Sergei estaba seguro que la frontera con Fjerda era el lugar más maldito de toda el mundo. Incluso peor que la Sombra. No había ocasión en que se acercara a ese lugar sin que su vida y la de Pavel corrieran peligro. Todo había ido saliendo demasiado bien, debió haber supuesto que algún grisha se creería muy listo, se saldría de la formación y mandaría todo al diablo.

Apenas había podido procesar qué estaba pasando. De repente había escuchado los estallidos, los balazos, y de repente había tenido el cuerpo de Pavel sobre él.

No esto.

No de nuevo.

—¡PAVEL!

La sangre que escupió Pavel cayó sobre él, salpicando su ropa, pero eso le daba igual. Estaba muerto de miedo de ver a Pavel herido, otra vez, por protegerlo a él. ¿Qué diablos había hecho?

Se incorporó, girando a Pavel para recostarlo en el suelo, invirtiendo sus posiciones. Exploró con sus manos su costado y su espalda. Había varios agujeros de bala.

—¡Maldición, Pavel, ¿qué hiciste?

Se sentía furioso. La ira era lo único que traspasaba el horror que estaba sintiendo en ese momento. Era peor que esa vez que habían torturado a Pavel, literalmente se le estaba escapando la vida entre sus brazos. Ya había sentido esto una vez y no. No quería vivirlo de nuevo.

No podía perder a alguien otra vez. No así.

Al menos... Al menos Pavel era un grisha. Era quien dirigía ese escuadrón. Tenía que importarles salvarlo.

—¡SANADOR! ¡PAVEL NECESITA UN SANADOR!

Gritó con todas sus fuerzas, mientras intentaba hacer presión sobre las heridas. La sangre de Pavel empapaba sus manos. No sabía si alguien lo oía en medio de los estruendosos ataques, y no sabía si debía seguir presionando las heridas o levantar su arma para disparar a cualquiera que descubriera su vulnerable posición.

—¡Maldición, Pavel, quédate conmigo

No podía creer que Pavel de verdad le estuviera diciendo que se pusiera a salvo. Estaba ahí. desangrándose, diciéndole que se protegiera cuando él acababa de meterse en el camino de las balas hacia él. Parecía que estaba balbuceando incoherencias, pero entonces lo tiró a un lado para lanzar una llamara de fuego.

¡No se suponía que gastara sus fuerzas haciendo fuego cuando se estaba muriendo!

—¡PAVEL!

Acababa de salvarle la vida, moribundo y todo. No sabía si agradecerle o reclamarle. Lo único que podía era alegrarse de ver acercarse a dos sanadores.

—¡Está perdiendo mucha sangre, ayúdenlo!

Siendo del primer ejército no tenía ni autoridad ni posición para pedirles nada, pero por suerte ambas sanadoras se pusieron de inmediato en la labor de salvarlo. Era la persona a cargo de la operación, normal que quisieran ponerlo a salvo.

—Las cubriré —les dijo, mientras sacaba su arma y se ponía en guardia, dispuesto a acabar con cualquier fjerdano que se atreviera a acercarse.

Intentó concentrarse en sus alrededores, en medio del infierno que los rodeaba. Todo era sangre, muerto, gritos, fuego. Pero inevitablemente su mirada regresaba a Pavel, en el suelo, con las manos de aquellos sanadores trabajando sobre él. Podrían cerrar sus heridas, pero había perdido tanta sangre...

No había notado la opresión en su pecho hasta que vio a Pavel incorporarse, ayudado por Misha. Por un momento sus miradas se cruzaron y Sergei sonrió.

Luego le disparó al druskelle que se acercaba con el arma en alto, antes de dirigirse hacia Pavel y tenderle una mano.

—¿Estás mareado? ¿Te ayudo a caminar?—le preguntó, mientras le dirigía una mirada de agradecimiento y una inclinación a los oportunoos sanadores.

El alivio de ver a Pavel en pie de nuevo dio paso al agradecimiento al sentir que apoyaba su frente contra él. Estaría bien. Solo tenía que reponerse. O eso pensaba.

No podía creer sus ojos y sus oídos cuando le dio instrucciones de irse escoltando a las sanadoras mientras él volvía a la batalla.

