Hasta ahora, Pavel estaba haciendo un esfuerzo por mantenerse entero, no sólo en esta conversación, sino desde que llegaron a Shu Han. Estaba en un ambiente hostil, en una misión encubierta, con la persona que más amaba en el mundo. Estaba angustiado de que algo saliera mal y además, tenía mucho miedo, porque estaba en un reino donde experimentaban con gente como él. Tenía un miedo visceral que lo acosaba constantemente y así le era difícil mantenerse sereno.

Las palabras de Sergei fueron como un golpe derecho al pecho, asfixiándolo, como si lo dejaran sin aire de pronto.

Ni siquiera se dio cuenta el momento justo en que empezó a llorar. Se quedó allí, tomando a Sergei de las manos, sin saber hacer nada más que llorar. Hubo algo en sus palabras que lo conmovió profundamente, pero tenía tanta angustia que le fue incapaz más que proferir unos cuantos sollozos lastimeros. A Pavel no le gustaba sentirse vulnerable porque tenía la fantasía infantil de que, pasara lo que pasara, estar en Ravka lo protegía. Pero ahora estaba en Shu Han y podía permitirse ser sincero con sus miedos.

La gente odiaba a los grisha, sin importar en dónde estuvieran.

Sergei estaba diciéndole que encontraría un sitio donde eso no pasaría y sonaba a demasiado bueno para ser verdad. Pavel tenía un nudo en la garganta y se acercó despacio hacia él, abrazándolo en silencio, todavía entre sollozos.

—Incluso si hablas en serio, tendrías que dejar a tu hermana atrás… —dijo con voz ronca, al cabo de un rato—. Sergei, eso no es… no es… —Pavel se sintió derrotado por las circunstancias cuando fue incapaz de terminar la frase. Era evidente que esta misión a Shu Han era demasiado para él y que no debió aceptarla.

Pero, como Sergei bien decía, en realidad no tenía más opción que aceptar. Después de todo, la única forma de ser un ciudadano de Ravka, era ser un soldado. Y un soldado siempre obedece órdenes.

Pavel siguió llorando por unos minutos más, mientras escuchaba a Sergei decirle que estaba dispuesto a dejar atrás a su hermana, si eso era necesario para que huyeran juntos. La verdad era que Pavel no sabía cómo tomarse semejante confesión. Los lazos familiares eran muy fuertes y el hecho de que Sergei estuviera dispuesto a hacer eso, por él, por creer que sí lo mantendría a salvo, era más de lo que podía asimilar.

Se acomodó junto a Sergei y cerró los ojos por un instante, mientras trataba de procesar, poco a poco, lo que acababa de oír.

—Lo peor de todo es que no puedo decirte que no sigas pensando en ello, quizás si yo estuviera en tu posición… haría lo mismo por ti —dijo de pronto, aferrándose a Sergei—. Porque sí estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, de irme lo más lejos posible, si eso de verdad significara que tú vas a estar a salvo.

Pavel se sentía como un niño al confesar aquello. Se sentía torpe e inexperto en brazos de Sergei, sobre todo teniendo este tipo de conversaciones.

—Pero sí sería bueno tratar de sobrevivir en Shu Han —dijo con voz queda, agobiado de nuevo al pensar en dónde se encontraban—. Lamento la escena de antes, no me gusta… odio llorar. Pero es este lugar, todo lo que le hacen a los grisha, me aterra. Cuando pienso en ello, entiendo lo que dices. Nunca seré aceptado realmente en ningún lugar.

Aquella confesión lo hizo sentir muy pequeño, débil, no le gustaba esa sensación y quería sacudírsela del cuerpo. Pero era difícil, no estaba mintiendo al decir que Shu Han le daba miedo. Necesitaba estar concentrado para que esta misión saliera adelante, pero era muy complicado.

Pavel no conseguía recordar cuándo fue la última vez que se puso tan sentimental. Quizás no había llorado de esa forma desde la muerte de su hermano, o quizás la primera noche que pasó en el campamento grisha, en el Pequeño Palacio, cuando se dio cuenta de que no volvería a ver a sus padres en muchísimo tiempo, quizás nunca.

