El tono de voz de Sergei cambió al instante en que mencionó a Mihail. Pavel lo miró a los ojos y se dio cuenta de que Sergei estaba tenso, lo cual, aunque trató de controlarse, lo preocupó. A veces Sergei se tomaba las cosas bastante a pecho, manejaba las situaciones de diferente manera que él, pero Pavel sabía que Mihail cruzó la Sombra y aprovecharon para pedirle de favor que se contactara con sus padres, porque sería más fácil.

La sola idea de tener noticias de sus padres le provocó cosquillas en el estómago. Pavel no los veía desde que el ejército de Ravka se lo llevó para desarrollar sus podres grisha. Desde entonces, sólo podía recibir noticias suyas por carta, las misiones de Pavel lo habían mantenido hasta el momento de este lado de la Sombra, así que tenía que conformarse con misivas que escaseaban cada vez más. Creía que hacía casi un año que no recibía noticias suyas, quizás más, aunque Pavel les escribía cada mes, con disciplina, con la esperanza de que recibir noticias suyas los haría felices.

—¿Noticias? —preguntó, aventurándose a pesar de que tenía un mal presentimiento—. ¿Noticias de mis padres? ¿Pudo Mihail hablar con ellos?

Si de verdad había sucedido, Pavel no tenía ni idea cómo pagárselo a Mihail, quien lo había hecho únicamente porque Sergei se lo había pedido. Pavel estaría en deuda con él toda la vida. Poder conocer de primera mano la situación de sus padres lo ayudaría a planear mejor qué iba a hacer. Si se fugaba con Sergei, sus padres quedarían a la deriva, no tendrían la ayuda del gobierno. Eso descontando que Pavel no podría volver a verlos nunca más.

Aunque estaba ansioso por respuestas, se dio cuenta que la expresión de Sergei continuaba tensa. Acababa de pedirle que se sentara y Pavel sabía que eso no podía significar algo bueno. ¿O sí?

—Sergei… —preguntó mientras buscaba su mirada—. ¿Qué pasa? Por favor, dime la verdad.

Pavel no estaba seguro si se arrepentiría de esas palabras, pero prefería que Sergei le dijera la verdad, incluso si esta no le iba a gustar.

Cuando Sergei empezó a hablar, Pavel se dijo que tenía que dejarlo hablar hasta el final. Aunque al principio lo hizo por pura voluntad, a medida que Sergei siguió hablando, Pavel se quedó paralizado y ya no supo qué decir. No podía creer lo que estaba escuchando, pues cada cosa que Sergei decía era peor que la anterior. Estaba diciéndole que sus padres estaban muertos, pero, como si eso no fuera ya lo bastante malo, al parecer llevaban muertos hacía muchísimo tiempo.

Años. Sergei acababa de decir que sus padres llevaban muertos muchos años. Que había ocurrido una tragedia en su aldea de la que él nunca tuvo idea. Pavel frunció el ceño, mientras negaba lentamente con la cabeza. ¿Cómo era posible? Si de verdad pasó aquella epidemia, ¿cómo no le llegaron noticias de sus padres? Incluso si era difícil que se obtuvieran noticias del otro lado de la Sombra, el Segundo Ejército tenía cómo obtener mensajes de Os Kervo cuando era necesario.

¿Cómo era posible lo ocurrido? Cuando miró a Sergei a los ojos, se quedó esperando que éste le dijera que estaba mintiendo. Que nada de lo que había dicho era verdad. Se sentía tan abrumado por lo que acababa de oír, que se levantó del borde de la cama de donde estaba sentado, mientras volvía a negar con la cabeza.

—No puede, no puede ser cierto, Sergei. Tiene que ser mentira —dijo mientras apoyaba la mano en el marco de la ventana. Tenía la respiración entrecortada, pues seguía sin creer lo que acababa de oír—. ¿Quiere decir que todo este tiempo he estado escribiendo cartas a…?

“Escribiendo cartas a los muertos” quiso decir, pero no pudo terminar la frase. No podía hacerlo, le rompía el corazón sólo pensarlo.

No podía ser cierto.

