrazó más a ella. Ya había pedido por su felicidad una vez, y realmente... ¿qué más quería? No quería más que eso, ver a Alice feliz, tenía objetivo asegurado ya para toda la vida. Pero sonrió y miró al cielo, y luego a su entorno. No perdía nada por... añadir algo más. Seguir juntos. Cumplir nuestros objetivos., nuestras promesas Y... ser más. Florecer, cuando llegue el momento, y ser felices. Dejó un beso en la mejilla de Alice y se acurrucó con ella, apretándola aún más cuando le dijo eso. - Te amo, Alice Gallia. Tú eres mi sueño, y nada más. Tú eres mi Todo. - Aseguró él también, porque así lo sentía, así se sentían el uno por el otro prácticamente desde el primer día, y ahora podían decírselo a viva voz hasta el último de ellos. Y juntos tenían muchos objetivos, muchas promesas. Muchos retos. Él solo quería ir cumpliéndolos de la mano de esa chica, y con su familia y sus amigos con ellos. Y con quienes estuvieran por venir... ¿Quién sabía? Quizás, si volvían aquellos siete dentro de diez años, no volvieran solos...
- Bueno... - Suspiró André, dándole la vuelta a la botella de champán y sacudiéndola. - Esto se me ha acabado. La buena noticia es que tengo más en casa. - Miró el reloj. - Aún me queda aproximadamente una hora para mi plan nocturno... - Cuyos detalles no queremos saber. - Cuyos detalles, hermanita, ya te he dicho que soy un chevalier y no los voy a contar. - ¡Oh, por Dios! Pero si dices eso ya nos imaginamos lo que es... - Total. - Cortó André, aunque todos se estaban riendo mucho con la discusión de los dos hermanos. - Que a parte de más bebida, tengo unas cuantas porquerías en casa que me sobraron de una fiesta a la que fui el otro día. Podemos montarnos una buena fiesta pijama en el desván como las de antaño. ¿Qué le parece a mis primos? - Una ideaza. - Corroboró Marcus, que ya estaba prácticamente de pie. Hillary soltó una carcajada. - Has mencionado la clave, André: comida. Marcus se apunta a cualquier plan que implique comida. - Si te digo la verdad, mademoiselle, lo de que haya comida me lo vais a agradecer. Que aquí a todos os va a venir bien el combustible para aguantar la noche... - ¡¡ANDRÉ!! - Chilló Jackie, que ya estaba levantada, volviéndose hacia él, y los demás hicieron por reír pero ya más por lo bajo. Porque había dejado a todo el mundo en evidencia de un plumazo (aunque tampoco es como que fuera la primera vez). - ¡Venga! Menos quejas y andando, que ese desván está muy cotizado y no suele pasarse demasiado tiempo libre. -
No supo si le hizo más gracia el comentario de Theo sobre los solteros de Inglaterra, o la respuesta de André, pero claramente el Hufflepuff había caído en gracia en esa familia. Había visto lo que era que a André no le gustara un cuñado y claramente con Theo no estaba siendo así. Aunque claro, tenía que mantener su papel de ofendido y chistar. - Con qué facilidad me vendéis. Alta traición lo llamo yo. - Bromeó en su tono habitual. Pero cuando su novia puso el foco sobre Sean se dio cuenta él también de que llevaba mucho rato callado hasta para ser él. Esperaba que no estuviera rayándose por su futuro con Hillary, porque eso sí podía tensar el ambiente... afortunadamente, no iban los tiros por ahí (o en parte sí pero decidió disimular). Frunció los labios con compasión. Ah, sí, esa conversación ya la habían tenido. - Tío, tú eres muy bueno en muchísimas cosas. - Le dijo con sinceridad. Marcus y Sean siempre se andaban picando a respectos intelectuales, pero era solo de boca para fuera. Él tenía en gran estima a su mejor amigo. Pero en el fondo tenía parte de razón: era bueno en muchas cosas, pero no era especialmente destacable en nada. De ahí que se creara un leve lapso de silencio.
Lapso que su novia rompió, porque ella siempre tenía una buena palabra que decir, como su madre. Eso sí que era ser destacablemente buena en algo. Todos empezaron a dar sus sugerencias y Marcus, sin perder la sonrisa tranquilizadora, se encogió de hombros. - Y si te conozco de algo, quizás no tengas muy claro lo que sí te gusta, pero sí tienes claro lo que no te gusta. Puedes ir descartando todas las opciones que no te gusten hasta que solo te queden varias. Y seguro que eres bueno en todas ellas. - Y lo decía con convicción, y Sean pareció quedarse más tranquilo.
Y entonces, pasó una estrella fugaz, y se le iluminaron los ojos. Sonrió ampliamente, mirando a Alice, y se abrazó más a ella. Ya había pedido por su felicidad una vez, y realmente... ¿qué más quería? No quería más que eso, ver a Alice feliz, tenía objetivo asegurado ya para toda la vida. Pero sonrió y miró al cielo, y luego a su entorno. No perdía nada por... añadir algo más. Seguir juntos. Cumplir nuestros objetivos., nuestras promesas Y... ser más. Florecer, cuando llegue el momento, y ser felices. Dejó un beso en la mejilla de Alice y se acurrucó con ella, apretándola aún más cuando le dijo eso. - Te amo, Alice Gallia. Tú eres mi sueño, y nada más. Tú eres mi Todo. - Aseguró él también, porque así lo sentía, así se sentían el uno por el otro prácticamente desde el primer día, y ahora podían decírselo a viva voz hasta el último de ellos. Y juntos tenían muchos objetivos, muchas promesas. Muchos retos. Él solo quería ir cumpliéndolos de la mano de esa chica, y con su familia y sus amigos con ellos. Y con quienes estuvieran por venir... ¿Quién sabía? Quizás, si volvían aquellos siete dentro de diez años, no volvieran solos...
- Bueno... - Suspiró André, dándole la vuelta a la botella de champán y sacudiéndola. - Esto se me ha acabado. La buena noticia es que tengo más en casa. - Miró el reloj. - Aún me queda aproximadamente una hora para mi plan nocturno... - Cuyos detalles no queremos saber. - Cuyos detalles, hermanita, ya te he dicho que soy un chevalier y no los voy a contar. - ¡Oh, por Dios! Pero si dices eso ya nos imaginamos lo que es... - Total. - Cortó André, aunque todos se estaban riendo mucho con la discusión de los dos hermanos. - Que a parte de más bebida, tengo unas cuantas porquerías en casa que me sobraron de una fiesta a la que fui el otro día. Podemos montarnos una buena fiesta pijama en el desván como las de antaño. ¿Qué le parece a mis primos? - Una ideaza. - Corroboró Marcus, que ya estaba prácticamente de pie. Hillary soltó una carcajada. - Has mencionado la clave, André: comida. Marcus se apunta a cualquier plan que implique comida. - Si te digo la verdad, mademoiselle, lo de que haya comida me lo vais a agradecer. Que aquí a todos os va a venir bien el combustible para aguantar la noche... - ¡¡ANDRÉ!! - Chilló Jackie, que ya estaba levantada, volviéndose hacia él, y los demás hicieron por reír pero ya más por lo bajo. Porque había dejado a todo el mundo en evidencia de un plumazo (aunque tampoco es como que fuera la primera vez). - ¡Venga! Menos quejas y andando, que ese desván está muy cotizado y no suele pasarse demasiado tiempo libre. -
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Se amaban y eran un todo, eso era lo único que necesitaba, realmente, y estaba segura de que todo lo demás vendría a raíz de ello. Observó a los demás en silencio, porque siempre le había gustado observar el mundo y a las personas. Sean tenía medía sonrisa, aún un poco decaído, probablemente pensando que lo que había deseado quizá no se cumpliera; Hillary tenía los ojos brillantes, llenos de proyectos, con la expresión de quien quiere comerse el mundo; Theo y Jackie tenían la misma mirada, la de quien acaba de empezar a vivir el amor y solo puede desear que se sientan exactamente así por el resto de sus vidas; André tenía la sonrisa de superioridad de quien en realidad no necesita mucho para vivir, solo libertad; y su Marcus… Su Marcus era simplemente perfecto, tenía los ojos más bonitos del mundo y una sonrisa que la hacía soñar. Soñar y pensar otras cosas, pero bueno, ya habría tiempo.
De hecho, su primo propuso irse para dentro, con la excusa del champán y de tener guarrerías. — André también compra de tus cosas muggles, Hills. — Su primo levantó las manos como diciendo “es evidente”. — Los dulces mágicos son la bomba, pero en los salados, los nonmagique nos van ganando de calle. — Y con la coca cola, que no se te olvide. Tu prima quería replicarla. — ¿Qué es la coca cola? — Preguntó Sean, mientras recogían. Alice se giró entusiasmada. — ¡Una bebida de los muggles que es lo máximo pero dicen que la receta es secreta! — Miró a su novio. — Yo quería llevársela al abuelo para que hiciera una separación alquímica y sacara los ingredientes, para poder replicarla. — O puedes ir a un super y comprarla, también. — Dijo su amiga, socarrona. — Uy, quita quita, qué jaleo, ya fuimos una vez a un bazar chino y la hicimos grande con mi padre y Arnold. — Dijo riéndose al recordarlo.