Pero ahora estaba llorando de esa forma porque el amor que sentía por Sergei era más grande que cualquier otro sentimiento que hubiera experimentado antes. Se preguntó si acaso el amor que le tenía a Sergei acabaría por nublarle el juicio. Sergei estaba hablando de desertar en su nombre y Pavel debería estar escandalizado y diciéndole que esa no era la manera correcta de proceder. Sin embargo, acababa de decirle que lo entendía y no estaba mintiendo.

Claro que lo entendía. Así como Pavel se interpuso entre las balas de los drüskelle para salvarlo, Sergei quería que éste pudiera vivir en paz.

—Que estemos a salvo. Los dos… —corrigió de pronto, como si quisiera protestar. Pero hablaba en serio cuando decía que si no estaban los dos a salvo, nada de esto tenía sentido.

Por eso frunció el ceño cuando Sergei insistió en infiltrarse él. Pavel ladeó el rostro, sin saber bien qué debía decirle. A fin de cuentas, Sergei era un soldado al igual que él, era perfectamente capaz de terminar este trabajo. Pero era Shu Han quien tenía a Pavel más temeroso de lo usual.

—Sergei, tenemos que revisar bien los planos que tenemos del castillo. Eso es lo que más me preocupa. Cualquier error puede significar… —Pavel ni siquiera quiso terminar la frase. Buscó la mano de Sergei para sostenerla con firmeza—. Si voy a dejar que hagas esto, quiero primero asegurarme de que tengas una forma de salir. No me reconozco a mí misma, pero Shu Han… es el peor lugar en el que puedo imaginarme estar. Sólo quiero asegurarme de que no habrá fallos.

Creía que lo más justo en este momento, era dejar que Sergei se encargara de todo. Era obvio que Pavel no estaba en su sano juicio, estaba demasiado sensible. No recordaba cuándo había sido la última vez que se había dejado dominar tanto por sus sentimientos. Por lo general, Pavel sabía mantener la cabeza fría incluso en las peores circunstancias.

Pero no estaba exagerando cuando decía que Shu Han drenaba su raciocinio. Pavel se humedeció los labios y se acomodó donde estaba, mientras asentía a las palabras de Sergei.

Cuando sus miradas se cruzaron, dudó por un instante de la pregunta de Sergei. No estaba seguro si decirle que estaba de acuerdo con que se expusiera de esa manera, pero conocía lo bastante a Sergei para saber que no iba a dar su brazo a torcer. Estaba entre la espada y la pared.

—No lo digas como si estuviera aquí como tu superior y tuvieras que pedirme permiso, Sergei… —dijo a media voz, frotando con suavidad su mano contra la de Sergei—. Eres más que competente, puedes hacerlo si estás convencido. Es tan sólo que… estoy asustado. Lo siento, creo que estoy demasiado sensible. Debo parecerte un estúpido.

Pavel se sentía avergonzado de sí mismo, así que mantuvo la compostura cuando vio a Sergei desenrollar los planos que tenían del castillo. Pavel mismo los había repasado antes de embarcarse en esta misión suicida. Debió imaginarse desde el inicio que esta misión le iba a ocasionar demasiados problemas, pero jamás se imaginó esta conversación con Sergei.

—Podemos ponernos de acuerdo sobre dónde te voy a esperar, por qué parte vas a salir del castillo. Me gustaría que trazáramos una ruta de salida en caso de que algo salga mal —le pidió a Sergei, mientras volvía a mirarlo.

De no ser porque Pavel había dedicado años de entrenamiento a ser un soldado competente, probablemente hubiera terminado en una celda de experimentos esa noche. Por suerte, tenía la experiencia suficiente para sacar a Sergei de allí antes de que fuera demasiado tarde. Pavel sabía que iba a tener pesadillas con todo lo que había visto en esa celda y agradeció que sólo estuviera allí Sergei. No hubiera sido capaz de dejar atrás a ningún grisha si lo encontraba en las mismas circunstancias que encontró a Sergei.