Pavel no dejaba de pensar en eso, una y otra vez, porque no tenía sentido lo que acababa de escuchar. Pavel había escrito una carta para sus padres hacía relativamente poco, era absurdo pensar que sus cartas se habían estado perdiendo todo este tiempo. Sentía que le faltaba el aire, por eso se estremeció más de la cuenta cuando Sergei lo abrazó. Por un instante su cercanía se sentía como si quemara, era un roce que le generaba angustia, porque éste le estaba pidiendo perdón como si todo esto fuese su culpa. Pavel negó varias veces con la cabeza, rompiendo el abrazo y retrocediendo unos pasos, apoyando su espalda contra la pared de piedra.

Sergei seguía muy cerca de él y estaba mirándolo con una expresión indescifrable. Pavel volvió a negar con la cabeza, mientras sentía los ojos pesados. Quería llorar, pero, al mismo tiempo, si lo hacía, estaría dándole la razón a Sergei y aceptando lo que acababa de decir. Lo cual era imposible.

"No pueden estar muertos" volvió a decir para sí mismo, llevándose ambas manos a la cabeza.

—No… no puede… —dijo, con la respiración entrecortada, sintiendo cómo le flaqueaban las rodillas. Si Pavel no estuviera apoyando su espalda en la pared, de seguro ya habría desfallecido. Se sintió estúpido cuando, al fin, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Si lloraba, si se permitía llorar, eso significaba que era verdad—: Sergei, no puede… no puedes estar diciendo la verdad. Ellos… ellos no…

Pavel no pudo continuar porque las lágrimas se le atoraron en la garganta. Inspiró hondo, deslizándose despacio hasta tocar el piso, que se sentía frío, como si estuviera sentándose sobre un témpano de hielo. Allí sentado, ya no veía más que las piernas de Sergei, cuya silueta empezaba a verse cada vez más borrosa.

Le faltaba el aire.

Pavel se sentía mareado y estaba convencido de que iba a desfallecer de un momento a otro. Sergei decía que no le estaba mintiendo y que él nunca lo lastimaría a propósito. Pavel sabía que eso era cierto, pero si asimilaba sus palabras, si aceptaba lo que estaba diciendo, eso significaba que todo este tiempo había aceptado los besos y las caricias del duque por gusto.

Durante cinco años.

Aquella idea fue demasiado angustiosa para él, le sacudió todo el cuerpo. Pavel se llevó ambas manos a la cabeza y flexionó las rodillas, apoyándolas en el suelo.

Ni siquiera se dio cuenta el momento exacto en que empezó a llorar. Pavel solía reprimir sus sentimientos, así que no era de llorar, mucho menos frente a otras personas. Pero ahora su dolor era más grande que su autocontrol y también que su dignidad.

Pavel pensó con horror que, si lo pensaba con detenimiento, el recuerdo de sus padres se había desdibujado. Por supuesto que tenía recuerdos de su infancia, de ellos y de su hermano fallecido. Pero llevaba tanto tiempo escribiéndoles cartas y tenía tan pocas noticias que no sabía realmente cómo sería su aspecto en este momento. O al momento de morir. Pavel se sentía el peor de los hijos, estaba tan ocupado en Ravka que jamás se le ocurrió que algo semejante podría estar sucediendo. ¿Cómo no insistió más?

Siguió llorando desconsolado, arrodillado en el suelo, sintiéndose desfallecido.

—Están… están muertos, Sergei. ¿Cómo es eso posible? ¿Por qué? ¿O sea que todo este tiempo… todo este tiempo…? —Pavel no fue capaz de terminar la frase, ni tampoco de mirar a Sergei a los ojos. Estaba seguro de que Sergei lo estaba pensando también. Pavel había pasado infinitas veces en la cama del duque, creyendo que estaba salvando a sus padres, pero ellos ya habían muerto hacía tiempo.  

De sólo pensarlo tenía ganas de vomitar.

"Por cinco años Ravka te ha mentido".

Pavel sabía que Sergei siguió hablando, pero ya no lo estaba escuchando realmente. Se sentía un poco culpable, pues no dudaba que Sergei le estuviera diciendo cosas muy razonables, pero esa frase seguía repitiéndose en su cabeza, una y otra vez. Sus padres estaban muertos, llevaban mintiéndole por cinco años y Pavel ya no podría recuperar ese tiempo perdido.

Se sentía frágil, como si lo hubieran herido de muerte.

No podía pensar con claridad, por más que lo intentara. Apretó los labios y buscó la mirada de Sergei, pero era como si todo a su alrededor fuera borroso. Pavel sentía el pecho en carne viva, como si tuviera una herida abierta que no dejaba de sangrar.