Pero algo pareció activarse en su prima, a parte de los típicos piques con su hermano, cuando dijo “desván” — Mmmmm un momento, que voy a ver si está presentable el desván… — André se giró y la miró con una ceja alzada. — ¿Y por qué no iba a estarlo? — Pero ella ya iba escaleras arriba. — Bueno, pues yo que sé, somos Gallia, somos un caos. — Ah sí, conocía esa excusa, el último recurso de un Gallia. André y Alice se miraron con su sonrisa pícara, y luego a Theo, que en ese momento parecía un niño que le han dejado en medio de una plaza sin nadie conocido. — ¡Pero que campeón! De verdad, los inglesitos y el desván tenéis algo, ¿eh? — Alice hizo una pedorreta. — ¿Perdona? Tú me enseñaste a salir por esa ventana para evitar levantar sospechas en la casa porque tú lo hacías. ¿Te recuerdo que la penúltima Nochevieja me aterrizó una de tus amigas especiales delante? — Su primo se rio con ganas mientras sacaba las bolsas con comida y la botella de champán del frigorífico. — Sí, sí, pero en materia inglesitos triunfa el desván. — Yo quiero saber qué ha pasado en ese desván. — Dijo Hillary picajosilla y Alice señaló las escaleras. — Pues tírale, ya verás. —
Subir allí siempre hacía sentir mariposas en el estómago, por los recuerdos de la infancia y de la no tan infancia, era un lugar con su propia magia. Jackie estaba culpablemente sentada en la cama, mirándose las uñas como si nada. Se jugaba una mano a que Theo y ella lo habían dejado todo por medio después de lo que hubieran hecho aquella tarde, que se lo podía imaginar.— Ahora hay una cama de matrimonio, porque la tata, que es muy lista, se la ha pedido, pero antes había cuatro pequeñas, para André, Jackie, Dylan y yo. El primer año que Marcus vino tuvimos que ponerle un colchón en el suelo y André le pisaba al entrar por la ventana a una hora intempestiva. — Explicó Alice, entrando y dejándose caer en la cama. — ¿Por esa ventana? — Preguntó Sean incrédulo. — Eh, que Gal también ha bajado por ahí más de una vez. — Ella entornó los ojos. — Mientras yo me quedaba aquí con el inglesito cobarde, haciéndonos los buenos, cuando en realidad habían estado haciendo cosas prohibidas. — Remató Jackie. Alice se arrastró por la cama hacia la mesilla y cogió un tarro vacío. — A ver a qué huele esto… Tengo una apuesta. — Jackie se tiró encima de ella, aplastándola contra la cama. — ¡Dame eso! — Cógelo, André. — Dijo lanzándoselo y su primo estuvo rápido, aunque en la otra mano tenía una patata, así que Theo se lo quitó. — ¡Es mío! — Eso lo dudo mucho… ¡Ay Jackie! — Su prima estaba haciéndole cosquillas aprovechando la ventaja y ella se removía. — ¡Cariño! ¡Ayúdame por Merlín! Que van a acabar conmigo. — Hillary, por su parte, se trepó a la espalda de Theo. — ¡Suéltalo Matthews! Lo vamos a averiguar igual… — Lo que le faltaba, gente siguiéndole el rollo para sentirse exactamente igual que cuando saltaban de cama en cama con doce años.
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Marcus descolgó la mandíbula, se detuvo en seco en su travesía hacia la casa y empezó a mirar de hito en hito a todos los presentes. - ¿Hay una bebida muggle que "es lo máximo" y cuya receta es secreta y nadie me la ha enseñado? - Preguntó casi indignado. Hillary rio y se giró hacia él con los brazos en jarra. - Perdón, creía que eras demasiado mago muy mago para beber nuestras bebidas sin pasarlas por alquimia primero, como pretendía tu novia. - Este se sube al carro muggle y reniega de su raza si se trata de comida. - Bromeó Sean, haciendo a los demás reír. Siguieron caminando hacia la casa y Marcus, que se había quedado mirando a su amigo con los ojos entrecerrados, se puso a su lado y le dio un par de palmaditas en el hombro. - Te veo todo lo que te resta de vida bebiendo la coca cola esa. - No te mueras de envidia en el proceso. - Respondió el otro, tan ácido como él.
El tema se desvió porque, repentinamente, Jackie adoptó una actitud ciertamente sospechosa y avanzó sin ellos. Marcus volvió a descolgar la mandíbula, aunque esta vez con una sonrisilla dibujada y una ceja arqueada, y se sumó a los demás en mirar a Theo. Vaya, les había faltado tiempo, y eso que aún no habían definido nada supuestamente. El inicio del comentario de André le hizo reír, pero con el final ya saltó. - ¡Eh eh eh! - Su novia también respondió, por supuesto, y cuando acabó, él añadió su parte de la excusa. - Y yo nunca he entrado en un lugar en el que no se me hubiera concedido permiso prev... ¡Oh, ya vale, sois lo peor! - Se quejó, porque a medida que su frase avanzaba, más se reían y le miraban con picardía los demás. Estos malpensados... Aunque debía reconocer (para sí, para el resto jamás) que no había sido su mejor elección de palabras, desde luego.
Subir le trajo muy buenos recuerdos, y sí, algunos eran infantiles y eran los que pensaba evocar en aquel momento, con sus amigos y de fiesta y risas, pero otros eran más recientes y... en fin, para lo que a todas luces usaba allí todo el mundo el desván, aunque en su cabeza era un lugar precioso y romántico y conectado con ellos y un montón de palabrería propia de Marcus que mejor se guardaba para sí, porque solo sería blanco de burlas e incomprensión. Se dedicó unos instantes simplemente a mirar el sitio y sonreír, escuchando como Alice le contaba a sus amigos cómo era el desván cuando eran pequeños. - Dios, qué recuerdos... - Miró a André y le señaló. - Aquí mismo era donde el maestro en amor nos explicaba qué era un beso mientras nos hacía una demostración práctica con Marine Yocernal que nosotros espiábamos por la ventana. - Sí, y recuerdo ese momento de alguien diciendo. - André impostó una voz muy infantil para imitarle. - "¿Que no es tu novia? ¡Pero la has besado! ¿Cómo vas a besar a alguien que no es tu novia?" - Las carcajadas de Sean y Hillary fueron tan estruendosas que debieron llegar hasta la playa. Marcus miró al francés con los ojos entrecerrados. - Ya. Yo no hablaba así. - Parece que lo tengo delante. - Dijo Sean, limpiándose las lágrimas de la risa.
Pero el comentario de Jackie le hizo mirarla con la boca muy abierta. No hizo falta que desatara su indignación, porque de repente, ella misma quedó en el foco. Alice había cogido un tarro de la mesilla que había que ser muy torpe para no saber de qué era y se lo lanzó a André, y Marcus se dedicó a reír mientras se abría uno de los paquetes de patatas que el chico había subido y comía, disfrutando del espectáculo del tarro volador. Lástima que, justo cuando se estaba metiendo las primeras en la boca, su novia le pidió ayuda. Con mucha parsimonia, alzó una mano pidiendo espera mientras masticaba (y se generaba el absoluto caos a su alrededor), dejó el paquete a un lado, se sacudió las manos, sacó la varita y apuntó a la batalla entre Theo y Hillary. - ¡Accio tarro de contraceptiva! - El mencionado tarro salió volando y cayó en sus manos, dejando a Jackie tan ojiplática que dejó automáticamente de hacerle cosquillas a Alice. Marcus puso cara de falsa disculpa. - ¡Ups! Si tan solo no hubiera venido... - ¡Serás traidor! Yo te ayudé a ti, me debías una. - Sí, te debía una que he dejado de deberte en cuanto has dicho delante de todos que me hiciste un favor aquel día y por qué. - Se llevó el tarro a la nariz, lo olió y se recochineó con un sonidito de gusto, como si el aroma le encantara. - Con lo fáááácil que me hubiera resultado decir que no era más que un perfume vacío. - Y, señoras y señores, al que no paráis de llamar inglesito cobarde y no querríais de enemigo. - Señaló Sean, a lo que André acompañó con una carcajada. - Sí, sí, ya lo vi en plena actuación con mi excuñado y el imbécil que perseguía a esta. - Señaló a Alice con el pulgar. Luego, miró a Theo. - Tranquilo, Theo. Nunca vi a mi hermana tan contenta después de más de uno que echó con el gilipollas de su ex. - ¡Ohg, André! - Y Jackie les regaló a todos una colección de insultos en francés a su hermano que al otro solo le hicieron reír, mientras Theo se ponía cada vez más y más colorado.
- No tenéis ninguna prueba de que no sea un tarro de una de las novietas de mi hermano. - Dijo muy chulita Jackie, que en vez de callarse no daba la batalla por perdida. Ahí fue cuando Sean sonrió y, cruzándose de brazos, hinchó el pecho y dijo. - Si quieres hago un análisis detallado de todo lo que veo ahora mismo en la habitación y que no respalda tu teoría. - Jackie le miró con los ojos entrecerrados y Sean arqueó las cejas. - Ya lo ha dicho tu prima: lo mío son los detalles. - Todos hicieron "uuuuh", pero Hillary se enrolló un mechón de pelo en el dedo y dijo. - Hazlo, que yo quiero oírlo. - ¡Tía! - Se quejó la francesa, sintiéndose traicionada por su nueva amiga, pero el resto había intensificado aún más el "uuuuuuh", y Sean le estaba devolviendo una miradita a Hillary que Marcus juraba no haberle visto nunca. De hecho, André alzó las palmas y dijo en tono cómico. - Bueno, a ver, si la vas a poner cachonda mejor se lo haces en privado. - Se desataron varias risas, pero vio como Sean le dejaba caer. - Sí, en privado se lo hago. - Y la cara de Hillary no dejaba lugar a duda alguna, de hecho Marcus prefirió buscar por dónde había dejado el paquete de patatas. Sí que iban a tener fiesta esa noche en la casa.