Por un momento se quedó estático, con la mirada fija en la sangre de Pavel que teñía la nieve todavía. Demasiada sangre. Las sanadoras reconstruían tejidos, pero no regeneraban sangre. La había perdido. Y ahora estaba ahí, como el soldado perfecto de nuevo.

—¡PAVEL!

Se aproximó a él, no podía tolerar esto.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¡Casi te desangras! ¡No estás en condiciones para esto!

No sabía si esto se podía considerar una sublevación, técnicamente Pavel no era su superior, pero en la práctica el Segundo Ejército usaba el primero a su antojo y debían responderles en el campo de batalla.

Lanzó una mirada inquieta a las sanadoras. Le habría gustado que le apoyaran, pero sabía que no lo harían, ellas sí que estaban bajo su mando.

—Pavel, tu escuadrón puede encargarse. Regresa con nosotros. Perdiste mucha sangre..

Una parte de Sergei sabía que estaba siendo irracional. Que eran soldados, y estaban en la guerra. Pero una parte de él se negaba olímpicamente a perder a Pavel por Rakva. Le daba un poco de miedo pensarlo, porque la persona a la que había perdido por Ravka era su novio, y lo único que podía pensar era que no podía pasar por esto de nuevo.

No de nuevo.

Pero no era irracional pensar que con la cantidad de sangre que había perdido no estaba en condiciones para pelear. No se iba a ir para después enterarse de que había muerto en la batalla. No podía hacer eso.

Mierda.

Habían herido a Pavel de nuevo. ¿Cuánta sangre podía perder una persona? Por suerte ahora las sanadoras estaban ahí y le habían podido socorrer de inmediato. Al menos Misha parecía tener algo de sentido común. Algo, porque seguir en esta batalla era una locura.

Pero Sergei entendía por qué. Era la locura del soldado que aprendió a dar su vida por Ravka.

Hacía mucho tiempo que no se sentía tan furioso como en ese momento. La ira le corría líquida por la sangre, enervándolo al punto de querer largarse y dejar todo eso atrás, pero no podía dejar a Pavel ahí, en medio del campo de batalla, para que lo hirieran una y otra vez.

Esa idea era suficiente para quedarse, pero no suficiente para contener el resoplido furioso con el que acompañó su respuesta.

—Sí, puedo llevarte por otra ruta hasta su campamento, pero no puedo garantizar un punto ciego. Con la batalla las condiciones habrán cambiado.

Creía que podía llevarlos por una parte del terreno más irregular que les daría algo de cobertura, lo que le hizo lanzar una mirada hacia la pierna recién sanada de Pavel.

—No será un terreno fácil de transitar y si nos encuentran ahí será peor. En especial los lobos. No hay forma de predecir a los lobos.

Los odiaba. Todavía a veces sentía mordiscos de dolor donde los lobos le habían mordido la vez que había salvado a Pavel de los fjerdanos. Lanzó una mirada furiosa a Pavel. Aunque tal vez no fuera justo, no podía quedarse impasible ante su total indiferencia a seguir vivo.

Podría al menos simular tener alguna intención de seguir viviendo.

—No te puedes permitir otra herida. Has perdido demasiada sangre. ¿De verdad crees estar en condiciones de hacer esto?.

Sabía que iba a hacerlo, estuviera en condiciones o no. Lo llevara él hasta el campamento o no.

No sabía cuánto tiempo más podría seguir haciendo esto.

Le habría gustado creerle.

De verdad le gustaría tener la certeza de que Pavel iba a tener cuidado. Podía creer que Pavel deseaba regresar con él a Os Alta, pero no que activamente iba a evitar algún peligro para hacerlo. Negó, mientras empezaba a caminar en la dirección del campamento. Dirigió una mirada mezcla de enojo e incredulidad a Pavel.

—Ya sé que no vas a cuidarte realmente. Pero te llevaré lo más a salvo que pueda.

Menos mal que Misha iría con ellos, y que tenía una buena claridad de que no podía hacer milagros. Que pudiera cerrar las heridas de Pavel no quería decir que podría resucitarlo si lo mataban. Pero Sergei empezaba a tenerlo claro. Antes creía que a Ravka le daba igual la vida del Primer Ejército y los usaba de carne cañón.