Como había memorizado todos los rincones del castillo, Pavel fue capaz de encontrar una salida, aunque cargar a un Sergei drogado no fue lo más rápido ni sencillo. Pavel había tenido que cauterizarse sus propias heridas y curar a las prisas a Sergei antes de avanzar. Ambos estaban sucios, la salida fue a través de una alcantarilla y necesitaban un baño con urgencia.

Los terrenos de Shu Han no eran tan inhóspitos como Fjerda, pero era invierno, así que Pavel tuvo que llevar a Sergei hasta una cueva. Ya llevaban huyendo el tiempo suficiente para asegurarse de que no los estaban siguiendo. Pavel había sellado la cueva lo mejor que pudo y sólo se dejó caer junto a Sergei cuando colocó una llama lo bastante grande para resguardarlos a ambos del frío. Había tenido que dejar atrás todo lo que tenían en el hostal donde se estaban quedando. No sabía si se arrepentiría después, pero había quemado todo lo que pudiera incriminarlos a ellos o a Ravka directamente.

Pavel no estaba seguro si estaba llorando o si tan sólo estaba tiritando de frío, pero se movió cuando sintió que Sergei estaba, por fin, recuperando el conocimiento.

—Shhh… —lo tomó con cuidado de un brazo, mientras le frotaba las manos—. Está bien, no te esfuerces demasiado, Sergei. Te drogaron, vas a sentirte adormecido por un tiempo todavía —le advirtió, mientras buscaba sus miradas. Sergei estaba pálido, pero viviría.

Por el momento, eso era más que suficiente para Pavel. Con recuperarse esa noche, podrían seguir el camino mañana temprano. El problema era que, por primera vez, volver a Ravka no parecía tan tentador, especialmente luego de escuchar la propuesta de Sergei, días atrás.

Pavel negó varias veces, a pesar de que Sergei no estaba en posición de mirarlo con detenimiento. Pero le dolía muchísimo escucharlo culparse de esa manera. Sergei lo había dado todo por esa misión, lo que merecía en este momento era descansar.

Sin embargo, no quería mentirle, porque Sergei notaría las heridas mal curadas y las cicatrices que habían quedado porque no tenían a una sanadora como Misha disponible. De pronto, Pavel se le encogió el estómago de pensar que, si de verdad desertaba, nunca volvería a ver a Misha, quien había sido la única amiga de verdad que había hecho en todo este tiempo. Los demás soldados eran sus compañeros de armas, pero no eran realmente sus amigos. Además, si Misha se enteraba lo que pensaba a ser, lo odiaría y quizás tendría que darle caza.

Pavel decidió que era mejor no pensar en ello o se angustiaría sin remedio.

—Estoy bien. Fueron sólo heridas superficiales, nada grave. Me curé a las prisas, por ahora estoy bien… —le confesó, mientras se inclinaba hacia él, arrodillándose con cuidado a su lado—. ¿Tienes frío? Lo siento, no tengo nada con qué cubrirte, puedo elevar el fuego si lo necesitas. Es que no me atreví a regresar a la posada donde estábamos. No tenemos… no tenemos nada con nosotros. Pero creo que si viajamos ligero será más fácil no dejar rastro.

Pavel quiso decirle que eran un par de días hacia la frontera de Ravka, pero no sabía si Sergei volvería a insistir en que lo mejor era irse de allí. No sabía si Sergei tenía energías para esa conversación.

—Toma en cuenta que ni siquiera voy a considerar que te eches la culpa, así que no volveremos a hablar de ello. Era una misión delicada, ambos lo sabíamos, hasta el soldado más experto estaba en alto riesgo —suspiró Pavel, mientras estiraba el brazo para acariciar con cuidado la espalda de Sergei—. Lo importante es que estás bien.