- O sea que lleváis compartiendo cama desde los once años. - Dijo Hillary, cambiando de tema claramente para despejarse, burlona y sentándose como una diva en la cama de matrimonio. - ¿Has visto qué engañados nos tenían, Sean? - Y en Hogwarts muy preocupados todos porque durmiéramos los chicos y las chicas separados. El primero, este. Menudo falso. - ¿Habéis terminado con el ataque personal contra Marcus O'Donnell? - Preguntó él, quien había vuelto a apoderarse de las patadas, aunque ahora se había sentado al lado de Alice. - Esta solo se metía en mi cama para tirarme de esta cuando consideraba que era la hora de levantarse para ir a la playa. - Le dijo, gracioso, a Alice, al tiempo que se comía una patata y le guiñaba un ojo.
El tema se desvió porque, repentinamente, Jackie adoptó una actitud ciertamente sospechosa y avanzó sin ellos. Marcus volvió a descolgar la mandíbula, aunque esta vez con una sonrisilla dibujada y una ceja arqueada, y se sumó a los demás en mirar a Theo. Vaya, les había faltado tiempo, y eso que aún no habían definido nada supuestamente. El inicio del comentario de André le hizo reír, pero con el final ya saltó. - ¡Eh eh eh! - Su novia también respondió, por supuesto, y cuando acabó, él añadió su parte de la excusa. - Y yo nunca he entrado en un lugar en el que no se me hubiera concedido permiso prev... ¡Oh, ya vale, sois lo peor! - Se quejó, porque a medida que su frase avanzaba, más se reían y le miraban con picardía los demás. Estos malpensados... Aunque debía reconocer (para sí, para el resto jamás) que no había sido su mejor elección de palabras, desde luego.
Subir le trajo muy buenos recuerdos, y sí, algunos eran infantiles y eran los que pensaba evocar en aquel momento, con sus amigos y de fiesta y risas, pero otros eran más recientes y... en fin, para lo que a todas luces usaba allí todo el mundo el desván, aunque en su cabeza era un lugar precioso y romántico y conectado con ellos y un montón de palabrería propia de Marcus que mejor se guardaba para sí, porque solo sería blanco de burlas e incomprensión. Se dedicó unos instantes simplemente a mirar el sitio y sonreír, escuchando como Alice le contaba a sus amigos cómo era el desván cuando eran pequeños. - Dios, qué recuerdos... - Miró a André y le señaló. - Aquí mismo era donde el maestro en amor nos explicaba qué era un beso mientras nos hacía una demostración práctica con Marine Yocernal que nosotros espiábamos por la ventana. - Sí, y recuerdo ese momento de alguien diciendo. - André impostó una voz muy infantil para imitarle. - "¿Que no es tu novia? ¡Pero la has besado! ¿Cómo vas a besar a alguien que no es tu novia?" - Las carcajadas de Sean y Hillary fueron tan estruendosas que debieron llegar hasta la playa. Marcus miró al francés con los ojos entrecerrados. - Ya. Yo no hablaba así. - Parece que lo tengo delante. - Dijo Sean, limpiándose las lágrimas de la risa.
Pero el comentario de Jackie le hizo mirarla con la boca muy abierta. No hizo falta que desatara su indignación, porque de repente, ella misma quedó en el foco. Alice había cogido un tarro de la mesilla que había que ser muy torpe para no saber de qué era y se lo lanzó a André, y Marcus se dedicó a reír mientras se abría uno de los paquetes de patatas que el chico había subido y comía, disfrutando del espectáculo del tarro volador. Lástima que, justo cuando se estaba metiendo las primeras en la boca, su novia le pidió ayuda. Con mucha parsimonia, alzó una mano pidiendo espera mientras masticaba (y se generaba el absoluto caos a su alrededor), dejó el paquete a un lado, se sacudió las manos, sacó la varita y apuntó a la batalla entre Theo y Hillary. - ¡Accio tarro de contraceptiva! - El mencionado tarro salió volando y cayó en sus manos, dejando a Jackie tan ojiplática que dejó automáticamente de hacerle cosquillas a Alice. Marcus puso cara de falsa disculpa. - ¡Ups! Si tan solo no hubiera venido... - ¡Serás traidor! Yo te ayudé a ti, me debías una. - Sí, te debía una que he dejado de deberte en cuanto has dicho delante de todos que me hiciste un favor aquel día y por qué. - Se llevó el tarro a la nariz, lo olió y se recochineó con un sonidito de gusto, como si el aroma le encantara. - Con lo fáááácil que me hubiera resultado decir que no era más que un perfume vacío. - Y, señoras y señores, al que no paráis de llamar inglesito cobarde y no querríais de enemigo. - Señaló Sean, a lo que André acompañó con una carcajada. - Sí, sí, ya lo vi en plena actuación con mi excuñado y el imbécil que perseguía a esta. - Señaló a Alice con el pulgar. Luego, miró a Theo. - Tranquilo, Theo. Nunca vi a mi hermana tan contenta después de más de uno que echó con el gilipollas de su ex. - ¡Ohg, André! - Y Jackie les regaló a todos una colección de insultos en francés a su hermano que al otro solo le hicieron reír, mientras Theo se ponía cada vez más y más colorado.
- No tenéis ninguna prueba de que no sea un tarro de una de las novietas de mi hermano. - Dijo muy chulita Jackie, que en vez de callarse no daba la batalla por perdida. Ahí fue cuando Sean sonrió y, cruzándose de brazos, hinchó el pecho y dijo. - Si quieres hago un análisis detallado de todo lo que veo ahora mismo en la habitación y que no respalda tu teoría. - Jackie le miró con los ojos entrecerrados y Sean arqueó las cejas. - Ya lo ha dicho tu prima: lo mío son los detalles. - Todos hicieron "uuuuh", pero Hillary se enrolló un mechón de pelo en el dedo y dijo. - Hazlo, que yo quiero oírlo. - ¡Tía! - Se quejó la francesa, sintiéndose traicionada por su nueva amiga, pero el resto había intensificado aún más el "uuuuuuh", y Sean le estaba devolviendo una miradita a Hillary que Marcus juraba no haberle visto nunca. De hecho, André alzó las palmas y dijo en tono cómico. - Bueno, a ver, si la vas a poner cachonda mejor se lo haces en privado. - Se desataron varias risas, pero vio como Sean le dejaba caer. - Sí, en privado se lo hago. - Y la cara de Hillary no dejaba lugar a duda alguna, de hecho Marcus prefirió buscar por dónde había dejado el paquete de patatas. Sí que iban a tener fiesta esa noche en la casa.
- O sea que lleváis compartiendo cama desde los once años. - Dijo Hillary, cambiando de tema claramente para despejarse, burlona y sentándose como una diva en la cama de matrimonio. - ¿Has visto qué engañados nos tenían, Sean? - Y en Hogwarts muy preocupados todos porque durmiéramos los chicos y las chicas separados. El primero, este. Menudo falso. - ¿Habéis terminado con el ataque personal contra Marcus O'Donnell? - Preguntó él, quien había vuelto a apoderarse de las patadas, aunque ahora se había sentado al lado de Alice. - Esta solo se metía en mi cama para tirarme de esta cuando consideraba que era la hora de levantarse para ir a la playa. - Le dijo, gracioso, a Alice, al tiempo que se comía una patata y le guiñaba un ojo.
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Ivanka
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Desde luego que su novio podría meter la pata tremendamente con los comentarios que podían sonar regular, pero luego el solito se devolvía a lo más alto del podio, marcándose un Emma O’Donnell (Horner) y mirando a todo el mundo por encima del hombro, terminando la pelea con magia y dejando a mal quien pretendía, y acabó riéndose por la frase de su amigo, en parte porque era cierta y en parte porque le alegraba ver a Sean siendo plenamente Sean. Le hizo mucha gracia la ofensa de su prima, no obstante. — Le has contado hasta a las flores del jardín de Beauxbatons la historia del desván, no tengas cara ahora. — Dijo. Aunque tuvo que asentir a lo de que podía ser de cualquiera de las amigas de André, siempre existía esa posibilidad, claro. Para rematar, su primo puso en evidencia a Jackie y, de paso, a Noel y ya si que no podía parar de reírse. — Es gracioso porque es cierto. — Dijo casi sin voz, muerta de risa.
Se giró a Sean y Hillary y alzó una ceja. — Así que eso es lo que os va, ¿eh? Que Sean te cuente detallitos que ve… — Hillary se cruzó de brazos. — Y a ti lo que te va es que aquel te diga cosas alquímicas. — Ella se encogió de hombros y puso aspecto de superioridad. — Y eso hace que hasta amándonos seamos dos intelectuales y eso es: bonito. — Dijo haciendo un gesto con las manos como si pusiera un cartel. Se inclinó sobre su novio, cogiendo una de las patatas que tenía ahí y asintiendo con la cabeza a lo buenas que estaban. Como casi siempre, su primo tenía razón, los snacks salados de los muggles eran insuperables.