Ahora tenía claro que tampoco le importaban los del Segundo Ejército, solo que intentaban sacarles provecho hasta la última gota de sangre. Peor aún, ellos voluntariamente ofrecían hasta el último suspiro.

Se despidieron de Vali, quien parecía algo nerviosa de ir sola. Sergei podía entenderlo pero no era momento de sentir compasión de nadie, estaba muy enojado para eso. Se apresuró a guiarlos rodeando la batalla, camino al campamento. Tenían que acabar esto lo antes posible y salir de ahí.

La única forma de que Pavel regresara a Ravka con él era sacarlo vivo de esa pelea.

Sin embargo, cuando escuchó el aullido de los lobos supo que no sería nada fácil. Estaban cerca. Muy cerca. Y Pavel tendría las heridas cerradas, pero su ropa olía a sangre.

—Van a seguir el rastro de sangre.—le advirtió. —Vienen a por nosotros, ¿estás listo para pelear contra ellos de nuevo?

Cargó su arma de nuevo mientras le preguntaba. Él no lo estaba. No estaría nunca listo para los lobos, pero les haría frente cada vez que fuera necesario. No lo matarían unos malditos lobos en la frontera de Fjerda. Y a Pavel tampoco.

Sergei realmente odiaba los lobos.

Lo primero era proteger a Misha, sin ella estaban perdidos. La rodeó con un brazo y la hizo girar para alejarla de los lobos. El fuego los estaba enloqueciendo, pero realmente parecían más interesados en Pavel que en ellos, por el olor a sangre.

Sergei derribó dos lobos más de un balazo, los otros estaban lidiando con el fuego. Pero no se atrevía a dispararle al que estaba mordiendo a Pavel, porque si fallaba podía herirlo peor. Así que solo vio una salida.

—No dejes que te muerdan, creo que tendrás que sanarnos a los dos —le advirtió a Misha, dándole su arma.

Luego saltó contra el lobo para arrancarlo del brazo de Pavel. El animal rugió, soltó a su presa y se volvió a su atacante. Sergei sintió el olor fétido de su boca, teñido del aroma metálico de la sangre. El animal tiró a moderlo en el hombro y con todo su furor, Sergei le dio un puñetazo.

Mala idea enojar al lobo.

Rodó por el suelo con el animal enloquecido. El fuego que Pavel había convocado seguía quemando todo, y Sergei vio en ello su oportunidad. El lobo mordió su hombro, pero eso le dio suficiente impulso para, con un grito de dolor, girar y llevar al animal al fuego. El aullido que soltó al quemarse casi lo deja sordo, pero por suerte lo soltó y Sergei pudo alejarse de él.

El olor a lobo quemado era asqueroso. En eso resonó un balazo y confirmó que Misha había acabado con la agonía del lobo y el peligro de un nuevo ataque.

De inmediato se lanzó hacia Pavel, ignorando el ardor y dolor en su propio hombro.

—¡Pavel!—exclamó, dejando que el miedo por él volviera a sobrepasar su enojo. —¡Pavel! ¿Estás bien?

Lanzó una mirada desesperada a Misha. Tenía que curarlo. Otra vez. ¿Esta pesadilla no iba a terminar nunca?

Fue un alivio que Misha pudiera curar a Pavel de nuevo, y ni siquiera pareció dudar antes de sanarlo a él también. Era impresionante cómo desapareció el dolor punzante de las heridas causadas por el lobo. Pero, si bien él se sintió mejor automáticamente, no parecía ocurrir lo mismo con Pavel.

El miedo que ya sentía Sergei se intensificó, atenazando su corazón. Pavel estaba pálido y tembloroso, al punto que él mismo estaba reconociendo que no podía seguir solo.

Tuvo el impulso de decirle "te lo dije". Le picaba en la punta de la lengua decirlo, pero no iba a resolver nada, no cuando Pavel parecía a punto de descomponerse en medio del campo de batalla. Frunció el ceño. Era momento de actuar, ya hablarían luego.

Se acercó a él todavía con el ceño fruncido y estiró un brazo hacia él.

—Ven, acabemos esto cuanto antes —le indicó.

Lo tomó del brazo para pasárselo sobre los hombros. Lo apoyó en él. Podía sentir lo débil que estaba en lo mucho que necesitaba de él para sostener su pecho. Dudaba que realmente así pudiera hacer algo. Negó para sí. Odiaba tener razón. Miró a Misha de reojo, acomodándose para aguantar mejor el peso de Pavel, pero era imposible.