Pavel quiso llamar a Sergei, pedirle que por favor no lo abandonara, pero lo único que pudo hacer fue lanzar un gemido lastimero que se convirtió de nuevo en un llanto amargo. Le habían robado cinco años de duelo que ahora estaba tratando de compensar, pero se sentía destrozado, no creía que iba a poder superar esta noticia nunca. Ya no volvería a ser la misma persona, tampoco estaba seguro cómo sería capaz de juntar los pedazos que le quedaban.

Todavía estaba en el suelo, arrodillado, pero se encogió más sobre sí mismo y siguió llorando hasta que se sintió desfallecer. Pavel tenía la sensación de que iba a quedarse allí arrodillado para siempre. No podría levantarse, no de verdad.

Un parte de él había muerto junto con sus padres, una parte suya llevaba cinco años muerta y todavía estaba intentando entender cómo era eso posible. Cómo podía ser que las noticias no hubieran llegado a él. Mientras sentía ardor en la garganta, de tanto llorar, sólo una respuesta lógica llegó a su cabeza, a pesar de lo alterado que estaba.

El Duque Sokolov. ¿Quién más hubiera podido retener esa noticia? Era la única respuesta lógica.

Cuando Sergei lo abrazó, Pavel se dejó ir. Como si de pronto saltara al vacío y estuviera seguro de que algo en el camino iba a impedir su caída libre. Cerró los ojos y dejó que las manos de Sergei lo sostuvieran, acunándolo como un niño.

Se sentía exhausto, como si hubiera envejecido de golpe luego de aquella noticia tan devastadora. ¿Cómo sobrevivía a aquello? Pavel no tenía la más mínima idea. Siguió llorando hasta que sentía que ya no le quedaba más por llorar. Luego se quedó quieto, entre los brazos de Sergei, mientras pensaba qué se suponía que tenía que hacer. Podría enfrentar al Duque, averiguar qué había pasado con todas las cartas que mandó a sus padres durante todo este tiempo, pero nada de eso le parecía sensato.

Nada le devolvería a sus padres. Pavel ahora era huérfano. No tenía más familia en el mundo.

Aquella idea lo sacudió con fuerza.

—Quería que… de verdad quería que los conocieras —dijo de pronto, dándose cuenta de que esa era otra cosa que le habían arrebatado—. Estaba convencido de que les caerías muy bien a mis padres.

Pavel no pudo terminar la frase sin ponerse a llorar otra vez. Le parecía imposible que fuera a calmarse, lo cual le asustaba en serio, pues él era el tipo de persona que había sido entrenado para mantener la entereza y que sabía bien qué decir en el momento preciso. Pero ahora tenía una herida abierta que se estaba desangrando y él no podía hacer nada para evitar la tragedia.

Estaba quedándose vacío.

Pavel dejó que Sergei lo levantara del suelo, no puso resistencia alguna cuando éste lo ayudó a ponerse en pie. Lo llevó con suavidad a la cama y Pavel se dejó hacer como si fuera un muñeco. Soltó un respingo cuando volvió la vista hacia Sergei, quien seguía hablándole con la intención de consolarlo. Pavel se sintió muy culpable, porque sabía que Sergei estaba esperando que dejara de llorar, o que hiciera algo que le indicara que lo estaba haciendo bien. Pero todavía la nueva realidad, esa en donde era un huérfano, no acababa de encajar del todo.

Sus padres estaban muertos. ¿Cómo podía sobrevivir a eso? Pavel no estaba seguro. Como soldado había visto morir a varios de sus compañeros, estaba familiarizado con la muerte. Pero se suponía que sus padres estaban en la aldea, relativamente seguros y con un estipendio que les permitía vivir con cierta tranquilidad.

Cuando volvió a ver a Sergei, se le llenaron de nuevo los ojos de lágrimas. Parecía que el llanto nunca se detendría.

—Sergei… —suspiró con voz lastimera, mientras buscaba su mano. Se aferró a Sergei con las manos temblorosas, mientras negaba con la cabeza. No sabía qué hacer. No sabía absolutamente nada. Era como si todo su sentido como persona se hubiera borrado de un plumazo—: Sergei, eres todo lo que tengo.

“Eres lo único que me queda” pensó aterrado, pues era la verdad. Sin Sergei, estaría completamente solo en el mundo. Si no lo hubiera conocido, Pavel quizás ni siquiera se hubiera enterado de lo que estaba pasando con sus padres. Si fuera por el Duque, de seguro que Pavel jamás se hubiera enterado.