— No, no la compartíamos. Solo las juntamos una noche de tormenta y pusimos a Dylan en medio. — Jugando a papás y mamás desde bien pequeños. — Dijo Hillary con toda maldad, dándole un trago al champán que André le acababa de pasar. — Vaya, mira quién se está aficionando a beber a morro. — Dijo ella en respuesta. — De todas formas, contacto hubo, que lo vi yo. — Dijo Jackie, con el mismo tono malicioso, a lo que Alice chistó y movió la mano en el aire. — Venga, venga que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, listos. ¿Por qué creéis que la tata puso esto aquí? — Y tiró de la cadenita del techo. — ¿Qué hace? — Preguntó Theo. — Anula el ruido para el exterior, pero tú sí puedes oír lo que pasa fuera. — El chico abrió mucho los ojos. — Vuestra tía está en el siglo XXII. — André rio y alzó las manos. — Los Gallia tenemos talentos ocultos, ¿qué podemos decir? — Sean entornó los ojos. — Ojalá en mi familia se hablara con tanta tranquilidad de estas cosas. En lo que a mí respecta, mi hermano mayor es un monje, vamos, porque ni una chica ha traído a casa, pero tampoco comenta nada. — Otro chevalier. — Señaló André con una reverencia. — Que seguuuuuro que no va besando ni nada a chicas que no sean sus novias. — Lanzó con malicia su primo. Sean se rio. — Es algo que va en las familias mágicas inglesas. Es simplemente un tema que no se habla bajo ninguna circunstancia. — Y las no mágicas. — Dijo Hills poniendo un mohín. Alice se encogió de hombros. — A ver, mi madre llegó aquí ya embarazada, como para ignorar el tema. — ¿QUE QUÉ? — Dijo Sean. — Ah, puede que no te haya contado eso nunca, sí. Bueno ya te imaginas por dónde van los tiros. Y luego resulta que va mi tata y sale del armario con Erin después de treinta años… En fin, simplemente Gallia. — Sean se rio. — Igual sí que es verdad que vive en el siglo XXII, al menos más que el resto de los magos. — André palmeó el hombro de Theo. — Eso es lo que digo yo, cuñadito. Que mejor que esperar treinta años será ir dejando las cosas claras desde ya… — Theo le miró con media sonrisa. — ¿Lo dices por ti y Marie Nosequé? — Marine. Marie es otra, no me líes, Theo, macho, que luego meto la pata, y tengo que irme en un rato. — Y todos volvieron a reír. — ¿A ti no te han preguntado nada tus padres? — Preguntó Alice a su amigo, mientras cogía unas bolitas tropicales. Theo negó con la cabeza y se encogió de hombros. — Es que mis padres son un poco hippies, ¿sabes? Fue como… Pásatelo bien, no hagas locuras y usa protección. — Sean casi se atraganta con el champán. — A mí mis padres me dicen eso y me quedo pillado, vaya. —
Como ella siempre estaba muy pendiente de su novio, vio por ahí los dragones de regaliz y se los ofreció, porque sabía que, no estando Lex, no se los iba a comer nadie. — ¡Uf! Otro momentazo de estos dos, lo de darse las chuches en el cumple de Marcus. — Saltó Hillary. — ¿Ves? Es una guarrona. — Le picó su prima. — Y vosotras idiotas, porque ahí estábamos muy chicos, y nos daba vergüenza hasta darnos la mano. — Pues bien que os escapabais al árbol a no se qué del caldero… — Ella alzó la barbilla y se puso muy digna. — Envidia es todo lo que oigo. — Por un momento, se quedaron mirando a André, que estaba sorprendentemente callado, y él les devolvió la mirada. — ¿Qué? Es que he hecho todo eso, y probablemente antes que vosotros. Cuando mi padre vino a darme la charla le traumaticé yo a él. — Y volvieron a echarse todos a reír.
— Va, tíos, en verdad este desván es mucho más que todo eso. — Dijo Alice con una sonrisa dulce. — Aquí siempre hemos jugado en invierno y cuando llovía. En Navidades, en Pascua… Siempre me moría de ganas de traer a mis amigos… Y ahora por fin estáis aquí. — Dijo mirándoles. — De hecho, podemos jugar a algo de lo que jugábamos entonces. — Dijo Jackie levantándose y yendo al baúl de los juguetes. — ¡Oh, mirad! El peluche de André. — Y le tiró un delfín que tenía el color azul celeste gastado. — ¡Eh! No trates así a Louis, es mi colega, un respeto. Yo le contaba mis cosas ¿verdad, mon ami? — Dijo mirando al delfín en su mano. — Y las témperas de Alice, menudo peligro. Enseguida intentaba pintarte el pelo. Aquí el desiluminador favorito de Marcus sin duda... Aquí libros, también de Alice… ¡Ah, aquí está! — ¡Oh! El juego de comprar las calles y eso. Chulísimo. — dijo entusiasmada. — ¿Es un Monopoly mágico? — Dijo Hillary. — ¿El qué? — Preguntó ella. — Es un Monopoly mágico sin duda. — Confirmó Theo, igual de emocionado. — Creo que eso es un sí a jugar. — Dijo ella, traviesilla. André chasqueó la lengua. — Venga, pero solo hasta que me vaya. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Se puso a comer patatas, pero claro, allí no podían dejar de mencionarle ni un segundo. Luego que si a él le encantaba ser el centro de atención, como que el resto no le ponía en ese lugar continuamente. Rodó los ojos indisimuladamente para dejar patente lo que le parecían las bromitas mientras Alice contradecía. - Es cierto. - Afirmó a lo que Alice dijo de que solo juntaron las camas una vez, pero luego señaló a Jackie y dijo. - No es cierto. - Uy, que no, dice. - Respondió la otra, entre risas, y André también rio, mirándole con otra bolsa de patatas en las manos. - Venga ya, tío. Aquella no ha dejado de toquetearte desde el primer día. - ¡A cualquier cosa lo llamáis toquetear! Tenéis la mente emborronada de lascivia. - Por supuesto, recibió numerosas burlas a ese comentario. Y, por supuesto, eso no le detuvo. - Y veis como una chica asustada por la tormenta le da la mano a su amigo y ya estáis imaginando cosas raras. - He leído que el miedo es un potente afrodisíaco. - Ah ¿pero tú lees? - Burló Marcus el repentinamente subidito comentario de Sean, pero Theo se giró hacia su amigo. - ¡Es cierto! Tiene que ver con las conexiones cerebrales. Yo he investigado sobre eso en libros de salud mental. - Vaya por Dios... - Suspiró Marcus, pero prefirió seguir comiendo patatas.
No iba a tardar en salir a relucir la cadenita de Violet. Ahí sí que se retrepó en la cama y disfrutó del espectáculo en el que sus amigos alucinaban con el invento, comiendo patatas tan tranquilo mientras miraba a Alice con una sonrisilla ladina, explicando como si tal cosa el funcionamiento de la cadena cuando ambos sabían un hechizo que hacía exactamente lo mismo. Y, a diferencia de William, que no era nada discreto, se llevarían el conocimiento del hechizo con ellos a la tumba... Bueno, quizás se lo enseñaran a alguien que les demostrara suficiente confianza y necesidad. No era el caso de aquel grupito que no paraba de meterse con ellos. Que tiraran de la cadenita, que a fin de cuentas hacía lo mismo.
Marcus rio entre dientes al comentario de Sean. - Si yo intento hablarle de sexo a Lex, probablemente acabe muerto. - Fingió un escalofrío. - Por no hablar de que prefiero que no vea ciertas cosas. - Uh, tiene que ser jodido eso. No quisiera ver a mi hermano así. - Añadió Sean, con un punto asqueado, por lo que Marcus le señaló. - Gracias, eso le digo yo. Pero dice que el cerebro me grita. - Hillary soltó una carcajada. - Me lo puedo creer. - Espera espera. - Detuvo Jackie. - ¿Lex es legeremante? - Miró a André. - ¿Tú lo sabías? - Su hermano se encogió de hombros. - Lo intuí el día que fuimos a casa del tío William y la tía Janet por Navidad y vinieron los O'Donnell. Le vi... un poco incómodo. - Y André también pareció un poco incómodo al decirlo. Marcus intuía por qué: en aquella época, Marcus y Alice intentaban no ser conscientes de lo que había, y claramente Jackie también. Pero André era más mayor, y su hermano estaba oyendo los pensamientos de todos. De alguna extraña forma debieron conectar. - Bueno. - Dijo Marcus con normalidad, para rebajar el tema. - El caso es que a final de curso se descubrió su legeremancia en Hogwarts. No es como que quiera que se vocifere por ahí, pero este es un núcleo de confianza. Le ha costado, pero ya no le importa hablar del tema con gente a la que considera afín. - Eso pareció gustar al resto.
Pero el tema avanzó y se destapó algo que también había una parte del grupo que no sabía: que Janet llegó a Europa embarazada de Alice. Al menos lo de sus tías ya lo sabían. - Pero sois una familia que nunca deja de sorprendernos. - Comentó divertido, mirando a su novia. Lo mejor fue el tirito de André a Theo que este devolvió con ese espíritu Hufflepuff que hacía que ni cuando te atacaran te pudieras enfadar, haciendo a Marcus reír con la circunstancia. Con lo que sí que rio fue con la definición de Theo de sus padres. - No sabéis la cantidad de chapas de Arnold O'Donnell que he tenido que tragarme, antes, durante y después de pisar La Provenza cada año. Y las prefería a las de Emma. Ella directamente te hace un interrogatorio en el que sabes que, por el bien de tu integridad física y mental, es mejor que digas la verdad. - ¿Le has dicho a tu madre todo lo que piensas hacerle a mi prima en este viaje entonces? - Comentó André con sorna, haciendo reír a todos y dejando a Marcus un par de segundos boqueando como un pez. - Bueno... Digamos que... - Carraspeó y se irguió un poco, con la mirada puesta en un punto indefinido de la cama pero con mucha dignidad. - Hemos llegado a un acuerdo no pronunciado por el cual ella no incide en ciertas preguntas y yo no me veo obligado a mentir. - Creo que eso es lo más Horner que he oído en mi vida. - Se burló Hillary, pero André estaba riendo a carcajadas, claramente sacando sus propias conclusiones sobre lo que Marcus y su madre habían acordado no hablar.