Pavel suspiró cuando Sergei dijo que podrían sobrevivir sin tener provisiones ni pertenencias. Él también estaba seguro de que podrían lograrlo, estaban entrenados para ello, pero se lamentaba que Sergei no tuviera a mano nada para curarse apropiadamente. Pavel también lamentaba que no tuviera nada decente que comer, no estaba seguro qué tan rápido podría cazar algo lo bastante bueno para los dos, pero tendría que intentarlo.

—Trataré de conseguir provisiones lo más rápido que pueda, pero tú necesitas descansar. Al menos hasta el día de mañana. No sé cuánto tiempo necesite tu cuerpo para expulsar la droga, si hubiera averiguado cuál era, quizás sabríamos más, pero lo más importante era sacarte —Pavel se sentía como un desfile de excusas, pero la realidad era que las circunstancias no lo favorecían.

Quizás lo más triste era tener que decirle a Sergei que seguían en Shu Han. Él mismo estaba decepcionado de ello, pero su prioridad era salvar a Sergei. Tenía que recordarse eso, lo más importante era que Sergei estuviera a salvo, al menos por ahora. Cuando estuviera en condiciones, podrían salir de aquí. Se había cerciorado de que lo hubieran seguido, así que podrían dormir con tranquilidad, por lo menos esta noche.

—Lo siento, seguimos en Shu Han —dijo a media voz, mientras le acariciaba con calma la espalda—. Creo que estamos cerca de la frontera, pero mañana que sea de día, podré revisar mejor. Espero que para entonces tú te sientas menos drogado, pues estoy seguro que pudes hacer un mejor reconocimiento que yo. Pero quiero que descanses, ¿está bien? Yo… velaré tu sueño. La verdad es que no creo que pueda dormir y alguien tiene que montar guardia, me aseguré que nadie me siguiera, pero nunca se está lo suficiente seguro.

Pavel se inclinó hacia Sergei y, en un impulso, le dio un beso en la mejilla. Fue un gesto espontáneo, tan sólo para asegurarle a Sergei que él estaría allí para él.

A Pavel le parecía adorable que Sergei, aún estando drogado, parecía estar angustiado por lo que estaba pasando a su alrededor. Pavel le acarició la espalda, mientras buscaba cómo consolarlo. Se suponía que, si él fuera quien estaba en lugar de Sergei, estaría insoportable. Por supuesto que estaría ansioso por sentirse mejor y ser de ayuda. Así que comprendía bien cómo se sentía Sergei.

Pavel sabía que tenían muchas dificultades. No tenían provisiones, estaban en un terreno hostil y Sergei todavía no estaba recuperado por completo. Era mejor descansar esa noche, aunque estuvieran hambrientos y necesitaran beber agua. Mañana por la mañana, Pavel se aventuraría a buscar provisiones. Dependiendo de cómo estuviera Sergei, podía permitir que lo acompañara. De hecho, esperaba que así fuera, lo mejor era que no se quedaban por mucho tiempo en un solo lugar.

—Mañana planificaremos mejor, ¿está bien? —le dijo, mientras se recostaba a su lado—. Pero, escucha, no me voy a mover de aquí esta noche. Quiero saber cómo te levantas mañana y veremos entonces qué podemos hacer. Tuve que buscar una cueva a las prisas, así que no tuve tiempo de hacer un reconocimiento del terreno. Pero cuando te sientas mejor vamos a poder hacer eso entre los dos, ya no te preocupes tanto. Por el momento estamos bien.

Trató de ser enfático y se inclinó lo suficiente para darle un beso en la mejilla. Lo abrazó por la cintura, de modo que pudiera acomodarse mejor y pudiera descansar mucho mejor. Pavel quería animarlo, incluso si sabía que tenían muchas cosas en contra. Estaban en problemas, no se sentiría tranquilo hasta que estuvieran lejos de Shu Han.

—Quiero que te tomes esta noche para recuperarte. Como tú dices, te necesito allá afuera. Pero sólo si estás completamente recuperado. No pienso exponerte.

Esperaba que entendiese que eso no era negociable.