Aquella idea le provocó terror. ¿Cuáles habrían sido los planes del Duque entonces? ¿Hasta cuándo habría sido capaz de mantener su mentira? ¿Tanto placer le provocaba saber que lo tenía sometido a su voluntad? Pavel sintió arcadas de sólo pensarlo.

"Voy a estar aquí para ti, siempre. Para lo que necesites."

Pavel sabía que Sergei estaba siendo completamente sincero con cada una de las palabras que había dicho. Lo cual, si bien le traía algo de consuelo luego de una noticia tan terrible, también lo llenaba de angustia. Porque significaba que si perdía a Sergei, su cordura desaparecería por completo. Ahora menos que nunca, el Duque podría sospechar de su relación.

Pero también, Pavel ya no estaba tan seguro de que valiera la pena quedarse aquí, en Ravka. No tenía a sus padres, si había considerado recalcular los planes de Sergei, al menos, intentar aplazarlos, era porque temía dejar a sus padres atrás. Sin embargo, ahora esa preocupación no existía. Sus padres estaban muertos y, quería creer, les habría gustado que Pavel luchara por su felicidad, incluso si eso significaba dejar su país para siempre.

—No… —Pavel negó varias veces y tiró de Sergei, para que no se fuera. No podría importarle menos si estaba sediento, si sentía la garganta seca de tanto llorar. Se inclinó despacio, buscando el pecho de Sergei, refugiándose allí—: No, por favor, no me dejes solo. No quiero agua, sólo quédate conmigo.

Como sintió a Sergei ceder, supo que sus ruegos habían funcionado. No supo cuánto tiempo permanecieron en la misma posición, Pavel sentía su cuerpo flojo, suave, como si de pronto le perteneciera a otra persona.

Al menos le consolaba saber que hoy no tenía porqué decidir nada y que además Sergei podía pasar el tiempo con él. No quería volver a separarse de Sergei, mucho menos si era por intervención del Duque. Sintió escalofríos al pensar en él.

—Sergei… si el Duque me llama, si me pide que le haga compañía. ¿Crees que debo decirle que ya lo sé todo? ¿O crees que deba negarme para no verlo más? —Pavel no tenía la más mínima idea de qué hacer. Pero no podía engañarse, era sólo cuestión de tiempo antes de que eso sucediera de nuevo.

El Duque debía de creer que todo estaba en orden, pues seguro que no se había percatado de lo que el amigo de Sergei había hecho por ellos.

Pavel escuchó con mucha atención lo que Sergei le estaba diciendo. Sabía que todo lo que había dicho era muy razonable. El Duque hasta ahora había sido muy cruel con él, no se merecía ni una sola de sus consideraciones. De hecho, estaba seguro que Sergei tenía razón cuando le decía que merecía un castigo. Sin embargo, asesinar a un noble era hablar de palabras mayores.

Sergei todavía estaba dispuesto a huir. Desertar. La sola idea le daba angustia, pero después de lo que acababa de escuchar, Pavel tampoco creía que pudiera seguir viviendo en Ravka. Durante muchos años se había sentido tranquilo, aceptando su destino en el Segundo Ejército únicamente porque sabía que sus padres estaban seguros y que el estado les estaba pagando por su puesto como soldado.

Pero ahora la confesión de Sergei lo cambiaba absolutamente todo. ¿Para qué tenía que quedarse en Ravka?

Sergei hubiera sido la única razón por la que él se plantearía quedarse en Ravka. Si él quería huir, ¿por qué Pavel iba a negárselo? Lo acompañaría hasta el fin del mundo, incluso si esa idea lo aterraba. Si todo el mundo lo rechazaba, pero Sergei estaba con él, Pavel sería capaz de soportarlo todo.

Sostuvo con cuidado la mano de Sergei, mientras pensaba con cuidado qué iba a responderle.

—No quiero que… no quiero que vuelva a ponerme un dedo encima… —dijo con voz rota, haciendo un esfuerzo por no volver a llorar. Podría contarle a Sergei todo el asco que le producía la cercanía del Duque, pero eso no ayudaría en nada. Así que inspiró hondo y decidió continuar—: Pero no quiero que hagas nada contra él, no sería prudente. Si tan sólo desertamos, será mucho más fácil, sólo tendríamos que cubrir nuestros pasos y no los de nadie más. No hace… no hace falta. Si vuelve a llamarme, intentaré poner alguna excusa para retrasar nuestro encuentro. No… no sé si tenga valor para enfrentarlo.