Alice se acercó a él con un dragón de regaliz en la mano y Marcus, con una gran sonrisa, abrió la boca para que se lo diera, apoyando la cabeza en su hombro justo después, mimoso. Pero ya tuvo Hillary que romper el momento. Rodó los ojos y gruñó un poco (porque tenía la boca llena) antes de contestar. - Qué envidiosa, hija. A ver cuándo te vas con tu no-novio a que te llene de detallitos. - Miró a Jackie. - Y tú a oficializar lo tuyo. Que tu hermano quiere casaros ya ante el claro ultraje a tu honor que ha acontecido aquí hace unas horas. - Qué va, tío, no me pega nada eso. Pero tampoco me opondría. - Dijo André como si nada, comiendo despreocupadamente. Miró a Alice y asintió fuertemente a su comentario. - Envidia pura y dura, mi amor, no lo dudes. - Aunque el comentario de André hizo a todos reír. El chico estaba tan tranquilo en aquella conversación que solo se limitaba a comer y a contestar lo justo y necesario.
Se acercó a su novia, arrastrándose en la cama, y pasó un brazo por su cintura con cariño cuando dijo que aquel desván le traía buenos recuerdos. Sí que sentía como si volviera a la infancia cuando estaba en él, sobre todo teniéndole a todos allí. Su breve momento de nostalgia se vio interrumpido por la propuesta de sacar un juego. - ¡Oh! Tengo que vengar la injusta paliza que nos dieron mi tía y Violet. Ahora al menos estamos todos en igualdad de condiciones. - Bueno, bueno, tanto como en igualdad de condiciones... que aquí hay gente que nunca ha jugado. - Dijo Sean, en clara defensa de su amaga (y de paso de Theo). Marcus hizo un gesto despreocupado con la cara. - Me refería a igualdad intelectual. - Y luego miró a Alice de reojo con una sonrisilla pilla, como diciendo que va, para nada. Porque, por supuesto, Marcus se consideraba en superioridad intelectual con respecto a los demás, sobre todo haciendo equipo con Alice. Aquello no iba a haber quien lo batiera.
Le sacó la lengua a Jackie cuando dijo lo del desiluminador, aunque imaginarse a Alice intentando pintarle el pelo con témperas a la gente le hizo mucha gracia. En lo que colocaban el juego en el suelo y se sentaban todos alrededor del mismo, André dijo. - Venga, quiero ver esas parejitas en acción. Yo juego solo. - ¿En serio, tío? ¿Vas a hacer un uno contra tres equipos de dos? - Preguntó Sean. - Para empezar, yo no soy el sujetavelas de nadie. Y, para continuar, quiero que este... - Señaló a Marcus. - ...Le de un buen reporte a su padre sobre mis dotes para el cálculo probabilístico y económico por el cual voy a ganaros a todos de calle en este juego aun jugando solo. - Eso recibió una oleada de abucheos. - Venga, menos rollos y explicadnos las reglas. - Azuzó Hillary, convenientemente equipada junto a Sean. Se expuso de qué iba el juego y Jackie se adelantó. - El equipo más compensado somos nosotros dos así que empezamos. - Eso recibió más quejas aún. - ¿El más compensado por qué, si puede saberse? - Preguntó Marcus, a lo que la otra respondió muy digna. - Alice y tú sois el más fuerte. - Gracias. - Porque los dos sabéis jugar, flipado, déjame terminar. Aunque yo soy bastante mejor que vosotros. - Pffff lo dudo mucho. - Pero Theo no ha jugado nunca. - Bueno, en verdad al muggle... - Pero no es el mismo. - Atajó Jackie, mirándole con cara de "no me tires abajo la estrategia", lo cual hizo que André se riera maliciosamente. - Total, que el más compensado somos nosotros porque ellos. - Señaló a Sean y Hills. - Nunca han jugado y les vendrá bien ver un par de rondas a los demás para pillarlo. Vosotros, como ya he dicho, habéis jugado los dos y lleváis toda la vida en equipo y solo por eso ya sois más fuertes, tenéis que tirar los últimos. - ¡Eso no vale! - Y aquel. - Señaló a André, que ahora estaba retrepado en el suelo comiendo patatas, pasando por encima de su queja. - Se cree el dios de los cálculos, así que no le importará ir detrás nuestra. Así tiene ya un punto de referencia del que tirar. - Me vale. - Dijo el otro con tranquilidad, lo cual se llevó un bufido de Marcus. Jackie, contenta, estableció el orden. - Pues lo dicho: primero Theo y yo, luego André, luego Sean y Hills y por último Marcus y Alice. ¡Empezamos! -
No iba a tardar en salir a relucir la cadenita de Violet. Ahí sí que se retrepó en la cama y disfrutó del espectáculo en el que sus amigos alucinaban con el invento, comiendo patatas tan tranquilo mientras miraba a Alice con una sonrisilla ladina, explicando como si tal cosa el funcionamiento de la cadena cuando ambos sabían un hechizo que hacía exactamente lo mismo. Y, a diferencia de William, que no era nada discreto, se llevarían el conocimiento del hechizo con ellos a la tumba... Bueno, quizás se lo enseñaran a alguien que les demostrara suficiente confianza y necesidad. No era el caso de aquel grupito que no paraba de meterse con ellos. Que tiraran de la cadenita, que a fin de cuentas hacía lo mismo.
Marcus rio entre dientes al comentario de Sean. - Si yo intento hablarle de sexo a Lex, probablemente acabe muerto. - Fingió un escalofrío. - Por no hablar de que prefiero que no vea ciertas cosas. - Uh, tiene que ser jodido eso. No quisiera ver a mi hermano así. - Añadió Sean, con un punto asqueado, por lo que Marcus le señaló. - Gracias, eso le digo yo. Pero dice que el cerebro me grita. - Hillary soltó una carcajada. - Me lo puedo creer. - Espera espera. - Detuvo Jackie. - ¿Lex es legeremante? - Miró a André. - ¿Tú lo sabías? - Su hermano se encogió de hombros. - Lo intuí el día que fuimos a casa del tío William y la tía Janet por Navidad y vinieron los O'Donnell. Le vi... un poco incómodo. - Y André también pareció un poco incómodo al decirlo. Marcus intuía por qué: en aquella época, Marcus y Alice intentaban no ser conscientes de lo que había, y claramente Jackie también. Pero André era más mayor, y su hermano estaba oyendo los pensamientos de todos. De alguna extraña forma debieron conectar. - Bueno. - Dijo Marcus con normalidad, para rebajar el tema. - El caso es que a final de curso se descubrió su legeremancia en Hogwarts. No es como que quiera que se vocifere por ahí, pero este es un núcleo de confianza. Le ha costado, pero ya no le importa hablar del tema con gente a la que considera afín. - Eso pareció gustar al resto.
Pero el tema avanzó y se destapó algo que también había una parte del grupo que no sabía: que Janet llegó a Europa embarazada de Alice. Al menos lo de sus tías ya lo sabían. - Pero sois una familia que nunca deja de sorprendernos. - Comentó divertido, mirando a su novia. Lo mejor fue el tirito de André a Theo que este devolvió con ese espíritu Hufflepuff que hacía que ni cuando te atacaran te pudieras enfadar, haciendo a Marcus reír con la circunstancia. Con lo que sí que rio fue con la definición de Theo de sus padres. - No sabéis la cantidad de chapas de Arnold O'Donnell que he tenido que tragarme, antes, durante y después de pisar La Provenza cada año. Y las prefería a las de Emma. Ella directamente te hace un interrogatorio en el que sabes que, por el bien de tu integridad física y mental, es mejor que digas la verdad. - ¿Le has dicho a tu madre todo lo que piensas hacerle a mi prima en este viaje entonces? - Comentó André con sorna, haciendo reír a todos y dejando a Marcus un par de segundos boqueando como un pez. - Bueno... Digamos que... - Carraspeó y se irguió un poco, con la mirada puesta en un punto indefinido de la cama pero con mucha dignidad. - Hemos llegado a un acuerdo no pronunciado por el cual ella no incide en ciertas preguntas y yo no me veo obligado a mentir. - Creo que eso es lo más Horner que he oído en mi vida. - Se burló Hillary, pero André estaba riendo a carcajadas, claramente sacando sus propias conclusiones sobre lo que Marcus y su madre habían acordado no hablar.
Alice se acercó a él con un dragón de regaliz en la mano y Marcus, con una gran sonrisa, abrió la boca para que se lo diera, apoyando la cabeza en su hombro justo después, mimoso. Pero ya tuvo Hillary que romper el momento. Rodó los ojos y gruñó un poco (porque tenía la boca llena) antes de contestar. - Qué envidiosa, hija. A ver cuándo te vas con tu no-novio a que te llene de detallitos. - Miró a Jackie. - Y tú a oficializar lo tuyo. Que tu hermano quiere casaros ya ante el claro ultraje a tu honor que ha acontecido aquí hace unas horas. - Qué va, tío, no me pega nada eso. Pero tampoco me opondría. - Dijo André como si nada, comiendo despreocupadamente. Miró a Alice y asintió fuertemente a su comentario. - Envidia pura y dura, mi amor, no lo dudes. - Aunque el comentario de André hizo a todos reír. El chico estaba tan tranquilo en aquella conversación que solo se limitaba a comer y a contestar lo justo y necesario.