Iba a tener que cargarlo en su espalda.

—Voy a tener que cargarte, así que Misha tendrá que cubrirnos con el arma—señaló, explicándoles a ambos. —Es todo lo que podemos hacer.

Asintió, como si quisiera convencerse a sí mismo, luego juntó toda su fuerza para cargar a Pavel a su espalda.

—Te acercaré lo suficiente para que lances el fuego y luego te sacaré de acá, no habrá discusión al respecto, ¿de acuerdo?

Más le valía aceptar esto.

El cuerpo de Pavel contra el suyo se sentía tembloroso y febril. No le cabía duda de que era incapaz de sostenerse por sí mismo, razón por la cual Sergei se convirtió en su absoluto sostén. Pudo sentir el esfuerzo que hacía para controlar el fuego, aunque Sergei no estaba seguro si el calor que sentía era por el fuego que estaba controlando o el propio cuerpo de Pavel a punto de colapsar del esfuerzo.

Intercambió una mirada con Misha y notó lo preocupada que estaba. Sergei sabía que no había exagerado. Lo que Pavel estaba haciendo era sobrehumano. Se estremeció de miedo y lo sostuvo más fuerte, mientras lanzaba una mirada hacia el campamento. Estaba en llamas. Los druskelle gritaban, y Sergei notó que el fuego empezaba a llegar de diferentes direcciones.

—¡Pavel, es suficiente, los demás están atacando! —le gritó, pero tenía la impresión de que no lo oía.

De repente, sintió cómo se desvanecía entre sus brazos. Sintió el horror mientras lo sostenía con fuerza. Lo inclinó en el suelo para revisarlo, y Misha se acercó también. Sergei la miró con miedo.

—¿Estará bien?—preguntó.

La voz le salió ronca de preocupación. Se sentía en una pesadilla. Él ya había vivido esto una vez. Los recuerdos lo golpearon con fuerza. No era como cuando lo había rescatado la primera vez, no estaba tan mal. Pero sí había agonizado una vez un hombre en sus brazos. Uno que amaba más que nada en esta vida.

De repente fue consciente de que esto no era tan diferente.

—Tenemos que llevarlo de vuelta—dijo Misha.

Sergei no necesitaba que lo dijeran dos veces. Era cosa de los demás si podían ganar esa batalla o no. Ya ellos habían hecho suficiente. Habían hecho demasiado. Una lágrima bajó por su mejilla y se la limpió con furia.

Acarició el rostro de Pavel un momento antes de asentir y echárselo a los hombros, esta vez como un peso muerto.

Lo llevaría de regreso al campamento y después iba a pensar en todo detenidamente.

No podía pasar por esto de nuevo.

Tres días habían pasado desde el ataque al campamento de los druskelle.

Sergei había quedado bien con sus superiores por el resultado. Su informe todavía faltaba de ser corroborado por el de Pavel, pero no había razón para que dudaran de él, en especial poniendo de referencia a tres grishas distintos presentes. Por supuesto que estaba orgulloso de que aquella batalla hubiera sido vital para darle a Ravka superioridad sobre Fjerda en su guerra, en especial porque eso significaba que tal vez podrían irse pronto a casa. Pero no creía que eso valiera el hecho de haber dejado a Pavel inconsciente en una cama en el campamento del Segundo Ejército.

Cuando habían regresado estaba más asustado que enojado. Misha le había dicho que el pronóstico de Pavel era reservado. Sería necesario esperar a que recuperara el conocimiento, y necestaría descansar.

No había forma de que Sergei pudiera esperar indefinidamente sin regresar al campamento del Primer Ejército, y tampoco habría aguantado estar ahí, viendo a los Sanadores haciendo su trabajo mientras se preguntaba a cuántas personas como Pavel habían curado una y otra vez para el bien de Ravka, sin importar su desgaste.

Regresar a su campamento había sido lo mejor.

Había esperado recibir noticias de Pavel, pero nunca imaginó que se plantaría en su campamento. Cuando le dijeron que lo buscaban no se había planteado esa posibilidad, pero la sonrisa que le dedicó Andrei le hizo sospechar algo. Sin embargo, había esperado un mensajero. No a Pavel en persona.