Pavel pronunció la sonrisa cuando volvió a escuchar a Sergei hacerle promesas de que se pondría mejor para el día de mañana. Quiso decirle que no se preocupara demasiado, que mañana sería otro día y que resolverían con lo que tenían. Hasta ahora, les había ido bastante bien improvisando sobre la marcha. Después de todo, se conocieron en una misión que los llevó hasta la frontera de Fjerda y en donde Pavel casi fue presa de los drüskelle.

En ese momento, habían tenido que aprender a confiar el uno en el otro a las prisas. Le parecía que había pasado una eternidad desde ese entonces. Ahora, realmente depositaría su vida en manos de Sergei con los ojos cerrados y sabía bien que pasaba lo mismo en caso contrario.

Pavel suspiró, mientras sopesaba lo que diría a continuación. Apenas lo dijera, no habría vuelta atrás. Estaría cometiendo traición, echaría por la borda todas las enseñanzas que había aprendido desde que el Segundo Ejército lo acogió. Estaría traicionando a Ravka, la única patria que había conocido hasta ahora. Sin embargo, Sergei era todo lo que tenía. Sus padres ya estaban mayores, tampoco eran grisha y no podría obligarlos a irse, de igual forma que Sergei no pondría en peligro la seguridad de su hermana menor.

Eran ellos dos contra el mundo.

—Sergei, yo… —se humedeció los labios, buscando su mirada. Tal vez no debería hablar ahora, era momento de que Sergei descansara. Pero tenía el presentimiento de que, si no lo decía ahora, tal vez mañana se arrepentiría—. Si de verdad lo hacemos, tendríamos que planear bien lo que vamos a hacer. La única forma es… es si fingimos nuestra propia muerte. Es la única manera de que dejarían de buscarnos. Si nadie nos está buscando, sería más sencillo ocultar nuestra identidad.

Pavel apenas podía creer lo que acababa de decir. No mentía, todo cuanto dijo tenía mucho sentido, pero acababa de cometer traición. Se alegró de que las llamas estuvieran cediendo, pues así no vería con claridad el rostro de Sergei.

Pavel se sintió hasta culpable cuando vio el alivio y la ilusión en los ojos de Sergei después de escucharlo. En realidad, no estaba del todo convencido, pero sí era una idea que, dadas las circunstancias, merecía la pena valorar. Cuando regresara a Ravka, seguramente volverían a asignarle otra misión lo más rápido posible y quizás no podría volver a ver a Sergei de nuevo en semanas, eso si tenía suerte. Verlo tan vulnerable, en el estado que estaba, le hizo pensar que, si se alejaban de nuevo, quizás podría perderlo de verdad.

Pavel suspiró y estiró el brazo en dirección a la pequeña fogata que había improvisado a la cueva, para avivar un poco las llamas. Quería que Sergei estuviera lo más cómodo posible.

—Guarda energías, Sergei… —dijo con una media sonrisa, mientras se reacomodaba de nuevo para después acariciarle la mejilla.

Huir sonaba todavía como una maldición: Pavel no tenía miedo de lugares desconocidos, creía firmemente que nada podía ser peor que Fjerda o el mismo Shu Han. Sin embargo, lo que más le preocupaba era saber que, siendo un grisha, nunca dejaría de tener una diana en la cabeza. Siempre había gente que quisiera matarlo, secuestrarlo o esclavizarlo. Ya se lo había dicho a Sergei, pero no creía que éste lo comprendiese del todo.

Sabía que Sergei sólo deseaba protegerlo, de la misma forma que él deseaba hacer. Pavel suspiró hondo, mientras se abrazaba a Sergei.

—Hablaremos de ello con más calma en la mañana, ¿está bien? —dijo, robándole un beso antes de que Sergei pudiera responderle—. Procura descansar, te prometo que velaré tu sueño hasta que despiertes.

Después de llegar de Shu Han, Pavel y Sergei habían pasado una temporada separados. Pavel había dado un detallado reporte y sus superiores lo alejaron de la capital por unas cuantas semanas. Él y Sergei tan sólo habían podido comunicarse por cartas que llegaban de vez en cuando. Por cartas no podían retomar el tema de conversación que atormentaba a Pavel, pues si alguien interrumpía la comunicación y se sospechaba el menor atisbo de deserción, podían ser juzgados por traición.