Se acercó a su novia, arrastrándose en la cama, y pasó un brazo por su cintura con cariño cuando dijo que aquel desván le traía buenos recuerdos. Sí que sentía como si volviera a la infancia cuando estaba en él, sobre todo teniéndole a todos allí. Su breve momento de nostalgia se vio interrumpido por la propuesta de sacar un juego. - ¡Oh! Tengo que vengar la injusta paliza que nos dieron mi tía y Violet. Ahora al menos estamos todos en igualdad de condiciones. - Bueno, bueno, tanto como en igualdad de condiciones... que aquí hay gente que nunca ha jugado. - Dijo Sean, en clara defensa de su amaga (y de paso de Theo). Marcus hizo un gesto despreocupado con la cara. - Me refería a igualdad intelectual. - Y luego miró a Alice de reojo con una sonrisilla pilla, como diciendo que va, para nada. Porque, por supuesto, Marcus se consideraba en superioridad intelectual con respecto a los demás, sobre todo haciendo equipo con Alice. Aquello no iba a haber quien lo batiera.
Le sacó la lengua a Jackie cuando dijo lo del desiluminador, aunque imaginarse a Alice intentando pintarle el pelo con témperas a la gente le hizo mucha gracia. En lo que colocaban el juego en el suelo y se sentaban todos alrededor del mismo, André dijo. - Venga, quiero ver esas parejitas en acción. Yo juego solo. - ¿En serio, tío? ¿Vas a hacer un uno contra tres equipos de dos? - Preguntó Sean. - Para empezar, yo no soy el sujetavelas de nadie. Y, para continuar, quiero que este... - Señaló a Marcus. - ...Le de un buen reporte a su padre sobre mis dotes para el cálculo probabilístico y económico por el cual voy a ganaros a todos de calle en este juego aun jugando solo. - Eso recibió una oleada de abucheos. - Venga, menos rollos y explicadnos las reglas. - Azuzó Hillary, convenientemente equipada junto a Sean. Se expuso de qué iba el juego y Jackie se adelantó. - El equipo más compensado somos nosotros dos así que empezamos. - Eso recibió más quejas aún. - ¿El más compensado por qué, si puede saberse? - Preguntó Marcus, a lo que la otra respondió muy digna. - Alice y tú sois el más fuerte. - Gracias. - Porque los dos sabéis jugar, flipado, déjame terminar. Aunque yo soy bastante mejor que vosotros. - Pffff lo dudo mucho. - Pero Theo no ha jugado nunca. - Bueno, en verdad al muggle... - Pero no es el mismo. - Atajó Jackie, mirándole con cara de "no me tires abajo la estrategia", lo cual hizo que André se riera maliciosamente. - Total, que el más compensado somos nosotros porque ellos. - Señaló a Sean y Hills. - Nunca han jugado y les vendrá bien ver un par de rondas a los demás para pillarlo. Vosotros, como ya he dicho, habéis jugado los dos y lleváis toda la vida en equipo y solo por eso ya sois más fuertes, tenéis que tirar los últimos. - ¡Eso no vale! - Y aquel. - Señaló a André, que ahora estaba retrepado en el suelo comiendo patatas, pasando por encima de su queja. - Se cree el dios de los cálculos, así que no le importará ir detrás nuestra. Así tiene ya un punto de referencia del que tirar. - Me vale. - Dijo el otro con tranquilidad, lo cual se llevó un bufido de Marcus. Jackie, contenta, estableció el orden. - Pues lo dicho: primero Theo y yo, luego André, luego Sean y Hills y por último Marcus y Alice. ¡Empezamos! -
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Rêve d'un matin d'été Con Marcus y toda la tropa| En Saint-Tropez| 22 de junio de 2002 |
Agradeció el cambio de tema porque de conversaciones incómodas con Emma O’Donnell ella sabía un poco, y aunque parecía el día de airear cosas que no se sabían, episodio del jardín en Navidad entre ellas se quedaba. Afortunadamente, del juego aquel sabía un poco más. — Bah, Violet Gallia aprovechándose de cualquier situación sin escrúpulos para ganar, nada nuevo bajo el sol. — Dijo con una risita. — Pero si no fuera por eso, hubiéramos ganado. — No volverá a ocurrir, no te preocupes. Mi hermana ahora es lastra de otro. — Aseguró André, llevándose un manotazo ofendido de Jackie. — Te vas a cagar, que Theo ha jugado al nonmagique. — Tú lo has dicho, hermanita. — Dijo él alzando una ceja. — A ver qué tal se le dan a tu novio los números, además de las cabezas. — Y ya ni se molestó en negarlo. Conocía esa sensación. Pero miró a su novio y susurró. — La desigualdad es manifiesta, pero ellos sabrán. — Dijo llenando el ego de su novio, porque es que le gustaba demasiado cuando se ponía gallito. Dejó un piquito en sus labios y se puso a ayudar a Jackie a disponer todos los elementos del juego.
Cuando ya todos estuvieron atentos, explicó la dinámica que, efectivamente, Hillary y Theo ya conocían, al menos casi toda. — ¿No hay hoteles? — Alice repasó la mirada por tablero y cogió una de las fichitas. — Está el Cecil de Los Ángeles para la zona de Estados Unidos. — Sus amigos se echaron a reír y el resto les miraban desconcertados. — Vale, vale, ya lo he entendido, no hay hoteles, son sitios encantados de cada lugar. — Claro, y en Los Ángeles es el Cecil… — Y más se reían. — Es que es muy ingenioso. — Decía Hills. — Bueno, pues nada, ya sabemos, más o menos. —
Y ese más o menos, acabó siendo ás menos que más, porque ninguno de los dos contaba nunca con los marcadores especiales, y con Theo todavía no importaba tanto, porque tenía a Jackie de contraste, pero Hillary se estaba agarrando unos cabreos peculiares. — ¿Cómo que un palazzo menos? No, eso no es posible. — Que sí, Hills, que es que te ha vuelto a encarcelar el Vaticano. — ¡Estoy del Vaticano hasta donde no sabéis! — ¡Eh! ¿Qué se siente siendo perseguida por las religiones mayoritarias. — Le dijo, picándola, porque ella siempre se quejaba en Historia de la Magia de que los magos eran muy llorones. — ¡Que quiero mi dichoso palazzo! Eso siento. — También Theo tuvo sus más y sus menos con Jackie en cuanto a la compra de Francia. — Jackie, París es carísimo, no vamos a poder construir la Estación D’Orsay en la vida, te lo digo yo. — ¡Que quiero París! ¡Que no me lo va a quitar mi hermano! — Pero es que tu hermano no lo quiere porque sabe que no es buen negocio. — Trataba de insistir el chico. Mientras, Marcus y ella se habían hecho con Irlanda, (esta vez había aprendido a no obsesionarse con Inglaterra, porque no daba tanto dinero) y ya tenía la mirada puesta en Rumanía, que recordaba que era lo que le había dado la victoria a las tías en su día. — ¡Sean! Marcus y Gal se van a quedar con la morada del dragón de Bucovina. — Pero André tiene ya Transilvania, no van a poder construirse ni el castillo ni la morada. — ¡Me da igual! ¡No quiero que ganen! ¡Compremos algo! — Pero Hills, si es que estamos en el Castillo de Sant’Angelo encerrados. — ¡Ay qué molesta puede llegar a ser la Iglesia, de verdad! — Y más se reía ella, que la verdad es que le daba un poco igual ganar, con las risas que se estaba echando.
La partida continuó, y efectivamente, entre André y ellos tenían controlada la zona de Rumanía, peor no podía progresar más, asi que se relajó un poco de más, de tanto dinero que estaban recibiendo, hasta que oyó la risilla de su primo. — Alguien… Ha ganado ya un millón. Gano la partida. — ¿QUE QUÉ? — Preguntó Hillary, que tenía media Italia hipotecada para conseguir liquidez. — Me acaba de tocar la carta de Merlín, lo cual quiere decir que puedo absorber por el bastón cualquier grupo que elija y sus beneficios, así que absorbo la parte de Rumanía de Marcus y mi prima, y ya tengo el millón. — Jackie afiló los ojos. — Odio esa carta. Como solo hay una tarda en salir de una partida para otra, pero es que siempre le toca a él. — André amplió la sonrisa. — Excepto cuando te sale a ti, entonces no te quejas tanto. — Alice chistó y miró a su novio, con falsa preocupación. — Mi amor, mi primo nos ha quitado nuestras propiedades. No es buena señal para el futuro, este quiere venirse a Inglaterra y robárnoslo todo. — Y se echó a reír, porque eso era lo que le gustaba a ella de los juegos, el cachondeíto, las bromas y todo lo demás. De hecho, Theo la secundó. — Mira, Jackie, pero nosotros conservamos todo lo de París, ¿no te parece una señal del destino? — Ojo con su amigo, que empezaba a ir a saco (normal, con lo que le jaleaban los demás para hacerlo). Y desde luego a su prima no parecía parecerle ni medio mal.
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Rêve d'un matin d'été Con Alice y toda la tropa| En Saint-Tropez | 22 de junio de 2002 |
Pues sí, tal y como decía Alice, había una desigualdad manifiesta en su favor, por lo que estaba seguro de que iban a ganar (y más valía que así fuera, lo contrario casi le ofendería). André se hizo el intelectual nada más empezar la partida, pero Marcus sabía que era una estrategia, hacerse el entendidísimo para mermar la moral de los demás y ponerles nerviosos. No iba en absoluto con ellos, que estaban perfectamente compenetrados, tomaban todas las decisiones juntos como un único cerebro y, encima, eran un único cerebro muy listo y con mucha clase. Si es que estaba ganadísima esa partida.