Pavel se encogió un poco más en la cama cuando dijo aquello. Se sentía vulnerable al reconocer sus propios límites, pero Sergei era la única persona con la que podía ser realmente sincero.

A Pavel le parecía que el cerebro de Sergei y todas sus sugerencias iban más rápido de lo que él podía procesar. Misión fuera de Os Alta. Pavel deliberó un instante las opciones que tenía. En realidad, tenía un buen rango en el ejército como para que pudieran considerar una petición de traslado, pero precisamente por su posición, tendría que justificarlo bien. Luego de la misión en Shu Han, Pavel sentía que podían mandarlo a cualquier sitio fuera de Ravka, incluso si eso representaba pasar meses alejado de Sergei.

Ahora que sabía la verdad sobre su familia, cualquier misión suicida parecía incluso positiva.

—En este momento no se me ocurre ninguna, pero podría intentarlo. El problema es que… —Pavel miró a Sergei, pues no quería volver a hacer una escena de nuevo. Creía que ya había llorado lo suficiente para, como mínimo, los próximos meses—. La verdad es que no quisiera separarme de ti, Sergei.

Una misión fuera de Os Alta implicaba que no podrían verse durante un tiempo indefinido. Si era una misión peligrosa, ese tiempo podía prolongarse más de la cuenta. Sergei se había comunicado con sus padres durante muchísimo tiempo, creyendo que estaban bien. No se imaginaba escribiéndole cartas a Sergei y no recibiendo respuesta.

Se volvería loco.

Pavel negó con la cabeza, mientras se aferró a la mano de Sergei con fuerza. Sabía que éste debía estar pensando que estaba demasiado afectado por estas noticias. No quería que Sergei creyera que era débil, pero la noticia de la muerte de sus padres había puesto su mundo de cabeza.

—Si cruzamos la sombra… —susurró despacio, incapaz de mirar a Sergei—. Me gustaría visitar mi aldea una última vez. Quiero que conozcas dónde nací.

Pavel hizo un esfuerzo por sonar sereno, pero se acurrucó de nuevo contra Sergei. Necesitaba sentirlo cerca.

Pavel escuchó con atención las palabras de Sergei, mientras asentía en silencio. No había que decidir nada en este preciso momento. Sergei tenía toda la razón, Pavel todavía estaba terminando de asimilar toda la información que le habían dicho. Sus padres estaban muertos. El Duque le había mentido todo este tiempo. No tenía razón alguna para quedarse en Ravka. Empezaba a plantearse en serio lo de cometer traición. Sostuvo con fuerza la mano de Sergei, como si quisiera recordarse que él estaba allí, por encima de cualquier cosa.

—Tienes razón, Sergei. En este momento no tenemos que decidir nada… —susurró, tratando de sonar calmado. Era difícil, luego de haber asimilado todo lo que había escuchado. Pero tenía que controlarse, mantenerse centrado, porque llorando no iba a solucionar nada—. Veré qué puedo hacer desde mi posición para no tener que estar separados, o, al menos, no estar separados durante mucho tiempo.

Pavel pensó con detenimiento con quién de sus superiores podía hablar para sugerir un trabajo a través de la Sombra. Esos no eran trabajos para los que nadie se ofreciera de voluntario. Por lo general se les asignaban a soldados de más bajo rango, en especial porque cruzar la Sombra era muy peligroso. Podía significar una condena de muerte. Pero siempre había alguien del ejército lo bastante loco como para arriesgar a algunos de sus subordinados.

Sólo tenía que pensar en una buena justificación. Era complicado, pero no le parecía una tarea imposible. Era tan sólo que en este instante, tenía el cerebro embotado, incapaz de pensar bien.

—Tengo que pensar a cuál de mis superiores le puedo sugerir una misión cruzando la Sombra —dijo, pensativo, humedeciéndose los labios—. Pero es lo mejor, el ejército no se controla de la misma manera del otro lado de la Sombra y, considerando cómo son nuestras otras fronteras, es la salida más segura a Ketterdam.