Antes de que pudiera procesar su presencia allí, se vio envuelto en un abrazo, acompañado de palabras de disculpa.

Una parte de él no podía creerlo. Pavel estaba bien, podía sentirlo contra su cuerpo, no débil y febril como había estado al final de la batalla. Se sentía vivo, intenso, lleno de fuerza y energía. Lo abrazó de vuelta, porque era increíble que estuviera vivo después de lo que habían pasado. Sentía genuino alivio de sentirlo bien.

Luego recordó dónde estaban y se le heló la sangre. Si ya antes lo molestaban porque trataba demasiado con el Segundo Ejército, no quería saber qué le iban a decir ahora.

Se separó suavemente de Pavel, no quería alarmarlo, pero este no era el lugar para este reencuentro. Le sonrió, y le dio una palmada en el hombro con la alegría sincera de verlo bien.

Hizo su mejor esfuerzo por ignorar a todos su compañeros del Primer Ejército que lo observaban.

—¡Me alegra verte bien! Pero...Sígueme, ¿quieres? Vamos a hablar en otro lugar más privado

Guió a Pavel hasta su tienda de campaña. No era un oficial tan importante para tener una tienda exclusiva para él, pero sus compañeros habían muerto en las últimas batallas. Odiaba estar ahí y ver sus literas vacías.

Odiaba la guerra y la muerte. Las últimas tres noches en aquel lugar había decidido que tenía que hablar con Pavel. No podía volver a pesar por esto. No otra vez.

—Mis compañeros son unos indiscretos, así que es mejor que hablemos acá—le explicó. Hasta en ese momento se permitió disfrutar como debía la visión de que Pavel estaba de una pieza.—¿Realmente estás bien ya?

Una parte de él tenía problemas para aceptar que tras verlo al borde de la muerte ahora estaba perfectamente. Pero le alegraba, y además, le ponía en posición de hablar.

No creía poder esperar a regresar a Os Alta, aunque no supiera bien qué iba a decir todavía.

No le puso toda la atención que debería a lo que decía Pavel sobre el informe. Debería importarle, pero ahora tenía otras cosas en mente. En especial cuando después le dijo tan directamente que volvería a herirse por protegerlo. Tragó grueso. No sabía qué trasfondo tenía lo que Pavel acababa de decir, pero sí lo que significaba para él.

Lo supo cuando pensó que Pavel podía morir en sus brazos. Lo difícil ahora era ponerlo en palabras. Caminó de un lado a otro en la tienda, intentando ordenar sus ideas.

—Pavel, estoy molesto... pero no tengo derecho a estarlo. Eras un soldado cumpliendo su deber. Lo sé, ahora puedo pensarlo pero en ese momento no podía.

Inspiró profundo. Había pensado mucho en esos tres días todo lo que tenía que decirle cuando estuviera bien y volvieran a verse a solas. Pero no era fácil hacerlo. No cuando habían tantos sentimientos de por medio. Se detuvo frente a Pavel y se obligó a mirarlo a los ojos.

—Yo también quería protegerte, pero no podía. Y no te dejabas cuidar. Cuando te veía sangrar creía que ibas a morir... y no podía aceptar la idea de que fueras a morir—intentó explicarse lo mejor que pudo. —¿Alguna vez has perdido a alguien en la guerra?

Sabía que había perdido muchos compañeros, pero no era eso a lo que se refería. Se sintió frustrado de repente, pensando que Pavel no iba a entenderlo. Resopló y se sentó frente a Pavel.

—Creo que tengo que contarte algo para que me entiendas. ¿Está bien? ¿Tienes tiempo?

Esto no iba a ser fácil. Hacía mucho tiempo que no hablaba sobre Yuri.

Pavel parecía tan angustiado que no estaba seguro de que decirle todo lo que estaba pensando en ese momento fuera buena idea. Pero no era capaz de callárselo más tiempo. Ahora, cuando Pavel le dijo que también había perdido compañeros, sonrió de medio lado e inspiró profundo.

Se había sentado en la litera frente a Pavel, pero desvió la mirada hacia la mano que tenía sobre su propia rodilla, tamborileando nerviosamente.

—Creo que nunca te he hablado de Yuri, ¿cierto?