O no. Hillary había entrado en colapso por meterse en Italia, tal y como se veía venir desde el principio, y Marcus estaba ya llorando de la risa con sus quejas sobre el Vaticano. - Si hubieras estado por las callejuelas alquímicas de Roma... - ¡Ya, O'Donnell! - Le calló, pero él no dejó de reír. - ¡Déjame ya de batallitas sobre tu maravilloso viaje a Italia para eruditos menores de edad! - Del cual saqué en conclusión que comprar Italia no es buena idea. - Dijo él, limpiándose las lágrimas de la risa. Por otro lado, Theo y Jackie estaban teniendo su primera discusión marital a causa de París, lo cual era ciertamente gracioso de ver. Marcus estaba relajadísimo junto a su novia con Irlanda (comentarios cariñosos sobre su futuro viaje familiar a su novia incluidos que solo crispaban más a los demás) y gran parte de Rumanía comprada, estrategia que vio en su tía Erin y que ya no pensaba olvidar más... Hasta que ocurrió algo con lo que no contaba.
Mantuvo la sonrisilla porque estaba muy tranquilo, pensando que lo de André era solo un comentario de los suyos... Hasta que vio la carta de Merlín. - ¿Cómo? - Se activó entonces, indignado, y la explicación que dio hizo que se le descolgara la mandíbula y que la expresión chulesca del prefecto O'Donnell desapareciera en favor de la del pequeño Marcus defraudado porque le habían roto su juego. - ¡¡Pero eso no vale!! - Va, inglesito, que no te pega tener mal perder. - ¡No es mal perder! Es que nosotros nos hemos currado una estudiadísima estrategia, por la cual... - Estuvo como tres minutos exponiendo por qué la estrategia de Alice y él era concienzuda, estudiada y perfecta, casi sin respirar. - ...Y que venga ahora una carta tan sumamente poderosa que, sinceramente, creo que debería estar prohibida por el juego, y lo desbarate todo, es un insulto al buen hacer, a la compenetración de equipo, al uso de la inteligencia en favor de... - Y otro minuto y medio más determinando cuantas cosas insultaba la carta de Merlín. - ¡Y hace que toda una estudiada estrategia no sirva para nada! ¡El juego no merece la pena así! - ¿Has terminado ya? No me gusta llegar tarde a las citas. - Marcus miró a André con cara de circunstancias. Alice le habló con una voz y una carita de pena que, aunque estuviera medio de broma, hizo que la recogiera en sus brazos como si la resguardara con dos alas y, mirando al otro con inquina, dijo. - Eso no pasará, mi amor. Tengo contactos suficientes como para poder decidir quién entra y quién no en Inglaterra. - Lo peor es que el tío podría hablar en serio y todo. - Dijo André, tras una carcajada y levantándose. Se acercó a él y le revolvió los rizos diciendo. - Pero no lo vas a hacer porque en el fondo me adoras. - Marcus soltó un gruñido de desaprobación que le hizo parecer enteramente Lex.
- Lo dicho, este que está aquí, se pira. Que tengo cosas mejores que hacer cuyos detalles no queréis saber. - Off, qué pesado es este hombre, ¡vete ya, anda! - Le instó Jackie mientras recogía el juego. André rio y se despidió de todos, prometiendo verse mañana en el festival de las lavandas. Con la excusa de la marcha de André, empezaron a recoger el desván y todos decidieron que había llegado la hora de acostarse. Entre el viaje, la playa por la mañana, la playa por la noche, deshacer las maletas, las horas que eran... Estaban todos muertos de cansancio. Y ninguno lo iba a decir tan abiertamente en voz alta a pesar de llevar todo el día insinuándolo, pero para ninguno de los seis presentes había acabado la noche todavía. O se retiraban ya, o no iban a poder aguantar todo lo que tenían planeado para el día siguiente.
Bajaron entre risas, devolvieron el resto de la comida a la cocina y volvieron a subir, bromeando sobre el juego e hipotetizando y metiéndose con André ahora que se había ido. En el pasillo, Marcus y Alice se dirigieron con una natural sonrisa hacia su dormitorio, y entre los otros cuatro se produjo un tenso momento en el que dudaban si fingir que iban donde tenían que ir o iniciaban ya la maniobra de reorganización de habitaciones, como había dicho André. - ¡Buenas noches! - ¡Buenas noches! - Se despidió Marcus, y todos le respondieron. Alice y él entraron en la habitación y él cerró la puerta, quedándose con la espalda pegada a esta y mirando a su novia con una sonrisilla infantil. Se llevó un dedo a los labios para pedir discreción y habló en voz muy baja, casi inaudible. - ¿Cuánto crees que van a tardar en cambiarse? - Preguntó, y se aguantó una risa mientras le hacía a su novia gestos con la mano para que se acercara. Muy despacito y sutilmente, entreabrió la puerta para que los dos asomaran los ojillos por la rendija. Se señaló la oreja, mirando a Alice: se escuchaban los murmullos venir de las dos habitaciones, lo cual era ciertamente divertido de ver desde fuera. Esperaba que a ninguno de los dos se le escapara una risa lo suficientemente fuerte como para que los otros le escucharan, aunque estaba seguro de que estaban tan metidos en lo suyo que ellos le tenían que dar bastante igual.
En apenas unos minutos, se abrió con mucha seguridad la puerta de la habitación de las chicas y salió Jackie, diligente, hacia la de los chicos. Hillary estaba tapándose con la puerta, con una sonrisilla y mirando hacia el pasillo como una niña traviesa. Jackie pegó la oreja a la puerta de los chicos y, sin siquiera llamar, abrió rápidamente la puerta y se encerró dentro. Apenas quince segundos después, la puerta volvió a abrirse y Sean salió empujado de esta, que se volvió a cerrar. - ¡Jackie! - Murmuró el chico entre asustado y urgente, pero ya se lo estaba diciendo a la puerta cerrada. Hillary chistó bajito, lo justo para llamar la atención de Sean, quien miró hacia los lados del pasillo como si le persiguiera una patrulla de aurores y se fue corriendo hacia el otro dormitorio, cuya puerta se cerró justo después. Reorganización finalizada. Marcus cerró entonces la puerta de la suya y se tapó la boca con las manos para morirse de risa, porque se le caían hasta las lágrimas de aguantarse ante semejante espectáculo. - ¿Qué? ¿Cómo te has quedado con mi acierto de pleno en la predicción? - Le dijo a Alice en voz baja y como pudo, porque la risa casi no le deja hablar.
O no. Hillary había entrado en colapso por meterse en Italia, tal y como se veía venir desde el principio, y Marcus estaba ya llorando de la risa con sus quejas sobre el Vaticano. - Si hubieras estado por las callejuelas alquímicas de Roma... - ¡Ya, O'Donnell! - Le calló, pero él no dejó de reír. - ¡Déjame ya de batallitas sobre tu maravilloso viaje a Italia para eruditos menores de edad! - Del cual saqué en conclusión que comprar Italia no es buena idea. - Dijo él, limpiándose las lágrimas de la risa. Por otro lado, Theo y Jackie estaban teniendo su primera discusión marital a causa de París, lo cual era ciertamente gracioso de ver. Marcus estaba relajadísimo junto a su novia con Irlanda (comentarios cariñosos sobre su futuro viaje familiar a su novia incluidos que solo crispaban más a los demás) y gran parte de Rumanía comprada, estrategia que vio en su tía Erin y que ya no pensaba olvidar más... Hasta que ocurrió algo con lo que no contaba.
Mantuvo la sonrisilla porque estaba muy tranquilo, pensando que lo de André era solo un comentario de los suyos... Hasta que vio la carta de Merlín. - ¿Cómo? - Se activó entonces, indignado, y la explicación que dio hizo que se le descolgara la mandíbula y que la expresión chulesca del prefecto O'Donnell desapareciera en favor de la del pequeño Marcus defraudado porque le habían roto su juego. - ¡¡Pero eso no vale!! - Va, inglesito, que no te pega tener mal perder. - ¡No es mal perder! Es que nosotros nos hemos currado una estudiadísima estrategia, por la cual... - Estuvo como tres minutos exponiendo por qué la estrategia de Alice y él era concienzuda, estudiada y perfecta, casi sin respirar. - ...Y que venga ahora una carta tan sumamente poderosa que, sinceramente, creo que debería estar prohibida por el juego, y lo desbarate todo, es un insulto al buen hacer, a la compenetración de equipo, al uso de la inteligencia en favor de... - Y otro minuto y medio más determinando cuantas cosas insultaba la carta de Merlín. - ¡Y hace que toda una estudiada estrategia no sirva para nada! ¡El juego no merece la pena así! - ¿Has terminado ya? No me gusta llegar tarde a las citas. - Marcus miró a André con cara de circunstancias. Alice le habló con una voz y una carita de pena que, aunque estuviera medio de broma, hizo que la recogiera en sus brazos como si la resguardara con dos alas y, mirando al otro con inquina, dijo. - Eso no pasará, mi amor. Tengo contactos suficientes como para poder decidir quién entra y quién no en Inglaterra. - Lo peor es que el tío podría hablar en serio y todo. - Dijo André, tras una carcajada y levantándose. Se acercó a él y le revolvió los rizos diciendo. - Pero no lo vas a hacer porque en el fondo me adoras. - Marcus soltó un gruñido de desaprobación que le hizo parecer enteramente Lex.
- Lo dicho, este que está aquí, se pira. Que tengo cosas mejores que hacer cuyos detalles no queréis saber. - Off, qué pesado es este hombre, ¡vete ya, anda! - Le instó Jackie mientras recogía el juego. André rio y se despidió de todos, prometiendo verse mañana en el festival de las lavandas. Con la excusa de la marcha de André, empezaron a recoger el desván y todos decidieron que había llegado la hora de acostarse. Entre el viaje, la playa por la mañana, la playa por la noche, deshacer las maletas, las horas que eran... Estaban todos muertos de cansancio. Y ninguno lo iba a decir tan abiertamente en voz alta a pesar de llevar todo el día insinuándolo, pero para ninguno de los seis presentes había acabado la noche todavía. O se retiraban ya, o no iban a poder aguantar todo lo que tenían planeado para el día siguiente.