En Ravka, la deserción se pagaba con la muerte.

Sin embargo, en su última carta, Sergei le había dicho que esperaba tener “noticias de Mihail muy pronto”. Pavel no podría olvidar el nombre del amigo de Sergei que podía cruzar la sombra y tener noticias de sus padres. Había contado los días en que podía regresar al Pequeño Palacio y así encontrar una oportunidad para que él y Sergei estuvieran a solas. Sabía que estaba en Os Alta, porque así se lo había dicho en sus cartas.

Cuando Pavel regresó al Pequeño Palacio, le asignaron una reunión con uno de los comandantes a la mañana siguiente. Sin embargo, le avisó a Sergei que podía verse, que lo esperaría cuanto antes. Después de haber tomado la comida con algunos de sus compañeros, de ponerse al día, o intentarlo, con su querida Misha, le llegó el aviso de que lo estaban esperando.

Pavel, con toda la formalidad que pudo, se levantó con cuidado y salió del comedor, se topó con Sergei al final del pasillo. Como había nula concurrencia, Pavel apresuró el paso hasta darle alcance. Tuvo que contenerse y seguir siendo profesional, así que no le dio un abrazo como hubiera querido. Aunque le parecía que Sergei tenía una expresión cansada, a Pavel le daba genuina emoción volver a verlo. Tenía la sensación de que, en lugar de semanas, había pasado una eternidad desde la última vez que pudo tomarlo de la mano.

—Sergei… —susurró con una sonrisa—. Me alegra verte. Anda, vamos a mis aposentos un momento. Tengo una reunión con mis superiores, pero será mañana. Tengo el resto de la tarde despejada.

Pavel trataba de sonar formal, ya no quería habladurías o que Sergei estuviera en el centro de atención del Primer Ejército, pero sabía que era una forma indirecta de decirle que podían estar solos algunas horas.  

Pavel recibió el abrazo de Sergei a manos llenas. Podía sentir en ese gesto lo mucho que lo había extrañado. ¿Cuántas semanas habían pasado? Demasiadas, en especial porque su último encuentro fue muy accidentado. Pavel todavía cerraba los ojos y recordaba todo lo sucedido en Shu Han. No quería acercarse allí en lo que le quedaba de vida, fue por eso que había reconsiderado el plan de Sergei. Pavel todavía no estaba muy seguro de cómo podrían hacerlo, si podría vivir sin culpas, luego de que Ravka lo hubiera salvado a él y a su familia de la completa miseria, de que le hubieran dado un propósito.

Sin embargo, cuando recordaba el estado deplorable de Sergei en Shu Han y de todo lo que habían vivido allí, volvía a pensar en las palabras de su novio. Ravka seguiría mandándolos a lugares peligrosos y poniéndolos en peligro constantemente.

Si no hubiera conocido a Sergei, Pavel no habría tenido problemas en seguir su vida en el ejército y en dar la vida por Ravka de haber sido necesario. Pero ahora, por supuesto, se lo pensaba mejor.

—Yo también te extrañé… —dijo, robándole un beso sin separarse demasiado de Sergei. Le acarició el rostro con devoción, porque quería aprovechar este momento en que podían estar a solas. Pavel había cerrado su habitación y esperaba que nadie les interrumpiera. Estos minutos robados con Sergei eran una recompensa luego de tantas semanas separados—. He estado un poco cansado, he tenido mucho papeleo que hacer desde que llegamos a Os Alta. Pero nada del otro mundo, puedo con ello. ¿Cómo has estado tú? ¿Has podido ver a tu hermana?

En su correspondencia, Sergei no había mencionado a Annika, pero Pavel sintió genuina curiosidad por si había tenido noticias suyas. La hermana de Sergei realmente le había caído bien, creía que era una fortuna que ambos pudieran contar el uno con el otro. Le gustaba creer que hubiera tenido una relación parecida con Yuri, si su hermano no hubiera muerto.