Pavel sabía que en Ketterdam la vida de los grisha no era precisamente color de rosa, pero tampoco los querían matar a todos como en Fjerda o experimentar con ellos como en Shu Han. De todos los males, creía que era el menos terrible. Si tenía a Sergei a su lado, creía que podía hacerlo posible. Tan sólo tenían que planearlo bien. Si el ejército los creía muertos, todo sería mucho más fácil.  

Pavel se fijó con detenimiento en la expresión de Sergei. Éste parecía extasiado con todo lo que él le había dicho. Era obvio que esto iba de la mano con sus planes de desertar. Desde la misión en Shu Han se lo había dejado claro: Sergei pensaba que la única oportunidad que tenían de vivir una vida en libertad era desertando del ejército y marchándose juntos lejos de allí. En ese momento, a Pavel le pareció una completa locura. Sin embargo, con esto que sabía, su perspectiva había cambiado por completo.

Sus padres estaban muertos y él no tenía por qué preocuparse más por ellos. Incluso si Pavel moría, al no tener familia, no tendrían que dar una trágica noticia a nadie. Misha quizás lo lloraría, pero no sería el primer camarada del ejército al que daban sepultura, su amiga lo superaría eventualmente. Sería una lástima y Pavel de verdad que la echaría de menos, pero Misha iba a estar bien, sabía cuidarse sola. Sergei estaba dispuesto a dejar atrás a su hermana por él.

A su única familia.

—Sergei… —lo llamó, mirándolo a los ojos—. Si todo sale como planeamos, ¿qué le dirías a tu hermana?

Pavel quiso saberlo, incluso si ahora mismo no tenían nada en claro, necesitaba escuchar cuál era la posición de Sergei. Lo ideal sería no contarle a absolutamente nadie, incluso si era su familia, pero Pavel no podía negarle a Sergei el derecho de decidir. No pensaba imponerle nada, mucho menos cuando era la única familia que le quedaba. A él le habría gustado también tener poder de decisión sobre decirle a sus padres la verdad o no.

Pero le habían arrebatado ese derecho. Pavel no quiso ponerse a llorar de nuevo, así que desvió la mirada hacia la ventana.

—Si todo marcha como esperamos, si sale bien, es probable que no vuelvas a verla de nuevo, Sergei. Puedes elegir que sepa la verdad o que te llore como si de verdad estuvieras muerto —dijo Pavel, armándose de valor para mirarlo de nuevo. Sergei tenía una expresión muy seria, sabía que Pavel estaba diciendo la verdad—. Pero es tu decisión. Yo la respetaré, decidas lo que decidas.

Terminó la frase tomándole del rostro e inclinándose para darle un suave beso en los labios. Quería que supiera que hablaba en serio. Sergei era lo único que le quedaba en la vida. No iba a crear una discusión en un asunto que no tenía por qué serlo.

Pavel contuvo la respiración cuando escuchó a Sergei hablar de esa manera. Parecía muy seguro de cada palabra que estaba diciendo y, de pronto, tuvo ganas de llorar. Era cierto que estaba muy sensible, que la noticia de la muerte de sus padres le había removido hasta sus cimientos, sin embargo, el hecho de que Sergei estuviera dispuesto a dejar atrás a su hermana, que era la única familia que le quedaba en el mundo, significaba más de lo que Pavel podía poner con palabras.

Sergei lo amaba.

Por supuesto, ambos ya habían confesado sus sentimientos, pero esto era diferente. Pavel se sintió como un completo estúpido cuando tuvo que limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano. Miró a Sergei con un gesto avergonzado, las mejillas encendidas de vergüenza, un sonrojo que decía más que mil palabras.  

Negó con la cabeza al ver la expresión angustiada de Sergei, de seguro que pensaba que estaba a punto de volver a llorar de manera desconsolada de nuevo.

—Oh, Sergei, lo siento, yo… creo que estoy demasiado sensible —suspiró hondo, tratando de normalizar su respiración. Pavel se apoyó en el marco de la ventana por un instante e inspiró hondo, dejando que el aire fresco le llenara los pulmones y lo ayudara a normalizar su respiración—. Perdón, no quería hacer otra escena, has tenido suficiente por hoy.

Pavel estiró el brazo y buscó la mano de Sergei, quien la tomó al instante. Él también lo amaba profundamente. Si estaba dispuesto a abandonar todo lo que conocía, era porque Sergei estaba a su lado.

—Hagámoslo, Sergei —dijo, con voz quebrada, buscando su mirada—. Vámonos de Ravka.