Bajaron entre risas, devolvieron el resto de la comida a la cocina y volvieron a subir, bromeando sobre el juego e hipotetizando y metiéndose con André ahora que se había ido. En el pasillo, Marcus y Alice se dirigieron con una natural sonrisa hacia su dormitorio, y entre los otros cuatro se produjo un tenso momento en el que dudaban si fingir que iban donde tenían que ir o iniciaban ya la maniobra de reorganización de habitaciones, como había dicho André. - ¡Buenas noches! - ¡Buenas noches! - Se despidió Marcus, y todos le respondieron. Alice y él entraron en la habitación y él cerró la puerta, quedándose con la espalda pegada a esta y mirando a su novia con una sonrisilla infantil. Se llevó un dedo a los labios para pedir discreción y habló en voz muy baja, casi inaudible. - ¿Cuánto crees que van a tardar en cambiarse? - Preguntó, y se aguantó una risa mientras le hacía a su novia gestos con la mano para que se acercara. Muy despacito y sutilmente, entreabrió la puerta para que los dos asomaran los ojillos por la rendija. Se señaló la oreja, mirando a Alice: se escuchaban los murmullos venir de las dos habitaciones, lo cual era ciertamente divertido de ver desde fuera. Esperaba que a ninguno de los dos se le escapara una risa lo suficientemente fuerte como para que los otros le escucharan, aunque estaba seguro de que estaban tan metidos en lo suyo que ellos le tenían que dar bastante igual.
En apenas unos minutos, se abrió con mucha seguridad la puerta de la habitación de las chicas y salió Jackie, diligente, hacia la de los chicos. Hillary estaba tapándose con la puerta, con una sonrisilla y mirando hacia el pasillo como una niña traviesa. Jackie pegó la oreja a la puerta de los chicos y, sin siquiera llamar, abrió rápidamente la puerta y se encerró dentro. Apenas quince segundos después, la puerta volvió a abrirse y Sean salió empujado de esta, que se volvió a cerrar. - ¡Jackie! - Murmuró el chico entre asustado y urgente, pero ya se lo estaba diciendo a la puerta cerrada. Hillary chistó bajito, lo justo para llamar la atención de Sean, quien miró hacia los lados del pasillo como si le persiguiera una patrulla de aurores y se fue corriendo hacia el otro dormitorio, cuya puerta se cerró justo después. Reorganización finalizada. Marcus cerró entonces la puerta de la suya y se tapó la boca con las manos para morirse de risa, porque se le caían hasta las lágrimas de aguantarse ante semejante espectáculo. - ¿Qué? ¿Cómo te has quedado con mi acierto de pleno en la predicción? - Le dijo a Alice en voz baja y como pudo, porque la risa casi no le deja hablar.
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Tenía que haberse visto venir que su novio se iba a mosquear por perder de aquella manera. Pero no me lo mosquees así, hombre, André, que yo tenía planes… Pensó fastidiada. Ah, cosas de Slytherins, ¿no podían simplemente quedarse con las risas? A juzgar por como Hillary había ido a cuchillo contra las lecciones sobre rutas alquímicas de Roma impartida por Marcus, no. Se tuvo que reír a lo de los contactos y entornó los ojos. — A veces os ponéis con un tono verdoso preocupante para, supuestamente, no ser ninguno de los dos Slytherin. — Recalcó ella, con una risa, mientras recogía, todo fuera que alguien propusiera una revancha y empezaran a volar cuchillos.
Pero claro, ningún pique era lo suficientemente interesante como para que André llegara ni medio minuto tarde a su supuesto plan. — Acuérdate de Marine. — Le dijo con toda la intención. — Ya veremos. Yo lo intentaré. A lo mejor me dice que no… — Y se fue riéndose él solo de su propio chiste. Y claro, ya que estaban, aprovecharon para meterse con él, pero Alice solo podía pensar en una cosa, y era que en breves tendría por fin, una puerta que separara al mundo de Marcus y ella, y un mundo que no tenía el más mínimo interés en cruzar dicha puerta.
Sin embargo, era demasiado tentador espiar lo que hacían los otros pipiolos, la verdad. Con su mejor sonrisa Gallia , señaló la puerta con la barbilla. Se acercó a su novio y acarició ella misma sus labios con el dedo índice. — Demasiado, si fuera yo la que tiene que cambiarse de habitación para tenerte a ti. — Dejó caer, para que se fuera haciendo a la idea de cuánto le deseaba. Obviamente, la que iba a tomar la iniciativa era Jackie, que a Alice no le cabía duda de que querría un segundo asalto, después de contenerse tanto y de las dudas que claramente había despejado. Y Hillary lo iba a agradecer. Claramente, ahí los cobardes eran los chicos, pero su prima tenía redaños de sobra, y casi se delata viendo cómo literalmente expulsaba a Sean del cuarto, dejándolo en medio de un pasillo oscuro de una casa que no conocía. Al menos su amigo había ganado algunos puntillos en materia iniciativa y, aunque corrió como un animalillo de presa, acabó en la que hasta Pascua había sido su habitación. De hecho, el pensamiento le hizo reír, mientras cerraban la puerta. — Sean y Hillary mancillando mi habitación… — Dijo llevándose una mano a los ojos. — Aunque ahora que lo pienso, Erin dormía ahí con la tata cuando venía a La Provenza… Mancillada ya ha sido un rato. — Y se echó a reír, tirando de su novio, para pegarlo a ella, rodeándole la cintura con un brazo. — Tú siempre aciertas, amor mío. Somos del método observativo, que contempla la reiteración y elabora la teoría más probable. — Se acercó a darle un besito, porque es que le encantaba que se pusiera redichos, y luego se estiró hasta la mesilla de noche, lanzando el hechizo de su padre. — ¿No te alegras tú de que nos hayamos quedado este hechizo para usarlo nosotros? — Preguntó más sugerente, buscando sus labios justo después, para besarlos con el deleite de quien sabe que, por fin, no tiene ni prisa ni interrupciones.
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Se llevó una mano a la boca para seguir riendo, con más intensidad aún con el comentario de Alice. - Hastings no es capaz de mancillar nada ni aun yendo a hacer lo que todos sabemos que va a hacer. De nuestras tías me temo que no puedo decir lo mismo. - Comentó entre risas. La verdad es que no había imaginado cuan divertido iba a ser aquello. Su novia tiró de él y empezó a regalarle el oído, y él siseó, con una sonrisa ladina. - No me digas esas cosas, Gallia, que ya sabes cómo me pongo... - Dijo entre lo bromista y lo seductor. Porque ya estaban solos, y no solo eso, con todo el mundo más que ocupado: André se había ido, cada pareja estaba mucho más pendiente de lo suyo que de lo de los demás y, en cuanto a Simone, en el hipotético caso de que se despertara, probablemente lo que ellos hicieran (ellos, a quienes ella misma había asignado una cama de matrimonio y que estaban denominados por todos "la única pareja oficial") fuera el último de sus intereses.
Siguió con la mirada a Alice mientras se estiraba para alcanzar la varita y lanzaba el hechizo, mordiéndose el labio y mirando los de ella. - Me alegro. - Respondió, tras lo cual se fundieron en un beso, y al separarse de este, añadió con su chulería habitual, que con Alice le salía mejor que con nadie. - Será porque somos los más dignos para usarlo, los que más lo merecemos... - Bajó los besos por su cuello. - Cosa de genios... Y de gente que lo hace... todo bien. - Susurró, mientras pasaba sus labios del cuello al hombro de ella.
Subió para enfocar sus ojos de nuevo. - ¿Te he dicho ya que tuviste una gran idea? - Dijo con tono suave, porque sí, con ese hechizo podría hablar todo lo alto que quisiera, pero cuando estaba en esa cercanía con su novia, el tono susurrado salía solo, apetecía usarlo, y creaba aún más intimidad entre ellos. - Tú... y tus ideas... Gallia. - Paladeó las palabras, mirándola a los ojos con una sonrisa tentadora. - Y yo que no me arrepiento de ninguna de ellas. - Se acercó más a su cuerpo, rodeando su cintura y besando sus labios, dando un leve paso para acercarse a la cama un poco más, sin despegarse de ella.
Siguió con la mirada a Alice mientras se estiraba para alcanzar la varita y lanzaba el hechizo, mordiéndose el labio y mirando los de ella. - Me alegro. - Respondió, tras lo cual se fundieron en un beso, y al separarse de este, añadió con su chulería habitual, que con Alice le salía mejor que con nadie. - Será porque somos los más dignos para usarlo, los que más lo merecemos... - Bajó los besos por su cuello. - Cosa de genios... Y de gente que lo hace... todo bien. - Susurró, mientras pasaba sus labios del cuello al hombro de ella.
Subió para enfocar sus ojos de nuevo. - ¿Te he dicho ya que tuviste una gran idea? - Dijo con tono suave, porque sí, con ese hechizo podría hablar todo lo alto que quisiera, pero cuando estaba en esa cercanía con su novia, el tono susurrado salía solo, apetecía usarlo, y creaba aún más intimidad entre ellos. - Tú... y tus ideas... Gallia. - Paladeó las palabras, mirándola a los ojos con una sonrisa tentadora. - Y yo que no me arrepiento de ninguna de ellas. - Se acercó más a su cuerpo, rodeando su cintura y besando sus labios, dando un leve paso para acercarse a la cama un poco más, sin despegarse de ella.
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