No lo creía: estaba seguro. No solía hablar de él. Perderlo había sido lo más doloroso que había vivido, y la única forma de seguir adelante había sido dejar de hablar de él y pensar en él. Sin embargo, viendo a Pavel herido todo había regresado a él.

—Conocí a Yuri cuando entramos al Primer Ejército. Entrenábamos juntos para rastreadores. A él le costaba más, así que le ayudaba a practicar. Pasamos mucho tiempo afuera, solos en los bosques...—sonrió con tristeza, movido por la nostalgia. —Así nacieron sentimientos. Sentimientos muy profundos.

No iba a contarle los detalles. Yuri había sido su primer amor. El primero que había significado algo especial. Pavel no iba a deducir eso solo.

—Amaba a Yuri. Creía que íbamos a pasar la vida juntos, ¿sabes? Pero entonces estalló una de tantas guerras... En una batalla nos asignaron a trabajar con el Segundo Ejército. Nuestro deber era proteger a los grisha mientras atacaban. Yuri fue herido en esa batalla.

Apretó los puños de recordarlo. Nunca había sido fácil recordar aquella época. Por eso había odiado por tanto tiempo trabajar con los grisha. Desvió la mirada porque no creía soportar la expresión de Pavel cuando le contara lo siguiente. No quería llorar frente a él.

—Perdió mucha sangre. Logré sacarlo sobre mis hombros, y llevarlo al campamento de los sanadores... Pero me dijeron que la prioridad era sanar a los grisha. Yuri era... un soldado más. Para cuando hubo un sanador disponible, había muerto.

Se restregó los ojos. Le ardían pero se negaba a dejar caer una lágrima. Entonces se obligó a mirar a Pavel de nuevo.

—A eso me refería a perder a alguien.

Era el momento de decirle para qué le había contado esto, pero se le quebró la voz.

Las manos de Pavel contra las suyas eran cálidas, reconfortantes. Era impresionante lo suaves que eran, considerando el tipo de trabajo que hacían y lo cerca que estaban cerca del fuego. Las de Sergei se veían oscuras y maltratadas entre las suyas. Sergei cerró los ojos, concentrándose en la sensación.

Por eso lo tomó por sorpresa cuando Pavel se inclinó hacia él y lo abrazó.

No había estado listo para la cercanía. Se estremeció entre su abrazo y él también lo envolvió entre sus brazos, apretándolo contra fuerza contra sí. Vivo. No estaba seguro si era su corazón o el de Pavel el que latía a mil por hora, pero no importaba. Porque estaban juntos y habían sobrevivido aquella espantosa batalla.

Negó, escuchando a Pavel, pero no se atrevió a romper el abrazo, no todavía.

—No te odio, Pavel. A ti no. Es cierto que cuando nos conocimos... Tenía mucho resentimiento. Lo tengo. Pero el otro día en la batalla, cuando vi como te curabas una y otra vez para seguir peleando, supe que tampoco era bueno para ustedes. Ravka nos usa a su antojo, solo somos piezas...

Se calló, porque se estaba desviando del tema. Apretó los ojos con fuerza mientras se obligaba a separarse del abrazo cálido y seguro de Pavel. No le había contado esto para ganar su lástima o su simpatía. La historia tenía un punto que Pavel estaba pasando totalmente por alto.

Lo miró a los ojos y ahora estuvo seguro que era él quien tenía el corazón en la boca. Peleó contra el nudo en su garganta para hablar.

—Lo que intentaba decirte es que yo perdí Yuri. Y el otro día, mientras veía como quedaba cada vez más sangre tuya en la nieve, no podía dejar de pensar que te iba a perder también—la furia y el miedo que sintió ese día tiñeron su voz cuando habló en ese momento. —Y pensé que no podía pasar por eso. No de nuevo. No contigo.

Se mordió el labio inferior. Porque acababa de exponerse completamente, como nunca más creyó que volvería a hacerlo. Yuri siempre se rió de él, decía que era afortunado porque solo él conocía esa parte sentimental de Sergei. Pues parecía que una vez más la había dejado salir a la luz.

Miró a Pavel ansioso. No sabía cómo seguir a partir de ahí. Eran soldados. Lo ocurrido en el campo de batalla se volvería a repetir tarde o temprano. Solo que no sabía si podría aguantarlo.